Cultura y Subjetividad
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INDICE
1. INTRODUCCIÓN
2. CULTURA Y COGNICIÓN
3. CULTURA Y EMOCIÓNEtimología del término emociónIntroducciónDimensiones de las emocionesClasificaciones de las emocionesPerspectiva socioconstructivista de las emocionesFactores socioculturales que predicen la experiencia subjetiva de las
emocionesDiferencias culturales en la expresión verbal y no verbal de las
emocionesEl amor y la culturaEmoción y enfermedad (la neuropsicoinmunología)
4. CULTURA E IDENTIDAD PERSONALTeorías sobre la identidad personalLa identidad narrativaEl proceso de individuación y la gestión relacional del síLas esferas de la identidad personalLas tensiones existenciales
5. CONCLUSIONES
6. BIBLIOGRAFÍA
INTRODUCCIÓN
Cada cultura y cada sociedad poseen su propia racionalidad y coherencia, desde las
que interpretar sus costumbres y creencias.
F. Boas
Tanto la cultura como la cognición son dependientes e influyentes entre ellas. Así, lo
que pretendemos con este trabajo es plasmar como las mentes y las vidas humanas son
un reflejo de la cultura en la que se desarrollan y cómo la condición humana queda
reflejada en el mundo simbólico y narrativo de la cultura. Nos gustaría demostrar la
importancia de que, tanto la acción como la experiencia psicológica necesitan ser
contextualizadas, aunque también debemos ser conscientes de que no todo está sujeto a
un contexto. Pero aún así, esto les dota de sentido y realidad, no solo para la sociedad o
civilización donde se viven y experimentan, sino para aquellos que lo observan desde
fuera. Observación que, por otra parte, no debe de dejar nunca de ser respetuosa con lo
que no puede entender. Ya que es aquí donde radica el talento humano para la
convivencia en paz, tanto dentro de nuestra propia cultura como fuera de ella y respecto
a otras que difieren a la propia.
Así, hemos abordado este trabajo teniendo en cuenta aspectos cognitivos, emocionales y
personales que se retroalimentan en la cultura, y que adquieren sentido en ella.
Intentaremos comprender una de las trinidades humanas de las E. Morin(2001) nos
habla: cerebro, cultura y mente.
CULTURA Y COGNICIÓN
En relación a ambos conceptos se han propuesto diferentes preguntas, que al menos
pueden servir de reflexión: “¿difieren los procesos cognoscitivos de la gente qué se ha
criado en ambientes culturales distintos?”, “¿hay diferencias culturales en los procesos
cognoscitivos?”.
Los psicólogos han puesto toda su intención en investigar las relaciones entre cultura y
cognición y, a su vez, las diferencias que entre las diferentes culturas se pueden dar si
tenemos en cuenta los procesos cognoscitivos.
En cuanto al término cognición, se ha llegado con más facilidad a cierto acuerdo entre
investigadores. Pudiéndose definir como “el conjunto de procesos a través de los cuáles
el hombre adquiere, transforma y utiliza información acerca del mundo que le rodea”.
Pero, en lo referente al término cultura existen grandes variaciones definitorias y no se
ha logrado llegar a un acuerdo consensuado o lo que es lo mismo, a una definición
universalmente aceptada. Con lo que se ha preferido enfocar la atención a fenómenos
sociales de la cultura, que se puedan seleccionar como importantes etiológicamente, es
decir, como relevantes en el estudio sobre las causas de la enculturación.
Psicólogos como Lewis Morgan, consideraron como variables o fenómenos sociales
importantes en la cultura, algunos indicadores: medios de subsistencia, instituciones
gubernamentales, la familia o la propiedad. Pero esto solo definía el cambio cultural,
pero no lo que es en si la cultura. Otros investigadores, han resaltado factores
socioculturales, como “posibles mecanismos causales de ciertos fenómenos”, como por
ejemplo son: la lengua, la urbanización, las instituciones de educación formal y la
alfabetización.
En lo referente a la lengua, consideramos que el lenguaje es un símbolo en sí mismo y
que la comunicación puede ser interpretada de manera diferente dependiendo de la
cultura a la que se pertenezca, pues “el significante se crea y el significado se aprende”.
Por lo tanto, aparecería la cuestión del relativismo cultural, referida por Malgesini y
Giménez, donde explican que debemos tener la capacidad de considerar las creencias y
costumbres de los otros pueblos desde el contexto de su cultura, más que desde la propia
y que, cada cultura y cada sociedad poseen su propia racionalidad y coherencia desde
las que interpretar sus costumbres y creencias.
La lengua es, de alguna forma, lo que determina el marco de pensamiento y el marco de
percepción del mundo.
Pondremos un ejemplo dicho en clase de manera breve, que trata de cómo los
Tahitianos, al no poseer en su vocabulario la palabra pena ni nostalgia, ante un conflicto
que implicase dichos sentimientos no podían elaborarlos. Por ello, muchos tahitianos
recurrían al suicidio, al no ser capaces de elaborar este sentimiento. La hipótesis de este
estudio fue: que si los tahitianos hubiesen tenido esta palabra, se podría haber trabajado
el problema, porque existiría un concepto para definirlo.
Debemos hacer un pequeño apunte para no caer en el error de que, compartir la misma
lengua, suponga concebir de igual manera el mundo. Pues no hablamos de lingüística,
sino de psicología, mientras que el uso que se hace de la lengua, si es más lingüístico y
cultural.
Esto, por otra parte, creemos que nos lleva de manera irreductible a pensar que cada
individuo interpreta en base a su experiencia y que esta experiencia a su vez está
mediada o influenciada y es dependiente de la enculturación de las personas. Por lo
tanto debemos tener presente que la lengua, determina el pensamiento y la percepción
del mundo.
