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Alcublas EscribeDoña Teresa Gil de Vidaure. La Señora de las Alcublas

EditaAyuntamiento de Alcublas

TextosBlanca Rosa Pastor CubilloJesús VillalmanzoIsabel Romero MartínezElena Alcaide RomeroMª José Cabanes Sanz

Ilustración de portadaRamón Gil Alcaide

Diseño gráfico y maquetaciónÁlvaro Sanchis y Melani Lleonart

TraducciónJesús Villalmanzo

© de los textos: sus autores, 2019

Depósito legal: XXXXXXXX

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9 Femenino Singular13 Prólogo35 Introducción36 Su familia37 Linajes41 Los Casamientos del Rey Jaime I de Aragón43 Damas de La Corte47 Doña Teresa Gil de Vidaure, esposa legítima del Rey51 Hijos en común53 Donaciones57 El convento de la Zaidía61 Testamentos63 Doña Teresa y Alcublas70 La figura de Doña Teresa en la literatura77 Un poco de historia92 Alcublas en la Conquista de Valencia98 Pergaminos y otros documentos de archivos103 Fuentes documentales y bibliografía107 A propósito de Teresa Gil De Vidaure125 Proyecto Hilando Vidas

ÍNDICE

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Hoy, con este nuevo número de la colección Alcublas escribe, publicamos un libro que llega de la mano del movimiento que el 8 de marzo del año pasado marcó un auténtico hito al mos-trar que las mujeres ya están más que preparadas para ocupar el lugar que realmente les corresponde ocupar. Por eso este año, la Alcaldía quiere aportar su grano de arena para darles el recono-cimiento y tomar conciencia respecto de cuál ha sido la situación de las mujeres en la sociedad, cuáles son sus cualidades hasta ahora apenas manifesradas y apreciar cuál es su autentico valor, que ya se manifiesta de una manera efectiva.

En esta obra podemos conocer algo de la singular perso-nalidad de la Señora de Las Alcublas, la primera mujer que la Historia nombra unida al nombre de esta población con catego-ría de villa. Aquí se muestra el trabajo de descubrir y construir un perfil de Teresa Gil de Vidaurre, que sea acorde con las pocas fuentes fidedignas que nos han llegado.

Cuando el año pasado quisimos mostrar el primer docu-mento que daba nombre a la Villa de Las Alcublas nos encon-tramos con la fuerza de la rotunda personalidad de esta mujer que motivó la redacción de dicho documento. Y ahí empezó esta aventura investigadora.

Al inicio del libro, a medida que vamos conociendo los datos que nos aporta Jesús Villalmanzo en la introducción, no podemos dejar de asombrarnos ante la sociedad que describe y los acontecimientos vividos en la Valencia del siglo XIII. Pero a continuación, con la lectura del cuerpo central, escrito por Isabel Romero, ese asombro se convierte en curiosidad y sorpresa que

Blanca Rosa Pastor CubilloALCALDESA DE ALCUBLAS

Femenino singular

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va creciendo a medida que vamos viendo el gusto de los suce-sivos escritores por imaginar en lugar de querer ver, por crear un personaje irreal en vez de mostrar una dura realidad; así se fue construyendo un personaje imaginario anclado en aconteci-mientos históricos, que sirvió de punto de partida para dar paso a la Teresa de ficción que la admiración por el autor literario llevó a creersela como si fuese verídica sin haber contrastado lo que se contaba de ella con los hechos de su auténtica vida, de su auténtica realidad.

Llegando al último tramo, volvemos a sentir una nueva emoción, la animosa expectación ante la reflexión de una mujer de hoy, que habla sobre el espíritu femenino de hoy, que apre-cia esa fuerza imparable que va llevando las ideas a su lugar y la conciencia de todas y todos sobre quienes son las mujeres y cuá-les son sus potencialidades y su lucha para ser oídas y recono-cidas, poniendo un precioso colofón con el movimiento nacido, sentido y vivido en Alcublas y que este año continuo su creci-miento por toda La Serranía con el proyecto Hilando Vidas.

Confío que todo el ánimo y el ímpetu con el que han trabajado los autores pueda llegar a ser percibido y contagie a quienes se disponen sentados a pasar un buen rato disfrutando de su lectura.

Para terminar solo queda manifestar el agradecimiento a los tres autores y a todas las personas que han contribuido a que Teresa Gil de Vidaurre, la Señora de Las Alcublas, sea una realidad t

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Jesús VillalmanzoARCHIVERO E INVESTIGADOR

Prólogo

La figura histórica que sigue gozando de mayor popularidad en la villa de Alcublas es sin duda la de doña Teresa Gil de Vidaure, a la que siguen denominando con orgullo “La Señora de las Alcublas”, título bien ganado por méritos propios. Mujer de gran belleza, carácter e inteligencia no se dejó avasallar por un perso-naje histórico de primera fila como fue Jaime i el Conquistador. En efecto, cuando este gran rey se encontraba en la cima de la fama y poderío, después de haber logrado consolidarse como rey en Aragón y Cataluña, tras superar enormes dificultades, y después de haber conquistado para la cristiandad los reinos de Mallorca y de Valencia, tras dos matrimonios y de haber rendi-do a su voluntad a muchas otras mujeres, quiso hacer lo mismo con doña Teresa Gil de Vidaure. No consiguió doblegarla a sus caprichos, de manera que hasta que no le prometió formalmen-te, ante testigos y bajo palabra de matrimonio, no se fue a vivir en su compañía.

Los puntos fundamentales de la biografía de esta gran dama medieval aparecen trazadas con sencillez y maestría en este libro que nos ofrece Isabel Romero Martínez, una alcubla-na de cuna, que ha dedicado muchas horas de lectura y escritura para transmitir sus conocimientos a sus paisanos, para que dicho personaje histórico no se borre de la memoria de los habitantes de Alcublas. Me ha pedido unas palabras de presentación,

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a las que no me he podido negar. Dice Isabel que heredó de su madre la pasión por las costumbres y tradiciones del pueblo, el amor a la tierra y a los vínculos familiares con la masía de Las Dueñas. Y aunque su vida profesional le haya llevado a luga-res muy lejanos durante largos períodos de su vida siempre se ha sentido muy cerca de los horizontes de su lugar de origen. En su trayectoria vital se pueden destacar primero sus estudios de Magisterio en Valencia y después sus servicios como coope-rante en las misiones en la selva del Petén de Guatemala y en México y como voluntaria en organismos humanitarios y de las ong, sin olvidar sus estudios de Antropología Americana en la Universidad Complutense de Madrid y algunos períodos de empleos en la enseñanza. Una vez jubilada es cuando se ha vol-cado en la redacción del trabajo que hoy presentamos, un trabajo de investigación centrada en la vida y obra de La Señora de las Alcublas, siempre pensado como un servicio público más, aspecto que como hemos visto siempre ha cultivado la autora a lo largo de su vida activa.

A lo largo de los apartados de que consta su monografía va exponiendo diferentes episodios de la vida de doña Teresa Gil, tanto los que afectan a su linaje y vida familiar como a sus relaciones con el rey y los hijos habidos con el mismo, a la crea-ción y dotación de las baronías de Jérica y de Ayerbe, a la funda-ción de La Zaidía y a la erección del panteón familiar en dicho monasterio, etc. Entre los temas tratados hay que destacar la do-nación que recibió de la villa de Alcublas por parte del rey don Jaime un 10 de abril de 1257, de donde parte su especial relación con dicha villa. También aprovecha para dar algunas pinceladas sobre la sociedad que le tocó vivir en aquella Valencia recien-temente conquistada. Dedica un capítulo novedoso a la figura de doña Teresa Gil en la literatura. Lope de Vega, Patricio de la Escosura y José Zorrilla escribieron piezas teatrales, donde se dramatizan tres episodios de la vida de doña Teresa que curio-samente son apócrifos y legendarios y no ajustados a la verdad histórica, pero el hecho de que Lope de Vega y José Zorrilla se

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ocupasen de doña Teresa lograron que su figura, aunque defor-mada, pasara a la cultura popular, transmitida en los corrales de comedias. Son puras leyendas, pues se basan en supuestos episo-dios de la vida de doña Teresa que los autores teatrales bebieron en libros históricos poco rigurosos y que la crítica moderna ha corregido y puesto en su justo término: el presunto viaje a Roma para informar personalmente al papa de la conducta del rey no está suficientemente documentado y lo más probable es que este asunto se llevase a cabo a través de procuradores. Por otra parte hay que rechazar de plano su cautividad en Argel, donde hubiera sido rescatada por el mercedario san Pedro Nolasco. Se da la circunstancia que este santo murió en 1249 y desde varios años antes estaba retirado de su vida activa como redentor de cautivos, es decir antes de la separación matrimonial de Jaime I y doña Teresa Gil. Con tan poco rigor trataba Lope de Vega la historia, fuente principal de sus innumerables piezas teatrales. Igualmente son apócrifas sus relaciones amorosas con Jaime I en tiempos de la reina doña Leonor, pues por entonces sería una niña y hay que retrasar sus contactos con el rey al tiempo en que éste se hallaba viudo de doña Violante, su segunda mujer. Y tampoco dichas relaciones fueron la causa del truculento episodio de la amputación de la lengua al obispo de Gerona por revelar secretos de confesión, tema del drama El Excomulgado de José de Zorrilla.

Quiero profundizar sólo en uno de los temas que trata Isabel Romero Martínez en este libro, el referente a las relacio-nes que mantuvieron Jaime I y Teresa Gil de Vidaure, que al principio fueron muy felices y al cabo de una década se torna-ron menos cordiales, por no decir hostiles. Desde antiguo se han producido disparidad de opiniones entre los numerosos biógrafos e historiadores que se han ocupado de estas relacio-nes, especialmente en lo referente a la cronología de las mis-mas, aspecto fundamental a tener en cuenta para no caer en las incongruencias en que han incurrido la mayoría de los autores que han tratado de este tema. Agrava la situación el hecho de no

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existir documentación precisa al respecto, pues el Llibre dels feits del rei en Jaume nada dice al respecto. Sólo los pocos documentos de archivo que han llegado a nuestras manos vienen en nuestra ayuda para esclarecer la situación. El contenido de los pergami-nos y registros cancillerescos que han llegado a nuestros días so-bre tal asunto nos informan en su mayor parte de las donaciones que hizo el rey a su mujer de entonces, que no era otra que doña Teresa Gil de Vidaure, otorgadas a ella y a los hijos habidos en común. A pesar de la escasa información de tipo biográfico que ofrecen se pueden sacar algunas conclusiones interesantes al respecto y sirven de paso para rechazar muchas opiniones que se han vertido sobre este punto concreto. Sólo unos pocos autores antiguos y modernos merecen nuestra confianza cuando hablan de este tema fundamental, y son precisamente los que acudieron a las fuentes archivísticas, las únicas que pueden darnos luz y acercarnos con mayores garantías a lo que ocurrió en realidad.

En primer lugar es verdad que aparece en el Llibre del Repartiment, —redactado en 1238 e inmediatos siguientes— una tal Teresa Gil, recibiendo una heredad en Albalat Aciflia —el actual Albalat de Sorells—. Sorprende una mención tan temprana y más aún en un libro de esa categoría y conteni-do excepcional. Apenas aparecen en él mujeres, pues en dicho registro se recogen las donaciones que hizo el rey conquistador a los que habían asistido a la empresa guerrera de la conquista de Valencia. Si se trata de nuestra protagonista, pues aparece allí una tal Teresa Gil y no Teresa Gil de Vidaure, que es como se menciona en todos los demás documentos, es posible que se tratase de la hija de uno de los militares que acompañaron al rey en la toma de Valencia, a la que correspondería dicha donación por muerte de su padre. Y en tal suposición estaríamos ante una niña, si queremos armonizar este documento con los demás que aparecen más tarde a su nombre. Por otra parte resulta falsa la noticia de Esclapés cuando afirma que las relaciones entre el rey y Teresa Gil de Vidaure estaban en auge en el momento de la ocupación de Valencia y que fue heredada con un palacio dentro

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de la ciudad que había pertenecido al rey Lobo y un jardín en las afueras de la ciudad conocido como La Zaidía. Esas donacio-nes no se hicieron por entonces a doña Teresa, sino que hay que esperar a los años 1255 y 1257 cuando, entonces sí, ya había nor-malizado sus relaciones con Jaime I. Caen por tierra al mismo tiempo las teorías que suponen contactos de ambos personajes en tiempos de la reina Leonor y haberse opuesto doña Teresa al matrimonio que celebró el Conquistador con Violante de Hungría en 1235.

Sabemos que a la temprana edad de trece años Jaime I se casó por primera vez con Leonor de Castilla, hija de Alfonso VIII, el vencedor de Las Navas, y de la que se divorció ocho años más tarde alegando impedimentos de consanguineidad. En estos años ya se manifestó la enfermiza inclinación de Jaime I hacia el sexo femenino y de ahí parten sus primeros escándalos: escarceos con una dama de honor de doña Leonor, una tal Elo Álvarez y sus pactos de concubinato con Aurembiaix, condesa de Urgell. Contrajo su segundo matrimonio con Violante de Hungría, de la cual parece que llegó a enamorarse de verdad y con la que tuvo cuatro hijos y cinco hijas, en los 16 años que duró esta unión. Cuando falleció la reina, lo que ocurrió en 1251, Jaime I tenía 43 años de edad. Fue precisamente en estos años de convivencia con Violante cuando más activo estuvo Jaime I, pues entonces llevó a cabo su gran gesta militar, que no fue otra que la conquista del reino de Valencia y la pacificación del mismo ante las varias sublevaciones internas promovidas por los mudéjares a los que hizo frente, siempre con el éxito acostum-brado. Y aún tuvo tiempo de ocuparse de otras conquistas, las femeninas. Era un hombre insaciable en ese campo, y al que se le puede aplicar por méritos propios el epíteto de hom de fembres, el mismo que él asignó a su padre Pedro II y que los historiado-res desde siempre le han imputado, pues le viene como anillo al dedo. No es de extrañar por lo tanto que cayeran en sus redes muchas amantes en este tiempo, de varias de las cuales se con-serva su nombre. Nos estamos refiriendo a Blanca de Antillón,

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con la que tuvo un hijo, Fernando Sánchez de Castro, que acabó trágicamente. Y Berenguela Fernández, con dos hijos, uno de ellos cabeza de la Casa de Híjar. También se cita como amante del rey en este tiempo a una tal Guillermina de Cabrera, con la cual no tuvo descendencia, pero a la que dotó magníficamente, como a las dos anteriores y este mismo proceder observará en el futuro con todas las demás mujeres que estuvieron a su lado hasta el final de su vida y de las que hablaremos a continuación, no por morbo sino para ver en qué coincidieron y en qué se diferenciaron de nuestra protagonista, que no es otra que doña Teresa Gil de Vidaure, quien supo hacerle frente y mantener su dignidad a salvo.

En este tiempo de la viudedad de Jaime I, es decir a partir de 1251, es cuando hay que situar el comienzo de sus relaciones con doña Teresa. Es posible que la conociera con anteriori-dad, pero no en la intimidad, pues si hubiera sido así hubiera quedado algún rastro documental, como ocurre con todos los casos antes citados. La Señora de las Alcublas destaca sobre las otras damas de Jaime I —dejando de lado doña Leonor y doña Violante— y no debe ser tildada como simple amiga y mucho menos de manceba, amante o concubina, sino de verdadera esposa, aunque el rey no llegó a concederla el título de reina en los documentos oficiales, y ni siquiera de esposa, sino el simple y genérico de carissima et dilecta nostra domina Teresia. Pero ella no accedió a los deseos de Jaime I sin antes arrancar de sus labios y en presencia de testigos, la promesa de matrimonio, lo cual por entonces —y hasta el Concilio de Trento— era suficiente para ser tenida por esposa legítima. Bastaba ratificarlo con el tiempo ante las autoridades competentes, normalmente la iglesia, con la celebración pública de la ceremonia de bodas. Es verdad que no existe referencia documental del evento, aunque algunos autores, entre ellos Zurita, sugieren que la boda se celebró en la catedral de Gerona, pero este gran historiador no aporta el documento acreditativo. Conocemos por la historia y por la literatura infini-dad de casos semejantes a éste.

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Para hacerse una idea aproximada del atractivo y seduc-ción que ejercía Jaime I sobre el género femenino nada mejor que recurrir al testimonio de escritores coetáneos, que inclu-so le conocieron personalmente, como es el caso de Desclot y Muntaner. Él hizo muy poco por su parte para reprimir la innata inclinación que sentía hacia las mujeres y que tantos complicaciones le causó y que no pudo superar nunca a pesar de la formación moral que recibió de joven y las reprimendas que tuvo que soportar de confesores rigoristas y hasta del mismo sumo pontífice. Fue incorregible y hasta el último momento de su vida, con 68 años de edad, tenía su amante de turno. Veamos lo que comentan dichos cronistas: Desclot, el más antiguo, hilvana una detallada descripción de su figura, que no debe ser muy exagerada pues fue contemporáneo suyo y refleja todavía el entusiasmo que despertaba entre sus súbditos:

“Este rey don Jaime de Aragón fue el más hermoso hombre del mundo; era más alto que cualquier otro hombre, estaba bien forma-do y conjuntado en todos sus miembros; tenía una gran cara rosada y flamenca y la nariz larga y derecha y gran boca y bien hecha y grandes dientes bellos y blancos que parecían perlas, de ojos con matices y preciosos cabellos rubios parecidos a hilos de oro, y grandes espaldas y cuerpo largo y delgado … Y fue muy astuto y dado a sus armas, y fuerte y valiente y generoso y agradable a toda gente y muy misericor-dioso…” (Desclot, Crónica, cap. xii).

Más escueta es la descripción que hace de nuestro héroe el cro-nista Muntaner: “Nunca nació rey a quien Dios hizo tantas gra-cias en su vida como a este señor rey don Jaime” (MONTANER: Crónica, Cap. VII); y esta otra afirmación: “Fue rey de ventura y rey de virtud y de gracia” (MONTANER: Crónica, Cap. VI), pero no menos fervorosa y entusiasta. ¿Quién podía resistirse ante un rey dotado de tantas perfecciones? Dudo que haya existido galán o actor de cine más atractivo.

Doña Teresa no provenía de linaje real ni pertenecía a una familia de la gran nobleza, sino que procedía de la baja nobleza,

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y estamos por lo tanto ante un matrimonio morganático. Antes de su encuentro con Jaime I estuvo casada con Sancho Pérez de Lodosa, quedando viuda poco después, y de su unión nació un niño llamado también Sancho, tal como aparece en su testamen-to. La cronología de las donaciones hechas por Jaime I a doña Teresa son la mejor pista para fijar el comienzo de sus relaciones. El primer obsequio que hizo el rey a doña Teresa no fue una donación cualquiera pues se trataba nada menos que del antiguo palacio que habían habitado en Valencia los reyes musulmanes Lobo y Abú Zayd, situado en el centro mismo de la ciudad. La fecha de la misma se remonta al 10 de abril de 1255. Hasta el año 1261 siguió recibiendo donaciones extraordinarias, hasta un total de 16, algunas tan espectaculares como la villa de Jérica (1255), a la que siguieron la de Alcublas, (1257), la de Flix (1257), Cervera y Fanzara (1259), el lugar de la Zaidía, en la ciudad de Valencia, ribera del Turia (1260); las villas de Eslida, Veo y Ahín, en la Sierra de Espadán (1260), etc. además de otras concesiones en metálico, en prendas y en joyas. A veces se las da directamente a ella y otras veces explicita que si naciese algún hijo en co-mún, pasarían a ellos en su día. A partir de 1257 ya se habla de la existencia de sus dos hijos Jaime y Pedro. Esto quiere decir que aunque no la llame directamente su mujer, ni le conceda el título de reina, lo cierto es que vivían maritalmente y reconocía a sus hijos como propios. Aunque todavía no les eleva a la catego-ría de herederos de la corona, en caso de fallecer los anteriores hijos del rey procreados con las reinas Leonor y Violante. Habrá que esperar a 1272, cuando en su último testamento establezca solemnemente que los hijos de ambos pasaban a figurar entre los aspirantes a la corona real, cosa que no hizo con la prole habida con las amantes Berenguela Fernández y Blanca de Antillón, nacidos incluso en años anteriores a los suyos.

Doña Teresa además de destacar por su belleza era tam-bién una mujer de buen criterio y de ella se sirvió don Jaime para llevar los negocios del reino, utilizándola como una conse-jera de calidad. Este período feliz duró unos diez años y transcu-

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rrió entre 1254 hasta 1264. Zurita (Anales: Libro iii, núm. 51) dice lo siguiente al respecto:

“… En este tiempo (1254) el rey gobernaba gran parte de sus negocios por el consejo de una dueña muy principal que se decía doña Teresa Gil de Vidaure, con la cual vivió mucho tiempo como con su mujer legítima; y así se declaró después por sentencia”.

