Diario de Un Presidente
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diario de un presidente
"We have nothing to fear but fear itself" - no tenemos nada que temer salvo a nuestro propio miedo -
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PRESENTACIÓN
Nunca debemos menospreciar la carga de trabajo extra que representa la confección
de cualquier AAR por muy modesta que ésta sea. Los que ya han realizado alguna –o
varias- sabrán de lo que estoy hablando: buscar documentación, fotografías más o
menos originales, desarrollar un argumento atractivo, elaborar la AAR, pulirla,
abrillantarla y finalmente someterla al juicio de todos vosotros.
De ahí que entenderemos que un importante número de AAR‟s acaben abandonadas
por sus desesperados autores. Yo, por ejemplo, puedo dar fe de ello; muchas veces he
decidido afrontar este reto pero el trabajo, la família o la resistencia de esos malditos
alemanes han evitado que pudiera presentar algo mínimamente decente. Incluso en
cierta ocasión abrí un threat con la intención de postear… lamentable error.
Hoy he decidido retomar ese reto y convertir mi fracaso en algo diferente –no me
atrevo a pronunciar la palabra éxito-. Si salgo adelante, con vuestro apoyo, mi ego
estará satisfecho, si la historia se repite y abandono, esperaré una mejor ocasión. A los
que van a leer este trabajo y a los que ya me han ayudado antes incluso de empezar a
postear, muchas gracias.
Saludos,
Silas
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HOI –II v1.2
Dificultad: Dificil
Agresividad: Furiosa
País: Estados Unidos
Modificaciones:
- Bandera Alemania substituída
- Bandera Japón substituída
Condiciones del juego:
- El juego tendrá un carácter histórico hasta que
Estados Unidos entre en guerra, a partir de ahí, actuaremose
en función de las circunstancias.
- Estados Unidos podrá modificar su postura
intervencionista pero ello no podrá utilizarse para entrar en
guerra contra Japón, deberemos esperar a su ataque, si es
que este se produce.
- El uso de armamento atómico –si se dispusiera-,
estará autorizado pero, en principio, se restringirá su uso al
oeste de la línea Rhin-Danubio. Para la versión extendida del
AAR en Doomsday, queda anulada esta restricción aunque
se establece que si bien se permitirá ocupar inmediatamente
una provincia sobre la cual se haya realizado un ataque nuclear,
esas tropas no podrán moverse ni participar en ninguna otra
acción hasta pasados dos meses. Así quedan reflejados los
efectos de la radiación y la destrucción de infraestructuras y
se evita la táctica del "nukeo y avanzo".
- En caso de guerra, cualquier estrategia de ataque
estará autorizada, incluyendo operaciones directas a las
capitales enemigas.
- No le está permitido al jugador observar en ningún
momento del juego las comparaciones de fuerzas militares
(tierra, mar o aire) entre naciones. Los servicios de espionaje
no estaban tan evolucionados como para conocer al detalle
la composición y efectivos militares.
- Se permitirá la toma del control militar de países
aliados.
Capítulo I
EL MUNDO, HOY
“A veces la gente me llama idealista.
Bien, de esta manera, sé que soy norteamericano.
Estados Unidos es la única nación idealista del mundo”
W. Wilson, Presidente de los Estados Unidos 1913-1921
Washington, 4 de enero de 1.936
Woodrow Wilson tenía razón.
Recuerdo que mientras el USS George Washington nos trasladaba hasta el continente
europeo a principios de 1919 para asistir a la firma de lo que posteriormente la historia
conocería como el Tratado de Versalles, el presidente Wilson me hacía partícipe de sus
temores más ocultos respecto el futuro que nos aguardaba. Él esperaba ver cumplidos
sus anhelos en favor de establecer una paz sin victoria, una paz que permitiera un
mundo abierto, democrático y donde el libre intercambio comercial desarrollara cada
uno de nuestros países. En su lugar, la mañana del 28 de junio de 1919, las potencias
europeas victoriosas de la Gran Guerra, decidieron no sólo oficializar la humillación de
la derrota alemana, sino que además prefirieron salvaguardar sus intereses coloniales
antes que considerar las demandas de otros actores como Japón e Italia. Y eso, sin
duda alguna, fue un grave error. Desconcertado y contrariado el presidente firmó el
documento en el convencimiento que su nación no acudiría nunca más al auxilio de las
egoístas potencias europeas.
El mundo se mueve hoy peligrosamente entre graves crisis económicas, democracias
endebles y naciones dirigidas por regimenes totalitarios que esperan su oportunidad
para recuperar lo que un dia perdieron. A nadie se le escapa que en Alemania, der
Führer, Adolf Hitler, ha establecido el nacionalsocialista como único partido político
legal, controla al pueblo mediante la Geheime Staatspolizei o Gestapo, ha ejecutado al
principal opositor,Ernst Röhm y privado de la ciudadanía a numerosos alemanes en
función de su raza. Quizá mucho mas grave que retirarse de la Sociedad de
Nacionesen 1933, fue el acto celebrado el pasado 16 de marzo en la Ópera de Berlín,
donde acompañado por el último mariscal de campo superviviente del Ejército Imperial
Alemán, Hitler rechazó públicamente las clásulas de desarme del Tratado de Versalles.
Pero suficientes problemas tiene el pueblo americano como para importarle lo que
sucede más alla de los dos océanos que nos rodean. El crack del ‟29 todavía se deja
sentir a lo largo del país y nuestro programa de reformas conocido como New Deal, no
ha conseguido poner un plato de comida en cada hogar. Con demasiada frecuencia
sufro los ataques de una parte y otra –obreros y empresarios-; los unos ocupados en
conseguir derechos laborales y los otros en impedir que disminuya su fuerza como
lobby. Si creo industrias me acusan de abaratar trabajos, sino lo hago, coarto el
crecimiento económico de la nación; es una situación kafkiana(0). No negaré mi
preocupación ante estos movimientos que siempre tienden a desacreditarme, pero
creo firmemente en los efectos beneficiosos que tendrá sobre todo el país mi nuevo
plan de desarrollo y espero ansiosamente que este año suponga el despegue de
nuestra maltrecha economía.
Con la ayuda de Dios.
Franklin D. Roosevelt,
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(0) En el contexto de 1.936 esta expresión supongo que debería considerarse como una licéncia literaria
dentro de la narración ya que sería de extrañar que la fama del filósofo hubiera traspasado las fronteras
austríacas y mucho menos la utilización de esta expresión se hubiera popularizado como hoy en día.
Probablemente Roosevelt hubiera utilizado alguna otra frase hecha americana.
Capítulo II
LEY DE NEUTRALIDAD
“Volvamos los ojos hacia adentro. Si el mundo va
a convertirse en una jungla de desperdicios, odios y amargura,
protejamos y preservemos con más ahínco nuestro propio oasis de libertad”
George Earle, Gobernador de Pensilvania en 1935
Detroit, 15 de febrero de 1.936
Nadie quiere volver a ver morir sus hijos en los lejanos campos europeos y menos por
la estupidez de esos políticos que dirigen sus respectivas naciones. A pesar de saber
que éste razonamiento perjudica gravemente nuestros propios intereses, no puedo ni
debo culpar al pueblo americano por el aislacionismo que en estos inicios de 1936
parece esparcirse por todo el país. Harán falta uno o dos años para que todo vuelva a
la calma. El pasado año, en el decimoctavo aniversario de nuestra intervención en la
Gran Guerra (1), 50.000 veteranos depositaron coronas conmemorativas en las tumbas
de tres de los cincuenta representantes que en su día votaron contra la entrada en
guerra de Estados Unidos. Unos días después, 175.000 estudiantes montaron una
huelga por la paz de una hora de duración en varios campus a lo largo del país bajo un
único lema: “escuelas, no acorazados”. Según las últimas estadísticas, un 70% de los
americanos creen que la participación de los USA en el conflicto fue sencillamente un
error (2). En el Capitolio, los representantes del pueblo parecían pugnar entre ellos
para endurecer el proyecto de ley de neutralidad que se estaba preparando.
Con estos antecedentes, a nadie extrañará que el resultado final de todo ello fuera una
de las leyes más restrictivas de la historia de los Estados Unidos, encaminada
únicamente a mantener a nuestro país lejos de cualquier futuro conflicto armado,
incorporando dos principios fundamentales:
• Tras la certificación, por parte del presidente, de un estado de guerra entre dos
naciones extranjeras,
se impondrá un embargo sobre el transporte de armas a todos los beligerantes.
• A fin de salvaguardar la paz del país, podrá declararse que cualquier ciudadano
americano que viaje
en un buque beligerante, lo hace bajo su entera responsabilidad.
Mi esperanza final era la de modificar la cláusula de obligatoriedad de embargo a los
dos bandos y apostar por facultar al presidente de una decisión en función de quien
fuera el agresor. Desgraciadamente, esta posibilidad desapareció rápidamente a causa
de las grandes presiones recibidas por nuestra administración y sólo el peligro de ver
bloqueado el programa de reformas internas que tenía previsto para este año venció
mi resistencia a la aprobación de la Ley de Neutralidad.
De todas formas, guardo en mi personal cajón al señor presidente del Comité
Senatorial de Relaciones Exteriores, Key Pittman, quien se atrevió a asegurar que “si el
presidente Roosevelt insiste en introducir el derecho de discriminar al agresor, le
daremos una paliza del demonio (3)”.
Franklin D. Roosevelt,
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(1) Nombre con el que mayoritariamente se conoce en Estados Unidos la Primera Guerra Mundial
(2) http://www.digitalhistory.uh.edu/dat...y.cfm?HHID=535
(3) Cita no textual adaptada a la narración
Capítulo III
HITLER JUEGA A LA RULETA
“Las cuarenta y ocho horas posteriores a la marcha
hacia Renania fueron las más tensas de mi vida. Si en ese
momento los franceses hubieran entrado en Renania,
habríamos tenido que retirarnos con el rabo entre las
piernas, puesto que los recursos militares de los que
disponíamos habrían sido completamente inadecuados para
una resistencia incluso moderada.”
Adolf Hitler
Los Ángeles, 15 de febrero de 1.936
Treinta y cinco mil soldados alemanes de las divisiones 5º, 9º, 15º y 16º, han cruzado
la zona de protección situada entre la frontera Francesa y el corazón industrial de
Alemania, lo que supone una flagrante violación del Tratado de Versalles.
No es la primera pero sí la apuesta más fuerte realizada por Hitler. Puede que solo
suponga el quebranto de una de las cláusulas más discutibles de la paz posterior a la
Gran Guerra, o puede que sea el principio de una serie de movimientos encaminados al
desastre. Los informes que desde Europa me llegan son escasos, superficiales y poco
concluyentes aunque las diferentes manifestaciones realizadas por el mandatario
alemán en las que clama por una reparación –manu militari- de las afrentas que
Alemania lleva sufriendo desde que finalizó la guerra y la mano dura con la que der
Fuhrer dirige su país, no presagia nada bueno.
He coincidido tanto con el premier británico Stanley Baldwin como con su homólogo
francés, Albert Sarraut, que una acción decidida e inflexible de las potencias aliadas
sería el factor decisivo en esta remilitarización de Renania(4) pero leo entre líneas su
escasa disposición a constituirse como garantes del cumplimiento tanto del Tratado de
Versalles como del de Lucarno(5).
Personalmente veo el suceso como un affaire interno europeo y por ende, bastante
alejado de nuestros intereses, totalmente orientados en el trabajo que debemos
realizar en Estados Unidos para fortalecer el desarrollo económico.
Franklin D. Roosevelt,
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(4) Renania en alemán Rheinland significa “Tierra del Rhin”
(5) Grupo de acuerdos según los cuales Alemania, Francia, Bélgica, Gran Bretaña e Italia se comprometían
a garantizar el mantenimiento de la paz en Europa occidental. Negociado en Lucarno y firmado en Londres en
el 1925 se establecían –entre otras condiciones- la inviolabilidad de las fronteras alemanes respecto a Bélgica,
Holanda y Francia.
Capítulo IV
MUSSOLINI ENTRA EN ESCENA
“Qué magnífico deporte contemplar como esos etíopes
Estallan igual que un capullo de rosa que se abre”
Bruno Mussolini, 1936
Washington, 27 de marzo de 1.936
Regreso a la capital de la nación de mi largo viaje a lo largo de la costa oeste y me doy
cuenta que el mundo no espera a nadie: Stresa(6) acabó justo en el momento en que
renacen los sueños italianos de recrear un nuevo Imperio Romano en África y el
Mediterráneo de manos del líder fascista, Benito Mussolini. No deja de sorprenderme y
al mismo tiempo entristecerme la volubilidad del espíritu humano. Al parecer los
pueblos desean renovar épocas de violencia al precio que sea. O bien dejan manipular
sus mentes poniéndolas al servicio de personajes como el mismo Mussolini, o Hitler en
el caso alemán. Quizá solo se necesite ser capaz de enardecer sus espíritus lanzando
soflamas e incrustar, con igual contundencia, toda la violencia necesaria para acallar
las voces discrepantes. Quizá esa sola receta sea la que finalmente lleve a la
destrucción de la libertad y la democracia a lo largo del mundo.
Las tropas de D‟annunzio han barrido los últimos focos de resistencia etíope que desde
el pasado año combatían al ejército italiano. Desde Roma han proclamado la anexión
de Etiopía. Ciertamente hubiera supuesto un duro golpe a la operación –quizá
decisivo?- el imponer a la nación agresora un embargo de materias primas pero el
problema se presentó cuando la Sociedad de Naciones preguntó si dicho embargo
también estaría apoyado por las naciones que no integraban el organismo en una clara
referencia a nuestra nación. A partir de ese momento, esta presidencia se encontró en
un callejón sin salida ya que secundar la iniciativa tomada por las potencias aliadas
hubiera sido interpretado en clave interna como un seguidismo de nuestro país a la
Sociedad de Naciones y eso, seguramente, acabaría con mis esperanzas de reformar la
Ley de Neutralidad en un futuro próximo.
No debemos ser falsos en ciertos aspectos de la geoestratégica internacional. No sólo
el fracaso del embargo de bienes de guerra ha sido el motivo del triunfo italiano. Tanto
Francia como Gran Bretaña han transigido todo este tiempo con la “aventura”
de Mussolini, prisioneros del temor a perder la nación italiana como un aliado-pantalla.
La débil estrategia aliada se basaba en el mantenimiento de este país fuera del área de
influencia alemán para mantener a Der Fuhrer políticamente aislado. Pero este
planteamiento debía transigir sobre desmanes como el que hoy nos ocupa. Dios Santo!
Si los mismos ingleses se negaron a cerrar el Canal de Suez no sólo a los
aprovisionamientos italianos sino también el tránsito de las tropas de D‟annunzio!.
Ahora Il Duce, se creerá mucho más fuerte y desde las granjas de Idaho hasta las
playas de California todos sabemos que no hay nada peor que un estúpido
envalentonado. Estoy convencido que muchos ojos de la Europa central han tomado
buena nota de la debilidad moral aliada.
Franklin D. Roosevelt,
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(6) Los representantes de Francia, Gran Bretaña e Italia reunidos en el balneario de Stresa, acordaron formar
un frente de países con el que frenar las posibles ansias expansionistas de Alemania. En la práctica, el pacto
no tuvo mucha utilidad ya que al margen de protestar por la introducción del servicio militar obligatorio en
Alemania, acción que vulneraba el Tratado de Versalles. Pronto Stresa quedó en papel mojado.
Capítulo V
HUELGA, HUELGA, HUELGA!
“Cuando estaba en la planta de Ford me llamaban “polaco tonto”,
pero ahora con el UAW me llaman hermano.”
Clarence Clemons(7), trabajador de una planta industrial de automóviles
Detroit, 3 de marzo de 1.937
El señor Harry Bennett es un admirable padre de familia, contribuyente de los
impuestos estatales y amigo de sus amigos. Pero cuando hace unos años mis asesores
me comunicaron en qué consistía el trabajo del Sr. Bennett empecé a entender la
virulencia del movimiento sindical en todo el país. La empresa Ford Motor Company
con cuyo presidente tantos estrechos contactos he mantenido y al que tengo en gran
estima, creó el Departamento de Servicios que el señor Bennett dirigía. Éste
departamento se encargaba de reprimir sin ningún tipo de escrúpulos hasta la más
pequeña manifestación en pro de los sindicatos. Los trabajadores sospechosos de
simpatizar con la causa sindical eran despedidos o forzados a renunciar mediante la
hostigación psíquica y física por toda la empresa, practicando lo que al
señor Bennett le gustaría detallar como “sacudida en los pasillos”. Al poco tiempo, el
Departamento de Servicios contaba con una plantilla de tres mil hombres armados
descritos por su capitoste como “unos recios hijos de puta, pero cada uno de ellos un
caballero”. Pero no acaban aquí los desmanes. General Motors, mucho más sutil,
destinó entre 1934 y 1935 casi un millón de dólares para equipar un equipo de
especialistas en escuchas telefónicas, infiltraciones y pago de soplos que el propio
Comité La Follette calificó de “una Checa industrial de altos vuelos”. Por ello, las
complicaciones de los sindicalistas aumentaron exponencialmente y la organización de
abandonar el puesto de trabajo o la organización de piquetes llevaba a un
enfrentamiento del que no acostumbraban a salir bien parados.
En este momento, la idea surgió espontáneamente: huelga de sentadas, ya aplicada
con éxito en un conflicto con la industria del caucho del valle de Ohio de 1.936 y en
tierras francesas. La estrategia necesaria para un triunfo total indicaba que la clave de
toda la operación requería la toma pacífica de un punto vital del complejo sistema
industrial y así conseguir que poco a poco todo el circuito se paralizara hasta convertir
el sistema productivo en algo inútil y conseguir las armas negociadoras necesarias
para afrontar el diálogo con los directivos de igual a igual. Lo más probable era que la
chispa surgiera en una base industrial dedicada al sector automovilístico y a pesar de
las precauciones que tomaban las grandes empresas y esas se localizaban
mayoritariamente en el noreste del país y la costa del Pacífico en menor medida; y así
sucedió.
A fines de 1936, y gracias al plan de desarrollo impulsado por mi presidencia con el
objeto de conseguir dar un trabajo a todo norteamericano, las Tres
Grandes(8) estaban preparándose para afrontar la mayor tasa de producción jamás
lograda en los últimos, motivo por el cual se convertían en un objetivo peligroso de la
amenaza de paralización del trabajo. Y fue la tarde del 30 de noviembre de 1.936,
cuando el sindicato de Trabajadores Automovilísticos Unidos –United Auto Workers,
UAW- paralizaron la planta de carrocerías número uno de Fischer en Flint donde estaba
ubicado uno de los dos moldes de carrocería para el modelo 1937 de los autos Pontiac,
Oldsmobile, Buick y Cadillac de General Motors. Los trabajadores volvieron a sus
puestos de trabajo después de descansar su último turno y bien aleccionados por los
dirigentes de UAW, llegado el momento permanecieron frente a las máquinas pero no
las pusieron en marcha tras el silbato de inicio de actividad. El silencio invadió el
complejo mientras un único grito retumbaba: “¡Es nuestra!”.
Aunque los trabajadores dejaron claro desde el primer momento que la ocupación de
los medios de producción solo era una medida provisional, rápidamente fueron
tachados en una clara maniobra publicitaria, de comunistas. Las demandas del UAW,
representativas no sólo del sector, sino de los obreros en grandes empresas, se
centraba en el reconocimiento del sindicato como único agente legítimo de negociación
frente al capital. Había otros puntos anexos como una semana más corta, un
procedimiento justo que evitara los abusos de los capataces y controladores de turno,
pero siempre en un segundo plano.
Como respuesta, General Motors adoptó la línea más dura posible etiquetando la
acción como “ilegal y ejercida por agentes comunistas y agitadores externos”,
consiguiendo una orden judicial que obligaba a los huelguistas a evacuar el complejo
industrial. Pero el UAW hizo caso omiso al requerimiento judicial y ocupó durante los
días siguientes las plantas adyacentes conquistando la Fisher Dos después de un
espectacular enfrentamiento con la policía que ha sido conocida como la Batalla de los
Toros en Estampida. El 1 de febrero cayó la Chevrolet número cuatro, una instalación
monstruosa capaz de producir 1.000.000 de motores al año. Todavía resuenan por sus
pasillos los cánticos que entonaban para matar el aburrimiento:
Cuando despidan a un hombre del sindicato,
¡sentaos, sentaos! Cuando llegue la aceleración, limitaos a voltear los pulgares,
¡sentaos, sentaos!
Cuando el jefe no quiera hablar, no os vayáis de paseo, ¡sentaos, sentaos! Siguiendo mis instrucciones exhorté al gobernador Frank Murphy a enviar a la Guardia
Nacional con el ruego de que ni uno solo de esos 4.000 guardas se enfrentara a los
huelguistas, sino que su función solo se limitara a conservar la paz pública. Recibimos
muchas críticas por ello pero me enorgullece pensar que fue la primera vez en la
historia de esta gran nación que funcionarios públicos –la guardia nacional-
permanecía en sus puestos dejando que unos trabajadores concertaran libremente una
solución al problema suscitado con el capital. Puestas las cartas encima de la mesa
solo les restaba a las dos partes negociar hasta conseguir un acuerdo. Con una
actividad casi febril conseguí convencer a Alfred P. Sloan Jr., presidente de la General
Motors para que reconociera la legitimidad del sindicato. Paralelamente, el
gobernador Murphy atemperaba las exigencias de los huelguistas evitando que toda la
situación se descontrolara irremediablemente y obligándonos a intervenir por la fuerza.
El coste económico para cada parte era elevadísimo. Las familias de los trabajadores
agotaban sus últimas reservas después de meses de huelga sentada y la producción de
la General Motors cayó de 50.000 unidades en diciembre del ‟36 a 125 unidades en
febrero del ‟37. Además, sus competidores Chrysler y Ford estaban acelerando sus
respectivas producciones para conquistar un mercado que posteriormente sería muy
difícil recuperar. El 11 de febrero de 1937, pasados cuarenta y cuatro días del inicio de
las hostilidades se firmó el acuerdo en las oficinas centrales de la General Motors en el
Grand Boulevard de Detroit.
La gran sorpresa llegó hace sólo unos días. La gran empresa norteamericana ha
entendido el mensaje que desde la Casa Blanca hemos enviado: el gobierno no se
entrometerá en las negociaciones entre trabajadores y empresarios ni tomará partido
por ninguna de las dos causas, especialmente la segunda. Ayer día 2 de marzo la U.S.
Steel reconoció al Comité Organizador de los Trabajadores Siderúrgicos añadiendo al
acuerdo un aumento del salario por obrero, el establecimiento de jornadas de ocho
horas con semanas de cuarenta y con las horas extras que se realizaran contadas
como “hora y media”.
Sin duda alguna, el cuadro socioeconómico de relaciones entre los interlocutores
básicos ha empezado a cambiar positivamente.
Franklin D. Roosevelt,
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(7) La frase se atribuye a un anónimo trabajador de un centro de producción por lo que me he permitido la
licencia de bautizarlo con el mismo nombre que un famoso saxofonista
(8) Los conocidos como Tres Grandes eran la General Motors, Chrysler y Ford
Capítulo VI
LUCHA, LUCHA, LUCHA!
“¿Puede ser verdad que los mismos agentes de la ley puedan
disparar a voluntad sobre los trabajadores en huelga?
¿La idea es proteger a los trabajadores o aniquilarlos?”
John L. Lewis, Comité para la Organización Industrial (CIO)
Washington, 15 de septiembre de 1.937
La filmación registrada por la Paramount de la carga policial acontecida durante la
tarde del Memorial Day en la planta de la Republic Steel Company ubicada al sur de
Chicago, confirmó todas las informaciones que había recibido respecto a estos
lamentables hechos. Todos conocíamos talante enfermizo del empresario
siderúrgico Thomas Mercer Girdler; sus métodos eran tan violentos que cuando había
trabajado como supervisor de la planta de Jones y Laughlin en Aliquippa, Pensilvania,
conocida entre los sectores obreros como “la pequeña Siberia”. Sus pensamientos no
distaban mucho de la más extrema oposición a perder toda la serie de privilegios con
los que el capital contaba hasta entonces.
Imagino la cara de dicho sujeto al enterarse que John L. Lewis del Comité para la
Organización Industrial (CIO) había puesto en marcha el mismo sistema de protesta
que el ejecutado en la planta de Fisher en Flint. Girdler planteó rápidamente una
estrategia de confrontación basada en el ataque y desprestigio del sindicato. Así, tildó
con la habitual etiqueta de comunistas a los participantes y organizó un Comité de
Ciudadanos para evitar que los manifestantes consiguieran el apoyo moral de la
población. Además, se aseguró la participación de la policía local y animó a constituir
asociaciones combativas a los propios trabajadores leales. Pero Girdler hizo algo más:
armó a los casi cuatrocientos hombres con que la Republic Steel contaba como fuerza
de seguridad privada con pistolas, escopetas, rifles y granadas de gas. Estaba claro
que Girdler iba a combatir con todos los medios que tuviera a su disposición antes que
rendirse cobardemente como había sucedido en el caso de la U.S. Steel.
Llegado el momento de la negociación, el mandatario empresarial concedió todas las
exigencias que el CIO solicitó en cuestión de sueldos, salarios y condiciones de trabajo,
pero se negó rotundamente al reconocimiento del sindicato. Esta estrategia situaba en
el plato más pesado las condiciones económicas y en el más débil, la propia existencia
del sindicato obligando a los trabajadores a tomar una difícil decisión.
Una multitud de cientos de simpatizantes –donde había mujeres y niños- se dirigieron
pacíficamente a la planta para apoyar a los piquetes allí destacados. Pero el acceso a
los mismos estaba interrumpido por un cordón policial cuyo capitán ordenó que la
manifestación no siguiera avanzando y se retirara de la zona. Después de unos
momentos de empujones, los dos frentes se alinearon a lo largo de una línea de 100
metros. Repentinamente una primera descarga inundó el ambiente y la policía empezó
a avanzar disparando y blandiendo cachiporras y hachas de mano sobre cuantos
escapaban o caían heridos.
Lo que he visto hoy en el documental de la Paramount ha sido sencillamente una
muestra de un maníaco ataque policial que arrojó un total de 10 muertos –siete de
ellos por disparos en la espalda-, 30 heridos –incluyendo una mujer y tres niños-,
quedando nueve individuos discapacitados. La violencia cabalgó en un veloz caballo a
lo largo de todo el país: el gobernador Earle impuso la ley marcial en Johnstown,
Pensilvania; el gobernador Martin Davey tomó la misma decisión en Youngstown, Ohio
después del asesinato a tiros de dos trabajadores de la siderurgia. La policía mató a
tres personas frente a la sede del sindicato en Masillon, Ohio y 18 obreros más fueron
muertos durante el verano.
El enrarecido clima social presionaba a todos los actores de esta escena: unos estaban
cansados de tanta violencia y en general por la avalancha de sentadas y la rápida
afiliación a los sindicatos. Personalmente me han solicitado mi apoyo decidido por un
bando u otro, de forma clara y rotunda. Sin duda alguna mi posición presidencial me
impide pronunciarme en un u otro sentido: desde luego no puedo aprobar los métodos
violentos que las grandes empresas utilizan para reprimir, impedir y obstaculizar las
reclamaciones de los sindicatos –y a sus trabajadores a los que luego deberé pedir su
voto-, pero tampoco puedo aprobar las huelgas de sentada, cada vez más
impopulares. Sin duda alguna, el desarrollo de nuestra nación requiere no sólo un
cambio en los métodos de producción sino, auténticamente, una revolución social
ordenada.
Franklin D. Roosevelt,
Capítulo VII
HERMANO CONTRA HERMANO
“Una guerra extranjera de las potencias fascistas contra el gobierno de España”
Claude Bowers, embajador estadounidense en Madrid
Boston, 16 de octubre de 1.937
El pasado día 18 de mayo, el general Francisco Franco Bahamonde inició desde su
destino en Marruecos una revuelta(9) contra el gobierno democrático de la República
española. Anteriormente, el mencionado sujeto, ya ha dado suficientes muestras de su
catadura ideológica al reprimir con extremada dureza la huelga general transcurrida en
Asturias dos años antes y ser destinado a la Comandancia General de Canarias ante los
nuevos rumores de golpe de Estado. En un primer momento las notícias que llegaban
apuntaban que la rebelión no había logrado conseguir sus objetivos primarios y el
apoyo por parte de sus compañeros de armas era escaso; pero con el transcurrir de las
horas nuestro embajador en Madrid me confirmó que el golpe empezaba a sumar
adeptos. A los pocos días y dado el bajo nivel de equipamiento que el ejército español
disponía, ambos contendientes solicitaron ayuda tanto material y económica como en
efectivos militares.
La república española envió sendas peticiones a Stalin en Moscú y a León Blum en
París; los rebeldes hicieron lo propio con sus homólogos fascistasHitler y Mussolini. En
el bando republicano, la respuesta por parte de la Unión Soviética se concentró en el
envío de tanques, aeronaves y asesores militares aunque la amplia distancia entre los
dos países y la inexistencia de una comunicación directa restringió en demasía el
volumen de envíos. Francia sucumbió a las presiones de Gran Bretaña tendentes a no
involucrarse en un conflicto próximo que fácilmente amenazaba con incendiar las
calientes brasas europeas. Blum optó por reunirse con el Comité de No Intervención
que buscaba localizar el conflicto español a través de embargos de armas a ambos
combatientes. Aunque el derecho internacional reconocía que en el caso de una
rebelión interna los estados neutrales tenían la facultad de asistir al gobierno
legítimamente establecido, los aliados prefieron mantenerse al margen. En el bando
fascista, Franco colmó todas sus aspiraciones en cuanto a volumen, calidad y variedad
de los efectivos recibidos. En sus compañeros de ideología halló la total colaboración
con miles de armas, soldados de infantería, aviones y pilotos. La desproporción de
recursos disponibles era un hecho más que evidente.
Durante los primeros días del conflicto, El Congreso de los Estados Unidos aprobó una
manifestación que en la práctica extendía el embargo de armas a cualquier bando de lo
que ya se podía considerar guerra civil española, lo que aplicado al caso español
favorecía claramente al sector fascista y rebelde. A pesar de ello, un grupo de jóvenes
idealistas norteamericanos que veían lo que sucedía en la península ibérica como la
lucha entre la democrácia de un pueblo frente a la imposición de la ideología fascista
que parecía inundar Europa, decidieron viajar hasta España para combatir al lado de la
República, penetrando a través de los Pirineos y llegando hasta Madrid donde
formando el Batallón Abraham Lincoln integrados en la 35º División; 120 muertos y
175 heridos –de sus 450 integrantes- son las cifras que me han llegado a resultas de
su entrada en combate durante la batalla en el valle del Jarama.
Hasta finales de 1936(10) intenté organizar envíos ocultos de materiales a favor del
régimen democrático de España a través de Francia por medio de mi propio cuñado G.
Hall Roosevelt, hasta que en esas fechas el gobierno francés decidió cerrar su frontera
definitivamente, acabando así con cualquier esperanza de socorro.
Finalizado el conflicto también parece olvidada la posibilidad deseada por Benito
Mussolini de anexionarse las islas Baleares y en especial Mallorca para utilizarla como
un gigantesco portaviones en el Mediterráneo. Si algún país quisiera tomar el control
de este mar, invariablemente debería acabar enfrentándose a Francia ya que la
estrategia defensiva de este país pasaría por el traslado masivo de aproximadamente
un millón de soldados desde los regimientos de Marruecos, Algeria y Senegal
constituídos como defensa estratégica. Dicho transporte se realizaría por la ruta entre
Argel y Marsella y precisamente Mallorca se encuentra a mitad de camino en esta vía
de comunicación marítima. Este es el principio fundamental que impulsó a Il Duce a
enviar hasta ese lugar a Arconovaldo Buonacorsi, conocido también como el Conde
Rossi, para controlar a los falangistas locales y consolidar la hegemonia italiana en la
isla. Afortunadamente el general Franco ha negado cualquier posibilidad de pacto
aunque no se descarta en caso de conflicto bélico que Italia pueda encontrar toda la
colaboración por parte de España.
He presenciado, con horror, como el bando fascista no tuvo ningún tipo de
miramientos en realizar mortíferos ataques aéreos sobre poblaciones civiles. El 26 de
abril de 1.937 se inició el primer bombardeo por saturación de la historia universal; la
población de Guernika ha tenido este triste honor y las imágenes de muerte y
destrucción que hasta Boston han llegado me sobrecogieron. Luego le siguieron otras
como parte de la práctica sistemática de destrucción que Franco y sus aliados han
practicado, sin ningún respeto por sus compatriotas. Así, la bella ciudad de Barcelona
ha sido el escenario repetido de bombardeos por parte de la aviación italiana desde su
base en las islas Baleares. Algunos corresponsales de guerra, periodistas y escritores
me han transmitido sus impresiones mas dramáticas sobre lo allí acontencido; me han
hablado sobre el desplazamiento masivo de seres humanos, privados de sus casas, de
sus bienes, obligados a buscar en cualquier lugar algo con que alimentar a sus hijos,
camino de un exilio incierto en tierras francesas donde son recibidos con algo menos
que hostilidad e internados en campos de reagrupamiento donde las condiciones de
vida son más que duras.
Los Estados Unidos de América no deben ni pueden permitirse el lujo de no sacar
nuestras propias conclusiones de estos dos conflictos bélicos (Etiopía y España). La
política aliada de sacrificar países a cambio de promesas mas o menos duraderas de
paz por parte de régimenes totalitarios no merece ser considerada por más tiempo
como válida. Tanto nuestros ciudadanos como representantes, en consecuéncia no
dudarán en afianzar sus posiciones aislancionistas y así dedicar todos los esfuerzos que
sean necesarios en construir un país fuerte. Aunque puedo adivinar las negativas
consecuencias que la extensión de los dictadores van a traer a nuestra sociedad, el
pueblo americano no permitirá que nos mezclemos con esta Europa mas empeñada en
repetir los errores que nos condujeron a la Gran Guerra.
El general Franco ha firmado su último parte de guerra: “En el día de hoy, cautivo y
desarmado el ejército rojo, han alcanzado las tropas nacionales sus últimos objetivos
militares. La guerra ha terminado”. Hoy ha sido uno de los días más tristes de mi vida.
Nuestra actitud respecto al conflicto español ha sido un grave error. Deberíamos haber
permitido a la España republicana comprar armas para “luchar por su vida contra
Franco, para luchar por su vida y también por la vida de algunos del resto de nosotros,
como los acontecimientos muy probablemente demuestren”.
Dios esté con todas las víctimas de esta injustícia.
Franklin D. Roosevelt,
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(9) Irónicamente una de las muchas medidas que el dictador Franco se ocupó personalmente de establecer
fue la Ley contra la rebelión militar, badidaje y terrorismo en 1960
(10) Históricamente los intentos de envíos se prolongaron hasta finales de 1938 pero en el presente juego
los acontecimientos se han precipitado con mayor rapidez
Capítulo VIII
ANSCHLUSS, LA REUNIFICACIÓN NO ES EL FINAL
“Duce, nunca olvidaré este momento”
Adolf Hitler a Benito Mussolini mediante telegrama, 1.938
Washington, 13 de marzo de 1.938
El conjunto de políticas que el expresidente austríaco, Engelbert Dollfuss, ha practicado
en su país durante los últimos años se ha basado en el objetivo de impedir la anexión
por parte alemana aún a costa de tener un comportamiento totalmente dictatorial. Así,
las libertades individuales y colectivas de los austríacos quedaron coartadas por la
tendencia a gobernar el país con mano de hierro y a golpe de decreto-ley. Mussolini,
quien albergaba la posibilidad de absorver los territorios fronterizos y más pro-italianos
de Austria, instruyó debidamente a su homólogo en la conducción ideológica del pueblo
llano defendiendo la unidad e independencia de su país y proclamando la amistad
italiana y del Duce en particular.
Sin duda, Dollfuss parecía un hombre decido hasta llegar al extremo de ilegalizar y
prohibir las ideas de su vecino nazi disolviendo todo el cúmulo de asociaciones de
simpatizantes cuando éstas se manifestaran en público. En el marco internacional
buscó el apoyo de cuantas naciones pudieran darle apoyo como Gran Bretaña, Francia
y la misma Italia, estado al que progresivamente fue acercándose hasta lograr el
apoyo incondicional de Benito Mussolini.
Pero Adolf Hitler no iba a renunciar tan pronto al sueño de reanexionar la patria que le
vió nacer. Así, reocupada la Renania y afianzados los lazos de colaboración en la
guerra civil española, propició la creación del eje Berlín-Roma rompiendo los débiles
cordajes que mantenían a Italia estratégicamente unida a las potencias aliadas desde
Stresa. A partir de este momento, los hechos se precipitaron hacia planes de
intervención encomendando la ejecución militar al mariscal Wilhelm Von Keitel y la
diplomática al recientemente nombrado ministro de asuntos exteriores Joachim von
Ribbentrop. Cuarenta y ocho horas antes que el canciller vienés Kurt Von
Schussnigg pudiera celebrar un referendum en favor de una Austria libre,
independiente, social y cristina, las tropas alemanas levantaron las fronteras que
dividían ambos países procediendo a la ocupación de la nación. Ante el repentino giro
de la situación, Schussnigg se dirigió radiofónicamente a sus ciudadanos con el
lacónico “Dios proteja a Austria”. Con el beneplácito de Il Duce en muestra de la nueva
amistad internacional(12), los partidarios nazis ocuparon las calles de Viena y tras
conseguir la substitución del canciller por Arthur Seyss-Inquart quien hasta la fecha
ejercía como máximo responsible del partido en Austria. Bastó su llegada al poder para
solicitar oficialmente el auxilio de las tropas de la Werhmacht, hasta que hoy ha sido
proclamado oficialmente el Anschluss o anexión de Austria por parte de Alemania.
Franklin D. Roosevelt,
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(12) Mussolini renunció a cualquier petición sobre territorio austríaco, retirando un elemento de presión
sobre Hitler, a cambio de la promesa de futuras conquistas. con la ayuda alemana. sobre partes de la costa
yugoslava, albanesa y griega.
Capítulo IX
UN ASPIRANTE A LAS GRANDES LIGAS
“Estaremos con China, como siempre lo hemos estado
aunque es difícil explicar porque”
William Bullit, asesor del presidente Roosevelt
Richmond, 25 de septiembre de 1.938
El desarrollo interno del Imperio Japonés estaba necesitado de recursos y materia
primas. Manchuria reunía todas las características para suponer un atractivo escenario.
Por ello, Tokio instaló allí un gobierno títere bautizando el nuevo estado como
Manchukuo y facilitando así el establecimiento de 250.000 agricultores japoneses en el
continente. Nuestra reacción, proclamada en 1.932 por Hoover fue la adopción de
la Doctrina Stimson según la cual, los Estados Unidos no reconocerían oficialmente el
régimen de Manchukuo ni ninguna otra situación impuesta a China por la fuerza.
Cuando se produjo el ataque de Japón a esta nación el año 1.937, William Bullit me
expresó la situación con meridiana claridad: “tenemos grandes intereses sentimentales
en China, pequeños intereses económicos y ningún interés vital”.
A tenor de la estrategia de despliegue seguido por el Imperio del sol naciente en Asia,
el camino que ha estado buscando Japón para ganar esta guerra se basa en la toma de
la carretera de Birmania como enclave estratégico que conecta a China con los
subministros de arroz, caucho y petróleo que lllegan a la resistencia desde la Indochina
francesa, las Indias orientales holandesas y la Birmania británica. Esta posibilidad
parece muy remota. Hasta ese momento podríamos pensar que Japón estaba librando
una guerra menor en un movimiento típicamente expansionista de una nación mediana
a otra, pero dos incidentes muestran que no debemos apartar nuestros ojos de esa
zona del globo terraqueo.
Durante el ataque japonés a Nanjing sus pilotos hundieron la cañonera
estadounidense USS Panay. A pesar de lo aducido por los agresores, según las
declaraciones juradas que nos han remitido mediante su embajada en las que aducían
que sus aparatos volaban demasiado alto como para ver las características exactas de
la embarcación. Pero a ciencia cierta nuestros asesores en la zona me han confirmado
que los cazas japoneses bombardearon el Panay a plena luz del día, que su posición
era la de anclado en las aguas del canal Yang-Sé y en su cubierta principal se habían
desplegado dos banderas norteamericanas de 5,5x7 mts. Por si estos datos fueran
poco concluyentes, los aviones ametrallaron posteriormente a los supervivientes que
intentaron huir.
En otros tiempos, incidentes como el sucedido hubiera supuesto la adopción inmediata
de acciones de represalía por nuestra parte, como por ejemplo en los casos del
Lusitania o el Maine. Pero extraños son los tiempos que nos toca vivir: el pueblo
americano de forma mayoritária muestra su inclinación a abandonar a su suerte
nuestro aliado, China. Tan amplio es el consenso de no vernos implicados en ninguna
confrontación armada que incluso la burda iniciativa del representante demócrata por
Indiana, Louis Ludlow, a favor de una enmienda constitucional que haga obligatoria la
realización de un referendum nacional previo a que el presidente declare el estado de
guerra –salvo invasión- contra otro estado, ha llegado a contar con un apoyo popular
del 73%, quedando rechazada en el Capitolio por 209 en contra por 188 votos a favor.
En ese mismo ataque sobre la capital de la nación dirigida por Tchang Kai-Chek, la
armada japonesa penetró en la ciudad, donde se encontraban alrededor de 100.000
heridos, tras someterla a fuertes bombardeos aéreos durante tres días. Una vez
tomado el control, las escenas de ejecuciones sumarísimas –a bayoneta o espada-, las
violaciones, las decapitaciones, arrancamientos de corazones en vida, rasgados de
abdomenes y mutilaciones se sucedieron en un baño de sangre monstruoso. Los
últimos cálculos hablan de entre 200.000 a 300.000 víctimas y finalmente la ciudad se
incendió.
Capítulo X
APACIGUAMIENTO O MUNICH?
“Qué horrible, fantástico e increíble es que estemos aquí
cavando trincheras y probando máscaras antigás debido a una disputa
en un país lejano entre gente de la que no sabemos nada”
Neville Chamberlain renunciando a siglos de tradición británica
Washington, 17 de marzo de 1.939
Poco más de 3.000.000 de ciudadanos checos de orígen alemán establecidos en la
zona de los Sudetes en Checoslovaquia, permitieron a Adolf Hitlerexhortar el principio
de autodeterminación de Versalles e incorporarse a sus vecinos del Reich. Desde el
principio quedó claro que tanto Chamberlaincomo Daladier no iban a permitir que el
problema checo –con quienes tenían subscrita una alianza- acabara con la paz en
Europa. Y es que el conjunto de política exterior que el premier británico aplicaba,
conocida como “apaciguamiento”, pretendía ser flexible con la cesión de los anhelos
expansionistas del Fuhrer basada en el convencimiento de que el Tratado de Versalles
había sido excesivamente duro con la Alemania derrotada y Hitler constituía el primer
punto de freno frente a la expansión del bolchevismo llegado desde el este. Por lo
tanto, ceder ante pretensiones, que de alguna manera eran consecuentes con la
distribución de la población alemana en centroeuropa era una forma de conseguir un
doble resultado por una misma acción: bloqueo de ideologías de izquierdas y
compensación de las cláusulas más duras del Tratado de Versalles a cambio de paz en
el continente. La única pregunta consistía en saber el cómo y el cuando, la partida
acabaría en Checoslovaquia.
Chamberlain visitó a Hitler por lo menos en dos reuniones celebradas durante el
septiembre del pasado año. La primera en Berchtesgaden y la segunda en Bad
Godesberg donde los aliados aprobaron una entrega gradual y ordenada de los
Sudetes. Pero Hitler replicaba a cada concesión con nuevas demandas. Según me
comentó Neville, vía telefónica desde tierra nivelungas –conversación que
probablemente fue escuchada por los servicios de inteligencia alemanes-, la clara
intención del Fuhrer no se limitaba solamente a la zona de los Sudetes, sino la anexión
completa de Checoslovaquia, aún a costa de una guerra para la que sus tropas,
desplegadas por toda la frontera según los planes trazados por el Alto Mando de las
Fuerzas Armadas(Oberkommando Der Wehrmacht ó OKW) meses atrás. La mañana
siguiente, me permití remitir por vía diplomática, la directriz del 30 de mayo de 1.938
donde el mismo Fuhrer afirmaba textualmente: “tengo la decisión inalterable de
aplastar Checoslovaquia mediante una acción militar en el futuro próximo”.
A medida que los días de septiembre se sucedían, la cuerda diplomática se tensaba
hasta amenazar con romperse. En Francia se convocó a 500.000 reservistas y en los
parques públicos de Londres empezaron a cavarse refugios antiaéreos. Fueron unas
jornadas difíciles donde el clima de guerra inminente se extendió por Europa y el
miedo creció en los países aliados. Las promesas de “paz en nuestros tiempos”
proclamadas por Chamberlain en su llegada triunfal a Gran Bretaña parecía querer
ocultar el pavor de todos a repetir la Gran Guerra. Nadie quedó satisfecho con la
entrega de los Sudetes: Sin duda alguna Hitler no había renunciado a sus sueños. Los
checoslovacos vieron como de la noche a la mañana les era arrebatada una de las
regiones más ricas del país gracias a una decisión tomada por sus propios aliados. En
Gran Bretaña, a pesar del clamoroso recibimiento al primer ministro, una sola voz
pareció alsarce, firme y decidida, frente a la dinámica de los hechos. Winston
Churchill declaró: “éste solo es el principio de la concienciación. Éste es solo el primer
sorbo, la primera muestra de una amarga taza que nos será ofrecida año tras año a
menos que volvamos a levantarnos y nos dispongamos a defender la libertad, como en
el pasado”.
Fue a partir de ese momento que tomé la firme decisión de ocuparme en que nuestro
país tomara conciencia del futuro –probable- que a todos nos aguardaba. Norteamérica
está técnicamente desarmada, económicamente herida y diplomáticamente aislada.
Nuestra política aislacionista que erróneamente pronostiqué efimera sigue en los
corazones de todos los norteamericanos, hasta tal punto que declaré que “el gobierno
de los Estados Unidos no tiene ninguna participación política en Europa, y no asumirá
obligaciones en la conducción de las presentes negociaciones sobre Checoslovaquia”. A
pesar de todo, resolví esforzarme en afianzar nuestras relaciones con los países
americanos, utilizar nuestra diplomacia para obstaculizar a las naciones agresoras y,
principalmente, revisar la Ley de Neutralidad que ata mis manos.
Hace dos días que columnas armadas atravesaron a las 06:00h las líneas fronterizas
poniendo fin al débil estado resultante del Pacto de Munich. Además de la conquista de
un amplio espacio en centroeuropa, de la absorción de sus habitantes, mis asesores
insisten en recordarme la ganancia en equipamento militar resultante de la apropiación
de las fábricas de armamento Skoda y Brünn: aviones (1.231), cañones antitanque
(1.996), piezas de artillería de campaña (2.254), tanques (810), ametralladoras
(57.000) y fusiles (630.000). Esa misma noche, Der Fuhrer recorría triunfalmente en
automóbil las calles de una triste Praga y un decaído Chamberlain. El mundo entero
sabe ahora que esto supone el fin de su política de apaciguamiento y que Polonia
quedará comprometida directamente con la política de defensa aliada o sucumbirá.
Franklin D. Roosevelt,
Capítulo XI
VISADOS PARA HUIR, DINERO PARA NO REGRESAR
“Si hay algún país que cree que no tiene suficientes judíos,
le entregaré alegremente a todos los nuestros”
Josef Goebbels en 1938
New York, 30 de mayo de 1.939
La Ley de Orígenes Nacionales de 1924 es la base jurídica sobre la cual se establece la
política norteamericana sobre inmigración, fijando un techo máximo de 150.000
personas/año mediante un sistema de cuotas en función del orígen étnico o
nacionalidad, cuyas cuotas no podían ser compensadas unas con otras. La verdad es
que hasta el crack económico, a nadie le preocupó lo más mínimo las corrientes de
migración; Estados Unidos podía ofrecer a cualquiera que osase arriesgarse la
oportunidad de prosperar y así crecer como nación. Pero con la llegada de los tiempos
más duros de nuestra historia, el panorama social se endureció y nos vimos obligados
a tomar nuevas medidas más severas, como los Estatutos de Inmigración que
prohibían la emisión de visados a todos aquellos inmigrantes que pudieran convertirse
en “una carga pública” y precisamente éstas eran las características de la oleada
humana que hasta nuestro país llegaba ya que tanto desde la extinguida Austria o el
actual Reich, todos aquellos que decidieran abandonar el país eran empobrecidos por
la Alemania nazi antes de abandonar sus fronteras.
Recuerdo la cara de estupor con la que desde Londres me llamaron el pasado
noviembre los hechos se precipitaron en Europa. El 7 de noviembre un judío alemán
mató a un diplomático del mismo país en París. La respuesta no se hizo esperar y en lo
que ya se ha conocido como la Kristallnacht –Noche de los cristales, por la cantidad de
cristales rotos que sembraron las calles-, las milícias nazis saquearon y destrozaron
multitud de hogares, quemaron sinagogas, mataron a docenas de judíos arrestando
unos 20.000 de ellos. Días después, el gobierno alemán anunció que los costes de la
Kristallnacht serían pagados por los mismos judíos y ordenó el cierre de todas las
tiendas minoristas, decretando semanas más tarde la confiscación de todos sus bienes.
Mi primera medida fue la de hacer retornar nuestro embajador en Berlín, Hugh Wilson,
quien jamás regresaría a su puesto. Los alemanes replicaron con la misma medida. Mi
segunda medida fue extender una Orden Ejecutiva para 15.000 refugiados que ya se
encontraban en nuestro país a la espera de legalizar su situación. Todo el mundo
pretendió ayudar en esta situación de emergencia: Samuel Dickstein propuso la
anticipación de los cupos de inmigración de los próximos años al presente; Robert
Wagner y Edith Nourse Rogers sugirieron permitir la entrada de 20.000 niños
alemanes fuera de los límites de la cuota; Emmanuel Celler trató de obtener
exenciones a las restricciones de la cuota para refugiados raciales o religiosos. Ninguna
de ellas prosperó. Para mi horror, en enero de 1939 la población seguía mostrándose
afectada por los acontecimientos pero se oponía tercamente a la apertura de nuestras
puertas para dar cobijo a esos pobres desgraciados. Un 85% de protestantes, un 84%
de católicos y –sin calificativos-, un 25,8% de judíos negaban esa acción humanitaria.
Si toda la problemática no era lo suficientemente triste y denigrante para todos
nosotros como seres dotados de conciencia, el ejemplo del St. Louis ha llenado esta
administración de un extraño silencio. A medida que la petición de visados para
abandonar centroeuropa crecía exponencialmente, surgió paralelamente un negocio de
venta de ellos. Los corruptos funcionarios empezaron a extender documentos falsos
con destino a México, Paraguay o Argentina que fueron pagados a precio de oro por los
que se afanaban en abandonar Europa; la desagradable respuesta llegaba cuando los
servicios de inmigración de destino se negaban a reconocer como válida la
documentación aportada.
Uno de esos barcos, el St. Louis, que recorría la línea Hamburgo-Américas, llegó al
puerto de La Habana el 27 de mayo con 930 refugiados a bordo. A pesar que la gran
mayoría de ellos tenía la correspondiente solicitud de visado presentada en nuestro
país y lo único que necesitaban era un tiempo prudencial para que los engranajes de la
burocracia funcionaran, el gobierno cubano obligó al buque a abandonar sus aguas
jurisdiccionales, excepción hecha de los turistas que eran recibidos con los brazos
abiertos. El capitán Gustav Schroeder aprovisionó la embarcación y la dirigió hacia la
costa este de Estados Unidos mientras los negociadores intentaban que el
Departamento de Estado permitiera su desembarco en algún puerto norteamericano.
Durante varios días los infortunados pasajeros tuvieron frente a sus ojos la ciudad de
Miami y algunas de las principales en ese estado, escoltados por un Cúter de la
Guardia Costera –con órdenes de recoger y devolver al St. Louis a cualquier pasajero
que saltará por la borda e intentará salvar la distancia a nado-. Finalmente
abandonaron la costa americana y retornaron a Europa. Su carga humana fue
distribuída por Gran Bretaña, Francia, Holanda y Bélgica.
Mucho me temo que no hallarán la ansiada paz en sus nuevos destinos.
Franklin D. Roosevelt,
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NOTA: Las normas del foro Paradox establecen que está prohibido no sólo la inclusión de imágenes donde se
aprecia la Svastica, sino que además, tratar temas como el Gulag, Gas, Campos de Concentración y el
Holocausto. Si algún moderador piensa que el presente capítulo entra en colisión con dicha prohibición, será
eliminado (me refiero al capítulo, no al moderador )
Capítulo XII
PROVOCACIONES
“Alemania no es una nación belicosa, sino marcial no quiere la guerra,
pero no la teme. Ama la paz, pero también su honor y su libertad”
Adolf Hitler ante el Reichstag en 1938
Rhode Island, 30 de mayo de 1.939
Hitler, ese hombre ambicioso y peligroso, que ha logrado anexionarse la Europa central
sin disparar un solo tiro más que a la dignidad de Gran Bretaña y Francia, declaró ayer
en el Reichstag:
“¡Señor Roosevelt! Una vez yo tomé un estado que se enfrentaba a la ruina más
completa[].
He vencido al caos en Alemania, restablecido el orden y aumentado la producción
enormemente,
desarrollé el tráfico, hice que se construyeran grandes caminos y que se excavaran
canales, hice
nacer nuevas y gigantescas fábricas[]. He conseguido encontrar un trabajo útil una vez
más para la
totalidad de los siete millones de desempleados.
Usted, señor Roosevelt, tiene una tarea mucho más fácil en comparación. Usted se
convirtió en
presidente de Estados Unidos en 1933, cuando yo me convertí en canciller del Reich.
Desde el primer
momento usted pisó la cabeza de uno de los estados más grandes y más ricos del
mundo[]. Las
condiciones de su país son de una magnitud tan grande que usted puede encontrar el
tiempo libre para
prestar atención a los problemas universales[]. Mi mundo, señor Roosevelt[], es
desgraciadamente mucho
más pequeño.”
Olvidó el dictador nazi citar que mientras yo debo lidiar con la fuerte oposición
parlamentaria que bloquea mis proyectos, él asesina inocentes, incauta
discriminatóriamente propiedades, utiliza la amenaza de su fuerza militar para
anexionarse territorios y gobierna a su pueblo tiranamente. El primer ministro británico
me ha confirmado el fracaso de la misión diplomática enviada a la Unión Soviética con
el objetivo de atar dicha nación al bando anti-nazi. Espero que ésta no sea una pista
de lo que en un futuro podría ocurrir pero hoy no podemos desdeñar la posibilidad de
un pacto entre Alemania y la URSS.
Franklin D. Roosevelt,
Capítulo XIII
EL NEW DEAL EN CRISIS
“Gastarían un montón de dinero, si supieran adónde deben ir”
Farley, Administrador General de Correos
Detroit, 5 de junio de 1939
Pocos sospecharon que con la aplicación efectiva de una ley promulgada en 1935, la
Ley Wagner(13), los actos violentos fueran substituídos de un plumazo por otro tipo de
conflictos: los propios sucedidos en los tribunales. Todas las partes obtuvieron
beneficios pero todos también ha tenido que asumir retrocesos en sus posiciones. Los
trabajadores han tenido que someterse en algunas ocasiones a los designios de los
órganos de justícia y a una actividad antes desconocida del Estado como regulador
autorizado de sus relaciones con el empresario. A cambio, han obtenido un grado de
casi-igualdad con la patronal en el momento decisivo de negociar condiciones de
trabajo. Los propietarios se han sentido satisfechos con dos puntos fundamentales: a
cambio de ceder algunas de sus prerrogativas y posiciones de fuerza, han logrado una
paz laboral que sin duda les beneficiará a largo plazo. Quizá ahora unos consigan
sueldos mas altos y verán reducidas las horas obligatorias de trabajo, pero otros
podrán afrontar la apertura de nuevas instalaciones con mayor tranquilidad y esa
actividad se reflejará finalmente en sus ventas totales.
A pesar de todo, en agosto de 1937 experimentamos una disminución de la actividad
económica que para septiembre ya era considerada casi una caída. Las luces de alarma
encendieron nuestros pilotos y supimos que todo el programa de reformas que el New
Deal había edificado en este país corría serio peligro de autodestrucción. Y todo
empeoró hasta tal extremo que para mediados de 1938 algunos ya hablaban de
la Recesión Roosevelt.
Posiblemente debamos considerar la caída de la economía a un simple movimiento de
contracción característico de los crecimientos que cualquier economía reflotada
experimenta a lo largo de los primeros años. O tal vez existiera la posibilidad de que
las políticas expansionistas antiempresariales de la administración –las consecuencias
de la referida Ley Wagner entre ellas-, fueran boicoteadas por cierta clase de
oligarquía deseosa de recuperar los viejos privilegios sobre los que cimentaron sus
ancestros las respectivas fortunas. De esta especulación surgió un grupo de entre 200
a 300 jóvenes economistas y abogados, establecidos en los niveles medios de la
administración y que con el tiempo han pasado a ser conocidos como los new dealers,
los cuales, a pesar de disentir puntualmente en algunos conceptos, compartían unos
valores comunes basados en la desconfianza hacia los empresarios y una fe
descomunal en el gobierno como herramienta de la justícia y el progreso y su función
básica como promotor del consumo y no como un agente de intervención directa.
El New Deal que mi Administración diseñó se basaba en tres principios fundamentales:
la Depresión no marcaba una crisi transitoria; el sector privado, si se lo dejaba actuar
por su cuenta, jamás volvería a ser capaz de generar inversiones y empleos suficientes
como para sostener a la economia de los niveles de 1920 y que los Estados Unidos era
una nación económicamente autosuficiente. De acuerdo, con el paso de los años
hemos podido observar lo incoherente que supone, en ocasiones, escribir un programa
de desarrollo económico en solo tres principios y posteriormente tomar decisiones
proscritas en dicho redactado. Y según pasan los años, la realidad se muestra
conscientemente tozuda en rebatir lo que del estudio del sistema sociofinanciero
resulta. Autorizar el déficit público no parece el camino más adecuado hacia unas arcas
saneadas, pero de no hacerlo no aportamos el aceite suficiente para que el gran capital
decida confiar en su país, dejar el miedo a un lado y arriesgarse a establecer nuevos
proyectos industriales.
El New Deal no es perfecto, pero es lo único que tenemos.
Capítulo XIV
EL PRINCIPIO TEMIDO
“Si nos derrotan, todos serán esclavizados y Estados Unidos quedará
Solo para proteger los derechos del hombre”
Winston S. Churchill, Primer Lord del Almirantazgo
Washington, 1 de septiembre de 1.939
Me apresuro a anotar en este diario que apenas hace unos minutos, es decir, a las
cuatro y media de la mañana, el embajador Bullit me ha confirmado desde Paris que
las divisiones alemanas han penetrado profundamente en territorio polaco. Hay
informes de bombarderos sobre Varsovia.
He acertado a responder algo parecido a “Bueno, Bill, ha empezado finalmente. ¡Que
Dios nos ayude a todos!”.
Que así sea.
Capítulo XV
SEPTIEMBRE NEGRO
“Hay que impedir que la intelectualidad polaca se establezca como nueva clase
gobernante.
Debe conservarse el bajo nivel de vida. Esclavos baratos"
Anotación en el diario de Halder de un comentario de Hitler
Memphis, 5 de octubre de 1939
El día tres del presente mes y tras constatar el rechazo alemán al ultimatum
aliado, Chamberlain ha anunciado desde su despacho en el 10 de Downing Street que
“este país está en guerra con Alemania”. Edouard Daladier promulgaba idéntica
declaración desde París esa misma tarde.
Mis asesores militares me han confeccionado un completo dossier de la invasión. En
tan sólo 33 días, el ejército alemán ha ocupado totalmente Polonia anexionandose de
facto ese inmenso país si bien es cierto que la geografía no ayudaba en nada al ejército
defensor ya que las bastas llanuras que servían como frontera entre las dos naciones
no favorecían la posibilidad de oponer una fuerte resistencia basada en el
aprovechamiento de la orografía. Además, en un nuevo error de la política aliada, la
mayoría de reservistas no fueron movilizados hasta el día 29 de agosto a pesar de
conocer la cúpula del ejército polaco los planes alemanes con días de antelación; el
motivo fue la petición realizada por Gran Bretaña y Francia de retrasar cualquier
preparativo de defensa para evitar irritar a Hitler, en la esperanza que un acuerdo
todavía era posible. Así pues, muchos de los reservistas nunca llegaron a presentarse
en destino o fueron aniquilados en los múltiples ataques aéreos a las líneas ferroviarias
cuando éstos intentaban encontrar su unidad.
Las operaciones se iniciaron mediante dos tremendos golpes: por un lado el Grupo de
Ejércitos del Sur, formado por los ejércitos 8º y 14º -que cubrían los flancos y el 10º
integrado por divisiones motorizadas y mecanizadas, todos bajo el mando del
Generaloberst Gerd Von Rundstedt y el segundo ejecutado por el Grupo de Ejércitos
del Norte, formado por los ejércitos 3º y 4º, bajo las órdenes del Generaloberst Fedor
Von Bock. Todos apuntan la increíble teoría que la rapidez con que la Alemania nazi ha
conseguido sus objetivos no ha sido casual, sino una estratégia intencionada del
Fuhrer basada en la esperanza de que un triunfo de esta magnitud consiguiera que los
aliados nuevamente renunciaran a sus obligaciones.
Todo lo más que mis atribuciones constitucionales me permitieron, fue exhortar a los
combatientes el mismo día 1 a no bombardear desde el aire poblaciones civiles o
ciudades no fortificadas, con escaso éxito por cierto. Además, retardé el
reconocimiento oficial de guerra europea hasta el día cinco para así dar tiempo a los
aliados a llevarse municiones y subministros que préviamente habían encargado. A
partir de ese momento y bajo efectos de la Proclamación de Neutralidad y también de
la Ley de Neutralidad de 1937, cualquier exportación de materiales potencialmente
dedicables a un uso militar queda prohibido.
A finales de 1938 dialogué durante una tarde con el financiero francés Jean Monnet y
juntos elucubramos un enrevesado plan para vulnerar la Ley de Neutralidad si una
nueva guerra sucediera en la agitada Europa. Hoy sé que ni políticamente ni
materialmente puedo asumir lo que allí discutimos: enviar motores, carcasas y
fuselajes correspondientes a nuestros aviones militares a Canadá para que allí se
armaran y pudieran ayudar a la causa aliada. Pienso que todo país combatiente –y en
general- debe dotarse de una contundente fuerza aérea con la que amedrentar a todo
agresor para hacerle olvidar sus ansias de conflicto. Nuestros aviones de largo alcanze
serían capaces de mantener los ataques lejos de nuestras costas y a nivel europeo,
con la escasa distancia que separa todas las naciones, todavía es posible articular
misiones de castigo, lo que constituye una potente arma disuasoria y ahorra
numerosas vidas humanas de combatientes. Como bien ha dicho el embajador William
Bullit “la moraleja es: si se tienen suficientes aviones uno no tiene que ir a
Berchtesgaden”, en clara alusión a las reuniones allí mantenidas por Chamberlain y
que llevaron a la entrega de Checoslovaquia.
Por otra parte, el pacto entre la Alemania nazi y la Unión Soviética se ha confirmado,
dando vida nuestros peores sueños. Ahora queda claro porque la delegación aliada
recibió un duro “no” a sus propuestas de integración. Ahora queda claro porque Der
Fuhrer ha osado invadir un país integrado en la alianza aliada y objeto del deseo
soviético sabiéndo sus espaldas protegidas de un doble frente de combate gracias al
pacto que su ministro de asuntos exteriores firmó horas antes de iniciar el ataque a
Danzig. Ahora queda claro, finalmente, qué destino aguarda a Europa.
Franklin D. Roosevelt,
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(14) El joven anónimo que aparece en el centro de la imagen con una escopeta es Karol Wojtyla, quien
pasaría a ser conocido en todo el planeta, décadas más tarde como Juan Pablo II.
Capítulo XVI
LA RUEDA EMPIEZA A GIRAR
“El destino de este país no nos pide que nos impliquemos en las guerras europeas"
Charles Lindbergh, primer aviador en cruzar el Atlántico
New York, 5 de noviembre de 1939
En febrero de 1936 el Congreso, desoyendo mis deseos respecto a la necesidad de
modificar la Ley de Neutralidad para dotar a la presidencia de una mayor operatividad
en la aplicación de sanciones, aprobó prorrogar durante 14 meses más dicha ley
agregando incluso un mayor número de restricciones a mis capacidades. A partir de
ese momento Estados Unidos dijo al mundo entero, de forma alta y clara que el pueblo
norteamericano se lavaba las manos ante cualquier maldad que estuvieran planeando
los dictadores. Éstos tomaron buena nota y aconteció la guerra civil española, la
anexión de austria y los sudetes y posterior caída de Checoslovaquia.
En mayo de 1937, de nuevo reunido el Congreso, visto el rumbo que tomaba la
geoestratégia mundial, decidió dar el visto bueno a una Ley de Neutralidad
Permanente como reacción del grupo mayoritario aislacionista. Se establecieron tres
importantes concrecciones del articulado:
1.- Se prohibía subministrar armas y empréstitos a los países en guerra, así como a los
contendientes de una guerra civil –aplicandose al caso español-, a excepción del caso
en que este hecho sucediera en las naciones de America Latina.
2.- Cláusula de Efectivo y Transporte: el asunto de la venta de mercancías “no
militares” como el petróleo o el cobre a los estados beligerantes seguía siendo un tema
dificil de tratar. Por un lado, las grandes empresas norteamericanas habían dado
ejemplo tanto en Etiopía como en el caso de la República española que no estaban
dispuestas a renunciar a una parte substancial del negocio comercial. Por otra, los
aislacionistas temían que el desarrollo de esas transacciones situaran al país en
posiciones parecidas a 1917 cuando los reiterados ataques de submarinos alemanes
arrastraron a toda la nación al conflicto. Por todo ello, se decidió la presente cláusula
según la cual se permitía el comercio de materiales “no bélicos” con los países
beligerantes, siempre y cuando los compradores pagaran con dinero en efectivo y se
llevaran las mercancías de los puertos norteamericanos.
Hemos estado discutiendo durante el presente año las condiciones en que flexibilizar la
dura normativa de la Ley de Neutralidad. La guerra en Europa ha disparado en igual
proporción mi interés en asistir a las potencias aliadas como la oposición aislacionista
que contempla la actualidad como un momento especialmente decisivo para no vernos
implicados dramáticamente. En este sentido, se han distigido especialmente tanto el
padre Charles Coughlin, como el recordado discurso radiofónico del famoso
aviador Charles Lindbergh quien ha aseverado que “sólo hay que echar un vistazo a un
mapa para ver dónde están nuestras verdaderas fronteras. ¿Qué más podemos pedir
que el océano Atlántico en el este y el Pacífico en el oeste?. Un océano es una barrera
formidable, incluso para los aviones modernos”. También el senador Borah se sumó al
despropósito en plena sede parlamentaria al anunciar que “meterse con la Ley de
Neutralidad seguramente llevará a Estados Unidos a una guerra”. Pese a todo, la
nueva Ley se ha promulgado ayer registrando sólo pequeños cambios en comparación
a las amplias medidas que deseaba emprender.
A partir de hoy, las potencias bélicas podrán comprar material bélico –aeronaves
incluídas- pero, por obra y gracia de las presiones aislacionistas, se reflotan las
disposiciones más severas de Efectivo y Transporte que expiraron el pasado mayo.
Esto es, de nuevo nada de préstamos; el pago se realizará en efectivo y el transporte
correrá a cargo del comprador quedando explícitamente prohibido que cualquier navío
norteamericano circule por las zonas de peligro.
Al parecer, nos hemos convertido en nuestro peor enemigo. Acabamos de limpiar todo
el Atlántico Norte de la flota de los Estados Unidos con solo un plumazo legislativo.
Franklin D. Roosevelt,
Capítulo XVII
TÁCTICA Y ESTRATÉGIA
“El papel de la Luftwaffe no será el de criada del ejército"
General Hans Von Seeckt, comandante en jefe del Reichsheer(15)
New York, 7 de noviembre de 1939
El jefe de estado mayor conjuntamente con los expertos militares que desde principios
de año destacamos en Europa han realizado un excelente trabajo de. El voluminoso
informe, de más de 3000 páginas constituirá sin duda alguna, el pilar básico de estudio
de nuestra nación. Me gustaría adjuntar una reseña de lo acaecido durante estos
últimos tiempos en el continente.
La Gran Guerra contribuyó en mucho a iniciar un gran cambio en la táctica de la
guerra. La aparición de la artillería y su aplicación en la doctrina de fuego indirecto,
fueron primordiales para entender la evolución del conflicto. Castigar posiciones a las
que la infantería no podía acceder o apoyar las acciones de ésta impactó
profundamente en la estructura del ejército. Pero a medida que mejoraban las tácticas
de ataque también lo hacían las defensivas, lo que, en la práctica, daba una situación
de empate técnico. la idea era combinar las maniobras y el fuego para desbaratar los
puntos de defensa que en un principio se dejaban aislados. La entrada por parte de los
británicos de un nuevo elemento, el tanque, acabó con el orden de los sumandos
aportando una clara victoria al bando aliado, tanto es así que Ludendorff calificó el 8
de agosto de 1918 como “el día más negro del ejército alemán”.
A raíz de la exigencia de los vencedores a la Alemania derrotada para que esta
redujera sus oficiales a menos de 5000 –dando así la oportunidad de deshacerse de
todos los mandos que basaban su rango en su nobleza o sus méritos como héroes de
guerra- y admitiendo a los que reunían más condiciones- . Por otro lado, el
nombramiento del general Hans von Seeckt como supervisor del ejército llegó la
oportunidad al Reichsheer –ejército alemán- para estudiar a conciencia las
equivocaciones cometidas durante el conflicto. Se crearon nada menos que unas 57
comisiones diferentes que estudiaron hasta el más mínimo detalle el escenario
europeo. Hoy sabemos que el fruto de todo inmenso trabajo quedó expuesto en
diferentes obras como Liderazgo y batalla con armas combinadas de 1923 o Die
Truppenführung escrita por los generales Werner von Fritsch y Ludwig
Beck exhortando a la independencia de cada unidad desde un liderazgo individual y
descentralizado e insistiendo en la combinación de unidades con “algo más que
tanques”. Efectivamente la propuesta reunía una fuerza compuesta por infantería
motorizada, artillería, ingenieros y tropas de comunicaciones capaces de realizar una
guerra móvil con cobertura aérea perfectamente coordinada. Si bien este despliegue
teórico no ha quedado confirmado con una aplicación práctica exacta, todo apunto a
que será el método científico-militar que en el futuro se aplicará.
En Inglaterra el punto de vista era singularmente diferente. Las grandes pérdidas
sufridas a principios de siglo marcaron en gran forma a sus habitantes que se
mostraron totalmente contrarios a enviar más fuerzas expedicionarias al continente.
Así lo refleja el pensamiento de un burócrata del ejército al declarar “hay, por
supuesto, la notable diferencia entre nosotros y Alemania. Ellos saben qué ejército
usarán y, en líneas generales, cómo lo usarán y, por tanto, pueden prepararse en la
paz para tal acontecimiento. En cambio, nosotros ni siquiera sabemos qué tamaño de
ejército debemos prever a efectos de hacer preparativos para su abastecimiento entre
ahora y abril de 1939”.
El caso francés tampoco resulta demasiado alentador. Convencidos que la principal
prioridad era la de evitar un número tan elevado de bajas –al igual que su aliado
británico-, establecieron como modelo a seguir la doctrina de la Batalla
Metódica elaborada por la École Supérieure de Guerre, para la cual, el camino era la
maximización de la potencia de fuego y el control absoluto de los destinos de unos
reservistas que por lo general estaban mal equipados y entrenados. La protección que
les ofrece la Linea Maginot -sistema de fortificaciones a lo largo de la frontera entre
Francia, Alemania e Italia integrada por 108 fuertes principales a 15 kms. de distancia
y más de 100 kms. de galerías-, parece dotarles de una seguridad que podría ser
engañosa.
Franklin D. Roosevelt,
Capítulo XVIII
BLITZKRIEG
“En el nombre de Dios, váyase. Usted ha permanecido
aquí demasiado tiempo para el bien que ha podido hacer.
Parta le digo y acabemos con usted"
Un diputado novel a Chamberlain en el Parlamento(16)
Washington, 10 de mayo de 1940
La caída del gobierno de Chamberlain ha sido, finalmente, la consecuencia política de
negociar a toda costa. Durante los mese que han distanciado mis anotaciones en este
diario se ha vivido en Europa una situación chocante. Guerre de drôle la llamaban los
franceses y Sitzkrieg sus enemigos franceses, periodo en el cual, Hitler se limitó a
consolidar sus conquistas sin emprender ninguna iniciativa. Días, semanas y
finalmente meses cargados de estúpidas negociaciones intentando reconducir la
situación, intentando que el dictador nazi Hitler recapacitara. Francia se confiaba
detrás de la Linea Maginot y su ejército. Inglaterra se limitaba al lanzamiento de
folletos propagandísticos sobre poblaciones alemanas y Der Fuhrer jugaba con ellos
mediante falsas propuestas de paz.
Pero el 9 de abril cayó Dinamarca y a una velocidad asombrosa las tropas alemanas
cruzaron Noruega ocupando diferentes puertos del país e inflingiendo una dolorosa
derrota a la fuerza expedicionaria aliada que hasta allí se envió. Los hechos se
precipitaron vigorosamente y mediante un brillante movimiento, el dictador nazi
demostró como inutilizar la tradicional táctica defensiva holandesa de aislar los puntos
clave por inundación: utilizó grupos de paracaidistas que impidieron esta acción. Las
divisiones panzer se precipitaron contra Bruselas el mismo día que Winston
Churchill tomaba posesión de su nuevo gobierno y el 14 de mayo, 1800 tanques
salieron rugiendo hacia las Ardenas girando posteriormente sus cañones hacia la costa.
Las primeras impresiones han sido muy contundentes: la pesadilla se ha hecho
realidad y los informes del pasado 7 de noviembre se han confirmado en toda su
magnitud. Segçun fuentes británicas, el Blitzkrieg supone la coordinación de unidades
de acción rápida, a menudo apoyadas –bajo el soporte de un desarrollado sistema de
comunicación- por bombarderos en picado modelo Stuka Ju 87, los cuales golpean al
enemigo en tal forma que degradan mortalmente la capacidad de mando y
organización del ejército enemigo que queda a expensas de la destrucción de la llegada
en sucesivas oleadas del grueso del ejército alemán. Sus ocho pilares donde apoyarse
resultan, en el campo de batalla decisivos:
1. Concentración de ejército: la alta movilidad, potencia de fuego y capacidad de
avance representa también un peligro para la própia táctica sino se realiza
correctamente. Siempre existe el riesgo que las fuerzas mecanizadas penetren en las
líneas enemigas excesivamente rápido dejando a una distancia inalcanzable las fuerzas
de apoyo y subministros.
2. Soporte aéreo de precisión: el complemento al fuego de concentración debe ser la
actuación de una aviación rápida y precisa que debilite las posiciones defensivas más
resistentes.
3. Radio: la comunicación entre tropas de tierra y entre éstas y las fuerzas de apoyo
aéreo representan una de las claves del éxtio en la Blizkrieg.
4. Flexibilidad: el mando responsable del despliegue y ataque de sus tropas no debe
atenerse a un plan detallado concebido de antemano, no hay ninguna carretera
designada para el desplazamiento ni ningún objetivo designado que no pueda ser
substituído o intercambiado según las exigencias de la situación.
5. Iniciativa y sorpresa: no cabe duda que la dirección militar de la operación recae en
último extremo en las decisiones que éste vaya tomando instante a instante. Esto
favorece el factor sorpresa sobre los enemigos.
6. Simplicidad: todas las maniobras deben planearse y ejecutarse de la forma más
simple posible para explotar todo el potencial de la sorpresa y la contundencia.
7. Superioridad aérea: prévio al despliegue, el campo de batalla deberá gozar de
superioridad aérea alemana para así poder desarrollar los bombarderos de precisión
con total eficiéncia.
8. Logística: el rápido movimiento de las unidades mecanizadas y los contínuos
movimientos de entrada y salida acarrean un gran consumo de subministros lo que
implica el establecimiento de unidades propias destinadas a facilitar la logística
necesaria.
Largo tiempo y numerosos medios ha invertido Alemania en la preparación de estas
acciones como para presentar hoy una resistencia más allá de lo testimonial, más
incluso de puntuales actos valerosos que podrán permitir a un limitado número de
soldados vivir un día más para seguir luchando mañana, quizá con igual suerte. Le
deseo mucha suerte al premier británico. Deberá ser fuerte y enseñar el camino de la
resistencia a su país, o de lo contrario todos lo sentiremos en nuestras propias carnes.
Franklin D. Roosevelt,
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(16) En lugar de un grito, lo que el Parlamento escuchó fue una citación de las memorables palabras de
Cromwell al Parlamento Largo del siglo XVII, pero consiguió la misma contundencia.
Capítulo XIX
DUNKERKE: PLAYA CERRADA
“Venían despacio, confundidos y horrorizados, y a pesar de todo las caras de cientos
de ellos mostraban la alegría de volver a tierra firme, pues volvían a su hogar.
Incluso soldados de otras naciones aceptaron agradecidos los saludos y la
ayuda de los que esperaban en los muelles… cambiaron los uniformes empapados
y manchados de sangre por pantalones, chaquetas y camisas y monos de trabajo”
W.E. Williamson, empleado del ferrocarril narrando la llegada de soldados
rescatados en Dunkerke
New York, 6 de junio de 1940
La Operación Dynamo, que es así como se llamo a la evacuación de las fuerzas
expedicionarias británicas (BEB), se puso en marcha durante los días 27 y 28 de mayo
y ha significado un tremendo fracaso y un glorioso éxito a la vez. La aviación alemana
había destruído gran parte del puerto de Dunkerke por lo que la evacuación de tropas
debía realizarse desde la playa. Los propios soldados británicos debían acercarse hasta
la orilla y en algunos casos nadar para poder alcanzar alguna de las embarcaciones
que les conducirían hasta la isla. Las tropas francesas lucharon valerosamente para
mantener un perímetro de seguridad aunque el mando británico prohibió su
evacuación mientras un solo soldado inglés permaneciera en el continente lo que
contribuyó a aumentar los episodios de tiroteos entre fuerzas aliadas en la carrera por
una embarcación.
Inicialmente la ruta de huída andaba paralela a la costa belga ya que las costas de
Calais estaban ya tomadas por el ejército del Tercer Reich, pero con la aparición de
buques torpederos alemanes, los movimientos de evacuación quedaron restringidos
durante el día. La noche del día 3 de junio fue la última en la que se pudo evacuar
tropas mientras la aviación seguía machacando sin piedad a los desesperados
soldados. Una vez concluída la operación, se contabilizaron en Inglaterra un total de
220.000 soldados británicos y 120.000 franceses y belgas.
Un apesadumbrado Churchill se ha lamentado de la cantidad de material abandonado
en esas playas. Allí quedó todo el equipo pesado de la fuerza expedicionaria británica,
“la totalidad del equipo del Ejército que hasta ese momento habían sido los primeros
frutos de nuestras fábricas”, incluyendo 90.000 rifles, 7.000 toneladas de municiones y
120.000 vehículos. El primer ministro sabe que tan importante como la fiereza de un
combatiente lo es el equipo que le da soporte. Tardarán muchos meses en poder
reponer todo el material lo que, en la práctica, deja al ejército británico indefenso.
Inglaterra ha sido expulsada del continente y echada al mar.
Debemos buscar la manera de evitar la caída de Inglaterra. Sería una catástrofe sin
solución.
Franklin D. Roosevelt,
Capítulo XX
ENTRE PARÍS Y VICHY
“La batalla de Francia ha terminado. Supongo que la
batalla de Inglaterra va a comenzar”
Winston Churchill a la Cámara de los Comunes
Washington, 15 de julio de 1940
El embajador Bullit ya me había advertido en más de una ocasión que Francia se
derrumbaría a una velocidad pasmosa ante la envestida alemana y así sucedió. Cuando
las últimas tropas abandonaron Dunkerke –por lo menos las últimas que pudieron ser
retiradas-, la columna Panzer superó los obstáculos antitanque dispuestos por el
ejército francés como si fueran latas de aluminio, cruzando el río Mosa y dirigiéndose
directamente hacia París. Francia solicitó el armisticio el 17 de junio y cinco días más
tarde se firmaba la capitulación en el mismo vagón de tren en el que los alemanes
tuvieron que rendirse en 1918. Alemania permitió la existencia de un gobierno títere
gobernado por el mariscal Philippe Pétain.
Mi concepción estratégica del conflicto que se nos presentaba contemplaba un apoyo
futuro basado en el poder terrestre francés, la fuerza naval británica y la capacidad
industrial estadounidense para conseguir la victoria ante cualquier rival. Por su parte,
los británicos confiaban en que Francia absorviera con dificultades el primer golpe
alemán lo que permitiría ganar tiempo para rearmarse y contraatacar. Hoy todos los
planes reposan en la papelera y no ocultaré mis dudas ante el amargo futuro que
esperaba a Gran Bretaña: llegarían hasta el final? Estarían dispuestos a aceptar el
Status Quo actual?. No ocultaré que nuestro principal temor es que el grupo de apoyo
a la búsqueda de una solución pactada con la Alemania nazi, que todavía sigue siendo
una alternativa a considerar dentro de las filas británicas, nos deje a todos en una
posición política insostenible en caso de llevarse a la práctica.
Casi con emoción escuché las palabras de Churchill emitidas por el servicio
internacional de la BBC y que acertadamente califiicó el primer ministro
sudafricano, Jan Smuts, como “cada transmisión radiofónica es una batalla”:
“Seguiremos adelante hasta el fin, combatiremos en Francia, combatiremos en los mares y océanos, combatiremos con confianza
creciente y una fuerza cada vez mayor en el aire, defenderemos nuestra isla, cueste lo
que cueste, combatiremos en las playas, combatiremos en las pistas de aterrizaje,
combatiremos en los campos y en las calles, combatiremos en las
colinas; no nos rendiremos jamás […] hasta que en el momento en que Dios lo decida,
el nuevo
mundo, con toda su fuerza y su poder, dé un paso adelante para el rescate y la
liberación del antiguo.”
El secretario de estado Hull anotó en su diario personal que éste discurso abrió
literalmente las puertas de la estrecha colaboración entre Estados Unidos y Gran
Bretaña anotando que “el presidente y yo creímos que el señor Churchill hablaba en
serio […] no habría negociaciones entre Londres y Berlín. Si nos hubiera quedado
alguna duda sobre la determinación del Reino Unido de seguir luchando, no habríamos
dado los pasos que tomamos para darle ayuda material”.
La primera vez que me ví cara a cara con Winston Spencer Churchill corría el año
1918. posteriormente, con los primeros días del New Deal, Churchill me remitió un
ejemplar de su biografía de su ancestro John Churchill, primer duque de
Marlborough dedicado con “mis más firmes y mejores deseos para el éxito de la mayor
cruzada de los tiempos modernos”. Posteriormente y a raíz de su incorporación al
gabinete de Chamberlain como primer lord marítimo le devolví la nota con un texto “es
debido a que usted y yo ocupamos puestos similares en la guerra mundial que quiero
que sepa lo mucho que me alegro de que usted esté otra vez en el Almirantazgo(17)”.
Hoy me ha llegado la transcripción literal del discurso que Churchill les arrojó a esa
banda de pactistas que tiene en su gobierno, como por ejemplo el dimitido y
fracasado Chamberlain quien todavía se permitió el lujo de recordar a todos los que
estaban presentes que deberían estar dispuestos a considerar términos decentes si se
ofrecieran. Winston les espoleó textualmente: “cada uno de ustedes se levantaría y me
arrancaría de mi sitio si por un momento yo contemplara parlamentar o rendirme. Si la
larga historia de nuestra isla va a terminar finalmente, que termine sólo cuando cada
uno de nosotros esté ahogándose en su propia sangre en el suelo”.
Sin duda alguna el destino, por una vez, ha sido justo con el gran Imperio Británico y
le ha regalado uno de esos seres humanos excepcionales que sólo en contadas
ocasiones aparecen para salvaguardar a toda una nación del incierto y oscuro destino.
Franklin D. Roosevelt,
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(17) La cita se refiere a cuando Churchill ocupaba el cargo de primer lord del almirantazgo y Roosevelt era
el secretario adjunto de la Armada
Capítulo XXI
DUDAS Y PRUEBAS
“El grado en el que Estados Unidos acuda a nuestra ayuda en vez de
concentrarse en la defensa de su propio hemisferio depende en un grado
sumo de nuestra capacidad para demostrar que estamos encarando
esta guerra vigorosamente”
Funcionario anónimo del Ministerio de Exteriores Británico
Washington, 20 de julio de 1940
El primer miedo que me he empeñado en eliminar de mi mente es la visión
apocalíptica de que una vez caído el gobierno inglés –no sería la primera vez en estos
últimos meses- y gracias a alguna derrota más en un futuro no lejano, la nueva clase
dirigiente establecida fuera pronazi y se pronunciara a favor de salvar a Gran Bretaña.
Así, la Alemania dictatorial obtendría una especie de estado vasallo y a la vez el regalo
de toda la flota británica en el planeta lo que daría a Hitler un aplastante poder naval.
Sobre mi mesa reposa la primera larga lista de peticiones que me ha
formulado Churchill. A ciencia cierta haré todo lo posible por complacerle a excepción
del apartado en donde se me pide que transfiera una cantidad importante de
destructores, ya que antes debo consultar con el Congreso. Estamos acelerando los
envíos de aeronaves, de equipos, municiones antiaéreos, aceros. También, y como
mensaje al Imperio Japonés, hemos destinado a la base naval de Hawai al cuerpo
principal de la flota norteamericana. La industria americana debe responder al reto de
apoyar la acción aliada en correspondencia al plan trazado de “intervención-antes-de-
llegar-a-la-guerra”: he pedido que se eleve la producción de “por lo menos 50.000
aviones por año”. Sé que algunos militares y asesores diplomáticos no comparten
estas acciones creyendo que nuestra nación debe componer, preparar y entrenar un
cuerpo de ejército capaz de combatir en nuestro patio trasero y que la hipótesis que
Inglaterra resistirá podría no ser cierta. Me han comentado su oposición a mandar
contingentes de apoyo para integrarlos dentro de los cuerpos militares ingleses porque
eso supondría la eliminación del ejército americano como tal. Y lo más grave es que no
estoy seguro que les falte razón.
A finales de junio debían responderse a 3 preguntas básicas: 1) los aliados tenían
prioridad respecto a la producción de aeronaves? 2) El ejéricito norteamericano podía
transferir de sus arsenales suficientes envíos como para compensar las pérdidas que
éstos habían sufrido en las playas de Dunkerke? 3) Podía la armada transferir los
destructores que Churchill había solicitado?. Las tres respuestas fueron un rotundo
“si”, contra todo y contra todos. Cuando Harry H. Woodring, secretario de guerra y
aislacionista de Kansas, expuso su desacuerdo en el envío de aeronaves, le sugerí que
renunciara a sus cargos. Y cuando Hap Arnold se quejaba de los efectos de las
prioridades que había establecido en cuanto al destino de nuestra producción, repliqué
“bueno, si Arnold no se conforma, tal vez tengamos que sacarlo de la ciudad”, quizá
enviarlo a Guam y ahí finalizó la polémica. La clave de sortear a la Ley de Neutralidad
fue la declaración –casi órden a los mandos- de material excedente. Un equipo
sobrante constituía la base de los primeros envíos a la isla.
Hemos estudiado la situación que el mundo nos ofrece y hemos redactado una lista de
siete predicciones que quizá nos ayuden a diseñar nuestros planes:
1. Época: otoño en invierno de 1940
2. El Reino Unido y el Imperio Británico siguen intactos.
3. Francia está ocupada, pero el gobierno francés y lo que resta de sus fuerzas siguen
resistiendo, tal vez en África del norte
4. Las fuerzas supervivientes de las armadas británica y francesa, junto con la Armada
de Estados Unidos, conservan el golfo Pérsico, el mar Rojo y el Atlántico desde
Marruecos a Groenlandia. Es probable que las flotas aliadas hayan sido expulsadas del
Mediterráneo oriental, y mantengan un precaria resistencia en el Mediterráneo
occidental.
5. Las fuerzas terrestres aliadas mantienen su posición actual en el Próximo Oriente.
Turquía mantiene su actual relación política con los aliados.
6. Estados Unidos participa en la guerra, pero sólo con fuerzas navales y aéreas. La
producción de aviones avanza hasta el máximo. Norteamérica aporta una parte de los
pilotos aliados. Marruecos y el Reino Unido se utilizan como bases de suministros
enviados desde el hemisferio occidental. Barcos norteamericanos transportan
suministros a los Aliados. La Armada de los Estados Unidos aporta la mayor parte de la
fuerza para el bloqueo del Atlántico.
La cuestión sobre la determinación británica alcanzó nuevamente un punto culminante
en la base naval de Mers el-Kebir, en la Argelia francesa, cerca de Orán. Allí se
encontraban algunos elementos de la flota francesa, totalmente equipados para el
combate y aún con tripulación francesa, jurídicamente bajo el gobierno de Vichy pero
muy probablemente a la disposición del Tercer Reich. El pasado 3 de julio una fuerza
expedicionaria británica expresamente enviada por Churchill exigió al comandante
francés que rindiera los buques o partiera de esa base. Ante la negativa de ambas
peticiones, los artilleros de la Real Marina abrieron fuego hundiendo varias
embarcaciones y matando a 1.297 marineros franceses. A nadie le ha satisfecho
semejante medida, pero el premier británico me ha mandado otra señal de su
determinación.
Franklin D. Roosevelt,
Capítulo XXII
LA BATALLA DE INGLATERRA -I
“El Fuhrer me ha ordenado que aplaste el Reino Unido con mi Luftwaffe.
Mediante duros golpes planeo tener a este enemigo de rodillas
en el futuro más inmediato posible”
Hermann Goering, Ministro del Aire alemán
Boston, 30 de agosto de 1940
Las vísperas de lo que luego aconteció resultaron tensas y frenéticas para los dos
bandos. Los aliados habían quedado seriamente dañados en cuanto al número de
unidades aéreas disponibles: entre el 10 de mayo y el 20 de junio los británicos habían
perdido 944 aviones. Pero la Luftwaffe no había salido mejor parada al resultar
inutilizados, averiados o destruidos un total de 1000 aparatos.
El 10 de julio comenzó una de las batallas más pavorosas de la historia humana.
Oleadas de flotas aéreas integradas por bombarderos Heinkel y Junkeracompañados
por agrupaciones de cazas Messerschmitt comenzaron a bombardear las defensas
costeras británicas en un movimiento de preparación de la operación bautizada como
León Marino –Seelöwe-. Pero los alemanes no habían contado con la ténue cortina de
protección compuesta por los cazasHurricane y Spitfire; más aún, el gran papel
desempeñado por la nueva tecnología de radio direction and ranging –radar- que
además se utilizaba no sólo para avisar de posibles ataques sino de dirigir y coordinar
todo el sistema defensivo construído mediante una cadena de 30 estaciones de radar a
lo largo de la costa sudoeste, sur y sudeste de Inglaterra. Mientras los combates
aéreos continuaban, Hitler dio la orden final para el Adlertag (Día del Águila) en que se
acometería la destrucción del Comando de Cazas pero debido al mal tiempo quedó
todo en suspenso. Después de abandonar la estrategia de destrucción de las torres de
radar, las acciones de la Luftwaffe se coordinaron el 15 de agosto, lanzando hasta
cinco oleadas sucesivas de cazas a los cielos de Gran Bretaña. A tenor del resultado
final, no cabe duda que los expertos planificadores de la campaña aérea, Goring como
principal responsable, ha sido el único capaz de dar al traste con la operación ya que
todo indicar que se han dado graves problemas de coordinación que han evitado
alcanzar la victoria total y absoluta. Nuestros informadores británicos han respirado,
satisfechos, al ver como los ataques se circunscribían exclusivamente al aire, olvidando
cualquier ataque terrestre mientras sus aparatos repostaban o se rearmaban en tierra,
hecho que finalmente ha permitido librar una pavorosa batalla al oeste de la isla de
200 aviones alemanes contra 170 unidades británicas.
Del terror de la batalla destacaré esta confesión que nerviosamente le ha transmitido
nuestro enlace a los familiares actualmente residentes en nuestro país del piloto J.H.
„Ginger Lacey, del Escuadrón 501 “mis nervios estaban tan al límite y el miedo me
paralizaba tanto que me quería retirar y evitar el combate. Eso me asustaba más que
los alemanes y supliqué a mi comandante que me dejara descansar. Aunque me
comprendió, se mantuvo firme e insistió en que debía continuar hasta que no vinieran
substitutos. Ahora celebro que no me dejara ir. Si me lo hubiera permitido, tal como yo
quería, estoy seguro de que nunca hubiera vuelto a volar”.
A raíz de la resistencia británcia, Goring parece haber vuelto a sus objetivos primarios
de nuevo afrontando el reto de destruir las siete estaciones de sector del Grupo
11: Biggin Hill, Debden, Hornchurch, Kenley, Northolt, North Weald y Tangmere. A
pesar de todos los destrozos que ha ocasionado el ataque de hoy, nos han comunicado
que el aérodromo de Biggin Hill continua operativo.
Franklin D. Roosevelt,
Capítulo XXIII
DECISIONES DIFÍCILES Y REELECCIÓN
“No queremos volver a mandar a nuestros muchachos allá.
Si eligen al candidato del tercer mandato, creo que serán enviados”
Wendell L. Willkie durante un discurso en St. Louis
Rhode Island, 1 de diciembre de 1940
Hace algunas semanas creía haber dado con la solución perfecta al problema de cómo
materializar la entrega de nuestros destructores a Gran Bretaña sin vulnerar la Ley de
Neutralidad. El trato se enmarcaría dentro de una operación mayor que contemplaría el
intercambio entre nuestros buques y el uso de utilización de dos bases navales en
Terranova y las Bermudas; además se incluiría el arrendamiento por noventa y nueve
años de otras bases en las Indias Occidentales Británicas. Así, decidí tomar por los
cuernos al bufalo y ordené el cumplimiento del acuerdo haciendo valer mi autoridad.
