Dragones Celestiales 1 - Eon El Desperta - Alison Goodman

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EÓN, EL DESPERTAR DEL OJO DE DRAGÓN ("Dragones Celestiales", vol.1) Alison Goodman © 2008, The Two Pearls of Wisdom Traducción: Juanjo Estrella

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Literatura juvenil.

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  • EN, EL DESPERTAR DEL OJO DE DRAGN

    ("Dragones Celestiales", vol.1)

    Alison Goodman

    2008, The Two Pearls of Wisdom

    Traduccin: Juanjo Estrella

  • PRLOGO De los primeros rollos de Jion Tzu

    Nadie sabe cmo alcanzaron los primeros Ojos de Dragn su

    peligroso acuerdo con los doce dragones de la energa y de la buena suerte. Los pocos escritos y poemas que han sobrevivido al paso de los siglos inician el relato mucho despus de que se cerrara el pacto para la proteccin de nuestra tierra entre el hombre y el animal-espritu. Sin embargo, se dice que todava sobrevive un libro donde se relatan los violentos inicios y se predice el catastrfico final de esa antigua alianza.

    Los dragones son seres elementales, capaces de manipular la hua o energa natural que existe en todas las cosas. Cada dragn se alinea con uno de los animales celestiales en un ciclo de poder que dura doce aos y que se ha repetido invariablemente desde el principio de los tiempos: Rata, Buey, Tigre, Conejo, Dragn, Serpiente, Caballo, Cabra, Mono, Gallo, Perro y Cerdo. Cada dragn es tambin guardin de una de las doce direcciones celestiales y custodio de una de las Virtudes Mayores.

    Cada da de Ao Nuevo el ciclo vuelve a comenzar, y el siguiente animal ocupa el lugar dominante. De ese modo, su dragn se convierte en ascendente, y su poder se duplica durante los siguientes doce meses. El dragn ascendente tambin se une a un nuevo aprendiz que ser adiestrado en la magia del dragn, y cada vez que ello sucede, el aprendiz del ao anterior pasa a convertirse en Ojo de Dragn y alcanza su poder mximo. El nuevo Ojo de Dragn reemplaza a su maestro, el viejo Ojo de Dragn, que se retira exhausto y fatalmente debilitado tras haber permanecido unido al dragn durante veinticuatro aos. Se trata de un pacto brutal, que otorga un inmenso poder al Ojo de Dragn, un poder que le permite desplazar monzones, desviar ros y detener terremotos. A cambio de semejante control sobre la naturaleza, el Ojo de Dragn debe entregar gradualmente su hua al dragn.

    Slo los nios capaces de ver un dragn de energa pueden aspirar a ser candidatos a Ojo de Dragn. Ver al dragn el ao en que naces es un don muy raro, y ms raro an es ver a cualquier otro de los dragones de energa. Cada Ao Nuevo, doce nios, nacidos doce aos atrs, se enfrentan al dragn ascendente y rezan por que su don sea suficiente para la bestia. Uno de ellos es el elegido y en ese instante de unin --y slo durante ese instante--, todos los hombres

  • pueden ver al dragn en toda su gloria. Las mujeres no tienen cabida en el mundo de la magia del

    dragn. Se dice que la mujer corrompe el arte y que carece tanto de la fuerza fsica como de la profundidad de carcter necesarias para unirse a un dragn de energa. Se cree tambin que el ojo femenino, demasiado acostumbrado a mirarse a s mismo, no ve la verdad del mundo de la energa.

    _____ 1 _____ Dej que las puntas de mis dos espadas se hundieran en la arena

    del campo de prcticas. Fue un error, pero el dolor agudo en las entraas me haba obligado a acuclillarme. Vi que los pies desnudos de Ranne, el maestro de espadas, avanzaban hacia m con rapidez y equilibraban el peso del cuerpo, preparndose para asestarme el golpe certero. Cada vez que entrenaba con l se me encogan las tripas de miedo, pero esa vez era distinto: en esa ocasin se trataba de dolor menstrual. Me haba equivocado contando las lunas?

    --Qu haces, muchacho? --me dijo. Alc la vista. Ranne estaba de pie, en perfecto equilibrio, con las dos espadas listas para el elegante golpe que me habra decapitado. Sujetaba con fuerza las empuaduras. Yo saba bien que de haber sido por l habra seguido adelante, pues deseaba limpiar la escuela de tullidos. Pero no se atrevi--. Ya ests cansado? --me pregunt--. Tu tercera figura de hoy ha sido peor que de costumbre.

    Yo negu con la cabeza, y en ese momento otro doloroso calambre me oblig a apretar mucho los dientes.

    --No es nada, maestro de espadas. Me puse en pie despacio, con mis armas apuntando hacia abajo. Ranne relaj la postura y dio un paso atrs.

  • --No ests listo para la ceremonia de maana --declar--. Y no lo estars nunca. Ni siquiera eres capaz de completar la secuencia de aproximacin. --Se volvi describiendo un arco y clav la vista en los dems candidatos, arrodillados en crculo en torno al campo de prcticas--. Esta secuencia debe ejecutarse a la perfeccin si pretendis acercaros a los espejos. Lo entendis?

    --S, maestro de espadas --corearon doce voces al unsono. --Por favor, si me lo permits, volver a intentarlo --le supliqu.

    Otro calambre me retorci las entraas, pero no me mov lo ms mnimo.

    --No, En-jah. Regresa al crculo. Percib que un atisbo de malestar recorra los otros once

    candidatos. Ranne haba aadido el trmino jah --una proteccin contra el mal-- a mi nombre. Le dediqu una reverencia y cruc mis espadas, a modo de saludo, imaginando qu sentira si se las clavaba en el pecho. Detrs de Ranne, la inmensa figura opaca del Dragn Tigre se alargaba, observndome. Siempre pareca despertar con mi ira. Me concentr en el Dragn Conejo, fijndome en su perfil bien recortado, brillante, con la esperanza de que el Portador de la Paz me ayudara a aplacar mi enfado.

    En el crculo de candidatos, Dillon se gir y mir en direccin al campo de prcticas. Habra visto l tambin a los dragones? l pareca ms perceptivo que los dems, pero aun as, para poder ver a algn dragn de energa deba meditar durante horas. Yo era el nico candidato que vea a todos los dragones cuando quera, excepto al Dragn Espejo, que llevaba largo tiempo desaparecido. Para verlos, deba concentrarme totalmente, y despus me invada un gran cansancio, pero aquello era lo nico que haba hecho soportables los dos ltimos aos de duro entrenamiento. Y ese era tambin el nico motivo por el que a un tullido como yo se le haba permitido ser candidato --la plena visin de los dragones era una cualidad muy rara, aunque como a Ranne, el maestro de espadas, le gustaba recordarme, no supona ninguna garanta de xito.

    --Regresa al crculo. Ahora mismo! --me grit Ranne. Me incorpor y di un paso atrs. Pero lo hice demasiado deprisa.

    La arena se hundi bajo mi pierna mala, que se dobl hacia la derecha. Sin poder evitarlo, ca al suelo pesadamente. Tras un instante de aturdimiento, apareci el dolor: en el hombro, en la cadera, en la rodilla. En la cadera! Me habra lastimado la cadera an ms? Me palp el cuerpo, hund los dedos en la piel y el msculo para

  • explorar la malformacin del hueso. No, ah no haba dolor. Estaba entero. Los dems pinchazo ya empezaban a remitir.

    Dillon se ech hacia delante y se arrodill, lanzando arena por los aires, los ojos muy abiertos por la preocupacin. Qu tonto! De ese modo slo lograra empeorar las cosas.

    --En, ests...? --No rompas la formacin --le cort Ranne, dndome un

    puntapi--. Levntate, En-jah. Eres un insulto para el oficio de Ojo de Dragn. Levntate.

    Me apoy en las manos y rodillas, con todas mis fuerzas, dispuesta a apartarme si se le ocurra patearme de nuevo. Pero el golpe no lleg. Recog mis espadas y me incorpor. Al hacerlo, otro calambre se apoder de m. Ya faltaba poco; deba volver junto a mi seor antes de que apareciera la sangre. Desde que mi cuerpo me haba traicionado por primera vez, haca ya seis meses, mi seor me haba proporcionado las gasas y las esponjas marinas, que guardaba en un armario de su biblioteca, a salvo de miradas curiosas.

    La campana de la media hora acababa de sonar. Si Ranne me daba permiso para ausentarme, podra llegar a casa y estar de regreso a la siguiente hora en punto.

    --Maestro de espadas, podra retirarme de la prctica hasta el toque de la siguiente campana? --le pregunt. Lo hice con la cabeza gacha, en seal de respeto, aunque con los ojos fijos en el rostro anguloso y terco de Ranne. Seguramente habra nacido en el ao del Buey. O tal vez fuera Cabra.

    Ranne se encogi de hombros. --Deja las espadas en la armera, En-jah. Y no te molestes en

    regresar. Aunque practicaras unas horas ms, no tendras ms opciones maana.

    Y, dndome la espalda, llam a su favorito, Baret, para que ocupara mi lugar en la pista. Acababa de echarme.

    Dillon me mir con gesto preocupado. l y yo ramos los candidatos ms dbiles. A pesar de tener la edad reglamentaria --doce aos, como el resto de miembros del crculo--, su estatura era la de un nio de ocho. Yo, por mi parte, era coja. Tiempo atrs ni siquiera nos habran admitido como candidatos a Ojo de Dragn. Ni l ni yo albergbamos la menor esperanza que el Dragn Rata nos escogiera en la ceremonia que iba a tener lugar al da siguiente. En todas las casas de apuestas, las pujas por Dillon eran de 30 a 1. Y en mi caso la proporcin resultaba mucho peor: de 1000 a 1. S, tal vez la suerte no

  • estuviera de nuestra parte, pero ni siquiera el Consejo saba cmo tomaba sus decisiones un dragn. Yo fing bostezar a espaldas de Ranne, intentando arrancarle una sonrisa a Dillon. Su boca se arque, pero las marcas de tensin no desaparecieron de su rostro.

    Otro calambre me agarrot las entraas. Contuve la respiracin mientras dur, antes de volverme y dirigirme despacio hacia el pequeo edificio de la armera. Como arrastraba la pierna lisiada, iba esparciendo la arena a mi alrededor. Dillon tena motivos para estar preocupado. Los candidatos ya no luchbamos por el honor de aproximarnos a los espejos, eso era cierto, pero aun as debamos demostrar nuestra fuerza, nuestro mpetu, en las secuencias ceremoniales con las espadas. Al menos, l era capaz de completar la secuencia de aproximacin, aunque de un modo algo torpe. Yo no haba logrado culminar ni una sola vez los intrincados movimientos de la tercera figura del Dragn Espejo.

    Se deca que haca falta mucha resistencia fsica y mental para tratar con los dragones de energa y para manipular las fuerzas de la tierra. Entre los candidatos se rumoreaba que un Ojo de Dragn iba entregando lentamente su fuerza vital a un dragn a cambio de su habilidad para usar las energas y que ese pacto lo llevaba a envejecer prematuramente. Mi seor haba sido el Ojo de Dragn Tigre durante el ltimo ciclo, y a m me pareca que no poda tener ms de cuarenta y pocos aos, a pesar de lo cual, por su aspecto y actitud, pareca un anciano. Tal vez fuera cierto que un Ojo de Dragn entregaba su propia fuerza vital; pero tambin poda ser que mi seor hubiera envejecido bajo el peso de la pobreza y la mala fortuna.

