Cronicas de OSLO 1 La Sangre

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Título: Crónicas de OSLO: La SangreAutor: W. J. RaldeGénero: Fantasía homoeróticaVolúmenes: 4APTO: +18Formato: PDFSINOPSIS:Oslo es el único continente en todo el planeta Desmir.Eso al menos es lo que creen sus habitantes.Hasta que un cierto día, muy cerca de la ciudad de Ca-na, son divisados en medio del océano un centenar de cuerpos humanos.La llegada de una nueva raza traerá consigo una serie de conflictos para Oslo...Respetar la ley no será la mejor opción para muchos que cayeron en la tentación...Sin embargo existe un SS, que tiene la convicción, el odio marcado en sus venas para mantener el orden y el secreto a voces de querer eliminar a cada Semi que viva en Oslo.Su nombre es Byron Knight y va a hacer todo lo que esté a su alcance para devolver el orden en Oslo..

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W. J. RALDEW. J. RALDE

CrónicasCrónicas de de

OSLO:OSLO:La SLa Sangreangre

©todos los derechos reservados

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Crónicas de Oslo: La Sangre – W. J. Ralde

Prólogo.Prólogo.

Planeta Desmir, Super Continente Oslo.Planeta Desmir, Super Continente Oslo.

En Oslo también existía el lujo sexual,

gracias a los requeridos Semis que causaron

furor no más de siete décadas atrás, cuando

por error o destino, aquellos cuerpos inertes

fueron interceptados por navegantes de Ca-

na.

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Se trataba de cuerpos con apariencia

humana.

Al principio creyeron que se trataba de

tripulantes de una nave que se habría

estrellado en los mares de Desmir, pero al ver

que absolutamente todos se encontraban

desnudos, se dieron cuenta que estaban lejos

de la verdad.

Cuando los especialistas Sims lograron

revivir a la mayoría, los tuvieron en cautiverio.

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Estudiaron su anatomía y los resultados fueron

alarmantes. Salvo algunas notorias diferencias

en su fisonomía, en su interior eran semejantes

a ellos.

Los Semis-como los llamaron después-

tenían la piel bronceada, el pelo y los ojos

oscuros. La mayoría llegaba a un tamaño

inferior al del hombre promedio de Oslo. A

estos Semis probaron enseñarles lo básico pero

sólo lograron confirmar que su intelecto era

inferior.

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Cuando uno de los especialistas pudo

comprender su extraño dialecto, se interesó

demasiado en ellos y al cabo de unos cuantos

meses de arduo trabajo, comprobó que las

personas que permanecían demasiado cerca,

comenzaban a sentir un cierto interés

desmesurado hacia ellos.

La pregunta era obvia: ¿Por qué?

De los doscientos cuerpos revividos sólo

pudieron mantener con vida a treinta de los

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cuales cinco eran hembras. A éstas las

estudiaron con mayor interés. Descubrieron

que su reproducción era de índole natural que

consistía en un acto de apareamiento con el

macho. La hembra llevaba en su cuerpo a la

cría por un cierto tiempo, hasta que éste, ya

listo, decidía salir del cuerpo portador.

Aquello era una revelación para los

científicos de Oslo, ya que ellos por miles de

años llevaban a cabo la reproducción selectiva

en cámaras especializadas sin ningún tipo de

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ritual previo y bajo un estricto control

genético.

¿Podría ser que en un pasado remoto sus

ancestros ejercieran ese tipo de acto carnal?

Respuesta que ciertos desmires no

pretendían sacar a la luz jamás. Sin embargo

las historias que contaban los revividos

hablaban de una tierra desconocida en el

confín del planeta. Eso era nuevo para ellos, ya

que salvo en las profundidades de los océanos,

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en el planeta Desmir no conocían la tierra de

otra forma.

A los revividos los consideraron un tesoro

vivo que sólo ciertas personas con alto cargo

en el poder lograban tener contacto. Sin

embargo la noticia del poder que ejercían

sobre los habitantes de Oslo se filtró, ahora los

burócratas también querían “probar” aquello.

Lo cierto era que lo único que hacían los Semis

de forma involuntaria era despertar una cierta

censurable fascinación sexual sobre ellos.

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Hasta que un día el escándalo sobrepasó los

límites permitidos.

Salió a la luz que el SS superior encargado

de estudiar el comportamiento de los Semis,

habría caido en tentación sexual que no sólo

había quedado en eso, sino que al dejar

preñada a la hembra Semi, fue considerado

una completa aberración. Este hecho cayó

bastante mal a la comuna que respetaba con

vehemencia las leyes en Oslo, pero que sólo

veían la gran mancha que había dejado sobre

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el inmenso ego. Hicieron lo necesario para dar

el ejemplo y dejar el mensaje claro de que en

Oslo no se rompían las reglas.

Se deshicieron de la hembra y sobre todo,

para que eso no volviera a pasar nunca más

castigaron con crueldad extrema al SS,

infractor. Pero era demasiado tarde, la semilla

del mal ya germinaba en la cabeza de los

ciudadanos de Oslo.

Sin embargo ese acto censurado fue el inicio

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de un avance importante para la genética

desmir.

Con el pasar del tiempo, de los treinta Semis

sólo sobrevivieron la mitad, debido al estrés

que les causaba el cambio alimenticio y el

medio ambiente. Eso era lo que aseguraban los

estudiosos, preocupados que aún seguían

instalados en un sector especial y convivían

entre aquellos.

Tal era el excesivo interés de la burocracia

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por los Semis, que presionaron a los científicos

para reproducirlos a cualquier costo. Diez

años después habían conseguido multiplicar

su población, con todos los problemas que eso

acarreaba. Porque, si bien se consideraban una

noble y superior nación, tenían muy claro que

su deber era resguardarlos. Aún así Oslo tenía

sus propias limitaciones, por ejemplo su

tamaño geográfico. Situada en el centro del

océano se veía limitada, ya que no podía

expandirse, por lo que el control de la

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población era riguroso. La presencia de los

Semis lo cambiaba todo, no sólo con la falta de

espacio, ahora también en la alimentación. Los

desmires vivían de las plantas submarinas

disecadas que consumían dos a tres veces al

día, pero los Semis que no se acostumbraban a

ese tipo de alimentación, terminaban

muriendo, aún así, Oslo estaba siendo afectado

por la presencia de los cuantos Semis que

quedaban con vida.

Con el tiempo los conservadores se

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convirtieron en duros críticos con los

defensores de los Semis, que hasta ese día no

tenían ninguna utilidad para ellos, menos aún

poseían algún conocimiento práctico.

Significaban más un peso extra que llevar, un

gasto de energía innecesario para ya sus

gastados centros de poder.

Por otro lado, los Semis que ahora podían

comunicarse en el mismo lenguaje, pedían a

gritos que se les dejara en libertad por lo que

sus defensores no tuvieron más que resignarse

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y ceder a ello.

Y así nació la ciudad de kan.

Kan no era nada más que una improvisada

ciudad submarina, donde ningún ciudadano

de Oslo tenía autorizado ingresar debido a los

efectos “sexuales” que ejercían sobre ellos.

Unos años después, cuando las naves Infires

del planeta vecino Cracktar, decidieron atacar

Oslo, lograron quebrar en dos su orgullo.

Siendo un pueblo tecnológico, vivían

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despreocupados del mundo exterior,

confiaban en que sus subestimados vecinos

nunca los superarían, por eso con el orgullo

destruido y con la sed de venganza, decidieron

jugar a ser dioses.

Alguien recordó que tenían a Semis bajo su

protección y que si de algo servían era buen

momento para demostrarlo. Decidieron alterar

su genética. Hicieron del inútil Semi en un

súper Semi, que en época de guerra servirían

para los trabajos duros que ningún ciudadano

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de Oslo pretendía realizar.

Así como trabajaban, así morían. Por lo que

los multiplicaban a gusto y necesidad,

convertidos en una plaga que en algún

momento llegaría a sobre poblar a la propia

Desmir.

Cuando Oslo demostró supremacía ante el

impulsivo pueblo Infires, sintió que los Semis

que aún quedaban con vida, se habían

convertido en un estorbo. Los devolvieron a

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Kan, ahora en ruinas y a su suerte. Soltaron a

hembras y a machos por igual, esperando que

el tiempo hiciera lo suyo.

Los abandonados Semis cuando se vieron

vencidos por el hambre, pretendieron salir a la

superficie en busca de ayuda y de alimento,

pero se encontraron con las puertas selladas,

presos en sus propias miserias.

Sus dioses-como solían llamar a sus

protectores de piel blanca y pelo platino-se

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habían desentendido de ellos.

