Concurso Penales Cuento Ganador

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  • 8/10/2019 Concurso Penales Cuento Ganador

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    Primer lugarEL SANTO OFICIO DEL TRIBUNAL

    Alberto Glvez Olaechea

    EP MIGUELCASTROCASTRO, LIMA

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    Es plata hueva, dijo Paco. El riesgo es mnimo. Solo hayque tener cuidado a la hora de meter la merca en las latas yluego colocarlas en medio del contenedor, para que pase laaduana sin complicaciones; los vistas estn arreglados, ase-ver.

    Paco E., uno de mis clientes, me propuso lo que, segnl, sera el negocio de mi vida, algo sencillo y que me permi-tira ganar dinero, rpido y mucho. Mi empresa iba bien ypoda costearme un tren de vida holgado, aunque sin lujos.Pero es fcil querer ms. Sus palabras tranquilizadoras, perosobre todo la cantidad de billete que me pint, terminaron dedesvanecer mis dudas. Una suma tan sustanciosa me permi-tira importar un par de mquinas para mejorar la cadena deproduccin y la cmara de enfriamiento, o tal vez un viaje porel mundo con mi mujer o, mejor an, con mi secretaria, a laque una oferta as la hara caer redondita.

    Tres das despus, por la madrugada, tras recibir de PacoE. un par de bultos, entr a la planta y personalmente puselas cosas en su lugar. No quera que ningn empleado viera

    lo que haca. El vigilante fue el mudo y desconcertado testi-go de mis desusados movimientos, pero no hay boca que por

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    una buena propina no se cierre. Adems, yo era el dueo yeso siempre otorga un plus de conanza. Por la maana laempresa de transporte recogi la carga, se la llev al puerto,

    pas todos los controles y, sin el menor problema, la embarc.

    Esos das viv con el corazn en la boca. Mi mujer andabapreocupada por mis insomnios.

    Qu te pasa, amor?, me pregunt, no duermes,comes poco y fumas demasiado ser que la empresa vamal?. Hay algo de eso, respond evasivo.

    Solo cuando me informaron que el contenedor haba sidodesembarcado sin problemas en Hamburgo, pude volver adormir de corrido una noche completa

    y recuperar el apetito. Entonces reapareci Paco E., conun maletn en la mano y la sonrisa en el rostro. Se sent en elsof de mi ocina, cruz las piernas y me mir con calmosasuciencia.

    Toma, esto es tuyo, dijo extendindome un maletnque pesaba como el carajo. Lo cog, abr el cierre y mir aden-tro: casi me cago. Eran fajos de dlares. Tena las piernas ojasy deb sentarme. Paco E. solt la carcajada al ver mi nerviosis-mo. Tranquilo, viejo, tmalo con calma y disfrtalo. Descan-sa mientras preparamos el prximo envo, aadi, mientrassacaba un cigarrillo y lo encenda. Las cosas han salido per-fectas, en realidad el embarque de esta vez era solo de prueba,la prxima s ser en grande y sabrs lo que de veras se puedeganar en este negocio.

    Qued fro. Para m este haba sido el primero y el lti-mo. El dinero que haba ganado era ms que suciente y noestaba dispuesto a pasar ms situaciones de angustia como las

    de las ltimas seis semanas.

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    Mira, Paco, dije sin mirarlo directamente. Te agra-dezco que me hayas dado la oportunidad de ganar dinero ex-tra que me ser de gran utilidad, no voy a negarlo, pero este

    asunto no es para m, sufro demasiado, me pongo tenso, heperdido peso, tengo gastritis y ya mi mujer piensa que tengouna amante. No cuentes conmigo.

    Paco E. lanz una risotada desabrida y me mir de unamanera que me produjo escalofro. Apag el cigarro, descruzlas piernas y con voz cortante que no admita rplica, prori:

    Oye, viejo, de este negocio solo se sale cuando noso-tros decidimos. Ests adentro y tenemos la llave. As es quelo mejor que puedes hacer es tranquilizarte, guardar tu platay pensar en qu invertirla. Reljate, hombre, y aprovecha laoportunidad que se presenta una vez en la vida. Se levan-t, se dirigi hacia la puerta, la abri y, sin mirarme, aadi:Volver cuando tengamos lista la siguiente remesa paracoordinar los detalles. Sali sin volver la cabeza.