Queremos ilustrar esta idea con un ejemplo encontrado en la introducción del libro
“Cultura y Pensamiento” de los autores Michael Cole y Sylvia Scribner (Pág.3). “Los
indios Kamakura no hacen distinción alguna entre el azul y el verde; las manchas de
uno u otro color se designan con la misma palabra, la cual significa literalmente “color
de periquillo” (Werner, 1961, pág. 284). Esto se considera prueba de que esta gente se
caracteriza por una “construcción conceptual difusa” en lo que a conceptos de color se
refiere.” Por ello los autores del libro se han hecho la lícita pregunta de: “¿Hasta qué
punto es correcto hacer deducciones por un acto sobre las actitudes propias de esa
cultura?...si nuestro interés real radica en el proceso cognoscitivo en que se basa la
acción.”
También debemos mencionar que incluso dentro de la misma cultura, al comparar
africanos alfabetizados y africanos analfabetos del medio rural, se encuentran
diferencias en la realización de ciertas tareas cognoscitivas. Lo que nos ha hecho pensar
que la educación, si podría ser una variable importante que influye de manera decisiva
en la diada cultura y cognición. Así, la cognición debe estar unida, por fuerza, a la
sociedad y a la cultura. En un niño, por ejemplo, cualidades como son la memoria, la
percepción y la reflexión son desarrolladas formando parte de su socialización y están
unidas a la actividad, comunicación y sociedad de la que forma parte. De esta forma, el
ambiente, hace que su experiencia se modele o se vaya formando por la cultura en la
que se desarrolla, cuyos significados y emociones están socialmente definidos. Y
volvemos una vez más a poner la lengua como ejemplo de fuerza social y herramienta
de cada persona para comunicarse y reflexionar. Y esto incluye la relación de los dos
grandes términos con los que estamos intentando trabajar, cultura y cognición.
Extraemos también del libro “Cultura y pensamiento” (Pág. 180), citado anteriormente,
unas líneas de Piaget e Inhelder (1969) que utilizan para describir el juego entre adultos
y que nosotras pretendemos utilizar como comparación con la cultura y la cognición:
“…hay una atención en común a las reglas, todas conocidas por los participantes;
todos están alerta para que las reglas se observen; y sobre todo hay un espíritu
colectivo de competencia honrada, de modo que mientras unos ganan otros pierden, de
conformidad con las reglas aceptadas.” La comparación aquí nos resulta adecuada
desde el punto de vista de que la cultura tiene unas normas o reglas comunes y
conocidas por su sociedad y esto es parte de la cultura de un pueblo. Esta sociedad que
está de acuerdo con estas reglas, se preocupa porque se cumplan. De aquí se va
formando, a través de la experiencia dentro de la sociedad, las cogniciones o
pensamientos que comparten y conforman una cultura.
Por su parte, Bruner, para intentar dar sentido al Yo como narrador, intenta aportar las
dimensiones temporal y evolutiva de la existencia humana. Ya que según Plot “la
narración es un proceso cognitivo que ofrece un sentido a los sucesos temporales,
identificándolos como partes de una trama”. Es decir, “las narraciones se expresan a
través de marcos cognitivos de interpretación de la realidad, proporcionando una
“escena” y una trama a un tema particular”. Bruner, ha tratado de ilustrar lo que ha
llamado «Psicología Cultural», mediante el concepto del Yo y haciendo un recorrido a
través de la historia de esta Psicología Cultural.
En la época de William James (1842-1910), este ya proponía la existencia de un Yo
“extenso”, compuesto por la familia , los amigos, las posesiones…Mientras que autores
como Hazel Markus y Paula Nurius, presentaban al Yo como una colonia de yoes
posibles: “…algunos temidos y otros deseados,…aglomerados para tomar posesión de
un Yo actual.” Suponemos entonces que el Yo podría ser un compuesto de varios yoes
(como han supuesto estos autores), surgidos en diferentes situaciones. Compendio
cognitivo de experiencias, que sirven para entender y así poder organizar mejor tanto el
concepto que cada uno tiene de si mismo, como el concepto que de él tiene la sociedad.
En “La autobiografía y el yo”, Bruner (1990), nos propone en la lectura otras preguntas
importantes para la reflexión: ¿No es el Yo una relación transaccional entre un hablante
y un otro?, ¿no es una manera de enmarcar la propia conciencia, la postura, la identidad,
el compromiso de uno mismo con respecto al otro?
Justo en este punto, podemos entender entonces y tal como dice el texto que el Yo
“depende del diálogo”. Aunque desgraciadamente esto no se pudiera seguir estudiando
debido al afán de separación de ciencia y filosofía. Con lo que el yo se intentó estudiar a
través de pruebas de autoconcepto. Pero ¿no es esto un error reduccionista, sesgado y un
equivocado intento de fraccionar al Yo, siendo este un conjunto de experiencias
personales, sociales, históricas y culturales? En nuestra opinión solo se trata, como más
tarde también se explica en el texto, de intentar confirmar o dar validez a las hipótesis
que suponemos y que por tanto buscamos y queremos encontrar, pero trataremos este
tema más adelante,
Por otra parte, siguiendo los acontecimientos históricos nos encontramos con dos
movimientos diferentes: La Revolución Cognitiva, que se interesó por el tipo de ideas
personales que la gente utilizaba para dotar de sentido a si mismo y a aquello que le
rodeaba, a su mundo. Y un movimiento histórico, que en nuestra opinión resulta más
completo y razonable, pero también más difícil de abarcar, al no ser tan reduccionista.
En este movimiento, se intenta hacer entender que la acción humana no se puede
explicar por completo, ni mucho menos empíricamente, ni refiriéndose únicamente a
factores intrapsíquicos, sino que esta acción necesitaba ser contextualizada y entendida
como una continuidad de hechos y vivencias a través de la historia y en esto ha de
existir tanto un bagaje cultural, como un acuerdo con os demás. Con lo que la
conclusión extraída es que la mente y el Yo, están dentro y forman parte de una
sociedad. Idea que creemos acopla perfectamente con la que se comenta de David
Perkins en el texto (Pág.107): “la persona propiamente dicha deba concebirse…no
como el núcleo puro y permanente, sino [como] la suma y enjambre de
participaciones”. Decantándose por un “Yo distribuido”, idea que intentaremos enlazar
a continuación con la noción del “Yo como narrador”. Surgida a finales de la década de
los setenta y principios de los ochenta y donde el Yo, forma parte de la historia narrada.