Con el transcurrir de los años, un profundo

resentimiento se iba tatuando en sus almas,

incluso en los más jóvenes que nunca llegaron

a ver uno en toda su vida, cuando atentos los

escuchaban narrar una y otra vez sus luchas

bajo el ala protectora de sus dioses, dioses que

ya no estaban más para ellos.

Al pasar del tiempo lo que quedaba de la

ciudad de Kan se venía a bajo. Los Semis que

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quedaban carecían de educación y de

alimento pero les sobraba rebeldía y el odio

marcado en sus venas hacia los supuestos

dioses.

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Dentro de la Torre de Sum en el corazón de Oslo.Época actual...

Sentado en el sillón ancestral desmir, su

rostro no revelaba ningún sentimiento, ni

siquiera un indicio de lo que pensaba en ese

preciso instante... como si sólo albergara un

vacío que invitaba a imaginar lo que pasaba

por su mente...

¿Acaso, sentía ira?

Pero sus ojos tan claros como gélidos eran

puertas selladas a su interior.

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Por la forma de sentarse, tan orgulloso e

imponente, cualquier extraño que lo

contemple juraría que era de temer.

Byron Knight, SS superior de Oslo, había

sido humillado no por alguien que uno

pudiera esperar, sino por un ser inferior.

Unos minutos antes, expulsaba a todo ser

viviente que estuviera cerca. Era consciente de

que le temían pero eso no le importaba ni en

lo más mínimo, lo que en realidad ansiaba no

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podría tenerlo... Siendo un SS superior, aquello

hería demasiado su orgullo, como para lograr

reprimirlo... Sin embargo, alguien de su nivel

no tenía permitido mostrar debilidad.

Sentado en el sillón ancestral, en una

posición arrogante, cualquiera que clave su

mirada en él, contemplaría unos ojos fríos

como el hielo...

¿O era la clara evidencia de su derrota?

No.

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Nunca iba a perder y menos contra un Semi.

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En los límites de Kan, cerca de la ciudad de Ca-Na. Un año antes...

Un grupo de chicos rebeldes en juerga,

aburridos, para olvidar el dolor acostumbrado

en el vientre y la sequedad en sus gargantas,

iban curioseando por los escombros en los

límites de Kan. Uno de ellos se tropesó con una

caja extraña, rota y oxidada del cuál pudieron

sustraer con facilidad algunos papeles que en

un pasado remoto quizás significaron algo.

Fueron pasándolos de mano en mano y

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cuando llegaron a las manos de Zet, éste se

quedó completamente absorto admirando las

imágenes grabadas de los antiguos dioses

junto a sus antecesores.

Sintió un hormigueo en el vientre...

No, no era por hambre, ver las imágenes de

aquellos que nunca sus ojos podrían llegar a

ver jamás, le causó una extraña aflicción.

¿Será que en secreto sentía una cierta

admiración?

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Sin que nadie le observe guardó entre sus

trapos el pedazo de papel. Ahí, todos odiaban a

los dioses y él no debía ser la excepción.

Los jóvenes Semis se atrevieron a ir más allá

de lo permitido. Siguiendo una melodía

extraña recorrían un camino que nunca antes

se animaron a recorrer, ignoraban que ese

camino los llevaría hasta las puertas

prohibidas.

Conocían bastante bien la historia, sus

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padres repetían una y otra vez que eran la

conexión con el mundo de los dioses, y que

éstos, por algo que ignoraban, habían sellado

esas puertas.

Pero ellos sabían que desde hace tiempo

atrás esas puertas permanecían abiertas, que

sólo los más osados se animaban a salir en

busca de alimento, sin embargo los que lo

hacían, no se animaban a contarlo a los

ancianos. Mientras con el tiempo, éstos

últimos se iban muriendo de hambre, uno por

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uno, con la ilusión de ver de nuevo a sus

dioses.

Ahora con los ojos abiertos, inmóviles

contemplaban por primera vez aquellas

puertas.

Se atrevieron a salir, por su insensatez no

sintieron el peligro.

¿O tal vez era eso lo que les empujaba?

-La ciudad de los dioses.- murmuró Zet,

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olvidando controlar su secreta admiración.

Los demás le miraron con cierto reproche.

-No nos salgas con que los admiras en

silencio, ¡Traidor!- Escupió el atrevido Ahyran,

quien era como el líder más por su ilusa boca,

que por inteligencia.

-No he dicho eso, ¿Acaso no puedo hablar

de ellos?- se defendió Zet, con aire triunfador.

Ahí acababa la demostración de valor entre

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los jóvenes Semis, que comenzaban a sentir las

necesidades sexuales.

Avanzaron un poco más al ver que podían

hacerlo. Las luces azul pálido llamaban su

interés, fascinados por su brillo olvidaron por

completo que ahí no eran bienvenidos, pero al

parecer nadie estaba cerca.

Se encontraban en medio de una especie de

calle, que con luces azules en cada lado del

suelo metálico, marcaban un camino que si lo

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seguías con la mirada no llegabas a ver el otro

extremo. Pero esa melodía que en todo el

camino les servía de guía ya no se escuchaba

más y el valor por continuar se había

esfumado en ellos.

Sólo Zet sentía curiosidad por ver a dónde

llevaban aquellas luces.

Alzó los ojos y por primera vez en toda su

existencia. Admiró el antes desconocido cielo

estrellado. Miró de reojo a sus compañeros,

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comprobó que no era el único que lo hacía.

Asombrados y en silencio no lograban

despegar los ojos de los puntos brillantes en el

firmamento. Acostumbrados a ver cada día de

sus vidas, sólo el techo metálico de Kan.

Por instinto se tiró al suelo. Deseaba

contemplar mejor las estrellas, algunos lo

imitaron, hasta que pasados unos cuantos

minutos sintieron la necesidad de volver sus

pasos.

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No lograron ver a ningún dios, pero si algo

demasiado hermoso... las estrellas en el

firmamento.

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La SangreLa Sangre

Mientras los adolescentes crecían como

hierba mala en el alcantarillado de Ca-na,

Valquiria retomaba su belleza y su poder

político ante los planetas vecinos. Oslo se

hacía más fuerte.

La presencia de SS superiores en la esfera de

poder, superaban las expectativas de los

miembros de Adp. Byron Knight era uno de los

SS que había logrado una gran mejora en las

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relaciones exteriores, desde que gracias a la

fuerte influencia del cardenal, le otorgaran el

puesto de diplomático superior.

Tenía el trabajo de entablar lazos de amistad

con los planetas vecinos, conseguir tratados

comerciales favorables y sobre todo consolidar

la supremacía de Oslo en el universo.

Knight sabía muy bien que no era el trabajo

adecuado para él pero significaba un paso

adelante para su verdadero objetivo.

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Ese día acompañaba a Stand de Lind-su

único amigo-en una operación secreta, por no

decir ilegal, por debajo las calles de Ca-na,

que era de dónde provenían las señales de

vida.

"Demasiada curiosidad debe ser letal para

cualquiera", Se decía a sí mismo, mientras

seguía los pasos a su amigo.

Pero ni él ni Stand de Lind eran cualquiera.

Subestimando ese conocimiento básico, se

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adentraban entre los escombros buscando los

puntos de vida que el lector señalaba.

-No recuerdo haber escuchado nada sobre

estas ruinas.- comentó Knight, observando la

mugre alrededor.

-Yo sí, nunca creí que álguien pudiera vivir

aquí.

En su tono se podía percibir cierta

admiración que Byron Knight, ciertamente

reprochaba.

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-¿Álguien o algo?-señaló Knight, con una

sonrisa irónica-Algo me dice que sabes lo que

buscas...- insinuó desde atrás.

El silencio de su amigo confirmó sus

sospechas.

Conforme avanzaban iban contemplando

los vestigios de Kan convertida en escombros

apilados, chozas en completa ruina y ese olor a

rancio...

Por un momento a Knight le pareció una

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absurda pérdida de tiempo comprobar que

esas ruinas no cubrían sus expectativas.

Stand de Lind estaba a punto de sugerir

marcharse. Sintió un halo frío por detrás...

-Espera, he sentido algo...- dijo emocionado

pero la mirada incrédula de Knight, lo puso en

duda.

Sólo segundos después, el incrédulo Knight

logró sentirlo también. Curiosamente fue el

único que logró distinguir entre las sombras

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unos ojos oscuros y decidió volver sus pasos,

pero ese algo ya no estaba más, aún así,

intrigado agudizó sus sentidos, de hecho ya lo

recordaba...

Había escuchado ciertos rumores que

algunos Mirs se encargaron de regar entre

ellos, que afirmaban haber visto salir de ahí

mismo a unos Semis que seguían con vida.

Aunque él mismo dudaba de la veracidad,

aún existían personas con poder que los

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apreciaban y que defendían su existencia.

Dicho de otra forma, preferían dejarlos

agonizar de hambre a ser ellos los

responsables de extinguir su especie. Eso

Knight no podía entender. Sin embargo una de

esas personas amantes de los Semis se

encontraba a unos pasos...

