Cortes en El Cuerpo de La Histerica

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Cortes en el cuerpo leídos desde la histeria | 0 UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE SAN LUIS POTOSÍ INSTITUTO DE INVESTIGACIÓN Y POSGRADO MAESTRIA EN PSICOLOGÍA LPF: ESTUDIOS PSICOANALÍTICOS, TEORÍA Y CLÍNICA CORTES EN EL CUERPO LEÍDOS DESDE LA HISTERIA Elaborado por: Ivonne Sierra Ortiz 1 , Víctor Novoa Cota 2 Mesa de trabajo: Estudios de Psicoanálisis sobre Violencia e Imagen Resumen: Dentro de la clínica de la histeria es habitual encontrarnos con un cuerpo que está en relación constante con el dolor, un cuerpo violentado, debido a que el conflicto psíquico que ahí se gesta se expresa a través del síntoma. La histeria da cuerpo al síntoma, sin embargo, no se trata de un cuerpo biológico sino de aquel que habita en el psiquismo bajo los principios que gobiernan los procesos inconscientes; cuerpo simbolizado, investido por las pulsiones, lugar de expresión del deseo. Si el cuerpo en la histeria es un cuerpo que ha sido erotizado producto de la transformación que opera para que el vacío devenga falta en la perspectiva del deseo, debido a la existencia de una falta fundante, correspondiente a un significante que responda por lo femenino, ¿Podrían pensarse bajo esta idea los cortes en el cuerpo como una protesta ante dicho vacío cuyo responsable es ese padre que no ha inscrito lo femenino dentro del universo fálico? Palabras clave: Histeria, Cuerpo, Cortes, Psicoanálisis, Dolor. San Luis Potosí, SLP. A 30 de Diciembre del 2014. 1 Licenciada en Psicología por la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo y actualmente maestrante en la Universidad Autónoma de San Luis Potosí generación 2013-2015, en el área de estudios psicoanalíticos, adscrita a la línea de investigación “connotación moral del dolor”, bajo la dirección del Dr. Víctor Javier Novoa Cota. [email protected] 2 Psicoanalista. Profesor investigador en la Universidad Autónoma de San Luis Potosí. Sus áreas de estudio son la violencia y la ley, el campo de la escritura y el psicoanálisis ante el dolor en la subjetividad contemporánea. [email protected]

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UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE SAN LUIS POTOSÍ

INSTITUTO DE INVESTIGACIÓN Y POSGRADO

MAESTRIA EN PSICOLOGÍA

LPF: ESTUDIOS PSICOANALÍTICOS, TEORÍA Y CLÍNICA

CORTES EN EL CUERPO LEÍDOS DESDE LA HISTERIA

Elaborado por: Ivonne Sierra Ortiz1, Víctor Novoa Cota2

Mesa de trabajo: Estudios de Psicoanálisis sobre Violencia e Imagen

Resumen: Dentro de la clínica de la histeria es habitual encontrarnos con un

cuerpo que está en relación constante con el dolor, un cuerpo violentado, debido a

que el conflicto psíquico que ahí se gesta se expresa a través del síntoma. La

histeria da cuerpo al síntoma, sin embargo, no se trata de un cuerpo biológico sino

de aquel que habita en el psiquismo bajo los principios que gobiernan los procesos

inconscientes; cuerpo simbolizado, investido por las pulsiones, lugar de expresión

del deseo. Si el cuerpo en la histeria es un cuerpo que ha sido erotizado producto

de la transformación que opera para que el vacío devenga falta en la perspectiva

del deseo, debido a la existencia de una falta fundante, correspondiente a un

significante que responda por lo femenino, ¿Podrían pensarse bajo esta idea los

cortes en el cuerpo como una protesta ante dicho vacío cuyo responsable es ese

padre que no ha inscrito lo femenino dentro del universo fálico?

Palabras clave: Histeria, Cuerpo, Cortes, Psicoanálisis, Dolor.

San Luis Potosí, SLP. A 30 de Diciembre del 2014.

