Cusco Valle Sagrado Machu Picchu -...

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Cusco Ollantaytambo Machu Picchu 70 86 Lo ideal es dedicarle tres días para conocer la ciudad, sus alrededores y los pueblos no evidentes de Tipón, Huasao y Oropesa. Visítelo un domingo, cuando se monta el mercado local y se celebra la misa en quechua. Pisaq 76 Si quiere ser uno de los 400 que suben al Huayna Picchu, anótese y madrugue: arranca a las 5 a.m. Urubamba 78 84 Después de recorrer su mercado, descubra los poblados de Maras, Moray y Chinchero. De aquí sale el tren hacia Aguas Calientes; también tiene un legado arqueológico que merece ser conocido. Primero hay que hacer pie en la Roma de América, y luego seguir el curso del río Vilcanota –Urubamba más adelante– hasta Aguas Calientes, umbral ineludible, antes de abordar el último tramo del viaje: el que concluye en las ruinas más famosas del universo andino. POR Connie LLompart LaigLe. FOTOS DE Xavier martín. Cusco Valle Sagrado Machu Picchu + + Una mamacha recorre las ruinas incas de Chinchero.

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Cusco Ollantaytambo

Machu Picchu70

86

Lo ideal es dedicarle tres días para conocer

la ciudad, sus alrededores y los pueblos no

evidentes de Tipón, Huasao y Oropesa.

Visítelo un domingo, cuando se monta el mercado

local y se celebra la misa en quechua.

Pisaq

76

Si quiere ser uno de los 400 que

suben al Huayna Picchu, anótese y

madrugue: arranca a las 5 a.m. Urubamba

78 84Después de recorrer su mercado, descubra los

poblados de Maras, Moray y Chinchero.

De aquí sale el tren hacia Aguas Calientes; también

tiene un legado arqueológico que merece ser conocido.

Primero hay que hacer pie en la Roma de América, y luego seguir el curso del río Vilcanota –Urubamba más adelante– hasta Aguas Calientes, umbral ineludible, antes de abordar el último tramo del viaje: el que concluye en las ruinas más famosas del universo andino.

P O R C o n n i e L L o m p a r t L a i g L e .

F O T O S D E X a v i e r m a r t í n .

CuscoValle SagradoMachu Picchu

++

Una mamacha

recorre las

ruinas incas de

Chinchero.

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Saqsaywaman, es su cabeza. Volviendo a la Catedral, vale destacar que sus muros atesoran unos 300 lienzos de la escuela cusqueña entre los que se destaca La última cena, del artista plástico Marcos Zapata o Zapaca Inca. En ella se muestra a Jesús compartiendo un plato de cuy asado y pan de Oropesa (ver destacado en pág. 78). Algo similar sucedió con la iglesia y el convento de Santo Domingo. Ambos edificios fueron superpuestos al Qorikancha. De este

importante templo que supo honrar al sol con sus muros revestidos con oro, sólo quedan algunos bloques en pie como magros testimonios del robo impune. Para apreciar construcciones incaicas vírgenes de intervención, hay que alejarse unos minutos de Cusco por el camino que lleva a Pisaq. La primera parada es Q’Enco, un santuario distinguido por sus galerías subterráneas y su mesa ceremonial labrada en piedra sobre la que se embalsamaba a los muertos.

Un poco más arriba se encuentra el tambo Puka Pukara, que servía como puesto de vigilancia y como lugar de abastecimiento para viajeros. Guarde un poco de oxígeno en los pulmones y no lo dude: llegue hasta los 3.765 metros, donde se levanta Tambomachay con vertientes que rinden culto al agua.

ritmo sigLo XXiEs la quinta ciudad más poblada del Perú (510 mil habitantes) y en ella cada día desembarcan hordas

de viajeros dispuestos a calzarse el poncho y el chullo (clásico gorro de lana con orejeras) para revivir las memorias incas. Las construcciones coloniales, donde otrora se alojara la nobleza precolombina, hoy funcionan como hostels, B&B, hoteles de lujo, restaurantes gourmet –por ejemplo Chicha, del renombrado chef Gastón Acurio–, tiendas de diseño y discotecas que cierran sus puertas a la madrugada. Además del clásico recorrido histórico –que no debe

a 3.350 metros sobre el nivel del mar, entre los ríos Vilcanota y

Apúrimac, el aire se vacía de oxígeno y se carga de glorias, de dioses, de pasiones y resignaciones. Ésa es la atmósfera que, con la ayuda de la hoja de coca, se respira en Cusco (Qosqo o Cuzco), ombligo del imperio inca del Tawantinsuyo, capital del antiguo Perú y hoy punto de partida para los millones de viajeros que cada año recrean el trayecto que conduce a la ciudadela del Machu Picchu.

