Diálogo con el Maestro de la Orden de Predicadores de la Familia Domnicana en Madrid

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Encuentro del Maestro de la Orden fray Bruno Cadoré con la Familia Dominicana Madrid, Junio de 2014 Ante la carencia de recursos humanos, con escasez de nuevas vocaciones, ¿hay que prepararse para el ars moriendi? Si por una parte la Familia Dominicana puede ser puente mientras se forman nuevos dominicos, y si esa extracción de dominicos ¿puede ser de gente ya formada profesionalmente? Yo creo que estamos en un momento de nacimiento, no estamos en un momento de morir. Pero hay que tratar de explicar porque lo veo desde varios puntos de vista. En nuestros países de larga tradición cristiana no es suficiente que la Iglesia quiera hablar al mundo, hay que nacer como Iglesia de la escucha y del amor del mundo. Hay que nacer de conocer el mundo, y eso un primer nacimiento. En este movimiento la Familia Dominicana tiene que nacer también. Como Pilar dijo, no es suficiente hacer algo juntos sino ser juntos. En un principio, la Orden nació como Familia. Pero después la historia, la vida, los hermanos, las hermanos, los laicos, cada rama de la familia siguió su camino. Hoy hay que nacer de nuevo como una familia para ser en la Iglesia la memoria evangélica de que la Iglesia tiene que llegar a ser una comunidad dada al mundo. Y tenemos que nacer a esta realidad. No vivimos como una familia hecha. La Familia Dominicana llega a ser familia por la predicación, por el hecho de dar la Palabra al mundo como un modo de vida, y lo hace como una memoria evangélica en la Iglesia. Y la Iglesia es lo mismo, llega a ser la Iglesia predicando. Tenemos que nacer a esta convicción. Un tercer punto de vista: hay que nacer de nuevo a la convicción que en la Iglesia hay varios tipos de estados de vida y la consagración de la vida es uno de ellos. Y hay que renacer a la esperanza en este estado de vida. Consagrar la vida a la Palabra de Dios para vivir desde esta consagración. En la Familia Dominicana hay diversos estados de vida, pero no se puede privilegiar uno u otro, tenemos que promover cada una de las vocaciones y me parece que lo mejor sería que cada uno de nosotros promueva las vocaciones de los demás. Muchas veces, al menos en los hermanos, nos gusta promover lo nuestro: hay que promover las vocaciones de los hermanos porque los conventos están demasiados vacíos, hay que promover la vocación de las hermanas apostólicas porque van a desaparecen las Congregaciones, hay que promover la vocación de las monjas porque los monasterios van a cerrar, hay que promover los laicos porque… Si, todo esto está bien, pero sería mejor promover la vocación de los demás. Hay que promover a los hermanos, hay que promover las hermanas apostólicas, porque la predicación de la Palabra las necesita; hay que promover la vocación de las monjas porque la predicación de la Palabra de Dios las necesita. Es un nacimiento nuevo. Nacer a las necesidades de los demás, de los otros. 1

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Transcripción de las preguntas y respuestas del encuentro con la Familia Dominicana del Maestro de la Orden de Predicadores, fray Bruno Cadoré. El encuentro tuvo lugar en el Convento de Nuestra Señora de Atocha (Madrid).

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Ante la carencia de recursos humanos, con escasez de nuevas vocaciones, ¿hay que prepararse para el ars moriendi? Si por una parte la Familia Dominicana puede ser puente mientras se forman nuevos dominicos, y si esa extracción de dominicos ¿puede ser de gente ya formada profesionalmente?

Yo creo que estamos en un momento de nacimiento, no estamos en un momento de morir. Pero hay que tratar de explicar porque lo veo desde varios puntos de vista. En nuestros países de larga tradición cristiana no es suficiente que la Iglesia quiera hablar al mundo, hay que nacer como Iglesia de la escucha y del amor del mundo. Hay que nacer de conocer el mundo, y eso un primer nacimiento. En este movimiento la Familia Dominicana tiene que nacer también. Como Pilar dijo, no es suficiente hacer algo juntos sino ser juntos. En un principio, la Orden nació como Familia. Pero después la historia, la vida, los hermanos, las hermanos, los laicos, cada rama de la familia siguió su camino. Hoy hay que nacer de nuevo como una familia para ser en la Iglesia la memoria evangélica de que la Iglesia tiene que llegar a ser una comunidad dada al mundo. Y tenemos que nacer a esta realidad. No vivimos como una familia hecha. La Familia Dominicana llega a ser familia por la predicación, por el hecho de dar la Palabra al mundo como un modo de vida, y lo hace como una memoria evangélica en la Iglesia. Y la Iglesia es lo mismo, llega a ser la Iglesia predicando. Tenemos que nacer a esta convicción.

