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    SPTIMOAO:VIVANLASPERIFERIAS...M

    UERTEALCENTRO!

    N

    MERO

    34

    : ENERO

    AM

    ARZO

    DE

    L2

    012

    .

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    ElicerEzequielTorres

    Sapo en el eStmago.de Masaya. Para ser sincero, senta mi estmago vuelto uncharco, en donde saltaban algunos espasmos, como sapos.

    Record el ao anterior, para esa misma fecha, me afecta-ron serias punzadas en el pecho y los rayos equis revelaronque eran causados por un robusto alacrn enredado en latelaraa venosa. El intruso se mantena en sopor, pero alincrementar mi ritmo cardaco el endiablado animal me pi-coteaba iracundo.

    Mi to Richard haba llamado a un curandero de Niquinoho-mo. Susurr a mi abuela que de lejos se me vea estirar la

    piel con violencia, como si atrapado saltara algn ser vivo.Tambin consult si por suposicin alguien se lo comiera,estaran cometiendo canibalismo?

    Sentada a mi lado, mi madre repeta que solo enfermedadesraras me acosaban, mientras, sustitua las mantas clidasen mi frente y me acompaaba serena, como una lechuzaadormecida en su rama.

    Perd el conocimiento de tanta febre, no vi llegar al curan-

    dero. Despert en el preciso instante en que de mi estmagoabierto el chamn extraa un regordete anfbio.

    -Esto -explic-, es un embrujo caracterstico de los celos.Cuando desees a una mujer que no sea tu novia, tu cuerporeaccionar sobre los qumicos vertidos en ti, y con el tiempose formar una de estas criaturas. Como te miro muy dadoal sufrimiento, te dejar puesto un zyper en el estmagopara que puedas sacarte sin mayor problema la molestia. Depaso, te servir para esconder el celular cuando te montes a

    los buses o vayas de compra al mercado Oriental.

    Las ramas secas deun rbol agnico desafnaban so-bre el zinc de la casa de mi ma-

    dre ese tres de junio. La mala di-gestin, atribuida a la cena de unnacatamal aejo, me provoc unextrao insomnio embarazado deproyecciones en el cine-interiorde mis prpados.Cavil sobre lo inusitado del ma-lestar estomacal que haba per-sistido las ltimas semanas. Por

    casualidad espero- inici la l-tima vez que visit a mi novia

    Ezequiel Torres es originario

    de Managua, donde reside ac-

    tualmente.

    Foto:RobertMappleth

    orpe.

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    En Liberturia sehanpuesto de moda las embajadas.La gente de este pas ya no vi-sita las playas, las montaas ni

    los parques de diversiones o loscementerios privados. Hacerturismo, ahora, es conocer unaembajada.Los altos dignatarios instaladosen Liberturia, atentos al nego-cio, reparten folletos publicita-rios y efectan remodelacionespara aumentar el atractivo de suslujosas residencias. No va que elxito los acompaa y adquierennuevos inmuebles donde recibena un nmero de visitantes que seincrementa a cada hora. Traende sus pases nuevos funciona-rios que se encargan de atendera contingentes y a batallones y aperegrinos y brindan atencionesexticas a los turistas, que ya noson slo liberturros, puesto quelos nuevos empleados de las em-

    bajadas tambin desean conocerel pas.

    civilizado, toda construccin de ms de 50 centmetros de alto es arrasaday todo ser viviente de ms de 50 centmetros de alto es aniquilado de unaa otra punta del territorio liberturro.

    La comunidad internacional, despus de los penosos sucesos en Libertu-ria, se llama a s misma a la reexin. Esta vez s todos estn de acuerdo:si la industria de las embajadas fue tan exitosa en Liberturia, por qu noadoptar este modelo, de probado xito, en el resto del mundo?

    Y ser errante y extranjero en la Tierra; y suceder quecualquiera que me hallare, me matar.

    GNESIS, CAP. 4

    El culto argentino del color local es un reciente culto europeo que los naciona-listas deberan rechazar por forneo

    JORGE L. BORGES.

