Discurso en el debate sobre el Estado de la Comunidad de 2001

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1 DISCURSO DE JOSÉ ÁNGEL BIEL EN EL DEBATE SOBRE EL ESTADO DE LA COMUNIDAD DE 2001 Empezaré con un emocionado recuerdo a un gran amigo, compañero, con el que muchas veces estuve de acuerdo, muchas veces discutí, pero con el que, indudablemente, me unía una gran amistad y el acuerdo de que en Aragón hay que resolver los problemas. Mi recuerdo a Manuel Giménez Abad, que nos falta en esta cámara, y que, personalmente y en nombre de mi grupo, lo siento muy especialmente. Señorías, como presidente del Grupo Parlamentario del Partido Aragonés, a quien agradezco la encomienda, intervengo para fijar la posición de mi partido en el debate sobre el estado de la comunidad, debate en el que todos nos examinamos, Gobierno y oposición, porque del estado de Aragón todos somos responsables en mayor o menor medida. Decía Gracián: «Toda la vida debe consistir en pensar para acertar el rumbo». Y ese, señorías, debería ser el reto de este parlamento, donde residen los poderes del pueblo de Aragón: acertar el rumbo de Aragón, sin cambiarlo periódicamente, cualesquiera que sean las circunstancias de cada uno de nosotros, estemos en el Gobierno o en la oposición. Por cierto, señorías, que, aquí, de estar en unos u otros gobiernos no se libra nadie, sea el Gobierno de Madrid, el Gobierno autonómico, las diputaciones provinciales, las comarcas o los municipios. Quienes aquí están en la oposición están en otras instituciones en el gobierno, y viceversa, y no estaría de más cierta coherencia en todos ellos y en todas ellas hoy y en el futuro. Han transcurrido, señorías, dos años desde la formación del Gobierno PSOE-PAR. Recuerden sus señorías, que no es malo el no olvidarnos del

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Discurso en el debate sobre el Estado de la Comunidad de 2001. José Ángel Biel.

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DISCURSO DE JOSÉ ÁNGEL BIEL EN EL DEBATE SOBRE EL ESTADO

DE LA COMUNIDAD DE 2001

Empezaré con un emocionado recuerdo a un gran amigo, compañero,

con el que muchas veces estuve de acuerdo, muchas veces discutí, pero

con el que, indudablemente, me unía una gran amistad y el acuerdo de

que en Aragón hay que resolver los problemas. Mi recuerdo a Manuel

Giménez Abad, que nos falta en esta cámara, y que, personalmente y en

nombre de mi grupo, lo siento muy especialmente.

Señorías, como presidente del Grupo Parlamentario del Partido

Aragonés, a quien agradezco la encomienda, intervengo para fijar la

posición de mi partido en el debate sobre el estado de la comunidad,

debate en el que todos nos examinamos, Gobierno y oposición, porque del

estado de Aragón todos somos responsables en mayor o menor medida.

Decía Gracián: «Toda la vida debe consistir en pensar para acertar el

rumbo». Y ese, señorías, debería ser el reto de este parlamento, donde

residen los poderes del pueblo de Aragón: acertar el rumbo de Aragón, sin

cambiarlo periódicamente, cualesquiera que sean las circunstancias de

cada uno de nosotros, estemos en el Gobierno o en la oposición.

Por cierto, señorías, que, aquí, de estar en unos u otros gobiernos no se

libra nadie, sea el Gobierno de Madrid, el Gobierno autonómico, las

diputaciones provinciales, las comarcas o los municipios. Quienes aquí

están en la oposición están en otras instituciones en el gobierno, y

viceversa, y no estaría de más cierta coherencia en todos ellos y en todas

ellas hoy y en el futuro.

Han transcurrido, señorías, dos años desde la formación del Gobierno

PSOE-PAR. Recuerden sus señorías, que no es malo el no olvidarnos del

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pasado, que en 1999, a la vista de que ni el Partido Popular, con

veintiocho diputados, ni la izquierda, con veintinueve, pudieron o

quisieron formar gobierno, los resultados colocaron a mi partido, una vez

más desde que este se fundó hace casi veinticinco años, en una

complicada disyuntiva. Porque, si decidir siempre es difícil, lo es más en

una comunidad donde las mayorías brillan por su ausencia y donde no

siempre se cumple el principio de que la política es el arte de, al menos,

intentar llegar a acuerdos en beneficio de la mayoría. No obstante, y

transcurridos dos años, creo sinceramente que en aquella fecha del año

1999 acertamos cuando formamos el Gobierno porque, sinceramente,

creemos, y la prueba está en la calle el 8 de octubre de hace un año, que

este Gobierno ha sintonizado con la mayoría del pueblo, desde el respeto,

por supuesto, a los que no piensan igual que nosotros.

Desde el convencimiento de que el PAR no es fuerza auxiliar de nadie,

actuamos en aquella fecha, y lo hemos hecho siempre, desde nuestra

propia identidad y desde nuestro permanente y exclusivo compromiso con

Aragón. Y suscribimos un acuerdo de gobierno con el Partido Socialista

que, en nuestra opinión, cumplía y cumple cuatro condiciones: tiene

legitimidad democrática que sale de estas Cortes; se conformaba un

Gobierno, en nuestra opinión, centrado y moderado, alejado de posiciones

radicales de uno u otro signo; un Gobierno que comprometía o implicaba

directa o indirectamente en los asuntos de Aragón a partidos de ámbito

estatal -véase la posición del principal partido de la oposición en el Estado

en relación con el Plan hidrológico nacional, posición que desde el PAR

agradecemos muy expresamente: el hecho de que más de cien diputados

del Congreso de los Diputados se hayan opuesto al Plan hidrológico

nacional, sobre el cual haré luego algunos comentarios); un acuerdo de

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gobierno cuyo contenido, en nuestra opinión, garantiza un eficaz y

coordinado funcionamiento de la coalición en todas las instituciones con

presencia de los dos partidos.