“Ya lo pagarás”, le decía mentalmente, entre

cerrando los ojos al sentirse engañado.

-Volvamos, no vamos a encontrar nada.-

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dijo esta vez Stand de Lind decepcionado,

como si acabara de leerle la mente.

Dieron media vuelta y abandonaron Kan,

pero lo que no sabían ninguno de los dos, era

que si se adentraban tan sólo un poco más,

habrían llegado a las chozas mugrosas de los

Semis que buscaban.

Entre las sombras, conteniendo la

respiración, Ahyran había sido testigo de la

incursión de los dos dioses, a la olvidada Kan.

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Lo habían tomado por sorpresa y entre el susto

y la admiración, se vio forzado a permanecer

inmóvil por unos largos segundos.

Uno de los dioses había pasado demasiado

cerca suyo.

Sus ojos que estaban acostumbrados a la

oscuridad reinante en Kan, pudieron

contemplarlo con detenimiento, era consciente

de que se le quedaría grabado en la mente ese

rostro que era imposible de describir para él,

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un simple Semi.

“Semejante belleza, parecía brillar como las

estrellas”, pensaba, completamente absorto

algunas horas después, pero... ¿Qué estarían

buscando los dioses?

Sólo un par de días después, Knight recibía

la visita de su amigo, insistiendo para que le

dejara usar un ojo visor. Pretendía comprobar

la presencia Semi dentro las ruinas de Kan.

-Solamente quiero comprobar si quedan

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algunos vivos.- insistió.

-¿Tu curiosidad insensata te obliga a

mentirme?- preguntó de forma apacible

knight, mientras bebía una copa de roses buy,

detrás del escritorio.

-Vamos Byron, me la debes...

-Sólo promete que si compruebas que aún

están ahí abajo... No querrás traerlos, ¿Cierto?

-Créeme si te digo que tener su código

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genético en nuestros bancos archivos, podría

salvar Oslo algún día... Por segunda vez.

-Algo me dice que me ocultas información.-

lo encaró Knight, que conocía bastante bien lo

impulsivo que podía llegar a ser su amigo.

-Sólo quiero saber si aún quedan algunos.-

insistió mucho más ansioso, Stand de Lind.

-¿Algún día me dirás cómo empezó esa

obsesión que tienes por esos sub-humanos?

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-Sí.

-Bueno eso creí. Mandaré un ojo visor ahora

mismo.

¿Acaso disfrutaba verme sufrir?, Se

preguntaba por dentro Stand de Lind mientras

observaban la pantalla, aguardando con

demasiada impaciencia a que el ojo visor se

adentre a las ruinas de Kan.

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ثث

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1.1.

Cuando notaron la presencia de aquél objeto

extraño, que por su forma y tamaño se

asemejaba a la esfera traslúcida que algunos

vieron rondar en medio de las ciudades de los

dioses, y que desde algunos días atrás lo veían

por todos los rincones de Kan, por sus chozas y

sobre todo por entre ellos. Los que entendían

en algo la situación presintieron que no traía

nada bueno para ellos y pretendieron

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derribarlo, como demostrando su desprecio.

Sin éxito porque aquél objeto era demasiado

velóz para un grupo de lánguidos Semis.

Los ojos de Stand de Lind se abrieron más de

la cuenta al ver que sus sospechas eran bien

fundadas. Ese descubrimiento no debía quedar

así, pensó.

-Me reuniré con el cardenal. Esto debe

saberlo.- dijo al incorporarse, olvidando por

completo su palabra.

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-¡Detente!, No voy a apoyarte en esta locura,

son salvajes que deberían estar en su habitad y

lo sabes demasiado bien, no pertenecen aquí.-

dijo Byron Knight, esta vez malhumorado.

-Tampoco pertenecen abajo.

Knight se sentía burlado por su propio

amigo. Eso crearía una brecha grande entre

ellos. Estaba convencido que detrás de ese

capricho había algo más...

A pesar de todo Stand de Lind se reunió con

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el cardenal, con quién ilusamente compartían

la misma simpatía por los Semis.

Aunque fuera Stand el responsable de aquél

descubrimiento, Knight no iba a permitir que

el ambiente puro de Oslo se viera manchado

una vez más por la presencia innecesaria de

Semis. Sin embargo y bajo su caótica mirada,

las negociaciones con el Adp, ya se estaban

realizando. Stand de Lind y el cardenal tenían

el apoyo mayoritario, por lo que se distanció

aun más de su amigo.

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ثث

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2.2.

Al descender de su nave era consiente que

no debería estar ahí. Estaba acostumbrado a

los viajes interminables que su puesto como

diplomático exigía. Pensaba que lo mejor era

volver al espacio y dedicarse a planificar su

siguiente reunión. Sólo que el Adp exigía su

presencia ya y a ellos no podía rehusarse

jamás.

Así Byron Knight volvía a la espléndida torre

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de Sun, situada estratégicamente en el centro

del super continente Oslo, dónde las largas

reuniones con el Adp, no miraban las horas, ni

los días pasar.

Cuando ingresó a la elegante sala roja, notó

a simple vista la presencia de su amigo entre

los doce miembros que conformaban el Anillo

de Poder, o Adp, como prefería llamarlo.

Todos los ojos de los presentes se le clavaron

encima. percibió que algunas miradas eran

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algo censurables, pero no tenía ganas de decir

nada al respecto, no pretendía hablar con

nadie, se limitó a saludar y tomó su lugar.

-Vaya que es difícil traer su presencia Byron

Knight.- comentó el cardenal con una sonrisa

amigable.

Knight le clavó la mirada un par de micro

segundos, tiempo suficiente para darse cuenta

que detrás de su fachada amigable, había algo

más, pero no pudo identificar qué.

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-No lo fuera si dejaran que realice mi

trabajo en paz.- contestó.

-El motivo por el que decidimos convocarle

es por que requerimos de sus habilidades

militares.- interrumpió sin miramientos un

miembro, que en el pasado había estado en

contra de que fuera electo diplomático.

-Antes que continúe, debo aclarar que me

encuentro en medio de un tratado con el

pueblo Deram, que no debe postergarse.

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Deben estar al tanto de eso, supongo.- explicó

controlando la molestia de dar explicaciones.

-¡Basta de palabrerías Knight!, Un SS

superior debería estar orgulloso de cumplir

con Oslo, ¿No es cierto?- atacó el hostil

anciano.

-Y lo estoy.

-Entonces no más discusiones.

Knight observó por primera vez que en la

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Crónicas de Oslo: La Sangre – W. J. Ralde

mesa hecha de elisio, un sobre oscuro le

esperaba.

Muy a su pesar lo abrió. Al comprobar de

qué se trataba, su rostro adoptó una expresión

seria, inescrutable para el ojo novato. Dentro

suyo bullía incontrolable frustración, por que

a pesar de ser un SS superior, tenía que rendir

cuentas a un grupo de burócratas que se

pasaban el día sin hacer nada.

“Ya llegará mi hora” Se decía a sí mismo.

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Crónicas de Oslo: La Sangre – W. J. Ralde

ثث

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Crónicas de Oslo: La Sangre – W. J. Ralde

3.3.

No le gustaba para nada tener que tratar

con la basura de otros. Se sentía demasiado

molesto e indignado pero ya no importaba, si

de todas formas de vuelta se adentraba al

centro de aquél refugio en ruinas que todos

llamaban Kan.

Antes sólo había escuchado rumores, pero

nunca había dado crédito. Ahora que sabia la

verdad, lamentó haber escuchado las súplicas

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Crónicas de Oslo: La Sangre – W. J. Ralde

de su amigo aquél día, de no haberlo hecho no

estaría en ese lugar. Sentía aversión pensar

que sería él quien lleve a cabo ese trabajo.

Pensaba en el motivo que tendría el cardenal

para pedirle que fuera él, precisamente quien

se encargue de aquellos salvajes difíciles que

habían quedado rezagados en una previa

incursión bajo el mando de su amigo Stand de

Lind.

Después de todo, él era diplomático y debía

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Crónicas de Oslo: La Sangre – W. J. Ralde

dedicarse a su trabajo.

No estaba solo como era de esperar, diez de

los mejores soldados SS, estaban a su mando.

Irritado como lo estaba, dio las órdenes claras.

Cuando peinaron por completo la parte

faltante de Kan, se encontraron con un grupo

de salvajes y desnutridos Semis, que no

pretendían facilitarles para nada su trabajo.

Ordenó que usaran el tgn-11, para

paralizarlos, lo que abrevió mucho el trabajo.