    1- Toda persona tiene derecho a circular libremente y a elegir su residencia en elterritorio de un Estado.2- Toda persona tiene derecho a salir de cualquier pas, incluso el propio, y aregresar a su pas.DECLARACIN UNIVERSAL DE LOS DERECHOS HUMANOS, ART. 13

    VIRREINATO

    Mientras esto sucede, buena par-te de la poblacin de Liberturiadecide radicarse en el extranjerocon la idea de conseguir empleoen cualquier rubro que no sea elturismo embajadoril, del cual es-tn un poquito saturados. Llegaun momento en que todo el pases propiedad de las embajadas ytodos sus habitantes son extran-

    jeros.El negocio de las embajadas hasido oreciente en Liberturia.Otros pases no pasan por la mis-ma bonanza econmica. As que

    un liberturro retorna al pas. Loconsideran un inmigrante. Estnlos que creen que debera quedar-se y los que pretenden echarlo sinms trmite. Como el caso sentarprecedentes, la discusin es muyardua. No se llega a consenso y sedesata una guerra civil y mundial(en este caso coinciden).Combinando los ms refnadossaberes de gentica, bacteriologay misilstica existentes en el orbe

    MarceloMangeante

    Marcelo Mangiante (Paran, Entre Ros, Argentina, 1974) Ha publicado los poe-marios Haikus de patio (2006) y Des(artes (2006)

    Foto:RobertMapplethorpe.

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    pre estaban ah. Ni siquiera haba

    ruido ni eventualidades molestas

    surgidas de la poblacin, amena-

    zando con empaar las vacacio-nes de personas honradas que se

    mataban trabajando en sus pases

    para poder disfrutar de un mo-

    mento de sosiego y esparcimiento

    a muy buen precio.

    En un principio los propietarios de

    los negocios no tuvieron mayor in-

    quietud al respecto. Sin embargo,

    los turistas comenzaron a aburrirse

    de tomar fotos con paisajes bell-

    simos pero ridos y de postales

    urbanas cuyo nico atractivo eran

    los hoteles o extraos fotogran-

    dose entre s. El nivel de populari-

    dad de la ciudad en el mercado

    turstico comenz a estancarse y

    luego a descender.

    Inmediatamente, los patrones ce-

    lebraron concejo y tomaron unadecisin: iran a los lugares ms

    recnditos de la nacin para con-

    tratar aborgenes; ya no como

    meseros, mucamas o guas, sino

    como simples ciudadanos cuyo

    trabajo sera vivir su vida para

    que los clientes ms exigentes de

    los hoteles tuvieran qu ver y qu

    contar - adems de los paisajes -

    cuando volvieran a sus pases. De

    esta forma se pag a los naturales

    mejorardel lugar para que trabajasen en

    supermercados, concurriesen a los

    bares, hiciesen campaas polticas

    y elecciones, pasasen una buena

    parte de su tiempo haciendo las

    intiles; se les contrat para asistir

    a clase en las escuelas y universi-

    dades, abrir consultorios mdicos,

    tener problemas maritales, tam-

    bin para cantar, sembrar la tie-

    rra, morir durante las epidemias o

    los desastres naturales, mendigar,

    ir a misa o al culto, seguir a los

    lderes, abordar el transporte p-

    blico, hacer revoluciones, escribir

    poemas, redactar informes, orde-ar vacas, leer el peridico y una

    innidad de actividades similares.

    La presencia de los contratados

    no dej de ser una sombra laten-

    te de muy remoto inters, pero al

    menos le daba a la ciudad el aire

    de un paraje autntico suplantan-

    do aquel de estacin turstica in-

    spida. Tal medida demostr ser

    una feliz ocurrencia. Los ndices de

    popularidad subieron otra vez al

    tope y se construy aun ms hote-

    les y restaurantes y tour operado-

    ras. Los nativos trajeron la prospe-

    ridad y todos en la ciudad fueron

    muy felices.

    una ciudad en la que la industria turstica iba tan, pero tan bien, que en

    ella slo encontraba uno hoteles, tour operadoras y restaurantes tpicos;

    ni escuelas, ni hospitales, ni iglesias formaban parte del entorno urbano.

