Diario de una peregrina a Santiago

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Mª Consuelo Malfaz Conde

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Diario por etapas de una peregrina a Santiago

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Mª Consuelo Malfaz Conde

Se acercaba la Pascua del Año del Señor 1150. Nuestra inquietud iba en aumento a medida que se acercaba el día de nuestra partida hacia tierras tan lejanas. Un gran desasosiego se iba apoderando de nosotros, no sabíamos que dificultades y penurias habríamos de pasar hasta alcanzar nuestra meta: Santiago de Compostela. Las noticias que traían los peregrinos que ya habían hecho la romería no eran nada tranquilizadoras, algunos habían enfermado an-tes de llegar, otros habían sido robados o engañados, pero nosotros teníamos muchas esperanzas pues-tas en el Señor y en el Apóstol; ellos nos darían las fuerzas necesarias y velarían por todos noso-tros durante la peregrina-ción. Así pues, llegado el día de nuestra partida nos dispusimos a escuchar mi-sa y recibir las bendicio-

nes del prior de la catedral de Saint Etienne, en Ca-hors, nuestro punto de partida. Las primeras jornadas transcurrieron con relativa fa-cilidad. Nuestro séquito iba presidido por la Condesa Matilde de Artois; junto a ella varios caballeros, damas, clérigos y gente de toda condición que viajá-bamos a Santiago por diferentes motivos: cumplir una promesa, pedir algún favor al santo, venerar el sepulcro del Apóstol... Las caballerías que llevábamos nos permitían descan-sar en algún tramo de cada jornada y las inclemen-cias del tiempo no estaban resultando demasiado du-ras. Las primeras dificultades las sufrimos al atravesar los Pirineos. Montañas sinuosas se iban sucediendo por senderos angostos y empinados que nos resultaban interminables... Por fin, descendiendo por el Puerto de Ibañeta lle-gamos a Roncesvalles, punto de confluencia de varios caminos donde coincidimos con multitud de peregrinos, llegados de lugares muy diferentes. Descansamos en

el Gran Hospital, donde, a pesar de la gran afluencia de pe-regrinos, nos atendie-ron con esmero. DE RONCESVALLES A PAMPLONA Caminamos siguiendo el curso del río Arga, el cual nos vimos obligados a cruzar en varias ocasiones por puentes de piedra que nos facilitaron la marcha. Cru-zando por uno de ellos, La Magdalena, subimos a la ciudad de Pamplona que nos acogió en el Hospi-tal de San Miguel donde nos ofrecieron una ración

de pan y un plato de legumbres. Ya atardecido nos dispusimos a co-nocer la ciudad, deteniéndonos en su bella catedral para oír misa.

DE PAMPLONA A ESTELLA Abandonamos Pamplona por la Puerta Taconera buscando el camino hacia Occidente. Pasamos por Puente la Reina y la cruzamos por su Rúa Ma-yor, a cuyos lados se ofrecían toda clase de servicios para los peregrinos. Iglesias y hospitales se sucedían acompañados por el redoble de las campa-nas.

Al atardecer atisbamos la llamada Toledo del Norte, Estella, uno de los grandes hitos de la ruta jacobea. Varias son sus iglesias, pero nosotros nos dirigimos a Nuestra Señora del Puy, muy venerada por todos los francos. Continuamos hasta el Monasterio de

Irache donde pernoctamos. El queso y vino que nos ofrecieron resultó de lo más reconfortante. DE ESTELLA A NÁJERA A la mañana siguiente continuamos por caminos lle-nos de olorosos espliegos. En Estella pudimos con-templar bellas casas solariegas que nos hablaban de la importancia de esta ciudad jacobea. En Logroño visitamos algunos conventos de monjas y frailes y de-ambulamos por sus calles. Es una bonita ciudad, si-tuada en un llano y rica en todo tipo de víveres y servicios. Llegados a Nájera pudimos conocer las hazañas que aquí tuvieron lugar entre el poderoso Ferragut y el valeroso Roldán. Descansamos largo y tendido en el Hospital de Santa María la Real.

DE NÁJERA A BURGOS Nuestro camino nos llevó hasta Santo Domingo de la Cal-zada. Accedimos al pueblo cruzando el Río Oja por el puente consturido por el mismo Domingo de la Calzada. En el pueblo nos contaron las muchas obras y milagros que había realizado el Santo. Se-guimos nuestra andadura y caminando entre tierras de labor fuimos dejando atrás La Rioja,. El camino cada vez se hacía más duro y accidentado, Los

Montes de Oca se nos presentaban peligrosos por la cantidad de bandidos que nos habían contado que cir-culaban por ellos. Yo me

encomendé al Apóstol. Por fin La Iglesia y el Hospital de San Juan de Ortega nos anunciaban nuestra llegada al poblado fundado por el Santo,

Juan de Ortega, gran promotor del camino. Conti-nuamos camino hacia Burgos. En su Hospital de San Juan pudimos disfrutar de una de nuestras me-jores cenas: el pescado y el potaje estaban exquisitos. DE BURGOS A FRÓMKISTA Al abandonar Burgos pudimos ver que era una ciu-dad que se encontraba en plena expansión. Pasamos por Castrojeriz donde su Castillo parecía velar por la seguridad del camino. Cruzamos el río Pisuerga por el Puente de Fitero.