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Crónicas de Oslo: La Sangre – W. J. Ralde

Los soldados, un grupo de élite, ahora se

dedicaba a trasladar aquellos cuerpos. Tenían

apenas cinco minutos, tiempo que duraba el

efecto. Una segunda dosis seria letal y aunque

le habría gustado mucho, el cardenal había

sido claro; Los querían vivos, incluso sabían

cuántos eran, le había informado que eran

veinte los resagados. Decidió preguntar a uno

de los soldados cuantos llevaban consigo.

-Diecinueve.

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Crónicas de Oslo: La Sangre – W. J. Ralde

Si quería hacer las cosas bien tenía que

hacerlas él mismo, pensó. De inmediato exigió

un tgn-11 pero nadie pudo abastecerlo.

Ordenó que siguieran adelante sin él.

Malhumorado y con un flash en la mano se

dirigió él mismo al fondo de aquél basurero,

no tenía otra opción más que ver de cerca el

mugrero en el que se encontraban. Sentía

aversión tocar, ver, oler todo aquello... La

oscuridad hacia su trabajo ocultando al último

salvaje que debía rescatar.

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Crónicas de Oslo: La Sangre – W. J. Ralde

Pronto... a su derecha... no muy lejos...

escuchó un leve crujido, luego sintió unos

pasos torpes y apresurados, que provenían de

los escombros. Sonrió levemente y se quedó

inmóvil por un instante.

-¿Crees que podrás... zafarte de mí?

Dijo tan bajo que ni siquiera el escurridizo

salvaje podría escuchar.

Giró en el mismo lugar, con un movimiento

veloz, saltó como felino encima la presa,

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Crónicas de Oslo: La Sangre – W. J. Ralde

cayendo luego al suelo húmedo.

Sólo que... su presa le había superado.

Se levantó tan veloz que se podría decir que

nunca llegó a tocar el suelo, pero ahora estaba

sucio y mucho más irritado que antes.

Lal alarma que portaba en el brazo derecho

le informaba que los cinco minutos estaban

por acabarse, de hecho, sólo le faltaban un par

de minutos.

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Crónicas de Oslo: La Sangre – W. J. Ralde

Tendría que aceptar que no lograría

encontrarlo. Pero eso nunca, comenzaba a

sentir cómo la adrenalina comenzaba a

circular por sus venas.

Ordenó por el intercomunicador que el

blindado se fuera sin él. Odiaba esa sensación

de derrota. Había nacido para ser el mejor de

todos... y de hecho lo era. No iba a permitir

que un simple animal pusiera en duda su

prestigio. Eso nunca.

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Crónicas de Oslo: La Sangre – W. J. Ralde

Caminó con mucho más holgura ahora que

no había nadie más alrededor, nadie podría

ser testigo de su frustración y eso calmaba sus

ansias. Ahora que estaba seguro de ello, sólo

eran ese animal y él, cada paso que daba era

preciso y seguro, no le preocupaba ni en lo

mínimo que ese animal supiera que estaban

solos los dos.

De hecho... comenzó a sentir que aquello era

un juego, él era el cazador.

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Crónicas de Oslo: La Sangre – W. J. Ralde

-Debes pensar, si es que lo haces, que te

saldrás con la tuya... es una lástima... porque

seré yo quien te devuelva a la realidad.

Ignoraba si sus palabras habían causado

algo en el salvaje, pero notó que éste se había

movido torpemente y revelado su posición.

-Lástima que haya llegado tu fin.

Nuevamente saltó a la dirección exacta. Ésta

vez logró retenerlo, dándose cuenta a tiempo

que sólo había sido cuestión de suerte, un poco

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Crónicas de Oslo: La Sangre – W. J. Ralde

más y habría huido... Si no fuera lo demasiado

fuerte como para sujetarlo con firmeza, pero

aquél salvaje se movía desesperadamente,

creyendo que así lograría soltarse, aunque

cualquiera que viera la escena sabía muy bien

que era él quien había ganado al final. Sonrió

triunfante.

Notó que el salvaje tenía en su mano libre

un pedazo de metal con lo que pretendía

herirle para salir huyendo.

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Crónicas de Oslo: La Sangre – W. J. Ralde

Quiso sacárselo de encima, sólo que con un

movimiento torpe pero ágil, el salvaje llegó a

cortarle la ceja izquierda.

Descontrolado por semejante atrevimiento,

lo sujetó de ambas manos, lo llevó a rastras

hasta estrellarlo en una pared mohosa.

Comprobó que el salvaje era bajo de estatura

pero demasiado ágil, no era fácil de reducir.

Sin embargo aún no había usado el total de su

fuerza.

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Crónicas de Oslo: La Sangre – W. J. Ralde

Mientras la sangre brotaba por su ceja e iba

formado un camino por su blanca mejilla,

hasta manchar su fino atuendo, aquél salvaje

luchaba ferózmente por su vida... Eso para él

era algo nuevo.

Mientras trataba de desenfundar el flash

que habitualmente portaba, observó con

atención al salvaje que lo había herido...

Apestaba, pero si conseguía persuadir el mal

olor, podría apreciar aquellos ojos tan oscuros

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Crónicas de Oslo: La Sangre – W. J. Ralde

como la noche, que le miraban con fiereza...

desvió la mirada.

-Esto... lo pagaras caro.- dijo.

-Mátame.- respondió el salvaje, mirándole a

la cara, desafiante.

Parecía que por dentro, Knight se hacía

demasiadas preguntas, de otra forma no se

explicaba el porqué había quedado paralizado

con el flash en la mano. O quizás... no pensaba

en nada más que en devolverle el daño al

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Crónicas de Oslo: La Sangre – W. J. Ralde

salvaje...

Sea como sea, sonó el alarma que llevaba

consigo. Escuchó la voz del cardenal que le

exigía volver de inmediato. Acto continuo usó

el flash en el cuerpo del salvaje que cayó al

suelo evitando gritar de dolor.

Aquello también le llamó la atención... pero

ya era hora de salir del mugrero.

Lo metió como equipaje en la parte trasera

del transportador, dudando un poco si era lo

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Crónicas de Oslo: La Sangre – W. J. Ralde

mejor, dado que el salvaje realmente era rudo,

pero lo hizo de todas formas.

Al llegar al centro de comando, sintió cómo

todas las miradas se clavadas en él. Más

precisamente en su ceja herida. Sabía muy

bien lo que estaban pensando los demás...

Nunca antes había pasado, el hecho de que

fuera herido y mucho menos por un ser

inferior a todos ellos.

No demsotraría jamás que eso, de alguna

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Crónicas de Oslo: La Sangre – W. J. Ralde

forma le afectaba. Arrastraba como si fuera un

objeto el cuerpo inconsciente del salvaje, hasta

que dos Sims se le acercaron para hacerse

cargo. Lanzó una mirada al salvaje por última

vez, mientras se tocaba inconscientemente la

ceja herida. Se sentía sucio, manchado por

haberlo permitido.

Los que lo conocían estaban al tanto que

despreciaba a todo ser que no fuera un desmir,

para él no eran más que seres inferiores a

quienes lo mejor que les debería pasar era la

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Crónicas de Oslo: La Sangre – W. J. Ralde

completa aniquilación de su especie, en lo que

él llamaba depuración del espacio.

No había nacido aún cuando aquellos

habían sido revividos. Le avergonzaba el efecto

que causaban entre su gente y la posterior

aniquilación del cuál los consideraba

culpables, le parecía lo peor, por eso y porque

de alguna forma inconsciente sentía que no

podía tenerlos nunca cerca... deseaba tanto

que fueran exterminados. Exclamaba en voz

alta que cuando fuera parte del Adp, dedicaría

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Crónicas de Oslo: La Sangre – W. J. Ralde

su vida a la aniquilación de toda sub especie,

tanto era el odio que les tenía que despreciaba

a todo aquél que los defendiera o que

demostraran una cierta simpatía hacia éstos.

Al único que nunca apartaba de su vista era

al cardenal, que además era su maestro, y

gracias a él había desarrollado su máximo

potencial para ser líder. Le debía demasiado

como para dispensar de su amistad tan pronto,

pero ahora estaba a un paso de ser igual de

importante que él y llegado el momento no

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dudaría en sustituirlo.

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ث

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4.4.

Palpó nuevamente su herida, estaba casi

cerrada, pero aún así frunció la frente al

recordar por un instante los ojos oscuros y

penetrantes de aquél salvaje... lo quitó de

inmediato de su mente. Aún le irritaba la idea

de que el propio cardenal se hubiera

encargado personalmente de engatusar a los

miembros del Adp, para que una vez más se

inserte a Semis en la sociedad de Oslo, usando

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Crónicas de Oslo: La Sangre – W. J. Ralde

su nueva premisa de que los rescatados eran

puros y que se podían refinar. En otras

palabras, que su genética aún era demasiado

importante para Oslo.

