Dolores de cabeza

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100 LIBROS PUBLICADOS POR LA POLLA LITERARIA O DE PRONTA APARICION Al Revés de los Cristianos, Poemas, de Marcelo Valdés La Puta Gana, Novela, de Gustavo Bernal Relatos Biolentos, Bolumen 1, Cuentos, de Adrian Barahona Dolores de Cabezas, Relato, de Pepe Calderón Semen, Poemas, de Andrés Kinast Obscena, Literatura fuera de Escena, de Nikanor Molinares Radio Manini Remixes 2009, de Varios Autores WWW.LAPOLLALITERARIA.CL 1 Pepe Calderón Dolores de Cabezas Ediciones de La Polla Literaria Santiago de Chile, septiembre de 2010

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Relatos de pp calderon

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100

LIBROS PUBLICADOS POR LA POLLA LITERARIA

O DE PRONTA APARICION

Al Revés de los Cristianos, Poemas, de Marcelo Valdés

La Puta Gana, Novela, de Gustavo Bernal

Relatos Biolentos, Bolumen 1, Cuentos, de Adrian

Barahona

Dolores de Cabezas, Relato, de Pepe Calderón

Semen, Poemas, de Andrés Kinast

Obscena, Literatura fuera de Escena, de Nikanor

Molinares

Radio Manini Remixes 2009, de Varios Autores

WWW.LAPOLLALITERARIA.CL

1

Pepe Calderón

Dolores de

Cabezas

Ediciones de La Polla LiterariaSantiago de Chile, septiembre de 2010

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Dolores de Cabezas - Pepe Calderón

Primera Edición, Santiago de Chile, agostos de 2010

Los primeros 50 ejemplares están numerados y fi rmados por el

autor

Diseño de Portada: Adrián Barahona

Ilustración de Portada : Franco Poffal

Se autoriza la copia exacta y la distribución indiscriminada de

este libro por cualquier medio, sin fi nes de lucro y citando clara-

mente la fuente.

Ediciones de La Polla Literaria

www.lapollaliteraria.cl | [email protected]

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Indice

PRÓLOGO 7

CONSECUENCIAS 11

DESENCUENTROS 5

EL ÚLTIMO DÍA DE LOS SUEÑOS ROTOS 23

CUESTIONAMIENTO 29

SI PUDIERA 35

SIN TI 41

24 DE MARZO 45

INTERLUDIO 49

ESFERA 57

TE AMO MI AMOR 67

ABISMO 73

DISCONTINUO 83

ESPERÁNDOTE 89

EPÍLOGO 93

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Pepe Calderón

Dolores de

Cabezas

Ediciones de La Polla LiterariaSantiago de Chile, septiembre de 2010

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pero les da con creer que es normal, que es parte del proceso

adultez, soy un pendejo por hablar de esto, soy un mantenido

si creo que los amigos pueden ayudar en épocas de miseria,

porque no quiero vivir apurado, cuántas veces hay que

repetir que esto no es natural ¿Cuánta gente debe morir? La

verdad, creo que los sufi cientes, eso de todos iguales que han

predicado algunos amantes de la raza se perdió en el absurdo,

somos humanos, razonable, pero tenemos intereses distintos,

he intentado charlar mientras unos se burlan, mientras muchos

ríen y hablan de lo imposible; hasta cuándo vamos a permitir

que nos separen, somos gregarios todos, humanos amantes

de nuestras mentes ¿Qué es buscar pareja? Busca parejas,

similares y únete a todos los que puedas que juntos seremos

mejores que los cerdos bien pagados. Ellos nunca nos dejarán

tranquilos, mientras vivamos tendremos que seguir el único

camino o caeremos tras las rejas, olvidados en la humedad de

una celda, en la hediondez del claustro, pero ellos tampoco

estarán tranquilos, por que mientras comen hasta hartarse

viendo en alguna pantallita cómo suben sus ganancias, sentirán

dolor de cabeza, la carne les indigestará, el vino será vinagre

y el sexo jamás les será satisfactorio, yo me encargaré de eso

y los que me acompañen, estaremos con un punto fi jo en sus

cuerpos pudrientes. Moriré como todos, pero tengo una sonrisa

en el rostro, los haré paranoicos, cada vez que intenten dormir

estaré a su lado tirándoles las orejas, porque cada uno que

nazca tendrá la marca en su cabeza, será repudiado, vivirá en

el temor y con la hediondez del estiércol en sus fosas nasales,

así puedo dejar esta sociedad idiotizada tranquilo, por que

cada fragmento de mi cerebro está fi jo en provocarles la peor

vida que un ser humano pueda imaginar, hasta que sean tantos

los afectados que el suicidio se vuelva masivo y retornemos al

inicio, para que alguna vez, los hijos de los nietos, vuelvan a ser

humanos.

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existe, pero es una idea consumista que cada vez se aleja más

de nuestras raíces, humanos todos, ensimismados, salvándose

el pellejo por miedo a la muerte, dejando a su paso a los que no

tienen la intención de dejarse llevar por la rueda.

Quienes nos manejan lo han planeado muy bien,

amortiguando la historia a su gusto, dando importancia a la

familia, criando niños podridos que fueron padres peores;

trabajar es natural, pero el objetivo ha sido pautado para que

trabajes hasta el cansancio por comodidades innecesarias ¿Eso

es vivir bien? ¿Los niños necesitan tanta pelotudez artifi cial?

Como padre trabajas para que tu hijo no lo pase mal y lo dejas

encerrado en el colegio donde le lavan la cabeza, le dicen que

si falla va a tirar su vida a la basura, como si esta sociedad fuera

la única vía para ser, existen otros planos de existencia que,

a ejemplo, unos simples hongos pueden mostrar; prohíben

las drogas naturales para privarnos de la verdad universal, ya

estamos vivos, para qué buscarle un sentido rebuscado a la

existencia, por qué sacrifi carse gastando los hombros, mientas

otros tienen lo que les venga en mente, por qué –si nuestra

generación ya fue postrada– dejamos que nuestros hijos se

cieguen sin conocer que existen mundos a los que pueden llegar

con una simple meditación, qué pasaría si en vez de enseñarles

el temor que provoca la religión le enseñáramos de niños a

enfocar su psiquis, a respirar de verdad y no compungidos

por el estrés que les provoca un insignifi cante buen promedio

en historia ¿Es que nunca vamos a aprender? Después de

tanto desperdicio dejaremos que otros nos metan el dedo

en la boca, que se lo metan a nuestros descendientes ¿A tan

pocos nos interesa cambiar esta desequilibrada fórmula? Qué

ganas con trabajar por dinero, estabilidad, buena crianza,

pequeños vicios, comodidad, todo eso ha existido del inicio

de los tiempos, acompaña al hombre antes desde los padres

del capitalismo, antes de los romanos ladrones y asquerosos,

5

¿Si la vida no es más que un sueño,

para qué hacerlo desagradable?

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Hace tiempo dejé de preguntar si estoy equivocado,

nadie exige qué hacer al vivir, excepto la sociedad, enceguecida

por 15 archirriquillonarios deja que nos matemos de hambre por

comer. Mira la tierra, date cuenta del daño que provocamos.

Construyen miles de armas para matar a quienes no les

entienden en vez de construir tecnología para abandonar el

planeta en busca de otros afi nes con nuestro modo de vida.

Crean edifi cios gigantescos, nacen millones a diario, la tierra es

para la gente que habita y apenas alcanza ¿qué esperan para

dentro de 10 años? Ilusiones, riquezas, trabajas para tu jefe que

trabaja para otro y así le das tiempo y esfuerzo a los cerdos que

rigen, todo por dinero, todo por dinero, todo. Es que somos

tan pocos los que detestamos el sistema, sé que cada cual con

lo suyo, pero puede mantenerse, si yo sé plantar planto, si tú

sabes cantar canta, jamás nos moriremos de hambre, la tierra

siempre ha proveído, para qué tanto oro apilado o en joyas

inservibles, por qué quienes más leen se creen inteligentes,

para qué seguir enseñando a los niños a trabajar si lo único

que deben hacer es dar vueltas en el pasto, apenas necesitan

un ejemplo y cariño. No son sufi cientes generaciones perdidas,

es que nadie supone que sus pensamientos no están sólo

en la cabeza y que si fuéramos bastantes escribiríamos otra

historia. A través de la destrucción crean nuevos patrones de

conducta, la violencia provoca violencia y uno tiende a cerrarse.

Hay que dejar el ego en el suelo, ninguno es superior a otro,

somos distintos y listo, tú a lo que sabes hacer que haremos el

resto, eso es organización, para qué ansiar dinero, si tienes lo

necesario ¿qué tanto puede querer una persona? ser tranquilo,

uno debe divertirse y qué más, trabaja, pero con un fi n común

puesto que el hombre solo no hace mucho, las mentes forman

comportamiento simbiótico y la conciencia se torna colectiva,

un tiempo creí que eso no existía en nuestra época, hasta que

la sentí en el rostro, golpeando con torpeza, la colectividad

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PROLOGO

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EPILOGO

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inexplicable, quería volver a ser amado, comprendido y aceptado, pero sólo recibía respuestas que tampoco entendía; hasta que a su enemigo le dio lastima, hace un tiempo se había marchado, pero la duda estaba en el aire, él trataba de arreglarlo pero no era escuchado y sus palabras le sonaban ajenas y ella no le entendía y él tampoco a ella; entre la confusión sintió miedo, sintió tanto miedo que explotó en miles de partículas.

Para cuando se juntó, volvió a ser lo que era antes y ahora se detestaba, estaba tranquilo, pero no podía dejar de amar a esta mujer que ya no tenía entre sus manos, porque ya no tenía manos y sentía ganas de volver, pero pasó el tiempo, no sabía si sería nuevamente recibido. Entonces tuvo pena, tuvo mucha pena.

Y se acordaba de su amada, también de la pequeña, les deseaba lo mejor del universo, se imaginaba junto a ellas. Entonces sintió frío, sintió tanto frío que se congeló y se quedó en la tierra, congelado, material, pensando en ellas, en si alguna vez se atrevería a volver, pero sentía tanto frío que no podría descongelarse y sólo el sol, algunas veces, le hacía mojar la tierra, recordándole que aún podía llorar.

9

El tiempo fermenta los platos servidos, la cáscara de lo inevitable endurece las ciudades. Recorro mi rostro en el espejo… las grietas y el desgaste lo han vuelto deformable tras una simple carcajada; veo ojos que se han enfriado. Cuando los recuerdos son imágenes recurrentes y las piernas tiritan al pensar en la gravedad, te miras con la ilusión de que valgan la pena esas ideas que maduraste. La memoria detiene el tiempo y tras horas de segundos sociales miras el pasto en el parque que soporta a los jóvenes emborrachándose.

Este tiempo pasa lento cuando piensas en él, como si quisiera llamar la atención, estar vivo en su materia imaginaria. El aire tiene conciencia y creo que está cansado de la petulancia humana.

La sordera que agarró mis tímpanos hace varios años me ha llenado de ruidos inconexos, a veces no escucho más que un silbido monótono de oreja a oreja. Comprendí que se vive rodeado de ruidos, que las palabras sobran en tanto bullicio; querer darse a escuchar es gritar al espacio de oídos pendientes. Prefi ero evitar malos entendidos, quiero estar bien, solo en la sociedad que aleja. Abrazo murallas, cuando veo hombres encuentro ojos sin emoción alguna –y las mujeres no hacen la diferencia–, desencantados, que encierran sus vidas en la madre, en el padre, en los hermanos y amigos. Quien muere frente a ellos debe calzar en los nombrados o es un trapo tirado en el suelo. Hablan de verdad, amor, respeto al prójimo y nobleza. Noble es ocupar el papel en letras, después serán quemadas o pisoteadas, pero somos tantos y el papel es ocupado para billetes que gasto y que serán quemados, pisoteados o encerrados en bóvedas que serán quemadas y lo mismo, tarde o temprano seremos cenizas, yo y mi civilización. Hay que dejar de complicarse por el macro, lo apreciable es el proceso.

