Conservacióntulo 1 Conservación de los forrajes La producción de nutrientes en los pastos y...
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Conservación
de
forrajes
C.Dr. FÉLIX OJEDA GARCÍA
C.Dr. ORESTES CÁCERES GARCÍA
C.Dr. MARCOS ESPERANCE MATAMOROS.
Edición: Ing. Reinaldo V. López Tápanes
Diseño: Nilda Pereira Pérez.
Ilustración: Rosa Loidi Ramos
Corrección: Aida Pérez Navarrete
© Ministerio de Educación Superior, 1991
© Editorial Pueblo y Educación, 1991
EDITORIAL PUEBLO Y EDUCACIÓN
Ave. 3ra.A No. 4605, entre 46 y 60,
Playa, Ciudad de La Habana
Prólogo
El libro Conservación de forrajes recoge una amplia información científico-
técnica acerca de la conservación de los pastos y forrajes en forma de ensilaje
o heno, que comienza por caracterizar el material a conservar, su clasificación
y su calidad. . Seguidamente continúa, con la descripción de los principios de la
conservación de los forrajes, los factores que afectan la calidad de los
ensilajes, las tecnologías de fabricación de estos e Informa de utilizarlos en la
producción animal; para finalizar con un capítulo dedicado al proceso de
henificación.
Esta obra reviste gran interés práctico, debido a los grandes volúmenes de
ensilaje y de heno que se elaboran en nuestro país y a la importancia que estos
alimentos tienen en la alimentación del ganado, por lo que resulta de gran
utilidad para los estudiantes y especialistas de la rama de ganadería, la
adquisición de los conocimientos técnico-prácticos aportados y recopilados por
los autores de esta obra.
Los autores desean agradecer la colaboración de las compañeras Alicia
Ojeda y Nancy Rodríguez por el trabajo desempeñado durante la corrección de
los manuscritos y la mecanografía de este material, respectivamente.
C. Dr. Leonel Simón Guelmes
Índice
Introducción….…………………………………………………………………….6
CAPÍTULO 1 Conservación dedos forrajes……………………………………7
1.1 Formas de conservar los forrajes…………………………………………..8
1.2 Clasificación de los alimentos conservados y sus características…….9
1.3 Calidad del forraje a conservar……………………………………………...11
CAPÍTULO 2 Principios de la conservación de forrajes………………………13
2.1 Principales procesos que ocurren en la masa ensilada………………….13
2.2 Deterioro aeróbico de los ensilajes…………………………………………26
2.3 Indicadores para evaluar la calidad de los ensilajes……………………28
2.4 Sistema de evaluación de los ensilajes…………………………………….35
CAPÍTULO 3 Factores que afectan la calidad de los ensilajes………………47
3.1 Características del material a conservar y su relación con los procesos
fermentativos…………………………………………………………………………47
3.2 Técnicas para garantizar la conservación de los ensilajes………………52
3.3 Factores que influyen en el valor nutritivo de los ensilajes………………62
3.4 Preguntas de comprobación……………………………………………….72
CAPITULO 4 Tecnologías de fabricación de ensilajes……………………..73
4.1 Tratamientos del forraje…………………………………………………….73
4.2 Tipos de silos a utilizar……………………………………………………….77
4.3 Proceso de fabricación de los ensilajes……………………………………83
4.4 Pérdidas en los ensilajes…………………………………………………….89
4.5 Utilización de ensilajes para la producción de leche……………………..92
4.6 Preguntas de comprobación………………………………………………..94
CAPITULO 5 Henificación………………………………………………………..95
5.1 Principios de la henificación…………………………………………………95
5.2 Factores que afectan la calidad de los henos……………………………..96
5.3 Métodos de fabricación……………………………………………………101
5.4 Preguntas de comprobación……………………………………………….105
Bibliografía……………………………………………………………………….107
Introducción
Durante su evolución, el hombre no pudo independizarse de los azares de la
naturaleza mientras no aprendió a cultivar sus alimentos para las estaciones en
que no le era posible obtenerlos. Por ello surgieron las frutas secas, el queso,
el yogourt y el vino. Pero este paso de avance le introdujo un problema nuevo:
sus animales domesticados también requerían ser nutridos, pues dejarlos que
se buscaran por sí mismos los alimentos podría implicar perderlos; luego, no es
de dudar que también incluyera en sus precarios almacenes parte de sus
raciones para las estaciones de carestía.
Hoy día, a pesar del desarrollo tecnológico alcanzado por la humanidad, la
disyuntiva se mantiene inalterable. La ganadería requiere ser alimentada todo
el año, independientemente de las condiciones climáticas prevalecientes, y en
cantidades que aumentan en la misma proporción en que se incrementa el
número de animales y su potencial productivo.
Al triunfo de la revolución nuestra ganadería era fundamentalmente
extensiva; los métodos tradicionales, por improductivos que fueran, se
trasmitían de generación a generación, sin que existiese una política
gubernamental que permitiese introducir mejoras en los sistemas utilizados.
Esta situación cambió radicalmente desde los primeros meses de la toma del
poder revolucionario, cuando los objetivos principales del Estado se
encaminaron hacia la satisfacción de las demandas alimentarias de la
población, sobre todo en productos tan esenciales como la leche y la carne.
El alto grado de intensificación que ha adquirido la ganadería ha impuesto la
necesidad de explotar al máximo los recursos naturales. Para la utilización
eficiente de estos recursos se han introducido técnicas prácticamente
desconocidas anteriormente, como es el caso de la conservación de forrajes.
Es por ello que el objetivo de este libro será aportar los conocimientos teóricos
y prácticos necesarios, para que tanto los estudiantes como los técnicos
vinculados a esta práctica puedan garantizar una adecuada ejecución de la
preservación.
Capítulo 1
Conservación de los forrajes
La producción de nutrientes en los pastos y Forrajes utilizados en la
alimentación del ganado está íntimamente unida a diferentes factores, entre los
que se destacan como principales la especie, el nivel de fertilización
nitrogenada y la época del año.
Como promedio, los pastos tropicales-sin fertilización solo son capaces de
aportar nutrientes para un bovino por hectárea en la época lluviosa y
prácticamente ninguno en la época de seca (fig. 1.1).
Esta situación se hace más ventajosa con los niveles crecientes de
fertilización, hasta un máximo con 400 kg de N/ha/año, donde es factible
alimentar 6 bovinos/ha en el pico de producción y 1,5 bovinos/ha con riego en
el período seco.
Con estas premisas podemos asumir que si poseemos una carga animal de
3 bovinos/ha, es suficiente conservar el excedente de forraje que se produce
en los meses de mejor comportamiento climático y suministrarlo cuando se
producen los déficit.
En las empresas de producción también ocurre que no toda el área
disponible se emplea como pastoreo, sino que se aprovechan determinadas
superficies con mejores condiciones de suelo y con posibilidades de utilizar
riego para sembrar especies forrajeras, teniendo en cuenta que son más
eficientes y productivas. Como en la época lluviosa los animales pueden
consumir directamente los pastos en las vaquerías, el forraje producido en
estas áreas puede conservarse y mantenerse como alimento de reserva.
1.1 Formas de conservar los forrajes
Existen tres formas de conservar los forrajes:
a) ensilajes;
b) heno;
c) deshidratados artificialmente.
Dados los propósitos de este libro, de ellas solo se desarrollarán las dos
primeras. La tercera constituye un caso particular dentro de la conservación
con reglas muy específicas y tiene muy poca difusión por el elevado costo
energético que implica; no obstante, todas tienen aspectos comunes en los
objetivos a lograr. Estos objetivos se dividen en: biológicos, tecnológicos y
económicos, sin que el orden implique necesariamente diferencias en cuanto a
importancia.
1.1.1 Objetivos biológicos
Los objetivos biológicos se pueden resumir en:
1. Todas las técnicas de conservación están encaminadas a minimizar las
pérdidas de nutrientes y evitar posibles cambios en el valor nutritivo de
los alimentos.
2. Los procesos de preservación deben impedir que se produzcan efectos
negativos en la salud animal y en sus procesos productivos.
3. Deben garantizar la durabilidad del alimento conservado, tanto durante el
almacenamiento como en su suministro a los animales.
1.1.2 Objetivos tecnológicos
Estos tienen por finalidad:
1. Incrementar la potencialidad productiva de los forrajes y garantizar el
aprovechamiento óptimo de sus capacidades de rebrote en los meses
más favorables para ello.
2. Utilizar eficientemente los recursos disponibles, tanto materiales como
humanos.
3. Adecuar, en cada caso concreto, las mejores opciones en función de los
recursos disponibles.
1.1.3 Objetivos económicos
Los principios que rigen los objetivos económicos en la conservación son:
1. Ninguna técnica de conservación puede llevar implícita un mayor gasto
en recursos financieros que los beneficios que reporta.
2. Los incrementos productivos por la introducción de una nueva tecnología,
no deben implicar perdidas en la eficiencia del sistema empleado.
1.2. Clasificación de los alimentos conservados y sus características
Los alimentos conservados son factibles de ser clasificados no solo por la
técnica empleada para su preservación, sino también por el contenido de
materia seca que posean en el momento de su almacenamiento (tabla 1.1).
Las principales características do estos productos son:
Ensilaje directo: Es el método más simple de conservación y es todavía el
más difundido en nuestro país. Consiste en cortar directamente el forraje tal y
como se encuentra en las áreas de producción y depositarlo en un silo.
Este tipo de producto tiene tendencia a presentar pérdidas por efluentes y
producir fermentaciones indeseables si no se siguen adecuadamente las reglas
de la conservación.
Ensilaje ligeramente presecado: Este producto se obtiene cuando el forraje
se siega y se deja expuesto al sol, lo que permite que una parte del agua
contenida en el forraje se evapore en el campo.
Las ventajas de emplear este sistema de conservación estriban en que se
controla mejor las fermentaciones indeseables y se aprovechan mejor la
capacidad de los remolques y los silos.
Como desventaja presenta su dependencia de las condiciones climáticas, la
necesidad de un eficiente apisonamiento y una elevada hermeticidad del
material ensilado.
Ensilaje presecado mediana y fuertemente y henaje: El principio de estos
ensilajes es similar al anterior, solo que para aumentar el contenido de materia
seca hasta esos niveles, se requiere un tiempo más prolongado al sol. Las
dificultades de compactación aumentan y se incrementan las posibilidades de
calentamiento y de proliferación si no se hermetiza correctamente.
Cuando se realiza este tipo de conservación las técnicas de compactación y
almacenamiento varían; se prefieren aquellas que incluyan pacas de alta
densidad, redondas o paralelepípedas, con cubiertas de polietileno individuales
o en forma de bloques.
Heno: Este es el método de conservación más difundido en el mundo y para
el cual existen las mayores opciones de maquinarias y tecnologías.
El principio básico para su confección consiste en segar el forraje y dejarlo
deshidratar con la ayuda del sol y el aire, por lo que resulta muy dependiente
de las condiciones meteorológicas.
En los países con climas húmedos y altas humedades relativas, se necesita
terminar el secado en instalaciones especiales mediante corriente de aire
caliente, pues de lo contrario se corre el riesgo de que se produzcan
incidencias de enmohecimiento y putrefacción.
Hierbas deshidratadas: La deshidratación es reconocida como el método
más industrializado para la conservación de forrajes v mantiene el valor
nutritivo original de esto prácticamente inalterado.
Entre las ventajas que se le señala están su fácil manipulación y su gran
concentración de nutrientes. Sin embargo, para que esta práctica sea rentable
se requiere que el alimento conservado posea un elevado valor biológico, más
de 15 % de proteína y que las fuentes energéticas imprescindibles para su
ejecución sean baratas o de fácil acceso, condiciones no siempre accesibles en
los países tropicales.
Cómo se puede deducir, todas las formas de conservación, a excepción de
los ensilajes directos y las hierbas deshidratadas, requieren un estudio
detallado del estado del tiempo en el momento de su confección y sobre todo
en los 4 o 5 días posteriores al inicio de la fabricación, cuestión que no siempre
se tiene en cuenta y que provoca no pocos fracasos en la preservación.
1.3 Calidad del forraje a conservar
Como lo expresa la propia palabra, conservar significa mantener algo que ya
se posee, y este principio es válido también para los forrajes. No se puede
pensaren tener almacenado un alimento con una calidad que nunca tuvo en
sus orígenes; más adecuado será, sobre la base del contenido de nutrientes
iniciales, tratar de minimizar las pérdidas que siempre lleva implícita la
conservación mediante la aplicación consecuente de las tecnologías y
conocimientos adquiridos.
Para lograr la calidad óptima de un forraje se requiere conjugar dos factores
antagónicos dentro de ciertos límites: la edad y él valor nutritivo. Con la edad
aumenta el rendimiento del forraje, pero disminuye su valor nutritivo. Lo primero
garantiza el volumen y lo segundo el potencial productivo de los alimentos.
Los pastos tropicales tienen la particularidad de presentar una rápida
declinación en su consumo, en la digestibilidad de los nutrientes y en los
contenidos de proteína bruta: mientras que los rendimientos, después de un
brusco incremento, lo hacen más lentamente.
Los estudios realizados sobre estos factores, sin tener en cuenta las
particularidades entre especies, han demostrado que las llamadas especies de
pastoreo muestran un punto óptimo de su valor nutritivo entre las 6 y 7
semanas; mientras que las forrajeras lo hacen entre las 9 y 10 semanas.
La fertilización ejerce un efecto importante en el rendimiento y en el
contenido de proteína bruta, pero no en la digestibilidad de los nutrimentos y el
consumo. La dosis óptima hallada se sitúa cerca, de los 60 kg de N/ha/corte,
que equivale a 360-420 kg de N/ha/año, recomendada como idónea para
obtener buenos rendimientos sin agravar excesivamente los costos en
fertilización. Se mantiene válido cualquier otro tipo de fertilización que
contribuya a un mejor crecimiento de los forrajes.
Capítulo 2
Principios de la conservación de forrajes
Se denomina ensilaje al producto final que se obtiene cuando se conserva
un alimento mediante un proceso de fermentación anaeróbico en estado
húmedo.
El objetivo principal de esta técnica de conservación es mantener el valor
nutritivo original, con un mínimo de pérdidas en materia seca y sin que se
formen productos tóxicos que puedan perjudicar las funciones productivas y la
salud de los animales.
En la transformación de un material fresco en conservado intervienen
factores enzimáticos y microbiológicos, los cuales se conjugan para determinar
el éxito o el fracaso de la preservación, por lo que solo conociendo
profundamente los principios que rigen estos factores se podrán disminuir los
riesgos de una pérdida parcial o total del alimento.
2.1 Principales procesos que ocurren en la masa ensilada
Durante la fabricación de los ensilajes se pueden distinguir dos etapas: la
fase aeróbica o enzimática y la fase anaeróbica o microbiológica, aunque en la
práctica ambas pueden ocurrir simultáneamente.
2.1.1 Fase aeróbica o enzimática
Desde el punto de vista técnico y científico, esta fase presenta una
importancia vital. De ellas dependerá, en gran medida, lo que ocurrirá en la
próxima fase, al condicionar bajo qué circunstancias se ejecutará.
Efecto del oxígeno
Cuando el forraje es depositado en el silo todavía está vivo y mantiene
activas todas sus funciones metabólicas, aunque sufren transformaciones
importantes.
La primera reacción que se produce es el cese de la síntesis de
carbohidratos solubles para dar paso a la respiración, principalmente en
aquellos lugares donde va no penetran los rayos solares.
En términos químicos, la respiración equivale a una combustión, que se
efectúa a expensas de los carbohidratos solubles de la planta y del oxígeno
retenido intersticialmente dentro de la masa ensilada. Esta reacción se puede
esquematizar de la forma siguiente:
Azúcares + O2 CO2 + H2O + calor
En esta reacción encontramos cuatro elementos negativos para la
conservación:
1. Elevación de la temperatura, que en casos extremos puede provocar la
pérdida del ensilaje por carbonización o la disminución del valor nutritivo
de las proteínas por desnaturalización.
2. Disminución del contenido inicial de los carbohidratos solubles, que
posteriormente serán necesarios como fuente energética para las
bacterias.
3. Pérdidas de materia seca en forma de CO2 no recuperable.
4. Aumento de la humedad en los forrajes, lo cual favorece el desarrollo de
un grupo de bacterias indeseables.
Esta acción perjudicial no se detiene basta que alguno de los dos elementos
que intervienen se agote o se produzca la muerte de las células.
Es necesario señalar que la presencia de oxígeno dentro de la masa
ensilada presenta también otros aspectos negativos que deben tenerse en
cuenta.
En los ensilajes que permanecen sin extraerles el aire durante un tiempo
prolongado, el número de levaduras presentes se incrementa notablemente;
estas compiten con las bacterias ácido lácticas por los carbohidratos solubles y
producen compuestos carbonados que no contribuyen a la conservación,
además de perjudicar posteriormente cuando comienzan a utilizarse los
ensilajes, al favorecer la deterioración aerobia de estos.
Por otra parte, es conocido que el desarrollo de los microorganismos es un
proceso extracelular, lo que implica que mientras no ocurra la muerte de las
células, y con ello la evacuación de los jugos celulares o plasmólisis, no se
puede considerar que haya comenzado la conservación.
Como se puede comprender, resulta necesario minimizar la presencia de
oxígeno en esta fase con el objetivo de evitar todos los inconvenientes antes
señalados. Esto se logra mediante la conjunción de los factores siguientes:
Primero: Trocear finamente el material de 2 a 4 cm. Con este tamaño de
partícula se facilita la superposición de las capas y disminuye el número de
poros intersticiales, a la vez que se aumenta la densidad de los ensilajes y se
evita la posible reentrada de aire.
Segundo: Compactar los ensilajes a medida que se va depositando el forraje
en el silo; la compactación resulta más eficaz en la medida que el troceado es
menor. Es un error común pensar que la compactación que se deja de efectuar
en un momento determinado se puede compensar al incrementar el tiempo de
compactación que se proporcione en la próxima capa; sin embargo,
investigaciones realizadas al respecto han demostrado que esto no es así.
Tercero: Cubrir con una lámina de polietileno el ensilaje y colocarle encima
elementos compactantes como arena, tierra, neumáticos y otros.
En Cuba esta última técnica ha dejado de emplearse por los precios de las
láminas, que se han sustituido por capas de forraje troceado largo, el cual crea
una superficie impermeabilizante al descomponerse, aunque obviamente es
menos efectiva.
En los silos que se cumplen los requisitos antes señalados, el aire retenido
dentro del ensilaje desaparece a las 5 o 6 horas de terminado y en 72 horas
cuando su cierre demora 48 horas.
Cuando un ensilaje se calienta se debe a que existe una renovación de aire
fresco dentro de la masa, ya que los incrementos de temperatura por efecto de
las fermentaciones no pasan de 1 a 3 ºC. La única solución para eliminar esta
acción negativa es prolongar la compactación hasta que la temperatura
disminuya.
En climas tropicales, antes de dar por terminando un ensilaje no cubierto con
polietileno, se admite como temperatura máxima 42 ºC; los valores inferiores a
este se consideran como aceptables.
Hidrólisis de las proteínas
Las proteínas representan entre el 70 y 80 % del nitrógeno total presente; sin
embargo, en esta fase ellas comienzan a ser degradadas hasta ácidos
aminados por las proteasas existentes en la planta.
Estas enzimas presentan un pH óptimo para su actividad entre 5,0 y 6,0, el
cual coincide con el que normalmente se encuentra en los forrajes antes de ser
conservados. Su actividad presenta una caída brusca inicial, para estabilizarse
asintóticamente entre las 3 y 6 horas; esta declinación se mantiene por un
período de 2 a 5 días, hasta hacerse inmedible por los diferentes cambios que
ocurren con el desarrollo microbiano de los ensilajes a partir de dicho período
de tiempo.
El pH es el factor que más incide en la actividad enzimática y cuando
alcanza un valor inferior a 4.0, esta cesa inmediatamente. Esto explica por qué
aun en los ensilajes bien conservados el nitrógeno soluble puede representar
desde el 49 hasta el 60 % del nitrógeno total.
Es conveniente señalar que la solubilización de las proteínas repercute
desfavorablemente en el valor nutritivo de este nutrimento.
2.1.2 Fase anaeróbica o microbiológica
El desarrollo de esta fase tiene sus inicios a partir de la flora epifítica que
presentan los forrajes en el momento del corle y sus resultados finales
dependen de las condiciones físicas y químicas que se establezcan en la masa
ensilada desde el momento mismo en que se comience la fabricación de los
ensilajes.
Flora epifítica
Los forrajes tienen sobre sus estructuras externas, de manera espontánea,
varios millones de microorganismos en los cuales predominan los de
crecimiento aeróbico. Su composición es sumamente variable y depende
fundamentalmente de la especie forrajera, de los órganos de la planta que se
examinen (hojas, tallos, granos, flores y partes muertas) y de factores tatas
como la estación del año, la pluviometría, entre otros. Si el forraje ha sido
pastoreado también pueden producirse cambios en la composición. Es de
señalar que hasta el presente no ha sido posible establecer ningún contacto o
relación entre la flora epifítica y la flora que posteriormente se halla en los
ensilajes. De todas las bacterias presentes, solo las que se agrupan en el
género Coliforme son consideradas como importantes en su condición de
bacterias facultativas, ya que pueden realizar un crecimiento rápido utilizando
los jugos celulares extraídos por laceración del forraje durante las operaciones
de corte.
En su metabolismo, estas bacterias transforman los azúcares de la planta en
ácido fórmico, ácido acético, alcohol y CO2 y algunas pueden, incluso, degradar
los ácidos aminados en amoníaco y aminas tóxicas.
