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Doctor Hugo Vicuña Monardes ALMIRANTE DE LA REPUBLICA Y MEDICO EMERITO DE CHILE L 21 DE ENERO de 1979 falleció en ago el contraal- mirante de Sanidad en retiro y ex Direc- tor de Sanidad de la _____ Armada, don Hugo Vicuña Monardes, quien fuera uno de los más meritorios oficiales que han pasado hasta el presente por esa rama de nuestra Marina de Guerra y uno de los médicos- urólogos rnás destacados del país, cuyos méritos personales y profesionales han si- do reconocidos no sólo en nuestro medio, sino que también han trascendido las fron- teras de la. Patria. El almirante Vicuña no se distinguió úni- camente en su carrera dentro de la Armada, a cuyo servicio entregó sus mejores esfuer- zos con una devoción y entusiasmo que di- fícilmente podrán ser emulados, sino que también sobresalió en cuanta acción pro- fesional o extra-profesional le cupo parti- cipar, a las que, gracias a la gravilación de su personalidad y capacidad técnica, pu- do imprimirles siempre una relevancia sin- gular. Con su deceso se ha extinguido una v i- da entera consagrada por una parte al Ser- vicio de Sanidad de la Armada y por otra, dedicada con no menos devoción, al pro- greso de la medicina chilena y más direc- tamente al de la urología en nuestro país, especialidad que adoptara desde su época de estudiante universitario y que sólo de- jara de ejercer poco tiempo antes de aban donarnos para siempre. Su lamentable desaparecimiento ha crea- do en todo lo que participara durante su existencia y entre todos los que alternaron Por Alfonso LOPEZ Mc Cabe Contraalmirante SN Director de Sanidad de la Armada Santi

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Doctor

Hugo Vicuña Monardes

ALMIRANTE DE LA REPUBLICA

Y MEDICO EMERITO DE CHILE

L 21 DE ENERO de 1979 falleció en

ago el contraal­mirante de Sanidad en retiro y ex Direc­tor de Sanidad de la

_____ Armada, don HugoVicuña Monardes, quien fuera uno de los más m eritorios oficiales que han pasado hasta el presente por esa rama de nuestra Marina de Guerra y uno de los médicos- urólogos rnás destacados del país, cuyos méritos personales y profesionales han si­do reconocidos no sólo en nuestro medio, sino que también han trascendido las fron ­teras de la. Patria.

El alm irante Vicuña no se distinguió úni­camente en su carrera dentro de la Armada, a cuyo servicio entregó sus mejores esfuer­zos con una devoción y entusiasmo que d i­

fícilmente podrán ser emulados, sino que también sobresalió en cuanta acción pro­fesional o extra-profesional le cupo parti­cipar, a las que, gracias a la gravilación de su personalidad y capacidad técnica, pu­do imprim irles siempre una relevancia sin­gular.

Con su deceso se ha extinguido una v i­da entera consagrada por una parte al Ser­vicio de Sanidad de la Armada y por otra, dedicada con no menos devoción, al pro­greso de la medicina chilena y más direc­tamente al de la urología en nuestro país, especialidad que adoptara desde su época de estudiante universitario y que sólo de- jara de ejercer poco tiempo antes de aban­donarnos para siempre.

Su lamentable desaparecimiento ha crea­do en todo lo que participara durante su existencia y entre todos los que alternaron

Por

Alfonso LOPEZ Mc Cabe Contraalmirante SN

Director de Sanidad de la Armada

Santi

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en sus labores profesionales u oficiales,en su vida social o privada, un vacío enor­me que a nuestro juicio perdurará por lar­go tiempo.

La muerte del almirante Vicuña, ocurri­da en un día festivo, lejos del ambiente donde desarrollara las más descollantes actividades de su multifacética existencia, pasó inadvertida para muchos que hu­bieran querido rendir con su presencia un postrer homenaje a la memoria del compa­ñero, del colega de profesión, del jefe, del maestro, del médico o simplemente del amigo, que estuvo siempre dispuesto a compartir con ellos sus horas de alegría, o a servirles de apoyo con su afecto, ciencia, arte o comprensión en los momentos de enfermedad, angustia y dolor.