Un Cristo apostado en la cima del cerro Pukamoqo vigila Cusco, de calles estrechas, casas coloniales y una muy excitante vida nocturna cuyo punto de reunión sigue siendo la Plaza de Armas (Huacaypata en tiempos incas). En este retazo de tierra en el que hoy las parejas se besan junto a la fuente y los artistas ambulantes ofrecen sus pinturas a 10 soles, en 1572 los españoles decapitaron a Tupac Amaru I –último líder del Imperio Inca– y, en 1781, a Tupac Amaru II –un

mestizo llamado José Gabriel Condorcanqui Noguera que encabezó la mayor rebelión indígena anticolonial de América durante el siglo XVIII–, tras un intento fallido de descuartizarlo vivo. Otro tanto hicieron con los templos incas, sobre los cuales levantaron iglesias, palacios y casonas señoriales. Ejemplo de ello es la actual Catedral de Cusco (1560-1664). La original fue la Iglesia del Triunfo; erigida sobre el palacio de Viracocha, hoy funciona como capilla auxiliar de la Catedral.

Imponente, el edificio renacentista diseñado por el arquitecto Juan Miguel de Veramendi se construyó con bloques de piedra volcánica saqueados del templo de Saqsaywaman. Al norte de Cusco queda el resabio de este fuerte ciclópeo que comenzó a existir durante el gobierno de Pachacutec, en el siglo XV, y se consolidó en el siglo XVI bajo el mando de Huayna Cápac. Durante la visita, es preciso descubrir la silueta de puma que representa la ciudad de Cusco de la cual,

Cusco. Epicentro del imperio inca

e La Plaza de Armas y los

alrededores de Cusco al anochecer.

r Ceviche de trucha con

salsa de mango, en Greens.

e r

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de Hilario Mendívil (1927-1977), uno de los imagineros peruanos más importantes del siglo XX. Su obra se destacó por sus arcabuceros y sus vírgenes de cuellos largos. Esta estética alargada está inspirada en la fauna andina y se conoce como Llama Kunka. Hoy, su hija Juana está a cargo del taller-museo y del gift shop, donde se pueden adquirir piezas originales. En la cuadra siguiente, los Mérida mantienen vivo el espíritu creativo de Edilberto Mérida, un cusqueño que

dejó como legado su arte representativo del hombre andino. En la galería se pueden ver sus figuras modeladas en arcilla, que se destacan por los pies y las manos gigantes –representan el camino de vida y la labranza– y por la tristeza de los ojos, que comunican el dolor de la raza. Sus creaciones expresionistas le valieron el apodo de “escultor del barro de protesta”. Finalmente se encuentra el Museo Taller Galería Arte Olave. Allí todavía se lo puede

ver a Antonio (83) trabajando junto a Víctor, uno de sus cuatro hijos. Además de piezas de cerámica que son imitación del arte inca y preincaico, Antonio Olave Palomino dejó su marca al crear la figura del Niño Jesús Manuelito, conocido como el Pastor de las Espinas. Se trata de una imagen sonriente del niño Jesús sentada sobre una sillita tallada en madera.Por las noches, un paso obligado es la peatonal Hathunrumiyoq, que corre entre muros incaicos y

artesanos que ofrecen sus tejidos en la calle. En la intersección con la calle Choquechaka es posible toparse con el Jaque’s Café. No regalan nada pero siempre hay una larga fila en la puerta porque los jóvenes extranjeros lo consideran el mejor lugar para comer mucho por unos pocos soles. Si no tiene ganas de esperar, en la misma cuadra hay un camioncito que vende pizza a la leña con queso andino. Bien calentita, es ideal para contrarrestar los efectos de las frías noches cusqueñas.

saltear el Museo de Arte Precolombino–, el puesto número uno del circuito off es para el Mercado Central de Cusco, conocido también como Mercado de San Pedro. Cerca de la Plaza de Armas, es parada obligada diaria para conocer los hábitos de consumo locales y llevarse un recuerdo auténtico. Desde puestos para comer al paso (menús por S$ 10) hasta artesanías, el mercado es un laberinto de tentaciones a precio de bolsillo popular. Entre las tiendas, que ofrecen

licuados frescos, café y chocolate caliente, las más concurridas son las santerías. En ellas es posible encontrar desde baños de florecimiento, fetos de llama para realizar pagos a la tierra y botellitas llenas con la controvertida ayahuasca –planta alucinógena–, listas para emprender un viaje espiritual de un sorbo.En los alrededores del mercado, se encuentra el segundo puesto del circuito off: una zona más parecida al Once porteño que es ideal

para hacer shopping de baratijas. Ropa de imitación, zapatos, ropa interior al por mayor, elementos de bazar y abrigadas frazadas de lana se ofrecen a precios irrisorios. Por último, aquí también se encuentra El Paraíso, una galería donde locales y extranjeros se acercan para conseguir tecnología de estraperlo a precios insólitos.

