Donald Worster, Transformaciones de La Tierra

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  • Transformaciones de la Tierra

    Seleccin, traduccin y presentacinde Guillermo Castro H.

    Donald Worster

  • ndice

    Donald Worster y la historia ambiental. Prlogo de Guillermo Castro H. (5)

    La Era de la Ecologa (9)

    La historia como historia natural: un ensayo sobre teora y mtodo (19)

    Haciendo historia ambiental (37)

    Transformaciones de la Tierra: Hacia una perspectiva agroecolgica en la Histo-ria (59)

    La riqueza de la naturaleza (83)

    La fragilidad del desarrollo sustentable (103)

    Reencuentro de culturas. La historia ambiental y las ciencias ambientales (119)

    Estamos perdiendo terreno? El ambientalismo a nes del siglo (133)

    La democracia de cuencas. Recuperando la visin perdida de John Wesley Powell (145)

    Por qu necesitamos a la historia ambiental? (155)

    El agua en la historia moderna. Temas y preocupaciones (163)

    La historia en la Edad de la Ecologa (177)

    La Naturaleza que hemos perdido (189)

    La Tierra vulnerable: Hacia una historia planetaria (193)

  • Por qu necesitamos a la historia ambiental?

    Nunca prestes mucha atencin a lo que est establecido como un dogma en el mundo acadmico. Esta es una leccin que aprend hace mucho tiempo durante mis estudios de Licenciatura, y que he tratado de recordar desde entonces. Piensa por ti mismo. Prstale atencin al mundo ms all de la universidad. Pregunta primero por lo que est yendo mal en el mundo y necesita arreglo, antes que por lo que est de moda en la academia. A menudo no son la misma cosa.

    Durante el ltimo medio siglo ha sido evidente lo que peor va en el mundo de hoy: no se trata del mero ciclo milenario de guerras y conictos, construccin de imperios e injusticia social, sino de la relacin vital entre los humanos y el mundo natural. De manera sbita e inesperada, nos encontramos en una ruta de colisin con los sistemas vitales de los que depende nuestra existencia. Estamos destruyendo la naturaleza a un ritmo feroz. Lo ms serio del problema consiste en el inminente exterminio de quizs la mitad de las especies vegetales y anima-les, la mayor catstrofe ecolgica ocurrida en los ltimos 60 millones de aos. En las universidades, son pocas las personas que prestan alguna atencin a esta tormenta que se aproxima, y prcticamente todos nuestros polticos, sean de iz-quierda o de derecha, permanecen en la ignorancia o en la indiferencia.

    Sin duda alguna, los profesores no son los principales responsables de la des-truccin de la naturaleza. Sin embargo, al ignorar el mundo natural cuando es-tudian el pasado, los historiadores estimulan a otros a ignorar el mundo natural en el presente y en el futuro. As, ofrecen poca ayuda para cualquiera de intente entender por qu ha estado ocurriendo esta destruccin, o por qu se ha acelerado con el paso del tiempo.

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    La idea de historia es un invento reciente en Occidente. Fue apenas en el siglo XIX que el conocimiento del pasado se convirti en parte necesaria del equipamiento de una persona cultivada. Estar realmente educado vino a implicar tener un sentido de la historia. Ese sentido histrico, por supuesto, estaba atado en sus comienzos a la creencia en el progreso progreso para los varones blancos europeos o norteamerica-nos. Como en una historia de mendigo que se convierte en millonario, se aseguraba a esos varones que se encontraban en la senda correcta hacia el maana, que haban llegado muy lejos en virtud de su propia virtud y de su inteligencia.

    El siglo XX ha sido muy duro con esa justicacin del estudio de la historia. A partir de la I Guerra Mundial, la gente comenz a poner en duda la idea de pro-greso universal, y los historiadores empezaron a buscar alguna idea ms atractiva para sustituirla. A lo largo del siglo pasado, la historia cambi su propsito moral, y empez a narrar el relato de los pueblos que alguna vez haban sido excluidos. Las mujeres, las minoras tnicas, las sociedades que no eran Occidentales empezaron todas a reclamar una historia que les hablara sobre s mismas. Cuando compara-mos lo que alguna vez fue llamado historia en el siglo XIX lo que la historia es hoy en da, la diferencia es sorprendente. Sin embargo, ese cambio est prcticamente culminado: la lucha de cada pueblo por escribir su propia historia e insertar su pa-sado en las narrativas globales ya ha triunfado, si no en cada esquina al menos en la corriente principal de la redaccin de la historia. Qu sigue ahora? La historia debe reinventarse continuamente a s misma si aspira a seguir siendo relevante.