Como ocurre en muchas ocasiones la opinión de Zurita es muy importante y la más acreditada de todos los historiadores anti-guos y el que con mayor estima juzgó a doña Teresa. En efecto muchos historiadores antiguos la tildaron poco menos que de concubina y pleiteadora, para salvar así las veleidades de Jaime I. Pero sus argumentos no son sólidos y falla totalmente la cro-nología que ofrecen de los acontecimientos. En la lista de estos historiadores que han puesto en entredicho la honorabilidad de doña Teresa se hallan entre otros: Beuter, Viciana, Miedes, Mariana y Blancas, que se inclinan por la opinión de que no hubo un matrimonio verdadero entre doña Teresa y el rey don Jaime. Zurita opina lo contrario, afirmando que hubo matri-monio válido e incluso habla de una sentencia favorable a doña Teresa Gil al respecto. Desgraciadamente Zurita no ofrece el texto de dicha sentencia ni el lugar donde se hallaba registrada. Pero su crédito de historiador veraz y solvente, como se ha de-mostrado en tantas otras circunstancias son más que suficientes para no dudar de su palabra. Esta opinión la sostuvieron en el siglo xviii el dominico Teixidor y más modernamente el canó-nigo Roque Chabás, en contra de los que seguían poniendo en duda tal evidencia.

La convivencia entre Teresa Gil y Jaime I se prolongó, como hemos comentado anteriormente, durante diez años. Pero todo ello se rompió súbitamente con la aparición de una nueva relación sentimental del rey. Por entonces le afloran de nuevo las fuerzas y el entusiasmo ante el reto que tiene ante sí de vol-ver a tomar las armas y ganar otro reino para la cristiandad. En

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efecto, ante la rebelión mudéjar contra Castilla por parte del rey musulmán de Murcia, en 1264, con el que tenía firmado Alfonso X un tratado de vasallaje, para que le defendiese de las amenazas de invasión del rey nazarí de Granada. Por ello dicho Alfonso X consideró roto el Tratado suscrito veinte años antes, y pide ayu-da a su suegro Jaime de Aragón, solicitando su apoyo en la con-quista del reino de Murcia. Catalanes y aragoneses, consultados por Jaime I al respecto, no secundaron la idea, pero el monarca aragonés, pensando en la seguridad del reino de Valencia, el cual quedaría expuesto a mil peligros ante esa situación, lindan-do como estaba con un país musulmán, aceptó la propuesta de Alfonso X. En el otoño de 1265 tuvieron una entrevista los dos reyes en Alcaraz, acudiendo al encuentro ambas familias reales, menos Teresa Gil de Vidaure, y es entonces cuando aparece en escena la nueva amante de Jaime I, llamada Berenguela Alfonso. Se trataba de un miembro de la familia real castellana, pues era hija del infante Alfonso de Molina, hijo de Alfonso ix de León y doña Berenguela de Castilla y señor de Molina. Desde enton-ces Jaime y Berenguela se hicieron inseparables. Jaime I hizo una campaña militar brillante, y en poco tiempo —entre noviem-bre de 1265 y finales de enero de 1266— acabó con la resistencia enemiga y entregó el nuevo reino conquistado al Islam al rey castellano, manteniéndose fiel a los tratados que tenía firmados en Almizra y Alcaraz.

Las mercedes concedidas a la nueva mujer del rey em-pezaron de inmediato, con la caudalosa donación que le hizo de 30.000 morabatinos de oro, el 30 de julio de 1266. Como era prácticamente imposible que la tesorería real le pagase tal cantidad en breve tiempo, vemos cómo a lo largo de seis años que duró esta relación el rey le fue donando castillos y villas, en su mayor parte ubicados en la zona de Alicante y así poder cobrar Berenguela dicha cantidad con los impuestos cargados sobre dichos lugares. El rey, ciego con su nuevo amor, acudió al papa en demanda del divorcio de doña Teresa, alegando inclu-so que estaba enferma de lepra, algo que era falso. El papa, que

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lo era por entonces Clemente iv, le contestó el 17 de febrero de 1266, rechazando las pretensiones regias en términos muy duros. Pensaba Jaime I que sería fácil arrancar al papa la petición de divorcio, ya que le había felicitado por sus grandes éxitos milita-res arrancando a los musulmanes grandes espacios territoriales que pasaron a la cristiandad. Eso le envalentonaba y pensaba que Dios estaba de su parte, al conseguir tantas victorias sobre el Islam, máxima preocupación del pontificado en esos tiempos de Cruzada, y pensando de paso que el papa accedería a su petición. Pero éste no accedió, sino que por el contrario le conminó con duras palabras instándole a participar en una Cruzada a Tierra Santa, libre de su relación pecaminosa. El rey hizo caso omiso del consejo y siguió unido a Berenguela, a pesar de la amenaza de excomunión del pontífice.

Jaime I, con la llegada de un nuevo papa pensó que lo-graría su empeño de conseguir la anulación de su matrimonio con doña Teresa y para ello accedió a llevar a cabo una Cruzada a Tierra Santa, donde en su fantasía imaginó que lograría no solo liberar Jerusalén sino incluso derrotar a los mamelucos de Egipto, otro centro musulmán de gran prestigio y poderío. Y en-tonces, ante esas supuestas victorias el nuevo papa, Gregorio X, no podría negarle su deseo más querido y darle el premio que se merecía por sus imaginarias victorias. Pero todo acabó en un ro-tundo fracaso, pues los navíos que acompañaban al rey sufrieron la furia de una imprevista tempestad, con lo cual no pudo llegar a San Juan de Acre, punto de arranque de la proyectada Cruzada hacia Tierra Santa, y desembarcó en el sur de Francia, desenga-ñado y humillado. Esto ocurría el año 1269.

Berenguela Alfonso no se separaba del rey ni un momen-to pues le acompañaba en todos sus viajes por sus dominios de la Corona de Aragón y por Castilla y sur de Francia: en 1269 fueron a Burgos a la boda de Fernando, el hijo de Alfonso X y en 1270 y 1271 a las entrevistas que tuvieron ambos soberanos en Valencia y Alicante. El último viaje que hizo Berenguela acompañando a Jaime I fue al Languedoc, donde falleció sin

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descendencia en la ciudad de Narbona el 17 de junio de 1272. Jaime I cayó gravemente enfermo ese mismo año, estando en Montpellier, su ciudad natal. Pensó que había llegado su fin y dictó su último testamento el 26 de septiembre de 1272, en el cual se acordó de nuestra Teresa Gil y de los hijos que habían te-nido juntos, y quizá de lo mal que se había portado con ella, y es cuando les colocó en la línea sucesoria a la corona.

Pero inesperadamente Jaime I se recuperó y una vez cobra-do ánimos comenzó de nuevo su inveterada costumbre de tener una mujer a su lado. Pero no llamó a doña Teresa, sino que se fijó esta vez en una dama catalana, de nombre Sibilia de Saga, que le acompañaría los dos o tres últimos años de su vida. A mediados de junio de 1274 ya habían comenzado dichas relaciones, pues nos encontramos con un sorprendente documento por el cual el rey otorgó poderes para que se reanudase la petición de su divorcio de doña Teresa. Y al poco tiempo empiezan las donaciones a su nueva compañera, según era su costumbre. Esta vez para comen-zar concedió a doña Sibilia a comienzos de 1275 el castillo y villa de Tárbena, con todas sus posesiones y derechos. Y poco después le ofreció también la importante villa de Tarrasa.

¿Qué hizo mientras tanto doña Teresa al descubrir esos nuevos amores de su esposo? No se contentó con cerrar los ojos ante tal atropello, como era el repudio que hizo de ella el rey al acoger en su intimidad a Berenguela Alfonso y se dedicó a reivindicar sus derechos como esposa legal que se consideraba. Sus protestas ante Jaime I fueron inútiles. No aceptó sin más desaparecer de la escena después de las humillaciones a las que le sometió. Puso todo su empeño en defender su dignidad per-sonal según los principios que había recibido en su educación y que siempre había practicado, sin olvidar el agravio que supuso la usurpación de sus derechos al no darle el título de reina ni de esposa en los documentos oficiales de la cancillería que con todo derecho le correspondían.

Es cierto que dotó espléndidamente, a ella y a sus hijos, como era normal en el proceder de Jaime I. Además el hecho de

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que éste acudiese repetidas veces a la Santa Sede en demanda de divorcio, prueba que el soberano aragonés pensaba que lo suyo era un matrimonio legal. Es posible que en el fondo aspiraba anular su matrimonio morganático con ella, y conseguir uno a la altura de su rango, uniéndose a su nueva pareja de estirpe real. Cabe preguntarse incluso ¿qué hubiese pasado si hubiese tenido descendencia con Berenguela Alfonso? ¿Hubiese declarado en-tonces a los hijos de doña Teresa legítimos y puestos en la línea sucesoria del trono?

A pesar de todo vivió como una señora poderosa, como se denominaban por entonces las damas con muchas propiedades. Hay que corregir la idea muy extendida, aunque ya superada, de haberse convertido en abadesa de La Zaidía, según una ver-sión, o en humilde portera, según otra. Ella no renunció a su libertad de movimientos como sus intereses exigían, pues siguió disfrutando y negociando con sus bienes, siempre pensando en el engrandecimiento de sus hijos y la dotación del monasterio por ella fundada. En dicho convento pasaría largas temporadas, acompañando a las monjas en sus rezos, practicando sus devo-ciones y dispensando abundantes limosnas, pero nunca emitió los votos religiosos. Por ello pudo administrar sus bienes, activi-dad reñida con dichos votos y lo ordenado en el derecho canóni-co. A su muerte fue sepultada en la iglesia del monasterio y sus

Puso todo su empeño en defender su dignidad personal según los principios que había recibido en su educación y que siempre había practicado

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hijos, nietos y biznietos, junto con sus mujeres y descendencia, en el panteón de la capilla funeraria familiar establecida también en La Zaidía, obra que siguieron favoreciendo generosamente sus descendientes.

El monasterio fundado por doña Teresa llegó con el tiempo a convertirse en uno de los principales centros religiosos de Valencia, donde profesaron numerosas valencianas, muchas de ellas pertenecientes a las más linajudas familias de la socie-dad valenciana, y dichas religiosas siempre han tenido y siguen teniendo en gran aprecio a su fundadora y a la que han venerado y tenido por santa. A lo largo de los siglos XIX y XX, el comple-jo monasterial ha sufrido graves atentados, a causa de guerras, pillajes y riadas, y en 1965 se trasladaron a un edificio de nueva planta en Benaguacil, pues el edificio antiguo amenazaba ruina.

Hemos aludido anteriormente a los documentos de archi-vo como las principales fuentes que tenemos a nuestra disposi-ción para limpiar la biografía de nuestra protagonista de tantos dislates en que han incurrido algunos historiadores y autores teatrales. Curiosamente la figura de doña Teresa sigue llamando la atención y recientemente han aparecido varias obras de divul-gación en las que desgraciadamente no se depuran los errores históricos ya comentados pues sus autores no se molestan en acudir a los archivos y cotejar la documentación. Sin meter-nos en profundidades vamos a dar algunas pinceladas sobre la documentación que nos ha llegado referente a doña Teresa y Alcublas, el pueblo que tanto cariño le profesa y los archivos que la custodian actualmente.

Una dificultad y no menor para afrontar esta documenta-ción se debe al hecho de que todos los documentos conservados están escritos en latín, que era la lengua que en aquella ya lejana edad de la segunda mitad del siglo XIII era la usual en todo tipo de documentación. Además faltaban aún muchos siglos para que se inventase la máquina de escribir y los actuales artilugios informáticos, y por ello cada amanuense o copista escribía a su manera y para ahorrar espacio y material utilizaban muchas

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abreviaturas, lo cual complica mucho la lectura de dichos escri-tos medievales. Hay que resaltar un hecho y es que se conserva bastante documentación sobre nuestra protagonista a pesar de las rapiñas, las guerras y las catástrofes naturales —incendios, inundaciones— que han tenido que soportar los depósitos docu-mentales a lo largo de los siete siglos que han transcurrido desde que fueron escritos los documentos en cuestión. Doña Teresa ha tenido suerte, si comparamos su caso con el de otros personajes de los que apenas queda alguna muestra documental contem-poránea, pues una serie de circunstancias providenciales han venido en su ayuda como veremos.

Para comenzar podemos distinguir, de una manera muy general, dos clases de documentos concernientes a doña Teresa. Por una parte está la documentación oficial, es decir aquella que proviene de organismos estatales, destacando en este caso la cancillería real, y por otro lado tenemos la documentación particular, en especial la producida ante notarios, relativa a las innumerables transacciones que llevó ella a cabo a lo largo principalmente de los últimos treinta años de vida: escrituras de compraventa, arrendamientos, censales, poderes, contratos, últi-mas voluntades, etc.

Empezando por los documentos oficiales conservados relativos a doña Teresa Gil, nos han llegado bastantes y ello se debe a circunstancias muy especiales y dignas de ser resaltadas, pues son testimonio de una novedad que implantó Jaime I antes que ningún otro soberano en Europa, y al que imitaron y si-guieron al cabo de algún tiempo. Fue sin duda un fenómeno de tipo cultural y administrativo trascendental. Todos sabemos que Jaime I fue quien conquistó el reino de Valencia en 1238 y entre las tierras sometidas se hallaba la zona de Játiva, donde se encon-traban establecidos muchos molinos papeleros, una industria muy próspera por entonces. Los asesores del rey debieron darse cuenta pronto de los beneficios que se podía sacar de ese invento que había llegado de China a través de las conquistas árabes y se había asentado con fuerza en ese rincón de su nuevo reino. Se percata-

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ron de que ese nuevo material les facilitaría mucho sus labores de registro y copia de toda clase de documentos, para lo cual usaban en exclusiva el pergamino que resultaba mucho más caro y difícil de conseguir en grandes cantidades pues su fabricación era muy laboriosa. Se tuvo que romper la tradición casi sagrada del uso exclusivo del pergamino como material escriturario en las oficinas de la cancillería real, considerando el papel como algo indigno de emplearse en la misma. Veinte años más tarde de la conquista de Valencia, controlada la producción papelera de Játiva por la co-rona, se procedió a crear los registros reales, a base de sacar copia de todos los documentos producidos día a día en dicha cancillería real en los citados registros escritos en papel. Al mismo tiempo seguirían trasladándose, al menos los documentos más importan-tes, sobre pergamino, los cuales eran expedidos a los interesados e iban además validados con el sello real. Así, mientras de esa manera se difundían los documentos por todos los rincones de los reinos y señoríos de la corona, en los archivos reales se guardaba copia de todos ellos. Esa es la razón por la que aunque se hayan extraviado la mayoría de los pergaminos conozcamos su texto gra-cias a la copia en papel conservada en los registros de la cancillería del Archivo de la Corona de Aragón.

Hoy día los registros de la cancillería constituyen por su antigüedad y la continuidad de sus series, que llegan hasta 1707, el fondo medieval más importante de Europa, como lo recono-cen los más prestigiosos historiadores nacionales y extranjeros. Pero se da además una circunstancia excepcional que no quiero dejar de pasar por alto, pues aunque no sea más que una coin-cidencia, es digna de resaltarse aquí en un libro que trata de doña Teresa Gil de Vidaure. Lo asombroso del caso es que los registros donde se encuentran los documentos de nuestra pro-tagonista, corresponden además a los primeros y más antiguos de la colección, pues fue justo a partir del año 1257 cuando por iniciativa de Jaime I se empezaron a sacar copia en papel de to-dos los documentos que salían con destino a todos los confines de la Corona de Aragón, y que coinciden con los años en que

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doña Teresa se hallaba al lado del monarca y disfrutaba de unas excelentes relaciones con él y al que asesoraba y ayudaba en sus labores de gobierno, según las autorizadas palabras del maestro Zurita y cuando el soberano le correspondió con muchas y gene-rosas donaciones, y gracias a la iniciativa jaimina de registro y a la conservación de dicha colección hoy contamos con dichos documentos, aunque sea en copia de papel. Si dichas relaciones se hubieran dado unos años antes, sólo se hubieran escrito las mencionadas donaciones en pergamino y lo más probable es que se hubiesen perdido para siempre.

También es extraordinario el caso de que dispongamos además de una buena cantidad de documentos importantes que se custodiaban en el rico archivo de la cartuja de Valldecrist, en-tre ellos algunos de los privilegios que ya conocemos concedidos por don Jaime a doña Teresa Gil y de algunos documentos par-ticulares suyos y de sus hijos. Esta vez aparecen en copias legali-zadas notarialmente pasadas en un registro público, es decir con las máximas garantías. Dicha copia se llevó a cabo a finales del siglo XVIII, poco antes de que ocurriesen los dos acontecimientos más funestos por los que ha pasado el legado monumental, ar-tístico y documental de nuestra historia, como fueron la invasión napoleónica primero y la desamortización eclesiástica después que acabó con tantos monumentos, esculturas, pinturas, joyas, códices, pergaminos y archivos enteros, de iglesias y conventos principalmente. Los superiores de la cartuja de Valldecrist, para salvaguardar sus derechos en caso de pérdida de los originales, tomaron la decisión de copiar con todas las garantías legales en un registro las escrituras más importantes de su archivo. En efecto, a dicho monasterio habían ido a parar algunos de los me-jores documentos que habían pertenecido a doña Teresa, —los originales escritos en pergamino— al ser heredera dicha cartuja de parte de los bienes de la baronía de Jérica, tras la pérdida de ésta por parte de los descendientes de Doña Teresa, al no tener sucesión legítima, con lo cual la posesión del título y los bienes de dicha baronía retornaron a la corona en tiempos de Martín I.

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Es entonces cuando éste cedió parte de dichos bienes a la cartu-ja de Valldecrist, al fundar y dotar dicho monasterio, entre ellos las villas de Altura y Alcublas. Fueron un total de 36 documen-tos los que se registraron y legalizaron ante el Justicia Civil de Valencia en 1763 y de allí pasaron en un momento dado del siglo XIX, al Archivo del Reino de Valencia, donde actualmen-te se pueden consultar. De dichos 36 documentos diez de ellos se refieren a doña Teresa, a su familia y a la villa de Alcublas. Este conjunto de documentos son de gran importancia para la historia de doña Teresa y la de Alcublas. Algunos de ellos ya los conocíamos por los archivos reales de Barcelona pero otros, de procedencia notarial, como las últimas voluntades de la funda-dora de la Zaidía y de sus descendientes hoy los podemos leer gracias a esa decisión del prior de la cartuja y señor de Alcublas.

Cabe destacar entre todos ellos, la copia del último tes-tamento de doña Teresa, que resulta pieza fundamental para su biografía pues si no fuese por ese registro se hubiese perdido para siempre. El texto de este testamento, pasado en 1278 ante un notario de Zaragoza nos ofrece muchos detalles de la genea-logía y de la familia de la Señora de las Alcublas y nos sirve entre otras cosas para desmontar la piadosa tradición que siempre se ha mantenido en su monasterio, aunque ya muchos historiado-res lo hayan puesto en entredicho, de haber ejercido los cargos de abadesa o de portera —según las versiones— en el monas-terio de La Zaidía, cuando para ello hubiese sido necesario profesar en el mismo como religiosa, cosa que no consta docu-mentalmente y en contra de dicha tradición existen más bien razones poderosas que invalidan dicha pretensión. Estos viajes y los innumerables negocios que promovió para dotar espléndi-damente a sus hijos están reñidos, mejor aún, son incompatibles con los votos de pobreza y de estabilidad en el monasterio que se exigía a toda persona que profesaba como monja cistercien-se. Es cierto que fue una persona virtuosa y que sin duda pasa-ba temporadas en dicho monasterio, pues consta también ese dato en el mencionado testamento, en el cual hace heredero de

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las ropas y de la cama que se encontrasen en la habitación que tenía reservada en La Zaidía, algo normal en aquella época, máxime cuando era la fundadora y la “patrona o protectora” del mismo. Pero también se habla del domicilio oficial que tenía en la ciudad de Valencia —que debía ser el antiguo palacio del rey Lobo, cerca de la actual catedral, que en su día había recibi-do de Jaime I— y en el cual se hallaban muchas ropas y joyas, muebles y enseres, que mandó distribuir entre sus familiares. En este testamento reparte también entre sus hijos las últimas posesiones que se había reservado hasta última hora; en general todas las posesiones que tenía en el reino de Valencia las adjudi-có a su hijo Jaime de Jérica y los bienes que poseía en Aragón a su hijo Pedro de Ayerbe. Como mujer previsora trató de evitar todos los problemas que pudieran surgir en el reparto de los bienes y lo dejó todo bien atado. Dio normas de actuación ante el hipotético caso de que alguno de sus hijos o los dos muriesen sin descendencia. Aparecen muchas donaciones a sus servidores, entre los cuales destaca la que hace a un criado que se ocupaba de su mula y de acompañarla en todos sus viajes. No era por lo tanto ni abadesa ni portera como la tradición nos ha mostra-do, sino una señora poderosa, como se dice en la documentación de la época y muy viajera, ocupada en la administración de sus bienes, distribuidos a lo largo y ancho de los reinos de Aragón

No era por lo tanto ni abadesa ni portera como la tradición nos ha mostrado, sino “una señora poderosa”, como se dice en la documentación de la época y muy viajera, ocupada en la administración de sus bienes…

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y Valencia, y pensando siempre en sus hijos. Deja generosas limosnas a muchas iglesias y monasterios de Aragón, Navarra, Cataluña y Valencia, la mayoría de ellos cistercienses y a algunos dominicos o franciscanos.