Sentado cerca de la cama escucho como hablan tras un vidrio de ventana entreabierta, tengo derecho a alejarme si el momento lo amerita, quedan tan pocos derechos, que con eso continúo tratando de anclar la existencia, me afi rmo en

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el cosmos que soporta la casa, y el piso de vinil que sostiene es tanto o más que el ansia. Necesidad de cariño que como humano no pretendo ocultar, porque la soledad es terrible y para eso existen siglos de meditación en la pieza o en el universo de la cabeza, doblando pliegues y desdoblando la realidad de pantalla, pregunto ¿qué estoy haciendo en todo esto? Ya que estoy solo digo: vivir, qué más importante. Como sea, con la insignia de fracasado en el hombro, orgulloso de ser un atorrante, un desconocido entre millones de desconocidos, las luces ciegan a cualquiera, es preferible evitar el desgaste que provoca la pasarela, trato de desaparecer en la multitud, desconociendo la idea del héroe. En esta época no hacen falta mártires ni revoluciones, está echada la perpetuidad de nuestra especie en una sociedad que la pervierte. Los excesos son positivos, cada vez que caemos volvemos con más fuerza a pisar la tierra. Pensé que si a tantos les gusta este modo de vida, entonces, de verdad estoy equivocado, para ellos siempre lo estaré y lo único que queda es alejarse, dejar estas noches de insomnio, permitir que tarde o temprano quienes aún vivan tengan respuestas propias, sean tranquilos sin las mentiras que bombardean esta civilización. Somos un lapso en el mundo, una raza achicando los procesos, engañándose con superar a otras especies, somos zánganos que hablan de trabajo duro, obreros de empresas inexistentes, hacedores de patrañas, de destrucción, somos violencia al cuadrado y algo de descontento, buscadores de razón que no aprecian la vida, somos cobardes que intentan teñir lo inevitable con amarillos radiantes, estúpidos, infelices, bastardos.

Es tiempo de alejarse o caer en los engranajes plásticos, empezaron a doler los pies y piensas en el médico, te endeudas hasta los 60 y cuando el trabajo acaba y tus hijos están lejos, piensas en lo perdido.

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Hubo un animal, que no tenía una forma defi nida y le gustaba rondar a los humanos para aprender de ellos, reír cambiando las cosas de lugar o los sentidos a las frases.

Un día, aprendió a ser humano y atrapando sus estructuras se transformó en uno, todo era duro, quería aprender a la manera difícil porque sabía que era la única. Conocía el idioma pero no lo manejaba en forma coherente, le costaba explicarse, se sentía fuera de lugar y no pretendía darse por vencido, eran tan bellos, deseaba ser parte de esa especie que tanto le divertía.

Pasaron unos años y al ser persona alcanzó el acostumbramiento, se relacionaba de buena manera y lograba darse a entender, hasta tenía sentido del humor. Entonces se enamoró de una hermosa mujer, la más hermosa de todas; los colores que ahora podía ver, no se comparaban con el arco iris que refl ejaban sus pómulos al sonreír. Ella se movía mejor en el mundo y le ayudaba cuando cometía algún error, ella tenía una hija y a él le gustaba jugar con la pequeña cada vez que se daba la oportunidad. Él era calma cuando estaba con ellas, una sensación que jamás experimentó, estaba envuelto en una inmensa tranquilidad. Fue roca, aire, pero siempre se preguntó ¿algo más? en ese momento, no necesitaba ser más que una persona.

Pero, como en todas las historias, existía un ente malévolo, acechando, un antiguo enemigo al que ahora no podía percibir. Este le miraba de lejos y poderoso comenzó a poner trampas en las que él, despreocupado, caía y caía. Decía palabras estúpidas cuando sólo debía callar, y su amada lo miraba con preocupación.

Él comenzó a confundirse, entre las jugarretas mal intencionadas y propias tonterías fue alejándose del amor. Primero olvidaba las frases, olvidaba los hechos, se olvidaba de sí mismo y se despreocupó tanto tratando de entender el ¿por qué? que cuando quiso volver no era bienvenido, su amada le reprochaba cada palabra. Entendiendo el error pretendía remediarlo empeorando las cosas y trataba de explicar lo

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CONSECUENCIAS

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ESPERÁNDOTE

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–Claro que no le importa, señora.

El joven saca las manos de sus bolsillos y agarrando el cierre que llega al cuello, comienza a bajarlo, la chaqueta queda abierta. Sobre la polera azul puede verse un corazón palpitando, un corazón fuera de la carne que mancha ennegreciendo el pecho con fl uidos de sangre sobre la azulada tela. La Zarna queda sin poder decir palabra, el joven vuelve a cerrar la chaqueta, inspecciona con una de las manos en el bolsillo del pantalón, saca unos billetes y los tira sobre el sofá, mete las manos en la chaqueta y da media vuelta.

No hay más dialogo, el joven abre la puerta que da a la calle y apurando los pasos se va por la vereda. La Zarna recoge los billetes y doblándolos a prisa los desaparece entre los sostenes, luego estira las piernas en el sillón y encuentra un papel arrugado que levanta y estira leyendo.

Sra. Zarna

Arregla todo tipo de problemas del corazón, estás deprimido, te sientes incomprendido, te duele el pecho cada vez que te acuerdas de ella, ven a la calle sin salida 3027, estoy para ayudarte.

* Atendemos todos los días

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Un cuchillo cae al suelo, él y él corren. Rozando la mesa los vasos tambalean y una botella da contra el piso. Sudor en la frente de uno, lágrimas en la del otro, uno hacia arriba, el otro para abajo, corren, no piensan, no se imaginan.

La puerta quedó cerrada, él ya no puede seguir con esas manchas en la camisa, el otro se echa en el pasto, mete en los dedos la cabeza, una camisa cae al basurero, una pareja que pasa entre risas lo observa, algún perro cagó en el pasto, está hediondo.

La vecina golpeó la puerta, pero nadie fue a atenderla, los niños salen del colegio, es de tarde y no paran de rodearlo, siente frío, sacarse la camisa quizás no fue buena idea. No, no hay buenas ideas. En la casa suena el teléfono, nadie contesta, una persona del otro lado cuelga intranquila.

De mañana, una mujer y un hombre en la cama, para un lado y para el otro, las piernas de ella sobre las orejas de él, las manos de él tocando los pechos de ella y una puerta que se abre, el trabajo estuvo pésimo, una botella de vino sobre la mesa y dos vasos, alguien jadeando en la pieza, alguien que no debe estar. La cocina, grande, revuelve cucharas, tenedores y saca un cuchillo. En la pieza se abrazan, luego gritan explicando, explicando nada, un hombre se lanza deteniendo la mano del otro que sostiene un cuchillo a la altura de la cabeza, ella se viste, ellos discuten, eran amigos, siempre lo fueron. Tres puestos en la mesa, Comen pero nadie habla, toman vino dejando sólo un resto, él mira a ella, el otro a él, ella se levanta de la mesa y desabotona su camisa, el otro sonríe, él toma un cuchillo de la mesa y lo ensarta en los pechos, lo saca, mira sus manos, la ve caer, el otro lo agarra de los hombros moviéndolo con fuerza, no hay palabras, se miran, el cuchillo se suelta, él corre, él también, la botella estalla en el suelo y la puerta se abre.

Ellos corren, lloran, se culpan, el otro continúa tendido en el pasto, él detiene el paso imaginándose sin ella, recuerda, piensa en la sangre empapando el piso, en la vida que perdió, en lo torpe, lo bruto y en Carmen. Ella se levanta despacio

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tratando de alcanzar el mantel, el otro solo intenta borrársela de la cabeza, ella tira el mantel que cae sobre su cuerpo que no vuelve a moverse, los platos, los vasos, en el suelo. Él regresa a casa exhausto, las llaves, la puerta, la alfombra manchada y el cuerpo que abraza.

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–Es tu madre.

El joven da media vuelta, en su mente vacila una leve esperanza, quizás esa horrible persona frente a sus ojos no es otra simple estafadora. Vuelve a sentarse, respira despacio el nauseabundo aroma fl oral y suelta la lengua.

–Entre otras cosas. Jamás me había pasado algo así, creo

que no es normal.

La Zarna une los dedos formando un triangulo con las manos.

–Prosigue.

–Nunca he tenido muchos problemas. Prefi ero no

complicarme, pero este año todo se ha venido abajo.

Deja de hablar por unos segundos, como si el aire rodeándole no fuera sufi ciente para respirar, mira al techo, a la Zarna y continua.

–No sé qué hago acá, no tengo tiempo para perder.

Zarna se enfurece sin mostrarlo, le disgustan los clientes problemáticos, pero el dinero esta faltando, así que tragándose las maldiciones toma las manos del joven sacándolas de los bolsillos.

–Estás frío, muy frío...

Antes de que siga hablando, el joven las desliza fuera de las arrugadas manos y las vuelve a meter en sus bolsillos, se levanta nuevamente, desequilibrándose algo atolondrado, se apoya del sillón para incorporarse con difi cultad.

–Usted no entiende, sé por qué me sucede, lo tengo

merecido.

La desordenada peluca defi ne los rasgos de la Zarna, que cansada de aguantar, se levanta posándose frente al joven.

–Aunque pudiera ayudarte no lo haría, no te mereces la

ayuda de nadie, me importa una mierda lo que te pase.

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–Le dijiste lo de los caminos.

–Sí, sí, tal cual.

–Y qué le sacaste.

–No me dijo nada, pero se ve apurado. No sé, quizás...

–Déjame eso. Tú anda a limpiar el baño que no corrió la

cadena. Yo me encargo del cliente.

–Como diga.

El obeso se pierde tras la puerta que da a un pasillo y la vieja queda frente al espejo terminando de arreglarse el pelo negro, cierra y abre los ojos mirándose, luego los deja entrecerrados y sale por la cortina.

El joven en el sillón tiene los ojos clavados dentro de su chaqueta, al sentir la cortina mira al frente y devuelve las manos a los bolsillos.

–Buenas noches joven.

–Buenas... ¿es usted Zarna?

–Sabes que lo soy.

Zarna comienza a caminar por las orillas de la habitación sacudiendo velas ubicadas dentro de cilindros de plástico, agarra una caja y saca varios inciensos que bate pasando el lugar a perfume barato, los aproxima al rostro del joven; llegando al sillón se deja caer e inserta los inciensos en el tapiz, el joven articula una mueca de molestia.

–Este aroma te librará de los confl ictos que te trajeron hasta mí. –Señora, yo no la conozco, pero venir hasta acá fue lo

primero que pensé. –Hiciste bien, supongo que te peleaste con tu novia.

Una gota fría se asoma por las sienes del joven y aprieta sus manos empapadas dentro de la chaqueta, luego se levanta.

–Creo que me he equivocado, usted no podrá ayudarme.

La Zarna siente cómo suenan arrugándose los billetes en los bolsillos del joven y en un escape de intuición desesperada traza el enganche.

15

DESENCUENTROS

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–Buenas noches. –Buenas.–¿Aquí vive Zarna, la que cura enfermedades del corazón?

Un joven delgado, de ojos intranquilos se ve parado en la puerta que da a la calle, busca estar en lo correcto, tuvo bastante la tarjetita en sus pantalones, pudo botarla entre papeles arrugados, pero cuando le restas importancia a algo, no te das el tiempo. Permanece con las manos hundidas en los bolsillos de su chaqueta de buzo, espera la respuesta del hombre obeso que afi rma la gran puerta de madera.

–La Zarna siempre espera, pero debes pagar la consulta.–Tengo dinero, déjame entrar, mientras antes me cure, mejor. –Pasa entonces, pero cuidado que los senderos del corazón

dibujan caminos de gran complejidad. –Bueno, bueno... ¿Se puede? –Adelante.

La puerta queda abierta y el joven avanza como expulsado por el magnetismo de la calle. Entran en la sala y el hombre obeso le pide con un ademán que espere en los sillones de terciopelo gastado, se queda ahí, mueve los ojos de un lado a otro, sigue las tablas manchadas del piso, las coloridas alfombras, las paredes, una lámpara grande que cuelga del techo y al obeso entrando por la cortina de cristalitos rojizos y azules que suenan sin hacerle perder la postura.

