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Con Ferenc i a 07 a Intercultural i Dad
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IDENTIDAD NACIONAL E INTERCULTURALIDAD UNA REVISIÓN CRÍTICA
Ma. Eugenia Sánchez Díaz de Rivera1 Introducción Los Desgarramientos Civilizatorios
- El Desgarramiento sistémico - El Desgarramiento cultural
La deconstrucción de la “identidad nacional”
- La ideología del mestizaje y la aspiración de la blanquitud
o El mestizaje como proceso de desindianización forzada o Los rasgos autodenigratorios y racistas; , y el "racismo
cordial"
- La simbiosis de las identidades de dominador/dominado
o El rechazo al reconocimiento horizontal
Una interculturalidad horizontal como desafío intelectual, emocional y práctico Interrogantes finales
1 Profesora-‐investigadora de la Universidad Iberoamericana Puebla.
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Introducción
Contextualizar socialmente el Currículum en cualquier nivel del proceso de
enseñanza-aprendizaje es un desafío más grande de lo que se suele pensar y
más aún en la realidad actual que tiene los rasgos de un parteaguas civilizatorio.
Una realidad en la que las estructuras sociales y los referentes culturales que
daban un cierto sentido e identidad colectiva se están resquebrajando a nivel
planetario, para bien y para mal. Y esto exige de nosotros mayor profundidad
intelectual, emocional y espiritual.
En este texto intentaré esbozar los desgarramientos civilizatorios en los que
estamos inmersos todos y todas, aunque con consecuencias diferenciadas, y
abordaré de manera más concreta los efectos de la llamada identidad nacional
mexicana, deconstruyendo los ejes que la han conformado y haciendo una
revisión analítica y crítica de la misma 2.
Los desgarramientos civilizatorios
Tal vez en vez de hablar de parteaguas civilizatorio habría que considerar que lo
que está ocurriendo en el mundo es el inicio de un colapso civilizatorio, expresión
sumamente fuerte pero que expresa mejor los desgarramientos que la Humanidad
del siglo XXI está viviendo y de los que enfatizaré dos: el sistémico y el cultural.
- El desgarramiento sistémico
Se trata de un desgarramiento que es el resultado de la tensión entre las
aspiraciones al llamado “desarrollo” - y la defensa de los que viven o vivimos de
sus beneficios - y su inviabilidad ecológica y política para la mayoría de la
población que lo subsidia, si tenemos claro que modernidad/colonialidad,
2 La reflexión sobre la identidad nacional forma parte del trabajo que he realizado con el Dr. Jorge Gómez Izquierdo del Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades de la BUAP y que ya ha sido publicado: Gómez Izquierdo,Jorge y Sánchez Díaz de Rivera, María Eugenia (2012). La ideología mestizante, el guadalupanismo y susrepercusiones sociales. Una revisión crítica de la “identidad nacional”. 2° ed. Puebla, Pue. México: UIA Puebla y ICSyH/ BUAP.
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desarrollo/subdesarrollo, neoliberalismo/despojo son las dos caras de la misma
moneda.
El llamado "desarrollo" se ha construido externalizando sus costos a la
naturaleza y a amplios sectores sociales subordinados (Wallerstein, 2005), así
como la modernidad se construyó a partir de una dinámica colonial (Quijano,2000;
Mignolo,2007; Santos,2009). El subdesarrollo es fundamentalmente un
subproducto de la forma de cómo se dio el "desarrollo", así como la modernidad
fue posible gracias a los colonialismos. Esta dinámica polarizadora de varios
siglos es cada vez más difícil de sostener y supone cada vez más violencia
hacerlo, lo que se está manifestando en dos fenómenos que van en aumento: La
exclusión (Paugam, 1996) y la consolidación de redes trasnacionales de crimen
organizado. La exclusión creciente de gran cantidad de población, o expulsión
como la llaman algunos autores (Kaen, 2008) es una realidad distinta, aunque
coexista con ella , a la de la explotación. A las inequidades que separan a los de
arriba y a los de abajo, se añaden la mayores desigualdades entre los de
“adentro”, protegidos, y a los de “fuera” (Wieviorka, 2007). Se trata, por decirlo de
una manera brutal con Zygmunt Bauman (2005), de la producción de “residuos
humanos” y de poblaciones “superfluas”.
