Dia del trabajo

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Trabajo en dignidad. El trabajo dignifica. Siempre y cuando vaya acompañado de una remuneración justa y de condiciones que permitan el desarrollo social y económico de las personas. En 1999, Juan Somavia, entonces Director General de la Organización Mundial del Trabajo (OIT), propuso una idea tan sencilla como poderosa: el trabajo decente. El concepto marca las condiciones que debiera reunir una relación laboral para asegurar que el trabajo se realice con libertad, con igualdad, con seguridad y con absoluto respeto a la dignidad humana. El trabajo decente es el pináculo de las reivindicaciones sociales, es la suma de las aspiraciones laborales de incontables generaciones de trabajadores, constituye la línea de frontera que marca el principio de la actividad productiva en libertad y en dignidad, fuera de la cual sólo existe el abuso y la violación de los derechos humanos del trabajador. Una línea imposible de ignorar en un mundo en el que más de 20.9 millones de mujeres, hombres, niñas y niños son obligados a trabajar bajo coacción y amenaza, en contra de su voluntad, víctimas de la esclavitud moderna que constituye el trabajo forzoso. El Convenio 29 sobre el Trabajo Forzoso de la Organización Internacional del Trabajo es uno de los tratados más importantes en materia de derecho laboral internacional, ha sido ratificado por 177 países y ha impulsado la tipificación penal del trabajo forzado en casi todo el mundo, y sin embargo, millones de personas a lo largo y ancho del orbe aún siguen atrapadas en condiciones aberrantes de explotación. Del total de 20.9 millones de trabajadores forzados que existen internacionalmente, la mayoría de las personas afectadas son mujeres y niñas que constituyen el 55% del total, mientras que el 45% restante lo constituyen hombres y niños. El 90% de todos los trabajadores forzados son explotados en la economía privada por individuos o empresas; 4.5 millones (22 por ciento) son víctimas de explotación sexual forzada y 14.2 millones (68 por ciento) son víctimas de explotación laboral forzada en actividades económicas como la agricultura, la construcción, el trabajo doméstico o la manufactura. Lo que implica que 3 de cada 1000 personas han sido víctimas de esta situación alguna vez en su vida. La OIT estima que la remuneración no percibida por las personas en situación de trabajo forzado en el mundo asciende a $ 21.000 millones de dólares anualmente, y que quienes se benefician con el

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Trabajo en dignidad.

El trabajo dignifica. Siempre y cuando vaya acompañado de una remuneración justa y de condiciones que permitan el desarrollo social y económico de las personas. En 1999, Juan Somavia, entonces Director General de la Organización Mundial del Trabajo (OIT), propuso una idea tan sencilla como poderosa: el trabajo decente. El concepto marca las condiciones que debiera reunir una relación laboral para asegurar que el trabajo se realice con libertad, con igualdad, con seguridad y con absoluto respeto a la dignidad humana. El trabajo decente es el pináculo de las reivindicaciones sociales, es la suma de las aspiraciones laborales de incontables generaciones de trabajadores, constituye la línea de frontera que marca el principio de la actividad productiva en libertad y en dignidad, fuera de la cual sólo existe el abuso y la violación de los derechos humanos del trabajador. Una línea imposible de ignorar en un mundo en el que más de 20.9 millones de mujeres, hombres, niñas y niños son obligados a trabajar bajo coacción y amenaza, en contra de su voluntad, víctimas de la esclavitud moderna que constituye el trabajo forzoso.

El Convenio 29 sobre el Trabajo Forzoso de la Organización Internacional del Trabajo es uno de los tratados más importantes en materia de derecho laboral internacional, ha sido ratificado por 177 países y ha impulsado la tipificación penal del trabajo forzado en casi todo el mundo, y sin embargo, millones de personas a lo largo y ancho del orbe aún siguen atrapadas en condiciones aberrantes de explotación. Del total de 20.9 millones de trabajadores forzados que existen internacionalmente, la mayoría de las personas afectadas son mujeres y niñas que constituyen el 55% del total, mientras que el 45% restante lo constituyen hombres y niños. El 90% de todos los trabajadores forzados son explotados en la economía privada por individuos o empresas; 4.5 millones (22 por ciento) son víctimas de explotación sexual forzada y 14.2 millones (68 por ciento) son víctimas de explotación laboral forzada en actividades económicas como la agricultura, la construcción, el trabajo doméstico o la manufactura. Lo que implica que 3 de cada 1000 personas han sido víctimas de esta situación alguna vez en su vida.

La OIT estima que la remuneración no percibida por las personas en situación de trabajo forzado en el mundo asciende a $ 21.000 millones de dólares anualmente, y que quienes se benefician con el trabajo forzado perciben ganancias ilegales por mas de $ 44.000 millones de dólares cada año.

Ante semejante incentivo para que el hombre para el hombre se convierta en un lobo, el primero de mayo no puede reducirse solamente a ser sinónimo de asueto. Los Estados Nacionales, las organizaciones de la sociedad civil, las empresas y todos y cada uno de nosotros, consumidores con poder de compra, debemos estar conscientes de nuestro papel y nuestra importancia en prevenir y erradicar la ignominia del trabajo forzoso, para que un día las palabras trabajo y dignidad sean equiparables en significado para todos.