En “El género literario: una aproximación estructuralista al concepto de narración en el
construccionismo social”, cuyo autor es Luis Felipe Gutiérrez nos pareció muy
relevante la importancia que se le da en la lectura al Yo narrativo, que es consonante
con el distribuido (artículo que incluimos en los anexos). La reflexión que destacamos
del artículo es la siguiente, reflexión por otra parte en la que participan Bruner y
Gergen, como en el texto que hemos trabajado “La autobiografía del yo”.
Gergen, apuesta por la idea de que la saturación social es el detonante de la
fragmentación del yo. Afirmando que las comunidades pequeñas y con valores estables
se están sustituyendo por un entramado de relaciones humanas mucho más amplio. Con
lo que debemos ir más allá de un yo unificado, dando paso a un yo relacional. Y
enlazándolo con nuestro texto, en el que se expone que el Yo de Gergen es un “yo de
afuera a adentro”, frente al histérico “Yo desde el pasado hasta el presente”, este Yo de
afuera a adentro nos parece una idea más amplia y global para definir al Yo, pero sin la
exclusión de los yoes sociales y culturales, del yo personal, sino coexistiendo la
interrelación de todos.
Como conclusión y sin caer en la pretensión de tenerlo todo por leído, creemos que
tanto la cultura como la cognición son dependientes e influyentes entre ellas. Que a
nuestro entender evolucionan principalmente en un contexto abierto de diálogo, ya que
este ayuda al cambio, al progreso, al aprendizaje y a la transmisión de conocimientos.
Son preguntas y respuestas que permiten comprender la complicada evolución y
transmisión de la cultura y el pensamiento humano, de manera que cada vez se pueda
hacer más amplio. Con lo cual no se puede fragmentar la experiencia del Yo como
cualidades, estados y procesos.
La cultura de una sociedad y la manera que tenemos de pensar y entender las cosas,
dejan de tener sentido si no se entienden globalmente y en contextos determinados,
dependiendo de la sociedad que se pretenda comprender.
Por otra parte, nos parece oportuno incluir algunos apuntes tomados en clase acerca del
tema de cultura y cognición. La conclusión del relativismo es que cada grupo cultural
determina la manera de pensar y esto solo lo podemos valorar desde dentro de una
cultura, ya que desde fuera solo adquirimos una posición etnocéntrica. Junto con la
crítica que estos hacen a los universalistas por su idea uniformadora. El relativismo
moral, plantea la posibilidad de “valores transculturales comunes”, que sirvan a todas
las culturas y que por ellos podamos comunicarnos, como por ejemplo puede ser la
autenticidad. La gran cuestión es quién define estos valores, ya que los actuales son
predominantes de la cultura occidental. Con lo cual la idea defiende los valores
transculturales, pero éstos los impuestos en su día por una cultura dominante (lo que
creemos, no deja de ser etnocéntrico hasta cierto punto…). Por ello creemos que se
debería tener en cuenta construcción en la cual participasen todos, llegando a un
consenso, sin imposición y donde todo el mundo tenga algo que decir.
El multiculturalismo, es una expresión del relativismo, un ejemplo es EE.UU, cultura
anglosajona frente a los Afros y Latinos. En este caso, frente a una cultura anglosajona,
las otras deben tener la misma dignidad y el mismo valor. Esto puede tener una
contrapartida y es que dentro del multiculturalismo, se van haciendo grupos étnicos,
convirtiéndose en grupos uniformes y fuertes, con lo cuál surge la uniformidad, dentro
de lo relativo. Esto significa que no avanzaremos sino encontramos valores comunes en
estas culturas, en las que se ha formado el grupo multicultural inicial. Teniendo muy en
cuenta que la interacción genera conflictos y el gran desafío es gestionar esta situación,
porque a priori multiculturalmente se prioriza la diferencia y la distancia, con lo cual se
necesita que haya una tolerancia cultural. Esta tolerancia cultural no es suficiente para
los Interculturalistas, porque para ellos no basta con ser tolerante, ya que detrás de la
tolerancia puede esconderse la indiferencia y la impotencia. Por tanto y más allá de la
tolerancia estaría el “respeto activo”.
Los hechos y conductas, son entendidos desde cada paradigma de una manera diferente,
¿pero quiere decir esto qué el conocimiento no puede ser comparable? Quizá podríamos
establecer un conocimiento que fuera un poco más allá y que tuviera cosas en común.
Esto en definitiva es lo que permite el avance de la ciencia. La sofisticación del diálogo,
que permite el entendimiento de los diferentes paradigmas y por ende es lo que debería
ocurrir con la comunicación entre las diferentes culturas.
Finalmente el Relativismo, ha jugado un papel muy importante, aunque no suficiente. Y
el multiculturalismo, no se puede presentar como una solución, sino como una
aspiración, que permite construir valores transculturales, pero con la participación de las
diferentes comunidades. Donde participen todos aquellos que forman parte de la
construcción. ¿Estamos determinados entonces por la cultura? La respuesta es si, pero
solo de manera relativa. Ya que somos capaces hasta de distanciarnos de nuestra propia
cultura.
CULTURA Y EMOCIONES
En estas últimas décadas ha habido escasos intentos de clasificar las culturas partiendo
del tratamiento y socialización que dan las emociones. Muy pocos trabajos
antropológicos se han interesado en construir una Teoría Cultural de las Emociones y es
en este sentido que la actual Psicología Cultural-Evolutiva está labrando el terreno para
entrever como se influencian en el proceso de enculturación las emociones con la
cultura.
Etimología del término “emoción”
Alguna idea inicial acertada sobre la naturaleza de las emociones humanas puede
extraerse de la propia etimología del término. Nuestra palabra "emoción" proviene del
latín emotional, que significaba "acto de remover"; y del verbo emotio, que venía a
significar "alejarse" y "moverse". De ahí los juegos de palabra ingleses actuales que
parten de la raíz motion, moverse y emoción a la vez. Para nuestros ancestros latinos,
pues, la emoción tenía algo que ver con el movimiento, con la acción.
