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CON EL RUMBO HACIA EL SOL”: LA EMBLEMÁTICA EN DOS SONETOS DE SANDOVAL ZAPATA Joaquín Rodríguez Beltrán UNAM [email protected] Resumen La presente ponencia propone una lectura conjunta de dos sonetos de Sandoval Zapata: uno en torno a la garza y uno en torno al girasol. Se plantea la idea de que un análisis que interrelacione tales poemas entre sí y que, en un plano más general, los ubique en el marco de la tradición emblemática, puede ser muy productivo y esclarecedor. Concretamente, se propone que la originalidad de Sandoval Zapata puede comprenderse al contextualizar tales sonetos en el ámbito de los emblemas en relación con el águila dirigiéndose al sol, con la garza remontando el vuelo y con el girasol mirando al sol. 1. INTRODUCCIÓN Después de las numerosas investigaciones de los últimos años en torno a la cultura emblemática, ya no cabe duda alguna de que los libros de emblemas no eran sólo “repertorios” de cultura plasmada en alegorizaciones, sino que también constituían en buena medida un filtro o casi una herramienta de trabajo para cualquiera que deseara escribir acerca de algún tema y encontrar fuentes de inspiración. Y así, el emblema triplex de la tradición de Alciato no es más que la manifestación arquetípica de la cultura emblemática, pero no es en absoluto la única forma en que se plasmaba este inmenso bagaje cultural: a lo largo del siglo XVII, los emblemas ya habían permeado a tal grado en el suelo novohispano, que es posible encontrar sin problema los rastros de una emblemática sin imagen en sermones, en teatro o en poesía 1 . Y es que a medida que se popularizan los libros de emblemas, se comienza a ver cómo una de las modalidades (entre muchas otras) que toma la recepción de tales obras consiste en hacer uso de ellas como fuentes para la inventio 2 . 1 Véase, por ejemplo, la enumeración hecha por INFANTES, “La presencia de una ausencia. La emblemática sin emblemas”, p. 103. 2 Para más detalle, véase LÓPEZ POZA, “Los libros de emblemas como ‘tesoros’ de erudición auxiliares de la ‘inventio”.

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“CON EL RUMBO HACIA EL SOL”: LA EMBLEMÁTICA EN DOS SONETOS

DE SANDOVAL ZAPATA

Joaquín Rodríguez Beltrán

UNAM

[email protected]

Resumen

La presente ponencia propone una lectura conjunta de dos sonetos de Sandoval Zapata: uno

en torno a la garza y uno en torno al girasol. Se plantea la idea de que un análisis que

interrelacione tales poemas entre sí y que, en un plano más general, los ubique en el marco

de la tradición emblemática, puede ser muy productivo y esclarecedor. Concretamente, se

propone que la originalidad de Sandoval Zapata puede comprenderse al contextualizar tales

sonetos en el ámbito de los emblemas en relación con el águila dirigiéndose al sol, con la

garza remontando el vuelo y con el girasol mirando al sol.

1. INTRODUCCIÓN

Después de las numerosas investigaciones de los últimos años en torno a la cultura

emblemática, ya no cabe duda alguna de que los libros de emblemas no eran sólo

“repertorios” de cultura plasmada en alegorizaciones, sino que también constituían en

buena medida un filtro o casi una herramienta de trabajo para cualquiera que deseara

escribir acerca de algún tema y encontrar fuentes de inspiración. Y así, el emblema triplex

de la tradición de Alciato no es más que la manifestación arquetípica de la cultura

emblemática, pero no es en absoluto la única forma en que se plasmaba este inmenso

bagaje cultural: a lo largo del siglo XVII, los emblemas ya habían permeado a tal grado en

el suelo novohispano, que es posible encontrar sin problema los rastros de una emblemática

sin imagen en sermones, en teatro o en poesía1. Y es que a medida que se popularizan los

libros de emblemas, se comienza a ver cómo una de las modalidades (entre muchas otras)

que toma la recepción de tales obras consiste en hacer uso de ellas como fuentes para la

inventio2.

1 Véase, por ejemplo, la enumeración hecha por INFANTES, “La presencia de una ausencia. La emblemática

sin emblemas”, p. 103. 2 Para más detalle, véase LÓPEZ POZA, “Los libros de emblemas como ‘tesoros’ de erudición auxiliares de la

‘inventio”.