    Esto provoc situaciones peculiares: el paseo por las calles coloniales muy

    bien conservadas devino en una guerra de ashes entre gente de las msvariadas nacionalidades. Las postales ahora tenan por motivo los paisajes,

    los hoteles y a turistas tomndose fotos entre s. Los empleados de todos los

    negocios vivan en sus centros de trabajo con el n de ser ms productivos y

    el resto de la poblacin local pareca haber desaparecido junto con el toque

    de exotismo que signicaba su vida cotidiana.

    Era ya la ciudad, una inmensa estacin turstica con muchas actividades por

    ofrecer y un aire forneo que la privaba de cualquier sello distintivo, poda

    ser igual Florencia, la estacin de esqu de Chamonix, una playa perdida

    o el campamento de algn safari emocionante; no era posible establecer

    diferencia alguna. Pero a quin le importaba; si los turistas no venan paraver ms que volcanes, lagos, montaas y playas que, de todos modos, siem-

    Haba una vez

    oMAR eLVIR:Leons, especialista en encontrar

    puertas cerradas.

    Estrateg

    iapara lapostal

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    LAMALEDETTA SITUACIN

    Por fin.Menos mal que mi Jefe entendi que mi situacin

    de infiltrado en la Organizacin armada se estaba volviendo bastante

    peligrosa. Tard algo, pero la solucin que encontr me parece buena.

    Heme en el lugar de la cita con mi nuevo contacto. Esta finca

    abandonada viene bien para nuestros planes. Cuando llegue el te-

    rrorista activar la seal establecida y en quince minutos nos caern

    encima nuestros agentes al acecho. Nos rodearn, nos intimarn a

    rendirnos y nos arrestarn.

    Tambin este maje entender que no tenemos salida y que

    nos conviene salvar la vida. Adems, bien sabe, como lo saben sus

    compaeros, que de la crcel siempre hay una posibilidad de fugarse.

    Pues, slo hace dos meses la fuga de 4 de ellos desafortunadamente

    confirma tal posibilidad.

    Mi hombre no debera tardar. Ya es la hora. Dentro de poco

    iniciar otra etapa para m. Mi trabajo de infiltrado lo har como pri-

    sionero poltico, que es como se definen y ufanan todos esos supues-

    tos revolucionarios. Creo haber hecho un buen trabajo, como agente de

    inteligencia infiltrado, contra estos locos que se las dan de salvadores

    del mundo, que deliran sobre igualdades, justicia y revoluciones. Qu

    fro que hace! Y qu neblina fastidiosa, mejor me enciendo un cigarrillo.

    Pero, qu es esta sensacin tengo la sensacin de alguien

    a mi espalda Maldicin!... s, siento que hay alguien. No ser que

    l ya est aqu? Pero, por qu esconderse? No, no puede ser. No

    quiero pensarlo. Me han descubierto y han decidido liquidarme. As es.

    Todo coincide. La cita con el nuevo contacto, este lugar tan aislado y

    tambin el ponte de inmediato a sus ordenes que me dijo mi Res-

    ponsable antes de enviarme aqu.

    Estoy pensando rpido. Tengo que pensar de prisa. Mi sen-

    sacin es demasiado fuerte para equivocarme. Si a mi espalda hay

    alguien escondido, la nica explicacin es que me quiere liquidar. En-

    tonces, tengo dos soluciones. Esperar y ver si mi contacto sale de ah

    sin mayor problema, pero arriesgando que de un momento a otro me

    llene de balas, o tirar el cigarrillo, voltearme y disparar.

    Debo tomar una decisin. Una maledetta decisin debo tomar-

    la en seguida. De acuerdo, ahora me volteo y pero Francesco!...