Al Archivo del Reino de Valencia llegó también la docu-mentación del monasterio de La Zaidía, la gran obra de doña Teresa, aunque muy esquilmada y en total desorden, desgracia-damente despojada de los documentos fundacionales y de los ricos códices medievales y los preciosos libros de profesiones y de las actas capitulares, que tanta información nos hubiesen aportado. De modo que los 63 libros y 8 legajos de expedientes que integran dicho fondo contienen casi en su totalidad docu-mentación de carácter administrativo, de contabilidad y procesal y en general es de época moderna. Hoy puede consultarse en dicho Archivo después de haber sido catalogada muy competen-te y meticulosamente por una funcionaria del mismo.

Este mismo Achivo del Reino cuenta con algunos im-portantes documentos referentes a Alcublas. En él por ejemplo se conserva el documento más antiguo que alude a dicha villa. Se halla en la sección de Pergaminos Reales y se remonta al año 1238, a dos meses justos después de la rendición de Valencia, en donde Jaime I fija los límites del castillo y villa de Andilla, sa-liendo a colación la Alcubla Mayor entre las poblaciones limítro-fes de la citada villa.

Hay un pequeño fondo, que incluye pergaminos, libros y expedientes, que van de 1367 a 1849, y por lo tanto posteriores a la vida de doña Teresa, que se pudieron salvar en los años de la Guerra Civil y se depositaron en el Archivo del Reino, y ahí están para los que se interesen por la historia de Alcublas, de-bidamente catalogados. Y no hay que olvidar otras secciones de dicho Archivo, como son: Real Cancillería, Gobernación, Bailía, Generalidad, Maestre Racional, Real Audiencia, etc. que van de 1419 a 1707, pero requerirá muchas horas de investigación dar con ellos pues están mezclados con los cientos de miles de docu-mentos contenidos en los miles de registros de dichas secciones.

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El otro archivo valenciano que contiene alguna docu-mentación sobre doña Teresa es el de la Catedral de Valencia. Se trata de unos pocos pergaminos que aluden a algunas transac-ciones de ventas de bienes de doña Teresa o de derechos sobre los diezmos pertenecientes a la mitra valenciana en los señoríos que por entonces detentaba doña Teresa, y luego pasarían a sus hijos. En un pergamino, se hace alusión incluso a los procurado-res que entonces se ocupaban en Roma del divorcio que pre-tendía Jaime I de su tercera mujer, la protagonista del libro que prologamos.

Y finalmente en el Archivo Histórico Nacional (Madrid) se encuentra una pequeña parte del archivo de La Zaidía, pues allí estuvo a punto de ser llevada toda la documentación salva-da de la desamortización de dicho monasterio, aunque a última hora se paralizó el envío, sin que se devolviese lo que ya había sido llevado a Madrid. En total se encuentran allí 83 pergami-nos, uno de los cuales es muy curioso pues aún aparece colgado de un lazo rojo el sello de cera que usaba en los documentos solemnes que salían de sus manos. Se trata de un sello de cera con las cuatro barras de Aragón, como era normal al tratarse de una persona que pertenecía a la casa real. Además hay tres lega-jos de papeles, como dice un antiguo inventario, entre los que se encuentra un libro del siglo xv que nos pone en conocimiento de cuáles eran las rentas del monasterio, que eran las que por entonces disponía el convento para el sustento de las monjas y el mantenimiento del culto, de la iglesia y del conjunto monástico. Toda esa documentación abarca el período que va de 1240 a 1628.

Solo me queda felicitar a la autora del libro doña Isabel Romero Martínez y a doña Blanca Rosa Pastor Cubillo, alcal-desa de Alcublas, por el interés que se ha tomado en incluir esta monografía entre las que periódicamente viene publicando el ayuntamiento y distribuyendo entre el vecindario t

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Doña Teresa Gil de VidaureLA SEÑORA DE LAS ALCUBLAS

Isabel Romero Martínez

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INTRODUCCIÓN

Entre todas las esposas, amantes y favoritas del rey Jaime I el Conquistador, fue doña Teresa Gil de Vidaure, la más nombra-da. Cronistas e historiadores se interesaron en destacar la figura de una dama, que tan importante había sido en la vida del rey don Jaime I de Aragón. Diferentes versiones e interpretaciones de esta historia se fueron dando a lo largo del tiempo y será el padre Teixidor el primero en investigar los documentos encon-trados en el monasterio de La Zaidía.

De sus cualidades físicas y morales, dice Avellanes: “…fue señora de todas prendas”. Otros autores hacen resaltar su gran hermosura de rostro: “La bella por antonomasia”, la denomina Febrer; “noble, prudente y hermosísima”, la llama Miedes; “due-ña muy principal”, según atestigua Zurita…

Algunos autores románticos se interesan también por la intensa y controvertida historia de amor entre la noble dama y el rey de Aragón. Se publican obras dramáticas, con personajes lle-nos de pasión, que fueron representadas en los teatros españoles.

Don Roque Chabás, erudito valenciano, basándose en documentos hallados por Teixdor, publica una biografía titulada Doña Teresa Gil de Vidaure, en la Revista de Ciencias Históricas que dirigía, “El Archivo” (Valencia, 1892), y que inicia así: “Obscurecida anda aún la memoria de esta esposa de Don Jaime el Conquistador en los libros de historia publicados últimamen-te…”.Se lamenta, el autor, de algunas opiniones “opuestas a la verdad” y continúa diciendo: “Se hace preciso limpiar de estas sombras la vida de una célebre reina de Aragón, de una san-ta mujer, no vindicada aún como es debido a sus virtudes en la desgracia”

Con el tiempo, otros estudios biográficos se han ido pronunciando sobre la figura de doña Teresa Gil de Vidaure. Elogiada, ensalzada y venerada por algunos; menospreciada y denostada por otros. Ha sido llamada reina secreta, invisible, y hasta enigmática…

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Ciertamente, su recorrido vital, marcado por la tenaci-dad amorosa tanto como por la ambición política, parece el de una heroína novelesca. Sin embargo, los hitos esenciales de su biografía están históricamente documentados: la incorporación de su linaje a la empresa de la Reconquista, su posicionamiento personal como dama de la Corte, su relación con Jaime I y los hijos habidos en común, sus largos pleitos con Roma para legiti-mar aquel “casamiento de palabra” y alcanzar finalmente su con-dición de reina…Tales son los capítulos probados de su lucha.

No es tarea fácil indagar sobre acontecimientos tan le-janos en el tiempo. Lo hemos intentado buscando entre docu-mentos históricos, tratando de encontrar algún rayo de luz que nos permita entender mejor la vida de una mujer, de una reina, que tan importante fue en la historia de Valencia y en la historia de nuestro pueblo de Alcublas.

SU FAMILIA

De origen navarro, doña Teresa Gil de Vidaurre, Vidaure o in-cluso Vidaura, (que de todos esos modos es nombrada), llega de Aragón a Valencia con sus familiares. Su padre Gil de Vidaurre, su madre Toda Garcés de Azagra. Linajes navarros de ricoshom-bres, caballeros e infanzones, mesnaderos al servicio del rey, que sin desvincularse de sus lugares de origen, se decantan en apoyar al rey Jaime I de Aragón en su cruzada para la reconquista del reino musulmán de Valencia.

Familiares de doña Teresa, como los Azagra, y otros pa-rientes recibieron tierras en régimen de Infanzonía agregándolas a las infanzonías de Aragón. Varias masías de nuestro entorno, que después pertenecieron a la Cartuja de Valldecrist, tuvie-ron su origen en estas tierras; sus edificios son de construcción medieval, algunas amuralladas como la de San Juan, o forti-ficadas como Cucalón. Su fundación es de mayor antigüedad que la propia Cartuja. Los amojonamientos de sus dehesas y

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los privilegios reales que tuvieron se remontan a los tiempos de la conquista. Ya fuese por compra o donación, esta cartuja fue adquiriendo las masías, a lo largo de los siglos xv y xvi, rehabi-litando los edificios y poniendo en explotación cultivos y gana-dos, ya que habían quedado muy deteriorados por las guerras y posterior abandono de sus propietarios. Pérez de Ribavellosa, alcalde de Jérica, recibe de doña Teresa en 1272 la masía de Ullastre y unos años más tarde, la de Uñoz. Gonzalo Sánchez de Azagra, vecino de Calatayud, fue el primer propietario de una de estas masías que muchos años después perteneció a Mossén Jaime, de quien tomó el nombre, “Masía de Mossén Jaime”, que la cedió a la Cartuja. Fernando Gonzalo de Azagra, también de Calatayud y posiblemente hijo del anterior, fue el dueño de otra masía que al cabo de muchos años, la com-pró Valldecrist a Juana Medina y Francisco Cucalón, vecinos de Segorbe, y de origen aragonés. Desde entonces tomaría el nom-bre de “Masía de Cucalón”. “Las Dueñas”, llamada La Alcubla Somera, uno de los núcleos de población que constituían la villa de Las Alcublas, fue cedida por Doña Teresa Gil de Vidaure, a un sobrino suyo, Juan de Resa. Sus descendientes, solicitaron del Infante don Martín de Aragón se les reconociesen sus derechos. Las propietarias de entonces, Doña Constanza y Doña Elvira, madre e hija, pasaban largas temporadas en la masía y las gentes del lugar las llamaban “Las Dueñas”.

LINAJES

Los Azagra, de raíces navarras, introducidos en los círculos de poder y con sólidos contactos eclesiásticos, se movían en la frontera de Valencia, entre Castilla, Aragón y en Navarra con un entramado de relaciones familiares, utilizando una política de pactos y vasallajes. Señores de castillos y fronteras, los Azagra, tuvieron en la ciudad medieval de Albarracín, de calles empinadas y estrechas, una fortaleza infranqueable. Situada en un lugar estratégico, en lo alto de una coli-na bordeada por el río, con una imponente muralla y castillo afianza-

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ron su señorío llamándose a sí mismos vasallos de Santa María y Señores de Albarracín. Gobernaron el señorío independiente durante más de un siglo.

Pedro Ruiz de Azagra, heredó el señorío de Estella , y una vez fallecido su padre se traslada a Albarracín, enclave mu-sulmán del rey Lobo de Murcia que se la cedió al de Azagra, por los servicios que le había prestado. Llevando consigo poblado-

res navarros, resistió la ofensiva conjunta castellano-aragonesa. Fue el primer Señor de Albarracín.

Fernando Ruiz de Azagra, que ya había suplido a su hermano en la tenencia de Estella, y fue el segundo señor de Albarracín al fallecer su hermano, de quien recibió el señorío como legado.

Pedro Fernández de Azagra,1 tercer señor de Albarracín y primero de Chelva. Hombre hábil y audaz, siguió vinculado a Navarra colaborando con el rey Sancho El Fuerte. Centró su in-terés en la conquista de Valencia sin renunciar a la independencia de su señorío de Albarracín. De fuerte carácter se enemistó y re-concilió en varias ocasiones con el rey Jaime a quien, acompañaba en batallas, correrías y cacerías. Tomó Beís en 1228, puesto avan-zado en la conquista, que se disputaría con Abu Zeyd, cuando éste aún era gobernador almohade de Valencia. Estuvo en el sitio de Burriana, en El Puig, intervino en el sitio y la conquista de Valencia. Recibió de Jaime I varios castillos. (Consta en el LIibre del Repartiment): “El castillo de Chelva y el de Altura, y el de Cárcer, y el rey se reserva los derechos de paz y de guerra…”.2

1 Otro Pedro Fernández de Azagra , hijo natural y hermano del señor de Albarracín, sería según la leyenda de “Los amantes de Teruel”, el esposo de Isabel de Marcilla, que ante el trágico desenlace (la muerte de los amantes, Diego e Isabel), dijo que los enterra-sen juntos pues se habían jurado amor eterno. 2 LLibre del Repartiment, núm. 2178, Edic. Vicent García, Valencia, 1978.

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Gil Garcés de Azagra, primo del señor de Albarracín, estuvo en el cerco de Bejís cuando lo atacó Abu Ceyd. Muere en la conquista de Valencia. Su hijo, Gil Garcés II de Azagra, fue señor de Mora. Toda Ladrón, viuda de Gil Garcés, hace testa-mento estando en Burriana en 1238 y tiene como albaceas a su hermano, don Ladrón y al propio rey Jaime. En su testamento, hace un legado de 100 morabatinos de oro a Teresa Gil.

Toda Garcés de Azagra, madre de doña Teresa, prima del señor de Albarracín y posiblemente hermana de Gil Garcés.

Elfa Álvarez de Azagra, heredera del señorío de Chelva, casó con Jaime I de Jérica, hijo de doña Teresa Gil de Vidaure y el rey Jaime I.

Los Vidaurre

En el valle de Guesálaz, Navarra, lleno de naturaleza y de histo-ria, con sus casas blasonadas, se encuentra Vidaurre, antiguo lu-gar de señorío nobiliario donde existió un palacio con sus torres, hoy en ruinas.

Vidaurre, una de las doce casas de los linajes principales de Navarra. Pertenecían al grupo privilegiado de los ricoshom-bres. Los escudos heráldicos, de estas familias, se encuentran en el libro de Armería del Reino de Navarra y están pintados en las claves de las bóvedas del refectorio en la catedral de Pamplona.

Gil de Vidaurre, padre de Doña Teresa tiene documenta-das varias compraventas y permutas con el rey de Navarra: Urbe, antiguo lugar de señorío realengo del valle de Mañeru. …” Fue villa de señorío nobiliario hasta que su titular Gil de Vidaurre la permutó a Sancho VII el Fuerte (1205) por las de Guembe y Arguiñano”. En Cadreita, junto a su padre: “Figuran como seño-res de la villa en 1218, Juan y Gil de Vidaurre, padre e hijo, quie-nes la dieron a Sancho el Fuerte a cambio de las cuatro villas…”

Juan de Vidaurre, estuvo en la batalla de las Navas de Tolosa. Está documentado, que otorgó testamento donando a uno de sus hijos el castillo y la villa de Toya que conquistó

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en la sierra de Cazorla, en Jaén. Dispuso ser enterrado en el Monasterio de Fitero, en Navarra, al que había hecho varias donaciones.3

Leonor Gil de Vidaurre, hermana ma-yor de doña Teresa. Casada con Vela Ladrón de Guevara, señor de Oñate y de Guevara, que estuvo en la conquista de Valencia.

Pedro Ladrón de Vidaura, noble aragonés del séquito del rey Jaime. Estuvo

en la toma del castillo de Ares del Maestrazgo. Ares fue, después de la avanzadilla de Bejís la primera plaza en la conquista del Reino de Valencia. Recibe del rey Jaime el castillo y la villa de Ares.

Pedro Gil de Vidaurre, hermano de doña Teresa, infan-zón antiguo. Su escudo familiar, faja azul en campo de plata.

Los Ricoshombres, formaban en Las Cortes de Aragón, un estamento superior al de los mesnaderos, caballeros e infan-zones. Con atribuciones políticas del más alto nivel, una ac-tuación conjunta de este grupo de nobles tuvo lugar cuando se acuerda el prohijamiento entre los reyes Sancho VII El Fuerte de Navarra y Jaime I de Aragón.

Mesnaderos, o caballeros de mesnada, del séquito del rey, eran los hombres de armas mandados directamente por él. La mesnada, además de los ricoshombres, podía incluir a simples caballeros e infanzones.

Infanzones, pequeña nobleza que no obedecía a los grandes señores sino que dependía directamente del rey del que recibían tie-rras y privilegios. Durante la Reconquista, el infanzón se caracteriza, como el caballero, presto en acudir en auxilio del rey cuando este se encuentre en peligro: asediado en un castillo o en el propio campo de batalla y hasta entregarle su caballo, en caso de peligro extremo.

3 AGN, Clero, Fitero, 15.

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LOS CASAMIENTOS DEL REY JAIME

Doña Leonor de Castilla. A los 13 años, Jaime I casó con la infanta Leonor de Castilla. El enlace facilitaba a don Jaime em-parentar, no solo con el rey de Castilla, sino también con otros soberanos de la cristiandad como los reyes de Portugal y Francia, por lo que los consejeros de la corona de Aragón aprobaron de forma unánime el enlace. En la villa de Agreda, provincia de Soria, entre la me-seta castellana y el valle del Ebro, a los pies del Moncayo, el 6 de febrero de 1221, se celebró la boda. El futuro esposo llegó con un cortejo de abades, prelados, ricos hombres, elegantemente ves-tidos y una delegación de señores de Montpelier. Doña Leonor estuvo acompañada por su hermana mayor, doña Berenguela, reina de León, que había concertado esta boda con los nobles de Aragón; y don Fernando rey de Castilla, hijo de Berenguela. Sus padres ya habían fallecido. La infanta Leonor era hija del rey Alfonso VIII de Castilla, y de Leonor Plantagenet, de la casa real inglesa. Terminada la fiesta del casamiento, el cortejo se trasladó a la ciudad de Tarazona, en el reino de Aragón, y en la catedral, tuvo lugar una solemne ceremonia, el rey fue investido caballero: finalizada la misa y una vez bendecida la espada por el arzobispo el rey la tomó del altar, la besó y se la ciñó. No hubo padrinos, ni clérigos ni laicos que le ciñesen la espada como mandaba el ritual.

Sello heráldico bifaz de doña Leonor de Castilla.Anverso, los palos de Aragón. Reverso, el escudo de Castilla.

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Jaime I, “El rey niño”, había nacido en Montpellier en al año 1208. Fue jurado en las Cortes de Lérida a los 6 años. Huérfano de padre y madre durante la minoría de edad estuvo bajo la tutela de los Templarios en el castillo de Monzón. Su padre, el rey Pedro II de Aragón muere en la batalla de Muret, año 1213. Su madre, doña María de Montpellier, fallece también ese mismo año.

De la unión con doña Leonor de Castilla nació un solo hijo, el infante don Alfonso. Poco tiempo después, el 29 de abril de 1229, se declaraba la nulidad del matrimonio a petición del rey, alegando impedimento de parentesco. Ese mismo año, el rey parte a la conquista de Mallorca. Tenía veinte años.

Doña Violante de Hungría, había sido comprometida con Jaime I. El matrimonio se celebró el día 8 de septiembre de 1235. Doña Violante llegó a Barcelona, para la ceremonia, des-pués de un largo viaje, con un séquito de más de 100 personas, y cuentan que recibió de su padre para la boda, “un exquisi-to tocado de piedras preciosas”. Era hija del rey Andrés II de Hungría y de su segunda esposa Yolanda de Courtenay, nieta del emperador de Bizancio por lo que fue llamada “La princesa de Oriente”. Era también hermana, por parte de padre, de santa Isabel de Hungría. La dote en dinero y territorios nunca se hizo efectiva pues, su padre Andrés II, había liderado la V cruzada. Para tal empresa vendió posesiones y pidió créditos para finan-ciar los gastos de su numeroso ejército pero la cruzada acabó con la derrota cristiana, su rendición y su ruina.

Doña Violante, fue la segunda esposa de Jaime I, tendría unos 20 años cuando llegó para casarse. “Bella, inteligente y de fuerte carácter”, siendo extranjera y desconociendo el idioma, no tardó en adaptarse a las nuevas costumbres y a ejercer como reina. Desde los inicios doña Violante está acompañando al rey: en Burriana, en El Puig y en los días previos a la rendición de Valencia. Ella apoyó al rey en la conquista de Valencia, deseo-sa de obtener nuevos reinos para sus hijos. De su matrimonio con Jaime I tuvo cinco hijas y cuatro hijos. Enferma de fiebres y

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agotada, fallece, con 36 años, en Huesca, el 12 de octubre de 1251. Fue enterrada en el monasterio cisterciense de Santa María de Vallbona, en Lérida. Sus restos yacen en el presbiterio de este monasterio del que había sido gran benefactora. En enero del mismo año, fallece en el Monasterio de las Huelgas de Burgos, doña Leonor de Castilla, primera esposa del rey.

Doña Violante de Hungría impulsó la creación de la ciudad medieval de Castellón de la Plana al permitir el traslado de la colina al llano fértil. “Na Violant” es honrada por esto cada año, en las fiestas de la ciudad de Castellón.

DAMAS DE LA CORTE

Era frecuente, durante la Edad Media, que los monarcas mantu-viesen relaciones amorosas, fuera del matrimonio, con damas de la corte. Elegidas para complacer al rey no podían renunciar a lo que se consideraba un honor o un privilegio. Como los matri-monios reales se concertaban por intereses políticos, en ocasio-nes era la dama “favorita” la que ejercía de reina en la sombra. Tenían que presentarse siempre elegantemente vestidas, no como una noble más sino como “la dama” Eran, por lo general, mujeres bellas, inteligentes, buenas administradoras, con fuer-

Escudo en la tumba de doña Violante de Hungría

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te personalidad y se hacían oír en la corte hasta el punto que su opinión y sus deseos contaban, y mucho, en las decisiones del rey.

