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CRIMEN Y MERCADO Juan Velarde Fuertes PREAMBULO DESDE LOS RELATOS POLICIACOS P or supuesto que el lucro es una de las causas del grandísimo número de crí- menes sangrientos. Quid prodest?, o sea, lquién resulta beneficiado?, es una pregunta sistemática de toda la literatura policía- ca desde que se plantea el enigma en El doble asesinato en la calle rque, esa genial obra de Edgar Allan Poe que inaugura el género. Recor- demos el papel que inmediatamente se hace ju- gar a los 4.000 ancos que, en oro, ha sacado la desdichada madame L'Espanaye de la casa de banca naud et Fils. Cabalmente, cuando la investigación de Dupin se endereza, y le lleva a apartar el asesinato por un humano es cuando se ha de responder a la pregunta: «lPor qué -el asesino- abandonó cuatro mil ancos en oro para cargar con un rdo de ropa blanca?». A partir de entonces se desarrolla, con la no- vela policíaca, algo que comenzó a explicarnos Frarnois Fosca en su Histoire et technique du ro- man po/icier, publicada en uvelle Revue Criti- que en 1937. Para mí, por supuesto que conven- go con Fosca en que ha de exponernos un mis- terio aparentemente incomprensible; pero, aña- do con Boileau-Narcejac en Le roman po/icier (colección Que sais-je, 2." edición, 1982) que, aliado al misterio, la novela policíaca debe dar miedo, tener un punto de horrible. Yo expuse esto hace tiempo, precisamente en Asturias, con la expresión de que, como mínimo, debe haber dos cadáveres, y que cuantos más existan, me- jor. Ahora agrego que alguien -un detective, la policía, incluso el autor del relato- debe desen- marañar el sangriento embrollo con lógica im- placable. La existencia de dos soluciones plausi- bles, una lógica y otra mágica, como sucede con alguna de las más célebres conclusiones de John Dickson Carr -recordemos el trío de maravillas geniales que constituyen Los anteojos negros, El hombre hueco y El crimen de las figuras de cera- no contradicen esto. Al hacerlo, debe tener en cuenta que la rentabilidad del crimen es un ele- mento a considerar siempre. Durante mucho tiempo, estos relatos procuraron añadir el men- saje moralizador de que el crimen no paga, no rinde, y que el criminal siempre pierde. Sin em- bargo, ha comenzado a expansionarse una cierta literatura en la que el crimen rinde. La última 62 que he leído, cínica y buenísima, es la de Do- nald Westlake, Policías y ladrones (Ediciones Jú- car, 1966), dentro de una serie de obras de este autor que podrían agruparse bajo el epígra de Los costes de la sociedad opulenta. En fin; sea así o no, un cálculo de costes-beneficios en el que, más de una vez, en los costes aparece el riesgo de la vida, es siempre inherente a la novela poli- cíaca. Naturalmente, sucede eso porque sangre y di- nero aparecen tan mezclados, que más de una vez se dedicaron los economistas a estudiar, desde su perspectiva especial, qué mensaje se puede derivar de los relatos policíacos. Los doc- trinarios neoliberales, tienen en este sentido an- tecedentes intelectuales bien probados, que van de Mandeville y su La colmena rumorosa o bu- la de las abejas o cios privados que producen bienestar público, hasta, como procuré probar en mi ensayo El libertino y el nacimiento del capita- lismo, nada menos que «el divino Marqués de Sade». Queda así claro que les entusiasma tanto el dinero que no hacen grandes ascos a su ori- gen por muy criminal que sea, si éste prodo pingües cantidades. Como consecuencia de - nómenos de rechazo social, les molestan inda- gaciones de este tipo. Tal lo que sucede en Gali- cia y el tráfico de negros en el siglo XIX. En el mundo capitalista es posible que abunden cadá- veres, no ya en los armarios, como pretende el célebre adagio, sino en sus cajas ertes. Por eso, investigaciones del tipo de las corrientes en las novelas policíacas le suena -y puede que lo sea - a algo básicamente anticapitalistas. Recordemos el corto, pero brillante ensayo Observaciones sobre las novelas policíacas que se contiene en el trabajo de Ludwig von Mises -quizás el más brillante economista neoliberal contemporáneo, tras su monumental obra - man Action-, La mentalidad anticapitalista (Fundación Ignacio Villalonga, 1957). A él per- tenece un párra bien característico, en el que se indica que la novela policíaca «introduce la fi- gura banal del integérrimo detective que humi- lla a quien era considerado por todos como un ciudadano ejemplar. El detective actúa impulsa- do por un odio subconsciente hacia el burgués artunado. En contraste con el detective parti- cular, aparecen los inspectores de policía. Son estos torpes y engreídos en exceso para desciar el enigma. Se les supone incluso a veces predis- puestos, de modo inconsciente, en vor del cul- pable, cuya posición social les impresiona er- temente. El detective logra superar los obstácu- los que la desidia de la policía le crea. Su triun supone una derrota de la autoridad burguesa que nombró a tales ncionarios». Considero que Mises ha leído poca literatura policíaca, y que perdido en Hércules Poirot no penetró en el tremendo alegato procapitalista que se alberga en la producción novelística de Agatha Christie, del mismo modo que debe leerse en clave socialista a G. D. H. Cole. Por

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CRIMEN Y MERCADO

Juan Velarde Fuertes

PREAMBULO DESDE LOS RELATOS

POLICIACOS

Por supuesto que el lucro es una de las causas del grandísimo número de crí­menes sangrientos. Quid prodest?, o sea, lquién resulta beneficiado?, es una

pregunta sistemática de toda la literatura policía­ca desde que se plantea el enigma en El doble asesinato en la calle Morque, esa genial obra de Edgar Allan Poe que inaugura el género. Recor­demos el papel que inmediatamente se hace ju­gar a los 4.000 francos que, en oro, ha sacado la desdichada madame L'Espanaye de la casa de banca Mignaud et Fils. Cabalmente, cuando la investigación de Dupin se endereza, y le lleva a apartar el asesinato por un humano es cuando se ha de responder a la pregunta: «lPor qué -el asesino- abandonó cuatro mil francos en oro para cargar con un fardo de ropa blanca?».

A partir de entonces se desarrolla, con la no­vela policíaca, algo que comenzó a explicarnos Frarn;:ois Fosca en su Histoire et technique du ro­man po/icier, publicada en Nouvelle Revue Criti­que en 1937. Para mí, por supuesto que conven­go con Fosca en que ha de exponernos un mis­terio aparentemente incomprensible; pero, aña­do con Boileau-Narcejac en Le roman po/icier (colección Que sais-je, 2." edición, 1982) que, aliado al misterio, la novela policíaca debe dar miedo, tener un punto de horrible. Y o expuse esto hace tiempo, precisamente en Asturias, con la expresión de que, como mínimo, debe haber dos cadáveres, y que cuantos más existan, me­jor. Ahora agrego que alguien -un detective, la policía, incluso el autor del relato- debe desen­marañar el sangriento embrollo con lógica im­placable. La existencia de dos soluciones plausi­bles, una lógica y otra mágica, como sucede con alguna de las más célebres conclusiones de John Dickson Carr -recordemos el trío de maravillas geniales que constituyen Los anteojos negros, El hombre hueco y El crimen de las figuras de cera­no contradicen esto. Al hacerlo, debe tener en cuenta que la rentabilidad del crimen es un ele­mento a considerar siempre. Durante mucho tiempo, estos relatos procuraron añadir el men­saje moralizador de que el crimen no paga, no rinde, y que el criminal siempre pierde. Sin em­bargo, ha comenzado a expansionarse una cierta literatura en la que el crimen rinde. La última

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que he leído, cínica y buenísima, es la de Do­nald Westlake, Policías y ladrones (Ediciones Jú­car, 1966), dentro de una serie de obras de este autor que podrían agruparse bajo el epígrafe de Los costes de la sociedad opulenta. En fin; sea así o no, un cálculo de costes-beneficios en el que,más de una vez, en los costes aparece el riesgode la vida, es siempre inherente a la novela poli­cíaca.