    Volv la cabeza y mir hacia atrs. Ranne se concentraba en las evoluciones de Baret, que ejecutaba la primera figura. Teniendo a todos aquellos muchachos fuertes, de cuerpos capaces, dispuestos a servirle, iba a escogerme a m el Dragn Rata? l era el Custodio de la Ambicin, de modo que era posible que no se dejara influir por las proezas fsicas. Me gir en direccin norte-noroeste y forc la mente hasta que visualic al Dragn Rata resplandeciendo sobre la arena, como un espejismo producido por el calor. Como si se hubiera percatado de que me concentraba en l, el dragn arque el cuello y agit su espesa mata de pelo.

    Si me escoga a m, yo mantendra el estatus durante veinticuatro aos. Primero trabajara como aprendiz del Ojo de Dragn que ya exista y despus, cuando l se jubilara, sera yo quien usara sus energas. Ganara montaas de riquezas, a pesar de tener que

  • entregar el diezmo doble, del veinte por ciento, a mi seor. Nadie osara escupirme ni persignarse para protegerse del mal en mi presencia, ni apartar de m su rostro con desagrado.

    Pero si no me escoga, podra considerarme afortunada si mi seor me permitiera quedarme como sirviente, en su casa. Sera como Chart, el muchacho deforme, cuyo cuerpo estaba siempre retorcido en una parodia siniestra de s mismo. Haba nacido catorce aos atrs, hijo de Rilla, una de las criadas solteras, y aunque al seor le repugnaban las deformidades del pequeo, permita que viviera en su casa. Chart no haba salido nunca de los aposentos del servicio y viva sobre una esterilla, cerca de los fogones. Si yo fracasaba al da siguiente, slo me caba esperar que m seor demostrara conmigo una misericordia similar. Antes de que me encontrara, haca cuatro aos, yo trabajaba en una fbrica de sal, y prefera compartir la esterilla con Chart junto a los fogones, a regresar a aquel msero lugar.

    Detuve mis pasos y concentr ms mi mente en el Dragn Rata, tratando de alcanzar la energa de aquella bestia inmensa. Sent que su poder recorra mi cuerpo como un chispazo.

    Hblame --le supliqu--. Hblame. Escgeme maana. Por favor, escgeme maana.

    No obtuve respuesta. En ese instante sent un dolor en la sien que se intensific hasta

    convertirse en agona cegadora. El esfuerzo de concentracin que haba hecho para seguir vindolo haba sido excesivo. El dragn desapareci del ojo de mi mente, llevndose consigo mi energa. Clav una de mis espadas en la arena para no caerme y aspir hondo. Tonta! Es que no iba a aprender nunca? Un dragn slo se comunicaba con su Ojo de Dragn y con el aprendiz de ste. Aspir hondo una vez ms y levant la espada del suelo. Entonces por qu poda ver yo a los once dragones? Desde que tena memoria, era capaz de llevar mi mente hasta el mundo de energa y ver sus inmensas formas traslcidas. Por qu se me haba concedido ese don en un cuerpo tan maltrecho?

    Fue un alivio abandonar la arena y pisar el pavimento del patio que llevaba a la armera. Los agudos calambres que desgarraban mis entraas se haban convertido en un dolor constante. Hian, el viejo maestro armero, se encontraba sentado sobre un cajn, junto a la armera, eliminando el holln de una pequea daga.

    --Han vuelto a echarte? --me pregunt cuando pas por su lado. Me detuve. Era la primera vez que me diriga la palabra.

  • --S, maestro armero --le respond, bajando la cabeza en seal de respeto, preparndome para sus burlas.

    Hian alz la daga e inspeccion el filo. --Pues a m me parece que lo estabas haciendo bien. Levant la cabeza y lo mir a los ojos, que se vean amarillentos

    en contraste con su piel enrojecida por el trabajo en la forja. --Con esa pierna, la tercera figura del Dragn Espejo nunca te

    saldr como es debido --prosigui--. Intenta una segunda de Dragn Caballo pero ejecutada en orden inverso. Existe un precedente. Ranne debera haberte informado de ello.

    Mantuve el gesto impasible, aunque no pude evitar que la esperanza me atenazara la garganta. Era eso cierto? Y, por qu me lo deca a m? Tal vez no se tratara ms que de una broma que gastarle a un cojo.

    Hian se puso en pie, apoyndose en el quicio de la puerta para ayudarse.

    --Tu desconfianza no me sorprende, muchacho. Pero pregntaselo a tu seor. Es de los que recuerdan mejor la historia. l te dir que tengo razn.

    --Lo har, maestro armero. Gracias. Un grito agudo nos hizo girar en direccin a los candidatos que

    seguan en el campo de prcticas. Baret estaba arrodillado delante de Ranne.

    --Al maestro de espadas Louan lo consideraban uno de los mejores instructores en el arte de las ceremonias de aproximacin. Qu lstima que se jubilara --coment Hian con voz neutra--. Tienes espadas con las que practicar en casa?

    Asent. --Pues vete y esta noche practica la segunda en orden inverso.

    Antes de que empiecen tus rituales de purificacin. --Baj con dificultad los dos peldaos y se volvi para mirarme--. Y dile a tu seor que el viejo Hian le enva recuerdos.

    Le vi alejarse despacio por el zagun que conduca a la forja, mientras el golpeteo distante de un martillo contra el yunque le marcaba el paso. Si aquel hombre tena razn y yo poda sustituir la tercera figura del Dragn Espejo por una segunda de Dragn Caballo invertida, entonces no tendra problemas para completar la secuencia de aproximacin.

    Entr en la fresca armera, tenuemente iluminada, y esper a que mis ojos se habituaran a la penumbra. Yo no estaba tan convencida

  • como el maestro armero de que los miembros del Consejo fueran a consentir el menor cambio en la ceremonia, y ms en la secuencia del Dragn Espejo. Despus de todo, el Dragn Dragn era el smbolo del Emperador y, segn la leyenda, la familia imperial descenda de dragones y an corra sangre de dragn por sus venas.

    Pero, por otra parte, el Dragn Espejo llevaba ms de quinientos aos desaparecido. Nadie saba con certeza por qu, ni cmo haba pasado. Segn un relato, un emperador que haba vivido haca mucho tiempo ofendi al dragn, pero segn otro, se haba librado una batalla feroz entre las bestias-espritu, que haba llevado a la destruccin del Dragn Espejo. Mi seor aseguraba que todas aquellas historias eran cuentos y que la verdad, junto con todo lo que poda servir para demostrarla, se haba perdido para siempre en el fuego que calcin el pabelln del Dragn Espejo. Y l deba saberlo pues, como bien haba dicho Hian el armero, mi seor era de los ms entendidos en historia. Si exista alguna variante antigua de la secuencia de aproximacin, l sabra cmo encontrarla.

    Pero para eso yo deba decirle, un da antes de la ceremonia, que no era capaz de ejecutar la secuencia completa del Dragn Espejo. Me estremec al recordar los verdugones y los cardenales que me haban valido sus anteriores disgustos. Yo saba que era la desesperacin la que mova su mano --en los ltimos diez aos, mi seor haba entrenado a seis candidatos, y todos ellos haban fracasado--, pero no quera despertar su clera de nuevo. Sostuve con ms fuerza las empuaduras de mis espadas. Tena que saber si la segunda del Dragn Caballo invertida estaba permitida. Era mi mejor posibilidad.

    Mi seor no era ningn tonto y no me lastimara mucho antes de la ceremonia. Era demasiado lo que dependa de ella. Y si los documentos histricos que conservaba coincidan con las informaciones de Hian, yo dispondra al menos de las cuatro horas que me separaban del ritual de purificacin para practicar la nueva figura y sus enlaces. No era gran cosa, pero debera bastar. Alc las espadas y compuse con ellas el inicio de la segunda, pero al revs. Hice descender un poco la izquierda, consciente de que all el espacio era limitado.

    --Eh!, no juegues con esas espadas aqu --solt el armero de guardia.

    Me incorpor, bajando las puntas de mis armas. --Me disculpo, armero --me apresur a decir.

  • Se trataba de un flaco de aspecto enfermizo al que le gustaba dar lecciones. Le alargu las dos empuaduras, con los filos hacia abajo. Y vi que compona brevemente el gesto para protegerse del mal antes de aceptarlas.

    --Han sufrido algn dao? --me pregunt, colocando una de las dos en posicin horizontal para comprobar el estado del acero.

    --No, armero. --Son herramientas caras, sabes? No juguetes. Debes tratarlas

    con respeto y no blandiras nunca en espacios cerrados. Si alguien... --Gracias, armero --le dije, retirndome hacia la puerta sin darle

    tiempo a que concluyera su perorata. Cuando sub el ltimo peldao l todava segua hablando.

    El modo ms fcil de abandonar la escuela era pasando junto al campo de prcticas y franqueando la puerta principal, pero yo no quera llamar la atencin de Ranne. Por eso descend por el camino empinado que conduca a la puerta del sur. Tras mi sesin de entrenamiento, me dola la cadera izquierda y los calambres en el vientre me cortaban la respiracin. De modo que cuando finalmente llegu a la puerta meridional y pas frente al aburrido guardia estaba sudando, no tanto por el calor, como por el esfuerzo que deba hacer para no gritar.

    Unos diez comercios se alineaban junto al camino, tras la escuela, y constituan uno de los extremos del mercado de alimentos. El olor a grasa de cerdo asado y a crujiente piel de pato impregnaba el aire. Me apoy en el muro de la escuela y dej que el fro de la piedra me refrescara la espalda. Me fij en una muchacha vestida con la bata azul que usaban las criadas de la cocina; vi que se abra paso entre los corrillos de mercaderes fisgones y que se detena en el puesto del charcutero. Tendra unos diecisis aos --mi verdadera edad--, y llevaba el pelo negro recogido en la trenza enroscada sobre s misma con la que se peinaban las muchachas no casadas. Yo me llev la mano a mi coleta negra, corta, de la longitud preceptiva para los candidatos. Si resultaba elegida al da siguiente, me lo dejara crecer hasta que me llegara a la cintura y pudiera recogrmelo en la trenza de dos puntas que distingua a los Ojos de Dragn.

    La muchacha, sin alzar la cabeza en ningn momento, seal un jamn curado que estaba expuesto. El joven aprendiz envolvi la carne en un pao y la coloc sobre el mostrador. La chica esper a que l se hubiera retirado antes de dejar una moneda junto a la pieza de carne y coger el paquete. Entre ellos no medi palabra, no se

  • miraron, no se rozaron. Todo muy decente. Y aun as, a m me pareci captar algo entre ellos.

    Aunque saba que lo que iba a hacer no estaba del todo bien, entorn los ojos y me concentr en ellos, como haca con los dragones. Al principio no vi nada. Pero luego sent un movimiento raro en el ojo de mi mente, como si me acercara ms, y un chorro de energa anaranjada fluy entre la muchacha y el joven, envolviendo sus cuerpos como un pequeo monzn. Un regusto agrio me impregn las entraas y el espritu. Baj la mirada, sintindome una intrusa, y con un parpadeo desactiv mi visin mental. Cuando volv a mirar, la muchacha ya daba media vuelta para marcharse.

    Entre ellos ya no haba ni rastro de aquella energa. No haba rastro del brillo palpitante que haba dejado una huella ardiente en mi cerebro. Por qu, de pronto, era capaz de ver aquella imagen humana, ntima? Ni mi seor ni ninguno de mis instructores me haban hablado nunca de ello; las emociones no eran territorio de la magia del dragn. Una diferencia ms que deba mantener oculta al mundo. Me alej del muro, pues necesitaba eliminar de mis msculos los residuos de poder y de vergenza.