Además, desde la perspectiva aragonesista de mi partido, reúne otros

requisitos no menos importantes, porque este Gobierno de coalición en

buena parte, como todo gobierno de coalición que se precie, incluye en su

programa las más importantes propuestas electorales del PAR. Sirvan

algunos ejemplos.

Este Gobierno se opone radicalmente al trasvase y defiende el Pacto del

Agua. Hace una apuesta decidida por la comarcalización y la política

territorial. Impulsa la política demográfica. Apuesta por poner en valor la

capacidad de los aragoneses en sectores estratégicos como parque

tecnológico de Huesca, Walqa, que será una realidad, que está siendo una

realidad y que hace unos meses no existía y hoy es un futuro y es una

potencia de cara al futuro, energías renovables, el turismo, etcétera,

etcétera, por no extenderme mucho.

Pone en marcha la creación del Instituto del Agua, que estaba en el

programa electoral del PAR. Pone en marcha un plan forestal de Aragón,

que lo han criticado y aún no ha llegado... posiblemente ya esté en las

Cortes, y que van ustedes a tener la oportunidad de debatir en este

parlamento, pero que lleva implícita la posibilidad de invertir en un plan

forestal para Aragón más de cincuenta mil millones de pesetas; discútanlo

y, cuando lo hayamos discutido, veremos en qué hay que corregirlo. Plan

de equipamientos comerciales, con inversiones superiores a los mil

millones. Plan de polígonos industriales, que a algunos parece que no les

gusta, pero al menos hay un plan, porque en política hay que tener un

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plan y luego llevarlo a la práctica; ahí tienen ustedes un Plan de polígonos

industriales de más de siete mil millones, financiado, claro que sí [rumores

en los escaños del Grupo Popular], con el Plan Miner, que no es de Madrid,

con el Fondo especial de Teruel, que no es del señor Aznar, que esos son

dineros públicos de todo el mundo, y, en consecuencia, se planifica y se

ejecuta por los gobiernos correspondientes. ¡Estaría bueno que ahora el

dinero fuera sólo del señor Aznar o de quien le corresponda en cada caso!

Potenciar la oferta turística. Se acaba de constituir un holding... Mire

usted, la empresa de nieve más importante de España. ¿Eso es poca

cosa? La empresa de nieve más importante de España, y parece que no se

está haciendo nada... Dennos ustedes la oportunidad de ponerla en

marcha, que ha habido un acuerdo muy importante, yo creo, genera un

gran futuro. El plan de hospederías. La empresa de promoción del

turismo, tema que es importante, etcétera, etcétera. Mejorar la

infraestructura de distribución eléctrica, es decir, el Plan de evacuación de

energías de Aragón. Había que tener un plan de evacuación de energías

de Aragón para que la energía eólica fuera una posibilidad, o ¿vamos a

generar energía eólicamente y no la llevamos a ningún sitio? Hay un Plan

de evacuación de energías. Hay que aprovechar la posición logística de

Aragón en Zaragoza. De todo esto ha hablado el PAR.

Evidentemente, hay otras cuestiones, como el tema del Fleta; el

mudéjar de Aragón; el convenio con La Seo, que se firmó recientemente;

el centro aragonés de arte contemporáneo; el centro aragonés del

deporte... ¿Por qué no retomamos el proyecto de que Zaragoza y esta

comunidad autónoma tenga un equipo de baloncesto en la elite? ¿Es que

esto no es política también? También hay que hablar de eso, no vamos a

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hablar solo de administración y de cuatro cosas, hay que ilusionar a la

gente con lo que la gente a veces se ilusiona, y a mi no me parece que

deje de tener su importancia el que desde el Gobierno se apoye esa

posibilidad.

Y eso lo relaciono o no lo relaciono con el artículo 48 del Estatuto.

Fíjese, un equipo de baloncesto y luego el artículo 48... Pues todo es

Aragón, también el artículo 48 del Estatuto, el Pacto por la educación, los

hospitales provinciales después de quince años sin transferir, el

funcionamiento del Royo Villanova..., por supuesto, para que se

tranquilicen los señores del Partido Popular, que en algunos asuntos son

continuación de proyectos anteriores, como los del Gobierno anterior eran

continuación del gobiernos anteriores. Y esto está inventado, esa es la

realidad. Por supuesto, hay que acabarlos, hay que terminarlos bien.

Se dijo en el debate de investidura, y lo hemos reiterado, que siempre

seremos respetuosos con las cosas que se hayan hecho bien por gobiernos

anteriores, lo dijo el hoy presidente de la comunidad autónoma hace un

par de años. Y esa es la realidad. Y proyectos que se terminan en esta

legislatura porque se empezaron antes y proyectos que se empezaron

antes porque se terminaban otros de la legislatura anterior. Y este

Gobierno, presumiblemente, dejará proyectos importantes sin culminar

que terminará el gobierno que venga, que ya veremos...

Evidentemente -era para relajar un poquito la cuestión-, aparte de

cumplir el programa electoral del PAR, el acuerdo de coalición -quiero

resaltarlo- respeta la identidad de cada partido. Esto garantiza la

estabilidad. Sólo hay una manera de que un gobierno de coalición sea

estable: que cada una de las partes respete al socio en el sentido político.

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Eso está inventado. Y, evidentemente, como consecuencia del principio

anterior, este Gobierno de coalición cumple lo acordado, que para

nosotros es importante.

Señorías, no pretendo, sin embargo, hacer historia de dos años de

gobierno PSOE-PAR -el presidente lo ha hecho con datos, y se los han

refutado en unos casos, más o menos, lo ha hecho con datos- pero sí

quiero recordar el guión de la obra y el cumplimiento del mismo por un

Gobierno sólido y estable que yo creo, sinceramente, que funciona

razonablemente bien, para que nadie crea que estamos ante la

autocomplacencia, razonablemente bien. Que funcionar razonablemente

bien es muy importante, ¿eh?, es muy importante, eso significa que las

cosas pueden salir razonablemente bien.