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Sin duda, el mismo hecho de que se usaran así los libros de emblemas explica en buena

medida por qué existe esa constante recreación, reinterpretación y alegorización sucesiva en

los mismos emblemas, haciendo que uno sólo sea como un punto de partida para plasmar

intencionalidades o posibilidades semánticas nuevas y propias de cada autor. Había, pues,

en la época una conciencia clara de que lo novedoso dependía enteramente de lo viejo, de

lo ya consabido por todos.

En este contexto, pues, se inserta el emblema del ave –generalmente un águila–

dirigiéndose al sol, además de otro muy emparentado: el del girasol con la vista hacia el

astro solar. Que se trata de emblemas particularmente cercanos e interconectados lo prueba

un simple vistazo a dos sonetos de Luis de Sandoval Zapata3: el número 10, titulado A una

garza remontada; y el número 28, sin título pero evidentemente dedicado a un girasol4.

Hacer una revisión de la tradición emblemática en que se fundan –creemos– es el primer

paso para comprenderlos cabalmente y evaluar, por tanto, en qué medida revelan una

intencionalidad propia de su autor.

El primer soneto dice así:

“A una garza remontada”

Tú que rompiste esa ciudad del viento

trepando al sol, alcázares de nieve;

que por enamorada, si por breve,

ya fuiste girasol, ya pensamiento.

Ya tu ambición al párpado sediento

paciendo en tanto espíritu no muere,

y cuando en golfo imperceptible bebe

le paga en parasismos el aliento.

En dos alas espíritu embarcado,

3 Sigo la edición preparada por José Pascual Buxó, del Fondo de Cultura Económica, SANDOVAL ZAPATA,

Obras. 4 En realidad, el análisis se podría completar incluyendo un tercer soneto, también dedicado a la garza, el

número 11, pero por razones de espacio no se aborda aquí. Ibidem, p. 90.

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si por ardiente de tan grande abismo

voló planeta de erizada espuma,

no descienda tu espíritu elevado,

pase a constelación tu parasismo,

quédate estrella, ya no bajes pluma5.

El segundo soneto dice así:

Girasol que, al pimpollo desunido,

rompiste cárcel de esmeralda fría

por volver a vivir argentería,

águila hojosa sobre verde nido.

Pájaro en alas de coral florido,

a mucho riesgo tu ambición fía,

¿qué importa en mar del sol navegar día,

si has de desembarcar en el olvido?

Por esa misma luz, por esos rayos,

tus mismos pasos tu vivir extinguen ;

expirarás aunque tu luz alegres.

Parasismos y alientos son desmayos,

todos matan y sólo se distinguen

que unos son tristes y otros son alegres.6

Se habrá visto que, en el primero, a la garza se le llama “girasol”; y en el segundo, al

girasol se le llama “águila hojosa”. Éstos son sólo los rasgos más visibles que comprueban

que los poemas están entrecruzados. El puente de unión no es otro sino la tradición

emblemática en torno al águila, a la garza y al girasol, cuyo conocimiento puede contribuir

5 Ibidem, p. 89. 6 Ibidem, p. 107.

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enormemente a entenderlos. Por ello, es preciso explicar brevemente tal tradición antes de

comentarlos directamente.

2. LA TRADICIÓN EMBLEMÁTICA

2.1 EL ÁGUILA HACIA EL SOL

Entre las distintas aves utilizadas en emblemas, es el águila la que ha sido más

estrechamente asociada con el sol. Se podría decir que tal relación se representa

icónicamente de tres maneras: o bien el águila es presenta alzando el vuelo hacia el sol –a

veces con otros elementos, como un hombre cubriéndose los ojos, por ejemplo–; o bien el

ave se muestra con sus polluelos dirigiendo la vista hacia el sol –a veces con alguno de

ellos yaciendo aparte en el suelo–; o bien es representada cayendo al agua o con las plumas

quemadas por el sol.

Cada una de estas tres modalidades tiene sus propias implicaciones simbólicas. Las dos

primeras7 se apoyan en fuentes antiguas

8 que enfatizaban su capacidad para remontarse

muy alto, su gran vista –que le permite mirar directamente hacia el sol– y el modo en que

selecciona a sus polluelos poniéndolos a prueba para ver si pueden observar directamente al

sol. Lo que nos interesa entonces son cuatro elementos clave: el águila, el vuelo en ascenso,

la mirada fija y el sol9.

