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Revista de la Sociedad de Historia “Centenario de Mexicali” A. C. Año I, núm. 3, noviembre 2008-febrero 2009 Tres ciudades Don Jesús Loza Estrada Don Jesús Loza Estrada De Zacatecas a Mexicali De Zacatecas a Mexicali

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Revista de la Sociedad de Historia “Centenario de Mexicali” A. C.Año I, núm. 3, noviembre 2008-febrero 2009

Tresciudades

Don Jesús Loza EstradaDon Jesús Loza Estrada

De Zacatecas a MexicaliDe Zacatecas a Mexicali

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Mesa directiva 2008-2009Rubén Castro Bojórquez, PRESIDENTE

Sergio Noriega Verdugo, VICEPRESIDENTE

Daniel Medina Soberanes, SECRETARIO

Malbina Magdalena Robles Robles, TESORERA

PRESIDENTA HONORARIA VITALICIA

Yolanda Sánchez Ogás

Revista El Río COORDINADOR DE ESTE NÚMERO: Sergio Noriega VerdugoDISEÑADOR: Rubén Castro BojórquezElaborada en CESU-UABC

CAPTURA: Catalina Rojas Monzón y Laura Elena Pérez FerrerDIGITALIZACIÓN Y APOYO TIPOGRÁFICO: Lydia Coronel YáñezREVISIÓN: Luz Mercedes López BarreraAPOYO LOGÍSTICO: María Teresa Ponce León

El Río

Revista de la Sociedad de Historia Centenario de Mexicali, A.C.

Año 1, núm. 3, noviembre 2008-febrero 2009Mexicali, Baja California, México

Nota: Se aceptan colaboraciones de artículos de historia regional, de

preferencia con ilustraciones.Dirigirlas a: [email protected]

ÍndiceÍndice

Editorial 1

Don Jesús Loza Estrada 2

De Zacatecas a Mexicali 4

Tres ciudades 9

Poblado Kilómetro 57 12

Mexicali de mis recuerdos 14

Mercado municipal, paso obligado 20

Libros, reseñas, comentarios... 23

Fotografía 25

Acontecer de la historia 26

Páginas de historia 29

Rumbo a México 2010 contraportada

La Sociedad de Historia Centenario de Mexicali, A.C. sesiona todos los miércoles a las 18 horas en la Sala Junta de Gobierno del Centro de Estudios Sobre la Universidad

de la UABC, ubicado en la planta baja del edifi cio de Investigación y Posgrado en blvr. Benito Juárez.

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Hacer historia es una exhortación a no pasar en el olvido. La historia es la memoria colectiva de acontecimientos pasados, de hechos realizados por hombres y mujeres que dejaron huella. Personas que hicieron el bien o el mal a sus contemporáneos, pero que transciende hasta ahora. La historia es el resumen de vidas individuales que de manera condensada llega a nosotros en forma de biografías.

Hacer historia nos convoca a ser protagonistas. A no permitir que el paso del tiempo nos robe la oportunidad de contribuir a la sociedad de la cual formamos parte. Y no hay sociedad que no tenga carencias y necesidades que los que vivimos no podamos ayudar. A la sociedad nuestra le faltan mejores ejemplos para su juventud.

Hacer historia, por lo tanto, nos lleva a ser ejemplares. A realizar metas que otros han olvidado. A subir la cuesta de la vida que denota esfuerzo y fatiga, pero que a la larga nos convence es el camino a recorrer. Es una manera de ser congruente con nuestros ideales.

Hacer historia también significa escribir del pasado. A no dejar que aquellas personas que consideramos ejemplares pasen al olvido. Se trata de rescatar del paso del tiempo lo que mata a la memoria, como lo diría Marcel Proust, las experiencias que valen ser recordadas. Es la manera de razonar la existencia de quienes admiramos y también de aquellos que reprobamos. Es la manera de traer al consciente lo que hemos vivido y creemos los demás deben conocer.

Hacer historia representa la oportunidad de abordar las experiencias de generaciones anteriores a la nuestra y que son parte de lo que hoy somos. Es poder trazar la evolución de actividades emprendidas por personas sin rostro, pero de las cuales muchos se han beneficiado. Es corregir las mentiras con apariencia de verdades, es ocuparse de la revisión de cuentas, ante las pruebas de que hoy disponemos.

Hacer historia significa contar el largo recorrido de la educación, junto con los maestros y escuelas de otros tiempos que ahora yacen enmudecidos, sin poder explicar la lucha librada en contra de la ignorancia. Es abordar el diálogo y el conflicto entre autoridades gubernamentales y magisteriales. Es hablar del avance en materia de textos y técnicas de aprendizaje. Es contar la evolución de los templos del saber, de la primaria hasta la universidad.

Hacer historia es hablar de agricultura. Es contar de las carencias materiales con que se inicia el proceso productivo en el campo. Es ocuparse de las dificultades que tienen hombres valientes deseosos de transformar un desierto en un vergel. Es explicar cómo se nivelaron los suelos y cómo se crearon los canales para hacer posible la irrigación. Es contar cómo se formaron los surcos y como se abonó la tierra. Es describir la lucha de agricultores en contra de los elementos y en contra de las plagas que amenazaron sus cultivos. Es comentar sobre la vida rural en el calor, el frío, el viento y la lluvia en los años de buenas y malas cosechas.

Sergio Noriega Verdugo

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Don Jesús Loza fue uno más de los miles de inmigrantes que llegaron a Mexicali del interior del país. Don Jesús nació el 28 de septiembre de

1895 en el municipio de San Pedro Tlaquepaque, estado de Jalisco, y falleció el 20 de noviembre de 2003.

Conocí a don Jesús Loza Estrada en 1953 en virtud de ser condiscípulo de uno de sus hijos de nombre Guillermo Loza Wonchee, cuando estudiábamos en la histórica Escuela Cuauhtémoc. La familia Loza Wonchee vivía por la avenida Madero, exactamente a un lado del estacionamiento del Hotel del Norte, rentaban un amplio local que les servía de negocio de venta de curiosidades y al mismo tiempo de habitación.

Don Jesús llegó a estas tierras en compañía de su esposa la señora Dolores Wonchee Hernández, con quien había contraído nupcias, allá por 1935, en su natal Guadalajara, Jalisco. La señora Wonchee, conocida familiarmente como Lolita o doña Lola, fue una mujer de muchas virtudes y digna compañera de nuestro personaje.

Yo lo conocí, como ya dije, allá por el año de 1953 y por la amistad con su hijo Guillermo fui admitido en el seno de esa familia, en la que participaba en los juegos de mesa, en tareas de la escuela y como invitado a compartir el pan y el sol por infinidad de ocasiones. Este trato duró por largos años.

Después cuando don Jesús y doña Lola dejaron este mundo, seguí contando con la amistad y cariño de sus herederos: Lupita, María Elena, Miguel, Guillermo, María de Jesús, Dolores, Susana, Luis, Lourdes, Adriana y Gabriela Loza Wonchee.

Don Jesús Loza Estrada(1895-2003)

Antonio Tello Álvarez

Una de las anécdotas de su vida que me relataba don Jesús durante esos años de convivencia, fue que en 1910 cuando él contaba con quince años de edad, junto con un grupo de muchachos de su edad se fueron de “trampas” en el tren que iba a la Ciudad de México, entusiasmados por las noticias que propalaba el gobierno de Porfirio Díaz, de que en aquella ciudad se iban a suceder fastuosos desfiles y festividades por motivo del centenario del grito de independencia por el padre de la patria el cura don Miguel Hidalgo y Costilla, la madrugada del 16 de septiembre de 1810.

Otro dato de este “cachanilla” por adopción, es que al casarse contaba con cuarenta años de edad y su esposa, con escasos dieciocho. Fue un matrimonio ejemplar, pues, como vulgarmente se dice, “vivieron las duras y las maduras” por espacio de 56 años.

Algo que jamás se me olvidará, y que pinta de cuerpo entero a don Jesús, es el siguiente recuerdo. Estando yo, ya casado y pasando “apuros económicos”, le solicité ayuda, quien al instante dijo: “no tengo efectivo de momento para prestarte algún dinero, y, a la vez que decía esto se quitó una esclava de oro y agregó: Tello ve y empéñala y resuelve tu problema, cuando puedas la sacas y me la devuelves, si no, no te fijes, lo importante es que soluciones tu problema”.

Así de ese tamaño era la generosidad del señor Loza, y por “oídas”, me llegué a dar cuenta que no fui al único que ayudó en circunstancias similares.

Nunca se desvinculó esa hermosa convivencia con él, con su esposa e hijos. Fui contador de su negocio, cuando

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me dediqué a vender automóviles, me daba preferencia para que yo hiciera negocio.

Don Jesús tuvo el privilegio de vivir en tres siglos distintos: nació en 1895 del siglo XIX, vivió todo el siglo XX y le arañó tres años al siglo XXI. Don Jesús no andaba pensando, como la mayoría de las personas: “que ya estoy viejo”, “no tardo en morir” y cosas por el estilo. No, don Jesús fue un hombre positivo y muy trabajador, siempre atento a sus negocios, a su familia y luchando diariamente. Cuando llegábamos a coincidir camino al banco, después de unos cálidos saludos, decía: “Buen Tello, ahí nos vemos porque traigo prisa y tú eres muy lento”. A sus ochenta y tantos años seguía siendo muy dinámico, un hombre lleno de energía; salía disparado rumbo al banco a efectuar sus negocios.

Cuando le hacía mi visita obligada, en calidad de “su contador”, para que me diera el cheque para el pago de los impuestos estatales y federales decía: “Vieja, vieja, ya llegó Tello, sácate el tequila porque quiere echarse una copita”.

Y doña Lola le contestaba: “Viejo sinvergüenza, Tello ni dice nada, ni quiere tomar, eres tú el que te aprovechas de la visita para echarte tu trago”.

Sí, así era don Jesús Loza, un hombre todo simpatía, un gran don de gentes. Sus últimos años de trabajo se desempeñó como distribuidor de medicinas de varios laboratorios del interior del país y de la capital, por lo que debía hacer un recorrido semanal, o dos, por el valle de Mexicali, visitando a diversas farmacias y a diferentes médicos, y en todas partes era recibido con gusto y con muestras de amistad.