Una vida tan ejemplar como la del Dr. Hugo Vicuña Monardes, médico emérito del país, puede ser exhibida con orgullo por quienes lo conocieron y servir como modelo, no sólo para los jóvenes médicos que pertenecen a la Marina de Guerra o que en el fu turo lleguen a integrar sus es­calafones de sanidad, sino que también pa­ra la totalidad de los jóvenes médicos chi­lenos.

En estos momentos de tristeza y de do­lor, es muy d ifíc il exponer las fecundas y copiosas realizaciones que jalonan el acon­tecer biográfico de la vida del almirante Vicuña, plena de hechos positivos y des­bordada por su imponderable calidad hu­mana, y es una labor más ardua todavía, tratar de traducir estos hechos y obras con la adecuada fidelidad que quisiéramos dar les.

Nacido en la ciudad de Huasco, en el litoral de la pródiga tierra atacameña, el

-26 de diciembre de 1899, hizo sus prime­ros'estudios en su pueblo natal, ingresan­do más adelante, _al Internado Nacional Barros Arana, donde además de sobresalir por sus dotes intelectuales, se destacó por sus aptitudes deportivas, que incluso lo llevaron a figurar en niveles internaciona­les.

El lema de su colegio, "M ens sana in corpore sano", se grabó muy hondo en su ser y cuando lo conocimos, en la plenitud de su existencia y alcanzados sus mayores éxitos procesionales, seguía ejercitando sus prácticas deportivas hasta donde se lo per­mitían sus múltiples obligaciones y fue tal

de participar en sus labores profesion a les y demás actividades que desarrollaba.

Terminadas sus hum anidades, pasó a la Escuela de Medicina de la U niversidad de Chile donde también sobresano como es- tudiante y deportista excepcional, llegan­do en este aspecto a representar a nues­tro país en eventos fu tbo lís ticos interam e- ricanos realizados en el extranjero, d is tin ­guiéndose siempre por su condicion fis ica y su caballerosidad.

En los últimos años de su carrera un i­versitaria, se siente atraído por una espe­cialidad que recién comenzaba a desarro­llarse y a ampliar sus campos de acción en nuestro oaís, inclinación que m antuvo viva ha;1a los últimos años de su existencia y lo lleva a figu ra r dentro del país y fuera de sus fronteras, como uno de los uró logos más sobresalientes de los ú ltim os tiem pos.

Iniciado en las disciplinas de esta espe­cialidad, en la Clínica Urológica del hospi­tal San Vicente, d ir ig ida en esa época por el profesor Luis Bisquert Cea, qu ien había sucedido al profesor M oore, padre de la Urología en el país, adquiere toda la c ien­cia y el arte de esta rama de la m edicina, imbuida en esa época por la doctrina de los grandes maestros del hospital Necker ds París, cuna de la uro logía universa l.

Al recibirse de médico ciru jano, el pro- fesor Bisquert le o freció que continuara en su cátedra del hospital San V icente abriéndole de esta manera una expecta ti­va profesional que muchos hub ieran d e ­seado, pero el doctor Vicuña se sen tía compromelido con la A rm ada, que lo había contratado mientras era todavía un joven estudiante y considera que es su deber responder al compromiso contraído en esas circunstancias.

Siendo estudiante de Medicina inqresa a la Armada como cirujano 3º, grado e qui- valente al de subteniente, el 30 de juniode 1922; asciende a cirujano 2º e l 2 3 de diciembre de 1924. Durante este período, presta servicios en la Armada en sus vaca- ciones, tiempo en que la Institución supo captarlo para siempre.

El 9 de enero de 1926, recib ido de médico, es ascendido a cirujano 1º y en-

vez por eso que pudo conservar hasta edadmuy avanzada, una agilidad física y mentalque sorprendía a todos quienes tuvimos laoportunidad de conocerle o el privilegio

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barcado como cirujano del crucero "Blanco Encalada", zarpa de inmediato a Arica y participa de esta manera en la Comisión Plebiscitaria, que en esos momentos des­arrollaba sus acciones diplomáticas en aquel puerto del norte de nuestro país.