Un poCo De COOLtUra en san BLasEs el barrio de los artistas, las casitas coloniales y unas

calles tan angostitas que para circular por ellas los peatones se turnan con los taxis. Es un concierto de bocinas. Pero si tolerar ese barullo tiene como objetivo llegar a la plazoleta, está justificado; en el lugar, artesanos y ebanistas exhiben sus trabajos los sábados hasta las cuatro de la tarde. Las cuadras que la rodean tienen mucho que ver con su historia: en ellas residen las tres familias de artistas que dieron la impronta artística a San Blas. A un lado se encuentran los descendientes

e El cabrito, mascota cusqueña.

r Vista de la Plaza Nazarenas y la

capilla de San Antonio Abad.

t Chutas, panes circulares

que se hornean en el vecino

pueblo de Oropesa.

u Víctor Olave en el taller-galería

que su familia posee en San Blas.

te

r

u

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74 . lu ga re s d ev i aj e . c o m lu ga re s . n º 183 . 75

EN LAS AFUERAS DE CUSCO Tres altos recomendados en el camino a Puno:

TIPÓNA 30 minutos de Cusco y a 3.480 metros

sobre el nivel del mar se encuentra una

obra maestra de ingeniería hidráulica.

Para llegar hay que trepar un escarpado camino

de cornisa, sólo posible con vehículos pequeños, y

descubrir las 12 terrazas o andenes que, en aquel

entonces, se destinaban a la experimentación

agrícola. Cada una de ellas es aún irrigada por

el agua que transportan los canales labrados en

piedra –con caídas casi verticales– y que brota del

mismo manantial que motivó su construcción.

OROPESASalvo por su fundación española y porque

está ubicado al pie de las montañas, nada

tiene que ver con la población homónima

de la provincia de Toledo, España. Creado en 1571,

este pueblito se destacó por su templo colonial –con

imperdibles murales de la escuela cusqueña– y por

sus hornos, que pasaron de fundir oro a hornear

pan después del saqueo español. Con más de 1.500

hornos y 4.500 habitantes, este pueblo madruga para

cocinar la chuta –pan característico por su forma

redondeada y achatada– y, luego, distribuirla en

Cusco, su principal cliente. Visite los hornos de pan y

déjese tentar por un trozo recién salido del horno.

HUASAOEs el pueblo de los paccos o sacerdotes

andinos. A él acuden personas de todas

partes en busca de sanación a través del

uso de las plantas medicinales, o de las claves de sus

destinos, que los paccos descifran en las hojas de coca.

Martín Pinedo es uno de los más renombrados, pero es

difícil encontrarlo en su casa de la calle Juventud Nº 7.

Su éxito lo ha convertido en un sanador trotamundos.

Pero en su lugar siempre queda Bernabé Fernández,

que obtuvo la gracia de la curación por efecto de

un rayo que atravesó su cuerpo y salió por su pezón

derecho, dejándole una quemadura como constancia.

No es necesario pedir turno –ya que hay varios paccos–

pero sí conviene ir con un guía que hable quechua.

e Detalle de una de las caídas de agua de Tipón.

r Perfil del chamán Bernabé Fernández, en Huasao.e r

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Pisaq. Destino chamánico a 32 km al noroeste de Cusco

es el poblado donde arranca el Valle Sagrado, que se extiende

poco más de 100 km hasta Ollantaytambo. Después el camino continúa hasta Aguas Calientes, preámbulo necesario para acceder a la oculta ciudadela de Machu Picchu.Al Valle lo custodian montañas escarpadas y por él discurre el río Vilcanota, también llamado Wilcamayu (sagrado), y, aguas abajo, Urubamba, a la altura del pueblo homónimo. A la vera de este hilo plateado –que según la creencia de los incas se proyectaba en el cielo como un río de estrellas o Vía Láctea– las tierras se cubren de verde, sobre todo de noviembre a abril, época de lluvias; se suceden pueblos andinos, monumentos sagrados y los mejores cultivares de maíz de todo el Perú. Estas realidades se van hilvanando por una ruta asfaltada a la que se accede desde Cusco, vía Chinchero o Pisaq. Lo ideal es dedicarle dos días completos al recorrido que puede hacerse en micro, combi, colectivo –por unas monedas– o en auto, la mejor opción para andar en libertad.