En varias ocasiones, cuando fallaba el chofer, o su esposa no lo podía acompañar, me tocó en suerte ser su “chofer”

acompañante, además de su contador y amigo. Después de esos recorridos por los diferentes ejidos y poblados, rematábamos en el Kilómetro 43, en el Kilómetro 57, o en Estación Coahuila a comer las sabrosas carnitas, acompañadas, por supuesto, de una cerveza bien fría. Descansábamos un rato y luego nos íbamos a visitar a los últimos clientes. Todo lo anterior para mí no era trabajo, sino diversión y descanso, ya que en esas ocasiones cerraba la tienda de abarrotes que tenía como mi negocio.

Para cerrar la ventana a estos recuerdos, cabe destacar que don Jesús Loza Estrada fue uno de los miles de inmigrantes llegados a estas calurosas tierras y contribuyó al crecimiento y desarrollo de esta ciudad, al radicarse y criar una numerosa familia que siguiendo la tradición de sus padres, desde sus diferentes trincheras, continúan aportando con su trabajo al brillante futuro de este nuestro Mexicali.

Tercera fila, de izquierda a derecha, de pie: María Dolores, María Elena, María Guadalupe, María de Jesús, Guillermo, y Susana. En medio: Adriana, Don Jesús Loza, y Dolores Wonchee

Hernández, enfrente, de pie: Gabriela, María de Lourdes, y Luis Manuel. Miguel no está presente.

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Nací en el sureste del estado de Zacatecas, en un remoto municipio: Huanuzco, en un rancho de una sola casa: El Charco de los Domínguez muy

cerca al rancho de la Higuera sobre la carretera que va de Jalpa, Zacatecas a Calvillo, Aguascalientes. El 4 de julio de 1943 vine al mundo, después de mi hermano Rigoberto y antes que mis hermanas Ofelia y Ana María. Mis padres fueron Heliodoro Rentería García y Antonia Camino Velasco.

En 1946 mi padre se vino al norte, rumbo a los Estados Unidos, ya lo había hecho en 1923 y había pasado por “un pequeño caserío” que entonces era Mexicali. Sin embargo, se le dificultó entrar en esta segunda vez, porque las

De Zacatecas a MexicaliViaje en tren en 1948

contrataciones se habían suspendido aquí en Mexicali; esto hizo que se quedara en el valle exactamente en el ejido Oaxaca con su primo Porfirio Rodríguez García. Mientras, nosotros, mi madre y mis hermanos nos quedamos solos en aquel solitario lugar del sur viviendo a duras penas. Mi hermano enfermó y mi hermana las más pequeña, también. El primero sufrió de un ataque de meningitis severo con secuelas irreversibles y, la segunda, de una poliomielitis atroz que la incapacitó de sus propiedades físicas. Yo no sé cómo mi madre enfrentaba estos avatares y otros de supervivencia.

A finales de 1948, por allá en el mes de octubre, hubo un acontecimiento determinante en nuestras vidas; llegó

Benjamín Rentaría Camino

Estación del Ferrocarril en Mexicali, de 1907 a 1952. Se encontraba en calle Altamirano y avenida Reforma.

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una mujer a nuestra casa, llegó peleando, sacó unas tijeras y amenazó a mi madre. Nosotros nos asustamos al presenciar aquella escena tan violenta que por fortuna no pasó a mayores pues la mujer salió profiriendo palabras altisonantes y después se fue. Esa señora era la esposa legítima, así decía ella, de mi padre. En efecto, en cierto modo así eran las vidas en esos tiempos, en esos lugares, sin embargo, el impacto para unos niños no deja de ser destructivo.

Así pasaron los días y una noche, a temprana hora, mi madre me dijo: Benjamín, vamos a arreglar los “triques” porque mañana muy temprano nos vamos para con tu padre. Así lo hicimos. Esa noche yo no dormí muy bien, pues los pensamientos del “ir para allá” me inquietaron sobremanera. La mañana del día 7 de diciembre de 1948 muy de madrugada salimos para tomar un viejo camión allí en la Higuera rumbo a la ciudad de Aguascalientes. El viaje duró seis horas. Al llegar, inmediatamente

tomamos un autobús “Flecha roja” de esa ciudad rumbo a Guadalajara, a la cual arribamos a las ocho de la noche. Nos hospedamos en un cuartucho muy pegado a la estación del ferrocarril. Antes de acostarnos mi madre nos compró unos abrigos de color naranja con rayas transversales, eran de algodón corriente, también nos compró unos chicles de bomba que nunca habíamos probado; ahora estábamos en la “civilización”. Como a las diez de la mañana del día siguiente abordamos el tren. Era la primera vez que veíamos esos camiones; el tren tampoco lo conocíamos, así que nos dio la impresión de que nos subíamos a unos burros gigantes de acero, con bancas en su interior.

Cómo recuerdo aquel viaje en tren, sobre todo el estruendo y el jalón del primer movimiento cuando empezó a avanzar lentamente hasta tomar un ritmo de cierta velocidad uniforme y placentera. Todavía escucho el “aullido” melancólico de su pitido y siento aquella emoción al observar las blancas fumarolas en la curva que

Plano que muestra la ruta del Ferrocarril Sonora-Baja California.

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despedía la chimenea de aquel gigante gusano de acero. Ha de haber sido en las intrincadas montañas de Plan de Barrancas o en Ixtlán del Río. El tiempo se me perdió en la memoria, sólo me acuerdo de cuando bajamos la cuesta desde Tepic al río Santiago y que nos pusimos a comer plátanos, en Ruiz, Nayarit. Luego, llegando a Acaponeta, hacía un calor tan húmedo que sudábamos mucho. No retuve en mi memoria a Mazatlán ni a Culiacán, pero se me grabó la estación sinaloense de San Blas pues había muchos sauces y mezquites y creo que hasta “ochotes”; es probable que fueran álamos los que estaban sobre las orillas del río Fuerte, en cierta forma se parecía al arroyo de mi casa, del “charco”; fue el primer recuerdo de mi tierra.

Las horas y los días pasaban y nosotros allí arriba de ese extraño, pero seguro medio de comunicación masivo, donde íbamos centenas de viajeros, acomodados en vagones de primera, de segunda y de tercera; nosotros veníamos en uno de segunda. La gente que nos acompañaba era adulta, en ese vagón únicamente mis hermanos y yo éramos los niños, es más

no recuerdo que hayamos visto más niños en el viaje. Sobre todo eran hombres solos. Algunos vestidos a la usanza de las tierras del altiplano: huaraches, pantalones de mezclilla de pechera, así veníamos nosotros vestidos. En una ocasión, mi madre se inquietó pues un tipo de esos enamorados de aventura, pues no es por nada pero mi madre era bonita y ese pelafustán quiso enamorarla, pero ella educadamente lo rechazó y yo, en forma grosera, le dije que se largara, afortunadamente lo hizo y ya no nos siguió molestando. Así era la vida de las mujeres que viajaban aparentemente solas en esos viajes colectivos que se convertían en vagones familiares, porque convi-

víamos 8 días con sus noches, que era lo que duraba el viaje por esos años desde Guadalajara a Mexicali.

Después llegamos a un lugar llamado Navojoa, para mí, “navaja”, a lo mejor por eso se me grabó. No obstante, Hermosillo fue imborrable porque ahí estuvimos casi medio día y, ya enfadados, me llevé a mi hermano a caminar por los vagones llegando a la sección de tercera, y en el piso tenían sus tablas separadas muy amplias y por allí veíamos por primera vez las “tallas” (durmientes). Esto me impresionó mucho, veíamos piedras pequeñas, unas placas

Máquina de vapor del ferrocarril.

Carro de lujo del ferrocarril.

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y unos clavos grandes fijando los rieles por donde el tren caminaba. Cosa curiosa, así conocí las vías del tren desde arriba de él. Del tramo a Benjamín Hill escuchaba al garrotero gritar cada una de las estaciones a las cuales íbamos a llegar. Al gritar: ¡Carbó! me hizo recordar las que habíamos pasado: Magdalena, Tequila, Aguacatlán, Rosamorada, Villa Unión, entre otras, de decenas de estaciones por las que va uno pasando.

Benjamín Hill jamás se me olvidará, primero porque se llama igual que yo, segundo porque casi duramos un día en esa estación de entronque del ferrocarril Sonora-Baja California con el ferrocarril Sur Pacífico que va de Guadalajara a Nogales, Sonora. Teníamos que trasbordar (palabra que no la entendía por ningún concepto) es decir, dejar el tren Sur Pacífico y pasarnos al ferrocarril Sonora-Baja California. Así constaté a la misteriosa gente, para mí, que vendía pregonando sus antojitos con sabor a la patria en cada una de la estaciones, pues caminábamos por las callecitas del recién abierto entronque de vías y, sobre todo, en la vendimias. Allí toqué los durmientes, clavos, placas y rieles con mis manos y pies, y

pude divisar la panorámica de la perspectiva que ofrecían las vías al perderse en un punto del horizonte tanto con dirección al norte como al noroeste, rumbo de nuestro destino. Salimos del lugar después de todas las peripecias que tuvimos que pasar para poder acomodarnos en el vagón de nuestro recién inaugurado tren que saldría a Mexicali. Partimos ya muy entrada la noche y nos amaneció en un lugar llamado Puerto Peñasco, no sé qué tanto tiempo estuvimos en Trincheras, en Pitiquito, o en Caborca, porque nos rindió el sueño o nos pasó de noche.

Al salir el sol, a nuestra derecha veíamos el gran desierto; no sabía qué era eso, allí lo conocí, había mucha arena suelta, matorrales aislados y una vista limpia hacia el horizonte; a nuestra izquierda una plancha gigante de agua: el mar, fue así como vi por primera vez el mar. Las dos experiencias me hacen conservar por Puerto Peñasco un cariño lejano en los recuerdos de niño. Duramos horas también allí no sé por qué. Por fin continuamos el viaje y los garroteros seguían con sus anuncios de las próximas estaciones: “Sánchez Islas”, “Torres Burciaga”, “López Collada”, “el Doctor” hasta llegar a Riito, palabra que me pareció extraña

Estación del ferrocarril en el Poblado Kilómetro 57.

Puente del ferrocarril sobre el Río Colorado.