    ***

    El ambiente es irrespirable. Tengo que pegar la cara a lareja para buscar un poco de aire y frenar las nuseas que merevuelven las tripas. Pensar que antes de m debieron pasarpor este sitio miles de sujetos y que otros tantos deslarndespus, lo cual ciertamente no me consuela, pero pone misituacin en perspectiva. Dejo que mis ojos se adapten a lasemipenumbra, pues la tenue iluminacin que llega por elventanuco de arriba apenas impide que me tropiece con mispropios pies. Por ah entra tambin el rugido de los autos yel quedo golpeteo de apurados pasos de los transentes. Lahabitacin es mediana, pero alta; las paredes, sucias y llenas

    de inscripciones talladas con alguna pa; el piso, pegajoso.

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    Acerco la nariz al muro y vislumbro cosas como aqu estuvoel Cojo Denis, Adelina, te amo, o se busca vivo o muertoal ltimo de los destructores, que se entremezclan con penes

    descomunales y corazones de tarjeta postal. Un gracioso convocacin de lsofo ha grabado encima del urinario un sabioaforismo: agradece que lo que tienes en la mano no lo tengas en elculo. Cuando llegu por la maana, el lugar estaba casi vacoy se fue llenando, al punto que para cerrar la puerta tuvieronque apretujar a los ltimos. Poco a poco se fue vaciando, con-forme la gente se distribua entre las diferentes salas y juzga-dos que los requeran. Despus del medioda empez el pro-

    ceso inverso, abarrotndonos hasta la noche en que nos llevande vuelta a nuestros penales de origen. Una jornada es tanextenuante que aoro el duro camastro como a un plcido ho-gar, al que llego fatigado para dormir sin apenas desvestirme.

    ***

    La historia del segundo embarque es la de mi desgracia.Ya no eran unas cajas dentro del contenedor, sino uno comple-to. Tres toneladas debidamente envasadas con la etiqueta dela empresa y todo. El trabajo era perfecto, a prueba de detec-tores y perros policas. Todos los detalles estaban meticulosa-mente previstos por la organizacin de Paco E., todos. Salvoque los gringos tenan un informante dentro de la banda.

    Cayeron justo cuando el contenedor era trasladado delpuerto al barco. Los policas salieron como moscas de losrincones e intervinieron a los del camin y a la tripulacin,del capitn al cocinero. Luego vinieron a la fbrica, dondeigualmente nos levantaron a todos, incluido el guachimnsilencioso.

    Esa maana, al llegar, haba notado algo raro en las in-mediaciones de la planta. Trat de persuadirme de que eran

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    mis nervios los que me jugaban una mala pasada. De pronto,al nal de la tarde, el vendedor de emoliente que haba vistoen la esquina por primera vez irrumpi en mi ocina y me

    encaon. Tras l asom el que pareca ser el ocial a cargo,quien la semana anterior se haba presentado como un clienteinteresado en los productos de la empresa y que, al partir, medej una sensacin extraa. Camin hacia m y, de improviso,me dio un puetazo en el estmago que me dobl, e inmedia-tamente dijo:

    Huevn, ya perdiste, te espera una larga temporada

    entre rejas. A lo mejor no sales nunca. Lo nico que podramejorar tu situacin es que me entregues a Paco E. y los mexi-canos. Sabemos que eres la fachada y lo que queremos es que-brar la organizacin.

    No conozco a ningn mexicano, contest a duras pe-nas, boqueando y tratando de recuperar el aire, solo a Paco E.,pero no s dnde encontrarlo. Siempre es l quien me busca.

    Peor para ti, so cojudo, espet iracundo. Llvenlo!orden a los dems tipos que haban llenado la habitacin enun instante, revolviendo todo.

    Me esposaron, me vendaron, me subieron a una camio-neta y partimos. Parecan felices mientras conducan a granvelocidad haciendo silbar la circulina. Pregunt a dnde mellevaban y una feroz cachetada me disuadi de cualquier otrointento de averiguar por mi destino. De rato en rato sonaba uncelular y se reportaban anunciando que marchaban sin proble-mas. Estaba aturdido y, pese a mis ganas de urdir una coartadasalvadora, no poda pensar en nada coherente. Se mezclabanen mi mente imgenes inconexas de mis pocas estudiantiles,de mi familia, de mi trabajo. Tena miedo y ganas de llorar. De

    pronto, la camioneta se detuvo. Uno de los tiras anunci lallegada y recibi rdenes que no pude descifrar. Esperamos.