Este acto, no sólo favorecía las necesidades militares de Gran Bretaña sino que
además enviaba un claro mensaje a Hitler dado que Estados Unidos, además de
implicarse directamente en la asistencia de la potencia aliada superviviente, avanzaba
en el mapa mundial con un conjunto de bases desde donde poder
desplegarse. Churchill lo resumió de la siguiente forma: “Como el Mississipi sigue
avanzando. Que avance. Que avance a caudal pleno, inexorable, irresistible, benigno,
hacia tierras más anchas y días mejores”.
En otro orden de cosas, estos meses han sido muy importantes para esta presidencia
ya que pese a las duras críticas lanzadas por Wendell L. Willkie, hemos conseguido
nuestra reelección de un nuevo mandato. Willkie se mostró comprensivo con la ley que
decretaba a la propuesta de servicio militar selectivo a todo el país argumentando
acertadamente que “es la única manera democrática de asegurar la cantidad de
hombres entrenados y competentes que necesitamos para nuestra defensa nacional”.
Este entendimiento se quebró con el anteriormente citado intercambio de destructores
por bases. Permanecí encerrado en White House hasta finales de octubre pero a partir
de ese momento salté a la arena para explicar a cualquier elector lo que esta
presidencia podía aportar a la nación en momentos tan comprometidos.
Una vez el pueblo norteamericano habló, la implacabilidad de su juicio nos llenó a
todos de orgullo. El candidato republicano tan sólo logró en 10 estados aunque el
margen de victoria conseguido fue el más reducido de mi carrera. Willkie logró cinco
millones de votos más de los que su compañero Landon había logrado hacía cuatro
años, una cifra nada despreciable que castigaba las reformas más drásticas del New
Deal. Pero la clave de mi victoria fue la confianza en mi gestión; los votantes preferían
en mayor grado la fiabilidad de alguién que les estaba sacando de los apurados
tiempos económicos que alguien todavía inexperto. Ante la pregunta de qué votarían
sino hubiera guerra, las cifras favorecían a Willkie por un margen del 5,5 porciento.
Pero si se les preguntaba por la posibilidad de que la nación entablara combates,
entonces mi candidatura arrollaba. Confianza, esa y no otra ha sido la clave del éxito:
votos electorales de Willkie 82, votos electorales nuestros 449.
Que Dios nos ayude.
Franklin D. Roosevelt,
Capítulo XXIV
LA BATALLA DE INGLATERRA -II
“Todo el cielo hacia el este era un resplandor rojo, parecía que Londres estuviera
ardiendo.
En la Avenida Shaftesbury, a cinco millas del fuego, se podía leer el periódico”
Bárbara Nixon, vigilante durante los ataques aéreos
el 7 de septiembre de 1940
Maine, 5 de diciembre de 1940
La tarde del 7 de septiembre de 1940, Hitler ordenó el primer ataque aéreo a plena luz
del día sobre Londres en represalía por un ataque dela RAF contra Berlín la noche del
25 al 26 de agosto. Las cifras que hasta Washington han llegado son espeluznantes:
durante toda la noche, un total de 348 bombarderos, excoltados por 617 cazas
bombardearonlos depósitos de petróleo de Thamshaven y los muelles de Londres. Una
procesión de 318 Heinkels y Dorniers añadieron 300 toneladas de explosivos de alta
potencia y 13.000 bombas incendiarias a las llamas que ya hacían estragos. Las
defensas antiaéreas tan sólo derribaron un bombardero.
Las estimaciones de la Inteligencia Alemana decidieron coordinar pequeños ataques,
escoltados con abrumadora potencia diurnos, y bombardeos masivos nocturnos. Entre
el 7 y el 12 de septiembre, Londres se libró de los bombardeos tan sólo diez noches.
Sobre la ciudad cayeron 13.000 toneladas de explosivos de alta potencia y casi un
millón de bombas incendiarias matando a 13.000 personas e hiriendo a unas 20.000.
La ineficiencia de los dispositivos antiaéreos estaba demostrada; según cálculos del
servicio de matématica militar, hacían falta una media de 20.000 proyectiles para
derribar un solo aparato.
Aún con todo este minucioso análisis, lo más preocupante ha sido descubrir el sistema
de guiado de los raids aéreos. Según me ha descrito con toda clase de
detalles Winston Churchill como “un haz de radioondas que, como un reflector
invisible, guia a los bombarderos hacia su objetivo”. El arma secreta recibe en su país
de orígen el nombre de Knickebein (pierna torcida), y en resumen es la suma de dos
haces de radio que parten desde sus emisores en Europa continental. Cuando el avión
atacante despegue, lo único que tiene que hacer es seguir al primer haz y dejar caer
sus bombas cuando detecte que se cruza con el segundo; posteriormente la flota
entera sólo debía vaciar sus cargas sobre el impacto de las primeras bombas
incendiarias que delimitaban el camino a seguir.
El 20 de noviembre, 449 bombarderos dejaron caer 1.500 explosivos de alta potencia,
50 grandes minas lanzadas con paracaídas y 30.000 bombas incendiarias. La ciudad de
Coventry fué literalmente arrasada y 21 fábricas resultaron gravemente dañadas. El
ataque duró once horas, 60.000 edificios se vieron afectados y –aunque las cifras
todavía son inexactas, los muertos y heridos superaron los 2.000 individuos. La
catedral medieval quedó completamente demolida.
El impacto social de esta doctrina de bombardeo de grandes ciudades, además de los
complejos industriales y de infraestructuras, es el desplazamiento masivo de
población. Desde la entrada en guerra, Londres es una ciudad vacía de niños. Se han
construído en un tiempo récord refugios en el norte del país para acoger y proteger la
vida de estos inocentes. La capital es un nido de refugios y las estaciones de metro se
han habilitado como refugios. Por la noche, con las primeras alarmas, la gente
abandona sus casas y huye a toda prisa hacia las entradas del underground en una
auténtica carrera por salvar sus vidas. El pueblo inglés está resultando un feroz
combatiente y un resistente ejemplar en estos días tan aciagos. Muchos
norteamericanos deberíamos ver lo que en Londres sucede y aprender la lección.
La batalla de Inglaterra todavía no ha acabado, pero lo más importante es que
Inglaterra sigue viva, luchando y en pié; y eso ya es la mitad de la victoria. En
palabras de Churchill: “jamás, en el campode los conflictos humanos, tantos debieron
tanto a tan pocos” acuñando para siempre el apelativo de “los pocos” por el que a
partir de ese momento serían conocidos los pilotos de la RAF.
Franklin D. Roosevelt,
Capítulo XXV
PRÉSTAMO Y ARRIENDO
“El hecho geopolítico supremo de la era moderna
es que los estadounidenses hablan en inglés”
Príncipe Bismarck
Washington, 11 de marzo de 1941
En el día de hoy el Congreso ha aprobado el Proyecto de Préstamo y Arriendo por 60 a
31 votos en el Senado y 317 a 71 en la Cámara Baja. Ha sido un largo camino
recorrido y una multitud de gente se ha implicado hasta el extremo de sus fuerzas
para lograr el éxito que algunos de nosotros hemos celebrado esta noche en el ala
oeste de la Casa Blanca(18).
Las alarmas saltaron oficialmente cuando Lord Lothian, embajador británico en Estados
Unidos, declaró en el aeropuerto de La Guardia en New York a la vuelta de una visita a
Londres, cuando aseveró ante la prensa “Bueno, muchachos, el Reino Unido está en
quiebra. Lo que precisamos es vuestro dinero”, aunque siendo sincero confesaré que
desde hacía algunos meses empezábamos a sospechar del estado de las arcas del
Imperio Británico. La liquidez del aliado aseguraba el pago para todas las entregas
solicitadas pero difícilmente podía cubrir una sola caja más de munición.
Estaba claro que nuestra estratégia de “métodos-antes-de-llegar-a-la-guerra” pasaba
por quedarse en la retaguardia apoyando al Reino Unido de la Gran Bretaña, pero
numerosos impedimentos legales constituían una serie amenaza a cualquier solución
imaginable. Tanto la Ley Johnson de 1934 que prohibía efectuar préstamos a países
que hubieran entrado en quiebra, así como las cláusulas de Efectivo y Transporte
pertenecientes a la Ley de Neutralidad impedían de facto la resolución positiva del
problema.
Mientras me encontraba de vacaciones post-electorales en el Caribe, recibí una sincera
carta de Winston Churchill a la que un buen amigo mío(19),Warren Kimball, gusta
etiquetarla como “un epitafio del Imperio Británico”. De sus párrafos destacaría su
sincera confesión de la situación, “se necesitan entre tres y cuatro años para hacer que
las industrias de un estado moderno sirvan para propósitos bélicos. Durante el tiempo
que Estados Unidos tardara en elevar su producción hasta el máximo, el Reino Unido,
solo, mantendrá el frente y se las verá con el poder nazi hasta que los preparativos
estén terminados”. Para ello, el premier británico insinuaba la derogación de las
cláusulas de efectivo y transporte. La primera explicaba que a medida que el ritmo de
envíos aumentara, en la misma velocidad se agotarían las reservas monetarias de la
nación y con la guerra hipotéticamente resuelta a nuestro favor dejaría a unos Estados
Unidos poderosos a costa del Reino Unido que había sostenido la civilización occidental
a costa de centenares, miles o millones de muertos. La segunda derogación, referida al
transporte, detallaba la reducción del tonelaje marítimo que sobrevivía a los ataques
nazis, sólo la flota intacta de mercantes americanos y principalmente los servicios de
escolta de convoys que dicha nación podía proporcionar, mantendrían la situación
controlada.
Sin duda era una exposición clara y manifiesta de lo que el Reino Unido necesitaba
para evitar no solo su hundimiento sino también conseguir remontar la situación.
Cuando regresé al continente expuse mi cargo con un simple comentario jocoso al
declarar que “he leído una gran cantidad de tonterías en los últimos días de personas
que sólo pueden pensar en lo que podríamos denominar términos tradicionales sobre
las finanzas. Ahora bien, lo que yo intento hacer es librarme de ese estúpido, tonto y
antiguo signo dólar” y a continuación cité una de las más famosas parábolas que hasta
la fecha se recuerdan; “si la casa del vecino está incendiándose y él necesita que uno
le dé la manguera del jardín para apagar el fuego, uno no discutirá sobre el precio;
uno le prestará la manguera, y él la devolverá cuando el incendio esté extinguido”.
Creo que quedó bien claro mi posición y a pesar de las protestas de políticos y
periódicos aislacionistas, que todavía conservan la suficiente fuerza como para golpear
aunque a tenor de los resultados de la votación yo juzgaría como débilmente, hoy el
Congreso ha dado un tremendo paso adelante. Movilizaremos al país entero,
reformaremos y adecuaremos nuestras industrias, daremos trabajo a un número tan
grande de trabajadores que nadie jamás lo habrá creído posible. Pero también
deberemos plantearnos, al margen del programa de asistencia al Reino Unido, qué tipo
de posicionamiento estratégico vamos a tomar a partir de ahora; los tiempos cambian
más rápido de lo que sospechamos.
Franklin D. Roosevelt,
- - - - - - - - - -
(18) La cita representa un homenaje del autor a la magnífica serie de televisión que lleva el mismo nombre
y se emite a horas indecentes en TVE2
(19) Por interés de la narración el citado “amigo” es un eminente historiador especialista en Churchill quien
hizo esta aseveración años más tarde
Capítulo XXVI
PROGRAMA PARA LA VICTORIA
“Nuestra estimación está basada en una política más o menos nebulosa
puesto que el grado en que nuestro gobierno piensa comprometerse
con referencia a la derrota de las potencias del Eje no ha sido
definido hasta el momento”
Príncipe Bismarck
Washington, 28 de septiembre de 1941
A principios de verano ordené a los secretarios de Guerra y de Marina que realizaran
un estudio de los requerimientos productivos globales que se requerirán para la
derrota de Alemania y sus aliados. Reconozco que el trabajo encomendado al
mayor Albert Wedemeyer de la División de Planes de Guerra del ejército fue
sumamente complicado. Si ya es lo suficientemente complicado delimitar, fijar,
ordenar y priorizar los recursos de nuestro gran país, hacerlo desde la base de una
política exterior tan errática como indefinida que esta Administración se ve obligada a
adoptar por la presión de los aislacionistas, debe ser extremadamente dificultoso.
Aún así, estoy plenamente satisfecho del dossier que me ha sido presentado. Siempre
es bueno que alguien te dé una pataleta en el culo y te posicione con los pies
firmamente sujetos a la tierra. En el Programa para la Victoria(20) figuran, entre otros
estudios, los informes correspondientes a posibles teatros de operaciones desde el
Atlántico hasta el Mediterráneo y desde Europa occidental y Siberia hasta las islas y
mares del extremo del Pacífico occidental. Seguramente no todas las situaciones
corresponderán a un conflicto real pero es bueno saber que nuestro ejército piensa
continuamente en todos los hipotéticos peligros que en algún momento, del presente o
del futuro, pueden amenazarnos. Los puntos clave del Programa para la Victoriason
cuatro:
• El primer objetivo de los Estados Unidos y sus asociados deberá ser una completa
derrota militar de Alemania
• Será necesario que los Estados Unidos entren en guerra
• Sólo los ejércitos terrestres pueden ganar las guerras definitivamente
• El 1 de julio de 1943 es la fecha estimada más temprana en que las fuerzas armadas
estadounidenses pueden
estar movilizadas, entrenadas y equipadas para operaciones terrestres
Aún más grave que las oportunidades de victoria a favor de los aliados si nuestro país
no entra en combate, son las posibilidades de supervivencia de la URSS ante la
embestida nazi; para 1943 se estima que esa nación ya no estará en el conflicto.
Además, los requerimientos especificados para los Estados Unidos son monstruosos:
deberíamos formar 215 divisiones con un total de ocho millones setecientos mil
hombres; para equipar esa fuerza mientras pertrechamos a nuestros aliados,
deberíamos duplicar nuestros planes de producción con un gasto de ciento cincuenta
mil millones de dólares.
Franklin D. Roosevelt,
- - - - - - - - - -
(20) El Programa para la Victoria saltó a los medios de comunicación a principios de diciembre de 1941. El
Chicago Tribune publicó con grandes caracteres EL OBJETIO ES DIEZ MILLONES DE HOMBRES
ARMADOS; LA MITAD PARA COMBATIR CON LAS FUERZAS ALIADAS EUROPEAS.
PROPUESTAS PARA DESEMBARCAR ANTES DEL 1 DE JULIO DE 1943, PARA APLASTAR A LOS
NAZIS. EL PRESIDENTE RECIBIÓ INFORMES DE ESCASEZ DE EQUIPAMIENTO. Hoy se considera
la publicación de esta notícia como uno de los últimos golpes aislacionistas a fin de sabotear la preparación de
Estados Unidos para la guerra. La nación ya estaba mentalizada que haría falta un crecimiento militar y se
consideraba probable la entrada en el conflicto. Incluso en Chicago, sede aislacionista, se consideró la
revelación de los planes militares como un acto profundamente desleal y antipatriótico. Miles de lectores
adoptaron el lema contra McCormick y su periódico: “millones para la defensa, pero ni dos centavos para el
Tribune” y cancelaron sus subscripciones. Todo quedó olvidado tres días después, con el ataque del Imperio
Japonés a Pearl Harbour.
Capítulo XXVII
ATLÁNTICO NORTE
“La decisión de 1941 yace en los mares. La hora
de la verdad de toda la guerra dependerá del resultado de la batalla del Atlántico”
Winston Churchill, primer ministro británico
Washington, 1 de noviembre de 1941
Cuando se inició el conflicto pocos podían imaginar que el combate se trasladaría al
mar. La potencia de fuego y la superioridad, tanto númerica como estratégica, con la
que contaban las marinas de Gran Bretaña y Francia permitían pensar que una
Alemania agresiva sería automáticamente aislada más allá de Europa por vía marítima.
La kriegsmarine estaba en inferioridad y no contaba con el apoyo de la Luftwaffe,
además el ejército no se mostraba muy predispuesto al inicio de operaciones
aeronavales. La estrategia aliada se basaba en el recorrido de los convoys y el uso
del ASDIC –sónar para la localización de submarinos- para la eliminación de los U-
boote. Al empezar la guerra, los británicos cerraron el estrecho de Dover, minaron sus
aguas y las del mar del Norte acabando así, supuestamente, con la amenaza de la
marina alemana. Y el plan funcionó hasta la primavera de 1940.
En ese momento y de manos del jefe del servicio de submarinos, Karl Dönitz, y por
obra del comandante en jefe de la Armada alemana, Erich Raeder, se inició una basta
operación de guerra naval con el objetivo de bloquear y hundir todos los recursos que
la marina mercante británica transportara hasta su nación. En octubre de 1939 decreté
una Zona de Neutralidad de Estados Unidos hasta trescientas millas de la costa y, si
bien Hitler no autorizó la llegada de submarinos a las costas estadounidenses, extendió
la zona de combate naval de Alemania en el Atlántico hasta la costa oriental de
Groenlandia. Las líneas se juntaban peligrosamente.
Tomando como base los nuevos puertos franceses y noruegos, las unidades
submarinas se desplegaban por todo el Atlántico aprovechándose de la escasez de
patrullas aéreas británicas al sur de Groenlandia. Entraron en escena los nuevos
submarinos del modelo IX, con una autonomía sobre los 17.000kms. y armados con un
complemento de veintidós torpedos duplicando el poder de fuego de los aparatos
antigüos. Por si todo este extenso arsenal fuera poco, los alemanes desarrollaron una
táctica de combate bautizada por ellos mismos como el ataque de manada de lobos,
según la cual, dirigidos a través de la radio desde el cuartel de Dönitz en Lorient, los
submarinos convergían sobre un convoy. A partir de ese momento se desencadenaba
un ataque sin cuartel por el disparo en diagonal sobre un flanco del primer submarino
lo que provocaba que los navíos escolta –si los hubiera- se dirigían hacia el agresor
para neutralizarlo o se ocupaban de rescatar a los supervivientes del ataque lo que
dejaba al resto de la flota desordenada y desprotegida, dando así la oportunidad al
resto de submarinos alemanes de encargarse del resto de mercantes. Sólo en abril de
este año reposan en el fondo del océano un total de 650.000 toneladas.
Ocupé el verano entero reflexionando sobre los consejos contradictorios y obligaciones
cruzadas que intentaban influenciar mis decisiones. Mis asesores más próximos y el
inefable Churchill insistieron en que ordenase a nuestras fuerzas navales la protección
de los convoys. La Ley de Neutralidad, el Préstamo y Arriendo y la mayoría del pueblo
americano apelaban a mi responsabilidad constitucional en el mantenimiento de
nuestro país fuera de cualquier asistencia militar directa: El apoyo de los navíos estaba
expresamente prohibido por ley y todo el mundo sabía que escoltar esos buques
significaba en un plazo más breve que prolongado, la entrada en guerra. Y todavía una
mayoría de nuestros compatriotas no estaban de acuerdo.
Siempre he estado dispuesto a salvaguardar los intereses de mi país aún a costa de
sufrir un proceso político para destituirme, acusado de vulnerar leyes tan importantes
como la de Neutralidad, pero no podía ir más allá de mi conciencia. En abril envié un
cuerpo de marines para ocupar los territorios ocupados de Groenlandia, antiguamente
pertenecientes a Dinamarca, y esa argucia me sirvió para decretar la extensión de
la Doctrina Monroe hasta esas tierras y por ende, ampliar el límite de nuestras aguas
neutrales. Nuestro cometido sería el de realizar misiones de patrullaje –en lugar de
escolta- y notificar al alto mando naval británico todos los contactos positivos que
registrásemos.
Algunos creyeron que lo único que buscaba nuestro país era una excusa, un incidente
menor, que nos diera la oportunidad de girar en el aire los dados de la suerte; se
equivocaban dado que oportunidades no faltaron. El 11 de abril el destructor
estadounidense Niblack, situado a 800kms. Al sudoeste de Islandia, captó una señal de
sónar de lo que parecía ser un submarino y lanzó algunas cargas de profundidad.
Posteriormente comprobamos que esas cargas estallaron en un mar vacío de
enemigos. El 21 de mayo un submarino alemán hundió el carguero
estadounidense Robin Moor, bastante lejos de la zona de guerra declarada, entre Brasil
y África. Vulnerando cualquier convención o pacto internacional para tiempos de
guerra, el capitán del submarino abandonó a la deriva la tripulación del referido
carguero con escasas raciones y sin transmitir su posición a las embarcaciones
cercanas. Hasta el 9 de junio no encontramos a alguno de esos supervivientes. Mis
razones para no declarar la existencia clara de un casus belli se agotaban rápidamente.
Pero el 4 de septiembre, el destructor norteamericano Greer se dirigía hacia Islandia
transportando correspondencia y subministros para el destacamento de infantería
presente, recibió un mensaje por destellos proveniente de un avión de reconocimiento
inglés informándole de la presencia de un submarino enemigo a dieciséis kms. frente al
destructor. Siguiendo las órdenes habituales, el capitán del navío siguó el rastro del
sumergible localizándolo mediante sónar. El piloto del avión dejó caer cuatro cargas de
profundidad y se alejó, pero los alemanes –que sólo podían divisar al navío americano-
interpretaron que el orígen del ataque era la embarcación y le lanzó dos torpedos que
fallaron el blanco; el Greer repelió el ataque pero los dos oponentes retornaron a sus
posiciones sin mayor incidéncias. Cogí el micrófono y radié una dura alocución en lo
que en la intimidad de este diario confesaré como una manipulación de los hechos para
poder forzar las decisiones futuras y aseveré que “el hecho puro y simple es que el
submarino alemán hizo fuego primero sobre este destructor sin advertencias y con la
deliberada intención de hundirlo” y anuncié la política de bautizada como Disparar a la
vista afirmando que “las embarcaciones navales americanas ya no esperarán más que
los submarinos del Eje, acechando bajo las aguas, o los corsarios en la superfície del
mar, lancen sus golpes mortales. De ahora en adelante, si navíos alemanes o italianos
penetran en nuestras aguas, no estarán seguros”. Tres días más tarde, un convoy
integrado por más de cincuenta barcos escoltados por la flota canadiense, fueron
entregados a cinco destructores norteamericanos que les acompañaron hasta el límite
del sur de Islandia donde esperaba un escuadrón de la Marina Real Británica.
Habíamos entrado silenciosamente en guerra.
Hace algo menos de dos semanas, para ser exacto el 17 de octubre, el submarino
alemán U568 disparó un torpedo sobre el destructor Kearny que llegó a Islandia con
once marineros muertos. Enfurecido declaré que “Estados Unidos ha sido atacado. El
USS Kearny no es sólo un navío de la Armada. Pertenece a cada hombre, mujer y niño
de esta nación. Yo digo que no propongamos quedarnos cruzados de brazos. Nosotros
los norteamericanos hemos zarpado de nuestros muelles y hemos tomado nuestros
puestos de combate”. Tres días más tarde, el U522 lanzó un solo torpedo al depósito
de municiones del USS Reuben James el cual se partió en dos y se hundió
instantáneamente arrastrando al fondo de las aguas a ciento quince marineros. Pero
las preocupaciones alemanas están centradas en el Este y su guerra contra la URSS;
las nuestras se centran componer un ejército que nos represente dignamente cuando
entre en combate.
Franklin D. Roosevelt,
Capítulo XXVIII
ATACADOS!
“Facilis descensus averni est”
Expresión latina
Washington, 4 de noviembre de 1941
Por fin ha caído la noche en este dramático día del 4 de noviembre de 1941(22) que, sin
duda alguna, pasará a formar parte de la corta historia de este país. Desde el balcón
de mi residencia oficial compruebo como, poco a poco, las luces de Washington van
apagándose y aunque mi querida mujer me ha recomendado que no me acostara
tarde, estoy convencido que yo, al igual que otros muchos millones de americanos, nos
será imposible conciliar el sueño esta noche. A primera hora de la madrugada el
Imperio de Japón ha atacado la base de Pearl Harbour en la isla de Oahu. Todavía no
dispongo de todos los daños causados, ni el número de bajas humanas, pero las cifras
que hasta nuestras oficinas centrales van llegando sólo añaden indignación a nuestra
ira contenida.
Desde hace algunos años nuestra estratégia básica de actuación en Asia pasaba por el
apoyo ancestral a China y éste era el principal motivo de irritación japonés. Después
de ampliar nuestro embargo de materiales a todos los envíos de hierro y acero y
añadir en enero de 1941 el cobre y el bronce, cada paso que daba una de las dos
naciones en la escalada de la tensión era calculada para causar a la otra un perjuicio
grave aunque no lo suficiente como para empujarla al conflicto bélico. Según Hull, ese
enfrentamiento supondría “la guerra equivocada, con el enemigo equivocado, en el
lugar equivocado y en el momento equivocado”, y esa fue nuestra postura oficial.
Supongo que ese fue el motivo por el cual Tokio nos envió un nuevo
embajador, Nomura Kichisburo para dar comienzo a mediados de marzo de una
maratoniana ronda de más de cincuenta entrevistas con el incombustible Hull para
abordar el problema antes que perdiéramos el control. El infortunadoNomura se movía
entre las dificultades própias del entramado internacional, la indefinición de su
gobierno que lo mantenía frecuentemente desinformado y nuestro secreto
conocimiento de todas sus instrucciones recibidas gracias al descifrado de los más
elevados códigos diplomáticos de los japoneses gracias al programa Magia. Pero todas
esas largas charlas –sería totalmente impropio calificarlas como negociaciones-
resultaron del todo estériles. Japón no estaba en condiciones de renunciar a sus
conquistas en China e Indochina francesa y los Estados Unidos no aflojarían el nudo
del embargo hasta que el Imperio Nipón hubiera retirado sus tropas del continente
asiático. Todo el tiempo que pudiéramos ganar suponía una escasez de recursos
consumidos para Japón y más barcos, aviones e infantería para nuestra nación. Una
situación cerrada pero cómoda.
El mencionado programa Magia nos permitió saber que las luchas internas en el Japón
beligerante que conocíamos habían abandonado los velos de la política para mostrarse
abiertamente combativos aprovechando el momento en que Hitler decidió lanzar la
ofensiva Barbarroja. Dos opciones se presentaban como definitivas: Ir hacia el Sur o ir
hacia el Norte. La primera contemplaba la toma de los ricos yacimientos petrolíferos de
las Indias Orientales Holandesas, amén de la eliminación definitiva de China y la toma
de Indochina y Malasia. De esta forma, la espada de Damocles que pendía sobre toda
la maquinária japonesa en forma de subministros petrolíferos americanos dejaría de
amenazar al Imperio del sol naciente. Les quedaban reservas para dos años o seis
meses en estado de guerra y había llegado el momento de las grandes decisiones.
La segunda alternativa implicaba la entrada en guerra contra la Unión Soviética
aprovechando la embestida alemana y obligar a dicho país a batallar en dos frentes.
“El que busca perlas debe zambullirse en lo profundo”, argumentó el ministro de
Asuntos Exteriores Yosuke Matsuoka al gabinete y añadió “el estallido de la guerra
entre Alemania y la Unión Soviética ofrece a Japón una oportunidad dorada de las que
se presentan sólo una vez cada mil años”. En la mente y en el corazón del dirigente
todavía permanecía fresca la sed de venganza por la derrota del verano de 1939
en Nomohan frente a los soviéticos. Finalmente la frase convertida en política de “ir
hacia el Sur” se adoptó de forma solemne, la suerte estaba echada. Ambos, “norteños”
y “sureños” estaban de acuerdo en una cosa: la superioridad sobre la Armada de
Estados Unidos en el Pacífico duraría escasamente dos años, era ahora o nunca.
La semana pasada envié por vía diplomática un documento destinado a rebajar la gran
tensión que a lo largo del tiempo habíamos acumulado. No se trataba de una acción de
distracción, sino de una intención sincera de conseguir ganar tiempo al tiempo y en el
mejor de los casos, rescindir el compromiso moral con la casi inexistente China sin que
renunciaramos al compromiso moral que nos ataba. Horas más tarde, la decodificación
de Magiade la repuesta japonesa rechazaba nuestra propuesta. Abrí el sobre
descodificado, leí su contenido y le dije a Harry Hopkins con quien estaba reunido,
“esto solo significa una cosa, la guerra”.
Durante todo el día he podido conversar telefónicamente con varios gobernadores y
todos ellos me comunican que miles de jóvenes americanos intentan alistarse en
nuestras fuerzas armadas. Este ataque cobarde ha unido definitivamente a todo
nuestro pueblo tras mi persona y no desfalleceré en la dura prueba que el destino nos
plantea.
Franklin D. Roosevelt,
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(21) "El descenso al infierno es fácil"
(22) La fecha histórica del suceso fue el 7 de diciembre de 1941
Capítulo XXIX
EL DÍA DE LA INFAMIA
“No sólo seréis incapaces de compensar vuestras pérdidas, sino que os iréis
debilitando con el tiempo. Y nosotros, no sólo compensaremos nuestras pérdidas, sino
que
creceremos con el tiempo. Es inevitable, os doblegaremos antes de acabar con
vosotros”
El Almirante Harold N. Stark, Jefe de Operaciones Navales
al Almirante Nomura Kichisburo, Embajador japonés en Estados Unidos
AL CONGRESO DE LOS ESTADOS UNIDOS
Ayer, 4 de noviembre de 1941 –una fecha que vivirá en la infamia-, los Estados Unidos
de América fueron repentina y deliberadamente atacados por la marina y la fuerza
aérea del Imperio de Japón.
Los Estados Unidos estaban en paz con esa nación y, a solicitud de Japón, negociando
con su gobierno y su Emperador el mantenimiento de la paz en el Pacífico.
Verdaderamente, una hora antes de que los escuadrones aéreos japoneses
comenzaran a bombardear Oahu, el embajador japonés en los Estados Unidos y su
colega, todavía entregaban al Secretario de Estado una respuesta formal respecto a un
reciente mensaje americano. Mientras dicha respuesta insistía en la inutilidad de
continuar las negociaciones diplomáticas, éstas no contuvieron amenaza ni insinuación
del ataque que se iba a desarrollar. Fácilmente comprobarán que la distancia entre
Hawai y Japón hacen obvio que el ataque se planeó deliberadamente muchos días o
aún semanas atrás. Durante dicho periodo, el gobierno japonés ha procurado engañar
concienzudamente a los Estados Unidos con declaraciones y expresiones de falsas
esperanzas de paz duradera. El ataque de ayer en las Islas Hawaianas ha causado
severos daños a las fuerzas americanas, navales y militares. Muchas vidas americanas
se han perdido. Por añadidura, numerosos barcos americanos han informado de
ataques con torpedos en alta mar entre San Francisco y Honolulu.
Ayer el gobierno japonés lanzó también un ataque contra Malasia. Anoche las fuerzas
japonesas atacaron Hong-Kong. Anoche las fuerzas japonesas atacaron Guam. Anoche
las fuerzas japonesas atacaron las Islas Filipinas. Anoche las fuerzas japonesas
atacaron Wake Island. Esta mañana las fuerzas japonesas han atacado Midway Island.
Japón tiene, por tanto, emprendida una ofensiva extendida a lo largo del áera del
Pacífico. Los hechos de ayer hablan por sí mismos. El pueblo de los Estados Unidos ya
se ha formado su propia opinión y entiende muy bien las implicaciones respecto a la
larga vida y seguridad de nuestra nación. Como Comandante en Jefe del Ejército y la
Armada, he ordenado tomar cualquier medida necesaria para nuestra defensa.
Siempre recordaremos el carácter del violento ataque que se ha dirigido contra
nosotros. No importa cuánto tiempo nos lleve vencer esta premeditada invasión
porque el pueblo americano, en su derecho, prevalecerá con una victoria absoluta.
Creo interpretar la voluntad del Congreso y de nuestros ciudadanos al afirmar que no
sólo nos defenderemos sino que además nos aseguraremos que esta clase de traición
nunca más vuelva a ponernos en peligro otra vez.
Las hostilidades existen. No podemos ocultar el hecho que nuestras personas, nuestro
territorio y nuestros intereses están en grave peligro. Con la confianza en nuestras
fuerzas armadas, con la determinación sin límite de nuestras personas,
inevitablemente ganaremos, con la ayuda de Dios.
Pido al Congreso que como consecuéncia del ruín y no-provocado ataque de Japón el
domingo, 4 de noviembre, éste declare la existéncia del estado de guerra entre los
Estados Unidos y el Imperio japonés.
Washington, 5 de noviembre de 1941
Franklin D. Roosevelt,
Capítulo XXX
CALMA DESPUÉS DE LA TEMPESTAD
“Ahora es imposible que perdamos la guerra: tenemos
un aliado que jamás ha sido vencido en tres mil años”
Adolf Hitler a sus generales tras conocer el ataque a Pearl Harbour
Washington, 6 de noviembre de 1941
El servicio de inteligencia ha averiguado que la operación ha sido diseñada por
al Almirante Isoroku Yamamoto y ejecutada bajo el mando delComandante Mitsuo
Fuchida. El Servicio de Escucha del Pacífico había captado un mensaje en clave desde
Tokio que ahora interpretamos como la señal de partida de la operación, “asciende al
monte Nitaka”. La flota nipona situada a trescientos sesenta quilómetros al norte de
las islas y comandada por el Almirante Nagumo, estaba integrada por el Akagi, Kaga,
Hiryu, Soryu, Shokaku y Zuikaku más sus correspondientes barcos escoltas y de
protección.
El día antes, se izó en el palo de guardia del gigantesco portaviones Akagi -buque
insignia- la misma bandera en forma de Z que el Almirante Togo había exhibido en la
batalla del estrecho de Tsushima treinta y seis años atrás. Minutos antes de iniciar el
ataque, se facilitó a todos los pilotos un pañuelo que se ataron alrededor de sus
cabezas con la inscripción hissho –victoria segura- y encendieron los motores de sus
aparatos. La primera oleada de ataque inició las hostilidades siguiendo la orden en
clave de “To ra, to ra, to ra”(23) a las 07:49h –hora local de Oahu-, y contando con la
participación de 48 bombarderos de gran altitud, 51 bombarderos en picado, 40
aviones torpederos y 43 cazas. La segunda oleada, a las 08:54h, compuesta por un
total de 54 bombarderos de gran altitud, 78 bombarderos en picado y 35 cazas; sólo
34 minutos antes se había hundido el USS Arizona, alcanzado en el depósito de
municiones por un torpedo japonés, en el escaso margen de 9 minutos.
Además, el Centro de Control de la Base ha cifrado los daños aéreos en 180 aviones
destruídos y otros 120 paralizados. Dos mil cuatrocientos tres hombres han muerto,
1103 encerrados en el USS Arizona y otros 1178 hombres han resultado heridos. A
pesar de la tremenda magnitut de los hechos no todas las notícias son negativas.
Nuestra flota de portaaviones ha quedado intacta gracias a diversas circunstancias:
el Yorktown había sido destacado a la costa este para cumplir funciones en el
Atlántico; el Saratoga se encontraba en la base naval de San Diego donde se le
practicaba una revisión de mantenimiento; El Enterprisey el Lexington navegaban en
alta mar cerca de Wake y Midway respectivamente. Y sobretodo, las reservas de
combustible e instalaciones de infraestructura naval no han sufrido daños
representativos que nos obligaran a un replanteamiento de nuestras posiciones
defensivas.
Ahora, verdaderamente, empiezan las decisiones difíciles.
Franklin D. Roosevelt,
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(23) La traducción es "Tigre, tigre, tigre"
Capítulo XXXI
UN CONFLICTO MUNDIAL
“Bueno, al final, hemos ganado”
Winston Churchill, primer ministro británico
Washington, 10 de noviembre de 1941
Aún con el cruento ataque sufrido, hubiera sido un auténtico problema explicar al
pueblo norteamericano cómo era posible no sólo defendernos del agresor sino
incorporar al grupo declarado de enemigos a la Alemania de Hitler. Hoy todavía no
estoy convencido que la existencia del Pacto Tripartitoentre alemanes, japoneses e
italianos fuera motivo suficiente como para declarar la guerra al principal valedor de la
situación mundial.
No están de acuerdo mis asesores, pero creo que Der Fuhrer, llevado por un
entusiasmo que, sin duda alguna, le llevara a la perdición, ha cometido su primer
grave error: ha declarado formalmente que se une a la causa japonesa y por tanto,
automáticamente, podemos declarar que existe un estado de guerra entre los Estados
Unidos y sus aliados. Mañana acudiré nuevamente al Congreso para anunciar dicha
situación que ahora estaba redactando:
RESOLUCIÓN DE GUERRA
Declaramos que existe un estado de guerra entre el Gobierno de
Alemania y el gobierno y el pueblo de los Estados Unidos y hacemos
las provisiones correspondientes para este tipo de situación.
Dado que el Gobierno de Alemania formalmente ha declarado la guerra
contra el gobierno y el pueblo de los Estados Unidos de America:
Por lo tanto, la Resolución del Senado y la Cámara de Representantes
de los Estados Unidos reunidos en asamblea constatará que existe un
estado de guerra entre los Estados Unidos - a la que ha sido empujada-
y el Gobierno de Alemania.
Y el presidente queda autorizado a dirigir y emplear la totalidad de
fuerzas navales y militares de la nación para continuar la guerra contra
el Gobierno de Alemania y para llevar al conflicto a una finalización
victoriosa, utilizando para ello todos los recursos del país que por la
presente declaración quedan empeñados por parte del Congreso de
los Estados Unidos.
A menudo la gente piensa que el tiempo de trabajo de un presidente de los Estados
Unidos está permanentemente ocupado en asuntos de extrema importancia, y
ciertamente no se equivocan. Pero en otros momentos resultaría increíble para
cualquier individuo ajeno a la Administración ver cómo un grupo de veinte personas
discuten apasionadamente con este presidente el sentido de un sola frase o la
ubicación de este u otro verbo. La oposición de mi grupo asesor ha sido dura, pero
finalmente he podido redactar el contenido tal y como era mi deseo, hablando siempre
de “el gobierno y el pueblo americano” en contraposición al “gobierno de Alemania”,
sin citar a su pueblo. Haremos extensiva esta declaración a Italia.
Es hora de acostarse, se avecinan días que ningún presidente desearía.
Franklin D. Roosevelt,
Capítulo XXXII
COME ON, RISE UP!(24)
“Dános tu barra de labios y la convertiremos en un cartucho de bala.
Dános el papel de aluminio del chiche y servirá para fabricar aviones veloces y
mortíferos.
Regálanos tu pala y la utilizaremos para armar granadas de mano”
Campaña publicitaria para el ahorro y recogida de todo
tipo de materiales reutilizables
Washington, 23 de noviembre de 1941
Con el Decreto de Movilización General y la entrada de las medidas extraordinárias con
motivo de nuestra entrada en la confrontación mundial estamos consiguiendo rectificar
la línea de producción industrial claramente hacia arriba. En este sentido, la ayuda
proporcionada por el método de producción en cadena resultan particularmente
destacables. La factoría de Boeing en Seattle, por poner un ejemplo, donde son
montadas los diferentes componentes de los B-17, consiguen reducir admirablemente
el tiempo medio necesario para la puesta en pista de estos formidables aparatos.
Las empresas que asumen contratos con nuestro gobierno han empleado a contratar
gente de una forma exponencial, incrementando horas de trabajo semanales efectivas
y también su producción total. El desempleo está descendiendo vertiginosamente
incluso si conseguimos extrapolar la suma de población que se une al ejército.
Después de aguardar las valoraciones de los expertos económicos, hemos conseguido
fijar una serie de objetivos de producción que sin duda supondrían un hito para
cualquier modelo macroeconómico y una leyenda en el capítulo de desarrollo de una
nación. Así, esperamos pasar de los 67 millones de toneladas de acero del pasado año
hasta los 80 millones para finales de 1944(25). Necesitamos obtener hasta 1945,
aproximadamente 70.000 buques o lanchas de desembarco, 75.000 tanques y carros
blindados, 250.000 aviones, y 12 millones de armas(26).
Sería un error pensar que esta división de la población entre el ejército y la industria
ha despoblado las zonas rústicas del páis. Sabedores de la importancia que para el
mantenimiento de nuestras necesidades básicas resulta la alimentación, estamos
consiguiendo mantener los precios de compra altos para evitar la quiebra de los
granjeros y además hemos empezado a ofrecerles créditos a bajo interés para que
vayan incorporando la tecnología a sus métodos de producción para así reducir costes
y aumentar la producción.
Pero algunas medidas deben reducir nuestra calidad de vida a favor de un rápido
fortalecimiento de nuestro poderío militar. Así he decretado que se racionen ciertos
artículos básicos como la carne, el café, el azúcar o la gasolina. Además, todos
aquellos que dispongan de tierras deberían utilizarlas para plantar sus huertos de la
victoria y así producir alimentos básicos con los que subsistir durante estos duros
tiempos.
Debemos estar todos unidos para aunar esfuerzos en esta dura prueba que nos ha
traído el destino. Y tan importante como es nuestro trabajo diário será mantener la
moral de la población alta. Anuncios, carteles, programas y concursos radiofónicos
ayudan a concienciar y a mantener la moral de la población alta.
Concretamente, la Oficina de Información de Guerra ha encargado una serie de
películas, producidas la mayoría por Frank Capra, tituladas Why We Fight–Por qué
luchamos?- destinadas a hacer comprender a la población y especialmente a nuestros
soldados, cómo empezó el conflicto, cómo nos hemos visto envueltos y por qué hace
falta el sacrificio de todos. Contamos con la colaboración de grandes estrellas del
mundo del cine como Robert Taylor oClark Gable; otros como el joven humorista Bob
Hope, la promesa Frank Sinatra o Bing Crosby ayudan al país promoviendo la campaña
de bonos del Estado emitidos para conseguir donaciones para la guerra a cambio de
unos futuros intereses razonables.
Incluso la sociedad civil, por ella misma, ha reaccionado adoptando nuevas tendencias
de moda con el objetivo de ahorrar la mayor cantidad de recursos posibles. Los trajes
masculinos de tres piezas con chaleco y pantalones con dobladillo han sido eliminados
de un plumazo y las faldas -para alegría de nuestros chicos- se han hecho
pronunciadamente cortas y estrechas.
Franklin D. Roosevelt,
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(24) Pequeño homenaje a la canción My city of ruins de Bruce Springsteen
(25) Realmente se alcanzaron los 89 millones de toneladas de acero
(26) Todas las cifras fueron superadas: 80.000 buques o lanchas de desembarco, 100.000 tanques o carros
blindados, 300.000 aviones y 15 millones de armas fué el resultado final
Capítulo XXXIII
CABALLEROS, TEMPLEN SUS ESPADAS
“Todos los hombres, tanques, aviones, barcos,
pertrechos y subministros deberán estar operativos o de lo
contrario nos estrellaremos contra un muro infranqueable”
Funcionario de la Casa Blanca, 1942
Washington, 8 de marzo de 1942
Una de mis primeras consultas fue conocer hasta qué extremo el ataque a Pearl
Harbour fue algo previsible. Numerosas son ahora las fuentes que nos llevan a
responder afirmativamente a dicha pregunta aunque es fácil a posteriori componer las
piezas del puzzle. A principios de 1941 el general Martin y el
contraalmirante Bellinger , jefes de las fuerzas aéreas del ejército y de la aviación
naval respectivamente en Pearl Harbour, manifestaron verbalmente su preocupación
por las pocas defensas con las que contaba la base americana y diseñaron un plan
hipotético de ataque contando con la ruta a seguir, la intensidad del golpe y el número
de efectivos requeridos. Las suposiciones resultaron confirmarse con el ataque
japonés. Días antes del ataque, nuestros servicios de información y espionaje
descifraron las órdenes enviadas por Tokio a las embajadas destacadas en los países
hostiles de Gran Bretaña, Holanda y los USA, en donde se les notificaba el mandato de
destruir todos los códigos secretos con los que contasen hasta ese momento, en un
síntoma claro de que algo iba a suceder. Pero la principal idea que circulaba tanto en
medios políticos como militares del país es que se esperaba un golpe armado contra
los intereses de nuestra nación, aunque no de forma tan directa; así, el grado máximo
de alarma se había decretado en toda la zona del Sudeste asiático, Mar de China,
Filipinas hasta el meridiano de la isla de Guam. Nunca pensamos que los japoneses
osaran golpear tan duramente.
Sea como fuera, por conducto oficial me he dirigido personalmente a todos los
hombres que tendrán la responsabilidad de dirigir tropas norteamericanas en cualquier
rincón del planeta. Patriotas que durante estos últimos años se han preparado para un
momento que todos deseábamos que nunca llegara. Deberán tomar decisiones
difíciles, en algunos casos sabedores que mandarán a muchachos norteamericanos a
una muerte segura. Deberán arriesgar sus vidas a favor de la victoria. Deberán pasar
hambre, frío, sufrir enfermedades. Muchos de ellos –y de los soldados que dirijan-
resultaran heridos, a menudo con secuelas de por vida. A todos ellos he querido dirigir
unas palabras de apoyo, coraje y valor. Independientemente de su rango y
responsabilidad, independientemente de las misiones que se les encomiende,
independientemente si son destinados a primera línea, en tareas logísticas o detrás de
una mesa en cualquier despacho, todos ellos deben saber que su trabajo será
imprescindible para el buen fín de esta guerra. Espero de todos la mayor de sus
entregas. Con la ayuda de Dios.
Ayer mantuve una reunión con el Alto Mando y decidimos que de ahora en adelante la
operatibilidad de nuestras tropas estarán bajo el mando directo de lo que he venido en
llamar “los cuatro pilares de Norteamérica”: Ike Eisenhower como responsable de las
fuerzas terrestres en Europa, Douglas MacArthur con la misma autoridad para el
Pacífico, Chester William Nimitz al cargo de la marina y Henry H. Arnold, al frente de
las fuerzas aéreas.
Dwight David Eisenhower – Como Jefe de Estado Mayor del III Ejército con base en
San Antonio (Texas) ha sido llamado a Washington para integrarse en la División de
Planes de Guerra del Estado Mayor por órden del General George Marshall bajo mi
sugerencia. Sus dotes fundamentales son la planificación en asuntos de logística;
virtudes que requeriremos sin queremos transportar al mayor ejército jamás creado de
un lado a otro del continente(27).
Douglas MacArthur – Sin duda es el más carismático entre nuestros generales. Durante
toda su carrera militar parece haberse dedicado a batir todo tipo de récords: a los 39
años era ya general y director de West Point. A los 50 fue nombrado Jefe de Estado
Mayor nortemamericano en el Pacífico(28). En una de los tragos más amargos de su
vida y ante la caída probable de las Filipinas, le he ordenado que se retire hasta
nuestros puestos en el Pacífico para desde ahí reconducir nuestras operaciones(29).
Cuentan los periodistas que, con los dientes apretados, ha declarado antes de partir de
esas islas: “volveré”. Apostaría todo lo que tengo a que así será.
Chester William Nimitz - Nacido en Texas en 1885, general de la marina y consejero
especial del secretario de Marina –cargo que conozco muy bien dado que yo trabajé en
dicho departamenteo- será el encargado de las operaciones de la marina
norteamericana en el Pacífico. Espero que su competencia y profesionalidad responda a
toda la fama que se ha granjeado durante estas últimas décadas.
Henry H. Arnold – Comandante de las fuerzas aéreas estratégicas del ejército de los
estados unidos a pesar de sus extraños inicios cuando decidió formar parte del cuerpo
de caballería y fue rechazado. A partir de ahí dirigió su interés a la Fuerza Aérea y hoy
constituye toda una garantía.
El pueblo norteamericano confia por igual en todos ellos.
Franklin D. Roosevelt,
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(27) Dirigió las operaciones Torch (desembarco en Casablanca, África), Husky (Toma de Sicilia) y
Overload (Dday)
(28) A los 70 fue nombrado Comandante en jefe de Filipinas
(29) Realmente se retiró a Australia
Capítulo XXXIV
AJUSTE DE CUENTAS
“Sabía que los ingleses carecen de escrúpulos, pero sólo hasta este momento,
pensé que los americanos eran mejores”
General del Ejército de la Francia de Vichy, Jean-François Darlan al ser
traicionado
Washington, 18 de mayo de 1942
Decía un filósofo griego que en ocasiones el futuro nos depara oportunidades
imprevistas y lo cierto es que no le faltaba razón. No sabría explicar exactamente si
dicha oportunidad fue casual o planificada pero al fin y al cabo lo único real es que
sucedió. Tras lograr una aplastante victoria en la guerra civil, Francisco Franco prefirió
adoptar una actitut prudente y no tentar a la suerte por dos veces. Sus éxitos sin duda
nacieron por la suma de diferentes factores entre los cuales destacaría la incapacidad
de sus oponentes por presentar una resistencia unida, el apoyo de los efectivos
militares españoles a su causa, la gran ayuda aportada por alemanes e italianos y por
último, la nula respuesta que los aliados dimos a los hechos ocurridos en España
durante la pasada década. A partir de ese momento, el Caudillo –ese es el pomposo
título con el que la propaganda oficial alimenta el culto a su persona- convirtió España
en su particular coto de caza, eliminando cualquier matiz democrático, aplicando una
economía de subsistencia, favoreciendo un mercadeo de corrupciones y realizando una
inhumana represión –especialmente en Euskadi y Catalunya-; lo que antes fue una
floreciente democracia, hoy es un país donde el número de asesinados en juicios
políticos sin defensa resulta ya incontable.
Y realmente España no constituiría un objetivo militar de primer orden sino hubiera
sido por nuestras conversaciones con Joseph Stalin. Éste, a través de múltiples
contactos, ha solicitado repetidamente tanto al premier británico W. Churchill,como a
mi, la apertura de un nuevo frente. Su situación empieza a ser desesperada ya que el
frente se sitúa en las proximidades de la vieja Moscú. Alemania parece estar volcada
con la empresa de conquistar al imperio ruso; aguardan su oportunidad durante el
duro invierno y se despliegan casi imparablemente durante los meses de primavera y
verano. Como consecuencia de la eficiencia de sus tropas y la poca preparación en
efectivos y pertrechos de los rusos, su avanzada posición frente a las puertas de Moscú
está empezando a minar la confianza del mandatario ruso en la victoria final.
Por otro lado, era de esperar que las tropas de su majestad consiguieran echar al mar
en un aceptable plazo de tiempo a las tropas italianas destacadas en el norte de África,
pero de acuerdo con Churchill decidimos acortar la esperar e impulsar la Operación
Torch –al mando de la cual destaqué a Ike-. La verdad es que los británicos no sufren
tanto por la suerte que puedan correr sus tradicionales competidores rusos sino que su
insistencia cabe buscarla en que la entrada directa de tropas norteamericanas cerca
del continente europeo debería significar un respiro al asedio que viene sufriendo
desde mitad del pasado año de la valerosa isla británica.
La suma de dichos motivos y las ansias de nuestros militares a testear sistemas,
tácticas, material y armada en una operación real de desembarco, ha motivado que
aprobara hace poco más de una semana la operación aeronaval en la costa nordeste,
suelo que legalmente pertenece al régimen neutral de la Francia de Vichy. La
operación se inició según lo previsto a las 00:00h GMT con la advertencia expresa al
régimen de Vichy que estabamos dispuestos a utilizar cuantos medios navales, aéreos
y terrestres dispusieramos a fin de sofocar cualquier oposición por parte de las tropas
de Vichy más aún si tenemos en cuenta que los servicios de espionaje habían alertado
de la presencia del General Jean-François Darlan, Comandante en Jefe de las fuerzas
Armadas Francesas y ferviente seguidor de Petain y la política alemana.
Todo hacía presagiar duros combates para el establecimiento de una cabeza de playa
que permitiera culminar la invasión. Tras el cruce de algunos disparos de fuego
graneado desde las baterías de defensa costera, el derribo de algunos aparatos y el
incio de desembarcos frecuentemente detenidos a lo largo de la costa de Argel y Orán,
el combate naval se sucedió entre diferentes embarcaciones resultando hundidas o
gravemente dañadas las piezas mas importantes del poderío francés como el buque
insignia Primauguet, el Brestois, el Albatross y el Fougueux. Sin embargo, algo sucedió
al acabar la primera noche en tierras africanas. Algunas versiones apuntan a una
traición orquestrada por nuestro Cónsul General, Murphy; otras apuntan simplemente
a que la superioridad militar aliada hizo reconsiderar la resistencia que hasta ese
momento tan brillantemente había dirigido el general francés. Sea como fuera, esa
misma noche Darlán cursó las órdenes oportunas decretando el cese de las
hostilidades de todas las fuerzas bajo su mando y días después la Alemania nazi
suprimía el régimen de Petain anexionándose todos sus territorios.
En la práctica, las tropas norteamericanas consiguieron una base óptima desde donde
desarrollar posteriores ataques por todo el Mediterráneo con las suficientes garantías
logísticas, pero a nadie se le escapaba que la nueva situación constituía un tremendo
factor desequilibrador en unos territorios que la España franquista ansiaba anexionarse
desde hacía tiempo. En consecuéncia, la primera acción de Franco fue la entrada en el
conflicto del lado del eje ya que los alemanes se habían preocupado en diferentes
ocasiones de ofrecer las garantías necesarias al gobierno de Madrid para facilitarle,
como en la guerra civil, toda clase de material y hombres secundando la toma de
Gibraltar y cuantas posesiones desearan obtener en el Africa nordoccidental. La caída
del enclave gibraltareño suponía el cierre del mar Mediterráneo a toda la flota aliada,
motivo por el cual nos encargamos de avisar al gobierno del Pardo que en caso que
decidieran emprender alguna acción armada contra Gibraltar, el gobierno de los
Estados Unidos y el conjunto de los Aliados considerarían la invasión de España como
uno de sus objetivos principales.
Nuestros principales asesores y particularmente, nuestro Estado Mayor, consideraban
que dicho objetivo podía lograrse a un razonable coste y esfuerzo dada la diferencia
tecnológica y material de los dos ejércitos aún cuando los españoles pudieran contar
con apoyo alemán; un soporte que de todas formas y dada lo avanzado de la campaña
soviética, no podría ser excesivamente cuantioso. Pero el principal argumento que
elevaba nuestras esperanzas de victoria en este particular enfrentamiento residía en la
escasa pericia de los mandos fascistas: Franco, como Jefe del Estado y líder de todos
los ejércitos se había graduado en el puesto 280 entre los 300 de su promoción,
ningún militar había destacado excesivamente durante la contienda del 36 y con
frecuencia sus tácticas nos remitían a las aplicadas durante la Gran Guerra cuando la
mejor alternativa era el choque frontal. Mañana iniciaremos las hostilidades y
esperamos recibir en un breve plazo de tiempo buenas notícias desde Madrid, Bilbao,
Valencia y Barcelona; así lo he solicitado expresamente a las dos figuras protagonistas
de lo que hemos bautizado como la Operación Joker: Eisenhower y Patton.
Queremos que esto signifique un claro mensaje a los paises del Eje. Un mensaje claro
y preciso: ningún dictador quedará libre de culpa; los Estados Unidos de America
conjuntamente con los Aliados no descansarán hasta que la derrota llegue a todas los
que en estos últimos tiempos han esclavizado a tantos millones de seres humanos. Y
este es nuestro primer paso, con la ayuda de Dios.
Franklin D. Roosevelt,
Capítulo XXXV
CIUDADANOS LIBRES, AL FIN
“Si hay algún lugar en el mundo donde me pueda considerar
en mi casa, sin duda hablaremos de Barcelona”
General Patton, Noviembre de 1942
Washington, 21 de diciembre de 1942
A última hora de la tarde de ayer los Estados Unidos de America se han anexionado
España como primer paso hacia la democratización total de esa nación. Para ello
deberemos esperar que tanto la situación interna –donde se había instalado el sistema
de represión política clásico de estos regimenes- y la externa se estabilizen. Tan pronto
como el Caudillo fue informado por sus militares que los primeros bombardeos navales
se habían iniciado sobre la ciudad de Sevilla, abandonó el país para ir a buscar refugio
en la Alemania de Hitler. Los informes de inteligencia hablan de un pacto entre las dos
partes según el cual los alemanes ofrecerían cobertura y seguridad personal a los
dirigentes españoles hasta que las condiciones de guerra permitieran iniciar lo que en
círculos próximos al franquismo se ha denominado “segunda reconquista”.
La Operación Joker se ha desarrollado según lo previsto aunque con un gran retardo.
En el aspecto militar la satisfacción es la tónica común entre los mandos, y
sorprendentemente no tanto por los resultados finales sino porque nos ha deparado la
ocasión perfecta para detectar los puntos más débiles del dispositivo. El plan
estratégico era de una gran sencillez y no se centraba en conquistar todo el país sino
abordar los puntos clave de la forma más directa posible. Tácticamente el único
principio que han debido considerar los diferentes mandos militares ha sido el principio
“desembarca y avanza” con unos objetivos muy definidos.
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HQ INFORME MILITAR, Casablanca FASE I: Zona Sudoeste Objetivos: Huelva, Sevilla & Gibraltar Estado: Tomar los puntos clave del sur oeste y avanzar desde allí hacia el centro de la península. Abrir la navegación aliada hacia el Mediterráneo para desplegar la Fase II FASE II: Levante Objetivos: Múrcia, Valencia, Tarragona & Barcelona Estado: Tomar los puntos clave del este de la península y avanzar desde allí hacia el norte y el centro de la península para iniciar la Fase III FASE III: Norte Objetivos: Bilbao, Oviedo & La Coruña Estado: Tomar los puntos clave del norte de la península
AIRE Mj. Gral. Frank (1caz P51B + 1caz P40B), Superioridad Aérea Lt. Gral. Spaatz (4caz P51B), Superioridad Aérea
Lt. Gral. Andrews (3tac B26 + 1esc P38J), Ataque a tierra Lt. Gral. Ferguson (3str B17 + 1 esc P38J), Ataque estratégico Lt. Gral. Arnold (3tac B26+ 1esc P38), Interdicción Lt. Gral. Burch (3tp + 1esc), Transporte aéreo Mj. Gral. Brereton (2int P36), Interceptación Mj. Gral. Bellinger (2nav PBY), Ataque naval MAR Grand Admiral Nimitz (2cvIII + 2cvIV + 2bbI + 2caI), Bombardeo naval Grand Admiral Leahy (2bbIV + 3clII + 1ddI + 7tp), Desembarco anfibio Admiral Stark (1clI + 4tp), Desembarco anfibio Admiral Benson (9tp), Desembarco anfibio Vice Admiral Turner (3tp), Desembarco anfibio TIERRA Field Marshall Eisenhower Field Marshall Craig Gral. Patton (9inf) Gral. Richarson (7inf) Gral. McNair (6inf) Gral. Geiger (6inf) Lt. Gral. Butler (1mar + 2inf) Lt. Gral. Stillwell (2M4A1 + 1mot) Lt. Gral. Cates (3inf) Lt. Gral. McBride (1mar + 1inf + 1M4A1) Lt. Gral. Bradley ON (3inf) Lt. Gral. Bowen (1M4A1 + 2mot) Lt. Gral. Lewis (1M4A1 + 2inf) Lt. Gral. Eichelberger (3inf) Lt. Gral. Yandley (2cab) Lt. Gral. Baehr (1mar + 2inf) Lt. Gral. Buckner (3inf) Lt. Gral. Lucas (1par) Lt. Gral. Taylor (1par) Lt. Gral. Turnage (1par) Mj. Gral. Griner (1cab) Mj. Gral. Woodruff (1cab) Mj. Gral. Patch (1mot)
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Así ha narrado el General Patton su entrada en Barcelona: “...miles de personas se
apiñaban a lo largo de las calles por las que discurría nuestra larga caravana de
vehículos militares. En cadauno de ellos podía distinguirse la emoción de sus rostros y
la desbordante alegría que nuestra presencia había despertado, gente mayor lloraba
junto a nuestros soldados y las mujeres acercaban sus hijos a cualquiera que llevara
nuestra bandera para que este pudiera darle chocolatinas o, por lo menos, hacerle una
carantoña. Amigos y familiares de muchos de ellos, a buen seguro habían perecido
durante los días anteriores al frente de la resistencia que tan brillante y fundamental
papel tuvo para el éxito de nuestro desembarco en labores de sabotaje. Desde lo alto
de Montjuïc la estampa que ofrecía la ciudad era espectacular, por la noche todavía
podían divisarse algunos de los numerosos edificios resplandecientes y presos de las
llamas que los combates habían causado. Al amanecer, las majestuosas líneas de los
portaaviones Ranger y Yorktownen las proximidades del puerto y frente a
la Barceloneta destacaban sobre un paraje adormecido y aún más alla, las siluetas
del Hornet y Wasp daban una imagen clara de su poderío “.
Es hoy cuando nuestra dignidad recupera parte de lo que en 1936 perdimos todos al
no presentar la suficiente oposición a la rebelión de un puñado de salvadores de la
patria que, sin duda alguna, la han llevado al borde del abismo. Pensaba esta mañana
que lamentablemente todos son nuestros muertos. Aquellos que por desconocimiento,
por lealtad a su superior o por convicción perecieron en las frías tierras de Teruel, en
las calurosas montañas de Granada o en las llanuras de Soria.
Desde Barcelona hasta Cádiz, desde A Coruña a Alicante, en un bando u otro, todos
son nuestras víctimas. En años pasados y los muertos en esta operación, los que han
sufrido persecución desde que la guerra civil finalizó y aquellos que debieron partir en
búsqueda de asilo político lejos de su patria; todos son nuestras víctimas.
Como muy bien ha dicho el Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas en
Europa, Mariscal Eisenhower respecto a la Operación Joker, “nosotros pusimos las
armas, pero ellos, el corazón”.
Franklin D. Roosevelt,
Capítulo XXXVI
CONTROLANDO NUESTROS MIEDOS
“No hay nada tan pavoroso en la guerra como hacer frente, noche tras noche,
a los bombardeos indiscriminados contra poblaciones. Daría la mitad de
mi ejército si con ello pudiera evitarlos”
Winston Churchill en una de sus visitas a Washington en 1942
Washington, 2 de enero de 1.943
Si no bastaran los hechos épicos que a diario produce una guerra, la conciencia
colectiva de cada nación elabora los propios partiendo de una extraña mezcla entre
ficción y realidad sin que nadie pueda llegar a separar los dos factores y conocer así la
verdad. Una de los consejos mas reiterados por parte de mi buen amigo Churchill ha
sido la de tomar todas las medidas de protección posibles contra los temibles
bombardeos nocturnos que asolan su país. A pesar de las diversas teorías con las que
el gabinete militar se ha esforzado en convencerme esta tarde, todavía no he borrado
de mi conciencia el miedo a que en suelo americano suframos las vicisitudes de una
acción aérea en las dos costas. Este ha sido la motivación principal de mi petición al
Alto Mando para que me presentaran un memorandum de las posibles medidas de
autoprotección. Finalmente se ha aprobado el oscurecimiento de los grandes núcleos
urbanos durante la noche a fin de obstaculizar la navegación y seguimiento de
cualquier aeronave en acción estratégica.
Esta tarde, mientras pasaba revista a mi apretada agenda de los próximos meses, he
sufrido lo que mi secretaria personal no ha dudado en calificar como un “triste episodio
de estrés”. Lo cierto es que he recordado el último consejo del mencionado informe
sobre autoprotección en el cual se describía a la Casa Blanca como un objetivo
principal de muy fácil localización por su emplazamiento próximo al majestuoso
Capitolio, su tamaño, su particular forma y su color. Pero la medida más audaz que se
proponía era la de pintar de color negro(30) todas las dependencias que por mi cargo
ocupo, a fin de camuflarla entre la oscuridad de la noche gracias a la aplicación de una
capa especial la cual sería muy fácil de retirar una vez superada la amenaza. A
posteriori me he enterado que la cúpula del ejército había decidido de facto la adopción
de semejante medida por lo que he comunicado mi negativa a semejante barbaridad;
de común acuerdo hemos dispuesto la formación de una brigada especializada en el
rescate de personas bajo escombros, la instalación de ametralladoras en el tejado de
la Casa Blanca, la construcción de un refugio anti-aéreo conectado a la residencia
gracias a un túnel subterráneo y la instalación de un avión(31) siempre preparado para
operaciones de evacuación.
Algunos de mis colegas de la Administración no llegan a entender el efecto psicológico
que dicho oscurecimiento pudiera suponer para la mente de nuestros conciudadanos.
Colorear la Casa Blanca podría no significar nada o en estos tiempos donde la
publicidad puede afectar el estado de ánimo de mucha gente, podría considerarse un
signo de cobardía y eso no lo puede permitir ningún Presidente de los Estados Unidos
que en algo se valore.
Por otro lado, a Dios gracias que nos hemos podido ocupar de silenciar algunas otras
amenazas mucho mas reales y contrastadas. Durante las últimas semanas, el Imperio
Japonés parece ser que ha decidido tensar todavía más la situación en el Pacífico.
Nuestra posición hasta la fecha era la de ganar tiempo al tiempo a la espera de
obtener los suficientes efectivos militares (aéreos y navales) como para lanzar nuestra
ofensiva del Pacífico. Además, cada semana que pasara significaba un avance en el
camino de la derrota nipona porque el simple paso del tiempo comportaba una clara
disminución de las reservas de combustible. Pero mientras estábamos inmersos en
la Operación Joker, fuerzas del eje han atacado repetidamente y con escaso éxito la
base militar de la isla de Wake valientemente defendida por el Lt. Gral. Stevens.
El 15 de agosto –según informaciones de inteligencia-, Fujita inició el viaje llegando a
su destino un mes y medio después. Días después llevaron a la práctica la planificada
acción, desmontaron nuevamente el aeroplano y tras un breve escarceo con una de
nuestras patrullas navales, desaparecieron en la inmensidad del océano. La fortuna,
que últimamente viene aliandose regularmente con nuestra causa, fue la principal
responsable que uno de los dos artefactos no llegara a explosionar y el que sí lo hizo
provocó un pequeño incendio que fue rápidamente sofocado por el servicio de
bomberos del lugar, previo aviso de los guardabosques Howard Garner y Keith
Johnson.
En ocasiones de alta tensión no resulta sorprendente que un número importante de
expertos tomen decisiones que escapan a cualquier sentido lógico. Esta es la única
excusa que puedo hallar ante un plan tan costoso para una finalidad tan ridícula. Si las
órdenes que recibió el piloto Fujita hubieran marcado como objetivo las ciudades
de Los Ángeles o San Francisco, una sóla explosión hubiera puesto en una difícil
posición a esta Administración y sin considerar los efectos psicológicos sobre todo el
país. En lugar de eso, los militares japoneses optaron por bombardear una zona
boscosa con un alto grado de humedad cosa que evitaba temporalmente cualquier
gran incendio.
A menudo Dios se ocupa mucho más del destino de lo que a simple vista nos parece.
Franklin D. Roosevelt,
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(30) Idea argumental extraída del libro “Las cien mejores anécdotas de la Segunda Guerra Mundial” de
Jesús Hernández
(31) Inicio básico de lo que posteriormente sería conocido como el Air Force One
(32) Según nos narran diferentes fuentes "dos décadas más tarde los habitantes del pueblo de Brookings que
vió pasar el hidroavión pilotado por Fujita, invitaron al aviador a visitar la ciudad. El piloto ofreció a la
población su espada samurai que en 1942 le había acompañado por si debía poner fin a su vida afirmando ante
sus incrédulos exenemigos que “el modo más noble que tiene un samurai de desear paz y amistad es entregar
su espada a un antiguo enemigo”. Siete años más tarde, Fujita falleció a los 85 años, recibiendo en su
despedida todos los honores, los que le correspondían por sus acciones bélicas y por haberse mostrado tan
valiente en la guerra como generoso en la paz" (sic)
Capítulo XXXVII
A DOS BANDAS
“La nación que quiera dominar el mar, debe atacar”
Alfred Thayer Mahan
Washington, 4 de marzo de 1.943
“Hitler va primero”. Ésta es la frase que con mayor frecuencia han escuchado las
paredes de mi despacho de trabajo durante los últimos meses. Por encima de las
insistentes peticiones de Ernest J. King a favor de un mayor número de recursos al
Pacífico, nuestro objetivo principal era el dictador alemán. El Plan Perro constituía la
base de nuestra estratégia al oeste de Los Angeles; redactado en noviembre de 1940
por Stark, sugería que la mayoría de operaciones ofensivas se realizaran en el océano
Atlántico en preparación del desembarco del norte de África, relegando nuestra postura
en el Pacífico a un mantenimiento de nuestras posiciones.
Uno de esos ejemplos más caros ha sido el trato dado a un grupo de norteamericanos
y filipinos en una auténtica Marcha de la muerte de Batán; una espectacular marcha de
130kms. hacia algo muy poco parecido campos de prisioneros en el inicio de la
península de Batán. Durante el recorrido, las tropas actuaban implacablemente
negando el agua a los prisioneros, golpeando con palos y clavando bayonetas a los que
quedaban rezagados, exhaustos por el cansancio, y sometiendo al resto a pequeñas
pero insoportables humillaciones. Fallecieron, sólo en esa distancia, 600
norteamericanos y 10000 filipinos.
Pero la guerra es el único acontecimiento mundial que implica drásticos cambios en
todo el planeta con inusitada rapidez; lo que hoy es una realidad indiscutible, mañana
sólo representa el recuerdo de un pasado. Cada mañana el equipo de mandos de la
armada me informa puntualmente de los movimientos mas significativos y no deja de
estremecerme como caen províncias enteras –y sus gentes- en las garras alemanas.
Ayer eran franceses, belgas u holandeses; hoy deben considerarse a efectos técnicos,
alemanes. No repetiré en este diario los largos y tediosos detalles técnicos del
despliegue norteamericano pero sí me gustaría hacer constar las líneas de acción
principales aunque sea para rendir sincero homenaje a todo aquellos centenares de
individuos, desconocidos y anónimos, que trabajaban para que nuestro país siga
siendo libre. La idea principal ya no se limita a una actitud pasiva sino todo lo
contrario; a partir de este momento atacaremos a cuantas fuerzas aéreas, terrestres y
navales japonesas nos sea posible con la clara intención de minar sus poderosos
recursos militares a un ritmo mayor del que puedan producir.
Además, ahora que hemos afianzado un punto de apoyo en Europa, que el transporte
de tropas a Gran Bretaña marcha a buen ritmo y que, porque no decirlo, el recuerdo
del vil ataque a Pearl Harbour permanece indeleble en la mente del pueblo
norteamericano, estamos dispuestos a levantar nuestros puños y presentar batalla. He
dado las órdenes oportunas a los mandos militares para impulsar el proyecto que en el
día de ayer me remitieron según el cual iniciaremos una serie de operaciones directas
contra los puntos clave del Imperio Japonés. En la medida que nos sea posible,
dedicaremos todos los esfuerzos a preparar, elaborar y desarrollar un plan de ataque
directo al corazón de su capital para descapitalizar de un solo golpe a Japón de sus
líderes y así reducir drásticamente su agresividad y resistencia.
Pero actualmente las notícias no nos favorecen excesivamente. En mi poder se
amontonan los informes de las patrullas del servicio de reconocimiento naval
practicados en los últimos meses con los cuales se ha elaborado un informe según el
cual, la marina japonesa dispondría de un número de portaaviones no inferior a 15
unidades, con sus correspondientes flotas totalmente desplegadas y operativas. En
tanto y cuanto no dispongamos de efectivos capaces de afrontar con una capacidad
aceptable el reto de movernos debidamente protegidos por el océano Pacífico,
esperaremos nuestra oportunidad que sin duda deberá llegar en 1944.
Con la ayuda de Dios,
Franklin D. Roosevelt,
Capítulo XXXVIII
EL MURO DEL ATLÁNTICO
“No cabe duda que el desembarco aliado se producirá en las playas más próximas a
Inglaterra;
serán por tanto zonas especialmente sensibles la costa de Normandía que debe
ser fortificada de inmediato y defendida con especial atención y vigilancia.”
Informe de Erwin Rommel a Berlín
Washington, 6 de marzo de 1943
Tras diversos preparativos que nos han ocupado los últimos siete meses, la División de
Planes de Guerra del Estado Mayor de los Estados Unidos (DPGEM), esta presidencia,
conjuntamente con el primer ministro, Winston Churchill, hemos acordado dar luz
verde a la operación de invasión de Europa con el nombre clave de Overlord; a partir
de ahora, el general Dwight D. Eisenhower –que tan brillantemente llevó a cabo la
operación Torch y la liberación de España- tiene en su único poder el mando de la
totalidad de tropas aliadas en Europa occidental. Sin duda será este el reto mayor que
cualquier ejército haya afrontado en la historia de la humanidad y para ello hemos
dispuesto toda clase de medios humanos, técnicos y materiales. La inteligencia naval
británica conjuntamente con la labor de la resistencia francesa han informado de los
movimientos, defensas e instalaciones con las que cuenta el ejército alemán para
superar la defensa del llamado “Muro del Atlántico”.
Dicho Muro del Atlántico fue sugerido por un grupo de generales encabezados por Von
Rundstedt en vistas a cubrir el frente oeste del Tercer Reich ante una más que
probable amenaza de invasión por parte de los aliados. Para ello, Adolf Hitler destinó
unas 50 divisiones mayoritáriamente de infantería, sin experiencia y adiestramiento,
cuya misión era la de defender los más de 5.000 kilómetros de costa desde la frontera
española hasta Dinamarca. Se trataría de edificar una intrincada red de sistemas
defensivos y fortificaciones costeras, búnkers, blocaos, casamatas, trincheras, campos
minados, túneles y estructuras de contención –construídos utilizando el material
desmantelado de la Línea Maginot y Sigfrido-, concebido todo ello para hacer imposible
lo que ahora nos planteamos realizar. Sólo existe un hombre que puede arruinar esta
gran empresa: el mariscal de campo Rommel, quien hace unos meses se atrevió a
manifestar su descontento en Berlín por el retraso de las obras necesarias. Sólo bajo
su responsabilidad directa, desoyendo las recomendaciones de la inteligencia alemana
y el OKW, se concentraron los trabajos en las costas francesas, concretamente en las
playas de Normandía.
Además de dar un impulso definitivo al proyecto, el zorro del desierto se ha ocupado
personalmente de mejorar e innovar. Así, diferentes fotografías que nos ha remitido la
inteligencia británica muestra lo que se ha bautizado como “espárragos de Rommel”,
unos largos palos armados en su base con explosivos de madera para impedir el
aterrizaje de planeadores y paracaidistas, además de suponer un gran peligro para
cualquier desembarco anfibio. Por si todo ello fuera poco, las tropas alemanas se han
ocupado de inundar grandes zonas situadas inmediatamente a continuación de las
playas hipotéticamente candidatas a albergar la invasión, a fin de constituirse como
trampas inmovilizadoras para todo tipo de tanques, artillería y armamento pesado.
Todo está pensado para no permitir que el enemigo establezca una cabeza de playa –
incluyendo el uso de divisiones blindadas de ataque y apoyo- que nos dé la
oportunidad de asentar nuestra posición y a partir de allí avanzar.
El método de invasión concentra toda la estrategia que los seres humanos han sido
capaces de combinar para una ocasión así; semanas de bombardeo previo,
desembarco en condiciones marítimas desfavorables, fuego naval de debilitación,
lanzamiento de paracaidistas tras las líneas enemigas, acciones de sabotaje por parte
de la resistencia francesa, maniobras de distracción y finalmente, desembarco anfibio.
Estamos seguros que lo que allí se vivirá en los primeros momentos de acción será
algo difícilmente imaginable. Todo o nada, esa es la alternativa.
Dios nos asista a todos
Franklin D. Roosevelt,
Capítulo XXXIX
PLEGARIA
Franklin Delano Roosevelt, en un mensaje radiofónico al país
Washington, 9 de marzo de 1943
“Dios todopoderoso, nuestros hijos, orgullo de la nación,
han emprendido hoy una lucha férrea para preservar
nuestra República y para liberar a la humanidad que sufre.
Haz que nuestros corazones sean fuertes para soportar las penas
que vendrán, para contagiar nuestro valor a nuestros hijos allí donde estén.”
Le he pedido a toda la nación que rece por nuestros chicos y centenares de miles de
velas se han encendido en Washington, en Nueva York, en Boston, en Detroit, y más
allá, en Denver, en New Orleans, en Florida, hasta llegar a las ciudades de la costa
oeste. Conmovido, retorno al despacho presidencial para atender los informes que van
llegando; esta noche será una de las más largas de la historia de los Estados Unidos.
Franklin D. Roosevelt,
Capítulo XL
DIA D, HORA H
“Creo que el desembarco, se ha producido”
Conversación telefónica del capitán de navío Wegener, Jefe del Tercer
Negociado
Washington, 9 de marzo de 1943
“Los tubos de Braun señalan numerosísimos trazos. Perturbación en el funcionamiento
muy curiosa. La pantalla está llena de rayas. Para evitar la obstrucción enemiga hemos
pasado a utilizar otra frecuencia pero los trazos subsisten. Son muy numerosos“. Esta
transmisión emitida por la estación deBarfleur captada por nuestra vigilancia
electrónica desde el sur de Londres, es la primera prueba que ha llegado hasta
Washington como confirmación de que las operaciones de desembarco han conseguido
sus primeros objetivos; posteriormente el caudal de información ha sido tan
abrumador que me he retirado a mis dependencias privadas a descansar durante un
par de horas, para retomar, justo antes del amanecer, mis obligaciones cotidianas.
Cuando el general de brigada James Gavin, subcomandante de la 82 División
Aerotransportada se dirigió a sus tropas diciéndoles “Soldados, cuando toquéis suelo
normando sólo tendréis un amigo en quien confiar: Dios”, no le faltaba razón. Han sido
horas angustiosas en donde el destino de la vieja Europa dependía del resultado de
nuestros esfuerzos. Tan solo seis personas en todo el planeta conocían íntegramente el
plan de invasión que se ha puesto en marcha: Dwight Eisenhower como Comandante
en Jefe, Bernard Montgomery (tierra), Bertram Ramsay (mar), Trafford Leigh-
Mallory (aire), el primer ministro británico Winston Churchill y esta presidencia, que he
sido capaz hasta de evitar citarlo en este diario. Ahora está claro que hemos iniciado la
liberación de Francia. La estrategia es simple y persigue dos objetivos claros:
1. Liberación de la Francia ocupada y derogación del régimen de Vichy: Esto se logrará
mediante el inicio de la Operación Overlord y gracias a desembarcos secundarios en la
costa oeste francesa y un avance desde el sur de España.
2. Fijación de una línea de frente continental: Además de darnos tiempo y espacio para
el despliegue total de nuestros efectivos antes de abordar la toma de Berlín,
proporcionará satisfacción a las demandas de Stalin a fin de la apertura del frente
occidental que libere de presión a las tropas soviéticas en las llanuras próximas a
Moscú.
La primera fase de la ofensiva está cumplida. Las tropas aliadas establecieron sendas
cabezas de playa, a las que bautizamos como Utah, Omaha, Gold, Juno y Sword. El
fuego de apoyo naval, los bombardeos tácticos sobre posiciones defensivas, la
cobertura aérea y las acciones de los paracaidistas no pudieron evitar que el
recibimiento que las tropas alemanas dieron a los primeros soldados que osaron
desembarcar en cada una de las playas fuera algo increíble. Los cuerpos caían como
los tallos de trigo en época de siembra, muchos incluso antes de abandonar las lanchas
de desembarco. Las orillas se tiñeron de un color rojizo, tantos fueron los litros de
sangre vertidos durante las primeras horas de la madrugada. Los primeros cálculos
apuntan a un número no inferior a las 8.000 bajas aliadas, en un solo día!. A partir de
ese momento y tras afianzar nuestras posiciones, iniciamos el lento avance hacia el sur
hasta que nuestras fuerzas más pesadas giraron sus cañones en dirección a Berlín
obligando a las tropas alemanas a replegarse. El primer grupo comandado por
el Eisenhower y el general estadounidense más temido por los alemanes, George
Patton, se ocuparán de liberar París y establecer la línea del frente. El segundo grupo
se ocupará de ganar espacio hacia el sur.
La segunda fase –muy coordinada con la primera y la tercera- se encarga de abrir
nuevos frentes en la costa central francesa a fin de evitar que tropas de este sector
acudan en apoyo a la defensa que hará frente a la invasión principal del norte. La
tercera fase supone, en la misma línea, la apertura del frente sur.
El resultado final esperado es establecer una línea de combate que abarque desde las
costas belgas hasta la antigüa frontera franco-italiana, con la consiguiente liberación
de Francia y la supresión del Régimen de Vichy. Estimamos que la duración de todas
las operaciones conseguirá sus últimos objetivos en un plazo no superior a los dos
meses y de esta forma esperamos iniciar las hostilidades en tierras alemanas
acompañados del buen tiempo de primavera.
“Nuestro desembarco no logró un resultado satisfactorio y ordené el retiro de las
tropas. Mi decisión de atacar en este momento y lugar se basó en la mejor información
disponible. Los soldados, aviadores y marinos cumplieron con su deber con la mayor
devoción y valentía. Si hay alguna culpa o falla relacionada con este intento, ésta es
sólo mía”. Este es, sin lugar a dudas un texto reservado para la historia de lo que pudo
ocurrir y no fue; Ikeguardó esta nota en el bolsillo derecho de su pantalón durante las
tres primeras horas de invasión, lista para ser leída a la prensa.
Franklin D. Roosevelt,
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(33) El texto íntegro de la carta que Dwight D. Eisenhower hizo entregar a cada uno de los soldados que
participaría en el desembarco de Normandía es el siguiente:
“Soldados, marineros y aviadores del cuerpo expedicionario aliado: Estáis a punto de embarcar en la Gran
Cruzada, en cuyos preparativos nos esforzamos desde hace ya muchos meses. Los ojos de todo el mundo nos
estarán observando, las esperanzas y oraciones de todos aquellos que aman la libertad nos acompañarán,
conjuntamente con nuestros aliados y compañeros de armas presentes en otros frentes, para así destruir la
maquinaria de guerra alemana, la tiranía nazi sobre personas oprimidas de Europa y asegurar nuestra
superviviencia en un mundo libre.
Vuestra tarea no será fácil; nuestro enemigo está bien entrenado, está bien equipado y se ha endurecido por el
combate, tanto que peleará ferozmente. Pero en este año de 1943, un largo tiempo ha pasado desde los
triunfos nazis de 1940-41. La unión de naciones ya ha inflingido grandes derrotas a los alemanes, en batallas
abiertas u hombre a hombre. Nuestra ofensiva aérea ha reducido gravemente tanto su fuerza en el aire, como
su capacidad de luchar en tierra. Pero hoy tenemos superioridad en armas y municiones de guerra y estos
medios han sido puestos a nuestra disposición. Entrenando y adiestrándonos hemos conseguido cambiar las
cartas! Los hombres libres del mundo marchan juntos hacia la victoria!.
Tengo la total confianza en su valor, la devoción al deber y la habilidad en la batalla. No aceptaremos nada
que no sea una completa victoria.
Buena suerte! Y que el todopoderoso os bendiga. Dios no se olvidará de esta noble y gran empresa”
Dwight Eisenhower
Capítulo XLI
EDISON, MARTIN, PRADIER, PUJOL Y TANTOS
OTROS
“La flota de invasión ya ha partido”
Joan Pujol, espía doble informando a Berlín
Washington, 15 de marzo de 1943
Desde que unos hombres combatieron contra otros, la historia de la humanidad está
repleta de actos que en conciencia nadie podría permitir, pero llegado el momento
supremo, algunos debemos autorizar. Sin duda alguna, la muerte de compatriotas y
más allá, la muerte de inocentes es algo que nos debe estremecer. Solo hay algo
comparable en hipocresía y necedad: la utilización de vidas humanas aún en el
supuesto de un buen fín. Espionaje, contraespionaje, intoxicación informativa, guerra
propagandística son algunas de las actividades que hemos puesto en marcha y en
parte, el éxito que hemos vivido en el inicio de la operación Overlord, se debe a la
entrega de esas vidas anónimas. Esa es la razón por la cual explico, para mi vergüenza
propia, las siguientes líneas.
Fruto de estas actividades, debo confesar, que hemos entregado las vidas de
numerosos ciudadanos americanos, ingleses y franceses a fin de que estas fuentes
ganaran credibilidad. En especial llega a mi memoria como representante de todos
ellos el soldado Bruce Edison, enrolado en el cuerpo de marines de los Estados Unidos,
34 división aerotransportada, que conjuntamente con todos sus compañeros murieron
o fueron hechos prisioneros cuando nuestro oficial de inteligencia destacado en la
Francia ocupada, Mikel Buble –nombre en clave Ballack-, facilitó a la Gestapo los
detalles de una operación de ataque que iba a desarrollar las tropas norteamericanas
cerca de la ciudad holandesa de Eindhoven. Sólo así era posible obtener credibilidad
frente a los alemanes. También recordar a la valiente Catherine Pradier(34), una
muchacha de tan sólo 24 años, quien tras recibir un duro entrenamiento en Inglaterra,
fue enviada a París con órdenes de transmitir cuanta información le fuera posible
reunir a cerca del sistema defensivo alemán. Posteriormente se le ordenó que debía
ejecutar, coordinada con la resistencia francesa, una acción de sabotaje contra uno de
los cañones situados en Calais, como parte preparatoria del recibimiento a la primera
oleada de invasión aliada y ordenándole que no revelara dicha información aún bajo
tortura. Todos, en nuestra hipocresía, esperabamos que la incauta sucumbiera a los
despiadados métodos de la especializada Gestapo. En lugar de eso, tardó más de 2
meses en revelar la información, para su mayor honra y nuestra peor vergüenza.
Durante el verano de 1942 dispusimos la preparación de la liberación de España,
Francia y posteriormente el continente europeo. Dada la igualdad militar de los dos
bandos y la ventaja estratégica de la suma de las tropas Franco, Mussolini y Hitler –
que sólo debían dedicarse a defender los territorios conquistados-, creímos necesaria
la puesta en marcha de toda una serie de operaciones de inteligencia destinadas a
rodear al alto mando alemán de informaciones falsas a fin obligarles a tomar
decisiones erróneas que nos favorecieran.
Mincemeat fue el nombre que se dio a la operación de inteligencia destinada a
confundir al mando italiano y alemán respecto al destino de la invasión en el frente
italiano. Lo esperado era que las fuerzas aliadas intentaran un ataque directo para
tomar las plazas de Cerdeña y Grecia, atendiendo así las peticiones
de Churchill respecto al inicio de las hostilidades en el mar Mediterráneo. Pero lo cierto
es que deseábamos conquistar Sicilia para tener un rápido acceso a la península
italiana. Así es que urdimos una historia acerca de un accidente aéreo ocurrido cerca
de las costas de España para que las autoridades franquistas de esa nación
encontraran en sus costas a un cadáver de un emisario galés con documentos
comprometedores para nuestro bando. Dichos documentos incorporaban cartas
personales de Eisenhower, informes de Monty respecto a la campaña italiana,
comentarios acerca de movimientos de tropas y planes de batalla. Sabedores que tal
documentación llegaría hasta los servicios de inteligencia alemanes y que cada hoja
sería revisada y contrastada a fin de verificar su autenticidad, incorporamos cartas de
una supuesta novia del emisario y nos ocupamos de doblarla y desdoblarla varias
veces a fin de parecer que el melancólico militar había leído y releído esas palabras.
También adjuntamos un recibo de compra de una humilde tienda del este de Londres,
como comprobante de un anillo de compromiso. Incluso el cadáver elejido debía haber
fallecido por causas imputables a un naufragio y finalmente hallamos el cuerpo de
alguien –a quien bautizamos como William Martin-, que había fallecido de pulmonía,
una enfermedad que en caso de autopsia, revelaría las mismas características que
cualquier ahogado en el mar. Cargamos el cuerpo en la bodega del
submarino Seraph en Greenock, Escocia y desde allí fue transportado, diez dias
después, hasta la ría de Huelva donde, tras rezar una breve oración por el alma
de Martin, fue lanzado al mar.
El servicio de inteligencia británico descubrió posteriormente que un pescador
descubrió el cadaver en la playa de la Bota, en Punta Umbría informando el gobierno
español del hallazgo por vía diplomática al gobierno de su majestad unos días más
tarde. Todo hace pensar que la operación ha sido un éxito ya que la devolución de los
documentos –a petición británica- muestran que han sido cuidadosamente desplegados
y vueltos a plegar por manos expertas y de hecho, el servicio de reconocimiento aéreo
ha informado que los italianos han reforzado cuidadosamente las costas de Cerdeña y
Grecia; es nuestra oportunidad(35).
Pero sin duda alguna, el servicio más allá de todo lo imaginable, lo ha llevado a cabo
un catalán nacido en la calle Muntaner de Barcelona. Establecido en Madrid escucha
clandestinamente las emisiones en castellano de la BBC y toma conciencia de las
atrocidades del régimen nazi. Así es que decide presentarse a la diplomácia británica
ofreciendo sus servicios como espía aunque nadie le hace el menor caso. El osado
catalán decide entonces ofrecer la misma actividad a la Abwehr (servicio de espionaje
y contraespionaje alemán), esperando obtener valiosa información y transmitirla a los
aliados. Con mejor suerte en esta ocasión, Gustavo Knittel –alias Federico- decide
contar con el nuevo fichaje posiblemente confiado en la gran afinidad ideológica que
demuestra Joan Pujol –a partir de ese momento conocido como Arabel-
. Arabel comunica a Federico que en fechas próximas viajará hasta Londres como
corresponsal, pudiendo aprovechar la ocasión para informarle de los movimientos de
las tropas aliadas. El alemán queda maravillado de la iniciativa y riesgo que emprende
su pupilo y le hace entrega de un frasco con tinta invisible para sus informes, un libro
de códigos para cifrar sus comunicados y 3.000 dólares para gastos inmediatos. En
lugar de eso, Arabel se traslada a Lisboa y por lo que hemos deducido, desde allí y con
la ayuda de guías turísticas empieza a elaborar tres informes que remite a Madrid
sobre operaciones aliadas en marcha –como por ejemplo la partida de una misteriosa
flota aliada con destino a Malta-. Los alemanes no dan crédito a la calidad de la
información y los ingleses que han interceptado los informes buscan al espía alemán
por Londres con órdenes de eliminarlo. Finalmente y ante la gravedad de la
situación, Arabel opta por presentarse ante el agregado naval de la embajada de los
Estados Unidos en Lisboa. Acababa de iniciar su particular singladura uno de los más
famosos agentes dobles de la segunda guerra mundial.
Poco a poco sus informaciones empezarán a ganarse la total fiabilidad del Alto Mando
alemán que lo tendrá como uno de sus espías destacados en suelo aliado más
importantes. En general la información que pasará a comunicar será verídica aunque
inofensiva para los intereses británicos y americanos, o en ocasiones, la más
importante, llegará con el suficiente retraso como para no conllevar ningún perjuicio a
la causa. El Gran Engaño no tardaría en llegar. A mediados del año pasado y siguiendo
nuestras instrucciones, Garbo -así es bautizado en el bando aliado-, empezó a
comunicar a Berlín directamente que un gran número de fuerzas se estaban
acumulando en las proximidades de los puertos ingleses, cosa que hacía presagiar la
puesta en marcha de una importante ofensiva. De hecho, esta información, real, era
también fácilmente comprobable por otros métodos por lo cual no suponía algo
extraordinário, su importancia residió en que Garbo fue, sin duda alguna, el primero en
comunicar dichos movimientos a Berlín ya que lo hizo incluso antes de iniciar la
actividad militar. La confirmación definitiva que Adolf Hitler daba a las informaciones
de Garbo una credibilidad del 100% fue cuando éste comunicó la entrada en servicio
de tropas americanas y canadienses con destino a Noruega como primer paso antes de
Overlord. A los pocos días, Hitlerdestinó a Escandinavia 16 divisiones alemanas donde
permanecerían inactivas hasta un año después.
El punto final ha llegado estos días cuando, con el permiso directo de Dwight D.
Eisenhower, Garbo notificó a Berlín que “la flota de invasión ya ha partido. La
Operación Normandía ha empezado”. Para cuando la inteligencia alemana ha
desvelado la clave, los primeros bombardeos navales arrasaban los edificios militares
nazis. Cierto, real, pero tarde. Incluso en este momento y al contra-ataque de las
divisiones defensivas destacadas en suelo francés, siguen manteniendo el grueso de
sus destacamentos pendientes del “gran ataque” que Garbo ha anticipado sobre Calais,
otorgando a la ofensiva de Normandía, el papel de una maniobra de distracción. Así, la
116 División Panzer estacionada al noroeste de París y la 1 División Panzer SS son
trasladadas a las costas de Calais y se da la orden de alto a la 85 División de Infantería
que ya se dirigía hacia Normandía. Un total de 7 divisiones que hubieran podido
utilizarse en la defensa de Cherburgo son retenidas en la zona de Calais por órdenes
directas del Führer quien ha dado mayor credibilidad a un catalán con el sobrenombre
de Garbo(36) que a los consejos –casi desesperados- del mariscal Rommel, cuyas
tropas (21 División Panzer y 12 División Panzer SS Hitlerjugend), también han sido
retrasadas en sus movimientos defensivos.
Franklin D. Roosevelt,
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(34) Pequeño homenaje a Fortitude, un gran libro de Larry Collins que leí hace ya muchos años.
(35) Dos misterios siguieron rodeando a la operación Mincemeat y, en particular, identidad del cuerpo
lanzado al mar español. Algunos historiadores que han dedicado sus esfuerzos a esclarecer este hecho afirman
que pudiera tratarse del señor Glyndwr Michael. El segundo misterio, este sí aclarado, fue la aparición desde
1943 hasta el 2002 de un ramo de flores semanales en su tumba. Finalmente se descubrió que un ingeniero
mécanico británico, casado con una andaluza llevaba esta ofrenda a la memoria de su compatriota
desconocido enterrado en aquellas tierras; su hija, Isabel Naylor Méndez, siguió la costumbre una vez
fallecido su padre. La fidelidad demostrada fue motivo más que suficiente como para que el embajador del
Reino Unido en España, Sir Peter Torry, condecorara este ejemplo de fidelidad y respeto con la segunda
condecoración en importancia, la Medalla del Imperio Británico en la Casa de Colón de Huelva.
(36) Joan Pujol García, Garbo, curiosamente fue condecorado por ambos bandos. Por parte alemana, Gustavo
Knittel, le impuso la Cruz de Hierro en reconocimiento a su valiosa acción. Por parte aliada recibió la Cruz de
Miembro del Imperio Británico.
Capítulo XLII
EL PÉNDULO DE FOUCAULT
“Cuando me muera, que guarden mi cuerpo para un día de lluvia
y me entierren en mitad de una tormenta. Este tiempo
asqueroso me va a matar”
Dwight D. Eisenhower dirigiéndose a su mujer por carta
Detroit, 16 de marzo de 1943
Diez mil fueron los hombres que cayeron en las primeras veinticuatro horas de la
operación Overlord y ocho mil almas más en los siguientes días. No puedo decir
todavía si valió la pena o tan grande esfuerzo será el balance de una tentativa inútil,
pero el avance de nuestras tropas ha empezado y quiera Dios que ya nadie lo detenga
hasta Berlín.
