Descubriendo El Agua Tibia: pedantería filosófica.
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GENARO WONG MONTOYA [email protected]
DESCUBRIENDO EL AGUA TIBIA: PEDANTERÍA FILOSÓFICA
[Ponencia leída en el 2do coloquio de estudiantes de filosofía de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM) el miércoles 26 de agosto del 2009]
Para que pueda abordar esta ponencia de manera perspicua es importante
analizar detenidamente su titulo. ¿Por qué descubriendo el agua tibia?, ¿por qué
pedantería filosófica?
Primero: ¿qué significa descubrir el agua tibia? Descubrir el agua tibia parece
hacer referencia a aspectos históricos, en los cuales me basaré para investigar el
contexto de aquel primitivo ser humano que se dio cuenta que al calentar el agua,
esta podría alcanzar una temperatura media, sin caer en el exceso –hervir- o en el
defecto –estar helada- (y no, no me refiero a que Aristóteles se haya hecho
filósofo gracias al justo medio del agüita). Esta ponencia no hará referencia a la
estructura química del H2O o a la forma en que es posible modificar su
temperatura si transfiere su energía térmica. Mucho menos me referiré a que
existe (o existió) al menos un filósofo que se dedicó a calentar agua para adquirir
una actitud pedante. Aclaro: parte del título está inmerso en lo coloquial; es decir,
estoy utilizando un léxico vulgar para referirme a un aspecto por muchos conocido.
Descubrir el agua tibia es una manera jocosa e informal para hacer referencia a
algo evidente; es decir, algo que es mencionado pero ya era por todos sabido.
Nótese el carácter sarcástico y socarrón de dicho título. Haciendo una paráfrasis
2
del mismo: Se está plasmando en este texto la pedantería filosófica, a pesar de
que muchos –o incluso todos- saben de lo que estoy hablando.
Ahora bien, ¿por qué pedantería filosófica? Me dispongo a analizar este
concepto a continuación: Dentro de las escuelas, facultades e institutos que
dedican su haber a la filosofía1, es común escuchar frases que estremecen hasta
al más templado de los filósofos; por ejemplo: “Jamás te pasaré mis textos, y no
es un pretexto, pero yo soy un genio y mi tremendo ingenio puede ser fusilado
[…].”2
A estas alturas el tema parece ser oscuro y lejano. Revisar los conceptos
aclarará muchas cosas. ¿Por qué pedantería? El diccionario define esa palabra
como: “Actitud del que presume de su sabiduría”3. Entonces queda claro que la
pedantería es aquella pretensión de conocimiento, aquella manera en que los
seres humanos hacen una gala exagerada de su saber. Samuel Ramos en su libro
El perfil del hombre y la cultura en México habla de lo que el pedante es y ofrece
otra definición de diccionario: “Aplicase al que por ridículo engreimiento se
complace en hacer inoportuno y vano alarde de erudición, téngala o no”4. Cuando
Ramos hace un análisis del concepto, se percata de que la pedantería es una
máscara que pretende ocultar la deficiencia intelectual de los individuos; es decir:
el individuo hace gala de su erudición, pero esta erudición no corresponde con la
realidad. Este conflicto interno (entre lo que es y lo que le gustaría ser –o lo que no
1 Por supuesto, me refiero a México; aunque no descarto que pase en algún otro lugar del mundo. 2 Extraído de la canción Pedantería, que se encuentra en el álbum HIC ET NVNC del rapero mexicano Xtralargo Tzicvil Balam; que -por cierto- es estudiante de filosofía. 3 "Pedantería". En el diccionario WordReference [en línea]. http://www.wordreference.com/ definicion/pedanter%C3%ADa (Consultado el 08 de agosto de 2009, 18:34 hrs) 4 Ramos, Samuel. El perfil del hombre y la cultura en México. p. 201
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es-) genera un sentimiento de inferioridad (esto es: sentirse menos capaz,
inteligente o sagaz que los seres circundantes). Para Ramos la pedantería implica
manifestar una superioridad teórica, con relación al interlocutor para encubrir el
déficit intelectual; es decir: se verbaliza en demasía lo sabido, sin importar que
exista –o no- un sustento teórico para vanagloriarse acerca del conocimiento que
ha sido objeto de ostentación. De esto se sigue que el pedante es una entidad que
se ufana excesivamente de lo que sabe con la intención de menospreciar a los
otros (dicho de una forma coloquial: aquel que tenga la característica de ser
pedante, es un ser humano que tiene más grande la boca que el conocimiento).
