Cultural 25-11-2006 Gego Red de Redes

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centro de dramas y pasiones desme- suradas que jamás podríamos haber sospechado justo en los márgenes de tanta torpeza. Por otro lado, como primera obje- ción a lo seleccionado aquí, debemos señalar el reciente abuso por su parte de la escatología y lo pornográfico con obviedad excesiva; algo inusual en su trabajo conocido, donde am- bos territorios siempre han supuesto un excelente campo de batalla para estrategias textuales de gran com- plejidad en la lectura del sentido de las imágenes. Ahora, sin embargo, parecen demasiadas las piezas en las cuales prima el golpe de efecto más elemental y primario, como en el caso de esa cabecita de niña, deformada por la incapacidad de la mano que la dibujó, a la cual añade un bocadillo de texto que reza con paupérrimo ingenio: «Tengo la man- díbula así de tanto chupar...» lo que el lector ya se imagina. OTRO «PERO». El segundo gran pe- ro llega al bajar a la planta inferior, donde Bandera ha reunido un puñado de recuerdos infantiles: fotos fami- liares; trabajos de su padre aficio- nado a la pintura; dibujos del artista precoz que fue junto a invitaciones de sus primeras individuales que lo presentaban como «El pintor más joven del mundo»... Entre medias de esta mirada que pretende ser ácida autorridiculización, pero que termi- na provocando el pudor del visitan- te, resulta realmente lamentable el montaje, supuestamente kitsch, que, desde un rincón y sobre una silla de enea, mezcla todo lo anterior con los topicazos de la españolidad de la ma- nera más ramplona. Si se hace el esfuerzo de superar estos dos últimos puntos –o si se tiene la suerte y uno olvida bajar las escaleras–, Bandera vuelve a quedar a una altura más que respetable, si- guiendo su obra resultando convin- cente, fresca, por momentos incisiva y en ocasiones realmente tronchante. Los pentimenti forzados en los que se ha especializado sacan a la luz casi siempre capas y sedimentos de un palimpsesto mucho más complejo de lo cabría prever en principio. A pe- sar de lo que sabemos de su fórmula de trabajo, frente a la opacidad del repinte, en su caso, tendríamos que hablar con más consecuencia de un mundo de veladuras donde las voces se superponen unas a otras, a la es- pera de una fluidez que la injusticia del tiempo ha impedido con crueldad. Porque, a pesar de todo, la de Nono Bandera es una mirada piadosa, algo melancólica y llena de una ternura difícil de explicar aquí. A. ESCULTURA Y DIBUJO GEGO, RED DE REDES ANNA MARIA GUASCH Habría que retrotraerse a la muestra Campos de fuerzas, presentada en 2000 para enmarcar la presencia, también en el MACBA, y esta vez en formato «retrospectiva», de la obra de una artista prácticamente desconocida en España y Europa, la venezolana de origen alemán Gego (de nombre Gertud Goldschmidt, 1912-1994). En esa cita, el comisario Guy Brett explicaba la inclusión de dibujos y esculturas a base de varillas de aluminio de la serie Chorros y los alambres de acero inoxidable de la serie Reticulárea como ejemplo de «un hermoso diálogo entre sistema y sensibilidad» en busca de la idea de «continuum» que Brett había también descubierto en las obras de Gerhard Von Graevenitz y Dieter Roth. Ahora, los comisarios de la muestra barcelonesa (que antes se mostró en Serralves) justifican la presencia de Gego casi como un acto de «restitución» histórica de «una de las tres principales artistas sudamericanas de la segunda mitad del sigo XX, junto con Lygia Clark y Mira Schendel», afirmación que no sabemos si compartimos en todos sus matices, aunque siempre hay que dar la bienvenida a todo intento de «reescribir» páginas dejadas en blanco por las historias del arte oficiales. ENMENDAR LA HISTORIA. La pre- sentación del trabajo de Gego, de igual modo que el de Pablo Palazuelo que el MACBA mostrará a mediados de diciembre, hay que entenderlo como el deseo de corregir pues una historia «lineal» de la abstracción que, partiendo de Cézanne, desemboca en el minimalismo pasando por Picasso y el constructivismo. Yve-Alain Bois, en uno de los textos del catálogo, re- laciona la obra de Gego con los mitos y metáforas asociados al proceso de tejeduría de la antigua Grecia, lo que explicaría el carácter reticular de sus esculturas basadas en las uniones entre anillos, lazos y pequeñas jun- turas tubulares, esculturas que Gego va construyendo sin esbozo previo, sin ideas a priori, sin planificación. De ahí lo original de su