Cristianismo, socialismo, capitalismo helder camara

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HÉLDER CÁMARA

CRISTIANISMO SOCIALISMO

CAPITALISMO

SEGUNDA EDICIÓN

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Tradujeron Ángel García Fluixá y Alfonso Orti?. sobre los originales inglés e italiano

Cubierta y maquetación: Luis de Horna

© Desclée de Brouwer, 1973 © Ediciones Sigúeme, 1974

Apartado 332 - Salamanca (España) ISBN 84-301-0579-4

Depósito Legal: S. 211-W74 Printed in Spain

CONTENIDO

Presentación 9

1. Cristianismo, socialismo y capitalismo 11

2. Las minorías abrahámicas y las estructuras de

la iglesia 22

3. El desarrollo de las estructuras de opresión.. 34

4. Vida abundante 46 5. La iglesia se enfrenta a las injusticias de nues­

tro tiempo 49

6. Una amistosa charla con los ingleses 58

7. Los cristianos y las injusticias de hoy 64

8. ¿Desarrollo o liberación? 74

9. Un pacto digno de coronar nuestra marcha.. 81

10. ¿Comunidad europea o imperio europeo?... . 93

11. La degradación de los mundos y la urgente renovación de la faz de la tierra 104

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I

PRESENTACIÓN

La iglesia católica ha tenido a través de su larga historia muchos hombres y mujeres valiosos a los que se les ha malen­tendido. Esto se aplica sobre todo a los santos. Y hasta ha habido fundadores de órdenes religiosas que han tenido que su­frir la desobediencia de sus propios hijos e hijas. No sorprende pues que a un hombre del calibre del arzobispo Hélder Cámara algunos católicos excelentes le consideren sospechoso e incluso le traten hostilmente. No creo sin embargo que a él se le deba censurar por eso. Realmente, él es la víctima de sus defensores extranjeros. Cuando se escriba la historia de la iglesia de la América latina contemporánea se demostrará que, a pesar del celo de muchos sacerdotes y monjas, los misioneros extranjeros que predican más política que religión han hecho muchísimo daño.

Este error jamás lo ha cometido el arzobispo de Recife. Es posible que a algunos sus sermones y conferencias les parev^ can desvarios de demagogo, pero si se estudian cuidadosamente se verá que se asemejan más a homilías. El arzobispo no es mar-xista. No busca la salvación en la Unión Soviética o en la China roja, como tampoco la procura en Washington o Londres. No considera más cristiana la economía del capitalismo que la del

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comunismo. Por otra parte importa hacer hincapié en que su libro de texto no es El Capital sino el evangelio. Si queremos entender a Hélder Cámara, en ve% de leer lo que escriben sobre él sus amigos y defensores debemos leer sus propias palabras.

Interesa saber que el arzobispo es más un hombre de ora­ción que un hombre de acción. Puede parecerle a alguien que se pasa la mayor parte del tiempo viajando alrededor del mundo, pero la verdad es que raramente se ausenta de su diócesis y cuando lo hace es sólo para breves y rápidas visitas al exterior. Casi nunca se acuesta tarde y siempre se levanta temprano para re%ar. Probablemente el fervor de su vida espiritual hace más que su elocuencia por aquellos que sufren injusticias.

ARZOBISPO DE WESTMINSTER

1. Cristianismo, socialismo, capitalismo *

Hay mucha gente que, enfrentada a los abusos per­petrados por el capitalismo que ignora el estado de los millones de seres humanos que viven en condiciones infra-humanas en el tercer mundo, se inclina por volver al socialismo para la liberación de la humanidad.

Para justificar sus esperanzas suelen señalar el éxito del socialismo marxista en Rusia y China como ejemplos perfectos de lo que quieren decir. Es cierto que en unos cincuenta años Rusia ha transformado su posición me­dio feudal convirtiéndose en una superpotencia que ri­valiza con los Estados Unidos. En menos tiempo todavía, y a pesar de las presiones masivas que ha debido soportar, China ha alcanzado una posición que tanto los Estados Unidos como Rusia consideran amenazadora.

No obstante, una perspectiva imparcial debe reco­nocer que para obtener estos resultados tanto Rusia

* Conferencia pronunciada en Krone Bau de Munich el 20 de junio de 1972.

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como China han expuesto al socialismo a graves distor­siones.

Rusia se ha hecho tan imperialista como cualquier otra superpotencia capitalista. Moscú tiene sus satélites sobre los que impone por la fuerza su modelo único de socialismo. Cualquiera de ellos que trate de apartarse de la línea trazada por Rusia se halla expuesto a la tritura­ción, como sucedió con Hungría y Checoslovaquia. Es­tos satélites tienen que proporcionar sus productos in­dustriales a Rusia a bajos precios, de la misma manera que los satélites de los bloques capitalistas se ven for­zados a suministrar a éstos sus materias brutas también a bajos precios.

En la misma Rusia existe aún el dualismo de partido y pueblo. Incluso después de la fase de destalinización, la tecno-burocracia estalinista se sostiene firme en el poder.

China intentó eliminar este dualismo y para ello me­diante la revolución cultural eliminó la autoridad de los mandarines, aunque sin esperanza, al estar basada en la divinización de Mao y ser impuesta por la fuerza bruta. Además los maoístas de todo el mundo que quisieran imponer la solución china por la fuerza olvidan que China se rebeló contra Rusia con el fin de buscar su propia forma de socialismo.

Aunque parecen rivales, la verdad es que China está aprendiendo muy de prisa todas las lecciones del super-poder ruso:

— como todos sabemos hoy muy bien, las grandes potencias interesadas en mantener sus zonas de influen­cia a lo largo de todo el mundo son las que básicamente originan las guerras entre los países pequeños. Dicho interés es el que induce a Rusia y a los Estados Unidos a

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provocar y sostener dichas guerras en las que China está también implicada, especialmente en Asia;

— China es miembro del Club nuclear; — en la reunión de la UNCTAD (un intento de diá­

logo entre las naciones ricas y las naciones pobres cele­brado en Santiago de Chile en abril y mayo de 1972), China se alineó con las naciones subdesarrolladas y no desperdició ninguna oportunidad de denunciar el im­perialismo de los Estados Unidos y de Rusia. Sin embargo tuvo muchísimo cuidado en no contraer ningún com­promiso respecto al tercer mundo.

Pero tan errado sería rechazar el socialismo debido a sus perversiones en Rusia y en China, como aceptar por socialista el neo-capitalismo que en algunos países se llama a sí mismo socialismo o los partidos políticos que usan la etiqueta de socialistas.

El socialismo verdadero requiere la socialización de las posesiones, el conocimiento y el poder. Además, por su misma naturaleza no puede imponerse por la fuerza. Es posible que algunos pregunten irónicamente que en qué parte del globo se ha ensayado esta utopía. Lo único que podemos decir con tristeza es que esos no tienen espíritu de averiguadores y que no saben otra cosa sino seguir caminos muy trillados. En la actualidad nos en­contramos en un atolladero. En un lado tenemos al ca­pitalismo cuya ley suprema es el beneficio, por encima de cualquier consideración moral. Esto es contrario al evangelio y tiene horribles consecuencias. En el otro lado está el socialismo, viciado por serias deformaciones. La única salida posible radica en un socialismo en el que la verdadera realización de cada individuo sirva a la rea­lización de todos. Debe ser un socialismo que sea uno en sus objetivos generales pero muchos para adaptarse a las

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aspiraciones, necesidades y culturas de los distintos pueblos.

¿Qué pensamos nosotros de aquellos que demuestran un horror instintivo al socialismo y que en él ven al anti-Cristo o al peor de todos los males posibles ?

Aquí nos enfrentamos a uno de los más astutos ma­nejos del capitalismo. El capitalismo es inhumano y ma­terialista hasta la médula de sus huesos, pues pone al capital por encima de los seres humanos y hace del be­neficio su propósito supremo. Sin embargo, tiene la as­tucia y la habilidad de no presentarse jamás como ma­terialista.

Una vez que se establece el beneficio como la mayor preocupación del sistema y se coloca en manos seguras la toma de decisiones, el neo-capitalismo comienza en­tonces a mostrar un interés social y a crear una aparente democratización del capital.

Por otro lado Marx creía, erróneamente, que la re­ligión estaba necesaria e inevitablemente ligada a la alie­nación puesto que predicaba la paciencia, la aceptación de la injusticia y la explotación con el fin de obtener un premio en el cielo. Igualmente equivocado proclamó que sólo el materialismo dialéctico podría suministrar un apoyo seguro y científico al socialismo.

Desde luego es evidente que, para el contento de los capitalistas, el cristianismo no se ha preocupado todavía por aclarar el nombre del socialismo. Incluso hoy a al­gunos católicos se les hace difícil declarar que son so­cialistas a pesar de que en ciertos lugares hay regímenes socialistas que ni son materialistas ni quieren serlo. Ahora sabemos que la religión no tiene ninguna cone­xión obligada ni necesaria con la alienación. Precisa­mente es todo lo contrario: los cristianos, inspirados por

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sus creencias religiosas y en el nombre del evangelio, demandan la paz y los rápidos y profundos cambios en las estructuras que dominan y esclavizan a la humanidad. En cuanto a la vergüenza, ya fuera de lugar, de algunos católicos de llamarse a sí mismos socialistas, no olvide­mos que en la época de la monarquía absoluta y del de­recho divino de los reyes las palabras «república» y «de­mocracia» estaban en la lista negra.

Como sistemas, el capitalismo y el socialismo son culpables en la práctica de crímenes espantosos contra la humanidad. Pero debemos hacer una distinción. La ma­nera en la que el capitalismo aplasta al hombre es más sofisticada y sutil y procede de la misma naturaleza del sistema, mientras que las bárbaras crueldades que ha co­metido el socialismo ruso y chino son crímenes contra el verdadero socialismo.

¿Qué podemos pensar de la pretensión estadouni­dense de estar sacrificando miles de jóvenes vidas ameri­canas y matando incluso más millares de vietnamitas para salvar al mundo de la esclavitud comunista? Cita­mos el caso de Vietnam porque es el más escandaloso, pero la verdad es que nuestros hermanos de los Estados Unidos van por todo el mundo matando y siendo mata­dos siempre con el pretexto de salvar al mundo libre.

Permítasenos ahora aclarar bien este punto. Como ya se ha indicado, Rusia y China gobiernan con vara de hie­rro y aplastan cruelmente cualquier oposición. Tratan de mejorar el bienestar material pero predican el ateísmo militante. Lo máximo que están dispuestos a permitir es una «religión de sacristía» limitada a los actos de culto. Ejercen un absoluto control sobre la propaganda reli­giosa y crean un régimen de desconfianza, intriga y temor. Pero tenemos que proclamar incesantemente que estos regímenes constituyen una traición al socialismo.

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Sin embargo, si examinamos de cerca el sistema capi­talista nos daremos cuenta de que también es culpable de incontables aplastamientos de seres humanos. Cada día que pasa se hace mayor el abismo que existe entre las naciones ricas y las naciones pobres. Es injusta la suge­rencia de que estas naciones son pobres porque son de color, ignorantes, no les gusta trabajar, son deshonestos y se multiplican como conejos. Las naciones pobres son cada vez más pobres simplemente porque las aspiracio­nes capitalistas son culpables de las injusticias que se producen en su política de comercio internacional, po­lítica que atenta contra el bien de la humanidad. Las na­ciones capitalistas proclaman los planes de desarrollo, garantizan el uno por ciento del producto nacional bruto para ayudar a las naciones pobres y establecen para éstas unos programas de socorro. Pero la verdad es que luego cogen con la mano izquierda bastante más de lo que han dado con la derecha.

Sí, vivimos en un mundo libre pero que alguien trate solamente de hablar sobre los derechos y contra la injus­ticia y en seguida le colgarán la etiqueta de sospechoso, subversivo y comunista, y eso en el nombre de la lucha contra la amenaza del comunismo y de la seguridad na­cional. Limosnas, sí. Ayuda, también. Pero si alguien trata de defender sus derechos y de cumplir con sus obli­gaciones eso es ir contra el orden social, eso es comu­nismo.

Para eliminar el comunismo las dictaduras de la de­recha se hallan tan dispuestas y son tan malas como las dictaduras de la izquierda y la verdad es que utilizan mé­todos que no difieren en nada de los que usaron Stalin y Hitler. Debemos notar asimismo una deformación moral y psicológica más curiosa todavía: las mismas personas

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que tiemblan asustadas al pensar en las crueldades del comunismo se hallan dispuestas a aceptar e incluso apro­bar y promover las mismas crueldades en nombre del anti-comunismo.

Sí, pero... ¿no es cierto que en los países capitalistas hay libertad de expresión, una prensa libre y sobre todo libertad religiosa? La respuesta es que en los regímenes capitalistas la negación de la libertad es más sutil y so­fisticada. Por ejemplo, si en los Estados Unidos hubiera un cura o un obispo que tuviera a su cargo un programa de televisión con una gran audiencia, y empezara un día a luchar contra el racismo y a denunciar las injusticias exigiendo cambios sociales de una manera pacífica pero resuelta, ¿qué creen que pasaría? Claro que hay libertad de expresión en la televisión, pero las grandes firmas que financian los programas exigirían inmediatamente que el «agitador», el «subversivo» fuera silenciado y echado a la calle.

¿Es posible hablar de libertad de prensa cuando las grandes corporaciones internacionales se están tragando, están dominando y controlando a las firmas más pequeñas, y esto se nos presenta como una operación inocente? ¿Es aceptable el proyecto de que antes del año 2000 habrá solamente trescientas corporaciones internacionales po­derosas que controlarán al mundo?

En cuanto a la libertad religiosa, la religión sólo man­tendrá su actual posición si ayuda a mantener lo que se llama orden social, sin atreverse a examinar si eso en rea­lidad no esconde monstruosas injusticias y verdadera­mente no es más que un pseudo-orden. Si la religión se atreve a adoptar una postura y a protestar contra la injus­ticia y a pedir un orden social más justo y más humano, perderá su posición así como el apoyo de los grandes de

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este mundo. En seguida será sospechosa y se la clasificará entre los subversivos y los comunistas.

Finalmente, si comparamos el mundo capitalista con todas sus injusticias, con el mundo socialista en el que la negación de la libertad es absoluta, ¿no es un mal menor inclinarse por el capitalismo y apoyarlo y defenderlo? Luego uno podría trabajar para corregirlo y mejorarlo.

Tengamos la valentía de encarar este argumento. En la actualidad tanto el capitalismo como el socialis­

mo tienen muy poco que echarse en cara. A pesar de lo improbable que pueda parecer, al menos

en teoría el socialismo es más humano y está más cerca del espíritu del evangelio. Todavía más inverosímil qui­zás, a causa de su intrínseca preocupación por el benefi­cio el capitalismo es completamente inhumano. Cuando tiene que elegir entre el capital y el hombre siempre esco­ge el capital y no titubea ante el daño que eso pueda causar a los seres humanos. El pretexto es que este siste­ma opera únicamente a nivel económico y no le intere­san las consideraciones morales. Todo lo que reciben sus víctimas son las migajas que caen de la mesa del rico.

El peor de todos los errores es creer que con el fin de eludir las graves perversiones del socialismo es esencial adoptar el sistema capitalista. ¿Es realmente un mal menor adoptar el capitalismo? Es posible que reduzca la morta­lidad infantil pero sólo para condenar a los que sobreviven a una vida que es menos humana. ¿Un mal menor cuando la cantidad que concede como ayuda es sólo una gota en el océano comparada con lo que se gasta en la guerra y en la carrera de armamentos? ¿Un mal menor cuando el capitalismo mantiene de forma constante la peor de todas las guerras: la pobreza extrema? En los países po­bres ayuda a las minorías privilegiadas a incrementar la

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riqueza de éstas a costa de la condición infrahumana de miles de sus conciudadanos. Y más que eso, a nivel in­ternacional el capitalismo ayuda a los países ricos a mantener su próspero estándar de vida a costa de países, e incluso continentes enteros, que, aunque hayan dejado de ser colonias en el sentido político, siguen siendo toda­vía colonias económicas.

¿Por qué no hacer un esfuerzo para poner algún ejem­plo real de humanismo socialista?

Una manera de eludir la cuestión es la sugerencia de que toda esta discusión se halla fuera de lugar porque «el capitalismo se está haciendo socialista y el socialismo se está haciendo capitalista». Esto no es más que una burla de mal gusto: lo que se llama socialización en el capita­lismo es la democratización de las empresas o el incre­mento del nivel de los impuestos sobre el capital con el fin de proporcionar los recursos necesarios para ayudar a los «sub-privilegiados».

Por otra parte, la democratización de las empresas en los países capitalistas es una farsa. Porque, ¿qué impor­tancia tiene que en un negocio participen mil accionistas si todas sus acciones juntas representan bastante menos que las de media docena de personas importantes que lo deciden todo y que controlan la compañía? ¿Es esto una democracia de la propiedad?

¡Impuestos! Todo el mundo sabe que las grandes cor­poraciones internacionales tienen mil maneras de eludir los impuestos con el fin de incrementar sus beneficios.

En cuanto a la afirmación de que el socialismo se está haciendo capitalista, ¿podemos decir que es cierta? Una más nos enfrentamos a la cuestión de la deformación del verdadero socialismo. Después del heroico período de sacrificio y austeridad, las superpotencias socialistas de-

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berían superar el viejo egoísmo del hombre que se expresa en la sociedad de consumo. La realidad triste y trágica es que los imperios capitalista y socialista, a causa de sus lamentables desviaciones, se ponen a partir un piñón cuando les conviene y, por otra parte, hacen pactos y alianzas para repartirse las zonas de influencia en el mundo.

Cualquiera que haya entendido realmente lo que es el cristianismo sabrá que éste no puede nunca identificarse con un sistema económico o con un partido político. Pero esto no puede ni debe interpretarse como una falta de interés en las cuestiones humanas o una alienación de los problemas del mundo.

¿Por qué los cristianos no establecen de una vez por todas la distinción que existe entre lo político, que se refiere al bien común, y la politiquería propia de los partidos? Para ellos ser político en este sentido no es sólo un derecho sino una obligación de la que el mismo evangelio les hace responsables. Sí hacen esto, jamás deben ser acusados de jugar a la política.

Los cristianos de la extrema derecha experimentan una curiosa ceguera cuando, intrépida e indiscutiblemen­te, ayudan a mantener el orden social existente con todas sus injusticias, y luego se alarman y escandalizan al ver que otros cristianos sienten en conciencia la obligación de denunciar estas injusticias y apoyar cualquier esfuerzo que se haga encaminado a enseñar a los oprimidos a liberarse por sí mismos de sus cadenas.

¿Es verdad que, de hecho, la iglesia está al margen y por encima de todos los sistemas económicos y partidos políticos? ¿No es cierto que nos encontramos atrapados en la maquinaria capitalista? ¿No es cierto que seguimos pecando por omisión al permitir que el orden social se

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confunda con un orden estratificado, y que en la práctica seguimos prestando nuestro sostén a las estructuras que esclavizan a los hombres?