Hace dos años fue posible un gobierno de coalición formado por partidos

bastante diferentes que, sin embargo, fuimos capaces de ponernos de

acuerdo para intentar un objetivo claro, que no se ha dicho aquí pero que

voy a recordar, y es «alcanzar plena autonomía para defender y optimizar

la utilización de los recursos autóctonos, desarrollando un modelo

territorial que potencie nuestras señas de identidad y mejore la calidad de

vida de los aragoneses». Ese era el principio fundamental de la coalición.

Señorías, tengo que decirlo, ante la simplista y manida frase de que este

Gobierno oculta sus carencias con la política del agua, afirmo que, aunque

así fuera, la oposición al trasvase sólo por sí misma justifica la formación

del Gobierno, en mi opinión, en opinión del PAR. Si el Gobierno hiciera

sólo eso, ya estaría haciendo algo históricamente fundamental para esta

tierra , partiendo de esa base. Pero no por mucho que se repitan las

frases o las expresiones resultan ser ciertas, y basta seguir, por ejemplo,

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el cumplimiento de algunos principios políticos que inspiraron la coalición

para observar que, además de oponernos al trasvase, se están haciendo

bastantes cosas que parece que ustedes quieren olvidar.

En 1999 decíamos que tratábamos de desarrollar todas las capacidades

competenciales, incluida la financiación, que el Estatuto de Autonomía

reconoce a Aragón. Se está negociando la transferencia del Inem, se está

negociando la transferencia del Insalud y se empezará a negociar

inmediatamente la transferencia de la Administración de Justicia. Por

cierto, que la del Insalud se está negociando férreamente y el consejero

de Sanidad lo está analizando peseta a peseta, porque, si no se hace bien,

el Insalud transferido puede ser la ruina de esta comunidad autónoma, si

no lo hacemos bien. Y no estamos dispuestos a que una mala

transferencia del Insalud arruine a esta comunidad autónoma.

Además de eso, se está negociando un nuevo modelo de financiación.

Pero sobre esto les voy a decir una cosa que no saben: es o lo coges o lo

dejas; o aceptas siete mil cien millones o te vas a las tinieblas exteriores,

o aceptas siete mil cien millones de pesetas o te quedas son el modelo de

financiación anterior, que, evidentemente, es como es. Pero eso no

significa que este Gobierno -y, desde luego, mi partido- renuncie a dar la

pelea política; que no se asuste nadie, que, aunque no haya hecho la mili,

no tengo ningún ánimo de belicosidad, que no se asuste nadie.

Evidentemente, no podemos dejar de defender un modelo de

financiación más acorde con la Constitución que el que,

desgraciadamente, padecemos desde que se aprobó la Ley orgánica de

financiación para las comunidades autónomas. Ustedes estarán o no de

acuerdo pero, evidentemente, frente a la ley de cooperación, frente a la

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ley del déficit cero, no renunciamos a lo que tengamos que renunciar: ni

reforma del Estatuto ni modificación de la LOFCA.

Porque, queridos amigos, y señoras y señores diputados, el día que el

pueblo de Aragón baje la guardia sobre lo que de verdad necesita de cara

a su futuro y baje el nivel de sus aspiraciones, ese día este pueblo se ha

terminado. Y yo no estoy dispuesto a que este pueblo baje la guardia ante

lo que yo creo, sinceramente, que es un derecho que tenemos todos los

pueblos de España.

Por supuesto, además de eso, tratábamos de impulsar políticas de

población y vertebración -no me voy a extender mucho-, pero es evidente

todo el desarrollo de la comarcalización, y yo agradezco el esfuerzo que

todos los grupos parlamentarios están haciendo en el desarrollo del grupo

de proceso de comarcalización.

Ahí están ocho leyes remitidas al parlamento, otras ocho en

preparación, y, mire usted, después de muchos años, después de que en

el año 1982 se hablaba en el Estatuto por primera vez de comarcas,

veinte años después, en esta legislatura, vamos a tener la oportunidad de

que más de la mitad, posiblemente, bastante más de la mitad de las

comarcas puedan estar constituidas. Pero como sobre este tema hemos

debatido mucho, no me quiero extender.

Desarrollar una política de consenso integradora y abierta a toda la

sociedad. Y ahí está el trabajo que se ha hecho con sindicatos y

empresarios, con los grupos parlamentarios, señorías, en unos aspectos

más que en otros, como es claro. Porque hay temas más trascendentales

que otros, como es el tema de la comarcalización, el tema de la

demografía. Ha habido acuerdos, y aquí se han presentado resoluciones

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por unanimidad de todos los Grupos, por unanimidad, únicas resoluciones

firmadas por todos los grupos de esta cámara en materia de

comarcalización, en materia de demografía... Yo creo que el consenso,

evidentemente, se procura desde gobiernos moderados y desde gobiernos

como el nuestro, que intentamos, evidentemente, consensuar. Me refiero

a la política legislativa y presencia en el parlamento, y tenemos aquí

datos. Bueno, evidentemente, más leyes que legislaturas anteriores, más

interpelaciones, más comunicaciones, más planes. Pero, bueno, ésa es la

vida del parlamento.

Evidentemente, otro de los principios era garantizar la estabilidad

política e institucional. Y, señorías, no será el PAR quien desestabilice

ninguna institución. No lo hemos hecho antes, ni lo vamos a hacer ahora.

Desestabilizar no es un divertimento. La estabilidad es necesaria para las

instituciones y para Aragón. Y hemos hecho un esfuerzo para aprobar dos

presupuestos en tiempo y en forma, y lo vamos a seguir haciendo para

aprobar los dos próximos presupuesto en tiempo y en forma, pero no a

cualquier precio -pueden suponerlo sus señorías-, ni a costa de la

identidad del PAR, ni del cumplimiento del acuerdo de Gobierno, eso es

obvio. No se puede pactar a costa de la propia identidad, pero el pacto es

aproximación, es acercamiento o, al menos, hacer el esfuerzo para

realizarlo.