    La casa de mi seor se encontraba a tres calles de all, colina arriba. El dolor que senta en la cadera haba pasado de ser la molestia conocida, producto del exceso de uso, a convertirse en una advertencia ms aguda. Necesitaba un bao caliente si quera tener alguna posibilidad de practicar la secuencia de aproximacin. El callejn que se abra junto al puesto del charcutero pareca un buen atajo. Siempre que estuviera vaco. Entrecerr los ojos y estudi el estrecho pasaje. Pareca seguro: sin jvenes estibadores compartiendo una pipa o esperando un poco de diversin en forma de cojo. Di un paso al frente, pero vacil al percibir que un movimiento conocido agitaba la multitud: la gente se apartaba a ambos lados de la calle, se postraba de rodillas y enmudeca de pronto.

    --Abran paso a la dama Jila. Abran paso a la dama Jila. La voz era aguda, pero masculina. Un palanqun profusamente

    tallado avanzaba calle abajo, a hombros de ocho hombres sudorosos, con su pasajera oculta tras cortinajes de seda granate. Doce guardias ataviados con tnicas del mismo color, armados con sables curvos, formaban un rectngulo protector en torno a l: eran los hombres-sombra, los soldados eunucos de la corte imperial. No vacilaban a la hora de abatir a aquellos que no despejaban el paso o no se postraban lo bastante deprisa. Yo apoy la rodilla buena en el

  • suelo y ech hacia atrs la pierna mala. La dama Jila? Deba tratarse de alguna de las favoritas del Emperador si le permitan abandonar el recinto interior. De modo que compuse la reverencia reservada a los nobles de la corte.

    Junto a m, un hombre bajo y corpulento, vestido con los calzones y la casaca encerada propios de los marinos, se haba sentado sobre sus talones y observaba aproximarse la comitiva. Si no bajaba la cabeza, atraera la atencin de los guardias. Y los guardias no se fijaban demasiado en si golpeaban a quien deban.

    --Se trata de una dama de la corte, seor --me apresur a susurrarle--. Debis inclinar la cabeza. As.

    Y ejecut la reverencia en el ngulo exacto. l me mir fijamente. --Y t crees que esa mujer merece nuestras reverencias? --me

    pregunt. Frunc el ceo. --A qu os refers? Es una dama de la corte, lo que merezca o

    deje de merecer no importa. Si no agachis la cabeza, os azotarn. El marinero se ech a rer. --Una manera muy pragmtica de enfocar la vida --dijo--. Seguir

    tu consejo. Y, sin dejar de sonrer, baj los hombros. Yo contuve el aliento al paso del palanqun, entrecerrando los ojos

    a medida que se elevaba el polvo del camino. Ms all de donde nos encontrbamos o el chasquido de una espada al golpear con la hoja plana sobre la carne de alguien: un mercader demasiado lento de movimientos cay al suelo, golpeado por el guardia que encabezaba el squito. El palanqun dobl la esquina y un suspiro de alivio recorri la multitud. Algn que otro comentario inofensivo suba de tono mientras los presentes se ponan en pie y se sacudan el polvo de las ropas. Yo baj las manos hasta el suelo y me coloqu bien la pierna, preparndome para ponerme en pie. Sbitamente, not que una mano me agarraba de la axila y tiraba de m hacia arriba.

    --Ya est, nio. --No me toquis! Retroced de un salto y cruc los brazos sobre el pecho. --Tranquilo --dijo el marino--. Slo quera devolverte el favor. Me

    has librado del azote en la espada. Aquel hombre ola a aceite de pescado, a sudor rancio y a algas.

    En ese momento me asalt un recuerdo: yo sosteniendo una pesada

  • ristra de algas negras, y mi madre asintiendo y sonrindome mientras la meta en la cesta que llevaba atada a su esbelto cuerpo. Pero la imagen se esfum enseguida. Demasiado deprisa para fijarla, como todas las dems que conservaba de mi familia.

    --Lo siento, seor, me habis sorprendido, no lo esperaba --me disculp, apretando ms los brazos contra el pecho--. Gracias por vuestra ayuda.

    E, inclinando la cabeza con cortesa, me alej de l. El impacto de su roce todava perduraba en mi piel.

    El callejn que tena delante ya no estaba vaco; un grupo de estibadores jvenes se haba congregado en el otro extremo y jugaba a los dados. De modo que tendra que tomar el camino ms largo. Mi cadera pareci protestar intensificando su dolor.

    El marino volvi a detenerse junto a m. --Tal vez puedas ayudarme una vez ms --dijo--. Podras

    indicarme cmo llegar a la Puerta de oficiales? En su rostro no haba atisbo de sospecha, ni de desconcierto, sino

    slo de amable curiosidad. Volv a mirar a los estibadores, antes de fijarme en el marino. No era muy alto, pero tena el pecho y los brazos fuertes y el rostro bronceado y surcado de arrugas. Trat de averiguar si iba armado y, en efecto, constat que llevaba un cuchillo al cinto. Con eso bastara.

    --Yo mismo voy en esa direccin, seor --le dije, guindolo hasta el otro lado de la calle, camino del pasaje. Aquel no era exactamente el camino que l deba tomar, pero en cualquier caso llegara antes que si tomaba las vas principales.

    --Me llamo Tozay y soy patrn de pesca en Kan Po --dijo, detenindose a la entrada del callejn. Entrelaz entonces las manos y asinti, que era el modo en que los adultos saludaban a los nios.

    Gracias a mis estudios sobre lneas de energa saba que Kan Po se encontraba en la costa. Contaba con uno de los puertos naturales ms privilegiados del reino, de forma semicircular y flanqueado por siete colinas que atraan la buena fortuna. Tambin era el punto principal de acceso a las islas y a territorios ms lejanos.

    --Y yo soy En, candidato a Ojo de Dragn. Volv a inclinarme ante l. l me mir fijamente. --En? El candidato cojo? --S --respond, imperturbable. --Vaya, vaya, no es poca cosa --dijo, y baj la cabeza,

  • componiendo la reverencia con la que indicaba que era un honor conocerme. Yo asent, algo incmoda, pues no estaba preparada para aquel repentino cambio de estatus--. Sabemos muchas cosas de ti gracias al pregonero --dijo el maestro Tozay--. Pas por nuestra localidad hace unos meses y nos cont que el Consejo te ha permitido aproximarte a los espejos. A mi hijo le hizo mucho bien orlo. Es un ao menor que t, acaba de cumplir los once. Ya debera estar pescando conmigo, aprendiendo su oficio, pero perdi un brazo en un percance con la red el verano pasado.

    El rostro ancho del maestro Tozay compuso un gesto de dolor. --Debe de ser muy duro para l. Me mir la pierna torcida, al menos segua en su sitio. No

    recordaba gran cosa del accidente que me haba aplastado la cadera izquierda, pero s al mdico que sostena una sierra oxidada en la mano, mientras decida por dnde deba cortar. Pensaba amputarme toda la pierna, pero mi seor lo detuvo y llam al sanador de huesos. En ocasiones todava me pareca oler la sangre seca y la carne putrefacta metida entre los dientes de aquella sierra.

    Reemprendimos la marcha. Yo volv a mirar de reojo al fondo del callejn --los estibadores, vigilantes, ya se haban situado formando una hilera. A mi lado, el maestro Tozay se tens al fijarse en el grupo de pillos.

    --Para l lo es. Y para la familia tambin --prosigui, acercando los dedos a la empuadura del cuchillo--. Un momento, se me ha metido una piedra en el zapato --dijo en voz muy alta, y se detuvo.

    Yo me volv a observar mientras l se agachaba y meta un dedo en una a de sus botas desgastadas.

    --Eres astuto, s, muy astuto --dijo en voz baja--. Muy bien, si lo que quieres es un guardaespaldas, ser mejor que te sites al otro lado. --Su mirada convirti en orden la sugerencia, aunque no pareca enfadado. Yo asent y me coloqu a su izquierda--. Slo espero que no me desves mucho de mi ruta --aadi, incorporndose y clavando la mirada en los muchachos.

    --Es un atajo --reiter. l me mir. --Ms para ti que para m, no es cierto? --Lo es para los dos, aunque tal vez algo ms para m. El marinero gru algo, complacido, y me plant la mano en el

    hombro. --No te alejes mucho.

  • Avanz hacia el grupo, acortando el paso para adaptarse al mo. El estibador, grande, corpulento y de piel oscura, tena la fuerza de un toro, caracterstica de los isleos. Distradamente, le dio un puntapi a un pedrusco, en nuestra direccin. La piedra rebot y estuvo a punto de darme en el pie. Sus tres amigos se echaron a rer. Eran jvenes de ciudad, delgados y fuertes, de esos fanfarrones sin objetivos que siempre necesitan de un cabecilla. El isleo recogi del suelo una piedra ms grande y pas el pulgar por su superficie.

    --Buenas tardes, chicos --dijo el maestro Tozay. El isleo escupi una bola de hojas oscuras, fibrosas, que fue a

    aterrizar frente a nosotros. Su movimiento hizo oscilar un colgante atado a una cuerda fina de cuero que llevaba entre la ropa: se trataba de una concha tallada en forma de rama de bamb, rodeada por un crculo. El maestro Tozay tambin lo vio, se detuvo y alarg el brazo para impedirme que siguiera avanzando. Se plant ante m, se volvi y observ al isleo. Los dems jvenes se apiaron alrededor, vidos de espectculo.

    --Eres del sur, verdad? --dijo el maestro Tozay-- De las islas? Al muchacho se le agarrotaron los hombros. --Soy de Trang Dein --respondi, alzando mucho la barbilla. Yo me inclin un poco hacia la derecha para verle mejor. Haca un

    ao, el Emperador haba ordenado una batida sobre los poblados de Trang Dein como castigo por su feroz afn de independencia. En las tabernas de la ciudad se rumoreaba que todos los presos de Trang haban sido castrados como animales y que haban sido obligados a servir en los buques imperiales. Ese joven tendra apenas quince aos, pero estaba lo bastante crecido como para pasar por un hombre hecho y derecho. Sera uno de aquellos hombres-ganado? Baj la vista, pero llevaba una tnica holgada, as como los pantalones propios de los estibadores. Era imposible saberlo a simple vista.

    O tal vez para m s fuera posible? La energa de un hombre castrado sera distinta de la de un hombre entero, supona yo. Tal vez mi nueva visin mental funcionara en l como haba funcionado con la muchacha de la cocina y su aprendiz. El recuerdo de aquel monzn radiante que haba visto surgir entre los dos, me hizo estremecer de vergenza, pero aun as entrecerr los ojos para llevar mi mente hasta el mundo de las energas. Y, en efecto, ah estaba la misma sensacin rara de dar un paso al frente, y despus la luz, una luz tan brillante que las lgrimas se agolparon en mis ojos. No lograba separar la energa de nadie: era una masa borrosa, turbia, de rojos, amarillos y azules. Y

  • entonces, como la sombra de una nube parpadeante, otra presencia. Y dolor, un dolor profundo y sordo en el vientre. Diez veces peor que el dolor menstrual, como si alambres puntiagudos me rasgaran las entraas. Slo un poder nacido de los malos espritus era capaz de viajar en compaa de semejante tortura. Mi visin mental remiti. Aspir hondo y el callejn volvi a aparecer ante mis ojos. El dolor se desvaneci.

    Nunca ms fisgara en el interior de energas tan desbocadas. O que, junto a m, el maestro Tozay deca: --Yo faeno en las costas de Kan Po. Contrat a algunos de los

    vuestros para que me echaran una mano en el barco. Antes de la batida, claro. Y todos eran buenos trabajadores.

    El muchacho isleo asinti, desconfiado. --Ahora las islas estn tranquilas --aadi Tozay suavizando el

    tono--. Ya no hay tantos soldados en Ryoka. Algunos de los que se fueron empiezan a regresar a sus casas.

    El muchacho solt la piedra, que cay al suelo, y se llev la mano a la concha tallada. Sostenindola como un talismn, mir primero a sus amigos y despus, una vez ms, al maestro Tozay. Se encogi de hombros, como distancindose de sus compaeros.

