Cultura e identidad desde un marco contemporaneo

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LIBERTAD DE LAS IDEAS Bogotá - Colombia, noviembre de 2008 3

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Revista Movimiento es una revista estudiantil de la facultad de sociología de la universidad Santo Tomas(Bogotá)

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LIBERTAD DE LAS IDEASBogotá - Colombia, noviembre de 2008

N° 3

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Editorial

Estudiantes en Movimiento Construcción de la identidad colectiva en la comunidad mormona de Colombia, en uncontexto transnacional 6

La posibilidad siempre abierta de patinar sobre hielo fino. Un acercamiento crítico a lafugacidad de la vida moderna–tardía 10

La dama y el sombrero. Una pequeña reflexión acerca de la mujer en el campo religioso 17

Contracultura y revolución 20

Identidad, género y estereotipos 24

Profesional Invitado enMovimiento

Inmigrantes: culturas sin lealtades 29

Entrega Especial en Movimiento

Homenaje a Orlando Fals Borda 36

Opinión en Movimiento América Latina, un rompecabezas inconcluso 40

Barras bravas, una tribu violenta 42

Colombianidad y fútbol 45

Opinión: lo bueno y lo malo. Criticaderapara la reflexión 48

La dichosa pregunta 51

La memoria: una posibilidad para reconstruir nuestra historia 53

La necesidad de una identidad nacional colombiana 56

La construcción de la identidad política en la actualidad colombiana: el uribismo ylos mass media 57

Representación en Movimiento

De la representación a la acción colectiva 61

Identidades Alternas, todas las voces, todoslos temas. Discusiones sin límites 64

Expresión en Movimiento Poemas 67

Cuentos 69

Fotos 73

Cultura en MovimientoClasificadosPara Estar en Movimiento

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En el marco de apertura de la libertad de las ideas, el comité editorial de la Revista Es-tudiantil Movimiento ha propuesto para este número un tema con el cual busca llegar a la reflexión sobre la cultura y la identidad en un marco contemporáneo, teniendo en cuenta que en las ediciones anteriores se habían tratado aspectos con corte político (movimientos sociales y agentes paraestatales). En esta nueva aparición se preten-de abrir el espectro del ámbito académico con un tema que nos es común, pero no por esto sencillo, “Cultura e identidad desde un marco contemporáneo”, teniendo en cuenta que, desde las ciencias sociales, nos presenta un vasto panorama acerca de la compleja realidad social y sus representaciones, lo cual, sin duda, ha generado largas discusiones en la academia, siendo para nosotros fundamental dedicar un número al pensamiento estudiantil que se crea en torno a esta temática.

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El tema de este tercer número busca tratar los aspectos fundamentales en los cuales se enmarca, en-tre éstos encontramos: identidad, política y reivindicación; identidad, nación y religión; medios e iden-tidad; identidad, género y estereotipos; identidad transfronteriza, globalización y cultura; procesos de trasformación étnica, subcultura y expresión. Dichas temáticas permiten abordar, desde un ejercicio académico, reflexivo y propositivo, aspectos de la cultura y la identidad presentes en la realidad social contemporánea. En esta medida, la importancia de este número se ve reflejada, principalmente, en las formas de configurar nuevas representaciones de expresión y manifestación, dirigidas hacia la búsque-da de alternativas que reivindiquen y garanticen las libertades civiles. Por tanto, en esta oportunidad la Revista Estudiantil Movimiento presenta una compilación de formas de expresión de la libertad crítica, artística y de pensamiento, construidas desde la comunidad académica y estudiantil, constituyendo un claro reflejo de la libertad de las ideas.

En este número se presenta a la comunidad una nueva sección en homenaje a Orlando Fals Borda –quien logró desarrollar e implantar la sociología en Colombia, por medio de sus múltiples estudios–, a manera de agradecimiento a este ilustre investigador social y para evidenciar las percepciones que la comunidad académica tiene de él como hombre, humanista y científico.

Por otra parte, es importante mencionar que hace un año murió el estudiante, compañero y amigo Ju-lián Prieto; por esto, la Revista abre un espacio para conmemorar el aniversario de su fallecimiento. Un soneto encabezará la sección Expresión en Movimiento, que no es más que la constatación de que nuestro compañero y amigo prevalece en la memoria de los estudiantes de la Universidad.

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Asimismo, la Revista ha evidenciado la importancia de las reflexiones estudiantiles que están en cons-tante búsqueda de la transformación social a partir de medios eficaces, por medio de las cuales dan a conocer las expresiones de su conocimiento y sus debates, logrando confrontar e innovar postulaciones que den cuenta de su papel en la academia y en la Universidad.

Movimiento, como organización estudiantil, reúne el carácter y la expresión que en torno a la academia posee el universitario, abriendo espacios vinculantes para él mismo, resaltando la importancia de la identidad y la cultura en los diferentes grupos y comunidades, configurando así lazos fundamentales e imprescindibles en la construcción y conservación de los comportamientos y roles de un contexto so-cial, político y cultural determinado.

Por tanto, vemos la importancia de dar continuidad a dichas propuestas investigativas y de expresión con respecto a los temas coyunturales que se ha tratado en ediciones anteriores y, en especial, a este tercer número, que centra su atención en la cultura y la identidad en el marco de lo contemporáneo. Una forma clara de hacerlo es seguir contando con la participación activa de todos los estudiantes, como un reflejo de la libertad de las ideas y de la expresión misma.

Por consiguiente, no sólo queremos dar cuenta de las problemáticas sociales que se presentan en la realidad en la que estamos inmersos, sino seguir generando espacios estudiantiles libres que permitan evidenciar las diversas expresiones, manifestaciones y transformaciones de la cultura y la identidad en el panorama contemporáneo, con el fin de generar un pensamiento reflexivo acerca de la importancia de este tema, por cuanto es fundamental en la conservación y construcción de comportamientos espe-cíficos de ciertas comunidades y grupos que reflejan claras dinámicas de cultura e identidad.

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MOVIMIENTO

CONSTruCCIóN dE LA IdENTIdAd COLECTIVA EN LA COMuNIdAd MOrMONA dE COLOMbIA,

EN uN CONTExTO TrANSNACIONAL

Natalia Barrera Juan David Ramírez

Rosaura Suárez [email protected]

V semestre Facultad de Sociología USTA

Mirar críticamente a una comunidad contemporá-nea implica entrar en la discusión de las nuevas formas de identidad en la modernidad, las cuales, según Zigmunt Bauman, se caracterizan porque se presentan como destino: “La individualización demanda la construcción de una identidad que se presenta como una elección, pero que, en rea-lidad, es un destino, entendido como horizonte insoslayable”1.

Analizar la congregación mormona en Colombia, llamada más propiamente Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, es analizar cómo los individuos, a través de un sistema de creencias expresadas en los ritos, buscan una “identidad”.

En sociología, el estudio del fenómeno religioso es necesario, pues, como lo plantea Durkheim, la religión puede expresar y reproducir la vida social, ya que es un hecho social originario y permite ex-plicar fenómenos patológicos que se presentan

1 Zigmunt. Bauman. La modernidad Líquida, México: Ed. Fondo de Cultura Económica, 2003, p. 32.

contemporáneamente. Colombia experimenta una rápida transformación religiosa, caracterizada por la diversificación del cristianismo en movimientos, ya sean de origen nacional o transnacional. En particular, la iglesia mormona se puede identificar como lo hace el sociólogo Mauricio Beltrán: “una multinacional de la fe que encuentra en el país un lugar atractivo para misionar y para construir en sus miembros un nomos sagrado”2, frente a la incertidumbre social que vivimos, generada, entre otras causas, por la debilidad de un Estado que no garantiza a sus ciudadanos derechos como la vida, la libertad o la educación, generando como consecuencias fenómenos como la pobreza, el conflicto interno, el secuestro, el desempleo, etc. En otras palabras, la promesa de felicidad de los individuos pasa nuevamente a la esfera religiosa, a movimientos que tienen las características pro-pias de las empresas o las multinacionales.

Teniendo en cuenta las características de los mor-mones, se puede afirmar que constituyen una co-

2 Beltrán, Mauricio. De empresas religiosas a multinacionales de la fe. Bogotá: Ed. Uni-versidad San Buenaventura, 2006, p.170

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SOCIOLOGÍA

munidad religiosa ya que abarca el problema de la teodicea3. Desde la sociología no es suficiente definir la religión por lo sobrenatural, sino princi-palmente como un sistema de creencias que di-vide en profano y sagrado todo lo que existe. En el caso de los mormones, esta distinción se hace teniendo en cuenta el Libro del Mormón, en el que se encuentran los Trece Artículos, que se denomi-nan también La Perla de Gran Precio.

De acuerdo con los tipos ideales de comunidades religiosas definidos por Weber, los mormones co-rresponden a una “congregación”. Este autor ex-plica que cuando un profeta tiene éxito y consigue auxiliares –que son colaboradores carismáticos permanentes gracias a una misión activa–, forma un “círculo de adeptos” que busca su salvación por medio de alimentos, dinero y servicios ofreci-dos a él. Entonces, una congregación nace de la pretensión del profeta de asegurar la perduración de la revelación y de la dispensación de la gracia, y con ello, la existencia económica del instituto de la gracia y de sus administradores, que buscan monopolizar los derechos de los que pertenecen a ésta.

Esta descripción de una congregación es propia de los mormones, quienes se unieron alrededor del profeta José Smith, quien recibió una revela-ción divina en la que se le pedía que creara una nueva iglesia. Esta pretensión de poder se hizo evidente, ya que en 1844, Smith se presentó como candidato a la presidencia de los Estados Unidos, afirmando que “una religión impotente para sal-var temporalmente a los hombres y darles dicha y prosperidad, no es capaz de salvarlos espiritual-mente ni de educarlos para la vida futura”4.

La construcción del nomos mormón y el sentido de comunidad

Desde la teoría de la acción de Weber, la religión es una construcción social y uno de los principa-les mecanismos gracias al cual se construyen sig-nificados. De las diversas funciones sociales que cumple la religión, una de las más importantes es su capacidad de generar un marco de clasifica-ción del mundo, a través del cual el ser humano puede otorgarles orden a las diversas experien-

3 El problema de la teodicea para Weber es cómo hacer compatible la omnipotencia de un dios ético con la imperfección del mundo.

4 http://mormonismo.net/category/jose-smith.

cias de la existencia. Por su parte, el nomos está constituido por un conjunto de conocimientos y un sistema de clasificación, mediante el cual los individuos ordenan y dan sentido a todas las ex-periencias de la vida, tanto en el plano objetivo como en el subjetivo. Así, la religión, entendida como la institución por excelencia a través de la cual se construye un nomos sagrado, cumple un papel esencial en los procesos de construcción de sentido. Según Berger, “El nomos sagrado, que trasciende e incluye al hombre en su ordenamien-to de la realidad, brinda, así, a éste la protección suprema contra el terror de la anomia”5.

El nomos mormón se caracteriza porque se defi-ne a partir de las enseñanzas del profeta Smith, consignadas en el Libro del Mormón, y orienta a los creyentes de esta congregación en todos los aspectos de su vida: afectivo, intelectual, laboral, etc. Esto se evidencia en que promueven el de-porte y tienen centros de recreación, realizan vi-sitas familiares en las que se imparte la doctrina a las familias mormonas, tienen una bolsa de em-pleo para ayudar a sus “hermanos en la fe” a con-seguir trabajo, promueven la salud física y mental no fumando, no tomando bebidas que contengan cafeína, llevando una vida de castidad.

La iglesia mormona se ha convertido para sus miembros en el espacio apropiado para crear y fortalecer lazos de comunidad, redes sociales que otorgan compañía, afecto y amistad. Cada miem-bro desempeña diferentes roles en la comunidad: líder religioso, amigo, hermano. Ésta y otras co-munidades de fe cobran importancia frente a la actual crisis de la familia nuclear. Para muchos, re-presenta una familia sustituta. El obispo mormón adquiere una figura paternal de orientar, cuidar y acompañar a sus fieles, sobre todo en situacio-nes problemáticas. Esta comunidad de creyentes, además de compartir las experiencias religiosas, se prestan servicios mutuos, lo que implica que no sólo interactúan en el culto o en las actividades religiosas, sino que también mantienen relaciones laborales, comerciales y recreativas.

El fundamentalismo mormón: una identidad de resistencia

El sociólogo Manuel Castells explica cómo la construcción social de la identidad siempre tiene

5 Berger, Peter. El dosel sagrado: Elementos para una sociología de la religión. Buenos Aires: Amorrortu Editores, 1969, p.42

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MOVIMIENTO

lugar en un contexto marcado por las relaciones de poder. Define la identidad colectiva como “el proceso de construcción del sentido, atendiendo a un conjunto relacionado de atributos culturales”6. Asimismo, establece tres tipos de identidades, de las cuales una conduce a la formación de comu-nidades, la identidad de resistencia, generada por aquellos actores que construyen comunidades de resistencia y supervivencia, basándose en princi-pios diferentes u opuestos a los que impregnan las instituciones dominantes de la sociedad. Un ejemplo claro es el fundamentalismo religioso pro-pio de los mormones, pues su búsqueda de senti-do tiene lugar en la reconstrucción de identidades defensivas en torno a principios comunales. Este tipo de identidad religiosa puede ser más fuerte que la identidad étnica o nacional, creando distin-ciones sociales –creyente y no creyente o salvo y no salvo–, que les permite a los mormones sentir-se privilegiados frente a los demás “perdidos”.

Según Beltrán, la característica de identificación colectiva de los mormones es que “se destacan por su alta organización burocrática y sus fuer-tes lazos comunitarios que crean redes de soli-daridad; tienen departamentos especializados que prestan servicios de asistencia a los miem-bros de su comunidad que sufren alguna crisis”7. Además de esto, desarrollan una obra misionera muy bien organizada, en la que un joven mormón debe prestar dos años de servicio religioso obli-gatorio. Asimismo, los miembros de esta comuni-dad muestran claras tendencias a la prosperidad económica y al ascenso social.

El fundamentalismo religioso es definido por Cas-tells como:

la construcción de la identidad colectiva a par-tir de la identificación de la conducta individual y las instituciones de la sociedad con las nor-mas derivadas de la ley de Dios, interpretada por una autoridad definida, que hace de inter-mediario entre Dios y la humanidad8.

Se sabe que el fundamentalismo religioso ha exis-tido durante toda la historia, pero es sorprendente su fuerte influencia como fuente de identidad en

6 Castells, Manuel. La era de la información economía, sociedad y cultura. México: Ed. Siglo Veintiuno, 2002, p.30

7 Beltrán, Mauricio. De empresas religiosas a multinacionales de la fe. Bogotá: Ed. Uni-versidad San Buenaventura, 2006, p.174.

8 Castells, Manuel. La era de la información economía, sociedad y cultura. México: Ed. Siglo Veintiuno, 2002, p.35.

esta época. Los mormones son considerados fun-damentalistas, ya que ellos mismos se tienen por los únicos “dueños de la verdad”. Piensan que las enseñanzas del profeta Smith son infalibles, que el Libro del Mormón y la Perla del Gran Precio son inerrables, y que éstos deben ser marcados para siempre con el sello de los “Santos de los Últimos Días”.

Estados Unidos: ¿un paraíso comunal?

Los mormones colombianos pertenecen a una congregación que suscita el patriotismo de sus miembros, proponiéndoles un “profeta norteame-ricano”, una “revelación norteamericana”, una “Biblia norteamericana” y un Cristo que visita el continente norteamericano y restaura su Iglesia en los Estados Unidos.

De acuerdo con Beltrán,

Los mormones consideran a Norteamérica como la nueva tierra prometida y mantienen un claro concepto de ser el pueblo elegido cuyo destino manifiesto es transmitir el estilo de vida estadounidense, han sido opositores del comunismo y promulgadores del liberalis-mo económico9.

Esta estrecha relación de los nacionalismos y las comunidades religiosas fue analizada por Bene-dict Anderson en su libro Comunidades imagina-das: “el nacionalismo debe entenderse alineán-dolo, no con ideologías políticas conscientes sino con los grandes sistemas culturales que lo pre-cedieron: las comunidades religiosas y los reinos dinásticos”10.

Esta propuesta de un paraíso comunal en Esta-dos Unidos está fuertemente ligada a sus creen-cias basadas en el racismo, que responden a una lógica económica, política y cultural. Al respecto, Martin afirma: “El Libro de Moisés narra también que Caín, el primer asesino, fue el progenitor de la raza negra, y que el color negro de la piel resul-tó de una maldición de Dios”11. Sobre esta base los mormones evitaron y pasaron por alto a los negros en su actividad misionera, creyendo que

9 Beltrán, Mauricio. De empresas religiosas a multinacionales de la fe. Bogotá: Ed. Uni-versidad San Buenaventura, 2006, p.174.

10 Benedict, Anderson. Comunidades Imaginadas. México: Ed. Fondo de Cultura Econó-mica, 1993, p.30

11 Martin, Walter. Mormonismo. Nashville: Editorial Caribe, 1987, p 88.

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SOCIOLOGÍA

las almas preexistentes, a las que se conside-ró poco valientes en la “batalla en el cielo” entre Cristo y Satanás, fueron castigadas asignándoles cuerpos negros durante su etapa humana. En el libro del mormón dice: “Y fue quitada su maldición y su piel se tornó blanca como la de los nefitas y sus jóvenes varones y sus hijas llegaron a ser su-mamente bellos”12.

El principal punto de referencia para estudiar una comunidad religiosa es su cultura, entonces, re-sulta paradójico que en Colombia aumente el nú-mero de creyentes mormones, considerando que sus habitantes son mestizos y hay un rechazo en Estados Unidos hacia los latinos.

Los mormones son una “multinacional de la fe”: sus presupuestos se planifican a nivel mundial y manejan un sistema piramidal. La financiación de esta organización religiosa depende esencial-mente de los diezmos de los fieles y de la partici-pación no remunerada de los miembros.

Es claro que los mormones ven en América Lati-na un campo para misionar y aumentar su núme-ro de adeptos, y que tienen un gran interés eco-nómico. La comunidad mormona, en un proceso de construcción de identidad colectiva con los úl-timos acontecimientos ocurridos, principalmente en Estados Unidos, ha provocado en sus miem-bros la transformación de un paraíso comunal a un infierno terrenal, pues toda dominación simbó-lica supone, por parte de aquellos que sufren su impacto, una forma de complicidad.

Quedan muchos interrogantes abiertos en torno a la comunidad mormona en Colombia, principal-mente en las implicaciones que tiene en los as-pectos políticos, culturales y económicos del país, pues sus doctrinas están ligadas al machismo, el racismo y la acumulación de riqueza, entre otros fenómenos sociales interesantes de analizar des-de la relación entre identidad, nación y religión.

Como afirma Marx “Sólo allí donde el estado polí-tico existe en toda su madurez, puede perfilarse, específica y distintamente, la relación del hombre religioso con el estado político, o sea la relación entre religión y Estado”13.

12 El libro de Mormón: Otro testamento de Jesucristo, Ed. Iglesia de los santos de los últimos días, 1992.

13 http://www.marxismoeducar.cl/sobre%20la%20cuestion%20judia%20me.htm

Bibliografía

Beltrán, Mauricio. De empresas religiosas a multi-nacionales de la fe. Bogotá: Ed. Universidad San Buenaventura, 2006

Benedict, Anderson. Comunidades Imaginadas. México: Ed. Fondo de Cultura Económica, 1993.

Berger, Peter. El dosel sagrado: Elementos para una sociología de la religión. Buenos Aires: Amo-rrortu Editores, 1969.

Castells, Manuel. La era de la información econo-mía, sociedad y cultura. México: Ed. Siglo Veintiu-no, 2002.

Durkheim, Emilio. Las formas elementales de la vida religiosa. Buenos Aires: Schapire, 1968.

Iglesia de los Santos de los Últimos Días. El libro de Mormón: Otro testamento de Jesucristo, 1992.

Martín, Walter. Mormonismo. Nashville: Ed. Cari-be, 1987.

Weber, Max. Economía y sociedad. México: Ed. Fondo de Cultura económica, 1969.

Weber, Max. Ensayos sobre metodología socioló-gica. Buenos Aires: Amorrortu Editores, 1958.

Weber, Max. Sociología de la religión. Madrid: Ed. Istmo, 1997.

Zigmunt, Bauman. La modernidad Líquida, Méxi-co: Ed. Fondo de Cultura Económica, 2003.

Internet:

http://www.marxismoeducar.cl/sobre%20la%20cuestion%20judia%20me.htm.

http://mormonismo.net/category/jose-smith.

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MOVIMIENTO

LA pOSIbILIdAd SIEMprE AbIErTA dE pATINAr SObrE hIELO fINO. uN ACErCAMIENTO CrÍTICO A LA fuGACIdAd dE LA VIdA

MOdErNA–TArdÍA

Jaime [email protected]

VI semestre Sociología Pontificia Universidad Javeriana

La teoría de la elección racional, derivada de los principios básicos del utilitarismo y la teoría de jue-gos, considera que los actores tienen una inten-cionalidad racional costo–beneficio (racionalidad con arreglo a fines); es decir, los actores tienen fines o metas hacia las que dirigen sus acciones; asimismo, éstos tienen también preferencias, va-lores o utilidades. En este sentido, la acción racio-nal se emprende para lograr objetivos coherentes con la jerarquía de preferencia de un actor.

Weber analizó la racionalidad instrumental como el principal y fundamental factor regulador de la conducta humana de la modernidad. La teoría de la acción racional parte de los propósitos o inten-ciones que los individuos tienen en cuenta para lograr cometer su fin. Para quienes disponen de una gran cantidad de recursos, los logros de los fi-nes pueden resultar relativamente fáciles en com-paración con quienes tienen pocos, a quienes los logros de sus metas pueden resultar difíciles o imposibles. En consecuencia, la cuestión de los fines quedaba en la disposición de los sujetos de

seleccionar los mejores medios para alcanzarlos. Según Bauman, “Se podría decir que la incerti-dumbre en cuanto a la relativa eficacia de los me-dios y su disponibilidad sería, la fuente principal de la inseguridad y ansiedad característica de la vida moderna”1. Sin embargo, este mismo autor dice que su verdad (refiriéndose a Weber) se eva-poró con forme lo sólido se disolvía. Por tanto, en la modernidad líquida no son los medios los que constituyen la fuente primordial de inseguridad.

El individualismo se distancia de las acepciones de privacidad e individuo generadas en la teoría liberal, no sólo por su carácter problemático, sino también y, especialmente, por aparecer como una construcción histórica y un producto social que caracteriza a un tipo específico y concreto de ser humano, el moderno, cuya génesis y desarrollo sólo es posible en una serie de condiciones que este orden, capitalista e industrial, trae consigo, las cuales, además, han de mostrar el individua-lismo como una de las formas de moral moder-nas que penetra la experiencia de la vida social.

1 Bauman, Zygmunt. La sociedad individualizada. Pág. 168. ED. Cátedra. 2001.

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SOCIOLOGÍA

Béjar considera que las condiciones que posibili-tan la génesis y el desarrollo de ese tipo particu-lar de ser humano, sólo son posibles en el paso de la gemeinschaft (comunidad) a la gesellchaft (asociación)2. Por ser éstas formas de agrupación social, la primera se basa en relaciones naturales y orgánicas, y la segunda fundamenta sus lazos sociales en función de la consecución de propó-sitos concretos, siendo así temporales y artificia-les. En esta transición, la voluntad racional domi-na los sentimientos y la actitud instrumental hace de los individuos unidades intercambiables, en las cuales se gesta el individualismo como forma de moral sostenida en el egoísmo y en formas disi-muladas de hostilidad. El individualismo, en con-cordancia con lo que hemos dicho hasta ahora,

es el producto de un mundo en el cual los in-dividuos carecen de lazos profundos y viven la sociedad como una entidad lejana […] es propio de una colectividad compuesta por in-dividuos aislados unos de otros e indiferentes al destino de sus semejantes3.