Tras la cortina, el obeso se acerca a una vieja que cepilla una peluca negra de pelo largo, bajo ella, unos cuantos cabellos blancos pueden verse. Gesticula frente al espejo, contornea sus arrugados labios rojos.

–Sra. Zarna. –¿Qué pasa, gordo?–Hay un cliente afuera. –Crees que no lo sé, por qué supones que me estoy

arreglando ¡No es para ti!

–Disculpe.

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Se ve un joven en el patio de la casa, suelta el vaso dejándolo en la destartalada mesa de madera, reacciona lento, imagina que cada acción es estratégicamente pensada, pero si lo hace más rápido caerá desequilibrado al suelo.

–Sueños de porquería, no puedo recordar, este sol fríe el cerebro.

De pronto la puerta se abre y un joven de ojos grandes y pelo desordenado llega al patio, saluda rascándose la cabeza.

–Buena, Pipastilla se acordó de que tenía amigos.–¿Cómo estamos?–¿Te dejó entrar el Franco?–No, estaba abierto.–Este sale y se le puede quedar cualquier hueá, el otro día

dejó la plancha encendida, se cayó y a la mierda alfombra. –Interesante…–Ja, ja… hueá que no existen las coincidencias, como un

mes que no venías, hace un rato me acordé de ti y ¡paf! apareciste.

–No te acordabas de nada bueno, supongo.

–¡Epa! la garrafa estaba tan solita que… pero tráete una

silla, hay vasos en la cocina y pégate una apurá.

Pipas en la cocina…

–Aquí estaba señor vaso.

–Eh pipa.

–Sip.

–¿Anda con algo bueno caballero?

–Pero, por supuesto.

–Cómo le cambia la vida.

Pipas sale al patio y acerca una silla frente a su amigo, deja caer un paquete sobre la mesa.

–Seguro es la primera vez que auspicio un cañiño cabriño, si

sigue inventando hueás, se va a quedar sin echar humo.

–Míralo, se puso complicadillo el cabrillo, ármate el pitillo.

–Que estay emblemando, ármalo luego, antes de que se

fume solo y nos tengamos que chupar los dedos.

–Cómo que ármalo luego, suelta la lengua, qué estay esperando.

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–Sale pa’llá payaso, pégate una vuelta de lado si no quieres romperte la pata.

–Fumemos.–Ya po.–Fuuuuuuuu…–Fuuuu…–Uummm… … …… …–¿Estaba bueno ah?–Sí, buenísimo.–Entonces guardamos el otro.–Ni cagando–Fuuuuuuu…–Fuuuu…–Aaauuu…–Ummmm…… …–Oye Pipas hueón.–¿Aaah?–Cómo pasa el tiempo.–No le compro más a ese hueón, ahora salen

existencialistas las cagás.–Ja, ja, ja, ja, ja… no po huea, digo que hace poco nomás

éramos pendejos. –Claro, y ahora somos unos hombres hechos y derechos

con la cabeza chueca. Sírveme un poco más, será mejor.

Los vasos secos, el día acabó.

Se miran conociéndose de siempre, llevan unos minutos callados, Pablo que observa la mesa rompe el silencio.

–¡Eh Pipas!

–Siip.

–¿Te acuerdas de la Carla?

–¡No hueón, no me acuerdo!

–Bueno, ¿te acuerdas o no?

–Es sabido.

–¿Y hace cuánto que no te topas con ella?

83

DISCONTINUO

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–Más de tres años.–¡Cierto ah! Harto tiempo.

–Siglos.

–Entonces por qué mierda sigue dibujado ese corazón en la mesa.

–Por la hueá que te preocupas.

–Puta, cada vez que lo veo me acuerdo de la hueona.

–Bórralo.

–Bórralo tú po´ hueón.

–Que se borre solo.

–Siempre es la misma, no te haces responsable por nada

¿por qué no se lo chupai a un perro con lepra?

–Te diría chúpame este, pero con lo hueón que te hacen los

años capaz que te tinque.

–Ja ja.

–Ja ja ja.

–Ja ja ja.

–Ja ja.

–Ja.

–Puta compadre, que bueno que viniste, estabas perdido.

–Como dijimos, el tiempo pasa volando.

–Con esos ojitos te creo, pero para que vuele un poco más

vamos por el otro.

–No puedo compadre, tengo que irme.

–Macabeus, hace caleta que no hablábamos y te vas de faldas.

–Que así sea.

–Bueno… estaría en lo mismo. Te dejo en la puerta.

–Perfectidijillo.

Atraviesan la sala llegando a la puerta, Pablo saca las llaves del bolsillo y abre. Salen a la calle respirando el viento de la noche que ya se acerca y se abrazan despidiéndose.

–Nos vemos pipa hueón.

–Nos vemos.

–Puta que te ha cambiado la vida cabro, ¿de cuándo que no

andas con la cleta?

–La deje por ahí.

–Pensé que nunca iba a jubilar.

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–Nos vemos Pablo.–Ya compadre, cuídese para allá.–No te preocupes.

Pipastilla se aleja lento abanicando las manos, Pablo espera que doble la esquina, luego entra a casa, sube las escaleras con sumo cuidado, en ese momento suena el teléfono.

–…que no se pueda estar tranquilo ni un rato… aló.–¿Pablo?–Sí…–Habla Andrea.–Se acaba de ir tu hombre.–¿Qué hablas hueón? Vente rápido.–¿Qué pasa?–Puta Pablo hueón, al Andrés lo atropellaron, llevo como 4

horas tratando de ubicarte, pero llegó recién la Caro y ella tenía tu teléfono.

–Buena, estuve toda la tarde con él y me vienes a cuentear, falta trabajo de investigación cabrita.

–¿Crees que te voy a hueviar con algo así? Para la talla hueón, el Andrés está pa’ la cagá, se muere y repitió tu nombre, creo que quiere…

Pablo suelta el teléfono, la polola del Pipa habla en serio, pero cómo puede ser, estuvo con él toda la tarde. De pronto una imagen llega a su cabeza, ve una bicicleta saltar lejos y a su amigo pasar por debajo de las ruedas de un auto, no puede explicar cómo, pero sabe que es verdad, entonces recuerda la puerta, siempre estuvo cerrada ¿cómo entró? En reacción instintiva abre la puerta apresurado y sale de la casa.

Corre veredas abajo, no han pasado más de cinco minutos, no puede estar lejos. Avanza por los pasajes que su amigo ocupa para ir a casa, corre de cuerpo empapado, entonces, cuando las piernas no pueden más cae al suelo, se echa respirando forzoso y sin mirar nada. Saca un pito del bolsillo y lo enciende. Cuando bota la primera bocanada un frió intenso lo invade, sabe que es real, llora golpeando el suelo, la marihuana se desprende de las manos destruida por la fuerza de sus golpes, recuerdos de

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que viene a su cabeza es la soledad del peregrinaje, ve el suelo húmedo acercarse, siente su cuerpo enterrándose en el barro, se recuerda abandonado a la suerte, en vano busca en su memoria alguna pista de cuánto tiempo caminó. Mira el horizonte desconociendo por completo la tierra donde se encuentra, la superfi cie parece dada vuelta por una pala gigantesca, sólo algunos árboles antiguos continúan de pie, estos son la única prueba visible de que sobre la tierra existió algo antes del pasto nuevo que devora. Alex sigue inmerso en ideas repentinas, supone que si el pasto ha crecido pronto las semillas cumplirán con su trabajo. Decidido se pone de pie, el hambre vuelve a ser un dolor en el cuerpo, elige el camino recto, avanza seguro de encontrar comida. Con las horas en soledad ha logrado ver algunos animales escaparse temerosos por su presencia. Atraparlos le fue imposible. Las esperanzas se desvanecen cuando ve un delgado hilo de humo escurriéndose entre desencajados árboles. A unos cuantos kilómetros hay fuego, la simple idea de encontrar a una persona le hace desplazarse rápido, trotando demora minutos en certifi car sus expectativas. A metros observa una fogata, esto mejora su ánimo, pensó que buscaría sobrevivientes por un largo tiempo.

Acercándose mueve los brazos por encima de la cabeza en innata acción de saludo, a lo lejos ve a una persona levantarse del piso adonde apenas parecía un bulto. Alex siente cómo el hambre deja de impulsarle, un cansancio inusual repleta sus emociones, está intranquilo.

Resguardada entre los árboles puede verse la fogata, los restos de un animal permanecen colgados sobre el fuego, la persona que estaba sentada se levanta de un salto apretando la escopeta con toda la fuerza de sus manos, deja sus ojos perderse en la lejanía, enfoca a la silueta que viene a su encuentro y sin más aprieta el gatillo, se escucha una fuerte explosión.

Alex, ensoñado con la fogata, no puede ver la bala que atraviesa su frente provocando un frió intenso en la nuca. El sonido es absorbido por el ambiente y el cuerpo de Alex cae al suelo, una pequeña parte de sus pensamientos llega a la fogata, abraza y conversa por horas incalculables, trata de arreglar al mundo, con el tiempo no quedan recuerdos.

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lluvia con la mujer que perdió cuando su vida se fue al basurero. Siempre imaginó que estaban separados por un tiempo. Vuelve al camino pensando en ella, saborea lo perdido, aún puede verla caminando a su lado, pero con los segundos desaparecerá.

Cruza el limite de la ciudad sin preguntárselo de nuevo. Camina toda la tarde por el destruido campo, huesos de caballo, huesos de vaca. Los animales que no tragó la tierra cayeron asados en las mandíbulas de los que abandonaron la ciudad. Cree estar solo, apenas puede ver a través del manto mordisqueado que presenta la lluvia, el frió lo aletarga y el camino destruido le exige saltos cuando apenas se puede el cuerpo empapado.

Sigue adelante, piensa en sobrevivir, cuando la lluvia termine poblará la tierra, lo hará con personas mejoradas, dejarán el egoísmo y se las arreglarán con el tiempo. Debe mantenerse fi rme, olvidar que lleva días sin descanso, olvidar el hambre inquisidora. Sus nervios en calambres constantes le despiertan a ratos, camina a suspiros, hierve en fi ebre y su piel olvidada por el sol parece pudrirse, el viento en goterones levanta su cuerpo del piso. Cae al suelo varias veces, pero vuelve al paso, el ambiente pantanoso cubre sus rodillas, mantiene el rumbo que las piernas eligen.

Está apenas soñando, imagina que mueve los pies, avanza en sordera absoluta, fl ota en el ruido monótono de la lluvia, sobre el murmullo del gigante. Hasta parece sonreír a veces, pero nada sabe, es pasos cruzando el pasto desterrado.

Las nubes dominan el horizonte, los rayos electrocutan el mundo, sus pasos en las rocas se alejan del agua, se acercan al cielo, son pasos que no ven las nubes evaporarse con el sol ni al viento hastiado de la región, es un cuerpo errático deteniéndose en el ajetreo. Cae sobre una roca que se deja vaporizar con todo el tiempo del mundo.

El agua baja de nivel, con los días el sol vuelve a la tierra mostrándola verde y repuesta. Llovió varios meses, si no fuera por los abismos el planeta estaría sufriendo un colapso. Apenas logran verse formas de vida en partes muy reducidas del globo. Alex cuelga de la roca, como una chaqueta secándose al sol de invierno. Abre los ojos desorientado, demora sentándose en la roca, su cuerpo, lo siente repuesto, el primer recuerdo

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Pipas vienen a su cabeza y las últimas palabras que le escuchó decir se repiten. No te preocupes, no te preocupes, entonces una respiración cálida sopla en su oreja y las palabras suenan como si labios invisibles las armaran, no te preocupes, esa frase suena pisoteándose y atraviesa de un extremo al otro la cabeza entibiando sus pensamientos. Al segundo abraza sus rodillas y mira la vereda en lágrimas de impotencia. Ahora está seguro, no verá de nuevo a su amigo Pipastilla.

