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4MODERNIDAD Y CONTRADICCIÓN EN LA ARQUITECTURA DE LA “ERA DE TRUJILLO”1930-1961

Gustavo Luis Moré

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MODERNIDAD Y CONTRADICCIÓN EN LA ARQUITECTURA DE LA “ERA DE TRUJILLO” 1930-1961|217

Con el violento advenimiento del nuevo presidente Rafael Leonidas Trujillo Molina al poder –quien gober-

nó a sus anchas sirviéndose de los métodos y las estrategias más inverosímiles desde el 16 de agosto

de 1930 hasta el 30 de mayo de 1961, cuando fue ultimado– se establece un punto de inflexión funda-

mental en el devenir dominicano. Predecir los 31 años de su dominio absoluto sobre los destinos del país

era sencillamente imposible. Intuir los caminos que habría de transitar la sociedad en su desarrollo eco-

nómico, cultural y, consecuentemente, territorial, hubiera constituido un acto de profecía. Más allá de los

métodos y de las complicidades típicas de estos procesos tan frecuentes en la evolución democrática

de la América Latina del momento, la realidad demuestra que la huella dejada por la llamada Era de Tru-

jillo en el territorio nacional es, hasta hoy en día, imborrable. El fenómeno de la modernidad, introducido

tímidamente en el país pocas décadas antes a través de los puertos y las instalaciones para la agroin-

dustria dispersas en sus hinterlands, hace su entrada en los centros urbanos y se consolida, principal-

mente, en la ciudad de Santo Domingo, la que cambiaría su nombre por el de Ciudad Trujillo en 1936.

Este es un proceso paulatino que requiere de una detenida mirada, de una profunda revisión.

El primer indicio de un cambio en el proceder arquitectónico dominicano colonial, aquella tradición evi-

dente en los gruesos muros de tapia, ladrillo y piedra caliza, en los techos de vigas de caoba y de otras

maderas preciosas cubiertos generalmente de tejas planas, de enlucidos blancos y luminosos patios, se

produce después de más de tres siglos y medio de ininterrumpida práctica constructiva, con la introduc-

ción de los materiales industrializados, hacia el 1865.

Pequeños y grandes edificios de maderas extrañas, estructuras de acero y chapas de lámina metálica,

forman empaques destinados para un medioambiente imaginado, importados para poner al servicio de

las nuevas líneas de ferrocarril, dedicados a instalar los ingenios de azúcar y para, a través de un singular

proceso de reproducción local, poblar las concentraciones urbanas vinculadas a los nuevos desarrollos in-

dustriales del país: Puerto Plata, Montecristi, Sánchez, San Pedro de Macorís, La Romana, Barahona.1

A inicios del siglo XX, se introduce el uso del hormigón armado en el importante puerto sureño de San Pe-

Doble página anterior:Tramo central del puente sobre el ríoHiguamo, San Pedro de Macorís. 1934. Foto Ricardo Briones.

Ayuntamiento de la Romana. c.1940. José Antonio Caro Alvarez. Foto Archivo CARALVA.

Casa Armenteros en La Romana. Tomás Auñón, c. 1945. Foto Ricardo Briones.

Edificio de la Escuela Normal de Varones,1942. Leo Pou Ricart. Foto Archivo General de la Nación.

Monumento a la Paz de Trujillo en Santiago de los Caballeros, 1944. Henry Gazón et alt.Foto Ricardo Briones.

Vista axial desde el sur del Parque Ramfis,hoy Eugenio María de Hostos, en la avenidaGeorge Washington, Santo Domingo.Guillermo González, 1937.Foto Max Pou.

La situación de la República en 1930

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dro de Macorís. Inmigrantes españoles, italianos, árabes, alemanes, negros angloantillanos libertos (local-

mente llamados “cocolos”), actúan como proyectistas y obreros especializados, determinando un proceder

que finalmente alcanza a Santo Domingo, la vieja capital, en esos tiempos dedicada a extrapolar sus límites

más allá de las vetustas murallas hacia ensanches en los que se aplican, todavía con cierto pudor, los mo-

delos eclécticos típicos de la época. El ensayo de extensión de extramuros de Ciudad Nueva sólo maquilló

estilísticamente las mismas alineaciones coloniales, en nuevos materiales. Es el momento en el que actúan

figuras como Osvaldo Báez (1857-1936), Alfredo Scaroina, Andrés Gómez Pintado –quien realiza la primera

casa en hormigón armado en la calle Mercedes esquina José Dolores Alfonseca hacia 1906–, Juan Bautis-

ta del Toro (1892-1953), Octavio Acevedo, Juan Alfonseca (1876-1965), Malla, Turull, Domenech, Flon Gau-

tier y muchos otros protagonistas del eclecticismo previamente reseñado en el capítulo anterior de esta obra.2

Pocas figuras se destacan como la de Antonín Nechodoma (1877-1928), ese mítico checo que llega al

país después de un misterioso periplo e introduce el Prairie Style en el Caribe.3 Ejecuta obras de notable

vanguardia tanto en la República Dominicana como en Puerto Rico. Diestro en el uso de los nuevos ma-

teriales –el hormigón armado hace su entrada en el país en la primera década del nuevo siglo–, demues-

tra un primer asomo a esa modernidad incipiente, todavía desarraigada de los procesos sociales y cultu-

rales que en Europa y en los Estados Unidos se venían gestando desde siglos atrás. Esta especie de de-

fecto de nacimiento todavía acompaña a la arquitectura moderna en el Caribe y en gran medida en Amé-

rica Latina: la noción, si bien velada, de tratarse de un fenómeno de importación más que del resultado

de las posibilidades intelectuales y materiales del hombre como constructor de su propia cultura.

Ciertamente es en San Pedro de Macorís y en las demás ciudades portuarias del país donde nace la mo-

dernidad dominicana. En Macorís del Mar, un nutrido grupo de extranjeros dedicados a las artes de la

construcción, primordialmente el misterioso personaje de Nechodoma, representa el cambio. Éste hace

las obras de ingeniería del puerto, la torre del campanario de la Catedral, el desaparecido Matadero y el

Mausoleo privado en el Cementerio de Santo Domingo, inicios del siglo XX. Foto Gustavo Luis Moré.

Inicios de la avenida Independencia, hacia la década del 20, Santo Domingo. A la izquierda se observa el CementerioMunicipal. Archivo DoCoMoMo Dominicano.

Fachada sur Club de la Juventud en SantoDomingo, c.1934. Juan de la Cruz Alfonseca.Foto Archivo Marcos Blonda.

Casa familia Reid Cabral, originalmente Tejera Álvarez, calle Cervantes, Gazcue. En ella funcionó durante unos años una de las pocas escuelas capitalinas, el Colegio Cervantes. Pedro de Castro, 1928.Foto Ricardo Briones.

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edificio Municipal de Correos. En Santo Domingo trabaja en la primera restauración de la Catedral y en

varias casas de destacada factura, obras relevantes para un recién llegado, ciertamente.4 Es la primera

vez que se bajan las alturas de los techos, que se construyen espacios flexibles –con límites inexisten-

tes o acomodables al uso–, se discrimina la estética del fenestramiento versus la masa del muro, se au-

toriza a las cubiertas a tener vida propia, se independizan los volúmenes de un organismo anteriormen-

te compacto, atado a las prerrogativas de un urbanismo de manzanas, calles y plazas. Tanto cambia la

arquitectura como la noción de la propiedad urbana. La ciudad sobrepasa los límites de su cementerio

extramuros, en la avenida Independencia, y se extiende hacia las sabanas costeras y en torno a los ca-

minos de salida de la capital hacia el Cibao y otras comarcas. El concepto de Ciudad Jardín –en reali-

dad una adaptación local respecto a su origen inglés– entra, no mucho más tarde, por el ensanche Lu-

go y los otros ensanches capitalinos hoy englobados en el barrio de Gazcue. Habría que ver si en cierta

manera, las instalaciones domésticas implantadas en algunos de los ingenios para la producción de ca-

ña, los conocidos bateyes para extranjeros, no se adelantan en la introducción de este modelo de asen-

tamiento. Por vez primera se aislan las casas de sus bordes, asumiendo mayores retiros y permitiendo

así jardines frontales, laterales y traseros y una vida “nueva”, más sana y aireada, producto de la prime-

ra modernidad, aún estrechamente vinculada a los preceptos de la vida poscolonial. Este barrio ejemplar

resumió por décadas el trabajo de los más destacados autores de la escena local e internacional.5

Por San Pedro de Macorís ingresa Benigno Trueba (1887-1948), formado en Barcelona y autor de es-

pectaculares edificios que cambian radicalmente el paisaje y la escala del centro histórico de Santo Do-

mingo, quien comparte escenario con Pedro de Castro (1895-1936),6 ese boricua admirable que desa-

rrolla preciosas casas en el estilo entonces llamado “mediterráneo”, hoy mejor identificado como neohis-

pánico o neocolonial por la historiografía latinoamericana.7 La abundante obra de Fidel Sevillano ha sido

recientemente documentada, y ofrece proyectos de la relevancia del Edificio de Correos de Santiago, o

Ángulo noroeste del Hospital Padre Billini,Santo Domingo. c. 1925. Osvaldo Báez. Foto Ricardo Briones.

Glorieta central del Parque Enriquillo, despuésde su restauración llevada a cabo por el ADNen julio de 2008. Osvaldo Báez, 1930.Foto Ricardo Briones.

Antigua imagen de la demolida ResidenciaFreites, en la avenida Independencia, Santo Domingo. c. 1928. Pedro de Castro.Archivo DoCoMoMo Dominicano.

Portal principal del nuevo CementerioMunicipal de Santo Domingo. c.1935. Fidel Sevillano. Archivo DoCoMoMo Dominicano.

Casa familia Henríquez en el Ensanche La Primavera, hoy Gazcue, Santo Domingo. c. 1930. Foto Ricardo Briones.

Dibujo de la propuesta de KonstantinMelnikoff para el concurso del Faro a Colón.1929. Archivo DoCoMoMo Dominicano.

el Portal del Palacio Nacional de Santo Domingo. La frecuente e intensa relación con Puerto Rico deter-

minó un flujo de autores, probablemente los más destacados del período inmediatamente anterior al ad-

venimiento del presidente Trujillo. De Castro, como ya hemos señalado antes, diseña varias casas de ri-

ca factura artesanal, en particular para la familia Freites, a lo largo de la avenida Independencia, uno de

los ejes que se extienden fuera de las murallas paralelos al mar Caribe, constituyéndose en el paradig-

ma a seguir en el desarrollo de este “estilo” asumido por los arquitectos locales.

Las obras ejecutadas por el gobierno norteamericano que ocupó el país de 1916 a 1924, trazan una ru-

ta precisa, no tanto en la definición de un proceder arquitectónico –identificable por su predilección en el

uso del ladrillo de arcilla como elemento constructivo y expresivo básico–, sino por el establecimiento de

la infraestructura territorial que encauzaría el desarrollo de la nación. La experiencia previa del Canal de

Panamá, campo de ensayo de una nueva arquitectura apropiada al clima y a las exigencias ambientales

del Caribe húmedo, concretiza modelos de fresca presencia, inspirados en formas sencillas, casi plató-

nicas, y en la combinación inteligente de materiales locales e importados.8 La relación del caso paname-

ño con las otras intervenciones estadounidenses en el área del Caribe está aún por ser estudiada.