Se establecían mecanismos -se pactaron entonces- para velar

permanentemente por la coordinación entre todas las instituciones y

administraciones, y ahí está, el próximo mes -no se ha hecho este mes

por motivos de agenda del propio ministro- se constituye la comisión

bilateral de cooperación con la Administración central del Estado, que es la

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primera vez que se constituye desde hace, posiblemente, quince años, y

se va a constituir el próximo mes de octubre, y no se ha podido hacer este

mes por motivos de agenda respetables del ministro correspondiente,

pero es importante.

La Comisión de Coordinación con el Ayuntamiento de Zaragoza.

Mire usted, los dos poderes administrativo-políticos -excluyendo el

parlamento, como es lógico ¿eh?, porque estoy hablando de lo que es la

Administración-: de la Comunidad Autónoma era el Gobierno de Aragón y,

por otro lado, el Ayuntamiento de Zaragoza, sin duda alguna.

Históricamente, si ustedes analizan la historia desde el año 1979, habrán

observado que ha habido muchísimos desencuentros del Gobierno de

Aragón -estuviera quien estuviera- y del Ayuntamiento de Zaragoza -

estuviera quien estuviera-, desde las primeras elecciones democráticas,

elecciones locales del año 1979. Pues bien, se ha conseguido poner en

marcha una Comisión de Coordinación del Gobierno de Aragón con el

Ayuntamiento, que se reúne mensualmente, que desatasca asuntos y que,

evidentemente, va a hacer un esfuerzo ingente para colocar a la capital de

Aragón en un nivel europeo y en un nivel que, sin duda alguna, se merece

esta ciudad y se merece esta comunidad autónoma.

Y se van a impulsar proyectos importantísimos de gran envergadura

para la ciudad y para nuestra comunidad autónoma, y a las pruebas me

remito: la prueba del Plan General de Ordenación Urbana y otros

proyectos, y, evidentemente, convenios que se van a firmar.

No nos gusta la política de entorpecer y no hacer nada, nos gusta más la

política de hacer cosas.

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Señor presidente, señorías, el presidente del Gobierno ha expuesto ya

algunas de las actuaciones que el Gobierno está realizando, y partiendo de

la base de que el Gobierno es un todo y no la suma de dos partes, no es

mi función como portavoz en este caso del PAR, limitarme a hacer una

relación más o menos detallada de todas las actuaciones, ni siquiera de

las actuaciones de los consejeros de mi partido. Seguro que correría el

riesgo de olvidarme de alguna importante -como posiblemente pasa

siempre en este tipo de debates-, pero estamos ante un debate político,

en el que desde los grupos parlamentarios deberíamos hacer propuestas

políticas de calado, intentando mantener el rumbo que Aragón necesita,

con el esfuerzo generoso de todos. En esa función, siempre encontrarán

sus señorías al Partido Aragonés.

Y decíamos en 1999 -y esto es importante-, lo decíamos entonces en el

debate de investidura del hoy presidente de la comunidad autónoma, que

la posición centrada del Gobierno, ampliable a derecha e izquierda, en la

medida que cada parte quiera, como es lógico, es la mejor garantía de

que el pacto por Aragón puede ser una realidad.

Señorías, es indudable que Aragón ha progresado, pero es indudable

también que algunos de los problemas importantes siguen sin resolverse.

Actualizados, pero, desgraciadamente, los mismos desde hace veinticinco

o más años. Lo hemos repetido siempre en esta tribuna: despoblación,

desequilibrio territorial, déficit de infraestructuras, escaso peso político,

tejido social bastante deslavazado en algunos aspectos, etcétera.

En un mundo global -y yo añado convulsionado-, un pequeño territorio,

un pequeño país, el nuestro, que debería estar más unido que nunca para

encontrar la respuesta, la solución a muchos de los interrogantes que el

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mundo moderno nos plantea, nuestro escaso peso político, quizá, por

razones de población, nos obliga o debería obligarnos a esforzarnos más

para encontrar lo que nos une y menos lo que nos divide.

Creo necesario -lo reclamo, aunque me parece que puede ser difícil,

pero hay que intentarlo, como se intentó desde el año 1999-, creo

necesario un pacto por Aragón; un pacto -llámenle ustedes como quieran,

para que no me pongan ningún tipo de denominación-, un pacto que

abarque a la inmensa mayoría de la cámara. No un pacto de la izquierda

contra la derecha o viceversa, sino un pacto generado desde el centro,

impulsado por el Gobierno y abierto hacia ambos lados de la cámara; un

pacto en este parlamento que funcione en todo Aragón y que se

mantenga, si es posible, a lo largo de las legislaturas.

Yo creo, sinceramente, que la necesidad de este pacto justificó también

la formación del Gobierno PSOE-PAR, y justificará cualquier Gobierno que

surja en el futuro. En ese pacto nadie debería estar excluido, porque todos

somos necesarios, y todos tenemos importantes responsabilidades en

unas u otras instituciones o gobiernos. Y no es suficiente,

desgraciadamente, el mero voluntarismo: hay que esforzarse para

conseguirlo.

Cuando hablaba de regenerar España -y lo mismo vale para Aragón-,

Joaquín Costa -que yo creo que en esto no se ha quedado antiguo- apostó

por actuaciones que sacrificaran la perfección a la prontitud de los

resultados, «de forma -decía- que aun los más viejos alcancen a tocar

alguno».

Quienes ahora queremos hacer el Aragón del siglo XXI estamos también

obligados a primar los hechos, los resultados sobre los grandes debates

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teóricos, que están muy bien, pero que hay que dar resultados. Hay que

acabar con el tópico de que los aragoneses sólo estamos de acuerdo en no

estar de acuerdo.

Desde el PAR, para todos los que participamos en este proyecto, Aragón

sigue siendo lo primero. Llevamos veinticinco años haciendo Aragón desde

la negociación y el pacto, con aciertos y con errores, desde la lealtad a lo

firmado, desde la defensa de los intereses aragoneses y la búsqueda de la

estabilidad institucional. Es evidente, señorías, por razones obvias, que no

todo puede ni debe ser pactado, que también es necesario mantener las

diferencias.