Al respecto, se puede hablar de tres paradigmas interpretativos básicos: uno

epistemológico, otro moral y otro espiritual.

En el plano epistemológico, el ascenso del águila se interpreta como la ambición

humana en el ámbito intelectual, tratando de acercarse al conocimiento que no le compete,

lo divino. Se conecta, evidentemente, con dos emblemas bien conocidos de Alciato: el

titulado –a partir del adagio de Erasmo– “Lo que está por encima de nosotros no nos

7 La tercera la dejamos de lado, pues, al tener implicaciones tan particulares, no viene al caso para el asunto

aquí tratado. 8 Véase GARCÍA ARRANZ, Ornitología emblemática, pp. 176-178. 9 Por lo tanto, serán dejadas de lado todas las implicaciones simbólicas del águila probando a sus crías:

justicia distributiva, autoconocimiento, forma de tratar a los hijos impíos, identificación águila-María, o del

águila descendiendo al agua para mutar su plumaje quemado (penitencia, bautismo, renovación espiritual).

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compete”10

, donde se utiliza la figura de Prometeo encadenado con un águila devorándole

las entrañas; y el titulado “Contra los astrólogos”11

, donde vemos a Ícaro cayendo al agua

luego de que el sol le derritiera sus alas de cera. Aunque en el plano icónico, no se parecen

mucho a los emblemas del águila, lo cierto es que en cuanto a significado no es difícil

relacionarlos12

, sobre todo al ver en ellos las bases para una postura más general en contra

de la ambición humana por un conocimiento que excede sus límites13

.

En el plano moral, la elevación del águila hacia el sol es vista como el símbolo de la

soberbia o la temeridad, y con esto nos viene inmediatamente a la mente la figura de

Faetón, de amplia difusión en aquella época y que también Alciato sintetizó en un conocido

emblema14

.

Pero en el mismo plano moral también podemos encontrar una interpretación en cierto

modo opuesta al castigo fatídico de Faetón: se trata de un emblema de Joachim Camerarius

en su Symbolorum et Emblematum ex volatilibus et insectis desumtorum centuria tertia

collecta (1596). Se representa al águila dirigiéndose hacia el sol, que se esconde detrás de

nubes tormentosas y rayos. El lema es “A través de rayos y centellas”15

. El comentario es

muy ilustrativo al respecto:

Con lo cual quiere señalar al fortísimo héroe que se ha propuesto que ningún peligro, que

ningún asunto por terrible que sea, ni finalmente la misma suerte le espante, con respecto al

cumplimiento de los mandatos de la voluntad, y por asumir empresas dignas de esta

alabanza. Puesto que en todas sus acciones no piensa en ninguna otra cosa, ni tiene nada

ante los ojos, que la sólida virtud y la verdadera gloria, hacia la cual por muchos trabajos y

variadas dificultades aspire hacia el monte alto y de difícil acceso con ánimo intrépido y

constante, por mucho que en su acceso traten de alejarle o desviarle múltiples géneros de

tempestades, es decir, ataques de la variable fortuna, y muchas otras situaciones críticas,

10“Quae supra nos, nihil ad nos”, ALCIATO, Emblemata, p. 112. 11 “In astrologos”, Ibidem, p. 113. 12 Y es así como vemos aparecer la figura de Ícaro y la del águila en un solo emblema de Joannes Sambucus.

Véase GARCÍA ARRANZ, op. cit., p. 175. 13 Véase al respecto el excelente ensayo de GINZBURG, “Lo alto y lo bajo: el tema del conocimiento vedado en

los siglos XVI y XVII”. 14 El emblema titulado In temerarios o “Contra los temerarios”. ALCIATO, op. cit., p.65. 15 “Per tela, per ignes”. El emblema lo reproduce GARCÍA ARRANZ, op. cit., p. 163-164.

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dirija sin embargo sus ojos hacia el sol, es decir, la verdadera razón y la agudeza de la

mente, y llegue a pesar de todo al fin deseado una vez superadas todas las dificultades16

.

Este énfasis en la heroicidad de alguien dispuesto a superar cualquier dificultad está sin

duda ligado a otras dos vertientes del paradigma moral: por un lado, el emblema del águila

se llegó a asociar también con la búsqueda infatigable de un caballero por su amada; por

otro lado, se llegó a utilizar para ponderar al rey esforzado y valeroso listo para arrostrar las

situaciones más peligrosas17

.

