Cuento: ¡vuela, pato, vuela!

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Había una vez una fábrica en la que nacían miles de patos al día. Al cuidado de estas aves estaban las caimanes, quiénes se encargaban de apretar los botones y palancas que hacían funcionar las gigantescas máquinas, mientras que los patos iban pasando por las cintas transportadoras hasta llegar a un camión que los llevaban hasta la ciudad, donde vivían en una bonita casa.

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El patito se asustó y comenzó a dar vueltas por aquel lugar, pero todo lo que veía eran máquinas muy grandes y con muchos colores.

Pero un día, uno de los huevitos rodó y rodó hasta que cayó al suelo, donde nació solito y sin ningún amiguito.

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Al ver que no se encontraba con nadie rodeó una máquina y para su sorpresa se encontró con uno de los caimanes que estaban al cuidado de aquellas máquinas, quién lo agarró, lo metió en su maletita de la comida…

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…y salió de la fábrica.

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Efectivamente, se lo quería _ _ _ _ _.

El caimán se llevó al patito a su casa para cuidarlo y darle mucha comida.

¿Alguien sabe para qué quería el caimán que el patito se pusiese muy pero que muy gordito?

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También bailaba cuando su amiguito el caimán venía de trabajar.

¿Cómo bailaba el patito?

El patito se lo pasaba muy bien cuando se iba el caimán a la fábrica a trabajar porque se ponía a comer palomitas.

¿Cómo comía el patito palomitas?

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A medida que pasaban los días más se querían y menos pensaba el caimán en comerse a su amigo el patito, pero un día fueron a comer a un bar y el caimán se pidió para comer pato.

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El patito al escuchar esto se puso muy triste y aprovechando que no estaba el caimán en casa, se marchó.

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El patito se encontraba muy solo por aquellas oscuras calles cuando de pronto se encontró un bar, donde el camarero era un patito como él, y se puso muy contento, pero…

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…aquel patito no era de verdad sino que era una marioneta manejada por un caimán muy pero que muy malo porque se lo quería comer.

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Pero cuando llegó el caimán a casa y vio que no estaba su amigo el patito salió a buscarlo y menos mal que lo encontró cuando se lo iba a comer el caimán malo.

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Los dos amigos se fueron juntos a casa y se acostaron en la misma cama, donde el caimán le dijo:

-Lo siento mucho patito-, pero te traje a casa porque pensaba ponerte gordito para luego comerte. Aunque de no haber sido así, te hubiesen llevado a una casa muy grande en la ciudad, llamada Patolandia, donde te hubiesen dado mucha comida para ponerte muy gordito, ya que así, no podrías volar y te llevarían a nuestros restaurantes preferidos para ser comidos por nosotros.

-¡Ohhh! ¿Nosotros podemos volar?- preguntó el patito sorprendido-.

-Sí-respondió el caimán.

El patito se quedó callado un rato, antes de preguntar:

-¿Puedes llevarme a Patolandia? Tengo un plan.

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Al día siguiente, el caimán llevó al patito a Patolandia. Les costó mucho separarse, pero el patito le dijo al caimán -no te preocupes que pronto nos volveremos a ver-.

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El patito entró en la casa y le contó a los otros patos que sino hacían mucho ejercicio y perdían peso no podrían volar para escaparse de allí y que serían comidos por los caimanes. Al principio los patos no le creyeron, pero cuando les enseño la carta del restaurante vieron que era verdad.

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Así que los patos hicieron mucho deporte y el cielo no tardó en llenarse de patos voladores, mientras que los caimanes estaban furiosos viéndolos volar, pero uno de ellos estaba triste. ¿Adivináis quién es?

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El pobre caimán estaba seguro de que nunca volvería a ver a su pequeño amigo. Pero entonces el patito entró en su piso llevando dos billetes en la mano. –No podía irme sin ti, le dijo. Y los dos se fueron volando hacia el sur.

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Los patos siguieron al sol hasta llegar a una hermosa isla tropical. Se alegraron mucho al saber que allí lo esperaba su amigo el patito, pero se asustaron un poco al ver al caimán entre ellos.Aunque no tardaron en hacerse buenos amigos y colorín colorado este bonito cuento se ha acabado.