Introducción
La antropología define del modo siguiente las emociones: “Las emociones son la matriz
sobre la que se mueve la vida social, son tipos básicos de conductas relacionales sobre
las que se da la comunicación necesaria para crear los diversos mundos culturales.”
Con las emociones el problema es que, sabiendo que se trata de señales que alimentan y
son alimentadas a su vez por la vida en sociedad ¿qué estuvo antes, la expresión
emocional como señal o la vivencia subjetiva de cada emoción, tal vez aun inexpresada?
De ahí la importancia que debe dar la antropología y la psicología al proceso de
enculturación de las emociones básicas. Así pues, la forma de expresar las emociones
depende en muy buena parte del proceso de socialización recibido pero ¿y la vivencia
subjetiva emocional? ¿Cuánto de ello adquirimos con los valores sociales y cuánto es
connatural en el hecho de ser humano? De nuevo nos hallamos en el límite sistémico de
la vida humana, donde la biología y la cultura se entrelazan de forma (casi) inseparable.
Las culturas modelan y educan las emociones por medio de los ritos y de los mitos. En
especial de los ritos. La existencia de la vida ritual constituye la columna vertebral de
las sociedades no occidentales y, si seguimos las propuestas el algunos teóricos, los ritos
también son el centro de las actividades cotidianas más repetidas en la vida occidental.
El verdadero rito en acción sirve de marco para realizar pactos sociales y, a la vez, como
estructura para vivir profundamente las emociones y educarlas. El proceso que cada
colectivo usa para educar las emociones básicas de los recién llegados y, a la vez,
enseñarles a sentir y a expresar sentimientos culturalmente codificados, es un punto
nuclear para comprender los factores esenciales del orden sistémico que es cada
sociedad. Las emociones constituyen la red sobre la que se conforma la vida social.
Entrando en campos propiamente antropológicos, también sabemos de la incuestionable
relación que existe entre la tradición oral de transmisión de conocimientos, ciertos
patrones culturales específicos y la forma de vivir las emociones. La memoria está muy
ligada a las emociones y las personas socializadas en una tradición oral reviven las
emociones como guión mnemotécnico de los aconteceres que sucedieron en su vida. Es
decir, no recuerdan los hechos del pasado en abstracto, como haría un occidental, sino
que sus asociaciones son de carácter eminentemente emocional. Para recordar con
detalle algún evento pasado, evocan su mundo interior y reviven las emociones
asociadas a ello. A través de los cambios emocionales es como los pueblos de tradición
oral pueden reconstruir los hechos en su mente.
Dimensiones de las emociones
Sabemos que las emociones son procesos mentales y físicos abiertos, muy complejos y
básicos en nuestras vidas. Sabemos que tienen: una dimensión fisiológica (ciertas
emociones suben o bajan la presión arterial, estimulan las glándulas sudoríferas y los
lagrimales, actúan sobre el sistema hormonal, etc.), que tienen una dimensión
psicológica (la vivencia que cada uno tiene de sus emociones), sabemos también que
tienen formas de expresión individual consecuencia de la estructura de personalidad, y
también sabemos que tienen una dimensión cultural resultado y causa a la vez del
proceso de enculturación recibido. Los biólogos admiten que las emociones tienen un
papel decisivo en la organización de las conductas y que están regidas por un sistema
químico autónomo dentro de nuestro cuerpo, sistema tan complejo como el nervioso y
que se comunica por medio de las macromoléculas denominadas péptidos. Parece que
cada péptido se encarga de transmitir un tipo específico de emoción en combinación con
el entrenamiento facilitado por la cultura que estimula o inhibe ciertas vivencias y
formas expresivas. Es decir: las emociones nos afectan completamente tanto a través de
la biología como de la cultura; mejor dicho, es en ellas que la cultura y la biología se
entrelazan de forma de forma inseparable.
Clasificación de las Culturas según sus emociones características
Algunos de los pocos casos mencionables como precursores de una antropología de las
emociones son la antropóloga anglosajona Ruth Benedict quien, en su obra El
crisantemo y el sable, propuso dividir los pueblos en Culturas de vergüenza y Culturas
de culpabilidad.
Cultura de vergüenza : Los griegos clásicos y la mayoría de los pueblos indígenas
americanos son ejemplos de Culturas de vergüenza. En ellas, todo lo que expone a un
hombre al desprecio o a la burla de los demás es vivido como algo insoportable,
llegando incluso a propiciar el suicidio. Justo lo contrario de lo que sucede hoy, por
ejemplo, con la mayoría de nuestros políticos quienes sobreviven impermeables al
desprecio y a las burlas de sus ciudadanos. No sienten vergüenza de sus actos a pesar de
que puedan ser objeto de la repulsa de muchos de sus conciudadanos. Esto sería la
causa, siguiendo la propuesta de E.R. Dodds, de que estas sociedades de la vergüenza
acabaran proyectando en la intervención divina tanto los casos de fracaso moral - tal
podría ser la pérdida de dominio sobre uno mismo, por ejemplo- como también todos
aquellos eventos externos que incitaban a la burla ajena - cual sería un mal negocio o
una batalla perdida. Los dioses habrían sido los causantes de tales actos vergonzosos y
el ser humano solo era un juguete en sus manos.
Cultura de la culpa: En otras sociedades, en cambio y según R. Benedict, el tono
dominante es el sentimiento de culpa, son las Culturas de la culpa. El cristianismo es el
ejemplo más cercano que tenemos ya que este propone como emoción ideal el amor, la
fraternidad y la plenitud del gozo de vivir, pero el sentimiento real en el que encultura a
las sociedades crecidas bajo sus nubes es el de la profunda culpa creada por los judíos y
transmitida a través del proceso primario de socialización. El miedo a la culpa y al
castigo subsiguiente dominan el cielo cristiano.