    Francesco!... Y en ese preciso momento los disparos de dos pis-

    tolas estallan en el neblinoso entorno.

    ichele Mimmo

    Ya est a la Venta recin salido del horno...

    no espere que se acabe!...

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    Antes, haceno tantosaos, aun las ha-can de plstico...ahora ni eso. Ahorate dan un ticket conel nmero impresoy adis muy bue-nas, y uno se pasalos dos meses quetardar en cadu-carse tratando de

    que no se moje niestrope de tantodoblarla y desple-garla, que no seborre ni corra la tinta al contacto con los cidos del sudorde las yemas de los dedos, sobre todo si a uno, cmo mesucede a m, le sudan demasiado las manos. Aunque luego,al poco tiempo, deja de ser necesario el engorroso pliega-despliega y la operacin se repite de forma casi completa-mente mecnica.

    -563763655-7846 ...se ha comunicado con latintel, para es-paol pulse 1, para portu...-1-...bienvenido a latintel, mar-que el telfono al que desa comunicarse seguido de almo-hadilla-0054-11-4-209-4859#En parte, ser imigrante consiste en tener la capacidad dememorizar la serie de los 28 dgitos que componen la clavepara acceder a ese mal remedo de comunicacin que es una

    llamada telefnica de larga distancia.

    Por: cabecita negra AUSTRAL: 1982, Buenos Aires. Dibujan-te y pintor gurativo. Vive y trabaja en Navarra, Espaa.

    Foto: Joel-Peter Witkin.

    THEWorstSel

    lers

    :

    LaEditorialE

    quizzero

    consedeen

    Soyapango,

    ElSalvador,a

    ctiva

    desdemarzo

    de2010,de

    acuerdoas

    usdirec-

    toressede

    dicaalapro

    mocindee

    scritores

    jvenesaniv

    elcentroam

    ericanocuya

    trayec-

    toriaperman

    eceenelano

    nimato.Raz

    npor

    laquecelebramos

    suexistenci

    aydedicam

    os

    nuestrasple

    garias.

    Colaboraciones, blasfemias y amenazas a:[email protected] prestada: www.colnet.ch/robi/deshonoriscausaPUBLICACIN TRIMESTRAL MADE IN PARROQUIA DE LEN.

    La Mafa Editorial: Mimmo, Elvir, Tllez y Pulido

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    Los cuerpos rosadosyacan sobre ripiosviejos puestos en el boulevard. Eran filas largas de cuerpos frescosque se amontonaban uno encima de otro. Primero las mataban, luegolas empapaban con agua tibia para despellejarlas frotndolas cuida-

    dosamente mientras les arrancaban nada ms que una delicada capaexterna; y por ltimo las deshuesaban minuciosamente con un filosocuchillo hasta que solo quedaban sus carnes adheridas a una delicadafibra de hueso que permita que los cuerpos amputados se afirmaran.Se vendan enteras o por libra. Las de piel clara eran las favoritas delas altas sociedades. Unos se encargaban de limpiarlas, otros de cla-sificarlas y acomodarlas y otros de ponerles precio. Tan largas eranlas filas de los demandantes como las de los cuerpos en venta. En elmismo lugar ocurra el destace y la comercializacin. El sacrificio sedaba en los lugares de crianza, una vez degolladas las transportaban

    en camionetas de acarreo al boulevard para prepararlas para el co-mercio.

    Era la vspera de navidad,poca precisa en que la gentese hacinaba para adquirirlas.Algunos no bajaban de suscarros, otros s, para verifi-car la calidad de su compra.Otros llegaban a pie, cargandobolsas o sacos, observando yescogiendo entre las ms fa-vorables de acuerdo con sus

    posibilidades.Su sabor dulcete era ptimopara la preparacin de los me-jores rellenos. Haban grandesy pequeas, las primeras parasu destace deberan tener alre-dedor de 20 a 25 aos, las se-gundas desde los 18 hasta los20 aos. El lugar de crianzaconsista en un pequeo cuar-

    to de madera con camas de dospisos sobre las que descansa-ban por la noche. Durante elda no hacan ms que prepa-rar sus propios alimentos ba-jos en grasa tres veces al da,

    ANTROPOFAGIA

    Cuerpo de mujer ma, persistir en tu gracia.Mi sed, mi ansia sin lmite, mi camino indeciso!