Muchas de estas mujeres, supieron aprovechar de forma audaz su posición privilegiada recibiendo del monarca, para ellas y sus hijos, títulos, bienes y rentas que les permitían gozar de prestigio social. Tuvo el rey Jaime a lo largo de su vida varias re-laciones que no pasaron por el matrimonio: Blanca de Antillón, aragonesa, hija de Sancho de Antillón, caballero del séquito del rey, era dama de gran linaje. Le donó el castillo de Castro, en la Sierra de Espadán. Su hijo Ferrán Sanchís, recibió del rey la Baronía de Castro. Berenguela Fernández,de su relación na-ció un hijo Pedro Fernández, al que el rey otorgó el señorío de Hijar, que luego fue ducado. De Guillermina de Cabrera y de otras relaciones breves no se conoció descendencia.

Doña Teresa Gil de Vidaure, dama aragonesa, de origen navarro, destacó en la corte de Jaime I, no aceptando la condición de dama favorita del rey luchó incansablemente hasta que le fue reconocida su condición de esposa. Cuentan que para ello tuvo que acudir hasta Roma sufriendo las penalidades de un peligroso viaje por el Mediterráneo, donde fue apresada por los piratas.

En plena conquista de Valencia, en 1238 es cuando aparece por primera vez, documentado, el nombre de Teresa Gil como receptora de una donación del rey en Valencia, en la huerta, casas y tierras en Albalat dels Sorells. Pero el hecho en sí mismo no indica que mantuvieran una relación puesto que también ha-bían recibido donaciones del rey otros familiares de doña Teresa. Ni pudo ser de esa fecha el compromiso de matrimonio puesto que el rey estaba casado con doña Violante.

Charles Tourtoulón, historiador nacido en Montpellier, en su obra Don Jaime I El Conquistador, escribe:

“Cuando el monarca aragonés iba a casarse con Doña Violante de Hungría, presentose a la corte romana una reclamación de la dama de Don Jaime, Doña Teresa Gil de Vidaure, que pretendía haber recibido del rey palabra de casamiento. No habiendo aducido pruebas fue des-echada la demanda de Doña Teresa (…)”

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Premios después de un torneo

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Y que unos años más tarde, a causa de nuevas revelacio-nes, hechas por el confesor del rey, el obispo don Berenguer de Castellbisbal, iba a ser examinada de nuevo la reclamación de doña Teresa en la Santa Sede. En ese tiempo se supo que el rey hizo prender y cortar la lengua a don Berenguer acusándole de romper el secreto de confesión. Unos dicen que si fue por doña Teresa, otros que a causa de secretos sobre sus reinos, “(…) y hay quien alega otras razones sin que sea posible descubrir la verdad en este labe-rinto de pareceres”. El rey le escribe al papa Inocencio IV pidiéndole que aleje a ese obispo de sus estados. El pontífice le contesta:

“No es digno de la sabiduría de un rey, creer ligeramente que el obispo haya hecho traición al secreto de la confesión (…) No podemos acoger vuestra demanda (…). Aún cuando os hubiera ofendido, en manera alguna os está permitido tomar de él venganza”.4

Roma no tardó en responder con el castigo, el monarca fue excomulgado.

El rey se sometió e hizo llegar al santo padre la carta de su arrepentimiento. En acto público, ante abades, prelados y en presencia de señores y del pueblo, puesto de rodillas confesó su crimen y juró “no poner mano temeraria sobre clérigos y per-sonas religiosas”. Y prometió, en expiación de su falta, terminar la obra del monasterio de Benifasá, y dotar al hospital de San Vicente en Valencia con la suma anual de 200 marcos de plata. Según documentos de Benifasá, la ceremonia tuvo lugar en Lérida, el 19 de octubre de 1246.5

4 Raynaldi, Odoricus, Annales Ecclesiastici ad annum 1246. Citado por Tourtoulon, Tomo II, pág.99.5 ACA, Pergaminos de Jaime I, núm.1059. Texto de la absolución papal a Jaime I. Citado por Tourtoulón, Tom. II, p.100, y publicado en la p. 428 de la misma obra.

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DOÑA TERESA, ESPOSA LEGÍTIMA DEL REY JAIME

Unos años después de fallecer doña Violante, doña Teresa fue galanteada de nuevo por el rey, y una vez legalizada su situación, “(…) por sentencia que lo fue (…)” según afirma Zurita, vivió con él como su mujer legítima recibiendo del rey importantes donaciones.6

“En este tiempo (año 1255) el rey gobernaba gran parte de sus negocios por el consejo de una dueña muy principal, que se decía doña Teresa Gil de Vidaure, con la cual vivió mucho tiempo, como su mujer legíti-ma ; y así se declaró después por sentencia que lo fue (…)”.7

El papa Clemente IV, vista la relación existente, doña Teresa y don Jaime tenían dos hijos en común, consideró que se trataba de un matrimonio verdadero.

Don Roque Chabás, canónigo archivero de la catedral de Valencia, analizando el manuscrito antiguo de Teixidor, precisa:

6 En el Archivo de la Catedral de Valencia hay un pergamino de 1254, “Designados procuradores de Jaime I por su hijo Sancho a la causa de Teresa Gil de Vidaure”.7 Zurita, Gerónimo, Anales de la Corona de Aragón, Libro III, 51.

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“(…) hasta que se publicó el Concilio de Trento, aunque los ma-trimonios clandestinos fueron siempre reprobados por la Iglesia, que siempre deseó se celebrasen ante ella, no por eso dejaban de ser válidos.”

En 1255 nace el primero de los hijos, Jaime, después Pedro. Además de lo recibido del rey doña Teresa adquirió otras posesiones, con su ayuda. Administró y defendió su patrimo-nio para lo que contó con el apoyo del rey que pagaba compras importantes para el mantenimiento, y servicio de la casa, gastos de obras en el castillo de Jérica, donde vivía con sus hijos, y la compra del castillo de Ayerbe que donaría a su hijo Pedro.

También acudió, el rey a la llamada de doña Teresa, para resolver conflictos de lindes que mantenía con los de Teruel res-pecto a las poblaciones de Pina y El Toro.8 Cuenta el señor Vayo en su historia de Jérica, que llegó el rey acompañado del juez, jus-ticia, jurados y de todo el consejo de Teruel, no faltando a recibirle al lugar de la cuestión el infante y su señora madre. Vayo, relata lo que había escuchado de sus mayores, “(…) y aquellos me dixeron que lo hauían entendido de sus padres y agüelos, // y assí de unos a otros se había conservado esta fama hasta nuestros días, en que, (dice el señor Vayo), en la rambla del Barruezo había salido dicha señora reina (doña Teresa), con una yegua blanca dende esta nues-tra villa para el dicho recibimiento del señor rey, su marido (...)”. Y fijando los límites, los de Teruel renunciaron a hacer más reclama-ciones a cambio de un derecho de paso para el ganado.

Doña Teresa ejerce su jurisdicción en esos lugares como reina. Acompaña, al rey en sus viajes. En Montpellier, ciudad natal de don Jaime, permanecieron varios meses, de enero a ju-nio de 1262, firma un privilegio donde el rey autoriza diferentes pagos para los gastos de la casa, y del séquito de doña Teresa, en

8 Vayo, Francisco del, La “Historia de Xérica” de Francisco del Vayo. Edición y estudio de Rosa Gómez Casañ. Segorbe, Caja de Ahorros, 1986, pp. 18-119.

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el que constan un nutrido grupo de damas entre ellas su sobrina Teresa de Corbalán, hija de Corbalán de Vidaure.9

Los monarcas europeos pugnaban por el control del Mediteráneo. Con tal fin La alianza entre Aragón y Sicilia, se firmó en Montpellier, en esos días, (13 de junio de 1262), casando a Constanza de Sicilia con Pedro de Aragón.

9 Miret i Sans, Joaquim, Itinerari de Jaume I El Conqueridor. Barcelona, Institut d’Estu-dis Catalans, 1918, p. 280.

Montpellier: Notre-Dame des Tables. Capilla donde se cele-bró la boda de Constanza de Sicilia con Pedro de Aragón.

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A pesar de los dos hijos en común, no tardó don Jaime en entregarse a los amores de una joven dama, Berenguela Alfonso, prima hermana del rey de Castilla. Quiso el rey Jaime casarse con doña Berenguela alegando que doña Teresa padecía la en-fermedad de la lepra por lo que le escribió al pontífice Clemente IV solicitándole autorización para contraer un nuevo matrimo-nio. Con fecha 17 de febrero de 1266, el Papa Clemente IV, le res-ponde con una extensa y dura misiva:

“Nos admiramos mucho del descaro y de la intención con que habéis presentado a Nos una petición tan contra a Dios (…). Pues no debis-teis creer que el verdadero matrimonio lo quisiéramos deshacer ¿Creéis que si todas las reinas del mundo fueran atacadas de lepra, daríamos por eso permiso a los soberanos para tomar otras esposas? Sabed que recibirán todos igual negativa”.10

Don Jaime, había conseguido de los prohombres de Teruel y Valencia que avanzasen hacia el reino de Murcia en apoyo de su yerno, Alfonso X, rey de Castilla a quien convocó en Alcaraz, y donde estuvo presente toda la familia: la corte de Castilla y Aragón, permaneció allí unos días hasta que el rey marchó para ponerse al mando de su ejército. Don Jaime se presentó llevando a su lado a doña Berenguela Alfonso.

Finalizada la conquista de Murcia, el papa tuvo que feli-citar al monarca por haber logrado otro territorio para la cris-tiandad pero, a su vez, tuvo duras palabras para él y para doña Berenguela. Y le recuerda a don Jaime:

“Os rogamos que consideréis, decía Clemente iv, que avanza el tiempo y el día declina ya para vos. Corréis como los demás, a ese fin inevitable, que el Señor ha señalado anticipadamente á toda criatura carnal. No os conviene mancillar los últimos años de vuestra vida (…)” .

10 Raynaldi, Odoricus, Annales Ecclesiastici ad annum 1266. Cit.por Tourtoulón, Tom.II, p. 287.

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HIJOS EN COMÚN

El primer hijo de don Jaime y doña Teresa es Jaime. Consta en el documento de la donación de la Zaidía Iacobo dilecto filio nostro. De los dos hijos de doña Teresa ya se encuentra expresa mención en el testamento de don Jaime en estos términos:

“Nuestros hijos Don Jaime y Don Pedro, los cuales hubimos de Doña Teresa Gil de Vidaure instituimos por nuestros herederos en los casti-llos y villas que les habemos dado (…)”.11

Varias donaciones después de 1265, efectuadas por don Jaime, a fa-vor de doña Teresa y sus hijos, revelan como diría Avellanes: “No andaba el rey por esta época tan distanciado como algunos creen de doña Teresa a quien siempre amó allá en el fondo de su alma”.12

Y lo que es más importante, en su último testamento otorgado en Montpelier, el 26 de agosto de 1272, Jaime I recono-ció a los hijos que había tenido con doña Teresa Gil de Vidaure, como legítimos incluyéndolos herederos en la línea de suce-sión detrás de los hijos varones de doña Violante de Hungría. (Alfonso, el hijo de doña Leonor de Castilla ya había fallecido).

11 ACA, Pergaminos de Jaime I, núm. 2126. 12 Avellanes, Julián, “Teresa Gil de Vidaure y Jaime El Conquistador”, Primer Congreso de Historia de la Corona de Aragón. Barcelona, 1913, Tomo II, p. 795.

Sellos de Jaime de Jérica y Pedro de Ayerbe

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La casa de Jérica: La creación del Señorío de Jérica tiene su origen en la donación que el rey Jaime I de Argón hizo a doña Teresa Gil de Vidaure el 9 de mayo de 1255, del castillo y la villa de Jérica. Donación con carácter vitalicio, y que después pasaría a la descendencia que el rey y ella pudieran tener, y si no había herederos volvería al rey o a sus sucesores en el Reino de Valencia.13

El primogénito, Jaime, fue el primer señor de Jérica. Jaime de Jérica casó con Elfa Álvarez de Azagra, hija del señor de Albarracín quien, aportó como dote de casamiento el Señorío de Chelva y Tuéjar. Tuvieron un solo hijo, Jaime II de Jérica y Azagra. El señorío de Chelva quedó integrado, durante más de cien años a Jérica, bajo el dominio de los descendientes de Teresa Gil de Vidaurre y el rey Jaime I.

Elfa Álvarez de Azagra, en 1276, junto con doña Teresa Gil de Vidaurre, su suegra, retiró del monasterio de Piedra la escritura original de la donación del castillo de Chelva otor-gada en 1237 por el rey Jaime I de Aragón a su abuelo Pedro Fernández de Azagra.

13 ACA, Pergaminos Jaime I, núm. 2239.

Villa de Jérica

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Villa de Alcublas. Fotografía J. A. Moya Penarrocha

Jaime de Jérica, fue señor de vasallos mudéjares,14 su exten-so patrimonio se encontraba situado en el interior del Reino de Valencia, pese a lo cual se consideró y fue considerado como un “barón” aragonés y en sus tierras siempre se aplicó el Fuero de Aragón.15. Señor de castillos y fronteras (lindante con Aragón y Castilla), además de lo heredado de su padre en Aragón, recibió de su madre, no solo Jérica, sino también Alcublas y otros mu-chos lugares en el Reino de Valencia.

DONACIONES

En tan solo cinco años, desde 1255 a 1260 el rey le hace impor-tantes donaciones para que viviesen, ella y sus hijos, con el rango de mujer del monarca: una casa palacio en el centro de la ciudad de Valencia, castillos y villas; y una finca de recreo a las afueras de la ciudad, llamada La Zaidía.

El 10 abril de 1255 le donó una casa en la ciudad, junto al Alcázar, donde actualmente se encuentra El Almudín, que había

14 Mudéjares: Población cristiana de origen hispano-visigodo, que vivía en territorio de Al-Andalus.15 Vallet Puerta, Vicente. El Señorío de Chelva y sus señores: siglos xiii y xiv: los linajes de los Azagra y los Jérica. Valencia, s.e., 2009.

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pertenecido a los reyes musulmanes Lobo y Zayyán.16 El 9 de mayo del mismo año, el Castillo y la Villa de Jérica.

El 10 de abril de 1257, por Real Cédula otorgada en Lérida le hace donación de Las Alcublas.

Del documento de donación de Las Alcublas hay va-rias copias notariales: en el Archivo de la Corona de Aragón, y en el Archivo del Reino de Valencia. En el Archivo Histórico Municipal de Alcublas también se encuentra una copia ma-nuscrita de la Concordia de 1431 (referida a un conflicto con los pastos de Liria) en la que se incluye la copia de la donación de la villa a Teresa Gil de Vidaure.17

Fue dada a conocer, este documento por doña Dolores Domingo Comeche, quien afirmaba en su publicación: “Con esta donación de D. Jaime, Dª Teresa Gil de Vidaure, tercera esposa del Rey Conquistador, pasa a ser la Señora de Las Alcublas”.18

16 Teixidor, José: Antigüedades de Valencia, Edición a cargo de Roque Chabás. Valencia, 1895, Tomo I, pp. 191-192. 17 Documento manuscrito. Contiene la transcripción de la donación que hace Jaime I en 1257 a favor de Teresa Gil de Vidaure.18 Domingo Comeche, Dolores, Alcublas: aproximación a su historia. Alcublas, Ayunta-miento 1999, p. 73.

Con esta donación de D. Jaime, Dª Teresa Gil de Vidaure, tercera esposa del Rey Conquistador, pasa a ser la Señora de Las Alcublas

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Donación de D. Jaime, Dª Teresa Gil de Vidaure, documento mediante el cual pasa a ser la Señora de Las Alcublas. Archivo Histórico de Alcublas)

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Otras donaciones

Están documentadas otras donaciones en esos años siendo la Zaidía, la más importante. Ante las dificultades surgidas con la repoblación, algunos caballeros que habían participado en la conquis-ta vendían tierras y castillos o abandonaban lo que habían recibido marchando a sus lugares de origen. Por este motivo Jaime I había quitado algunas tierras a caballeros que, según cuenta el señor Vayo en su historia de Jérica, no habían hecho residencia, ni es-tablecido guarniciones en dichos pueblos hasta que estuviese el reino conquistado y con tranquilidad, yel rey los había entregado a familiares suyos y personas de su mayor confianza.19

Además del castillo y la villa de Flix en la ribera del Ebro, el rey donó a doña Teresa en la Sierra de Espadán, interior de Castellón, Eslida, Veo y Ahín, En un entorno privilegiado, entre altas montañas, ríos y numerosas fuentes (Ahín, en árabe signifi-ca lugar de fuentes) estas poblaciones conservan en la actualidad su estructura medieval con restos de castillos de su pasado mo-risco. Suera y Fanzara, en el valle del Mijares. Planes y la Torre de la Almudaina en Cocentaina, Alicante, que Jaime I conquistó,

19 Vayo Francisco del, La “Historia de Xérica” de Francisco del Vayo. Edición y estudio de Rosa Gómez Casañ. Segorbe, Caja de Ahorros, 1986, p. 128.

Donación de D. Jaime, Dª Teresa Gil de Vidaure, documento mediante el cual pasa a ser la Señora de Las Alcublas. Archivo Histórico de Alcublas)

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unos años después, al rey moro de Denia Al-Azrag. También en la huerta de Valencia, Alboraia y otras alquerías.

Las donaciones del rey a doña Teresa fueron confirmadas por el infante Pedro, como heredero de Jaime I, siendo éste pro-curador general del reino de Aragón.20

Doña Teresa, reunió un extenso patrimonio que le debían procurar importantes rentas para ella y sus hijos. Durante algu-nos años, después de fallecer el rey, tuvo que hacer frente a varios litigios sobre los lindes de las posesiones que había recibido. En 1279, ella y su hijo Jaime, fueron citados por una causa que adju-dicaba a Liria la Alcubla Pedrosa. 21

EL CONVENTO DE LA ZAIDÍA

Doña Teresa recibe del rey Jaime I de Aragón, el 5 de abril de 1260, el palacio de La Zaidía y allí fundaría, en enero de 1266, el monasterio cisterciense de Gratia Dei.22 Del resumen elaborado por la Hermana Isabel Linés Escardó:

20 ACA, Pergaminos de Jaime I, núm. 1643.21 ACA , Cancillería real, reg. 42, ff. 157-216.22 Huici-Cabanes, Documentos de Jaime I. Valencia, Anúbar, 1982, Tomo IV, p. 257.

Escudo del Monasterio procedente del primitivo Convento

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“El nombre de Zaydía se debe a que había sido una finca bellísi-ma propiedad de una princesa mora llamada Zayda o Zaydia. Esta finca estaba situada en el margen izquierdo del Turia a las afue-ras de Valencia y cuya extensión llegaba hasta el mar. Allí fundó un Monasterio Cisterciense (Santa María de Gratia Dei), con 12 monjas cistercienses procedentes de Vallbona de las Monjas de Lérida. En él se retiró la Santa Reina —así llamada- doña Teresa no está canoni-zada por la Iglesia pero es muy querida del pueblo valenciano. En este lugar pasó en oración sus últimos años, viviendo santamente. Aunque vistió el hábito monástico no llegó a profesar. No poseemos ningún documento antiguo referente a su historia personal (…)”.

Don José María Torres, cronista que fue de la ciudad de Valencia, escribiría:

“Don Jaime I (…) deseando que adelantara la construcción del mo-nasterio, concedió facultad a la Abadesa, por privilegio expedido en Valencia á 3 de mayo (V. nonas Madii) de 1271, de fabricar un hor-no para hacer ladrillos y tejas, con todas las oficinas necesarias, en la rambla que estaba delante del monasterio, del que le separaba la acequia, que es el tereno denominado Llano de la Zaidía (…). De esta donación dimanaba el dominio que tenía el monasterio en dicho llano y siempre que allí se celebraban corridas de toros, pedía licencia el Hospital General a la Abadesa. Con esta concesión recibió gran im-pulso la fábrica del monasterio y de todas sus dependencias, levantán-dose inmediato a él, un pequeño palacio denominado “El Realet”, que ocupó Doña Teresa para vivienda suya cuando residía en Valencia”.23

El monasterio de la Zaidía, monasterio cisterciense de Santa María de Gratia Dei, que fundase doña Teresa Gil de Vidaure, fue demolido por orden del gobierno de la nación como el Palacio Real y otros edificios situados fuera de las murallas de la ciudad de Valencia para evitar que las tropas francesas se forti-ficasen en ellos. Esto sucedió en la guerra de la Independencia (1809). Las monjas tuvieron que peregrinar por varios conventos, entre ellos el del Pilar, en Valencia, llevando consigo los restos

23 Chabás, Roque, «Doña Teresa Gil de Vidaure», El Archivo, 6, 1892, p. 34.

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Exterior general (arriba). Espadaña y cúpula (abajo)

mortales de su fundadora, hasta que al fin les devolvieron su so-lar. Reconstruido, sufrió las consecuencias de la desamortización de Mendizábal con la pérdida de pergaminos y documentos his-tóricos. Y años más tarde sufrieron la Guerra Civil. Finalmente tuvieron que abandonarlo por el gran deterioro que tuvo en la última gran riada del Turia, en el año 1957.

