De la razón de Estado, de establo, de estrado

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    De la razn de Estado, de establo, de estrado

    por Asuncin Velilla

    Introduccin

    Universo de la razn de Estado

    Tomemos la razn de Estado, este complejo concepto, como el ncleo y fuente de energa vital, el

    Sol, de un universo que relacionamos as:

    Democracia: planeta descubierto con vida humana

    Prudencia y Secreto: lunas del planeta Democracia

    Realismo: Tropsfera

    Idealismo: Estratsfera

    Obviemos todo otro planeta, dicho de manera simblica: otra forma de vida. Y preguntemos qu

    es el Estado, llevando esta cuestin una importante carga simblica, que recogemos en la

    correlacin as: consideremos que el Estado es el movimiento de traslacin de la Tierra, queremos

    decir de la Democracia, con su inclinacin y sus dos ejes en la rbita elptica que marcan

    solsticios y equinoccios.La razn de Estado es una justificacin, una fuente de energa, para acciones transgresoras, en

    palabras de Baltasar Gracin (1601-1658): confitada de inmundicias y vicios. Razones, no de

    Estado, sino de establo (...) que abrasa las costumbres, quema las repblicasi. Encarna dos tipos

    de justificaciones: las de acciones transgresoras para justificar la integridad, seguridad y

    autonoma de la comunidad exteriormente amenazada ii, as los medios utilizados en una guerra

    defensiva, y la de acciones transgresoras para salvaguardar la integridad amenazada desde el

    interior; siendo sta ltima ms compleja pues el argumento del riesgo exterior facilita la

    unificacin de la comunidad; el del riesgo interno no, que, por su parte, plantea la cuestin de ques la comunidad, qu es el Estado.

    El Estado, ese movimiento en la elptica, tiene un origen renacentista. Lo define Giovanni Botero

    (1533-1617) y se plantea qu tipo de Estado es mejor, si el pequeo, mediano o grande y adems

    de concluir que el mediano y dar sus razones al respecto, recuerda que los hay grandes, tales que

    no tienen su territorio unido: es tiempo de vastos imperios y colonias de ultramar.

    Traemos aqu la discusin y controversia que se dio en Valladolid (1550-1551), donde se trat el

    problema de la condicin humana de los indgenas de las colonias de ultramar, si stos tenan

    alma, aunque abordado con tal desnudez hubiera sido hertico. En Europa apuntaba el tema de

    la razn de Estado, qu razn darle a las transgresiones que, para salvar al Estado, se acometan1

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    contra la moral y an la religin. La controversia de Valladolid aborda la cuestin de tratar o no

    como animales a los indgenas, para el trabajo, la diversin, la barbarie, (tema fundamental en

    nuestras sociedades con corrientes civiles animalistas). La razn de Estado tambin se discuta,

    en cierto sentido, en Valladolid, entre otros, por el filsofo aristotlico Juan Gins de Seplveda

    pues fundamentaba su propuesta de trato a los indgenas en razones de derecho. Nos

    preguntamos si sus razones de derecho eran correctas acorde a que compartamos su propuesta

    hoy? La pregunta es retrica, sirve para considerar nuestras propias razones de derecho, como

    ciudadanos. Porque sin embargo se mueve, con Galileo, a propsito de nuestra razn de

    Estado.

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    Una de las crticas a Maquiavelo tena su raz en la defensa de la disensin que ste hace iii,

    cuando afirmaba que el mismo prncipe debe procurarla. En un trabajo anterioriv, nos atrevamosa sugerir que una interpretacin alternativa de las razones de Estado esgrimidas por Maquiavelo

    podan haber detectado las primeras bases para una tica dialgica.

    Somos maquivlicos? Lo que nos inclina a hacer unas interpretaciones acordes con esta

    sustancia, dudamos hoy si fundamentadas en Maquiavelo, pero justificadas con l? Lo simptico,

    y lo esperanzador, es que con el correr de los siglos hemos acabado siendo espectadores de

    nosotros mismos. Y es esperanzador en el sentido de que toda la literatura desprendida de

    Maquiavelo nos enfrenta ahora, nos pone frente al espejo, ya no con la cortedad de la visin

    humana que l mismo describa, sino como el resultado de la lnea de tiempo trazada desde sus

    exabruptos: una manera muy nuestra de hacerle frente a la limitacin de visin. Coincidimos aqu

    con la propuesta, en su trmino ms noble, maquiavelana. Y las coincidencias nos permiten a

    nosotros espectadores presentes algn tamizaje en nuestro punto de vista.