Llegados a Frómista nos dirigimos al Hospital que estaba situado junto a su Monasterio y rezamos una

oración. Aquí pudimos asearnos y curar nuestra heri-das, que ya eran muchas. DE FRÓMISTA A SAHAGÚN Desde Frómista el camino discurre por terreno llano, cómodo para el peregrino. . Cruzamos Carrión de los Condes, una población con numerosas iglesias, ermi-tas y conventos. Nos detuvimos en San Zoilo, uno de los Monasterios más importantes de los que ha-

bíamos visto hasta entonces. Atardecía ya cuando llegábamos a la población de Sahagún. Nos enca-minamos al Monasterio de los Santos Primitivo y

Facundo a venerar sus reliquias. Pernoctamos en la

Abadía benedictina, donde fuimos recibidos amable-mente por sus monjes. DE SAHAGÚN A LEÓN Pasado el Burgo Ranero nos encontramos un pere-grino gravemente enfermo, al cual socorrimos llevándo-le a la Casa de Peregrinos de Mansilla de las Mu-las. Nuestros pasos nos llevarían a la ciudad de León, donde visitamos el venerable cuerpo de San Isidoro, obispo que ilustró a los españoles con sus importan-

tes escritos. Recorriendo sus calles, vimos que León era una importante urbe donde existía un

floreciente comercio y gran cantidad de iglesias. Nos alojamos en

San Froilán, siendo bien atendidos por los hermanos hospitalarios que nos invitaron a una ceremonia reli-giosa en la que nos lavaron los pies a todos los pere-grinos que asistimos a ella. DE LEÓN A RABANAL DEL CAMI-NO Al dejar atrás León, seguimos nuestro peregrinaje hacia el Oeste. Nos llamó la atención el gran tránsito que había al llegar a la población de Astor-ga, cruce de caminos Norte-Sur, Este-Oeste. Ciudad episcopal que cuenta con una importante catedral.

Nos adentramos en la Maragatería leonesa y lle-gamos a Rabanal del Camino, el final de nuestro re-corrido. En su calle principal encontramos un Hospi-tal de Peregrinos donde descansamos. DE RABANAL DEL CAMINO A VI-LLAFRANCA DEL BIERZO Con la llegada del día ascendimos hasta La cruz de Ferro y dejamos constancia de nuestro paso por allí

tirando una piedra como hacen todos los peregrinos y cogimos otra como recuerdo. Descendiendo llegamos a Ponferrada, importante ciudad medieval. Dimos culto a su patrona, Nuestra Señora de la Encina y nos

alejamos dejando atrás su grandioso Castillo de los Templarios. Discurriendo por campos muy ricos en trigo, vides y frutales llegamos a Cacabelos y Villafranca del Bierzo, el final de nuestra jornada. DE VILLAFRANCA DEL BIERZO A TRIACASTELA Iniciamos nuestro camino entre bosques de castaños y robles. Pronto el camino se iba haciendo más y más

costoso a medida que ascendíamos por el puerto de Pedrafita. Nos adentrábamos ya de lleno en Galicia, y el paisaje se nos presentaba de un verde intenso y

de claras fuentes y ríos. Una breve parada en el Monasterio de O Cebreiro nos sirvió para reponer fuerzas. Subimos hasta el Alto del Poio y desde allí fuimos descendiendo hacia el valle. A lo lejos contemplamos el pueblo de Tricastela. Pronto llegaríamos a San-

tiago. Nos hospedamos en San Pedro cenando un sabroso trozo de pescado y vino. DE TRICASTELLA A PALAS DE REY Nuestro camino nos llevó hasta el Monasterio be-nedictino de Samos y tras cruzar varios poblados pe-queños llegamos a Sarriá. Visitamos la iglesia del

Salvador y proseguimos hasta Portomarín donde hicimos una breve parada para oír misa en la Iglesia de San Nicolás. Continuamos subiendo hasta el Alto del Rosario. Desde aquí pu-dimos ver en la lejanía el Pico Sagrado de Compostela. Nuestra satisfacción fue tan grande que nos detuvimos a rezar el Santo Rosario. Descen-diendo por una suave pendiente llegamos a Palas do Rey. Nos dirigimos a su Hospital donde descan-samos. DE PALAS DO REY A SANTIAGO DE COMPOSTELA Emprendimos esta última etapa de madrugada y con la alegría de quien ya alcanza su destino con la ma-no. Atravesamos las poblaciones de Lebureiro, Me-llid y Castañeda, paramos junto al río Labacolla y

aprovechamos para asearnos y lavar nuestras ropas. Queríamos presentarnos ante el Apóstol con nuestro mejor aspecto. Tras una pequeña subida llegamos al Monte do Go-zo, la vista de la ciudad de Santiago desbordó nues-tra alegría. Y cantando el Te Deum llegamos hasta la Iglesia de Santiago. La gran afluencia de peregrinos hizo que nuestra es-pera se alargara. Por fin, llegando ante el sepulcro, oramos e hicimos nuestras rogativas. Nuestra emo-ción era tan grande que todos los que allí estábamos nos fundimos en un gran abrazo colectivo. FIN