La Cultivación de Hortalizas en Oregón Hojas Verdes para ...
del alma Cicerón...su Tusculanae Disputationes, quien escribió acerca de una cultivación del alma...
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“Cultura es Cultivo del alma"
Cicerón
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CULTURA
Etimología. del latín: cultura: cultivo, crianza
La etimología del término moderno "cultura" tiene un origen clásico. En varias lenguas
europeas, la palabra "cultura" está basada en el término latino utilizado por Cicerón, en
su Tusculanae Disputationes, quien escribió acerca de una cultivación del alma o "cultura
animi", para entonces utilizando una metáfora agrícola para describir el desarrollo de un alma
filosófica, que fue comprendida teleológicamente como uno de los ideales más altos posibles
para el desarrollo humano.
Que es y que no es “cultura”
El término cultura, que proviene del latín cultus, hace referencia al cultivo del espíritu
humano y de las facultades intelectuales del hombre.
A lo largo de la historia, se han dado conceptos ideologizados del concepto de cultura, dando
lugar a errores y reduccionismos; desde la época del Iluminismo, la cultura ha sido asociada
a la civilización y al progreso; por ello hemos de hacer una serie de aclaraciones.
1- No confundir “Cultura” con Cultura popular: conjunto de manifestaciones en que se
expresa la vida tradicional de un pueblo. Por ejemplo: cultura guaraní. es una especie de
tejido social que abarca las distintas formas y expresiones de una sociedad determinada. Por
lo tanto, las costumbres, las prácticas, las maneras de ser, los rituales, los tipos de vestimenta
y las normas de comportamiento son aspectos parciales que pueden o no estar incluidos en
el concepto de cultura. En este mismo sentido, podemos hablar de cultura física, como
Conjunto de conocimientos sobre gimnasia y deportes, y práctica de ellos, encaminados al
pleno desarrollo de las facultades corporales. O de cultura musical, etc.
2- No identificar Cultura con Nivel de instrucción
Hay quienes definen la cultura como el conjunto de informaciones y habilidades que posee
un individuo.
Es necesario distinguir entre los diferentes conceptos:
Instrucción hace referencia a algo extrínseco y acumulación de conocimientos.
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En cambio, Cultura se refiere a un proceso intrínseco con participación vital del sujeto. Por
lo cual el quehacer cultural no significa acumular en la memoria de las personas el mayor
número de datos posibles, como si fueran una enciclopedia, sino enseñarles a pensar. La
cultura es aquello a través de lo cual el hombre se hace más y mejor “hombre”.
Definición de cultura en la Iglesia católica
La definición clásica de cultura en la Iglesia católica fue dada por el Concilio Vaticano II1:
“Con la palabra cultura se indica, en sentido general, todo aquello con lo que el hombre afina
y desarrolla sus innumerables cualidades espirituales y corporales; procura someter el mismo
orbe terrestre con su conocimiento y trabajo; hace más humana la vida social, tanto en la
familia como en toda la sociedad civil, mediante el progreso de las costumbres e
instituciones; finalmente, a través del tiempo expresa, comunica y conserva en sus obras
grandes experiencias espirituales y aspiraciones para que sirvan de provecho a muchos, e
incluso a todo el género humano.
Esta definición nos ofrece una íntima relación entre hombre y cultura.
“La correlatividad antropológico-cultural para ser plena y real, ha de abarcar al hombre
entero, en todas sus dimensiones y aspectos. La humanización, es decir el desarrollo del
hombre, se efectúa en todos los campos de la realidad en la que el hombre está situado y se
sitúa: en su espiritualidad y su corporeidad, en el universo, en la sociedad humana y divina.
Se trata de un desarrollo armónico, en el cual todos los sectores de los que forma parte el
hombre se enlazan unos con otros: la cultura no se refiere únicamente al espíritu ni
únicamente al cuerpo, y tampoco únicamente a la individualidad ni a la sociabilidad o
universalidad. La reducción ad unum da lugar siempre a culturas deshumanizadoras, en las
cuales el hombre es espiritualizado o es materializado, es disociado o es despersonalizado.
La cultura debe cultivar al hombre y cada hombre en la extensión de un humanismo integral
y pleno en el cual todo hombre y todos los hombres son promovidos en la plenitud de cada
1 Constitución dogmática Gaudium et spes, 1965 n. 53
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dimensión humana. La cultura tiene como fin esencial promover el ser del hombre y
proporcionarle los bienes necesarios para el desarrollo de su ser individual y social”2
Conclusiones3
Hacer cultura es cultivar.
No se puede hacer cultura nueva por destrucción de las antiguas, como no se puede
producir flores sin ramas ni raíces. Hay que regar las raíces y la flor viene sola, por
obra de Dios, el sol y el viento.
La cultura es la flor de una vida social ordenada, producto de una gran cantidad de
causas concurrentes, desde la escuela al templo, desde el habla materna a la
predicación, causas a veces oscuras e invisibles como las raíces.
Hablar bien el propio idioma es cultura.
Leer bien es cultura. Sin oposiciones entre leer bien y leer mucho.
La cultura es el afinamiento de lo cognitivo en orden a vivir bien.
Por el solo hecho de llevar una vida en serio, se adquiere cultura sin saberlo, y de la
mejor.
2 S.S. Juan Pablo II, Encuentro con los hombres de cultura; Río de Janeiro, 1º de juliode 1980 3 Castellani, Leonardo; Proposiciones sobre la cultura, en Dinámica Social nº 43; Buenos Aires; 1954.