Apenas un par de años antes del traumático cambio de mando acaecido en 1930, se lleva a cabo uno

de los concursos de arquitectura mundiales de mayor trascendencia para la República Dominicana. Se

trata del concurso, gestado décadas antes por Américo Lugo, para erigir un monumento a la memoria

del Gran Almirante, en la ciudad de Santo Domingo. El premio a esta competencia, a la que asistieron

arquitectos de la talla de Alvar Aalto, Konstantin Melnikoff, Tony Garnier, etc., recayó en un joven arqui-

tecto escocés, Joseph Lea Gleave (1907-1965), ganador entre 455 propuestas de 48 países, quien

eventualmente se traslada a Ciudad Trujillo a realizar los planos del proyecto y a dar inicio a esta faraó-

nica obra, que sería terminada en 1992, bajo circunstancias muy diferentes a las previstas originalmente

durante la V Conferencia Internacional Americana, en 1923.9

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La década del 30 es fundamental en el desarrollo de la arquitectura dominicana. El 3 de septiembre de

1930, a menos de un mes de haber asumido el poder el dictador Trujillo Molina, se produce uno de los

huracanes más devastadores que haya conocido la historia dominicana, el ciclón de San Zenón. Los

cuantiosos daños a propiedades y la pérdida de vidas humanas generan un cambio de actitud frente al

uso de los materiales tradicionales y promueven la adopción del bloque de hormigón, originalmente al-

mohadillado o tipo “berruga”, en vez del entonces típico paramento de madera como unidad primordial

en la arquitectura dominicana, vigente hasta nuestros días. El mismo Trujillo recorre las calles de la ca-

pital y los asentamientos más impactados por el fenómeno y emprende un programa de saneamiento

y de obras públicas, que obtuvo resultados inmediatos. Para seguir una secuencia de hechos, según

el libro Obras de Trujillo,10 el Parque Enriquillo es inaugurado el día 18 de agosto. Ejecutado por Don

Osvaldo Báez, era, hasta su reciente remodelación, uno de los espacios públicos más distinguidos de

Santo Domingo. El 1ro. de noviembre se inaugura el Hospital para Niños y se ordena la pavimentación

de las calles de Santo Domingo y de Santiago. La primera gran obra inaugurada por Trujillo, iniciada en

su gestión, es la del puente sobre el Río Higuamo, el 18 de mayo de 1934, una hermosa estructura de

acero de sorprendente esbeltez que acercó San Pedro de Macorís –todavía el puerto más cosmopoli-

ta del sur– a la Capital del país, iniciando así, paradójicamente, un proceso de declinación que aún per-

siste en esa ciudad oriental. Las obras del puerto de Santo Domingo se firman con el ingeniero puerto-

riqueño Benítez Rexach en marzo de 1935, proyecto que cambiaría definitivamente la cara de la ciu-

dad, dotándola de una infraestructura de gran modernidad apta para el intercambio comercial, indus-

trial y posteriormente, turístico. El elenco de carreteras, puentes, drenajes, escuelas, hospitales y mu-

chas otras instalaciones para el servicio ciudadano, se multiplica casi geométricamente en estos prime-

ros años, hasta dar pie a una posibilidad nunca prevista: Trene Pérez, notable autor de la protomoder-

nidad, posteriormente ejecutado por el mismo régimen, construye el obelisco conmemorativo al cam-

bio de nombre. A partir de 1937, hasta 1961, Santo Domingo se llamó Ciudad Trujillo. Desde lo alto de

Obelisco conmemorativo al cambio de nombre de Santo Domingo a Ciudad Trujillo, desde el Parque Ramfis. 1937. Trene Pérez. Foto de Max Pou.

Planta general del Parque Ramfis, SantoDomingo, 1937. Guillermo González.Dibujo de Martínez, Mignucci y Rigau.

Cambios políticos y fenómenos atmosféricos: “...no descansará mi brazo...”

4.2

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Aspecto de uno de los galpones del nuevo puerto de Santo Domingo, hacia 1938. Benítez Rexach. Archivo DoCoMoMo Dominicano.

Temprana vista del Parque Ramfis, hoyEugenio María de Hostos, desde el tope del obelisco. 1937. Archivo DoCoMoMoDominicano.

Hermosa vista aérea del conjunto original del Hotel Jaragua. Santo Domingo, 1942.Guillermo González. Archivo OGM.

este viril monumento se aprecia en algunas de las fotos y postales de la época el espectáculo relucien-

te del Parque Ramfis, ejecutado meses antes por el joven arquitecto Guillermo González, en apaisado

romance con el mar Caribe, dominando el predio donde fueron enterradas en fosa común las víctimas

no reclamadas del huracán de San Zenón. Ya un editorial del Listín Diario había escrito: “Inauguracio-

nes y no primeras piedras...”.

Vale la pena reseñar la actual situación de estos dos proyectos tan singulares de la temprana dictadu-

ra. El territorio costero del muelle de Santo Domingo es objeto de una transformación integral de par-

te de renombrados inversionistas privados, en una acción que comprometerá el futuro de ambas már-

genes de la desembocadura del Ozama. La vocación turística y de espacios dedicados al ocio pro-

meten convertir este espacio, hasta ahora residual o marginal a la actividad urbana del centro históri-

co, en un nuevo polo de atracción capaz, de ser correctamente articulado en su diseño, de potenciar

el creciente turismo nacional hacia espacios de naturaleza cultural. El Parque Ramfis, hoy conocido

como Eugenio María de Hostos, es el único –paradójicamente el más antiguo– proyecto de Guillermo

González que ha sido rescatado en su concepción espacial original. Ojalá una intervención municipal

que ya se anuncia sepa respetar este simbólico lugar, tan importante no sólo en términos arquitectó-

nicos, sino históricos.

Victor Garrido, poeta dominicano (1886-1972), escribió en “El obelisco de Ciudad Trujillo”: ... “Y cuando

herido por la muerte el día / el mundo se adormece en la armonía / que fluye de la bóveda estrellada, /

es el altivo y mudo centinela que en silencio de la noche vela / el sueño secular de la Primada”.11

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En la República Dominicana, la gestión estadounidense crea las bases institucionales para el nuevo di-

seño a través de la Oficina de Ingenieros, posteriormente convertida en la Dirección de Obras Públicas.

Varios jóvenes dominicanos que debutan allí como dibujantes son protagonistas destacados: Octavio

(Trene) Pérez Garrido (1905-1949), Mario Lluberes (1906-1967) y Alfredo González, entre otros. Pablo Pé-

rez se gradúa a principios de siglo en el extranjero y trabaja en Santiago en proyectos vinculados a La

Tabacalera y en varias residencias privadas. Estos jóvenes autores participan activamente en la cultura

constructiva local por varias décadas, compartiendo la escena con una serie de nuevos profesionales

que poco a poco retornan al país, después de concluir sus estudios en el extranjero. Guillermo Gonzá-

lez (1900-1970) se diploma en 1930 en los EEUU; Humberto Ruiz Castillo (1895-1966), en 1931 en Pa-

rís; al igual que José Antonio Caro Álvarez (1910-1978), en 1932 y Juan Bautista del Toro, unos años an-

tes; Leo (1905-1976) y Marcial (1908-1965) Pou Ricart, en Bruselas, en 1933.12 Son ellos, entre otros,

quienes eventualmente configuran una Primera Generación de arquitectos pioneros en la introducción de

las nuevas formas del Movimiento Moderno.

Ante la falta de una facultad local propiamente dicha, la verdadera escuela de esta primera generación

se desarrolla en el extranjero. La sociedad dominicana, comparativamente atrasada en el desarrollo de

su cultura arquitectónica respecto, incluso, a otras naciones del Caribe, acude a la única opción de en-

viar a sus jóvenes, deseosos de formarse en esta disciplina, a otras ciudades, particularmente europeas.

La atracción por el universo de la floreciente modernidad franco y germano-centrista de inicios de siglo

no era aún eclipsada por las vanguardias norteamericanas, que muy pronto ocuparían la escena, a raíz

precisamente de la migración de muchos de sus más destacados protagonistas, antes de y durante la II

Guerra Mundial. La más notable excepción por el interés en llevar a cabo los estudios en Europa la cons-

tituye, paradójicamente, el que se convertiría, en menos de diez años de práctica profesional, en el pa-

radigma de la modernidad dominicana en la arquitectura: Guillermo González.

El predominio de los esquemas domésticos mediterráneos, introducidos por el gusto imperante entonces

Vista del aspecto que ofrecía el conjunto total del Hotel Jaragua y sus anexos, hacia 1960. Foto Max Pou.

Plantas del bloque original del Hotel Jaragua.1942. Guillermo González. ArchivoDoCoMoMo Dominicano.

El invariable retorno, 1930-1937: “Llega joven arquitecto”

4.3

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Casa Dunsmore, hoy Martínez Bogaert, en lacalle César Nicolás Penson, Gazcue. c. 1955.José Reyes y Miguel Soler. Foto RicardoBriones.

Estación de servicios en la avenidaIndependencia, Santo Domingo. c. 1948. Foto Ricardo Briones.

Casa morisca en la calle Uruguay, Santo Domingo, diseñada para la Sra. Julia Molina. c. 1940. Trene Pérez. Foto Ricardo Briones.

Casa neohispánica de la familia Santoni en la calle José Joaquín Pérez, Gazcue. c. 1946. Trene Pérez. Foto Ricardo Briones.

Alzado de su tesis para el Ayuntamiento de Santo Domingo. Yale University, c. 1930.Guillermo González. Archivo DoCoMoMo.

en los EE.UU. en enclaves de origen hispánico, tales como La Florida, Texas y California,13 se hacía pre-

sente en las nuevas viviendas solariegas del Ensanche Lugo, Gazcue, La Primavera y en los demás desa-

rrollos inmobiliarios de extramuros. Este gusto por el empaque neohispánico se mantiene a lo largo del si-

glo, y es todavía hoy, transformado por la posmodernidad, un invariante en la escogencia estilística de mu-

chos dominicanos. Los principales autores de esta estilización romántica son precisamente Trene Pérez y

Mario Lluberes, antes de su transición a la modernidad, aunque es muy posible que la influencia más fuer-

te haya sido el conjunto de obras del puertorriqueño Pedro de Castro en Santo Domingo y en Santiago.14

Es necesario detenerse a comprender este singular estilo neocolonial, tan común a toda América Latina du-

rante estas décadas, y particularmente generalizado en las Antillas hispánicas. Se introduce en la región

después del renombrado pabellón de California en la Feria Internacional Colombina de Chicago de 1893,

celebrando el IV Centenario del Descubrimiento de América, influenciado por la tradición de la arquitectura

misionera de la región. También estuvo notablemente presente en la Exposición internacional de Panamá-

Pacific en San Diego, en 1915, como una consecuencia del predominio norteamericano en esos años del

New Deal, en los que los EE.UU. determinaron establecerse en el territorio con una marcada presencia tan-

to militar como comercial y, en consecuencia, cultural, sentando las bases de un fenómeno aún vigente.15

No hay mejor recuento sobre la historia de Gazcue que el contenido en una carta que recibí en 1987, escri-

ta por la Sra. Altagracia de Thomén.16 Me permito citar algunos párrafos con la certeza de que resultarán

relevantes para esta Historia: "En cuanto al nombre de Gazcue, ignoro qué cubriría esta denominación en

tiempos antiguos, pero al comienzo de este siglo se denominaba así la porción que hoy día ocupan la Em-

bajada Americana y la Plaza de la Cultura. Esto era propiedad de mi abuelo, Pedro A. Lluberes, quien lo ha-

bía comprado a Don Casimiro N. De Moya. Para nuestra familia este era uno de los “potreros” que compo-

nían la estancia familiar. Otros se llamaban “La Generala” (donde está hoy el Palacio de Gobierno), otro “Mis

amores” (no sé donde quedaba) y por último el núcleo de la propiedad llamado “La Aguedita”, nombre que

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Casa en la Moisés García, Gazcue, c. 1945(demolida). Trene Pérez. Foto Jochi Marichal.

Casa en la César Nicolás Penson casi esquinaMáximo Gómez, de estilo art deco. Alojadesde el año 1981 al INSTRAW, después desu reciclaje realizado por Apolinar FernándezDe Castro. Foto Ricardo Briones.

Casa familia García Trujillo, calle César NicolásPenson, Gazcue. 1936. Mario Lluberes.Restaurada para hospedar el Consejo de la Magistratura. Foto Ricardo Briones.

Dibujo del portafolio de viaje a Europa de Guillermo González, c.1930. Archivo Omar Rancier.

Casa de la familia Herrera. c. 1925. Estado actual, 2008. Mario Lluberes. Foto Ricardo Briones.

Residencia de la familia de la Maza en Moca, c.1947. Trene Pérez. Archivo Marcelle Pérez Brown.

Dibujo del portafolio de viaje a Europa de Guillermo González, c.1930. Archivo Omar Rancier.

Villa Beliza, residencia de la familia Ricart en la avenida Bolívar, hoy ocupada por elCuerpo de Paz. c. 1950. Mario Lluberes. Foto Ricardo Briones.

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aún se conserva, y que era el nombre de mi abuela. Esta porción la reservó mi abuelo para que edificaran

en ella sus hogares sus hijos (¡eran 14!). En tiempos pasados, las familias que habitaban el centro de San-

to Domingo poseían también una estancia en las afueras para pasar los meses de calor. Principalmente se

hallaban a lo largo de la hoy avenida Independencia. Las del lado sur tenían sus baños privados de mar,

que consistían en casas abiertas al mar, protegidas por rejas de hierro para impedir la entrada de los tibu-

rones. La “estancia” de mi abuelo no era un sitio de placer, sino una empresa que llamaríamos hoy “agroin-

dustrial” (...) En otros tiempos habían parcelas sembradas de caña de azúcar y hasta un ingenio primitivo

llamado “La Encarnación” donde estuvo después del aeropuerto del mismo nombre, luego llamado Gene-

ral Andrews. Mi abuelo comenzó la urbanización de esos terrenos imitando lo que había visto en Santurce,

Puerto Rico, donde iba todos los años a los baños termales de Coamo. Creo que la primera calle que se

abrió fue la hoy Doctor Báez. Mi abuelo vendía solares de mil metros, los cuales tenían 25 metros de fren-

te por 50 de fondo. Se exigía que las personas construyeran casas aisladas y dejando un jardín, cuyas di-

mensiones también se estipulaban. No se debían construir casas contiguas como en la parte colonial o en

Ciudad Nueva. No se destinó ninguna porción para parque porque se entendía que toda la urbanización

sería un gran jardín. En algunas ocasiones mi abuelo vendía las viviendas ya construidas, las cuales eran

todas iguales, consistentes en una galería al frente; cuatro “cuartos” (sala, comedor y dos aposentos) y un

“martillo” que comprendía otro aposento, un cuarto de baño y la cocina. En la parte posterior otra galería

enlazaba todas estas habitaciones. Había un aljibe (no había acueducto) y sobre el techo (que era de zinc)

habían tanques de metal, como los que se usan ahora para la basura, o tanques de concreto sobre la co-

cina y el cuarto de baño para suplir agua a estas dependencias. El agua llegaba allí bien fuera por lluvia o

haciéndola subir de los aljibes mediante bombas de mano. En el patio posterior había una gran habitación

(cochera o garage), cuartos para el servicio y una letrina. El inodoro del cuarto de baño también descarga-

ba en una letrina, pues no había cloaca. Las casas eran construidas bien levantadas del suelo, lo que for-

maba una especie de sótanos. Allí salvaron sus vidas muchas personas cuando el huracán de San Zenón.

