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Cuadernos del Archivo Histórico Universitario

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GOBIERNO DEL ESTADO DE PUEBLABENEMÉRITA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE PUEBLA

CUADERNOS DEL ARCHIVO HISTÓRICO UNIVERSITARIO

LA GRANDEZA DEL INDIOMEXICANO

a través de Palafox y Mendozay Granados y Gálvez

HORACIO LABASTIDAMUÑOZ

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© Benemérita Universidad Autónoma de PueblaArchivo Histórico Universitario

4 Sur 104Centro HistóricoTel: 2327479e-mail: [email protected]

Impreso y hecho en MéxicoPrinted and made in Mexico

Gobernador Constitucional del Estado de Puebla,Melquiades Morales Flores

Rector de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla,Enrique Doger Guerrero

Director del Archivo Histórico Universitario,Alfonso Yáñez Delgado

Fotografía de portada: Boletín Informativo de la Causa de la beatificación ycanonización de la Venerable M. Dolores Medina (1860-1925), fundadorade las Hijas de la Pasión de Jesucristo y de María Dolorosa (Pasionistas).

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INTRODUCCIÓN

En el marco de la Biblioteca Mexicana de Escritores Políticos,editada por la Universidad Nacional Autónoma de México, hicepublicar dos obras que considero de enorme importancia parala cultura de nuestro país, prologándolas a fin de exaltar susmuchas y excelentes aportaciones al enjuiciamiento crítico dela política real de los austrias y borbones españoles en el mundovirreinal.

Juan de Palafox y Medoza nació cuando reinaba enEspaña Felipe III (1598-1621) y murió en la época de FelipeIV (1621-1665), fue durante su madurez, luego de sufrir unaincitante y pecadora juventud semejante a la que tanto angustióa San Agustín, cuando redactó las obras que forman su bibliotecaen las ediciones conocidas, la madrileña de 1762, a cargo deGabriel Ramírez y al cuidado de los carmelitas descalzos, y latambién madrileña (1659-1671), impresa por Pablo de Val, M.Alegre, María Quiñones y Bernardo de Villadiego, entre lascuales obras contábanse dos muy señaladas el Manual de losestados y profesiones, que “ofrece dictámenes al Alma de lasocuapaciones políticas de efta miferable vida; porque las luzesde la perfona no fe hallen fin inftrucción en los oficios”, y elnotable texto De la naturaleza del indio, informe que el Vene-rable envió a Felipe IV, exaltando la dignidad de los nativos, suprudencia y talentos agudos, así como la excelsitud de lascualidades espirituales aborígenes reconocidas y defendidasdesde el siglo XVI por el ínclito obispo chiapaneco Bartolomé delas Casas (1474-1566); y precisamente estos son los libros del

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Venerable que publiqué y comento en la ya mencionadaBiblioteca, según las versiones que constan, del Manual delos estados y profesiones, en el tomo VII de la edición dePablo de Val y otros, y en el tomo X de la publicación de GabrielRamírez.

La otra obra fue redactada por José Joaquín Granados yGálvez, lleva el largo título de Tardes Americanas. Gobiernogentil y católico: Breve y particular noticia de toda la historiaIndiana: Sucesos, casos notables, y cosas ignoradas, desdela entrada de la Gran Nación Tolteca a esta tierra de Anáhuac,hasta los presentes tiempos, según las reflexiones que un indio yun español intercambian en los términos que el señalado autoranota en el libro impreso por Felipe Zúñiga y Ontiveros hacia 1778,en la ciudad de México. El dicho diálogo del indio y el españolregistrado en 17 capítulos llamados Tardes, apologéticos y exaltantes,da cuenta de la noble índole de los pueblos colonizados junto con lasoberbia cultura que forjaron en los siglos prehispánicos. Poco sesabe de Granados y Gálvez: vio la luz primera en un villorrio mala-gueño (junio de 1734) bajo el reinado de Felipe V (1724-1746), ymurió al transcurrir las postrimerías de 1765, en la haciendadurangueña de Dolores, circundado por la atmósfera innovadoraque difundía Carlos III (1759-1788), en España y sus dominios.Fue obispo de Sonora durante casi seis años y su fallecimientoocurrió al dejar esta diócesis para ocupar la de Durango, a dondenunca llegó. Casi todo lo conocido del autor de Tardes Americanasaparece en las noticias sobre los estados de Sonora, Sinaloa yDurango, escritas por Vicente de P. Andrade, y en la célebreBiblioteca Hispano-Americana Septentrional (1819), de MarianoBeristáin y Souza.

La injusticia con que fueron tratados los pueblos queconquistó Hernán Cortés y colonizaron los reyes castellanos,fue denunciada vigorosamente y sin temor alguno en los tressiglos de la Colonia. Fray Bartolomé de las Casas (1474-1566)

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lo hizo en el siglo XVI al entregar al mundo su Brevísima Relaciónde la Destrucción de las Indias (1522); y en los siglos XVII yXVIII lo consumaron Palafox y Mendoza y José Granados y Gálvez,de acuerdo con lo explicado antes. Ahora bien, como los tratosdiscriminatorios y cruentos han persistido y hasta la fecha hiereny turban a las comunidades índigenas, excepto en el periodo dela administración (1934-1940) del presidente Lázaro Cárdenas,resulta obvio que los estudios del obispo de Puebla y del quefuera titular de la diócesis sonorense sean indispensables en nuestrotiempo si se desea comprender en su plena connotación el perfilredentor del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), yel movimiento que a partir del 1 de enero de 1994 ha desenmas-carado al presidencialismo autoritario civilista instituido duranteel gobierno de Miguel Alemán Valdés (1946-1952). Se confirmaque no siempre los tiempos históricos coinciden con la cronología,pues el humanismo liberador de aquellos ilustres obispos essustancialmente idéntico al que en nuestros días enarboló el hastahace poco tiempo obispo chiapaneco Samuel Ruiz García,entrelazamiento ideológico y humanista florecido igualmente enlos acuerdos sobre derechos indígenas y respeto a sus culturas,suscritos por el gobierno de la República y el EZLN. Estas culturasy esos derechos fueron los defendidos por De las Casas, Palafoxy Mendoza y Granados y Gálvez frente a la indiferencia y lastorpezas de las autoridades hispanas.

Al entregar a la Benemérita Universidad Autónoma dePuebla, para su publicación y debidamente revisadas, lasmeditaciones que escribí sobre Palafox y Granados, tengo laesperanza y el ardiente deseo de que tales textos provoquen enlos lectores una vehemente curiosidad por consultar directa-mente Las Virtudes del Indio y las Tardes Americanas: dosobras ricas en sabias enseñanzas para mejor entender nuestraactual realidad social y uno de los grandes y vivos problemasnacionales, el indígena.

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Sería imperdonable no mostrar mi gratitud a Jesús Márquezy Alfonso Yáñez, dos distinguidos miembros de la comunidaduniversitaria poblana. La dedicación y persistencia de Yáñez meobligó a encontrar el tiempo necesario a la preparación del presentetexto; y debo a Márquez su valiosísimo empeño en revisar ypreparar la publicación que escribí sobre Palafox y Mendoza yGranados y Gálvez. Otros antiguos discípulos en mis cursos deFilosofía del Derecho, hoy prominentes catedráticos en la univer-sidad, me insistieron en diversas ocasiones sobre la necesidad deeditar los trabajos que ahora presento al público; para ellos tambiénmis profundos agradecimientos.

Octubre de 2000

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CAPÍTULO I

JUAN DE PALAFOX Y MENDOZA

Nació Juan de Palafox y Mendoza con el siglo, en 24 de juniode 1600, arrullado en las aguas sulfurosas de la pequeñísimavilla de Fitero, en cuna intencionalmente escondida por lasvergüenzas de su bella, seductora, apuesta e inteligente madre—quizá Isabel de nombre—, cuya zaragozana dignidad acredi-taran los apelativos de Casa Nate y De Espes, con hidalguíasbien reconocidas en aquellos aires aragoneses. Probablementeviuda, según la referencia de Genaro García,1 treintañera yprogenitora de dos hijas legítimas cuando las flechas de Cupidola entregaron, en dulce himeneo, al hermano de Francisco dePalafox, primer marqués de Ariza por voluntad de Felipe III, eltemeroso sucesor de la grandeza de Carlos, de Gante, y FelipeII, el escorialense. Martín e Isabel fueron los padres de lainfortunada viuda, atormentada por culpas y arrepentimientoshasta en su refugio de las Carmelitas Descalzas, en la propiaZaragoza, hacia 1602, donde como

Ana de la Madre de Dios..., muy pronto su vida ejemplar leconquistó los puestos de Maestra Novicias y de Superiora;más tarde fue Priora del monasterio de San José de Zaragoza yfundó el de Santa Teresa de Jesús ahí mismo. Dio el alma a Dios,el jueves 25 de febrero de 1638, después de haber castigado supasada flaqueza con 36 años de una vida muy penitente.2

1 Don Juan de Palafox y Mendoza. Librería de Bouret, México, 1918, p. 13.2 Ibidem, p. 19.

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Debió su bastardía Juan de Palafox y Mendoza a losímpetus de Pedro Jaime, el ya referido hermano del marquésde Ariza, quien por cierto, poco vivió con el título, ostentadoluego por Pedro Jaime como segundo marqués de Ariza. Tuvotres vástagos, un varón, nacido en 1613, y dos agraciadas hijas.Ni atractivos de nobleza, ni los patrimoniales, unieron a PedroJaime e Isabel (?): sólo el amor explica y justifica las cosas, apesar de los prejuicios, la estrechez religiosa y la crueldad delos remordimientos; y por esto tráense a cuento, para la mejorcomprensión del alma humana y sus inclinaciones, las considera-ciones eruditas de Santos López Pelegrín sobre los caprichosdel hijo de Afrodita, a saber:

Hesiodo le llama hijo del Caos y de la Tierra; Simónedes, deMarte y Venus y de Celo; Séneca, de Venus y Vulcano. Segúnotros la noche puso un huevo, le aclocó bajo sus negras alasy el amor salió del huevo y desplegó sus alas doradas a travésdel mundo naciente. Cicerón dice que el amor era hijo de Júpitery de Venus, y Cupido de la noche y de Erebo. Los griegosestablecen también diferencia entre cupido y el amor. Al primerole llaman Imeros, Cupido; y al segundo Eros, Amor. El unodulce y moderado; el otro arrebatado y violento. A cupido sele representa bajo la forma de un niño atado, los ojos vendados,alijaba llena de flechas encendidas, un arco en la mano y algunasveces una antorcha. Se le atribuye un carácter maligno y cruel,y aunque niño, pasa por el más poderoso de todos los dioses:se dice que reina en todos los corazones, que con una sonrisada la paz o la guerra, que se alegra de los males que causa, yque huella con sus pies las armas, los cetros y las coronas...3

Quizá por su carácter, diríamos que Cupido y no Eros, gemelosinseparables, fue el castigado por Afrodita al perder a Psiquis—amor del amor—, inmortalizada por Zeus en alada visión3 Panléxico, Vocabulario de la Fábula. Imprenta y Librerías de don IgnacioBoix, Madrid, 1845, p. 100.

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mitológica; pero en estas fantasías guárdanse certezas inevita-bles; ¿quién no sabe que Eros es hijo de la Tierra, conforme aHesiodo, y tan poderoso que todo lo vence por ser la únicafuerza capaz de purgar a la hasta ahora inevitable muerte?Uno y otro, Cupido y Eros juntáronse en el amor de Isabel yPedro Jaime. La pasión de la tierra eludió el pecado, en elBeato sin trono de santo en la capilla catedralicia que Osmaedificó a su célebre obispo. En la Descripción Histórica delObispado de Osma, que tan acusiosamente formó Juan Lope-rráez Corvalán4 aparece la respectiva Cédula Real y sus tér-minos siguientes:

Cédula del Sr. Rey D. Carlos III despachada en Madrid a 10 deDiciembre de 1781, por la que admite bajo su Real protección ypatronato á instancia de su Confesor el Ilmo. D. Fr. Joaquín deEleta. Arzobispo de Tebas, la Capilla que se había construídoen la Iglesia Catedral de Osma para colocar en ella el cuerpodel Venerable Don Juan de Palafox y Mendoza, luego quellege el caso de su Beatificación, y asimismo la Nave, y adya-cente á la misma Capilla. Se halla original en el Archivo de laSecretaría del Real Patronato de Castilla.5

Cédula esta que no deja de asombrar si tiénese en cuenta quelos procedimientos de canonización del Venerable incoáronse condecreto de la Sagrada Congregación, en 11 de agosto de 1691,“con anuencia de Su Santidad para que se pudiese tratar de lasignatura de la Comisión de la Causa, antes de pasar al Decenio,desde el día en que se había hecho demostración de el Pro-ceso”,6 de acuerdo con las “grandes virtudes, fama de santidad

4 Imprenta Real, Madrid, 1788, reeditada en facsímil por Turner, Madrid,1978, núm. CCXI.5 Ibidem, t. III, pp. 505-510.6 Sosa, Francisco. El Episcopado Mexicano, Editores Hesiquio Iriarte y SantiagoHernández, México, 1887, pp. 92-93.

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y milagros de tan maravilloso prelado...”,7 y por cuanto quenumerosos organismos y altos dignatarios de la iglesia, el gobiernoy la sociedad juzgaron que urgía la recolección de las informa-ciones necesarias, en Puebla y Osma, del expediente de santidad.Setenta años después, hacia 1761, en ocho páginas de tipo folioexpediríase el Decretum beatificationis de Juan Palafox yMendoza, publicado en Madrid y otra vez objetado por el abogadodel diablo, según consta en la diligencias, hasta el presente, sinperjuicio de la confirmación de beatitud, fechada en 16 deseptiembre de 1767, por virtud de la cual Palafox y Mendozaescaló las alturas de la venerabilidad. No es lo mismo vener-able, beato o santo. Título es el primero que se da a personas deconocida virtud; a los esclesiásticos constituidos en dignidad; y alas personas muertas en olor de santidad, particularmente “sihan obtenido este honor por decreto pontificio, como son aquellascuyas causas de canonización son admitidas en Roma”; beatitudes el goce de los escogidos en el cielo por su unión con Dios; ypor último, santo es quien recibe de la Iglesia el honor de losaltares y el culto público en toda la cristianidad; el beato, encambio, tiene culto limitado en “ciertas iglesias, comunidades olugares”.8 Hasta hoy, casi 300 años después de las informacionesprimas, no ocupa solio de santidad el beato de Fitero en la ciudadde Dios.

Las vergüenzas de Isabel (?) disimularon el alumbramientode Palafox y Mendoza en al antigua y mencionada villa deNavarra. En fuentes azufrosas, recomendadas por sus mágicosalivios, ocultaríase su ausencia del solar zaragozano y el yainminente parto del fruto del amor. Nació pues, el Venerable, ensitio ajeno, de madre arrepentida y padre cauteloso, arrojado alfurioso cerbero, del que milagrosamente escapó al no cumplirse

7 Ibidem.8 Esta cita y las anteriores en Bernardo Sala, Manual de Erudición Sagrada yEclesiástica. Diccionario, Imprenta de Pablo Rieda, Barcelona, 1858.

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mandamiento filicida.9 En el prólogo a Ideas Políticas de JuanPalafox y Mendoza, José Rojas Garcidueñas apretó la primeraluz del Venerable en contados renglones que no podrían omitirseahora.

A punto estuvo de morir el recién nacido, sacrificado en arasde esa honra, máximo valor en la vida social de la época, tanvinculada a la conducta sexual femenina, precisamente por elambiente de represiones e inhibiciones que daba el tono y lanorma en el vivir español de los siglos de oro.10

Y siguiendo muy probablemente el texto de Francisco Sosa11

reseña la intervención milagrosa de Pedro y María Navarro alrecobrar, al niño, de los brazos de la moza que lo lanzaría, porinstrucciones maternas, a las aguas del río. Acogiéronle, los Navarro,como hijo propio hasta los diez años, edad en la que fue reconocidopor sus padres: ella, desde su atrición conventual; y, él, másdesembozado, como marqués de Ariza. Cambiaría entonces en el

9 En su ya citado Panléxico (Ibidem, p. 165), López Pelegrín anota que el infiernoes lugar subterráneo, “a donde iban las almas a ser juzgadas por Minos, Eaco yRadamento. Plutón era Dios y rey de ellos. Aquel sitio comprendía el Tártaro, losCampos Elíseos, el Cocito, el Aqueronte, el Leteo y el Flegetonte. El Tártaro erala morada de los infelices, y en los Campos Elíseos estaban los que habían vividobien. Cerbero, perro de tres cabezas y de tres gargantas, estaba siempre a la puertade los infiernos, para impedir que los hombres entrasen y las almas saliesen.Antes de llegar a la corte de Plutón y al tribunal de Minos, era necesario pasar elrío Aqueronte, en una barca gobernada por Carón, a quien las almas daban unamoneda por el pasaje”.10 Biblioteca del Estudiante Universitario, núm. 64, UNAM, México, 1946, p. VII.11 El Episcopado, Ibidem.

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apellido Navarro, de sus salvadores, por el de su estirpe, la dePalafox y Mendoza.12

Demos ahora algunas pinceladas en el paisaje local delfuturo obispo. Fitero es un pueblo del reino de Navarra, escribeAntonio Montpalau, en las márgenes del río Alhama; y perte-neció a la abadía del antiguo monasterio de la orden del Cister:abundaba en aceites, cáñamo, legumbres, pastos y trigales. Nohabla, Monpalau, de sus baños pero sí de los 500 vecinos de lapoblación y de la modesta iglesia parroquial en la fortalezacirterciense;13 y medio siglo adelante, M. Malté-Brun destacólos manantiales calientes de la villa, cuatro leguas al oriente deTudela y con una crecida población de casi tres mil gentes.14

Más detalles de Ariza o Ariobriga y su marquesado, en Aragón,encuéntranse en el Gran Diccionario Histórico de Luis Mo-reri.15 Por disposición real el marqués de Ariza fue autoridadtemporal en la región; la espiritual estuvo a cargo del obispoSigüenza. Quinientos vecinos y unos cuantos nobles fueron su

12 No es proclive Genaro García a la versión de los Navarro, que es la ofrecidapor Antonio González de Rosende en su Vida del Ilustrísimo y ExcelentissimoSeñor Don Juán de Palafox y Mendoza, imprenta de Gabriel Ramírez, Madrid,MDCCLXII, pp. 3 y 55. Es el vol. XV de las Obras editadas por los CarmelitasDescalzos. García atribuye la primera crianza del Venerable a Juan y CasildaFrancés. Véase Don Juán de Palafox… op. cit., p. 16, nota 1.13 Diccionario Geográfico Universal. Miguel Escribano, Madrid, 1783, 4a.ed., T. I, p. 446.14 Diccionario Geográfico Universal. Librería de Mame y De launay-Vallée,París, 1828.15 Edición de los Hermanos de Tournes, de Lyon, y de Libreros Privilegiados,en París, 1753, T. I, pp. 713 y 714. En los datos de Ariza tuviéronse en cuentalas informaciones de Gil González Dávila, cronista del rey y autor, entreotras obras del Teatro Eclesiástico de las iglesias Metropolitanas, y del TeatroEclesiástico de la primitiva iglesia de las Indias Occidentales. Con base en lamemoria angelopolitana, que le fue remitida a González Dávila desde Puebla,éste redactó su Teatro de la iglesia de Puebla. La otra memoria, la oxomense,sirvió para la redacción del citado Teatro de la primitiva…, aparecido en1649-1655, en Madrid.

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16 Ibidem.17 Genaro García lo atribuye a Felipe II, “por grandes servicios”, según con-sulta de las relaciones de las Cosas sucedidas en la Corte de España desde 1599hasta 1614, de Luis Cabrera de Córdova, Imprenta de Martín Alegría, Madrid,1857, p. 511, y en Rodrigo Méndez Sylva, Población General de España, JuanMartín Morineros, Madrid, 1675, f. 108 vuelta.

población, asistidos en las parroquias de Santa María la Mayor,de racioneros, San Pedro y Santo Tomás, un hospital de fe,para peregrinos, y otros enfermos. Los reglares pertenecierona la orden franciscana. Moja el río Xalón, agrega el Diccionario,

una vega de tres mil fanegas de sembradura; su pesca es mu-cha, cógese mucho pan, centeno, cebada y avena, vinos blan-cos, y claretes, azafrán en abundancia; sus frutas sonexcelentes y sus melones los mejores de España. Cría de muchoganado por los partos maravillosos que tiene. Fabricanse cor-dellates que se gastan en Castilla. Su jurisdicción alcanza sietelugares, que los bañan los ríos Nafima y Envid. Uno de loslugares es Villahermosa; de ella fue natural S. Pasqual y Baylón;otro, Montreal, del cual fue natural Gonzalo Pérez, secretariodel Emperador Carlos V, quien tradujo en verbo castellano laIliada de Homero. Otro hijo suyo, llamado Antonio Pérez,secretario de Phelipe segundo, y muy favorecido, con quienanduvo al fin tan escasa fortuna, como provída en susprincipios. Se hizo famoso con sus escritos y fuga, y murió enParís amparado de los reyes Cristianísimos...16

El arciprestazgo de Ariza comprendió cinco villas y seis aldeasy en su jurisdicción fue la entrevista (1309) del infante Pedro yel rey de Aragón, para el arreglo de la tutoría de Alonso delOnceno. Sobre el abolengo de los Palafox y Mendoza hay ricasanotaciones. De Francia o Cataluña pasó el apelativo: el viscon-dado de Cabrera conocióse como Palafos, vocablo este deri-vado en Palafoix y luego en Palafox. Su baronía, que tomó lade Rebolledo, llamóse siempre de Palafox. Fue otorgado elmarquesado de Ariza por Felipe IV 17 a Francisco Palafox, se-

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ñor de la baronía Calpe, Benisa, Tablada, Cotes y Altea, enValencia, y de la de Ariza, en Aragón, abuelo de FranciscoPalafox III, también marqués de Ariza, quien se casó con MaríaFelipa de Cardona, hija del almirante de Aragón Ligni, cuyohijo Francisco de Palafox y Cardona, IV marqués, se desposócon Francisca Dávila y Zúñiga, viuda de Pie de Concha, y prohijóa Juan Antonio de Palafox Rebolledo y Cardona, V marquésde Ariza y de Guadalete. Celebró su matrimonio con FranciscaPaula Centurión-Córdova-Mendoza-Carrillo y Albornoz, IVmarquesa de Almuña y de la Guardia, entre cuyos hijos contóel VI marqués de Ariza, Joaquín de Palafox Rebolledo yCenturión, esposo de Rosa de Guzmán y Silva, hija de ManuelAlonso Claros Pérez de Guzmán, el Bueno, XII duque de MedinaSidonia.18

La celebridad de la familia no alivió la brusquedad moraldel nacimiento. Antonio González de Rosende hizo por su ladoapretada reseña del acontecimiento.19 Al hablar de Isabel (?), decalidad “no... muy inferior a... las líneas paternas”, considera quepor sus deberes, “tanto recato, como en la sangre”, fingió

que tenía necesidad de ir a los baños de Fitero, remitiéndole,por consejo de los Médicos, a la experiencia de sus maravillaslos interese de su salud; mirando con este bien disfrazadorebozo a que no enfermaren con la publicidad los pundonoresde su obligación. Supone en camino, acompañada de algunascriadas, de quien no era posible esconderse el secreto, quehacía preciso que las hubiese familiarizado la confidencia; y

18 Véase Moreri, Ibidem, t. I, p. 714.19 Vida... op. cit., lib. 1, cap. 1, pp. 3 y 7. Ya se indicó antes que este libro esel t. XV de las Obras de Palafox y Mendoza, según la edición de GabrielRamírez, Madrid, 1762, que estuvo al cuidado de los Carmelitas Descalzos.En cambio, en la edición de Pablo de Val et al., Madrid, 1659-1671, fue al IXy último de la colección.

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es lo más ordinario, que por medio de estos instrumentos haganruido los escándalos.20

Y después viene la referencia a los Navarro y los cuidados quededicaron al pequeño, sin olvidarse el paralelismo entre el caso delVenerable y el de Moisés y su salvación en las profundas aguasdel Nilo,21 acontecimientos que hicieron escribir al Obispo lasdesgarradas frases que ahora transcribimos de su Vida Interior,22

a saber: en el capítulo Lágrimas, y Reconocimiento de este Pecadora Dios, hay sollozos y gracias de alma atribulada, pues

no quería la humana naturaleza tener tan mal individuo (se refierea sí mismo) entre los suyos; y así lo ahogaba al nacer..., las criaturasarrojaban la mortaja sobre mí; pero Vos (Dios) la suspendías.Ellos me ofrecieron la muerte; Vos me dabais, y conservabais lavida. Los lienzos, que aguardan a los niños para consuelo alnacer, los hacían para mí instrumento del morir. A todos aguardaen su nacimiento la piedad; pero a mí la crueldad. A todos se lesdesea la vida, me librais de la muerte; y entre tantos enemigos,sólo Vos defendíais la vida. Nací embarazo, mi Dios, y me hicisteisbeneficio. Vuetra mano me creó, vuestra mano me amparó. Lasmanos humanas me perseguían; la mano divina me defendía.

20 Ibidem, p. 3, parágrafo 5.21 Ibidem, p. 6, parágrafo 10.22 Las citas las tomamos de la Vida Interior del V. Siervo de Dios Don Juan dePalafox y Mendoza, Madrid, Imp. de Josef Doblado, 1772, cap. IV, p. 20 y ss.Hiciéronse dos manuscritos de estas memorias, como antes se dijo, el angelo-politano y el oxomense. Aparte de su aprovechamiento por Gil GonzálezDávila, para sus, teatros eclesiásticos, el oxomense, según carta de JaimePalafox el general de los carmelitas, sirvió para hacer las dos ediciones deFrancisco Foppens, Bruselas, 1682. Que imprimiéronse realmente en Sevilla.En cambio, la impresión de Doblado fue conforme al manuscrito angelopolitano.La edición de A. Ferrer, Barcelona, 1684, es del manuscrito oxomense. En elt. V de las Obras, edición de Val, aparece buena parte de la Vida Interior conel título de Soliloquios Espirituales. En el t. I de la edición de 1762 imprimiósela Vida Interior. Los datos bibliográficos de las versiones oxomense yangelopolitana en el prólogo de la Vida Interior, edición de Josef Doblado.

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Y en el mismo tenor de penuria humana y grandeza divina relatabrevemente, en el libro citado, como fue su vida “hasta la edadde 28 años” después de haber sido reconocido.

Bautizado y casi muerto cobró la salud “sin otro remedioalguno”; al preñarse su pilmama alimentóse con lo que se ha-llaba a la mano, “con cosas líquidas, y pan con vino, y crecien-do a tres años aborreció el vino, y en cerca de sesenta no lobebió jamás”; durante su crianza aprendió los rudimentos delas letras, la fe y el pastoreo, al lado del padre adoptivo y dequienes lo rodearan cariñosamente por su amable condición;dueño de “entrañas pías, y más para los pobres”, de menos desiete años salvó a un niño de su desamparo, a pesar de lasmalicias que se adelantan a la inteligencia y la fe; “Oh dolormayor que todo dolor! (exclama) que se anticipe a la razón laculpa y la sin razón!” Colegial en San Gaudioso de Tarazona,entre los diez y los quince años de edad; estudió gramática enla escuela de la Compañía de Jesús, con la que tantas dificultadestendrá como obispo. Diego de Yepes, mitrado y confesor deSanta Teresa y Felipe II, presagió su dicha: “Oh, que buenaventura tendrás, niño!”; influyóse de su tía Bernardina de Pala-fox; declaróse proclive al pecado y reconoció la falta “de limpiezade su alma en su interior”, sus muchas y diversas culpas gravesnacidas de la mocedad.

Y cayendo y levantando llegó a la edad de 17 años, habiendoestado en dos universidades (Huesca y Alcalá de Henares),aprovechando muy poco, y perdiendo mucho tiempo, aunquetuvo Maestro dentro, y fuera de su casa, por el gran cuidadoque siempre tuvo su Padre con su educación.

En el siguiente decenio, hasta los 28 de edad, caminópor todos los caminos de perdición, ensayó oficios profanos,pecó y , sin embargo, escuchó la palabra divina que lo condujo

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poco a poco al arrepentimiento y la salvación.23 Ocurriría latransfiguración del Venerable entre los 28 y 38 años de edad,después de la inesperada curación de su hermana Lucrecia dePalafox.

Le sucedió, relata en la Vida Interior,24 que tenía una hermanaa quién amaba mucho, Dama de la Reyna, y le dio unaenfermedad gravísima, y estuvo para morir: y estando un díaeste pecador en los corredores de palacio, aguardando pormomentos nuevas de su muerte, se volvió a Dios, y le dijo, (ycreo que fue la primera vez que con afecto del alma habló aDios) que hacía propósito (no se acuerda si fue voto) de novestirse de seda en toda su vida, si daba salud a su hermana.Mejoró la enferma, y aunque con larga convalescencia, curó.Y este beneficio también le amansó, y ablandó el alma. Cumplióel propósito, aunque no dejaba del todo sus pasiones, hartopeores que la seda, porque tenían hondas raíces en su torpe,y engañado corazón.

Y a partir de esta y otras experiencias en el interior de sumundo religioso decidió tomar el sacramento de la orden luegode confesarse con Diego de San Joseph, franciscano de SanPedro de Alcántara, a fín de “tomar con grandes veras el sal-varse”, en años en que era ya ministro. Lo asignó Felipe IV ala fiscalía del Consejo de Guerra, en 1626; hacia 1629, fuenombrado fiscal en el Consejo de Indias; y apartir de 1636,consejero de Indias, desempeñándose hábilmente, sin perjuiciode su vocación sacerdotal. Con suavidad relata el propio Palafoxy Mendoza en sus confesiones que

23 Conviene señalar la semejanza entre San Agustín y el Venerable en estasetapas de sus vidas, y al respecto considerar la posible lectura por parte dePalafox de las Confesiones del santo de Hipona, traducidas al español porPedro de Ribadeneyra, compañero de Loyola, según la edición madrileña de1596.24 Edición de 1772, Ibidem, cap. XII, pp. 61 y 62.

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...echó de sí toda vestidura preciosa, y se vistió de paño debajo precio, y se desnudó del lienzo, y vistió túnica de gerga,y con unos calzones de lienzo, o paños menos de angeo, sinotra cosa: anduvo algunos años con unas medidas cáidas,que sólo sirviesen a que no le pudiesen ver descalzo por lanota, siendo Ministro, y Consejero del Rey.25

Gil González Dávila informa que el Venerable cumplió sugestivoitinerario en las ordenaciones, a saber: lo de corona, a los doceaños de edad, por Diego de Yepes; de órdenes menores, epístolay evangelio, por Alonso Pérez de Guzmán, patriarca de lasIndias;

y le dio el Subdiaconado en la iglesia de las monjas de CorpusChristi de Madrid a 10 de marzo de 1629. De Misa le ordenó elmismo año don Francisco de Mendoza, Obispo de Plascencia,Gobernador del Arzobispado de Toledo,26

y de esta manera entregóse a la vida religiosa, sufriendo variadoscilicios y acatando rigurosamente su propia Regla de PenitenciaVoluntaria, y Lágrimas de Contrición para un Pecador Enorme,que este mismo Pecador formó para sí al principio de su Vocación,dispuesta en veinticinco mandamientos.27

Propio es ahora añadir algunas reflexiones. Primero. Suorigen bastardo no roció el destino del Venerable. Una vezreconocido por Pedro Jaime viose, muy pronto, al cuidado, porprimogénito, del marquesado de Ariza, así como en la tutoríade su medio hermano, el heredero del título nobiliario, y, conesas calidades, ocupó sitial en las cortes de Monzón, convocadas(1626) por Felipe IV. Fue entonces muy estimado y reconocidopor el valido conde-duque de Olivares, quien lo llevó a ocupar

25 Ibidem, p. 66.26 Teatro, Ibid.27 La Regla fue inserta en la Vida Interior, ed. Madrid, 1772, Ibid, pp. 437-459.

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fiscalías, consejos y distinciones, ya reseñados, habida cuentade que Palafox, además de sus estudios en Huesca y Alcaláagregó la sapiencia salmantina en cánones y leyes civiles.Segundo. La sugerida identificación del Venerable con SanAgustín en el sentido de la redención salvadora del pecadocomo punto de partida en el espiral de santidad, viose comentadacon suavidad por José Rojas Garcidueñas al atribuir a posiblesexageraciones del autor de la Vida Interior, en cuyo texto,dice, achacóse

muchas y graves faltas que llora y lamenta como si de críemenesse tratase, mas bien parece, por la consideración de que gozaba,los honores que luego disfrutó y por datos generales de su vidafamiliar y social, que las pasiones a que dice haberse entregadoy el desorden de que en sí mismo recrimina, eran en realidad lasagitaciones y tropiezos naturales en toda juventud, y solamentesu criterio de moralista riguroso y el parangón con la santidadde vida a que aspiraba y luego alcanzó, le llevaron a juicios quetan extremados parecen a quienes, por culpa y deficienciapropias, sentimos muy distante el plano exceso de virtudes enque se proyectó la existencia del Venerable Palafox.28

Muy probablemente acierta Rojas Garcidueñas porque en elmedio religioso de la España de principios del siglo XVII lastentaciones juveniles aparecían como maniobras del diablo ensus cosechas de almas perdidas; y muy seguro es que Palafoxy Mendoza pensara de este modo sobre su adolescencia, sanay vigorosa, al acogerse a su vocación religiosa. Tercero. Muchosfueron los escritores, teólogos, canonistas o filósofos e historia-dores que el obispo de Puebla y Osma leyó y estudió con cuida-dosa reflexión, mas en sus confesiones menciona a quienesfuéronle muy principales en los momentos de imploración, asaber:28 Rojas Garcidueñas, Ibidem, pp. VII y IX.

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... Le dio deseo de leer libros devotos, afirma, sin fatiga, ycomenzó a leer los Opúsculos del docto, y espiritual Belarmino,y las Confesiones de San Agustín, de que sacó gran provecho,y la vida de Santa Teresa, y con esto se comenzó a inclinar ahacer una confesión bien hecha; porque aunque las que habíahecho nunca fueron callando culpas, pero volviendo tan breve-mente a incurrirlas, siempre tenía contra sí la sospecha demalas, e imperfectas, ya por falta de dolor, y contrición, o porla del santo propósito de enmienda.29

El citado Belarmino es Roberto, que fuera cardenal yarzobispo de Capua, nacido en 1542, en Montepulciano, Toscanay muerto en 1621, a los 79 años de edad: orador y autor muyconocido en Lovaina, catedrático de teología y hebreo y afanosodialéctico, según constancias de sus contemporáneos. Significa-tivo es que Palafox diese a San Agustín especialísimo lugar ensus lecturas.

Refiere el Venerable la lectura de la vida de Santa Teresa(1515-1582). Quizá se trate de la editada por Guillermo Foquel,Salamanca, 1588: La vida de la Madre Teresa de Jesús, yAlgunas de las Mercedes que Dios le hizo, escritas porella misma por mandado de su Confessor a quien lo envíay dirige, ansi. El texto original guárdase en la biblioteca delMonasterio del Escorial, desde que así lo mandó Felipe II; obraesta de muchas peripecias y múltiples copias, intervenida porla inquisición española y sospechosa de acoger infiltracionesdemoniacas en el alma de la santa; y cuya segunda redacción—la primera desapareció— fue concluida por la monja hacia1572, en Toledo. El título de la impresión príncipe no fue puestopor la autora, “aunque le da diferentes nombres: El LibroGrande..., Mi Alma..., y más al caso, escribiendo a D. Pedro

29 Palafox y Mendoza, Vida Interior, Ibid., pp. 63 y 64.

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de Castro y Nero, intitulé este libro de Las misericordias deDios”.30

Formándose en esas lecturas muchas de las ideas dePalafox y Mendoza; y sin duda habría que adicionar el CánticoEspiritual de Juan de la Cruz (1542-1591) y otros autores querepresentan en conjunto las más recias y fecundas semillas deun renacimiento hispano que nunca florecería de maneraplena.31

Nada hay más allá. La Contrarreforma fue una murallade silencio en relación con los avances de las ciencias, las téc-nicas, las manufacturas, el comercio y la nueva agricultura en laprimera mitad del siglo XVII. Independientemente del esplendorliterario de William Shakespeare (1564-1616) y Miguel de Cer-vantes de Saavedra (1547-1616) y de asombrosos desplieguesen otras artes, ampliáronse más el conocimiento de la naturalezay los métodos de producción y comercialización de la riqueza.La fundación del banco de Amsterdam y los trabajos de TychoBrahe y Johann Kepler, en Praga; los avances de William Gil-bert en magnetismo y electricidad; la invención del telescopio yla linterna mágica; la inglesa Compañía Oriental de la India; ymuchas otras cosas en el arranque de la decimoséptima centuria,explican en parte la explosión demográfica de Europa: Franciaalcanzó los 16 millones de habitantes; Alemania, los catorce ymedio millones; Polonia, once; España, ocho; Inglaterra e Irlandamás de cinco; los dominios austriacos, cinco y medio; y Holanda,tres millones; fenómenos cuantitativos estos que nada tienen encomún con el cada vez más lejano medioevo, aunque sus30 Las citas fueron tomadas de Santa Teresa de Jesús, Obras Completas, BAC,Madrid, 1977, p. 25 y ss.31 González de Rosende, Ibidem, pp. 33-45, hace una relación de lospreliminares del Venerable hacia su vocación religiosa.Véase también LudwingPfande, Cultura y Costumbres del Pueblo Español, de los siglos XVI y XVII.Introducción al Estudio del Siglo de Oro, Editorial Araluce, Barcelona, 1929,cap. II, pp. 50-64 y cap. VIII, pp. 145-175.

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rescoldos ardieron aún el cuerpo de Giordano Bruno (1548-1600)por su cosmología copérnica y las refutaciones al aritotelismo.Pero la historia aceleróse en esos iluminantes: descúbrense laspeculiaridades venosas por Fabricio d'Acuapendente; JohannesAlthusins (1557-1638) publica la Grámática de Política; JohnWheeler lanza el Tratado de Comercio; Oliver Van Noort com-pleta el cuarto viaje alrededor del mundo, a contarbre el barium;Galileo entendía la gravitación y la oscilación; crece el númerode los viajes comerciales en Java, las Molucas y el Japón; GaspardBauhin (1560-1624) abre la puerta de la anatomía moderna; LuisVáez Torres navega entre Nueva Guinea y Australia; fúndaseJamestown, primer establecimiento inglés en tierra firme ame-ricana; multiplícanse las finanzas entre ingleses, holandeses yfranceses, y los instrumentos de crédito y otros medios cambiariosque facilitan el comercio internacional; las colonias inglesas enAmérica aumentan; más conocimientos científicos y más aplica-ciones técnicas favorecen la producción manufacturera y agrícola.En suma, el nacimiento de la Edad Moderna. El debilitamientodel poder español y vaticano es inevitable frente a Inglaterra,Francia, el norte de Italia, los Países Bajos, los escandinavos y elárea germánica. Perdió la batalla Felipe II cuando la derrota dela Escuadra Invencible ante Isabel, y luego de sus sucesoresquebraron más, en el siguiente siglo XVIII. Los conflictos dinásticosy el inevitable hundimiento acendraron el tradicionalismo que Juande Palafox y Mendoza reencontró en la obediencia al Conciliode Trento (1545-1563) y a la monarquía, representada entoncespor Felipe IV (1605-1665), rey desde 1621, y sus validos Gasparde Guzmán, conde-duque de Olivares, y Luis de Haro.