Tomado de Educadores Católicos de Antonio Caponnetto; Ed Bella Vista, Bs.As; 2013; pag. 201
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FILOSOFIA DE LA CULTURA
Juan Pablo II, nos dice en su encíclica Veritatis Splendor: “(…) no se puede negar que el
hombre existe siempre en una cultura concreta, pero tampoco se puede negar que el hombre
no se agota en esta misma cultura. Por otra parte, el progreso mismo de las culturas demuestra
que en el hombre existe algo que las trasciende. Este "algo" es precisamente la naturaleza del
hombre. Precisamente esta naturaleza es la medida de la cultura y es la condición para que el
hombre no sea prisionero de ninguna de sus culturas, sino que defienda su dignidad personal
viviendo de acuerdo con la verdad profunda de su ser. (n. 53).” Entonces podemos decir, en
base a lo dicho hasta recién, que el mundo que nos rodea, ese conjunto de cosas y sus
interrelaciones está compuesto de naturaleza y cultura.
Siendo la naturaleza lo que ya nos es dado y la cultura aquello que es elaborado en una
segunda instancia por el hombre y que de alguna manera se vuelve como una segunda
naturaleza. Sin embargo ¿hemos de ser determinados por la cultura? Si tomamos en cuenta
lo anterior, hemos de responder que no, que la cultura como cosmovisión, es algo que nos
contiene y nos rodea pero que sin embargo no nos determina, dado que hay algo que la
trasciende que no fue hecho por hombre alguno, y esto es la naturaleza. Pero ¿A qué nos
referimos con la palabra cosmovisión? La cosmovisión, es la mirada que tenemos del mundo,
de ahí la palabra: κὸσμος en griego mundo u orden, y visión del latín visus.
A lo largo de la historia, el hilo conductor entre las cosmovisiones, es decir, el núcleo de
sentido de esa imagen del mundo, aquél que descubrieron y forjaron sus pensadores, sus
sabios, sus poetas, sus políticos, y sobre el cual edificaron las realidades históricas ha ido
cambiando. Así podemos ver que en el Mundo Antiguo este hilo era el binomio “mito-logos”,
en la Antigüedad Tardía y en la Edad Media era el binomio “fe-razón”, en la Modernidad era
el racionalismo y en la Modernidad Tardía o Posmodernidad es el pos-racionalismo.
Una cosmovisión o imagen del mundo se conforma mediante las respuestas que una
determinada comunidad establece para tres preguntas esenciales:
¿Qué es el hombre?
¿Qué es el mundo?
¿Qué es Dios/ lo divino?
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Hitos históricos
Para continuar con nuestra reflexión sobre la cultura vamos a remontarnos hacia la edad
Antigua en particular hacia Grecia, cuna de nuestra civilización. Para ello usaremos como
base los textos de la Dra. Azucena A. Fraboschi4, una gran estudiosa y filósofa de la cultura
y del medioevo, quien en su paso por esta vida nos ha dejado interesantes escritos en los
cuales podemos ver el nacimiento y el desarrollo de la cultura a través de la historia de la
educación.
En Grecia
Concepto de areté, que podríamos entender por: a) excelencia, como perfección cualitativa
del cuerpo y del espíritu (perfección del ser); b) virtud, como fuerza, vigor, dinamismo
(perfección del obrar). La areté es un atributo propio de la nobleza, es el valor heroico (o del
héroe) considerado en la íntima unión de la cualidad moral (o sabiduría práctica) y la fuerza
hábil (o la valentía y la destreza). Se presenta como algo bueno, agathós (la perfección como
acabamiento y excelencia) y bello, kalós (la perfección como armonía): la kalokagathía como
la cualidad ideal, digna de ser contemplada y admirada, precisamente porque se trata de algo
bueno y bello.
La areté, encarnada en un ser, hace de éste un tipo ideal o paradigma que, al ser propuesto
para su imitación, tiene un carácter normativo. Porque, en efecto, los griegos saben (el
hombre sabe) que la educación no es posible “sin que se ofrezca al espíritu una imagen del
hombre tal como debe ser (...), mediante la creación de un tipo ideal íntimamente coherente
y claramente determinado”5
A diferentes etapas de la historia de Grecia corresponden diferentes contenidos para el
concepto de areté, y diversos paradigmas o tipos ideales que los encarnen: el héroe, el
soldado, el ciudadano, el sabio...
En la educación homérica el paradigma es el héroe, el noble guerrero, el caballero. En él la
areté funda un sentido agonístico (o de lucha) de la vida: para el caballero, la vida entera es
una incesante lucha en pos de la supremacía entre sus pares, tanto en la guerra cuanto en la
4 Los textos completos podrán encontrarlos aquí,
http://ideasapiens.blogsmedia.com/filosofia.sxx/feducacion/Curso%20_%20historia%20_%20Educacion.html 5 JAEGER, W. Paideia: los ideales de la cultura griega. 20 ed. México: Fondo de Cultura Económica, 1967, p.
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paz, con las armas como con la palabra. Aparecen aquí dos conceptos de gran importancia
para comprender la areté del héroe: son ellos el sentimiento del honor y el amor por la gloria.