trUeqUe y misa en qUeChUaPisaq es la primera parada en el Valle, un pueblo de casitas de adobe y calles angostas que alcanza su máxima expresión los domingos. Antes del frío amanecer, mamachas y papachos –como llaman a los campesinos– bajan desde las terrazas de cultivo hasta la plaza, con los colores de sus ropas bordadas, sus elegantes sombreros y los frutos de la tierra que cargan sobre sus espaldas. En orden

y discretamente levantan un mercado que se pone en marcha con los primeros rayos de Inti y se apaga con su puesta, a las 17, en el que rige la ancestral ley del trueque. Parvas de vegetales frescos, sal y otros bienes hoy comparten protagonismo con tejidos y piedras, objetos en la mira de los turistas. La oferta de souvenirs es bastante similar a la del mercado cusqueño de San Pedro, salvo por las cerámicas, que son aquí un ítem fuerte. Este mercado se monta al amparo de un soberbio pisonay, tres veces centenario; arraigado en la plaza de Pisaq, este árbol cubierto por musgos y líquenes es objeto de culto por parte de los locales. El tronco representa la morada de sus ancestros; las ramas, el linaje y los frutos, las generaciones que vendrán. Un buen lugar para admirarlo es el Mullu Café, cuyo balcón es un palco ideal para entretenerse con la dinámica de la plaza, al amparo de un cielo diáfano.El domingo, a las 11, también sucede la misa, que se da en quechua y en la que participan distintos grupos indígenas liderados por sus varayocs o alcaldes regionales. Van vestidos de fiesta y en procesión hacia la iglesia, una escena que amerita tener la cámara a mano. Hoy, Pisaq se ha convertido en lugar de residencia de extranjeros que practican el chamanismo aprendido en la selva, y en epicentro del turismo místico. Estos nuevos pobladores conviven con algunos hacendados que son parte de la historia del pueblo. Tal es el caso de la familia

Marín, propietaria de dos atractivos que bien valen una visita. El primero es el Horno San Francisco, el más antiguo de la zona y donde se hornean unas deliciosas empanaditas de queso andino y cebolla que se pueden degustar en las mesitas del patio interno. En él también se encuentra el castillo de los cuys (cuises), donde estos mamíferos residen hasta que les llega la hora de ser sacrificados y horneados.El segundo motivo de interés es el jardín botánico. Este parque, que parece encantado, no es otra cosa que el jardín de la imponente casona de los Marín. En él se reúnen plantas medicinales, orquídeas, flores andinas y árboles frutales, un espacio al diario cuidado (de 9 a 17) del jardinero Mariano Rayo Flores. Cuando la tarde declina, hay que animarse a un paseo por el cementerio, salpicado de antiguas cruces de piedra y hojalata, y de pueblerinos que van a tomar cerveza en compañía de sus difuntos. El sitio tiene su magia. Los senderos, aterrazados y cubiertos de flores andinas, invitan a una silenciosa y meditada caminata en un paisaje dominado por montañas sagradas.

e Lugareños conversan en la puerta

del Jardín Botánico.

r Las calles de Pisaq y las andenerías

–o terrazas de cultivo– al fondo.e r

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lu ga re s . n º 183 . 7978 . lu ga re s d ev i aj e . c o m

Urubamba. Tierra de sal y de ruinas circulares

es uno de los siete distritos que conforman la provincia homónima y es, además,

su capital. Aquí el río Vilcanota toma el nombre de Urubamba y se convierte en uno de los tramos preferidos por los amantes del rafting. Es también el lugar donde en la época de lluvias –diciembre a marzo– maduran duraznos, membrillos y frutillas regordetas que los lugareños ofrecen orgullosos en el mercado local. Éste abre todos los días y los miércoles se agranda con vendedores ambulantes. Por su oferta hotelera y su ubicación

