Del Campo Ser Sociólogo en España

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SER SOCIÓLOGO EN ESPAÑA* Salustiano del Campo Universidad Complutense de Madrid En la escena VII del Acto Segundo de As you like it, Shakespeare escribió: «El mundo entero es un teatro y todos los hombres y mujeres son simplemente actores. Hacen sus entradas y sus salidas, y cada uno representa en su tiempo muchas partes, siendo los actos de la obra siete edades...» Este texto metafórico lo he utilizado en una de mis obras porque se vale del ciclo vital individual para delimitar siete edades, desde la infancia a la decrepitud, y ahora me serviré de él para comentar el curso de mi vida en el desempeño del rol de profesor, que me parece el único relevante para los que estamos aquí reunidos. El propio Shakespeare menciona también algunos papeles sociales —enamorado, soldado y juez— para identificar la dimensión total o parcial que en cada experiencia personal subyace a la gradación de las edades. En función, pues, de mi parte de profesor universitario español de Sociolo- gía esquematizaré mis experiencias desde la tercera década de mi vida hasta el 98/02 pp. 21-36 * Conferencia pronunciada en el homenaje recibido con motivo de su jubilación en el Paraninfo de la antigua Universidad Central. Madrid, lunes 8 de abril de 2002.

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  • SER SOCILOGO EN ESPAA*

    Salustiano del CampoUniversidad Complutense de Madrid

    En la escena VII del Acto Segundo de As you like it, Shakespeare escribi:

    El mundo entero es un teatro y todos los hombres y mujeres son simplemente actores.

    Hacen sus entradas y sus salidas,y cada uno representa en su tiempo muchas partes,

    siendo los actos de la obra siete edades...

    Este texto metafrico lo he utilizado en una de mis obras porque se valedel ciclo vital individual para delimitar siete edades, desde la infancia a ladecrepitud, y ahora me servir de l para comentar el curso de mi vida en eldesempeo del rol de profesor, que me parece el nico relevante para los queestamos aqu reunidos. El propio Shakespeare menciona tambin algunospapeles sociales enamorado, soldado y juez para identificar la dimensintotal o parcial que en cada experiencia personal subyace a la gradacin de lasedades.

    En funcin, pues, de mi parte de profesor universitario espaol de Sociolo-ga esquematizar mis experiencias desde la tercera dcada de mi vida hasta el

    98/02 pp. 21-36

    * Conferencia pronunciada en el homenaje recibido con motivo de su jubilacin en elParaninfo de la antigua Universidad Central. Madrid, lunes 8 de abril de 2002.

  • comienzo de la octava en la que me encuentro, haciendo referencia, como eslgico, a los contextos en los que he actuado, que no han sido precisamenteestticos y que, por supuesto, han revestido siempre un enorme inters profe-sional para el socilogo que soy.

    1950-1960: AOS DE PREPARACIN

    En 1953 y 1954, respectivamente, termin las carreras de Derecho y Cien-cias Polticas que haba empezado en 1948, cuando vine a Madrid tras habersuperado en Granada el Examen de Estado. La vida espaola era entonces bas-tante chata y pobre, a pesar de que, como colegial de uno de los tres ColegiosMayores masculinos que funcionaban en Madrid, gozaba de un ambiente cul-tural de excepcin. En el Colegio Mayor Santa Mara de Europa ley algunosde sus cuentos Ignacio Aldecoa y un captulo de La colmena Camilo Jos Cela,pero esto suceda a la vez que para poder leer El contrato social, que estaba en laBiblioteca de la Facultad de Ciencias Polticas y Econmicas con un tejuelorojo, hube de presentar una carta firmada por don Nicols Prez Serrano.

    Desde el primer momento me interes por las ciencias sociales en general ypor la Sociologa en particular. Tuve la fortuna de ingresar como becario en elInstituto de Estudios Polticos, que diriga Javier Conde, y eso me permiticentrarme en lo que en adelante me iba a interesar ms. Los cursos se desarro-llaban all a un gran nivel y los maestros viejos y los jvenes rivalizaban en dar-nos a piezas lo mejor que intelectualmente se haca en los pases que contaban.Lo cual no suceda en otros medios. Recuerdo que, por esos aos, en la colec-cin Cuestiones Actuales, que diriga Xavier Zubiri, se public el libro deYves Congar Falsas y verdaderas reformas de la Iglesia, mientras que RafaelCalvo Serer edit en Rialp su Espaa sin problema como respuesta al libro dePedro Lan Espaa como problema.

    Los cursos del Instituto de Estudios Polticos, que a partir de 1950 se siste-matizaron en dos especialidades, Sociologa y Administracin Pblica, antece-dieron a la creacin de la Facultad de Ciencias Polticas y Econmicas en 1944y nos adentraron en lo que eran las ciencias sociales de la postguerra de lamano de Javier Conde, Enrique Gmez Arboleya, Julio Caro Baroja, ValentnAndrs lvarez, Luis Dez del Corral, Jos Antonio Maravall, Manuel GarcaPelayo, Carlos Ollero Gmez, Manuel de Tern, Julin Maras, Manuel Carde-nal Iracheta, Nicols Ramiro Rico, Fernando Chueca Goitia, Enrique LafuenteFerrari y otros profesores ms jvenes, como Manuel Alonso Olea, JessFueyo, Enrique Fuentes Quintana y Eduardo Garca de Enterra. Buena partede este magnfico plantel de profesores se incorpor ms tarde a la Facultad deCiencias Polticas y Econmicas.