Puede parecer raro que un obispo que tiene muchos diocesanos en necesidad de ser enseñados les deje para venir tan lejos a hablar acerca de unas ideas políticas que no sólo son discutidas sino también muy delicadas en las actuales circunstancias del mundo y de Alemania.

Dios sabe que la única razón por la que yo he puesto ante vosotros estas consideraciones es mi ardiente deseo de ayudar a mis hermanos en Cristo a ver con más claridad el escándalo que estamos dando los cristianos, con las mejores intenciones, por la forma en que prestamos nues­tro apoyo a esas estructuras de esclavitud que día tras día oprimen más y más a los hijos de Dios.

Tengamos siempre presente en nuestra mente el pen­samiento de que Cristo no sólo vino a librarnos del pe­cado' sino también de las consecuencias del pecado. El vino a ayudarnos a conquistar la eternidad, y ésta comien­za en este tiempo, en este mundo, aquí y ahora.

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2. Las minorías abrahámicas y las estructuras de la iglesia *

1. No hay vida sin alguna clase de estructura

Hace algún tiempo, en una determinada parte del mundo, fui invitado a establecer contacto con los miem­bros locales de la iglesia contestataria, quienes, hacía pocos días, habían ocupado la catedral durante cuarenta y ocho horas. El obispo de la diócesis, que era mi anfi­trión, creyó que yo debía aceptar esta invitación.

El debate se abrió franca y libremente y sobre todo muy crítico acerca de las estructuras de la iglesia. Era evidente que aquellas personas habían llegado a la con­clusión de recha2ar cualquier tipo de estructura; creían que sólo si la iglesia se libraba por sí misma de sus estruc­turas podría conseguir la imprescindible fuerza moral para luchar a favor de un cambio en las estructuras opre­soras de nuestra sociedad.

* Conferencia pronunciada en Münster el 22 de junio de 1972 en una asamblea de los miembros del grupo Freckenhoster.

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Dejé que me contaran libremente todos sus recelos. La sala estaba abarrotada de público. En la plataforma se sentaban seis de los dirigentes más destacados. Cuando me tocó hablar a mí empecé por enumerar a los dirigen­tes que se habían sentado conmigo en el estrado. Amiga­blemente, continué diciendo que en menos de un mes un movimiento que acababa de principiar en aquella ciudad y que ni siquiera había penetrado todavía en todos los rincones de ella, ya mostraba sin embargo ante nosotros las semillas de una estructura: el grupo que llenaba la sala y la media docena de dirigentes. ¿Qué iba a pasar entonces cuando el movimiento llegara a todos los rin­cones de la ciudad, a todas las ciudades del país, a todos los países del continente? Con ello trataba de aclarar que no puede haber vida sin alguna especie de disposi­ción estructural. No hay posibilidad de vida en el vacío, al margen o por encima de las estructuras. El auténtico reto radica en que el hombre tenga periódicamente la valentía y la serenidad de enfrentarse a las acreencias que sobrecargan la estructura original y renunciar a ellas. Algunas partes pueden estar corrompidas y necesitan ser reemplazadas. Otras estructuras incluso pueden ne­cesitar la renovación completa, pero tenemos que com­prender y aceptar el hecho de que el hombre no puede elu­dir por entero la dependencia en alguna especie de es­tructura razonable y funcional.

Seguí diciendo que yo entendía su punto de vista: si la iglesia no tiene la valentía de tocar sus propias estruc­turas le faltará fuerza moral para poner objeciones a las estructuras de la sociedad. Pero les rogué, en el nombre de Dios, que no se limitaran simplemente a los problemas internos de la iglesia mientras que, afuera, los verdaderos problemas importantes y urgentes de la humanidad están

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pidiendo a voces una respuesta nuestra. También les ad­vertí que si concentrábamos toda nuestra atención en las mezquinas disputas internas, la juventud nos daría la espalda y se marcharía. Y finalmente estuvimos de acuerdo con el punto que señaló el cardenal Suenens en el concilio Vaticano it de que era necesario enfrentarnos simultáneamente a los problemas internos de la iglesia y a los problemas del exterior.

2. Síntomas alarmantes de estructuras ponderosas

Uno de los signos alarmantes que están contribuyendo a sobrecargar la barca de Pedro, o la barca de Cristo go­bernada por Pedro, es la comprobación de que aquellos grandes y maravillosos textos que ha proclamado solem-namente la iglesia no han tenido casi ningún efecto. ¿Cuántas diócesis están llevando relamente hasta sus úl­timas consecuencias las grandes lecciones del Vaticano n o de las encíclicas Pacem in terris, Mater et magistra o Populorum progressio? Lo más lastimoso de todo es que uno tiene la impresión de que se está saboteando el con­cilio Vaticano n, cuyo resultado sería la imposibilidad de llevar a cabo lo que éste emprendió.

Hay otros síntomas todavía más alarmantes, como por ejemplo la situación escandalosa y penosa, contraria a los evangelios, de que precisamente la minoría de menos del 20 por ciento de la humanidad que egoístamente mono­poliza el 80 por ciento de los recursos de la tierra es pre­cisamente una minoría cristiana. En tal situación, ¿cómo podemos tener la fuerza moral que se precisa para hablar? A menos que intentemos hacer un sincero acto de contri­ción acompañado de unas medidas concretas para ob­tener una profunda y rápida conversión.

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3. Ojeada a unas cuantas estructuras de la iglesia

a) La parroquia

Sería totalmente injusto volver a juzgar otra vez a la parroquia para concluir, usando la aceptación tradicional del término, que sus días están contados. ¿Qué es lo que nos ha hecho olvidar tanto la regla del concilio de Trento en el sentido de que la dimensión de una parroquia debe­ría estar determinada por la habilidad del cura de la pa­rroquia para conocer personalmente a todos sus habitan­tes? Puesto que el concilio de Trento expresó un claro deseo por las comunidades de base, dejemos tranquila a la parroquia y veamos cómo las comunidades de base bien administradas podrían desempeñar una función im­portante para corregir lo que se ha convertido en inacep­table en la estructura de la parroquia.

La comunidad de base tendrá una dimensión humana para posibilitar que todos sus miembros se conozcan entre sí. Los problemas morales a los que se deberá enfrentar no serán ilustraciones teóricas sacadas de los libros sino sucesos concretos tomados de la vida diaria.

Dentro de una comunidad de base, si el diálogo tiene que ser eficaz y fructífero, cada miembro necesita aprender a hablar y a callar, a hablar y a escuchar, a admitir gozoso que sus propias ideas se enriquecen con los distintos pun­tos de vista e incluso con el desacuerdo de sus hermanos. Ninguna persona tiene el monopolio de la verdad ni del Espíritu santo. El cura tendrá parte en las discusiones, pero no será necesario que él diga la última palabra o haga las contribuciones más valiosas: ha llegado a aprender que hoy no hay lugar para las autoridades absolutas sino sólo para las autoridades que saben dialogar.

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Dentro de una comunidad de base las discusiones teó­ricas sobre las relaciones horizontales y verticales, sobre humanización y evangelización, sobre evangelización y sacramentalización, serán totalmente inútiles. Estos tér­minos no son exclusivos, sino actividades complementa­rias y mutuamente enriquecedoras, como ocurre en la misa con la liturgia de la palabra y la liturgia eucarística que son el mismo Cristo pero recibido de dos maneras diferentes.

Dentro de una comunidad de base cada cual trabajará normalmente o tratará de trabajar, incluido el sacerdote quien, siguiendo el ejemplo de san Pablo, rehusará ser una carga para sus compañeros y con el trabajo de sus propias manos se costeará su subsistencia. Esto significa que las actividades de la comunidad de base generalmente ten­drán lugar por la noche o durante el fin de semana.

La reacción inmediata de aquellos que omiten tener en cuenta la providencia.de Dios y las acciones permanen­tes del espíritu será la de preguntar cómo se puede soñar en tener curas para las comunidades de base si ni siquiera es posible obtener los sacerdotes suficientes para abas­tecer las parroquias. Pero aquí nos tenemos que enfrentar a ese clericalismo extraviado incapaz de aceptar, cuanto menos de concebir, que las actividades de la iglesia pue­den tener lugar sin sacerdote o diácono, y por extensión, sin ningún miembro de una orden religiosa. Dicho cle­ricalismo no deja lugar para el seglar.

Dentro de las comunidades de base el pueblo de Dios se moverá con libertad: los seglares, los religiosos, los curas y los obispos, todos pueblo de Dios creciendo al­rededor del altar. Los laicos anunciarán la palabra de Dios. Prepararán y si es preciso organizarán los bautismos, auténtico evento comunitario y gozosa celebración en

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honor de los nuevos miembros de la familia. Los seglares organizarán actos de penitencia; naturalmente, no darán la absolución pero ¿quién puede impedirles que guíen a las gentes en la petición de perdón a Dios ? Los laicos prepararán a las parejas para el matrimonio y si es nece­sario serán los representantes de la iglesia y los transmi­sores de las bendiciones de Dios. Los laicos visitarán a los enfermos y si es preciso darán a éstos la extremaun­ción.

¿Quiere decir esto que ya no habrá ninguna distinción entre el sacerdocio común de los fieles y el ministerio específico de los sacerdotes ? El sacerdote que entienda los signos de los tiempos y los signos de Dios comprenderá inmediatamente que deben hacerse algunos arreglos para contrarrestar el desproporcionado desarrollo del cleri­calismo. En vez de sentirse frustrado, y hacerse eco inne­cesariamente del debate que tuvo lugar entre los após­toles en cuanto a quién era el mayor, el sacerdote se com­placerá en que el laico participe en las tareas que él nunca podría efectuar solo. Espoleado por el florecimiento de nuevos carismas y nuevos misterios, descubrirá las nuevas y las viejas formas de servir. Además de las celebraciones de la eucaristía en el nombre del Espíritu santo, el prin­cipal papel del sacerdote será el de animador de la comu­nidad de base, un colaborador calificado en la instrucción del laico, un miembro activo del presbiterio que apoyará, inspirará y aconsejará al obispo.

Si se confía verdaderamente en los laicos no existe razón por la que, incluso con un número relativamente pequeño de sacerdotes, no se pueda efectuar una vasta cantidad de trabajo fructífero en respuesta a las necesi­dades de nuestro tiempo.

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b) La diócesis

Al tratar las estructuras de la iglesia a nivel diocesano volveremos a citar el ejemplo de las diócesis que ya se han renovado o que se hallan en proceso de renovación.

Cuando un obispo abandona los títulos pomposos, los ornamentos distinguidos y las residencias grandiosas, y esto corresponde de verdad a una actitud interior de apartamiento y pobreza, se halla en una posición óptima para comprender las comunidades de base.

Cuando un obispo ve más a la iglesia como misterio y como cuerpo místico de Cristo que como sociedad per­fecta preocupada en derechos y privilegios; cuando un obispo permuta gozosamente la mentalidad legalista por una actitud pastoral, se halla en una posición inmejorable para comprender a aquellos sacerdotes que ponen real­mente su confianza en los laicos y comparten con ellos la responsabilidad de anunciar la palabra de Dios.

Cuando un obispo gusta de dialogar de verdad y lo hace con todos los que se tropieza: sacerdotes, religiosos y laicos, intelectuales y obreros, adultos y jóvenes, esto tiene un efecto importante y profundo sobre las estruc­turas diocesanas.

Cuando un obispo se acostumbra a oir la palabra de Dios no sólo en las escrituras sino también en los eventos de cada día, se está preparando para, en el nombre de Cristo, tomar sobre sí las injusticias que hoy oprimen a dos tercios de la humanidad.

Cuando un obispo trata de vivir y de dar vida a la constitución pastoral del Vaticano n sobre la presencia de la iglesia en el mundo de hoy, se opondrá firmemente a todos aquellos que procuran relegar la iglesia a la sacris­tía, reducir la religión a un culto y la predicación a una

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forma descarnada, transformando el mensaje de Cristo en opio del pueblo.

c) La conferencia episcopal

Ya existe un verdadero entendimiento entre los obis­pos y en las diócesis. Pero, evidentemente, es demasiado esperar milagros de comprensión y posturas proféticas de las conferencias episcopales como tales, particularmente cuando el número de obispos que se juntan en asamblea es tan grande.

Pero al mismo tiempo, ¿no hay buenas razones para creer que no es necesariamente la mayoría la que decide los eventos y conduce la historia? ¿Qué es posible y de­seable dentro de una conferencia episcopal?

— Obtener un acuerdo unánime sobre cada artículo del credo, lo cual es extremadamente fácil.

— Sobre las materias en debate, tratar de conseguir un clima de discusión en el que cada obispo o grupo de obispos se sienta completamente libre para expresar sus pensamientos; un clima en el que el respeto mutuo y efectivo se mantenga a pesar de las diferencias de opinión y que un clima de afecto fraternal penetre las discusiones.

Cuando una conferencia episcopal ha logrado tal grado de madurez y experimenta la variedad en la unidad, es evidente que ha alcanzado el estado ideal, puesto que sería verdaderamente lastimoso que llegara a ser dominada por un grupo que impusiera sus ideas sobre los otros, in­cluso si este grupo creyera que es abierto y se halla en concordancia con el Vaticano n .

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d) La curia romana

¿Sería ideal que la curia romana dejara de existir? Ciertamente no. Hay lugar para un cuerpo que actúa como centro coordinador de la información, para el intercam­bio de experiencias, y que suministra apoyo mutuo en tiempo de crisis.

Es un misterio y una ordalía realmente humillante observar dentro de la curia romana cómo personas a las que no tenemos derecho a juzgar y cuya sinceridad no ponemos en duda, dan la dolorosa impresión de que no entienden el espíritu del Vaticano n, de que tienen miedo al concilio y de que, frecuentemente, tratan de sabotearlo en la práctica.

¡Cuánto nos gustaría hacerles entender que el esfuerzo misionero fomentado por Roma, llevado a cabo, eso sí, con absoluta devoción y a veces con verdadero heroísmo, ha tenido consecuencias terribles en la práctica porque ha mostrado signos de colonialismo espiritual y de me­nosprecio por los valores de la cultura local y ha inten­tado imponer los patrones europeos y romanos!

¡Cuánto nos gustaría hacerles entender que el esfuerzo vocacional adoptado por las congregaciones —que en la práctica han obligado o aconsejado patentemente sus­tituir la asistencia a los seminarios primario y superior por seminarios celebrados en épocas de vacaciones y por la instrucción vocacional— ya no es relevante en nues­tros tiempos! Cuando se reduzcan los excesos de cleri­calismo, se acepten los nuevos tipos de ministerio y se funde de nuevo la imagen del sacerdote para hoy y maña­na, entonces las vocaciones para el ministerio en la iglesia de Cristo no serán tan escasas.

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Aunque no queremos insistir en los aspectos negati­vos, ya que hay bastantes aspectos positivos en Roma y algunas personas excepcionales próximas al santo padre, ¿cómo podemos evitar la sensación de pesimismo sobre determinados aspectos de la curia que en la práctica pa­rece estar perdiendo la esperanza, y creer que si la actual confusión continúa los enemigos de Cristo lograrán en­terrar a su iglesia?

4. Las minorías abrahámicas que promueven el cambio

en las estructuras de la iglesia

a) Las minorías abrahámicas en las parroquias

Las minorías abrahámicas deben sentir y entender que la clave del cambio en las estructuras de la iglesia radica en esas comunidades de base que tratan de utilizar los grandes textos y las valientes conclusiones del Vaticano n. Dichas minorías deben enraizar en la verdadera humildad, sin creerse que son más importantes o mejores que quie­nes piensan y actúan de modo diferente, y en la caridad evangélica, puesto que renunciar a la caridad es renun­ciar a Dios; deben buscar formas y medios para comenzar y poner vida en las comunidades de base sin perderse en oposiciones con sacerdotes u obispos. Si realmente tienen éxito, estarán preparadas para los cambios en las estruc­turas parroquiales.

b) Las minorías abrahámicas en las diócesis

Cuando las comunidades de base nacen en una dió­cesis, no tratan de ser desleales o actuar a escondidas, y

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son libres para practicar las enseñanzas de} evangelio y de la vida, las estructuras diocesanas se hallan ya en el proceso de cambio.

Pero las minorías abrahámicas no deben olvidar que es absolutamente esencial para ellas ayudar al obispo a ven­cer los peligros del aislamiento, la adulación, la intriga, el pseudo-diálogo, el temor de la carne, y darle' el máximo apoyo siendo uno con su presbiterio, unido con todo el pueblo de Dios, abierto a todos los grandes problemas humanos, un hombre de esperanza,• fe y amot...

c) Las minorías abrahámicas dentro de las conferencias episcopales

En todos los países es esencial la consecución de una minoría abrahámica de obispos que procure nutrir y pro­mover un clima de unidad en el Credo, un clima de res­peto mutuo para las diferentes posturas en materias dis­cutidas, y mantener luego todo el espíritu del afecto colegiado.

En tanto que salvaguarda el respeto para las distintas posturas, la minoría abrahámica de obispos ideal no sólo debería adoptar la actitud profética de hacet hincapié en que la iglesia de Cristo no puede contribuir a man­tener las estructuras de opresión sino también alentar pacífica pero valientemente los intentos que se realizan ,para promover la educación a favor de la liberación y el progreso humano.

d) Las minorías abrahámicas dentro de la curia romana

Quienes conocen la curia saben muy bien que ésta ya tiene una maravillosa minoría abrahámica. Si no cayera

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en la trampa de creerse más perspicaz, audaz o cristiana que otros, esta minoría se hallaría preparada para aceptar cualquier sacrificio que pudiera ayudar al papa y a los obispos del mundo a usar las grandes enseñanzas de la iglesia. ¿Quién sería el interlocutor de esta minoría que actuaría sin el más ligero deseo de trabajar a hurtadillas o conspirando?

Una de las tareas más importantes y urgentes de la mi­noría abrahámica de la curia romana es la de proporcio­nar la máxima cantidad de apoyo a la comisión pontificia para la justicia y la paz; cuan trágico sería, especialmente para la juventud y los hombres de buena voluntad, que ese cuerpo se convirtiera en otro sujeto de frustración.

Conclusiones

Todos estamos empezando, buscando, probando. Se­ría ridículo que alguien saliera ahora diciendo o pensando que él sabe todas las respuestas. Cada uno de nosotros anda a tientas en la oscuridad. Sin embargo, es cierto que el espíritu de Dios custodia a la iglesia de Cristo y sopla por donde quiere.

Tengamos la humildad de comprender que todos nos­otros tenemos algo que aprender y algo que dar.

Os he abierto mi corazón y os he hablado francamente. Ahora os toca a vosotros hablar y decirme cómo sopla aquí el espíritu del Señor.