1 Licenciada en Psicología por la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo y actualmente

maestrante en la Universidad Autónoma de San Luis Potosí generación 2013-2015, en el área de estudios psicoanalíticos, adscrita a la línea de investigación “connotación moral del dolor”, bajo la dirección del Dr. Víctor Javier Novoa Cota. [email protected] 2 Psicoanalista. Profesor investigador en la Universidad Autónoma de San Luis Potosí. Sus áreas de estudio

son la violencia y la ley, el campo de la escritura y el psicoanálisis ante el dolor en la subjetividad contemporánea. [email protected]

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ÍNDICE

Introducción…………………………………………………………………………..……2

Distintas lecturas sobre el cuerpo en la histeria…………………………………….…3

Los cortes como una protesta ante la imposibilidad de acceder a lo femenino……7

Otras contribuciones ante el fenómeno de los cortes en el cuerpo……………..…10

Conclusión……………………………………………………………………………..…13

Bibliografía…………………………………………………………………………..……13

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INTRODUCCIÓN

El presente trabajo es un acercamiento al fenómeno de los cortes del cuerpo a

través de una lectura psicoanalítica, poniendo el énfasis en lo concerniente a la

clínica de la histeria, su interés radica en la frecuencia con la que se presenta en

el consultorio, predominantemente en los jóvenes, quienes se infligen incisiones,

no como episodios aislados, sino de forma continua, cuya práctica no necesita

atención médica, puesto que se trata de cortes superficiales en los que no se pone

en peligro la vida.

Para situar el campo epistémico desde el cual será abordado dicho fenómeno,

es necesario especificar cómo es concebido un cuerpo desde el psicoanálisis, si

nos referimos al campo de la histeria se habla de un cuerpo simbólico y pulsional,

sede del conflicto psíquico, inscripción que se estructura como un mensaje

codificado, en donde están presentes formaciones del inconsciente, a diferencia

de lo que ocurre, por ejemplo, en el cuerpo de la psicosomática, impermeable al

lenguaje, cuyos procesos psíquicos están obturados.

Asimismo, se retoman las formulaciones freudianas sobre la feminidad para

situar el lugar de la histérica respecto al falo, en donde los cortes del cuerpo dan

cuenta de una protesta ante la imposibilidad de estructurar una identidad

femenina, dejando a la histérica con un hueco, un vacío, un cuerpo del que no

puede apropiarse, que se diluye. La práctica de la autoincisión es abordada como

un correlato ante la inexistencia de su ser mujer.

Finalmente se emprende un recorrido por algunas propuestas teóricas que

proporcionan nuevas lecturas en torno al fenómeno de los cortes, en las cuales

puede no estar necesariamente implicada la histeria, sin embargo, dan cuenta de

la heterogeneidad de dicha práctica tan en boga en nuestros días.

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DISTINTAS LECTURAS SOBRE EL CUERPO EN LA HISTERIA

Al hablar de histeria suele pensarse en síntomas conversivos que atañen al

cuerpo, expresiones de conflictos inconscientes. Sin embargo, no habrá que pasar

por alto que igualmente pude presentarse una histeria sin que síntomas de

conversión estén presentes, no obstante, en ambos casos el cuerpo se encuentra

siempre implicado, siendo a partir de él que nos constituimos ante los otros.

Como punto de partida habrá que diferenciar el cuerpo al que se refiere el

psicoanálisis del que es propio de la medicina, el orgánico. Freud empieza a

hablar de otro tipo de cuerpo con las histéricas de la Salpêtrière, un cuerpo que no

implica al biológico de la medicina sino al construido psíquicamente como

inconciente, simbolizado, investido por las pulsiones, lugar donde se da expresión

al conflicto psíquico y no al padecimiento corporal.

Es importante puntualizar que el cuerpo biológico, lo real, queda siempre ajeno

a nosotros, es desde el exterior que nos apoderamos de él, pero únicamente de

una construcción simbólica, no del cuerpo en tanto tal. “[…] La imagen que

tenemos de nuestro cuerpo es siempre una imagen falsa, un espejismo obligado.”