    La crisis del ambiente problema ser el problema ms relevante del mundo a lo largo del siglo XXI. A menos que los historiadores empiecen a prestarle ms atencin, pueden tornarse irrelevantes, produciendo y leyndose unos a otros ensayos y libros eruditos, mientras el ciudadano comn y los responsables de formular polticas se alejan en otra direccin. Sin duda, los historiadores tienen otras responsabilidades distintas a la de correr detrs de cada problema que les llegue a la cabeza. Debe mantener en todo momento la objetividad, y ejercer el pensamiento crtico. Sin embargo, en algn lugar de sus empeos, deben empe-zar a encarar la crisis ambiental y, en el proceso, repensar de manera fundamen-tal lo que entienden por historia.

    Hay una pesada, densa tradicin instalada en el camino. Los historiadores nunca han credo que su labor inclua tomar en cuenta a la naturaleza, ni al lu-gar de la humanidad en la naturaleza. Aun historiadores de los oprimidos han tendido a concentrarse exclusivamente en la especie humana, haciendo del ser humano una ideologa de exclusin y superioridad. Por tanto, ha sido nece-sario salirse de la disciplina y escuchar lo que han venido diciendo los que no son historiadores, muchos de ellos cientcos de la naturaleza que pueden abrir nuestros ojos al hecho inescapable de la interdependencia entre lo humano y lo natural. De gran importancia es el trabajo de Charles Darwin, quien demostr de manera concluyente hace casi un siglo y medio atrs que toda la Tierra tiene una

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    sola historia integrada. Una vez que uno ha entendido realmente a Darwin, es imposible segregar los hechos humanos de los hechos de los bosques, los insec-tos, los nematodos del suelo y las bacterias.

    Otra voz liberadora es la del forestal norteamericano, bilogo de la vida sil-vestre y conservacionista Aldo Leopold, que muri en 1947, pero que ya haba atisbado el creciente desafo ambiental. Al examinar el estado de la tierra, Leo-pold pens como un historiador, preguntando qu haba existido antes y por qu y cuando haba cambiado. Dado que los cambios ambientales que observ eran sobre todo los que haban sido ocasionados por los humanos, se convirti en un proto-historiador ambiental. Sin embargo, su sentido del tiempo, enriquecido como estaba por la biologa evolucionara, fue ms profundo y ms amplio de lo que incluso los historiadores ms ambientales han querido adoptar.

    En 1935 Leopold viaj a Alemania a estudiar gestin forestal, en una jornada que le mostr ms del lado oscuro de la violencia humana de lo que haba previs-to. Una noche, en un cuarto de hotel en Berln, mientras las tropas de asalto nazis deslaban por las calles, escribi una nota para s mismo que me ha ayudado a redenir lo que quiero decir por asuntos humanos.

    Los dos grandes avances culturales del siglo pasado fueron la teora darwinia-na y el desarrollo de la geologa. Comparado con tales ideas, toda la gama de la invencin qumica y mecnica palidece en un mero asunto de modos y maneras corrientes. Tan importante como el origen de las plantas, los animales y el suelo es el problema de cmo operan como una comunidad. Darwin careci del tiempo para descubrir algo ms que los comienzos de una respuesta. Esa tarea ha reca-do sobre la ciencia de la ecologa, que est develando a diario una red de inter-dependencias tan intrincada como para asombrar al propio Darwin, si estuviera con nosotros. Una de las anomalas de la ecologa moderna consiste en que es la creacin de dos grupos, cada uno de los cuales parece estar apenas consciente de la existencia del otro. Uno estudia la comunidad humana casi como si fuera una entidad separada, y llama a sus descubrimientos sociologa, economa e historia. El otro estudia la comunidad de las plantas y animales, [y] cmodamente relega los enredos de la poltica a las artes liberales. La inevitable fusin de estas dos lneas de pensamiento constituir, quizs, el gran avance del presente siglo.1