    Adscrito a Falange Espaola, el Instituto era una gigantesca anomala enuna Espaa que en todas sus pocas las ha ofrecido con largueza. Los alumnosramos becarios, como lo son hoy los de la Fundacin March, y tenamos la

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  • obligacin de pasar un examen general y otro de idiomas. Antes he dado unarelacin de algunos profesores, pero no puedo hacer lo mismo con los alum-nos, porque alguien decidi despus de 1975 retirar su lista de la circulacin yhasta ahora slo ha sido posible rehacerla parcialmente, aunque se est enello. De todos modos, a ms de uno de los presentes le sonarn nombrescomo los de Javier Pradera, Ramn Tamames y Jos Mara Amustegui, queson solamente tres botones de muestra de la juventud que all bulla intelec-tualmente. Recuerdo que el profesor Ebenstein, de la Universidad de Prince-ton, especialista en totalitarismos, que fue uno de los primeros norteameri-canos que se acerc al Instituto a curiosear, no poda ocultar su asombro alcomprobar lo que estudibamos y discutamos, hasta el punto de preguntarsednde estaban all los fascistas. De lo que digo dan testimonio tanto las Revis-tas, empezando por la de Estudios Polticos, como los libros publicados esosaos en el Instituto.

    En 1955, con una beca del Population Council, para la que me propusoJavier Conde, de cuya Ctedra en la Facultad de Derecho era Profesor Ayudan-te, march a Chicago a estudiar Sociologa y a especializarme en Poblacin yEcologa Humana. All estuve dos aos trabajando mucho, pero disfrutandocon todo. Con las bibliotecas abiertas y accesibles, con el trato familiar de losprofesores, con el estmulo de los compaeros y con la vida cultural de la Uni-versidad. La Universidad de Chicago siempre ha figurado entre las diez mejo-res de Estados Unidos en el conjunto de los saberes y entre las dos o tres pri-meras en Sociologa. All tuve algunos grandes profesores como Philip Hauser,Donald J. Bogue, Leo Goodman, Lloyd Warner, Everett Hughes, AnselmStrauss, Otis Dudley Duncan, Edward Shils y David Riesman, y aun alcanc atomar algn curso con Ernest Burgess. Fuera del Departamento de Sociologatuve la oportunidad de asistir como oyente a cursos de Leo Strauss, TheodoreSchultz y otros profesores famosos. Todos dejaron una profunda huella en miformacin, pero quiero aprovechar esta oportunidad para reconocer y agrade-cer pblicamente lo mucho que me ayud, intelectual y personalmente,Donald J. Bogue, que todava vive.

    De Chicago regres en 1957 a Madrid, donde Manuel Fraga me incorporal Instituto de Estudios Polticos como Jefe del Departamento de Intercambioy Extensin Cultural y, algo despus, como Secretario Tcnico de la Revista deEstudios Polticos, cuando Cardenal Iracheta abandon voluntariamente esteltimo cargo. Entonces publiqu mi primer artculo cientfico, Componentesdel crecimiento de la poblacin de Espaa, 1940-1950, y me dediqu encuerpo y alma a redactar mi tesis doctoral, cuyo tema original hube de cambiarpor razones que no vienen al caso. La haca dirigido por Enrique Gmez Arbo-leya, con quien colaboraba en la Universidad y en el Anuario de Filosofa delDerecho. En el Instituto de Estudios Polticos me integr en el Seminario deHistoria de las Ideas Polticas, que dirigan conjuntamente Luis Dez delCorral y Jos Antonio Maravall, del cual los que fuimos participantes guarda-mos el mejor de los recuerdos.

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  • Evidentemente, no pretendo siquiera insinuar que todo este ajetreo fueraequiparable al ambiente tan favorable para el trabajo cientfico que disfrut enla Universidad de Chicago, como tampoco lo era el entorno socioeconmiconorteamericano al todava pobre de nuestro pas. El Seat 600 era un lujo lejanopara un joven profesor universitario espaol y la vida de relacin mucho msenvarada y menos abierta aqu. Pero haba algo positivo que, como socilogo,he echado en falta posteriormente. La poblacin espaola se mostraba ansiosade liberarse de la gran pesadilla que vivi durante la guerra civil y dispuesta ahacer lo que fuera por cambiar: de trabajo, de lugar de residencia, de mentali-dad, de pautas de conducta. Nuestra sociedad intua certeramente que lasaportaciones de las Ciencias Sociales, sobre todo de la Economa y de la Socio-loga, haban de facilitar el camino hacia la modernizacin de la sociedad espa-ola, as como conseguir su liberacin de mitos y tabes irracionales y dainosde larga data. Pero aunque todo eso estaba en el ambiente, an no se habamaterializado.

    As que cuando en 1959 obtuve el grado de doctor en Ciencias Polticas yEconmicas, con mi tesis sobre La familia espaola en transicin, hice balance yconclu que, si bien Espaa estaba a punto para convertirse en un pas moder-no, solamente una porcin pequea de su clase dirigente era partidaria del tipode modernizacin que a m me pareca el correcto: desarrollo econmico ysocial, florecimiento cientfico, apertura cultural y democracia. Buena pruebade que la mayora no opinaba de esta forma era que las doce Ctedras deSociologa creadas por Joaqun Ruiz Gimnez durante su ministerio fueronsuprimidas por su sucesor. Por esta razn me present un da al entoncesDirector General de Enseanza Universitaria, Torcuato Fernndez Miranda, apreguntarle por las perspectivas que tena en Espaa un aspirante a catedrticode Sociologa y, al no recibir una respuesta mnimamente esperanzadora, deci-d marcharme al extranjero a ejercer mi profesin donde pudiera.

    Fui a parar a Naciones Unidas, al Departamento de Asuntos Sociales,donde bajo la batuta de John D. Durand y Jean Bourgeois-Pichat funciona-ba una excelente Seccin de Demografa. sta fue mi segunda gran experien-cia formativa de la dcada de los cincuenta, juntamente con la de la Univer-sidad de Chicago, y sobre algunos aspectos ms personales de ella hehablado recientemente en una entrevista con Bernab Sarabia. La calidad deltrabajo en aquel Departamento era mxima y as lo atestigua la famosa obraCausas y consecuencias de las tendencias demogrficas (1954), que es hoy unareferencia obligada para los estudios de este campo. Y en cuanto a considera-cin personal, todo lo negativo que me afect tena que ver con el rgimenpoltico de Espaa, mientras que la aceptacin individual no ofreca ningnproblema.