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con el sentimiento que ahora lo enfría, su compostura está al máximo, roza la línea de la cordura, mantiene el curso por simple necesidad de preservación, piensa en el chico que vio llorando poco antes de que cayera una pared en su cabeza. Se recuerda jugando a la escondida en tiempos de antaño, se imagina solo en un mundo que se destruye. Cae al suelo y la calle golpea su pecho dejándolo inmóvil sobre vidrios quebrados. Está tendido con el cuerpo exhausto cuando el ruido cesa, el horizonte vuelve a estático pasados unos segundos. Cierra los ojos, está muy cansado.

Al despertar, el piso murmura despacio, el cemento que antes serpenteaba quedó desnivelado, al menos el que continúa en la superfi cie. Impedido para ver a más de un metro a la redonda desde su actual posición, se incorpora lento, temeroso del temblor en sus piernas. Una vez de porte completo, acostumbra sus ojos a la luz ambiente. Unas cuadras faltaron para salir de la urbe, corrió casi 15 kilómetros sin descanso y jamás fue un gran deportista. Observa en derredor, tuvo mucha suerte, a ese lugar es imposible llamarle ciudad, quedan algunos edifi cios apenas parados que forman ángulos extraños, ve cuerpos, partes de ellos. Camina por la sangre en riachuelos, piensa en cómo la lluvia desaparece los recuerdos, los cadáveres son llevados a los acantilados por el agua que no para de moverse, la superfi cie es literalmente lavada y virutillada a manos de las nubes, se llevan lo que la tierra no alcanzó a devorar.

Alex, sobrecogido, camina los metros restantes para el límite de la ciudad, va cansado, las heridas en el rostro son lavadas por la lluvia. Caminando se contradice ¿la dejará, igual que los anteriores? ¿Buscar una segunda oportunidad fuera del lugar que lo vio crecer? ¿Guardar el sentimiento terrible que llena sus ojos de lágrimas embotelladas? Estos escombros, parte de sus ilusiones, pudriéndose en la lluvia.

Antes de dejar la ciudad mira el parque, buscando unos juegos infantiles que pasaron a ser edifi cios horizontales; agobiado por recuerdos puede verse en los columpios, bajo la

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anaranjada y danzarina llegándole de costado con las velas que sacó de una capilla abandonada a cuadras del galpón. Este día va mejor que los pasados, sigue sin soportar la decadencia estética pero comienza a aceptar lo sucedido. Parece que llega a su fi n la sociedad que criticó con insistencia. Esto puede ser lo mejor en siglos, la única forma de que el ser humano se dé cuenta, es imposible crecer y crecer sin idea, dominamos al mundo, fuimos los más grandes y la tierra con un movimiento nos devuelve a los inicios demostrándonos que no somos importantes. Espera que junto a él los demás sobrevivientes aprendan la modestia, estas ciudades se hicieron tan grandes… Mientras camina hunde sus ojos en el suelo, bolsas de plástico, envases de bebida, el cemento agrietado sostiene sus pies repletos de plástico. ¿Se puede empezar de cero con tantos recuerdos?

Antes de responderse comienza un segundo remezón y la lluvia incrementa su fuerza, las personas se alborotan, Alex trata de mantener la calma, mujeres pasan corriendo frente a sus ojos, Alex sigue estático, pasará pronto, este no puede ser tan intenso como el anterior o la ciudad caerá a pedazos dentro de la tierra.

Comprende a tiempo que viene en serio, corre esquivando los postes en el suelo, saltando los baches en el piso, los antiguos y los que se forman frente a sus ojos. Está desesperado, atraviesa el suelo húmedo e inestable tocándolo apenas, las estructuras se desmoronan frente a sus ojos, tiene las piernas cansadas y el corazón agitado como el de un gato, pero no puede parar de correr, si lo hace está muerto.

Un autobús pasa volando a metros de su cabeza, continúa evitando cuerpos desmembrados con exactitud milimétrica, a cada paso escala las grietas en el suelo movedizo, su mente fi ja al frente, trata de no sentir, si se deja consumir por los sentimientos ayudará a alguno de tantos que lo piden, trata de no escuchar. El ruido, el murmullo del gigante sigue un tono invariable, si alguna vez creyó sentir miedo estaba equivocado, eran sensaciones mal entendidas, temores básicos comparados

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EL ULTIMO DIA DE LOS SUEÑOS ROTOS

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a otros, los automóviles estancados en una fi la interminable sirvieron de alimento a los abismos nacientes. El sol calentó el asfalto, lo hizo hervir, sus pies avanzaron con difi cultad por el viscoso suelo, lo ultimo que vio mirando atrás fue la botillería de la esquina, se quemaba expulsando chorros de fuego por las ventanas, uno de sus buenos amigos vivía ahí, tal vez nunca logró despertarse. Después de esa tarde sus ilusiones quedaron sepultadas, supo perdidas todas esas noches sobre el techo de su casa mirando las estrellas.

Solo, en una ciudad distinta a la que fue su hogar durante años, destartalada, los árboles caídos sobre las casas, las casas aplastando las calles saturadas de hoyos, donde muchas personas desaparecieron. Saquear los hipermercados y almacenes pasó a ser el único sustento, pero esta idea lejos de ser exclusiva fue utilizada por los demás sobrevivientes, arrasando de a poco con las provisiones. Basta proyectarse para entender que no les durará por mucho. Sin trabajo y sin dinero, así quedaron los habitantes de la ciudad, de qué sirve el capital guardado en los bancos si la urbe está inactiva, cientos la abandonan diariamente buscando mejores oportunidades en las ciudades cercanas, pese a que la comunicación está cortada desde el día del terremoto.

Alex no piensa en irse de la ciudad, convencido de que gran parte del mundo se encuentra en condiciones similares, además el suyo fue destruido, un día bastó para que su familia y amigos murieran. A diario se pregunta qué está esperando, si vale la pena continuar alimentándose de los restos de una ciudad marchita. Los primeros días uniéndose a la multitud saqueaba las tiendas comerciales, llenaba sus brazos de artefactos modernos hasta notar que eran pertenencias inertes, la electricidad se fue y debían acostumbrarse a vivir iluminando con grandes fogatas para escapar de la oscuridad que se toma la noche. La lluvia obliga a cubrirse y el viento levantando el agua a veces impide por completo la posibilidad de luz. Alex demoró en acostumbrarse a dormir sin la ampolleta encendida en su velador, solía leer antes de dormir, pero a causa de un pequeño defecto visual no pudo volver a hacerlo con la luz

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cambiado, las noches son menos peligrosas, no hay tanta gente dando vueltas. El piso sigue moviéndose, ahora sé que está vivo, parece temblar de ira. Los creyentes dejaron la ciudad, dijeron que estaba maldita, que construirían una donde no exista el pecado, era la causa, lo culpaban de enloquecer al mundo, pero el pecado ha existido desde siempre, creo que volverán. Devastamos la tierra, los hombres somos unos petulantes, construimos edifi caciones gigantescas dándole un peso excesivo, hemos arrasado sin mirar la inmundicia que llena nuestras emociones, dejamos de ser una raza con ideales y proyección para convertirnos en parte del pasado, un pasado que nuestra tierra quiere olvidar. Lo que aterra es considerar que la culpa asediándonos es una sentencia fi rmada. Hay algo en el aire, una nueva era se viene encima, el clima esta cambiando, el planeta parece girar mas aprisa; pase lo que pase, no está pensado para nuestro acomodo.

En la mañana, luego de pelearse con la tijera, una de las pertenencias que encontró botadas en la calle, sale del galpón por alimento. La lluvia se convierte en una brisa con el amanecer y el suelo tiembla casi imperceptible. Sale a la luz cubriendo sus ojos con unas gafas hábilmente tomadas de la cabeza de un taxista, ésta atravesaba el parabrisas. Los edifi cios al caer mataron a miles de personas, estaban probados, antisísmicos, ningún terremoto en la historia del hombre podría botarlos, se les olvidó pensar que la historia se sigue escribiendo. La gente corrió esquivando los vidrios que se precipitaban partiendo cabezas, las fuentes eran charcos de sangre, quedaron encerrados en el centro. Alex no sentía miedo, en su barrio las casas eran de dos pisos, así que necesitó preocuparse de abajo y no de escapar a malls grises, funcionó bien hasta que las grietas aparecieron, una línea se armó bajo sus pies como si un dibujante mal humorado estuviera jugándole una broma, esta línea siguió hasta donde sus ojos alcanzaron, se dividió en varias ramas, entonces vino el zumbido, el ruido provocado por la presión y todo se hundió. Alex avanzó en el desastre, los cables se cortaron frente a sus ojos, los árboles levantaban sus raíces como si quisieran unirse al escape masivo, se aplastaron unos

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Basta mover la mano, sólo la tuerzo un poco y al fi n podré vencerlo.

Fue hace tanto la primera vez que lo vi, pero no lo he olvidado, este bastardo, esta basura arruinó mi vida. Cada día le veo, aparenta ser mi sombra, burlándose a cada momento. Estuve tan cerca de sentirme pleno. Es increíble como todo puede destruirse de un momento a otro.

Una noche tuve la fenomenal idea de salir con mi novia. Ella no estaba muy entusiasmada, pero jamás supo resistirse cuando le pedía algo, un abrazo y una idea de la noche llena de diversiones que pasaríamos fueron sufi cientes. Nos fuimos a ver una película, luego a comer, saliendo del restaurante nos reíamos besándonos. La perfección no se le permite a las personas, y de seguro que si la logras alcanzar persiste en forma de un doloroso recuerdo. Caminábamos de la mano llegando a una esquina, el rojo de un semáforo nos hizo detener, los autos pasaban veloces, entonces, la mano de mi novia se soltó forzada, miré pensando que jugueteaba de alguna forma y me sorprendí con que un hombre le tapaba la boca, era bastante grande y ella no podía soltarse. Quise lanzarme contra él, golpearlo con todas mis fuerzas, cuando una pistola se asomó por el vientre de ella. Le pedí al tipo que se calmara, mientras aceleraba su retroceso hasta doblar por un pequeño pasaje. Sacando mi billetera le ofrecí todo lo que traía botándola al suelo. No contento con eso pidió que me agachara preguntando qué hacía con su polola; no pude entender lo que dijo, sólo miraba a mi novia que no podía soltarse. Le pedí que la dejara explicándole que estaba equivocado, él rió burlandose y sonó un disparo, sentí en el sector abdominal un frió intenso, al mirarme, la sangre cubría el celeste del polerón, sabiendo que ya sólo podía optar por la brutalidad, me levanté con las fuerzas que cargaba, mi novia dio en la muralla por un fuerte golpe de la pistola en su cabeza. Traté de ser lo más rápido que pude, pero no fue sufi ciente y antes de golpearle, una segunda bala chocó en mi pecho. Caí lentamente al suelo, vi cómo el sujeto agarró a mi novia que desaturdiéndose muy lento perdió la oportunidad de escape. Luego escuché como ella gritaba en una oscuridad cercana y entre sombras noté que él serpenteaba sobre ella.

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Al recuperar la conciencia me vi de brazos amarrados, asustado traté de zafarme, una silueta se acercó apresurada y reconociéndole encontré a mi hermano, que afi rmaba mi pecho pidiendo calma, diciendo que todo había pasado y que agradeciera estar bien. Lo primero que hice fue preguntar por Victoria, él calló unos segundos queriendo decir sin palabras algo que yo no quería suponer... Al encontrar las fuerzas sufi cientes, dijo que ella no logró aguantar al hospital. Sentí cómo el peso de sus palabras me aplastó hasta triturarme.

Con los días, sacándole cosas a los enfermeros, supe que el hijo de puta violó a mi novia y no conforme con eso la había apuñalado hasta cansarse, y ella… murió en la ambulancia preguntando cómo me encontraba.