En la actualidad se encuentra el monasterio en el munici-pio de Benaguacil, Valencia, donde una pequeña comunidad de religiosas, acoge amablemente a las visitas y vive con sencillez el espíritu y la tradición del Cister, de oración y trabajo, ora y labo-ra. En su iglesia se encuentran los restos mortales de la fundado-ra, doña Teresa Gil de Vidaure y en el claustro del convento los del hijo, Jaime de Jérica y su esposa Elfa Álvarez de Azagra.

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Cuadro de la reina doña Teresa en la sala de visitas del convento.

Detalle escudos del cuadro

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TESTAMENTOS

En los últimos días de su vida, ya enfermo el rey, se encontraba en Valencia. Cuenta Avellanes, que “El estandarte de la Virgen que llevó en sus campañas, según la tradición, lo remitió a su esposa doña Teresa”24.

Don Jaime fallece en Alcira (Valencia) el 27 de julio de 1276. Los últimos momentos de la vida del rey Don Jaime el Conquistador están recogidos en el cuadro pintado por Pinazo, pintor valenciano, que recrea la estancia regia donde descansa el conquistador haciendo entrega de la espada a su hijo Pedro.

En su último testamento otorgado en Montpelier, el 26 de agosto de 1272, Jaime I reconoció a los hijos que había tenido

24 Avellanes, Julián, «Teresa Gil de Vidaure y Jaime el Conquistador», Primer Congreso de Historia de la Corona de Aragón. Barcelona, 1913, Tomo II, p. 797.

“Los últimos momentos del rey don Jaime el Conquistador.” Óleo sobre lienzo del pintor Pinazo

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con doña Teresa Gil de Vidaure, como legítimos incluyéndolos como herederos en la línea de sucesión, detrás de los hijos varo-nes de doña Violante de Hungría.

Siguiendo con Avellanes, nos dice: “Sintió mucho su muerte Doña Teresa disponiendo en sufragio de su alma funera-les en el Monasterio de Gratia Dei, donde moraba”25. Ella tam-bién dispuso dejar arregladas “las cosas de este mundo”. Casados sus hijos, ordenó su testamento.

Según don Roque Chabás, en el archivo de la Zaidía encontró el padre Teixidor, una escritura otorgada en Zaragoza, por doña Teresa que hizo testamento el 3 de octubre de 1278, ante el notario Sancho López de Montaltet, escritura que em-pieza así: “Sepan todos como Nos Doña Teresa Gil de Vidaure muyler que fui del muy alto et noble Don Jaime por la gracia de Dios Rey de Aragón de buena memoria (…).”26 Hallándose pre-sentes a su otorgamiento sus hijos prometieron con juramento cumplir lo dispuesto por su madre. Doña Teresa instituye here-deros a sus dos hijos con recíproca sustitución. Y asigna legados a varios familiares; entre otros a Constanza Pérez, su nieta, hija de Sancho Pérez, su hijo (de otras nupcias), y a otros dos nietos, Sancho y García. Al parecer, doña Teresa estuvo casada con un caballero navarro llamado Sancho Pérez de Lodosa, cuyo hijo del mismo nombre también habría fallecido.

En el testamento “(…) mandó ser enterrada en su monas-terio de la Zaidía, sin decir que en él era monja sino que quería ser enterrada con hábito de monja cisterciense (…).“Si hubiera sido monja, holgaría el mandato de enterrarse con hábito de tal; lo dispuso porque no lo era…”(de haber sido monja no hubiera hecho testamento, no podía disponer de sus bienes). El 15 de ju-lio de 1288 falleció. “Fue sepultado su cuerpo en medio del altar mayor de la iglesia del monasterio que fundara, como lo fueron

25 Avellanes, Julián, «Teresa Gil de Vidaure y Jaime el Conquistador», Primer Congreso de Historia de la Corona de Aragón. Barcelona, 1913, Tomo II, P. 797. 26 ARV, Real Justicia, reg. 805, ff. 277-291.

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también, cerca de ella, los cadáveres de su hijo Don Jaime de Jérica y de Doña Elfa Fernández de Azagra, esposa de éste”.

También cuestiona el señor Chabás a quienes publican que, doña Teresa, fallece el 15 de julio de 1260. Dice, no habían tomado en cuenta los documentos.

Concluye Chabás en su biografía de doña Teresa. “Lo cierto es que la tercera esposa del Conquistador pasó lo último de su larga vida retirada en el convento de la Zaidía, entregada á prácticas de la más austera devoción, muriendo en olor de santi-dad (…). Su cuerpo se conserva en la iglesia de aquel convento cuyas religiosas la tienen en suma veneración.”27

DOÑA TERESA Y ALCUBLAS

Alcublas es villa desde la donación que el rey Jaime I de Aragón le hiciese a Teresa Gil de Vidaure de las Alcublas incluyendo esta villa en el nuevo reino cristiano, el Reino de Valencia. La Real Cédula dice así: “…Y os concedemos a vos y a los vuestros dicha villa para siempre…”

El nombre de Alcublas es de origen árabe. La conoci-da referencia del cronista Escolano nos dice que según algunas fuentes significa “Ayuntamiento de gentes” y según otras que proviene del nombre árabe “alquibia” y significa “el mediodía”. Sobre este asunto, el nombre de la población, escribió don José Alegre Ortiz, Secretario que fue de este Ayuntamiento:

“Nosotros creemos más bien que la palabra Alcublas quiere decir ayunta-miento de gentes. Y nos fundamos en que antiguamente se llamaba “Les Alcubles” y después “Las Alcublas” y esto parece indicar, y la tradición oral transmitida de padres a hijos lo confirma, que debieron formar la pobla-ción varios caseríos, y de ahí el Ayuntamiento o reunión de gentes…”28

27 Chabás, Roque, «Doña Teresa Gil de Vidaure», El Archivo, 6, 1892, p. 35.28 Alegre Ortíz, José. Historia de Alcublas (Valencia). Alcublas, Ayuntamiento 1917, p. 5. Mecnografiado.

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Masía de Las Dueñas

Son tres los núcleos antiguos de población que conocemos en la actualidad, sin descartar que hubiese otros, de los que no contamos con referencias documentales: la Alcubla Somera, la Alcubla Pedrosa y la Alcubla Mayor

La Alcubla Somera, o de arriba, hace referencia a la actual masía de Las Dueñas.

Don Manuel Fernández de Córdoba, en su Monografía de Alcublas y Dueñas, al referirse al origen de Alcublas, dice que los moros fundaron esta villa a mediados del siglo octavo. Que en cuanto se establecieron en Alcublas, el jefe que los había condu-cido “…erigiose en Señor…” y tomó para sí la porción de terreno que creyó más conveniente:

“Así es que encontrando al N.E. del pueblo a poco más de una hora de distancia un término inmenso poblado de carrascas y malezas con una fuente cristalina que manaba, descubrimiento el más anhelado e im-portante; eligió para sí este terreno, levantando en medio de él una casa para su distracción y tener toda clase de ganados y averíos.”

“Para desmontarlo, abrir la tierra y trabajarla condujo una porción de jornaleros y criados que hubieron de fijarse en aquel sitio formando un pequeño pueblo desde entonces, que por razón de estar más elevado que el primero, se le denominó desde luego Alcubla Somera” 29

29 Fernández de Córdoba, Manuel, Monografía de Alcublas y Dueñas. Murviedro, 1850. Mecanografiado.

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La Alcubla Pedrosa. Existen en los archivos varios documentos muy antiguos que confirman la existencia de la Alcubla Pedrosa:

• Carta a doña Teresa Gil de Vidaura diciéndole que alegue lo que crea conveniente sobre la sentencia que adjudica Alcublas de la Pedrosa al término de Liria. (Año 1279, 20 de octubre)

• Carta al Comendador de Begís diciéndole que alegue lo que crea conveniente sobre la sentencia que adjudica Alcublas de la Pedrosa al término de Liria. (Año 1279, 20 de octubre)

• Facultad otorgada al Justicia y Consejo de Liria para avenirse con Don Jaime, hermano del rey e hijo de

Balsa de La Pedrosa y mojón linde. Fotografía de Javier Civera Peñarrocha

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Doña Teresa (Gil de Vidaura), acerca de los términos de Alcublas y otros (Año 1279-80, del 2 de enero).30

Según José Luis Alcaide Verdes, la Alcubla Pedrosa, hace re-ferencia a un núcleo de población en las proximidades de la balsa de la Pedrosa, “… hoy en día de localización desconocida, aunque probablemente la existencia de este explique el por qué cerca de la balsa existe una zona llamada “El puntal de la Cruz”, nombre que tiene su origen en la existencia en ese lugar de una cruz de término, de la cual solo se conserva actualmente la base de piedra con el hueco en el medio donde encaja la cruz…” 31

De la Alcubla Mayor, actual población de Alcublas, hay constancia en el Pergamino Real que guarda el Archivo del Reino de Valencia en el que se fijan los límites del castillo y villa de Andilla, siendo uno de estos lindes la Alcubla Mayor. Está considerado como el documento más antiguo sobre la población de Alcublas.

“Sepan todos que nos, Jaime, por la gracia de Dios, rey de Aragón y del Reino de Mallorca, conde de Barcelona y Señor de Montpellier, teniendo en cuenta la donación que os hicimos a vos Eiximén Pérez, reportero de Aragón, del Castillo y de la villa de Andilla y para evitar que en el futuro pueda suscitarse algún pleito, entre nuestros sucesores y los vuestros, que-remos que dicho castillo y villa tengan por límites el valle de Canales y de Salada, Barchatalbes, Almansa, Ganatallova, Axerno, Alarchota, Agívar, Perdichinos, y Alcubla Mayor de forma que todo lo que se encuentra entre dichos términos sea vuestro para siempre y sea tenido por los límites de dicho castillo y villa. Dado en Daroca el 22 de diciembre de 1237”.

Al parecer, la población se iría agrupando alrededor del núcleo central, la Alcubla Mayor, y lo que fueron asentamientos aislados de origen musulmán irían formando una sola villa, cristiana; con

30 Martínez Ferrando, J.E. Catálogo de la documentación relativa al antiguo reino de Valencia contenida en los registros de la Cancillería Real. (Pedro iii el Grande). Referencias aportadas por el historiador Miguel Fernández Aragón. 31 Alcaide Verdés, José Luis, «Acerca del nombre de Alcublas», En: Blog de la Asocia-ción Cultural Las Alcublas, (ACLA, 27/01/2009).

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ARV - Archivo del Reino de Valencia. Pergaminos reales nº 1.

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los lindes que ya fueron marcados por el monarca como consta en el Privilegio Real o carta de donación de Alcublas:

“…a vos, doña Teresa Gil de Vidaure y a los vuestros para siempre las villas llamadas Las Alcublas, situadas en el reino de Valencia, con todos sus términos y pertenencias tal como aparecen separados y delimitados con los términos de Liria, Andilla, Begís, Jérica y con los de Altura…”

Ciertamente se trataba de un pequeño término en el que los al-cublanos de la época debieron trabajar intensamente para lograr la subsistencia. Con los mismos municipios lindantes que desde aquel entonces, (siglo XIII) aún se mantienen. 32 “(…) y para que sea poblada y mejorada con hornos, molinos, tierras cultivadas y sin cultivar, aguas, hierbas, prados, caza, bosques, garrigas, leña y árboles de diferentes especies, llanuras, montes…” Y fue mejo-rada: Ahí están, los hornos, los molinos, las fuentes y las tierras cultivadas desde tiempo inmemorial.

Alcublas, como población de origen antiguo, ha pasado por momentos importantes de diferente naturaleza que no siempre se han visto reflejados en documentos. La historia, en general, se ha ido escribiendo con las vidas de los reyes y personajes impor-tantes. Poco se ha tenido en cuenta la vida de las gentes sencillas. También a causa de guerras e incendios, se han perdido docu-mentos y objetos valiosos que hoy nos ayudarían a entender mejor el pasado. A pesar de todo, los archivos aún guardan multitud de secretos por desvelar. Nuevas investigaciones y nuevos trabajos pueden dar luz para entender mejor nuestra historia.

Y después de indagar entre papeles y archivos y no ha-biendo encontrado documento alguno que acredite la estancia en nuestro pueblo, de doña Teresa Gil de Vidaure, Señora de Las Alcublas, vayan estos versos de los Gozos a la Virgen de la Salud, que desde tiempo inmemorial cantamos en Alcublas a nuestra patrona.

32 A excepción del linde con Bejís que cambió a Sacañet en el año 1843, cuando este municipio se independizó de Begís.

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“Esta imagen milagrosaque nuestra devoción restauradio Teresa de Vidauraa esta villa venturosa…”

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Villa de Alcublas

LA FIGURA DE DOÑA TERESA EN LA LITERATURA

Algunos autores románticos se interesan por la intensa y contro-vertida historia de amor entre la noble dama navarra y el rey de Aragón. Se publican obras dramáticas, con personajes llenos de pasión que fueron representadas en los teatros españoles.

Lope de Vega (1562-1635)

Lope de Vega, que gustaba de intercalar en sus obras dramáticas, algún relato de la Historia de España, en su obra La vida de San Pedro Nolasco incluyó la historia de doña Teresa Gil de Vidaure y sus amores con el rey don Jaime el Conquistador en la que relata Doña Teresa su dramático suceso. Acudió a Roma implorando

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justicia ante el pontífice y al regresar apoderándose los piratas del barco en el que viajaba fue apresada y conducida a Argel: Dice doña Teresa en la obra de Lope que en la travesía hubo primero una gran tormenta…

“…Cesa al fin la confusióny los azules celajesdescubren la cara al Sol,que a ver mis desdichas sale.Pero apenas quiere el cielo que los pilotos descansasencuando corsarios de Argelcercan la mísera nave.Ríndase a diez galeotasquedo cautiva de Tarfemuero en prisión por mis hijosniños son y no lo saben…”

Cuentan los historiadores de La Merced, que estaba San Pedro Nolasco en Argel cuando llegó un pirata de esa ciudad llevando numerosos cautivos en un pequeño barco del que se había apo-derado en las costas de Génova.

“Hallábase aquel santo en su tarea de liberar prisioneros (…) pasaban estos de ciento, y entre ellos, con sorpresa increíble y profunda pena, reconoció a dos navarros de cuna ilustre: Dª Teresa de Vidaurre y un hermano suyo que en tan desgraciado viaje le acompañaba (…)”.

Gestionó el religioso el rescate, quedando doña Teresa libre de su cautiverio.

Escosura (1807-1878)

Representada en la obra de Patricio de la Escosura, Don Jaime el Conquistador vemos, a juicio del autor, la posición de doña Teresa como dama de la reina Leonor.

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(En el tocador de la Reina)DOÑA LEONOR, DOÑA TERESA, DAMASLEONOR. Ponedme bien el prendido:Dejad vos, Doña Teresa,No quiero que me toquéis.TERESA. Como mande Vuestra Alteza.LEONOR. Tenéis mano desdichada.TERESA. Culpa será de mi estrella.LEONOR. Cuando no de la intención que no la tengo por buenaahuecad ese brial ( dice la reina a una dama).TERESA. Bella estáis Señora Reina.LEONOR. Cuando vos me lo decís No debo de estar muy fea.TERESA, Días hay, señora mía,Que estáis por demás severa.LEONOR. ¿Y la reina de AragónA quién tiene que dar cuentas?¿Quién ha de ser tan osadoQue ponga freno a su lengua?TERESA. Hablar podéis a placer.LEONOR. ¿Vos me dais vuestra licencia?Os olvidáis de quien sois …TERESA. Una Dama solariega De la casa de VidauraQue a nadie cede en nobleza.LEONOR. Y una Dama que en la CorteSe tiene por la más bella:Soberana en los torneos,Y sobrevivo a mi afrenta. Y no olvide que don JaimeAunque ciñe la diademaParte su trono conmigoQue soy su esposa y la reina.”

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Torneos y justas: En las ciudades medievales se hacían compe-ticiones de caballería, “torneos”. Eran espectáculos celebrados por motivos de bodas, conquistas, alianzas y otros sucesos de la nobleza a los que acudían, grupos de caballeros, con gran lujo de vestimenta de caballeros, caballos y armas. Los vencedores eran aclamados con grandes aplausos y conducidos, en comitiva, a recibir los premios que ofrecían a su dama. Las armas, en los torneos, eran lanzas de punta roma o espadas sin corte conoci-das con el nombre de “armas corteses” porque se evitaba herir de gravedad o matar al contrario. En las justas había un combate a caballo pero de hombre a hombre. Las armas de trance o de muerte, ofensivas y defensivas, eran empleadas en las “justas”. También se hacían justas simuladas, como espectáculo.

Representación de una justa. Palau de l’Almudaina. Colección Museo de Mallorca

Zorrilla (1817-1893)

En la obra de Zorrilla, El Excomulgado publicada unos años más tarde de su famoso “Don Juan Tenorio”, don José Zorrilla, dra-maturgo y autor romántico de mediados del siglo XIX, pone en escena a don Jaime con su confesor: Don Jaime comenta con don Berenguer, que la boda, con doña Violante, resuelve los problemas con los nobles y con ella tendría recursos para emprender la cruzada a la que todos acudirían pues no querrían quedar como herejes.

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(Don Jaime):“Los reyes al escogeresposa, hemos de tomarpara el reino en el altarantes reina que mujer”“Tengo exhausto mi tesoro,mi ejército es bien escaso,y van a salirme al pasoel Castellano y el Moro”.“Es la verdad, necesito pues,oro y gente muy presto,el trance al que estoy expuesto, solo por milagro evito”.

(En diálogo con el obispo este le recuerda al rey su compromiso con Doña Teresa).(Y el rey responde)“La boda es la obligaciónde mirar por mis estados:los compromisos pasados son deudas del corazón.esas él las pagará”.

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Publicaciones Recientes

Eusèbia Rayó Ferrer, en Reines de Mallorques (2014) relata las vidas de un grupo de mujeres unidas por un mismo destino a los reyes de Mallorca. Desde 1229, año de la conquista de la isla, hasta 1407. Cada una de ellas tiene su historia:

Teresa Gil de Vidaurre: Relata la autora como doña Teresa llega a Mallorca a su regreso de Roma:

Ante las infidelidades del rey Jaime, que incluso había solicitado la separación de su matrimonio para casarse con una joven, alegando que Teresa padecía la enfermedad de la lepra, y alejada ya de la corte, decide que la mejor forma de defender sus derechos y los de sus hijos es viajar a Roma.

Regresaba doña Teresa de Roma con buenas noticias. El pontífice le había apoyado en su causa reconociendo su matri-monio y don Jaime había recibido una buena reprimenda del papa. A pesar de todo sabía que el rey no volvería nunca más con ella. Se disponía a embarcar hacia a Valencia, cansada ya y deseosa de encontrase pronto con sus hijos:

Mallorca, Sa Foradada

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“Con esta ilusión dejas las tierras italianas. Las miras hasta que no son más que sombras difusas en el horizonte. Tienes que pasar por Mallorca, la obsesión de tu marido (…) No os detuvisteis allí para no perder tiempo dada la delicadeza del asunto que te llevaba pero ahora sí quieres hacerlo. Te han hablado tanto! De los acantilados de la Tramuntana y de los arenales de Levante; de la mar transparente que le rodea (…) Allá serás recibida con honores de verdadera reina. En las crónicas se hará constar que “Madona la Regina” ha desembarcado (…)”

La reina secreta de Treinta mujeres fascinantes en la historia de Valencia (2017₎:

En la obra colectiva Treinta mujeres fascinantes en la histo-ria de Valencia, Lucrecia Hoyos escribe sobre doña Teresa Gil de Vidaurre, la llama “la reina secreta” y lo inicia así:

“La débil memoria humana olvida con facilidad no solo los hechos lejanos en el tiempo sino también aquellos más cercanos a la vida cotidiana. Yo, sor Lucía, de la orden del Císter, quiero dejar constancia en esta crónica de los sucesos que acaecieron a una gran mujer, a una gran reina, doña Teresa Gil de Vidaurre, que cerró los ojos al mundo terrenal el día 15 de julio del año del señor de 1285, en cuya gloria viva tan ilustre señora en linaje y en virtud. Descanse en paz por los siglos de los siglos…

Entablé una relación más estrecha con doña Teresa cuando re-gresó de su viaje a Roma. Se encerró tras los muros de este convento, no volvió nunca a ver al rey y olvidó para siempre el mundo exterior, con dos excepciones: una, la preocupación por sus hijos, y otra, la escapada de todos los domingos. Después de rezar nuestras oraciones y de una fugaz colación en el refectorio, salíamos muy temprano y, rodeando la ciudad, caminába-mos hasta el mar. Este era uno de los pocos privilegios que doña Teresa pidió para nuestra congregación y nos llenaba de gozo ese paseo que reali-zábamos en invierno y en verano, tanto los días de sol como los de bruma para ver el majestuoso Mediterráneo que nos hacía comprender una y otra vez la grandeza y generosidad del Creador”.