Ciencias, tecnologías y visión mercantil del mundo no en-traron en el discurso de Palafox y Mendoza. Entregaríase másbien a la defensa de los lineamientos clásicos del imperio españoly sus alianzas episcopales; y, en consecuencia, contaría en ellado de la defensa del rey y del Papa en los tiempos del ascenso

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de las clases medias y la lenta suplantación de la potestad divinade los reyes por la potestad soberana del dinero. Cuando FelipeIV lo designó capellán y limosnero mayor de su hermana María,en la comitiva que la acompañó a Viena para reunirse con suesposo Fernando, rey de Hungría e hijo de Fernando II deAlemania, el Venerable rompió sus limitaciones provincianas.Celebraríase este matrimonio principesco seis años luego denegarse la unión de María con el primogénito de Jacobo I, elestuardo inglés, quien

a pesar de que fue recibido con desusada pompa, agasajadocon extraordinarios festejos y obsequiado con presentesmagníficos, tuvo que volver solo a sus lares, desfavorecido ylastimado. Muy caro pagó España el resentimiento de estepríncipe,

según la atinada observación de Genaro García.32 En formaóptima aprovechó el capellán su viaje a Austria: recorrió Italia,mezclóse con la nobleza imperial, visitó Alemania, destruidaentonces por la guerra, estuvo en Francia, en los años de LuisXIII (1610-1643) y el cardenal Richelieu (1582-1642), y cuidósede estudiar la conducta y maneras de los más hábiles políticoseuropeos en una era de agitadas ambiciones dinásticas entrelas coronas absolutistas. Vio de cerca los entretelones de lapolítica de Richelieu en lo que hace a la posición de la noblezay por cuanto a los privilegios de los hugonotes; y en asuntosexteriores a apercibióse pronto de la radical contradicción deintereses entre borbones y habsburgos alemanes y españoles.Sólo el fortalecimiento de Felipe IV, muy debilitado en el occi-dente europeo, y su unidad con el Vaticano, salvarían del desastreel mando peninsular. Los hechos confirmaron el temor de lospensadores más alertas de España: la paz de los Pirineos (1659)

32 Véase su Don Juán de Palafox, Ibidem, p. 46, n. 2.

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marcó el hundimiento hispano y el ascenso francés al nivel depotencia europea.

Anotaciones apretadas hizo Lucas Alamán sobre losreinados de Felipe III y Felipe IV.33 La derrota española en laGuerra de Treinta Años, que concluyó con el Tratado de West-falia (1648) y el conflicto bélico con Francia, ya mencionadopor lo que hace al Tratado de los Pirineos, la separación dePortugal y la coronación de Juan IV, el secesionismo andaluzde Gaspar Alonso de Guzmán, duque de Medina Sidonia, larebelión de los Países Bajos, la guerra con Francia y Cataluñay los sinsabores en los dominios italianos, prefiguraron eldefinitivo desastre habsburgo, consumado en 1700 con la muertede Carlos II y la coronación de Felipe V, duque borbón de Anjouy nieto de Luis XVII. En el interior de la monarquía Habsburgo,los validos en el siglo XVII son prueba clarísima del profundodesmoronamiento del poder. Entregó Felipe III su autoridad aFrancisco de Sandoval y Rojas, marqués de Denia y Lerma; yFelipe IV, como ya sabemos, lo hizo en Gaspar de Guzmán,primero, y en Luis de Haro, después. Lucas Alamán advirtió elsignificado político de estos hechos.

Todos los reyes de España hasta Felipe II, escribió, habíangobernado por sí mismos. Pues aunque algunos hubiesen tenidofavorito, éstos influían sobre su voluntad, pero no gobernabanpor ellos: los reyes mismos firmaban todas las órdenes ydespachos y a ellos se dirigían todas las comunicaciones. FelipeIII fue el primero que habiendo conferido el ministerio al duque deLerma, previno a todos los consejos y autoridades que cumpliesentodo lo que éste les mandase en su nombre, como si fuese firmadopor él mismo, y este puede decirse que fue el origen del poder

33 Véanse, Obras de D. Lucas Alamán, Disertaciones sobre la Historia de México,Imprenta de Aqueros, México, 1900, t. III, pp. 209-253. La primera edición delas Disertaciones fue impresa por, José Mariano Lara, Mégico.1844-1849, 3vols.

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grande de los ministros que entonces se tuvo por un actoreprensible de desidia y abandono en los soberanos...34

La duplicación del poder y sus efectos entre la nobleza yel rey, implicados en la práctica de los validos, llevaron al conde-duque de Olivares a una estrategia de unidad nacional por la víade “acabar con las autonomías regionales mediante un alarde defuerza combinado con negociaciones diplomáticas”, cede FelipeIV,35 lo que hizo explotar el castillo de naipes al provocarse lasviolentas reacciones de élites locales que hoy encubren susprivilegios en la invertebración endémica del Estado español.

Los agudos conflictos de jerarquías eclesiales y señoriales,y las luchas entre clericales y de esos con religiosos, o de orto-doxos y heterodoxos, se han resuelto por la vía de un statusgestado a través de largos y dificultosos siglos.36 Las reglas deljuego en la época de Palafox y Mendoza lo colocaron en elvértice de ciertos grandes temas de los siglos XVI y XVII. Elascenso y extensión de las corrientes reformadoras, iniciadaspor Martín Lutero (1483-1546) al fijar en el vestíbulo deWittengerg, hacia 1517, las 95 tesis de crítica a la venta deindulgencias papales, y al predicar la salvación por la fe y nopor las obras, repercutirían en la vida española de dos modos: oconciliando católicos romanos y protestantes por una vuelta alevangelio, a la manera de Erasmo de Rotterdam (1466-1536),esta tesis favorecida por Carlos V (1500-1558) y Francisco34 Disertaciones, Ibidem, t. III, p. 226.35 Ramos Oliveira, Antonio. Historia de España, Compañía General deEdiciones, México, 1952, t. I, p. 547 y ss.36 La historia de los concilios religiosos es una excelente muestra de la complejidadde los problemas y soluciones que poco o mucho han contribuido al enten-dimiento, no siempre muy firme, de creyentes y sacerdotes. Por lo que hace a losviejos tiempos vale la pena consultar dos obras monumentales, la de M. FIeury,Histoire Ecclesiastique, Paris, 1750-1758, 37 ts. y la más reciente de LudovicoPastor, Historia de los Papas, traducción del alemán por Ramón Ruiz Amado,Gustavo Gile Herrero Hnos., Barcelona-México, 1910-1911, 39 ts.

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Jiménez de Cisneros (1436-1517); o según la radicalidadortodoxa, cultivada en la Universidad de Salamanca y en laentonces recién fundada Compañía de Jesús.37

Esas diferencias y la urgencia de reformas en la conductade los prelados en la disciplina religiosa y en la impartición sacra-mental decidieron, a petición del emperador Carlos V, lacelebración de un concilio general que estudiase y resolviese tanimportantes cuestiones. La bula de Pablo III, que por ciertoinsinuaba a Mantua como lugar de la reunión, destacó la nece-sidad de purgar a la iglesia de las nuevas herejías y restablecerlaasí en su dignidad; convocación esta repugnada por la disidencia,que de ningún modo admitió participar en un concilio donde Papay Obispos desempeñáronse como jueces. Vicencio, Ratisbona yColonia estuvieron entre las posibles sedes; y, al fin, Trento, capitaldel Trentino italiano, fue elegida por las autoridades católicas.Por bula de 1543 llamó el arzobispo primado a la reunión solicitadamás de seis años antes por Carlos de Gante. A través de unzigzagueo de suspensiones y reanudaciones el debate se prolon-garía hasta 1563. Fue presidido por cuatro mitrados: el ya citadoPablo III (Alejandro Farnese, 1534-1549), Julio III (Juan Maríadel Monte, 1550-1555), Marcelo II (Marcelo Cervini, 1555), PauloIV (Juan Pedro Carafa, 1555-1559), y el conocido organizadorde las noches vaticanas, en las que reuníanse sabios y literatosde la época, Pío IV (Juan Ángel de Médicis, 1559-1565). La

37 En respuesta a la Fórmula Instituti, redactada por Ignacio de Loyola en1539, el Papa Pablo III remitió en 27 de septiembre del año siguiente, la bulaRegimini militantis eclesiae, por virtud de la cual aprobóse la nueva reglajesuita.

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reforma de la iglesia, ordenada por el concilio, fue obra deeminentes teólogos, filósofos y políticos.38

La idea de una reforma de la iglesia fue surco y semillaen la Compañía de Jesús. Así es la intención de los EjerciciosEspirituales, redactados por Ignacio de Loyola, y del MétodoFácil que se Propone a los que Practican los EjerciciosEspirituales, glosa de la gracia, la docilidad y otros puntosteológicos de la vida religiosa; obras de indudable relevanciaen la edad de oro de la Compañía, durante los generalatos deDiego Laines (1558-65), Francisco de Borja (1565-72), EverardoMercurian (1573-80), Claudio Aquaviva (1581-1615) y MutisVitelleschi (1615-45). Extiéndese la conciliación tridentina conlos prepositorados de Ignacio Loyola (1541-56), Diego Lainesy Francisco Borja. En la sesión 24 del Concilio los jesuitascombatieron y echaron abajo la pretensión obispal de ostentarsu potestad por concesión inmediata de Dios y no del Papa,lográndose mantener así la verticalidad jerárquica; mas no pudie-ron, en cambio, eludir la autoridad diocesana en el otorgamiento,revisión e inclusive prohibición de la predicación o de su ejerciciosacramental, o la obligación de exhibir las licencias o privilegiosconcedidos por los superiores o el Vaticano. Este lacerantepunto incendió los ánimos en la diócesis angelopolitana al intentarPalafox y Mendoza, como su titular, disciplinar a los religiosos,principalmente jesuitas, a su dignidad episcopal. Desde el sigloV, en la IV sesión del Concilio de Calcedonia, celebrado contraeustiquianos y nestorianos, se “recomienda el honor debido a

38 Alfonso Salmerón y Diego Laines, jesuitas; Domingo Soto y Pedro Soto,predicadores, al igual que Bartolomé Carranza y Miranda; Alonso de Castro,de los menores observantes; Martín Pérez de Ayala, segoviano; JerónimoVelasco, teólogo de Alcalá; el jesuita alemán Pedro Canicio; el canonistaFrancisco Vargas Megía; Andrés Vega, salmantino; Luis Carbajal, de Alcalá;Antonio de Ulloa; los jesuitas Martín Olave y Juan Covillón; FranciscoSancho, salmantino; y el conocido Melchor Cano, dominico.

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los verdaderos Religiosos, y ordena que estén sometidos a suObispo, sin dejar el retiro de sus Monasterios, a menos queéste no se lo mande para grandes urgencias,”39 trasluciéndoseya, en aquel tiempo, el litigio de reglares y seculares que tantoinfluye en la historia de la iglesia.

La justificación por la fe pondría en grave predicamentoal monopolio sacramental de la iglesia. En la sesión sexta delConcilio Tridentino fue analizado el asunto con rigor e indudablehabilidad:40 no hay justificación, se dijo, con sólo la fe, sin lasobras, como lo pretendiera Lutero, puesto que una y las otrasconjúntanse en la gracia de la justificación, según consta en latransición del primer Adán, caído por el pecado, hacia el segundoAdán, Jesús. En la pasión, suma de fe y acto, substáncianse elperdón salvador; y en la séptima sesión —3 de marzo de 1549—sancionóse el decreto de los sacramentos y la excomunión dequienes mantengan o sugieran doctrinas distintas de la justificación:el canon cuarto expulsa de la comunión a los que aseguren quepuede alcanzarse “por la sola fe, la gracia de la justificación...”41

Estaban echadas las cartas. Cierto que Carlos V contem-pló una posible armonía con los evangelistas “y se carteó conErasmo”, pero luego estuvo “en favor del catolicismo y contra lareforma, fomentó la inquisición, se interesó por el gran Concilio ydesde el monasterio de Yuste envió a su hijo (Felipe II) instruc-ciones draconianas contra los heterodoxos de Valladolid y

39 Diccionario Portátil de los Concilios, traducción de Francisco Pérez Pas-tor, Imprenta Real de la Gaceta, Madrid, 1771, t. I, p. 159.40 Consúltese El Sacrosanto y Ecuménico Concilio de Trento, traduccióncastellana de Ignacio López de Ayala, Imprenta de Ramón Ruiz, Madrid,1798, p. 63 y ss. Se trata de la cuarta edición bilingüe, con base en el textolatino de la impresión romana de 1564. Encuéntranse también la bulaBenedictus Deus et Pater, de Pío IV, Roma, 26 de enero de 1563, de confir-mación, y la cédula de Felipe II, Madrid, 12 de julio de 1564, que mandaobediencia y cumplimiento del concilio.41 Ibidem, p. 89 y ss.

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Sevilla”.42 Ningún acuerdo germinaría en los años de Felipe II, ymenos después del Concilio Tridentino: sus objetivos, estrategiasy tácticas resumiéronse en la siguiente forma:

Lo que dio motivo a la celebración de este concilio fue losiguiente. Los progresos rápidos de la heregía de Luthero, deZuingle, y de Calvino, y la relaxacion de la disciplina, hicieronconocer a todo el mundo la necesidad de un concilio general,y solicitándolo el mismo Carlos V, por mucho tiempo...

expidióse la ya citada bula de 1537, en la que se declaró

que habiendo deseado siempre purificar la iglesia de lasnuevas heregías, y restablecer la antigua disciplina, no habíahallado otro medio que el de convocar un concilio general, y almismo tiempo hizo notificar su bula (Paulo III) a todos lospríncipes;

y una vez que se echaron las bases de las reformaciones de lacatolicidad, suscribieron los documentos, en 3 de diciembre de1563, cuatro legados, dos cardenales, tres patriarcas, 25 arzo-bispos,168 obispos, 39 procuradores de ausentes, siete abadesy siete generales de órdenes. Primero se recibieron los decretosen Venecia y luego en España, Portugal, Polonia, Flandes,Nápoles y Sicilia. Fueron rechazados por los protestantesgermanos, y en Francia aceptáronse como doctrina y dogma, ytambién en ciertos reglamentos, pero no en muchos aspectosde las disciplinas.43

En los Apuntamientos Históricos de los Concilios Pro-vinciales Mexicanos y Privilegios de América,44 Fortino Hipólito

42 Ramos Oliveira, Antonio, Ibidem, p. 550.43 Las citas y datos son del ya mencionado Diccionario de los Concilios.Ibidem, t. II, pp. 151-152.44 Tipografía Guadalupana de Reyes Velasco, México, 1893.

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Vera dice que en 1565, diez años después del primer concilioprovincial (1555) de Nueva España, convocado por Alonso deMontufar, sucesor del primer obispo Juan de Zumárraga, congre-góse el segundo concilio provincial, “con el principal designio dejurar y recibir dicho sacrosanto Concilio de Trento, y decretar variascosas para el buen gobierno de la iglesia mexicana”.45 Al primerconcilio, solemnizado luego de la erección del arzobispado deMéxico (1542) asistieron, entre otros, el ya mencionado Alonso deMontufar, Vasco de Quiroga, obispo de Michoacán; Martín deHoja Castro, sucesor de Julián Garcés en el obispado de Tlaxcala;Tomás Casillas, que siguió a Bartolomé de las Casas en el obispadode Chiapas; Juan López de Zárate, obispo de Oaxaca, muertodurante el acto, y Diego de Carbajal, con poder de FranciscoMarroquín, el fundador de la diócesis de Guatemala. Concurrierontambién oidores, fiscal y alguacil mayor, deanes de la iglesiametropolitana, Tlaxcala, Jalisco y Yucatán, priores y guardianesde monasterios y vicarios de la archidiócesis, así como autoridadescitadinas y otros prominentes del clero.46 En el Concilio II,promovido igualmente por Montufar, estuvieron Tomás Casillas,de Chiapas; Fernando de Villagómez, por Tlaxcala; Francisco deToral, por Yucatán; Pedro de Ayala, de Nueva Galicia; Bernardode Alburquerque, segundo obispo de Antequera; y, además, unprocurador del obispo de Michoacán; el dean y cabildo de la iglesiametropolitana; Diego de Olarte, provincial de la orden de San Fran-cisco; Pedro de Feria, provincial de la orden de Santo Domingo;Diego de Bertanillo, provincial de la orden de San Agustín; losvicarios de la archidiócesis; el visitador general Valderrama; yoidores, caballeros y regidores de la ciudad. Decretáronse 28capítulos, ajustados al tridentino; se presentaron peticiones a la

45 Ibidem, p. 13.46 Al respecto consúltese Lorenzana, Francisco Antonio. Concilios Provin-ciales, Imprenta del Superior Gobierno, del Bachiller Jofeph Antonio de Hogal,México, 1769, 2 ts. Los decretos del primer concilio aparecen en t. I.

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audiencia sobre puntos relativos al gobierno eclesiástico y civil;solicitudes de protección a las tierras de los indígenas y los pagosde jornaleros ocupados en obras públicas; y otras derivadas delconcierto de Trento, como fue el caso de las constitucionessinodales y estatutos de 1575, “y hallándolos muy provechosos ycatólicos, conforme a los sagrados cánones... en 12 de diciembredel mismo año ordenaron y mandaron” que se guarden y cumplan,excepto en lo innovado en la reunión ecuménica. Sobre este ConcilioII observa Fortino Hipólito Vera lo siguiente:

...No llegó a publicarse en aquella época. Promovido el Ilmo. yRmo. Sr. D. Pedro de Moya y Contreras, a la metropolitana deMéxico, lo recibió S.S. Ilma. el mismo día de su consagración,8 de diciembre de 1574. Agregado dicho original a las actas delConcilio III Mexicano, hallábase en el tomo III de estas, fojas160. Estaban estas actas.. en el archivo secreto del V. CabildoMetropolitano. Publicado el referido sínodo en 1769 por elIlmo. y Rmo. Sr. D. Francisco Antonio Lorenzana, novísima-mente lo ha reproducido Tejada y Ramiro en su Colección deConcilios Españoles.47

Antes de los sínodos provinciales celebráronse algunas jun-tas. Promovió la primera Martín de Valencia, cabeza de los francis-canos que desembarcaron en la Nueva España y delegado apos-tólico. La reunión (fines de 1524, principios de 1525) fue en laparroquia de San José, con la asistencia de Hernán Cortés, 19monjes, cinco clérigos y tres o cinco letrados; y discutiéronse lossacramentos de bautizo, confesión y matrimonio. Otra, la segunda(1539), acató instrucciones de Carlos V al virrey Antonio deMendoza. La presidió el obispo Juan de Zumárraga y acudieronJuan de Zárate, obispo de Oaxaca; Vasco de Quiroga, obispo deMichoacán; Juan de Granada, comisario franciscano; Pedro deDelgado, provincial dominico; Antonio de Rodrigo, franciscano;47 Apuntamientos, Ibidem, pp. 15 y 16.

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Domingo Jiménez, provincial agustino; el entonces, prior deagustinos; Francisco Soto, guardián; Cristóbal de Zamora,franciscano; Domingo de la Cruz, dominico; Nicolás de Agreda,agustino; y muchos clérigos y representantes civiles. Aprobóse elManual de Adultos, impreso en 1540; la administración desacramentos conforme al derecho canónigo y las constitucionessinodales; la aplicación de la bula Altitudo Divini Concilii, de1537, a bautizos y matrimonios; la eucaristía a indígenas conversos,aceptándose así la racionalidad de los indígenas. Una tercera junta,en 1546, tuvo lugar conforme a instrucciones que de España trajoel visitador Francisco Tello de Sandoval, a fin de mejorar lagobernación diocesana y aplicar del mejor modo posible las lla-madas Nuevas leyes (1542), promovidas por Las Casas en favorde los indios, a esta junta, por cierto, asistió al lado de Zumárraga,Vasco de Quiroga, el ya célebre obispo de Chiapas.48

El Concilio III (1585), bajo la presidencia de Pedro Moyade Contreras y con la asistencia de los prelados de Guatemala,Michoacán, Tlaxcala-Puebla, Yucatán, Nueva Galicia, Ante-quera, y de clérigos, monjes y civiles tuvo por objeto reordenar

48 Véase el Proemio, sobre todo las páginas 38-41, de Robert Ricard. LaConquista Espiritual de México, traducción de Ángel María Garibay, Jus-Polis, México, 1947.

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la vida eclesiástica conforme a los textos tridentinos; y así fuehasta el IV Concilio, celebrado en 1771.49

Apreciable fue la decisión de Felipe IV, aconsejada porel conde-duque de Olivares, en favor de Juan de Palafox yMendoza. Vacante hallábase el obispado de Puebla de los An-geles por el fallecimiento, en 9 de febrero de 1638, de GutierreBernardo de Quirós; y el regreso de Venerable a la corte, luegodel viaje por Europa, creó la gran oportunidad. Presentó sucandidatura Felipe IV al Papa Urbano VIII (Maffeo Barberini,1623-44) y no se hizo esperar la bula; consagróse en diciembrede 1639 y se embarcó a Veracruz en el puerto de Santa María.Formó parte, en embarcación separada de los acompañantesdel nuevo Virrey Diego López Pacheco Cabrera y Bobadilla,duque de Escalona, Grande de España y dueño de muchosmás títulos y emblemas nobiliarios. Sustituía a López Diez deArmendariz, marqués de Cadereyta quien, a su vez, sucedió aRodrigo Pacheco Osorio, marqués de Cerralvo, antecedido porDiego Carrillo Mendoza, marqués de Gelves, el de los tumultoscon el arzobispo Juan Pérez de la Serna, ocurridos el 15 de

49 La primera edición del Concilio III, en latín, es de Juan Ruiz, México, 1622;la segunda, Roma, 1696. A la vista tenemos las ediciones, en latín, de 1725,probablemente la quinta, según Hipólito Vera, y la de Mariano Galván Rivera,segunda bilingüe en latín y castellano, Barcelona, 1870. En el CompendioHistórico del Concilio III Mexicano, de Fortino Hipólito Vera, imprenta delColegio Católico, a cargo de Jerónimo Olvera, Amecameca, 1879, aparece elapéndice titulado Reseña Histórica del Concilio IV Mexicano, que incluye lacolección documental del propio concilio, tomada del Tomo Regio, expedidoen San Ildefonso, 21 de agosto de 1769. También se ha revisado la bellaedición de la Summa Cociliorum et Pontificum, Apud Bernardum Turrifanum,Parisiis, 1555; libro este posiblemente consultado por los obispos novo-hispanos que alentaron las primeras juntas eclesiásticas y conciliares.

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enero de 1624, que tan prevenido tuvieron en todo momento aPalafox y Mendoza cuando los jesuitas.50

El duque de Escalona fue una figura opuesta a la con-ciencia moral del obispo poblano. Además de prelado, el Vene-rable reunió, como se recordará, un poder inigualado desdeentonces: visitador de audiencias y tribunales, juez de residenciade virreyes, virrey —al fracaso de Escalona, que luego, ya enla corte, vengóse con rabia cruel—, y arzobispo de México.Títulos todos que le fueron concedidos porque sin duda era,para la corona y el Papa, el más apropiado personaje en lasolución de severos problemas de la época.

Desde las administraciones de Felipe II y Felipe III losingresos ahogaban los gastos de la hacienda real, a pesar delos crecientes recursos novohispanos, bien nutridos en tributosque jamás satisficieron las muchas necesidades de los ejércitoshispanos. Andrés Cavo señala la gravedad de las cargas delgobierno central sobre el Virreinato y de la corrupción fiscal.51

Necesitaba el rey un hombre de reconocida honestidad y buenavisión jurídica, capaz de sugerir medidas eficacísimas al mejora-miento del presupuesto público; y en parecidas tribulacioneshallábase el clero con respecto a las obliteraciones y estrecha-mientos que le imponían los tratos reglares, y muy peculiarmentela Compañía de Jesús. Su ortodoxia y temple aricense haríandel Venerable el ideal del funcionario en la puesta de las cosas

50 Véase Cavo, Andrés. Historia de México, paleografía de Ernesto J. Burrus,Ed. Patria, México, 1949, p. 288 y ss. Carlos Ma. Bustamante editó lahistoria de Cavo en 1836, en cuatro tomos, de los cuales los dos últimosredactados por el propio Bustamante completan las informaciones del periodocolonial. Hay una edición jalapeña impresa en 1870. El manuscrito pertenecióa los documentos de García Helguera, cuya biblioteca fue vendida a launiversidad de Texas.51 Cavo, A., Ed. Patria, Ibid, pp. 249-250. Sobre la situación prevaleciente enlos años de Felipe IV y Carlos II, J. Vicens Vives. Historia de España yAmérica, Barcelona, 1961, t. II, pp. 250-386 y 494-578.

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en su lugar, conforme a mandamientos del tridentino y otrosdecretos y cédulas gubernamentales no acatadas por los monjes,en perjuicio de seculares y autoridades. Pero no fue todo. Ade-más, tenía que recobrarse el respeto de jerarquías civiles yeclesiales, debilitadas y en ocasiones burladas aun en los propioscírculos creyentes peninsulares e indianos. Palafox y Mendozasabía del modo espiritual y práctico de volverlos a sus humil-dades cristianas. Por estas causas, al momento de su instalaciónen Puebla iniciaría un decidido y enérgico peregrinar civil yreligioso.

Cruzábanse los problemas por todos los caminos de lavida colonial, poco más que centenaria —pues cada vez agudizá-banse los contradictorios intereses entre las clases dominantesen la península y sus asociados novohispanos. La generalizadacorrupción explica los grandes y casi invencibles obstáculosque opusiéronse a los nueve años de influencia palafoxiana enel Virreinato (1640-1649).52 Sus acuerdos pusieron los diezdedos de la mano en las muchas llagas del cuerpo colonial. Lasríspidas relaciones de virreyes y obispos o de éstos y los regulareshegemónicos en la vida cotidiana de la población desde el arribode Martín Valencia y los franciscanos, agustinos, dominicos yjesuitas (1602), sujetos entonces al generalato de Francisco de

52 Agustín Rivera hizo un amplio estudio de la corrupción en los tres sigloscoloniales de la Nueva España, en las áreas política, civil y religiosa, que deberevisarse con el mayor cuidado. Véase Principios Críticos sobre el Virreinatode la Nueva España, sobre la Revolución de Independencia, Tipografía deJosé Martín Hermosillo, San Juan de los Lagos, 1884-1887, 3 vols.

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Borja,53 calentaron las pasiones al grado del estallido local yuniversal que registraríase con motivo del cañoneo excomul-gatorio de jueces conservadores y provisores episcopales, situa-ción esta necesariamente inserta en el cuadro crítico generaldel imperio de Felipe IV. Señalaremos los acontecimientos másreveladores, a saber:

1. Después de Felipe III, en los decenios iniciales delXVII, era extremadamente difícil apuntalar más el castillo denaipes de la unidad lusohispana. Con precisión evaluó estoshechos Vicente Riva Palacio.54 En agosto de 1641, escribe:

Llegó a México la noticia del levantamiento de Portugal, y conella las instrucciones al virrey de como debía proceder contralos portugueses radicados en Nueva España. En esa épocahabía en México multitud de portugueses, y muchos de elloseran personas de gran caudal y muy bien relacionadas en lasociedad; quizá por esto o porque realmente el de Escalona(se refiere al virrey de entonces), como pariente del duque deBraganza, proclamado rey en Portugal, deseara favorecer a losportugueses, no comunicó ni al visitador Palafox ni a la

53 Independientemente de la rica información que en este capítulo proporcionaFrancisco Javier Alegre, Historia de la Compañía de Jesús en la Nueva España,México, 1841-42, 3 ts. Y Memorias para la Historia de la Provincia que tuvola Compañía de Jesús en Nueva España, J. Gijón y Caameño, Editor, México(s.f.) 2 ts, cabe recordar lo relativo a la llegada de Pedro Sánchez y sus compañerosDiego López o Fonseca, Pedro Díaz, Juan Curiel, Pedro Mercado, HernánSuárez de la Concha, Francisco Bazán, alias Arana, Diego López de Meza,Juan Sánchez Baquero, Alonso Camargo, Pedro López de la Parra, BartoloméLarios, Martín González, Martín Mantilla y López Navarro, según el documentolocalizado y estudiado por Francisco González de Cosío. Quizá, sugiereGonzález de Cosío, Pedro Díaz, que fuera después rector del Colegio Máximoen México, escribió la Relación Breve de la Venida de los de la Compañía deJesús a la Nueva España, 1602, se trata de un manuscrito anónimo descubierto,paleografiado, prologado, anotado y adicionado por el mencionado bibliógrafoe historiador en el Archivo Histórico de la Secretaría de Hacienda. Hizo laedición del manuscrito, Imprenta Universitaria, México, 1945.54 México a través de los siglos, México, 1884-89, t II, p. 599 y ss.

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audiencia las órdenes que había recibido del monarca y cuidóde mantenerlas en secreto sin ponerlas en ejecución.

Pero como tal secreto no cupo en casa de cristal, enteráronsetodos del grave acontecimiento que hacía tambalearse conintensidad al decadente imperio español. Fueron muchas lasconsecuencias derivadas en el Virreinato. Acumuláronse sos-pechas y dudas en Diego López Pacheco, poco cuidadoso desu autoridad y atraído en mucho por placeres mundanos ypalaciegos. Ninguna medida adoptaría en relación con lospobladores lusitanos, ni cuidó de despejar las murmuracionessobre su posible parentesco con el futuro Juan IV, de Portugal,ni propició actos de fidelidad a la corona ofendida por losrebeldes peninsulares, a pesar de su inocultable simpatía haciala independencia. John Lynch observa que a pesar del afectohacia “España entre algunos elementos de la nobleza, el altoclero y los comerciantes (portugueses), no hubo ningunaoposición real a la independencia, que fue recibida con positivoentusiasmo por la masa del pueblo”.55 Pero transparentaríaseel fondo. Cuando Felipe II logró la anexión de Portugal, hacia1580, cuidó meticulosamente el respeto de los términos de lascortes de Thomar; es decir, de la identidad cultural, administrativay económica lusitana. Pedro Aguado Bleye subrayó la impor-tancia de este acontecimiento en la historia española:

Con la conquista de Portugal se conseguía, aparentemente, launidad española, tan deseada por los Reyes Católicos, y se acre-centaba el imperio colonial castellano con las grandes coloniasportuguesas de África, Asia y América, cuya posesión ha sidomotivo de rivalidades entre los dos reinos vecinos. Procuró FelipeII evitar a los portugueses todo motivo de disgusto, a fin de que,olvidada la guerra, la unión se afirmase. No nombró ni un sólo

55 España Bajo los Austrias, Península, tercera edición, Barcelona, 1975, t. II,p. 159. La primera edición inglesa fue de Basil Blackwell, 1969.

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funcionario español, halagó a la nobleza, recorrió el país, y desdeél escribía a su hija Isabel Clara, la madrecita de sus hermanos,que cuidase de que el príncipe aprendiera la lengua portuguesa.Todo fue inútil (agrega Pedro Aguado Bleye), la exitación popularpersistía y fue necesario poner guarniciones españolas endeterminadas ciudades. La unión no llegó a durar 60 años.56

Cierto es, mas no del todo. Súmense las torpes políticas de Lermay Olivares en los años de la subversión. Contra la táctica felipense,los habsburgos del siglo XVII procuraron la subyugación de loscuerpos políticos lusitanos y el sometimiento de su fisco a la seddel tesoro castellano. La Guerra de Treinta Años, la insensatezen los Países Bajos, el caso catalán y otras agitaciones de laépoca fueron ininteligibles a Olivares, ingenuamente inclinadohacia una neoimperialidad hispana.

Al fin, Portugal encontró la coyuntura de su separación:

Las pérdidas navales de la batalla de Las Dunas (octubre de1639) y de Pernambuco (enero de 1640) habían arruinado lasdefensas españolas en el Atlántico y privado a España de unarma naval contra Lisboa; fue entonces cuando la revuelta deCataluña inmovilizó los restos de sus fuerzas militares.Richelieu ya les había prometido a los portugueses la ayudafrancesa en caso de rebelión, y aquellos esperaban tambiénque los holandeses aliviaran la presión sobre su propioterritorio colonial si se declaraban independientes de España.57

La inconfiabilidad hízose mayor en Nueva España aldifundirse lo relacionado con el extraño comportamiento de Guillénde Lampart y los proyectos liberadores del Virreinato. Estepersonaje que buscaba ceñirse la corona de una nueva monarquía,

56 Manual de Historia de España, corregido por Cayetano Alcázar, EspasaCalpe, S. A., Madrid, 1964, t. II, p. 660.57 Lynch, John, Ibid, t. II, pp. 158 y 159.

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dueño de no pobres lecturas y hartas obsesiones, murió en lapicota de la inquisición. Sin embargo, su vinculación con Villena—fue miembro de su servidumbre— escandalizó más y más alas cortes de Madrid y México, al extremo de ordenarse laseparación y sustitución por Juan de Palafox y Mendoza.58 CarlosMaría Bustamante justificó la conducta del Venerable al informar,a la corte, la intrigante conducta del duque de Escalona.59 Ladesignación de Palafox como arzobispo de México, causó granmalestar al Virrey; y, una vez en el cargo, preparó el golpe contraLópez Pacheco, en cumplimiento de las reservadas instruccionesde Madrid. Jamás concordaría el carácter firme del obispo conlos titubeos que le atribuye Manuel Orozco y Berra al poner “enplanta los despachos”, a pesar de la soberbia del marqués, puesnada hay en el hijo de Fitero que exhiba tibieza en el orden humano,a pesar de sus copiosos temores en el divino.60 Transcurrieronlos hechos así, según el epítome del citado Orozco y Berra, asaber:

58 González Obregón, Luis. D. Guillén de Lampart. La Inquisición y laIndependencia en el siglo XVII, Librería de la Viuda de Ch. Bouret, París-México, 1908. Gabriel Méndez Plancarte y su hermano Alfonso dedicaronalgunas páginas de Ábside a estudios del caso y la obra de Lampart, cuyaspeculiaridades acucian hasta hoy a los investigadores. Véase Don Guillén deLampart y su Regio Salterio, según el manuscrito latino de 1665, seleccionadoy traducido por Gabriel Méndez Plancarte, Ábside, México, 1948.59 Véase el folleto de Bustamante titulado El Venerable Señor Don Juan dePalafox y Mendoza, Obispo de la Puebla de los Angeles, Justificado en elTribunal de la Razón, por haber remitido a España y Separado del Virreinatode México al Escmo. S. D. Diego López Pacheco Duque de Escalona, Imprentadel Ciudadano Alejandro Valdés, México, 1831. Observa Genaro García quees el suplemento de la Voz de la Patria (5 de marzo de 1831).60 Orozco y Berra, Manuel. Historia de la Dominación Española en México,con una advertencia en Genaro Estrada, Biblioteca Histórica Mexicana deObras Inéditas en la Antigua Librería Robledo, de José Porrúa e Hijos, núm.10, México, 1938, t. III, p. 167.

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En la noche del 9 (junio de 1642) hizo convocar secretamentea su casa (Palafox y Mendoza) a los individuos de la Audien-cia, y leyéndoles su nombramiento y la deposición del duque,les exigió el secreto en nombre del rey, y fue reconocido capitángeneral de la Nueva España. Hizo lo mismo con el marqués deCadereyta que aún estaba en la ciudad, y con él conferenciólos pormenores de la ejecución del plan.61

Habló con Pedro de Oroz, alcalde de corte, y con otros perso-najes de importancia, Martín y Diego Rivera, Luis de Tovar,Antonio Urrutia, el militar Diego Astudillo; solicitó la reunióndel tribunal de la Inquisición; se mandó aviso a ciudadanosprominentes y a los demás tribunales; y después de éstas yotras medidas, entre las diez de la noche y las cinco de la mañanadel siguiente día (10 de junio), abriéronse las puertas de Palacio;sorprendieron los ejecutores dormido y en su recámara al Virrey,quien ya despierto y enterado de los acuerdos dijo: “Fuertegolpe es éste!, más en mis obligaciones, no puede dudarse laobediencia a su Magestad en cuanto mandare.” Con toda surabia y orgullo el alto personaje asilóse en el convento dieguinode Churubusco; luego, en San Martín Texmelucan; y de ahí,por Veracruz, marchóse, y la corte

dio ante el rey sus descargos; parecieron tan buenos que sele dio por quito de la imputación, se reconoció su inocencia,y para reintegrarlo en el concepto público se le nombró denuevo virrey de la Nueva España, destino a que no vino porhaber pasado de virrey a Sicilia,

según la anotación de Orozco y Berra con base en Cavo y Alegre.62

Virrey, Palafox y Mendoza, duraría sólo cinco meses ymedio, pues entregó el cetro a García Sarmiento de Sotomayor,

61 Ibidem.62 Ibidem, pp. 168-169 y nota 118.

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conde de Salvatierra, el 23 de noviembre de 1642; fue a juiciode Alegre,

el mayor peso de autoridad que jamás se había visto en la América,siendo al mismo tiempo Obispo de las Diócesis más opulentasdel Reyno, Gobernador del Arzobispado de México, electoArzobispo, Visitador y Virrey, a que se añadía una comisión par-ticular para despojar de los curatos a las órdenes regulares (...):En esta forma, la Audiencia principal de Nueva España, los dosprincipales cabildos eclesiásticos y seculares, los tribunales todosfuera del de la inquisición, las religiones, y todo aquel gran distritoa que se extendían tan diversas jurisdicciones, dependía delgobierno cuasi soberano y despótico de un sólo hombre;63

opiniones que revelan los amargos sentimientos que desataron susdisensiones con los jesuitas; y hay más: al comentar Alegre cómose agregó en Puebla, a la Compañía, el establecimiento que fundarael obispo Ildefonso de la Mota, textualmente dice de Palafox yMendoza:

Uno de sus sucesores (se refiere a De la Mota), bien conocidopor su desafecto y aversión a los jesuitas, procuró persuadiral Rey y al público, que los religiosos de la Compañía habíanabusado de la decrepitud del señor Mota y aún la insensatezocasionada de la enfermedad, para hacerle firmar las escriturasy convertir en Colegio lo que el Ilmo. tenía destinado parahospital. Basta para deshacer esta calumnia saber que muchosmeses antes de su muerte había conferido este asunto con elVirrey marqués de Cerralvo, cuando pasó por la Puebla; queen las mismas escrituras hacía memoria de sus antiguos deseosde fundar un colegio; que su amor a la Compañía era constantedesde que fue obispo de la Nueva Galicia...; y finalmente, queél mismo pidió todos los sacramentos, y no sólo respondía alas oraciones, sino aun corregía los leves defectos a que la

63 Memorias para la Historia, Ibid, t. I, p. 254.

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turbación hacía incurrir a sus capellanes, acciones todas, quenada menos prueban que decrepitud o insensatez.64

Tiempo largo destinó el obispo visitador a estudiar losasuntos universitarios, que le preocuparon desde siempre, yluego de analizarlos en sus distintas facetas propuso, para me-jorar la educación nuevas constituciones, notificadas al claustroen octubre de 1645, aprobadas cuatro años adelante por el reyy publicadas en 1688 con el título de Estatutos y Constitucionesde la Imperial y Regia Universidad de México, con prólogode Marcelino de Solís y Haro, cuya redacción es la considerada“primera y concisa historia, de la Universidad”.65 Las constitu-ciones del Venerable fueron las que rigieron a la Real y PontificiaUniversidad por más de siglo y medio.

Treinta y seis títulos componen este ordenamiento, escribeJiménez Rueda, todos ellos siguen el orden de las constitucionesanteriores. Después del índice se copian los capítulos 1 y 15 delEvangelio de San Juán, el 22 del de San Lucas y el 9 del de SanMateo. En seguida el Rey se da por enterado de las diversascartas que le ha dirigido el Obispo Palafox informándole delresultado de la visita de la Universidad que le ha sidoencomendada. El propio Palafox pone en vigor las constitucionesque han revocado, “todos los estatutos, constituciones yordenanzas con que antes se ordenaban, por haberse escogido

64 Ibidem, p. 241.65 Jiménez Rueda, Julio. Historia Jurídica de la Universidad de México,Facultad de Filosofía y Letras, UNAM, México, 1955, pp. 115-117. Véasetambién Reales Cédulas de la Real y Pontificia Universidad de México, de1551 a 1816, paleografía, introducción, advertencia y notas de John TateLanning, estudio preliminar de Rafael Heliodoro Valle, Imprenta Universitaria,México, 1946; y Sergio Méndez Arceo, La Real y Pontificia Universidad deMéxico. Antecedentes, Tramitación y Despacho de las Reales Cédulas deErección, Imprenta Universitaria, México, 1952.

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de ellas todo aquello que más cumple al servicio de su Magestad,y bien de la Universidad, según el estado presente de las cosas.66

2. El mejor relato del Venerable como cabeza del episco-pado angelopolitano débese a Francisco Antonio Lorenzana.67

Pongamos prudente atención. Una vez que Alfonso SalazarBarahona, chantre de la iglesia y personero de Palafox y Men-doza, transfirió a éste los bártulos de la diócesis advirtiéronsede inmediato las virtudes del flamante prelado. Su respeto de lajerarquía clerical era un claro reflejo de su adhesión al Vaticano.Nunca dudó del apostolado encomendado a Pedro; y de la quecorresponde, por tanto, al sumo pontífice romano, mas en lainterioridad de sus jerarquías formales está el místico que intuye,presiente y siente en sí las iluminadas manifestaciones del ordencelestial. Miradores del más allá y sus misterios son para elBeato los intersticios del mundo inmediato. Arrobamientos oembelezamientos religiosos rompen con frecuencia convencio-nalismos y liturgias vacías en el seguimiento inspirador de la fe.Cobijado en la maestría de Agustín, leído y meditado por elVenerable al redactar sus confesiones de acuerdo con unacontabilidad de pecados y misericordias sin saldos favorables,pudo someter al fin, al juicio superior, la ya mencionada VidaInterior, autobiografía espiritual que también tituló Lágrimasde un pecador enormísimo por sus grandísimas culpas; enla que usa estas expresiones:

proclamaciones y gemidos místicos; juicio de miserias y miseri-cordias contra un pecador enorme, que nunca tuvo juicio;conocimientos y reconocimientos a Dios de un pobre y mise-rable pecador; cuenta de culpas y beneficios de quien nuncatuvo cuenta con la cuenta; manual y memorial de miserias ymisericordias que llora y canta un pecador; aclamaciones del

66 Ibidem, p. 116.67 Concilios provinciales..., Ibid, t. II, p. 251 y ss.

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alma a la eterna misericordia, y suspiros y lágrimas por supropia miseria;

y en este tenor la Vida Interior hállase harta de lágrimas, arrepenti-mientos, suspiros, contriciones y dolencias del hombre ante suCreador.