Pasé años recorriendo el lugar en donde sucedió, frecuenté tantas calles buscándole, quería vengarme, veía su rostro en mis sueños y sólo quería romperlo en pedazos. Quién lo iba a imaginar, cuando perdía la esperanza, sentado en una banca de Plaza de Armas, lo encontré. Caminaba con una muchacha, yo apreté en mi bolsillo el cuchillo que tanto afi lé para ese momento. Se alejaba, avancé por la ajetreada tarde de sol y le seguí unas cuadras. Fue justo cuando se despidió de quien le acompañaba, en una esquina, pude ver al mismo infeliz que sonreía aquella noche. Me quedé quieto, mis nervios se volvían explosivos, quería lanzarme sobre él y desfi gurar esa sonrisa que permanecía en mis sueños, pero me sobrepuse. Le seguí aún de cerca, hasta que encontré la calle precisa. Sabiéndolo como el momento esperado, me acerqué a él, que dando la vuelta recibió el cuchillo en su estómago. Me entrené para ese momento, no me costó nada botarlo al suelo y una vez sacando el cuchillo, lo puse en su garganta...

Ahora, lo tengo donde debe estar, ya es incontrolable.

–¿Te acuerdas de mí?–¡Suéltame, no tengo dinero!

–Bueno.

Sus pupilas se dilatan cuando hundo con fuerza el filo y lo degollo.

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En el aire, sobre los departamentos, una gota cae, se precipita a metros del suelo donde un centenar de personas deambula entre los escombros, de lo que hace poco era el centro de la ciudad. Esta gota es acariciada por el viento, mantiene el rumbo hasta desmembrarse en los párpados de un joven que sentado sobre el techo de una casa destruida mira el infi nito pensando en qué vendrá.

–Lo que nos faltaba.

Otra gota golpea el suelo, tras ella una legión, el joven guarda en el bolsillo de su chaqueta la libreta que mantenía abierta en los muslos, después levanta el cuerpo para caminar descendiendo los escombros. Llega a la calle y mantiene el paso, detesta la lluvia, esta puede durar semanas. Aprendió a desconfi ar del agua, la culpa de las desgracias, si el suelo no puede tragarnos de seguro ésta nos ahogará. Piensa apurando el paso, su cabello se humedece y cae sobre la cara, engrasándola, tapándole la vista, pero esta será la última vez, lo cortará llegando a la nueva casa. A los metros de caminar bajo la lluvia llega hasta un galpón que fácilmente pudo hacer de bodega en sus mejores años, ahora el óxido se apodera de la estructura, como gran parte de la ciudad parece estar pudriéndose de a poco. El portón luce un gran candado, apoya el pie con determinación abriéndole unos centímetros, siempre escuchó que por donde entra la cabeza cabe lo demás; la primera vez en el galpón lo supo comprobado. Avanza en plena oscuridad, logra sentir el abrigo empapado arrastrándose contra el piso, una luz titilante ilumina el rostro del joven, se echa sobre el colchón que extirpó bajo la estructura de su casa, fue lo único que pudo rescatar, lo demás se perdió en los escombros, en alguna parte estaba su hermana. Se acercó a la vela abriendo la libreta que traía en los bolsillos y comenzó a escribir.

La ciudad semanas atrás fue destruida por un movimiento en las placas terrestres, algunos lugares sobrevivieron al derrumbe, los demás son saqueados por los que quedaron, a veces se encuentran cosas interesantes. Esta ciudad ha

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–¡Sabías que te encontraría!

Destrozo su pecho mientras él clava la vista en mis pupilas y su rostro, ¿qué pasó con su rostro?

–¡Alto ahí!

Dos hombres, sacando sus placas, se acercan.

–Su cara... para de sangrar maldito cuchillo, era...

–Date vuelta mierda, que no me quiero ensuciar las manos

–No pueden hacerme nada, él me la robó, él... pregúntenle...

era tan bella... estoy vacío.

–¡Cállate! Te dije que lo íbamos a agarrar.

–Pero… tuvimos que dejar que muriera otro.

–Eso da lo mismo, uno más, uno menos.

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ABISMO

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CUESTIONAMIENTO

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entiende nada.–No sigas, bueno.–Tienes razón, creo que estamos perdiendo el tiempo.–¿Eso crees?–Por supuesto.–Entonces, nos vemos.–No lo creo.–Yo tampoco quiero volver a verte.–¿Sabes qué más? ¡Chao!

Dio media vuelta alejándose, ella también, dando la espalda miraba la calle.

Siempre la misma, me tiene aburrido, voy a llegar a la casa a tomar lo primero que encuentre.

Que sea siempre tan cabeza dura. Voy a borrar su teléfono y que se quede solo, estoy cansada de tratar de arreglar las cosas.

Seguro que anda con alguien, si las minas no terminan con uno si no tienen otro seguro, ¡puta! se quedó con mi trabajo

en la mochila, la voy a tener que llamar más rato, ay amor, por

qué eres tan cabeza dura.

Mañana teníamos que ir donde su tía, siempre la misma,

peleando antes para que no vaya con él, pero si llama le voy a

dejar las cosas bien claras.

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Estoy llegando, pero él no esta, quizás lo decía en serio y no quiere volver a verme, tal vez está metido con una… ahí viene.

Ahí esta, pero no puedo tirarme encima de ella como si nada ¿Por qué está todavía? Quizás ni se ha movido, cresta, no miré atrás en ningún momento, a lo mejor la dejé hablando sola, a lo peor, y está esperando para terminar en serio.

Se acerca, pero ni mira, espero que no venga a seguir peleando o pedir algo que le tengo, no sé que haría, y si viene a terminar defi nitivo, y si se devolvió porque esta calle le sirve para ir donde un amigo, me voy a hacer la loca.

Sigue donde mismo, debe estar enojadísima, ni me mira, ¿Qué pasa hombre? Tú sabes lo que haces o al menos lo intentas, que sea lo que sea.

–Hola.–Hola.–Y…–Y qué…–¿Cómo estamos?–Parados.–¿Me esperabas?–¡No! Y tú venías a hablar.

–Sí, vine a decirte que es un error.

–Mi amor, no se preocupe, lo perdono.

–No dije que fuera error mío.

–Entonces, viniste a decirle a la estúpida que se disculpe.

–Tampoco es tu culpa, fue mutuo.

–No me cambies las palabras… y yo te iba a pedir que siguiéramos.

–Sí po’, como si todo fuera tan fácil.

–Bueno, no sigamos, ya me olvidé.

–¿Ya te olvidaste de mí?

–Ha pasado media hora, no hables huevadas.

–Tienes razón, quizás con diez minutos más.

–No seas estúpido.

–¿No puedes parar, cierto? Siempre tan bruta.

–Yo, siempre ¿no? La bruta, la estúpida, la hueona que no

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Todo viene a ser más dulce, debería pensar en quedarme sin nada en la cabeza, que el interés que me toca sólo deje de querer hacerlo, permitiéndome volver a escuchar cómo los ruidos encarpetan, dando vueltas como si te adoraran, hay para todos y me muevo de tal forma que el sonido impregna. Relaciona la vida por que si no le das vueltas sueltas te dejará callado, las estatuas provechosas de la viña de la Hernández, intendentes de las casa blanca risueña, como quiero que te comas la puerta, de la pelota amarilla que voy a los muralla por lo que, que los Martini con dos hielos.

Que hueá fue eso, estos tipos que se meten de pronto, con personalidades que a veces disgustan, por qué no se puede estar callado sin estas mariposas empolvadas que mariposean y me persiguen.

Qué pasa, mantén una idea hueón, una sola, no trates de abarcar tanto o los demás se van a meter, que ahora manejes los hilos no quiere decir que siempre vayas a estar a la cabeza, hay que andar con cuidado y no se puede estar seguro de uno mismo cuando no se conoce cuántos mismos están esperando ese momento de distracción para entrar a la conciencia y manejar el cuerpo que nos pertenece.

Nunca ha sido tuyo

Me dejas tranquilo,

pensaba

Lo dije para

aclarar el punto

Cálmate, Cálmate

Está tratando de descomponerte

porque sabe

que en los momentos

de crisis él es dueño

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¿Tú quieres calmarmepor la buena onda?

Soy sincero,perdiste el mando otras veces

Qué buenos son todos,cómo se preocupan por mí

Por supuesto

Se te ocurrealgún disparate vamos al cajón

Excelente,uno cuerdo

Entiendan la situación

¿Situación?

Creen que voy a dejarque posean mi mente

Son pensamientosideas que puedo arrancar

los puedo destruircuando se me antoje

no me da penaextinguir lo creado

no afectasi vuelven a incomodarme

cuando no los necesitelos buscaré en mi memoria

sacaré cada recuerdo

No podríassomos tanto sin ticomo tú sin nosotros.

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–Creo que perdemos el tiempo.–¿Acabas de notarlo?–Hablo en serio.–Yo también.–¿Y entonces?–Nos veremos.–Supongo, la ciudad es chica.

Se separan, ella camina lento, pero seguro siguiendo los pasos que le llevaron al lugar.

Tiempos de mierda, piensa él disgregándose y con la cabeza llena de aire caliente, esa frase le llena.

Debo aprender a callar, reconocer los problemas antes de botar palabras nocivas, la quiero tanto.

Él lo quiso, no sabe tratarme, todavía soy joven y tengo tiempo de mi lado, debí dejarlo hace tanto, no han servido de nada todos estos años, si quiere tanto a sus amigos que se quede con ellos, no seré yo la que siga molestándolo, voy a buscar a alguien que sepa apreciarme y qué… voy a hacer sin ti.

De momento los dos frenaron dando la vuelta.

Esto se puede arreglar, es una discusión, nada más, voy a volver, seguro que está por ahí todavía.

Caminaron a paso rápido para volver donde estaban.

Por qué no voy a poder presentarle a mis amigos, aunque debe entender que no lo hago para cagarla, sólo que me siento raro cuando está, pero no es que desconfíe, sólo que… ¿con quién mierda hablo?

Está bien, tal vez le pongo de más, todos merecemos vida privada y nunca ha molestado cuando salgo con mis amigas, se preocupa siempre por mí, pucha, por qué nos complicamos tanto, si nos queremos.

Cuando nos encontremos le voy a decir que la quiero, voy a decírselo todos los días, a cada rato, ya tengo ganas de besarla, esto me pasa por apurón, ¡apurón! Siempre la quieres

de primera.

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Prefi ero dejar de ser yoNo quiero que vuelvana entrar cuando pienso

Termino hasta los huesosen patrañas

¡Yo nunca entro sin que me llamen!

No lo decía por ti

tú no te preocupes

Siempre es así,

atacas a todos,

yo ni molesto,

no aguanto más

¿Crees que no sufro?

Es la intención de defensa

más estúpida en semanas

Déjalo tranquilo,

él tiene razón

debemos organizarnos

mantener una cordura

que roce lo normal

intento pasar desapercibido

no parecer

cagado de la cabeza

Está bien

algo saldrá

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TE AMO MI AMOR

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bueno ahora lo he pensado bien, muy bien y creo que… mira, acá no nos hemos enfermado nunca y estoy seguro de que algo se puede hacer con esos colores, después de todo, nada está puesto porque sí y bueno. Cómo te verías de tío. No lo intentábamos, pero qué puede salir mal, tendremos compañía y alguna vez hay que salir de esta pieza. Por ahora estoy completo con mi querida mirando los colores desde la ventana. No quiero quedarme con una palabra cortada y estas pilas se acaban, dejémoslo hasta acá, espero que estés bien y adoraría que pudieras verme. Estoy feliz hermano, estoy en calma y dispuesto a seguir, ¿cómo sabes si con el tiempo tenemos una fl otilla de personas viajando entre los colores? Adiós hermano,

alguna vez nos volveremos a encontrar, vas a permanecer en

mi memoria hasta que me dure la cabeza, por ahora, un abrazo

y nos vemos.

–Camilo–¿Qué pasa mi niña?–Estás llorando.–No es nada, me despedía del mundo.–¿Te duele mucho?–Un poco.–Si quieres, puedo ayudarte.–Gracias a ti estoy justo como quería.–Mentiroso.–En serio. ¿Qué puedo necesitar?–Dame un beso.–Podemos empezar con eso.