    Oscuros cauces donde la sed eterna sigue,y la fatiga sigue y el dolor innito.

    Pablo Neruda

    elbin D. mena:

    porque no deberan pesar msde 110 libras. Eso si, desde quellegaban al lugar de crianza seles cortaba la lengua. Puestoque eran muy parlanchinas.Su cabeza no serva para nada,desde que se las cortaban lasechaban en unos contenedoresaltos con una capacidad hastapara 60 cabezas y luego las en-

    terraban en fosas comunes. Eldestace se daba de un da paraotro, puesto que se corrompanrpidamente.Se acabaron las aves, las reses,los cerdos. nicamente que-daban ellas. Haba muchas. Laproduccin no paraba, no re-queran muchas maquinarias,solo tiempo. Tiempo y muy

    buena alimentacin. Cuando yacumplan la edad requerida laspasaban al cuarto de sacrificioen que dos o tres hombres seencargaban de la matanza y delmismo modo el procedimientocontinuaba.

    (Managua, 1985) Ha participado en

    talleres de narrativa y ha publicado

    en revistas digitales.

    Foto:Joer-PeterWitkin.

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    EXISTENCIALISMO TARDOEstoy aburrido

    De este Occidente

    Siempre lo mismo

    Buscar crdito

    amigos con inuencias

    Impresionar

    Hablar de la buena vida

    Ser bien jodido en todo

    Cuando se trabaja.

    Ser duroCon la gente

    Fiel al patrn

    no pedir aumento

    Conformarse con los precios

    Del mercado

    No dudar de nada

    Aceptar el racismo

    Sufrir pensando

    En el deseo de sacrifcarme

    Por el bien de la nacin

    Pagar todos los meses la renta

    Proclamar el milagro

    La bendicin

    haber conseguido un piso

    En un barrio de blancos

    No odiar a los policas

    Estar callado cuando

    Matan a un mejicano o negro.

    Decir que ests haciendotu trabajo a la perfeccin

    No pensar en nada

    Que sea peligroso a la salud

    pagar las cuentas

    no vivir del benefcio social

    No pelearse con la mujer

    Ir a la costa a tablear el mar

    Ver buenos programas de televisin

    Leer como corderito los peridicos.Dormir pensando en el ngel de la guarda

    Para alcanzar el cielo como recompensa.

    Jorge EduardoArgelloJorge Eduardo Argello (Len)

    tiene varios libros publicados,

    novelas,poesa, teatro.

    Practica el Zen.

    Foto: Balsa de locos.Joel-Peter Witkin. 2006.

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    A medida que las agujas de mi reloj iban gi-rando, girando, el U3 se fu desplazando sobre los rieles, emitiendo unalarido como de animal prehistrico, un agudo alarido que se dispersa-ba en el aire retenido en ese laberintico tero de concreto. Era el ltimo

    metro de la noche en direccin a Plrrer, el ltimo, el automtico, habapocos pasajeros, uno a uno se fueron bajando en sus respectivas esta-

    ciones. Iba tan distrado pensan-do en aquella rubia aparicin queme sorprenda cada maana en laestacin central, cada maana labuscaba y no la vea aparecer porningn lado y de pronto ella esta-ba justo tras de m, a veces nues-tras miradas se encontraban ysus azules pupilas parecan tan l-quidas que se tornaban dos gotasazules atrapadas en la cuencasde su rostro mordido por el frio.Pensaba en ella, en sus espec-trales apariciones y su repentinadesaparicin, nunca le dije nada.Cuando me percat, ya casi llega-ba a mi destino, una fra racha deviento se estrello contra mi rostro,