La “individualización” contiene la idea de la “eman-cipación4” del individuo respecto a la determina-ción adscrita, “heredada e innata de su carácter social: un alejamiento que se considera correcta-mente como el rasgo más conspicuo e influyente de la condición moderna”5. Ésta consiste en trans-formar la identidad humana de algo determinado (por las clases sociales, la religión, etc.) en una “tarea” individual, cargando así a los actores con la responsabilidad de realizar esta tarea y con las consecuencias de su buena o mala realización. La modernidad, en su estado líquido–tardío, “rempla-za la determinación de la posición social por una autodeterminación compulsiva y obligatoria”6. En este sentido, el acceso y la cantidad de recursos que antaño servían para “encajar” en proyectos de vida largos y duraderos, ahora se han difumi-nado con la fluidez de la vida moderna.

2 Esta transición de la gemeinschaft a la gesellchaft, hereda las características que Durkheim, había señalado entre el paso de la solidaridad mecánica (poco diferen-ciada) a la solidaridad orgánica (altamente diferenciada funcionalmente y por ende, interdependiente).

3 Béjar, Helena. El ámbito íntimo. Privacidad, individualismo y modernidad. ED. Alianza Editorial. 1988

4 Recordemos que, la idea de individualismo, difiere del concepto e idea de individuali-dad, en tanto que el primero (individualismo) se manifiesta en toda su plenitud y, una conciencia individual reflexiva sustituye la reacción mecanicista a los estímulos de pe-riodos anteriores. Es decir, el individualismo se inscribe en un tipo conmoción espiritual que presumía que ya no podía entregarse sin reservas a una autoridad exterior.

5 Ibíd. Pág. 166.

6 Ibíd. Pág. 166.

De acuerdo con Béjar,

El siglo XX se destacó en la producción de medios; se han producido medios a una ve-locidad en constante aceleración, alcanzado a las necesidades conocidas, mucho menos agudamente sentidas. Unos abundantes me-dios acudieron en busca de los fines a los que pudieran servir; les tocaba a las soluciones buscar desesperadamente unos problemas aún no planteados que pudieran resolver. Por otra parte, sin embargo, los fines se han vuelto aún más difusos, dispersos e inciertos: es la fuente más profunda de ansiedad, en los gran-des desconocidos de las vidas de los hombres y mujeres7.

Anthony Giddens ha descrito el mundo moderno como un “juggernaut”, para referirse a los comple-jos cambios sociales que caracterizan a una fase avanzada de la modernidad –la alta modernidad–. Giddens entiende la modernidad como:

un motor de enorme potencia desbocado que, colectivamente como seres humanos, hasta cierto punto podemos conducir, pero que tam-bién amenaza con perder el control y hacer-se pedazos. El juggernaut aplasta lo que se le resiste, y aunque a veces parece seguir una trayectoria regular, hay momentos que gira erráticamente en direcciones que no podemos prever […] la modernidad en la forma de jug-gernaut es extremadamente dinámica, es un “mundo desbocado” con grandes aumentos en ritmos, alcances y profundidad del cambio en comparación con los sistema anteriores8.

En el contexto del juggernaut, la “tarea” individual sostiene que los individuos deben realizar por su propia cuenta la construcción de su biografía. Sin embargo, esta tarea es difusa, si consideramos que los sitios a los que los individuos pueden te-ner acceso y en los cuales pueden desear esta-blecerse se están diluyendo velozmente, y, con dificultad, pueden servir para cristalizar proyectos de vida. Esta escasez de lugares de pertenencia, debido a su continuo hundimiento, ha generado en los individuos un estado de inseguridad constan-te, al notar cada vez más lejos e imposible cumplir la tarea de autoidentificación. Así, el problema de

7 Ibíd. Pág. 169.

8 Giddens, 1990:193. Citado por George Ritzer en: Teoría Sociológica Moderna. Pág. 522. ED. McGraw–Hill. 2002.

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MOVIMIENTO

identidad que ha acosado a los hombres desde el inicio de la época moderna ha cambiado de forma y contenido. El problema de cómo llegar ahí, por medio de la disponibilidad de recursos, ahora se parece más a dónde podría o debería ir y a dón-de me llevará el camino que he tomado. Éste no se resuelve reuniendo los medios suficientes para avanzar en la conquista de los fines enmarcados en un camino trillado. La tarea, dice Bauman, es

escoger el camino menos arriesgado, cambiar la dirección entes de que el camino se vuelva impracticable o el plan de carreteras de haya replanificado, o antes de que el destino codi-ciado sea trasladado a otra parte o haya perdi-do su significado9.

La conducta racional en un mundo contingente, en el que el riesgo está latente permanentemen-te, exige que todas las opciones posibles siempre se mantengan abiertas, en cuanto sea posible en un momento determinado “saltar de una opción a otra”, cuando el camino se vuelva impracticable. Sin embargo, no podemos reducir el comporta-miento social humano al simplismo racional cos-to–beneficio heredado de los teóricos liberales. Así como el orden moderno capitalista trajo con-sigo un modelo de hombre instrumental, la trans-formación sólida–líquida del capitalismo ha tenido una implicación directa en la construcción de la identidad del yo. Según el sociólogo británico An-thony Giddens,

las transformaciones en la individualidad del yo y la globalización son los dos polos de la dialéctica de lo local y lo universal en las con-diciones de la alta modernidad. Los cambios en los aspectos íntimos de la vida personal es-tán directamente ligados al establecimiento de vínculos sociales de alcance muy amplio […] por primera vez en la historia de la humanidad, el “yo” y la “sociedad” están interrelacionados en un medio mundial10.

Si consideramos la globalización, siguiendo la idea de Beck, como un fenómeno que modifica, a todas luces, y con perceptible violencia, la vida co-tidiana y que fuerza a todos a adaptarse y respon-der, veremos entonces que lo dicho por Giddens en torno a la responsabilidad continua e influyen-

9 Ibíd. Pág. 169.

10 Giddens, 1991:32. Citado por George Ritzer en: Teoría Sociológica Moderna. Pág. 527. ED. McGraw–Hill. 2002

te de la globalización en el mantenimiento del yo es un aporte fundamental a la hora de entender la organización reflexiva de la vida social.

La reflexividad, según Giddens, representa la ter-cera característica dinámica11 de la modernidad. En ella, “las prácticas sociales son examinadas constantemente y reformadas a la luz de nueva información sobre esas mismas prácticas, que de esa manera alteran su carácter constituyente”12. En el mundo moderno, comenta Ritzer, todo está abierto a la reflexión, incluso la reflexión misma, dejándonos con una profunda sensación de inse-guridad. Si bien la socialización básica –de acuer-do con Giddens– proporciona a los sujetos, desde la niñez, un cocoon13 protector que les confiere una dosis de seguridad ontológica, en una etapa adulta éste se ve radicalmente modificado a todas luces con la perceptible violencia que el mundo moderno ejerce sobre la vida cotidiana. De esta manera, la modernidad implica riesgos nuevos que siempre amenazan la confianza de los su-jetos en varias áreas, y que han configurado un perfil de riesgo específico (inseguridad, angustia y temor constante, etc.). Estos riegos le confieren a la modernidad el calificativo de juggernaut des-bocado, que llena a los individuos de inseguridad antológica.

De acuerdo con lo anterior, el mundo moderno re-flexivo14 alcanza al corazón del yo; es decir, el yo es ahora algo en qué reflejarse, que puede cam-biarse y moldearse. El proyecto reflexivo del yo, dice Giddens, “consiste en el mantenimiento de la coherencia en las narraciones biográficas, a pesar de su continua revisión, tiene lugar en el contexto de las múltiples posibilidades filtradas a través de los sistemas abstractos”15. En este sentido, y con-siderando que el individuo no sólo es responsable de la creación y el mantenimiento del yo, sino que esa responsabilidad es continua y profundamente influyente, el yo se ve implicado en la organiza-ción reflexiva de la vida social.

11 El distanciamiento y el desanclaje son a los ojos de Giddens las otras dos característi-cas dinámicas de la modernidad.

12 Giddens, Anthony. Modernidad y autoidentidad. En: las consecuencias perversas de la modernidad. Pág. 38. Editorial Anthropos. 1996.

13 Este cocoon protector generador de confianza y seguridad ontológica tiende a reforzar-se mediante una serie de rutinas diarias.

14 Cabe aclarar que la idea de reflexividad no excluye el ámbito racional de la vida social; por el contrario, ambas características hacen parte de la estructura cognitiva de la realidad.

15 Ibíd. Pág. 38.

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SOCIOLOGÍASOCIOLOGÍA

La confianza es un fenómeno crucial para el de-sarrollo de la personalidad, según lo entiende Giddens, al estar directamente referenciada a la construcción de una seguridad ontológica, nor-malmente reforzada mediante una serie de rutinas diarias. Sin embargo, la inseguridad y angustia a la que se ven expuestos los individuos actualmen-te por la pérdida de referentes sólidos que deter-minarán, situarán y darán lugar a la consecución de proyectos de vida largos y duraderos, da como resultado una obsesión de los individuos por la búsqueda de seguridad, en un mundo en el cual “cuando se patina sobre hielo fino, la salvación es la velocidad”16. En consecuencia, podemos afir-mar que en la vida social moderna la noción de estilo de vida adquiere una nueva significación, líquida y efímera, por cuanto los estilos de vida que se buscan en estos tiempos son aquellas que se pueden adoptar y desechar fácilmente, mante-niendo siempre abierta la posibilidad de “saltar a otra” cuando sea necesario hacerlo.

La transición del capitalismo sólido al capitalismo liviano, marcó una notable diferencia entre la so-ciedad definida por los medios de producción por un lado, y la sociedad de consumo por el otro. En el capitalismo sólido, Marx definía los medios de producción como

mercancías que poseen una forma en la que […] entran en el consumo productivo. Los me-dios de consumo los definía como mercancías que poseen una forma en la que entran en el consumo individual del capitalista y la clase trabajadora17.

De acuerdo con esto, Marx distingue entre los me-dios necesarios para el consumo, o aquellos que forman parte del consumo de los trabajadores, y los medios lujos de consumo, que forman parte del consumo del consumo de la clase capitalista, exclusivamente. Por tanto, el interés de Marx con-sidera que los medios de producción ocupan una posición intermedia entre los trabajadores y los productos; son los medios los que posibilitan tan-to la producción de mercancías como el control y la explotación de los trabajadores. En cambio, los medios de consumo, en vez de ser medios, cons-tituyen productos finales en su modelo de consu-mo, que sólo pueden ser intercambiables median-te el gasto plusvalor de la clase capitalista.

16 Bauman, Zygmunt. Amor liquido. Pág. 45. ED. Cátedra. 2003.

17 Karl, Marx. 1884. Citado por George Ritzer en: Teoría Sociológica Moderna. Pág. 538. ED. McGraw–Hill. 2002

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MOVIMIENTO

En los cambios sustanciales que trajo consigo el capitalismo líquido, los medios de consumo, argu-menta Ritzer,

cumplen la misma función mediadora en el consumo que los medios de producción en la teoría de la producción de Marx. Es decir, al igual que los medios de producción son esas entidades que hacen posible que el proleta-riado produzca las mercancías y sea contro-lado y explotado como clase trabajadora, los medios de consumo se definen como medios que hacen posible que las personas adquieran bienes y servicios y sean controladas y explo-tadas como consumidores18.

Giddens sugiere que la vida cotidiana es recons-tituida en términos de interacción dialéctica, entre lo local y lo global. En este sentido, los rasgos ins-titucionales de la modernidad, reorganizados en el tiempo y el espacio, radicalizados y globaliza-dos, transforman el contenido y la naturaleza de la vida cotidiana. En este sentido, en la moderni-dad superior (líquida, tardía, reflexiva) “la influen-cia de acontecimientos distantes sobre eventos cercanos y sobre las intimidades del sí–mismo se convierten en un lugar común”19. De modo simi-lar, la interacción dialéctica global–local genera que los individuos se vean forzados a negociar los posibles estilos de vida entre una diversidad de opciones que son evaluadas reflexivamente por los sujetos, pero siempre consistiendo en el mantenimiento de la coherencia en las narracio-nes biográficas que tienen lugar en el contexto de las múltiples posibilidades filtradas a través de los sistemas abstractos.

Por estilos de vida me refiero a la toma de decisio-nes y a los cursos de acción sujetos a condiciones de construcción material; a la forma como los su-jetos estructuran su autoidentidad en la actividad diaria. No obstante, a causa de la apertura de la vida social actual, “de la pluralización de contex-tos de acción y de la diversidad de autoridades”20, la elección de estilos de vida es cada vez más im-portante en la búsqueda de seguridad, para hacer frente a los riesgos que acechan la vida moderna tardía.

18 Ritzer, George. Teoría Sociológica Moderna. Pág. 538. ED. McGraw–Hill. 2002

19 Giddens, Anthony. Modernidad y autoidentidad. En: las consecuencias perversas de la modernidad. Pág. 36. Editorial Anthropos. 1996

20 Ibíd. Pág. 38.

Entonces, si consideramos que la modernidad produce diferencia, exclusión y marginalización, la elección de estilos de vida puede definirse en términos de acceso diferente a las formas de au-toactualización y realización individual a la hora de escoger un estilo de vida. La dialéctica global–local ha generado que en el contexto del capita-lismo tardío los medios de consumo sean los fac-tores que determinen la constitución de la autoi-dentidad. En este sentido, el acceso a estilos de vida referiría únicamente a los propósitos de los sujetos más opulentos. Los humildes, que son la mayoría, se encontraran más o menos excluidos de la posibilidad de escoger los suyos. Su incapa-cidad de acceso al mercado, a los privilegios que éste brinda, los lleva a convertirse en los parias del consumo, la infraclase de la modernidad. Las oportunidades están allí, dice Bauman,

¿Acaso todos nosotros no somos prueba viva de eso? Pero las oportunidades también de-ben ser tomadas como lo que son, es decir, ocasiones que deben aprovecharse, opciones que se rechazan a riesgo de perjudicarnos […] y que quieren competencia: un poco de inteligencia, un poco de voluntad, y un poco de esfuerzo. Los pobres, “consumidores falli-dos”, obviamente carecen de las tres cosas. Así pues, la elección de estilos de vida para quienes logran acceder, fundamenta la des-igualdad en términos de diferencia, exclusión y marginalización21.

Si la individualización (local) significa la depen-dencia del mercado (global) en todas las dimen-siones de la vida, quienes logren acceder a los estilos de vida refuerzan las leyes económicas de éste.

ya que en el mundo de los consumidores las posibilidades son infinitas, y es imposible ago-tar la cantidad de objetivos seductores. Las re-cetas para lograr una buena vida y los acce-sorios necesarios para ese logro tienen “fecha de vencimiento”, pero casi todos dejarán de ser utilizables antes de esas fecha, disminui-dos, devaluados y despojados de sus atrac-tivos por la competencia de ofertas “nuevas y mejores” […] En un mundo donde el rango de

21 Bauman, Zygmunt. Vida de consumo. Pág. 187. ED. Fondo de Cultura Económica. 2007.

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objetivos es demasiado amplio, siempre más amplio que los medios disponibles, uno tiene que atender con la mayor dedicación al volu-men y la efectividad de esos medios. Y seguir en carrera es el medio más importante, el me-ta–medio, el medio de mantener viva la con-fianza en otros medios, que siempre tendrán demanda22.

Así, en la modernidad líquida, el código que de-termina nuestra “política de vida”, derivada de la praxis de ir de compras, de renovar continuamen-te los estilos de vida. Habilidad que manejan con una notable destreza los sujetos más opulentes, adscribiéndose de este modo al principio que es-tructura el mundo moderno líquido: seguir en ca-rrera mientras se compra.

La historia del consumismo “es la historia de la ruptura y el descarte de los sucesivos obstáculos “sólidos” que limitan el libre curso de la fantasía y reducen el principio del placer al tamaño impuesto por el principio de la realidad”23, el anhelo. Éste es el reemplazo que completa la liberación del prin-cipio del placer, que elimina y desecha los últimos residuos de los impedimentos del principio de la realidad. Para Ferguson,

En tanto la facilitación del deseo se basaba en la comparación, la vanidad, la envidia y la necesidad de autoaprobación, no hay funda-mento detrás de la inmediatez del anhelo. La compra es casual, inesperada y espontánea. Tiene una cualidad de sueño, expresa y satis-face el anhelo que, como todos los anhelos, es sincero y pueril24.

El mundo consumista exige a sus jugadores estar corriendo detrás de las sensaciones más suscep-tibles que alivien los riegos de un mundo delibe-radamente inestable, y que el mercado constan-temente renueva. Las oportunidades de acceder de forma renovada a las oportunidades requieren una competencia particular en la que las clases opulentas llevan una notable ventaja comparati-va con los pobres. Las personas incluidas en la infraclase (los pobres del mercado) están conde-nadas a la exclusión social y son consideradas como inelegibles miembros de una sociedad que

22 Bauman, Zygmunt. Modernidad Liquida. Pág. 79. ED. Fondo de Cultura Económica. 2002.

23 Ibíd. Pág. 81.

24 Harvie Ferguson. 1992. Citado por: Bauman, Zygmunt. Modernidad Liquida. Pág. 82. ED. Fondo de Cultura Económica. 2002.

exige que sus integrantes participen en el juego de adquirir, usar, desechar, renovar, precisamen-te, porque, “al igual que los acomodados y los ri-cos, están expuestos a la seducción –reforzada por el poder– del consumismo: aunque, a diferen-cia de los acomodados y los ricos, en realidad no pueden afrontar esa seducción”25.

El mundo líquido –el de las cosas deliberadamente inestables– es la materia prima en la construcción de estilos de vida necesariamente inestables; en este sentido, parafraseando a Bauman, hay que proteger la propia flexibilidad y la velocidad de re-adaptación para seguir las pautas cambiantes del mundo de afuera.

La supuesta libertad que la individualización ha traído es la “libertad” traducida a la “plenitud de opciones del consumidor y a la capacidad de tra-tar cualquier decisión vital como una opción de consumo”26. “Libertad” que la sociedad de adictos a comprar ha delegado a los sujetos opulentos, dejando un efecto devastador sobre los margi-nados, para quienes esa “libertad” ni siquiera se presenta como oportunidad. Éstos son los parias del consumo, que se encuentran ubicados en el polo extremo de los estilos de vida de la élite con recursos. En este sentido, tener recursos significa poder elegir en el mercado y, sobre todo, tener libertad de soportar las consecuencias de las ma-las elecciones.

La individualización, entendida como la depen-dencia del mercado que hace posible que las per-sonas adquieran bienes y servicios y sean con-troladas y explotadas como consumidores, es una falacia, una libertad ilusoria, que insta a una com-petencia despiadada. La búsqueda de placeres individuales, según Bauman,

proporciona el único sustituto aceptable –y por cierto muy necesario y bienvenido– de la confirmatoria solidaridad de los compañeros de trabajo y de la calidez que implica cuidar y ser cuidado por los seres más cercanos y queridos en el seno de un hogar familiar y del vecindario27.

25 Bauman, Zygmunt. Vida de consumo. Pág. 187. ED. Fondo de Cultura Económica. 2007.

26 Ibíd. Pág. 95.

27 Bauman, Zygmunt. Vida de consumo. Pág. 165. ED. Fondo de Cultura Económica. 2007.

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MOVIMIENTO

La reincrustación en el mercado por parte del in-dividuo margina en una espesa nube gris los pro-blemas estructurales y sistemáticos que han sido heredados. La búsqueda a estos problemas en el mercado a través de actos individuales se ha convertido en un consumismo garante de acen-tuar las desigualdades sociales, además de ser el causante del deterioro simultáneo de la coopera-ción y la solidaridad social en todos los aspectos de la vida cotidiana, y que hace cada vez más difícil la materialización de proyectos colectivos armónicos.

Bibliografía

Bauman, Zygmunt. Vida de consumo. México: Ed. Fondo de Cultura Económica, 2007.

Modernidad líquida. México: Ed. Fondo de Cultura Económica, 2002.

Amor líquido. México: Ed. Cátedra, 2003.

La sociedad individualizada. México: Ed. Cátedra, 2001.

Béjar, Helena. El ámbito íntimo. Privacidad, individualismo y modernidad. Ed. Alianza Editorial,1988

Giddens, Anthony. Modernidad y autoidentidad. En: las consecuencias perversas de la moderni-dad. Ed. Anthropos, 1996.

Ritzer, George. Teoría Sociológica Moderna. Ed. McGraw–Hill, 2002.

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SOCIOLOGÍA

LA dAMA y EL SOMbrErO. uNA pEquEñA rEfLExIóN ACErCA dE LA

MujEr EN EL CAMpO rELIGIOSO

Nataly García Ramírez [email protected]

X semestre Facultad de Sociología USTA

Estaba la dama pasando aquella calle, cuando viene un joven caballero que baja su sombrero y la saluda,

ella le responde con un gesto, y sigue su camino.

La dama representa en la literatura la expresión completa de lo femenino, de lo sensible, de aque-lla a quien no le corresponde tomar decisiones, sino que se encuentra segura al amparo de las de otros, ya sea de su padre o su marido, quie-nes, como lo plantearía Simone de Beauvoir, re-presentan lo masculino, al hombre como “el sujeto absoluto”, mientras que la dama, la mujer, es sim-plemente “el otro”. De ahí que ella debe responder a unas expectativas socialmente construidas, que configuran su proceso identitario, sus roles y for-mas de significar su experiencia femenina.

Entendiendo que la realidad social es compleja, que corresponde a diferentes campos que inte-ractúan entre sí y ayudan a construir todo el entra-mado social, encontramos en el ámbito religioso una categoría de análisis interesante en cuanto

al género, que sin duda está relacionado con el hábitus en el campo religioso y la illusio que le es propia. Por esta razón, es importante señalar que los hábitus son definidos como los “principios ge-neradores de prácticas distintas y distintivas; pero también son esquemas clasificatorios, principios de clasificación, principios de visión y de división, aficiones, diferentes”1, y como “unas mediaciones por las que las estructuras objetivas consiguen estructurar toda experiencia”2. Esto es fundamen-tal en la construcción que hace un campo como el religioso de lo femenino, y de cómo la mujer debe estar comprometida a unas formas particulares de prácticas, no sólo en términos de su fe, sino su “deber ser”.

1 Bourdieu, Pierre. Razones prácticas. Barcelona: Anagrama. 1997. pág. 20.

2 Bourdieu, Pierre. Sentido Práctico. Madrid: Taurus. 1991. pág. 72.

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MOVIMIENTO

A lo largo de la historia del cristianismo, se ha construido el ideal femenino por medio de la fi-gura de María, madre de Jesús, quien es la en-carnación de unas expectativas para la mujer en torno a la virginidad, el servicio, la obediencia, el sacrificio, la abnegación y la sumisión. Pese a que la Reforma Protestante rompió con muchas de las prácticas de la Iglesia Católica Romana, con res-pecto a la mujer sigue manteniendo una visión que sustenta la mayordomía masculina.

En algunos casos, en iglesias protestantes en las que la mujer ya participa de manera efectiva en la liturgia y en la dinámica eclesial, sus acciones se encuentran supeditadas a la jefatura mascu-lina, sosteniéndose en la idea que “el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la Iglesia”3. Al respecto, Blanca Lida Saavedra plantea:

las mujeres, así, son dirigidas toda su vida ha-cia espacios concretos, comportamientos es-pecíficos, habilidades definidas, actividades precisas que permiten, por supuesto, un con-trol perfecto de sus seres, un ejercicio práctico del poder que sobre ellas recae y el mecanis-mo acorde para mantenerlas inmóviles frente a tal dominación4.