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SI PUDIERA

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un pie apoyándolo en el pasillo que desapareció, lo devolví pisando el marco de la puerta y observé que donde hubo una muralla, un edifi cio, una ciudad, ya no existían nada más que colores en el espacio visible, colores y más colores, gamas de ellos que parecían devorarse formando más tonos, el espectáculo era describible como un arco iris esférico que nos cubría por donde se mirara. Al ver lo sucedido fui a la ventana encontrando más colores, una inagotable gestación de tonos que se descomponían a si mismos. Sucedió, realmente nos habíamos alejado.

Casi 20 años han pasado según este reloj que todavía conservo, de verdad era bueno hermanito, y yo pensé que me las estabas agarrando. Conoces parte de la historia, pero preferí narrarla, así aprovecho de recordar lo que sentí. Bueno, revisando algunas cajas cerradas bajo la cama encontré una vieja grabadora que la Carla dio por muerta, le arreglé unos cuantos cables, le puse las pilas del personal y mágicamente la arreglé, puse harta paciencia, demoré unos días para dejarla funcionando, pero quedó en excelente estado, la estoy ocupando para contarte esto, por que debes imaginar que no puedo ir al centro a comprar pilas recargables en oferta. Sé que quizás nunca llegues a escucharlo y la verdad, desconozco cómo te encuentras, pero debía despedirme de alguna forma hermano, decirte que no he vuelto a estar mal, nunca. Te dedico estos minutos para dejar los recuerdos limpios y tenerte bien en la cabeza. Estos años han sido buenos, a veces nos sentamos en el umbral de la puerta a ver el espacio, no es fácil aburrirse, estamos días enteros sentados ahí, abrazados sin necesidad de hablar. El hambre nos abandonó en este lugar, no sé por qué y Carla tampoco lo sabe, la verdad es que ella está igual de sorprendida con este sitio, pese al tiempo que ha pasado sólo tengo unas cuantas canas, he envejecido unos 2 años. A veces siento que siquiera dependemos del aire para vivir, pero aún respiramos y estamos vivos, estoy seguro de eso, porque algunos procesos no cambian. Sé que hablar con esto puede ser una estupidez, pero creo que debo contarte algo, recuerdas que siempre dije que no pretendía dejar nada en ese mundo,

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de tomar sus labios y los brazos cayeron apoyándose en sus caderas, creí que había fracasado, pero cuando volteó, pude ver cómo las lágrimas, aún bajando por su cara, dibujaban una sonrisa. Se acercó y agachándose sacó una botella bajo la cama, me senté tomando sus manos entre las mías, ella temblaba sin decir una palabra, dejó la botella en el suelo, soltó sus manos poniendo la copa entre las mías y tomando el aguardiente del piso diluyó nuestras sangres llenando la copa.

–¿Estás seguro?–¿De qué…?–De lo que viene.–¿De qué se está seguro?–¿Podrás dejar todo?–No podría dejarte ir.

Pidió que bebiera, la besé y empinando la copa tragué la mitad del contenido, la entregué y ella bebió el resto sacando con su lengua las últimas gotas; al terminar botó la copa vacía al suelo, luego me miró sollozando y acercó sus labios cubriéndome de besos. Tomé aguardiente antes, varias veces, pero el efecto que provocó aquella vez fue irreproducible, alteró la percepción del espacio, sentí todo alrededor respirando y antes de que empezara a complicarme por entender, me dejé llevar respondiendo a las caricias y nos revolcamos hasta que perdí la conciencia entre sus brazos.

Al despertar aún estábamos abrazados, estaba contento, no sabía qué esperar de la mañana, esa noche fue como meterse entre varios sueños a la vez o unas buenas cucharadas de Don San Pedro. Mentiría, nada se compara a las sensaciones que me atravesaron esa noche, ni borracho, ni psicotropeado estaba, o al menos no con sustancias que reconociera. Salí de la cama depositando su brazo sobre la almohada y me vestí para comprar algo que desayunar, todavía sentía el gusto metálico de la sangre dentro de la boca y de pie creí que la cabeza no me acompañaba, pero estaba ahí. Agarré la mochila y saqué unas cuantas monedas, la miré, todavía dormía tendida en la cama, abrí la puerta despacio para no despertarla y saqué

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El sol, poderoso, penetra insolente por una ventana de cortinas azules. Su rayo crea fi guras en la muralla, siniestras por el viento y la oscuridad del lugar. En medio de la pieza, un hombre postrado en cama de sábanas amarillentas. La baba seca en la parte baja de sus labios, el rostro en actitud relajada es acompañado por un grave ruido, corazón artifi cial. El techo de materiales livianos no representa una diversión, menos aun puede ser el centro de una vida, él observa. Mueve la pierna cada media hora en acto refl ejo, del cual sólo una mosca que gira estrepitosa se percata y aprovechadora revolotea sobre el rostro tieso, metiéndose en las cavidades y extrayendo lo necesario, se revuelca saboreándose.

Cada vez que noto la luz escapar por la ventana entiendo que los días pasan, queriendo contarlos supe que eran demasiados y preferí olvidarme de que aún vivo. No lo he logrado. Me gustaría poder afi rmar en las manos una pistola y disparar un balazo certero a la cabeza, que persiste con tenerme acá; hasta con una cuchara destrozaría mis venas. Aunque si pudiera, faltarían las ganas, debí hacerlo mientras pude. Pero, era tan joven, cómo pensar que esta cabeza fallaría y mientras lo recuerdo, quiero golpear este rostro que no puedo articular, cansado de escuchar a mi madre rezarle a un dios celoso. Con tanta creencia pasa horas entregada a su fe; al terminar besa mis manos y mi frente para esconderse a llorar sobre la cama tras mi muralla.

Al mover un dedo sería persona, pero no puedo ni alterar mis ojos fi jos en el techo. Dejando de verlo, escucho todo, como un animal desarrollado. Siento los pasos del doctor venir cada cierto tiempo a decir que estoy estable, pero que no puede garantizar la salud, puesto que en mi estado puedo mejorar mañana o estar hasta los ochenta postrado en cama. Si supieran que entiendo todo, lo dirían en otra habitación. A veces mi madre calla al doctor y se lo lleva a la cocina como sabiendo que escucho o queriéndolo creer, al rato vuelve y me lava. Lo sé porque puedo sentir cada fragmento del cuerpo, eso es justo lo que cuesta comprender ¿por qué siento? ¡Para de funcionar corazón, quiero morir! Es una tragedia pensar

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en el no–pensamiento, todos los días revolcándome en los recuerdos, riendo como un maníaco sin que nadie escuche.

Cerebro desgraciado

¿Tanto necesitas sobrevivir?

¿Cuándo te detienes?

Si vuelvo a moverme, vagaré por el mundo, fumaré unos pitos de medio metro en alguna playa repleta hombres y mujeres. Bailaré como un niño, sin buscar la depresión.

Lloré por tantos absurdos, me eché sobre la cama en esta misma posición por perder un trabajo, pasé días rompiéndome la cabeza con tanta barbaridad existencialista que al fi nal no llegó a ser, quise alejarme, diferenciarme, pensé en tantas cosas y sólo hay que dejar de pensar, ahora quiero dejar de pensar.

...Vip, vip, vip

El tiempo pasa, en la pieza, el aire pesado rompiéndose con la respiración de un hombre, puede verse, denso y repetitivo. Los muebles empolvados dejan escapar cierta despreocupación, dejándose ser una cama, el hombre de barba crecida tiene los ojos afi rmando al techo, desgastado escucha risas provenientes del primer piso. Sintiéndose en la conversa, repite los diálogos, disfrutando la tibia respiración de unas palabras que no le pertenecen, frases que jamás saldrían de sus labios le llenan de dicha, se imagina sentado en el primer piso riendo por trivialidades que siempre reprochó. Ya nada es tan grave, se divierte tratando de mover sus atrofi ados músculos, repitiendo que es un muñeco de palo y que su anciana madre viene a manejarlo cada día, dichosa de verle ahí.

Adoraba cantar

Adoraba escribir

Adoraba...

¿Cuántas cosas no pude hacer?

¡A la mierda!

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–No cariño, quiero decir de todo esto, sabes que ya es insoportable, si no fuera por ti creo que habría explotado.

–¿Entonces?–Lo logré, sé cómo hacerlo.–¿Y te vas?–Imaginé que me acompañarías, este lugar terminará por

tragar nuestros sentimientos, nos alejará.–Quiero arrugarme a tu lado, lo sabes.–No sé donde iremos, sólo sé que no hay vuelta.–¿Dónde fi rmo?

La vi sonreír, eso terminó de convencerme, por más

temor que sentí a raíz de su propuesta, era inevitable hacer lo

que pidiera; imaginarme sin ella fue terrible. Revolvió su bolso

buscando entre papeles hasta encontrar un cuchillo, lo puso

en mis manos y dijo que necesitaba un poco de sangre. Ni un

segundo llevé la contra, era lo que necesitaba. Nos sentamos

en la cama, corté mi brazo con rapidez y certeza para sentir una

leve picazón, ella sacó una copa metálica que guardaba bajo la

cama y la acerco a mi brazo para llenarla limpiamente, tomó

el suyo e hizo el mismo ritual, luego pidió que me recostara

y bajé rozando toda su espalda hasta apoyar las manos en

la sábana. Levantándose, agarró unos libros sobre la mesa,

comenzó a recorrer las páginas y sacó una bolsita repleta de

polvo grisáceo guardada entre uno de ellos, abrió la bolsa y

comenzó a esparcir el polvo por los rincones de la habitación

mientras leía unas frases inentedibles del libro que se movía

serpenteante entre sus manos, yo miraba aún sin entender,

pero confi aba en ella, debía esperar. Terminó de esparcir el polvo por el cuadrado que formaba la pieza, dejó el libro en el suelo y miró con una leve mueca de conformidad en sus labios, apartó la mirada recogiendo un cuaderno que sacó del bolso, una especie de alabanza salió de su boca, una plegaria que hacía correr lágrimas por su rostro. No pude entender nada de lo que dijo, no sabía si eran palabras las que articulaba, tuve ganas de acercarme y abrazarla, pero continué tendido, ella estaba en lo suyo, no debía interrumpirla.

Seguía con los brazos al techo, de pronto el sonido dejó

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La relación se tornó envolvente. No nos parecíamos mucho, sus creencias eran distintas, pero sus bases sólidas, son pocas las personas que pueden decirlo sin darse cuenta después de unos meses que todo era una mierda, apurados para llegar a ninguna parte, rompiéndose el lomo esperando a que alguien los descubra, recibiendo la plata mensual para comprar la mercadería, pagar las cuentas y con suerte alcanza para un vino o algún estimulante para olvidar lo que viven. Tuve suerte de encontrarla y que no fuera como una comida deliciosa olvidada a los minutos de digerirla o persistente como un asqueroso dolor de guata.

Una noche le pregunté si moriría por mí, dijo que no servía de nada, mejor su vida para mí y resaltó que a eso estaba dispuesta. Es fácil morir, ser un mártir, asesinado por una bala directa a lo que te interesa, pero vivir peleando, eso duele, sobretodo cuando lo buscado se fue más allá del aguante. Esa noche, después de unas cuantas pastillas, se quedó recostada a mi lado, dijo que me relajara, sin decir otra palabra me mostró como salir de esto, esa tranquilidad que solo de ella podía recibir, en carne y también de otras formas. Hablamos mucho; aunque tengamos diferencias vamos a lo mismo, recuperar la magia pérdida, capturar la calma e insertarla en la cabeza, de donde no volverá a escapar. Estaba seguro de alcanzarla, respiraba hondo, solo y evitando el bullicio de mis neuronas agitadas, sin saber si viviría lo sufi ciente o si ya había vivido demasiado.

Hasta que llegó la tarde esperada, me llevó adonde vivía. Era un departamento de varios pisos, ella arrendaba una pieza. Entramos a su hogar, unos cuantos libros sobre la mesa, una radio con amplia colección de discos y una cama, lo de costumbre cuando se pasa poco en un lugar. Me miró directo a los ojos y habló.