–a mitad de camino entre Pisaq y Ollantaytambo–, es una de las mejores opciones para pasar la noche en el Valle Sagrado.Trece mil almas la habitan y deambulan por sus angostas calles, con sus awayos repletos de verduras, sus carritos de helado o a bordo de los veloces mototaxis, transporte terrestre muy popular en todo Perú. El enclave echó sus bases en una planicie a 2.875 metros y muchos de sus habitantes no son locales, sino allegados residentes. Pablo Seminario es uno de ellos. Este arquitecto cusqueño dejó su

ciudad natal dispuesto a difundir sus conocimientos sobre cerámica precolombina; primero se instaló en una propiedad colonial, ubicada sobre la avenida más ancha de la ciudad, y después abrió su casa-taller-museo en la que dicta clases de cerámica a extranjeros y produce piezas originales junto a un gran equipo. Quienquiera saber cómo se hacen dichas piezas, no tiene más que golpear la puerta, cualquier día, de 8 a 19. El mismo Pablo o su hijo se encargan de guiar al visitante por los distintos rincones del taller, además de

los corrales con llamas, gansos, monos, loros y tortugas. Un poco más alejado del centro, sobre la ruta principal que conecta Ollantaytambo con Pisaq, un palo embanderado con una bolsa de plástico roja anuncia la presencia de una chichería. Es El Descanso o Ajha Wasi Inka Bar, un clásico donde probar la chicha amarilla –bebida alcohólica producto de la fermentación del maíz– que cada día, desde hace 32 años, preparan Mercedes y Flora. Ellas no sólo la elaboran, también les encanta contar todos los secretos

e El mercado municipal

de Urubamba.

r Escalando la Vía

Ferrata de Natura Vive.

ADRENALiNA EN EL VALLE SAgRADOEn las afueras de Urubamba,

camino a Ollantaytambo, un grupo

de andinistas creó un circuito a

imagen y semejanza del modelo

europeo llamado Vía Ferrata

que consta de pasos de metal,

pasamanos y puentes colgantes

empotrados en una pared de roca.

El plan consiste en trepar 400

metros de ese muro vertical con

la ayuda de un arnés, asegurado

a un cable de acero, para llegar

hasta un nido de cóndores, punto

de descanso. El descenso desde la

cima se realiza a toda velocidad por

medio de cinco tramos de tirolesa

(cada uno de 500 metros –o casi– de

largo) y uno de rappel. La travesía

no dura más de 4 horas y regala

increíbles vistas del Valle desde las

alturas, más la vivencia: imborrable.

natura vive. T: (0051 84) 79-9158.

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Por persona, s$ 250. Incluye

transporte privado, guías, equipo y

un snack. Duración: 8 horas. No se

necesita experiencia previa.e r

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80 . lu ga re s d ev i aj e . c o m lu ga re s . n º 183 . 81

del procedimiento. Por S$ 2 hay derecho a beber un enorme vaso lleno con esta “cerveza inka” que también se propone en versión afrutillada.

maras + maray + ChinCheroPara descubrirlos, hay que tomar la ruta que conecta la ciudad con Cusco, hasta donde el camino se bifurca. Si se toma el desvío al noroeste, la primera parada es Maras, una meseta rodeada por montañas verdes y picos nevados, en las que se destaca La Verónica, con 5.682 metros.

Maras es un pueblito silencioso que habla de sí a través de las fachadas de piedra de las casas, talladas con una simbología que mezcla representaciones andinas y católicas: unas remiten a la fundación del imperio inca y otras a la posterior ocupación franciscana. Pero más allá de su belleza arquitectónica, Maras tiene un tesoro hecho de sal. Afirmado en la ladera de la montaña Qaqawiñay, se descubre un complejo salinero compuesto por tres mil estanques en las que se almacena el agua salada que baja de un manantial; el agua

está canalizada de tal manera que cada poza tiene su propia entrada, y la cantidad que ingresa se regula por un sistema tan básico como eficiente: con una piedra. Cuando el sol evapora toda el agua y queda como saldo la gruesa capa de sal –que debe extraerse a pico y pala–, se quita la piedra para que se llene de nuevo el estanque, se vuelve a colocar una vez esté lleno y así. Una obra de ingeniería hidráulica preincaica admirable y deslumbrante, imposible de contemplar si no es con anteojos oscuros. En las paredes de las

e Compactando el piso de las

salineras de Maras con un bloque

de madera de eucalipto.

r Las perfectas ruinas

circulares de Moray.

e r

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pozas, la lluvia –que arrastra sal y barro– esculpió formas de asombrosa perfección, castillos de mármol en miniatura. Un poco más arriba, a 35 minutos de las minas, el camino de ripio conduce a Moray. A diferencia de otros restos arqueológicos, aquí hay que bajar la vista para descubrir sus cuatro imponentes ruinas circulares. Construidas en depresiones naturales del terreno –que alcanzan los 30 metros de profundidad–, se caracterizan por sus terrazas o andenes concéntricos que funcionaron como una suerte