Samuel Ramos dice que esta actividad está empleada casi exclusivamente por el
género humano intelectual (los que lo son, y los que pretenden serlo), y que “se
encuentra sobre todo entre profesores, literatos, artistas, escritores de toda índole,
y se manifiesta en el lenguaje hablado o escrito”5. Dado lo anterior, me centraré en
los filósofos (que caben fácilmente en alguna de las categorías antes
mencionadas); a pesar de que Ramos lo utiliza para cualquier sujeto que encaje
en la descripción de intelectual (no haré referencia a aquellos intelectuales que –
por ejemplo- se ostentan de haber vivido una noche de pasión con Paris Hilton
solo para demostrar ser mejores, sino que hablaré de cómo el filósofo cae en una
actitud pedante solo por conocer otras cosas).
Ahora bien, el filósofo tiene varias características (según el perfil del egresado
de la Licenciatura en Filosofía de la UNAM): “razonar críticamente, reflexionar,
5 Idem. p. 199
4
tener una escala de valores, tomar decisiones, saber discutir y argumentar”6,
dudar, cuestionar, observar7; “Ha de tener disposición reflexiva, argumentativa,
analítica y crítica ante los fundamentos y estructuras generales, tanto de los
diferentes discursos teóricos como de diversos aspectos de la realidad”8. Estas
características lo hacen un ser diferente, ya que gracias a ellas puede encajar
fácilmente en diversas áreas (tanto laborales, como académicas y sociales). Esta
diferencia es plasmada –de manera irónica- por Rafael Sebastián Guillén Vicente:
De algo se está seguro, el filósofo es diferente, pertenece a un extraño
linaje de <<sensibilidades que se mantienen a distancia prudente de lo
trillado>>, es capaz de reflexionar con alguna frase brillante que,
eventualmente pasará a la posteridad, lo mismo sobre la muerte de una
hormiga que es aplastada al intentar cruzar el circuito interior a las 8
pm., que sobre la madre que recibió de su desnaturalizado hijo 23
puñaladas en los ojos y se teme que pierda la vista. […] Con amplio
conocimiento de todos los temas, el filósofo lo mismo opina sobre la
baja tendencial de la ganancia, que sobre el fracaso de la selección
nacional de futbol en Argentina; lo mismo de la “travoltización” del ser,
que de la enajenación de “Lorenzo y Pepita”; lo mismo del amor,
invariablemente platónico, que sobre la trascendencia de un atardecer
6 Morado, Raymundo. Documento expuesto en la XX reunión de la CONAEDU. [En línea] http://observatoriofilosoficomx.blogspot.com/ (Consultado el 12 de agosto de 2009. 13:28 hrs.) 7 Estas características no son exclusivas, es decir, no afirmo que SOLO el filosofo deba cumplirlas. 8 Proyecto de modificación al plan de estudios de la licenciatura en filosofía [En línea]. http://colegiodefilosofia.unam.mx/plan/plan.pdf (Consultado el 22 de agosto de 2009, 13:45 hrs.)
5
o, para utilizar las palabras maternas, “sobre la inmortalidad del
cangrejo9.
Muchas veces las características ya mencionadas funcionan como herramienta
de la pedantería. Esto se aprecia claramente cuando contrastamos las palabras de
Samuel Ramos, con las características del filósofo: el desarrollo de habilidades
que permiten tener una postura crítica y argumentativa ante la realidad pueden
confundirse con la superioridad de conocimiento (desarrollar ciertas habilidades
específicas no significa estar por encima de los demás). Esta confusión se refleja
en las actitudes del pedante: el sobreestimar el conocimiento personal se consigue
por medio de modos de ser (según Ramos: escritos o hablados) que generan
desprecio hacia los demás. En palabras de Ramos: “el pedante parece decir:
<<aquí yo soy el único que vale, ustedes son unos imbéciles>>”10. Este ver a los
otros como “imbéciles” (o menospreciarlos de manera general) no es ajeno a
nosotros: ¿Cuántos de los aquí presentes se han enfrentado –o incluso realizado-
a una actividad pedante? ¿Quién no se ha aferrado a generar una discusión
filosófica en contextos poco filosóficos? por ejemplo: cuestionar impertinentemente
al zapatero acerca de la praxis marxista y la relación de ésta con los medios de
producción de las suelas de goma; ¿Quién no ha robado la atención –por medio
de un alarde filosófico- en una sobremesa familiar? ¿Cuántos han corregido a
aquel que deforma el castellano al decir dobles negaciones? (la frase “no daría
nada” es una deformación del castellano; ERGO: no debes utilizar dicha frase).