La vida del caballero transcurre habitualmente en el campo de batalla, pero también conoce
los días de corte, con su refinamiento y las normas de cortesía que rigen las relaciones entre
los héroes en los actos de gobierno, los banquetes y los juegos, actividades que en tiempos
de paz ocupan sus días. Los jóvenes asisten y tienen su intervención en los sacrificios y en
los banquetes, aprendiendo allí las habilidades propias de los caballeros y las actitudes que
los distinguen, a través de la observación y el ejemplo surgidos de la convivencia. El
sacrificio y la ofrenda de las primicias son la honra tributada a los dioses; el servicio prestado
por los mancebos a los mayores es la honra a los héroes. El aprecio por la familia no se halla
ausente de la corte homérica: los nobles aman y respetan a sus esposas, prodigan cariño y
tiernos cuidados a sus hijos, e incluso consideran como parte de su casa a criados y criadas
que los han asistido desde su niñez, o que les han prestado señalados servicios.
Homero también nos acerca a la vida doméstica del noble, para cuya conducción y aprecio
se requiere una educación que, a la siempre ponderada destreza física, añade virtudes
espirituales y sociales necesarias en ese nuevo mundo. Así hacen su aparición –o, en algunos
casos, pasan a un primer plano– el ingenio o astucia, la prudencia, la justicia, el consejo, la
mesura, el ascetismo, la cortesía, la pericia en el hablar, la hospitalidad como una virtud
social muy importante.
Es así, como podemos leer reiteradamente en la Odisea la celebración de las agorái o
asambleas para distintos actos del gobierno de la comunidad, y en todas ellas se ponen en
juego cualidades de orden espiritual que signarán el carácter griego: el bien decir, la claridad
del discernimiento, el juicio prudente, la sagacidad necesaria, la actitud mesurada, los
sentimientos dignos, la noble cortesía. Al valor y a la destreza física se han sumado, el juicio
prudente y la habilidad oratoria.
También aparece en los poemas homéricos, la consideración del trabajo: la nobleza se ha
afincado en propiedades que hay que cuidar y hacer prosperar, y ello supone conocimientos
prácticos, aun para la sola dirección de los trabajos. Odiseo, su padre Laertes, Eurímaco –
uno de los pretendientes–, se refieren en más de una oportunidad a sus habilidades en diversas
tareas laborales. En cuanto a la mujer, se presenta como señora de la casa, de conducta
intachable, dotada de ingenio y de prudente consejo, sentido de la cortesía (en el ejercicio de
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la hospitalidad), don de gobierno y capacidad de mando: son las notas de la areté propia del
noble, realizadas por la mujer noble, de las que son ejemplo Penélope, Helena, Areté y otras.
Siglo de Pericles
En este nuevo tiempo de la Grecia antigua, estamos ante una nueva areté, diferente de lo que
había sido la areté en el mundo homérico: la excelencia que el hombre ahora debe realizar es
una nueva excelencia: la justicia, encarnada por un nuevo tipo de hombre: el ciudadano
perfecto.
Prevalece en este ámbito el viejo ideal de lo bello y lo bueno, digno de ser admirado e
imitado: el modelo, el paradigma. En este ideal perviven elementos de la antigua concepción
homérica, pero el tiempo no ha transcurrido en vano, y el contexto da otro contenido a los
mismos términos.
Así, bello sigue haciendo referencia a la belleza física, más en ella no se destaca tanto la
fuerza sino la armonía, la proporción, que no excluyen el vigor físico tan apreciado en las
competencias deportivas, pero que privilegian el equilibrio y hacen del cuerpo algo digno de
contemplación.
No olvidemos que en este siglo V la escultura, que tiene como tema preferido al hombre,
alcanza una perfección hasta hoy inigualada.
En cuanto a lo bueno, se trata de la moralidad de la conducta con sus tradicionales
implicancias sociales y mundanas, pero también aquí la bondad ahora está dada por la
armonía, el equilibrio, la mesura: el criterio prevalente es estético, aunque el cultivo del
intelecto ya se hace presente y se ve como importante, pues la sabiduría es quien da la medida
o término medio entre los extremos de las pasiones (por exceso o por defecto), haciendo
posible el equilibrio de la persona y la armonía en su conducta. También es oportuno
recordar, en este contexto, la aparición, la extraordinaria vigencia y la acción educativa de
las obras de teatro de Esquilo, Sófocles y Eurípides: una presentación estética del hombre y
de sus pasiones, ponderando como propuesta la mesura de las mismas, para el equilibrio y la
armonía del hombre y su obrar. El ciudadano perfecto supone un espíritu cultivado en un
cuerpo desarrollado.
Roma y la Humanitas
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El estudio de Marco Tulio Cicerón (106-43 a.c.) es insoslayable cuando de la historia de
cultura occidental y su filosofía se trata, porque presentó un ideal de vida y de orador,
representado en el concepto de la humanitas, que a su juicio expresaba al romano. Humanitas
aparece entonces como sinónimo de cultura, el cultivo del espíritu como el valor humano por
excelencia, aquello que hace que un hombre sea plenamente tal, y ése es el fin de la
educación. Para Cicerón, la encarnación de la humanitas, su tipo ideal, es la figura del orador,
al que define así: Será digno de tan ilustre nombre quien hable sobre cualquier asunto que
deba desarrollar, y lo haga con prudencia, orden, ornato, con buena memoria y cierta dignidad
en la acción.6
En el orador debe requerirse la agudeza de los dialécticos, el pensamiento del filósofo, las
palabras de los poetas, la memoria de los jurisconsultos, la voz de los trágicos y hasta el gesto
de los más grandes actores.