Los materiales de construcción provenían en gran parte de la misma estancia: las paredes eran de tapia,

o sea de tierra y piedras comprimidas en encoframientos. Había canteras de piedra y de caliche, cuyas lo-

calizaciones aún hoy día se pueden apreciar. Aún pueden verse algunas de estas casas en la calle Doctor

Delgado y en la Pedro Lluberes. En ocasiones los adquirientes de solares los dividían en dos, de 12.5 de

frente y otras veces unían varios solares formando parcelas que luego revendían en porciones más peque-

ñas. Los desagües pluviales consistían en zanjas abiertas a ambos lados de las calles y se llegaba a las ca-

sas mediante puentecitos. La urbanización de mi abuelo era al norte de la hoy avenida Bolívar. El agrimen-

sor que realizó el trabajo fue don Arístides García Mella, a quien mi abuelo pagó con tierras. Don Arístides

construyó su casa en la calle que llamó Moisés García en honor a su padre. Al sur de la avenida Bolivar, al-

rededor de la avenida Pasteur, estaban las tierras de don Enrique Henríquez, llamadas “La Primavera”. Al

ver don Enrique que mi abuelo tenía éxito en parcelar sus tierras, quiso hacer lo mismo y también buscó a

don Arístides García Mella. Como don Enrique y mi abuelo tenían diferencias políticas, él encargó a don

Arístides urbanizar su porción “de manera que mis calles no coincidan con las de Pedrito”. Es por esto que

las calles que van de sur a norte desde la avenida Independencia hacia la Bolívar no coinciden con las que

parten de la avenida Bolívar hacia el norte. El Ensanche Lugo fue urbanizado mucho tiempo después y los

solares y las casas que se construyeron allí eran más pequeños que los de Gazcue o La Primavera. Poco

a poco se le fue dando el nombre de Gazcue a todos los ensanches al oeste del Parque Independencia y

“vivir en Gazcue” era signo de poderío económico y social. Sin embargo, la entrada a la avenida Bolívar por

mucho tiempo estaba afeada por un solar baldío donde se instalaban los circos, y por una tenería perte-

neciente a la familia Polanco, dueña de esos terrenos. Luego estuvo allí la Santo Domingo Motors y por úl-

timo la Ferretería Read”.

Mientras tanto, Guillermo González Sánchez, el más destacado de todos los autores modernos dominicanos,

Portal de ingreso o galería frontal de una casa en la calle Luisa Ozema de Pellerano del Ensanche Lugo. Foto Ricardo Briones.

Fachada principal de la casa García Hatton en la César Nicolás Penson, Gazcue. Foto Ricardo Briones.

Jardín frontal de casa en la calle Cervantes. Foto Ricardo Briones.

Fachada sur de casa en la César NicolásPenson, Gazcue. Arq. José Antonio Caro.Foto Ricardo Briones.

Casa en la calle Rodriguez Objío, Gazcue. Foto Ricardo Briones.

Conjunto de apartamentos en la avenidaBolivar, Gazcue. Arq. Teófilo Carbonel, c.1955.Foto Ricardo Briones.

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MODERNIDAD Y CONTRADICCIÓN EN LA ARQUITECTURA DE LA “ERA DE TRUJILLO” 1930-1961|235234|MODERNIDAD Y CONTRADICCIÓN EN LA ARQUITECTURA DE LA “ERA DE TRUJILLO” 1930-1961

Escalera central en la residencia hoy ocupadapor la Embajada de España en SantoDomingo. c. 1948. José Antonio Caro Álvarez. Foto Jochi Marichal.

Apartamentos en la Leopoldo Navarro. c. 1948. José Antonio Caro Álvarez. Archivo CARALVA.

Cuartel de Bomberos de Santo Domingo.1944. José Antonio Caro Álvarez y GuillermoGonzález. Archivo General de la Nación.

El Arq. José Antonio Caro Álvarez. Archivo CARALVA.

Paraninfo de la Facultad de Ciencias Médicas,Universidad de Santo Domingo. 1944.José Antonio Caro Álvarez. Foto Max Pou.

acude a Columbia University mientras trabaja en el taller de Edward Durrell Stone y termina siendo el mejor

estudiante de su promoción en Yale University, premiado con un viaje de estudios al sur de España, donde

entra en contacto con las raíces de la nueva arquitectura moderna española, entonces en gestación, y cono-

ce a su futura esposa. González había sido educado bajo el rigor de los cánones académicos del Beaux Arts,

como se aprecia en su tesis de grado para un nuevo ayuntamiento en la ciudad de Santo Domingo y en los

virtuosos dibujos realizados en sus viajes de estudio.17 Su impronta en la cultura local es singularmente im-

portante, a todas luces prometeica. Su hermano Alfredo, quien funge como contratista principal de todos los

proyectos de la empresa González & González, es también un diseñador capacitado de valor propio, aunque

su imagen se haya visto empañada por la relevancia de su hermano Guillermo en los anales de la historia.

José Antonio Caro Álvarez (1910-1978), probablemente el más prolífico y con mayor formación intelectual, re-

gresa de Francia después de la Exposición Universal del 25 y deja establecida una secuencia generacional que

permanece hasta nuestros días –con la participación de sus hijos José Antonio –Tony– (1943) y Danilo Caro

Ginebra (1949) y su nieto Juan Cristóbal Caro Gómez (1971). Caro gana un premio por su diseño para un tea-

tro mientras permanecía en París.18 Su obra de gestión traspasa los límites de la arquitectura y el urbanismo

y abraza otras disciplinas como la arqueología, el arte. Fue promotor del Museo del Hombre Dominicano y jun-

to a sus hijos, diseñador, además de uno de los principales mecenas del arte y la cultura. Entre sus obras prin-

cipales se encuentran sus edificios para el campus de la Universidad de Santo Domingo (USD), las obras lle-

vadas a cabo para la celebración del Centenario de la República, el Palacio de la Policía Nacional, el Banco

Agrícola, la Maternidad Julia Molina, hoy Maternidad Nuestra Señora de la Altagracia y sus obras de fin del pe-

ríodo, –Banco Central de la República, Secretaría de Estado de Educación, Bellas Artes y Cultos y Palacio de

Correos– interpretaciones contemporáneas de ese clasicismo tardío que vistió la dictadura en sus postrime-

rías. Para la Feria, en el 55, es encargado de la ejecución del Hospital Angelita para Niños, hoy Robert Reid,

utilizado como hotel de apoyo durante la realización del evento.

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MODERNIDAD Y CONTRADICCIÓN EN LA ARQUITECTURA DE LA “ERA DE TRUJILLO” 1930-1961|237

Las primeras obras de la vanguardia racionalista se producen hacia 1937. Ya vimos como Guillermo Gon-

zález rompe con la indiferencia típica del habitante capitalino hacia su costa y desarrolla el llamado Par-

que Ramfis en honor al hijo del Generalísimo Trujillo. Esta plaza pública apaisada, ganada por concurso,

que se desliza suavemente hacia el mar Caribe, es hoy una de las pocas obras del primer modernismo

que ha sido rescatada íntegramente. Producto de su notable trabajo, González realiza, en 1938, los pro-

yectos para dos obras fundamentales: el edificio Copello, en el corazón del Centro Histórico, y el ante-

proyecto original para el Hotel Jaragua, el más relevante proyecto de toda su carrera. Ambos requieren

de una mirada detallada.

Será fácil reconocer que la calle El Conde, principal arteria comercial de la ciudad de Santo Domingo

era, hacia estos años y hasta fines de la década del 50, el espacio donde se ostentaban los principa-

les logros de la arquitectura en el país. Es dentro de este ambiente tan cargado de historia, que Gon-

zález actúa con su primer proyecto de envergadura.

El Copello mantiene la escala del conjunto histórico de la Ciudad Primada de América, no así su im-

postación estilística. Un edificio de esquina, raramente trabajada en la arquitectura colonial común de

su entorno inmediato, estratifica su curva fachada con bandas horizontales de ventanas continuas,

asumiendo recetas corbusianas en territorio americano colonial, retirando el primer piso comercial a

un plano que se protege con el voladizo de los 3 pisos superiores. El edificio se conserva admirable-

mente bien. Después de más de 60 años de abuso –fue la muy atacada sede del Gobierno Constitu-

cional durante la Guerra Civil de 1965, entre otras vicisitudes– conserva sus servicios sanitarios, sus

luminarias y su ascensor Otis original, funcionando razonablemente bien. Su esquema fue después in-

terpretado por J.A. Caro en El Palacio y La Ópera, y por Ruiz Castillo en el González Ramos. Es po-

sible que la primera versión haya sido la de Trueba en el edificio Cerame, atribuido a una firma nortea-

mericana de arquitectos. Así se establece la tipología de numerosos edificios de esquina ubicados en

contextos históricos del país.

Vista superior de las escaleras del Edificio Copello, Santo Domingo. 1938. Guillermo González. Foto Onorio Montás.

El Arq. Guillermo González. Archivo Omar Rancier.

La modernidad del régimen y el 1er. Centenario de la República:“Programa de obras”

4.4

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238|MODERNIDAD Y CONTRADICCIÓN EN LA ARQUITECTURA DE LA “ERA DE TRUJILLO” 1930-1961 MODERNIDAD Y CONTRADICCIÓN EN LA ARQUITECTURA DE LA “ERA DE TRUJILLO” 1930-1961|239

Página anterior:Planta y alzado del Edificio Copello, en la calle El Conde de Santo Domingo. 1938.Guillermo González. Archivo Enrique Penson.

Espectacular toma del conjunto formado porel bloque original y su anexo de 1945 delHotel Jaragua, en Santo Domingo. GuillermoGonzález. Archivo OGM.

En esta página:Vista desde el sureste del conjunto del Hotel Jaragua y anexos. En primer plano los famosos bungalows frontales. Guillermo González. Archivo OGM.

Vista noroeste del conjunto del Hotel Jaraguay anexos. Guillermo González. Archivo OGM.

Interior del espacio social del Roof Gardendel Hotel Jaragua. Guillermo González.Archivo OGM.

Ángulo sureste del Edificio Copello, Santo Domingo. 1938. Guillermo González.Foto Ricardo Briones.

Ángulo sureste del Edificio El Palacio, Santo Domingo. c. 1945. José Antonio CaroÁlvarez. Archivo CARALVA.

Hospital de Maternidad La Altagracia, originalmente Julia Molina. 1944. José Antonio Caro Álvarez. Archivo CARALVA.

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Fachada norte de la Casa Pichardo en laavenida Independencia, Santo Domingo. 1940,demolida para dar cabida al Malecon Center.Guillermo González. Archivo DoCoMoMoDominicano.

Edificio de apartamentos conocido como El Jaraguita, en el Malecón de SantoDomingo. 1945, poco antes de ser demolidopara dar pasó a un estacionamiento del Hotel V Centenario. Guillermo González. Foto Onorio Montás.

Alzado y planta de la Casa Schad, SantoDomingo. 1939, demolida. GuillermoGonzález. Archivo Enrique Penson.

Planta de la Casa Pichardo, 1940, demolida.Guillermo González. Archivo Enrique Penson.

Fachada oeste de la Facultad de Odontologíade la Universidad de Santo Domingo. 1947.Leo y Marcial Pou Ricart. Archivo DoCoMoMoDominicano.

Ángulo sureste de la Facultad de Ingeniería yArquitectura de la Universidad de SantoDomingo, 1955. José Antonio Caro Álvarez.Archivo CARALVA.