    sacudi mi cuerpo y me trajo devuelta a la realidad inmediata. Elvagn estaba vaco, casi vaco,slo habamos quedado dos pa-sajeros: l y yo, cada uno ocupan-do un extremo del vagn, atentoel uno del otro, desconando el

    uno del otro, sin darnos la espal-da. Entonces record el consejo demi amigo Yasin: cuando andes amedia noche, solo, pon atencin

    en la ropa que viste la gente, so-bre todo en los zapatos que cal-zan y el color de los cordones. Ponmucha atencin en esos peque-os detalles, los cabezas blancassiempre visten chaquetas negras,pantalones recogidos y botas concordones blancos. Si alguna vez teencuentras con ellos, no les des laespalda, no los pierdas de vista,

    ponte en estado de alerta como untigre al acecho, pone cara de rudo,

    Cordones blancos

    DOUGLAS TELLEZ

    Foto:RobertMapplethorpe(EEU

    U)

    hacete el bravucn y sobre todono les muestres miedo. Mientrasrecordaba el consejo de mi amigoYasin me entregue a la tarea deestudiar y reconocer la vestimentade mi compaero de viaje: cha-queta negra, quizs un poco msvieja que la ma, pantaln negroy botas militares con cordonesblancos. Todas las seales de lavestimenta me remitan a una in-evitable conclusin: era uno deellos, no haba lugar a la menorduda. Al adquirir tal certeza, missentidos se agudizaron, me puseen estado de alerta mxima, nome iba dejar sorprender, aunquede golpe comprend que estaba en

    desventaja fsica. El tipo era unade esas moles de casi dos metrosde alto, su cuerpo era un poco fofo,aun as quedaba en desventaja detonelaje y alcance. Fue entoncesque comenc a proyectar en mi ca-beza las posibles situaciones quepodran presentarse en lo que merestaba del viaje. Empec a ima-ginarme una lucha campal en elvagn del metro, una lucha entredos eras acorraladas, sin poder

    evadirse o escapar de las garrasel uno del otro. Si tal batalla acon-teciera, pens, me llevara la peorparte, si el cabeza blanca se deci-da a atacarme, no tendra recur-sos fsicos con qu neutralizar suataque, de dnde fuerzas paracontener la embestida de unamole como esa pens. No lleva-

    ba conmigo una navaja, un revol-ver, siempre he estado en contra

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    de las armas y la violencia, peroen tales circunstancias me hubieraquerido contar con una, si el cabe-za blanca se decida a atacarme.Los consejos de Yasin resonabanen mi cabeza, como esas ondasconcntricas que se van expan-diendo, que parten de su centro ylentamente se expanden, aumen-tando su dimensin y su eco re-sonante, as resonaban las pala-bras de Yasin en mi cabeza: Noles mostrs miedo, ellos atacan enJaura, como perros salvajes, so-los casi nunca casi nunca, ojalhoy se cumpla ese casi nuncapens. Los consejos de mi amigoYasin estaban presentes, recorda-

    ba cada palabra, cada gesto suyo:Lo mejor que se puede hacer endichos casos, es no dejarte inti-midar, poner tu rostro ms duro,poner tu cara de rudo, de malo.Instintivamente rebat en los bolsi-llos de mi chaqueta y encontr enellos slo los guantes y algunospauelitos de papel, embarradoscon mocos, cuando palpe aquellospauelos todos secos, record que

    en el bolsillo del pantaln, lleva-ba mi libretitas de notas y un bo-lgrafo. Me puse a imaginar qupodra pasar, si el cabeza blancame atacaba. Sencillo pens: unlapicero fcilmente puede trans-formar su naturaleza o condicinde uso, de un simple artculo paraescribir direcciones, notas, nme-ros telefnicos, como por arte de