La red de corporaciones trasnacionales que atraviesan todos los territorios
controlan la vida: agua, alimentos, energía, salud, protección, y destruyen
territorios y entramados comunitarios ( Gutiérrez Aguilar, 2011) como está siendo
visible en México con los llamados megaproyectos mineros y energéticos, todo
ello para poder continuar con el llamado progreso. Entonces se implementan
políticas sociales compensatorias como La Cruzada nacional contra el hambre,
que son humillantes, desmovilizadoras y clientelares (Sánchez, 2014).
Por otra parte la transnacionalización de las redes del crimen organizado,
vinculadas a la economía "legal" y a las élites políticas han hecho del poder una
lógica de guerra.
El llamado “desarrollo” se ha convertido en una posibilidad ecológica y
política inviable, o viable solamente para una minoría a expensas de las mayorías
y del medio ambiente.
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Pero un asunto muy importante a considerar es que este "desarrollo" o
"maldesarrollo" está anclado en estructuras, identidades e imaginarios de felicidad
de ya larga duración que se han cristalizado y que no son fáciles de revertir o
subvertir.
Las respuestas a este desgarramiento sistémico por parte de las cúpulas de
poder a nivel mundial están siendo: El despojo, el desprecio y la lógica de guerra.
Las reacciones de la población es la lucha, la resistencia y también el miedo y el
sometimiento.
- El desgarramiento cultural
La llamada "globalización" que transformó el aparato productivo mundial y los
modos de comunicación, supuso además de lo arriba señalado, un
trastocamiento del tiempo y del espacio. El espacio se va convirtiendo en flujo y
entra en tensión con el espacio como lugar (Castells, 1999); el tiempo se vuelve
instantáneo y entra en tensión con el tiempo “vital”. Esta dinámica desemboca en
una crisis de identidad humana, puesto que una de las características de la
construcción identitaria es la ubicación espacio-temporal (Sánchez, 2012). Este
trastocamiento puso en tela de juicio a las instituciones que eran referentes
sociales y culturales: El Estado-nación, la familia, las iglesias, los metarrelatos.
Actualmente Estado y nación se han desvinculado, como lo muestran las
demandas de autonomía e independencia de diferentes colectividades en todas
las latitudes. El Estado se está reconfigurando, y en el caso de los países
subordinados como México ha perdido margen de maniobra al quedar sometido al
poder del capital financiero especulativo y de las grandes corporaciones. Entonces
se va convirtiendo en un Estado punitivo y autoritario y en consecuencia
criminalizador del descontento social. La familia patriarcal, heterosexual y
permanente es contestada ante la emergencia de otras formas de círculos de
intimidad. Las iglesias pierden credibilidad por múltiples razones y los grandes
relatos de un mundo feliz y perfecto que resultaría gracias a los resultados del libre
mercado, de la revolución socialista o de la civilización del amor se desmoronan.
Estos resquebrajamientos nos ha sumergido en una gran incertidumbre y
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desconcierto con consecuencias diversas: miedo con la consiguiente manipulación
del mismo; violencia extrema en la lucha por los recursos y los territorios, y hasta
como sentido de vida (Appadurai, 2007); fundamentalismos enajenantes de tipo
religioso y político, o depresión que tiende a convertirse en uno de los principales
problemas de salud pública (Poy, 2008). Pero, también, hay muestras de diversas
formas de lucha contra la deshumanización y de procesos de resistencia y
creatividad (Sánchez y Almeida, 2005; Almeida y Sánchez, 2013)
Interculturalidad y deconstrucción de la identidad nacional
Al tratar el tema de la educación intercultural es de suma importancia tener
claridad acerca de la forma como las culturas que se proponen dialogar se ubican
en la jerarquía de la sociedad en cuestión. Porque una relación intercultural que no
se da en condiciones de horizontalidad; lo único que hace es reproducir las
asimetrías sociales, particularmente, el racismo, haciendo del multiculturalismo
una sutil manipulación de la diferencia. Es un hecho que el discurso
multiculturalista lo que ha hecho, en México, y no solamente, es refuncionalizar la
"otredad cultural" en beneficio de la cultura hegemónica y del mercado.