Naturalmente, sucede eso porque sangre y di­nero aparecen tan mezclados, que más de una vez se dedicaron los economistas a estudiar, desde su perspectiva especial, qué mensaje se puede derivar de los relatos policíacos. Los doc­trinarios neoliberales, tienen en este sentido an­tecedentes intelectuales bien probados, que van de Mandeville y su La colmena rumorosa o Fábu­la de las abejas o Vicios privados que producen bienestar público, hasta, como procuré probar en mi ensayo El libertino y el nacimiento del capita­lismo, nada menos que «el divino Marqués de Sade». Queda así claro que les entusiasma tanto el dinero que no hacen grandes ascos a su ori­gen por muy criminal que sea, si éste produjo pingües cantidades. Como consecuencia de fe­nómenos de rechazo social, les molestan inda­gaciones de este tipo. Tal lo que sucede en Gali­cia y el tráfico de negros en el siglo XIX. En el mundo capitalista es posible que abunden cadá­veres, no ya en los armarios, como pretende el célebre adagio, sino en sus cajas fuertes. Por eso, investigaciones del tipo de las corrientes en las novelas policíacas le suena -y puede que lo sea - a algo básicamente anticapitalistas.

Recordemos el corto, pero brillante ensayo Observaciones sobre las novelas policíacas que se contiene en el trabajo de Ludwig von Mises -quizás el más brillante economista neoliberalcontemporáneo, tras su monumental obra Hu­man Action-, La mentalidad anticapitalista(Fundación Ignacio Villalonga, 1957). A él per­tenece un párrafo bien característico, en el quese indica que la novela policíaca «introduce la fi­gura banal del integérrimo detective que humi­lla a quien era considerado por todos como unciudadano ejemplar. El detective actúa impulsa­do por un odio subconsciente hacia el burguésafortunado. En contraste con el detective parti­cular, aparecen los inspectores de policía. Sonestos torpes y engreídos en exceso para descifrarel enigma. Se les supone incluso a veces predis­puestos, de modo inconsciente, en favor del cul­pable, cuya posición social les impresiona fuer­temente. El detective logra superar los obstácu­los que la desidia de la policía le crea. Su triunfosupone una derrota de la autoridad burguesaque nombró a tales funcionarios».

Considero que Mises ha leído poca literatura policíaca, y que perdido en Hércules Poirot no penetró en el tremendo alegato procapitalista que se alberga en la producción novelística de Agatha Christie, del mismo modo que debe leerse en clave socialista a G. D. H. Cole. Por

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supuesto que Maigret nada tiene que ver, como funcionario, con lo que Mises dice de los ins­pectores de policía, y que el ensayo de Alan T. Peacock sobre esta literatura en The Journal ofPublic Finance puntualiza mucho mejor las cosas.

Pero lo esencial, a mi juicio, es esta sensación de evidente molestia porque el lector, al identi­ficarse, como ha subrayado William O. Aydelot­te en su ensayo The detective sto,y as a historicalsource, publicado en The Ya/e Review en 1949, con el detective o investigador del crimen, re­fuerce lo que Mises llama los «fracasados» en la vida de los negocios. Según éste, éstos se sien­ten fascinados por tal literatura y -continúa-, «sueñan noche y día en tomar venganza contra aquellos de sus competidores que triunfaron. Se deleitan imaginando a su rival esposado y con­ducido por la policía. Este género de novelas provoca en ellos un morboso placer cuando se identifican con el detective y personalizan al ri­val que les superó en el asesino acorralado».

El talante de creer que el dinero no tiene olor ahora se encuentra en la fuerte campaña para le­galizar el consumo de la cocaína. A finales de 1986, declaraba en The Wall Street Journal Roy Black, un abogado de los grandes traficantes: «El negocio de la droga es pura y sencillamente capitalismo; un negocio de oferta y demanda». La economía libre de la cocaína es demandada no sólo por personajes más bien secundarios, como el profesor de la Universidad de Wiscon­sin, Stevan Wisotsky en su Futilidad de la prohi­bición, o el profesor de la Universidad Católica de Fordham, Ernest Van Den Haas, del que LeNouvel Observateur publicaba unas largas decla­raciones el 23-29 de enero de 1987, o los partici­pantes en el debate publicado en Harper de di­ciembre de 1985, sino por el propio jefe de la neoliberal y monetarista Escuela de Chicago, el premio Nobel Milton Friedman. Aparte de ello, el mencionado número de The Wall Street Jour­nal es fundamental para conocer el circuito de los francodólares, de importancia creciente.

Mucho más interesante es una observación de Francis Lacassin en Mythologie du roman poli­cier, obra aparecida en la Colección 10/18, según la cual la novela policíaca nace de los ámbitos urbanoindustriales creados por el capitalismo: «Con sus fachadas engañosamente tranquiliza­doras; con su muchedumbre de buenas gentes en cada una de las cuales puede albergarse un criminal; con sus anchas calles abiertas a locas persecuciones; con sus almacenes macizos co­mo fortalezas; con sus empalizadas cerradas so­bre el misterio o la nada; con sus luces que per­foran la noche amenazadora, la ciudad es, simul­táneamente, para el detective, su cómplice, su adversario y su acompañante. Es el símbolo de lo fantástico oculto bajo la máscara de lo cotidia­no ... »

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CRIMEN EN EL CAPITALISMO

Precisamente así, al incorporarse el crimen a estas áreas, se ha sentido capaz, incluso, de or­ganizarse y de integrarse en el capitalismo que

hizo pos{ble esta aparic10n cultur� nov1S1ma que es ,la 'urbe que conecta serwcios·e industria­lización. Lo que me propongo i¡iquí*es mostrar

. cómo ,el crimen se ha organizapo y \ha sabido, como hace el insecto adulto, esc'apar.de la crisá­-Jida que significan formas de actuación criminal propia de sociedades rurales y de sistemas eco­nómicos poco eficaces y precapitaFstás. Final­mente, cómo esto se encuentra ahoi:a mismo es­tructurado en los Estados Unidos,¡ e'n una orga­nización neomafiosa. Voluntariamente dejo a un lado lo que permanece vivo aún en E31ropa de estas organizaciones criminales. Especial­mente potentes son, por supuesto, las activida­des de la Mafia siciliana. Su estudio económico se efectuó ya en un artículo de Gaetano Mosca publicado en el Giornale degli Economisti, en 1900. En España es excelente la recopilación de Cuello Calón, La Mafia, aparecida en 1906 en Madrid. Desde entonces queda claro entre no­sotros que su fuerza económica es considerable gracias al control caciquil de la vida política de la isla. Se ha apuntado recientemente que la carga presupuestaria del alumbrado público en Paler­mo ha pasado de 337 millones de liras en 1970 a 10.600 millones en 1983, con lo que cuesta más de tres veces lo que el de Milán. Se debe evi­dentemente, al impuesto -el pizzu o porcenta­je- que se pasa a la Mafia. Estos porcentajes son