    magia se podra transformar enuna arma corto punzante de ca-

    instintivamente introdujemi mano derecha al bol-sillo de mi pantaln y confuerza y determinacin mimano se aferr al lapicero,sin cachucha. l retrocedidos pasos, simulando queel efecto de la velocidaden sentido contrario a sudesplazamiento la habanempujado nuevamente alasiento. Por mi parte recor-daba aquella escena delPadrino cuando Michael seplanta en el lobby del hos-pital e introduce sus ma-nos dentro de los bolsillosde su chaqueta simulando

    empuar un revolver quenunca tuvo y de esa formapudo librar a don Vito deuna muerte segura. Aque-llo era slo ccin, ahora

    yo empuaba mi lapicero,era real, aunque quizs notendra la contundencia ytemeridad de una navaja.Si mi trama quedaba de-velada, no tendra ningn

    chance de librarme de lafuria de esa temible molecabeza blanca. Quizs esamaniobra estratgica desimular que tena empua-da una navaja, hizo que linstintivamente retrocedie-ra, tal vez cercado por elmiedo que lo devolvi degolpe al asiento. Me mira-

    ba jo y yo no lo perda devista, no me dejaba inti- F

    oto:

    Joel-PeterWitkin.Blind.

    rcter meramente defensiva. Eltipo me miraba, con mirada hos-til, con esa rabia contenida de losanimales rabiosos atados a unacorrea. l tambin rebati los bol-sillos de su chaqueta, de su pan-taln, simulando que buscaba sutelfono mvil, nga estar ebrio,

    pero no lograba imitarlo a la per-feccin , me miraba con esa mi-rada fra, hostil inyectada de unodio infundado, un odio sin raznde ser De repente sus manosse sosegaron, como si hubieranencontrado lo que buscaban. Elmetro aullaba, su aullido se dis-persaba entre aquel laberinto detneles, la voz pregrabada de

    una mujer, anunciaba en alemny luego en ingls las estaciones, elsonido de las puertas, las estacio-nes vacas que se iban sucediendouna a una frente a nuestros ojos.Mientras los dos seguamos all,atrapados, como dos eras, como

    dos gladiadores en el coliseo, es-perando la seal que diera inicioa la sangrienta funcin. Slo ly yo atrapados en aquel vagn,

    pensaba cunta demora, cun-ta angustia y tensin caba enaquel vagn, aun demorbamosen llegar a Plrrer. Casi llegba-mos a la estacin central. Yo se-gua inventando mi teatro, si meataca, quedaran registros en lascmaras de seguridad y podragritar. De pronto l se incorpor ysujet su mano izquierda al tubo

    del vagn, dio un par de pasoshacia m, se detuvo, al ver que

    midar, estaba atento a cada uno de susmovimientos. El breve camino a mi desti-no, se hizo largo y tortuoso, senta que elmetro no avanzaba, que nunca llegaracon vida a mi destino, que el tiempo derepente se transforma en materia con-densable y que nos obligaba a permane-cer en ese vagn que se transformaba enla arena de un circo romano. l y yo noshabamos convertido en rehenes de lacasualidad, de las circunstancias y aho-ra tenamos que actuar como dos eras

    acorraladas por un circulo de fuego y encualquier momento nos lanzaramos eluno sobre el otro a batirnos a colmillo ygarra. Ya estaba decidido, si me atacaba,no me quedaba ms opcin que desen-fundar mi letal bolgrafo Big y clavrselo

    en la garganta o en un ojo, en algunaparte blanda del cuerpo donde se me hi-ciera posible neutralizarlo. Si se decidaa atacarme, lo esperara resuelto con milapicero. Qu pensar? Seguro me ha-br confundido con algn rabe o unturco, son tan ignorantes que no sabendistinguir entre rabes, turcos o persas,

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    yo soy persa imbcil, la grite conmis pensamientos, un persa igno-rante, le repeta.