    Estas lneas, escritas hace ms de sesenta aos, pueden haber sido demasiado optimistas en cuanto a la fusin venidera de la historia y la ecologa una fusin que an no ha ocurrido en una amplia escala. Aun as, las palabras de Leopold resultaron profticas. Bajo el impulso de la crisis global, unos pocos historiadores empiezan nalmente a acercarse a la ecologa y otras ciencias naturales y a redenir de manera radical lo que entienden por asuntos humanos. Se asume toda la gama de interacciones humanas, tanto intelectuales como materiales, con el mundo na-

    1 Citado en Meine, Curt: Aldo Leopold: His Life and Work (Madison: University of Wisconsin Press, 1988), 359 60.

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    tural a lo largo del tiempo. Este concepto se pregunta cmo las fuerzas naturales o antropognicas han cambiado el paisaje, y cmo han afectado estos cambios a la vida humana. Se concentra en el podero tecnolgico que los humanos han acumu-lado, y se pregunta cmo a afectado ese poder al mundo natural. La nueva historia ambiental se ocupa tambin de cmo han percibido los humanos el mundo natural, y cmo han reexionado acerca de su relacin con ese mundo ms que humano.

    Esta nueva historia puede ser til de mltiples maneras a los cientcos de la naturaleza y a quienes formulan polticas. En primer lugar, necesitamos una comprensin ms plena del ascenso de la conservacin y del ambientalismo en todo el mundo. Los humanos han venido pensando acerca de su papel en la natu-raleza por decenas de miles de aos, y cada sociedad, pasada o contempornea, tiene una rica tradicin de lo que podramos llamar pensamiento conservacio-nista. La religin ha venido coloreando o inuyendo esa tradicin desde hace mucho: tanto el Islam, como el budismo y el protestantismo, por ejemplo, han dado forma a maneras en que las personas se comportan con respecto al mundo natural. Como se lo han enseado la dura experiencia a todo aquel que ha in-tentado negociar un acuerdo internacional sobre especies en peligro o sobre los bienes comunes de los ocanos, la gente se aferra a ideas conictivas cuyas races se remontan a los orgenes mismos del complejo conjunto de religiones y visiones del mundo creadas por la especie humana.

    La historia de los norteamericanos es ms corta que la de muchos, pues se remonta apenas a algo as como dos siglos. Sin embargo, han escrito tambin una compleja tradicin de pensamiento conservacionista, plena de reverencia, delei-te, conocimiento prctico y pasin moral. Esa tradicin, adems de los escritos de Aldo Leopold, incluye los de Rachel Carson, George Perkins Marx, John Muir, Gifford Pinchot, Alice Hamilton y Henry David Thoreau. En su conjunto, estos escritores han dado al mundo un importante cuerpo de ideas acerca del mundo natural, ideas que ahora son objeto de estudio en lugares tan distantes como Chi-na, frica, Rusia y Amrica Latina.

    Al igual que cualquier otro grupo de pensadores, el de los conservacionistas requiere escrutinio crtico y anlisis riguroso. Cuando la gran mayora de los norte-americanos le dicen a los encuestadores como ocurre en otros pases que son am-bientalistas, qu quiere decir eso? Entienden de dnde proviene el ambientalis-mo, o cules son las complejidades y contradicciones que incluye? Estn al tanto de la maraa de signicados de expresiones como naturaleza y zonas silvestres? Entienden por qu fueron creados nuestros parques nacionales a partir de 1872? Estn concientes de la forma en que anteriores generaciones pensaron acerca de los suelos, los ros o la vida silvestre? Algunos de nosotros entiende acaso a cabalidad cmo se vincularon en nuestro pensamiento la salud de los humanos y la salud de la tierra, y cundo ocurri eso? Entendemos de qu manera inuyen nuestras relacio-nes con el ambiente la raza, el gnero o las clases sociales? Si las personas estuvieran

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    mejor informadas sobre la historia del ambientalismo, podran pensar y actuar a partir de una comprensin ms fuerte y sutil, y mejor razonada.