Ahora bien, en el paradigma

religioso o espiritual, ya no se trata del

conocimiento, ni de las acciones

humanas, sino del amor a dios o de la

pureza de alma18

. Un emblema

interesante al respecto –o más

exactamente, una empresa– lo presenta

Antonio de Lorea, en su David

pecador; empresas morales, político

cristianas (1674). En él, se pueden ver

tres elementos en torno al sol: un águila con la mirada fija en él, una planta al parecer

también dirigiéndose a él –posiblemente un heliotropo–, y un hombre cubriéndose los ojos

de su luz. El lema es “No es uno para todos”19

, es decir, la luz divina no es igual o de un

solo modo para todos. Puede irradiar tanto de un modo benéfico como perjudicial,

dependiendo de la “pureza” del receptor. Con esto podemos ver claramente cómo, en el

plano alegórico, tanto el ave como la planta podían remitir en realidad al mismo contenido.

El puente que va del águila al girasol, por lo tanto, es fácilmente franqueable.

16 Ibidem, p. 164. 17 Véanse, respectivamente, los comentarios de GARCÍA ARRANZ, op. cit., en torno a una empresa de Girolamo

Ruscelli (p.163), y a otra de Salomón Neugenbaer (p.184). 18 Es precisamente éste el sentido con el que aparece el emblema en el conocido libro de Girolamo Ruscelli,

Le imprese illustri (1572), con el mote “Que me puedo sentir feliz de (contemplar) la verdadera gloria”.

Ibidem, p. 183. 19 “Non omnibus unus”, BENAT VISTARINI y CULL, op. cit., p. 55.

Imagen tomada de BENAT VISTARINI y CULL,

Emblemas Españoles Ilustrados, p. 55.

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Por último, no cabe duda que la imagen del águila en ascenso rumbo al sol tuvo cierto

éxito en la Nueva España, particularmente entre los intelectuales del siglo XVII. Un

contemporáneo de Sandoval Zapata, el jesuita Baltasar López, en su discurso inaugural en

latín pronunciado en el Colegio Máximo de San Pedro y San Pablo en el año de 1644,

utilizó la imagen como símbolo para hablar del conocimiento valioso, en oposición a los

esfuerzos vanos del intelecto20

. Posteriormente, encontramos la imagen en El Sueño de Sor

Juana, claramente dentro del paradigma epistemológico21

.

2.2 EL VUELO DE LA GARZA

Comparada con el águila, la garza tiene menos alegorizaciones. En general, se le suele

asociar con la prudencia y con la nobleza o la elevación de espíritu, elemento que en

ocasiones toma un sentido negativo y pasa a

significar engreimiento. Al respecto, Isidoro de

Sevilla es un buen indicador de las ideas que

fueron de dominio común hasta bien entrado el

siglo XVII: “La garza [“ardea”] es llamada así

por la altura del vuelo [“ardua”]. Dice Lucano:

‘Porque se atreve a volar la garza’. Teme las

tormentas y vuela por encima de las nubes para

no sentir sus torrentes. Cuando vuelan muy alto,

significa [que se aproxima] una tempestad.

20

Véase RODRÍGUEZ BELTRÁN, La agudeza del ingenio vista por un humanista novohispano, pp. 118-125. La

descripción de López es formidable: “El ave, excelente por la pompa de las plumas y potente por el remo de

sus alas, despliega el vuelo a lo alto, muy por encima de las nubes y los vientos, y aventurada hacia los

mismos cielos, disparada con sus alas extendidas y planeando con el cuerpo inmóvil, se atreve con un

esfuerzo sobresaliente a clavar con la pupila siempre abierta aquellos ojos tan vivaces y sin miedo en el

resplandor áureo del ardiente sol y sus luces fulgurantes, a resistir aquella fuerza de los rayos con una mirada

tenaz, a explorar con los ojos aquellos fuegos inaccesibles, a recorrer con la mirada la magnitud del Príncipe

de los Planetas, a observar su rostro, a apoderarse feliz de su belleza, habiendo conseguido una potente

inspección de ojos, habiendo experimentado un noble peligro, habiendo alcanzado la gloriosa aprobación de un espectáculo sobresaliente estando el sol como examinador. Habría sido mejor para la noble ave