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3. El desarrollo de las estructuras de opresión *

El progreso tecnológico del mundo moderno con sus computadoras, maquinaria automática y transportes su­persónicos, significa inevitablemente que las super-cor-poraciones están organizando la producción a una es­cala mundial que liga a diversos grupos de naciones. A primera vista puede parecer extraño que un obispo quiera hablar de las gigantescas corporaciones internacionales. Después de todo es un tema controvertido, complejo y técnico. Pero creo que es posible demostrar que las macro-corporaciones multinacionales hacen que las estructuras de opresión que agobian a dos tercios de la humanidad sean aún más pesadas.

Hablando el pasado abril en la universidad técnica de Eindhoven, me fue fácil demostrar que la corporación multinacional es la gloria y la vergüenza de los técnicos.

Un ejemplo específico nos ayudará a ilustrar esta idea. Los tecnócratas de la firma Boeing, la poderosa compañía

* Charla pronunciada en el estadio de Liverpool el 24 de junio de 1972.

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internacional norteamericana de aeronaves, tienen ante sí el fascinante desafío de poder proyectar hasta el mínimo detalle los recursos y elementos de que disponen para distribuirlos por todo el mundo con el fin de que todos los vuelos sean puntuales, consigan el máximo confort y seguridad, ¡y eso con el mayor beneficio para la corpora­ción y sus accionistas! ¡Y pensemos que la Boeing es sólo una rama del sistema Rockefeller que, por su parte, se halla conectado con gigantescas corporaciones cuyos presupuestos individuales exceden en mucho a los hu­mildes presupuestos de los países más pobres!

Si es una victoria para la tecnología el ser capaces de desarrollar y hacer funcionar estas corporaciones por todo el mundo, en cambio es una desgracia que los tecnócratas pongan sus inteligencias y experiencias al servicio de grupos cuya facultad para monopolizar y explotar es incesante.

Los defensores de las corporaciones gigantes se alzan emocionados para cantar sus alabanzas. Consideran ab­surdo que uno piense que las corporaciones gigantes trabajan a favor de los grupos monopolizadores. Señalan que algunas de estas corporaciones, tales como la General Motors o la General Electric, tienen millones de accio­nistas y dan trabajo a miles de expertos obreros bien pagados. Y añaden que en vez de ser el monopolio de un sólo «trust» o compañía, están conectadas con todos los países y que en cada país emergen como compañía na­cional, con nombre y consejo de administración naciona­les, utilizan los productos brutos locales y en muchos casos elevan parte del capital local.

Antes de intentar responder a aquellos que ensalzan las corporaciones gigantes trataremos de examinar éstas de cerca, y si es posible desde su mismo interior.

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En estos asuntos pudiera parecer indiscreto y de mal gusto mencionar nombres. Pero las corporaciones gigan­tes son tan poderosas que nuestros ataques no las dañarán. No obstante, si hemos dicho que íbamos a citar ejemplos típicos de macro-corporaciones y de sus operaciones en el tercer mundo, es sólo para aclarar nuestras declara­ciones y hacerlas más específicas, y así disponer de un punto de partida para nuestra discusión.

Un ejemplo típico de la función de las corporaciones gigantes en el tercer mundo es el movimiento que tuvo lugar en toda la América latina después de la revolución cubana de Fidel Castro.

Para entender lo que pasaba en Cuba es esencial re­cordar lo que era este país en el tiempo de Batista. Quiero decir que Cuba era explotada por grupos de cubanos pri­vilegiados que trabajaban en estrechísima relación con el imperialismo exterior. Tampoco debemos olvidar que antes de entregarse a Rusia, Cuba trató de conseguir la buena voluntad y la comprensión de los Estados Unidos y de Canadá.

Asediada, boicoteada, con la totalidad del continente impedido de establecer contacto con ella por orden de la metrópoli norteamericana, Cuba tuvo que variar su ór­bita y engranar su curso alrededor de Moscú, lo que de ningún modo es algo ideal para Latinoamérica.

En los Estados Unidos cundió el pánico por lo que estaba pasando en Cuba. La gran pesadilla de los Estados Unidos era el peligro de que toda la América latina si­guiera el mismo camino de Cuba. Si es cierto que Cuba ha logrado resultados espectaculares en diversos cam­pos, tales como la eliminación del analfabetismo y del colonialismo interno, y ha conseguido una actitud de independencia hacia los poderes capitalistas del imperia-

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lismo, por otro lado ha tenido que pagar el precio de convertirse en presa de Rusia, simplemente porque de­pende de la asistencia soviética. Nada podría estar más lejos de la verdadera liberación.

Pero evaluemos también el precio que ha pagado lati-noamérica bajo el pretexto de escapar al proceso de la cubanización.

El Banco de América movilizó las gigantescas corpo­raciones multinacionales alrededor de la corporación la­tinoamericana para el desarrollo agrícola. Y dichas cor­poraciones empezaron a adoptar hacia la América latina una política totalmente nueva en la superficie pero que en la realidad conservaba y aumentaba el mismo espíritu de la dominación imperialista.

Si hablamos de la explotación capitalista es porque disponemos de mucha evidencia a nuestro alcance. Men­cionaremos sólo dos de los muchos ejemplos que hay: desde 1960 sólo la firma Caterpillar ha enviado a los Es­tados Unidos 4,2 billones de dólares de beneficios netos. Merece la pena notar que los principales centros de opera­ción de esta empresa son Panamá, México y Brasil. Sólo en un año la firma Cargill, la mayor exportadora de so­brantes agrícolas de los Estados Unidos, ha contribuido con un billón de dólares a la balanza americana de pagos.

Para los países ricos estas cifras pueden parecer pe­queñas, pero para los pasíses pobres estas sumas son ma­yores casi siempre que su producto nacional bruto.

¿Estamos hablando de las corporaciones multinacio­nales o de las corporaciones norteamericanas? Aunque sus ramas se extienden por todo el mundo, las raíces se encuentran en Wall Street.

La corporación gigante en vez de utilizar un nombre extranjero usualmente constituye una compañía nacional

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en cada país, con nombre nacional, empleados nacio­nales a nivel administrativo (e incluso a nivel de gerencia si encuentran empleados nacionales que han absorbido el espíritu capitalista y en cuya fidelidad a la compañía madre se puede confiar).

La' corporación gigante usa el material bruto local y lo utiliza en la industria, pero mantiene los bajos precios que han sido aprobados en los grandes centros en donde se adoptan las decisiones comerciales.

Hasta en el país de origen la corporación gigante da la impresión de ser una democracia en el arrendamiento de su capital. ¿Pero que importancia puede tener la existen­cia de un millón de accionistas si todos ellos juntos tienen menos participación que la media docena de personas que controlan realmente la corporación?

En los países a los que llegan las ramas de la corpo­ración, y sobre todo en los países subdesarrollados, la corporación gigante concede siempre posiciones hono­ríficas, muy bien pagadas pero sin poder administrativo, a aquellas personas con influencia local que tienen formas y medios de abrir ciertas puertas y de resolver cuestiones delicadas.

En los países subdesarrollados la corporación gigante o bien maneja los cambios para favorecer las leyes que regulan la remisión de los beneficios o busca la forma de pagarse a sí misma generosamente mediante convenios administrativos, estudios técnicos, bienes exclusivos para los principales compradores y vendedores, concesión de préstamos entre compañías, depreciación de la maqui­naria, etc. También puede aplicar ciertas demandas ob­tenidas a través de órganos que controlan la ayuda ex­terior como por ejemplo el Fondo monetario interna­cional; e incluso imponer «gastos permanentes» (por

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ejemplo la firma Anaconda solía adeudar millones de dó­lares anuales a su sucursal de Chile por gastos fijos de su oficina de ventas en Nueva York).

Bajo la apariencia de volcar su capital, aunque de he­cho era una sangría de las pequeñas economías locales, las corporaciones gigantes que trabajan con la corpora­ción de desarrollo agrícola de latinoamérica e iban a sal­var a la América latina de la cubanización, esclavizaron aún más al continente latinoamericano:

— con la colaboración de la CÍA, organización ex­perta en descubrir y exponer las infiltraciones comunistas, las corporaciones gigantes lograron posponer las reformas básicas o sólo permitieron la introducción nominal de reformas;

— con la colaboración del Fondo monetario inter­nacional consiguieron que los países subdesarrollados adoptara'n los métodos de desarrollo neo-capitalistas, sis­tema que no favorece el verdadero desarrollo por cuanto lo único que promueven es el progreso económico de los grupos privilegiados que actúan casi siempre como vanguardias del capital internacional;

— con la colaboración de las instituciones interna­cionales dedicadas a estimular los llamados sindicatos de comercio libre, las corporaciones gigantes promueven las falsas dirigencias en los sindicatos comerciales utilizando hombres que se acomodan al sistema y que traicionan así a la clase obrera, tratando de reemplazar la revolución democrática y constructiva con un paternalismo tras­nochado ;

— con la colaboración de los bancos comerciales, los bancos de inversión, las compañías de seguros y las finan­cieras, se mantiene un misticismo falso de desarrollo. Esto constituye una barrera efectiva contra la propagá­

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ción de la educación liberal y de los verdaderos valores humanos.

¿Cómo es posible creer aún en el sencillo debate que existe entre oriente y occidente? ¡Es fácil comprender que las personas temerosas de la opresión comunista sien­tan pánico al oir la palabra socialismo! ¡Es fácil compren­der que la gente cuya prosperidad se halla ligada al sis­tema capitalista se quede helada de horror con la idea de un cambio en las estructuras! ¡Por eso resulta fácil creer en la existencia de personas que piensan que el capitalismo y sólo el capitalismo puede salvar a la civilización cris­tiana !

A mí ya no me hace ninguna ilusión el sistema socia­lista que existe en Rusia y en China.

Rusia y China son imperios, como los imperios capi­talistas. No obstante, los imperios socialistas son menos hipócritas, mucho más directos. Con los tanques Rusia machaca a los satélites que osan disentir de su idea de socialismo. Rusia y China imponen el materialismo dia­léctico por la fuerza y adoptan un ateísmo militante. Han creado un clima de sospecha, de temor de denuncia, de pseudocriticismo propio, de purgas periódicas. Pero hablando en términos generales, la represión de la li­bertad en los imperios capitalistas se produce más sutil y sofisticadamente. En la Europa occidental, en Nortea­mérica y en Japón existe el convencimiento general de que en el área capitalista hay libertad, especialmente para las empresas privadas, para la prensa y la religión.

Pero si un país del tercer mundo tiene la audacia de nacionalizar los intereses capitalistas que subsisten por la explotación de los países pobres, aunque sea compen­sando dichos intereses, sólo será en los países sumamente débiles donde la situación se resuelva con el desembarco

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de los «marines». Porque, como norma general, para acabar con el deseo de liberación será suficiente con ma­nejar instituciones del tipo del Fondo monetario inter­nacional. Las corporaciones gigantes usan todo poder; cierran el crédito mundial; desaparecen los transportes; las facilidades de almacenamiento se hacen difíciles; no se encuentran compradores. Las corporaciones pueden ma­nejar fácilmente los mecanismos de los precios haciendo que el país que ha osado desafiar a la maquinaria capita­lista llegue a la desesperación.

En los países más ricos no es fácil entender y aceptar la creencia de los países pobres de que la causa principal de su miseria es la explotación de que les hacen objeto las superpotencias capitalistas. Es más fácil asumir que la causa de la miseria de los países pobres radica en la supuesta inferioridad de los pueblos de color, en la falta de decisión y en la vagancia, en la falta de honradez y en una explosiva e irresponsable natalidad.

La juventud de los países ricos está empezando a com­prender lo que a primera vista nos horroriza y causa re­vulsión : la corriente opulencia de las potencias industria­lizadas se alimenta sobre todo de las injusticias de la po­lítica de comercio internacional entre las potencias ricas y los países pobres. Por ejemplo el colonialismo político ha finalizado, y esto es lo que hace que el anacrónico colo­nialismo portugués sea más absurdo y repugnante. Pero si es verdad que el colonialismo político ha acabado, todavía tenemos entre nosotros al colonialismo econó­mico, que se puede comparar al caso de un vino nuevo en un pellejo viejo. Respecto a la libertad de prensa, en aquellas áreas que controlan los imperios capitalistas la libertad es relativa. Cuando les conviene, los imperios capitalistas toleran y apoyan las dictaduras derechistas.

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Y en último análisis, éstas no difieren mucho de sus opues­tas izquierdistas en llevar la comunicación a un final efec­tivo a través de la masa media. Pero incluso allá donde no hay dictadura, hasta en los Estados Unidos o en la Europa occidental, que alguien intente oponerse abierta­mente a los intereses básicos del capitalismo y la radio o el programa de televisión que contenga tales puntos de vista será suavemente suprimido, al igual que le pa­saría al columnista del periódico o de la revista.

La libertad religiosa sólo existe en los países capita­listas si la religión, interesada en el mantenimiento del orden social y la autoridad, apoya al régimen establecido. Si por motivos de conciencia la religión denuncia las in­justicias y las estructuras de opresión, entonces se la con­sidera peligrosa, subversiva y comunista. A la religión se la pide que se quede en la sacristía, que no sea más que un culto, y que predique sin interferir en los pro­blemas sociales. De nuevo la manera de actuar en este caso es diplomática e hipócrita: se llama la atención a los obispos contra los laicos o sacerdotes que critican dichas estructuras, y junto a estas apelaciones se les recuerda la ayuda financiera que reciben para la obra social de la iglesia y se les insinúa el deseo de contribuir con más todavía en el futuro. Y si el que provoca los problemas es el mismo obispo, entonces la práctica usual es la de presionar sobre la nunciatura e incluso sobre la curia romana.

En este punto los imperios capitalistas y los imperios socialistas se encuentran, y son verdaderamente dignos los unos de los otros. Los dos incitan y alimentan a la vez los conflictos entre las naciones más pequeñas, pre­tendiendo dividir el mundo en zonas de influencia.

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En ambos bandos existen maestros en la explotación de las diversas divergencias y antagonismos, y aunque colaboran juntos sin dificultad con el pretexto de salvar la paz del mundo, la verdad es que se lo están repartiendo entre ellos.

¿Por qué no entenderá la gente sincera que ambos imperios son equivalentes y que denunciar la explotación y el abuso del capitalismo no implica de ningún modo adherirse al comunismo? Ya no debería parecer increíble para nadie que un extranjero pueda llegar a intervenir en los problemas internos de cualquier país. En la era de las gigantescas corporaciones multinacionales no hay problemas confinados a los límites de una nación.

Estoy hablando como ser humano que soy. Reacciono con conciencia humana. No estoy aquí como extranjero, sino como hermano; un hermano de los hombres de to­das las razas, de todas las lenguas y de todas las religiones. Y os ruego que me permitáis en este momento hacer un llamamiento especial a los hermanos en Cristo de este país y de todos los países del mundo.

Cristianos, hermanos míos, llevad cuidado. Guardaos de invocar el temor al comunismo como pretexto para evitar el cambio de las estructuras que mantienen a mi­llones de hijos de Dios en una condición infra-humana. No es honrado decir que procurar alterar las estructuras es meterse de cabeza en el comunismo ateo.

¿Por qué nosotros, los que amamos la justicia y sabe­mos que sin ella no puede haber auténtica y duradera paz, no nos alzamos contra toda opresión y esclavitud, se derive ésta del este o del oeste, del comunismo o del capitalismo?

Para elegir entre una esclavitud u otra no pretendamos usar y abusar del nombre de Cristo, el liberador, aquel

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que vino a liberarnos del pecado y de las consecuencias del pecado, del egoísmo y de las consecuencias del egoís­mo. ¡Porque el nombre de Cristo es tan grande, tan pro­fundo, tan vasto, tan puro, que sólo se puede usar contra todas las formas de esclavización! Parece increíble que los movimientos fascista y nazi vuelvan a reaparecer. ¿No tuvimos bastante con la experiencia del próximo ayer?

¿Es posible que el temor a la pérdida de privilegios conduzca al intento de despertar en los jóvenes y en el pueblo el anhelo de una dictadura derechista o una rela­ción estrecha de la dictadura izquierdista?

Venzamos a tiempo la verdadera oposición, la que existe entre el norte y el sur. Mientras hay tiempo supere­mos la verdadera oposición de este siglo y que se asemeja a la diferencia que existe entre el norte y el sur: la de los países que se enriquecen sin cesar y los países que cada vez son más pobres.

¿Cuándo entenderán los gobiernos y los ejércitos que ello no son ya la fuerza mayor de sus países y del mundo ?

¿Cuándo comprenderá la iniciativa libre que ella será cada vez más devorada, masticada por las corporaciones gigantes que probablemente no serán más de trescientas en el año 2000?

¿Cuándo entenderán los tecnócratas que ellos son es­clavos del lujo, esclavos muy bien pagados para obtener seguridad y dar una imagen seductora en beneficio de la inmensurable ambición de los amos del mundo?

¿Cuándo descubrirán los trabajadores de todos los países industrializados del mundo que la automatización, empleada para aumentar el egoísmo de las corporaciones gigantes, va a ser también un problema grave en los paí­ses ricos?

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¿Cuándo decidirán las iglesias juntar toda la fuerza moral que aún pueden conseguir para.tratar de acabar con la manipulación del hombre que, sin embargo, se presenta como liberación del hombre? A pesar del riesgo de salirse de los límites del campo religioso e invadir el territorio de la política, ¿cuándo se decidirán las iglesias a denunciar las injusticias que procedan de cualquier sistema, con la segura convicción de que sin justicia no habrá paz?

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4. Vida abundante *

Amigos y hermanos míos: Las palabras del evangelio de hoy son capaces de

despertar nuestras mentes a algunas meditaciones espe­ciales, muy importantes para nosotros. Jesús dijo que no debíamos temer a aquellos que pueden matar el cuerpo pero no pueden matar el alma.

Debemos tener la valentía de preguntarnos si para nosotros el mal consiste solamente en ver muerto nuestro cuerpo o nuestra alma: ¿no hay gran maldad en matar no sólo las almas sino también los cuerpos de algunos hombres o hermanos?

Cuando oímos la palabra homicida aplicada a noso­tros nuestra primera reacción es muy negativa, como si fuese un terrible insulto.

Debemos tener la valentía de enfrentarnos a nosotros mismos, a pesar de vernos sumergidos en medio de mu­chos, muchísimos trabajos de los cuales, evidentemente,

* Sermón pronunciado en la catedral metropolitana de Liver­pool el 25 de junio de 1972.

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el mayor es la presión de la vida; pero a veces eso es una manera de evadir, quizás inconscientemente, el enfrenta-miento con nuestra propia conciencia.

¿Somos homicidas? El escándalo que confesamos es una manera de matar almas. ¿Estamos seguros de que nunca, en nuestra vida, hemos matado la ingenuidad, la pureza, la esperanza, la fe, la alegría de vivir de alguno de nuestros hermanos o hermanas?...

Es muy curioso que nos sea más fácil admitir la posi­bilidad de haber matado y ofendido a algunas almas. Pero reaccionamos vigorosamente si se nos acusa de matar u ofender a los cuerpos. ¡Eso nunca!, decimos.

Debemos tener el valor de examinar profundamente nuestra-vida, nuestra conducta. ¿Estamos seguros de que, directa o indirectamente, nuestro egoísmo no está re­duciendo las posibilidades de otras auténticas vidas hu­manas que nos rodean?