    El ambientalismo es demasiado importante como para dejrselo a las calles y a los carteles de anuncios. Necesita ser sometido a la prueba del anlisis en aulas de clase, peridicos y libros. Necesita una historia y necesita historiadores. Mi ms reciente contribucin personal a este proyecto fue una biografa del explo-rador y cientco norteamericano del siglo XIX John Wesley Powell, llevada a cabo para entender su papel en el ascenso de movimiento conservacionista en los Estados Unidos. Fue posteriormente, sin embargo, que llegu a saber en realidad sobre las miles de organizaciones locales que han venido tratando de crear una nueva conciencia de cuencas hidrolgicas en todo el mundo exactamente aque-llo por lo que clamaba Powell hace ms de cien aos. Aquellos que buscan esti-mular esa nueva conciencia se beneciaran mucho de la lectura de los escritos de Powell, y de la revisin cuidadosa de su concepto de democracia de cuencas. Para ellos, podra resultar instructivo aprender por qu los norteamericanos de aquellos das rechazaron su pensamiento, y cmo han cambiado desde entonces tanto las sociedades como las cuencas hidrolgicas.

    El rescate de esa tradicin es, precisamente, lo que intenta hacer una parte de la historia ambiental. Intenta entender a alguien como Rachel Carson en el contexto de su tiempo, que va desde la Gran Depresin hasta la era de la bom-ba atmica. Los historiadores han trazado sus conexiones con el feminismo de posguerra, la Guerra Fra y el consumo de masas. La lectura de su libro Silent Spring sigue siendo graticante, pero saber cmo lleg a ser escrito y bajo qu circunstancias, y cmo, reej grandes debates que discurran en el entorno de la autora le otorga a esa lectura una riqueza mucho mayor. Podemos ver reejada en su obra toda una cultura en proceso de cambio, enfrentada a ideas de riesgo y benecio, preguntndose qu es la vida y por qu otras formas de vida podran ser importantes para la sobrevivencia humana. Quizs tal escrutinio haga que algunos hroes del pasado luzcan un poco menos heroicos, pero a n de cuentas el hecho de situar sus vidas y sus ideas dentro de la historia nos proporciona una perspectiva mucho mejor sobre los problemas de hoy. Despus de todo, las principales preocupaciones de Carson con respecto a la presencia de pesticidas y disruptores endocrinos en el ambiente se han tornado ms urgentes que nunca.

    Para dar forma a mejores ideas y polticas sobre el ambiente necesitamos tanto pensadores como activistas. Necesitamos ideas, palabras e imgenes que sean ricas, atrayentes, y estn probadas por el tiempo y por el razonamiento. No basta con las consignas y la pasin. No basta con la capacidad tcnica. Necesitamos pensar de manera profunda sobre nuestro lugar en la naturaleza, y necesitamos llevar a cabo ese pensar con la ayuda de la historia y de las humanidades.

    En segundo lugar, la historia ambiental puede contribuir al desarrollo de la conciencia de s en la ecologa y en otras ciencias ambientales. Mi primer esfuerzo

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    por escribir historia ambiental fue un libro titulado Natures Economy: A History of Ecological Ideas, publicado por primera vez en 1988 y ampliado en una nueva edicin en 1996. Nadie, en el momento de la primera edicin, haba escrito una historia general de la ciencia de la ecologa. Desde entonces, algunos cientcos se han ocupado de esta tarea, aunque no suelen situar a su ciencia en el contexto de la historia cultural e intelectual, como los historiadores ambientales piensan que han intentado hacerlo. Sin embargo, una ciencia sin un sentido de la historia es una ciencia sin conciencia de sus limitaciones.