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    De pronto, me quitaron la venda y me pidieron la llavede mi casa. Medio aturdido an por la cachetada y el viajevendado, saqu el llavero del bolsillo y lo entregu. Bajamos

    cuando ya haban tomado el vecindario. Abrieron la puerta yentraron raudamente pistola en mano, listos para el enfren-tamiento. No haba nadie. Mi mujer probablemente haba sa-lido de compras. Di gracias a Dios de que mis hijos estuvie-ran a esa hora en el colegio. Comenzaron a buscar y pusieronla casa patas arriba. Hurgaron rincones, destriparon cojines,chancaron pisos y paredes, y a la pasada se comieron lo quehaba en la refrigeradora.

    Entretanto lleg mi mujer. Su rostro descompuesto mos-traba una mezcla de espanto y desconcierto al encontrar sucasa ocupada, y a m esposado y maltrecho en medio de lasala.

    Pase, seora, dijo uno de los policas con un gesto decortesa que agradec interiormente. Disculpe las molestias,

    pero estamos investigando unos hechos delictivos en los queest involucrado su esposo. Mi mujer boque como si le fal-tara el aire. Sintese si desea, mientras nosotros terminamosde revisar, acot el tombo,

    amable.

    ***

    La sala penal est formada por tres vocales, dos varonesy una dama. Los tos pintan canas y la ta es rubia con su plata.Llegan a las audiencias vestidos impecablemente, como parauna esta de etiqueta. El ms pequeo de ellos se repantiga enel silln, cierra los ojos sospecho que durmiendo, aunquequin sabe si concentrado en el interrogatorio, permanecien-do en esta posicin hasta que suena la campanita de n de la

    audiencia; entonces se para como impulsado por un resorte y

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    sale raudamente del saln sin mirar a nadie. La mujer se man-tiene inmutable; a veces toma breves apuntes en su libreta yreposa su mirada penetrante sobre quien est hablando. Es la

    que ms me asusta de los tres pues, segn los comentarios, eshonesta. El tercero es el presidente de la sala. Entra siempreal ltimo, parsimonioso, con un aire de ensayada majestad sesienta en el silln del medio y observa a todos, sopesando elambiente. Llama al polica de la puerta dndole indicaciones,habla al odo a la secretaria y toca la campanita de inicio dela sesin. Ordena y conduce el debate. Contesta su telfonocelular, escribe interminablemente en su laptop y, al nal de

    la audiencia, vuelve a tocar la campanita. Parece un directorde orquesta que espera aplausos al comienzo y al nal de lafuncin, pero que exige silencio absoluto en el transcurso deesta. Para l, los acusados somos solo un elemento y no pre-cisamente el ms importante de la puesta en escena. Lostres son inescrutables, como si llevaran puestas mscaras decarnavales. No puedo leer en ellos el menor gesto de empata,lo cual me desconsuela, porque estoy en sus manos.

    El scal me escogi para ser el primero en pasar por sufuria inquisidora, lo cual me pone en una situacin desventa-josa respecto a mis dems co-acusados. El tipo es un peladoregordete y de malas pulgas. He ledo su acusacin escrita mal escrita, por cierto y he sentido la fuerza de su poder,de su desprecio por los acusados y por la gramtica. Tuvo unprimer agarre con los abogados en la primera audiencia a pro-psito de unos testigos y de ciertos documentos. Pude sentirsu mirada arrogante y despectiva, y la suciencia de su vozinfatuada. Dicen que es el scal estrella del Ministerio Pblicoy que utilizar este caso para escalar posiciones y satisfacer suego ante la prensa. Se nota que le gusta la peliculina. Aunque,a decir verdad, este es el mal del siglo: todos quieren salir enla foto y los celulares con cmara han convertido al mundo en

    un gran set de televisin.

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    Los abogados son un coro de lo ms desaliado; hombresy mujeres de todas las edades y todos los pelajes. Unos vienenatildados y olorosos, mientras otros parecen haber dormido

    con el terno puesto. Ponen sobre los pupitres los maletinesllenos de papeles, en los que hurgan de rato en rato. Hay quie-nes intervienen de manera pertinente, citando leyes y cdi-gos, y hay quienes divagan hasta que el presidente de la salales pide que vayan al grano. Entran en tropel cuando estamosesperando ya un rato. En general son puntuales, salvo unaseora un poco mayor que llega siempre corriendo apuraditay, como para hacer pasar inadvertida su tardanza, pide la pa-

    labra. A veces dormita, al punto que en una ocasin su vecinodebi darle con el codo, pues roncaba. Luego de un silenciodesconcertado hubo una carcajada general salvo del vocalque permanece con ojos cerrados, quien ni se inmut, lo queconrma mis sospechas de que duerme. Fue el nico mo-mento genuinamente humano en un evento completamenteritualizado y desprovisto de alma.