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el refugio de la Onorata Societa o Mafia, al ce­rrarse ahora un tanto sus fuentes de ingresos re­lacionados con la droga. Habían sido montados por un célebre capo mafioso, Don Vito Cascio Ferro, quien, en vez de racket o de extorsión, empleó esta palabra en la expresión sícílíanafari vagnari a pizzu -o sea, «mojar el pico»- como similar a cobrar una pizca en favor de la Mafia. En el periódico católico Dimensione Sicilia se podía leer, como explicación de este fortísimo negocio: «Se puede considerar tranquilamente que antes del asesinato -por la Mafia- del general Dalla Chíesa -el 3 de septiembre de 1983-, la Administración pública se llevaba en Sicilia del peor modo posible y que, después, ya no existe ni sombra de Administración». Así se explica que en la novela de Leonardo Sciascia La tía de América, de ambiente mafioso, se pue­da leer: «Al luchar contra la Mafia, noto que lu­cho contra mí mismo ... »

Pero esta entidad, como la Camorra calabresa, que intenta afianzarse en España, como los cor­sos, o como los marselleses, no tienen la signifi­cación, ni de lejos, del crimen organizado en los Estados Unidos.

EL CRIMEN ORGANIZADO EN LOS ESTADOS UNIDOS

«Las pruebas obtenidas por el comité demos­traron que los gangsters controlan hoy en día compañías de acero, lavanderías y empresas de lavado en seco, industrias de carne congelada y negocios de muchas otras clases». Así escribía, una década antes de ser asesinado, Robert F. Kennedy, en su famosa obra El enemigo en casa (Plaza & Janés, 1962). Al ocuparse del asesinato del hermano de éste, Thomas Buchanan en ¿Quién mató a Kennedy? (Seíx Barral, 1964), di­ce: «El crimen en los Estados Unidos es un cir­co extremadamente rentable, con beneficios que, en números redondos, alcanzan los 22.000 millones de dólares, según el director del FBI». La famosa economía sumergida muestra aquí una de sus caras más espectaculares. Porque es cierto que el hampa norteamericana se ha con­vertido en uno de sus ejemplos más florecien­tes.

Para explicarlo, que es tanto como explicar la organización económica de las bandas de asesi­nos que pululan en la vida americana, es preciso hacer un poco de historia.

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LA MAFIA ENTRA EN ESCENA

Es evidente que ninguna de las asociaciones criminales de la cuenca mediterránea, de la mencionada Camorra en Calabria a las socieda-

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des de bandoleros de que habla nuestro Zugasti como situadas en Baena, Montilla o Benamejí, ha gozado de tanta literatura y de comentarios tan apasionados como la Mafia. El estudio siste­mático más antiguo que conozco es el de N. Co­lajanni, La delinquenza in Sicilia (1985). Parece claro que nace como un mecanismo de autode­fensa contra los excesos de los poderes feudales normandos que ocupan en la Edad Media a Sici­lía. Norman Lewis, en su interesante libro, La virtuosa compañía (La Mafia) (Seix Barral, 1969), dice que la mafia originalmente significa «lugar de refugio». Pero como este refugio se hace contra los sucesivos gobiernos que contro­lan la isla como herederos de este viejo poder normando, de los franceses a los Barbones Don Sícilías, en el siglo XIX, se le dio a su actitud un aire nacionalista y romántico, al decir que Mafia, desde el incidente que se produjo con una novia en Palermo, que se dirigía a la iglesia en 1382, y que fue violada y asesinada por un soldado de la guardia del odiado príncipe angevino, quiere de­cir «Morte a la Francia, Italia anela». Todo esto en el sendero de lo de Verdi -«Viva el rey de Italia»- procede del momento de la alianza de la Mafia con Garíbaldi para expulsar a los Barbo­nes, tan bien explicada en El gatopardo, de Lam­pedusa. Este talante de revuelta sistemática sig­nifica una abierta repulsa del Estado o de la ley; por eso los miembros de la misma han de poseer frente a tales poderes un código de conducta propio e indestructible. Tal papel lo desempeña la denominada ley de omerta -de la hombría-, que tiene un artículo ineludible: el silencio ante las autoridades. Para organizar su defensa, como índica Eric J. Hobsbawm en su precioso estudio, Rebeldes primitivos. Estudio sobre las formas ar­caicas de los movimientos sociales en los siglos XIX y XX (Ariel, 1968), se institucionaliza una red de bandas locales, que reciben el nombre de familias. Es indudable que existía un rito de ini­ciación, quizá con la ruptura ceremonial de un tabú -por ejemplo, disparar contra un Cristo una pistola-, y una serie de signos de reconoci­miento. Al frente de cada familia está un jefe -capo-, que se reconoce con el apelativo deDon. Dentro de Sícilia, la organización nuncaestuvo muy trabada y jerarquizada, pero al tras­ladarse a Norteamérica, una gran cantidad deemigrantes sicilianos transportaron una mafiaque pronto se estructuró de modo muy potente.

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EL CRIMEN EMIGRA AL OESTE

La Mafia, como fenómeno de clase media, fue señalado por L. Franchetti en su libro Condizió­ne politiche e amministrative del/e Sicilia (1877), págs. 170-172. Esto es, trata de hacer subir en el rango social del mundo burgués a sus miem­bros. Encajó así, con cierta facilidad, en el cua-

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dro de valores del denominado american way li­je. Como destaca N arman Lewis, ha sido siem­pre enemiga del crimen caprichoso y, por esta razón, en cierta medida, fue aliada de la Policía, tanto en Sicilia como en Estados Unidos».

Por otra parte, al convertirse en Sicilia en una organización de caciques, pronto creó una proyección importante hacia el mundo de los negocios. El mismo Norman Lewis lo recuerda: «La Mafia mojaba su pico en la carne, el pesca­do, la cerveza y la fruta (de los mercados loca­les). Operaba igualmente en el negocio de las minas de azufre, controlaba la producción de las salinas, fisgoneaba en los contratos de las cons­trucciones, en «el trabajo organizado», señalaba y ponía precios a los espacios libres de los ce­menterios, de paso estimulaba el contrabando del tabaco sobre bases nuevas y más rentables gracias a su control de la flota pesquera siciliana, y hasta desvalijaba las tumbas de las ruinas grie­gas de Selimonte, vendiendo después los obje­tos... a los turistas extranjeros ... »

Pero esta organización mafiosa, que se trasla­da a Norteamérica, provoca más de una vez mil confusiones, unas veces por las dificultades de investigar una sociedad criminal secreta, y otras porque se trata el asunto demasiado a la ligera. Una prueba de esto la tenemos en el libro de Es­tes Kefauver Crime in America, donde se dice que la Mafia «es también conocida como Mano Negra y Unione Siciliana».

No es así; la cosa es más complicada, y en esta complicación es donde aparecen con fuerza tres personajes: Alfonso (Al) Capone, llamado tam­bién Scarface; Salvatore Lucania (Lucky Lucia­no) y Meyer Lansky, judío emigrante, nacido en Grodno con el nombre de Maier Sutchovljanski y llegado a Norteamérica en 1911 con su familia huyendo de un progrom.

