De la “restricción externa” de prebisch a la “trampa de liquidez” keynesiana

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De la “restricción externa” de Prebisch a la “trampa de liquidez” keynesiana Marina Dal Poggetto Federico Furiase La nota forma parte del informe mensual de Octubre de 2014 del Estudio Bein Nº 100 “Atravesando el Desierto”. Heterodoxia y Keynesianismo, son dos conceptos frecuentemente citados para explicar el manejo de la economía de los últimos años. Conceptos que, mientras la restricción externa no operó, en gran medida gracias al bajo nivel del cual partía primero y a las condiciones extraordinariamente favorables que deparó el mundo para las economías emergentes más tarde, operaron en forma funcional y consistente con un crecimiento alto y una mejora significativa en las condiciones de vida de los argentinos. Sin embargo, esta situación fue mutando en los últimos años a medida que se agotaron los superávits gemelos y se consumieron los stocks vis a vis una caída fuerte en el endeudamiento de la economía, y desde hace ya varios años seguir aplicando las mismas recetas genera en forma creciente cortocircuitos en la macroeconomía. De aquí la necesidad de volver a releer la teoría para tratar de adaptarla a la coyuntura actual. Los alcances de la política monetaria y fiscal contra-cíclica que John Maynard Keynes recomendaba en la Inglaterra de los años 30s para salir de la “trampa de liquidez” y del equilibrio consistente con el escenario de desempleo involuntario, no son los mismos que los efectos de la política monetaria y fiscal expansiva en una economía local que se enfrenta con el obstáculo estructural de la restricción externa y la inestabilidad de la demanda de dinero. El problema estructural de la restricción externa presenta dos aristas que se retroalimentan entre sí: Desde el lado de la economía real, una estructura productiva local intensiva en insumos y maquinaria y equipo importado, amplifica la restricción externa cada vez que la economía empieza a crecer a tasas altas; situación que caracterizó el stop and go de los 60 y 70 y que en la coyuntura actual fue postergado básicamente por los mejores precios de nuestras exportaciones y por el salto en la productividad que permitieron las nuevas tecnologías en el agro, la minería y ahora los combustibles.

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Heterodoxia y Keynesianismo, son dos conceptos frecuentemente citados para explicar el manejo de la economía de los últimos años. Conceptos que, mientras la restricción externa no operó, en gran medida gracias al bajo nivel del cual partía primero y a las condiciones extraordinariamente favorables que deparó el mundo para las economías emergentes más tarde, operaron en forma funcional y consistente con un crecimiento alto y una mejora significativa en las condiciones de vida de los argentinos.

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De la “restricción externa” de Prebisch a la “trampa de liquidez” keynesiana Marina Dal Poggetto Federico Furiase La nota forma parte del informe mensual de Octubre de 2014 del Estudio Bein Nº 100 “Atravesando el Desierto”.

Heterodoxia y Keynesianismo, son dos conceptos frecuentemente citados para explicar el manejo

de la economía de los últimos años. Conceptos que, mientras la restricción externa no operó, en

gran medida gracias al bajo nivel del cual partía primero y a las condiciones extraordinariamente

favorables que deparó el mundo para las economías emergentes más tarde, operaron en forma

funcional y consistente con un crecimiento alto y una mejora significativa en las condiciones de

vida de los argentinos.

Sin embargo, esta situación fue mutando en los últimos años a medida que se agotaron los

superávits gemelos y se consumieron los stocks vis a vis una caída fuerte en el endeudamiento de la

economía, y desde hace ya varios años seguir aplicando las mismas recetas genera en forma

creciente cortocircuitos en la macroeconomía. De aquí la necesidad de volver a releer la teoría para

tratar de adaptarla a la coyuntura actual.

Los alcances de la política monetaria y fiscal contra-cíclica que John Maynard Keynes

recomendaba en la Inglaterra de los años 30s para salir de la “trampa de liquidez” y del equilibrio

consistente con el escenario de desempleo involuntario, no son los mismos que los efectos de la

política monetaria y fiscal expansiva en una economía local que se enfrenta con el obstáculo

estructural de la restricción externa y la inestabilidad de la demanda de dinero.

El problema estructural de la restricción externa presenta dos aristas que se retroalimentan entre sí:

Desde el lado de la economía real, una estructura productiva local intensiva en insumos y

maquinaria y equipo importado, amplifica la restricción externa cada vez que la economía empieza

a crecer a tasas altas; situación que caracterizó el stop and go de los 60 y 70 y que en la coyuntura

actual fue postergado básicamente por los mejores precios de nuestras exportaciones y por el salto

en la productividad que permitieron las nuevas tecnologías en el agro, la minería y ahora los

combustibles.