R. Benedict redefinió, por otro lado, la propuesta de Nietzsche que acotaba una
dicotomía entre los dionisíacos y apolíneos, de la siguiente forma:
En su opinión, los pueblos dionisíacos consumían psicotropos y eran buscadores de
experiencias emocionales límite, descontroladas. En cambio, las sociedades apolíneas
apostaban por la norma fría, seguían el dictado de sus patrones altamente formalizados
relegando a unos pocos especialistas, a chamanes y locos, la experiencia extática.
Otro antropólogo que en 1992 diferenció tipos de sociedades según las emociones que
las caracterizaban fue Boas. Este afirmó que una diferencia importante entre las
sociedades orales y las industrializadas era que las primeras parecían organizar su
mundo a partir de asociaciones emocionales, en tanto que los modernos pueblos con
escritura parecen crear su mundo a partir de asociaciones lógico-racionales.
Perspectiva socioconstructivista de las emociones
Desde la Psicología Social y Cultural se definen las emociones como constructos
sociales y probablemente sea esta definición la perspectiva más prometedora de cara a
entender adecuadamente que son las emociones y qué papel juegan en nuestras vidas e
incluso en nuestra propia constitución como sujetos ( Ovejero, 2000 ).
En cualquier caso, los estudios interculturales de las emociones, siendo muy
interesantes en muchos aspectos, presentan varias y serias dificultades debido a otras
razones añadidas:
Primera razón: los diferentes componentes de las emociones no son independientes. Las
diferencias encontradas en que se produzca un componente tienden a llevar consigo
diferencias en otros componentes y en todo caso quizá, esperar consecuencias en otros
más.
Segunda: las diferencias culturales en el curso de las emociones pueden ser debidas a las
diferencias en las valoraciones secundarias o posteriores. Existen evidencias que
sugieren que las culturas varían en sus creencias sobre cuales emociones son más
significantes o reveladoras, sobre qué emociones son buenas o malas, y qué emociones
son apropiadas a unos roles sociales particulares o a un determinado entorno social
( Ellsworth, 1994).
Tercera: Las emociones en realidad representan las transaciones/operaciones con el
medio. Una evaluación de la situación como algo que ha sido modificado puede anular
o cambiar la valoración inicial.
Aunque la información disponible no es suficiente y aún cuando hay algunos datos
relativamente incoherentes, se tienen algunas conclusiones claras:
Por ejemplo, en las culturas más colectivas, las personas sienten y expresan emociones
hacia los demás ( simpatía y empatía ), más que los de culturas individualistas , quienes
por el contrario, sienten y expresan emociones hacia ellos mismos (enfado y orgullo).
En primer lugar el comportamiento depende de la situación y en un segundo lugar, estas
variadas situaciones dependen de factores culturales en gran medida. Lo que es más, la
psicología cultural reconoce que los procesos psicológicos ( personalidad, emociones,
motivaciones, inteligencias, etc..) no estan influenciados por la cultura, pero que estos
estan construidos por la cultura, y al mismo tiempo que es la personalidad y el
comportamiento que crean la cultura. Esto explica la imposibilidad de estudiar ambas
cosas separadas: personalidad y cultura, o emoción y cultura deberían estudiarse juntas
como una dinámica de mutua constitución ( Kitayama & cols., 1997).
Factores socioculturales que predicen la experiencia subjetiva
emocional
Desde el departamento de Psicología Social de la Universidad del País Vasco se ha
llevado a cabo una síntesis de seis estudios en los que se relaciona autoinformes
emocionales ( balanza de afectos o placer-displacer e intensidad emocional) con las
características socio-económicas, ecológicas y culturales de naciones ( dimensiones de
Hofstede: Individualismo-Colectivismo, Masculinidad-Feminidad, Evitación
Incertidumbre y Distancia de Poder).
El meta-análisis muestra que la distancia de poder y la evitación de la incertidumbre
tienen un efecto significativo y homogéneo y un tamaño de efecto medio con la
experiencia emocional displacentera. El individualismo muestra una asociación positiva
no homogénea con las emociones placenteras. Los análisis mutlivariados señalan que la
distancia de poder se relacionan con la menor deseabilidad social e intensidad de las
emociones positivas y negativas. Los resultados apoyan la asunción de que las culturas
con alta distancia de poder desenfatizan la experiencia emocional por medios
normativos. La evitación de la incertidumbre tiene una asociación positiva con la
intensidad emocional. La asunción de Hume que plantea que los efectos del clima sobre
la experiencia emocional desaparecen cuando se controlan los efectos de los factores
sociales y culturales es apoyada por los resultados de dicha investigación.
Diferencias culturales en la expresión verbal y no verbal de las
emociones
Cuando se analiza la relación entre las dimensiones culturales y la expresión verbal y no
verbal de las emociones: alegría, cólera/enfado y tristeza se confirma que las culturas
asiáticas presentan un sistema de regulación emocional más fuerte o marcado que los
otros grupos culturales estudiados. Además, estas sociedades asiáticas presentan menos
diferencias de género.
La dimensión cultural que mejor predice la baja expresividad verbal y la no expresión
verbal emocional es la masculinidad cultural. La expresión emocional en las culturas
con alta distancia de poder se caracteriza por el respeto y la diferencia. Asimismo, esta
dimensión predice la baja expresión verbal de las emociones negativas. Por otra parte, la
evitación de la incertidumbre no está asociada generalmente a la alta expresividad
emocional.
Finalmente se ha corroborado que comunicar buenos sentimientos/emociones a otras
personas es más típico de países colectivistas y con alta distancia de poder.
Cultura y problemática del género en la adolescencia: resultados de
estudios en emociones
Las diferencias de género en el proceso emocional de compartir o comunión social y de
rumiación mental se investigaron en dos estudios interculturales con adolescentes
(N=555 y 251), orientados a examinar como las diferencias de género actuaban en
diferentes culturas.