    --Y todava contratis gente? --le pregunt, tartamudeando un poco.

    --Tal vez tenga un puesto --dijo Tozay--. Si lo que buscas es un trabajo honrado, ven a verme maana al muelle Gray Marlin. Esperar hasta que suenen las campanas del medioda.

    El maestro Tozay se volvi, instndome a ponerme en marcha con un movimiento de su cuerpo. Cuando ya abandonbamos el callejn y llegbamos a la concurrida calle de los Vendedores de Dulces, mir hacia atrs para recuperar la visin del muchacho isleo. l tambin nos miraba, fijamente, sin hacer caso de sus amigos, con la mano aferrada al colgante.

    --Qu es eso que llevaba al cuello? --le pregunt al maestro Tozay mientras cruzbamos la calle--. Un smbolo de buena fortuna?

    Aunque yo saba que deba de tratarse de algo ms. Tozay ahog una risotada. --No, yo no dira que simboliza la buena fortuna. --Me clav la

    mirada--. Tienes cara de poltico, En. Apuesto a que sabes mucho ms de lo que demuestras. As que, dime, qu cambios has observado en nuestra tierra?

    Ms mendigos ms batidas, ms detenciones, ms palabras

  • duras contra la corte imperial. Y tambin haba odo a mi seor conversar en voz baja con otros de su mismo rango: El Emperador est enfermo, el heredero es demasiado inexperto, las lealtades de la corte estn divididas.

    --Lo que he observado es que resulta ms seguro poner cara de poltico y tener la lengua de un mudo --respond, lacnico.

    El maestro Tozay se ech a rer. --Prudente respuesta. --Mir a su alrededor y tir de m hasta un

    espacio vaco que quedaba entre dos tiendas. --El colgante que lleva ese muchacho es un ttem de los isleos,

    que les confiere longevidad y coraje --dijo, acercndose mucho a mi odo y hablndome en voz muy baja--. Y tambin es un smbolo de resistencia.

    --Al Emperador? --susurr yo, consciente del peligro que entraaban mis palabras.

    --No, muchacho. A quien de veras ostenta el poder en el Imperio de los Dragones Celestiales. Al Gran Seor Sethon.

    El hermano del Emperador. El hijo de una concubina. Segn las antiguas costumbres, cuando el Emperador accedi al trono debera haber ordenado la muerte de su hermano Sethon, as como la de todos los dems varones nacidos de las concubinas de su padre. Pero nuestro Emperador era un hombre ilustrado, educado. Haba permitido que sus ocho hermanos vivieran. Los convirti en sus generales, y a Sethon, el mayor de todos ellos, lo nombr comandante en jefe de su ejrcito. Nuestro Emperador era tambin un hombre confiado.

    --Pero el Gran Seor Sethon comanda todos los ejrcitos. Qu pueden hacer los isleos ante semejante poder? --pregunt.

    El maestro Tozay se encogi de hombros. --No gran cosa. Pero hay otros, ms poderosos que ellos, que

    siguen siendo leales al Emperador y a su hijo. --Se interrumpi al ver que una anciana se plantaba junto a nosotros, bajo el toldillo de la tienda, y se pona a seleccionar bollos--. Ven, esta no es charla para mantenerla en un lugar pblico --Se incorpor--. Me apetece un panecillo dulce. Y a ti?

    Yo me mora de ganas de preguntarle quin se opona al Gran Seor Sethon, pero era evidente que ese era el final de la conversacin. Y yo llevaba mucho tiempo sin comerme un panecillo dulce; no haba dinero para tales lujos en casa de mi seor.

    --No debera demorarme... --dije. --Vamos, no tardaremos nada. Los compraremos de camino.

  • Recomindame un vendedor. Asent. Por comerme un panecillo no iba a retrasarme mucho.

    Entre la muchedumbre que se mova despacio divis un claro y conduje al maestro Tozay a travs de l, hasta la esquina del mercado de la Nube Blanca. Estaba ms concurrido que de costumbre, y el sol de la tarde haca que todos buscaran la sombra de los anchos toldos de seda blanca tendidos entre los postes de madera torneada. Pasamos junto a Ari, el Extranjero, que serva a varios mercaderes en su puesto de caf. El aroma intenso de aquella bebida extica, negra, perfumaba el aire. Ari me haba regalado en una ocasin un cuenco de su caf; me gust su amargura densa y el ligero zumbido que me dej en la cabeza. Tir del brazo de Tozay y le seal el tenderete de dulces que quedaba a nuestra izquierda, con el mostrador lleno de clientes.

    --Dicen que aqu preparan muy bien los bollos de juda roja --le dije, ponindome de puntillas para ver las bandejas de panecillos, dispuestos en pulcras hileras.

    La brisa transportaba, en vaharadas calientes, el olor untuoso de la pasta de judas y de la masa dulce. El rugido del hambre se confundi en mi vientre con el dolor que senta. El maestro Tozay asinti y, con reverencias corteses, logr adelantar a una mujer que dudaba en su eleccin. Yo me fij en sus anchas espaldas, en la nuca quemada por el sol, y a mi mente regres otro destello de memoria: un hombre grande me llevaba a hombros, el calor salado de su piel, curtida por el sol, me rozaba la mejilla. Una vez ms, sin embargo, la imagen se esfum sin que pudiera hacer nada por retenerla. Se trataba de un recuerdo de mi padre? Ya no posea una imagen clara de su aspecto fsico. Un momento despus, el maestro Tozay se gir, con un panecillo dulce en cada mano, envueltos ambos en sendos pedazos de papel rojo.

    --Toma --me dijo--. Y ten cuidado. El vendedor me ha dicho que estn recin hechos y queman.

    --Gracias, seor. El calor del panecillo traspasaba el fino envoltorio y me quemaba

    la mano. Baj el papel para formar un asa. Habra sido mejor esperar a que se enfriara, pero ola tan bien... Le di un mordisco y entretuve un rato la masa humeante sobre la lengua.

    --Sabroso --dijo el maestro Tozay, abanicndose la boca con la mano.

    Yo asent, incapaz de hablar, pues el pan caliente, denso, me

  • agarrotaba la mandbula con su dulzura repentina. l se adelant, con el bollo en la mano. --Y por aqu se llega a la Puerta? Al fin pude tragar el bocado, y aspir una bocanada de aire fresco. --S, seguid los toldos blancos hasta el final --le dije, sealndole

    la cubierta blanca--, y luego girad a la derecha. Continuad caminando y llegaris a la Puerta de oficiales.

    El maestro Tozay sonri. --Buen chico. Si alguna vez emprendes viaje por la costa, hasta

    Kan Po, bscame. Siempre sers bienvenido. --Tras vacilar unos instantes, me plant la mano en el hombro--. Y si ese dragn tiene la cabeza en su sitio maana, seguro que te escoger a ti --aadi, zarandendome con ternura.

    Yo sonre. --Gracias, seor. Y buen viaje. l asinti y levant el bollo a modo de saludo, antes de unirse al

    ro de gente que avanzaba por el centro de la calle. A medida que su silueta rotunda se confunda con las formas y los colores de la multitud, sent que se llevaba consigo a mi padre y a mi madre. Dos medios recuerdos que ya se difuminaban y que dejaban slo el rastro de una sonrisa que era como la ma, y el olor de una piel curtida por el sol.

    _____ 2 _____ La campana que marcaba la hora en punto sonaba cuando al fin

    levant el pestillo de la puerta que conduca a la cocina, en casa de mi seor. Irsa, una de las sirvientas, estaba de pie junto al lugar en el que se reciban los pedidos, con el molinero. Vi que rea con los brazos en jarras, exhibiendo sus curvas generosas, mientras el joven se cargaba un pesado saco a la espalda. Pero cuando me vio dio un paso atrs, buscando el refugio que le proporcionaba el quicio de la puerta. Sus risitas coquetas dieron paso a unos susurros amortiguados, llenos de complicidad. El molinero se volvi para mirarme y con los dedos compuso el gesto que se usaba para protegerse del mal. Yo apart la mirada y cerr la puerta con parsimonia. Era mejor esperar a que siguiera a Irsa a las bodegas.

  • Cuando el patio qued despejado, avanc despacio por el sendero que llevaba a la cocina. Lon, el jardinero, estaba arrodillado, reparando la valla baja de bamb que rodeaba el Jardn del Sol. Baj la cabeza al pasar y l agit una mano manchada de tierra. Lon sola ocuparse de sus asuntos, pero siempre me saludaba amablemente, e incluso dedicaba sonrisas a Chart, el deforme. Con todo, su cordialidad no la imitaban muchos de los empleados en la casa de mi seor, una casa pequea, pero muy, muy dividida entre quienes crean que un cojo poda ser Ojo de Dragn y quienes opinaban lo contraro. Todos los que servan a mi seor saban que sus riquezas estaban a punto de agotarse; ya no quedaban fondos para entrenar a un prximo candidato. Si al da siguiente yo no me aseguraba mi ingreso como aprendiz, ms el diezmo doble, mi seor poda considerarse arruinado.

    La puerta de la cocina estaba abierta; franque el umbral elevado que serva para impedir que los malos espritus entraran en la casa. Al momento, el calor de los inmensos fogones se me peg a la piel y hasta m lleg el olor penetrante de la salsa de ciruela agria y del pescado a la sal. Aquella sera la cena de mi seor. Kuno, el cocinero, levant los ojos de la raz blanca que estaba cortando.

    --Eres t, no? --Y volvi a concentrarse en la verdura--. El seor me ha pedido que prepare las gachas --dijo, inclinando la cabeza rasurada ante una cacerola pequea suspendida sobre el fuego--. No me eches la culpa a m cuando te las comas. He seguido fielmente sus indicaciones.

    Mi cena. Como parte del ritual de purificacin, slo se me permita ingerir un cuenco de gachas de mijo, antes de pasarme toda la noche rezando a mis antepasados para invocar su gua y su ayuda. Haca unos meses le haba preguntado a mi seor si importaba que yo no supiera quines haban sido mis antepasados. l me observ fijamente durante unos instantes y apart la mirada antes de responder.

    --Importa mucho. Mi seor era cuidadoso en extremo. Deca que debamos hacerlo

    todo siguiendo la tradicin del Ojo de Dragn, para evitar atraer las suspicacias del Consejo. Yo esperaba que el precedente de la segunda figura del Dragn Caballo ejecutada a la inversa figurara en los escritos histricos. Y que mi seor la encontrara a tiempo.

    Desde el otro lado de la gran mesa de madera que se usaba para preparar la comida, y que ocupaba el centro del aposento, lleg un sonido ronco. Era Chart, que me llamaba desde la estera que ocupaba

  • junto a los fogones. --Lleva tiempo esperndote --dijo Kuno--. Todo el da metido entre

    mis pies. --Cort el extremo de la raz blanca clavando con fuerza el cuchillo en la tabla--. Dile que no soy ciego, que s que se ha comido el queso. --Aunque se haban pasado once aos trabajando juntos en la misma cocina, Kuno se negaba a dirigirle la palabra y a mirarlo siquiera. Demasiada mala suerte.

    Me agarr a la esquina de la mesa para no perder el equilibrio y me sent en el suelo de piedra, junto a Chart. l me toc la rodilla con un dedo que era como una garra y esboz una sonrisa con la boca torcida.

    --Es cierto que te has comido el queso? --le pregunt en voz baja, apoyndome en la cadera buena para que la mala descansara.

    l asinti con vehemencia y abri la mano para mostrarme un pedazo de corteza sucio. Chart intent hablar y se le tensaron los msculos del cuello. Yo prest atencin a sus palabras, pronunciadas con slabas muy largas, forzadas.

    --Paa-raa laa raa-taa. --Y me meti la corteza en la mano. --Gracias --le dije, metindome aquel resto en el bolsillo. Chart siempre me daba la comida que encontraba. O que robaba.