(Nasio, 2008 pág. 61). Este autor sostiene que la imagen del cuerpo está

implicada con nuestro deseo inconsciente, en donde vemos únicamente lo que se

nos permite ver; imágenes subjetivas que falsean la percepción que tenemos que

tenemos de nosotros mismos, constantemente cambiantes, a través de las cuales

vivimos nuestro cuerpo.

Lo que nos remite a pensar que no nacemos con un cuerpo, es necesario que

éste se construya psíquicamente gracias a una relación inserta en el campo de la

palabra con un otro, tal como lo postula Pommier cuando dice: “El cuerpo humano

no vivió nunca fuera de su humanidad de palabra. El pretendido hombre neuronal

no sobrevive fuera del lazo social […] de pie gracias a las palabras.” (Pommier,

2005 pág. 21). Supuesto necesario para pensar el porvenir de la especie, lo

humano.

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Al referirnos al cuerpo psíquico, siendo éste el que nos interesa en psicoanálisis

no queda excluido el cuerpo biológico, por el contrario, ambos están implicados,

dado que las modificaciones en la anatomía del cuerpo impactan en el psiquismo,

tal es el caso de la histeria que pasa a lo real, en donde suelen presentarse

intervenciones quirúrgicas como una manera de mantener delirantemente una

relación con el cuerpo, se anuda algo que estabiliza.

Lacan (1949) pone el acento en el estadio del espejo como estructurante de la

imagen unitaria del propio cuerpo, desde esta perspectiva no hay cuerpo sin

imagen del cuerpo. Es así como el cuerpo del sujeto se estructura únicamente a

partir de la imagen del otro, del cuerpo propio reflejado como una alteridad, la

identidad imaginaria del cuerpo propio es ajena, únicamente puede llegar a

constituirse gracias a otro y como otro.

Para referirse al cuerpo en la histeria, Freud (1905) crea el concepto de

solicitación somática, el cual aparece por vez primera en la obra Freudiana en el

caso Dora, en donde se pregunta si los síntomas de la histeria responden a una

etiología psíquica o somática para concluir que todo síntoma histérico requiere la

contribución de ambas partes; por un lado, es necesaria cierta solicitación

somática, brindada por un proceso normal o patológico al interior del órgano, que

se producirá más de una vez si este posee cierto significado psíquico, un sentido.

Es así como los síntomas se solucionarán a medida que se descubre su

significación psíquica y únicamente al término de la misma, podrán pesquisarse

las bases somáticas; orgánico-constitucionales.

Es decir, un órgano enfermo puede ser tomado como lugar de expresión

simbólica de un conflicto psíquico en la histeria. “[…] Ese síntoma dado por la

realidad se erige en representante de todos los fantasmas inconscientes que

acechan la oportunidad de adueñarse de un medio de expresión.” (Assoun, 1977

pág. 50). Como si el conflicto psíquico esperará pacientemente ese paso a lo real

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del cuerpo orgánico para hacer eclosión de la neurosis que ya se venía gestando

tiempo atrás.

Sobre la misma línea de pensamiento, Sami-Ali (1987) habla de que la

perturbación funcional en la histeria tiene lugar como una manera de frenar la

locura de un deseo inconciliable que encuentra salida mediante el acto,

transgrediendo al cuerpo. Cuerpo libidinal que deriva de la sexualidad infantil,

donde se buscará reproducir a partir del cuerpo real, una experiencia anterior de

satisfacción.

Por su parte, André (2002) habla sobre el proceso de conversión en la histeria

como un intento de sexualización de lo real, ahí en donde el traumatismo abre un

agujero en lo simbólico, la conversión viene a ser un intento de sexualizar eso real

que resulta insoportable para el sujeto, lo cual es comandado por la represión. “La

represión tiene como efecto sustituir una sexualidad orgánica por una sexualidad

comandada por la representación, por el significante” (André, 2002 pág. 88). El

traumatismo tiene que ver con esa experiencia pasiva de ser objeto del goce del

Otro, lo cual ocurre en las primeras épocas de la vida en las que el bebé es un

objeto ofrecido enteramente al Otro (la madre).