Quien ha aclarado muy bien esta maraña es el libro de Burton B. Turku y Sid Peder Crimen, S.A. La historia de «El Sindicato» (Bruguera, 1960). El relato de lo sucedido se puede, muy en síntesis, redactar como sigue:

La Mano Negra, como descubrió el famoso teniente neoyorquino Joe Petrosino, asesinado, como es bien sabido, en Palermo, era un símbo­lo que ponían en sus cartas miembros, ya de la Camorra napolitana, ya de la Mafia, para recla­mar fondos a los inmigrantes recién llegados. No estuvo organizada nunca, y tuvo sólo exis­tencia muy corta.

Por su parte, la Mafia se estructuró como una sociedad más de las muchas que existen en el hampa de las grandes ciudades americanas. A pesar de su origen rural, por la capacidad de res­puesta que"a sus condiciones americanas ofrecía la ley de omerta y por las posibilidades de acu­mulación de dinero que proporcionó la ley de prohibición de bebidas alcohólicas, arraigó con mucha fuerza. También comenzó a recoger fon­dos de la protección a los italianos que fabrica­ban pastas de todo tipo, a los que la policía, en-

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tonces irlandesa, no protegía. Uno de los gran­des del contrabando del alcohol era el abuelo del presidente Kennedy, íntimo amigo y socio del famoso capo Frank Costello.

Los esfuerzos de Ignacio Saleta (Lupa) y de su sucesor, Joe ( el «boss» Masseria), sirvieron para crear una gran organización. A esta época corresponden las luchas de bandas para contro­lar diversos mercados, en particular el del alco­hol. Masseria está detrás de las sangrientas pe­leas con los irlandeses, y, desde luego, parece que del famoso asesinato de Dion O'Bannion en su tienda de flores en 1924, suceso relatado mil veces en el cine.

El que iba a ser uno de los pandilleros más co­nocidos de Chicago, Alfonso Capone, nacido en Nápoles en 1899, crecía dentro del séquito de un mafioso de Brooklyn, Johnny Torrio. Pero Ca­pone no podía entrar en la Mafia, a pesar de sus esfuerzos y desvelos ante Torrio. Incluso su apodo, Cara cortada (Scarface), se debía a que peleó con un peluquero siciliano que tenía una navaja en la mano y que se había negado a cor­tarle el pelo a la manera de los mafiosos. Scarfa­ce está entre los que asesinan a O'Bannion, y trasladado a Chicago, pasa a controlar el alcohol, el juego y la prostitución, tanto en el Estado de Illinois como en los colindantes. Los mafiosos de Chicago estaban encantados con el napolita­no. No sólo diezmó a lo que quedaba de la ban­da de O'Bannion, sino que ejecutó, en la noche de San Valentín, a seis miembros de la banda de Morán en su cuartel-garaje. Pero los mafiosos de Chicago no lograron convencer a los miem­bros de su cofradía en Nueva York y San Fran-

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cisco. Sobre todo, la opos1c1on de Giuseppe Aniello, como relata Frederic Sondern Jr. en La Mafia (hermandad del mal) (Bruguera, 1960), le impidió a Capone llegar a Don, y a pesar de sus desvelos, jamás fue un capomafioso. La Mafia era cosa de Sicilia, no de Nápoles.

Pero Capone había aportado a la Mafia tres cosas: una red de información extraordinaria­mente eficaz, que abarcaba a barberos, manicu­ras, camareros, limpiabotas, infiltrándose inclu­so en la Policía y llegando a interceptar sistemá­ticamente los teléfonos que le interesaban; una perfecta división del trabajo en toda la estructu­ra mafiosa, con acertadísimas atribuciones a los diversos jefes para conseguir un máximo de ren­tabilidad; finalmente, con la reunión de Atlantic City, efectuada en mayo de 1929, que reunió ba­jo la coordinación de Capone a la mayor parte de los capomafiosos del país -demostrándoles de paso lo que era una reunión bien organizada, y no la de Cleveland, que la Mafia había efectua­do en 1928, y que acabó con una irrupción de la Policía-, les mostró las posibilidades de actua­ción, una vez concluida la ley seca, si sabían ac­tuar en el juego, en la protección sindical, en la prostitución y en el contrabando, desde unas zo­nas de actuación bien determinadas, y entre las que reinaría la paz.

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EL CORTE DRASTICO

La caída de Capone en la cárcel como conse­cuencia de la inteligente acción de Elliot Ness, parecía poner en peligro su imperio, trabajosa­mente construido. Fue el momento de Lucky Luciano. Este comprendió que había sido una estupidez prescindir de la capacidad de Capone, y entre las personas que conocía bien apreciaba a Lepke -que, como es bien sabido, acabó en la silla eléctrica- y a Meyer Lansky. Ninguno de los dos era precisamente siciliano. Lucky deci­dió operar con audacia. Era necesario destrozar la vieja mafia, buena sólo para problemas locales en una sociedad rural; para responder a los nue­vos tiempos era necesario crear una nueva. Los sangrientos sucesos de los Amalgamated Clot­hing W orkers -el futuro feudo de Lepke- deci­dieron a Luciano. El 11 de septiembre de 1931 pasó a ser así un día histórico en los anales del crimen organizado. Con el apoyo de una gran cantidad de jefes de bandas, Lucky liquidó físi­camente a la flor y nata de la vieja Mafia, de los bigotudos, como eran popularmente conocidos. Para dejar las cosas claras sobre la llegada de los nuevos tiempos, Lucky Luciano irrumpió perso­nalmente en la elegante residencia que ocupaba en Park Avenue el capo de capos Salvatore Ma­ranzano, al que liquidó ayudado por cuatro pis­toleros judíos. En menos de setenta y dos horas fueron ejecutados de cuarenta a cincuenta capo­mafiosos. En vez de la vieja organización surgió

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una nueva, la Unione Siciliana, que no tiene el menor empacho en colaborar con bandas de ju­díos, de negros o de hispanos. Para distinguirse, el nombre que le dan a sus miembros es bien simple: la Cosa Nostra, «our thing», «nuestro asunto». Aceptan también el nombre de «el Sin­dicato». Los capos conservan este nombre, pero también reciben el de boss y el más mediterrá­neo de padrino.

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EL CRECIMIENTO

A partir de ahí las bandas organizadas crecie­ron verticalmente. Fue clave para ellas aceptar sin demasiadas discusiones una distribución de territorios. Ahí fue hombre clave, desde su ba­ronía de la costa oriental, Meyer Lansky. Como ha recordado el 17 de enero de 1983 Le Figaro, a causa de sus consejos la Unione Siciliana repar­te el territorio americano entre doce familias. El se sienta en el mecanismo de dirección. Bajo su impulso surge la conexión con Las Vegas, lugar perfecto para blanquear el dinero. Una vasta or­ganización aparece así, mezcla de crimen y de activa vida financiera. Estamos ante un excelen­te empresario innovador, que hubiera maravilla­do a Schumpeter.

Mientras tanto se había producido la cone­xión entre la Unione Siciliana y el poder. Por supuesto que el centro del Partido Demócrata conocido con el nombre de Tammany Hall, en Nueva York, estaba habitualmente muy ligado a todo tipo de mafiosos. Por supuesto que el pin­toresco Huey Long, el dictador del Sur, en Lui­siana, el que según John Gunther en El drama de los Estados Unidos estuvo a punto de intro­ducir el fascismo en Norteamérica, tiene enlaces con los «gangsters». Pero la gran conexión polí­tica se origina en la guerra y gracias a Luciano.