Este estudio fue llevado a cabo por la Universidad de Paris X, que investigó a
adolescentes pertenecientes a tres culturas: India, immigrantes India e Inglesa. Se
encontró que las mujeres iniciaban más el proceso de comunión social o de compartir
sobre las emociones, compartían más sobre sentimientos y manifestaban más los efectos
beneficiosos relacionales de compartir más sus emociones.
Las mujeres también declararon un mayor impacto y mayores niveles de pensamiento
repetitivo o rumiación emocional que los hombres. El estereotipo femenino de mayor
emocionalidad, sorprendentemente, concordó con los datos en la cultura individualista
más que la cultura colectivista, resultado que refuerza junto a otros la hipótesis que las
diferencias de género y las diferencias culturales no pueden ser explicadas por las
mimas dimensiones psicológicas ( Singh-Manoux, 2000).
El amor y la cultura
La gran relación existente entre el amor y la cultura. Cada sociedad genera una
determinada ideación sobre la importancia y naturaleza del amor y, desde luego, no se
trata ni de una emoción universal ni de una noción intelectual. El amor - sea lo que sea
que se entienda con este término- puede concebirse como algo de valor, puede ser
entendido como una emoción religiosa, como una atracción profana, como objeto de
consumo y de intereses asociados, como... En algunas sociedades se entiende el amor
con lo que podríamos denominar con un genérico "emoción espiritual", en tanto que en
otras es entendido como algo más carnal; e incluso el enamoramiento es interpretado
como enfermedad en diversas otras culturas (FERICGLA, 1997 y 2000). Los orientales,
en especial la cultura japonesa, afirman que los occidentales damos demasiada
importancia al amor romántico, que no ocupa un lugar tan central como el que le damos
en nuestras culturas. En cambio, en el mundo tradicional persa se daba tal importancia a
este sentimiento que se decía que las personas tenemos un camino fijado desde que
nacemos y que tan solo el amor o la muerte nos desvían de tal camino.
Todavía hay un largo etcétera más que podría incluir el amor y el desamor como
justificación, en ciertas sociedades, de actos violentos, suicidios, desajustes en sus
prácticas cotidianas, locuras pasajeras o sacrificios espléndidos y altruistas. O en otras
sociedades se observa simplemente la inexistencia de algún comportamiento,
culturalmente consensuado, asociado a lo que en castellano entendemos por amor. Todo
ello ilustra un campo de investigación antropológica de primera magnitud que aun está
por explorar.
Emoción y enfermedad ( La psiconeuroinmunorología)
emociones + cultura/religiones....... → bienestar
→ malestar
Si las emociones pueden curar o enfermar, y resulta que la cultura se conforma y
se construye con patrones concretos de emociones, ¿podríamos afirmar que
existe también una relación más o menos directa entre CULTURA y CUERPO?
La Psiconeuroendocrinoinmunología es considerada por muchos el paradigma de la
medicina del futuro. Estudia la relación entre la psiquis, el sistema nervioso, el sistema
inmune y el sistema endocrino, y ofrece nuevos abordajes para cambiar la forma en que
las personas percibimos el mundo.
El modelo biopsicosocial propone que factores psicológicos y sociales, entre ellos la
cultura, pueden tanto proteger a una persona de la enfermedad como aumentar la
susceptibilidad a ella.
Examinar ideas, creencias y sentimientos resulta una experiencia de cambio de vida. Las
neurociencias han dado origen al concepto de neuroplasticidad, que no es otra cosa que
la habilidad natural del cerebro para formar nuevas conexiones.
Cada día aparecen más datos que permiten afirmar, sin lugar a dudas, la existencia de
profundas relaciones entre el cáncer y el sistema endocrino (donde residen
principalmente las emociones); entre el estrés, las depresiones emocionales y el sistema
inmunitario (a mayor estrés, menor eficacia inmunológica); entre las alergias físicas,
hasta ahora atribuidas de forma genérica al polen primaveral, y las fobias o miedos
psicológicos, y un largo etcétera más que hoy constituye el interesante objeto de estudio
de la psicoinmunología.
Muchos científicos han llegado a observar que son las emociones las que unen la mente
y el cuerpo. Esta visión más holística complementa la visión reduccionista,
expandiéndola en lugar de reemplazarla, y ofrece una nueva manera de pensar acerca de
la salud y la enfermedad.
CULTURA E IDENTIDAD PERSONAL
No son pocas las definiciones que han aportado diversos autores respecto al concepto de
la identidad personal. No obstante, la mayoría coinciden en que dicho concepto es lo
más íntimo y propio de cada uno de nosotros y que la formación de ésta es un proceso
de naturaleza social.
No obstante, no es tarea fácil analizar y localizar cada una de las variables que entran en
este proceso debido a su gran complejidad, a pesar de ello, y teniendo en cuenta su
naturaleza social, podemos afirmar que la cultura es una éstas variables determinantes
en la formación de la identidad personal de cada individuo.
Para Berger & Luckmann (1998), la identidad es un elemento clave de la realidad
subjetiva y, como toda realidad subjetiva está en relación dialéctica con la sociedad. La
identidad pues, se forma a partir de unos procesos sociales y son, éstos mismos, los que
ha su vez la preservan, la modifican o la transforman.
Víctor Frankl (1962), propone que la búsqueda del sentido de la vida constituye una
fuerza primaria, no una “racionalización secundaria” de sus impulsos instintivos, de este
modo, para él, la identidad es el motor que impulsa al hombre a actuar, a sentir, y que le
dota de un concepto unificado del mundo y de sí mismo.
Si fusionamos estas dos aportaciones podemos llegar a la conclusión de que, si bien la
formación de la identidad es una construcción social, lo que impulsa este proceso forma
parte de la esencia natural humana, de la necesidad que sentimos por los otros, que nos
empuja a entrar en esta dialéctica.
Los procesos sociales que intervienen en la formación de la identidad, y en su
preservación, vienen determinados por la estructura social y viceversa, las identidades
creadas por la interrelación entre organismo, consciencia individual y estructura social,
repercuten en la estructura social, preservándola, modificándola, transformándola a su
vez.