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pero al mismo tiempo llena de vida. No me equivoqué porque por nuestras ventanillas veíamos un verde ocre, café, blanco y un verde intenso; el primero de los algodonales por terminar su recolección y, el segundo, por los alfalfares en plena cosecha. Luego Estación Coahuila (kilómetro 57), Mezquital, El cruce del Río Colorado (kilómetro 49), kilómetro 43, kilómetro 39, Estación Delta (kilómetro 32). Habíamos llegado a nuestro destino, eran las 4 de la tarde del día 14 de diciembre de 1948, 8 días de viaje.

A mi madre se le veía contenta y preocupada a la vez; eran momentos de altas emociones. Contenta porque por fin habíamos llegado y preocupada porque al bajar no sabíamos para dónde ir, casi se metía el sol. Así estábamos cuando un señor que por ahí andaba nos señaló para qué rumbo estaba el ejido Oaxaca; teníamos que regresarnos sobre la vía del ferrocarril; pero debo de decirles que antes de llegar a la estación había un puente del ferrocarril relativamente grande pasando el canal Delta. Atravesamos el puente con miedo, pisando en cada uno de los durmientes, viendo entre las rendijas pasar el agua del gran canalón que hizo que me mareara un poco, imaginemos a mi madre con mis otros hermanos. Pero

pasamos. Ese mareo me recordó la vez que pasamos por el camino de la Higuera a Calvillo, allá en Aguascalientes. Al atravesar el puente, con la indicación que nos había dado el señor en la estación, llegamos a mano izquierda de la vía, con la señora Ana María Rubio de Espinosa, una buena señora, una gran comerciante que tuvo Estación Delta. Ella nos acogió, nos ofreció de beber y de comer; mi madre agradeció con preocupación, quería saber cómo llegar allá con su familiar. No te preocupes mujer, la señora le dijo: Le pediré a Antonio Vázquez que los lleve. Antonio Vázquez era un trabajador de ellos, por cierto, primo de mi padre.

Cuando íbamos por el camino de la vía, ya estaba oscureciendo; el sol de la tarde de invierno se había ido tras la montaña, y nosotros pisando polvo que no conocíamos y percibiendo olores de pinillos salados y de cachanillas, combinados con el olor de las matas quemadas por las heladas: las matas del algodón que serían nuestro destino. ¡Llegamos! Nuestro padre nos recibió, salió de una casucha hecha de cachanilla, de la cual provenía un olor a papas fritas y tortillas de harina que habían sido preparadas para nosotros por los “muchachos” y por él. Mi padre no nos abrazó, ni a mi madre, así eran las costumbres de aquellos machos del altiplano. ¡Comimos! Platicaron, luego se fueron los muchachos a vivir quién sabe a dónde.

Mi padre nos puso una “cuilta” en el piso y nos echó unos costales para cobijarnos y así atemperar el crudo invierno de diciembre. Nos quedamos dormidos plácidamente al experimentar el amor y la seguridad que nos ofrecían nuestros padres.

Al otro día, muy temprano, mi padre nos dio a mi hermano y a mí sendos costales de lona y nos llevó a pizcar algodón, lo pagaban a 10 centavos el kilogramo. Nos pasaron muchas cosas en esos primeros días, pero esa es otra historia que hay que contar.

ppppppppppppppppppppriririririririrririir mmmmmmmmmmmmm

Autovía frente a la estación del ferrocarril. Atrás la avenida Reforma.

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CANANEA, SONORAHace cincuenta años egresé de la Escuela Secundaria “Mártires de 1906” de la “Ciudad del Cobre”, en donde el pasado mes de julio tuve la oportunidad de reunirme para festejar por tres días el reencuentro con mis compañeros de aquellos años. Algunos llegaron de Hermosillo, otros de Mexicali, Tijuana, de Tucson, Arizona, y los anfitriones, de Cananea. Grande fue la emoción que sentí al ver al profesor Jaime Sandoval, nuestro maestro de biología que todavía está en servicio, él mismo nos recibió en la escuela, y después de sonar la campana nos pasó lista de asistencia. En esos momentos recapitulé los primeros veinte años de mi vida, cuando tuve la fortuna de asistir a la Escuela Primaria “Carlos A. Carrillo” (1949-1955) de Buenavista, en los campos mineros, y cuando era director el inolvidable profesor Alfonso Atondo. Continué la educación secundaria en la “Mártires de 1906” (1955-1958) y de ese entonces tengo gratos recuerdos y eterno agradecimiento a su planta de maestros: Lucy Rivera, el profesor Sandoval y otros excelentes maestros, especialmente el director Juan Garza Garza que trató de transmitirnos el amor a la cultura, al arte, al deporte, pero sobre todo el amor a la patria.

Aquellas eran escuelas de primer nivel gracias a sus excelentes maestros de gran entrega a su trabajo. Maestros que, muchos años después, al estudiar la historia de la educación en México, los identifiqué como los dignos herederos de las reformas revolucionarias y de la educación socialista: Rafael Ramírez, Moisés Sáenz, Narciso Bassols y muchos más; maestros que entendieron el sentido revolucionario de un México progresista porque conocían

su entorno, su historia, la vida de los lugares donde trabajaron y conocieron a sus alumnos y comunidades; inculcaron el amor a la Patria, con una gran devoción a su trabajo. Recuerdo los lunes sociales cuando hacíamos con la mayor solemnidad los honores a la bandera, donde cada semana se pasaba lista a los Niños Héroes. Nos enseñaron a respetarlos y a admirarlos a través de poemas, coros, composiciones literarias, etcétera. Desde la escuela primaria tuvimos una buena biblioteca, de la que podíamos llevar a casa libros prestados. A mí me gustaba leer o que nos leyeran en la casa y que comentáramos las lecturas.

Cuando egresé de la secundaria pude trabajar como educadora en un jardín de niños de nueva creación ubicado en el barrio La Veta de los campos mineros en donde había casas (el pulpo minero acabó con ellas, y quizá algún día acabe con toda la ciudad) para que las habitaran los

Tres ciudadesLa función del maestro en una

comunidad consiste en hacer un trabajo paralelo con chicos y grandes, para que

no lo destruya el poder del hogar o del medio social.

Rafael Ramírez

Malvina Robles Robles

Jardín de Niños Rafaela M. de Ruiz. Cananea, Sonora, 1960.

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mineros de la Cananea Consolidated Cooper Company (las 4C, hoy del grupo Carso). Creo que mi vocación de maestra estuvo inspirada por los ejemplos que tuvimos en las escuelas primaria y secundaria, maestros que no tenían los grandes títulos, tal vez ni la escuela Normal, pero sí la vocación, la entrega y el deseo de participar en la transformación social hacia una patria mejor. No estudié la escuela normal, pero en las vacaciones viajaba a Hermosillo a cursar los tres grados en el Instituto de Capacitación para Maestros del Estado de Sonora. Allí nos reuníamos profesores de todo el estado de Sonora para terminar el equivalente a la educación normalista.

MEXICALI, Baja CaliforniaEn 1963 llegué a esta ciudad. Aquí tuve la oportunidad de continuar mis estudios en la Escuela Superior de Pedagogía de la Universidad Autónoma de Baja California, en la especialidad de Ciencias Sociales (1963-1968). Recuerdo al profesor Cano Caballero, a la profesora Evarista Morones, al profesor Miguel Daniel Aguilar. Tengo presentes a mis compañeros, entre ellos a Soledad Ponce de León, conocida como Nana Chela, a Javier Pimentel, a Rigoberto Martínez, a Olga y a Evangelina Jaúregui, a René Salcido, y otros más, que después crearían escuelas secundarias por cooperación. “A partir de los años de 1960, el modelo educativo se ve limitado para contribuir al mejoramiento socioeconómico del país. Llegando al desenlace más violento a fines de la década (1968)”.1

Después de cubrir varios interinatos logré tener una plaza en la Escuela primaria “Adolfo López Mateos” de González Ortega (Palaco), de ahí continué en la escuela Ing. José G. Valenzuela (Pro Hogar), luego me cambié a la escuela Guadalupe Victoria de turno matutino de nueva creación ubicada en colonia Fronteriza (al norponiente de la ciudad) pegada a la línea internacional. Recuerdo que cuando llegué a esta escuela y vi a los niños, sentí que tenía una gran oportunidad ante mí para hacer algo por esa escuela. Los salones eran unos cuartos sin ventanas, el piso de tierra; todo el barrio era muy humilde, pero con unos buenos y cariñosos alumnos y agradecidos colonos.

Unos meses después de mi llegada llegó la profesora Hilda Ayala Nava, y nos pusimos de acuerdo para organizarnos con los maestros José Rodríguez, Gloria Villalaz, María Jesús Martínez, Alejandro Castillo, Antonino De la Torre, Jesús Oblea y el señor Robles, presidente de la sociedad de padres de familia para construir la escuela. Fue muy valiosa la colaboración del presidente municipal Eduardo Martínez Palomera; de igual manera nos apoyaron el ingeniero Víctor Mancilla del CAFPCE, así como los ingenieros Leonel Vizcarra y Manuel Guerrero de Obras Públicas Municipales, y tuvimos la gran colaboración de la sociedad de padres de familia, del capitán Alfonso Esquer Sández, del H. Cuerpo de Bomberos, del señor David Ramírez de la distribuidora Pepsi Cola. Realizamos muchas actividades y tocamos muchas puertas. Recuerdo que vendíamos tamales en el Pronaf en las Fiestas del Sol, gracias al apoyo del gobernador del estado licenciado Milton Castellanos Everardo, quien en 1973 inaugurara las primeras aulas de la escuela con la presencia del presidente municipal Martínez Palomera, la inspectora profesora Angélica Obeso de Puente, de la comunidad escolar: alumnos, padres de familia, maestros y vecinos.

1 Crisis, educación y poder en México. Amparo Ruiz del castillo, p. 16. San Mateo Tlaltenango. México, DF, 1976.

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Durante los años que laboré en la escuela primaria Guadalupe Victoria, también lo hice en la preparatoria nocturna por cooperación para trabajadores “Adolfo López Mateos”. Ahí conocí a alumnos que trabajaban en bancos, otros eran contadores, etcétera; eran adultos que deseaban terminar la preparatoria para ingresar a las nuevas carreras que ofrecía la Universidad Autónoma de Baja California. Por mi parte, traté de aprender de ellos y prepararme mejor. Fue así como conocí al doctor Ángel Bassols Batalla, a través de la lectura de sus libros que utilicé para preparar las clases. Todavía los maestros no teníamos buen sueldo, ni dobles plazas, eran épocas de la creación de las secundarias por cooperación, con la idea de hacerlas oficiales. Mexicali crecía.