encandilarse ligeramente ante el disco ardiente del sol y cerrar un poco los ojos, que abrirlos siempre, con

mirada tenaz y ojos atentísimos, para cazar moscas. Así el varón de índole aguileña e ingenio elevado, aunque

ve muy bien con la agudeza de la mente y distingue clara y abiertamente estas minucias de razonamientos,

sentidos banales de opiniones, frágiles y volátiles aguijones de sentencias y argucias improvisadas,

considerando todo eso una nadería y una bagatela, lo pasa por alto reflexionando en asuntos más altos y

apuntando a cosas más nobles”. Ibidem, p. 175. 21 JUANA INÉS DE LA CRUZ, Obras completas, p. 189.

Imagen tomada de BENAT VISTARINI y CULL,

op. cit., p. 366.

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Muchos la llaman Tántalo”.22

Dos elementos se destacan en lo anterior: la capacidad de remontarse a lo alto y la

facultad de prevenirse ante las lluvias torrenciales. Gracias a lo primero es como se ve que

la garza puede utilizarse, así como el águila, para ensalzar las virtudes de alguien23

. Por otro

lado, es gracias al segundo elemento –prevención frente a las futuras tormentas– como se

puede comprender, por ejemplo, el emblema de Josep Romanguera que aparece en su

Atheneo de grandesa sobre eminencias cultas (1681), con el mote “Es mía la preocupación

por el futuro”24

y que lleva como subscriptio en catalán: “Bolar ab temps al retiro, /

Prevenint tormenta tal, / És triunfar del temporal”.25

Volar en el momento oportuno hacia el

retiro, cuidándose o previniéndose de la tormenta, es triunfar sobre el temporal.

Asimismo, es sumamente significativa la mención, por parte de Isidoro, de que también

al ave se le llama Tántalo. Se trata, en efecto, del conocido personaje mitológico que fue

castigado por haber revelado los secretos de los dioses. La elevación espiritual del ave

hacia las alturas puede, por lo tanto, también tener un matiz negativo, tal como ocurre en

los emblemas ya descritos del águila en su ascenso. Y es que la garza también había

adquirido significados asociados a la contemplación del alma hacia lo divino26

. En este

sentido, así como Faetón y Tántalo recibieron su castigo por tratar de excederse a sí mismos

y ponerse en el plano de lo divino, así también el águila y la garza están emparentadas.

22 ISIDORO DE SEVILLA, Etymologiarum, XII, 7, 21: “Ardea vocata quasi ardua, id est propter altos volatus. Lucanus (5,554): “Quodque ausa volare Ardea”. Formidat enim imbres, et supra nubes evolat, ut procellas

nubium sentire non possit. Cum autem altius volaverit, significat tempestatem. Hanc multi Tantalum

nominant.” 23 Es así como Bernardo de Balbuena utiliza, en efecto, la figura de la garza al inicio del poema dedicatorio al

arzobispo Fray García de Mendoza, al inicio de la Grandeza Mexicana: “Divina Garza que a la blanca nieve /

y al Cisne altibo del Meandro elado / en canto vences y en pureza ygualas, / y a cuenta de tu buelo remontado

/ nos da oy el cielo quanto bien nos debe / Apolo su Laurel, su Oliva Palas. / Recoge y pliega las tendidas alas

/ al fresco desta juncia / que a tu grandeza anuncia / nido de Encienso en las Tiberias salas. / Y tras este

escalon de nuestros bienes / la Tyara mas alta / que ahora te falta y merecida tienes.” BALBUENA, Grandeza

mexicana, p. 10. Nótese, al respecto, que la garza divina que simboliza a la persona elogiada supera en pureza

a la blanca nieve, y en canto al cisne; pero es el vuelo remontado el elemento peculiar que la distingue en este caso y que aporta tantos bienes. 24 “Mihi cura futuri est”, BENAT VISTARINI, y CULL, op. cit., p. 366. 25 Ibidem. 26 Esta idea la vemos aparecer en la Historia naturalis de Juan Gil de Zamora (1245-ca.1310): “Ardee vero

contemplatiua potest anima comparari; quia, sicut in altum euolat ut ymbres fugiat, sic et ista semper alta, id

est, celestia meditatur. Contemplacio namque nichil aliud est quam mentis in Deum suspense quedam supra se

eleuacio, eterne dulcedinis gaudia degustans”. Citado en MARTÍNEZ GÁZQUEZ y FLORIO, Antología del latín

cristiano y medieval, p. 203.