San Francisco de Paula era amigo del rey de Ñapóles. En una ocasión este rey libró una serie de batallas locales, mató y perjudicó a muchas personas y les tomó las tie­rras. Cuando el rey tuvo que ir a ver al santo se le ocurrió la idea de ofrecer muchísimo dinero para los pobres del santo con el fin de obtener de éste su favor y su perdón. Según leemos en su biografía, san Francisco hizo un mi­lagro con la ayuda de Dios: cogió una moneda y el rey vio cómo de ella salía sangre.

¿Estamos seguros de que dentro de nuestras limosnas no está el sudor y la sangre de nuestros empleados, de nuestros obreros?

¿Estamos seguros de que dentro de la ayuda que nues­tro país concede a los países pobres no hay sangre, sudor, fatigas y lágrimas?

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Queridos hermanos, Cristo, nuestro hermano, vino a la tierra para hacer posible la vida y para darnos a todos vida abundante.

Cristo, ayuda nuestra buena voluntad y nuestro deseo de no matar u ofender jamás a nadie, pero ayúdanos a llevar a cabo tu programa de vida y vida abundante no sólo para los grupos pequeños sino para toda la huma­nidad; no sólo para algunos países sino para todos los países.

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5. La iglesia se enfrenta a las injusticias de nuestro tiempo *

1. La justicia distribuye las aguas

Siempre que se habla con una persona rica o con un país rico y se les exponen los problemas pidiéndoles que socorran las situaciones de pobreza o miseria, es relati­vamente fácil llegar a un entendimiento. Por lo general hay buena voluntad e incluso generosidad.

Sin embargo, la comprensión se transforma en incom­prensión y la entrevista se convierte en discrepancia cuando uno tiene la osadía de hablar en términos del de­recho a la protesta y de la justicia de ser justos.

Aún es posible conseguir la atención, la curiosidad e incluso la comprensión si uno habla de la injusticia de otros. Pero cuando uno trata las injusticias que practica el oponente o el país con el que uno habla, el grado de la comprensión desciende generalmente a cero e incluso por debajo de cero.

* Conferencia pronunciada en la asamblea que todos los años celebra el Instituto católico para las relaciones internacionales, reunido esta vez en Londres el 25 de junio de 1972.

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lJero aun así es importante mantener la serenidad ne­cesaria para enfrentarse a los problemas de la justicia y de la injusticia, por dos razones principales:

— como sabemos, las injusticias de hoy no sólo exis­ten entre individuos o entre grupos sino entre países e incluso entre continentes y mundos;

— sin justicia no tendremos nunca auténtica y du­radera paz.

Aquellos que asistieron al concilio ecuménico Va­ticano I I , y sobre todo los obispos del tercer mundo, sin­tieron el peso de las injusticias que aumentan a diario. Para ellos la iglesia de Cristo debía poseer unas antenas más sensibles con el fin de registrar todas las injusticias del mundo entero, vinieran de donde vinieran e hiriesen a quien hiriesen.

Pablo vi respondió al llamamiento del concilio con la creación de la comisión pontificia para la justicia y la paz.

Es evidente que esto era una actitud sintomática por­que si la injusticia no estuviera aumentando de volumen la creación de este cuerpo no habría estado justificada.

Por sí misma, la acción era valiente, ya que podía pro­vocar fácilmente muchas dudas y numerosas acusaciones contra la iglesia. Sería fácil afirmar que la iglesia estaba actuando fuera de su propio terreno. Si sólo hubiera ofrecido ayuda, la acción de la iglesia hubiera sido bien­venida; pero al empezar a contestar a la injusticia, inme­diatamente surgen las demandas de que la iglesia no debe salir de la sacristía, de que debe cuidarse de sus actos de culto y sólo de éstos, de que debe «evangelizar» con la predicación cristiana, de que debe mantener la paz social.

Sin embargo la iglesia, al ser una continuación de Cris­to, considera que tiene el derecho y la obligación de estar

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en medio de los hombres, en el corazón de los sucesos del mundo.

Naturalmente que no intenta asumir las funciones de un supergobierno o de una super-tecnología. Lo úni­co que desea es servir y, si es necesario, prestar su voz a aquellos que no la tienen.

Es imposible quedarse en la sacristía. Es imposible detenerse únicamente en el «amor de Dios». El amor de Dios nos impele a amar a los hombres. El amor no sólo de palabras, sino de hechos y de verdad exige que nos quejemos de los problemas de nuestros hermanos. ¿Có­mo podemos cerrar nuestros ojos, nuestros oídos, nues­tra conciencia ante las injuticias que deshumanizan por la miseria a más de dos tercios de la humanidad y hacen correr el riesgo al resto de la humanidad de deshumani­zarse por su parte con el exceso de confort y el egoísmo ?

2. Perspectiva general de las principales injusticias de hoy

Si miramos el mapa del mundo con ganas de ver, percibiremos fácilmente una situación dramática nacida de los errores que algunos tienen interés en alimentar.

El error consiste en creer que estamos presenciando el choque entre el socialismo y el capitalismo; el primero, el socialismo, quiere dominar el mundo aplastando la fe y la libertad; el segundo, el capitalismo, quiere consagrar­se como defensor del mundo libre.

Si en nuestro mapa del mundo marcamos con tinta roja los países que domina el comunismo, nos asustare­mos. En Europa tenemos a Rusia, que se derrama vas­tamente hasta Asia a través de Siberia; también están en Europa los satélites de Rusia; en Asia, China es por de-

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recho propio una parte enorme de la humanidad; en la América latina, Cuba es la plaza fuerte conquistada. Y en el tercer mundo, el mundo subdesarrollado que ve agran­darse más y más el abismo que le separa de los países ricos e industrializados, tenemos por una parte a los Estados Unidos como representantes de los imperios capitalistas, y por otra a Rusia y a China que representan los imperios socialistas envueltos en la guerra fría e in­cluso en la guerra abierta. Es curioso que ambos bandos presenten el mismo pretexto: la defensa de la libertad, cuando la verdad es que ambas partes desean la expansión imperialista.

Rusia y China alegan que el capitalismo esclaviza al pueblo. Hasta cuando el capitalismo se ve obligado como lo está hoy a conceder la independencia política, aún mantiene a las nuevas naciones bajo la dominación eco­nómica. Estas no son otra cosa sino sus proveedoras de materias brutas: estos países se hallan usualmente indus­trializados con fábricas que llevan una etiqueta nacional pero que, en realidad, son meros juguetes de las grandes corporaciones multinacionales. Esta es una forma más inteligente de explotación, porque los precios continúan siendo miserablemente bajos y se fijan en las capitales comerciales del mundo.

Rusia y China alegan también que ellas quieren ayudar a las víctimas de la explotación capitalista, que desean liberarlas de la miseria, del hambre, de la ignorancia y de las situaciones infra-humanas.

Por su parte, las potencias capitalistas ven en el comu­nismo el peor de todos los males, la total trituración de la libertad, especialmente de la empresa libre, de la libertad de expresión, de la libertad religiosa y de todas las tradiciones relacionadas con la fe. Los Estados Unidos se

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presentan como los campeones, los héroes y los mártires de la defensa del mundo libre. Por eso alegan que no hubo otra razón para su lucha en Corea y para sacrificarse tan terriblemente en Vietnam. No obstante, siguen mante­niendo el control directo sobre América latina; conti­núan extendiendo por todo el mundo el costosísimo sis­tema de bases aéreas y el almacenamiento de armas nu­cleares; siguen hipotecándose gravosamente por la ca­rrera de armamentos y la carrera del espacio. Sin embargo, quieren hacer creer a todo el mundo que esto lo hacen en defensa de la civilización cristiana.

Los cristianos harían un gran servicio a la causa de la verdad —y sólo la verdad nos puede libertar— si cal­mada pero firmemente, con toda la fuerza moral de que disponen, pudieran acabar con esta doble explotación que se presenta en nombre de la libertad.

Por un lado, es muy importante denunciar las terribles falsedades del socialismo que se producen en Rusia y en China.

Es indudable que Rusia y China están trabajando fuer­te para acabar con la ignorancia y la miseria. Pero por ello están pasando una factura insoportable; por la fuerza imponen su idea respectiva de socialismo; aún sostienen el materialismo dialéctico y ponen al servicio del ateísmo militante los más modernos recursos de la propaganda; además crean un intolerable ambiente de sospecha, temor y traición.

Rusia se halla en el largo camino de completar la so­cialización del tener con la del conocer y, sobre todo, con la del poder. Por su lado China intenta llegar a la completa socialización con la revolución cultural; pero ¿cómo pue­de uno creer en los resultados cuando vemos que se basan en la deificación de Mao Tse tung y que se logran me-

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diante la violencia y el terrible aplastamiento de muchísima gente ?

La iglesia proporcionaría un gran servicio a la verdad si, sin pasión pero con serenidad, aclarara que aunque Marx creyera que la religión era sinónimo de alienación y que el socialismo no podría tener una base científica sin abrazar el materialismo dialéctico, la práctica marxis-ta está llevando realmente a los neo-marxistas a recono­cer el doble error de Marx, a saber:

— se está demostrando a diario que la religión no es necesariamente sinónimo de alienación y que en todas las religiones hay siempre grupos crecientes de personas que en el nombre de la fe pretenden la conquista de la situa­ción infra-humana creada por la miseria y la situación deshumanizante que produce el exceso de confort y el egoísmo;

— se está demostrando diariamente que ni siquiera en Rusia y China el materialismo dialéctico • ha salvado al socialismo del grave falseamiento y que hay en el mundo un socialismo que rechaza el materialismo dialéctico.

Por otra parte es indispensable demostrar que, aunque el capitalismo ha sido siempre lo bastante inteligente co­mo para no decir jamás que es materialista, la verdad es que su fondo es materialista. Si el capitalismo tiene que elegir entre el capital y el hombre no vacila en abrazar el capital o consagrarse al beneficio propio, aunque para lograrlo tenga que aplastar a centenares, millares o millo­nes de criaturas humanas.

Los planes de desarrollo internacional, el 1 por ciento del producto nacional bruto para las naciones pobres, los programas sobre la multiplicidad de organizaciones, etc., no bastan para tapar la realidad: la prosperidad de las naciones ricas cuesta la proletarización y la incesante mi-

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seria del tercer mundo. Lo que se da con la mano derecha no se puede comparar ni mucho menos a lo que se coge con la izquierda.

El capitalismo explota el anti-comunismo con el fin de mantener las situaciones infra-humanas; el capitalismo explota la explosión demográfica para distraer la atención de las amarguras del problema: las gravísimas injusticias de la política de comercio internacional; el capitalismo se presenta a sí mismo como campeón de la libertad, pero con él pretexto de combatir el comunismo se alia con las dictaduras de la derecha, que son iguales en todo a las de la izquierda. Con la excusa de defender el orden social y la seguridad nacional, el capitalismo no duda en cometer los actos más arbitrarios, incluida la tortura.

El capitalismo es incapaz de vivir sin la carrera de armamentos, sin guerras absurdas y vergonzosas. El capi­talismo es el responsable de la peor de todas las guerras: la guerra de la miseria que lleva a la muerte a millones de criaturas humanas y que, a veces como resultado de campañas semejantes a la lucha contra la inmortalidad infantil, causa en los supervivientes la deformación física, mental y moral, ninguna de ellas menos grave que las consecuencias de la guerra bio-química o la guerra nu­clear.

Las organizaciones del tipo del instituto católico para las relaciones internacionales ayudaría a la causa de la verdad mediante la demolición de una vez y para siempre de la farsa que representan las super-potencias del oeste y del este. Cuando les conviene, estas super-potencias explotan a gran escala sus diferencias respectivas; en cam­bio, cuando sus intereses comunes peligran, se visitan la una- a la otra, se abrazan en los banquetes y, al menos para la galería, llegan a acuerdos. Sin embargo, lo único

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cierto es el entendimiento a que llegan en cuanto a la división periódica de las zonas de influencia en el mundo.

3. Sugerencias fraternales de acción para la justicia y la pa%

En todos los países, entre todas las razas, entre todas lan lenguas y religiones, existen pequeñas minorías an­siosas de colaborar en la contrucción de un mundo más justo y más humano. Uno de estos grupos está reunido hoy aquí, en esta asamblea anual del instituto católico para las relaciones internacionales. Estas minorías, ham­brientas de justicia y ansiosas por creer en el poder de las ideas, de la verdad y del amor, se asociarán fácilmente en grupos de acción para la justicia y la paz.

Acción y no sólo palabras, planes y conclusiones bo­nitas y resonantes. Justicia, porque esto es lo crucial, lo que reparte las aguas. Paz como objeto final, la con­creción del amor entre los hombres y de los hombres ha­cia Dios. Todo dependerá de las acciones concretas y válidas.

Y para estimular la creativa imaginación, sobre todo de los jóvenes, ofrecemos como final de esta conversa­ción fraternal algunas sugerencias:

— tratad de desenmascarar la maquinaria de las cor­poraciones multinacionales, la última expresión del egoís­mo capitalista. La información que se obtenga sobre estas corporaciones en las naciones industrializadas, de­bería suplementarse con los datos recogidos en las na­ciones que les suministran las materias primas;

— partiendo del principio de que en todos los países las agencias oficiales de propaganda y estadística eligen según su conveniencia los datos a presentar, como ser-

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vicio a la verdad y la justicia tratad de obtener, analizar y divulgar la otra cara de la realidad, a pesar de no po­der utilizar siquiera los principales canales de la comuni­cación;

— aclarad que incluso más serio que la práctica de la rotura es la violencia institucionalizada que causa el man­tenimiento de millones de hijos de Dios en situaciones infra-humanas. Ahí está el origen de toda violencia.

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6. Una amistosa charla con los ingleses *

Es molesto y peligroso dialogar con personas política­mente inmaduras y sin visión; personas que, adoleciendo de la necesaria madurez interior, se ofenden por cualquier cosa e interpretan todo de mala manera. Sin embargo, supongo que todo aquel que viene a la casa del parla­mento posee algo de la experiencia política de los ro­manos.

Entre muchos otros, tratemos de considerar rápida­mente cuatro problemas. Es obvio que no os estoy di­ciendo nada nuevo, ni tampoco pretendo ofrecer solu­ciones. Por la índole de los problemas que vamos a tra­tar y por mi testimonio como pastor que habla en nombre de aquellos que no pueden venir aquí, percibiréis que en realidad sólo existe un inmenso problema que requiere vuestra experiencia y vuestro conocimiento político.

* Conferencia pronunciada en una reunión en la casa del par­lamento (Londres) con motivo de la invitación de un grupo de pares y miembros de la casa de los comunes, el 26 de junio de 1972.

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1. La lección de la primera revolución industrial

Vuestros sociólogos, novelistas y poetas han mos­trado al mundo el alto, el altísimo precio que, en términos de vidas humanas trituradas, habéis tenido que pagar por la revolución industrial, aquella revolución que fue la primera, y no sólo para vosotros sino para el hombre moderno como totalidad.

Con la energía nuclear, la automatización y el uso de los sintéticos, hemos llegado a la tercera revolución in­dustrial. ¿Creéis que no sería posible esta vez evitar aque­lla degradación que conocéis, que fue absurda en el pa­sado y que en nuestros días es intolerable?

¿Hasta cuándo vamos a soportar la hipocresía de in­dicadores del tipo del producto nacional bruto que señala tan espléndidamente el crecimiento económico de los gru­pos privilegiados y que es tan repugnantemente inexpre­sivo en cuanto al desarrollo del hombre entero y de todos los hombres? Aunque el capitalismo ha sido lo bastante listo como para no decir jamás que es materialista, la verdad es que tiene un fondo materialista. Si tiene que elegir entre el capital y el hombre, el capitalismo no vacila en abrazar el capital y en consagrarse a su propio beneficio, aunque para ello tenga que aplastar cientos, miles o millones de seres humanos. Y seguramente os habréis parado a pensar cuan grande negocio multina­cional es el epítome del egoísmo capitalista: lo máximo de la tecnología puesto al servicio, no de la humanidad, sino de los grupos elitistas siempre menos numerosos. Tomando el eslogan que es la gloria eterna de la Rojal Air Forcé, y parodiándolo, podríamos decir, «Nunca tan­tos han trabajado tan duro para tan pocos».

¿No veis, no sentís la especial responsabilidad que tenéis aquí?

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2. La lección del final del colonialismo político

Al final de la segunda guerra mundial vuestra madu­rez política os hizo prever que ya no había lugar para el colonialismo político. Por eso os pareció más sabio per­der el reino y retener la amistad y el comercio a través de esa obra maestra de genio político que es la Com-monwealth.

Pero ¿por qué no completáis el ejemplo que habéis dado al mundo? ¿Por qué no tomáis las medidas con­cretas para lograr esa independencia económica que otor­gue auténtico significado a la independencia política? Si no, el tercer mundo se sentirá inmerso en una farsa; seguimos siendo aplastados por un neo-colonialismo tan opresivo y repugnante como el viejo colonialismo.

Los planes de desarrollo, el uno por ciento del pro­ducto nacional bruto para las naciones pobres, los pro­gramas de ayuda, no pueden disimular la realidad: la prosperidad de las naciones ricas cuesta la proletariza-ción y la siempre creciente miseria del tercer mundo. Lo que se da con la mano derecha es incomparablemente menos de lo que se toma con la izquierda. Incluso cuando el capitalismo se ve obligado como hoy a conceder la independencia política, mantiene a las naciones bajo la dominación económica. Estas se convierten en las sumi­nistradoras de los materiales brutos; hoy se hallan usual-mente industrializadas con fábricas que llevan una eti­queta nacional pero que, en realidad, son meros juguetes de las grandes corporaciones multinacionales. Este es un modo más inteligente de explotación, aunque los precios continúan siendo miserablemente bajos y se fijan en las capitales comerciales del mundo.

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¿No veis en esto vuestra responsabilidad especial y vuestra misión? ¿No demostraréis que el fin del colonia­lismo económico debe seguir al fin del colonialismo polí­tico?

3. Socialismo ver sus capitalismo

Vuestro genio político hace posible ciertas combina­ciones que muchos encuentran difíciles de entender: la realeza y la democracia, el socialismo y la monarquía constitucional.

¿No sentís la responsabilidad especial que tenéis de contribuir a terminar con esta ridicula colisión que existe entre oriente y occidente, entre el socialismo y el capita­lismo? La verdadera naturaleza de este conflicto está siendo deliberadamente disfrazada. Es curioso que ambas partes presenten el mismo pretexto: la defensa de la li­bertad. La verdad es que lo que desean ambos bandos es la expansión imperialista. Este conflicto se está desa­rrollando, ya sea como guerra fría o como guerra abierta, a través del tercer mundo. Por un lado están los Estados Unidos que representan a los imperios capitalistas, y por otro Rusia y China que representan a los imperios socialistas. Rusia y China alegan que ellas quieren soco­rrer a las víctimas de la explotación capitalista para que se liberen de la miseria, del hambre, de la ignorancia, de las situaciones infra-humanas. Por su parte, las poten­cias capitalistas ven en el comunismo al peor de todos los males: el aplastamiento total de la libertad y por eso los Estados Unidos se presentan como los campeones de la defensa del mundo libre. Pero la verdad es que ambas partes llevan a cabo la explotación en nombre de la li­bertad.