Al lado de la prosa, fina y abundante, echó mano Palafoxy Mendoza de las musas para engarzar en la poesía delicadasrazones del corazón. Alfonso Méndez Plancarte recobró el valordel verso palafoxiano, condenado por Genaro García, su “mayorestudioso moderno”:

...apenas aludió a sus rimas, dice Méndez Plancarte, para fallarque “no era poeta, ni mediano versificador” y ya Fray JosephPalafox su editor y primo lamentaba hallarlas “sin el aliño ypeinado estilo que quisiera”, como que nunca fueron para “elSeñor Obispo” sino breve y honesta recreación, o instrumentoapostólico dirigido “al espiritual, que atiende al espíritu y norepara en la letra”, aunque agregando —bella y exactamente—que a veces, como en los “Grados del amor divino”, culminaciónde su lírica y su mística, “parece que el amor guiaba su pluma”...Pero nosotros —aun fuera de esa joya— gozamos luz de poesíaen muchos otros de sus versos...68

Y luego vienen pruebas y conclusiones. Insiste Méndez Plan-carte en la gracia de su conceptismo tradicional, “Sol y luna/entraje de montería”; o en su “estilo y gustos salmantinos, o de unHoracio ablandado por Lope”; o en la “santa audacia con quepara frasea los cantares; “ora, sobre todo —si son suyas, cual

68 Méndez Plancarte, Alfonso. Poetas Novohispanos. Segundo siglo (1621-1721), Biblioteca del Estudiante Universitario, Universidad Nacional Autó-noma de México, 1944, primera parte, p. XLV. La misma Biblioteca publicó,de Méndez Plancarte, dos estudios más sobre poetas novohispanos, el dedicadoal siglo XVI y la segunda parte del citado libro.

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creemos, las liras o las Transformaciones del Alma—, conesa Noche Cristalina, obscura y fúlgida”, descúbrense “uncastizo primor sabroso de refranero sagrado”, según el huertode “Santillana y el Rabi de Carrión” y la definitiva deduccióndel silogismo literario: “gran lírico, sin duda, afirma MéndezPlancarte, de limpidez sólo hermoseada por la amorosa ternura,los más diáfanos símiles, y el encanto de su candor” —y esto,a mediados del XVII, al margen del gongorismo y aun casiabsolutamente del barroco—, pues su poesía es “cristalina ybella” (como el adjetivo a la carne gloriosa), “y su palacio estodo de cristales” (como dijo de la verdad)...: un apacible llano,por donde “entre azucenas cándidas” discurre musical “elarroyuelo con sus pies de plata”, mas donde arde, en la zarzadel Horeb, la llamarada del amor “que al cielo llega con suslenguas de oro”.69

La Biblioteca Palafoxiana, de Puebla, acreditó la venalírica y mística de Palafox y Mendoza con la edición facsimilar—del Varon de Desseos, cuyo manuscrito (1642) forma partede su rico acervo bibliográfico.70 En la introducción del libroEstela Galicia Domínguez, directora de la Biblioteca, anota queel manuscrito es la, obra “más antigua que se conserva de él enla Biblioteca Palafoxiana”, seguramente inspirada en la PíaDesideria del Hermano Hugón, jesuita este que ofreciera asus seguidores un método seguro para llegar a Dios. “El librocomprende tres días, —dice Galicia Domínguez—, que el almadebe recorrer para alcanzar su perfección”, la purgativa, depurificación; la iluminativa, de devoción y ejercicio de las virtudesmorales; y la unitiva o goce en la unión divina; y luego agregánseestas informaciones:

69 Poetas Novohispanos..., Segundo Siglo, primera parte, op. cit.70 La edición estuvo al cuidado de Pedro Ángel Palou y Baraquiel Alatriste,consta de 200 ejemplares foliados y fue realizada por Gobierno del Estado dePuebla, en 30 de junio de 1981.

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Fue terminada (la citada obra) el día 8 de noviembre de 1641 enla ciudad de México y editada por primera vez en el año de1642 con una dedicatoria a la reina María, “Luz que alumbra elseptentrión”, de quien Palafox se declara capellán y siervo.Fue editada en Madrid y Valencia en 1671 y en Madrid en1762, formando parte de las Obras de Don Juan de Palafox yMendoza. Por el tema del libro, el obispo fue comparado conSan Agustín, San Jerónimo y San Cipriano. Se hallanreferencias a los místicos San Juan de la Cruz, San Pablo, elSanto Job, el Rey David, etcétera.

El manuscrito, místico y lírico, lo repetimos, fue consideradolibro de oro en la predicación apostólica.

El místico Palafox fue como Antonio, blanco continuode las tentaciones, y el evitarlas en favor de la “ardiente caridad”salvadora, resultó en disciplinas que el Venerable, a pesar desu condición de “gusano de la tierra, criado en la miseria, ybasura de los vicios, y pecados”71 adoptó e impuso sobre símismo con devota y férrea devoción. Entre invocaciones impre-sionantes aplicóse penitencias voluntarias en la observación delos votos de castidad, obediencia, pobreza y humildad, absti-nencia, clausura, silencio y resignación; pero sorprenden lasreglas de castidad por la complejidad psicológica que exhibenen relación con el origen bastardo y la pasión de su natividad yniñez. Poco hase hecho en la personalidad profunda de Palafoxy Mendoza, y este vacío inclina a transcribir, para el lectorreflexivo las anotaciones del obispo sobre el particular, a saber:

Para observar el voto que tiene hecho de castidad con toda pureza,y vigilancia posible, invoca a la Virgen Purísima, escogiéndolapara esta virtud principalmente por protectora. Primeramentepropone traher descubierta la cabeza en todos tiempos enreverencia de la Virgen, como si estuviera en su presencia; y esto

71 Vida Interior, Ed. Madrid, 1772, p. 437 y ss.

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se entiende en cualquiera parte por donde lo pudiere hacer sin sernotado, si otra cosa no le ordenare su confesor, por sus dolorescontinuos de cabeza. Que si viniere alguna persona a visitarle, ypor razón de urbanidad le obligase a estar cubierto, deba pedirmentalmente a la Virgen licencia para cubrirse. Que no puedanentrar mujeres en su cuarto —aquí hay nota que dice: “tampocolas tuvo en casa el Siervo de Dios, y cuando servía en losConsejos, cuidaba de disponer de la comida, y de la limpieza de laropa una doncella virtuosa, de edad provecta, y hábito muyhonesto; (era hija de Pedro Navarro el Viejo, el que le libró de lamuerte, crió al V. en su casa, y con sus hijos los primeros años desu vida) y ésta vivía con una criada en una casa inmediata, yministraba lo que se ofrecía por una ventana pequeña, que caía ala del Venerable Ministro”— si no es que vengan a negocios, opleytos de su oficio; y entonces les hable brevemente, baxos losojos, abiertas las puertas, y con la posible brevedad, observandoesto con mucho rigor. Que no pueda visitar mujeres, sino que seallamado, o para cosas espirituales, y de mucha importancia; ypara negocios graves temporales pueda ir, pidiendo licencia a laVirgen, y comunicándolo primero con su Confesor. Que no puedaescribir a mugeres, sino a sus hermanas, y a personas espiritualesde cosas espirituales: sólo pueda responder a cartas que leescriban, acortando razones, y correspondencias, y comuni-cándolo primero con su Confesor. Que no hable con mugeres, nilas mire a la cara advertidamente: no les haga cumplimiento, sinocuando pueda haber nota, o escándalo en no hacerse, y entoncessea esto con modestia. Que en hallándose en conversación quese hable de mugeres, si se ve con bastante autoridad, la estorbe;y si esto no lo pudiere hacer, se retire de la conversación, o seaparte, o haga otra diligencia para desviarla. Que siempre quevaya a visita de mugeres, se ponga una cruz de puntas arrimadaa las carnes, para acordarse de la pureza que tiene ofrecida a laVirgen. Que nunca vaya a semejantes visitas, sin encomendarseprimero a nuestra Señora muy afectuosamente, para que le tengade su santísima mano.72

72 Ibidem, pp. 440-442.

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Reconoce el Venerable, al final de la Vida Interior,73

que no siempre cumplió el propósito de humildad, fe, esperanzay caridad, y muestra así, a los lectores, que la perfección escamino zigzagueante y no lineal; es decir, entretejimientoperturbador y asfixiante de incertidumbres, pecados, arrepenti-mientos y virtudes.

Aún no había defcanfado fu illma. de las fatigas de el camino,escribe el arzobispo Francisco Antonio Lorenzana en susConcilios provinciales, quando tomó en sí el cuidado de queprofiquiera hafta fu perfecta conclusión, como lo configuióprodiguiofamente con admiración de todos, en poco más denueve años, la fumptuofa, magnífica, y primorofa Fábrica deefta Santa Iglefia (catedral de Puebla), que eftaba tan pocoadelantada, defpues de haber pafado más de 90 años defdeque fe le dio principio, que aunque fe procediera con efmero,fe necesitan a lo menos 20, y 5, o 30 para concluirla, fiendo tanexquifito, y anticipado fu defvelo, refpecto de efta obra tangrave, y necefaria, que traxo de prevención una Cédula Realpara allanar las dificultades, que pudieran ofrecerfe, y fe dedicóa perfeccionar efte affunto con tal efmero, que aguftaba por fupropia Perfona los materiales necesarios para la Obra, fin quele firvieran de embarazo la multitud, y gravedad de negocios,que a más de lo que le correfpondían por fu Dignidad, eftabana fu cuidado por Virrey, Gobernador, y Capítán General de eftaNueva Efpaña, Prefidente de fu Real Audiencia, y Vifitador detodos fus Tribunales;74

y a través de este aplastante cúmulo de cargos y quehaceresdescribe Lorenzana las copiosas actividades del prelado. Llegóa Puebla en 1640 y consagró su catedral en 18 de abril de1649, entre pompas, coros, multitudes sin igual. Hizo arrancarladrillerías de su casa obispal y completar así los apisonados73 Ibidem, p. 459 y ss.74 Ibidem, p. 251 y ss.

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catedralicios; y esto, en sabíanlo pueblo menudo y clases acomo-dadas, festejábanlo unos y censurábanlo otros por las manerasde concluir la fábrica. Por cierto, los mohínos con Palafox nocalman aún sus pesares. Mariano Cuevas, jesuita, así lo muestraen su Historia de la Iglesia en México.75 Aparte de menguarlas constituciones que introdujo en la Universidad por ser “ferozenemigo de la Compañía y de ahí el deseo de que rigieran sus'sabias' constituciones”, y de advertir que si en verdad efectuóampliaciones en el seminario de Puebla, no se queda corto enrestar importancia a la conclusión de la catedral,76 de la cualtranscribe el informe de Palafox, encontrado en el archivo dela embajada española ante el Vaticano.

En 1618 suspendióse la obra, dice Cuevas, hasta el año de1640 en que volvió a emprenderse a las órdenes del ObispoPalafox, mas no como se dice, tomándola éste desde sucimiento, porque ya desde 1618 estaban los capiteles de lascolumnas de las naves laterales y por consiguiente de la central.Palafox puso ciertamente extraordinaria diligencia en que seconstruyese, como que se hacía trabajar a los desgraciadosindios, de noche y a la luz de antorchas. Metió de sus fondosparticulares alguna cantidad que probablemente fueron menosde 12 mil pesos, puesto que el mayor donativo fue el delcabildo consistente en dicha cantidad. No es cierto que lahaya terminado antes de irse a España, pues le faltaba unatorre y muchos otros complementos menores que posterior-mente se terminaron bajo plan de la escuela de Herrera y Gómez

75 Tenemos a la vista la 3ª edición, 4 ts., Revista Católica, El Paso, Texas,1928.76 Ibidem, t. III, p. 201.

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de la Mora, aunque no se puede probar que esa influenciafuese personal de cualquiera de esos autores.77

El celo apostólico del Venerable no tuvo fatigas. Patro-cinó fundaciones y elaboró estatutos. Lo anota Lorenzana así:“hizo Reglas, y Ordenanzas para el Coro, y Constituciones parala Contaduría” de su catedral; “fundó el Convento de ReligiofasDominicas de Santa Inés de Monte Policiano”, que juntaríanseluego con las de religiosas descalzas; introdujo constitucionesen las comunidades religiosas y en el seminario de San Juan;erigió y reglamentó el colegio de Niñas Vírgenes; arregló elhospital de San Pedro; amplió las enfermerías y los recursoscurativos; y entre tantos quehaceres, que reséñanse con breve-dad, destaca lo relacionado con Gutierre Bernardo de Quirós,cuando la aparición (1631) del arcángel Miguel en la barrancade los Zopilotes, Nativitas, a Diego Lázaro de San Francisco,indio como el otro Diego guadalupano. Lorenzana dice que elarcángel ordenó a Diego que cavase hasta hallar una fuente deagua de la salud; y que

oyó el Indio grandes, y horribles voces, que le dixo San Miguelfer de los Demonios, que falían defterrados de aquel lugar endonde fe cometían muchas idolatrías, y vio un refplandor muybrillante, que bajaba de el Cielo al fitio, en donde fe halló elAgua, que hafta ahora fe llama el Pozo de el Milagro, percibiendouna vez, que decía: Efta es la virtud de el Altifsimo, que baja afantificar el Agua; fueron defpues efte índio, y fu Padre, y en

77 Ibidem, t. III, pp. 68 y 69. El documento transcrito por Cuevas se encuentracompleto en la edición facsimilar que prologó, para Patria, el libro de MiguelZerón Zapata, La Puebla de los Angeles en el Siglo XVII. Crónica de la Puebla,con el añadido de cartas del Venerable y de Manuel Fernández de Santa Cruz.Compréndese también el Tratado muy útil y provechoso de la re metálica,quizás inédito antes. La edición se imprimió en México, 1945.

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dicho fitio levantaron los dos folos una Piedra… y bajo de ellahallaron la Fuente, que San Miguel había dicho.78

Ese milagro y los que ocurrieron a los bebedores de las aguasvirtuosas, no detuvieron la indiferencia del tiempo hasta que elobispo angelopolitano ocupóse diligentemente de reponer lascosas en su lugar. Lorenzana compara al Venerable con GregorioTaumaturgo, el movedor de montañas, pues destajó las queaislaran el pozo milagroso y construyó el templo de la adoración,al igual que en el caso de la ermita de San Juan, hacia el occidentede Puebla, con motivo de las vejaciones que sufrió la imagendel santo, según edicto publicado en diciembre de 1645. HugoLeicht anota en Las Calles de Puebla79 que ocupóse frecuente-mente Palafox de hacer cumplir, entre los religiosos y en lorelativo a seminarios, los mandamientos del Concilio de Trentoy de la Cédula Real de 1643. Acordó entonces que el colegiode San Juan, auspiciado por Juan Larios y Diego Romano, hacia1596, cambiárase en seminario tridentino. Se establecióigualmente (1644) un nuevo colegio, el de San Pedro que conel de San Juan, formó el Real y Pontificio Colegio o SeminarioTridentino, conocido como Seminario Palafoxiano. En el colegiode San Pedro estudióse gramática, retórica, canto llano y lalengua azteca; y en el de San Juan, filosofía, teología y sagradoscánones. Vino luego el tercer grado, en el colegio de San Pablo,donde perfeccionaríanse los conocimientos teológicos.80

78 Ésta y las anteriores citas, en Concilios Provinciales, Ibid., p. 249 y ss.79 Imprenta de A. Mijares y Hermanos, Puebla, 1935, pp. 78 y ss.80 Veáse Ernesto de la Torre Villar, Notas para una Historia de la InstrucciónPública en Puebla de los Angeles, en Homenaje a Silvio Zavala. EstudiosHistóricos Americanos, El Colegio de México, 1953, p. 563-673 y especial-mente p. 644 y ss. donde se detalla lo relativo al seminario y hay noticias desu biblioteca.

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Cierto es. Afortunadamente atrás del edificio del antiguocolegio de San Pedro, levántase aún la soberbia biblioteca, quelleva el nombre de su fundador. La dotó Palafox con su propialibrería, en 1646, y posteriormente sería enriquecida por Fran-cisco Fabián y Fuero y con acervos de los colegios jesuitas. Fueinaugurada la bóveda en 1773, comunicada en los orígenes conel antiguo colegio de San Juan, cuyo portón aún se usa, y por elvano del que fuera palacio episcopal, muchos años ha. Entusiasmodespertó en De la Torre Villar la colegiatura de seminaristasindios, auspiciada por el Venerable, pues “en un país de indios, laiglesia y el gobierno no podían ir a ningún lado ni elaborar programaalguno sin el concurso activo de los naturales”. Publicó también,el distinguido historiador poblano, cuidadosa Reseña Históricade la Biblioteca Palafoxiana junto con la BibliografíaHistórica de Puebla en la Biblioteca Palafoxiana, formadapor Fausto Marín-Tamayo y Gregorio de Gante;81 hoy continúainvestigándose y reordenándose el importante acervo palafoxianoen la ciudad de Zaragoza.82

Incisivo y brillante fue Agustín Rivera en sus PrincipiosCríticos sobre el Virreinato de la Nueva España i sobre laRevolución de Independencia,83 al desvelar y juzgar larelajación del clero en la Colonia.84 Lo atestiguan así, entreotros, Adolfo Llanos y Alcaraz, en La Dominación Españolaen México, y Juan de Solórzano y Pereyra, autor de la PolíticaIndiana.85 Los frailes de los tercios primeros del XVII no eranya los evangelizadores del XVI. La corrupción, el robo y la estafa,los engaños y tributos, cobrados en beneficio personal, las81 Centro de Estudios Históricos de Puebla, núm. 4, Puebla, 1957.82 Una interesante y curiosa referencia a la biblioteca en Melchor Ocampo,Biblioteca Palafoxiana, Obras Completas, Pola y Venegas, México, 1901, t.III, pp. 264-270.83 Principios Críticos..., Ibidem.84 Ibidem, t. III.85 Ibidem, t. III, p. 161.

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amenazas fraudulentas y las calumnias mancharon cada día ladignidad y conducta de monjes, monjas, clérigos, funcionariosy burócratas en la tambaleante Nueva España.

Exhibió Bartolomé de las Casas (1474-1566) en su Breví-sima Relación de la Destrucción de las Indias (1552) lacrueldad conquistadora y colonial, confirmada cien años adelantepor el Venerable, considerado un segundo fray Bartolomé porsu defensa de nativos en el informe que envió a Felipe IV,impreso con el título de Historia de las Virtudes del Indio, enla edición zaragozana de 1661.86

Palau dice que se trata de una exposición al gobiernoespañol del estado miserable y desesperado de los indios, dondese aboga por mejorar su suerte; y Federico Gómez de Orozcoobserva que

de las numerosas obras salidas de la pluma del señor Obispode Puebla, el Libro de las Virtudes del Indio (mexicano) es sinduda una de las más interesantes… escrito por su autor enforma de memorial para informar al Rey de España Don FelipeIV, de la triste condición en que estaba una parte no despre-ciable de sus súbditos en América, el buen obispo se da alestudio del indio, explorando con ojo certero y juicio claro laidiosincrasia indígena y la encuentra llena de buenas cualidadeso VIRTUDES, como él las llama.87

86 Palau, Ibidem, t. VI, p. 16, señala que el Informe fue secretamente editadoen Puebla, hacia 1650. Además de la zaragozana hay la impresión de Madrid,1893. Genaro García y Carlos Pereyra publicaron las Virtudes del Indio en laColección de Documentos Inéditos o muy Raros para la Historia de México,Librería de la Vda. de Ch. Bouret, México, 1905-1911. En los vols. V y VII dela colección se habla de Palafox. En la tercera época de su Biblioteca Enciclo-pédica Popular, número 219, con prólogo de Federico Gómez de Orozco, laSecretaría de Educación Pública editó las Virtudes del Indio. México, 1950.87 Ibidem, p. VIII.

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Subraya, este autor, los cuidados del Venerable por desvelarabusos y condenar explotaciones, sin atender rangos oinfluencias de personajes afectados, pues era su propósito allegaral rey la nuda verdad de la situación, ocupándose con frecuenciaen subrayar las ventajosas cualidades indígenas por sobre elespañol, y echando por tierra prejuicios que admitíanse comoincontrovertibles, a pesar de sus habilidades manuales y virtudesdel carácter. “La lectura íntegra y cuidadosa de este libro,concluye Gómez de Orozco, puede tener, todavía, mucho interéspara elevar la condición del indio, tan alabado y enaltecido enteoría, pero tan desdeñado y olvidado de hecho”.88

La celebración, en 1974, del V centenario del nacimientode Bartolomé de las Casas, y del IV, un año antes, de la muertede Juan Ginés de Sepúlveda (1490-1573), dos figuras clavesen el pensamiento filosófico y político de España en el siglo XVI,propiciaron una más y mejor inteligencia de lo ocurrido en lasmonarquías de Carlos V y Felipe II, en relación con el nuevomundo. Son muy atractivas las conclusiones de Ángel Losadaen muchos aspectos de las controversias suscitadas por el obispode Chiapas.89 Al respecto, observa Losada, los contendientesdefinieron con claridad las cuestiones más significativas: uno,Ginés de Sepúlveda, humanista, teólogo y cronista del rey, pro-clamó la validez del uso de la fuerza en el sometimiento yevangelización del indio; y, el otro, Las Casas, propulsó la con-versión por el convencimiento pacífico de los nativos. Nadiepuso en duda la necesidad de la conversión del pagano al cristia-nismo, mas los caminos eran distintos. Los lascasasistas veíanal indio en su naturaleza divina, como criaturas de Dios, y exigían

88 Ibidem.89 Losada, Ángel. Fray Bartolomé de las Casas a la luz de la Moderna CríticaHistórica, editorial Tecnos, Madrid, 1970, y Juan Ginés de Sepúlveda através de su Epistolario y Nuevos Documentos, Consejo Superior deInvestigaciones Científicas, 2ª edición, Madrid, 1973.

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respeto a su condición sobrenatural;90 y sus enemigos, parajustificar la salvación por coerción, que bien encubría el sistemade encomiendas y repartimientos, tomáronse de la mano deAristóteles, según el cual los “siervos por naturaleza e inca-paces de gobernarse a sí mismos, debían ser obligados por lafuerza a adoptar una recta norma de vida”.

Ni tardo ni perezoso, Las Casas argumentó contra elEstagirita y sus corolarios sepulvedistas. Elaboró una ingeniosaclasificación del bárbaro, separando a los redimibles de los sier-vos por naturaleza, cuyo congénito e impío instinto impídelesgobernarse por sí mismos. Sería ésta la especie comprendidaen la idea aristotélica del esclavo, cuya denotación es angostapor tratarse de algo repugnante a la intención de Dios con suscriaturas: absurdo sería que formaran comunidades de vastísimapoblación, como es el caso de los indios americanos, y quepudiera compaginarse el principio de “amarás a tu prójimo comoa ti mismo” con el “deben ser cazados como fieras para seratraídos a la recta norma de vida”. En consecuencia, la tesiscontralascasista de la justificación de la guerra al indio es inad-misible.

La guerra contra los indios se justifica —filosofa Ginés deSepúlveda— porque estos oprimen injuriosamente a personasinocentes, y así las matan para inmolarlas a sus dioses o comerlas carnes de sus cadáveres. El motivo, pues, de la intervenciónarmada contra ellos es evitar un acto contrario a la ley natural,a lo cual todos estamos obligados por dicha ley;

pero Las Casas no olvidó señalar la relatividad jurisdiccionalde la iglesia en área de infieles, a saber: un poder que les es

90 Losada advierte en esta posición una fecunda semilla de la idea de losderechos del hombre que florecería con la ilustración decimoctava.

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extraño carece de capacidad para castigarlos o dominarlos porlas armas.91

Cabría ahora un resumen de conclusiones de mayor vali-dez teórica que práctica, pero útiles de sopesar en la evaluaciónde los movimientos filosóficos y humanísticos de la época: a)por su naturaleza divina, como hijo de Dios, el indio no puedeser esclavo ni esclavizado o forzado a adoptar la verdad evangé-lica. Hacerlo así sería contrario a la doctrina de Jesús. b) Lapolítica de atracción del indio al mensaje cristiano tendría quefundarse en el convencimiento y la convicción; y de aquí latrascendencia misional en la conquista y colonización de lastierras descubiertas. Imponer, constreñir, vejar u oprimir al indiocon el pretexto de la fe es contrario a la fe y, por tanto, conde-nable. c) Entre conquistador y conquistado no hay más diferenciaespiritual que el saber o la ignorancia del evangelio; y su difusiónlos iguala en su fraternidad ante el Padre común. Usar la igno-rancia del hermano para ofenderlo, someterlo o destruirlo esdiabólico y opuesto al mandamiento divino. d) Por tanto, la91 Véanse, Apologías de fray Bartolomé de las Casas contra Juán Ginés deSepúlveda, y Apología de Juán Ginés de Sepúlveda contra Fray Bartoloméde las Casas, traducción del latín al español, introducción, notas e índices deÁngel Losada, publicación facsimilar, Editora Nacional, Madrid, 1975. LaApología de Las Casas, conservada en la Biblioteca Nacional de París,corresponde a la parte leída por su autor en la Junta de Valladolid (1550-51),convocada por el Emperador. La segunda parte de la Apología, conocidacomo Apologética Histórica, fue editada por Manuel Serrano Sanz, Madrid,1909, volumen XIII de la Nueva Biblioteca de Autores Españoles. El manuscrito(1559) pertenece a la Biblioteca de la Real Academia de la Historia en Ma-drid. El Instituto de Investigaciones Históricas, Universidad Nacional Autó-noma de México, publicó una excelente edición crítica de la ApologéticaHistórica bajo el cuidado de Edmundo O'Gorman y un grupo de auxiliares, endos volúmenes, México, 1967. Conviene revisar: Ramón Menéndez Pidal, ElP. Las Casas y Victoria. Con otros temas de los siglos XVI y XVII, Espasa Calpe,Madrid, 1958; y de Victoria, Reelecciones de Indios y Del Derecho de laGuerra, versión española de el Marqués de Olivart, Espasa-Calpe, Madrid,1928.

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guerra contra el indio no es justa porque la coerción del poderososobre el débil viola su condición divina por el pecado. e) Elentendimiento significativo y aceptable entre débil y fuerte esla paz fundada en el respeto mutuo de su calidad humana. Seríanéstas las únicas justificativas del proceso de la colonizaciónespañola en América.

En sus Virtudes del Indio, el Venerable conjuntó losañejos caldos del humanismo renacentista que floreció en laEspaña del siglo XVI con los odres no muy frescos de Felipe IVy sus validos. En los 21 capítulos de su informe al rey, el obisporeproduce los principales conceptos lascasasistas de susapologías, y añade nuevos argumentos al relacionar las virtudesnativas y su influencia en la vida española y novohispana. Habladel trabajo incesante, el talento, la habilidad, la docilidad, lacultura y el empeño de las poblaciones indias, y de sus vicios—sensualidad, pereza y otros— explicándolos y sugiriendoremedios en medio de la miseria y desesperanza de una vidacotidiana casi animal; pero sin dejar de señalar una y otra vezsus virtudes: liberalidad, honestidad, frugalidad, discreción,elegancia, agudeza y prontitud, industriosidad, justicia, valentía,humildad, limpieza, cortesía e inclinación a la vida armoniosa.Nada escapó al Venerable: ejemplifica en todo lo posible,minuciosamente relata costumbres, hábitos domésticos, rela-ciones de los pueblos entre sí, del hombre y la naturaleza y declases sociales.

El informe, de 94 páginas en la edición madrileña de1893, es sustancioso por breve y sin duda uno de sus textosmás sugerentes para el lector de nuestro tiempo. Su humanismoen política no elude la pragmática como acredítase en lasinstrucciones que entregó, hacia 1642, a García Sarmiento deSotomayor, conde de Salvatierra y sucesor del obispo en elmandato virreinal. Pero ciertas semillas podrían florecer entrelas virtudes del espíritu cuando una exquisita sensibilidad las

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cultiva y rescata del lejano ayer. Francois Chevalier percibiópeculiaridades importantes en la fundación de la Puebla de losÁngeles.92 Contra los proyectos militares y encomenderos dela conquista y la colonia, plantéase el caso de Puebla entérminos cercanos a los lascasasistas. Queríase una comunidadsin vasallos encomendados o repartidos, ajena a las subordina-ciones clasistas y semejante a una verdadera asociación cristianade agricultores y artesanos libres y capaces de vivir del productode su trabajo, sin señores ni siervos, ni amos y esclavos. Comoresultaría casi imposible alterar el statu quo de dominio, buscóseel desarrollo de las artes rurales y manuales para la subsistenciafamiliar, sin brazos nativos, reuniéndose así —deseábase—gente dispersa o sin ocupación fija en hogares sustentados conel sudor de los moradores; y este ambiente, sin éxito, fue el querodeó, seguramente, al Venerable en sus jornadas angelo-politanas contra la impiedad, la corrupción y la falta de caridadque denuncia en las Virtudes del Indio. Concluye su estudioChevalier observando que “la nueva ciudad no había sidoconstruida como México, ni muchas otras, sobre las ruinas dela civilización indígena”, pues sus fundadores, hombres delRenacimiento, localízanla sin cargas previas o destrozos peno-sos. “Sobre esas tierras baldías, añade Chevalier, se había deelevar la villa que en pocos años debía ser la segunda de México,rodeada de campos y vergeles entre las más ricas del país”,pero desafortunadamente infectada con el tiempo de imposi-ciones y ultrajes no queridos ni considerados en la utopía deldominico fray Julián Garcés y sus seguidores carolenses.

Palafox trajo consigo órdenes de secularización de lasdoctrinas, curatos y servicios sacramentales a cargo de religio-sos facultados con antelación a prestarlos en sus áreas de

92 Significación social de la fundación de la Puebla de los Angeles, Centro deEstudios Históricos de Puebla, núm. 6, Puebla, 1957.

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influencia, convenios estos revocados por el Concilio de Trentoy más o menos tolerados en virtud de situaciones coyunturales.

Autorizó Trento a los ordinarios examinar, conceder orevocar licencias o privilegios de los regulares; y los problemasgenerados por estas medidas agraváronse porque su cumpli-miento suponía extinción del poder y la riqueza que significabanla magnitud y el crecimiento de las manos muertas de los monjesen el seno de las manos muertas del clero. Las disposicionesde Palafox acatáronse al fin en el área angelopolitana. HugoLeicht describe la forma en que los regulares administrabanparroquialmente los barrios de Puebla: los franciscanos adoctri-naban en el Alto y Analco; los agustinos, en San Sebastián ySantiago; los dominicos, en San Pablo y Santa Ana; los carme-litas renunciaron desde 1607 la administración del Carmen; ylos jesuitas entregaron voluntariamente la suya, entre su colegioy el Carmen, al obispo Quirós.

Las otras tres órdenes, en 1640 —agrega Leicht— fuerondespojadas de sus doctrinas, erigiéndose las tres parroquiasde San Sebastián, Santa Cruz y Analco y agregándose ladoctrina de los dominicos a la parroquia de San José. Lostemplos se entregaron al obispo, quien, en todas sus diócesis,puso 36 curas nuevos. En la ciudad quedó a los franciscanossolamente la capilla de San Juán, y a los jesuitas, la de SanMiguel, por estar unidas a los conventos.93

Curiosa estadística de Leicht,94 muestra que la fundación deconventos, con excepción de los de Belén y San Juan de Dios,registróse entre 1533 y 1598; que residían en ellos 610 religiosos,hacia 1649, de los cuales casi el 74 por ciento de las tres cuartaspartes eran dominicos, franciscanos, agustinos y jesuitas; y que

93 Las Calles de Puebla, Ibidem, pp. 363-364.94 Ibidem, p. 364.

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el número de regulares aumentó en la Compañía de Jesúsmalgré tout entre 1649 y 1714.

Bastó una sola chispa para incendiar Puebla, el tronoespañol y el Vaticano. Salvador González tradujo la carta delVenerable a Inocencio X, y un grupo de editores patrocinó laque hizo Ignacio Cumplido95 con los documentos que explicanclaramente el conflicto de los jesuitas con el obispo. De los dostomos, el primero es imprescindible por contener, transcritosde la segunda impresión madrileña de las Obras, ya mencionada,cartas, respuestas, excomuniones, memoriales, acuerdos y otrascuartillas que vienen al caso. El discurso preliminar de la Inocen-ciada —la epístola a Inocencio X—, la Introducción Noticiosapara la Inteligencia de las Cartas, las enviadas a Andrés deRada, y respuestas, la del cardenal Aguirre al rey, y la de éstea Tirso de González, duque de Medinaceli, la del Venerable alobispo de Córdoba y otras más, hacen luz blanca en el problema.Los tributos y la mano viva de la mano muerta, el status, lasinfluencias y el poder, todos estos factores explotaron cuandoel obispo paró en seco el ejercicio sacramental y doctrinero delos jesuitas si no mostraban, en cumplimiento de los mandostridentinos y reales, las licencias o privilegios que ampararansus prácticas sacerdotales. Eludieron los discípulos de Loyolael dictamen episcopal, acudieron al expediente de jueces con-servadores manipulados por la Compañía, censuraron al mitradoangelopolitano y, en su oportunidad, lo excomulgaron entrealarmas y escándalos amenazantes. Obispo y provisores defen-derían ágilmente fueros eclesiales y jurisdicciones del rey y elPapa en asuntos de evangelización y cura de almas, con baseen los cánones tridentinos y sus correspondencias en el ConcilioProvincial III. Confirmaron Vaticano, trono e inquisición la95 Carta del Venerable Siervo de Dios D. Juán de Palafox y Mendoza al SumoPontíficie Inocencio X, traducida del latín al castellano por D. SalvadorGonzález, Ignacio Cumplido, México, 1841.

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administración de Palafox y Mendoza, rabiosamente acatadaal fin en el colegio del Espíritu Santo y las residencias y templosjesuitas. En los momentos en que la agitación popular en defensadel obispo apretó a los subordinados de Francisco de Borja,altaneros e imprudentes frente al prelado, abandonó éste supalacio episcopal. Hablóse de homicidas contratados por elrector del Espíritu Santo que procurarían el asesinato del obispo;y en tan apasionado clima evitaríanse cualesquiera consecuen-cias con la dicha ausencia del Venerable; estuvo en Tepeaca,luego en la estancia de Juan de Vargas y en las minas de Alchi-chica, erró días y noches por la sierra y asentóse en la haci-enda de Chiapa, a ocho leguas de Puebla. “La fuga de Palafox—comenta Genaro García— mereció juicios encontrados: mien-tras que sus enemigos la censuraban ácremente sus partidariosveían en ella el acuerdo más prudente que se pudo, elegir.”96

Virve Piho acertó al exhibir la connotación económica de1litigio entre seculares y regulares en la Nueva España.97 En elprólogo del estudio, Enrique Maza escribe que

la secularización de las parroquias, en 1641, por el obispoPalafox, fue un asunto de dinero, que implicaba todo uncontexto y un rejuego de poder. Es la verdad escueta. Y laiglesia no queda bien parada. No será posible alegar que eracuestión de la mentalidad de la época. La iglesia tenía el mensajede Jesús desde 16 siglos antes. Y su historia, en esos 16 siglos,y en los cuatro siguientes muestra demasiado claramente lamanipulación que de ese mensaje hizo. Lo que ofende, enúltimo término, no es sacar a la luz ahora el fruto de unainvestigación científica que repercute en contra de la iglesia,

96 García, Genaro. Don Juán de Palafox y Mendoza..., Ibidem, pp. 143-175.97 La secularización de las parroquias en la Nueva España y su repercusiónen San Andrés Calpan, Instituto Nacional de Antropología e Historia, México,1981.

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sino que la iglesia haya desvirtuado, en su predicación y ensu práctica, el mensaje y el bien que le fueron encomendadosy de los que es responsable históricamente, lo que repercuteen contra de los hombres. No se salva a la iglesia ocultando laverdad, sino haciéndola volver, en la verdad, a la autenticidaddel bien que le es propio.98

Nada hay que agregar. Son contundentes pruebas y conclusionesen el estudio de Virve Piho. La mano muerta regular, la manomuerta del clero y la hacienda real mezcláronse y detonaronen las ingobernables manos de los jesuitas.

La magnitud de la gresca; la sedienta venganza del duquede Escalona, el depuesto virrey; las rabias de la Compañía ysus amigos; y la frecuente liviandad de Felipe IV, acecharían alobispo en los últimos lustros de su vida. Volvió a Madrid pororden real; refugióse en el hogar aricense; y aceptó con humil-dad el obispado modesto de Osma, donde murió, a los 59 años.Nunca lo dejaría en paz el abogado del diablo, proclive a losloyolistas, en todas y cada una de las instancias de la aúninconclusa canonización de Palafox y Mendoza. Hay sentenciade beatitud y no de santidad; y de ahí que su capilla lo repetimosen la catedral de Osma, siga en espera de San Juan de Palafoxy Mendoza.

Extrañas mixturas de tradiciones medievales y humani-dades renacentistas impregnaron el enrarecido ambiente de laprimera mitad del siglo XVII hispano. Iglesia y trono antiarrianos,inquisidores, en cuna de reconquista; multiplicados autos de fede judíos, marranos y moros; enemigas, sus instituciones, deturcos, luteranos, husitas y relapsos o sospechosos; inclinadas,sus jerarquías, al paramilitarismo de exaltados monásticos; yperseguidores, los súbditos, de infieles y heterodoxos, auncientíficos o literatos; conjuntáronse estas y otras causas en un

98 Ibidem, pp. 12 y 13.

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proyecto político que aceleró y profundizó los desastres anun-ciados desde las viejas derrotas de la Armada Invencible y lostercios de Juan de Austria en valles flamencos. Podrían deli-nearse tres concepciones en la teoría política de aquellos pro-celosos tiempos. Una, la de más antigüedad, identifica a Diosen las potestades celestiales y humanas: el rey-divinidad de laHeliópolis sería la suprema representación del mandatarioindiviso en un Estado teologal. Triangúlase el poder en unasegunda concepción: es Dios en sus dominios celestiales; y, asus lados, emperador y sacerdote lucen juntos como CarloMagno y León III o separados, como Bonifacio VIII y Felipeel Hermoso; pero en cualquier caso en el papel vicarial, civil oreligioso, de la divinidad: por la gracia del derecho divino el reyes rey, y así legitimaríase su gobierno de los hombres; y elPapa, también por voluntad de Dios, gobernaría en la jurisdicciónreligiosa. Pero no bastó la concepción de Dios como fuente delpoder, pues desde los resquicios medievales infiltraríase más ymás, en una primera etapa, la idea de un pueblo depositario dela soberanía de Dios, y luego, ya en el Siglo de las Luces,desvinculado, el pueblo, de Dios y, en consecuencia, autónomo,absoluto y no relativo en lo que hace a su soberanía. El estadollano dio el golpe: las clases medias sustituirían a las aristo-cráticas y la democracia a la monarquía a través de una nítidaseparación entre la sociedad civil, la sociedad política y lareligiosa; mas estos cambios no gestarían aún, en esos años,las claras diferencias políticas de clases medias y trabajadorasque son propias de la sociedad industrial. El pueblo de ayer noes el pueblo de hoy; triunfó el de ayer y está triunfando el dehoy en las difíciles y esperanzadoras luchas de nuestro tiempo.

