Contratos de Cambio de Conducta

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Facultad de Educación Elemental y Especial Universidad Nacional de Cuyo Cátedra de Psicología de la Educación Año 2006 Mgter. Elena Lescano Autocontratos para el cambio de conductas Es frecuente que los niños manifiesten u omitan conductas que son deseables en la escuela. Esto no puede sorprendernos ya que, justamente están en la escuela para educarse y esto implica mejorarse gradualmente, aprendiendo conductas adaptadas al contexto y beneficiosas para sí mismo. Las causas de las conductas indeseables pueden ser múltiples y no siempre es posible eliminar, atacar, destruir esas causas. En ocasiones, los docentes invocan causas explicativas que, aunque sean verdaderas, poco y nada sirven para que el niño cambie su conducta problemática. Pongamos un ejemplo de causas verdaderas de conducta indeseable, pero completamente inabordables. El caso de Juan Juan tiene 10 años, es hijo de una madre sola, que trabaja todo el día, ya que el padre no aporta nada al hogar. De hecho, está en otro país y Juan ni siquiera lo recuerda. Juan ha tomado la costumbre de dedicarse largas horas a jugar con los amigos y a ver televisión, en lugar de hacer los deberes. La maestra habla con la madre para pedirle que supervise los deberes de Juan. La madre, que está cansada, deprimida, enojada con la vida, promete a la maestra que se ocupará de controlar las tareas cuando llegue a la casa. Pero también se queja amargamente de que un chico de 10 años, no sea capaz de cumplir con su responsabilidad y ayudarla a ella que ya no da más. La madre intenta controlar que Juan haya hecho las tareas. Pero cuando le pide el cuaderno a Juan éste no ha hecho nada. La madre se enoja, lo grita y lo manda a la cama sin cenar. Al día siguiente, intenta de nuevo, Juan tampoco ha hecho nada. La madre tiene un ataque de nervios, le dice de todo a Juan y se va ella a la cama sin cenar. El próximo día Juan ha hecho un par de cuentas, pero le dice a la madre que no sabe cómo realizar la tarea de lengua. La madre tampoco sabe, se enoja, habla mal de la maestra, le grita a Juan. 1

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Estrategias para ayudar a los niños a modificar conductas perturbadoras en el aula

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Facultad de Educación Elemental y EspecialUniversidad Nacional de Cuyo

Cátedra de Psicología de la EducaciónAño 2006Mgter. Elena Lescano

Autocontratos para el cambio de conductas

Es frecuente que los niños manifiesten u omitan conductas que son deseables en la escuela. Esto no puede sorprendernos ya que, justamente están en la escuela para educarse y esto implica mejorarse gradualmente, aprendiendo conductas adaptadas al contexto y beneficiosas para sí mismo. Las causas de las conductas indeseables pueden ser múltiples y no siempre es posible eliminar, atacar, destruir esas causas. En ocasiones, los docentes invocan causas explicativas que, aunque sean verdaderas, poco y nada sirven para que el niño cambie su conducta problemática. Pongamos un ejemplo de causas verdaderas de conducta indeseable, pero completamente inabordables.

El caso de JuanJuan tiene 10 años, es hijo de una madre sola, que trabaja todo el día, ya que el padre no aporta nada al hogar. De hecho, está en otro país y Juan ni siquiera lo recuerda. Juan ha tomado la costumbre de dedicarse largas horas a jugar con los amigos y a ver televisión, en lugar de hacer los deberes. La maestra habla con la madre para pedirle que supervise los deberes de Juan. La madre, que está cansada, deprimida, enojada con la vida, promete a la maestra que se ocupará de controlar las tareas cuando llegue a la casa. Pero también se queja amargamente de que un chico de 10 años, no sea capaz de cumplir con su responsabilidad y ayudarla a ella que ya no da más. La madre intenta controlar que Juan haya hecho las tareas. Pero cuando le pide el cuaderno a Juan éste no ha hecho nada. La madre se enoja, lo grita y lo manda a la cama sin cenar. Al día siguiente, intenta de nuevo, Juan tampoco ha hecho nada. La madre tiene un ataque de nervios, le dice de todo a Juan y se va ella a la cama sin cenar. El próximo día Juan ha hecho un par de cuentas, pero le dice a la madre que no sabe cómo realizar la tarea de lengua. La madre tampoco sabe, se enoja, habla mal de la maestra, le grita a Juan. Después de un tiempo la maestra llama nuevamente a la madre. Esta le dice que no puede controlar a Juan, que está cada día más desobediente, que ella no sabe qué hacer y que si las cosas siguen así va a pedir que lo internen en la colonia.La maestra piensa que hace falta la intervención de un psicólogo que haga terapia familiar y aconseja a la madre que vaya al centro de salud para pedir un turno. La madre, con gesto adusto, le dice que va a ir. Juan, en la escuela comienza a pelear con todos y a convertirse en un verdadero bravucón. Por supuesto, los deberes no los realiza y se va atrasando cada vez más en el aprendizaje. La maestra llama otra vez a la madre, que no va. La llama dos veces más y la madre le manda una nota que no puede ir porque tiene que trabajar. La maestra piensa