    En septiembre de 1960 volv a Espaa, donde, triste e inesperadamente, endiciembre del ao anterior se haba quedado vacante la Ctedra ganada porEnrique Gmez Arboleya en 1954. No fue sta, sin embargo, la que se convo-c, sino un do correspondiente a Barcelona y Bilbao, al cual oposit junta-

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  • mente con trece aspirantes ms, entre los que estaba Jos Jimnez Blanco, queobtuvo la plaza de Bilbao. Mi memoria fue La sociologa cientfica moderna,que sum cuatro ediciones y supuso la recepcin del funcionalismo y la puestade largo de la sociologa emprica norteamericana en nuestro medio universita-rio. Nada haca pensar entonces que ste iba a ser un fenmeno ms efmerode lo que hubiera deseado y que poco a poco las aguas volveran a discurrir porlos cauces de saberes ms tradicionales y acomodaticios, con la visin que de larealidad social tenan, y siguen teniendo, algunos poderes en presencia. Sobretodo, el derecho, que es un saber normativo, y la historia, que, por mucho quese pretenda, lo es retrospectivo.

    1962-1971: LA INSTITUCIONALIZACIN DE LA SOCIOLOGA

    En la Universidad de Barcelona me estren como Catedrtico y tuve mibautismo de fuego, si se prefiere denominar as a los tropiezos que sufr en miintento de establecer la Sociologa como una disciplina seria y a la vez til paralos economistas. Mi propsito de renovacin cientfica no resultaba fcil, entreotras cosas porque los tres libros norteamericanos de texto que pude recomen-dar eran muy heterogneos y, adems, todos haban sido publicados antes de lasegunda guerra mundial, aunque su traduccin al espaol era de los aos cin-cuenta. Sus autores y orientaciones eran los siguientes: Gillin y Gillin, etnol-gica; Mclver y Page, institucionalista; y Ogburn y Nimkoff, emprica. De misalumnos de aquella Facultad, no pocos constituiran andando el tiempo unaparte importante de la lite poltica de los gobiernos socialistas de Felipe Gon-zlez. Pertenecientes a la buena sociedad de la Ciudad Condal, probaban susarmas en el Sindicato Democrtico de la Universidad de Barcelona (SDEUB) yalgunos apuntaban maneras.

    All disfrut, y permtanme esta mnima expansin, las satisfacciones per-sonales ms importantes de mi vida, como mi boda y el nacimiento de miprimer hijo, pero universitariamente la navegacin no me fue fcil. Dirigentonces una tesis doctoral, El militar de carrera en Espaa, sobre la querecientemente he escrito un breve artculo en Sistema con motivo del falleci-miento de su autor, mi querido compaero y amigo Julio Busquets Bragulat.De las vicisitudes de dicho trabajo, as como de los problemas sobrevenidos alnuevo doctor, saqu la conclusin de que en nuestro pas no hay nada msrevolucionario ni crtico que desvelar objetivamente la verdad que puedealcanzarse aplicando el mtodo cientfico de la Sociologa. Y debo decir que, apesar del tiempo transcurrido y del agua cada, mantengo la misma convic-cin.

    En Barcelona inici una revista semestral, Anales de Sociologa, escrita nte-gramente por socilogos espaoles, de naturaleza emprica y preocupada porrecuperar lo mejor de nuestro acervo documental de carcter sociolgico. Dur

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  • dos aos y en ella publiqu la Monografa estadstica de la clase obrera deBarcelona, de Ildefonso Cerd, en cuyo Tratado de Urbanizacin figuracomo Apndice. Tambin recopil en un libro, Cambios sociales y formas devida, algunos trabajos mos en los que procuraba destacar las repercusiones dela modernizacin, urbanizacin, secularizacin, etc., en las instituciones, gru-pos y aun personas, dentro de la teora de la modernizacin entonces enboga.

    En esos aos experiment algunas sorpresas profesionales agradables. Unbuen da recib en mi casa una llamada de un alto cargo del Ministerio deAsuntos Exteriores que me explic, de parte del Ministro, que Espaa deseabaincorporarse a la Comisin de Poblacin de Naciones Unidas y que se habanacercado a la Secretara General para allanar el camino. En los contactos habi-dos se manifest discretamente a la delegacin espaola que el problema noera tanto Espaa como el posible representante que pudiera enviar y su posturapersonal sobre los temas a tratar, a lo que el Ministerio respondi gentilmenteque si el Departamento tena algn nombre estaba dispuesto a aceptarlo. Fueel mo el que dieron y fui nombrado tan pronto contest afirmativamente a lasautoridades espaolas. As me incorpor a esta importante Comisin y en ellame mantuve durante dos mandatos, asistiendo al Primer Congreso Mundial dePoblacin, que se celebr en Bucarest en 1974. A raz de l publiqu La polti-ca demogrfica de Espaa, siendo de mi pluma el documento de directrices dela delegacin espaola que fue aprobado por el primer Consejo de Ministrosque presidi el actual Rey, entonces Prncipe de Espaa.

    Seguramente, sin embargo, el asunto ms importante para la Sociologaespaola en el que intervine en aquella poca fue la fundacin del Instituto deOpinin Pblica, hoy Centro de Investigaciones Sociolgicas. El Ministro deInformacin y Turismo, Manuel Fraga Iribarne, me encarg un documentoque sirvi para planificar su organizacin y, cuando se constituy su ConsejoRector, fui nombrado Consejero Delegado. Mi colega y amigo Luis GonzlezSeara se encarg de la direccin en funciones y tuvimos la suerte de reunir aun grupo de jvenes socilogos muy bien preparados, que figuran hoy en lacabecera de la profesin, de los cuales deseo recordar aqu a Juan Dez Nicols,Jos Ramn Torregrosa, Carmelo Lisn, Francisco Alvira y Po Navarro Alcal-Zamora.