Así, si tenemos en cuenta esta dialéctica, podemos conseguir no caer en la noción
engañosa de las “identidades colectivas”, ni en la singularidad y unicidad absolutas de
cada existencia individual. (Berger & Luckmann, 1998).
Teorías sobre la identidad
Si hablamos de las teorías de la identidad como fenómeno social, podemos hablar de
“psicologías” que incluirían cualquier teoría con pretensiones de explicar el fenómeno
empírico de la identidad de manera global. Bruner (1990) denomina a estas
“psicologías” como “psicología popular”.
Las teorías sobre la identidad son una parte de las interpretaciones más globales de la
realidad. Por ello, lo primero que tenemos que hacer es ver cuál es la lógica subyacente
de tales interpretaciones. De esta forma, la aparición de las “psicologías” introduce una
nueva relación dialéctica entre la identidad y la sociedad: la relación existente entre la
teoría psicológica y aquellos elementos de la realidad subjetiva que se propone definir y
explicar.
Esto implica que las diferentes “psicologías populares” más que adecuadas o no en un
contexto empírico, lo son en tanto esquemas interpretativos explicables. Es en este
punto donde la cultura y la socialización que se desarrolla en ella obtienen una gran
importancia en la formación de la identidad personal de cada individuo. De esta forma
podemos entender que la dialéctica de la que venimos se da en la capacidad que tienen
estas psicologías de crear realidad.
Cuando una determinada psicología se implanta socialmente y es aceptada como una
interpretación adecuada de la realidad objetiva (o común), el proceso de interiorización
es más rápido, pues está relacionado con la realidad interna, y al mismo tiempo su
interiorización tiene muchas probabilidades de ir acompañada de una identificación y
contribuir automáticamente a la formación de la identidad. Es decir, nuestra manera de
ver el mundo es inseparable de nuestra forma de ser y conocer.
Así, Bruner (1990) comenta que las vidas y los Yoes que construimos, son el resultado
de este proceso de construcción de significados y por lo tanto de narración. Además,
hay que tener en cuenta que estos Yoes, no son núcleos aislados de conciencia
encerrados en nuestras cabezas, sino que se encuentran distribuidos de forma
interpersonal.
Tanto E. Morin (2001) como Bruner (1990) afirman que la Psicología Cultural pretende
mostrar cómo las mentes y las vidas humanas son reflejo de la cultura y de la historia
tanto como de la biología y los recursos físicos. No existe una sola “explicación del
hombre”, ni biológica ni de otro tipo. Ni siquiera las explicaciones causales más
poderosas de la condición humana pueden tener sentido y plausibilidad sin ser
interpretadas a la luz del mundo simbólico que constituye la cultura humana.
De este modo, deberíamos tener en cuenta, sobre todo en nuestro ámbito, que la
integridad psíquica de una persona dependerá de las definiciones sociales que se hagan
de la realidad y de la propia integridad psíquica. Dependerá por lo tanto de las diferentes
“psicologías culturales”.
La identidad narrativa
Los seres humanos somos contadores de historias.
De hecho, J. Gomá (2011) afirma que, la identidad del hombre, dependería de la
habilidad para crearse una narración creíble sobre el mundo que ilumine el sentido de la
existencia y otorgue a su vida un papel digno y significativo dentro del conjunto. Este
autor defiende el mito en la narración de nuestra propia identidad como un relato que
hace justicia a lo inaprensible de la condición humana. Pues según él, la mitología de
nuestra identidad personal satisface en nosotros la demanda de narraciones y colabora
con la obligada construcción narrativa de la realidad.
Además, en relación con las teorías que veníamos comentando antes, éstas pueden ser
consideradas más un ejercicio de narración -contar historias-, que de proposiciones
lógicas, apoyándose así en una poderosa estructura de cultura narrativa: historias, mitos,
géneros de literatura, etc.
En esta autobiografía, Bruner (1990), en su investigación sobre la narración como texto
y como modo de pensamiento constató algo curioso, pues esta autonarración es un
relato efectuado por una narrador en el aquí y ahora sobre un protagonista que lleva su
nombre y que existía en el allí y entonces, y la historia termina en el presente, cuando el
protagonista se funde con el narrador. Así, el yo cuando narra, no se limita a contar, sino
que también justifica.
Lo que realmente queremos constatar con esto es, que el proceso de la individuación se
forma dentro de un proceso narrativo y que nos permite ir cambiando el discurso a
medida que nuestra vida se desarrolla.
El proceso de individuación: La gestión relacional del sí
Una vez explicada, esta dialéctica entre identidad y cultura, nos parece importante
también estudiar un poco más a fondo la formación de esta identidad personal.
En el proceso de individuación el ser humano se construye y se reconstruye sin cesar,
obteniendo como resultado la identidad del individuo, resultado que es provisorio y
evolutivo y que resulta de un trabajo reflexivo sobre sí mismo (Bajoit, 2003).
Dicha reflexividad y, por lo tanto, las raíces de dicho trabajo, se encuentran en lo que E.
Morin (2001) consideró la emergencia más notable de la mente humana: la consciencia.
Esta consciencia es producto y productora de una actividad reflexiva de la mente sobre
sí misma que dota al individuo de una capacidad que le permite considerarse como
objeto sin dejar de seguir siendo sujeto.
Bajoit, atiende a esta reflexividad, como un trabajo relacional con uno mismo que
cumple con unas funciones determinadas.
Así, el trabajo identitario consistiría en la búsqueda incesante de la satisfacción de las
“necesidades existenciales sociales” del ser humano: seguridad física, bienestar
material, la serenidad moral y la plenitud personal. Para él, La constancia de este trabajo
“existencial”, reside en que, la vida en común impide la plena satisfacción de una o
varias de estas necesidades, o por que las pone en contradicción las unas con las otras.
La frustración que deriva de este problema provoca tensiones en el individuo que debe
gestionar. (Bajoit, 2003)
Las esferas de la identidad personal
De esta forma, es importante resaltar cómo afecta la dialéctica entre el individuo y la
sociedad en la creación de la identidad personal y en función de las diferentes esferas
que, según Bajoit (2003) se pueden encontrar en la identidad personal, que de no estar
correctamente articuladas, provocan en el individuo tensión, sufrimiento, insatisfacción.