Como no todos los compuestos formados por estas bacterias contribuyen a
la disminución del pH en la masa ensilada, por consumir azúcares que
posteriormente serán necesarios para las bacterias lácticas, en general puede
considerarse que sus actividades son más perjudiciales que beneficiosas, por
lo que se debe controlar o limitar su acción lo más rápidamente posible, listo se
logra cuándo el pH desciende por debajo de 4,5; por ello, en la mayoría de los
ensilajes no acidificados artificialmente desaparecen en los primeros 10 días de
conservación y el resto de las bacterias aerobias lo hacen en cuanto cesa la
presencia de oxígeno dentro del silo.
En la flora epifítica también se encuentran algunas bacterias anaeróbicas
estrictas, como son las del género Clostridium y las del género Láctico.
Las primeras están siempre en el forraje antes de ser cortado y su origen es
telúrico, es decir, sus esporas se encuentran en el suelo y su número aumenta
en la medida que el forraje se halle contaminado con tierra o cuando el forraje
ha sido anteriormente pastoreado o fertilizado con estiércol.
En el caso de las bacterias lácticas, ellas son escasas en el forraje verde y
en muchas especies de forraje no se detectan. Sus mayores concentraciones
aparecen en las partes muertas de la planta, y en la mayoría de los estudios no
pasan de 102 cel/g de MS. Esto indica que ellas se encuentran en desventaja
en relación con las otras especies presentes en el momento de la
conservación. Sin embargo, su número aumenta considerablemente cuando se
analiza el forraje ya cortado debido a que las bacterias lácticas se instalan de
forma espontánea en los órganos de corte de las silocosechadoras y demás
equipos agrícolas que se emplean durante la fabricación, con lo que ocurre una
inoculación natural.
Bacterias que se desarrollan en los ensilajes y sus productos metabólicos
La evolución de las bacterias en los ensilajes se puede esquematizar como
se muestra en la figura 2.1. En esta se aprecia una etapa importante de lodos
los microorganismos dentro de las primeras 12 a 24 horas; las bacterias
aeróbicas desaparecen en los primeros 2 días, las coliformes al final de la
primera semana, mientras que las lácticas alcanzan su máximo desarrollo
dentro de los primeros días de conservación (de 2 a 6 días) hasta que el efecto
de la acidificación del medio hace que sus concentraciones tiendan a
estabilizarse. En el caso de los Clostridium, ellos podrán desarrollarse o no en
función de las condiciones que presente el medio. Su germinación puede
ocurrir en unas horas, algunos días, incluso semanas o nunca.
Log cel/g de MS
Fig 2.1 Evolución cinética de los principales grupos de bacterias en los
ensilajes (Gouet el al., 1979)
Bacterias lácticas
Estos microorganismos son los más importantes de todos los que participan
en la conservación, no solo porque su principal producto metabolico sea el
ácido láctico, con el que son capaces de disminuir el pH del medio hasta
valores de 3,8 (acidez con la cual inhiben a todos los microorganismos en el
ensilaje incluyendo su propia actividad), sino también porque de todos los
microorganismos que acidifican el medio son los que más eficientemente
utilizan los carbohidratos.
De acuerdo con su morfología, las bacterias lácticas se dividen en cocos y
bacilos, y teniendo en cuenta los productos de su metabolismo se clasifican en
homofermentativas y heterofermentativas.
Las homofermentativas u homolácticas fermentan las hexosas en ácido
láctico corno un producto final, mientras que las heterolácticas lo hacen y
producen además del ácido láctico otros compuestos químicos como son el
ácido acético y alcoholes.
Cuando las bacterias lácticas utilizan corno fuente energética las pentosas
que se encuentran disponibles corno resultado de la hidrólisis de las
hemicelulosas o los ácidos orgánicos de la planta, producen ácido acético
independientemente de que sean horno o heterofermentativas. Esta
característica metabólica pudiera explicar el predominio del ácido acético en los
ensilajes conservados con bajos contenidos de carbohidratos solubles, como
es el caso de los forrajes tropicales.
Otro aspecto que favorece a las bacterias lácticas es que prácticamente no
presentan actividades proteolíticas, y se señala que solo algunos
microorganismos emplean los aminoácidos arginina y serina como sustrato.
Los modelos fermentativos más importantes se muestran en la tabla 2.1, de
donde se extraen las conclusiones siguientes:
1. El rendimiento de las bacterias lácticas homofermentativas es de un 100
%, es decir, no se producen pérdidas de materia seca.
2. Las fermentaciones heterofermentativas son menos eficientes que las
homofermentativas, al producirse pérdidas de materia seca en forma de
CO2 y alcoholes que no contribuyen a la estabilidad de los ensilajes;
además, el ácido acético tiene un poder acidificante inferior al del ácido
láctico.
3. La eficiencia de las fermentaciones de los ácidos orgánicos de la planta
es baja, pues siempre implican pérdidas de materia seca en forma de
CO2.
El desarrollo de las bacterias lácticas está condicionado por tres aspectos:
a) el número de bacterias lácticas presentes en el forraje fresco;
b) la presencia de azúcares fermentables en cantidades suficientes y
liberados en el momento óptimo;
c) la ausencia de oxígeno en la masa ensilada.
Sobre estos factores es posible actuar positivamente, ya que el déficit inicial
de microorganismos resulta enmendable al añadir artificialmente cepas lácticas
previamente seleccionadas con altas capacidades de reproducción. En las
condiciones reales de un ensilaje a nivel de producción, cuando el forraje no
contiene suficientes carbohidratos solubles, estos pueden incrementarse con
productos que los contengan y las condiciones de anaerobiosis se logran
mediante una hermetización rápida del silo.
Bacterias clostídricas
Estos microorganismos se caracterizan por desarrollarse principalmente en
condiciones anaeróbicas y pueden fermentar azúcares, ácido láctico y
aminoácidos. Al igual que las bacterias lácticas, pueden dividirse teniendo en
cuenta los sustratos que metabolizan en dos grupos:
a) clostridios sacarolíticos, los cuales fermentan principalmente
carbohidratos solubles y ácido láctico, y poseen una actividad proteolítica
limitada;
b) clostridios proteolíticos, los que emplean para su desarrollo
fundamentalmente los aminoácidos libres y muestran una actividad débil
sobre los carbohidratos solubles.
Su presencia y productos metabólicos están asociados a los ensilajes de
mala calidad y mal conservados.
Las principales reacciones que realizan estos microorganismos se muestran
en la tabla 2.1, de la que se pueden extraer las conclusiones siguientes:
1. Utilizan azúcares en la producción de ácido butírico, ácido más débil y
por lo tanto menos acidificante que el ácido láctico; además, se pierde
materia seca en forma de CO2.
2. Consumen dos radicales de ácido láctico para producir una sola molécula
de ácido butírico, con lo que se favorecen la elevación del pH y la
actividad de las especies proteolíticas.
3. Provocan la desanimación de los aminoácidos, donde se libera
amoníaco, el cual a su vez neutraliza los ácidos orgánicos ya formados y
entorpece la estabilización de los ensilajes por acidez del medio.
4. Realizan la descarboxilación de los aminoácidos con pérdidas de CO2 y,
además, producen aminas tóxicas a los animales.
5. Efectúan reacciones de oxidación-reducción entre dos aminoácidos y
liberan amoníaco, ácidos orgánicos, y CO2.
Como se puede deducir de todo lo anteriormente expuesto, es vital impedir
que estos microorganismos se instauren en los ensilajes y para ello se hace
necesario tomar precauciones. En primer lugar, que no sean introducidos en
los ensilajes y que aquellos inevitablemente presentes no puedan
desarrollarse. Esto se logra de la forma siguiente:
a) impedir que los forrajes se contaminen con tierra, principalmente durante
su deposición y apisonamiento en él silo;
b) favorecer una implantación rápida, efectiva y estable de las bacterias
lácticas;
c) contribuir a que se produzca una disminución rápida del pH;
d) elevar la presión osmótica del forraje a conservar, lo que equivale en la
práctica a elevar el contenido de materia seca del material mediante el
pre-secado.
Las fundamentaciones de estos postulados se basan en el origen y la
naturaleza de dichas bacterias.
La introducción de tierra en la masa de forraje a conservar equivale a
inocular dichos microorganismos, va que como se ha explicado anteriormente
estos se encuentran de forma natural en el suelo y elevan con ello las
potencialidades de su desarrollo posterior. Esta es la razón por la cual se
recomienda ubicar los silos en lugares donde existan al menos de 200 a 500
metros de buenos caminos, con vistas a que la mayor parte del barro adherido
a las gomas de los tractores y remolques pueda desprenderse y de esta
manera evitar que posteriormente quede depositado dentro del silo durante las
operaciones de deposición del forraje.
Igualmente son preferibles las silocosechadoras que cortan el forraje por
cizalla y no las que lo hacen por impacto, pues el movimiento circular de las
cuchillas de estas últimas tiende a aspirar tierra.
Lograr una buena población de bacterias lácticas, no solo representa un
beneficio en los ensilajes por las cuestiones señaladas anteriormente sobre
dichos microorganismos, sino porque además ellas ejercen una acción
antimicrobiana en otros grupos de bacterias, incluidos los clostridios. Por otra
parte, en el control de las bacterias clostrídicas el factor más importante para
evitar su desarrollo lo constituye la relación entre el pH y la materia seca que se
establezca antes y durante la conservación.
Estos microorganismos son casi tan tolerantes a la acidez del medio como
los lactobacilos. Su versatilidad para utilizar los mismos sustratos les da cierta
ventaja sobre estos: sin embargo, afortunadamente los clostridios son mucho
menos tolerantes a las altas presiones osmóticas del medio, por lo que
constituye la manera más factible de neutralizarlos.
Los estudios microbiológicos realizados por Wieringa (1977) demostraron la
dependencia del crecimiento de los clostridios en función del contenido de
materia seca y el pH la cual se muestra en la figura 2.2.
Fig 2.2 Relación entre el contenido de materia seca y el pH mínimo
necesario para inhibir el crecimiento de las bacterias clostrídicas (Wieringa.
(1977)
Puede apreciarse que esta relación es lineal (fig. 2.2), aunque en los valores
de materia seca inferiores a 15 % se encuentra una ligera desviación respecto
a la curva teórica, lo cual es atribuido por el autor a que estos ensilajes tienen
una tasa alta de productos fermentados, que introducen una presión osmótica
adicional.
El porcentaje de materia seca óptimo para garantizar una inhibición total de
los clostridios se sitúa teóricamente entre 45 y 50 %, aunque en la práctica este
efecto se puede lograr a valores más bajos cuando se toman las medidas y
precauciones necesarias.
Otros microorganismos presentes en los ensilajes
En los estudios microbiológicos que se han realizado en los ensilajes, se han
hallado otros microorganismos que por no contribuir a la acidificación del
medio, competir con los carbohidratos solubles, atacar a los aminoácidos libres
y producir en ocasionas, de acuerdo con la especie, productos tóxicos que
perjudican considerablemente el consumo de los ensilajes, se consideran como
microorganismos indeseables.
Los microorganismos indeseables sobreviven de forma natural en los
forrajes o se incorporan a los ensilajes por contaminación, mediante el aire o la
tierra; permanecen en forma latente cuando son aeróbicos estrictos o
evolucionan conjuntamente con el resto de la microflora cuando tienen
condiciones favorables, en el caso de los aerobios facultativos.
El grupo más numeroso lo constituyen los llamados hongos o eumicetos,
donde se encuentran los mohos y las levaduras, aunque también se han
hallado bacterias del género Bacillus.
Los mohos presentan una gran adaptabilidad al ambiente y pueden
desarrollarse en condiciones diversas. Resisten pH desde 2,0 a 9,0 y, aunque
para su desarrollo necesitan un medio húmedo, poseen la propiedad de
enquistarse hasta que se presente la situación idónea.
Para su crecimiento necesitan, en primera instancia, la presencia de
oxígeno: son capaces de metabolizar glucosa y otros compuestos orgánicos
más complejos como la sacarosa, la maltosa y el almidón, y algunas especies
llegan a metabolizar la celulosa y otros compuestos de la pared celular. Como
fuente de nitrógeno pueden utilizar el nitrógeno inorgánico en forma de amonio
o nitrato, así como sustratos nitrogenados orgánicos.
Los mohos se clasifican en cuatro categorías, según sus posibilidades de
desarrollo:
a) los que pueden desarrollarse en el centro del silo;
b) los que subsisten por el efecto biostático, pero que su esporulación se
verá favorecida cuando se abra el silo;
c) los que subsisten, pero no pueden considerarse como especie
abundante;
d) los que por efecto de la anaerobiosis son destruidos.
Esta clasificación, basada en los análisis microbiológicos, si bien permite
clasificar los mohos de forma práctica, a los electos de las condiciones de
producción solo tiene importancia para los que puedan incluirse en las dos
primeras categorías.
La proliferación de los mohos en los ensilajes entraña grandes riesgos, pues
un buen número de ellos generan toxinas peligrosas para los animales, las
cuales provocan neurotoxicosis, hemorragias, abortos y trastornos
gastrointestinales.
Aunque su clasificación solo se puede realizar mediante un estudio
microbiológico minucioso, dadas sus características de formar micelios más o
menos profusos, en la mayoría de los casos es posible determinar a simple
vista su presencia; lo más aconsejable resulta descartar la parte del silo donde
se detecten.
Las levaduras, a diferencia de los mohos, pueden ser aeróbicas,
anaeróbicas y facultativas, y variar los productos finales de su metabolismo en
función de las condiciones en que se encuentren. Así, por ejemplo, pueden
transformar la glucosa en CO2 y agua en presencia del oxígeno, mientras que
en condiciones de anaerobicidad producen alcohol y CO2: a su vez, cuando las
concentraciones de oxígeno son bajas, entonces convierten la glucosa en ácido
acético v otros productos intermedios.
Esta particularidad hace que puedan mantenerse activas durante todo el
proceso de conservación y que en determinadas condiciones sean superiores
en número a las bacterias lácticas.
Las levaduras no solo fermentan los azúcares sino que también son capaces
de emplear el ácido láctico como sustrato, sobre todo una vez que se han
comenzado a utilizar los ensilajes, lo que permite que el pH del ensilaje se
eleve y contribuya al desarrollo de otros microorganismos más perjudiciales.
Algunas investigaciones realizadas en medio tropical han sugerido que las
levaduras son las responsables, en buena medida, de las altas
concentraciones de ácido acético que normalmente se encuentran en los
ensilajes confeccionados en estas latitudes.
Los bacilos encontrados en los ensilajes son esporulados, lo que les confiere
una alta resistencia a los agentes físicos y químicos adversos y les permite
permanecer en estado de latencia por tiempo prolongado.
En su condición de acróbicos estrictos, su desarrollo comienza con la
apertura de los ensilajes y muestran una tendencia a incrementarse a medida
quesea mayor la humedad del ensilaje.
En su metabolismo emplean los azúcares residuales, los lactatos y los
aminoácidos libres, por lo que constituyen agentes degradantes del ensilaje.
Como se deduce de lo hasta aquí expuesto, se impone como una necesidad
imperiosa evitar que todos estos microorganismos puedan evolucionar: la
forma más eficaz de lograrlo es suministrar lo más rápidamente posible el
ensilaje, aunque existen algunos conservantes que ejercen cierto control en la
actividad de estos que serán estudiados más adelante.
2.2 Deterioro aeróbico de los ensilajes
Desafortunadamente, el deterioro que sufren los ensilajes cuando
comienzan a suministrarse a los animales ha sido objeto de poca atención, a
pesar de ser tan importante como el proceso de conservación mismo, con el
agravante de que se trata de un producto sobre el cual se han realizado gastos
de recursos y que por su naturaleza, es inestable.
Es conveniente aclarar que cuando por malas manipulaciones o por efecto
de un apisonamiento deficiente ocurre reentrada de aire durante el proceso
evolutivo de la conservación, es posible considerar igualmente que está
sucediendo una deterioración aeróbica en los ensilajes.
Erróneamente, algunos autores por desconocimiento han denominado a este
fenómeno refermentación, fermentación secundaria o posfermentación. Por
definición cualquier tipo de fermentación es un proceso anaerobio; mientras
que la deterioración de los ensilajes es una consecuencia de la actividad de los
microorganismos que se desarrollan en presencia del oxígeno.
La deterioración que en este proceso está ocurriendo es fácil de apreciar
organolépticamente, ya que desde el momento mismo que se extrae el ensilaje
del silo se pueden distinguir los cambios de coloración que sufren los
pigmentos del material, la elevación de la temperatura en las partes expuestas
al aire y la presencia de mohos en el material cuando estos se desarrollan; sin
embargo, simultáneamente se están produciendo cambios bioquímicos que
solo se delectan mediante los análisis de laboratorio, como son elevación del
pH, la disminución de los carbohidratos solubles residuales, la evolución de los
ácidos orgánicos hacia concentraciones diferentes a las originalmente
presentes, así como la evolución de otros productos de la fermentación como
los alcoholes y el amoníaco.
Estos cambios son producidos por los tres grupos de microorganismos ya
estudiados (mohos, levaduras y bacilos) al tomar como sustrato los nutrientes
de los ensilajes. Es importante insistir que la mayoría de estos ya se
encuentran presentes en los ensilajes, aunque no se puede descartar
totalmente la autocontaminación que ocurre durante el proceso de extracción al
mezclarse las partes más expuestas al aire con las porciones más profundas
del ensilaje.
Existen otros factores que pueden influir de manera favorable o no en la
velocidad con que se produzca esta acción negativa. Así, pH altos,
concentraciones elevadas de carbohidratos solubles, de amoníaco y ácido
láctico contribuyen a una mayor degradación; mientras que la presencia de
ácidos orgánicos de cadena larga, mayores que seis átomos de carbono, la
disminuyen.
Como en todo proceso biológico, a medida que la temperatura se eleva se
produce una aceleración de la actividad de los microorganismos. Este aspecto
cobra particular importancia en los países tropicales, puesto que en nuestras
latitudes es usual durante el llamado período invernal encontrar temperaturas
superiores a los 25 ºC; mientras que en las regiones templadas estas son
considerablemente más bajas y llegan inclusive a valores por debajo del punto
de congelación del agua, donde ocurre en cierto sentido una conservación
natural.
El sistema de extracción utilizado puede tener una profunda repercusión en
la deterioración aeròbica, sobre todo cuando se emplean mecanismos
dentados como grúas, alzadoras y otros, ya que tienden a romper la
compactación del silo; eso no ocurre en los sistemas que tienen como base
cuchillas rotativas, capaces de hacer cortes verticales, lo cual permite ejecutar
la extracción sin perturbar el resto de la masa ensilada.
En el caso de los silos, donde la extracción se realiza por medio de los
propios animales (autoservicio), se debe garantizar un avance no menor que 15
cm por día.
Como se puede inferir de lo hasta aquí expuesto, el mayor enemigo de los
ensilajes lo constituye el aire, y una vez que comienzan a utilizarse el proceso
de deterioración aeròbica es prácticamente imposible de frenar. Es por esto
que se han ensayado distintos tipos de conservantes con acciones
antimicrobianas y fungicidas con vistas a disminuir, al menos parcialmente, la
acción degradativi de los microorganismos aeróbicos.
El más empleado por sus excelentes resultados ha sido el ácido propiónico,
que ha demostrado poseer un amplio espectro bactericida; aunque también
han demostrado efectividad el ácido hexanoico y el benzoato de sodio en las
levaduras, con un amplio rango de acción.
Desde el punto de vista práctico, los conservantes deben añadirse en el
mismo momento en que se confeccionan, con el objetivo de extender su
actividad durante el período de confección.
En general, debe quedar bien claro que el uso de conservantes no puede
sustituir a los malos manejos durante la confección y utilización de los
ensilajes, aspecto que será estudiado en el próximo acápite.
2.3 Indicadores para evaluar la calidad de los ensilajes
En la medida que el hombre aplica más eficientemente la ciencia y la
técnica, mayor necesidad tiene de precisar la calidad de los alimentos que
emplea para nutrir sus animales. Este principio adquiere tina importancia
primordial en el caso de los ensilajes, va que estos son un producto de la
acción del hombre en la naturaleza.
Para facilitar la evaluación de los ensilajes, los indicadores se dividen en dos
grupos: organolépticos y fermentativos, lo cual no implica que tengan que
clasificarse solamente de esta forma, pues depende también de las
posibilidades del evaluador y de los criterios que priorice según sus objetivos.
2.3.1 Características organolépticas
Como su nombre lo indica, esta evaluación se basa en la apreciación
subjetiva de la calidad de un ensilaje a través de los sentidos. La exactitud de
este método está muy unida a la experiencia del evaluador y a sus
posibilidades para clasificar los rangos intermedios dentro de las categorías
establecidas, entre excelente y podrido. El hecho de que no se requiera del
auxilio de instrumentos de medición para su ejecución lo convierte en el
método más utilizado y práctico, por lo que constituye el examen al cual no
escapa ningún ensilaje durante su empleo.
Los parámetros a considerar son: olor, color, textura y grado de humedad.
Excelente validad Color. Verde aceituna.
Olor. Agradable, de fruta madura. No deja olores desagradables al ser
tocado. Textura. El forraje conserva todos sus contornos bien definidos: se
aprecian sus vellosidades si las tenía el forraje original: las hojas permanecen
unidas a los tallos.
Humedad. No humedece las manos al ser comprimido dentro del puño, con
una presión normal se mantiene suelto el ensilaje al cesar la compresión.
Buena calidad
Color. Verde amarillento. Los tallos con tonalidad más pálida que las hojas.
Olor. Agradable, con ligero olor a vinagre. No deja residuos en las manos al
ser tocado.
Textura. Igual que en la evaluación anterior.
Humedad. Igual que en la .evaluación anterior.
Regular calidad
Color. Verde oscuro. Tallos y hojas con igual tonalidad.
Olor. Acido, con fuerte olor a vinagre. Deja un permanente olor a manteca
rancia en las manos, característico del ácido butírico.