–¿Puedo decirte algo? Yo no te busqué.–Sólo nos encontramos. La única forma ¿cierto?–Antes de conocerte, investigaba como abandonar este lugar.–Vamos a mi casa, ahí nos arreglamos.

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Estoy acá y me cuida la única persona que se ha mantenido, ella desaprovechó la vida, pero fue su elección. Yo habría cortado la corriente, jamás desperdiciaría la vida por una planta, por ella trato de morir pronto. Si supiera cuánto agradezco sus historias. Quiero poder demostrarle cuanto la aprecio y, si de algo me arrepiento, es de no expresarle este inmenso agradecimiento.

Las risas se disipan, un cerebro cansado deja de esforzarse.

Por fi n sucede, unos segundos y todo acaba, descansaré en tradicional caja de madera.

Se escucharon pasos en la escalera, luego un fuerte grito.

–¡Llamen a la ambulancia que Francisco se está muriendo!

La casa se alborotó, pudo escucharse como marcaban un número en el teléfono, pasos pesados venían por la escalera.

Mamá, mamá... no te preocupes, todavía estoy acá.

–¡Francisco, responde!

La mujer observa con las pupilas encendidas el rostro tieso cuando la puerta se abre.

–Carmencita, tranquila, ya se fue.

El hombre mira el cuerpo, dejándose oprimir por una mujer que llora desconsolada.

¡Mamá, escúchame, estoy acá, escúchame, por favor, sigo aquí!

Mi cuerpo debe estar hediondo, siento como soy comido por miles de bichos que no puedo ver, está muy oscuro ¿por qué aún siento? Estaba todo bien, esperar un tiempo y dejar de sentir. El dolor es asqueroso y no puedo dejar de sufrir. Estoy pudriéndome y ya no puedo pensar, duele tanto, tanto.

Cerca de ahí, unos metros más arriba, puede verse la silueta de una pareja depositando un ramo de fl ores en la tierra. El hombre apoya las manos en la espalda de la mujer, ella pierde

la vista en el cielo.

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–No me pude despedir...–Él está bien, no lo dudes, seguro puede escucharte.

El viento se lleva las palabras y las personas se alejan entre los nichos y las fl ores.

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se detuvo, de tal forma que un segundo de largos minutos fue necesario para dejar pasar el veneno entre nosotros activado.

–¿Vives solo?

–Vivo con mi hermano, trabaja de noche y no llega hasta

como las cuatro.

–Es una lastima que deba irme.

–¿Debes?

–Tengo mucho que pensar, además creo que hay tiempo

para nosotros.

–Estoy desocupado por ahora, dime cuándo y dónde.

–Mañana donde mismo.

–Afuera del hiper o acá.

–Lo primero, como a las siete es bueno.

–Que así sea

La acompañé hasta la reja sin cruzar palabras, estaba confundido, no era normal que se me acercara alguna mujer, no era normal que se acercara alguien. Nos despedimos con un suave roce de labios y dejando de jugar con los dedos en la reja, acarició mi rostro y se fue.

Nos vimos ese día y muchos más.

Una tarde, a los pies del cerro, ella fumaba una cola y yo apoyaba mi cabeza en sus piernas, me gustaba hundirme en ella, era como un niño dibujando, era como un niño jugando en los pechos de su madre. Esa vez le dije que fuéramos a su casa, ella nunca la mencionaba, supuse que no le agradaba ese lugar. Calló un instante, luego dijo que sólo me llevaría cuando estuviera seguro de lo que sentía por ella. En ese tiempo no le tomaba importancia a las cosas, salía hace poco de una necesidad patética de crítica, de bajar a los otros para apoyarme en sus hombros y pisotearlos. Ella me mostró que al dejar de opacar a los demás, vuelves a las raíces olvidadas de tu persona, no hay nada que ocuparte por ti y por los tuyos. Estaba decidido a no estar con nadie antes de conocerla, aburrido de convivir por carne o miedo a la soledad. Empecé a dejar otras juntas, no me daban ganas de estar con nadie, era todo lo deseado, partía el día por verla y lo acababa por poder volver a empezar.

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–Si incomodo puedes decirlo.–No, no molestas, para nada, intento comprender

qué haces acá.–Te seguí por tus ojos.–¿Qué, te gustaron?–Sí… los quiero para mi colección.–Mmm…

Cambió el rostro de tal forma mientras lo decía, que no supe si reírme o agarrar el cuchillo más cercano.

–Estoy bromeando, no te preocupes.

Sonreí

–Llegaste hasta acá por que me viste comprando y querías tomar un poco, se entiende.

–Siempre me dijeron que dejara a los impulsos. Imagino que suena a cuento barato ¿cierto? he pasado de lado en lado por divertirme y que lo diga así, no signifi ca que la pasara mal, pero

hay situaciones donde los amigos no sirven.

–Te entiendo y debo decir que verte ahí fue… una

refrescante experiencia.

–No te quiero recordar, quiero conocerte. Miré de reojo y te

notabas atractivo, además me gusta tu estilo y con eso ya tienes

algunos puntos.

–Interesante, pero si se trata de ganar puntos, no

me importa.

–Tranquilo, no voy a califi carte, espero que sea imposible.

–Comenzamos mal, ahora voy a pensar que estás

analizándome.

–Vamos, no seas tan rudo, se nota que no eres así. Puedes

acercarte un poco, eso, dame un beso.

Sus labios son carnosos y humedecidos alcanzan sincronía con su lengua, haciendo de cada uno como ese primero, en el que conocí su ritmo y me dediqué a seguirlo. Como cada vez es distinto, la diversión y la dependencia corren por parte del ingenio. Ese beso duró un buen rato, a cada suspiro le pedía no detenerse, armando una muralla entre pasado y lo que venía. La carne albergaba más de lo podido por los ojos y entonces

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SIN TI

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La conocí una tarde de Mayo en el hipermercado, venía del trabajo con las piernas punzando. Sin prestarles atención a ellas ni al zumbido histérico de la cabeza llegué al pasillo de licores, buscando un corto circuito y decidido a gastarme el almuerzo del día siguiente en el ron más barato.

Llegué al pasillo 24, al asomarme vi a esta mujer de cabello rojo, empinándose una botella de cerveza. Quedé congelado, dejándome seducir por quien ni lo intentaba. Acabó la cerveza y limpio su boca con el mismo brazo que cargaba la botella, me miró, sonrió con un lado, dejó la botella en la estantería y marchó como sólo una diva puede hacerlo. El tiempo se detuvo hasta que salió del pasillo, no traté de seguirla, habría sido una ridiculez. Mejor a lo que iba, coticé los precios, aunque con la plata que cargaba apenas elegí entre Jamaica o Silver. Pasé por la caja y doné unos pesos al Hogar de Cristo, la buena acción del día, la que no cambiaría mi situación ni la de nadie en absoluto. Tomé una bolsa y envolví al Silver.

Al salir del hiper bastaron pasos para notarla afuera, sus piernas decoradas de cuero negro, una apoyándose en la pared y la otra en un cigarrillo que acababa de fumar. Seguí de largo rumbo a casa, un extraño personaje en la cabeza repetía que ella me esperaba. Quise volver y preguntarle, sin intención de desacreditar, es sólo que a veces falla. No tuve el valor, continué sin mirar, obligando a los pies desobedientes por costumbre.

Llegué a casa, abrí la reja y caminé hasta la puerta, antes de cerrarla escuché un grito. Ya imaginaba lo que vería cuando la entreabriera. Era ella, esperaba afuera del hiper y me siguió. Fui a quitarle llave al candado, la dejé entrar, caminó adelante sentándose en el sillón, yo iba mirándola de atrás, era hermosa. Su espalda cubierta de una camisa apretada de color oscuro dejaba ver su nuca. No sé cómo la deje entrar, jamás lo acostumbré, el deseo puede ser poderoso.

Me senté frente a ella que sólo miraba, le ofrecí ron y le eché dos cubos de hielo a cada vaso. 1, 2, 3 vasos, un disco por acabar y ninguna palabra en el aire, se recostó sobre el sillón para al fi n hablar.

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El invierno se acaba, puedo ver las fl ores en el suelo, tiradas por las últimas lluvias del año. Voy tiritando, creyendo que el viento se cansó de la ciudad, salí con ropa liviana. Parece que distraído cargue su material fetiche y jugueteando entre las fi bras obliga a pensar en cualquier cosa, menos que tengo congeladas las manos; el frío vuelve, otra vez dándose a relucir. De horas mantengo un curso que no reconozco, preguntaría ¿por qué sigo caminando?, pero a preguntas tontas respuestas imbéciles, trago aire. Frente a mis ojos pasa una fl or, sonriendo sigo el viaje, cae al agua y se desliza sobre ella, se ahoga, azahares en el charco y el árbol que de él bebe, acerco mis dedos al agua para ordenar su frazada de fl ores. Esta parece doble por el refl ejo y al apoyar mi mano veo como toca a otra bajo agua. Pruebo con el dedo tras la superfi cie, lo muevo en círculos, el refl ejo está siguiéndome, juego con un dedo que parece distinto. Acerco la cabeza, trato de ver mejor y sorprendo a una mano delicada, femenina. Cautivado saco la mía, la otra se queda como si refl ejara algo, apropiado de un ángulo amplio sigo los brazos bajo el agua y encuentro el rostro de una muchacha que parece sorprendida, muevo la cabeza, cierro los ojos.

Todavía esta ahí, una suerte, se ve hermosa, sonríe acercando sus ojos investigadores a la superfi cie del charco, parece salir del agua, decido acercarme. Ella retrocede y logro ver como levanta su torso, parece que estuviera agachada donde yo estoy. En refl ejos veo el árbol y las fl ores y ella otra vez. Ahora parece confundida, acerca su rostro, no quiero preguntar lo que pasa, sólo se acerca, parece real, aseguro recordarla en sueños, es... es mi amada que se acerca sin temor, sus labios a mí. Cierro los ojos, el cuerpo se congela al instante y una electricidad acogedora penetra los labios pasando a prisa a todo el cuerpo. Sus labios rozan los míos, puedo sentirlos y parpadeando veo abrir los suyos, sin dejar el roce nos miramos, dichosos, llenos de una inmensa felicidad, es como estar solos en una pieza oscura, siento su respiración a mi lado. Finalmente todo está en orden, la encontré.

De pronto la duda se apropia de mis emociones y

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torpemente suelto sus labios. ¿Qué hice? En el agua se crean ondas y él se desarma. De entre su desdoblada silueta aparece una mano, directa a mi rostro, lo acaricia con suavidad. Sus facciones son indefi nibles ahora y su mano simplemente se desintegra, como si fuera hecha de rocío que lleva el viento, sin alcanzar a tocarla se funde con el charco. Lo estaba besando, ahora no puedo verlo, él estaba ahí. Distingo deformado un cuerpo que se arma repentino, puedo ver ojos. Los reconozco como míos, estoy sola, refl ejándome en un charco de agua. Trato de entender, me levanto embarrando las zapatillas en el agua, mi refl ejo se multiplica rodeando las suelas.

Sé que acabo de aprender a extrañar, pero siento no poder comprender lo que he perdido.

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ESFERA

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24 DE MARZO

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la especie. ¡Estrategia! Acostarme a soñar y despertar. Malas

ideas, porque todo lo que se ocurre no es ni una parte de lo que

necesito y aunque me siento parte del mundo, no puedo captar

mi palpitación. Es hora de parar de pensar.

El rostro de la ventana mueve los ojos haciendo una

mueca, quiere agradar. Defi no los huesos como un lugar duro de centro blando, donde no pretendo ir cuando me rompa una pierna. Es una motivación desembocar como pensamiento en tu cabeza, pero no es más que una burla, es como un chocolate de licor o la primera snifada para volver a la puerta, a la muralla y la falta de elocuencia, en San Agustín o en Santiago la revolución prende y arden los lectores parasitarios ¿a quién le importan tus ideas esta noche? ¿Quizás en la pantalla alguien responda?