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¿Por qué no ayudáis a poner al descubierto las graves falsedades del socialismo que existe en Rusia y en China? ¿Y por qué no denunciáis de una vez y para siempre el egoísmo intrínseco y la falta de piedad del capitalismo?

4. La violencia

Sois espectadores de cónio un incesante radicalismo se está adueñando del control de nuestra tierra. ¿Por qué no empleáis vuestra experiencia política para demostrar que la primera violencia es la injusticia que vemos por todas partes, y no es la que ejercitan los oprimidos o la juventud en el nombre de los oprimidos de cualquier nación? ¿Por qué no demostráis que la reacción es una violencia secundaria, seguida incluso por una tercera: la reacción de los gobiernos, y probáis que dentro de la lógica de la violencia y la escalada en espiral de la vio­lencia los gobiernos pueden adoptar con grandísima fa­cilidad medidas arbitrarias, torturas e incluso dictaduras? ¿No habéis visto y sentido que las dictaduras, tanto de la derecha como de la izquierda, pueden asemejarse la una a la otra en el uso de los métodos inhumanos ?

Estos cuatro problemas, entre otros innumerables que hemos mencionado brevemente, pueden reducirse a un problema básico: el egoísmo humano.

Es el egoísmo el que, a través de numerosas revolucio­nes industriales, sigue poniendo la tecnología al servició de los cada vez más reducidos grupos de individuos con el trituramiento y la explotación de cada vez mayores masas. Es el egoísmo el que con la eliminación del colo­nialismo político ha andado la mitad del camino mientras le queda por dar el siguiente paso esencial consistente en

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abolir el colonialismo económico. Es el egoísmo él que nutre la farsa del conflicto que existe entre el socialismo y el capitalismo, y el egoísmo es el que hace que estos dos sistemas en apariencia rivales lleguen a un acuerdo cuando se trata de repartirse la tierra. Es el egoísmo el que hace difícil reconocer en las injusticias en las que estamos implicados todos el origen de todas las formas de violencia. Es el egoísmo el que no sólo nos lleva a fabricar armas sino también guerras, favoreciendo a unos señores a costa de millones de ofensas y de muertos...

Permitidme resumir todos estos pensamientos, todas estas cuestiones, en una cuestión, en un pensamiento. He crecido con la idea de que vuestro país es el modelo del amor por la libertad. Me enseñaron que para cualquier inglés la libertad es tan esencial como el pan, el agua y el aire... Permitid que os haga esta pregunta: ¿por qué no ensancháis vuestras mentes y vuestros corazones y ese amor que sentís por vuestra propia libertad lo convertís en amor por la libertad de todos los hombres? ¿Por qué no lucháis para que todos puedan poseer este privilegio que es el más grande de todos los dones que al hombre ha dado su creador y padre? En todos los países, en todas las razas, en todas las lenguas, hay pequeñas minorías se­dientas de colaborar en la edificación de un mundo más justo y más humano. Estas minorías, hambrientas de jus­ticia y de creer en el poder de las ideas, de la verdad y del amor, están esperando una señal, están esperando vuestra solidaridad.

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7. Los cristianos y las injusticias de hoy *

1. El cristianismo: un largo camino, algunos logros indudables, un triste dilema

En octubre de 1970 se celebró en Kyoto, Japón, un congreso mundial de religiones cuyo tema fue la justicia como condición de la paz. La humilde actitud de las reli­giones representadas fue patente. Todas ellas se sintieron culpables de algún modo, deudoras a la humanidad por no haber entendido o haber hecho mejor uso de los men­sajes de los que se sentían portadoras para ayudar al hom­bre a vencer su egoísmo y levantar un mundo más justo y más humano.

Sin ignorar los logros notables e innegables del cris­tianismo durante sus 2000 años de vieja andadura, no puede pasarse por alto que hoy es la religión de una mi­noría privilegiada (menos del 10 por ciento de la pobla-

* Charla pronunciada en una reunión pública celebrada el 26 de junio de 1972 en las aulas de san Paneras.

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ción mundial) que disfruta de más del 80 por ciento de los recursos del mundo.

¿Qué es lo que hemos hecho con el evangelio de Cristo ? Todas las religiones, preocupadas por la necesidad de recursos financieros para llevar a cabo su labor mi­sionera, beneficencia y acción social han caído presas de la maquinaria capitalista.

Como cristianos nos avergonzamos al ver que nues­tras denominaciones hacen inversiones en negocios, al­gunos de los cuales se dedican a la industria de las armas, y buscan casi vertiginosamente la prosperidad que se deriva de la explotación de aquellos países que suminis­tran las materias primas.

En este momento el negocio bancario es el meollo de todo el sistema capitalista y como cristianos nos duele ver a nuestras iglesias ligadas directamente con los ban­cos. La gigantesca corporación multinacional se alza como símbolo de la tecnología al servicio del beneficio y como logro culminante del supercapitalismo. Nos hiere oír preguntar a la juventud si nosotros somos también una empresa gigante que opera por todo el mundo.

¿Con qué remanente de autoridad moral vamos a exi­gir cambios de estructuras si nuestras propias institucio­nes se hallan ligadas a las viejas estructuras? ¿Cómo podemos ser lo bastante desinteresados para juzgar al capitalismo y denunciarlo por ser fundamentalmente anti­cristiano y tener por principal interés y ley más elevada el beneficio? ¿Dónde vamos a encontrar la claridad de visión suficiente para ver que nuestra religión, preocupada con la defensa del actual orden social y autoridad, acaba apoyando las estructuras de opresión? ¿No podemos decidirnos a poner a un lado el prestigio, la posición so­cial, el dinero, etc., y aceptar los riesgos que Cristo dijo

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a sus seguidores que deberían aceptar, confiando en el padre que alimenta a los pájaros libres y viste a los lirios del campo?

Si pudiéramos transformarnos a nosotros mismos y desembarazarnos sobre todo de los cuidados acerca del prestigio y la influencia social, la juventud estaría con nosotros y podríamos crear las condiciones para unirnos a los pisoteados. Esto no consistiría en incitarles a odiar, convirtiendo a los pisoteados en opresores, sino en alar­gar la mano de ayuda a los necesitados y enseñarles a demandar justicia como condición de la paz.

2. El socialismo: su rápido ascenso, sus sorprendentes logros, su actual y triste condición

En junio de 1970 se celebró en la televisión del Berlín occidental una discusión sobre los grandes problemas del mundo en la que tomaron parte dos budistas, dos sintoís-tas, dos hindúes, dos musulmanes, dos judíos, dos cris­tianos y dos marxistas. Hubiera parecido normal que la religión en general y el cristianismo en particular hubie­ran salido malparados en una comparación crítica, con el socialismo o con el socialismo marxista. El mundo ha contemplado atónito cómo en medio siglo el socialismo ha transformado la vieja Rusia semi-feudal de 'los zares en una super-potencia que rivaliza con los Estados Uni­dos, y cómo en menos tiempo aún ha cambiado a China con su vasta población y millares de problemas en una nación a la que temen Rusia y los Estados Unidos. Sin embargo, los dos marxistas del programa de televisión berlinés tuvieron la honradez y la inteligencia de no can­tar victoria total, porque si en su ascenso espectacular el

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socialismo puede mostrar resultados sorprendentes, tam­bién ahora ha llegado a una condición lamentable y tiene ante sí desafíos agónicos. En cuanto a la URSS parece innegable que sus éxitos hay que confrontarlos con los graves y vitalmente importantes errores que ha cometido. La terrible rigidez con la que impuso por la fuerza su propia idea de socialismo condujo al aplastamiento de los alemanes orientales, los húngaros y los checoslovacos, un destino al que no escapará ningún otro satélite so­viético que intente conseguir la liberación. Con su in­tento de control de los obreros, Yugoslavia es una ex­cepción, pero su momento crítico llegará cuando desapa­rezcan sus actuales dirigentes y sea difícil sustituirlos.

La Unión Soviética ha olvidado sus ideales socialistas y ha levantado un imperio. La verdad es que existe un interesante paralelo entre los países de la América latina, África y Asia que se ven prácticamente obligados a su­ministrar sus materias primas a precios bajisimos a las super-potencias capitalistas occidentales, y los países del llamado telón de acero que también están obligados a vender sus productos industriales a los precios más ti­rados. El caso de Cuba requeriría un estudio especial, porque ¿qué clase de ayuda recibe efectivamente este país de su metrópoli y a qué precio?

Dentro de su propio territorio la URSS ha demostra­do su incapacidad para abolir la división que existe entre partido y pueblo. La llamada burocracia técnica estalinis-ta no ha desaparecido con la destalinización.

Después de más de cincuenta años de revolución, la mística de la frugalidad y el sacrificio se ha atrofiado y con­sumido. El viejo e inconquistable egoísmo humano está creando una sociedad de consumo en Rusia de la que es un símbolo la construcción del complejo industrial de la Fiat en la Unión Soviética.

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Respecto a China, la revolución cultural hay que exa­minarla más bien como intento de superar el dualismo partido-pueblo. Los técnicos y los obreros, los intelec­tuales y las masas, todos participan en el esfuerzo por eli­minar el mandarinismo, la vieja clase privilegiada de la gente influyente. La deificación de Mao levanta una serie de graves cuestiones que inevitablemente conducirán a la des-maoficación y al enérgico aplastamiento de mucho de lo que ha practicado la revolución cultural. Si juzgamos por la actitud de los jóvenes maoístas diseminados por todo el mundo, China se rebeló contra Rusia porque que­ría vivir su propio socialismo, pero después transformó esta experiencia en una idea que había que imponer por la fuerza. El diálogo ruso y chino con los Estados Unidos se está llevando a cabo, pero la impresión que da no es la de reuniones encaminadas a conseguir la paz mundial; más bien son imperios que discuten entre sí el trincha-miento de las esferas de influencia. Es probable que un día, veamos al pueblo vietnamita rendido con los Estados Unidos, la URSS y China al fondo, los ojos fijos en la dominación económica y militar de Asia.

Por su parte, los árabes y los judíos no muestran mu­chas señales de estar entendiendo que los rusos y los americanos les están utilizando como juguetes de sus am­biciones. Y ¿cómo explicaría China su oposición a la mi­serable guerra entre la India y Pakistán en vísperas de la visita a Pekín del presidente americano?

Cuando los países que suministran las materias primas se reunieron por tercera vez en el congreso de la UNCTAD celebrado en Santiago de Chile y trataron de sostener un diálogo con los países industrializados, de las dos prece­dentes asambleas tenidas anteriormente ya se pudo pre­decir que los rusos se igualarían a los Estados Unidos en

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el egoísmo y la dureza de corazón. Algunos esperaban una actitud diferente de China, que debutaba en la UNCTAD Pero ¿no es tan falso el socialismo chino como el ruso?

3. El curso que en nuestros días tomaría una auténtica praxis marxista

Si es honrada, entre otras cosas una auténtica praxis marxista traería dos nuevas actitudes de vital importancia para el progreso del mundo.

Una nueva actitud con respecto a los acontecimientos de la religión ha demostrado que el eslabón entre la re­ligión y la alienación no es una conexión necesaria e in­variable. Los eventos han demostrado que en todas las grandes religiones de la tierra hay minorías decididas a vivir o a tratar de vivir una religión comprometida con la liberación del hombre, y no sólo después de la muerte, a través de una larga y misteriosa eternidad, sino durante esta vida, aquí sobre la tierra.

Una nueva actitud con respecto a los acontecimientos del socialismo ha aclarado que la relación entre el socia­lismo y el materialismo dialéctico no es una relación im­prescindible e invariable. Los eventos han demostrado que hay socialismos espirituales en marcha, y ahora que se reconoce que aceptar el espíritu no significa negar el cuerpo, aceptar a Dios no es considerar que el hombre es una marioneta cuyo creador tira del cordel. El hombre es co-creador y Dios le ha encargado que ejerza su so­beranía sobre la naturaleza con el fin de perfeccionar la creación. Los eventos prueban que los socialismos basa­dos en el materialismo dialéctico no pueden escapar de las perversiones terrenas. La raíz de esta perversión fue

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el intento de reducir el socialismo a la mera socialización de la propiedad, cuando el auténtico socialismo supone una indivisible socialización de las posesiones, las apti­tudes y el conocimiento. Hay personas que reaccionan muy negativamente ante el hecho de la falta de experien­cias afectivas de tal socialismo completo, y se dice que el camino hacia el socialismo debe pasar a través de la etapa del control de los obreros y de la experiencia de autén­ticas cooperativas que son lo opuesto exactamente a las pseudo-cooperativas que manejan un gobierno o una potencia económica.

¿Puede esperarse algo del cristianismo? Después de 2000 años de fracasos en el intento de abatir el egoísmo humano, después de que la misma iglesia cristiana se ha enredado en la maquinaria capitalista, ¿qué razones te­nemos para levantar nuestra mirada en dirección a Cris­to y su iglesia? Hay muchas razones que conducen a des­cubrir en el cristianismo la inspiración y el poder decisivos que se necesita para la edificación de un mundo mejor y más humano. ¡A todos aquellos que se han hecho ateos por miedo, quiero demostrarles que reconocer a un Dios capaz de hacerlo todo significa reducir necesariamente al hombre al status de un esclavo.! Tengo un enorme deseo de decir a esas personas que para un cristiano el hombre no ha nacido para ser esclavo de Dios, y aún menos para ser esclavo de otros hombres. Anhelo hablar a aquellos que, defraudados por el equivocado cristianismo que se les ha enseñado, evitan la práctica religiosa, y conducirles a pensar que el único interés del cristianismo es huir del pecado. Es absolutamente posible preocuparse de la vida eterna y también aconsejar sobre lo que pasa en la tierra, pero eso por el amor de Dios y como una obra de mise­ricordia, nunca en términos de ley.

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¡Cuánto me gustaría decirles que Cristo vino a li­brarnos del pecado y de las consecuencias del pecado, del egoísmo y de los resultados del egoísmo! Siento ganas de decirles la interpretación cristiana del mandato que el hombre recibió de Dios para dominar la naturaleza y que para perfeccionar la creación se necesita edificar un mundo más humano y mejor sobre la tierra. Cómo me agradaría decirles que el verdadero cristianismo rechaza la idea de que unos nacen pobres y otros ricos, y que tam­poco admite la teoría de que el pobre debe atribuir su pobreza a la voluntad de Dios, ya que los verdaderos pro­blemas que debe resolver el hombre son las injusticias entre los hombres, sabiendo que Cristo quiere que todos vivamos humanamente como hombres dignos, no infra-humanizados por la miseria ni deshumanizados por la riqueza.

Si los cristianos no estamos de acuerdo con los gran­des y poderosos escritos del Vaticano n que tenemos, si los evadimos y los damos de lado, temerosos de las consecuencias a que conducen, tendremos la conmoción de ver que los mejores de los socialistas se adueñan de estas ideas con el mayor interés y respeto.

Conclusión

Como quiera que es la comisión para la justicia y la paz 1 internacional de la conferencia episcopal de In-

1. Esta reunión y la visita a Inglaterra del arzobispo Hélder Cámara fue preparada por la comisión católica para la justicia y la paz, 44 Grays Inn Road, London WC1X 8LR. La comisión tiene la doble función de aconsejar a la jerarquía y de educar a la opinión pública sobre materias de desarrollo internacional, jus­ticia, paz y derechos humanos.

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glaterra y Gales la que organiza esta reunión, voy a con­cluir llamando vuestra atención a la obra de la comisión pontificia.

Pablo vi respondió al llamamiento del concilio con la creación de la comisión pontificia para la justicia y la paz a la que, en teoría, debería corresponder en cada país una comisión nacional. Todas estas comisiones trabajan dentro de un amplio espíritu ecuménico, sirviendo tanto a los cristianos como a los no-cristianos, a los creyentes y a los no creyentes.

Es evidente que ésta fue una acción sintomática por cuanto si la injusticia no estuviera aumentando de volu­men la creación de este organismo no habría estado jus­tificada.

La acción fue en sí misma valiente, porque se podían haber alzado numerosas dudas y acusaciones contra la iglesia y su comisión de justicia y paz. Hubiera sido fácil afirmar que la iglesia se estaba saliendo de su terreno. Si la iglesia ofreciera únicamente ayuda, su acción sería bienvenida; pero en cuanto empieza a contestar a la in­justicia, inmediatamente se alzan demandas en el sentido de que la iglesia no debe salir de la sacristía, de que debe preocuparse de sus actos de culto y sólo de ellos, de que debe «evangelizar» con la predicación cristiana, de que debe mantener la paz social.

Sin embargo la iglesia, como continuación que es de Cristo, considera que tiene el derecho y la obligación de estar en medio de los hombres, en el corazón de los even­tos del mundo.

Convencidos de que la comisión pontificia sobre la justicia y la paz se halla al servicio de todos, hacemos con­fiados algunos llamamientos a esa organización que lleva

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sobre sus espaldas algunas de las más graves responsa­bilidades del momento actual.

Es indispensable añadir, empero, que la comisión pontificia sobre la justicia y la paz, usando los servicios de los especialistas, debería presentar algunas sugerencias concretas a las denominaciones cristianas, empezando por la nuestra, sobre cómo se pueden librar inmediatamente de los engranajes del capitalismo. ¡Si las denominaciones cristianas pudieran liberarse de tener que detentar sus propios sistemas bancarios, sería una gran señal que ten­dría vastas repercusiones!

¡Sería un enorme impacto moral el que la comisión pontificia para la justicia y la paz alentara a la jerarquía de la iglesia de todo el mundo para que liberaran en tér­minos concretos a las iglesias de apoyar las estructuras de esclavización que oprimen con el pretexto de ayudar a mantener el orden social y la autoridad!

Tendría un gran impacto moral que la comisión pon­tificia para la justicia y la paz alentara en los diversos paí­ses la creación de comisiones, pero no de la justicia y la paz que tienden a quedarse en la zona de los principios, sino núcleos de acción para la justicia y la paz comprome­tidos a hacer verdaderas las enseñanzas sociales de la iglesia.

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8. ¿Desarrollo o liberación? *

1. ¿Hay lugar para la esperanza?

La revista estadounidense The Critic hizo la siguiente pregunta al cardenal Suenens, arzobispo de Malinas y Bruselas: ¿Por qué es usted un hombre de esperanza precisa­mente en estos días'?

Su respuesta puede ayudarnos a nosotros: Porque creo que Dios es nuevo cada mañana, creo que Dios

está creando hoy el mundo, en este mismo instante. Dios no creó el mundo hace mucho tiempo y luego se olvidó de él. Por tanto, eso quiere decir que debemos esperar lo inesperado y considerar que esta es la manera normal en que trabaja la providencia de Dios.