Textura. Las hojas se separan fácilmente de los tallos; los bordes del forraje
aparecen mal definidos; las hojas tienden a ser transparentes: mus amarillos
los vasos leñosos.
Humedad. Al ser comprimidos en el puño gotean efluentes, con tendencia a
ser compactado y formar una masa.
Mala calidad
Color, Carmelita, casi negro o negro.
Olor. Desagradable con olor putrefacto o a humedad, es decir, sin olor
ninguno. Deja un permanente olor a manteca rancia en las manos, que
permanece por horas.
Textura. No se aprecia diferencia entre hojas v tallos, los cuales forman una
masa amorfa, que llega incluso a ser jabonosa al tacto.
Humedad. Destila líquido efluente al ser tomado del silo.se compacta con
facilidad s llega incluso a tomar la forma deseada.
2.3.2 Indicadores fermentativos
Como ya se ha explicado en los acápites precedentes, durante la
conservación de un forraje en forma de ensilaje se producen transformaciones
en los compuestos orgánicos originalmente presentes en el material. Sin
embargo, no todas representan un peso importante como criterio de los
procesos que se han desarrollado, o son tan difíciles de determinar
analíticamente que no resulta práctico tenerlas en cuenta cuando se trata de
evaluaciones a gran escala.
Por otra parte, no todos los autores coinciden en sus criterios sobre cuáles
se deben incluir, ya que está en función de los objetivos finales que desee
alcanzar.
Los indicadores fundamentales de los ensilajes son: materia seca: pH:
ácidos grasos volátiles, que incluyen los ácidos acético, propiónico. isobutírico,
isovalérico y valérico: ácido láctico: nitrógeno amoniacal como porcentaje del
nitrógeno total, nitrógeno soluble y alcoholes.
Materia seca
La materia seca de un ensilaje está determinada en primera instancia por el
forraje que le da origen, ya sea porque se haya conservado directamente o
porque lúe sometido a un proceso de presecado.
Durante la conservación se producen perdidas de la materia seca inicial
debido a los procesos fermentativos, que oscilan desde un 6 hasta un 8 %, en
dependencia de cómo y en qué condiciones estos se lleven a cabo. En general,
los mayores valores corresponden a aquellos ensilajes que producen efluentes
o son sometidos a presecamiento.
En la estimación de este indicador hay que tener siempre presente que
cuando se determina por el método clásico de secado en estilla a 80 ºC por
espacio de 48 horas, ocurren volatilizaciones de los ácidos orgánicos,
amoníaco y alcoholes, lo que provoca subestimaciones que se sitúan entre un
2 y 10% de acuerdo con las concentraciones y el pH que posee el ensilaje.
El contenido de materia seca de un ensilaje desempeña un papel
fundamental en su calidad fermentativa y nutritiva final, al controlar el
crecimiento de los Closiridium, disminuir la actividad fermentativa (sobre todo
la producción de ácido acético), disminuir o eliminar la producción de efluentes
e incrementar el consumo de los ensilajes. Su valor óptimo para la
conservación se sitúa entre 30 y 35 %.
pH
El pH de los ensilajes ha sido objeto de gran atención en el transcurso de los
años, no solo porque es una de las transformaciones más radicales que
ocurren en el forraje, sino también porque se ha demostrado su estrecha
vinculación con los procesos degradativos que se producen en la conservación.
El éxito de las bacterias lácticas en su lucha por establecerse en los
ensilajes radica fundamentalmente en que son capaces de resistir pH más
bajos que las demás, sin desconocer también sus mejores capacidades para
desarrollarse en medios con presiones osmóticas elevadas.
En términos generales no es posible situar un valor único de pH como
óptimo, va que dicho valor estará en función de la materia seca del ensilaje (ver
fig. 2.2) y de la proporción que exista entre las proteínas y los carbohidratos
solubles. No obstante, se considera que cuando un ensilaje alcanza valores
inferiores a 4,2 se ha logrado su estabilidad fermentativa.
La determinación del pH es una técnica muy simple. Basta solamente un
potenciómetro con electrodo de vidrio y una solución con pH conocido para
efectuar la medición; sin embargo, se deben evitar las mediciones con papel
indicador, pues la naturaleza coloreada de los jugos del ensilaje altera la
determinación por este método, además de no proporcionar la precisión
requerida.
Ácidos grasos volátiles
Estos compuestos, por ser producto, únicamente del metabolismo de las
bacterias, presentan un interés particular, porque al conocer sus
concentraciones es posible inferir cómo se ha desarrollado el proceso
fermentativo con un alto grado de aproximación. El problema mayor se sitúa en
cómo determinarlos.
En un principio se obtuvieron como un todo mediante destilación por arrastre
con vapor, pero los resultados no permitían diferenciar adecuadamente la
calidad fermentativa. Posteriormente se desarrolló el método de destilación
fraccionada o método Lepper-Fling, que posibilitó estimar los ácidos acético,
butírico y láctico, aunque de una manera bastante imprecisa. Ya en años más
recientes, con la introducción de la cromatografía gaseosa, se pudo efectuar
una adecuada diferenciación de estos, con la precisión y la rapidez necesarias
para realizar análisis de forma rutinaria.
Ácido fórmico
La presencia de este ácido en los ensilajes en términos generales es muy
pequeña, excepto cuando ha sido añadido como conservante artificialmente.
Su formación está asociada a la actividad de las bacterias coliformes que se
desarrollan durante la fase aeròbica de los ensilajes o en los primeros días de
la fase anaeróbica en su condición de facultativas, por lo que su determinación
solo tiene importancia desde el punto de vista investigativo.
Ácido acético
El origen del ácido acético en los ensilajes proviene de cuatro fuentes:
a) metabolización de los aminoácidos por las bacterias clostrídicas y
proteolíticas;
b) metabolización de las hexosas por las bacterias heterolácticas;
c) metabolización de las puntosas y los ácidos orgánicos de la planta por
las bacterias heterolácticas y homolácticas;
d) metabolización de las hexosas por las enterobacterias y levaduras.
La diversidad de posibilidades en su formación impide que este indicador
pueda considerarse como definitivo al momento de evaluar la calidad
fermentativa de un ensilaje, aunque es conocido que en la medida que
aumente su concentración resulta peor el desenvolvimiento de la conservación.
Se considera como excelente 1,8 %, mientras que 6 % se estima como muy
malo.
Ácidos propiónico, isobutírico, butírico, isovalérico y valérico
En los ensilajes bien conservados estos ácidos no deben estar presentes, va
que ello indica que se han producido proliferaciones de las bacterias
clostrídicas, principalmente del grupo proteolítico. Estas bacterias metabolizan
los aminoácidos liberados por la solubilización de las proteínas y le confieren
mal olor y sabor a los ensilajes, a la vez que promueven la formación del
amoníaco, agente neutralizante por excelencia que impide que el pH se
estabilice y alcance valores bajos. Este mismo problema se presenta cuando
las bacterias clostrídicas utilizan como sustrato el ácido láctico ya formado
como fuente energética, debido a que toman dos moléculas de ácido láctico
para formar una de ácido butírico, lo cual provoca una elevación del pH y la
aceleración de la reacción.
En los ensilajes tropicales existe una marcada tendencia a presentar altos
valores de estos ácidos y en especial del ácido butírico, el cual aparece dentro
de los 10 a 20 días de iniciada la conservación. Factores tales como las altas
temperaturas v los bajos contenidos de carbohidratos solubles impiden una
adecuada implantación de la llora láctica, lo cual ha sido señalado por diversos
autores, aunque se necesita todavía profundizar en estos aspectos.
Estudios recientes han demostrado que el bajo consumo observado de los
ensilajes que contienen estos ácidos o sus sales de amonio no se debe
solamente a su presencia en sí, sino también a que paralelamente a su
formación se producen ciertos productos nitrogenados del grupo de las aminas,
las que entre otras perturbaciones metabólicas provocan disminuciones en la
motilidad del rumen que se traducen en una menor capacidad de ingestión.
Aunque desde el punto de vista teórico no es aceptable la existencia de
estos compuestos, en la práctica no siempre se pueden evitar; se consideran
como aceptables concentraciones de ácido butírico inferiores a 0,1 °/o y como
muy malas las que son superiores al 2 %, mientras que para el resto soto se
admiten trazas.
Los ácidos aquí referidos son producidos únicamente por el metabolismo de
bacterias indeseables, por lo que constituyen los mejores indicadores para
determinar la calidad fermentativa de los ensilajes.
Ácido láctico
El ácido láctico es considerado como el más importante dentro de los ácidos
orgánicos formados durante las fermentaciones, por la alta acidez que induce
en el medio, a la vez que es el resultado del metabolismo de las bacterias más
eficientes y adaptadas entre todas las presentes en los ensilajes. Este ácido
también posee una acción bactericida que permite ejercer un control efectivo
de la actividad del resto de la microflora, lo que contribuye a conservar mejor
los forrajes.
Sus concentraciones dependen fundamentalmente de dos factores: el
contenido de carbohidratos solubles presentes en el forraje y la capacidad
amortiguadora que posea.
Nitrógeno amoniacal como porcentaje del nitrógeno total
La presencia del amoníaco en los ensilajes está condicionada principalmente
al metabolismo de los aminoácidos y de los nitratos presentes en la planta por
las bacterias, ya que los iones amonios libres en los forrajes siempre se
encuentran en bajas concentraciones y parece poco probable que las
proteasas puedan llegar a desdoblar los aminoácidos hasta ese nivel. Este
indicador puede considerarse como un reflejo de fermentaciones negativas,
aunque en la práctica es imposible evitar totalmente su producción. Siempre se
encuentra asociado a los ácidos orgánicos en forma de sales de amonio, por lo
que no favorece la disminución del pH dentro de la masa ensilada.
Para poder utilizarlo en los criterios de evaluación se necesita expresarlo
como porcentaje del nitrógeno total presente en el ensilaje, con lo que da una
idea de la proporción de las proteínas que se han desdoblado.
En ensilajes bien preservados se admiten valores del nitrógeno amoniacal
como porcentaje del nitrógeno total hasta un 7 %, y cuando estos alcanzan
valores superiores al 20 % se consideran muy deficientes.
Nitrógeno soluble como porcentaje del nitrógeno total
La mayor parte del nitrógeno soluble se produce durante la fase aeróbica de
la conservación y tiene su repercusión más negativa en el aprovechamiento
que podrán hacer los animales del nitrógeno total presente en los ensilajes,
debido a su alta degradabilidad en el rumen.
El contenido de nitrógeno soluble oscila desde valores que son inferiores al
50 % en ensilajes bien conservados hasta valores superiores al 75 % en los
deficientes.
Alcoholes
Los principales alcoholes detectados en los ensilajes son: metanol, propanol,
etanol y butanol. Son producidos en cualquiera de las fases de la fermentación
y por un variado número de bacterias coliformes, clostrídicas y heterolácticas. A
diferencia de otros compuestos, no implican pérdidas energéticas o nutritivas
para los animales; sin embargo, como no contribuyen a la disminución de la
acidez en la masa ensilada y provienen de fermentaciones indeseables o
menos eficientes, en la medida que sus concentraciones son mayores se
puede afirmar que la conservación ha presentado deficiencias.
En general el alcohol que siempre se encuentra en proporciones más
apreciables es el etanol, sobre todo cuando se utilizan melazas como
conservantes, debido a que estas aportan un número considerable de
levaduras, las cuales en condiciones de anaerobiosis transforman los azúcares
en dicho compuesto.
2.4 Sistema de evaluación de los ensilajes
Una vez conocidas las transformaciones que ocurren en los forrajes mientras
se convierten en alimento preservado, así como los indicadores más
representativos, se hace necesario el establecimiento de sistemas evaluativos
que permitan comparar entre sí los ensilajes y conocer en un momento dado
hasta qué punto ha sido efectiva o no la técnica de conservación aplicada.
En este sentido, debido a la importancia que han tenido los ensilajes como
parte de la ración invernal en los países templados, existe una amplia
diversidad de sistemas propuestos. Por otra parte, en la medida que los
progresos tecnológicos y los conocimientos han ido avanzando, también
hayamos que estos han sido objeto de nuevos aportes.
En el caso de los ensilajes tropicales ha existido la tendencia de transferir
directamente los criterios evaluativos propuestos para zonas templadas, pero
como ya se ha explicado, dadas las particularidades de nuestros forrajes esta
concepción es errónea, por lo que se necesita hacer diferenciaciones.
2.4.1 Sistema de evaluación para ensilajes de países templados
Los sistemas de evaluación más representativos y utilizados para los
ensilajes de estas latitudes son: el sistema Flieg (1938), el sistema Wieringa
(1966) y el sistema INRA (1978).
Sus principios y principales características serán discutidas a continuación.
Sistema Flieg
Este sistema ha tenido una amplia utilización en Europa y aunque se le han
efectuado numerosas variantes, el principio en que se basa se mantiene
constante.
El método consiste en establecer una proporción entre la suma de las
concentraciones de los ácidos láctico, acético y butírico presentes en los
ensilajes. Cada uno de estos se expresa como porcentaje del total: el 50 % de
los puntos le corresponde al ácido butírico, al 30% el ácido láctico y el 20%
restante al acético.
Con esto, se logra una escala de valores para los tres ácidos, los cuales a su
vez presentan una calificación por puntos; los mejores ensilajes resultarán los
que obtengan 100 puntos y la calidad comienza a bajar de acuerdo con la
disminución de la puntuación.
Este sistema, al considerar solamente los principales ácidos formados,
absolutiza las evaluaciones fermentativas, y desconoce las degradaciones que
pueden sufrir los compuestos nitrogenadas y la importancia que estos tienen
para un adecuado proceso de conservación (tabla 2.2).
Sistema Wieringa
Se basa en la apreciación de tres indicadores: pH, contenido de ácido
butírico y nitrógeno amoniacal como porcentaje del nitrógeno total.
Cada uno posee una escala de bueno, regular y malo, con puntuaciones
descendentes de 2, 1 y 0; los de mejor calidad resultan aquellos que tengan 6
puntos.
En el caso del pH, la escala puede variar de acuerdo con el contenido de
materia seca del ensilaje.
Aunque resulta fácil de aplicar, los rangos de evaluación son muy estrechos
(solo tres categorías), lo que excluye criterios intermedios que son los que más
se presentan en la realidad (tabla 2.3).
Sistema INRA
El sistema tiene en cuenta cinco indicadores:
1. Contenido de ácidos "rasos volátiles totales.
2. Contenido de ácido acético.
3. Contenido de ácido butírico.
4. Nitrógeno amoniacal como porcentaje del nitrógeno total.
5. Nitrógeno soluble como porcentaje del nitrógeno total.
También establece cinco categorías de calidad:
1. Excelente.
2. Bueno.
3. Satisfactorio.
4. Mediocre.
5. Muy malo.
La puntuación en este caso ya de 5 a 1 según las clases establecidas, con
un máximo de 25 puntos para los de mejor calidad y 5 puntos para los muy
malos.
Por incluir este sistema un número mayor de indicadores y categorías, sus
resultados son más flexibles y completos, a la vez que incluye tres factores que
están relacionados con el consumo de los ensilajes (los contenidos de ácidos)
y dos que no solo están relacionados con la calidad de la conservación, sino
también con la retención de nitrógeno (tabla 2.4).
2.4.2 Sistema de evaluación para ensilajes tropicales
En los últimos 15 años, en Cuba se han desarrollado diversos sistemas de
evaluación, con la finalidad de establecer criterios capaces de orientar a las
empresas pecuarias acerca de cómo se comporta la calidad tecnológica de los
ensilajes.
En este tópico no se conocían antecedentes, por lo que fue necesario
realizar ajustes a medida que se acumulaban experiencias y se confrontaban
los resultados con la realidad.
El sistema de evaluación actual no otorga puntuaciones a las características
organolépticas, debido a la subjetividad de este tipo de evaluación, aunque
estos indicadores siempre se valoran por constituir una primera aproximación al
resto de los análisis que se realizarán posteriormente.
Para valorar la calidad se establecen cuatro categorías:
1. Excelente 81-100 puntos
2. Bueno 61- 80 puntos
3. Regular 41- 60 puntos
4. Malo <40 puntos
La clasificación de los ensilajes está determinada por cinco indicadores:
1. Proporción de los ácidos láctico, acético y butírico como porcentaje del
total de ácidos: 60 puntos.
2. Contenido de proteína bruta: 10 puntos.
3. Nitrógeno amoniacal como porcentaje del nitrógeno total: 10 puntos
4. pH en relación con la materia seca: 10 puntos.
5. Índice de consumo estimado en carneros: 10 puntos.
Para otorgar la puntuación que corresponde a cada ensilaje se utilizan las
tablas desde la 2.5 hasta la 2.10.
La evaluación del consumo estimado está determinada, según el forraje
que se haya conservado, sobre la base de las características intrínsecas de
cada uno de ellos. Cuando se trate de ensilajes de mezclas de hierbas se
utilizará el valor establecido para la especie predominante.
Para calcular el consumo estimado de carneros se utiliza la fórmula
siguiente: Consumo estimado =38,782 + 0,120 MS - 0,054 FR - 0,0222 ácido
butírico (g de MS/Kg P0.75)
En este sistema se han introducido algunos elementos que anteriormente no
se habían tenido en cuenta y que lo adecúan más a nuestras condiciones y
necesidades, los cuales se describen a continuación:
1. Se disminuye en 5 el límite óptimo para el ácido láctico y se aumenta en
la misma proporción el tenor aceptado para el ácido butírico en caso de la
evaluación fermentativa con respecto a los valores originales de Flieg.
2. Se toma en consideración el contenido de proteína bruta como elemento
nutricional fundamental en un alimento conservado.
3. Se tiene en cuenta la relación entre el pH y la materia seca, lo cual
permite emplear esta metodología en todo tipo de ensilaje, incluso en los
presecados.
4. Se introduce un índice de consumo en carneros como criterio nutricional,
teniendo en cuenta que es precisamente este el indicador más afectado por la
conservación.
Por otra parte, la concepción general del sistema está encaminada a que
pueda emplearse en la confección de las raciones del período seco, por lo que
se le agregan como complemento las estimaciones siguientes:
1. Energía metabolizable (EM):
EM (Mcal/kg de MS) = 1,97 - 0,000 4 (%de PB)2 – 0,000 5 (%de FB)2 + 003
1 (% de PB) (% de FB)
2. Consumo estimado en bovinos (g de MS/kg P0,75 ):
CEB = 37,17 + 1,53 (consumo estimado en carneros)
3. Fósforo.
4. Calcio.
A modo de ilustración se proporcionan dos ejemplos de cálculo y una planilla
de entrega de resultados.
A continuación el laboratorio realiza los cálculos primarios de los elementos
que no se obtienen directamente.
Consumo estimado
(g de MS/kg P0,75) = 38,782 + 0,120 MS - 0,054 FB – 0,022 2 Ácido butírico
Como esta ecuación está desarrollada en g/kg de MS, los valores se corren
una unidad:
(g de MS/kg P0,75) = 38,782 + 0,120 (221,7) - 0,054 (384,0) – 0,222 (5,2)
= 43,41 (g de MS/kg P0,75)
Estos valores son pura carneros, para obtener su equivalente en bovinos
será:
Consumo estimado = 37,17 + 1,53 (consumo estimado para carneros)
= 37,17 + 1,53 (43.41)
= 103,59 (g de MS/kg P0,75)
Energía metabolizable
EM (M cal/kg) = 1,97 - 0,000 4 (% de PB)2 - 0,000 5 (% de FB)2 + 003 1 (FB)
(PB)
= 1,97 - 0,000 4 (6,77)2 - 0,0005 (38,40)- + 0031 (6,77) (38,40)
= 2,02
Con estos elementos se procede a efectuar la puntuación según las tablas
desde la 2.5 hasta la 2.10.
Por la composición de ácidos:
Acido láctico: 10
Acido acético: 4
Acido butírico: 8
Total: 22
Por la clasificación tiene 20 puntos.
Por el contenido de N-NH3/Nt (%): 24,20 tiene 2 puntos.
Por el contenido de proteína: 6,77 tiene 5 puntos.
Por la relación entre la materia seca y el pH: 4,1-22,17 tiene 10 puntos.
Por el consumo estimado (carneros): 43,41 tiene 6 puntos.
Total de puntos alcanzados
Calidad fermentativa: 20
N-NH3/Nt (%): 2
Proteína bruta: 5
Relación MS/pH:10
Consumo estimado: 6
Total: 43
Se estima este ensilaje como regular.
Ejemplo 2. Supongamos que un ensilaje de king grass presecado posee los
siguientes indicadores medidos por él laboratorio.
Composición química (% de MS)
Materia seca: 27,17
Proteína bruta: 9,8
Fibra bruta: 37,09
Calcio: 0,848
Fósforo: 0,140
Características fermentativas
Porcentaje de ácidos pH: 4,3
N-NH3/Nt (%): 8,31
Ácido láctico: 3,78 71,0
Ácido acético: 1,51 29,0
Ácido butírico: 0 0,0
Consumo estimado
(g de MS/kg P 0,75) = 51,1 (carneros)
= 115,3 (bovinos)
Energía metabolizable
EM (M cal/kg) = 2,4
Con estos elementos se procede a efectuar la puntuación según las tablas
desde la 2,5 hasta la 2,10.
Por la composición de ácidos:
Ácido láctico: 30
Ácido acético: 16
Ácido butírico: 50
Total: 96
Por la clasificación tiene 60 puntos.
Por el contenido de N-NH3/Nt (%): 8,31 tiene -8 puntos.
Por el contenido de proteína bruta: 9,8 tiene 9 puntos.
Por la relación entre la materia seca y el pH: 4,3-27,17 tiene 10 puntos.