Esta jefatura masculina, ya expresada en la re-flexión, responde a ideas transversales en la his-toria de la Iglesia en torno a la concepción femeni-na, a partir del mito del huerto del edén, en el cual la mujer ofrece a Adán el fruto prohibido, y es, por tanto, quien trae el pecado a la humanidad. Por esta razón es decretada para ella una enemis-tad eterna con la serpiente, la multiplicación de sus dolores de parto, y un tercer elemento que ha ayudado a construir el hábitus y es expresado en el capítulo 13 del Génesis: “y tu deseo será para tu marido, y el se ensoñará de ti”5.

Por otro lado, otro de los elementos discursivos que se han mantenido en el tiempo para legitimar el poder masculino en el cristianismo, es la idea de que Jesús no tuvo mujeres discípulas, como también algunas alusiones de Pablo en las Epís-tolas que reiteran la sumisión femenina en el ma-

3 Ver Efesios 5:23 .Biblia versión Reina Valera 1960.

4 Saavedra. Blanca Lida. “Entre Dios y los hombres: la sexualidad femenina”. Universidad Nacional de Colombia. Escuela de Estudios de Género. Bogo-tá. 2006. Pág. 162.

5 Ver Gen 3:16b. Biblia –Leguaje actual–2002.

trimonio y el silencio en la congregación. Todos estos planeamientos han sido revaluados por los estudios de la teología feminista, pero se siguen manteniendo como realidades incorporadas que deslegitiman el poder femenino debido a su “natu-raleza” sensible y “poco racional”.

De esta manera podemos plantear, entonces, que en el campo religioso, como en todo campo, se encuentran relaciones de dominación, que se presentan tanto en lo sacro del monopolio de los bienes de salvación, como en el campo político, económico y científico, campos quizás menos “sublimes”, pero igualmente poderosos.

Por tanto, entendiendo que la dominación no es mero efecto directo de la acción ejercida por un conjunto de agentes investidos de poderes de coacción, sino el efecto indirecto de un conjunto complejo de acciones que se generan en la red de

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coacciones cruzadas a las que cada uno de los dominantes –dominando de este modo por la es-tructura del campo a través del cual ejerce la do-minación– está sometido por parte de los demás6. Se debe concluir planteando que la religión, como toda producción humana, responde a las dinámi-cas históricas, como lo plantea Mircea Eliade: “la vida religiosa de la humanidad, por efectuarse en la historia, tiene fatalmente condicionadas sus ex-presiones por los múltiples momentos históricos y estilos culturales”7.

Entonces, podemos reflexionar sobre cómo la in-serción femenina en el mercado y los procesos de empoderamiento de la mujer han permitido que se hayan producido, con mucha dificultad, algu-

6 Bourdieu, Pierre. Razones prácticas. Barcelona: Anagrama. 1997. Pág. 51.

7 Eliade, Mircea. Lo sagrado y lo profano. Madrid: Guadarrama. 1967. Pág. 59.

nos cambios en instancias del campo religioso protestante, entre ellos los movimientos neopen-tecostales, en los cuales se encuentran las de-nominadas “megaiglesias”, que están otorgando a la mujer una participación mayor en el campo, fruto de que estos movimientos están respondien-do, tanto en sus aspectos de organización interna como externa, a las dinámicas del mercado. Sin embargo, habría que analizar sociológicamente qué tan efectiva es esa participación y cómo en el hábitus religioso se han ido presentando cambios que han dado una forma diferente de visión frente al género femenino.

Si bien es cierto que los cambios presentados en la sociedad contemporánea han permitido que la mujer participe en ésta –no sólo en un papel pasi-vo, sino activo, al proponer y ser parte de nuevas formas de construir historia y conocimiento–, ha-bría que insistir desde la sociología – “la ciencia que incomoda”, como diría Bourdieu– en la exis-tencia, aún hoy, tanto en el campo religioso como en el científico, de unas formas legítimas de “lo femenino”, que siguen correspondiendo al ideal social y religioso que se nos impone, porque en el mundo actual sigue existiendo la dama esperando la venia del sombrero, sintiéndose segura en roles que algunos han determinado como los “propios para la mujer”, los propios de una “dama”.

Bibliografía

Arango, Luz Gabriela, León, Magdalena, Viveros, Mara. (Comp.). Género e Identidad. Ensayos so-bre le femenino y lo masculino. Bogotá: Unian-des– Editores, Universidad Nacional de Colom-bia, 1995.

Bourdieu, Pierre. El Sentido Práctico. Madrid: Taurus, 1991.

Bourdieu, Pierre. Razones prácticas. Barcelona: Anagrama, 1997.

Eliade, M. Lo sagrado y lo profano. Madrid: Gua-darrama, 1967.

Saavedra, B. L. Tesis: “Entre dios y los hombres: la sexualidad femenina”. Bogotá: Universidad Nacio-nal de Colombia. Escuela de Estudios de Género, 2006.

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MOVIMIENTO

Comité Académico Red Revuelta (redrevuelta.tk)1

Cambiar la vida, dijo Rimbaud.Transformar el mundo, dijo Marx

para nosotros estos dos lemasforman sólo uno.

André Breton, 1919

1 La Red Revuelta es una organización estudiantil de universidades públicas y privadas, conformada por diversos grupos de trabajo que se coordinan de manera asamblearia y horizontal. Para más información, favor visitar: www.redrevuelta.tk

Comité Académico Red Revuelta (redrevuelta.tk)1

Cambiar la vida, dijo Rimbaud.Transformar el mundo, dijo Marx

para nosotros estos dos lemasforman sólo uno.

André Breton, 1919

1 La Red Revuelta es una organización estudiantil de universidades públicas y privadas, conformada por diversos grupos de trabajo que se coordinan de manera asamblearia y horizontal. Para más información, favor visitar: www.redrevuelta.tk

CONTrACuLTurA y rEVOLuCIóN

La contracultura no es la negación de toda cultura en general, sino la negación de una cultura parti-cular, aquella que se muestra como hegemónica en un periodo determinado. Pero este movimiento de negación que pone en marcha la contracultu-ra, tiene la peculiaridad de ser simultáneamente la afirmación de una nueva cultura, la visibiliza-ción de un nuevo conjunto de sentidos y creacio-nes que rompe con el orden imperante. Al igual que el lenguaje, la cultura posee una gramática, un sistema de reglas que organiza los símbolos y significados creados por una comunidad. En esta medida, la contracultura es un desafío a la gramá-tica cultural dominante y la construcción de una distinta.

El término “cultura” no tiene un significado unívoco; su sentido se encuentra atravesado por múltiples acepciones que dependen del periodo histórico y la situación desde la cual se intenta presentar una definición. La cultura ha sido usualmente asociada

a la formación, esto es, a la habilidad de dar forma a las capacidades y disposiciones naturales del ser humano. Sin embargo, ella también hace refe-rencia a las creencias, las expresiones, el arte, la moral y el derecho de una sociedad. Ahora bien, para nosotros, la cultura es, fundamentalmente, el conjunto de creaciones, creencias, lenguajes y costumbres que emergen de una comunidad y le dan sentido. La cultura no es, entonces, un ámbito reducido de la vida colectiva, no es sólo la esfe-ra del arte o de la moral, sino, en general, como dicen los zapatistas, “el modo de ser, de vivir y convivir producto de la relación con la naturaleza y los demás hombres y mujeres”2.

Si la cultura gana tal amplitud en su definición, puede ser vista no como una esfera subordinada a la política, sino como la otra cara de ésta. La política, que no se reduce al Estado, se encuentra presente en todos los ámbitos en los que se pone en juego la producción y reproducción de la domi-

2 Esta fue una de las conclusiones de las mesas de trabajo sobre cultura que se desarro-llaron en el Primer Encuentro Intercontinental por la Humanidad y contra el Neoliberalis-mo, realizado por el EZLN en 1996. (disponible en: http://palabra.ezln.org.mx/).

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SOCIOLOGÍA

nación. De ahí que haga parte de la cultura, como la cultura hace parte de ella, dado que no hay política sin el cúmulo de sentidos y significados que son creados por una comunidad. En pocas palabras, política y cultura no pueden ser desaso-ciadas, ellas se copertenecen. Una vez se acepta dicha tesis, se comprende que la cultura desem-peña un papel fundamental en la transformación política de una sociedad. Por tanto, cuando habla-mos de contracultura no sólo nos referimos a las diversas expresiones artísticas que desafían el or-den establecido, sino a un modo de ser colectivo que busca trastocar las costumbres, los lenguajes y las creaciones que se han tornado dominantes en cierto momento y lugar. Es por esta razón que la contracultura no es sólo el pasatiempo de la juventud rebelde ni la afirmación de un estilo de vida alternativo, sino la alteración de los órdenes y las normas que organizan el conjunto de la vida de una sociedad.

Es aquí donde se encuentra la amenaza de la contracultura, que no sólo se torna peligrosa para el capitalismo, sino que ha sido, a lo largo de la historia, una piedra en el zapato para los regíme-nes que han detentado el poder. Para poner sólo un ejemplo, durante la época de la Colonia exis-tieron grupos de personas que vivían al margen de la legislación colonial y que lograron construir comunidades distintas al orden hegemónico his-pánico. Estas personas se denominaban “arro-chelados”. Las rochelas estaban compuestas por una diversidad de etnias que se habían agrupado con la intención de luchar contra el sistema co-lonial. Desafiaban las leyes, las costumbres y la religión española, pero al mismo tiempo creaban una forma de vida basada en el apoyo mutuo, la reciprocidad y el comunitarismo. La resistencia al poder colonial a través de una nueva gramática cultural era el signo distintivo de una comunidad que buscaba luchar contra las cadenas de la es-clavitud. Lo que tenían claro los arrochelados era el hecho de que esta lucha no se agotaba en el ataque cuerpo a cuerpo a la Corona, sino que era indispensable subvertir los hábitos y códigos que el sistema hispánico buscaba imponer.

Con el auge del capitalismo, la contracultura ha incorporado diversas formas de expresión. En la mayoría de los casos, se reconoce como un modo de subvertir el orden burgués a través de un ata-que directo a sus estilos de vida y a su simbología.

Uno de los ejemplos más frecuentemente citados es el del dadaísmo. El Dadá fue un movimiento antiartístico, antipoético y antiliterario que surgió en Zurich (Suiza) en 1916 y que, bajo la tónica de la rebeldía y la destrucción, desafió toda tradición o esquema cultural anterior. Por medio de la pro-vocación, los dadaístas se manifestaban contra la belleza eterna, contra la pureza de los conceptos y el universalismo. El cuestionamiento constante de todo significado atemporal le dio un valor his-tórico a las creaciones humanas, fomentando la crítica y la alteración de lo existente. Aunque la corriente dadaísta alemana apoyó al movimiento espartaquista, el aporte político del Dadá tal vez puede ser encontrado en su misma crítica del arte burgués. Ya que los dadaístas llevaron la vida al arte, pensando que lo cotidiano también tenía un valor estético, su crítica al arte era también una profunda crítica social. A través de sus acciones y creaciones, los dadaístas ponían en cuestión el orden hegemónico, invirtiendo los sentidos usua-les, atentando contra la aparente normalidad de la vida diaria e inventando nuevos acontecimien-tos que mostraban que el estado de cosas podía ser cambiado. No obstante, es posible argumen-tar que el Dadá, como movimiento contracultural, se mantuvo en el plano de la negación. En vez de proponer una nueva forma de concebir la totalidad de la cultura, los dadaístas se enfrascaron en las virtudes del nihilismo.

De manera similar el surrealismo, movimiento que surgió en el primer cuarto del siglo XX, atacó al arte burgués dando libertad al inconsciente hu-mano. El arte ya no era mera representación, sino comunicación del individuo con el todo. Este movi-miento tuvo una fuerte influencia en la política de la época, a partir de la vinculación de André Bre-ton –su máximo exponente– con el Partido Comu-nista. El surrealismo planteó, entonces, su función abiertamente transformadora y tuvo una gran re-percusión en movimientos rebeldes posteriores.

Un movimiento que se alimentó del surrealismo –y en cierta medida, del dadaísmo– fue la Inter-nacional Situacionista. Aunque este grupo se for-mó en 1957 como una fusión de diversos grupos de vanguardia artística, lo cierto es que para los situacionistas su arte –también profundamente crítico del arte burgués y de la alta cultura de los museos y de los cócteles– sólo tenía sentido en un proyecto político-revolucionario. La Internacio-

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nal Situacionista hacía una crítica del orden he-gemónico y, a la vez, de la forma jerárquica y bu-rocrática de la vieja izquierda. Su intención princi-pal era abolir la sociedad de clases mediante una práctica revolucionaria de la vida cotidiana. De ahí que los situacionistas hayan tenido un rol tan importante en Mayo del 68, y que hayan creados tantas técnicas para contrarrestar aquella fase del capitalismo que algunos de ellos llamaron el “espectáculo”. Para uno de los representantes de la Internacional Situacionista, Guy Debord, el es-pectáculo describe aquel momento en el cual las relaciones entre los seres humanos se ven me-diadas por imágenes.

Frente a la sociedad del espectáculo, los situacionistas aboga-ron por la creación de la situación: “Un mo-mento de la vida, con-creta y deliberadamente construido a través de la organización colectiva de un medio unitario y de un juego de acon-tecimientos”. Dado que el capitalis-mo tiene la capacidad de organizar los

acontecimientos desde su propia gramática, los integrantes de este movimiento buscaban trans-formarla creando nuevas posibilidades colectivas, nuevas situaciones. Por eso, frente a lo que ellos llamaban “recuperación” –el proceso mediante el cual el espectáculo recupera una situación poten-cialmente amenazante y la convierte en mercan-cía– era necesario usar el método de la tergiver-sación, es decir, la subversión y la alteración de las imágenes del espectáculo.

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SOCIOLOGÍA

La importancia del discurso y la acción de los si-tuacionistas es doble. Por un lado, la Internacional Situacionista teorizó sobre los nuevos desarrollos del capitalismo y su influencia en la cultura y, por otro, puso en práctica nuevas situaciones, creen-cias, costumbres y símbolos. Los situacionistas advirtieron que el capitalismo, en su fase más de-sarrollada, convierte en mercancía no sólo a los objetos, sino a las relaciones humanas. Como se-ñaló alguna vez Félix Guattari, el capitalismo no

se reduce a la pro-ducción de plus-

valía económica, no se agota úni-camente en el registro de va-

lores de cam-bio, sino que produce a la

vez una subjetividad normalizada, determinando nuestros comportamientos, nuestras relaciones e, incluso, nuestros sueños y deseos. Pero, además, con el concepto de “recuperación” mencionado, los situacionistas señalaron proféticamente cómo la misma cultura capitalista puede, eventualmen-te, sujetar bajo su yugo las diversas contracultu-ras que, en principio, surgen como contrarias al orden hegemónico. Un ejemplo paradigmático es el de los hippies, movimiento contracultural rebel-de que se volvió un objeto de consumo y un estilo de vida alternativo. En este proceso de “recupe-ración”, la contracultura puede dejar de ser una amenaza para el sistema y devenir otro estilo de vida aceptado, e incluso promovido, por el capita-lismo. Cuando ésta se queda sólo en uno de los lemas que analiza Breton, esto es, cuando sólo cambia la vida y no se preocupa por transformar el mundo, ella no es más que otra forma de indivi-dualismo burgués.

De esta manera, la contracultura revoluciona-ria es aquella que se escapa a la “recupera-ción”, la que sigue siendo una amenaza para el capitalismo, no sólo porque subvierte el

orden imperante, sino porque advierte que para transformar el mundo hay

que crear nuevos símbolos, lengua-jes y costumbres; en pocas pala-bras, nuevas maneras colectivas de ser. La contracultura es, en-

tonces, la construcción de una vida y un mundo distintos.

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MOVIMIENTO

IdENTIdAd, GéNErO y ESTErEOTIpOS

Katherin Flórez [email protected]

V semestre Facultad de Sociología USTA

No pienses que soy diferente, no pienses que soy igual1

1 Débora Tañen, Género y discurso. Paidós, Barcelona.

Es a partir de las diferencias y las igualdades que comenzamos a plantearnos, justificarnos, confundirnos y dilucidar todo un sistema de gé-neros. Podemos recordar una serie de hechos históricos que cambiaron las leyes, dividieron el trabajo sexualmente, organizaron a las familias y los aspectos de la vida pública. Podemos, a la vez, pensar en todo un imaginario simbólico, en las costumbres, en las identidades, en la biolo-gía, en la religión y las creencias, en el lenguaje y en el más sencillo de los sentidos comunes. Pero parece que el aspecto de la identidad se centró sólo en el componente femenino; que el género masculino estuviera más allá de toda esa serie de análisis, que se salvó de justificar sus ganancias y pérdidas, y que sólo nos queda a las mujeres, sin excluir a las comunidades LGBT, buscar nues-tra pertenencia y nuestra identidad. Sin embargo, aunque parece algo fácil de lograr y cuestión de unos planteamientos acertados, a las mujeres se nos ha complicado crear nuestra identidad.

Históricamente, hemos heredado un puesto en la jerarquización social. La sociedad patriarcal se encargó de desplazar a la mujer, dándole un es-tatus marginal, desplazándola de la vida y la par-ticipación pública hacia un incómodo y solitario escenario privado y doméstico; dividiendo entre fuertes y débiles, dominantes y dominados, con el artefacto del orden general fundado en el repar-to sexual de las tareas, el cual, segregando a las mujeres, constituyó el avance de las sociedades, conformadas por grupos solidarios con las so-ciedades cazadoras, constituidas por grupos de competición en los que predominaron la fuerza y el ejercicio de la violencia. Es allí donde el hombre adquiere el dominio público, lo cual hizo surgir el androcentrismo de éste.

La contribución de la mujer a la economía fue va-riando de acuerdo con la estructura y los valores sociales. En la Antigüedad ya se notaba que las mujeres de clases sociales privilegiadas se que-

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daban relegadas al hogar, demostrando con ello la riqueza del hombre. Las trabajadoras eran o esclavas o plebeyas semilibres. Más adelante, los gremios de artesanos empleaban la mano de obra que proporcionaban sus familias, y con cier-tas limitaciones se tenía en cuenta la calidad del trabajo de la mujer. En la Revolución Industrial las mujeres comenzaron a competir en el merca-do laboral de las grandes fábricas, demostrando grandes habilidades, pero eran remuneradas con bajos sueldos, lo que institucionalizó el sistema de explotación.

Siendo el trabajo desvalorizado de las mujeres fundamental en la construcción social, éstas han tenido que enfrentar la disgregación, y una serie incontrolable de abusos y discriminaciones evi-dentes no sólo en el campo laboral, sino también en el sistema de representaciones y anclajes sim-bólicos profundos, como lo decía Nietzsche, se-gún lo que conviene a la estirpe dominante, ha-ciendo que las acciones de los demás los favo-rezcan a ellos2.

Este sistema también es dado por el artefacto del orden particular o fenomenológico, en el que la identidad se crea a partir del sexo anatómico o biológico por la voluntad de control de la repro-ducción por parte de quienes no disponen de ese poder tan particular3. La mujer dadora de vida y diosa en la Antigüedad paso a un segundo pla-no por su poder de la procreación. La mujer, a di-ferencia del hombre, fue mostrada como un ser que no controlaba su propio cuerpo; por ello era débil ante el hombre. Como lo mostró Simone de Beauvoir, la mujer menstrua, y ese acto involun-tario de perder sangre la impela a ver al hombre como controlador de su propio cuerpo; él median-te el uso de la violencia pierde sangre, no de for-ma incontenible4.

Esto sólo es una más de las construcciones so-ciales de la creación de la colectividad humana; no son leyes naturales. La dominación y jerarqui-zación, el desplazamiento y la subyugación de la identidad femenina no fueron más que cons-trucciones culturales. La mujer ha tenido que lu-char constantemente por dignificar su género y su propia individualidad; se ha hecho de ella un

2 Carmen Posadas, artículo: Nosotras las malas, revista fucsia, edición octubre 2005

3 Margaret Mead, sexo y temperamento

4 Simone de Beauvoir, El segundo sexo. 1949

ser aparte, desconocido, que no tiene más arma que su sexo, lo que no sólo significa una guerra eterna, sino una confrontación malsana. Es triste ver cómo las cartas de la concepción de género estaban ya echadas desde la Antigüedad, pues para algunos filósofos clásicos, el concepto de mujer estaba “pordebajeado”. Basta con recordar a Platón, en El Fedón, cuando expresa que si el hombre ha sido bueno, al morir reencarna en una estrella; pero si ha sido malo, se convertirá en mu-jer. La idea podría interpretarse como un anuncio de castigo, es decir, una advertencia de que si un hombre actúa mal en este mundo será condena-do a vivir como un ser de segunda. Por otra par-te, cómo olvidar que las propuestas universales de libertad e igualdad dejaban de serlo cuando se aplicaban a las mujeres. Rousseau, uno de los más importantes fundadores del patriarcado moderno, mostraba la subordinación de la mujer como condición para posibilitar la vida democrá-tica, pues las teorías de la democracia necesita-ban de la subyugación femenina5. Y cómo pasar por alto el papel de la religión cristiana, en la que la mujer es una segunda creación humana de-pendiente, hasta en su concepción, del hombre; o el destronamiento de la diosa de la fertilidad y de tantas otras diosas paganas por el dios omni-potente. La mujer y la diosa fueron perdiendo su autonomía, importancia y poder prácticamente al mismo tiempo, víctimas de un mundo cambian-te, en el que los hombres se hicieron con el con-trol de los medios de producción, de guerra y de cultura6. La religión se encargó de estereotipar a la mujer, de exaltar la pureza femenina, generan-do un desprecio hacia la mujer real, negando su bipolaridad, imponiéndole conductas y patrones sociales, y la sumisión, la dulzura y la pasividad, enseñados como valores sociales.

Con los cambios en las estructuras sociales, se reordenan las funciones y los roles de los indivi-duos; las mujeres salen del dominio de la vida pri-vada. En el Siglo de las Luces, se instauraron las luchas por la reivindicación de los derechos de la mujer, se cuestionaron las instituciones sociales y los valores morales, se reclamó la igualdad de salarios y la ayuda estatal, se pusieron en juicio los problemas de violación y discriminación a mu-jeres mayores y a las minorías, se luchó por las libertades fundamentales y la reformulación glo-

5 Lerner G. La creación del patriarcado. Ed. Crítica. Barcelona

6 Pepe Rodríguez, Dios nació mujer, Ed. Punto de lectura.

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bal de los Derechos Humanos con perspectiva de género. Fue entonces cuando se instauró la co-rriente feminista, partiendo, en la primera ola, con las perspectivas materialistas y sufragistas, hasta una segunda ola en Estados Unidos, que iba desde el feminismo liberal y el socialista hasta el radical7, con toda una dimensión ideológica, simbólica y una fuerte noción de justicia, que intentó eliminar la opresión y la dominación.

El sistema de género discrepa, lucha y contes-ta a los sistemas de clasificación social, a las relaciones de poder y a las reglas de sociali-zación que implican el abandono, por parte de las personas, de capacidades y destrezas que de niños tuvieron, para imponerles durante el crecimiento una serie de roles hegemónicos y marcados a cumplir. Entonces, la mujer se desprende con dificultad de los cánones es-tablecidos históricamente, se despoja de los conceptos de pasividad y sumisión, comien-za a ser más consciente de su naturaleza y reformula su identidad. Pero a pesar de todo esto, de tener conciencia histórica, de ver las falencias que se han tenido como género, a las mujeres nos ha costado organizarnos y de-legar funciones entre nosotras; no hemos po-dido superar la sororidad, seguimos haciendo de la otra un ser aparte y desconocido; a la vez, nos ha costado esclarecer una identidad particular que respete la individualidad; y, so-bre todo, nos ha costado desprendernos de los prejuicios.