El emblemático Hotel Jaragua fue perdido en el año 1985, a pesar de una feroz oposición ciudadana. Fue

destruido para dar lugar, innecesariamente, a un hotel diseñado en los EE.UU., sin ninguna consideración

por la cultura local. Al momento de la inauguración del edificio original, en el año 1942, constituyó la obra

de arquitectura más importante realizada por el gobierno dominicano en décadas.19 No sólo su esquema

planimétrico, ni su admirable solución de volúmenes sometidos a una sutil rotación orientada –de nuevo–

al mar Caribe, sino la tropicalidad pionera de sus espacios, la sofisticación de sus terminaciones y la con-

fortable dotación de sus servicios, le confieren la distinción de haber sido el primer hotel de categoría in-

ternacional y absoluta modernidad realizado en la región, mucho antes que el Caribe Hilton de San Juan

de Puerto Rico, (de los maestros Toro, Ferrer y Torregrosa)20 y del muy alterado Panamá Hilton (del des-

tacado arquitecto Ricardo Bermúdez).21 Admirado por locales y por visitantes, el Hotel Jaragua se convir-

tió en el estandarte de la recién nacida modernidad dominicana. Richard Neutra, en su visita de 1945 al

país, elogió abiertamente los resultados. González se consagra, a partir de entonces, como el joven pro-

digio que fue, y produce, en la rígida estructura del régimen trujillista, la primera brecha que cuestiona los

esquemas aplicados hasta entonces por autores afectos al régimen, tales como Henry Gazón Bona.

Quizás el mejor ejemplo de este racionalismo blanco y purista al que nos referimos es un par de casas,

ambas demolidas, ejecutadas por Guillermo González a fines de los años 30 y en los primeros años de

la década del 40. Se trata de las casas para las familias Schad (1939) y Pichardo (1940), ambas en San-

to Domingo. La primera estuvo localizada en la parcela que hoy ocupa el Museo de Historia Natural, en

el lindero sur de la Plaza de la Cultura. Esta residencia de dos niveles, conformada por unos paralelepí-

pedos blancos resueltos en barra y acotados por una terraza abierta, fue por largo tiempo olvidada has-

ta reaparecer en el ámbito crítico local, en la excelente recopilación documental del Ing. Enrique Penson

Paulus, Arquitectura Dominicana 1906-1950, de reciente aparición.22 González realiza en 1940 una de

sus obras más paradigmáticas, la Residencia Pichardo. De absoluto y blanco racionalismo, fue llamada

la casa Telefunken, por su asociación a formas del universo industrial europeo. Esta casa, también per-

dida, se encontraba en la avenida Independencia en uno de los lotes que hoy ocupa el enorme comple-

jo multiusos del Malecón Center. De una estructura volumétrica similar a la Schad, la residencia Pichar-

do ostentaba un aún mayor refinamiento minimalista, de longitud más acusada.

Esta búsqueda de González no se alejaba, sin embargo, de su agudo sentido del contexto, tal y como

demuestra en el año 52 cuando realiza una serie de 7 casas para el personal directivo del Ingenio Con-

suelo, en San Pedro de Macorís, de exquisito apaisamiento y pertenencia a la llanura cañera de la región,

o toda otra serie de casas posteriores, algunas ya inexistentes como la Peynado, demolida para alojar al

Templo de Los Mormones en la avenida Bolívar.

Inmediatamente después de completar la primera etapa del Jaragua, González inicia un grupo de edifi-

cios de apartamentos para la venta, de exitosa aceptación. En uno de ellos, el llamado Jaragüita (1945),

localiza su estudio y desarrolla el resto de su carrera, frente a ese mar Caribe tan valorado en su obra.

Paralelamente, ejecuta varios hoteles para el estado (la ampliación y los bungalows del Hotel Jaragua

(1945), el Hotel Paz (1955), siendo el más relevante el Hotel Hamaca (1951), en la Playa de Boca Chica,

un hermoso conjunto de hormigón literalmente afincado en el agua de la calmada playa. Otro de sus ho-

teles es el Montaña, en la nueva carretera a Jarabacoa, donde utiliza recursos de la paleta puesta de mo-

da por Auñón, aunque sin el acierto de éste, como se verá en el capítulo siguiente. Uno de los pocos

ejemplos remanentes de este período de gran actividad para González y su hermano Alfredo –quien en

realidad, como sabemos, ejercía las funciones de contratista general en las obras, a la par de algunas in-

cursiones como proyectista– es el edificio de apartamentos González, en la calle Pasteur. Este elegante

bloque se apropia del barrio de Gazcue con una escala magistralmente manejada, reduciendo el impac-

to de esta gran masa por medio de la típica horizontalización de los vanos y una solución urbana senci-

lla pero admirable.

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Bloque principal del Colegio Santo Domingo,en la avenida Bolívar, Santo Domingo, hacia 1950. Humberto Ruiz Castillo. ArchivoDoCoMoMo Dominicano.

Fachada sur del Hospital para TuberculososDr. Martos, en la avenida John F. Kennedy,antes avenida San Martín, Santo Domingo.1944, demolido. Leo y Marcial Pou Ricart.Archivo DoCoMoMo Dominicano.

Residencia García Recio, en la calle Dr. Delgado esquina México, Santo Domingo.c. 1945. Humberto Ruiz Castillo. Foto Luis Nova, Archivo AAA.

El año de 1944 dio ocasión a la celebración del 1er. Centenario de la fundación de la República Domini-

cana. El presidente Trujillo y sus intelectuales desarrollan un memorable plan de edificaciones públicas y

de eventos, nunca antes vistos en el país. Se dicta la Ley 675, del 31 de agosto de 1944, publicada en

la Gaceta Oficial N.6138, que incorpora un “Plan General de Urbanización y Embellecimiento de las Ciu-

dades de la República”, vigente por largos años.23

El Hotel Jaragua fue en realidad la cabeza de serie –si bien la más sobresaliente– de un grupo de hote-

les del Estado, ejecutados para promover el turismo interno en todo el país. Esta iniciativa produjo du-

rante dos décadas obras tales como los hoteles de San Cristóbal, San Juan, Barahona, Jarabacoa,

Constanza, Santiago, Higüey, Boca Chica, y de nuevo en Ciudad Trujillo con el Hotel Paz (hoy Santo Do-

mingo Norte), etc., muchos de ellos asignados a destacados profesionales dominicanos. De esta forma

se inicia el catálogo del patrimonio dominicano en el área de la hotelería pública, tan maltratado e igno-

rado en los tiempos actuales.

La realidad es que la gran cantidad de proyectos se llevan a cabo dentro del nuevo estilo producido por

los cánones del Movimiento Moderno. Los hermanos Pou diseñan las Escuelas Normales, los hospitales

Dr. Martos y Marión; Caro hace, junto a González, el Cuartel de Bomberos, el Casino de la Playa de Güi-

bia y el Hipódromo Perla Antillana. El nuevo campus para la Universidad de Santo Domingo es proyec-

tado por González, Caro y José Ramón Báez Lopez-Penha, en un esquema axial sumamente funcional

y de modernidad ambivalente. De este conjunto urbano singular sobresale el edifico para la Facultad de

Medicina (1944), uno de los más soberbios edificios modernos dominicanos, ejecutado admirablemente

por José Antonio Caro, quien proyecta posteriormente, en 1955, la Facultad de Ingeniería y Arquitectu-

ra. En este primer gran proyecto urbano emprendido por el Estado, participan también los hermanos

Marcial y Leo Pou Ricart y uno de los autores y profesores universitarios más renombrados, Humberto

Ruiz Castillo, entre otros. Una investigación reciente arroja imágenes de gran modernidad.24

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Esquina sureste del Edificio Saviñón, en lacalle El Conde, Santo Domingo. c.1945.Octavio y Gloria Iglesias Molina. Foto Luis Nova, Archivo AAA.

Estudio de la fachada principal del edificopara Radio Tevisión Dominicana. c.1947.Octavio y Gloria Iglesias Molina. Archivo DoCoMoMo Dominicano.

Instituto para Señoritas Salomé Ureña deHenríquez, calle Padre Billini, Santo Domingo.c. 1944. Marcial Pou Ricart. Foto Luis Nova, Archivo AAA.

Hospital Morgan, Santo Domingo. c. 1947.Leo Pou Ricart. Archivo DoCoMoMoDominicano.

Casa De Mondesert, Santo Domingo. c. 1934. Humberto Ruiz Castillo. Foto Luis Nova, Archivo AAA.

Edificio conocido como La Metralla, en la Calle de las Mercedes, Santo Domingo.c. 1948. Humberto Ruiz Castillo. Foto Luis Nova, Archivo AAA.

Alzado y plantas de la casa De Mondesert,Santo Domingo. c. 1934. Humberto RuizCastillo. Foto Luis Nova, Archivo AAA.

He aquí la contradicción: Mientras los arquitectos formados académicamente se entregaban al más co-

rrecto y vanguardista estilo moderno, entendiéndolo como la tendencia arquitectónica capaz de emble-

matizar con más fuerza los reales adelantos que demostraba el Estado trujillista en torno al 1er. Cente-

nario, otros, también apoyados por el mismo sistema, actuaban dentro de una estilización clasicista ab-

solutamente reaccionaria a los adelantos internacionales del momento. Esta dualidad, esta especie de

esquizofrenia proyectual, se mantiene a lo largo de dos décadas y define, de cierta manera, la bipolari-

dad de la arquitectura del período. Este hecho, común en otras dictaduras latinoamericanas, se expre-

sa en obras tales como el Teatro San Martín del ortodoxo moderno Mario Roberto Álvarez y por otro la-

do, la Fundación Eva Perón, de riguroso academicismo, en el Buenos Aires de Perón; en el Brasil, du-

rante el gobierno de Getulio Vargas se construyen paralelamente el Ministerio de Educación y Salud de

Lucio Costa y su equipo, y el Ministerio de Hacienda, en estilos opuestos; en Caracas se construyen al

mismo tiempo la Ciudad Universitaria de Carlos Raúl Villanueva, máxima expresión de la modernidad ve-

nezolana y la axial y académica Escuela Militar, de Luis Malaussena.

Los Pou Ricart obtienen sus diplomas en Bélgica y realizan, antes de emigrar a la Florida a finales de la dé-

cada del 50, un numeroso catálogo de proyectos singularmente modernos. Son en realidad los autores más

cercanos a ese racionalismo europeo de testeros semicirculares, fenestramientos horizontalizados rítmica-

mente interrumpidos por partesoles y blanca volumetría, lenguaje hoy identificado con la temprana moder-

nidad internacional, tan común en La Habana, San Juan, Bogotá, Buenos Aires y otras ciudades de la re-

gión en aquellos años previos al desarrollo de una estética de raigambre local. El Instituto de Señoritas Sa-

lomé Ureña, enclavado en el pleno Centro Histórico de Santo Domingo colonial, es construido en 1942 si-

multáneamente a la Escuela Normal de Varones, el Hospital Antituberculoso Dr. Martos (hoy Campus I de

la UNPHU, recientemente demolido para dar paso a una cadena internacional de mueblería) y el Hospital

Marión, modelo original de diseño frecuente en otros países del área. Desde su cargo como arquitecto en

la Dirección de Edificaciones, Leo Pou realiza importantes obras, tales como el Hospital Morgan, las Secre-

tarías de Agricultura y otros edificios públicos originalmente ubicados detrás del Palacio Nacional y el com-

plejo para el Instituto Saleciano de San Cristóbal. Sus casas obedecen a esta misma fórmula. Muchas de

ellas, si no todas, hoy han sido transformadas o destruidas, sobre todo aquellas localizadas en Gazcue,

campo de ensayo fundamental para estos jóvenes autores del momento. El edificio del Congreso Nacional

en La Feria de la Paz, es atribuido a Leo Pou, actuando en colaboración con González.

Humberto Ruiz Castillo fue ante todo un profesor de excelsas cualidades y exigente rigor. Su abundan-

te obra –iniciada algunos años antes que la de sus coetáneos– incorpora el Art Deco a la arquitectura

dominicana más que la de cualquier otro arquitecto, evidenciándose en sus primeras, como su residen-

cia en la calle Santiago casi esquina Danae, en la hermosa Casa Recio de la Dr. Delgado esquina Méxi-

co (1934) y en múltiples proyectos realizados dentro de su labor como arquitecto diocesiano, como la

Iglesia de San Juan Bosco (1939) y la impresionante Iglesia de Moca (1956). Una de sus obras más res-

petadas, recientemente restaurada, es la del Alma Mater de la Universidad de Santo Domingo (1955),

aparentemente realizada junto al arquitecto francés André Dunoyer de Segonzac, quien se encontraba a

la sazón en el país para llevar a cabo su proyecto ganado por concurso internacional para la Basílica de

Nuestra Señora de la Altagracia, en Higüey.25 De su autoría es también el moderno y coherente plantel

para el Colegio Santo Domingo, en la avenida Bolívar y la casa del Dr. Balaguer en la avenida Máximo

Gómez y la construcción de la Nunciatura Apostólica en la César Nicolás Penson, diseñada en Roma a

la manera de la típica “palazzina” ecléctica romana.

También afiliados a la corriente Art Deco fueron los ingenieros y arquitectos Gloria y “Tribito” Iglesias Mo-

lina, autores de proyectos de gran escala para el Palacio de Telecomunicaciones, el elegante edificio de

R. Esteva y Cía., en la Calle El Conde –originalmente comisionado como sede de la Lotería Nacional– y

el Palacio de Radio Televisión Dominicana.