Precisamente lo «inesperado» de Dios es lo que nos salva j nos libera del determinismo y del sociologismo de las sombrías estadísticas acerca del estado actual de los asuntos humanos.

• Lo «inesperado», al venir de Dios, es algo que procede del amor que nos tiene, para el mejoramiento de sus hijos.

* Carta circular dirigida a las minorías abrahámicas en octu­bre de 1972.

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Soy un hombre de esperanza, y no porque yo sea optimista por naturaleza o por rabones humanas, sino porque creo que el Espíritu santo se halla presente en su iglesia y en el mundo, aunque la gente no lo sepa. Soy un hombre de esperanza porque creo que el Espíritu santo es todavía el espíritu creador y por­que creo que si nos abrimos a él, nos dará cada mañana una re­ciente libertad, go%py una nueva provisión de esperanza.

Ea historia de la iglesia es una historia larga, llena de las maravillas del Espíritu santo. Debemos recordar a aquellos santos y profetas que, en momentos desesperados, traían un caudal de gracias y nuevas luces para continuar en el camino.

Creo en las sorpresas del Espíriru santo. El concilio fue una sorpresa de este tipo y el papa Juan otra. Ambos nos han dejado atrás. ¿Por qué vamos a creer que la imaginación y el amor de Dios se han agotado?

Ea esperanza es una obligación y no sólo una delicadeza. Ea esperanza no es un sueño sino una manera de hacer que los sueños sean realidad.

¡ Bienaventurados aquellos que tienen sueños y están dispues­tos a pagar el precio para que se conviertan en realidad!

2. ¿Desarrollo o liberación?

Las minorías abrahámicas, sean cuales fueren sus dis­tintos nombres, fuentes de inspiración y métodos, tienen en común el intenso deseo de ver las cosas claras con el fin de actuar con seguridad y sin dilación.

Entre los libros más idóneos que han ayudado a las minorías abrahámicas en América latina, y también a to­das nuestras minorías del norte, del sur, del este y del oeste, merece una particular atención la obra escrita por Gustavo Gutiérrez titulada Teología de la liberación (Edi­ciones Sigúeme, Salamanca 41973).

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El libro de Gutiérrez nos proporciona una informa­ción valiosísima, nos enseña a pensar, provoca nuestra reflexión, derriba tabúes y ensancha nuestra visión.

¿Teología? Hasta aquellos que se encuentran muy le­jos de las prácticas religiosas y de la fe, si abren el libro no podrán resistir la tentación de seguir al autor en su «reflexión crítica sobre la praxis a la luz de la fe».

¿Liberación? Sobre todo en América latina la pala­bra desarrollo se halla muy desacreditada como conse­cuencia principalmente de la desilusión que ha seguido a la bancarrota de las promesas de progreso.

Como muchos otros Gutiérrez prefiere hablar de li­beración, una palabra que por añadidura «nos conduce más fácilmente a las fuentes bíblicas que inspiran la pre­sencia y la acción del hombre en la historia».

Leer libros como Teología de la liberación ¿es una pérdi­da de tiempo o una mera teorización? Gutiérrez señala acertadamente:

En la América latina uno de los mayores peligros que de­bilitan el edificio del socialismo —por otra parte, en nece­sidad urgente de acciones inmediatas— es la falta de una sana teoría propia. Pero propia no por un ardiente deseo de originalidad, sino por conseguirla a través de un ele­mental realismo histórico.

3. La opresión según las estadísticas

a) ¿Quién sabe lo que es el SIPRI?

El «Stockholm Peace Research Institute» (Instituto para la investigación de la paz de Estocolmo) es una fun­dación que en 1966 creó el parlamento sueco con el pro­pósito de estudiar la paz y los obstáculos para conseguirla.

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El presupuesto anual del SIPRI, aprobado por el par­lamento sueco, es de unos 600.000 dólares USA y ade­más del reconocimiento del gobierno sueco su autonomía está asegurada por sus estatutos privados.

Los descubrimientos del SIPRI se publican regular­mente y ya hay a la venta once volúmenes sobre el tema.

La junta de gobierno del SIPRI está compuesta por los profesores Gunnar Myrdal, Suecia; Hilding Eek, Sue-cia; Leo Mates, Yugoslavia; Robert Neild, Gran Breta­ña; Bert Roling, Holanda; John Sannes, Noruega.

De las publicaciones, del SIPRI, recomendamos espe­cialmente :

— SIPRI Yearbook of World Armaments and Disar-mament, 1972, 400 p.

— The Arms Trade witb the Third World, 990 p. Esta última obra nos dice que el volumen del comercio

mundial de armas se estima en 7 billones de dólares anua­les. De esta cifra, 3 billones de dólares corresponden al volumen comercial que, con los países del tercer mundo, efectúan el hemisferio capitalista del norte y las naciones socialistas. Además la panorámica del SIPRI revela que en los últimos veinticinco años todos los conflictos ar­mados del tercer mundo se han llevado a cabo con las armas que les han suministrado las naciones ricas.

Aquellos que estén interesados en más detalles y quieran adquirir los ejemplares de las publicaciones del SIPRI pueden escribir a las siguientes direcciones:

— Almqvist & Wiksell, P.O. Box 62, S-101 20 Sto­ckholm, Sweden.

— Humanities Press Inc., 303 Park Avenue Soum, New York, N.Y. 10010 U.S.A.

— Paul Elek Ltd., at the Ibex, 54-58 Caledonian Road, London, NI 9 RN, U.K.

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b) ¿Quién sabe lo que es el NACLA?

El nombre completo es NACLA'S Latin American and Empire Report, anteriormente NACLA Newsletter. Los informes del NACLA se publican diez veces al año y casi siempre contienen datos de primera mano sobre el mecanismo de la dependencia de la América latina en los Estados Unidos.

El NACLA lo escriben personas que llevan desde muchísimos años haciendo este tipo de trabajo, utilizando un lenguaje sencillo accesible a los lectores no especiali­zados.

Las personas interesadas en suscribirse al NACLA pueden escribir a:

- Box 57, Cathedral Station, New York, N.Y. 10025, U.S.A.

— Box 226, Berkeley, California 94701, U.S.A.

4. Miñonas en acción

Francia, ¿alimentos o armas?

Los grupos anti-violencias franceses están llegando a la opinión pública del país con su defensa de Larzac y su oposición a la militarización de Francia.

Larzac, situada en la región de Aveyron-Henault, es una altiplanicie de tierras agrícolas y de pastos que abastecen a la industria láctea del Roquefort.

Desde 1902 existe también en la altiplanicie de Larzac un campamento militar que durante mucho tiempo ha estado tratando de extenderse por la zona.

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Los granjeros locales han intentado detener por me­dios pacíficos las usurpaciones del campamento militar. Sin embargo, y a pesar de las promesas hechas anterior­mente, el área militar que era de 3.000 hectáreas fue aumentada oficialmente el 25 de octubre de 1971 hasta 17.000 hectáreas. Como compensación se prometió elec­trificar la zona, que ya está electrificada, y re-situar a los habitantes expropiados a través de una agencia llamada SAFER que por el momento no tiene ninguna tierra li­bre a disposición de éstos.

Quienes deseen más detalles sobre el asunto Larzac y el trabajo de los grupos anti-violencia en este campo, pueden escribir a:

— Jean-Fran^ois Besson, scAN-Secrétariat de Coor-dination pour l'Action Non-Violente, Bendranges, 42 Neulise, France.

O tratar de conseguir libros como: — Le Larzac et la paix, por Jean Toulat. Louis Es-

pinasse, 40 rué de la Fraternité, 12 Nillau. — Nota garderons le Larzac, que presenta el punto de

vista de los granjeros y que puede conseguirse a través de «Que Faire»?, 71 rué Dulong, Paris 17e - France-CCP La Source, 31 568 97.

Coordinación europea MIR

El IFOR o «International Fellowship of Reconcilia­tion» (Asociación internacional de reconciliación), o se­gún la denominación francesa, MIR («Mouvement In­ternational de Reconciliation»), tiene desde el año pasado un grupo de trabajo europeo llamado G T E , constituido de conformidad con la conferencia de jóvenes militantes celebrada en Joppe, Holanda.

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El G T E es una parte integral del IFOR consagrado a la acción no violenta a nivel continental, es decir, en Eu­ropa. Es un intento de integrar algunos de los muchísi­mos esfuerzos desarrollados ya en toda Europa, con el propósito de un intercambio más fácil de experiencia y de asistencia mutua.

La información sobre el G T E y sus miembros euro­peos puede conseguirse a través de:

Erich Bachman, G T E - D-3321 Grosse-Heere 60. República Federal de Alemania.

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9. Un pacto digno de coronar nuestra marcha *

1. ¡Jóvenes ciudadanos del mundo!

Dios ponga en mis labios palabras de verdad, pero de una verdad empapada de amor.

Cuanto más dura de decir es una verdad, más nece­sario es escuchar al que habla, porque habla por amistad, por amor.

Dios ponga en mis labios palabras de esperanza, pero no de esperanza efímera y engañosa.

Palabras de esperanza, porque un joven sin esperanza ya no es joven; ¡es un viejo! De esperanza verdadera, porque vosotros no toleráis la falsía ni la mentira.

Dios ponga en mis labios palabras de fe. Fe en Dios y fe en el hombre, fe en la eternidad y fe en el tiempo, fe en el cielo y fe en la tierra.

* Mensaje al movimiento de jóvenes «Manos tendidas», con ocasión de la clausura de la marcha de 1972 (Plaza Michelangelo, Florencia) el 5 de noviembre de 1972.

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No admitís una fe alienada. Comprendéis y amáis a Cristo, Hijo de Dios que se encarna, que se hace hombre, que asume los problemas humanos, que se convierte en hermano nuestro.

Y sabéis que Dios, cuando creó al hombre a su ima­gen y semejanza, cuando dotó al hombre con los dones divinos de la inteligencia y de la libertad, lo hizo, no en broma, sino de verdad. Hubiera sido muy fácil para Dios crear un mundo ya completo y perfecto. Pero él no hizo más que iniciarlo apenas. Y quiere que el hom­bre sea el que domine la naturaleza y complete la crea­ción.

En estos momentos, vosotros representáis aquí las mejores aspiraciones de los jóvenes de todo el mundo. ¡Que seamos dignos de esta hora, de esta marcha, de este encuentro!

2. Adultos, tenemos mucho de qué humillarnos

¡Atención, adultos! Sería un grave error imaginarse que toda la experiencia, toda la prudencia, toda la sabi­duría nos pertenece a nosotros, es patrimonio nuestro; y que los jóvenes carecen de sabiduría, de prudencia y de experiencia.

¿Quiénes son los que deciden las guerras, en las que les toca especialmente a los jóvenes morir y matar, es­túpida, absurdamente, sin gloria alguna?

¿Quiénes son los que deciden los cursos y los pro­gramas de enseñanza? Si es verdad que estos cursos ofre­cen a los jóvenes una ciencia y una técnica muy avanzada, ofrecen casi únicamente ciencia y técnica al servicio de grupos cada vez más cerrados; ofrecen ciencia y técnica

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que crean una masa cada vez mayor de oprimidos y ayu­dan a ampliar cada vez más la distancia entre países po­bres y países ricos. En tiempos de la electrónica, de las fibras sintéticas, de los viajes espaciales, más de dos tercios de los países subdesarrollados, que constituyen el llamado «tercer mundo», han perdido toda posibilidad de acabar con la miseria y con el hambre. Ya se está hablando de un «cuarto mundo», un mundo sin espe­ranza y sin acceso al desarrollo.

¿Quiénes son los que dirigen las empresas ? Pues bien, si son un portento de organización y de técnica, son también obras maestras de egoísmo y de ambición. Las macroempresas, los conglomerados, se aglutinan y re­fuerzan, se modernizan y automatizan cada vez más, transformándose en poderosísimos imperios. Se está ya previendo que, antes del año 2000, serán menos de tres­cientas las macroempresas que controlarán la tierra. Pues bien, ya sabemos cuál es el precio, el aplastamiento hu­mano de países y continentes, que habrá que pagar por este progreso extraordinario.

¿Quiénes son los que llevan la política? Tanto las superpotencias capitalistas como las socialistas ofrecen un espectáculo degradante de injusticia y ambición. ¡Qué bien saben los imperios de derechas y de izquierdas aprovecharse de las mutuas divergencias, que parecen insolubles a los ingenuos! Y al mismo tiempo, ¡cómo saben caminar codo a codo, cuando se trata de dividir las áreas de influencia y de dominio!

¿Quiénes controlan los poderosísimos medios de co­municación social? Pues bien, la prensa, la radio y la televisión gozan de una libertad que termina donde co­mienzan los intereses de los gobiernos y de las empresas que financian sus programas. Casi siempre los primeros

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en sufrirlo son los reporteros, los redactores, los secre­tarios y también los directores, que están muy lejos de poder decir todo lo que quieren, como quieren y cuando quieren...

¿Quiénes son, humanamente, los que gobiernan las religiones? Pues bien, ésta es la realidad que comproba­mos: o las religiones se acomodan a la situación presente y ayudan a mantener el llamado «orden social», se dejan manipular y de esta manera, por así decirlo, «cobran prestigio»; o por el contrario, si se sienten en la obli­gación de denunciar las injusticias, de estimular la pro­moción humana y la educación liberadora, entonces no tienen más remedio que prepararse para la incompren­sión, el desprecio y la persecución.

3. Los jóvenes, ¿lo harían mejor? ¿lo harán mejor?

¡Atención, jóvenes! No os apresuréis a condenar a los adultos de hoy, que son los jóvenes de ayer! ¿Po­déis acaso garantizar que, cuando mañana seáis adultos, conduciréis el mundo de una forma más humana?

Vuestra denuncia, por ahora, como es lógico, no revela mucha seguridad ni madurez.

¿Cómo ver claro cuando la noche es oscura? ¿Cómo tener soluciones cuando todos andan a tientas buscando en la oscuridad?

Es fácil entender la protesta de los hippies, ¡pero cuánta inseguridad revelan!... Se limitan a los viejos tér­minos de paz y amor, sin llegar siquiera a justicia y paz. No pocas veces recurren a las drogas, cuando drogarse es huir. No pocas veces subvaloran o supervaloran el

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sexo, sin lograr encontrar para el sexo el lugar adecuado que ocupa en la vida humana.

Es fácil entender (no digo ya aprobar) a los jóvenes que, perdiendo la paciencia, recurren a la violencia o al terrorismo... ¡Qué difícil es hacerles comprender que, incluso hablando sencillamente en términos de eficiencia sin apelar a razones más profundas, recurrir a la violen­cia es olvidarse que del lado de los opresores están los artífices de las armas y las guerras, los mismos dueños de las armas!...

Es fácil comprender que algunos jóvenes terminen cayendo en el cinismo (como si fuese compatible el ci­nismo con la juventud), cuando el cinismo es anti-auten-ticidad, y la autenticidad es una de las expresiones más hermosas de la juventud de nuestros tiempos...

Lo que tiene que impedir a los jóvenes lanzar piedras contra los adultos de hoy es el peligro grave en que ellos mismos se encuentran, el peligro gravísimo de instalarse en la vida: cuando terminan los estudios y se acerca el matrimonio, ¿cuántos jóvenes conservan la llama, la audacia, la sed de trabajar, a costa de su sacrificio, por un mundo más respirable y más humano?

4. Preliminares del gran pacto

Lo que adultos y jóvenes tienen que comprender es que es posible tener 18 años y ser un pesimista, un vencido, «sin razón ninguna» para vivir, ¡un viejo! Y también es posible tener varias veces 18 años, ser viejo por fuera y conservar intacta la juventud del espíritu, del pensamiento y del corazón: el joven más joven con quien me encontré en mi camino tenía más de 80 años y se lla­maba Juan XXIII.

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Esta tiene que ser la primera alianza, preciosa e in­dispensable: alianza entre todos los que son plenamente jóvenes, de espíritu y de cuerpo, y aquellos que han en­vejecido por fuera, pero siguen teniendo mil razones para vivir.

Alianza más amplia y no menos indispensable es la que se impone entre las minorías que yo llamo «abrahá-micas»: minorías que ya existen, que ya se han creado. El espíritu de Dios las suscita en el seno de todas las razas, de todas las religiones, de todos los países, de to­dos los grupos humanos. Pertenece a esas minorías abrahámicas aquel que, como Abrahán, espera contra toda esperanza y se decide a obrar, a costa de su sacri­ficio, por un mundo más justo y más humano.

Toda minoría abrahámica puede y tiene que con­servar el nombre que tiene, puede y debe conservar la llama religiosa o simplemente humanista que la inspira, puede y debe conservar los propios líderes y los propios métodos. Lo importante no es unificar, no es uniformar, sino unir. Lo indispensable es ponerse de acuerdo en torno a algunas metas prioritarias. Luego, podéis dis­cutir estas indicaciones fraternas que aquí os dejo:

a) Combatir por la justicia: esto es lo que separa las aguas en nuestros tiempos

Frente a personas ricas o países ricos, el que presente situaciones de miseria y acuda pidiendo ayuda puede ser comprendido fácilmente y sus peticiones serán fá­cilmente acogidas.

Frente a personas ricas y países ricos, el que presente situaciones de miseria y, en vez de pedir ayuda, denuncie

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\ las injusticias, exigiendo que se respeten los derechos, será señalado con el dedo como revolucionario y comu­nista.

¡Poco importan las incomprensiones y los insultos! La verdad es ésta: sin justicia, no habrá paz. Y hay gra­ves injusticias en los países pobres. Hay graves injusticias en los países ricos. Hay gravísimas injusticias en las re­laciones entre países ricos y países pobres.

b) Para comprender las injusticias mundiales, nada mejor que partir de las injusticias locales

Salvo errores, a finales de 1971, la situación del mundo del trabajo en Italia era la siguiente: 19.500.000personas con trabajo estable; 1.200.000 personas sin trabajo; 3.700.000 con empleo provisional; 1.000.000 de sub-proletarios en el campo,. 300.000 en la industria y 400.000 en otras actividades.

Millón y medio de personas dejan el sur buscando trabajo en los centros industriales como Turín y Milán. Tres millones de personas (70% del sur de Italia) se ven en la necesidad de buscar trabajo en el extranjero, espe­cialmente en Europa, en situaciones muy precarias como es lógico.

Estudiar seriamente lo que sucede en el sur de Italia ayudará a comprender lo que sucede en los países subde-sarrollados y en las regiones subdesarrolladas de los paí­ses ricos. ¿Por qué emigra el 80 % de los jóvenes meri­dionales, especialmente de Sicilia, Calabria y Lucania, y también de Apulia, Cerdeña y Campaña?

Estudiar seriamente la situación de los italianos obli­gados a buscar trabajo fuera de Italia ayudará a compren-

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der la situación de los trabajadores extranjeros en Europa, llamados con razón «negros europeos».