    En la reunin de 2003 de la Sociedad Norteamericana de Historiadores Am-bientales, la contribucin de la obra de William Cronon Changes in the Land: Indian, Colonists and the Ecology of New England, publicada en 1983, fue evaluada en un encuentro interdisciplinario. Uno de los participantes, el eclogo David Foster, di-rector de la Harvard Forest en Massachussets, ofreci un impactante ejemplo de la necesidad de la historia ambiental por parte de los cientcos. Debido en parte a la lectura del libro de Cronon, seal, los cientcos han cambiado su manera de pen-sar acerca de la ecologa forestal. Ahora est mucho ms dispuestos que hace vein-te aos a ver el papel de la mano de los humanos en la formacin de los procesos forestales a partir de la Era Glacial, a ver el bosque como un proceso histrico y aun como un artefacto histrico. Los historiadores, en otras palabras, les han ayudado a reconceptualizar su objeto de estudio, a concentrar su investigacin, e incluso a orientar sus esfuerzos de restauracin y conservacin de los bosques.

    De manera similar, los historiadores ambientales podran ayudar a los cien-tcos a ver que sus modelos de la naturaleza incluso sus modelos cientcos de mayor complejidad -, son de algn modo productos de la cultura en la que se desarrollan. Los modelos cientcos de la naturaleza tienen una historia que est indisolublemente ligada a la historia de la sociedad humana. No podemos sepa-rar fcilmente nuestras ideas sobre la naturaleza en una divisin llamada ciencia y otra llamada literatura, artes, religin o losofa, porque ambas otan juntas en un mismo ujo de ideas y percepciones.

    Mi tercer argumento consiste en que la historia ambiental puede ofrecernos un conocimiento ms profundo de nuestra cultura y nuestras instituciones eco-nmicas, y de las consecuencias de la mismas para la Tierra. Una de las ideas ms difciles de aprehender es la de que los problemas ambientales podran tener cau-sas econmicas tan profundas como complicadas. Demasiadas personas, aun en la academia incluso economistas no desean realmente hablar acerca de causas raigales, o entrar en una discusin crtica de valores e instituciones econmicas. No desean hablar acerca del origen de los sistemas econmicos, de los valores que alojan o que expresan, o de cmo estos sistemas han cambiado las actitudes y los comportamientos. Se resisten a asumir a la economa como parte de la cul-tura, del mismo modo que los eclogos se resisten a hacerlo con respecto a la eco-loga. Se tiende a asumir con frecuencia que la economa se ubica por completo

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    ms all de la cultura, como una ciencia universal del comportamiento humano que ejemplica en todas partes los mismos motivos y resultados, los mismos comportamientos, la misma lgica. Si tal cosa fuera cierta, si la economa fuera tan natural y ordenada de antemano, no habra nada que enfrentar crticamente. Pero cuando naturalizamos a la economa de esta manera, obscurecemos el hecho de que las economas humanas crecen a partir de perodos distantes, y reejan al propio tiempo condiciones ecolgicas desaparecidas hace largo tiempo.

    De igual modo, cuando explicamos el cambio ambiental como si se debiera sim-plemente a patrones demogrcos, la crecimiento y dispersin de la poblacin, el anlisis de polticas pierde complejidad. Los historiadores coinciden en que la fe-cundidad humana siempre ha tenido importancia. El problema est en saber cmo ha alcanzado sus niveles modernos. La actual poblacin del mundo, puede ser una consecuencia de la riqueza que los humanos han extrado de la naturaleza, o una consecuencia de formas de pensar acerca de la naturaleza, o una consecuencia de formas de pnesar acerca de los propsitos de la vida humana?

    Durante el ltimo siglo, la poblacin humana creci por un factor de cuatro. La economa mundial, sin embargo, creci por un factor de 14, el uso de energa por un factor de 16, la produccin industrial por un factor de 40. 2 Cada una de es-tas tasas de crecimiento fue signicativa. Sin embargo, resulta en extremo difcil determinar con precisin cul de ellas es responsable por cul cambio ambiental. Cul es, exactamente, la manera en que estas tasas de crecimiento se traducen en la prdida de biodiversidad, de agua pura, o de espacios abiertos? An no lo sabemos. Y, sin embargo, no cabe duda de que cualquier conjunto de polticas ambientales debera sustentarse en la bsqueda cuidadosa de respuestas para tales preguntas, respuestas qu nicamente pueden ser encontradas mediante el seguimiento de patrones de cambio a lo largo del tiempo.