Por esa razón hacer una revisión crítica de la llamada identidad nacional
nos parece urgente ( Gómez Izquierdo y Sánchez, 2012).
- La ideología mestizante y la aspiración a la blanquitud
La adopción de la categoría racial de mestizo por las élites intelectuales y políticas
del siglo XIX para identificar al "mexicano" se convirtió en una ideología que ha
traído consecuencias muy negativas en el ámbito del reconocimiento social y de la
distribución de la riqueza.
La ideología mestizante construida en los siglos XIX y consolidada en el
XX con el nacionalismo revolucionario, se arraiga en la sociedad de castas de la
Colonia y en su componente de limpieza de sangre. El mestizo era sinónimo de
bastardo, inferior, plebe, desheredado. El mestizo era sinónimo de violencia
sexual, macho conquistador, hembra violada. Y el mestizo tenía, al contrario del
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mulato, la aspiración a la blanquitud, dado que en dos generaciones "podía
adquirirla" algo que era imposible para el mulato3.
La categoría racial de mestizaje, con su sustrato de aspiración a la
blanquitud racial y cultural, correspondía a la idea de progreso con el que las élites
soñaban para insertar a la nación en la modernidad. Unas élites a quienes el
racismo “ilustrado” que llegó de Europa en el siglo XIX influyó de manera
contundente (Gómez Izquierdo, 2005). Es importante señalar que el mestizo como
sinónimo de mexicano fue una construcción de las élites intelectuales y políticas
del siglo XIX y principios del XX. Baste recordar cómo los liberales del siglo XIX
plantearon una política eugenésica favoreciendo, para ello, la inmigración de
europeos. En 1856 se propuso una iniciativa de ley sobre tolerancia religiosa en
México, orientada precisamente a atraer población anglosajona protestante que
"mejorara la raza" (Castellanos, 2005). Y cuando se inauguró el Instituto Nacional
Indigenista, Lázaro Cárdenas precisó que no se trataba de indianizar a México
sino de mexicanizar al indio, es decir, de hacerlo desaparecer culturalmente. La
depuración racial fue una preocupación y un objetivo de las élites del México
posrevolucionario (Urías Horcasitas,2007). Enfatizo el papel de las élites en este
proceso, porque autores como Samuel Ramos, Octavio Paz, Agustín Basave, y
otros, atribuyen la problemática identitaria a no sé qué especie de esencialismo
confuso que nace del pueblo. Creo que en el trabajo de estos autores subyace un
racismo bastante importante.
- El mestizaje como proceso de desindianización forzada
Por otra parte, el mestizaje como ideología y como realidad se construyó,
principalmente, a partir de un proceso violento de desindianización forzada,
(Bonfil,1990) con consecuencias paradójicas: agudizando el racismo y
3 Para los descendientes de los mestizos, resultado de la relación del español con india, existía la promesa del blanqueamiento purificador al final de sólo dos generaciones: la mestiza si se unía a un español engendraría una castiza, ésta a su vez si se casaba con un hombre hispánico procrearía una criatura que podía ser considerada como española. Pero para el mulato no existía esa posibilidad. Aunque en la tercera generación emerge el albino (que dadas las apariencias puede pasar por español), al concebir la albina con otro español, no solo no podía ser considerado blanco sino que se le llamará saltapatrás.
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escondiéndolo a la vez. La ideología mestizante permitió ocultar las
consecuencias de la herida abierta por el choque de la matriz civilizatoria
mesoamericana con la matriz católico colonial, construyendo el mito de que la
mexicanidad es el resultado de la fusión horizontal de las culturas de ambas
matrices, cuando esto no ocurrió así haciendo que la herida siga vigente.