trabajo, que se diferencia radicalmente de cual- quiera de los artistas cinéticos de su generación. Pero, tal y como acertadamente apunta Bois, no todas las retículas de Gego (sean las dibujadas o las tridi- mensionales) merecen el calificativo de «obras maestras»: «La actual ten- dencia a elogiar toda su producción, comprensible tras años de olvido, resulta perjudicial; alabar todas sus obras por igual es una forma segura de impedir que su trabajo obtenga el reconocimiento que se merece». Habría pues que separar la crea- ción de la repetición: y, en este sen- tido, pensamos que las obras que mejor definen a Gego son sus Reticu- láreas, conjuntos de redes metálicas de estructura abierta y modulación infinita con las que, a partir de 1969, el espectador se transforma en actor, y su percepción se convierte en una experiencia corporal múltiple. Gego llegó a este concepto de la escultura, entre tridimensional y ambiental, a partir de procesos de ensamblaje de pequeños segmentos de alambre de distintas dimensiones que la artista unía con sus manos rechazando la ayuda de soldadores profesionales, ensamblaje que, en lo formal, desafía la estructura de la tela de araña. EXPERIENCIA MÚLTIPLE. El MACBA exhibe nueve de sus Reticuláreas am- bientales, incluyendo las Reticuláreas rectangulares –raras en una artista tan poco aficionada a la ortogona- lidad–, y lo hace con un display que favorece poco la visión individual de cada pieza, como así ocurre con una de sus más conocidas Reticuláreas de 1969, la que se conserva en el Museo de Bellas Artes de Caracas (y que no ha viajado a Barcelona) en la que un espacio cerrado de paredes curvas in- vita a un mayor protagonismo que el de la pura experiencia corporal. También el MACBA acoge un buen número de otra serie de piezas que la artista inició en los años setenta, los Chorros (1970-1988), concebidos como cascadas irregulares de varillas de aluminio que, en su desafío a la GEGO DESAFIANDO ESTRUCTURAS MACBA. BARCELONA PLAZA DELS ÀNGELS, S/N COMISARIOS: MANUEL BORJA-VILLEL Y BARTOMEU MARÍ HASTA EL 14 DE ENERO DE 2007 RETÍCULAS. A LA DERECHA, «SIN TÍTULO» (1970), TINTA Y PLUMA DE FIELTRO SOBRE PAPEL DE LA ARTISTA GEGO ABCD 39 TRAS RÁPIDA PRESTIDIGITACIÓN, BANDERA REVELA INESPERADAS FACETAS, SINIESTRAS INTENCIO- NES Y MÁS DE UN DISPARATE LATIENDO BAJO UNA SIEMPRE SUPUESTA INOCENCIA gravedad, son las que mejor encajan con la «naturaleza abierta de los ma- teriales» practicada por los esculto- res de la «anti-forma» en clara oposi- ción al concepto clásico de escultura. Pero como apunta Mónica Amor en el catálogo, la lectura de las obras de Gego –incluyendo nuevas series también presentes, como las de los Troncos (1974-77) y las de las Esferas (1976-77), más etéreas y semejantes a tejidos, todas ellas acompañadas de abundantes dibujos– no se agota en lo formal, incluyendo desplaza- mientos hacia cuestiones de género o lecturas esencialmente culturales. HETEROTOPÍAS. ¿Sería apropiado –se pregunta Amor– relacionar los espacios de Gego con el concepto de heterotopía formulado por Foucault en 1967, en clara alusión a un lugar que se encuentra fuera de todas partes y, sin embargo, es en realidad localizable? Ahí dejamos abierta la pregunta, casi sin posible respuesta. No sabemos qué hubiera ocurrido con Gego si durante los años centrales de su producción, años de cuestionamien- tos de la estética geometrizante unida al minimal que dieron lugar a la abs- tracción excéntrica o a la antiforma, hubiese trabajado en el «centro del arte», en este caso, Nueva York. Segu- ramente hoy su obra habría entrado ya en las páginas de la Historia del Arte en igualdad de condiciones con las de Eva Hesse, L. Bourgeois o L. Benglis. Pero pagó caro su precio de artista «periférica», o en «versión del sur», si- tuación que ahora quizá resulte menos habitual, a tenor de nuestros entornos globales e interculturales. Cultural (Madrid) - 25/11/2006, Página 39 Copyright (c) DIARIO ABC S.L, Madrid, 2009. Queda prohibida la reproducción, distribución, puesta a disposición, comunicación pública y utilización, total o parcial, de los contenidos de esta web, en cualquier forma o modalidad, sin previa, expresa y escrita autorización, incluyendo, en particular, su mera reproducción y/o puesta a disposición como resúmenes, reseñas o revistas de prensa con fines comerciales o directa o indirectamente lucrativos, a la que se manifiesta oposición expresa, a salvo del uso de los productos que se contrate de acuerdo con las condiciones existentes.