Durante su paso por la Armada ocupó prácticamente todos los puestos que les co­rresponde servir a los médicos de la Insti­tución, en su carrera como oficiales de Sanidad Naval.

En sus primeros grados fue cirujano de cargo de los antiguos cruceros "Blanco En­calada" y "O 'H igg ins", del acorazado "A l­m irante Latorre", del buque madre de sub­marinos "Araucano" y del petrolero "Ran- caaua". en el que viajó por puertos de Sud, Centro y Norteamérica, como médico del curso de guardiamarinas, que hacía su crucero de instrucción en esa nave.

Más tarde, fue cirujano jefe de la es­cuadra. Desde su primer embarque, su sim­patía natural y competencia profesional le granjearon el aprecio y cariño de sus jefes, compañeros y subalternos, situación que, transformada en amistad, se mantuvo no sólo durante su vida institucional, sino que incluso, en muchos casos, perduró hasta después de su retiro.

M ientras permaneció embarcado, además de cum plir sus labores profesionales habi­tuales, se preocupó por establecer las ba­ses de un Seryicio de Sanidad Naval como los de países más avanzados y con más experiencia en la materia que el nuestro, estableciendo normas y redactando regla­mentos que con el tiempo han llevado a la medicina y a la cirugía que se practican a bordo a la calidad de verdaderas espe­cialidades dentro de nuestra profesión, adaptadas al medio en que se aplican y a los requerim ientos que tienen que las ha­cen tan diferentes a los empleados en el m edio civ il y tan distintas por los proble­mas que a menudo se deben afrontar.

C um plió las más diversas comisiones en ei país y en el extranjero, entre las que merecen destacarse la de médico personal del Presidente Pedro Aguirre Cerda, la de cirujano jefe del equipo médico destacado e Talcahuano, a bordo del destructor "Se­rrano", para d ir ig ir la atención médico-qui­rúrgica de los heridos del terremoto ocu­rrido en esa zona el año 1939, así como para organizar los servicios sanitarios de la región afectada por el sismo.

Fue médico de la Misión Naval ele Chile en Washington, donde cumplió una labor descollante, participando en la adquisición ae equipos e instrumental para los hospi­tales institucionales, cuya elección fue tan acertada, que todavía se mantienen y pres- ¡an utilidad.

Comisionado a Estados Unidos para im ­ponerse de los más recientes avances uro­lógicos y venereológicos de la época, tuvo la oportunidad de alternar con los más des­tacados especialistas de ese país, con mu­chos de los cuales mantuvo vinculaciones hasta tiempos muy recientes.

Asistió representando a la Armada de Chile, a numerosos Congresos Internacio­nales de Medicina Naval y M ilitar y a dis­tintos Congresos Urológicos nacionales y extranjeros, en todos los cuales tuvo siem­pre una participación muy destacada.

Fue médico tratante de la especialidad de Urología en los Hospitales Navales de Talcahuano y Valparaíso y posteriormente ¡efe de los respectivos servicios clínicos, lapso que tal vez fue ei más fructífero de su vida profesional, en que pudo desarro­llar plenamente sus aptitudes y capacida­des, con singular éxito y provecho institu­cional.

Su prestigio como urólogo determinó que la Universidad de Chile autorizara, en una época que era bastante reticente en es­te aspecto, para que estudiantes de Medi­cina hicieran su práctica urológica en los servicios de la especialidad que le cupo d i­rig ir en los Hospitales Navales y le permi­tió al mismo tiempo, que patrocinara Me­morias de Grado sobre diversos temas de esta disciplina médica, que siempre fueron aprobadas con distinciones sobresalientes por las Comisiones Universitarias.

Podemos decir, sin temor a equivocar­nos, que durante su permanencia como je­fe del Servicio de Urología del Hospital Na­val de Valparaíso, creó una "Esculela Uro­lógica" donde nos formamos muchos de los actuales especialistas porteños, que en la Armada o fuera de ella, hemos seguido aplicando las normas profesionales y éticas que nos inculcara, mientras dábamos nues­tros primeros pasos en la especialidad.