MÉXICO, Distrito FederalEn 1973, con el consejo del doctor Bassols, con el apoyo de mi madre, y con mi entusiasmo por entrar a la UNAM, con unos pocos ahorros y con la esperanza de encontrar pronto un trabajo en la Ciudad de México, partimos dos amigas y yo a donde sería mi tercera ciudad.

A nuestra llegada, fui a ver al doctor Bassols al Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM. Me envió con Jorge A. Vivó, Director del Colegio de Geografía de la Facultad de Filosofía y Letras. Fue un momento muy emotivo porque tuve el privilegio de conocer al gran maestro, autor de varios libros y artículos de geografía. En ese momento se abrieron las puertas de la Universidad porque empecé a ir de oyente al segundo semestre y como la carrera es por créditos, las calificaciones las “guardarían” los maestros para que cuando me inscribiera al primero. Cuando llegó el momento de inscripciones, me gustó más la carrera de Pedagogía en la misma Facultad; así fue que en 1980 la terminé. En la carrera tuvimos grandes maestros: Gladys Vilches. Patricia Ducoing, Margarita Gómez Palacio, Gilberto Guevara Niebla y muchos más. En 1980 Terminé la carrera.

MEXICALI, Baja CaliforniaEn 1983 de nuevo a esta ciudad “de mi mamá” (ahora también nuestra) y con la ayuda de mi amigo Javier Pimentel (QEPD) pude obtener trabajo en la escuela Miguel Hidalgo y después a la del turno matutino, “Netzahualcóyotl”,

que según frase del maestro Hermenegildo Pérez (QEPD) es “Forjadora de inteligencias”; después lo comprobé, los niños tenían una gran capacidad desarrollar grandes habilidades descubriendo las palabras, resultando tres antologías de creación literaria: Botones Literarios, Letras Infantiles, Pequeños escritores de Pueblo Nuevo, además tres festivales de Flor y Canto en honor a Netzahualcóyotl y un mural asesorado por Carlos Coronado Ortega que todavía luce en la escuela. Ese trabajo de los niños fue estimulado por los profesores del plantel y la gran colaboración de los padres de familia, sobresaliendo el de Julio Osuna y su equipo. También con su apoyo iniciamos en 1992 la Primera Feria del Libro Netzahualcóyotl.

He tenido grandes experiencias en estas ciudades, una más fue en la Universidad Pedagógica Nacional (UPN)trabajando con maestros de preescolar y primaria y de ahí, a la escuela Leona Vicario donde me jubilé después de cuarenta y cinco años de servicio.

Escuela Enrique Coca Pérez. México, DF, 1979.

Escuela Netzahualcóyotl. Mexicali, B.C., 1988.

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El 4 y 5 de septiembre de 2008 en el poblado Kilómetro 57 se llevó a cabo un simposio organizado por el Instituto Municipal de Arte y Cultura de Mexicali,

coordinado por el director del Archivo Municipal, licenciado Francisco Javier Palacios. El objetivo era determinar la fecha de fundación del poblado, ahora llamado Ciudad Coahuila.

Los nombres de calles y poblados son parte de los elementos que constituyen la memoria histórica de los pueblos. Por eso no es recomendable cambiarlos sin causa justificada, al desaparecer un nombre, con el tiempo se rompe la cadena de tradición y las nuevas generaciones pierden un trozo de la historia de su comunidad.

Sin embargo, el Kilómetro 57 ha tenido varios nombres. En sesión ordinaria de Cabildo, celebrada el 27 de mayo del 2004, se aprobó el cambio de nombre del poblado Venustiano Carranza de la delegación Colonias Nuevas por el de Ciudad Coahuila. El cambio formal de denominación se dio a conocer en una sesión de Cabildo realizada en el propio poblado.

A lo largo de más de 60 años de existencia ha tenido varios nombres: Estación Coahuila, Kilómetro 57, Colonias Nuevas, San Juan, poblado Venustiano Carranza y ahora Ciudad Coahuila. Cada nombre tiene un origen diferente, el más antiguo es Estación Coahuila, nombre que se le dio cuando se construyó la espuela del ferrocarril Inter-California, que dio origen a la población.

Eduardo Andrade Cisneros2 es un agricultor muy conocedor de la historia del valle de Mexicali, y, por supuesto, conoce muy bien el poblado Kilómetro 57 desde 1952; él relata que el nombre de Colonias Nuevas se le dio a fines de la década de 1940, y en ese entonces se creó la delegación que abarcaba nuevas colonias agrícolas como la Zacatecas, Lerma, Leona Vicario 1 y 2, y la colonia Valdez. Con parte de terrenos de esas colonias se crearon los ejidos Camacho, Plan de Ayala, González Ortega y Choropo. En una especie de isla que se formó entre los ríos Colorado y Hardy se fundaron los ejidos Sombrerete 1 y 2. La jefatura de la delegación quedó en el 57, y la gente comenzó a llamarle Colonias Nuevas.

Se conoce como San Juan porque es el nombre del patrono de la iglesia y los sacerdotes le llaman así al poblado. Con ese desconocimiento de la historia y desinterés por la memoria histórica del pueblo, algún cabildo le llamó poblado Venustiano Carranza, pero fue más fuerte la costumbre y el uso de ese nombre no se popularizó.

Este nuevo intento de legalizar un nombre para el Kilómetro 57, llamándole Ciudad Coahuila pudiera ser más aceptado por tener relación la denominación original del poblado. Eduardo Andrade opina que es conveniente porque cuando a los poblados les llaman ciudad reciben más apoyos del municipio, como ocurre con Ciudad Guadalupe Victoria y Ciudad Morelos, las cuales, por cierto, todavía son nombradas Kilómetro 43 y Cuervos por los viejos mexicalenses.

El origenEn 1936 llegó al valle de Mexicali el ingeniero Luis B. Sánchez junto con 23 familias que lo venían acompañando desde su natal Coahuila. Inicialmente, rentó un rancho de 10 hectáreas en el 10 de la Chinesca, de Juan Buelna. Al siguiente año se trajo a su familia y con todos se formó un grupo de 50 personas, y adquirió 5 000 hectáreas de tierras que pertenecían a la Colorado River Land Company. Con esos terrenos el ingeniero Sánchez formó la colonia Nuevo León donde inició el cultivo de mil hectáreas de

cebada para Alberto Aldrete, el dueño de la cervecería Tecate.Para sembrar, construyó el canal Maravillas que conducía

agua del Río Colorado a sus tierras, tenía 17 kilómetros de largo y bombeaba 800 metros cúbicos por segundo. Para realizar esa obra, el ingeniero Aldrete trasladó maquinaria desde Coahuila, en un recorrido que duró 29 días. Después hizo el canal Azteca, pero tuvo que afrontar problemas económicos y debido a ello perdió las bombas y maquinaria. Sólo sembró su rancho durante cuatro años, luego se fue de Mexicali.

Sobre esto, el señor Santiago Sánchez Cordero3 recuerda:

En 1939 no había nada en el 57. Empezamos a sembrar mil

hectáreas de cebada para don Alberto Aldrete en los terrenos

1 Cronista del valle de Mexicali.

2 Entrevista realizada a Eduardo Andrade Cisneros, miembro de la Sociedad de Historia “Centenario de Mexicali”, por Yolanda Sánchez Ogás, en 2007.3 Entrevista realizada a Santiago Sánchez Cordero por Yolanda Sánchez Ogás, en 2006.

Poblado

Kilómetro 57Yolanda Sánchez Ogás1

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de mi padre y había que sacar la cosecha desde el rancho hasta

Mexicali, pero no había caminos del rancho a la ciudad. La

cosecha se llevaba a San Luis en una panga y eran como cinco

mil toneladas, ¿cómo se iba a hacer para sacar todo eso? En aquel

tiempo el ferrocarril de San Diego a Yuma cruzaba por Mexicali

y un ramal llegaba hasta Riito, que entonces pertenecía a Baja

California. Era el Inter-California Railroad que tenía la matriz en

San Francisco, California y hasta allá fuimos mi padre y yo para

solicitar la construcción de una espuela en el actual poblado del

57.

En la oficina del gerente del Inter-California mi padre se

entendió muy bien con el gerente porque resultó que habían

estudiado en la misma escuela de ingeniería en Pensilvania, aunque

no de la misma generación. Mi padre habló del rancho, de sus

proyectos y de la necesidad de una espuela. El gerente llamó a un

empleado y le pidió los planos del ferrocarril Inter-California, de

Mexicali a Médanos, que ya llegaba adelante de Riito; en Médanos

daba vuelta el tren. El tren hacía ese recorrido únicamente los

martes, entraba a Riito, a donde llegaba la gente de San Luis, por

una brecha, entre la arena, a llevar sus cosas. Pero en el plano no

aparecía ningún rancho, menos una población.

Entonces, el gerente le dijo a mi padre: “Mira Luis, aquí

está el río y allí no hay nada”. Mi padre le aseguró que él estaba

sembrando, pero el gerente no encontraba cómo justificar ante

sus superiores la construcción de una espuela. Efectivamente, no

aparecía nada en el plano, porque era la primera cosecha que se

iba a levantar. Al final, el gerente se convenció y pidió a mi padre

dos mil dólares para que le construyeran la espuela, pero le dijo

“tú haz el terraplén y te voy a regresar cinco dólares por cada

carro cargado que salga de allí”.

Al regresar, mi padre me ordenó hacer el terraplén con el

buldózer. La vía que corría hasta Riito ya estaba, pero el terraplén

para poner la otra vía de salida la tuvimos que hacer. Allí está en el

57, todavía tal como yo la hice. Trabajé diez días jalando tierra, me

pegaba unos golpazos porque el buldózer, si no sabe uno manejarlo,

lo golpea. Así nació ese poblado, le llamaron Estación Coahuila

porque el Ingeniero Luis B. Sánchez era de aquel estado.

Cuando se construyó la vía del ferrocarril Sonora-Baja California, correspondió a esa estación el Kilómetro 57 de la vía y allí se construyó una estación, cuyo edificio aún se conserva. Pronto, el lugar se popularizó con el nombre de 57, sólo que la gente del valle le llama “El Cincuenta”.