Sin embargo Cicerón no se queda en la apariencia, al contrario, encarece el estudio de la
historia y de los grandes hombres del pasado, como también de las leyes y el derecho, y el
de la filosofía, sin ignorar, por supuesto, la literatura: "Nadie podrá ser un orador perfecto si
no posee el conocimiento de todas las grandes cosas y de las artes. Pues desde el
conocimiento de las cosas es que debe florecer y abundar el discurso; si no está sustentado
por lo que el orador ha visto y conocido, acaba siendo una locuacidad vana y casi pueril"7
Sobre la memoria, si bien reconoce que se trata de una aptitud natural, es categórico a la hora
de ponderar la necesidad de una ejercitación adecuada, tanto para aquél que la posee en alto
grado como para quien la tiene escasa; ambos necesitan trabajarla para un uso fructífero:
“Gracias a ella puedes retener lo que has estudiado al aceptar una causa, lo que tú mismo has
reflexionado; tener fijas en la mente todas las opiniones, el bagaje de las palabras bien
distribuidas; escuchar de tal manera a quien te instruye, o a quien luego debes responder, que
hasta parezca no que han hablado a tus oídos, sino que han escrito lo dicho en tu mente. Así,
sólo quienes tienen buena memoria saben qué han de decir, en qué medida y con qué palabras;
qué es lo que han refutado ya y qué falta aún…8
6 De oratore I, XV, 64. En: Stramiello de Bocchio, Clara I. Cicerón: la formación del orador. Buenos Aires:
Universidad Católica Argentina, Facultad de Filosofía y Letras, s/f., p. 13. 7 Ibíd., I, V, 20. En: Stramiello, ob. cit., p. 15
8 En: Stramiello, ob. cit., p. 23-24.
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El Arte
Concepto
Arte es una actividad intelectual cuya acción consiste en imprimir una idea en una materia
Por arte se entiende cierta virtud o habilidad para producir algo. Es un hábito y como tal nos
posibilita el obrar fácil, pronta y deleitablemente. Reside en nuestra inteligencia, pero no en
cuanto ésta considera la verdad para contemplarla (que es lo que llamamos entendimiento
especulativo) sino en cuanto se dirige al obrar, a la acción (entendimiento práctico). Se
ordena, por tanto, a la producción de algo.
Su función es imprimir en la materia la idea que el artífice tiene en su espíritu. La materia
difiere de acuerdo a la rama artística que la emplee: será el mármol, la piedra, el bronce, en
la escultura; las letras, en la poesía; el color y la figura, en la pintura; los sonidos y el ritmo,
en la música.
El efecto propio y formal del arte es la Belleza.
Belleza
“Hombre afortunado aquél a quien le es dado contemplar la ciencia de lo bello”, escribe
Platón en sus diálogos
“Las principales formas de la belleza son el orden, la simetría y la precisión…” Aristóteles
Los elementos constitutivos de Belleza son:
1. Integridad
2. Proporción y armonía
3. Claridad
Así, el artista traduce en su arte, su acervo espiritual y cada obra artística representa su
proyecto-idea con mayor o menor perfección y belleza, según sea la cualidad profesional del
artista.
Por ejemplo, cuando decimos que el artista ha elegido pintar una imagen al óleo, su proyecto-
idea incluye tal materia o bien tiene una ordenación intencional a tal medio de expresión. En
este proceso generativo, el artífice ha tenido en cuenta las características propias de dicha
materia. De esto se desprende que el artista debe poseer no solo el claro conocimiento de su
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proyecto-idea sino que también debe considerar todo lo que implica su realización concreta,
es decir tanto las características propias de medio de expresión elegido, como la faz técnica
de la realización y su misma habilidad para ejecutarlo.
Dada la intencional confusión del significado de las palabas, que reina en estos tiempos que
vivimos, es necesario advertir tres comunes errores:
1º confundir lo bello con lo agradable
2º erigir el gusto en criterio de apreciación de la belleza
3º desvirtuar la naturaleza del arte
Integración: Cultura, formación de la afectividad y belleza
Un elemento de mucha importancia en la educación de los afectos es el cultivo estético.
La belleza es un instrumento que armoniza la personalidad. Muchos de los problemas que
afectan la sensibilidad (por ejemplo, las ideas depresivas, la tristeza desgastante, la rigidez
moral, etc.), provienen de un cultivo descuidado
—o de la total ausencia— del sentido estético. Escribía Alberto Hurtado: “El mal gusto tendrá
consecuencias fatales…”
La formación estética es necesaria no sólo por motivos práctico - profesionales: una cierta
inteligencia del arte, de los estilos, sino porque la requiere la formación total. A lo bello le
corresponde un puesto tan esencial como a lo bueno y a lo verdadero. El mundo de los
valores es indisoluble: en la persona se juntan simultáneamente los valores éticos, metafísicos
y estéticos. En la idea de la perfección, lo verdadero debe ser bueno y bello. La santidad es
la perfección total: lo verdadero, bello, bueno en uno. Un santo hace al mundo más rico, más
bello, más bueno. El cultivo del arte nos llevará, pues, a Dios. Toda verdadera experiencia
estética es un peldaño para el mismo Dios. Ésta es la actitud del humanismo cristiano, abierto
a todos los valores, porque son vestigios de Dios en la creación.
Esta formación nos permitirá también el contacto espiritual con los hombres de ‘tipo
estético’, que sólo a través de lo bello hallan lo bueno y verdadero”.