Por una parte, la Unione Siciliana impide con acciones a veces muy violentas la labor de espio­naje y sabotaje que Alemania había trazado cui­dadosamente en relación con el Bund germano­norteamericano para el caso de una entrada de los Estados Unidos en la guerra. Por otra, al aproximarse el desembarco americano en Sici­lia, se decidió utilizar las conexiones de la Unio­ne Siciliana con la Mafia de la isla. Esta, bajo el fascismo, al estar aliada con los liberales en las elecciones previas al triunfo definitivo de Mus­solini, se enfrentó con el Duce. Como resultado, éste envió al prefecto Mori para aplastarla. En 1927 Mussolini anunció victoria plena del fascis­mo. A causa de esto, la mafia mantuvo una te­naz enemistad al nuevo régimen. El papel de don Calogero Vizzini, de Villalba, la capital ma­fiosa de la isla, y de Lucky Luciano, bajo la ban­dera amarilla con una gran L negra, del separa­tismo mafioso siciliano, fue evidentemente muy grande para ,facilitar el desembarco americano.

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La fuerza de la Unione Siciliana crecía en todos los sentidos.

EL REPARTO DEL MERCADO

El 14 de noviembre de 1957, invitado por Joe Barbara, llegaba un nutrido grupo mafioso a

Apalachin. Las colisiones propias del crecimien­to allí se daban cita para crear una nueva estruc­tura de crecimiento y de paz entre las bandas. Dejo aparte que la Policía interrumpió la reu­nión. Como se recoge en el libro de Peter Maas Las revelaciones de Joe Va/achi (Noguer, 1969), el golpe fue importante para la Cosa Nostra. Pa­ra mí lo más apasionante es el censo de activida­des, que controlaban los gangsters reunidos en Apalachin. La relación impresiona: productos químicos, comercio de hulla, confección, pom­pas fúnebres, aceite de oliva y quesos, construc­ción y propiedad inmobiliaria, joyas y pieles, ca­ballos e hipódromos, consignatarios de buques, lubricantes y petróleo, papel, hostelería, trans­portes terrestres, máquinas tragaperras, televi­sión, publicidad, construcciones metálicas, es­pectáculos, bebidas no alcohólicas, taxis, lavado y planchado, seguros, mercados y finalmente, pero no en significación, sindicatos laborales. Son éstos los sectores principales donde actúan, y no precisamente con las reglas del mercado, los Profaci, Gambino, Genovese, Rao o Bo­nanno.

Ciertas muertes violentas indicaron que los capos no siempre estaban de acuerdo. De todos

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modos, las reuniones que siguieron al famoso asesinato en la peluquería, de Anastasia, el líder de la Cosa Nostra en los muelles de Nueva York, arreglaron aceptablemente las cosas, y la muerte de los últimos capomafiosos no generó las tensiones que se esperaban. La dura mano de Meyer Lansky es, al parecer, quien mantuvo la cohesión, ocurriera lo que le ocurriese a Vito Genovese -inspirador, se cree, de la prodigiosa

novela de Simenon Los hermanos Rico-, o a Frank Costello. En resumen, pasase lo que pasa­se a los más destacados criminales que manda­ron sobre la Unione Siciliana. El premio que se reserva Meyer Lansky tuvo importancia para la historia. Controló el juego y la prostitución en Cuba, a cambio de cifras fabulosas que entrega­ba a Batista. Duró la cosa hasta la llegada de Castro al poder. A partir de ese momento, tras­ladó su imperio a las Bahamas. Falleció de cán­cer en Miami Beach, en enero de 1983.

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LA ACTUAL CRISTALIZACION

Por supuesto que, a pesar de todo, continua­ron ciertas pugnas entre las bandas. También es evidente que la Administración más de una vez trató de dificultar su desarrollo. La base legal hoy más impresionante es la llamada Ley RICO -de «racketeer-influenced and corrupt organiza­tions»- de 1970, que autoriza a perseguir a losjefes de las organizaciones cuando miembrosdel grupo cometen crímenes, sin que el fiscaltenga que probar que el capomafioso cometió,

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de modo personal, actos criminales. Pero la Co­sa Nostra, por su cuenta, trata de arreglar la si­tuación. A mi juicio, así se produjeron las re­cientes ejecuciones de Leonard Yaras -el 10 de enero de 1987-, Hal Smith -también el 10 de enero- y Charles «Chuckie» English -el 13 de febrero de este mismo año- tras la reunión de las pasadas Navidades en Palm Springs (Califor­nia) de algo así como el Tribunal Supremo de los capofamilia de la Cosa Nostra de Chicago. Lo constituyen, según Time de 4 de marzo de 1987, cuatro grandes jefes: Anthony Accardo «Joe Batters», antiguo pistolero de Capone, de 80 años, aquejado de cáncer y trastornos circula­torios; Joseph Aiuppa «Joe O'Brien», de 78 años, que parece tiene cáncer de garganta y que está enfermo cardíaco; John «Jackie» Cerone, que con Aiuppa ha de afrontar problemas judi­ciales relacionados con el juego y Joseph «Joe Nagaul» Ferriola, de 58 años, que tiene instala­do un marcapasos. El fiscal de esta reunión de Palm Springs, a través de lo que he leído en la prensa norteamericana, fue Ferriola, que aspira al puesto de capo de capos en lafamilia de Chi­cago. Su dureza es posible que produzca otras ejecuciones.

La consecuencia puede ser un cerrar filas de la Cosa Nostra, y una mayor presión de la Justi­cia estadounidense. Ambas cosas, según Gay Talese, el antiguo periodista de The New York Times especializado en temas del hampa, pare­cen haber ocurrido, pero no conviene magnifi­car la trascendencia de lo que sucede en la ac­tuación represiva. Por supuesto que, Ley RICO en mano, ha caído en manos de la justicia la Co­misión Suprema, u organismo supremo de con­trol de la Cosa Nostra. Estaba constituida por cinco «padrinos»: Anthony «Fat Tony» Salema, por la fuerte familia Genovese, de 300 miem­bros; Anthony «Tony Ducks» Corallo, por la fa­milia Lucchese; Gennaro «Jerry Long» Langela, por la familia Colombo; Philip «Rusty» Rastelli, por la familia Bonanno, y Paul «Big Paul» Caste­llano, por la familia Gambino. Habían puesto en marcha un plan de extorsión denominado «el Club», valorado en 150 millones de dólares, para controlar toda la industria neoyorquina del ce­mento, según The Washington Post de 12 de marzo de 1985, a través del negocio de las con­tratas y del control de organizaciones sindicales de la construcción, donde abunda la corrupción en sus líderes.

Esto enlaza, por cierto, con la tradición italia­na de la Mafia. El sociólogo Pietro Arlachi escri­be: «La fuerza prodigiosa de la organización re­side en cuatro puntos: la intimidación ejercida sobre la concurrencia; la mano de obra barata gracias a la eliminación de los sindicatos; la au­tofinanciación por el dinero de la droga blan­queado en la construcción; finalmente, el ascen­diente sobre el pueblo». De algún modo, se pro­curó trasladar este modelo a Ultramar.