Las corrientes feministas nos heredaron eman-cipación, a la vez que fomentaron otra clase de idealización de la mujer: la contestataria, deci-dida y valiente. Y es precisamente allí donde recaen los constantes problemas en la identifi-cación como género, puesto que funcionamos con un sistema de representaciones en el que la existencia y la profundidad de los anclajes simbólicos continúan estereotipando y ses-gando la identidad femenina, aunque ya desde las propias construcciones feministas. Los valores y las perspectivas morales vuelven a encasillarse en exigencias femeninas, en torno a las cuales las mujeres exaltan la fuerza y suprimen la debi-lidad: toda vivencia o accionar sentimental “débil” es despreciable y le resta valor a la feminista. El lema ideal sería que las activistas no sufren sub-

7 Anderson Jeanine, sistema de género, redes de actores y una propuesta de formación. Ed, doble clic. Uruguay.

yugación familiar, gozando así de excelentes rela-ciones interpersonales, y de una suerte de respe-to por parte de sus pares.

¿No es acaso este modelo de conducta simbólico de este nuevo tipo de mujer una exclusión hacia las otras, quienes no cumplen con esta serie de roles de la mujer trabajadora, decidida, exitosa, que vota, emprendedora, etc.? ¿Será que cons-

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tantemente repetimos las dualidades, tanto como el bien y el mal, en las que encasillamos a partir de lo claro y lo oscuro, en las cuales si no se es débil, se es fuerte; si no se es exitosa, se es fra-

Las mujeres hemos aprendido a tener conciencia de nuestra corporalidad; ahora comprendemos nuestro cuerpo, que antes sólo se conocía a tra-vés del examen del cuerpo masculino. Se nos re-

legó en la historia por el hecho de ser dadoras de vida, y ello nos instauró en un dominio pri-vado. Por fin entendemos que no existe arma más letal que el control de la natalidad, y logra-mos superar la disociación y exclusión con el hombre, ya los discursos feministas dejan de lado la igualdad, para enfocarse en la equidad de género, en aprender a reconocer y aceptar al otro, aceptando sus diferencias. Este es un conocimiento inclusivo, en el que no hay térmi-nos de distinción o separación, sino de asocia-ción8, en el cual se reconoce la identidad del otro y se respeta desde su perspectiva. Pero al ser “el otro”, ¿cómo puede el hombre reco-nocer la identidad femenina, si las mujeres no hemos podido construir cabalmente nuestra identidad como género?

8 Milena Baron, Makura no soshi (libro de cabecera) Universidad Nacional de Colombia

Flabio Caucali - X semestre - Facultad de Sociología USTA

casada? ¿Seguimos con los conceptos de bueno y malo, que no son más que términos acomoda-ticios, acuñados según lo que conviene de la es-tirpe dominante, a la cual favorecen las acciones buenas?

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prOfESIONAL INVITAdO EN

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INMIGrANTES: CuLTurAS SIN LEALTAdES

Javier Ignacio Niño Cubillos1

A quienes se imaginan que con la discriminación y el maltratopueden hacer desistir a los inmigrantes de la ilusión que

se esconde detrás del proyecto migratorio de millares de personas que creen que han

encontrado una manera parahuir de la miseria.

1 Profesor e Investigador en Migraciones Internacionales de la Universidad Externado de Colombia [email protected]

En menos de un lustro, cuando se quieran ilus-trar sobre el planeta los nexos existentes entre los países que han firmado tratados de libre comer-cio, el globo terráqueo parecerá rodeado por una telaraña, recubierto por múltiples hilos, en la que las mercancías, capitales, bienes y servicios, si-mulando la araña, circularán a sus anchas, mien-tras las personas, principalmente del Tercer Mun-do, tendrán, como los insectos, dificultades para desplazarse entre las pegajosas redes que los atrapan en sus países. Quienes tengan la osadía de emigrar, como ocurre con el móvil alimento de las arañas, recibirán su merecido.

Si se quieren analizar las transformaciones cultu-rales que generan las migraciones como un fenó-meno que se desprende de la movilidad humana más allá de las fronteras nacionales, forzosamen-

te nos tendremos que referir a la globalización y sus resistencias; en particular a sus expresiones de los nacionalismos, las identidades locales, re-gionales o globales.

El vivir transnacional de los inmigrantes al desen-volverse a través de las fronteras nacionales ge-nera el deseo, por parte de éstos, de reproducir en el extranjero costumbres y prácticas culturales para mantener su identidad, demandando en ori-gen de una serie de mercancías que recrean la nostalgia; es decir, una producción de alimentos o música para las poblaciones emigradas. No es ex-traño encontrar en Nueva York, Madrid, Londres o París tiendas de barrio de inmigrantes en las que se puede comprar cerveza Águila, Bombom Bun, ajiacos liofilizados (deshidratados) o tamales en lata, para sólo citar unos ejemplos.

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Este consumo étnico es una muestra de la resis-tencia cultural frente al proceso de globalización, como expresión avasalladora de una cultura que intenta imponerse sobre otras. Esta situación re-presenta un neodarwinismo social por parte de quienes comparten los valores de la cultura occi-dental y, como siglo y medio atrás, se sienten con el eurocéntrico deber humano de civilizar el mun-do, acrecentando la incomunicación entre socie-dades tradicionales y conectándolas como un pul-po de infinitos cordones umbilicales al capitalismo finisecular. Dominación posmoderna, que a fines del siglo XX se expresó en pensadores como Fran-cis Fukuyama, con el Fin de la historia, o Samuel Huntington, con El choque de civilizaciones, y más recientemente, en el libro ¿Quiénes somos?2, con el que sigue intentado asustar a la sociedad es-tadounidense, al acusar a los inmigrantes latinoa-mericanos de destruir paulatinamente la identidad blanca, anglosajona y protestante3.

Los textos citados distorsionan la importancia de la inmigración, que fue la base del desarrollo de sociedades como la estadounidense o la austra-liana, y que puede ser un referente para la Espa-ña de hoy, porque la llegada de inmigrantes per-mitió los cimientos de las actuales economías he-gemónicas, que, paradójicamente, ahora se ven afectadas por un efecto reflejo de ciudadanos del Tercer Mundo que migran a países de renta per cápita alta.

Hoy, por el contrario, se impide la emigración de personas y se promueve la de las industrias: miles de factorías se desplazan a países con mano de obra barata, como ha venido ocurriendo en Méxi-co a través de las maquilas, en India, Malasia o, de manera escalonada en “los últimos quince años en China, en donde se han instalado más de 490.000 empresas con una inversión extranje-ra de 540.000 millones de dólares”4.

Es importante resaltar que gran parte del surgi-miento económico de muchos países se debe a la inmigración, que, paradójicamente, es estigma-tizada por la población huésped. Esta distorsión es promovida en gran parte por los medios de co-

2 HUNGTINGTON, Samuel. Who are we? And the disputingcharges of natives histeria in his new book, contends that American Identy is built on culture,not creed; Alan Wolf replies. In: Foreign Affairs, September/October 2004. pp. 155–160.

3 FOX, Jeremy D. y Díaz Arenas, Pedro Agustín. Valores y Héroes de la Globalidad. Edito-rial Códice Ltda.. Bogotá, 2000. pág. 21.

4 Gómez, Silverio...Y por fin descubrieron a la China. En El Tiempo , domingo 24 de abril de 2005. sección Económica, pp. 1–23.

municación y sustentada en gran medida por el control mediático de los gobiernos, que han cons-truido parte de su proyección política en la faceta negativa de la inmigración, que recoge el sentir de los ciudadanos y los revierte en réditos electora-les y ritos políticos, maximizando la confrontación entre autóctonos e inmigrantes.

No obstante, no se suele reconocer la relación en-tre réditos políticos y racismo; por el contrario, se apela a la diferencia cultural, a la supuesta inca-pacidad de los inmigrantes para asimilar el pro-yecto de vida en los países de destino. Sin em-bargo, entre los diferentes inmigrantes los niveles de convivencia son mucho más pacíficos o tole-rables. De manera ilustrativa, es más clara una diferencia cultural entre marroquíes, colombianos, senegaleses o filipinos, y mucho menos significa-tiva, por ejemplo, entre españoles y colombianos; pero se sigue cuestionando en las sociedades de acogida, la dificultad de los inmigrantes para inte-grarse en el país de destino.

Esta situación no ocurre respecto a patrones de consumo, por ejemplo, para tratar de identificar los niveles de diferenciación cultural, porque se encuentra que la demanda de servicios básicos –vivienda, productos para el hogar, vehículos o seguros, en los que llama poderosamente la aten-ción la similitud– genera gastos que junto al pago de impuestos directos inyecta a la economía can-tidades significativas de dinero5.

En los países industrializados, ante la crisis eco-nómica que cada vez se muestra más dramática, está surgiendo un cambio cultural mediado por la economía. Para el caso de la Unión Europea, los jóvenes empiezan de nuevo a incursionar en los empleos que su generación anterior rechazó. Ahora estas profesiones son pedidas por los ciu-dadanos de los nuevos Estados comunitarios, si se recuerda el primero de mayo de 2004, ingresa-ron diez nuevos estados a la Unión Europea, y el primero de enero de 2007, dos más, de los cuales diez pertenecían a la antigua Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y que sus ingresos per cápi-ta se encuentran por debajo de la media europea; estos trabajos hasta ahora en Europa occidental han sido ocupados por inmigrantes. Esta dicoto-mía plantea una evidente competencia laboral en-tre ciudadanos comunitarios y extracomunitarios,

5 Tornos Cubillo, Andrés. “El consumo de los inmigrantes en España”. Instituto Universi-tario para las Migracioes. Pontificia Universidad de Comillas, 2002. p. 34.

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que, sumada al paulatino desmonte de los Esta-dos de bienestar, empieza a enconar un crecien-te nacionalismo con visos racistas, que es con-vertido en proclama de los crecientes partidos de ultraderecha en países como Austria. Entonces, es preocupante el brote de partidos nacionalistas, facciones falangistas y las iniciativas premedita-das de organizaciones de vecinos, de jóvenes o pobladores que salen a perseguir o escarmentar inmigrantes, como ocurre con los neonazis.

Las representaciones: motivadoras de la emigración

Las representaciones que se tienen de otros lu-gares, culturas o sociedades son un factor funda-mental para entender el fenómeno de las migra-ciones. Pero este es un factor difícil de identificar, y muchas veces no es tenido en cuenta a la hora de estudiar el fenómeno migratorio. Por lo general, se tiende a dar mayor importancia y una relación de causalidad directa a las condiciones que ro-dean a las personas que emigran, como pueden ser: la guerra, la pobreza o la miseria, el desem-pleo, el cambio de régimen político o los riesgos contra la vida. Sin embargo, las representaciones o imaginarios de las personas que deciden aban-donar su lugar de residencia para trasladarse a otro, muchas veces distante y con una cultura di-ferente, pueden constituir una causa principal o complementaria de gran valía. Las representacio-nes construidas a través de los medios de comu-nicación, las anécdotas de los inmigrantes sobre las que se construyen supuestos y a los que la imaginación les añade inventiva, constituyen una motivación para emigrar.

Un primer elemento que ilustra lo anterior es el interés del emigrante de demostrar bienestar a sus familiares y amigos en el país de origen. Este aspecto, en gran parte ligado al deseo de mos-trar progreso6, muchas veces no corresponde a las condiciones de vida del inmigrante. La causa de esta falsedad testimonial tiene su explicación

6 En un estudio realizado en Bogotá en 2004 (no publicado) sobre las causas que moti-van a la migración de los colombianos a España, realizado por el Instituto Universitario sobre las Migraciones de la Pontificia Universidad de Comillas, se encontró que el cien-to por ciento de ciento cincuenta encuestados de estratos 2, 3 y 4 a los que se pregun-tó como les iba en España a sus familiares o conocidos, de acuerdo con información recibida por ellos, todos respondieron que bien o muy bien. Sin embargo, un estudio realizado por este mismo Instituto La situación de la colonia colombiana en España, realizado en 2002, encontró que más del cincuenta por ciento de los entrevistados de-cía haber empeorado en su conjunto sus condiciones de vida, aspecto que demuestra un interés de mostrar una imagen de éxito irreal o mentir acerca de las condiciones de vida. Este es un factor que puede motivar la emigración sobre fundamentos testimonia-les equivocados y que se fundan en falsas expectativas.

en la vergüenza social que genera el fracaso a la negativa de regresar a su sociedad de origen con las “manos vacías”, que es inversamente propor-cional al orgullo de enviar remesas, aparentemen-te, como una prueba de bienestar.

En muchas sociedades del Magreb, del África Sub-sahariana, del medio y lejano Oriente o de Amé-rica Latina, emigrar constituye en la actualidad un nuevo rito de paso a la edad adulta, motivado por una tradición migratoria relativamente reciente en sus comunidades. Desde luego, también incentiva este deseo las condiciones por debajo de la línea de la pobreza o la falta de expectativas de vida, factor que complementan los elementos constitu-tivos del proyecto migratorio.

En este punto vale la pena diferenciar las mane-ras en que se migra y los trayectos y formas de transporte que hacen parte del proceso. No es lo mismo ingresar desde Europa del Este en au-tomóvil, que hacerlo en patera7 a España desde Marruecos, u ocultos en barcos chatarra desde Albania hasta Italia, al igual que en yolas a través del Canal de la Mona (Puerto Rico – República Dominicana), o desde la Península de Paraguaná (Venezuela) hacia las Antillas Holandesas. Esta forma de migrar dista de los “espaldas mojadas” que cruzan el río Bravo para ingresar a los Esta-dos Unidos, o en un container desde China has-ta Ámsterdam, o en barcos desde los puertos de Buenaventura o Esmeraldas hacia cualquier des-tino, así como, las personas que con visados de turismo o estudios ingresan por los aeropuertos internacionales para quedarse en el país de arri-bo o como escala a otro Estado que ofrezca ma-yores posibilidades de progreso.

Pero para llegar al ansiado destino, los emigran-tes pueden tardarse meses, incluso años, otros nunca llegan, como les ocurre a los que se des-cuelgan del tren que atraviesa México, producto de la debilidad de días sin probar bocado, o los que naufragan en el Mediterráneo, el Caribe, el Mar del Norte o el Índico a causa del mal tiempo, o los que son devueltos en los puentes interna-cionales de los aeropuertos. Ocurre lo mismo con los que ven frustrado su proyecto migratorio al ser deportados o repatriados. En este caso, muchos acuden a herirse para que sean llevados a un hos-pital y así tratar de evitar el retorno, que tampoco

7 Embarcación pequeña consistente en un bote o hecha de manera artesanal con neumáticos.

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es deseado por los beneficiarios de las remesas o de la imagen de tener un familiar en el exterior, acción que constituye un sinónimo de estatus.

Desde las sociedades de destino se habla de mafias que trafican con seres humanos, de de-lincuentes que los engañan con falsas promesas; desde los inmigrantes, de retos personales, de búsqueda de oportunidades o de ritos de paso individuales y familiares. En este sentido, valdría la pena investigar la relación entre hijos primogé-nitos e inmigrantes musulmanes, sólo para citar un caso. En las diferentes sociedades, gran parte de la familia participa en el proyecto migratorio de uno de sus miembros: se reúne el dinero y los contactos, para que se consolide la esperanza de invertir en la persona elegida para que luego gire remesas y construya una red que lleve a los más aptos.

En consecuencia, los flujos migratorios presentan circuitos que van desde regiones expulsoras de población, de tránsito, retorno y recibo. Las perso-nas que se movilizan, así como las que compar-ten el proyecto migratorio y las comunidades re-ceptoras, interactúan de acuerdo a las represen-taciones del nativo y el extranjero y, de las con-cepciones que se tienen de esos lugares. Estas representaciones se traducen en la redefinición de las identidades como expresiones que dan va-lía positiva o negativa al estereotipo, fomentan o desvirtúan prejuicios, posibilitan ordenamientos legales, crean segmentos laborales y económi-cos, y posibilitan el desempeño de procesos polí-ticos e ideológicos.

Las migraciones también transforman su dinámi-ca de acuerdo al contexto social e histórico. Son la suma de proyectos individuales que se articu-lan en redes familiares, regionales o transnacio-nales, algunas veces solidarias o utilitaristas, que en gran parte buscan menguar las posibles difi-cultades de la adaptación en destino. Respuesta endocultural que redefine la percepción naciona-lista de origen o la articula a la sociedad receptora de acuerdo a su posición en el modelo de exclu-sión o inclusión.

Es en este contexto en el que la presencia de la inmigración remite a sociedades cosmopolitas, que son vistas desde una mirada posoccidental, es decir, que apela a una diferencia cultural y a una identidad diferenciada, en que muchos de los inmigrantes pueden llegar a reconocerse como no occidentales, así tenga similitudes en el fenotipo o en el comportamiento disciplinado, porque ese rasgo distintivo de la identidad puede provenir de la ascendencia amerindia, afroamericana o afri-cana, asiática o musulmana, producto especial-mente de un mestizaje cultural, de una hibridación de concepciones y representaciones de distintos entornos, y que se han ido yuxtaponiendo en la socialización en los lugares de origen, tránsito, re-cibo o retorno.

El aprendizaje social, producto de la formación y performación de la construcción de Occidente, ha sido representado en la educación, en los me-dios de comunicación o en el discurso homoge-neizante, en los que se reconoce al resto del planeta como otredad. Percepción que jerar-quiza y circunscribe las culturas a territorios nacionales, según su cercanía al modelo de desarrollo impuesto. Estos elementos subyacen en la idea según la cual las culturas son identidades cohe-rentes, localizadas en unidades geográficas discretas8.

Esta discriminación, susten-tada en reglamentaciones, es la que lleva al Estado re-ceptor a determinar y ver cómo articula la población inmigrante, de acuerdo con sus necesidades, in-tereses o carencias. Por tanto, puede optar por la incorporación regu-lar, y a su vez, permitir tácitamente una masa flotante irregular, sus-ceptible de ser expul-sada, de acuerdo con la coyuntura. En consecuencia, el multiculturalis-mo, la interculturali-

8 Mignolo, Walter (1998). “Posoccidentalismo: el argumento desde América Latina”, Castro, Santiago y Eduardo Mendieta, coords. (1998). Teorías sin disciplina, Lati-noamericanismo, poscolonialidad y globalización en debate, México: Miguel Ángel Porrúa; University of San Francisco, pp. 34–35.

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dad o la aculturación constituyen prácticas que corresponden a modelos dirigidos a

los inmigrantes en los países recepto-res, sean de primera, segunda o terce-ra generación9.

En respuesta a estos mode-los de asimilación del inmigrante por parte de las socie-dades de destino,

se relaciona la mi-gración con la univer-

salización de los Dere-chos Humanos, la globa-

lización jurídica, el avance de las comunicaciones y la información. Pero, por otra parte, se ve a los in-

migrantes como invasio-nes bárbaras que no tiene la capacidad de adaptar-se a la nueva cultura. Esta visión se ha complejiza-do con la irrupción en la agenda internacional de una manera más mediáti-ca y devastadora que ve al forastero como potencial terrorista, principalmente si su concepción religiosa es islámica o, si es colom-biano, se le vincula con el narcoterrorismo.

No obstante, esta nueva maximización del terror, de

los delitos que atentan contra la seguridad nacional y del objetivo militar hegemónico de limitar y reconfigurar de-rechos civiles, hace más vul-nerables a los inmigrantes y

a las personas suscep-tibles de asilo y refu-

gio, que ya venían en detrimento por la incapa-

9 Cuando hablamos de inmigrantes de segunda y tercera generación, nos referimos a hijos o nietos nacidos (no nacionales) en el país de recepción del primer inmigrante. Es decir, que se puede dar la situación que, siendo hijo nacido en el país receptor, de padre o madre también nacida en el país receptor, sea considerado inmigrante o extranjero por la sociedad receptora.

cidad de respuesta de los Estados ante las crisis humanitarias o por la presión de sectores políti-cos conservadores.

Por tanto, la contención en las fronteras, en los aeropuertos, en la fila específica para colombia-nos o colombianas, afrodescendientes o musul-manes, que llevan al temor de ser devuelto, así se lleven los documentos en regla, la confianza que da ser más “blanco”, son evidencia que aún sub-sisten las categorías del “proceso civilizador” del siglo XIX, que empezó a definirse como un proce-so de blancura jerarquizado, en el que se negaron las historias nativas, locales, femeninas; se invisi-bilizaron como una forma violenta de representa-ción, expresada también en la jerarquización de los cuerpos blancos, mulatos, mestizos, negros, amarillos, indios, fueran hombres o mujeres10.

Este último aspecto se hace presente en los tex-tos escolares en que se representa a la perso-na blanca como superior, poseedora de mayores capacidades frente a la incapacidad del afrodes-cendiente, del árabe, asiático o amerindio11. Esta situación se hace explícita en la discriminación y frente a la imposición de barreras frente a la mo-vilidad espacial y social, a los obstáculos que se derivan de la necesidad de buscar un futuro más promisorio, como lo ha expuesto el discurso “civi-lizador”, que hace ver el país de origen como un lugar en el que no es posible el progreso, pese a que se muestran potencialidades, ya sean am-bientales, minerales o, incluso, poblacionales.

En este sentido vale subrayar el aporte que hace el pensador Italiano Conrado Gini, al señalar que gran parte de la riqueza de los Estados Unidos y de la actual España y de muchos otros países, se ha debido a la migración de personas adultas cualificadas, a que las sociedades expulsoras o de origen aportaron incontables recursos en edu-cación, salud, alimentación, que permitieron la preparación de los emigrantes que ahora reciben, sin ninguna contraprestación, las sociedades de destino.

10 Op. cit. pp. 71–72.

11 Herrera, Martha Cecilia et al. (2003). “Imaginario nacional en los textos escolares”. La identidad nacional en los textos escolares de ciencias sociales. Colombia 1900–1950, Cap. 3. Bogotá, Universidad Pedagógica Nacional. pp. 145–151.

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Esta doble dimensión de la movilidad espacial de individuos, familias o comunidades entre países ha llevado a que las razones culturales, económi-cas, ideológicas o políticas se articulen de acuer-do con intereses diferenciados. Por este motivo, desde distintos escenarios, como el discurso po-lítico, los medios de comunicación o las condicio-nes de vida en destino, se criminaliza la migración o, en contraposición, se ve como un reglón poten-cial de la economía desde las sociedades expor-tadoras de mano de obra. Esta gama de factores entra en relación directa con la sociedad colom-biana, que puede alcanzar a un diez por ciento de su población fuera de las fronteras; del mismo modo, a las remesas, que posibilitan el ingreso a más de dos millones de hogares: elementos que motivan la variación de los patrones culturales o el diseño de políticas públicas para los colombia-nos emigrados. A su vez, a la matización en la di-ferencia de los y las emigrantes por género, edad o por criterios de origen cultural o socioeconómi-co, así como por sus estrategias de adaptación, su compleja y particular problemática presente en las condiciones sicológicas extremas a las que se ven sometidos por la ausencia de sus seres que-ridos, a las condiciones que rodean el proyecto migratorio y a las estrategias de adaptación en la sociedad de destino. Sin embargo, esta situación particular se encuentra mediada por la imagen que se tiene del lugar de origen del inmigrante en el país de destino.

Este conocimiento, por lo general, corresponde a las representaciones que hicieron Humboltd y Bonplant hace dos siglos atrás en su expedición por América. Esa en gran parte es la idea que se tiene de Colombia en el mundo; ignorancia de las personas del país a donde se emigra y que con-vierte al inmigrante en un expositor de las condi-ciones que rodearon su partida, asimilándolas a las posibilidades del país, muchas veces repro-duciendo el discurso estatal del progreso, sin dar cuenta o reconocer las formas de existencia de

las sociedades excluidas en el Estado, como lo expresa Michel Tausing al mencionar “que el re-presentado reproduce la representación”.