Pero es evidente también -al menos, en opinión de mi partido- que hay

que intentar el mayor acuerdo posible en una serie de cuestiones capitales

para nuestro futuro. Voy a citar algunas de ellas, con el ánimo de no

alargarme, pero me parece que son importantes: autogobierno y

financiación. Voy a empezar por la financiación, por mi buen amigo el

señor Bandrés.

Mire, han hecho tantas propuestas que o bien cambiamos el modelo de

financiación o no podemos atenderlas. Tantas propuestas en esta cámara,

tantas ideas brillantes, pero que, desgraciadamente, no podremos

atenderlas en porcentaje importante si no se modifica el modelo de

financiación. Y el modelo de financiación no es éste ¿eh?, el modelo de

financiación no es éste ni esta frase: «se acabó financiar a las

autonomías». Esto no es la autonomía, esto no es la Constitución. La

Constitución no permite decir «se acabó financiar las autonomías». Eso no

es la Constitución. Ni el modelo de financiación es éste, donde el Estado

más de cincuenta y un billones de deuda pública y las comunidades

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autónomas, con casi todas las transferencias recibidas, incluidas las más

caras, como el Insalud y la Educación, apenas seis billones y medio. Esto

no es la Constitución, esto no es el título VIII de la Constitución, esto no

lo va a aceptar mi Partido en ningún caso.

En ningún caso podemos aceptar que lo que los constituyentes del año

1978 plantearon fuera esta foto fija del modelo de financiación de las

comunidades autónomas, donde, evidentemente, hay comunidades, como

la valenciana, con un billón de deuda, donde frente a nuestra comunidad

autónoma, que escasamente ronda los ciento cincuenta mil millones de

pesetas, la catalana, billón y medio de deuda, y, curiosamente, las que

tienen concierto han disminuido la deuda. Y aquí tienen ustedes a los

navarros, que tienen escasamente cien mil millones de deuda, y a los

vascos, que tienen doscientos mil millones de deuda.

Andalucía no, pero también se lo puedo decir, señor Gimeno: 1,1

billones.

Pero a mí no me preocupa eso, porque, evidentemente, algo tendrán

que hacer las autonomías para hacer algo por los ciudadanos ¿verdad?,

algo tendrán que hacer. Porque lo que estaría bueno es que nosotros no

hubiéramos hecho muchísimas cosas en esta comunidad autónoma desde

el año 1982 si no hubiera sido por la deuda pública. Quiten ustedes ahora

los ciento cincuenta mil millones de deuda pública, a ver en qué les queda

esta Comunidad. Y esto es muy serio ¿eh?, y esto es muy serio. Y está

bien que aceptemos lo que tengamos que aceptar, pero aquí hay que

hablar de más cosas, aquí no podemos hablar sólo de cuatro duros arriba

o abajo: aquí hay que hablar de más cosas. Y, evidentemente, esto forma

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parte de una filosofía que yo espero que compartan unos y que

compartirán menos otros.

Mire usted, nosotros propugnamos un desarrollo autonómico de España

en el que todos los hechos diferenciales no equivalgan a privilegios, ni el

autogobierno sea una especie de concesión del poder central. No, no. El

autogobierno emana de la Constitución, y depende de la voluntad que

tenga cada pueblo, cada comunidad autónoma en este caso, de reivindicar

lo que considere oportuno. Y ni se puede decir que se ha acabado el

dinero para las autonomías, ni se puede decir que ya no hay más

reivindicaciones, porque no se pueden poner límites al futuro de ningún

pueblo. Y nosotros en ese aspecto no lo aceptamos.

En consecuencia, señorías, en mi opinión, en opinión de mi partido, creo

que no estaría de más -si quieren, hoy no lo debatimos, para que no se

asuste nadie-, no estaría de más no perder la aspiración a mayor

autonomía, al menos la aspiración. Frente al neocentralismo, en mi

opinión, que supone la Ley de déficit cero o el proyecto de cooperación

(LOAPA bis) que se nos anuncia, no perdamos la aspiración a tener más

autonomía.

Evidentemente, si eso es lo que nos dice la administración general del

Estado, respondemos que a reformar el Estatuto, que, entre otras cosas,

nos dejamos el artículo 29 sin resolver, y, entre otras cosas, hay una

importante y pequeña disposición adicional tercera, que está en vigor

desde el año 1982, que parece que todo el mundo se ha olvidado de ella;

pero esta disposición adicional tercera del Estatuto de Autonomía dice

cosas muy importantes.

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Yo ya sé que eso no es administración, que estamos haciendo un debate

con el Gobierno, evidentemente; pero es que, mire usted, para hacer un

debate con el Gobierno y para dar respuesta a las exigencias y a las

necesidades de nuestra gente, hay que resolver algunas cuestiones o, al

menos, no bajar la guardia y tener la esperanza de, como ya han pasado

cinco años de la reforma del año 1996 -y esto parece que va por

quinquenios-, ver si podemos plantear seriamente la posibilidad, al menos

desde mi partido, de sentarnos a ver qué más podemos hacer.

Y esto no tiene límite -ya sé que a algunos no les gustará-, esto no tiene

límite, ¡por supuesto que no tiene límite! Ya hubo otros intentos en otras

épocas de poner límite a las transferencias. Fíjense: desde que se intentó

poner límite a aquella transferencia, nos han transferido la Educación, nos

van a transferir el Insalud y un montón de cosas.

Aquí, a pesar de que pasen los gobiernos, incluso las constituciones, las

directivas comunitarias, y todo lo que usted quiera, Aragón permanece y

las exigencias de tener un mecanismo, un instrumento que nos permita

resolver nuestro futuro es algo que no perderemos, al menos, mientras

alguno de los que aquí estamos en la cámara sigamos en esta comunidad

autónoma.