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que tiene que dar intervención al juzgado porque Juan es un niño en riesgo. La asistente social del juzgado va a la casa, hace una encuesta ambiental, aconseja a la madre sobre cómo tratar a Juan. La madre se compromete a hacerlo. La asistente social le indica además cómo conseguir un subsidio familiar. Mientras tanto, un amigo le dice a Juan que seguramente el juez lo va a internar en la colonia. Juan tiene miedo y se escapa de la casa, se junta con un grupo de chicos en situación de calle. Un policía lo atrapa tratando de abrir un auto. Como la madre, la asistente social y la maestra dicen que está fuera de control, el juez decide que la única solución es internarlo en el Reta. Bien, podemos seguir nuestro relato, con Juan escapándose del Reta, integrando una banda de pibes chorros, muriendo en un enfrentamiento con otra banda, o sucumbiendo gracias al paco, o matando a una señora para robarle la cartera o, etc, etc.Los maestros pueden cambiar el curso de estas tristes historias utilizando algunos principios básicos de las técnicas cognitivos conductuales para modificar conductas. Una de ellas es el contrato de cambio.

Es conveniente para niños desde los 9 o 10 años, pero también se puede aplicar con otros más pequeños con más ayuda del adulto. Está destinada a cambiar conductas perturbadoras o a establecer otras más saludables.

Aplicar esta técnica requiere del maestro mucha dedicación, paciencia, y genuina vocación educadora. Si por cualquier razón uno no dispone en una etapa particular y frente a un niño particular de estas cualidades, es mejor no intentarla. Reconocer los propios límites es un signo de madurez. Veamos en qué consiste la técnica.

La comprensión por parte de un adulto o de un niño de que una conducta es negativa para su vida, su salud, etc. no implica que la pueda cambiar con facilidad. Si fuéramos seres guiados sólo por la razón, viviríamos en un mundo bastante distinto del que hemos construido. Todos tenemos experiencia en querer cambiar algún rasgo de nuestro carácter o alguna conducta habitual y no poder lograrlo. Las siguientes sugerencias son para ayudar a los chicos a cambiar algunas conductas que los perjudican, con el apoyo del docente.Se comienza por explicar al niño que el propósito y la intención de cambiar son fundamentales, pero que además uno necesita ayudarse con un buen plan de acción que sea realista. El docente debe trasmitir confianza en que el niño realmente puede cambiar. Si hay dificultades, no debe haber reproches, mostrar desilusión, etc., sino una actitud “objetiva” de investigar, junto con el niño qué fue lo que anduvo mal con el plan, para corregirlo la próxima vez. 1.Ayudar al niño a definir la conducta a cambiar. Una conducta es más fácil de

cambiar cuanto más especificada y delimitada está. Por ej. “ser buen compañero” es mucho más difícil que “prestarle la regla a mi compañero cuando me la pida”. Por eso hay que ayudar al niño a definir la conducta con preguntas como:¿en qué consiste?, ¿cuándo sucede, dónde sucede?, etc. Hay que comenzar por objetivos muy pequeños, que sean fáciles de lograr, para generar el sentimiento de autoeficacia.

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2. Escribir la conducta a eliminar o a adquirir y ayudar al niño a diseñar una planilla de autorregistro durante una semana, para establecer la frecuencia base de la conducta a cambiar. En un papel cuadriculado se hace una tabla: en el eje vertical se anota el número de veces diarias que se dio u omitió la conducta que se quiere cambiar, en el eje horizontal se ponen los días de la semana. (Muchas veces este procedimiento por sí sólo genera cambios, por el efecto de toma de conciencia)Ej de conductas: estudiar 1 hora por día, no decirle apodos a mis compañeros, etc.