Este aspecto es muy claro cuando los colombia-nos van a estudiar o cuentan con mayores recur-sos económicos y critican el racismo, pero al mis-mo tiempo, se preguntan por qué las autoridades migratorias dejan entrar a otros colombianos de apariencia o rasgos indígenas o mestizos, lo que puede poner en evidencia que la exclusión tradi-cional del Estado colombiano se reproduce en la inmigración, “es que no todos somos iguales”, o como lo expresó el ex presidente Belisario Betan-cur: “hay dos Colombias”.

Es decir, en este discurso, como en el del mo-delo de desarrollo impuesto, no aparecen todos los testimonios del representado; su narrativa no existe, es una violencia de los hacedores del dis-curso, se invisibiliza su representación y su parti-cipación12. De este modo, se asume una identidad nacional exagerada, que se representa en mani-llas tricolores o símbolos de la neocolonialidad, que se anexan al lenguaje corporal o decoran los espacios de permanencia.

De este modo, la construcción de la identidad na-cional se encuentra mediada por la llamada iden-tidad negativa del país, presente en el discurso diplomático de la “lucha contra el narcoterrorismo” versus un nacionalismo chovinista, que responde al rechazo de las visas en las embajadas, alimen-tado con un orgullo nacional, sustentado en los logros ocasionales de deportistas, cantantes o cerebros fugados, permaneciendo en los discur-sos oficiales la discriminación de género, étnica y la exclusión de las múltiples naciones que con-forman a Colombia, que siguen ausentes en el in-acabado proyecto de Estado nación. En respues-ta, muchas personas optaron por emigrar; otras huyen dentro del Estado.

12 Escobar, Arturo (1996). La invención del Tercer Mundo. Construcción y de-construcción del Desarrollo. Bogotá: Norma. Pp. 289.

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ENTrEGA ESpECIAL EN

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MOVIMIENTO

hOMENAjE A OrLANdO fALS bOrdA

La Revista Estudiantil Movimiento hace un home-naje a uno de los grandes maestros de la socio-logía en Colombia, quien falleció el 12 de agosto de 2008. Esta sección compila varios escritos ela-borados por profesores de la Universidad Santo Tomás, que hacen un homenaje a su vida y obra. De esta manera, los estudiantes y profesores de sociología se unen en una sola voz, que se en-grandece con el legado del maestro Fals Borda, creyendo en la posibilidad de construir una socie-dad mejor y recordando que, aunque la vida se marche, las grandes ideas jamás morirán.

Carlos Enrique Rondón AlmeidaDecano de la Facultad de SociologíaUniversidad Santo Tomás

Orlando Fals Borda fue para la sociología y para el país un hombre polémico, por invitar a un gru-po de intelectuales a abrir la primera facultad de sociología en la Universidad Nacional, en un momento en que el análisis social se cataloga-ba como peligroso en el contexto latinoamerica-no, fracturado por los procesos dictatoriales o de

democracia restringida. Fals Borda hizo parte del grupo de académicos que inició una serie de do-cumentos de carácter científico sobre la Violencia en Colombia y las violencias en Colombia, como medio para gestar procesos reflexivos que ayuda-ran a construir alternativas de gestión, a partir del ejercicio racional del juicio.

De esta forma, se vinculó al proceso político co-lombiano de reforma agraria, alternativa central en muchos de los países de Latinoamérica como medio para aliviar las tensiones sociales, desde la reconstrucción científica de la problemática, al tiempo que fue actor real en diferentes instancias estratégicas del gobierno. En ese camino desa-rrolló, junto con sus colegas, la teorización de un modelo científico que involucrara el compromiso político del investigador con la realidad con la que trabaja, en la que la investigación–acción partici-pativa se constituye hoy en un paradigma episte-mológico de la investigación social en diferentes áreas del conocimiento. Asimismo, en ese proce-so de investigar la realidad para transformarla se hizo partícipe de la Constituyente de 1991, con la bandera del ordenamiento territorial y la participa-

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ción, que como sabemos, signa hoy el desarrollo de nuestra democracia, trabajo que aún está por ser construido por cada uno de nosotros, quie-nes tenemos en nuestras manos las herramien-tas para hacer de esta sociedad un entorno que coseche los esfuerzos de siglos de sacrificio por un mejor nivel de vida, basado en la solidaridad, la independencia y la justicia social.

Guillermo Páez Morales SociólogoDocente Universidad Santo Tomás

Cuando se ha nacido en una sociedad que no está a la altura de su época, hay que ser a su vez un hombre de

su pueblo y de su época.

José Martí

Estas palabras del prócer cubano sirven como homenaje al maestro Orlando Fals Borda. Con su vida y su profesión, él buscó comprender la socie-dad colombiana y ponerla en el contexto de las corrientes científicas del pensamiento mundial, creando herramientas de investigación adecua-das a nuestra realidad, para poder llegar a resol-ver los problemas en los que su pueblo –tropical y cálido, como lo dijo en nuestra Aula Magna en la inauguración de la Cátedra que lleva su nombre– pueda decir su palabra, explicar su conocimiento y sabiduría, y enseñarnos a nosotros, miembros de la academia, a conocer la verdad para el bene-ficio de todos.

Ruth BastidasSocióloga Docente Universidad Santo Tomás

Orlando Fals Borda: maestro y ejemplo de vida

Cuando, por circunstancias afortunadas de la vida, tuve el privilegio de dialogar, compartir y recorrer caminos rurales en la grata compañía del maestro Orlando Fals Borda, más que un gran académico, autor de innumerables libros y creador de la IAP, me encontré con un maestro de la vida. Su cons-tante preocupación por las condiciones del cam-pesino, ese “desposeído de la tierra”, su actitud profundamente humana y su afabilidad con las

personas que compartían por entero su cotidiani-dad, dejaron en claro su gran sentido igualitario, su apuesta por la construcción comprometida, co-herente y permanente de un proyecto de sociedad en el que la felicidad es una meta alcanzable.

Este ejemplo de vida, más allá de las apropia-ciones académicas que por supuesto hay que emprender, nos muestra un camino en el ser y el quehacer y nos invita a un ejercicio de la pro-fesión, comprometido con la transformación y el cambio, empezando por los espacios cotidianos a promulgar siempre un “pensamiento crítico y pro-positivo” frente a las realidades que nos atañen.

Carlos Uribe CelisSociólogo Docente Universidad Santo Tomás

Orlando Fals Borda merece en esta hora una atención especial de los sociólogos que se ocu-pan de la disciplina y de la realidad social en Co-lombia. Como siempre, conviene acercarse a los fenómenos con espíritu crítico. La crítica ha de ser ahora el verdadero homenaje a Fals, después de los muchos rituales de la tribu en que la Tribu fue últimamente pródiga (y prolija) con el sociólogo barranquillero.

Fals fue, ante todo, un sociólogo rural; y tras ello, un político cabal y comprometido, tan distinto y tan distante del ethos ancestral y bárbaro de la política institucional colombiana. Más allá de Los campesinos de Saucio, su primer trabajo, La His-toria doble de la Costa, su obra cumbre, la suya es sociología de la cultura rural de la región nor-teña. Por otra parte, su trabajo sobre la violencia, tan inspirador, es un inventario de las conductas atroces en el campo de una Colombia premoder-na, en pleno trabajo de parto de una modernidad contrahecha y famélica.

Urge que la obra de Fals sea finalmente compen-diada y ponderada, más allá de la emoción tribal (una vez más) y del elogio obsecuente o descon-certado. Me permito proponer aquí que la escuela de Sociología de la Universidad de Santo Tomás, esta Alma Máter, emprenda como tarea propia la compilación completa de los escritos de Fals, so-bre la base de la bibliografía que Milciades Viz-caíno elaboró (con anuencia y revisión del propio

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Fals) para que la crítica que invocamos pueda ser abocada con prontitud, seriedad y provecho.

Camilo CastiblancoSociólogo Docente Universidad Santo Tomás

El aporte de Orlando Fals Borda a la sociología en Colombia no se centra, exclusivamente, en la institucionalización del Departamento de Sociolo-gía de la Universidad Nacional de Colombia, sino que debe situarse en el afán de este pensador social por indagar, de forma rigurosa y científica, por las estructuras sociales del país.

En ese sentido, deben leerse sus primeras obras sobre el campesinado colombiano, en las que Fals

se centró en explorar las verdaderas condiciones sociales en las que este actor se encontraba. Fru-to de ello se preocupó por las formas estructura-les de tenencia de la tierra y por las dinámicas de violencia que, a partir de ello, se producían (Campesinos de los Andes, de 1955, y El hombre y la tierra en Boyacá, de 1957). De allí, que en su posterior obra, La violencia en Colombia (1962), asumiera como hilo conductor de su exposición las relaciones insanas entre las élites políticas y religiosas del país con los gamonales y terrate-nientes generadores de dicha violencia.

La vida y la obra del profesor Fals Borda es un llamado a estudiar con profundidad y rigurosidad los fenómenos sociales, abordándolos con los cri-terios y herramientas que la disciplina sociológica ofrece, y con el ánimo de que éstos sean capaces de transformar las inequidades sociales.

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MOVIMIENTO

AMérICA LATINA, uN rOMpECAbEzAS INCONCLuSO

Giovanny [email protected]

V semestre Facultad de Sociología USTA

Desde los tiempos en que se proclamó la inde-pendencia de los territorios latinoamericanos, ocupados durante siglos por los españoles, se dio inicio a un proceso que, desde entonces, ha tra-tado de dar forma al rompecabezas de mil piezas que en su interior lleva el boceto de la imagen de Latinoamérica como espacio propio dentro de un mundo homogeneizado, y ligado a esto, la imagen del latinoamericano como portador de una identi-dad propia y, a su vez, distinta de cualquier otro tipo de expresión extranjera.

Desde entonces, el trabajo no fue nada fácil, so-bre todo si se toman en cuenta los varios siglos de mestizaje e intercambio cultural entre diversidad de mundos culturalmente diferentes y, en algunos casos, excluyentes, que se reunieron en un solo espacio físico y que, de uno u otro modo, encon-traron en este nuevo mundo un lugar donde vivir y asentar sus costumbres, creencias y valores, adaptándolo como propio.

En dicho contexto la misión, para aquellos que se atrevieron a aceptarla, fue la de darle forma al rompecabezas, y de acuerdo con éste, dirigir hacia un nuevo rumbo estas tierras. En primera instancia, era necesario empezar a unir piezas en pequeños grupos que, en algún sentido, ya se encontraban arbitrariamente cortadas por las es-

padas europeas, en términos culturales y físicos. Allí surgió el primer problema para quienes trata-ban de darle forma a la figura, pues en la mayoría de los casos la línea divisoria pasaba por encima de miles de años de tradición. La tarea se torna-ba así cada vez más inalcanzable. Entonces, el choque cultural era evidente y, en la mayoría de los casos repelente. En segunda instancia, dicho multiculturalismo traía consigo una serie de diver-sas necesidades, que variaban según la cultura y la perspectiva desde que se mirase; y por últi-mo, no todos los grupos querían pertenecer a di-cho rompecabezas (en el sentido de aparición de fronteras arbitrarias sobre sus territorios) y esto se veía reflejado principalmente en las comunida-des indígenas.

En resumidas cuentas, había algunas fichas que no encajaban en el rompecabezas y otras tantas que no aparecían por ningún lado; pero a pesar de las dificultades y la aparente inviabilidad del proyecto preparado para América desde el viejo continente, quienes guiaban este proyecto siguie-ron con el propósito de cumplir su misión de tratar de darle orden a este caos cultural (no como in-terés principal, pero sí como anexo) dentro de los bocetos de este “Estado nación”,y, si bien es claro que buscar una unión entre diversas culturas (en términos culturales, legales y políticos) sobre la figura del estado nación es una misión muy ambi-

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ciosa, también es claro que para dicho momento histórico se contaba con la ventaja de tener a los latinoamericanos en su territorio, y en algún sen-tido esto se convirtió en un punto a favor para la consecución de dicho objetivo, pues al tenerlos en un espacio físico delimitado dicha tarea no se complejizada tanto como en la actualidad.

Nos encontramos en el siglo XXI, y dicha tarea se ha quedado en escritos que rayan con lo utópico, o en buenas intenciones que no han trascendido hacia la praxis. Esto da a entender que armar el rompecabezas no es para nada fácil, y menos en esta época, en la cual llegan tendencias de todas partes del mundo y la diversidad es notable; por ejemplo, se hace muy fácil encontrar latinoameri-canos en Pekín o Johannesburgo muy arraigados a la cultura latinoamericana, pero con una alta identidad con su lugar de residencia actual.

Si bien podemos ver cómo la cultura latina abar-ca mercados en el extranjero por el fenómeno de las “industrias culturales”, esto no es más que un paso tímido hacia el mundo exterior. Igualmente, la apertura no necesariamente tiene que ser un acto negativo hacia la consolidación de la identidad latinoamericana; lo complicado es que estamos dando pasos hacia el exterior sin haber entendido ni descifrado (armado el rompecabezas) quiénes somos, qué queremos y para dónde vamos.

Un latinoamericano no tiene claro qué es ser la-tinoamericano, ni el conocimiento y el significado de sus raíces, cuando vemos a algunos a la ex-pectativa de la moda de París o escuchando el nuevo álbum de un grupo musical inglés. Acá no se entrará a discutir si abrirse al exterior es malo o no, lo que cabe comprender y analizar es cómo Latinoamérica no ha terminado de madurar sus sistemas económicos, políticos y culturales, cuan-do ya está adoptando unos nuevos de otras cultu-ras, y lo que es más notorio aún, a sobreponerlos sobre aquellos que ya posee.

Ser latinoamericano implica una serie de res-ponsabilidades con la historia, con sus y con los que vendrán. La cultura es la columna vertebral de toda sociedad, pues sobre ella descansan las costumbres, las normas y los comportamientos, que vienen de generación en generación; pero no basta con pertenecer a la cultura latinoame-ricana, el latino debe apropiarse de esta cultura como suya y, en siguiente instancia, identificarse

con ella. Si desde el inicio de esta misión hubiese prevalecido el interés por consolidar esta cultura sobre otras corrientes y, de acuerdo con esto, ge-nerar la identificación de los latinoamericanos con su territorio natal, tal vez el rumbo de esta parte del continente hubiese sido distinto.

Pero no es hora de lamentarse; no hay que llorar sobre al leche derramada. Lo que queda por ha-cer es abordar el contexto latinoamericano actual, y teniendo claro éste, iniciar un proceso racional de apertura cultural dirigida, pero no mostrando a Latinoamérica como exportadora de mano de obra barata, ni como exportadora de artesanías exóticas para los primer mundistas; sino en el sen-tido (en términos de Weber) de pasar de pensarse como latinoamericano, al pasar a sentirse como éste, y desde allí empezar a afrontar el mundo globalizado que se viene encima, con procesos como la integración económica, que trae consigo la exclusión social (al respecto, la identidad po-dría desempeñar un papel importante para afron-tar dicha exclusión).

Desde este ámbito, empezar a sentir qué es ser latinoamericano y desabrochar de su torso la teo-ría de la dependencia, que tantos años exprimió y absorbió en todos los sentidos a América Latina (de hecho, actualmente lo sigue haciendo), y tra-tar de establecer una serie de naciones (o grupos de éstas, como es la moda en el mundo) dentro de este territorio, para así iniciar un proceso que conlleve la autonomía económica, política y cul-tural, que en su fin inmediato traería consigo la definición de una identidad propia que la diferen-cie de las demás culturas, la unifique y la una a sí misma, dejando de lado la noción de Canclini1, según la cual “estamos unificados pero no unidos” (refiriéndose a que lo que consumimos y las deu-das que poseemos como latinoamericanos nos unifican). Debemos estar unidos y unificados por la toma de conciencia, que represente el surgi-miento de Latinoamérica para la reivindicación de la cultura, la concientización y el apoderamiento de la identidad, y el fortalecimiento de lazos que permitan una mejor calidad de vida de todos y para todos, removiendo y reordenando las fichas que no concuerdan y buscando las extraviadas, para así tratar de dar forma, esta vez definitiva, al rompecabezas que tantos han esperado y espe-ran ver completo.

1 CANCLINI García Néstor, Latinoamericanos buscando lugar en este siglo editorial. PAI-DOS, Argentina, 2002.

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bArrAS brAVAS, uNA TrIbu VIOLENTA

Marcela Chacón Ángela Camargo

[email protected] semestre

Facultad de Psicología USTA

Las tribus urbanas, como un fenómeno social en una cultura pluralista, han sido consideradas como un estilo de vida que adopta un grupo de jóvenes que busca protestar en contra de algunas normas establecidas por la sociedad o, simplemente, ser reconocidos como diferentes a ésta.

Podemos observar las tribus urbanas, según Cos-ta, Pere–Orion (1996), como un conjunto de re-glas o normas específicas a las que los jóvenes confían su imagen de forma total o parcial, que puede tener varios niveles de implicación perso-nal. A esto, podemos agregar que los miembros de dichos grupos adoptan costumbres, formas de pensar y hábitos que son visibles para la socie-dad, lo que ayuda a consolidarse como un grupo autónomo, con propósito común y que busca el bienestar de sus integrantes.

La relación de adhesión del joven a la tribu urbana es intensa y fuerte, permitiéndole la construcción de una imagen, un esquema de actitudes y unos comportamientos específicos que parecen justi-ficar todas sus acciones, independientes de las normas o reglas impuestas por la sociedad.

En la actualidad, existen muchas tribus urbanas (barras bravas, punk, emos, entre otras) que les

permiten a sus integrantes obtener algunos bene-ficios colectivos y personales, como lo es la segu-ridad y la protección de un grupo, la adquisición de roles y estatus. Esto nos lleva a reflexionar cada vez más sobre las diferencias de aquellos grupos, sus conflictos y desacuerdos, la necesidad de una convivencia más agradable que permita estable-cer lazos de solidaridad y cooperatividad que tan-to necesitamos.

En el presente, entre las diferentes tribus urba-nas existe un choque cultural y político, el cual hace difícil hablar de una identidad cultural única, lo que conlleva constantes movimientos sociales que afectan la estabilidad social y la de cada uno de los miembros de estos grupos.

Por esta razón, queremos presentar una crítica constructiva a las tribus urbanas, especialmente a las barras bravas, que han sido uno de los gru-pos destacados por sus comportamientos inade-cuados en ocasiones particulares, como también al periodismo amarillista y sensacionalista, que sólo promueve en las personas la intolerancia, el rechazo y, por tanto, el miedo hacia estos grupos.

Esta tribu urbana es reconocida por unas costum-bres y normas expresadas en actitudes y compor-

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tamientos agresivos que pueden llegar a atentar contra la integridad de los demás. Las barras bra-vas utilizan como canales y fuentes de expresión los cantos y los espectáculos deportivos para ma-nifestar actitudes y comportamientos agresivos contra otros, apoyado por su unificación masiva y el reconocimiento gracias a estas prácticas.

A pesar de las consecuencias negativas que pue-dan traer estos actos para aquellos grupos, sus acciones son un motivo de orgullo y de satisfac-ción, porque sus ideales y fanatismo priman por encima de otros. De acuerdo con lo anterior, las barras bravas que tienen una organización y un propósito definido, en el cual sus integrantes pue-den recibir beneficios colectivos o personales, promueven la intolerancia y el fanatismo absur-do en la sociedad. Es increíble que en un esce-nario deportivo origine un espacio de intolerancia creado por los sentimientos negativos de todos los asistentes y, además, sea un peligro eminente para éstos.

En este punto, se puede decir que las barras bravas –con la fuerza y el ímpetu irreve-rente que las caracteriza y que generan acciones agresivas, en lugar de crear beneficios– se constituyen tras bam-balinas como una masa movida por ideologías poco constructivas y emociones provenientes de un fanatismo irracional que condu-ce al daño ajeno y, además, genera un rechazo por parte de la sociedad. Por tanto, de-bemos trazar una distinción: no estamos criticando a los hinchas de los estadios, sino a los fanáticos que no miden sus actos ni sus emociones y que realmente no les aportan nada a la sociedad ni a sus mismos grupos, sólo muertos y heridos.

Actualmente, pocas barras tienen programas sociales, y con ello un sentido de bienestar por el otro. Por tal razón, ahora más que nunca se debe reflexionar sobre los objetivos, pro-pósitos, normas, hábitos y creencias que tienen cada una de las tribus urbanas que se encuentran en nuestra sociedad y que mueven

consigo a gran número de personas que sólo se adhieren a lo que el grupo establece, sin cuestio-nar nada, para obtener un reconocimiento social.

Con este análisis, se pretende hallar una re-flexión, tanto en el escrito como en usted, lector, sobre las grandes falencias que puede tener una tribu urbana por el afán de organizarse y brindar identidad, en la que aparecen falacias enmasca-radas de seguridad y estabilidad, ofreciendo una banalidad real en muchos casos, como en algu-nas barras bravas. Frente a esto, se plantea una reformulación de pensamientos y estructuras que consoliden los cimientos ideológicos de las distin-tas tribus, en este caso las barras bravas, en pro de una convivencia sana, no sólo en un estadio o escenario deportivo, sino en la cotidianidad, para que así podamos ser hinchas sin importar de qué institución seamos. Por tanto, no podemos que-

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darnos en el déficit que tienen los miembros de las barras bravas para tolerar y respetar las dife-rencias, sino que debemos enfatizar en los recur-sos que tienen éstas para cambiar y transformar aquellos pensamientos y acciones que generen rechazo e intolerancia.

Las barras bravas tienen que darse cuenta de que el fútbol es el opio del pueblo, por el cual cada sujeto está envuelto en una realidad que distrae, en la cual las acciones se ven justificadas por un fanatismo absurdo, que lo aleja cada vez más de los problemas sociales que vive.

En consecuencia, se puede afirmar que todos los profesionales de las ciencias sociales debemos proponer alternativas que, de forma directa o in-

directa, ayuden a las diferen-

tes problemáticas sociales, lo cual forje un carác-ter crítico frente a las normas o reglas impuestas por el Estado, para controlar estos grupos, como por ejemplo, las medidas adoptadas por la Alcal-día Mayor de Bogotá durante el periodo de Luis Eduardo Garzón. Estas medidas de seguridad promovían el ultraje hacia la integridad, un recha-zo y señalamiento social de las personas asisten-tes al estadio, con el fin de establecer un pequeño orden en éste; situación que permite manifestar inconformidad de los distintos actores del fenó-meno social e instaura una deuda por parte de los objetivos revelados por la Alcaldía.

En conclusión, el problema de la intolerancia y el irrespeto a las diferencias no serán solucionadas por medidas de seguridad, sanciones duras y po-lémicas ligeras contra los integrantes de dichos grupos. Éstos sólo pueden ser alicientes para una problemática sin resolver, ya que no sólo se

necesita de lo anteriormente señalado, sino también de un trabajo interdisciplinario que

promueva y fomente la reestructuración en las barras bravas y su cosmovisión,

con el objetivo de incentivar un am-biente dócil en el que se pueda con-vivir y no se hallen más situaciones violentas por los diversos “colores” que diferencian a estos grupos.

Bibliografía

Pere-Oriol Costa, José Manuel Pérez Tornero y Fabio Tropea, (1996), Tribus urbanas: el ansia de identidad juvenil; entre el culto a la imagen y la autoafirmación a tra-

vés de la violencia, 2 ed.; Barcelona: Paidós.

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SOCIOLOGÍA

COLOMbIANIdAd y fúTbOL

Miguel David Santana Rincó[email protected]

X semestre Facultad de Sociología USTA

“El fútbol es el deporte más popular en Colom-bia”. Acudir a esta frase parece ampuloso por la obviedad y saturación de este tema, que ocupa un gran número de páginas semanales y diarias en revistas y periódicos; gran cantidad de energía en las conversaciones populares; portales de In-ternet; discusiones gubernamentales; etc. En este sentido, algo tan multitudinario y globalizado me-rece especial atención, más aún cuando se tiene en cuenta otra frase: “el fútbol es el deporte nacio-nal”. Por tanto, cabe preguntarse por qué es tan popular, al punto de entenderse como un aspecto propio del país.