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MODERNIDAD Y CONTRADICCIÓN EN LA ARQUITECTURA DE LA “ERA DE TRUJILLO” 1930-1961|247

El cambio hacia la modernidad se produce tímidamente en el universo doméstico, con una sobresalien-

te excepción. En 1939, la Guerra Civil española nos lega artistas de enorme trascendencia, resultado de

esa forzada migración que tanto enriqueció el universo latinoamericano, desde el Caribe hasta la Pata-

gonia, como ha sido reconocido en varias obras recientes de sobresaliente academia. Baste recordar la

abundante obra del Ing. Félix Candela en México como ejemplo destacado, tanto en la tipología indus-

trial como en la religiosa.

La República Dominicana atrajo a un grupo de autores sumamente representativos de esta avanzada, no

sólo en la arquitectura, sino también en las letras y en las artes plásticas. Dos de los más renombrados

son sin dudas el arquitecto catalán Tomás Auñón (1909-?) y el Ing. madrileño Joaquín Ortiz García, quie-

nes llegan “toreando submarinos”. Según el libro Arquitecturas del exilio español (2007, ver bibliografía),

Auñón “… participa en la retirada de Cataluña y pasa sus primeros meses de exilio en el campo de con-

centración de Saint-Cyprien, del que sale gracias al apoyo del Comité Nacional Británico de Ayuda a Es-

paña. A mediados de año se ubica en Perpignan. Llega a República Dominicana el 11 de enero de 1940,

en el buque Cuba, procedente de Burdeos. Ese mismo año realiza la remodelación del Café Ariete en

Santo Domingo (..) En 1945 se traslada a México, trabajando en la realización de sets y decorados en la

industria cinematográfica. Ese mismo año se asocia con Oscar Coll Alas, quien también viene de Repú-

blica Dominicana. A partir de (...) 1962 su figura se desvanece, sin haber sido posible encontrar mayo-

res datos sobre el final de su carrera y de su vida”.26 Aislados por sus ideas de izquierda en las monta-

ñas de Jarabacoa, estos autores junto a varios artesanos más, conforman un equipo y producen el di-

seño y la ejecución de un grupo de fascinantes casas, usando materiales del lugar, en ese entonces des-

vinculados del resto del país. Todavía hoy, a pesar de las inevitables transformaciones que han sufrido

varias de estas estructuras, sorprenden sus exquisitos e ingeniosos herrajes, mobiliarios y artefactos in-

tegrados magistralmente al espacio arquitectónico. De un gusto nórdico, más cercano a Aalto que a la

tradición del Modernisme catalán –gusto que durante muchos años representó, de alguna manera, la es-

Vista frontal de la Casa Ricart en Jarabacoa.1943. Tomás Auñón y Joaquín Ortiz. Foto Gustavo Moré.

Alzado frontal de la Casa Nadal, en Jarabacoa.1941. Tomás Auñón y Joaquín Ortiz. Archivo Enrique Penson.

Boceto de Auñón para un comercio en la callePalo Hincado, Santo Domingo, c.1946.Archivo Docomomo.

Los inmigrantes del 39: la tranformación del arte dominicano.“Toreando submarinos”

4.5

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MODERNIDAD Y CONTRADICCIÓN EN LA ARQUITECTURA DE LA “ERA DE TRUJILLO” 1930-1961|249248|MODERNIDAD Y CONTRADICCIÓN EN LA ARQUITECTURA DE LA “ERA DE TRUJILLO” 1930-1961

Casa García en la calle Pasteur, Gazcue, Santo Domingo. c. 1945 Tomás Auñón yJoaquín Ortiz. Foto Gustavo Luis Moré.

Edificio Santos en la calle Pina, Ciudad Nueva,Santo Domingo, c.1945. Tomás Auñón yJoaquín Ortíz. Foto Ricardo Briones.

Casa Molinari. Calle Benito Monción esquinaSantiago, Gazcue, Santo Domingo. 1943.Tomás Auñón y Joaquín Ortiz. Foto cortesia familia Molinari.

Alzados y planta de la Casa Molinari.1943.Tomás Auñón y Joaquín Ortiz. Archivo Enrique Penson.

Casa Armenteros, Jarabacoa. 1943. TomásAuñón y Joaquín Ortiz. Foto Eduardo Guzmán.

tética a seguir en la arquitectura típica de este enclave turístico en la Cordillera Central–, las casas Na-

dal, Barceló, Ricart, Armenteros, Ocaña y algunas 5 casas más, inauguran en el país un vocabulario iné-

dito de estructuras en mampostería de ladrillo, paramentos de piedra de río, madera oscura y formas

modernas, que le confirió a Auñón su salvoconducto para eventualmente trasladarse a Santo Domingo

y producir un itinerario de las más extraordinarias casas privadas en el sector de Gazcue y, notablemen-

te, el Monumento Trujillo-Hull, mejor conocido como el “Obelisco Hembra”, que rememora el saldo de la

deuda externa del país con los EE.UU. También ejecuta el edifico para el Instituto Escuela (1943), cole-

gio de gran renombre para toda la sociedad capitalina de antaño, enclavado en el flamante barrio de La

Primavera, hoy asimilado por la denominación generalizada del Polígono de Gazcue.

La paleta cambia con el cambio del contexto rural jarabacoense al urbano de Ciudad Trujillo y con la dis-

ponibilidad de materiales industriales. La forma se libera, los espacios se llenan de luz en, por ejemplo,

las perdidas Casa Molinari o la Benítez Rexach. La Molinari, demolida para hacer espacio a un desarro-

llo inmobiliario, era a nuestro juicio, la más lograda de todas, con sus arcadas y su escalera compensa-

da de escultural virtuosismo. Se establece el gusto por galerías con arcadas de medio punto, como en

la Casa García, en la calle Santiago –tema iniciado en la Casa Armenteros de Jarabacoa–; parabólicas

como en la Pol, la Vitienes y la Molinari, o rebajadas. Varios jóvenes arquitectos del período heredan el

leitmotiv de las arcadas de amplia luz, recurso que perdura por décadas.

En el ámbito de Ciudad Nueva, está el extraordinario edificio Santos, en la calle Pina, caracterizado por

sus 4 niveles destinados a usos diversos –comercio y oficinas en los dos primeros y apartamentos en los

dos superiores– que posee una de las fachadas de mayor gracia en su entorno, a la par de un ático re-

tranqueado respecto a sus linderos, de luminosa espacialidad. La obra de Auñón, poco divulgada, se

realiza en apenas 6 años de práctica antes de su migración definitiva a México y constituye uno de los

capítulos más relevantes de la modernidad regional.27

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MODERNIDAD Y CONTRADICCIÓN EN LA ARQUITECTURA DE LA “ERA DE TRUJILLO” 1930-1961|251

Henry Gazón Bona (1909-1982) regresa de París hacia 1930 y al poco tiempo se personifica como el

autor más cercano al régimen hasta su “caída en desgracia” en 1954, justo al entregar la monumen-

tal residencia diseñada y construida para el dictador con recursos de sus adláteres en el Cerro, San

Cristóbal, la provincia natal de Trujillo. Esta obra última ejemplifica el ecléctico gusto de su autor, en

realidad más cortesano –músico, astrónomo, decía su tarjeta de presentación– que arquitecto. Reali-

za para muchas instituciones públicas sus edificios: liceos, estaciones de policía, escuelas secunda-

rias, iglesias, monumentos conmemorativos y todos los edificios para el Partido Dominicano. La ciu-

dad de San Cristóbal posee una larga ruta de edificios públicos de Gazón: el Hotel, la Iglesia –donde

fue llevado el cadáver de Trujillo antes de su periplo hacia París–, el Partido Dominicano, el Liceo Mu-

sical, la Escuela y muchos otros espacios públicos más. Su Monumento a la Paz de Trujillo, en San-

tiago de los Caballeros, sigue siendo hoy, una de las huellas indelebles de esa ciudad mediterránea en

la geografía dominicana. Un símbolo representativo, más ícono que edificación, como su incierto des-

tino ha comprobado, al no responder a un programa funcional que le sostenga en el tiempo. Proba-

blemente el único programa de infraestructura militar que ha llevado a cabo el país en la frontera con

Haití se debe a Gazón, quien ejecuta los puestos de mando fronterizos en Elías Piña y otras localida-

des, además de múltiples fortalezas en Ciudad Trujillo y en las principales ciudades. Entre sus obras

memorables se encuentra la primera, su renombrada y hoy lamentablemente maltratada Casa Vapor,

de 1936, “...cuyas airosas líneas marineras campeaban sobre un apacible mar de grama. Con su proa

al oriente, la rara nave oteaba el horizonte”, escribió Gimbernard sobre ésta.28

En una de sus notas documentadas en el Centro de Inventario de Bienes Culturales, Nerva Fondeur nos

cuenta: “La ‘casa vapor’ ubicada en terrenos propiedad de su padre Louis Gazón, llegó a recibir más de

7,913 firmas de visitantes nacionales y extranjeros, apareciendo reseñada en abril de 1939 en el periódi-

co The Sunday Star de Washington en la sección titulada ‘Strange as it seems’ bajo la firma de John Hix.

En 1939 se reúne en ésta el ‘Comité Pro Asociación de Ingenieros y Arquitectos’ eligiendo una directiva

Estatua de Rafael Leonidas Trujillo, hoy inexistente, en el plinto frente alMonumento a la Paz de Trujillo, Santiago.Henry Gazón et al, 1944. Foto Max Pou.

Alzado y plantas de la residencia conocidacomo Casa Vapor. Calle Francia esquina Dr. Delgado, Gazcue, Santo Domingo. 1945.Henry Gazón. Archivo Enrique Penson.

La aplicación del modelo trujillista de equipamiento público

4.6

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MODERNIDAD Y CONTRADICCIÓN EN LA ARQUITECTURA DE LA “ERA DE TRUJILLO” 1930-1961|253252|MODERNIDAD Y CONTRADICCIÓN EN LA ARQUITECTURA DE LA “ERA DE TRUJILLO” 1930-1961

Foto de época de la Casa Vapor. Calle Francia esquina Dr. Delgado, Gazcue,Santo Domingo. 1945. Henry Gazón. Archivo DoCoMoMo Dominicano.

Escorzo sureste del edificio para el PartidoDominicano en el Ensanche La Fe, SantoDomingo. c. 1950. Henry Gazón. Foto OGM.

Otra de las múltiples edificaciones erigidas en todo el país para las sedes del PartidoDominicano. Henry Gazón. Archivo OGM.

Estudio prospéctico del edificio para el Partido Dominicano en el ensanche La Fe, Santo Domingo. c. 1950. Henry Gazón. Foto OGM.

Puesto de vigilancia militar en la frontera con Haití. c. 1938. Henry Gazón. Archivo DoCoMoMo Dominicano.

Edificio sede del Partido Dominicano en Santiago de los Caballeros c. 1950. Henry Gazón. Foto OGM.

Iglesia de San Cristóbal realizada por Gazónen un eclecticismo barroco alucinante.Foto Ricardo Briones.

Henry Gazón Bona. Foto Archivo DoCoMoMoDominicano/

Edificio sede del Partido Dominicano en laavenida George Washington, Santo Domingo,actual sede de la Secretaría de Estado deCultura. c. 1945. Henry Gazón. Foto OGM.

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MODERNIDAD Y CONTRADICCIÓN EN LA ARQUITECTURA DE LA “ERA DE TRUJILLO” 1930-1961|255254|MODERNIDAD Y CONTRADICCIÓN EN LA ARQUITECTURA DE LA “ERA DE TRUJILLO” 1930-1961

Interior del Mercado Modelo de la ciudad deSanto Domingo. Henry Gazón y José RamónBáez Lopéz Penha. c.1944. Foto Max Pou.

En primer plano, el arco que domina la entrada principal a San Juan de la Maguana. Al fondo, el edificio del ayuntamiento. Autor no identificado. Foto Ricardo Briones.

El profesor Erwin Walter Palm y el arquitectoEugenio Pérez Montás, en una de sus visitas a Santo Domingo en 1974. Archivo Pérez Montás.

Palacio de Justicia, Ciudad Nueva, Santo Domingo. 1944. Mario Lluberes. Archivo DoCoMoMo Dominicano.

Parque en San Cristóbal, ciudad natal delPresidente Trujillo, dotada de toda suerte de equipamientos públicos. Henry Gazón. Archivo DoCoMoMo Dominicano.

Planta del Palacio de Justicia, Ciudad Nueva,Santo Domingo. 1944. Mario Lluberes. Archivo Enrique Penson.

provisional integrada por Eduardo Soler, Rafael Bonelly, Marcial Pou, Humberto Ruiz Castillo, Mario Llube-

res, Leo Pou Ricart, Juan de la Cruz Alfonseca y José Antonio Caro, entre otros. Años después la edifica-

ción fue denominada ‘Victoria”.

Otras obras también notables de Gazón, hechas en colaboración con otros profesionales, son el moder-

no Matadero Municipal y el Mercado Modelo de la avenida Mella, estructura de hormigón armado ele-

gantemente abovedada inspirada en tipologías francesas propias del momento, en asociación con el Ing.