- Los rasgos autodenigratorios y racistas, y el "racismo cordial"
El resultado es que se fue construyendo una identidad con características
autodenigratorias, racistas y machistas que tiene una vertiente liberal y una
vertiente religiosa, y que, además, genera malestar a todos: Los blancos
mexicanos se han sentido siempre "blancos de segunda", porque no son wasp's,
white anglosaxon protestants, y como no se identifican con el mestizo como
prototipo de la mexicanidad, hacen su mundo aparte y utilizan los recursos de la
nación de manera patrimonial (Mandoki, 2007) lo que favorece la inequidad
económica. Por su parte los "mestizos", población de piel morena que ha sufrido
un proceso largo y autodenigratorio de "desindianización" humillante, viven una
importante insatisfacción puesto que aspiran a la blanquitud dado que la jerarquía
del reconocimiento y las oportunidades sociales es: blanco, moreno , indio , negro
en orden descendente. Los "mestizos" cuando logran ser así considerados a base
de negar historia, ancestros, lengua, cultura, se vuelven racistas evitando a toda
costa ser considerados indios. Los pueblos indios, por razones obvias, han
acumulado un explicable resentimiento.
Y todo este entramado ideológico y emocional se esconde en un actitud y
forma de relación que podría llamarse "racismo cordial" (Folha de Sao Paulo,
1995) que es muy denigrante y que impregna al conjunto de la sociedad
mexicana. El lenguaje y las actitudes cotidianas lo revelan: "Es morenita pero
buena gente", "a falta de pan tortilla", " qué lindos los inditos". A los indígenas
todos se sienten con derecho de hablarles de tú y se les folkloriza cooptando su
otredad.
La aceptación de esta jerarquía de la supremacía de la blanquitud física y
cultural tiene una vertiente liberal y una vertiente religiosa. Es interesante cómo la
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Guadalupana fue transitando de ser propiedad de los indios, a convertirse en
"Nuestra Soberana Criolla y Madre sacratísima”, (Brading, 2002:119) como
símbolo de la autonomía espiritual de los criollos respecto a España; a ser vista
como Mestiza (Traslosheros, 2002). La Virgen de Guadalupe se la empezó a ver
como "la aprobación divina del mestizaje". Y poco a poco las imágenes de la
Guadalupana , en esculturas, estampas, impresiones en cuadernos, se han ido
blanqueando, como se puede constatar fácilmente. Por otra parte, la canonización
de Juan Diego, cuya existencia ha sido cuestionada, aparece como un refuerzo de
la imagen del indígena sumiso, que además se representa con barba, es decir
blanqueado. es un racismo sutil, inconsciente, que penetra en el ámbito de lo
sagrado.
Sin embargo, y esto hay que enfatizarlo, es muy importante señalar que la
población desvalorizada y estigmatizada ha construido dinámicas inimaginables de
resistencia y de supervivencia material y emocional. Se podría señalar, entre ellas,
la fiesta. La fiesta en las comunidades rurales e indígenas y en los barrios
urbanos, más allá de sus contradicciones y de las diferentes formas de
manipulación política y religiosa a que está sujeta, es una especie de resistencia
a la mercantilización de la vida y a la cosificación de la vida cotidiana que hacen
el capitalismo y la civilización del progreso. 4
- La simbiosis de las identidades de dominador y dominado
La simbiosis de la relación entre el dominador y el dominado que naturaliza las
asimetrías de poder es una realidad tan antigua como el ser humano. Ya en el
siglo XVI, Étienne de la Boétie en el Discurso sobre la servidumbre voluntaria
(1576/2008 ) plantea de una manera brillante el problema: ¿ Qué ocurre en el
ámbito de las identidades sociales y en el contexto de las relaciones interculturales
con esta simbiosis?
- El rechazo al reconocimiento horizontal
4Algo semejante al sentido del ethos barroco de Bolívar Echeverría (1998), como un ethos de resistencia.
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Albert Memmi (1979) sostiene que el carácter simbiótico de las identidades del
dominador y el dominado hacen que cuando el dominado "se pone de pie" e
intenta establecer una relación horizontal con el dominador, el dominador siente su
identidad amenazada, no solo sus intereses económicos o políticos, sino la
percepción de la "esencia" de su ser que incluye un ingrediente de superioridad.
Es decir, que se trastocan dimensiones emocionales y de autopercepción que son
medulares.