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2.3 LA MIRADA DEL GIRASOL

El girasol se asocia típicamente tanto con la devoción como con el amor, lo cual en

realidad son dos caras de la misma moneda: una, en el plano divino; otra, en el plano

terrenal. A medida que avanza el siglo XVI, se puede ver cómo poco a poco el girasol –de

origen americano–se viste de todas las alegorizaciones que poseía el heliotropo; y así, ya en

el siglo XVII, es muy notorio el hecho de que el girasol casi lo ha suplantado por completo.

Gracias a este proceso, el mito antiguo de Clitia, doncella que amaba al sol y que después

fue transformada en heliotropo, fue rápidamente asimilado al girasol.

Era inevitable, por supuesto, que en un

contexto cristiano la planta que mira

firmemente al sol tuviera implicaciones

religiosas en relación con la gracia divina. Es

con este sentido con el que Sebastián de

Covarrubias, en su conocida obra Emblemas

Morales (1610), utiliza la figura del heliotropo

en su emblema 112, que lleva el mote: “Si te

vas bolverme he al llanto”. El heliotropo, según

explica el mismo Covarrubias, “puede ser

simbolo, y figura del hombre, quando por ausencia de la gracia, causa en el su pecado una

tiste noche, bolviendole las espaldas, y escondiendosele aquel divino Sol de justicia”27

. Se

podrán notar, por lo tanto, las correspondencias entre la utilización alegórica del águila o de

la garza y el uso que se le da a esta flor.

3. ANÁLISIS

Pasemos ahora directamente a los sonetos. En general, ambos retratan, usando recursos

parecidos pero símbolos clave diferentes, el profundo contraste entre el deseo de

trascendencia y la muerte.

En el primer soneto, respecto al ascenso de la garza, los dos versos iniciales enfatizan

inmediatamente la dificultad de tal logro: esa ave por sí sola ha sido capaz de “romper”

27 COVARRUBIAS, op. cit., Emblema 112.

COVARRUBIAS, Emblemas morales,

Emblema 112.

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toda una “ciudad del viento” en su afán por volar hacia el sol, ha cruzado las mismas nubes,

“alcázares de nieve”. Sin duda al describirlas con esa metáfora, se destaca en cierto modo

su aspecto infranqueable; se trata de una blancura que forma murallas en el cielo. Tenemos,

pues, una clara caracterización del acto de remontarse al sol, subrayando particularmente lo

arduo de tal empresa.

Lo que viene después es fácil de entender teniendo en cuenta lo dicho aquí con respecto

al girasol. En efecto, “por enamorada, (…) fuiste girasol” es una referencia clara a la figura

mítica de Clitia. Y así, el acto de dirigirse hacia el sol adquiere un nuevo aspecto al

trasladarlo a un contexto amoroso.

Pero nótese que también la garza fue “pensamiento”. Esto se clarifica al ver el segundo

cuarteto del soneto, donde aparece una palabra clave para todo el poema en su conjunto y

que se repite también en los dos tercetos: espíritu. Ello parece confirmar la importancia de

la palabra pensamiento en tanto que movimiento del alma, y esto como una mezcla del

paradigma epistemológico y el espiritual. El espíritu aparece rodeado en este caso de ciertos

elementos como fuerza, potencia, magnitud; se trata del lugar de donde se sacan bríos para

dirigirse hacia el mismo sol. Tal acción está impulsada por la “ambición”, la cual,

“paciendo en tanto espíritu”, no muere al párpado sediento; es decir, alimentándose de tanto

espíritu, se mantiene viva para el párpado que está sediento de luz28

. Pero he aquí que

cuando bebe de esa luz, sufre desmayos, es decir, muere un poco y en repetidas ocasiones.

Este cuarteto pretende destacar, pues, una oposición entre la vida sedienta –es decir, en

búsqueda– y la repetida muerte saciada –que ya recibió la luz solar.