    La novedad del Instituto y las circunstancias de su nacimiento requirieronun esfuerzo suplementario por parte de los que trabajamos en l, a fin de queno se torciera en origen y pudiera realizar trabajos significativos. No es ste elmomento de referirme a sus primeras investigaciones, que estn todas inclui-das en el Banco de Datos del CIS, y a los comentarios elpticos favorables quemerecieron de personas como Dionisio Ridruejo, sino ms bien el de recono-cer mi gratitud a cuantos ayudaron en aquel empeo. Una vez que logr en1967 por oposicin la Ctedra de Sociologa que haba sido de Gmez Arbo-leya, me hice cargo de la direccin del Instituto y acentu cuanto pude sucarcter universitario independiente. Finalmente, en 1971, fui cesado por el

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  • nuevo Ministro, Alfredo Snchez-Bella, por no encajar en su poltica, segnme dijo.

    Aqullos fueron aos inquietos en el mundo universitario y eso repercutien mi labor docente. Durante una dcada nunca pude dar un curso completo ytuve el gran disgusto de que la Facultad de Ciencias Polticas, Econmicas yComerciales se dividiera en 1969, precisamente cuando a don Jos Castaeda ya m se nos haba encomendado organizar la conmemoracin de su vigsimoquinto aniversario. De todos modos, entre 1967 y 1970 dirig las tesis doctora-les de los que hoy son muy queridos compaeros: Jos Castillo Castillo,Manuel Martn Serrano, Jos Mara Maravall e Isidoro Alonso Hinojal. Almargen, adems, de esta actividad universitaria, particip como accionista ycolaborador en la fundacin de Cuadernos para el Dilogo, publicacin quemerece un buen estudio que se retrasa ya demasiado.

    1970-1980: LA TRANSICIN POLTICA

    En 1971 se reforz la institucionalizacin universitaria de la Sociologa enEspaa mediante la celebracin de una oposicin a cuatro plazas de Catedrti-co, que duplicaba el nmero de las dotadas hasta ese momento. El proceso deafianzamiento de la disciplina era irreversible y as lo demostr la creacin enla Universidad Complutense de la Facultad de Ciencias Polticas y Sociologa,compuesta por dos secciones separadas. Su primer Decano fue Luis GonzlezSeara y su plan de estudios sigui bastante fielmente el diseo de Facultad deSociologa que figuraba en la primera edicin (1962) de mi obra La sociologacientfica moderna.

    Pero lo ms interesante estaba aconteciendo en aquel perodo extramurosde la Universidad, en la sociedad que casi inadvertidamente se nos haba trans-formado para bien. As lo vimos cuantos colaboramos en el volumen La socie-dad, dirigido por m, de la triloga La Espaa de los aos setenta, que codirigidapor Manuel Fraga, Juan Velarde y Salustiano del Campo vio la luz en 1972. Entodos sus captulos se evidenciaba la Espaa nueva, que en nada se pareca a laque atacaban o defendan quienes actuaban en la poltica desde sus ideologasrespectivas. No es que stas tuvieran el mismo valor, porque el de la democrti-ca era superior; simplemente que ni unos ni otros, salvo excepciones, estabanmuy al tanto de lo que ya haba sucedido y de lo que estaba pasando en nues-tra estructura social. En el eplogo a ese volumen, que titul El reto del cam-bio social en Espaa, trat de mostrar lo completa que era la transformacin yque iba en la direccin conveniente, de modo que el problema de los prximosaos consistira en adecuar la organizacin poltica a la nueva estructura socio-econmica. Esto hoy suena de cajn, pero a principios de los aos setenta erauna novedad atrevida.

    Desde aqu invito a los futuros investigadores de la transicin, sobre la quetanto queda por aquilatar, a que rastreen en la literatura especializada el surgi-

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  • miento y la aceptacin de la tesis de que el cambio poltico seguira al socio-econmico y que ste aconteci principalmente en los aos sesenta y primerossetenta. A pesar de su visibilidad, este planteamiento tard en imponerse, por-que las convicciones ideolgicas profundas son duras de desatascar. Pero hayadems otro aspecto de esta obra colectiva que me gustara resaltar. Dio ungiro a los meritorios informes sociales que vena haciendo FOESSA, basadostodos en encuestas ad hoc que analizaban uno o varios especialistas. Lo que LaEspaa de los aos setenta introdujo fue el anlisis directo de la realidad socialpor socilogos expertos en los distintos campos, que se valan de datos dediversa procedencia para realizar sus anlisis propios.

    En 1974, los profesores Jos Flix Tezanos, Manuel Navarro y yo realiza-mos la que sin duda fue la ltima gran encuesta del perodo franquista, Lacuestin regional espaola, patrocinada por un grupo de personalidades demo-crticas espaolas que intuan que ste iba a ser un asunto polmico e insosla-yable desde el primer da del postfranquismo. El libro despert un gran intersdentro y fuera de nuestras fronteras y ha sido objeto de mltiples citas ycomentarios, aunque tal vez ha contado poco en la construccin de nuestrasautonomas, que no se ha caracterizado por utilizar demasiado la ciencia.

    En la segunda mitad de los aos setenta los acontecimientos polticos sesucedieron con rapidez. Al referndum de la reforma poltica le sigui la pri-mera eleccin democrtica a Cortes, el 15 de junio de 1977, y la promulga-cin, el 6 de diciembre del ao 1978, de la actual Constitucin. La transicinpoltica se configur, pues, en un tiempo corto aunque an se registraranconmociones como la del 23-F de 1991 y la economa tardara bastante enrecuperarse. De hecho, la convergencia real con la UE no super el nivelalcanzado en 1974 hasta la segunda mitad de los aos noventa. Con todaseguridad, los futuros socilogos que ahora estn estudiando ya no vivirnexperiencias parecidas, ni se estremecern tampoco con la excitacin que lasacompa.