de invernaderos naturales destinados a la experimentación agrícola. Hoy, sobre todo por las noches, son escenarios de rituales chamánicos. Llegar al último destino obliga a retroceder hasta la bifurcación de la ruta y a tomar el camino hacia el suroeste, en dirección a Chinchero. A 30 km de Urubamba, la “tierra del arco iris” es una de las ciudades incas más importantes de la región. Como en Cusco, la colonización ha superpuesto sus construcciones a las de antiguos templos andinos. Tal es el caso de la iglesia

de la Virgen de Monserrat (1607), rica en pinturas de la escuela cusqueña y frescos que tapizan sus techos, erigida sobre la casa del dios Chinchay.Chinchero también es famoso por el mercado de los domingos, pero sobre todo por sus tejidos teñidos con productos naturales. Virtuosas alquimistas, las tejedoras transforman flores, hojas y raíces en vibrantes colores con las que tiñen las lanas, por ellas hiladas, y que habrán de convertirse, telares mediante, en coloridas prendas andinas.

e Tres muchachas tiñen madejas de

lana de oveja en Chinchero.

e

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está en el otro extremo del Valle Sagrado, y es el anteúltimo mojón

en el largo viaje que habrá de concluir en la Montaña Vieja. Pero sobre todo, Ollantaytambo es el único enclave incaico que mantiene su arquitectura original sin modificar en la que todavía habita gente. Como en los tiempos del Tawantinsuyu. Para llegar desde Cusco, es preciso sortear 89 km por la ruta que lleva a Chinchero o ir en tren. Ollanta es el vínculo entre Cusco y Aguas Calientes, y por esta razón, parada habitual de los que se dirigen a la ciudadela. En definitiva, todavía cumple, de algún modo, su función original de “tambo” (tampu en quechua), un lugar de aprovisionamiento y descanso para los viajeros. Su trazado representa la fisonomía de una mazorca de maíz. ¿El motivo? Este cultivo, que eliminó el nomadismo en las sociedades andinas, se convirtió en elemento –y alimento– sagrado para rendir culto a la naturaleza. Imitar su forma era el camino espiritual para incorporar su poder protector. Las casas de piedra pulida –agru-padas de a pares por “cancha” o manzana– representan los dien-tes o granos del choclo. Angostas y orientadas hacia la salida del sol en el solsticio de verano, las calles todavía conservan sus nombres incaicos y los canales por los que aún corre agua de manantial. Hoy, las mismas viviendas que supieron ser hogar de la nobleza inca están iluminadas con luz eléctrica. Ventajas del mundo tecnificado que aprovechan las nuevas generaciones mestizadas.Ollanta se compone de una gran plaza y tiene su propio vigía tallado en la roca del Pinkulluna, el cerro que guarda los antiguos

silos del imperio y a cuyos pies se extiende la ciudad antigua. Esculpido sobre la ladera de esta montaña, un monumental perfil parece cobrar vida según le dé el sol: es el rostro de Tunupa, deidad de la abundancia. Por efecto de la luz y sus sombras, los ojos de Tunupa se ven cerrados hasta las dos y media de la tarde, que es cuando la luz ilumina al gigante despertándolo. El mismo efecto se aprecia en el Parque Arqueológico, construido de acuerdo a la silueta de una llama acostada. En un sector del templo que coincide con la cara del animal, cada 21 de junio, la parte que correspondería al ojo de la llama es el único punto de todo el parque que recibe un rayo de luz. Esa señal se interpreta como el despertar del camélido, que anuncia los tiempos de sequía. Dentro de este complejo arqueológico, el Templo de los Diez Nichos, el Templo del Sol y el baño de la Ñusta son referencias ineludibles. Restaurantes no faltan, y ferias en las que se consiguen los mismos souvenirs que en Cusco y Pisaq, tampoco. Ollanta es la última oportunidad para comprar cosas lindas sin pagar más de lo que valen; sepa que en Aguas Calientes, los precios a veces suben más del doble.A la caída del sol, Ollanta se llena de luna en los días que le toca mostrarse y, con o sin ella, se anima con el desfile de ponchos y chullos de colores para enfrentar el frío que impera en las noches del Valle Sagrado.