Extendería sus brazos en cruz Juan de Palafox y Men-doza entre las tinieblas angelopolitanas, al apercibirse en laencrucijada cultural y política de España. El humanismomostrábale el sufrimiento y la injusticia entre los débiles, y

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defendió sus derechos elementales al abrir, por ejemplo, laspuertas del seminario a los nativos, o al tomar ante el rey ladefensa del indio. En el lado de la ortodoxia, que acató sinexcesos críticos, conformóse con el clásico triángulo de laspotestades, y en su calidad sacerdotal cuidó de las almas en susalvación y de los hombres en la guía del buen gobierno, segúnconsta en el casi olvidado Manual de Estados y Professiones,redactado junto al Año Espiritual, para ofrecer “dictámenesal Alma en las ocupaciones políticas de efta miferable vida;porque las luzes de la perfona, no fe hallen fin inftrucción enlos oficios”, a fin de que los encargados del menester públicono cuiden sólo “de quitar la ligera paja a los ojos agenos, conuna grueffa viga fobre los nueftros”.99

La vinculación del Manual, y Año explícase en el pará-grafo 1 del capítulo I del Manual, donde el autor dice: “Ya quete he dado, hijo, algunos dictámenes en todas las virtudesTeologales, Cardinales, y Morales, que miran a lo que debesobrar en tu perfona en efte Año Efpiritual, quería que en ellas,y con ellas no te olvidafes de tu oficio, o Dignidad”, pues,repetimos, el Manual, también titulado Memorial de Estados,aconseja a sus representantes las óptimas maneras de cumplirsus funciones políticas en cada una de las jerarquías: obispos,sacerdotes, predicadores, confesores, curas, religiosos, monjas,superiores seglares, reyes, príncipes, magistrados, militares,nobles, señores y, en su área, también los súbditos.

99 El Año Espiritual y el Manual de Estados y Professiones están en el tomoVII de las Obras, edición de Villa-Diego, Madrid, 1669, al lado de las Cartasde la Seráfica y Mystica Doctora Santa Teresa de Jesús, anotadas, y de losAvisos de la Gloriosa Madre y Doctora Mística Santa Terefa de Jefus, tambiénanotados. En la edición de Gabriel Ramírez, Madrid, 1762, Año Espiritual yManual de Estados hallándose en el tomo VII, sin las Cartas y Avisos de SantaTeresa, que imprimiéronse en el tomo IX.

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La obra pastoral del Venerable, a la que pertenece el AñoEspiritual, es considerada por estudiosos contemporáneos;100

lo que no sucede con el Manual que, por lo demás, es parte deuna rica y profusa tradición europea. Ocuparíase Dios en losoriginales tiempos de formular al vicario los mandamientos de laLey, como en las tablas mosaicas, o en el cristiano sermón de lamontaña. Después el vicario por sí mismo, no necesariamentesacerdote pero sí inspirado, hízose asesor del príncipe. Consejerode Alejandro Magno fue Aristóteles y Cicerón de Antonio, enlos años clásicos, así como Maquiavelo en el principado florentino.Antonio Pérez y su Norte de Príncipes,101 quizás escrito en1601 para Lerma, el valido de Felipe III; y en nuestro caso, elManual de Palafox son muestras bien calificadas de ladeontología del poder en la era de los austrias españoles.

100 Debo a Roberto Moreno de los Arcos la consulta de dos trabajos dedicadosal tema: Actividad Literario-Pastoral de D. Juán de Palafox durante su Ponti-ficado en Puebla, y Don Juán de Palafox y Mendoza, Pastor de Almas,Pontificado de Puebla (1640-1649), preparados por Jesús Eduardo CastroRamírez para obtener la maestría y el doctorado en la Facultad de Teología,Universidad de Navarra, Pamplona, 1981.101 Edición no venal de Espasa Calpe, Madrid, 1969. En la erudita notapreliminar infórmase al lector de las dudas que hay sobre la autoría del libro.Lo atribuye Gregorio Marañón —Antonio Pérez, Espasa Calpe, tercera ed.,Madrid, 1951, 2 vols.— a Baltazar Alamo de Barrientos, amigo de Pérez yencargado por éste de preparar unos advertimientos al gobierno. Independien-temente de que el propio Lerma demandó y convino la asesoría de AntonioPérez y de que los textos sean de Barrientos, lo cierto es que el secretario deFelipe II los consideró suyos o como suyos al enviarlos así al privado del rey.Curiosa y extremadamente interesante es la edición facsimiliar de las Cartasde Antonio Pérez, París, 1558, hecha en los talleres Marvi por encargo deManuel González de Cosío y con base en el original que obra en su bibliotecaparticular. Del género de Norte de Príncipes es la de Jean de Marnix, Resolu-tions Politiques ou Maximes D'Estat, Caillobé, A. Roven, 1631, dedicada porsu autor a la infanta Isabel. Importante fue también la obra de FranciscoEscrivá, Discursos de los Estados, Valencia, 1613, aprobada con entusiasmo,para su impresión, por Jerónimo Villanova y Joseph de Villegas en la épocadel prepósito Claudio Aquaviva, de la Compañía de Jesús.

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Con pasión en vez de acción empieza el Manual: lapotestad omisa multiplica la culpa pues el “pecado fuele pefarpor muchos pecados”, en la autoridad. No así en el súbdito, cuyo“pecado es un pecado nomas”.102 Y, en otro aspecto del problema,y la relación del poderoso y el oficio público es delicada y signifi-cativa en la marcha de la sociedad. En ocasiones persona y oficioacomódanse mal, y suelen ser tan graves las consecuenciaspolíticas de la asimetría que “leftos tales ya tienen en el infiernoprevenida fu filla; y fi no fe arrepienten, y conocen bien fus culpas,y las lloran, cuéntalos ya entre los muertos a condenación eterna,que es la muerte de las muertes, y la pena de las penas”,103

como sucedió, dice ejemplificando el Venerable, a los gigantesque en tiempos de Noé acabaron con el mundo (Génesis, cap.VI). Hay autoridades superiores que ajústanse bien en lo per-sonal y mal en el oficio al excederse en su interés y cuidadopropio por sobre el de las funciones que les corresponden; y alrespecto Palafox adviértelos del siguiente modo:

Gran bocado un Obifpado! Pero al tragarlo, fuele ahogar eftebocado. Gran cofa es la Corona, y la Tiara! Pero lo que esdignidad al entrar, es cuenta, juyzio, y congojas al falir. Queanchas tienen las entradas los oficios! Y que angoftas lasfalidas! Que alegre día el de la provifión, y poffeffion! Quecongojo…, terrible y formidable el del juyzio, y de la cuenta!Todos entramos en los oficios, diziendo: Gran cofa! Todossalimos, diziendo; Terrible cofa!104

Pero la concertación de oficio y persona, que infiltra mutua-mente dignidades y virtudes, armonioso ideal es en la prácticadel gobierno.

102 Manual..., Ibidem, p. 200, parágrafo 14.103 Ibidem, p. 201, parágrafo 19.104 Ibidem, p. 201, parágrafo 23.

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Las sugerencias o reglas, que derrama el Manual delVenerable, aplícanse a todos, mitrados, príncipes o magistrados,pues buscan conducirlos hacia la mejor dirección de los súbditos.Los príncipes, es cierto, pueden no guardar las leyes del reino,mas como el inferior copia el porte del superior (persuade muchoel ejemplo, poco el adoctrinamiento), “mandar lo fanto, lo jufto,lo ordenado, lo honefto, y obrar lo defordenado, es hazer, ydeshazer; pues lo que ordena, y edifica la Ley, y la premática,y el precepto, derriva la fuerca del mal ejemplo”; y por estaregla prima “de los fubditos, y aún de los mifmos Superiores, esfugetarse a las leyes, y obrar con ellas, y por ellas; pues tantofe apartaran de lo bueno, fanto, y recto, quanto fe apartaren deellas”;105 principio este que, en potencia, prefigura la garantíade legalidad que hoy caracteriza al Estado de Derecho, y encierta forma desgarra otra vez los velos que cubrieron en laNueva España el íntimo conflicto de lo tradicional y lo modernoen una sociedad colonial sin proyecto propio: si el superior debeacatar la ley el súbdito podría exigirle tal acatamiento o insubor-dinarse por su violación, en términos que exceden los de la másortodoxa teoría divina de los reyes; y en el caso del Manualrepítense por Palafox, más al soberano que al súbdito, lasexcitativas en favor del cumplimiento del derecho, a saber:

En la fugesión, y cumplimiento de las leyes, se hallan todas lasvirtudes de los oficios, y eftados; porque no fon otra cofa lasleyes prohibitivas, ordinativas, y directivas, sino el reparo denuestras imperfecciones. La razón, y la experiencia, Maeftrasgrandes del gobierno, fiempre velan, y fe defvelan en ver, mirar,y reconocer los daños, y en aplicar con las leyes los remedios;eftos recibidos de los fubditos, son virtudes excersitadas; yaquellos fon vicios comunes, que destruyen a lo público. Poresto toda la reformación del mundo confifte en guardar las

105 Ibidem, p. 227, parágrafo 7.

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Leyes, cada uno las de fu eftado; por el contrario, en pifarlas,fu ruina, y perdición,106

incluido el príncipe porque su excepcionalidad no supone elnecesario desacato, como sucedió a Cristo con el mandamientode la circuncisión, en cuyo ejemplo hay una viva muestra de lavalidez de una intencionalidad pura de conformación a las reglas,“fiendo Superior a ellas…”107

Luego de exaltar el valor de la ley en la cosa pública, elVenerable destinó los últimos catorce parágrafos, capítulo VIIdel Manual, a relacionar las virtudes comunes —teologales, cardi-nales y morales— y los que atribúyense a los súbditos. Limpiezade afectos y pasiones en ministros; verdad, diligencia, ingenuidady puntualidad en letrados, abogados y procuradores; fidelidad enlos tratos y justicia en los contratos en mercaderes y negociantes;mutua fidelidad y cuidados de hogar y familia en casados;providencia, humanidad, agrado y paciencia en los amos;diligencia, puntualidad, bondad y fidelidad en los criados;recogimiento, recato y buen juicio en el gobierno de sus hijas ycriadas en las madres; obediencia, respeto y reverencia a suspadres en los hijos; retiro, honestidad y humildad en doncellas;paciencia en los pobres; y limosna y caridad en los ricos. Nadanuevo en la relación de opulentos y menesterosos más allá de laconformidad con el orden de cosas establecido y el buen corazónde los cristianos. La justicia social como idea, conciencia yproyecto no tuvo sitio adecuado en la cultura novohispana frenteal peso de la ortodoxia milenaria. Cuatro serían los mandamientosprincipales en las relaciones de gobernantes y gobernados, a saber:a) la fidelidad al rey, que es vínculo de paz; b) la obediencia a lossuperiores, sus leyes y decretos, como fuente de quietud pública;c) la paciencia en el trabajo y el pago de tributos, que afianzan la106 Ibidem, p. 227, parágrafos 12, 13 y 15.107 Ibidem, p. 227, parágrafo 16.

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defensa del Estado; y d) el orden y la paz como alimento y sustentode los pueblos. Estas virtudes conservan los reinos. En cambio,los vicios o contravirtudes los destruyen: la infidelidad o rebeldíacausa innumerables desdichas; la evasión de las cargas fiscales,gravísimas violencias y peligros; la desobediencia o la impacienciadesordenan al Estado; la discordia entre vasallos subvierte la pazy origina desdichas. Hay que purgar vicios y propiciar virtudesen los responsables de la vida común, para el buen cuidado de lajusticia: que pacifica reinos, serena ánimos, alegra súbditos,corrige ministros, apaga discordias, genera y extiende sociego,bienestar y tranquilidad entre los hombres.

Ni vagas luces del humanismo social vislúmbranse en ladeontología palafoxiana, salvo el insinuado perfil ciudadano quesurge eventualmente en la figura del súbdito.

La potestad eclesiástica dará y no tomará, señala elVenerable, por su condición sacramental.

Solo fe hallen en nuestra casa al morir las virtudes, y el olor deel buen vivir: bufquen todo lo demás en los pobres, a quien feles entregó nueftro amor; porque era suya la renta, y nueftroslos méritos, y trabajos ... El que mucho dexa, poco lleva; el quepoco dexa, mucho lleva. Dexa mucha hazienda en efte mundoel Obifpo, poco lleva a la otra vida. Dexa poca, o ninguna,mucho lleva que prefentarle al Señor: y affi, eterna fera fu vida,pues fe ve pobre, y fin hazienda a la muerte;108

y asegurada así la pureza sacerdotal por el ejercicio dialécticode una pobreza que da y comparte lo que tiene hallará un mayorfortalecimiento en la oración “porque Sacerdote, y Obifpo finOración, o es peligro, o perdición”.109 Semejante a la del obispoes la suerte del predicador, el confesor o el cura, pues en sucaso tratase de la evangelización y el perdón de los pecados,108 Ibidem, pp. 205 y 206, parágrafos 47 y 48.109 Ibidem, p. 206, parágrafo 52.

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sin olvidar por supuesto que el regular, muerto a los vicios yvivo en el espíritu, ajeno a la soberbia y consubstanciado en lodivino por la humildad, ofrécenos desde su refugio un perfectoejemplo del amor que abrasa a Jesús su Padre.

En suma, ministerio de Dios es la jerarquía eclesial porque lo representa, al lado del príncipe, en el gobierno. Resuelvede este modo Palafox el tradicional problema de la autoridadsin excesos teológicos. Aviénense obispo y rey porque losmismos valores inspíranlos y guíanlos:

unas mismas virtudes gobiernan las Gerarquías; porque feparecen mucho entre fi lo Eclefiaftico, y feglar, y una, y otraGerarquía. Qué es un Rey en una Monarquía, fino un paftoruniverfal, que gobierna a los Paftores políticos de aquella granMonarquía? Qué es un Pontífice, fino un Paftor efpiritual, quegobierna muchos Paftores eclefiáfticos en todo el mundo?Pues mira las virtudes que ha menester el Pontífice en lo efpiri-tual, effas vienen bien al Rey en lo temporal.110

En esa vertiente política, que da al César lo que es delCésar y a Dios lo que es de Dios, apoyáronse las añejas corrien-tes teológicas que romperíanse estruendosamente en el sigloXVIII, cuando el soberano apoyóse en el pueblo y no en dios,echó fuera del cetro al obispo y separó lo civil de lo religioso.Hombre de su tiempo castellano, el Venerable engarzó sus ideasteológicas del poder y su origen divino en praxis diferenciadaen el orden sagrado y en el orden terreno. Idéntica fuente de lapotestad en áreas distintas facilitan la comparación de obispo yrey. Dice sobre el particular:

Mira que virtudes ha menefter el Obifpo, que con effas es bien fegobierne el Príncipe fecular. Alterada la materia de feglar a efpiritual,obran las mifmas virtudes con muy poca diferencia. Cada uno,

110 Ibidem, p. 209, parágrafos 7 y 8.

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dize San Ambrofio, es Obifpo de fu cafa, o de fu eftado, y ha dedar cuenta, como la dará el obifpo de aquello que efta a fu cargo,en fu oficio, o en fu cafa.111

En un lado, el del obispo, virtud y ejercicio en el serviciode dios están; y, en el otro, el del rey, en el servicio del bienpúblico. Una vez aclarado punto tan delicado, recuéntanse enel Manual las más altas cualidades palatinas. La vigilanciagran virtud es, pues “los ojos de el Príncipe, y fu atención y fudefvelo, fon el remedio de fus Reynos”.112 Y en la previsiónacúnase la providencia que pertrecha o evita “lo que cura muydificultofamente la prudencia; pues ya fe ve lo que va del curar,al prevenir”.113 Virtud regia es también la diligencia, pues ejecutalo convenido por la prudencia y la providencia.

Grave preocupación es la guerra en la deontología delVenerable, según el resumen que sobre el tema consta en elManual: a) Sábese el principio y los motivos de las guerras, peroningún discurso humano podría conocer su fin. b) Livianas sonlas guerras al empezar; costosas al proseguir; y, al suspenderse,peligrosas, pues suelen confundir y exterminar a los contendientes.c) Inícianse las guerras con música, clarines y trompetas; yacaban con sangre, tristeza, muerte, llanto, dolor, tumbas y sepul-cros. d) Mucho debe reflexionarse antes de desenvainar la espadaporque luego se ignora cómo envainarla. e) Dijeron bien loscronistas de la gran batalla: fueron los vencidos destruidos y losvencedores perdidos. f) Aunque la guerra podría llevar a la paz,más fácil es solucionar los conflictos en la seguridad y no entrelos peligros. g) Sólo la honra de Dios y la del monarca justificanla guerra, mas bienamado es el príncipe que no usa las armas.

111 Ibidem, p. 209, parágrafo 9.112 Ibidem, p. 209, parágrafo 11.113 Ibidem, p. 209, parágrafo 17.

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Es verdad: ante la paz caen por tierra las más ágiles, sofisticadaso añejas teorías de la guerra justa.

Las virtudes cardinales ornan por igual a príncipes y asacerdotes: acierto y autoridad da la prudencia al gobierno; la justicia,paz y sosiego; frena al enemigo y ampara al amigo la fortaleza;con templanza modérase la acción; y a estas prendas añádenseamor del príncipe al principado y la reverencia de dios, que elVenerable considera la más alta en la corona regia porque es madrey origen de las otras. Viénense después, en los textos de Palafox,chorros generosos de ortodoxia teológica. El príncipe cobijaráseen Dios para asegurar prosperidad en el reino y acrecentar susvirtudes en una implorante e íntima oración. Precisamente en laconjunción del rey en lo divino contempla, el Venerable, la grandezade los Reyes Católicos y el significado de la epístola del rey SanLuis a Felipe, su hijo, en la cual exalta, desde el lecho mortal, lasvirtudes del monarca cristiano: “humilde en la fe y fuerte, justo ybueno en el gobierno”.114

El magistrado representa al rey y debe reproducir, enconsecuencia, la proba conducta de su representado. Procederde otra manera es traición, maldad y cobardía en el área de lasaltas funciones públicas.

Si la guerra se declara, los mandos castrenses deben evitarlos vicios y engrandecer las dignidades, el valor, la fortaleza deánimo, la bondad, la prudencia, a fin de garantizar el buen ánimodel ejército, “supuesta en primer lugar la Religión, la Fe, y unaviva, y santa esperanza en Dios; porque es el Señor de las Vitoriasy los exercitos”; revinculándose en estas normas religión ydestrucción, guerra y santidad, fe y saña, según las no pocaslecciones que en este tenor hay en la historia de España. Esentonces cuando el Venerable, convencido, proclamaría:

114 Ibidem, pp. 211-216, parágrafos 42-92.

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Aquel enveftir con fortaleza, aquel pelear con refolución, aquelacercarfe a los peligros, aquel vencer, o morir, aquel en llegandola ocafión atropellar los temores, y dar en los enemigos, obrar,ejecutar, enveftir, atender, y no dormir, prevenir al enemigo aldifponer, batirlo, y combatirlo con valor al pelear; efte obrarcon Dios, para Dios, por fu rey, y por fu Ley, con ánimoeffforzado, gallardo, y valerofo, invocando a nueftro apóstolSantiago, y dando en ellos, y con él, es un grandiffimo Santo.Defta fuerte ha vencido siempre Efpaña; de efta fuerte venceaora, y fe defiende; defta fuerte vencerá.

Y de inmediato invócanse a los santos militares, Santiago, Dionisio,Jorge y otros patrones de batallas, en un arrebato emocional dela llamada guerra justa contra los profanadores de la fe, los relap-sos, los impíos y el pueblo sin logos; doctrina difícilmente com-patible con el humanismo indiano y la continua defensa de la pazy del amor del prójimo, que infíltrase en sus enseñanzas.115

La ortodoxia política de Palafox y Mendoza es másintensa y frecuente que sus heterodoxias. No son motivo deespecial consideración en su pensamiento, salvo excepcionesya señaladas, el súbdito, el plebeyo, los vasallos. Ni la Españacervantina, ni la Nueva España de Juan Ruiz de Alarcón, JuanaInés de la Cruz y Carlos de Sigüenza y Góngora, florecerían ensoberbia madurez. Su grandeza política y estética, propia delos siglos áureos, no logró ocultar, y menos extinguir, los des-plantes contrarreformistas y la demoníaca y persecutoria intro-misión en las conciencias, a cargo del Santo Oficio. Formúlaseen el Manual una sentencia estrictamente tradicionalista, asaber:

Ninguno en efte mundo, ni el Pontífice, ni el Rey, ni el Tirano,ni el Señor, ni el Poderofo, es propiamente Señor de lo quetiene a fu cargo: folo aquella Altiffima Mageftad de Dios, es el

115 Manual, Ibidem, cap. VI, pp. 220-223, parágrafos 1-41.

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Señor del Mundo, y de quanto hay en el mundo. Los que fondominios verdaderos en el mundo, refpeto del mifmo mundo,fon, refpeto del Creador del Mundo, administraciones tempo-rales, que duran hafta falir por la muerte, a dar cuenta eftrechade ellas;116

y así es como nobles, grandes y señores de vasallos reyes ypríncipes agréganse en las generalidades o estados que “nacenpara mandar”.117 Es peligroso el poder, advierte el obispo porquesi son deshonestos y viciosos los que mandan, no cumpliráncon la gracia que les fue otorgada, y en ultratumba serán casti-gados por haber creado confusión y desorden en sus comuni-dades. Insiste y repite el Venerable, a los nobles, el consejodado al rey y al príncipe, o sea la adhesión a la virtud y eldesprendimiento del vicio, subrayándose en todo caso el trabajosin límites y el constante cuidado del súbdito, para mantener lapaz, la justicia, el socorro de los desvalidos y el amparo de loshumildes. De esta manera, dice Palafox, los nobles, señores ygrandes gozarán “de dos glorias: una en el Reyno en dondeexercita eftas virtudes; otra en el Reyno eterno, donde fe logran,y premian”.118

Dos puntos más en los cabos del Manual. Hay primeroun riguroso llamado a los que gobiernan: “Refórmate cada día,mejórate, y enmiéndate, y perfevera, fi quieres fer verdaderoefpiritual en el deftierro, y con effo gozar de Dios eternamenteen la Patria”;119 y páginas adelante, anótase la oración de losgobernantes: tendrán que rezarla cada semana, o mes, paraallanar y agilizar su comunicación con el Creador.

116 Cap. VII, pp. 223-227, parágrafo 25.117 Ibidem, p. 223, parágrafo 3.118 Ibidem, pp. 224 y 225, parágrafo 15.119 Ibidem, p. 229, parágrafo 31.

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Rica es la selección de conceptos, del Venerable, quehizo José Rojas Garcidueñas en sus ya citadas Ideas Políticas;y ciertas son algunas de sus observaciones que ahora debenanotarse: que Palafox y Mendoza fue más político y estadistaque historiador o historiógrafo, y que sus juicios políticos nutrié-ronse bien en las semilleras de consejos, obispados y gobiernosque atendió y ejerció. Es verdad: no hay en sentido rigurosouna teoría del estado, o del poder, en el pensamiento palafoxianoporque no pudo o no quiso romper con las ortodoxias escolás-ticas y formar en el lado humanista de la innovadora y no re-ciente escuela de Alcalá de Henares, Jiménez de Cisneros yBartolomé de las Casas. Sin embargo, en el Manual, en suinforme al rey sobre la naturaleza del indio y en las instruccionesa García Sarmiento de Sotomayor, muéstrase Juan de Palafoxy Mendoza en una modernizada vertiente doctrinal que propicia,en política, la unión de la historia y su reflexión con el consejoal poderoso; pero hay otro aspecto que atrae poderosamente laatención: en la deontología política del Venerable conjúntanseel filón novohispano y la veta castellana en un campo el estadoy la sociedad que merece las más amplias consideraciones.

Es indisputable hoy la conducta de Juan de Palafox yMendoza. Así pronunciáronse Vaticano, inquisición y corona.Lo declaró en este sentido Inocencio X en decreto del 14 demayo de 1648, en pleno litigio de obispo y jesuitas. La inquisición,por su lado, revalidó al Venerable en decreto del 5 de febrerode 1761. Por último, en carta de 18 de marzo del 1651 FelipeIV censuraría la declaración de vacancia que hizo el cabildopoblano respecto de la prelaturía catedralicia cuando le corres-pondía, con legitimidad y a Juan de Palafox y Mendoza; y, en 8de agosto del año siguiente, el Consejo de Indias confirmó lasentencia de Francisco Calderón Romero, oidor de la Audienciade México, en cuyo juicio de residencia

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declaró al dicho Señor Don Juan de Palafox y Mendoza porbueno, limpio y recto Ministro, y zeloso del servicio de Dios,y del Rey nuestro Señor, y merecedor de que S.M. le premielos servicios que le ha hecho en el uso y ejercicio de dichoscargos, honrándole con iguales y mayores puestos.120

Diversas son las opiniones que se han emitido sobre el obispode Puebla y Osma. Manuel Payrio, por ejemplo, censura ladestrucción de ídolos y trofeos ordenada por el prelado; advierteque fue gobernante raro y turbulento, pero instruido; que arreglóla Audiencia, la Universidad y otros establecimientos; y que suvirreinato no excedió los cinco meses.121 Sin olvidar la devas-tación de esculturas indígenas, Guillermo Prieto apologiza alVenerable y censura a sus críticos y enemigos. Fue, agrega, unreformador del clero y reivindicador de la potestad civil frentea los jesuitas, con quienes sostuvo graves litigios.122 SubrayaMarcos Arrangoiz el esfuerzo legislativo de Palafox en laUniversidad y otras instituciones, y respecto de la controversiacon los jesuitas alude a las mencionadas resoluciones papal yregia.123 Propició Tirso Rafael Córdova la armonización de lasposiciones de Palafox y los jesuitas, atribuyendo sus excesos acomentaristas mal intencionados, y cita al respecto el breve deInocencio XI, de apoyo al obispo.124 Alude Gregorio TorresQuintero a la habilidad del Venerable, durante su virreinato, enel manejo del duque de Escalona y la conspiración de Guillén

120 Loperráez Corvalán, Juan, op. cit. t. III, pp. 432-433.121 Compendio de la Historia de México, Imprenta de F. Díaz de León, 8ª ed.,México, 1886, p. 83.122 Lecciones de Historia Patria, Secretaría de Fomento, 4ª ed., México,1893, pp. 212-213.123 Manual de Historia y Cronología de México, Librería de Rosa y Bouret,París, 1858, pp. 107 y 108.124 Historia Elemental de México, Imprenta Católica, México, 1881, pp. 275y 276.

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Lampart o Lombardo de Guzmán.125 Manuel Orozco y Berraes severo con los miembros de la Compañía de Jesús:

Obraron apasionada y desvergonzadamente en el negocio dedon Juan de Palafox, dejándose llevar en todo él de inmoderadoencono; mas esto, que en parte no fue sino desquite de lasacciones no poco iracundas del prelado, debe tenerse tambiéncomo el último combate tenido entre el poder de los obispos yla influencia de las órdenes religiosas en defensa de sus anti-guos fueros concedidos en los tiempos de la conquista; com-bate que por precisión debió haber sido terrible.126

Piensa Nicolás León que el virrey Palafox fue intolerante y agresivoy extremoso como obispo, al igual que los jesuitas de la época.127

En cambio, Justo Sierra no arrebata ni encubre méritos.128 Serenoy justo es Carlos Pereyra: destaca su inteligencia, la defensa delindio y la impetuosidad de su carácter en el enfrentamiento con losjesuitas, y asienta que es objeto aún de veneración, principalmenteen Puebla.129 Julio Zárate es brevísimo: fue Palafox enérgico yactivo, organizó a la Nueva España contra los ataques holandeses,dio estatutos a la universidad y arregló otros establecimientospúblicos.130 Habla de su espíritu intolerante Luis Pérez Verdía, desu esfuerzo organizativo en la Universidad y de la —hay estudios—

125 La Patria Mexicana, Herrera Hermanos, Sucesores, México, 1912, p. 141 yss.126 Historia de la Dominación Española en México, op. cit. t. IV, pp. 129-130.127 Compendio de la Historia General de México, Herrero HermanosSucesores, 2ª ed., México, 1919, p. 290.128 Evolución Política del Pueblo Mexicano, La Casa de España en México,Fondo de Cultura Económica, 2ª ed., México, 1940, pp. 127 y 128. Laprimera edición apareció (1910) con motivo del centenario de la Independencia.129 Patria, Librería de la Vda. de Ch. Bouret, París-México, 1920, p. 65.130 Compendio de Historia General de México, Librería de la Vda. de Ch.Bouret, París-México, 1898, pp. 107-108.

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remisión de sus sueldos como virrey.131 Hay estudios más cer-canos como el de Pablo González Casanova,132 el de Jesús Ro-mero Flores,133 y el ensayo de Armando Martínez Moya.134 Sinembargo, la mejor exposición del pensamiento político de Juan dePalafox y Mendoza está en su bello Manual de los Estados quela Universidad Nacional Autónoma de México ofrece, en cuidadosaedición a los estudiosos en su Biblioteca Mexicana de EscritoresPolíticos.

131 Compendio de Historia de México, Librería Font, 17ª ed., Guadalajara,1970, p. 254. Probablemente apareció en 1884.132 “Aspectos Políticos de Palafox y Mendoza”, Revista de Historia de México,núm. 17, junio de 1944, pp. 27-67.133 Historia de la Civilización Mexicana, Ediciones Aguilar, 10ª Impresión,México, 1947, pp. 136 y 137.134 Los Jesuitas en la Colonia, Universidad de Guadalajara, Guadalajara,1981.

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1 Véase Vicente de P. Andrade. Noticias Biográficas sobre los ilustrísimosprelados de Sonora, de Sinaloa y de Durango, 3a ed., Imprenta del MuseoNacional, México, 1899, IV, p. 9; y José Mariano Beristáin de Souza, BibliotecaHispano-Americana Septentrional, o catálogo y Noticia de los Literatos, que onacidos, o educados, o florescientes en la América Septentrional Española, handado a luz algún escrito, o lo han dejado preparado para la prensa, oficina de D.Alejandro Valdez, México, 1819, t. II, pp. 13 y 14. Además de la edición de laBiblioteca, en 3 vols., de Hipólito Vera, impresa en Amecameca, hacia 1883, yde la ampliada y añadida de la Editorial Navarro, México, sin fecha, en variosvolúmenes y suplementos, recientemente la Universidad Nacional Autónomade México y el Claustro de Sor Juana editaron el facsímil de los tres volúmenesoriginales, México, 1981; no aparece hasta la fecha el cuarto volumen ofrecidopor los editores con las adiciones de Félix Osores, catalogadas en la Bibliotecadel Palacio Real de Madrid, y otras más de José Toribio Medina, José FernandoRamírez, Nicolás León, Joaquín García Icazbalceta y Francisco González deCosío. Véase José Fernando Ramírez, Adiciones a la Biblioteca de Beristáin, suObra ...., Imprenta de V. Agueros, México, 1898, ts. II y III.

CAPÍTULO II

JOSÉ JOAQUÍN GRANADOS Y GÁLVEZ

No es mucho lo adelantado en las investigaciones sobre JoséJoaquín Granados y Gálvez y los textos que redactó en losúltimos lustros de la segunda mitad del siglo XVIII. Lo escritopor Vicente de P. Andrade y José Mariano Beristáin y Souza,1

casi es lo que sábese hasta hoy del pródigo autor de TardesAmericanas.

Nació Granados y Gálvez el 29 de junio de 1734, en elVillorrio Sedella de la Málaga andaluza, España, y murió el 20 deagosto de 1794, en la hacienda de Dolores, a los 60 años, caminoa la diócesis de Durango, luego de sus casi seis años de obispode Sonora, donde fue consagrado el 10 de marzo de 1788, año

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en que tomaría posesión.2 Sucedió en Sonora al obispo alicantinoAntonio de los Reyes, muerto en Álamos en 1786, y tomó tanalta investidura, al marcharse Granados y Gálvez, el murcianoDamián Martínez Galinsonga (1795).

Poco de Sedella y mucho de Málaga en el siglo XVIII

averiguamos. El citado Andrade3 corrigió la plana a José Fer-nando Ramírez por atribuir éste al pueblo de Cedilla la cuna deGranados, y no al de Sedella. Hace constar Andrade que Cedillano está registrado en el Diccionario Geográfico, Estadístico,Histórico de España.4 En segundo lugar dice que el propioGranados en sus referencias autobiográficas, que constan en ladedicatoria que hizo de las Tardes Américanas a su parienteJosé de Gálvez, visitador general de la Nueva España en la épocade Carlos III, por el amable conducto de su hermano Miguel,llama a Sedella “mi amada patria”, evidencias que no cabe discutirmás. Dice textualmente Granados lo siguiente:

Meciónos en sus festivas cunas Macharabialla y Sedella(permítame la celsitud de V. Exc. hablar con estas voces; que lahumildad de las palabras nada pueden enmendarle a lahermosura de los objetos); pero con distintos arrullos: porque

2 Hay inseguridades respecto de la fecha de consagración. Vicente de P. Andrade,op. cit., p. 12, escribe sobre el particular: “Por Real Cédula del 16 de Octubre de1787 fue nombrado (Granados y Gálvez) Segundo Obispo de Sonora. (Gacetade Madrid) Gams, en su Serie Episcoporum, asienta que se le preconizó el 10de marzo del siguiente año. El P. Ibáñez..., decía que fue consagrado en la iglesiade San Francisco de Morelia. No me ha sido dado confirmar esta noticia, puesni en la Gaceta de México de este año, ni en el Diario del Cabo de Alabarderosde don José Gómez se encuentra referencia alguna de esta augusta ceremonia.”3 Ibidem, p. 9.4 Se refiere a Pascual Mádoz (1806-70), célebre político y abogado españolque muy joven participó en el movimiento liberal como periodista, diputadoa Cortes, ministro de hacienda, gobernador de Barcelona, promotor de lasleyes de desamortización eclesiástica, que le acarrearon la hostilidad del cleroy, a raíz de la revolución de septiembre, gobernador de Madrid. Su útil eimportante Diccionario apareció entre 1848 y 1850.

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aquella le ceñía a V. Exc. magestuosas faxas, que lo preparabanpara el trono; y á mi ésta me ligaba groseros cordones, que medisponían a el más gallardo y óptimo sacrificio: Est enim idunum, omnium quiden optimum sacrificium.5

En la primera edición del Diccionario Enciclopédico Hispano-Americano de Literatura, Ciencias y Artes,6 háblase de Sedellacomo una villa con ayuntamiento, perteneciente al partido judicialde Torrox, provincia y diócesis de Málaga, con menos de dos milhabitantes y situada en la falda de la sierra Tejea, al noroeste deVélez Málaga; su terreno en lo general escabroso y bañado porel río Rubite, con cuyas aguas y la laboriosidad de sus gentes esposible producir trigo, vino, buen aceite de olivo, pasas y multitudde legumbres, productos estos junto con los textiles que estimulansu comercio con los demás departamentos de la provincia, Alora,Antequera, Archidona, Campillos, Coin, Colmenar, Estépona,Guasín, Málaga, Marvella, Ronda y la ya mencionada y vecinaVélez Málaga, según otras cuidadosas, observaciones de D. L.Campano.7 Sin embargo, la información recabada es muy pos-terior a los años de Granados y Gálvez en España. En 17515 Tardes Americanas; Gobierno Gentil y Católico: Breve y Particular Noticiade toda la historia Indiana: sucesos, cosas notables, y cosas ignoradas,desde la entrada de la gran nación tulteca a esta tierra de Anáhuac, hasta lospresentes tiempos. Trabajadas por un Indio, y un Español. Sácalas a luz elM.R.P. Fr. Joseph Joaquín Granados y Gálvez predicador general de Jure,ex-definidor de la provincia de Michoacán, y guardián que fue de los conventosde Xiquilpan, Valladolid, Río Verde, y custodio de todas sus naciones, y lasdedica al Excmo. Sr. D. Joseph de Gálvez Caballero de la Real DistinguidaOrden de Carlos III, del Consejo de Estado,Gobernador del Supremo de lasIndias, y Secretario del Despacho Universal de Ellas, Nueva ImprentaMatritense de D. Felipe de Zúñiga y Ontiveros, México, año de 1778, p.tercera s/n de la Dedicatoria.6 Véase tomo XVIII del citado Diccionario, Montaner y Simón, Editores,Barcelona, 1896, p. 892.7 Diccionario de Geografía Antigua y Moderna, Librería de Rosas y Bouret,París, 1869, pp. 509 y 510.

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trasladaríase a México para alojarse con hábito franciscano enla provincia michoacana de San Pedro y San Pablo. Echemosmano entonces de otros datos acopiados en el gran DiccionarioHistórico de Luis Moreri, organizado y dirigido en España porJoseph de Miravel y Casadevante, canónigo del Sacro Monte deGranada; y en el Diccionario Geográfico Universal de AntonioMontpalau. Con base en notas de Qoa y Bleda dícese, al hablarde Málaga en el Moreri, lo siguiente:

Málaga, ciudad célebre de España con puerto de mar en elreyno de Granada, con fortiffimo muelle, fabricado, defde elaño 1488, entrando entonces por el las aguas adentro 530varas de que abajo fe dirá, quatro efcaleras, 24 colunas dejafpe, donde yá entonces fe amaravan las naves, una capillaen que fe dice Miffa á la gente de mar firviendo generalmentepara embarcar y defembarcar todas mercancías. Hallafeplantada la ciudad en forma circular, ceñida de doblados murostorreados, nueve puertas que combaten contra los fluxos defus mareas. Rieganla dos ríos, llamdo el uno Guadalmedina, yotro menor, fobre los quales hay dos puentes, entre montes ycollados; pero todo aquel terreno veftido de olivos, árbolesfrutales, huertas, jardines, almendros, patatas y viñas, queademás de regaladas paffas rinden al año inumerable copia devinos, abundando affi mifmo de pan, pefcado, cazas y avesdomefticas, tiene magnificos edificios, y entre ellos la fortalezadel Alcazava, que tiene dos muros con 110 torres, y la deGibrelfaro que fabricó en 12.80 Arráez governador fuyo.Havitavanla en el figlo paffado 12000 vezinos; oy no tanta fupoblación, muchos cavaleros, mayorazgos, y gente noble,divididos en quatro parroquias, diez conventos de frayles,feys de monjas, y otros tantos hofpitales. Adminiftranlacorregidor, o regidores, muchos jurados, haviendo por armasen efcudo las imagenes de fus patronos S. Ciriaco y SantaPaula, con las dos fortalezas Alcazava y Gibrelfaro, y efta enmedio, Tanto Monta. Su fundación, dice el P. Roa, fer de losprimeros pobladores de Efpaña, y dexando efte affumpto en fu

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chaos general, dirémos que poffeyda de los Mahometanospor efpacio de 773 años hafta 1487, la conquiftaron los reyesCatholicos al cabo de tres mefes de cerco; entrando en ella á19 de agofto con gran regozijo, en cuya ocafion lá defendían15000 barbaros, mandandola poblar de Chriftianos nobles, yconfagrar la Mefquita de Gibrelfaro en iglefia de S. Luis, por elcardenal de Efpaña D. Pedro Gonzales de Mendoza, arzobifpode Toledo, con bula de Innocencío VIII. Fué primer obifpo deella Patricio, que affiftió al concilio de lliberitano el año 300; oa lo menos es el primero de quien fe tiene conocimiento; puesdefde aquel tiempo no fe encuentra fequela alguna de obifposf ¡no en el año 580, en el qual fe dexó ver en la fede epifcopal deefta ciudad uno llamado Severo, quien tuvo fucceffores haftala invafion de los Moros. Componen el cabildo de fu cathedral8 dignidades, 24 canónigos, y 12 racioneros, tentando á fupaftor quarenta mil ducados. Su primer paftor, defpues deconquifta, fué D. Pedro de Toledo, canonigo de Sevila. Defpuesen 1522 fe edificó la cathedral oy aumentadá, una de las magef-tuofas en hermofura, y fabrica de eftos reynos; y haviendoquedados arruynados fus muros, los mandó reparar el empe-rador Carlo V en 1535.8

Por otra parte, Montpalau señala el carácter porteño de Málaga,en la costa española del Mediterráneo y dentro del reino deGranada, y su fama en el tráfico de frutos preciosos, textiles dealgodón y seda. Silla espiscopal, agrega, sufragánea de Gra-nada; plaza de armas con gobernador militar, estado mayor yguarnición; y tiene buenas fortificaciones tanto en su muellenuevo como en el castillo, la Alcazava y el Gibrelfaro, conamplios y cómodos cuarteles. Refiérese también a los barriosdel puerto, bañados por el río Guadalmedina, y a la vega pobladade casas de campo del Guadalquivirejo, y recuerda de suconquista de los moros por Fernando el Católico (1487). No

8 Véase el tomo VI del Diccionario de Moreri, libreros privilegiados yHermanos de Turnes, París y Lyon, 1752, p. 74.

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deja de mencionar su catedral, las cuatro parroquias existentesen la época, los quince conventos de frailes, más diez de monjas,los hospitales, el beaterío, el hospicio y los dos colegios queacogen a la población de la provincia y otras partes del reino.Entre sus familias hay numerosos mayorazgos y ricos comer-ciantes,9 donde no destaca familia Gálvez, radicada en Macha-ravialla, según apuntóse antes, porque honró sus galardoneshasta el ministerio de José de Gálvez (1720-87), en el gobiernode Carlos III.