Hay que desarrollar todas las posibilidades que tiene el actual Estatuto y

hay que negociar fórmulas para gestionar competencias que se quedaron

fuera del Estatuto -me parece que no será ningún pecado el que se diga-;

hay que insistir para que el convenio bilateral no sea un instrumento

complementario, sino casi un elemento central; hay que cumplir lo que en

estas Cortes se habló en la ponencia de financiación, que hoy no se puede

cerrar al cien por cien, pero no hay que perder la esperanza de que dentro

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de unos años se pueda conseguir. Pero, si nos olvidamos de esto, no lo

plantearemos nunca, alguien tendrá que recordar que dentro de unos

años hay que volverlo a plantear.

Hay que buscar, y creo que se puede conseguir, el incremento del fondo

especial de Teruel; hay que intentar que el plan Miner se haga bien; hay

que modificar -y lo ha dicho el portavoz de Izquierda Unida- las haciendas

locales; hay que modificar la Ley orgánica de financiación de las

comunidades autónomas, porque, evidentemente, en mi opinión, no se

adecua a lo que son los principios políticos autonómicos de la Constitución

del año 1978.

Nos tenemos que mantener vigilantes ante la transferencia de Sanidad.

Mire usted: el Estado autonómico no puede ser un permanente sobresalto

sobre cada transferencia, no lo puede ser. Nos ha pasado con la

Educación, una Educación que nos transfirieron con un coste efectivo

(porque, según la LOFCA, el coste efectivo tiene que garantizar el

funcionamiento normal de un servicio), y hemos tenido que insuflar diez

mil millones de pesetas cada año a esa competencia, que no han salido

del coste efectivo, sino que han salido de la comunidad autónoma. Diez

mil millones más a la competencia. Que, evidentemente, a ustedes les

gustará más o les gustará menos; pero es claro que con el coste efectivo

con el que se transfirió la competencia no se financiaba el nivel básico de

funcionamiento de la Educación. Ésa es una realidad que tenemos que

asumir todos los que, al menos en su momento, dijimos lo que dijimos.

Y ésa es la realidad. Y la Educación nos cuesta bastante más de lo que

nos transfirieron para la Educación con base en el coste efectivo. Ésa es la

realidad, y lo demás son alharacas y discusiones. Y el decreto de

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homologación, evidentemente, como el del Imserso, cuya homologación

estaba prevista para cinco años, y ya se encargó el Partido Popular de

reducirla a dos, que me acuerdo de todo, ¿eh?

Estoy hablando de acuerdos, que no sé si serán posibles, pero al menos

no me digan ustedes que no.

Política legislativa. Le voy a poner el ejemplo de dos leyes. Alguna de

ellas las ha mencionado el presidente.

La ley de lenguas. Mire usted: yo sinceramente creo, como presidente

de mi grupo parlamentario, que no podemos convertir una cuestión tan

importante en un foco de división política o tensión social. Y, en

consecuencia, creemos que no se puede hacer una ley que no esté

suficientemente consensuada en este parlamento; sinceramente lo pienso

y coincido en este caso con el presidente de la comunidad autónoma. Esto

es un tema muy serio, que no podemos resolver coyunturalmente para los

dos años que quedan de legislatura, y luego ya veremos qué es lo que

pasa. Es un tema muy serio al que yo hago un llamamiento para el

acuerdo y para el consenso.

Lo mismo, con la ley del Pirineo. Ésta fue una conversación -y no voy a

revelar ningún secreto- que yo tuve con el entonces presidente del Grupo

Parlamentario del Partido Popular, nuestro buen amigo Manuel Giménez

Abad. Yo creo que la ley del Pirineo es una ley tan importante, que mueve

tantas cosas, y que explica que todavía no la hayamos sacado (porque,

evidentemente, el Gobierno es responsable, y ve las cosas, las habla con

unos y con otros), que es otra ley, en mi opinión, que debería ser también

objeto de un fuerte consenso; me parece a mí.

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Así mismo, deberíamos retomar la unidad social y política ante el

trasvase, cosa que yo veo más difícil. Porque sobre esto ya se ha dicho

todo. Y, como ya se ha dicho todo, yo también tendré que decir algo. Para

empezar, hay un error de base, y es que estamos mezclando el «no» al

trasvase con el Pacto del Agua. Ése es un error importante, porque hay

quien dice: «oiga, si no hacemos el trasvase, no hacemos las obras del

Pacto del Agua». No es así.

En el año 1992, cuando se firmó el Pacto del Agua, nadie habló de

trasvase, y no hace falta el Plan hidrológico nacional para hacer las obras

del Pacto del Agua. Ésa es la segunda parte, que parece que nos

olvidamos. No es necesario el Plan hidrológico nacional para hacer las

obras del Pacto del Agua, porque hay decretos, leyes y normas que han

reconocido ya de interés general del Estado, prácticamente, casi todas las

obras del Pacto del Agua. En consecuencia, no caigamos en la trampa.

Y lo mismo, por el otro lado. No se puede decir «nos vamos a oponer a

las obras del Pacto del Agua porque con las obras del Pacto del Agua

hacemos el trasvase». Tampoco es verdad.

Ése es el problema.

Entonces, claro, si no nos ponemos de acuerdo en ningún caso, esto me

parece que va a ser un pequeño desastre, y en ese aspecto al menos

tenemos que explicarlo bien. O nos ponemos de acuerdo todos en la

oposición al trasvase, respetando la oposición que otros grupos tengan, o

nos ponemos todos de acuerdo en poner en marcha las obras del Pacto

del Agua: o en una de las dos cosas o en las dos. Lo que no es posible es

no ponerse de acuerdo en ninguna. Porque, entonces, ¿saben qué nos va

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a pasar? Que no haremos las obras del Pacto del Agua y nos harán el

trasvase. Ésa es la realidad, y yo, por ahí, evidentemente, no voy a pasar.