Por el consumo estimado (carneros): 51,1 tiene 10 puntos.
Total de puntos alcanzados
Calidad fermentativa: 60 N-NH3/Nt (%):8
Proteína bruta: 9
Relación MS/pH: 10
Consumo estimado: 10
Total: 97
Se estima este ensilaje de excelente.
Consideramos que esta metodología permite obtener una información más
zootécnica de los ensilajes, al lograr una armonización con las tablas forrajeras,
a la vez que le aporta elementos prácticos al productor para confeccionar las
raciones para el período poco lluvioso.
Capítulo 3
Factores que afectan la calidad de los ensilajes
El término calidad de los ensilajes expresa un significado muy amplio, ya que
en la calidad de un alimento conservado va implícita una correcta preservación,
pero también un adecuado valor nutritivo capaz de satisfacer las necesidades
de mantenimiento y producción de las categorías de animales para los cuales
están destinados.
En los capítulos anteriores se estudiaron las fases en que se pueden dividir
los procesos fermentativos, los indicadores que rigen la conservación y cómo
evaluarlos; ahora corresponde saber cómo encauzar correctamente, mediante
los conocimientos técnicos y científicos, las acciones enzimáticas y
microbiológicas en el sentido más conveniente para disminuir al mínimo los
factores imponderables o los que provienen del azar.
3.1. Características del material a conservar y su relación con los procesos
fermentativos.
La aptitud de una planta para ser ensilada está determinada por tres
indicadores:
a) contenido de carbohidratos solubles y nutrientes aportados por el forraje;
b) contenido de materia seca;
c) capacidad amortiguadora
Sobre cada uno de ellos existe la posibilidad de actuar, al manipularlos
según el caso y garantizar las condiciones mínimas imprescindibles para una
adecuada conservación.
Estos indicadores presentan variaciones de acuerdo con:
a) especie de forraje;
b) fertilización nitrogenada;
c) edad de rebrote;
d) época del año.
3.1.1. Contenido de carbohidratos solubles y nutrientes aportados por el
forraje.
Los principales sustratos que aportan los forrajes para la conservación son:
a) carbohidratos solubles;
b) carbohidratos estructurales;
c) ácidos orgánicos presentes en la planta;
d) compuestos nitrogenados.
Los tres primeros favorecen positivamente la preservación, mientras que el
último se opone a ella, aunque no por eso deja de ser importante debido a que
en dichos compuestos radica un elemento nutritivo altamente necesario para
los rumiantes.
De los dos grandes géneros utilizados en la conservación, las gramíneas y
las leguminosas, le corresponde al primero el mayor aporte en el volumen
preservado, por las facilidades que brindan para su propagación,
establecimiento y producción por unidad de superficie; aunque esto no significa
que las leguminosas no deban ser tenidas en cuenta, ya que nutricionalmente
son superiores.
Las gramíneas poseen también características bioquímicas que las hacen
más favorables para su conservación, tales como presentar mayor contenido
de carbohidratos solubles y menos carbohidratos estructurales que las
leguminosas, aspecto que tiene gran importancia en el proceso fermentativo.
En suelos no carentes de otros elementos, la fertilización nitrogenada es el
factor más directamente relacionado con la producción forrajera y con el resto
de los componentes de la planta.
A medida que se incrementan las dosis de nitrógeno, aumenta la velocidad
de crecimiento, lo que provoca una disminución en las concentraciones de
carbohidratos solubles y un aumento en los carbohidratos estructurales, al igual
que en el contenido de nitrógeno no proteico y soluble, aspectos que no
favorecen la conservación en cuanto a la calidad fermentativa se refiere,
aunque sí favorece la calidad y la cantidad del material ensilado.
En experimentos realizados en condiciones tropicales se han encontrado
que los niveles óptimos para la conservación se sitúan alrededor de 60 kg de
N/ha/corte.
Uno de los factores más determinantes en la calidad de los forrajes lo
constituye la edad que presenta el material en el momento de corle, pues a
medida que esta aumenta el valor nutritivo disminuye. Siempre existe una
relación entre los rendimientos y la calidad de un forraje, por lo que la edad
óptima de corte para los ensilaje será aquella en que se obtenga la máxima
producción de elementos nutritivos y no donde se alcancen los mayores
volúmenes de masa verde.
En los pastos tropicales se ha encontrado que esta condición se halla entre
las 6 y 7 semanas de rebrote para las especies de pastoreo y entre las 9 y 10
semanas en las especies forrajeras.
A su vez, cuando la edad de los forrajes aumenta, los contenidos de
carbohidratos solubles y de proteínas se hacen más bajo, mientras que los
carbohidratos estructurales tienden a incrementarse.
Aunque la conservación como ensilaje se realiza siempre en la estación
lluviosa es necesario tener en cuenta que esta época no es uniforme y que el
comportamiento fisiológico de las plantas varía dentro de ella.
En Cuba, el período del año con mayores precipitaciones se enmarca desde
el 15 de mayo hasta el 15 de noviembre, con las fluctuaciones lógicas que
existen entre un año y otro.
Con esta premisa, se ha encontrado que el forraje que se obtiene a
principios de la primavera se caracteriza por haberse desarrollado de forma
vigorosa, con concentraciones bajas de carbohidratos solubles y de proteínas y
altas en carbohidratos estructurales, que tienden a modificarse hacia valores
menos constantes según se aproxima el período seco. Este comportamiento
explica las diferencias que se encuentran en la calidad fermentativa de los
ensilajes de acuerdo con la fecha en que se hayan confeccionado.
No menos importante resulta tener en cuenta el estado reproductivo de la
planta, ya que un gran número de especies forrajeras producen sus floraciones
en esta época, lo que conlleva no solo a una merma en el valor nutritivo, sino
también a una menor concentración de los carbohidratos solubles.
Existen otros factores que, casuísticamente, pueden ejercer influencia en los
contenidos de carbohidratos solubles de los forrajes. Así, varios días
consecutivos lluviosos o con altas radiaciones solares, inducen a tenores más
pequeños; mientras que días nublados y con temperaturas bajas los aumentan,
aunque estos últimos en la práctica son difíciles de controlar y de tener en
cuenta. Estos factores poseen más bien importancia académica si se comparan
con el resto de los ya señalados o con los efectos que en ellos pueden ejercer
las tecnologías de fabricación.
3.1.2. Contenido de materia seca
El contenido de materia seca de un forraje es una particularidad propia de
cada especie. Así, las especies denominadas forrajeras como los Pennisetum,
Sorgum y Zea mais se caracterizan por los bajos porcentajes en este indicador,
menos del 25 %; mientras que las llamadas especies de pastoreó como los
Panicum, Digitarias y Cynodon poseen valores muy próximos o ligeramente
superiores.
En correspondencia con estos valores intrínsecos, los ensilajes
confeccionados con ambas especies presentarán contenidos de materia seca
similares, aunque en aquellas donde los tenores de materia seca del forraje
original son inferiores al 25 % se producen aumentos pasivos por el drenaje
acuoso que escapa del silo.
Cuándo se trata de forrajes con cifras superiores ocurren disminuciones,
debido a las pérdidas de este componente durante las fermentaciones.
Como va se ha explicado, el contenido óptimo de materia seca para la
conservación está entre el 30 y el 35 %, valores que solo deben ser alcanzados
mediante la desecación al sol y nunca a expensas de dejar envejecer los
forrajes.
3.1.3. Capacidad amortiguadora
La capacidad amortiguadora se define como los miliéquivalentes de ácido
clorhídrico necesarios para llevar el pH de un forraje o de un ensilaje desde 6,0
basta 4,0. Este indicador está relacionado con la resistencia que ofrecen en su
conjunto los compuestos orgánicos e inorgánicos a la estabilización por acidez
del medio. En la medida que la capacidad amortiguadora de un forraje es
mayor, se necesita una mayor producción de ácidos orgánicos para lograr una
adecuada estabilización.
Durante el desarrollo de las fermentaciones propias de la conservación,
ocurren incrementos de la capacidad amortiguadora como consecuencia de la
desaparición de parte de los ácidos orgánicos originales de la planta, de la
liberación de amoníaco por la descarboxilación de las proteínas y de la
reducción de los nitratos por las bacterias y por los sistemas amortiguadores
que se forman entre los ácidos orgánicos producidos por los microorganismos y
los cationes presentes en el forraje.
Las leguminosas poseen una capacidad amortiguadora superior a la de las
gramíneas, debido principalmente a su mayor contenido de compuestos
nitrogenados, por lo que son más difíciles de conservar.
3.1.4. Interrelación de los indicadores que rigen la ensilabilidad de los
forrajes.
Como se puede deducir de todo lo hasta aquí expresado, la concentración
de carbohidratos solubles constituye la principal preocupante para la
conservación. Sin embargo, no es fácil determinar cuál debe ser la
concentración óptima para lograr una conservación adecuada, o lo que es lo
mismo, qué cantidad de carbohidratos solubles necesitan las bacterias para
llevar el pH hasta un valor tal que confiera una estabilidad adecuada a los
ensilajes.
El primer aspecto a considerar es el contenido de materia seca. De la
relación que existe entre el contenido de materia seca y el pH de los ensilajes
se deduce que mientras mayor sea el contenido de materia seca la planta
necesitará poseer menos carbohidratos solubles, ya que el pH de estabilización
es mayor, lo que equivale en términos de fermentación a una menor cantidad
de ácidos orgánicos por parte de las bacterias.
En este mismo sentido interviene la capacidad amortiguadora; cuanta más
pequeña sea, menos iones hidrógenos serán neutralizados por los agentes
amortiguadores, por lo cual se requerirá una menor producción de ácidos
orgánicos y por lo tanto de carbohidratos solubles.
Estas interrelaciones han conducido a que se hayan establecido coeficientes
que integren como un todo estos indicadores y con ello asegurar una correcta
conservación.
3.2. Técnicas para garantizar la conservación de los ensilajes
Se entiende por conservante toda sustancia que se añade antes o después
de confeccionado un ensilaje, con vistas a mejorar o preservar su calidad. En la
actualidad existe una amplia gama de ellos, algunos comercializados y otros
solamente a escala investigativa.
Cada conservante se caracteriza por tener una acción específica en alguna
de las etapas del proceso fermentativo que tiene lugar en la conservación; por
ejemplo inhibir la respiración de la planta o frenar la actividad proteolítica de las
enzimas pero sobre todo deberá permitir una adecuada actividad de las
bacterias lácticas, de las cuales depende el éxito o el fracaso de la
conservación.
Una mala conservación puede provocar pérdidas en el valor nutritivo hasta
de un 30 %, mientras que en un buen ensilaje estas no sobrepasan el 10 %. Es
precisamente en esta ganancia del 20 % donde radican las ventajas de un
conservante, el cual asegura una mayor producción animal al permitir una
mejor conservación del valor nutritivo original del forraje.
Para su mejor estudio, los conservantes se agrupan en varias categorías
según el tipo de acción que generan, aunque no siempre es posible realizar
una distribución estricta debido a que en algunas ocasiones sus propiedades
confluyen entre dos de ellos.
Los conservantes se dividen en tres grandes grupos: acidificantes,
bacteriostáticos y estimuladores de la fermentación láctica (tabla 3.1).
No obstante, la gran cantidad de conservantes señalados en la literatura,
solo nos referiremos a los más importantes.
3.2.1 Conservantes acidificantes
En este grupo se incluyen todos los conservantes capaces de disminuir
artificialmente el pH de la masa ensilada; su empleo es fundamental cuando la
fermentación natural de los ensilajes no es capaz de producir una
concentración hidrogeniónica suficiente para lograr una estabilización del
ensilaje y se desee cesar bruscamente la respiración de la planta, las
actividades enzimáticas o se quiera limitar las fermentaciones.
Estos conservantes se agrupan en: ácidos inorgánicos o minerales, como los
ácidos clorhídrico, sulfúrico y fosfórico y en ácidos orgánicos, tales como el
ácido láctico o los alifáticos desde 2 hasta 12 átomos de carbono. Estos últimos
tienen la particularidad de ser ácidos más débiles, menos ionizados que los
ácidos minerales, aunque todos se caracterizan por poseer propiedades
bactericidas.
Ácidos minerales
El empleo de estos ácidos para mejorar la calidad de los ensilajes data de
1885 y aunque siempre producían resultados aceptables, no fue hasta la
década de los años 20 que se adoptaron de una forma práctica, cuando Arturo
I. Virtanen argumentó científicamente su utilización. Este investigador demostró
que un cambio brusco en el pH de la masa ensilada provoca un colapso en la
respiración de la planta, reduce las pérdidas de carbohidratos solubles y
disminuye la proteólisis.
Sin embargo, en cultivos de microorganismos puros no se ha encontrado un
efecto inhibitorio microbiano de sus aniones, sino solo la acción de la acidez del
medio como tal. Es por ello que para estar seguros de lograr una conservación
perfecta se necesita llevar el pH de la masa ensilada entre 2,5 y 3,0, con lo cual
se logra una esterilización casi completa.
En la práctica, la dosis de ácido que se requiere para alcanzar el pH antes
señalado es de 10 a 14 L de ácido clorhídrico o de 4 a 12 L de ácido sulfúrico
por tonelada de forraje, cantidades que no resultan inofensivas para la salud
animal, debido a que estos deben neutralizar los excesos de ácidos inorgánicos
con sus propias reservas minerales, lo que les provoca una desmineralización
importante.
En la actualidad este problema se resuelve al utilizar dosis menores y llevar
el pH solo hasta 4,5. Con ello se logra disminuir la respiración y se les da cierta
ventaja a las bacterias lácticas sobre otros microorganismos, en especial, sobre
los del tipo coliforme que se ven inhibidos a este valor de pH.
En los países escandinavos y en una gran parte de Europa, hasta fines de la
década de los años 50 se empleó profusamente un conservante nombrado AIV,
el cual consiste en una mezcla de 1:3 de ácido clorhídrico y ácido sulfúrico,
aunque estas proporciones pueden variar de un lugar a otro de acuerdo con los
criterios de los especialistas y el nombre se mantiene solo por extensión. Este
conservante es sumamente efectivo y está todavía entre los seis mejores
utilizados hasta el presente.
Su empico permite reducir las pérdidas de materia seca y la degradación de
las proteínas y favorece un buen desarrollo de los microorganismos lácticos. Se
recomienda fundamentalmente para los forrajes con bajos contenidos de
materia seca, los que son propensos a producir grandes y deficientes
fermentaciones con altos contenidos de ácido butírico, además de elevadas
concentraciones de amoníaco.
El empleo de los ácidos minerales, a pesar de sus bajos costos, se ha visto
disminuido considerablemente después de la década de los años 60 debido a
la introducción del ácido fórmico, que es menos corrosivo y más digerible por el
animal por su naturaleza orgánica.
Ácidos orgánicos
Los ácidos orgánicos alifáticos presentan la característica de disminuir su
poder acidificante a medida que se incrementa el número de átomos de
carbono en su cadena, mientras que sus propiedades bactericidas aumentan.
Sin embargo, solo los tres primeros de estos compuestos han demostrado
tener interés práctico por poseer suficiente acidez potencial como para
favorecer una rápida disminución del pH en la masa ensilada.
Una de sus principales ventajas radica en que son completamente
metabolizados dentro del rumen, por lo que no causan efectos nocivos al
organismo de los animales y aportan una fuente adicional de energía.
El ácido fórmico es el ácido orgánico más utilizado y difundido en la
actualidad. Aunque la primera patente para su empleo data de 1926, sus
características como conservante no fueron puestas en evidencia hasta que se
encontraron medios más prácticos para su adición directa durante el corte del
forraje, momento a partir del cual comenzó a emplearse en gran escala.
Las propiedades que posee el ácido fórmico para mejorar la calidad de las
fermentaciones, y por consecuencia la conservación del valor nutritivo de los
forrajes, son las siguientes:
a) permite una disminución del pH hasta valores de 4,0 que provoca una
rápida supresión de la respiración de la planta y una inhibición total en la
actividad de las bacterias coliformes;
b) reduce la degradación de las proteínas, la producción de amoníaco y la
formación de los ácidos acético y butírico;
c) ejerce una efectiva restricción de las bacterias clostrídicas;
d) promueve una mejor utilización de los carbohidratos solubles de la
planta.
Las dosis de ácido fórmico empleadas varían según la especie y el
contenido de materia seca del forraje, aunque la más frecuente para las
gramíneas es de 3,5 L/t y para las leguminosas 5 L/t.
El ácido acético ha sido poco estudiado, quizás porque su presencia en los
ensilajes se ha asociado con una disminución de su consumo. Este
conservante también es capaz de controlar el crecimiento de los Clostridium,
aunque como su poder acidificante es menor se necesita emplear mayores
cantidades para alcanzar los mismos resultados que con el ácido fórmico.
Experimentos comparativos entre ambos ácidos han demostrado que no se
producen cambios sustanciales en la producción de ácido láctico ni
afectaciones en el consumo, lo que confirma la hipótesis de que no es la
presencia del ácido acético la que reduce el consumo de materia seca de los
ensilajes, sino otros productos de la fermentación asociados con este.
El ácido propiónico se ha utilizado principalmente como conservante de
granos o como agente antimicrobiano de alimentos por poseer un efecto activo
de larga duración. Sin embargo, como su poder acidificante es menor que el de
los ácidos anteriores, resulta menos efectivo cuando se utiliza en dosis
semejantes.
Este conservante expresa mejor sus potencialidades cuando se emplea en
ensilajes de pastos con un rango entre 25 y 50 % de materia seca, al permitir
un mayor contenido de carbohidratos Solubles residuales y una reducción
apreciable en las fracciones de amoníaco y de proteínas solubles. No obstante,
todo parece indicar que sus mejores características radican en la inhibición de
los hongos y las levaduras cuando se abren los ensilajes, al disminuir sus
proliferaciones.
Las dosis mínimas de ácido propiónico para prevenir estos microorganismos
se encuentran cerca de 3 L/t, aunque en la práctica pueden ser necesarios
tenores más elevados, según sean las condiciones de fabricación.
Hoy en día la tendencia que se sigue es de no emplearlo solo, sino en
combinación con otros peídos más fuertes, casi siempre ácido fórmico, con el
objetivo de corregir su poca acidez y disminuir el costo de aplicación.
3.2.2. Conservantes bacteriostáticos
El basamento teórico de estos conservantes consiste en controlar las
fermentaciones que se producen durante la conservación, mediante su acción
directa en las bacterias. Ellos se pueden agrupar en:
a) de acción general, cuando inhiben todo tipo de bacterias;
b) de acción específica, cuando inhiben selectivamente un grupo particular
de microorganismos.
El formol es el conservante más utilizado actualmente de los comprendidos
en el primer grupo, el cual presenta propiedades esterilizantes. Aunque las
primeras investigaciones con el formol dieron comienzo desde 1931, ha sido en
fecha mucho más reciente cuando se inició su empleo de forma masiva.
Las dosis que permiten una esterilización total de la masa ensilada se sitúan
entre 6 y 8 L de conservante por tonelada de masa verde, Estas cantidades
provocan disminuciones en el consumo de los ensilajes, debido a que las
bacterias ruminales son también afectadas por el formol. Otro aspecto negativo
detectado es su poca estabilidad cuando comienzan a emplearse, por la
limitada fermentación que presentan, listo obliga a una distribución más rápida
de los ensilajes, cuestión que no siempre es factible en el caso de los silos con
dimensiones grandes.
Debido a estas características poco deseables del formol, comúnmente se
asocia a otros conservantes como el ácido sulfúrico o el ácido fórmico, con el
objetivo de aprovechar su poder bactericida y emplearlo en dosis más bajas,
teniendo en cuenta la capacidad de acidificación que tienen estos ácidos. La
proporción que normalmente se utiliza es una parte de formol por tres partes de
un conservante acidificante, con la que se ha obtenido buenos resultados.
Los ensilajes que se obtienen con estas mezclas no solo garantizan una
mejor conservación del forraje, sino que también posibilitan una utilización más
eficiente de la proteína, al hacerla menos soluble en el rumen y permitir que
pase casi intacta al intestino delgado, donde es asimilada de una manera más
eficiente.
Otros conservantes de este grupo que se han utilizado con éxito son el nitrito
de sodio, el ácido benzoico y su sal de sodio, los cuales son más fáciles de
transportar y manipular por ser compuestos sólidos y resultan menos
corrosivos a las maquinarias que realizan las operaciones de fabricación de los
ensilajes.
Los mayores problemas de estos conservantes se tienen en el momento de
su incorporación al forraje, pues si se agregan de forma manual se pueden
presentar dificultades con su homogenización, aunque en la actualidad existen
equipos capaces de incorporarlos directamente en el forraje a medida que se
produce el corte con la silocosechadora, lo que permite obviar este
inconveniente.
El nitrito de sodio presenta una acción selectiva en relación con las bacterias
que forman esporas, entre las que se encuentran las clostrídicas, lo que facilita
un desarrollo vigoroso de las bacterias lácticas en los primeros diez, días de
conservación, tiempo necesario durante el cual el anión NO2- es/educido
primero en nitrato y posteriormente a amoníaco por dichas bacterias y los
ensilajes dejan de ser tóxicos para los rumiantes.
Sin embargo, en los conservantes comerciales el nitrito de sodio no se utiliza
solo, sino que se combina con otros compuestos que también tienen potencial
para mejorar las fermentaciones, como es el caso del conservante llamado
Kofa, el cual contiene 87 % de formiato de calcio y 13 % de nitrito.
El ácido benzoico está señalado como un bacteriostático de acción general.
Este y el benzoato de sodio son ampliamente utilizados en la industria
alimentaria como preservantes. Su empleo en la fabricación de ensilaje data de
1923, pero sus altos costos han disminuido el interés por su uso masivo.
El benzoato de sodio es un excelente biostático, particularmente fungicida,
que disminuye de manera apreciable la deterioración aeróbica de los ensilajes.