Esa marcha, por otro lado tradicional, hacia

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actividades industriales y comerciales, es posible que se deba a que ahora han de sufrir una vio­lenta represión al manipular el 90 % de la distri­bución de la droga en los Estados Unidos. Sobre todo, el golpe fue muy grande al cortarse recien­temente el blanqueo de dinero, sobre todo inte­grando en el circuito financiero enormes canti­dades recibidas de billetes usados de 20 dólares, que provenían del tráfico de droga, sobre todo de heroína. Según The Wal/ Street Journal de 7 de marzo de 1985, sólo el Bank of Boston movi­lizó así, de 1980 a 1984, 600 millones de dólares -que posiblemente significó una transferenciaal extranjero de 1.200 millones de dólares, enuna operación que, aparte del citado Banco,afecta a otros dos de Nueva Inglaterra, el Bankof New England y el Shawmut Bank of Boston,y a otros 45 grandes Bancos norteamericanos,que ahora piden gracia a cambio de declaracio­nes ante John Walter, el responsable del Tesoropara infracciones en la legislación bancaria.También esto tiene mucho que ver con las ope­raciones llamadas de la pizza connection, que co­mercializa en Estados Unidos la heroína que lle­ga a través de una red de origen siciliano, rela­cionada con la Mafia europea, y de la que, segúnLe Point de 1 de abril de 1985, formaba parte elpríncipe Alessandro di San Vicenzo, en cuyo pa­lacio Luchino Visconti rodó El gatopardo, apartede Francesco Pazienza, detenido en NuevaYork, y amigo íntimo de Livio Gelli, el granmaestre de la logia P-2, así como de FlaminioPiccoli, presidente de la Democracia Cristiana, yde Roberto Calvi, el banquero del Banco Am­brosiano misteriosamente muerto en el puentede los Black Friars, en Londres. No es raro, portodo esto, que en el embrollo se hayan visto en­vueltos dos intermediarios financieros tan im­portantes como Merril Lynch -que colocó en elmercado a plazo de oro y plata de Nueva York,15 millones comprobados de billetes pequeñosque el hampa le entregaba en maletines- y E. F.Hutton, que hizo lo mismo por valor de 5 millo­nes. Ambos activos, una vez blanqueados, se pa­saban a Suiza a una cuenta abierta en el CréditSuisse. Incluso E. F. Hutton avisó a los implica­dos que estaban siendo vigilados, con lo que sesuspendió la operación hace un par de años. Enfin de cuentas, el Sindicato o Cosa N ostra, si nopuede blanquear el dinero de la droga, se encon­trará en situación difícil. Pero no conviene exa­gerar.

En unas interesantes declaraciones al sema­nario bonaerense Gente de 7 de marzo de 1985 Talese decía: «En 1957 arrestaron a 60 padrinos en Apalachin, Nueva York. Durante dos años se dijo que la Mafia había muerto. Pero tiempo después comenzó a actuar nuevamente. Esta vez han arrestado a menos de media docena y creo que la prensa exagera cuando dice que la Mafia está agonizando ... Creo sinceramente que a pesar de los múltiples arrestos es muy difícil terminar con la Mafia en este país... Primero,

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porque están muy bien organizados, y segundo, porque algunas de sus actividades responden, de alguna manera, a una necesidad de la sociedad norteamericana. Sobre todo, los más ricos tie­nen mucha plata y mucho tiempo libre. Para lle­nar el tiempo libre hoy, desgraciadamente, exis­te una gran tentación: la droga ... Y, lquiénes son los grandes distribuidores de drogas en este país? Los mafiosos. Entonces hay una cierta complicidad entre la Mafia y algunos sectores de nuestra sociedad ... Si logran exterminar la Mafia italiana, los asiáticos o los refugiados cubanos que hoy lavan platos en los hoteles se encarga­rán de organizar... la distribución de drogas ... Un distribuidor de droga aquí (gana a la sema­na) ... 10.000 dólares (o sea, más de un millón de pesetas). Entonces la tentación es demasiado grande».

Estas organizaciones ajenas a la Cosa Nostra, aun incipientes, dejan incluso a este Sindicato del Crimen en mantillas. Los funcionarios de Justicia de Florida declaraban a principios de 1985 que «las familias del crimen colombianas, que controlan el tráfico de la cocaína son un conjunto absolutamente psicopático de asesinos a sangre fría». Por cierto que por aquí desembo­caríamos en otro crimen organizado, el de la co­caína, sobre el que algo he escrito en relación con su situación en Perú de la mano de Matos Mar y Hernando de Soto, con lo que el panora­ma del crimen organizado para acceder a la ri­queza se ampliaría.

Disciplina y demanda del mercado están, pues, detrás de esta notable cristalización conse­guida por la Cosa Nostra en torno a 16 familias según el esquema que he trazado para comien­zos de 1987. Me parece que es muy claro que es­tas familias, o tribus, salvo la de Bonanno, no es­tán controladas por quien les da nombre. Los Vito Genovese, los Gambino, los Lucchese, han muerto, se han esfumado; pero la organización sobrevive, a veces en manos de parientes, y otras, sencillamente, a través de lo que en justi­cia habría que llamar la tecnoestructura mafiosa. A veces el mantener la disciplina es tan especta­cular como cuando se ejecutó a Carmine «Lilo» Galante, el capo de la familia Bonanno, en 1979.

De esta manera me ha sido posible construir bastante bien la estructura de las 16 familias de la Cosa Nostra más importantes de los Estados Unidos. Abarcan 52 nombres, cada uno de los cuales lleva, entre corchetes, un número. Es el que tiene en la clasificación simultánea por ri­queza, poder e influencia verificada por Fortuna en su número de 10 de noviembre de 1986. No he conseguido situar adecuadamente los que llevan interrogación en lafamilia Gambino. Las edades las tengo de 51 pandilleros, y se consig­nan. También quedan fuera unas pocas familias, con una importancia menor. Quizás entre ellas la que convenga citar, aunque los datos que yo tengo sean escasos, sea la de Honolulú, con Henry Huihui a la cabeza y 12 capos ya bien

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identificados y acusados de una amplia variedad de crímenes que van desde la extorsión al asesi­nato, que se enfrenta, como veremos después, con el crimen organizado chino y japonés. La

cúspide de la organización la constituye la lla­mada «Comisión de la Cosa Nostra». Sus miem­bros forman algo así como una aristocracia re­ciente en el mundo del crimen organizado. El diagrama ofrece sus rasgos principales. De todos modos, el que en la reciente reunión de Palm Springs haya ocupado un puesto principal, si no la presidencia, Anthony «Joe Batters», Acardo, señala que la Familia de Chicago tiene una gran influencia. Con todas las informaciones que he conseguido, me parece que es posible construir el cuadro de influencia de las bandas que figura en la página siguiente.