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Gráfico Nº 6

Desde el lado del canal financiero, la estabilidad de la demanda de los activos financieros en

moneda local que conecta el ahorro privado con la inversión productiva y establece un ancla

nominal sobre la dinámica inflacionaria depende de la relación entre la tasa de interés en moneda

local y las expectativas de devaluación de los agentes privados.

Bajo un escenario de restricción externa asociado a la escasez de divisas, la presión cambiaria

resultante deriva, o bien, en una corrección de precios vía una devaluación nominal del tipo de

cambio, o bien, en un ajuste de las cantidades importadas, si no se quiere seguir financiando con

reservas internacionales el crecimiento de las importaciones. Pero además, el escenario de escasez

de divisas activa las expectativas de devaluación de los agentes y el “comportamiento defensivo”

asociado a los mecanismos de atesoramiento en moneda extranjera. Dinámica que se intentó

desmontar con la instauración del cepo cambiario en 2012 una vez que la fuga de capitales

amenazaba liquidar las Reservas internacionales.

Es en este contexto que la restricción externa gatilla un “círculo vicioso” donde los mecanismos de

dolarización financiera agudizan la presión cambiaria e instauran un “piso inercial” sobre la

inflación, deteriorando las perspectivas de crecimiento, inversión, empleo e inflación.

En algún punto, este es el escenario de “trampa de liquidez” de la economía local, donde la

restricción externa asociada a la escasez de dólares para financiar el aumento requerido en las

importaciones se extiende a un escenario de debilidad de la demanda de pesos frente a los

Argentina: PBI Per Capita (US$ constantes 2010)

500

3500

6500

9500

12500

15500

18500

21500

24500

500 3500 6500 9500 12500 15500 18500 21500 24500t-1

t

2003

1980s1990s

2000s

2014

1981

1978

1989

2002

19982012

1971

1980

1990

1970s

Fuente: Estudio Bein & Asoc. en base a INDEC, base O. J. Ferreres, FMI y US Bureau of Labor Statistics

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mecanismos de dolarización ad hoc en el contexto de cepo cambiario, derivando en un

equilibrio con brecha cambiaria alta e “inercia inflacionaria”.

El intento de “solución keynesiana” de la política económica

En este contexto de restricción externa operando, el intento de la política económica de amortiguar

la caída derivada del ajuste de las importaciones vía la monetización del gasto público contra-

cíclico no termina conectando plenamente sobre la economía real, a contramano de las políticas

keynesianas contra-cíclicas implementadas para salir del escenario de “trampa de liquidez” de la

Gran Depresión de los Treinta.

En rigor, los efectos reales de la monetización de gasto público terminan siendo en parte

contrarrestados por la presión sobre la brecha cambiaria si el Banco Central no retira el excedente

de pesos convalidando en el margen una tasa de interés que remunera el ahorro en pesos más alta.

Evidentemente, ya sea por el ajuste de la tasa de interés en pesos o por el mayor costo en términos

de una brecha cambiaria creciente, los efectos reales sobre la demanda agregada derivados de la

expansión del gasto público y de la emisión de pesos del Banco Central, se ven limitados en un

contexto donde la mayor presión cambiaria resultante instaura un nuevo “piso nominal” sobre la

dinámica inflacionaria (i.e. “inflación inercial”).

Retomando entonces el concepto de “preferencia por la liquidez” de Keynes, una vez alcanzada la

restricción externa asociada a la escasez de dólares, la “dominancia fiscal” asociada al intento de la

política económica de moderar la corrección del ciclo con emisión de pesos del Banco Central,

gatilla la “preferencia por la liquidez” de los agentes. La novedad en una economía con

restricción externa es que este “atesoramiento” no se da en la moneda local, como sucedía en

la Inglaterra de los años 30 que Keynes analizaba, sino a través de mecanismos de

dolarización ad hoc que terminan impactando sobre la brecha cambiaria, la “inercia

inflacionaria” y las dificultades para revertir la parte baja del ciclo económico.

Una solución keynesiana al contexto de restricción externa

Partiendo de este enfoque dual de restricción externa a nivel de la economía real y de la estabilidad

de la demanda de pesos, es que resulta indispensable readaptar el enfoque de la política keynesiana

anti-cíclica que se pretende implementar desde el lado de la política económica para suavizar la

trayectoria del ciclo.