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Todo lo que es bello, noble, armonioso, por el sólo hecho de serlo, educa. Por lo tanto que el
hogar y la escuela, aunque sean pobres, sean bellos, sean hechos con gusto; que el mobiliario,
los cuadros, los jardines, que todo refleje algo de belleza.
El alma plástica del niño y del adolescente se va modelando al contacto de lo bello. Lo bello
es bello porque es armónico. Y la armonía es el fundamento de un orden moral, la armonía
que se manifiesta en el respeto de todas las relaciones esenciales de la naturaleza”
El sentimiento estético es un puente entre el plano intelectual, del que procede
propiamente la percepción estética (que es captación de la armonía, de la proporción y de la
forma) y el plano emotivo, en el que se produce la “resonancia” esencial de la captación
estética. Quae visa placent, las cosas que, vistas, agradan, define Santo Tomás a las cosas
bellas. La “visión” no es aquí la puramente sensible sino la que, supuesto el puente sensible,
capta la forma estética —proporción, armonía, etc., — encarnada en la realidad bella. El
“placer” o “agrado”, que se deriva es el sentimiento “mixto” (mezcla de emotividad y
espiritualidad) que se deriva de la captación de lo bello.
De este modo, la belleza es un instrumento de educación de los afectos, suscitando
sentimientos nobles (y, a la postre, haciéndolos habituales). No puede reducirse toda la
educación a belleza (hay también un riesgo de hipertrofia de esteticismo, cuando se descuidan
los valores intelectuales o morales o se altera la jerarquía) pero cumple una función
indiscutible.
El cultivo del gusto por lo bello se logra a través de la familiaridad con el arte auténtico: la
pintura, la escultura, la arquitectura, la música, la literatura en general y la poesía en
particular, el arte escénico, etc. No se trata tan sólo del agrado, sino de un trabajo de
interiorización con la obra bella y de entendimiento de la misma. Y no sólo con la obra sino
con los grandes artistas, intentando alcanzar una participación en su mirada artística (su
comprensión estética). Este trabajo aporta connaturalidad con la proporción, el equilibrio, la
armonía, el orden, la jerarquía, etc., conceptos que son claves para conseguir el equilibrio
emotivo (o recuperarlo si se ha perdido).
Educar en la apreciación de la belleza implica enseñar a entender, encuadrar, apreciar,
interpretar, dejarse inspirar, en cierto modo reproducir o imitar, saber escuchar o contemplar,
y hacer silencio para recibir el mensaje artístico. Todo esto ordena la función activa de la
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imaginación y, a través de ella, los afectos.
Permanencia y cambio en la cultura
En medio de tantas cosas que cambian, lo que no cambia es el hombre, en su naturaleza y su
constitución esencial son permanentes.
Todo se resume en esto.
Los progresos realizados en genética, investigación médica, bioquímica, psicología y demás
ciencias que tienen por objeto al hombre, van alcanzando un conocimiento más profundo de
su esencia.
El gran desafío de nuestra educación es acercarnos a lo que no cambia jamás y no en
adaptarnos a lo que siempre cambia.
La verdadera cultura, señala Thibon9, es la que ofrece modelos que en razón de su misma
trascendencia y a la imposibilidad en que nos encontramos de reproducirlos en su perfección
absoluta, nos permiten una diversidad infinita en la imitación. Las obras del genio y de la
santidad son variaciones creadoras en torno a un tema eterno, y todos los grandes hombres
han hecho algo nuevo sin buscar la novedad como tal.
Los genios y los santos han sido originales en la medida en que han hecho coincidir lo inédito
de la hora que pasa con la permanencia de la esencia original.
La fidelidad a los valores permanentes nos suministra el filtro gracias al cual podemos
discernir el elemento positivo y el elemento negativo en la moda de ayer como en la moda
de hoy, y conservar lo uno rechazando lo otro. Porque el criterio está en la naturaleza de las
cosas y no en su posición en la historia.
9 Thibon, Gustave en Los valores permanentes de la cultura.
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La revolución cultural Y
El hombre moderno
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REVOLUCIÓN CULTURAL Y EL HOMBRE MODERNO
La etimología del término moderno "cultura" tiene un origen clásico. En varias lenguas
europeas, la palabra "cultura" está basada en el término latino utilizado por Cicerón, en su
Tusculanae Disputationes, quien escribió acerca de una cultivación del alma o "cultura
animi", utilizando una metáfora agrícola para describir el desarrollo de un alma filosófica,
que fue comprendida teleológicamente como uno de los ideales más altos posibles para el
desarrollo humano.
Así, cultura, que proviene del latín cultus, hace referencia al cultivo del espíritu humano
y de las facultades intelectuales del hombre y se refiere a la persona humaen cuanto ha
actualizado su potencialidad de perfección (hombre culto) que tiene razón de fin. Los
conceptos de trabajo, técnica y arte (medios) se refieren a actividades humanas específicas
mediante las cuales la persona deviene acabada-plena-perfecta o culta. Tiene por tanto, doble
vertiente: una descriptiva y otra axiológica. Cultura es aquello a través de lo cual el hombre
se hace mejor “hombre”.
Enrique Rojas, médico español, psiquiatra contemporáneo a nosotros, hace una suerte de
“denuncia” de las características de nuestro tiempo, y señala que se trata de una vida sin
valores. Al explicar la razón del título del libro, el hombre light, dice que al igual que muchos
productos actuales – café sin cafeína, dulces sin azúcares, alimentos sin calorías, etc.- nos
encontramos con un hombre sin sustancia.