Roy Rowan calculó, en el mencionado núme­ro de Fortuna que la acción criminal de estos gangsters -droga, usura, juego ilegal y prostitu­ción- significa un volumen de 50 mil millones de dólares al año. Esto es; ese negocio del ham­pa es mayor que todo lo que producen, reuni­das, las industrias siderúrgicas, del cobre y del aluminio de los Estados Unidos. Significa el 1,1 % del Producto Nacional Bruto. A ello ha­bría que añadir lo que generan las actividades lícitas controladas por estas bandas criminales: diversiones; construcción; transportes y venta de alimentos y licor. La Wharton Econometrics Forecasting Associates -la entidad que impulsa Lawrence R. Klein, el Premio Nobel de Econo­mía- ha estimado que los estrangulamientos que generan las organizaciones criminales en Norteamérica originan la pérdida de 400.000 puestos de trabajo; una subida de 0,3 puntos

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Edad media de su parte en el

Familia grupo de los 51 Cuarteles generales Fuente de los ingresos

Genovese 65,9 Ciudad de Nueva Construcción; sindicatos; usura; York, Nueva Jersey juego; casinos; blanqueado del y Miami dinero; bares de camareras con

desnudos -topless-; estibadores

Chicago 64,0 Chicago; Palm Juego; sindicatos; usura; casinos; Springs cohecho

Lucchese 71,6 Long Island y Ciudad Basuras; extorsión; construcción; de Nueva York sindicatos; usura; robos; drogas

Colombo 48,0 Long Island y Construcción; usura; juego; Brooklyn sindicatos; películas; comercio de

automóviles; venta libre de gasolina

Bonanno 76,0 Ciudad de Nueva Cemento; sindicatos; usura; York drogas

Bufalino 83,0 Scranton (Pa.) Prostitución

Gambino 64,0 Ciudad de Nueva Usura; robo; discos pornográficos; York pornografía; bienes raíces;

sindicatos

Tampa 71,0 Tampa Juego; drogas; usura

Nueva Orleans 76,0 Nueva Orleans Juego; bienes raíces; clubes nocturnos

Milwaukee 68,0 Milwaukee Juego; licor; fondo de pensiones de camioneros

Pitisburgo 65,0 Pitisburgo Juego

Filadelfia 59,0 Filadelfia Drogas; sindicatos; máquinas de venta; juego; loterías

Kansas City 65,0 Kansas City (Mo) Juego; usura; casinos; comercio de artículos robados

Boston 34,0 Boston Loterías; usura; blanqueado de dinero

DeCavalcante 61,0 Nueva Jersey Sindicatos de estibadores; construcción

Detroit 62,0 Detroit Trefilería

Los Angeles 60,0 Los Angeles Juego

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porcentuales en el índice de precios de consumo -concretamente en alimentación y distribuciónde licores, entre 0,5 y 2 puntos porcentuales-; lareducción en el PIB de 18 mil millones de dóla-

res, y una baja en la renta disponible por habi­tante de 77 dólares al año. Como estas organiza­ciones son, por sí mismas, fuente de evasión de impuestos, en 1986 los ciudadanos, para com­pensarlo, hubieron de pagar al Fisco 6,5 mil mi­llones de dólares más.

El promedio de ingresos de un miembro de Unione Siciliana en el período 1979-1981 se si­tuaba en torno a los 222.000 dólares, o sea unos 29 millones de pesetas. Los capos por supuesto ganan mucho más. Esta cifra media afecta a los 1. 700 miembros juramentados, según cálculos delFBI. Cada miembro juramentado tiene unos diezadjuntos. El sueldo de estos adjuntos, en el mis­mo período, fue de 61.000 dólares, o sea de unos8 millones de pesetas. Además, el estudio de laWharton habla de 265.000 personas empleadasen la parte de los negocios del Sindicato.

El territorio se reparte entre las distintas «fa­milias». Los 2/3 de los miembros de la Cosa Nostra se concentran, sin embargo, en Chicago y Nueva York. La de Chicago -llamada también «la Habilitación», «the Outfit»- ha borrado los ritos de iniciación más que la de Nueva York, que aún anda con los juramentos de secreto y las gotas de sangre. Un apretón de manos basta en Chicago. Las familias de Milwaukee, Kansas City, Los Angeles, Phoenix y Las Vegas viven bajo la influencia de Chicago. Esto es; el Outfit, o la Habilitación, controla, gracias al genio orga-

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nizador de Accardo, desde Chicago a California, con una buena renta que procede del «impuesto callejero» que se cobra en Chicago por cualquier actividad, legal o ilegal, y que oscila entre el 10 y

el 50 % de las rentas brutas. En Filadelfia, la fal­ta de eficacia en el cobro de este impuesto pro­duce una lucha abierta de bandas que dura ya 18 años. Accardo estuvo detrás de un acuerdo im­portantísimo en 1977: todo el control de Las Ve­gas a cambio de ceder Atlantic City -una espe­cie de Benidorm norteamericano- a las familias de Nueva York. Ahora, con Vincent «Chin» Gi­gante, del clan Genovese, es posible que surja, de nuevo, la tensión entre las bandas de Nueva York y Chicago en Las Vegas. La ejecución de Anthony «Tony the Ant» Spilotro el pasado ju­nio con su hermano Mike se relaciona con esta pugna.

Poco a poco se ha constituido una estructura productiva que Steven J. Twist, el ayudante jefe al fiscal general de Arizona, define así: «La cosa más peligrosa del crimen organizado actual es que ha llegado a ser semilegítimo». Así, se cuenta hoy con trabajadores, que tienen sindica­tos controlados por la Unione Siciliana, para atender a tareas de seguridad de las plantas nu­cleares; o bien para recoger la basura en los edi­ficios de oficinas de Nueva York, o para condu­cir los camiones de, entre otras empresas, Shell Oíl, Coca-Cola e International Paper. Edward McDonald, jefe para Brooklyn de la Fuerza de Lucha contra el Crimen Organizado reconocía: «Un sindicato puede emplearse en vez de una pistola o de un bate».

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Incluso en la Cosa N ostra ha aparecido el fe­nómeno de los yuppies. Su prototipo es Michael Franzese, hijo de un convicto por robo, John «Sonny» Franzese, de la familia Colombo. Con sus 35 años ha traído un aire nuevo; sus activi­dades van desde financiar películas de miedo, como Mausoleum o musicales juveniles, como Knights of the City, discotecas, reparación y ven­ta de automóviles, hasta alcanzar un cuasi mo­nopolio de venta de gasolina. Es una especie de extraño Robin Hood mafioso contra las multina­cionales. El duro espíritu neoliberal de los yup­pies se ha asumido por él hasta las últimas con­secuencias.

EL FUTURO

Todo esto, ltiene estabilidad? Ya hemos visto los juicios de Talese. Pero en el cuadro anterior, en muchas familias, llos dirigentes no son de­masiado viejos? Y los jóvenes que se incorpo­ran, lno son demasiado indisciplinados y sin el viejo y duro espíritu? Como dijo un viejo mafio­so de Nueva Jersey, se echa mano de jóvenes que «nunca han roto un huevo». lDónde queda el sangriento bate de Accardo, o la terrible ven­ganza de Castellano sobre su yerno, Frank Ama­to, por ser infiel a su hija, cuyo cuerpo jamás se ha vuelto a encontrar, o la historia de Rastelli, cuya esposa Connie apareció cosida a balazos en 1962, dos días después de señalar a agentes fe­derales que su marido traficaba en drogas?

Aparte están las bandas rivales. Enumeraré las más importantes. En primer lugar, las socie­dades secretas chinas de la Triada, que proceden de las luchas contra la dinastía manchú Chi'ing, en forma de una transmutación de la antiquísi­ma Sociedad del Loto Blanco en la Sociedad del Cielo y de la Tierra, que fue esencial para provo­car el triunfo revolucionario de Sun Yat-Sen en 1911. A partir de esa fecha se convirtió, cada vez más, en una organización criminal relacionada con los chinos en ultramar. El clásico libro de W. P. Margan, Triad Societies Hong Kong (1960) nos aclara cómo, poco a poco, se dedicó al fo­mento de la prostitución, del juego y de las dro­gas. En Estados Unidos, la llegada de inmigran­tes chinos, a partir de 1840 en la costa oeste, mal pagados y perseguidos, hizo que se refugiasen en sus sociedades secretas. Pasó a conocérselas con el nombre de Tongs, y poco a poco adqui­rieron un talante criminal. Ahora comienzan a tener influencia creciente, con el nombre de So­ciedades de la Triada, en Hawai y en la Costa Oeste. Se dedican al tráfico de heroína y a la prostitución.