    Mi abogado es un tipo joven, elegante y que parece te-nerse mucha conanza. Interviene con propiedad y, despusde cada una de sus atingencias, me mira como esperandomi aprobacin. Yo le hago un gesto con la cabeza y l sonrecomplacido. Ha aprendido rpido el arte de vender ilusiones,e insiste en que vamos ganando por puntos la pelea, que haconversado con no s qu secretario y que este le ha asegu-rado que mi caso va por buen camino y que los vocales meven con buenos ojos, y cosas por el estilo. Por supuesto que espuntualito en lo que respecta a sus honorarios.

    El procurador es el otro actor. Se trata de un gordo mo-etudo, con su terno indescriptible y la expresin hipcritatallada en la cara. Lo percibo ms siniestro que el scal, pueshabla melosamente ante el tribunal, pero despotrica cuando

    los periodistas le ponen delante un micrfono. Es el arma conla que cuenta para intimidar a cuanto magistrado lo contradi-

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    ce. A pesar de su mediocridad, o quiz precisamente por ella,ha adquirido un poder enorme. Sus jefes posiblemente pien-sen que su conducta implacable les es provechosa. Tal vez sea

    as, aunque quiz llegue el da en que el monstruo que hancreado se les escape de las manos.

    ***

    Ya ests dispuesto a colaborar?, me pregunt alodo el tombo amable, a quien poda identicar por la voz, a

    pesar del vendaje.

    Yo siempre he estado dispuesto, seor, contest envoz baja.

    Habla fuerte, cojudo, me grit otro en la otra orejasobresaltndome, mientras me daba un golpe plano en la ca-beza que me aturdi.

    Dir todo lo que s, seor, grit. Todos los que esta-ban en la habitacin soltaron la carcajada.

    Me haban llevado a la dependencia policial especializa-da donde permanec horas vendado y parado en un rincnde la habitacin en la que me introdujeron. Sospech que ha-ba otras personas por los cuchicheos que se producan a misespaldas. Me fui enterando de la magnitud del problema enque estaba metido. Supe que mi banda la conformaban 83personas, entre los habidos y los no habidos. ramos los 25tripulantes del barco, 44 trabajadores de mi empresa (entreellos el guachimn que llora desconsoladamente), el choferdel camin con su ayudante y yo. Los 11 restantes, los mexica-nos y Paco E. han podido ponerse a buen recaudo. Por azares

    del destino, termin siendo el protagonista de una telenovelaen la que haba participado apenas como actor de reparto.

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    Estuve incomunicado, sin dormir y sin comer, hasta quetres das despus un abogado apareci. Alguien lo haba reco-mendado a mi mujer que, desesperada, lo contrat sin ms.

    ***

    Lleg la hora de la verdad, me toca enfrentar el interro-gatorio del scal. Siento un nudo en el estmago. S que laprensa estar presente y maana saldr en los diarios quizincluso esta noche en la televisin la forma como me con-

    duje. Se hablar de mis palabras y mis silencios, mis gestos ymis posturas. Cmo mantener una actitud digna sin, al mis-mo tiempo, parecer arrogante?, podr resistir la embestidainquisidora, presta a explotar toda brecha en mi escudo de-fensivo? He descartado la opinin de mi esposa de que debopedir perdn y llorar, para que los jueces se conmuevan y mepongan una pena mnima. Ya me han advertido en el penalque este viejo truco ya no paga.

    Estar en el centro de las miradas es algo que siempre meha producido desasosiego. Ms que la sentencia, lo que me es-panta es la posibilidad del ridculo, la manera como me vernlos amigos, los vecinos, mis clientes y mis hijos. Soy de meta-bolismo lento y mis reejos mentales son algo tardos. Nece-sito deglutir y procesar bien la informacin, y las sensacionesque me llegan para poder dar la respuesta apropiada. El ping-pong del interrogatorio no da tregua y eso me pone tenso.La clave del juicio oral es precisamente la inmediatez de lasrespuestas. Los jueces estn calibrando qu dices y cmo lodices.

    Repaso la estrategia defensiva que he diseado minucio-samente con el abogado. Es curioso que tenga que planicar

    una batalla que s perdida de antemano. No pretendo conven-cer a los jueces de mi inocencia pues adems de ser invero-

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    smil, he asumido desde el principio mi responsabilidad, loque quiero es dejar bien establecido los lmites de esta, e in-tentar que me impongan una pena no demasiado larga. Quin

    sabe si unos quince aos. Ja. Resulta gracioso plantearse unacondena de quince aos como una condena moderada. Peroas estn los tiempos.