Esta pregunta ha sido tratada en las ciencias so-ciales, especialmente en los estudios sociocultu-rales; así, por ejemplo, Sergio Villena (citado en Alabarces, 2003) escribe que, por lo menos en América Latina, hay tendencias actuales que con-sideran al fútbol como:

un ritual comunitario, como un drama social o como una arena pública1, como un espacio comunicativo denso en el cual se entrecruzan múltiples discursos verbales, gestuales e ins-

1 Archetti es el pionero en utilizar esta expresión para referirse al fútbol como espacio donde se expresan algunos de los dramas de la sociedad y por lo tanto es un vehículo de la cultura. Ver Archetti, Eduardo. (1984). Fútbol y Ethos. Buenos Aires. Centro de Estudiantes de Filosofía y Letras Secreta-ría de Publicaciones, Universidad de Buenos Aires.

trumentales (gráficos, sonoros, etc.), a través de los cuales los diversos actores participan-tes en el drama, como son los jugadores, en-trenadores, dirigentes, periodistas, hinchas y detractores, expresan apasionadamente sus conceptos y valores no sólo sobre el juego, sino también sobre su vida, anhelos, frustra-ciones y esperanzas.

Tal vez podríamos resumir esta aproximación parafraseando a Geertz y señalando que los estudios latinoamericanos muestran una in-clinación por abordar el fútbol bajo el mode-lo de un “juego profundo” que se constituye en un comentario dramático sobre la vida, en sus dimensiones emocionales, morales e intelectuales2.

De esta manera, si se entiende al fútbol como un rito comunitario, se puede ver que es un espa-cio de celebración, de oportunidad para actualizar los sentimientos, símbolos, tradiciones y lealtades colectivas, que son las que en últimas identifican a una sociedad, en contraposición con otras, las que definen la identidad de un país.

Esa identidad nacional, o lo que se llamará “na-cionalidad”, ha sido una construcción fallida de

2 Alabarces, Pablo. Futbologías. Fútbol, identidad y violencia en América La-tina. Buenos Aires: Clacso, 2003, p.12.

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MOVIMIENTO

cimiento3 individualizado y no colectivo, por múl-tiples y variadas narrativas y por un universo de tradiciones, así como por dialectos e historias uni-ficadas sólo por la violencia o por relatos de paz distantes o vividos y maniqueos.

Entonces, el fútbol, como jue-go patriótico, cada vez más pasa a vivirse en el mer-cado y en la cultura artifi-cial mediática, y las identida-des que lo sustentaban, las lealtades a una institu-ción, el sudar la camiseta como metáfora de la

sangre de los héroes de la patria, el dejar en alto a las regiones y a su gente alcanzando estrellas, o pertenecer a un equipo por perte-necer a una región, todo esto se ha

3 Conceptos de Gilberto Giménez en “Materiales para una teoría de las identidades so-ciales” del instituto de investigaciones sociales de la UNAM. Hacen referencia al afirmar la continuidad de la identidad y hacerla reconocer por otros y al mismo tiempo afirmar la diferencia en la distinción con otros y lograr el reconocimiento de la diferencia.

inclusión de las diferencias a través del tiempo y por la interacción desigual con el complejo desa-rrollo del entorno; pero, otra parte, sí se ha ca-racterizado por poseer un constructo cultural o repertorios de significado con los cuales se defi-ne como socialmente compartida y exteriormente reconocida.

Dicho constructo cultural se retroalimenta en el fútbol, es decir, todos los referentes simbólicos, los colores de las banderas, las razas, la flora y la fauna, los pisos térmicos, la música, las danzas, las maneras de celebrar, la cultura alimenticia, los dichos, los sociolectos, los personajes ilustres, las fiestas, los lugares representativos, la belle-za idealizada, el tipo humano, etc., los recrea el fútbol y actualiza, valida y reproduce, o sea, este juego–ritual–batalla funciona como un espacio para observar formas de vivir del colombiano va-lluno, cachaco, costeño o guajiro, y el cual, cada vez más, se convierte en una cotidianidad gene-ralizada y no sólo reflejo de ella.

No hay que olvidar que el fútbol en sí mismo carga elementos identitarios, respecto a lo cual puede recordarse a César Luis Menotti, técnico campeón mundial con Argentina en 1978, cuando dice: “se juega como se vive”, es decir, que puede verse en el fútbol, en la cancha, en el estadio o en la transmisión televisiva de un partido, un estilo de ser y maneras de pensar que identifican y en las que se identifican determinadas poblaciones. “El fútbol es una ventana y un espejo”.

Sin embargo, no hay que glorificar tanto a este de-porte, porque si bien es cierto que es una de las únicas expresiones de los colombianos en la que su participación es más incluyente y convocante, aún por encima del voto, el relato nacional unifi-cador libre de cualquier expectativa y radicalismo del que podría hacer uso sigue inexistente; ade-más, puede ser deprimente que un deporte sea la única manera de expresión y construcción de la identidad en la cual encontrarse y reconocerse en un “nosotros” inclusivo, a la vez que exclusivo.

A pesar de esto, la identidad colombiana es evi-dente, aun cuando no sea una de la que estemos orgullosos o un modelo a seguir, porque pasa hoy por el autorreconocimiento y por el heterorrecono-

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SOCIOLOGÍA

transformado con los procesos de “transnacionali-zación, comercialización e hipermediatización”4.

En conclusión, esos cambios contemporáneos del mundo y del fútbol han puesto en escena una emergente nacionalidad colombiana o co-lombianidad, definida por una herencia de la cul-tura “narco”; la supuesta y padecida corrupción

vista como normal y con la que hay que lidiar; una evidente autodeslegi-timación, en contraste con países llamados desarrollados; una cons-

tante referencia al copiar lo malo –por ejemplo

la violencia de la barras de Ar-

gentina–

como estigma de la incapa-

cidad de haber tenido un proyecto

nacional autó-nomo y autóc-tono; una ale-gría con tác-

tica, técnica y violencia; y para no

nombrar más referentes que el fútbol deja ver como

nacionales, una normaliza-

4 Villena citado en Alabarces (2001).

ción en la derrota, es decir, cuando la selección está en un momento de gloria o realiza una haza-ña, la marca nacional, y por algunos parte de su identidad5, es perder posteriormente en un bajón del ego creado, lo que hace germinar la costum-bre del fracaso, reflejada en ese volver a empezar característico de la realidad del país.

Bibliografía

Alabarces, Pablo. Futbologías. Fútbol, identidad y violencia en América Latina. Buenos Aires: Clac-so, 2003.

Giménez, Gilberto. Materiales para una teoría de las identidades sociales. Instituto de Investigacio-nes sociales de la UNAM. http://www.insumisos.com/lecturasinsumisas/Teoria%20de%20las%20identidades.pdf. 1997.

Giménez, Gilberto. La Cultura como Identidad y La Identidad como Cultura. Instituto de Investiga-ciones sociales de la UNAM. http://vinculacion.conaculta.gob.mx/capacitacioncultural/b_virtual/tercer/1.pdf.

Martín-Barbero, Jesús (compilador). Imaginarios de nación pensar en medio de la tormenta. Bogo-tá: Ministerio de Cultura, 2001.

Villena Fiengo, Sergio. El fútbol como ritual nacio-nalista. En Ecuador Debate. (nº 43) (Número es-pecial dedicado a “Fútbol, identidad y política”), Quito, abril de 1998.

Villena Fiengo, Sergio. Fútbol, mass media y na-ción en Costa Rica. En: Lecturas educación física y deportes. www.efdeportes.com. Revista digital. (n.10). Buenos Aires: Mayo 1998.

Villena Fiengo, Sergio. Con manos de tierra y co-razón de león. Imaginario nacionalista y futbol en la prensa costarricense. En: Lecturas educación física y deportes. www.efdeportes.com. Revista digital. (n. 13). Buenos Aires: Marzo 1999.

5 Martín de Francisco demuestra una visión particular de nacionalidad en la derrota en los programas de La Tele o El Siguiente Programa y en locuciones de radio del progra-ma de Caracol Rock and Gol.

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MOVIMIENTO

OpINIóN: LO buENO y LO MALO. CrITICAdErA pArA LA rEfLExIóN

Johan Mendoza Torres [email protected]

VII semestre USTA

Mi país… caliente, templado, frío, picante, alegre y con olor a sangre. Igual, no importa; a fin de cuentas la tierrita donde uno nació, donde hay música, fiestas, arepas con hogao y abogados como arepas.

¡Carajo! Qué verraquera es entender cómo los co-lombianos y las colombianas, a pesar de vivir en un país con una violencia configurada social e ins-titucionalmente, logran sobrevivir… en medio de tanta adversidad… en medio de tanta corrupción.

Bueno pues esto parece más el epílogo de este artículo; esta humilde opinión que me he toma-do el trabajo de transmitir gracias a la Revista Movimiento.

La idea aquí es comprender nuestros problemas, sea desde la academia o desde la doxa, pero a partir de nosotros mismos, para pensarnos como solución en la acción y en la reacción, coherentes con NUESTROS problemas, pa’que luego no nos vengan a enseñar a hacer “sancochos gourmet”, sino más bien nos inviten nuevamente al paseo de olla.

¿En qué andamos los colombianos y colombia-nas? Trabajadores y campesinos, intelectuales, actores armados, estudiantes, políticos, perio-distas… ¡mi gente! ¿En qué andamos? ¿Qué de nuestra identidad? Reflexionemos…

Mis disculpas a aquellos que no se sienten inclui-dos; no es que no piense en todos, es que hay que generalizar para que los cambios tomen for-ma, de una u otra forma, indirectamente, aquí en estos grupos sociales cabemos todos y todas.

Trabajadores y campesinos

Lo malo

Es un “todos contra todos” muy berraco; la tierra y la semilla son de pocos. A la gente le toca no tener trabajo o entregarse a las manos de este sistema laboral, que es propio de ese sistema económico de competencia “disque perfecta”. Ése que fue de Frankfurt a Chicago, y de Chicago vino a nuestro país, por allá en 1991, cuando nuestros “lúcidos políticos” no sé por dónde creyeron ver en Colom-

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SOCIOLOGÍA

bia a una inglaterrita o un estadouniditos… Bá-sicamente: no contratos, explotación, no sindica-tos, y si te aburres tienes la libertad de renunciar, pues si no te gustan las condiciones, hay como dos millones que trabajan por la mitad de tus as-piraciones. Es complejo, toca trabajar para comer, no hay tiempo para la protesta; pero una cosa es eso y otra muy distinta es que nos convirtamos en unos cretinos individualistas.

Lo bueno

La invención, el rebusque y la capacidad de se-guir consiguiendo para la aguadepanela, aquí en este país (incluyo campesinos e indígenas), el tra-bajador y la trabajadora colombianos sí son traba-jadores de verdad.

Intelectuales

Lo malo

El intelectualismo (por eso prefiero opinar en tan prestigiosa revista) importa más un debate por saber cuál teoría tiene o no tiene razón. Miles se entregan como fanáticos a autores extranjeros o nacionales, ¡por favor! Es obvio que se tiene que aprender de las grandes obras, pero no para dis-cutir en una refinada charla, o para conquistar a la muchacha bonita (lo digo por muchos viejos ver-des) o para preguntar con ese clásico sarcasmo egocentrista: ¿no has leído a fulanito o a men-ganito? Incluso, el intelectualoide que ya se me está burlando de esta chambonada de artículo, comete el grave error de muchos. NO TOMAR PA-PEL. Pensarnos a nosotros mismos, no como in-dividuos, sino como sociedad. Mejor dicho, devó-rense los libros que quieran, pero ¡trasciendan el saber! En la sociedad… la nuestra.

Lo bueno

Aquellos (as) que entendieron que el conocimien-to y su trascendencia, es decir, su aplicabilidad en la realidad, es la clave que rompe los esquemas. Felicitaciones a acciones como revistas, foros, seminarios, etc., que despiertan la conciencia de muchos y muchas.

Actores armados

Lo bueno

Aquellos (as) que entienden que en este país el plomo de un lado o del otro entre hermanos co-lombianos no justifica ningún ideal hoy en día, sino sólo mueve penosos y rastreros intereses. Felicitaciones a aquellos (as) que dejan las armas o piden la baja.

Lo malo

Los que no se conmueven con los muertos, los que se lavan la sangre con agua y jabón, sin pen-sar en que han matado a un colombiano, a una colombiana. Aquellos que creen que un muerto es un “bandido”, “un cerdo”, “un terrorista”, “un paraco”, “un héroe” ¡somos colombianos; no hay diferencia!

Estudiantes

Lo malo

Muchos tienen el mismo síndrome del intelectua-lismo. El movimiento estudiantil siguió estancan-do en las mismas consignas de los años sesen-ta. ¿Contra el imperialismo Yankie? Noooooo, no seamos tan ingenuos; más bien, contra el impe-rialismo en todas sus formas, porque nuestras ca-lles son mexicanas (Cémex), y cuanta chuchería y porquería que es asiática. Además, la señora Europa, con su cara de buena gente, siempre nos tiene marcando tarjeta. ¡Claro! Europa relajadísi-ma con su chivo expiatorio: los gringos, que no son almitas de Dios. El movimiento estudiantil se quedó estudiando teorías de la tundra o de Ger-mania, para acomodarlas a nuestro país y soñar una revolución que nunca ha llegado. Bueno, y los estudiantes “no sindicalizados” muchachos, mu-chachas, nuevamente, yo insisto, no tomemos la piedra, tomemos papel en la realidad de nuestro país. Uno no abandona el barco cuando éste se está hundiendo.

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MOVIMIENTO

Lo bueno

Esos y esas estudiantes que ven en la academia una gran oportunidad para, en un futuro, lograr sus aspiraciones personales y ayudar de manera crítica y constructiva, desde el campo que sea, a que las cosas en nuestro país funcionen un poco mejor. Felicitaciones.

Políticos

Lo malo

Absolutamente nadie los saca (a oficialistas y opositores) del ideal podrido de la democracia co-lombiana. Esa que lleva ya casi doscientos años intentando, sin éxito, lo más elemental: ser demo-cracia. Pero es que aquí “nuestros comprometidos políticos” ven en este amorfo sistema democrático el mejor medio para mantener su estilo de vida entre risas, alaridos, honorables intervenciones, cócteles, carrazos, escoltas, sueldos descomuna-les, falsas promesas y, últimamente, cumpliendo funciones políticas como si fueran estrellas de la farándula (gracias al dedicado “periodismo” de ri-diculeces como La Cosa Política).

Lo bueno

Los canales alternativos están, muchos ni los co-nocen. Hay buenos políticos que quieren el cam-bio, ¡falta unión! Y mientras no se planteen solu-ciones que le quiten la máscara a nuestra falsa heroína (la democracia) será más lo malo que lo bueno.

Periodistas

Lo malo

Que hagan de una actividad crítica tan necesa-ria para el enriquecimiento de las conciencias de los colombianos, un teatro vulgar, patrocinador de los intereses de los pocos de siempre, tornando los hechos de un color infame y muchas veces descarado… Tal y como se tratan, por ejemplo, temas como el paro de los cortadores de caña o el de los indígenas usurpadores que se meten a las fincas de los buenos colombianos. Véalo por usted mismo (a).

Lo bueno

Bueno, ahí si me perdonarán, pero eso tiene nom-bre propio. Sólo escojo dos que representan al medio masivo por excelencia: la televisión. Y los nominados son: Noticias Uno y Cable Noticias. Sé que hay muchos más, pero los nombro por-que en el caso de Noticias Uno, fueron los más amenazados hace unos años. En agosto de 2005, Daniel Coronell, hasta entonces director del noti-ciero, decidió exiliarse del país junto con su es-posa, María Cristina Uribe, ya que había recibi-do varias amenazas de muerte, incluyendo, entre ellas mensajes electrónicos que, aparentemente, fueron enviados por el ex senador Carlos Náder Simmonds. No obstante, aquí les dejo unas pala-bras expresadas por el mismo Daniel Coronell:

El señor Náder, a quien jamás he visto, estu-vo preso en Estados Unidos por narcotráfico y conspiración. Era amigo e interlocutor habitual de Pablo Escobar y existen varias grabaciones que lo comprueban. Entre ellas, una en la que celebra con el capo el asesinato de Luis Car-los Galán (“Más buen muerto que un hp”, sen-tencia Náder)”.

Y si usted, querido (a) lector (a), quiere investigar o quiere comprobar, bien puede ingresar a la pa-gina www.primerapagina.com sobre periodismo investigativo. ¡Se sorprenderá!

Bueno, no siendo más, reflexionemos. Evidente-mente, nos toca a nosotros, los jóvenes, cambiar, reestructurar, modificar, desde la academia, con conciencia, con dedicación, muchas de las situa-ciones precarias en las que se encuentra el pue-blo colombiano. Y aunque bien se sabe que nues-tra América Latina y muchos países del mundo están convulsionados o poseen incluso situacio-nes más criticas que la de nuestro país, es hora que desde la docencia, desde el estudiantado, la teoría, la práctica, nos pensemos como sociedad colombiana, esa que posee sus propios proble-mas, su propio proceso y que tiene las solucio-nes, no en manos de la escuela europea o de la escuela norteamericana, sino en la vida, la histo-ria y la cotidianidad de su propio pueblo.

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SOCIOLOGÍA

LA dIChOSA prEGuNTA

Miguel Moreno Psicólogo Universidad de los Andes

Grado Cum Laude

¿Por qué a un alemán no le preguntan por Hit-ler y por los millones de judíos arrasados por tro-pas Nazis en la Segunda Guerra Mundial? Eso me pregunto yo, colombiano y estudiante en Eu-ropa, a quien los extranjeros sí le preguntan por Pablo Escobar y por la droga. Parece que el cri-terio que usan los demás para preguntarme a mí por la droga y al alemán por la cerveza en vez de preguntarle por Hitler no es moral, porque los dos, tanto los narcóticos como el genocidio Nazi, son reprochables. La razón podría ser entonces de carácter histórico, porque puede decirse que la Segunda Guerra y sus causas son cosa del pa-sado, a diferencia de la droga que sigue vigente. Sin embargo, el racismo no ha muerto en Europa. Lo digo porque en la semana del 12 de agosto fue asesinado en Londres un joven de ascendencia India por motivos raciales. Y no es un caso apar-tado (skinheads, neonazis). No creo tampoco que el criterio sea la publicidad, porque si bien las dro-gas son protagónicas en medios, con los libros publicados sobre el genocidio alemán se podría hacer una pirámide de las dimensiones de las egipcias; pero, claro está, esa pirámide no sale en noticias.

Si he descartado las opciones anteriores, no sig-nifica que todas y cada una no sean explicaciones válidas para entender la dichosa pregunta; pero no son suficientes, no satisfacen la experiencia y no permiten el quiebre de la pauta (a la pregunta por la droga se responde con vergüenza o rabia).

Optaré, esta vez, por una perspectiva relacional. La estructura de la relación entre el extranjero y el colombiano la entiendo así: el primero se es-tablece como el fuerte de la relación, mientras el segundo recibe la pregunta pasivamente y asume el papel de inferior. Estas posiciones tienen como consecuencia las acciones respectivas: el extran-jero asumirá todo lo que en adelante diga o haga el colombiano como señal de inferioridad; por su parte, el colombiano se sentirá presionado a con-vencer a su interlocutor de su no inferioridad, ya sea por medio de la no aceptación del comentario o por medio de argumentaciones como: “¿Colom-bia es más que eso, dónde me deja los paisajes, el café, la gente, etc.?”.

Creo que esta jaula interaccional nos ha llevado a muchos a optar en algún momento por ocultar nuestra nacionalidad o, en otros casos, por cam-biarla intempestivamente y nacionalizarnos vene-zolanos o peruanos, qué se yo. Y ni siquiera con estas metamorfosis estamos a salvo. No hay un sentimiento más desagradable que el producido por la pregunta de boca de otro latinoamericano. Supongo que es porque uno se siente hermana-do con ellos en estas tierras, donde tanto ellos como nosotros somos extranjeros. De hecho, pienso que compartimos muchos de los mismos males en nuestros respectivos países de origen. Entonces, que uno que nació en medio de unas condiciones tan parecidas saque su dedo para señalar al colombiano narcotraficante es, por de-

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MOVIMIENTO

cirlo menos, decepcionante. Los colombianos es-tamos solos contra el mundo: en cuanto a este tema de la droga, todos se creen con el derecho a culparnos.

Lo que produce este juicio es, sobre todo, impo-tencia y vergüenza, las cuales nos constriñen y cercenan ese hilo fundamental del complejo en-tramado de la identidad: nuestra nacionalidad. Además, todo parece estar dicho, parece que nuestro conocimiento sobre nuestro propio país y su situación es información de segunda, porque el extranjero con droga, Pablo Escobar o guerri-lla, han totalizado y resumido nuestra historia. Pero, ¿cómo oponerse? ¿Negándolo? ¿No es sangrienta nuestra historia? Entonces, el dicho popular cae muy bien: estamos entre la espada

y la pared. Si bien la posición del extranjero es simplista, no podemos traer evidencias sustanti-vas de cambios legítimos y resolución definitiva de los problemas de nuestro país, que en fechas recientes han salpicado (territorialmente, incluso) a nuestros vecinos. Siendo así, todos tienen dere-cho a opinar y a señalar. Entonces ¿Qué hacer? ¿Resignarse?

Sí, es lo mejor. Eso me han dicho algunos, quie-nes se han gastado y desgastado en estos temas durante sus meses o años en esta ciudad. Yo creo que hay otras alternativas. La primera es una re-acción apenas normal; digámoslo de una buena vez: agredir. Es tan ineficiente, porque, primero, demuestra que sí soy familiar de Pablo Escobar o de la guerrilla; segundo, porque el extranjero está

blindado con la actitud aquella de no me importa lo que diga, la verdad la dice BBC. Esta actitud lo libra también de las acciones persuasivas, como los argumentos basados en paisajes, en deliciosos platillos o en el héroe colombiano de nuestra preferencia. Otra opción es devolver el favor, es decir, rastrear a los peores criminales de cada país para estar preparado a contra preguntar al extranjero por el peor criminal de su tierra. Eso sería juego sucio, además qué gastadera de tiempo para encontrarlos y, sobre todo, que conversación más inútil.

En esta búsqueda de una respuesta, se me ocurrió una opción poco con-vencional: presentarse como colom-biano y añadir lo de las drogas. Pero no estamos para tanto, eso sería ci-nismo. Entonces, me he propuesto, provisionalmente, la siguiente res-puesta a la dichosa pregunta: “Sí, dro-gas. Nuestros principales clientes son los países industrializados. El proble-ma se mantiene desde el momento en el que el mundo se dividió en buenos y malos, en países ricos y pobres, en compradores y vendedores”.

Es importante señalar que hasta aho-ra (finales de agosto de 2008), no he realizado la traducción de dicha res-puesta al idioma que el extranjero entiende.

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SOCIOLOGÍA

LA MEMOrIA: uNA pOSIbILIdAd pArA rECONSTruIr NuESTrA hISTOrIA

Liliana Silva [email protected]

VIII semestreFacultad de Sociología USTA

Sin saberlo, el 23 de julio de 2008 sería el último día que vería al maestro Fals Borda con vida. Fue el día del lanzamiento de su último libro titulado la Subversión en Colombia. Precisamente, el mismo día en que se dirigió hacia mí y dos de mis com-pañeros después de haberle entregado dos ejem-plares de la Revista Movimiento, que por equivo-cación en la nomenclatura de la dirección jamás llegaron a su casa (error que ahora agradezco). Recuerdo que nos dijo con su tono de voz que acostumbraba a ser pausado, evocando siempre mucha tranquilidad y respeto: “Los felicito, no se desanimen. Hay que seguir adelante”.