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Monasterio de la Zaidía

UN POCO DE HISTORIA

La Valencia musulmana

A mediados del siglo viii, el territorio que después conformaría el Reino de Valencia había caído ya en poder de los musulmanes.

Abdallá, Al-Balansi (el valenciano). Primer persona-je destacado del que hablan las crónicas sobre la ocupación de los musulmanes en territorio valenciano. Abdallá era hijo de Abderramán I, emir de Córdoba. Disputó el poder con sus her-manos y finalmente, después de muchos conflictos sucesorios, su sobrino, el hijo del heredero, le asigna un territorio, a modo de destierro, fijando la capital en Valencia. Se le llamó el valenciano por su larga permanencia en nuestras tierras. Llegó los prime-ros años del siglo IX, y estuvo más de 20 años, hasta su muerte. Abdallá, imitando a su padre, hizo construir su residencia en una finca de recreo, a las afueras de la ciudad, a la que llamó también Ruzafa, en recuerdo de la Ruzafa cordobesa donde había trans-currido su niñez.

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Con la proclamación del Califato todo el poder estuvo centralizado en Córdoba. El periodo califal, se mantuvo desde su fundación, año 929 hasta finales del siglo x. Abderramán iii, fue el primer califa omeya independiente de Bagdad. Este tiem-po es considerado el de mayor esplendor de la presencia musul-mana en España.

La decadencia del Califato de Córdoba coincide con el fin de siglo y fin del primer milenio. Se suceden, guerras, hambrunas, pestes, y las sorpresivas campañas de Almanzor, el guerrero más temido, que con su imponente caballería arrasaba las ciudades de los reinos cristianos. En Santiago hizo bajar las campanas de la catedral y las arrastró hasta Córdoba. Muchas voces se levantaron anunciando el fin del mundo.

Poco después del año mil, surgen los primeros Reinos de Taifas, que independientes y rivales entre ellos, van moviendo sus fronteras en una serie de conflictos, ocupaciones y tomas de castillos fronterizos:

Córdoba: Recepción califal en Medina al-Zahra, según el pintor Dionisio Baixeras

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Moneda conmemorativa del Tribunal de la Aguas

Reinos Taifas en Valencia

Recién iniciado el siglo XI, con el fin de Califato de Córdoba, se crea el primer Reino Taifa de Valencia llamado Balansiya. Estuvo regido por los descendientes de Almanzor. De este siglo data la construcción de la primera gran muralla defensiva de la ciudad de Valencia, la muralla árabe. De esta época, es también, la construcción de acequias para el regadío de los cultivos en la huerta valenciana que fueron gestionadas por el Tribunal de les Aigües.33

Surgen otros reinos en territorio valenciano: Alpuente, Játiva y Denia. Durante un tiempo se unen Denia y Valencia para separarse de nuevo unos años más tarde Valencia se unirá a Játiva, después a Toledo y así hasta poco antes de finalizar el siglo, en que serán de nuevo independientes.

Taifa de Alpuente: El pequeño reino de Alpuente se cons-tituye a partir de un asentamiento bereber y se mantuvo indepen-diente desde su fundación hasta que en el 1104, cerca de un siglo, lo conquistan los almorávides. La villa de Alpuente, fue capital de un reino de taifa, vecino del de Albarracín, que se extendió por toda la serranía valenciana alcanzando, posiblemente, hasta Andilla y Alcublas.

Llegan con el nuevo, siglo, los almorávides que, con un gran ejército, procedentes del norte de África atravesaron todo el territorio de Al-Andalus para ocupar los reinos de Taifas.

Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid, caballe-ro castellano, guerreó con los almorá-vides. Conquista Valencia en el 1094. Muerto El Cid su viuda, doña Jimena, cede Valencia a Alfonso VI de Castilla para lograr su protección. El rey caste-

33 El Tribunal de “Les Aigües”, encargado de dirimir los conflictos entre regantes, está considerado la Institución de Justicia más antigua de Europa.

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llano ordena la evacuación ante el ataque de los almorávides de Yusuf quedando Valencia sin defensa cristiana.

A principios de siglo XII todas las tierras valencianas se habían unido ya bajo el dominio de los almorávides y así esta-rían durante unos cuarenta años. Después, la fragmentación sería aún mayor. Nuevamente fluctúan las fronteras en una sucesión de acontecimientos “mareantes” de lo que ha venido en llamarse “segundas taifas”.

Un nuevo movimiento musulmán, los almohades, domi-nando el norte de África, cruzan el estrecho tratando de unificar los reinos de taifas, y en poco tiempo se hacen con las ciudades más importantes del sur peninsular. Sevilla será su capital.

En territorio valenciano, el llamado Rey Lobo, emir inde-pendiente de Valencia y Murcia, actuó como una cuña resistiendo entre los reinos cristianos del norte y los almohades que seguían avanzando desde el sur. Se pasó la vida guerreando, no pudie-ron conquistar sus dominios hasta su muerte. Años más tarde, Zayyan, su nieto, arrebató Valencia al gobernador almohade.

Zayyan, conocido también como Zahèn o Çaènn, ha-bía nacido en Onda. Apoyado por sus parientes y seguidores de Alcira, Játiva y Denia lideró el movimiento antialmohade contra Zeyd consiguiendo reunir fuerzas en gran parte del territorio valenciano. Desde la toma de Valencia no tuvo otras acciones sig-nificativas hasta que ataca el castillo del Puig en el verano de 1237.

Abu Zeyd, conocido como el Moro Zeid, fue el último gobernador almohade de Valencia. Nombrado tras la derrota de los almohades en Las Navas de Tolosa, se enfrenta en soledad a los ataques cristianos del norte y los musulmanes del sur. Zeid Inicia una ofensiva para recuperar los castillos de la frontera de Teruel y ataca Bejís que lo gana a los de Azagra,

El castillo de Bejís, en la cuenca alta del Palancia, ya había sido tomado por el Señor de Albarracín (1227-1228) constitu-yendo una avanzadilla de la frontera. Abu Zeyt, gobernador de Valencia, lanza una ofensiva para recuperarlo. Envía a su hijo a Jérica, con un destacamento para hostigar a los del castillo, que

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estaba defendido por el noble aragonés Gil Garcés de Azagra. Abu Zeyd, avisado por su hijo, tomó camino desde Valencia y ca-balgando durante toda la noche se presentó con tropa de refuerzo para tomar el castillo.34

Pero muy pronto, en enero de 1229, Zayyan ataca Valencia y expulsa a Zeyd, que se refugiará en Segorbe. El derrocado Zeyd busca la colaboración cristiana. Envía cartas al papa pidiendo ser bautizado y se casa con una dama aragonesa. Firma acuerdos con el rey Jaime por el cual Zeyd conservará el dominio de Segorbe y su comarca. Pero comenzó a perder poder entre los suyos cuando se declaró aliado de Jaime I y pasó de ser gobernador almohade a señor feudal cristiano.

34 Al-SHAMMARY, Zaher-López y López, Ángel C., «La toma del castillo de Bejís, al noroeste de Valencia, por los musulmanes en 1227-1228 en una epístola del secretario de Cancillería Ibn Amira», en: EPCCM, núm. 17, año 2015, pp. 335-348.

Castillo Alcázar de Segorbe. Anónimo del siglo XIX

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La Conquista de Valencia

Según narra la Crónica35, estaba el rey Jaime en Aragón, des-pués de la conquista de Baleares, y encontrándose descansando en Alcañiz, el Maestre del Hospital y don Blasco de Alagón, le proponen iniciar la conquista del reino de Valencia. Le dice Don Blasco al rey que tome Valencia, que está a las puertas de su reino y es la mejor tierra del mundo. Le aconseja comenzar por Burriana, que es un lugar llano, cerca de su Aragón, ya que puede acceder tanto por mar como por tierra.

Más adelante fueron a Teruel y don Pedro Fernández de Azagra, señor de Albarracín, lo invitó a cazar el jabalí y a comer. Terminada la comida con el señor de Albarracín les llegó el mensaje que sus hombres habían tomado Ares y Morella. El castillo de Ares fue la primera plaza del antiguo Reino Valencia que conquistaron los de Teruel (año 1232).

En mayo de 1233 convoca la hueste en Teruel y se dirigió a Burriana, que capituló a mediados de julio. Cuando el ejército cristiano intensificó sus correrías, todo el Norte, entre Morella y Burriana se rindió. En 1235, se inicia una expedición de sa-queo con el asalto y la destrucción de las torres de Moncada y Museros, primera línea defensiva de la ciudad.

En octubre de 1236 reúne en la ciudad de Monzón, Cortes Generales de todos sus reinos. En febrero de 1237 el papa Gregorio IX promulgaba la Bula de Cruzada. En la Pascua de 1237, convocadas las huestes en Teruel, pocos acudieron, solo algunas mesnadas de nobles aragoneses y las milicias de los con-cejos de Daroca y Teruel. El rey Jaime se adentró en territorio valenciano bajando por el valle del Palancia hasta llegar al Puig. Llegó para hacerse cargo del destacamento su tío don Berenguer

35 El “Llibre del Feits” o Crónica del rey Jaime i, es la narración de los hechos más significativos de las reconquistas cristianas del rey Jaime I de Aragón. El texto está distribuido en parágrafos: son como pequeños capítulos temáticos que describen los acontecimientos en orden cronológico. La obra consta de un total de 484 parágrafos. La primera edición impresa del manuscrito se realizó en Valencia y se publicó en 1557 por iniciativa de los Jurados de la capital de Reino.

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d'Entenza con cien caballeros y dijo que aún esperaba más pero no llevaban víveres. Preocupado el rey por la urgencia de abas-tecer el Puig le dijo: “Si no mantenemos este sitio Valencia se perderá y quizá no tengamos otra ocasión como ésta”. El rey resolvió el asunto de los víveres y marchó a Huesca.

Enterado Zayyán de que el rey Jaime no se encontraba en el Puig, reunió un numeroso ejército, la amenaza estaba ya muy próxima. Con todas sus fuerzas desde Onda hasta Xátiva, avanzó incorporando numerosos partidarios de Zeyd, que lo abandonaron por considerarlo traidor a su fe al haberse bautiza-do. También, porque los almohades estaban ya siendo derrotados en todo al-Andalus.

Cuenta la Crónica que estando el rey en Huesca le llegó un mensajero de la compañía que había quedado en El Puig informán-dole que Zayyán, con toda la fuerza, desde Xàtiva hasta Onda, que eran unos seiscientos caballeros y unos once mil hombres, fueron

Grabado xilográfico de Jaime I. Aureum Opus. Biblioteca Histórica. Universidad de Valencia

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a la salida del sol para combatir el Puig, y que los cristianos habían vencido en la batalla. Esto ocurría en el verano de 1237.

Jaime I inició el sitio de Valencia en la primavera de 1238 con la certeza de que si tomaba la capital, desde ahí podría al-canzar todo el reino. Ya había comenzado a repartir alquerías y tierras a fin de aumentar el interés de los guerreros en la toma definitiva de la ciudad de Valencia. Fueron llegando al asedio muchos nobles de Aragón y de Cataluña; de Montpellier; de Hungría, Francia, Italia, Alemania. Clérigos y órdenes milita-res: del Temple, del Hospital, de Calatrava. El ejército sitiador aumentaba día a día, por tierra y por mar, a caballo y a pie, con tiendas y víveres movidos por el carácter divino de la Cruzada y la oferta de tierras que hacía el Conquistador.

Zayyán resistió varios meses de asedio en la ciudad de Valencia. Había pedido auxilio a los suyos y una escuadra del emir de Túnez que llegó hasta el Grao no se atrevió a desembarcar. Negociadas las capitulaciones la rendición se firmó el día 28 de septiembre de 1238. En los días siguientes miles de personas salie-ron de la ciudad en dirección al puerto de Cullera escoltados por el propio rey Jaime. El último en salir fue Zayyán. Y el día 9 de octubre el rey Jaime I hizo su entrada solemne en la ciudad.

Mosaico mural representando la Batalla del Puig. Ermita de San Jorge.

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La conquista de Valencia no fue un hecho aislado, se produce simultáneamente a las de Córdoba (1236), Jaén (1246), Sevilla (1248) y el Algarbe portugués (1249), A mediados del siglo XIII, los estados cristianos en la península, dejarían reducida la presencia musulmana al Reino de Granada que resistiría más de dos siglos.

Una nueva sociedad feudad se fue creando. Un nuevo reino fue constituido con sus propias leyes, Els Furs, Los Fueros; con Instituciones y Cortes propias, el Reino de Valencia, inte-grado en la Corona de Aragón.

Con la toma de la ciudad la conquista del reino quedaba ase-gurada pero no finalizada. De inmediato comenzó el reparto de ca-sas, tierras y alquerías en la ciudad y la huerta. A veces eran peque-ños lotes: una casa con huerto, una viña, o unas pocas “jovadas” de tierra. Los caballeros de la conquista recibieron grandes propiedades que después otorgaban a grupos de nuevos pobladores que iban lle-gando. Las “cartas puebla” regulaban derechos y deberes entre el se-ñor feudal y los nuevos pobladores. Llegaron labradores, artesanos, mercaderes, grupos de judíos comerciantes y otros al servicio de la corona. La población mora, que había quedado tras la capitulación, se retiraba a los arrabales, los judíos se agrupaban en las aljamas y los centros de las villas eran habitados por los cristianos.

Entre los caballeros más leales que habían acompañado al rey desde los inicios de la conquista y que llevarían su ejército a las puertas de Valencia, estaban don Pedro Fernández de Azagra a quien el rey, entre otras posesiones, le otorgó Chelva y Gimeno Pérez de Tarazona, que también fue señor de Arenós, Intendente General del Reino de Aragón, este noble aragonés, hombre de la máxima confianza del rey, recibió el castillo y la villa de Andilla con un extenso término que alcanzaría hasta el linde con la Alcubla Maior; donación que está documentada y cuyo perga-

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mino original se encuentra en el Archivo del Reino de Valencia, hallado y traducido por el archivero Jesús Villalmanzo.36

Hay otros documentos antiguos en los archivos sobre lindes con los pueblos convecinos. Por su interés destacamos el mapa Planta dels termes de les Alcubles y Andilla. Fue realizado por la Cartuja de Valldechrist (años 1610-1615) y presentado como prueba ante los tribunales a causa de las pretensiones que sobre el término de Alcublas tenía el señor de Andilla.37

36 ARV, Pergaminos Reales núm.1.Se fijan los límites del castillo y la villa de Andilla que habían sido donados por Jaime I a Gimeno Pérez de Tarazona. (Daroca, 22 de diciembre 1237). Publicado por Villalmanzo, Jesús, “Cinco pergaminos inéditos de Jaime I de Aragón y Alfonso X de Castilla existentes en el Archivo del Reino de Valencia, En: Boletín de la Sociedad Castellonense de Cultura, núm.64 (1988) pp.493-506. Fernández Aragón, Miguel: «Primera cita histórica de Alcublas», En: Blog de la Asociación Cultural Las Alcublas, (ACLA, 01/01/2009).37 Planta dels termes de les Alcubles y Andilla. Mapa encontrado por Miguel Fernán-dez Aragón, licenciado en Historia, en el Archivo Histórico de Altura y restaurado por el equipo de restauradores del Archivo del Reino de Valencia.

Mapa de los términos de Alcublas y Andilla. Archivo histórico de Altura

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Repoblación

La repoblación aragonesa, la más numerosa en el interior del te-rritorio valenciano, es evidente. Compartimos con Aragón desde el habla, usos y costumbres, a devociones y religiosidad popular. En la indumentaria tradicional, de nuestros pueblos, podemos apreciar grandes similitudes con los de Teruel y en la música y el baile de jotas de Alcublas se siente la influencia aragonesa.

“La virgen del Pilar diceA la de DesamparadosQue son hermanos gemelosDe Aragón, los valencianos”

Grupo de jotas en la plaza de San Agustín. Alcublas, fiestas 2018

Pero también en la indumentaria tradicional de Alcublas encontramos el traje de valenciana en distintas celebraciones, ya desde muy antiguo, como la fiesta y el baile de las mayoralesas o en los desfiles de grupas que se hacían en San Isidro.

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Cerámica de la Virgen del Pilar. Exterior de una vi-vienda de Alcublas. Foto: Javier Civera Peñarrocha

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Grupa Valenciana. Joaquín Sorolla. Museo de Bellas Artes de Valencia

Era costumbre en la fiesta de San Isidro Labrador el des-file de grupas, al estilo de la grupa valenciana de Sorolla, ya fuese con el traje de valenciana o el típico de Alcublas. Así también, se hicieron desfiles de grupas para el Pregón de Fiestas y otros acontecimientos de relevancia local como la inauguración de nuevas fuentes de agua para el pueblo.

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La trashumancia

Desde la Edad Media, el comercio de la lana y del ganado con Aragón, favoreció el desarrollo económico de nuestro municipio. Por la Cañada Real de Zaragoza a Valencia y otras vías pecua-rias procedentes de Aragón, han transitado, durante siglos, los ganados de trashumancia.

No hace muchos años que aún hemos visto pasar los grandes ganados de ovejas por las calles de Alcublas: el sonido de las esquilas anunciaba su proximidad. Los pastores ayudados por sus perros dirigían el recorrido que, a modo de tropel orde-nado, pasaban rápidamente con gran estruendo, y al final llega-ban las caballerías cargando el hato para el camino. Pasaban por la Placeta, y por la plaza de san Agustín, seguían hacia el puente de la Ramblilla donde actualmente está señalizada la cañada real Zaragoza-Valencia. Bajaban, como ellos mismos decían, al reino, buscando los pastos de invierno. También atravesaban, de nuevo el pueblo en el viaje de retorno a sus lugares de origen.

El municipio de Alcublas cuenta con infinidad de co-rrales de ganado, la mayoría derruidos en la actualidad. Sus espectaculares arcos de piedra, se mantienen aún en pie, como testigos silenciosos del pasado.

Alcublas: Señal Cañada Real Zaragoza-Valencia. Foto: Javier Civera Peñarrocha

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Alcublas: Plaza de San Agustín.

Alcublas: Arco de los corrales del Alto. Fotografía: Javier Civera Peñarrocha

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ALCUBLAS EN LA CONQUISTA DE VALENCIA

La llegada del rey Jaime a las Alcublas, es un hecho histórico narrado en el Llibre dels Feits o Crónica del Rey Jaime.

Informado Jaime I del ataque de las tropas de Zayyán al Puig, y aunque los cristianos habían vencido en la batalla, el destacamento se encontraba en apuros, por lo que el rey se apresuró en acudir en su auxilio. Partió desde Huesca, y siguiendo la ruta Daroca-Teruel-Sarrión reunió víveres y unos cien caballeros armados. Desde Sarrión llegaron a la población de Alcublas donde pernoctaron.

Cuenta la Crónica, que después de la batalla de Puig, y cantado el “Te Deum laudamus”, (práctica habitual en las vic-torias cristianas), partió el monarca aragonés desde Huesca para llegar al Puig, y en Daroca, pidieron a los jefes de las aldeas les enviasen mil acémilas a Teruel. Y fueron a Teruel y les dijeron que tuviesen preparadas otras mil acémilas porque querían llevar víve-res al Puig. Y que avisasen a las aldeas para que llevasen el pan a Sarrión. Y fueron a acampar a Las Alcublas y que los de Alcublas le informaron que Zayyán le había tendido una emboscada en las inmediaciones de Lliria. Los vecinos de Alcublas lo recibie-ron y ofrecieron vasallaje guiándole por los montes de Gátova y Marines hasta el Puig. Siguiendo el relato de la Crónica dice así:

Ganado de Manuel Morón en el Navajo Royo. Fotografía: J.A. Moya Peñarrocha

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Llibre dels Feits del rei en Jacme Valencia Ed. 1557.

“Y ens posaren en camíamb la nostrarècua i ambuns cent homes a ca-vall que teníen, i anarem a acampar a les Alcubles. I a les Alcubles ens digueren que Zaén, rey de Valencia, era a Lliria amb tota la seua força i que combatría amb nós. I diguèren nos”: - “!Vinga quivulga venir que nós hi entrarem¡” “I eixírem de les Alcubles amb les nostres atzembles carregades i amb les nostres cavalls armats, i amb la nostra senyera desplegada entrarem al Puig”. 38

Finalizada la conquista de Valencia, agradecido el Conquistador por la ayuda recibida de los alcublanos., el rey Don Jaime les otorgó fueros excepcionales equiparándola con la propia Valencia. “Y sus privilegios, en cuanto a la facultad de pastoreo, fueron tan singulares, que sus rebaños podían apacentar sin pea-jes ni alcabalas, en todos los montes del Reino”.39

38 Llibre dels Feits, del rey Jaume I, cap. 219. “De com el rei en Jaume torná al Puig”. Ed. AVL, Valencia, 2008.39 Castillo Civera, José María, Programa de Fiestas de la Colonia Alcublana en Valen-cia, año 1958.