Al hablar de lo real se hace alusión a la castración materna, a eso de lo que el

sujeto no quiere saber nada, por tanto, lo arroja hacia afuera, a lo incognoscible,

teniendo como resultado el despertar de la angustia ante el enfrentamiento con lo

real. (Pommier, 2005).

Esto podemos observarlo, en el asco en la histeria, tan presente en los

historiales clínicos de Freud, el cual se genera cuando irrumpe la función real,

orgánica del cuerpo, desplazando a lo erótico y con esto, al deseo. Sabemos que

todo lo que atañe a la necesidad se ve trastocado al pasar por las sendas del

deseo, en donde: beber y comer se vuelven actividades eróticas que el cuerpo

realiza sujetándose más sobre el deseo que sobre la necesidad orgánica.

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Esto es lo que tiene lugar en la anorexia y en la bulimia, desórdenes

alimenticios tan frecuentes al hablar de histeria, en donde la necesidad lucha con

el deseo y viceversa, por un lado, la exigencia orgánica obliga a la boca a

atragantarse de alimento hasta el punto de generar asco, irrumpiendo

inmediatamente después la función erótica que busca sostener la nada del deseo.

La falta deviene para la histérica, el objeto de su deseo, se trata, a toda costa, de

hacer valer el deseo en contra de la necesidad. (André, 2002).

El histérico histeriza el mundo, es decir, dota de un vínculo erótico sus

relaciones con los otros; sin dejar de lado a su analista; erotiza el cuerpo del otro,

despertando sensaciones intensas, convirtiéndolo en un cuerpo-sensación del que

se alimenta; con gran inocencia sexualiza lo que no es sexual.

Asimismo, se paraliza ante la angustia de perder el falo, no sabe si es hombre o

mujer; esta angustia intolerable busca una salida y es a través de la conversión,

que el yo logra desprenderse de dicha sobrecarga; desplaza la sobrecarga y

comienza a investir todo el cuerpo, generando un falo que se expande a todo el

cuerpo, exceptuando, la zona genital. “El cuerpo real pasa a ser un cuerpo que

sufre de ser un inmenso falo” (Nasio, 1922 pág.61). El cuerpo se convierte en el

lugar de múltiples afecciones y sufrimientos; este falo-cuerpo no es más que ese

falo que le faltó a la madre.

Sin embargo, la erotización total de su cuerpo real no es posible, pues siempre

le faltará ese significante que responde por lo femenino, es a falta de dicho

significante que erigirá su imagen corporal al nivel de símbolo fálico, siempre

temerosa de que detrás de dicha imagen no haya más que lo real orgánico, el

cuerpo desexualizado. Lo que nos conduce a reflexionar acerca de las

implicaciones de lo femenino dentro de dicha forma clínica.

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LOS CORTES COMO UNA PROTESTA ANTE LA IMPOSIBILIDAD

DE ACCEDER A LO FEMENINO

Situar a los cortes del cuerpo dentro de la neurosis, implica traer a escena el

retorno de lo reprimido así como la sustitución metafórica presente en la

conformación de los síntomas, sin embargo, encontrar la particularidad de dicho

fenómeno en la clínica de la histeria obliga a una pesquisa que nos conduce por

los senderos de la feminidad.

Popularmente se cree que la histérica encarna la expresión más elevada de lo

femenino, modelo para las demás sobre lo que es ser una mujer, por lo que no

existiría ningún conflicto en ella para apoderarse de lo femenino. Sin embargo, el

psicoanálisis nos provee una lectura diferente, colocándola como presa de una

identificación viril que la mantiene cautiva de su ser mujer, imposibilitándole tejer

una pregunta sobre su deseo. Siendo aquí donde los cortes se tejen a manera de

protesta hacia la imposibilidad de acceder a otra identificación que no sea la fálica.