Un tercer punto de vista: hay que nacer de nuevo a la convicción que en la Iglesia hay varios tipos de estados de vida y la consagración de la vida es uno de ellos. Y hay que renacer a la esperanza en este estado de vida. Consagrar la vida a la Palabra de Dios para vivir desde esta consagración. En la Familia Dominicana hay diversos estados de vida, pero no se puede privilegiar uno u otro, tenemos que promover cada una de las vocaciones y me parece que lo mejor sería que cada uno de nosotros promueva las vocaciones de los demás. Muchas veces, al menos en los hermanos, nos gusta promover lo nuestro: hay que promover las vocaciones de los hermanos porque los conventos están demasiados vacíos, hay que promover la vocación de las hermanas apostólicas porque van a desaparecen las Congregaciones, hay que promover la vocación de las monjas porque los monasterios van a cerrar, hay que promover los laicos porque… Si, todo esto está bien, pero sería mejor promover la vocación de los demás. Hay que promover a los hermanos, hay que promover las hermanas apostólicas, porque la predicación de la Palabra las necesita; hay que promover la vocación de las monjas porque la predicación de la Palabra de Dios las necesita. Es un nacimiento nuevo. Nacer a las necesidades de los demás, de los otros.

Dos preguntas: una primera en relación al Papa Francisco, ¿ha recibido alguna inquietud de lo que el Papa espera respecto a la Familia Dominicana? Y una segunda ¿cómo ve el aporte de las Congregaciones de las hermanas de vida activa?

Del Papa no he recibido ningún mensaje especial, pero creo que todos nosotros podemos recibir algo de su modo de hablar, de su modo de expresarse. Pero me parece muy importante creer que el Papa no hace la Iglesia, el obispo tampoco y los religiosos y religiosas tampoco. La Iglesia se hace entre todos o no se hace. Un tema muy importante es la forma de ser y las palabras del Papa sobre la pobreza. Cuando veo la Orden, veo que nosotros estamos muy asentados, muy bien en todos los lugares, muy bien. Para los hermanos: ¿cómo podemos imaginar hoy que la Orden es una Orden de mendicantes? ¿Cómo podemos imaginar que ellos van a creernos? No lo somos. Ni somos tan solidarios. Hay que pensar en este punto que es esencial. Disculpadme porque es demasiado material, pero tenemos que dejar los bienes, tenemos que pensar en esto. No se puede decir al mundo que la Orden es mendicante. No digo que tenemos que vivir sin responsabilidad, pero algunas veces pienso que lo nuestro, nuestras instalaciones, instituciones, comodidades y bienes nos cierran en nosotros mismos. Pensamos en nuestras necesidades, lo que tenemos

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que mantener, lo que tenemos que continuar, dónde tenemos que habitar, lo nuestro. Sería grave que en la Orden, en la Iglesia, digamos que estamos muy contentos con las palabras del Papa pero hacemos lo que queramos. El tema no es sólo un tema de bienes, para hacer esto el Papa Francisco nos dice que la Iglesia no existe sin salir, la Iglesia tiene que volver a ser Iglesia saliendo para encontrar a los que no vienen, a los que no están aquí, a los que el Evangelio no les dice nada, a los que no conocen a Cristo. La Iglesia no es una organización de instituciones que conocen a Cristo para hablar a los que no conocen a Cristo. La Iglesia es un Cuerpo que se hace saliendo. La Orden de los Predicadores es una Orden de los camino, de las calles. No es suficiente hablar de la itinerancia, que no hacemos, al menos los hermanos. Hay que ir sin seguridades a los lugares donde nadie espera recibirnos. Ir sin seguridades para descubrir que nuestra seguridad es el futuro de Cristo. Esa es nuestra seguridad. A veces pensamos que nuestra seguridad son nuestras instituciones, nuestros bienes o nuestro pasado. Pero la seguridad del cristianismo es el futuro, y el futuro tiene solo una imagen, la imagen de Cristo. Nada más. Es una verdad iluminadora.

Respecto a la segunda pregunta: Necesitamos hermanas porque no es posible de otra manera, porque necesitamos la experiencia de las mujeres para entender parte del Evangelio. Necesitamos la experiencia de fe de las mujeres para que los hombres no crean que tienen toda la experiencia de fe. Necesitamos ese diálogo, esa conversación entre varias experiencias de fe. A mí me parece que la Familia Dominican es un don a cada uno de nosotros para descubrir que la experiencia del mundo, del amor, la experiencia de la fe, la experiencia de la fuerza de la muerte y resurrección de Cristo es diversa en cada parte de la humanidad. Entonces la predicación de la Palabra de Dios necesita todas las experiencias de fe. ¿Cómo?, las hermanas son las que tienen que responder.