Y les voy a decir más: ¿cuál ha sido el problema?; ¿por qué ha llegado la

riada hasta aquí, si me permiten la expresión? Mire usted: si se hubieran

cumplido las obras del Pacto del Agua, no se hablaría de trasvase: ésa es

la realidad; si se hubieran cumplido las obras del Pacto del Agua, no

estaríamos hablando de trasvase.

Mire usted: las frases que hemos dicho siempre: «no sobra agua, faltan

inversiones». Pero, claro, si dejamos pasar nueve años sin construir las

obras del Pacto del Agua, es evidente que, con respecto a los afectados,

legítimos afectados (que yo respeto), por las obras del Pacto del Agua,

van pasando los años, no se hacen las obras, y esa afección social se va

extendiendo y llega hasta Zaragoza, y, hoy, mucha gente que no se ha

leído el Pacto del Agua tiene la impresión de que, prácticamente, el Pacto

del Agua es poco más o menos que inundar el Pirineo. Y eso no es así. Y

hay que explicar el Pacto del Agua. Si hay que actualizarlo, actualícese;

pero explíquese. ¡Es que no se ha explicado! ¡Léanlo, señorías! Se lo

recomiendo. Les recomiendo muchas veces que lean cosas, pero esto se lo

recomiendo expresamente.

«Este acuerdo debe trascender cambios coyunturales en la

representación institucional y permitir la defensa común de los intereses

de Aragón en la tramitación de los planes hidrológicos, de modo que se

garanticen los acuerdos recogidos en este pacto», entre otras cosas. «La

Comunidad Autónoma de Aragón se reserva, al finalizar el plazo de

vigencia del Plan hidrológico nacional, el derecho a reivindicar el volumen

de agua que su desarrollo económico requiera». Es decir, esto ya no se

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puede cumplir. Para que podamos reivindicar el volumen de agua,

después de hacer todas las obras del Pacto del Agua... Evidentemente, ya

no se puede hacer un trasvase de mil cincuenta hectómetros cúbicos, o,

en todo caso, no se puede hacer hasta que estén terminadas todas las

obras del Pacto del Agua.

Cuando estén acabadas todas las obras del Pacto del Agua, nos

sentaremos y ya hablaremos de lo que ustedes quieran. Evidentemente,

seguiremos pensando que no se puede hipotecar el futuro de esta

comunidad autónoma y, en consecuencia, no podremos aceptar de

ninguna forma el trasvase del Ebro, porque, indudablemente, sus señorías

tienen que saber que el trasvase del Ebro es, históricamente, la mayor

amenaza -entre comillas- que pesa sobre esta comunidad autónoma

desde Doña Petronila. Lo siento, pero se lo transmito como lo siento: la

mayor amenaza que pesa sobre esta comunidad autónoma: el trasvase de

mil cincuenta hectómetros cúbicos, cuando no es necesario hacer este

daño a esta comunidad autónoma, y espero que entre todos lo podamos

parar.

Pero, eso sí -me olvido ya del tema porque lo hemos debatido infinidad

de veces-, les recuerdo que sería muy conveniente releer el Pacto del

Agua. En el Pacto del Agua hay suficientes elementos para hacer las cosas

bien, si aceptamos el Pacto del Agua. Mire usted, el Pacto del Agua es

como la Constitución. La Constitución tiene suficientes principios políticos

en su interior, suficientes elementos, suficiente doctrina, para

desarrollarla con arreglo a lo que cada tiempo requiera. Pues esto es

igual: el Pacto del Agua hay que admitirlo como es y, luego, leerlo,

analizarlo y verlo.

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Mire usted, desde crear por cada embalse una sociedad de desarrollo,

hasta, evidentemente, explicar mejor el tema de las restituciones, ser

menos rácanos en el tema de las expropiaciones y explicar,

evidentemente, algunas cuestiones. Pero expliquemos esto, porque hemos

simplificado el problema, y unos han dicho: «si no hacemos el trasvase,

no hay Pacto del Agua», y otros han dicho: «como hagamos tres o cuatro

obras del Pacto del Agua, hacemos el trasvase». Y estamos, en este

aspecto, equivocados, al menos en mi opinión. Pero en este tema creo

que también tendríamos que intentar llegar a algún tipo de acuerdo, si es

posible.

Hemos de pactar, evidentemente, el desarrollo de un número

importante de infraestructuras -no voy a hacer hincapié-: la autovía

Pamplona-Huesca-Lérida, la estación intermodal... Ahí, evidentemente, el

Gobierno de Madrid tiene más competencia. Yo espero, ¡ojalá!, que las

vayan poniendo en marcha.

En aras de mantener la ilusión y, sobre todo, de que esta Comunidad

Autónoma no baje la guardia y no nos amorcillemos, en el sentido político

de la palabra, tampoco renunciaría al AVE por Teruel, por poner un

ejemplo. Yo creo que en política tenemos que poner horizontes y,

evidentemente, defender que nuestra gente pueda mantener esa ilusión,

sin pecar de ilusos, que yo creo que es importante.

Y es indudable que tenemos que ponernos de acuerdo -y lo estamos

haciendo- en el tema de Zaragoza. A mí, Zaragoza me parece muy

importante, porque aquí, en Zaragoza, se juega mucho el futuro de esta

comunidad autónoma, ¿eh? Aquí hay que hacer muchas obras (algunas se

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están haciendo ya), y en ese aspecto vuelvo a reiterar lo importante que

me parece a mí ese asunto.

Definir un modelo de gestión de nuestra Educación. Estoy viendo toda la

mañana la discusión sobre la Educación, sobre nuestra propia Sanidad. Yo

no haría, sinceramente, demasiada demagogia con este tema. Creo que

en esto deberíamos saber cuáles son nuestros límites presupuestarios y

hasta dónde podemos llegar. Y esto no es infinito, desgraciadamente,

salvo que nos pongamos de acuerdo en que lo sea, ¿eh? Que, incluso, a lo

mejor lo conseguíamos. Pero es indudable que se ha hecho un esfuerzo

por parte del Gobierno, que a lo mejor hay que explicarlo mejor, o, a lo

mejor, hay que transmitirlo mejor a la opinión pública.