    En cuanto a la profesin, merece la pena recordar la publicacin en estosaos del Diccionario de Ciencias Sociales en espaol, que, patrocinado por laUNESCO y tras muchos retrasos, vio la luz en 1975-1976. El Comit Edito-rial que prepar la versin definitiva lo formaron conmigo Francisco Marsal yJos Antonio Garmendia, y en sus dos volmenes colaboraron 74 cientficossociales iberoamericanos y 93 espaoles, que redactaron 1.440 entradas. Fueuna empresa importante de la Sociologa espaola, porque salvo el Diccionarioingls, de Gould y Kolb, ninguno de los proyectados originariamente prospe-r, si bien el brasileo se realiz posteriormente por la Fundacin GetulioVargas.

    En otro aspecto, la institucionalizacin de nuestra Sociologa continuporque se convocaron y cubrieron bastantes ctedras, con la feliz particulari-dad de que se dotaron con nombres de especialidades (Sociologa Poltica,Mtodos y Tcnicas, Teora Sociolgica, Sociologa del Conocimiento, Socio-loga de la Comunicacin, etc.). Desgraciadamente, esto habra de durar poco,

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  • ya que la LRU, de la que hablar a continuacin, retorn a la denominacingenrica, esta vez bajo el rtulo de rea, o mejor, macrorea. Entre los actualesprofesores que leyeron en esa dcada sus tesis doctorales bajo mi direccin secuentan Guillermo Garca Prez, Manuel Navarro Lpez, Mara Jess Miran-da, Francisco Alvira, Carlos Lerena, Juan Jos Castillo Alonso, Andrs lvarezMartnez, Jos Larrea Gayarre, Toms Calvo Buezas, Jos Flix Tezanos, Anto-nio de Lucas, Po Navarro Alcal-Zamora, Jess Ibez Alonso, Ins Alberdi,Humberto da Cruz, Manuel Castells Olivn y Secundino Valladares.

    1980-1990: LA LEY DE REFORMA UNIVERSITARIA

    La dcada de los ochenta empez para m con buenos augurios, ya que ensu primer ao le mi discurso de ingreso en la Real Academia de CienciasMorales y Polticas, donde haba sido elegido numerario el ao anterior. Fueun gran honor personal y estimo que tambin un reconocimiento para lanueva Sociologa. All continu la serie de los acadmicos que fueron socilo-gos, o se interesaron de modo significativo por esta materia, como AntonioCnovas del Castillo, Manuel Sales y Ferr, Joaqun Costa Martnez, Gumer-sindo de Azcrate, Adolfo Gonzlez Posada, Severino Aznar Embid, FranciscoJavier Conde Garca y Antonio Perpi Rodrguez.

    Mi discurso de ingreso vers sobre El ciclo vital de la familia espaola, eintrodujo en nuestro pas el enfoque dinmico de una institucin que paramuchos segua siendo inmutable, as como el anlisis longitudinal de los cam-bios familiares, a travs de las distintas etapas que atraviesa desde su formacinhasta su extincin por la muerte de ambos cnyuges, o por la ruptura volunta-ria de la unin. De este modo regres al asunto del que me ocup en mi tesisdoctoral y haba convertido en asignatura de la Facultad, con la particularidadde que empez siendo tachada de conservadora y no s qu ms y acab siendola que, a pesar de ser solamente optativa, tena ms alumnos matriculados quecualquier otra materia del Departamento, salvo las Estructuras. En esa mismadcada publiqu, conjuntamente con el profesor Manuel Navarro, Anlisissociolgico de la familia espaola, que es una exposicin que utiliza los datosdisponibles de las fuentes estadsticas oficiales y de encuestas, cuidando de rea-lizar comparaciones con los de estudios similares llevados a cabo en otros pa-ses de nuestro entorno social y cultural. En 1995, la obra Familias: Sociologa yPoltica recogi la nueva visin de la familia en las sociedades industrialesavanzadas, en las que el tipo de familia tradicional convive con otros queabundan en distintos pases, donde por virtud de las nuevas tecnologas de lareproduccin se han separado, o se estn separando, el ejercicio de la sexuali-dad y la procreacin, sta y la paternidad y el matrimonio y el ejercicio de lasexualidad.

    Pero el hecho para m decisivo de esta dcada y de la siguiente fue la pro-mulgacin de la LRU, que tan grandes males ha trado a la Universidad espa-

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  • ola. Ya la guerra civil haba dejado tambalendose a la Universidad, pero larenovacin generacional y la lenta apertura del pas a la ciencia y a la moderni-dad mejoraron poco a poco el panorama, de modo que a partir de los aossesenta el cambio positivo se hizo visible. En medio de esta esperanza caycomo una bomba la deplorable iniciativa legal mencionada.

    El antiguo Rector de la Universidad de Madrid, Pedro Lan Entralgo,haba escrito que cualquier verdadera reforma de la Universidad requiere enprimer lugar saber a quin hay que ensear; en segundo, qu hay que enseary, por ltimo, quin tiene que ensearlo. Como nadie ignora, el proceso que sesigui entre nosotros fue exactamente el inverso: primero se nombraron por unprocedimiento de excepcin miles de profesores y se jubilaron prematuramenteotros; despus los idoneizados hicieron los planes de estudio y, por ltimo, laseleccin de los alumnos a los que ensear ni siquiera se consider.

    En el seno de la confianza debo decir que fue ste el momento peor de micarrera acadmica, en el cual estuve a punto de arrojar la toalla y rendirme.No lo hice, pero escrib en 1984 un artculo, La Universidad hoy y maana,que el llorado Carlos Lerena incluy en su seleccin de textos sobre educaciny sociologa en Espaa y que se ocupaba principalmente de los siguientestemas: autonoma, estructura departamental, rganos de gobierno y democra-tizacin, seleccin del profesorado y del alumnado y proceso constituyente.Fue descalificado totalmente por el Ministerio, llamndolo panfleto y no scuntas cosas ms, pero he vivido lo suficiente para comprobar dos cosas: quealgunos de los que lo criticaron han escrito posteriormente pginas muchoms duras y que, asombrosamente, han desaparecido los padres de aquelengendro. Lo dems que podra decir se lo ahorro, porque sta es de algunamanera una ocasin gozosa, al menos para m, y no quiero empaarla conlamentaciones.