Sus trabajos científicos e investigaciones clínicas, publicadas en Revistas Urológicas nacionales y extranjeras, superan la cente­na, siendo algunos de ellos totalmente o ri­ginales, como fue la del "Uso de la Sulfa- m idoterapia en la Enfermedad de Nicolás

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y Favre", siendo éste el primer aporte so­bre el tema que se encuentra en la litera­tura médica mundial,

La publicación que hiciera en 1929 en colaboración con su gran amigo, actualmen­te fallecido, capitán de navio de sanidad don Enrique Zárate Valenzuela, sobre arte- riografías, del cual han quedado excelen­tes documentos radiográficos, demuestra a 50 años de distancia su empuje profesio­nal, que lo llevó a incursionar en una téc­nica semiológica inexplorada en ese enton­ces, que actualmente es en muchos casos, imprescindible para el diagnóstico de va­rias enfermedades.

También lo apasionó el problema vene- reológico y en base a la experiencia obte­nida en la Marina de Guerra, creó la Cam­paña Antivenérea Coordinada de Valparaí­so y Viña del Mar, que extendida poste­riormente al resto del país permitió llevar las cifras de morbilidad venérea existente hasta entonces, a niveles sanitariamente aceptables.

Los tratamientos masivos e intensivos de la sífilis que iniciara en el Hospital Naval de Valparaíso en 1940, en una época en que la penicilina aún no llegaba a nuestro medio, constituyeron una verdadera haza­ña terapéutica difícil y peligrosa, que en­frentó sin temores, buscando dominar ese mal endémico en nuestro país, que hasta entonces no encontraba una solución satis­factoria y provocaba verdaderos estragos en nuestra población.

Tampoco podemos olvidar su inquietud por el tratamiento quirúrgico de la hiper­tensión arterial, terreno en el que nos atre­vemos a decir que fue uno de sus precur­sores dentro del país. Lo mismo podríamos decir de las técnicas de cirugía urológica endoscópica, de la que fuera uno de los pioneros en Chile y de todas las más re­cientes novedades de la especialidad, que en su calidad de estudioso incansable, lle­gaban a su conocimiento a través de sus lecturas o congresos en que participaba.

Mientras tanto, siguió ascendiendo en su carrera médico-naval; fue jefe de la Sec­ción Higiene Social de la Armada, jefe del Servicio de Medicina Preventiva Institucio­nal, director de la Escuela de Sanidad Na­val, subdirector y d irector.de los Hospitales Navales de Talcahuano y Valparaíso y lue­go, con el grado de contraalmirante, Direc­tor de Sanidad de la Armada, cargo que ocupó desde el 11 de octubre de 1952 has-

ta el 29 de febrero de 1960, fecha en que

se le concede su retiro absoluto de la Ar- mada, después de treinta y siete años, sie-

meses y ve in tinueve días de brillantes servicios institucionales.

Con m otivo de su re tiro , e! Com andante en Jefe de la Arm ada d ispuso su desig ­nación como M iem bro Honorario Y Consul- tor P erm a ne n te de los Hospitales Navales, distinción excepcional en nuestra M arina de Guerra.

Además, la referida autoridad superio r ordenó ciue se deiara constancia escrita en su Ho:a de Servicios de que "sus ejem plares cualidades personales y pro fesionales no sólo han significado una honra para el Ser­vicio de Sanidad Naval, sino que tam bién han sido un prestig io para la A rm ada en general".

Por su parte, el Colegio M édico de Chi­le, al cum plir los 50 años de e jercicio p ro ­fesional, le otorgó el año 1976 la M edalla de Oro al M érito Médico, que lució o rg u ­lloso en los últimos años de su vida.

Su partinoación activa en el trabaío d ia ­rio de diversas sociedades c ie n tíf ico -p ro ­fesionales fue siempre descollante, a lca n ­zando la presidencia de la Sociedad M édica de Valparaíso y de la Sociedad C hilena de Urología y el grado de socio correspondien- te de numerosas instituciones extranjeras del mismo tipo.