3. Ayudar al niño a plantearse las consecuencias negativas a corto y a largo plazo de mantener una conducta que debe eliminar o las consecuencias positivas a corto y a largo plazo de mantener una conducta que desea adquirir. Hacer que las escriba en un lugar muy visible de su carpeta o cuaderno.

4. Frases motivantes: Ayudar al niño a diseñar frases de autoestímulo que debe repetirse frecuentemente : “Vamos, todavía”, “Si soy constante, lo voy a lograr”, “soy capaz de lograrlo”, etc.

5. Refuerzos: Pedirle al niño que haga un listado de todas las actividades que le resultan gratificantes y ordenarlas por rango (la que más le gusta, la siguiente, etc.)

6. Elaborar el plan de acción: a) seleccionar la meta: qué conducta de cambio voy a realizar, cuántas veces, durante cuánto tiempo, b) cómo voy a premiarme a mi mismo cada vez que lo logre, c) qué autoinstrucciones voy a usar para darme ánimos, etc. Ej. Si estudio una hora diaria durante una semana, voy a ver el programa......

7. Elaborar y llevar un registro semejante al llevado anteriormente para ir anotando el proceso con la conducta de cambio.

8. Conversar diariamente con el niño observando juntos el registro y discutiendo los logros o las dificultades.

9. Cuando se trata de conductas que el niño experimenta como incontrolables, es conveniente ayudarlo a poner un nombre a la “tentación” y tratarla como un personaje que lo atrapa. De este modo, el niño se desculpabiliza. Por ejemplo si el niño hace “berrinches”, qué nombre le podría poner a esas ganas de berrinchear que lo “agarra” a veces ¿la berrinchera?¿la llorona? ¿la chinche? El maestro junto con el niño van a combatir a la xx, que engaña al niño y lo tienta a hacer cosas que después lo hacen sentir mal.

10. Cada vez que el chico derrota a la xx, además del premio que él mismo se conceda, puede recibir un testimonio de elogio del docente, por ejemplo en el cuaderno de comunicaciones: “Hoy JJ ha logrado derrotar a la xx. Lo felicito”. Es obvio que los padres deben conocer este plan y saber qué es la xx, para apoyar al niño con elogios cuando tiene éxito.En ningún caso hay que retar cuando hay reincidencias, sino revisar qué fue que pasó para que la xx ganara. Recordar que el objetivo de cambio inicial debe ser muy pequeño. Si el niño hace cinco rabietas en promedio por día, bajar a cuatro debe ser considerado como un gran éxito y festejado como tal.

11. El programa mismo puede ser dado a conocer a los padres a través de una carta que anuncie el contrato que el niño se ha decidido a cumplir, explicando que a partir de hoy familia, maestro y niño unirán sus fuerzas para derrotar a la xx, (berrinchera, fiaca, rabieta, etc.)

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12. El contrato debe escribirse formalmente y firmarse. Debe especificar a qué se compromete el niño y cómo se autopremiará; también debe especificar a qué se compromete el maestro si el niño cumple las condiciones pactadas (p.ej. ponerle una nota de felicitación, un sticker, etc.)

13. El contrato debe revisarse sistemáticamente y cumplirse meticulosamente. Dejar pasar, olvidarse, suspenderlo por falta de tiempo arruinará todo el plan. Del mismo modo, sucederá con los reproches y retos. Para que el contrato sea efectivo el niño debe sentir que el maestro está de su lado; que lo está ayudando, no castigando, juzgando, retando. La exigencia está en la seriedad con que se verifica el cumplimiento y se investiga en caso de fracaso. Esta investigación al descubrir causas de incumplimiento puede llevar a un nuevo contrato, más sencillo. Hay que asumir que si el niño no cumple hemos fallado en motivarlo o hemos fallado en encontrar un nivel de logro que realmente esté a su alcance como meta inicial.

14. Cuando la meta original esté afianzada se habla con el niño sobre su logro y la posibilidad de avanzar a otra meta. Si el niño se muestra dispuesto, es conveniente que el maestro lo retenga, diciendo que es mejor no apresurarse. Lo previene, además, que quizá, alguna vez va a “volver a las andadas” sin quererlo. Y que esto no debe desalentarlo; al contrario, servirá para averiguar si todavía la xx tiene otras trampas para engañarlo.

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