En Oslo, desde tiempos milenarios se usaban

cámaras de creación para unir el material

genético elegido. Con este material, llegado el

momento, se creaban alrededor de doscientos

SS, que serían de la mejor estirpe. Estos niños

se criaban hasta la edad de siete años en las

casas-cunas, donde sólo las escasas mujeres

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Crónicas de Oslo: La Sangre – W. J. Ralde

tenían acceso, ellas se encargaban de su

cuidado y aprendizaje. Se los separaba según

su capacidad e inteligencia, enseñándoles

desde pequeños a ser los mejores en su

materia.

Aún recordaba a su madre tutora y no podía

ni siquiera imaginar otra forma de crecer. Lo

que tiempo atrás le contara el cardenal acerca

de las costumbres de los Semis, le había

provocado náuseas. Le parecía un acto

altamente repudiable, no podía tolerar que

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Crónicas de Oslo: La Sangre – W. J. Ralde

con la excusa de que eran puros, pretendieran

insertarlos a la sociedad, y mucho menos como

sirvientes. Era desde lejos un terrible error. Al

menos no les interesaba la creación de

hembras por el temor a que se reprodujeran

en secreto.

La nueva ley decía que sólo los SS, Sims y

miembros del Adp, tenían permitido tener

contacto con estos Semis, porque cualquiera

que esté al tanto sobre el comportamiento de

los desmires comunes, más conocidos como

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Crónicas de Oslo: La Sangre – W. J. Ralde

Mirs, sabían muy bien que eran proclives a las

adicciones sexuales por su genética imperfecta

no eran aptos para tratar con aquellos Semis,

en cambio los SS y Sims por haber pasado la

selección genética máxima, carecían de esa

debilidad.

Sin embargo los Mir pensaban que era

injusto que no pudieran tener un Semi al

menos como sirvientes, ya que ellos podrían

aprovecharlos mejor que los privilegiados SS,

pero el Adp, ya lo había decidido y no había

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Crónicas de Oslo: La Sangre – W. J. Ralde

vuelta atrás.

Con el pasar del tiempo, como en toda

civilización detrás de una cara limpia y

orgullosa, existía el lado que nadie pretendía

ver. Era lo que ocurría naturalmente en Oslo,

que por debajo de la tela pública que reflejaba

orden, una fábrica de Semis se encargaba de

proveer a un mercado negro exigente, que

poco a poco crecía bajo la mirada oscura del

cardenal, hábil incubridor. Se decía que si

podías comprar un pan podías comprar un

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Crónicas de Oslo: La Sangre – W. J. Ralde

Semi, era un secreto a voces en Ca-na, sólo

que pocos sabían cómo llegar al proveedor.

Con el tiempo la verdad cayó como un

cuerpo inerte sobre Oslo y los Semis criados de

contrabando no podían seguir ocultos en la

oscuridad. Para cuando inevitablemente

aquello llegó a los oidos del Adp, éstos no

tardaron en confirmar los rumores.

Analizaron la situación y al comprobar el

gran potencial económico que significaban. no

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tuvieron otra elección, debían aceptar que la

venta de Semis atraía el comercio con los

planetas vecinos. Era algo demasiado favorable

para Oslo que no se podía dejar a un lado y

menos ignorarlo.

Byron Knight recibió el duro golpe, un día

en que regresaba después de un largo y duro

negociado a punto del fracaso.

-Pregunta si les interesa intercambiar

Semis.- sugirió el cardenal, que estaba al tanto

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Crónicas de Oslo: La Sangre – W. J. Ralde

de todo lo que sucedía.

Y así lo hizo.

Incrédulo escuchó la voz del líder interesado

en intercambiarlos con el metal que quisieran.

Así de simple, Byron Knight había conseguido

concretar el tratado.

Por el aumento de Semis en En Ca-na, las

salas de diversión aumentaron. Abiertos todo

el día atraían al más urgido de la ciudad,

prometiéndoles pasar un buen rato con un

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Crónicas de Oslo: La Sangre – W. J. Ralde

Semi que podían alquilar por una hora o más.

Por otro lado en Valquiria pasaba lo mismo,

sólo que ésta tenía cierto reparo al guardar los

secretos de sus visitantes bajo extricta llave.

¿Que un SS sienta ganas de “jugar” con un

Semi?

No era era algo normal, de hecho aquello

era altamente cuestionado y censurado, como

medida de seguridad comenzaron a limitar el

tiempo de su posesión. Los intercambiaban

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Crónicas de Oslo: La Sangre – W. J. Ralde

uno por otro, para evitar que se formen

vínculos. Sin embargo existía algo peor que

eso y que era castigado en todo círculo social

de Oslo. Era el usarlo como juguete sexual.

Esta práctica era considerada una completa

aberración, que ponía en duda la supremacia

de Oslo ante el universo. Por eso era tomado

como alta traición al estado.

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ثث

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55 ..

Los hombres comunes de Oslo llamados

Mirs, se diferenciaban por tener el pelo y los

ojos azules y su vestimenta oficial oscura. A

pesar que poseer un coeficiente aceptable,

tenían arraigado en su genética la necesidad

de sentir placer carnal, por lo que estaban

prohibidos tener contacto con los Semis.

Muchos de los Mirs tenían habilidades

físicas elevadas. Se destacaban en las

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Crónicas de Oslo: La Sangre – W. J. Ralde

profesiones que requerían actividades físicas,

como el buceo. Eran excelentes en las

campañas de reconocimiento de tierras

extrañas, o mineros. Vivían en las ciudades de

Erra, Ca-Na y Ciprés. A diferencia de los SS y

de los Sims, sentían necesidades sexuales por

lo que buscaban entre ellos compañeros

casuales, por lo tanto eran más flexibles en su

trato social entre ellos, pero delante de un SS o

Sims debían demostrar respeto y altura.

El representante de los Mirs era llamado

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Crónicas de Oslo: La Sangre – W. J. Ralde

Guer, tenía el deber de controlar el orden y el

trabajo de sus camarada, era quien velaba por

el bienestar de los Mirs.

Pero ese día en especial, el Guer de Ca-Na,

intranquilo, no lograba conciliar el sueño. Se

encontraba nervioso porque había recibido la

noticia de que un SS superior, representante

provisional del Adp, se reuniría con él en las

próximas 24 horas.

Al leer el nombre de Byron Knight se había

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Crónicas de Oslo: La Sangre – W. J. Ralde

quedado sin aliento. Conocía muy bien su

fama y le temía.

Hace poco más de medio año que llegaron a

sus oídos la noticia de que Byron Knight,

posible futuro representante del Adp, tenía el

propósito de prohibir por completo las salas de

diversión que cubrían las necesidades de su

gente calificándolas como “Vergonzosas”.

-¡No entiende la necesidad de los Mirs,

porque simplemente es un SS!, ¡El pueblo Mir

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Crónicas de Oslo: La Sangre – W. J. Ralde

le cobrará llegado el día!- gritaba fastidiado,

dentro de las cuatro paredes de la cede, para

su auto compasión.

Pero sabía que ése día no era mañana, e

ignoraba cómo iba hacer para manejar al SS.

A pesar del esfuerzo que significaba

mantener la calma, los incisivos comentarios a

su labor por parte Knight, solo lograron agriar

más su humor. Estaba acostumbrado a bajar la

cabeza ante un superior pero era la primera

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Crónicas de Oslo: La Sangre – W. J. Ralde

vez que sentía la necesidad de protegerse del

frívolo SS.

Cuando llegase la hora de la ceremonia de

bienvenida para el recién llegado, se limitaría

a observar...-Los de su clase eran expertos en

ello-. Descubriría su punto débil y lo usaría

como arma a su favor. Ése sería el momento

indicado para demostrarle que no se debe

menospreciar a los Mirs. Al menos pretendía

hacer eso para su propio orgullo.

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Crónicas de Oslo: La Sangre – W. J. Ralde

Horas previas al evento mandaba la orden a

toda su gente para que esté preparada ante

cualquier eventualidad.

Desde que puso un pie en Ca-Na, Byron

Knight había notado a simple vista que tenía

fuertes puntos débiles, que de alguna forma

estaban afectando el futuro de Oslo, según él,

era debido a la poca disciplina que exigía el

Guer a su gente, no dudó en advertirle sobre

las consecuencias, pero la expresión de Byron

Knight ponía en ascuas al Guer, que esperaba

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agradar al SS, con el banquete sorpresa.

Byron Knight no rechazó la invitación, pero

lo que presenciaba en el banquete en su honor

era un acto puro de coqueteo entre los

presentes. Eso le parecía repugnante, una falta

de criterio. Aún así, el consejo que le había

dado el cardenal antes de confiarle ese trabajo

era que se mostrara indulgente. Sólo por eso se

encontraba apacible. Sentado en la silla de

honor, limitándose a contemplar a su

alrededor, algunas miradas extrañas recaían

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Crónicas de Oslo: La Sangre – W. J. Ralde

sobre él.

