De Moribus: La Tradición
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De Moribus – La tradición
Pablo Ferro 2008 21813
Nacer, alimentarse, reproducirse y morir; cada una de estas palabras parecen ser inútiles a
la hora de nombrar el propósito último del hombre. Pero ¿Cuál es el propósito del
hombre?
Cuando algún erudito intentó formular alguna ecuación que intentara justificar nuestra
existencia en el cosmos, éste buscó algún factor generalizador para todos los seres
humanos que hubieran existido hasta ese momento. Al consultarla historia de las
civilizaciones, aquel erudito se sorprendió con una sola característica común a todos los
pueblos; ya fueran poderosos imperios que abarcaban continentes o simples
comunidades bárbaras: el afán por perpetuarse y de prolongar nuestras vidas.
Al momento de nacer, a cada individuo le es dada una gran responsabilidad cuya
extensión sobrepasa los vínculos familiares y tiene un tamaño proporcional a la cantidad
de individuos que la comparten. Así de importante es el papel la tradición en el seno de
nuestra existencia ya que sin ella, toda la capacidad cognitiva del hombre se desviaría del
único propósito humano que es el de perpetuarse. La tradición es aquel componente
social esencial que nos hace humanos: aquel saber acumulado que nos permite responder
a la pregunta del erudito.
Como todos sabemos, el tiempo biológico de un individuo es efímero en comparación al
tamaño de la responsabilidad que nos es dada; así que las generaciones se vuelven en el
único medio constante e inagotable para cumplirla. Pero ¿Qué es capaz de hacer una
generación?
Este problema de temporalidad labró el terreno para diversas formas de transmisión entre
generaciones, las cuales, entre la tradición oral, la escrita y la palabra hablada se
conformó la Arquitectura. Cabe decir que esta forma de tradición sólo pudo darse una vez
que la gente se sedentarizó, y, ya establecida, tuvo la oportunidad de desechar el
concepto de una construcción como refugio y volcarse a la construcción cómo la manera
más simbólica de monumentalizar sus ritos.
Ya sea la actividad religiosa, el cultivo o la guerra, cada uno de estos modos de vida dentro
de un grupo social, se establecen como indicadores culturales distintivos de cada
civilización, es decir, reconocemos nuestra pertenencia a un grupo social por los ritos que
realizamos. En este contexto la Arquitectura es uno de los primeros referentes
tradicionales a la hora de definir un grupo social.
Es necesario entonces mostrar a la Arquitectura como el escalón esencial que divide a la
humanidad entre una raza animal y una agrupación social que ha trascendido las fronteras
de la naturaleza para intentar llevar su existencia a la eternidad. Hay que mostrar que
componentes hacen que una arquitectura sea tradicional.
Antes de describir la manera en la que se da el proceso cultural llamado tradición es
necesario crear una definición consensuada del término. Ya sea un proceso mental,
empírico en la mente de muchos o un conjunto de aprendizajes provocados por
experiencias generacionales, la tradición se toma en ambos como un proceso gradual cuyo
fin es generar una consciencia sobre el universo.
Éste escrito no se beneficia de una definición estoica de la tradición ya que en este
razonamiento se describe al proceso ético de aprendizaje como algo que se puede llevar a
cabo con un razonamiento hipotético. La tradición, según los estoicos considera que el
saber es perfecto y su proceso de aprendizaje no conlleva errores y desaciertos lo que no
concuerda con el método de transmisión de saberes en la tradición cultural.
Para éste escrito resulta beneficioso considerar el modelo de tradición planteado en el
Epicureísmo: se plantea aquel aprendizaje gradual como un ejercicio intelectual en dónde
el fin último del intelecto es eliminar todas las dudas sobre el universo y por lo tanto todos
los temores relacionados a la ignorancia. Para éste sistema de ideas se considera que el
saber, como el universo, es interminable y que el objetivo de la tradición no es acaparar
ésta masa interminable sino el de buscar la felicidad dentro del proceso de aprendizaje.
Según ésta afirmación, la tradición es capaz de transformar al hombre casi en un dios: se
convierte en una entidad que en toda su imperfección es eterna. Una vez establecida la
definición de tradición se puede pasar a ver su aplicación histórica.
Las primeras culturas capaces de crear Arquitectura para durar, son aquellas que
adquieren conciencia de su capacidad de memoria colectiva. Esta capacidad colectiva
conlleva un ansia generacional por aportarle algo a aquella memoria. La muerte es el
primer límite a cruzar si se quiere dejar una huella para las generaciones futuras y no es de
extrañar que en primera instancia se recurra la Arquitectura sepulcral o mortuoria.