Eisenhower y Patton están haciendo un gran trabajo. El primero dirije la logística
necesaria para el mantenimiento de hombres y máquinas y marca las líneas generales;
el segundo muestra porqué es uno de las piezas más preciadas de nuestra nación.
Nadie como él es capaz de motivar a sus hombres y nadie como él emprende esas
alocadas incursiones en terreno enemigo; antes de que sepas que se ha ido, ya ha
regresado. A pesar de todo ello, en ocasiones, la diosa fortuna parece ser la única que
juega a nuestro lado, y no nos podemos quejar de los resultados!.
Algunos mandos intermedios no han sido capaces de interpretar las órdenes recibidas
del mejor modo posible. El principal peligro residía en no disgregar nuestras fuerzas en
exceso. Ike nos ha comentado que resulta terriblemente tentador el impulso a avanzar
a través de un verde campo francés sin oposición. Es seguro que cualquier grupo
mecanizado podría recorrer distancias sorprendentes hacia París en una sola jornada,
pero ello supondría correr un grave riesgo de caer en alguna de las muchas trampas
que el ejército alemán nos ha preparado. Por mucha confianza que tengamos en
nuestros propios medios, debemos recordar siempre que Rommel está en algún lugar,
ahí fuera. Así es que si los franceses han aguantado tantos meses de ocupación nazi,
podrán esperar unas semanas más a que nuestras tropas entren en la capital.
Patton ha impuesto un severo método de avance a fin de evitar pérdidas humanas
gratuitas. Cada campo, cada pueblo, cada calle y cada casa de cuantas ciudades
cruzamos es revisado hasta el último rincón. . Los campos cuidadosamente minados
también constituyen una gran preocupación y entre nuestras filas se está siguiendo la
sabia recomendación de Patton según la cual “donde hay vacas, no hay minas”; a
veces la experiéncia de los granjeros del medio oeste valen más que todos los
manuales militares del mundo. Los alemanes han adoptado la curiosa costumbre de
apostar algunos francotiradores en los sitios más recónditos para ocasionar bajas que
afectan más a la moral de los hombres que importancia tiene su número. En otras
ocasiones, algunos grupos de reconcimiento nos han informado de contraofensivas
alemanas que actúan bajo una rápida concentración sobre nuestros puntos débiles,
una gran contundencia de fuego y una veloz retirada.
Además, este tiempo está matando la salud física y mental de Eisenhower; a menudo
los blindados quedan atascados en el negro barro de la campiña y a los soldados no les
queda otro remedio que abandonar sus fusiles apoyados en los tanques, agarrar sus
palas y empezar a cavar. Una, dos, tres veces es soportable, pero cuando una misma
unidad debe repetir la operación durante varios días, sus fuerzas y paciencia se
resienten. Llueve cada hora y el lodo puede meterse por cada orificio de hombres y
máquinas. Cuando consiguen asegurar una población, la primera obligación de cada
soldado es la de limpiar su equipo reglamentario y poner a punto la maquinaria de
guerra.
La fuerza aérea continua castigando las principales vías de subministros alemanes.
Esta política de guerra nos está dando grandes resultados y visto que el método
alemán de reaprovisionamiento se ha basado en la red ferroviaria, ésta casi ha dejado
de funcionar con normalidad en todas las zonas del norte de Francia hasta el punto
que Hitler ha ordenado poder disponer en las próximas semanas de un contingente
importante de mulas que permitan hacer llegar los subministros a todas sus fuerzas
destacadas más allá de Caen.
Próxima parada, Paris.
Capítulo XLIII
LA CONFERENCIA DE LONDRES
“Cuando le he visto entrar en Buckingham Palace he tenido
la certeza que ya no podemos perder esta guerra”
Winston Churchill a Franklin D. Roosevelt
Washington, 18 de marzo de 1943
Las cenas de estado en la capital británica siempre han tenido una distinción y una
clase que van más allá de la simple exhibición gastronómica. Ya no recordaba aquellos
felices años en Europa, ni lo horrible que pueden llegar a ser para el paladar aquellos
asados ingleses indebidamente regados con toda clase de extraños condimentos. Pero
ha valido la pena cruzar el Atlántico aunque sólo hubiera sido por estrechar la mano de
aquel viejo amigo que tantas penurias ha tenido que afrontar con inquebrantable
esperanza en la victoria final. Sin duda la historia de la humanidad hubiera cambiado
sinWinston Churchill.
Nuestras largas conversaciones, en ésta llamada Conferencia de Londres(37), han
dado un fruto relativo. Churchill opina que nuestra obligación es la de castigar allí
donde nos sea posible no sólo la infraestructura industrial del Eje, sino también
aterrorizar con un bombardeo continuado e implacable las poblaciones más
importantes de Alemania. No estoy seguro que ello suponga un progreso significativo
en nuestros objetivos, más si tenemos en cuenta que siempre nos hemos ocupado de
subrallar que nuestra guerra se dirije, en último término, no contra el pueblo alemán,
sinó contra los dirigentes que lo han conducido a este desastre mundial. De todos
modos, seguiremos estudiando sus sugerencias.
Por otro lado, la buena labor que el ejército británico ha realizado en el Norte de África,
imponiéndose al combinado italogermano, encabezado por el mariscal de
campo, Rommel, nos permite gozar de una espléndida base de operaciones para
afrontar el frente sud con totales garantías. Los Estados Unidos son de la opinión que
la mejor alternativa sería la de progresar desde las posiciones que en estos momentos
estamos obteniendo en Francia, pero el mandatario británico está obcecado en atacar
la bota italiana y así eliminar a un jugador del partido de forma definitiva.
Otro punto de fricción ha sido el destino próximo de Francia; es un hecho que de la
forma que avanza nuestra ofensiva, si nada especialmente grave ocurre, esta nación
será liberada en un corto espacio de tiempo. Debemos decidir cuanto antes qué tipo de
status le otorgamos hasta que la guerra no esté finalizada.
Charles De Gaulle ha sido el elegido aunque debo matizar que no es, en caso alguno,
la mejor opción: tenaz hasta límites insospechados, también reune con exceso un alto
grado de egocentrismo y arrogancia, pero no teníamos alternativa. Según
informaciones disponibles, dichos vicios no son adquiridos sino que desde pequeño los
alimentaba con orgullo. En la academia militar de Saint Cyr sólo obtuvo el número 13
de su promoción ya que según sus propios profesores “tan sólo hubiera podido
satisfacerle que lo hubiéramos nombrado Generalísimo allí mismo”, a sus veinte años.
Durante la época de entreguerras, sí mantuvo un alto grado de implicación respecto a
la política militar francesa, siendo partidario en todo momento de la utilización de
unidades motorizadas consiguiendo así una gran movilidad. Todos sabemos hoy que
sus opiniones, junto con las de otros militares, fueron desestimadas a favor de la
creación de la Línea Maginot que acabó pocos años después convertida en
fortificaciones costeras alemanes.
Establecido finalmente en Londres, el gobierno de Churchill –a regañadientes- le
concedió unas oficinas desde dónde lanzaba misivas a través de la BBC. Ni Winston ni
yo hemos soportado nunca a este engreído; de hecho, en más de una ocasión fue
propuesta su expulsión de Gran Bretaña. Pero la catadura egocéntrica del sujeto quedó
plasmada durante una reunión de la Conferencia de Londres cuando afirmó: “yo soy
Juana de Arco. Yo soy Clemenceau”; no pude por menos que replicarle “cual de los
dos?”, a lo que el sujeto respondió: “Yo soy ambos”. Ante esta respuesta no pude por
más que añadir que debería aclarar su cerebro o corría peligro de problemas
psicológicos de doble personalidad. Charles De Gaulle abandonó precipitadamente la
sala. Más tarde, algunos funcionarios británicos me comentaron, jocosamente que en
cierta ocasión Churchill había exclamado: “tengo un plan. A partir de ahora no le suban
la botella de leche, inutilicen el ascensor y ya verá como la Francia Libre nos presenta
la rendición en menos de una semana!”.
En algunos momentos pienso que a Winston le asiste toda la razón, al fin y al cabo
fueron los poco previsores políticos franceses los que en un grado mayor de
responsabilidad e incompetencia, nos llevaron hasta esta situación. Después de
muchas discusiones hemos acordado que Churchill acompañará a De Gaulle en la
ceremónia de liberación de Paris mientras yo retorno a mi nación. Pero el mensaje que
deba oir el dirigente francés deberá ser extremadamente claro: no permitiremos que
se rompa la unidad de acción militar y política ahora que ésta empieza a dar sus
frutos. Y el gobierno francés se abstendrá de pronunciarse, presionar u orientar a su
opinión pública en ninguna dirección que no sea la de acabar con la Alemania nazi;
después, como dicen ellos: on va voire.
El riesgo que nos disponemos a afrontar es alto. Nuevos desembarcos sobre zonas
fortificadas, bombardeos de debilitamiento y desvío de efectivos empeñados en la
liberación de Francia, para llevarlos lejos del punto original y caer sobre Roma. Siguen
siendo demasiados peligros para tan poco rendimiento pero quizá ésta sea la mejor
manera de forzar una rendición incondicional de Italia y, sobretodo, el todopoderoso
Japón. Churchill está empeñado en que repitamos el triunfo del Dia D, a una escala
menor, para desembarcar en las costas griegas, avanzar en dirección norte y así
limitar el avance soviético. Está convencido que debemos preparar desde ahora la
postguerra y su peor predicción indica una confrontación entre los bloques que
resulten victoriosos de esta guerra. Creo que su pesimismo en relación a nuestros
amigos soviéticos es exagerada.
Franklin D. Roosevelt,
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(37) La Conferencia de Londres representa en este AAR lo que supuso la Conferencia de Casablanca que se
llevó a cabo del 14 al 24 de enero de 1943. Tanto los participantes como las decisiones adoptadas han sido
fielmente reflejadas.
Capítulo XLIV
PARIS
“Paris outragé, Paris martyrisé, mais Paris liberé”
Charles De Gaulle al pueblo parisino
Washington, 25 de marzo de 1943
Recuperado de largo viaje de vuelta a casa, he preferido estar en compañía de mi
familia en la Big Apple por unos días. Desde que los japoneses atacaron Pearl Harbour
puedo contar con los dedos de una mano las jornadas de descanso que he podido
disfrutar y tanto el peso de los años como los hachaques de mi enfermedad pasajera,
empiezan a cobrarme factura. Ha resultado emocionante entrar en Paris. Era una
empresa largamente esperada y en las últimas horas todo hacía preveer un final así,
pero nunca puede nadie imaginarse lo que la realidad convierte en un hecho. Todos los
pueblos tienen una característica especial que si bien no les define, si ayuda a
entender su carácter. Así es conocida la flema británica –incluso bajo bombardeos
alemanes-, la meticulosidad germana o la imaginación italiana. Por tanto, hubiera sido
todo un error pasar por alto uno de los rasgos que con mayor exactitud pueden definir
el carácter francés: su grandiosidad “grandeur” lo llaman ellos. Era necesario, por
tanto, establecer un nuevo gobierno no sujeto a tutelas aliadas, un símbolo que
mostrara al mundo el fracaso de la invasión alemana y una recuperación del status quo
internacional previo al conflicto: ahí tenemos a Charles de Gaulle(38), que Dios nos
asista!.
Durante las primeras horas del 24 de marzo, varios vehículos oruga y algunas
unidades de tanques Sherman hicieron su entrada en la plaza del ayuntamiento.
Pertenecían a la II División Blindada de Leclerc quien estaba a las órdenes directas del
general Eisenhower, ”no se preocupe, nosotros tomaremos la ciudad y usted se llevará
todos los méritos, pero hasta que ese momento no llegue, hágase a un lado o mandaré
que la polícia militar se ocupe de usted”, cuentan que le espetó secamente el
norteamericano a De Gaulle hace pocas horas. Si ya es sumamente difícil planificar las
operaciones militares cuando de la toma de una gran capital se trata, todavía lo es
más conjugar esos intereses con los políticos. Ike mantuvo siempre instrucciones
claras sobre la implicación que debieran tomar cada unidad, permaneciendo las tropas
norteamericanas a un lado del río Loira y dejando la parte más interior para el
conglomerado francés, resultado de agrupar excombatientes de España, los restos de
la XII semibrigada de la legión extranjera francesa, de los Corps Francs (comandos del
ejército francés) y de los campos de castigo de África del Norte, muy particularmente
del desierto argelino. Qué irónica es la historia, probablemente cuando cualquier
alumno estudie éste capítulo, la concepción general será que el valiente ejército
francés reconquistó su capital; lo cierto es que el heterogeneo grupo humano que
penetró hasta las mismas entrañas de este Paris hoy liberado, ha sido, básicamente,
escoria, deshechos, gajos y heroicos perdedores unidos bajo bandera aliada. Madrid,
Jarama, Ebro, Teruel, Guernika, Belchite, Guadalajara han sido los primeros nombres
que han cruzado por las callejuelas de la oscura noche, desde Montparnasse hasta
Montmartre, desde las Tullerías hasta les Champs Elysées; secciones de la IX
Compañía –incluso el capitán Rocheteaux ha confirmado que les llamaban “la nueve”-.
“somos españoles!” (39) gritaban a quien quisiera oírlos y de sus ojos, hundidos en sus
cuencas por la gran hambruna que desde hacía meses azotaba sus cuerpos, brotaban
algunas lágrimas, nadie sabe si de alegría o de rabia. Algunos testimonios recogen que
la bandera tricolor de la república española fue la primera en cruzar el humbral de las
altas puertas del ayuntamiento y que sólo controló el buen juicio de aquellos valerosos
soldados que habían sacrificado su juventud(40) –y muchos de ellos, sus vidas- por la
lucha a favor de la democracia y la libertad. Algunos llevaban metidos en guerra desde
que aquel general, todavía oculto en Berlín, decidió un día “salvar” su patria.
Los días posteriores a la caída de la ocupación y a la firma del acto de
rendición(41) envolvieron a la capital en un dramático binomio. Las celebraciones
públicas y privadas se alternaban con auténticos actos carentes de cualquier
sentimiento de respeto a las vidas humanas. Los desfiles de diferentes fuerzas
militares aliadas, flores inundando las calles y reuniones con la recuperada familia se
sucedían a igual ritmo que las ejecuciones sumarias de supuestos colaboracionistas,
espías o simplemente, por venganzas personales ocultas bajo acusaciones de apoyo al
régimen de Vichy.
Serán necesarios algunos años para que el concepto de “civilización” que todos
teníamos vuelva a los verdes campos europeos.
Resta todavía mucho trabajo por hacer.
Franklin D. Roosevelt,
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(38) El discurso íntegro del general de Gaulle desde el balcón del Hotel de ville fue el siguiente: “Pourquoi
voulez-vous que nous dissimulions l'émotion qui nous étreint tous, hommes et femmes, qui sommes ici, chez
nous, dans Paris debout pour se libérer et qui a su le faire de ses mains. Non ! nous ne dissimulerons pas cette
émotion profonde et sacrée. Il y a là des minutes qui dépassent chacune de nos pauvres vies. Paris ! Paris
outragé ! Paris brisé ! Paris martyrisé ! mais Paris libéré ! libéré par lui-même, libéré par son peuple avec le
concours des armées de la France, avec l'appui et le concours de la France tout entière, de la France qui se bat,
de la seule France, de la vraie France, de la France éternelle. Eh bien ! puisque l'ennemi qui tenait Paris a
capitulé dans nos mains, la France rentre à Paris, chez elle. Elle y rentre sanglante, mais bien résolue. Elle y
rentre, éclairée par l'immense leçon, mais plus certaine que jamais, de ses devoirs et de ses droits. Je dis
d'abord de ses devoirs, et je les résumerai tous en disant que, pour le moment, il s'agit de devoirs de guerre.
L'ennemi chancelle mais il n'est pas encore battu. Il reste sur notre sol. Il ne suffira même pas que nous
l'ayons, avec le concours de nos chers et admirables alliés, chassé de chez nous pour que nous nous tenions
pour satisfaits après ce qui s'est passé. Nous voulons entrer sur son territoire comme il se doit, en vainqueurs.
C'est pour cela que l'avant-garde française est entrée à Paris à coups de canon. C'est pour cela que la grande
armée française d'Italie a débarqué dans le Midi ! et remonte rapidement la vallée du Rhône. C'est pour cela
que nos braves et chères forces de l'intérieur vont s'armer d'armes modernes. C'est pour cette revanche, cette
vengeance et cette justice, que nous continuerons de nous battre jusqu'au dernier jour, jusqu'au jour de la
victoire totale et complète. Ce devoir de guerre, tous les hommes qui sont ici et tous ceux qui nous entendent
en France savent qu'il exige l'unité nationale. Nous autres, qui aurons vécu les plus grandes heures de notre
Histoire, nous n'avons pas à vouloir autre chose que de nous montrer, jusqu'à la fin, dignes de la France. Vive
la France!“
(39) El verdadero grito era “somos españoles rojos”, aunque tras la liberación de España por parte de los USA
considero más lógico que esos luchadores fueran “solo” españoles.
(40) Homenaje a la novela “Soldados de Salamina” de Xavier Cercas y por extensión a todos los luchadores
de la libertad en la que está basado el relato.
(41) El acta de rendición fue firmado por el General Von Choltitz, el General Leclerc y el Coronel Rol. En
dicho documento no se menciona a los Aliados ya que es un acto entre el Gobierno Provisional de la
República Francesa y el General Von Choltitz como “Comandante de las Fuerzas Alemanas en la región de
París”. Fue la única ocasión en la que ante la rendición de un alto militar alemán, los comandantes aliados no
estuvieran presentes.
Capítulo XLV
CAMINO A BERLÍN
“Estoy orgulloso de estar aquí y luchar a vuestro lado.
Destripemos a esos cabezas cuadradas y avancemos hacia Berlín.
Y cuando lleguemos a Berlín, yo mismo le pegaré un tiro al hijo de puta
ese que sale en los carteles, como haría con una serpiente”
George Patton arengando a sus tropas
Detroit, 15 de abril de 1943
La liberación de Francia está a punto de concluir. El magnífico plan ideado para dicha
operación ha resultado todo un éxito de planificación y ejecución. Hace dos meses
iniciamos el desembarco en las costas de la Normandia francesa, posteriormente se
sucedieron las etapas II y III; aunque en ocasiones la dura defensa alemana fue capaz
de rechazar nuestras operaciones anfibias, finalmente siempre conseguíamos alzarnos
victoriosos. La liberación de París fue un suceso histórico y el general De Gaulle, hasta
el momento, está teniendo un comportamiento intachable.
Patton ha obligado a las tropas aliadas a replegarse más allá de las últimas provincias
francesas y Rommel ha lanzado algún doloroso zarpazo pero finalmente acompaña el
lento movimiento de retroceso del régimen nazi. Ike declaró públicamente hace
aproximadamente dos semanas que cada combatiente francés de la resistencia valía
por seis de los nuestros, sin duda sabe cómo motivar a unos y otros. El recibimiento
que se dispensa a nuestras unidades es una muestra más de las ansias de libertad de
estos europeos a los cuales sólo podríamos culpar de haber tenido, en momentos
culminantes, unos gobernantes deplorables. Nuestros soldados son atendidos como si
del retorno de un hijo se tratara; pese a recomendar la abstinencia sexual, el ejército
distribuye 50.000 condones al mes, “tres por un centavo” reza la oferta; por lo que
parece nuestros chicos saben cómo relajarse después de los momentos díficiles por los
que han pasado.
La disposición de los aliados, según todos nuestros expertos, está dispuesta para
iniciar el ataque principal que nos conduzca literalmente hasta las puertas de Berlín.
Pero nadie puede cantar todavía victoria. El ejército alemán hasta ahora se ha
dedicado a replegarse ordenadamente, pero es importante que todos tengamos
presentes en nuestras mentes que si bien han cedido territorio, a partir de ahora
lucharán por defender a su país y no zonas ocupadas: ya no se trata de conquistas,
sino de subsistir.
Pero el último golpe de efecto en Europa debe preparase con sumo cuidado. Tras la
Conferencia de Londres debemos reorganizarnos para el asalto italiano, de lo contrario
las fuerzas del eje podrían concentrarse a lo largo del frente centroeuropeo y ofrecer la
mayor de las resistencias. Italia debe ser el talón de Aquiles del entramado en la
concentración de fuerzas.
Con la ayuda de Dios,
Franklin D. Roosevelt,
Capítulo XLVI
CIAO ROMA!
“Nadie que ya no conserve su sano juicio puede esperar
entrar en la ciudad eterna mientras exista un solo romano dispuesto
a defenderla del tirano invasor. Yo seré nuevamente vuestro Duce"”
Benito Mussolini al pueblo romano
Washington, 16 de agosto de 1943
Todos los analistas del ejército coincidieron en que la mejor forma de debilitar al eje
era la de plantear las operaciones no solo con la mirada fijada en la victoria final, sino
a seccionar los frentes y eliminar a aquellas naciones que daban apoyo al otro bando.
Una vez incorporados los nuevos mandos al teatro europeo de
operaciones(42) podíamos afrontar la tarea de abordar la península italiana
basándonos en una estrategia de dispersión donde el ejército italiano y alemán
tuvieran que hacer frente al mismo tiempo y en diferentes lugares a las amenazas que
les plantearamos con un ataque simultáneo por los flancos norte y sur ejerciendo así
una presión creciente al régimen fascista de Mussolini.
Así es que en mayo de este año iniciamos la Operación Husky a la que concedimos el
mando al general Hodges quien, con extrema eficiencia, consiguió tomar la isla de
Sicilia sin sufrir mayores bajas. Sabíamos que el general alemán Hube tenía órdenes
claras de defender Messina aunque no debía ser mucha la confianza que Berlín le
otorgaba a sus capacidades, dotes de mando o a la calidad de sus tropas, ya que
también interceptamos comunicaciones alemanas donde se le ordenaba preparar la
defensa de la línea Etna –alrededor de Messina-. En las semanas siguientes el avance
aliado superó las grandes dificultades que la defensa italiana había preparado contando
con la colaboración de un terreno muy irregular y montañoso. Aún recuerdo
emocionado la misiva que el vicario general destacado en zona italiana, Francis
Spellman, envió a su hogar durante esos días y que tuvieron la amabilidad de
enviarme una cópia donde escribía que: “estos pilotos norteamericanos están
convencidos de que están sufriendo y muriendo para llevar la salvación y la paz al
prójimo. Para algunos fue el amanecer de su último día en este mundo; el valor de la
vida de cada soldado me impresiona. Les deseé buena suerte y acepté con humildad
sus mensajes. Uno me dijo: dígale a mi mujer que ha hablado conmigo”.
Al mismo tiempo, general Craig iniciaba su avance por el norte aprovechando de la
escasa disposición de las tropas italianas a combatir contra un enemigo que tanto en
potencia de fuego como en desarrollo tecnológico se mostraba tremendamente
superior –y porqué no decirlo, nunca italianos y alemanes llegaron a cultivar amplias
amistades-. Se trataba de enviar mensajes al ejército y pueblo italiano para que
pusieran fin a su participación en el conflicto, rindieran sus armas y evitaran así un
mayor derramamiento de sangre. Italia se estaba convirtiendo en una trampa mortal
para cualquier ejército enemigo; con cada día que transcurría los aliados nos
acercábamos más y más a la frontera italo-alemana, amenazando con cerrar los pasos
que comunicaban ambas naciones y atrapar así cuantos efectivos militares quedaran
encerrados en el interior de la península. Fue en ese momento cuando los alemanes
demostraron que la formación del Eje se basaba únicamente en un cálculo frío y
metódico de los “socios sacrificables y prescindibles” –como afirmó el
general Kesselring- más que como “compañeros”; en pocos días Adolf Hitler ordenó el
repliegue hasta Munich de todas las tropas alemanas presentes en Italia, condenando
a su suerte a sus aliados. En palabras de Mario Fratelli –asesor para la defensa
italiana- “esos alemanes nos han abandonado con la tranquilidad de quien abandona a
cualquier perro en el camino”.
La combinación de bombardeos masivos, bombardeos costeros y frecuentes
desembarcos anfibios sobre las provincias costeras habían permitido hasta junio un
cómodo avance de la ofensiva sur. Pero todo cambió con la disposición italiana de
la Línea Benito(43) sobre un terreno montañoso y escarpado que facilita las
disposiciones defensivas a poca distancia de aeropuertos que daban cobijo a lo que
quedaba de las fuerzas aéreas italianas. Incomprensiblemente algunos asesores
alemanes permanecían en la zona y ante nuestro estupor conseguían que sus órdenes
fueran obedecidas como si aún contaran con el aval de 10 divisiones panzer a sus
espaldas –quien entenderá nunca a esos italianos!-. Su intención final no era tanto la
defensa de la ciudad eterna –que de antemano sabían perdida- sino ganar tiempo para
que modernos efectivos motorizados alemanes destinados al frente ruso tuvieran
tiempo de situarse en posiciones de contraataque en las ocupadas Bélgica y Holanda;
debíamos evitar que eso sucediera a toda costa.
Esa y otras razones nos empujaron a la toma de esas decisiones que cualquier general
conoce pero que para un presidente de los Estados Unidos de America todavía hoy
resultan todo un problema moral y filosófico. El eje sobre el cual giraba la Línea
Benito se situaba en la población de Montecassino, donde se agrupaba un importante
número de tropas de montaña italiana bien pertrechadas y suficientemente
atrincheradas como para resistir varios meses, y no teníamos tanto tiempo ya que eso
sólo suponía retrasar la ofensiva final que debería acabar en Berlín. Así es que el
general Hodges, con el apoyo del pueblo estadounidense, ordenó durante la mañana
del día 20 de junio el bombardeo masivo de la Abadía de Montecassino, donde se
acumulaban una gran parte de los subministros, piezas de repuesto y arsenal de las
tropas italianas(44).
Superada esta dificultad, la situación interna italiana solo podía ser calificada de
“caótica”: Il Duce que desde la década pasada fustigaba con su fascismo a ese pueblo
–y contaminando a otros como la hoy liberada España-, fue destituído por el rey Victor
Manuel III y enviado al Hotel-Refugio del Gran Sasso, una especie de fortaleza a 2112
metros de altura, no se sabe bien si para protegerlo del exterior o para que la fiera no
causara mayores daños. El mariscal Badoglio, constituído como el máximo mandatario
de Italia, abría las puertas a una negociación para alcanzar un tratado de paz que
acabara finalmente con el caso que empezaba a apoderarse de la nación; estaba
seguro de poder controlar a los partidarios de Il Duce si fuera necesario; las tornas
habían cambiado.
La situación era compleja: por un lado la posición de los aliados era clara pero con
matices. Tanto los Estados Unidos como Gran Bretaña deseábamos firmar un armisticio
en el plazo de tiempo más breve posible y así ahorrarnos los costes de invasión y
poner en marcha la ofensiva hacia Alemania. Sin embargo mientras los ingleses
deseaban imponer unas cláusulas sancionadoras muy duras con Italia –repitiendo así
errores pasados- y mantener el status quo ejecutivo mediante un sistema monárquico
representado por el rey Víctor Manuel III y un jefe de estado como el general Badoglio,
nosotros estábamos convencidos que nuestra obligación era reemplazar a toda la
cúpula que de un modo directo o indirecto había animado o apoyado las criminales
acciones de Benito Mussolini desde los años 20. El pueblo italiano, de forma
democrática merecía poder elegir a sus nuevos dirigentes y nosotros debíamos
asegurarnos que cualquier manifestación fascista fuera erradicada del país;
continuidad o ruptura?. Pero mientras las conversaciones y negociaciones se llevaban a
cabo, dicté normas extremadamente claras acerca de la posición aliada: hasta que
fuera firmada la paz con Italia deberíamos seguir tratando a los italianos como
enemigos declarados por lo que nuestro avance no se detendría. Curiosamente los
italianos creían –quizá demasiado inocentemente- que la retirada de Mussolini de la
escena pública suponía de facto un tratado de no agresión.
Este presidente, mis generales y en conjunto, la totalidad de nuestras tropas, vivieron
unos días caóticos en los que una sucesión de hechos extraños parecía poner en grave
riesgo la operación de invasión. Los italianos se habían dividido entre los que habían
decidido entregar las armas y disolverse, los que seguían comprometidos con la causa
del Eje y los que optaban por incorporarse a los aliados, de forma que cuando nuestro
ejército entraba en contacto con militares italianos debía considerar nuestras órdenes y
tratarlos como enemigos cuando podían estos mostrar una actitud pacífica, hostil e
incluso amistosa. En el bando alemán tampoco andaban mucho mejor las cosas:
luchaban con italianos contra italianos. No era una situación de guerra civil, sino de
desorganización.
Finalmente un informe tremendamente realista del general Hodges nos enseñó el
camino de la rápida resolución del conflicto. Aplicando lo que posteriormente se
conoció como la “Teoría del Ataque Directo”, Hodges había elaborado un preciso plan
de intervención basado en una sucesión de cuatro invasiones anfibias (con el debido
apoyo naval, aéreo y la participación de tropas de asalto aerotransportado) sobre
puntos esenciales del mando italiano: Athenas, Salonika, Tirana y Durbovnik(45). Esto
permitiría forzar de una sola vez la rendición italiana y al mismo tiempo dar
satisfacción a las demandas de Winston Churchill quien se empeñaba en liberar Grecia
y desde allí tomar posiciones de bloqueo a fin de obstaculizar el avance de las tropas
soviéticas y, en general, del comunismo que –según él- amenaza en conquistar
Europa. Además, nadie puede negar que el éxito de esta operación supondría una
exhibición de fuerza ante la Alemania nazi aunque mucho me temo que ello no variaría
en mucho la actitud de esa bestia llamada Hitler.
Así, que en pocas semanas dispusimos los preparativos necesarios y tras tomar el
emplazamiento fortificado de Dubrovnik el 24 de julio, efectuamos un rápido
movimiento de despiste -ya que los italianos se esforzaban en reforzar Tirana en el
convencimiento que sería allí donde asestaríamos el siguiente golpe-, trasladando con
una formidable eficiencia y rapidez toda la flota aérea y naval del Mediterráneo
disponible hasta las aguas que bañan el Pireo y liberando la ciudad de Athenas el 4 de
agosto. Sólo 10 días más tarde y en uno de los movimientos mejor ejecutados de lo
que llevamos de conflicto, en la misma madrugada que el
general Hodges desembarcaba en Salonika y nuestros paracaidístas tomaban por
sorpresa Tirana, el general Craig entraba victorioso en la ciudad de Roma. Todo había
acabado en unas 24 horas finales que sin duda asombraron al mundo por su impecable
coordinación.
Ayer firmamos el armisticio con Italia; la decisión política –así como el caso español y
francés- quedará para la próxima conferencia. Pero no todo ha sido tan fácil: miles de
vidas aliadas y del eje se perdieron en una disputa que se sabía perdida desde el
mismo momento en que triunfó la Operación Husky. La estupidez humana no tiene
límites y en tierras itálicas hemos visto italianos luchar contra americanos, para luego
hacerlo contra ellos mismos y contra sus aliados y siempre con el mismo resultado
final: muerte. Grecia ha sido liberada después de su heroica resistencia, la Francia de
Vichy sólo existe nominalmente –buena parte de su flota ha sido hundida durante esta
última etapa bélica- y a pesar de todo estoy convecido que Alemania luchará hasta el
final no porque sus enloquecidos líderes conserven la más mínima esperanza de
triunfar o resistir, sino porque prefieren sacrificar a todo un pueblo antes de afrontar la
vergüenza que sobre ellos se cernirá sin sombra de duda.
Que Dios nos asista porque lo más duro está por llegar.
Franklin D. Roosevelt,
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(42) Es una forma poco disimulada de explicar que la planificación que el autor realizó
no tuvo en cuenta la necesidad de tener HQ a su disposición. Esto provocó que el
avance por Europa quedara detenido hasta la creación de nuevos mandos. El tiempo se
aprovechó en la toma de Sicilia para estar en disposición de, llegado el momento,
iniciar la invasión del Sur de Italia (Hodges) en una acción coordinada con la que se
iniciaría por el norte.
(43) El nombre real es “Línea Gustav” pero dado que en la narración las tropas
alemanas se han retirado de la península italiana, parece más coherente que los
italianos fieles a Il Duce le dedicaran esta defensa.
(44) La Abadía de Montecassino constituía un importante centro de los monjes
benedictinos establecidos en la zona. Tanto ellos como la población próxima creían en
la existéncia de un acuerdo tácito entre alemanes y aliados para respetar ese centro
religioso. De esta forma, cuando los percances del conflicto destruían viviendas del
pueblo, sus moradores buscaban refugio en la citada Abadía. El bombardeo aliado
destruyó por completo el centro causando un elevado número de víctimas civiles.
(45) Argumento un tanto endeble para no escribir que la táctica no es conquistar todas
las posesiones italianas sino solo los puntos de victoria que permiten la rendición.
(46) Aunque el final de la historia es exacto, realmente se firmó el armisticio el 3 de
septiembre de 1943 con la condición que no se hiciera público hasta que las tropas
americanas desembarcaran en Salerno. A partir de ese momento Mussolini fue liberado
por intervención de las tropas alemanas que todavía estaban presentes en la península
y suponían una grave amenaza. Il Duce se estableció al norte del país y fundó la
Repúbblica Sociale Italiana en Salò creando un ejército de 150.000 hombres. Cuando
el avance aliado forzó que Mussolini quisiera cruzar la frontera hacia Suiza, fue
detenido y ejecutado.
Capítulo XLVII
HASTA LA VISTA, SARATOGA
“Seguramente no era el mejor portaaviones, de hecho no nació como tal, seguramente
no disponía
ni de la mejor rampa, ni su velocidad de crucero era buena, ni siquiera servían
un rancho aceptable, pero Dios, como le hecharemos de menos!”
Almirante Stark desde la base naval de Norfolk
Washington, 18 de agosto de 1943
El pasado 12 de julio uno de nuestros portaaviones más emblemático por los años que
permaneció en servicio, el USS Saratoga, fue hundido en aguas del mar Adriático.
Centenares de vidas se perdieron cuando el casco del buque no pudo soportar el
impacto de sendos torpedos lanzados desde alguna embarcación italiana. El
almirante Stark me explicaba esta tarde la curiosa trayectoria del Saratoga, construído
en los astilleros de Nueva York y botado como buque de guerra el 25 de septiembre de
1920 con 33.000 toneladas brutas. Al parecer ya se intuyó que las necesidades de la
marina pasaban por formar una flota integrada por portaaviones y se decidió adoptar
esta embarcación a los nuevos retos; así cinco años más tarde fue rediseñado
entrando en el servicio activo el 7 de abril de 1925 como portaaviones de la clase
Lexington CV-3. su contribución al desarrollo práctico de nuevas técnicas de combate y
doctrinas navales fue durante toda su vida útil muy considerable.
El capitán Albert C. Read, el militar que más tiempo tuvo el poder de su timón, logró
sacar todo el partido posible a una embarcación que desde el mismo momento en que
los Estados Unidos entraron en guerra, se sabía anticuada en relación al poderío
enemigo. Estoy especialmente orgulloso al observar la particular hoja de servicios
del USS Saratoga en Europa, no sólo en el apoyo aeronaval desempeñado durante las
operaciones del Día D, sino especialmente, por su servicio a lo largo de la costa
mediterráneo(46), primero frente a costas españolas y posteriormente italianas.
En diferentes ocasiones ha sido objeto de toda una serie de oportunas modificaciones
que han ayudado a modernizar tanto sus prestaciones como equipo y armas tanto de
defensa como de ataque. El resultado final de todo ello fue aumentar, hasta casi
doblar, su tonelaje original situándose hasta la actualidad alrededor de las 52.000
toneladas. Por su pista de despegue hemos visto partir y llegar los más diversos
aparatos; desde los antiguos Boeing F3B-1 fighters, hasta los Grumman F4F fighters,
los Douglas SBD o los Grumman TBF torpederos.
La lista de embarcaciones enemigas hundidas por el grupo de combate que integraba
el USS Saratoga es interminable y por esa razón he decidido realizar los honores
necesarios para que sean otorgadas las 7 estrellas de guerra que sus servicios durante
este conflicto le han hecho merecedor.
Desde el despacho de mi residencia oficial uno no puede evitar sentir el mayor de los
respetos ante estas embarcaciones las cuales simbolizan mucho más que un
despliegue de poderío militar. Porque en momentos como los de hoy, no es posible
describir la tremenda pena que aborda al máximo representante de un pueblo que
lucha por su supervivencia cuando conoce la notícia del hundimiento de algo que ha
reunido tantos esfuerzos de nuestros más capacitados hombres. En sus camarotes se
hallaran, sin duda alguna, los cuerpos atrapados para siempre de nuestros hijos que
un día decidieron sacrificar su más preciado tesoro, su vida, en bien del valor más
elevado que pueda tener un pueblo: su libertad.
Hemos recuperado los restos de su bandera de batalla que permanecerá en custodia
oficial. Que Dios les acoja a todos.
Franklin D. Roosevelt,
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(47) De hecho el Saratoga fue destinado al frente del Pacífico; estuvo cerca del ataque
a Pearl Harbour –concretamente en Wake Island- y participó activamente en la Batalla
de Midway, Guadalcanal, Islas Marshall, etcétera. En dos ocasiones fue seriamente
dañado por el impacto de torpedos o de aviones kamikazes pero siempre fue reparado
con total garantías. Finalmente fue utilizado como blanco para tests atómicos del
ejército americano y hundido cerca del atolón de Bikini en 1946.
Capítulo XLVIII
YAMAMOTO
“Si no conseguimos acabar con Norteamerica en los primeros meses,
me temo que habremos despertado a un monstruo
al que no podremos vencer”
Almirante Yamamoto al Alto Mando de la Marina Imperial Japonesa
Washington, 20 de agosto de 1943
No es la primera vez –y mucho me temo que tampoco la última- que este diario
escucha mis lamentos. Uno de joven cree que sus ideas son capaces de cambiar el
mundo y que tiene condiciones para marcar una diferencia respecto al resto de
humanos. Sabemos lo que haremos y lo que no, y conocemos los errores que en el
pasado se han cometido y eso nos da la total seguridad que no caeremos en las
mismas falsedades. Décadas más tarde uno se mira en el espejo por la mañana y se
da cuenta que finalmente se ha convertido en aquello que iba a evitar y que la
presidencia de los Estados Unidos le obliga a olvidar su propia conciencia y los valores
sobre los que ha edificado su vida para plegarse ante un bien superior, el de su patria.
Hace veinticuatro años que la Universidad de Harvard acogió entre sus aulas (hasta
1921) a un joven militar nipón que, como alferez del crucero Nisshin, ya había vivido
las desgracias de la guerra que enfrentó a Rusia y Japón. Fue precisamente en la
batalla de Tsushima donde perdío dos dedos de la mano izquierda. Pocos entre los
presentes podían mostrar un curriculum semejante. Allí fue cuando Soroku
Yamamoto consiguió entender en buena parte la mentalidad y el potencial del pueblo
americano. Tanto fue así que en un principio se mostró contrario a cualquier
enfrentamiento bélico entre las dos naciones, aún así y atendiendo a las órdenes
recibidas, planificó las estrategias navales para vencer a los Estados Unidos en el
océano Pacífico. AYamamoto no se le escapaba que las posibilidades de triunfo sobre
los USA pasaban por asestar una serie de duros golpes que obligaran a la firma de una
rápida paz; a medida que el conflicto se alargara así se inclinaría progresivamente la
balanza favorable a los Estados Unidos.
Su aportación a la teoría del combate naval fue fundamental para conseguir que la
marina japonesa fuera durante algunos años la principal fuerza desplegada en el
océano Pacífico: la aplicación de la rama aeronaval basada en el poderío de los
portaaviones sólo fue el primer paso, hasta llegar a las tácticas de ataque con torpedos
una vez analizado la operación de ataque inglesa contra el puerto de Tarento. Así
implementó un significativo cambio de táctica vista la desastrosa experiencia alemana
de limitarse a cortar las rutas de suministro y hundir los mercantes. Decidió fomentar
el ataque de navíos de combate enemigos y utilizar a sus submarinos contra todo tipo
de embarcaciones norteamericanos si existía la más mínima posibilidad de alzarse con
el triunfo –aún a costa de altas pérdidas-.
Pero el pasado día 10 de abril los servicios de espionaje nos notificaron que tenían
información fiable respecto a la visita que en los próximos días realizaría a algunas
bases el almirante Yamamoto. Fueron horas complicadas ya que la importancia de la
acción a realizar exijía la autorización expresa del presidente de los Estados Unidos.
Conocíamos la ruta, el día y la hora de la formación que transportaría al militar hasta
su destino y su obsesión casi enfermiza por la puntualidad; su suerte dependía de mi
firma.
Nunca se me han dado bien los asesinatos pero tras una serie de reuniones con
analistas y expertos militares todos coincidieron en afirmar que su eliminación
supondría, sin duda alguna, el acortamiento de esta guerra que en el frente del Pacífico
todavía tenía que estallar ya que estábamos pendientes de tener a nuestra disposición
el importantísimo contingente en buques que nuestros astilleros estaban produciendo.
Nuevamente la decisión única de un solo hombre constituyó mi dilema durante escasas
horas de insomnio.
A las 08:35h, el avión del almirante Yamamoto, un transporte Mitsubishi G4M Betty,
escoltado por 6 cazas Mitsubishi A6M Zero y un transporte Bettydonde se encontraba
el resto del Estado Mayor de Yamamoto, fueron interceptados y derribados por
nuestras fuerzas aéreas. Me pregunto si algún día podré dejar atrás estos
remordimientos que noche tras noche acompañan mis sueños.
Incluso en la guerra hay que respetar a nuestros mejores enemigos.
Franklin D. Roosevelt,
Capítulo XLIX
KATYN & MOSCÚ
“Deploramos el cinismo con que el gobierno alemán
acusa a la Unión Soviética de estos hechos,
con el velado propósito de romper la unidad entre aliados”
Anthony Eden, Ministro de asuntos exteriores del Reino Unido,
en una declaración oficial en la Cámara Baja(48)
Washington, 25 de agosto de 1943
Fue a principios de este año cuando recibí el primer dossier secreto de nuestros
servicios de espionaje y vigilancia destacados en Europa en relación a la desconocida
ciudad de Katyn. La Oficina Alemana de notícias anunció por Radio Berín del
descubrimiento de enormes fosas comunes en Katyn, cerca de Smolensk (Unión
Soviética), con gran cantidad de cadáveres de oficiales polacos asesinados en masa
por las fuerzas soviéticas. El rápido desmentido soviético y la atención que el Ministerio
de Propaganda alemán otorgó al hallazgo nos hicieron pensar que todo el asunto olía a
una clara manipulación informativa con la clara intención de sembrar la desunión entre
los socios aliados. De hecho ya lo había anticipado Adolf Hitler, meses atrás, al afirmar
en una conferencia militar en Rastenberg (Prusia Oriental) que “vendrán momentos en
los que la tensión será tan grande que se abrirá una brecha entre los Aliados; sólo
tenemos que esperar”(49).
Las cifras divulgadas eran tan horrendas que por fuerza debía tratarse de algo
imaginario: 10.000 cadáveres de oficiales polacos donde se incluían almirantes y
generales. Alemania acusaba directamente al servicio secreto soviético (NKVD) según
la teoría que durante la invasión soviética de Polonia en 1.939 se capturaron unos
14.500 oficiales que fueron internados en tres campos de concentrarción en la Unión
Soviética. Posteriormente, entre los meses de abril y mayo de 1940 y durante cinco
semanas, la NKVD habría transportado dichos prisioneros hacia un lugar en la
carretera Smolensk-Vitebsk por orden directa de Stalin. Allí localizaron un
enclavamiento rodeado de espesa arboleda que se encontraba a 2kms. de la granja
más cercana, cerrando cualquier camino y prohibiendo que nadie transitara por la
zona. Tras asesinar a 4.143 militares se procedió a enterrar los cuerpos en fosas
comunes pero las fuentes alemanas apuntan que si bien fueron retirados de las
víctimas cualquier objeto de valor, descuidaron sus identificaciones y pertenencias
personales menores. La acción se repitió hasta completar la cifra total.
A través de contactos con su cuerpo diplomático hoy sabemos que el embajador polaco
en Moscú, Jan Jot, conversó en 1941 con Stalin sobre este tema interesándose por el
paradero de 40.000 oficiales transferidos, entre otros lugares, a los campos de trabajo
de Starobielsk y Kozelsk, sin obtener ninguna respuesta coherente.
A principios de 1941, un oficial subalterno del Regimiento de Transmisiones 537 del
ejército alemán estacionado en el bosque de Katyn tropezó con restos de huesos
extendidos sobre una zona concreta. Tras reportar a sus superiores del hallazgo fue
enviado un médico quien confirmó que se trataban de huesos humanos, iniciándose de
inmediato las investigaciones que poco a poco tuvieron que ir ampliando el perímetro
hasta cubrir una amplia zona. La magnitud de la tragedia era tal que a los forenses
alemanes se les unieron profesionales polacos y de varios paises que se integraron
bajo la Cruz Roja polaca. Este dispositivo realizó un informe completo respecto a lo
sucedido, practicando la autopsia, y estimando el orígen polaco de los prisioneros. Las
autoridades polacas confirmaron las evidencias que determinaban la autoría soviética
de semejante barbaridad.
Inmediatamente los pocalos exiliados en la capital británica, a través de su Primer
Ministro Sikorski, se reunieron con Churchill quien –a pesar de las incriminatorias
pruebas halladas-, hizo todo lo posible para evitar una confrontación entre aliados
manifestándole al Primer Ministro polaco que era mejor olvidar en asunto “en vista que
nada le devolverá la vida a los oficiales asesinados”. Esta respuesta fue apoyada por
una serie de manifestaciones públicas como la que realizó ante la Cámara Baja el
ministro de asuntos exteriores británico, Anthony Eden, quien cargó a los alemanes
con toda la responsabilidad.
Pero los polacos no dieron ninguna credibilidad a la respuesta y solicitaron una
investigación a cargo de un equipo internacional mientras el Kremlin acusaba a los
servicios de propaganda alemanes y a los polacos exiliados en Londres de mentirosos.
El casual fallecimiento en un accidente áereo deSikorski cuando sobrevolaba Gibraltar
sembró de dudas la turbia conducta aliada.
En ese momento tuve conocimiento detallado de la actitud británica. Según
conversación telefónica de ayer con Winston Churchill está clara la autoría soviética en
los hechos relatados, pero según me ha recordado, no sólo la costumbre tradicional del
té de las cinco ilustra al pueblo inglés, sino también su flema. El Premier es un
dirigente que ha debido asumir demasiadas tragedias como para dejar que un grave
acontecimiento facilite al enemigo una grieta por donde introducir su cuña. Sabe que
cualquier muestra pública de desacuerdo entre los Aliados es precisamente la señal
que está aguardando el régimen nazi y no va a permitir que nada de eso ocurra(50).
Confiar en Stalin es algo parecido a poner un lobo a vigilar un rebaño de corderos. Los
Estados Unidos y Gran Bretaña deberán mantenerse unidos(51) y en guardia no sólo
contra una Alemania que ya se sabe vencida, sino contra la nueva amenaza emergente
que se configura a través del comunismo soviético basado en los mismos excesos del
nazismo, franquismo y fascismo que han asolado Europa. Hemos coordinado nuestros
intereses nacionales para presentar una actitud firme en la próxima
conferencia; Stalin no puede salir victorioso de ese crucial envite.
Cuando esta locura acabe ya no estoy seguro que Dios nos pueda perdonar a todos.
Franklin D. Roosevelt,
- - - - - - - - - -
(48) Este capítulo se ha podido confeccionar con la inestimable colaboración
de Kurt_Steiner al que doy las gracias por autorizarme a utilizar el texto que insertó en
el hilo de “Historia” (http://www.europa-universalis.com/fo....php?t=222598),
adaptado para esta ocasión. Gracias tio!
(49) De hecho la cita se realizó en agosto de 1944.
(50) Durante el juicio de Nuremberg se intentó, bajo presión soviética y la indiferencia
cómplice británica, investigar y acusar a los “culpables” alemanes del crimen en masa
de Katyn, incluso se pretendió incriminar a oficiales superiores y generales que no lo
habían sido en otros supuestos actos criminales. Según se sabe hoy del estudio de los
archivos del juicio, en virtud de los Estatutos de Nuremberg según los cuales los
informes de las comisiones de encuestas aliadas tenían el valor de prueba, el informe
soviético sobre Katyn –donde se acusaba a los alemanes de la matanza de 11.000
militares y civiles polacos- fue aceptado por los vencedores como prueba auténtica e
indiscutible. Finalmente no se reunieron pruebas suficientes y la causa fue sobreseída.
(51) En 1989, después del colapso de la Unión Soviética, el Primer
Ministro Gorbachov admitió que la NKVD había ejecutado a los polacos y confirmaba la
existencia de otros dos lugares más de ejecucción similares, donde siguiendo las
órdenes de Stalin, en Marzo de 1940, la NKVD había dado muerte a 25.700 polacos,
incluyendo los encontrados en Katyn.
En mayo de 1992, en un bosque cercano a Kharkov, investigadores privados rusos
descubrieron una fosa común conteniendo 3.891 cuerpos de oficiales polacos
procedentes del campo de Starobielsk en Ukrania. En junio de ese año, autoridades
rusas descubrieron 30 fosas comunes en Miednoje, 100 millas al noroeste de Moscú.
Contenían los restantes 6.287 prisioneros polacos del campo en la isla Ostashkov en el
lago Seliguer.
Antes de la masacre de 1940, 245 oficiales de Kozielsk, 79 de Starobielsk y 124 del
campo de Ostashkor, fueron transferidos, por razones no aparentes, al campo de
Pavlishchev Bor, a cien milllas al noroeste del campo de Kozielsk. Esos 448 oficiales
fueron los únicos supervivientes de la masacre de Katyn. En otros lugares del bosque
de Katyn se encontraron diferentes tumbas, conteniendo cuerpos de políticos rusos
prisioneros los cuales fueron ejecutados por la NKVD antes de la guerra. Parece ser
que el bosque de Katyn fue el lugar principal de las ejecuciones de la NKVD de Stalin.
El 13 de abril de 1990, cincuenta años después de la masacre, Boris Yeltsin admitió
oficialmente la responsabilidad de la Unión Soviética en el crimen de Katyn y el 14 de
octubre de 1992, envió al presidente polaco Lech Walesa los archivos secretos del
caso.
Capítulo L
ARMAS DE REPRESALIA
“Estamos cerca de cambiar el curso de esta guerra
gracias al empeño de valientes alemanes que,
en un corto plazo de tiempo, nos darán
el arma definitiva”
Adolf Hitler durante un discurso en Berlín
Washington, 15 de septiembre de 1943
Cuando en 1936 la inteligencia británica nos notificó que un año antes Adolf
Hitler había designado al joven científico Wernher von Braun, nuevo director técnico
del proyecto secreto para el desarrollo de cohetes, supimos que había llegado el
momento de recuperar el tiempo perdido en este campo. Los medios que la Alemania
nazi puso a disposición del selecto número de investigadores fueron colosales,
construyendo incluso un magnífico centro de investigación ubicado –según la
información intervenida en la toma de París- en Peenemünde, a orillas del Báltico. Al
parecer, el objetivo principal era la consecución de un cohete de largo alcance capaz
de transportar su carga explosiva, en un principio, a más de 200 km. de distancia y a
una velocidad superior a la del sonido.
El mariscal Goering, como máximo mandatario del ejército del aire, solicitó que la
Luftwafe participara en el desarrollo de esta nueva tecnología por considerar que los
conocimientos adquiridos serían útiles desde el punto de vista del combate aéreo. El
Alto Mando alemán decidió asignar la zona dePeenemünde Este a Von Braun para que
éste se aplicara en el desarrollo de cohetes y Peenemünde Oeste a Goering para la
investigación de unas nuevas bombas volantes equipadas de un pequeño pulsoreactor.
Esta nueva arma recibió el nombre de Fi-103 y posteriormente V-1
o Vergeltungswaffe(arma de represalia).
Lo cierto es que superada la primera oleada de ataques iniciados el 13 de
junio, Churchill me confirmó que para tranquilidad de la Gran Bretaña, las V-1 no
significaban una grave amenaza para la población civil o militar. La velocidad de las
bombas, un peculiar sonido que delataba su presencia y la escasa fiablidad de sus
sistema de guiado facilitaban el trabajo al amplio dispositivo antiaéreo que nuestros
aliados organizaron gracias a la instalación de nuevas estaciones de radar al sur de la
isla y la habilidad de sus pilotos ya fuera en la destrucción de esos ingenios voladores
por fuego directo o bien mediante una arriesgada maniobra, rozando con el extremo
de sus alas las V-1 hasta modificar su inclinación y estrellarlas en el mar.
Además, el éxito de nuestra liberación de la Francia ocupada nos permitió la
destrucción de todas las plataformas de lanzamiento dispuestas a lo largo de la costa
francesa. La primera versión de las que un día Hitler llamó “armas milagrosas” se
habían demostrado ineficientes(52) en comparación con el esfuerzo destinado a su
investigación y desarrollo. Pero los alemanes han seguido empeñados en lograr lo que
ellos citan como el “arma definitiva”; una variación modernizada de las V-1, definido
como una misil balístico y bajo la responsabilidad del grupo de investigación de Von
Braun.
El cohete V-2 incorpora significativas mejoras respecto a su versión anterior; ya sus
dimensiones son espectaculares: 14,5 metros de longitud, 1,65 metros de diámetro y
12,5 toneladas de peso ilustran las características de semejante monstruo. Según los
últimos cálculos, vienen equipadas con 910 kgs. de amatol instalados en la cabeza del
artefacto y un nuevo sistema de radio-dirección y estabilización en vuelo. Pero las
peores notícias llegan respecto a los elementos de vuelo: con una velocidad casi
supersónica (4.000 km/h) y un disparo desde rampas móviles, el V-2 es un arma
indetectable para nuestros radares, imposible de abatir por fuego directo ni de
modificar su vuelo, muy superior a las capacidades de nuestros cazas a motor o a la
acción de la artillería antiaérea.
La mañana siguiente al ataque sufrido en Chiswick, el Alto Mando Conjunto de los
Aliados se ha reunido de urgencia en Londres, con la presencia del primer
ministro Churchill y mi seguimiento telefónico. La amenaza del V-2 es demasiado seria
como para no tenerla en cuenta y a fecha de hoy ignoramos cual ha sido el potencial
de producción de la industria alemana; pueden ser simples pruebas en situación real o
disponer de unos arsenales suficientes como para obligar a una evacuación del sur de
Gran Bretaña, dentro del cuadrado imaginario que marcan los límites de Dover,
Portsmouth, Birmingham y Norwich, Londres incluído.
Dios nos proporcione el triunfo en este nuevo reto.
Franklin D. Roosevelt,
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(52) Históricamente los daños ocasionados por las V-1 fueron más psicológicas que
materiales o en vidas humanas. Se estima que de las 8.000 bombas volantes que
lanzaron los alemanes, sólo 2.419 alcanzaron sus objetivos causando la muerte de
6.184 personas e hiriendo a 17.981.
(53) El total de víctimas producidas por los V-2 fue de 2.754 muertos y 6.523 heridos,
tanto en Inglaterra como en zonas de Bélgica y Holanda, donde fueron lanzados más
de 2.000 misiles.
Capítulo LI
MARKET GARDEN
“Hay dos tipos de personas en esta playa: los muertos
y los que van a morir. Así que larguémonos de aquí cuanto antes”
George Taylor durante el desembarco anfibio en playas belgas(54)
Boston, 1 de octubre de 1943
Si ya resulta confuso entender los razonamientos militares del Alto Mando reunido en
sesión de urgencia, cuando a estas sesiones de trabajo le añadimos el componente
político, las disquisiciones y negociaciones pueden alcanzar momentos delirantes. La
nueva amenaza que para la población civil suponía la entrada en el conflicto de los
misiles alemanes V-2 nos llevó a articular algún tipo de respuesta; el
general Montgomery(55), con el apoyo deEisenhower, insistió a principios del pasado
mes en la necesidad de alterar nuestros planes de batalla iniciales –que contemplaban
un avance directo hacia Alemania, prescindienco de invadir los Países Bajos en aras de
una rápida resolución de la guerra en Europa-. Monty solicitó autorización para que,
bajo su mando, se realizara un ataque directo a los Países Bajos a fin de eliminar la
totalidad de las lanzaderas móviles de V-2 desplegadas en esa zona y así invalidar el
uso de los misiles basándonos en el factor de “capacidad de alcance”.
Curiosamente, esta iniciativa recibía todo nuestro apoyo al tiempo que caían sobre ella
las más severas censuras británicas. Churchill seguía empeñado en su obsesión
soviética insistiendo, reunión tras reunión, en que los objetivos principales aliados, por
encima de una derrota alemana, debería ser la preparación de la postguerra. A su
entender, el plan aliado debería contemplar, por un lado, el despliegue masivo de
tropas desde la base de Grecia para liberar sucesivamente Bulgaria, Rumania y
Hungría para fijar una barrera al avance de tropas soviéticas, y por otro, la liberación
de los países escandinavos dado que Gran Bretaña no podía conceder a cualquier
enemigo presente o futuro una base de operaciones tan cercana a la isla; de hecho yo
diría que los ingleses habían demostrado a todas luces su impotencia por recuperar
esos territorios y por ello esperaban que nosotros acabáramos su trabajo.
Tras muchas discusiones, algunas algo subidas de tono, logramos concertar una
solución de consenso: atendiendo a la petición británica, los países escandinavos
serían liberados en la medida de nuestras fuerzas, pero antes se aprobaría y realizaría
el plan de Montgomery siempre y cuando el mando supremo de la operación lo
ostentara el mariscal de campo Marshall. La realización del plan Market Garden exijía
una capacidad de coordinación y un uso de diferentes factores tácticos, logísticos y
estratégicos al alcance de muy pocos militares, y sinceramente, este presidente tenía
motivos para pensar que si bien las capacidades de Monty para moverse por el
desierto habían quedado sobradamente demostradas, desenvolverse con la misma
eficiencia durante una ofensiva terrestre que combinara ataques anfibios sincronizados
con lanzamientos de paracaídas, era algo completamente diferente.
Dispuestos los preparativos la campaña debía suceder con una extremada rapidez. La
orografía de la zona facilitaba la incursión de blindados los cuales, apoyados por
fuertes bombardeos de debilitación, tenían la misión de penetrar como una cuña entre
las fortificaciones alemanas. El mayor peligro no llegaría por la oposición del ejército
alemán en primera fila sino por los contraataques que los generales nazis pudieran
realizar antes que los desembarcos navales y aéreos tuvieran tiempo de cerrar la
bolsa; serían capaces de resistir?, estamos convecidos que sí.
La operación Market Garden fue sido concebida en tres frases: Incursión terrestre,
Desembarco anfibio y Asalto aerotransportado.
- 1. Incursión terrestre
Rompería las hostilidades el cuerpo motorizado de Patton quien, con el apoyo
de Eisenhower, debería internarse en territorio enemigo con el objetivo de alcanzar y
tomar la provincia de Aarchen, pasando por Liege. Inteligencia opinaba que la
dificultad no estribaría en esa maniobra, sino en resistir los envites alemanes el
suficiente tiempo como para dar margen a las etapas II y III; en ese punto la victoria
debería estar al alcance de nuestras manos.
- 2. Desembarcos anfibios
Sin duda esta sería la fase crucial. Desde su base en Cherbourg, Buckner tenían
órdenes de tomar Ghent para lo cual contaba con el apoyo terrestre del mariscal de
campo Marshall situado en Dunkerke y la potencia de fuego naval de apoyo que le
ofrecería el almirante Benson. Al mismo tiempo –y este es un punto crucial-, las
restantes flotas de invasión atacarían y tomarían sus objetivos primarios. Desde el
puerto de Dover, Schmidt se dirigiría hacia Rotterdam, Patch y Swing –con base en
Norwich- harían lo mismo con dirección a Amsterdam.
- 3. Asaltos aerotransportados
Finalmente, desde las bases de las fuerzas especiales de paracaidistas localizadas en
Paris y Lille, Buechler y Bradley, deberían controlar las províncias de Eindhoven y
Utrech, teniendo especial cuidado en asegurarse el control de todos los puentes que
comunican el interior de Holanda, cerrando así la trampa.
Todas las operaciones contarían con la cobertura aérea de Frank y los bombardeos de
interdicción de Chennaut. Además, los grupos de combate naval de la fuerza aérea
proporcionarían la suficiente protección a la flota con sus bombardeos navales sobre
todas aquellas flotas enemigas que quisieran acercarse a las costas sujetas a nuestro
ataque. Desde su base en Norwich, Fitch y Cannon cubrirían la zona del Sudoeste del
mar del norte (Waddenzee, indicado en el plano en color azul), mientras que desde
Dover, Kenney haría lo propio con la zona este del mar del norte (Mouth of Tamesis,
indicado en el plano en color marrón).
Ciertamente nadie intentó jamás algo parecido y sabíamos que los riesgos a asumir
eran potencialmente grandes. Si se producía un duro contraataque
sobre Patton mientras éste mantenía la posición en Aarchen, o la flota de desembarco
no conseguía lograr sus objetivos o, finalmente, el asalto aerotransportado fracasaba
en tomar las dos ciudades, el desastre podía retrasar incluso meses nuestra ofensiva lo
que supondría un duro golpe a nuestra moral y, probablemente, un absoluto triunfo
para el ejército soviético que avanzaba con paso firme en el frente este.
Si bien Patton tuvo grandes problemas para alcanzar sus objetivos, su valor, entrega,
resistencia psicológica y sus habilidades militares brillaron con luz propia no solo
durante la ofensiva sino también ante los violentos contraataques de la 107º Brigada
Panzer (integrada por un batallón de la PzKpfw V Panther y un regimiento de
granaderos panzer) que sufrió día y noche; realmente ese hijo de puta está hecho de
una pasta especial y es por ello que será debidamente condecorado. Una vez
asegurada la primera etapa, los marines que ya estaban aguardando en sus posiciones
asaltaron las costas belga y holandesa; el avance por Ghent fue como coser y cantar
pero la resistencia tanto en Rotterdam como en Amsterdam rozaron lo increíble.
Ello retrasó la entrada de la fase III hasta casi deber abortarla pero en el último
momento la capital de la antigua Holanda rindió sus últimos focos de resistencia y
conseguimos asegurar la mayor cantidad de puentes posibles que facilitaran un
posterior despliegue de todas las tropas, haciéndonos con una victoria absoluta. Diez
días nos llevó la consecución de la Operación Market Garden y en sólo 2 días nos
hicimos con las provincias costeras. No debe cegarnos la prespectiva, quizá ahora
reconsideraríamos poner en marcha un plan que ha significado un gran riesgo para
nuestras tropas terrestres y debermos aprender las lecciones tanto militares como
políticas que se han dado cita en esta campaña.
Miles de soldados alemanes encerrados en esa bolsa se han rendido y serán tratados
como seres humanos; pondré especial interés en ello.
Franklin D. Roosevelt,
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(54) La cita se atribuye al general George Taylor en playa Omaha durante el
desembarco de Normandía.
(55) Las verdaderas razones que impulsaron a Montgomery a dirigir la operación de
invadir los Países Bajos (Market Garden) fue para romper el punto muerto al que se
había llegado en el frente oeste.
Capítulo LII
LA CONFERENCIA DE CHIPRE
“Yo no dije que el resultado fuera bueno,
dije que fue lo mejor que pude lograr”
Franklin D. Roosevelt, en una respuesta a su gabinete
Nicosia, 10 de octubre de 1943
Cuando Churchill designó la isla de Chipre como el emplazamiento donde se
desarrollaría la primera conferencia aliada con la presencia de la URSS, no pude por
menos que esbozar una irónica sonrisa. Ya sabía que el dirigente soviético no podía
desplazarse mucho más al oeste y la frontera del pacífico todavía suponía un peligro,
pero los achaques de mi enfermedad –que cada vez me obligan a descargar de
compromisos mi atareada agenda- no aconsejaban en absoluto un viaje como el que
las circunstancias exijían.
La conferencia de Chipre, supongo que así la conocerá la historia, se ha desarrollado
en un monasterio próximo a la capital, Nicosia, de donde mi memoria conservará el
tranquilo paisaje que puedo admirar cada día al abandonar mi habitación, justo desde
el pórtico principal(56) . Noté la mano precisa del premier ministro británico en el
cuidado y esmero puestos a nuestro servicio para que disfrutaramos durante nuestra
estancia de todas las comodidades posibles. Aunque el clima ha sido frío y húmedo
alguno de los asesores que me acompañan desafiaron a los elementos para tomar un
baño matutino cerca de la playa Kourion.
Muy relajado debía ser el clima que nos rodeaba mientras esperábamos la llegada
de Stalin para que Anthony Eden, ministro de asuntos exteriores británico, se quejara
ante mi consultor principal, Harry Hopkins como explícitamente definió al bramarle que
“nos dirigimos a una conferencia decisiva y hasta ahora no nos hemos puesto de
acuerdo sobre lo que vamos a debatir ni sobre la forma en que manejaremos las
cuestiones con el Oso(57), quien seguramente sí sabe lo que quiere”. Y lo cierto es que
no le faltaba razón; horas después habíamos decidido concretar las conversaciones en
tratar respecto a la partición de Alemania, la sociopolítica europea (especialmente la
cuestión polaca) y la implicación de la URSS en la guerra contra Japón. La voz que
ofrecerían los aliados europeos sería clara, contundente, decidida e unívoca.
Pero la llegada de Iosif Vissarionovich Dzhugashvili, impactó a las dos delegaciones.
Todos sabíamos de la brutalidad de ese Stalin que ahora teníamos ante nosotros con
esa sonrisa a medio camino entre la simpatía y la amenaza. A nadie se le escapaba
cómo había conseguido el poder en su nación y también su resistencia, casi rallando en
la enfermedad mental, ante el avance nazi. Muy pocos kilómetros había separado el
frente de la capital moscovita. Alguién me comentó posteriormente que podía
relacionar cada una de los surcos que cruzaban su expresión con las sangrantes
batallas libradas contra el invasor. En la guerra todos podemos convertirnos en seres
deshumanizados pero la diferencia entre unos y otros reside en si esos actos se
cometen por obligación o por satisfacción. Sin duda alguna mucha gente me podrá
acusar de haber provocar la muerte, innecesaria y evitable, de civiles y militares, pero
el extenso curriculum que luce nuestro “bendito aliado” –en las palabras irónicas
de Churchill-, debería provocar nuestra desconfianza más absoluta y, sin embargo,
debermos depositar en sus manos parte de nuestro futuro. Nadie ha olvidado ni los
crímenes contra la humanidad de Katyn ni la pasividad que están demostrando sus
tropas próximas a la capital polaca mientras los alemanes aplican toda la brutalidad
que son capaces de reunir –y ésta parece no tener límites- a fin de sofocar la revuelta
de los suburbios de la arrasada Varsovia.
La conferencia se torció desde el momento en que Stalin tomó la palabra el primer día.
Enérgico en sus gestos, sarcástico en sus expresiones y casi intimidante en su
actitud, Joseph sabía que su poderío militar es una arma diplomática indiscutible y su
avance a través de la Europa oriental resultará imparable. Abordando la cuestión
polaca, el Oso afirmó que “Esta es una cuestión de honor y también de seguridad”. De
mis conversaciones conChurchill se desprendía que los Estados Unidos no se oponían a
trasladar hacia el oeste los límites de ese país, cediendo gran parte de la Polonia
oriental a la Unión Soviética y el desplazamiento de la frontera occidental a la línea de
los ríos Óder y Neisse. Pero no contento con estas concesiones, Stalinsolicitaba, casi
exijía, un control político sobre el gobierno que se instaurara. Por un lado debíamos
resistir las presiones tanto de los polacos de Londres, como legítimos representantes
del gobierno en el exilio desde el 39, y por otro los polacos de Lublin, firmes
partidarios del régimen soviético, y la verdad es que los primeros no contaban con
muchos apoyos como así lo demostraban las declaraciones realizadas respecto a la
tragedia de Katyn. La discusión se zanjó cuando Stalin explotó, asestando un puñetazo
a la mesa de reuniones, al grito de “queremos tranquilidad en nuestra retaguardia.
Apoyaremos al gobierno que nos dé paz en la retaguardia. Cuando comparo lo que han
hecho los agentes del gobierno de Lublin con lo que han hecho los agentes del
gobierno de Londres, veo que los primeros son buenos y los segundos son malos”.
Por otro lado, acordamos en realizar la Declaración sobre la Europa Liberada(58),
donde todos los firmatarios nos comprometeríamos en “organizar y llevar a cabo
elecciones libres en los países liberados con el objeto de la creación de gobiernos que
fueran ampliamente representativos de todos los elementos democráticos”. Como bien
apuntó el jefe del Estado Mayor, el almirante William Leahy al ver el borrador
preparado, “Señor presidente, esto es tan elástico que los soviéticos pueden estirarlo
desde Nicosia hasta Washington sin romperlo técnicamente jamás”; “lo sé, Bill… lo sé,
pero es lo mejor que puedo hacer por Polonia en este momento”, acerté a responder.
Pero era una solución de compromiso hasta divisar el fin del conflicto.
En lo que afecta a la partición de Alemania y las sanciones que ésta debería pagar, las
posturas variaron no sólo entre las dos partes, sino incluso entre USA y Gran Bretaña;
especialmente el tercer día, cuando el cansancio hacía mella entre los presentes. De
hecho hacía tiempo que el secretario del tesoro británico, Morgenthau, había
presentado una propuesta que inicialmente contó con mi aprobación para la total
desindustrialización de las cuencas del Ruhr y el Sarre y dividir Alemania en dos
estados pastorales. Rápidamente el secretario de estado, Hull, calificó semejante
iniciativa como “un plan de venganza ciega” y Henri Stimson me advirtió que “no está
dentro de lo posible que se obligue por la fuerza a una nación de setenta millones de
personas a abandonar todas sus formas anteriores de vida, ser reducidas a un nivel de
campesinado con un control prácticamente completo de la industria y la ciencia en
manos de otros pueblos”. Advertido del error que supondría repetir las equivocaciones
que nos habían conducido hasta esta guerra, no acepté más compromisos que discutir
la cuestión en Chipre, pero aquí topé con la total y absoluta posición de Stalin quien ha
aseveró que “deles de doce a quince años y estarán de pie nuevamente”.
Para Joseph no existía otra receta que la desmembración de Alemania, la aplicación de
fuertes sanciones mediante el pago de ingentes cantidades de dinero y el traslado de
complejos industriales enteros hasta la Unión Soviética. No me desagradaba la idea de
la creación de cinco o siete nuevos estados más pequeños siguiendo el modelo que
tengo en mente implantar en otras partes de la vieja Europa. De momento lo más que
habíamos llegado a establecer fue la partición de la capital, Berlín, en zonas bajo
responsabilidad de las fuerzas vencedoras. En una declaración a vuela pluma aseveré
que no creía que las tropas norteamericanas permanecieran en Europa más allá de dos
años, lo que sin duda ayudó a Stalin a contemporizar el problema y pensar que en un
medio plazo sus ambiciones podrían convertirse en realidad; ese era el principal
problema: los soviéticos siempre estarían allí mientras que nosotros debíamos acudir
desde otro continente.
Finalmente, intenté explicar a Stalin, una y otra vez, durante los dos días más que se
prolongó el encuentro, que una declaración de guerra por parte de la URSS llevaría al
Imperio Japonés a negociar una paz que ahora se nos antoja lejana, dada la
imposibilidad de hacer frente a la potencia de fuego y recursos de los Aliados. “Tengo
la esperanza de evitar tener que invadir las islas japonesas, Joseph, pero tú debes
ayudarme”, le dije con la ayuda del intérprete que nos acompañaba en todos los
encuentros. Recuerdo que el Oso abrió sus ojos, los cuales habían permanecido
cerrados mientras yo le hablaba, como si por fín hubiera escuchado lo que tanto
tiempo estaba esperando. Con voz calmada y tranquila empezó a hablar perfectamente
sincronizado con la velocidad del oficial ruso para que éste pudiera traducir todas y
cada una de sus palabras con la mayor fidelidad. Mientras escuchaba la respuesta, fijé
mi visión en el rostro de Churchill y observé como su expresión se iba desencajando
cada vez con menor disimulo. “Sería difícil para mi explicar al pueblo soviético por qué
la Unión Soviética estaba entrando en guerra contra Japón, un país con el que no
tenían grandes problemas”; sorprendentemente no me pareció una negativa lo
suficientemente firme, contrariamente a lo que era su natural estilo, y añadió, “pero, si
ciertas condiciones políticas se produjeran, el pueblo entendería y sería mucho más
fácil explicar la decisión”.. Churchill apagó violentamente su cigarro en el amplio
cenicero que habían dispuesto en su lugar y preguntó con sequedad “cual es su precio
entonces?”. Stalin volvío a cerrar los ojos al tiempo que solicitaba “por un lado la
anexión de las islas Kuriles; por otro la obtención de las garantías suficientes para
asegurarse que los acuerdos de postguerra no modificarían la situación de la pro
soviética República Popular de Mongolia, y además, exijió la restauración de las
pérdidas de la Unión Soviética frente a Japón durante la guerra de 1904: la sureña isla
de Sajalín, los puertos de Dairen y Port Arthur y el control sobre las vías ferroviarias de
China oriental y el sur de Manchuria, con el entendimiento de que China continuará
ejerciendo una soberanía plena sobre Manchuria”. Pensé que no existía mucha
diferencia entre cualquier ratero que podía en esos momentos estar paseando en pleno
barrio de Queens y el sujeto que teníamos sentado a mi derecha ejerciendo el más
indignante de los chantajes.
Por su parte, Winston Churchill no olvidaba que su compañero de mesa soviético era el
mismo que años antes había subscrito el vergonzoso pacto que otorgaba al ahora
enemigo común, Adolf Hitler, la tranquilidad suficiente en el este como para afrontar la
invasión de toda Europa occidental. Así es que además de las prevenciones con
respecto al comunismo y sus peligros, el premier británico incorporaba una especia de
antipatía condicionada a la persona misma de Stalin. Antes de partir, rumbo Inglaterra,
me confesó que la desfachatez del líder de la URSS era el peor de las cualidades
humanas; así, en uno de los numerosos descansos con los que nos obligábamos a salir
y respirar un poco de aire puro para desentumecer nuestras mentes,Churchill se dirigió
directamente al Oso a fin de limar asperezas en torno al nuevo orden mundial que ese
día estábamos discutiendo. Así es que el dignatario británico se permitió recordarle
a Joseph las recomendaciones que había formulado días antes el Papa Pío XII a lo
que Stalin le respondió: ”¿Con cuántas divisiones dice usted que cuenta el Vaticano?”.
Esta postguerra será todo menos tranquila.
Dios nos ayude ahora y en el futuro.
Franklin D. Roosevelt,
- - - - - - - - - -
(56) Localización de Roosevelt
(57) Apelativo con el que Joseph Stalin era conocido entre los aliados
(58) La Declaración sobre la Europa Liberada proclamaba textualmente lo siguiente: El
Premier de la Unión de las Repúblicas Socialistas Soviéticas, el primer Ministro del
Reino Unido y el Presidente de los Estados Unidos de Américan serán consultados en el
interés común de los pueblos de sus países respectivos y de los de la Europa liberada.
Afirman conjuntamente su acuerdo para determinar una política común de sus tres
Gobiernos durante el período temporal de inestabilidad de la Europa liberada, con el fin
de ayudar a los pueblos de Europa liberados de la dominación de la Alemania nazi y a
los pueblos de los antiguos Estados satélites del Eje, a resolver por medios
democráticos sus problemas políticos y económicos más apremiantes. El
establecimiento del orden en Europa y la reconstrucción de las economías nacionales
deben realizarse mendiante procedimientos que permitan a los pueblos liberados
destruir los últimos vestigios del nazismo y del fascismo y establecer las instituciones
democráticas de su elección. Estos son los principios de la Carta del Atlántico: derecho
de todos los pueblos a elegir la forma de gobierno bajo la que quieren vivir,
restauración de los derechos soberanos y de autogobierno en beneficio de los pueblos
que fueron privados por las potencias agresoras. Con el fin de crear las condiciones en
las cuales los pueblos liberados podrán ejercer estos derechos los tres Gobiernos
ayudarán conjuntamente a los pueblos de tod Estado liberado de Europa, o todo
Estado europeo antigüo satélite del Eje, cada vez que estimen que la situación lo
exige: a) para crear las condiciones de la paz interior; b) para adoptar las medidas de
urgencia destinadas a socorrer a los pueblos desamparados: c) para constituir
autoridades provisionales gubernamentales ampliamente representativas de todos los
elementos democráticos de estas poblaciones y que se comprometerán a establecer,
tan pronto como sea posible, mediante elecciones libres, gobiernos que sean la
expresión de la voluntad de los pueblos y d) para facilitar en todos los lugares donde
sea necesario tales elecciones. Los tres Gobiernos consultarán a las demás Naciones
Unidas y a las autoridades provisionales o los otros Gobiernos de Europa, cuando se
examinen problemas que les interesen directamente. Cuando los tres Gobiernos
estimen que las condiciones en un Estado libre de Europa o en un país anteriormente
satélite de Europa hacen necesaria una acción determinada, se consultarán
inmediatamente acerca de las medidas a tomar para asumir sus responsabilidades
comunes definidas en la presente declaración. Por esta declaración reafirmamos
nuestra fe en los principios de la Carta del Atlántico, nuestra fidelidad a la Declaración
de las Naciones Unidas y nuestra determinación de construir en cooperación con las
otras naciones pacíficas, un orden mundial que se inspire en las leyes de la paz, de la
seguridad, de la libertad y del bienestar general de toda la humanidad. Al publicar esta
declaración, las tres potencias expresan la esperanza de que el Gobierno Provisional de
la República Francesa quiera asociarse a ellas mediante el procedimiento sugerido.
Capítulo LIII
ATENTADO FALLIDO
“Hitler no ha muerto, debe usted suicidarse”
El general Fromm a Von Stauffenberg tras el atentado
Boston, 15 de noviembre de 1943
El servicio de inteligencia me ha remitido esta mañana un informe de máxima
urgencia: Adolf Hitler sufrió, hace 5 días, un atentado con bomba (un kilo de plástico)
del que salió ileso. El magnicidio fue intentado por un grupo de oficiales encabezados
por el general Claus Graf Schenk Von Stauffenberg, un aristócrata criado en un castillo
renacentista. En un primer momento no teníamos un juicio formado de las
motivaciones que habían impulsado la violenta acción sobre el dictador nazi.
Con el paso de las horas y el fluir de más información –y más exacta-, discernimos que
una visión humanista del atentado sería pensar que todavía hoy existen valerosos
alemanes que se han cansado de ver las barbaridades que un animal como Hitler es
capaz de realizar y han decidido poner fin a la aventura. Pero estos duros tiempos nos
han enseñado a todos que la bondad humana es algo muy escaso en estas horas. Otra
de las interpretaciones que me adjunta el servicio de espionaje apunta a que los
impulsores del atentado fueran, quizá, militares de larga tradición, deseosos de
recuperar a la Gran Alemania y por ello hubieran decidido acabar con la vida de quien
tan ineficazmente estaba conduciendo los destinos de su pueblo.
En este caso, además del referido Von Stauffenberg, también parecen estrechamente
ligados como implicados directos el exburgomaestre de Leipzig Carl Goerdeler, el
general Ludwig Beck, el exembajador en Roma, Ulrich von Hassel, el general Friedrich
Olbricht, el general Henning Von Tresckow como jefe de Estado Mayor de los ejércitos
central en el frente ruso. Como se puede apreciar, todos ellos conocedores del
proceder de la guerra. Sus objetivos no pueden calificarse de modestos, al parecer
esperaban atrapar a Adolf Hitler, Goering y Himmler.
En este sentido, a pesar de la gran campaña publicitaria desplegada por Paul Joseph
Goebbels, la desastrosa realidad se impone para las tropas alemanas resultando, cada
vez, más evidente. Los aliados estamos avanzando y nos hemos situado ya a solo unos
pasos de tierras alemanas; por su parte los soviéticos progresan con paso firme a
traves de la antigua frontera ruso-polaca y todo indica que en los próximos meses
estarán en disposición de asaltar Berlín. No sería de extrañar que pese al fracaso de la
tentativa, ésta sólo sirviera para animar a realizar nuevos intentos a cualquier grupo
disconforme con Hitler, aunque hoy por hoy no podemos aventurar si el éxito de
cualquiera de esas acciones significaría o no una pronta rendición del régimen nazi.
Tanto es así que algunos de mis colaboradores más estrechos para asuntos europeos
me han aconsejado proseguir con los planes trazados con el Alto Mando Aliado aún
cuando un atentado resultara victorioso hasta conocer las intenciones de los
magnicidas.
Con la ayuda de Dios.
Franklin D. Roosevelt,
Capítulo LIV
SOMBRAS EN EL ESPÍRITU
“La seguridad del pueblo norteamericano debe estar incluso
por encima de la del propio ciudadano,
nuestros derechos civiles son, hoy por hoy, algo prescindible”
Mike Jr. Bush, Asesor político de Roosevelt durante el periodo 1940-43 (59)
Boston, 17 de noviembre de 1943
Cuando el Imperio Nipón atacó Pearl Harbour, en la costa occidental de los Estados
Unidos ya se registraban ciertos niveles de discriminación tanto contra los ciudadanos
chinos, aliados, como contra los japoneses. A finales del siglo XIX el número de
japoneses en los Estados Unidos no superaba los 3.000 individuos pero en los primeros
años del nuevo siglo su número creció tanto –alcanzó los 135.000 individuos- en la
costa oeste que políticos, periódicos y líderes del trabajo presionaron al gobierno para
establecer restringir la emigración hasta su culminación en 1924 cuando los Estados
Unidos prohibieron la inmigración japonesa. Para aquel entonces, la población nipona
en los USA había prosperado en pequeños y medianos negocios motivo por el cual
cuando la guerra mundial llegó al Pacífico, el temor, odio y desconfianza, pero también
los celos hacia ellos por parte de la población americana no-oriental aumentó
exponencialmente (60).
Dichos motivos son los que hoy me impulsan a salvaguardar la propia integridad física
y moral de esta parte de la población y, principalmente, el deseo de minimizar al
máximo actos de sabotaje desde el interior del país ya que ningún presidente en pleno
ejercicio de su responsabilidad podría obviar lo que hoy es un hecho meridianamente
claro: ciertos elementos descontentos de americanos con orígen asiático podría
constituirse como una quinta columna tipo y erosionar así nuestra democracia y sus
libertades. Por todo ello, hemos dispuesto de un sistema de campos de realojamiento
destinados al buen uso de sus moradores hasta que las condiciones internas y
externas recomienden modificar nuestra postura. He notificado a mi Administración el
visto bueno para la construcción secreta y confinamiento de todos aquellos ciudadanos
que nuestros servicios de inteligencia determinen. En conjunto dispondremos de diez
campos de reubicación situados en Tule Lake (California), Manzanar (California),
Minidoka (Idaho), Topaz (Utah), Poston (Arizona), Gila River (Arizona), Heart Mountain
(Wyoming), Amache (Colorado), Jerome (Arkansas) y Rohwer (Arkansas)(61). Así
pues,
ORDEN EJECUTIVA No. 9066 (62)
AUTORIZACIÓN AL SECRETARIO DE LA GUERRA PARA LA DESIGNACIÓN DE AÉREAS
MILITARES
Dado que la consecución de la victoria en esta guerra nos requiere la mayor protección
posible contra el espionaje y el sabotaje en materia de seguridad nacional, desde los
ámbitos nacionales hasta los locales, como está definido en la sección 4, en el Acto del
20 de abril de 1918, 40 Número. 533 y sucesiva correción en el Acto del 30 de
noviembre de 1940, 54 Número. 1220 y el Acto del 21 de agosto de 1941, 55 Número.
655 (U.S.C. el Título 50, Sección 104):
POR LO TANTO, en virtud de la autoridad con la que he sido investido como Presidente
de los Estados Unidos y Comandante en Jefe del Ejército y la Armada, yo por la
presente autorizo y encomiento al Secretario de la Guerra y a los Comandantes
Militares que puedan designarse, siempre que él o algún Comandante Militar crea que
tal acción resulte necesaria o deseable, para prescribir áreas militares en tales lugares
y de tal extensión como él o los Comandantes Militares puedan determinar, de que
cualquiera o todas las personas puedan ser excluídas siendo sus derechos para entrar
o quedarse en esas zonas restringidos, limitados o suspendidos.
El Secretario de la Guerra por la presente queda autorizado a proporcionar a sus
residentes de cualquiera de las áreas nombradas, transporte, alimento, refugio y otros
servicios que considerara necesarios a juicio de dicho Secretario o de los Comandantes
Militares y hasta que todos los acondicionamientos se requirieran para tal fin.
La designación de tales áreas militares en cualquier región o localidad, suspenderá la
designación de áera prohibida o registringida otorgada por el Ministerio de Justícia. Yo
por la presente autorizo aún más y encomiendo al Secretario para la Guerra y a los
Comandantes Militares a tomar los pasos necesarios que puedan creer convenientes
para imponer las restricciones ordenadas, inclusive sobre las tropas federales y otras
Agencias federales, con la autoridad suficiente como para aceptar ayuda del Estado y
de las Agencias locales.
Por la presente autorizo y solicito que todos los Departamentos Ejecutivos,
establecimientos independientes y otras Agencias Federales, para ayudar al Secretario
de la Guerra a llevar a cabo esta orden ejecutiva, inclusive en la ayuda médica,
hospitalización, alimento, ropa, transporte, uso de la tierra, refugio y de otros
suministros, equipo, herramientas, facilidades y servicios. Esta orden no se
interpretará como modificación o limitación en ninguna manera de la autoridad hasta
ahora otorgada por la órden ejecutiva No. 8972, fechada el 12 de diciembre de 1941,
ni se interpretará con limitaciones para modificar el deber y responsabilidad de la
Oficina Federal de Investigación, con respecto a la investigación de actos pretendidos
de sabotaje o el deber de responsabilidad del Ministro de Justícia y del Departamento
de Justícia bajo la proclamación de 7 y 8 de 1941 prescribiendo las regulaciones para
la detección y control de enemigos extranjeros, sino como tal deber y obligación aún
en la designación de zonas militares.
Que Dios nos perdone.
Franklin D. Roosevelt,
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(59) Figura inventanda en “homenaje” a la política desempeñada por el cuadragesimo
tercer presidente de los Estados Unidos, George W. Bush durante los mandatos de
2001 a 2009
(60) Aunque se aprobó el Reclamo Americano-Japonés de Evacuación el 2 de julio de
1948 por el presidente Truman según el cual se acordaba compensar a los americanos
de orígen japonés reubicados de las pérdidas económicas que sufrieron con 38
millones de dólares, muy poca cantidad alcanzó a las víctimas. Tan sólo, mediante la
firma de la ley HR442 décadas más tarde por el presidente Ronald Reagan.
Finalmente, sólo de 375 a 400 internos recibirían unos 5.000 dólares. En palabras de
un antiguo afectado, el Sr. Kazuo Matsubayahi “no podemos revivir de nuevo nuestra
vida, así es que debemos aprender a superarlo”.
(61) Finalmente la capacidad de los campos de reubicación fue desbordada siendo los
totales de ocupación: Topaz, UT (8.130), Colorado River, AZ (17.814), Gila River, AZ
(13.348), Granada, CO (7.318), Heart Mt., WY (10.767), Jerome, AK (8.497),
Manzanar, CA (10.046), Minidoka, ID (9.397), Rohwer, AK (8.475), Tule Lake, CA
(18.789).
(62) La Órden Ejecutiva No. 9066 se firmó con fecha del 19 de febrero de 1942 pero se
ha adaptado a la narración del AAR.
Capítulo LV
BOMBS AWAY!
“La economia alemana se dirige a un derrumbe
inevitable en cuatro a ocho semanas, la guerra ha terminado
en el área de la industria pesada y de armamento”
Albert Speer notificando a Hitler el efecto de los bombarderos estratégicos
aliados
Boston, 25 de noviembre de 1943
Durante los primeros años del conflicto, el grueso de las operaciones aéreas había
recaído sobre los grandes bombarderos; los británicos desde 1940 y los americanos
desde 1942 nos habíamos ocupado, día y noche, de castigar el entremado económico-
militar alemán. Desde el pasado año, las dos fuerzas aéreas se orientaban claramente
en demostrar que la Doctrina Douhetiana era correcta. Por lo que me han explicado en
los últimos meses, dicha Doctrina postula que el bombardeo estratégico es el arma
definitiva para ganar una guerra(63). Pero hasta la llegada del P-51 Mustang, los
resultados de los enfrentamientos aéreos no permitían desarrollar dichos ataques
estratégicos ya que no disponíamos de una clara superioridad en los cielos europeos.
El P-51 ha significado un golpe definitivo a la Luftwaffe: esta pequeña aeronave es
capaz de mantenerse en vuelo más de 7 horas, puede recorrer 1.300 kms. y su techo
operativo y velocidad superan las posibilidades de cualquiera de sus rivales; tanto es
así que hemos conocido las claras instrucciones de la Luftwaffe a todos sus pilotos:
“atacar a los P-38 allí donde se detecten; atacar a los P-47 por debajo de los 6.100
metros de altura; huir incluso mediante picados cuando vean aparecer los P-51”.
A mediados de febrero de 1943(64), pudimos volver a organizar nuestras MPOCB
(Misiones Prioritarias de Ofensiva Combinada de Bombarderos), cuyo objetivo era la
eliminación de los efectivos de la Luftwaffe por medio de la destrucción de todas sus
instalaciones aéreas como paso previo a la ejecución de la Doctrina Douhetiana.
Durante lo que se ha conocido como la Gran Semana –del 19 al 26 de febrero-,
nosotros y nuestros aliados realizamos más de 6.000 salidas y lanzamos alrededor de
18.000 toneladas de bombas sobre fábricas de fuselajes y cojinetes de Alemania; al
finalizar dicha semana, el poderío de la Luftwaffe se había reducido en más de un
tercio. Así, ya nada privó a Spaatz de cambiar su táctica para provocar que los ahora
inmóviles aparatos alemanes tuvieran que abandonar sus refugios y salir a luchar, con
la ventaja del P-51 a nuestro favor; la clave consistía en la selección de blancos tan
valiosos que no quedara otro remedio a los mandos alemanes de ordenar defenderlos
al precio que fuera. Con el espíritu de laOperación Spaatz, dí luz verde a los
Bombardeos de Saturación sobre Berlín, conjuntamente con el Mando de Bombarderos
Británico. A partir de ese momento, grandes flotas de Fortalezas volantes y Liberators
empezaron a vaciar sus bodegas de bombas sobre la capital alemana, más
concentrados en atraer a los cazas defensivos que no en la precisión de sus
ataques(65).
Pero el británico Harris, animado por los espléndidos resultados de la Operación
Spaatz, declaró que “si se me permite continuar a pleno rendimiento con nuestros
bombarderos de saturación sobre ciudades alemanas, podría alcanzar un estado de
devastación en el que la rendición sea inevitable”; semanas más tarde la predicción
optimista se había mostrado no tan precisa aunque nuevamente Spaatz me comentó
que “es de suma importancia que la Ofensiva Combinada de Bombarderos continue sin
interrupciones; si eso se hiciera, muchas de las operaciones terrestres programadas
podrían ser descartadas”(66).
Desde los lejanos días del desembarco de Normandía –Dios, parece que hayan pasado
décadas desde entonces!-, la Fuerza Aérea Octava y Decimoquinta de los Estados
Unidos, con base en el Mediterráneo y el Reino Unido respectivamente, arrojaron la
mayor parte de sus bombas contra objetivos de transporte –a fin de dificultar la
distribución de subministros-, comunicaciones –para impedir que las unidades de los
mandos elevados recibieran las órdenes emitidas por Berlín-, instalaciones petrolíferas
–para impedir su aprovechamiento en la fabricación de nuevas armas y conversión del
petróleo en combustible-, etcétera. Los datos que arrojaron las predicciones de
nuestros analistas fueron, cuando menos, espectaculares: se calcula que la reducción
estratégica de la economía alemana fue un hecho mucho antes de lo esperado
reduciendo la producción del petróleo sintético a menos del 7% de los niveles previos
al Día D, la reducción de la producción de gasolina para aviones a menos del 3%. El
tráfico de los sistemas de transporte, ferroviarios, por carretera y por agua de
Alemania en más de un 50% nos mostró efectivamente como se resquebrajó la
economía de algunas de las regiones alemanas y aunque la producción de aeronaves
se incrementó, los resultados de la Semana Grande sumados a la escasez de pilotos
calificados dejó sobre el asfalto de las pistas a un buen número de ellos.
Tras la ejecución de la campaña de Bombardeo Estratégico yacía oculta una nueva
táctica militar ya barajada en documentos claves como el Programa para la Victoria,
del que hablé ya en anteriores ocasiones, y concretamente en el documento AWPD/1
donde se cita textualmente que “la oportunidad del ataque es de la máxima
importancia en la conducción de operaciones aéreas directamente contra la moral civil.
Si la moral de la gente ya está baja debido a continuos sufrimientos y privaciones,
entonces un fuerte y sostenido bombardeo de las ciudades puede aplastar por
completo esa moral. Cuando la moral alemana comience a resquebrajarse, sería
altamente rentable lanzar un ataque total y de gran escala contra la población civil de
Berlín“, o bien con el apoyo de destacados analistas de mi gabinete quienes
subrallaron que “el bombardero podría no sólo infligir daños físicos, sino también
quebrar la moral del enemigo, aterrorizando de tal forma a las poblaciones civiles que
éstas obligarían a sus gobiernos a pedir por la paz”. Pero, en general, mi
Administración y yo mismo prefería mantener una postura moralista, si es que
queremos llamarla así, lo cual nos obligaba a mantener un cierto desajuste de acción
con nuestros colegas de la RAF quienes no tenían ningún tipo de reparos en ejecutar
esta práctica sobre objetivos civiles alemanes.
Pero hace poco meses, concretamente durante este verano(67), los británicos
realizaron una propuesta destinada a resquebrajar la moral civil alemana. Conocidos
los detalles de la operación, Churchill sabía que la única forma de convencernos de su
viabilidad era vencer nuestros reparos morales por el único camino posible: los
beneficios esperados, es decir: un final rápido del conflicto.