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Según tradición oral, lo hemos escuchado relatar a nues-tros mayores, el rey Jaime dejó a su paso por Alcublas, la ima-gen de la salud que llevaba colgada en su caballo. Y que dicha imagen fue colocada, en una gran piedra, frente a la fuente que lleva su nombre, a la salida de la población. En este mismo lugar, el Ayuntamiento de Alcublas junto con la Colonia Alcublana en Valencia colocaron en el año 1954 un monolito que recuerda este hecho histórico.

De la donación de la imagen hay constancia en una de las estrofas de los gozos:

Virgen de la Salud. Foto: Javier Civera Peñarrocha. Reportaje Asociación Cultural

Virgen de la Salud. Rey Jaime I de Alcublas.

“Esta imagen tan famosa,que el rey don Jaime dejó…”

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Reina doña Teresa Gil de Vidaure y sus damas. Recreación Histórica, fiestas 2018. Foto: Javier Civera

Peñarrocha. Reportaje Asociación Cultural Virgen de la Salud. Rey Jaime I de Alcublas.

El pueblo de Alcublas, celebra el paso del rey Jaime i por esta población y la entrega de la imagen de la Virgen de la Salud, con una recreación histórica que cada año marca el inicio de las fiestas de verano en honor a su patrona.

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PERGAMINOS Y OTROS DOCUMENTOS DE ARCHIVOS

1257, abril, 10. Lérida.Donación de Las Alcublas otorgada por el rey Don Jaime

I a favor de Doña Teresa Gil de Vidaure. (Traslado notarial hecho en Jérica el 27 de octubre de 1361, ratificado por el Justicia de Segorbe).

Hoc est translatum bene et fideliter factum in villa de Xerica XXVIIª die mensis octobris anno a Nativitate Domini millesimo trescentesimo sexagesimo primo, sumptum a quo-dam privilegio sive carta donacionis illustrissimi et /2 magnifici principis et domini Jacobi, felicis recordacionis, regis Aragonum, Maiorice et Valencie, comitis Barchinone et Urgelli domini-que Montispesulani in pergameno scripto, eiusdemque domini regis sigillo cereo albi coloris impresso /3 in filiis siricis rubei, nigri crocecique coloris pendenti in aliqua sui parte aliquantu-lum fracto; tamen tota figura ex utraque parte integre aparebat. Ex una parte erat signum regis, videlicet, armati sedentis /4 in quodam equo armato, cum scuto videlicet adque lancea, capite dumtaxat inhermi sed tamen cum corona regali. Ex altera parte erat imago dicti regis sedentis in solio regie magestatis, cum ense in manu et in altera /5 quodam pomum supra quod erat quedam crux parvula, scriptoque et subsignato manu Michaelis de Alcoario, dicti domini regis notarii, tenoris et continencie subsequentis:

Pateat universis quod nos Jacobus Dei gratia rex Aragonum, Maiorice /6 et Valencie, comes Barchinone et Urgelli et dominus Montispesulani per nos et nostros damus, concedimus et asignamus per hereditatem propriam, francham et liberam vobis dompne vobis Teresie Gil de Vidaure et vestris in perpetuum villarium quod /7 est vocatum Las Alcublas, in regno Valencie , cum terminis et pertinenciis suis omnibus sicut termini ejusdem dividuntur et terminantur cum terminis de

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Liria, de Andilla, de Besix, de Xerica et cum terminis de Altura. Predictum itaque villarium /8 vobis et vestris damus in perpe-tuum ad populandum et meliorandum cum furniis, molendinis, terris cultis et incultis, aquis, herbis, pratis, pascuis, venacionibus, silvis, garricis, lignis et arboribus diversorum generum; planis, montibus /9 cum introitibus et exitibus et cum terminis, juribus et pertinenciis suis a celo in abissum et cum omnibus homini-bus et feminis ibi habitantes cuiuscumque legis et condicionis sint et melioramentis ibidem faciendis ad habendum, tenendum /10 possidendum, expletandum, dandum, vendendum, alienan-dum et ad omnes vestras vestrorumque voluntates cui et quibus volueritis libere et perpetuo faciendum sine aliquo nostro nos-trorumque vinculo et retentu.

Datum Illerde, IIIIº idus /11 aprilis anno Domini Mº CCº Lº séptimo.

Signum [Signo real] Jacobi Dei gratia regis Aragonum, Maioricarum et Valencie, comitis Barchinone et Urgelli et do-mini Montispesulani.

Testes sunt: Guillermus de Montecatanie; Arnaldus de Luna; R., vicecomes Cardone; Eximinus de Focibus; Guillermus de Angularia.

Sig- [Signo notarial] num Michaelis de Alcoario, qui mandato domini regis pro domino fratre Andrea, episcopo Valencie, cancellario suo hec scripsit loco, die et anno prefixis.

Sig- [Signo del Justicia de Segorbe] num venerabilis Eximini de Cucalon, justicie civitatis Segobricensis, qui viso pri-vilegio originali in sua prima figura a quo presens trassumptum fuit abstractum in dicto transsumpto suam prestitit auctoritatem et decretum.

Sig- [signo notarial] num nostri Bartholomei de Castillione, notarii publici auctoritate regia per totam terram a dominacionem illustrissimi domini regis Aragonum regentisque scribaniam civitatis Segobricensis, qui auctoritatem dicti venera-bilis justicie de eius jussu in dicto transsumpto apponui et scripsi et meo assueto signo signavi in testis.

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Sig- [signo notarial] num mei Francisci Tipardi , aucto-ritate illustrissimi domini regis Aragonum notarii publici per totam terram et dominacionem eiusdem, qui hoc translatum a privilegio sive donacione predicta extrahi feci et cum eodem diligentissime comprobavi et clausi.

TRADUCCIÓN, por Jesús Villalmanzo

Este es el traslado hecho en Jérica, bien y fielmente, de un pri-vilegio o carta de donación, escrita en pergamino, otorgada por el rey Don Jaime I, de feliz memoria, rey de Aragón, Mallorca y Valencia; conde de Barcelona y de Urgel y señor de Montpellier, roborado por el sello real impreso en cera blanca y pendien-te con hilos de seda de color rojo, negro y azafranado, el cual está roto en alguna parte, aunque las imágenes de ambas partes se conservan en su integridad. En una de dichas partes [en el anverso] se encuentra la imagen del rey, sentado en un caballo, armado, es decir con el escudo y la lanza y con la corona regia sobre su cabeza. En la otra parte [en el reverso] se encuentra la figura de dicho rey sentado en el solio de la regia majestad, con la espada en una mano y en la otra una esfera con una pequeña cruz encima de ella. Dicho documento fue escrito y firmado por Miguel de Alcoario, notario del señor rey, del tenor y continen-cia siguientes:

Sea cosa conocida a todo el mundo que nos JAIME, por la gracia de Dios rey de Aragón, de Mallorca y de Valencia; conde de Barcelona y de Urgel y señor de Montpellier, por nos y los nuestros damos, concedemos y asignamos en heredad propia, franca y libre a vos, doña Teresa Gil de Vidaure y a los vuestros para siempre las villas llamadas Las Alcublas, situadas en el rei-no de Valencia, con todos sus términos y pertenencias tal como aparecen separados y delimitados con los términos de Liria, Andilla, Begís, Jérica y con los de Altura. Y os concedemos a vos y a los vuestros dicha Villa para siempre y para que sea poblada y mejorada con hornos, molinos, tierras cultivadas y sin cultivar,

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aguas, hierbas, prados, caza, bosques, garrigas, leña y árboles de diferentes especies, llanuras, montes con sus entradas y salidas y sus términos, con sus derechos y pertenencias, desde las nubes a los abismos y con todos los hombres y las mujeres que allí viven de cualquier ley y condición que sean y con las mejoras que con el tiempo se llevaren a cabo para que lo tengáis y poseáis, lo dis-frutéis y lo podáis dar, vender, embargar y obrar en todo según vuestra voluntad y la de los vuestros, tal como queráis siempre y con total libertad sin que por nuestra parte ni la de los nuestros pongamos obstáculo alguno t

Sello rey Jaime I procedente del Archivo del Reino de Valencia (anverso y reverso)

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Derecha: sello de doña teresa Gil de Vidaure procedente del Monasterio de Piedra (Anverso y reverso). Ref. 6.1.0.1. Copia simple del S. XVIII. Documentación histórica. Concordias.

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IMÁGENESArchivo Histórico Municipal de Alcublas(pendiente referencia Ayto. Alcublas)Archivo del Reino de Valencia (ARV)Real Justicia nº 805 Real Justicia nº 805 ARV, Sellos pendientes nº 4.ARV, Pergaminos Reales nº1 Archivo de la catedral de ValenciaPergamino 1837Sellos pendientes. Pergamino nº 567Archivo de la Corona de Aragón (ACA)Pergaminos Jaime I, Serie General 1473 Pergaminos Jaime I, Serie General 1643 Pergaminos Jaime I, Serie General 2126 Archivo Histórico Nacional (AHN)Sello de doña Teresa Gil de Vidaure Archivo General de Navarra (AGN)AGN: Clero, Fitero, 15.

CRÓNICASLlibre dels Feits, Crònica de Jaume I, primera edición: Valencia 1557.El Llibre dels Fets de Jaume i. Institució Alfons el Magnànim. Valencia, 2008.

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MAPASMapa de los SerranosMapa de los términos de Alcublas y Andilla. Archivo histórico de Altura

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Mapa de los Serranos

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Teresa Gil de Vidaurre, Vidaure, o Vidaura (que de todos modos es nombrada) como apunta Isabel Romero, autora del trabajo que nos ocupa, se nos presenta como una mujer fuerte e independiente, una mujer capaz de conseguir aquello en lo que creía firmemente: En primer lugar estar al lado de su amado Jaime I de Aragón, luego por mantener sus derechos como mu-jer consorte y finalmente defender la figura de sus hijos como herederos en la línea de sucesión de la corona. Todo esto en un contexto histórico medieval, tiempo de luchas de poder en don-de la fuerza y la hegemonía masculina imperaban y una de las funciones femeninas como veremos más adelante, era contribuir, aceptando matrimonios generalmente de conveniencia, no solo fortaleciendo redes familiares sino trabajando también en la so-lución de muchos asuntos políticos con la inteligencia y las dotes de negociación que les caracterizaba.

Siglos han transcurrido y sin embargo, la figura de Teresa nos lleva a una situación de la mujer en la sociedad no muy distante de la actual. A lo largo de la historia vemos como las mujeres con una actitud de determinación y puesta en valor de las fortalezas femeninas como la constancia, el amor y la capaci-dad de organización entre otras, mantienen permanentemente la reivindicación de nuestro espacio en la sociedad.

El tiempo de búsqueda documental me ha llevado a re-crear imaginariamente un recorrido por estas tierras tan que-

Elena Alcaide Romero

A propósito de Teresa Gil de Vidaurre

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ridas, parte del entonces señorío de Jérica en época medieval, con todos estos personajes yendo por sus caminos y mirando las tierras de cultivo donde ahora se configuran en pequeñas pro-piedades particulares, pienso que doña Teresa Gil de Vidaurre vería extensiones de bosque y maleza, y que fueron las gentes que vinieron con ella quienes transformarían en laborables zonas como las Dueñas ya citado en el libro, convirtiendo así el paisaje en un espacio agrícola muy parecido al de ahora.

Agradecer a Isabel Romero autora del libro y a Blanca Rosa Pastor alcaldesa de Alcublas por invitarme a dar este re-paso a la memoria y volver a pensar en mis lugares de origen y en la figura de la mujer a lo largo de la historia. Con Teresa Gil de Vidaurre como referencia; en estas líneas que a continuación escribo intento exponer, a modo ilustrativo, parte de las imposi-ciones por parte del género masculino y las fortalezas de la mu-jer que marcaron el devenir histórico de la mujer en la sociedad desde la prehistoria hasta la Edad Media, me permito dar un salto en el tiempo hasta nuestros días y así ver más claramente cómo no dista tanto la situación social de la mujer a pesar de que ya ha llovido durante unos cuantos siglos desde que aquellas mujeres nobles y campesinas llegaran a estas tierras de Alcublas.

LA MUJER EN LA SOCIEDADES DEL PASADO

Aunque pueda parecer extraño, el papel social de la mujer se ha ido degradando desde la prehistoria hasta la época contemporá-

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nea. A pesar de estar actualmente en la edad de mayor progreso político, social y económico, la mujer sigue, en mayor o menor medida, injustamente relegada a un segundo plano.

Los expertos coinciden en afirmar  que el papel de la mu-jer, en la prehistoria, no sólo era fundamental, sino que es muy posible que las sociedades primitivas fueran de marcado corte matriarcal. Teniendo en cuenta que las funciones femeninas eran esenciales para la pervivencia social: mantenimiento de la salud e higiene del hogar, cuidado de la familia, o enseñanza a los pe-queños, por ejemplo.

Ahora puede parecer curioso que esas actividades pura-mente domésticas, fueran tan valoradas por el conjunto de la comunidad, sin embargo, habremos de reconocer que, con ello, los hombres “primitivos” daban muestras de una lógica social superior a la de nuestros contemporáneos pues nada hace pensar que el hombre primitivo dominara sobre la mujer, es más, se sabe de la participación activa de las mujeres en cuestiones religiosas, y el culto a la figura materna, adorándola como muestra de ferti-lidad y prosperidad.

Sin detenernos en cómo, cuándo y porqué, las sociedades comenzaron a asumir el pasado doméstico de las mujeres como diferencia principal entre sexos .Y a minusvalorar su papel como la “mera administradora” familiar bajo la dirección del hombre. Lo cierto es que esa devaluación del rol femenino se ha mante-nido invariable miles de años, con las excepciones dadas por el estatus económico y político.

Las circunstancias que rodean la vida del ser humano en general durante la Edad Media -inseguridad, guerras, epide-mias, hambres, peso del poder feudal, tradición jurídica hereda-da a la vez de los romanos y del derecho germánico, de la mano del poder de la Iglesia- no pueden sino justificar la hegemonía masculina con resultados todavía más perjudiciales a la parte femenina de la población.

Ahora bien, en la Edad Media el conocimiento y la ense-ñanza, en las capas bajas de la sociedad, en su mayoría campesi-

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nas, se advierte en hombres y mujeres una ausencia generalizada de escolarización, y en ese ambiente las mujeres participan de las conversaciones y de la vida social en posición de igualdad con sus maridos o hermanos. En un tipo de sociedad en el cual reina el analfabetismo, la transmisión oral de la cultura se realiza tanto a través de la madre o del padre a los hijos, como entre vecinos o vecinas, en ambientes familiares etc.

A un nivel social un poco más alto se encuentra una mayor diferenciación, ya que la mayoría estudiantil masculina pertenece al entorno eclesiástico. Desde el s. vi las mujeres dedi-cadas a la vida monástica, que en términos populares denomina-ríamos monjas, debían saber leer y escribir, los estudios supe-riores estaban celosamente reservados a los clérigos, es decir, varones.

Cabe destacar la importancia del Monasterio de Santa María de las Huelgas de Burgos que fue edificado por los reyes Alfonso viii de Castilla y su mujer Leonor de Plantagenet en junio de 1187, lo dotaron con generosidad y le otorgaron impor-tantes exenciones, concediéndoselo a Misol, primera abadesa de la comunidad de monjas que debía seguir la forma de vida cisterciense. Su amplia dotación patrimonial, su condición de panteón regio , y de cabeza de numerosos monasterios cister-cienses femeninos de Castilla y León, convirtieron a las Huelgas de Burgos en el monasterio femenino más importante y pode-roso del Reino de Castilla, allí se retiró Leonor de Castilla Tras la anulación de su matrimonio con el rey aragonés Jaime I el Conquistador, donde falleció en 1244

En esta época feudal se sucedían las invasiones de terri-torios y las formaciones de nuevos reinados por uniones de con-veniencia, aquí la presencia femenina jugó un papel estratégico al aportar sus propiedades para configurar ese nuevo reinado, siendo la mujer siempre poseedora de sus tierras , lo que pode-mos denominar tierras de mujeres en las políticas matrimoniales. También participaban de la vida política de forma silenciosa, desarrollando el arte de la negociación, tendiendo puentes para

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resolver conflictos de forma pacífica y organizando el tejido so-cial de sus territorios.

A partir del s. xiii, con el desarrollo de la vida urbana, se crean escuelas comunales. En 1320 existía en Bruselas una escue-la para niños y otra para niñas; en esta última enseñaban unas maestras pagadas por la ciudad. Si París, en 1272, disponía de once escuelas para niños y sólo una de niñas, en 1380 se contaban veinte más para las niñas. La enseñanza era gratuita e incluía lectura, cálculo, canto, escritura y enseñanza religiosa.

Durante ese mismo s. xiii, las primeras universidades se convierten en los crisoles de la cultura europea. La mayoría de ellas eran fundaciones eclesiásticas y estuvieron prohibidas a las mujeres.

No obstante, en Salerno, Italia, funcionó a partir del s. x una escuela libre de medicina que otorgaba sus diplomas a mujeres, concediéndoles licencia para practicar la medicina y la cirugía. En Bolonia y en Montpellier también hubo gran número de estudiantes femeninas en medicina.

En los países de derecho escrito -que corresponden a la Europa meridional: Italia, Península Ibérica, Sur de Francia-, a la «potestas» del padre seguía la del marido. La mujer, en la ma-yoría de los casos, no puede disponer de su fortuna, administrar sus bienes, o presentarse ante un tribunal por propia decisión; para cualquiera de estas gestiones, la presencia de un hombre -padre, marido, hermano o tutor- es imprescindible. -Y eso es algo que a muchas no nos resultará muy lejano, puesto que en pleno s. xx la mujer ha estado sometida por leyes similares a las de esta época.

La escuela de traductores de Toledo sirvió para hacernos llegar principalmente textos filosóficos y teológicos venidos de Grecia y Alejandría entre otros, llegando así diferentes corrien-tes ideológicas que junto al derecho germánico predominará la idea de que la mujer es un ser inferior. La imagen social que se divulgará es la de la mujer como tentadora, como ser débil, peca-dora, creada del hombre y para él.

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Dentro del sistema organizativo se encuentra el matrimo-nio que admite diversos modelos. Sabemos que Teresa de Vidaure se une a Jaime I bajo la fórmula de “matrimonio secreto”

Disposiciones canónicas admitían que la cópula carnal entre dos solteros, acompañada del consentimiento mutuo he-cho per verbi presenti con la fórmula Ego et recipio in meam pro-nunciada por el hombre y Et ego in meum por la mujer bastaban para crear el vínculo. Esta fórmula se podía efectuar sin testigo alguno, lo que en situación de desacuerdo de la pareja podía conducir a conflicto cuando el hombre generalmente negaba dicho juramento, provocando retos de muerte por parte de los parientes de la mujer.

Pero sobre todo, el matrimonio secreto frecuentemen-te mencionado en libros de caballerías y novelas caballerescas de la época, favorecía uniones surgidas de la clandestinidad o matrimonios no aprobados por las familias de los contrayentes. Matrimonio secreto es el que celebran Tirant y Carmesina en la novela de Martorell, o el de don Fernando y Dorotea en el Quijote.

El matrimonio secreto fue aceptado y no ofrece caracte-rísticas particulares: las mujeres se casan jóvenes con hombres que les llevan diez o más años; y aunque tienen numerosos em-barazos la mortalidad infantil es muy elevada.

La incorporación femenina al trabajo en las ciudades es una realidad, los oficios que desempeñan en los cuales tienen mayor presencia son, principalmente los textiles y la confección -hilan-deras, tejedoras, tintoreras, costureras o sastras y hasta lavande-ras-, los relacionados con la alimentación -oficios de panaderas, agricultoras, o fabricantes de cerveza (que en Inglaterra era mono-polio femenino)- y los de taberneras y mesoneras. .No es extraño encontrarlas también en labores con el cuero y el metal e, incluso, en la construcción -en el transporte de material y fabricación del mortero- y en las minas inglesas a partir del s. xiv.

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A una sociedad que acepta o «tolera» la presencia de la mujer en la mayoría de los sectores de la vida social, cultural e, in-cluso, política, sucederá una sociedad de varones y para varones.

Así que la Edad Media no sólo fue un período de tinie-blas, o ignorancia, en estos años también se crearon, como ya se ha dicho, las Universidades, además de numerosas obras artísti-cas, el amor cortés, la aparición del culto de la Virgen María (s. xii) y, surgieron, al mismo tiempo, figuras como Juana de Arco, Leonor de Aquitania o María de Molina, entre otras, que desta-caron como mujeres más allá de los modelos patriarcales.