    Este turco, seguro que es de Gos-thentambul, seguro andar blin-dado, llevar su navaja. Si estu-viera Klaus, sera ms fcil, solono puedo, si Klaus no se hubieraemborrachado y dormido en elpiso de Vale. Ya habramos aca-bado con este turco, solo no pue-do, olvid la navaja en el baode Vale, pude haberme trado elrevlver del Klaus, pero pensque no lo necesitara, que con lanavaja sera suciente, pero aho-ra que la busco, me doy cuenta

    que la olvide en el bao de Vale.Klaus tena que emborracharse,tena que terminar roncando comoun cerdo sobre la cama de Vale. Sil estuviera sera ms fcil, solono me atrevo, Klaus es ms deci-dido, ms explosivo, yo no sirvopara estos asuntos de uno contrauno. Me gusta atacar en manada,cercar a la presa, hacerla temblarde miedo, intimidarla, ir estre-

    chndole el cerco, hasta dejarlaindefensa, sin escapatoria, resig-nada a su trgica suerte y luegoempezar a doblegar su resistenciaa pura fuerza de certeros golpes,que le doblen las piernas, que leablanden el cuerpo. Ah malditoKlaus! Lo que nos perdemos, unda de caza, maldito Klaus porqu tenas que emborracharte.

    Qu hago ahora? Si este turcome ataca: correr, gritar, pedir ayu-

    El cabeza blanca se baj en laestacin central, seguro a seguirtomando cerveza. Ah, pienso enmi amigo Yasin, en sus consejos:nunca les des la espalda, fjatesiempre en el color de los cor-dones El vagn reson, la vozpregrabada anuncia la prximaestacin :Estacin Central l selevanto y camin sin demora ha-cia la puerta, me miraba, en nin-gn momento dej de verme. An-tes que alcanzara el andn , pensque vendra hasta m y me gritaraalgo, mi bolgrafo lo esperaba, nodijo nada, sin embargo en sus ojosinyectados de rabia, de odio e in-tolerancia pude leer todo. .. Plrrer

    es mi estacin, slo me resta pasarpor la Opera y ya estoy en Plrrer,una ms y llego. Aunque pensque nunca llegara, que a ratos,me imagin ocupando la portadadel Nrnberg Nachtrichte, die BildZeitung, Nrnberg Zeitung y elAZ nort: Joven inmigrante iranes masacrado en el metro y luegolanzado a la va, por un grupo deradicales ultra Nada sucedi, el

    metro alla, slo queda una esta-cin. Recuerda, pon atencin enlos cordones me repeta la vozde Yasin. Prxima estacin Pl-rrer anuncia el automtico.

    Douglas Tllez, habita en Nr-

    emberg. Nacido en Len.

    da, llamar a la polica, eso de-morara su tiempo y seguro enese tiempo el turco ya habr aca-bado conmigo. Cunto demoraeste maldito metro, para colmono lleva ni conductor, demorauna eternidad, Whderwiesse,una estacin y lleg a la estacincentral, ah estoy a salvo, siem-pre hay gente nuestra, apostadaen la estacin, vigilando. Mierdael turco se levant, se hurga enlos bolsillos del pantaln, de suchaqueta, seguro empua unanavaja, una de esas temiblesdagas orientales. Viene haciam, da un par de pasos, se de-tiene, la voz de mujer pregraba-

    da anuncia la prxima estacin:Prxima estacin: estacin cen-tral Chillan los frenos, el metalque se fricciona contra el metal ydesata ese leve chisporroteo. Latensin se va disipando, el turcose sienta, ya alcanzo la puerta,no le doy la espalda un sudorfrio se escurre sobre mi espalda,las manos me sudan, mis ner-vios se distensionan, mi cuerpose aoja, est ms ligero, doy un

    par de pasos y alcanzo la puerta,cruzo la puerta, pongo los piessobre el andn, camino sobre elandn, no le doy la espalda, elturco me mira, yo lo miro, llegoa las escaleras elctricas, nosdejamos de ver cuando el metroparte y las escaleras ascienden,ya nos volveremos a encontrar

    turco le grito, y la prxima se-guro que no te me escapas.

  • 8/2/2019 DHC34 pdf

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    chapiollos

    hijuepuetas