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centro de dramas y pasiones desme-suradas que jamás podríamos habersospechado justo en los márgenes detanta torpeza.

Por otro lado, como primera obje-ción a lo seleccionado aquí, debemosseñalar el reciente abuso por su partede la escatología y lo pornográficocon obviedad excesiva; algo inusualen su trabajo conocido, donde am-bos territorios siempre han supuestoun excelente campo de batalla paraestrategias textuales de gran com-plejidad en la lectura del sentido delas imágenes. Ahora, sin embargo,parecen demasiadas las piezas enlas cuales prima el golpe de efectomás elemental y primario, comoen el caso de esa cabecita de niña,deformada por la incapacidad de lamano que la dibujó, a la cual añadeun bocadillo de texto que reza conpaupérrimo ingenio: «Tengo la man-díbula así de tanto chupar...» lo queel lector ya se imagina.

OTRO «PERO». El segundo gran pe-ro llega al bajar a la planta inferior,donde Bandera ha reunido un puñadode recuerdos infantiles: fotos fami-liares; trabajos de su padre aficio-nado a la pintura; dibujos del artistaprecoz que fue junto a invitacionesde sus primeras individuales que lopresentaban como «El pintor másjoven del mundo»... Entre medias deesta mirada que pretende ser ácidaautorridiculización, pero que termi-na provocando el pudor del visitan-te, resulta realmente lamentable elmontaje, supuestamente kitsch, que,desde un rincón y sobre una silla deenea, mezcla todo lo anterior con lostopicazos de la españolidad de la ma-nera más ramplona.

Si se hace el esfuerzo de superarestos dos últimos puntos –o si setiene la suerte y uno olvida bajar lasescaleras–, Bandera vuelve a quedara una altura más que respetable, si-guiendo su obra resultando convin-cente, fresca, por momentos incisivay en ocasiones realmente tronchante.Los pentimenti forzados en los quese ha especializado sacan a la luzcasi siempre capas y sedimentos deun palimpsesto mucho más complejode lo cabría prever en principio. A pe-sar de lo que sabemos de su fórmulade trabajo, frente a la opacidad delrepinte, en su caso, tendríamos quehablar con más consecuencia de unmundo de veladuras donde las vocesse superponen unas a otras, a la es-pera de una fluidez que la injusticiadel tiempo ha impedido con crueldad.Porque, a pesar de todo, la de NonoBandera es una mirada piadosa, algomelancólica y llena de una ternuradifícil de explicar aquí. ■

A.ESCULTURA Y DIBUJO

GEGO, RED DE REDES

ANNA MARIA GUASCHHabría que retrotraerse a la muestraCampos de fuerzas, presentada en2000 para enmarcar la presencia,también en el MACBA, y esta vez enformato «retrospectiva», de la obra deuna artista prácticamente desconocidaen España y Europa, la venezolana deorigen alemán Gego (de nombre GertudGoldschmidt, 1912-1994). En esa cita,el comisario Guy Brett explicaba lainclusión de dibujos y esculturasa base de varillas de aluminio de laserie Chorros y los alambres de aceroinoxidable de la serie Reticulárea comoejemplo de «un hermoso diálogo entresistema y sensibilidad» en busca dela idea de «continuum» que Bretthabía también descubierto en lasobras de Gerhard Von Graevenitz yDieter Roth. Ahora, los comisarios dela muestra barcelonesa (que antesse mostró en Serralves) justificanla presencia de Gego casi como unacto de «restitución» histórica de«una de las tres principales artistassudamericanas de la segunda mitaddel sigo XX, junto con Lygia Clark yMira Schendel», afirmación que nosabemos si compartimos en todossus matices, aunque siempre hay quedar la bienvenida a todo intento de«reescribir» páginas dejadas en blancopor las historias del arte oficiales.

ENMENDAR LA HISTORIA. La pre-sentación del trabajo de Gego, deigual modo que el de Pablo Palazueloque el MACBA mostrará a mediadosde diciembre, hay que entenderlocomo el deseo de corregir pues unahistoria «lineal» de la abstracción que,partiendo de Cézanne, desemboca enel minimalismo pasando por Picassoy el constructivismo. Yve-Alain Bois,en uno de los textos del catálogo, re-laciona la obra de Gego con los mitosy metáforas asociados al proceso detejeduría de la antigua Grecia, lo queexplicaría el carácter reticular de susesculturas basadas en las unionesentre anillos, lazos y pequeñas jun-turas tubulares, esculturas que Gegova construyendo sin esbozo previo,sin ideas a priori, sin planificación.De ahí lo original de su trabajo, quese diferencia radicalmente de cual-quiera de los artistas cinéticos de sugeneración.