    En esa misma dcada publiqu, juntamente con veintisiete socilogos espa-oles e iberoamericanos, un Tratado de Sociologa en dos volmenes que alcan-z doce reimpresiones y dirig una nueva tanda de tesis doctorales, entre lasque mencionar, por ser en su mayora de miembros actuales del profesoradonumerario espaol o extranjero, las de Mariano Fernndez Enguita, CarlosGmez Bahillo, Marcos Roitman Rosenmann, Mximo Daz Casanova, San-tiago Lorente Arenas, Manuel Montero Llerandi, Lorenzo Cachn Rodrguez,ngel San Juan Marcial, Santiago Borrajo Iniesta, Minerva Donald, RafaelDaz Salazar, Juan Mayoral Lobato, adems de la del puertorriqueo ManuelPrez de Jess y la del argelino Mohsen Agoone.

    En 1985 se produjo, por fin, la incorporacin de Espaa a la ComunidadEconmica Europea, algo largamente deseado por los espaoles, que se contra-pona a lo peor del espaolismo de los mitos, el fandango y los toros, y quenos ha devuelto mundialmente una nueva identificacin que jams debimosperder. Desde entonces particip en diversas iniciativas intelectuales europeas,entre las que destacar un mster europeo en Sociologa de la Familia, que seimparti hasta fines de los aos noventa en la Universidad de Lovaina.

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  • Precisamente en torno a esos ltimos aos ochenta se produjeron dosacontecimientos para m importantes. Una invitacin para ser Profesor Visi-tante en la Universidad de Chicago, que apreci mucho por ser mi alma mater,aun habiendo ejercido ya como tal en Universidades como Case WesternReserve University, New York University, University of Rhode Island, Univer-sidad de Wisconsin, Loyola University of the South y Universidad de Lovaina.Precisamente durante mi estancia en Chicago conoc la existencia y fines delGrupo de Cartografa Comparada del Cambio Social (CCSC), del cual soyactualmente miembro activo.

    1990-2002: LA REAL ACADEMIA DE CIENCIAS MORALESY POLTICAS

    En 1990 fui cesado por el Ministerio de Educacin en mi puesto de miem-bro del Comit de Direccin del Centro Europeo de Coordinacin y Docu-mentacin en Ciencias Sociales de Viena, al que me llam Adam Schaff y delque formaba parte desde 1976, habiendo sido reelegido en 1982 y 1987. Estecargo me haba proporcionado la irrepetible experiencia de conocer y visitartodos los pases comunistas de Europa, puesto que su misin consista enfomentar la investigacin sociolgica en colaboracin entre estos pases y losoccidentales. Su labor fue meritoria y en algunos momentos trascendental,como cuando, despus de la primavera de Praga, fue durante algn tiempo elnico centro de contacto abierto entre ambos sistemas en Europa. La verdad esque nadie me explic la razn del relevo, que no fue airoso, pero quien fuerasu autor llev la penitencia en el pecado, porque la Institucin ya no era nece-saria en Europa despus de la cada del muro de Berln y mi sucesor, que asu-mi impetuoso la presidencia del Centro, fue el que a poco lo hubo de cerrar.

    Mi incorporacin al Grupo de Cartografa Comparada del Cambio Social,a la que antes me refer, ha resultado muy productiva. En 1994, la obra en tresvolmenes Tendencias sociales en Espaa, 1960-1990 se aadi a la serie deTendencias Sociales de las sociedades industriales avanzadas editada por laMcGill-Queens University, gracias al generoso patrocinio de la FundacinBBV, presidida entonces por Jos ngel Snchez Asian. A esta obra le sigui laedicin espaola de Convergencia o divergencia? Comparacin de tendenciassociales recientes en las sociedades industriales avanzadas, que se public simult-neamente en ingls, francs y espaol, y el libro, aparecido este mismo ao,Leviathan transformed, en el que tambin hay colaboracin espaola, lo mismoque en el de prxima aparicin New Structures of social inequality. En todos loscasos esta labor internacional se inserta en el conjunto de temas de mayoractualidad en la Sociologa mundial, al igual que otros proyectos en los que heparticipado, solo o con un coautor, como el de indicadores sociales centradoen ZUMA (Mannheim), o el de bienestar social en Europa, que encabezaWZB de Berln.

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  • Esta actividad internacional se ha completado a lo largo de los aos con miapoyo desde 1991 al proyecto de organizar una Academia Europea que, aun-que parezca mentira, ofrece an en Europa un elevado grado de confusin, yaque coexisten diversas iniciativas centradas en Salzburgo, Pars y Londres. Detodas ellas, la ms lograda hasta el momento es ALLEA, que aspira a ser unafederacin de todas las Academias europeas, en la que los miembros son Aca-demias y no Acadmicos. Por el momento agrupa a 48 Academias, y entre ellasal Instituto de Espaa. Ha realizado ya notables esfuerzos para redefinir elpapel que corresponde actualmente a estas entidades de alta cultura en lassociedades industriales avanzadas y para lograr estatus de asesor cientfico en laUnin Europea.

    En 1998 se organiz un Comit para la conmemoracin del centenario dela creacin de la primera Ctedra de Sociologa en Espaa, que consigui reu-nir a un grupo de socilogos internacionales de primera fila que expusieroncmo se realiz en sus respectivos pases la primera institucionalizacin denuestra disciplina entre 1870 y 1914. Gracias al patrocinio de la UniversidadComplutense, a cuyo Rector Magnfico expreso aqu nuestra gratitud, acudie-ron a esta llamada Laurent Muchielli, de Pars; Theodore Caplow, de la Uni-versidad de Virginia; Jennifer Platt, de la Universidad de Sussex; WolfgangGlatzer, de la Universidad de Frankfurt; Alberto Martinelli, de la Universidadde Miln; Kirill Razlogov, de la Universidad de Mosc; Juan Carlos Agulla, dela Universidad de Buenos Aires, y Eva Alterman Blay, de la Universidad de SoPaulo. Sus contribuciones aparecieron en un libro editado por el CIS.