9 Guillén, Rafael. Filosofía y educación (prácticas discursivas y prácticas ideológicas). (Tesis de Licenciatura, Facultad de Filosofía y Letras UNAM, 1980). p 15 10 Ramos, Samuel. Op Cit. p 200.
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Ejemplos hay muchos, que van desde lo más laxo (como lo anteriormente dicho),
hasta lo caricaturesco (preguntar al dependiente acerca de la relación que existe
entre los tenis Nike y la conciencia en que estos se hacen presentes o ser
impertinente por recitar a como dé lugar la Fenomenología del Espíritu de Hegel
en medio de un festejo de fin de cursos). Estos ejemplos coinciden en algo: son
una forma de violentar al otro por medio del conocimiento (demostrar
superioridad). Este violento afán de ser superior genera un extraño fenómeno: o
el pedante consigue un quórum de personas impactadas por la actitud
pretenciosa, o el pedante se excluye socialmente (o ambas en el caso de que
tenga un séquito y sea rechazado por otros círculos sociales). En el primer caso el
pedante atrae al público por medio de supuestas habilidades (hacer gala
exagerada del conocimiento); para ello es necesario que exista una correlación
entre las supuestas habilidades y la ingenuidad del espectador; entonces, el éxito
del pedante no constituye algo meritorio dado que el público al que se dirige es
poco exigente. La correlación gira en torno a la necesidad que uno tiene del otro
para poder existir y viceversa; es decir: el pedante necesita del espectador para
devenir, el espectador necesita del pedante para tener a quien idolatrar. Según
Ramos, la pedantería “necesita siempre del público, como no puede haber teatro
sin espectadores”11: La analogía del teatro muestra muy bien la importancia de los
fanáticos del pedante: El pedante no satisface su vanidad si no consigue el
aplauso y aceptación de los espectadores. En el segundo caso, la pedantería
genera una reacción adversa en el espectador, o sea, la manera despreciativa de
11 Ramos, Samuel. Op cit. p 201.
7
conducirse hacia el otro posibilita un alejamiento por parte del que recibe el
desprecio, ya que no es grato sentirse atacado.
Ramos no hace mayor especificación en esta forma disyuntiva de enfrentarse
al pedante; sin embargo, vale la pena preguntarse: ¿Qué es lo que permite
seleccionar a alguno de los elementos de esta disyunción? Una respuesta
tentativa consiste en la experiencia: Después de observar a n número de pedantes
es posible reconocer la pedantería a primera vista; y si no has observado esa
cantidad, corres el riesgo de convertirte en un fanático. Otra respuesta tentativa
radica en la inteligencia: A mayor inteligencia menor probabilidad de ser fanático
de un pedante y a menor inteligencia mayor probabilidad de serlo. Una tercera
respuesta tentativa se basa en el contexto: dado el conjunto de ciertas
características (a saber: sociedad, historia familiar, educación, área geográfica,
procesos vivenciales, etcétera), el ser humano genera una respuesta ante la
actitud pedante; esto es: el contexto de cada quién definirá si el pedante es un ser
digno de admiración o merece ser odiado.
Este problema no se resolverá aquí; sin embargo surge otro problema: Ramos
enuncia que la pedantería es un vicio que puede ser encasillado dentro de la
vanidad (la arrogante exaltación del ego). Si al concepto de vanidad se le añade el
concepto “filosófica” obtenemos que al usar la filosofía para cuestiones vanas
caemos en un vicio. ¿Esto es así? ¿Realmente es un vicio? ¿Este vicio
imposibilita el quehacer filosófico? Da la impresión que la pedantería es inherente
a la filosofía (o al menos es inherente a la manera en que nos enseñaron a
filosofar –si es que eso se enseña-). ¿Esta es una manera de entorpecer lo
filosófico?
8
Como preguntas finales: ¿las maneras diferentes de trabajo son una respuesta
a la pedantería? ¿El trabajo en equipo es una forma diferente de trabajar? ¿Él
trabajo coordinado y cooperativo es una manera de resolver el problema? ¿Acaso
el contacto con otras entidades (filosóficas o no) posibilita una actitud humilde?
¿La actitud humilde cura la pedantería? ¿Otras formas de trabajo son la respuesta
que necesitamos? Queda a consideración del escucha.
“Descubriendo el agua tibia: pedantería filosófica”. Esto significa que la actitud
presuntuosa que se vale del conocimiento filosófico es una actividad que
conocemos y hemos vivido.
Gracias.