Nos ha hablado de todos estos nacimientos, necesarios, pero ¿por dónde cree usted que debemos empezar? ¿dónde debemos poner más fuerza? ¿cuál es el primer paso, el más urgente?

Hay respuestas varias. Hay que salir, hay que creer que las nuevas generaciones tienen ellas mismas una experiencia de la presencia de Dios que no conocemos, hay que escuchar. Hay que dar gracias a Dios por la secularización del mundo. Decir al Señor que sí, que estamos agradecidos de poder vivir la fe sin poder, sin seguridad. También hay que aceptar, y esto es para los hermanos y las hermanas, que para nacer hay que morir. Algunas veces hacemos, al menos los hermanos, como si fuera posible que nosotros estemos en plena actividad toda la vida. No es verdad. Hay un momento en la vida en el que hay que prepararse a morir, a desaparecer, a dejar el lugar y el trabajo a otros. Y en la vida religiosa no sabemos hacerlo porque creemos que somos eternos. Especialmente los hombres, porque somos sacerdotes y olvidamos que hay un momento en que otros lo van a hacer, y lo van a hacer muy bien porque Él lo hace, y lo hace muy bien. Y por dónde empezar: ser comunidad de humanidad y de fe, no somos comunidades de trabajo, somos comunidades de humanidad y de fe. Mi convicción es que el testimonio de esta vida de comunidad en la cual la humanidad nos ayuda a encontrar la misericordia de Dios. Esta vida de comunidad en la cual la experiencia de la misericordia de Dios nos ayuda a recibir la presencia del Señor. Esta vida de comunidad que nos ayuda a convencernos de que desde esta experiencia de fe compartida se puede hablar a los demás de este Dios que quería tener una conversación con la humanidad. Esta sería una posible forma de empezar.

Los jóvenes agradecen el encuentro que han mantenido con el Maestro y de ese diálogo han visto la necesidad de mejorar la comunicación con la Familia Dominicana ¿Cómo cree que debería ser?

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Probablemente se muy importante organizar una comunicación habitual, en muchas instituciones vemos que se habla de la comunicación cuando tenemos dificultades de comunicación. Y no sabemos cómo organizar una comunicación habitual, un intercambio de experiencias de las que hablé antes. En la Familia Dominicana se podría hacer esto porque tenemos una misión o una parte de misión. Por ejemplo, la misión de acompañar a los niños y jóvenes en la fe. En esta misión los hermanos tienen una experiencia, las hermanas otra, los laicos otra experiencia distinta, los jóvenes otra… Hay que preparar la forma de que habitualmente todos se encuentren, que todos tengan la posibilidad de hablar, de compartir y de escuchar las experiencias de los otros. Sí no nos escuchamos y vamos a trabajar juntos, puede que funcione bien un tiempo, pero luego no va a funcionar, vamos a descubrir que no estamos haciendo las cosas bien. Hay que anticiparse. La costumbre de hablar es una costumbre que se debe construir. No es fácil hablar y evaluar. En una familia se puede decir: este proyecto lo hemos hecho bien, pero falta este punto o este otro que no funcionan tan bien, hay que mejorar. Decir esto no es una crítica de las personas, sino de un trabajo. En una familia hay que aprender que se puede decir algo sin criticar mi persona. Se que esto es fácil. Mi propuesta es que cuando se hace la calificación de una actividad, de un trabajo de colaboración entre los miembros de la Familia Dominicana, se debe fijar cuando habláremos juntos, cuando haremos la evaluación, sobre qué tipo de criterios, para que sea un proceso normal. Y que no se hable de comunicación sólo para hablar de comunicación de crisis.

En este mundo global, lleno de distintas forma de ver y creer, ¿cómo la Orden afronta este salir a las calles y hablar con personas que hablan, creen y piensan distinto? ¿Con gentes de distintas religiones o no creyentes? ¿Cómo predicar, cómo llegar a esta gente?

Sería demasiado fácil tener una respuesta a esta pregunta, pero en el Evangelio, para encontrar a la gente, Jesús dice: Necesito algo para beber. Y se acerca a los que no son parte de su pueblo. Y los otros dicen ¿no tienes miedo de hablar conmigo? Y Él lo hace. Otras veces en un camino hay dos personas que están hablando de las dificultades y se acerca, escucha, no habla, y después de un tiempo se genera una conversación. Dice algo de la Palabra de Dios, de la Palabra de la Revelación y espera que los otros pregunten algo y así hablan. Y deja a los otros decir: te necesitamos un poco más. No estaba previsto en tu agenda, pero te necesitamos un poco más. Y se sienta con ellos y con un pan. Hay que encontrarse sin tener miedo de que necesitemos a los otros.