    Estaba convencido de que si yo alimentaba a la gran rata gris que viva detrs de la bodega en la que yo dorma, el Dragn Rata me devolvera el favor y me escogera como aprendiz. Yo no estaba tan segura de que un dragn de energa se fijara en esas cosas, pero de todos modos le llevaba aquellas sobras a la rata.

    De debajo de su cuerpo, Chart extrajo una rebanada gruesa de un pan delicado, cubierta de polvo. Era el pan del seor. Yo mir a Kuno, que segua inclinado sobre la raz blanca. Me desplac ligeramente a la derecha, hasta que Chart y su pan quedaron fuera del ngulo de visin del cocinero.

    --Cmo lo has conseguido? Kuno te azotar --le susurr. --Para ti... slo gachas esta noche... maana hambre. Y solt la rebanada en mi regazo. Baj la cabeza en seal de agradecimiento y me la met en el

    bolsillo, junto con el queso. --Creo que est hecho as expresamente. Quieren que tengamos

    hambre. Chart torci el gesto, desconcertado. Me encog de hombros. --Se supone que debemos demostrar cul es nuestra fuerza

  • natural ejecutando, hambrientos y cansados, la ceremonia de aproximacin.

    Chart movi la cabeza hacia delante y hacia atrs, sobre la colchoneta.

    --Qu... toon-tee-ri-aa --balbuci. Aspir hondo, apoy la cabeza en la caja de lea y clav sus ojos en los mos--. Maana... vendrs... despedirte... antes de... ceremonia? Prometes?

    Chart saba que si era el elegido ya no regresara. Tras la ceremonia, a los nuevos aprendices los llevaban directamente al saln del Dragn. A un nuevo hogar. A una nueva vida. Un escalofro me recorri la espalda, y el calor y un sudor fro se apoderaron de m: faltaba menos de un da para que pudiera convertirme en aprendiz de Ojo de Dragn.

    --Prometes? --insisti Chart. Asent, incapaz de pronunciar una palabra, pues el pnico me

    atenazaba la garganta. Me solt la mueca y su mano qued suspendida en el aire. --Dime... otra vez... cmo es... el saln del Dragn Rata... Yo slo lo haba visto en una ocasin. Haca unos meses, durante

    una sesin de entrenamiento, Ranne nos haba hecho correr alrededor del Crculo del Dragn, la sucesin de estancias que rodeaban el recinto exterior del Palacio Imperial. Todos los salones se haban construido cuidadosamente, teniendo en cuenta la posicin de brjula de los dragones en cuyo honor se haban erigido, y eran el hogar y lugar de trabajo de cada Ojo de Dragn y de su respectivo aprendiz. El saln del Dragn Rata ocupaba la posicin norte-noroeste del crculo, y aunque no era el de mayor tamao, ni el ms lujoso, ocupaba una superficie al menos tres veces mayor que la casa de mi seor. No nos permitieron entrar en ninguno de los salones, pero Ranne nos dio permiso para descansar cinco minutos en el jardn, donde en otro tiempo se alzaba el saln del Dragn Espejo. Haca quinientos aos que se haba incendiado: slo la estructura de piedra del edificio quedaba en pie, cubierta de hierba. Dillon y yo recorrimos su permetro y nos asombr descubrir la gran cantidad de aposentos que haba tenido.

    A mi lado, Chart cerr los ojos, preparndose para recibir mis palabras.

    --La entrada la custodian dos estatuas de piedra gris con forma de Dragn Rata --le relat, cerrando yo tambin los ojos para evocar mejor mi breve atisbo del saln--. Son ms altos que yo, y me doblan

  • la anchura. El de la derecha sostiene la brjula del Ojo de Dragn en sus zarpas, y el otro atesora los tres rollos sagrados. Cuando pasas junto a ellos, sus ojos de piedra te siguen con la mirada. Una vez traspasada la puerta, un patio pavimentado con piedras oscuras, bien dispuestas, conduce a...

    --No s por qu te molestas --o que deca Irsa. Abr los ojos y la encontr junto a la puerta, alisndose la falda con movimientos bruscos--. Ese tonto no entiende lo que dices. --Se pas la mano por la trenza.

    Chart y yo nos miramos. No haba duda de que el molinero se iba a ir contento a casa.

    --Zoo-rraa --dijo Chart en voz alta. Irsa torci el gesto, imitando a Chart, y reprodujo sus vocales

    arrastradas, sin comprender el significado de la palabra que contenan. Chart puso los ojos en blanco y empez a retorcerse de la risa. Yo sonre al ver que Irsa daba un paso atrs.

    --Monstruo --dijo la sirvienta, dedicando a Chart aquel gesto de los dedos, antes de concentrarse en m--. El seor ha dicho que fueras a verle apenas llegaras --dijo y, burlona, aadi--: aunque no esperaba verte hasta el final de la sesin de entrenamiento.

    --Dnde est ahora? --le pregunt. --En el Jardn de la Luna. En el observatorio principal. --Sonri,

    astuta. Saba que a m no se me permita la entrada al Jardn de la Luna: mi seor me lo haba prohibido--. Tan pronto como llegue, ha dicho.

    Me apoy en el canto de la mesa y me levant. Qu deba hacer? Respetar la prohibicin de acercarme al Jardn de la Luna, u obedecer la orden de presentarme ante l de inmediato? No le gustara descubrir que haba regresado a casa tan temprano. Y an le gustaran menos las dems noticias que deba comunicarle.

    --Irsa, ocpate de tu trabajo --intervino Kuno--. Deja de perder el tiempo o sabrs lo que es un azote.

    Irsa me dedic una ltima mirada maliciosa antes de abandonar la cocina por el pasillo que conduca al resto de la casa.

    En uno de los textos ms grficos del Ojo de Dragn aparece un proverbio que dice as: El hombre que cabalga sobre los cuernos de un dilema termina con el culo pinchado. A mi seor le parecera mal que entrara en el jardn y tambin que lo esperara fuera. Y as, como no haba modo de evitar su enfado, decid que lo mejor era ir a verle. Al menos de ese modo podra ver el jardn que tanta fama le haba

  • valido. --Maana --le dije a Chart, que esboz su sonrisa lenta. Franque la puerta sin pisar el umbral y sal al patio. A mi

    izquierda se encontraba el cercado de piedra gris que rodeaba el Jardn de la Luna, con su puerta metlica, baja y, grabada sobre ella, la figura de un tigre saltando. Me dirig hacia ella despacio, pues la ms que probable ira de mi seor me frenaba. Haba muchas maneras de contar la verdad y a m slo me haca falta dar con una que lo satisfaciera. Todo lo que se vea ms all de la puerta era un sendero de guijarros negros que conduca a un impresionante muro de pizarra amontonada. Sobre su superficie, una cascada descenda por unas repisas de apariencia desordenada, aunque en realidad dispuestas con gran cuidado, hasta llegar a un gran cuenco de mrmol blanco.

    Mi seor haba diseado aquel jardn para que simbolizara la energa femenina y se deca que durante la luna llena el jardn resultaba tan hermoso que poda despojar a un hombre de su esencia. Cuando o aquello, me pregunt qu le sucedera a un hombre despojado de su esencia: Se convertira en mujer, o en alguna otra cosa? En algo como los hombres-sombra de la corte? En algo como yo?

    No haba cerrojo en la reja. Resegu con un dedo el perfil del tigre sobre el metal para atraer la buena suerte --o tal vez en busca de su proteccin--, y empuj hasta que se abri.

    El sendero negro estaba hecho con guijarros y pareca moverse ante m como una lenta onda de agua. Al poner los pies en l comprend por qu: las piedras se haban dispuesto formando una gradacin sutil que iba de ms mate a ms brillante, para atrapar la luz del sol. A ambos lados se extendan sendas porciones de arena sobre la que haban pasado el rastrillo, creando lneas onduladas. Cerr la verja tras de m y segu el sendero hasta el muro de la cascada. Mis pasos irregulares resonaban como el entrechocar de unas monedas en un saco. El sendero se divida en dos y bordeaba el muro. Me detuve un momento y escuch. Por debajo del chapoteo de la cascada al verterse en el cuenco, me llegaba el murmullo sordo de ms agua corriente. Ningn otro movimiento fsico. Pero ms hondo, en mi mente, senta el zumbido suave de una fuerza cuidadosamente contenida. Escog el camino de la izquierda y, bordeando el muro, llegu al jardn principal.

    El paisaje era austero: grupos de rocas sobre arena plana, senderos serpenteantes de guijarros negros y blancos y un complejo

  • tapiz de cascadas, arroyos y pozas que conducan aquella energa soterrada hasta el mirador de madera. Mi seor se encontraba arrodillado en su centro, tan parco y austero como lo que le rodeaba. Baj la cabeza con respeto, esperando a que se percatara de mi presencia y me dijera algo. Pero l no se movi. No haba atisbo de ira en las lneas esbeltas de su cuerpo. Por encima de m, una sombra me hizo parpadear. Alc la mirada, pero no haba nada. Ni un pjaro, ni una nube. Aun as, los calambres y el dolor que senta remitieron.

    Mi seor tens el cuerpo. --Qu ests haciendo aqu? --Me han dicho que deseabais verme, seor --respond,

    agachando ms la cabeza. Segua sin sentir ningn dolor. --Y por qu has regresado tan temprano? --Ranne, el maestro de espadas, me ha dicho que no me haca

    falta entrenarme ms --dije, tantendolo. --No deberas estar aqu. Y mucho menos ahora. Las energas

    son demasiado fuertes. --Se incorpor ejecutando un nico movimiento continuo, muy ensayado, y los bordados de plata rematados de flecos que decoraban su tnica oscilaron y brillaron al sol--. Ven, debemos salir de aqu.

    Me tendi la mano. Yo me apresur a alargarle el brazo y permanec firme mientras l se apoyaba sobre m y descenda de la plataforma.

    Se detuvo, sin soltarme el brazo. --Las sientes? --me pregunt. Yo me fij en su rostro demacrado, en los huesos prominentes

    que el crneo rasurado no haca sino marcar ms. --Sentirlas? --pregunt. --Las energas --me aclar con voz irritada. Agach la cabeza. --Siento el flujo de la energa que el agua lleva hasta el mirador

    --respond. l agit los dedos. --Eso lo sentira incluso un nefito. Hay algo ms? --No, seor. No era verdad, claro, pero cmo iba a hablarle del calor de

    aquella sombra imaginaria? O del suave alivio que supona la ausencia de dolor?

    Mi seor gru. --Entonces, tal vez hayamos ganado.

  • Y entonces se gir y se dirigi a buen paso hacia la casa. Le segu un poco por detrs, concentrndome en mis pasos sobre los guijarros, no fuera a tropezar. Por primera vez no me dola nada al caminar. Pasamos junto a un altar sencillo dedicado a la luna --una piedra suave, cncava, apoyada sobre otras dos de menor tamao--, rodeado por un semicrculo poco profundo de mrmol cortado. Frente a l, el sendero de guijarros se ensanchaba al llegar a otro mirador que tambin serva como anexo de la casa. Haba abiertas dos puertas con relieves, lo que permita ver unos estantes del suelo al techo, llenos de rollos, as como un armario y una mesa de madera oscura. Aquella era la biblioteca de mi seor, otra zona que yo tena prohibida. Hasta ese momento. Me detuve y contempl los estantes con los rollos. Mi seor me haba adiestrado en la lectura y yo conoca los clsicos y los textos del Ojo de Dragn, pero estaba impaciente por leer otras cosas.

    --No te quedes ah con la boca abierta como un necio --dijo mi seor, alargando la mano.