La idea no convencía a nadie en Washington y tampoco eso no constituía ningún
secreto en Downing Street; ambos sabíamos que la Operación Thunderclap –así había
sido bautizada- hallaría incluso la oposición de muchos de nuestros
pilotos. Thunderclap consideraba realizar un ataque combinado angloamericano sobre
Berlín con una fuerza abrumadora, suficiente como para matar o herir de gravedad a
alrededor de 275.000 personas –resultó escalofriante contemplar los minuciosos
informes británicos y su sistema de predicción de víctimas-, cuya magnitud de la
tragedia obligara por clamor popular, al gobierno alemán a buscar una rendición. Un
oficial de alto rango lo denominó, y cito textualmente de mis transcripciones oficiales,
“otro de los planes para matar bebés de los británicos” y advirtió de que eso “sería una
mancha en la historia de las fuerzas aéreas y de los Estados Unidos”. Incluso el
impetuoso Spaatz me advirtió durante una larga reunión que la iniciativa “se trataba
de un intento de la RAF de manchar a EEUU con las consecuencias morales del
bombardeo, que nosotros consideramos que serán tremendas”.
Sorprendentemente para todos Ike, que siempre se había manifestado plenamente
partidario de los bombardeos selectivos y de precisión, me llamó por teléfono para
afirmar sin el menor asombro de duda que “estaría siempre dispuesto a participar en
cualquier cosa que ofrezca una promesa verdadera de poner fin a la guerra
rápidamente”. Sin duda alguna su estancia en Europa y sus estrechos lazos con los
británicos empezaba a hacer mella en el Mariscal americano. Probablemente fuera
cobardía o simplemente incapacidad para resolver el nudo ético en que me hallaba; las
consultas en mi despacho presidencial se multiplicaron y en más de una ocasión tuve
que suspender mis compromisos cotidianos mientras mi mente atormentada buscaba
una respuesta que se hallaba demasiado lejos de Dios y de mi condición de ser
humano.
Finalmente actué como mi juramente de lealtad al pueblo americano me obligaba a
obrar; el 3 de febrero, un primer ataque angloamericano sobre Berlín mató a 25.000
civiles; diez días más tarde, un segundo ataque combinado sobre Dresden,
desencadenó una tormenta de fuego que mató a 35.000 personas por las llamas y la
asfixia. Aunque posteriormente algunos mandos, frente a la magnitud de la tragedia,
sostuvieron que nuestro papel en dichas incursiones se limitó a incidir sobre objetivos
militares, lamentablemente nada podía ocultar que acabábamos de atravesar el mismo
umbral moral que la RAF había cruzado en 1942.
Todavia hoy tengo sobre mi mesa el artículo del St. Louis Post-Dispatch, “los jefes
aéreos aliados han tomado la largamente demorada decisión de adoptar los
bombardeos de terror deliberados sobre los grandes centros poblacionales alemanes
como un inescrupuloso método para acelerar la perdición de Hitler” (68).
Que Dios nos proteja y en ocasiones de nosotros mismos.
Franklin D. Roosevelt,
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(63) De hecho el éxito total de esta doctrina no llegaría hasta finales del siglo XX y
principios del XXI con la contundencia ofensiva de los bombarderos estratégicos
realizados en la primera guerra del desierto y el ataque de la OTAN contra Serbia.
(64) En la realidad la fecha correcta fue febrero del 44
(65) La pacifista británica Vera Brittain expresó exactamente su preocupación por la
suerte de las miles de víctimas alemanas presas de esos bombarderos mediante una
pública y fuerte condena de los bombarderos de áreas en un periódico religioso. Dicho
artículo tuvo un corto pero contundente efecto en los Estados Unidos donde todavía se
recordaba la destrucción de Monte Casino en Italia. Fueron las primeras protestas de la
conciencia norteamericana sobre la espantosa destrucción que el ingenio tecnológico
yankie era capaz de lanzar tanto sobre civiles como sobre soldados.
(66) La declaración se refería específicamente a la operación Overlord aunque se ha
adaptado a la narración
(67) De nuevo el AAR discurre con un año de antelación respecto a los hechos
históricos, la iniciativa Thunderclap se produjo en verano de 1944
(68) Una vez finalizado el conflicto, equipos de economistas y psicólogos se
trasladaron a Alemania para estudiar el método de los bombarderos de saturación
llegando a sorprendentes conclusiones. Si bien el bombardero estratégico causó
importantes daños a la economia alemana, durante el periodo final del conflicto,
Alemania aumentó la producción económica sólo experimentando significativas
reducciones referentes a la disponibilidad de petróleo y a la eficacia de los transportes
y comunicaciones. El otro factor que interesaba especialmente al United States
Strategic Bombing Survey (Inspección de Bombardeos Estratégicos de Estados
Unidos), tenía relación con el efecto psicológico de los mismos. Finalmente concluyeron
que si bien no cabía duda de que los bombardeos quebraban la moral de la población
aunque con efectos notablemente inferiores en el comportamiento; los hábitos
personales, la disciplina de un Estado policial y la propaganda mantenían a los
trabajadores en sus puestos y protegían al régimen nazi del derrocamiento incluso bajo
los bombardeos más crueles.
Capítulo LVI
FRENTES ABIERTOS HACIA BERLÍN(69)
“Y ahora, a prender fuego a Alemania"(70)
Winston Churchill al director de la SOE
New York, 26 de diciembre de 1943
Hace ya algunos meses autorizé la puesta en marcha de la operación de liberación de
la península escandinava y lo cierto es que si bien nuestro avance progresa, las duras
condiciones que el invierno impone hacen que el éxito total se retrase, probablemente,
unas semanas más. Sino recuerdo mal, a principios del mes pasado iniciamos las
hostilidades con un desembarco en las poco protegidas y agrestes costas de Stavanger
por parte de los Lt. General Schmidt y Patch bajo órdenes del general Geiger. A partir
de ahí nos limitamos a consolidar posiciones y a ir tomando, poco a poco, las
principales bases navales y aéreas, principalmente la capital, Oslo y el estratégico
enclave de Bergen;. Cuando el mal tiempo haya pasado nuestras divisiones de marines
desembarcaran, apoyadas por fuego naval de cobertura, en Trondheim y Mo i Rana
para, desde allí, realizar el ataque final a Narvik; el Lt.
General Buckner y Swing dirigidos por el Mariscal de Campo Marshall tendrán la
responsabilidad del éxito; un ataque directo ha sido desestimado.
Por otro lado, la Operación OpenDoor para la toma de Dinamarca se ha realizado de
manera brillante. Nuestros estrategas llegaron a la conclusión que merecía la pena
intentar afrontar el reto danés y no precisamente con un ánimo de invasión, sino como
forma de testear el verdadero nivel de defensa que las tropas alemanas estaban en
disposición de realizar tras la contínua serie de derrotas sufridas en meses anteriores y
que les habían obligado a replegarse hasta sus fronteras originales. Sinceramente
nadie esperaba que nuestra ofensiva consiguiera los resultados actuales –toma y
consolidación de posiciones-; de hecho aún tengo sobre mi mesa el informe previo
donde el teniente Adam J. Jordan indicaba textualmente que “una vez evaluada la
capacidad de defensa y el grado de organización de las tropas nazis, se procederá
ordenadamente a la retirada de los marines bajo cobertura aérea”. También tuvimos
que convencer a Ike de la conveniencia de la acción; como buen militar, Eisenhower
vive por su ejército y considera tremendamente supérfluo realizar acciones que no
estén relacionadas estrictamente con el desarrollo de un plan militar estructurado y
con objetivos claros. Por supuesto que mostró su oposición a arriesgar una sola vida
del contingente de valerosos marines que habían ya sufrido las penurias del Dia
D y Market Garden, pero poco a poco conseguimos hacerle ver la necesidad del test
que nos disponíamos a afrontar y a garantizarle que se establecerían todos los medios
humanos, logísticos y militares como para conseguir que el número de bajas fuera
mínimo: el plan contemplaba el desembarco de una reducida tropa en las costas de
Dinamarca y esperar la respuesta alemana para abandonar nuevamente la zona.
Si los alemanes eran capaces de exhibir un buen nivel defensivo en Dinamarca, tan
cerca de Berlín, significaría que la única opción válida para la derrota nazi sería una
ofensiva total desde la línea del frente. En cambio, una respuesta de baja fuerza no
sólo permitiría formular una variada colección de planes directos a la capital, sino
también corroboraría nuestras numerosas dudas respecto a la calidad de las tropas
que defienden al III Reich, tanto en formación militar, equipamientos, armas,
organización y lealtad a los mandos militares.
Los primeros paracaidistas lanzados sincronizadamente en Aalborg, Kolding y Kiel no
hallaron presencia de unidades alemanas por lo que, una vez realizadas las
comprobaciones oportunas, contactaron con la flota presente en aguas próximas y
rápidamente se desencadenó un desembarco anfibio. Con el paso de las horas y el
asentamiento de dicho destacamente, Ike reaccionó adecuadamente autorizando el
refuerzo inmediato de la zona tomada con artillería pesada y carros de combate
llegados directamente desde Amsterdam; la órden, una vez desencriptada que el
capitán Joseph Blackhouseleyó a primera hora de la noche, “embarco inmediato;
destino Kiel; Fdo. Dwight Eisenhower” le sorprendió tanto que a punto estuvo de
buscarse un consejo de guerra por la lentitud en su respuesta. El test había sido tan
concluyente que lo que en principio no era más que una prueba se tranformó en toda
una acción de liberación de la Dinamarca ocupada.
Siempre hay una noche en que un amigo se ofrece a enseñarte las ocultas artes del
póker, horas más tarde habrás aprendido dos importantes lecciones: la primera es que
esas “clases” te habrán costado una fortuna, la segunda es que nunca debes echarte
atrás cuando vayas de farol. A pesar del vacío defensivo, las tropas alemanas más
próximas destacadas en Arhus, Odense y Copenhagen empezaban a movilizarse
amenazadoramente preparando lo que podía ser un contraataque que resultara fatal.
El operativo de retirada se había suprimido tan pronto como la operación de prueba se
convirtió en desembarco anfibio y ya sólo podíamos esperar que el grueso de los
efectivos destacados tuvieran la suficiente capacidad defensiva como para no ser
arrojados al mar. Por primera vez en este conflicto armado nos vimos en la obligación
de utilizar nuestra superioridad aérea para realizar funciones de subministro desde el
aire; sus vidas dependían de que en el momento supremo no les faltaran municiones o
víveres y a fe de Dios que eso no sucedería. Afortunadamente pasaron las horas y a
excepción de algún débil contraataque, los sistemas defensivos aguantaron y el
ejército aliado se situó a sólo un paso de la capital.
Que Dios nos asista.
Franklin D. Roosevelt,
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(69) Históricamente tanto la invasión de Noruega como la de Dinamarca no se
realizaron. Cuando las tropas alemanas se rindieron el 8 de mayo de 1945, dichos
territorios estaban todavía ocupados por el ejército nazi. Por tanto, en esta ocasión
incorporaré datos imaginados.
(70) La cita era textualmente “Y ahora, a prender fuego a Europa” y fue pronunciada
por Winston Churchill al director de la SOE en el verano de 1940 como resumen del
objetivo que debería tener la Junta de Operaciones Especiales. Dicha meta era alentar
a la resistencia a provocar el surgimiento de revoluciones ciudadanas que consiguieran
sacudirse de encima la ocupación alemana. Como es evidente, el plan no triunfó.
Capítulo LVII
UN ENFERMO AL TIMÓN
“La única diferencia entre vuestra inoperáncia y
la eficacia del doctor Morell es vuestra envídia"
Adolf Hitler a un grupo de médicos alemanes que le habían expresado sus
dudas respecto
al tratamiento médico que estaba recibiendo
New York, 28 de diciembre de 1943
La Oficina de Servicios Estratégicos(71) nos ha remitido un valioso dossier altamente
secreto. Su contenido ha estremecido al reducido número de miembros que ha tenido
acceso a la lectura de sus páginas y preocupado seriamente a los responsables
políticos y militares. He dispuesto que, de momento, no se compartan sus conclusiones
con nuestros aliados. En resumen, el citado documento explica como en 1937 el
cirujano alemán Ferninand Sauerbruch, por aquel entonces doctor privado de Adolf
Hitler, confesó a un amigo suyo llamado Hans Bie y casualmente informante de un
espía norteamericano, que el líder nazi era “un caso límite entre el genio y la locura” y
predijo que el canciller alemán podría llegar a ser “el criminal más loco que el mundo
hubiera conocido” (72).
Al parecer, el Fuhrer, es alguien aquejado de un buen número de enfermedades que
no han podido o sabido tratarse a su debido tiempo y en la forma que la ciencia
médica establece. Su actual médico y persona de máxima confianza, profesor Theo
Morell(73), no disfruta del reconocimiento que una persona de su cargo debería
disfrutar entre la profesión médica; el mejor calificativo que sus compañeros de
profesión le aplican se limita al término “curandero”, lo cual puede indicarnos la
catadura moral y médica del individuo. El método curativo de Morell se circunscribía a
la experimentación de substancias que buscaban la mejoría de los síntomas en lugar
de atacar a la enfermedad. Hemos sido capaces de obtener una extensa lista de las
drogas utilizadas por el doctor con Hitler y aún excluyendo la morfina y los hipnóticos
que también fueron empleados, contiene los nombres de ventiocho mezclas de drogas,
entre los que figuran el Ultraseptyl, condenado por las autoridades farmacológicas, y
varios narcóticos, estimulantes y afrodisíacos. La administración diaria de componentes
de sulfamidas, dextrosa, hormonas, vitaminas, sólo hacen experimentar al paciente
una mejora instantánea pero en ningún modo curativa de las enfermedades; al
contrario, la acción de dichos medicamentos sobre el sistema defensivo del cuerpo
humano debilitan en extremo a Adolf Hitler y lo exponen a sufrir un mayor número de
enfermedades. Algunos testigos recogidos desde Berlín explican como el Fuhrer se
inyecta 5 o 6 veces diarias un compuesto, probablemente metanfetaminas, de forma
preventiva, cuando debe pronunciar un discurso al aire libre y el tiempo amenaza en
ser frío o lluvioso.
De hecho, las enfermedades no confirmadas que sufre el dirijente alemán son lo
bastante importantes como para necesitar un tratamiento de choque de forma
inmediata. Sospechamos que los temblores, cada vez más frecuentes, que sufre en su
mano izquierda delaten un estado avanzado de la enfermedad de Parkinson; también
deberíamos tener en cuenta la alta probabilidad de sufrir desórdenes mentales graves,
como ya citaba el doctorFerninand, además de una más que probable sífilis en una
etapa muy avanzada. Todo ello no debe ser considerado como banal o privativo de su
ámbito personal. Si Adolf Hitler está aquejado de alguna o algunas de esas
enfermedades o simplemente recibe un tratamiento médico paliativo basado en el uso
incontrolado de drogas, es más que seguro que la capacidad de raciocinio y análisis
sufrirá importantes transtornos por lo que cualquier decisión que tome nos afectará
directamente.
Es irónico cómo el destino pone a prueba a diferentes personas en determinados
momentos. Hitler ha decidido sacrificar su salud por la mitigación del dolor. En cambio
he dirigido mi vida a la lucha contra mi enfermedad y estoy convencido que ésta me ha
ayudado a forjar una voluntad de hierro y una ambición desmesurada por vivir mi
propia existéncia en plenitud de facultades mentales, a veces con dolor, cierto, pero
siempre siendo yo.
Que Dios me ayude.
Franklin D. Roosevelt,
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(71) Organismo predecesor de la actual CIA
(72) La fuente de información puede encontrarse
en: http://news.bbc.co.uk/hi/spanish/mis...00/1301585.stm
(73) Los testimonios que narran la detención de Theo Morell por tropas
norteamericanas citan como los soldados contemplaron a “un hombre gordo, viejo, de
gestos rastreros, de hablar un poco inarticulado, y con las costumbres higiénicas de un
cerdo”.
Capítulo LVIII
ADELANTE
“Una navidad fría y despejada,
un tiempo espléndido para matar alemanes"
Comentario de Patton a sus ayudantes
New York, 30 de diciembre de 1943
Hitler sabe hoy que aquella guerra iniciada en septiembre de 1939, está perdida. No
sólo les hemos obligado a retroceder hasta ya casi sus posiciones iniciales –aún
conservan conquistas en Polonia y Yugoslavia, sino que ahora, metro a metro, son
obligados a entregar sus propias ciudades. Y es por esta razón que nuestros ejércitos,
desde el primer Mariscal de campo hasta el último de nuestros soldados, combaten
com mayor fiereza; en cada kilómetro ganada al enemigo, en cada ataque aéreo, en
cada desembarco naval se pierden vidas, las nuestras, las de enemigos y las de
población civil inocente. Ike ya lo citaba en una carta a su mujer hace sólo unas
jornadas al escribir que “es mucho más terrible pensar en la muerte de un solo hombre
cuando sabes que esta guerra está ganada y cada una de ellas es mucho más triste y
sentida porque el final está muy cerca”.
Liberada Dinamarca decidimos iniciar una ofensiva aliada que conectara las tropas allí
destacadas con nuestras posiciones en Holanda. Así lográbamos dos objetivos claros:
suprimir de un plumazo la flota naval alemana que desde los puertos de Kiel, Bremen y
Wilhelmshafen realizaba acciones de ataque contra nuestras embarcaciones.
Probablemente esto no eliminará a corto plazo las incursiones de submarinos contra
nuestros convoys logísticos que aún cruzan el océano Atlántico, pero a medio plazo
supondrá el golpe definitivo. De todas formas, hemos ordenado una amplia operación
de búsqueda y destrucción de cualquier embarcación marina o submarina que se
encuentre entre Gran Bretaña y Copenhagen; cualquier capitán que no entregue su
navío sufrirá las consecuencias de un ataque desde el aire y, por lo que me han
comentado, éstos son tremendamente efectivos. También solucionaremos el grave
problema del subministro logísitico de las tropas danesas, liberando un importante
número de recursos que hasta ahora debían ocuparse de diferentes puntos de invasión
no conectados entre ellos.
Ahora nuestra posición es claramente ofensiva. Todas las tropas se encuentran
perfectamente organizadas y pertrechadas, dispuestas a entrar en acción cuando
reciban las órdenes oportunas. La caída de la Alemania nazi es cuestión de tiempo.
Hemos acordado con Gran Bretaña y la URSS, en cumplimiento de la Conferencia de
Nicosia, que procederemos de forma combinada hasta coincidir en Berlín. Nuestra
actitud en Grecia será defensiva cediendo la liberación de la Europa del Este a las
tropas soviéticas. Los rusos han armado una ofensiva considerable, desplegando
cuatro poderosos ejércitos cuya meta final es Berlín: el 1º Frente Ucraniano
bajo Konev, el 1º Bielorruso con Zhukov, el 1º Bielorruso con Rokossovski y el 3º
Bielorruso con I.D. Cherniajovski. Esperamos que pronto los nazis empiecen a notar los
efectos de esta grandiosa pinza.
El grupo principal del ataque americano estará comandado por Eisenhower, quien
apoyado por Patton, Hodges y Bradley, debe plantarse en Berlín antes que la bandera
de la hoz y el martillo ondee en la capital alemana. La resistencia sigue siendo
considerable; los alemanes son conscientes que ahora luchan por seguir vivos y la
existencia de su país y la férrea defensa desplegada premia cualquier acción heroica
que consiga frenar nuestro avance aunque sólo sea por unas horas. Es difícil luchar
contra un enemigo ciego de rabia que valora en muy poco su vida si su muerte
consigue tiempo para el Reich. Muy por encima de estas apreciaciones hacia el soldado
de a pie deberíamos todos ser conscientes del elevado grado de depravación de unos
oficiales alemanes quienes, sin ninguna noción de la perspectiva a medio plazo, lo
único que son capaces de articular es el sobrevivir un día más, destruir un nuevo
puente o practicar con meticulosa eficiencia la política de “tierra quemada” en sus
propios pueblos dejando así en la más absoluta indigencia a sus conciudadanos.
Que Dios nos asista.
Franklin D. Roosevelt,
Capítulo LIX
TENSIÓN ANTES DE LA VICTORIA
“Hasta el último soldado era consciente de que habíamos perdido la guerra.
ahora se trataba de sobrevivir, y lo único que tenía sentido era
defender el Frente Oriental para salvar al mayor número posible de refugiados"
Oficial alemán describiendo el frente
Manchester, 15 de abril de 1943
Hace meses que el general Montgomery reclama a Eisenhower que éste le proporcione
toda clase de subministros para así “lanzar un poderoso y enérgico empuje hacia
Berlín”; Patton no estaba en absoluto de acuerdo con semejante iniciativa y su ego
atronó a lo largo de todo el centro de mando al grito de “si Ike deja de coger a Monty
de la mano y me da los suministros yo atravesaré la Línea Sigfrido como mierda a
través de una ganso”. Al parecer, es tan difícil saber cuando y cómo ganar una guerra
como lo sería perderla. Los militares son muy buenos en su terreno pero sus carencias
fuera del medio los hacen unos duros contendientes cuando de razonar se trata.
Seguro que británicos y franceses piensan que estamos en condiciones de asestar el
golpe final a Berlín y acabar con el conflicto en Europa; lo que no son capaces de
comprender es que los acuerdos de nuestra Conferencia de Chipre nos obligan a
quedarnos tras la vertical de Berlín y que, por tanto, la rendición alemana deberá ser
pública y oficial tanto para el bando aliado –británicos, franceses y norteamericanos-,
como para los rusos y difícilmente vamos a aceptar cualquier otra alternativa que no
sea esa rendición incondicional. Siguiendo mi consejo, Ike le respondió a Monty que
“ninguna reasignación de nuestros recursos actuales sería adecuada para sostener un
empuje contra Berlín”; el enfado del británico fue de tal magnitud en una reunión
mantenida en el propio avión del comandante supremo que éste tuvo que colocar su
mano en la rodilla de Montgomery al tiempo que le espetaba: “Calma Montgomery,
usted no puede hablarme de esa manera, yo soy su jefe”.
En el plano puramente militar, la dificultad principal inicial estribaba en la destrucción
de los puentes que cruzan el Rhin. Tan pronto como nuestras tropas conseguían
eliminar la defensa de estas infraestructuras –si es que no estaban ya volados-,
nuestros carros y blindados cruzaban el río como si de una carrera de velocidad se
tratara. En general debería ser suficiente con un bombardeo de alta precisión en
picado conjuntamente con fuego de protección; pero en la mayoría de ocasiones el
contraataque realizado por fuego antitanque conseguía atrapar nuestros carros de
combate a medio recorrido; el puente era destruído y nuestros chicos, pasto de las
llamas. Milagrosamente unas unidades de avanzada de la Novena Division Acorazada
de EEUU encontraron un puente ferroviario en Remagen intacto; probablemente fue el
único paso abierto en los centenares de kilómetros que el Rhin ocupa a lo largo del
continente europeo y a fe de Dios que Bradley lo utilizó. De hecho, Rundstedt ordenó
la destrucción del puente y lo intentaron desde el aire, con el uso de submarinistas y
hasta utilizando las V-2 pero rápidamente reforzamos nuestras posiciones en la cabeza
de puente y rápidamente introdujimos 4 divisiones que aseguraron la zona. Días más
tarde un colérico Hitler destituyó a Rundstedt substituyéndolo por Kesselring y
mandando fusilar a los responsables del intento de voladura, no por fracasar, sino por
no compartir las órdenes dadas. Finalmente el puente se derrumbó por los daños
sufridos pero por aquel entonces ya habíamos construído dos pontones más al norte:
tuvimos suerte. También Patton cruzó el curso superior del río cerca de Mainz
y Montgomery hacía lo propio más al sur de Düsseldorf. Cuanto tomamos Hamburgo,
el teniente de aviación V. Wood, del 12º escuadrón, comentó por carta a sus padres
que “el espectáculo al llegar a Hamburgo era fantástico, era como si un mar de luces y
destellos cortara una gran franja negra”.
Desde el norte de Italia, combinados con los ejércitos que llegaran desde los enclaves
franceses de la frontera con Alemania –y que tenían como primer destino la toma de
Munich- también atacaríamos la frontera alemana, manteniéndonos por debajo del
Danubio, con el objetivo final de reestablecer la frontera de Italia y Austria cuando
dichas naciones sean oficialmente liberadas y dotadas de gobiernos propios.
Desafortunadamente no logramos capturar a Mussolini quien permanecío oculto en
algún lugar indeterminado de esa zona; por el contrario recibímos notícias según las
cuales los partisanos italianos le habrían dado caza y ejecutado.
Con cada paso que damos hacia Berlín, el número de soldados alemanes que se rinden
a nuestro paso aumenta exponencialmente. En determinados enclaves la resistencia es
encarnizada y nos vemos obligados a emplearnos a fondo para tomar la posición como
en el caso de Nüremberg, pero a los pocos kilómetros y tan sólo con la aparición de
nuestras banderas y distintivos, los combatientes alemanes tiran las armas al suelo y
se rinden con los ojos llenos de lágrimas. Parece que el general Patton ha tomado las
crónicas periodísticas como algo con lo que evadirse de la tremenda realidad que aún
en su condición de militar, le sorprende día a día. Algunas veces me envía trozos
inconexos de su diario, como el que narra la toma de Munich: “he visto caer a nuestros
pies antigüas ciudades y no negaré que en determinados momentos me he sentido
próximo a las sensaciones que pudieran experimentar los emperadores romanos al
regresar victoriosos de cualquier campaña militar. Así lo viví en Barcelona y también
cuando desfilamos por les Champs Elysees de París, o en los muelles de Amsterdam,
pero aquí en Alemania todo es distinto. Cuando cruzamos las principales avenidas –o lo
que queda de ellas-, el silencio lo invate todo a excepción del ruido de nuestros propios
motores escupiendo negras humaredas desde los tanques y el monótono chasquido
que las botas de nuestros soldados al avanzar en dos líneas de seguridad hacen al
pisar los cascotes y grava repartidos por todas las calles. También la gente es
diferente, no sé si lo he escrito antes. Lo que un día fueron gritos, música, ramos de
flores, alcohol y besos, hoy se ha convertido en silencio. Solo sollozos y lágrimas. Los
alemanes te observan con una mezcla de miedo y liberación; miedo al futuro, temor al
trato que puedan recibir por nosotros –sus enemigos-, pavor a las represalias que por
parte de lo que queda del ejército alemán pueda tomar contra ellos si en algún
momento del futuro inmediato la ciudad fuera reconquistada. Liberación porque hoy
puede ser la oportunidad buscada para empezar una vida sin el yugo nazi. Por
supuesto que de entre esos espíritus vacíos que me contemplan pasar desde lo que un
día fue su casa hallaremos nazis convencidos de las bondades de su gobierno, pero eso
con el tiempo y confianza cambiará. Hoy he llorado por todos ellos y por la maldad que
un loco puede ocasionar a todo un pueblo e incluso un continente; algunas veces cruzo
las ciudades liberadas sin atreverme a mirar las caras de sus moradores. No es por
ellos, ni por mi, es la vergüenza que me subleva el pensar en quien ha sido culpable de
toda esta tragedia”.
Los rumores de enfermedad mental del Fuhrer deben ser ciertos. Desde hace algunas
semanas vive refugiado en un búnker en Berlín y ha declarado al pueblo alemán que
“Berlín sigue siendo alemán, Viena volverá a pertenecer a Alemania y Europa nunca
será de los rusos”, toda una predicción. Mientrastanto las tropas seguían obedeciendo
a sus comandantes, seguros que sus vidas no merecían ninguna consideración, así el
general Blumentrittdel 1º Ejército alemán de Paracaidistas describe la situación a
finales de marzo con estas palabras(74): “las órdenes que recibimos del Alto Mando son
rigurosas y nos obligan a “resistir” y “luchar” si no queríamos enfrentarnos a un
tribunal militar. Pero yo ya no exigía que dichas órdenes se cumplieran. Fue un periodo
angustioso, en el que por fuera parecía que seguíamos las órdenes… aunque en
secreto dejábamos que la situación siguiera su curso. Bajo mi responsabilidad doy
órdenes para que las tropas estén preparadas en la retaguardia para una retirada”.
Cuando un ejército cumple órdenes bajo la amenaza de un juicio sumarísimo, los
resultados no pueden ser muy positivos.
Es importante conservar la calma, el final debe estar cerca.
Capítulo LX
EL WILHELM GUSTLOFF
“Ya sé que no se trata de un objetivo militar, pero en la guerra
debemos atacar cualquier vehículo, barco o avión que lleve esa maldita bandera"
Stalin en conversación directa con Konev
Boston, 18 de abril de 1944
Cuando el 5 de mayo de 1937 en el puerto de Hamburgo se botó el crucero M.S.
Wilhelm Gustloff, con la presencia del Fuhrer Adolf Hitler, nadie podía imaginar que
años más tarde, lo que en principio era una embarcación de recreo, se transformaría
en la peor tragedia de este conflicto mundial. El encargo de construcción que
recibió Blohm & Voss de la KdF destacaba por el alto grado de exigencia para tener en
un plazo de tiempo razonable del crucero más avanzado de la época donde destacaba
que todos los pasajeros debían acomodarse en cabinas externas y el diseño de
plataformas amplias y sin obstrucciones capaces de fomentar el uso de espacios
cómodos y relacionar a los pasajeros con la tripulación. La espléndida embarcación
entregada contaba con unas dimensiones fantásticas: 23,5mts de ancho, 208,5mts de
largo, cuatro motores de 8 cilindros MAN diesel, 9.500 caballos de potencia, una
velocidad de crucero de 29km/h, un alcance de 12.000 millas náuticas y una capacidad
de 1.463 pasajeros. Pero tan pronto como Hitlerinvadió Polonia, la Kriegsmarine
decidió incorporar la embarcación a la flota alemana convirtiendo al navío en un
inmenso hospital flotante; bajo esta condición auxiliar realizó su asistencia de 1939
hasta 1940 y el identificativo Lazarettschiff D con un campo de acción en el mar
báltico. De 1940 hasta el final de la guerra, la marina alemana suprimió todo el equipo
médico y su correspondiente equipamento y lo incorporó al servicio activo.
El 30 de enero de 1944 todo cambiaría. En pleno avance ruso sobre una Alemania nazi
que agonizaba en retirada, una multitud de alemanes luchaban por abandonar
cualquier porción de tierra que pudiera interponerse entre los feroces combatientes
rusos y Berlín. Esa noche, en medio de una tremenda tormenta y una temperatura de -
18 grados bajo cero, tres torpedos rusos, procedentes de un submarino de la clase S-
13 comandado por el capitánMarinesko (quien posteriormente sería declarado por este
acto, Héroe de la Unión Soviética) , impactaron mortalmente contra el Wilhelm
Gustloff, enviándolo al fondo del mar Báltico cuando este se encaminaba hacia la
vecina Finlandia(75) con la esperanza de salvar numerosas vidas germanas. El
resultado final fue de 9.343 personas fallecidas –entre ellos, 3.000 niños-, y sólo 1.252
supervivientes pudieron sobrevivir a esa noche.
Lo paradógico del caso es que a estas alturas podría tener dudas con respecto a qué
lado de los protagonistas situarse: quizá deberíamos mostrar nuestro apoyo a la acción
rusa para alcanzar un rápido final y ahorrar vidas humanas, o bien alabar la valentía –
o sería desesperación?- de todos los muertos pese a su condición de alemanes. En
cualquier caso no existe la verdad absoluta.
Que Dios nos protega de estas barbaridades.
Franklin D. Roosevelt,
- - - - - - - - - -
(75) El destino de la embarcación era la todavía ocupada Dinamarca, y la fecha del
hundimiento se sitúa en enero de 1945
Capítulo LXI
EL DÍA FINAL
“Solicitamos un alto el fuego. A las 5, hora de Berlín, mandaremos enviados al puente
de Potsdamer.
La señal de reconocimiento será un cuadrado blanco Con una luz roja. Esperamos su
respuesta"
Mensaje de radio emitido por el LVI cuerpo panzer y captado por la 79º
división soviética
a las 22:40 horas del 14 de junio de 1945(76)
Washington, 15 de junio de 1944
La guerra en Europa ha acabado. Con la ayuda de Dios y el coraje de nuestro pueblo,
hoy ha acabado una de las mayores pesadillas que la humanidad ha vivido. Olvidaré
por unas horas la emoción vivida y pasaré por alto las valoraciones que ahora inundan
mi mente para, en esta anotación, reflejar los sucesos ocurridos. Durante los últimos
meses del invierno y los inicios de la primavera, la aviación combinada de
norteamericanos e ingleses podía realizar cualquier vuelo sobre Berlín ya que nos
habíamos preocupado de eliminar la Luftwaffe y cualquier sistema antiaéreo defensivo.
A raíz de nuestros bombardeos, el Fuhrer se vió obligado a dejar sus dependencias
para refugiarse en un búnker(77) construído y adaptado a las necesidades del máximo
dirigente alemán, ubicado varios metros por debajo de la Cancillería.
El 15 de abril pasado Stalin nos informó que su próxima ofensiva se centraría en la
antigua Checoslovaquia. Sabíamos que se trataba de una nueva mentira del dirigente
soviético y que, de hecho, lo que trataba era tomar la ciudad de Berlín antes que los
aliados; además, fechas más tarde comprobamos que al mismo tiempo que nos
facilitaba información falsa relacionada con los movimientos de sus tropas,
reiteradamente insistía a sus generales en que debían “tomar Berlín antes que los
Aliados de Occidente”. Además de esta pequeña treta propia de los amigos menos
amigables, el Osoincentivaba la rivalidad entre Zhukov y Konev para así conseguir
tomar Berlín con la mayor rapidez posible. Observando la situación desde la
objetividad que las horas pasadas nos permite, he esbozado hoy una pequeña sonrisa:
mientras yo frenaba –y en alguna ocasión admito haber ordenado directamente que no
se subministraran a los ejércitos de Patton y Hodges el combustible necesario- y
discutía amargamente con Eisenhower acerca de dónde se situaban exactamente los
límites de nuestro avance que un día subscibimos con la URSS en Chipre, el
gran Stalin aceleraba la toma de Berlín y la conquista de cuantos territorios pudieran
“liberar¨. Mientras yo bramaba por el códificado canal de comunicación “que nadie se
atreva a traspasar el Oder o viajaré expresamente a Europa, si hace falta hasta zona
enemiga, para patearle el culo”, Stalin animaba a sus principales generales a ganar
una carrera de velocidad. Las tropas norteamericanas se limitaron, no sin oposición, a
mantener sus posiciones próximas a Berlín y no traspasar los límites acordados, así
debía ser y así se cumplía.
Tomar una ciudad es cada vez una tarea más difícil y los rusos contaban con la
experiencia de Stalingrado, donde aprendieron que una gran ciudad podía constituirse
como la trampa mortal donde dejaran unos ejércitos inexpertos, gran parte de su
fuerza si éste decidía luchar casa por casa. La situación requería medidas efectivas
aunque seguramente pudieran considerarse brutales y poco respetuosas con el trato
que debiera darse a la población civil. En cualquier caso, los dirigentes soviéticos
estaban muy lejos de estas consideraciones morales por lo que sin asombro de duda
decidieron activar la acción sincronizada de fuerzas especiales, apoyadas por el uso de
artillería y blindados, las cuales avanzaban hacia el centro de la ciudad, abriendo el
paso al resto del ejército. Si una posición ofrecía resistencia, el edificio entero desde el
cual se dirijía el ataque era volado. Por su parte los alemanes se abandonaron y lo que
desde aquel lejano DIAD, estaba definitivamente perdido, iniciaron una retirada –
podríamos calificarla de ordenada-, hacia su capital. Mucho se ha especulado sobre
este movimiento táctico y aún oigo gritándome a Churchill respecto al “avance
imparable del comunismo por toda Europa”. Probablemente era esa la última carta que
los nazis quisieran jugar: presentarse ante los aliados como un dique contra el cual el
comunismo soviético toparía, siempre y cuando firmáramos la paz con ellos y les
permitiéramos proseguir la lucha, esta vez otorgándoles nuestro apoyo explícito;
apostaría que Churchill firmaría hoy, posiblemente por ello, Stalin tenía tanta prisa en
alcanzar la Cancillería y, con toda seguridad, nosotros aguardamos acontecimientos
tras los límites.
Desaparecida esta oportunidad de paz, los alemanes se dispusieron a montar un
primer cinturón de defensa de la ciudad ubicado a unos 50 kms. alrededor de Berlín al
que llamaron “un cinturón de obstáculos”. Posteriormente, viendo la facilidad con la
que superamos el cinturón(78), decidieron montar uno nuevo entorno a la red
ferroviaria, cuyas zanjas y pasos elevados presentaron una férrea defensa al avance
de los tanques rusos, pero nada más. En un último gesto de enloquecida obediencia,
dividieron la ciudad en 8 sectores en forma de una cuña que confluía en el centro
donde se alojaban la mayoría de edificios del gobierno. Para la defensa de la capital –o
lo que quedaba de ella-, su comandante general Helmut Reymann tenía a su
disposición 60.000 Volkssturm –grupo de las Juventudes Hitlerianas-, unidades de
ingenieros, de policía y antiaéreos, aunque la única verdaderamente operativa era el
Batallón de Guardia de Berlín, una pandilla de críos mal equipados y peor entrenados
quienes, a menudo, el único obstáculo que podían ofrecer frente al avance soviético,
era sus propios cuerpos.
Finalmente Zhukov penetró por el frente este mientras que Konev consiguió abrir
brecha avanzando con rapidez desde el rio Neisse. Hitler, oscilando entre la euforia y la
depresión –en función de la cantidad de drogas administradas- seguía formando
ejércitos imaginarios en su mapa de operaciones. Finalmente una semana antes de la
caída de la ciudad, admitió que había perdido la guerra. Al final Stalin decidió que los
méritos del triunfo serían propiedad de Zhukov a quien permitiría llegar hasta el
simbólico Reichstag, dejando a Konev a 140 metros del lugar. Las fuerzas que en ese
momento rodeaban la ciudad se cifran en 464.000 soldados, 12.700 cañones, 21.000
lanzacohetes y 1.500 tanques. 3 días antes de la caída de la ciudad, podían ya
escucharse las vibraciones de los primeros impactos contra la Cancillería mientras
caían escombros en las calles más próximas del Fürherbunker, dos días más tarde el
Ejército Rojo se situaba a 1,5 kms. del refugio y mientras 5.000 soldados de la
SS, Juventudes Hitlerianas y los reclutas del Volkssturmdefendían el
Reichstag, Hitler preparaba su suicidio.
A las 10 de la mañana del 15 de junio de 1944, el general Weidling, recién nombrado
comandante general, ordenaba la rendición. En berlín habían perdido la vida 100.000
personas entre soldados y civiles. La ceremonia formal se celebró el 22 de mayo en
Reims y el 24 en Berlín. Nos llegan informes muy fiables de cómo las tropas soviéticas
están aplicando represalías masivas sobre la población civil, no sólo alemana, sino
también polaca, búlgara y húngara. Sé bien el daño y la humillación que las tropas
combatientes del Eje han infrinjido por toda Europa, desde las costas atlánticas hasta
casi donde acaba europa por el este. No es algo nuevo ni desconocido, de hecho esta
es una de las razones que podrían explicar la ferocidad de la defensa alemana en el
flanco más oriental. Todas las atrocidades cometidas por los nazis durante su campaña
rusa no son excusa como para volcar todo el odio acumulado en los últimos años sobre
unas gentes que han sufrido como el que más la desgracia del nazismo; esperaré con
impaciencia una respuesta deStalin al respecto.
Es hoy un día demasiado especial como para entrar en consideraciones geoestratégicas
y ya habrá tiempo de analizar la actuación dolosa de nuestro compañero ruso así como
plantear el nuevo ordenamiento político europeo, reconstruir el continente, juzgar a los
culpables o reordenar nuestros ejércitos para la campaña japonesa. Hoy voy a
tomarme un merecido reposo en el convencimiento que justa es nuestra causa y Dios
está de nuestro lado.
Dios nos guarde, en él confiamos hoy más que nunca.
Franklin D. Roosevelt,
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(76) La fecha real fue el 1 de mayo de 1945
(77) El Führerbunker había sido construído en 1944 y contenía una serie de refugios,
uno de los cuales albergaba al personal de Martin Bormann, secretario de Hitler, y otro
un hospital de campaña. Enterrado a 17 metros por debajo del jardín de la Cancillería,
la construcción tenía dos pisos: el piso de arriba, que los últimos días
ocuparon Goebbels y su família, estaban la cocina y las dependencias. En el piso de
abajo se encontraba el Führerbunkerpropiamente dicho, con centralita de teléfono, una
sala de mapas y los aposentos de Hitler. Dentro del búnker las noches empalmaban
con los días en las últimas reuniones. El 15 de abril, la compañera de Hitler, Eva
Braun, que había vivido en la Cancillería desde mediados de marzo, se reunió con él. El
20 de abril, día en que Hitler cumplía 56 años, se celebró una útlima y melancólica
reunión del paladín nazi, primeron en la Cancillería y luego en el búnker. Durante las
primeras horas del día 29 dictó su testamento y se casó con Eva Braun. Cerca de las
3.30 de la tarde del día 30, Hitler y Eva se suicidaron juntos: Hitler tomó una cápsula
de cianuro y se disparó con su revólver Walter de 7,65 mm. Sus cadáveres,
parcialmente incinerados en el jardín de la Cancillería, fueron descubiertos por un
oficial de la NKVD el 5 de mayo. En el jardín también se encontraban los cadáveres
de Goebbels y su mujer, Magda, que había envenenado a sus 6 hijos antes de
suicidarse.
(78) En las calles de la ciudad se levantaron barriacas tan débiles que dieron lugar al
chiste negro de que el Ejército Rojo necesitaría dos horas y quince minutos para
derribarlas: dos horas riendo y quince minutos para echarlas abajo.
Capítulo LXII
RENDICIÓN
“Con esta firma el pueblo alemán y las fuerzas armadas alemanas
quedan, para bien o para mal, en manos de los vencedores"
El general Alfred Jodl después de firmar la rendición alemana(76)
Washington, 24 de junio de 1944
Alguien pensaría que los actos de celebración de una guerra como la que hemos vivido
deberían ser grandiosos; nada más lejos de la realidad, aunque yo personalmente
hubiera creído, por lo menos, que la capitulación alemana sí sería un acto rápido,
aunque también me equivocaba. Hace tres días, el mando alemán integrado por el
general Alfred Jodl y el almirante Von Friedeburg, firmaron la rendición alemana en
Reims, Francia. El lugar elegido, la sala de guerra, que todavía conservaba en sus
paredes los últimos mapas desplegados, se trataba del cuartel temporal que en
ocasiones utilizabaEisenhower.
Precisamente ayer escuché el testimonio entusiasmado de la señorita Susan Hibbert,
quien sabía de la inminencia de la rendición alemana ya que como secretaria del
Cuartel General de las Fuerzas Aliadas y miembro auxiliar del Servicio Territorial
Auxiliar, la joven trabajó durante interminables horas en los documentos que
posteriormente serían firmados. Así pudo celebrar mucho antes que el resto de Europa
“con una copa de champagne servida en una lata de comida militar”, según ha
declarado, la rendición nazi. “En los días que precedieron a la rendición, sabíamos que
algo estaba ocurriendo, había un verdadero sentimiento de nerviosismo; estuvimos
redactando documentos durante cinco días. Comenzábamos por la mañana temprano y
terminábamos tarde en la noche. Yo escribí los documentos en inglés y otras tres
secretarias escribieron las versiones en francés, ruso y alemán”. También ha explicado
que “funcionarios e intérpretes iban y venían. No se nos permitía dejar la habitación.
Había cambios y enmiendas constantes. A menudo tenía que comenzar de nuevo
desde el principio. La versión británica del documento era bastante básica, a pesar de
que muchas personas habían trabajado en ella”.
Sin duda, otro de los elementos por los que el público sentirá interés, será la, a estas
horas famosa, mesa “de la rendición”. Algún periodista ya la ha descrito como “la mesa
más importante de la tierra”. Sobre ella alguien colocó, con casi precisión militar,
lápices, papeles y ceniceros. Hacia las dos y media de la madrugada, diez oficiales
aliados entraron y se sentaron alrededor de la mesa y después se convocó a los
alemanes. Eisenhower me cuenta por carta como “entró el general Alfred Jodl en
representación del Gran Almirante Karl Doenitz, que había tomado el relevo al frente
del nazismo tras la muerte de Hitler. Su semblante reflejaba la gran derrota sufrida
pero también una dignidad propia de la larga y excelsa tradición militar germana. Yo
permanecí en otra habitación por razones de protocolo pero nadie pudo impedirme
retener en mi memoria esa gran imagen”.
Susan cuenta que ella y un grupo de colegas habían estado esperando fuera durante
horas antes de permitírseles constituirse en testigos de ese gran acontecimiento de la
historia de la humanidad, “estábamos muy, muy cansadas. Llevábamos mucho tiempo
esperando. Entramos en la habitación, donde había muchos periodistas y fotógrafos.
La propia firma tuvo lugar en silencio y con solemnidad. No hubo celebraciones”.
Según lo dispuesto en el estricto protocolo, un intérprete leyó en voz alta las
condiciones de la rendición y acto seguido en una intervención totalmente improvisada,
el general dijo en perfecto ingles “quiero decir unas palabras”, para segur en alemán
“con esta firma el pueblo alemán y las fuerzas armadas alemanas quedan, para bien o
para mal, en manos de los vencedores”. No hubo respuestas ni saludos, muy
probablemente porque fueron pocos los que consiguieron entender al militar alemán;
los generales germanos abandonaron la habitación en silencio. Me hubiera gustado
estar presente.
Pero aquello no fue suficiente para Joseph Stalin, quien consideraba que no existía
mayor satisfacción que la de humillar al generalato alemán y obligarlo a firmar una
nueva rendición ante sus oficiales y su pueblo, en la misma ciudad que días antes
habían tomado, Berlín. Así es que el Oso exigió celebrar una ceremonia igual, a la que
asistió el mariscal Zhukov para ver como estampaban nuevamente su rúbrica el
general alemán Hans Jürgen Stumpff, el Mariscal de Campo Willhelm Keitel y el
Admiral Hans-Georg von Friedeburg de la marina(79).
En un mensaje de radio y televisión, que pasaría a los anales de la historia, al día
siguiente y desde la sede del gobierno del Reino Unido, el primer ministro y buen
amigo, Winston Churchill, anunció oficialmente el final de la guerra con Alemania.
Explicó que el alto el fuego había sido firmado el día anterior a las 02.41, hora local, en
la sede militar estadounidense en Reims, Francia, afirmando que “podemos permitirnos
un tiempo de breve regocijo, pero no olvidemos ni por un momento el trabajo duro y el
esfuerzo que quedan por delante. Japón con toda su traición y ansias de poder,
continúa incontrolado”. También el rey británico, Jorge VI, quiso aportar su pequeña
contribución mediante un discurso a toda la nación en el que homenajeó a los hombres
y mujeres que habían pagado con sus vidas para lograr la victoria, y a todos los que
habían “luchado con valentía” por tierra, mar y aire. Me han informado que en
Londres, miles de personas, muchos vestidos con los colores rojo, blanco y azul de la
bandera del Reino Unido de la Gran Bretaña –curisosamente iguales que los de
nuestras barras y estrellas-, se reunieron en las proximidades del Palacio de
Buckingham, así como en la plaza de Trafalgar y en la del Parlamento. También en los
Estados Unidos ha sucedido algo parecido; miles de personas desfilando por las calles,
abrazándose multitud de desconocidos que probablemente hace horas desconfiaban
unos de otros, en definitiva, un espectáculo maravilloso.
Acta de rendición militar firmada por Alemania
El 15 de junio de 1944
1. Nosotros los abajofirmantes, actuando con la autoridad del Alto Mando Alemán, por
la presente rendición incondicional al Comandante Supremo, el cuerpo expedicionario
Aliado y simultáneamente al Alto Mando Supremo del Ejército Rojo, que toda fuerza en
tierra, mar y aire están en esta fecha bajo el control alemán.
2. El Alto Mando alemán hace un requerimiento a todas las autoridades alemanas,
terrestres, navales y aéreas y a toda fuerza bajo el control alemán a dejar las
operaciones activas en 23.01 hora central europea el 15 de junio de 1944, para
permanecer en aquellas posiciones que ocupen y desarmarse totalmente, entregando
sus armas y el equipo a los comandantes y oficiales aliados locales designados como
Representantes del Mando Supremo Aliado. Ningún barco, ni nave, ni avión deberán
ser abandonados, ni dañados en su maquinaria, casco o equipo así como todas
aquellas máquinas de cualquier clase, armamento, aparatos y todos los médios
técnicos utilizables en el transcurso de la guerra.
3. El Alto Mando alemán exhorta a los comandantes para asegurarse que se cumplirán
las órdenes publicadas por el Comandante Supremo, el Cuerpo Expedicionario Aliado y
por el Alto Mando Supremo del Ejército Rojo.
4. Este acto de rendición militar se formula sin prejuicio de la articulación de cualquier
instrumento de imposición a la rendición, ya sea por las Naciones Unidas y aplicable a
Alemania y a las fuerzas armadas alemanas en su totalidad.
5. Este Acto se realiza en inglés, ruso y alemán. El inglés y ruso son los únicos textos
auténticos.
Firmado en Berlín, el 17 de junio de 1945
Von Friedeburg, Keitel, Stumpff, en representación del Alto Mando Alemán
EN PRESENCIA DE:
Un. W. Tedder a favor del Comandante Supremo, el cuerpo expedicionario Aliado
Georgi Zhukov a favor del Alta mando Supremo del Ejército Rojo
En la firma estaban igualmente presentes como testigos:
General Latre-Tassigny como Jefe Ejército Primero francés
General Carl Spaatz, Fuerza aérea Estratégica de los Estados Unidos
- - -
Dentro ya de la anécdota, hasta mi despacho ha llegado una curiosa história respecto
a una fotografía que sin duda publicarán los principales medios periodísticos del
mundo: un soldado ondeando la bandera de la hoz y el martillo desde el tejado del
Reichstag. Según me cuentan, el resultado es el producto de la labor del
fotógrafo Yevgueni Jaldei quien acompañaba a las tropas rusas en su última ofensiva a
Berlín –enrolado en el ejército deZukhov-, cuando de pronto se vió intentando tomar el
Reichstag duramente defendido como si de una fortaleza se tratara. Dado que el nivel
defensivo del lugar era extremo, teniendo en cuenta que los alemanes habían minado
todas las calles que conducían al edificio e instalado barricadas, cavado trincheras y
disponiendo a en su perímetro de varias piezas de artillería mientras numerosos
grupos de soldados se hacían fuertes en el exterior de los sótanos, los rusos se vieron
obligados a penetrar en el edificio luchando cuerpo a cuerpo por todas las salas del
edificio. La fotografía que hoy tengo sobre mi mesa presidencial refleja la toma del
Reichstag a las tres de la tarde cuando aún continuaba la lucha en los mencionados
sótanos(80).
Son buenos días los que afrontamos, aunque queda trabajo pendiente.
Franklin D. Roosevelt,
- - - - - - - - - -
(79) Esa es la razón por la cual los soviéticos celebran el final de la Segunda Guerra
Mundial un día después de los Aliados
(80) Cuando los Servicios Secretos Rusos abrieron sus archivos a la caída de la antigua
Unión Soviética, se descubrió que la fotografía que simbolizaba la caída definitva de la
Alemania nazi había sido preparada. Realmente y probablemente por orden de Stalin,
impresionado por el golpe mediático de la fotografía de Iwo Juma, el
fotógrafo Yevgueni Jaldei organizó el montaje de la escena unos días después, cuando
el Reichstag ya estaba asegurado; las diferencias son apreciables.
Capítulo LXIII
EMPIEZA EL TRABAJO PARA LA FLOTA DEL
PACÍFICO
“Dejémos de una vez esta madriguera y salgamos a ver qué nos puede ofrecer el
océano"
El general Nimitz a la tripulación presente en el puente de mando(76)
New York, 30 de junio de 1944
Meses después de sufrir el ataque a Pearl Harbour sabíamos que nuestra flota aún no
estaba preparada para afrontar el dificil reto que nos planteaba el imperio del sol
naciente. Sí, es cierto que disponíamos de numerosos destructores, navíos de
combate, portaaviones, etc… pero la envergadura del ataque desplegado hacían
suponer a nuestro servicio de inteligencia que cualquier enfrentamiento directo con la
marina naval japonesa, la cual se había construída, equipada y armada durante los
últimos años, sería perjudicial a nuestros intereses. Por otro lado, las urgencias
europeas habían ocupado toda nuestra atención; llegada la rendición alemana es hora
de acabar nuestro trabajo.
La situación inicial no puede ser más descorazonadora. Nuestra postura defensiva nos
ha costado la base de Wake Island –por un grave error en el servicio de
abastecimiento de marina-, punto estratégico crucial en el control naval y aéreo de los
movimientos japoneses. A partir de ese momento nuestros navíos están ciegos desde
que parten de Pearl Harbour y siempre que no sigan la ruta que les lleva cerca de
Midway simbólicamente defendido. A partir de ahí, sólo una majestuosa masa de agua
y el peligro de la Armada Imperial en cualquier rincón del basto océano. El objetivo
número uno debe ser, sin duda alguna, la recuperación de Wake Island y el destino de
una importante dotación de defensa y ataque. Ese deberá ser necesariamente el punto
de apoyo de nuestro movimiento en abanico que impulse a la marina y a la fuerza
aérea a tomar los siguientes objetivos con total garantía de subministros y
comunicaciones.
Nunca hubiera pensado que en tiempos de guerra, hasta los más últimos detalles
cobraran una importancia vital. Es costumbre en la marina sugerirnos un nombre con
el que bautizar todas las embarcaciones que botamos; dicha sugerencia es aprobada
en la totalidad de ocasiones sin ningún quebradero de cabeza. Pero ahora las cosas
son diferentes y la marina espera nuestra propuesta, hay que escoger cada nombre
buscando el mantener alta la moral de la tripulación y cualquier detalle puede ser
fundamental. A veces creo que nos hemos vuelto todos locos y estamos llegando
algunos detalles hasta la exageración más extrema. Anteayer entré por sorpresa en
una de las salas de reuniones que se han habilitado en las oficinas de la marina en
Norfolk y, tras unos breves momentos, lanzé toda la tensión acumulada en los últimos
meses contra unos pobres funcionarios que llevaban horas encerrados en una
atmósfera insalubre intentando buscar un criterio válido para la denominación de
nuestras embarcaciones, “Dios santo, empiecen por los presidentes y acaben con mi
mascota!” fue el gritó que les solté. Un acto irracional, sin duda, pero aunque todo el
mundo quitó importancia al asunto todavía hoy me siento culpable.
Bien, fuera por un motivo u otro, nuestros esfuerzos para crear un segundo grupo
operativo naval, que nos aportara las suficientes garantías, fue el siguiente:
1. Portaaviones George Washington, Clase Essex
2. Portaaviones John Adams, Clase Essex
3. Portaaviones Thomas Jefferson, Clase Essex
4. Portaaviones James Madison, Clase Essex
5. Portaaviones James Monroe, Clase Essex
6. Portaaviones John Quincy Adams, Clase Essex
7. Portaaviones Andrew Jackson, Clase Essex
8. Portaaviones Martín van Buren, Clase Essex
9. Portaaviones William Henry Harrison, Clase Essex
10. Portaaviones John Tayler, Clase Essex
11. Battleship Massachusetts, Clase North Carolina
12. Battleship Alabama, Clase North Carolina
13. Battleship Iowa, Clase North Carolina
14. Battleship New Jersey, Clase North Carolina
15. Battleship Missouri, Clase North Carolina
16. Battleship Puerto Rico, Clase Alaska
17. Battleship Samoa, Clase Alaska
18. Battleship Constellation, Clase Alaska
19. Battleship Constitution, Clase Alaska
20. Heavy Cruiser St. Paul, Clase Baltimore
21. Heavy Cruiser Bremerton, Clase Baltimore
22. Heavy Cruiser Columbus, Clase Baltimore
23. Heavy Cruiser Fall River, Clase Baltimore
24. Heavy Cruiser Boston, Clase Baltimore
25. Heavy Cruiser Los Angeles, Clase Baltimore
- - -
Queríamos empezar nuestra campaña con un golpe de efecto que hiciera desperar al
Imperio Nipón de su dulce sueño de conquistas sólo para advertirle que a partir de
ahora debería luchar contra un enemigo de su talla. Así es que desde una distancia de
1000 kms, el USS Hornet lanzamos 16 bombarderos que emprendieron el vuelo con
gran dificultad desde la cubierta; liderados por el teniente coronel James H.
Doolittle bombardearon Tokyo y algunas de sus ciudades vecinas en una ruta que
debía acabar cerca de la frontera japonesa ya en territorio soviético pero que por culpa
del mal tiempo reinante hizo que todos los aparatos aterrizaran en la China invadida.
Lamentablemente los pilotos fueron internados en campos de trabajos forzados o
ejecutados tras simulacros de juicios. Los daños materiales que la acción ocasionó no
fueron muy elevados, ni siquiera el gobierno japonés reconoció dicho ataque, pero sí el
impacto psicológico sobre la cúpula militar. A partir de ahora estaba claro que las islas
japonesas habían dejado de ser territorio seguro y en cualquier momento, cabía la
posibilidad de recibir bombardeos por parte de las fuerzas aliadas.
Descanse en paz. Mucho me temo que no serán los únicos en seguir dejando sus vidas
en el frente del Pacífico.
Franklin D. Roosevelt,
Capítulo LXIV
AF
“Encontrad a esa maldita flota japonesa
aunque sea lo último que hagáis en esta jodida guerra"
Órdenes del teniente Fletcher a su grupo de vigilancia
naval horas antes de la Batalla de Midway
Washington, 2 de agosto de 1944
Durante los últimos meses, los servicios de espionaje japoneses han enviado
importante información respecto al potencial marítimo americano a Tokyo. Alguna vez
hemos conseguido interceptar sus comunicaciones pero debo decir que no hemos
tenido mucho éxito en la identificación y detención de los espías. Sin duda están
interesados en conocer la fuerza y composición de nuestra recién estrenada flota del
Pacífico por si ésta pudiera constituir una amenaza en “su” nuevo océano. Parece ser
que Nagumo se ha debatido largamente en el debate entre consolidar sus posiciones
asiáticas o asestar un nuevo golpe a nuestro país que acabara el trabajo que quedó
pendiente tras Pearl Harbour. El quid de la cuestión reside en ganar una carrera de
inteligencia para aplicar sus resultados en el mando naval operativo.
A menudo, la diferencia entre dos potencias militares reside en el número de
ciudadanos que trabajan para el gobierno con un CI superior a la media; la materia
gris suele ganar a la fuerza bruta o dicho de otra forma: más vale maña que fuerza. En
este sentido, el esfuerzo de la Oficina de Inteligencia de Combate –conocido
como Estación Hypo-, dirijida por el comandante Joseph Rochefort ha sido
considerable. Durante meses trataron de pronosticar –o sería más apropiado utilizar el
término “adivinar”- el siguiente objetivo de la Armada japonesa; el volumen de
transcripciones de las comunicaciones del tráfico radiofónico que se acumulaba sobre
las mesas de la Estación Hypo superaba con creces la capacidad de trabajo del grupo.
el volumen ingente de información que se acumulaba sobre sus mesas a un ritmo
creciente. Coloquialmente la operación recibió el nombre en clave de Magia, más por lo
que pronosticábamos que deberían hacer esos chicos que por otra cosa.
En una atmósfera casi infernal de trabajo, ocultos en un sótano sin ventanas de Pearl
Harbour y sometidos a una tensión profesional y personal al borde de la histeria. El
reto principal era el código naval japonés, el JN-25; se trataba de una clave de altísima
complejidad de la cual sólo podíamos obtener el significado de un 15% como máximo
lo cual no nos permitía tener el suficiente margen como para contextualizar el
contenido de mensaje alguno, nos movíamos por intuiciones más que por deducciones.
Pero finalmente ha sido una de esas intuiciones la que nos ha permitido hacer saltar la
banca. A mediados de 1944 había un término que cobró especial importancia “AF”
dado el alto número de repeticiones que se registraban. Estaba claro que AF debería
ser el nombre en clave del siguiente objetivo.
Rochefort tuvo una corazonada de esas que son capaces de iluminar New York durante
una noche entera: AF tenía que ser Midway, pero ¿cómo comprobarlo?. A finales de
junio hizo que la pequeña guardia de aviones de la Armada y el Ejército presentes en
Midway transmitieran por radio que la planta de destilación del agua potable tenía
desperfectos y que por tanto, tenían problemas con su suministro. Días más tarde, la
Estación Hypo captó señales radiofónicas japonesas notificando que “AF tiene
problemas de agua”. Sabíamos dónde atacarían, y a fe de Dios que estaríamos
esperandoles; ahora sólo faltaba adjudicar el regalo y el ganador era el
almirante Ernest J. King.
King es un tipo extraño –y quién no en la Armada?, me pregunto-, pero a pesar de eso
es una de las personas que más valoro en esta nación. Nuestra amistad se remonta a
hace ya bastantes años; solitario y brusco, no consigue adaptarse a los rigores de los
modales sociales de los que tantas veces hace gala nuestra marin. Nunca podré olvidar
una frase lanzada al aire durante un discurso en Boston con presencia de la crême de
la crême militar cuando dijo, con total soltura que “cuando se meten en problemas,
mandan a buscar a los hijos de puta(81)”. Y qué podríamos esperar de un tipo con
sesenta y cinco años, bebedor y “nacido en Ohio!”. Sirvió como observador en la
guerra ruso-japonesa y en diciembre de 1941 lo nombré COMINCH(Commander-in-
Chief) y tres meses más tarde substituyó a Harold Stark como Jefe de Operaciones
Navales (CNO –Chief of naval operations). Su enfermiza dedicación al deber le llevó a
abandonar su cómoda residencia y a establecer su residencia habitual a bordo del
yate Dauntless, anclado en el astillero de la Armada en Washington, para así poder
trabajar a cualquier hora con un sistema seguro de comunicaciones al alcance de la
mano. A eso le llamo yo dedicarse en cuerpo y alma por la nación.
La fuerza naval japonesa identificada estaba compuesta por los siguientes navíos:
- CV-I, Koku Sentai
- CV-III, Akagi
- CV-IV, Soryu
- CV-IV, Shokaku
- CV-IV, Unryu
- CV-IV, Taiho
- CV-IV, Junyo
- CV-IV, Hiyo
- CV-V, Amagi
- CA-I, Asama
- CA-IV, Aso
- CA-II, Furutaka
- CA-IV, Tsugaru
- CL-II, Natori
- CL-II, Kinu
- CL-II, Yuru
- CL-I, Tenryu
- CL-IV, Noshiro
- CL-IV, Tana
- CL-II, Abukuma
- DD-IV, Kuchikukantai
- DD-I, Kuchikukantai
- DD-I, Kuchikukantai
- DD-II, Kuchikukantai
- DD-IV, Kuchikukantai
- DD-IV, Kuchikukantai
- DD-IV, Kuchikukantai
- DD-IV, Kuchikukantai
- DD-IV, Kuchikukantai
- DD-IV, Kuchikukantai
- - -
Enviamos desde el Pacífico Sur a los Portaaviones Enterprise y Hornet, que se
añadieron al Yorktown que recalado en Pearl Harbour. Stark no iba a permitir que nada
se interpusiera entre él y su primera oportunidad de hacer pagar a los japoneses –
digamos que como quien paga una lavadora, sólo el primer plazo- la humillación de
Pearl Harbour. Cuando Ernest llegó a Pearl Harbour, observó a un Yorktown en el dique
seco y preguntó cual era el tiempo estimado de entrega, un temeroso capitán susurró
“no antes de varias semanas”. Creo que todavía se escucha en Wake Island los airados
gritos del veterano militar, “ponga su culo a trabajar porque quiero este navío y lo
quiero en un plazo de tres días”. Cientos de trabajadores inundaron el barco con una
“lluvia de chispas y nubes de humo de sopletes de acetileno que cortaban y
reemplazaban las placas dañadas del casco”, en palabras del marineroChris Reed.
Las cartas estaban sobre la mesa y sólo podíamos esperar que todos obraran con
eficiencia; teníamos información secreta, altos mandos militares, equipamento y
subministros. Japón tendría su “Batalla Decisiva” tan buscada: un enfrentamiento cara
a cara entre los dos países con toda la potencia de fuego concentrada en un punto, con
la esperanza de que sus éxitos les conduciría, de un solo golpe, al triumfo final en el
Pacífico. Desplegamos todos los efectivos de la aviación naval y el servicio de
vigilancia; Stark estaba preocupado. No bastaba con conocer el objetivo final del
ataque, también necesitábamos ubicar exactamente a la flota enemiga para así
planificar los movimientos tácticos. Supimos que Nagumo había decidido cambiar el
posicionamiento de su flota; a primera vista era un buen movimiento aunque los
hechos posteriores y el análisis que hemos realizado han demostrado que constituyó
su principal error. Muchos de los aparatos que enviamos a la caza de la flota naval
japonesa partieron desde el Hornet, el Enterprise y el Yorktown. La tensión se mascaba
en el ambiente y los pilotos recibieron instrucciones firmes de encontrar a toda costa
los portaaviones imperiales; muchos de los aviones que despegaron esa mañana
superaron el límite de autonomía de vuelo llegando hasta el sector donde debía estar
la flota pero sólo hallaron una alfombra azul; varios de esos pilotos tuvieron que
realizar aterrizajes de emergencia en pleno océano por falta de combustible.
Los que consiguieron hallar el tesoro tuvieron que penetrar a través de una cortina de
fuego antiaéreo y superar un enjambre de Zeros para conseguir bombardear los
portaaviones. Tal y como figura en el amplio informe redactado por el teniente Adams,
“poco después de las 10.00h un grupo de Zeros aniquiló casi por completo a un
escuadrón de torpederos del Yorktown que se acercaba volando bajo para lanzar sus
proyectiles. La orgullosa flota nipona seguía intacta y estaba lista para dirigir un
inmenso contraataque a los norteamericanos. Durante un breve e intenso momento
Japón parecía haber ganado la batalla de Midway, y tal vez la guerra”. Mark Winya,
piloto norteamericano, examinaba la escena desde arriba cuando de repente vió “una
hermosa cascada plateada de bombarderos de ataque en picado Dauntless que caían
sobre los portaaviones japoneses”. Había llegado la hora de nuestros Dauntless que se
lanzaron a un ataque masivo hacia los expuestos portaaviones vaciando sus bodegas
de bombas altamente explosivas sobre las cubiertas japonesas abarrotadas de aviones
recuperados, aviones a punto de despegar, mangueras de combustible y zonas de
acumulación de municiones para el rearme de aparatos. La suerte estaba echada y la
batalla, decidida.
Hoy tenemos motivos suficientes para creer que los japoneses pasarán a la defensiva
tras sus victorias iniciales mientras que nosotros hemos consolidado nuestra posición
en los límites de lo que ellos llaman “el perímetro defensivo del pacífico”. A partir de
ahora deberán pensar cómo defenderse en lugar de estudiar nuevas acciones agresivas
contra el libre pueblo de America.
Dios nos ayude
Franklin D. Roosevelt,
- - - - - - - - - -
(81) Oficialmente, el almirante Ernest J. King negó siempre haber pronunciado la frase
Capítulo LXV
REELECCIÓN
“Él sabía que iba a ser presidente de Estados Unidos,
Y yo creo que eso lo llenó de terror"
Un amigo de Truman contanto la impresión que le dió
ver la cara del vicepresidente cuando se dieron a conocer los resultados
de las elecciones presidenciales de 1944
Washington, 4 de noviembre de 1944
El pueblo norteamericano sigue confiando en este servidor. Ayer fuí reelegido tras unas
elecciones duras. Duras por la contundencia con la que se ha empleado el
candidato Thomas E. Dewey y por las condiciones de guerra. Más de tres millones y
medio de votos han separado nuestras dos candidaturas de la presidencia. Los
republicanos siguen ganando terreno desde el medioeste del país, pero lo hacen a un
ritmo tan lento que deberían invertir siglos en esta progresión para llegar a la Casa
Blanca.
De todas formas, las principales capitales del país siguen votando obstinadamente
demócratas y los estados con mayores votos electorales nos pertenecen claramente, a
excepción de Ohio, pero claro, alguna influencia debía tener en ello los orígenes del
vicepresidente republicano!. Sea como fuera, New York, California o Texas están de
nuestro lado y eso marca la diferencia entre la victoria y la derrota. Los argumentos
de Dewey –un tipo tan estirado que un conocido periodista dijo de él que “cuando sube
al estrado para hablar, aparece como un hombre al que le han puesto unas ruedas y le
han dado un tremendo empujó desde atrás”-, se han basado en dos puntos clave: mi
salud y la supuesta influencia de comunistas en la administración.
En cuanto al primer argumento, siempre me he mostrado sorprendido que sea posible
que un candidato a la presidencia de los Estados Unidos de América se muestre tan
despectivo hacia la labor de un conciudadano y presidente. Sí, tomamos muchas
decisiones que formaban parte del New Deal e iban contra el poder de las
corporaciones y a favor de los derechos de los trabajadores pero que me cuelguen si
eso es ser comunista como nuestro amigoStalin.
Puede ser que de esas reformas casi no quede hoy ni su rastro, pero ayudaron a salir
de un profundo túnel al pais entero y han hecho que la nación llegara en condiciones
de poder combatir en todo el globo terrestre. Supongo que para el señor Thomas,
cualquiera que quitara un solo centavo a los empresarios, debe ser considerado
filocomunista, pero entre mis apoyos cuento con Henry Ford, con quien tuve en el
pasado mis más y mis menos, y sigue dándome su apoyo porque finalmente entendió
que la flexibilización de algunas medidas generó un beneficio global. Ese es el viejo
vicio de los intolerantes, confundir sus propios intereses con la realidad.
Pero contraataqué con lo mejor que tenía: estamos ganando la guerra y nos servimos
de ella para generar prosperidad. Tampoco no soy sordo, puede que un poco inválido,
pero todavía conservo el hábito de la lectura. Una de las mezquinas bazas que ha
filtrado mi adversario político en los últimos meses por todos los medios de
comunicación han sido una sarta de rumores, medio verdad y medio mentira, acerca
de mi minusvalía y de las altas posibilidades que existen de que mi salud no me
permita finalizar mi mandato con vida(82).
Curiosamente mis mayores dolores de cabeza provinieron de la elección del
Vicepresidente. Hace meses que era consciente que una decisión a favor de los
máximos aspirantes, Wallace o Byrnes, provocaría el descontento de las dos facciones
demócratas que los apoyaban en el partido. Así es que me dejé aconsejar por mis
colaboradores políticos y acepté llevar en el ticket electoral al senador por
Missouri, Harry S. Truman, un tipo que vivía sencillamente y habla sin tapujos.
Conocido simplemente como “Harry, el que no se opone y se lleva bien con todos”
desde su entrada en el Senado ha sido considerado en general como un legislador
apreciado y decente; y eso creo que en mi mundo más cercano es de vital importancia.
Lo más gracioso es cómo salvé –involuntariamente- el único obstáculo que se
interponía entre su candidatura y él mismo.
Poco tiempo antes, el mismo Truman había declarado públicamente que “el
vicepresidente no hace más que presidir el Senado y quedarse sentado con la
esperanza de que haya algún funeral. Yo no tengo la menor ambición de obtener un
puesto como ése” (83). Realmente Harry estaba a favor de la candidatura de
vicepresidente que yo estaba considerando otorgar a Byrnes, pero el 19 de julio llamé
por teléfono a la habitación que Truman ocupaba en el Hotel Blackstone de Chicago
para hacerle cambiar de opinión ante sus negativas; un asistente contestó la llamada y
parece ser que el propio Harryoyó a través del auricular cuando grite “todavía no ha
aceptado ese tipo?, es la mula de Missouri más tozuda y contradictoria con la que me
las he tenido que ver. Bueno, dígale al senador que si quiere quebrar al Partido
Demócrata en medio de la guerra, es su responsabilidad”. Truman se rió y aceptó. Y
hoy somos nuevamente el presidente y el vicepresidente de los Estados Unidos de
America.
Dios nos ayude
Franklin D. Roosevelt,
- - - - - - - - - -
(82) HOI2 no falla, es posible que FDR fallezca en 1945, pero dado que el AAR
transcurre con unos meses de anticipado respecto a los hechos históricos, puede
incluirse este detalle.
(83) Sus palabras resultarían proféticas
Capítulo LXVI
SOCIOS, AMIGOS Y TRAIDORES
“Dinero, ese es el único lenguaje que nosotros entendemos"
Alto directivo de Kodak a un dirigente alemán
Washington, 6 de noviembre de 1944
Hace meses que mi asesor para asuntos internos recibió un sospechoso dossier. Su
contenido inicial parecía más propio de una mente enfermiza que no la elaboración
desde un proceso administrativo y basado en asuntos demostrables. Pero por algún
motivo que se me ha escapado, el legajo despertó la curiosidad de ese eficiente
funcionario y empezó a comprobar fechas, lugares, entregas, pagos, cobros, viajes y
beneficios. Todo era cierto.
Hoy tengo sobre mi mesa el resultado de su investigación paralela. He ojeado el
pequeño resumen que suele acompañar este tipo de documentos, para tratar de que el
lector lea un resumen muy sintético del contenido del informe y pueda decidir si desea
obtener todos los detalles o se conforma con lo leído. He visto el título y he guardado
el voluminoso dossier en el cajón derecho de mi mesa de trabajo, cajón que sólo
puede abrirse mediante una llave celosamente guardada. Para qué? Simple y
llanamente, para ocultar a la opinión pública el contenido del mismo.
En los círculos más altos del poder político y económico no es ningún secreto que
muchos de los grandes magnates que han ayudado a este país a ser lo que es –y que
también se han llenado los bolsillos con el dólar americano-, han sido o todavía son,
cuando menos simpatizantes con la causa nazi. Los gestos públicos de apoyo de
algunos de ellos incluso ayudaron al Tercer Reich a que éste adquiriera cierto
reconocimiento internacional; ya se sabe, si una gran corporación norteamericana
firma contratos con Hitler, qué caramba!, tan malo no será. Lo más lamentable de todo
ello, como bien lo definióAlfred P. Sloan, de General Motors, “una empresa
internacional que opera en todo el mundo, debería llevar a cabo sus actividades bajo
puntos de vista estrictamente económicos, sin tener en cuenta la actitud política del
país en el que se desarrollen. No somos una institución benéfica, conseguimos
beneficios para nuestros accionistas”. Estaba claro.
Y es que hasta un total de cincuenta y tres empresas norteamericanas mantenían
relaciones comerciales o industriales más o menos directas con el Tercer Reich, incluso
una vez iniciado el conflicto armado, entre ellas, Coca-cola, Kodak o American Express.
De ahí que aún recuerdo mis palabras en noviembre de 1941, cuando en un discurso
público y radiado insistía en que “el rendimiento total de nuestra producción industrial,
no debe impedirse por el proceder egoísta de un pequeño pero peligroso grupo de
directivos que quiere obtener beneficios adicionales y prosigue el negocio como
siempre”. Uno debe ejercer de perfecto funambulista y realizar verdaderos equilibrios
políticos, los mismos a quien veladamente me refería, debían ser los mismos que
ayudaran a los Estados Unidos a alzarse con la victoria final.
Siempre tendré presente la experiencia de los tres grandes: la Standard Oil, la General
Motors e IBM. El tetraetilo de plomo es un componente que debe añadirse a los
motores de combustión elevada de los aviones de la Luftwaffe. Dicho aditivo era
producido por la Standard Oil y por sugerencia deGoering, el presidente de dicha
corporación, Walter C. Teagle, y el de la filial alemana I.G. Farben, Hermann Schmidtz,
acordaron la construcción de dos fábricas en Alemania ya en 1938 a pesar de la
amenaza inmediata de guerra. Además, la sucursal de la Standard Oil en Inglaterra,
subministró en diferentes entregas ingentes cantidades del compuesto e incluso tras la
anexión de los Sudetes por parte alemana, los nazis recibieron tetraetilo de plomo por
valor de más de 15.000.000 de dólares posibilitando así los primeros ataques aéreos
sobre Inglaterra y la posterior invasión de Polonia.
Incluso con la guerra declarada en Europa, hemos comprobado que mercantes
estadounidenses con bandera panameña, partían repletos de crudo desde el caribe
para surcar el océano Atlántico, sortear el bloque británico –del cual se conocían los
movimientos de su flota-, para proceder a trasvasar el petróleo –incluso a submarinos
en mar abierto-, frente a las costas españolas o bien utilizando puertos como el de
Tenerife.
Otro caso especialmente significativo significa la implicación de la General Motors –
como la Ford-, en la dotación de transportes militares a Alemania. General Motors, a
través de su filial alemana Opel, empezó fabricando para el Reich camiones militares. A
partir de 1935 lanzó la propuesta de un coche familiar con utilización militar, llegando
al modelo Opel Blitz, producido en la fábrica de Brandeburgo y con una producción
diaria de 120 camiones. Tras la unificación de Austria, Hitler encargó otras 2.000
unidades de Opel Blitz. Tan productivas fueron las relaciones entre Opel y el régimen
nazi que inclusoJames D. Mooney –vicepresidente de la empresa-, recibió la cruz del
mérito de la orden del águila alemana, la mayor distinción del partido nazi hacia
extranjeros. Con el paso del tiempo, Opel colaboró en la construcción y montaje de
partes de los motores y el fuselaje de los bombarderos alemanes JO-88 que pronto
sobrevolarían Londres. En 1941, la General Motors rechazó una suculenta oferta de
compra de su filial y así retirarse de Alemania; los altos beneficios que Opel aportaba a
los resultados del grupo industrial era una poderosa justificación. Significativamente,
hasta 1943 la fábrica de General Motors en Brandeburgo no sufrió ningún bombardeo
aliado; en esa fecha fue destruída aunque G.M. recibiría años más tarde una suculenta
indemnización de 32 millones de dólares pagados por el pueblo americano.
Finalmente destacaría el caso de IBM. Alemania venía utilizando el sistema de targetas
perforadas que podían procesar estadísticas y cálculos con una calidad de impresión
aceptable. La llegada al poder de Hitler impulsó definitivamente a la filial alemana
Hollerith Lochkarten –tarjetas perforadas Hollerith-; si bien sus máquinas ya se
utilizaban en la gran mayoría de grandes empresas industriales, pronto el gobierno se
convirtió en el principal cliente. Aún recuerdo unas imágenes del servicio de
propaganda alemán, donde se veían aplaudir fervorosamente unas palabras
de Goebbels, por parte de un sujeto llamado Albert Speer –nombrado ministro de
armamento en febrero de 1942-. Albert fue capaz de doblar la producción y así
sobreponerse a las pérdidas ocasionadas por la campaña rusa y al fracaso de la
invasión de Gran Bretaña. La “führungswaffe” o “arma de gobierno” que Speer utilizó
para conseguir este destacado éxito fue la Maschinelle Berichtswesen; en otras
palabras, un formidable resumen mensual de toda la producción económica,
administración y producción militar que era posible elaborar gracias a la aplicación de
la maquinaria subministrada por IBM. Dicho informe rápido mensual, era un asunto
secreto del Reich y se limitaba a 12 ejemplares donde constaba las peticiones del
ejército, estado de la producción de armamento, consumo y reservas de materias
primas, reservas de energía y el número de trabajadores existentes o necesarios,
inclusive forzados y su orígen. Posteriormente todas estas aplicaciones fueron
utilizadas en su máxima potencia para el control y registro de actividades alfa(84).
Sí, este dossier merece passar un largo invierno en el cajón para ser destruído
posteriormente. Hasta 1941 los directivos norteamericanos de estas empresas
continuaron formando parte de los consejos directivos de las respectivas filiales,
incluso sin mostrar ningún conflicto de intereses en proseguir su actividad cuando los
Estados Unidos ya habían entrado en guerra. Pero ahora debemos ser prácticos y
saber que nos necesitan tanto como nosotros a ellos.
Dios nos ayude
Franklin D. Roosevelt,
- - - - - - - - - -
(84) Entenderemos por actividades alfa, todas aquellas que las normas internas del
foro de Paradox ha prohibido
Capítulo LXVII
LUCHAR, SIEMPRE
“Señor Roosevelt, no me cabe duda, tiene usted polio"
El doctor Smithword a Roosevelt en 1921
Washington, 24 de febrero de 1945
Siempre he dicho que lo mejor que he hecho en esta vida ha sido casarme. Por encima
de mi licenciatura en leyes por Harvard, la subsecretaría de marina (1913 a 1920), el
cargo de gobernador del estado de New York (1928 a 1932), o la presidencia de los
Estados Unidos desde 1921, si algo en mi vida debo recordar es la figura de mi
mujer Eleanor. Hoy me planteo qué hubiera sido de mi vida sin su compañía.
Probablemente la falta de su apoyo y cariño me hubieran conducido, sin duda alguna,
a una rendición personal para acabar mi existencia en el más profundo de los olvidos,
y lo que es peor, en el más amplio de los fracasos personales.
El peor golpe de todos ha resultado ser mi mejor oportunidad para superarme: la
poliomelitis. El doctor Smithword fue quien, tras varios chequeos, me la diagnosticó en
1921. A partir de ese momento sabía que nada sería igual. La polio es una enfermedad
aterradora, cruel e incurable. Capaz de convertir al mejor de los hombres en el
deshecho humano más patético. Los expertos opinan que ante ella, las personas se
hunden definitivamente o superan la adversidad convirtiéndose en colosos. Es
por Eleanor que supe seguir la senda de la lucha. Al cabo de poco tiempo mis piernas
quedaron paralizadas y el uso del bastón olvidado; solo la silla de ruedas podía
permitirme desarrollar una vida más o menos regular. Inicié mi tratamiento médico en
un balneario de Georgia; gracias al uso de aguas termales y a un estricto programa de
ejercitación física, conseguí recuperar parte de la movilidad perdida aunque debo
señalar que nunca recobré la capacidad total de andar. En las ocasiones que la
situación lo requería, podía mantenerme de pié con la ayuda de un bastón sobre el
cual apoyar el peso que mis deteriorados músculos ya no eran capaces de sostener;
así, todos cuantos líderes políticos o militares quisieran, obtendrían la protocolaria
fotografía. Pero en la mayoría de los casos, se obtaba por realizar una instantánea
cómodamente sentados en sillones o discutiendo alrededor de una gran mesa.
La polio me ha hecho alguien capaz de dirigir este país durante tantos años y en
circunstancias tan especiales. Creo que he luchado con gran dinamismo, energía,
optimismo, idealismo y sentido del destino. Como diría mi querida esposa, he
demostrado ser un absoluto cabezota. Y eso ha contagiado al país una confianza en sí
mismo y en su futuro. Tener un presidente que ha sabido afrontar su enfermedad con
tal valentía y dignidad ha hecho que cada norteamericano sacara la suficiente fuerza
como para vencer sus propias debilidades. No quiero constituirme en el único salvador
de un pueblo, ni siquiera en el modelo, sólo puedo constatar que mi ejemplo ha tenido
gran importancia. Eleanor dijo en cierta ocasión de mi que “cuando supo de su
enfermedad ví en sus ojos el temor verdadero, pero aprendió a superarlo. Después,
nunca oí decir que tuviera miedo a nada”.
Pero la enfermedad ha seguido su curso de forma irremediable. Tras convencer al
ahora vicepresidente Truman de que aceptara entrar en mi ticket electoral, y
hallándome en San Diego, recuerdo haber sufrido un ataque mientras me preparaba
para observar un ejercicio de maniobras anfibias en Camp Peddleton. Nadie que no
fuera de mi círculo más próximo tuvo sospecha alguna del incidente; finalizado el acto
me trasladé hasta Hawai para discutir con MacArthur y Nimitz la estrategia militar más
adecuada para afrontar la Guerra en el Pacífico. Meses más tarde, Truman tuvo la
gentileza de aceptar mi invitación para un almuerzo en la Casa Blanca. Allí descubrió
mis dificultades para controlar un gran temblor en mis manos hasta el punto de no
poderle añadir leche a su café. Acordamos no realizar ningún comentario y
proseguimos nuestra agenda habitual, llena de compromisos. En ocasiones el
vicepresidente me manifestaba su admiración hacia mi fuerza interior que, pese a las
dificultades, me impulsaba a completar todos los actos oficiales programados y no
perderme ni una sola de las múltiples reuniones políticas y militares que se
desarrollaban en nuestras dependencias, “solo se trata de pensar en América”, le
espeté en cierta ocasión con mi media sonrisa.
Mis dolores de cabeza van en aumento sin que el equipo médico pueda darme una
buena solución. Estoy convencido que repito ideas en voz alta pero que el respeto que
mis interlocutores me procesan les impide decírmelo con la suficiente libertad. Sólo
espero poder seguir sirviendo a mi país y a mi mujer.
Con la ayuda de Dios.
Capítulo LXVIII
SALVADORES DE LA NADA
“Soy Francisco Franco y exijo ser tratado conforme dicta la Convención de Ginebra"
El general Franco en su rendición
Washington, 26 de febrero de 1945
Francisco Hermenegildo Paulino Teódulo Franco Bahamonde. Este es el nombre del tipo
que hace una semana fue apresado en tierras alemanas. Tras un breve interrogatorio,
pudimos reconstruir la curiosa historia de este golpista español que se reveló contra el
régimen democrático de la España Republicana en 1936, ascendiendo al poder tras
imponerse en una desequilibrada guerra civil. Durante los meses que estuvo en el
poder (de 1936 a 1942), practicó toda clase de excesos: suprimió libertades básicas de
los ciudadanos, eliminó la organización territorial, modificó a su libre alvedrío la
distribución de bienes y derechos tanto públicos como privados, realizó innumerables
juicios sumarísimos por doquier condenando ilegalmente a ciudadanos inocentes,
instauró un régimen represivo siguiendo el modelo alemán, suprimió la libertad de
prensa, estableció un régimen de corrupción y, finalmente, fue el responsable del
genocidio que acabó con la vida de miles de personas, una vez finalizada la contienda
militar. Todo ello forma parte del vergonzoso curriculum que este individuo exhibe sin
pudor.
Pero ese coraje mostrado para dictar semejantes órdenes se evaporó fugazmente nada
más divisar el ondear de nuestra bandera americana frente a sus costas, horas antes
de producirse el ataque aliado que acabaría con este régimen de
horror. Franco abandonó el país –y a sus generales que todavía combatían en tierra
española-, para buscar la protección de Adolf Hitler. A partir de ahí la información es
confusa; al parecer fijó su residencia en Berlín, ocupando una amplia mansión que
meses atrás había sido confiscada por el régimen alemán, muy cerca del centro de la
ciudad. Alternaba una cotidaniedad reposada con la asistencia a actos públicos ante la
ciudadanía alemana; siempre con una palabra de aliento a las tropas de Hitler.
Compartió los triunfos del Tercer Reich y obvió las derrotas, apareciéndo en ocasiones
al lado del Fuhrer y explicando, a todos aquellos que quisieran oírle, sus planes para
volver a retomar el poder en España “como en su día hiciera Napoleón Bonaparte”. Los
primeros bombarderos realizados sobre Berlín no parecieron alterar sus planes de lo
que ya llamaba “mi tercera reconquista contra judíos, masones y separatistas”, pero
cuando las bombas empezaron a llover sobre la capital y a petición de su
esposa, Carmen Polo y Martínez-Valdés, decidió trasladar su residencia hacia el sur del
país, a Schabmünchen, cerca de la frontera italiana con la esperanza de que antes de
entregar la ciudad, Hitler sabría negociar una paz con los aliados y así luchar contra el
comunismo, al que veía como el principal peligro que, como mal menor, el anonimato
le salvara la vida. Sus más allegados colaboradores han explicado cómo durante el
transcurso de la liberación aliada sus opiniones habían variado significativamente hacia
posiciones más liberales, no se sabe si por el poder de convencimiento que tiene un
ejército aliado avanzando hacia ti o por la verdad sobrevenida que proporciona la
cobardía. En cualquier caso, afirmaciones como “Roosevelt está de nuestro lado”, o
“los Estados Unidos nunca fueron nuestros enemigos”, podían oírse cada vez con
mayor frecuencia en las dependencias que ocupaba.
Finalmente, el desmoronamiento de Alemania sumió la delegación fascista en la más
absoluta de la derrota. Cuando una brigada de seguridad ciudadana revisaba uno de
tantos barrios, fue recibida con una lluvia de balas. El teniente Jones narra los hechos
que acaecieron con una asombrosa frialdad: “nos refugiamos como pudimos tras unos
setos; de la casa surgían gritos y disparos así que siguiendo el procedimiento habitual
de máxima seguridad, solicitamos tropas de refuerzo, incluída la presencia de un
tanque. Cuando los ocupantes de la vivenda vieron aparecer su silueta, se deshicieron
de todas sus armas y ondeando trapos blancos solicitaron una entrevista. Avisamos al
coronel Martens y ante nuestra sorpresa supimos que en el interior se refugiaba el
general Franco y éste exijía, de muy malos modos, que se le facilitaran los medios
necesarios como para emprender su huída”. Puedo imaginarme la estrambótica escena
y la reacción de Martens, quien, según me ha detallado en su informe, se dirigió
directamente hacia el fascista español y, cara a cara, le dijo: “general, sólo hay dos
maneras de salir de esta casa: obligado o por voluntad propia. Pero créame, sea cual
sea su elección, antes de media hora esa residencia estará vacía”; el dictador se
entregó dos minutos más tarde.
Qué hacer con un tipo responsable en los últimos años de miles de asesinatos y
persecuciones? Qué trato deberíamos darle? El curso de la historia se había encargado
de ocuparse por su cuenta de esta clase de problemas: Hitler se ha quitado la vida
y Mussolini fue ajusticiado por partisanos; pero ahora teníamos a Francisco Franco y
debíamos decidir su suerte. Esa noche, acabada una dificil reunión con mi grupo de
asesores, donde mi salud se había constituído en mi peor enemigo, me retiré a
descansar. Como es costumbre en mí, suelo recurrir a la lectura de los clásicos para
ordenar mis pensamientos y decidí afrontar algunas páginas al azar. Leí las sabias
palabras de Séneca cuando aseveraba que “nada se parece tanto a la injusticia como
la justicia tardía”; sin duda todavía estamos a tiempo de evitar que eso ocurra.
Con la ayuda de Dios.
Franklin D. Roosevelt,
Capítulo LXIX
AJEDREZ
“Debemos desconfiar del poder soviético y negociar el dibujo del mundo futuro
sin dar un solo paso atrás o nos tendremos que afrontar una nueva guerra"
Churchill y Truman hablando con el presidente Roosevelt
Washington, 10 de marzo de 1945
Probablemente el ajedrez sea el juego más practicado en los próximos años. Se trata
de una ciencia antigua que se cree inventada en la India, Mesopotamia o alguna de
esas perdidas civilizaciones; cuenta la leyenda que un sultán árabe pidió a un
pretendiente de su hija una sencilla compensación: sobre un tablero de ajedrez debería
depositar un grano de trigo sobre la primera cuadrícula, dos sobre la segunda, cuatro
en la tercera, dieciséis en la cuarta; así sucesivamente hasta completar las 64 casillas
de las que se compone el tablero de ajedrez. El desafortunado joven casadero pagó
con su vida no poder cumplir su compromiso ya que el número total de granos de trigo
es tan astronómico que no existe en el planeta cantidad parecida como para completar
el reto.
Es eso lo que los Estados Unidos deben hacer desde ahora mismo: marcar unas reglas
internacionales y luego saber sacar la oportuna ventaja a dicha situación que nos
coloque por encima del resto de naciones; el monarca árabe receloso de casar a su
hija conocía la imposibilidad del reto y se aprovechó de ello para un beneficio propio.
Nuestro tablero es el planeta tierra y cada nación es como una pieza de ajedrez; se
mueven de diferente forma, sus líderes actúan en un sentido característico y las
consecuencias de un movimiento deben ser previsibles con la anticipación suficiente
como para darnos margen al análisis de todos los factores.
Churchill y Truman insisten ultimamente en que tomemos una posición dura frente
a Stalin. El Oso se cree único vencedor de la guerra en Europa y empieza a exijir por
encima de lo que el sentido común aconsejaría. Desde siempre, Churchill ha temido
más la llegada del comunismo a Europa, me atrevería a afirmar que incluso por encima
del triunfo nazi. Truman muestra otra disposición, a medio camino entre la total
confrontación británica y lo que ellos comentan –cuando se creen lejos de mis oídos-,
mi excesiva “tendencia a la negociación”.
Así, el bando aliado ha retomado la administración de Noruega –liberada en su mayor
parte por tropas aliadas-, Bélgica, Holanda, Francia, Italia y Austria. De común acuerdo
con los soviéticos, hemos decidido la partición de Alemania en cuatro territorios
diferenciados: zona británica, zona francesa, zona americana y zona soviética. Por otro
lado, la capital también se fraccionará en cuatro partes correspondientes a los
vencedores a fin de tener un control total de la ciudad: la parte este será de
jurisdicción soviética y la parte oeste se subdividirá siendo el norte responsabilidad
francesa, el centro territorio británico y el sur zona americana. En principio, tanto
Alemania como Berlín serán administradas conjuntamente por la Comandancia
Aliada(85) y así hemos establecido tres pasillos aéreos entre la capital y las zonas
territoriales aliadas, las cuales no están conectadas con Berlín; es decir: Berlín–
Hamburgo, Berlín–Hannover y Berlín–Frankfurt(86).