Cuando te conocí tus pupilas estaban dilatadas y una pareció achicarse saludándome, fue bueno y como una lengua te saboree hasta que te molestó mi aliento. Me gustaría contar contigo para esto. Calambres descomponen mis nervios, siento que soy una prieta, tengo el corazón como jalea y le da con palpitar como luz estroboscópica de discoteca y todos a dormir, otros a psicotropearse y continuar.

Miró el suelo y fue tranquilo 48 horas, escapó cerca de la fantasía, creyó que era el único en el universo con derecho a pensar, minimizó a los demás seres y sin aviso convirtió su tremendo poder en armas, jamás tuvo la decencia de explicar por qué calcinaba los campos o destruía las maravillas que creó en otros tiempos, acaparó lo que tuvo a la vista, se hizo gigante… y se encerró.

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mundo demoro bastante rearmándolo. Los hombres no somos importantes, comprendiendo nos liberamos para estar mejor, nada es tan duro, la vereda está ahí, va a atravesarte la cabeza y no dolerá.

Pienso en amigos, revivo historias, imagino situaciones. Hoy, sin ninguno en los bolsillos, camino hora y media después de esperar una por alojamiento, estoy cansado y recorro calles buscando una cama para depositar los huesos. Creo que dejaré esto pronto, no tengo cobijo en la ciudad, quienes me quieren ya la dejaron, estoy solo acá y sigo saludando a los transeúntes, tratando de revivir años buenos, cuando fui apreciado. Otro día en mis dolores, las respuestas se acaban y vuelven a acabarse, fuera del alcance siempre y al decirlo me imposibilito y al pensarlo lo vuelvo a estropear, tan lejanos de la vida moderna, ayudados por miles de cabezas de las que no intento diferenciarme, todo saliendo de problemas que considero propios y emergen de una generación buscadora de expresiones, ansiosa de respirar un mundo que nos fue robado por siglos de evolución. No pretendo representar la crisis universal, pero para mí no hay futuro más allá de lo pensado, dejarme caer en la frustración de esta época. Esa niña tiene frío y que se tape porque no hay forma de evitarlo, ese hombre está llorando y que llore porque no se puede hacer más. Es que sólo quiero trabajar, comprarme lo que necesito para vivir tranquilamente, no deseo ser existencialista ni un experimentalista, sólo quiero no tener que dormir con hambre esta noche, porque pensando voy a morir de hambre. Es una maldición que permite pasar por la mente energías del universo arrebatándola. Es que tú no puedes vivir tanto en tu imaginación como en el mundo real, es que tú no puedes vivir en tu imaginación y me lo quitas todo y no tengo nada más que pensar, y aún pienso que somos terrestres y no podemos separarnos del suelo más que saltando y aún pienso que estamos mal. Y los libros de hechicería dan fe y los cuentos de magia hacen viajar, pero soy humano y lo seré hasta que mi cerebro se canse. ¡Estrategia! Caminar hasta que un día

me convierta en parte de todo. ¡Estrategia! Bajar de la escala

evolutiva que nosotros creamos y volverme un predador de

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Ese día el niño despertó sofocado, echó atrás las sábanas

y fue a abrir la ventana, nunca pudo a la primera, pero una vez

que la levantó comenzó a respirar el aire que no enfriaba y

sólo corrompía hirviendo en su interior. Vio cómo el árbol tras

su ventana se marchitaba de un instante a otro y una persona

salía en calzoncillos de la casa del frente, gritando y moviendo

los brazos en todos los sentidos. Quedó unos segundos

observando la gente que abandonaba sus casas mirando al

cielo, dejó de hacerlo porque sentía arder la garganta y eso le

impedía respirar, fue caminando con un extraño vaivén hasta

la cama y levantando el cobertor celeste sacó las zapatillas, sin

amarrárselas bajó la escalera, antes del piso su madre apareció

corriendo y lo agarró entre los brazos hundiendo el rostro en

sus pechos. Al sentirse algo más suelto ubicó en la mirada a su

padre, los llamaba desde la puerta. La madre comenzó a correr,

el niño veía subir y bajar a las personas que gritaban dentro

del televisor. La puerta sonó fuerte tras ellos, una vez en la

calle, todos apuntaban al aire levemente anaranjado, como si

esperaran las repuestas que no iban a sonar.

La confusión explotó en segundos y todos comenzaron

a correr en direcciones encontradas, el niño se puso a llorar por

que le ardía la cara, atemorizado miraba un pedazo sangrante

de piel entre sus dedos. Miró a su madre que lo apretaba con los

ojos desbordados y preparándose para escapar, luego miró a su

padre arrodillado en el suelo.

¡Por la puta! ¿Por qué?

Todos corren, manadas y más manadas aplastándose

unos a otros. Al llegar la tarde, millares de cuerpos amontonados

agonizan en el suelo, cubiertos de tierra y hojas amarillentas,

hombres, mujeres, perros, vacas, sobre el suelo, botados.

Entre los cuerpos sólo algunos todavía penan, tres o

cuatro mujeres, uno que otro perro y un niño, que cubierto de

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sangre se desfi gura sacando los últimos pedazos de piel a su

garganta, un niño que no pudo despertar a su madre y pensó

que no lo supo hacer, que dejó tranquilo a su padre porque

creyó que estaba cansado, un niño que entre carnes agoniza

viendo el refl ejo del sol en el horizonte, sobre las ventanas de

los edifi cios que no caerán.

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Micros amarillas aplastan calles, llevan a trabajos, caminantes en las veredas cubren sus cabezas con gorros evitando el sol, caminan en busca de amantes, unos van lento, otros apuran el paso obstinados por quehaceres, otros descansan el corazón con la seguridad de una mano tomando la suya, van a casa. Autos como burbujitas modernas transportan a personas ensimismadas que miran el camino, visualizan camas que absorban el cansancio, piensan en mujeres, hombres y niños. Con los días vendrá la lluvia, hombres caminarán por las calles bien vestidos, mal vestidos, saldrán buscando sexo casual, sexo estable, buscan cariño sin comprenderlo. Mujeres aparejadas esperando sexo sin sentido, salen a las calles abrazando lenguas que besan sus piernas. El hombre sufre de paranoia, cree que alguien se preocupa de su existencia. Quienes conquistaron estas tierras fueron mal nacidos, necesitaron agrandar su pésima especie, vivimos tapando nuestros pequeños vacíos, lo hacemos hasta quedar sepultados, merodeamos en vidas sin pertenencia y pretendemos guardar éstas en nuestros bolsillos agujereados, somos simpatizantes del castigo en busca de comprensión.

Entrego afecto, recibo un poco, beso tu imagen entre mis cabellos y tus dedos que son divinos. Ellas miran el televisor, ven hombres guapos que buscan mujeres plásticas con sabor a manzana, la miseria acumulada en la calle es barrida por los programas de TV, la gente parece dormida, sueña con estabilidad y trabajo duro. Recorro ojos de bebés que besan el pecho de la madre, cuanta fantasía olvidada en infancias mal educadas, cuanto dolor aguanta el corazón humano. A veces siento pánico de levantar la mano y pensar que podría ser yo, levantándola ayer en otra parte, qué pasaría si vengo con otro cuerpo y no puedo reconocerme, apenas me jalo los pies cuando paso atravesando el planeta en íntimo recuerdo de un lugar donde estuve, tal vez si en otro instante logro tener conciencia, por darle nombre, pueda contar cuentos del futuro que me depara, pero mañana debo trabajar, soy un atormentado, tengo mucho que mantener y los brazos se alargan sosteniendo las piececitas bien formadas, porque cada vez que se desbarata el

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poner la cuerda cuando esté saltando de la silla y recién decir que no, que no me quiero ahorcar. Debo pensar poco, crear sentidos y fi nes de corto plazo, debo suponer que va a mejorar porque así quiero, debo creer en la vida, los sueños y la razón, pese a que con cualquiera de los tres estados este cuerpo da al basurero, para qué si no es por diversión, psicotrópicos y alcohol una buena idea, alejarse de esa conciencia tan molesta. Vengan todos que hoy tengo ganas de divertirme, todos menos tú, el que puede pasar días pidiendo que me detenga, qué sabes tú, qué te importa cómo lleve la vida, por qué te crees con derecho de inmiscuirte en mis decisiones, sé que a veces puedo incomodar, pero qué importa, la vida es una perra vestida de blanco y quiero ensangrentarla, desgarrar el vestidito y violarla ¿Es que está mal? ¿Tú sabes cómo estar tranquilo? Claro, si esa pena que nace de tus ojos es por todo va bien, si me porto como una persona correcta y no le hago daño ni a un caracol seré iluminado. Apenas soy una bomba de tiempo, no soy alpinista porque evito la iluminación, sólo quiero que explote, que se traguen sus palabras, irritando sus lenguas, picando en las traqueas, diluyendo lo gástrico. Para así activarla, destruirlos, hacerlos vomitar toda la inmundicia antes digerida, cagar cada animación dramática que tanto les cautivó cuando niños.

Esta plaza, repleta de mujeres guapas, divierte la vista de un viajante intranquilo, es hora de abandonar el pasto húmedo por la regada mañanera. Bajo los árboles, ellas me miran pasando con hombres descoloridos vestidos de verde, fucsia y amarillo, hombres pausados y complacientes frente a esas mujeres que necesitan emoción, pero se acostumbran a la facilidad de un plato caliente por día y un regalito de vez en vez, miro mujeres, enamorado cada cinco segundos, entregándome por unos ojos de fuego con un toque de miel, saboreo mis labios pensando en lo que puedo besar, recuerdo humedad y me intoxico con perfumes femeninos, pienso en lo molesto del desaire, en el rechazo que pretendo evitar con distancia, en dejar de perder el tiempo, tomo la mochila y vuelvo a caminar observando a cada cual con la suya, mujeres y hombres equilibrados, el camino y las mujeres de mi vida.

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INTERLUDIO

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Cuál es la idea, cada cual por su lado o cada cual por tu lado. Tanta comunicación irónicamente nos desentiende, que la cámara que hay en la esquina, que el satélite puede fotografi ar los pelos de la nariz. Tratar de saber todo, un comportamiento estúpidamente humano, si encuentro lo que busco y tengo lo que quiero, pretendo saber qué signifi can las cosas y realmente interesa muy poco quién está al poder. ¿Por qué no agarran su dinero, su petulancia y dejan tranquila a la gente que busca estarlo? Encerremos a los cardenales para que se pudran por las frustraciones e impedimentos que nos provocan desde siglos. ¿Puedes ser líder espiritual restringiendo por lo que ignoras o no hincha de billetes los bolsillos? Prohibido pensar, prohibido amar, prohibido actuar si no se paga peaje, no te salgas de la línea, no preguntes demasiado, deja que la gota caiga, aunque pongas las manos, sólo retrasarás que choque con la tierra. El sistema, el inagotable, del que no podrás escapar, ya no. Esto pudo evitarse hace un tiempo, pero ahora… cuántos salen de la línea sin necesitar comprar una bolsa de arroz.

Recuérdame estar callado cuando la embriaguez domine mis actos y apenas logre balbucear tratando de decir lo que no puedo hacer, por poco logro organizar mis pensamientos y pretendo hablar como en alguna mañana despertando de un sueño reparador, como una de esas que no suceden a menudo. La vida es triste, pero es lo que tengo y como un adorno devaluado la dejo envejecer sobre la tierra, la dejo llenarse de polvo y pretendo pegar cada trozo que se desprende por esos movimientos despistados que hacen caer al suelo, me recojo y me recojo, me recojo y despojo esa suavidad trizada que ahora está dispersa. Bebo, sólo bebo y en el fondo de los vasos me escondo de miradas ajenas, las que te levantan y te exhiben, que con petulancia juzgan como si existiera una verdad o razón que desde mi estancia es desconocida. Si espero estar en la conciencia para continuar de pie, si en silencio junto las fuerzas para seguir caminando pasado mañana, si no me convenzo, la frustrante cotidianidad podrá poseer mi cabeza. No sirvo para esto y si no sirvo para aquellos debo emborracharme, necesito ser lento de mente, de acción y de palabra para no pensar cómo