Es por ello que algunos conservantes comerciales lo incluyen en sus fórmulas,
como es el caso del llamado GAP o el Silage Master.
El ácido salicílico como conservante ha sido objeto de una menor atención
que el resto de los conservantes ya estudiados, a pesar de que su primera
utilización dala de 1884. Este conservante es un derivado del ácido benzoico,
que se diferencia por incorporar un radical HO- al anillo bencénico. Esta
sustitución favorece su carácter ácido y mejora su solubilidad en agua, pero si
tenemos en cuenta que la actividad efectiva del ácido benzoico en los
microorganismos está en proporción con el número de moléculas de este ácido
que se encuentren sin disociar, es de esperar una menor actividad de inhibición
de las bacterias por el ácido silicílico.
El sulfito de sodio basa su acción bacteriostática en el poder reductor del
anión SO3-2 y presenta una acción selectiva en relación con las bacterias
heterolácticas, por lo que su principal efecto es promover un mayor desarrollo
de las bacterias homolácticas. No obstante, por la facilidad con que se
deteriora al ser expuesto al aire, en la actualidad se prefiere emplear el
metabisulfito de sodio que es más estable y posee propiedades análogas.
3.2.3. Conservantes estimuladores de la fermentación láctica
Bajo este nombre se agrupan los conservantes que presentan como
propiedad principal ayudar a establecer, durante el proceso de conservación,
una llora láctica que predomine sobre el resto de las bacterias que se
encuentran en la masa ensilada. Con esto se busca asegurar una formación
suficiente de ácido láctico, capaz de garantizar un ensilaje bien conservado y
de buena calidad.
Estos conservantes pueden ser agrupados en: aportadores directos de
carbohidratos solubles, aportadores indirectos de carbohidratos solubles y
cultivos de bacterias de los géneros Lactobacillus y Estreptococus.
Aportadores directos de carbohidratos solubles
Aunque el azúcar fue el primer conservante utilizado como nutrimento de las
bacterias lácticas, actualmente su empleo ha sido sustituido totalmente por las
mieles finales de caña de azúcar o de remolacha, debido a que compile con la
alimentación humana o de otros animales monogástricos que pueden utilizarla
más eficientemente.
A diferencia de los conservantes hasta aquí estudiados, los carbohidratos
solubles presentan una naturaleza pasiva y sirven de sustrato energético
natural a todos los grupos de bacterias. Esta propiedad hace que en los
ensilajes mal compactados o mal cubiertos, los hongos y las levaduras
proliferen más rápidamente, o que donde existan las condiciones para que se
desarrollen las bacterias clostrídicas por exceso de humedad o estén
contaminados con tierra, su utilización solo sirva para exacerbar los problemas
que ocurren en los silos deficientemente confeccionados.
Las mieles finales, cualquiera que sea su origen, contienen
aproximadamente un 50 % de azúcares solubles, pero dada su consistencia
viscosa se hace necesario añadirles agua para su mejor distribución en
diluciones que oscilan desde un 25 hasta un 50 %. Esto crea otro
inconveniente, ya que puede incrementar la cantidad de efluentes en los
ensilajes, por lo que se recomienda solo utilizarlas en forrajes sin presecar que
tengan al menos de 20 a 25 % de materia seca.
La miel final es particularmente electiva para mejorar las fermentaciones de
los forrajes pobres en azúcares y con altos contenidos de proteína.
En pastos templados las dosis de miel final recomendadas para las
gramíneas están cerca del 2 %, mientras que para las leguminosas son de
aproximadamente 4 %; sin embargo, en los forrajes tropicales se necesitan
dosis mayores, de 4 a 8 % según las edades de las gramíneas y de 8% para
las leguminosas.
Con respecto a la influencia que pueda ejercer en las características
fermentativas de los ensilajes, se ha encontrado que la miel final es tan
eficiente como el empleo de conservantes acidificantes, aunque existe una
tendencia a incrementarlos contenidos de ácido acético, compuesto asociado a
una mayor proliferación de las levaduras en los ensilajes, ya que ellas .se
encuentran de forma espontánea en este tipo de conservante.
En el caso de los ensilajes tropicales, cuando se han empleado forrajes bien
troceados y adecuadamente compactados y hermetizados, se ha logrado
mejorar los consumos de estos en relación con aquellos donde no se utilizó, lo
cual es un índice de su efectividad como conservante.
Otro conservante de este tipo que ha tenido un amplio uso es la lactosa, por
constituir un subproducto abundante en los países donde la industria quesera
tiene un gran desarrollo.
Cuando se añade en estado líquido, tomándola tal y como se encuentra en
el suero de la leche, sus resultados no han sido buenos debido a su bajo
contenido de materia seca v en la mayoría de los casos ha provocado más
efectos indeseables que beneficiosos. Cuando se añade en forma deshidratada
contribuye a disminuir el pH de los ensilajes y a incrementar sus contenidos de
ácido láctico, aunque sus electos son inferiores a los obtenidos cuando se
adiciona miel o ácidos minerales, además de presentar como agravante el
costo que siempre implica la evaporación del agua en exceso.
Aportadores indirectos de carbohidratos solubles
Bajo esta denominación se agrupan una serie de celulasas que se extraen
de cultivos bacterianos, las que al actuar en las paredes y en los jugos
celulares incrementan la cantidad de carbohidratos solubles disponibles para
las bacterias del ensilaje. A estas enzimas se les atribuye además dos
ventajas:
a) mejorar la digestibilidad de las fibras por las hidrólisis que provocan en la
celulosa del forraje;
b) incrementar el consumo, al acelerar la velocidad de tránsito del alimento.
Sin embargo, tienen la deficiencia de actuar sobre las proteínas y contribuir a
su solubilización, e incrementar así un indicador que es de por sí alto en los
ensilajes.
Cultivos de bacterias de los géneros Lactobacillus y Estreptococos
La utilización de bacterias lácticas como conservantes, tiene como
fundamento teórico proporcionar una ventaja numérica a este tipo de
microorganismo frente al resto de los demás presentes, al aprovechar sus
aptitudes para desarrollarse rápidamente cuando tienen las condiciones
adecuadas. Estas bacterias inhiben con su presencia y con el ácido láctico que
generan, toda actividad microbiana colateral.
Ahora bien, por la propia naturaleza de estos preservantes biológicos, como
también se les conoce, las reglas para su empleo adquieren características
singulares, diferentes a todas las anteriormente expuestas.
En primer lugar, deben estar garantizadas las dos condiciones
imprescindibles para el desarrollo de los lactobacilos: carbohidratos solubles en
cantidades suficientes y anaerobicidad.
En segundo lugar, el o los microorganismos que se empleen deben ser
previamente seleccionados sobre la base de sus potencialidades genéticas, las
cuáles deben ser superiores a las que poseen los microorganismos lácticos
normalmente presentes en los ensilajes.
Las propiedades requeridas por un microorganismo para ser utilizado como
conservante son:
1. Tener una alta velocidad de crecimiento para que pueda competir y
dominar a oíros microorganismos similares que se encuentran en los
ensilajes.
2. Ser homofermentativo.
3. Ser tolerante a la acidez y producir un pH final de 4,0 o cercano a este
valor.
4. Ser capaz de fermentar glucosa, fructosa, sacarosa y, preferiblemente,
fructosana y pentosana, las cuales aparecen durante el proceso de
conservación.
5. No debe producir dextrana de la sacarosa o manitol de la fructosa.
6. No debe tener acción en el metabolismo de los ácidos orgánicos de la
planta.
7. Tener un rango de temperatura preferiblemente superior a los 50 ºC, para
que pueda sobrevivir aunque se presente un calentamiento inicial
elevado producto de la respiración de la planta o de la actividad de los
microorganismos aeróbicos.
8. Ser capaz de crecer en materiales con bajos contenidos de humedad.
9. No debe tener actividad proteolílica.
Hasta el presente no se ha encontrado ninguna bacteria que reúna todos
estos requisitos, por lo que se ha optado, en la mayoría de los conservantes
biológicos comerciales, imitar el proceso natural de crecimiento de las bacterias
lácticas pero con cepas seleccionadas.
Esto consiste en mezclar dos cepas: una de estreptococos o de pediococos,
que será la primera en desarrollarse aprovechando sus altas velocidades de
crecimiento y sus tolerancias a las temperaturas relativamente elevadas; con
otra de lactobacilos, los cuales inician su crecimiento de forma más lenta, pero
presentan una mayor tolerancia a los pH bajos y pueden continuar sus
funciones metabólicas de producción de ácido láctico cuando los otros
microorganismos ven frenadas sus actividades por la acidez del medio.
Otro factor a tener en cuenta es la cantidad de microorganismos a inocular,
ya que cantidades menores que 106 células por gramo de forraje verde son
prácticamente inútiles. Por otra parte, contenidos de carbohidratos solubles
inferiores al 12 % no aseguran una implantación efectiva de estos, por lo cual
en los casos donde esta condición no se cumpla se impone su aporte artificial
en forma de miel final o de otra fuente que los garantice.
Cuando se trate de microorganismos que hayan sido previamente
liofilizados, es necesario permitir que se hidraten previamente antes de ser
añadidos y no esperar a que adquieran su forma activa dentro del mismo
ensilaje.
La efectividad de los conservantes biológicos, de acuerdo con los estudios
más recientemente efectuados, se sitúa como inferior a la de los conservantes
acidificantes, pero mejor que cuando no se utiliza ninguno.
3.3. Factores que influyen en el valor nutritivo de los ensilajes
El valor nutritivo de un alimento se define como una función de:
a) el consumo voluntario;
b) la digestibilidad de los nutrientes;
c) la eficiencia de utilización de los nutrimentos digeridos.
En el caso de los ensilajes, su valor nutritivo está predeterminado
potencialmente por el valor original que tengan los forrajes que les dan origen y
su calidad final estará en dependencia del proceso fermentativo que ocurra
durante la conservación y de los pretratamientos a los cuales sean sometidos
dichos forrajes. Es por ello que todos los procesos tecnológicos que se aplican
en la fabricación de los ensilajes tienen como único fin preservar al máximo la
calidad inicial del forraje.
3.3.1. Consumo voluntario
El consumo voluntario en los ensilajes tiende a ser siempre inferior al
correspondiente consumo de los forrajes que les dieron origen.
El contenido de materia seca, la calidad de la conservación y el troceado del
material son los principales factores que se deben controlar para evitar la
acción depresiva del proceso de conservación en el consumo; mientras que la
familia botánica y la categoría animal a la cual se ofrece el ensilaje parecen
interactuar como cofactores (tablas 3.2 y 3.3).
ED — Ensilaje directo
EP — Ensilaje presecado
Los aspectos que mayor peso tienen en las disminuciones del consumo de
los ensilajes son:
a) la formación de ácidos orgánicos, producto de las fermentaciones de los
azúcares solubles, aminoácidos y ácidos orgánicos de la planta;
b) la ruptura de las proteínas de la planta en nitrógeno no proteico;
c) la formación de metabolitos tóxicos, principalmente del grupo químico de
las aminas, que disminuyen la motilidad del rumen;
d) los incrementos estructurales de la planta;
e) las modificaciones en la estructura del forraje por el troceado,
compresión y fermentación en el silo;
f) una menor velocidad de pasaje de ensilaje en el tracto digestivo cuando
el troceado no es inferior a 2 cm.
Con el incremento de la materia seca se logra aumentar el consumo de los
ensilajes, aunque este efecto beneficioso comienza a ser menos evidente
cuando el forraje alcanza valores superiores al 35 %, debido fundamentalmente
a que para alcanzar valores superiores se necesita dejar el forraje durante
mayor tiempo de exposición al sol y al aire, a que aumenta la fragilidad de las
hojas y a que se dificulta mucho la compactación de los forrajes (tabla 3.4).
Las mejoras que se alcanzan cuando se comparan ensilajes directos contra
los mismos presecados se atribuyen a una mayor restricción en las
fermentaciones como un todo.
El efecto beneficioso del troceado en el consumo de los ensilajes pueden
dividirse en dos aspectos:
a) la acción física del tamaño de las partículas dentro del rumen;
b) las mejoras que induce un troceado pequeño en la calidad fermentativa.
La sola acción de reducir el tamaño de las partículas de un ensilaje que se
conservó largo (12 cm) a una dimensión de 2 cm o menos, permite lograr
incrementos en el consumo de basta 50 % en carneros y de 12 % en bovinos.
En estas diferencias desempeñan un papel importante las dimensiones
anatómicas de ambas categorías de animales, pero el efecto se mantiene
evidente (tabla 3.5).
Estudios realizados a nivel ruminal han demostrado que los animales que
consumen ensilajes con partículas largas presentan dificultades para regurgitar
el bolo alimenticio formado en el rumen, lo que produce falsas rumiaciones e
impide que las partículas de mayor tamaño lleguen al esófago.
Si se tiene en cuenta que la principal función de la rumiación es reducir el
tamaño de las partículas fibrosas para que atraviesen el orificio retículo-
abomasal, se deduce que al no poder realizarse una ruptura efectiva de los
ensilajes con la ayuda de la masticación estos permanecerán más tiempo
dentro del rumen y se acumulará dentro de este parte de la fracción
indigestible, por lo que se reducirá el consumo.
Los beneficios que produce un troceado pequeño en los indicadores
fermentativos de los ensilajes están dados por una mejor compactación durante
su fabricación, lo cual se traduce en un acortamiento del período de respiración
de la planta, tanto por una menor cantidad de oxígeno intersticial, como por
prevenir la renovación del aire dentro de la masa ensilada. Además, con el
incremento de la densidad del ensilaje este se hace menos permeable. Dicha
acción, conjuntamente con el efecto físico y la eficiencia en la rumiación,
explica por qué estos dos aspectos en su conjunto permiten mejorar el
consumo de los ensilajes.
El empleo de conservantes también permite minimizar disminuciones en el
nivel de ingestión de los forrajes preservados y produce incrementos entre 18 y
45 % en relación con los ensilajes confeccionados sin ellos, aunque algunos
como el formaldehido cuando se utiliza en dosis superiores al 3 % pueden
provocar disminuciones significativas en el consumo, al mantener sus
propiedades bactericidas dentro del rumen.
En general, la eficacia de los conservantes está dada por la capacidad que
tengan para reducir la producción de ácidos orgánicos en los ensilajes y la
degradación de los aminoácidos por los Clostridium proteolíticos.
Estos resultados también se han encontrado en los ensilajes tropicales (tabla
3.6).
3.3.2. Digestibilidad de los nutrientes
La digestibilidad de un compuesto se define como la fracción que representa
la parte retenida por el animal con respecto a la cantidad total ingerida;
mientras mayor sea la digestibilidad de un nutriente, mejor resulta la calidad de
un ensilaje. Sin embargo, a los efectos de conocer la eficacia de la
conservación o el éxito obtenido con un tratamiento determinado, resulta más
adecuado definir cuál ha sido la variación relativa ocurrida en los diferentes
indicadores en relación con el forraje inicial.
Retención y digestibilidad del nitrógeno en los ensilajes
La hidrólisis de las proteínas que promueven las proteasas durante la
primera fase de la conservación, convirtiéndolas en aminoácidos libres, que
son a su vez desanimados y descarboxilados por las bacterias, conlleva a que
los ensilajes contengan una proporción de nitrógeno no proteico y soluble
mayor que la del forraje fresco.
Al mismo tiempo, gran parte de los carbohidratos son transformados en
ácidos orgánicos y alcoholes, lo cual disminuye la relación carbohidrato-
nitrógeno y permite que una parte del amoníaco que se forma en el rumen
escape sin ser incorporado a las proteínas bacterianas en forma de urea por la
orina.
En los animales que consumen ensilajes se producen cambios en los
indicadores fisiológicos de los compuestos nitrogenados, los cuales conspiran
contra su aprovechamiento óptimo. Entre estos indicadores pueden
mencionarse:
a) ruptura de las proteínas en un 80% dentro del rumen;
b) altos contenidos de amoníaco en el líquido ruminal y urea en plasma;
c) menor cantidad y absorción de aminoácidos en el intestino delgado;
d) mayores pérdidas de nitrógeno en la orina, con menor retención de
nitrógeno.
De lo expuesto anteriormente se deduce que todos los factores que
contribuyan a disminuir las fermentaciones y la degradación de las proteínas,
ayudarán a una mayor retención del nitrógeno.
Es por ello que la retención de nitrógeno aumenta a medida que se
incrementan los carbohidratos solubles residuales, la digestibilidad de la
materia orgánica y el consumo total de nitrógeno de los ensilajes; mientras que
los aumentos en las concentraciones de los ácidos crasos, el nitrógeno
amoniacal y el ácido láctico la disminuyen.
En el caso de la dieta donde los ensilajes constituyen la parte principal de la
ración, la mejor manera de garantizar un aprovechamiento óptimo del nitrógeno
es incrementar el nivel energético de la suplementación, fundamentalmente
sobre la base de carbohidratos fácilmente fermentables en el rumen.
El empleo de conservantes en la fabricación de los ensilajes favorece
también a este indicador, pues inhibe la degradación de los compuestos
nitrogenados y permite una mayor concentración de carbohidratos solubles
residuales al disminuir la intensidad de las fermentaciones.
En Europa, los preservantes más utilizados para este fin son el ácido fórmico
y sus mezclas con formaldehido, donde se aprovechan la acción protectora que
este último hace de las proteínas y el poder acidificante del ácido. En Cuba,
también se ha empleado el ácido fórmico con buenos resultados.
En lo referente a la digestabilidad de la proteína está influenciada por el nivel
inicial que esta presenta en los ensilajes: a mayor contenido de proteína, mayor
es la digestibilidad de este nutriente. Esta particularidad hace que cuando se
necesite juzgar la eficiencia de la conservación mediante los valores que
alcance, solo se pueda realizar entre ensilajes con similares porcentajes.
No obstante, se han señalado tendencias a encontrar una mejor eficiencia
en la utilización de las proteínas a medida que la digestibilidad aumenta,
aunque esto pudiera ser consecuencia de que dichos ensilajes provienen de
forrajes con buenos valores nutritivos.
En general, siempre hay una marcada tendencia a que los ensilajes
presenten menores tenores en la retención del nitrógeno y en la digestibilidad
de la proteína bruta, cuando se comparan con los valores iniciales hallados en
los forrajes que les dieron origen.
Digestibilidad de la materia orgánica
Frecuentemente los valores encontrados para la digestibilidad de la materia
orgánica en los ensilajes están muy próximos a los que inicialmente tenían los
forrajes, sobre todo si fueron conservados en buenas condiciones y con la
hermeticidad adecuada, aunque en la mayoría de los casos existe la
propensión a prevalecer la disminución, que resulta más acentuada cuando se
preseca el material o se emplea algún bactericida enérgico como el
formaldehido.
Esta aminoración en la digestibilidad pudiera estar determinada, en lo
general, por un decrecimiento en la capacidad de digestión de la flora
microbiana de los animales cuando consumen ensilajes, por falta de
compuestos energéticos fácilmente fermentables o por otros factores
metabólicos no bien determinados aún. Todo parece indicar que las variaciones
que se producen en este indicador no son más que el reflejo de las variaciones
en la calidad de la conservación y no una deficiencia del proceso en sí (tabla
3.7).
DMO — Digestibilidad de la materia orgánica
Digestibilidad de la fibra bruta
Este indicador tiene tendencia a incrementarse en los ensilajes en relación
con los valores iniciales en que se encuentran en los forrajes, que resultan
mayores cuando no se emplean conservantes (tabla 3.8).
DFB — Digestibilidad dv la fibra bruta
Si se analiza esta respuesta desde el punto de vista nutricional, teniendo en
cuenta que durante las fermentaciones desaparece una buena parte de los
componentes celulares y que los carbohidratos estructurales más fácilmente
hidrolizables también participan como aportadores de pentosas, debería
esperarse más bien una disminución de la digestibilidad.
Sin embargo, los estudios sobre la actividad celulolítica de las bacterias
ruminales no indican cambios apreciables en la digestibilidad entre los forrajes
y los ensilajes obtenidos de ellos, y aunque se han señalado ligeros
incrementos para los ensilajes conservados y consumidos con partículas
grandes (mayores que 10 cm), estos no son lo suficientemente considerables
como para explicar los cambios ocurridos.
Para interpretar estos incrementos en la digestibilidad se han sugerido tres
hipótesis:
1. Que la fibra bruta se haga más digestible para los microorganismos
debido a la acidez del medio.
2. Que al conservar la misma digestibilidad intrínseca, la proporción que se
digiera sea mayor debido a un tiempo mayor de permanencia en el
rumen de los ensilajes.
3. Que no sea la misma fibra bruta la que se determina en los forrajes y en
los ensilajes producto de las transformaciones químicas sufridas durante
la conservación.
En la práctica se puede esperar una combinación de las tres hipótesis, pues
sus efectos como un todo son aditivos, aunque resulta evidente que se
necesitan estudios más profundos al respecto
3.4 Preguntas de comprobación
1. Enuncie y discuta cómo influyen las características de los forrajes que
se conservan como ensilajes en los procesos fermentativos.
2. Enuncie y discuta los factores que determinan la concentración de
carbohidrato soluble necesaria para obtener una estabilización adecuada
de los ensilajes.
3. ¿Cuáles son los principales tratamientos tecnológicos que se utilizan
en la fabricación de los ensilajes? Explíquelos brevemente.
4. ¿Cómo se pueden clasificar los aditivos que se utilizan en los
ensilajes? Explique brevemente las principales características de cada
uno de ellos.
5. ¿Qué condiciones de elaboración se deben tener en cuenta al
confeccionar el ensilaje?
Capítulo 4
Tecnologías de fabricación de ensilajes
Las tecnologías de fabricación de ensilajes se pueden dividir en tres
aspectos: tratamientos del forraje, tipos de silos a utilizar v proceso de
fabricación de los ensilajes.