    Le ayud a subir al mirador en el momento en que Rilla, madre de Chart y ayuda de cmara de mi seor, sala de la biblioteca y se arrodillaba junto a la puerta. Por primera vez me fij en las canas que surcaban la trenza que denotaba que era una mujer soltera. En teora, aquella trenza deba avergonzarla, pero ella la llevaba con callada dignidad. Mi seor levant primero un pie y despus el otro, y cuando ella le calz las zapatillas de seda, l pos las suelas en una pequea estera tejida.

    --Que no nos molesten --orden mi seor, que alarg la mano una vez ms para que le ayudara a franquear el umbral.

    Rilla me mir y arque las cejas. Yo me encog de hombros y me quit deprisa las alpargatas, sujetndome en el quicio de la puerta para no perder el equilibrio. La mugre haba trazado lneas alrededor de las cintas de mis sandalias. Me lam los dedos y me frot con ellos los empeines, pero la suciedad no hizo sino esparcirse ms.

    --Qudate quieto --me dijo Rilla en voz baja y, sacando un pao del bolsillo, me limpi el tobillo izquierdo.

    --No tienes por qu hacerlo --le dije, tratando de apartar el pie. Nadie me lo haba tocado desde que, haca tres aos, se me haba cado el entablillado.

    Ella me mantuvo el pie inmvil. --Los Ojos de Dragn tienen criados --dijo--. Ser mejor que vayas

    acostumbrndote. --Me frot el otro pie--. Y ahora, dame tus sandalias

  • y entra. Haca cuatro aos, cuando llegu a la casa de mi seor --un

    ganapn muerto de hambre dispuesto a servir a cambio de comida y techo--, Rilla fue la nica que demostr algo de compasin por m. Al principio me pareci que era porque, a causa de mi cojera, me pareca a su hijo. Pero luego me di cuenta de que necesitaba desesperadamente que mi seor contara con un candidato exitoso.

    --Nadie que no sea l lo acoger en su casa --me confes una vez, mientras acariciaba el pelo polvoriento de Chart--. He visto pasar por aqu a muchos nios, En, pero t eres nuestra gran oportunidad. Eres especial.

    En aquella poca me pareci que haba adivinado mi secreto, pero no fue as. E incluso si lo saba, nunca dira nada. Rilla estaba demasiado ligada a mi seor. Para ella, que l tolerara a Chart tena ms valor que cualquier contrato escrito.

    Le entregu las sandalias y le sonre, agradecida. Ella me puso las zapatillas para que pudiera entrar en la biblioteca.

    --Cierra las puertas, En --orden mi seor, que estaba junto al armario, rebuscando entre las llaves que llevaba colgadas al cuello, atadas a una cinta de seda.

    Obedec y permanec a la espera. l alz la vista y seal con la cabeza la silla reservada a las visitas, al otro lado de la mesa.

    --Sintate --me dijo, separando una llave. Sentarme? En una silla? Lo vi insertar la llave en la cerradura.

    Lo haba odo bien? Atraves la alfombra mullida, espesa, y pos alegremente la mano en el respaldo de la silla, a la espera de una reprimenda. Pero nada. Mir a mi seor, que sostena un monedero de piel y un tarro pequeo de cermica negra.

    --Te he dicho que te sientes --me orden, cerrando las puertas del armario.

    Me sent en el borde mismo de la silla, presionando las manos contra los reposabrazos labrados. Siempre haba imaginado que una silla sera cmoda, pero la sent dura contra la rabadilla y el dolor de la cadera regres. Me revolv, tratando de recuperar el alivio clido que haba sentido en el jardn, pero haba desaparecido. Observ la puerta de doble hoja, cerrada, e imagin el paisaje desnudo que se extenda al otro lado. El jardn me haba quitado el dolor? Sus energas lunares conjuraban mi ser oculto? Me estremec. Mi seor tena razn: no poda permitirme entrar de nuevo en l. No en fecha tan cercana a la ceremonia.

  • Sobre la mesa, delante de m, me fij en dos pequeas estelas funerarias, negras, lacadas. Intent leer los nombres grabados en la madera, pero los caracteres estaban al revs y no lo logr. Apart la vista de ellas rpidamente, al ver que mi seor se sentaba en la silla que quedaba frente a la ma y colocaba el monedero de piel y el tarro junto a los objetos fnebres.

    --De modo que es maana --dijo. Asent, con los ojos clavados en la mesa--. Ests preparado. --Era una afirmacin, no una pregunta, pero yo volv a asentir de todos modos. La imagen del armero Hian acudi a mi mente. Ese era el momento de preguntarle a mi seor sobre la segunda del Dragn Caballo invertida--. Hoy he ido a ver a una hechicera --prosigui mi seor en voz ms baja. Mi asombro fue tal que alc la vista para mirarle a los ojos. Las hechiceras trabajaban con hierbas y pcimas y, segn se deca, con los espritus de los que an no haban nacido--. Me ha dado esto. --Me alarg el saquito de cuero--. Si se toma en infusin todas las maanas, anula la energa lunar. Pero slo puede ingerirse durante tres meses. Transcurrido ese tiempo, se convierte en veneno para el cuerpo. --Me hund ms en mi asiento--. Tu ciclo lunar debe detenerse durante la ceremonia --insisti--. Y si maana tienes xito, entonces...

    --Estoy a punto de sangrar --susurr. --Qu? --Tengo todos los sntomas. --Baj an ms la cabeza--. Es

    pronto. No s por qu. Vi que mi seor se aferraba con fuerza al borde de la mesa.

    Pareca que su ira ocupara el aire que nos separaba. --Has empezado ya? --No, pero tengo todos... El seor levant la mano. --Silencio --Tamborile los dedos sobre la madera--. Si no ha

    empezado todava, no todo est perdido. La hechicera me ha dicho que debes tomarlo antes de que se inicie tu siguiente ciclo. --Levant el saquito--. Tienes que tomarte una taza de esto ahora mismo.

    Se ech hacia atrs y tir de la cuerda que mova una campanilla tras el asiento. Casi de inmediato, la puerta del otro extremo se abri. Rilla entr y le dedic una reverencia.

    --T. Rilla volvi a inclinar la cabeza y desapareci, cerrando la puerta. --Lo siento, seor. --Sera de lo ms desafortunado que los caprichos de tu cuerpo

  • echaran por tierra cuatro aos de planificacin. --Junt los dedos de las dos manos formando un tringulo--. En, yo no s por qu tienes el don de la visin completa de todos los dragones; debe de tratarse de algn plan de los dioses. Cmo si no puedo explicar mi impulso de poner a prueba a una nia durante mi bsqueda de candidatos? --Mene la cabeza. Yo saba que tena razn. Una mujer no poda tener poder. Y, si lo tena, era gracias a la belleza de su cuerpo. No gracias a su espritu. Y mucho menos gracias a su mente--. Y, sin embargo, t posees ms poder en bruto que todos los Ojos de Dragn juntos --prosigui--. Y maana ese poder atraer al Dragn Rata.

    Apart de l la mirada, tratando de ocultar un repentino atisbo de duda. Y si mi seor se equivocaba?

    Se acerc ms a m. --Cuando te escoja, te propondr un trato. No puedo darte ningn

    consejo al respecto, porque el trato es distinto para cada dragn y su aprendiz. Con todo, s te dir que el dragn buscar en ti una energa que quiera poseer, y cuando la tome, los dos quedaris unidos.

    --Qu clase de energa, seor? --Como acabo de decirte, es distinta en cada caso. Pero estar

    relacionada con uno de los siete puntos de poder que tiene el cuerpo. Mi seor ya me haba hablado de los puntos de poder. Siete

    esferas de energa invisible situadas en lnea, desde la base de la espina dorsal hasta la coronilla. Regulaban el flujo de la hua, la fuerza vital, a travs del cuerpo fsico y emocional.

    Pareca que los rumores que circulaban por la escuela de candidatos eran ciertos: todo Ojo de Dragn deba entregar algo de su fuerza vital. No era de extraar que todos envejecieran tan deprisa.

    --Cuando a m me escogi el Dragn Tigre --explic mi seor--, el trato que me propuso fue que le entregara la energa que un hombre no entrega fcilmente. --Me mir a los ojos, antes de apartar la mirada--. As que debes estar preparado, no ser fcil. No puedes obtener el poder del dragn sin entregarle a cambio algo valioso.

    Asent, aunque sin entender del todo lo que me deca. --Y entonces, cuando selles el trato con l y te conviertas en

    aprendiz del Dragn Rata, deberemos ser an ms cuidadosos. No podrs dar ni un solo paso en falso, En, o moriremos los dos.

    En sus ojos haba temor y esperanza, y yo saba que l los vea tambin en los mos. La puerta del fondo se abri de nuevo. Mi seor se ech hacia atrs al ver entrar a Rilla, que traa una bandeja negra, lacada, con los utensilios para preparar el t. Dej la bandeja sobre la

  • mesa. --Slo En tomar un cuenco --inform mi seor. Rilla le dedic una reverencia, desenroll una esterilla redonda,

    dorada, y la dispuso frente a m. Representaba la brjula de los Ojos de Dragn, pintados con todo detalle, con sus veinticuatro crculos de manipulacin de la energa. En tanto que candidato, a m me haban adiestrado en el primer y el segundo crculos de la brjula --los puntos cardinales y los signos animales del dragn--, pero slo los iniciados aprendan cmo usar los dems crculos. Acerqu ms la cabeza y acarici la rata pintada, que ocupaba una posicin cercana a lo alto del segundo crculo, y rogu en silencio al Dragn Rata que me escogiera a m. Luego, para completar mi peticin privada, pas los dedos sobre la imagen de los doce animales, respetando la direccin de su ascenso anual. Rata, Buey, Tigre, Conejo, Dragn...

    La Rata se vuelve, el Dragn aprende, el Imperio arde... Aquellas duras palabras resonaban en mi mente y se retorcan en

    mis entraas. Ahogu un grito y retir la mano en el momento en que Rilla dejaba un cuenco rojo en el centro de la esterilla pintada. Pos sus ojos en los mos un instante, muy abiertos, presa de la preocupacin.

    --Qu ests haciendo, En? --me pregunt mi seor. --Nada, seor. --Agach la cabeza a modo de disculpa y me llev

    la mano al vientre. Aquella especie de rima deba de ser algo que haba ledo en alguno de los textos del Ojo de Dragn, que estaban llenos de sentencias extraas y ripios.

    --Pues qudate sentado y estate quieto. --S, seor. Aspir hondo. Ya slo senta el eco del intenso dolor. Aquellos

    calambres eran los peores que haba sentido hasta entonces; tal vez la infusin de la hechicera los aliviara. Rilla levant de la bandeja un pequeo brasero con carbones encendidos y lo coloc sobre la mesa; sobre l deposit la tetera con el agua humeante.

    --Yo preparar el t --dijo mi seor. Una sensacin desagradable recorri mi espalda. Rilla asinti y le alarg un cuenco ms grande, que se usaba para mezclar, y unas varillas de bamb. l agit la mano en direccin a la puerta--. Puedes irte.

    Ella le dedic una reverencia y sali. Mi seor esper a que la puerta se cerrara antes de levantar el

    saquito y desanudar el cierre de piel. --Debes usar slo un pellizco --me advirti, vertiendo un polvo

  • verde-grisceo en el cuenco de las mezclas--. Y no aadas agua hirviendo o destruirs el poder de estas hierbas. Levant la tetera del brasero y verti una pequea cantidad de agua en el cuenco. Con unos movimientos rpidos de las varillas, la infusin qued lista.

    --Dame tu cuenco. Se lo alargu y l transfiri con destreza el lquido turbio de un

    recipiente a otro, antes de devolvrmelo. --La hechicera me ha dicho que es mejor beberlo de un solo trago. Me concentr en la superficie oscura del brebaje y vi que mi

    reflejo tembloroso se defina cada vez ms. --Tmatelo. El cuenco ola a hojas hmedas, a putrefaccin. Con razn era

    mejor beberlo de un solo trago. Su amargor aceitoso impregn toda mi boca. Cerr los ojos y tuve que hacer esfuerzos por no escupirlo.