Aunque la mayoría de la sociedad fuera analfabeta, la cultura popular contribuyó a enriquecer al pueblo en general, ya que la cultura erudita de las clases altas, más ligada al latín y la tradición marcada por Roma, sólo pertenecía a unos pocos. De hecho, la cultura popular estaba ligada a la tradición oral, por lo que la música y las obras literarias trovadorescas eran piezas de entretenimiento en las calles y plazas donde concurría el pue-blo llano, ayudaban a difundir la cultura erudita a la que tenían acceso solo unos pocos.

La mujer quiso ocupar su espacio en esta sociedad feudal donde el movimiento antifemenino se hacía cada vez más fuerte, y no decreció nunca desde entonces hasta nuestros días. Hacia 1400 se dejó oír la primera voz femenina de protesta, la de la poetisa Christine de Pizan. En estos años se inició una corriente que se extendía por Europa y excluía poco a poco a las mujeres, tanto aI acceso a la cultura como de la actividad social o cívica.

La mujer quiso ocupar su espacio en esta sociedad feudal donde el movimiento antifemenino se hacía cada vez más fuerte, y no decreció nunca desde entonces hasta nuestros días.

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Pese a no ser un caso único, el perfil de Christine de Pizan resulta paradigmático:

Nacida en Venecia hacia 1364, destaca por su intelectualidad y fortaleza en esta época, al igual que nuestra Teresa de Vidaurre, mujer noble e instruida, Christine de Pizan proviene de una familia de corte huma-nista y esmerada educación en medicina, anatomía y astrología como lo fue su padre. Gracias a sus antecedentes familiares “Christine pudo introducirse en la experiencia científica, pues Mondino de Luzzi , su abuelo materno, fue el primero en realizar la autopsia de una mujer embarazada. Esto ayudaría a Christine a escribir sobre la mujer tenien-do conocimientos precisos sobre el cuerpo de ella.”

Sobre ella se ha escrito:

Tu padre, gran sabio y filósofo, no pensaba que por dedicarse a la cien-cia fueran a valer menos las mujeres. Al contrario, como bien sabes, le causó gran alegría tu inclinación hacia el estudio. Fueron los prejui-cios femeninos de tu madre los que te impidieron durante tu juventud profundizar y extender tus conocimientos, porque ella quería que te entretuvieras en hilar y otras menudencias que son ocupación habitual de las mujeres (La ciudad de las damas).

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Estas palabras reflejan también la minusvaloración que otorgan las propias mujeres a sus trabajos, imprescindibles para la vida. 

Y ella misma dice: “Si la costumbre fuera mandar a las niñas a la escuela y enseñarles las ciencias con método, como se hace con los niños, aprenderían y entenderían las dificultades y sutilezas de todas las artes y ciencias tan bien como ellos”

La implantación de la imprenta a mediados del s. xv trajo consigo una revolución cultural propagándose por toda Europa las ideas y los ideales renacentistas.  Con el libro impreso y el latín como lengua culta oficial, los conocimientos viajan de un país a otro abriendo nuevas influencias y horizontes con rapidez y facilidad.

Las familias nobles se limitaban a educar a sus hijas para que estas tuvieran la capacidad de ayudar a sus maridos a ad-ministrar sus tierras. Las mujeres eran educadas y conducidas por los varones, pues eran responsables de su educación, la línea predominante era la de los moralistas como el valenciano Luis Vives y Fray de León con su libro La perfecta Casada, donde se hacen exigencias y recomendaciones, de lo que una mujer debía o no leer, y cualquier otro tipo de literatura que se alejara de lo dicho ahí, llevaría al pecado: literatos como Cicerón, Séneca, entre algunos más eran los aconsejados para la lectura de las mujeres.

Así como las dueñas de casa también ocuparon un destaca-do papel en la sociedad del Renacimiento, también las cortesanas tuvieron un rol muy importante en esta, al ser figuras revolucio-narias contrarios al ideal de mujer que se tenía en la época, siendo mujeres diferentes, que a pesar de su oficio, la prostitución, sabían y aprendían al igual que los hombres, pues para poder interesar a alguien del sexo opuesto a través de su negocio se necesitaba más que belleza. Estas lograron demostrar que ambos sexos tenían las mismas aptitudes al pensar, actuar y decidir.

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ARRAIGO Y CONCIENCIA FEMINISTA

La emancipación de la mujer, o liberación de la mujer es un concepto por el cual se determina un proceso histórico o movimiento social de la edad contemporánea, que desde finales del s. xviii, durante la revo-lución francesa, viene proponiendo la reivindicación de los derechos de la mujer o la igualdad de derechos entre los sexos, lo que significaría la emancipación o liberación de la condición de la mujer, que a lo largo de la historia, en todas las civilizaciones, ha sido de subordinación. En este sentido el mito del matriarcado no reflejaría una realidad histórica de predominio de las mujeres, sino una realidad antropológica muy diferente.

La lucha por los derechos políticos de la mujer se inició infruc-tuosamente durante la revolución francesa de 1789; sus protago-nistas denunciaron que la libertad, igualdad y fraternidad sólo se referían a los hombres y no a las mujeres. Una de las voces de protesta más enérgicas fue la de Olympe de Gouges, autora de la Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana, en 1791, dos años después de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano. El documento escrito por Gouges reclamaba para las mujeres los mismos derechos políticos que disfrutaban los hombres, el sufragio entre ellos. Fue decapitada en la guillotina y pocos años después, Napoleón, en su código legislativo, sometería a la mujer a una aún más es-tricta autoridad masculina.

El movimiento feminista empezó a ganar importancia en Inglaterra y Estados Unidos a mediados del s. xix. En nuestro país no hubo movimientos feministas organizados como en los

Tuvimos que esperar hasta el s. xx para ver una verdadera intención de eliminar cualquier diferencia de derechos entre hombres y mujeres.

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países anglosajones, en las ciudades y sobre todo en las univer-sidades y pequeños círculos donde la mujer tenía acceso a la lectura penetraron las ideas feministas, se arraigaron e incluso tuvieron un desarrollo que se tradujo en la activación de tareas en pro de los derechos de la mujer. De ningún modo se puso en discusión el papel tradicional de esposa y madre, pero se logró la difusión de estas nuevas ideas.

Tuvimos que esperar hasta el s. xx para ver una verdade-ra intención de eliminar cualquier diferencia de derechos entre hombres y mujeres. El feminismo español estaba muy distancia-do de las circunstancias sociales y económicas que tenían en los países anglosajones.

En España sin embargo, predominaba una sociedad rural donde la mujer había trabajado siempre y duramente en su casa, en la agricultura, en el taller artesanal del padre o marido y en otros quehaceres. Compatibilizando el trabajo fuera con el del hogar, y la vida familiar no se había visto alterada, aunque ella cayese rendida por las noches.

Al barrio de Velluters, en Valencia, acudían las jóvenes de la huerta a la dura tarea de extraer los hilos de seda con los que

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confeccionaban los ricos trajes de valenciana. Trabajo que Blasco Ibañez describe en su obra La Barraca:

El vaho ardoroso de los pucheros donde se ahogaba el capullo subíase a la cabeza, escaldándoles los ojos; pero a pesar de esto, siempre es-taba firme en su sitio buscando el fondo del agua hirviente los cabos sueltos de aquellas cápsulas de seda blanducha de un suave color de caramelo…

Cada mañana salían al amanecer las jóvenes hilanderas, cami-nando desde las barracas hasta la capital para acudir al taller y después de una larga e intensa jornada de trabajo regresaban con la oscuridad de la noche…

En las zonas rurales de interior como es el caso de Alcublas, las mujeres trabajaban para el desarrollo de una econo-mía familiar de subsistencia, el cultivo principal del pueblo era el cereal. Imprescindible tanto para la alimentación de las personas (el trigo), o para las caballerías (la cebada): primero en la siem-bra, todo el día de pie en un ir y venir por el surco detrás de la caballería, derramando la semilla. Después escardar, todo el día agachadas para quitar las malas hierbas. Ya con el calor vendría la siega y la trilla. También participaban en otras tareas agríco-las sobre todo en tiempo de la recolección, sin olvidarnos de su tarea principal que era sin duda el cuidado de la casa y la crianza de los hijos.

Es aquí en el entorno de la casa donde no termina la tarea de la mujer, donde desarrollaron -como diríamos en términos actuales- una verdadera red empresarial ecológica y de proxi-

En la España de la posguerra, a mediados del s. xx, el ideal femenino era el del sacrificio, el de la obediencia y el de la subordinación.

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midad, ellas fueron las encargadas de cocinar, acarrear el agua de la fuente, cuidar los animales domésticos, limpieza de la casa, lavar la ropa y amasar el pan. También eran costureras, modistas y siempre encontraban un rato para disfrutar de la compañía de las vecinas para hacer labores y desarrollar su creatividad.

Bien entrado el s. xx recuerdo con mucho cariño las fies-tas familiares que se celebraban en torno a la matanza del cerdo en la que la mujer tenía un papel fundamental en la organiza-ción de todo el proceso, la elaboración de los embutidos, fritura de la carne, etc

Otra actividad extraordinaria era la elaboración de pastas y dulces siguiendo con el calendario litúrgico, comenzando en el mes de enero con las fiestas patronales de San Antón elabo-rando los típicos congretes; eran momentos en los que también se aprovechaba para reunirse en el horno y hablar y relacionarse entre ellas.

En este sistema de economía familiar, no existía retribu-ción económica alguna y por tanto no contaban con indepen-dencia económica ni perspectiva de futuro, las mujeres, sobre todo las más jóvenes, optaron por emigrar a buscar trabajo a la capital o a tejer y a coser en el pueblo. Esto se debe a la revolu-ción tecnológica en la agricultura, se introduce maquinaria y ya no se requiere tanta mano de obra en el campo, así que hay un sector de la mujer en Alcublas que se establece en pequeñas em-presas y como trabajadora autónoma.

En este tiempo la escolarización de los niños en igualdad de género es un hecho, por lo que el acceso a la enseñanza supe-rior y la evolución social de la población se desarrolla de acuerdo a las nuevas formas de vida.

La sociedad se ha ido construyendo en versión femenina, su manera de entender la vida con fortaleza en el carácter y a la vez creando unos lazos emocionales entorno a la familia y a la comunidad.

El feminismo fue acogido por los hombres con paterna-lismo. La mujer se acostumbró a hacer un feminismo para solu-

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cionar problemas inmediatos, pero sin mucha visión de futuro. Se trató de aliviar más que de cambiar.

La consecuencia de este pensamiento discriminatorio de la mujer a lo largo de la historia, concluye en el movimiento fe-minista actualmente conocido, por lo que hemos podido obser-var no es más que la necesidad de un sector de la población de reivindicar la igualdad de condiciones en una sociedad actual en la que las capacidades intelectuales no se cuestionan diferentes entre hombres y mujeres.

Como hemos visto a lo largo de la historia han surgido voces femeninas calificadas de valientes por expresar sus pensa-mientos, y que sin embargo han sido mujeres de fuerte determi-nación en sus pensamientos que han sabido llevar a la práctica, han puesto en acción esas ideas y que gracias a ese esfuerzo hemos podido conocer.

Las acciones y la determinación de estas mujeres intelec-tuales, científicas, obreras, emprendedoras, amas de casa, per-sonas en definitiva que construyen la sociedad sin necesidad de cuestionar la diferencia de género en la tarea que les compete en cada una de su actividad, ya sea profesional o de servicio en cuanto a la transmisión de valores y emociones dentro de los hogares.

Deben servir de guía a todo el conjunto de mujeres que todavía están bajo la influencia de una sociedad discriminatoria en cuanto a derechos laborales y una sociedad también que se empeña en diferenciar los roles entre género.

En este sentido, destacar la figura de nuestra Teresa Gil de Vidaurre, que en aquella Edad Media del s. xiii, en la que la cuestión de género estaba muy diferenciada, ella como mujer y madre ya de dos hijos no quiso someterse a la decisión capricho-sa de un Rey, Jaime I de Aragón. En una versión novelada de su biografía la lleva hasta la misma Roma a defender ante el Papa su honor y sus derechos como mujer del Rey, en los que incluía no sólo las propiedades de las que ya era administradora sino el derecho a la sucesión del trono de sus hijos.

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Fue en la II República, con la Constitución de 1931 y gracias a la firmeza de Clara Campoamor, cuando se suprimió cualquier ambigüedad en la interpretación de la declaración de igualdad por sexos, clase social, riqueza, creencias e ideas.

En este periodo se promulgaron leyes muy avanzadas como la del divorcio. Se llevó a cabo la reforma del Código Civil: la mujer casada podía conservar su nacionalidad; tendría personalidad jurídica completa; poseería idéntica autoridad sobre los hijos que el padre; la administración matrimonial sería llevada conjuntamente por ambos componentes del matrimonio, etc. Se introdujeron, además, leyes que protegían a las madres trabajadoras y que garantizaban la igualdad laboral entre ambos sexos (aunque, esto último, lo aseguraba sobre el papel).

En la España de la posguerra, a mediados del s. xx, el ideal femenino era el del sacrificio, el de la obediencia y el de la subordinación. Al hombre se le identificaba con la razón y a la mujer con el sentimiento y así formarlas como madres y espo-sas, potenciando los valores considerados como femeninos, una educación en la que destaque la sensibilidad frente al intelecto, la intuición sobre la racionalidad y la práctica sobre la teoría.

LA DECLARACIÓN DE LOS DERECHOS HUMANOS

A principios de 1947 y al otro lado del Atlántico se esta-ban redactando las bases de la Declaración de Derechos Humanos que recogen las necesidades de igualdad y no discri-minación de las personas por ninguna razón de sexo, raza o con-dición social.

En Estados Unidos, el Comité de Naciones Unidas, es-taba trabajando para conseguir formalizar los derechos humanos en una Declaración, fue presidido por Anna Elleanor Rossevelt, esposa del presidente de Estados Unidos de igual apellido. Los trabajos de la Comisión se iniciaron a principios de 1947 y en un

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tiempo record se concretó el documento. Su impronta y su es-fuerzo fueron un elemento imprescindible en la consecución de este documento que se aprueba en diciembre del año 1948.

La Declaración tiene la pretensión de ser un elemento regulador y nivelador de los derechos de las personas, hombres y mujeres, en el contexto mundial, con el fin de establecer las bases mínimas de convivencia que se merece la humanidad.

Artículo1. Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fra-ternalmente los unos con los otros.

NUEVAS TENDENCIAS EN ESPAÑA

Instaurada la democracia, la mujer encuentra un clima más fa-vorable para expresarse públicamente, se inicia muy pronto un trabajo de difusión de las ideas feministas proponiendo acciones que acercaran en términos de igualdad a hombres y mujeres, comenzaron en los barrios, las asociaciones de vecinos, orga-nizaciones profesionales, en los partidos políticos legalizados, organizaciones sindicales, etc.

En diciembre de 1975 se celebraron en Madrid las Primeras Jornadas por la Liberación de la Mujer, y en mayo de 1976 tuvieron lugar en Barcelona les Jornades Catalanes de la Dona.

En este repaso histórico de lo que es la figura de la mujer en la sociedad , se pone de manifiesto que todavía hay una gran distancia en materia de igualdad de derechos entre el género masculino y el femenino.

En el año 1993 se revisa la carta de Derechos Humanos en donde se afirma específicamente que los derechos humanos también son derechos de las mujeres en la declaración sobre la eliminación de la violencia contra la mujer, donde la Asamblea General dice: “Reconociendo la urgente necesidad de una apli-

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cación universal a la mujer de los derechos y principios relati-vos a la igualdad, seguridad, libertad, integridad y dignidad de todos los seres humanos,(…)” en la 85ª sesión plenaria, 20 de diciembre de 1993.

En el s. xxi la mujer sigue luchando por la igualdad entre las personas en lo social, en el ámbito laboral y cultural, todavía hay que salvar la brecha en esta materia en los salarios, cuidado de los hijos, flexibilidad horaria, promoción en la escala de pues-tos de trabajo, etc.

Estamos construyendo un escenario de visibilidad en una sociedad en la que cada vez cobra más fuerza la presencia de la mujer en sectores como el financiero, de la cultura –cine, litera-tura, teatro, artes plásticas, etc.- política, ahora la visibilidad de la mujer en la calle es masiva, sin distinción de edad, condición social o intelectual.

Muestra de ello en Alcublas, la mujer también ha salido a la calle para dar visibilidad a un colectivo que sin necesidad de hacer mucho ruido, puntada a puntada son capaces de exterio-rizar sus emociones y transmitir los valores de cooperación y alegría que sin duda han heredado de sus madres y abuelas.

El proyecto Hilando Vidas, como dice en su web: “Es un proyecto colaborativo, basado en la visión femenina del mundo, con una intención reivindicativa. El objeto principal del proyec-to es hacer visibles a las mujeres, una manera de entender la vida y sus emociones...”

Confiemos en que este esfuerzo concluya en una verdade-ra y efectiva igualdad entre los géneros t

Un feminista es cualquiera que reconozca la igualdad y plena humanidad en mujeres y hombres.Gloria Steinem

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Este proyecto nace en 2015, con la finalidad de celebrar el 25 Aniversario de la Asociación de Amas de Casa de Alcublas, que se celebraría en 2016.

Hilando Vidas es emoción convertida en arte, es arte que transmite emoción.

Desde su nacimiento, este proyecto define el carácter de sus mujeres. Hilando Vidas es reivindicación, denuncia, reciclaje, con-ciencia medio-ambiental, esperanza, ilusión, visibilidad ante la invi-sibilidad, esfuerzo, trabajo, es la capacidad femenina de crear, de hi-lar vidas, el poder femenino de construir. Mirar hacia el interior de una y encontrar esa hebra de la que tirar para seguir tejiendo, para seguir contando historias que no deben permanecer en el olvido.

Tomamos la labor, actividad ligada a lo femenino, al ám-bito privado del hogar, y lo convertimos en obra de arte, mos-trándola, interviniendo el espacio público.

No se trata de trabajos manuales, no se trata de tejer por tejer, sino que son piezas con un fuerte y comprometido discur-so artístico. A través de nuestros hilos, puntadas, colores y formas, homenajeamos a nuestras madres y abuelas, a nuestras antepasadas, maestras que por diferentes circunstancias se vieron en muchos casos silenciadas; damos voz y visibilidad a aquellas personas y aquellas cuestiones que la historia, la sociedad o la vida, a veces se ha empeñado en ocultar o ignorar.

Mª José Cabanes Sanz

Proyecto Hilando Vidas

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Es nuestro homenaje a todas las mujeres que nos antecedie-ron, y que seguramente, sin darse cuenta, sin ser totalmente cons-cientes, tejieron una red de conocimiento, de sabiduría, de vida, y en nuestras manos está el continuarla, en extenderla.

A lo largo de sus dos primeras ediciones (2016-2017) se diseñaron 16 instalaciones, en las que se trataban temas como la violencia de género, la conciliación familiar, los esteriotipos femeninos, la maternidad, el matriarcado, la esclavitud sexual, mujeres del mundo, educación, mujeres olvidadas, la inmigra-ción, mujer rural, etc.

Finalizada la segunda edición, empezamos a ser más conscien-tes del poder sanador, social, reivindicativo, que tiene este proyecto.

La hermandad que nace, que se teje entre las mujeres participantes en estas dos ediciones, da forma y sentido a la que sería la tercera edición: Hilando Vidas. Sororidad.

Hermandad, confianza, sinceridad, apoyo, reconocimiento entre mujeres para construir un mundo diferente; desde la seme-janza y la diversidad.

Tomamos a las abejas como referentes ya que son símbo-lo del trabajo en equipo, y con ellas, las colmenas y en su forma más simple, los hexágonos que las forman.

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Alcublas se llena de hexágonos, que forman colmenas. Las pudimos ver por todos los lados, por las fachadas, por los balcones, abriéndote paso... Los paneles con sus diferentes tona-lidades, representan las diferentes comunidades de mujeres, con sus similitudes, la forma, y sus diferencias, los diferentes matices de tonos. Acuden a la llamada de hermandad.

En Alcublas, el arte se ha convertido en un transformador social, en el que las mujeres son las protagonistas. Se han sacado de los costureros historias, testimonios, que permanecían olvida-dos o tal vez silenciados.

Hoy por hoy, los hilos que tejen este proyecto han traspa-sado el término de Alcublas, y recorren toda la Comarca de la Serranía, con el proyecto Sororidad Serranía; 600 mujeres unidas, empoderadas, tejiendo por la visibilidad, por el reconocimiento.

8 de marzo de 2020 es la fecha en la que estas mujeres artistas tejedoras de historias, mostrarán sus piezas, caminarán juntas, unidas por esos hilos de hermandad, harán visibles sus historias, su realidad, su entorno t

'La pregunta no es quién va a dejarme, la pregunta es quién va a detenerme'.(Ayn Rand. Filósofa y escritora, 1905-1982 )

Es nuestro homenaje a todas las mujeres que nos antecedieron, y que seguramente, sin darse cuenta, sin ser totalmente conscientes, tejieron una red de conocimiento, de sabiduría, de vida, y en nuestras manos está el continuarla, en extenderla.

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