En ese ambiente malagueño pasó la primera infancia deJosé Joaquín Granados y Gálvez. Luego nada sabemos hasta los17 años,10 en que marchóse a Nueva España, habida cuenta desus estudios religiosos. Es oportuna ahora alguna relación de sufamilia materna, los Gálvez, exaltados, por el autor de TardesAmericanas en sus referencias a Miguel y José de Gálvez. Lacontemporaneidad de su cuna con la de José, recordada en laDedicatoria; entre cuyos hartos y sonoros bombos y platillos,háblase de la nobleza de Antonio de Gálvez y Ana MadridCabrera Gallardo y Jurado, los padres del Visitador, y de suslazos con el capitán Antonio de Gálvez, personaje en la expediciónconquistadora de Granada, con cuya esposa Luisa Gómez delCastillo domicilióse en la cordobeña Santaella, cuya hidalguía enel lugar fue sucedida por Alonso Gálvez, esposo de Leonor López,Juan de Gálvez, casado con Doña García Rodríguez y Alonso deGálvez, con Doña García Carbajal. Este Alonso participó en lapacificación de los moriscos de Alpujarra y fue distinguido por9 Los datos constan en el Diccionario de Montpalau, t. II, Oficina de MiguelEscribano, id, 1783, p. 261, véase también Diccionario Geográfico Universal,Librería de Mame y Dhunay Valle, París, 1828, Parte II, p. 12.10 No deje de leerse sobre el particular la observación de los Arcos en su NotaIntroductoria a la 2a Edición facsimilar de Tardes Americanas publicada porCondumex, México, 1984, en la que se advierte que por deducción de laspalabras del autor valdría suponer su arribo a Nueva España en 1754 y no1751. Llegaría entonces a los 19 años y no a los 17.

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Felipe II y Juana la Loca, madre de Carlos V, al consignarlo a sutío Pablo de Gálvez y otorgarle cuatro títulos, de los cuales, el dePreeminencias, honró a Juan Granados y Gálvez, hermano delfraile sedellano. Diego de Gálvez heredó a Alonso, matrimoniadocon su prima María de Gálvez, y éste a Miguel Gálvez, maridode Ana de Rueda Carbajal, de los conquistadores de VélezMálaga, y Francisco Gálvez esposo de Elena García Carbajal yencomendero por mandamiento real. Con no pocos retorcimientoslingüísticos, José Joaquín Granados y Gálvez exaltó ( la citadagenealogía de esta manera:

este es el frondoso Árbol de los Gálvez, tan gloriosamente dilatadopor la gran Selva del mundo, como lo gritan las Togas, lasVengalas, Bonetes, Capillas, y Empleos honoríficos en los Tribu-nales más serios y respetables de la España..., y lo dicen Valladoliden su Chancillería, Málaga en su Iglesia, Sevilla en sus RealesAsistencias, la Inquisición en sus Ministros: siendo de éstoshasta ahora 24 los que cuenta en el número de los Sabios zeladoresde la Fe, y en la esclarecida Religión de Santo Domingo el Rmo. P.Fr. Chistoval de Gálvez, Asistente a el Solio, Maestro del SacroPalacio, y dignísimo General de toda su órden;11

y concluye la enumeración con nombres de profetas, expre-siones latinas y traducciones ampulosas.

La abundancia de blasones, sin embargo, no parece alcanzarlos altos señoríos españoles. Constancias no hay de la familia Gálvez,de Macharavialla, en el Moreri, por ejemplo, que acopió árbolesdistinguidos de las grandes familias del siglo XVIII; ni hay sonoridadesen el importante Diccionario Histórico de España;12 cítansesólo Bernardo (1746-86), José y Matías (1717-84). Se da cuentadel primero con estas palabras: De modesta familia encumbrada

11 Tardes Américanas, Ibidem, pp. 4ª, 5ª, 6ª y 7ª s/n de la Dedicatoria.12 La 2ª edición fue dirigida por Germán Bleiberg para Revista de Occidente,Madrid, 1968, 4 ts. Sobre los Gálvez en t. II, pp. 158, 159, 160 y 161.

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por la brillante carrera de su tío José de Gálvez, que llegó a Ministrode Carlos III; su padre Matías fue virrey de Nueva España, entre1783 y 1784, luego del desempeño de las gubernatura y capitaníageneral de Guatemala. Despéjanse de todo punto las dudas conJosé, cuya familia económicamente modesta no impidió susascensos al concluir estudios de Jurisprudencia en Salamanca yAlcalá. Alcalde fue de casa y corte antes que visitador de NuevaEspaña en la época de Joaquín de Monserrat, marqués de Cruillasy 44 virrey novohispano, de no clara conducta crematística y pocasrentas que allegar a España. Sin contar a Monserrat, que desdeluego ocupóse de los arreglos para la solemne juramentación deCarlos III como nuevo monarca, ocho fueron los virreyes carolinosentre el ascenso (1559) del hermano ilustrado de Fernando VI ysu muerte (1788), a saber: Francisco Cagijal de la Vega (28 deabril al 5 de octubre de 1760); Carlos Francisco de Croix, marquésde Croix (1766-1771); Antonio María de Bucareli y Urzúa (1771-1779), en cuyo tiempo fundóse el Monte de Piedad de México porPedro Romero de Terreros (1710-1781), primer conde de Regia;Martín de Mallorga (1779-1783); el ya citado Matías de Gálvez(1783-1784), protegido fraterno de José; Bernardo de Gálvez(1784-1786), hijo del anterior; y Manuel Antonio Flores (1787-1789), quien, ya bajo el reinado de Carlos IV, entregó a Juan Vicentede Güémez y Pacheco (1789-1794), conde de Revillagigedo, cuyaadministración reflejaría el aliento e ilustración de la osada gene-ración reformadora de España, en la segunda mitad del siglo XVIII.

En el sexenio de Cruillas afloraron síntomas claros de lacrisis histórica que afectó a la monarquía desde las guerrasreligiosas y la contrarreforma tridentina. Competiría ventajosamenteIsabel de Inglaterra (1558-1603) con Felipe II, cuyos imperialessueños viéronse pronto estrechados por la corte de Versalles, elexpansionismo turco, la heterodoxia germana y holandesa y lainestable unión de Portugal. Aceleróse la caída en los siguientessiglos XVII y XVIII, a pesar del ascenso Borbón y su modernidad

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política. La invertebración estructural del reino y la centralizaciónemprendida por el gobierno indujeron en la Nueva España viciosde mando entre el virrey, poco manipulable desde fuera, Juan deVillalba, llegado a México en 1763 para encargarse de la defensacolonial, y el activo visitador general José de Gálvez, autorizado alreordenamiento de lo que fuera necesario en beneficio real.Resolvióse el conflicto por el lado de Gálvez por su indudablehabilidad y dedicación a los asuntos públicos durante ocho años devida americana. De manera sorprendente mejoró la recaudacióncon el manejo honesto de aduanas; apoyó a Villalba en laorganización del primer ejército permanente en México; reactivólas posesiones norteñas a través del fortalecimiento misional y militaren los conventos y presidios; ejecutó la expulsión de los jesuitas(1767); envió expediciones a las Californias cuando Junípero Serra;y reprimió con severidad indignante a los insumisos de Sonora ylas protestas indígenas en San Luis de la Paz, Guanajuato, SanLuis Potosí, Valladolid y otros lugares, con motivo del extraña-miento jesuita y los crecientes y confiscatorios tributos. La crueldadde los agentes de Gálvez mostró una vez más el trasfondo bárbarode la Colonia, denunciado por el obispo Bartolomé de las Casas ensus argumentaciones y actividades en favor de los aborígenes, enel siglo XVI. No olvidar en estas cuestiones al conquistador NuñoBeltrán de Guzmán:13 sus repugnantes hechos y otros aconteci-mientos semejantes registrados en los tres siglos de la Colonia,

13 Por interés informativo cabe anotar aquí la excelente edición de la CrónicaMiscelánea de la Sancta Providencia de Xalisco, de Antonio Tello, Universidadde Guadalajara, Instituto Jalisciencie de Antropología e Historia y Gobiernodel Estado, Jalisco, 1968-1972, 2 vols., y el poema histórico atribuido a frayFrancisco Parra, Conquista de la Providencia de Xalisco, Nuevo Reino deGalicia y Fundación de su Capital Guadalajara, facsímil del manuscrito de laBiblioteca Nacional, 300 ejemplares, El Colegio Internacional, Guadalajara,1973, 3 vols. Véase también Manuel Toussaint, La Conquista del Pánuco, ElColegio de México, 1948, pp. 115-137, en lo que hace Nuño Beltrán deGuzmán.

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entre los que cuentan las mencionadas represiones de Gálvez, sonpoco compaginables con la apología del Visitador que haceGranados en sus Tardes Americanas. Roberto Moreno de losArcos dice sobre este problema lo siguiente:

Se recordará que Granados fue testigo, si no de la brutalrepresión del visitador Gálvez, si de sus efectos. La Tarde XVI

la refiere pero para ver la bondad de la actuación del comisio-nado para sofocar los levantamientos. Si en la Tarde XVII puedeGranados pronosticar la “duración y felicidad futura” deAmérica a través de las nuevas disposiciones borbónicas y elIV Concilio, es porque está convencido de que lo que es buenopara estas tierras es la perpetuación del gobierno español,católico, prudente y justo y toca a sus habitantes (criollos eindios por igual) reconocerlo así y serie fieles.14

Mas una filosofía enhebrada hay en el juicio de los defensoresde la colonización española en América. En la Tarde XVI descrí-bese la agresividad horrible de los levantamientos violación decasadas, estupros, saqueos, destrucción de imágenes soberanas,y la preparación de un golpe fiero, sacando el corazón por lasespaldas de los gachupines y degollando castizos, mestizos ygentes ligadas a la autoridad para erigir reyezuelos, como elGran Potente; y luego háblase del Gálvez defensor del orden yla inocencia,

y haciéndose cargo del empeño, relata Granados, partió paraesta Provincia (se refiere a Michoacán) con la presteza quedemandaba el caso... Abrió su primer juicio en Valladolid, Potosí,y Guanaxuato, comisionando a las demás partes Sugetosdesinteresados, de integridad y justicia, por no poder por síacudir a todas en tan urgente necesidad. Las sumarias, autos, yprocesos que del cuerpo de los delitos formaron, no puedoreferírselos, porque no los vi; pero por los efectos debemos

14 Véase Nota Introductoria a Tardes Americanas, op. cit. p. XVIII.

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inferirlos: lo que sabemos de cierto es, que todas las cabezillas,unas fueron condenadas a la pena ordinaria, otras a acabar lavida en los tormentos, y las de menos consequencia, a destierro.Con casi 90 cuerpos de los impíos y traidores se llenaron lashorcas de miedos, las escarpias de susto, y los caminos, calles,y plazas de los Pueblos de horrores y de espantos, dexando tandestrozados espectáculos avisos a los presentes, y escarmientosa la posteridad. Esto es lo más notable de este escandalosoacontecimiento;15

todo lo cual sucedió a pesar del carácter dulce del Visitador, yde su inclinación a lo agradable más que a la severidad, y de laslágrimas que derramó al firmar tan terribles sentencias. En laTarde XVII echóse mano de la razón suficiente de los actos desu dominio, aun los oprobiosos por su atroz ferocidad, puesEspaña sería la elegida de Dios en la misión americana, segúnse verá más adelante, y con apoyo en semejante argumento lascríticas vuélvense minucias insignificantes en la consideracióntrascendental del papel desempeñado por el pueblo vicario.

En el conjunto de las obras y medidas adoptadas por elVisitador, sin enumerar el nombramiento de su hermano Matías,en el Virreinato, y la carrera de su sobrino Bernardo, destacaronsus proposiciones sobre la creación de intendencias en lostérminos acordados por la Real Ordenanza para el Estable-cimiento e Instrucción de Intendentes del Exercito y Pro-vincia en el Reyno de la Nueva España.16 Ya Gálvez deregreso en España (1772) y después de ocuparse en el Consejo

15 Ibidem, pp. 446 y 447.16 Madrid, 1786. Con un estudio introductorio de Ricardo Rees Jones, elInstituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Nacional Autónomade México, editó el facsímil de esa Real Ordenanza, acompañándola de losmapas que enviara el virrey Bucareli al secretario de Indias, en 27 de marzo de1774, y de un apretado y erudito resumen de las objeciones y modificacionesque el proyecto de intendencias suscitó. Editorial Melo, Dirección Generalde Publicaciones, UNAM, México, 1984.

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de Indias y la Secretaría de Indias, propició con empeño laimplantación de su idea en toda la América española. Designadoprimer intendente en Nueva España, para Sonora y Sinaloa,Pedro de Corbalán, súpose de las propuestas de Pedro Antoniode Cossío, (Veracruz); Juan Antonio Valera (Puebla); FernandoJosé Manquino (Oaxaca); Felipe Cleere, (San Luis Potosí) yFelipe Bazzi (California), y a partir de estas medidas exten-deríase el sistema hacia Caracas, Río de la Plata, Quito, NuevaGranada, Perú, Puerto Rico, Puño, Filipinas y San Salvador.Nueva Vizcaya, Puebla y Valladolid en Michoacán cambiáronseen intendencias con Felipe Días de Ortega, Manuel Flón y JoséAntonio Riaño. Así sucedió en Chile, Guatemala, Venezuela,Luisiana y Cuba. Como lo observa Ricardo Rees Jones, conestas ordenanzas procuróse “consolidar el poder de la corona,en el nivel de las provincias, (y) sobre todo (para) agilizar elmanejo de la hacienda, siempre tan difícil de controlar desdeEspaña”.17 Los antiguos reinos del XVI y las provincias del XVII

redujéronse en doce intendencias —México, Puebla, Veracruz,Oaxaca, Michoacán, Guanajuato, San Luis Potosí, Guadalajara,Zacatecas, Durango, Sonora—, y las providencias internas deoriente y occidente en el septentrión, división que prevaleceríaen lo fundamental hasta los cambios introducidos por el ActaConstitutiva y la Ley Fundamental de 1824.

José de Gálvez fue un acendrado parcial de la canoni-zación de Juan de Palafox y Mendoza, el obispo de Pueblasecularizador de la iglesia de Nueva España contra la rabiosaoposición de los jesuitas, en la primera mitad del siglo XVII.Miembro fue también en la Junta General de Comercio,Moneda y Minas, del Consejo de Estado, y pronto titulado porreal acuerdo marqués de Sonora (1785). Murió en 1787, a laedad de 67 años.

17 Op. cit., pp. XX, XXI, XXII, XXIII y XXIV.

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José Mariano Beristáin de Souza, en su Biblioteca HispanoAmericana Septentrional,18 dice que Granados y Gálvez pasó aMéxico siendo aún corista de la Orden de San Francisco e ingresóa la provincia de San Pedro y San Pablo de Michoacán, sin fecharsu arribo. Vicente de P. Andrade en sus ya mencionadas noticiasbiográficas escribió sobre el particular lo siguiente:

Nada se acerca de la juventud de este señor (Granados), sóloque en su patria tomó el hábito franciscano; hecha la profesiónreligiosa vino a México en 1751 y se incorporó a la provinciamichoacana de San Pedro y San Pablo. Debido a la bondad deM.R.P. Muñoz, comisario y Provincial que fue de la Seráficareligión, he podido adquirir las noticias siguientes, hasta hoyinéditas, sobre las fechas en que el P. Granados desempeñócargos en su provincia. En abril de 1757 hizo en el convento deQuerétaro, del cual era morador, oposición a las cátedras; todavíano era sacerdote, fue enviado al convento de Guayangareo oValladolid, hoy Morelia, para que enseñara en él a los coristas.Probablemente en esta ciudad le conferiría los órdenes sacrosel Ilmo. Sr. Obispo Sánchez de Tagle, puesto que en el Capítulointermedio celebrado el 27 de agosto de 1758 fue nombradoPredicador del convento de Querétaro...19

Francisco R. Alamada por su lado anotó que el autor de TardesAmericanas “nació en la Villa de Sedella, Provincia de Málaga,España, el 29 de junio de 1743; ingresó a la Orden de SanFrancisco de Asís en el Colegio de Santa Cruz de Querétaro yse graduó de Doctor en Teología”.20 Con estas informacionesy las aportadas con antelación cabe precisar lo siguiente: a)que entre 1751 ó 1753, a la edad de 17 ó 19 años trasladóseGranados y Gálvez a la Nueva España, ya con estudios18 Op. cit., t. II, p. 56.19 Op. cit.20 Diccionario de Historia, Geografía y Biografías Sonorenses, TalleresArrendatarios de Impresora Ruiz Sandoval, Chihuahua, 1952, p. 318.

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sacerdotales que facilitáronle recibir “los órdenes sacros” delobispo Sánchez de Tagle; b) que en Nueva España se incorporóa la Seráfica provincia michoacana de San Pedro y San Pablo;c) que en el colegio de Santa Cruz de Querétaro, de la órdende San Francisco de Asís, obtuvo el doctorado en teología;pasos estos, todos, previos a sus funciones de predicador en elconvento de Querétaro y guardián de Jiquilpan, iniciados en1758 y 1766. En otros capítulos sería investido guardián delconvento de San Buenaventura de Valladolid, en cuya catedral,en junio de 1768, pronunció célebre discurso sobre el amparode San José contra los rayos, editado luego por Felipe ZuñigaOntiveros y dedicado al alcalde Luis Bernardo Vélez de lasCuevas. Después fue guardián en el convento de Río Verde,San Luis Potosí, y custodio “de todas las Doctrinas” en laHuasteca. Manuel Orozco y Berra, citado por Andrade, diceque en esta región potosina agrupáronse Valles, San Luis deTampico, Azuluama, San Francisco Tancuayalab, Santa AnaTanlajab, San Diego Huehuetlán, San Miguel Tamaquichmon,San Francisco Tanchanaco, San Miguel Tempemoch, SantiagoTamuin, San Miguel Tamapach, San Pedro Tamchochob,Concepción de Tamitad y Santiago Tampasquid.

Entre 1771 y 1788, antes del obispado en Sonora, el frailesedellano estuvo en Valladolid, Amoles, Neutla y Santa Cruz,cercanos a Celaya, donde fue elegido guardián, igual que en lacapital michoacana, donde sería sinodal y teólogo de cámarade la Mitra. Por esta época (1875) Zúñiga y Ontiveros imprimióen México el Perseo Andaluz, elogio poético de Granados asu primo Bernardo de Gálvez.21 Lucio Marmolejo recuerda susesfuerzos en favor de la fundación de una sede franciscana enGuanajuato, que años después lograríase. En 1786 fue asistentereal en las oposiciones a la canonjía magistral de Valladolid; y21 Estas y las anteriores informaciones tomáronse de Vicente de P. Andrade,op. cit., pp. 9, 10, 11 y 12.

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en la Gaceta de Madrid, 16 de octubre del siguiente año,publicaríase el nombramiento de José Joaquín Granados yGálvez al obispado de Sonora. Por cierto, Domingo Ibáñez testi-moniaría que en Amoles, Granados y Gálvez redactó sus TardesAmericanas, bajo la sombra del follaje de un grangeno.

Cuatro lugares claves hubo en los primeros 37 añosamericanos de Granados y Gálvez: la antigua Morelia, Queré-taro, el convento y colegio de Santa Cruz y el conventículo deAmoles. Valladolid inició su vida como capital del reino micho-acano y cetro de la diócesis erigida en 1536. Su fundador,Cristóbal de Olid, otorgó su patronímico al hermoso valle elegido(Valle de Olid igual a Valladolid) al dar nombre a la urbe legatariade Tzinzunzan y Páztcuaro. Elevada a ciudad en 1545, tuvoescudo de armas a los ocho años (1553). Antonio de Alcedo ladescribe, ya en el siglo XVIII, como lugar de

poca hermosura y casi ningún comercio, aunque es grande,por estar muy extraviada, su vecindad es de 500 familias deEspañoles y Mestizos, y aunque hay algunos indios tienen sudomicilio en los barrios; la catedral que se acabó de construir elaño de 1738 es de orden toscano y muy hermosa, en ella está laParroquia del Sagrario, y tiene además otra Ayuda de Parroquiallamada San Joseph: Conventos de Religiosos, de San Fran-cisco, que es casa de noviciado, de San Agustín, de la Merced,de Carmelitas Descalzos, Hospital de San Juan de Dios, y Co-legio que fue de los Regulares de la Compañía; Monasterios deReligiosas de Santa Catalina y de Indias Capuchinas, Recogi-miento o Colegio de niñas pobres con título de Santa Rosa,que fundó el Obispo Don Francisco Pablo Matús Coronada, yun Colegio de estudios destinado para hijos de la provincia,fundado por el Obispo Don Vasco de Quiroga...22

22 Alcedo, Antonio de. Diccionario Geográfico-Histórico de las IndiasOccidentales o América, Imprenta de Manuel González, Madrid, 1786- 1789,t .V. pp. 269 y 270.

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Juan B. Huitrón, dada la importancia de la Provincia del Serafínde Asís, hizo agregar en sus Apuntes para Servir a la Historiadel Arzobispado de Morella23 un capítulo especial del tema,encomendado a Leopoldo Campos, de la propia Orden.24

Arribaron a la Nueva España los doce primeros misio-neros franciscanos, a solicitud de Hernán Cortés, presididos porMartín de Valencia y fundaron desde luego la Provincia del SantoEvangelio de México (1524), eje en las actividades apostólicasen esos tiempos coloniales. Luego llegaron los dominicos y agus-tinos, y, en tercer lugar, los hijos de Ignacio de Loyola.25 La Custo-dia de San Pedro y San Pablo en Michoacán (1535) extenderíase23 México, 1948. El prólogo del libro fue redactado por el arzobispo Luis M.Martínez.24 Ibidem, pp. 63-80, donde aparece un brevísimo análisis bibliográfico de obrassobre la provincia de San Pedro y San Pablo en Michoacán: las primeras noticiasencuéntranse en Francisco Gonzaga (De Irugene Seraphicae Religionis, Roma,1587) que recoge noticias y testimonios de Diego Muñoz, autor de un Memorialescrito en 1583 y publicado por Atanasio López en la Revista ArchivoIberoamericano, t. XVIII, Madrid, 1922, pp. 383-424. Gerónimo de Mendieta,Historia Eclesiástica Indiana, escrita en 1596 y editada por José Joaquín GarcíaIcazbalceta, Antigua Librería, México, 1870, aprovechó el Memorial de Muñoz,“aunque, como Gonzaga para nada lo cita”. Háblase de la Provincia en Juan deTorquemada, Monarquía Indiana, Sevilla, 1615, cuyo acervo fue tomado delmanuscrito de Mendieta. Menologio franciscano de Agustín de Betancourt,México, 1698, está vinculado al multicitado Memorial de Muñoz. En 1643aparece la primera crónica oficial de la Provincia de Michoacán, de Alonso deRea, México, 1643. La Crónica Miscelánea, de Antonio Tello, escritura en 1650,fue editada por José López Portillo y Rojas en Guadalajara, 1891, Texto reimpreso,según lo anotamos antes. Por último, Isidro Félix de Espinosa, Crónica de laProvidencia Franciscana de los Apóstoles S. Pedro y S. Pablo de Michoacán, queabarca hasta 1751 y quedó incompleta, editada por Nicolás León, México, 1899.Considéranse también las actas capitulares de la Providencia, de 1626 a 1901, enlos archivos de la propia Institución.25 A los lectores interesados en el aspecto misional de las primeras épocas dela colonia interesará revisar el trabajo de León Lopetegui y Félix ZubillagaHistoria de la Iglesia en la América Española. Desde el descubrimiento hastacomienzos del siglo XIX, México, América Central, Antillas, Biblioteca deAutores Cristianos, Madrid, 1961, p. 301 y ss.

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por los no bien limitados reinos de Nueva Galicia y las tenenciasdel sacrificado Calzonzin; entidad que fue dividida (1606) alconstituirse la nueva provincia en Nueva Galicia y dejarse a lade San Pedro y San Pablo en el área nicolaíta, guanajuatense yqueretana, habida cuenta de su crecimiento hacia Nuevo Leónpor el noreste.

Cuando el Capítulo General de Toledo, en 1606, acordóla división de la Provincia Seráfica entre Michoacán y NuevaGalicia, la primera conservó su adjudicación a los apóstolesPedro y Pablo; y, la segunda, cobijóse en los santos Franciscoy Santiago. Fue el primer provincial del área jaliscience Juande la Peña; el de Michoacán, Juan Revilla, en la que agrupáronse33 conventos y seis presidencias, como los de San Buenaventurade Valladolid, fundado en 1540; el de San Francisco de Uruapan,del mismo año; el de la Purísima Concepción de Celaya, de1571, donde erigióse una Universidad Pontificia (1637), con-forme al ordenamiento tridentino; y otros estudios, como losdel convento de Querétaro en artes, filosofía, teología, cánonesy lenguas indígenas. Los grados conferidos en cánones y teologíapor la Universidad de Celaya fueron reconocidos en la Real yPontificia Universidad de México. En la regla seráfica, la cus-todia está formada por conventos sujetos a un custodio o supe-rior; y en este sentido la de Río Verde, de Santa Catalina Mártir,establecida en 1621, fue primera en la jurisdicción de la provinciade San Pedro y San Pablo, y Juan Muñoz el custodio prístino,en el programa apostólico de Juan Bautista Molinedo y su ideade alcanzar Nuevo León. Floreció la simiente en los valles delárea: El Maíz, Lagunillas, San Felipe de los Montes, la SantaCruz, San Antonio Tula, Jaumabe, Tetla, Monte Albernia, SanJosé de los Montes, Santa María de los Remedios, San José delos Alaquines, San Nicolás, Santa Rosa, San José Tanguanchín,Palmillas, Nombre de Jesús y Pinihuan. Recuérdase aquí aJoaquín Granados y Gálvez como guardián en la custodia

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potosina de Río Verde, en acatamiento al Capítulo de 17 dejunio de 1779.

No dejó de subrayar Leopoldo Campos la trascendenciaen Nueva España del queretano Colegio Apostólico de la SantaCruz. Fundóse en 1683 con aprobación pontificia por AntonioLlinaz, impulsor de otros colegios apostólicos y lector en la Uni-versidad de Celaya. Habían arribado un año antes, de España,los misioneros destinados al colegio, distinguiéndose AntonioMargil de Jesús, cimiente de los colegios de Cristo Crucificado,en Guatemala, y el guadalupano, de Zacatecas, célebre por surica biblioteca y maravillosa pinacoteca. Los misioneros deSanta Cruz, escribe Campos,

encendieron la llama del celo misional desplegado y tanespléndidamente durante el siglo XVIII; y extensas regiones delnorte así como Centroamericanas, le son deudoras de suevangelización. A la sombra del Colegio de la Santa Cruzflorecieron misioneros tan insignes, como el ya nombrado Fr.Antonio Margil, Fr. Juan Bautista Lázaro., Fr. Miguel deFontcuberta, Fr. Francisco Casañas de Jesús María, Fr.Francisco Frutos, Fr. Pedro Sitjar, Fr. Marcos Guereña, Fr. Pablode Rebullida, Fr. Antonio de los Ángeles Bustamante, Fr.Francisco Esteves, Fr. Isidro Félix de Espinosa, y tantos otrosque bueno sería siquiera nombrar, para que su omisión nosignificara en ellos mediocridad.26

Precisamente en este colegio estudió Granados y Gálvez, hizooposiciones a cátedras y aparentemente graduóse en Teología.

Imposible dejar la Seráfica Orden sin una referencia a laOrden Tercera de San Francisco, en el siglo XVII, instituida para“fomentar en los fieles la vida cristiana y el ejercicio de lasvirtudes evangélicas.” “La Congregación de Querétaro se fundóen 1649..., la de Morelia nació en 1671..., la Congregación de26 Juan B. Huitrón, Ibidem, p. 76.

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Pátzcuaro tuvo su origen en 1677..., y la de Tlapujahua se erigióen 1686 ...”27

Sobre Amoles no hay mucho que decir. Anotó Vicente deP. Andrade las residencias de Granados y Gálvez, hacia 1771,en los conventículos de Amoles, Neutla y Santa Cruz, “inmediatosa Celaya”, y refiere, como ya se indicó, el testimonio de DomingoIbáñez sobre la redacción, en Amoles, bajo el follaje de ungrangeno y después de pasear, de Tardes Americanas. En elraro Diccionario Geográfico, Estadístico, Histórico, Bio-gráfico, de Industria y Comercio de la República Mexicana28

redactado en parte y arreglado en otra sección por José MaríaPérez Hernández, consultando a Manuel Orozco y Berra yAlfredo Chavero, aparecen cuatro Amoles, dos pueblos y doshaciendas, a saber: el pueblo, cabecera de su municipio en elpartido de Cortázar, departamento de Celaya, Guanajuato; elpueblo y mineral del distrito de Jalpan, Querétaro; la haciendadel distrito de Guadalcázar San Luis Potosí; y una hacienda delabranza en el distrito del Centro, del propio San Luis. SeguramenteAndrade refiérase al primero de estos lugares, muy diferentetambién del Amoles serrano de Querétaro.

Antonio de Alcedo anota en su citado Diccionario:

El corregimiento queretano (no era aún corregimiento en losaños estudiantiles de Granados y Gálvez) es de temperamentobenigno, muy fértil y abundante en trigo, maíz, cebada y demásfrutos, de que coge muy abundante cosechas en 96 haciendasque tiene en su Distrito, como también 23 obrajes dondefabrican paños muy finos, jergas, frezadas y otros varios texidosde lana del mucho ganado que cría en sus campos, y de laspieles curten muy buenos cordobones y baquetas, de todo loqual mantiene gran comercio con las demás Provincias y

27 Ibidem, pp. 76 y 77.28 Imprenta del 5 de Mayo, México, 1874. Tenemos noticia sólo de trestomos.

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partidos; llamóse ésta en tiempo de la gentilidad de los IndiosOthomí y Chichimeca, porque estaba poblada de estas dosnaciones que conquistaron los Españoles el año de 1531,después de haberse defendido valerosamente hasta que per-dieron una batalla en que refieren por tradición que peleó contraellos el Apóstol Santiago.29

En esa época distinguiríase en la provincia San Juan del Río,Santa María Tequisquiapan, San Bartolomé del Pino, San PedroTolimán y naturalmente la ciudad de Querétaro, la cual, bajo laadvocación del apóstol Santiago, situada estaba en las faldasdel cerro Santa Cruz y extendíase principalmente al oriente.Alcedo la estima hermosa y opulenta, “y la mayor… despuésde México”. Dice de su bella cañada:

delicioso país y frondosas campiñas riega un caudaloso ríointroducidas sus aguas por conductos secretos que reducena doce surcos y corren por la acequia madre, que las reparte amás de dos mil casas en que hay otras tantas huertas y jardinesabundantes de mil especies de frutas y flores así de Europacomo de América.

Tiene, agrega, célebre cañería para conducir el agua a la ciudadsobre más de cuarenta arcos de 35 varas de alto, construidapor el conocido marqués de la Villa del Villar del Águila, cuyacasa, adornada de balconería sin par, luce hasta hoy en plazadedicada a tan insigne personaje. Aparte de la magnífica iglesiaparroquial, refiere Alcedo en su texto el suntuoso templo de laVirgen de Guadalupe, cobijo de la Congregación del clero:

tres Conventos de Religiosos de San Francisco, el uno deObservantes, el otro de Recoletos Descalzos de San Diego, yel tercero de Santa Cruz, que es el Colegio Apostólico deMisioneros; y los de San Agustín, Nuestra Señora de las

29 Op cit., t. IV, pp. 345-347.

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Mercedes, Carmelitas Descalzos, Colegio que fue de los Regu-lares de la Compañía donde estaba situado el Seminario yaulas públicas para todos estudios; Hospicio Real y Conventode San Hipólito, del Orden de la caridad; y tres Monasteriosde Monjas que son el Real de Santa Clara, las Capuchinas, ySanta Rosa: el Convento principal de San Francisco es laparroquia de los indios, y tiene cinco ayudas de Parroquia ydiferentes Ermitas y Capillas.

Cuarenta y siete mil personas sumaba la población, tres mil familiasde españoles, mestizos, mulatos y otras tantas de indios otomíes,entre las cuales familias, poquísimas eran ilustres y ricas y muchaspobres y de bajo rango. Un activo comercio apoyado en obrajeríasmúltiples, tiendas, tenerías, huertas y jardines sin par, ofreceríangratas comodidades y abundancia en sus mercados, alejados deMéxico por alrededor de 42 leguas.

Así era el mundo que rodeó a José Joaquín Granados yGálvez, desde sus natales Sedella y Málaga en la infancia y lajuventud hasta la bella Valladolid, el pobretón Amoles y la opulentaQuerétaro, junto con valles y parajes del Bajío, animosamentevisitados y descritos por quienes decidían escapar de la ciudadde los palacios y adentrarse en el interior provinciano. A los 53años, obispo ya de Sonora (1787), dejó tan fascinantes lugares yallegóse a su desértica sede, en Asunción, Cananea,30 dondedesempeñóse con probidad, celo y amor entre las comunidades.Beristáin y Souza al hablar de Juana de Urrea, sobrina deGranados, dice que fue este “prelado respetable por sus trabajosy celo apostólico, (y) es singularmente benemérito de la AméricaSeptentrional, por el empeño que tomó en engrandecer a sus

30 La arquidiócesis de Sonora, erigida en 1779 bajo el amparo de NuestraSeñora de Loreto y San Juan Bautista, tuvo primera sede en Asunción, hoyArizpe, y luego en Álamos, Culiacán y al fin en Hermosillo, la capital deSonora, desde 1883.

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naturales, y por el honor y generosidad con que lo hizo...”31 y alrespecto cita la carta pastoral que el obispo afirmó en Arizpe (6de septiembre de 1790), impresa en la ciudad de México. Seisaños adelante fue trasladado a la diócesis de Durango, segúnReal Cédula del 2 de septiembre de 1793. Las bulas respectivasse recibieron en Durango el 19 de agosto de 1794, festejándoseel acontecimiento

con repique, que menos de 24 horas después se trocó enfúnebre tañido, pues al medio día del 20 murió el prelado en laHacienda de Dolores, legua y media de esa ciudad, donde seencontraba bastante enfermo de la vejiga. El cadáver fue llevadoa la catedral, se celebraron las debidas exequias y se sepultóen la capilla de las Ánimas de la misma.32

En la Gazeta de México33 hay extensa relación de loshechos; y en las Noticias Históricas y Estadísticas deDurango34 se dice que Granados y Gálvez, vigésimo obisposonorense, sucesor de Esteban Lorenzo de Tristán, prelado quefue de Nicaragua, y antecesor de Francisco Gabriel de Olivaresy Benito, fue

natural de Cedilla, y religioso morador del convento de SanFrancisco de Querétaro. Fue obispo de Sonora, y promovido aesta silla falleció en 20 de agosto de 1974… El Sr. Granados esautor de la obra intitulada: Tardes Americanas…, en que, sibien es estimable el trabajo literario, por las noticias quecontiene, salvas algunas inexactitudes, es todavía más dignode estimación y elogio por el intento que se propuso. Este fueel reivindicar a la oprimida y despreciada raza mexicana, que el

31 Op. cit., t. II, pp. 56 y 57.32 Vicente de P. Andrade, op. cit., p. 13.33 Tomo VI, núm. 65, martes 23 de septiembre de 1794.34 José Fernando Ramírez, México, 1851, pp. 23 y 24. Por tipográfico estapágina lleva número 12.

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autor ecsalta en todos sus ramos; hasta sobrepasarla algunasveces en sus mismos conquistadores, a cuya raza pertenecíael escritor. El Sr. Granados no llegó a tomar posesión pordificultades que le suscitó el cabildo.35

Por cierto, sabemos ya que el obispo no nació en Cedilla, nidejó de tomar posesión de su cargo eclesial en Durango, puesel cabildo lo autorizó a ejercer de manera provisional hasta lallegada de las correspondientes bulas.

Hay datos importantes sobre la bibliografía del autorde Tardes Americanas en la Biblioteca Hispano Americanade José Mariano Beristáin de Souza: “Su digna sobrina DoñaJuana de Urrea, vecina de Durango, que posee una alma varoniladornada de todas las bellas prendas de su sexo, me franqueólos Manuscritos, que voy a citar, y que existen hoy en mipoder con sumo aprecio mío, y de cuantos los han leído”;manuscritos y obras que en seguida enlístanse:

El Patrocinio del Señor San José, Imp. en Mégico porOntiveros, 1768.

Tardes Americanas: Gobierno gentil y católico: noticiade toda la historia indiana, Imp. en Mégico por Ontiveros, 1778.

La América Triunfante, Un Tom. en 4 Ms.Viajes al Río Colorado, Un Tom. en 4 Ms.El Perseo Andaluz. Hay quien asegura que lo imprimió;

mas no lo he visto.Carta Pastoral, su fecha en Arizpe, 6 de septiembre de

1790, Imp. en Mégico.36

En la Nota Introductoria de Roberto Moreno de losArcos, ya mencionada,37 encuéntranse agregados y aclaracionespertinentes. Se da el título completo del primero, El Patrocinio

35 Ibidem.36 Op. cit., t. II, p. 57.37 Op. cit.

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de el Patriarcha Sr. S. Joseph sobre los rayos, el nombretambién completo de la imprenta, casa de Felipe de Zúñiga yOntiveros, Calle de la Palma, los detalles de su cuerpo, 17 hojaspreliminares sin número y 22 páginas numeradas. Existe unejemplar en la Biblioteca Sutro. En el caso de Tardes Ameri-canas, aclárase que el texto estuvo a cargo de Imprenta Matri-tense de Felipe de Zúñiga y Ontiveros, y que consta de 35hojas preliminares sin folio, 540 numeradas y tres láminas encobre. El Perseo Andaluz, elogio poético que a los insigneshechos del Excmo. Sr. D. Bernardo de Gálvez escribía ... a unamigo suyo, fue impreso por Felipe de Zúñiga y Ontiveros,México, 1785, en 41 fojas, “según noticia del padre Fischer,transcrita por Andrade”.

El Centro de Estudios de Historia de México Condumexeditó en facsímil, 1983, la obra de Granados y Gálvez, TardesAmericanas, para obsequio en Pascuas de Navidad; y, en 1984,reprodujo el facsímil con objeto de ponerlo a la disposición deestudiosos de la historia.

Antonio Palau y Dulcet38 registró Tardes Americanas yel Patrocinio. Frank Hammond, en su catálogo de libros rarosnúmero 161 puso en oferta Tardes Americanas en suma consi-derable de libros, adornando la obra con juicios críticos de Palau,Sabin, J. R. Bartlett y Rich.

España en crisisSabias páginas legó Julio Jiménez Rueda en sus Herejías y Supers-ticiones en la Nueva España. Los Heterodoxos en México,39

que recogen maduras reflexiones sobre la crisis de España en lossiglos XVI, XVII y XVIII; es decir, del Renacimiento al Siglo de lasLuces, y sus efectos generales en los tres siglos de la Colonia.38 Manual del Librero Hispano Americano, Librería Anticuaria, Barcelona,1925, p. 404.39 Imprenta Universitaria, México, 1946.

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Cierto es. Lo apunta Jiménez Rueda con profundidad. Aldesvanecerse el sueño imperial de Isabel la Católica con la muertede su hijo Juan, y una vez que Carlos de Gante coronóse reycontra la voluntad de poderosas familias andaluzas y castellanasopuestas a la idea de un cetro extranjero, cuya rabia e indig-nación simbolizara la toledana Marta Pacheco, esposa de Juande Padilla, el flamante Carlos I no dejaría de sentirse Emperadordel Sacro Imperio.

Le interesaba más Europa que América, dice Jiménez Rueda.Fue ante todo un Habsburgo. Toda su política, tendió pues, arealizar esta voluntad dominadora. No entendía a los que desdeAmérica estaban ensanchando su imperio. Hernán Cortés fuepara el emperador un enigma. El capitán extremeño lo llamabasiempre a la realidad americana. Carlos se aferraba a la ficcióneuropea. Ahora bien, las únicas naciones que podrían oponersea tal ambición eran Francia e Inglaterra. La Historia del mundoen estos agitados tiempos gira en torno a las alianzas, suspi-cacias, pugnas, traiciones entre los monarcas que gobiernanesos pueblos: Carlos V, Francisco I, Enrique VIII,40

y la hija de éste, Isabel, última representante de la Casa deTudor, reina por más de cuatro decenios (1558-1602) y patrocina-dora de una política de expansión sin precedentes.