El perfil psicológico de este hombre fin de siglo, dice él – principio de milenio podríamos
decir nosotros -, es el de “un hombre relativamente bien informado, pero con escasa
educación humana, muy entregado al pragmatismo, por una parte, y a bastantes tópicos, por
otra. Todo le interesa, pero a nivel superficial; no es capaz de hacer la síntesis de aquello que
percibe, y, en consecuencia, se ha ido convirtiendo en un sujeto trivial, ligero, frívolo, que lo
acepta todo, pero que carece de unos criterios sólidos en su conducta. Todo se torna en él
etéreo, leve, volátil, banal,…sin ideas claras,… superficial, indiferente, egocéntrico y egoísta,
en el que anida un gran vacío moral”
También describe aspectos de la realidad que son la causa del estado de este hombre que
define como light, como la tetralogía nihilista: hedonismo - pasarlo bien a costa de lo que sea
es el nuevo código de comportamiento, lo que apunta hacia la muerte de los ideales, el vacío
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de sentido y la búsqueda de una serie de sensaciones cada vez más nuevas y excitantes-;
consumismo - que representa la fórmula postmoderna de la libertad -; permisividad – que
arrasa los mejores propósitos e ideales-; y relativismo - con reglas presididas por la
subjetividad. Los cuatro enhebrados por el Materialismo, individuos con reconocimiento
social por el único hecho de ganar mucho dinero. Completa el panorama social con la idea
de estar sumergidos en una revolución sin finalidad y sin programa, en la cual la ética
permisiva sustituye a la moral, engendrando un desconcierto generalizado.
ANTONIO GRAMSCI. Su pensamiento. Postulados.
Antonio Gramsci fue un marxista italiano, que nació en Cerdeña a fines del S. XIX. Ferviente
seguidor de las ideas de Marx y más inteligente que él, dedicó su vida a analizar el camino y
la estrategia que debería seguir el comunismo para instalarse en la Europa Occidental y en
los países latinos de América.
Vivió algunos años de su juventud en Rusia en donde trabajó con el Partido, como asesor
para la expansión del Comunismo en Europa. Conoció a Lenin cuando ya estaba por morir y
después se fue a vivir a Italia, en donde fue uno de los primeros miembros del Partido
Comunista italiano y fue director de un periódico, l’Ordine Nuovo, en el que escribía
semanalmente artículos de opinión.
Siendo aún muy joven, a los 35 años, fue apresado y encarcelado por sus ideas y actividades
revolucionarias. En la cárcel pidió que le dieran cuadernos y lápices y ahí fue donde escribió
sus ideas estratégicas… en forma de artículos cortos, reflexiones breves, comentarios sueltos,
inconexos entre sí y que trataban de los temas más variados. A los cuatro años de estar
encarcelado, cumpliendo escasamente la quinta parte de su condena, enfermó de tuberculosis
y fue trasladado a una clínica, en donde murió en 1937, en calidad de detenido. En esos años,
llenó cincuenta cuadernos… con artículos y cartas… que posteriormente, sus seguidores,
compilaron en dos obras que se llaman respectivamente Los cuadernos de la cárcel y Las
cartas desde la cárcel.
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Gramsci y La Revolución Cultural Marxista
Gramsci veía que sería imposible instaurar el comunismo en los países latinos y occidentales
siguiendo la misma estrategia que Lenin había seguido en Rusia, debido a que el pueblo en
estos lugares tenía tan fuertemente arraigadas sus creencias, costumbres y tradiciones, que
no aceptarían jamás las ideas del materialismo dialéctico por la vía de la fuerza militar y del
Estado.
De nada serviría tomar el poder del Estado y la Educación por la fuerza, si el pueblo no
colaboraba después con él, para el adoctrinamiento en el pensamiento materialista.
Para lograr los objetivos comunistas en los países latinos, habría que acabar primero con esas
creencias, costumbres y tradiciones del pueblo. Por supuesto, para esto, sus dos obstáculos
más importantes, los enemigos a vencer y destruir antes que nada, eran la Iglesia católica y
la familia cristiana, pues de estas dos realidades se desprendía “eso” que le estorbaba a su
plan.
La estrategia que propone Gramsci es inversa a la de Lenin. Lenin se adueñó primero del
poder, después de la superestructura (educación, economía, política, etcétera) y desde allí
adoctrinó en el pensamiento materialista la mente del pueblo débil.
Gramsci propone, para los latinos, un camino mucho más largo, pero que considera necesario
para que el comunismo llegue a tener éxito en esos lugares. Propone adueñarse primero de la
mente del pueblo, utilizando la capilaridad y la superestructura y una vez realizado esto,
tomar el gobierno, cuando ya el pueblo esté preparado.
Su receta es: “hay que primero adueñarnos del mundo de las ideas para que las nuestras,
lleguen a ser las ideas del mundo”
Primer paso: acabar con las creencias, tradiciones y costumbres que hablen de la
trascendencia del hombre.
Táctica I: Sembrar la duda. Ridiculizar todas las creencias y tradiciones, siguiendo el estilo
de Voltaire, con mensajes cortos y accesibles y por todos los medios, haciéndolas aparecer
como algo tonto, ridículo, pasado de moda. De este modo, haremos dudar a los creyentes de
sus convicciones más íntimas o, por lo menos, los haremos sentirse avergonzados de ellas.