    Mi seor asinti. Devolv el cuenco vaco a la esterilla dorada. Mi seor cerr el

    saquito con la cuerda de piel y me lo alarg. --Escndelo bien. Me lo met en el bolsillo en el que tambin guardaba el queso y el

    pan. --Tambin he preparado la sesin con el Consejo --me inform el

    seor--. Sabes qu es esto? --Dio unos golpecitos con el ndice sobre el tarro de cermica negra.

    --No, seor. Lo gir despacio, y ante m aparecieron unos caracteres blancos

    con mi nombre. --Es un envase de prueba --aclar--. En los registros del Consejo,

    t eres ahora un Sombra de Luna. Lo mir fijamente. No saba por qu, pero mi seor me haba

    registrado como eunuco de la Luna; un muchacho castrado antes de la pubertad para que su familia prosperara. Aquellos nios no eran tocados nunca por la hombra y conservaban siempre la forma fsica de su juventud. Me inclin sobre el tarro de eunuco. Era la primera vez en mi vida que vea uno, aunque saba que contena la prueba momificada de la operacin. Sin l, un hombre-sombra no poda conseguir empleo ni ascender. Y si no lo enterraban con l al morir, perda la posibilidad de recuperar su plenitud en el otro mundo. Qu hombre-sombra cedera un objeto tan preciado? Slo haba una respuesta: un eunuco que ya estuviera muerto.

    --Seor, seguro que esto nos traer mala suerte --le susurr.

  • l frunci el ceo. --Nos garantizar que a nadie le extrae tu estatura, ni el tono de

    tu voz --replic con firmeza--. Y cualquier mal espritu que pudiera existir ha sido generosamente aplacado con monedas. Levant el tarro, sealando una capa de cera que se acumulaba bajo la tapa--. Segn los registros, ya has sido examinado y se ha dictaminado que eres un hombre-sombra autntico. Cuando maana te escojan y seas trasladado al pabelln del Dragn Rata, dejars de estar bajo mi proteccin. Debes aprovecharte de tu estatus de hombre-sombra y de tu deformidad para asegurarte de que nadie te vea desnuda.

    Agach la cabeza. Traa mala suerte baarse o dormir en los mismos aposentos que usaba un tullido. Y un eunuco tullido traera an peor fortuna. Mi seor haba pensado en todo. Pero segua habiendo un problema.

    --Seor... --S? --Dej el tarro sobre la mesa. --Hoy he hablado con el maestro armero Hian. Me ha dado

    recuerdos para usted. Apoy las dos manos sobre el regazo. l asinti. --Espero que le hayas agradecido su cortesa. --S, seor. Tragu saliva para humedecerme la garganta, porque la tena

    cada vez ms seca y me costaba hablar. Mi seor me acerc entonces las dos estelas funerarias. --Tus antepasados --dijo secamente--. Para tus oraciones de esta

    noche. Slo son mujeres, pero mejor eso que nada. Tard unos instantes en darme cuenta de lo que acababa de

    decirme. --Mis antepasados? Una de las placas llevaba inscrito el nombre de Charra, y la otra,

    el de Kinra. Levant la mano para tocarlas, pero me detuve y mir a mi seor para que me diera permiso.

    --S, son tuyas --me dijo, asintiendo--. Las he recuperado de tu dueo anterior. Cuando te compr a tus padres, tu madre insisti en que esos recordatorios se quedaran contigo.

    Acarici la superficie lisa de la estela de Charra, que por todo adorno tena el nombre grabado y el borde plano. Mi madre me las haba regalado a m. Parpade varias veces y apret mucho los dientes para reprimir el llanto. La estela de Kinra estaba vieja y

  • desgastada, pero en ella se apreciaba el perfil sinuoso, dbil, de un animal trazado bajo el nombre. Quines eran aquellas mujeres? Mi abuela? Mi bisabuela?

    Cuando alc la mirada, mi seor me observaba con atencin. --Reza mucho esta noche, En --me dijo en voz baja--. No

    podemos permitirnos fracasar. --Seal las estelas--. Vamos, ve a erigir tu altar y a prepararte para el ritual de purificacin. Puedes pedirle a Rilla lo que necesites.

    Entonces me orden que me fuera, pero por primera vez en cuatro aos, no le obedec. Mantuve los ojos clavados en el nombre cincelado de mi antepasada, Kinra, tratando de expresar mi necesidad con palabras.

    --Te he dicho que puedes irte, En. No me mov. Mi seor golpe la mesa con la palma de la mano y el golpe me

    hizo dar un respingo. Me sujet con fuerza a los reposabrazos, aliviada al sentir que

    eran resistentes. Me arriesgu a mirarlo y constat que, en efecto, estaba furioso.

    --El armero Hian me ha dicho que la tercera figura de Dragn Espejo poda sustituirse por una segunda del Dragn Caballo pero ejecutada de forma inversa. Es eso cierto, seor?

    --Por qu? Not que su voz se volva ms aguda y que de ella se apoderaba

    la indignacin, pero tena que averiguarlo. --No soy capaz de completar la tercera del Dragn Espejo, seor.

    Es por culpa de la pierna. No puedo. Pero si pudiera... Vi que se mova, pero yo estaba atrapada entre los dos

    reposa-brazos. Con el dorso de la mano me golpe en la oreja, y volv a sentarme de golpe en el asiento de madera tallada.

    --Y no me habas dicho nada hasta ahora? Me arda la cara, desde la mandbula hasta la oreja. Me ech

    hacia delante tratando de alejarme de su mano. Los pinchazos me acribillaban los muslos, el hombro, la espalda, recorran todo mi cuerpo.

    --Nos has matado --susurr. --El armero Hian me ha dicho que usted sabra si era cierto

    --balbuc--. Por favor... Entre las lgrimas que nublaban mi visin entrev que mi seor

    volva a levantar la mano. Cerr los ojos y agach la cabeza. Mi

  • cuerpo se prepar para el golpe; toda mi existencia se detuvo a la espera del puetazo.

    Pero el puetazo no lleg. Ni el dolor. Abr los ojos. Mi seor ya no estaba all. Recorr el aposento con la mirada,

    conteniendo la respiracin. Y lo encontr junto a la pared del fondo, frente a un estante, pasando las manos, frenticamente, por las cajas que contenan los rollos. Abandon mi posicin defensiva y me pas los dedos por las costillas, hasta que detect la hinchazn del golpe que acababa de darme al caer contra la silla.

    Mi seor extrajo una caja de la librera. --La Crnica de Detra. Aqu debera estar descrito. Sac de su receptculo de madera el cilindro de papel de

    incalculable valor. La caja cay al suelo con un chasquido sordo. A grandes zancadas regres a la mesa y desenroll el texto de extremo a extremo. Frente a m apareci una sucesin de lneas de apretada caligrafa.

    --Qu te ha dicho Hian exactamente? --exigi saber mi seor. --Me ha dicho que exista un precedente para sustituir la tercera

    del Dragn Espejo por la segunda del Dragn Caballo, pero ejecutada al revs, y que Ranne se haba equivocado al obligarme a practicarla. --El rostro de mi seor se oscureci con la sombra de la culpa--. Y tambin me ha dicho que vos erais uno de los que mejor conocan y preservaban la historia, y que si era cierto, vos lo sabrais --me apresur a aadir.

    Mi seor me mir un momento, antes de concentrarse una vez ms en el escrito. Pasaba el ndice sobre las palabras que lea. Yo permaneca tan inmvil como poda y escrutaba su rostro plido, envejecido, en busca del destello de algn descubrimiento.

    --La forma alternativa estuvo en uso hace quinientos aos, antes de que perdiramos al Dragn Espejo --declar finalmente--. Desde entonces no ha vuelto a usarse.

    --Quiere eso decir que yo no puedo usarla, seor? --le pregunt en un susurro.

    l levant la mano. --Silencio. --Se concentr de nuevo en el escrito--. No veo que

    exista ninguna prohibicin sobre su uso. --Mene la cabeza--. No, su vigencia no ha sido anulada nunca. Lo nico que sucede es que lleva quinientos aos sin usarse. Me mir, los ojos iluminados por una luz

  • intensa--. Esto es un buen presagio. Ha de ser un buen presagio. Me incorpor en la silla, y al hacerlo sent el dolor de los nuevos

    moratones. --La segunda del Dragn Caballo la ejecuto sin problemas, seor.

    Lo nico que debo hacer es practicar los movimientos de enlace --dije. --Hay que allanar el camino --murmur l, enrollando el papel. Tir

    de la cinta de la campanilla. La puerta se abri y tras ella apareci Rilla.

    --Pide un rickshaw. Debo acudir al Consejo. --Le orden. Y, volvindose hacia m:-- Ve a practicar. Ya sabes todo lo que est en juego.

    Me levant de la silla y le dediqu una gran reverencia, incapaz de reprimir la sonrisa que ya se dibujaba en mi rostro. An tena posibilidades.

    _____ 3 _____ Me despert el contacto de una mano en el brazo. Estaba medio

    sentada, medio acurrucada contra la pared, junto a mi altar, con el rostro apoyado contra la fra piedra. Abr los ojos y, en la penumbra, trat de ver quin era aquella figura flaca agachada junto a m.

    Rilla. --El seor se levantar pronto --me dijo en voz muy baja. Una punzada de temor me despej un poco la cabeza. La vela

    roja de oracin, situada ante las estelas funerarias, haba ardido hasta convertirse en un mun de cera; el pequeo cuenco de las ofrendas, con el pescado y el arroz, ola a las horas que haban transcurrido. Me puse en pie, alisndome la arruga que se haba formado en la manga de mi tnica ceremonial.

    --No debera haberme dormido. Rilla me acarici el pelo rizado. --No te preocupes. Nadie te ha visto. --Se incorpor, reprimiendo

    un bostezo--. Las campanas que anuncian el alba sonarn pronto. Si quieres despedirte de Chart, debes darte prisa.

    Asent, frotndome la cara y el cuello para entrar un poco en calor. Mi seor haba convertido la ms pequea de las bodegas, al fondo de la casa, en un dormitorio para sus candidatos. En aquellos meses de verano, el lugar era un almacn de aire fresco, pero en

  • invierno se converta en una celda inhspita. Contempl la estancia abigarrada que haba sido mi hogar durante cuatro aos. Mi cama, todava enrollada contar la pared; el viejo arcn; el pequeo tabln de escritura junto al que me haba arrodillado durante tantas horas de estudio; y el brasero bajo, de arcilla, coronado por el cazo que haba encontrado en la basura. Todo un lujo comparado con la fbrica de sal. Era la ltima vez que la vera? O debera regresar?

    --Enviar a una de las muchachas para que te diga cundo est vestido el seor --me dijo Rilla, abriendo los porticones que cubran la estrecha ventana.

    --Gracias, Rilla. Se detuvo junto a la puerta. --Chart y yo hemos rezado por tu xito, En. Pero quiero que

    sepas que tambin te echaremos de menos. Durante un momento, sus ojos se encontraron con los mos y vi el

    miedo y la preocupacin dibujados en las lneas que surcaban su rostro. Pero antes de irse esboz una sonrisa. Si ese da yo fracasaba, vendera mi seor a Rilla y a Chart? Todava no haban pagado ni la mitad de lo que le haban costado: Chart me haba mostrado el bastn con el precio, que escondan tras un ladrillo suelto de la cocina.