Una vez finalizado el evento, un grupo de jóvenes pertenecientes a la Organización Hijos e Hijas por la Memoria y Contra la Impunidad estaban pre-guntando a algunos de los asistentes el significa-do de la palabra memoria. Cuando se acercaron a preguntarme, de mis labios se desprendieron dos palabras: no olvido. Aquellas dos palabras me llevarían a un profundo cuestionamiento que in-tentaré resolver en este escrito; ¿Qué significado tiene el no olvido en nuestra memoria?

Reflexionar sobre esta pregunta me acercaba a nuestra historia, pues finalmente es en ella donde se reúnen todas las memorias que se han man-tenido y los olvidos que se han sepultado. Pensa-ba en la historia de este país, que pareciera no soportar más infamias y violencia, más muertes y sangre. Este país en el que posamos nuestros pies empapados de injusticias y deshumaniza-ción, desde el día en que la violencia del primer mundo nos arrebató nuestras raíces y nos heredó una historia hecha de retazos.

Esta historia de retazos se ha ido tejiendo con hi-los de amnesia colectiva durante décadas, crean-do generaciones indiferentes y vacías. Generacio-nes sin memoria que olvidan precipitadamente. Estos hilos envuelven hechos inimaginables e in-descriptibles que enfrentan las miles de víctimas que ha dejado este holocausto lleno de muerte, que se repite una vez más en la historia. Fue en-tonces cuando recordé una frase relacionada con la muerte, escrita por el reconocido sociólogo Zyg-munt Bauman: “El amor y la muerte, los dos prota-gonistas de la historia que no tiene argumento ni

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desenlace pero que condensa la mayor parte del sonido y la furia de la vida”1.

La muerte, primera protagonista, con toda su im-posición frívola y violenta, que ha acompañado nuestra historia, apartando de las conciencias el repudio y la verdad, sumergiéndonos en un océano de completo olvido. Un claro ejemplo de la muerte hecha palabra sería una entrevista de Hebert Veloza, ex jefe paramilitar (Alias HH), dada para el diario El Espectador. Estas líneas presen-tarían uno de los testimonios más controvertidos por estos tiempos, pues sus declaraciones han puesto en peligro a varios políticos, empresarios, altos mandos de las fuerzas militares y, en gene-ral, de las grandes élites oligárquicas que deam-bulan entre el prestigio y la desfachatez de la cri-minalidad en nuestro país.

Algunas de las preguntas contenidas en la en-trevista fueron: “De su mano, ¿cuántas personas mató?”, a lo que HH responde: “Muchas. Fueron muchas. Y en general, calculo que mis dos blo-ques asesinaron a 3.000 personas o más. Mu-chos se tiraron al Cauca. Cantidades”. Otra de las preguntas fue: ¿Y cómo hacían para que no flotaran? ¿Es verdad que los abrían y los rellena-ban con piedras?” finalmente él responde: “No. El Cauca se lo lleva todo”. Definitivamente estas pre-guntas y respuestas muestran a la muerte y el olvido como elementos que han prevalecido en esta realidad colombiana. Pareciera que, como el Cauca, una corriente se lleva nuestra memoria, y con ella, nuestra historia.

Sin embargo, volviendo a frase de Zygmunt Bau-man, aparece el otro protagonista de la historia y de la vida: el amor. Ese que se traduce en aquella urgencia de buscar un camino distinto sobre el ho-rizonte incierto, convirtiéndose en una razón para estar en pie sobre esta tierra erosionada por el ol-vido. Una razón que nos permite vernos a los ojos para encontrarnos con el reflejo de la dignidad.

Este segundo gran protagonista ha logrado poner en marcha las posibilidades de creer en algo dife-rente, resistiéndose a una predestinación que pa-rece inamovible; esa que busca sepultar la memo-ria en el olvido de nuestra historia para siempre. Ese protagonista rechaza el discurso avasallador

1 BAUMAN Zygmunt, Amor liquido acerca de la fragilidad de los vínculos humanos, Fon-do de Cultura Económica, pág. 16, Buenos Aires, 2005.

de pugnas e injusticias de nuestros dirigentes, que se hace pan de cada día, reflejo de la sevicia de poder que se ha ido perpetuando en grandes dinastías por años en nuestro país. Discurso del cual los medios de comunicación y la burla “faran-dulesca” hacen uso para vender absolutas verda-des que estigmatizan todas aquellas posiciones que vayan en otro sentido.

Este gran protagonista genera una ruptura fren-te al silencio perpetuo, mediante acciones y ca-minos que conllevan posibilidades diferentes a las del sometimiento, conformismo e inmovilidad. Cuando las sociedades visibilizan y reclaman sus derechos, solidaridades y exigencias como igua-les pertenecientes a una misma historia, se logra sobrepasar la indiferencia y la ignorancia que co-habita en muchas conciencias sumergidas en el olvido, que deambulan sin memoria, sin recono-cer su historia. Ésas que hoy siguen inmersas en un paraíso seguro y democrático, por el que pue-den pasearse tranquilamente.

Es así como podemos ver en el horizonte a los dos grandes protagonistas de la existencia: el amor y la muerte. Esos que han acompañado la historia de la humanidad por siglos y que nos han heredado grandes contradicciones, reflejo de los límites de sensibilidad y deshumanización que componen la condición humana sobre esta tierra.

Estos dos grandes protagonistas se evidencian en nuestra realidad colombiana, cuando recorda-mos a todos aquellos que dejaron un legado para siempre en nuestra historia, como resultado de sus búsquedas entre utopías (no lugar) y “topías” (lugar).

Por tanto, la unificación de estos dos grandes pro-tagonistas se encuentra inmersa en una misma batalla de lucha por transformar lo imposible y ha-cerlo realidad. Pues cuando hablamos de perso-najes como Jorge Eliécer Gaitán, los miembros pertenecientes al partido de izquierda de la Unión Patriótica, el candidato presidencial Luis Carlos Galán, el gran periodista, humorista y critico co-lombiano Jaime Garzón, podemos decir que el amor, como primer protagonista, inspiró sus gran-des ideas y acciones en miles de voces, esas que creyeron en un futuro posible y realizable para la historia; una ya no hecha de retazos, sino cons-

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truida con nuestra memoria, dignidad y justicia. Sin embargo, esta lucha tuvo como contrincan-te al otro gran protagonista: la muerte. Sería ella quien terminaría con la vida de estos personajes, con sus sueños e ideas, que buscaban construir algo distinto. La muerte se apoderaría de una es-pada de hierro que atravesaría su existencia, si-lenciando para siempre la esperanza de su voz y la fortaleza de sus acciones.

Este recorrido me permite volver a mi pregunta: ¿qué significado tiene el no olvido en nuestra me-moria? Puedo decir ahora que el no olvido sig-nifica recuperar lo que se nos ha arrebatado en medio de esta batalla. El no olvido se convierte en la forma de volver a las raíces de nuestra historia, ésas que nos permiten mirar hacia el pasado y ver todo lo que éste guarda; nos permite también reconocer un presente que camina con una co-lumna fragmentada sobre su espalda. El no olvido significa, entonces, reivindicarnos frente a nues-tra condición humana, nuestras raíces, nuestra historia y, sobre todo, ante nuestros sueños, esos que, aunque parezcan utópicos, son los que bus-can trasformar y sembrar futuro.

En palabras de Eduardo Galeano: “La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿Entonces para qué sirve la utopía? Para eso, s i r v e para caminar”2. Es tiempo de trasformar

2 Tomado de http://patriagrande.net/uruguay/eduardo.galeano

nuestro presente reconociendo nuestro pasado, para empezar a tejer un futuro posible. Es tiem-po de reconocer nuestra historia y recuperar para siempre nuestra memoria. Si logramos recuperar-la, será imposible que nos arrebaten la vida, aun cuando la vida se nos haya escapado de las ma-nos, otros podrán seguir caminando, ya sin el ol-vido sobre sus espaldas. Porque mientras la vida no deje morir la memoria, ésta podrá habitar por siempre en quien la recuerde.

Viene a mí una vez más aquella frase del maes-tro Fals Borda, ahora con algo de nostalgia por su partida, pero con mayor admiración por sus palabras: “Los felicito, no se desanimen. Hay que seguir adelante”. Es cierto, no hay tiempo para desanimarse. Ahora más que nunca tenemos que seguir caminando, tenemos que ver al horizonte, recogiendo sin olvido y con memoria los retazos que reconstruyan una verdadera historia.

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MOVIMIENTO

LA NECESIdAd dE uNA IdENTIdAd NACIONAL COLOMbIANA

Fabián Andrés [email protected]

VII semestre Facultad de Sociología USTA

Colombia es un país rico en recursos naturales, con gente amable y muchos sapos y vendidos. Estamos ubicados en América, ¡claro por qué no decirlo, si es nuestro continente! Pertenecemos a una región con una historia triste y desgarradora, que pone a reflexionar sobre las injusticias de la vida y de la sociedad. Hemos sido explotados por más de quinientos años, desde la llegada de los españoles hasta el dominio estadounidense. He-mos sido expropiados de nuestras riquezas, con-denados a ser esclavos del trabajo y sometidos a la ignorancia; pero claro, es fácil decir esto, pero realmente, ¿de quién es la culpa de que seamos un país tan vendido, maleable y fácil de dominar?

La nación colombiana ha sufrido por tantos años que ha decidido tener memoria instantánea, y no fotográfica. Tantos años de guerras y sufrimien-tos han llevado al pueblo a un callejón sin salida, en el que el individualismo es la única forma de salir adelante. La sociedad, el gobierno, la Igle-sia y hasta la familia han perdido su base social y no son más que un estorbo para los intereses consumistas y cada día más egoístas de nuestros hermanos, compañeros, amigos, o como les que-ramos decir, a nuestros iguales. La falta de una identidad real, del reconocimiento del otro y de una solidaridad nos han conducido a encaminar-

nos en un mundo globalizado y neoliberalista, en el que se pierden por completo los lazos de cohe-sión que unen a la sociedad y dejan a los indivi-duos flotando en un espacio tan amplio y diverso que los avasalla y ahoga.

Inmersos en este mundo globalizado, la naciona-lidad y la identidad han perdido su importancia. Al desaprovecharlas, hemos perdido una importante oportunidad, con la cual unirnos y salir de una vez de los problemas sociales tan verracos que nos atañan. No digo que debamos ser todos iguales o que debemos desarrollar una dictadura o imple-mentar una campaña de expansionismo; sólo pro-pongo vernos, reconocernos a nosotros mismos y a nuestros conciudadanos, que comparten nues-tras mismas raíces e historia. Claro, esto iría más allá de Colombia: en toda Latinoamérica somos iguales y pertenecemos a una misma nación.

Esforcémonos para dar a nuestro continente el lu-gar que se merece en el mundo; no olvidemos de dónde venimos y unámonos para construir un fu-turo conjunto en el que los lazos de solidaridad se reconstruyan; replanteémonos nuestro papel en el mundo y qué estamos haciendo para que las co-sas cambien, si es que queremos que lo hagan.

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SOCIOLOGÍA

LA CONSTruCCIóN dE LA IdENTIdAd pOLÍTICA EN LA ACTuALIdAd COLOMbIANA:

EL urIbISMO y LOS MASS MEdIA

Ana María Cuesta LeónJosé Benigno Perilla Lesmes

[email protected] semestre

Facultad de Sociología USTA

Los interrogantes a los cuales este artículo intenta dar respuesta son: ¿es el uribismo una identidad política?, ¿cuál es el papel de los mass media en la construcción del uribismo? Concebir el uribismo como una identidad política colombiana no es fá-cil; sin embargo, siguiendo a Castells, la identidad es “entendida como el proceso de construcción del sentido atendiendo a un atributo cultural, o a un conjunto relacionado de atributos culturales, al que se da prioridad sobre el resto de las fuentes de sentido”1. En el presente artículo se pretende entender el uribismo como una identidad colectiva que, tomando como fuente de sentido al presiden-te Uribe, participa en la construcción de la cultura política en nuestro país en la última década.

La razón por la cual esta identidad determina su contenido simbólico y su sentido para los que se van a identificar con ella; ésta siempre va a tener un lugar marcado por un contexto de poder deri-vado de Uribe. Esta identidad se refleja en la cons-trucción de una realidad social, fenómeno que se

1 Castells, Manuel. La era de la información. Economía, sociedad y cultura. Vol. II El Poder de la Identidad. Ed. Siglo Veintiuno. 2001. p. 28.

dirige en ambas direcciones, desde el sujeto ha-cia el mundo social y viceversa, compartiendo sus formas de vivir, experimentar, sentir pero, sobre todo, de pensar la vida cotidiana en la que vivi-mos, en la cual esa cultura política permite asumir posiciones y tomar decisiones.

Ahora, es importante advertir que el proceso de construcción del uribismo no depende o se limita al discurso del presidente –últimamente orientado a dar continuidad a la seguridad democrática y a reiterar la confianza inversionista extranjera–, sino que implica aspectos como el apoyo político de los partidos de su coalición de gobierno (Cambio Radical, Partido de la U, Conservatismo Colom-biano, Alas Equipo Colombia, Colombia Demo-crática y Convergencia Ciudadana –también invo-lucrados en el proceso de la parapolítica), de los 7,3 millones de colombianos que lo reeligieron2, el respaldo paraestatal de las AUC y de instituciones sociales como la Iglesia, pero, principalmente, de los medios masivos de comunicación.

2 Fuente: www.eltiempo.com

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De ahí que quede en duda si la construcción de tal identidad política sea consciente y democráti-ca, o más bien impuesta y autoritaria, pues cuan-do los mass media se involucran en la construc-ción de tal proceso, inciden en la vida social de los sujetos, produciendo representaciones socia-les en las que el periodista evidencia el mundo como acontecimientos desde la perspectiva que se imponga.

De acuerdo con Paola Londoño, “los medios de comunicación desempeñan un papel protagóni-co, porque son una de las instituciones sociales con mayor incidencia en los procesos de cons-trucción y deconstrucción de sentidos sociales”3. Entonces, el proceso de la construcción de la realidad social depen-de, en gran medida, de la práctica productiva del pe-riodismo; sin embargo, nu-merosas representaciones son sociales, porque son producidas, precisamen-te, por los medios de comunicación.

En consecuencia, se corre el riesgo de que se imponga un discur-so totalmente oficialis-ta, expresado en todos los medios posibles: te-levisión, radio, prensa e Internet, y hasta con co-lumnistas propios, como Alfredo Rangel y Fernan-do Londoño. Aun más, se corre el peligro de que el periodismo quede desle-gitimado como profesión seria y necesaria –así mu-chos no lo quie-ran ver y acep-tar–, pues al no existir un periodis-mo crítico o de oposi-ción, la información divulgada al público quedaría al margen de cumplir los criterios de la ética perio-

3 LONDOÑO, Paola. Las movilizaciones del Primero de Mayo en Colombia y sus repre-sentaciones sociales entre 1991 y 2006. Bogotá, D.C. Editorial y Publicaciones Univer-sidad Santo Tomás.

dística, como la independencia, la imparcialidad, la veracidad, la objetividad y la contextualización.

No obstante, el hecho de que no exista un periodismo crítico o de oposición no es gratis. Esto obedece a que en Colombia aún no hay garantías para ejercer la libertad de expre-sión o de prensa, pues no se tolera la pluralidad de opinión, y quien se atreva a criticar al establecimien-to (uribismo) se ve expuesto a ser silenciado, exiliado, desaparecido o asesinado.

Se tendría que reflexionar sobre el sen-tido que adquiere la verdadera “opinión pública” en nuestro país, donde al pe-riodista –como el caso de Jaime Gar-zón o el de Daniel Coronell son algu-nos de tantos– que denuncia, opina

y asume una posición crítica frente a la realidad debe silenciarse.

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La monopolización de los medios de comunica-ción y sus intereses económicos y sociales per-miten una polarización de ideas y generan un dis-curso que induce a la sociedad civil a constituir fuentes determinantes que inciden con fuerza en la elaboración individual de la realidad social. Esto genera visiones compartidas y explicaciones simi-lares de acontecimientos, es decir, en este caso, una identidad política –que, en resumidas cuen-tas, es la que les conviene–. Lo anterior hace que en Colombia se conciba un escenario mediático coyuntural en perjuicio del periodismo alternativo expuesto al miedo a la verdad.

Si en el país se dieran garantías para el ejercicio libre de prensa, quizás se les diera más trascen-dencia y denuncia a fenómenos tan graves como el de la parapolítica y la yidispolítica, que atentan contra la institucionalidad política y democrática, pero que se presentan como hechos aislados, y no serían equiparados con fenómenos como la farcpolítica y todo lo relacionado al computador de Raúl Reyes, utilizados más como cortina de humo para desviar la atención, que como denun-cia de un caso real y concreto.

Lo anterior es tan sólo un ejemplo de cómo se manipula la información, prohibiendo los comen-tarios sin visto bueno oficial, con lo que el públi-co receptivo queda expuesto a la desinformación y a la mentira, y, asimismo, del papel estratégico de los medios como instrumentos eficaces para la construcción y reproducción de identidad política uribista, ya sea favoreciendo o elogiando la figura presidencial –revelando sondeos y encuestas que supuestamente reflejan los más altos niveles de popularidad en los últimos cincuenta años, igua-lando o superando la imagen del general y dicta-dor Gustavo Rojas Pinilla–, o creando mala ima-gen de sus opositores, al reducirlos a terroristas.

Estos discursos son demasiado graves, ya que no sólo legitiman la violencia, sino que exponen a to-dos aquellos que opinan diferente como blanco

de guerra. En otros casos, esta clase de accio-nes tiende a negar hechos violentos, y justificar y alterar sus causas. Así es como se explica en este país cómo, después de casi veintidós años, se investigan los hechos sucedidos en el Palacio de Justicia, que en su época los medios de comu-nicación no cumplieron con su deber de informar, por las órdenes de la ministra de entonces, Nohe-mí Sanín.

De esta manera, el uribismo encuentra en los me-dios un espacio apropiado para su desarrollo, so-bre todo con el intenso seguimiento al discurso presidencial, que abarca desde la presentación y trasmisión de sus Consejos Comunitarios (en los que se refleja la imagen de un líder que solucio-na todos los problemas del país), hasta la de sus intervenciones periódicas, en las que, cuando el Presidente de la República, doctor Álvaro Uribe Vélez, se dirige a los colombianos, la programa-ción habitual, televisiva y radial, se interrumpe, dando lugar a una especie de ritual político que sacraliza su discurso.

Pero, aunque todos los medios sean oficialistas, de alguna manera existen variaciones en el ma-nejo del lenguaje. Es evidente la forma como las cadenas (radiales y televisivas) de mayor sintonía en nuestro país mantienen una línea a favor del gobierno actual en cada de sus emisiones de sus noticias; pero en algunas, se usa un lenguaje más moderado y prudente, es decir, no tan comprome-tido, a diferencia de la competencia, que mantie-ne un discurso descarado y ciegamente uribista, centrando las noticias en temas como el terroris-mo y las relaciones diplomáticas, con lo cual des-pliega una visión política estrecha de la realidad social, orientada a llamar la atención por medio de los hechos propios de violencia política. Esto hace que se deje a un lado el deber de informar profesionalmente al público receptivo, y, por tanto, que se impida y obstaculice el desarrollo de una comunicación en pro de la construcción de una verdadera democracia.

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rEpESENTACIóN EN

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SOCIOLOGÍA

dE LA rEprESENTACIóN A LA ACCIóN COLECTIVA

Catalina Vargas [email protected]

IV semestreRepresentante Facultad de Sociología

Los jóvenes no son hoy simplemente la esperanza del futuro, sino el punto de emergencia de una cultura a otra, que rompe tanto con la cultura basada en el saber

y la memoria de las ancianos, como con aquella cultura cuyos referentes, aunque movedizos, ligaban con los patrones de comportamiento de los jóvenes a los de los padres que,

con algunas variaciones, recogían y adoptaban los de los abuelos.Margaret Mead

Para entender hoy el concepto de juventud, es necesario comprender la actual reorganización que se está dando en los modelos de socialización y de crianza:

ni los padres son ahora el único patrón de las conductas, ni la escuela es el único lugar legitimado del saber,

ni el libro es el centro que articula la cultura.Jesús Martín–Barbero

La historia nos hace pero no nos defi ne

A través de la historia hemos podido identificar los procesos de socialización juveniles que marchan al compás de las necesidades y demandas so-ciales. En el ejercicio de dichos procesos se han creado y legitimado alternativas de solución den-tro de la caja de herramientas que posee el jo-ven como actor social, para así luchar por el for-

talecimiento del individuo como fundamental en la construcción de país.

Década tras década –la historia lo demuestra– la pala, el azadón, el martillo, el ladrillo, las armas y hasta los libros, han estado al frente de los sueños por la transformación, lo que ha creado un imagi-nario colectivo de una juventud activa en cuanto a la participación ciudadana. Actualmente, somos

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MOVIMIENTO

otros los llamados, son otros los espacios, otros los objetivos y también las herramientas. Conta-mos con una historia que nos ayuda a detectar errores, fortalezas y pasos a seguir; entre ellos, entender que no podemos continuar ciegamente la línea vertical de la cultura heredada, pero que tampoco podemos desconocerla. Se trata de de-construir lo existente, haciendo parte de, ejercien-do, exigiendo y considerando las diversas cons-trucciones humanas que se fundamentan en tres dimensiones: la ética, la po-lítica y la humana, que ad-quieren sentido cuando se nutren del ejercicio de los valore y las relaciones de equidad entre los individuos.

En este aspecto, debemos dirigir nuestro actuar hacia dos fines: primero, romper con el paradig-ma “natural” de la mirada hacia el joven como dis-perso, vulnerable, en riesgo, carente e inestable, lo que genera las condiciones para ser cataloga-dos como un peligro social; y segundo, demostrar que las vías de legitimación de nuestro quehacer son la fuerza de las ideas, de las palabras, de los cuerpos, de la voz, y la capacidad de llegar a fines societales a través de medios no violentos pero que no carecen de fuerza y contundencia.

Nuestro perfil

Si bien a partir de la Constitución de 1991 y las di-ferentes leyes de juventud existentes los jóvenes ganamos visibilización, el sentido político empie-za a transformarse positivamente. Así, la partici-pación juvenil ciudadana se ve reflejada en diver-sas formas: política, social, comunitaria y cultural-mente, y los jóvenes transitamos estos caminos espontáneamente, como respuesta a nuestras necesidades y expectativas.

Entonces, damos cuenta de que la percepción de lo político en los jóvenes hoy se distancia de las formas tradicionales de democracia represen-tativa, y aprendemos a sentarnos con el otro sin llevar el arma atrás y con las dos manos pues-tas adelante en señal de construcción colectiva y conquista conjunta. Hemos ido comprendiendo que en la vida no nos regalan nada: todo se lu-cha, se gana; por ello, debemos ser constructores

y partícipes también, células fun-damentales de un gran organis-mo: la sociedad.

Hoy podemos decir que, como estudiantes, hemos logrado la construcción de grandes y só-lidas bases que nos ayudan a consolidarnos como individuos y como comunidad. Que estos lo-gros han sido el alcance

desde procesos en los que debemos se-guir siendo fundamenta-les y reconocer que los espacios obtenidos en medio de la lucha con-tra una desesperanza heredada y aprendi-da no deben hacer representacio-nes de un indi-viduo, sino de nuestra ima-gen como

Facultad, como jóvenes y sociólogos, en escenarios de toma de decisiones.

La transformación y creación de nuevos medios para expresarnos están germinando, y

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SOCIOLOGÍA

la Representación Estudiantil, la Asamblea Per-manente de Estudiantes de Sociología, la Revis-ta Estudiantil Movimiento, el Programa Radial, los Cine foros y Cine muros, los Semilleros de Investigación y el Centro de Pluripensamiento, más que ser manuales o recetarios, son puertas abiertas a la comunicación y el intercambio de

ideas críticas en torno a las po-sibilidades que tene-

mos para transfor-mar cultura; son una construc-ción de todos, y por ello de-bemos seguir siendo proac-

tivos, propositivos e integradores, pues son espa-cios de estudiantes para estudiantes.