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Táctica II: Sobre la duda, sembrar nuevas ideas. No hablar de materialismo, pues los
creyentes conocen el término y se pondrán en guardia, además de que la materia tiene un
gran valor para el cristiano (cuerpo, sacramentos, etc). Hay que hablar de inmanencia, lo
opuesto a la trascendencia y hacerle saber al mundo que eso, el hombre inmanente, el que
piensa y vive sólo para el aquí y para el ahora, es lo moderno, lo actual.
Táctica III: Silenciar, a través de la calumnia, la crítica abierta, la burla, la ridiculización y el
desprecio social a todo el que se atreva a defender las ideas de un más allá o de una vida
trascendente.
Segundo paso: Crear una nueva cultura en donde la trascendencia no halle lugar alguno.
Táctica I: Infiltrarnos en la super estructura. Meternos en la Iglesia y en las instituciones
educativas para reforzar desde ahí las ideas de lo que es moderno y actual (lo inmanente) y
de lo que está pasado de moda y es ridículo (lo trascendente). Erradicar de los programas
educativos todo lo que hable de tradiciones familiares, de virtud y de una vida eterna.
Táctica II. Conseguir, por cualquier medio (incluidos el soborno y el chantaje) a personajes
disidentes que sean famosos dentro de la super estructura, para que sean ellos mismos los
que ridiculicen sus propias Instituciones y difundan así nuestras ideas. El mundo católico ya
no sabrá qué creer, si logramos que algunos curas y obispos famosos difundan nuestras ideas
desde dentro de la Iglesia y en las escuelas. Del mismo modo, no importa cuál sea, habrá que
conseguir artistas, pensadores, periodistas y escritores que ridiculicen la fe, las tradiciones y
a todo aquél que se atreva a defenderlas.
Tercer paso: Adueñarnos, ahora sí, de la sociedad política, que influirá coercitivamente, a
través de las leyes y normas, sobre esa sociedad civil que ya piensa como nosotros o ya no
sabe ni qué piensa o, por lo menos, le da miedo decir lo que piensa.
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Cuarto paso: Tomar el gobierno y cerrar el plan. Lograremos así la dictadura del pueblo, pues
el pueblo pensará como nosotros y apoyará todas nuestras iniciativas como si fueran propias.
Esto es, a grandes rasgos, la estrategia de Gramsci, que seguramente algunos podrán
reconocer que se está llevando a cabo, paso a paso, en el mundo latino actual.
LOS DESAFÍOS CULTURALES ANTE UNA SOCIEDAD QUE OLVIDA LA
DIMENSIÓN ESPIRITUAL DE LAS PERSONAS
En nuestra época llamada contemporánea está renaciendo el antiguo paganismo en el que
vivían las tribus nativas en estado salvaje. Paganismo que no es la negación de Dios, sino la
ignorancia o indiferencia frente a su existencia. En el desconocimiento de Dios, el hombre
pierde el sentido de sí mismo. Por eso, en un ambiente pagano se dan desórdenes morales,
culturales y sociales. Crece el suicidio, los conflictos sociales y la desvalorización de la vida.
Modernamente se habla de un gran cambio cultural. Fue el paso de una cultura agraria a otra
urbano-industrial. En la primera, los hombres estaban más vinculados con la naturaleza y, a
través de ella podían descubrir la presencia de Dios. En la segunda, el hombre desarrolla sus
propias posibilidades de dominio de la naturaleza y de progreso a través del conocimiento
científico técnico, y se siente más vinculado consigo mismo.
A este desarrollo de la autonomía humana se ha atribuido la pérdida de la conciencia religiosa
del hombre actual. El hombre y su civilización ya no necesitan de la ayuda de Dios; pueden
prescindir de él. El “Dios ha muerto” de Nietzsche, parece ser real para la civilización
llamada posmoderna o contemporánea. Este proceso de negación de Dios, se hace ignorancia
y genera una actitud de indiferencia religiosa. Es este un estado lamentable, ya que todos los
avances científicos y tecnológicos de la época, deberían ayudarnos a vivir una vida más
integra, más digna, más elevada y en síntesis, más “humana”.
Actualmente existe en cambio un neopaganismo secularista, que tiene como característica
la ausencia del sentimiento y la conciencia religiosa. Dios no es considerado necesario para
vivir. Esto se transforma en una cultura y una civilización al margen del proyecto creador de
Dios en la historia humana. La ideología que más ha contribuido a la gestación de este tipo
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de paganismo es el liberalismo relativista que desemboca en un proyecto materialista de la
vida, y que hoy se ve globalizado a través de los medios de comunicación masiva.
En segundo lugar, además de las características propias de este neopaganismo, es
necesario tener en cuenta el gran peso que tiene la cultura sobre la persona humana y sus
opciones. Los hombres tendemos a tomar como propios los valores y también los
"antivalores" de la cultura que nos rodea. De este modo se hace más sencillo seguir las
opciones que cuentan con el respaldo de nuestro entorno. Es clásico el valor que se le da a la
expresión: "Es lo que está de moda", o "Es lo que todos hacen".
El que contradice la cultura corre el riesgo de ser segregado de su grupo social o de ser
considerado raro. Es cierto que aún hay quienes logran contradecir de manera sistemática,
algún aspecto cultural y se convierten en innovadores o renovadores y aceptados en sus
peculiaridades culturales, sociales o religiosas, pero son cada vez menos.