Valórese la magnitud y el peso del trono carolino, formadode cuatro herencias, y advertiráse desde luego el riesgo de supujanza gravitacional en la conflictiva interdinástica de la época,orientada en todo momento por la conquista del comercio mundialy la hegemonía en el sistema de la monarquía absoluta. Porcomplejos mecanismos sucesoriales, recibió Carlos de su abueloMaximiliano de Austria las posesiones del Sacro Imperio, incluidosInsbruck, el Tirol y otros territorios al norte de Suiza; de su abuelaMaría de Borgoña, los Países Bajos y el Franco Condado; y luego40 Ibidem, pp. 53 y 54.

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los abuelos maternos: Fernando legó Aragón, las Baleares, Cerdeña,Nápoles y Sicilia, e Isabel, Castilla, comprendidas Navarra, LaCoruña y Andalucía. Así Carlos tuvo en sus manos la supremacíamediterránea, el virtual señorío atlántico y las riquezas americanasen los términos de las bulas alejandrinas de 1493;41 y semejantepoder resultaba incompatible con Francia e Inglaterra. FranciscoI, de la Casa de Angulema, accedió al trono de Francia en 1515,cuatro años antes de disputar al hijo de Felipe el Hermoso el tronoimperial, vacante por muerte de Maximiliano. La nobleza galavalióse de tal motivo para debilitar y arrancar en su caso a Españael cetro supremo en las guerras de 1521 al 1544. Sus alianzas conlos turcos, cuya bravura ensombreció con frecuencia los tempera-mentos del Emperador y su hijo Felipe, y con los antipapistaspríncipes germanos, interesados en difundir el movimiento protes-tante, no lo llevaron victoriosamente al Milanisado, ni a Nápoles,sin perjuicio de mantenerse la autoridad francesa y el avance enlas artes y las ciencias. Enrique VIII, por su lado, pronto descubrióque su independencia del Vaticano era paso importante en la políticacontra hispánica, y al efecto explotó así la anulación del matrimoniocon Catalina de Aragón, rechazada por Clemente VII, al sancionarcon este motivo el Acta de Supremacía (1534) que lo separó de lajerarquía católica, con base en la iglesia anglicana. El cancillerTomás Moro y J. Ficher pagaron con la vida su negación de acata-miento de la nueva religión de Estado.

Más complicada, sin embargo, era la situación. La ame-naza otomana, la insubordinación de los árabes en Marruecos,Tremesen, Argelia y Túnez, nunca sometidos de manera cabal,las luchas religiosas y su eclosión en la Guerra de los TreintaAños, llevaron a Carlos V a los entendimientos vaticanos que

41 En el Anuario de Historia del Derecho Español, volúmenes 27 y 28,Madrid, 1957-58, aparece el estudio de Alfonso García Gallo sobre LasBulas de Alejandro VI y el Ordenamiento Jurídico de la Expansión Portuguesay Castellana en África e Indias.

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hicieron del imperio el escudo de lo católico frente a vastosmovimientos heterodoxos, herejes y paganos. Luego añadié-ronse filibusteros, corsarios y perros de mar en el amanecerbucanero, cuyas furias habilidosas y vínculos políticos apré-cianse con facilidad en C. H. Haring, Los Bucaneros de lasIndias Occidentales en el siglo XVII.42 El carácter global delconflicto interdinástico, su difícil financiamiento, incluidas lasaportaciones en oro, plata y otras riquezas americanas, queengrosaban en mucho las arcas de mercenarios y negociantesde guerra, hicieron cada vez más de la economía hispanoindiauna mera función de la política imperial en el contexto de lospoderes monárquicos de Europa Occidental. El erasmismo delos primeros años, abrazado con entusiasmo por FranciscoJiménez de Cisneros, el fiel canciller de Castillas, y por promi-nentes miembros del cuerpo docente de la Universidad deAlcalá, cuna de la Biblia Políglota Complutense y de quienespropiciaron el entendimiento de España con la Reforma,poniendo indirectamente en peligro el monopolio sacramentaldel Vaticano, fracasó rotundamente aun antes de las tajantesdecisiones del Concilio Tridentino y sus teóricos salmantinos.El espíritu de Ignacio de Loyola (Iñigo López de Loyola),fundador de la Compañía de Jesús desde los años de sus votosde castidad en Montmatre, ajeno del todo a una posible actituderasmista, arrasó por sobre cualquier otra alternativa. Pero lascosas marcharían mal. Nada detuvo la expansión luterana y elfinal triunfo de Mauricio de Sajonia, aliado del rey francés yvarios príncipes alemanes. En la paz religiosa de Augsburgo(1555) Carlos reconoció la Reforma. En plena derrota ymelancolía abdicó (1556) a la corona y retiróse al monasterio

42 Cámara de Comercio de Caracas, Venezuela, 1925. La parte dedicada a losfilibusteros del siglo XVI en pp. 28-53.

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de Yuste en Cáceres, donde murió43 en 1558. Dispuso antes ladivisión de su imperio entre el hermano Fernando I de Austriay su taciturno hijo Felipe II.

Al contrario de lo ocurrido en Francia, “donde la Sorbonaluchó contra Erasmo” el humanista neerlandés tuvo una señaladainfluencia en el imperio carolino, al amparo del cardenal Cisnerosy de los innovadores Luis Vives y los hermanos Alfonso y Juande Valdés,

cuyos Diálogos sintetizaron el movimiento erasmista y su ideal:renovación religiosa sin revolución. Su principal foco, escribióJuan Reglá Campistol, fue la Universidad de Alcalá, fundadapor Cisneros, quien habrá invitado a Erasmo a ocupar unacátedra en ella. Valencia y Zaragoza fueron también focosnotables, como Barcelona, donde se formó el vicecanciller delEmperador, Miguel May. Pero en España tuvo Erasmo unadversario notable, el profesor de Alcalá, Diego López deZúñiga, cuyas Anotaciones prefiguran la línea del catolicismotridentino.44

43 Véase la abdicación, antecedentes y reclusión en el monasterio de Yuste, enRobertson, Historia del Reinado del Emperador Carlos Quinto, traducciónde Félix Ramón Alvarado, Imprenta de I. Sancha, Madrid, 1821, t. IV, p. 254y ss. Sobre la vida de Carlos V hasta 1540 vale la llamada Crónica delEmperador Carlos V, de Pedro Girón, recientemente editada por Juan SánchezMontes, según el texto descubierto por Peter Rassow, Consejo Superior deInvestigaciones Científicas, Escuela de Historia Moderna, Madrid, 1964.44 Véase Antonio Ubieto, Juan Reglá, José María Jover y Carlos Seco, Intro-ducción a la Historia de España, editorial Teyde, 12a, Barcelona, 1919, p.345. Los textos fueron tomados del mismo trabajo de Reglá Campistol, asícomo los siguientes en lo relativo al erasmismo español. En relación con loserasmistas españoles ver Marcelino Menéndez Pelayo, Historia de losHeterodoxos Españoles, Librería Católica de San José; Madrid, 1858, t. II,pp. 26-95, igual que pp. 96-128 y pp. 149-206. Editora Nacional publicóexcelente impresión del Diálogo de Doctrina Cristiana, de Juan de Valdés,Madrid, 1979.

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En la conferencia de teólogos celebrada en Valladolid,hacia 1527, ganaron los erasmistas posiciones esperanzadorasen favor de la coexistencia entre el Vaticano y los luteranos,sin lograr mayor sosiego por imposibilidad de armonizar loinarmonizable. Lutero y en general el movimiento protestanterechazaban la intermediación sacerdotal en la salvación; yadmitir su negación equivalía a destruir uno de los cimientosmás recios en que fundóse el poder del catolicismo romano.Por otra parte, abdicar de la justificación del hombre por la fe,significaría el fin de la Reforma. Llevaría semejante incompa-tibilidad al rompimiento definitivo al perseguir la iglesia a loserasmistas en los años preparatorios del Concilio de Trento.

España cambia rápidamente de clima espiritual: el erasmismoes condenado y la suerte reservada a sus adeptos consiste enhacer penitencia y callar. Entonces se inició el largo procesoinquisitorial contra el arzobispo de Toledo, Bartolomé deCarranza, quien moriría en Roma en 1576;

pero sin marchitar las semillas del sabio de Rotterdam en elrenacimiento hispano de las postrimerías del siglo XVI y suflorecimiento en el Siglo de Oro.

Sería imposible una referencia a Erasmo en España sinMarcel Bataillon.45 Entre las conmociones de la iglesia y lastajantes denuncias luteranas, se consumió la no siempre oportunapolítica conciliadora de Carlos V, cargada de contradicciones sinsíntesis y de barrocos temores infundados frente a sus enemigos.

Por su obstinada negativa a elegir entre Lutero y Roma, dice elprofesor del Colegio de Francia, por su evangelismo enamo-rado de “paz” y de “unanimidad” representó eminentementeen su ancianidad, y aún mucho tiempo después de su muerte,

45 Erasmo y España. Fondo de Cultura Económica, México-Buenos Aires,1950. La primera edición francesa en 1937.

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un cristianismo esencial, centrado en torno a la salvación porla fe en Cristo, pero sobrio en afirmaciones dogmáticas, encuyo seno debían hallarse de acuerdo todos los cristianos.Hay que predicar al Cristo paulino, cabeza invisible de lahumanidad, quien extrajo del cristianismo su más humanasignificación. Enseñó a los hombres a orar a un Dios que es elde los Salmos y el de los Evangelios, y que es al mismo tiempoun lazo divino entre todos los hombres, la promesa, para todosellos, de una renovación divina. ¿No es este, después de todo,el profundo sentido de la resurrección del misticismo paulinoen la época del humanismo? ¿Justificación por sola la fe? Másbien fe nueva en la fe misma, y en el valor y en el amor que esafe infunde. Llamamiento a las almas para que se liberen delformalismo y del temor servil.46

El legatario de la visión imperial sin Erasmo, Felipe II, noescapó del formalismo ni del servil temor. Armó de todas armasal bastardo impetuoso Juan de Austria —criado en el secretocortesano por Luis de Quijada—, victorioso comandante en lasluchas contra moriscos, turcos (Lepanto, 1561) y flamencos.Murió como buen soldado, sorpresivamente, en la campaña deNamur (1578), en años de celos felipenses y retraimiento delrey.

Allegóse Felipe sus mañas, bien aprendidas en sus primiciasgobernantes de Milán, Nápoles, Sicilia y los Países Bajos, paracombinar intereses políticos y matrimoniales. Casó cuatro vecesen este orden: María de Portugal (1543), María I de Inglaterra(1554), Isabel de Valois, hermana de Enrique II de Francia (1556),y Ana, hermana del emperador Maximiliano II (1570). Sus éxitoscontra Francia (1557) y en la conquista de Portugal (1580-81),no velaron la trascendencia del desastre de 1588, cuando fuehecha pedazos la Armada Invencible en las costas inglesas. Eldesmoronamiento interno y gravitacional del poder Austria en

46 Ibidem, t. II, p. 429.

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Europa quedó al descubierto en aquel trágico acontecimiento:nadie más temblaría ante el gigante español, enfermo aparentede una extrema debilidad sin cura alguna. La contrarreforma ysu fortalecido escudo inquisitorial hicieron del cetro hispano unablindada fortaleza contra las luces del progreso y en favor deltradicionalismo medieval que obliteró el cambio en Castilla y susposesiones ultramarinas.

Testigo sería el siglo XVII hispano47 del rápido desarrollode las casas reinantes en Inglaterra y Francia. En dos ocasionesdesnudaríase la endeble situación española. La paz de Westfalia,firmada en Münster con Francia y en Osnabrück con Suecia,hacia 1648, significó la pérdida definitiva de la hegemonía políticade los Habsburgo en el mundo occidental con el establecimientode un nuevo equilibrio de las fuerzas monárquicas: Francia y suvictoria sobre España en la paz de los Pirineos; Inglaterra yHolanda, indisputables en el tráfico marino; Suecia, señora delBáltico; y Polonia, dominante entre el Oder y el Dnieper. Comolos príncipes mantendrían su autonomía del Emperador, Alemaniafraccionóse en un conjunto de pequeños estados independientes,tanto más que Austria distancióse al fin del antiguo cetro. Elreconocimiento del principio de tolerancia religiosa fue funda-mental al triunfo de la secularización del Estado. En esa complejasituación Luis XIV preparó el golpe que sustituyó en España alos Austria por los Borbón al coronarse Felipe V, nieto del ReySol, en 1700.

La incapacidad de defensa española ante la agresión quesufrían las posesiones ultramarinas, muestra la pobre condicióndel imperio. Serían los ataques insoportables en los siglos XVII yXVIII, con motivo de la multiplicación de bucaneros y piratas que

47 Felipe III, rey entre 1598 y 1621; Felipe IV, de 1621 a 1665; y Carlos II,entre este año y l700. El poder fue ejercido por los validos: duque de Lermay su hijo duque de Useda con Felipe III; conde-duque de Olivares y Luis deHaro, con Felipe IV; y Juan de Austria hijo, con Carlos III.

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sustrajeron las riquezas indias del tesoro real al apoderarse de losconvoyes y barcos que los acarreaban. Las Floridas, al norte, fueroncontinuamente amenazadas; y, la costa atlántica meridional seríainmisericordemente saqueada, según lo prueban las huellas quecontémplanse aún en Río de Janeiro, el Plata, Pernambuco y lasaustrales regiones de Tierra del Fuego y Malvinas. Estas desoladasislas eran bases seguras para los asaltantes de la abundancia enPerú y Nueva España. El Caribe fue considerado un mare nostrumde la piratería en lo que hace a Centroamérica, México y las costasseptentrionales de Sudamérica. Barbada, Tortuga, breve yescarpada isla compañera de la Española, Panamá, Nueva Granada,Jamaica, Santo Tomás, San Cristóbal y aún más fueron baluartesimpenetrables de bandidos. La toma de Jamaica por los ingleses(1655), y de Haití por Francia (1697) humillaron a una Españaincapaz de retomar las riendas de la historia.

Hay recuentos que deben hacerse: entre el primer cuartodel siglo XVII y el ocaso del XVIII, Albión ocupó Jamaica, Baha-mas (1672), Dominica (1763), Honduras Británicas o Belice(1786) y Trinidad (1797). Tenían los bucaneros San Cristóbal yla Tortuga; Holanda, Curazao (1634); y Francia, ya se indicó,Haití (1697). En Haring48 pueden consultarse las fuentes manus-critas francesas e inglesas de la piratería en la época. Entre lasimpresas es importante Alexander Olivier Exquemelin, apellidoque los británicos cambiaron a Esquemeling y los galos enOexmelin. En el XVII apareció la traducción del flamenco alespañol de su obra, Piratas de la América y Luz a la defensade las costas de Indias Occidentales, dedicada a Don Ber-nardino Antonio de Pardiñas Villar de Francos, traducido por eldoctor de Bjena-Maizón, Colonia Agrippina, en Casa de LorenzoStruickman, Amsterdan, 1681. La primera edición en holandésfue de Jan Ten Hoor, Amsterdan, 1678.

48 Op. cit., pp. 260-272.

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No sólo perdiéronse riquezas materiales y políticas en laaristocracia de los validos; no, la cerrazón religiosa e inquisito-rial y las insuperables rivalidades con la Reyna de los Mares,capitaneada por los Estuardos (1603-1702), turbaron en todomomento la percepción clara del significado revolucionario delos acontecimientos que arrastraron al cadalso a Carlos I yelevaron a Oliver Cromwell en el poder británico, y su influenciamodernizante en la creación de la primera monarquía parla-mentaria. Principiaba de este modo una nueva era de una historiadel hombre que culminaría en los fines del siglo XVIII con lasrevoluciones industrial y democrática. Felipe IV fue indemne aestos hechos. Su preocupación era acaparar más y más recursosen un trono tambaleante e incapaz ya de recobrar el antiguomando imperial. Carlos II, su hijo, echó por la borda del reinolos restos de la grandeza Austria al resultar víctima derrotadaen el Tratado de Ryswick (1697) y disponer en su testamentola herencia del trono en favor de Felipe de Anjou. La guerra desucesión y el Tratado de Utrecht (1713) fueron la extremaunciónde los Habsburgo españoles en el panteón europeo.

La segunda parte de Don Quijote de la Mancha49

ofrece constancias y testimonios de una caballería andante ajenaal realismo maravilloso de la Edad Media. Entre el realismo deSancho Panza y el idealismo de Don Quijote no podía acunarsela grandeza española, perdida casi del todo en las manos de sudesmoralizada corte. Nunca recuperaríase la alegría de viviren el proceloso océano de los trágicos sentimientos de las postri-merías austrias. Ya no renacería Rodrigo Díaz de Vivar y susepopeyas de reconquista en la España de la monarquía absoluta.El humanismo fue la recuperación del hombre en su condiciónhumana, escamoteada por la escolástica; y, en consecuencia,se correspondió con la idea de un paraíso terrenal en lugar de49 En 1605 apareció la primera parte y diez años después, hacia 1615, lasegunda.

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la ciudad de Dios, de acuerdo con las concepciones filosóficasque rodearon el encumbramiento de las prístinas ciudadesitalianas del siglo dieciséis, al cambiarse por comerciantes ymanufactureros el viejo señorío feudal. Los ideales de antesfueron sustituidos por el juego de las mercancías reivindicadasen los mercados de la oferta y la demanda. Arraigábanse lasaspiraciones en hombres de carne y hueso y ya no en valoresultraterrenos. Los monarcas perderían lentamente sus tranqui-lizantes derechos divinos ante un creciente poder consensualde los gobernados. La lección está en las sugerencias deloxfordense John Locke —Ensayo sobre la Tolerancia (1667)y Ensayo sobre el Entendimiento Humano (1690)—, dondeháblase de la aptitud de la inteligencia en la comprensión ytratamiento de los asuntos públicos; doctrinas que radicalizáronseen Juan Jacobo Rousseau y su Contrato Social (1762): lavoluntad general convirtióse entonces en la fuente del derechopolítico.

Ni Sancho Panza pudo quijotizarse en forma cabal, nidon Quijote cayó en el empirismo de su escudero. El caballerode la Mancha como ideal castellano no logró vitalizarse con lassavias populares de Sancho, el propio Alonso Quijana y lafregona Aldonza Lorenzo. Sin el milagro extinguióse la maravi-llosa figura entre los engaños del impío bachiller SansónCarrasco;50 Carlos V y Felipe II no sustanciaron el trono deFelipe IV y Carlos II.

El despotismo ilustrado de Carlos III no levantó a España ala altura de los tiempos. En vano desvelaría grandes obstáculosque no logró remover por su tremenda resistencia gravitacionalescolástica y nobiliaria. El libre comercio y el rompimiento de losmonopolios en tráfico con Indias; la lucha por la renovación de losusos de la tierra, que mucho después expuso Gaspar de Jovellanos50 Recuérdese Miguel de Unamuno, Vida de don Quijote y Sancho, Librerio deFernando y Fe, Madrid, 1905.

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en célebre informe;51 la reorganización del ejército y la marina deguerra, incluidos los de ultramar; la reactivación y modernizaciónfinanciera del reino; sus esfuerzos por la integración hispana entorno de Castilla y Aragón, por la vía de la remisión de alcabalas,en beneficio de Cataluña, Mayorca, Valencia y otras provincias; elregalismo, orientado a la subordinación de la potestad religiosa y lacorona; y las reformas condicionantes del ajuste nacional a unaeconomía política innovadora, propiciada por las multiplicadasSociedades Económicas de Amigos del País; no lograron que elrégimen escapara a la inercia de los compromisos dinásticos. CarlosIII quiso una política de paz, según confesión que hizo a su amigoBernardo Tanucci, y sin embargo suscribió (1761) el pacto defamilia.52 Los resultados de las guerras en que participó Españafueron desastrosos. De nada servirían las prudentes advertenciasy sabiduría de los condes de Aranda y Floridablanca, y del ilustreasturiano Pedro Rodríguez Campomanes. Procuró el régimen lacentralización de la administración pública en manos del rey, queen el caso de la Nueva España tradújose en la implantación deintendencia, de acuerdo con los puntos de vista de José Gálvez, sinque las medidas adoptadas despejaran las tinieblas del caminoespañol.

Consumarían el desastre Carlos IV y su hijo FernandoVII, en los atormentados años de Francisco de Goya y su genialtestimonio artístico de la época. La Guerra de Independencia(1808-14) y los ideales de Aragón y Cádiz no cambiaron lasadversidades de la traición de una aristocracia irresponsable ypervertida. Napoleón concluyó en 1815, después de Waterloo

51 A la vista tenemos el informe en el Expediente de Ley Agraria, Imprenta deLawalle Joven Sobrino, Burdeos, 1820.52 Se trata del tercer pacto de familia celebrado en París por el marqués deGrimaldi, en nombre de Carlos III, y el duque de Choiseul, en el de Luis XIV.Los anteriores firmáronse en 1733 y 1743, y todos tuvieron por objetoacordar con Francia alianzas ofensivas contra Inglaterra.

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y España, cerrada aún a los impulsos revolucionarios de 1776 y1789, vería con ojos asombrados el desgajamiento irremedia-ble de su grandeza americana al ser trasladada al patio traserode la sociedad industrial.

Los grandes momentos de la colonialidadEn ese complejo mundo dinástico registráronse los grandes mo-mentos de la colonialidad novohispana, cuyo perfil es fácil mostraren sus denominadores comunes. La sujeción política, económicay social a las dinastías dominantes, que no al rey, modeló hastalos más recónditos aspectos de la vida virreinal en los declaradospropósitos de satisfacer las necesidades imperiales, y no locales,de la sociedad subordinada. La minería, la agricultura y lasmanufacturas concibiéronse como insumos de la economíapeninsular, con los conocidos resultados de miseria generalizadaen el marco de una extensa pirámide demográfica de clases,estamentos y grupos desamparados. La angosta élite de la cumbreestaría formada por autoridades y altos empleados españoles,mercaderes criollos y jerarquías eclesiásticas y militares. En lossitios medios deambulaban principalmente los mestizos; y, en elfondo bajo, castas e indios descendientes de los conquistados.Generaron estas masas humanas con su trabajo la abundanteriqueza novohispana que la corona prodigó en Europa con motivode sus guerras contra la modernidad histórica. Sufrió la culturalas dependencias imperiales. Nada moveríase sin el consentimientodel virrey, el inquisidor y el obispo, o al margen de los dogmasreligiosos, o más allá de los mandamientos aprobados, y si a pesarde todo movíase el mundo, las condenaciones terrenas yultraterrenas borrarían hasta de las memorias la más ligera huellade las disidencias o heterodoxias, habida cuenta de las inapagablesluces que excepcionalmente brillaron en los cielos virreinales.Fue el colonial copia del imperial, un estado dogmático, homo-géneo, defendido en la misma conciencia de los súbditos por los

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tribunales seculares y de la inquisición, y apuntalado en los ejércitosde tierra y mar que vigilaban y cuidaban de la nobleza en elpoder.

En síntesis: igual que las otras colonias de Indias, NuevaEspaña erigióse como una sociedad al servicio de una dinastíaeuropea casi indiferente a la vida de sus vasallo, sustentada enuna economía de sobreexplotación, y sujeta a los mandamientosde una élite subrogada, obediente y sumisa.

No debe dejarse de lado algo más. Constituyóse el Estadoespañol desde sus años toledanos en brazo terreno de la volun-tad de Dios para el gobierno de hombres y conversión de infieles,al lado de la iglesia, conductora de almas en función del trinomiometafísico de pecado, salvación o perdición. La potestad realfue potestad divina en el mandamiento terreno; y la pontificia,en el evangélico. Una y otra arribaron a Indias unidas y dis-puestas a redimir del pecado a los nativos. Sin embargo, lalucha evangelizadora y el sometimiento a la regla hispana nosucedieron sin una rebeldía persistente de las comunidades,provocada tanto por la brusca y frecuentemente arbitrariatransculturación, hecha sin miramientos, cuanto por la injusticiaa que fueron sometidas. Igual que otros semejantes hechos, lacolonización de México fue en muchos aspectos bárbara eimpía. Lo prueba así la ruta de Cortés entre Tabasco y Tenoch-titlán. El engaño, las matanzas injustificadas, como la de Cholula,las ambiciones desenfrenadas, el abuso no contenido del mandoy otras tácticas no menos reprobables exhiben una tácticaopuesta al adoctrinamiento cristiano. Aún no se olvida la abomi-nable intromisión de Nuño Beltrán de Guzmán, letrado y culto,en el Pánuco, Michoacán y Nueva Galicia, según constanciadel arzobispado Juan de Zumárraga en sus denuncias al rey.Las cosas en Yucatán bajo Francisco de Montejo —gobernador,capitán general y encomendero en Cuba— fueron repugnantes.

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Nada lo detuvo, ni las bondades nativas de Champotón, ni lahostilidad en Chichén Itzá, ni la generalizada insurrección maya,en las violentas represiones y destrucción que facilitáronle elestablecimiento de un reino donde su voluntad era ley. Seríafundada Mérida (1542) como poderosa fortaleza del dominiocolonial en el oriente mesoamericano.53

Tocó a fray Bartolomé de las Casas conmover al mundocon la descripción de los crispantes acontecimientos de NuevaEspaña. La Brevísima relación de la destrucción de lasIndias54 cayó ardiendo en la pólvora seca. Nunca Francia eInglaterra toleraron el encumbramiento de los Habsburgo através de Carlos V, y tal caldo de cultivo político explica que laBrevísima relación fuera utilizada por los enemigos de Españapara exhibirla engañosa y tartufa en su pureza cristiana ycatólica.55 En este ambiente internacional y con apoyo en laalianza de jerarquías eclesiástica y nobleza novohispana, lanzá-ronse groseras embestidas contra el obispo de Chiapas, a quienllenaron de improperios y persiguieron con ferocidad por suinteligencia y valiosa defensa de los nativos.

No se puede leer (la obra de Las Casas), comenta Marcel Brion,sin una profunda emoción (pues en sus) páginas... se encierrael recuerdo de tantos sufrimientos. Toda la trágica experiencia

53 López de Cogolludo, Diego. Historia de Yucathan, editor Francisco deAyera, impresa en la casa de Juan García Infanzón, Madrid, 1688. Hayexcelente facsímil del Cogolludo, Comisión de Historia del Gobierno deCampeche, Campeche, 1954, 3 vols. Bartolomé de las Casas anotó enBrevísima relación de la historia de la destrucción de las Indias que enYucatán los niños aborígenes eran arrojados como alimento de perros.54 Fue editado por primera vez en Sevilla, 1552. Recomiéndase AntonioMaría Fabié, Vida y Escritos de fray Bartolomé de las Casas, Imprenta deMiguel Ginesta, Madrid, 1869, 2 vols.55 Para evaluar las cosas V. M. Du Port du Tertre. Histoire des Conjurations,conspirations et Revolutions celebres, Chez Duchesne, Libraire, Paris, 1669,t. 8, pp. 3-256.

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del sacerdote que vivió tanto tiempo entre los indios canta, ensu cólera y su indignación, el canto fúnebre de la raza americana.

Desde su publicación, el libro causa un violento escándalo yacarrea una cantidad de quejas, de acusaciones y de insultoscontra su autor. Fue atacado en América por fray Toribio deBenavente, en España por una multitud de adversarios, entrelos cuales el capitán Bernardo Vargas Machuca que lo contradijoen su Milicia y Descripción de las Indias, y sobre todo ensus Discursos Apologéticos. Un historiador afirmaba “estaobra ha sido la piedra del escándalo lanzada contra España portodos los envidiosos de nuestra grandeza, y porque eran nuestrosenemigos en una época en que nosotros teníamos tanto, suscitadopor el temor de nuestro inmenso poder en el Viejo y en el NuevoMundo”.56 Cierto, el libro de Las Casas apareció en coyunturadifícil para España porque las dinastías contrarias y los reforma-dores lo usarían contra ella, pero tal circunstancia no menguasu validez y mucho menos la información. Ser cristiano no escomplacencia o mero goce virtuoso, sino lucha contra el odio ysus metamorfosis en cualesquiera apariencias en que emerja ose reproduzca. Si España era cristiana debían condenarse las“matanazas y estragos de gentes inocentes” las “despoblacionesde pueblos, provincias y reinos que en ella se han perpetrado”,y las “otras (violencias) no de menor espanto”.

Las unas y las otras refiriendo a diversas personas que no lashabían, el obispo don Fray Bartolomé de las Casas o Casausescribe éste en su argumento de la Breve Relación, a la vezque vino a la corte después de fraile, a informar al emperador..,y causando a los oyentes con la relación de ellas una manerade éxtasis y suspensión de ánimo, fue rogado e importunado

56 Bartolomé de las Casas. Padre de los Indios, traducción de Alicia OrtizOdérigo, prólogo de Rodolfo Puigrós, Colección Eurindia dirigida por ErnestoMorales, Futuro, Buenos Aires, 1945, pp. 104 y 105.

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que de estas postreras pusiese algunas con brevedad porescrito. Él lo hizo, y viendo algunos años después muchosinsensibles hombres que la codicia y ambición ha hechodegenerar de ser hombres..., que no contentos con las trai-ciones y maldades que han cometido..., importunaban al reypor licencia y autoridad para tornarlas a cometer, y otras peores(si peores pudiesen ser), acordó presentar esta suma, de loque esto escribió al príncipe, nuestro señor, para que su Altezafuese en que se les denegase; y parecióle cosa convenienteponerla en molde, porque su Alteza la leyese con más facilidad.Y esta es la razón del siguiente epítome o brevísima relación.

Ninguna explicación mejor que la dada por el fraile en losliminares de su texto.57

Hay dos instrumentos legales que de algún modo contribu-yeron favorablemente en el clima indigenista creado por laBrevísima Relación. Antes de las discusiones de Valladolidconvocadas por Carlos V, Paulo III (Alejandro Farnese) en eltrono pontificio a los 67 años (1534) y muerto en 10 denoviembre de 1549, amigo de un entendimiento entre elEmperador y Francisco I, procuró el éxito de las gestionesproindias en la iglesia al suscribir la bula Sublimis Deus, en 2de junio de 1537, poco después de haber enviado carta apostólica(29 de mayo de ese año) al cardenal Juan de Tavera, arzobispode Toledo, “ordenándole prohibir bajo pena de excomunión, ipsofacto incurrenda, el reducir a los indios a la esclavitud de

57 Esta cita y las anteriores en Fr. Bartolomé de las Casas. La Destrucción delas Indias, Sociedad de Ediciones Louis Michaud, Biblioteca Económica deClásicos Castellanos, París-Buenos Aires, s/f, edición que incluye BernardoVargas Machuca, Refutación de las Casas, que aparentemente corresponde alos Discursos Apológicos en Controversia del Tratado que escribió FrayBartolomé de las Casas Obispo de Chiapa en el año 1552, intitulado Destru-cción de las Indias, reprochando el hecho de ellas a cuya defensa se opone elautor. Los documentos fueron incluidos por primera vez en el texto de AntonioMaría Fabié, citado con anterioridad.

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cualquier forma y por cualquiera”.58 Ludovico Pastor comenta59

que Paulo III fue resuelto defensor de la libertad de los indios,y que su carta a Tavera y la citada bula correspóndese conesta actitud del prelado. La carta dice que “No hay que extermi-narlos en la esclavitud, sino más bien invitarlos a entrar en lavida eterna por medio de la instrucción y el ejemplo”, a la vezque otorga al arzobispado toledano “las más amplias facultadespara el amparo de los indios, y le manda prohibir a quien quieraque sea, reducir por cualquiera modo a los indios a la esclavitud,o despojarlos de sus haciendas”, bajo pena de excomunión;breve este que irritó a Carlos V y al presidente del Consejo deIndias por estimarlo intervencionista y formulado a espaldas dela corte. A pesar de sus muchas angustias por la organizacióndel concilio que discutiría el tema de la Reforma, redactó, elsiguiente año, otro breve que anuló el primero, pero no lo dichosobre la racionalidad del indio. Sobre la bula Sublimis Deusafirma Pastor que con ella el Papa dio un hasta aquí

a la raíz del mal, combatiendo la supuesta incapacidad de losindios para la recepción del cristianismo, que se había tomadocomo pretexto para esclavizarlos. Con elocuentes palabras apoyasu juicio condenatorio contra la esclavitud, en la misión de laiglesia de extender la cristiana fe por todo el mundo. De lasentencia del Evangelio: id y enseñad a todas las gentes, infiereel derecho y la obligación de la iglesia, de hacer accesible tambiéna los indios la verdad cristiana. Gocen, pues, de la libertad, auncuando no se hayan convertido todavía, y ninguno puedareducirlos a servidumbre.60

58 Veáse León Lopetegui, op. cit., p. 81.59 Historia de los Papas, traducción de Ramón Ruiz Amado, Gustavo Gilli-Herrero Hermanos, Barcelona-México, 1910-61, 39 vols.60 Ibidem, t. XXII, pp. 416 y 417. Hay una equivocación en el año impreso enPastor respecto del Breve y la Bula mencionados, pues se les atribuye el de1539.

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Por otra parte, las valisoletanas Leyes Nuevas, firmadaspor el emperador en 20 de noviembre de 1542 y publicadas enlos principios del siguiente, son de importancia indudable en elcaso.

En ellas, escribe Carlos Gutiérrez, se deja ver la gran influenciaque debió de haber ejercido Las Casas en su confección; y porcierto que debió ser un día de gran satisfacción para el apóstolaquel en que se vió así recompensado de las infinitas fatigas ydesabrimientos innumerables que había sufrido defendiendosu causa predilecta.61

En general sucedió igual con el derecho de Indias. LasLeyes Nuevas, donde se rechaza la esclavitud y se reconoceen el indio la calidad de vasallo de la corona, poco éxito tuvieronen la práctica por el temor de afectar con su aplicación abultadosintereses creados. Así lo entendería Las Casas, y por estocontinuó tenazmente en su bregar hasta propiciarse el célebreencuentro doctrinal y político con Juan Ginés de Sepúlveda,cronista del rey, teólogo y jurista eminente.

No fue casual la nueva convocatoria del emperador aotra junta en Valladolid, en los años 1550 y 1551, para dirimir elardiente problema capital de la justicia o injusticia de las cam-pañas que España llevaba a cabo en América. Serían dos laspartes contendientes, a saber:

una, escribe Ángel Losada,62 capitaneada por Juan Ginés deSepúlveda (humanista, crónista del emperador, filósofo,

61 Fray Bartolomé de las Casas. Su tiempo y su Apostolado, prólogo deEmilio Castelar, Imprenta de Fortanet, Madrid, 1878, p. 283.62 Introducción a la Apología de Juan Ginés de Sepúlveda contra fray Bartoloméde las Casas y de fray Bartolomé de las Casas contra Juan Ginés de Sepúlveda,traducción castellana de los textos originales latinos, introducción, notas eíndices de..., Ediciones Castilla, Editora Nacional, Madrid, 1975, p. 12.

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teólogo...) partidario del empleo de la fuerza como instrumentoprevio para vencer las dificultades que se oponían a la predi-cación del cristianismo en los nuevos pueblos descubiertos;otra, capitaneada por el Dominico Fray Bartolomé de las Casas(obispo de Chiapa, apóstol de los indios...), opuesto a lautilización de toda clase de violencia para la atracción de losindios americanos a la religión cristiana, la cual, según él, sólodebía realizarse por medio de la convicción pacífica. Ambos, entodo caso, eran partidarios de la obligatoriedad de la predicacióncristiana en el Nuevo Mundo y del paso de éste a la jurisdicciónde los Reyes de España, si bien, para Las Casas, ello sólo podíahacerse pacíficamente y previo consentimiento voluntario delos indios y sus príncipes; para Sepúlveda, en cambio, eraadmisible la utilización de la fuerza para obtener tal fin.63

No era nuevo el caso sino por las altas jurisdicciones queconocieron el planteamiento del asunto en las sesiones convo-cadas por el rey. Tratábase no sólo de resolver una cuestióndeontológica de la conducta cristiana en el siglo XVI respectode los indios; sino de buscar la respuesta a una preguntaontológica que desbordaba el ocaso de la Baja Edad Media yentraba de lleno en el orto humanista: la racionalidad oirracionalidad del aborigen, porque su solución igualaría o nocon cualquier cristiano como hijo de Dios. Esta igualdad fueinsoportable a los encomenderos, conquistadores, colonos ymiembros de las élites de privilegio, pues la racionalidad delindio obliteraría al fin la prolongación de la esclavitud y la altaexpoliación del trabajo. La resistencia y rechazo a la declaraciónresultó violenta, agresiva y de mil maneras provocadora aunantes, durante y después de la convocatoria sevillana. Por el63 Ibidem. Sobre estas cuestiones véanse los puntos de vista de fray ServandoTeresa de Mier, Idea de la Constitución dada a las Américas por los reyes deEspaña antes de la invasión del antiguo despotismo, en Escritos Inéditos. FrayServando Teresa de Mier, Introducción, notas y textos de J. M. Miguel Vergesy Hugo Díaz-Thome, El Colegio de México, México, 1944, p. 262 y ss.

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contrario, la bestial naturaleza aborigen ni repugnaría lacrueldad o la arbitrariedad en el trato, ni su exhaustivoaprovechamiento.

La contradicción de lo indio y lo español, tan severamenteplanteada en una cuestión de realidad, así como sus debates,dieron perfil y características peculiares al primer gran momentode la naciente cultura colonial al chocar de manera radical elmundo europeo tradicional con el Nuevo Mundo, con motivode disfraz metafísico de la introducción o implantación de lasrelaciones de producción virreinales. Complicaríase luego estasituación prístina por el nacimiento del criollo y el mexicanopropiamente dicho en el escenario novohispano. Valga entoncesun esquema preliminar de los grandes momentos culturales ysociales en los tres siglos de dominio peninsular. Ya lo indicamos,en un primer momento enfrentaríanse el español y el indio en elmarco del imperio carolino y felipense. Destacaría el segundopor el conflicto entre criollos y peninsulares, asentado en laservilidad indígena, en la administración de Felipe IV y sus des-cendientes dinásticos. El tercero, por último, acogería la definitivaemergencia de un mexicano hecho de indianidad e hispanidad,pero distinto y capaz de señorear una nueva historia en lahistoria universal. No los Habsburgo y sí los Borbón españoles,de Felipe V a Fernando VII, testimoniaron su crecimiento eindependencia del poder ibero.

El primer momento hizo crisis en la junta de Valladolid aldiscutirse las piezas del expediente formado por teólogos, sabiosy políticos eminentes.

Por parte de Sepúlveda, afirma Ángel Losada; su obraDemócrates II, o de las Justas Causas de la Guerra contra losindios y la Apología de la misma..., publicada en latín... Ellibro Demócrates II, para el que Sepúlveda no obtuvoautorización de publicación, fue por vez primera editado en el

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texto original latino y traducción castellana por don MarcelinoMenéndez y Pelayo, en el número de octubre de 1892, delBoletín de la Real Academia de la Historia. Pero el manuscritoutilizado por el editor era sumamente incompleto y conteníano pocos errores. Por fortuna tuve ocasión de encontrar elmanuscrito original del autor y editarlo (texto original latino, ytraducción castellana, en el Consejo Superior de Investiga-ciones Científicas, Madrid, 1951). Muchas son las páginasnuevas no recogidas en el manuscrito de Menéndez y Pelayoque aparecen en mi edición; ello unido a la depuración totaldel texto le da el valor de obra inédita. Por parte de Las Casas,su obra Apología (en latín), que se conserva hasta ahora iné-dita en la Biblioteca Nacional de París y cuya primera traducciónespañola brindamos en este volumen. Después veremos queeste tratado no fue más que una parte de la documentaciónpresentada y leída por Las Casas en la Junta: la parte teórica,sin duda la esencial. La segunda parte la constituye ladocumentación sobre los hechos —esta es la situación enque se encontraban los Indios de América—; ésta sí no es yaconocida, pues bajo el título de Apologética Historia fueeditada por vez primera en Madrid, por Manuel Serrano Sanz,1909, Nueva Biblioteca de Autores Españoles, XIII.64

Agudas y brillantes fueron las argumentaciones. TratóSepúlveda de fundar el sometimiento de los indios a esclavitudy su dominación por la fuerza en su bárbara naturaleza,

64 Apología, op. cit., p. 13. Cabe recodar dos ediciones que aparentemente nosorprendieron o impresionaron a Ángel Losada. El Demócrates II con eltítulo Sobre las Causas Justas de la Guerra contra los indios fue impreso enversión bilingüe por Fondo de Cultura Económica, México, 1941, conformea la de Menéndez y Pelayo (1892), con su advertencia preliminar y unaintroducción de Manuel García-Pelayo. La Apologética Historia, México,1967, 2 vols., a cargo de Edmundo O'Gorman, con estudio preliminar, apéndicee índice de materias, imprimióse en la UNAM, Instituto de InvestigacionesHistóricas, para conmemorar el IV Centenario de la muerte de Las Casas,ocurrida en Madrid, monasterio de nuestra Señora de Atocha, a mediados dejulio de 1566.