Frente al peculiar contexto de restricción externa, solvencia alta del sector público y tasas

muy bajas en el mundo, la política óptima pasaría por conectar el canal del crédito

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internacional para moderar la restricción de liquidez asociada a la escasez de divisas y así

reducir el spread de tasas implícito en el costo del financiamiento en dólares (riesgo país). En

este proceso, la conexión del canal del crédito externo permitiría financiar el aumento en las

importaciones que requiere la recuperación del crecimiento económico y del empleo, morigerando

al mismo tiempo la “inercia inflacionaria” derivada de la presión cambiaria mejorando el salario

real y el consumo y acotando la dominancia fiscal asociada a la inconsistencia intertemporal de

emitir pesos para financiar el aumento del gasto público. Finalmente, la entrada de dólares

financieros permitiría anclar las expectativas de devaluación y estabilizar la demanda de pesos,

reactivando un nuevo “círculo virtuoso” consistente con una moderación de la inflación y de las

tasa de interés en pesos en un contexto de ancla cambiaria limitada. Y en un mundo donde la

liquidez permitiría tomar deuda a tasas bajas, sino fuera por la propia restricción crediticia a la cual

se ató la política en los últimos años que llevó a una situación peculiar de solvencia (baja deuda)

con iliquidez (no acceso al crédito).

Claro que esta estrategia sólo debería servir para manejar en el corto plazo la restricción externa

mientras se introducen correcciones que se requieren para aumentar la producción de lo que el

mundo demanda. Es decir, el camino no es aumentar la integración local de todo lo que se

consume, sino fundamentalmente mejorar la situación de los sectores generadores de divisas

que son los que en definitiva van a permitir financiar el aumento en el consumo de los sectores

populares. No avanzar por este camino volvería a recrear tarde o temprano una nueva

restricción.

La inversión como acelerador del crecimiento con desarrollo

Es precisamente el aumento en la competitividad de la economía el que generaría un entorno

apropiado para el financiamiento de la inversión productiva en los sectores que generan “dólares

genuinos” y donde existen las ventajas competitivas para producir los bienes que el Mundo

demanda crecientemente. Y así, de una vez por todas, acotar finalmente la restricción externa

asociada a la necesidad de conseguir dólares para financiar la expansión del ciclo económico y

reducir la fragilidad financiera derivada de la dependencia del endeudamiento externo in eternum,

que en algún momento se torna inconsistente y requiere de una corrección cambiaria y de salarios

brusca para “volver a empezar”.

Sólo de esta manera, las políticas keynesianas anti-cíclicas tendrían un efecto real pleno sobre el

nivel de inversión y el empleo, conectando al mismo tiempo el “puente” con una agenda de

desarrollo concentrada en el aumento de la inversión productiva y el empleo de calidad. Después de

todo, el único factor que hace crecer a una economía que arribó al pleno empleo además del

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crecimiento poblacional es la mejora sistemática en la productividad total de los factores. Hoy la

inversión en la Argentina se ubica en torno al 17% del PBI y si se la quiere llevar a niveles cercanos

al 30% del PBI (a la coreana) para dar el salto al desarrollo, suponiendo un crecimiento del PBI

potencial actual del 3,5%, la inversión tendría que crecer en torno al 12% anual durante los

próximos años y no cualquier inversión sino la orientada a aumentar fuerte la competitividad y la

producción de la economía en sectores generadores de divisas.

Gráfico Nº 7

El enfoque keynesiano de la “trampa de liquidez”

A diferencia de la concepción neoclásica, donde la flexibilidad de los precios y los salarios hacían

la corrección automática para activar la demanda de trabajo y restablecer el equilibrio de pleno

empleo, en el modelo keynesiano, la economía puede alejarse indefinidamente del equilibrio

consistente con el pleno empleo de los recursos económicos. En rigor, el problema de una economía

monetaria es la preferencia por la liquidez de los agentes. A diferencia de la concepción

neoclásicos, en la teoría de Keynes, el ahorro puede alocarse en bonos para luego financiar

inversión productiva, o bien se puede atesorar en dinero (i.e. preferencia por la liquidez), y de esta

manera desviar los recursos generados en el proceso productivo del circuito ahorro / inversión. Si

esta situación se extiende en el tiempo y las expectativas no cambian, la economía podría alejarse

indefinidamente del equilibrio de pleno empleo y entrar en un escenario de “trampa de liquidez” en

donde la baja de la tasa de interés no es suficiente para reestablecer el equilibro ahorro / inversión

consistente con el pleno empleo de los recursos.