Por ello, la cultura actual le plantea al joven creyente el desafío de vivir en una actitud
crítica, discerniendo qué es lo positivo y lo negativo de ella. Es todo un desafío para valientes,
aprender a no identificarse con los antivalores y situaciones de alienación que lo masifican,
saber distinguirse y contradecir sabiamente a la cultura presente en la vida personal y en la
convivencia social.
Si el creyente no aprende a diferenciarse de la cultura que lo rodea, termina asimilándose a
ella. Es un modo de volver a una cultura pagana, lo cual resulta un anacronismo. En cambio,
a través de una opción personal por nuestra fe, podemos aportar valores a la cultura local,
con un estilo de vida que busque conocer y desarrollar el plan del Creador para los hombres.
Esto supone también trabajar por una cultura personalizadora desde la familia, la educación
y los medios de comunicación, una cultura que ayude a la madurez de las personas y del
conjunto social, ya que no basta con que una cultura sea religiosa para que ayude a crecer a
la persona. Puede haber mucha rigidez o relativismo escondidos detrás de sentimientos
religiosos. De hecho, algunas manifestaciones de religiosidad conviven con desórdenes como
el alcoholismo o hechos de violencia familiar.
Por eso, una nueva evangelización supone trabajar por una sana civilización humana. Parte
de esta reparación es entonces reconciliar a la cultura y a la civilización del hombre con el
Creador, mediante una vida cultivada a través de los valores del Evangelio. Se trata de lograr
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una síntesis entre la naturaleza y la gracia, porque la gracia no destruye la naturaleza, por el
contrario, la supone y la eleva.
Pablo Ruiz Picasso
Boixadós, Alberto; CARTAS DE VIAJE. ACERCA DE LA REALIDAD
IBEROAMERICANA. Editorial Areté. Buenos Aires, 1968.
Texto íntegro de unas declaracione, hechas a la revista de L 'Association Populaire des Amis
des Musées, "Le Musée Vivant", n° 17 18, del año 1963.
Dice así Pablo Ruiz Picasso:
"Cuando yo era joven, igual que todos los jóvenes, tuve la religión del arte, del gran arte;
pero con el correr de los años me he dado cuenta que el arte, tal y como se lo concebía hasta
el final de 1800, está ya acabado, moribundo, condenado, y que la pretendida actividad
artística, con todo su florecimiento, no es más que la manifestación multiforme de su agonía.
Los hombres se apartan, se desinteresan cada vez más de la pintura, de la escultura, de la
poesía; aparte de las apariencias contrarias, los hombres de hoy tienen puesto su corazón en
otra cosa muy distinta: las máquinas, los descubrimientos científicos, la riqueza, el dominio
de las fuerzas naturales, y de todos los territorios del mundo. Nosotros ya no sentimos el arte
como una necesidad vital, una necesidad espiritual, como era el caso de los siglos pasados.
"Muchos de entre nosotros siguen siendo artistas y ocupándose del arte por unas razones que
tienen muy poco que ver con el verdadero arte, sino por espíritu de imitación, por nostalgia
de la tradición, por inercia, por el gusto de la ostentación, del lujo, de la curiosidad
intelectual, por moda o por cálculo. Viven todavía por costumbre y por «snobismo», en un
reciente pasado, pero la gran mayoría de ellos, en todos los medios, no tienen ya una pasión
sincera por el arte, al cual consideran, todo lo más, como una diversión, un ocio y ornamento.
"Las nuevas generaciones, amantes de la mecánica y del deporte, más sinceras, más cínicas
y brutales, irán dejando el arte, poco a poco, relegado a los museos y a las bibliotecas, como
una incomprensible e inútil reliquia del pasado. En el momento en que el arte ya no es
alimento de los mejores, el artista puede exteriorizar su talento en toda clase de tentativas de
nuevas fórmulas, en todos los caprichos y fantasías, en todos los expedientes de la
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charlatanería intelectual. El pueblo ya no busca ni consuelo ni exaltación en las artes. Y los
refinados, los ricos, los ociosos, los destiladores de quintaesencias buscan lo nuevo, lo
extraordinario, lo original, lo extravagante, lo escandaloso. Por mi parte, desde el «cubismo»
y más lejos aún, he contentado a esos señores y a esos críticos con las múltiples
extravagancias que me han venido a la cabeza, y cuanto menos las han comprendido, más
las han admirado. A fuerza de divertirme con todos esos juegos, con todas esas paparruchas,
esos rompecabezas, acertijos y arabescos, me hice célebre rápidamente. Y la celebridad
significa para un pintor: ventas, ganancias, fortuna, riqueza.
En la actualidad, como sabéis, soy célebre y muy rico. Pero cuando estoy a solas conmigo
mismo, no tengo el valor de considerarme artista en el sentido grande y antiguo de la palabra.
Ha habido grandes pintores como Giotto, Ticiano, Rembrandt y Goya. Yo no soy más que
un bufón público que ha comprendido su tiempo. La mía es una amarga confesión, más
dolorosa de lo que pueda aparecer, pero que tiene el mérito de ser sincera".
Confesión de un hombre que tenía visión clara, y conciencia de lo que es el arte y su misión
profunda. Confesión que lleva implícita una de las tragedias más tremendas que tocan a los
hombres: ceder a la tentación de subordinar el arte a la gloria o éxito mundano y a la política
de barricada.
Pero Picasso, como lo manifiesta, tenía conciencia de que el arte, el gran arte ha existido y
podría existir.
María Elena Havelka
Educación Artística 5º año
Colegio Santa María – UCC