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condición que los hacía incapaces de gobernarse a sí mismos.Los “siervos por naturaleza”, decíase, son impulsados continua-mente por instintos ingénitos, pésimos e impíos, justificándoseentonces la guerra en su contra como castigo

del crimen que ellos comenten contra la ley natural con suidolatría e inmolación a los dioses de víctimas humanas; ytambién se justifica esa guerra para evitar, por obligación natu-ral, que opriman injuriosamente a personas inocentes, y así lasmatan inmolarlas a sus dioses o comer las carnes de suscadáveres;

argumentaciones rápida y vigorosamente rebatidas en el ladode Las Casas de esta manera; falso el argumento de la barbarieporque la hay de distintas clases, los bárbaros en sentido estricto,a que se refiere Sepúlveda, y los que carecen “del arte yejercicio de las letras”, mas gozan de prudencia y habilidadpara gobernarse por autoridad legítima y soberana, y a estaclase, que Aristóteles reconoce como bárbaros de razón,pertenecen los indios.65 No es aceptable tampoco la justificaciónde la guerra como castigo por actos abominables, porque “todocastigo supone jurisdicción sobre la persona a la que se aplica”,y los españoles no la tienen sobre los indios, “luego no puedeaplicarles tal castigo”, y por este camino llégase al estudio delas maneras que podrían dar a la iglesia jurisdicción sobre losinfieles. Si en cuenta se tiene el canon 56 de los conciliostoledanos: “aquellos que nunca recibieron la fe no deben serforzados a recibirla”, tendrá que admitirse la jurisdicciónvoluntaria de la iglesia cuando el infiel acoge la fe por

65 El lector interesado en consultar el tema, puede ver Aristóteles, Política,bilingüe, versión española, notas e introducción de Antonio Gómez Robledo,Coordinación de Humanidades, UNAM, México, 1963.

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consenso.66 Volvieron el logos al nativo, su dignidad humana ylos derechos naturales y civiles que lo igualaron al español,mas tan bella filosofía casi no trascendió en la vida cotidiana.Archiváronla en cátedras, sermones de buena voluntad, algunaliteratura sin lectores e instituciones legales muertas, los compli-scados y hartos intereses creados del sistema monárquico. Sinembargo, la solución doctrinal, fecunda al futuro, arrancó losvelos de la igualdad deontológica de los aborígenes y virtualmenteanunció el advenimiento liberador. El esclavo, mientras tanto,continuaría siervo del peninsular y de su legatorio y contendienteinmediato por el cetro virreinal, el criollo. Sus disputas en lossiglos XVII y XVIII inauguran el segundo momento colonial,caracterizado por una creciente antinomia hispano-criolla en elseno de un generalizado mestizaje de culturas que al fin cristalizóen lo mexicano.

66 Véase Bartolomé de las Casas. Del único modo de atraer a todos lospueblos a la verdadera religión, edición bilingüe preparada por AgustínMillares Carlos conforme al manuscrito de Oaxaca del siglo XVI, versiónespañola de Atenógenes Santamaría e introducción de Lewis Hanke, Fondode Cultura Económica, México, 1942. En su Biblioteca Americana, Fondo deCultura Económica, México, 1965, imprimió bilingüe el texto de los Tratados,de Las Casas, publicado antes en la Biblioteca de Autores Españoles, Madrid,1958. Encuéntranse, en los Tratados, los Avisos y reglas para los confesores,t. II, p. 853 y ss. Con motivo de la publicación de Pope Paul III and TheAmerican Indians, Harvard Theological Review, vol. XXX, núm. 2, 1937,Alberto María Carreño elaboró su excelente ensayo “La irracionalidad de losindios”, revista Divulgación Histórica, México, números 7, 8, 9, mayo, junio,julio, 1940, en el que entre otros asuntos analiza la importante ingerencia deFr. Bernardino de Minaya y su Memorial, y la conducta de Fr. Domingo deBetanzos, a quien llama “el insigne calumniado.” El debate tuvo presente alsalmantino Francisco de Victoria y sus Reelecciones, las doceava y treceava,De Indis y De Jure Belli, redactadas poco antes, 1538 y 1539.

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La Recopilación de Leyes de los Reynos de Indias67 ysus Disposiciones Complementarias68 declararon sin duda lahumanidad del indio al reconocerlo sujeto de derechos yobligaciones, en el marco de una vasta y desesperante casuísticaque frecuentemente complicó y casi anuló la aplicación de losprincipios. Por largo tiempo recordaríanse en aquellos siglos lasposiciones contrailuministas de José Acosta, que condenó a loscaribes a la violencia conquistadora; de Bartolomé de Albornoz,que llamó tirano y usurpador a Moctezuma; de Juan de Matienzo,justificador de la conquista Inca por la barbarie de Atahualpa; yde otros más tolerantes, como Toribio de Motolinía, franciscano,historiador y crítico de Las Casas en su Carta al EmperadorCarlos V.69

La opresora servidumbre prevaleció en el campo y en laciudad, los repartimientos, encomiendas, plantaciones, lati-fundios, servicios domésticos, obrajerías, etc., como una manifes-tación más de la aguda estratificación de clases y sus tributos,diezmos y obvenciones, multiplicados en beneficio de las altasjerarquías. Protestas, motines, revueltas y rebeliones fueronlas formas de resistencia puestas en práctica por las masas

67 Facsímil de la edición de 1681 impresa en Madrid por Julián de Paredes,prólogo de Ramón Menéndez Pidal y estudio introductorio de Juan ManzanoManzano, Cultura Hispánica, Madrid, 1973, 4 tms.68 Disposiciones Complementarias de las Leyes de Indias, Ministerio deTrabajo y Previsión, Imprenta Saez Hermanos, Madrid, 1930, 2 vols. Unadefensa general de la conducta española ante el indio en el abate don JuanNuix, Reflexiones imparciales sobre la humanidad de los españoles en lasIndias, Joaquín Ibarra, impresor, Madrid, 1782.69 Tenemos a la vista la edición de la Carta que introdujo y anotó José BravoUgarte, Jus, México, 1949, que en apéndice incluye epístola de Joaquín GarcíaIcazbalceta a José Fernando Ramírez, del 19 de abril de 1852, en la que breve-mente analiza el caso de Las Casas y Motolinía. Una evaluación de Motoliníay el tema lascasiano en M. Bataillón y A. Saint-Lu. El Padre las Casas y laDefensa de los Indios, editorial Ariel, Barcelona, 1976, p. 301 y ss.

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desamparadas70 a lo largo del territorio. Los conflictos intra-elitales no fueron menos escandalosos. Sucedió así entre auto-ridades civiles y eclesiásticas en los desórdenes de 1624,71 yen las disputas secularizadoras de Juan de Palafox y Mendozay los jesuitas. En este crispante clima surgieron los problemasde criollos y peninsulares por las prebendas y posicioneseclesiásticas, con motivo de la aplicación de las alternativas.

Entiéndese por alternativa en el sentido canónico, escribeMariano Cuevas, el derecho que tuvieron de suceder en elgobierno de la provincia religiosa alterna y trienalmente loscriollos a los peninsulares, o lo que es lo mismo, los nacidosen la Nueva España, a los nacidos en la Península. Este derechofue fijado canónicamente por un breve de Urbano VIII (fechadoen enero de 1619) y regulado como ley de reino por diferentesCédulas Reales. Históricamente, la palabra “alternativas” se

70 Una visión general de las rebeliones indígenas en Nueva España, en JoséIgnacio Rubio Mañé. El Virreinato, Fondo de Cultura Económica, 2ª ed.,México, 1980, 4 vols. La primera edición, UNAM, México, 1963. En lo funda-mental revísanse las rebeliones en Ceh-Ach, Coatlán, Chiapas, Chiametla,Chichanhá, Mixton, Nayarit, Nueva Galicia, Nueva Vizcaya, Nuevo México,Sinaloa, Tetiepa y Tipú, así como su tratamiento en las Leyes de Indias.71 El conflicto fue entre el arzobispo Juan Pérez de la Serna y el virrey DiegoCarrillo Mendoza y Pimentel, marqués de Gelvez. Éste desterró a aquél y elarzobispo excomulgó al virrey, lo que ocasionó el asalto a palacio por la plebe(15 de enero de 1624). Refugióse el marqués en el convento de San Franciscohasta su regreso a España. Véase Andrés Cavo. Los Tres Siglos de México,notas y suplemento de Carlos María Bustamante, imprenta de Abadiano yValdez, México, 1836, t. I, pp. 248-76. Hacia fines de siglo registróse eltumulto de 8 de junio de 1692, en la época del virreinato de Gaspar de laCerda Sandoval, conde de Galve, causado no por líos religiosos y sí por el malabastecimiento de alimentos en la capital. El lector puede consultar JuanAntonio Rivera, Diario Curioso de México, en Documentos para la Historiade México, imprenta de La Voz de la Religión, México, 1854, t. 7, p. 66 y ss.,especialmente las 78-84; y también Carlos de Sigüenza y Góngora. Teatro delas Virtudes Políticas, Biblioteca Mexicana de Escritores Políticos, prólogode Roberto Moreno de los Arcos, UNAM y Miguel Ángel Porrúa Editor,México, 1986, p. 149 y ss.

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acepta como el conjunto de litigios habidos dentro de lasórdenes religiosas, exceptuando los jesuitas, a propósito o entorno de los referidos derechos.72

Estas diferencias, a las veces causantes de rudas grescas,intrigas y lamentables injusticias, documéntanse con cuidadoen la extensa relación que Cuevas dedícales en su citadaHistoria.73 Por cierto, a propósito de los jesuitas, que el histo-riador excluye a las alternativas, Jesús Gómez Fregoso evidencialo contrario, a saber:

Se afirma, dice, como algo indiscutido, que la cuarta ordenreligiosa... (la de los jesuitas, pues las tres primeras en NuevaEspaña fueron la franciscana, la agustina y la dominica) no sevió afectada por ese problema entre criollos y peninsulares.Desde luego es claro que los miembros de la Compañía deJesús —es decir los jesuitas— no tuvieron establecida esaley de la alternativa: nunca existió para ellos una legislaciónen ese sentido; pero precisamente estas líneas quierendemostrar que la no existencia de tal reglamentación no puedellevarnos a concluir que no hubiera habido problemas entrepeninsulares y nacionales, englobando en este término a todoslos no peninsulares, y en forma especial a criollos y mestizos.74

En prueba de su juicio, Gómez Fregoso trascribe seis frag-mentos, no conocidos antes, de la correspondencia oficial de laCompañía en la que sin duda hay constancias del conflicto decriollos y peninsulares, incluidos mestizos e indios. La primeracarta considera lo nacional como “maldita peste de naciona-lidad”; la segunda prohíbe a los indios, comprendidos mulatos,

72 Historia de la Iglesia en México, editorial Revista Católica, 3ª ed., El Paso,Texas, 1928, t. III, p. 218.73 Ibidem, pp. 218-234.74 Clavijero. Ensayo de Interpretación y Aportaciones para su Estudio,Universidad de Guadalajara, 1979, p. 90.

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negros y mestizos, el ingreso a la Compañía; la tercera, refiéresea choques entre españoles y los nacidos en Indias; la cuartahace directa mención a los criollos; y las dos últimas insisten enlas “pestes de la nacionalidad”.75 Con base en los textos citados,concluye Gómez Fregoso:

se puede (asegurar) que, si bien entre los jesuitas novo-hispanos no existió la ley de la alternancia, ciertamente huboenfrentamientos entre europeos y nacionales, ya durante elúltimo tercio del siglo XVII. Y no debe olvidarse que al excluirsea los mestizos, indios y castas del estado sacerdotal, el términocriollo viene siendo sinónimo de nacional; europeos contranacionales, europeos contra criollos.

Agustín Rivera no dejó el tema de las alternativas. Desdeluego, echó mano del jurisconsulto Juan de Solorzano y Pereyraen su conocida Política indiana.

En el siglo XVII, primer tercio del XVII, escribe Agustín Rivera,los Provinciales i demás Prelados de las órdenes monásticasde las indias fueron españoles i ninguno criollo. En el segundotercio del siglo XVII en algunas órdenes comenzó a introducirsela costumbre de la alternativa, es decir, que un trienio fueraPrelado un español i en el trienio siguiente lo fuera un criollo..Digo en algunas órdenes, porque en otras, por ejemplo, entrelos carmelitas, desde su fundación hasta 1821 los Preladossiempre fueron españoles, y aun casi todos los monjes eranespañoles. Solorzano... insinúa su opinión: 1° que era injustoel que en las indias los prelados de los conventos fueran única-mente los españoles, y 2° de que aún la alternativa entre losespañoles y criollos no era la más conveniente, sino que lomás conveniente era que los Prelados casi siempre fuerancriollos. Refiriendo lo que pasaba en materia de alternativa,dice (Solórzano): “De suerte que los de España, aunque sean

75 Ibidem, pp. 91-94.

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forasteros, advenedizos y muy pocos en número, como deordinario acontece, los hallan de partir (los cargos monásticos)por igual, alternando en uso y ejercicio con los criollos, queson muchos más y muchas veces no inferiores en virtud,observancia religiosa, prudencia, letras y calidad (sangre azul)a los venidos de España. Para lo cual han ganado la cedeApostólica (los monjes españoles) una bula ó breve que llamande Alternativa, con ocasión y pretexto de que esto convienemucho mejor para el mejor y más alto gobierno de aquellasprovincias y religiones de ellas: porque los que van de Españason mas observantes de sus Reglas e Institutos y más apropósito que los criollos para gobernar...”76

El problema de las alternativas sólo fue buena muestrade lo ocurrido, en general, entre criollos y españoles. Estallaríanlas disputas abiertamente en el siglo XVIII, y de manera radical ydefinitiva durante la Independencia, pero en él hubo ya bruscascolisiones entre unos y otros por los cargos civiles, seculares,monásticos, los prestigios sociales o las posiciones de autoridady económicas más significativas.

Lo mexicano en el siglo XVII hállase muy franco en losmás significados personajes de la cultura: Juan Ruiz de Alarcón,Sor Juana Inés de la Cruz y Carlos Sigüenza y Góngora, encuyos textos hay indudables manifestaciones de mexicanidad.Emilio Abreu Gómez así lo subraya en su Ruiz de Alarcón,Bibliografía crítica:77

Cuando Pedro Henríquez Ureña aseguró, hace un cuarto desiglo, que Ruiz de Alarcón pertenece de pleno derecho a laliteratura de México y representa de modo cabal del espíritu

76 Principios Críticos sobre el Virreinato de la Nueva España y sobre laRevolución de Independencia, tipografía de V. Veloz, a cargo de A. LópezArce, Lagos, 1888, t. III, pp. 183 y 184.77 Botas, México, 1939.

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del pueblo mexicano no obstante las propias limitaciones crí-ticas que el mismo autor presenta —formuló una justísimaposición literaria frente a la negación sistemática que la críticatradicional, había venido haciendo respecto de Alarcón. Enesta inteligencia, fórmula de oposición, radicó el principal méritode Henríquez Ureña. Su juicio tuvo además el privilegio decrear una serie de observaciones que giraron cerca del tema.El parecer del crítico respondía más bien a un criterio... queconsistía en aceptar que el genio.. radica más bien en la perso-nalidad del individuo y no en la nacional... En efecto, hoy seacentúan los conceptos críticos que reafirman la indisolublerealidad social que afecta al creador de una obra de arte. FundaHenríquez Ureña la presunción material del mexicanismo deRuiz de Alarcón, en sus dones de observación maliciosa yaguda; en sus fórmulas de cortesía y en su discreción y tonode velado.78

Aunque Adolfo Bonilla y San Martín, Alfonso Reyes y ValbuenaPrat, citados por el mismo Abreu Gómez, relativizan el juiciode Henríquez Ureña, en el discurso de Ruiz de Alarcón hay lasmuestras de la mexicanidad creciente en la Nueva España,que tan finamente percibió el maestro dominicano. ¿Acaso nosucede igual en Primero Sueño, de Sor Juana, o en su poesíaerótica, o en su respuesta a sor Filotea, donde saltan a porfíaactitudes, voces, ecos de dolor y pensamientos que encarnaninsospechados y flamantes sentimientos ¿nacionales? En el quefuera bicentenario Virreinato? ¿Y qué decir, por ejemplo, deCarlos Sigüenza y Góngora y su teatro, donde el autor explorasus propias raíces al valorar las virtudes de antiguos monarcasindios?

La eclosión ocurriría en pleno reformismo borbónico,quizá estimulada de manera indirecta por el despotismo ilustradode Carlos III y sus procelosos vientos, como la expulsión de losjesuitas (1767) y el tenso ambiente social que las contagió a los78 Ibidem.

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más importantes centros culturales de la época. DevelaríaGabriel Méndez Plancarte acontecimientos que saltaban a lavista sin ser claramente percibidos.

Fueron una generación excepcional los siervos de Loyolaextrañados porque en sus preclaros representantes manifestósenítidamente el supremo parto de los tres siglos de vida colonial:el ser mexicano distinto de sus progenitores, el español, el indioo el criollo, incluidos en sus esencias y, a la vez superados en sumismo proceso creador. En el siglo XVI se desenvuelve el conflictodel indio y del español; en el XVII, el de este criollo, su hijolegítimo, señores los dos del siervo y las multiplicadas castas.Alumbraría el XVIII al mexicano como el original e innovadorpersonaje en una historia que pronto sería la suya propia. Suproyecto, compresivo del heterogéneo conjunto de sus culturasprístinas, en el cual ninguna sería negada con negación absoluta,llevaríalo al cabo el caudillo José María Morelos y Pavón en laidea apatzinguense de una república independiente, popular ydemocrática. Echó Agustín Yáñez su cuarto de espadas:79

La mexicanidad, como fisonomía cultural vigente, nace del recioayuntamiento de fuerzas, entre sí extrañas, que fue la conquista. Niesa fisonomía es, como algunos quieren, la arcaica forma de lasculturas autóctonas, ni tampoco, según la pasión de otros, lo espa-ñol absoluto que ahoga y suplanta categóricamente —absurdohistórico— cuanto los siglos edificaron en el alma y la tierra aborí-genes. No era posible tamaño arrasamiento, ni España se lopropuso.80

Gabriel Méndez Plancarte, por su parte, analizó lo mexicanoen la obra de siete jesuitas expulsados por Carlos III: Francisco

79 Crónicas de la Conquista de México, Biblioteca del Estudiante Universitario,UNAM, 1939.80 Ibidem.

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Javier Clavijero, Francisco Javier Alegre, Andrés Cavo, Andrésde Guevara Bosoazabal, Pedro José Márquez, Manuel Fabri yJuan Luis Maneiro.81

Fácil es destacar las características comunes en esaextraordinaria pléyade novohispana, a saber: a) “Su alta estimade las culturas indígenas y su actitud hondamente comprensivapara todas las expresiones de la vida prehispánica, aun las másajenas y contrarias a nuestra sensibilidad cristiana y occidental”;82

b) sin perjuicio de su religión, “saben acoger y fecundar lassemillas renovadoras que flotan en el ambiente de la época”,83 yal respecto recúerdase la enérgica condena de Alegre a laesclavitud y el comercio de negros, y su adhesión a la legitimidadde un gobierno basado en el consensos popular. Guevara, al igualque Clavijero, exalta ciencia y filosofía modernas al lado deFilateles, amante de la verdad, y no con Paleófilos, amante de loantiguo. Sumóse Juan Luis Maneiro al grupo ilustrado queinspiraría en años posteriores al filósofo Juan Díaz de Gamarra yDávalos (1774) y al libertador Miguel Hidalgo y Costilla;84 c) Elesfuerzo por romper con los tradicionalismos, el autoritarismodogmático y los rigores excesivos de la escolástica, es decir, porsu lucha por deshacerse de las complicadas telarañas yoscuridades medievales; d) Siguiendo a Méndez Plancarte:

81 Humanistas del Siglo XVIII, Biblioteca del Estudiante Universitario,Introducción y selección de Gabriel Méndez Plancarte, México 1941, p. XIX.Ésta y las demás referencias siguen los lineamientos de Méndez Plancarte.Consúltese también Juan Luis Maneiro y Manuel Fabri, Vidas de mexicanosilustres del siglo XVIII, prólogo, selección traducción y notas de BernabéNavarro B., Biblioteca del Estudiante Universitario, UNAM, México, 1956.82 Méndez Plancarte, Ibidem, p. XIII.83 Ibidem, p. XVI.84 Disertación académica sobre la enseñanza de la teología escolástica, revistaÁbside, 9-IV-1949, pp. 3-27. Véase Gabriel Méndez Plancarte, Hidalgo.Reformador Intelectual, Letras de México, México, 1945.

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su actitud frente al régimen colonial, es desde luego actitud dedespego y casi diríamos de extrañeza: hablan de los españolescomo quien habla de extranjeros, no de compatriotas. Perotampoco se sienten indios ni sueñan con un imposible retornoal imperio azteca. No son españoles; no son aztecas: ¿qué son,entonces, y cuál es su patria? Son, y quieren ser, mexicanos:nada más y nada menos. México es su patria inolvidable, a laque incesantemente vuelven sus ojos velados por el dolor delexhilio y su corazón transido de incurable nostalgia;85

y, por último, e) En ellos hay un acendrado mexicanismo..., nose sienten ya españoles sino mexicanos y así lo reconocen ensus obras, proclamando la necesidad de intensificar y difundirel mestizaje con el propósito de cristalizarlo en nación.

Sin embargo, hay que reconocer que en lo profundo dela naciente sociedad no son peculiares las característicasseñaladas de la generación jesuita purgada. No, estas caracterís-ticas correspóndense con el perfil general de una fresca yflamante cultura que emerge desde los más profundos estratosdel pueblo llano, en cuyas entrañas forjáronse los valores delmestizaje espiritual y la cultura mexicana. Hay finos maticesque diferencian al nacionalismo criollo, manifiesto en el sigloXVII, y la mexicanidad. Aun en sus más radicales expresionesautonomistas el criollo mantúvose vinculado filialmente al espa-ñol, como sucedió a los iturbidistas del Primer Imperio. Quieregobernar con pautas, tradiciones, instituciones y técnicas to-madas de la monarquía peninsular; en cambio, el mexicano nose siente español, ni indio, raíces que asume y supera. Conclu-yamos, el nacionalismo criollo no es el mexicano, y tal distin-ción importa en el análisis político de las agitadas contradiccionesque regístranse entre el Grito de Dolores (1810), la consumaciónde la Independencia (1821) y las primeras décadas de la vidarepublicana.85 Méndez Plancarte, G. Humanistas..., Ibidem. p. XI.

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Lugar de las Tardes Americanas en la Nueva EspañaJosé Joaquín Granados y Gálvez redactó Tardes Americanascon propósitos que confiesa y anota sin tapujos en su Prólogo,y que reconocen sin lugar a dudas los dictaminadores del testo.José Arias, del Colegio Real y Pontificio de la Purísima Con-cepción de Celaya, dice que el verdadero objeto de Granados yGálvez es la exaltación de honores y calidades tanto de criollos,“que somos descendientes de Europeos”, cuanto de los antiguosindígenas, cuyas prendas los hacen tan dignos como las suyasa europeos, españoles y criollos.86 Además, agrega Arias, elautor buscó informar a España y Europa de las grandes civiliza-ciones indias, ignoradas y frecuentemente mal entendidas porlos súbditos del rey. Un diálogo entre el español y el indio, quemucho ayudó en el esclarecimiento de aspectos oscuros o vela-dos de la Nueva España, fue la técnica de exposición elegidaen el curso de sus no breves Tardes Americanas, este título seexplica en los siguientes términos:

...lo que Vms. Quieren escribir es lo más precioso de la HistoriaSeptentrional Americana, ya se considere en el melancólicoestado de su Gentilidad; y ya en la venturosa suerte de suCatolicismo: abrasando dentro de unos mismos discursos elorden Monárquico de la una, y la serie de Gobierno de la otra.El lugar que permite el día para que Vms. Confieran, y yoescriba, es por las tardes. Con que debiendo el nombre convenircon la cosa me parece que el nombre que se le debe poner esel de TARDES AMERICANAS;87

y otra observación interesante: frente a la repleta carga de escapa-rates y estanterías, con libros titulados noches, mañanas, siestas,años, días, horas, hebdómadas, meses, siglos, mas no tardes,valdría la maña de tomar el tiempo que antecede al ocaso y86 Tardes Americanas, op. cit., pp. s/n.87 Op. cit., pp. s/n.

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bautizar, la “obrilla”, con el suave atardecer. No poca culturahallóse a la mano de Granados y Gálvez al componerla. Lofundamental y conocido fue estudiado en la vida india, segúnconsta en las primeras ocho tardes que la examinan en su gobiernoy saber. En el Virreinato, de la IX a la XVI, incluida la Conquista,hay relaciones útiles e inteligentes. Al fin, en la Tarde XVII intentóseun diagnóstico “de la duración y felicidad futura Americana”,junto con el IV Concilio Mexicano. Aquí y acullá abundan lascitas o anotaciones de Fernando de Alva Ixtlixóchilt, AlvaradoTezozómoc, Domingo Francisco Chimalpain, Antonio de Solís,Agustín de Betancourt, Lorenzo Boturini, Antonio de Herrera,José de Acosta, Juan de Torquemada, Francisco López deGómara y otros especialistas distinguidos, como Juan de Solórzanoy Pereyra, por ejemplo. No fue Granados y Gálvez parco en susreferencias de los clásicos griegos y latinos —Tales, Euclides,Ptolomeo, Horacio, Cicerón, Platón, Aristóteles, por ejemplo—y de teólogos, Juan Dunes Escoto, San Agustín y Santo Tomásde Aquino, para recordar sólo los destacados.

Son dos los ejes centrales de Tardes Americanas. Uno, elintenso diálogo entre el español y el indio que ubica al libro en suépoca y dentro del mundo colonial. Tratan de responder los doscon elocuencia a los detractores de España y la Nueva España alrepasar con indudable ardor y vehemencia las cuestiones queagitaron la vida colonial, como fue la racionalidad del indio, debatidapor Bartolomé de las Casas o Juan Ginés de Sepúlveda. Ciertoque Paulo III declaró textualmente que “los indios son verdaderoshombres”, pero tan enérgico pronunciamiento no impidió laexplotación, servidumbre y desprecio de los conquistados. El hábilindio de Tardes Americanas, en ocasiones estimulado o auxiliadopor el español, hace brillantes apologías de la cultura prehispánicaal exhibir sus formas civilizadas de gobierno en la administración yen la práctica del mando y de las sucesiones de la autoridad entretoltecas y aztecas —Tardes II, III, IV, y V—, o en las áreas

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michoacana, tlatelolca y tezcocana —Tardes VI, VII y VIII. No hayen los capítulos cortes precisos. Tratan por igual de asuntos delpoder que de filosofía y costumbres: entierros, casamientos, corona-ciones, calendarios, teogonías, ciencias, golpes de estado, traicioneso asesinatos en la clase política; y de sus pecados mayores ymenores, no diferentes por cierto de los que pueden registrarse enotras civilizaciones, a saber: sacrificios humanos, perversionessexuales, canibalismo y otros hechos semejantes, aclarándose desdeluego que ni todos los cometieran ni fueron tampoco exclusivos delos aborígenes americanos. El sistema político colonial es defendidocon energía por sus cualidades de prudencia, justicia y fidelidad.Aparece así en los argumentos de las Tardes X, XIV y XVI, con losque se pretende dar cumplida respuesta a sus críticos. Unafundamentación teológica esencial explicaría extravíos o impro-piedades —encomienda, repartimientos, esclavitud conquista brutalabuso de mujeres, destrucciones de códices y monumentos, tributosexhaustivos, señoríos arbitrarios, injusticias clasistas, monopolioespañol del poder, el dinero y la cultura. Después del análisis delIV Concilio Mexicano (1771), convocado por Francisco AntonioLorenzana, y de la breve reseña de los tres anteriores novohispanos,y los celebrados en el mundo —Tarde XVII—, el español expone alindio estas ideas:

...y ya que tomas las palabras del Profeta para vaticinar la estabilidadAmericana, debes llevarlas hasta el fin, diciendo: y aquella otraGeneración venida desde los últimos confines de la Tierra (Europa)fue la elegida y recibida en los Atrios Americanos, para queanunciara esa Justicia, y perfeccionara en juicio y equidad quantoiba plantando por medio de sus Ministros la mano del Altísimo enElla; por más que imaginen los no muy buenos querientes, que loshijos de esa electa Generación se hacen extraños con los hermanosvuestros, y peregrinos con los hijos de vuestra madre la América.88

88 Ya se citaron antes las bulas alejandrinas de 1493. Véase Recopilación...,op. cit., Libro Primero, Título Primero, Ley Primera.

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Luego vendrá la justificación dogmática de conquista y lacolonización como acontecimientos salvadores del alma aborigenpor efecto misional de la encomienda de Cristo a Pedro en materiaevangelizadora, la que recibiera Castilla de manos de AlejandroVI. Así es como Granados y Gálvez a través del indio proclamó

que el así no lo conociere tendrá muy poco de Chistiano, ynada de Católico; porque si así no fuera, aun estuviera mi País(México), como lo estaba, cubierto del negro manto de laIdolatría, sumergidos todos nosotros en los inmundos pan-tanos, y asquerosos zenegales del error del Gentilismo. Nohay quien ignore, que la Fe Católica no pudo nacer de losmagueyes, sino de la divina palabra que se recibe en el almapor el oido. Si Vms. Hablara y tratara con los muchos Sujetosde mi Nación que se adornan de los dotes de discreción,sensatez, cordura y conocimiento, hallaría en la sinceridad desus labios..., que aquellas gentes Extrañas..., el Español,vinieron a la América para alegrarse con todos los Indianos, yechar sus raízes entre ellos como en propia habitación.89

En esta tesitura, que guiaría a los dialogantes de Tardes Ameri-canas, florecieron los razonamientos y bases indispensables a laacreditación del establecimiento colonial, incluida la penosa figuradel gachupín rapaz o la desigual tenencia de bienes, prestigios ycultura en la pirámide clasista de Nueva España.

No niego, diría el indio, que muchos se imaginan con la CunaAmericana herederos de las dignidades, como si por nacer elhijo del traficante en Pretesburgo (sic) o Estocolmo, habrá deseguir derecho a el Señorío de la Moscobia y la Suecia,90

89 Tardes, op. cit., p. 528.90 Op. cit., p. 531.

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reprochando de este modo a los “genios suspicaces y altaneros,que trabajen tercamente en inducir, especialmente la Pleve, ala novedad y el desorden”.91

La teoría subyacente en Tardes Americanas quedóexpuesta cabalmente en esos términos. El español desempeñaen América las divinas labores de la salvación. El indio evange-lizado encuentra ahora en su pasado una grandeza que no lovuelve a la gentilidad, y sí, por el contrario, acrecienta su fidelidada la verdad revelada. El criollo, por su lado, sabedor de losvalores inmanentes en su mundo, acepta el origen trascendentalde las jerarquías, y ocupa en consecuencia, el sitio que en ellasle corresponde. En estas consideraciones fundaríase al fin laprognosis granadina de un Nuevo Mundo fraterno e iluminadopor la Santa religión de Roma.

Desengañémonos, dice con énfasis, que todos somos hijosde la Iglesia, un Pastor nos rige, una Fe nos alienta, un Bautizmonos lava, un Chrisma nos urge, y un sólo Soberano, que es elCatólico, nos manda y gobierna. Muchos son los miembrosdel cuerpo, distantes y desiguales en su textura y disposición;pero todos se unen amistosamente entre si para socorrerse yobedecer una cabeza. Miembros son del Cuerpo Católico losGachupines, Criollos y Naturales de estos Reynos; ¿pues porqué no han de vivir unidos, amándose y sujetándose al Papay Rey como Cabeza? No debemos imitar a los Ethnicos yPublicanos, ni vestirnos del carácter de los brutos, a quienesel freno pone en obediencia de sus señores... Y si en los queno conocen, hace la naturaleza lo mismo que la razón en losque conocen: ¿Por qué nos hemos desviar de una ley que sóloa los troncos áridos no comprehende?92

91 Ibidem.92 Un estudio cuidadoso y detallado sobre estos problemas doctrinales enFrancisco Morales Padrón. Teoría y Leyes de la Conquista, Ediciones CulturaHispánica del Centro Iberoamericano Cooperación, Madrid, 1979.

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Concluye el texto de José Joaquín Granados y Gálvez.Reivindica la cultura india y limpia la española de culpas mortales;intenta ubicar al criollo al lado del hispano, sin competencias;pero no advierte la ingente presencia del mexicano, cuya natura-leza innovadora llevaría a su pueblo por sendas diferentes a lautopía armoniosa, mística y política del elocuente hijo de Sedella.

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ÍNDICE ONOMÁSTICO

(Marco) Antonio, 67Abogado del diablo, 12, 64Abreu Gómez, Emilio, 132, 133Acosta, José de, 138Acosta, José, 128Adán, 30África, 39; 106 n. 41Afrodita, 10Agreda, Nicolás de, 34Aguado Bleye, Pedro, 39, 40Aguirre, cardenal, 62Agustín, san, 5; 19 n. 23; 21, 22, 45, 48, 138Alamán, Lucas, 26 y n. 33Álamo de Barrientos, Baltazar, 67 n. 101Álamos, 82; 101 n. 30Alatriste, Baraquiel, 47 n. 70Albión, ver InglaterraAlbornoz, Bartolomé de, 128Alburquerque, Bernardo de, 32Alcalá, 29 n. 38; 77, 88Alcazava, fortaleza, 84, 85Alcedo, Antonio de, 95 y n. 22; 99, 100Alchichica, minas de, 63Alegre, Francisco Javier, 38 n. 53; 42, 43, 135Alegre, M., 5Alejandro Magno, 67Alejandro VI, Papa, 106 n. 41; 140Alemán Valdés, Miguel, 7Alemania, 23, 25, 111Alhama, 14

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Almuña y de la Guardia, Cuarta Marquesa de, ver Centurión-Córdova-Mendoza-Carrillo y Albornoz, FranciscaAlonso del Onceno, 15Alora, departamento de, 83Alpujarra, 86Altea, 16Althusins, Johannes, 24Alva Ixtlixóchitl, Fernando de, 138Ambrosio, san, 73Amecameca, 81 n.1América, 24, 39, 43, 55, 59, 90, 92, 100, 101, 105, 119, 122, 125, 139, 141Amoles, 94, 95, 99, 101Amoles, Celaya, 99Amoles, conventículo de, 95, 99Amoles, Distrito del Centro, San Luis Potosí, 99Amoles, Guadalcázar, San Luis Potosí, 99Amoles, Querétaro, 99Amor, ver ErosAna de Austria, 110Ana de la Madre de Dios, ver Isabel (?) de Casa Nate y de EspesAnalco, barrio de, parroquia, 61Andalucía, 106Andrade, Vicente de P., 6; 81 y n. 1; 82 y n. 2; 93; 94 y n. 21; 99, 101 n.32; 104Ángeles Bustamante, fray Antonio de los, 98Ánimas, capilla de las, Durango, 102Antequera, 32, 34Antequera, departamento de, 83Antonio, san, 48Aquaviva, Claudio, 29Aqueronte, 13 n. 9Aquino, Santo Tomás de, 138Aragón, 14, 16, 106, 115Aragón, Ligni, 16Aranda, conde de, 115Arcángel Miguel, 52Archidona, departamento de, 83Archivo Histórico de la Secretaría de Hacienda, 38 n. 53Argelia, 106

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Arias, José, 137Ariobriga, ver ArizaAristóteles, 57, 67; 126 y n. 65; 138Ariza, Tercer Marqués de, ver Palafox III, FranciscoAriza, 14 y n. 15; 15, 20Ariza, Cuarto Marqués de, ver Palafox Rebolledo y Centurión, Joaquín deAriza, Quinto Marqués de, ver Palafox Rebolledo y Cardona, JuanAntonioArizpe, Sonora, 101 n. 30; 102Arraez, gobernador, 84Arrangoiz, Marcos, 78Asia, 39Astudillo, Diego, 42Asunción, Sonora, 101 y n. 30Atahualpa, 128Atlántico, 40Audiencia de México, 77Augsburgo, 107Australia, 24Austria, 25, 111, 113Ayala, Pedro de, 32Ayera, Francisco de, 118 n. 53Azuluama, San Luis Potosí, 94B. Huitrón, Juan, 96; 98 n. 26Bahamas, 112Baleares, islas, 106Báltico, 111Banco de Amsterdam, 23Barbada, 112Barcelona, 82 n. 2; 108Bartlett, J.R., 104Bataillon, Marcel, 109; 128 n. 68Bauhin, Gaspard, 24Bautista Molinedo, Juan, 97Bazán, Francisco, 38 n. 53Bazzi, Felipe, 92Belarmino, ver Roberto, arzobispo de CapuaBelén, convento de, 61Belice, 112

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Beltrán de Guzmán, Nuño, 89 y n. 13, 117Benavente, fray Toribio, 118 n. 53; 119; 128 y n. 68Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, 7Benisa, 16Beristáin y Souza, Mariano, 6, 81 y n. 1; 93, 101, 103Bertanillo, Diego de, 32Betancourt, Agustín de, 96 n. 24; 138Betanzos, fray Domingo de, 127 n. 66Biblioteca de la Real Academia de la Historia, 58 n. 91Biblioteca Nacional de París, 125Biblioteca Palafoxiana, 47, 54Bjena-Maizón, 112Blackwell, Basil, 39 n. 55Bleda, Qoay, 84Bonifacio VIII, Papa, 65Bonilla y San Martín, Adolfo, 133Borbón, 88Borja, Francisco de, 29; 37-38, 63Boturini, Lorenzo, 138Braganza, duque de, 38Brahe, Tycho, 23Bravo Ugarte, José, 128 n. 68Brion, Marcel, 118Bruno, Giordano, 24Bucareli y Urzúa, Antonio María de, 88; 91 n. 16Burrus, Ernesto J., 36 n.50Bustamante, Carlos María, 36 n. 50; 41 y n. 59; 129 n. 71Cabildo Metropolitano V, 33Cabrera Córdova, Luis, 15 n. 18Cabrera, viscondado de, 15Cáceres, 108Cadereyta, marqués de, 35, 42Cádiz, 115Cagijal de la Vega, Francisco, 88Calderón Romero, Francisco, 77California, 92Californias, las, 89Calpe, 16Calvino, 31

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Calzonzin, 97Camargo, Alonso, 38 n. 53Campano, D.L., 83Campillos, departamento de, 83Campos Elíseos, 13 n. 9Campos, Leopoldo, 96, 98Cananea, 101Canicio, Pedro, 29 n. 38Cano, Melchor, 29 n. 38Caos, 10Capuchinas, monasterio de las, Querétaro,101Caracas, 92Carafa, Juan Pedro, ver Paulo IV, PapaCarbajal, Luis, 29 n. 38Cárdenas, Lázaro, 7Cardona, María Felipa de, 16Carillo Mendoza, Diego, ver Guelves, marqués deCarlo Magno, 65Carlos de Gante, ver Carlos VCarlos I, ver Carlos VCarlos II, 26; 36 n. 51; 111 n. 47; 113, 114Carlos III, 6, 82; 83 n. 5; 86, 88, 114; 115 y n. 52; 133, 134Carlos IV, 88, 115Carlos V, 9, 15, 27, 28, 30, 33, 56, 85, 87, 105, 106, 107; 108 n. 43; 109, 113,114, 118, 120, 121, 128Carmelitas Descalzos, convento, 95, 101; monjas, 9; monjes, 5, 16 n. 19Carón, 13 n. 9Carranza Miranda, Bartolomé, 29 n. 38Carranza, Bartolomé de, 109Carrasco, Sansón, 114Carvajal, Diego de, 32Carvajal, doña García, 86Casa de Angulema, 106Casa de Tudor, 105Casañas de Jesús María, fray Francisco, 98Casas, fray Bartolomé de las, 5, 6, 7, 32, 34, 55, 56, 57; 58 n. 91; 77, 89;118 y n. 53; 119; 120 n. 57; 122, 123; 125 y n. 64; 126; 127 n. 66; 128 y n.68; 138Casaus, fray Bartolomé de las, ver Casas, fray Bartolomé de las