Mi padre fue vendiendo sus tierras y cuando ya le quedaban 400

hectáreas, tenía 175 empleados y a unos de ellos los puso a sembrar

hortalizas para la gente que trabajaba con él. No gastaban nada

porque también había vacas y la leche era para la gente que

trabajaba en el lugar. En 1942, mi padre donó 87 hectáreas para

que se fundara el poblado, al que le pusieron su nombre: Luis B.

Sánchez, que entonces quedaba en Baja California. Cuando se

fundó el poblado anduvo mi padre marcando las calles con un

arado jalado por un tractor. Las calles quedaron derechitas.

Como todavía no había PEMEX, mi padre puso un tanque

de 10 000 galones para que cuando llegara el tren los llenara de

diesel para hacer trabajar las bombas. No había electricidad,

pero a una bomba grandota le pusieron una polea por un lado

y movían un generador para producir electricidad. Después mi

padre se fue y trabajó con el gobierno obteniendo pie de crías

para varios ejidos en Tabasco, Tampico y Veracruz. Se jubiló y

regresó a Mexicali, aquí murió.

En el simposio se presentaron varias ponencias, algunas coincidían en establecer como fecha de fundación el día en que fue nombrada la primera autoridad por el gobernador Rodolfo Sánchez Taboada. El militar Leonardo Partida Uribe recibió su nombramiento como subdelegado de la Subdelegación de Colonias Nuevas el primero de agosto de 1939. El 1 de septiembre de 1945, correspondió a este subdelegado acatar la orden del gobierno federal que a instancias del gobierno de Sonora, después de un largo litigio, obtuvo, de manera ilegal, alrededor de 30 000 hectáreas de tierras que pertenecían a Baja California. Leonardo Partida renunció a la subdelegación porque no estuvo de acuerdo con ese despojo.

Esa decisión tampoco fue aceptada por el gobernador Sánchez Taboada, quien también renunció a su cargo. El poblado Luis B. Sánchez se dividió por el callejón Sonora. La parte correspondiente a Sonora conserva el nombre del fundador, Luis B. Sánchez y la parte bajacaliforniana retoma el nombre original Kilómetro 57, que tantos cambios ha tenido.

Finalmente, como las reglas del simposio establecen que se tome como argumento válido algún documento oficial que esté fechado, la propuesta aceptada correspondió a Francisco Alaniz Zaragoza, oriundo de ese poblado, quien propuso como fecha de fundación el 24 de junio de 1939. Tal fecha se sustenta en un plano del poblado donde aparecen los lotes enumerados y especifica en su entorno el proyecto de los patios para las maniobras del ferrocarril.

La propuesta fue aceptada por unanimidad por los miembros del jurado calificador, y al darse a conocer a los asistentes al simposio hubo conformidad en el dictamen..........

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El ex alcalde de Mexicali Armando Gallego Moreno recuerda cómo era ese Mexicali de antaño, sus calles, sus gentes, sus costumbres

Beatriz Limón Gutiérrez

Los faritos alumbraban tenuemente las inmediaciones del parque, era un lugar lleno de romanticismo donde los jóvenes enamoraban con dulces piropos a las mujeres de Mexicali.

“Eran nuestras salidas obligadas de jueves y domingos, así era nuestra ciudad, pequeña pero alegre, la que se fue poblando poco a poco”, reconoce don Armando Gallego Moreno, uno de los forjadores de Mexicali.

Allá, por 1940, en Mexicali, los jueves y domingos eran tardes de serenatas. Las parejas, familias y jóvenes paseaban alrededor del parque

Chapultepec, mientras la orquesta de “El Quinto Batallón” dejaba escapar melodías de Pedro Vargas, Agustín Lara y otros cantantes de aquella época.

Los niños jugaban en el césped del parque mientras los paleteros ofertaban su mercancía diciendo: “Lloren niños, lloren para que les compren las paletas”.

Allá por 1940... familias y jóvenes paseaban alrededor del Parque Héroes de Chapultepec.

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Centro nocturno El Tecolote, calle Melgar y avenida Madero.

El Clímax, ubicado en calle Melgar y avenida Cristóbal Colón.

El Gambrinus, situado en la calle Melgar.

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Recuerda don Armando:

En ese tiempo la avenida Colón era un arenal, de manera que

si un auto entraba por equivocación corría el riesgo de quedar

atascado.

El cerco que divide Mexicali de Caléxico ya existía, la

línea para cruzar a Estados Unidos se cerraba a las nueve de

la noche, pero todos los que se quedaban a las serenatas no les

importaba que les cerrarán la línea, porque había un hueco

por donde se cruzaban, tampoco había vigilancia, recuerdo

que cruzábamos el canal caminando sobre un madero.

Dice don Armando que en esa época había varios centros nocturnos, entre estos “El Tecolote”, que era conocido como casa de juego; “El Clímax”, “El Gambrinus”, al que describe como un bar muy elegante; en la otra acera estaba “El San Diego”, un cabaret más.

Pero, retrocediendo en el tiempo, fue en 1929, a la edad de seis años, cuando Armando Gallego captura los primeros recuerdos de Mexicali. Con el transcurso de los años, quien llegó a ser Alcalde de Mexicali1 en la década de 1960, pudo conocer a Mexicali como la palma de su mano.

Recuerdo que la avenida Reforma iniciaba desde la calle México

y concluía justo frente a las oficinas de La Colorado River Land

Company: se veía majestuosa. La avenida Obregón era más

elegante, con camellón y unos faroles muy hermosos en medio.

Los recuerdos lo seguían invadiendo:

Toda la calle Melgar, que era la entrada de Caléxico estaba

muy poblada, así como las primeras cuadras de la avenida

Madero, donde se veían casas de juego, edificios muy bonitos

por fuera y muy elegantes por dentro. En el resto de la avenida

Madero, lado norte, estaba ubicado el Hotel Comercial, a un

lado del Parque Héroes de Chapultepec, más adelante estaba

la escuela Cuahutémoc.

Las imágenes de aquel Mexicali llegaban a su mente:

Por el lado sur había un banco, tiendas de diversas mercancías,

restaurantes chinos y japoneses, “El Paraíso” y “Oasis”, los

que eran muy populares y frecuentados por el pueblo, donde

servían sabrosos tacos, flautas, horchatas, raspados, nieves

que me gustaban mucho. También, la gente iba al “Jardín

Azteca”, era una cervecería de americanos.

Sentado en la tranquilidad de su pequeño estudio, el que se encontraba iluminado por una tenue luz, don Armando Gallego agrega:

La avenida Obregón era elegante, con camellón en medio y hermosos faroles.

1 Don Armando Gallego Moreno fungió como presidente municipal de Mexicali en el trienio de 1974-1977.

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Mexicali en ese tiempo únicamente tenía cinco calles

pavimentadas. La avenida Melgar con una distancia corta

que terminaba en la avenida Madero, esta última estaba

pavimentada hasta la calle México que a su vez tenía dos

calles pavimentadas hasta llegar a la Obregón.

Las mejores residencias estaban sobre dos avenidas,

principalmente la Obregón, en la proximidad del Palacio de

Gobierno, ahora Rectoría de la Universidad.

Para esto, recuerda que la década de los años de 1920 trajo un cambio muy importante para la ciudad. En 1921 el entonces Presidente de Estados Unidos, Calvin Coolidge envió una iniciativa al Congreso para crear la Ley de Prohibición, la que prohibía la elaboración, distribución, importación y venta de todas las bebidas con contenido alcohólico en Estados Unidos. Esta iniciativa fue aprobada y se convirtió en Ley Volstead.

El auge en Mexicali

Al aprobarse esta ley se abrió la magnifica oportunidad a todas

las poblaciones limítrofes con Estados Unidos. En Mexicali

inmediatamente se empezó a construir la Cevecería Azteca.

Simultáneamente empresarios fuereños empezaban a instalar

los restaurantes de lujo que estarían ubicados por Melgar y

Madero, todos con amplio bar donde expendían licores que la

clientela americana deseaba y no podía obtener en su país.

Esto trajo un flujo continuo de visitantes extranjeros

que Mexicali nunca había tenido, ocasionó la instalación

de varias tiendas de curiosidades y artesanias, así como

múltiples restaurantes y bares que serían para los visitantes

menos pudientes.

Muy pronto, los restaurantes y bares elegantes ampliaron sus instalaciones y adicionaron casinos, casas de juego de azar que atrajeron a más visitantes.

La época de la depresiónToda la década de los años de 1920 fue de prosperidad para Mexicali, hasta que en octubre de 1929 se desplomó la bolsa de valores de Nueva York ocasionando el inicio de la gran depresión de Estados Unidos, la que duró toda la década de 1930.

El resto del mundo no se podía sutraer de esta catástrofe.

La agricultura del valle de Mexicali se desplomó al igual que

todas las actividades económicas. Comentaba mi padre que

los valores de la propiedad, víveres y todos lo demás cayeron

hasta un 90%. Sólo el dinero valía y muy pocas personas lo

tenían, las cuales tenían miedo de gastarlo e invertirlo.

Toda la calle Melgar, que era la entrada a Caléxico, estaba muy poblada (1929).

2 El licenciado Carlos Trejo y Lerdo de Tejada fungió como gobernador del distrito y territorio norte de Baja California de diciembre de 1930 a noviembre

de 1931.

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de la Melgar, Azueta, Altamirano, y todas las demás que

atravesaban hasta el Palacio.

Las calles permanecieron así hasta el año de 1943, en que

se pavimentó lo que faltaba de la Madero y, por esas mismas

fechas, las del primer cuadro de la ciudad.

Don Armando Gallegó, quien realizó sus estudios en Caléxico, nos relata que al principio ellos vivían del otro lado de la frontera, pero en 1938 se les quemó la casa y se vinieron a radicar a Mexicali.

Viene a su memoria un episodio que se vivió en esa época.

Se desató una pobreza extrema y el gobernador Trejo y

Lerdo de Tejada,2 buscando qué hacer con tanto hombre

que diariamente se amontonaba en el Palacio de Gobierno

pidiendo ayuda, los puso a trabajar formando cordones con

piedras y les pagaba un peso diario.

Así se acordonaron las calles no pavimentadas de

Mexicali, la avenida Lerdo, la mayor parte de la Madero y

toda la Colón, así como todas las transversales, una parte

En la avenida Madero estaba ubicado el Hotel Comercial.

Las mejores residencias estaban por la avenida Obregón.