4.1. Tratamientos del forraje
Dentro de las tecnologías desarrolladas para perfeccionar la conservación
de forrajes corno ensilajes, uno de los aspectos que más atención le han
prestado los especialistas ha sido el tratamiento que debe recibir el forraje,
pues de ello dependerá el proceso fermentativo que posteriormente ocurrirá
dentro del ensilaje.
4.1.1. Presecación del forraje a ensilar
Presecar un forraje para su conservación consiste en extraerle parte del
agua antes de introducirlo en el silo. La forma más utilizada consiste en segar
el pasto y dejarlo expuesto al sol y al aire durante un período comprendido
entre 3 y 24 horas, de acuerdo con el contenido final de materia seca que se
desee alcanzar.
En los últimos años se han desarrollado técnicas basadas en el empleo de
herbicidas y sales desfoliantes como el carbonato de potasio, los cuales
provocan el marchitamiento y la muerte de la planta y permiten realizar una
presecación directa; sin embargo, el alto costo que tienen, la contaminación
residual que dejan y las deterioraciones que provocan en los pastizales cuando
se emplean sobredosis han disminuido el interés inicial que presentaron. Esta
técnica es muy dependiente de las condiciones metereológicas. Cuando los
días son nublados y con poco viento, el tiempo necesario para alcanzar un
porcentaje de materia seca determinado es mayor que cuando el día es
soleado y con vientos rápidos.
La lluvia es el factor más determinante en las pérdidas que pueden ocurrir
cuando se conservan los forrajes mediante esta técnica, por las lixiviaciones de
los nutrientes y porque obliga a incrementar el tiempo de exposición hasta que
se vuelva a deshidratar.
Es por ello que cuando se planifica la confección de ensilajes proscenios se
impone la necesidad de no solo tener en cuenta las condiciones
meteorológicas imperantes ese día, sino también los pronósticos para los
próximos 3 o 4 días posteriores, según el tiempo que pueda demorar la
fabricación del ensilaje.
Otro factor a tener en cuenta es el tamaño del troceado. Con el incremento
de la materia seca los forrajes pierden capacidad de apelmazamiento, sus
estructuras se vuelven más rígidas y la porosidad intersticial aumenta; esto
facilita una mayor retención de aire, así como su renovación interna por las
corrientes convectivas durante el calentamiento inicial que siempre se produce
en la fase aeròbica de los ensilajes.
La mejor manera de minimizar estas dificultades es repicar el forraje a
dimensiones inferiores a 2 cm, para lograr acomodar más fácilmente las capas
de forraje durante el apisonamiento, cuestión no menos importante por los
aspectos anteriormente señalados. Cuando existan posibilidades puede
realizarse un tapado hermético mediante láminas de polietileno sobre las
cuales se puede colocar algún elemento compactante como tierra, neumáticos
desechados o pacas de heno. De no tener esta opción, entonces es
recomendable añadir una capa de 20 cm o más de forraje verde sin trocear de
manera que produzca una impermeabilización aceptable, aunque nunca es
total.
En condiciones de producción se presentan siempre dos incógnitas: qué
tiempo se necesita dejar expuesto el forraje para considerarlo presecado y qué
materia seca posee el material cuando está depositado en el silo.
La respuesta a ambas interrogantes en la mayoría de los casos se
proporciona teniendo como base el empirismo de quienes ejecutan la
fabricación, con los errores de apreciación que ello implica, aunque ya en la
actualidad existen medios técnicos que permiten disminuir en gran medida las
posibilidades de equivocación.
Las investigaciones realizadas en medio tropical han demostrado que cada
especie de forraje posee una velocidad de deshidratación propia, que en
términos biológicos equivale a decir que cada especie reacciona de forma
autóctona ante el estrés del corte y de las condiciones ambientales.
De esta manera, las especies de tallos gruesos, como los Pennisetum, se
deshidratan más lentamente que los otros forrajes también erectos pero con
tallos de menor diámetro, como los Panicum, y estos a su vez también con más
dificultad que los de porte rastrero como las Digitarias y los Cynodon.
A modo de ejemplo, en la tabla 4.1 se exponen las ecuaciones de regresión
halladas para el king grass y la hierba de guinea cv. Likoni, donde se relaciona
la materia seca alcanzada por ambos forrajes de acuerdo con los milímetros de
evaporación medidos en un evaporimetro desde el momento del corte. En
estas ecuaciones se aprecia que el término independiente se corresponde con
el contenido inicial de materia seca de los forrajes, mientras que el término b o
pendiente representa la velocidad .de deshidratación, la cual es mayor en la
hierba de guinea cv. Likoni que en el king grass.
En este caso, el hecho de que se emplee la evaporación libre como término
independiente tiene la ventaja de que este indicador integra en sí mismo un
grupo amplio de factores como son la velocidad del viento, la radiación solar, la
humedad relativa, entre otros.
Aunque el porcentaje óptimo de materia seca para conservar un forraje se
encuentra entre el 30 y 35 %, no siempre es aconsejable tratar de alcanzarlo
en todo momento, sobre todo en los forrajes donde el contenido inicial es muy
bajo o cuando las condiciones meteorológicas indiquen que no es
recomendable insistir; en estos casos es suficiente obtener hasta un 25 % de
materia seca, con lo cual se evita la formación de efluentes. Puede darse la
posibilidad de que en un mismo silo confluyan forrajes con materias secas
diferentes, sin que ello implique necesariamente una mala conservación.
Debido a que el número de labores se incrementa, esta técnica lleva
implícita una mayor organización en los procesos de corte y deposición de los
forrajes en los silos. Es necesario evitar tener corlada una cantidad de forraje
mayor que la que puede introducirse diariamente, así como tener previstos
para las áreas con altos rendimientos, equipos de volteo que faciliten la
exposición de las capas de forrajes que se hallen en las partes inferiores de la
siega. Los terrenos irregulares o que no hayan sido previamente
acondicionados no son recomendables para ejecutar el presecado ya que las
pérdidas en el campo se incrementan considerablemente y pueden llegar hasta
un 11 % por forraje no recolectado.
4.1.2. Laceración
El lacerado de los forrajes tiene como principio facilitar la extracción de los
jugos intracelulares, lo que acelera la disponibilidad de los nutrientes
imprescindibles para las bacterias. Se utiliza generalmente en especies
forrajeras con tallos gruesos y bajo contenido de materia seca, donde el
proceso se realiza de manera más eficiente.
El lacerado puede ser de dos tipos según el sistema de máquinas empleado:
por golpes, mediante martillos acoplados al tambor repicador de la
silocosechadora, o por compresión, donde los tallos son pasados por rodillos
que provocan la ruptura de la célula y extraen parle del agua. Este último
sistema puede acoplarse con la presecación, lo que contribuye a aumentar la
velocidad de deshidratación, aunque cuando se realiza de manera muy fuerte
puede provocar pérdidas de carbohidratos solubles y otros nutrimentos.
4.1.3. Troceado del material
La importancia que tiene el troceado de los lo mijes antes de ser
conservados ya ha sido objeto de discusión en el capítulo anterior, por lo que
no es necesario volver a comentar sobre el tema, aunque a modo de síntesis
se puede decir que el troceado óptimo de los forrajes está situado entre 2 y 4
cm y que tiene como fin mejorar la calidad de las fermentaciones, la
compactación y el consumo de los ensilajes.
4.1.4. Conservantes
Los detalles teóricos del empleo de los conservantes, al igual que el acápite
anterior, fueron objeto de estudio en el capítulo 3.
Desde el punto de vista práctico, hay que tener siempre en cuenta que los
conservantes no son elementos mágicos que transforman el forraje de mala
calidad en un ensilaje de buen valor nutritivo: no obstante, si se utilizan
consecuentemente resultan inobjetables sus potencialidades para contribuir a
mantener las propiedades de los ensilajes muy próximas a las que poseía el
forraje inicial.
Las condiciones ideales que debe tener un conservante son:
1. Su costo de empleo deberá ser menor que el beneficio que produce.
2. Ser fácil de aplicar y suministrar.
3. Ser capaz de inhibir la proteólisis.
4. Producir ensilajes con pocos ácidos orgánicos.
5. Permitir que los ensilajes sean estables después de abiertos.
A estas propiedades pudiera añadirse otra más: que sea de fácil adquisición
en el país que se emplee.
En la actualidad este conservante no existe, pero hay algunos que se
aproximan más que otros, como son el ácido fórmico, el nitrito de sodio y la
miel final en orden ascendente, en el caso de los ensilajes tropicales.
4.2. Tipos de silos a utilizar
Los silos se clasifican en: verticales y horizontales.
Cada uno de ellos tiene sus características propias con sus ventajas y
desventajas; el empleo de uno u otro estará en función de las posibilidades de
cada lugar en específico.
4.2.1. Silos verticales
En el orden histórico estos fueron los primeros silos que se utilizaron en la
fabricación de ensilajes, y seguían el mismo modelo que se empleaba para
conservar granos.
Los silos verticales consisten en estructuras de madera, hormigón, cinc o
acero, de forma cilíndrica para facilitar la compactación. En un principio una
parte o todo se encontraba bajo tierra, por lo que también eran conocidos como
silos pozos; sin embargo, con el desarrollo de la mecanización esta práctica fue
abandonada por lo engorroso de su extracción.
Los silos verticales se caracterizan por garantizar una alta hermeticidad,
tanto al aire como al resto de los factores ambientales, lo que permite que las
pérdidas no sobrepasen el 3 %. Los sistemas de carga y descarga se
encuentran totalmente mecanizados, lo cual facilita ejecutar todo el proceso de
fabricación y suministro con una mano de obra mínima.
No obstante, tienen como desventaja su elevado costo de construcción y
mantenimiento, además de no permitir mucha flexibilidad en lo referente a la
calidad y a las condiciones que debe reunir el forraje que se introduzca en
ellos.
Como primer requisito, es imprescindible que el forraje sea de buena
calidad, de manera que justifique el empleo de una técnica tan costosa;
además, que esté destinado a un grupo de animales con altos rendimientos de
leche y carne, ubicados de ser posible cerca de la instalación de forma tal que
puedan ser alimentados directamente del silo.
El forraje debe tener entre un 35 y 50 % de materia seca con el objetivo de
aprovechar al máximo la capacidad del silo y evitar efluentes, que dañan los
mecanismos de extracción, contaminan los alrededores del silo y corroen las
paredes interiores de este.
El troceado deberá ser lo más fino posible (menor que 2 cm), sobre todo en
los silos donde el llenado no se realice con la ayuda de esparcidores, para
evitar al máximo la retención de aire y facilitar que el propio peso del forraje
garantice la compactación.
Actualmente estos silos se utilizan cada vez menos, ya que los avances
técnicos logrados hacen que se empleen otros tipos de silos menos costosos y
complicados que los han ido desplazando; solo se aplican en granjas de muy
elevada tecnología y automatización.
4.2.2. Silos horizontales
Son los más utilizados y varían en complejidad de acuerdo con la tecnología
empleada. En ellos el forraje se coloca horizontalmente. Estos pueden ser: sin
paredes, con paredes, al vacío, conformados y de pacas redondas o
rectangulares.
Silos sin paredes
Estos son los más sencillos y menos costosos de todos los silos que se
pueden utilizar. Solo se necesita construir una explanada compacta de tierra,
rocosa u otro material similar, con una inclinación natural o artificial capaz de
permitir la salida de los posibles efluentes o de la lluvia, sin que se produzcan
estancamientos El tamaño de esta explanada prefija la capacidad del silo y no
se admite que el forraje la desborde, pues pierde toda su efectividad.
En general, la compactación de estos silos es deficiente, pues al no tener
paredes la tendencia del forraje es a expandirse lateralmente, por lo que
siempre deberá realizarse en todas direcciones.
La forma de estos silos debe ser alomada, sin hondonadas, de manera que
la lluvia pueda escurrirse sin producir acumulaciones en su superficie.
Cuando no se cubren con láminas de polietileno las pérdidas pueden llegar
desde un 20 hasta un 100 %, debido a que toda su superficie se encuentra
permanentemente en contacto con el exterior.
Casi siempre se trata que estos silos tengan al menos de 2 a 2,5 m de
altura, de forma que hacia el centro no penetren ni el aire ni la lluvia, ya que al
producirse una capa de materia orgánica en descomposición en la parte
externa, se logra una cierta impermeabilización a partir de que esta capa
alcance entre 15 y 30 cm. Es necesario recalcar que esta capa no permanece
estática, sino que va incrementándose progresivamente con el tiempo. En los
silos de poca altura, cuando se elimina la parte superior y la parte que está en
contacto con el suelo (que casi siempre son inconsumible), las pérdidas se
incrementan notablemente y lo que es peor, al realizarse la extracción se
mezclan las partes bien conservadas con las deficientes, lo que conlleva a
perder de hecho todo el ensilaje.
Silos con paredes
Este tipo de silo, nombrado generalmente como bunker, constituye un paso
de avance en relación con los anteriormente descritos, por disminuir de manera
apreciable los puntos de contacto con el exterior.
Su construcción consiste en dos paredes laterales, de madera, ladrillos,
bloques o planchas de concreto prefabricado, frecuentemente dispuestas en
forma de “A” invertida para contribuir a una mayor efectividad en el
apisonamiento y para que el propio peso del forraje depositado favorezca la
compactación. El piso es de hormigón o asfalto, aunque también se construye
de tierra o rocoso, con pendientes de escurrimiento de las paredes hacia el
centro y de ahí hacia fuera, para evitar que ocurran estancamientos internos.
No se recomiendan los sistemas de tragantes, ya que con el transcurso de los
años estos se inutilizan.
Sus capacidades oscilan desde algunos cientos de toneladas hasta 2 000 t o
más, de acuerdo con las necesidades del lugar donde se emplee.
El punto crítico de este tipo de silo, al igual que el anterior, estriba en el
llenado, por requerirse de una perfecta coordinación entre los remolques que
depositan el forraje y los tractores que llevan a cabo la compactación, ya que
de no ejecutarse simultáneamente pueden dejarse bolsas de aire que
provocarán calentamientos adicionales y enmohecimientos. Es por esto que en
los silos con capacidades mayores que 2 000 t el ancho mínimo utilizado es de
12 m, lo cual permite que mientras se deposita el forraje en una de las paredes
en la otra se proceda a la compactación; cuando las dimensiones del silo no
permiten esta operación, se hace necesario regular la capacidad de corte al
tiempo imprescindible de apisonamiento.
Un contenido de materia seca entre 30 y 35 % puede considerarse como
ideal para garantizar una buena calidad del ensilaje en este tipo de silo,
además de un aprovechamiento óptimo de su capacidad. Tenores superiores
son riesgosos, debido a que pueden ocurrir autocombustiones del forraje,
principalmente si no se recubre con láminas de polietileno; de no poder
utilizarse estas láminas, deben tomarse las mismas precauciones descritas
para los silos sin paredes. Las pérdidas en este caso oscilan entre un 10 y 15
% y resultan prácticamente nulas cuando han sido correctamente
hermetizados.
En algunos países, tanto tropicales como templados, se aplica una variante
de este tipo de silo, el llamado silo trinchera, el cual no es más que una
excavación directa en la tierra que emplea como paredes la propia tierra
adecuadamente compactada, aunque en la mayoría de los casos esta se
recubre con hormigón o planchas de algún material que evite el contacto
directo de esta con el forraje.
Entre las ventajas que tiene este tipo de construcción están el ahorro de
recursos, ya que no se requieren refuerzos adicionales en las paredes, y la
facilidad para realizar las labores de descarga y apisonamiento. Como
desventaja se señala que no se pueden construir en lugares donde el manto
freático esté alto ni en zonas con tendencia a inundaciones o fuertes lluvias.
También, resultan imprescindibles contenidos de materia seca superiores al 25
%, pues de otra manera las acumulaciones de efluentes arruinarían gran parte
del ensilaje.
Silos al vacío
Estos silos se construyen mediante dos mantas de polietileno, una en el
fondo y otra por encima de la masa ensilada, que se unen por sus bordes
mediante un sistema de presillas especiales, generalmente un tubo plástico
ranurado al cual se le inserta otro sólido, después de completado el silo.
El principio técnico de este tipo de instalación radica en confeccionar los
ensilajes en un tiempo mínimo, con un sellaje rápido y sin tener necesidad de
usar la maquinaria para la compactación, ya que la extracción del aire se
efectúa mediante una bomba de vacío especialmente diseñada para estos fines
o con el auxilio de la admisión de aire de un tractor.
El mayor problema de estos silos lo constituye la fragilidad de la envoltura,
pues los roedores, los pájaros o las condiciones meteorológicas adversas
perforan la estructura, por lo que se pierde la hermeticidad y con ella la mayor
ventaja del método.
Por otra parte, en la mayoría de los casos las mantas solo se pueden
emplear una o dos veces como máximo, lo cual implica realizar cada año una
nueva inversión.
Desde el punto de vista de la conservación las pérdidas son despreciables o
prácticamente inexistentes, sobre todo cuando se garantiza que no se
produzcan efluentes. Cuando no se esté seguro de que esto haya sido así, se
impone efectuar a partir del tercer día de conservación drenajes sucesivos
hasta que los efluentes cesen. Posteriormente, debe procederse a extraer
nuevamente el aire en cada operación que se realice.
Silos conformados
Los silos conformados pueden considerarse como una variante de los
anteriores, solo que la extracción del aire se ejecuta mediante una prensa,
acoplada a un mecanismo que introduce el forraje compactado de manera
continua en un forro tubular; al final, queda en el campo algo similar a una
salchicha de grandes proporciones. Las mayores ventajas que presentan los
silos conformados son sus altas densidades, lo que permite conservar una
cantidad apreciable de material en un volumen relativamente pequeño, y que
durante la utilización del ensilaje el resto de la masa conservada no se ve
afectada por la extracción. Por lo demás, se mantienen los mismos
requerimientos en el contenido de materia seca y las desventajas de los silos al
vacío.
Silos de pacas redondas o rectangulares
La alternativa de conservar forrajes en pacas surge como una solución
intermedia de los silos conformados, donde se aprovechan los avances
alcanzados en los sistemas de máquinas para la fabricación de henos, las
cuales permiten una gran simplificación de la mano de obra y una alta
productividad.
La configuración de las pacas está en función del conformador empleado; a
las redondas les corresponde una mayor cantidad de forraje por unidad de
volumen, mientras que las rectangulares facilitan un almacenaje más fácil.
La característica principal que presentan las pacas es su alta densidad, lo
que impide la penetración del aire y la lluvia en su interior y permite una
adecuada conservación a la intemperie, aunque usualmente se almacenan
cobijadas con polietileno y cuando son redondas también en bolsas
individuales. Como su peso sobrepasa los 200 kg y llega en ocasiones hasta
900 kg, las manipulaciones y su distribución tienen que realizarse con el auxilio
de máquinas especiales.
Las pérdidas en este sistema son mínimas, por lo que permite realizar
balances muy precisos del alimento disponible para la época en que escasean
los forrajes. Al igual que en los anteriores silos, es imprescindible un contenido
de materia seca superior al 30 % para garantizar la eficiencia del sistema.
De lo hasta aquí expuesto se puede concluir que dentro de la diversidad de
tipos de silos que actualmente existen para conservar los forrajes, cada país,
región o productor debe escoger el que le sea más factible, de acuerdo con sus
recursos financieros y posibilidades, sin perder de vista que dentro de ciertos
límites el tipo de silo tiene una influencia secundaria en la conservación de los
ensilajes si se guardan las reglas establecidas para su confección. El objetivo
final y único del sistema que se adopte será siempre procurar la mayor
hermeticidad posible y cuando esto no se logre hay que tener conciencia de los
resultados que se pueden esperar.
4.3. Proceso de fabricación de los ensilajes
La fabricación de un ensilaje es, sin duda, un proceso complejo. Muchos son
los factores que pueden influir de manera positiva o negativa y en los cuales la
acción del hombre juega un papel significativo. De hecho, se puede afirmar que
en este proceso se resume la aplicación de todos los conocimientos teóricos y
prácticos adquiridos y que el éxito o el fracaso de la conservación se decide en
la forma de elaborar el ensilaje.
Cuestiones tales como la potencia de los tractores, el tipo de
silocosechadora empleada, la capacidad de los remolques, el estado técnico de
la maquinaria, las habilidades y las experiencias de los operadores, las
características del forraje y del terreno, la distancia media entre el área
forrajera y el silo, así como los pretratamientos previstos para los forrajes a
conservar, decidirán en un momento determinado qué composición deberá
tener un grupo operativo para la fabricación del ensilaje. Por esta razón,
comenzaremos proporcionando una idea acerca de las principales maquinarias
que se utilizan en la confección de ensilajes y después cómo organizarías para
ejecutar un trabajo eficiente.
4.3.1. Máquina de corte
Existen tres grandes tipos de silocosechadoras: por impacto, mediante
cuchillas rotatorias y por cizalla.
Todas pueden poseer o no un tambor repicador, el cual se encarga de
disminuir el tamaño final del forraje.
Las primeras son las más sencillas y rústicas. Su sistema de corte consiste
en un grupo de cuchillas en “L” montadas sobre un rotor, que cortan el forraje
por impacto, el cual es impulsado por un alimentador hasta la torre y de esta a
la carreta. Su capacidad de trabajo es baja, proporcionan forrajes largos (de 10
a 25 cm) y tienden a provocar aspiraciones de tierra producto del movimiento
circular del rotor.
Algunas variantes de este tipo de silocosechadoras incluyen un segundo
órgano de repique, pero son poco eficientes como es el caso de las SPKZ-160
de fabricación original checa y que actualmente se construyen en Cuba.