Estudiar seriamente el paro en los centros altamente industrializados de Italia, como consecuencia de la auto­matización al servicio de grupos cada vez más limitados, ayudará a comprender el drama actual de los trabajadores.

Hay que repetir y subrayar esta verdad: para sentir las injusticias mundiales como si fueran propias, el mejor camino es partir de las injusticias locales.

c) Intentar llegar hasta las estructuras de opresión

En vano trabajaremos por cambiar las estructuras de opresión en los países pobres si, al mismo tiempo, no se realiza un esfuerzo en este sentido en los países industria­lizados.

Hubo un tiempo en que personas con muy buena intención se dedicaban a acciones conmovedoras, por su generosidad y pureza de intención, pero que estaban muy lejos de afectar a la dimensión global de las estructuras económicas, culturales, políticas, que engendran situa­ciones locales de injusticia.

Por eso se limitaban muchas veces a protestar contra episodios aislados; protestas de suyo válidas, pero que perdían eficacia en la medida en que no llegaban a las raíces profundas de los mecanismos de opresión a nivel mundial ni a sus repercusiones nacionales y locales.

Pues bien, yo os garantizo que estas personas con ham­bre de justicia están mucho menos lejanas. Más aún, os puedo asegurar que están mucho más próximas.

Va creciendo, poco a poco, el número de las mino­rías abrahámicas. Y a cada instante se van haciendo más lúcidas y operantes.

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Vuestra marcha es un gran gesto, que tiene un amplio eco no sólo en Italia, sino en todo el mundo de los jó­venes.

Intentad cada vez más superar las meras palabras, por muy bellas y sonoras que sean. Si la violencia de los pacíficos no demuestra su validez y no logra derribar las estructuras de opresión, quien saldrá ganando será la violencia armada. Y seguirá todavía durante mucho tiempo el imperio de la injusticia oprimiendo a la mayor parte de la humanidad.

d) Exigir a las religiones, especialmente a la nuestra

Una experiencia concreta y válida es exigir a las re­ligiones que paguen la deuda que asumen frente a los hombres, los que creen en el creador y padre. Los que tienen el mismo padre son hermanos. Pero ¿quién obra realmente como hermano de todos los hermanos en hu­manidad, empezando por los vecinos, por el barrio, por la comunidad, hasta llegar a los hermanos de todas las razas, de todas las lenguas, de todas las religiones?

Con humildad y con amor, seamos exigentes, sobre todo con nuestra religión cristiana.

¡Qué responsabilidad habernos encontrado con Cristo en nuestro camino!... ¿Qué hemos hecho del evangelio de Cristo, del ejemplo de Cristo? Lo más triste y lo más absurdo es que la minoría que tiene en sus manos la casi totalidad de los recursos de la tierra es cristiana, al menos de origen.

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e) Repudiar los absurdos que se eternizan y los falsos planteamientos y soluciones de los problemas de la humanidad

Tengamos el coraje de repudiar los absurdos que se eternizan y que se agravan, y los falsos planteamientos y soluciones de los problemas de la humanidad.

Ejemplo típico de los absurdos que se eternizan y se agravan: la guerra.

• ¿Hasta cuándo los jóvenes seguirán partiendo para la guerra, cuando ho'y sabemos que las guerras son nefastas, que sólo sirven a los intereses de los fabricantes de armas y de guerras, que pueden fácilmente llevar a la humanidad a un suicidio colectivo, que hacen morir y matar a mi­llares y millones de personas, que destruyen física y mo-ralmente a los que vuelven de los campos de destrucción y de muerte?

Ejemplos típicos de planteamientos y de soluciones falsas de los problemas de la humanidad:

— hablar de superproducción cuando lo que existe es subconsumo y superegoísmo. No hay exceso de pro­ductos alimenticios. Hay exceso de egoísmo, que no per­mite a más de los dos tercios de la humanidad los medios necesarios para conseguir alimentos, cuya falta produce más muertes que las guerras más cruentas y deforma más que la bomba nuclear;

— hablar de la polución del ambiente, sin el coraje de reconocer que la mayor de todas las poluciones es el agravarse de la miseria, que mantiene a más de dos ter­ceras partes de los hombres en una situación infrahumana.

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s

5. Sugerencia que resume todas las sugeiennas

Permitidme una nueva sugerencia para resumir todas las sugerencias que podría presentaros:

como signo de nuestra decisión de luchar por la jus­ticia, que es lo que separa las aguas de nuestro tiempo;

como signo de nuestra decisión de empezar por las injusticias locales para alcanzar y atacar a las injusticias mundiales;

como signo de nuestra decisión de no detenernos en las palabras y en las reformas inexpresivas, sino inten­tar de forma pacífica, pero válida, la transformación de las estructuras, sobre todo en los países ricos;

como signo de nuestra decisión de exigir coheren­cia a las religiones, especialmente a nuestra religión cris­tiana ;

• como signo de nuestra decisión de repudiar los ab­surdos que se eternizan y agravan, y los falsos plantea­mientos y soluciones de los grandes problemas de la humanidad,

— abandonemos, cada vez más, la expresión «desarro­llo», expresión que nos ha sido tan querida, que encendió tantas esperanzas en el mundo, pero que se descompuso rápidamente hasta prestarse a inaceptables equívocos.

La expresión «desarrollo» se descompuso rápidamente, porque tras la primera década de desarrollo los países ricos se vieron más ricos y los países pobres se sintieron más pobres.

La expresión «desarrollo» se presta a equívocos ina­ceptables, porque el ideal no es partir de unas situaciones de pobreza y miseria hacia una sociedad de consumo, que crea en el seno de los países más ricos áreas de mise­ria, de discriminación racial, de situaciones infrahumanas.

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— y adoptemos, cada vez más, una nueva expresión, que sea nuestra nueva bandera de lucha pacífica, pero segura y válida. ¡Apretemos con ambas manos la banctera de la liberación\

¡Liberación del egoísmo y de las consecuencias del egoísmo!

¡Liberación de las estructuras de esclavitud! ¡Liberación de los racismos! ¡Liberación de las guerras! ¡Liberación de la miseria, que es la peor, la más hi­

pócrita, la más cruel de todas las guerras! ¡Liberación de las soluciones a medias, de los refor-

mismos, del mero paternalismo! ¡Liberación del miedo y de la falsa prudencia! ¡Liberación como aquella que realizó Moisés, condu­

cida personalmente por Dios! ¡Liberación que ilumina con su fulgor toda la historia sagrada!

¡Liberación del pueblo de Dios de la esclavitud de los faraones!

¡Liberación como la que realizó Jesús en la cruz, para que no haya superhombre ni infrahombres, sino simplemente hombres, hijos del mismo padre, herma­nados en la sangre del redentor, conducidos por el espíritu de Dios!

Firmemos, pues, nuestro pacto de luchar pacífica­mente por la justicia y por el amor, proclamando por tres veces:

¡Liberación! ¡Liberación! ¡Liberación!

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10. ¿Comunidad europea o imperio europeo? *

1. Conciencia mundial, apoyada y exigida por los jóvenes

Como sabéis, millares de jóvenes de toda Italia han emprendido una marcha a Florencia, donde tuve el ho­nor y la dicha de dirigirles la palabra, ayer por la tarde. No se trataba de un simple paseo turístico o de una prueba deportiva. Los jóvenes caminaron estudiando, discutiendo la obligación que tenemos, todos nosotros, sin perder los estrechos vínculos que nos unen a nuestro país, de ser ciudadanos del mundo.

Cuando los jóvenes nos dan este ejemplo, nosotros los adultos sólo seremos dignos de su confianza y de su aprecio cuando emprendamos el esfuerzo de comprender lo que acontece en el mundo y cuando tengamos el co­raje necesario para no limitarnos a unas conclusiones so­noras y bonitas.

* Conferencia dada en Turín el 6 de noviembre de 1972.

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Que nadie se lleve a engaño: o descubrimos medios valientes y válidos para defender la justicia, sin apelar a la violencia, o no habrá nadie que detenga a los jó­venes...

He aquí lo que os sugiero para este encuentro: — empezaremos recordando cómo han surgido y se

han afirmado los imperios de nuestros días. Sin odio, de la forma más objetiva que sea posible, procuraremos ver en qué medida son rivales entre sí y en qué medida se alian para dividirse entre sí las áreas de influencia y de dominio;

— en un segundo cuadro recordaremos cómo ha surgido la Comunidad europea. Veremos cómo, en línea de tesis, se trata de una idea generosa y bella. Pero vere­mos también cómo la Comunidad europea se está con­virtiendo rápidamente en un bloque más, en un imperio más, lleno de ambiciones y de injusticias, como los ri­vales a los que intenta suplantar...

— en el tercer y último cuadro nos enfrentaremos con los interrogantes más serios: ¿Qué es lo que puede, de hecho, la no-violencia frente a este mundo? ¿Podrá ayudar Italia a la Comunidad europea a que sea comuni­dad, sin convertirse en imperio? ¿Tendrá la Comunidad europea los medios necesarios para hacer que se derriben las estructuras de la política internacional del comercio?...

2. Los imperios y super-imperios que controlan al mundo

¿Cuáles son los imperios y super-imperios que con­trolan la tierra en nuestros días?

Uno de los mayores, el imperio de los Estados Unidos, se ha visto consolidado en gran parte por los aconteci­mientos de Europa.

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Vuestro continente, con tanta experiencia política y con una herencia cultural tan poderosa, debería servir de ejemplo a la humanidad. Sin embargo, dejando en el olvido tristezas pasadas, todos sabemos que en 1914 y en 1939 Europa no supo evitar dos terribles guerras mun­diales; para poder terminarlas, tuvo que dirigirse a los Estados Unidos, estimulando y consolidando de este modo uno de los mayores imperios de todos los tiempos.

Para vencer la segunda guerra mundial, los Estados Unidos se vieron obligados a dirigirse a Rusia, que pa­recía su enemiga irreconciliable.

Rusia había vivido en 1917 la revolución comunista. En medio siglo logró pasar de un país semifeudal a po­tencia de primera clase, rival de los Estados Unidos. Pero también en medio siglo se olvidó del ideal humanis­ta del socialismo, para convertirse en imperio, egoísta y frío, como el imperio norteamericano.

Los Estados Unidos y Rusia lucharon juntos y ven­cieron. Pero, antes de terminar la segunda guerra mundial, Estados Unidos y Rusia, con la presencia de Inglaterra, se dividieron las zonas de influencia y de dominio.

Desde entonces, usan y abusan de sus diferentes ideo­logías: en la guerra fría, en la carrera de armamentos, en la conquista espacial. No faltan ingenuos, incluso en la actualidad, que se imaginan que entre el capitalismo y el comunismo surgirá cuanto antes el choque de los cho­ques, la guerra de las guerras. Por encima de los sistemas económico-sociales, por encima de las ideologías, siem­pre gana, por una y otra parte, la ambición imperial. Siem­pre encuentran la manera de establecer entre ellos un teléfono rojo, mientras se van creando nuevas divisiones. Baste recordar cómo, después de un encuentro en Moscú, vuestro mar Mediterráneo se ha trasformado en un lago ruso-americano.

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El Japón, que salió derrumbado de la segunda guerra mundial, se presenta ahora como imperio al lado de los Estados Unidos y de Rusia, exigiendo para ello un alto precio en la explotación humana de su pueblo.

Como potencia económica, impresiona por los resul­tados que presenta. Como potencia bélica, su fuerza es por ahora cuantitativamente insignificante, aunque dis­pone de elementos cualitativos para un crecimiento ful­minante.

¿Y China? ¿Es subpotencia, potencia o superpotencia? Parece fuera de duda que, después de la revolución co­munista, está conociendo un desarrollo todavía más rá­pido y sorprendente que el que se ha realizado en Rusia.

En la lista de los imperios, China tiene una posición discutida. Pero no ha sido una casualidad que el presidente de los Estados Unidos se decidiera a visitar Pekín, ni ' tampoco lo ha sido que China fuera recibida como miem­bro de la ONU y elegida miembro del Consejo de Segu­ridad, el más importante de los órganos de las Naciones Unidas. Y una triste prueba de que China, a pesar de su terrible enfrentamiento con los Estados Unidos y con Rusia, sigue los pasos de los grandes imperios, es su actitud increíble en el caso de la guerra entre la India y el Pakistán. Además, China y Japón se están entendiendo y empiezan a colaborar.

Si nos hemos detenido a estudiar las superpotencias de nuestros tiempos, es porque son ampliamente respon­sables de la distancia cada vez mayor que separa al mundo capitalista y al mundo socialista por un lado —el primer mundo y el segundo— y el llamado tercer mundo, que comprende África, Asia y América latina, países pobres, pero que son los que proporcionan las materias primas.

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Hoy se sabe con certeza que, si hay países pobres y países ricos, la diferencia no proviene de una cuestión de raza, de inteligencia, de afán de trabajo o de honradez.

Ordinariamente, dentro de los países pobres, hay mi­norías privilegiadas, que basan su propia riqueza en la miseria de sus compatriotas. Pero lo que acaba por agra­var terriblemente la situación de los países pobres son las injusticias tremendas cometidas por los países ricos en la política internacional del comercio. Los países ricos hablan de ayuda a los países pobres; en realidad, son los países ricos los que reciben mayor ayuda: su riqueza tiene sus raíces en la miseria de los países pobres.

En la tercera UNCTAD —tercer intento de diálogo en­tre países pobres y países ricos— se comprobó que más de las dos terceras partes de los países del tercer mundo costituyen ya de hecho el cuarto mundo, el mundo de los países sin ninguna posibilidad de librarse de la miseria.

3. La Comunidad europea: ¿comunidad o imperio?

En mayo de 1950, Robert Schuman, ministro entonces de asuntos exteriores de Francia, lanzó una llamada a los estados democráticos de Europa, especialmente a Ale­mania, para que pusieran su carbón y su hierro en común, bajo el control de una alta autoridad, independiente de los gobiernos.

Cinco países —Alemania, Bélgica, Holanda, Luxem-burgo y vuestra Italia— apoyaron la propuesta de Fran­cia. Dos años más tarde se concretaba ya la «Comunidad europea del carbón y del acero». Y no os detuvisteis allí: en 1955, en Mesina, fueron aprobados los proyectos de la Comunidad económica europea (o Mercado común

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europeo) y la Comunidad europea de la energía atómica (o Euratom).

Sigue adelante esta experiencia. Es cierto que se encontró con graves crisis. Pero, a partir del 1 de enero de 1973, los seis países miembros se convertirán en nueve, tras la adhesión de Gran Bretaña, Irlanda y Dinamarca. Y están funcionando en la Comunidad europea, a nivel ejecutivo, la Comisión y el Consejo y, a nivel de control, el Parlamento europeo y el Tribunal de justicia.

¡Y qué grandes y hermosos son los objetivos para cuya realización ha surgido la Comunidad europea!

La Comunidad europea ha surgido: —para poner fin a los conflictos que, durante tanto

tiempo, destrozaron a la Europa occidental; — para reconstituir la estabilidad política y económica

de Europa, a fin de que pueda desempeñar en el mundo la tarea que le es propia, por su poder económico y por su herencia cultural;

— para cooperar en la promoción del desarrollo eco­nómico equilibrado de la Comunidad y del mundo en­tero;

— para mejorar, por medio de una nueva acción conjunta, las condiciones de vida y de trabajo de los pue­blos europeos;

— para abolir las barreras económicas anacrónicas, que convierten a Europa en un mosaico de minúsculos mercados, y para transformar la Comunidad en una zona económica unitaria;

— para activar el progreso tecnológico y aumentar la productividad, tanto en la industria como en la agricul­tura;

— para ofrecer una cooperación más eficaz en la ayuda a las regiones menos favorecidas de la Comunidad

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y, en una base multilateral, a los países en fase de des­arrollo ;

— para realizar una unión cada vez más profunda entre los pueblos de Europa.

Es natural que, al lado del idealismo, hubiera consi­deraciones prácticas: sin unirse, sin aliarse, ¿cómo podrían los países europeos enfrentarse con el impulso de domi­nación de las superpotencias ?

De aquí a caer en la tentación de convertirse en super-potencia no hay más que un paso. Las publicaciones ofi­ciales de la Comunidad europea permiten vislumbrar las intenciones que la animan, actualmente, cuando se an­ticipan paralelismos entre los hipotéticos diez, los efec­tivos nueve, y los Estados Unidos, Rusia o Japón.

La Comunidad proclama que es la tercera unidad industrial del mundo, el segundo productor mundial de automóviles, el tercer productor mundial de acero, el segundo productor mundial de leche junto con Rusia, el segundo productor mundial de carne...

Entre 1958 y 1970, la renta bruta de la Comunidad europea aumentó el 96%, mientras que la de Estados Unidos aumentó sólo el 60%. Su comercio exterior, en este mismo período, aumentó el 183%, mientras que el de Estados Unidos aumentó el 168%.

Entre los estados miembros, el comercio de la Co­munidad aumentó el 530%,, entre 1958 y 1970.

La Comunidad europea es ya la primera potencia comercial del mundo y el principal cliente de los países subdesarrollados.

Se sabe que más de 90 países mantienen representan­tes diplomáticos ante la Comunidad europea; hay 24 países asociados a ella y gran número de otros países negocian acuerdos comerciales con la Comunidad.

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Todo esto sería maravilloso si el sueño de los funda­dores de la Comunidad europea— como todos los sueños humanos— no estuviera corriendo el grave riesgo de corromperse.

Hemos visto cómo la Comunidad europea proclama su primacía absoluta en el comercio internacional. Pues bien, recientemente, en la tercera UNCTAD, se han pre­sentado informes oficiales de la Organización de estados americanos, demostrando en los últimos veinte años el flujo y reflujo del capital extranjero para el tercer mundo nos dejó un déficit neto de más de cien mil millones de dólares, además de una deuda pública de cerca de setenta mil millones de dólares.

Así pues, he aquí una pregunta digna de ser conside­rada sin hipocresías ni subterfugios: cuando en la Comu­nidad europea se sientan los países miembros a la misma mesa con los países asociados, ¿se trata de hecho de un encuentro entre iguales, o son todavía los países asocia­dos, con nuevos vestidos y con nombre nuevo, los viejos proveedores de materias primas en beneficio de aquel viejo colonialismo que ha renacido?

¿Qué órgano de la Comunidad europea sabrá encon­trar argumentos para llamar la atención a los países miem­bros, que están en plena fabricación de armas?

Cuando un país se ve invadido y dominado por fuer­zas extranjeras, es fácil comprender que se crea en el de­recho y en el deber de fabricar armas para defenderse. De aquí en adelante, funciona la lógica de la violencia:

— la fabricación de armas, para que pueda ser econó­mica o menos antieconómica, supone que, además de las armas para el propio uso, hay que tener un excedente para la venta;

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— surge entonces la necesidad de vender el exceden­te fabricado, cayendo en el absurdo de la propaganda y la venta de armas a países que no tienen dinero, ni siquie­ra para salvar del hambre a millones de niños hambrientos, que se verán condenados a un retraso físico y mental para toda su vida. Hay países de alta responsabilidad cultural y moral, que están suscitando una minicarrera de armamentos en el tercer mundo;

— y he aquí el punto final: para dar salida a las armas e inducir a comprar armas nuevas, cada vez más moder­nas, la tentación última consiste en promover y alimentar guerras. ¿Quién no ve actualmente que, cuando los pe­queños se destrozan y devoran, siempre están por detrás los grandes?...