Cuando creyó que era el tiempo prudente

para retirarse, notó que un Mir joven le seguía

a corta distancia.

Se presentó como Zeugma, haciéndole

algunos cumplidos. Totalmente indiferente

cerró la puerta de su habitación. Pero al día

siguiente en cuando la abrió, lo volvió a ver.

-Esperaba verlo de nuevo...- susurró, el iluso

extraño.

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Crónicas de Oslo: La Sangre – W. J. Ralde

-No veo el motivo para que un Mir pueda

dirigir la palabra a un SS.- respondió, Knight

sin mirarle.

Pero el Mir maravillado e ignorando aquello

se lanzó hacia él, estampándole un beso en la

boca.

De inmediato y con aversión, Knight lo

arrojó de un golpe al otro lado del pasillo.

-¡¿Cómo te atreves?!, ¡Recibirás tu castigo!

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-Yo lo amo señor.- declaró el malherido.

-Un simple hablando obscenidades, vaya

deshonra para los de tu clase.

El Mir por primera vez notó el odio y

repulsión en los ojos del SS, ofendido por

aquello, no dudó mirarle una vez más a la

cara.

-¿Me desprecia por lo que soy?... Un día

serás rechazado por alguien peor que yo...

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Aquello penas fue un murmullo, pero llegó

claramente a sus oídos.

De inmediato y como para evitar algo peor,

sonó el alarma que llevaba consigo por lo que

Knight continúo caminando dejando atrás al

resentido. Tenía cosas mejores que hacer pero

aquella acción le había causado disgusto.

Antes de abandonar la ciudad ordenaría al

Guer castigar severamente al osado Mir.

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ث

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6.6.

Unas cuántas semanas después, se

encontraba celebrando en compañía de sus

camaradas por su reciente y exitoso tratado,

en uno de los bares más concurridos de

Valkiria. Sus camaradas SS bebían elixir

acompañados de una especie de alucinantes

comunes en Oslo. Pero ese día en particular,

sólo pretendia relajarse un poco, tenía algunas

ordenes en su cabeza, pretendía implementar

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Crónicas de Oslo: La Sangre – W. J. Ralde

un control riguroso en la seguridad de su

nave. No era en algo que en su posición de

diplomático debiera poner atención y mal

gastar tiempo, sin embargo pretendía tener el

control de todo cuanto le rodeaba. Unas

semanas atrás había notado ciertos hurtos en

su nave. Sospechaba de algunos Mirs, que

trabajaban en secreto para el cardenal.

Pretendía llegar al fondo de ese asunto. En eso

ocupaba su mente mientras bebía sorbo a

sorbo el elixir de su copa. Vió que el mismo

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cardenal se le acercaba para brindarle una

copa de roses buy tan fino que no debía

rechazarlo.

Aceptó y brindaron juntos, sintiendo de

inmediato el delicioso efecto relajante olvidó

en lo que estaba pensando minutos antes,

comenzaba a disfrutar del resto de la reunión.

Más tarde por efecto del licor sus ya

desinhibidos camaradas se encargaron de

reunir a sus Semis en el medio del salón,

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dónde éstos, carentes de pudor comenzaban a

tocarse de manera inapropiada. Notó de

inmediato que este tipo de espectáculo era

común entre ellos, porque nadie se quejaba y

menos expresaban algún rechazo.

“No voy a aguar mi propia fiesta”

Se decía por dentro, desviando su mirada

más para controlar su fuerte temperamento.

Sin embargo, menos aún deseaba presenciar

aquellos actos lascivos, incentivados por sus

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camaradas.

Decidió que era tiempo de volver a casa.

Llegó hasta la puerta sin saber que por detrás

el cardenal lo detendría.

-No te vayas. Recuerda que festejamos tu

éxito.

Sabía que entre líneas existía un mensaje

claro. Frustrado por no poder hacer lo que

quería volvió nuevamente a ocupar su lugar.

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Crónicas de Oslo: La Sangre – W. J. Ralde

Más tarde, cuando todo a su alrededor se

ponía más lascivo... y denso, desviar la mirada

no le era suficiente, sentía demasiada aversión,

pero ésta vez el cardenal volvió a acecharle.

-¿Por qué no participas con nosotros?-

preguntó el cardenal.

-Es ilegal.- respondió después de beber el

elixir que tenía en la mano.

-Es ilegal el contacto con ellos, pero no entre

ellos.- aclaró, con su cálida sonrisa.

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Era cierto, pero aún así le causaba

demasiado aversión.

Sin embargo era consciente de que si no

demostraba cierta camaradería, en algún

momento le podrían quitar su apoyo y algo

que un SS, valoraba demasiado era el apoyo de

sus hermanos SS, Sólo por eso lo toleró y volvió

a ocupar el sillón de antes, desde dónde

contemplaba una vez más a los Semis que no

llevaban nada encima, ni una sola ropa que

cubriera sus partes sexuales. Al parecer

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Crónicas de Oslo: La Sangre – W. J. Ralde

carecían de vergüenza, no intentaban cubrirse

y siempre se mostraban sumisos con sus

propietarios, lo que de alguna forma le

causaba molestia. Desvió la mirada y sus ojos

se toparon con uno de sus camaradas que

torpemente intentaba destapar otra botella de

elixir, y al conseguirlo se acercó al grupo de

dóciles Semis e hizo que en el vientre de cada

uno se vertiera un chorro, luego derramó

sobre ellos polvo de ang, que era una droga

selecta y fina que sustraían de algunas plantas

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Crónicas de Oslo: La Sangre – W. J. Ralde

marinas. Invitó a los demás a que fueran a

consumirlas.

Para cuando se dio cuenta todos a su

alrededor aguardaban a que se les uniera al

juego. Sólo que no tenía ninguna sola

intención de participar. Cuando iba a decir

algo al respecto, notó que todos tenían la

mirada fija en la puerta lateral. Al principio no

notó nada fuera de lugar, hasta que ésta se

abrió por completa y vio ingresar nuevamente

al cardenal. Traía consigo a un Semi que a

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simple vista se trataba de uno tan común

como los demás. De hecho nada relevante, sin

embargo, cuando el cardenal se lo puso al

frente, reconoció de inmediato esos ojos. ¿Qué

broma era esa?, comenzó a preguntarse por

dentro.

-Como te diste la molestia de cazarlo tu

mismo, decidimos que te correspondía tenerlo

como trofeo. Es un puro.- reveló el cardenal.

Como si eso le importara.

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Crónicas de Oslo: La Sangre – W. J. Ralde

Movió la cabeza de forma negativa, no

estaba dentro de sus planes tener uno y todos

ellos estaban al tanto del porqué. Lo consideró

una broma de mal gusto, enseguida bebió de

un sólo golpe una copa entera de elixir y casi

estrelló la copa en la mesa. Ya no tenía ningún

interés por controlarse, estaba bastante

irritado. Para evitar algún pleito decidió

abandonar el lugar, pero la mirada

manipuladora del cardenal hizo que lo dudara

nuevamente.

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Crónicas de Oslo: La Sangre – W. J. Ralde

-Si no lo quieres no hay problema... Pero al

menos debes beber de él.- agregó el cardenal,

al verle la cara inexpresiva.

Todos los presentes observaban atentos cada

gesto suyo.

Tenía dos salidas:

Si bien no era su obligación hacerlo; se

negaba y perdería la camaradería y la

simpatía de los SS. Si lo hacía, les demostraba

que no tenía ningún punto débil, con esto sólo

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Crónicas de Oslo: La Sangre – W. J. Ralde

podría ganarse su apoyo incondicional.

Después de todo, de eso se trataba todo

aquello, ya llegaría el momento de juzgarlos y

si debía hacer algo que no le agradaba para

conseguirlo, lo haría, después de todo, era

superior a todos ellos.

Por dentro se había armado de valor, y con

el semblante de siempre, aceptó. Se fue

acercando al cuerpo arqueado ya del tímido

Semi.

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Crónicas de Oslo: La Sangre – W. J. Ralde

Cuando estaba a punto de hacerlo, el Semi,

que ignoraba las reglas de etiqueta en Oslo, al

verle a la cara y se levantó de golpe.

-¡No eres mi dios!- gritó el atrevido Semi.

Lo había rechazado. Ese sub-humano, lo

había humillado y rechazado en frente de

todos.

Knight sintió de pronto que todo el efecto

del elixir se había esfumado de su cuerpo,

dejándole un mal sabor en la boca, mientras

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Crónicas de Oslo: La Sangre – W. J. Ralde

los presentes se alejaban incómodos, evitando

cruzar sus miradas con él.