Éstas son:
La identidad deseada, es decir, lo que el individuo siente que quisiera ser o hacer de su
vida. Cuya formación tiene una gran base cultural, y es entendida desde la
interiorización de las “psicologías locales”, de las culturas, que le dan forma y sentido a
este deseo de ser.
La identidad asignada, que viene conformada por la interpretación del individuo de
aquello que los individuos de su alrededor, especialmente los significativos, esperan de
él.
La identidad comprometida, donde las tensiones experimentadas entre las dos
estructuras anteriores, y la gestión del individuo de las mismas, dan como resultado la
idea que el individuo se hace de lo que es y ha sido, así como de los compromisos que
tomó en relación consigo mismo. En pocas palabras, dicha identidad comprometida es
aquello que pensamos que somos y que hacemos con nuestra vida.
Las tensiones existenciales
De esta forma, como veníamos comentando antes, la incorrecta articulación de estas
formas de la identidad pueden ocasionar tensiones existenciales, en las que el individuo
frustrado por éstas, debe potenciar más que nunca su relación consigo mismo.
Una de ellas, es la tensión que se da entre identidad Deseada e identidad Asignada, en
la cual el individuo interioriza expectativas culturales de realización de sus necesidades
existenciales sociales que sabe o cree incompatibles con las expectativas de los otros y
los límites materiales, es decir, con las coacciones sociales.
Por otra parte, se puede generar una tensión entre Identidad Comprometida e Identidad
Asignada, en la cual el individuo sufre una denegación por parte de los otros, donde la
identidad que le ha sido asignada no le conviene, y no se siente reconocido, pudiendo
perder así la confianza en sí mismo, el respeto por sí mismo e incluso la estima de sí
mismo. Esta tensión refleja la importancia de la necesidad del individuo a ser
reconocido por otros.
Además, puede existir también una tensión existente entre Identidad Comprometida e
Identidad Deseada comporta sobretodo, la importancia, no solamente de ser reconocido,
sino de reconocerse a uno mismo. En esta tensión podríamos hablar de la denegación de
uno mismo, de la realización de sí. El individuo no se reconoce el derecho a la
autorrealización personal.
Estas tensiones, son creadas a partir del diálogo que el individuo tiene consigo mismo,
en función de las interpretaciones subjetivas que hace de la realidad e intentando crearse
un sitio en ella.
Lo que ante todo pretendemos remarcar con estas tensiones internas que vive el
individuo a la hora de definirse como él mismo, hace referencia a lo que antes
llamábamos “psicologías locales”. La cultura es producto y creadora de éstas
psicologías, y es esta la que crea la base social sobre la que descansará la identidad del
individuo. Por ello, en el continuo proceso de socialización, que pretende transformar la
animalidad del ser humano, la sociedad y la cultura son las que marcan la dirección,
pero la singularidad de cada individuo será la que realmente marque el camino hacia su
propia definición en función de su esencia natural, su animalidad y su experiencia. Así,
para caminar por este sendero son necesarios dos diálogos. El primero entre el individuo
y la sociedad, como veíamos al principio, y un segundo del individuo consigo mismo. A
su vez, ambos se retroalimentan manteniendo en el individuo una constante gestión de sí
mismo, siendo así sujeto.
Ser “sujeto” (Bajoit, 2003) es ser capaz de gestionarse a sí mismo en la relación con los
otros, de gestionar las tres tensiones antes indicadas para conciliar las tres esferas
constitutivas de la identidad.
CONCLUSIÓN
Elaborando este trabajo, nos hemos dado cuenta que la cognición humana es realmente
el procesador y unificador de la experiencia psicológica subjetiva. Pues integra y
elabora los conceptos de emoción, identidad, leguaje, cultura, etc..
Entendemos, que estamos determinados por la cultura, y que ésta influencia nuestra
percepción y nuestra interpretación del entorno y de nosotros mismos. Pero esta
determinación es relativa, pues a su vez el ser humano es capaz de distanciarse y ser
crítico y creativo. De esta forma cada individuo tiene su propio modo de vivir en su
cultura.
Aunque este trabajo realmente este dividido en estos apartados (cognición, emoción e
identidad personal) consideramos que el ser humano es algo que se debe estudiar de
forma holística y multidisciplinar, para no perder la perspectiva cósmica de la condición
humana. Nos inclinamos hacia la idea de que muchos de los resultados que resultan del
hecho de pensar no dejan de ser cognición y son a su vez expresados en ideas que
aluden a la propia cultura y están influenciados por esta. Lo que supone un pilar
interactivo dotado de una gran cantidad de emociones y pensamientos. Este eje de
interacción es el que dirige, diseña y orienta el comportamiento.
Por otra parte, también nos parece que hay tantas realidades como narraciones se hagan
partiendo de cada experiencia personal. Estas narraciones son entendidas y se expresan
a través del marco cognitivo de interpretación de cada uno. Proporcionando una realidad
y un contexto a un tema particular.
Finalmente y partiendo de la base de que existen diferentes paradigmas culturales,
creemos que todas las culturas podemos llegar a hablar un mismo “idioma” que, en
realidad, es el que conforma la esencia humana y que nos permite entendernos sin
nociones gramaticales, ni lingüísticas. Pues está fundamentados en los valores que nos
hacen ser realmente personas, como decía Morin, en la humanidad de la humanidad.
BIBLIOGRAFÍA
www.usta.edu.co/otras_pag/revistas/hallazgos/...5/.../11.pdf
Cole, M. & Scribner, S. (1977). Cultura y Pensamiento: Relación de los procesos
cognoscitivos con la cultura. México. Ed. Limusa.
Bruner,J. (1990/1991): Actos de significado. Más allá de la revolución cognitiva.
Madrid: Alianza Editorial.
Morin,E. (2001/2003): El Método V. La humanidad de la humanidad. La identidad
humana. Madrid: Cátedra.