    Nuevamente Rafael del guila nos proporciona otro artculo, ste del ao 2000v. En l, despus

    de hacer un breve recuento de la fortuna corrida por la propuesta maquiavlica, de ofrecer la

    maquiavelana, de recordar la lectura tcnica de la razn de Estado de Giovanni Botero y de llegar

    a un amplio espacio donde se observa la herida ocasionada a la moral y la poltica, por la raznde Estado y el deseo de sanarla ms que de reflexionarla; aborda la propuesta moderna de

    subsumir la poltica a la razn y al derecho, para concluir con Rousseau, pero desde la situacin

    contempornea, que el pueblo que razona pblicamente ejerce su podervi.

    Esta solucin, que nuevamente deja al descubierto nuestra tan occidental necesidad de unos

    lmites externos, y en consecuencia de los dilemas inabordables desde una poltica cvil, se

    redondea con Kant que ofrece una deliberacin racional con que lima las aristas: Esta

    deliberacin racional no es en realidad producto de una discusin tentativa y arriesgada de los

    implicados, sino que se traslada al plano trascendental de la razn prctica en el que los riesgosde lo emprico no pueden tocarla. Las reglas, las leyes y el derecho conforme a la moral surgen

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    de este modo de los imperativos de la razn, no del pueblo o del poder legislativovii La historia ha

    suscrito la interpretacin kantiana que nos trae Rafael del guila, de modo que es la ley, no el

    poder legislativo, es decir, el pueblo que razona pblicamente; quien asume la batuta en este

    prolongado concierto, o es la prioridad del derecho una de las consecuencias ms llamativas de

    la lucha de la modernidad contra las razones de orden poltico viii.

    La solucin contempornea no est lejos de la moderna, la diferencia es la lectura en clave

    procedimiental de Kant, as: buscar en las reglas racionales procedimentales, el derecho y los

    jueces la superacin de las razones de orden polticoix. No es, sin embargo, a decir del autor, una

    eleccin terica robusta pues huye de la tensin, como lo ha hecho la tradicin trada en nuestra

    lnea de tiempo; busca sanar acudiendo a la racionalidad de los expertos, y hacerle el quite a los

    seculares temores. La primaca del poder judicial o de los altos tribunales se sigue de esa idea de

    manera casi automtica, y de ese modo se da cuerpo a la razn en algo concreto y en

    instituciones vivas. (...) Final feliz: justicia y poder se separan ntidamente; la primera encarna elbien, el segundo quiz un mal necesario al que hay en todo caso que controlar mediante la

    aplicacin de las leyes y reducir a un mbito residual en la vida socialx.

    Compartimos con Rafael del guila la conclusin de la imposibilidad de resolver el problema a

    priori. Incluso contamos con diez aos ms desde la publicacin del artculo, en que hemos

    ahondado la herida con la pretensin de sanarla a priori. Quien convive con enfermos postrados

    puede tener la experiencia de saber que una herida producto de esta postracin que sana

    rpidamente, solo esconde tras la apariencia de la piel que se restaura, el desarrollo necesario del

    mal que se ahonda escondido a los ojos. En esta direccin y en estos diez ltimos aosjustamente, es significativo el desarrollo de la neurotica y la neuropoltica, herederas directas de

    la confianza en la imagen que se ofrece a los ojos tan convincente y a la moral tan tranquilizadora.

    Inevitable volver a mencionar a Maquiavelo, parafrasendolo: dadle a los hombres lo que sus ojos

    vean y ofrecedles xitos porque los vern como xitos, todo ello en el breve tiempo que el ojo

    humano puede hacer suyo. Y de este modo los haris vuestros.

    La broma es fcil, quiz por eso frgil: pasa de la razn de Estado de Giovanni Botero, a la crtica

    como razn de establo de Baltasar Gracin, a la persistencia en la bsqueda de tranquilidad a

    priori en la razn jurdica: en estrados. Para oir al testigo o acusado o para saber donde

    comunicarle el a priori de la ley? Nos cabe terminar con Kafka xi y la lnea prohibitiva trazada por la

    ley ante su puerta abierta, que al cerrarse ante la espera prolongada e inconclusa del individuo

    que la obedece espeta: si esperaste cuando estaba abierta, ahora ya est cerrada. Seguramente

    el tema de la razn de Estado est pendiente y el maquiavelismo, en su vigor no estrangulado por

    el maquiavlico, fuego vivo mantenido en un viejo hogar. Ahora bien, hogar habla de comunidad y

    comunicacin y a stas no les cabe ni la asepsia ni el apriori porque Nadie ms poda entrar por

    aqu, porque esta entrada estaba destinada a ti solamente.xii

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