José Ramón –Moncito– Báez López-Penha (1909-1995).

Gazón, quien logró sostener una de las oficinas profesionales más grandes del país, tiene el mérito de

haber publicado, si bien casi clandestinamente ya que fue retirado de las prensas antes de su distribu-

ción, el único volumen dedicado a reseñar las obras –en realidad sus obras– ejecutadas durante el man-

dato de Trujillo. Este singular libro, proscrito por el régimen por razones desconocidas, explica los ele-

mentos característicos de la arquitectura de Trujillo, el motivo de su estilización, y sintetiza, a grandes ras-

gos, la visión que sobre El Jefe y su programa de gobierno, poseían Gazón y probablemente muchos de

sus colaboradores cercanos. Del epílogo del insólito libro de Gazón se extrae esta cita: “Y así, sin recu-

rrir a exotismos desdicentes de nuestro medio, ni buscar en el África francesa por razones de similitud

climática su inspiración, se ha decidido por lo más apropiado: por un neoclásico propio, de sencilla ins-

piración que ofrece esta doble ventaja: a) La persistencia de las líneas por encima de los caprichos y vai-

venes de las modas y corrientes al uso. b) La flexibilidad que el neoclásico ofrece para expresar filosófi-

camente la raíz de nuestra cultura que, como nuestra raza, proviene de la imposición de una, de adita-

mentos ajenos y de la extinción de otra”.29

La Arquitectura Dominicana en la Era de Trujillo, album n.1 es una excepción a esa resistencia literaria

común en los arquitectos de la época. Sólo otro arquitecto practicante produce un libro de texto sobre

Urbanismo30 de particular calidad. José Antonio Caro escribe en formato mimeo y publica en 1942 este

manual de diseño urbano de 68 páginas de sorprendente actualidad. Pero es, sin lugar a dudas, el eru-

dito estudio de Erwin Walter Palm (1910-1988), sobre Los Monumentos Coloniales de La Española,31

publicado en 1955 por la Universidad de Santo Domingo (USD) después de haber ensayado con múlti-

ples artículos previos este importantísimo tema, el más autorizado estudio sobre la arquitectura colonial

dominicana producido hasta el momento. La consulta frecuente de estos dos tomos de docto análisis y

densa academia es inevitable hasta el día de hoy.

El Palacio de Justicia de Ciudad Nueva, construido hacia 1944, fue diseñado por Mario Lluberes pa-

ra el Ing. Rogers dentro de ese estilo academicista, despojado de toda ornamentación, excepto

aquella motivada por los mensajes simbólicos del régimen. Esta obra de Lluberes, que contó con la

ayuda de Guillermo González, según se evidencia en su firma calzada en una de las perspectivas pu-

blicadas en el album de 1937, contrasta con su moderna obra para el edificio Buenaventura, situa-

do a apenas dos cuadras de distancia, en la avenida Independencia entre las calles Danae y la Dr.

Delgado.

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MODERNIDAD Y CONTRADICCIÓN EN LA ARQUITECTURA DE LA “ERA DE TRUJILLO” 1930-1961|257

La formación académica de la arquitectura recorre un lento proceso inicial, jalonado por determinados

alcances. En 1938 se crea la carrera de Ingeniero-Arquitecto, diploma otorgado por la Universidad de

Santo Domingo. De las primeras promociones egresan profesionales de la talla de Leonte Bernard Váz-

quez, uno de los estructuralistas más grandes que ha tenido el país. En su pivotal ensayo “La enseñan-

za de la Arquitectura en la República Dominicana: un testimonio”, Manuel Salvador Gautier precisa: “El

Plan de Estudios de 1938 es muy similar al (...) de 1950, con el que cursé mi carrera. Los dos primeros

años (...) se hacían conjuntamente con los Ingenieros Civiles. Las estructuras se daban junto con los in-

genieros (...). En los tres últimos años la diferencia estribaba en que los ingenieros arquitectos daban di-

bujo especializado hacia el diseño de edificaciones y debían tomar materias como Historia de la Arqui-

tectura, Astronomía y otras similares, mientras los ingenieros civiles tomaban materias como puentes, ca-

rreteras, etc.”.32

Gautier cita a Gay Vega, Leopoldo –Polín– Espaillat Nanita, Teófilo Carbonell, Eugenio Pérez Montás y

Roberto Bergés como responsables de la estrategia que produjo la puesta en marcha de un nuevo plan

de estudios orientado a titular arquitectos independientes de la disciplina de la Ingeniería Civil, deslindan-

do así las competencias académicas por primera vez en los estudios universitarios, algo que en realidad

no ocurrió, ya que tanto arquitectos como civiles estaban legalmente en capacidad de diseñar edifica-

ciones.

Mientras Rafael Calventi asume la dirección de la Escuela de Arquitectura de la Universidad Autónoma

de Santo Domingo (UASD), después del llamado Movimiento Renovador de 1965, Pérez Montás, Bergés

y Manolito Baquero forman el núcleo docente para la creación de la Facultad de Arquitectura y Urbanis-

mo de la nueva Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña. Esa es ya otra historia...

William Reid Cabral (1925),33 santiaguero graduado de ingeniero arquitecto en la Universidad de Santo Do-

mingo, –quien cultiva una estrecha relación con González–, se convierte en el representante de la genera-

ción de relevo. La primera obra que les vincula es la residencia de la familia Vicini en la Máximo Gómez y

Hotel Hamaca desde la playa de Boca Chica.1951. Guillermo González. Foto Max Pou.

La generación del 50: una nueva actitud

4.7

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MODERNIDAD Y CONTRADICCIÓN EN LA ARQUITECTURA DE LA “ERA DE TRUJILLO” 1930-1961|259258|MODERNIDAD Y CONTRADICCIÓN EN LA ARQUITECTURA DE LA “ERA DE TRUJILLO” 1930-1961

Elevación sur y plantas de la casa Vicini en la Avenida Máximo Gómez, Santo Domingo.1947. Guillermo González y William ReidCabral. Archivo Enrique Penson.

Edifico de apartamentos El Yaquito, en el Ensanche Lugo, Santo Domingo. c. 1951. José Manuel Reyes y Willliam ReidCabral. Foto Archivo William Reid Cabral.

Casa no identificada. c. 1958. José ManuelReyes. Archivo familia Reyes Malla.

Edificio no identificado en Santo Domingo. c. 1958. José Manuel Reyes. Archivo familia Reyes Malla.

Arq. José Manuel –Nani– Reyes.

Aspecto que presentaba la escalera de bajadaa la playa del Hotel Hamaca, poco antes de su transformación y rescate, en 1990.Guillermo González. Archivo OGM.

Casa Vicini en la avenida Maximo Gómez,Santo Domingo. Guillermo González y WilliamReid Cabral. 1947. Foto Jochi Marichal.

la avenida Independencia, donde originalmente se encontraba el acceso antes de la prolongación del Ma-

lecón. Esta importante familia de inmigrantes italianos con la que Reid estaba emparentado, continúa la

práctica de encargar a arquitectos de prestigio sus obras, iniciada con el palacete Vicini en la 19 de mar-

zo de la Ciudad Colonial, obra de Antonín Nechodoma. González, a la sazón profesor de Reid, –desde

sus inicios alumno destacado–, le involucra como arquitecto residente en esta obra de grandes propor-

ciones y exigente factura. Esta casa de 1947 rompe con todos los esquemas estilísticos desarrollados por

González hasta entonces. Ya no se trata de aquellos volúmenes puros, blancos, de perforaciones regula-

res geométricamente dispuestas en los planos, del típico apaisamiento de toda su primera obra. La casa

Vicini es la cabeza de serie de una lista de residencias para familias dominicanas distinguidas, que conti-

nuó haciendo hasta el fin de su carrera, entre las cuales se encuentra la demolida residencia Peynado, ubi-

cada en la avenida Bolívar, las residencias Barletta y Vicini en el entonces naciente sector de Arroyo Hon-

do en las abruptas colinas situadas al norte de la ciudad capital. El estilo cambia: arcos, muros gruesos,

contrafuertes, pérgolas, rejas decorativas, escalinatas señoriales, techos de hormigón armado en pendien-

te con terminación tipo Bermuda. Si bien se mantiene limpio el plano de las fachadas y se distribuye efi-

ciente y modernamente el programa doméstico, el espíritu es otro. González inicia una búsqueda de apro-

piación de un determinado carácter local, esa traducción inevitable de los esquemas foráneos a las reali-

dades y a los gustos tradicionales.

Reid y muchos otros de su generación heredan esta determinación por lograr el enraizamiento del Mo-

vimiento Moderno en la República Dominicana. Desde sus primeras obras, esencialmente habitaciona-

les, incorpora los calados de hormigón, los grandes aleros, las terrazas apaisadas y esa sensación de in-

timidad que el sabio manejo de la escala y la luz proporcionan al espacio. Pero fundamentalmente, el

triunfo de Reid es su capacidad de integrar arquitectura y naturaleza en una sola palabra, en una sola

oración. Sus casas constituyen un enorme legado a la cultura doméstica local.

Asociado a José Manuel –Nani– Reyes (1925-1966), constituyen una oficina de diseño y obras sin para-

lelo en la Ciudad Trujillo de entonces. Uno de los comentarios que sanamente solían hacer en el taller era

que en cada calle de la ciudad en un momento dado había en proceso alguna obra de ellos. De 1951 a

1956, mientras duró la asociación, los encargos se amplían dando lugar a un abundante catálogo de pro-

yectos comerciales, apartamentos, hoteles y edificios de oficinas e industrias. Reyes decide independi-

zar su práctica, continuando la misma línea producto de su aprendizaje en la Universidad de Texas y de

su personalidad organizada y gentil. Reid y Reyes, tanto juntos como separados, consolidaron una prác-

tica de altos estándares profesionales hasta la accidental muerte de Reyes, en 1966.34

Otra pareja de arquitectos asociados que obtiene gran renombre es la de Manuel –Manolito– Baquero

Ricart (1925-1981) y Edgardo –Gay– Vega Malagón (1924-1999).35 Ambos, formados en el más estric-

to modernismo –Baquero bajo la impronta de Mies van der Rohe en el Illinois Institute of Technology en

Chicago y Vega en el Politécnico de Madrid–, se dedican inicialmente a realizar casas de sabor tradicio-

nal, como la desaparecida casa Wittkop, entre otras. La paleta moderna muy influenciada por Guillermo

González es fundamentalmente aplicada al universo doméstico. Para esta élite de jóvenes arquitectos,

estructurados alrededor de sus profesores universitarios, la obra de la Feria de la Paz fue instrumental en

la puesta en práctica para su oficio. Baquero y Vega construyen el edificio del Palacio del Consejo Admi-

nistrativo –hoy Ayuntamiento del Distrito Nacional– diseñado, como todo el conjunto ferial, por la mano

diestra de González. Sus obras posteriores reflejan no sólo una gran maestría en el arte de la construc-

ción, sino una certera inspiración para imbricar lo criollo con lo moderno, sobre todo en el caso de Ve-

ga, de origen santiaguero.

Otros autores comienzan a dejar su impronta en el período. Teófilo Carbonell ejecuta algunos edificios de

apartamentos de notable acierto, actuando paralelamente como promotor inmobiliario. Su calidad como

constructor le valdrá mucho en años posteriores, en encargos públicos de gran relevancia.

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Residencia en Gazcue. c. 1955. Margarita Taulé. Foto Ricardo Briones.

Residencia en la calle Rosa Duarte, Gazcue,Santo Domingo. c. 1957. Julio Hernández.Foto Jochi Marichal.

Estado actual del Cine Elite, calle Pasteur,Santo Domingo. 1948. Amable Frómeta. Foto Ricardo Briones.

Palacio Nacional. Gazcue, Santo Domingo.1943-1947. Guido D'Alessandro et al. Foto Ricardo Briones.

Amable Frómeta (1920-1975) fue uno de los jóvenes levantados bajo la tutela tanto de González como

de Caro, que desarrolla una destacada carrera en la edilicia pública. Su diseño, asignado dentro del ta-

ller de González, para la Plaza de las Naciones en la Feria de la Paz (1955), (inspirado en la iconografía

de la Feria de Nueva York del 39), es uno de los espacios modernos más relevantes del país. Frómeta

actúa en múltiples iniciativas de promoción privada de viviendas, apartamentos, espacios comerciales.

Su obra más importante en términos urbanísticos la desarrolla en el ambiente posdictadura dentro de la

empresa Nacional de Construcciones, encabezada por el Ing. Juan Bernal: el conjunto de locales comer-

ciales y la torre de oficinas conocidas como Plaza Naco. Con este proyecto cierra el círculo iniciado con

su diseño para el Cine Élite, en Gazcue, que contaba con unos sugestivos murales del pintor dominica-

no Jorge Noceda. Interiorista, arquitecto, urbanista, Frómeta aparece temprano en sus estudios como

dibujante en el mimeo escrito por José Antonio Caro para sus cátedras de Urbanismo en la USD.