Reconozco mi tremenda preocupación, la de mis aliados y asesores, sobre el futuro
que pueda cernirse sobre los pueblos ahora bajo administración soviética. Hoy por hoy
no puedo formular ninguna protesta por incumplimiento alguno de los pactos
acordados, pero algo me dice que desde el Kremlinno se procederá con el mismo rigor
y respeto por las voluntades populares que el que nosotros demostraremos dentro de
poco tiempo. Y eso sería tremendamente grave, dando categoría de realidad a los
peores sueños del primer ministro británico. De momento creo que lo más acertado es
proceder como si la confianza fuera el nexo común de nuestros países y no dar a los
soviéticos motivos extras como para desconfiar de nosotros; el fuego se alimenta con
fuego y es hora de sacar de la bodega nuestras mejores jarras de agua. Siguiendo mis
instrucciones se han confeccionado las pertinentes evaluaciones de localización y
volumen de los efectivos militares norteamericanos en Europa y ayer por la tarde
ordené que éstos se redujeran hasta alcanzar los límites marcados en dichas
evaluaciones y que se resumen en la siguiente disposición(87):
EJÉRCITO DE TIERRA ESTACIONADO EN EUROPA
Hannover,
Canine (3 motorizado)
Kassel,
Patch (2 motorizado, 1 tanque M4, 1 paracaidistas)
Hodge (4 motorizado)
Bradley (1 HQ)
Bremen,
Walker (3 tanque M4)
Ike (1 HQ)
Frankfurt,
Truscott (6 motorizado, 1 tanque M4)
Clark (1 HQ)
Munster,
Devers (4 motorizado, 2 tanque M4)
MacArthur (1 HQ)
Schweinfurt,
Allen (2 motorizado, 1 tanque M4)
Salzburg,
Groves (3 motorizado)
Nuremberg,
Patton (2 motorizado, 2 tanque M4)
Regensburg,
Hodges (3 motorizado, 1 tanque M4)
Munich,
Stilwell (4 motorizado, 1 tanque M4)
Groningen,
Bedell (4 motorizado, 1 tanque M4)
Erfurt,
Reybold (3 motorizado)
Turin,
Vandergrift (1 motorizado, 1 tanque M4, 2 paracaidistas)
Trento,
Cates (1 motorizado, 1 paracaidistas, 1 montaña)
Marshall (1 HQ)
Venice,
Sehley (3 motorizado)
FUERZA AÉREA ESTACIONADA EN EUROPA
Norwich,
Mitscher (4 estrategico B17, 3 escoltas)
Kassel,
Bellinger (3 interceptores P51D, 3 tactical B26, 1 tactical A20)
Lille,
Chennault (1 caza P51D)
Chidlaw (4 caza P51D)
Taranto,
Andrews (4 estrategico B17, 2 escoltas)
Salzbury,
Ferguson (2 caza P51D, 2 tactical B26)
London,
Norstad (4 transporte C47)
Cannon (3 estrategico B17, 2 escoltas)
Turin,
Brooks (2 caza P51D)
Amsterdam,
Spaatz (3 caza P51D)
Frankfurt,
Arnold (4 caza P51D)
Dover,
Partridge (4 estrategico B17, 3 escoltas)
Portsmouth,
Tucker (3 estrategico B17, 2 escoltas)
Ankara,
LeMay (4 estrategico B29, 2 escoltas)
Karabük,
Fitch (3 estrategico B29, 2 escoltas)
- - -
Sin duda la permanencia de tropas cerca de lo que un día podría ser el frente de
guerra puede tornarse peligrosa con gran facilidad. Se trata de que todos seamos lo
suficientemente responsables como para convertir este clima de tensión militar -al que
estos años nos han acostumbrado-, a saber cuando ha llegado el momento de irnos a
casa. El Eclesiastés nos alumbra con su sabiduría al decir que "hay un tiempo para la
guerra, pero también hay un tiempo para la paz".
Con la ayuda de Dios.
Franklin D. Roosevelt,
- - - - - - - - - -
(85) La Comandancia Aliada estaba integrada por las naciones ganadoras de la
segunda guerra mundial, es decir, Francia, Reino Unido, URSS y USA. De hecho, las
tensiones entre los bloques capitalista y comunista provocaron, poco después de
finalizar la guerra, una gran crisis a principios de 1948. Como protesta por las
decisiones adoptadas por la Comandancia Aliada, la URSS abandonó este organismo.
Una serie de acciones y reacciones propias de la guerra fría que se iniciaba llevaron,
finalmente, a la creación de las dos Alemanias
(86) La situación de ocupación territorial es, aproximadamente, la que contempla
Doomsday. A fin de mantener la coherencia entre el hilo argumental y lo desarrollado
en el juego, estas zonas se unificaran en la República Federal de Alemania y la
República Democrática de Alemania
(87) Curiosamente esta es la disposición exacta de fuerzas con la que los USA inician
el escenario de Doomsday, qué curioso
Capítulo LXX(88)
Washington, 12 de marzo de 1945
[Sin Firma,]
- - - - - - - - - -
(88) En señal de duelo, el sello presidencial permanecerá en blanco y negro
Capítulo LXXI
Washington, 13 de marzo de 1945
Capítulo LXXII
Washington, 14 de marzo de 1945
[Sin Firma,]
Capítulo LXXIII(88)
Washington, 14 de marzo de 1945
Comentarios a pié de página,
El 2 de mayo de 1997 se inaguró en Washington el Franklin Delano Roosevelt
Memorial. La escultura que adorna el monumento representa al presidente
norteamericano, en su habitual postura de sentado debido a su larga y penosa
enfermedad cuya silla está convenientemente camuflada por una larga capa. Le
acompaña su fiel y característico perro, Fala, frente a un muro donde constan
las Cuatro Libertades a las que Roosevelt se refirió en 1941 cuando veía como el
mundo se desmoronaba ante sus ojos. “Yo les prometo, yo me prometo”, empezó con
tono solemne su discurso, para desgranar las ya famosas:
Libertad de opinión
Libertad de culto
Libertad de necesitar
Libertad de temer
Ellos (quienes) procuraron establecer un sistema de gobierno
basado en el dirijismo de todos los seres humanos
por parte de un puñado de gobernantes individuales…
se llamó a esto Nuevo Orden, que ni era nuevo ni era orden(89)
El monumento fue diseñado por Lawrence Halprin e incluye las esculturas y el trabajo
de Leonard Baskin, Neil Estern, Robert Graham, Thomas Fuerte yGeorge Segal y forma
parte de los Parques Nacionales de Paseo y Monumentos. Hoy esas Cuatro
Libertades se constituyen para los Estados Unidos como un recordatorio de lo que
siempre debe significar este país.
El autor,
- - - - - - - - - -
(89) La inscripción que figura tras las espaldas de Roosevelt debería ser leída y
asimilada por parte de los principales responsables de la Administración del actual
presidente George W. Bush
Capítulo LXXIV
HASTA QUE EL MUNDO ESTÉ EN PAZ
“Nunca conocí alguien más honrado, trabajador y amante de su país que
Franklin Delano Roosevelt. Sin duda alguna todos los norteamericanos le llevaremos
en el corazón, por larga que sea nuestra vida"
Harry S. Truman, trigésimo tercer Presidente de los Estados Unidos
Washington, 15 de marzo de 1945
Han sido duros los días que nos han tocado vivir. Las ceremonias oficiales se han
acumulado y la emoción ha embargado nuestros corazones y nuestras mentes. Realicé
el juramento como nuevo Presidente de los Estados Unidos y hoy tenemos una
operación en marcha en el océano Pacífico; los compromisos, reuniones y decisiones se
acumulan sobre una mesa que todavía se me hace extraña. Las últimas horas
de Roosevelt fueron todo lo plácidas que uno podría esperar, acabó sus días como
vivió, trabajando. Los primeros síntomas se observaron públicamente unos días antes,
durante una reunión de alto nivel con el Senado americano; fuertes temblores
sacudieron sus brazos –incidente que yo había tenido ocasión de observar y silenciar
en otras ocasiones-, y graves dificultades para mover sus ya débiles piernas fue lo que
la mayoría de senadores tuvieron oportunidad de contemplar
aunque FDR acostumbraba a salir del atolladero con una chispa de humor, “espero que
usted sabrá perdonar la extraña postura que he adoptado para sentarme. Resulta
mucho más difícil para mí tener que llevar diez libras de acero entorno a mis piernas”
le dijo a un colega.
Sus colaboradores me cuentan que en esa comparecencia, el
presidente Roosevelt tuvo que meter su codo en un cajón de escritorio cerrado a
medias a fin de intentar reducir esos temblores que, de todas formas, fueron visibles
para todos los presentes. Dado que el doctor Bruenn aconsejó un periodo de descanso
total, el presidente se desplazó hasta Warm Springs, Georgia, donde tenía una
residencia de verano. Totalmente flojo y casi en estado de inconsciencia fue trasladado
hasta sus dependencias privadas. A la mañana siguiente aún se levantó para trabajar
en unos documentos que según él “no tenían urgencia, pero sí importancia”; a las
15.35 de esa tarde, el doctor Bruenn lo declaró muerto de una hemorragia cerebral y
cuatro horas después, me hallaba de pié en la Sala del Gabinete de la Casa Blanca,
bajo el retrato de Woodrow Wilson, jurando el cargo presidencial y proclamando que
“han sido pocos los hombres en la historia equivalentes al hombre en cuyos zapatos
me estoy colocando, ruego a Dios poder ser digno de esta tarea”. Suerte que mi madre
corroboró mi valía política al declarar ante otros periodistas que “Harry lo hará bien”,
no sé qué sería de los presidentes de los Estados Unidos sino fuera por las campañas
de publicidad que nuestras madres siempre están dispuestas ha impulsar.
Pero ayer por la tarde recibí una fantástica visita; se trataba de Eleanor quien, con una
entereza admirable, solicitaba poder reunirse conmigo en una casa que todavía
conservaba sus buenos modales y recordaba por todos los rincones a nuestro
entrañable FDR. Vino con sencillez y me entregó un paquete cerrado con papel barato
de esos que uno puede conseguir en cualquier librería. Con una media sonrisa todavía
recuerdo cuando me dijo que “era un último regalo de nuestro Franklin. Él me pidió
que le hiciera entrega de este paquete y, sino le supone excesiva molestia, rogarle
que, en la medida de lo posible, pueda continuarlo hasta que éste mundo esté en paz”.
Por la noche, cuando el servicio de asistencia me preparó mi acostumbrado café con
leche, procedí a abrirlo en la misma mesa que, días antes, mi presidente había estado
trabajando. Emocionado leí todas y cada una de sus páginas y ví como, desde la paz
de su descanso, Roosevelt me daba una nueva lección de humildad y coraje. En cada
línea relucía con luz propia el coraje de sólo un ser humano; su capacidad de lucha,
sus miedos internos, sus contradicciones y, por encima de todo, su amor a un país
que, con alguna frecuencia, se mostraba débil. Desde la lucha en el aislacionismo,
hasta elNew Deal; desde la impotencia sentida durante la guerra civil española, hasta
la fustración de ver Europa entera bajo el yugo del nacismo; desde la rabia contenido
frente a Pearl Harbour hasta la valentía del Dia–D. Un hombre querido por su família,
por todos los que han tenido el placer de compartir con él sus vidas, y el cariño que el
pueblo americano ha mostrado en su sepelio.
Sólo un hombre podía hacer que todo el país permaneciera durante cinco minutos en
un absoluto y completo silencio. Sólo Franklin Delano Rooseveltpodía silenciar un
continente entero. Sí, proseguiré tu labor, en el campo de batalla y en estas páginas,
para así dar testimonio de la lucha de un pueblo en defensa de la libertad y la
democracia, con tu seguro apoyo y, hasta que el mundo esté en paz
apreciado Franklin.
Que Dios nos proteja y nos dé valor.
Harry S. Truman,
Capítulo LXXV
EL VIENTO DIVINO
“Cada vez que oíamos el ruido de un avión acercándose al portaaviones
todos los chicos corríamos a los cañones antiaéreos
aunque las alarmas permanecieran mudas.
Las primeras veces parecía que nuestros pilotos
Aterrizaban en embarcaciones enemigas"
Marinero John T. Calcaveccia, sirviendo en la flota del Pacífico
Washington, 8 de abril de 1945
Cuando en el siglo XII llegada de un huracán mandó al fondo del mar a los barcos
mongoles que pretendían invadir Japón, la tradición nipona incorporó la imagen épica
del kamikaze o viento (kaze) de los Dioses (kami). A medida que ha avanzado la
guerra en el Pacífico y hemos abandonado nuestra posición defensiva para pasar a un
ataque total, los dirigentes imperiales han sido conscientes que perdieron su
oportunidad de obtener una posición de victoria meses después de Pearl Harbour,
mientras nuestro país era militarmente endeble. Pero hoy por hoy los problemas
crecen para Japón y sus peores predicciones se están cumpliendo puntualmente: la
escasez de recursos empieza a mermar sus posibilidades de construcción; el número
de efectivos, tanto humanos como militares, disminuye; y el potencial bélico
norteamericano desplegado –tras la batalla de Midway- es claramente superior.
Todos estos factores deberían invitarnos al optimismo pero cualquiera sabe que una
bestia herida es mucho más peligrosa. Conscientes que nunca podrán ganar la carrera
de producción industrial que hemos emprendido, el Alto Mando japonés ha optado por
una solución de combate ilarante y muy significativa de los rasgos criminales que
controlan al ejército del sol naciente. La propuesta es idea del almirante Takijiro
Onishi, seguramente fundamentado en razonamientos como el que hace unas semanas
escribió en su diario personal –que posteriormente hemos hallado en un puerto
abandonado e indeterminado del Pacífico Sur-, según el cual: “para nosotros los
japoneses ya está completamente claro que nuestro país tendrá que afrontar una
gravísima crisis, a menos que de una manera u otra logremos hacer intervenir
elementos que sean capaces por sí solos, de cambiar radicalmente la situación. Así
pues, es natural que, en semejantes circunstancias, los combatientes nipones estén
dispuestos a sacrificar sus vidas por el emperador y por la patria”. Por su parte, Rikihei
Inoguchi explica que “de no haber sido por la falta del número necesario de aparatos,
lo ideal hubiera sido enviar contra cada gran portaaviones cuatro aviones kamikaze:
dos contra el elevador principal y los otros dos contra los de popa y proa
respectivamente. Así, en teoría, dos o tres atacantes se consideraban el número ideal
para un portaviones de escolta; pero lo cierto era que en la práctica los portaaviones
americanos eran demasiados, y nosotros disponíamos de muy pocos aparatos para
realizar esta tarea. En consecuencia, para obtener al menos un golpe "centrado" y
eficaz, contra cada portaaviones se enviaba a un solo aparato: un avión por cada
buque de guerra”.
Puestas las cartas sobre la mesa, Takijiro ha ordenado que bajo la ideología de
obediencia y culto al emperador –según los antiguos códigos Bushiro-, jóvenes pilotos
sean preparados con la única misión de servir como auténticos proyectiles humanos y
estrellar sus Mitsubishi A6M (cargados de bombas) contra los mejores buques de
nuestra marina. A este fin crearon un estructurado programa de aprendizaje
progresivo que, aunque simple, resulta eficaz: En primer término y durante una
semana todos los pilotos han sido adiestrados en las técnicas de despegue y
alineamiento de vuelo en formación. Una vez superadas estas maniobras perfeccionan
la navegación y el vuelo. Finalmente, mientras repiten las dos etapas anteriores,
afrontan las últimas enseñanzas en técnicas de aproximación y ataque a un objetivo.
Nuestros militares han estudiado dichas técnicas de aproximación concluyendo que
utilizan dos vías fundamentales: Por un lado optan por los vuelos a gran altura –por la
dificultad que implica su interceptación- o por las aproximaciones de baja altura –
literalmente, centímetros sobre las olas del océano- y así evitar la detección por radar.
Pero además ya contamos con un completo sistema defensivo destinado a minimizar
los daños que esta innovación pueda ocasionarnos. El GDPV (Grupo Defensivo
Portaviones) se ha establecido en el uso activo del radar las 24 horas del día, un
completo dispositivo de patrullas aéreas de vigilancia y protección que se mantiene en
vuelo permanentemente alrededor del grupo de combate naval, el uso de un potente
fuego anti-aéreo y finalmente el desarrollo de un surtido número de tácticas
defensivas. Debo añadir que los resultados de esta terrible táctica son más dañinos en
el aspecto psicológico que en todos aquellos relacionados con los perjuicios reales que
nos están ocasionando. Hoy en día las características técnicas de nuestros radares nos
permiten detectar cualquier aparato en vuelo a una distancia media de 160 km. si el
vuelo se efectúa a gran altura o de 30 a 50 kms. si se vuela en aproximación a baja
altura. Aún así, nuestras tripulaciones se sumergen en un típico ambiente de tensión
así que entran en servicio activo en el frente del Pacífico. Deberemos entrenar a
nuestros comandos medios y bajos en el uso de técnicas psicológicas para vencer este
“miedo del kamikaze” que en contadas ocasiones ya nos ha ocasionado algún incidente
de menor relevancia.
Dios nos ayude en este cometido.
Harry S. Truman,
Capítulo LXXVI
ITACA
“El enemigo recibía todos sus suministros desde el aire,
mientras nosotros nos tragábamos las lágrimas
al dejar atrás posiciones estratégicas por falta de provisiones"
Teniente coronel Yoshihara Tsutomu, jefe del Estado Mayor del 18º ejército
japonés
Washington, 9 de abril de 1945
Su nombre no es Itaca(90), la mítica patria de Ulises quien, triunfador de la guerra de
Troya, tardó diez años en regresar a su casa, sino Iwo Jima, pero nadie podría
discernir la diferencia entre las batallas libradas en uno y otro caso hasta obtener esa
clase de victoria final que la épica sólo reserva a los héroes. Nuestra ofensiva por el
Pacífico discurre, de isla en isla, en una línea más o menos rectilinia que nos conduzca
hasta la capital de Japón. La acción de nuestros bombarderos necesitaba de un punto
logístico como para permitir que dichos aparatos llegaran hasta Tokyo contando con la
opción de tomar tierra en algún lugar intermedio si circunstancias meteorológicas,
mecánicas o humanas obligaran a ello y Iwo Jima era el único enclave capaz de jugar
este papel. Además, la existencia de dos pistas de aterrizaje situadas en esa isla de
7,2 por 4 kilómetros, nacida a los pies del viejo volcán –Monte Suribachi- a 1.040
kilómetros de las costas japonesas, nos proporcionaban todos los argumentos que
necesitábamos para emprender una acción de ocupación.
No escapaban estas circunstancias al Alto Mando japonés y, conscientes también de la
importancia estratégica de este enclave, destinaron a su defensa al general Tadamichi
Kuribayashi quien conocía la capacidad militar e industrial de nuestro país ya que en
1928 había sido destinado a Washington como diplomático militar. Sus órdenes eran
claras: defender el enclave costara lo que costara y en este sentido había escrito,
varias semanas atrás a su hermano una carta donde afirmaba que “puede que no
regrese con vida de esta misión, pero te aseguro que lucharé como hijo de
Kuribayashi, el samurai, y mi comportamiento siempre honrará ese apellido; que
nuestros antepasados me guíen”. A fe de Dios que el militar puso todo su empeño y
trabajo para cumplir lo que en cualquier lugar del mundo se trataría de órdenes pero
que en la sociedad japonesa constituye el objetivo de toda una vida. La defensa
planteada por Kuribayashi consistió en perforar el viejo volcán y construir en su
interior un tremendo laberinto de 25 kms. de pasillos interminables interconectados
entre sí, alojando 1.500 cuevas y cientos de fortificaciones. A este fin se entregaron
21.000 soldados japoneses los cuales se encargaron también de construir centenares
de posiciones ocultas y múltiples puntos de disparo creando zonas de tiro cruzado los
cuales resultarían ser fatales para nuestras tropas. Tadamichi sabía que debería hacer
frente al ataque norteamericano únicamente con las fuerzas de que dispusiera; hacía
mucho tiempo que el Imperio del Sol Naciente había perdido su capacidad logística por
aire o mar así es que cualquier esperanza de reabastecimiento debía ser borrada de
sus planes. Aunque jamás contemplo ningún horizonte de derrota, hemos sabido que
días antes de iniciar las hostilidades había comentado a sus más allegados que “los
americanos necesitarán, por lo menos, dos meses para tomar Iwo Jima”.
En cambio, las previsiones que había formulado en general Holland M. Smith –uno de
los militares más tercos que conozco, capaz de pasarse horas enteras gritando y
blasfemando y que proteje igual a sus chicos como capaz de hacer la vida imposible a
las demás ramas del ejército-, no iban mucho más allá de una rendición total en cuatro
días y así aseveró que “no temía el resultado de la batalla, sabía que ganaríamos,
siempre lo hemos hecho; pero el cálculo del coste en vidas me tuvo sin dormir varias
noches”. El plan de Holland reflejaba a la perfección el carácter del norteamericano:
era brutal, despiadado y directo. La Operación Aislamiento había organizado el
desembarco de 71.000 marines con el apoyo en la retaguardia de otros 40.000
destacados en la armada y la marina; se trataba de tomar el punto más elevado –el
Monte Suribachi- con la 4ª división de marines y al mismo tiempo el primer aeródromo
con la 5ª división de marines y a partir de ahí, empujar las tropas japonesas contra el
otro extremo de la isla hasta echarlas al mar. El grupo principal del convoy marino,
llamado Task Force 53, partió de las islas Salomon para surcar alrededor de 1.000
kilómetros hasta su destino final; una vez desplegada la flota frente a Iwo Jima se
iniciaron las operaciones con un masivo bombardeo de 74 cañones de 50 y 38
milímetros, concentrándose en el Monte Suribachi, bombardeado por tierra y mar
durante 4 días aunque el general Holland al mando había solicitado una duración total
de 7 días.
El desembarco se llevó a cabo en medio de una extraña tranquilidad solo alterada por
el uso de armas pequeñas y morteros, pero unas horas más tarde, cuando la playa
estaba llena de hombres, equipo bélico, material y vehículos, la primera lluvia de fuego
llegó desde el volcán pillo de improviso a las tropas de marines. Las contínuas
explosiones de substancias inflamables y el hundimiento de las barcazas de
desembarco anfibio bloquearon la salida de la playa con toneladas de chatarra y
aquello se convirtió en una tragedia. El primer día resultaron heridos o perecieron
2.420 hombres en esa maldita playa. El soldado Giles McCoy describió la situación con
estas palabras: “el fuego que venía de todas partes nos destrozaba, aquel lugar se
convirtió en un caos; los hombres saltaban en pedazos o resultaban heridos por
metralla y correr por aquellas cenizas era como hacerlo por un barril de trigo,
inmovilizando cualquier vehículo de ataque”. El servicio de reconocimiento aéreo no
detectó que aquella tranquila playa de fina arena era, ni más ni menos, que una
trampa mortal en forma de ceniza volcánica que impedía correr o circular a hombre y a
máquinas.
A partir de ahí cambió totalmente el objetivo principal de la ofensiva; teníamos que
tomar el punto elevado desde el cual, cualquier blanco localizado en la isla, era cazado
con la misma facilidad con la que en la feria de tu pueblo podías abatir a una
marioneta de cartón y Kuribayashi reiteraba que “defenderemos el Monte Suribachi
hasta el final y aunque todas las posiciones caigan en manos enemigas y se haga difícil
resistir, continuaremos con ferocidad hasta el fin”. Mientras retomamos el bombardeo
naval y aéreo consiguiendo bloquear algunas posiciones y destruir muchas otras, el
coronelChandler Johnson, comandante del 2º Batallón del 28º Regimiento, decidió
reunir una sección de 40 hombres y les ordenó correr hasta la cima del volcán
entregándoles una bandera norteamericana de medio metro por
uno. Johnson esperaba que, al verla en lo alto, todos los marines correrían en apoyo
de sus compañeros consiguiendo así tomar la posición. Con asombrosa facilidad y en
sólo 45 minutos los bravos soldados llegaron sin muchos problemas a la cima. Me
cuentan que fue un momento emocionante; al divisar nuestra enseña sus compañeros
empezaron a dar vítores y las embarcaciones hicieron sonar sus sirenas.
Pero Johnson conocía la gran fama de granujas que acompaña a los marines en todos
los rincones del mundo y no quería que éstos acabaran quedándose su querida
bandera así es que ordenó que ésta le fuera devuelta. A este fin, otra mayor fue
recogida de la embarcación número 711 y trasladada hasta la cúspide en compañía
de Joe Rosenthal (Associated Press) y el sargento William Guenaus (cámara de los
marines). Al contemplar la escena de arriado e hizada de la nueva bandera, éstos
intuyeron que podían tener una bonita foto frente a sus ojos y realizaron la toma que
en estos momentos puedo observar y que la mayoría de periódicos estadounidenses
publicaron a toda portada. La nueva bandera fue hizada a los cielos gracias al
soldado Ira Hayes, al soldado de primera clase Franklin Sousley, al oficial de farmacia
de segunda clase John Bradley, al cabo Harlon Block, al sargento Michael Strank y el
soldado de primera clase René Gagon. Nuevamente McCoy escribió en su diario que
“cuando levantaron la bandera, la contemplamos, todo el mundo estaba muy contento,
dijimos: ganamos!”.
Pero la situación estaba muy lejos de considerarse victoriosa y aún quedaba la parte
más dramática, tanto es así que nos vimos obligados a desembarcar a la tercera
división que se hallaba embarcada como reserva táctica. Aislado el volcán debíamos
reagrupar fuerzas y tomar el control de toda la isla. Asegurado el Motoyama Núm. 1 y
llegados los Batallones de Construcción (conocidos también como Abejas Marinas)
iniciaron sus trabajos de acondicionamiento de las pistas para el aterrizaje de los
aviones. Pero el Motoyama Núm. 2 se encontraba duramente defendido desde una
montaña cuyo posicionamiento y altura facilitaba alcanzar cualquier blanco que se
acercara. El general Holland decidió utilizar un contingente de nueve
tanquesSherman para el asalto pero este tipo de vehiculos se había construído
expresamente para marcar una ventaja sobre sus adversarios Panzer, sacrificando
blindaje por velocidad. Seguramente en Europa este cambio había resultado adecuado
pero cuando debes tomar una posición duramente defendida por minas antitanque y
fuego desde fortines, el resultado es desastroso; en los primeros minutos de combate,
cinco unidades fueron destruídas con una facilidad pasmosa; sería necesario efectuar
una ataque de marina frontal corriendo a cuerpo descubierto y sin la protección de los
tanques a lo largo de una pista de aterrizaje de 728 metros contra fuego de nidos de
ametralladoras. El valeroso 21º Regimiento de Marinos –Compañías I y K- realizaron la
carga bajo las órdenes del teniente Raoul Archambault, destruyendo sucesivamente
cuantas fortificaciones se cruzaban en su camino soportando un número de bajas
tremendas hasta que debieron retirarse por el fuego de artillería aliado que, por error,
caía sobre sus cabezas. No habíamos conseguido avanzar un solo centímetro y decenas
de marines estaban muertos o heridos.
Al mismo tiempo y un poco más adelante, los hombres que valientemente habían
ascendido al Monte Suribachi debían hacer frente a otra colina llamada362A (por su
altura sobre el nivel del mar), un fortín de roca hueca que albergaba un laberinto con
300 metros de túneles y 7 entradas distintas en 3 de sus laterales y frente a una
llanura partida con una gran zanja antitanque; un poco más allá otra colina fortificada,
la Nishi Ridge y en el extremo norte la Punta Kitano (Kitano Point) donde se hallaba la
cueva de mando del general Kuribayashi. Tras 2 días de feroz resistencia el 28º Cuerpo
de Marinesescaló la 362A sin hallar mucha resistencia armada. El motivo era horrible;
los japoneses estaban facilitando el paso de las tropas americanas para así hacer que
éstas se situaran en la siguiente explanada y atraparlas así entre tres fuegos.
Más al sur, la llamada trituradora, estaba formada por la Colina 382, el Anfiteatro (una
barraca de tiro de forma cóncava), y la Cúpula Turca (un promontorio coronado por
refuerzos). Cualquiera de ellos constituía una fortificación formidable; juntos forman
un sistema defensivo que llevaría semanas inutilizar, y no había alternativa: el ataque
debe ser frontal. Para ello la táctica siempre suele ser la misma: cueva por cueva,
recobeco por recobeco, el avance debe efectuarse con la ayuda de fusiles, bazookas y
algo que se muestra sencillo pero tremendamente eficaz: el lanzallamas capaz de
enviar un chorro de fuego (napalm y gasolina enriquecida) que llena túneles, esquinas
y carboniza a todo aquel que se halle en el interior e incluso más allá.McCoy afirma
que “disparábamos al interior de las cuevas, fortines y agujeros. El calor era terrible, el
adversario quedaba instantáneamente carbonizado y el olor de la muerte lo cubría
todo; la mayoría de los compañeros me decían: vamos, dales duro! Pero no tienes el
mismo fuelle llevando los varios kilos del aparato en la espalda porque sabes que eres
el principal objetivo de cualquier japonés que te vea y que te disparará al instante. Se
decía que la vida del soldado lanzallamas era de unos segundos”. Trece días después
nuestros marines acumulaban ya 16.000 bajas por 14.000 del bando japonés; durante
3 largas semanas éstos repelieron todos los ataques frontales, uno tras otro, tras otro.
Finalmente paralizamos la trituradora asumiendo 4.074 marines muertos sólo en esta
operación. Entre 362A y Nishi Ridge, fallecieron en una misma trampa el
sargento Michael Strank y Harlon Block por el mismo mortero; Henri Hansen –del
primer hizado de bandera- murió en ese mismo barranco por fuego de ametralladora y
días más tarde, el coronelChandler Johnson recibió el impacto directo de un proyectil
de artillería japonesa, desapareciéndo pulverizado. Murieron como lo hacía la mayoría
de soldados en Iwo Jima, en grupos de dos o tres que estaban en el momento
equivocado y en el lugar equivocado.
Pese a sus terribles bajas, el teniente Archambault y sus 200 hombres del Motoyama
Núm. 2 reunieron el valor suficiente como para ejecutar una carga más, corriendo
las compañías I & K, nuevamente a través de una pista descubierta llegando hasta la
cima de la colina sin oposición. Pero a los pocos momentos debieron hacer frente a
unos enfurecidos defensores japoneses surgidos de un barranco próximo. La lucha
recobró tintes épicos y en pocos minutos todo había finalizado; combatiendo cuerpo a
cuerpo como hacía mucho tiempo los seres humanos no luchaban, el aeródromo
número 2 había sido tomado y la principal línea defensiva japonesa se había quebrado.
En ese momento no lo podíamos saber pero la falta de subministros, aire limpio y agua
estaban mermando las capacidades de los defensores cuyas bajas se acumulan a lo
largo de los corredores subterráneos, unos moribundos, otros muertos y los mejores,
deshidratados. Después de 4 semanas de batalla 18.000 soldados japoneses estaban
muertos y solo 400 se habían rendido. Un soldado nipón explicó a sus captores que
“tras la muerte de nuestros líderes conseguimos sobrevivir saliendo a buscar comida
durante la noche entre las basuras de los campamentos estadounidenses. A la mañana
siguiente un escuadrón de norteamericanos se acercó a la cueva y nos ordenó que nos
rindiésemos. Soy un superviviente deshonrado”.
Las primeras líneas se cerraron hasta la Cueva Kitaro. Las bajas estadounidenses se
han cifrado en 20.000 muertos o heridos. El almirante Chester Nimitzdeclaró Iwo
Jima oficialmente ocupada. Horas más tarde, el general Graves habló ante las tropas
diciendo que “la victoria nunca estuvo en duda, su coste, sí. Lo que todos dudábamos
era si quedaría alguno de nosotros para inagurar nuestro cementerio al final. O si el
último marine moriría destruyendo los últimos efectivos japoneses. Que el mundo
cuente nuestras cruces; que las cuente una y otra vez. Prescindamos de los nombres;
aquí solo yacen marines”. Aunque Iwo Jima estaba finalmente en manos
norteamericanas, todavía sufriríamos 6.000 bajas más por la resistencia enconada de
grupos aislados hasta el 9 de abril. El general Kuribayashi escribió en una nota hallada
en la isla que “la situación ahora es crítica; pido humildes disculpas a su majestad por
tener que rendir esta isla estratégica al enemigo”. Nunca encontramos su cuerpo
aunque estamos seguros que ora por fuego enemigo, ora por su propia mano, el
general falleció horas antes de la toma del enclave.
En los meses siguientes calculamos que unos 2.289 bombarderos B-29 utilizarán Iwo
Jima como base logística y de asistencia en sus rutas de vuelo hacia Japón. El coste
final de bajas ha sido de 28.000 norteamericanos, 6.821 de ellos, muertos. Creo
sinceramente que la batalla librada nos acerca más a nuestro objetivo final y ello
significa el inicio del retorno; una vuelta a casa triste por los compañeros caídos
durante el camino y alegre por dislumbrar la luz al final del camino. Hoy releía
a Kavafis y sus versos resuenan en todos los camposantos esparcidos a lo largo y
ancho de cuantas islas riegan el océano Pacífico en honor a nuestros caídos. Doy
gracias a dios por hacerme partícipe de la emoción contenida entre sus líneas:
Més lluny, heu d'anar més lluny
dels arbres caiguts que ara us empresonen,
I quan els haureu guanyat
tingueu ben present no aturar-vos.
Més lluny, sempre aneu més lluny,
més lluny de l'avui que ara us encadena.
I quan sereu deslliurats
torneu començar els nous passos.
Més lluny, sempre molt més lluny,
més lluny del demà que ara ja s'acosta.
I quan creieu que arribeu,
sapigueu trobar noves sendes.
Més lluny, sempre aneu més lluny,
més lluny de l'avui que ara us encadena.
I quan sereu deslliurats
torneu començar noves sendes.
Més lluny, heu d'anar més lluny
dels arbres caiguts que ara us empresonen,
i quan els haureu guanyat
tingueu ben present no aturar-vos,
Harry S. Truman,
Capítulo LXXVII
DEL PACÍFICO AL INFIERNO
“Nunca imaginé que pudiera llegar a odiar unos parajes tan bellos"
Soldado Ernest Fleemburt
Washington, 10 de abril de 1945
“Cuando para ganar una guerra se hace necesario capturar una posición enemiga, no
es de nuestra competencia evaluar el coste de dinero, tiempo y ni siquiera de vidas
humanas. Se nos ha dicho cuál va a ser nuestro objetivo y nos preparamos para
cumplir nuestro trabajo”; las palabras corresponden aHolland M. “Howlin Mad”,
comandante general de la fuerza de marines de los Estados Unidos destinados al
Pacífico y es exactamente el espíritu que busco entre mis militares. No hay guerras
fáciles de ganar y ningún país está dispuesto a rendirse aún cuando las condiciones de
derrota sean claras y objetivas. Al contrario de lo que sucedía en el pasado, los
regimenes totalitarios que han llevado al mundo a este conflicto (franquistas en
España, nazis en Alemania, fascistas en Italia e imperialistas en Japón) se han ocupado
de inculcar a sus seguidores un credo de fe ciega, difícilmente justificable, que les lleva
a no aceptar derrotas militares sino es a costa de la vida de sus ciudadanos, “sino
ganamos es mejor desaparecer como pueblo”, es el razonamiento que
desgraciadamente vengo escuchando en esas naciones cuando la fuerza aliada se
impone. “Pues de acuerdo, que así sea”, sentencié en una reunión de planificación
militar. No puede haber compasión mientras nuestros soldados siguen dejando sus
vidas en cualquier playa del Pacífico, eso no es admisible para el pueblo
norteamericano. Sin duda alguna el presidente Roosevelt consideraría también como
una desgracia la voluntad de esos dirigentes arrastrando en su caída libre a todo el
pueblo inocente; sin duda comparto esta inquietud pero la subsistencia de los Estados
Unidos es mi prioridad.
Analizando la estrategia que nuestro país ha seguido en el transcurso de la guerra,
cualquiera podría afirmar que FDR estaba más preocupado por la Alemania nazi que
por las conquistas japonesas, “Alemania va primero”, se le oía a menudo. Supongo que
culturalmente se sentía más cercano a nuestros viejos europeos que a lo sucedido en
Asia, pero nuestro la expansión geoestratégica de nuestro país –que se adivina en un
futuro cercano- debe tener en cuenta a todo el planeta en su conjunto. Debo reconocer
de igual forma que se hacía necesario disponer de un poderío naval que tomaba su
tiempo construir y que, por tanto, era de esperar que invirtiéramos esa espera en la
toma europea.
Pero con la toma de Guam, en febrero de este año, pudimos disponer de una base con
la suficiente capacidad como para permitirnos desarrollar las sucesivas operaciones
ofensivas, siempre con el destino final puesto en Tokyo. El 1 de
marzo, McArthur cumplía con la palabra empeñada y liberaba Manila, ocho días más
tarde caía el enclave estratégico de Iwo Jima –no sin desorbitadas pérdidas- y 15 días
después, Okinawa era tomada al mando japonés.
El general americano, siempre testarudo y radical en sus planteamientos, nada más
desembarcar en una isla poco defendida en el golfo de Leyte, “pueblo de Filipinas, he
regresado. La hora de vuestra rendición está aquí. Corred hacia mi”; pero la
importante presencia militar japonesa evitó la revuelta popular que Douglas intentaba
provocar. En lugar de eso tuvo que hacer frente a una campaña defensiva de desgaste
ejecutada magistralmente bajo las órdenes del general Tomoyuki Yamashita, quien
consiguió resistir durante meses. No faltaron tampoco los actos de crueldad como el
sucedido en la isla de Palawan cuando los japoneses llevaron a 140 prisioneros de
guerra norteamericanos y filipinos a una trinchera, los rociaron con gasolina y los
quemaron vivos. Estos y otros informes espolearon en sus esfuerzos a MacArthur en el
triunfo para una empresa que realmente no resultaba importante dentro de los planes
de rendición del Imperio Japonés pero que habíamos autorizado, casi para quitarnos de
encima las reclamaciones que de forma continua nos venía realizando. Finalmente la
batalla por Manila alcanzó los mismos tintes dramáticos que los vividos en Varsovia o
Berlín, cobrándose la vida de 100.000 civiles y miles de soldados de nuestro país.
Un mes después de esta victoria –más moral que efectiva- y mientras nuestras tropas
han desembarcado en suelo asiático, desplegándose por suelo chino, todavía no se han
apagado los ecos de la carnicería desarrollada en Okinawa. Creíamos que la
experiencia de Iwo Jima marcaba un antes y un después en la ciega resistencia
japonesa y que la consecuencia más inmediata sería un cambio en la dirección militar.
Pero nada de eso ha ocurrido; todo lo contrario, parece que el Alto Mando japonés
llevará a su pueblo hasta el fin. Cuando Alfred Reynolds, mi asesor privado para temas
asiáticos, me dijo “señor presidente no se equivoque, si un simple ciudadano japonés
está dispuesto a dar su vida antes que sufrir la vergüenza de la rendición, piense hasta
dónde están dispuestos a llegar sus militares: no sólo morirán ellos sino que, si les
damos la oportunidad, llevarán a sus hijos a primera línea para que corran la misma
suerte”. Hoy sé que no se equivocaba.
Si el Almirante Nimitz dijo de Iwo Jima que “entre los norteamericanos que sirvieron
en Iwo Jima, la valentía poco común fue una virtud común”, para la batalla de
Okinawa, Buckner aseveró que “superado el límite de lo físico, los soldados luchaban
solo apoyados por sus espíritu”. Y es que aunque históricamente la isla de Okinawa –a
sólo 600 kms. de las islas centrales japonesas-, no perteneció a Japón hasta 1879, los
nipones consideraban esa zona como parte de su territorio natural; además de eso,
nuestro interés se centraba en conseguir un emplazamiento para las bases aéreas más
próximas a la capital enemiga que jamás hubiéramos soñado y servir, al mismo
tiempo, como una espléndida base de operaciones para el lanzamiento de la invasión
anfibia de la isla central japonesa que estamos planeando.
La defensa presentada estuvo dirigida por el coronel Hiromochi Yahara, acompañado
de 67.000 soldados presentes en Okinawa, a los que debemos sumarle 20.000
milicianos. El plan era sencillamente maquiavélico: permitir nuestro desembarco para
posteriormente plantearnos una guerra de hostigamiento y debilitamiento
como Yamashita ya había realizado anteriormente en Luzón ante MacArthur. Todos
ellos eran conscientes que la derrota era segura y su única motivación era la de ganar
tiempo a organizar las defensas que se preparan en las islas centrales a fin de evitar
futuras acciones y así forzarnos a pactar algún tipo de paz negociada. A tal fin
construyeron todo tipo de fortificaciones en las colianar y barrancos que rodeaban el
extremo meridional; con municiones limitadas y sin la posibilidad de recibir provisiones
o refuerzos utilizarían sus cuerpos como bazookas humanas arrojadas con
posterioridad –equipados con cinturones de 10 kilos de explosivos- bajo nuestros
tanques.
Iniciado el desembarco comandado por el general Buckner, la oposición fue tan
inexistente que el almirante Turner envió un radiotelegrama a Nimitzdiciendo que
“puede que esté loco pero parece que los japoneses han abandonado la guerra, por lo
menos en este sector”, Nimitz respondió: “borre todo después de –loco-“. Cinco días
más tarde y en las primeras estribaciones de la cordillera Kakazu topamos con la
primera línea defensiva japonesa. Mientras nuestros marines escalaban los acantilados
de casi 70 metros de altura, los defensores nos arrojaban cargas de excrementos
humanos para luchar contra ellos posteriormente y cara a cara. Ese mismo día, la flota
estadounidense sufrió, a través de una lluvia de fuego antiaéreo, el ataque masivo de
hasta trescientas aeronaves kamikazes: hundieron 36, dañaron 368 más, murieron
4.900 marineros y resultaron heridos unos 4.800 más. A bordo de las embarcaciones y
según me comentó posteriormente un corresponsal desplazado a Okinawa, “el terror
de los ataques kamikazes provocó en algunos hombres histeria, locura y crisis
nerviosas”. Incluso la Marina Imperial Japonesa desplazó hasta la isla al todopoderoso
acorazado Yamato sólo con combustible suficiente para el viaje de ida, con la
esperanza que su poderío de fuego pudiera presentar batalla a la marina
norteamericana y luego establecerse en algún punto estratégico –aún sin combustible-
para ejercer las veces de batería costera; afortunadamente apenas entró en alta mar,
fue atacado y destruido por la acción de nuestros bravos pilotos.
Larry Macdermond narró en una carta a su madre el desarrollo de la batalla terrestre
que seguiría, escribiendo que “el mero peso del potencial humano y el poder de fuego
de nuestro bando estaba causando pérdidas espantosas. Improvisamos lo que los
japoneses llamaban ataques “a caballo”, ubicándonos arriba y a horcajadas de la boca
de una cueva fortificada, arrojábamos barriles de napalm en la entrada de la cueva, los
encendíamos con granadas o balas trazadoras, y luego disparábamos a todos los que
se escapaban para no morir quemados o asfixiados. Para evitar ese final, miles de
soldados japoneses se internaron en lo más profundo de las cavernas de piedra caliza
y se mataron con granadas e inyecciones de cianuro. Mamá, pilas de cuerpos muertos
se pudrían en las húmedas cavernas”. Al parecer esta narración debe reflejar con
absulta veracidad los hechos ya que en esos mismos días Yahara escribió que “hasta
los demonios del mundo llorarían ante este espectáculo”.
Gracias a aplicaciones tecnológicas como el disparo naval dirigido por radar y a la
acción de nuestros bombardeos aéreos, la precisión de nuestras descargas sacudía
literalmente las montañas; los tanques equipados con lanzallamas –el arma que había
sentenciado la toma de Iwo Jima- escupían ardientes lenguas de gasolina gelatinosa en
las fortificaciones japonesas. A principios de junio lo que quedaba de la guarnición
japonesa trató de efectuar un contraataque. Alrededor de seis mil hombres, armados
sólo con armas de mano y lanzas de bambú, avanzaron al grito de Banzai!. Se
encontraron con “millones de proyectiles disparados desde la formidable flota: aviones
y tanques del enemigo. Todos se desvanecieron como el rocío de la mañana”,
aseveró Yahara. A finales de mes, el general Mitsuru Yahara, comandante en Okinawa,
ordenó a su asistente personal que lo decapitara tras hundirse la daga ritual
del harakiri en su propio abdomen, no sin antes ordenar que “cada hombre en estas
fortificaciones seguirá la orden de su oficial superior y luchará hasta las útlimas
consecuencias por el bien de su patria. No sufráis la vergüenza de ser hechos
prisioneros”. Muy pocos lo hicieron pero resistieron hasta el final.
El balance cerrado a fecha de hoy nos dice que los muertos o desaparecidos
americanos ascendían a 7.613, que los heridos fueron 31.807 más 26.211 bajas no
producidas en combate en la isla, además de los casi 5.000 que murieron y los 4.824
heridos en las embarcaciones. Se calculó que la proporción de bajas se situó en el 35%
y entre ellos Buckner, con el pecho partido por un fragmento de un proyectil japonés.
En el bando nipón las cifras son aún mas desalentadoras: sólo 7.000 de los 77.000
japoneses que originalmente estaban en la isla permanecían vivios. Además debemos
tener en cuenta los más de 100.000 civiles de Okinawa muertos.
Esta carnicería debe acabar, por el bien de la humanidad.
Harry S. Truman,
Capítulo LXXVIII
TRINITY
“Ahora todos somos unos hijos de puta"
Kenneth Bainbridge, director de la prueba Trinity
Washington, 15 de abril de 1945
“Dentro de cuatro meses habremos completado con toda probabilidad el arma más
aterradora jamás conocida en la historia de la humanidad, una bomba que podría
destruir una ciudad entera”. Estas fueron las palabras que Stimson y Groves utilizaron
para documentarme, tres meses antes de Trinity, sobre la investigación nuclear que,
hasta ese entonces, era un tema totalmente secreto para mi. Pero, al parecer, ya el
anterior presidente Roosevelt y su homólogo británico, Winston Churchill, han tratado
en diferentes ocasiones este tema hasta el punto que en la última visita del premier
británico a nuestra nación, ambos comentaron en Hyde Park, que “si el dispositivo
atómico estaba disponible a tiempo, podría, tal vez, después de una madura
consideración, utilizarse contra los japoneses, a quienes debería advertirse de que ese
bombardeo será reiterado hasta que se rindan”.
Las investigaciones que hace unos años realizaron los científicos Leó Szilárd, Edward
Teller(92) y Eugene Wigner, respecto al avance alemán en el campo de la energía
atómica alemán desembocaron en unas cartas que Albert Einstein(93) dirigió al por
aquel entonces presidente Franklin D. Roosevelt. El efecto más inmediato fue que el
presidente ordenó crear un Comité del Uranio a cargo de Lyman Briggs. De esa forma
se ponía en marcha un formidable esfuerzo no sólo para recuperar el tiempo perdido,
sino para superar el progreso alemán y ser la primera nación en obtener la bomba
nuclear con una fecha clave, el 9 de octubre de 1941, Roosevelt autorizó el desarrollo
concreto del arma atómica.
Albert Einstein
Old Grove Rd.
Nassau Point
Peconic, Long Island
2 de agosto de 1939
F. D. Roosevelt
Presidente de los Estdos Unidos
White House
Washington, D.C.
Señor,
Algunos recientes trabajos de E. Fermi y L. Szilard, los cuales me han sido comunicado
mendiante manuscritos, me llevan a esperar que en el futuro inmediato, el elemento
uranio puede ser convertido en una nueva e importante fuente de energía. Algunos
aspectos de la situación que se han producido parecen requerir mucha atención y, si
fuera necesario, inmediata acción de parte de la Administración. Por ello creo que es
mi deber llevar a su atención los siguientes hechos y recomendaciones.
En el curso de los últimos cuatro meses se ha hecho probable -a través del trabajo de
Loiot en Francia así como también de Fermi y Szilard en Estados Unidos- que podría
ser posible el iniciar una reacción nuclear en cadena en una gran masa de uranio, por
medio de la cual se generarían enormes cantidades de potencia y grandes cantidades
de nuevos elementos parecidos al uranio. Ahora parece casi seguro que esto podría ser
logrado en el futuro inmediato.
Este nuevo fenómeno podría utilizado para la construcción de bombas, y es concebible
-pienso que inevitable- que pueden ser construidas bombas de un nuevo tipo
extremadamente poderosas. Una sola bomba de ese tipo, llevada por un barco y
explotada en un puerto, podría muy bien destruir el puerto por completo,
conjuntamente con el territorio que lo rodea. Sin embargo, tales bombas podrían ser
demasiado pesadas para ser transportadas por aire.
Los Estados Unidos tiene muy pocas minas de uranio, con vetas de poco valor y en
cantidades moderadas. Hay muy buenas vetas en Canadá y en la ex-Checoslovaquia,
mientras que la fuente más importante de uranio está en el Congo Belga. En vista de
esta situación usted podría considerar que es deseable tener algún tipo de contacto
permanente entre la Administración y el grupo de físicos que están trabajando en
reacciones en cadena en los Estados Unidos. Una forma posible de lograrlo podría ser
comprometer en esta función a una persona de su entera confianza quien podría tal
vez servir de manera extra oficial. Sus funciones serían las siguientes:
a) Estar en contacto con el Departamento de Gobierno, manteniéndolos informados de
los próximos desarrollos, y hacer recomendaciones para las acciones de Gobierno,
poniendo particular atención en los problemas de asegurar el suministro de mineral de
uranio para los Estados Unidos.
b) acelerar el trabajo experimental, que en estos momentos se efectúa con los
presupuestos limitados de los laboratorios de las universidades, con el suministro de
fondos. Si esos fondos fueran necesarios con contactos con personas privadas que
estuvieran dispuestas a hacer contribuciones para esta causa, y tal vez obteniendo
cooperación de laboratorios industriales que tuvieran el equipo necesario.
Tengo entendido que Alemania actualmente ha detenido la venta de uranio de las
minas de Checoslovaquia, las cuales han sido tomadas. Puede pensarse que Alemania
ha hecho tan claras acciones, porque el hijo del Sub Secretario de Estado Alemán, von
Weizacker, está asignado al Instituto Kaiser Wilheln de Berlín, donde algunos de los
trabajos americanos están siendo duplicados.
Su seguro servidor
A. Einstein,
- - -
Desde diferentes centros de investigación y universidades, se desarrollaron programas
independientes(94) los cuales no permitieron a las 130.000 personas empleadas,
deducir el resultado final y compilado de todos los éxitos conseguidos –la revelación
del objetivo atómico era considerado alto secreto de estado-. Lo que se tejió fue un
complejo sistema de investigación que tomado aisladamente no significaba gran cosa
pero reunido bajo un mismo prisma, permitía acercar los Estados Unidos a la
consecución final de un artefacto atómico. Así, el rebautizado Proyecto Manhattan –
bajo dirección de Julius Robert Oppenheimer(95) -, reunía el resultado positivo en la
obtención de isótopos de plutonio obtenido en Oak Ridge y Hanford; también los
cálculos sobre neutrones de alta velocidad por parte de Arthur Holly –y el
propio Oppenheimer-, incluso los de la difusión de neutrones e hidrodinámica
de Robert Serber. Otros nombres de especial relevancia, que me gustaría hacer
constar incluirían necesariamente a Eduard Teller, Hans Bethe(96), Enrico
Fermi(97) y Richard Feynman(98).
Trinity ha constituído una apuesta en el mundo del juego; en ocasiones perdemos unos
centavos, en otras algunos empeñan su casa; esta vez algunos albergaban el temor a
que la explosión de un artilugio como el que nos ocupa pudiera activar lo que Eduard
Teller describió como “una posibilidad de que la bomba atómica pudiera incendiar la
atmósfera al desencadenar la hipotética reacción de fusión del nitrógeno”, la cual
figuraba en el Reporte LA-602. Afortunadamente para el planeta, hoy sabemos que sus
miedos eran infundados. Semanas antes habían testeado en el desierto
de Alamogordo(99)(Nuevo México) el correcto funcionamiento de los instrumentos
mediante la detonación de 100 toneladas de TNT.
Pero el magno estruendo no llegaría hasta las 05:29h de la madrugada, cuando se hizo
explosionar el artefacto atómico que se había dispuesto en lo alto de una torreta de
acero de 20 metros. La maquinaria explotó con una energía equivalente a 19 kilotones
dejando un cráter en el desierto de 3 metros de profundidad y 330 metros de ancho.
Las montañas circundantes se iluminaron durante 1 o 2 segundos y el estampido de la
explosión tardó 40 segundos en alcanzar a los observadores; la onda de choque pudo
sentirse a 160 kilómetros de distancia y la nube alcanzó los 12 kilómetros de altura. La
arena del desierto –principalmente compuesta por sílica- se derritió formando cristales
de color verde claro. La milicia de la zona se encargó de justificar la explosión como de
accidental en un área de deshechos de municiones. Robert Oppenheimer declaró los
versos de Bhagavad Gita, “Ahora me he convertido en La Muerte, Destructora de
Mundos”, Richard Feynman afirmó que fue el único que se atrevió a contemplar la
explosión sin las gafas de protección y sólo tras el cristal de un camión.
Harry S. Truman,
- - -
(92) Teller fue nombrado décadas más tarde como director del Laboratorio Nacional
Lawrence Livermore y fue uno de los principales defensores de la llamada “Guerra de
las Galaxias” o “Iniciativa de Defensa Estratégica Conjunta”
(93) Al ver el efecto de las bombas atómicas, el científicio germanoamericano declaró
que “debería quemarme los dedos con los que escribí aquella primera carta a
Roosevelt”
(94) Inicialmente en las universidades de Chicago y California y posteriormente con el
apoyo de centros de investigación de Richland (Hanford Engineer Works), Berkeley
(Radiation Laboratory), Inyokern (Project Camel), Monticello (Vanadium Corp.),
Wendover (Project Alberta), Uravan (US Vanadium Corp.), Ames (Project Ames),
Chicago (Metallurgical Laboratoy), Sylacauga (Alabama Ornance Works) y Rochester
(Health Project)
(95) Se opuso a la utilización del arma nuclear después de la guerra
(96) Importante teórico del proyecto y director de la división técnica
(97) Huído de su Italia natal, fue el creador de la primera pila atómica en la
Universidad de Chicago
(98) Responsable e la división teórica y de los cálculos por ordenador
(99) El área fue declarada Monumento Histórico Nacional en 1975 y es accesible al
público durante el primer sábado de abril y octubre. Aún existe una pequeña radiación
residual en el sitio. El monumento Trinity, formado por una roca áspera y oscura en
forma de obelisco de alrededor de 12 pies de alto marca el hipocentro de la explosión
Capítulo LXXIX
LA HORA DE LAS DECISIONES
“Si vas a usar la fuerza militar, tienes que usar una fuerza militar arrolladora.
Toda guerra es inmoral, y si dejas que esto te influya, no eres un buen soldado"
Palabras del general Curtis Lemay recogidas por Robert McNamara en The
Angeles Times
Washington, 5 de mayo de 1945
Hace 4 días me reuní con los jefes de Estado Mayor Conjunto para tratar de la
planificación necesaria para el desarrollo de los desembarcos masivos
enKyushu previstos para este otoño, cuyo nombre en clave es Olimpic; si asombramos
al mundo con Overlord, Olimpic está destinado a empequeñecer el Dia-D. Pero mi
principal intención ha sido, además de obtener una idea aproximada del desarrollo de
la operación, intercambiar opiniones con los máximos responsables de nuestro poderío
militar en relación a los costes, en vidas humanas, que la invasión de las islas
centrales de Japón ocasionará por parte de nuestras tropas terrestres
norteamericanas. La coincidencia en el juicio ha sido absoluta, “los japoneses lucharán
con una ferocidad inquebrantable para defender sus islas principales”; pero eso no me
ha bastado así que, tras presionar convenientemente a algunos altos mandos para que
la estimación fuera más precisa. Marshall ha proyectado unas pérdidas que “no
deberían exceder el precio que hemos pagado en Luzón”, es decir, unas 31.000 bajas.
Otros militares creen interpretar la valoración en cifras no menores de 63.000 bajas
americanas si tomáramos como referencia el % de bajas asumido en Okinawa (un
35%). Tres divisiones japonesas resistieron –casi 100 días- a una fuerza
norteamericana que representaba, por lo menos, el doble de los defensores.
Leahy, en un gesto de valentía que agradezco, interrumpió las banas elucubraciones
de un colaborador para opinar que “por lo menos 268.000 norteamericanos terminarán
muertos o heridos sobre el supuesto de concentrar una fuerza de invasión no menor de
750.000 soldados”; además ha añadido su temor “de que nuestra insistencia en una
rendición incondicional sólo tenga como resultado desesperar a japoneses y por tanto
aumentar nuestras listas de bajas”. Sus fundamentos no admiten duda alguna: No
menos de 14 divisiones japonesas esperan en Kyushu, es decir, casi 350.000 soldados
dispuestos a sacrificar sus vidas. Japón dispone de más de 2.000.000 de hombres
movilizados por sus islas centrales a los que debemos sumar 4.000.000 reservistas. El
Alto Mando japonés ha reservado 5.000 aviones kamikaze dispuestos a efectuar
ataques a la desesperada. El planteamiento deLeahy fue apoyado por el subsecretario
de Guerra, John J. McCloy quien afirmó expresivamente que “deberíamos hacernos
examinar la cabeza sino exploramos algún otro método por el que podamos terminar
esta guerra que no sea otro ataque y desembarco convencional”; McCloy mencionó dos
vías alternativas que consideraban la modificación de la fórmula de “rendición
incondicional” y/o informar a los japoneses sobre nuestra próxima disponibilidad de la
bomba atómica.
Apoyé y aprobé la Operación Olímpic pero quise dejar públicamente clara mi
disposición a “que hubiera una posibilidad de evitar un Okinawa de un extremo de
Japón a otro”. Y es que el clamor popular que desde amplios círculos de la sociedad
norteamericana me solicitan –con justificada razón- que el conflicto finalice, de una vez
por todas, la sangría de vidas humanas. Así, lo que entre Roosevelt y Churchill(101) se
citaba como “una madura consideración”, hoy por hoy es un encadenamiento de
procesos automáticos (investigación, desarrollo, prueba y ejecución en campo de
batalla) que sólo el presidente puede suspender pero que sólo debería hacerlo si fuera
un presidente irresponsable.
Reunido un Comité Interino, se ha adoptado comunicarme la conclusión de “que la
bomba deberá ser utilizada contra Japón tan pronto como sea posible, que sea
utilizada en una planta de producción bélica rodeada de hogares de los trabajadores y
que sea utilizada sin ninguna advertencia previa”. Contra estas conclusiones
destacaría, por lo contundente de sus planteamientos a contracorriente que viene
realizando Stimson, que “Japón es susceptible a la razón. No son una nación
compuesta exclusivamente por fanáticos dementes de una mentalidad completamente
diferente a la nuestra”. Según él –y pudiera no faltarle la razón-, el impacto del poder
atómico les proporcionaría una excusa a los líderes políticios más liberales para que
éstos se impusieran a la rama más beligerante, tomando el poder y negociar una paz
honrosa. Aún así, la discusión ha finalizado cuando he dictaminado que “considero la
bomba como una arma militar y jamás he tenido ninguna duda alguna de que debe ser
utilizada”.
De todas formas, hemos aceptado su recomendación de eliminar de la lista de posibles
ciudades candidatas a recibir el primer impacto atómico, la población de Kyoto por
considerarse un centro de arte, cultura y de la más antigüa tradición japonesa; sería
difícil superar el rencor acumulado que la destrucción de este lugar pudiera despertar
en lo que, ahora parece un día muy lejano, deberán ser nuestros vecinos.
Que Dios nos ampare
Harry S. Truman,
- - -
(100) La fecha histórica se sitúa en el 18 de junio de 1945
(101) Winston Churchill declaró posteriormente que “el hecho histórico sigue siendo, y
deberá ser juzgado en una época posterior, que la decisión de si utilizar o no la bomba
atómica para forzar la rendición de Japón jamás fue una cuestión sujeta a debate.
Había un acuerdo unánime, automático y sin objecciones alrededor de nuestra mesa;
tampoco oí jamás la más mínima sugerencia de que deberíamos actuar de otras
maneras”
Capítulo LXXX
CAMINOS PARALELOS
“Es mi deseo que los pueblos aprendan a convivr en paz, respeto y libertad.
Ya sea caminando, hombro con hombro o de la mano"
Harry S. Truman en un mensaje radiado a Catalunya, Euskadi y España
Boston, 23 de mayo de 1945
Cuando a finales del 1942 nuestras tropas liberaron del nazismo –en su vertiente
española- a la península ibérica, todos pensaban que el proceso de normalización sería
largo y complicado. Las tropas destacadas allí para mantener la paz entre sus
habitantes nos han reportado puntualmente los sucesos acaecidos y, ante nuestra
sorpresa, los peores presagios se han disipado. El espírtiu de supervivencia de los
ciudadanos crea nuevas fortalezas en sus espíritus y cuanto mayor ha sido el daño
sufrido, mayor es la necesidad de recuperar los viejos valores de la libertad, la paz, el
respeto y la firmeza de las convicciones.
Desde el primer día fue voluntad de Roosevelt liberar a todas las naciones oprimidas
de la tierra en aras a un desarrollo social, económico, político y cultural y
concretamente en el caso español, el presidente fallecido albergaba la esperanza de
rehacer sus errores pasados cuando el dictador ganó la guerra civil con una manifiesta
superioridad militar abastecida por la Alemania nazi sin que los Aliados hicieran
esfuerzo alguno en defender un régimen democrático. Sus más estrechos consejeros
recuerdan como, tras la triumfal liberación, comentaba que había llegado el momento
de buscar “soluciones imaginativas y realistas” al problema de estructura interna de
España que venía repitiéndose siglo tras siglo. Ya no puede tratarse de imponer ningún
modelo, sino todo al contrario: esparcir la mejor de las semillas que cada pueblo
alberga para que estos se desarrollen, colaborando los unos con los otros, desde las
propias raíces. Nuestra labor debe ser la de dotar a los pueblos de costumbres
recuperadas que hoy perdidas; el caso alemán, italiano o español serán complicados
ya que los régimenes totalitarios dispusieron de largos periodos de tiempo para
adoctrinar a sus secuaces y atemorizar a la población, pero nosotros les enseñaremos
el poder de su opinión, la libertad de culto, la libertad de prensa, el voto, la igualdad
de derechos, etc. Hoy ha llegado el momento de mostrar al mundo los beneficios que
los aliados somos capaces de ofrecer. Las largas sesiones –casi maratonianas- que
nuestros asesores políticos han mantenido con las fuerzas vivas –y supervivientes,
nunca mejor dicho- de la política del terror ejercida por Franco y sus seguidores
durante el periodo comprendido entre su victoria militar y nuestros desembarcos de
liberación, han fructificado finalmente en un acuerdo para la estabilización de la
península ibérica. Militarmente también es del interés de nuestros aliados consolidar
definitivamente la plataforma ibérica y así concentrar todas nuestras fuerzas en el
frente japonés o peor aún, el que se adivina partirá nuevamente la vieja Europa.
Durante la pasada semana los más altos cargos de nuestra Administración, así como la
delegación británica, hemos asistido a una serie de actos de proclamación en
Barcelona, Bilbao y Madrid, oficializando la creación, como naciones de pleno derecho
en el ordenamiento internacional, de Catalunya y Euskadi y el restablecimiento de la
legítima España Republicana, existente antes de la rebelión militar. Las negociaciones
han incluído hasta los más mínimos detalles, así los himnos nacionales, las respectivas
banderas y la composición de los primeros gobiernos –en espera de elecciones
democráticas- han sido revisados y aprobados por los Estados Unidos, como no podía
ser de otra manera.
Nuestra intención inicial es no repetir los errores del pasado; no podemos limitarnos a
ganar una guerra y volvernos a casa con la esperanza que los europeos sean lo
suficientemente responsables como para no requerir una nueva intervención. Ahora
estableceremos la configuración que a nuestro criterio y en base a la experiencia
vivida, sea más factible para un futuro próspero y duradero. Potenciaremos un plan de
choque para reconstruir y dotar a las diferentes naciones europeas bajo nuestra
influencia del mayor plan económico que la humanidad haya presenciado (Plan
Marshall). Además animaremos a los países a unirse en una forma de agrupación
política y económica la cual anteponga el desarrollo común, por encima de intereses
locales, y así fomentar un clima basado en el crecimiento basado en la potencialidad y
no en una hipotética acción militar o el resurgimiento del estado como represor de los
designios de la población (Unión Europea). Daremos voz y voto a todas las naciones
revivifcando la Sociedad de Naciones (Organización de Naciones Unidas), pero esta
vez, le otorgaremos instrumentos coercitivos para hacer cumplir –si hiciera falta, por la
fuerza- sus resoluciones. El aislacionismo se deshizo como lo hace un azucarillo en una
taza de café cuando el imperio nipón atacó nuestra nación. Mi principal interés es
evitar que las causas que provocaron esta desastrosa política se repitan, así pues
deberemos estrechar relaciones con todos aquellos primeros ministros o presidentes de
las naciones que en un futuro compondrán Europa, empezando por el General De
Gaulle, el premier Winston Churchill, el President Companys, el Presidente Manuel
Azaña y el Lehendakari Joseba Andoni Aguirre.
También hemos establecido acuerdos diplomáticos en todos aquellos países que
estratégicamente tengan una importancia militar inagurando así una nueva política
de Permanencia Efectiva. Esas nuevas bases militares se dotarán de todos los recursos
logísticos para mantener a diferentes unidades americanas que se encargarán de hacer
cumplir los tratados que se establezcan así como el de tener una presencia militar
directa en diferentes puntos del planeta donde en un futuro próximo o lejano, fuera
requerida nuestra presencia o, en el peor de los casos, nuestra intervención directa.
Las poblaciones de Vic en Catalunya, Gasteiz en Euskadi, Madrid, Bétera, Sevilla y
Santiago de Compostela en España serán las primeras en acoger esta experiencia con
un tamaño proporcionado a las necesidades defensivas de nuestra nación.
Patton se encargó de representar a los Estados Unidos en Euskadi y además de
remitirme un memorándum interno y secreto de las conversaciones establecidas con
los representantes de esa nación, en respuesta a mi petición, me ha remitido el
juramente utilizado por el nuevo presidente –llamado Lehendakari-, según la siguiente
descripción: Frente a la Casa de Juntas de Gernika se halla un viejo roble, símbolo de
las libertades tradicionales de Vizcaya y por extensión de todos los vascos,
llamado Gernikako Arbola o Gernikako Zuhaitza (el árbol de Guernika). Joseba Aguirre,
tremendamente tenso como reflejo de la tensión vivida en las horas previas, se dirijió
con paso firme hasta el atril dispuesto para la ocasión y proclamando solemnamente:
Jainkoaren aurrean apalik
Euzko lurganean zutunik
azaben gomutaz
Gernikako Zugaizpean
nire aginbidea ondo betetia
zin dagit
“ante Dios humillado; de pié sobre la tierra vasca, con el recuerdo de los antepasados,
bajo el árbol de Guernika, juro cumplir fielmente mi mandato”. Era la misma fórmula
que la utilizada el 7 de octubre de 1936.
Eisenhower viajó expresamente desde la frontera alemana hasta Barcelona para asistir
el 20 de mayo a los actos en Catalunya. Hombro a hombro con el molt honorable
president, Lluís Companys i Jover quien proclamó desde el balcón de la Generalitat,
frente a una ciudad colapsada por el gentío reunido, aseveró las palabras de concordia
y respeto defendidas por Companys (“només des dels nostres cors podem perdonar les
desgracies viscudes, només des de la llibertat podem conviure tots plegats. Catalans!
Ara és hora de mirar endavant!”). Ike quiso añadir que, “si cada pueblo tiene derecho
a elegir su futuro, con la misma obligación deberá ser responsable de sus éxitos y sus
fracasos. Los Estados Unidos esperan que el futuro que se avecina sea provechoso
para esta nación y ofrecemos nuestra colaboración más estrecha. El odio, la represión
y los asesinatos quedaron atrás y hoy podemos proclamar que la libertad,
nuevamente, ha vencido”. Ya sabía yo que el viejo Dwight no podría evitar la tentación
de un discurso ante una situación tan agradecida.
Finalmente, Churchill en persona se brindó a hacer acto de presencia en la ceremónia
de la España Republicana. El encuentro sirvió para afianzar los lazos diplomáticos,
seriamente dañados durante la guerra civil española, alcanzándose el primer acuerdo
de la nueva República; a partir de ese momento, Gran Bretaña consideraría a la
España Republicana uno de los países preferenciales en cuanto a colaboración
económica, financiera y geoestratégica. Además, Sir Winston, accedía a tratar bajo la
tutela de los Estados Unidos la cuestión del peñón de Gibraltar y a estudiar un posible
uso compartido. Si bien debo reconocer que el nuevo marco que la península ibérica
ofrecía a los españoles no era de su entera satisfacción, un emotivo y brillante discurso
del presidente Azaña ayudó a mitigar el sentimiento de decepción. Rogué
a Churchill que le transmitiera a Azaña mi disposición total a que mi primer viaje
presidencial fuera de los Estados Unidos tendría como destino la España Republicana
para dar confianza al pueblo español en su futuro y que, al margen de los beneficios
que recibiera por el Plan de Ayuda Europea, sin duda alguna consideraríamos un mayor
apoyo para que la España Republicana iniciara su andadura bajo unos buenos
cimientos económicos y sociales.
Paralelamente a estos, sin duda, históricos acontecimientos, las diferentes embajadas
me han facilitado los listados de las personas que a partir de hoy mismo recae la
responsabilidad del curso de sus países. Hay un detalle suficientemente expresivo de la
catástrofe que lo que ya se llama hoy, la Segunda Guerra Mundial, ha ocasionado en
nuestra civilización; en general se ha optado por mantener en los cargos aquellos
ciudadanos que ya fueron nominados antes de la eclosión del conflicto; sorprende y
aterra el importante número de ciudadanos que han debido ser substituídos a causa de
ser víctimas del odio represor. Supongo que será algo a lo que deberemos
acostumbrarnos por un tiempo.
Eusko Jaurlaritza
Lehendakari: Joseba Andoni Aguirre
Asuntos Exteriores: Eneko Bakero -en substitución del asesinado por las tropas
franquistas Xabier Alonso-
Interior: José María de Leizaola -en substitución de quien ocupaba el cargo, asesinado
por las tropas franquistas-
Marina: Joaquín de Egía
Fuerzas Armadas: Heliodoro de la Torre
Inteligencia: Juan Ajuriaenea -en substitución de quien ocupaba el cargo, asesinado
por las tropas franquistas-
Armada: Saturnino Bengoa -en substitución de quien ocupaba el cargo, asesinado por
las tropas franquistas-
Fuerza Aérea: Iñaki Urruticoetxea
Govern de Catalunya
Presidente: Lluís Companys i Jover
Asuntos Exteriores: Pere Comas i Calvet
Interior: Ventura Gassol i Rovira
Marina: Martí Esteve i Guau
Fuerzas Armadas: Josep Dencàs i Puigdollers –en substitución del asesinado por las
tropas franquistas Josep Maria Espanya i Sirat-
Inteligencia: Jordi Puig i Folch -en substitución del asesinado por las tropas franquistas
Martí Barrera i Maresma-
Armada: Manuel Corachán i García
Fuerza Aérea: Lluís Prunés i Sató
Gobierno de España
Presidente del Gobierno: Manuel Azaña Diaz
Asuntos Exteriores: Diego Martínez Barrio
Interior: Amós Salvador Carreras
Marina: Javier Hernández Alberti
Fuerzas Armadas: José Juliana y Antich –en substitución del asesinado por las tropas
franquistas Francisco Soria Ordoñez-
Inteligencia: Juan Zapatero Gonzalez -en substitución del asesinado por las tropas
franquistas Jaime de Quesada y Uriel-
Armada: Manuel Campos García
Fuerza Aérea: Roberto Padrón Sostalán –en substitución del asesinado por las tropas
franquistas Joaquín Díaz Cáceres-
Harry S. Truman,
- - -
(102) Gracias a Txakoli por su traducción al Euskera: Moltes gràcies! ¡Eskerrik asko!
(103) Se estableció como himno oficial el “Abendaren Ereserkia”, que no tiene letra
auque la utilizada sea “Gora ta Gora”: Gora ta gora Euskadi / Aintza ta aintza / Bere
goiko Jaun Onari / Areitz bat Bizkaian da / Zar, sendo, zindo / Bera ta bere lagia lakua
/ Areitz gainean dogu / Gurutza deuna / Beti geure goi buru /// Abestu gora Euskadi /
Aintza ta aintza / Bere goiko Jaun Onari
(104) Se estableció como himno oficial “Els Segadors”, cuyo texto dice así: Catalunya
triomfant / Tornarà a ser rica i plena / Endarrera aquest gent / Tan ufana i tan superba
/// Bon cop de falç! / Bon cop de falç, Defensors de la terra! / Bon cop de
falç!”[/COLOR]
(105) (104) Se estableció como himno oficial el “Himno de Riego”, nacido en febrero
de 1820 y adaptado en diferentes ocasiones. oficialmente declarado como tal en 1822,
cuyo texto dice así: Serenos y alegres / Valientes y osados / Cantemos soldados / El
himno a la lid /// De nuestros acentos / El orbe se admire / Y en nosotros mire / Los
hijos del Cid
Capítulo LXXXI
OBJETIVO HIROSHIMA
“Hay, por lo menos, una defensa ante el arma nuclear,
Una defensa que no tiene nada que ver ante nuestra voluntad de dominar a los
pueblos,
Esa defensa, sencillamente es la tolerancia, la comprensión y la inteligencia"
Harry S. Truman, presidente de los Estados Unidos
San Francisco, 8 de junio de 1945
Todo está dispuesto. Nuestros científicios han sido capaces de preparar, en tiempo
récord, dos ingenios atómicos listos para ser lanzados. El primero de ellos, bautizado
como Little Boy, basada en isótopos de uranio U-235, y Fat Man que utiliza el isótopo
de plutonio Pt-239. Los expertos asesores en este campo me han enviado un sucinto
informe cuyo resumen podría ser las características propias de estos ingenios. Para el
primero de ellos consta en la página cuatro que “la masa de uranio llamada subcrítica
se le añade una cantidad del mismo elemento químico para conseguir una masa crítica
que comienza a fisionar por sí misma. Al mismo tiempo se le añaden otros elementos
que potencian la creación de neutrones libres que aceleran la reacción en cadena
provocando la destrucción de un área determinada por la liberación de una onde de
destrucción masiva desencadenada por la liberación de neutrones, que estos, a su vez,
se encargan de provocar una reacción bioquímica que es fatal para el ser
humano”(105).
Apunta algunos últimos detalles como que “la bomba estallará a unos 600 metros de
altura sobre el objetivo” y remata con “su funcionamiento no se a testeado ya que las
pruebas de Trinity se basaban en una bomba de plutonio, por lo que su fiabilidad es
alta aunque no definitiva”.
Fat Man representará un grado de destrucción parecido, sino mayor, ya que según
consta a partir de las páginas 55 en adelante, “se rodea la masa fisionable de
explosivos convencionales, especialmente diseñados para comprimir el plutonio, de
forma que una bola de plutonio del tamaño de una pelota de tenis se convierte, casi al
instante, en el equivalente a una canica, aumentando increíblemente la densidad del
material que entra, instantáneamente, en una reacción de fisión nuclear descontrolada,
provocando la explosión y la destrucción total dentro de un perímetro
limitado”(106). Fat Manexplosionará a 550 metros de altura y mide 3,25mts. de
longitud, 1,52mts. de diámetro, pesa 4.545kgs y tiene una potencia de 25 kilotones.
- - -
TOP SECRET
E.O. 11652, Secs 3(E) and 5(D) or (E)
NND 73003
7 de Junio de 1945
Para: General Carl Spaatz
Comandante General
Fuerzas Aéreas Estratégicas de Estados Unidos
1. El Grupo Mixto 509 de la 20 Fuerza Aéra lanzará la primera bomba especial,
después del 9 de junio de 1945, tan pronto como el clima permita el bombardeo visual,
en uno de los siguientes blancos: Hiroshima, Kokura, Nugata y Nagasaki.
Acompañarán al avión de bombardeo otros aviones que llevarán personal científico civil
y militar del Departamento de Guerra, para observar y registrar los efectos de la
explosión de la bomba. Los aviones de observación se mantendrán a varias millas de
distancia del punto de impacto de la bomba.
2. Bombas adicionales serán lanzadas en los blancos mencionados tan pronto sean
alistadas por el personal del proyecto. Serán emitidas instrucciones adicionales
relacionadas con blancos diferentes a los listados arriba.
3. La difusión de toda o parte de la información relacionada con el uso del arma contra
Japón es reservada a la Secretaría de Guerra y al Presidente de los Estados Unidos.
Los comandantes no emitirán comunicados ni informes relacionados con este asunto
sin previa autorización. Cualquier notícias sobre este asunto será enviada a
Departamento de Guerra para su debida autorización.
4. La directriz que precede es emitida y enviada a usted por orden y con la aprobación
del Secretario de Guerra y del Jefe de Estado Mayor General de Estados Unidos. Es
deseable que usted entregue personalmente una copia de esta directriz al General
MacArthur y una copia al Almirante Nimitz para su información.
Thos T. Handy
General G.S.C.
Acting Chief of Staff
Copia: General Groves
- - -
Finalmente he firmado la aprobación de los diferentes objetivos nucleares que se han
propuesto en función de múltiples factores, industriales, militares, humanos,
estratégicos, etc… también he enviado la orden de bombardeo atómico, imprescindible
para continuar con la operación. Siento sobre mis hombros todo el peso de los millones
de víctimas que esta guerra nos ha ocasionado, de los centenares de vidas que esta
acción sesgará, pero también las de sus conciudadanos que podrían morir y las de
nuestros compatriotas que salvarán las suyas. Solo puedo esperar no equivocarme y
que esto, aún siendo un acto cruel, ayude a salvar muchas más vidas y a construir un
futuro en paz y libertad.
Que Dios nos ampare
Harry S. Truman,
- - -
(105) Información obtenida de http://es.wikipedia.org/wiki/Bomba_at%C3%B3mica.
Por su contenido técnico y concreto se ha optado por no modificar el texto
(106) Información obtenida de http://es.wikipedia.org/wiki/Bomba_at%C3%B3mica.
Por su contenido técnico y concreto se ha optado por no modificar el texto
Capítulo LXXXII
LITTLE BOY
San Francisco, 10 de junio de 1945
Capítulo LXXXIII
GROUND ZERO(1)
San Francisco, 10 de junio de 1945
Capítulo LXXXIV
DAY AFTER(1)
San Francisco, 11 de junio de 1945
Capítulo LXXXV
FAT MAN
San Francisco, 13 de junio de 1945
Capítulo LXXXVI
GROUND ZERO(2)
San Francisco, 13 de junio de 1945
Capítulo LXXXVII
DAY AFTER(2)
San Francisco, 14 de junio de 1945
Capítulo LXXXVIII
CUMPLIR ORDENES NUNCA FUE FACIL
“Oh Dios mío, qué hemos hecho"
Capitán Robert Lewis, copiloto del Enola Gay
San Francisco, 16 de junio de 1945
Nada en esta guerra está improvisado. Tan pronto como supimos que las primeras
bombas atómicas estarían disponibles en los próximos meses, la fuerza aérea sabía
que suya sería la de ejecutar dicha misión y atacar el corazón de Japón. Así, un año
antes varias tripulaciones de los recién estrenados B-29 se incorporaron a un
programa muy estricto de entrenamiento que incluía navegación solitaria y bombardeo
de precisión a gran altura. Si bien muchos miembros de las tripulaciones se
preguntaban para qué se les exijía una preparación así, nadie alcanzó a adivinar el
objetivo final, ni tan siquiera el arma que sería de aplicación.
Superados todos los entrenamientos, los doce miembros de la tripulación volaron a
través del Pacífico hasta la base aérea de Tinian. Fueron aislados de cualquier contacto
exterior y aguardaron unas órdenes que llegarían a primera hora del 9 de junio de
1945. Pocas acciones militares tendrían una repercusión tan grande en el transcurso
de una guerra y por ello utilizaré este diario, preciado legado del anterior presidente,
para reflejar cuantos detalles me han sido comunicados –por pequeños e
insignificantes que éstos sean- dado su seguro gran valor histórico futuro.
Mi primera sorpresa es descubrir la extraña relación que ha mantenido unidos a estos
doce hombres hasta conducirlos a cumplir, fielmente, las órdenes recibidas. La tensión,
el aprecido, el compañerismo y en contadas ocasiones, la rivalidad han conducido al
éxito de la misión. Tibbets, comandante de la misión, elijió a un brillante piloto –
aunque con fama de indisciplinado y loco-, llamado Lewis –más conocido como el
“Irlandés Indomable”-, ya tenía un curriculum plagado de acciones descontroladas,
como cuando robó un avión para acudir a una boda. Tibbets suele decir de Lewis que
“Bob tiene 24 años pero aparenta 14. Rompe todas las reglas”, pero al tiempo admitía
que lo había seleccionado porque “es el mejor piloto que puedo conseguir”.
Cuando elejimos el aparato que iba a transportas a Little Boy nos decantamos por el
aparato de Lewis, pero éste tuvo que ceder su puesto de piloto aTibbets ya que ése
sería el comandante de la misión. Si ya le hizo poca gracia este hecho, menos aún
encontrar, horas antes del despegue, al bombardero rebautizado con el nombre de la
madre del comandante Tibbets, es decir Enola Gay. Lewis se personó encolerizado en
el despacho deTibbets gritándoles “a qué demonios juegas? Sabes que es mi avión y
eso no te lo permitiré”. Finalmente la sangre no llegó al río y el mando convocó a los
muchachos para informarles de la misión que se les encomendaba aunque sin
indicarles el objetivo secreto; todos quedaron impactados pero reaccionaron de la
única manera que todos esperábamos: “cumpliremos las órdenes recibidas”.
Los tripulantes que han conformado la primera misión de ataque han sido:
- Coronel Paul Tibbets, comandante de la misión y piloto
- Capitán Robert Lewis, copiloto
- Mayor Thomas Ferebee, artillero
- Capitán Theodore Van Kirk, navegante
- Teniente Jacob Beser, oficial de electrónica
- Capitán William “Deak” Parsons, encargado de lanzar la bomba
- Segundo teniente Morris R. Jeppson, ayudante del encargado de lanzar la bomba
- Sargento Joe Stiborik, radar
- Sargento George Caron, ametralladora de cola
- Sargento Wayne Duzenberry, ingeniero de vuelo
- Sargento Robert Shumard, ayudante del ingeniero de vuelo
- Soldado Richard Nelson, radio
Minutos antes de subir al bombardero, el Comandante en Jefe del Pacífico ordenó
a Tibbets aquello que tanto temen los que se embarcan en misiones peligrosas, las
consabidas cápsulas de cianuro con las siguientes y expresivas palabras, “a fin de
proteger el secreto de la bomba, ninguno de vosotros puede ser capturado vivo; si el
avión es derribado ordenará a su tripulación ingerir las cápsulas. Si alguien se niega, le
ordeno que le ejecute en el acto”. Ningún científico podía asegurar que el propio B-29
no resultara aplastado por la potencia de la onda expansiva así es que el Comandante
recomendó al piloto de forma muy militar, “una vez hayas soltado el paquete, vira y
sal de ahí como si llevaras un cohete en el culo, hijo”; una maniobra que habían tenido
ocasión de practicar en más de una ocasión aunque sin entender su necesidad, hasta
esa mañana, claro.
La disputa respecto al nombre del bombardero no había quedado atrás. Ambos no se
dirijieron la palabra durante el chequeo previo de instrumentos pero las circunstancias
forzaron la relación. El Enola Gay, cargado hasta los topes con 31.500 litros de
queroseno y el grandioso peso de su única bomba hacían del aparato un pepino
difícilmente elevable. Tibbets anotó en su informe que “no comenté que iba a
mantener el avión el mayor tiempo posible sobre la pista para ganar toda la velocidad
posible porque ví a Lewis muy inquieto”. Lo cierto es que Lewis hizo constar en el suyo
que “íbamos con mucho sobrepeso. Mientras rodábamos en la oscuridad, sabía que no
estábamos quedando sin pista. Le grité a Tibbets: “vas demasiado pesado, sube el
morro, ¡Ahora! Pero me ignoró. Así es que intenté coger los mandos y Tibbets me
ordenó: “no los toques!”. Todos sabíamos que la pista finalizaba en un acantilado y
nadie podía garantizar nuestra seguridad y la de la isla entera, dada la carga que
transportábamos; fueron momentos difíciles”.
Quizá para relajarse, Lewis escribía en un cuaderno hasta que Tibbets le preguntó qué
era eso, “escribiendo mis memorias” contestó el coopiloto, a lo que el piloto le dijo que
“no puedes hacer eso”. Lewis se dio la vuelta y siguió escribiendo constituyendo un
buen registro del vuelo(107):
[04.00h Tibbets muestra señales de haber tenido un día duro, se merece una
cabezadita
04:25h Me pasa los controles del avión
07:24h Tibbets conecta el intercomunicador para hablar con la tripulación
07:25h Tibbets nos anuncia el objetivo. Solo dice dos lacónicas palabras, “Es
Hiroshima”
08:14h El coronel nos ordena que nos coloquemos las gafas especiales Polaroid contra
el fogonazo
08:15h Las compuertas del compartimento de bombas del Enola Gay se abren y la
primera bomba atómica se libera del anclaje
08:16h A los 43 segundos del lanzamiento y tras casi seis millas de caída, la bomba ha
detonado sobre Hiroshima
08:18h Seguimos vivos]
De hecho, esos dramáticos momentos de la explosión de la bomba atómica son
narrados por otros testimonios más cercanos, de manera muy diferente, “un punto de
luz purpúrea se expandió hasta convertirse en una enorme y cegadora bola de fuego.
La temperatura del núcleo es de 50 millones de grados”. A bordo del avión, nadie dijo
nada. Tibbets como piloto escribió que “casi podía saborear el fulgor de la explosión,
tenía el sabor del plomo. La cabina de vuelo se iluminó con una extraña luz. Era como
asomarse al infierno”. Desde uno de los aviones de observación que acompañaban
al Enola Gay, Gary Litman narra que “la llegada de la onda de choque fue como recibir
una masa de aire tan comprimida que parecía sólida”. Tibbets y Lewis(108)se agarraron
fuertemente a los mandos ascendiendo rápidamente. El hongo atómico alcanzó una
milla de altura y su base era un caldero burbujeante, un hervidero en llamas.
La historia oficial hablará de las primeras palabras, mezcla de asombro y terror, del
coopiloto del Enola Gay(109), el capitán Robert Lewis, “Oh Dios mío, qué hemos hecho”,
pero los comentarios escuchados por el puesto de control y seguimiento fueron “Uau,
menudo pepinazo!”, todo un ejemplo de lo políticamente incorrecto y que será
convenientemente corregido(110).
Pese a mantener todos los canales abiertos, ninguna comunicación llegó del Japón
durante los días siguientes al impacto atómico. Todos estábamos convencidos que el
desastre material, humano y psicólogico forzarían a la rama más belicosa a deponer
las armas y entregar el país. Pero nada de eso parecía suceder, así es que autoricé la
realización del segundo ataque atómico de la historia de la humanidad. Siguiendo el
mismo procedimiento que el utilizado pocas horas antes, reunimos a la tripulación
dispuesta e impartimos las órdenes pertinentes. Los nombres del siguiente equipo
quedará por siempre registrado:
- Mayor Charles Sweenye, comandante de la misión y piloto
- Teniente primero Charles Albury, coopiloto
- Capitán James Van Pelt Jr., navegante
- Capitán Kermit Beahan, bombardero
- Teniente Jacob Beses, oficial de electrónica
- Sargento Ed Buckly, operador de radar
- Sargento Abe Spitzer, operador de radar
- Sargento John Kuharek, ingeniero de vuelo
- Sargento Raymond Gallagher, ayudante del ingeniero de vuelo
- Sargento Albert Dehart, artillero de cola
- Comandante Frederick Ashworth, armero
- Segundo teniente Fred Olivi, tercer piloto
Debíamos jugar contra la fatalidad; una vez revelado el objetivo primario, Nigata, a la
tripulación del Bockscar, las condiciones meteorológicas –intensa lluvia- protegieron a
los habitantes de dicha ciudad por tanto fue necesario escoger entre los objetivos
secundarios. El siguiente marcado era Kokurapero, en este caso la intensa niebla
guardó las vidas de sus ciudadanos. La falta de combustible después de realizar un
largo viaje de aproximación, empezaba a suponer un problema que podía hacer
fracasar la operación de ataque. La ayuda del avión meteorológico Great Artist resultó
fundamental al informar al comandante Sweeney de las buenas condiciones
sobre Nagasaki y su fábrica de armas de Mitsubishi, deliberadamente libre de
bombardeos anteriores. Lo único que preocupaba al piloto era conseguir efectuar el
lanzamiento de una sóla pasada; no había combustible para más. La aproximación
mostró un cielo cerrado de nubes y se optó por substituir el bombardeo visual por el
asistido por radar.
La bomba(111) falló por una distancia considerable y esa desviación implicó una caída
cerca del valle de Urakami, mucho más cerca del núcleo habitado que del objetivo
industrial. Por ello las muertes(112) serán mucho más elevadas, comparativamente,
que en el primer ataque atómico. Ha sido tal el impacto de horror que hasta la fecha,
nadie ha sido capaz de inspeccionar la zona.
Que Dios nos perdone algún día.
Harry S. Truman,
- - -
(107) Años más tarde, Lewis vendió aquel diario de abordo por 37.000 dólares. Hoy en
día nadie sabe quien es el propietario, pero su valor, sin duda, sería astronómico
(108) La llegada de la tripulación a los Estados Unidos no fue, en modo alguno, un
recibimiento con honores. Muy al contrario, las críticas llovieron sobre los militares
llegando incluso a ser amenazados de muerte. Con el dinero recogido por Lewis con la
venta de su diario se compró su primer mármol con el que esculpir temar religiosos
destacándo entre todas la llamada “el viento divino sobre Hiroshima”.
(109) La fortaleza volante Enola Gay se exhibe en el Smithsonian Air and Space
Museum de Dulles, Washington D.C.
(110) En el ataque sobre Hiroshima murieron por efecto directo de la bomba, un total
de 80.000 civiles de entre los 320.000 presentes en la población en el momento de la
explosión
(111) Se tardó una semana en inspeccionar Nagasaki cuando la ciudad ya era un
osario silencioso
(112) Resultaron directamente muertos por la acción de la bomba unas 75.000
personas de un total de 240.000 habitantes a los que hay que añadir unos 140.000
más por efecto de las enfermedades y heridas de la primera radiación
Capítulo LXXXIX
RENDICIÓN
“Toda matanza ha acabado,
Llegaremos a ser adultos después de todo!"
Larry Edwin, soldado de la 45ª División de Infantería estacionada en
Reims y a punto de ser transferida al Pacífico
San Francisco, 25 de junio de 1945
La mañana siguiente al segundo ataque atómico, esta vez sobre Nagasaki, el Alto
Mando japonés por fin se convenció que los Estados Unidos estaban en disposición de
efectuar un ataque de esta índole, de forma continuada y sostenible, hasta acabar con
la vida en su isla. De hecho, pocas horas antes, había solicitado a Oppenheimer que
tomara “todas las medidas necesarias en relación a disponer de más artefactos
atómicos a la mayor brevedad posible”. Cuando hablé telefónicamente con Douglas
MacArthur –quien todavía estaba conmocionado por el efecto devastador de la nueva
arma-, le comuniqué que “cuántas pruebas de superioridad necesitan estos japoneses
para rendirse?. Sin duda alguna no habrán más oportunidades, el próximo objetivo
será Tokyo”.
Entre las filas japonesas, el desconcierto y las discusiones han sido en los últimos días,
terribles. Muchos de ellos abogaron por presentar la rendición después del ataque
a Hiroshima. Cuando la Unión Soviética comunicó, horas despues, su entrada en
guerra contra Japón -en un nuevo intento de someter por desesperación a ese país-
, Suzuki, Togo y el Ministro de Marina se mostraron ya enteramente a favor de aceptar
la Declaración de Paz con la única condición que se salvaguardara el sistema imperial;
pero el Ministro de la Guerra y los jefes de Estado Mayor del Ejército y la Armada
pidieron además tres condiciones innegociables: no se realizaría ninguna ocupación
militar del Japón, las fuerzas armadas se desarmarían solas y los juicios a criminales
de guerra tendrían que ser llevados a cabo por triunales japoneses. Aún en esas
peculiares circunstancias parecía imposible haber escuchado al jefe del Ejército
proclamar que “Japón todavía no ha sido derrotado; somos capaces de destruir la
mayor parte de cualquier ejército invasor. No hay ninguna duda de que el pueblo
japonés se lanzará al combate”.
El lanzamiento de Fat Man sobre Nagasaki –o cualquiera de sus dos anteriores
objetivos primarios- era un hecho ya decidido incluso antes de conocer las
afirmaciones y exigencias descabelladas de los irresponsables dirigentes japoneses,
pero hoy puedo afirmar que, de saberlo, mi decisión no se hubiera visto influída en
absoluto. Con la caída de la noche del 14 de junio, el Alto Mando en pleno se reunió en
un refugio antiaéreo próximo al Palacio Imperial con la inusual presencia del
emperador. Tras comprobar el mismo Hiroito que no existía una versión unánime de la
decisión que podría tomarse, éste se puso en pié y anunció que “trago mis propias
lágrimas y doy mi sanción a la propuesta de aceptar la proclama de los Aliados”. En
esos momentos y para ayudar a clarificar las ideas a todos los presentes, nuestra
tercera flota atacó al norte de Honshu y las Kuriles; más tarde repetiríamos los
ataques sobreTokyo continuadamente. El acuerdo llegó a nuestro poder a través de
Suiza y Suecia –y comunicado a Londres, Moscú y Chingking-. De nuevo el Secretario
de Estado de los Estados Unidos, James Byrnes, respondió afirmativamente a la
propuesta puntualizando la representación testimonial y bajo órdenes aliadas del
emperador y la condición de que el pueblo japonés debería decidir en elecciones libres
sobre la categoría definitiva de dicho emperador.
Pero no todo había acabado. La cláusula de salvaguarda del emperador levantó
reacciones opuestas en mi Administración; Byrnes se quejó de porque no podía
“entender por qué ahora deberíamos ir más allá de donde estábamos dispuestos a
llegar en cualquier negociación o cuando no teníamos bomba atómica o la Unión
Soviética no estaba en guerra contra ellos”. Stimson, siempre dispuesto a una buena
lucha intelectual, esgrimió que “hay que usar al emperador para salvarnos de una
buena cantidad de sangrientas Iwo Jima y Okinawa”. Finalmente ordené que se
aceptara la petición siempre y cuando “la autoridad del emperador y del gobierno
japonés para dirigir el Estado estará sujeta al Mando Supremo de las Potencias
Aliadas”; claro como el agua.
Esta respuesta debía parecer ambigüa a los japoneses ya que algunos de ellos se
negaron a aceptarla; el siguiente suceso sería definitivo; antes pero, algunos militares
asaltaron palacios y edificios públicos a fin de secuestrar la grabación de rendición que
ya estaba preparada. Aún así, a la mañana siguiente la voz del emperador Hiroito en
persona –un Dios para el resto de mortales japoneses- se escuchó a lo largo y ancho
tanto del Japón como de las tierras conquistadas, proclamando el fín de la guerra y la
órden inmediata de alto el fuego. La guerra había acabado. Las primeras notícias
llegadas de esas lejanas tierras nos confirmaron el sometimiento de población y
militares a la Administración de la cual ya está encargando al General MacArthur –
quien tras firmar la aceptación de la rendición japonesa en calidad de Supremo
Comandante de las potencias aliadas- ya ha trasladado su residencia habitual a la
ciudad del sol naciente en calidad de Gobernador de Japón.
HIROITO,
Emperador de Japón por la Gracia del Cielo, sentado en el Trono ocupado por Su
Dinastía, sin cambio, hasta la eternidad del tiempo,
A todos aquellos que lleguen ante esta Presencia, ¡Saludos!