Podría especularse que esta dinámica explica un aspecto importante del
rechazo de los Acuerdos de San Andrés por todos los partidos políticos 5. Un
rechazo de parte de "blancos" y "mestizos" que se niegan a dejar de considerar a
los indígenas como inferiores, menores de edad, y sujetos de asistencialismos
humillantes y desmovilizadores, porque modificar esa mirada perturba la visión de
la cultura dominante, y no solamente intereses económico-políticos. La relación
asistencialista y paternalista permite la continuidad del "racismo cordial". Y es que
el desafío que supone el reconocimiento de los derechos colectivos de los pueblos
indios consiste en que dicho reconocimiento pone en tela de juicio al sistema
político, a la identidad nacional, y a la orientación civilizatoria. Aceptar el
reconocimiento de dichos derechos colectivos significa alterar la cosmovisión
occidental u occidentalizada, y aceptar que el progreso a ella vinculado se ha ido
convirtiendo en una especie de trampa civilizatoria.
Por esa razón se genera un rechazo a establecer una relación de
reconocimiento recíproco horizontal. No se trata de hablar solo de respeto, porque
el concepto de respeto en nuestra cultura, y no solamente en la nuestra, ha
servido con frecuencia para legitimar formas de dominación, se trata de un
reconocimiento que supone un diálogo intercultural horizontal y recíprocamente
crítico para así construir una igualdad que no uniforme y una diferencia que no
5 Los Acuerdos de San Andrés firmados por el EZLN y el gobierno federal el 16 de febrero de 1996 sobre Derecho y Cultura Indígena proponían, tal vez por primera vez en la historia de México, la construcción paulatina de un diálogo horizontal entre los pueblos indios y la población no indígena a partir de estructuras de autonomía que lo permitieran. La traición y rechazo a dichos acuerdos significa una derrota histórica para toda la población “mexicana”, no solamente para los pueblos indios.
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discrimine. Esa ha sido la interpelación permanente del movimiento zapatista, y a
la que se ha respondido con violencia.
Si la identidad es una dialéctica de reconocimiento y diferenciación, cómo
hablar de identidad nacional cuando justamente lo que no existe es un
reconocimiento recíproco y horizontal al interior del territorio llamado México. Si el
nacionalismo ha sido en algunos contextos una dinámica de resistencia, en el
caso de México ha sido “una ideología que se disfraza de cultura para ocultar los
resortes íntimos de la dominación” (Bartra,1994:63). La deconstrucción de la
llamada identidad nacional ayudaría a comprender mejor algunas de las causas de
las grandes desigualdades económicas y permitiría detectar nuevos ejes más
humanos de cohesión social. Racismo y clasismo se cruzan y tienen que ver con
esta pseudoidentidad nacional.
Una interculturalidad horizontal como desafío intelectual, emocional y práctico Una interculturalidad humanizante, por lo tanto, desafía el pensamiento, los
sentimientos y las prácticas de todos los actores involucrados. Ciertamente eso no
es nada fácil. Es interesante analizar la trayectoria, por ejemplo, de las
Universidades Interculturales que se han creado en América Latina para constatar
las dificultades (Mato, 2014). Pero no hay otro camino que el de trastocar o
erosionar el binomio modernidad/colonialidad, y eso supone la descolonización del
pensamiento, de los sentimientos, de las prácticas, en dominadores y dominados,
en criollos, "mestizos" e indígenas; en hombres y mujeres.
Pedro Trigo (2011) tiene tal vez razón al decir que si no se toman en
cuenta con seriedad a las culturas indígenas, afrodescendientes y urbano
populares, América Latina no tiene futuro. Y tomarlas en serio es poner en tela
de juicio el carácter dominante y excluyente del paradigma occidental con sus
consiguientes identidades sociales. Eso supone replantear configuraciones
institucionales, construir pluriculturalismos jurídicos y crear articulaciones
simbólicas diferentes. En suma reconocernos horizontalmente.
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Interrogantes finales.
¿Cómo construir el Curriculum, los programas de estudio, las instituciones
educativas que tomen en serio este desafío de una interculturalidad horizontal y
recíprocamente crítica? ¿Es posible y viable?
Como decía al inicio necesitamos mayor profundidad intelectual, una mirada
aguda de las “ausencias” y de las “emergencias” (Santos, 2009). Necesitamos una
mayor entereza emocional y capacidad compasiva. Necesitamos mayor hondura
espiritual. Todo ello a nivel personal e institucional.
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