De entrada, habrá que especificar siguiendo a Freud (1933) que no existe una

naturaleza de lo femenino o de lo masculino por sí misma, no es posible atribuirle

al órgano anatómico la diferencia de los sexos, la cual se sitúa en algo más allá de

la carne, indisociable de la lógica del deseo en cuestión.

Para hablar sobre feminidad es necesario remitirnos al complejo de castración,

el cual tiene lugar de manera distinta tanto en la niña como en el varón; en un

principio el desarrollo libidinal tiene lugar paralelamente en los dos sexos, ambos

toman como primer objeto de amor a la madre, esta elección de objeto responde

al tipo de apuntalamiento, pues ha sido ella quien ha satisfecho sus necesidades

más primordiales, en ambos sexos se genera una ligazón-madre preedípica,

posteriormente, dicha ligazón estará destinada a ser sustituida por una ligazón

hacia el padre, la cual dejará como resto sentimientos hostiles hacia la madre,

pues la ha privado de tener pene, dichos sentimientos pueden durar incluso toda

la vida.

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Es la castración de la madre la que vendrá a erigir el falicismo, instituido este

como símbolo de poder, como ese símbolo perdido que aludía a una creencia

preedípica: la omnipotencia materna, en la que la madre encarnaba el poder, el

todo, la completud imaginaria. Ahora el pene vendrá a compensar esa carencia.

La envidia del pene pone fin al onanismo, la niña expresa el disgusto con su

clítoris y con esto, hacia toda satisfacción proveniente de él, es aquí donde tiene

lugar la vuelta hacia el padre, buscando en él, el pene que le fue negado, lo cual

tiene por consecuencia, preparar el terreno para la venida de la feminidad. La

envidia de pene seria posiblemente un deseo por excelencia femenino, el cual

impacta en gran medida en la conformación de la feminidad y en la elección de

objeto, la cual está en relación al hombre que de niña le hubiese gustado ser.

(Freud, 1932)

Por otro lado, la propuesta de Serge André radica en que la demanda de la

histérica va más allá de obtener el falo, está en relación a obtener un significante

que le permita identificarse con lo femenino, sin embargo, lo que espera del otro

es un imposible, pues no existe tal significante. “Su demanda, más que

reconducirse a la demanda del falo, vale fundamentalmente como una demanda

de “algo más que el falo”. (André, 2002 pág. 116).

André (2002) siguiendo a Lacan en el “estadio del espejo” comenta que la

problemática de la histérica radica en la impotencia del padre, siendo la falla del

padre la que introduce una grieta en la constitución de la imagen corporal. Si nos

referimos a los historiales clínicos de las histéricas nos encontramos con padres

enfermos, impotentes, sin carácter, insuficientes para poder asentar una identidad

femenina pues no ofrecen otro tipo de identificación que no sea fálica, es por esto

que Lacan dice que la histérica la hace de hombre, pues únicamente así puede

erotizar completamente su imagen corporal, pues al no haber una identificación

específicamente femenina queda como un significante vacío.

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“Al padre del histérico hay que animarlo, porque esta afligido […] perdió toda

posición de excepción, degradado al rango de la castración de todo hombre,

amado por sus heridas abiertas más que poderes.” (Soler, 2006 pág. 315).

Ante la ausencia de dicha identificación queda presa en el mundo fálico,

reducida a un objeto del hombre, en donde cansada de que este falle, dedica su

vida a repararlo, se convierte en defensora de los pobres, enfermera del padre,

hace de un hombre el centro de su vida, todo esto, con la esperanza de obtener

de él algo más que el falo: un signo de una feminidad finalmente reconocida.

Busca dotarlo de la potencia que le hace falta para que este pueda proporcionarle

una identidad femenina (André, 2002)

Ante la imposibilidad de nombrar lo femenino más allá de la lógica del falo o el

Edipo, los cortes se instituyen como la expresión de un rechazo del cuerpo cuyo

destinatario es el padre puesto que no provee de un significante que vaya más allá

de lo viril, inscribiendo lo femenino dentro del universo fálico.