Las silocosechadoras que siegan mediante cuchillas rotatorias tienen la
ventaja de ser más productivas y proteger mejor el rebrote del forraje al realizar
un corte más neto, sin provocar laceraciones de los tallos, por lo que evitan así
posibles ataques de insectos y hongos. El tamaño del troceado generalmente
es mejor (de 5 a 10 cm), aunque todavía no puede considerarse como óptimo.
No son utilizables en terrenos irregulares, donde abunden piedras u otros
objetos duros, pues se incrementa el número de roturas.
Usualmente las silocosechadoras antes descritas no son autopropulsadas y
requieren de un tractor para su funcionamiento.
El corte por cizalla, por constituir un sistema más reciente, se encuentra
frecuentemente en silocosechadoras de gran capacidad de corte, con
autonomía de desplazamiento y órganos de repique con cuchillas giratorias
sobre un tambor acoplado al sistema de elevación del forraje hasta la torre.
Constituye la tendencia actual de las silocosechadoras modernas. Al igual que
en el caso anterior protege el rebrote posterior del forraje.
Estas máquinas son más eficientes en la misma medida en que maniobran
en grandes superficies, aunque se requieren terrenos bien nivelados y libres de
obstáculos.
Su nivel de troceado oscila entre 0,5 y 3 cm, según sea la regulación que se
le aplique o la resistencia que le haga el forraje al repicado; los forrajes de
tallos gruesos son más fácilmente reducidos a pequeñas partículas que los
estoloníferos.
En Cuba está difundido el empleo de la silocosechadora alemana E-281 con
la cual se ha obtenido buenos resultados y su uso se amplía cada vez más en
las empresas ganaderas.
Con el incremento de la fabricación de ensilajes presecados en Cuba, se ha
comenzado a emplear dentro de las brigadas de producción una segadora
concebida para la confección de henos, que dada su alta productividad se
adapta perfectamente a esta técnica. Se conoce por las siglas E-302 y es de
fabricación alemana.
Esta máquina posee un sistema de rodillos capaces de lacerar en cierta
medida los forrajes de tallos gruesos como los del género Pennisetum e induce
una mayor velocidad de desidratación.
4.3.2. Remolques
Existe una amplia gama de estos equipos, donde el volteo puede ser lateral,
hacia atrás, mediante torberas o con pisos móviles. También sus dimensiones
presentan una gran diversidad, desde 8 hasta 15 m3 o más.
El peso que pueden transportar siempre está en correspondencia con su
tamaño, mientras que el peso real transportado dependerá del tamaño del
troceado y del contenido de materia seca del forraje.
No siempre se le ha prestado suficiente atención a la importancia que tiene
el utilizar remolques de grandes dimensiones en la fabricación de ensilajes; en
la mayoría de los casos se tiende a incrementar el número de equipos y no su
volumen.
A modo de ejemplo, el solo hecho de emplear un remolque de 10 m3 en
lugar de uno de 7,3 m3 implica un aumento de un 3 % en la capacidad de
transportación.
En el caso de los forrajes presecados este aspecto se vuelve más decisivo,
ya que la densidad disminuye en relación directa con el aumento de la materia
seca de estos.
4.3.3. Implementos para la compactación
Para ejecutar esta acción es posible utilizar tanto tractores de goma como de
estera, pero resultan más empleados los primeros; sin embargo, los equipos de
estera son más efectivos debido a que son más pesados.
Para los tractores de goma se recomienda invertir los panes de los
neumáticos con el objetivo de aumentar la fricción y facilitar las maniobras
durante las labores de apisonamiento, llenar las gomas con agua para
aumentar su peso e incrementar la distancia entre las gomas traseras con
vistas a proporcionarles mayor estabilidad. Cuando se disponga de tractores
con doble tracción, estos deben ser empleados con preferencia en estas
labores, debido a que permiten incrementar la altura y la pendiente de los silos
sin paredes y ejecutar los movimientos de subida más fácilmente.
En elemento técnico que se debe tener muy en cuenta es el de no permitir
que los implementos de compactación en sus maniobras hagan contacto con el
suelo mientras evolucionan, pues ello implica una forma de contaminar
permanentemente el ensilaje con tierra.
4.3.4. Equipos para la distribución de conservantes
En la adición de conservantes se emplean diversos implementos más o
menos especializados en función del estado físico del conservante en particular
y de si se va a añadir durante el corte o después de depositado el forraje en el
silo.
La mejor forma de distribuir los conservantes es directamente en él sistema
de elevación del forraje en la silocosechadora, para aprovechar las turbulencias
que allí se producen y garantizar una homogeneización más eficaz del
conservante con el forraje, y cuando llega al silo ya está listo para su
compactación. Sin embargo, este método presenta como inconveniente que
cuando se trata de conservantes más o menos volátiles una parte se pierde por
evaporación y cuando son sólidos la propia corriente de aire impulsora del
forraje los esparce fuera del remolque.
La dosificación en estos casos se efectúa mediante bombas peristálticas o
por gravedad en los líquidos y con una asperjadora para los sólidos.
La forma más sencilla de introducir un conservante es por capas, después
de depositado el forraje, aunque tiene el inconveniente de no lograrse una
adecuada homogeneización, principalmente en los conservantes sólidos que
sean poco solubles en agua. En los líquidos esta dificultad es menos evidente
debido a que una parte siempre percola hacia las partes inferiores del silo.
Los equipos más empleados son desde un simple recipiente con una
regadera en forma de “T” hasta una manguera a la cual se le coloca un
aditamento aspersor en una fumigadora a presión, si se trata de líquidos;
cuando los conservantes son sólidos se puede esparcir manualmente si no son
corrosivos o con una abonadora pequeña de acción centrífuga, si se trata de un
silo con paredes.
Es conveniente insistir en que, en todos los casos, es necesario proveer de
medios de protección humana para la manipulación y distribución de los
conservantes, así como los antídotos imprescindibles según sea la naturaleza
de estos. Las maquinarias deberán ser lavadas cada vez que se termine la
jornada, en especial, si se trata de compuestos corrosivos.
4.3.5. Organización del proceso de fabricación
La fabricación de un ensilaje es una labor compleja en la que intervienen
muchos factores. La máxima eficiencia estará dada por la productividad que se
alcance en cada uno de los pasos que esta fabricación conlleva. El
acoplamiento entre la máquina de corte con los equipos de tiro de forraje hacia
el silo, es la llave maestra que garantiza la eficiencia y subordina al resto de las
operaciones que se deban ejecutar.
La manera más simple de ajustar las necesidades de maquinaria es
relacionando los indicadores siguientes:
t1 -- tiempo de llenado del remolque en el campo;
t2 -- tiempo de ida y vuelta al silo;
t3 -- tiempo de inmovilización del remolque en el silo.
Estos tiempos a su vez están determinados por las condiciones reales de la
fabricación:
a) t1 depende de la productividad de la silocosechadora, del rendimiento
del área y de la capacidad de carga de los remolques;
b) t2 depende de la distancia del silo al área forrajera, de la velocidad con
que se pueda transitar y de las operaciones de arrimo y maniobras
necesarias en el campo;
c) t3 depende de las operaciones de descarga y eventualmente de la
necesidad de efectuar enganches para subir los equipos de tiro sobre el
silo o de si se está añadiendo algún conservante.
Cuando la suma de los tiempos t2 y t3 es inferior a t1 es suficiente con dos
remolques. De ser mayor, se requiere agregar nuevos equipos de tiro hasta
que sean iguales o muy próximos, ya que de todos los factores que inciden, el
indicador t2 es el más factible de disminuir.
En la práctica se procede de la manera siguiente: supongamos un tiempo de
llenado de 8 min (t1), una distancia de 2 km con un tiempo de ida y vuelta de 12
min (t2) y una retención en el silo de 5 min (t3). Entonces se establece la
proporción siguiente:
Es decir, que inicialmente se necesitaría cuatro remolques. Si
posteriormente la distancia se acorta, es posible disminuir esta cantidad a 3 y
así sucesivamente se podrá reajustar el número de remolques.
4.3.6. Equipos para la extracción de los ensilajes
La extracción del ensilaje puede ser manual o mecanizada.
La extracción manual, además de ser extremadamente engorrosa, presenta
una productividad baja por hombre, aproximadamente una tonelada por hora, lo
cual resulta insuficiente cuando se trata de vaquerías de producción.
En la extracción mecanizada, si bien los volúmenes son mucho mayores (de
20 a 25 t/h), se requiere prestar una atención esmerada a la eliminación de las
partes inconsumibles por el animal. Estas partes son las zonas superiores de
los silos no tapados con láminas de polietileno, donde la acción de la lluvia y el
sol convierten al forraje en materia orgánica en descomposición, las zonas en
contacto con las paredes que no hayan sido adecuadamente compactadas o
que se les haya introducido agua de lluvia por escurrimiento y, en ocasiones,
las zonas inferiores cuando el silo no se haya construido sobre plataformas
compactadas o se presenten acumulaciones de efluentes.
Es de vital importancia evitar que el ensilaje bien conservado se mezcle con
las partes afectadas, ya que puede traer por consecuencia una disminución
importante del valor nutritivo del alimento y en las situaciones extremas un
rechazo total por parte del animal.
En Cuba, la extracción mecanizada se realiza con alzadoras de caña
adaptadas a este trabajo o mediante retroexcavadoras dentadas ensambladas
sobre un tractor.
Estos tipos de máquinas o sus similares requieren que durante su trabajo,
además del operador, se prevea un obrero manual que tendrá la
responsabilidad de separar las zonas deterioradas, ya que estos equipos no
tienen la precisión necesaria para ejecutar una selección eficiente del ensilaje
en buen estado y del deteriorado. Otro inconveniente que tienen es el efecto
descompactador que realizan en la masa ensilada, que exponen a la
degradación aeróbica una parte considerable del frente de extracción, al no ser
posible ejecutar una delimitación neta entre la parte que se carga en los
remolques y la dejada para el próximo día.
Por otra parte, no es correcto efectuar destapes anticipados con el objetivo
de simplificar las extracciones sucesivas del ensilaje, va que la reentrada de
aire que se produce destruye el producto conservado.
En la actualidad existen otras máquinas adaptadas para la extracción de los
ensilajes, donde mediante un sistema de cuchillas acopladas a un rotor se
pueden cortar verticalmente los ensilajes, a la vez que poseen suficiente
maniobrabilidad como para descartar las partes deficientes y solo enviar hacia
los remolques de distribución las que tengan una adecuada calidad. La mayoría
están acopladas a un sistema elevador por banda, aunque también se
producen otras con cargue directo, de manera que el mismo operador puede
distribuir el ensilaje.
4.4. Pérdidas en los ensilajes
Es factible agrupar las pérdidas que ocurren en los ensilajes en términos de:
materia seca y valor nutritivo. A su vez, estas también se dividen en evitables e
inevitables según sea su naturaleza. Las primeras revisten mayor importancia
no solo por la magnitud con que pueden producirse, sino también porque en
ellas incide más el sistema tecnológico empleado.
En el caso de los forrajes conservados como ensilajes existe la impórtame
particularidad de que el productor no sabe la magnitud de las pérdidas hasta
que no comienza a utilizarlos, dado el carácter hermético que lleva implícito el
proceso.
4.4.1. Pérdidas de materia seca
Las disminuciones en la materia seca inicialmente depositada en un silo
están determinadas por las pérdidas por partes inutilizables del ensilaje,
pérdidas por efluentes y pérdidas en forma de gas. Todas pueden ser
minimizadas cuando se emplean correctamente las reglas técnicas de la
conservación.
Pérdidas por partes inutilizables del ensilaje
Las incidencias con que puede presentarse este aspecto negativo resultan
extremadamente variables, debido a que en estas confluyen varios factores
simultáneamente.
El tipo de silo es generalmente la causa más importante, cuestión ya
estudiada en el capítulo 3. El orden de las pérdidas hallado en forma
ascendente es: en los silos torres menor que en los silos con paredes y estos a
su vez menor que los silos sin paredes, con cifras que oscilan desde 0 hasta 20
%. Cuando no se emplean coberturas herméticas como las láminas de
polietileno, las pérdidas se incrementan entre un 10 y 30 %. Si la compactación
se ejecuta difidentemente y el silo está sin hermetizar, la destrucción puede
llegar a ser total; en caso contrario, se forman bolsones de hongos en mayor o
menor cuantía, según haya sido el aire residual dejado.
Pérdidas por efluente
La producción de efluentes en los ensilajes está en relación directa con el
contenido de materia seca del forraje y cesa cuando el material alcanza
aproximadamente el 25 %.
Las pérdidas pueden oscilar entre 5 y 20 %, aunque son fácilmente evitables
si se preseca el forraje antes de introducirlo en el silo.
Los efluentes tienen otro inconveniente adicional que no siempre se toma en
consideración, pero que no deja de ser importante: son altamente
contaminantes del ambiente. Existen disposiciones que prohíben verterlos
hacia alientos de agua potable, a la voz que destruyen los suelos en los
alrededores del silo.
Perdidas en forma de gas
Estas pérdidas se producen fundamentalmente por mediación del CO2 que
generan las bacterias coliformes, heterolácticas y clostrídicas al metabolizar los
carbohidratos, aunque también existen otras en forma de metano, amoníaco e
hidrógeno.
Ellas ocurren en cualquiera de las fases de conservación, pero son más
intensas en la fase aeróbica y durante la utilización de los ensilajes. Por su
propia naturaleza son muy difíciles de estimar directamente, pero es conocido
que disminuyen con el aumento de la materia seca y de la hermeticidad, al
igual que cuando se emplean conservantes acidificantes; mientras que
aumentan cuando no se adiciona ningún conservante o si se usan mieles de
caña o de remolacha. En general, se consideran como normales las pérdidas
que oscilan entre 2 y 6 % de materia seca.
A modo de resumen, se puede decir que en condiciones óptimas de
conservación el mínimo de pérdidas se encuentra entre el 7 y 10 %, pero a
partir de que el proceso de fabricación se realice más alejado de las
condiciones ideales, las pérdidas de materia seca se incrementarán hasta
llegar al límite extremo de perder todo el material que se deseaba conservar.
4.4.2. Pérdidas en el valor nutritivo
Aunque este acápite ha sido estudiado en el capítulo 3, resulta necesario
insistir en algunos aspectos importantes. El consumo es el indicador más
afectado por la conservación, seguido de la digestibilidad de los compuestos
nitrogenados y dentro de la digestibilidad la eficiencia con que se metabolizan
estos compuestos.
Las pérdidas inherentes a las fermentaciones que implica el proceso de
conservación están dadas fundamentalmente por una disminución de la
energía neta de los ensilajes en relación con los forrajes que les dieron origen,
por las transformaciones que sufren los carbohidratos solubles o solubilizados;
aunque factores como la reentrada de aire, la deficiente compactación, el
troceado, el tipo de silo y la hermetización inadecuada siempre tendrán
mayores incidencias.
4.5. Utilización de ensilajes para la producción de leche
Una vez establecidos los principios que rigen la fabricación de los ensilajes
queda por establecer cómo obtener la masa verde necesaria para este fin y
cómo optimizar la utilización del producto terminado, aspectos que serán
abordados seguidamente.
Hay que prever los forrajes y las áreas que serán destinadas a la
conservación. En la agricultura moderna no existe cabida para la improvisación.
Desde que está finalizando el período seco, el ganadero debe hacer una
inspección de sus áreas, analizar el estado de sus pastizales y pronosticar de
cuánta área puede disponer para la campaña de ensilaje, sin comprometer la
alimentación de los animales.
Con estos elementos se podrá priorizar la distribución del fertilizante
disponible y hacer un calendario de fabricación, sin olvidar que rendimiento y
calidad están estrechamente unidos.
De acuerdo con el tipo de área a emplear, se deberá establecer una
estrategia de aprovechamiento. Si se cuenta con un área forrajera
independiente, se realizará su último corte próximo al inicio de la primavera;
con ello se garantizará, al menos, dos cortes pura la conservación y un tercero
como reserva en función de las necesidades para su utilización como forraje
verde.
Por el contrario, si solo se dispone de áreas de pastoreo, entonces se
impone segregar, lo cual se puede ejecutar sin afectar la producción de leche,
aspecto que ha sido comprobado. El sistema consiste en, a partir de una
explotación con una carga entre 2,5 y 3,0 vacas/ha en el período comprendido
de mayo a julio, segregar el 50 % del área, fertilizar la parte no pastoreada con
60 kg de N/ha y conservar el excedente. De agosto a octubre segregar solo el
25 % y confeccionar heno; comenzar a pastorear toda el área a partir de
noviembre hasta abril y utilizar como suplementos los alimentos conservados.
Ya en posesión de la reserva para el período menos lluvioso, queda por
definir cómo lograr el máximo aprovechamiento del ensilaje.
El ensilaje no puede suministrarse como único alimento. Las
transformaciones físicas, químicas y bioquímicas que sufren los forrajes al ser
ensilados, hacen que su nivel de ingestión sea inferior al que se obtendría si
estos se ofrecieran en fresco, además de presentar menor eficacia en la
utilización de la proteína y la energía, lo cual implica menos producción v la
pérdida de peso.
El pastoreo restringido resulta una buena opción para utilizar los ensilajes.
Estudios realizados con el objetivo de formular métodos de alimentación para el
período seco han demostrado que cuando se emplean ensilajes en una ración
mixta y se incluye en el manejo de 3 a 4 horas de pastoreo, el rendimiento de
leche se incrementa en 1,7 kg/vaca/día, mientras que un mayor tiempo de
acceso al pasto no causa aumentos adicionales en la producción. Este sistema
presenta una ventaja adicional: evita el sobrepastoreo en una época en que el
pasto no crece. Cuando el ensilaje forma parte de una ración mixta, garantiza
la producción de leche en animales estabulados sin pérdidas de peso. Cuando
los ensilajes se acompañan con otro forraje se logran incrementos en su
consumo entre 7 y 20%, donde los valores menores corresponden al empleo
de heno y los mayores al uso de forraje verde.
Con la adición dé heno a razón de 2 a 3 kg/vaca/día o de una proporción 40
% de forraje verde y 60 % de ensilaje, se logra incrementar la producción de
leche en 0,5 kg/vaca/día y se alcanzan además ganancias de peso vivo.
Cuando el forraje suministrado es caña de azúcar, si bien el incremento se
mantiene, el precio por litro de leche aumenta debido al mayor costo de este
forraje en cosecha y transportación.
En dietas con ensilajes siempre se debe suplementar con proteína
verdadera. La proteína cruda presente en los ensilajes, independientemente de
que su tenor sea alto o bajo, siempre se encuentra en forma soluble en no
menos de un 60 %. Esto provoca que casi en su totalidad sea degradada en el
rumen y que solo una pequeña parte atraviese hacia el resto del aparato
digestivo, donde es utilizada mucho más eficientemente.
Por otra parte, es conocido que una parte importante de los aminoácidos
sulfurados, como la arginina y la lisina, pueden ser degradados por las
bacterias de la conservación, lo cual puede provocar carencia de estos
nutrimientos y afectación del consumo de los ensilajes. Es por ello que se hace
necesario aportaren la dieta proteínas que provengan de cereales o de harinas
de carne o pescado.
No obstante si bien los niveles crecientes de suplementación proteica en
dietas donde se inclinen ensilajes permiten incrementar la producción de leche
desde 1,0 hasta 1,3 kg/kg de concentrado, es importante señalar (pie cuando el
nivel de suplementación sobrepasa el 30 % de la materia seca total ingerida,
comienza a producirse un electo sustituido en detrimento del consumo del
ensilaje, que hace menos eficiente la utilización del producto conservado y más
costoso cada kilogramo de leche obtenido por esta vía.
4.6. Preguntas de comprobación
1. Diga las principales características de los pastos que se ensilan en
nuestro país.
2. ¿Cuáles son los tipos de silos más comúnmente utilizados? Explique
brevemente las características de cada uno de ellos.
3. Haga una descripción de la maquinaria que normalmente se emplea
en la fabricación de los ensilajes.
Capítulo 5
Henificación
La henificación fue el primer proceso desarrollado por el hombre para
conservar parte de los forrajes verdes sobrantes en la época de lluvia con
el fin de utilizarlos durante los meses de seca, o lo que es lo mismo, en la
época de escasez de pastos o forrajes verdes.
5.1. Principios de la henificación
La producción de pastos y forrajes es estacional a pesar de todos los
adelantos técnicos, como son la introducción de nuevas variedades, el riego y
la fertilización, por lo que siempre es necesario conservar la hierba de la época
de lluvia y hacer reservas para los meses de seca.
Por otra parte es conocida la conveniencia de suministrar heno a los
terneros, vacunos y otros animales herbívoros para desarrollar y mejorar su
función ruminal. Además de completar sus dietas en la época de escasez.
La hierba fresca contiene alrededor del 70-85 % de amia \ cuando este tenor
se reduce a un 15-25 % mediante la desecación, puede almacenarse en forma
de heno sin riesgo de que se deteriore, siempre que se proteja de la lluvia. La
sencillez del proceso y su larga tradición convierten a la henificación en uno de
los principales métodos de conservación.
El objetivo de la henificación es reducir el contenido de agua de los forrajes
verdes lo más rápidamente posible para que puedan almacenarse en grandes
cantidades sin que se presente una fermentación pronunciada o que se
enmollezcan. La henificación debo realizarse de tal manera que el forraje no se
decolore no pierda sus elementos nutritivos y se mantengan al mínimo las
pérdidas de hojas.
La principal dificultad de la henificación estriba en hacer disminuir
rápidamente el contenido en agua, con el fin de eliminar las células vegetales
antes de que la respiración y las fermentaciones consuman las reservas
nutritivas de la hierba.