    Con el mismo fin se organizaron otras dos actividades: una exposicinsobre Sales y Ferr y su tiempo en la Real Academia de Ciencias Morales yPolticas, porque el primer Catedrtico de Sociologa fue tambin miembronumerario de aquella casa, y un ciclo de dieciocho conferencias dadas porCatedrticos de diversas Universidades, que ha aparecido en forma de librocon el ttulo Perfil de la Sociologa espaola, editado por la Facultad de CienciasPolticas y Sociologa, gracias a la buena voluntad de nuestra Decana.

    El principal objetivo perseguido con todos estos trabajos fue prestigiar laprofesin de socilogo, que, a juicio de algunos de nosotros, no est tan consi-derada por la opinin pblica como debiera. Por extrao que pueda parecer, sehan difuminado sus bordes y vuelve a pasar por Sociologa bastante de lo quehaba sido justamente expulsado de ella durante muchos aos. Como comple-mento, en fin, de la labor desempeada por el Comit del Centenario, pero almargen suyo, se emprendi la redaccin por una docena de autores de la prime-ra Historia de la Sociologa espaola, que refleja la evolucin de nuestra discipli-na desde sus balbuceos iniciales en el siglo XIX hasta las teoras y aportacionesempricas ms recientes, junto con un balance al da de su institucionalizacin.

    Y no quisiera abandonar este apartado sin mencionar que durante los aosnoventa, y gracias al patrocinio del Instituto de Cuestiones Sociales (INCIPE),se han publicado cuatro grandes encuestas sucesivas en 1991, 1992, 1994-95 y 1997 sobre la opinin pblica espaola y la poltica exterior, cuya pre-

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  • misa fundamental ha sido que en un rgimen democrtico importa la opininde todos los ciudadanos cualquiera que sea el asunto, lo cual, por supuesto, noequivale a decir que haya de ser seguida ciegamente. Slo da por descontadoque, equivocados o no, los ciudadanos espaoles poseen juicio bastante parasaber lo que les conviene tambin en el campo de las relaciones internaciona-les, que, dicho sea de paso, no debe de ser un monopolio de los expertos a losque pertenece su gestin. Por ltimo dir, y perdnenme que me enorgullezcade ello, que todava a estas alturas la mayor parte de las tesis dirigidas por mlas han presentado profesores universitarios como Fernando Gil Villa, JuanManuel Garca Bartolom, Fermn Romero Navarro, Margarita Baraano Cid,Ricardo Daz Zoido, Mnica Egea Riche, Rafael Prieto Lacaci y Alicia Arroyo,que ha ledo recientemente la que hace el nmero sesenta y uno.

    OBSERVACIONES FINALES

    Las experiencias descritas ofrecen la visin personal del ltimo medio siglode un socilogo espaol que no tiene por qu coincidir con la de un profesionalde otro campo, y ni siquiera con la de uno de otra ciencia social o de la misma.No es, desde luego, la de un poltico, ya que la observacin participante de unsocilogo que ensea en la Universidad le obliga a guardar distancias con lasposiciones polticas, salvo que escoja implicarse de lleno en batallas que al finaldejarn de ser cientficas, aunque se sea su origen, y pasarn a caracterizarsecomo polticas, al menos en parte. En cualquier caso, si cada hombre es segnCervantes hijo de sus obras, al profesor universitario lo identifican, adems deellas, su formacin, sus maestros, su escuela cientfica, su medio institucional ysu pas. Los maestros son, pues, muy importantes y, en mi caso, deseo insistiraqu en sus nombres: Luis Dez del Corral y Enrique Gmez Arboleya, que hanservido del mismo modo a mltiples colegas y estudiosos y cuya obra personalsigue mereciendo ser frecuentada y aprovechada en lo mucho que vale.

    Lo que ms tenemos que admirar quienes hemos cultivado la Sociologa enla segunda mitad del siglo XX en Espaa es la manera tan completa y tan rpi-da como ha cambiado el pas. Ya en 1987, cuando publiqu una ampliacin demi estudio de 1972 sobre Composicin, dinmica y distribucin de la pobla-cin espaola, incluido en el volumen La sociedad de La Espaa de los aossetenta, no tuve ms remedio que comentar este hecho as: El libro no es ni-camente nuevo por esto, sino sobre todo porque versa sobre una realidad queha cambiado bastante de signo. La natalidad se halla hoy en el punto ms bajode nuestra historia, la emigracin internacional ha desaparecido prcticamente,se ha introducido el divorcio, las migraciones interiores han decrecido demodo importante, el estudio de la poblacin activa ha pasado a necesitar unoparalelo sobre el desempleo y hay una poltica explcita sobre determinadoscomportamientos demogrficos, que implica un giro radical respecto de laanterior. A la altura de 2002, a estos nuevos fenmenos habra que aadir

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  • otros como la inmigracin, el envejecimiento y la variedad de formas de fa-milia.

    A escala nacional, a la transformacin demogrfica acelerada hay quesumar otras, que han acaecido igualmente con rapidez y de modo completo.Me estoy refiriendo al trnsito rpido y pacfico de un rgimen poltico autori-tario a una democracia que funciona y que, aun con defectos, aparece estabili-zada y razonablemente ejemplar. Tambin hay que sealar la situacin de lamujer, tan distinta hoy legalmente de la de hace cuarenta aos, y poco a pococon un mayor acercamiento entre lo legal y lo real. Nuestro cambio social seha fundamentado sobre la conversin de nuestro pas en urbano, sobre el tras-vase de nuestra poblacin activa de los sectores primario y secundario al tercia-rio y, en definitiva, mediante la conversin de la nuestra en sociedad industrialavanzada, con todo cuanto ello supone de cambio de valores.