Siguiendo la misma línea de pensamiento, Recalcati (2008) postula que la

histérica padece una especularización incompleta de su propia imagen, por este

motivo, busca en la otra mujer un suplemento especular para culminar la

especularización narcisista de su imagen y así poder tomar cuerpo. Mientras en el

hombre el falo provee de un sostén visible que lo protege con el encuentro con el

vacío, con la ausencia, generando que su relación con la imagen especular sea

menos esencial, en el caso de la mujer, la imagen especular viene a recubrir ese

vacío gracias a la mascarada de la feminidad que recubre el no-tener fálico.

La propuesta de este autor inscribe a la histeria en relación a una imposibilidad

de tomar cuerpo en el momento de la constitución narcisista, lo que tiene varias

implicaciones, entre ellas, autoagresiones continuas como lo son los cortes.

Distintas son pues, las concepciones que se tejen en relación a la feminidad en

la histeria, en las cuales se encuentra presente lo inatrapable de la identidad

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femenina, lo que genera un hueco en lo simbólico, haciendo del sexo femenino

algo vacío, que se define precisamente por estar fuera del saber. Es así como la

histeria plantea la problemática de la feminidad, viviendo su imagen corporal como

algo frágil, constantemente variable. Siendo a través de los cortes que pretende

apropiarse de esa imagen que se le escapa por todos lados.

OTRAS CONTRIBUCIONES ANTE EL FENÓMENO DE LOS

CORTES EN EL CUERPO

El fenómeno de los cortes del cuerpo, adquiere lecturas diversas en relación a

los procesos psíquicos implicados, por lo que no es posible realizar una única

lectura, más aún si pensamos que en cada época se establece una relación

diferente con el cuerpo; en donde los cambios sociales impactan en el psiquismo

generando nuevas manifestaciones en la clínica. A continuación se presentan

algunas propuestas para pensar la riqueza clínica de dicho fenómeno.

Declinación de la autoridad paterna: A partir de Freud sabemos que la ley

del padre es esencial para pensar la inserción del sujeto en la cultura, puesto

que gracias a la castración, se inscribe la renuncia pulsional que da entrada al

mundo social. Asimismo, la ley del padre provee de referentes simbólicos que

posibilitan que emerja el deseo. Sin embargo, habría que preguntarnos: ¿Cómo

se constituye psíquicamente el sujeto ante la caída de la autoridad paterna y

con esto, ante la imposibilidad de tolerar la falta? Los cortes en el cuerpo que se

sitúan aquí, parecen actuar a manera de dique ante esa castración fallida que

dirige al sujeto a una satisfacción pulsional en la que se ve comprometido su

ser, la cual a su vez se inscribe dentro de un discurso capitalista que pugna por

la completud imaginaria.

La negativa de la madre a separarse de su hijo(a): Freud (1932) postula que

la única salida de la mujer hacia la feminidad es a partir de la castración, en

donde el deseo de pene se sustituye por el deseo del hijo. Es decir, establece

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una correlación entre mujer-madre. Cuestión interesante, puesto que aunque

han pasado más de cien años de sus formulaciones, en lo social se sigue

relacionando a la feminidad con la maternidad, mandato que deja poco margen

a algunas mujeres para poder constituirse como tales desde otro lado, sin pagar

un precio alto: la culpabilidad.

Siendo así como la venida del hijo permite erigir una imagen fálica en donde

la madre no permitirá la separación, puesto que se compromete la

representación que ha creado sobre sí misma, es en este punto donde los

cortes fungen como un intento desesperado de crear una distancia ante esa

madre que anula al sujeto, asimismo, como la búsqueda de una constitución de

la imagen propia del cuerpo, puesto que al no haber alteridad, ¿De qué tipo de

cuerpo se habla?