De hecho, si buscamos en la historia, aquellos grupos sociales que lograron dejar su
huella para la posteridad lo hicieron a través de su Arquitectura sepulcral y esta comenzó
con el simple hecho de cubrir con un lecho de piedras el lugar de descanso del difunto. La
tradición sobre la vida eterna surge en ese preciso momento cuando la gente se comienza
a preocupar por el bienestar de su espíritu en el más allá.
Independientemente de la cultura o las creencias religiosas, la Arquitectura se convierte
desde la antigüedad en el recinto de algo mucho más importante que la gente; como si las
construcciones fueran las únicas capaces de albergar ese espíritu que define la identidad
cultural del grupo social. Al cerrar los ojos e imaginarse una civilización, a todos se nos
viene a la mente la imagen de un edificio que contiene todos los rasgos recordables de
aquel grupo social, nos cuenta su historia y nos permite dar un atisbo a su modo de vida.
La Arquitectura que permite reconocer una cultura se puede calificar entonces como
tradicional.
Este planteamiento funciona de modo muy seguro con las primeras Arquitecturas ya que
tenemos la seguridad de que aquellos grupos sociales, artífices de las primeras estructuras
significativas, sólo podían concebir los edificios con un fuerte contenido de tradición. Pero
¿Qué pasa con la Arquitectura moderna? ¿Acaso una construcción moderna permite
dilucidar a una cultura a través de sus paredes?
La nueva Arquitectura plantea un problema serio para este planteamiento sobre la
tradición ya que parece no existir una harmonía de forma o estética entre las
construcciones de un mismo grupo social en nuestros días. Antes de caer en conclusiones
remotas como: La pérdida de la identidad cultural, es necesario volver a ver el concepto
de tradición.
¿Qué es tradición? De nuevo, es aquella responsabilidad del individuo con la sociedad de
conservar y transmitir el saber colectivo que los hace humanos. La tradición es también la
reunión de ritos que permite identificar culturalmente a una civilización.
Vivimos en una civilización globalizada en donde se han perdido los límites espaciales y
temporales que existían entre sociedades antiguas. El surgimiento de una cultura global se
propone como un modelo válido para explicar el problema de la Arquitectura moderna:
cada vez que se observa un nuevo edificio, el componente cultural válido corresponde a la
innovación técnica y formal que conlleva el planteamiento del proyecto.
En este caso, la edificación más moderna que se construya en un contexto específico se
puede considerar como la más tradicional de aquél mismo periodo. Es tradicional ya que
refleja el componente cultural válido del momento que es la innovación en el uso de
materiales o la forma. Gracias a éste planteamiento no sólo la arquitectura moderna se
convierte en tradicional sino que la arquitectura contemporánea lo hace también al
retratar los afanes culturales de ésta época. A fin de cuentas lo que se percibe hoy como
cuestionamiento y reinvención se percibirá en un futuro como una poderosa herramienta
de tradición usada para conservar la identidad cultural del contexto en el que fue gestada.
Antes de poder formularse una posible conclusión al tema es necesario decir que la
tradición corresponde a un constructo social visto en todas las formas de manifestación
artística, incluida la Arquitectura.
Un posible aspecto negativo que puede surgir de éste planteamiento consiste en el peligro
de que una manifestación artística se vea contaminada o disminuida por su fuerte
componente cultural: debido a que las expresiones culturales pueden estar basadas en
sistemas de creencias erróneos, la perpetuación de éstas por medio tradicional también
corre el riesgo de ser invalidada. Por otra parte, la validez o la invalidez de un sistema
cultural no afecta la efectividad de una tradición artística y aunque ésta no consista en un
modelo a seguir, si se consolida como un modelo de referencia del cual generaciones
futuras pueden aprender.
Los planteamientos anteriores nos han permitido ver que la Arquitectura se impone
históricamente como el modelo más tradicional en el que el propósito fundamental es el
de continuar el saber colectivo lo que permite al hombre de trascender su naturaleza de
carne y hueso.
Aunque se haya identificado como Arquitectura tradicional a aquella que nos permite
reconocer diversas culturas antiguas, también se propone a la Arquitectura moderna y
contemporánea como un modelo tradicional en el que también se refleja el espíritu de la
cultura. Al mantener el saber y el espíritu de una raza, la tradición convierte al hombre en
un una entidad inmortal, tan grande como su historia. La historia se escribe con
Arquitectura. La Arquitectura nos convierte en dioses y su componente divino es la
tradición.