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Era el tiempo en que el Hotel de Anza de Caléxico se había empezado a construir. El proyecto comprendía un hotel elegante para hospedar a personajes importantes y estrellas de cines procedentes de Hollywood.

Este hotel se abrió a fines de 1931, era elegantísimo, todo

el personal de servicio era filipino, era la joya y orgullo de

Calexico; con la influencia del nuevo hotel y las casas de juego,

se consiguió que la garita estuviera abierta las 24 horas.

Dice don Armando Gallego que las temperaturas eran las mismas que las de la actualidad, el calor intensificaba en agosto, con la diferencia de que en esos tiempos únicamente contaban con abanicos de aspas.

Recuerdo que le poníamos trapos mojados para que el aire

saliera más fresco, la gente tendía catres arriba de los techos,

y los mojábamos para que refrescaran.

Así fue mi juventud, sin refrigeradores; comprábamos

barras de hielo para que no se perdieran los comestibles, y fue

hasta 1938 cuando sacaron el primer ‘cooler’ de agua colada,

y para nosotros fue la gloria.

Pero hasta que cumplí 20 años tuve teléfono, recuerdo

que para comunicarte a Tijuana podía pasar un día... Así era

nuestra vida, sencilla y sin complicaciones.

Se empezó a construir la Cervecería Azteca.

Hotel de Anza, en Caléxico, Ca.

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En los años cuarenta Mexicali se dividía en dos grandes zonas, por la cicatriz que le dejó el Río Nuevo en la inundación de 1905-1907, de tal

manera que al oriente de la ciudad se ubicaba Pueblo Nuevo y al occidente, lo que en aquellos años todo mundo llamaba el “pueblo”; limitado al este por la colonia Nueva, al sur por la Jabonera y la colonia Industrial y desde luego en ambos casos al norte por la línea internacional que divide a México de Estados Unidos.

Ese era el espacio vital urbano que envolvía las actividades de todos los mexicalenses.

En el caso de los adolescentes, su barrio era todo su mundo; vivir, habitar, jugar, ir a la escuela y excursionar. Si de niños no rebasaban los cercos de su casa, al crecer se abrieron sus horizontes hasta los límites de su colonia.

Para un grupo de niños de 12 años, quienes vivían en la calle C y Lerdo, su radio de acción abarcaba: la Jabonera,

la Cervecería de Mexicali, la Escuela Benito Juárez, el barranco y la avenida Obregón (avenida central de Mexicali de esos años, convertida en la ruta de los taxis. Ruta que se iniciaba en la garita y recorría las avenidas Madero, Morelos, Reforma, México, Obregón hasta Palacio de Gobierno, y de ahí regresaban por la misma ruta). La mayor parte del tiempo la pasaban a mitad de la calle jugando pelota, cerca de la tienda de abarrotes, La Copa de Oro, el Taller Mondragón, las loncherías de Doña Flavia y de Doña Amalia, un poco más retirado, el Mercado Frontera, Mercado el Fénix, y la Tienda de Abarrotes la Ideal.

El pensar en ir a un lugar un poco más alejado significaba un paseo o excursión, como era el caso de visitar el Palacio de Gobierno (hoy Rectoría de la UABC), la Bomba de Agua (hoy el IMSS), La Pocita (lugar donde se acudía a nadar y bañarse en verano, dado que la descarga de demasías de la bomba de agua, formaba una poza de agua limpia antes

Rubén Castro Bojórquez

Mercado municipal, PASO OBLIGADO

Mercado Municipal, 1926.

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de juntarse con las aguas contaminadas del Dren 134 que conducía las aguas de desecho del Rastro de la Ciudad, ubicado este en la carretera a Packard, hoy Distribuidora Volkswagen en Justo Sierra y Gómez Farias y, un poco más, lejos el Mercado Municipal y el Campo Necaxa.

En esos años previos a la juventud, ellos se iniciaron en el béisbol infantil en la liga pionera de la ciudad que dirigió Víctor Raya. El participar en esos torneos los obligó a abrir sus horizontes, pues todo el equipo de béisbol de la calle C tenía que trasladarse, la mayoría de las veces, caminando a los campos donde se celebraban los encuentros: campos infantiles de béisbol “llaneros” (denominados así por ser terrenos sin pasto ni árboles): Bomba de Agua (hoy multifamiliar del ISSSTE) , Industrial (hoy DIF, Centro de Salud y Sección II del SNTE), Calle Seis (hoy Casa de la Juventud) y desde luego su campo favorito: Aduana (hoy abandonado Cine Reforma). La travesía, desde el barrio de la C al campo de la Aduana, comprendía caminar por la avenida Lerdo, pasar las calles B y A y doblar en la calle del Árbol (hoy Peritus), para pasar por el Mercado Municipal, saludar a Don Trini y continuar su camino, no sin antes recibir la invitación de que al regreso lo visitaran de nuevo. Continuaban su camino por el callejón Venegas (tramo del callejón Obregón entre la calle del Árbol y el Campo de la Aduana, pasando por la calle Bravo) hasta llegar a su destino.

El campo de béisbol debió haber medido 50 m x 50 metros y colindaba al norte con el edificio de la Aduana

(ya demolido), al sur la calle Lerdo, al este la casa de don Víctor Raya y al oeste la Hielera de Mexicali, con la calle México de por medio. El campo tenía ubicado el backstop en la esquina sureste y era tan pequeño que los bateadores muy potentes pegaban seguido de jonrón, los zurdos la ponían arriba de la Aduana y los derechos hasta la Hielera. No bien terminaba el juego, recogían los pocos guantes, el bate y la pelota ya usada y emprendían el regreso por la misma ruta, recordando la invitación de don Trini de pasar a visitarlo al regreso. La sorpresa que todos adivinaban, por no ser la primera vez, era que les tenía preparado un regalo a cada uno de los miembros del equipo, hubieran ganado o perdido, les entregaba una pieza de pan dulce, ¡una concha de chocolate! (en este tiempo su costo era de 10 centavos), mal daban las gracias y continuaban el regreso hasta la calle C.

El Mercado Municipal, construido en 1926, contenía puestos de todo tipo de productos en el interior: verduras, frutas, carnicería, abarrotes, curiosidades, papelería, refresquería, ropa y otros más. Y en el exterior abundaban las loncherías, restaurantes, taquerías y refresquerías. El edificio principal de un solo nivel estaba ubicado en la esquina Obregón y calle del Árbol y entre los callejones Venegas y del Mercado, y al sur, en esquina de Lerdo y calle del Árbol se encontraban las loncherías.

Don Trini, padre de uno de los jugadores, poseía un pequeño puesto de venta de pan, les platicaba que toda la noche preparaba y horneaba el pan en su casa para poder

Mercado Municipal, 1930.

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tenerlo temprano al día siguiente en el mercado, donde permanecía vendiéndolo de 7:00 a 19:00 horas del día. Lo preparaba, amasaba y horneaba, él solo para tener listo el pan blanco (birote) y pan dulce (conchas, cochitos, semitas, cuernos y otros más); su vida la pasaba en el mercado, todo el día, todos los días.

No bien había entrado la década de 1950, cuando un día que ellos jugaban béisbol a mitad de la calle C, escucharon la sirena de la bombera (el cuartel de bomberos estaba ubicado en avenida Reforma casi esquina con calle del Árbol), era común que en esos casos al escuchar la sirena se orientaran por el humo del incendio y se arrancaban corriendo para ser espectadores, de primera fila; cuando divisaban la columna de humo emprendían la carrera. En esa ocasión, bien pronto se enteraron de que el local que se incendiaba era el Mercado Municipal. Las llamas se levantaban más de 10 metros, a pesar del esfuerzo que los bomberos hacían y la prontitud con que había llegado al lugar, el fuego siguió hasta acabar con todo el edificio.

En el exterior los comerciantes de los puestos del mercado veían cómo en unos instantes se terminaba su fuente de ingresos. En una de las orillas de la acera opuesta se encontraba don Trini: vio a los muchachos, ellos lo vieron y no dijo y no le dijeron nada. El silencio lo decía todo. El edificio sufrió pérdida total, los escombros que fue lo único que quedó, duraron ahí por un largo tiempo.

Años después, en 1955, el Ayuntamiento inició la construcción de un nuevo mercado, ahora con materiales inflamables. Días después de la inauguración del nuevo local, algunos de aquellos adolescentes fueron a buscar a don Trini, no lo encontraron, y además se enteraron que ya se había cambiado de barrio. Ellos también habían cambiado, pero no de barrio, sino de edad; de adolescentes pasaron a ser jóvenes. Nunca más supieron de don Trini, pero en el inventario de sus recuerdos sigue viviendo el sabroso sabor de las conchitas que él les regalaba, por haber ganado... ¡o perdido un encuentro de béisbol!

p

Mercado Municipal, 2000.

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Libros, reseñas, comentarios...

California”. Su autora es la maestra de educación básica, Yolanda Sánchez Ogás, conocida historiadora regional y presidenta honoraria vitalicia de esta Sociedad de Historia. Su planteamiento es sencillo: la educación de los indígenas no sólo debe procurar integrarlos a nuestra cultura a través de la enseñanza del castellano, sino debe cultivar el interés de los indígenas por su propia cultura, mediante maestros bilingües y biculturales que los apoyen. En la voz de Ofelia, una de las indígenas entrevistadas, dice:

Es la cruda realidad que estamos viviendo y aun con tanta necesidad y con tantos problemas queremos seguir manteniendo nuestra cultura,

El libro de reciente creación intitulado: Ensayos sobre el presente y pasado educativo

de Baja California representa un compendio de artículos escritos por personas dedicadas a la educación básica, y comprometidas con sus más anheladas promesas. También representa un aporte a la historia educativa de nuestro estado. Este trabajo fue editado por la Universidad Autónoma de Baja California y Miguel Ángel Porrúa en 2006, con motivo del 50 aniversario, en 2007, de nuestra casa de estudios.

El tomo de 226 páginas consta de una introducción y de seis capítulos divididos en dos apartados. La coordinadora de este importante esfuerzo es la doctora en filosofía y ciencias de la educación Graciela Cordero Arroyo. Curiosamente, en su introducción se ocupa más de señalar lo que hace falta por hacer que de lo que aporta el libro. Desde la primera página nos advierte: “el estudio histórico de la educación básica no ha sido abordado aún con la profusión y el rigor deseados”.