Cortes como base de una identificación histérica: La imitación, el contagio y

la simulación de los síntomas histéricos ha sido ampliamente descrita por

Freud, sobre todo en Psicología de las masas y análisis del yo, al referirse al

pensionado de niñas en donde una de ellas presenta un síntoma que es

seguido por las demás, lo cual hace alusión a una identificación del sujeto con

el deseo del otro sujeto. Aspecto presente en gran parte de las posesiones

demoniacas de la edad media, en las que solo hizo falta un caso para dar pie al

contagio.

El fenómeno de los cortes del cuerpo, en ciertos casos de histeria puede

articularse desde aquí, por lo que la apuesta clínica estaría en relación a que se

geste una pregunta sobre el deseo propio que posibilite un cambio de lugar del

sujeto.

La búsqueda de la consistencia del cuerpo: La actualidad se caracteriza por

puro semblante, pura apariencia, en donde gracias al capitalismo, la

virtualización del sujeto lo ubica como irreal, su existencia es puramente virtual,

por lo que los cortes se instituyen como una modalidad patológica de retorno a

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lo real en el cuerpo, en tanto recurso para encontrar un asiento en la realidad

corporal ante la ansiedad de percibirse a sí mismo como inexistente, es el

intento de recobrar algún tipo de normalidad. (Zizek, 2000, citado en

Dartiguelongue, 2012).

Asimismo, autores contemporáneos postulan: El cuerpo como obra de arte

contemporáneo, sacralizado a falta de rituales, va a ser torturado, va a volverse

verdadero. Esto se parece al masoquismo o al sadismo, pero no lo es: se hace

sólo para intentar sentir vivir un cuerpo que se ausenta (Pommier, 2002 pág.

16).

Alivio ante la angustia: En lo referente a la clínica, la angustia se presenta

en varios momentos del análisis, cuya irrupción puede darse desde la realidad,

lo superyoico, al desbaratarse la función de lo imaginario, etc. la cual activa

procesos psíquicos, previniendo al yo de una catástrofe, es una alerta, es la

señal ante algo, un intento desesperado de crear barreras de protección.

Dartiguelongue (2012) realiza un análisis de quince casos que presentan

cortes en el cuerpo, donde muestra como en la mayoría de ellos el factor

desencadenante es la angustia, siendo mediante el corte que el sujeto ejecuta

una recuperación, pues lejos de caer de la escena, el corte implica una

restitución, una recuperación de la condición subjetiva, limitando la angustia ya

desencadenada. La apuesta clínica en este punto giraría en relación a

posibilitar ligazones libidinales que permitan tramitarla de otro modo, de manera

que no encuentre como una salida al cuerpo.

Lo anteriormente planteado da cuenta de algunos desarrollos teóricos que se

tejen en relación a la práctica de la autoincisión, cuya especificidad habrá de

encontrarse en la particularidad del caso que se presente en la clínica, no

perdiendo de vista la significación contemporánea que le es asignada al cuerpo en

nuestra época, creadora de nuevas subjetividades.

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CONCLUSIÓN

Gracias a Freud, sabemos que el desarrollo libidinal en la niña se encuentra con

desafíos que no están presentes en el varón; el trasmudar su objeto de amor de la

madre hacia el padre buscando el falo que le fue negado, de entrada la sitúa en

una relación constante con la falta, recurriendo a la feminidad como un semblante

que recubre su no tener fálico. Artimaña desesperada, puesto que no existe

significante que dé cuenta de lo femenino, quedando aprisionada por la dimensión

fálica y con esto, alienada de su deseo.

Siendo así como la histérica, con su cuerpo, erigido hasta el nivel de símbolo

fálico exige una identidad femenina que le permita darle consistencia al cuerpo; la

práctica de la autoincisión como una protesta ante la inexistencia de lo femenino

se articula con los mandatos de género que les son impuestos a las mujeres en la

contemporaneidad. Es la histérica, quien con su cuerpo no se deja atrapar ante el

constructo social que busca definirla y con esto, anularla, en su discurso se pone

de manifiesto el sujeto como incapturable, renuente a dejarse atrapar por artificios

sociales.

BIBLIOGRAFÍA

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