Ollantaytambo. Fin del trayecto por el Valle Sagrado

e Aún corre agua de manantial por las

acequias de las calles de Ollanta.

r Uno de los vagones del tren

Vistadome de PeruRail.

r

e

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ocurrió en enero 2010 cuando dos mil turistas quedaron varados como consecuencia de un alud de barro que desbordó las vías ferroviarias. La región ya se repuso de tales exabruptos de madre Natura, de los que por suerte sólo queda el recuerdo. Ubicada a sólo seis kilómetros del parque, la cercanía es la única y principal razón para pasar la noche –y algunos días– en Aguas Calientes. Esta ciudad híbrida funciona como base de operaciones para los viajeros que llegan al Machu

Picchu y quieren reposar después de haber transitado la ardua huella inca o desean visitar el parque más de una vez. Aguas Calientes es un compendio de hoteles para todos los gustos y bolsillos, restaurantes, bares y locutorios que desbordan de mochileros. Desde allí parten los ómnibus que trepan la serpenteante ruta que lleva al parque.

haCia La CiUDaD perDiDaA pie por el Camino Inca –o en colectivo, a través de la

ruta Hiram Bingham–, dos mil personas llegan cada día hasta Machu Picchu. La gran mayoría lo hace para admirar los restos de un esplendor que permaneció oculto durante siglos, al que rodean montañas cubiertas de selva tropical. Y otros abordan el largo viaje a estas ruinas con la intención de vivir una experiencia mística. Elegida como una de las Siete Maravillas del Mundo Moderno, y declarada en 1983 Patrimonio Cultural y Natural de la Humanidad por la Unesco, la ciudadela (o lo

a ntes de que el reloj marque las seis de la mañana, la estación

ferroviaria de Ollantaytambo se convierte en una suerte de colmena en acción. Europeos, japoneses, chinos y otros visitantes provenientes de los lugares más recónditos del planeta confluyen a ese lugar por una misma causa: abordar el tren Vistadome –de PeruRail– que conduce a Aguas Calientes, preámbulo ineludible de Machu Picchu. La misma escena, a la que se suma el colorido de los

vendedores ambulantes, se repite otras 16 veces en el día, cada vez que parten los trenes de los otros operadores. En un abrir y cerrar de ojos, la multitud pasa del andén a los vagones y cada pasajero se acomoda en su asiento sin empujar ni contrariarse. Milagros de la acción bien sincronizada. El Vistadome devora el paisaje gracias a sus ventanales panorámicos y laterales del techo transparentes, grandiosas claraboyas. En menos de dos horas, bienvenido snack de

por medio, el paisaje andino se convierte en una verdísima selva tropical. Unos minutos antes de llegar a la estación de Aguas Calientes, ciudad que suministra todos los servicios turísticos vinculados con Machu Picchu (y que debe su nombre a la presencia de aguas termales), el tren se detiene en el Km 104, en la zona arqueológica de Chachabamba. Aquí descienden algunos trekkers para iniciar la versión acotada del Camino Inca, una caminata de seis horas en lugar de cuatro días.

Otra vez, vendedores y viajeros se hacen presentes en este paraje, entremezclándose en ruidoso amontonamiento. Pero en este caso el sonido es otro, mucho más poderoso y abarcativo. Se trata del río Urubamba que corre y ruge –sobre todo en enero y febrero– a pasos de las vías. Durante esos meses, su caudal aumenta por las lluvias y tanto crece que llega a cubrir los tremendos peñones que demarcan su curso jalonan, muchas veces hasta desbordarlo. Eso es lo que

Machu Picchu. La nueva meca de los viajes místicos

e Así se ve la ciudadela de

Machu Picchu desde la cima

del Huayna Picchu.

r Los muros de piedra pulida

en el área de las viviendas.

t Llamas trepadoras en las

escaleras del Santuario.

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de piedra plana que también es punto de partida del camino que trepa a la cima del Huayna Picchu, donde se halla el Templo de la Luna. Francisco Palomino, nuestro guía, sostiene que para comprender el verdadero significado del Machu Picchu hay que saber hablar quechua y no el “quechuañol” que la globalización propicia. Y cuenta que hoy existe una interpretación más oriental de la mística de este parque arqueológico, que dista de la visión andina. Hoy, las

hornacinas que otrora alojaban ídolos, se convirtieron en espacios acústicos dentro de los que los turistas recitan mantras para “armonizar las ondas del cerebro”. Otros, frotan sus manos para luego ponerlas sobre la piedra Intihuatana y cargarse con su energía, cuando en realidad desde sus orígenes sólo fue un calendario solar. “Creer o reventar”, dice Palomino, mientras mira las monedas que los turistas dejan en las fuentes como ofrenda a la Pachamama, en vez de hojas de coca.