4. «Tes/» decisivo para la no-violencia

Honradamente: ¿tenemos sugerencias válidas, en tér­minos de no-violencia, para llevar a Italia a contribuir de forma efectiva a que la Comunidad europea sea comu­nidad, en vez de ser un imperio? Si esto llegara a suceder, ¿en qué medida podría la Comunidad europea forzar el cambio de estructuras en la política internacional del co­mercio ?

No tenemos derecho a detenernos en unas cuantas su­gerencias tímidas o en simples paliativos.

Cierro esta conversación, ya demasiado larga, con tres sugerencias fraternales:

¿Por qué esos millares de técnicos de la Comunidad europea, en vez de poner su inteligencia y su prepara­ción especializada al servicio de unos grupos cada vez más restringidos (en Milán tengo que hablar sobre las

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macro-empresas, plurinacionales), no imponen un cam­bio de estructuras, señalando también orientaciones con­cretas para una economía humana y trazando caminos seguros para la liberación? En cada grupo de técnicos hay siempre una minoría que no se conforma con ser el eje central de un mundo cada vez más inhumano, de un mun­do que ni siquiera toleran ya los hijos de los ricos. Esas minorías abrahámicas de técnicos podrían (¿quién sabe?), al menos donde las condiciones fuesen más favorables o menos desfavorables, guiar la rebelión pacífica de los técnicos.

¿Por qué nosotros, que tenemos la responsabilidad de tener fe y de pertenecer a una religión, nosotros, es­pecialmente los cristianos, en vez de abandonar la fe y rebelarnos contra nuestra iglesia, no nos quedamos den­tro de ella exigiéndole coherencia, autenticidad, aplica­ción de sus textos tan bonitos y de sus conclusiones tan sonoras, tan abundantes en nuestra literatura religiosa?

Concretamente, ¿por qué nosotros, los católicos, no apoyamos totalmente a la comisión pontificia «Justitia et pax»? Esa comisión es ya, dentro de la iglesia católica, el órgano profético de mayor audacia.

Ayudémosla a que no se limite a actuar a medias. No le falta visión ni coraje; pero le falta apoyo.

Ayudemos a la comisión pontificia «Justitia et pax» a que realice, plenamente, el ideal vislumbrado por los padres conciliares del Vaticano n y que ha empezado a concretarse animosamente por Pablo vi : el de ser, dentro de la iglesia, una antena muy sensible para captar y denun­ciar las grandes injusticias de nuestros tiempos y esti­mular a los pueblos a promover los cambios de las es­tructuras de esclavitud, en cualquier parte del mundo en que se alcen.

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Para que la iglesia tenga la fuerza moral de predicar esos cambios de estructuras, animemos a la comisión pontificia «Justitia et pax» a promover medidas concre­tas que liberen a la iglesia de Cristo de los engranajes en que la ha colocado nuestra debilidad humana...

Pensad en otras iniciativas, completando y corrigien­do las que se os han presentado. No nos hagamos ilusio­nes: ¡los jóvenes nos observan! ¿Se quedarán con nosotros o se marcharán? ¿Seguirán alimentando esperanzas o caerán en la desesperación?

Todo depende de nuestro modo de obrar.

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11. La degradación de los mundos y la urgente renovación de la faz de la tierra *

1. Los pasos de la marcha «Manos tendidas» nos tienen que despertar

Cuando en una nación desfilan millares de jóvenes in­tentando profundizar en el tema «Ciudadanos del mundo», los pasos de esa marcha nos tienen que despertar. Son una llamada. ¡Ay de los pueblos que no comprenden las ad­vertencias de sus jóvenes!

Intentaremos partir esta tarde de ese tema tan opor­tuno que han escogido las «Manos tendidas»: ciudadanos del mundo. ¿De qué mundo hablaban los jóvenes? Va­mos a ver cómo se han ido degradando los mundos:

miremos al primer mundo, al mundo capitalista, y tengamos el coraje de ver hasta qué extremos nos está llevando el capitalismo;

* Conferencia pronunciada ,en Milán el 7 de noviembre de 1972.

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— miremos al segundo, al mundo socialista, y enfren­témonos con las tristísimas distorsiones que nos pre­sentan las superpotencias socialistas, Rusia y China;

— miremos al tercer mundo, al de los países subde-sarrollados, y comprobemos cómo se va separando de él un cuarto mundo, por el egoísmo de los dos primeros, pero también por el egoísmo de los países del tercer mundo, algunos de los cuales, como veremos, están asumiendo una actitud detestable y totalmente equivo­cada frente a sus hermanos de miseria y de subdesarrollo.

Pero nuestro encuentro no se realizará bajo el signo del desánimo y de la desesperación. ¡Somos hijos de la esperanza! La faz de la tierra se verá renovada, sin duda alguna, por la inspiración del espíritu de Dios, pero también por el trabajo del hombre, a quien el creador y padre le ha confiado la tarea de dominar la naturaleza y completar la creación.

2. La consunción de ¡os mundos

a) Extremos a que está llegando el mundo capitalista

El mundo capitalista está llegando a extremos, que acabarán (¡así lo espero!) despertando a sus responsables más lúcidos, sobre todo en el área de la decisión, como son las superpotencias capitalistas: los Estados Unidos, Ja­pón y —¡perdonadme!— el Mercado común europeo.

Con la finalidad exclusiva de ofreceros una colabora­ción fraternal, voy a subrayar algunos signos que me pa­recen de especial interés.

Fijaos especialmente en lo que dicen las estadísticas, incluso las estadísticas oficiales de las Naciones Unidas.

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Los jóvenes italianos, que caminaron hacia Florencia, tuvieron a su disposición datos impresionantes que exa­minar y discutir.

He aquí un pequeño párrafo del folleto de la marcha «Manos tendidas»:

Cuando pagamos un kilo de café colombiano entre 2.000 y 3.000 liras, el productor colombiano no recibe de eso más que 200 ó 300 liras. El resto va a parar, en gran parte, al tendero italiano, al almacenista italiano, al importador ita­liano, al estado italiano, y en mínima parte al exportador colombiano. Por lo demás, este problema no concierne so­lamente a los productos que provienen del tercer m u n d o : ¿cuánto se le paga al campesino italiano por un kilo de le­chugas o de coliflor? ¿por un kilo de melocotones o de peras ?

Los jóvenes se enteraron de que, mientras que los productos de los países pobres van perdiendo precio, los productos de los países ricos suben cada vez más. He aquí, entre otros, un ejemplo presentado a los jóvenes de la marcha:

En 1963, un cultivador jamaicano de plátanos los vendía a penique el kilo, y tenía que comprar un tractor por 210 li­bras esterlinas. En 1972 recibe un penique por medio kilo de plátanos, pero el tractor le cuesta unas 1.200 libras esterlinas.

Pero ¡cuidado con las estadísticas! Hay que saber in­terpretarlas. Presentan índices que esconden la dureza de lo que está pasando (de los hechos).

Entre el material distribuido por «Manos tendidas», hay un discurso absolutamente fidedigno de Robert McNamara, que fue ministro de la guerra (secretario de defensa) de los Estados Unidos y que es en la actualidad presidente del Banco mundial. Denuncia con ejemplos

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concretos cómo engaña un índice como el de la renta nacional per capita, incapaz de expresar el nivel de desarro­llo económico de un pueblo, porque no nos dice nada sobre la forma con que la renta está realmente distri­buida entre la población.

McNamara reconoce que en el mundo de hoy se dan realidades tan tristes que las estadísticas son incapaces de describir. Escuchemos un trozo de su discurso:

¿Qué decir de un mundo en el que centenares de millones de personas son, no solamente pobres en el sentido estadís­tico, sino sometidas diariamente a privaciones que hieren su dignidad humana hasta un pun to que las estadísticas son impotentes de definir?

Y prosigue el presidente del Banco mundial:

¿Qué decir de los países donde los niños por debajo de los cinco años representan el 2 0 % de la población, pero más del 6 0 % de los fallecimientos? ¿Qué decir de los países donde las dos terceras partes de niños que sobreviven ven limitado su crecimiento por una insuficiencia de nutrición, insuficiencia que puede atrofiar tanto sus espíritus como sus cuerpos? ¿Qué decir de los países donde el número de adul­tos analfabetos ha aumentado en 100 millones en veinte años, donde la enfermedad y la muerte siembran la más trágica devastación, donde la educación y la ocupación son raras, habituales la miseria y el paro , sumamente limitadas las posibilidades de progreso y desarrollo personal?

Pues bien, en este mundo, del que hemos examinado algunos detalles tan tristes, que podrían fácilmente mul­tiplicarse, están operando, como creación refinada del capitalismo, las macro-empresas multinacionales, mucho más ávidas, más aprovechadas y más hábiles que los an­tiguos trusts.

No surgen con nombres extranjeros. Las macro-empresas que vienen a operar a Italia, por ejemplo en

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el sector del petróleo, son todas aparentemente italianas (Esso-Standard italiana, Shell italiana, B.P. italiana, Mo-bil-Oil italiana, Chevron-Oil italiana, Fina italiana, Amoco italiana, Gulf italiana); lo mismo pasa con vuestras ma-cro-empresas (como la FIAT, la Pirelli, la Olivetti, la Montedison, la SNIA,..), que se cubren en cada país con nombres nacionales.

Las macro-empresas no cometen la imprudencia de trabajar con un solo producto o de operar en un solo ramo. Miremos, por ejemplo, vuestra poderosa FIAT. Citando apenas unos casos típicos: está aliada con IFI (Instituto Finanziario Industríale) y, por tanto, con la SAI (Societá Assicuratrice Industríale); compró el 15% de las acciones de la Citroen, lo cual le pone en contacto con la Michelin y la Banque de París et des Pays Bas; controla el 20% del capital de la Compagnia Genérale di Elettricitá, lo cual la pone en tratos con la General Electric; tiene una participación en la Pirelli, en la Alita-lia, en la Olivetti, en la Cinzano, en la Marie Brizard y en periódicos como La Stampa de Turín... La lista completa sería mucho más larga.

Hoy las macro-empresas multinacionales son unos conglomerados que forman verdaderos imperios; tienden a controlar el poder político-militar, el poder técnico-cultural, los poderosísimos medios de comunicación so­cial. ¿Quién ignora que antes del año 2.000 habrá menos de 300 macro-empresas controlando la tierra?

Todo esto sería un prodigio de técnica y de organi­zación, digno de entusiasmo, si estos superimperios no estuvieran al servicio de grupos cada vez más restringidos y cerrados, y no jugasen un papel decisivo en la proleta-rización y subproletarización de los países pobres y de las zonas pobres de los países ricos.

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b) Distorsiones terribles en las superpotencias socialistas

¿Qué papel desempeñan, en realidad, Rusia y China frente a los excesos de ambición y de ceguera a que está llegando el mundo capitalista ? ¿Surgen las superpotencias socialistas como alternativa de una situación más humana, más amplia, de menos ambición, de menos frialdad, de menos egoísmo?

Rusia y China están comprometiendo, gravemente, el humanismo socialista; éstos son los principales motivos:

El mundo capitalista tiene solamente una ficción de libertad, ya que el poder económico deja una apariencia de libertad, pero utiliza realmente medios sofisticados para imponer lo que quiere, y elimina o deja en la im­potencia a los que se atreven a obrar de modo distinto. No hay nada más elocuente, en este sentido, que observar una campaña para las elecciones presidenciales en los Estados Unidos.

En las superpotencias socialistas la estructuración de un modelo único es más directo y más brutal. Hay un clima de sospecha, de denuncias, de autocríticas forzadas, de destierro, de trabajos forzados, que crea para Rusia y para China la triste gloria de ser los inquisidores del siglo xx y del siglo xxi, que ya está a las puertas.

Es verdad que los servicios de información y de in­teligencia de las superpotencias capitalistas van adop­tando cada vez más los métodos de denuncias, sospechas, falsas autocríticas, torturas, sólo con la atención farisaica de salvar las apariencias de legalidad y democracia.

El mundo capitalista y las superpotencias socialistas tienen sus satélites. Practican la carrera de armamentos. Emprenden competiciones espaciales, con la misma preo-

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cupación dominante de estrategia y de dominio. Asumen, frente a los países pobres, que les proporcionan las ma­terias primas, la misma actitud de ambición y de imperio...

Las superpotencias capitalistas y las superpotencias socialistas están por detrás de todas las guerras, en las que los pequeños se destruyen y se matan. Todavía no acaba de verse quién es el que vencerá, en definitiva, en esa guerra vergonzosísima del Vietnam, en la que los Es­tados Unidos, Rusia y China miden sus fuerzas y experi­mentan sus armas. Pero lo que está fuera de duda es quién será el vencido: sea cual fuere el vencedor, el vencido será el pueblo heroico del Vietnam, que ni siquiera estará en condiciones de unificarse. Si acaso hubieran llegado a resolverse las divisiones internas provocadas en Corea y en el Vietnam, a esta hora seguramente ya estarían los fa­bricantes de guerra dividiendo por la mitad algún otro país, escogido estratégicamente.

Las superpotencias capitalistas y las superpotencias socialistas se reparten tranquilamente la división del mundo y, también ahora, la del espacio, consiguiendo todavía convencer a algunos ingenuos, por una parte y por otra, que se quedan con la impresión de que son enemigos irreconciliables, que hacen el sacrificio de en­tenderse, en los momentos más graves, sólo por salvar la paz en el mundo...

c) Debilidades y divisiones del tercer mundo facilitan el dominio del primero y del segundo

El hecho más grave es que el tercer mundo, el mundo de los países pobres, proveedores de materias primas, presenta debilidades y divisiones que facilitan el dominio por parte del primer mundo y del segundo.

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Si no me engaño, éstas son las principales: — en los países pobres lo normal es que se dé una

triste tradición de familias privilegiadas, dueñas del país, que mantienen su propia riqueza, su dominio, su imperio de vida y de muerte, a costa de la miseria de sus mismos compatriotas;

— regularmente, son estas familias privilegiadas las que dominan la política local y provincial, con reper­cusiones en la política nacional. De ellas suelen salir los representantes del país en asambleas como la UNCTAD, lo cual facilita las maniobras de las superpotencias, con las cuales se entienden de forma espontánea y natural. Las macro-empresas multinacionales, por ejemplo, en­cuentran en esas minorías privilegiadas de los países pobres los aliados ideales para el dominio y la explota­ción;

— resulta muy difícil obtener que los países pobres comprendan, en la práctica, la necesidad de completarse. Ordinariamente prevalece la rivalidad, fomentada fácil­mente por los poderosos, interesados en la división y en la lucha entre los pequeños. Una de las formas más tris­tes, empleadas por los grandes, consiste en escoger para determinadas áreas a algunos pequeños, un poco más desarrollados, para que desempeñen la tarea de subge-rentes o de subvigilantes...

3. Renovación de la fa% de la tierra

A primera vista, frente a la situación de los mundos, no cabría más solución que la desesperación. Pero, para el cristiano, la última palabra es siempre la de la esperanza.

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Es verdad que no nos interesa una esperanza menti­rosa o alienante, que sólo presenta soluciones para la vida eterna, como si la eternidad no empezase ahora y aquí. Aquí y ahora es cuando construimos la vida eterna.

Si cada uno de nosotros miramos a nuestro alrededor, sea cual fuere nuestra raza, nuestra religión, nuestro país, nuestra profesión, descubrirá que, al lado de una medianía prudente y conformada, al lado de una minoría que es una vergüenza para su clase, hay también una minoría dispuesta a trabajar, incluso con su sacrificio, por la cons­trucción de un mundo más justo y más humano.

¿No será posible descubrir la manera de unir, en cada pequeña comunidad, luego en cada barrio, en cada pro­vincia, en cada nación, en cada continente, en todo el mundo, minorías que lleguen a ser millares y millares?... ¿No será posible conseguir que estas minorías se pongan de acuerdo en tres o cuatro puntos concretos, que nece­sitan una atención primordial?

Un primer punto, importantísimo, podría ser el si­guiente: puesto que no basta con contemplar la miseria y pedir ayuda, puesto que es necesario obtener justicia como condición de paz, que cada uno empiece exami­nando si está en paz con la justicia o si está cometiendo injusticias. Y luego, que se ponga a combatir, con los vecinos y amigos de buena voluntad, las injusticias lo­cales. De hecho, no combate contra las injusticias mundia­les el que no empieza combatiendo contra la injusticia en su propia comunidad.

Otro paso indispensable podría ser: el que tenga fe y se sienta ligado a una religión, que trate frecuentemente con su grupo religioso y, en unión con los hermanos de buena voluntad, exija del grupo religioso que no separe el amor al prójimo del amor de Dios, gritando contra

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las injusticias que no tienen que existir entre hermanos, hijos del mismo Padre celestial.

Cuando, por acá o por allá, alguna que otra persona, en nombre de su fe, se pone a gritar por la justicia, es fácil «quemarlas» como subversivas y comunistas. Pero el día en que todos exijamos que nuestros grupos reli­giosos denuncien la injusticia y trabajen, realmente, para que el mundo sea más respirable, caerán en ridículo los que llaman comunistas a los defensores de la justicia y la paz.

En el caso de Italia, imaginaos lo que podría suceder si los millares y millares de jóvenes que desfilaron hasta Florencia, meditando en las angustias del mundo, no se detuviesen en la marcha que han emprendido, sino que siguieran activos, exigentes, en su casa, en la escuela, en el trabajo, en la iglesia, no contentándose con paliativos, sino exiguiendo justicia, como condición de paz...

Pero, para que, de hecho, pasemos de la teoría a la práctica y no nos quedemos en las buenas intenciones, para que finalmente empecemos las tan cacareadas re­formas de estructuras —dentro de nosotros, a nuestro alrededor, como anhelo y señal de los cambios profundos que hay que obtener a nivel nacional, continental, mun­dial—, necesitamos algo más que una idea-fuerza. Tene­mos necesidad de un toque de la gracia, de un impulso de arriba.

Quizás el impulso de arriba, el toque de la gracia, pueda hacer que vivamos la palabra de Cristo: «Cuando dos o tres de vosotros os reunáis en mi nombre, allí estaré yo en medio de vosotros».

Pues bien, no somos solamente dos o tres; somos millares y millares. Quizás algunos, o muchos, de nosotros crean que no tienen religión ni fe. Estamos y estaremos

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con Cristo, aunque no lo sepamos y, aparentemente, aunque no lo queramos. El está con nosotros, en la me­dida en que sea sincera nuestra hambre y nuestra sed de justicia, de verdad, de amor.

Que se rían los que quieran. También Goliat se rió del joven David.

Dios, que es amor, no permitirá que el egoismo, la ambición, el odio, dominen siempre en la tierra...

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