Fue m iembro del Am erican C ollege o f Surgeons y d e l C o m ité de Directores de Sanidad de las Armadas Am ericanas.

Mientras se desempeñaba en la A rm adafue al mismo tiempo director del CentroRegional Antivenéreo de Valparaíso, car-go en que pudo aplicar en la población ci-vil los principios de la Campaña Antive-nerea Coordinada, obteniendo con e llo acorto plazo un éxito espectacular, trans-formando a Valparaíso de un puerto quepor mucho tiemoo había fidu rado en la scartas náuticas como lugar peligroso paralas tripulaciones por las posibilidades decontagio venéreo, en uno de los lugaresmás limpios que en este aspecto existían en el mundo.

Esta situación tan favorable fue con fir­mada por el Comandante en Jefe de una e scua d r a norteamericana que estuvo en Chile en 1947 con 10 000 hombres a bor-do al comunicar a su llegada a EE.UU. que Valparaíso era el único puerto, de los mu- chos que había tocado en su viaje, en que

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nadie del personal bajo su mando había contraído una enfermedad de dicha natu­raleza.

Su interés por las novedades urológicas no se extinguió en ningún momento de su vida y de esta manera lo vimos participar activamente en la planificación y realiza­ción de los primeros trasplantes renales e ectuados en el Hospital Naval de Valpa­raíso, que se cuentan entre los primeros hechos en Chile, los únicos que se siguen efectuando con éxito en la aciualidad.

Retirado de la Armada, asumió la jefa­tura del Servicio de Urología del hospital Carlos Van Burén de Valparaíso, el más im­portante de la región y uno de los más grandes del país, donde form ó numerosos especialistas que hoy ejercen brillantem en­te su profesión.

Designado profesor de urología en la Escuela de Medicina, sede Valparaíso, de la Universidad de Chile, sólo pudo ejercer la docencia por corto tiempo, labores pa­ra las que se había preparado y poseía do- tos de excepción, que desafortunadamente no pudieton ser aprovechadas integralmen­te, porque motivos de salud le impidieron muy luego seguir desarrollándolas.

Finalizó su carrera funcionaría como d i­rector del hospital Carlos Van Burén de Valparaíso, cargo del que tuvo que reti­rarse por razones de salud y en el que al­canzó a aplicar sistemas racionalizados de adm inistración, que significaron un eviden­te progreso para ese establecimiento asis- tencial.

Tampoco estuvo ajeno al aspecto gre­mial del médico, iniciándose en su juven­

tud como miembro de la antigua AMECH de Valparaíso y llegando a ser más tarde el primer presidente del Consejo Regional Valparaíso-Aconcagua del Colegio Médico de Chile.

Su paso por la Armada dejó una .fuella imborrable en muchas generaciones de marinos, tanto por su modo de ser afable y bondadoso, que le granjeó perdurables amistades, como también por sus acciones profesionales, que beneficiaron con la sa­lud e incluso con la vida, a incontables miembros de la Institución, que en estos momentos de congoja y de dolor lo recuer­dan con grahtud y con cariño, por el bien que de él recibieron, por su sentido huma­no, habilidad técnica, saber incomparable y respeto a la personalidad humana, que su formación filosófica imprimía a todas sus actitudes.

Lo expresado en este último aspecto, du­rante su paso por la Armada, es igualmen­te valedero para las instituciones civiles en que le cupo participar, como la antigua Be­neficencia Pública, la ex Caja del Seguro Obrero Obligatorio, la Caja de Empleados Públicos y Periodistas, el Servicio Médico Nacional de Empleados y también para la infin idad de enfermos de su clientela pri­vada, atendida en su consulta particular o en los hospitales donde era llamado por su reconocida competencia profesional.

Hombre de alma sana en cuerpo sano, el almirante Vicuña ha dejado un recuer­do en todos los ambientes en que actuó durante su vida que, estamos seguros, se­rá imperecedero.