Nosotros, por medio de la presente, autorizamos a Mamoru Shigemitsu, Zyosanmi,
Primera Clase de la Orden Imperial del Sol Naciente, a estampar su firma, por orden y
a nombre de Nosotros Mismos y de Nuestro Gobierno, en el Instrumento de Rendición,
cuya firma es requerida por el Supremo Comandante de las Potencias Aliadas.
Por tanto testificamos, que Nosotros aquí hemos asentado nuestra firma y causado que
sea estampado el Gran Sello del Imperio. Dado en Nuestro Palacio en Tokio, el primer
día del noveno mes del veinteavo año de Showa, siendo el año dos mil seiscientos
cinco de la Ascensión del Emperador Zinmu.
Sello del Imperio. Firma de Hiroito.
Contrafirma: Naruhiko-o
Primer Ministro
Yoshihiro Umezo,
Jefe del Cuartel General del Ejército Imperial Japonés
Soemu Toyoda,
Jefe del Cuartel general de la Armada Imperial Japonesa
DECLARACIÓN
Nosotros aquí, actuando por orden de, y a nombre del Emperador de Japón, el
Gobierno Japonés, y de los Cuarteles Generales Imperiales de Japón, aceptamos los
términos establecidos en la declaración emitida por los dirigentes de los Gobiernos de
los Estados Unidos, China y la Gran Bretaña el 26 de Julio de 1945 en Postdam, y al
que posteriormente se adhirió la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, las cuatro
potencias que de aquí en adelante se referirán como las Potencias Aliadas.
Aquí proclamamos, la rendición incondicional ante las Potencias Aliadas, de los
Cuarteles Generales Imperiales y de todas las Fuerzas Armadas Japonesas y de todas
las fuerzas armadas bajo el control japonés donde quiera que se encuentren. Aquí
ordenamos a todas las fuerzas japonesas, donde quiera que se encuentren y al Pueblo
Japonés, a cesar las hostilidades de aquí en adelante, a preservar y resguardar de
daño a los barcos, aviones y la propiedad militar y civil y cumplir con todas las
demandas que puedan ser impuestas por el Supremo Comandante de la Potencias
Aliadas o por las Agencias del Gobierno Japonés bajo su dirección. Nosotros aquí
ordenamos a los Cuarteles Generales Japoneses a emitir órdenes inmediatamente a los
Comandantes de todas las Fuerzas Japonesas y a todas las fuerzas bajo control
japonés, donde quiera que se encuentren a rendirse ellos mismos y todas las fuerzas
bajo su control, incondicionalmente.
Nosotros aquí ordenamos a todos los oficiales navales, militares y civiles a obedecer y
hacer cumplir todas las proclamas, órdenes y directivas emanadas del Comandante
Supremo por las Potencias Aliadas, y a cumplir esta rendición y emitir por sí mismo o
por su autoridad las órdenes correspondientes y ordenamos a todos los oficiales a
mantenerse en sus puestos y continuar sus obligaciones no beligerantes, a menos que
sea específicamente relevado por si mismo o por la autoridad. Nosotros aquí nos
comprometemos a nombre del Emperador, del Gobierno Japonés y de sus sucesores, a
llevar a cabo todas las provisiones de la Declaración de Postdam, de buena fe, y a
ejecutar cuanta orden y cuanta acción sea emitida por el Comandante Supremo de las
Potencias Aliadas, con el propósito de dar efecto al cumplimiento de esta Declaración.
Nosotros aquí ordenamos al Gobierno Imperial Japonés y a los Cuarteles Generales
Imperiales Japoneses a liberar inmediatamente a todos los prisioneros de guerra
aliados y a los civiles internados actualmente bajo control japonés y a tomas las
medidas para su protección, cuidado, mantenimiento e inmediato transporte a los
lugares que se indiquen. La autoridad del Emperador y del Gobierno Japonés de regir
al estado estará sujeta al Comandante Supremo de las Fuerzas Aliadas, quien tomara
las medidas necesarias que crea conveniente para llevar a efecto los términos de la
rendición.
Firmado en la Bahía de Tokio, Japón a las 09:04 en el Segundo día del mes de
Setiembre de 1945.
MAMORU SHIGMITSU
Por orden y en nombre del Emperador de Japón y del Gobierno Japonés.
YOSHIJIRO UMEZU
Por orden y a nombre de los Cuarteles Generales Japoneses
Aceptado en la Bahía de Tokio, Japón a las 09:04 en el Segundo día del mes de
Setiembre de 1945, por los Estados Unidos, República de China, Reino Unido y la
Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y en interés de las demás Naciones Unidas
en guerra con el Japón.
DOUGLAS MAC ARTHUR
Comandante Supremo de las Potencias Aliadas
C. W. NIMITZ
Representante de los Estados Unidos
HSU YUNG-CH'ANG
Representante de la República de China
BRUCE FRASER
Representante del Reino Unido
KUZMA DEREVYANKO
Representante de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas
THOMAS BLAMEY
Representante de la Comunidad de Australia
L. MOORE COSGRAVE
Representante del Dominio del Canadá
JACQUES LE CLERC
Representante del Gobierno Provisional de Francia
C.E.L. HELFRICH
Representante del Reino de Holanda
LEONARD M. ISITT
Representante del Dominio de Nueva Zelandia
- - -
La ceremonia protocolaria de rendición japonesa se ha celebrado en la cubierta del
acorazado USS Missouri(113), en plena bahía de Tokyo apoyado con otros barcos de la
Tercera Flota. En representación japonesa han acudido a la cita el Ministro de
Relaciones Exteriores (en nombre del emperador), del Gobierno Imperial y de Cuartel
General Imperial. Además del citado MacArthur, también el almirante de la
flota, Chester Nimitz ha aportó su firma como representante de los Estados Unidos
más los representantes del Reino Unido, China, la Unión Soviética, Australia, Canadá,
Francia, Países Bajos y Nueva Zelanda.
Esperemos que esta nueva paz que ahora se nos torna tan extraña, sea la luz que
marque la convivencia entre los pueblos.
Querido presidente Roosevelt: Misión Cumplida!
Así lo espero, así lo creo.
Harry S. Truman,
- - -
(113) La lista completa de embarcaciones presentes en la bahía de Tokyo es:
battleships: USS Colorado (BB-45), USS Mississippi (BB-41), HMS Duke of York (17),
USS Missouri (BB-63), USS Idaho (BB-42), USS New Mexico (BB-40), USS Iowa (BB-
61), USS South Dakota (BB-57), HMS King George V (41), USS West Virginia (BB-48)
// Light Aricraft Carriers: USS Bataan (CVL-29), USS Cowpens (CVL-25) // Escort
Carriers: HMS Ruler (D.72), HMS Speaker (D.90) Salamaua // Heavy Cruisers: USS
Boston (CA-69), USS St. Paul (CA-73), USS Chicago (CA-136), HMAS Shropshire (96),
USS Quincy (CA-71) // Light Cruisers: USS Detroit (CL-8), USS Pasadena (CL-65),
HMNZS Gambia (48), USS San Diego (CL-53), HMAS Hobart (I.63), USS San Juan (CL-
54), HMS Newfoundland (59), USS Springfield (CL-66), USS Oakland (CL-95), USS
Wilkes-Barre (CL-103) // Destroyers: USS Ault (DD-698), USS Mayo (DD-422), USS
Benham (DD-796), HMAS Napier (G.97), USS Blue (DD-744), HMAS Nizam (G.38),
USS Buchanon (DD-484), USS Nicholas (DD-449), USS Caperton (DD-650), USS
Perkins (DD-877), USS Charles F. Hughes (DD-428), HMS Quality (G.62), USS
Clarence K. Bronson (DD-668), USS Robert K. Huntington (DD-781), USS Cogswell
(DD-651), USS Southerland (DD-743), USS Colahan (DD-658), USS Stockham (DD-
683), USS Cotten (DD-669), USS Taylor (DD-468), USS Cushing (DD-797), HMS
Teazer (R.23), USS De Haven (DD-727), HMS Tenacious (R.45), USS Dortch (DD-670),
HMS Terpsichore (R.33), USS Frank Knox (DD-742), USS Twining (DD-540), USS
Gatling (DD-671), USS Uhlmann (DD-687), USS Halsey Powell (DD-686), USS
Wadleigh (DD-689), USS Healy (DD-672), HMS Wager (R.98), USS Hilary P. Jones
(DD-427), USS Wallace L. Lind (DD-703), USS Ingersoll (DD-652), HMAS Warramunga
(I.44), USS Kalk (DD-611), USS Wedderburn (DD-684), USS Knapp (DD-653), HMS
Whelp (R.37), USS Lansdowne (DD-468), HMS Wizard (R.72), USS Lardner (DD-487),
USS Wren (DD-568), USS Madison (DD-425), USS Yarnell (DD-541) // Destroyer
Escorts: USS Goss (DE-444), USS Ulvert M. Moore (DE-442), USS Kendall C. Campbell
(DE-443), USS Waterman (DE-740), USS Lyman (DE-302), USS Weaver (DE-741),
USS Major (DE-796), USS William Seiverling (DE-441), USS Roberts (DE-749) //
Frigates: HMS Derg (K.257), HMAS Gascoyne (K.354) // Sloops: HMS Crane (U.23),
HMS Whimbrel (U.29) // Destroyer Minelayer: USS Gwin (DM-33), USS Thomas E.
Fraser (DM-24) // Destroyer Minesweeper: USS Ellyson (DMS-19), USS Hopkins (DMS-
13), USS Fitch (DMS-25), USS Jeffers (DMS-27), USS Gherardi (DMS-30), USS
Macomb (DMS-23), USS Hambleton (DMS-20) // Submarines: USS Archerfish (SS-
311), USS Pilotfish (SS-386), USS Cavalla (SS-244), USS Razorback (SS-394), USS
Gato (SS-212), USS Runner (SS-476), USS Haddo (SS-255), USS Sea Cat (SS-399),
USS Hake (SS-256), USS Segundo (SS-398), USS Muskallunge (SS-262), USS Tigrone
(SS-419) // Submarine Chasers: PC-466 [USS Carmil], PCE(R)-849 [USS
Somersworth], PCE-877 [USS Havre], PCE(R)-850 [USS Fairview], PCE(R)-848 //
Motor Gunboat: PGM-16, PGM-32, PGM-26 // Minesweeper: HMAS Ballarat (K.34), USS
Pochard (AM-375), HMAS Cessnock (J.175), USS Revenge (AM-110), HMAS Ipswich
(J.186), USS Token (AM-126), USS Pheasant (AM-61), USS Tumult (AM-127),
HMAS Pirie (J.189) // Auxiliary Motor Minesweeper: YMS-177, YMS-390 , YMS-268,
YMS-415 , YMS-276, YMS-426, YMS-343, YMS-441 , [USS Pelican (AMS-32)], YMS-362
[USS Hawk (AMS-17)], YMS-461 [USS Swallow (AMS-36)], YMS-371 [USS Hornbill
(AMS-19)], YMS-467 // Auxiliary Minelayer: USS Picket (ACM-8) // General
Communications Vessel: USS Ancon (AGC-4), USS Teton (AGC-14), USS Mount
Olympus (AGC-8) // High-Speed Transport: USS Barr (APD-39), USS Pavlic (APD-70),
USS Burke (APD-65), USS Reeves (APD-52),
USS Gosselin APD-126), USS Runels (APD-85) , USS Hollis APD-86), USS Sims (APD-
50) , USS Horace A. Bass APD-124), USS Wantuck (APD-125), USS John Q.
Roberts(APD-94), USS William M. Pattison (APD-104) // Tank Landing Ship: LST-567,
LST-789 , LST-648, LST-846 [USS Jennings County], LST-717, LST-1083 [USS Plumas
County], LST-718, LST-1139 // Landing Ship Dock: SS Catamount (LSD-17),
USS Shadwell (LSD-15) // Landing Craft Infantry: LCI(L)-438 , LCI(L)-469, LCI(L)-441,
LCI(L)-726, LCI(L)-450, LCI(L)-752, LCI(L)-457, LCI(L)-798, LCI(L)-458 // Medium
Landing Ship: LSM-13, LSM-290, LSM-15, LSM-362, LSM-71, LSM-368 , LSM-101 ,
LSM-371, LSM-208, LSM-419, LSM-252, LSM-488, LSM-284 // Landing Ship Vehicle:
USS Monitor (LSV-5), USS Ozark (LSV-2) // Attack Transport: USS Bosque (APA-135),
USS Highlands (APA-119), USS Botetourt (APA-136), USS Lavaca (APA 180), USS
Briscoe (APA-65), USS Lenawee (APA-195), USS Cecil (APA-96), USS Mellette (APA-
156), USS Clearfield (APA-142), USS Missoula (APA-211), USS Cullman (APA-78), USS
Rutland (APA-192), USS Darke (APA-157), USS St. Mary's (APA-126), USS Dauphin
(APA-97), USS Sherburne (APA-205), USS Deuel (APA-160), USS Sheridan (APA-51),
USS Dickens (APA-161), USS Talladega (APA-208), USS Hansford (APA-106) //
Transport: USS General Sturgis (AP-137) // Attack Cargo Ship: USS Libra (AKA-12),
USS Todd (AKA-71), USS Medea (AKA-31), USS Tolland (AKA-64), USS Pamina (AKA-
34), USS Whiteside (AKA-90), USS Sirona (AKA-43), USS Yancy (AKA-93), USS Skagit
(AKA-105) // Cargo Ship: USS Lesuth (AK-125) // Civilian Cargo Ships: St. Lawrence
Victory (US), Winthrop Victory (US) // Stores Issue Ship: USS Cybele (AKS-10) //
Repair Ship: USS Delta (AR-9) // Landing Craft Repair Ship: USS Patroclus (ARL-19) //
Oiler: USS Chiwawa (AO-68), USS Niobrara (AO-72), USS Mascoma (AO-83), USS
Tamalpais (AO-96), USS Neches (AO-47) // Civilian Oilers: Carelia (British), Fort
Wrangell (British), City of Dieppe (British), Wave King (British), Dingledale (British) //
Gasoline Tanker: USS Genesee (AOG-8) // Destroyer Tender: USS Piedmont (AD-17)
// Hospital Ship: USS Benevolence (AH-13), HMHS Tjitjalengka (Dutch), Marigold (U.S.
Army) // Seaplane Tender: USS Cumberland Sound (AV-17), USS Hamlin (AV-15) //
Small Seaplane Tender: USS Gardiners Bay (AVP-39), USS Suisun (AVP-53), USS
Mackinac (AVP-13) // Submarine Tender: USS Proteus (AS-19) // Submarine Rescue
Ship: USS Greenlet (ASR-10) // Fleet Ocean Tug: USS Moctobi (ARF-105), USS
Wenatchee (ATF-118) // Auxiliary Ocean Tug: ATA-205 [USS Sciota] // Ocean Tug Old:
USS Woodcock (ATO-145)
Capítulo XC
UN MUNDO MAS JUSTO
“No podemos esperar que la libertad inunde, por sí misma, la vieja Europa,
Hoy, todos somos responsables de ganar nuestra democracia.
Es hora que todos demos voz a nuestros anhelos"
Harry S. Truman en un mensaje radiado a la Europa liberada
San Francisco, 8 de agosto de 1945
Esta mañana todas las emisoras de Europa han emitido, lo que ha sido el primer
discurso a nivel europeo de un presidente de los Estados Unidos. En pocos minutos he
intentando extender, a pesar de las desgracias vividas, un mensaje de paz y
esperanza. Nuestra gran nación no repetirá errores pasados nuevamente; nos
implicaremos en la reconstrucción de los más perjudicados y salvaguardaremos la
democracia a lo largo del planeta, no porque sea el menos injusto de los sistemas sino
porque es el único camino que permite a las personas ser libres y, finalmente, hallar su
propia felicidad.
El fruto de ensoñaciones nacionalistas ha sido la muerte de millones de personas en
todo el globo durante los últimos seis años. El terror se ha extendido por los cinco
continentes, familias enteras han dejado de existir, otras jamás volverán a reunirse en
una misma mesa y todas conservarán un recuerdo de odio, destrucción y lágrimas…
muchas lágrimas. Sólo el sufrimiento ocasionado sería razón suficiente como para
condenar con la máxima pena a aquellos que de forma directa, por convencimiento o
mediante el acatamiento de unas órdenes moralmente inasumibles, provocaron,
incentivaron o cumplieron con los mandatos que nos han conducido hasta el estado de
depravación con el que se han caracterizado los regimenes totalitarios de España,
Italia, Alemania y Japón. Algunos de ellos fueron lo suficientemente valientes –en
realidad cobardes en su grado más miserable- como para quitarse la vida; otros fueron
ajusticiado por el pueblo que creían defender, pero muchos de ellos han sido
apresados y, contrariamente a las prácticas que aplicaron sin el menor respeto hacia la
vida humana, serán debidamente juzgados. Hace cinco días ordené que se hicieran los
preparativos necesarios para juzgar sumarísimamente a todos los responsables
alemanes de las actividades alfa en la ciudad de Nüremberg. También se actuará de
igual modo en el caso de los dirigentes japoneses, constituyéndose un tribunal especial
en Tokio durante los próximos meses. De igual manera hemos procedido con la
entrega del general rebelde, entregado al gobierno demócratico de España; finalmente
y tras algunas discusiones, Euskadi y Catalunya han decidido delegar sus acusaciones
a la representación española y sólo procederán a leer una declaración previa. Todos los
acusados tendrán derecho a una defensa justa y las penas se aplicarán de acuerdo a
las convenciones internacionales.
Pero nuestra sociedad debe dar un paso adelante, curar sus heridas y labrar su propio
futuro. Estamos seguros que la Unión Soviética cumplirá con los pactos establecidos
durante la guerra y Stalin dará voz y voto a los ciudadanos de las naciones liberadas.
Es vital para la paz del planeta conseguir un buen entendimiento entre las potencias
vencedoras y, especialmente, entre norteamericanos y soviéticos. Todos hemos sido
víctimas y vencedores del conflicto armado y tanto el Oso como De Gaulle, Churchill y
este presidente somos conscientes de los costes de confrontaciones como la que
hemos finalizado. Sólo la pobreza triunfa, sólo la vergüenza de sentirse humano
campa en los crueles terrenos que las armas abonan. Sólo nosotros somos
responsables únicos(114).
En este sentido los Aliados hemos dado los pasos oportunos para constituir la Carta de
las Naciones Unidas como planteamiento básico de las normas con las que, a nivel
internacional, los países de este mundo debemos interrelacionarnos. Como he dicho,
“la Carta que acabáis de firmar es una sólida estructura sobre la cual podremos edificar
un mundo mejor y la Historia os honrará por ello”. Los Estados Unidos no quieren
erigirse en modo alguno como nuevos tiranos de un orden mundial basado en la
injustícia y la imposición, he dejado claro que “de este conflicto han surgido naciones
militarmente poderosas, totalmente adiestradas y equipadas ahora para la guerra.
Pero no tienen derecho a dominar el mundo. Es más bien el deber de estas naciones el
de asumir las responsabilidades de dirigir la marcha de todos hacia un mundo en paz.
Es por eso por lo que hemos dispuesto aquí que la fuerza y el poderío deben emplearse
no para hacer la guerra, sino para mantener el mundo en paz y libre del temor de la
guerra(115)”. Hemos acordado el establecimiento de una sede estable en la ciudad de
New York para dar cabida a una representación de todas las naciones integradas en
este organismo.
Con la ayuda de todos.
Harry S. Truman,
- - -
(114) Línea escrita por el autor en un momento de penosa inspiración presidencial
(115) Texto perteneciente al discurso pronunciado el 26 de junio de 1945 en
la Conferencia de San Francisco que continuaba con frases tan expresivas como: Con
su propio ejemplo, las naciones poderosas del mundo deben alumbrar el camino de la
justicia internacional. Este principio es la guía espiritual por la cual se debe cumplir la
Carta; no por las palabras solamente, sino por actos concretos, continuados y de
buena voluntad. Hay un momento para hacer planes y hay otro momento para actuar.
El momento de actuar es ahora. Por lo tanto, que cada uno en su propio país y
conforme a sus propias modalidades procure la inmediata aprobación de esta Carta y
que la convierta en algo con vida. (...) Deben eliminarse las barreras comerciales
artificiales y antieconómicas con el fin de que el nivel de vida del mayor número de
gente posible sea elevado en todas las partes del mundo, pues el estar libres de la
necesidad es una de las cuatro libertades fundamentales por las cuales nos esforzamos
todas las naciones grandes y poderosas del mundo, que deben asumir la dirección en
este terreno económico como en los demás. Con este documento tenemos buenas
razones para esperar una declaración de derechos internacionales que sean aceptables
por todas las naciones del universo interesadas en ello. Esa declaración de derechos
debe ser tanto parte de la vida internacional como nuestra propia declaración de
derechos es parte de nuestra constitución. La Carta está dedicada al logro y a la
observación de los derechos humanos, y a las libertades fundamentales. A menos que
podamos lograr esos objetivos para todos los. hombres, para todas las mujeres, de
todas partes y sin distinción de raza, lengua o religión, no podemos tener paz y
seguridad permanentes. Con esta Carta, el mundo empezará a esforzarse para que
llegue el momento en que se permita que todos los seres humanos sean dignos de
vivir decentemente como gente libre. (...) Esta oportunidad muestra nuevamente la
continuidad de la Historia. Por esta Carta habéis dado realidad al ideal de ese gran
estadista de hace una generación: Wilson. Con esta Carta habéis avanzado hacia la
meta por la cual el valiente jefe de esta segunda guerra mundial trabajó, luchó y dio
su vida: Roosevelt. Con esta Carta habéis llevado a la realización los objetivos y
propósitos de muchos hombres de amplia visión en vuestros propios países y que han
dedicado sus vidas a la causa de la organización de la paz mundial. A todos nosotros, a
todos nuestros países, nos ha sido confiada ahora la labor de convertir en acción esas
palabras que habéis escrito. En nuestra acción decidida des cansan las esperanzas de
los que han caído, de los que viven ahora y de los que todavía no han nacido a las
esperanzas de un mundo de países libres, con niveles de vida apropiadamente
elevados, que trabajarán y cooperarán en una amistosa y civilizada comunidad de
naciones. Esta nueva estructura de paz se está levantando sobre sólidos cimientos. No
dejemos pasar esta oportunidad suprema para establecer el imperio mundial de la
razón, de poder crear una paz duradera bajo la guía de Dios.
Capítulo XCI
PROMESAS INCUMPLIDAS
“Nadie me prestó la menor atención cuando insistí en
la necesidad de frenar el avance incontrolado del comunismo por Europa.
Ahora deberemos ser inflexibles o acabarán por echarnos al Atlántico"
Un enfadado Winston Churchill a Truman durante su primera
visita a los Estados Unidos tras perder las elecciones ante Attlee
Washington, 15 de agosto de 1945
No ha sido una sorpresa. Joseph Stalin confirmó ayer en un discurso anti el Politburó
Central de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, su nula intención de permitir
la celebración de ningún tipo de consulta electoral a las diferentes naciones europeas y
asiáticas que fueron arrebatadas al dominio alemán. Así, Polonia, Checoslovaquia, la
República Democrática de Alemania, Hungría, Rumanía, Yugoslavia, Albania y Bulgaria
han quedado bajo el telón del silencio comunista. Sus gobiernos, en todos los casos
estalinistas –exceptuando el de Yugoslavia que se autocalifica como radical de
izquierda-, han sido designados a dedo de Stalin y planean perpetuarse en el poder en
base a una legitimidad no otorgada por el pueblo, sino por el partido único. Además,
amplias zonas de Asia también han pasado a formar parte de esa nueva y basta
frontera políticoeconómica y antigüos aliados se han pasado al lado soviético; a pesar
de los esfuerzos volcados nadie puede esperar ya recuperar China.
Definitivamente no nos hemos tomado tantas molestias ni sacrificado un número
insultante de vidas humanas como para ahora ver como la mitad del continente
europeo pasa de la dominación alemana a la soviética. Algunos de mis asesores en
política internacional me dicen, una y otra vez, que la situación actual deriva de la
tibieza con la que Roosevelt afrontó las últimas negociaciones. Otros comparten esta
opinión y sentencian que nunca debímos retirarnos tan a la ligera de las posiciones
más avanzadas conseguidas en los días previos a la rendición nazi. Probablemente
todos tengan razón pero lo único que ahora sé es que la responsabilidad es del
presidente de los Estados Unidos y que yo ocupo ese cargo, por tanto, mías serán las
decisiones.
El nivel de alerta del ejército norteamericano repartido por todo el mundo está
creciendo considerablemente. La vieja guardia de nuestra fuerza militar ha sido
llamada a Washington con la máxima urgencia; he tenido ocasión de asistir a una de
las más altas reuniones de estratégia internacional que hoy en día pudiera tener
lugar, Eisenhower, Patton, Hodges, MacArthur y Nimitz discutieron, apasionadamente
pero de forma responsable de todas las alternativas que la situación actual nos permite
pronosticar; desde la más audaz hasta la más conservadora. Serán los acontecimientos
los que nos marquen el camino a seguir.
Pero hoy en día y si la URSS no rectifica, deberemos prepararnos para un mundo capaz
de vivir con la tensión de un nuevo conflicto militar. Los Estados Unidos exijirán el
cumplimiento íntegro de todos aquellos acuerdos en pro de la libertad y la democracia.
En manos de Stalin dejo la responsabilidad de la palabra dada. En cualquier caso
estaremos prevenidos y aplicaremos una política de contención del comunismo por
todos aquellos medios que nuestros expertos consideren oportunos. Sinceramente
“creo que la política de los EEUU debe ser apoyar a los pueblos libres que están
resistiendo intentos de agresión de minorías armadas o presión exterior”(116). Daremos
todo el apoyo necesario, económico y militar, a aquellos países que vean amenazado
sustatus quo democrático y no permitiremos que unos ofrezcan a sus ciudadanos “una
vida basada en la libertad y otros en la tiranía”. Si los soviéticos piensan que estas
acciones amenazan su seguridad interna o están basadas en un objetivo
geoestratégico, no tienen más que convocarnos a una reunión de más alto nivel, en
cualquier lugar del mundo, en cualquier día del año y allí estaremos para explicar
nuestra postura y demostrar que, en su día liberamos y entregamos al mando
soviético, las provincias centrales alemanas –que pasaron a integrar la RDA-
como Lübeck, Wolfsburg, Magdeburg, Postdam, Leipzig y Dresden, además de las
províncias Checoslovacas de Ustí, Pilsen y Strakonice(118).
Mientrastanto, el Secretario de Estado norteamericano, George Marshall(119) me ha
señalado la necesidad de aportar capital para ayudar al levantamiento de la economía
europea globalmente o de lo contrario corremos el peligro de que, de forma definitiva y
por el sobreesfuerzo bélico, los millones de europeos no consigan liberarse de la
pobreza que los azota. Esta iniciativa debería ser considerada bajo el rol de inversión
con retorno, no tanto porque esperemos la devolución de los fondos aportados o de los
bienes de producción empeñados en el esfuerzo, sino en la creación de un nuevo
mercado económico que nos sería, a medio y largo plazo, de gran valor estratégico. El
desarrollo de Europa, sin duda alguna, beneficiará a los gobiernos futuros
norteamericanos, a las empresas y a todos trabajadores norteamericanos de forma
directa.
Con la ayuda de todos
Harry S. Truman,
- - -
(116) Esta frase pronunciada el 12 de marzo de 1947 ante el Congreso de los Estados
Unidos marca el inicio de lo que, con el tiempo, se conoció como la Doctrina Truman
(117) Esta afirmación fue el resultado del consejo que el senador republicano Arthur
Vandenberg realizó a Truman para conseguir que el Congreso aprobara la concesión de
400 millones de dólares para Turquía y Grecia y así permitir que sus gobiernos
resistieran a intentonas comunistas de desestabilizar el país. Según Arthur, el
presidente debía “asustar de muerte al pueblo norteamericano” y de ahí
que Truman pintara un panorama de un mundo dividido.
(118) Truman se refiere a la serie de renuncias que los Aliados han efectuado para
obtener un reparto correcto en otras partes del globo. Así entregan las províncias
mencionadas –cosa que permite la creación de la RDA o Checoslovaquia- y a cambio
los soviéticos reorganizan Yugoslavia y entregan Noruega –totalmente conquistada por
los aliados exceptuando 1 provincia clave-, y otros arreglos en Asia –Corea-.
Finamente se consigue llegar con coherencia al punto de partida de Doomsday sin que
ello signifique ningún cambio radical, sino una continuación fidedigna.
(119) En realidad, George Marshall expuso este análisis en 1947 durante una
conferencia en la Universidad de Harvard
Capítulo XCII
UN MUNDO DIVIDIDO
“Que el mundo vea en el acuerdo que hoy nace
una seria advertencia: nadie puede manipular la voluntad de los pueblos
y és su derecho defenderse ante el imperialismo capitalista
por todos los medios posibles"
Stalin ante los máximos dirigentes de los países firmantes del Pacto de
Varsovia
Washington, 18 de septiembre de 1945
Esta noche el planeta se ha partido definitivamente en dos mitades. Los gobiernos de
aquellas naciones que, bajo protección soviética, han usurpado el poder representativo
de sus ciudadanos –a los que no han permitido dar libremente su parecer-, han
firmado lo que han venido en llamar el Tratado de Amistad, Colaboración y Asistencia
Mínima –aunque sospecho que será más conocido como Pacto de Varsovia(120)-
. Edward Osubka-Morawski (Polonia),Gustav Husak (Checoslovaquia), Mátyás
Rákosi (Hungría), Josip Broz (Yugoslavia)(121), Petru Groza (Rumanía), Enver
Hoxha (Albania), Georgi Dimitrov(Bulgaria), conjuntamente con la URSS han subscrito
este acuerdo unánimemente mientras Stalin explicaba al mundo que la motivación de
dicho acuerdo se dirige hacia la cooperación de las diferentes naciones firmantes para
un mejor futuro, “en los próximos veinte años, nuestros pueblos se darán la mano
como hermanos para sembrar la riqueza del proletariado por encima de los egoísmos
que el capitalismo invasor promueve. Que nadie se atreva a violentar uno de nosotros,
o deberá hacer afrontar los riesgos que su acción implica”.
Pero lo cierto es que, a pesar de las buenas palabras utilizadas, nuestro servicio de
espionaje –últimamente muy eficiente-, nos ha remitido hace unas horas el primer
borrador, incluyendo algunas de sus cláusulas secretas, que no nos pueden conducir
más que a la seria preocupación:
CLÁUSULAS PRIVADAS DEL TRATADO
Art. 1: Las naciones firmantes del presente pacto lo realizan de forma voluntaria y en
plena representación legitima de sus pueblos
Art. 2: No se escatimarán medios ni recursos para el eficaz cumplimiento de los
términos a continuación detallados; se otorgarán todas aquellas facilidades necesarias,
con preferencia incluso de las prerrogativas que otorgara el derecho nacional
Art. 3: La cooperación en tareas de mantenimiento de la paz, la inmediata
organización en caso de ataque previsible
Art. 4: La defensa mútua en caso de que alguno de los miembros fuera atacado
Art. 5: El establecimiento de un Estado Mayor conjunto para coordinar los esfuerzos
nacionales
Art. 6: Cumplir y obligar al cumplimiento de las cláusulas anteriores aún en el caso
provenir la primera acción militar de las naciones firmantes(122)
Art. 7: El Comando Único tendrá su cuartel general en Moscú, también el Estado Mayor
Combinado y el Mando Supremo de las Fuerzas Armadas unificadas
- - -
Paradógicamente han sido los mismos soviéticos quienes nos han invitado a nombrar
una delegación con capacidad suficiente como para discutir “ciertos temas de mútuo
interés relacionados con el legítimo derecho de los pueblos a su autogobierno”, en
Viena. Francis Hudson, adjunto al asesor del Departamento de Exteriores, empezó a
vociferar –soltando todo tipo de impropelios- tan pronto como recibió el comunicado:
“porqué narices seguimos permitiendo que nos tomen el pelo desde 1943!”. Realmente
su juicio es el que define con mayor exactitud el modo de proceder de Stalin; desde su
vigorosa recuperación militar no han dejado de extender su poderío militar basado en
un equipo no muy avanzado pero fiel, bien entrenado y, por encima de todo,
tremendamente importante en volumen. Empezaron reconquistando su propio país y
han acabado plantándose a las puertas de Dinamarca, casi con acceso directo al
oceáno Atlántico y al mar Mediterráneo. Sin duda alguna los Aliados hemos consentido
ciertos excesos que ahora pagaremos. Solo quedan dos caminos: seguir cediendo ante
su agresiva política mundial o plantarnos definitivamente. Hasta hoy cabía la
esperanza remota, infundada y confiada de esperar una rectificación en la política
expansiva que siguen, pero el Tratado de Amistad, Colaboración y Asistencia
Mínima da al traste y confirma la política de hechos consumados.
He ordenado que la única respuesta a su citación sea textualmente: “Observamos con
profunda atención lo acaecido en Checoslovaquia, Yugoslavia, Hungría, Rumanía, RDA,
Albania y Bulgaría pero no vemos nada de lo nos menciona. Estaremos encantados de
aceptar su propuesta tan pronto como sean visibles los acuerdos de Chipre”. De
momento nos mantendremos atentos al desarrollo de los acontecimientos
internacionales, aseguraremos nuestras zonas de influencia e intentaremos ampliarlas
de un modo tensionado pero sin que llegue a constituirse como una seria provocación
al bando comunista; el nivel de actividad militar deberá ser restringido aún dentro de
nuestras propias fronteras y especialmente a lo largo de la nueva línea roja nacida en
el corazón de Europa(123).
Con la ayuda de todos
Harry S. Truman,
- - -
(120) El Pacto de Varsovia fue firmado en 1955 como respuesta a la OTAN, constituída
en 1949, organización que permitía el rearme de la RFA
(121) Yugoslavia no firmó el Pacto de Varsovia
(122) Las cláusulas 1, 2, 6 y 7 se han añadido por el autor
(123) Corresponde a la política que las grandes potencias vencedoras de la segunda
guerra mundial aplicaron en todo el planeta. Tensionar la cuerda para conquistar
nuevos gobiernos que simpatizasen con su ideología sin que ello supusiera algo tan
serio como para provocar un nuevo conflicto armado. Ejemplos de ello serían el apoyo
norteamericano a Afganistán tras la invasión soviética y en el otro bando, la crisis de
los misiles cubanos.
Capítulo XCIII
A LAS PUERTAS DEL ABISMO
“No esperamos que los soviéticos sean tan inconscientes
como para provocar una tercera guerra mundial
pero, si ese momento debe llegar, estaremos preparados"
Declaraciones de Truman a la prensa norteamericana
Washington, 30 de septiembre de 1945
Los últimos días se han vivido de forma muy intensa en todas las dependencias de mi
Administración. Tampoco los principales jefes de Estado Mayor han tenido muchas
horas para conciliar el sueño. La situación en la frontera que divide las dos Alemanias
es extremadamente tensa. Aunque cueste creerlo, todos los informes indican
que Stalin ha decidido dar un paso más –tras la provocativa firma del Pacto de
Varsovia- y jugar peligrosamente sus cartas; tenemos razones para pensar que se
dispone a invadir la República Federal de Alemania. Todos nuestros espías,
informantes e incluso el propio gobierno alemán, nos informan del cierre al tráfico de
amplias zonas y la militarización de infraestructuras, servicios –como las
comunicaciones o el transporte ferroviario-, instalaciones –puertos y aeropuertos- y
subministros –alimentos, agua y gasóleo en sus diferentes variantes-. De igual forma,
se ha observado un significativo aumento en el número de tropas así como un cambio
tanto en el número de ejercicios de entrenamiento como en el estado general de
alerta. Unos, cada vez más frecuentes incidentes y provocaciones, se han sucedido a lo
largo del límite territorial y, en algún caso, debemos lamentar unas bajas humanas
que parecen más buscadas que accidentales.
Conocido este planteamiento, nadie que haya cursado los estudios pertinentes en
alguna de las muchas –y excelentes- academias militares que pueblan nuestra gran
nación, podría tener la menor duda de que todos los síntomas apuntan al desarrollo de
una operación militar de alcance todavía desconocido, Sidney Souers como Director de
Inteligencia me dijo antes de entrar a la reunión que convoqué ayer: “señor
presidente, debemos salir de la reunión con los preparativos de guerra aprobados,
porque sólo de una cosa podemos estar seguros: los rusos van a empezarla”. Aunque
algunos puedan desconfiar de mi relativa poca experiencia en affaires diplomáticos
internacionales, ya antes había tratado la cuestión con George C. Marshall de manera
muy directa al comentarle que “George, mantendremos todas las vias de comunicación
abiertas hasta el último momento, pero quiero conocer las opciones militares que
podemos elegir en caso de un ataque soviético”. Yo quería que la Administración
aprobara el uso del poder atómico en Europa; todavía no había visto los planes
alternativos de respuesta que podíamos considerar en caso de una agresión militar
soviética, pero parecía claro que esa era nuestra baza más potente. Así es que la he
convocado con la máxima urgencia tomando la precaución de solicitar al
general Marshall su máximo apoyo en el objetivo de convencer a todos los convocados.
Iniciada la reunión, Henry H. Arnold ha sido el encargado de exponer sobre un gran
mapa de Europa –yo diría que brillantemente- una visión global de todos los
acontecimientos que nos ocupaban: valoraciones númericas y cualitativas, puntos
probables de despliegue, líneas de avance de tropas, apoyo aéreo y naval, etcétera. Ha
sido entonces cuando Marshall ha solicitado autorización para intervenir y ha explicado
con asombrosa crudeza las alternativas disponibles:
Señores, deben tener en cuenta que si mañana a primera hora, unidades soviéticas
cruzan la línea fronteriza en dirección al oeste, los Estados Unidos deberán considerar
las siguientes opciones:
1. Realizar un ataque nuclear de represalia sobre Moscú
2. Reorganizar nuestras tropas allí destacadas en 12 horas –una cifra récord- y
presentar batalla a los invasores
3. Replegarse ordenadamente más allá del Elba, en la vertical de Münster – Dortmund
– Strasbourg
Antes de tomar una decisión deben considerar las estimaciones realizadas por el
Departamento de Inteligencia respecto a la fuerza con que nos podemos enfrentar;
mientras que nuestros efectivos destinados en Europa no van más allá de las 50
divisiones (infantería, mecanizados, tanques), las cifras del Pacto de Varsovia se sitúan
por encima de las 250, mayoritáriamente soviéticas.
Realmente la contundencia de los datos daba poco margen de maniobra. Quizá hemos
visto ante nuestros ojos el único error de importancia geoestratégica cometido
por Roosevelt al ordenar y mi persona al hacer cumplir las órdenes de repliegue de
Europa –una vez vencida la Alemania nazi-, por el decreto 2008/45, más conocido
entre las filas por “chicos nos vamos a casa!”. Eisenhower y Churchill ya se mostraron
críticos con esta decisión al afirmar que “ahora no se trata de ganar una guerra, sino
evitar otra. Las tropas aliadas deben mantener una substantiva presencia militar en
Alemania hasta que el número panorama militar se asiente”. Pero la única obsesión
de FDR era la de evitar las causas que habían conducido al poder a los regimenes
totalitarios sin darse cuenta que el nuevo reordenamiento internacional creaba una
nueva e importante amenaza, la Unión Soviética. Tampoco se trata de eludir
responsabilidades; si bien yo sí era consciente de esta probable tensión de bloques,
confieso no haber tenido el coraje suficiente como para tomar una decisión tan
impopular como hubiera sido decretar una contra orden y obligar a permanecer lejos
de sus hogares a un número importante de chicos cuya adolescencia les ha sido
robada por una guerra que no provocaron: mea culpa.
Expuesto el problema y conocidos todos los datos de interés, sólo cabía buscar una
solución; el momento cumbre había llegado y antes de proceder a la votación, he
exijido la adopción de cualquier decisión por mayoría absoluta. Los tiempos que se nos
avecinan serán muy complicados y el sacrificio que deberemos solicitar nuevamente a
nuestro pueblo se acumulará al cansancio, al desaliento y al sufrimiento que justo
ahora empezábamos a dejar atrás. Podemos decidir luchar o retirarnos, cualquiera de
las dos opciones son legítimas, pero sea lo que fuera deberíamos estar todos de
acuerdo.
James Byrnes: Luchar
J. Edgar Hoover: Luchar
George C. Marshall: Luchar
Ernest J. King: Luchar
Frederick Vinson: Luchar
Sidney Souers: Luchar
Henry H. Arnold: Luchar
Harry S. Truman: Luchar
De igual forma y aconsejados por la cúpula militar, hemos dispuesto que la opción
válida será tomar la alternativa número 3 y replegarnos con rapidez para poder
contraatacar con las mayores garantías posibles. El bombardeo atómico de Moscú
aunque probablemente ocasionaría centenares de miles de muertos, no supondría
ningún perjuicio a los mandos del Kremlin –políticos y militares- ya que a buen seguro
estarán bien protegidos. Según a apuntado acertadamente Ernest J. King, si se
confirma que el contingente soviético nos supera ampliamente en efectivos, será mejor
guardar nuestros “pepinos nucleares” para diezmar su número en lugar de
“malgastarlos con la única utilidad de convertirnos en los mayores carniceros del siglo
XX”.
Esperamos acontecimientos.
Harry S. Truman,
Capítulo XCIV
LA TERCERA GUERRA MUNDIAL
“En marcha. Espero ver ondear la hoz y el martillo
en Roma y Paris antes de que acabe este año triunfal.
El pueblo soviético no merece menos"
Stalin en el Kremlin, dando la órden de ataque al Alto Mando
Washington, 2 de octubre de 1945
Son las cuatro y media de la madrugada. Hace poco más de quince minutos que De
Gaulle y Attlee me han llamado para informarme que las tropas rusas habían
atravesado la frontera y se dirijían hacia las posiciones aliadas. He impartido las
órdenes correspondientes y me gustaría dejar anotado que, ocurra lo que ocurra en las
próximas semanas, ya nada será igual para el mundo, si es que sobrevive a esta dura
prueba.
Que Dios nos proteja y ayude
Harry S. Truman,
Capítulo XCV
BLADENSBURG DE NUEVO
“Sino somos capaces de reorganizar nuestras tropas
y retirarnos ordenadamente, mejor será que presentemos
hoy y aquí nuestra rendición. Ahorraremos muchas vidas"
El general Patton a sus oficiales, cerca de la frontera belga
Washington, 15 de enero de 1946
En 1812 el general Robert Ross al mando de tropas británicas, saquearon y quemaron
el Congreso y la Casa Blanca obligando al presidente Madison a abandonar la capital.
Para ello tuvieron antes que aniquilar a la milicia norteamericana en la batalla de
Bladensburg, a las afueras de Washington. La derrota fue total y aquella huida, más
que retirada, pasó a la historia como las Carreras de Bladensburg. Nuestros
compatriotas juraron que algo así jamás volvería a suceder. Pero sólo han tenido que
pasar poco más de 130 años para tener que contemplar algo parecido. Desde que la
guerra contra la Unión Soviética estalló, ahora hace cuatro meses, no hemos hecho
más que dar pasos atrás, ceder instalaciones, províncias y, en ocasiones, combatir
para defender nuestras vidas. La madrugada del 2 de octubre las tropas soviéticas
realizaron, casi de forma sincronizada, multitud de ataques a lo largo de la frontera
que dividía las dos Alemanias, pero también en los límites de Korea. De inmediato, el
primer ministro alemán decretó las primeras medidas de urgencia: movilización
inmediata de todos los recursos humanos –ya de por sí muy mermados por la IIWW-,
toque de queda y militarización de todos los servicios básicos. Ofrecimos al gobierno
democrático la posibilidad de ser trasladados, conjuntamente con sus familias, a una
base segura en Inglaterra pero, conocedores del destino que aguardaba a sus
compatriotas, prefirieron rechazar amablemente nuestro ofrecimiento. Hoy ya nada
sabemos de ellos.
El mando norteamericano, prevenido desde la reunión del pasado día 30 de
septiembre, puso en marcha el plan de repliegue convenido pero la rapidez de
ejecución rusa y la contundencia de sus acciones evitó que la Operación Cielo Rojo se
desarrollara de forma ordenada y eficiente. Así, en las primeras horas se reportaron
ataques totalmente desequilibrados en relación a las fuerzas de los contendientes; en
Gottingen (18 vs 6), en Lübeck (27 vs 6), en Salzburgo (41 vs 3), en Schweinfurt (16
vs 3), en Chunchon (16 vs 4) o en la propia capital de Seoul (13 vs 3). No había pues
nada que los oficiales pudieran hacer para evitar que la moral de la tropa se
desplomara; si ya la orden de repliegue era dificil de asumir para unas unidades que
desde 1941 habían cosechado triunfo tras triunfo, realizarla en condiciones de clara
inferioridad y siendo continuamente acosados por los agresores resultó ser un
verdadero jarro de agua fría para todos. Tomamos las medidas militares y políticas que
pudimos: hablamos con los máximos dirigentes de la aún Europa libre y asumimos el
mando militar de Italia, Bélgica, Holanda y Francia con la esperanza de utilizar todas
las tropas disponibles para constituir una inquebrantable línea defensiva que, de norte
a sur, partiera en dos el continente europeo y estabilizara el avance soviético.
Decidimos entregar Alemania a la Unión Soviética y entablar negociaciones con Gran
Bretaña para tratar la posibilidad de que la totalidad de sus fuerzas militares se
pusieran a nuestras órdenes pero del premier Attlee tan sólo hemos obtenido un
lacónico “haré las consultas necesarias Harry, aunque mucho me temo que mi
respuesta será negativa”.
Aún así aprendimos a descubrir qué intenciones albergaba Stalin y cuales serían sus
líneas estratégicas para el conflicto. Hoy ya parece claro que si meta no se circunscribe
a Alemania sino también la totalidad del territorio que un día no muy lejano
conquistó Hitler. Además, intenta asegurarse que los recursos naturales de todo el
planeta pasen a integrarse en territorio soviético para constituirse como la única
superpotencia: ha derivado un gran número de efectivos a desalojar la ocupación
británica de puntos tan importantes como el Golfo Pérsico (petróleo) o Siria, ondeando
por primera vez en la historia la bandera de la hoz y el martillo en aguas
mediterráneas. Está en marcha una operación a nivel mundial para imponer un único
gobierno y un única visión del mundo.
Hoy Europa es un hervidero de tropas movilizándose con extremada rapidez, de
hombres dando y recibiendo órdenes, y sobretodo, de civiles que observan
silenciosamente desde sus ventanas el devenir de un futuro nuevamente amenazador.
Ninguna família está ya a salvo y si las circunstancias nos obligan a ello, sus vidas
pueden darse por perdidas gracias a las ansias de poder de alguien nacido a miles de
quilómetros de sus hogares. No pueden existir reparos o dudas, debemos estar unidos
hasta el fin victorioso o hasta la derrota final; varios asesores militares y algunos de
mis colaboradores han sido substituídos por su poca confianza en nuestras
posibilidades. No necesito a nadie que me regale los oídos cada mañana pero esta gran
nación anda ávida de ideas y no de lamentaciones.
Al igual que el presidente James Madison cara a cara con el desastre de Washington,
me he propuesto restaurar nuestra dignidad y honor, prevalecer sobre cualquier
ejército invasor y preservar la libertad, la democrácia y la paz. Y así será.
Con la ayuda de Dios, o sin ella.
Harry S. Truman,
Capítulo XCVI
ENTRE DOS RÍOS
“No podemos batirnos permanentemente en retirada,
o acabarán por echarnos al mar"
El general Hodges durante una reunión en Washington
Washington, 14 de abril de 1946
Durante todo el mes de enero y gran parte de febrero, observé con creciente
preocupación como se sucedían un sinfín de reuniones entre los principales dirigentes
militares de nuestra nación. Lo que un día no muy lejano fue considerada como la
"mejor maquinaria de guerra jamás concebida", ahora se debatía en un torrente de
luchas internas, reproches, malentendidos, acusaciones, propuestas descabelladas y
planteamientos erróneos. Mientrastanto, el avance soviético era lento pero imparable y
la consolidación de sus posiciones, casi total. La inoperancia era la mejor y más exacta
forma de definir esa situación y, por tanto, debíamos enfrentarnos a los resultados de
tanta irresponsabilididad; en el campo de batalla no hacíamos más que retroceder y
entregar metro a metro. Generales como Eisenhower, Patton o el
mismísimo Nimitz abordaban, sin ton ni son, multitud de diferentes planes de guerra:
desde la reconquista de Europa al estilo D-Day, hasta la apertura de un nuevo frente
en la península de Korea. A buen seguro que alguna de las alternativas planteadas
serían válidas, tarde o temprano, total o parcialmente, pero uno no podía dejar de
mostrar mi enfado -por lo menos en círculos privados-, ante la tremenda disparidad de
acciones y absoluta ausencia de un claro planteamiento estratégico.
Nunca como ahora en toda la historia de nuestra gloriosa nación habíamos tenido tan
magna y apremiante necesidad de hallar un líder militar capaz de asumir el liderazgo
total y dar un autoritario golpe sobre la mesa para impartir las directrices claras al
respecto de lo que cada uno de nosotros -desde este presidencia hasta el último
vendedor de helados de California- debieramos hacer en pro de nuestra lucha contra la
agresión soviética. Hemos perdido aquel admirable espíritu colectivo que nos unió
frente a Hitler. Quizá el pueblo esté agotado después de tantos años de lucha
continuada, quizá, en alguna parte del camino hayamos extraviado lo que un día nos
llevó hasta la victoria: nuestra fe. Debo confesar -y sólo lo haré en este diario privado-
que he llegado a dudar de la capacidad de aquellos que hasta no hace mucho se
mostraban como el grupo más relevante de cualquier ejército jamás conocido. Algunas
veces me quedaba observando los semblantes serios con los que topaba tras las
cotidianas reuniones de la Junta de Estado Mayor; significativamente recuerdo la faz
descompuesta del general Geiger -una de las personas más optimistas que conozco- el
pasado día 15 de febrero: "presidente, no sabemos por donde empezar", confesó; las
cosas no podían pintar peor. Incluso en algunos departamentos se planteaban el
realizar una exhaustiva revisión de todos los medios militares; todos temíamos
fundamentalmente que la experiencia en el combate europeo acumulada por los
soviéticos -resistencia y conquista- les hubiera llevado a alcanzar un nuevo escalón en
su nivel logístico y un desarrollo más evolucionado de nuevas doctrinas terrestres y
aéreas que les llevaran a ser muy superiores a los nuestros. Todo estaba en
entredicho... hasta que cené en Youngstown.
Resultará paradógico pero a menudo, el presidente de los Estados Unidos de America -
una de las personas com mayor poder en todo el mundo-, no tiene la capacidad de
seleccionar a sus comensales de mesa. En alguna ocasión había cruzado alguna broma
con el presidente Roosevelt cuando éste me relataba que en una ocasión intentó, de
forma infructuosa, que un amigo suyo de la infancia se sentara a su lado durante una
cena en Detroit; el pobre acabó comiendo en una mesa individual al lado de la cocina.
Sea como fuere, estoy convencido que aquella pasada noche del 25 de febrero
supondrá necesariamente un antes y un después para esta nación. A mi izquierda
tomó asiento una de las mentes más privilegiadas de Westpoint, tanto en el plano
táctico como estratégico, Charles McCormick. Gran amigo de los principales mandos
militares que en la prestigiosa Academia Militar se habían formado desde
1930, McCormick contaba con el aprecio y el respeto de la totalidad del generalato
norteamericano, incluso con el de aquellos más rebeldes como el incombustible Patton.
Tras librarme de los rigores que la cortesía impone y departir cortésmente con mis
acompañantes de mes, tuve la oportunidad de escuchar uno de los más brillantes
análisis de la situación mundial. En sólo media hora -por lo menos, a mi me pareció
esa duración-, McCormick fue detallando, con absoluta precisión, los principales retos a
los que nos enfrentábamos. Charles es una de esas personas capaces de hacer
comprender a cualquier neófito el tema más enrevesado: "los efectivos soviéticos nos
superan ampliamente en número en cualquier frente del planeta; en unas pocas
semanas han tomado la recién formada RFA, también Austria y Dinamarca caerá
definitivamente en los próximos días; el norte de Italia ha sucumbido diviendo a las
tropas aliadas en dos frentes que se cortan por Suiza; no creo que debamos
plantearnos de forma seria la defensa del Benelux. Los países de la Europa del Este no
han asumido un papel activo pero han dado toda la cobertura logística necesaria como
para apoyar decisivamente a las tropas soviéticas, por ello debemos considerarlos
también enemigos de facto. Yugoslavia ha aprovechado el tirón soviético para tomar el
mediterráneo orienta y amenazar -en una perfecta operación de tenaza con los rusos-
a Turquía. Finalmente, nuestras tropas destacadas en la península de Korea han sido
desalojadas hasta tener que buscar refugio en Japón. Señor presidente, sino
conseguimos cambiar la tendencia, a medio plazo no quedará un solo soldado aliado ni
en Europa ni en Asia". Es sorprendente como uno puede olvidar la perspectiva general
cuando se sumerge en un océano de operaciones en estudio; quizá aquí se hallara
nuestro mayor error: demasiadas Juntas de Estado Mayor considerando las
posibilidades de éxito de un desembarco aquí o de un bombardeo allí, para deternerse
por un instante y considerar la situación globalmente. Y el resultado ha resultado ser
suficientemente esclarecedor: estamos perdiendo esta guerra de forma indiscutible.
Todo el país sabe que si por algo me caracterizo es por la determinación con la que
cumplo mis obligaciones. A la mañana siguiente y tras cancelar todos mis planes, me
desplacé hasta Cleveland para volar de urgencia hasta Washington; al tiempo,
convocaba una reunión de emergencia para reunir en la capital del estado a todos los
líderes militares allí presentes. Excepcionalmente -la ocasión lo merecía- acudí sin
ningún asesor, tan solo acompañado porCharles McCormick y puedo decir que estoy
convencido de haber cambiado las tornas. Con extraordinaria sencillez y con el respeto
que dan los argumentos incontestables, el viejo militar, antiguo profesor de casi todos
ellos, aunó bajo su liderazgo a la flor y nata del ejército norteamericano; aquellos
hombres que representaban el espíritu luchador de un ejército nacido del pueblo para
ganar su independencia, de aquellos soldados victoriosos de un conflicto contra los
rebeldes del sur, aquellos muchachos que ofrecieron sus vidas en la gran guerra y la
segunda guerra mundial; en definitiva, hombres que darían hasta la última gota de sus
vidas para defender la libertad y la democracia.
Así lo espero y creo.
Harry S. Truman,
Capítulo XCVII
BOLONIA, 1946
“Ustedes están defendiendo la causa de la democracia,
pero nosotros luchamos por nuestras casas, por nuestras tierras,
por nuestra gente, por nuestra historia"
El teniente Di Patterno en una conversación telefónica con el general Collins
Washington, 21 de abril de 1946
Entre los ríos Reno y Sávena, al borde los Apeninos. La llamada Ciudad Roja por el
color de los techos de sus casas y por la valentía de sus ciudadanos contra la
ocupación fascista en la pasada segunda Guerra Mundial. La conocida en todo el
mundo como Bolona la Docta por tener la universidad más antigua de toda Europa
fundada en 1088 o incluso Bolona la Gorda, mote amigable con el que –por su
excelente cocina- la bautizaron recientemente los soldados norteamericanos allí
destacados; diferentes formas de conocer a la bella ciudad de Bolonia. Y es que el
viejo continente y especialmente las fantásticas ciudades italianas albergan en su
propio espíritu aquello que los Estados Unidos siempre envidiarán: un pasado plagado
de historia por mucha tradición que podamos contemplar de nuestras universidades y
academias, está claro que nunca podremos competir con aquellos recintos que un día
albergaron a Petrarca, Dante Alighieri, Thomas Becket, Erasmo o Nicolás Copérnico;
una quimera fuera de nuestro alcance.
Pero todo eso desapareció como por arte de magia el pasado 12 de febrero cuando el
mariscal de campo ruso Gorov decidió que había llegado el momento de ampliar las
fronteras soviéticas. Hasta ese instante, las tropas aliadas conseguían mantener un
precario equilibrio, un tour de forcé entre dos ejércitos distribuidos entre pueblos y
ciudades en zonas montañosas. Nuestros mercantes y barcos de transporte partían, en
un doble turno, desde el puerto de New York, transportando material bélico y tropas
hasta el puerto francés de Bordeaux; desde allí cruzaban el sur de Francia –siguiendo
la frontera natural de los Pirineos- hasta la provincia de Perpignan donde embarcaban
nuevamente en la flota mediterránea aliada que los depositaba –en menos de un par
de días- en suelo italiano; según las necesidades en Genova, Florencia o La Spezia.
Todo un largo viaje para intentar igualar numéricamente a las tropas invasoras
soviéticas antes de que estas intentarán realizar lo que finalmente ha acabado por
suceder. El ataque ruso inicial desencadenó la ahora conocida como Primera Batalla de
Bolonia; desde sus posiciones en Milán, las tropas comandadas por Gorov lanzaron un
ataque de 30 divisiones apoyadas por el general Frolov desde Venecia. Nuestras
fuerzas se limitaban a 9 divisiones de infantería motorizada, 3 de tropas
aerotransportadas, 1 de montaña y 1 división de M4 Sherman repartidas por las
provincias e Turin, Génova, La Spezia y Ferrara, bajo el mando directo del
general Collins desde su base en La Spezia. Los combates se prolongaron más de cinco
días, el número de muertos y heridos saturaba nuestros servicios de atención médica;
los muchachos morían a docenas en las proximidades de Ponto Bianco. Cada intento
de incursión era repelida con renovadas fuerzas y tras una breve pausa, se reiniciaban
las hostilidades y vuelta a empezar. Dos días más tarde, en la carretera de acceso a
Regatto (un pequeño pueblo a 25kms de Bolonia) hallaron la muerte unos 150
soldados rusos al caer en una trampa hábilmente preparada por las tropas
norteamericanas; una zanja de 50 metros de larga, llena de material combustible y
camuflada bajo una capa de tierra. Los informes que me llegan del mando narran con
tremendo grado de realidad y crudeza las escenas vividas al describir como “esos
pobres miserables intentaban escalar los 3 metros de profundidad de la zanja y así
escapar a las llamas devoradoras, pero cualquier esfuerzo resultaba inútil; la maldad
humana –incluso la nuestra- puede ser tremendamente eficiente”. Además añade que
“ningún soldado norteamericano demostró alegría alguna al presenciar el resultado de
nuestros actos; cuerpos carbonizados, caras de terror y un horrible olor a carne
humeante eran los signos evidentes de lo que allí había sucedido”. El capitán Dayton al
mando de la operación de resistencia tuvo el cortés detalle de facilitar unas horas de
alto el fuego para hacer posible las labores de recuperación de los restos mortales;
incluso ofreció los servicios de una brigada de apoyo. El teniente soviético Vladimov,
agradeció el detalle. Más tarde he sabido que el general al mando de Italia, Collins,
preso de la ira más absoluta, reaccionó con desacostumbrada violencia al conocer el
bravo gesto de Dayton y que incluso llegó a citarlo al cuartel general considerando la
posibilidad de aplicarle una sanción disciplinaria. Todo quedó en nada tras la llamada
telefónica que McComick realizó a Collins, “no permita que sus hombres se conviertan
en animales, porque ese día, usted sólo será su carroña. Valore la eficiencia profesional
de Dayton y respete su humanidad”, le espetó con dureza.
A la vista estaba que la tremenda tensión bélica se acumulaba tanto en los mandos
como en los propios soldados. El quinto día de resistencia las tropas comandadas por
el mariscal de campo Shaposhnikov lograron abrir una brecha en el frente y
penetraron hasta el mismo centro histórico medieval apoyados por un intenso
bombardeo de precisión, en la ciudad de Bolonia. Los efectos sobre la moral de la
tropa fueron evidentes; conforme la noticia empezó a circular a última hora de la
tarde, el nivel de combate caía; así se optó por suspender los ataques de reacción que
se estaban llevando a cabo en las provincias de Milán y Venecia a fin de intentar
disminuir la contundencia del ataque que finalmente fructificó en Bolonia. Nunca ha
sido una experiencia agradable abandonar una ciudad conquistada, pero especialmente
en Italia, los sentimientos parecen maximizarse y el golpe en la moral, considerable.
Resultaba grotesco observar como se alejaba de la capital la fila interminable de
soldados norteamericanos, muchos de ellos con pañuelos sobre la boca para
protegerse contra el olor de la muerte que parecía perseguirlos. A su lado, varias
decenas de camiones se esforzaban en transportar los cuerpos de sus compañeros
caídos o heridos configurando una de las escenas más dramáticas con los que este
conflicto nos ha obsequiado.
Pero es en los momentos más difíciles cuando nacen los líderes y esta ocasión no iba a
ser una excepción. Como resultado de la caída de Bolonia en manos soviéticas, el
teniente Billing quedó aislado en la provincia de Ferrara al mando de 2 divisiones de
infantería motorizada y 1 división de M4 Sherman. La situación era tremendamente
complicada y hasta Eisenhower se ofreció -pese a los riesgos- brindó a abandonar su
estática posición en tierras holandesas y encabezar una peligrosa operación de
desembarco de emergencia. Pese a los llamamientos para evacuar, el
teniente Billing decidió mantener su posición hasta que nuestras tropas –una vez
reorganizadas- lanzáramos una operación de reconquista de Bolonia, lo que abriría las
carreteras a nuestros convoys logísticos y le permitiría obtener los preciados
suministros. Así tuvieron lugar la Segunda y Tercera Batalla de Bolonia. Cuatro días
después de haber finalizada la primera, el dispositivo soviético volvía a la carga, esta
vez jugando sobre seguro con la clara intención de borrar de la faz de la tierra a los
muchachos de Billing; a la cabeza de las operaciones detectamos al teniente
soviético Vladimov, conocido desde Regatto. Conocedores de la desesperada posición
norteamericana –y de hecho, de todo el norte de Italia-,el mando italiano accedió a
nuestras peticiones y transfirió la dirección de toda las tropas destacada en la
península de la bota; ello nos permitió preparar un rápido contraataque y –con el
apoyo de una flota de combate italiana-, enviar con rapidez una flotilla de transporte
que permitiera a Billing una huída por mar. Por dos veces trataron las tropas soviéticas
el asalto final a Ferrara y sólo, tras doce días de durísimos combates consiguieron el
éxito deseado, eso sí, a un alto precio. Podría añadir que sólo a la acción de Dios
podemos adjudicar el mérito y coraje que Billing demostró para aguantar durante casi
dos semanas un hostigamiento continuo pero debemos destacar el gran trabajo de la
aviación aliada, castigando sin cesar las primeras posiciones rusas y facilitando
suministros por vía aérea a los muchachos cercados, las continuas acciones de ataque
y repliegue en todos los frentes cercanos a la zona comprometida y también, a la
magnífica labor de protección de la flota italiana. Al parecer, el último comodín ruso
era el de torpedear a los buques de transporte una vez ellos dirigieran sus proas hacia
el puerto de Rimini.
Aún con todo, tras el tremendo empeño puesto en la defensa de nuestras posiciones
en el norte de Italia, tras tomar el mando militar de las tropas italianas, tras las
valerosas acciones del teniente Billing, lo cierto es que a día de hoy hemos tenido que
retroceder de nuevo perdiendo el control sobre una parte importante de la Europa
Mediterránea. Necesitamos reaccionar con urgencia o, paso a paso, nos encontraremos
en la defensa de Lisboa.
Que Dios nos ayude y nos guíe.
Harry S. Truman,
Capítulo XCVIII
ENCRUCIJADA NUCLEAR
“Sí, podemos ganar esta guerra,
la pregunta que debemos hacernos es: estamos dispuestos realmente a ganarla?"
El general Charles McCormick en una reunión de la Junta de Estado
Washington, 25 de abril de 1946
Hoy ha sido una jornada intensa, decepcionante y esperanzadora. Durante todo el día
he asistido a una maratoniana reunión de la Junta de Estado convocada a las cinco de
la mañana en la sala Grant de la Casa Blanca. Cuando Charles McCormick ha cerrado
personalmente la puerta de la sala le ha dicho a la secretaria que en ese momento
abandonaba nuestra presencia que “no nos interrumpa bajo ningún concepto salvo que
nuestro buen amigo Clement Attlee esté abandonando Londres porque los rusos están
llegando a Trafalgar Square”; sin duda se trataba de una pequeña broma –la única que
se ha permitido, al menos conscientemente-, pero ha sido una clara muestra de la
importancia de la sesión que nos esperaba. Con mi consentimiento
previo, McCormick ha abordado uno de los temas que más había ocupado mi mente en
las semanas previas. Estaba claro que los sucesos de los meses anteriores y
particularmente la estrategia seguida en las últimas semanas había contribuido
notoriamente a disminuir el ánimo entre el generalato y a aumentar,
substancialmente, la presión que cada uno de ellos sentía por el curso de los
acontecimientos. Era un secreto a voces que si se hubiera autorizado el uso del
armamento atómico en la provincia de Milán hace apenas un mes, cuando la totalidad
de las tropas soviéticas que ahora ocupan el norte de Italia estaban allí concentradas,
la situación europea hubiera podido variar substancialmente. Incluso en Washington
habíamos tenido ocasión de presenciar alguna escena de tensión personal entre
diferentes mandos y sólo las buenas artes diplomaticas del
experimentado McComick habían podido detener a tiempo. Así pues, los principales
responsables y mentes pensantes del ejército de los Estados Unidos –no más allá de
una veintena de individuos- reunidos con el presidente de la nación para discutir de lo
que ya se había llamado la “encrucijada nuclear”, observaban la escena con respetuosa
seriedad.
“Es un hecho evidente, que los Estados Unidos de Norteamérica disponen hoy del arma
más contundente de la historia de la humanidad. Entonces, cual es el problema que ha
evitado su entrada en el teatro de operaciones?. Está claro que el primer impedimento
pudiera haber sido de carácter moral; no conozco a ningún militar y –por supuesto- a
ningún presidente de nuestra nación que haya disfrutado matando a ciudadanos.
Personalmente confieso mis conflictos éticos cada vez que he enviado a nuestros hijos
al combate a nuestros hijos y sé positivamente que tanto a los presidentes Winslow y
Roosevelt les desagradaba la idea de luchar, pero al mismo tiempo estamos
convencidos los aquí presentes que esa es la única forma de luchar por la libertad y la
democracia y que, si ese es el único camino, lo recorreremos todos juntos, como
siempre hemos hecho. Por otra parte, para nuestro presidente Truman no es una
decisión nueva; ya tuvo la dolorosa obligación de tomarla no hace mucho en Hiroshima
y Nagasaki y aunque las víctimas fueron numerosísimas, está claro que los beneficios
superaron a las pérdidas y, probablemente, el uso de armas nucleares evitó,
objetivamente, un número mayor de víctimas.
En segundo lugar, he confirmado que tenemos plena operatividad para lanzar un
ataque nuclear o una serie de ataques nucleares en cadena, mediante nuestras dos
agrupaciones de CONUS integrada por B-29, en un máximo de 1 hora a partir de la
recepción de las órdenes. El total hoy de artefactos atómicos disponibles es de 4
ampliable en 1 unidad mas el próximo 2 de octubre de este año. Por otra parte, nos
consta que los soviéticos no estarán en condiciones de igualarnos hasta dentro de 2
años.
Por otro lado, la experiencia directa en el ámbito de la administración militar y política
me ha permitido comprobar como existen ciertos condicionantes que escapan al
terreno lógico y se instalan en el lodazal de los sentimientos. Admitamos que existen
diferencias importantes entre lanzar un pepino atómico sobre Hiroshima o hacerlo
sobre Milán; histórica, cultural y socialmente nacen impedimentos morales
comprensibles si entendemos que ha llegado el momento de reducir a cenizas lugares
tan cercanos sentimentalmente. Y créanme si admito que este precisamente ha sido
uno de los puntales principales sobre los que estoy elaborando esta exposición. Pero
finalmente debemos pensar: preferimos unas ciudades europeas milenarias bajo el
yugo del comunismo totalitarista o estamos dispuestos a adoptar las medidas
necesarias para liberarlas bajo el riesgo –alto y cierto- de tener que borrar del mapa a
algunas de ellas?. Mi respuesta final es que Sí, podemos ganar esta guerra, la
pregunta que debemos hacernos es: estamos dispuestos realmente a ganarla?. La
palabra es suya”
No recuerdo haber escuchado un mayor silencio como el experimentado cuando las
últimas sílabas de McCormick aún flotaban por encima de la mesa de roble que llenaba
la amplia sala. Quizá solo ha sido comparable a los segundos que precedieron mis
primeras palabras cuando me comunicaron que el presidente Roosevelt había fallecido,
pero si consideramos la trascendencia del momento, quizá el de hoy lo ha superado
con creces. Al instante he sabido que debía ser el presidente de los Estados Unidos
quien tomara la palabra y decidiera el rumbo de nuestro
país. Eisenhower, Patton, Collin, Nimitz,Geiger, McArthur, Bradley están en disposición
de aconsejar, dirigir, asesorar, ordenar, organizar, pero nunca podrían soportar el peso
de la decisión que de forma tan franca y abierta acababa de exponer McCormick.
Incluso sospecho ahora que muchos de ellos han dado gracias a Dios por no resultar
elegidos para la labor que Charles estaba desempeñando con la más absoluta falta de
consideración por preocupaciones accesorias como su carrera militar, su próximo
destino o su pensión. Finalmente he mirado a cada uno de ellos al tiempo que
pronunciaba la frase que todos han estado esperando: “esta es una nueva guerra
contra la tiranía y nuestra obligación es luchar con todas nuestras fuerzas y todos los
medios disponibles para obtener la victoria. Cada día leo informes donde me cuentan
el número de nuestros hijos que mueren en tierras lejanas y, como en el pasado
sucedió en Iwo Juma, Playa Juno o Berlín, no podría soportar sobre mi conciencia el
peso de saber que la no utilización del arma atómica ha llevado a la muerte a un solo
norteamericano. Soy consciente que muchas personas inocentes morirán, pero
debemos estar todos unidos para hacer que la entrega de sus vidas no haya resultado
un acto gratuito. Señores, elaboren una lista de objetivos y planes de ataque
coordinados; es ahora o nunca”.
Que Dios nos asista en estas oscuras horas.
Harry S. Truman,
Capítulo XCIX
EL ARTE DE LA GUERRA
“Que el efecto de las fuerzas sea como
el de las piedras arrojadas sobre huevos,
es una cuestión de lleno y vacío"
Tsun Tzu, Sobre la firmeza
Washington, 10 de mayo de 1946
Hace una semana, el general Stimson –que en su día había declarado que “no existía
mayor ejemplo de resistencia en la historia que la demostrada por el pueblo de la
Unión Soviética”-, se presentó en mi despacho con una voluminosa carpeta. Tres horas
y varios cafés más tarde disponíamos un completo detalle de la logística necesaria para
llevar a cabo un ataque nuclear inmediato, así como una valoración aproximada del
número de bajas que dicho ataque ocasionaría entre las tropas enemigas, una
previsión –un tanto incierta y excesivamente optimista- de las bajas entre la población
civil y finalmente, de las medidas de autoprotección que nuestros soldados deberían
tomar. Además de todo ello, disponíamos de un listado de las divisiones soviéticas
destacadas en el campo de batalla, perfectamente ubicadas en un gran mapa de
Europa occidental rematado con la identificación de los militares rusos que ostentaban
el mando operativo y que responde a los siguientes datos:
EJERCITO DE TIERRA
Amsterdam: General Krasnopevtsev (9 divisiones)
Eindhoven: General Belov, General Gorvatov y Mariscal de Campo Tolbukhin (15
disiones)
Arnhem: General Cherniakhovskij, General Levandowski, General Grebionnek (7
divisiones)
Aquisgrán: Mariscal de Campo Kulik, General Gerasimov, General Chulikov (27
divisiones)
Essen: General Kazakov, General Birgukov (3 divisiones)
Saarrebücken: General Vlassov, General Koroteev, Mariscal de Campo Voronov,
General Paulov (20 divisiones)
Nuremberg: Mariscal de Campo Konev (9 divisiones)
Strasburgo: Mariscal de Campo Bogdanov (13 divisiones)
Stuttgart: Mariscal de Campo Budennij, General Golikov (18 divisiones)
Frankfurt: Mariscal de Campo Golovanov (2 divisiones)
Freiburg: General Boldin (8 divisiones)
Bolonia: General Katukov, Mariscal de Campo Gorovov, Mariscal de Campo
Shaposhnikov (26 divisiones)
Milán: General Cherevichenko, Mariscal de Campo Meretskov, Mariscal de Campo
Rybalko (18 divisiones)
EJERCITO DEL AIRE
Frankfurt: Mariscal del Aire Golovanov (3 divisiones)
Milán: General del Aire Rog (2 divisiones)
La elección resultaba harto difícil porque sabía que además de consideraciones
militares, no podía apartar de mi mente las consecuencias para la población civil
indefensa. Sea como fuere debo reconocer la gran ayuda que los mandos
norteamericanos me brindaron al realizar la serie de consideraciones tácticas que
llevaron finalmente a la única decisión posible. El general Stimson desplegó ante los
asistentes el plan de ataque que había diseñado el general Eisenhower; ese viejo zorro
sigue demostrando que sus capacidades militares siguen estando en la vanguardia de
todos los estrategas mundials y empiezo a creer que podrá –cuando así lo estime la
historia- competir en prestigio y brillantez con los más encumbrados líderes militares.
La idea de Ike era bien sencilla: utilzar el poder del arma atómica para eliminar las 40
divisiones enemigas destacadas en el norte de Italia. En caso de lograr las exigentes
metas que el plan requería –en coordinación de diferentes tipologías de tropas de los
ejércitos de tierra, mar y aire-, sin duda estábamos ante la más ambiciosa operación
jamás planteada. En conversación telefónica con Eisenhower –que se encontraba aún
en los alrededores de la ciudad belga de Brujas- éste me aseguró que “sin la menor
sombra de duda, confío plenamente en el ejército de los Estados Unidos y como
creyente estoy convencido que Dios sabrá demostrarnos toda su infinita compasión; el
bien mayor debe prevalecer”. Así pues, en definitiva el plan era realmente sencillo en
su concepción pero complicado en su ejecución; McCormick creyó ver en su diseño una
maestría sólo comparable con aquelNapoleón que conquistó toda Europa; “lo mejor
que tiene Ike es que nunca olvida los orígenes básicos de todo plan militar”. El plan
quedaba dividido en tres etapas; si por algún motivo no se conseguía completar cada
uno de los pasos establecidos, apenas se podía garantizar la supervivencia de las
tropas implicadas, con lo que probablemente deberíamos abandonar el flanco sur
europeo con consecuencias imprevisibles. Más aún, el general Bradleyya embarcado
hacia Ferrara nos advirtió –enfáticamente- que cualquier retraso o descoordinación en
su ejecucción nos llevaría al mismo callejón sin salida, “señor presidente, espero que
esos vecinos suizos empeñados en su enfermiza neutralidad contagien a nuestras
tropas su legendaria puntualidad, de lo contrario nos veremos en Lisboa”. Stimson fue
detallando las ideas básicas del plan de guerra y respondiendo contundentemente a
nuestras dudas para, acabar, mostrándonos el orden de batalla:
ORDEN DE BATALLA, ITALIA 1946
Básicamente toda la operación se reducía a asestar un terrible golpe a las tropas
ubicadas en Milán, para acto seguido y con una serie de rápidos movimientos, dejar
aislado el cuerpo principal del destacamento soviético localizado en Bolonia. Un
impacto atómico directo sobre la ciudad del Duomodebería eliminar, casi por completo,
las 18 divisiones que allí se encontraban, al tiempo que se suprimirían importantes
mandos del ejército ruso, a saber, el General Cherevichenko y los Mariscales de
Campo Meretskov y Rybalko. Una hora después de registrarse el ataque y cuando las
notícias de dicha acción aún fueran confusas, tres divisiones de paracaidistas serían
arrojados sobre Ferrara para tomar el control de inmediato en una operación
relámpago; el éxito de esta segunda fase no residiría tanto en tomar los puntos clave
de la ciudad como el de abrir el puerto a las tropas de desembarco que estarían
esperando frente a sus costas. Su principal objetivo sería el de resistir el más que
probable contraataque que desde Bolonia y Venecia realizaría el ejército rojo. Tres
horas después de la explosión nuclear –es decir, dos horas despues de que los
primeros paracaidistas saltaran sobre Ferrara- el primer destacamento norteamericano
–debidamente protegido de las radiaciones- debería ocupar Milán y de esta forma
aislar por completo a los Mariscales de Campo Gorovov y Shaposhnikov y al
General Katukov en Bolonia. Pasadas unas cuantas horas más, todo estaría dispuesto
para afrontar el ataque definitivo sobre dicha ciudad con el apoyo del bombardeo
costero por parte de la marina y el bombardeo de castigo de nuestras fuerzas aéreas
con la colaboración de las italianas. Cuando todo estuvo ultimado, convoqué a los
ministros de mi gabinete para una reunión de emergencia donde fueron informados –a
grandes pinceladas- de la operación que estaba a punto de poner en marcha. De
común acuerdo enviamos por conducto diplomático a través de nuestra embajada en
Finlandia, una petición a nuestro exaliado y actual enemigo Stalin, informándole que
sino ordenaba un alto el fuego verificable a lo largo del planeta, los aliados
emprenderían una acción contundente que sólo marcaría el principio de nuestras
acciones decididas. Sin duda alguna, Joseph conoce el grado de desarrollo de nuestras
armas y de hecho, semanas después de haber finalizado la Segunda Guerra Mundial
me confesó personalmente –entre oleadas de efluvios alcohólicas- que “cuando leí los
primeros informes que mis servicios de inteligencia me hicieron llegar tras los ataques
a Hiroshima y Nagasaki, comprendí que debíamos llevarnos bien”; “quien lo diría!”
exclamé al comentar el tema con mis asesores a tenor de la arrogante actitud que
había llevado al premier ruso a grandes beneficios diplomáticos en las conferencias de
paz que posteriormente mantuvimos.
La madrugada del 28 de febrero al 1 de mayo, toda la maquinaria militar de los
Estados Unidos –informados todos nuestros aliados de forma general- se puso en
marcha para desarrollar algo que, con sinceridad, todos consideraban factible sobre el
papel pero casi imposible sobre el terreno. McCormick me comentó en la sala desde la
cual, un reducido número de militares y asesores seguimos el curso de los
acontecimientos, que “debemos estar preparados para subsanar cualquier incidencia
porque cualquier militar sabe que sobre los mapas, todos podemos ser Gengis Khan,
pero con demasiada frecuencia, no superamos a Cayo Terencio Varrón(124)”. Pese a
nuestras prevenciones y como si contáramos con el apoyo del buen Dios, toda la
planificación elaborada por Eisenhower se cumplió casi de forma milimétrica. El
Mariscal del Aire, Arnold H. despegó puntualmente desde Marsella para asestar el
tremendo golpe; el mal tiempo reinante en la zona casi le obligó a lanzar el artefacto
atómico por instrumentos en lugar de la seguridad que ofrece la observación visual de
la zona cero; también las tres divisiones aéreas de transporte –comandados por los
generales de escuadrón Maddox, Blakeslee yZykowski- despegaron sin problemas
desde Turín pero a punto estuvieron de lanzar fuera de objetivo a las valientes
divisiones de paracaidistas de los generales de división Adams, Sorenson y Bluemel.
Gracias a Dios, los posteriores ataques comandados por los generales Collins
J.L. y Handy no sufrieron mayores dificultades logísticas.
Sin duda alguna el éxito resulta hoy amargo. Centenares de vidas inocentes se han
perdido para siempre, ciudadanos italianos y soldados soviéticos se han evaporado en
un instante. Debo agradecer profundamente el telegrama que el Primer
Ministro Attlee me ha hecho llegar y es hoy cuando sus palabras me reconfortan con
mayor intensidad "a veces somos prisioneros de nuestras obligaciones. Me consta que
usted es solo una buena persona a quien los imponderables de este asqueroso destino
ha colocado al frente de una gran nación. Desdichadamente el amor que sentimos por
nuestras naciones y por la libertad de cada individuo nos lleva a decisiones
rechazables; mi Alto Mando y yo mismo he tenido que enviar a chavales británicos a
una muerte casi segura solo por cuestiones tácticas. Cada vez que ello sucede nadie
siente la menor satisfacción. Solo espero que la paz caiga de una vez sobre la tierra.
Esta noche todo el pueblo británico rezará por usted, señor presidente".
Que Dios nos asista en estas oscuras horas.
Harry S. Truman,
- - -
(124) Cayo Terencio Varrón fue el cónsul romano enviado por el Senado para luchas
contra Aníbal. Pereció estrepitosamente en la batalla de Cannas en agosto de 216
antes de Cristo
Capítulo C
EARTHQUAKE
“Los puentes han caído, los incendios inundado la ciudad,
la gente corría de un lado para otro y todo parecía colapsarse"
Dick Riordan, alcalde de Los Angeles(125)
Washington, 15 de mayo de 1946
Seis días atrás, la gran ciudad de Los Ángeles sufrió el terremoto más grande de la
historia de los Estados Unidos si obviamos aquel que a principios de siglo XX destruyó
la ciudad de San Francisco. El de hace unos días, causó miles de millones de dólares
en daños a hogares, hospitales, escuelas y negocios. Volé hacia allí a la mañana
siguiente con James Lee Witt, director de la Agencia Federal de Gestión de
Emergencias (AFGE), para valorar los daños, que incluyen la reconstrucción de un
largo tramo de carretera interestatal que se ha partido por completo. Al día siguiente,
casi todo el gabinete y yo nos reunimos con el alcalde, Dick Riordam, y otros dirigentes
estatales y locales en el hangar de un aeropuerto, en Burbank, para diseñar el plan de
emergencias. Gracias a un excelente trabajo en equipo, la recuperación se llevará a
cabo con rapidez. La reconstrucción de la autopista principal se podrá realizar en
aproximadamente 3 meses; la AFGE proporcionará ayudas financieras a más de
600.000 famílias y empresas y se reconstruirán miles de hogares y de negocios gracias
a los préstamos de la Agencia de la Pequeña y Mediana Empresa. Todo el esfuerzo
costará más de 8.000 millones de dólares en ayudas directas. Me he sentido
angustiado por los californianos; ha sido aquella una de las zonas más castigadas por
la recesión y por el recorte de gasto social y durante el pasado verano sufrieron una
importante ola de incendios y ahora esto. Uno de los funcionarios locales bromeó
diciendo que sólo les faltaba una plaga de langostas; supongo que por un momento
ese señor había olvidado las grandes penurias del violento periodo que nos ha tocado
vivir(126).
No hay que decir que las alarmas se dispararon en toda la costa oeste; el sistema de
defensa costero avisó a todos sus miembros de permiso que se reincorporaran con
máxima urgencia al servicio activo. Las fuerzas aéreas estadounidenses se desplegaron
y todos los aparatos disponibles iniciaron actividades de patrulla y el estado mayor, de
forma automática y dentro de las atribuciones que les confiere la Ley de Seguridad
Nacional, elevaron –con mi autorización- el Estado de Defensa (DEFCON) en un grado.
Por unas horas todos temimos que nuestro viejo amigo Stalin hubiera conseguido el
arma atómica y lo que en un principio parecía un simple –pero importante- terremoto,
pudiera convertirse en un ataque nuclear contra Los Ángeles. Pánico es una palabra
demasiado fuerte –aunque exacta- para describir lo que, por unos instantes, se ha
vivido en la Casa Blanca. Pero creo que rápidamente hemos tomado las medidas
oportunas y hemos aprovechado la experiencia para fortalecer nuestro sistema de
autoprotección.Tarde o temprano los rusos dispondrán de una arma de similares
características que la bomba atómica y dado que nuestro servicio de inteligencia militar
nos da un margen no superior a los dos años, debemos prepararnos ahora o de lo
contrario pudiera ser demasiado tarde. Una simple reunión con Charles McCormick fue
suficiente para marcar las primeras medidas a tomar: “Lo primero es su seguridad
personal y, por extensión, la de los miembros de su gabinete. Debemos asegurarnos
que la opción de un ataque nuclear sobre la Casa Blanca con el fin de descabezar de
un solo golpe al poder ejecutivo de los Estados Unidos, sea algo imposible. Señor
Presidente se hace imprescindible la construcción de un refugio atómico seguro,
debidamente provisto y vigilado, a una distancia de acceso corta y dotaremos a su
guardia de personal especializado en evacuaciones. También edificaremos un
entramado de refugios a lo largo del país para su uso personal y el de diferentes
personalidades. Deberemos elaborar y practicar ejercicios de evacuación nuclear. De
igual forma, el vicepresidente deberá tomar también una serie de medidas de
autoprotección al mismo nivel que las destinadas a usted”; sin duda alguna, la
eficiencia con la que nuestros militares se toman su trabajo es digna de admiración.
De entre todo el amplio listado de primeras decisiones tomadas –con las que se creará
un protocolo de actuación- yo destacaría la creación delComando de Defensa del
Espacio Aéreo Norteamericano (NORAD)(127) como organización destinada a ocuparse
del control de cuantas agresiones –de este y otros tipos- podamos sufrir en el futuro.
Para ello se ha aprobado una partida especial de urgencia a cargo de los presupuestos
generales del Estado –con el beneplácito del Departamento del Tesoro- con los que
iniciaremos la construcción del Centro de Operaciones de Combate (COC) al que
situaremos fuera del alcance de cualquier agresión –fundamentalmente por acción de
bombardeo nuclear- enterrado bajo las montañas de Cheyenne en una ubicación que
se mantendrá en secreto. Se ha designado al General Laurence S. Kuter como
comandante del NORAD y al Teniente General Robert M. Lee como el segundo de
abordo, ellos serán los responsables de impulsar dicha organización (128). Asimismo,
se ha destinado al general Doolittle al mando de una división de bombarderos B-29
Superfortress con órdenes textuales de “a partir del momento en que el Presidente de
los Estados Unidos –o en su defecto el siguiente responsable en la cadena de mando-
le confirme la existencia de una clara amenaza de ataque nuclear sobre territorio
norteamericano, deberá tomar las medidas necesarias para que en las siguientes dos
horas, la capital de la URSS reciba un ataque atómico”. Dado que actualmente no
disponemos de ninguna base militar que se sitúe directamente a menos de las dos
horas requeridas para la misión de castigo, el generalDoolittle ha dispuesto –
acertadamente- que en misión de vigilancia continua, vuelen las 24 horas del día los
efectivos de la fuerza aérea suficiente, como para responder positivamente a la luz
verde nuclear. También reforzaremos y mejoraremos nuestras instalaciones de
detección aérea situadas en todos los puntos que conforman nuestro perímetro
exterior de defensa; iniciaremos las acciones diplomáticas destianadas a ampliar ese
perímetro con la colaboración de nuestros aliados (Canadá, Japón, México e Islandia).
Con la ayuda del buen Dios.
Harry S. Truman,
- - -
(125) Dick Riordan fue realmente alcalde de Los Angeles y también vivió un gran
terremoto pero en 1994.
(126) El primer párrafo está extraído de una situación similar vivida por el
presidente Bill Clinton.
(127) En la realidad, el NORAD no fue creado hasta mayo de 1958 y el centro de
mando en la montaña de Cheyenne dos años después.
(128) Tanto Laurence S. Kuter como Robert M. Lee fueron realmente los que
supervisaron las primeras acciones de construcción del COC en Cheyenne en 1961
Capítulo CI
EL ATARDECER DE LOS TULIPANES
“Solicitamos oficialmente protección y cobijo en los Estados Unidos,
Que Dios se apiade de nuestro pueblo"
La Reina Wilhemina de Holanda al presidente Truman
Washington, 27 de mayo de 1946
Los holandeses son una peculiar clase de europeos. Hace tan solo diez dias que el
general Voronov dió orden de avanzar a la totalidad de tropas destacadas en la
frontera germano-holandesa. Tras duros combates, el peso de la superioridad
numérica volvió a imponer su ley y los aliados ingleses, holandeses, belgas, franceses
y americanos tuvimos que abandonar nuestras posiciones para replegarnos tras la
frontera francesa; llegado a este punto, el gabinete holandés –con su reina a la
cabeza- voló desde Londres hasta Washington para presentarnos sus respetos y
solicitar oficialmente cobijo. A la mañana siguiente dimitía el ejecutivo holandés y
dejaban la representación de sus intereses a la monarca; a la vez, las colonias del
sudeste asiático ofrecían la totalidad de recursos, territorios, bienes y fondos a la
causa aliada, “libre disposición de cuantos medios necesite y podamos ofrecerle” le
había dicho el gobernador holandés Ruud Van Kluitt al cónsul británico. Por su parte,
un derrumbado primer ministro holandés, Willem Schermerhorn, se hallaba ante mi.
Sentado frente a la mesa del despacho oval, me miraba con ojos enrojecidos buscando
alguna explicación a lo sucedido. “No voy a decirle que no se apure, pero puedo
prometerle que es voluntad inquebrantable de esta nación llevar nuevamente la
democracia a esa vieja Europa que tan ocupados nos mantiene en los últimos años.
Señor presidente, no desespere, la liberación llegará a su país”, acerté a pronunciar.
Habían sido unas horas muy tensas las que ese hombre había tenido que afrontar en
los últimos días. En primer lugar, la invasión soviética se había desarrollado de forma
implacable: un intenso fuego de artillería fue la primera advertencia seria que recibió el
mando aliado sobre las serias intenciones enemigas. Eisenhower y Patton empezaron a
impartir órdenes a diestro y siniestro intentando que las divisiones aliadas tomaran las
prevenciones oportunas; a pesar de ello y a las más de 500 acciones de bombardeo y
superioridad aérea con las que la fuerza áerea aliada replicó, un gran número de
tropas soviéticas iniciaron un incontenible avance hace las verdes llanuras de Holanda
y Bélgica. El terreno tampoco contribuyó en absoluto a presentar resistencia; los
campos abiertos sólo favorecieron la superioridad del agresor: “avanzamos como una
apisonadora ante miles de hormigas que huyen y no hay nada que puedan hacer para
deternernos” ha sido la descripción más exacta que nuestro sistema de escucha ha
captado del mando soviético en Europa. El plan B –siempre tenemos un plan B, por
muy estúpido que éste pueda resultar- contemplaba la posibilidad de focalizar nuestra
defensa en los grandes núcleos habitados; ciudades como Eindhoven, Amsterdam,
Brujas o Bruselas y así convertirlas en auténticas trampas mortales frente a los
soviéticos; o por lo menos eso es lo que afirmaba el general Madison del tercer cuerpo
de fusileros de Su Majestad. Afortunadamente el sentido común se impuso y, con la
previa aceptación del mando holandés y belga, se optó por organizar una retirada
ordenada tras las fronteras de Francia. Nadie en su sano juicio podría esperar obtener
la más mínima posibilidad de victoria utilizando tácticas de guerrilla urbana, “dígale a
esos orgullosos ingleses que los rusos se graduaron en ese tipo de combate por la
Universidad de Stalingrado y si creen que podemos ganarles en su propio terreno,
entonces deberán hacerlo con mi renuncia” se había atrevido a declarar el
general Smith (con escaso sentido de la jerarquía militar pero con toda la razón del
mundo). Finalmente el gobierno holandés se dirigió a todos sus compatriotas en un
emotivo mensaje radiado y ordenó el cese de cualquier actividad de resistencia a fin de
ahorrar la pérdida inútil de cualquier vida humana; recuerdo que éste finalizaba
diciendo que "solo Dios sabe si volverá a existir un nuevo futuro para todos los
holandeses, solo el destino es capaz de decirnos si habrá un mañana, aunque no
dudéis ni por un instante que si este llega, todos sabremos cómo ayudar
decisivamente a su éxito. Tot ziens!".
Una vez más hemos podido comprobar cómo no es posible ganar una guerra de este
tipo sin ser superiores en alguna de las dos variables: cantidad o
calidad. McCormick ya me había advertido cuando tomó posesión de sus
responsabilidades y ahora todos somos perfectamente conscientes de que necesitamos
un poco mas de tiempo para invertir esos factores. Según nuestros planes
estratégicos, será probable que dado el desequilibrio inicial, difícilmente consigamos
superarlos en cantidad. Es por ello que hemos orientado el aparato industrial y militar
en la modernización de la totalidad de efectivos; “el camino es la modernización;
aviones más rápidos y mejor armados, tanques superiores en alcance y logística,
soldados mejor pertrechados, dominio absoluto del mar, uso generalizado del radar…
así, así ganaremos señor Presidente” oía repetir una y otra vez a Charles.
Y la verdad es que uno asiente, consiente, permite y espera. Lo peor de todo es saber
que aún no estamos preparados para solucionar en el campo de batalla esta insultante
agresión soviética y lo único que podemos hacer por ahora es intentar mantener el tipo
y presentar cuanta resistencia nos sea posible para evitar que el yugo ruso caiga sobre
nuestra madre, Europa. Pero algunas otras veces uno quisiera poder soltar toda la
furia contenida y autorizar a mis generales a pasar al ataque y no detenerse hasta
Moscú. Necesitamos tanta paciencia como balas pero a vecer la espera es insoportable.
Con la ayuda del buen Dios.
Harry S. Truman,
- - -
(129) El general de la fotografía no es el ya legendario Voronov sino Anatoly Voronov,
vinculado a la investigación aerospacial soviética.
Capítulo CII
OPERACIÓN AEROK (I)
“La apertura de un segundo frente es fundamental,
pero solo es el principio"
El general McArthur al presidente Truman, minutos antes del inicio de la
Operación Aerok
Washington, 12 de junio de 1946
Hace pocos minutos que Charles McCormick ha recibido mi aprobación a la Operación
Aerok para la liberación de la costa asiática. Los desembarcos anfibios, apoyados por la
aviación y la marina, se llevarán a cabo a lo largo y ancho de las costas de la península
de Korea y China. Me consta que el general McArthur hace semanas que espera la luz
verde de Washington y, conociéndole como lo conozco, estoy seguro que sus oficiales
habrán tenido que aguantar sus ataques de ira.
Ahora la responsabilidad es suya, espero las primeras notícias con tensa preocupación
y, a la vez, esperanza. En manos de Dios estamos.