La asociación secreta y criminal japonesa Ya­kuza ha comenzado a actuar también, así como las bandas vietnamitas que operan en California y Tejas, y el Bambú Unido, de Taiwán, que se

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dedica a la droga y la protección en las mismas narices de la Cosa Nostra, en Nueva York. Tam­bién se dibuja con claridad la llamada «mafia ju­día», con base en Los Angeles, y en Nueva York existe una banda criminal de emigrados rusos que trabaja en el mundo de la droga y en extor­sión. Pero la rivalidad mayor se inicia con estos tres grupos: los traficantes colombianos de co­caína y marijuana, que, violentísimos, han con­seguido acuerdos muy beneficiosos con las fa­milias Genovese y Bonanno, que parecen ate­rrorizados ante el nuevo rival; el Pagan Motor­cycle Club, constituido por norteamericanos, que actúan en Filadelfia, en el tráfico de drogas y en extorsiones, y, finalmente, «la Corpora­ción», organización criminal de exiliados cuba­nos, que ha logrado abrirse paso, al conseguir acuerdos con las tres familias Genovese, Bonan­no y, sobre todo, Gambino. Esta última, para preservar la paz, rinde a «la Corporación» un tri­buto equivalente al 35 % de todos los rendi­mientos que provienen del juego: caballos, casi­nos y loterías.

La situación no está, pues, clara, porque por su enorme tamaño y por la buena vida que pro­voca, la Unión Siciliana puede correr, ante estos ataques, la suerte de los grandes y sangrientos tiranosaurios. Las economías de escala en el sec­tor del crimen pueden eliminarse a partir de ciertas dimensiones.

El cine se ha convertido, desde Scarjace a Luc­ky Luciano, incluido, naturalmente, El padrino, la lucha en los muelles, o la liquidación de los irlandeses, junto con la novela y la prensa amari­lla, en intérprete, a veces, de algo que se ofrece con encendido carácter épico. Es lo que yo he presentado con quizás, excesivo empacho eco­nómico. Pero, sin embargo, lambas enfoques son antitéticos? lHasta dónde debe llegar la lu­cha para conquistar un mercado? lHasta dónde las confusiones con los políticos? lHasta dónde toda esta historia de la Cosa Nostra no es, senci­llamente, sino la locura de unos católicos mediterráneos que se disponen a triun-

efar en medio de una ética protestante que genera un capitalismo implacable?

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FAMILIA DE CHICAGO

Chris PETTI [48]; San Diego; 47 años.

Paul «Paulie» CHIRO [47]; Phoenix; 47 años.

Donald «Don Angel» ANGELINI [45]; Chicago; 60 años.

Vincent «Vince» SOLANO [42]; Chicago; 67 años.

Frank «the Horse» BUCCIERI [50]; Palm Springs; 62 años.

John «Jackie» CERONE [30]; Chicago; 72 años.

Anthony «Joe Batters» ACARDO [2]; Palm Springs; 80 años.

Joseph «Joe Nagall» FERRIOLA [20]; Chicago; 59 años.

Gus «Slim» LEX [22]; Chicago; 70 años.

Joseph «Joey O'Brien» AIUPPA [21]; Chicago; 78 años.

FAMILIA COLOMBO

Michael FRANZESE [18]; Long Island; 35 años.

Ralph SCOPO [11]; Brooklyn; 57 años.

Gennaro «Jerry Lang» LANGELLA [5]; Brooklyn; 47 años.

Carmine «Junior» PERSICO [6]; Brooklyn; 53 años.

FAMILIA LUCCHESE

Anthony «Tony Ducks» CORALLO [3]; Long Island; 73 años.

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Angelo «Little Angie» TUMINARO [49]·Desconocido; 81 años.

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Paul V ARIO Sr. [32]; Ciudad de Nueva York; 72 años.

C�ristopher «Christie Tick» FURNARI [7]; Cmdad de Nueva York; 62 años.

Salvatore «Tom Mix» SANTORO [8]; Ciudad de Nueva York; 70 años.

FAMILIA DE KANSAS CITY

William «Willie» CAMMISANO [40]; Kansas City, Mo.; 71 años.

Carl «Toughy» DELUNA [33]; Kansas City, Mo.; 58 años.

FAMILIA DE DETROIT

Vicent «Little Vince» MELI [41]; Detroit; 62 años.

FAMILIA DE LOS ANGELES

Peter «Pete» MILANO [46]; Los Angeles; 60 años.

FAMILIA GENOVESE

John «Johnnie Dee» DIGILIO [39]; Nueva Jersey; 53 años.

Louis «Bobby» MANNA [38]; Nueva Jersey; 57 años.

M;atthew «Matty the Horse» ANNIELLO [35]; Cmdad de Nueva York; 66 años.

James «Jimmy Napp» NAPOLI [31]; Ciudad de Nueva York; 75 años.

Anthony «Tony Pro» PROVENZANO [29]; Nueva Jersey; 64 años.

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Tino «George Grecco» FUMARA [44]; Nueva Jersey; 46 años.

Philip «Benny Squint» LOMBARDO [27]; Miami; 78 años.

Anthony «Fat Tony» SALERNO [1] Ciudad de Nueva York; 75 años.

Gerardo «Jerry» CATENA [4]; Boca Ratón; 84 años.

Vincent «Vinnie» DINAPOLI [10]; Ciudad de Nueva York; 49 años.

Vincent «Chin» GIGANTE [19]; Nueva Jersey; 57 años.

Vincent «Jimmy Blue Eyes» ALO [23]; Miami; 82 años.

FAMILIA BONANNO

Anthony «Bruno» INDELICATO [24]; Ciudad Nueva York; 78 años.

Joseph «Joe Bananas» BONANNO [14]; Tucson; 82 años.

Philip «Rusty» RASTELLI [9]; Ciudad de Nueva York; 68 años.

FAMILIA BUFALINO

Rusell BUFALINO [12]; Scranton, Pa; 83 años.

FAMILIA DE MILWAUKEE

Frank «Frankie Bal» BALISTRIERI [17]; Milwaukee; 68 años.

FAMILIA DE DECAVALCANTE

John RIGGI Sr. [37]; Nueva Jersey; 61 años.

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FAMILIA DE NUEVA ORLEANS

Carlos «Little Man» MARCELLO [16]; Nueva Orleans; 76 años.

FAMILIA DE FILADELFIA

Raymond «Long Johm> MARTORANO [28]; Filadelfia; 59 años.

Nicodemo «Nicky» SCARFO [43]; Atlantic City; 57 años.

FAMILIA DE PITISBURGO

Michael «Mike» GENOVESE [25]; Pitisburgo; 65 años.

FAMILIA GAMBINO

James «Jimmy Brown» FAILLA [36]; Ciudad de Nueva York; 67 años.

Joseph N. GALLO [26]; Ciudad de Nueva York; 74 años.

John GOTTI [13]; Ciudad de Nueva York; 46 años.

FAMILIA DE TAMPA

Santo «Louis Santos» TRAFICANTE [15]; Tampa; 71 años.

FAMILIA DE BOSTON

GENNARO «Jerry» ANGIULO [34]; Boston; 34 años.

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