A unos cuantos metros, el Semi causante de

todo aquello luchaba por soltarse, aunque

nadie pretendiera detenerlo, hasta que de

alguna forma consiguió soltarse, sin dudarlo

corrió como pudo hasta la puerta de metal por

dónde había entrado. Ignorando cómo hacer

para abrirla comenzó a arañarla, como si

haciendo eso pretendiera huir.

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Crónicas de Oslo: La Sangre – W. J. Ralde

El cardenal había elegido bien, de todos los

Semis, éste era el más rebelde. Era perfecto

para alguien como Knight, por ello, desde su

posición admiraba complacido y en completo

silencio toda la escena.

Unos minutos después Knight, controlando

la ira que bullía dentro suyo, comenzó a

caminar lentamente hasta llegar al salvaje.

Tomó la cadena que aún arrastraba de sus

manos y haló hacia atrás. El Semi al caer al

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Crónicas de Oslo: La Sangre – W. J. Ralde

suelo, de forma ridícula comenzaba a luchar,

gritando cosas que nadie más podía entender.

Knight lo arrastró sin tener el mínimo cuidado

hasta el centro del salón, luego le colocó las

cadenas y le devolvió a la posición anterior.

Él mismo, con sus propias manos vertió en

su vientre el elixir y el ang y con toda calma

lamió cada centímetro de la droga, sintiendo

también el sabor de la carne del Semi que se

entre mezclaba con el elixir y el ang,

convirtiendo el sabor en algo demasiado

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Crónicas de Oslo: La Sangre – W. J. Ralde

exquisito para cualquier SS.

Todos los presentes en completo silencio,

eran testigo mudo de aquél acto de poder, y

seguramente pensaban que las palabras que

aquél Semi le había lanzado, no significaban

nada para él, pero era todo lo contrario.

Cuando el cardenal vio que era demasiado

el tiempo que Knight lo tenía sujeto, se acercó

con la intención de tomar control del Semi.

Pretendía sacarlo del lugar lo antes posible, sin

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embargo era demasiado tarde, Knight no iba a

soltar esas cadenas demasiado fácil.

-Yo lo llevo, Knight...- dijo el cardenal,

aguardando a que le cediera las cadenas.

-He cambiado de opinión... me lo quedo.

Esto no lo había previsto nadie, ni siquiera el

propio cardenal. Que Byron Knight acepte en

nada menos que en su casa a un Semi, era

digno de ser admirado. Knight quién siempre

había tenido una firme y abierta oposición a

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tener a seres inferiores entre ellos, aceptó

tener uno en su poder.

¿Aquello era un acto de poder... o la señal de

un cambio en él?

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Crónicas de Oslo: La Sangre – W. J. Ralde

ث

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Crónicas de Oslo: La Sangre – W. J. Ralde

7.7.

En toda época y en todo lugar, el encuentro

entre dos seres humanos o no, es una apuesta

de riesgo emocionante y dramática.

Dependiendo de con quién uno se encuentre,

la suerte puede sonreír como darle cruelmente

la espalda.

¿Hacia qué lado se inclinará la balanza?

Nadie puede saberlo, ya que no existe

ningún conocimiento o teoría establecida que

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Crónicas de Oslo: La Sangre – W. J. Ralde

explique la conexión espiritual entre dos

personas.

Ya sea a propósito o accidentalmente, éste

encuentro da lugar al comienzo de algo

nuevo; amistad, traición, amor, odio,

sufrimiento, tristeza, muerte. Lo busque o no,

nadie puede permanecer jamás inmaculado.

Una noche hace poco más de un año Ahyran

se encontró por primera vez con Byron

Knight.

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Crónicas de Oslo: La Sangre – W. J. Ralde

“Nadie me llevará”

Era lo que solía repetirse a sí mismo en

aquellos tiempo.

Hasta que lo tuvo a centímetros, supo cómo

lucían los dioses... No pensaba en nada, su

mente estaba en blanco. La belleza de ese dios

era paralizante tanto que por un instante,

pensó que ya no podría respirar jamás. Buscó

en sus gélidos ojos algo que no encontró... tal

vez en el fondo de su corazón albergaba la

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Crónicas de Oslo: La Sangre – W. J. Ralde

esperanza de ser aceptado por él, o quizás sólo

pretendía confirmar que ante sus ojos no era

nada más que basura.

De todas formas, ahora lleno de una furia

salvaje e indomable, luchaba por su libertad.

Inútilmente, porque ese dios era mucho más

fuerte que él.

Por unos segundos creyó ver una sonrisa en

ese rostro inexpresivo. Inseguro de lo que

significaba, casi se dio por vencido.

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Crónicas de Oslo: La Sangre – W. J. Ralde

-¿Por qué no peleas?... Es lo único que me

divierte...- dijo Knight, sin poder evitar la risa.

Defraudado, reaccionó, no quería, no podría

jamás darse por vencido ante alguién así.

Era la segunda vez que se topaba con sus

ojos gélidos e hirientes...

Cuando lo reconoció quiso morirse de

inmediato. Sabía muy bien que aquellos ojos

gélidos lo despreciaban o al menos no

demostraban lo contrario...

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Crónicas de Oslo: La Sangre – W. J. Ralde

¿Era acaso una burla pertenecer al dios que

le había quitado la libertad?

Ésa vez había conseguido herirle el rostro,

aún recordaba la sangre rojo intenso brotando

por su piel blanca, y sus palabras... le había

dicho que aquello no quedaría así.

Pero él no estaba aún listo para comprender

porqué le había dolido en el alma escuchar

que ese dios lo rechazaba. Por eso, cuando

tuvo oportunidad de devolverle el golpe, no lo

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dudó y ahora estaba seguro que había llegado

a su fin.

Pero... mejor muerto, ¿No?

No sabía muy bien lo que le esperaba, pero

estaba seguro que no un buen trato, después

de todo aún siendo un Semi entendía lo que

había hecho.

Alguien llamó al dios cruel, Byron Knight,

mientras éste le llevaban casi a rastras al

transportador más grande que había visto en

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toda su vida.

Por un instante se atrevió a mirarlo de reojo,

y comprobó una vez más que era diferente a

los otros.

“Más hermoso y letal.”

Comenzaba a creer que tal vez la hermosura

de los dioses era la medida de su maldad, sin

estar seguro de que sea del todo cierto, no iba

a dejar de luchar.

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Cuando llegaron a lo que parecía el hogar

del dios, un Sim los esperaba en la puerta y a

pesar de que éste saludaba con respeto, Byron

Knight ni siquiera le dirigió la mirada.

-Encárgate de esta bestia.- ordenó

malhumorado.

Pasó de largo hasta abandonar el living. El

Sims de cabellos azules hizo un ademán de

haber entendido. Parecía acostumbrado a ser

ignorado, pero cuando sus ojos recayeron en

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Crónicas de Oslo: La Sangre – W. J. Ralde

él, tuvo la sensación de que le tenía lástima.

El cielo incandescente mostraba sus tonos

plomizos, con sus rayos multicolor y truenos

sonoros, aquello era algo poco común en

Desmir después de una terrible época de calor,

al fin llegaba la lluvia ansiada.

Ahyran, encerrado en una habitación lujosa

y desde una posición privilegiada, apreciaba

por primera vez en su vida semejante

espectáculo. Le volvió a la mente la mirada de

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Knight.

“Frío como la lluvia... dios frío”

De inmediato sintió un estremecimiento en

el vientre. No, no era hambre, lo que sentía era

algo más fuerte y dañino.

Pero no fue sino hasta el día siguiente que lo

volvió a ver. Sintió su presencia demasiado

fuerte e intensa. Incluso cuando estaba

soñando...

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Crónicas de Oslo: La Sangre – W. J. Ralde

Cuando abrió los ojos no le sorprendió

descubrir que el dios frío; Byron Knight le

contemplaba, Pudo notar que su mirada

aunque serena, no dejaba de ser fría. Hizo que

se incorpore de un salto y busque resguardo...

Pero más allá de la pared, ya no podía

avanzar. Aalgo en su interior le decía que no

se diera vuelta, que evite a toda costa mirarlo a

los ojos, pero se dio cuenta que estaba

actuando como un completo idiota, Knight ni

siquiera se había molestado en acercarse a él.

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Crónicas de Oslo: La Sangre – W. J. Ralde

-¿Ese es el comportamiento de los de tu

especie?- preguntó por primera vez Knight,

con una clara sonrisa de sarcasmo.

Invadido de una furia incontrolable, Ahyran

quiso decirle un par de insultos, pero se

contuvo, mordiéndose los labios para no

contestar. Sólo así se quedó en silencio.

Bastó sólo un par de segundos para que

Knight llegara hasta él. Ahora lo tenía

demasiado cerca, una vez más... quiso

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Crónicas de Oslo: La Sangre – W. J. Ralde

retroceder, pero el frío de la pared le recordó

que él mismo se había colocado en esa tonta

posición.