Lo anterior debemos asumirlo como un compro-miso que requiere la mayor conjunción de esfuer-zos y socialización de experiencias, en aras de ir identificando, a través de múltiples vivencias y metodologías, un conjunto de estrategias que ha-gan posible llevar a la práctica estas expectativas, y de nosotros depende que sean certeras.

El deseo para este nuevo periodo de represen-tación es continuar contando con la participación activa de todos los estudiantes, sus ideas y sus manos, para crear y, de esta manera, hacer efec-tivos nuestros derechos, partiendo de que nues-tro deber es soñar, creer en nosotros mismos y responder a las expectativas sociales que sobre nosotros existen.

Finalmente, es indispensable agradecer a la Re-presentación y a la Decanatura anteriores, pues con su esfuerzo lograron que se pudieran pro-

yectar y materializar ideales a presente y a futuro, y a cada uno de los estudiantes, que con su compromiso han per-

mitido que la voz del estudian-te se legitime. Así, seguros de

que contamos con su apoyo, el de la nueva Deca-natura y Cuerpo Docente, hacemos constar que nuestro compromiso para con el desarrollo de una educación y vida con calidad es permanente.

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MOVIMIENTO

IdENTIdAdES ALTErNAS, TOdAS LAS VOCES, TOdOS LOS TEMAS.

dISCuSIONES SIN LÍMITES

Emisora estudiantil Identidades [email protected]

Sociología USTA

Identidades Alternas es un espacio de difusión de información, de temas que comúnmente no son conocidos o de los cuales las personas co-nocen muy poco. Definitivamente, es un espacio para que toda la comunidad encuentre un lugar donde puedan plasmar sus ideas, inquietudes, opiniones, inconformidades, etc. Es una forma de expresión de la diferencia, la capacidad de reco-nocernos, sentir y pensar como pertenecientes a un marco de construcciones de sentido e interpre-taciones en el lecho de la comunicación dialógica. Se diferencia una identidad alterna frente a una de tipo ortodoxo, porque son apuestas novedosas que rompen lo consuetudinario y la habituación a una forma clásica o tradicional.

El término “identidad” es antiguo, y hace referen-cia a la continuidad de algo, en contraposición a la variedad y el cambio. La consideración más socio-lógica de la identidad personal ha sido iniciada por el interaccionismo simbólico, que muestra cómo son los procesos sociales de construcción de la identidad social, a partir de la distinción entre “yo” y “él”, mientras que el concepto de “alterno” se re-

fiere a otra opción de expresión, a otra forma de utilizar los sentidos del ser humano como tal.

La idea nace a partir de un consenso entre las facultades de Comunicación Social para la Paz y la de Sociología, de la Universidad Santo Tomás, al hacerse notorio el uso de uno de los medios de la institución por parte de la mayoría de los estudiantes de comunicación. De allí, surgió la idea de que la Facultad tuviese su propio progra-ma radial, pero no se quería que fuera igual o tan mecánico como la mayor parte de los programas. En realidad, se buscaba algo alternativo, y una de las ideas fue que en dicho programa participaran estudiantes, quienes le dieron un poco de diná-mica. Fueron llamados alumnos que, de alguna manera, se sentían lo suficientemente vinculados con los medios de comunicación y el tema de lo alternativo, para que hicieran de este programa algo real, es decir, para presentar una nueva al-ternativa de discusión en la Universidad sobre te-mas relevantes en la comunidad, formando una conciencia social. Asimismo, es centro de debate en busca del entendimiento común para la tole-

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SOCIOLOGÍA

rancia en torno a temas que, muchas veces, los estudiantes o

profesores prefieren no mencionar.

Identidades alternas es para que todos los estudiantes, profesores y administrativos tengan un lu-gar de convergencia donde po-damos dar a conocer, entender

y explorar territorios en los cuales no hemos estado, identidades que no conocemos. De igual manera, este sistema sonoro

es para que se difunda la diversidad de culturas,

de prácticas y nos demos a conocer como estudiantes

activos de la Facultad de Socio-logía y de la Universidad San-

to Tomás. Se quiere que sea una alternativa de camino para que salgan a la luz pública, para que en la metrópoli se tengan en

cuenta todas las opinio-nes y sean escuchadas y

comprendidas, desde el punto de vista sociológico, junto con to-

das las otras disciplinas.

Identidades Alternas son los estudiantes, los do-

centes, las directivas, las culturas, las per-sonas que tienen una conciencia críti-ca de los diferentes problemas que ago-bian a la sociedad y aportan soluciones que también hacen que pueda surgir de

alguna manera. Lo que principalmente se busca con este nombre es que los oyentes encuentren en ellos mismos cuál es la identidad que poseen y que la den a conocer para no quedar en el mismo sitio de siempre.

A pesar de ser un programa radial que apenas esta surgiendo en la Facultad de Sociología, es un espacio que se ha ganado para que los es-tudiantes podamos expresar algunas inquietudes sobre el tema que se esté tratando, según el día que se esté transmitiendo y dependiendo de la temática de la cual se esté hablando. Este pro-grama aporta conocimientos básicos sobre algu-nos temas que son desconocidos para muchos estudiantes, de manera totalmente alternativa y sin tradiciones ambiguas de lo que debe ser un programa, y más si es radial.

Este espacio aporta posibilidades de dar a cono-cer contactos importantes para el desarrollo de tesis, aporta experiencias de vida y, de la mano proyectos que aún no se han dado conocer, pre-senta música que no es comercial, pero que es igualmente valiosa para las culturas y más aún cuando se trata de una tan rica en variedad como la colombiana.

Lo que se pretende es que no quede en un simple programa radial de la Facultad, sino que se pueda expandir a otras facultades y a otras universida-des, para que podamos conocer los aportes de otros estudiantes, docentes o directivos, que es-tén interesados en participar.

Finalmente, invitamos a toda la Facultad de So-ciología, a toda la comunidad estudiantil y aca-démica, y también a todas las personas que ten-gan la posibilidad de escuchar el programa, a que compartan sus ideas, opiniones, inconformidades e inquietudes, y no las guarden. Para eso se ganó este espacio.

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SOCIOLOGÍA

A MI AMAdO, juLIáN jAVIEr

Pedro Nel Prieto Anacona

No surcó mi mente vivir el horror,Si siempre vivimos fraternalmente,Buscando alianza solidariamente,Y la constancia era evitar el dolor.

Advertimos, lúcido en ti, pundonor.Las humanidades constantemente,Las sociedades insaciablemente,Tu ímpetu en ello, frenesí, tu pudor.

Combinaste con la música y el amorDenodado interés por la lecturaFilósofo, sociólogo con furor.

No comprendo cómo huiste con premura,Dejándonos sumidos en el horror,Con las bestias que asieron tu bravura.

LAS hOrMIGAS

Miguel [email protected]

Psicólogo de la Universidad de los Andes

Grado Cum Laude

Las hormigas caminamos, cargando sobre nuestro cuerpo el doble de nuestro peso en sueños.

Las hormigas leemos el periódico mientras nos internamos en las profundidades de la tierra,

en donde yace una red inmensa que podríamos llamar metro.

Las hormigas trabajamos como hormigas para la complacencia de un zángano o dos, y para el

regocijo de una reina.

Las hormigas vamos y venimos en grupo, sin saber a dónde llegaremos ni qué significa nuestra acción

en conjunto.

Las hormigas estamos debajo de las piedras, asomadas en el árbol, inmersas en el mar del

tiempo.

Ser hormiga es ser del mundo, es ser del tiempo; es, sobre todo, ser insecto.

pOEMAS

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MOVIMIENTO

CAIGO

Emilio Torres VII semestre

[email protected] Facultad de Sociología USTA

Caigo en el abismo de tus ojos, caigo en el abismo profundo de tu piel.Tus labios, tu lengua; mientras voy cayendo en llamas pienso y sé que cuando caigavoy a morir, pero no me importa, porque lo único que me importa es que mientras caigoen el desconocido vació de estrellas blancas puedo sentir el viento helado de tus ojos, el calor de tupiel, el sabor de tus labios y el fuego de tu lengua, que me calcina, desintegrándome en pequeñaspartecitas antes de que caiga evitando el dolor de mi muerte.

CALLAN

Emilio Torres VII semestre

[email protected] Facultad de Sociología USTA

Un mundo donde los cerdos comen perlas; Donde la conciencia de cada quien y cada cualSe reduce, se minimiza en su máxima expresión;

Donde el joven alienado, el adulto enajenado, el viejo encajonado;Encajonado, donde el hambre desgarra las tripas de millones y

Millones a quienes callan, millones a quienes violentamente callan,Millones que hablan y hablan, pero no se dan cuanta de que callan;

Callan la voz que desde las entrañas de la tierra emana,Que llama a encender la llama de la conciencia universal, de la dignificación

De la vida, el amor a la muerte y el inconmensurable poder del verdadero silencio.

Donde el sólido vacío, el vacío comprimido, la verdad y realidad sujetas por trasparentes fibras.

Al centro de todo, lo concreto inconcreto, lo establecido por establecerse, lo dado por darse; Donde la mente huyó en un acto de valentía al precepto;

Donde ella abandonó el concepto, la dualidad y el antagonismo. Los licuó y sólo quedó el uno.

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SOCIOLOGÍA

LAS MIrAdAS, LAS SONrISAS

Diana Milena Rodríguez [email protected]

Socióloga de la USTA

Desde que llegué aquel lugar, sentí una mirada penetrante que iba y venía. No era la primera vez que sentía esa mirada; sólo sabía que era la mis-ma. Con curiosidad, empecé a observarla y acer-carme a ella, o más bien a él. Pasaron los días y cada tarde nos encontrábamos. Sentados a una mesa, nos dimos cuenta de las conversaciones que podíamos sostener, muy educativas y entre-tenidas. Las risas, las sonrisas… Las manos se cruzaban en el aire, en el aire pesado y tibio de las tardes y noches en las que nos encontrába-mos a desbaratar las vidas ajenas. Pero qué im-portaba, ya habíamos logrado pasar de las mira-das, a la silla, de la silla a la risa, a las manos y a los cuerpos cercanos.

Pronto logramos salir de ese lugar. No todas las tardes y noches podíamos estar en lo mismo; ha-bía que dar otro paso, había que salir, salir y pro-bar otros aromas de otros lugares, de otras gen-tes de otras vidas. Pero esa salida, en esa noche, no fue lo que mis sentidos quisieron, no fue lo que mi vida quiso.

Salimos una noche cualquiera, no pensada, no planeada, en aquel lugar. Sí, las sonrisas, la mú-sica, el aire turbio, la oscuridad nos acercaron. Salimos de prisa sin rumbo, o por lo menos yo no lo tenía claro. Pasamos la gran avenida, ca-minamos por detrás de un cementerio. Después del cementerio me imaginé que no era bueno, ¿o sí? Ya no sabía él; sólo sonreía y me llevaba de su mano. De un momento a otro entramos a una zona deprimida de mujeres tristes, golpeadas y abandonadas por el tiempo, pero en la noche lo que único que vi, en medio de tanta oscuridad, fueron sus sombras tristes y abandonadas, y sus palabras –Papito, venga, ¿cuánto me da?, ¿para dónde van? Vengan, hay para los dos–. Camina-mos por las calles destapadas; alrededor de no-sotros construcciones iguales que estas mujeres. De prisa, él timbró en una puerta amarilla de rejas blancas y se escuchó una voz fría –entren, pero no hay luz–. Sólo eso llegó a mis oídos; fue lo que

CuENTOS

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MOVIMIENTO

alcancé a escuchar: ¡Entren, pero no hay luz! Y yo no entendía, en medio de una gran ciudad ¿que no hay luz?; pero en el resto sí. Finalmente, en medio del –vengan que hay para los dos– qué más da, casi me metí de primeras.

Luego, con vela en mano, jabón, toalla, papel hi-giénico, y detrás de una señora gorda, mal pei-nada, mal vestida, todo mal. Caminamos por un zaguán largo y estrecho. El olor a humedad fue lo primero que sentí; luego, los sonidos, las voces y los ruidos de las piezas –Sí, sí, más, más– y hasta sollozos. Finalmente, la nuestra: una pieza pequeña, imagino que igual a las otras. Pegada a la pared el catre (sí, no merecía otro calificati-vo, ¡catre!), las paredes húmedas, una mesa de noche, unos espejos. Sentí que ya no quería es-tar allí; pero ya estaba tarde para un no. La gorda preguntó: –¿Cuánto tiempo?, ¿es por horas?–. Él pago y cerró la puerta. Las cobijas y las sábanas estaban viejas, de mal olor. Finalmente, pasó de-trás de un cementerio, a la luz de una vela, en medio de la humedad, del mal olor, por encima

de las cobijas viejas en pleno centro y debajo y al lado de los espejos.

Cuando terminó lo que empezó en el encanto de las miradas, él se levantó. Se llevó el medio rollo de papel higiénico junto a la vela. Entró al baño, se sentó en la tasa y lo vi cagando a través del espejo. Terminé de ver al ser humano en todo su esplendor. Recordé los ruidos de afuera, –sí, sí, más, más–, el ruido de los catres, las mujeres ol-vidadas, el –vengan, hay para los dos–, la gorda de la puerta y sin luz. Deje salir mi llanto, levanté los ojos y él seguía pujando en la tasa. Qué des-composición, de la ciudad, de las calles, de noso-tros, del ser humano y, en especial, la mía.

Casi no me visto de mi horror, huí y me encon-tré con una gran avenida, espantada, aterroriza-da. Miré la figura del cementerio y en la entrada leí una frase en latín que ni intenté adivinar qué decía. Él, detrás de mí, extasiado, saboreándose, oliéndose. Tomé el taxi; llegué a mi casa y nunca más lo quise recordar. A él no lo volví a ver. Deje de creer en las miradas y las sonrisas; es más ya ni miro ni sonrió.

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SOCIOLOGÍA

Colgado de un hilo flota en el aire, suspendido del techo en una viga de madera, suspendido el pa-jarito de papel amarillo, sólo la melodía del tic-tac recuerda la presencia del caminar vagabundo del tiempo, con sus muchas veces invidente impacto sobre la materia. Tiempo, música, melodía adheri-da a la abstracción del hombre; tiempo suspendi-do y colgando de un hilo como el pajarito de papel amarillo.

El pajarito, elaborado por unas manos que hicie-ron múltiples dobleces a aquella hoja de papel amarillo, forma a ésta casi mecánicamente en la memoria de una maternidad distante.

Perfección milimétrica en cada dobles, milimétrica recapitulación de una madre, que un oscuro día y sin mayor oficio que hacer se sentó frente a él, mirando sus grandes ojos azules grisáceos, indi-cándole paso a paso con armónicos movimien-tos, a pesar de su frenético pulso, sobre la hoja de papel que en menos de tres minutos trasmutó en una abstracción de animalidad humanizada: el hermoso pajarito de papel amarillo.

Luego, una puntiaguda aguja metálica con un hilo blanco enhebrado, atraviesa la frágil coronilla del pajarito, una cinta adhiere el hilo a la viga de madera.

Pasaron un par de días y el pajarito sigue suspen-dido dando vuelta y balanceándose cada vez que era tocado. Volaba por un toque de quien recibió este pájaro como regalo; volaba sin mayor esfuer-zo; volaba por sutiles soplos de vientos que se dilataban por la ventana; volaba mientras el hilo enrollaba y desenrollaba y la danza del tic-tac ha-cía eterna cada vuelta que daba.

El lugar del pajarito de papel era 80 centímetros por encima de la cabecera de la cama, en con-secuencia, siempre antes de dormir el hombre le daba un pequeño golpe dejándose arrullar por su movimiento hipnótico, mientras él volaba suave-mente y de manera fiel hasta la entrada de los sueños. En la entrada frenaba su vuelo en seco, se suspendía inmóvil y perdía su mirada en el in-menso espacio astral.

Así, esta estática de papel amarrillo acompañó por varias noches al hombre, y cuado éste des-pertaba ahí estaba la quietud dinámica 80 centí-metros sobre su cabeza.

Hasta que una mañana el hombre despertó con sus ojos hinchados y la boca seca como todos los días, rasco sus ojos suavemente como un método para establecer contacto con lo físico, tras salir de los universos astrales de sus sueños. Entonces, para su sorpresa, observó la descontrolada agita-ción del pajarito, de una lado para otro.

quIETud dINáMICA dEL pAjArITO dE pApEL AMArILLO

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MOVIMIENTO

Movimientos pendulares; el pajarito ya no daba vueltas, ya no hacía caso al enrollar y desenrollar del hilo, iba de un lado a otro en la misma firme y rígida posición, con el pico hacia el Oriente y la cola hacia el Occidente. Cua-do subía hasta lo más alto del Oriente se de- volvía, dándole la espalda al Oc- cidente. No era natural de un sim- ple inanimado pajarito de papel. Aquí no había ni vientos del Sur ni del Norte que explicasen semejante fenó-

meno, no por lo extravagante o desorbitado, sino por el contrario, por su perfección en el planeo, su armonía pendular, su quietud dinámica.

Así pasaron unos minutos durante los cuales la mente del hombre se empezó a nublar de espe-culaciones, suposiciones y racionalizaciones que empelotaron todo su ser, aturdido por la belleza de tal acontecimiento, por la emocionante volup-tuosidad del sentimiento hacía la presencia de lo inexplicable… Continuará.

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SOCIOLOGÍA

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MOVIMIENTO

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Page 76: Cultura e identidad desde un marco contemporaneo

MOVIMIENTO

ExpoArtesanías

Lugar: CorferiasFecha: 4 al 17 de diciembre

Las letras y naturaleza leen en voz alta para ti

Lugar: calle 20 N 2–91 EsteCasa Museo Quinta de Bolívar(Centro de Documentación de

la Quinta de Bolívar)Fecha: 8 de julio al 16 de

diciembre de 2008Informes: 2846819 / 3366419

La mirada íntima

Nacional de ColombiaCra. 7 # 28–66

Fecha: 24 de septiembre al 23 de noviembre de 2008

Hora: 10:00 a.m.Adultos $3.000

Estudiantes $2.000Niños mayores de 5 años y con

carné del Sisbén: $1.000Informes: 3348366

Ciclo de Conciertos - Música de Cámara

Lugar: Sala Otto de Greiff, Calle 39 bis # 14–57Fechas: Catalejo Duo: 11 de noviembre de 2008

Attaca Ensamble: 18 de noviembre de 2008Hora: 7:00 p.m.

Ciclo de conferencias

Lugar: Biblioteca Luis Ángel Arango Fecha: 25 de noviembre de 2008

Conferencia: Jotamario Arbeláez: Mi experiencia con los libros, los licores y las

mujeres y Jaime Espinel: Alguna noche de un sueño profundo

Hora: 7:00 p.m.

76

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Conferencia: Patricia Ariza hablará sobre Las dadaístas, y

Elmo Valencia, sobre El nadaísmo y la generación Beatnik.

Lugar: Biblioteca Luis Ángel ArangoFecha: 26 de noviembre de 2008

Hora: 7:00 p.m.

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SOCIOLOGÍA

Los Nadaístas

Lugar: Biblioteca Luis Ángel ArangoFecha: 27 de noviembre de 2008Remembranza de Amílkar U. y

Eduardo Escobar Hora: 7:00 p.m.

Elogio de la lectura

Lugar: Auditorio del Centro Cultural Gabriel García Márquez. Fecha: 16 de octubre 2008 – 20 de

agosto de 2009Doce encuentros literarios con autores nacionales e

internacionales. Hora: 6:30 p.m. Entrada libre

Le couperet, La grande illusion, Mondovino, (Subtituladas en

español).

Lugar: Alianza Colombo–Francesa de Bogotá

Sede Cedritos: Av. 19 # 134A – 39Fecha: 27 noviembre y 11, 21 de diciembre

de 2008Hora: 6:30 p.m.

Informes: 341 13 48 – 334 22 63, ext.: 204Alianza Colombo Francesa

Page 78: Cultura e identidad desde un marco contemporaneo

78

MOVIMIENTO

Danza Contemporánea

Temporada de RepertorioLugar: Fundación Corriente de Aire,

FundaireCarrera 1 No. 15–92 apartamento 202Fecha: jueves 4 de diciembre de 2008

al sábado 6 de diciembre de 2008Informes: 57 (1) 341 96 92 / 313 477 83 69

[email protected]

Exposiciones temporales

Lugar: Museo Nacional Cra. 7 # 28–66

Gabinete de Miniaturas La miniatura inglesa en Colombia

La mirada íntimaInformes: 3348366

Entrada Gratuita, el último domingo de cada mes

Gabinete de Dibujo y Artes Gráficas

Lugar: Museo Nacional Carrera 7 # 28–66

Fecha: hasta el 23 de noviembre 2008Informes: 3348366

Entrada Gratuita, el último domingo de cada mes

Francia en la mira: médecines du nord et du sud: les liens de recherche – documental

(subtitulado en español)

Lugar: Teatro Albert CamusAlianza Colombo Francesa Sede Centro

Cra. 3 No. 18 – 45Fecha: viernes 21 de noviembre de 2008

Hora: 6:30 p.m.Informes: [email protected]

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79

SOCIOLOGÍA

Todo queda en familia

Lugar: Museo Nacional Carrera 7 # 28–66

Fecha: hasta el 7 de diciembre 2008 Informes: 3348366

Entrada Gratuita, el último domingo de cada mes

El Almirante Padilla

Lugar: Teatro Colón Fecha: hasta diciembre 2008 ¡Se inaugura el Museo!, 60

años en el Panóptico

Lugar: Planetario Fecha: hasta diciembre 2008

Casa Republicana: Historia natural y política, Conocimiento

y representación de la naturaleza latinoamericana

Lugar: Biblioteca Luis Ángel ArangoCalle 11 # 4 – 14,

Teléfono: 3 43 12 12Fecha: hasta el 12 de enero de 2009

El jeque Popón de Ubaque

Lugar: Museo del OroCalle 11 # 4–14

Fecha: hasta diciembre de 2008

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MOVIMIENTO

CLASIfICAdOS EN

Samadhi Berimbau

Escuela de Artes Marciales Mixtas Capoeira, salud con ritmo y movimiento

Barrio Modelia, avenida calle 22, con cra. 82, esquina, segundo piso

Teléfonos: 8119129 / 3112683404 / [email protected] / [email protected]

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Guarida de trasguesoresChapinero: Cra. 7 # 55-20

Centro: Cra. 7 # 23-56 L- 206 /7 Teléfono: 5999249

MAS Producciones

Centro de arte digital Grabación digital, edición digital,

copias en VHS, DVD, etc.Proyectos académicos, talleres de

fotografía, video y edición. Teléfonos: 7599972 / 3142354709

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Page 81: Cultura e identidad desde un marco contemporaneo

81

SOCIOLOGÍA

¡Identidades Alternas!

Todas las voces, todos los temas,¡Discusiones sin límites!

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El Güiro Artesanal

Diseños artesanales variados y originalesMuñecotes y figuras, accesorios para el cuerpo, lámparas… y lo que encargue

Informes: Esteban IzquierdoTeléfono: 3115480173

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Fundación para el Desarrollos Cognitivo, Social y Comunitario

“Vórtice”

Consultarías, investigación y planeaciónInformes: Mario Martínez, Giovanny Urrea y

Andrés Peñ[email protected]

Asesorías de inglés

Informes: Dalí Martínez Teléfonos: 3133917841 / 8046358

[email protected]

La Ajisoza de Lux

Billeteras, monederos, bolsosInformes: Emilio Torres Teléfono: 3163186626

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SOCIOLOGÍA

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