Desde el lado de la economía real, el modelo keynesiano supone que el consumo es una función del

ingreso disponible y que los agentes consumen una proporción constante (y menor a uno) del flujo

Mundo: Inversión y Crecimiento Promedio (1991-2013)

10.2

5.1 5.22.5 2.9 3.6

41.8

31.4

23.921.2

18.0 16.6

02468

1012141618202224262830323436384042

China Corea del Sur Chile USA Brasil Argentina*

PBI Real (Crecimiento anualpromedio)Inversión en % del PBI

* Promedio 1993-2013Fuente: Estudio Bein & Asoc. en base a INDEC y FMI

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de ingresos. En tanto, la brecha entre el ingreso y el consumo depende de la decisión de inversión

de los empresarios. Evidentemente, en el modelo keynesiano, la inversión se torna la variable de

ajuste que cierra la brecha entre la oferta y la demanda agregada, y vía el multiplicador keynesiano

genera un efecto de “segunda ronda” sobre la producción y el empleo. Dada la expectativa de

inversión de los empresarios y el nivel de consumo esperado, los empresarios ajustan la producción

y el empleo efectivos hasta el nivel en el cual sus ganancias esperadas son maximizadas, y esto

ocurre exclusivamente en el punto en el que la demanda global y la oferta global coinciden (i.e.

demanda efectiva). Bajo este esquema, el escenario de pleno empleo se vuelve un caso particular de

la coyuntura económica en función de la expectativa de inversión de los agentes, y no la regla

general como en la teoría neoclásica.

De ahí la relevancia de los factores que determinan la inversión en el sistema de Keynes: la

eficiencia marginal del capital y la tasa de interés. Por un lado, la eficiencia marginal del capital

depende del flujo de fondos del proyecto de inversión y de los animals spirits de los empresarios.

En tanto, la tasa de interés se determina en el mercado de dinero como contrapartida de la

interacción entre la oferta de dinero del Banco Central y la demanda de dinero de los agentes. En

efecto, mientras la eficiencia marginal del capital sea mayor que la tasa de interés, los empresarios

decidirán aumentar la inversión. Por lo tanto, la política monetaria expansiva es uno de los canales

de transmisión de la política económica que se puede utilizar para reducir la tasa de interés e

incentivar, ceteris paribus, las decisiones de inversión de los empresarios.

Durante la crisis de los 30s, el “círculo vicioso” asociado a la deflación de precios y a la caída del

nivel de actividad y el empleo, mantenía deprimida la eficiencia marginal del capital de los

empresarios. Y si bien los bancos centrales venían reduciendo sensiblemente el costo de fondeo,

luego de abandonar el régimen cambiario de convertibilidad del patrón oro, la inversión se mantenía

deprimida y la economía seguía alejándose del equilibrio de pleno empleo. Evidentemente, la

incertidumbre en torno al contexto macroeconómico mantenía elevada la “preferencia por la

liquidez de los agentes” y, por lo tanto, el “atesoramiento” en dinero defensivo desviaba recursos

del circuito de ahorro e inversión, agudizando el escenario de desempleo involuntario y la deflación

de precios.

En este contexto, a pesar del recorte de la tasa de interés de referencia de la política monetaria, la

deflación de precios seguía aumentando la tasa de interés en términos reales, agudizando la caída de

la inversión y alejando aún más la trayectoria económica del escenario de pleno empleo (i.e. trampa

de liquidez). Y a diferencia de lo que sostenían los neoclásicos, la deflación de precios no

restablecía el equilibrio de pleno empleo vía el ajuste automático del mercado laboral, sino que en

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todo caso aumentaba la carga financiera de la deuda (a precios constantes) y posponía las decisiones

de consumo e inversión de los agentes, impactando negativamente en la demanda agregada (i.e.

efecto Debt Deflation de Irving Fisher). En tanto, el intento de los bancos y las familias de reducir

los niveles de apalancamiento vía la venta de activos financieros, agudizaba en última instancia la

deflación de precios y el problema de solvencia generado por la caída de la actividad, la deflación

de precios y el aumento de la carga financiera de la deuda (i.e. efecto Desapalancamiento de Hyman

Minsky).

Bajo este escenario, la propuesta keynesiana consistía en complementar la expansión monetaria

para mantener bien bajas las tasas de interés, con el aumento de la inversión pública vía la política

fiscal expansiva. De esta manera, el aumento de la inversión pública y el efecto multiplicador sobre

el gasto agregado, desplazaba la economía del escenario de “trampa de liquidez”, reactivando el

“círculo virtuoso” asociado al crecimiento de la inversión, el producto y el empleo.

70 años más tarde, con la crisis financiera de 2007/8, la Reserva Federal de USA logró superar los

límites de la política monetaria de tasa cero en situaciones de “trampa de liquidez” a través de la

intervención monetaria asociada a la compra de títulos financieros y al “efecto riqueza” resultante

de la reflación de los activos financieros y reales. Y si bien esta política de intervención monetaria

permitió mejorar la solvencia de los agentes, licuar la deuda heredada de la burbuja inmobiliaria y

evitar un escenario de deflación de precios, todavía la historia no está escrita. En la próxima década,

el gran desafío que quedará por delante estará asociado a la “sintonía fina” de los Bancos Centrales

para implementar un desarme gradual de los estímulos monetarios que no impacte sobre la lenta

recuperación del ciclo económico.