También interviene fray Bernardino Prella, Socio para Italia, Malta y la Península Ibérica, que nos hace la siguiente reflexión:

Retomo el tema del ars moriendi y nascendi. El nacer debe ser a algo nuevo, si no, no es un nacimiento. Para los cristianos no existe otro nacimiento que no sea desde lo alto, desde arriba. Al nacimiento desde arriba corresponde también una muerte desde arriba y esto es un tanto misterioso. Jesús nos habla del grano de trigo y de que si no muere, no puede dar fruto. Pero se puede morir de tres maneras diferentes: un modo sería marchitarse, pero esto no da fruto y Jesús no se refiere a esto. Se puede morir también de la forma actual, así como el grano muere de acuerdo a su naturaleza para ser brote y luego espiga y dar lugar a muchos granos.

Pero hay un tercer modo de morir que el grano simplemente no puede lograr por sí mismo. Es cuando el grano se vuelve harina, pero esto no lo puede hacer por sí mismo, necesita de otro que lo convierta en harina. Por eso el deseo es que todos podamos llegar a ser ese grano que se convierte en

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harina, poder alcanzar ese modo de ser para poder morir de esa manera y dar lugar a un nueva vida. También se puede morir por la vejez o por la enfermedad o por renunciar a proyectos que queremos y que deseamos. Son todas formas de morir, pero que nos permiten convertirnos en harina. Eso es lo que os deseo para que como Familia Dominicana en España podáis ser una gran tarta que se ofrezca en una fiesta abierta a todos.

También se pide la intervención de fray Javier María Pose, Socio para América Latina y el Caribe. Y surge una pregunta. De la realidad que usted conoce de América Latina, ¿qué situaciones, qué rostros son los que más necesitan de nosotros como Familia Dominicana?

Me viene a la cabeza un texto de nuestros obispos en Puebla que habla de los múltiples rostros de necesidad y de sufrimiento. Unos rostros que son múltiples y muy variados. Yo diría también que, desde mi experiencia en estos años acompañando al Maestro de la Orden en las visitas lo que me viene a la mente son los rostros concretos, las personas individuales. Me parece que a veces hacemos como una definición o un concepto genérico y nos cuesta reconocerlo en lo concreto y particular. Las experiencias que me vienen a la mente son de encuentro personal y me parece que esto se concreta en rostros muy diversos.

Me parece que hay que tomar en serio a las personas y las situaciones ante las que nos encontramos y que entonces brota una respuesta, una escucha, la compasión, a veces buscar una solución juntos. Tampoco hay que pretender hacerlo todo cada uno, ni cada comunidad, ni siquiera como Familia Dominicana. Pero si ofrecer cercanía, una palabra, que es lo más propio nuestro. Pero no una palabra general que vale para todos y para ninguno, sino una palabra que surja del diálogo de la escucha y de compartir la vida, las preocupaciones y el dolor. Y desde ahí surge la respuesta. Me viene a la cabeza más que un rostro concreto, la urgencia de responder a las personas, a las situaciones en particular con nombre y apellido.

Finalmente hay una invitación al Maestro a compartir la reflexión que hacía con la comunidad de frailes a propósito de la presencia de la Familia Dominicana en los lugares de violencia.

Como sabéis tenemos hermanos, hermanas y laicos en Irak. Me llamó la atención lo que dijo un joven estudiante en Irak tras un atentado a un autobús de estudiantes que iba a la Universidad. Después del atentado había muchos muertos y el joven en una entrevista dijo: “Quieren que olvidemos el amor, pero no es posible. No podrán hacer esto porque no podemos olvidar el amor”. Y un aporte de los cristianos en este país que para mí es muy importante, es cuando ellos dicen: “Si, hay que lamentarse porque los cristianos en Irak están en una situación difícil pero no hay que olvidar que no están sólo los cristianos, sino los pobres”. En situaciones de violencia los pobres sufren, ya sean cristianos o musulmanes. Los dos sufren porque los que tienen el poder no miran a los pobres sino a los poderes que quieren tomar. Entonces cuando pedimos al Señor para los cristianos no tenemos que olvidar que pedimos por ellos y por todos los pobres que viven con ellos, para que el Señor esté siempre al lado de los más frágiles. Y que nosotros estemos al lado del Señor. Tenemos algunos lugares en esta situación: Irak, Centroáfrica, Nigeria. Y en todos los países veo hermanos y hermanas al lado de los pobres, no porque quieran ser admirados, sino porque saben que estar al lado de los frágiles, quiere decir estar al lado de Él.

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