5.2. Factores que afectan la calidad de los henos
Por la dependencia que tiene la fabricación de heno de las condiciones
meteorológicas no siempre se le ha prestado una adecuada atención a
determinados factores que están vinculados con los pastos y que tienen gran
importancia, como por ejemplo las posibilidades de lluvia y la humedad relativa
imperante en el momento de la confección de las pacas. Las tecnologías de
conservación de forrajes en forma de heno tienen sus preceptos y solo con su
aplicación consecuente se puede lograr un producto final estable y de buena
calidad.
5.2.1. Características del material a henificar, estado de madurez,
fertilización y especies de pastos
Los pastos a henificar deben presentar como características fundamentales
las siguientes: bajo contenido de agua, alto porcentaje de hojas, buen
contenido de proteínas y otros elementos nutritivos, no poseer tallos muy
gruesos, que permitan ser cortados frecuentemente, que respondan bien al
riego y la fertilización, en fin, que tengan buena digestibilidad y consumo y que
se puedan henificar rápidamente, todo lo cual permite obtener un producto de
calidad con el mínimo de pérdidas.
Un bajo contenido de agua, alrededor del 70-75 % o menos, permite un
rápido secado, disminuye las pérdidas por respiración y fermentación y al
mismo tiempo reduce las posibilidades de afectaciones climáticas, las cuales
se pueden presentar en períodos muy largos de exposición del material en el
campo.
Las hojas son la parte de la planta de mayor contenido de elementos
nutritivos, más digestibilidad y mejor consumo, por lo que generalmente un
elevado porcentaje de hojas trac aparejado consigo un alto valor nutritivo; al
mismo tiempo los tallos, que tienen menor valor nutritivo, sufren una
disminución proporcionalmente.
Las plantas que tienen tallos muy gruesos son muy difíciles de secar, por lo
que generalmente no deben ser utilizadas para la henificación.
La henificación no mejora la calidad del forraje, sino que esta depende de la
que tenía en el momento del corte, por lo que hay que tener muy en cuenta el
estado de madurez. Está más que comprobado que las plantas muy jóvenes
poseen un mayor valor nutritivo, pero presentan en ese estado un rendimiento
muy bajo, por lo cual es necesario conjugar ambos factores, es decir, calidad y
rendimiento de nutrimentos por área.
En la mayoría de los pastos que se prestan para la henificación en nuestro
país, el momento óptimo de cosecha se presenta entre las 5 y 10 semanas de
rebrote, lo cual generalmente coincide con el momento de inicio de la floración,
dependiendo de otros factores tales como la época del año, la especie y la
fertilización.
La fertilización nitrogenada puede influir marcadamente en las
características antes señaladas; por ejemplo, si el contenido de agua y de tallos
es excesivo, y en muchos casos, aunque aumente el contenido de nitrógeno de
la planta, esto puede ser a expensas de incrementar los contenidos de
nitrógeno soluble, nitritos, nitratos y otros compuestos nitrogenados y no de
proteínas como tal. Por el contrario, una baja fertilización nitrogenada trae
consigo un pobre contenido de proteínas y otros compuestos nitrogenados, y
por consecuencia un menor valor nutritivo del forraje y del heno. Es
recomendable fertilizar las partes a henificar con alrededor de 50-60 kg de N/ha
en cada corte.
Para la obtención de henos con la calidad y en la cantidad requerida es
necesario contar con las áreas o bancos de henificación destinadas
específicamente para este propósito. Estas áreas deben ser mecanizables y
recibir la atención agrotécnica adecuada, así como seleccionar las especies de
pastos que reúnan los requisitos para ser henificados.
En nuestro país se explota un considerable número de especies y
variedades de pastos que reúnen las características necesarias para obtener
henos de buena calidad y que responden a los requerimientos y a las
exigencias de la henificación. Pueden nombrarse entre estos la pangola
(Digitada decumbens), las bermudas (Cynodon dactylon), el buffel (Cenchrus
ciliaris), la hierba guinea (Panicum maximum), el rhodes (Chloris gayana), el
pasto estrella (Cynodon nlemfuensis), las brachiarias (Brachiarias decumbens y
mutica), además de otros que se encuentran en fase de introducción; también
se puede contar con algunas leguminosas promisorias.
5.2.2. Pérdidas de nutrimentos que ocurren en el campo y durante el
almacenamiento
La henificación lleva consigo pérdidas inevitables que, según sea favorecida
la desecación del forraje verde por las condiciones climáticas y se realice
rápidamente, o por el contrario, sea obstaculizada por la lluvia o por la escasez
de insolación, serán más o menos grandes. Dichas pérdidas pueden ser de tipo
químico y físico y ocurren tanto durante la fabricación como en el
almacenamiento. Estas dependen de las condiciones climáticas, las cuales
acelerarán o retrasarán el tiempo de la fabricación e implicarán realizar una
mayor o menor manipulación del material durante la elaboración, así como que
se eleve el contenido de humedad con que se almacena el heno, todo lo cual
influirá en las pérdidas durante el almacenamiento.
La hierba verde contiene aproximadamente de un 70-85 % de agua,
mientras que el heno solo se conserva bien con una humedad inferior al 20 %.
Una vez cortados los forrajes verdes, aparecen rápidamente las modificaciones
físicas y químicas; la más evidente es la disminución del contenido de agua
acompañada de una pérdida de materia seca.
Las células de las plantas recién cortadas permanecen vivas y continúan
respirando, con producción de vapor de agua y anhídrido carbónico,
acompañado de un desprendimiento de calor. La respiración es de mayor
intensidad si la planta es fresca y joven, pero la temperatura se eleva menos si
la masa de forraje tiene más humedad.
En todos los casos, la respiración y la acción enzimàtica conllevan a una
disminución del porcentaje de materia seca total, así como a pérdidas que
afectan a las partes más digestibles de los glúcidos y de las materias
nitrogenadas; ocurren también cambios en la coloración por destrucción
oxidativa de los pigmentos, de mayor interés en los carotenos por ser
precursores de la vitamina A, los cuales pueden disminuir considerablemente
durante la henificación natural.
Las perdidas fisiológicas se mantienen hasta que la planta no ha alcanzado
alrededor del 60-65 % de materia seca y acarrea una disminución del 10-15 %
del valor nutritivo total. Para reducirlas, es necesario buscar los métodos y las
técnicas que aceleran la desecación hasta alcanzar el porcentaje de materia
seca antes señalado, pues la experiencia demuestra que las pérdidas son
proporcionales a la duración de este proceso.
Las pérdidas mecánicas ocurren durante el volteo, hilado, esparcimiento,
empacado, cargue y transporte, las cuales serán más o menos importantes de
acuerdo con el número de manipulaciones, el grado de sequedad, la especie y
variedad vegetal, y el contenido y la fragilidad de las hojas.
En efecto, generalmente en la henificación de las leguminosas se pierde una
cantidad de hojas bastante mayor que en el caso de las gramíneas y en ambas
las pérdidas serán mayores cuando la desecación sea muy alta, sobre todo por
una manipulación excesiva. El total de pérdidas ha sido valorado entre el 5-10
% de la materia seca v el 10-15 % en del valor nutritivo para forrajes de
gramíneas, donde corresponde un 35 % a las hojas. Estas pueden ser
reducidas con el empleo de máquinas modernas de recolección y
principalmente con el empacado directamente en el campo.
A medida que transcurre el tiempo de exposición al sol las pérdidas de
proteína se incrementan y alcanzan alrededor del 40 % cuando existen buenas
condiciones climáticas, mientras que pueden llegar a superar el 70 % cuando el
clima es adverso, en dependencia de varios factores entre los cuales se
encuentran fundamentalmente la intensidad solar, la especie o variedad, la
edad de las plantas, las precipitaciones y otros. Junto con las pérdidas de
proteína, se presenta el incremento de la fibra bruta, lo cual indica reducción en
la calidad del material henificado a medida que se incrementa el tiempo de
exposición al sol.
El efecto del lavado por la lluvia es variable y depende principalmente del
momento de la fabricación en que ocurre la precipitación, del número de veces
y de su intensidad. Si las precipitaciones ocurren cuando la hierba está recién
cortada, que la planta aún está viva, prácticamente no existirán afectaciones;
mientras que si la lluvia cae cuando el heno está terminado, que las células
están muertas, las afectaciones por el lavado de los elementos nutritivos serán
considerables. En este último caso llegan a ocurrir pérdidas del 60-70 % de la
proteína y también de minerales por lixiviación. En definitiva, durante el proceso
de henificación en el campo siempre van a ocurrir disminuciones de energía,
vitaminas y proteínas, aun cuando las condiciones climáticas sean buenas, que
van a estar alrededor del 30 %; mientras que los minerales sufrirán reducciones
insignificantes, solo importantes en el caso de las precipitaciones.
El tipo de máquina que se utilice para el corte influye en las pérdidas de
nutrientes, especialmente en el contenido de caroteno. Se ha comprobado que
las máquinas troceadoras de forraje provocan una mayor pérdida de caroteno,
debido posiblemente a una mayor exposición a la intensidad solar, pues se ha
podido observar que la velocidad de desecación se incrementa con respecto al
material entero, el cual demora más en secarse y pierde menos caroteno.
Cuando el formaje ha sido secado hasta un nivel de 75-80 % de materia
seca, se puede almacenar sin que se produzcan fermentaciones ni desarrollo
de microorganismos que resulten de importancia; aunque hasta que no se haya
reducido por debajo del 10 % la humedad del heno, estarán presentes estas
afectaciones por la actividad de los microorganismos provenientes del terreno y
de las plantas.
La desecación incompleta del forraje o la humedad que puede adquirir por
efecto de la lluvia o el rocío pueden elevar el grado de humedad a más del 20
% en el momento del almacenamiento, que conjuntamente con el aumento de
la temperatura favorece la proliferación de hongos y bacterias que producen
enmohecimientos y putrefacciones, lo cual provoca deterioros en el heno y el
surgimiento de sustancias tóxicas que afectan a los animales que lo consuman,
así como la destrucción de partes importantes de los azúcares, almidones y
vitaminas principalmente, pero atacan también a las proteínas y a las grasas.
Las pérdidas de materia seca son bajas, del 5-10 % cuando el heno es
almacenado con menos del 20 % de humedad y la temperatura sobrepasa los
40 ºC; mientras que si el heno es almacenado húmedo estas pueden alcanzar
del 15-20%.
Las pérdidas en el almacenamiento bajo techo durante 5-6 meses, si
mantiene el heno un buen grado de sequedad, no sobrepasan el 5 % de la
materia seca. El forraje henificado no debe conservarse de un año para otro,
pues por efecto de la oxidación y la desintegración que provocan ciertos
microorganismos se pierden los principios nutritivos y la digestibilidad de los
nutrimentos, además de incrementarse el contenido de fibras que lleva consigo
un aumento del trabajo de masticación y de digestión, lo cual determina una
pérdida del 10-15 % del valor nutritivo con respecto al forraje verde.
5.3. Métodos de fabricación
En la práctica, los procedimientos de henificación al alcance del productor
son actualmente tres, los cuales se describen a continuación:
1. Henificación natural.
2. Desecación en el campo hasta un determinado contenido de
humedad y posteriormente en un henil con aire caliente o sin calentar.
3. Desecación en un henil con aire caliente o sin calentar.
En el método de henificación natural el forraje cortado se extiende al sol.
Este procedimiento de desecación resulta económico, pero depende
estrechamente de las condiciones ambientales. Se elegirá para realizar la
henificación un período de varios días de buen tiempo y se tomará como guía
las condiciones climáticas históricas o el pronóstico del tiempo de una estación
meteorológica cercana.
Es aconsejable segar por las mañanas, después que haya desaparecido el
rocío, pues este se seca con dificultad cuando hay hierba segada y depositada
sobre el terreno. El corte en horas del mediodía o la tarde no es aconsejable,
pues aunque la hierba contiene menos agua, no se obtiene ventaja alguna en
la velocidad de desecación, incluso se demora más tiempo el heno en estar
completamente terminado. Los mejores resultados se obtienen cuando se
realiza el corle por la mañana y se deja la tarde para el resto de las
operaciones del proceso de henificación.
El área a cortar debe adaptarse de acuerdo con las posibilidades de realizar
las restantes operaciones, tales como el hilerado, esparcimiento, volteo,
empacado, transporte y almacenamiento, lo cual dependerá de los recursos
disponibles, el estado del tiempo y el rendimiento del forraje verde.
Desde el instante en que la parte superior de la hierba segada aparezca un
poco seca, 3 o 4 horas después del corte es conveniente esparcirla y voltearla;
en cambio, por la tarde es preferible reunir el forraje, con el objetivo de impedir
que absorba la humedad de la noche.
Es decir, durante varios días hay que realizar una serie de operaciones,
alternándose el esparcimiento de la hierba y el volteo durante el día y apilado
durante la noche, lo cual dependerá del estado del tiempo, la época del año, el
volumen de forraje y la variedad a henificar.
Diversos ensayos han mostrado que no es necesario hacer más de dos
volteos al día con buen tiempo, o tres con tiempo nublado, e incluso en
excelentes condiciones solamente es necesario un volteo al día en horas de la
tarde.
El tiempo de exposición al sol puede variar de acuerdo con los factores ya
mencionados, pero en sentido general ha sido comprobado que con buenas
condiciones climáticas son suficientes de 2 a 3 días y en días nublados o con
ligeras precipitaciones es necesario mantener el heno durante 4 o 5 días de
exposición. Con exposiciones prolongadas no se gana en contenido de materia
seca y en ocasiones lo que ocurre es que el heno adquiere humedad.
Una vez alcanzado un estado de sequedad suficiente, el forraje puede
recogerse para su almacenaje. La recogida se puede hacer a granel, en rollos y
empacado; este último es el más utilizado en nuestro país actualmente. El
grado de sequedad que debe buscarse para efectuar la recogida del heno
depende del tipo de recogida y del tipo de prensa o empacadora que se utilice.
Si se trata de empacadoras que trabajan a baja densidad (de 50-75 kg/m3
de presión y con pacas de 8-15 kg de peso) es posible recogerlo pronto,
cuando el heno contiene aún un 40 % de humedad. Estos aparatos dan,
efectivamente, pacas de heno flojas que continuarán su secado
posteriormente. Es muy aconsejable, por tanto, realizar la operación pronto con
el fin de evitar el peligro de la lluvia y disminuir las pérdidas de hojas, y dejar
después las pacas sobre el terreno durante 3 o 4 días.
Con empacadoras que trabajan a mediana densidad (pacas de 15-25 kg de
peso y presión de 75-175 kg/m3) será preciso esperar más para empacar, o
sea, cuando el heno haya alcanzado un 25 % de humedad. En este caso, el
heno no corre gran riesgo de afectarse por lluvias ligeras y puede permanecer
en el campo algunos días, aunque siempre es preferible recogerlo y
almacenarlo rápidamente bajo techo o en pirámides.
Por último, las empacadoras de alta densidad (presión de 175-200 kg/m3 y
pacas con pesos de 35-50 kg) exigen esperar hasta que la desecación sea
perfecta (por debajo del 18% de humedad) para comenzar el empacado, por lo
que este método está práctica mente desechado, pues es difícil en nuestras
condiciones climáticas alcanzar semejante grado de sequedad en los henos
fabricados en el campo directamente.
Cada uno de los métodos restantes de empacado tienen sus ventajas y
desventajas. Sin embargo, siempre que haya problemas de capacidad de
almacenaje, parece que las empacadoras de baja densidad bien manejadas,
permiten lograr un heno de superior calidad. Además, la manipulación de pacas
ligeras resulta más fácil, y el hecho de estar el heno plegado y prensado sin
estar cortado por la empacadora, hace que disminuyan las pérdidas en el
momento de su distribución.
Hay dispositivos que permiten acelerar el secado y de este modo reducir las
pérdidas.
El enrollador adaptado detrás de la hoja de la segadora voltea la hierba
recién cortada y la dispone en varios rollos aireados que se secan con mayor
rapidez que el forraje dispuesto en capas sobre el terreno.
El aplastador de forraje, que provoca una ligera rotura de los tejidos,
favorece también la evaporación del agua y permite así reducir en un 40% el
tiempo de secado al sol.
La henificación sobre secadores permite una gran independencia al
productor, ya que el forraje va directamente del campo al almacén sin correr los
riesgos climáticos.
La duración de la henificación de la hierba sobre el terreno puede también
reducirse mediante el procedimiento de secado complementario en el henil, en
el que se hace circular una corriente de aire a temperatura normal o caliente a
través de la masa de forraje que todavía contiene del 40 al 50% de humedad.
Cuando la hierba se ha secado hasta un 50 % de humedad, se halla en el
período más peligroso, lo cual puede evitarse si se recoge cuando se
encuentre en este punto y se termina su secado por medios artificiales. Un
método cada vez más popular es el del henil desecador, en el que el forraje
parcialmente secado se extiende en un local, cuyo piso permite el paso de una
corriente .de aire frío o ligeramente caliente producida por uno o varios
ventiladores y fuentes de calor.
El aire inyectado que pasa a través de la hierba arrastra la humedad y
produce un secado progresivo. Las plantas que necesitan aire frío resultan más
económicas que las que requieren aire caliente, pero algunas veces,
especialmente en las regiones muy húmedas (como ocurre en nuestro país) o
durante las noches, la humedad del aire puede ser tal que el efecto secador es
nulo o muy pequeño, por lo que en tales condiciones es necesario el
calentamiento del aire.
Antes de introducir la hierba en el henil debe lograrse que el contenido de
humedad se reduzca al 35-45 % en 24-36 h y que no tenga agua superficial;
además, debe tratarse con mucho cuidado para que no pierda hojas y que no
se introduzca hierba verde.
El henil desecador se carga inicialmente hasta una altura de 2,40 m y se
somete a una corriente de aire frío por un período de 3 o 4 días. Durante este
tiempo el material asienta, se continúa el llenado y se procede nuevamente a
inyectar aire, y así sucesivamente hasta llenar totalmente el henil.
El tiempo de secado puede reducirse a 3 días si en el último de ellos se
emplea aire caliente. En general, se puede aminorar el costo del calentamiento
al disminuir el paso de aire por el ventilador. En la mayoría de los casos, el
henil desecador no debe ser más que un auxiliar del equipo normal de
henificación y un recurso para los casos de emergencia.
Aunque una parte del forraje puede secarse en el henil cuando las
condiciones climáticas no Son buenas, conviene que la mayor proporción se
henifique por los métodos tradicionales, ya que estos constituyen el medio de
henificación más económico.
El heno empacado con un contenido de humedad del 35-45 % puede
terminarse de secar en el henil con aire caliente, mientras que es necesario
disminuir de 3-35 % la humedad en los casos en que no se utilice ventilación.
Las pacas deben colocarse en el henil muy juntas unas de otras hasta
formar columnas de 2,7 m de altura aproximadamente (seis pacas) para que
puedan continuar su secado natural y posteriormente proseguir con las capas
necesarias hasta que esté totalmente lleno el henil. Estas pueden permanecer
en el henil hasta el momento del consumo o sacarse para otro almacén sin
ventilación forzada, con el objetivo de utilizar el henil para secar nuevas pacas
de heno. En los casos en que se piense en un almacenamiento prolongado,
pueden cubrirse con pajas o heno de mala calidad para evitar su deterioro.
Generalmente no es recomendable empacar henos cuyos contenidos de
humedad sean superiores al 30 %, a menos que posteriormente pueda
recurrirse a la ventilación artificial; por debajo de estos porcentajes de humedad
el heno puede almacenarse y continuar su secado natural sin que ocurran
grandes pérdidas.
Una precaución que debe observarse rígidamente es que el heno no debe
empacarse o almacenarse cuando exista humedad superficial, pues las
pérdidas son considerables. Solamente en los casos extremos que no existan
empacadoras puede almacenarse el heno a granel, pero esto ocasiona
generalmente pérdidas elevadas de nutrimentos.
El heno puede almacenarse al aire libre, siempre que sea en forma de
pirámide y por poco tiempo y en pacas; la pirámide debe cubrirse con paja o
heno suelto de mala calidad. Lo más recomendable es el almacenamiento bajo
techo y no por tiempo prolongado.
El heno debe almacenarse siempre por orden de fabricación y ser utilizado
en este mismo orden estrictamente, pues se ha comprobado que en períodos
de más de 3 meses de almacenamiento, aun en buenas condiciones, la calidad
disminuye considerablemente, especialmente porque las hojas se deterioran
rápidamente a causa del desprendimiento o por ataque de los
microorganismos.
En nuestras condiciones puede fabricarse heno durante todo el año, lo que
permite contar siempre con heno fresco y de buena calidad. La mejor época se
encuentra a finales de lluvia o principios de seca y durante toda la seca,
siempre que se cuente con riego.
El heno debe ser destinado preferentemente a terneros y ganado en
desarrollo, pero también es beneficioso a las demás categorías de bovinos y al
resto de los rumiantes y herbívoros, por lo que hay que considerarlo un
alimento complementario que debe estar disponible todo el año en la cantidad y
calidad requerida, de suma importancia para la época de escasez.
5.4. Preguntas de comprobación
1. Mencione y discuta las características que deben reunir los pastos y
forrajes para henificar.
2. Mencione los pastos y forrajes que presentan buenas características
para henificar. Explique.
3. ¿Qué tipo de pérdidas ocurren durante la henificación?
4. ¿Qué tipo de pérdidas y en qué magnitud ocurren durante el
almacenamiento?
5. ¿Qué características debe reunir el área para la fabricación de henos?
6. Explique cuáles son los objetivos de la henificación.
7. ¿A qué tipo o categoría está destinado el heno?
8. Explique brevemente los métodos de empacado más utilizados.
9. Explique los métodos de henificación más empleados.
10. ¿Qué influencia tienen las condiciones climáticas en la henificación?
11. ¿Cuáles son los métodos de recolección y almacenamiento más
utilizados?
12. ¿Qué época es la mejor para la fabricación del heno?
Bibliografía