Lo mismo en materia de Sanidad. Nosotros tenemos un modelo social

muy concreto: nosotros defendemos la educación pública y la privada. Y

pasa lo mismo con la Sanidad. Pero, al final, lo importante es que los

servicios sean buenos.

Yo creo que la discusión entre lo público y lo privado no digo que sea de

los años treinta, pero lo vamos a dejar para los años setenta.

Yo creo que en el siglo XXI hay que hablar de cosas bien hechas y de

cosas mal hechas, y hay cosas públicas que se hacen bien y cosas

públicas que se hacen mal, y hay servicios privados que se hacen bien y

servicios privados que se hacen mal. Y éste es un debate en el que yo

ruego encarecidamente que profundicemos. Aquí no se puede excluir

nada, y lo dijo el presidente de la comunidad autónoma con motivo de su

debate de investidura: hay que sumar de alguna manera los esfuerzos,

aunque, evidentemente, un Gobierno pueda pensar que lo público puede

tener más importancia que lo privado; pero, evidentemente, hay que

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buscar el nivel, el equilibrio correspondiente para que todo el mundo se

sienta partícipe en un objetivo fundamental.

Sinceramente, creo que también hemos de ponernos de acuerdo en

proyectar una imagen fuerte y diferenciada de lo que es Aragón, y ahí

tenemos dos proyectos interesantes, como son la Expo 2008 y Jaca 2010,

que espero que no nos carguemos entre todos. La Expo 2008 y Jaca 2010.

Y, antes de hacer propuestas, por muy respetables que sean, que se

pongan alrededor de una mesa y se siente uno y a ver en qué medida son

viables; pero ésa es una proyección me parece que importante.

Y, evidentemente, hay que ponerse de acuerdo sobre cómo poner en

valor el talento que tiene esta comunidad autónoma, porque, a pesar de

todo, tenemos gente con mucho talento en esta comunidad autónoma y

se están haciendo empresarios, trabajadores, intelectuales, gente que yo

creo que merecen, de alguna manera, que les prestemos atención, y no

sólo subvenciones. Y ahí está la posibilidad de poner en marcha la ley del

mecenazgo, que yo creo que es importante, o el impulso y el apoyo que

se le está prestando desde este Gobierno a la empresa familiar, que hay

que reconocerlo así, con alguna modificación legislativa que se ha hecho,

o los acuerdos con las cajas de ahorros.

Todo esto, ¿por qué? Porque creemos en Aragón, pero no sólo en las

administraciones, que Aragón es algo más que las administraciones:

somos las administraciones, pero también hay mucha gente que no forma

parte de la Administración ni recibe nada de la Administración, pero que

yo creo que vería con muy buenos ojos unos cauces de participación un

poquito más operativos.

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Y termino ya, señor presidente, agradeciéndole la bondad de la

extensión que me permitido.

Decíamos en 1999 que «tanto el Partido Socialista como el PAR

consideran indispensable alcanzar un acuerdo que establezca las bases

para un pacto por Aragón, al que deberían sumarse todas las fuerzas

políticas y sociales de toda la comunidad» (se decía entonces, en 1999).

Yo creo que se ha conseguido en algunos puntos, como la política

territorial, como el acuerdo total que yo creo que estamos gestionando

con el Ayuntamiento de Zaragoza, unos acuerdos con los sindicatos y con

los empresarios; pero yo creo que deberíamos hacer un esfuerzo para

conseguirlo también en otros puntos.

A pesar, señorías, a pesar, y esto hay que reconocerlo, de la grave

fractura que ha supuesto la aprobación del Plan hidrológico nacional,

fractura que yo creo que deberíamos recomponer en la medida de lo

posible o, en los efectos de la aprobación de ese Plan hidrológico nacional,

deberíamos intentarlo.

Yo les hago una pregunta: ¿tan difícil resulta en estas Cortes ponerse de

acuerdo en desarrollar una política, en desarrollar nuestra autonomía

política y financiera, al menos manteniendo un camino hacia algún sitio?

¿Tan difícil resulta en estas Cortes ponerse de acuerdo en impulsar

políticas de construcción social de lo aragonés, o de la utilización de

nuestros propios recursos? ¿Tan difícil resulta ponernos de acuerdo en

cuáles son las prioridades de las infraestructuras más importantes de

carreteras, de transporte?

Yo no he hecho mención a nada de eso, porque ya lo ha hecho el

presidente de la comunidad autónoma.

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¿Hay algún diputado en este parlamento que se oponga a que Aragón

tenga más autonomía política y financiera? Al menos, puede ser hoy, pero

no en el futuro. Si así fuera, ¿qué función cumple en este parlamento?,

¿qué función cumple en este parlamento un diputado que no quiere más

autonomía política y financiera? Creo que no hay ninguno, que quede

claro, ¿eh?, no hay ninguno. Posiblemente, en la ocasión es en lo que

discutiremos: nosotros la queremos ya y otros pueden pensar que hay

que hacerla más tarde, pero, en definitiva, creo que no hay ninguno.

Señorías, desde el Gobierno vamos a relanzar -o, al menos desde mi

grupo parlamentario- las posibilidades de llegar a acuerdos con todos los

grupos de la cámara, como estamos intentando a lo largo de estos dos

últimos años, y algunos ejemplos importantes hay. Es función del

Gobierno intentarlo y de la oposición, especialmente, en este caso, del

Partido Popular, que tiene veintiocho diputados, hacer un esfuerzo mayor

para llegar a acuerdos.

Que nadie frene las expectativas de desarrollo político, social, cultural o

económico de esta tierra. Para que ello sea posible, es necesario creer

firmemente en Aragón, en nosotros mismos, y actuar en consecuencia. En

definitiva, señorías, y termino, es lo que el PAR está haciendo desde hace

veinticinco años.

Nada más, y muchas gracias.