    ***

    Como lo tema, el interrogatorio del scal fue feroz. Se

    ensa conmigo. Quiz frustrado de no haber podido atrapara Paco E. y los mexicanos, se desquitaba; o ms bien, yo servade perfecto chivo expiatorio a ser sacricado para que la pren-sa tenga comidilla y la maquinaria del juicio-espectculo sigafuncionando. Si su intencin era demostrar que soy uno de loscabecillas de una banda internacional, todo indica que lo estconsiguiendo. Arma enfticamente que tengo una larga tra-yectoria en el negocio ilcito, que mi empresa fue desde siem-

    pre una fachada, que todos mis bienes son mal habidos, quemis viajes incluso el de bodas al extranjero fueron parahacer coordinaciones con la maa, que mi casa y mi negocioson parte de un lavado de activos. Soy, segn dice, parte delcartel de Tijuana: ha hecho un organigrama con todos los ca-pos y mi foto la ha colocado en un lugar prominente. Repite alpie de la letra lo dicho por la polica, que es nalmente la queest decidiendo mi suerte. Pide para m la pena mxima. Losdiarios reproducen a pie y juntillas la trama urdida. Nunca enmi vida imagin ser tan peligroso. Yo mismo me doy miedo.

    Lo peor es que el guachimn silencioso y lacrimoso fueconvencido por la scala de convertirse en colaborador ecazy ha comenzado a hablar como loro. Persuadido de que saldrbien librado si contaba mis andanzas, ha dado lujo de deta-

    lles. Claro que les est aadiendo pinceladas salidas de unaprodigiosa imaginacin que me deja estupefacto. Vaya talento

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    desperdiciado. Corrobor las versiones de la polica, y aadipersonajes y situaciones sacados de alguna novelita de espasque el infeliz de seguro ha ledo no hace mucho.

    ***

    Los vocales de la sala me interrogaron tambin. En reali-dad solo lo hicieron dos de ellos, pues el pequeo de los ojoscerrados continu mantenindose mudo e imperturbable,ajeno a todo. Por el tipo de preguntas que me hicieron y sus

    gestos, siento que no me creen en absoluto, que estn conven-cidos de que soy engranaje clave de la organizacin y no uncircunstancial involucrado. Ms que un empresario algo in-cauto y ambicioso que quiso arriesgarse por una buena tajadade dinero extra, he quedado convertido en un sujeto tenebro-so y maquiavlico, elemento daino para la humanidad, quedurante aos logr librarse de la larga mano de la justicia, laque nalmente me atrap. Mi falta de antecedentes demues-

    tra mi astucia y mi doblez. Mi conducta irreexiva y mi faltade experiencia ayudaron a construir una historia truculentaen la que soy el malo de la pelcula.

    ***

    El abogado hizo mi alegato de defensa, lleno de citas delcdigo penal, de sealamientos a jurisprudencia y alusiones atratadistas del derecho. Son tan poco convincente y falso queni yo se lo cre. l est persuadido de que la suya ha sido unapieza de oratoria memorable. Mi mujer cree o, mejor dicho,quiere creer que un discurso tan elaborado convencer alos jueces de mi inocencia. Por mi parte, siento que el dineroinvertido al contratarlo fue arrojado al sumidero.

    ***

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    Suerte, hermano, me dijo mi compaero de celda elda que sal a recibir la sentencia. La vas a necesitar.

    Gracias, dije extendindole la mano y apretando lasuya con fuerza. Solo me queda conar en Dios.

    Me parece estupendo que confes en Dios, dijo son-riendo, el asunto es saber si L confa en ti. Dio media vuel-ta y se fue caminando lentamente al patio.

    ***

    El juicio concluy. El desenlace estaba cantado. Mientrasoa la larga perorata de la relatora de voz monocorde, me sentamodorrado. Estos das no he dormido casi nada y me cues-ta mantener los ojos abiertos. La somnolencia hace que todoadquiera una dimensin surrealista. Escucho mi nombre con

    total desapego, como si se tratara de una persona completa-mente extraa. La pena que me han puesto es tan alta queprobablemente no saldr vivo de la crcel. A travs del vidriode la sala de juzgamiento, entre el pblico, vislumbro el rostrodesencajado de mi mujer y su mirada acuosa. A estas alturasme tiene sin cuidado lo que pase con ella y con mis hijos, soloquiero que esto acabe de una maldita vez.