Sin embargo notó que Knight se mantenía

sereno, estaba mostrándole un objeto largo,

negro y pequeño.

Luego con toda confianza tomó su brazo

derecho y le dio un golpe bastante suave con

el objeto, el que se quedó pegado a su brazo. Al

darse cuenta que no podría sacárselo de

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Crónicas de Oslo: La Sangre – W. J. Ralde

encima, comenzó a arañar su propia piel como

si con eso lograra algo.

-Pierdes el tiempo, es un sello.. explicó

Knight, viendo cómo se lastimaba, mientras

sonreía pensando en lo iluso que era-Un sello

es indestructible, sirve para identificar al

objeto.- agregó al final.

-¡Yo no soy ningún objeto!- gritó Ahyran,

dedicándole una mirada furiosa.

-Te volviste uno al humillarme delante de

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Crónicas de Oslo: La Sangre – W. J. Ralde

todos.- sentenció Knight, sin cambiar la

entonación de su voz.

-¡No soy objeto!

-Eres mi objeto.

-¡Dije que no soy objeto de nadie!- gritó y

su grito llegó hasta los oídos de todos los Sims

de la casa.

De pronto lo tenía nuevamente a

centímetros de su cara,. Sólo que ésta vez, en

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Crónicas de Oslo: La Sangre – W. J. Ralde

su rostro logró descifrar... ¿Acaso ira?

No, era desprecio, pero ya no le importaba,

quiso soltarse, inútilmente porque lo tenía

encima,. Lo había derribado y ambos estaban

en el suelo.

-Escúchame... me perteneces y es algo que

yo nunca quise. De hecho, eres responsable de

todo esto... tú lo buscaste ¿Cierto?

Tal vez tenía razón pero Ahyran aún no era

consciente de ello y lo que lo negó agitando la

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Crónicas de Oslo: La Sangre – W. J. Ralde

cabeza.

-¿Cómo podría querer servir a alguien

como tú?- volvió a gritar, rebelde.

Vio que una sonrisa se dibujaba en la cara

de Knight, pero estaba lejos de ser una sonrisa

de felicidad.

Comenzó a temer al verlo así, pero no se lo

iba a demostrar jamás, por que además sentía

algo que era mucho más fuerte todavía, esa

sensación al estar demasiado cerca suyo, hacia

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que su cuerpo se descontrole de una manera

extraña..., que debía ocultar.

Creyó que iba a ser castigado con sus

propias manos, en cambio sintió la suavidad

de ellas.

No, de hecho estaban cubiertas con guantes

blancos, acariciándole la mejilla.

Knight notó que en el rostro del salvaje, se

reflejaba ira en su propia esencia... Era algo

extraño y nuevo para él... Sentía ganas de

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Crónicas de Oslo: La Sangre – W. J. Ralde

someterlo con sus brazos y ver hasta dónde

llegaba esa furia salvaje.

No podría decir que no le fascinaba tenerlo

así, aunque se gane a cambio unos cuantos

golpes, sabía muy bien que era la fuerza

máxima de un Semi que para él era apenas

nada.

Sonrió al momento de sujetarlo por la fuerza

y como esperaba... no se lo pondría nada fácil.

-Sigue así y no me quedará más remedio

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Crónicas de Oslo: La Sangre – W. J. Ralde

que castigarte.

-¡Déjame ir!- gritó el salvaje.

-Dime... ¿Qué significado tiene tu libertad,

sin un propósito?, ¿Prefieres vagar sin rumbo

gritando al viento que eres libre?, ¿No es un

sin sentido, frívolo y vacío?- susurró en sus

oídos.

Mientras Ahyran que podía sentir su propia

respiración exaltada, intentaba controlar ese

estremecimiento que le provocaba la fricción

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Crónicas de Oslo: La Sangre – W. J. Ralde

con el bello rubio.

-Sólo déjame ir... haré lo que me pidas.-

comenzaba a desistir.

Pero más que una proposición era una

súplica. Ya no podía soportar más el poder que

sus gélidos ojos azules ejercían sobre él.

Intentaban doblegarlo... Rompiendo en mil

pedazos lo único que poseía: Su orgullo.

-No sé...- respondió Knight, claramente

burlándose.

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Crónicas de Oslo: La Sangre – W. J. Ralde

-Dime qué quieres... y lo haré.- insistió el

Semi.

-Y eso... ¿Sólo para volver a vivir como un

animal salvaje?

-Sí.

-Entonces... ¿Prefieres esa vida, a la que

podrías tener aquí?

-¡Sí!

Ésta vez Ahyran notó que su expresión había

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cambiado. Tal vez al escuchar aquello dañaba

su ego de SS, pero no era tan fácil como se lo

planteaba, en ese momento sólo podía pensar

en volver a su hoyo y nada más...

-Suéltame, haré lo que me pidas... sólo

déjame ir.- dijo casi suplicando, una vez más.

-¿Tanto anhelas tu falsa libertad, que no

dudas en entregar tu cuerpo?... ¿Es así?

-Mi cuerpo no me importa, no es la primera

vez que lo usan...

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Crónicas de Oslo: La Sangre – W. J. Ralde

-Y pretendes que álguien como yo... ¿Toque

tu cuerpo?

-Sé de SS que pagarían lo que sea por estar

con alguien como yo.- dijo con orgullo.

-Yo no soy como ellos.

Ahyran se quedó callado porque de algún

modo sabía que era cierto.

-Pero eres un SS después de todo... ¿O, no?-

insinuó como si conociera el punto débil del

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arrogante Knight.

Al escuchar eso, knight lo arrojó hacia la

cama.

El cuerpo del Semi ahora estaba quieto. Esos

ojos oscuros le miraban expectantes queriendo

comprender lo que pasaba.

Pero él no se movió de su lugar, lentamente

desnudó sus blancas manos, dejando en el piso

los guantes que siempre llevaba puesto.

Avanzó hasta llegar al pie de la cama, dónde

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contempló al Semi indefenso.

-No olvides que fuiste tú el que me

presionó...-mientras susurraba en los oidos,

imperturbable, iba desvistiéndole-...Espero que

sepas que no debes empezar algo que no

puedas terminar.

Quedó al descubierto la desnudez

bronceada del lánguido cuerpo, aun así a

pesar de su aspecto descuidado, las perfectas

proporciones de sus miembros lo hacían

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tremendamente sensual ante sus gélidos ojos

claros.

Envuelto en un mar de hermetismo, lo

contemplaba.

A pesar de su arrogancia y claro desprecio,

estaba a punto de probar el fruto prohibido...

¿Era consciente de ello?

Algunos segundos más tarde, como saliendo

de una ensoñación se detuvo. Dejó de

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inmediato la habitación, caminó en completo

silencio hasta llegar a su recámara.

Necesitaba estar completamente a solas,

porque era consciente de lo que le estaba

ocurriendo por dentro.

En sus claros y fríos ojos por primera vez se

reflejaban la necesidad secreta de tenerlo...

Giró como si quisiera dejar de sentirlo, pero

se topó con su propia imagen reflejada en el

espejo, revelándole el grado de obsesión que

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estaba adquiriendo por el Semi... dejó de

pensar inmediatamente en aquello... Pero ya

era demasiado tarde... la idea de jugar con él,

crecía como una bola de fuego en su interior.

Las comisuras de sus labios ahora se

curvaban hacia abajo. No hacia falta verle a

los ojos pasar sentir la necesidad que se

acumulaba en su cuerpo... Bajó la mirada,

pretendiendo negárselo a sí mismo. Mientras

sus rebeldes cabellos dorados caían en su

rostro... ¿Era a caso la clara señal de su

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derrota?

Se quedó en esa misma posición por un

largo tiempo.

-¿Para qué voy a perder el tiempo en

doblegar tu cuerpo... Si puedo controlar tu

mente?

Diciendo esto alzó la mirada. Ésta vez

sonreía.

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Lee el primer capítulo del siguiente libroCrónicas de OSLO: La Carne

¡Suerte!

La Carne

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Próximo libro:

Crónicas de OSLO: La Carne ¡Espéralo!

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Bibliografía:

Serie Sin LímitesSin Límites vol 1 (2013)Sin Límites vol 2 (2014)Sin Límites vol 3 (2014)Sin Límites vol 4 (2014)Sin Límites vol 5 (2015)

Crónicas de OSLO1. Crónicas de OSLO, La Sangre (2015)2. Crónicas de OSLO, La Carne (2015)3. Crónicas de OSLO, El Pecado (201?) 4. Crónicas de OSLO, Redención (201?)

RedlovERedlovERedlovE 1 (2015)

-Otros títulosEn La Carretera (2014) Greg (2014)

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