Harry S. Truman,
Capítulo CIII
OPERACIÓN AEROK (II)
Washington, 13 de junio de 1946
Capítulo CIV
OPERACIÓN AEROK (III)
Washington, 13 de junio de 1946
Capítulo CV
OPERACIÓN AEROK (IV)
Washington, 13 de junio de 1946
Capítulo CVI
OPERACIÓN AEROK (V)
“No se puede hacer una buena tortilla,
sin romper algunos huevos"
El teniente Kurt Steiner en una conversación privada con sus compañeros de
batallón
Washington, 23 de julio de 1946
Es dificil explicar la mezcla de sabores que la Operación Aerok nos ha proporcionado en
las últimas horas. El plan aprobado por la Junta de Jefes Operativos del Estado
Mayor se había revisado previamente por diferentes tácticos y analistas del ejército de
los Estados Unidos. Como en cualquier otra operación de envergadura, la planificación
era exhaustiva y nos esmerábamos en asegurarnos que tanto la logística como los
necesarios canales de información estuvieran perfectamente dotados. Hoy he
contactado con diferentes jefes militares de alto rango; he hablado con el mariscal de
campoDouglas McArthur y ni que decir tiene que está contento; sus chicos están en el
continente asiático después de una larga espera en Japón, “dando un poco de caña a
esos hijXX de puXX comunistas, para que aprendan”. Chester W. Nimitz se dirije en
estos momentos hacia un puerto secreto en Gran Bretaña con la esperanza de “hacerlo
tan bien como en el mar del Japón” y el general Truscott admite que “aunque no
iniciamos la Operación Aerok con buen pie, la muerte de esos chicos no será en balde;
me aseguraré personalmente de ello”. Aún así, no puedo olvidar los primeros informes
llegados a la Casa Blanca durante la madrugada del pasado 13 de junio y a los que me
referiré después.
La Operación Aerok (Korea, al revés) fue conceciba por el general Patch. Sus objetivos
se definieron con absoluta claridad: establecer bases operativas sólidas a lo largo de la
línea de costa asíatica para utilizarlas posteriormente como puntos sobre los cuales
abrir un nuevo frente y combatir el avance soviético que en esa zona era total. Los
británicos mostraron su enfado más absoluto al desarrollo de dicha Operación e
incluso, por unos días, mantuvieron firme su promesa de no facilitar ninguna clase de
apoyo a nuestras tropas. Era sabido que esperaban contar con nuestra total
colaboración para combatir la amenaza soviética situada ya a las puertas de sus
colonias en la India. Sin duda contaban con una gran parte de razón pero lo que
intenté comunicar a mi colega Attlee durante varias horas era que “una operación no
excluye la otra y si por mi fuera usted tendría al mismísimo McArthur delante del Taj
Mahal, pero señor primer ministro, vamos a abrir ese frente asiático y luego
atenderemos sus necesidades”. La conocida flema británica evitó en el último
momento lo que parecía una quiebra definitiva en la confianza entre aliados, a Dios
gracias. Los desembarcos anfibios nunca han sido acciones fáciles de coordinar. Tal y
como me comentaba McCormick en cierta ocasión, “siempre hay una corriente que
intenta desviar el rumbo de una flota de asalto anfibio, una tormenta que impide el
bombardeo previo, una avería en los cañones principales de los buques de guerra que
merma su poderío de fuego, un mapa incorrecto, un reloj mal sincronizado, un
teniente incompetente, un batallón que muestra cobardía o simplemente, un plan mal
concebido. Pero para su tranquilidad le diré que los militares sabemos que nunca se
dan más de esas cuatro circunstancias al unísono”. Pronto el futuro, la casualidad, la
ineficiencia o el infortunio le demostraría a McCormick que se equivocaba y éste,
incrédulo, no supo qué decir durante horas. Esa lección fue impartida en las templadas
aguas de Jeju, una isla situada en las proximidades del estrecho de Tsushima, a medio
camino entre la China continental y el antigüo imperio del sol naciente. A tenor de las
informaciones que el servicio de inteligencia y el servicio de vigilancia y reconocimiento
aéreo nos habían proporcionado, el desembarco fue calificado por el responsable
militar como de Grado [3], esto significava que se consideraba realizable sin ningún
bombardeo previo y con un número reducido de tropas. La operatividad se establecía
de forma automática y se reducía –en esta categoría- a una flota de bombardeo naval
de apoyo y otra de transporte y desembarco al mando del teniente de turno. De
nuevo, el estado mayor del mariscal McArthur, nombró al teniente general Swing como
responsable de las operaciones sobre el terreno. No caeré en el fácil error de
recriminar ninguna falta a posteriori. No existe ningún militar que no sea consciente
que, en cualquier momento, cambian las cartas y lo que era una simple misión básica
puede convertirse en el mayor desastre de la campaña; a este respecto debo señalar
que, en efecto, nada hacía pensar que algo malo pudiera suceder a las tropas
de Swing; éste se había distinguido durante la Segunda Guerra Mundial en diferentes
operaciones y contaba con una hoja de servicios tan blanca como la nieve de las
montañas rocosas. Desafortunadamente nadie había confirmado alguna información –
conocida horas antes de iniciar la Operación Aerok- según las cuales, el general
soviético Chuikov había sido trasladado desde el frente europeo con el único encargo
de defender a toda costa dicha isla. De conocerlo, estoy seguro que
bien McArthur, Patch, Truscott o Simpson hubieran planteado un dispositivo
alternativo; “participó en la toma de Seoul el 2 de octubre de 1945, participó en la
toma de Colonia el 24 de marzo de 1946 y en la de Eindhoven el 5 de abril”, resuena
golpeteando ahora en mi cabeza una y otra vez como si escuchara de nuevo su
imponente curriculum de voz de uno de mis atribulados asesores, pero lo cierto es que
finalmente chocaron las tropas norteamericanas y soviéticas en la madrugada del
decimotercer día de junio de 1946, muriendo más de 1.800 marines en tan sólo una
única y triste jornada. La señora Harrison, madre del marine de primera, Arthur
Harrison, biznieto del vigésimotercer presidente de los Estados Unidos, Benjamin
Harrison (1889 a 1893), me dirigió una dramática carta de la cual extraigo el siguiente
párrafo:
“He insistido a sus compañeros de armas que le sobrevivieron para que me contaran
cómo fueron sus últimos momentos. Muchos de ellos cuentan como fueron
desembarcados en una tranquila playa, al sur de la isla, sin oposición ni señales
enemigas. Pero al avanzar hacia el interior fueron sorprendidos por frecuentes
escaramuzas de un enemigo invisible. Aparecían, atacaban y desaparecían en un abrir
y cerrar de ojos. Todo el suelo de la isla era una tremenda trampa; aprovechando la
vegetación existente se hallaban camuflados un gran número y variedad de
dispositivos que se activaban al pisarlos o al romper finísimos hilos hechos con hojas
enrolladas. Disimuladas zanjas repletas de troncos acabados en puntas envenenadas
con alguna substancia tropical capaz de matarte en cuestión de minutos, planchas de
madera que caían o te golpeaban lateralmente, dotadas de grandes clavos con los que
perforarte cualquier parte de tu cuerpo con la misma facilidad con la que un cuchillo
corta la mantequilla. Al retirarnos, fuimos víctimas casi indefensas de ataques por
parte de cuadrillas de agresivos perros –sin duda mantenidos sin alimento por los
soviéticos-, y bombardeados con fuego de artillería durante todo el tiempo que
permanecimos en la isla. Nos consta que todos aquellos compañeros que no hallaron la
muerte y que no pudimos evacuar, fueron sometidos a torturas extremas y sus
cuerpos, posteriormente, utilizados como alimento de buitres. Mi Arthur –sabiéndose
herido de muerte- tuvo el valor de cubrir la retirada de sus compañeros; la última
imagen que de él recuerdan es la de un valeroso soldado, sentado en el suelo,
disparando sin parar para dar tiempo a sus amigos a salvarse. Señor presidente, mi
familia es un fiel reflejo de la historia de nuestra nación; siempre se ha encontrado un
Harrison allí donde los Estados Unidos nos han necesitado; estuvimos en la Guerra de
independencia y en la Gran Guerra, en la Segunda Guerra Mundial y por último, en
esta terrible Tercera Guerra Mundial. No hay nada más triste para una madre que
enterrar a su propio hijo pero sepa que lo haré con el único consuelo que me queda,
nuestro amor por esta hermosa patria”
Durante los funerales en Washington, el silencio era ensordecedor. Miles de personas
presenciaron el paso de los ataúdes y algunos pocos pudieron contener las lágrimas.
En el interior del cementerio -un campo perfectamente verde- se apilaban los caídos
durante tantas batallas, casi podría afirmar que asistían a la ceremonia con el mismo
respeto con el que los vivos lo realizábamos. Me senté a la derecha de la
señora Harrison quien mantuvo la serenidad de la que ha hecho gala en los últimos
días. A su lado, su hija Mary con dos de sus tres hijos de 8 y 12 años. Fue en el
momento de tomar la palabra cuando sentí todo el peso del cargo que ostento:
"Washington es una ciudad libre; sus gentes viven felices y en paz. Los padres
disfrutan de los hijos y éstos, de sus abuelos, hasta que el tiempo pasa y los papeles
varían. El mundo aún sigue en guerra y los Estados Unidos somos la garantía de un
mundo libre. Nadie desea matar a ningún ser humano porque creemos en los derechos
del hombre y en el valor de la vida. Nadie desea mandar a sus hijos a la guerra y el
presidente de los Estados Unidos ruega por no tener que hacerlo. Pero en los
momentos de lucha, las madres acompañan a sus hijos hasta la academia militar más
próxima, sabedoras que debemos luchar cada batalla hasta volver a ser libres. El
mundo será Washington o no será".
Acto seguido, justo antes de que la brigada de artillería disparara doce salvas en señal
de honor a los caídos, recuerdo que un niño vestido con el uniforme de gala del Cuerpo
de los Marines de los Estados Unidos, se acercó al micrófono y con una voz
sorprendentemente firme leyó un pequeño texto que alguien le había escrito para la
ocasión:
"Quisiera compartir con todos ustedes el valor de las palabras contenidas en este
poema que un día escribió el poeta Francis Scott Key en 1814:
- Oh, decidme, ¿podéis ver en la primera luz de la aurora
aquello que con orgullo saludamos en el último centelleo del crepuscúlo?
¿las anchas bandas y brillantes estrellas de la cual, en la feroz lucha
sobre las murallas contemplamos ondeando con gallardía?
Y el rojo resplendor de los cohetes y las bombas explotando en el aire
demostró durante la noche que nuestra bandera aún estaba ahí.
Oh, decidme, ¿aún ondea la bandera de las estrellas centelleantes
sobre la tierra de los libres y el hogar de los valientes?(130)"
No existen palabras en el mundo que puedan responder como se merece la señora
Harrison, quisiera transmitirle mi consuelo, cómo quisiera hacerlo con las miles de
madres -centenares de miles en los últimos años- que han tenido que entregar a sus
hijos a un destino incierto y que por ello, todas ellas los han perdido por siempre. La
única forma de afrontar estas circunstancias es pensar efectivamente que sus vidas
han servido para lograr una nueva victoria militar sobre el enemigo. Al margen del
triste episodio de la isla de Jeju, el resto de la invasión transcurrió según lo previsto;
así, el mariscal de campo McArthur con el apoyo de los tenientes
generales Wainwright y Shepherd tomaron el control de la provincia de Pyongyang; el
general Traskottcon el apoyo de los tenientes generales Geiger y McBride se
encargaron de Dalián y finalmente, los generales Patch y Simpson -con la ayuda del
teniente general Erskine- desembarcaron en Vladivostok. Fue una acción limpia y
coordinada con el apoyo del 80% de las fuerzas aéreas destacadas en Asia, ya fuera
en misión de bombardeo o de superioridad y con el 65% de la Navy participando
activamente en misiones de transporte y desembarco anfibio, bombardeo naval,
patrullaje naval o incursiones submarinas.
Finalmente "hemos conseguido plantear una nueva preocupación a ese viejo zorro de
Stalin" en palabras de McCormick. Sabemos perfectamente que el frente europeo
seguirá manteniéndose como tal todo el tiempo que quieran los soviéticos pero el
nuevo frente asiático sólo depende de las fuerzas aliadas. Hoy combatimos en Noruega
para evitar ser expulsados de la península escandinava, combatimos en China para
expulsar a chinos comunistas y soviéticos de las costas del mar del Japón y
combatiremos próximamente en Oriente Medio y en el sur del Mediterráneo. Poco a
poco empezamos a presentar batalla como es debido.
Con las fuerzas que Dios nos regale.
Harry S. Truman,
- - -
(130) El himno de los Estados Unidos de America es la canción "The Star Spangled
Banner", escrita en 1814 por Francis Scott Key. El poeta amateur escribió el poema
tras presenciar el bombardeo de la fortaleza McHenry en Baltimore por parte de las
tropas británicas en la Bahía de Chesapeake durante la guerra de 1812. La música,
curiosamente, pertenece a la canción inglesa "To Anacreon in Heaven", presuntamente
estaría compuesta por el inglés John Stafford Smith en 1750. The Star Spangled
Banner fue declarado himno nacional por una resolución del Congreso el 3 de marzo de
1931
Capítulo CVII
ALIADOS Y AMIGOS
“Las circunstancias nos han convertido en vecinos,
la lucha por la libertad nos convertirá en amigos(131)"
George W. Bush acompañando a la delegación italiana
Washington, 9 de octubre de 1946
Por fin ha finalizado la Conferencia de Washington que durante los últimos tres días
hemos celebrado con los máximos representantes de algunos de los países más aliados
o amigos. Este tipo de actos resultan muy cansados sobretodo cuando uno adopta el
papel de anfitrión pero últimamente cualquier contacto directo con los respectivos
mandatarios vale su peso en oro y, por tanto, esperamos de ellos importantes frutos.
El viernes pasado(132), recibí en el aeropuerto internacional de Washington a todas las
delegaciones pero mientras mis compañeros de administración mantenían ocupados a
las delegaciones de sudamérica, esa noche cenaba de forma privada con Umberto II de
Italia, Charles de Gaulle de Francia y Clement Attlee del Reino Unido. No conocía
personalmente a Umberto y aún hoy me resulta sorprendente que pueda compartir
mesa, mantel y estrategias con alguien que –aún fuera en el pasado- estuvo tan
próximo a Mussolini y lo que ello significó para Italia y Europa. La invasión de Etiopía
es ya un recuerdo casi histórico pero uno puede recurrir a cualquier hemeroteca y
revisar las notícias que desde la convulsa Italia llegaban y observará a un
joven Umberto acompañando a Il Duce. Quien por el contrario se mantiene como el
primer día es el eterno Charles de Gaulle. Es cierto que en su rostro uno detecta la
huella del paso del tiempo, pero tras ese envoltorio de carne, músculos y huesos
puede adivinarse con extremada facilidad al patán arrogante, petulante y
engreídoCharles; “conoces a de Gaulle?” me preguntó Attlee momentos antes de que
el presidente francés llegara a la cena, “sí, perfectamente”, contesté, “nunca lo he
visto en persona pero es el mismo individuo que aburrió a Roosevelt y Churchill; ese
francés casi nos cuesta la guerra, Sir Winston apunto estuvo de estrangularlo con sus
propias manos!!”, y no me equivocaba. Por supuesto pidió –entre la solucitud y la
exigencia-, sentarse a mi derecha durante la velada y que el vino de la cena –por lo
menos, de la suya- fuera francés. Estupideces a parte, debo reconocer que quizá en
tiempos difíciles, las naciones necesiten tipos como de Gaulle… no estoy convencido
del todo. Por otro lado, Attlee no supone para mi nada mas que el primer ministro
británico, es decir, alguien con quien debemos entendernos por encima de nuestras
afinidades personales. Nunca esperé llegar al nivel de complicidad que el
presidente Roosevelt mantenía con Sir Winston Churchill –o era este con el primero?-,
pero la realidad finalmente ha impuesto una colaboración excelente entre dos personas
que no sienten el más mínimo interés el uno por el otro.
Esperaba acostarme la noche del viernes al sábado con mis alforjas llenas de promesas
de colaboración por parte aliada. Está claro que la unión de Francia, Italia y Gran
Bretaña –conjuntamente con los Estados Unidos- es vital para el mantenimiento del
frente y, por supuesto, la liberación de la Europa central y oriental. Pensaba que tras
los típicos y tópicos reproches entre aliados –siempre tan frecuentes- se llegaría a un
pacto de ayuda mútua que beneficiaría a todos por igual –y más igual que a nadie, a
las naciones europeas directamente perjudicadas por el ataque sovíetico-, pero nada
de ello sucedió. Los británicos demandan con la máxima urgencia asistencia y ayuda
militar inmediata en los frentes de la India y oriente medio –especialmente en las
zonas de Arabia Saudí e Israel-, los franceses ordenan acciones de defensa de todo su
territorio, desde Dunkerke hasta Marsella, los italianos exijen que ni un solo soldado
sea movido del frente en los Alpes y nos recuerdan que tenemos una deuda moral con
la población italiana por el ataque nuclear a Milán. Ninguno de ellos ha malgastado un
solo segundo en explicar cómo van a ayudar a la causa aliada. Me introduje en la cama
todavía molesto por la exhibición de egoísmo patriotero que acababa de presenciar y
me costó varias horas conciliar el sueño con la fallida intención de mandarlos a casa
con las primeras luces del nuevo día.
El sábado fue un dia mejor. En un acto conjunto en el jardín de la Casa Blanca pude
solicitarles una ayuda extra. “Los Estados Unidos de America están al borde de sus
recursos humanos. Hemos contribuído decisivamente en la derrota de los regimenes
fascistas, nazis, franquistas y nipones en los años anteriores pero ello ha sido a costa
de muchas vidas humanas. Nuestra población se ha resentido y actualmente ya casi no
podemos reclutar nuevos ejércitos. Es el momento en que todos contribuyamos a la
causa en la medida de nuestras posibilidades. Estados Unidos puede hacerlo en
tecnología, capacidad de mando y desarrollo de nuevas aplicaciones logísticas;
esperamos que el resto de aliados cubran las necesidades en recursos humanos. No es
una orden, no es una exijencia, entiéndalo como una sincera petición de su mayor
amigo”. El resultado fue, cuando menos, emocionante. Las reuniones a dos bandas
fueron sucediéndose de forma ordenada y continuada. Algunos aliados, sencillamente,
no podían aportar mayor apoyo que sus mejores deseos y la puesta a nuestra
disposición de su ubicación, algunos puertos y unos pocos aeropuertos. Otros, en
cambio, ofrecían lo más valioso que ninguna nación puede ceder: a sus jóvenes.
Evidentemente los Estados Unidos han estado en disposición de recompensar
debidamente sus acciones y en la medida de lo posible hemos colaborado en mejorar
su situación, así, los pactos subscritos (no secretos) en la Declaración de
Washington han sido:
DECLARACIÓN DE WASHINGTON
ACUERDOS DE INTERCAMBIO
Harry S. Truman, en representación de los Estados Unidos, en favor de la causa aliada,
entregará a cada nación:
TECNOLOGIA:
- Agroquímica
- Acorazado temprano
- Artillería antiaérea fija mejorada
- Artillería anticarro mejorada
- Artillería autopropulsada mejorada
RECURSOS:
- 5.000 unidades de petróleo
- 5.000 unidades de energía
- 5.000 unidades de acero
- 5.000 unidades de materiales
- 5.000 unidades de recursos
AYUDA DINERARIA:
- 2.311 millones de dólares para Argentina
- 2.000 millones de dólares para Colombia
- 2.200 millones de dólares para México
- 1.800 millones de dólares para Paraguay
Como contrapartida, en favor de la causa aliada, se pondrá bajo mando de los Estados
Unidos en el plazo máximo de un mes:
Juan Domingo Perón (Argentina) : 2 divisiones de infantería
Higenio Morinigo Martínez (Paraguay) : 3 divisiones de infantería
Gaspar Dutra (Brasil) : 5 divisiones de infantería
Antonio J. Ríos (Chile) : 3 divisiones de infantería
Alfonso López Pumarejo (Colombia) : 5 divisiones de infantería
Manuel Ávila Camacho (México) : 5 divisiones de infantería
Washington, 9 de octubre de 1946
El Estado Mayor ya ha dispuesto las instalaciones necesarias para iniciar un
contundente programa de entrenamiento para los efectivos conseguidos.
Posteriormente serán destinados en función de las necesidades, a los frentes europeo
o asiático. Por otra parte, tras despedir a todos los asistentes a pié de avión, he
partido esta mañana nuevamente hacia la Casa Blanca, allí me esperaban todos los
miembros de mi Administración con quienes no departía desde hacía días. Hace algún
tiempo les solicité un informe exhaustivo de nuestra situación interna y los resultados
han sido francamente desalentadores. El ministro de Exteriores, James Byrnes ha
expuesto –sin demasiada brillantez- los primeros resultados de la cumbre que
acabamos de celebrar ante la atenta mirada de los Jefes de Estado Mayor, Marina de
Guerra, de Defensa, del Ejército y de las Fuerzas Aéreas. En cuanto a la situación
interna del país, Hoover ha mostrado su perfil más duro; que nuestros recursos
humanos están agotados es una evidencia de la cual resulta imposible –e inútil-
escapar. En todo momento he tenido claro que una de nuestras prioridades debía ser
la estabilización de este índice o de lo contrario correríamos el riesgo de paralizar la
maquinaria de guerra y de producción. No me ha sorprendido tanto la férrea oposición
que Edgar ha mostrado ya que según su argumento “ahora estamos en la situación
idónea; no existe ningún peligro de altercados públicos y la seguridad interior está
totalmente garantizada. Si iniciamos políticas de fomento de recursos humanos, mi
trabajo se verá entorpecido y no sé si estaré dispuesto a poder continuar en esta
Administración”. El farol de póker que el viejo zorro se acababa de echar era bastante
evidente para todos los presentes, incluso George C. Marshall ha murmurado algo
parecido a “las ratas son las primeras en abandonar un barco y aquí tenemos a la
primera”. Lo que ninguno de los múltiples consejeros que tenía el ministro del Interior
había comunicado al inefable Hoover es que hacía meses que su posición no era tan
sólida como él pensaba. Imbuído por algún tipo de superego que le hacía aparecer
ante sus propios ojos como una pieza clave de esta Administración, el
Sr. Hoover nunca pudo sospechar las palabras que acto seguido oíria de mis labios
“Señor Hoover, esta presidencia le agradece profundamente los servicios prestados
durante estos años, pero he decidio substituirle en su cargo con efecto inmediato. Por
favor, abandone la sala”; al instante un rumor de satisfacción ha inundado la estancia.
Nunca he visto a nadie salir de la sala de reuniones con semejante rapidez e
indignación.
Situación diferente ha supuesto el cese del Sr. Sidney Souers como Jefe de Inteligencia
Militar. Abnegado militar, con una excelente hoja de servicios y una brillante carrera –
siempre dentro de la inteligencia-, Sidney ha sido siempre un tipo afable, abierto y –al
contrario de lo que su cargo pudiera sugerir- un compañero de Administración sincero.
Creo poder hablar en boca de todos al juzgar su labor como meritoria; los servicios de
inteligencia han funcionado con la entrega y eficiencia esperada y debo situar el
cambio de rumbo por la adaptación a las nuevas amenazas que el desarrollo
tecnológico soviético pueda suponer. Es hora de que nos centremos en
autoprotegernos de cualquier acción agresiva de carácter atómico y estamos seguros
que debemos priorizar el desarrollo de misiones encaminadas a obstaculizar los
progesos rusos, motivo por el cual -y tras sopesar diferentes alternativas,
desde William F. Friedman hasta Frank B. Rowlett-, hemos dado entrada al
ultraliberal Hoyt S. Vandenberg –conocido por algunos como Hoty-; “solo puedo decir
que estoy orgulloso de haber podido servir a mi país en la responsabilidad que se me
ha encomendado y reiterar que puede contar conmigo para cualquier cometido que
decida adjudicarme”, se ha despedido Souers entre la cálida despedida
de King, Marshall y especialmente Arnold.
Finalmente este último ha tomado la palabra para “intentar aportar un poco de
optimismo entre tanto realismo pesimista”. Henry H. Arnold ha desplegado toda una
serie de fotografías, planos, gráficos de rendimiento y filmaciones de “nuevos aviones
para una nueva guerra”. Las capacidades técnicas, logísticas y militares de los
aparatos que nos ha explicado nos han sorprendido positivamente. Parece ser que
debemos confiar en el poder de destrucción de los bombarderos B-47 Stratojet y de la
increíble capacidad de combate aéreo del B-45, el P-80 y el F-86A. Aunque Henry no lo
haya dicho, debemos compensar un desarrollo tecnológico no muy equilibrado; así
pronto estaremos en condiciones de bombardear con misiles balísticos las posiciones
enemigas desde nuestro propio país aunque a fecha de hoy desconocemos si seremos
capaces de alcanzar una distancia tan grande o deberemos investigar algo más. Pero
hasta Ernest J. King, Jefe de Marina de Guerra sabe que algunas batallas pueden
ganarlas la fuerza aérea, pero quienes ganan las guerras son las fuerzas terrestres y
en este sentido debo añadir que las divisiones de infantería, infantería de montaña,
paracaidistas y marines se están modernizando a un ritmo endiablado y desarrollando
nuevos tanques y mecanizados.
Que Dios nos apoye.
Harry S. Truman,
- - -
(131) Esta frase es una adaptación de la que realmente pronunció el presidente de los
Estados Unidos, George W. Bush, a otro interlocutor y en diferentes circunstancias. Fue
durante la firma de un importante tratado comercial entre México y EEUU cuando dijo
textualmente “la geografía nos ha convertido en vecinos, la cooperación y el respeto
mutuo nos convertirá en socios”.
(132) Se ha comprobado que efectivamente, el 6 de octubre de 1946 fue viernes.
Capítulo CVIII
THE McCORMICK'S PLAN
“Un hombre, un plan, un canal, Panamá!"
Epitafio de George Washington Goethals, arquitecto del Canal de
Panama(133)
Washington, 12 de diciembre de 1946
Desde hace unos meses nadie aseguraba haber mantenido alguna conversación –
aunque fuera de pocos minutos- con Charles McCormick. Éste se mostraba taciturno y,
al parecer, había variado su horario de forma que acudía a su despacho cuando ya
estaba cercano el mediodía –a menudo un tanto desaliñado o cuando menos impropia
de una persona de su rango- y no abandonaba sus dependencias hasta bien entrada la
madrugada. Sus ayudantes, alarmados por esta extraña conducta, habían alertado al
jefe de seguridad quien prudentemente me avisó antes de realizar cualquier acción,
“déjenlo en paz, parece que está trabajando en algo grande” comentó uno de sus
asesores más próximos finiquitando el momento de duda. El Servicio de Inteligencia
Militar pero, no lo tenía tan claro y aunque fuera por razones de antiespionaje inició un
seguimiento de todos sus movimientos hasta que el ya cesado Hoover tuvo claro que
la afirmación de su asesor era cierta, y redactó el pertinente informe el cual finalizaba
con la siguiente aseveración: “ha pedido mapas y planos; una montaña de informes
colapsa sus dos mesas; no hay ningún riesgo de fuga de información clasificada”.
Algunos miembros del Alto Mando confiaban en que el cansancio, la dificultad de lo que
fuera que estaba preparando –seguro que nada sencillo conociendo el carácter del
protagonista-, el desanimo o cualquier otro motivo acabaría con esa locura
pero McCormick se mantuvo realmente firme hasta el final. Lo peor fueron las últimas
dos semanas, su mujer Mary me llamó asustada hace unos veinte días “Charles ha
hecho la maleta y va camino de su despacho, me ha dicho que volverá cuando haya
concluído su trabajo y que necesita algunas jornadas más intensas”. Tras consolar a la
buena mujer reconozco que dudé entre llamar a mi psicólogo personal o enviar
algunos bocadillos y café a su despacho; éste llegó aún caliente. Para la mañana de
anteayer, 10 de diciembre de 1946, estaba convocada una reunión de máxima
seguridad del Alto Mando Aliado para la cual sólo se autorizaba la asistencia de los
máximos representantes de los ejércitos norteamericanos –sin personal de apoyo- y el
presidente de la nación. Generalmente se solían celebrar para marcar pautas
estratégicas o abordar asuntos de especial trascendencia, gravedad o
importancia. Franklin Delano Roosevelt gustaba de celebrarlas a altas horas de la
noche, cuando “los corazones se han apaciguado y las mentes mas resueltas aún
perviven”, yo creo que a primera hora de la mañana es un buen momento para
analizar situaciones delicadas.
Así es que, tal y como sucedió el lejano 25 de abril, nos personamos en la sala de
guerra la totalidad de convocados. Ante nosotros se alzaba un gran mapa del mundo
donde se distinguía perfectamente el territorio perteneciente al bando aliado del
soviético. La verdad es que cualquier observador que comparara los mapas que
separan las dos reuniones apreciaría un amplio avance enemigo; si el frente europeo
había sido contenido solo de forma parcial, no ocurría lo mismo en Oriente Medio
donde los soviéticos habían descendido hasta la ciudad de Kuwait y ahora amenazaban
con tomar el control de Arabia Saudí –con el consiguiente riesgo de disponibilidad de
gran parte del petróleo mundial-. Tampoco llegaban buenas notícias desde las puertas
de la antigüa Israel o de Asia, donde a pesar de haber logrado poner el primer pié en
Korea gracias al éxito de la Operación Aerok –incluso a pesar de las consabidas bajas-,
en general veíamos nacer un nuevo poder por parte de la China Comunista que
literalmente estaba acabando con nuestros aliados Nacionalistas. A tenor de la
orientación que Charles iba dando a sus argumentos, parecía claro que debíamos
concentrarnos en el frente europeo. La idea básica era que la capacidad industrial de
nuestro enemigo se fundamentaba en sus provincias localizadas en Europa; por lo
tanto y en sus propias palabras, “mientras les combatamos en Asia, podrán substituir
con nuevos efectivos a todas aquellas tropas que derrotemos y esta es la carrera que
nunca podemos ganar”. En cambio, un ataque realizado con éxito que nos permitiera
arrebatarles las provincias con mayor capacidad industrial, debería ser la piedra de
toque sobre la cual basar todos los posteriores triunfos militares y, a su vez, nos
debería permitir “presentar una lucha sin cuartel y en todos los frentes hasta el
exterminio total”.
De momento parecía que el frente europeo se había estabilizado: Al norte, la línea de
combate partía el territorio de Noruega casi por la mitad y aunque los combates eran
frecuentes y duros –dada la meteorología desfavorable-, las posiciones se mantenían.
Ya en la vieja Europa continental, el frente alcanzaba los centenares de kilómetros,
desde las costas del Canal de la Mancha hasta la neutral Suiza; lentamente las tropas
aliadas debían ir cediendo terreno de forma peligrosa, París estaba casi a la vista de
los soviéticos y sólo la difícil geografía de la cadena de montañas parecía proteger
Italia de las garras rusas. Finalmente, los Balcanes habían sucumbido al empuje
enemigo hasta las costas griegas y más hacia el este, los primeros rusos parecían
impacientes por asomar los cañones de sus tanques hasta el estrecho de Ormuz –tras
entrar como acostumbraban a hacerlo los antigüos conquistadores en ciudades como
Bagdad, Teherán o Kuwait-. Realmente ninguna de todas esas situaciones de batalla
eran desesperadas; disponíamos de efectivos suficientes como para entorpecer las
maniobras soviéticas: en Noruega, Ike, Patton y Doolittle comandan 34 divisiones
terrestres y 12 aéreas; en Italia,Collins y Craig se hacen cargo de 25 divisiones
terrestres y 12 aéreas; en Haifa, Handy, Denvers y Bradley están desplegando 39
divisiones terrestres y 8 aéreas; en Asia continental, tenemos ubicadas 17 divisiones
terrestres dirijidas por Simpson y McNair, otras 16 terrestres y 17 aéreas bajo órdenes
deWyman, McArthur y LeMay, 12 divisiones terrestres y 3 aéreas correspondientes
a Hodge y Truscott y finalmente, un ejército de invasión situado en Japón, compuesto
de 29 divisiones terrestres y 3 aéreas adiestradas por Patch y Somervell. A todo esto
debemos añadir las tropas de defensa europea bajo responsabilidad
de Richarson y Marshall (17 divisiones), Haislip, Stillwell, Hodges, Clark, Bedell-
Smith, Krueger, Arnold y Spaatz (57 divisiones terrestres y 34 aéreas), sin olvidar las
10 terrestres y 14 aéreas de Vandergrift y Gerow.
Tras una breve pausa para reponer fuerzas, McCormick retomó el hilo intentando
centrar la cuestión final. A principios de este siglo, en los lejanos tiempos de la Gran
Guerra, el jefe del estado mayor de Austria-Hungría, Franz Conrad von
Hötzendorff elaboró su teoría militar según la cual “la política consiste precisamente en
aplicar la guerra como método para preservar su estado”. Por tanto, el militar
estadounidense continuó “hoy nos encontramos en situación semejante y el momento
de la ruptura será ahora”. A la vista de la situación mundial, el posicionamiento de
tropas y recursos y la evolución del frente, Charles ha juzgado apropiado impulsar una
“única alternativa”; el ataque directo. Éste se dividiría en 4 fases y comprendería
realizar desembarcos anfibios para tomar sucesivamente Trondheim, Narvik, Petsamo
y Murmansk. Este movimiento debería dar a los aliados la proximidad suficiente como
para afrontar la última y más importante acción anfibia: la toma de la base naval de
Arcangel‟sk que nos situaría en pleno corazón de la zona noroccidental de la Unión de
Repúblicas Socialistas Soviéticas y a sólo un paso de Leningrado y Moscú. He tenido
ocasión de leer los últimos informes de inteligencia militar y es cierto que estos
apuntan a la posibilidad de que Stalin hubiera desatendido este frente a favor de un
mayor poderío en Europa, Oriente Medio y Asia; de hecho, no le faltaría razón a ningún
militar soviético al destinar las fuerzas de protección de fronteras a otros enclaves: la
dificultad de navegación en la zona y una meteorología infernal ya constituyen –de por
sí- suficientes impedimentos a cualquier loco que tomara la iniciativa en ese sector.
Aún así, es de suponer que con la llegada al Kremlin de las primeras notícias sobre
nuestros desembarcos –caso que estos se produjeran-, el eficiente generalato ruso
tomaría las medidas adecuadas para presentar la suficiente resistencia. “Pero ello no
debe ser el argumento definitivo que obligue a menospreciar este plan; precisamente
ese sería el momento de sacar todo nuestro partido al arsenal atómico que hemos
acumulado. Su uso en zonas casi despobladas eliminaría cualquier reparo ético y el
máximo efecto sobre la moral de las tropas, debería ser tremendamente efectivo.
Además, sería altamente recomendable que la ofensiva terrestre se iniciara con un
ataque nuclear sobre Moscú y suprimir la cadena de mando militar lo cual afectaría
decisivamente a la organización del enemigo y sepan que el tiempo se acaba: perdidas
las bases aéreas de Turquía, solo disponemos del aeropuerto militar de Noruega para
que nuestros aparatos tengan la suficiente autonomía de vuelo para alcanzar la capital
moscovita”.
Ni que decir tiene que el plan fue acogido con satisfacción por parte de los asistentes;
la brillantez y contundencia de lo expuesto resultó de tal magnitud y el grado de
documentación y de variables tenidas en cuenta asombró a algunos militares que
lucían muchas estrellas. Pero la pasión y el impulso del momento no es lo que suele
guiar las decisiones estratégicas del ejército aliado y –mucho menos- del
norteamericano. Una copia del plan fue entregado a cada uno de los presentes y la
reunión quedó suspendida hasta primera hora de la tarde. Nada más
reiniciarse, Stark, Arnold y principalmente Geiger y Turnage, abordaron una de las
principales dificultades que a primera vista parecían más claras: “Charles, nos ha
hablado del porqué, del cómo, pero nos falta el cuando. ¿Cree usted firmemente que
es realizable durante el crudo invierno ártico?. ¿Tal y como se están poniendo las
cosas, sería factible esperar hasta los primeros días de verano?”. Con rostro serio pero
amigable Charles respondió: “esa es una decisión que debemos tomar entre todos;
creo que es factible hoy mismo pero el coste en vidas humanas y el riesgo de fracaso
disminuirá exponencialmente conforme nos acerquemos a la primavera”. Recuerdo con
simpatía que al oir esta última frase –y como no podía ser de otra forma-, el
impulsivo Pattonse levantó de su asiento exclamando “hagásmolo ahora y acabemos
de una vez con esos rojos!”, sabiamente el Mariscal de Campo Eisenhower –auténtico
mentor de George-, ha enfocado la cuestión desde un punto de vista analítico
recordándonos que durante la Segunda Guerra Mundial, el porcentaje de bajas en
desembarcos anfibios se situaba en torno al 43% cuando podían realizarse con la
oportuna cobertura aérea, fuego naval contra los defensores, buenas condiciones
climatológicas y siempre que el nivel de adiestramiento de las tropas implicadas fuera
el conveniente; “por cada factor de los enumerados que fuera desfavorable a nuestros
intereses, el % de bajas crecía en un 10% a excepción del factor climatológico que
suponía un 15%. Por lo tanto, lo que aquí estamos debatiendo es afrontar no uno, sino
5 desembarcos anfibios en cadena, que en el mejor de los casos contará con un nivel
inicial de bajas esperadas del 58%. Nuestros chicos merecen cifras algo mejores”.
Abandoné la reunión a altas horas de la madrugada ya que a la mañana siguiente
debía volar hasta la ciudad de San Francisco donde debía visitar una de las múltiples
fábricas que apoyan la producción de diferentes equipos. Tras disculparme con todos
los presentes solicité que tan pronto como hubieran llegado a una conclusión
razonable, me lo comunicaran. Ochenta y cinco horas más tarde, de vuelta en la Casa
Blanca, estaba de nuevo en el despacho oval cuando mi asistenta entró
precipitadamente en la sala para entregarme “un informe urgente”. Ya ni recordaba el
asunto pendiente que había quedado olvidado en mi partida y pregunté: “cuando le fue
entregado?”, “fue?”, contestó ella; “señor presidente, un cansado asistente me lo
acaba de entregar”. En conclusión, el citado dossier –con la preceptiva etiqueta de
“Top Secret”- resumía que: (1) El Alto Mando estima que el Plan presentado
por Charles McCormick es viable; (2) Se recomienda que cuantas tropas, equipos y
logística necesarios para su puesta en práctica sean movilizados con efecto inmediato;
(3) El plazo de tiempo razonable para su ejecución se estima en 30 días; (4) El Alto
Mando propone al presidente la puesta en práctica del Plan McCormick siempre y
cuando se adopte la Doctrina Atkins(134). He tomado las medidas necesarias para que
los responsables militares de la zona dispongan de toda la ayuda necesaria; un íntimo
amigo me ha convencido de la inconvenencia de lanzar por Radio Liberty un mensaje
de aviso a la población que reside en las inmediaciones de zonas de interés militar
para que se alejaran; ello sólo contribuíria a aumentar la inquietud. En definitiva, nos
hemos embarcado y vamos a remar pese a la fuerte corriente.
Que Dios nos apoye.
Harry S. Truman,
- - -
(133) En tributo a su magno trabajo, se bautizó con su nombre el puente Goethals
tendido entre New York y New Jersey
(134) Atkins fue asesor de varios generales durante la década de 1937 a 1947.
Conocido el poder atómico desarrollado en Los Alamos, elaboró a principios de 1947 lo
que posteriormente se conocería como la Doctrina Atkins según la cual era lícito utilizar
armas nucleares en cualquier lugar, sin previo aviso –o por lo menos, sin ningún aviso
concreto que pudiera dar pistas al enemigo de la localización del ataque- y únicamente
basándose en intereses militares
Capítulo CIX
PLEGARIA
Harry S. Truman, en un mensaje radiofónico al país
Washington, 28 de enero de 1947
“Dios todopoderoso, nuestros hijos, orgullo de la nación,
han emprendido hoy una lucha férrea para preservar
nuestra República y para liberar a la humanidad que sufre.
Haz que nuestros corazones sean fuertes para soportar las penas
que vendrán, para contagiar nuestro valor a nuestros hijos allí donde estén”
Todo está dispuesto. En las horas previas a iniciar la Operación McCormick –finalmente
bautizada como Operación Libertad Duradera(135)-, es cuando la tensión crece por
encima de nuestros nervios. Recuerdo ser uno de los últimos acompañantes del
presidente Franklin Delano Roosevelt en momentos culminantes de la conflagración
anterior; me mantenía en un discreto segundo plano e intentaba aligerar el peso de
sus hombres aún sabiendo que no estaba en mis capacidades. Algunas veces me
limitaba a apoyar en todo lo posible a la figura presidencial y en aquello que pudiera
disentir, comunicarlo a un nivel inferior. Pese a todo ello sabía que, al fin y al cabo, la
decisión, la responsabilidad y la historia sólo conoce a una única persona: el presidente
de los Estados Unidos y en esa tesitura me hallo. Por todo ello y como reconocimiento
a su amplia labor y al sufrimiento que acumuló, esta noche me he dirijido a la nación
para –sin entrar en excesivos detalles que pudieran alertar las posiciones defensivas
soviéticas- dar un mensaje de apoyo a todas y cada una de las famílias americanas
utilizando la misma oración que utilizó FDR la noche previa al Dia D(136).
Que Dios se apiade de todos nosotros.
Harry S. Truman,
- - -
(135) En octubre del 2001, los Estados Unidos y sus aliados iniciaron la Operation
Enduring Freedom (Operación Libertad Duradera) de donde se toma el nombre en este
capítulo. Si bien dicha operación supuso la caída del régimen talibán de Afghanistán,
dicha zona está lejos de poder considerarse “liberada”.
(136) ) Esta es la misma oración que el presidente Franklin D. Roosevelt menciona en
el capítulo XXXIX
Capítulo CX
OPERACIÓN LIBERTAD DURADERA (I)
- un riesgo inasumible -
“Es totalmente imposible que esto funcione,
razón por la cual, debemos intentarlo"
Charles McCormick el día de la exposición de su plan al Alto Mando Aliado
Washington, 11 de febrero de 1947
Las primeras notícias que hasta la capital de los Estados Unidos llegaron no fueron
nada alentadoras. El objetivo era arriesgado pero asequible: recuperar mediante un
desembarco anfibio las bases noruegas de Trondheim y Narvik. Quisiera equivocarme
pero al parecer hemos ya agotado todo el saldo de fortuna con el que contábamos para
esta guerra –me pregunto dónde y cuando-, por tanto, deberemos recorrer el camino
que nos quede sólo confiando en nuestra fe. Durante los días previos, los mejores
hombres de nuestra fuerza aérea, es decir, el mariscal del aire Arnold, apoyado por los
generalesDoolittle, Spaatz y el teniente Hallett, se emplearon a fondo para aplicar el
“castigo eterno” sobre las bases de defensa costera que las tropas soviéticas habían
dispuesto; ello nos permitía ablandar tanto la organización como la fuerza de los
defensores al tiempo que nos dejaba margen para la llegada de la flota de invasión
encabezada por los almirantes Burke y Kalbfus. Una vez incorporados estos a la acción
y siguiendo las tácticas clásicas ejercitadas hasta la extenuación durante la guerra del
Pacífico, los potentes cañones del USS California, Colorado, Idaho, Maryland, New
Mexico,Pennsylvania y Tennesse, vomitaron fuego y proyectiles hasta convertir el
estruendo ocasionado por el bombardeo aéreo en algo más que un leve susurro casi
inaudible. Pero mientras todo ello sucedía, las flotas de desembarco 1 y 2, que habían
partido con puntualidad suiza desde sus bases en Bergen y se dirijían a sus respectivas
zonas de aproximación, informaron que una tremenda borrasca se estaba desatando
sobre el Mar de Noruega.
Sabíamos que esto podía pasar –de hecho, a las alturas del año en que nos
encontrábamos el suceso era algo más que una simple posibilidad- pero ello no fue
óbice para ver pintada la preocupación en todos los rostros de cuantos me rodeaban.
Todas las previsiones apuntaban a una ventana de buen tiempo en medio del
acostumbrado clima ártico de la zona pero la realidad fue que el fuerte viento racheado
reinante en la zona y la altura de las olas que con extremada violencia zarandeaban de
un lado a otra a aquellas infortunadas embarcaciones, amenazaban con dar al traste
con toda una planificación que, a contra-reloj, se había culminado en tiempo record.
Como resultado, la flota de desembarco número 1 apareció varios cientos de
kilómetros al norte del punto de ataque anfibio fijado (Trondheim) mientras que la
flota de desembarco número 2 solo conseguía controlar el rumbo en las inmediaciones
del puerto de Narvik. Las comunicaciones se multiplicaron entre la flota y el centro de
coordinación de operaciones (CCO) ubicado en Gran Bretaña, a su vez también entre
el CCO y Washington. Por los canales de transmisión encriptados rugían los tenientes
encargados de desembarcar a sus muchachos en Noruega en medio de un mar
enrabietado; una tormenta de truenos y rayos jamás vista obligaba a la fuerza aérea a
comunicar su retorno a las bases de apoyo ante la imposibilidad de volar y Burke debía
emproar todos sus buques contra el oleaje –como medida de urgencia- a fin de
salvaguardar su propia seguridad ya que en aquellos momentos se registraban
inclinaciones que superaban los 38 grados; algo inaudito.
De un modo u otro existía un plan B alternativo del que echar mano pero era
igualmente inaplicable, los momentos de inquietud se prolongaron hasta
queMcCormick exclamó: “sino podemos avanzar ni retroceder, cambiemos el objetivo,
póngame en contacto con las flotas de desembarco 1 y 2, rápido!”; un par de horas
más tarde, el grueso de la expedición era recibida con una nueva lluvia, esta vez
compuesta por balas y fuego costero- por parte de las tropas soviéticas destacadas en
Mo i Rana. Felizmente el pundonor, coraje –y creo que el mal genio acumulado durante
toda la jornada- consiguieron, no sin sortear muchos apuros, abrir una decisiva brecha
y hacerse con el enclave, pero nadie cantó victoria. Estaba claro que la máxima militar
clásica de “hemos ganado una batalla, pero no la guerra”, se cumplía a la perfección.
La totalidad de militares empezaron a elaborar listas completas de refuerzos y medidas
logísticas para evitar que un más que probable contraataque soviético desde las
vecinas provincias de Trondheim y Narvik (curiosamente los objetivos iniciales) nos
obligara a un rescate de emergencia y a reconocer una cancelación definitiva de una
operación que no se había iniciado precisamente con buen pié. Por este motivo, el
mariscal de campo Eisenhower solicitó formalmente autorización para trasladarse con
la máxima urgencia hasta el puerto de Mo i Rana para “dar la cobertura y defensa
necesaria para nuestros muchachos”. La situación era extrema y en un primer
momento me mostré del todo tajante al responderle que “deberá usted permanecer en
su puesto; no vamos a arriesgar la vida del militar más destacado en el campo de
batalla europeo por defender una posición precaria, en situación de fuego y en un
momento terrible”. Los presentes en la sala seguían la conversación con silencioso
respeto, supongo que era toda una novedad asistir a un dialogo tan franco entre dos
altos cargos de los Estados Unidos; “…pero señor presidente, esos valientes pueden
perecer en el intento o ser capturados y lo que es mas grave, la Operación Libertad
Duradera quedaría cancelada y jamás entraríamos en Moscú”, en ese
momento Charles me cogió suavemente del codo derecho y me susurró: “déjelo ir
señor presidente, si realmente queremos conservar Mo i Rana, Ike es nuestra única
posibilidad; si hay que confiar en alguien, ¿quién mejor que ese viejo zorro?”, actó
seguido el mariscal de campo Eisenhower oyó aquello que más esperaba, “adelante
Ike, cuídese”. Horas más tarde el viejo mariscal desembarcaba en ese enclave y
reorganizaba los sistemas defensivos, al unísono se lanzaba un aviso de alerta general
a todas las tropas aliadas destacadas en el norte de Europa; cualquier esfuerzo que
contribuyera a la defensa de Mo i Rana sería considerado y valorado.
Como apuntaban todas las suposiciones, pocos días más tarde se produjo el
contragolpe soviético; encabezado por el mariscal de campo Zukhov, los ataques se
sucedieron –uno tras otro- de día y de noche, cuando la tormenta era más virulenta y
cuando una climatología más tranquila se adueñó de la zona; pero los bravos efectivos
norteamericanos se mantuvieron en sus posiciones. El fuego de mortero con el que los
soviéticos castigaron nuestras tropas amenazó -por unas horas- en convertirse en una
auténtica carnicería pero las operaciones de guerrilla avanzada con las que Ike contra-
atacó surgieron su efecto. Además, la colaboración inestimable de las tropas dirigidas
por el general Patton convertida el frente de guerra en una situación típica de un doble
frente: el ataque soviético aislaba a Ike en la província de Mo i Rana pero a su vez, la
tozuda defensa del propio Eisenhowerconjuntamente con el ataque del
general Patton desde la provincia de Alesund aislaban de igual forma al mariscal de
campo Zukhov respecto a la línea natural de los suministros. En ocasiones se
registraban ataques menores desde la província de Röros para deshacer las labores de
apoyo de Patton, pero instantáneamente los tenientes
generales Gillem, Eddlemann, Harper, Taylor y Bruce respondían desde Hamar con
otra acción de réplica contra estos últimos atacantes. Todo parecía un tremendo
castillo de naipes que mantenían un amplio frente de batalla que recorría Noruega de
norte a sur.
Sufrimos un número importante de bajas; hasta el mismo teniente
general Turnage resultó herido –de importancia moderada- e incluso más tarde pude
confirmar que el gran Ike –a quien debemos el mérito de que la Operación Libertad
Duradera prosiga- partió hacia Mo i Rana convencido que no volvería de allí con vida;
de hecho, minutos antes de embarcar hacia tierras noruegas habría entregado a uno
de sus ayudantes más fieles un sobre lacrado que contenía su testamento vital y
militar. Hoy no podemos cantar victoria, a pesar de los pequeños triumfos los peligros
siguen siendo enormes, pero en los primeros momentos y pese a todo, hemos
prevalecido. Cuando todo acabó recibí un telegrama desde el mismo destacamento de
Mo i Rana con el siguiente texto: "vivimos por la libertad, morimos por nuestro país.
Saludos, Ike".
Retorno al CCO porque en cuestión de minutos las buenas o malas notícias pueden
sacudir la capital del estado.
Que Dios se apiade de todos nosotros.
Harry S. Truman,
- - -
(137) Las imágenes y la incidencia están tomados del huracán que en 1944 afectó a la
flota del Pacífico
Capítulo CXI
OPERACIÓN LIBERTAD DURADERA (II)
- los errores se pagan -
“Aprovechemos esta oportunidad porque no volverá a repetirse"
El general Patton en conversación telefónica con Ike, McCormick y Truman
Washington, 25 de febrero de 1947
Del desastre más inmediato al éxito de quien sabe rectificar en el momento apropiado;
así y no de otra forma debería describir la consecución de la primera fase –o algo
parecido- de la Operación Libertad Duradera. De hecho, conocemos la meta final
(Arkangel‟sk) que nos conducirá hasta Moscú; el resto de paradas intermedias son
obligatorias para permitir que la flota esté a una distancia logística clara de alcanzar el
último puerto, pero en realidad, al Alto Mando Aliado y a este presidente nos da
exactamente igual si se toma Mo i Rana en lugar de Trondheim siempre y cuando, con
ello, consigamos estar donde queremos desembarcar finalmente en plena península
soviética. Y justo cuando uno cree que por fin da con el razonamiento preciso, siempre
surge un experto que logra contradecir tus planteamientos: “sí, pero debemos tener en
cuenta señor presidente que es mucho más dificil, por no decir imposible, que
podamos mantener a la vez 3, 4 o cinco bases aisladas del contraataque soviético. Por
lo tanto la mejor alternativa es el desembarco anfibio seguido de la liberación de las
provincias comprendidas entre esa última acción y la línea anterior del frente”. Lo
mejor de todo es que –como decía-, justo cuando uno cree que por fin da con el
razonamiento preciso, siempre surge un experto que logra contradecir sus
planteamientos (y no, esto no se trata de un dejà vu) y así este presidente puede
escuchar con indisimulada satisfacción como el primer experto es rebatido por un
segundo “deberíamos alternar las dos acciones así no perderemos velocidad en
completar la Operación Libertad Duradera y, al mismo tiempo, mantendremos y
liberaremos un territorio mayor”. Así transcurrían algunas de las tardes en el CCO de
Washington, para qué negarlo hasta que, de nuevo, McCormick llamó nuestra
atención.
Acto seguido por el sistema de comunicaciones atronó la voz del general Patton el cual
desde Alesund reclamaba la atención del mando. Durante este conflicto, la doctrina del
sistema jerarquizado de toma de decisiones indica explícitamente que cualquier inferior
deberá dirigirse a su inmediato superior en caso de querer realizar observaciones,
sugerencias o –en situaciones puntuales- órdenes. Pero pronto se vió que el mejor
sistema de funcionamiento dentro de la élite militar norteamericana no pasaba por
prescindir del ingenio de aquellos generales que por circunstancias de edad, de años
de servicio en el cuerpo, o de acumulación de valiosas experiencias, no hubieran
llegado al mando supremo. Así es que durante una larga reunión celebrada en Detroit
durante la primavera de 1942 se acordó –con el beneplácito del presidente Roosevelt-
que, en la medida de lo posible y dentro de un grupo selecto, se trabajaría en modo
cooperativo. Esta era la razón simple por la cual el general Patton podía plantear sus
iniciativas dentro del seno del Alto Mando, eso sí; siempre y cuando sus inmediatos
superiores –en este caso el mariscal de campo Eisenhower- tuviera acceso a dichas
comunicaciones. Una vez las comunicaciones se establecieron de forma segura –
operación que podía demorarse una media hora-, un tranquilizado Patton expuso el
estado de la situación de forma muy descriptiva: “Ahora que nuestra situación se ha
afianzado, aprovechemos esta oportunidad porque no volverá a repetirse. Creo que si
Ike puede apretar un poco más a sus tropas y la fuerza aérea golpea con contundencia
a los soviéticos de Trondheim y Röros, podemos acabar con todos ellos”. No le faltaba
razón al bravo general norteamericano; la situación se había vuelto preocupante para
el mariscal de campo Zhukov, el general Ivanov y sus 52 divisiones. Eisenhower que
escuchaba atentamente replicó “General, cuánto tiempo necesitaría usted para
derrotar a Zhukov?”, “menos de 5 días, señor”, replicó Patton. Una hora más tarde nos
hallábamos en un frenesí de comunicaciones, listos para impartir las últimas órdenes,
selección de objetivos, puesta a punto y partida de las aeronaves de bombardeo, etc…
Y efectivamente, en poco más de una semana se libraba la primera gran batalla en
tierras escandinavas. Tras conocerse que la deseada Narvik había caído en manos
aliadas, Zhukov disfrutaba de un excelente ejército dividido en 7 divisiones de
infantería del 43; 4 divisiones de infantería del 41; 4 divisiones de T-34; 1 división de
BT-7; 1 división de infantería motorizada del 42; 1 división de infantería motorizada
del 44; 1 división de infantería mecanizada del 44; 2 divisiones de estado mayor del 43
y 1 división de caballería semimotorizada del 39. Sus movimientos fueron valientes y,
algunas veces, cargados de la dramática con la que se revisten algunas batallas pero
no podía competir con la acción coordinada de ataque que desde el aire, mar y tierra
se desarrollaban. Tras trece horas continuadas de duros bombardeos navales y aéreos,
ofensivas y contraofensivas, ataques de infantería, fuego de morteros y artillería,
repliegues, retiradas y avances metro a metro –siempre bajo unas temperaturas casi
infernales por lo gélidas-, uno de los mariscales de campo más brillantes de la última
década que la URSS había brindado al mundo, se retiró hacia lo que –sin duda alguna-
debía ser la tumba de su carrera militar. Treinta divisiones totalmente desmoralizadas
le acompañaban en un largo camino que sabían difícil y complicado. Un capitán
soviético afirmó que “en una batalla puedo resultar herido o incluso morir, pero amigo
mío, no permitas que afronte una retirada”. Diez días más tarde –esta vez con un plan
debidamente organizado-, se repitió la misma escena con la diferencia que se
afrontaba la liquidación de 22 divisiones soviéticas comandadas por el
general Ivanov quien todavía esperaba recibir los restos encabezados por Zhukov. El
general soviético esperaba poder defender su precaria posición utilizando sus 13
divisiones de infantería del 41; 12 divisiones de infantería del 43; 2 divisiones de BT-7;
2 divisiones de infantería motorizada del 44 y 1 división de infantería motorizada del
39. Pero todas resultaron insuficientes ante el empuje
de Eisenhower, Arnold, Patton, Gillem,Eddlemann, Harper, Taylor, Bruce, Doolittle, Spa
atz, Burke, el convaleciente Turnage y tantos otros soldados, marinos y pilotos
anónimos.
Que Dios nos ayude.
Harry S. Truman,
Capítulo CXII
OPERACIÓN LIBERTAD DURADERA (III)
- la otra mejilla? -
“París por Moscú, esa y no otra debe ser la única respuesta aceptable,
se lo pido como amigo, se lo exijo como aliado y se lo ordeno
como Presidente de Francia"
Charles de Gaulle al presidente estadounidense
Washington, 5 de abril de 1947
Desde que el almirante Burke empezó a bombardear las defensas costeras de
Trondheim y Narvik preparando un desembarco anfibio que –por circunstancias
climatológicas- nunca llegaría a ocurrir, los mandos militares destacados en Europa se
encontraban en estado de alerta. Desde las arenas bañadas por el Canal de la Mancha,
pasando por las tierras fortificadas que en un pasado recorriera la inútil línea Maginot,
hasta las altas cadenas montañosas de la frontera italiana, capitanes, generales y
mariscales de campo estaban en contínua situación de vigía. En la mayoría de
ocasiones, elevar la condición de defensa (DEFCON) implica que cualquier suceso que
antes pasaría desapercibido o como máximo, supondría un incidente de combate
mínimamente remarcable, ahora es observado como si de la mayor ofensiva se
tratara. Ello, según me explicaba McCormick, conlleva dos claros efectos; “por un lado,
el que realiza la vigilancia notificará hasta el menor movimiento alertado por el
incremento del nivel de alerta; por otro, el mando que recibe sucesivamente diferentes
avisos, tenderá a quitarles toda la importancia ya que dará por supuesto el grado de
especial cuidado que están aplicando los vigías. El efecto inmediato, señor presidente,
es que elevar el DEFCON significa más un perjuicio que un beneficio. Pero hasta que no
se modifique, el procedimiento es el procedimiento”. Así planteadas las cosas, nadie
podía suponer que a principios de marzo un número indeterminado de divisiones se
movilizaran en Mulhouse, lejos de los curiosos ojos electrónicos de nuestra vigilancia
aérea. Pero sin duda lo que nadie esperaba es que esas dotaciones consiguieran cruzar
la frontera entre Mulhouse y Dijon sin que las tropas italianas destacadas en la zona,
bajo responsabilidad del teniente Grazziani, fueran capaces de detectarlos y cursar la
oportuna orden de alarma. Es curioso observar como cuando las primeras unidades
tomaban las principales ciudades, el citado militar –que a estas horas debe haber sido
degradado a un rango inferior al de soldado raso- seguía confirmando que nadie había
cruzado por su zona de control. De un modo u otro, finalmente 36 divisiones soviéticas
se internaron en territorio francés y, además de la referida Dijon, fueron tomadas las
províncias de Chalon-Sur-Saône y Vichy bajo el imponente comando de los mariscales
de campoVassilevskij, Meretskov y Timoshenko y los generales Bör-
Komorowski, Pokrovski, Tyulen e Ingr; sin duda, no podía tratarse sólo de un
movimiento de acoso sino que apuntaba a algo mucho mayor. A pesar de los errores
acumulados puedo escribir con orgullo que supimos reaccionar con la doctrina de las
tres “e‟s” (eficiencia, eficacia y efectividad). En primer lugar y siguiendo el protocolo de
emergencia establecido en la pasada Conferencia de Washington, el Alto Mando Aliado
emitió la orden EU1947/1818-FRASUR por la que los Estados Unidos asumían de forma
instantánea y sobre la totalidad de fuerzas militares presentes en la zona Francia Sur.
A partir de ese instante podíamos considerar la mejor opción en función de la situación
de nuestras fuerzas sin entrar a discutir cual de los numerosos brazos militares (uno
por cada nación presente) debía seguirse en las –en ocasiones- largas cadenas de
mando. Y lo que resolvió el Alto Mando Aliado fue bien sencillo; atacar el flanco más
débil para aislar el resto del ejército que mas hubiera penetrado entre nuestras líneas
para “bombardearles hasta que se vuelvan locos”(138) y finalmente eliminarlos.
Parece mentira como el lenguaje nos permite explicar en dos líneas algo tan
complicado y en otras ocasiones las palabras no bastan para explicar cosas que
parecerían más simples. Así planteadas las cosas debo decir que la zona pronto reunió
a dos magnos ejércitos detallados según el siguiente orden de batalla:
BANDO ALIADO
BESANÇON
General Touzet du Vigier (ITA)
- 3 divisiones de infantería motorizada del 44
- 1 división de infantería del 45
General de división Carentan (ITA)
- 1 división de infantería del 45
LYON
General Caruso (ITA)
- 2 divisiones de infantería del 45
General de división Pergui (ITA)
- 1 división de infantería motorizada del 44
General Réquim (FRA)
- 1 división de infantería del 45
- 1 división de infantería motorizada del 44
SAINT-ETIENNE
General de división de Melinde (FRA)
- 1 división de infantería del 45
Mariscal de Campo Dill (FRA)
- 1 división de infantería motorizada del 44
Mariscal de Campo Koenig (FRA)
- 1 división de infantería del 45
General de división Picard (ITA)
- 1 división de infantería del 43
CLERMONT-FERRAND
General Reynders (BEL)
- 1 división de infantería del 45
General de división Arena (ITA)
- 1 división de M4A1 Sherman
VICHY
Teniente general Lucas
- 3 divisiones de infantería motorizada del 44
General de división Roquemaure (FRA)
- 1 división de infantería del 45
General de división de Grave (ENG)
- 1 división de infantería del 45
General de división Gubbins (ENG)
- 1 división de infantería motorizada del 44
Mariscal de Campo Goislard de Mons (FRA)
- 1 división de estado mayor del 43
Teniente general Kean
- 2 divisiones de infantería del 43
General Gerow L.T.
- 2 divisiones de infantería de montaña del 43
- 4 divisiones de infantería del 43
DIJON
General de división Navarre (ITA)
- 1 división de infantería del 45
General de división La Tour (ITA)
- 2 divisiones de infantería del 45
General de división Adeline (FRA)
- 1 división de infantería del 45
- - -
BANDO SOVIÉTICO(139)
VICHY
Mariscal de Campo Vassilevskij; Generales Bör-Komorowski y Pokvovski
- 6 divisiones de infantería del 43
- 2 divisiones de infantería del 41
- 1 división de T-34 del 44
- 1 división de T-34 del 41
- 1 división de infantería motorizada del 44
CHALON-SUR-SAÔNE
Mariscal de Campo Meretskov; General Tyulen
- 2 divisiones de infantería mecanizada del 44
- 1 división de infantería mecanizada del 43
- 3 divisiones de infantería del 43
- 3 divisiones de infantería del 41
- 1 división de T-34 del 41
- 1 división de T-34 del 44
- 2 divisiones de infantería motorizada del 44
DIJÓN
Mariscal de Campo Timoshenko S.K.; General Ingr
- 1 división de estado mayor del 39
- 8 divisiones de infantería del 41
- 3 divisiones de infantería del 43
Dado que carecíamos de ningún HD americano en la zona, el Alto Mando Aliado no
tuvo ningún reparo en otorgar el mando directo sobre el teatro de operaciones a los
tres Mariscales de Campo franceses presentes; así Dill, Koenig y Goislard de Mons –
con la asistencia de nuestro general Gerow-, pasaron a comandar el contragolpe aliado
con excelentes resultados. Reconozco que desde Washington se veía la operación como
una prueba de fuego en lo que a confianza se refiere. Desde que los Estados Unidos
entraron en guerra contra Japón y Alemania, siempre habíamos ejercido el mando
directo de todas las operaciones en las que habíamos participado y eran el resto de
aliados quienes quedaban a nuestras órdenes; así hubiera sido imposible concebir
el Dia D, la toma de Bélgica y Holanda o la capitulación de Roma sin la aportación
británica en materia de cobertura naval y aérea. Pero esta era la primera ocasión en
que el mando podía y debía ser transferido a los HD del sector sin importar su
nacionalidad, sólo esperando que su profesionalidad estuviera en consonancia con los
galones que lucían en sus uniformes; y afortunadamente, así fue. En pocos días el
contragolpe aliado consiguió retomar la provincia de Dijon dejándo sin capacidad de
abastecimiento a las tropas soviéticas de Vichy y Chalot-Sur-Saône; en palabras
deGerow “estos franceses han demostrado que han aprendido la lección de 1940,
prácticamente no he tenido que intervenir y han sabido realizar una maniobra
compleja con gran capacidad; estoy muy satisfecho: me complace comunicarles que
pueden eliminar del control de efectivos enemigos otras 36 divisiones”; qué lejos
estábamos de pensar que aquello no había sino empezado.
A las pocas horas y en una maniobra perfectamente coordinada, Stalin ordenaba iniciar
lo que hoy aún es una seria amenaza con forzarnos a abandonar suelo europeo
continental. Una oleada de bombardeos tácticos sobre nuestras posiciones más
avanzadas daba comienzo a un sólido, rápido y contundente avance de los grupos
operativos especiales del ejército soviético como preludio de la entrada masiva de
numerosas e indeterminadas divisiones de tanques e infantería motorizada y
mecanizada. Con diferentes puntos de entrada, el ingente cuerpo principal del ejército
que hasta ahora se había mantenido cómodamente asentado a lo largo de la línea del
frente, desbordó con relativa facilidad el débil dispositivo que habíamos podido situar.
Y reconocer su debilidad no es algo que venga motivado por el resultado final, sino
porque desde un principio sabíamos que en caso de tener que afrontar lo que ahora se
nos presenta, la diferencia númerica era tan insalvable que merecía la pena no
plantear una batalla que no se podía ganar. “Nuestra mejor opción es evitar la retirada
masiva. Si conseguimos mantener un frente ordenado, librando algunas batallas y
mostrando a esos rusos que no estamos dispuestos a irnos así como así, quizá se
conformen con avanzar un poco más y detenerse como hasta ahora han hecho”, fue el
análisis que por acuerdo llegaron Ike, McCormick y Arnold. Pero a medida que el frente
se movía peligrosamente hacia el Atlántico, el nerviosismo aumentaba de forma
exponencial; más aún, en el viejo continente un De Gaulle totalmente fuera de sus
casillas exijía “que se envíe ahora mismo un claro mensaje a Stalin informándole que si
intenta entrar en París, contraatacaremos con nuestro arsenal nuclear y arrasaremos
las principales ciudades soviéticas en un abrir y cerrar de ojos”. Totalmente
descontrolado, el mandatario francés acabó su conversación con un imperativo “se lo
ordeno como Presidente de Francia!” y acto seguido colgó el teléfono. La situación
empeoraba por momentos tanto en el plano militar como en el político; sin duda nadie
discute que la opción de un bombardeo nuclear masivo era una de las muchas acciones
a considerar y en este sentido he pedido al Centro de Operaciones de Combate (COC)
que elabore un resumen de las opciones disponibles; pero en modo alguno podía
comprometer mi palabra –como así era la exigencia deCharles de Gaulle- en una
acción inmediata sin antes proteger nuestras tropas –propias y aliadas-, someter la
acción a la consideración del Alto Mando Aliado y discutirlo con el Primer
Ministro Attlee.
Todos debemos movernos deprisa y acertadamente; son horas tremendamente difíciles
y debemos mantener la calma.
Que Dios nos ayude con el mismo empeño que intentamos mostrar.
Harry S. Truman,
- - -
(138) Esta indigna frase fue pronunciada por el general serbio-bosnio Radtko
Mladic durante la guerra de Bosnia. El cerco a la ciudad sitiada de Sarajevo se llevó a
cabo por los responsables de tantos asesinatos masivos –conocidos como limpieza
étnica-, ocasionando miles de muertos (10.000 en Sarajevo y 8.000 en Srebenica) y
centenares de miles de heridos y desplazados. En la actualidad permanece oculto bajo
protección serbia, acusado por el Tribunal Internacional de La Haya de crímenes contra
la humanidad y genocidio.
(139) Se muestra información menos detallada de acuerdo con los informes recibidos
por los servicios de inteligencia militar.
Capítulo CXIII
OPERACIÓN LIBERTAD DURADERA (IV)
- de nuevo Paris -
“Señor presidente de los Estados Unidos,
Francia le odia profundamente"
Carta entregada a la Casa Blanca
Washington, 2 de mayo de 1947
Estados Unidos es un país infiltrado. Ahora sabemos que el ataque soviético sobre
Francia no fue fruto solo de la casualidad. Tenemos la absoluta certeza de que
cualquier movimiento que los generales enemigos han planificado no estuvo sujeto a la
improvisación sino al resultado de un frío análisis que tenía su punto de orígen en las
eficientes actividades de espionaje realizadas por una red de agentes insertados en
altas instancias de nuestro gobierno desde antes que esta guerra se iniciara. Las
investigaciones que el servicio de contraespionaje llevó a cabo durante los últimos
meses de 1946 y principios de 1947, condujo a la elaboración de un voluminoso
informe del cual admito haber leído tan sólo la última página, “recomendamos la
detención de los sospechosos para someterles a un férreo interrogatorio pues estamos
convencidos que forman parte de un poderoso sistema de espionaje”; fue cuanto
necesitaba saber para autorizar al Servicio de Inteligencia Militar (SIM) a realizar la
detención e interrogatoria –según sus propios métodos- de los sospechosos. El
resultado de sus declaraciones y las pruebas aportadas por el servicio de
contraespionaje nos permitieron conocer –de forma bastante exhaustiva- la red de
espionaje soviética en suelo norteamericano. La mayoría de sus integrantes eran
personajes anónimos sin ningura relevancia política o social, ciudadanos grises que
llevaban una doble vida de alto riesgo pero profundamente motivados; con una amplia
presencia en los barrios más obreros pero también, bien situados económicamente y
próximos a los centros estratégicos de nuestra nación.
Algunos casos remarcables fueron Paul Berger, como empleado del puerto de New
York y su trabajo como operador de las mayúsculas grúas de carga y descarga, le
facilitaba –desde las alturas- un privilegiado punto de observación de todo el tráfico
portuario. Además, con un fácil acceso a los controles de entrada y salida de
mercancías y recursos humanos hacía posible que un solo hombre –Paul Berger-
pudiera enviar continuos informes de volumen y tipo de carga que cada semana
entraban o partían con destino a Europa de uno de los principales puertos de los
Estados Unidos. Marc Faccini, casado con una norteamericana desde hacía cinco años y
padre de tres hermosos bebés, formaba parte del cuerpo de mantenimiento de
nuestros más avanzados bombarderos localizados en la base aérea de Concord (punto
de partida de la fuerza aérea que hasta Europa se trasladaba). Ello significa que, por
un lado, fuera altamente probable que gran parte de la tecnología utilizada en estos
aparatos esté ya en manos del KGB(140) y que, por otro, algunas cabezas de altos
responsables de control en Concord, rodarán más allá de las pistas de aterrizaje. Pero
quizá el más preocupante, no para la nación, sino personalmente para mí, fuera Robert
Derek, inspector de polícía de Washington y con amplio acceso al programa de
seguridad presidencial lo que le facilitaba el conocimiento, con la debida antelación, de
todos mis movimientos. No sería exagerado decir que si hoy todavía puedo sentarme a
escribir este diario es porque, probablemente, Stalin no ha considerado mi eliminación
personal como una prioridad de guerra. Además, este último sujeto de quien hemos
podido conocer su nombre real –que por seguridad nacional, no voy a desvelar- era el
nexo de unión entre todos los eslabones de la cadena de espionaje –los cuales
permanecían aislados unos de otros-. Por si fuera poco, el citado Robert mantenía un
apasionado idilio con una trabajadora de la propia Casa Blanca –el nombre de la cual
tampoco aclararé hoy- y de quien obtenía importantísima información, incluyendo
hasta los últimos detalles del Plan McCormick. Así las cosas y una vez compartida la
información con los máximos responsables militares de la nación, a nadie extrañó que
nos hubiera costado tanto llegar donde estábamos, porqué estábamos en franco
retroceso de nuestras posiciones en Asia o el fracaso de tantas otras operaciones
militares intentadas. Nunca fue fácil jugar al béisbol con una mano atada a la espalda,
pero ahora estábamos a mitad de la última entrada e íbamos a pelear, al fin, en
igualdad de condiciones: justo cuando mas lo necesitábamos.
FDR solía decirme que la historia es una repetición de acontecimientos en los cuales
sólo cambian los nombres de los protagonistas y las fechas. Parece que la realidad se
empeña en demostrarnos la fidelidad de esta hipótesis; el mes pasado, la humanidad
ha podido contemplar la entrada triunfal de las tropas soviéticas en París pocas horas
después de que ésta se declarara ciudad abierta. A imagen y semejanza de lo que
ocurriera tan sólo siete años atrás, las escenas de tristeza se han repetido
nuevamente, aunque parece que en esta ocasión, los ocupantes rusos están
dispuestos, a superar ampliamente el implacable orden impuesto por los nazis durante
los primeros años de esta década. Superando al propio avión que trasladaba a Charles
de Gaulle hasta tierras norteamericanas, las primeras notícias cruzaron el Atlántico
para informar de los abusos registrados en la capital ocupada: violaciones de la
propiedad privada, detenciones en masa, juicios sumarísimos de todo aquel
representante público que no colaborara con la nueva autoridad, apropiaciones, robos
y saqueos. Parece que también debemos lamentar la desaparición de espacios
históricos; con la autorización de facto de los mandos, algunas unidades de infantería
soviética habrían reducido a escombros –por pura diversión- les Champs Elysées;
también la curvilínea forma de la cúpula principal de la basílica de le Sagré
Coeur habría sido objeto de las estúpidas apuestas cruzadas entre dos brigadas de
artillería. Algunos rumores incluso hablarían del saqueo y destrucción de la tumba
de Napoleón como patético objeto de una venganza ejecutada siglos después. Alguna
hora después de la lectura de dichos informes se personaba en el despacho oval de la
Casa Blanca, impolutamente vestido, el presidente de Francia,Charles de Gaulle. El
dirigente francés, enrojecido por la cólera, cansado por la nueva humillación de quien
ve perder su nación por segunda vez, me ha exijido –voz en grito- un ataque nuclear
inmediato sobre Moscú, acción que ya me había reclamado en una anterior
conversación telefónica que, por cierto, tampoco finalizó de la manera mas
“diplomática” posible. En este momento y dadas las circunstancias, he considerado
oportuno informar a de Gaulle de los progresos que el Plan McCormick estaba
consiguiendo; de cómo habíamos conseguido tomar las bases del norte de Noruega
para utilizarlas como punto de apoyo desde donde atacar posteriormente las bases
rusas de Petsamo y Murmansk y cómo desde ahí ya estábamos preparando el
inminente ataque final sobre el importantísimo enclave de Arkangel‟sk como puerta de
entrada a nuestras tropas con dirección a Leningrado y Moscú; “sólo le estoy pidiendo
que tranquilice sus impulsos y sepa esperar con nosotros el momento indicado para
asestar un golpe definitivo a la moral de nuestro común enemigo soviético”, le repetí
con la mayor tranquilidad que pude reunir; “quizá siete días, quizá dos semanas, pero
puedo garantizarle que verá ondear las banderas de los Estados Unidos, Reino Unido y,
cómo no, Francia, sobre las murallas del Kremlin”, añadí. “C‟est incroyable!, obéissez
au peuple français d'une fois et remplissez son obligation de défendre à un partenaire!
c'est un ordre!”(141); exclamó Charles; “No. A su tiempo”, he respondido. Así las
cosas, con la misma urgencia con la que había llegado a la capital de los Estados
Unidos, el mandatario francés ha decidido regresar de nuevo al viejo contiente; me
han confirmado que su avión ha despegado con destino a Londres. Una llamada de
teléfono a Clement Attlee ha bastado para poner sobre aviso al premier británico sobre
el tratamiento apropiado que el mandatario francés merece y, puedo asegurar que ni
cinco Churchillsjuntos pueden igualar a un Clement cuando éste se enfada con alguien.
Mientras el avión presidencial francés se asoma al océano Atlántico, uno de mis
asesores ha dejado en el salón presidencial una carta escrita hace un par de días por
un desconocido parisino y que le ha sido entregada por uno de los acompañantes de de
Gaulle:
París, 25 de abril de 1947
Al presidente de los Estados Unidos
Señor presidente,
Francia le odia, Francia entera le odia profundamente.
Su país lleva varias décadas hablandonos de libertad y democracia pero desde la
ventana de nuestra casa en la segunda planta de la Rue de Longchamp, núm 35, justo
detrás del Palais de Chaillot y a sólo un paso de la Tour Eiffel, mi mujer ha visto en
sólo ocho años la llegada de tropas invasoras, primero alemanes y ahora soviéticos.
Nos sentimos engañados.
Por dos veces debemos agachar la cabeza ante los fusiles y sentir miedo, mucho
miedo. Mis hijas han aprendido a leer las miradas de fieros soldados que no nos
respetan más de lo que sus superiores les ordenan. Todos sabemos que cada día
puede ser el final y cada beso de despedida al salir a la calle, el último.
Es verdad que su país nos liberó no hace demasiado del yugo nazi pero, ¿de qué nos
sirve eso si después no pueden mantenernos libres?. Estoy seguro que lo que hoy
vivimos en Europa no es de su voluntad y que hará todo lo posible para retornar esa
libertad tan ansiada; sólo le pediría que esta vez, sea para siempre.
Henry Lafraille
Será dificil aguantar el peso de tantos inocentes.
Harry S. Truman,
- - -
(140) Por razones de la narración se ha anticipado varios años la fecha de creación del
Comité para la Seguridad del Estado (Komitet Gosudárstvennoi Bezopásnosti, o
conocido más generalmente como KGB). La institución que durante los años en que se
desarrolla este capítulo debiera figurar sería el Ministerio para la Seguridad Estatal
(MGB). El periodo real durante el cual la KGB desarrolló su labor fue el comprendido
entre el 13 de marzo de 1954 y el 6 de noviembre de 1991 fecha en la cual fue
disuelto por el general Vadim Bakatin tras substituir al general Vladimir
Kryuchkov quien en agosto de 1991 había utilizado su cargo para promover un golpe
de estado contra el presidente Mikhail Gorbatxov. Posteriormente las actividades del
KGB se dividieron entre la Unión de Inteligencia Extranjera (SVR) y el Servicio de
Seguridad Interna e Inteligencia Extranjera (FSB), siendo ésta última entidad
(Federalnaya Sluzhba Bezopasnosti) más asimilable al papel de la mencionada KGB
(141) "Esto es increíble!, obedezca al pueblo francés de una vez y cumpla con su
obligación de defender a un aliado! Es una orden!”.
Capítulo CXIV
OPERACIÓN LIBERTAD DURADERA (V)
- pausa -
“Un paseo por el jardín del paraíso"
W. Eugene Smith, fotógrafo
Atlantic City, 28 de mayo de 1947
El poder que tienen las imágenes es algo que sorprende a todos aquellos que hemos
experimentado el impacto del cine en nuestras vidas. Sólo unos pocos aventajados
fueron capaces de darse cuenta de la gran capacidad propagandística que de los
medios de comunicación de masas pueden otorgar y, en ocasiones hemos podido
comprobar como, poco importa si el fin es loable y mezquino; deberemos estudiar la
obra de Joseph Goebbels para sacar nuestras propias conclusiones. Ayer, mientras
tomaba un frugal desayuno, tuve la ocasión de abrir un ejemplar del próximo número
de la revista Life que me fue enviado –casi en exclusiva- por parte de su director de
relaciones comerciales, mi buen amigo Michael Thompson. Supongo que cuando uno
trabaja en una revista como Life, está acostumbrado a intuir –casi adivinar- qué
imágenes pueden o no cautivarnos y a fe de Dios que Michael mantiene bien
engrasada su bola mágica. Debo reconocer que durante algunos minutos me quedé
observando la fotografía en cuestión y el pequeño texto que lo acompaña como una
muestra mas de los sacrificios que –en la medidad de las posibilidades- todos estamos
asumiendo. Por un momento, todos podemos olvidarnos de este mundo tan empeñado
en el padecimiento, la muerte y la injusticia y trasladarnos hasta ese apacible jardín
donde unos niños recorren plácidamente su camino. Ví amor y ternura, paz y
tranquilidad, protección entre hermanos, cariño y, a la vez, todos podemos
identificarnos con los sentimientos de un cansado padre en el regreso a casa.
“Estos dos niños son míos. Durante la II Guerra Mundial fui gravemente herido y al
cabo de dos años y medio de hospital, cuando volví a intentar sacar una foto, apenas
podía cargar la cámara. Eso sí, estaba decidido a que esta primera foto fuera
diferente, que no tuviera nada que ver con la guerra,
que fuera una declaración de vida”
W. Eugene Smith(142), Estados Unidos 1946
Esta noche he asistido a una cena organizada por los veteranos de la Gran Guerra y no
he podido por menos que levantar mi voz en un improvisado discurso y hablar al
pueblo americano de tú a tú: “queremos vivir en paz, queremos ser libres y
preocuparnos por nuestros trabajos, nuestro hogar, nuestras esposas e hijos. Nadie
tiene el derecho de imponer su voluntad a otros seres humanos y mucho menos, a
convertirlos en esclavos de su ideología. Podría ordenar hoy mismo el cese de las
hostilidades y la vuelta a casa de todos nuestros hombres que luchan en el frente, pero
sé que nuestro deber es hacer posible que nuestros hijos, estén en la parte del planeta
que estén, puedan pasear tranquilamente por el jardín de paraíso”. Supongo que
cuando salga publicado el número de la revista Life, todos entenderán mejor a qué me
estaba refiriendo.
Que Dios nos ayude.
Harry S. Truman,
- - -
(142) W. Eugene Smith fue uno de los fotógrafos más legendarios de la historia de los
Estados Unidos. Sus creaciones reflejaban la cara más próxima y cercana a las
personas que vivían en medio del desastre. Enviando sus trabajos para publicaciones
como Life, American o The New York Times, estuvo presente en los conflictos armados
más importantes, “Spanish Village”, “Saipan” o las visiones mas intimistas de “A man
of mercy”, “Country doctor” o la que se ha tomado para ilustrar este capítulo: "A walk
to paradise garden". La mejor definición de su trabajo se hallaba en su frase “I am a
journalist, a photojournalist”.
Capítulo CXV
OPERACIÓN LIBERTAD DURADERA (VI)
- de vez en cuando, amanece -
“Nadie ha puesto un pié extranjero en estas tierras desde hace siglos,
pero hoy estamos aquí"
Dwight D. Eisenhower desde Arkangel'sk
Boston, 9 de septiembre de 1947
Petsamo fue un jardín; Murmansk, algo parecido a un paseo; Arkangel‟sk, el infierno.
El Alto Mando Aliado consideró que la mejor opción para ejecutar la fase decisiva del
plan de McCormick (toma del puerto de Arkangel‟sk), era mediante una serie de
acciones encadenadas a cargo de las fuerzas de élite del ejército de los Estados
Unidos. Creadas en la primera guerra mundial y especializadas en el asalto de
posiciones enemigas en las más duras condiciones –frecuentemente bajo la resistencia
que podían ofrecer la combinación de fuego cruzado y barro-, estos hombres habían
desarrollado sofisticadas técnicas y estrategias que los hacían los más idóneas para
este tipo de situaciones pero “nada está garantizado”, oí exclamar al teniente
general Hickey T.F. poco antes de iniciar su ofensiva. El primer objetivo, Petsamo, se
tomó con la misma facilidad con la que mi camarero me sirve cada el desayuno
mañana. La 17th división aerotransportada al mando del general de división Bluemel y
la 101st división de infantería aerotransportada –reforzada con otra brigada anticarro-
y obedeciendo a Adams –ambas reforzadas con sendas brigadas anticarro-,
transportadas por los generales de escuadrón Maddox, Blakeslee y Zykowski, saltaron
sobre el puerto y el aeropuerto de Petsamo; tres horas más tarde comunicaban
a Eisenhower que las instalaciones militares estaban vacías y que estaban asegurando
las zonas de interés en espera de refuerzos. Literalmente ví como un escalofrío de
temor recorría el espinazo de los militares de más alta graduación presentes en la sala
y en cada uno de ellos se adivinaba el recuero, aún reciente, de lo vivido en Iwo Juma.
Pero Ike no iba a dudar, en el momento clave de toda la planificación, que el miedo
venciera su fortaleza; en este sentido, cuando escuché la pausada voz del héroe del
Día D, ordenar a Hickey que tomara y asegurara el puerto de Murmansk, reconocí a
otra persona que, sin duda alguna, ha marcado las diferencias: Franklin Delano
Roosevelt.
Con el paso de las horas confirmamos, con extrañeza, que los soviéticos habían
abandonado a su suerte –es decir, a la nuestra-, el estratégico punto de Petsamo. Ello
originó en el Alto Mando Aliado, pero también en Washington –para qué negarlo-, toda
una serie de acaloradas discusiones y teorías, alguna de ellas bastante estúpidas. La
primera de ellas, la más optimista, explicaba que la gran presencia de tropas enemigas
en la vieja Europa –casi totalmente conquistada-, necesariamente tenía que tener su
talón de Aquiles y, en este caso, dicho talón se llamaba Petsamo. “El ejército es como
una manta muy corta, si te cubres la cabeza no puedes taparte los pies”, sentenció el
general Arnold. Aún con todo, McCormick se negaba a depositar toda la suerte de la
guerra en un error de principiante soviético cuando tan brillantemente estaban
disputandoles la supremacía mundial. Una simple mirada al mapa de Europa tenía que
desprender argumentos más convincentes que las ligeras palabras de Arnold; a
excepción de la barrera italiana, el oeste francés y los –todavía- no-amenazados
estados de la península ibérica, tenían que dar a entender necesariamente que el Alto
Mando Soviético no cometía ese tipo de errores, “Señor presidente, si concedemos el
abandono de Petsamo como un clamoroso error de academia militar, estaremos
jugando al azar con las vidas de nuestras propias tropas”, me aseguró en conversación
telefónica de aquella misma mañana.
La otra teoría, recuerdo que formulada por Ike parecía algo más sólida. A tenor de
nuestra valerosa ofensiva en Noruega, los soviéticos habrían valorado todos los riesgos
y habrían optado por una retirada estratégica. De este modo nos entregarían la
península de Kola pero encerrarían a las tropas aliadas en un cinturón defensivo
alrededor nuestro y tirarían la llave. Así lo confirmaron los informes que el teniente
general Hickey T.F. envió desde el mismo puerto de Murmansk horas después. La
acostumbrada cortina de fuego naval a cargo del grupo de combate que dirigía el gran
almirante Nimitz, protegido a su vez por el almirante Burke –quien contaba con los
portaaviones America, Constitution, Independence, George Washington y Victory- (con
semejantes nombres cómo es posible no ganar!), dió paso al bombardeo, estratégico y
táctico, del general Doolittle y el teniente general Hallet. El general Somervell y los
teniente general Harper y Turnage tuvieron que hacer frente a una débil defensa que
se rindió mucho antes de que el teniente general Hickey T.F. hubiera desembarcado en
la zona de los muelles y desactivara las cargas explosivas que el enemigo había
dispuesto a modo de trampa mortal. Lo más preocupante de todo fueron los informes
que los tres cuerpos del ejército (tierra, mar y aire) comunicaron una vez la operación
estuvo cerrada. La presencia militar soviética en Hammerfest y Vardö (Noruega) se
distribuyó inteligentemente a través de las províncias finesas de Rovaniemi y Kajaani
hasta las rusas de Kandalaksja y Kola. El mensaje soviético era claro: hasta aquí pero
ningún palmo más de tierra. Hablé telefónicamente con Eisenhower veinticuatro horas
antes de que se iniciara la última, más peligrosa y decisiva parte de la operación: “no
insista señor Presidente, no hay nada en este mundo que me impida tomar el mando
directo de esta ofensiva y pisar, con mis propias botas, suelo soviético. Bueno, quizá
mi mujer, pero ella sabe que lo hago para que pronto volvamos a re-encontrarnos”.
Colgué el telefono preocupado; preocupado y orgulloso, media hora más tarde se
recibía en Londres el visto bueno presidencial para afrontar el nuevo y difícil reto.
El servicio de observación noruego había realizado un gran trabajo de espionaje y
estudio. Antes de que la nación cayera bajo el empuje soviético, todos los dossier
fueron trasladados hasta Londres. Estaba claro que, dada su antigüedad, habían
quedado desfasados y se requería un trabajo de actualización, pero en líneas generales
los objetivos estaban identificados, la geografía era conocida y las instalaciones civiles,
logísticas y militares, fijadas. A partir de ahí, el Alto Mando Aliado confiaría en su
capacidad de análisis y en las virtudes tácticas de los generales implicados en la
operación. Cuando uno oía comentar los detalles a Eisenhower o McCormick veía como
el resto de altos responsables asentían sin una nota discordante; tal era su prestigio.
Las últimas semanas se habían realizado contínuos bombardeos estratégicos,
alternando la búsqueda de los ataques logísticos con aquellos que intentarían minar la
determinación de los defensores. Las flotas de ataque y cobertura habían ido creciendo
en número y actividad; al gran almiranteLeahy, los vicealmirantes Cote, Write
J., Land y Lockwood, y a los almirantes Kinkaid y Kalbfus, se les sumó el gran
almirante Nimitz y el almirante Burke. Todos ellos sumaron una flota compuesta de 24
buques de transporte, 9 submarinos, 13 destructores, 1 crucero de batalla, 6 cruceros
ligeros, 6 cruceros pesados, 15 acorazados y 11 portaviones. Su misió se repartía
entre el transporte de fuerzas y material, el ataque directo a la província objetivo y el
control de la totalidad de aguas, no sólo adyacentes, sino las localizadas entre las
costas de Noruega hasta el ártico. Ningún buque enemigo podría penetrar en zona de
guerra, al menos, en teoría y así fue; incluso para evitar situaciones anómalas se
solicitó al resto de naciones aliadas que se abstuvieran de hacer acto de presencia en
el perímetro de operaciones: aquello sería un éxito o un fracaso, norteamericano en
cualquier caso. Los generales del aire Eaker y Spaatz, conjuntamente con los teniente
general Hallet, Davis Jr. y Zemke aseguraron el cielo. Sus 4 bombarderos estratégicos
B-29, sus 8 bombaderos tácticos B-25J y el apoyo en misiones de ataque y escolta de
los 4 interceptores FAU Corsair y otros tantos F-84E Thunderjet garantizaron un
completo y efectivo golpe aéreo.
Alguna voz temerosa recordó, en la central del mando aliado en Europa, a los allí
presentes que el uso de armas nucleares era una parte importante de la operación y
efectivamente así era. Cuando Charles McCormick describió con su acostumbrada
exactitut el plan que posteriormente llevaría su nombre, indicó que la mejor baza era
la rapidez y a fin de asegurar ésta, la opción más eficaz era el ataque con una bomba
nuclear sobre Arkangel‟sk acompañado de un desembarco anfibio. Era evidente, desde
incluso antes de las primeras experiencias con esta clase de armas, que este tipo de
nueva tecnología incorporaba un efecto claramente desalentador: la radiación nuclear.
A pesar de los experimentos de Trinity y lo que se estaba documentando en Hiroshima
y Nagasaki, los militares no veían otra forma de penetrar en las sólidas defensas
soviéticas. “Quizá nuestra única opción sea la que tiene un elefante al entrar en una
cacharrería, pero si así debe ser, así será”, había concluído McCormick, sabedor que
esta y la anterior guerra se habían cobrado un número tan indecente de vidas
humanas que cualquier sacrificio que pudiera realizarse ahora, en favor de una rápida
finalización del conflicto mas terrible en la historia de la humanidad, debía ser
considerado como admisible. En cualquier caso, Ike reclamó para sí, en su condición
de mando con mas alta graduación presente en el teatro de operaciones, la decisión
final. Su prioridad absoluta era, sin lugar a dudas, que en el plazo máximo de una
semana Arkangel‟sk fuera declarada zona ocupada y en ello empeñaría cualquier
recurso a su alcance. Ahora bien, “a diferencia de otras naciones, tenemos una
responsabilidad moral aún en la guerra y Dios sabe que haré lo posible por
salvaguardar la vida de mi pueblo pero también de aquellos enemigos que no
muestren una actitud agresiva”. Tras estas palabras se ocultaba la firme convicción de
que la población civil no era responsable y, por tanto, tampoco debía sufrir un castigo
desproporcionado. Si ante las mas fieras tropas alemanas, los aliados mostraron
siempre una mano tendida, diferenciando claramente quien era el responsable y ante
los japoneses se repitieron los hechos incluso considerando el uso de las dos bombas
nucleares como parte de este contexto, el suelo soviético no sería tratado de forma
diferente. “Me esforzaré para llevar a cabo esta misión con éxito, también me
concentraré en que la población civil sufra lo menos posible; no estoy dispuesto a
erradicar la vida humana de la faz de esa parte del planeta... a no ser que las
circunstancias amenacen con forzar una retirada que se me antoja imposible”, afirmó
el militar ya de camino a su objetivo final.
Y así sucedió. Tan pronto como los primeros navíos que conformaban la flota de
invasión aliada apareció en el horizonte, llovieron las primeras descargas de fuego
antibarco disparadas desde las posiciones defensivas soviéticas. “Esto no va a ser
Petsamo!... repito, no va a ser Petsamo!”, gritó el almiranteKinkaid a través del
sistema cifrado de comunicación naval. Claramente los soviéticos habían articulado una
defensa basada en dos prioridades: la primera consistía en dificultar lo más posible el
desembarco; la segunda, morir antes que entregar el puerto. La flota de desembarco
empezó a zigzagear tras el paso que abrían destructores y fragatas. El fuego naval
intentaba saturar las defensas terrestres antes de que estas tuvieran oportunidad de
identificar y fijar los blancos. La fuerza aérea aliada táctica realizaba diferentes oleadas
vaciando sus bodegas y mientras éstos viajaban hacia diferentes bases logísticas para
renovar municiones y hombres, la ala quinta de la fuerza estratégica de Spaatz,
descomponían literalmente la geografía de las zonas donde se habían ubicado las
defensas costeras. A miles de kilómetros más allá, en el Centro de Coordinación Aliada,
próximo a la sede del Alto Mando Aliado, en el centro de Londres, podía oírse por
enima del crepitar del sistema de transmisiones, al mariscal Eisenhower dar
instrucciones, pedir diferentes concentraciones de fuego naval, solicitar ataques aéreos
y, sobretodo, animar sin parar a los soldados que integraban el ataque.