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MODERNIDAD Y CONTRADICCIÓN EN LA ARQUITECTURA DE LA “ERA DE TRUJILLO” 1930-1961|263

En el plano oficial, todavía en los años 50 se impone un marcado gusto por los empaques neoclásicos,

ya obsoletos universalmente en estos momentos en los que el Estilo Internacional se establece y desa-

rrolla en ámbitos latinoamericanos tan destacados como Brasil, Venezuela y México. Dos edificios impor-

tantes así lo acusan: El Palacio Nacional (1947) y el Palacio de Bellas Artes (1955).

El Palacio Nacional, obra encargada al Ing. Guido D’Alessandro (1895-1954), estuvo originalmente

prevista a ser inaugurada en la ocasión del Centenario de la República en 1944. Este imponente edi-

ficio estructurado por medio de la consabida fórmula de patios –a la manera de la Reggia di Caserta

y de tantos otros edificios reales europeos–, desarrolla en 3 niveles todo un programa de oficinas eje-

cutivas y de apoyo, salones emblemáticos para las celebraciones y la pompa oficial, cúpula, estuca-

do en color ocre y todo un itinerario de íconos propicios a la semblanza de otras edificaciones guber-

namentales, no tan lejanas como las de Washington, La Habana o San Juan de Puerto Rico. Aunque

no ha sido comprobado, se atribuye su diseño a un arquitecto bohemio de corta estancia en el país,

dirigido por D’Alessandro, al frente de un nutrido grupo de escultores, yeseros, orfebres y artesanos

de gran calidad. La obra se levanta imponente al terminar la cuesta prospéctica de la calle Dr. Báez,

en el antiguo predio donde se localizaba la llamada “Mansión Presidencial”, típico volumen compacto

con galería perimetral, construida por los norteamericanos durante la ocupación del ‘16. D’Alessandro

participa también en una serie de proyectos para viviendas individuales, de marcada línea Art Deco.

Su poco conocida propuesta para el Paraninfo de la Universidad de Santo Domingo, mejor conocido

como Alma Máter, no fue bien recibida, aunque figuró dentro de los planes originales del complejo ur-

bano presentados públicamente.

Bellas Artes, extraño híbrido de templo griego –de orden dórico arcaico– con cúpula, igualmente do-

mina una de las más fuertes esquinas de la ciudad, cercana al mar Caribe, al iniciar la avenida Máxi-

mo Gómez. Su planta resume las funciones de oficinas y salones de exposiciones al norte y un audi-

torio para 600 personas al sur. Dibujado por Francisco –Cuqui– Batista, (1925) según se dice, bajo es-

Palacio de Bellas Artes, Santo Domingo. 1956.Ingenieros Asociados con Cuqui Batista et al.Foto Max Pou.

Planta del proyecto de intervención del Arq. Antonio Hernández en el Palacio de BellasArtes. (2006-2008). Santo Domingo, 1955.Archivo AAA.

La vigencia del academicismo tardío

4.8

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MODERNIDAD Y CONTRADICCIÓN EN LA ARQUITECTURA DE LA “ERA DE TRUJILLO” 1930-1961|265264|MODERNIDAD Y CONTRADICCIÓN EN LA ARQUITECTURA DE LA “ERA DE TRUJILLO” 1930-1961

Palacio de Telecomunicaciones. 1945. Octavioy Gloria Iglesias Molina. Foto RicardoBriones.

Iglesia de Moca. c.1957. Humberto RuizCastillo. Foto Jochi Marichal.

Edificio del Banco de Reservas de la República Dominicana, calle Isabel La Católica, Santo Domingo. 1955. Alexander Aaron. Foto Ricardo Briones.

La denominada Casa del Cerro, diseñada para convertirse en residencia privada del Presidente Trujillo en San Cristóbal. c. 1955. Henry Gazón. Foto Ricardo Briones.

trecha supervisión de doña María Martínez, esposa del “Generalísimo”, este edificio ha resistido bien

al paso del tiempo a pesar de una distribución longitudinal rebuscada y poco eficiente. Sus espacios

centrales, en particular la rotonda bajo el domo, son salones de gran dignidad. Estuvo dotado origi-

nalmente de una serie de esculturas colosales de enorme fuerza, realizadas por el escultor catalán ra-

dicado en Santo Domingo, Antonio Prats Ventós (1925-1999), y demolidas brutalmente en algún mo-

mento de los años 70.

Dos de los edificios que tuvieron más impacto en el contexto del Santo Domingo colonial fueron el de

Telecomunicaciones –atribuído a Gloria y Tribito Iglesias Molina–, y el magnifico ejemplo de ese neo-

clásico internacional a caballo con el Art Deco del Banco de Reservas, de Alexander Aaron, 1955. Su

presencia en el adusto ambiente de la calle Isabel la Católica, en pleno centro histórico capitalino, dic-

tamina un cambio de actitud trascendental en la lectura del espacio urbano.

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MODERNIDAD Y CONTRADICCIÓN EN LA ARQUITECTURA DE LA “ERA DE TRUJILLO” 1930-1961|267

La Feria de la Paz y Confraternidad del Mundo Libre,36 celebrada en la Ciudad Trujillo de 1955, bajo la

celosa gestión de don Cucho Álvarez, –quien visita la Feria Mundial del 39 en Nueva York junto a Guiller-

mo González–, constituyó un intento orquestado por el régimen para restaurar sus maltrechas relaciones

internacionales y para dinamizar la economía local. El proyecto más ambicioso jamás acometido por ad-

ministración central alguna, tenía además el doble propósito de servir de Plaza Cívica una vez terminado

el evento. Para estos fines se habían redactado algunos planes, uno de ellos en 1937, confiado a los ar-

quitectos Caro y D’Alessandro, que dejan algunas huellas en la ciudad, tal como la actual ubicación de

la Secretaría de Educación (Caro, 1956), el Palacio de Bellas Artes (IA, Batista et al.,1955) y el entorno

de la Plaza de la Cultura, construido por Joaquín Balaguer en los años 70, transformando los predios de

la residencia del Generalísimo Trujillo. Existe un plano (ver pags. 274-275), reproducido serigráficamente

hace poco tiempo, firmado por Guido D’Alessandro en 1937, que redacta la idea primera para este eje

cívico que sería finalmente construido como el actual Centro de los Héroes. Más allá de la belleza del di-

bujo, las especulaciones urbanísticas en él contenidas resultan fascinantes.37

Pero el proyecto de la Feria, tal y como fue realizado culminando en el mar Caribe con un potente eje nor-

te sur que hoy atraviesa casi toda la ciudad de Santo Domingo, fue encargado a Guillermo González, quien

realiza, más de 30 años después, una versión moderna de su tesis en Yale para el Palacio Municipal.38 En

torno a una fuente circular hermosamente proporcionada, (en la que parece haber participado el arquitec-

to catalán Buigas, en ese entonces involucrado en el Teatro Agua y Luz), distribuye los edificios para el Con-

greso Nacional, la Suprema Corte de Justicia, La Procuraduría General de la República, varias Secretarías

de Estado y muchas otras instituciones centrales y autónomas. A pesar del descuido en el que se encuen-

tra hoy el entorno urbano más representativo de la dominicanidad, el proyecto de González evidencia un

dominio maestro de la escala y de los instrumentos necesarios para realizar un espacio público eficiente,

simbólico y de gran belleza, dentro de los esquemas posteriormente sublimizados por Costa y Niemeyer

en Brasilia. No hay en el Caribe un espacio cívico de tal fuerza, de tan refinada estilización.

Esculturas e íconos en el Pabellón de lasNaciones, Feria de la Paz y Confraternidad del Mundo Libre, hoy Centro de los Héroes de Constanza, Maimón y Estero Hondo. 1955.Guillermo González et al. Foto Max Pou.

Dibujo en perspectiva del proyecto del Arq. venezolano Alejandro Pietri para el pabellón de ese país ante la Feria de la Paz(1955). Hoy en día espera su restauracióncomo edificio sede de la Sociedad deArquitectos de la República Dominicana.

La Feria de la Paz, epígono y epílogo de la era

4.9

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MODERNIDAD Y CONTRADICCIÓN EN LA ARQUITECTURA DE LA “ERA DE TRUJILLO” 1930-1961|269268|MODERNIDAD Y CONTRADICCIÓN EN LA ARQUITECTURA DE LA “ERA DE TRUJILLO” 1930-1961

Fuente del Teatro Agua y Luz, Feria de la Paz.1955. Foto Max Pou.

Portal de entrada norte al recinto de la Feria.1955. Fue demolido a raíz de los daños producidos por el ciclón David en 1979.Guillermo González et al. Foto Max Pou.

Palacio del Congreso Nacional, Feria de la Paz.1955. Atribuído a Leo Pou Ricart como parte del parti arquitectónico y urbanístico establecido por González. Foto Onorio Montás.

Maqueta para el Pabellón de las Naciones,Feria de la Paz. 1955. Guillermo González con Amable Frómeta. Foto Archivo DoCoMoMo Dominicano.

Vista aérea del aspecto que ofrecía el conjuntodel Centro de los Héroes en 1991, dentro del contexto general de la ciudad de Santo Domingo. 1955. Guillermo Gonzálezet alt. Foto Stefano Topuntoli.

No sólo los edificios públicos demostraban los adelantos de la arquitectura local, sino muchos otros pa-

bellones, diseñados y construidos por el equipo de arquitectos cercano a González, casi todos exalum-

nos suyos. Sobresalen el Pabellón de España (hoy Colegio Loyola), el demolido Pabellón de la ALCOA y

el Pabellón del Azúcar, realizados estos últimos por William Reid y Nani Reyes.

Un poco más afuera de la ciudad, sobre el mismo eje del malecón, al oeste, se levantó también la Feria

Ganadera, conjunto de galpones abiertos organizados en forma de semicírculo en torno a un anfiteatro,

que ha sido escenario de múltiples encuentros en el área de la industria agropecuaria nacional. Hoy en

día supone un uso mejor, más acorde con los tiempos actuales, dada su especial localización.

Una nueva generación acompaña en la escena ahora a los maestros de los años 30: Gay Vega, Manuel

Baquero, Teófilo Carbonell, Amable Frómeta, William Reid, Manuel José Reyes, Eduardo Rodríguez

Schad, Antonio Ocaña (1922) son actores importantes destacados en la década del 50 que garantizan

el tránsito hacia la posdictadura y conducen el cambio hacia la estética internacional que se sustenta en

una reflexión sobre la identidad regional, la cual se basa en un posible estilo moderno criollo apropiado

al clima y a la cultura local. La influencia de Neutra –quien nos visitara años antes–, de Villanueva, de Nie-

meyer y de Pani, se hace evidente tanto en la arquitectura doméstica como en la institucional, con pre-

dominio de las columnas de acero, ventanas de celosías, los calados de concreto y de barro, los quie-

brasoles, los paramentos texturizados y curvos, las inevitables cubiertas planas, los vuelos profundos y

sus quietas sombras y la suave fluidez del espacio en comunidad con la sensual naturaleza caribeña.

Hacia estos años comienza a definirse un profesional de nuevo perfil: el ingeniero civil o el ingeniero-ar-

quitecto, a la orden del diseño. Muchos de ellos representan la vanguardia de la generación actual, en

términos de su asociación creativa al servicio de la mejor arquitectura y el urbanismo dominicanos. Bas-

te citar los casos de Leonte Bernard, Pascal Santoni, Mario Penzo, Margot Taulé (1920-2008) y otros

más, de gran prestigio y con un catálogo abundante de realizaciones.39

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MODERNIDAD Y CONTRADICCIÓN EN LA ARQUITECTURA DE LA “ERA DE TRUJILLO” 1930-1961|271

El concurso de la Basílica de Higüey: las postrimerías del régimenLos años finales del trujillismo nos legan pocos trabajos públicos de envergadura. En 1947 se realiza el

concurso internacional para la Basílica de Higüey, ganado por los franceses André Dunoyer de Segon-

zac y Pierre Dupré. Su construcción se inició en 1954 finalizándose años más tarde, en 1971. El proyec-

to ganador resume las tendencias de su época, dominada por la poética corbusiana del beton brut o del

brutalismo. Los resultados son en realidad admirables. La calidad de la construcción fue producto de un

tour de force acompañado fielmente por los arquitectos, quienes en su memoria publicada recientemen-

te señalan: “La descomposición en paneles de encofrados fue definida por los planos de forma y el mar-

cado de sus juntas que definen, con una exactitud siempre respetada, las paradas del vaciado. La pre-

fabricación de los paneles fue hecha de manera rigurosa gracias a dibujos precisos que respetaron la re-

partición regular de las planchas de 9 centímetros. Este sistema es el que concretiza la modulación di-

mensional de todo el edificio. Ningún encofrado fue improvisado”.40

Recordaremos que Caro Álvarez realiza el primer edificio para el Banco Central de la República, el inne-

cesariamente desaparecido Palacio de Correos y la Secretaría de Educación, 3 edificios hechos en se-

cuencia (1955-57) en un lenguaje de sutil academicismo, estableciendo la tradición de recubrir los edifi-

cios públicos de travertino local y de dotarlos de hermosos murales, generalmente ejecutados por el ar-

tista español José Vela Zanetti.41 Este puede considerarse como un segundo período en la obra pública

de Caro, en el que sustituye la modernidad del volumen puro por el clacisismo afrancesado que le resul-

taba familiar debido a su educación. La obra de Auguste Perret puede servir de referencia. El caso de la

arquitectura de Caro Álvarez es digno de análisis. Sus casas –mayormente neocoloniales– y sus edificios

públicos, sobreviven décadas y períodos políticos sin cambios sustanciales, a diferencia de los edificios

de González, por ejemplo, que han sido alterados o demolidos sin compasión. ¿Qué razón determina

que esto ocurra? ¿Buen diseño, buena construcción, qué motivo imponderable lo permite?