El primer capítulo se titula “La educación básica en Baja California, 1994-2004: su contexto económico, demográfico y sociocultural”, está escrito por el maestro Óscar Ortega Vélez. Se ocupa del nivel del Producto Interno Bruto (PIB), de la Población

Económicamente Activa (PEA), del coeficiente del servicio de la deuda pública, de la migración interna y externa, etcétera. Dado, quizás, a la amplitud del tema, el autor sólo realiza una glosa del contexto en que se lleva a cabo la educación básica, no un análisis detenido de las variables abordadas.

El segundo capítulo es “La educación especial en Baja California” y está escrito por la maestra Graciela Arredondo Talamantes. El capítulo revela que la educación escolar no puede llegar a todos con métodos de enseñanza uniformes, pues existen muchos niños con capacidades de aprendizaje diferentes. La educación especial, nos señala la maestra, comprende: discapacidad, anormalidad, minusvalía, deficiencia y trastornos. La autora hace un repaso histórico de las instituciones creadas en Baja California para atender a los niños con capacidades diferentes y de su reorganización bajo el control gubernamental. El artículo es informativo de la participación comprometida de algunos ciudadanos y padres de familia y sirve para sensibilizar al público lector de las carencias que aún existen en nuestra sociedad.

El tercer capítulo se titula “La educación indígena y pérdida cultural: antecedentes y situación actual en las comunidades indígenas de Baja

Sergio Noriega Verdugo

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nosotros no (la) queremos perder, porque al perder nuestra cultura nosotros no somos nadie....

El segundo apartado del libro se ocupa de “la relación de nuestra entidad con el gobierno central en materia educativa desde finales del siglo XIX y los primeros 40 años, y posteriormente el periodo relativo a la década de los años noventa del siglo XX”. Como se puede apreciar no se trata de una historia continua. Este apartado inicia con el capítulo cuarto y se denomina: “La educación en Baja California. La intervención de autoridades locales y nacionales, 1890-1940. Las paradojas de educar en la frontera”, y está escrito por el doctor en historia Marco Antonio Samaniego López.

Samaniego López nos aclara desde el principio de su artículo que “la educación en Baja California fue una preocupación de los diversos órganos de gobierno, tanto locales como federales, desde la época del porfiriato hasta el gobierno cardenista”. Gran parte de esta preocupación se debió “al carácter fronterizo de sus poblaciones y al hecho de que parte de los niños y jóvenes iban a estudiar a Estados Unidos” y por ello “generó el temor de que éstos podían perder el apego a nuestro país...”, particularmente en Mexicali donde la propiedad de la tierra estaba amenazada. De ahí que era necesario “reforzar el sentimiento nacionalista”. Aunque después nos dice en la boca de un maestro local que “La educación de los niños está mejor atendida en Caléxico que en Mexicali”.

Samaniego López se ocupa de la alternancia que sufrió la educación pública en manos de autoridades locales y del centro del país. Según el autor, la Ley de Instrucción Primaria para el Distrito y Territorios Federales

de 1888, con Porfirio Díaz pretendía homogeneizar la educación de todo el país. Este esquema no fue alterado en Baja California sino hasta después de que Victoriano Huerta asumió la presidencia de México. Con Esteban Cantú y, posteriormente, con Abelardo L. Rodríguez la educación pública en Baja California se manejó bajo un criterio regional y prosperó. Luego con Cárdenas la educación socialista se manejó de nuevo desde el centro del país y cambió. Sin embargo, el autor no hace una evaluación sumaria de lo que significan estos cambios en torno a los fines que la educación persigue o debe perseguir, ni tampoco los beneficios o perjuicios que ocasionó el nacionalismo en la educación de la entidad.

El siguiente capítulo versa sobre “La federalización de la educación básica en el Territorio Norte de la Baja California, en el marco de la educación socialista, 1934-1940” y fue escrito por la maestra María del Rosario Maríñez. La centralización de la educación bajo el régimen cardenista trajo consigo cambios de carácter político y administrativo. “El control de la educación”, nos dice Maríñez, “no era sólo asunto de la Secretaría de Educación Pública (SEP) para avanzar en la federalización, sino que también era preocupación de la Secretaría de Gobernación...”. Si bien se buscó ampliar e intensificar la educación, la SEP favoreció “una ideología nacionalista que evite el contagio que acarrea la penetración extranjera...”. Por lo tanto, la maestra Maríñez nos sorprende cuando concluye que

sólo el aspecto coeducativo tuvo algunas resistencias debido a consecuencias de índole laboral que afectaban a algunos profesores, y no

por cuestiones de índole ideológico.

El sexto y último capítulo se titula “La descentralización educativa en Baja California: un acercamiento a los procesos de gestión educativa durante la década de los noventa”, y su autor es el profesor investigador del Colegio de la Frontera Norte, Marco S. Reyes Santos. El autor destaca la descentralización de la educación en México a partir del Acuerdo Nacional para la Modernización de la Educación Básica y Normal (ANMEB) entre 1992 y 1993. Reyes Santos señala que después de más de medio siglo, el burocratismo y gigantismo de la SEP

provocaron que sus representantes regionales ya no atendieran de manera eficiente ni integradamente los asuntos de la gestión educativa.

Reyes Santos dice también que intentos por descentralizar realmente comenzaron en los años de 1960 y que en la administración del gobernador Roberto de la Madrid (1977-1983) se ampliaron, pero añade que faltó voluntad política ya que entre otras cosas se requería de la homologación de sueldos y salarios entre maestros federales y estatales. Luego, Carlos Salinas nombró a Manuel Barlett titular de la SEP y con ello envió “un claro mensaje al SNTE (Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación) de que estaba decidido a desmantelar el poder caciquil concentrado en la figura de Carlos Jongitud Barrios, pero sobre todo de que buscaba, por un lado recuperar la autonomía gubernamental en la política educativa... y por el otro, obtener el control sobre el proceso de resolución de conflictos dentro del Sistema Educativo Nacional

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(SEN), pues el SNTE ya no era capaz de absorber a la creciente disidencia magisterial”.

El artículo de Reyes Santos es por demás revelador de los conflictos entre el sindicato de maestros y los gobiernos, no sólo el federal sino el del estado y de los municipios también, lo que, a mi juicio, constituye una aportación respecto al funcionamiento

de la educación pública en nuestro país. Además, nos obliga a ponderar el impacto que tienen los actuales líderes del sindicato en la educación pública. Por otro lado, el análisis que realiza me parece detallado y objetivo.

Ensayos sobre el presente y el pasado educativo de Baja California es un libro obligatorio para quienes se interesan en la historia de la educación

de nuestro estado y quienes buscan para la entidad una mejor opción. En la educación se apoya la esperanza del pueblo, y no olvidemos que la educación pública le cuesta al pueblo. ¡Ojalá que quienes participamos en ella no olvidemos tampoco el compromiso que representa!

De izquierda a derecha, de pie: Límbano Domínguez, María Duarte y Duarte, Juana Martínez Guerrero, Abel Barbosa Galván, Lucrecia Carmelo Lizárraga, Francisco Muñoz Franco, Ciria Cota Camacho, Josefina García Velasco, Sotero Medina Bermúdez, María Luisa Armenta Vivanco, Jesús Rodríguez Escalante. Sentados: Rafael Chávez Carrillo, Matilde Gómez de Romero, Ángela Virgen Flores,

Héctor Siqueiros Mazón, Rafaela Arreola de Orduño, Sara de la Cruz Silva Cota, Alfonso Reyna Muñoz.

Una foto.Una foto. Una historiaUna historia RCB.

En el año de 1927 se creó la Escuela Primaria Mixta Superior Benito Juárez, primera en su género, inaugurando al mismo tiempo el majestuoso edificio que casi cincuenta años después sería demolido. Uno de sus primeros directores fue el profesor Andrés Silva Vite (1928-1931) padre del doctor Santos Silva Cota ex rector de la UABC. Así como Santos Silva, otros tres ex rectores fueron alumnos de la prestigiada Escuela Benito Juárez; licenciado Rafael Soto Gil, arquitecto Rubén Castro Bojórquez y contador público Víctor Everardo Beltrán Corona. En sus inicios, en la escuela funcionó una cooperativa avícola, los alumnos preparaban desayunos escolares con los huevos y la leche que se producía en la granja, donde tenían gallinas y vacas. En la foto que se muestra abajo se puede apreciar a la planta de maestros que laboraba en la escuela en el año de 1942. Se puede observar atrás de los maestros a los pinos salados que cubrían todo el perímetro del terreno de la escuela.

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Acontecer de la HISTORIA1R.C.B.

NOVIEMBRE2 de noviembre 1923. Este día recibió el gobierno del Distrito Norte de la Baja California de manos del licenciado José Inocente Lugo, el general Abelardo L. Rodríguez, miembro del triunvirato de generales que destacaron en la Revolución: Plutarco Elías Calles, Álvaro Obregón y Abelardo L. Rodríguez, sonorenses los tres. El general Rodríguez llevó a cabo al frente del gobierno del Distrito una labor eminentemente constructiva, sobresaliendo en el ramo educativo, impulsó la agricultura con mexicanos organizando el primer ensayo serio de cooperativismo agropecuario, la Colonia Progreso y Anexas; fomentó el crédito agrícola, promovió la organización de los trabajadores, dictó disposiciones a su favor, salario mínimo, etcétera.

9 de noviembre de 1904. Este día se terminó de hacer el primer censo de población de Mexicali, ordenado por el jefe político coronel Celso Vega, y fueron 397 las personas censadas que habitaban en Mexicali en 1904. Es importante señalar los nombres de algunas de esas personas: Ramón Zumaya, Santiago Castro, Urbano Vázquez, Carlos Orozco, Rodolfo Gallegos, Zaragoza Contreras, Agustín Urías, Francisco Montejano, Apolinar Muro, Sara Muro, Cleofas Chacón, Salvador Armenta, Manuel Vizcarra, Expectación Carrillo, Mercedes Carrillo, Delfina de Moreno, Ernesto González, Francisco Barrios, Camilo Jiménez, Jesús Árias, Jesús Orozco, Jesús Guluarte. Todo ello prueba inequívoca de la existencia real de quienes se consideran pioneros vecinos de Mexicali.