    Necesitamos tambin que los historiadores nos digan de dnde proviene el mo-derno imperativo del crecimiento econmico. El crecimiento econmico no consti-tua una fuerza impulsora importante hace algunos centenares de aos, cuando no haba profesionales o tcnicos formados para hacer que el crecimiento ocurriera, ni polticos que hicieran del crecimiento su plataforma. Por qu lo hacemos hoy, a pesar de las consecuencias ambientales negativas que el crecimiento usualmente acarrea? La idea de un crecimiento econmico incesante fue un invento moderno, parte de la revolucin capitalista de los siglos XVIII y XIX, una revolucin que culmin en el libro famoso de Adam Smith, La Riqueza de las Naciones, publicado en 1776. Posteriormente, el crecimiento fue traspasado al principal adversario del capitalismo, el comunismo, y de esta manera el crecimiento se convirti en un va-lor dominante en todo el planeta. Entender esta historia de invencin y difusin es necesario para encarar el crecimiento y sus consecuencias contemporneas.

    2 McNeill, John: Something New Under the Sun: an Environmental History of the Twentieth Century World (New York: W.W. Norton, 2000), 360.

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    Sobre todo, necesitamos revelar la historia ambiental del capitalismo, la cul-tura econmica ms poderosa y exitosa de los tiempos modernos. Necesitamos saber ms acerca de lo que desplaz, de cmo cambi las actitudes de la gente respecto a la naturaleza, y cmo esto afect a los recursos naturales, la comuni-dades biolgicas, el aire mismo que respiramos. Todos sabemos que el capita-lismo ha intentado promover el inters personal como el ethos rector de la socie-dad moderna. Le ha enseado a las personas a creer en la virtud de lo que Alan Greenspan, el jefe de la Reserva Federal de los Estados Unidos, ha llamado la codicia racional. Una tal transformacin de creencias requiere nada menos que una revolucin moral. Apenas hemos empezado a descubrir que esa revolucin moral asociada al capitalismo transform la faz de la Tierra. Cuando la historia ambiental del capitalismo, el comunismo y de otros sistemas econmicos sea me-jor entendida, cuando estas historias hayan sido nalmente comparadas de ma-nera justa y completa, tendremos fundamentos para la labor de quienes formulan polticas mucho mejores que los que tenemos hoy.

    Por ltimo, la historia ambiental puede ofrecernos un conocimiento ms pro-fundo de los lugares donde vivimos que son los lugares en los que debemos en-contrar mejores maneras de vivir. A pesar del hecho de que hemos creado una economa global con problemas ambientales globales, seguimos construyendo nuestras casas y nuestros asentamientos en sitios muy particulares. La molcula promedio de alimento en los Estados Unidos viaja actualmente ms de mil millas desde el lugar en que es producida hasta el lugar en que es consumida. A pesar de este cambio en la escala de la produccin y la distribucin, an necesitamos saber acerca del carcter distintivo de los lugares. Toda esta charla actual sobre la globa-lizacin, no nos est llevando a una ignorancia mayor que nunca antes acerca de los lugares en que nos levantamos en la maana, y nos acostamos en la noche?

    Los historiadores han escrito muchas biografas de personajes famosos, pero muchas menos biografas de lugares. Cualquier lugar incluye a la gente, pero es mucho ms que la gente que ha vivido all: es un compuesto de la gente y ese otro mundo, ms que humano. Una breve lista de historias recientes de lugares norteamericanos podra incluir la de Whidby Island, Washington y el ro Colum-bia, de Richard White; la de la costa de California, de Arthur McEvoy; la de Con-cord, Massachussets, de Brian Donahue; la de las Montaas Azules de Oregn, de Nancy Langston; la de Gary, Indiana, de Andrew Hurley, y la de la regin de Dismal Swamp, Virginia, de Jack Kirby. Otras historias semejantes de lugar estn apareciendo en Italia, Suecia y Africa. Todos estos historiadores estn al tanto de que ningn lugar en la historia moderna ha estado completamente aislado de fuerzas nacionales e internacionales. Sin embargo, insisten en que cada lugar tiene una historia nica que contar, en trminos tanto ecolgicos como humanos. Los lugares pueden resistir a las fuerzas externas, y aun cuando sucumben no son nuca absorbidos por completo en alguna abstraccin global indiferenciada.