La Cima DeL hUayna piCChUQuien llega hasta Machu Picchu, sabe que la visita no es completa si no se suben los 300 metros hasta la cresta de la Montaña Joven, a la que llaman Huayna Picchu. Esa que se impone justo enfrente a la ciudadela, la que muestran todas las fotos clásicas: en primer plano, las emblemáticas ruinas, y detrás, la pared que se alza como una aguja marcando el norte del complejo incaico. El Huayna Picchu tiene 2.667 metros de alto y forma parte del macizo de Salcantay;

hacer cumbre en él, es acceder a una perspectiva distinta, amplificada, de Machu Picchu, y de paso, encontrarse con la sorpresa de que allá arriba hay importantes vestigios arqueológicos.Para escalarlo hace falta tener buen estado físico, pero además es fundamental no sufrir de vértigo… ni de fobia al despertador. Para enfrentar esa subida que no es muy extensa pero sí empinada, hay que presentarse en la entrada del parque –con ticket de acceso general en mano– a las cuatro

que de ella queda) se despliega ante el viajero, y lo que éste contempla es un escenario inverosímil a 2.490 metros, la arquitectura fragmentada de un baluarte ultrasecreto del que los conquistadores jamás tuvieron noticia. Subir y bajar innumerables escaleras (muchas esculpidas en la misma roca) es la constante en el recorrido de Machu Picchu, y dado que ahí arriba el sol no perdona, se recomienda ponerse protector y vestir ropas claras. En la cima de una montaña

cónica se despliega la ciudadela que surgió a instancias de Pachacutec, circa 1438, gran reformador inca, el primero que se atrevió a ir más allá del valle del Cusco. Las nubes, nieves eternas y la vegetación selvática amparan al Machu Picchu en un complejo laberinto de montañas sagradas (el pico más alto es el Nevado de Salcantay, con 6.271 metros) a cuyos pies corre el Urubamba rodeándolas como si fuera una herradura. Esta “ciudad perdida” y

hallada formalmente por el historiador norteamericano Hiram Bingham, en 1911, fue residencia de la aristocracia incaica, pero sobre todo, santuario y centro de observación astronómica. Machu Picchu (Machu, montaña; Picchu, vieja) sienta sus bases en una superficie escarpada de cinco kilómetros cuadrados. Ríos de turistas recorren, en civilizado orden, sus espacios; observan las residencias de piedra pulida destinadas a los nobles, el sistema de 16 caídas del agua

que aún surge del mismo manantial, las terrazas que fueron de cultivo, las colcas para almacenar cosechas, una plaza sagrada en la que todavía crecen orquídeas, vuelan “gallitos de las rocas” o tunkis… Las llamas, esquivas a la presencia humana, ramonean siempre a distancia de la gente.Cada solsticio de junio, los rayos del sol ingresan en el templo que le rinde honores por una de sus tres ventanas. Todavía hay quienes veneran a la Pachamama en la Roca Sagrada, un inmenso bloque

Cómo llegar a Machu Picchu

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y media de la mañana. Es la única manera de asegurarse un lugar en uno de los dos únicos turnos previstos por día, para un máximo de cuatrocientas personas en total. El sendero comienza de espaldas a la Roca Sagrada. Allí, en una casilla de guardaparques hay que registrarse con datos personales, hora de acceso y firma, trámite que debe repetirse después de volver al punto de partida, para confirmar que se llegó sano y salvo. El camino primero desciende por una estrecha lengua de tierra que conecta las

dos montañas, Machu y Huayna. Y enseguida se inicia el duro ascenso que obliga a escalar mucho más de mil escalones tallados en la roca. A medida que se asciende, la vegetación se hace más densa y, a través de las nubes que rodean la Montaña Joven, colibríes azules se posan sobre las ramas bañadas de rocío. El ascenso es de de dificultad media, y subiendo a buen ritmo demanda entre 45 y 60 minutos. De todas maneras, lo ideal es ir haciendo paradas para soportar el último tramo, que siempre parece alejarse

más. Luego hay que reptar por un túnel de piedra y, por fin, la meta alcanzada, una cumbre atravesada por terrazas que se destinaban a escrutar la bóveda celeste. Pero, como ya se dijo, la recompensa de haber llegado a estas alturas es la inmejorable vista de la ciudadela, que se muestra en todo su esplendor. Sin aliento pero con mucho orgullo, no hay viajero que esquive la clásica foto estilo Cristo, con los brazos abiertos y el Machu Picchu como telón de fondo. Todos se anotan a inmortalizar la hazaña: los

norteamericanos, con sus camisas caqui, zapatos de trekking y bastones desplegables; los europeos, vestidos con poncho y chuyo, y los argentinos, dando la nota con la camiseta de algún club de fútbol. A quién le importa. Los que están, posan y dicen whisky, tan felices. Acto seguido, hay que enfrentar la bajada, que pinta resbaladiza y se pone un poquito más difícil, pero con calma y un calzado ad hoc, es casi pan comido.

e Vista del caudaloso río Urubamba

desde el Parque Arqueológico.

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