Escorzo sureste de la Basílica de NuestraSeñora de la Altagracia en Higüey. 1947-1971.André Dunoyer de Segonzac y Pierre Dupré.Foto de Onorio Montás.

Secretaría de Estado de Educación, BellasArtes y Cultos en Santo Domingo. 1955. José Antonio Caro Álvarez. Archivo CARALVA.

Banco Central de la República Dominicana,bloque original norte. 1957. José AntonioCaro Álvarez. Foto Ricardo Briones.

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MODERNIDAD Y CONTRADICCIÓN EN LA ARQUITECTURA DE LA “ERA DE TRUJILLO” 1930-1961|273

La impronta del régimen en el territorio de la ciudad de Santo Domingo es verdaderamente impresionante.

En 30 años se suceden innumerables acciones urbanizadoras privadas, pero primordialmente de carácter

público. La modalidad de extrapolar la ciudad por medio de la ejecución de nuevos ejes viales en la perife-

ria de los espacios previamente densificados, construyendo en su vecindad algunas edificaciones de servi-

cio público, funcionó admirablemente bien e incluso fue continuada en la posdictadura. El actual Malecón

y la Fabré Gefrard (hoy Abraham Lincoln), planificados y ejecutados por Moncito Báez, son dos ejemplos

suficientes. Don Moncito recuenta, con su peculiar estilo, la historia de la epopeya seguida en la realización

del primer tramo de la avenida Colombina, hasta Güibia, en su Por qué Santo Domingo es así.42 Otros ca-

sos, como el de la avenida San Cristóbal, reúnen edificaciones como la de la Secretaría de Obras Públicas

(1956) de Leopoldo Espaillat Nanita (1930), el Estadio Presidente Trujillo (actualmente Estadio Quisqueya) y

otras estructuras oficiales capaces de polarizar la movilidad urbana hacia estos nuevos entornos.

Un ejemplo destacable en la acción inmobiliaria privada lo encarna la figura de Juan Alejandro Ibarra

(1871-1943). Este venezolano, fallecido en La Habana, desarrolló sus años más productivos en Santo

Domingo, donde, a la par de sus inversiones en el mundo de las finanzas, desarrolla una importantísima

labor en el mundo de los bienes raíces, fundando innumerables urbanizaciones y proyectos que deter-

minan, en gran medida, el perfil capitalino de esas décadas. Baste citar su plan para desarrollar Villa Fran-

cisca con modernas viviendas construídas en estrechos lotes, dentro del cual destina terrenos para la

ejecución del parque Enriquillo. Paralelamente actúa en proyectos notables en San Carlos, La Fe y Villas

Agrícolas, y es acreditado como constructor de la carretera original a Boca Chica. Donó terrenos, ade-

más, para el “Sanatorio Antituberculoso”, el cementerio de la hoy avenida Máximo Gómez, la “Fábrica de

Aceite de Maní de Ciudad Trujillo” y la logia “Flor del Ozama”.

La iniciativa más seria emprendida para orientar el desarrollo de la capital fue el llamado Plan Vargas Me-

ra. Éste aprovechaba muchos de los recursos naturales de la ciudad para establecer sus coordenadas de

ordenamiento, como la plataforma del farallón que atraviesa la ciudad de este a oeste en una cota cercana

Foto aérea de la ciudad de Santiago de losCaballeros, realizada en torno al año de 1950.Se puede apreciar la presencia delMonumento en la entrada desde la Capital, y del aeródromo militar, hoy previsto comopolo central de la ciudad dentro del proyectodel Parque Central de Santiago, impulsado por la Asociación para el Desarrollo Inc. Foto cortesía del Plan Ordenador de la Ciudad.

Doble página siguiente:Dibujo firmado por Guido D'Alessandro y José Antonio Caro Álvarez en 1937, en el quese advierte el trazado para la expansión deCiudad Trujillo hacia el oeste, incluyendo undesarrollo monumental axial de equipamientopúblico, en lo que hoy vendría a ser la avenidaMáximo Gómez. Esta idea pudo ser el germende lo que habría de ser la Feria de la Paz, 18 años después.

Ciudad Trujillo y Santiago: opuestos en política urbanística

4.10

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MODERNIDAD Y CONTRADICCIÓN EN LA ARQUITECTURA DE LA “ERA DE TRUJILLO” 1930-1961|277276|MODERNIDAD Y CONTRADICCIÓN EN LA ARQUITECTURA DE LA “ERA DE TRUJILLO” 1930-1961

a los 50 metros de altura. Este accidente geográfico fue destinado a servir como parque urbano, una de

las ideas del proyecto que lograron materializarse en el tiempo, al igual que la prolongación de la avenida

Máximo Gómez y el trazado de la futura avenida John F. Kennedy. El Plan Vargas Mera de 1957 fue ob-

jetado por el régimen por asumir el uso de terrenos propiedad de la familia Trujillo, según se cuenta.43

Más allá del Ensanche Lugo, La Primavera, La Aguedita, Gazcue y la Ciudad Universitaria, expansiones oc-

cidentales del centro histórico en estos años, la cartografía capitaleña registra la aparición de Villa Francis-

ca (1928), el barrio San Juan Bosco (1939), Villa Juana (1942), destinado al asentamiento de la infraestruc-

tura industrial de Ciudad Trujillo; Mejoramiento Social (1946), La Esperilla (1946), María Auxiliadora (1951),

La Fe (1955), La Francia (1956), entre otros.44 Estos barrios y su arquitectura de mínimas dimensiones des-

tinada a la nueva clase obrera urbana, obtuvieron gran reconocimiento internacional. Jóvenes arquitectos

e ingenieros se iniciaban en un proceso que en años posteriores tendría repercusiones importantes.

Cuenta Rafael Tomás Hernández, autor que jugaría un predominante papel en los años subsiguientes:

“Las inmigraciones que se produjeron por la construcción de la Feria en 1955, trajeron como consecuen-

cia que hacia 1960 fuera notable la construcción de barrios o caseríos con casuchas de madera, car-

tón, yaguas, donde se hacinarían familias provenientes de nuestros campos. Por ejemplo, el barrio Fa-

ría. El primer intento que se hizo para corregir esa situación consistió en la construcción de 1,000 vivien-

das destinadas a familias de bajos ingresos en el Ensanche Luperón. Este plan que siguió los lineamien-

tos de los barrios de Mejoramiento Social o Barrios Obreros, que se habían realizado antes, sería insufi-

ciente y resultó que Faría, el caserío que debía ser sustituido, se trasladó a Guachupita, Gualey, Las Cañitas

Propuesta de ampliación urbana del Ing. José Ramón Báez López-Penha contem-poránea a la mostrada en el gráfico anterior.Sobresale el esquema en exedra semicircularhacia el fondo noroeste del trazado y la coexistencia de un espíritu geométrico clásico, con articulaciones de trazado más libre, modernizante.

Vista aérea del centro de Puerto Plata. Foto Miriam Calzada.

Detalle del conjunto de la Feria Ganadera, uno de los desarrollos de acompañamiento a la celebración de la Feria en 1955. Foto Stefano Topuntoli.

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Varias vistas de proyectos de vivienda socialen los conocidos Barrios Obreros o Barrios de Mejoramiento Social, ejecutados en las ciudades principales del pais por la políticaurbana trujillista. Fotos del Archivo OGM.

y a todos los barrios en los bordes del Ozama y del Río Isabela, ocupando cañadas y derricaderos (sic.)

con viviendas muchas veces temerarias o suicidas que sumarían condiciones de peligro, deslizamientos

e inundaciones a las precarias condiciones de las cuarterías o los asentamientos espontáneos con ca-

suchas insuficientes, que antes constituían el problema”.45

Un estudio, dirigido por Virgilio Vercelloni para la empresa Metropolitana Milanese en 1991,46 revela la particu-

lar condición espacial determinada por los patrones de ocupación improvisada del suelo en estos asentamien-

tos. Sin dudas, sorprende el “diseño” seguido, que establece senderos en las rutas de menor esfuerzo, des-

linda propiedades o, mejor, derechos de apropiación del territorio dictados por la inmediatez y el sentido co-

mún. Posteriormente escribe Omar Rancier: “Para nosotros nuestro espacio público vernáculo y popular es

básicamente fractal. (...) La propuesta vernacular o popular es producto de los niveles más simples del inter-

cambio y de la cultura comunitaria, que, sin embargo, puede alcanzar altos grados de complejidad (...).47

La ciudad de Santiago de los Caballeros y su rica zona de influencias tanto agrícola como costera, no experi-

menta en estos años un crecimiento paralelo al de la capital. Posiblemente la única intervención importante ha-

ya sido, en estos años, la realización del Monumento de Santiago, conocido originalmente como “Monumento

a la Paz de Trujillo”. El Hotel Matum, producto del programa de incentivos al turismo interno, no ofreció notables

luces en su arquitectura. Varias razones pueden explicar esta especie de indiferencia, todas de carácter más

bien especulativo. Este párrafo del escritor y arquitecto Manuel Salvador Gautier parecería revelarnos algunas,

con cierta precisión: “Trujillo, como hombre del sur, no sentía simpatía por el Cibao, la más rica región del norte

y del país. Para él, los cibaeños eran competidores a los que debía tener sometidos, más que a cualesquiera

otros, para que no se le fueran de las manos. Sus peores enemigos habían sido hombres del norte, cibaeños

o linieros: Horacio Vásquez, Desiderio Valverde, Estrella Ureña. Los más destacados exiliados eran también del

norte: Juancito Rodríguez, Juan Bosch. En el pueblo de Moca, a pocos kilómetros de Santiago, residían fami-

lias diezmadas por Trujillo, cuyos sobrevivientes seguían manteniendo una hostilidad que la tiranía no pudo re-

primir del todo. Para castigarlos, Trujillo hizo que la autopista del norte fuera desviada unos veinte kilómetros del

pueblo, negándoles así el flujo económico que significaba la comunicación interregional. A Santiago se le había

prohibido su expansión natural y los santiagueros mantenían un perfil bajo. Mientras en Ciudad Trujillo la clase

alta construía residencias suntuosas, en Santiago esta misma clase vivía en viejas casas de madera. Mientras

Ciudad Trujillo era dotada de grandes avenidas, edificios altos, conjuntos millonarios, Santiago se concentraba

en sus calles antiguas y edificios sin pretensiones. Pero no en vano el Cibao había producido la mayoría de los

Presidentes de la República. La pujanza económica de sus tierras y poblados, y la organización de su gente,

eran factores forjadores de líderes que podían dirigir los destinos del país. Por eso, Trujillo desconfiaba”.48

Por otro lado, la empresa privada despuntaba en una serie de iniciativas que determinarían, algunas de

ellas, el futuro de Santo Domingo. La más importante es, sin dudas, la configuración del sector denomi-

nado NACO, por las siglas de la compañía promotora, Nacional de Construcciones. La empresa fue fun-

dada en 1957 por Pancho Saviñón, Juan Bernal y los hermanos arquitectos Leo y Marcial Pou Ricart. El

primer trazado urbaniza los terrenos situados al noroeste de la ciudad capital de entonces, colindando con

el enorme vacío del Aeropuerto General Andrews. La idea era desarrollar un plan dirigido a dotar de mo-

dernas viviendas individuales y espacios públicos para el intercambio comercial a la creciente clase media

dominicana. El modelo de la suburbia norteamericana se introduce en NACO. Amable Frómeta, Manuel

Baquero y en ocasiones Guillermo González, pronto se integran al equipo de colaboradores, que cuentan

con Don Marcial Martínez Soler (1922) como uno de los contratistas que ejecutan en menos de 15 años

lo que eventualmente habría de convertirse en el Polígono Central de la nueva ciudad de fin de siglo.

Después del tibio recibimiento internacional de la Feria de la Paz, de la deuda resultante de este titánico

emprendimiento estatal, de las invasiones orquestadas para derrumbar el régimen –particularmente la del

14 de junio de 1959–, y muy a pesar de los Barrios Obreros, el proceso de transición final hacia los tur-

bulentos años 60 ya se había iniciado.