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Casillas, Tomás, 32Castelar, Emilio, 122 n. 61Castilla, 11, 15, 106, 107, 111, 115, 140Castro Ramírez, Jesús Eduardo, 67, 100Castro y Nero, Pedro, 22-23Castro, Alonso de, 29 n. 38Catalina de Aragón, 106Cataluña, 15, 26, 40, 115Cavo, Andrés 36 y n. 50; 36 n. 51; 42; 129 n. 71; 135Cedilla, 82, 102, 103Ceh-Ach, 129 n. 70Celaya, 94Celo, 10Centro de Estudios de Historia de México Condumex, 104Centroamérica, 112Centurión-Córdova-Mendoza-Carrillo y Albornoz, Francisca Paula, 16Cerbero, 13 n. 9Cerda Sandoval, Gaspar de la, 129 n. 71Cerdeña, 106Cerralvo, marqués de, virrey, 35, 43Cervantes Saavedra, Miguel de, 23Cervini, Marcelo, ver Marcelo III, PapaCésar, 72Champotón, 118Chavero, Alfredo, 99Chevalier, Francois, 60Chiametla, 129 n. 70Chiapa, 123Chiapa, hacienda de, 63Chiapas, 32, 34, 56, 118, 129Chiapas, obispado de, 32Chichanhá, 120 n. 70Chichén Itzá, 118Chile, 92Chimalpain, Domingo Francisco, 138Choiseul, duque de, 115 n. 52Cholula, 117Churubusco, convento de, 42Cicerón, 10, 67, 138

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Cipriano, san, 48Ciriaco, san, 84Ciudad de dios, 12Claros Pérez de Guzmán, Manuel Alonso, el Bueno, 16Claustro de Sor Juana, 81 n. 1Clavijero, Francisco Javier, 134-135Cleere, Felipe, 92Clemente VII, 106Coatlán 129 n. 70Cocito, 13 n. 9Coin, departamento de, 83Colegio Apostólico de Misioneros, Querétaro, 98, 100Colegio de Cristo Crucificado, Guatemala, 98Colegio de Francia, 109Colegio de Santa Cruz, Querétaro, 93, 94Colegio del Espíritu Santo, 63Colegio Guadalupano, Zacatecas, 98Colegio Real y Pontificio de la Purísima Concepción, Celaya, 137Colmenar, departamento de, 83Colonia, 28Compañía de Jesús, 18, 28, 29, 36, 43, 51, 62, 64; 67 n. 101; 79, 107, 130, 131Compañía Oriental de la India, 23Concepción de Tamitad, San Luis Potosí, 94Concilio de Calcedonia, 30Concilio de Trento, 24, 30, 31, 32, 53, 61, 107, 109Concilio Mexicano III, 33, 34, 62Concilio Provincial I , 32Concilio Provincial III, 32, 33; 35 n. 49Concilio Provincial IV, 35 y n. 49; 90, 138, 139Congregación de Pátzcuaro, 98Congregación de Querétaro, 98Congregación de Tlapujahua, 99Consejo de Guerra, 19Consejo de Indias, 19, 77, 91-92Contrarreforma, 23Corbalán, Pedro, 92Córdoba, 62Córdova, Tirso Rafael, 78Corpus Cristi, monjas de, 20

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Corte de Versalles, 88Cortes de Monzón, 20Cortés, Hernán, 6, 33 96, 105, 117Cossío, Pedro Antonio de, 92Cotes, 16Covillón, Juan, 29 n. 38Cristo, 70, 110, 140Croix, Carlos Francisco, 88Croix, marqués de, ver Croix, Carlos FranciscoCromwell, Oliver, 113Cruillas, marqués de, ver Monserrat, Joaquín deCruz, Domingo de la, 34Cruz, Juana Inés de la, 75, 132, 133Cuba, 92, 117Cuevas, Mariano, 51; 52 n. 77; 129, 130Culiacán, 101 n. 30Cumplido, Ignacio, 62 y n. 95Cupido, 9, 10, 11Curazao, 112Curiel, Juan, 38 n. 53Custodia de Río Verde, San Luis Potosí, 98D'Acuapendente, Fabricio, 24Dávila y Zúñiga, Francisca, 16Delgado, Pedro de, 33Denia y Lerma, marqués de, 26; 67 y n. 101; 111 n. 47Díaz de Gamarra y Dávalos, Juan, 135Díaz de Ortega, Felipe, 92Díaz de Vivar, Rodrigo, 113Díaz, Pedro, 38 n. 53Díaz-Thome, Hugo, 123 n. 63Diez de Armendáriz López, ver Cadereyta marqués deDionisio, san, 75Dnieper, río, 111Doblado, Josef, 17 n. 22Dolores, hacienda de, Durango, 6, 81, 102Dominicas, 112Don Quijote, 113, 114Dunes Escoto, Juan, 138Duque de Anjou, ver Felipe V

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Durango, 6, 92, 102, 103Durango, diócesis de, 81, 102Eaco, 13 n. 9Edad Media, 113, 123Edad Moderna, 24Ejército en México, Primer, 89Ejercito Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), 7El Alto, barrio de, 61El Bajío, 101El Caribe, 112El Carmen, barrio de, 61El Génesis, 68El Maíz, valle de, 97El Renacimiento, 60, 104Eleta, Joaquín de, arzobispo de Tebas, 11Enrique II de Francia, 110Enrique VIII, 105, 106Envid, río, 15Erebro, 10Eros, 10, 11Escalona duque de, 35, 36, 38, 39, 40, 41, 64, 78Escorial, monasterio del, 22Escrivá, Francisco, 67 n. 101Escuadra Invencible, 24, 65, 110España, 5, 6, 15, 23, 25, 26, 31, 34, 39, 40, 51, 55, 56, 59, 74, 75, 81, 83, 84,87, 88, 91, 92, 93, 98, 104, 106, 107, 108, 109, 111, 112, 113, 114, 116, 118,119, 122; 129 n. 71; 131, 132, 134, 137, 138Española, isla, 112Estépona, departamento de, 83Esteves, fray Francisco, 98Estocolmo, 140Estrada, Genaro, 41 n. 60Euclides, 138Europa, 23, 35, 100, 105, 107, 111, 116, 137, 139Exquemelin, ver Olivier Exquemelin AlexanderFabián y Fuero, Francisco, 54Fabri, Manuel, 135 y n. 81Farnese, Alejandro, ver Pablo III, PapaFelipe el Hermoso, Felipe I, 106

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Felipe el Hermoso, Felipe IV, 65Felipe II, 9; 15 y n. 17; 18, 22, 24, 26; 30 y n. 40; 36, 39,56; 67 n. 101; 87,88, 106, 108, 110, 114Felipe III, 5, 9, 26, 36, 38, 67; 111 n. 47Felipe IV, 5, 15, 19, 20, 24, 25, 26, 27, 35; 36 n. 51; 38, 55, 59, 64, 77; 111n. 47; 113, 114, 124Felipe V, 6, 26, 111, 113, 124Felipe, el escorialense, ver Felipe IIFélix de Espinosa, fray Isidro, 96 n. 24; 98Feria, Pedro de, 32Fernando el Católico, 85, 106Fernando I, de Austria, 108Fernando II de Alemania, 25Fernando II, ver Fernando, el CatólicoFernando VI, 88Fernando VII, 115, 124Fernando, rey de Hungría, 25Ferrer, A., 17 n. 22Ficher, J., 106Filateles, 135Filipinas, 92Fischer, el Padre, 104,Fitero, villa de, 9, 12, 14, 16, 41Flandes, 31Flegetonte, 13 n. 9Fleury, M., 27 n. 36Flón, Manuel, 92Flores, Manuel Antonio, 88Florida Blanca, conde de, 115Fontcuberta, fray Miguel de, 98Foppens, Francisco, 17 n. 22Foquel, Guillermo, 22Francés, Casilda, 14 n. 12Francés, Juan, 14 n. 12Francia, 15, 23, 24, 25, 26, 31, 105, 106, 108, 110, 111, 112; 115 n. 52, 118Francisco I, 105, 106, 120Francisco, san, 97Franco Condado, 105Frutos, fray Francisco, 98

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Galicia Domínguez, Estela, 47Galileo, 24Galván Rivera, Mariano, 35 n. 49Galve, conde de, ver Cerda Sandoval, Gaspar de laGálvez Alonso de, 86Gálvez, Alonso, 86Gálvez, Antonio de, 86Gálvez, Bernardo de, 87, 91, 94, 104Gálvez, Diego de, 87Gálvez, Francisco, 87Gálvez, fray Cristóbal de, 87Gálvez, José de, 82, 86, 87, 89, 90, 91, 92, 115Gálvez, Juan de, 86Gálvez, María de, 87Gálvez, Matías de, 87, 91Gálvez, Miguel de, 82, 86, 87Gálvez, Pablo de, 87Gante, Gregorio de, 54Garcés, Julián, 32, 60García Carbajal, Elena, 87García Gallo, Alonso, 106 n. 41García Helguera, 36 n. 50García Icazbalceta, Joaquín, 81 n. 1; 96 n. 24; 128 n. 68García Pelayo, Manuel, 125 n. 64García, Genaro, 9; 14 n. 12; 15 n. 17; 25; 41 n. 59; 46; 56 n. 86; 63 y n. 96Garibay, Ángel María, 34 n. 48Gaspar Alonso de Guzmán, ver Medina-Sidonia, duque deGaudiso de Tarazona, san, 18Gereña, fray Marcos, 98Gibrelfaro, fortaleza, 84, 85Gibrelfaro, mesquita del, 85Gijón y Caameño, J., 38 n. 53Gilbert, William, 23Ginés de Sepúlveda, Juan, 56, 57, 122, 123, 124, 125, 126, 138Girón, Pedro, 108 n. 43Gómez Orozco, Federico, 55; 56 n. 86Gómez de la Mora, 51-52Gómez del Castillo, Luisa, 86Gómez Fregoso, Jesús, 130, 131

154

Gómez Robledo, Antonio, 126 n. 65Gómez, José, 82 n. 2Gonzaga, Francisco, 96 n. 24González Casanova, Pablo, 80González Dávila, Gil, 14 n. 15; 17 n. 22; 20González de Cosío, Francisco, 38 n. 53; 81 n.1Gónzalez de Cosío, Manuel, 67 n. 101González de Mendoza, Pedro, 85González de Rosende, Antonio, 14 n. 12; 16; 23 n. 31González Obregón, Luis, 41 n. 58González, Martín, 38 n. 53González, Salvador, 62 y n. 95González, Tirso de, 62Goya, Francisco de, 115Gran Potente, 90Granada, 84, 85, 86Granada, Juan de, 33Granados y Gálvez, José Joaquín, 6, 7, 8, 81; 82 y n. 2; 83 n. 5; 86, 87,90, 93, 94, 95, 97, 98, 99, 101, 102, 103, 104, 137, 138, 140, 142Granados y Gálvez, Juan, 87Gregorio Taumaturgo, san, 53Grimaldi, marqués de, 115 n. 52Guadalajara, 92Guadalmedina, río, 84, 85Guadalquivirejo, río, 85Guanajuato, 89, 90, 92, 94Guasín, departamento de, 83Guatemala, 34, 88, 92Guatemala, diócesis, 32Guayangareo, convento de, 93Guelves, marqués de, 35; 129 n. 71Güémez y Pacheco, Juan Vicente de, 88Guerra de la Independencia, España, 115Guerra de Treinta Años, 26, 40, 106Guevara Bozoazabal, Andrés de, 135Gutiérrez, Carlos, 122Guzmán y Silva, Rosa de, 16Guzmán, Gaspar de, ver Olivares, conde-duqueGuzmán, Lombardo de, 79

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Haití, 112Hammond, Fran, 104Hanke, Lewis, 127 n. 66Haring, C. H., 107, 112Haro, Luis de, 24, 26, 111Heliodoro Valle, Rafael, 44 n. 65Heliópolis, 65Henríquez Ureña, Pedro, 132, 133Hermano Hugón, 47Hermosillo, Sonora, 101 n. 30Herrera, Antonio de, 138Herrera, Juan de, 51Hesiodo, 10, 11Hidalgo y Costilla, Miguel, 135Hipólito Vera, Fortino, 31-32, 33; 35 n. 49; 81 n. 1Hoja Castro, Martín, 32Holanda, 23, 111, 112Homero, 15Honduras Británicas, 112Hoor, Jan Ten, 112Horacio, 46, 138Horeb, monte, 47Hospicio Real, Querétaro, 101Huasteca, 94Ibáñez, Domingo, 82 n. 2; 95, 99Iglesia Metropolitana, 32Imeros, ver CupidoImperio, Primer, 136Independencia, México, 132, 136Indias, 106 n. 41; 114, 117, 122Indias, monasterio de, Capuchinas, Valladolid, 95Inglaterra, 23, 24, 105, 106, 111, 112; 115 n. 52; 118Inocencio VIII, Papa, 85Inocencio X, Papa, 62, 77Inocencio XI, Papa, 78Insbruck, 105Instituto de Investigaciones Históricas, UNAM, 58 n. 91Irlanda, 23Isabel Clara, 40

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Isabel de Inglaterra, ver Isabel IIsabel de Valois, 110Isabel I , 8, 24, 88, 105, 106Isabel la Católica, 105Isabel (?) de Casa Nate y de Espes (madre de Juan de Palafox yMendoza), 9, 10, 11, 12, 16Isabel, abuela materna de Juan de Palafox y Mendoza, 9Isabel, infanta, 67 n. 101Italia, 24, 25Jacobo I, 25Jalisco, 32Jamaica, 112Jamestown, 24Japón, 24Jaumabe, valle de, 97Java, 24Jerónimo, san, 48Jesús, 30, 63, 72Jiménez de Cisneros, Francisco, 27-28, 77, 107, 108Jiménez Rueda, Julio, 44 y n. 65; 104, 105Jiménez, Rodrigo, 34Jiquilpan, 94Job, santo, 48Jorge, san, 75José, san, 94Jovellanos, Gaspar de, 114-115Jover, José María, 108 n. 44Juan Bautista, san, 101 n. 30Juan de Austria, 65, 110Juan de Austria, hijo, 111 n. 47Juan de la Cruz, san, 23, 48Juan IV, 26, 39Juan, príncipe don, 105Juana la Loca, 87Julio III, Papa, 28Junta de Valladolid, 58 n. 91Junta General de Comercio, Moneda y Minas, 92Júpiter, 10Kepler, Johann, 23

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La Colonia, 54, 89, 104La Conquista, 134, 138La Coruña, 106La Reforma, 107, 109, 121Lagunillas, valle de, 97Laines, Diego, 29 y n. 38Lampart, Guillén de, 40; 41 n. 58; 78-79Larios, Bartolomé, 38 n. 53Larios, Juan, 53Las Dunas, 40Las Floridas, 112Lázaro, fray Juan Bautista, 98Leicht, Hugo, 53, 61León III, Papa, 65León, Nicolás, 79; 81 n. 1; 96 n. 24Lepanto, 110Leteo, 13 n. 9Lisboa, 40Llanos Alcaraz, Adolfo, 54Llinaz, Antonio, 98Locke, Jonh, 114Lope de Vega, 46Loperráez Corvalán, Juan, 11; 78 n. 120Lopetegui, León, 96 n. 25; 121 n. 58López de Ayala, Ignacio, 30 n. 4López de Cogolludo, Diego, 118 n. 53López de Gómara, Francisco, 138López de la Parra, Pedro, 38 n. 53López de Loyola, Iñigo, ver Loyola, Ignacio deLópez de Meza, Diego, 38 n. 53López de Zárate, Juan, 32, 33López de Zúñiga, Diego, 108López Navarro, 38 n. 53López o Fonseca, Diego, 38 n. 53López Pacheco Cabrera y Bobadilla, Diego, ver Escalona duque deLópez Pelegrín, Santos, 10; 13 n. 9López Portillo y Rojas, José, 96 n. 24López, Leonor, 86Lorenzana, Francisco Antonio, 33, 45, 50, 52, 139

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Lorenzo de Tristán, Esteban, 102Lorenzo, Aldonza, 114Los Habsburgo, 105Los Navarro (Pedro..., María...), 17Losada, Ángel, 56 y n. 89; 57 n. 90; 58 n. 91, 122, 124; 125 n. 64Loyola, Ignacio de, 19; 28 n. 37; 29, 62, 96, 107, 134Luis XIII, 25Luis XIV, 111Luis XIV, 115 n. 52Luis XVII, 26Luisiana, 92Lutero, Martín, 27, 30, 31, 109Lynch, John, 39; 40 n. 57M. Martínez, Luis, 96, 23Macharavialla, 82, 86, 87Mádoz, Pascual, 82 n. 2Madrid Cabrera Gallardo y Jurado, Ana, 86Madrid, 11, 12, 20, 41, 48, 64; 82 n. 2Maffeo, Barberini, ver Urbano VIII, PapaMálaga, 81, 82, 84, 85, 87, 93, 101Málaga, departamento de, 83Málaga, diócesis de, 83Mallorga, Martín de, 88Malté-Brun, M., 14Malvinas, 112Maneiro, Juan Luis, 135 y n. 81Manquino, Fernando José, 92Mantilla, Martín, 38 n. 53Mantua, 28Manzano Manzano, Juan, 128 n. 67Maquiavelo, 67Marañón, Gregorio, 67 n. 101Marcelo II, Papa, 28Margil de Jesús, Antonio, 98María (hermana de Felipe IV), 25María Carreño, Alberto, 127 n. 66María de Borgoña, 105María de Portugal, 110María Fabié, Antonio, 118 n. 53; 120 n. 57

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María I de Inglaterra, 110Marín-Tamayo, Fausto, 54Marmolejo, Lucio, 94Marnix, Jean de, 67 n. 101Márquez, Jesús, 8Márquez, Pedro José, 135Marroquín, Francisco, 32Marruecos, 106Marte, 10Martín, abuelo materno de Juan de Palafox y Mendoza, 9Martínez Galinzonga, Damián, 82Martínez Moya, Armando, 80Marvella, departamento de, 83Matienzo, Juan de, 128Matús Coronada, Francisco Pablo, obispo, 95Mauricio de Sajonia, 107Maximiliano de Austria, 105, 106Maximiliano II, 110May, Miguel, 108Mayorca, 115Maza, Enrique, 63Médicis, Juan Ángel de, ver Pío IV, PapaMedina Sidonia, XII duque de, ver Claros Pérez de Guzmán, ManuelAlonsoMedina, Toribio José, 81 n. 1Medinaceli, duque de, ver González, Tirso deMedina-Sidonia, duque de, 26Mediterráneo, 85Méndez Arceo, Sergio, 44 n. 65Méndez Plancarte, Alfonso, 41 n. 58; 46 y n. 68; 47Méndez Plancarte, Gabriel, 41 n. 58; 134; 135 n. 81, n. 82, n. 84; 136 n. 85Méndez Sylva, Rodrigo, 15 n. 17Mendieta, Gerónimo de, 96 n. 24Mendoza, Antonio de, 33Mendoza, Francisco de, 20Menéndez Pelayo, Marcelino, 108 n. 44; 125 y n. 64Menéndez Pidal, Ramón, 58 n. 91; 128 n. 67Mercado, Pedro, 38 n. 53Merced, convento de la, Valladolid, 95

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Mercurian, Everardo, 29Mérida, 118México, 33, 36, 38, 41, 48, 60, 84, 89, 92, 93, 94, 100, 101, 112, 117, 132,136, 140México, arzobispado de, 32, 43Michoacán, 32, 33, 34; 83 n. 5; 90, 92, 97, 117Miguel Verges, J.M., 123 n. 63Milán, 110Millares Carlos, Agustín, 127 n. 66Minaya, fray Bernardino, 127 n. 66Minos, 13 n. 9Miravel y Casadevante, Joseph, 84Mixton, 129 n. 70Moctezuma, 128Moisés, 17Molucas, 24Monserrat, Joaquín de, 88Monte Albernia, valle de, 97Monte de Piedad de México, 88Monte, Juan María del, ver Julio III, PapaMontejo, Francisco, 117Montepulciano, 22Montmatre, 107Montpalau, Antonio, 14, 84, 85; 86 n. 9Montreal, España, 15Montúfar, Alfonso, 32Morales Padrón, Francisco, 141 n. 92Morelia, 93, 95, 98Morelos y Pavón, José María, 134Moreno de los Arcos, Roberto, 67 n. 100; 86 n. 10; 90, 103; 129 n. 71Moreri, Luis, 14; 16 n. 18; 84; 85 n. 8; 87Moro, Tomás, 106Moscobia, 140Mota, Ildefonso de la, 43Motolinía, Toribio de, ver Benavente, fray ToribioMoya de Contreras, Pedro, 33, 34Mundo, Nuevo, 119, 123, 124Mundo, Viejo, 119Münster, 111

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Muñoz, comisario y provincial, 93Muñoz, Diego, 96 n. 24Muñoz, Juan, 97Nafima, río, 15Namur, 110Napoleón, 115Nápoles, 106, 110Navarra, 12, 14, 106Navarro B., Bernabé, 135 n. 81Navarro, María, 13Navarro, Pedro, 13, 49Nayarit, 129 n. 70Neutla, 94Neutla, conventículo de, Celaya, 99Nicaragua, 102Nilo, río, 17Niñas Vírgenes, colegio de, 52Niux, Juan, 128 n. 68Noé, 68Nombre de Jesús, valle de, 97Nuestra Señora de las Mercedes, convento de, Querétaro, 100-101Nuestra Señora de Loreto, 101 n. 30Nueva España, 32, 33; 37 n. 52; 38, 40, 42, 43, 50, 55, 63, 69, 75, 79, 82;86 n. 10; 88, 89, 91, 92, 93, 94, 96, 98, 112, 115, 117, 118; 129 n. 70; 130,133, 137, 138, 140Nueva Galicia, 32, 34, 43, 97, 117; 129 n. 70Nueva Granada, 92, 112Nueva Guinea, 24Nueva Vizcaya, 92; 129 n. 70Nuevo León, 97Nuevo México, 129 n. 70O'Gorman, Edmundo, 58 n. 91; 125 n. 64Oaxaca, 32, 33, 92; 127 n. 66Observantes, convento de, Querétaro, 100Ocampo, Melchor, 54 n. 82Oder, río, 111Oexmelin, ver Olivier Exquemelin AlexanderOlarte, Diego de, 32Olave, Martín, 29 n. 38

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Olid, Cristóbal de, 95Olivares y Benito, Francisco Gabriel de, 102Olivares, conde-duque de, 20, 24, 26, 27, 35, 40; 111 n. 47Olivier Exquemelin, Alexander, 112Orden del Cister, monasterio de la, 14Orden Tercera de San Francisco, 98Oroz, Pedro de, 42Orozco y Berra, Manuel, 41 y n. 60; 42, 79, 94, 99Ortiz Odérico, Alicia, 119 n. 56Osma, 11, 12, 21, 78Osma, catedral de, 11, 64Osma, obispado de, 64Osnabrück, 111Osores, Félix, 81 n. 1Pablo III, Papa, 28 y n. 37; 31, 120, 121, 138Pablo, apóstol, 97Pablo, san, 48Pacheco Osorio, Rodrigo, ver Cerralvo, marqués dePacheco, Martha, 105Padilla, Juan de, 105Países Bajos, 24, 26, 40, 105, 110Palafox III, Francisco, 16Palafox Rebolledo y Cardona, Juan Antonio, 16Palafox Rebolledo y Centurión, Joaquín de, 16Palafox y Cardona, Francisco de, 16Palafox y Mendoza, Juan de, 5, 7, 8; 9 n. 1; 10, 11, 12, 14; 19 y n. 23; 21;22 y n. 29; 23, 24, 27, 29, 35, 36, 37, 38, 41, 42, 43, 44, 46, 48, 51, 53, 54;56 n. 86, 60, 63, 64, 65, 68, 69, 72, 74, 75, 76, 77, 78, 79, 80, 92, 129Palafox, Bernardina de, 18Palafox, Francisco, 9, 10, 14, 15Palafox, fray Joseph, 46Palafox, Jaime, 17 n. 22Palafox, Lucrecia de, 19Palafox, Pedro Jaime, 10, 11, 13, 20Palau y Dulcet, Antonio, 55 n. 86; 104Paleofilos, 135Palmillas, valle de, 97Palou, Pedro Ángel, 47 n. 70Panamá, 112

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Pánuco, 117Pardiñas, Villar de Francos, Bernardino Antonio de, 112Paredes, Julián de, 128 n. 67París, 15; 115 n. 52Parra, fray Francisco, 89 n. 13Partido Judicial de Torrox, 83Pascual Baylón, san, 15Pastor, Ludovico, 27 n. 36; 121 y n. 60Patricio, primer obispo de Málaga, 85Pátzcuaro, 95Paula, santa, 84Paulo III, ver Pablo III, PapaPaulo IV, Papa, 28Payrio, Manuel, 78Pedro, apóstol, 45, 97, 140Pedro, el infante, 15Peña, Juan de la, 97Pereyra, Carlos, 56 n. 86; 79Pérez de Ayala, Martín, 29 n. 38Pérez de Guzmán, Alonso, 20Pérez de la Serna, Juan, 35; 129 n. 71Pérez Hernández, José María, 99Pérez Pastor, Francisco, 30 n. 39Pérez Verdía, Luis, 79Pérez, Antonio, 15; 67 y n. 101Pérez, Gonzalo, 15Pernambuco, 40, 112Perú, 92, 112Petesburgo, 140Pfande, Ludwing, 23 n. 31Pie de Concha, viuda de, ver Dávila Zúñiga, FranciscaPiho, Virve, 63Pinihuan, valle de, 97Pío IV, Papa, 28; 30 n. 40Pirineos, 25, 111Plascencia, España, 20Platón, 138Plutón, 13 n. 9Polonia, 23, 31, 111

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Portugal, 26, 31, 38, 39, 40, 88, 110Potosí, 90Pozo del Milagro, 52Praga, 23Prieto, Guillermo, 78Primer Marqués de Ariza, ver Palafox, FranciscoPsiquis, 10Ptolomeo, 138Puebla, catedral de, 50, 51Puebla, México, 7, 12; 14 n. 15; 21, 34, 37, 43, 47, 50, 53, 55, 60, 61, 62,63, 78, 79, 92Puebla, obispado de, 35Puebla, seminario de, 51Puerto Rico, 92Puigrós, Rodolfo, 119 n. 56Puño, 92Purísima Concepción, convento de la, Celaya, 97Querétaro, 93, 95, 101Querétaro, convento de, 93, 94, 97Quijada, Luis de, 110Quijana, Alonso, ver Don QuijoteQuiñónez, María, 5Quiroga, Vasco de, 32, 33, 95Quirós, Gutierre Bernardo, 35, 52, 61Quito, 92R. Alameda, Francisco, 93Rabí de Carrión, 47Rada, Andrés de, 62Ramírez, Gabriel, 5, 6; 16 n. 19; 65 n. 99Ramírez, José Fernando, 81 n. 1; 82; 101 n. 34; 128 n. 68Ramón Alvarado, Félix, 108 n. 43Ramos Oliveira, Antonio, 27 n. 35; 31 n. 42Rassow, Peter, 108 n. 43Ratisbona, 28Rea, Alonso de, 96 n. 24Real y Pontificia Universidad de México, 44, 51, 79, 97Real y Pontificio Colegio, 53Rebolledo, baronía de, 15Rebullida, fray Pablo de, 98

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Recoletos Descalzos de San Diego, convento de, Querétaro, 100Rees Jones, Ricardo, 91 n. 16; 92Regia, Primer Conde de, ver Romero de Terreros, PedroReglá Campistol, Juan, 108 y n. 44Regulares de la Compañía, colegio de los, Valladolid, 95Revilla, Juan, 97Revillagigedo, conde de, ver Güémez y Pacheco, Juan VicenteRey David, 48Rey de Aragón, 15Rey Sol, ver Luis XIVReyes Católicos, 39, 74, 85, 123Reyes, Alfonso, 133Reyes, Antonio de los, 82Riaño, José Antonio, 92Ribadeneira, Pedro, 19 n. 23Ricard, Robert, 34 n. 48Rich, 104Richelieu, cardenal de, 25, 40Río de Janeiro, 112Río de la Plata, 92, 112Río Verde, convento de, San Luis Potosí, 83 n. 5; 94Río Verde, custodia de, de Santa Catalina Mártir, 97Riva Palacio, Vicente, 38Rivera, Agustín, 37 n. 52; 54, 131Rivera, Diego, 42Rivera, Juan Antonio, 129 n. 71Rivera, Martín, 42Roa, el padre, 84Roberto, arzobispo de Capua, 22Robertson, 108 n. 43Rodamento, 13 n. 9Rodrigo, Antonio de, 33Rodríguez de Campomanes, Pedro, 115Rodríguez, doña García, 86Rojas Garcidueñas, José, 13; 21 y n. 28; 77Roma, 12, 109, 141Romano, Diego, 53Romero de Terreros, Pedro, 88Romero Flores, Jesús, 80

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Ronda, departamento de, 83Rotterdam, Erasmo de, 27, 30, 108, 109, 110Rousseau, Juan Jacobo, 114Rubio Mañé, José Ignacio, 129 n. 70Rubite, río, 83Rueda Carvajal, Ana de, 87Rueda Jiménez, 105Ruiz Amado, Ramón, 27 n. 36; 121 n. 59Ruiz de Alarcón, Juan, 75, 132, 133Ruiz García, Samuel, 7Ruíz, Juan, 35 n. 49Sabin, 104Sacro Monte, Granada, 84Sagrada Congregación, 11Sagrario, parroquia de Valladolid, 95Saint- Lu, A., 128 n. 68Sala, Bernardo, 12 n. 8Salamanca, 22, 88Salazar Barahona, Alfonso, 45Salmerón, Alfonso, 29 n. 38; 67 n. 101Salvatierra, conde de, ver Sarmiento de Sotomayor, GarcíaSan Agustín, convento de, Querétaro, 100San Agustín, convento de, Valladolid, 95San Agustín, orden de, 32San Antonio Tula, valle de, 97San Bartolomé del Pino, 100San Buenaventura, convento de, Valladolid, 94, 97San Cristóbal, 112San Diego Huehuetlán, San Luis Potosí, 94San Felipe de los Montes, valle de, 97San Francisco Tanchanaco, San Luis Potosí, 94San Francisco Tancuayalab, San Luis Potosí, 94San Francisco, convento de, 97, 101, 102San Francisco, convento de, Querétaro, 101, 102San Francisco, convento de, Uruapan, 97San Francisco, convento de, Valladolid, 95San Francisco, Diego Lázaro de, 52San Francisco, iglesia de, Morelia, 82 n. 2San Francisco, orden de, 32, 93, 94

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San Hipólito, convento de, Querétaro, 101San Ildefonso, 35 n. 49San José de los Alaquines, valle de, 97San José de los Montes, valle de, 97San José de Zaragoza, monasterio, 9San José Tanguachín, valle de, 97San José, parroquia de, 33, 61San Joseph, Diego de, 19San Joseph, parroquia, Valladolid, 95San Juan de Dios, convento de, 61San Juan del Río, 100San Juan, colegio de, 53, 54San Juan, ermita de, 53, 61San Juan, evangelio de, 44San Juan, seminario de, 52San Lucas, evangelio de, 44San Luis de la Paz, Guanajuato, 89San Luis de Tampico, San Luis Potosí, 94San Luis Potosí, 89, 90, 92, 94San Luis, iglesia de, Málaga, 85San Luis, rey, 74San Martín Texmelucan, 42San Mateo, evangelio de, 44San Miguel Tamapach, San Luis Potosí, 94San Miguel Tamaquichmon, San Luis Potosí, 94San Miguel Tempemoch, San Luis Potosí, 94San Miguel, capilla, 61San Nicolás, valle de, 97San Pablo, bario de, 61San Pablo, colegio de, 53San Pedro de Alcántara, España, 19San Pedro Tamchochob, San Luis Potosí, 94San Pedro Tolimán, 100San Pedro y San Pablo, provincia de, Michoacán, 84, 93, 94; 96 y n. 24; 97San Pedro, colegio de, 53, 54San Pedro, hospital de, 52San Pedro, parroquia, 15San Salvador, 92San Sebastián, barrio de, parroquia, 61

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Sánchez Baquero, Juan, 38 n. 53Sánchez de Tagle, obispo, 93, 94Sánchez Montes, Juan, 108 n. 43Sánchez, Pedro, 38 n. 53Sancho Panza, 113, 114Sancho, Francisco, 29 n. 38Sandoval y Rojas, Francisco, ver Denia y Lerma, marqués deSanta Ana Tanlajab, San Luis Potosí, 94Santa Ana, barrio de, 61Santa Catalina, monasterio de, Valladolid, 95Santa Clara, monasterio Real de, Querétaro, 101Santa Cruz convento de, 95, 100Santa Cruz, cerro de, 100Santa Cruz, colegio de, 93, 94Santa Cruz, conventículo, Celaya, 99Santa Cruz, convento de, Querétaro, 95, 100Santa Cruz, misioneros de, 98Santa Cruz, parroquia, 61Santa Cruz, valle de, 97Santa Inés de Monte Policiano, convento de Dominicas de, 52Santa María de los Remedios, valle de, 97Santa María la Mayor, parroquia, 15Santa María Tequisquiapan, 100Santa María Tequixtiapan, 100Santa María, puerto de, 35Santa Rosa, colegio de, Valladolid, 95Santa Rosa, monasterio de, Querétaro, 101Santa Rosa, valle de, 97Santa Teresa de Jesús, monasterio, 9Santaella, España, 86Santiago Tampasquid, San Luis Potosí, 94Santiago Tamuin, San Luis Potosí, 94Santiago, apóstol, 75, 100Santiago, barrio de, 61Santiago, santo, 75, 97Santillana, marqués de, 47Santo Oficio, 75Santo Tomás, parroquia, 15Sarmiento de Sotomayor, García, 42, 43, 59, 77

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Seco, Carlos, 108 n. 44Secretaría de Indias, 92Sedella, 81, 82, 83, 93, 101, 142Segundo marqués de Ariza, ver Palafox, Pedro JaimeSeminario Palafoxiano, 53Seminario Tridentino, 53Séneca, 10Seráfica Orden, 98Serafín de Asís, provincia del, 96Serra, Junípero, 89Serrano Sanz, Manuel, 58 n. 91; 125Severo, obispo de Málaga, 85Sevilla, 31, 85, 87Shakespeare, William, 23Sicilia, 31, 42, 106, 110Sierra, Justo, 79Siglo de las Luces, 65, 104Siglo de Oro, 109Sigüenza y Góngora, Carlos, 75, 132, 133; 129 n. 71Sigüenza, obispo, 14Simónedes, 10Sinaloa, 6, 92; 129 n. 70Sitjar, fray Pedro, 98Sociedades Económicas de Amigos del País, 115Solís y Haro, Marcelino de, 44Solís, Antonio, 138Solórzano y Pereyra, Juan de, 54, 131, 138Sonora, 6, 81; 82 y n. 2; 89, 92, 94, 101, 102Sonora, arquidiócesis de, 101 n. 30Sonora, obispado de, 94Sor Filotea, 133Sorbona, 108Sosa, Francisco, 11 n. 6; 13Soto, Domingo, 29 n. 38Soto, Francisco, 34Soto, Pedro, 29 n. 38Suárez de la Concha, Hernán, 38 n. 53Sudamérica, 112Suecia, 111, 140

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Suiza, 105Tabasco, 117Tablada, 16Tales, 138Tanucci, Bernardo, 115Tártaro, 13 n. 9Tate Lanning, John, 44 n. 65Tavera, Juan de, 120, 121Tejada y Ramiro, 33Tejeda, sierra, 83Tello de Sandoval, Francisco, 34Tello, Antonio, 89 n. 13; 96 n. 24Tenochtitlán, 117Tepeaca, 63,Teresa de Jesús, santa, 18, 22; 23 n. 30Teresa de Mier, fray Servando, 123 n. 63Tetiepa, 129 n. 70Tetla, valle de, 97Texas, Universidad de, 36 n. 50Tezozómoc, Alvarado, 138Thomar, Cortes de, 39Tierra del Fuego, 112Tierra, 10, 11Tipú, 129 n. 70Tirol, 105Tlaxcala, 32, 34Tlaxcala, obispado de, 32Toledo, España, 20, 22, 85, 97, 109Toledo, Pedro de, 85Toral, Francisco, 32Torquemada, Juan de, 96 n. 24; 138Torre Villar, Ernesto de la, 53 n. 80; 54Torres Quintero, Gregorio, 78Tortuga, 112Toscana, 22Toussaint, Manuel, 89 n. 13Tovar, Luis de, 42Tratado de los Pirineos, 26Tratado de Ryswick, 113

171

Tratado de Utrech, 113Tratado de Westfalia, 26Tremensen, 106Trento, 28, 33Tribunal de la Inquisición, 42Trinidad, 112Tudela, 14Túnez, 106Tzinzunzan, 95Ubieto, Antonio, 108 n. 44Ulloa, Antonio de, 29 n. 38Unamuno, Miguel de, 114 n. 50Universidad de Alcalá de Henares, 18, 21, 107, 108Universidad de Celaya, 98Universidad de Huesca, 18, 21Universidad de Lovaina, 22Universidad de Salamanca, 28Universidad Nacional Autónoma de Puebla, 5, 80; 81 n. 1Universidad Pontificia, Celaya, 97Urbano VIII, Papa, 35, 129Urrea, Juana de, 101, 103Urrutia, Antonio, 42Useda, duque de, 111 n. 47Váez Torres, Luis, 24Val, Pablo de, 5, 6; 16 n. 19; 17 n. 22Valbuena Prat, 133Valderrama, visitador general, 32Valdés, Alfonso de, 108Valdés, Juan de, 108Valencia, 16, 48, 108, 115Valencia, Martín de, 33, 37, 96Valera, Juan Antonio, 92Valladolid, convento de, 83 n. 5Valladolid, España, 30, 87, 109, 120, 122, 124Valladolid, México, 89, 90, 92, 93, 94, 95, 97, 101Valle de Olid, 95Valles, San Luis Potosí, 94Van Noort, Oliver, 24Vargas Machuca, Bernardo, 119; 120 n. 57

172

Vargas Megía, Francisco, 29 n. 38Vargas, Juan de, 63Vaticano, 25, 29, 45, 51, 62, 77, 106, 107, 109Vega, Andrés, 29 n. 38Velasco, Jerónimo, 29 n. 38Vélez de las Cuevas, Luis Bernardo, 94Vélez de Málaga, 83, 87Venecia, 31Venezuela, 92Venus, 10Veracruz, 35, 42, 92Vicencio, 28Vicens Vives, J., 36 n. 51Victoria, Francisco, 127 n. 66Viena, 25Villa del Villar del Águila, marquesa de la, 100Villadiego, Bernardo de, 5Villagómez, Fernando de, 32Villahermosa, España, 15Villalba, Juan de, 89Villanova, Jerónimo, 67 n. 101Villegas, Joseph de, 67 n. 101Villena, virrey, 41Virgen de Guadalupe, templo de la, Querétaro, 100Virgen Purísima, 48Virreinato, 138Vitelleschi, Mutis, 29Vives, Luis, 108Vulcano, 10Waterloo, 115Weeler, Jonh, 24Westfalia, 111Wittengerg, 27Xiquilpan, convento de, 83 n.5Yáñez, Agustín, 134Yáñez, Alfonso, 8Yepes, Diego, 18, 20Yucatán, 32, 34, 117, 118Yuste, monasterio de, 30, 107; 108 n. 43

173

Zacatecas, 92Zamora, Cristóbal, 34Zaragoza, España, 9, 54, 108Zárate, Julio, 79Zerón Zapata, Miguel, 52 n. 77Zeus, 10Zopilotes, barranca de los, 52Zubillaga, Félix, 96 n. 25Zuingle, 31Zumárraga, Juan de, 32, 33, 117Zúñiga y Ontiveros, Felipe, 6, 94, 104

174

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ÍNDICE

INTRODUCCIÓN................................................................................................5

CAPÍTULO IJUAN DE PALAFOX Y MENDOZA....................................................................9

CAPÍTULO IIJOSÉ JOAQUÍN GRANADOS Y GÁLVEZ.............................................................81España en crisis.....................................................................................104Los grandes momentos de la colonialidad.........................................116Lugar de las Tardes Americanas en la Nueva España.....................137

ÍNDICE ONOMÁSTICO.................................................................................143

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La grandeza del indiomexicano, se terminó de imprimir el 20

de mayo de 2001 en Litografía Magno Graf,S.A. de C.V., Calle E número 6, Parque IndustrialPuebla 2000. El tiraje fue de dos mil ejemplares,

financiado por el Gobernador Melquiades MoralesFlores. Diseño de portada e interiores de Ileana Gómez

Torres, revisión y corrección de estilo de BaudelioLópez Haro, elaboración de índice onomástico de

Irma Quiroz Luna. El costo de negativos,impresión, y encuadernación del libro es

de $20.24, incluyendo IVA.