Tocar las costas continentales soviéticas llevó más de 6 horas de fuego cruzado y
ninguno de aquellos valientes soldados ha vivido para contarlo. Los comentarios en
Washington y Boston reflejaban sólo estupor; ni en Dunkerke, ni en las playas de
Normandía, ni las arenas de Okinawa o Iwo Juma vieron nada igual. El mariscal de
campo Vassilevskij, recién trasladado del frente occidental, conjuntamente con los
generales Bör-Komorowski y Pokvovski, se habían ocupado de pertrechar las tropas a
su mando y de motivarlas con la suficiente profesionalidad como para resistir a los
cuatro jinetes del Apocalipsis si hubiera sido necesario: el fuego anti-aéreo iluminaba
la noche con centenares –a veces, miles- de ríos de luz; la concentración de
explosiones procedentes de las laderas que rodeaban la zona de desembarco hacía
que, en ocasiones, nadie pudiera diferenciar entre el suelo y el cielo; los tanques
hacían rugir sus cañones disparando de forma contínua sin siquiera esperar la
confirmación de los blancos. La máquina de triturar carne aliada funcionó a pleno
rendimiento durante varias horas. A tal punto llegó la situación que Charles
McCormick ordenó contactar con el mariscal LeMay, al mando de la primera fuerza
estratégica de la fuerza nuclear, para que los B47 Stratojet iniciaran las rutas de
aproximación para un ataque atómico. Solo una serie de rápidas órdenes dictadas
desde el mar blanco por un vociferante Dwight David Eisenhower, haciendo valer
experiencia, valor, condecoraciones, expedientes y, sobretodo, carisma, consiguió que
la orden se suspendiera en el último momento; “Charles, da la orden sólo cuando yo
haya muerto y mis chicos hayan sido evacuados y no antes!”. Finalmente nuestras
fuerzas aliadas consiguieron desembarcar a todos sus efectivos y con una rapidez
asombrosa fueron desplegados en diferentes puntos de la zona. La entrada en
combate de los comandos aliados, apoyados desde el mar y aire, la valentía de
algunos de nuestros combatientes quienes, por exigencia de la historia, no superaban
los 18 años y la experiencia de los mandos permitieron que, uno a uno, los diferentes
focos defensivos fueran gradualmente eliminados. Pero lo peor todavía no había
pasado. Cinco días después de haber roto la tranquilidad de la tundra soviética, las
primeras unidades aliadas empezaron a introducirse en el puerto militar de
Arkangel‟sk, sorteando centenares de masas de hierro, retorcidas y refundidas en ellas
mismas por el calor que la zona alcanzó durante los bombardeos aéreos y navales. El
paisaje resultaba dantesco y sobrecogedor, más aún al descubrir posiciones defensivas
aún humeantes con las siluetas de lo que un día fueron seres humanos. Una multitud
de trozos mutilados se esparcían por todos los rincones de los sectores mas castigados
y mientras los soldados más veteranos obligaban a los jóvenes a circular por zonas
mas despejadas -alejándolos de las imágenes más crudas-, algunos de ellos no podían
reprimir ni las náuseas, ni las lágrimas.
Tanto John Peters, sargento primero de la 108 división de marines de los Estados
Unidos, como Kevin Schwanberg, soldado de la 85 división de infantería de montaña,
ambos recién llegados a la zona de descarga de equipos militares del puerto de
Murmansk, explicarían días después de las explosiones que éstas se producieron en
cadena a lo largo de todo el sector de atraque donde los diferentes navíos -de
transporte o militares-, fondearon durante los días posteriores a la toma del puerto.
Ulteriores investigaciones demostraron que las cargas explosivas se detonaron
mediante dispositivos a distancia por lo que he ordenado personalmente el despliegue
por toda la ciudad de batallones de lucha anti-terrorista. Los daños fueron
extremadamente graves; 1.543 soldados muertos y otros 3.000 heridos; centenares
de toneladas de víveres y pertrechos perdidos en el fondo de las aguas que bañan el
puerto. Siete mercantes hundidos o gravemente dañados, además de importantes
reparaciones imposibles de realizar en suelo soviético de cinco fragatas y 4
destructores. Un sobrecogido teniente Robatsch definió a la perfección lo acaecído en
Murmansk: "ha sido un nuevo Pearl Harbour, pero esta vez desde el interior".
Que Dios nos ayude con el mismo empeño que intentamos mostrar.
Harry S. Truman,
Capítulo CXVI
IKE
“Señor, el mariscal Eisenhower falleció hace una hora"
Charles McCormick desde el centro de mando aliado
Boston, 24 de octubre de 1947
Estaba relajado pero a la vez lucía esa clara determinación que solo los grandes
hombres pueden exhibir. El popular humor de Ike es algo conocido desde el presidente
de los Estados Unidos hasta el último de los soldados rasos, pero en aquella fría noche,
su voz tronaba a través del auricular, rotunda y cansada, animosa e impaciente. Era
una mezcla extraña de emociones contrapuestas aunque todas ellas entendibles. Su
reto era concluir con éxito el objetivo final y, con la previsión que le caracterizaba,
plantarse ante las murallas rojas del Kremlin. Confesaba un miedo comprensible hasta
para un alto mariscal como él y la inevitable impaciencia le corroía por dentro. Los dos
pasamos muy buenos ratos imaginando qué haríamos una vez esta maldita guerra
hubiera finalizado; yo probablemente no me presentaría a una nueva elección –si es
que algún día resulté elegido para esta tarea-; las duras decisiones tomadas desde la
muerte de Roosevelt habían convertido mi espíritu en un mar de
tormentos; Eisenhower(143) creía que regresaría a su vieja casa en la ladera de los
Apalaches para reunirse, de vez en cuando, con sus antigüos amigos de armas para
compartir aventuras y alcohol; sin embargo, a mi me olía que sería presidente de los
Estados Unidos como y cuando quisiera. Hablaba mucho de su mujer y de los hijos que
no habían podido tener; quizá fuera por ese motivo que, a menudo, trataba a todos los
soldados como parte de su vida.
Las dudas mas famosas de toda la segunda guerra mundial fueron suyas, en Londres,
frente a las costas de la Francia nazi. Las quejas más soeces brotaron de su boca
cuando tuvo que aguantar la dureza de un frío invierno en Europa. Su voluntad
inquebrantable le impulsó a liberar la España franquista. Su actitud, la más agresiva en
el camino que llevó los aliados hasta Berlín. Su consejo, el más oportuno al recuperar
para el servicio activo aCharles McCormick, y su afán, el más valeroso, para llevarnos
hasta las puertas de Moscú. Este país no le debe nada a Dwight, a excepción de su
libertad. Esta mañana y a través de la diplomacia suiza, me ha sido entregado un
telegrama emitido desde Moscú. El texto es el siguiente: “Solo los que entregamos
nuestras vidas al servicio de las armas podemos entender qué se siente al ver morir a
un gran hombre. Que nuestro presente nos sitúe en bandos enfrentados no es óbice
para que el Alto Mando Soviético exprese el reconocimiento ante quien siempre será
considerado compañero de armas”.
El dolor es hoy demasiado abrumador, que Dios le tenga en su corazón.
Harry S. Truman,
- - -
(143) En realidad, Dwight David Eisenhower accedió a la presidencia de los Estados Unidos de America siendo el
trigésimo cuarto en la historia americana. También es falso que no tuviera hijos; el primero, Doud Dwight
Eisenhower murió de escarlatina a los tres años de edad. El segundo, John David Sheldon Doud Eisenhower serviría
en el Ejército y se convertiría en escritor además de ser embajador de los Estados Unidos en Bélgica entre 1969 y
1971. Como presidente de los USA impulsó el desarrollo del sistema de autopistas en su país, tomando como
referencia el sistema alemán de los años 30. En el ámbito social no promovió leyes que ayudasen a disminuir la
segregación racial. Su política exterior se basó en la Doctrina de Represalias Masivas, también conocida
como Doctrina Eisenhower. Esta doctrina, implementada junto a John Foster Dulles e inscrita en el contexto de la
Guerra Fría, ponía el énfasis en el uso disuasivo de las armas nucleares y en la intervención en cualquier conflicto
en cualquier parte del mundo donde se observara la influencia soviética.
Capítulo CXVII
LA PERLA DEL GOLFO DE NEVA
“ Informe al Señor Presidente que los objetivos han sido conquistados.
Pero aquí no hay desfiles, ni fiestas ni celebraciones;
todo es desolación."
Comunicación entre el general Patton y Charles McCormick
Dallas, 12 de abril de 1948
Cuando los historiadores estudien esta etapa de la historia, nadie podrá creer lo que
estamos logrando. La Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas se encuentra en
franca retirada de todos sus frentes y la victoria está más cerca que nunca. Hace poco
más de medio año que perdí, que perdimos, a un héroe, a un amigo, a un compañero
y la gloria del triumfo conseguido queda amargado bajo esas sombras. En el Alto
Mando Aliado, los rostros miden su felicidad; la prespectiva de un futuro próximo lejos
de toda esta locura se mezcla con el manto del luto que ha caído en todo el
país. McCormickcontinua liderando con la misma firmeza de siempre, pero solo los más
próximos podemos darnos cuenta que algo en su interior ha cambiado. Otros altos
comandantes como Nimitz, Arnold, LeMay, Patton o Spaatz se han entregado con
mayor aínco –si es que ello es posible-, a sus labores y uno supone que más por miedo
a mostrar su pena en público que no por su abnegada dedicación alejada de cualquier
duda. Incluso el país ya no es el mismo. La semana pasada me desplacé hasta Denver
en un viaje de esos que, de vez en cuando me concierta el secretario de Estado y la
multitud de pancartas y gritos en memoria de nuestro Ike llegó a emocionarme.
Leningrado resistió cuarenta y tres días, y a la mañana siguiente fue rendida a las
tropas aliadas. En poco más de cinco meses hemos tomado suelo soviético, no sólo
puertos puntuales a lo largo de la costa enemiga, sino también penetrando a través de
la inmensidad de este país. Los daños son inmensos, fuera de cualquier límite,
extremados, tan graves que algunos expertos en logística ponen en duda cualquier
posibilidad de recuperar el enclave estratégico más allá de las necesidades que pueda
cubrir un pequeño centro militar. Las bajas deberán contarse por centenares de miles
ya que la terca resistencia ha convertido la caída de la ciudad del Neva en un suceso
de proporciones indecentes, pero sólo existe un responsable y todos sabemos su
nombre. Las columnas de humo, por centenares, extienden el color negro
verticalmente; aún los primeros días los aviones podían acceder a la única pista de
aterrizaje que no había sido dañada, al llegar el mal tiempo propio de estos lugares en
esta época del año, ha sido totalmente imposible seguir enviando ayuda por vía aérea.
La marítima resultó imposible ya desde que la flota aliada envió al fondo de sus aguas
a la practica totalidad del contingente naval soviético. El puerto permanecerá
bloqueado durante meses, quizá un año, hasta que podamos destinar los suficientes
medios humanos y recursos para colaborarar en las labores de reparación. Pero hasta
que esta contienda no haya finalizado, nuestra prioridad y nuestra propia seguridad
hace que nos olvidemos de este tipo de problemas. Únicamente el transporte terrestre
podría ayudar a mejorar la situación de la población civil de Leningrado, pero nuestro
consejo para todos ellos ha sido uno muy claro: evacuen la zona y diríjanse hacia otras
províncias. Y claro está, “eviten dirigir sus pasos hacia Moscú”. Los informes que me
llegan desde militares hasta asistentes civiles destacados en la zona coinciden en una
sola idea; la soledad de los habitantes de Leningrado. Fue comprensible asistir a la
explosión de alegría que en poblaciones como Barcelona, Madrid, Roma, París,
Amsterdam, La Haya o incluso en la propia Berlín –aunque es honesto reconocer que
en menor grado-, pudimos comprobar. Pero esta gente ha sufrido tanto, en
condiciones que a menudo harían palidecer de espanto al más curtido de nuestros
soldados, que sus miradas solo muestran un congelado vacío. Allí donde el mariscal
alemán Von Leeb(144) fracasó, allí donde el sitio de la ciudad se prolongó por más de
900 días, las tropas aliadas han conseguido alzar la bandera de la libertad. El sueño
del zar Pedro el Grande, a orillas del Neva, es hoy sólo una zona catastrófica.
Algunos días después de que la dramática notícia de la muerte de Ike cruzara los cinco
continentes pude contactar con el capitán James Mallory, quien fue testigo directo de
los hechos que concluyeron con la muerte de Eisenhower. Según relató el
propio Mallory, todo ocurrió con extremada rapidez. Avanzando a buena velocidad por
la ruta que les llevaría hasta Leningrado, aún en la província de Luga, el convoy
de Ike halló al borde de la carretera un grupo de soldados americanos que
maniobraban con dificultad. Los heridos que se encontraban entre ellos apenas podían
andar y en mitad de las llanuras soviéticas era difícil que los servicios de rescate
aliados acudieran con la suficiente rapidez. Al darse cuenta de ello, Dwight ordenó que
se proporcionara al equipo recursos y vívieres suficientes como apoyar al grupo
rezagado y que todos los heridos graves que no pudieran valerse por sí mismos,
fueran incorporados a su convoy. Mientras todo ello sucedía, el general dialogaba
animadamente con los restos del vigésimo quinto cuerpo de marines que tan
brillantemente había roto las defensas costeras de Murmansk, así que decidió que
semejantes valientes bien se habían ganado el derecho de recibir alguno de los ya
famosos cigarrillos que solía repartir. Casi cuando los últimos soldados eran subidos a
los camiones de asistencia médica, cayó sobre ellos uno de los esporádicos ataques de
mortero que las tropas soviéticas presentes en la zona solían lanzar, con escasa
puntería, durante esos días. De su puño y letra, el capitán Mallory narra los momentos
finales escribiendo que “alguno de los proyectiles sonó especialmente potente pero
todos sabíamos que las fuerzas rusas estaban francamente desanimadas desde la
caída de Murmansk y que ese tipo de ataques, sin tiempo para fijar correctamente las
coordenadas, eran más una exhibición de músculo que otra cosa. Sin embargo, aquello
que pareció el eco de una fuerte explosión se tornó rápidamente en tragedia. Giré mi
cabeza para mirar hacia la derecha, desde donde parecía haber procedido el
estruendo, y observé cuerpos repartidos por una área no muy extensa. Súbitamente
recuerdo haber voceado el apelativo cariñoso con el que denominabamos a
Eisenhower, sólo para asegurarme que éste ya se encontraba a bordo del Jeep de
Mando, y acto seguido, en el mismo instante en el que el chófer me gritaba que Ike no
se encontraba con él, identifiqué una parte de su uniforme, tendido sobre el frío suelo
soviético, inmóvil y cubierto de sangre”.
Desde el país de la libertad, ante Dios misericordioso.
Harry S. Truman,
- - -
(144) El sitio de Leningrado al que se refiere la narración fue una acción militar alemana durante la Segunda Guerra
Mundial encabezada por Von Leeb que buscó inicialmente apoderarse de la ciudad de San Petersburgo (por
entonces Leningrado). Los soviéticos construyeron una intrincada defensa alrededor de la ciudad, camuflaron
edificaciones históricas con redes que impedían determinar su perfil y llegaron a colocar explosivos por todo el
subsuelo para volar la ciudad si era tomada, incluyeno a enemigos y población civil. Pero Hitler, ante la perspectiva
de tener que mantener a una población enemiga de más de 3.000.000 de habitantes, instruyó que se le sitiara y se
dejarar morir a la población por hambre y frío. El sitio duró casi 900 días desde 1941 hasta 1944, la población rusa
sitiada fue sometida a la más increíble lucha por la supervivencia, donde el agotamiento de los alimentos llevó a
parte de la población a realizar actos de antropofagia y mercado negro. Familias enteras murieron de frío y hambre
en sus hogares, los orgullosos habitantes de esta otrora ciudad cultural dieron cuenta desde palomas, gatos hasta
ratas, la ciudad estuvo a punto de perecer si no hubiera sido que se estableció un corredor a través del congelado
Lago Ladoga por donde llegaba una escuálida ayuda a los sitiados. Los muertos hasta ser liberada la ciudad
superaron la cifra extraoficial de 1.200.000 personas.
Capítulo CXVIII
LA FUERZA DE LA PALABRA
“Comuniquen a los norteamericanos que veríamos con buenos ojos el inicio de
una ronda negociadora encaminada a discutir la retirada aliada de suelo soviético"
Comunicación rusa recibida en el Departamento de Exteriores de Suiza
Dallas, 5 de julio de 1948
A medianoche del pasado 23 de abril recibí una llamada del Secretario de
Exteriores, James Byrnes. Hacía sólo unos minutos que la embajada de los Estados
Unidos en Suiza le había comunicado la recepción de una carta procedente
del Kremlin en la que exhortaba al Alto Mando Aliado a iniciar conversaciones de paz
en Ginebra para abordar una solución negociada del conflicto “y la retirada de las
tropas aliadas de suelo soviético”. George C. Marshall que se encontraba en una de las
salas de la Casa Blanca, estudiando los últimos informes del frente, consideró que la
mejor respuesta era la prudencia. Sin duda se trataba de una excelente notícia pero
debíamos ser precavidos; cualquier reacción precipitada podría dar al traste con un
final deseado por todos; cualquier acción no calculada podría considerarse como un
signo de debilidad; cualquier malentendido podía quebrar el espíritu de total
colaboración existente entre la amalgama de diferentes intereses que se unían bajo la
denominación de Aliados. Sabedores de la importancia de la iniciativa –y para qué
negarlo, un tanto desconfiados por el temor de caer en una trampa diplomática-,
acordamos discutir la propuesta con las principales figuras de mi administración, tanto
civiles como militares. Tres horas más tarde nos reunimos en el salón
oval Byrnes, Marshall y el Jefe de Inteligencia Militar, Sidney Souers. Tras estudiar la
situación detenidamente decidimos hacer partícipes de la notícia al Primer Ministro
Británico, Clement Attlee y al recientemente nuevo Jefe de Gobierno francés, Robert
Schumann. Esta decisión únicamente sería a título informativo, especialmente para el
nuevo responsable francés. Estaba convencido que la decisión de las conversaciones
propuestas significaría el renacer de viejas tensiones entre nuestros amigos pero
sorprendentemente, nadie protestó; todo lo contrario, obtuvimos el total apoyo de
británicos y franceses.
De esta forma nos presentamos en la ciudad del Lago Léman con una delegación de
muy alto nivel. Decidí que ésta, en un primer momento, estuviera integrada por el Jefe
de la Diplomacia norteamericana, el mencionado James Byrnes y el Jefe del
Departamento de Defensa, Frederick Vinson. Si el curso de lo que allí se discutiera
fuera lo suficientemente esperanzador, quizá completaramos nuestra presencia con
otros miembros. La lista de nominados soviéticos parecía demostrar que aquello iba
realmente en serio, llegando a Ginebra el Ministro de Exteriores, Vyacheslau Molotov y
el Jefe de Estado Mayor, Konstantin K. Rokossousky, además del primero de los
diplomáticos más prestigiosos soviéticos, Leonid Illich Brézhnev(145). En las pequeñas
dependencias de, irónicamente, el Hotel Liberté, situado en la Rue de la Croix-Rouge
en las proximidades del Ayuntamiento de la ciudad, tuvo lugar una serie de encuentros
durante más de dos semanas. Debo hacer constar que durante aquellos días, el
desaliento daba paso a la esperanza y ésta era substituída por el enfado, la frustración
y, nuevamente, la certidumbre, en una rueda que parecía girar hasta el infinito. A
pesar de la alta calificación de nuestros delegados, éstos no tenían autorización para
llegar a ninguna clase de acuerdo salvo que préviamente obtuvieran la aprobación
presidencial. Y de hecho, ellos sabían nunca estamparían su firma en documento
alguno ya que antes, si así lo requería la situación, estaba dispuesto a personarme en
la capital suiza para firmar incluso la paz definitiva. De todas formas,
tanto Byrnes como Vinson informaban diáriamente a la administración norteamericana
a través de un complicado entramado de enlaces que pasaban por Barcelona, Madrid,
Londres y Brasilia.
Básicamente la propuesta soviética, matices arriba, detalles abajo, planteaba –como
primer paso-, “la retirada total de las fuerzas aliadas de suelo soviético situadas al este
del paralelo 30”. Posteriormente a ello, la URSS estaba dispuesta a suspender
cualquier tipo de acción militar en todo el globo terráqueo y “a restituir las fronteras
europeas anteriores a 1939”. Una primera impresión debía ser necesariamente
positiva; la inclusión de algo tan importante como el cese de la guerra –es decir, la
firma de un tratado de paz-, tenía que captar nuestra atención de forma decisiva. Este
país lleva en guerra desde 1941 y en la lucha de la libertad hemos empeñado
esfuerzos, lágrimas y vidas... centenares de miles de vidas humanas norteamericanas
y millones de ellas en todo el mundo. Hemos entregado lo mejor de nuestra juventud,
que es lo mismo que decir que hemos ofrecido en sacrificio en el altar de la libertad, a
nuestro presente y futuro. Nada me haría más feliz que poder pasar a la historia por
ser el presidente de los Estados Unidos que, por fin, firmará esa ansiada paz. Pero
durante la mañana del 10 de junio de 1948 todo cambió. Reunido de urgencia con los
asesores de estado Josh Lyman yToby Ziegler(146), éstos me descubrieron –sin
ambajes ni giros innecesarios-, la otra cara de la propuesta. En primer lugar estaba
claro que “si los rusos ahora tienden la mano debe ser porque temen perder la guerra”
–en palabras de Ziegler-. Alguien debía y tenía que pronunciar en voz alta esta
obviedad, a riesgo de parecer un perfecto inepto, porque esa debía ser la base en la
que fundamentaramos cualquier respuesta. De hecho, el Plan McCormick nos había
sacado de nuestra débil táctica defensiva –de retirada en retirada-, hasta una posición
como la actual. A grandes rasgos, la aceptación del plan soviético significaba, en
efecto, finalizar la guerra y firmar la paz; retornar a nuestras casas y superar este gran
fracaso de la humanidad con una actitud más optimista. Pero, ¿a qué coste?.
Demasiado alto; el bombón de “restituir las fronteras europeas anteriores a 1939”
significaba, en la práctica, “una legalización de la vulneración de nuestros acuerdos
durante la Conferencia de Chipre de 1943 encabezada por Franklin D. Roosevelt”,
argumentó Toby, para proseguir “es allí donde alcanzamos un pacto firmado por
ambas partes, aliados y soviéticos, por el cual respetaríamos la voluntad de los
pueblos, libremente expresada mediante sendos referendums, para nombrar
gobernantes e instituciones. Es por ese incumplimiento por el cual estamos hoy en
guerra. Fue la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, encabezadas por ese déspota
llamado Stalin, quien incumplió esa voluntad, estableciendo posiciones militares
permanentes en la totalidad de Europa oriental y extendiéndose más allá de lo que
acuerdos y pactos fijaron como zonas de ocupación y situando a dignatarios
comunistas en todos y cada uno de los gobiernos títeres que ahora controlan. Si hoy
firmamos esa paz, estaremos desperdiciando todas y cada una de las vidas que los
aliados han entregado desde que iniciamos este nuevo conflicto”. La situación real
quedaba sobre la mesa de forma brillante. Josh dedicó la siguiente media hora a
valorar las implicaciones geoestratégicas de la propuesta: Nuestra ofensiva a través de
los mares de Barents y Blanco, había sido todo un éxito y de ahí que los soviéticos
quisieran ganar en la mesa de negociación lo que ahora ya se había perdido en los
campos de batalla. Los generales Patton, Somervell, Bolte, Hodges, conjuntamente con
el Mariscal de Campo Marshall –substituto del malogradoEisenhower-, estaban dando
buena prueba del poderío aliado. Oriente medio y Asia eran frentes donde los
soviéticos se batían en retirada mientras que los chinos aún continuaban
expandiéndose por el sudoeste asiático, sabedores de que cuando el apoyo de medios
y hombres rusos cesara, deberían aceptar una pérdida territorial substancial. Allí los
generales Gerow L.T., Krueger, De Witt, Handy, Devers, Bradley O.N., con el apoyo de
los Mariscales de Campo Montgomery, Wilson H.M., Deverell y el general Gordon-
Finlayson –todos ellos británicos-, habían dado buena cuenta de los soviéticos hasta
obligarles a perder toda esperanza de consolidar sus posiciones. Europa Occidental era
la única baza militar –y ahora, política-, que los soviéticos podían tener guardada bajo
la mesa de negociación suiza. “Ellos saben tan bien como nosotros que jamás
aceptaremos esta propuesta. Lo único que esperan es que les presentemos nuestras
condiciones de democracia para, acto seguido, ofrecernos Europa Occidental como
suficiente compensación para nuestra retirada y, una vez mas, olvidarnos de esos
sueños democratizadores. No se puede decir que tengan, en este sentido, experiencias
negativas: el presidente Wilson olvidó este tipo de asuntos antes de firmar el Tratado
de Versalles y lo que podía haber sido un sueño liberalizador e integrador, acabó en lo
que hoy conocemos. Así hemos enseñado a nuestros enemigos a intercambiar cromos
y salir victoriosos en la lucha contra la democracia”, aseveró Josh.
Dos días después, la delegación soviética era informada de nuestra contrapropuesta.
Aceptaríamos redactar un tratado de paz, en nombre y representación del bando
Aliado, siempre y cuando la URSS se retirara a sus fronteras nacionales de 1936, que
no '39 –con lo cual se aceptaba parte de sus condiciones-, asumiendo la convocatoria
de elecciones libres y democráticas en la totalidad –y sin excepciones- de las naciones
ocupadas. Para ello serían nombradas delegaciones de control que se encargarían de
asegurarse que todas las tendencias tuvieran oportunidad de participar en el proceso
democrático y que las elecciones se llevarían a cabo con total libertad, “sin coacciones
de ningún tipo”, añadió de su puño y letra Toby Ziegler. Tras un lógico periodo de
consultas con Moscú, la diplomacia soviética retornó a la Rue de la Croix-Rouge para
aseverar que debían rechazar la contrapropuesta, y las negociaciones entraron en
punto muerto. Pero el destino aún nos reservaba una nueva sorpresa. Al parecer de
forma totalmente casual, Brézhnev–que se había significado por su dureza argumental
durante los días de negociación-, coincidió con Frederick Vinson, en los aseos de la
Wiener Staatsoper, también conocida como la Ópera Estatal de Viena, durante un
entreacto de “Il barbiere de Siviglia” del inmortal Gioacchino Rossini. Según informo el
sorprendido Jefe de Defensa, en ese breve encuentro el diplomático ruso habría
sugerido al norteamericano que, la mejor opción para forzar el progreso de las
negociaciones era, sin duda alguna, entrar en Moscú.
Pocas han sido las notícias que, oídas en el salón oval, han silenciado a los presentes
pero haré constar en este diario que ésta ha pertenecido a ese selecto
grupo. Josh y Toby coincidieron, si dudarlo un solo instante que, en la situación actual,
el gran tirano Iosif Stalin, estaba lejos de dirigir con mano firme a una mando de tan
gran tradición militar como el soviético cuando sus propios integrantes podían casí
divisar al poderoso ejército que ahora lideraba por Marshall en los límites de la
província. Quizá las luchas internas hubieran ya empezado y cualquier avance aliado
significaría un mayor riesgo para el dictador soviético; quizá Brézhnev era uno de sus
máximos rivales y consideraba que la única forma de asestar el golpe de gracia a su
rivar de Politburó fuera tensar la cuerda hasta el límite; “o quizá actúe también en
favor de otros, en cualquier caso, señor presidente, al diablo!, nuestras conquistas en
suelo soviético sólo pueden beneficiarnos en la mesa de Ginebra”, remató Lyman.
Esta noche he conversado telefónicamente con el premier británico y con el presidente
francés. La voz grave de Marshall ha retumbado en todo su esplendor a altas horas de
la madrugada con un conciso “Sí señor presidente”. Nuestras tropas avanzan ya hacia
Moscú.
Mis oraciones estarán esta noche con todos ellos.
Harry S. Truman,
- - -
(145) Leonid Ilich Brézhnev fue el máximo dirigente de la Unión Soviética entre 1964 y 1982, aunque en un primer
momento compartió el poder con otros dos dirigentes; fuer Secretario General del Partido Comunista de la Unión
Soviética entre esos años y Presidente del Presidium del Soviet Supremo en los periodos 1960-1964 y 1977-1982.
Cuatro veces condecorado como Héroe de la Unión Soviética.
(146) Josh Lyman y Toby Ziegler son dos personajes de ficción de una de las series de televisión más
impresionantes de toda mi vida; The West Wing. Representado por Bradley Whitford, durante la mayoría de la serie
ostenta el cargo de Ayundante del Jefe de Personal de la Casa Blanca. El personaje de Josh pasa por ser uno de los
más inteligentes y agudos del gabinete presidencial, un tipo jovial con chispa y encanto, aunque sabelotodo y algo
creído. Toby Ziegler ocupa el cargo de Director de Comunicaciones de la Casa Blanca y mantiene una relación de
amistad-rivalidad con el primero.
Capítulo CXIX
A SANGRE Y FUEGO
“Cuando las barras y estrellas ondearon en lo alto de las murallas del Kremlin,
no me avergüenza decir que lloré, en una mezcla de felicidad y amargura"
Anotación en el diario personal del Mariscal Marshall
Washington, 12 de septiembre de 1948
Esta noche reina una extraña paz en Washington, aunque me atrevería de hacerlo
extensivo a todo el mundo. Hace apenas unas horas que el Mariscal de Campo, George
Catlett Marshall Junior, un hombre de Uniontown (Pennsylvania) ha ordenado que
nuestra bandera ondeara “en lo alto de la torre del Agua (Vodovzvvódnaya) y en la
angular del Arsenal (Uglovaya Arsenálnaya), en la del Pinar (Borovítskaya) y en la de
Constantino y Elena (Konstantino-Eléninskaya), así como en la de Kutafia y en la
media del Arsenal (Sredniaya Arsenálnaya), en la del Rebato (Nabátnaya), en la del
Salvador (Spásskaya), en la de San Nicolás (Nicólskaya), del Senado (Senátskaya), de
la Trinidad (Tróitskaya), del Zar (Tsárskaya), en la de la Anunciación, en la torre del
Secreto (Taynítskaya), en las dos anónimas y también en la de Pedro y en la de
Beklemishev. Así de visible debe ser la magnitud de nuestra victoria desde todos los
angulos de la muralla que proteje al Kremlin, frente al río Moscova, entre la Plaza Roja
y el Jardín de Alexander”, en sus propias palabras. Muchos de los más grandes
conquistadores de la historia de la humanidad hubieran derramado todas sus lágrimas,
hubieran sacrificado –sin contemplación alguna- a sus tropas y algunos hubieran
entregado gustosamente sus vidas sólo por el placer de contemplarse –siquiera por un
breve instante-, desde los altos muros de esta fortaleza, como victoriosos generales de
una guerra como la vivida. Hace casi dos siglos que las tropas deNapoleón
Bonaparte ocuparon este recinto y hoy, el pueblo norteamericano hiza su enseña en el
corazón de uno de los imperios más bastos de toda la historia. Nosotros, quienes hace
escasamente un siglo y medio que luchábamos con mosquetes para lograr nuestra
independencia, nos hemos distinguido sobre todos los pueblos de la tierra para llevar
nuestro canto de libertad y democracia hasta la misma cuna del totalitarismo. Estos
duros tiempos lo han sido para todos, pero no ha existido rival que pudiera resistir
nuestro empuje; cayeron Madrid, Roma y Berlín, hizo lo propio Tokyo y hoy Moscú es
zona ocupada aliada.
Ahora que podemos echar la vista atrás parece casi imposible de creer lo que hoy
gozamos de forma comedida. Las conversaciones de Ginebra finalizaron tran pronto
como las primeras columnas de tanques y blindados aliados pusieron en marcha sus
motores para dirigirse hacia Moscú. Los negociadores recibieron severas órdenes de
volver a su país con extremada urgencia, vía Berlín, desde donde hemos sabido que se
ultimaba ya una especie de puente aéreo y terrestre de transporte a fin de disponer al
mayor número de tropas disponibles aunque fuera retirándolas del frente de Europa
Occidental. Stalin inició una serie de intervenciones en la radio nacional rusa alentando
a la población civil moscovita a la defensa de la ciudad. El mensaje era repetido hasta
la saciedad, cada hora, en un intento desesperado de mantener el control de la capital
de la URSS. Porque al contrario que a finales del 41 y principios del 42, ahora el
ejército rojo no podía permitirse el lujo de dejar a Moscú en manos enemigas e iniciar
una retirada estratégica. Los dos factores que contribuyeron de forma decisiva a su
victoria final sobre las tropas de Hitler comandadas por Guderian, Von Rundstedt y Von
Bock, ahora habían desaparecido del campo de batalla: El general invierno llegaría
cuando el curso de la guerra estuviera decidido –y ese es un mérito planificado
por McCormick cuando, a finales de 1946, dijo “tenemos que llegar ante las murallas
del Kremlin antes de que llegue el invierno, por tanto, es ahora cuando debemos partir
hacia Mo i Rama”. La segunda no era nada despreciable; la retirada estratégica ya era
imposible de repetir porque nuestras tropas habían tenido la precaución de ocupar la
zona de retirada. Nadie trasladaría su producción militar a ninguna otra província, no
habría tierra quemada y la población civil no sería tratada con deshonor. Como bien
ordenó Marshall antes de someter Moscú, “todos los ciudadanos deben ser tratados
con autoridad pero también con respeto. Ellos no han sido los responsables de esta
barbarie sino también víctimas de un dictador”.
Mientras nuestros informadores daban cuenta de las primeras revueltas, motines y
saqueos que ya se producían en el interior de la ciudad. “Cuando el barco se hunde, las
ratas son las primeras en abandonarlo, señor!”, exclamó el teniente Michael Breith al
informar de la huída de la ciudad de los principales cargos del Partido Comunista; al
mismo tiempo era decretada la Ley Marcial(147). Supimos que en una reunión de
urgencia en el Kremlin,Stalin, Mólotov, Malenkov, Brézhnev, Beria, Alexandr
Scherbakov y los Mariscales de Campo Meretskov y Timoshenko llegados desde
Europa, pasaron horas discutiendo un plan de bloqueo de Moscú. Esta barbaridad
incluía el minado de fábricas, ferrocarriles, hospitales, mercados incluso volar la vasta
red del metro. A la mañana siguiente el sanguinario Beria recurrió a cinco regimientos
de la NKVD para restablecer “el orden y la tranquilidad de esta ciudad”, según afirmó.
Los fusilamientos se sucedieron a lo largo de los siguientes días y miles de personas
fueron ajusticiadas. Los preparativos para la defensa de la ciudad recayeron sobre las
espaldas del Mariscal Zhukov quien en los últimos tiempos había permanecido alejado
de los campos de batalla, caído en desgracia a ojos del Oso. La preparación militar y
las brillantes virtudes de quien comandara de forma tan excepcional al ejército rojo
durante la Segunda Guerra Mundial, se completaban con la motivación que
incorporaba el mandato: “salva la ciudad o muere en ella”, le espetó el mismo Stalin.
Un sinfín de mujeres, ancianos y niños fueron organizados en divisiones de trabajo
para la construcción de fosos antitanque, barricadas, trincheras, nidos de
ametralladoras, fortificación de edificios y trampas de toda clase. La escena se
asemejaba, como dos gotas de agua, a lo vivido hace solo cuatro años en el Berlín
nazi. Además, Georgy Konstantinovich Zhukov ideó cuatro líneas de defensa
concentricas alrededor y en el interior de la ciudad. La primera iba desde el poblado de
Rzhev hasta Vyazma con una extensión de 200kms hacia el oeste. La segunda línea
Kalinin-Mozhaisk-Kaluga defendía el centro de la capital; la tercera y la cuarta defensa
era la propia Moscú fortificada en forma de erizo. Alrededor de la capital se instaló el
mayor número de baterías antiaéreas jamás visto para blindar a la ciudad por el aire;
“quizá no puedan plantar cara a nuestra fuerza aérea, pero van a ponernoslo difícil ahí
arriba”, exclamó Arnold.
El 3 de agosto el grueso de la ofensiva este entró en la última etapa del plan de batalla
que Charles McCormick había aprobado semanas atrás: desde la província de Rzhev
(primer anillo de defensa soviético) avanzaría el general Hodges, al mando del XI
Cuerpo de los Estados Unidos integrado por 3 divisiones de blindados M4 Sherman (la
5th, 6th y 12th) acompañados de 3 brigadas anticarro, más 3 divisiones de infantería
motorizada (la 63rd, 39th y 76th) escoltadas por 1 brigada de artillería lanzacohetes,
otra de ingenieros y una última de artillería autopropulsada. El teniente
general Taylor caería desde la lejana Yardslavl con 3 divisiones de caballería blindada
(la 1st, 2nd y 3rd) y 3 brigadas de artillería. Los generales de división Bluemel (17th
división de paracaidistas), Sorenson (82nd división de paracaidístas) y Adams (101st
división de infantería) partirían desde la base aérea de Porjov para ser lanzados sobre
el punto más difícil de la batalla. Finalmente, el general Patton, al frente de tres
divisiones de blindados (11th, 20th y 2nd), más 2 brigadas anticarros y 1 de artillería
autopropulsada y 3 divisiones de infantería motorizada (3rd, 42nd y 45th), con la
compañía de 1 brigada de ingenieros, otra anticarro y una última antiaérea sería
acompañado de las fuerzas reunidas por los teniente general White I.D. y Gillem para
un total de 4 divisiones de blindados (la 3rd Spearhead, 2nd Hell on Wheels, 1st Old
Ironsides y la 5th Victory) más 2 divisiones de infantería motorizada (la 96th Deadeye
y la 102nd Ozarks), todos ellos con divisiones adjuntadas de artillería autopropulsada.
En un movimiento de flanqueo, los blindados de Pattonhicieron frente a un reducido
grupo de tanques soviéticos y en solo media hora la totalidad de unidades enemigas
ardía pasto de las llamas. Cuando la infantería mecanizada llegó al lugar de los hechos
–los tanques aliados tenían órdenes de continuar la marcha sin detenerse-, observaron
que los modelos rusos no podían ser considerados más que “un enorme montón de
hojalata equipados con unos cañones propios de la Guerra Civil Americana. Aquello no
hubiera podido agujerear nuestros tanques ni aunque cincuenta de esos artefactos
hubieran concentrado el fuego en un único enemigo”, aseguró el teniente Francis
Simpson. Algo muy diferente sucedió algunos centenares de kilómetros más al sur;
cuando el general Hodges fue informado de importantes concentraciones de los
temidos T-34 soviéticos, supo que la batalla que se avecinaba pasaría a los anales de
la historia militar. La situación era exactamente igual que las estudiadas, una y otra
vez, en la academia militar de Westpoint. Persas, griegos, romanos, macedonios,
partos, egipcios, habrían batido sus armas en situaciones análogas, frente a frente con
su destino. El campo de batalla que los soviéticos habían elegido se situaba en un
cuadrado imaginario al oeste de Moscú, situando en sus vértices a las ciudades de
Yastrebki, Lutsino, Ignat‟evo y Alyaukhovo, con el río Moscova a sus espaldas. Era una
zona muy llana donde la capacidad combinada de fuego, blindaje y movimiento de los
T-34 podía brillar con luz propia. En su contra, los aliados presentábamos una acción
combinada; por aire el nuevo bombardero táctico F-100 SuperSabre –apoyado por los
B-66 Skywarrior-, castigarían a las concentraciones enemigas mientras que en tierra,
los escurridizos M47 –rebautizados como Ike(148)-, darían el golpe de gracia a los
blindados soviéticos. Y así es exactamente cómo Hodges –asistido por Marshall y bajo
el control de McCormick y su grupo de trabajo-, ganó la batalla. La fuerza aérea
castigó con dureza a los T-34 que se adentraban de forma innecesaria más allá de lo
permisible. Durante las horas previas a los combates, las humaredas de los primeros
tanques incendiados se alzaban sobre los verdes campos esteparios. A media mañana,
cuando los generales soviéticos empezaron a mover sus unidades tal y como habían
aprendido a hacer durante las victoriosas campañas contra los alemanes descubrieron
que la versatilidad de los movimientos de los Ike resultaban desconcertantes. El
contínuo ir y venir, atacar y ocultarse de los blindados aliados resultaba imposible de
contrarrestar para unos jefes de grupo soviéticos más acostumbrados a practicar la
lenta táctica “del rodillo ruso”. Además, cuando el mando soviético analizó nuestros
movimientos y decidió que la mejor opción era el camuflaje del grueso de los T-34
esperando el momento oportuno de concentrar su fuego sobre el enemigo. Lo que ni
los Mariscales Meretskov y Timoshenko contaron fue con la capacidad de localización
de los F-100 SuperSabre. El sistema de comunicación y coordinación del mando de
batalla del Mariscal Marshall operaba en un doble sentido: los tanques comunicaban a
los bombarderos aquellos objetivos más difíciles de alcanzar y éstos descubrían a los
primeros los movimientos enemigos y así todos y cada uno de los comandantes de los
M47 podían anticiparse, agruparse, atacar y dispersarse antes de que los soviéticos
pudieran responder adecuadamente. Así, una y otra vez. Hasta que a última hora de la
tarde llegó el jaque-mate aliado. Cuando el Alto Mando Soviético ordenó la retirada de
todos los efectivos a través de los puentes que los comunicaban con la capital,
aparecieron en los rojizos cielos rusos las majestuosas siluetas de los temidos B-47E
Stratojet quienes se encargaron de cerrar la trampa tras las espaldas soviéticas;
“Acabad el trabajo, muchachos. Calma, no hay prisa”, sentenció Hodges. El trabajo de
demolición de los efectivos blindados soviéticos se prolongó hasta casi el amanecer del
día siguiente.
Tras el desastre de Yastrebki la suerte de la capital parecía sentenciada. Si bien es
cierto que los perímetros defensivos dispuestos por Zhukovpresentaban una feroz
resistencia, el único efecto era un leve retraso en la planificación que un día se diseñó.
En realidad, tal y como hemos sabido gracias a las abundantes comunicaciones
incautadas en la sede del Ministerio de la Defensa de Moscú, el capitán Sergey
Karpov describía así la situación de batalla: “Las fuerzas aliadas, pese a la entrega de
nuestros camaradas, penetran en nuestras defensas como el cuchillo por la
mantequilla; es una situación desesperada”. Sin embargo, poderosos efectivos de
infantería dispuestos en la retaguardia de la ofensiva norteamericana, dirigidos por el
prestigioso general Vasily Danilovich Sokolovsky, atacaron con éxitos importantes
nuestras líneas de suministros hasta el punto de llegar a detener nuestras actividades.
Especialmente perjudicado fue el VIII Cuerpo del general Patton, quien avanzaba
directamente hacia Moscú con órdenes de negociar la rendición incondicional de la
ciudad o tomarla en menos de las siguientes 72 horas. A pesar de la determinación del
bravo general californiano, a pesar de los graves insultos con los que intentaba hacer
cumplir unas órdenes imposibles de llevar a buen término cuando los alimentos no
llegaban en las cantidades necesarias a la tropa, George Patton se enfrentó durante la
mañana del caluroso 20 de agosto a un poderoso ataque coordinado de los soviéticos
cuando la visión de la capital deseada era algo más que una silueta en el horizonte.
Entonces sucedió lo nunca visto; sabedor como era ese genial loco de Patton de que
los rusos concentrarían su interés en su captura –vivo o muerto-, tuvo el valor de
dividir sus efectivos por la mitad, ocultando el primer grupo –comandado por su
segundo, el teniente general Edgar Samuelson-, mientras él permanecía claramente
expuesto. El maquiavélico plan del general consistía en emplear su famosa táctica de
“la puerta trasera”, es decir, alentar al enemigo a entablar batalla desde una posición
propia de franca inferioridad esperando poder soportar durante el tiempo suficiente la
acometida contraria hasta que las divisiones de auxilio tuvieran tiempo de flanquearlos
y atacarlos por la retaguardia atrapando al enemigo entre dos fuegos. De nada
sirvieron las órdenes que desde el Alto Mando Aliado llegaban insistemente, para nada
valieron los ruegos que McCormick formuló respecto a que fuera él quien realizara la
maniobra de flanqueo en lugar de soportar toda la furia enemiga, “si alguien debe
morir hoy aquí seré yo; no voy a permitir que un petimetre como Samuelson se lleve
la gloria mientras la historia cuenta cómo abandoné a mis chicos para salvar mi blanco
y pelado culo”, ladró Patton sentenciando la conversación.
Durante más de tres horas George Smith Patton sorteó todo tipo de dificultades:
bombardeos tácticos, fuego de artillería de concentración, embestidas de blindados e
infantería motorizada, nuevamente oleadas de fuego de artillería... y mientras los
proyectiles silbaban a su alrededor, Patton no hacía más que susurrar el ahora ya
famoso “Edgar dónde diablos estas!”. Por fin, en uno de esos memorables momentos
que parecen ocurrir solo en Hollywood, las explosiones sorprendieron la retaguardia
rusa con tanta fuerza que en pocos minutos el desconcierto soviético desembocó en
una rotunda victoria para esos hombres débiles, desmoralizados y hambrientos. No fue
un gran triumfo porque la situación no se planteó como una de las grandes batallas de
esta guerra, pero como bien dijo Hodges, “ese hijo de puta de Patton está empeñado
en levantar el puño sólo cuando el combate es imposible de ganar”.
Todo el mundo contiene el aliento esperando la paz.
Harry S. Truman,
Capítulo CXX
MOCKBÁ
“La ciudad era un hervidero de gente corriendo:
ancianos, mujeres y niños intentando recoger
sus últimas pertenencias. Todos intentaban
huir y los más afortunados hallaban la muerte
con rapidez"
Anatoly Martessiev informando a su jefe de división
Washington, 18 de septiembre de 1948
No fue hasta la septuagésima segunda hora de combate, desde que el último grupo de
resistentes se atrincheró en la zona central del Kremlin, que las tropas de George
Marshall se hicieron con el control absoluto de la capital. Las bajas aliadas se cuentan
hoy por miles entre todos los cuerpos que han intervenido en la conquista de Moscú;
las bajas soviéticas, por centenares de miles. Como obligan las normas aliadas de la
guerra, Charles McCormick –en calidad de representante del Alto Mando Aliado-, emitió
un comunicado dirigido al general Zhukov solicitándole que “rinda la ciudad de forma
incondicional en las próximas diez horas. Hágalo como buen militar que es y,
sobretodo, para salvaguardar la vida de sus compatriotas”. Excedido dicho plazo sin
obtener respuesta soviética alguna y sin ulteriores avisos, los bombardeos a
instalaciones estratégicas se iniciaron de forma decidida: sin agua corriente, ni
electricidad y sin la posibilidad ni de comunicarse con el exterior, ni proveerse de los
víveres suficientes, la situación se pondría sin duda difícil para las tropas enemigas.
A éstos primeros ataques, pronto se sumó el fuego de la artillería autopropulsada del
teniente Adams y el avance constante de las tropas aliadas que partían desde
diferentes direcciones. A media tarde del primer día, el general Hodges, al frente del XI
Cuerpo, ya había tomado posiciones al norte y nordeste de la ciudad; el VI Cuerpo del
general Patton al sur y suroeste mientras que los chicos del XI
Cuerpo de Marshall cerraba el círculo ocupando la totalidad del frente este; nada
podría escapar al cerco aliado como habían tenido ocasión de comprobar algunas de
los soldados integrantes de los círculos defensivos que Zhukov había dispuesto para la
defensa de la capital. Gracias a la conversación transcontinental telefónica que
mantuve conMcCormick, pude asumir el reto que se nos presentaba con una sola
palabra: firmeza. Charles sabía –y así me lo transmitió- que los rusos contaban con
algunas ventajas: “Señor presidente, el tiempo corre a su favor. Las tropas soviéticas
han abandonado el frente francés y se dirigen, de forma veloz y organizada,
directamente hacia Moscú. Cada día que pasa les acerca más a la posibilidad de
asestarnos un contra-ataque demoledor. Por otro lado son unos magníficos
defensores; durante el cerco de Leningrado fueron capaces de resistir durante meses.
Además, saben todo lo que tienen que saber en cuanto a la resistencia urbana:
triunfaron en Stalingrado, en Varsovia y –sobretodo-, en Berlín. Finalmente el general
Zhukov ha demostrado en el pasado reciente que entre sus valoraciones militares,
nunca incluye el valor de las vidas humanas, ni siquiera las de sus propias tropas; no
dudará un solo instante en sacrificar a todas ellas, si hace falta, para salvar la ciudad.
Ah, y su mejor general también se acerca, el general invierno”.
Las primeras incursiones dentro de la ciudad dejaron meridianamente claros dos
puntos importantes: en primer lugar, que la población civil intentaba alejarse lo más
posible de la zona de los combates aunque sabíamos que pronto no habría un lugar
seguro donde refugiarse; en segundo lugar, que la eficiencia de Zhukov adquiría tintes
próximos a la épica. Avanzar algunas calles costó un número insoportable de muertos
y heridos. Las tropas soviéticas disparaban desde cualquier ventana y desaparecían.
Tendían trampas al paso de nuestros blindados, construían trincheras y barricadas y
resistían hasta que la situación era insostenible, retirándose a continuación y, en
ocasiones, dinamitando la zona. Algunos soldados americanos fueron víctimas de las
unidades de élite desplegadas a nuestras espaldas, siendo secuestrados con la
amenaza de asesinarlos si en el plazo de 5 horas no suspendíamos todas las
operaciones y nos retirábamos. Frank James Benedett, Joe Daemond y Robert Watson
Jr, que Dios los tenga en su gloria.
Los generales Odintsov y Maslennikov se mostraron los más brillantes colaboradores
de Zhukov. Con el paso de los días fuimos testigos de cómo manejaban a sus tropas;
alternaban el palo y la zanahoria hasta el extremo que diferentes testimonios hablan
de noches enteras de batallones de resistencia entregados a todo tipo de desmanes y
abusos, entre mujeres y alcohol, como premio a una buena semana de combates. Pero
no han sido escasos los que han presenciado ejecuciones sumarias como castigo a
otras unidades que se habrían comportado de forma “cobarde” en opinión de sus
generales. En el mismo instante que los primeros proyectiles cayeron sobre la capital,
tanto Stalin como el resto de la cúpula del Kremlin abandonaron la ciudad. Algunos
rumores indicaban Kharkov como sede provisional del gobierno, otros los situaban más
al este, en CaMapa y algunos incluso designaban a Odessa, ya en las costas del mar
negro, como el emplazamiento más probable. Personalmente, durante los primeros
momentos, no presté el más mínimo interés a esas especulaciones pero ante la
insistencia del Alto Mando Aliado ordené activar diferentes operaciones especiales
orientadas a la confirmación de estas informaciones.
Hodges, Patton y Marshall continuaban avanzando, metro a metro y casa por casa. Sus
tropas pronto se adaptaron al medio –totalmente diferente del que habían visto en los
últimos meses- y aprendieron a guarecerse, a sortear obstáculos, a asegurar edificios,
a eliminar la amenaza de los tiradores y a suprimir a los defensores. Algunos de ellos
han contado historias francamente terroríficas. Paul Porter observó como un soldado
soviético, al verse rodeado por un grupo de asalto aliado, tomó a una niña de tres años
por el cuello y mientras la encañonaba con su pistola, intentaba huir de la zona de
combate. Los gritos del miserable sólo eran apagados por los lloros de la inocente rusa
y los alaridos de su madre quien observaba la escena desde la escalera. El soviético
fue abatido por un certero disparo de Henry Forban, a una distancia de 150
metros. Bob Roberts narró a su mujer como “los rusos se retiraron tras la protección
que les ofrecía una barricada situada entre dos edificios de los cuales tan sólo quedaba
una mezcla de ruinas y columnas. La primera granada de mano fue lanzada por mi
buen amigo Payton y aquellos muros tan cercanos se tiñeron de sangre, visceras y
pedazos de carne. Cuando avanzábamos hacia aquel sector, otro soldado saltó sobre
mi espalda desde un balcón próximo y en un acto reflejo, saqué mi machete de
combate y le abrí las tripas. El desgraciado corrió algunos metros con el semblante
aterrorizado intentando que sus intestinos no se le escurrieran entre sus dedos cuando
uno de mis compañeros se preparó para asestarle el tiro de gracia. Pero de repente, el
sargento de mi batallón gritó: "déjalo, que se joda y sufra”, y proseguimos nuestra
marcha”.
Pero este tipo de avance era extremadamente peligroso “y nuestras tropas pagan un
altísimo precio; debemos cambiar nuestros métodos o de lo contrario sufriremos un
castigo que no podremos afrontar”, aseguró el general Patton al Alto Mando Aliado.
Horas más tarde, la artillería de Adams, con diferencia la más valerosa y mejor
entrenada, y las fuerzas aéreas de Arnold recibían nuevas instrucciones. Charles
McCormick con el apoyo del resto de altos mandos, informaba que a partir de las
01:00, hora local de Moscú, cualquier acción militar destinada a la toma de un sector
importante de la ciudad, sería iniciado con la combinación de los bombardeos tácticos
y la fuerza de la artillería, y “si los mandos terrestres siguen notificando la existencia
de resistencia armada, esa zona deberá ser reducida a escombros”,
sentenciaba McCormick.
La aplicación de esta práctica tuvo resultados certeros y espectaculares. Mientras el
número de deserciones rusas iba en un aumento geométrico y los fusilamientos
sumarísimos disminuían la ya frágil moral soviética, el avance de las tropas
norteamericanas cobró mayor seguridad y velocidad. Es cierto que algunos barrios de
la capital fueron pasto de la destrucción total y que la población civil sufrió más de lo
que hubieramos deseado, pero ahora, tan cerca de nuestra meta no era posible
mostrar el menor síntoma de vacilación. Particularmente doloroso fue tener
conocimiento de algunas prácticas ordenadas por el general Maslennikov, quien
últimamente se había distinguido como el más sanguinario de los déspotas. Cuando
algunos aviones aliados inundaron de octavillas los barrios del norte de Moscú en las
que se ordenaba a los civiles abandonar inmediatamente por el riesgo que comportaba
exponerse al fuego de concentración de nuestra artillería, Maslennikov –apodado
también como la hiena-, ordenó ejecutar in situ a cualquier ruso –hombre, mujer o
niño- que osara leer el contenido de las mismas.
Tras durísimos combates, el empuje aliado y la efectividad de la destrucción asegurada
en caso de resistencia, llevó al ejército rojo a retirarse hasta la orilla este del río
Moscova. Si bien la mayor parte de la ciudad seguía en poder soviético, un saliente del
zigzagueante río, a su paso por la fortaleza del Kremlin, situaba a un tiro de piedra los
efectivos aliados y a fe de Dios que no desaprovechamos la oportunidad. Mientras el
general Hodges apretaba las tuercas desde el norte y el mariscal Marshall mantenía el
orden tras las espaldas de Patton, éste preparó el asalto definitivo a la centenaria
fortaleza. Tras varias maniobras de distracción y en mitad de una noche sin luna, un
grupo de élite infiltrado hizo volar por los aires una parte del Arsenal del
Kremlin ubicado en la parte noroeste de la fortaleza, entre las torres de Trinidad y la
de San Nicolás. El enemigo, concentrado en evitar cualquier amago de incursión se
movilizó con rapidez pero justamente en el sentido contrario al del ataque
principal. Patton, como si se tratara de una nueva reedición del general George
Washington cruzando el Delaware, fue el primero en poner pié a tierra frente al muro
que le apartaba del triumfo y acto seguido –justo después de que la brigada de
ingenieros habilitaran uno de sus famosos pontones sobre el río-, los primeros
blindados abrían fuego a discrección sobre los defensores. Cuentan los informes que la
entrada en columna de los blindados americanos en la plaza roja fue una visión de las
que nunca se olvidan; un descomunal encuentro entre dos enemigos. Las columnas de
fuego rápidamente se alzaron hacia los oscuros cielos soviéticos y un
desconcertado Zhukov se multiplicaba para cubrir todos los
frentes. Marshall y Hodges atacaron desde ambos flancos y el caos tomó el poder. En
un alarde de valentía, el XI Cuerpo rebasó la línea defensiva que ya se desmoronaba
para concentrarse allí donde los rusos intentaban reorganizarse al tiempo que la
artillería saludaba con sus salvas a aquellos que intentaran suprimir el paso provisional
sobre el río Moscova. Los americanos luchaban edificio por edificio y en algunos
lugares la única órden era la de sobrevivir. Incluso algunos de ellos sortearon a la
muerte luchando, cuerpo a cuerpo, bayoneta contra bayoneta y vivieron para contarlo.
Durante más de tres horas la suerte de la batalla campal no se decantó a favor de
ningún bando pero a la salida del sol la bandera de las barras y estrellas ondeaba,
libre, solitaria y majestuosa en el punto más alto de la fortaleza del Kremlin. Aquella
misma mañana el servicio de inteligencia me informó de que habían interceptado un
mensaje del Politburó en la que se ordenaba al general Maslennikov que relevara del
cargo a Zhukov, lo apresara y lo fusilara por traidor al pueblo soviético. Rápidamente
ordené a Charles McCormick que comunicara a cualquiera de los tres altos militares
presentes en la zona que iniciaran una operación de captura del condenado. Si
conseguíamos adelantarnos a los caprichos de Stalin, no cabía duda alguna de que la
posible colaboración de Zhukov podría resultarnos especialmente útil a fin de cerrar
este capítulo de la historia. Efectivamente, al cabo de pocas horas el
capitán Morris recibió el chivatazo del paradero del héroe soviético durante la segunda
guerra mundial y a la mañana siguiente, Zhukov admitía ser transferido bajo la
protección del Alto Mando Aliado a fin de asumir responsabilidades políticas cuando
esta guerra hubiera acabado. Una brillante operación del Grupo Especial de
Combate 'Delta force, llevó a cabo una rápida intervención y el demacrado general
pasó a depender directamente del general Patton.
En espera de noticias, nos encomendamos al Señor
Harry S. Truman,
Capítulo CXXI
70 KILOTONES DE DIPLOMACIA
“El aire ha entrado en combustión y la explosión se ha escuchado a cientos de
quilómetros de distancia. Cualquier rastro de vida ha sido borrado"
Hans Huebber, agregado alemán al II Cuerpo de Suministros
de las fuerzas aliadas en Europa
Washington, 21 de septiembre de 1948
Cuando las personalidades más importantes de este siglo imaginaban el peor ataque
que su población o sus ejércitos pudieran sufrir, no imaginaban ni por un instante
como los tiempos podría dejar cortas sus previsiones. Recuerdo que en 1932, el teórico
militar J.F.C. Fuller perfiló el siguiente escenario de Londres, bajo la pesadilla de las
bombas: “imagínense, si son capaces, cuáles serían los resultados: durante unos días
Londres sería un caos total, los hospitales se llenarían hasta arriba, el tráfico se
paralizaría, los que se hubieran quedado sin hogar clamarían por la paz, la ciudad se
sumiría en la locura. ¿Y el gobierno de Westminster?. Quedaría barrido por una ola de
terror. El enemigo dictaría su ley y tendríamos que aferrarnos a ella como a un clavo
ardiendo”. Al año siguiente, el Estado Mayor del Aire estimó que cada tonelada de
bombas que cayera sobre la ciudad causaría 50 bajas de las cuales sólo un tercio
serían mortales. Basándose en la misma proporción de bajas por tonelada, el comité
Anderson predijo algo más tarde que 2.000 toneladas de bombas durante las primeras
24 horas daría como resultado un total de 28.000 víctimas durante el primer
mes. Churchill profetizaba, en cambio, que decenas de miles de personas mutiladas en
Londres. Sólo seis años más tarde, el Estado Mayor del Aire británico –que ya conocía
el potencial del ejército alemán-, profetizaba que un bombardeo germano ocasionaría
175.000 bajas a la semana. Y el fantasma de la guerra química no tardó en aparecer
cuando Lord Halsbury predecía que una sola bomba de gas que cayera en Piccadilly
acabaría con la vida de todo el mundo entre Hyde Park y el Támesis.
Desgraciadamente hoy sabemos que el Apocalipsis puede escoger muchas formas de
llegar, a cual más perversa y destructiva. Pero hoy más que nunca sigo comprometido
con el buen fin de esta aventura y no vacilaré ni por un instante en tomar las
decisiones que más me acerquen a esa meta(149).
Permitimos que, tras la caída de Moscú, los combatientes que aún quedaban con vida
salieran de la ciudad con la promesa de que ninguno de ellos volvería a empuñar sus
armas contra los aliados. Está claro que el gesto sólo fue de cara a la galería histórica
y que, si no firmábamos la paz con prontitud, aquellos pobres soldados, sucios y
desnutridos, volverían a levantar sus armas contra nosotros. Entre otras cosas porque,
tal y como me advirtió Malcon Jones –asesor en seguridad nacional-, “ningún mando
soviético consentiría que ni uno sólo de ellos hiciera honor a su promesa, aunque para
ello tuviera que ajusticiarlos a todos ellos allí mismo”.
A la mañana siguiente fuimos convocados nuevamente a nuestro ya familiar Hotel
Liberté pero, ante nuestra sorpresa, los representantes anteriores habían sido
substituídos por funcionarios de segundo nivel de los que ya no recuerdo sus nombres.
Mientras la mañana finalizaba y al tarde daba paso a la noche, las conversaciones se
sucedían entre nuestro asombro y la indignación del Premier Británico, Attlee al que
manteníamos informado del progreso de las negociaciones. Sin apenas poder reprimir
el estupor de la situación, los soviéticos seguían remitiéndose a las condiciones
expuestas en nuestro primer encuentro; para ellos, la pérdida de Moscú no había
supuesto ninguna variación importante y, por tanto, decían disfrutar de posiciones lo
suficientemente consolidadas como prolongar esta guerra durante años. “¿Está
intentando usted convencerme de que la caída de la capital de su país y la pérdida de
uno de sus generales más importantes no cambia el resultado de esta guerra?. ¿Es que
su dictador les tiene tan acobardados que están dispuestos a sacrificar hasta la última
de las vidas de sus compatriotas para satisfacer los delirios de un loco?”, le asestó un
encolerizado Secretario de Exteriores, James Byrnes. El silencio fue la única respuesta
que obtuvo.
Todo se aceleró cuando Marshall informó al Alto Mando Aliado –y Charles
McCormick posteriormente a mi persona-, de que según diferentes fuentes de
información, Stalin intentaba alargar las conversaciones de Suiza tanto como fuera
posible a fin de conseguir el tiempo suficiente como para finalizar el traslado y
despliegue de todas las fuerzas que, no hace muchos días, ocupaban Europa
occidental. Era cuestión de un par de días más y las tropas aliadas en Rusia estarían
en un serio apuro.
Por otro lado, los rumores que circulaban entre los círculos más próximos al ejército y
al partido habrían asegurado que el bajo nivel de representación diplomática en
Ginebra se debía al descubrimiento de Iosif Stalin de las conspiracionistas ideas
de Leonid Illich Brézhnev. Enterado de las conversaciones mantenidas éste con un
representante aliado, fue acusado de traición y golpista y sentenciado a ejecución
sumarísima. Ésta se produjo antes incluso de la ofensiva aliada y tanto el Ministro de
Exteriores, Vyacheslau Molotov, como el Jefe de Estado Mayor, mariscal de
campo Konstantin K. Rokossousky, siguieron la misma suerte por simple “precaución”.
Sin embargo lo más preocupante llegó de una información más allá de los Urales. A
través de una intrincada red de infiltrados y agentes dobles, el Servicio de Inteligencia
Americano remitió al Alto Mando un completo informe sobre los progresos que en
materia de investigación nuclear había realizado la Unión de Repúblicas Socialistas
Soviéticas. En las conclusiones finales se afirmaba que, a la vista de los documentos
conseguidos, se establecía un plazo aproximado de dos años para que Stalin obtuviera,
en condiciones de operatividad una bomba nuclear de potencia ligeramente superior a
la empleada por nosotros en Hiroshima. Esas pruebas estaban fechadas el 5 de marzo
de 1946!.
La llamada de Clement Attlee de aquella misma tarde fue especialmente oportuna: “las
conversaciones deben acabar hoy mismo, algo me huele mal Señor
Presidente”. Charles McCormick completó el análisis con su habitual frialdad:
“necesitamos asestar el golpe definitivo que fuerce a los soviéticos a capitular.
Debemos hacerles entender que no habrá más mesas de conferencias sinó la entrega
de las llaves del castillo ruso”.
Recordando, como hacía al principio de estas hojas de hoy, citas y frases del pasado
he marcado la del líder conservador inglés Stanley Baldwin cuando aseveró que “el
bombardero siempre alcanza su objetivo”. Sólo diez horas más tarde dos sendos B-47B
Stratojet partían de sus respectivas bases en París y Roma para iniciar un camino de
ida y vuelta a través de territorio europeo de varios miles de kilómetros. El ataque se
había planeado de forma coordinada por el Departamento de Logística y Planificación
del Ministerio de la Guerra Británico. Exactamente a las 05:45h de la madrugada de
ayer, en la ciudad polonesa de Bialystok brilló un sol artificial creado a partir de la
fisión de núcleos de plutonio-239. Calculamos que unas 75 divisiones, entre blindados,
infantería mecanizada y artillería autopropulsada, se evaporaron en los primeros
instantes tras el resplandor. Según los informes que envía el Servicio de
Reconocimiento, la población civil también se ha visto seriamente
comprometida; Harry Sheittworth ha asegurado que el desolador paisaje es
exactamente igual a la fotos que contempló de Nagasaki. A las 05:52h, de nuevo, otra
luz cegadora, blanca y pesada, bañó el horizonte en la llanura Povotiev, situada entre
la capital Minsk y la ciudad de Smolevichi, en el centro de Bielorrusia. Otras 63
divisiones soviéticas desplegadas sobre la autopista que conduce directamente hasta
Moscú desaparecieron en segundos de la faz de la tierra como si nunca hubieran
existido. A pesar de la distancia existente, los primeros bloques de edificios de Minsk
acusaron el pulso nuclear sufriendo importantes daños.
Con una diferencia de siete minutos, durante la mañana del 20 de septiembre de 1948,
hemos acabado con 138 divisiones enemigas. Dos golpes certeros en el lugar, y
sobretodo, en el momento indicado. La firmeza como arma, la determinación como
escudo de la libertad. Cuando he conversado esta mañana con el general Patton y éste
me ha preguntado si pensaba retomar la vía diplomatica le he respondido: “George,
nunca hemos abandonado esta opción. Esta misma mañana, Iosif Stalin ha recibido 70
kilotones de diplomacia”.
En espera de notícias, nos encomendamos al Señor
Harry S. Truman,
- - -
(149) Extractos tomados del libro “Mitos y leyendas de la segunda guerra mundial” de James Hayward, Capítulo 5 –
Los mitos del Blitz, Páginas 113 y 114
Capítulo CXXII
EL PRINCIPIO DEL FIN [I]
“Las tropas soviéticas han abandonado el frente.
Tenemos el control de Europa"
Un entusiasmado Clement Attlee en
conversación telefónica con Harry S. Truman
“Stalin y sus generales más próximos han sido apresados
por efectivos leales a Zhukov; permanecen encerrados e incomunicados
en las mazmorras de la Colina de Mamaiev, cerca de Volgogrado
-antes conocida como Stalingrado-"
Comunicación emitida al Alto Mando Aliado
desde el Ministerio de Estado Soviético
Washington, 15 de abril de 1949
Capítulo CXXIII
EL PRINCIPIO DEL FIN [II]
“El mariscal Zhukov cruzó la gran plaza a lomos de un
precioso caballo blanco. Jamás se vió a los ciudadanos de la capital
mostrar un júbilo mayor y espontáneo. Sin duda,
ha sido un día histórico"
Frank Whitaker, nuevo embajador de Gran Bretaña
en Rusia
“No consentiremos por más tiempo que un traidor del
pueblo arruine la nación de los proletarios"
Mensaje interceptado por el Servicio de Información
Aliado en una pequeña ciudad al oeste de Moscú
Washington, 15 de abril de 1949
Capítulo CXXIV
ECCE HOMO
“Georgi desea guiar al país por los envidiados caminos de la libertad,
la democracia y el desarrollo económico. He visto el mundo occidental y el
progreso que éstos han alcanzado; nuestros camaradas llevan casi una
década sufriendo hambre y frío; es hora de cambiar nuestro rumbo"
El mariscal Zhukov al presidente de los Estados Unidos
En algún lugar sobre el océano Atlántico, 15 de mayo de 1949
Abro con extraña emoción este voluminoso diario que me ha acompañado durante los
últimos años. Mi caligrafía no puede ser todo lo pulcra que yo quisiera; me hallo a
8.000 metros de altura sobre el océano Atlántico, rumbo a casa. Siento que a bordo de
este magnífico avión presidencial, surcamos la noche de los tiempos con destino a la
historia. Las expresiones de felicidad en toda la delegación hacen nacer en mí una
particular amalgama, parte de emoción -por haber llevado la paz a esta tierra tan
castigada -y otra amasada por una honda tristeza a causa del coste que el ser humano
ha sido tan estúpido de pagar. Nunca llegaremos a comprender, en toda su magnitud,
el desastre que ha supuesto la encadenación de la segunda y ésta llamada tercera
guerra mundial. Sabemos que los muertos se cuentan por millones y los heridos por
centenares de millones, nos dicen que necesitaremos casi dos generaciones para dejar
atrás los daños que estos conflictos han traído a todas nuestras ciudades y, estoy
seguro, que en un futuro no muy lejano, los estudiosos podrán darnos una visión más
aproximada de esta locura. Pero por mucho que lleguemos a saber, nunca jamás
podremos aproximarnos de forma completa a la magnitud de esta hecatombe humana.
Si me hubieran dado un solo dólar cada vez que he pensado que estaba próximo el
final de una de las etapas más negras de la humanidad, hoy sería rico. Pero hace
escasamente un par de meses, antes de emprender viaje hasta Moscú –con escala en
Londres-, confieso haber sentido aquella extraña sensación previa a las grandes
ocasiones. Acomodo mi cabeza en la mullida almohada que generosamente me ha
proporcionado una amable azafata mientras recuerdo como el principio del fin se
precipitó con extremada rapidez.
Estábamos sitiando Moscú cuando Stalin dio órden a sus tropas desplegadas por toda
Europa de retroceder hasta la capital de la URSS. Aún no lo sabíamos pero el
verdadero plan del Oso no era tanto el de salvar a la capital sino el de aniquilar –en un
certero contragolpe-, la totalidad de los efectivos aliados, atrapándonos entre dos
líneas tal y como ya intentara –20 siglos atrás- el jefe de la tribu de
los Arvenos, Vercingetórix, cuando las legiones de Julio César asediaban la ciudad gala
de Alesia, allá por el 52 AC. En ambos casos, el final fue el mismo; quizá la épica de la
lucha cuerpo a cuerpo seduzca más a los historiadores militares que un doble ataque
nuclear contra sendas concentraciones de divisiones enemigas, pero el hecho real,
cierto y concluyente es que tanto galos como soviéticos fracasaron en su mismo plan.
Así las cosas, los dos cuerpos principales del contingente enemigo fueron evaporados
de la faz de la tierra durante la mañana del 20 de septiembre del pasado año; los
restos de lo que un día fue el ejército más poderoso del mundo, se disolvieron por todo
el continente. Durante esos días, diferentes servicios de información –americanos,
británicos y franceses-, inundaron al Alto Mando Aliado con toda clase de mensajes
cruzados entre las tropas de la antigua URSS y sus mandos. En el mejor de los casos,
los oficiales no recibían siquiera respuesta alguna de sus propias tropas y en caso que
lograban establecer contacto con sus divisiones, éstas comunicaban al atónito
radioperador que la mayoría de soldados se estaban retirando de sus posiciones,
abandonando armas y uniformes. Tanto fue así que en el plazo de una semana, la
avanzadilla de la fuerza aliada situada al oeste de París alcanzó las primeras posiciones
de las divisiones aliadas ubicadas en el perímetro de Moscú y que un día fueron parte
integrante del Plan McCormick. La URSS como enemigo militar parecía colapsarse
entre un mar de un número descontrolado de deserciones, así es que decidimos
intensificar las operaciones de inteligencia; principalmente aquellas dirigidas a conocer
–mediante el incentivo económico- la localización de Stalin. Un par de semanas
después el mariscal Marshall contactó desde tierras rusas con McCormick; el
mariscal Zhukov tenía una interesante propuesta que realizarnos: la entrega del
dictador ruso.
Estaba claro que nadie como él podía conocer las rutinas, costumbres y medidas de
seguridad que el mandatario soviético acostumbraba a tomar para su autoprotección.
Su larga carrera a través de la escuela militar soviética y los prolongados años de
servicio a la nación garantizaría, sin duda alguna, un amplio contacto con los mandos
soviéticos –muchos de ellos descontentos a esas alturas del conflicto- y, por tanto, un
acceso a la más secreta de las informaciones. “No vamos a deponer un dictador para
substituirlo por otro, ni hablar!”, aseveró un disconforme Patton y mientras el resto del
mando guardaba un prudente silencio ordené: “oigámoslo”. Como bien suponíamos el
general Zhukov se ofrecía a prestarnos sus servicios como perro rastreador utilizando
sus contactos. “Sí, eso ya lo dábamos por descontado, pero cual es su precio?”, se
apresuró a preguntar McCormick a través de la línea telefónica que le unía en una
conversación a tres bandas entre él, este presidente y Marshall. “Señor presidente, el
mariscal Zhukov se ofrece como mediador. No para seguir caminando por la senda
comunista pero tampoco como vuestro peón en la zona. Georgi desea guiar al país por
los envidiados caminos de la libertad, la democracia y el desarrollo económico. He visto
el mundo occidental y el progreso que han alcanzado; nuestros camaradas llevan casi
una década sufriendo hambre y frío; es hora de cambiar nuestro rumbo”, transmitió un
sorprendido Marshall. En realidad nadie, ni el escritor más imaginativo de todo el país
hubiera puesto en boca del militar soviético las palabras que aquella mañana
escuchamos. Los británicos clamaban contra cualquier tipo de acuerdo –especialmente
si hablábamos de medidas como esas-, los franceses sólo deseaban saber qué parte
del Imperio Ruso les correspondería en un imaginario reparto sólo posible en sus
mentes y, como si todo ello no fuera suficiente, el Departamento de Inteligencia, el de
Estado y de forma inconfesada, el Alto Mando Aliado en pleno, exigían una
contundente respuesta negativa.
Pero es en los momentos críticos cuando uno debe asumir el cargo que ocupa y tomar
las mejores decisiones. Todos los soldados aliados que habían tenido la oportunidad de
cruzar el frente europeo durante la segunda y tercera guerra mundial transmitían las
mismas imágenes de destrucción. Pero si en algo coincidían sus cartas era en la
pobreza especialmente dura que los ciudadanos del este de Europa habían sufrido. En
cada liberación de alguna ciudad, la alegría y felicidad empujaba a sus pobladores a las
calles en una breve pero intensa celebración. En cambio, cuando uno cruzaba la
antigua frontera entre Europa Occidental y Oriental, la desolación era tal que en la
mayoría de ocasiones los encuentros con la población civil se limitaban al montaje de
posiciones de aprovisionamiento donde se apiñaban kilométricas colas; “aquí los niños
no sonríen, ni juegan, ni cantan. Son como zombies que recorren las ruinas de la
ciudad en silencio. Cuando encuentran algo de comida –a menudo podrida-, se
arremolinan alrededor del hallazgo como hienas y, con frecuencia, acaban peleando
entre ellos para conseguir el mayor trozo de botín”, narró James Redford por carta a
su madre Mary de Denver. Así pues, si nosotros, lejanos y extraños en aquellos
confines, nos dábamos cuenta del contraste, ¿cómo se escaparía semejante análisis de
los muy bien ilustrados militares soviéticos?.
La administración que presido tenía claro desde hace muchos meses cómo íbamos a
reorganizar los estados europeos pero debo confesar que la polémica se avivaba cada
vez que discutíamos el caso soviético: ¿qué hacer?, reconstruir un potente estado a
modo y manera de la URSS parecía imposible dada la heterogeneidad de su propia
composición y a las aspiraciones de importantes grupos nacionales. Plagar lo que
territorialmente podría constituir casi un continente por sí mismo, con toda una serie
de mini-estados presentaba más problemas en un futuro próximo que no considerando
las dificultades inmediatas. Otra recomendación realmente interesante formulada por
el general Hodges –dentro de la prevención que el estamento militar había adoptado
con acierto una vez finalizados los combates- fue la de re-adaptar la idea que no hace
mucho se puso en marcha en el caso japonés, esto es, el nombramiento de una
especie de gobernador norteamericano quien se encargara de reorganizar las
estructuras sociales, económicas, políticas y militares de la nación hasta que ésta
pudiera valerse por sí misma. Finalmente todas las vías presentaban sus pros y sus
contras y la confusión acaparaba todo el inacabado debate. Al cabo de unos días, el
mando militar aliado ubicado en pleno corazón del Kremlin recibió un telegrama
histórico: “liberen a Zhukov a las 06:00 hora local de Moscú”. Corríamos el riesgo de
ser engañados por quien, hacía algunos meses había dirigido la defensa de la capital
soviética pero como bien afirmó el mariscal Marshall: “si ese bastardo nos engaña,
acabaremos con él antes de que pueda cruzar la calle”. Lo cierto es
que Zhukov significó una brillante sorpresa por la determinación mostrada y mereció
mi personal voto de confianza. No me equivoqué. Exactamente a los nueve días de su
liberación, una delegación soviética se personó ante la cúpula aliada en Moscú
integrada por Marshall, Patton,Hodges y Montgomery –quien se había incorporado tras
la caída de la ciudad a petición del Premier Clement Attlee-. La comunicación era breve
pero precisa: “el ciudadano Iósif Visariónovich Dzhugashvili ha sido apresado por
efectivos leales a Zhukov; permanece prisionero en las mazmorras de la Colina de
Mamaiev, cerca de la ciudad de Volgogrado –hasta ahora conocida como Stalingrado-“.
La única pregunta a partir de ahora era cómo debíamos afrontar, de una vez, la
transferencia de poder si es que ésta debía realizarse.
Me reuní con Clement Attlee en Whitehall, concretamente en las dependencias
privadas que el premier ministro británico disfruta en el 10 de Downing Street. La
mayor parte de la gente cree que se trata de una simple vivienda pero, en realidad, se
trata de un complejo conjunto de viviendas donde también reside el Ministro de
Hacienda (en el número 11) y se localizan el Departamento de Prensa del Primer
Ministro y la Oficina del Oficial Disciplinario.Clement podrá tener amplias lagunas en
diferentes áreas de su gestión pero tengo en muy alta estima sus profundos
conocimientos en política internacional y, en especial, sus dotes para la geoestratégia.
Muestra de ello fueron las palabras que me dirigió al exponerle la problemática: “si
confiamos en los dirigentes de otras naciones a las que hemos liberado durante la
última década, ¿por qué motivo íbamos a desconfiar de los rusos?. Su anterior
presidente solía decir que “no tenemos nada que temer salvo a nuestro propio miedo”,
y yo creo que tenía razón”. Minutos más tarde llegaba a la embajada norteamericana
en el 24 de Grosvenor Square y contactaba con Marshall para ordenarle que hiciera
“los preparativos necesarios para una reunión, al más alto nivel, con el mariscal
Zhukov; mañana mismo en el Kremlin”.
Aguardaremos los acontecimientos con interés.
Harry S. Truman,
Capítulo CXXV
EN EL FILO DE LA NAVAJA
“Ayer hubiéramos asegurado que era imposible, hoy estamos
convencidos de tener la mejor solución, mañana seguramente nos
parecerá todo una tremenda locura"
Josh Lyman, asesor de Harry S. Truman
En algún lugar sobre el océano Atlántico, 15 de mayo de 1949
Treinta y dos horas después partía de retorno hacia Washington. No revelaré aquí el
contenido secreto de la larga serie de conversaciones mantenidas con Georgi
Zhukov aunque puedo asegurar que éstas fueron tan fructíferas como interesantes. Al
abandonar tierras rusas emití un comunicado reservado dirigido a los mandatarios de
Francia y Gran Bretaña informando de las partes más significativas de lo que
acontecería en el futuro ruso. Los aliados confiaríamos el gobierno provisional de la
nueva Rusia a una de las figuras más prominentes de su patria, Zhukov quien asumiría
la labor de impulsar y reconstruir económicamente un país asolado, de promover
instituciones legislativas, ejecutivas y judiciales de claro carácter democrático y de
fomentar la difusión de la cultura además de orientar programas de alfabetización y
estudios básicos, medios y superiores. Por el momento, los aliados deberían asumir el
control de materias tan delicadas como las competencias militares y colaborar
estrechamente en la reconstrucción de servicios básicos como el orden público. La
única incógnita que quedaba por despejar era el papel que en el futuro debería
desempeñar Stalin. Evidentemente los Aliados no queríamos ni oir hablar de semejante
asesino y esperábamos que el nuevo líder ruso le hiciera pagar la ingente cantidad de
desmanes cometidos en nombre de la URSS. A pesar de la gran conexión personal que
establecimos durante el corto tiempo de intercambio de pareceres: “Sepa usted que si
decide no actuar como es debido, intervendremos”. advertí con claridad a Georgi. Y
partí hacia los Estados Unidos con la promesa de una resolución satisfactoria.
Unas semanas más tarde, concretamente el 15 de abril pasado, el teléfono de mi
despacho privado resonó con impertinencia. Al otro lado del aparato un
indignado Clement vociferaba toda clase de insultos e improperios contra “esa rata
traidora de Zhukov”; de forma totalmente descortés colgué el telefono en el mismo
instante en el que Josh Lyman llamaba a la puerta y me explicaba que el mariscal ruso
había tenido la desfachatez de aparecer en las murallas del Kremlin acompañado
de Iosif Stalin. La ceremonia había sido breve pero significativa y aunque ninguno de
los protagonistas pronunció palabra alguna, las embajadas de todas las naciones de
Europa occidental remitieron a sus respectivas cancillerías todo tipo de confusos
informes. Aquella misma noche el mariscal Marshall se personó en el despacho
ejecutivo de Zhukov en las propias dependencias del Kremlin y unos pocos minutos
más tarde conversé con el mariscal soviético: “Usted sabe de la ascendencia que
alguien como Stalin todavía ostenta ante mi gente. Han sido muchos años de
manipulación y deificación como para que ahora podamos presentarnos así, sin más,
pero no se preocupe Señor presidente porque mañana ya no será ningún problema”. El
contraste entre los echos y su argumentación no parecían tener la suficiente solidez
como para dar por cerrado el asunto, por lo que nuevamente advertí a Zhukov que
seguíamos "atentos a los sucesos en Moscú y que estábamos dispuestos a intervenir
cuando la situación dejara de satisfacernos", obviando comunicarle las informaciones
que nos habían transmitido diferentes fuentes confirmando la existencia de un intento
de asesinato contra su persona por parte de elementos leales a Stalin; ""si éste tipo
debe hacerse con las riendas del país, ha llegado la hora de que demuestre su valía",
comenté a un confuso Josh. Minutos más tarde recuerdo haber ordenado al
general Patton que estuviera “preparado y dispuesto para relevar del mando a Zhukov
y ocupar los sectores estratégicos de la capital para prevenir hipotéticas revueltas”.
Nunca sospeché que la frase del mariscal soviético “mañana ya no será ningún
problema” adquiriera un significado textual pero lo cierto es que a la mañana siguiente
y tras la escenificación del poder absoluto que Zhukov exhibió pasando revista a las
tropas rusas impecablemente formadas ante las murallas del Kremlin, a lomos de un
magnífico caballo blanco, citara a los máximos representantes de la delegación aliada
en Moscú. Unos enfadadosMarshall y Montgomery acudieron al encuentro con el
general y ante su asombro, éste les comunicó que “ayer por la noche firmé la
sentencia que condenaba a muerte a Iosif Stalin por todos los crímenes cometidos
contra su pueblo. Se ha hecho efectiva esta misma mañana, a la salida del sol. Al
mismo tiempo, eran detenidos en Moscú, Volgogrado, Lyubertsy, Shchelkovo y
Domodedovo, juzgados, condenados y ejecutados medio centenar de colaboracionistas
con el dictador de los que se sospechaba que preparaban un atentado en la capital.
Mañana anunciaré mi retirada del servicio militar y deseo contar con el apoyo de los
aliados para hacer de esta nación un nuevo y próspero proyecto". "Sí, es nuestro
hombre!", exclamó un entusiasmadoClement Attlee desde Londres.
Parece que las cosas empiezan a solucionarse, a Dios gracias.
Harry S. Truman,
Capítulo CXXVI
PAZ [I]
“Desde Boston hasta San Francisco, desde Miami hasta
Seattle, los norteamericanos inundan las calles para mostrar su alegría.
Muchos de ellos visitan los cementerios para rendir tributo a los muertos"
Jack Holmes, columnista del Boston Globe
Washington, 1 de junio de 1949
Capítulo CXXVII
PAZ [II]
“La capital se desbordó. Todo aquel que podía queria ocupar
Pennsylvania Street y escuchar, con sus propios oídos, las
palabras que el presidente dirigiría a toda la nación"
Mortimer Wilhelmwood, redactor del The Times
Washington, 5 de junio de 1949
Capítulo CXXVIII
UN MENSAJE PARA TODO EL MUNDO
“Voz temblorosa, manos sudadas, ojos húmedos.
Recuerdo que así accedí a la tribuna para dar el que
sería el discurso más importante de mi vida"
Harry S. Truman, presidente de los Estados Unidos de America
Washington, 5 de junio de 1949
“Hoy debería ser uno de los días más felices de nuestra
historia; la paz ha llegado a nuestros países y ya nadie empuña las armas.
Pero no debemos olvidar que, al volver la vista atrás, también deber ser uno
de los más tristes. Porque el ser humano es capaz de lo peor y de lo mejor;
crear las más bellas melodías y exterminarse en una orgía de sangre /.../
En las últimas décadas hemos sido capaces de sembrar el odio, la
destrucción y la barbarie por todos los confines de la tierra. Amplias zonas de
Japón, Polonia y Ucrania permanecerán inhabitables durante muchos años,
ciudades enteras han sido reducidas a escombros y terribles hambrunas y
epidemias se extenderán por todo el planeta. La población mundial ha sido
diezmada y, en términos de desarrollo, la humanidad ha retrocedido varios
pasos. Ese es el legado de nuestra locura /…/
Todo el mundo debería subir hasta este atrio para sentir la gran emoción
que hoy y aquí experimento. Hemos vivido unos días muy especiales: la gente
ha salido a las calles pero también ha rendido emocionado tributo a sus
combatientes caídos en todos. Ahora solo nos queda levantar la cabeza,
aprender del pasado, mirar hacia adelante y labrar un futuro esperanzador
para nuestros hijos“ /…/
A Dios nos encomendamos para hacerlo posible.
Harry S. Truman,
33º Presidente de los Estados Unidos de America
Capítulo CXXIX
ES HORA DE VOLVER A CASA
“El trabajo no podrá acabar hasta que todos los seres
humanos puedan vivir en paz y felicidad. Sí, sabemos que es una tarea
árdua pero no nos asusta el reto"
Toby Ziegler, asesor del presidente, durante la primavera de 1949
Washington, 4 de julio de 1949
Para la gente activa, el descanso es una de las peores terapias que podamos imaginar.
Si además a uno se le suma estar permanentemente rodeado de todo un equipo de
asesores, consejeros, colaboradores, funcionarios, miembros del gabinete o militares,
el suplicio es doble. Bajo la amenaza directa de mi mujer guardé reposo absoluto
durante 48 horas; los paseos por las montañas se alternaban con una de mis aficiones
favoritas, la pesca, y los informes que diariamente se entregan al presidente de los
Estados Unidos, restringidos al mínimo. Mi Independence natal, en el estado
de Missouri, reúne las condiciones perfectas como para olvidarse del mundanal ruido y,
aunque ansioso por retomar el trabajo, abandoné mi residencia de verano y en
compañía de Bess(150) retornamos a casa. Los ecos de mi discurso ante el pueblo
estadounidense no se habían apagado aún y en la Casa Blanca se recibían sin cesar
todo tipo de felicitaciones. Aunque pueda sorprender, ello obstaculizaba más que
ayudaba a recuperar la normalidad. Debíamos afrontar aún asuntos pendientes y si
bien la confrontación militar había acabado, todavía existían amplias zonas asiáticas de
las que no se tenían notícias sobre qué postura adoptarían los diferentes mandos aún
operativos sobre el teatro de operaciones. Además, debíamos decidir la
reestructuración de Europa Occidental y sobre la mesa teníamos planteados
importantes interrogantes que debían ser abordados y acordados por los Aliados antes
de ser sometidos a los colectivos implicados; una hipotética nueva Alemania,
establecer nuevamente las fronteras de Polonia, fraccionar lo que hasta ahora se
conocía como Yugoslavia en nacionalidades independientes, reordenar Oriente Medio –
considerando la creación de Israel-, o estudiando qué tipo de compensaciones ofrecer
a las naciones europeas que sufrieron ataques nucleares durante las operaciones
contra los soviéticos.
John McCoy de Edimburgo fue nombrado nuevo embajador del Reino Unido de la Gran
Bretaña en Estados Unidos con la autorización para discutir todos estos temas de
forma franca y abierta; un escocés en America sin duda hará brotar todo tipo de
comentarios pero lo cierto es que tanto el momento como la importancia de las
decisiones a tomar dependerán en gran medida de las aportaciones que el
joven John sea capaz de arrojar al debate. El empuje y entusiasmo de McCoy nos
sorprendió muy gratamente y a los diez días de su llegada a este país, solicitó una
audiencia privada donde acudió con un detallado informe sobre las posiciones aliadas
en Oriente Medio y Asia. “Podemos hablar del como administraremos la victoria, pero
en algún momento deberemos esforzarnos para que ésta alcance también a las zonas
aún en manos enemigas”.
McCormick llegó a los 10 minutos de iniciada la reunión y conjuntamente
con John analizamos el mapa que ante nosotros nos relataba las últimas ofensivas
aliadas. En todos los frentes la debacle enemiga había sido impresionante; los
soviéticos se habían fundido como un azucarillo no sólo de Europa sino también de
gran parte de Asia; únicamente resistían unos cuantos generales -contrarios
a Zhukov aunque tampoco devotos del eliminadoStalin-, que no supondrían ningún
problema para el mariscal de campo MacArthur y los
generales Truscott, Wyman, McNair, Hodge y Simpson presentes en la zona. Por su
parte, las tropas británicas que tan valerosamente habían soportado todo el peso de la
resistencia aliada contra las tropas nazis y, posteriormente hicieron lo propio en todo
Oriente Medio (donde hallaron el decisivo apoyo de nuestros
generales Handy, Lear y Patch)y el sureste asiático, habían conseguido mantener -
cuando no incrementar-, las antiguas posesiones del Imperio Británico. Fue el propio
embajador quien nos transmitió el enfado del Premier Attlee respecto a la actuación
francesa. Un país que apenas pudo resistir el embate de las fuerzas nazis en 1940, al
que Gran Bretaña prestó apoyo, auxilio y cobijo durante los años más negros y a
quienes los Aliados liberaron en 1944 para volver a repetirse los hechos -ante la
ineficacia de los dirigentes franceses-, poco tiempo después contra los soviéticos. "Y en
buen pago de todo ello, se han permitido desembarcar en el sureste asiático, no para
liberar al oprimido pueblo, sino para reposicionar a sus tristes dirigentes en el contexto
internacional; creo queembarazosamente indignante resulta la definición más
apropiada", exclamó John luciendo una característica flema británica.
La parte del análisis más difícil de llevar a buen término llegaría al abordar el
"problema ruso". Estaba meridianamente claro que Zhukov no podría pretender
mantener la configuración de la finiquitada Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas
(U.R.S.S.). Partíamos de la base que la recuperación de los tres estados Bálticos
suprimidos por Stalin era una necesidad fuera de cualquier duda. Indirectamente el
mismo dirigente ruso reconocía, en petit comité, la lógica de estas medidas y el
nacimiento de Letonia, Estonia y Lituania. Abierto ya el melón, tendríamos de controlar
el cuchillo o de lo contrario fácilmente podríamos tener un sinfín de nuevas repúblicas
incontroladas e incontrolables. El mejor de los consejos provino de John quien, en base
a la tradicional experiencia colonial británica, argumentó que "la clave no reside tanto
en el número de repúblicas que nazcan -al fin y al cabo la descomunal extensión del
territorio en cuestión no permitirá mucha contención-, sino en la presencia de una
única república -en este caso Rusia- que sea capaz de controlar a sus vecinos al igual
que ustedes, rebeldes de las colonias, cuidan de su patio trasero". Esa, sin duda, debe
ser la propuesta que llevaremos hasta Zhukov; una medida que, bien entendida,
ayudará y mejorará la ardua tarea que esté enfrentando el viejo general, con los
buenos resultados que hasta el momento imperan en la zona administrada: ley, orden
y libertad; qué más podía esperar el ciudadano para labrar su propio futuro?.
Avanzada la tarde he abandonado la Casa Blanca acompañado por mi esposa;
mientras subíamos al coche presidencial -que nos llevaría hasta Baltimore(151) para
celebrar el día de la independencia-, contemplamos los preparativos de los fuegos
artificiales que horas más tarde inundarían con el color de la libertad los cielos
norteamericanos. A través de la ventanilla del coche presidencial observamos en
silencio los frondosos bosques que rodean a la capital del estado. Siempre recordaré
que justo después de que la comitiva presidencial nos dejará al pié de la larga
alfombra roja que habían dispuesto para nuestra recepción y con los primeros acordes
del Hail to the chief(152), un pálido Josh Lyman me susurró al oído: “han matado a
Zhukov, Patton ha tomado las calles”. En ese momento rezé por todos nosotros y
recité en voz baja y a modo de oración, los últimos versos de nuestro himno nacional:
“and the star-spangled banner in triumph shall wave, o‟er the land of the free and the
home of the brave!"(153).
Queda mucho trabajo por realizar, con la ayuda de Dios.
Harry S. Truman,
33º Presidente de los Estados Unidos de America
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(150) Bess Wallace, quien cambió su nombre por Bess Truman al casarse con el que sería presidente de los Estados Unidos. (151) En las proximidades de Baltimore se situaba la fortaleza McHenry donde, a causa del bombardeo británico sobre esta posición dió pié al abogado Francis Scott Key para escribir el poema The Star-Spangled Banner que posteriormente sería utilizado como himno nacional.
(152) Se considera a "Hail to the chief", el himno que anuncia la entrada del presidente de los Estados Unidos a cualquier acto. (153) La traducción, más o menos literal sería: "Y la bandera estrellada triunfante ondeará, sobre la tierra de los libres y el hogar de los valientes!"
Capítulo CXXX
GLORIA Y HONOR