Pero, tal y como acertadamenteapunta Bois, no todas las retículas deGego (sean las dibujadas o las tridi-mensionales) merecen el calificativode «obras maestras»: «La actual ten-dencia a elogiar toda su producción,comprensible tras años de olvido,resulta perjudicial; alabar todas susobras por igual es una forma segura

de impedir que su trabajo obtenga elreconocimiento que se merece».

Habría pues que separar la crea-ción de la repetición: y, en este sen-tido, pensamos que las obras quemejor definen a Gego son sus Reticu-láreas, conjuntos de redes metálicasde estructura abierta y modulacióninfinita con las que, a partir de 1969,el espectador se transforma en actor,y su percepción se convierte en unaexperiencia corporal múltiple. Gegollegó a este concepto de la escultura,entre tridimensional y ambiental, apartir de procesos de ensamblaje depequeños segmentos de alambre dedistintas dimensiones que la artistaunía con sus manos rechazando laayuda de soldadores profesionales,ensamblaje que, en lo formal, desafíala estructura de la tela de araña.

EXPERIENCIA MÚLTIPLE. El MACBA exhibe nueve de sus Reticuláreas am-bientales, incluyendo las Reticuláreas rectangulares –raras en una artistatan poco aficionada a la ortogona-lidad–, y lo hace con un display quefavorece poco la visión individual decada pieza, como así ocurre con unade sus más conocidas Reticuláreas de1969, la que se conserva en el Museode Bellas Artes de Caracas (y que noha viajado a Barcelona) en la que unespacio cerrado de paredes curvas in-vita a un mayor protagonismo que elde la pura experiencia corporal.

También el MACBA acoge un buennúmero de otra serie de piezas quela artista inició en los años setenta,los Chorros (1970-1988), concebidoscomo cascadas irregulares de varillasde aluminio que, en su desafío a la

GEGODESAFIANDO ESTRUCTURASMACBA. BARCELONA

PLAZA DELS ÀNGELS, S/N

COMISARIOS: MANUEL BORJA-VILLEL

Y BARTOMEU MARÍ

HASTA EL 14 DE ENERO DE 2007

RETÍCULAS.A LA DERECHA,

«SIN TÍTULO»

(1970), TINTA Y

PLUMA DE FIELTRO

SOBRE PAPEL DE

LA ARTISTA GEGO

AB

CD

39

TRAS RÁPIDA PRESTIDIGITACIÓN,

BANDERA REVELA INESPERADAS

FACETAS, SINIESTRAS INTENCIO-

NES Y MÁS DE UN DISPARATE

LATIENDO BAJO UNA SIEMPRE

SUPUESTA INOCENCIA

gravedad, son las que mejor encajancon la «naturaleza abierta de los ma-teriales» practicada por los esculto-res de la «anti-forma» en clara oposi-ción al concepto clásico de escultura.Pero como apunta Mónica Amor enel catálogo, la lectura de las obrasde Gego –incluyendo nuevas seriestambién presentes, como las de losTroncos (1974-77) y las de las Esferas (1976-77), más etéreas y semejantesa tejidos, todas ellas acompañadasde abundantes dibujos– no se agotaen lo formal, incluyendo desplaza-mientos hacia cuestiones de géneroo lecturas esencialmente culturales.

HETEROTOPÍAS. ¿Sería apropiado–se pregunta Amor– relacionar losespacios de Gego con el concepto deheterotopía formulado por Foucaulten 1967, en clara alusión a un lugarque se encuentra fuera de todaspartes y, sin embargo, es en realidadlocalizable? Ahí dejamos abierta lapregunta, casi sin posible respuesta.No sabemos qué hubiera ocurrido conGego si durante los años centrales desu producción, años de cuestionamien-tos de la estética geometrizante unidaal minimal que dieron lugar a la abs-tracción excéntrica o a la antiforma,hubiese trabajado en el «centro delarte», en este caso, Nueva York. Segu-ramente hoy su obra habría entrado yaen las páginas de la Historia del Arteen igualdad de condiciones con las deEva Hesse, L. Bourgeois o L. Benglis.Pero pagó caro su precio de artista«periférica», o en «versión del sur», si-tuación que ahora quizá resulte menoshabitual, a tenor de nuestros entornosglobales e interculturales. ■

Cultural (Madrid) - 25/11/2006, Página 39Copyright (c) DIARIO ABC S.L, Madrid, 2009. Queda prohibida la reproducción, distribución, puesta a disposición, comunicación pública y utilización, total o parcial, de loscontenidos de esta web, en cualquier forma o modalidad, sin previa, expresa y escrita autorización, incluyendo, en particular, su mera reproducción y/o puesta a disposicióncomo resúmenes, reseñas o revistas de prensa con fines comerciales o directa o indirectamente lucrativos, a la que se manifiesta oposición expresa, a salvo del uso de losproductos que se contrate de acuerdo con las condiciones existentes.