    Me acerqu al brasero y al moverme esparc el perfume de las hierbas con las que haba purificado mi piel. Y yo? Si fracasaba, sera devuelta a la fbrica de sal? El recuerdo de trabajar entre todo aquel polvo me provoc tos y me atragant. Me llev las manos al pecho, sintiendo el flujo de la hua, la fuerza vital. Lo nico que senta era la fina seda de la tnica ceremonial y la tensa dureza de la faja que me oprima el pecho. Mi seor me haba transmitido los conocimientos bsicos para identificar mi hua a travs de los siete puntos de poder, pero se trataba de una tcnica que se tardaba toda una vida en dominar. Dirig el ojo de mi mente hacia el interior, recorriendo los meridianos. Finalmente, localic el bloqueo: en la base de mi espina dorsal, en la sede del miedo. Respir despacio hasta que el nudo rgido se afloj.

    Me arrodill sobre el suelo de piedra y recog las cenizas del brasero. Algo se agitaba en mi interior, un destello conocido de conciencia. Era durante los das de mi ciclo lunar que mi verdadero yo-sombra --Eona-- se oscureca, internndose en extraos pensamientos y sensaciones desagradables. Al parecer, si bien la infusin de la hechicera haba aliviado mis calambres del da anterior y haba detenido la hemorragia, an no haba alejado de m las

  • sombras. No poda permitir que Eona apareciera e introdujera en mi mente sus problemticos deseos. La apart y me concentr en la limpieza de las ramitas y los pedazos de carbn que quedaban en el brasero. Al remover una tea, el fuego volvi a cobrar vida. Sopl sobre la llama temblorosa hasta que se aviv, e inclin el cazo para ver si an contena agua. Quedaba la cantidad justa para prepararme otra infusin. Tal vez con esa segunda dosis lograra ahuyentarla.

    Si fracasaba, mi seor no me necesitara como nio. Intent apartar de mi mente aquel pensamiento inoportuno. Entonces ofrcele el cuerpo de una nia. Estaba en su mirada

    durante el ritual de purificacin. No, eso no era cierto! No haba habido nada en los ojos de mi

    seor durante el ritual. Haba pronunciado las palabras, haba vertido el agua perfumada sobre mi cabeza y luego me haba dejado sola para que me lavara y me aplicara los ungentos. Yo no haba visto nada en su mirada. Me inclin sobre el cazo, instndolo a que calentara el agua ms deprisa.

    Un puado de hierbas en la taza, sobre ellas el agua muy caliente, pero que haba que echar antes de que hirviera, y a mezclarlo con una rama. Me lo beb de un tirn; estaba tan caliente y saba tan mal que las ideas turbadoras de Eona se esfumaron al momento.

    A travs de la ventana, el cielo se aclaraba por momentos. Cerr el saquito de las hierbas, lo escond en la faja del pantaln y me pas la mano por la tnica ceremonial para eliminar unas motas de ceniza. No me haba quitado los ropajes formales durante la vigilia, en honor a mis antepasadas recin descubiertas. Yo jams haba tocado una tela tan suave, una seda muy tupida de color escarlata vibrante, como corresponda a los candidatos. Doce dragones bordados en oro bordeaban los bajos de la tnica, y los extremos del cinturn estaban rematados por borlas doradas. Al contacto con mi piel, aquella tela pareca agua untuosa, y cuando me mova, el sonido se asemejaba al susurro del viento. No era de extraar que los nobles actuasen como dioses: haban capturado sus elementos en aquellas tnicas. Me calc las sandalias de cuero a juego, y flexion los pies varias veces para acostumbrarme a su tacto desconocido. Cosidas con hilo de oro, en sus puntas tambin haba dragones bordados. Cunto le habran costado al seor todos aquellos lujos? Me puse en pie y practiqu algunos pasos de la primera secuencia, percibiendo las diferencias de agarre de mi nuevo calzado al girarme para pasar de la primera figura del Dragn Rata a la segunda. Las suelas de cuero resbalaban ms

  • que mis viejas sandalias; podan resultar traicioneras sobre la arena compactada de la Pista del Dragn. Gir varias veces ms sobre m misma, adaptando mi peso al suelo, extasindome con el vaivn de la tnica de seda, que se abombaba y se pegaba a mi cuerpo alternativamente.

    El chasquido de la puerta del horno al cerrarse me detuvo. Era Kuno, que controlaba los fuegos. Amaneca y todava quedaba mucho por hacer. Me acerqu deprisa al armario y rebusqu el rollo de papel bajo mis ropas de trabajo. Despus de tres meses de robarle tiempo al tiempo, al fin lo haba terminado: se trataba de un dibujo en tinta negra de los caminos y el paisaje que rodeaban la casa de mi seor. Estaba confeccionado con pedazos del papel de mora que un fabricante cercano a la escuela desechaba. Me daba permiso para llevarme los bordes limpios que l recortaba y que yo haba ido cosiendo hasta formar el rollo. El dibujo segua el estilo del gran maestro Quidan --una representacin larga y estrecha pensada para ser abierta por partes, para propiciar la meditacin sobre el paisaje. Le gustara a Chart? Yo saba que mis dotes artsticas eran bastante limitadas, pero tal vez le ayudara a imaginarse cmo era el mundo ms all de la cocina. Acarici los sencillos bastones pegados a ambos extremos. Aorara describirle las cosas que pasaban en el vecindario y rernos con sus comentarios malvados.

    El pequeo patio interior estaba tranquilo. Me met el rollo en la manga y permanec un instante junto a la puerta: el aire suave de la maana, la calma, pasaron a travs de m como una meditacin. Deba arriesgarme a invocar al Dragn Rata? Tal vez ahora me reconociera. Aspir hondo y entrecerr el ojo de mi mente, en direccin al noroeste. Al momento se form el perfil brillante del dragn, un atisbo de su inmensa cabeza de caballo y su cuerpo de serpiente. Pero entonces los bordes de mi visin empezaron a difuminarse.

    Me flaquearon las piernas y un vaco se apoder de mi conciencia. Trat de regresar y con gran dolor ca de rodillas. Jams hasta ese momento haba experimentado nada parecido. Jadeando, me apoy en el quicio de la puerta y concentr la atencin en mi interior, resiguiendo torpemente el flujo de mi hua. No pareca haber ningn dao y ya empezaba a recobrar las fuerzas. Tal vez haba sucedido porque ese da el Dragn Rata era ascendente. Respir hondo varias veces ms, me incorpor y me dirig despacio hacia la cocina. Por lo menos aquella extraa visin mental ma, que era la que

  • me haba hecho llegar hasta ese da, segua conmigo. Si aquello significaba algo para el Dragn Rata, lo sabra muy pronto.

    Cuando llegu a la puerta de la cocina me descalc antes de entrar. Kuno se encontraba junto a los fogones, removiendo la sopa que mi seor tomaba todas las maanas. El olor a caldo concentrado y a bollos humeantes hizo que me rugieran las tripas. Me pas la lengua por los labios y me acord del pedazo de pan que haba escondido en mi cuarto.

    --En? --Chart apareci junto a una pata de la mesa y, al verme vestido con mis ropajes, puso los ojos en blanco--. Pequeo... seor...

    Kuno me mir mal cuando lo roc al acuclillarme, no sin dificultad, junto a Chart.

    --Si te ensucias la tnica nueva que llevas puesta, el castigo ser colosal --dijo Kuno, que sali a toda prisa de la cocina y se meti en la despensa de los alimentos ms duraderos.

    Chart se acerc ms a m y acarici el dobladillo de la tnica. --Suave... como el culo de una nia. --Y t cmo lo sabes? --S ms... que t. --Arque las cejas--. Las criadas piensan...

    pobre Chart... no sabe lo que hace. Yo mene la cabeza ante su alegre desvergenza. --Tengo algo para ti --le dije, sacando el rollo de papel y dejndolo

    sobre la esterilla. l lo toc, abriendo mucho los ojos. --Papel de verdad? --me mir, desconcertado--. Ya sabes... no

    s leer. --No son palabras --le dije--. brelo. Se apoy en un codo y, despacio, fue separando los bastones de

    madera. Yo vi que su desconcierto se converta en comprensin, hasta que torci el gesto.

    --Ya s que no es muy bueno --me apresur a decirle--, pero, ves? Este es el cruce que est al final del camino --seal el lugar en el mapa--, y este es el cerdo del viejo Rehon. Lo he dibujado en el huerto de Kellon, el prestamista... --Me detuve. Chart haba apartado los ojos de mi dibujo--. S que no es muy bueno --repet.

    Chart neg y apoy la cabeza en su hombro. Estaba llorando? Me ech hacia atrs. Chart no lloraba. Me acarici la mano, un amasijo de dedos torpes contra los mos,

    y, tembloroso, aspir hondo. --Yo... tambin tengo algo... para ti --dijo. Mir en direccin a la

  • puerta de la despensa--. Deprisa... antes de que venga... Kuno. Extend la mano, esperando ms pan, o ms queso. Pero not

    que algo pesado aterrizaba en mi palma. Una moneda cubierta de mugre. Pas el pulgar por ella para limpiarla y entrev un destello dorado: una moneda Tigre, ms de tres meses del salario de un hombre libre. Y un azote seguro si me la encontraban.

    --De dnde la has sacado? --le susurr. --Yo... no siempre... en este colchn. --Se la has robado al seor? Se acerc ms a m, ahuyentando mi pregunta con un gesto de la

    mano. --Ayer noche... o a Kuno... y a Irsa... hablando --balbuci en voz

    muy baja, tensando mucho los hombros y el cuello por el esfuerzo de tener que susurrar. Yo agach ms la cabeza, hasta que sent su aliento clido contra la oreja--. Seor... te vende a fbrica de sal... si no llegas a Ojo de Dragn. Te vende... como a los chicos... de antes. --Yo me ech hacia atrs, pero Chart se incorpor para seguirme, frunciendo el ceo por el esfuerzo--. Si no te escogen... debes escapar... a las islas.

    Jadeando, se dej caer sobre el colchn. Escapar? Yo no era libre, siempre haba pertenecido a un seor.

    Agarr la moneda con ms fuerza. Pero no, aquello no era del todo cierto. Hubo un tiempo en que tuve familia, no seor.

    --Y t? --le pregunt. Chart solt una risotada burlona. --Escapar yo? Le alargu la moneda. --Deberas quedrtela t --le dije--. Tal vez a ti y a Rilla os haga

    falta. Chart me sujet la mano. Los msculos de su cuello se hinchaban

    y se retorcan en su lucha por mantener la cabeza erguida. --Madre lo sabe. Me dice que... te la d a ti. Lo mir fijamente. Rilla tambin crea que deba escapar? --Sigues ah? --Me pregunt Kuno, levantando un saco de

    alubias y depositndolo en la mesa. Chart y yo nos separamos. --Ser mejor que te pongas en marcha si no quieres hacer

    esperar al seor. Chart me cerr los dedos sobre la moneda. --Adis... En... Que tengas suerte. Me puse en pie y le dediqu una reverencia lenta, parsimoniosa,

  • la reverencia que se dedicaba a un amigo. Al levantarme, vi que l apartaba la cara y apretaba mucho la mandbula.

    --Gracias --le susurr. l no alz la mirada, pero vi que se aferraba al rollo de papel y se

    lo llevaba al pecho. Una vez fuera, me detuve unos instantes en la penumbra del alba,

    para tranquilizarme. Poda de veras escapar si no resultaba elegida? La idea me asustaba casi tanto como que me vendieran de nuevo a la fbrica de sal.

    Faltaban apenas unos minutos para que saliera el sol. Yo todava tena que recoger mis pertenencias. Y ocultar la moneda. Senta su peso clido en mi mano. Dnde estara a salvo? Volv a ponerme las sandalias de cuero y atraves el patio a la carrera. Quizs en la caja en la que guardaba el pincel y la tinta? Me detuve junto al quicio de la puerta, mientras mis ojos se acostumbraban a la oscuridad. Ah dentro