DICIEMBRE17 de diciembre de 1877. Con esta fecha recibió Guillermo Andrade, del gobierno de Porfirio Díaz, la primera concesión de tierras en el valle de Mexicali, con fines de “colonización” misma que Andrade no cumplió, salvo un precario intento de asentamiento de población con la Colonia Lerdo, asociado con Thomas Blythe, violando

Noviembre. Diciembre. Enero. Febrero

1 Celso Aguirre Bernal, Calendario Cívico Escolar, Editorial de Baja California, Mexicali, B.C., 30 de junio de 1994, 156 pp.

Plano de 1904.

Edificio de la Colorado River Land Company.

Abelardo L. Rodríguez.

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ya desde entonces la cláusula del contrato que le impedía traspasar las tierras a extranjeros. Este fue el principio de la entrega total que hizo a la Colorado River Land Company.

28 de diciembre de 1962. Cesa el Ferrocarril Inter-California. El Ferrocarril Inter-California fue inaugurado en 1907, y en su trayecto de San Diego a Yuma tenía en el valle de Mexicali las siguientes estaciones: Mexicali, Packard, Amapc, Palaco, Pascualitos, Sesbania, Casey, Cucapás, Hechicera, Volcano, Batáquez. Tecolotes, Paredones, Cuervos, Dieguinos, Empalme y Los Algodones, en las cuales se hacía una corrida local, con un tren al que le decían “El Pachuco”. En 1963 tocó su fin a este ferrocarril. Estos son algunos datos: tenía en el valle 98 267 kilómetros de vía, contaba con un equipo de 141 vagones; movía de esta región 1 278 180 toneladas de carga; express 1 832 000 toneladas; pasajeros, 212 474; empleados locales, 45. Su estación en Mexicali estaba por el hoy Bulevar López Mateos, esquina con la calle Altamirano, en el centro histórico de la ciudad.

ENERO1 de enero de 1915. Esteban Cantú asume el gobierno del Distrito Norte. La inestabilidad de los gobiernos del centro, por efectos de la revolución, se reflejó en Baja California con el cambio continuo de gobernantes. A fines de 1914 había un vacío de autoridades, por lo que, según afirma Cantú en sus memorias, una comisión de vecinos de Mexicali se acercó a él para solicitarle que se hiciera cargo del gobierno del Distrito Norte, lo que hizo a partir de esta fecha.

1 de enero de 1954. Sonorama Deportivo. Inicia su programa deportivo, el conocido y estimado locutor de radio Augusto Hernández Bermúdez.

16 de enero de 1952. Nace el estado 29. En el Diario Oficial de la Federación de esta fecha se publicó el decreto que creó el Estado Libre y Soberano de Baja California, una vez que fue aprobada por el Congreso de la Unión la iniciativa que le había sido presentada por el presidente Miguel Alemán. La Cámara de Diputados del Congreso de la Unión la aprobó el 31 de diciembre de 1951. El Territorio Norte llenó con grandeza los requisitos establecidos por la Constitución para convertirse en estado.

27 de enero de 1937. Asalto a las tierras. Este día un grupo de campesinos mexicanos encabezados por Hipólito Rentería y los

Estación del ferrocarril.

Esteban Cantú.

Augusto Hernández Bermúdez.

Escudo del Estado de Baja California.

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hermanos Guillén, tomaron la patriótica decisión de ocupar las tierras del ilegal latifundio de la compañía extranjera Colorado River Land Company, al amparo de un gobierno revolucionario dirigido por el presidente Lázaro Cárdenas. Este hecho apresuró el reparto agrario en el valle de Mexicali, con la entrega de más de 120 mil hectáreas a más de 5 mil campesinos mexicanos, de donde partió el desarrollo económico, político y social de Baja California, junto con otras medidas dictadas por el gobierno del presidente Cárdenas, entre ellas la Zona Libre y la construcción del Ferrocarril Sonora-Baja California.

29 de enero de 1911. Llegan los Magonistas a Mexicali. La Junta del Partido Liberal Mexicano presidida por Ricardo Flores Magón, provisionalmente instalada en Los Ángeles, California y que desde antes de 1910 había combatido la dictadura de Porfirio Díaz, por razones estratégicas, como lo estaba haciendo en el resto del país, acordó extender la revolución a Baja California y para tal efecto dispuso atacar la pequeña e indefensa población de Mexicali, la madrugada de este día. Fueron protagonistas de este hecho menos de una veintena de mexicanos todos ellos, jefaturados por José María Leyva, auxiliado por Pedro Ramírez Caule, Rodolfo L. Gallego y Fernando Palomares, estos tres últimos residentes en esta población desde principios del siglo.

Ricardo Flores Magón, considerado como precursor de la revolución mexicana y cuyos restos reposan en la Rotonda de los Hombres Ilustres fue un idealista, soñador de un mundo de hermandad y de paz y sin experiencia en las artes de la guerra, pronto perdió el control y el mando del movimiento revolucionario, situación que aprovecharon soldados extranjeros de fortuna que dieron motivo a que el movimiento fuera tildado de filibustero y a su inmediato fracaso en el mes de junio de ese mismo año.

FEBRERO11 de febrero de 1950. Cabalgata del Desierto. Este fue uno de los últimos años en que se rememoró esta brillante y espectacular festividad histórica conocida como Cabalgata del Desierto. Era una festividad en la que participaban como actores centenares de personas de ambos lados de la frontera, con el propósito de recordar las dos expediciones de Juan Bautista de Anza, en los años de 1774, 1775 y 1776, para establecer comunicaciones terrestres entre la Alta Pimería (Sonora y Arizona) y la Alta California, y que a su paso una de ellas acampó en un sitio próximo a las hoy ciudades de Mexicali y Caléxico.

Hipólito Rentería (al centro).

Magonistas en Mexicali, en 1911.

Cabalgata del desierto, 1950.

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Páginas dePáginas de historiahistoriaR.C.B.

En el reino de Calafia. Alberto Tapia Landeros. Editado por la Universidad Autónoma de Baja California. Noviembre de 1998. 147 páginas. Formato 19 cm x 21 cm. Edición de lujo. Describe y reseña lugares y recorridos de Baja California, ilustrados con un buen número de fotografías a color.

Guillermo Andrade y el desarrollo del Delta Mexicano del Río Colorado. 1874-1905. William O. Hendricks. Editado por la Secretaría de Educación Pública (SEP) y la Universidad Autónoma de Baja California (UABC). Diciembre de 1996. 272 páginas. Formato 14 cm x 21 cm. Edición rústica. Relata las acciones realizadas por don Guillermo Andrade para adquirir las casi 400 mil hectáreas que forman el actual valle de Mexicali, hasta que fueron adquiridas por la Colorado River Land Company, S.A.

Monografía de Mexicali y su valle. 1903-2003. Libro colectivo coordinado por Óscar Sánchez Ramírez. Editado por el XVII Ayuntamiento de Mexicali. Julio de 2004. Formato 18 cm x 21 cm. Edición rústica. Participaron en la elaboración de esta monografía: Armando Rodríguez Rosales, José Trejo Alvarado, Eduardo Sánchez López, Hermenegildo Pérez Cervantes, Martín Santibáñez Ahumada, Ramón P. Villegas Nájera, María Isabel Verdugo Fimbres, Sergio Noriega Verdugo, Joaquín Ernesto Álvarez Cano y Gabriel Trujillo Muñoz.

Efemérides del Municipio de Mexicali. 2004-2007. Cándido Zatarain Salmerón. Editado por el Gobierno del Estado de Baja California, en septiembre de 2008. Formato 14 cm x 21 cm. 247 páginas. Edición rústica. Describe los principales acontecimientos en el municipio de Mexicali durante los años 2004, 2005, 2006 y 2007, señalando día, mes y año.

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Rumbo a México 2010Bicentenario de la Independencia-Centenario de la Revolución

R.C.B.

Independencia de MéxicoANTECEDENTES

En 1808, cuando los ejércitos franceses ocuparon España, cobraron auge las tendencias autonomistas en Hispanoamérica. En México, al conocerse que Fernando VII había entregado la corona a Napoleón y éste a su hermano José Bonaparte, los ayuntamientos de Jalapa y la Ciudad de México pidieron al virrey José de Iturrigaray que convocara a una junta general del reino de Nueva España, pues en ausencia de los monarcas legítimos el pueblo debía asumir la soberanía, hasta el regreso del rey Fernando VII, preso en Bayona. El virrey se mostró favorable a la idea, pero los peninsulares radicados en México la vieron como una amenaza para sus intereses, por lo que depusieron e hicieron volver a Europa a Iturrigaray y detuvieron a los involucrados en el asunto. Al año siguiente, con finalidades semejantes, se produjo la conspiración de Valladolid, en la que participaron personajes del alto clero, de la oficialidad militar y de la vida civil. Descubierto el plan, las autoridades procedieron al arresto de varios de los implicados el 21 de diciembre, en tanto que otros procuraron aparecer como ajenos a la conjura. Para entonces, otra conspiración estaba en curso en Querétaro, donde bajo la protección del corregidor Miguel Domínguez se reunían, en casa del presbítero José María Sánchez, abogados, sacerdotes y militares como Allende y Aldama. A ellos se unió Miguel Hidalgo y Costilla, en tanto que por iniciativa del grupo queretano se formaban juntas en varias localidades del Bajío, así como en las ciudades de México y San Luis Potosí.

Revolución mexicanaANTECEDENTES

Aunque la revolución mexicana, como proceso social e histórico, cubre un amplio lapso, ha dado en llamarse así sólo al periodo de la lucha armada, que se desarrolló principalmente del 20 de noviembre de 1910, fecha del levantamiento convocado por Francisco I. Madero, hasta el 5 de febrero de 1917, cuando se promulgó la Constitución. Entre los principales antecedentes están las actividades de oposición al gobierno de Porfirio Díaz, como los levantamientos armados y las huelgas obreras de Río Blanco y Cananea, organizados y dirigidos por el Partido Liberal Mexicano. En 1908, durante una entrevista con el reportero estadounidense James Creelman, Porfirio Díaz declaró que no pensaba reelegirse una vez más y que vería con agrado la aparición de un partido opositor. Ésta fue la señal que aprovecharon varias personas, entre ellas Madero quien en ese año publicó La sucesión presidencial en 1910, libro que constituyó un llamado a la conciencia cívica. Simultáneamente, Madero fundó el Partido Antirreeleccionista y recorrió el país como candidato a la presidencia.