    A lo dicho se ha juntado la incorporacin a mediados de los aos ochentade Espaa a la Unin Europea, donde es hoy uno de los pases que figura entrelos lderes y donde se pueden cumplir muchas de nuestras aspiraciones mate-riales y encuentran cauces viejsimas pretensiones autodeterministas o indepen-dentistas. Valga como ejemplo de su potencialidad la cuestin de Gibraltar,que parece hoy ms prxima a una solucin que nunca en los casi trescientosaos de presencia colonial britnica en la Pennsula Ibrica.

    No todo es de color de rosa, sin embargo, porque subsiste un conflictoterrorista en el Pas Vasco, que trata de justificarse con pretendidas querellas yaspiraciones nacionalistas de un territorio cuya historia y realidad se falsificany manejan abusivamente. El nacionalismo se ha convertido en una gran lacraen la Espaa de comienzos del siglo XXI, como lo fue el anarquismo un sigloantes, pero desgraciadamente no es el nico factor retardatario de la moderni-zacin. Es maravilloso lo conseguido en tres dcadas y admirable la paz que hapresidido el proceso, pero el dficit y la desorientacin del sistema educativonos frenan y son asuntos que requieren solucin urgente. No hemos tenidobuena fortuna con las reformas emprendidas en los distintos niveles educati-vos, pero cada da chirran ms la inadecuacin de nuestro sistema universita-rio, que ha estado a punto de ser declarado en ruinas, y la insuficiencia denuestra inversin en I+D. Por otra parte, en una sociedad con tantos cambiosacumulados a tanta velocidad, nadie en su sano juicio se puede desinteresarpor lo que pase con los valores. La democracia no tiene que formar sectarios,pero s ciudadanos democrticos.

    Y esto me trae a un punto ya muy cercano del final de mi disertacin. Laempec citando unos versos de Shakespeare y me gustara terminarla sacndolepunta a un chiste sobre polticas de futuro que se atribuye a nuestro colegaAnthony Giddens. Un hombre va al sastre y, mientras se prueba su nuevo trajeante el espejo, se queja de que la manga derecha es demasiado larga. El sastre leaconseja que alce el hombro. A continuacin, el cliente repara en que la perne-ra izquierda es corta. El sastre le sugiere que arquee la pierna. Y as sucesiva-mente. Das despus, el cliente sale de la sastrera vistiendo su nuevo traje, que

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  • le hace caminar como un contrahecho. Dos peatones comentan: Qu buenodebe de ser el sastre capaz de hacerle un traje que le siente bien a un tipo tandeforme.

    En una sociedad que ha cambiado tanto como lo ha hecho la espaola,para la que tanta gente tena su receta y donde, en definitiva, se la ha acabadovistiendo con un nuevo traje, la historia que he reproducido sirve para explicary aclarar la relacin entre polticos y socilogos. Hoy es corriente que los pol-ticos posen de omniscientes y que los comunicadores lo hagan de intelectuales,pero ni los unos ni los otros estn dotados por su oficio de los conocimientos eimparcialidad necesarios para cortar buenos trajes que no desfiguren a la socie-dad y, lo que es todava ms importante, que no limiten artificialmente sucapacidad de crecer y desarrollarse. Al socilogo le corresponde profesional-mente la tarea de diagnosticar cmo es verdaderamente esa sociedad, culesson sus medidas, rechazar fundadamente lo que no le va y proponer en formade opciones lo que puede que le vaya.

    Todo lo cual solamente quiere decir que la Sociologa es la ciencia de larealidad y que es imprescindible reivindicar este viejo concepto, sin el cualseremos meros servidores de ideologas ms o menos beneficiosas o perjudicia-les, ms o menos buenas pagadoras. El tema de la relacin entre sociologa yvalores, o sociologa e ideologas, o sociologa y compromiso, tiene que serrevisado. De otro modo, nuestra profesin nunca prosperar y llegar incluso aser menos solidaria de lo que es hoy. Solamente una concepcin clara de lo quees un socilogo profesional puede servir para desterrar de ella la charlatanera yel intrusismo. En este sentido, nunca sobrar la insistencia en la necesidad deadquirir una buena preparacin metodolgica, como la que exigen todas lasautnticas ciencias de la modernidad. La ciencia, no se olvide, o usa el mtodocientfico o no es nada.

    Pese al proceso de decadencia de nuestra Universidad, algunas disciplinasse han consolidado, y entre ellas est la nuestra. Su institucionalizacin esindudable, como lo ha demostrado recientemente Mara ngeles Durn, aun-que no est culminada todava. Poco a poco, adems, se ha ido desarrollandoentre los socilogos espaoles un sentimiento de solidaridad que se manifiestaen actos como ste, que me honra tanto y que tan poco merezco. Aunque com-parto la idea de mi colega Alonso Zamora Vicente de que la vida es un entrete-jerse de ses y de noes, jams so que vivira un da as. Que haya sido posiblese debe al trabajo desinteresado y generoso de muchas personas, principalmen-te las que forman la comisin organizadora de este homenaje: Mara ngelesDurn, Rodolfo Gutirrez, Julio Iglesias de Ussel, Antonio Izquierdo, CarmeloLisn Tolosana, Manuel Navarro, Carlota Sol y Jos Flix Tezanos, as comoal de los que les han ayudado en asuntos bsicos, como la Universidad Com-plutense, cuyo Rector, Rafael Puyol, aqu presente, ha cedido este hermosoParaninfo, y el Centro de Investigaciones Sociolgicas, cuyo Presidente, Ricar-do Montoro, ha autorizado la edicin del voluminoso libro que hoy se presen-ta y ha contribuido de mil formas ms al xito de este acto. Tambin, y no en

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  • menor medida, mi gratitud se extiende a cuantos estis presentes y a los que nohan podido venir. Todos habis contribuido a la dicha de un hombre al quesobrepasa con mucho vuestra generosidad, al que apenas le quedan fuerzas, detan emocionado como est, para dedicar este acto a los socilogos espaolesque han desaparecido ya, pero siguen vivos en nuestra memoria.

    Muchas gracias.

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