Confirmación tema 6

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Confirmación Tema 6: Nacemos a la fe en una comunidad: La Iglesia es madre. Objetivo: Descubrir que la Iglesia se convierte en madre por la Palabra de Dios fielmente recibida. Oración: “Señor, que mi escucha atenta a Tu Palabra me lleven a reconocer a la Iglesia universal como madre acogedora de todos los hombres” La madre ocupa un lugar único y primordial en la vida ordinaria de los hombres. Ella es la tierra fecunda de la que nacemos. Ella es Eva, es decir, madre de los vivientes (Gn 3, 20). Su amor materno presenta dos aspectos fundamentales: uno es el cuidado y la responsabilidad absolutamente necesarios para la conservación de la vida del niño y su crecimiento. El otro va más allá de la mera conservación; es la actitud que engendra en el niño el amor a la vida. La misma idea se expresa en este simbolismo bíblico. La madre es como la tierra prometida, una tierra que mana leche y miel (Ex 3, 8). No es una tierra austera donde simplemente se sobrevive, sino una tierra fértil y espaciosa donde además se hace dulce el vivir. Una madre debe ser una persona feliz, amante de la vida. La madre constituye un símbolo utilizado frecuentemente en la historia de la salvación para expresar lo que es Jerusalén y la Iglesia. Jerusalén, centro de la tierra prometida, es en Israel la ciudad madre por excelencia de la que sus hijos obtienen alimento y protección. Y sobre todo, la justicia y la fe en Dios, como Señor de los acontecimientos de su historia. En el seno de la comunidad eclesial se gesta al hombre nuevo El simbolismo del nuevo nacimiento es bastante común en

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ConfirmaciónTema 6: Nacemos a la fe en una comunidad: La Iglesia es madre.

Objetivo: Descubrir que la Iglesia se convierte en madre por la Palabra de Dios fielmente recibida.

Oración: “Señor, que mi escucha atenta a Tu Palabra me lleven a reconocer a la Iglesia universal como madre acogedora de todos los hombres”

La madre ocupa un lugar único y primordial en la vida ordinaria de los hombres. Ella es la tierra fecunda de la que nacemos. Ella es Eva, es decir, madre de los vivientes (Gn 3, 20). Su amor materno presenta dos aspectos fundamentales: uno es el cuidado y la responsabilidad absolutamente necesarios para la conservación de la vida del niño y su crecimiento. El otro va más allá de la mera conservación; es la actitud que engendra en el niño el amor a la vida. La misma idea se expresa en este simbolismo bíblico. La madre es como la tierra prometida, una tierra que mana leche y miel (Ex 3, 8). No es una tierra austera donde simplemente se sobrevive, sino una tierra fértil y espaciosa donde además se hace dulce el vivir. Una madre debe ser una persona feliz, amante de la vida. La madre constituye un símbolo utilizado frecuentemente en la historia de la salvación para expresar lo que es Jerusalén y la Iglesia. Jerusalén, centro de la tierra prometida, es en Israel la ciudad madre por excelencia de la que sus hijos obtienen alimento y protección. Y sobre todo, la justicia y la fe en Dios, como Señor de los acontecimientos de su historia. En el seno de la comunidad eclesial se gesta al hombre nuevo El simbolismo del nuevo nacimiento es bastante común en las religiones de la humanidad. Nuestro nuevo nacimiento es consecuencia de una semilla de Dios depositada en nosotros (1 Jn 3, 9), la Palabra de Dios, es decir, Cristo (1 Jn 2, 14; 5, 18). Recibir la predicación del evangelio es, por tanto, recibir la Palabra de Dios. Recibir la Palabra de Dios es ser concebido como hombre nuevo. Esta semilla crece en el seno materno de la comunidad eclesial. Así, el que se prepara al bautismo no es un individuo aislado; vive en una Comunidad que lentamente le va gestando hacia su nacimiento como hombre nuevo. La institución catecumenal responde a esta función maternal de la Iglesia. Nacemos a la vida de fe en el seno de la comunidad. La fe de cada 

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uno de los miembros de la Iglesia no es sólo un acto individual. Es participar de la fe de la Iglesia. El hombre que continúa la predicación apostólica y se convierte a la fe se incorpora a la comunidad creyente congregada por el Padre en Jesucristo y mediante el Espíritu Santo. Convertirse a la fe viva en Cristo Jesús, anunciado por los enviados de Jesús, es asociarse a la comunidad de fe que es la Iglesia. Nacemos a la fe en una comunidad de fe. El creyente que desde niño ha sido educado en la fe, crece como creyente en el seno de la Iglesia participando de la fe de toda la Iglesia. Esta Iglesia Madre en la que nacemos no es sólo la comunidad local. Es la Iglesia universal, una, santa, católica y apostólica presente en cada comunidad local. El proceso de gestación del hombre nuevo concluye en el nacimiento. Así el bautismo, sacramento de la fe, es el misterio por el que un hombre nace a la fe. La Iglesia celebra este acontecimiento como una gran fiesta suya. El cristiano debe amar a la Iglesia con amor filial. La Iglesia ha de alimentar el gozo, fruto del Espíritu Santo, el gozo de la celebración (especialmente de la Eucaristía), el gozo de las Bienaventuranzas, el gozo de la fraternidad cristiana.

Para reflexionar y compartir:

¿Qué significa para vos?:

* Como una tierra que mana leche y miel. * Jerusalén, ciudad madre. * La Iglesia, nueva Jerusalén. * En el seno de la comunidad se gesta el hombre nuevo. * Nacemos a la fe incorporándonos a una comunidad. * La comunidad da a luz al hombre nuevo. * Como niños recién nacidos. * La Iglesia es madre.