Con respecto a la palabra parasismo, hay que pensar no tanto en exaltación, sino es en

muerte. No en vano el Diccionario de Autoridades nos da sólo la acepción médica, en la

que parasismo es un “accidente peligroso, ò quasi mortal, en que el paciente pierde el

sentido y la accion por largo tiempo”. Dicho de otro modo, se trata de un desmayo, una

28 Una lectura muy distinta podría hacerse interpretando pacer como desgastar, acepción incluida en el

Diccionario de Autoridades (1737): “Pacer: Vale tambien comer, roér à gastar alguna cosa”. En tal caso,

significaría que la ambición, desgastado o lastimando al párpado sediento, en tanto espíritu no muere. Sin

embargo, me parece que eso desbalancearía el claro juego de oposiciones en el cuarteto, pues hay una clara

tensión entre, por un lado, el hecho de sacar fuerzas del interior, mantenerse con vida y estar sediento de luz

exterior, y por otro lado, el hecho de beber de ese mar exterior y tener breves lapsus mortales al saciar esa sed.

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pérdida de conciencia, y es gracias a esto que en la época era frecuente asociar los

parasismos con la muerte29

.

La imagen del planeta ardiente remite directamente a la elevación y la potencia en el

vuelo; y la “erizada espuma” es un modo inolvidable de pintar el plumaje blanco de la

garza, y al mismo tiempo, quizás, de continuar con las alusiones marítimas. “No desistas”,

parece decírsele al ave, la cual se convierte en el símbolo del derecho a aspirar a algo más.

La garza, gracias a su osado intento, es estrella. Se trata de conminar al ave a ya no bajar, a

quedarse en su trascendencia. Pero ha sido una trascendencia sólo conseguida por el

“parasismo” que tuvo que sufrir el ave al experimentar la luz. Y si nuestra lectura se

mantiene, tal parasismo no es otra cosa sino la muerte.

Pero surge una pregunta importante: ¿Qué motivación simbólica hay en el hecho de que

se trate de una garza y no de un águila, que sería lo más normal? En primer lugar,

recuérdese que el águila está rodeada siempre de un hálito de realeza, mientras que la garza

de prudencia y sabiduría, de nobleza de espíritu. El más marcado atributo del águila es la

vista y su capacidad de mirar fijamente hacia el sol. Pero la mirada de la garza, si bien sí

aparece aludida en los el soneto de Sandoval, no tiene más preponderancia que el hecho de

remontarse a lo alto. En cierto modo, utilizar una garza ayuda a enfatizar el anhelo del

espíritu a ser algo más y no tanto el de entender ese algo; parece que ver más con un estar

que con un desentrañar. Por eso tenemos una conversión o metamorfosis en el poema: el

ave puede “quedarse estrella” o bien “perderse polvo”. Haber elegido a una garza y no a un

águila, subraya la pureza por encima de la realeza, y es evidente que la primera es más

pertinente para hablar de algún tipo de ascenso o transformación espiritual30

.

Sin embargo, esta sutil diferencia sólo podría entenderse teniendo como telón de fondo

toda la tradición en que se apoya el emblema del águila hacia el sol. Nos damos cuenta,

29 Véanse, por ejemplo, aquellos versos de CALDERÓN DE LA BARCA, Lágrimas que vierte un alma arrepentida…, p. 2: “ahora, el pulso débil, / torpe la voz, yerto el brio, /en parasismos se emboza / el ultimo

parasismo (…)”. 30 Surge la duda, por supuesto, acerca de la posible relación entre la garza y el fénix, ave con gran simbolismo

a la que Sandoval recurre en otras ocasiones. E incluso sólo al investigar un poco, uno se da cuenta de que

precisamente los egipcios representaban al fénix como una garza. Sin embargo, no parece haber alusión

alguna, en los sonetos a la garza, al tema de la renovación, que es típico del fénix; es decir, desde el punto de

vista semántico, la garza tal como la utiliza Sandoval se asocia más fácilmente al paradigma interpretativo del

emblema del águila hacia el sol, parentesco que –esperamos– ahora ya debe resultar evidente al lector.

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pues, que en este soneto de Sandoval el paradigma espiritual está, contra lo que parecía en

un inicio al comentar la palabra pensamiento, por encima del epistemológico, pues lo

central es un afán de trascendencia y su irremediable consecuencia inmediata, a saber, la

muerte. De cualquier modo, es muy fácil notar que, mediante la sola elección de la garza en

un contexto marcadamente emblemático, Sandoval está tratando de proyectar una visión

que le sea propia en contraste con tal tradición emblemática.

Pasemos al segundo soneto. El primer cuarteto describe, en pocas palabras, el

nacimiento de la flor, el momento en que brotó. La “cárcel de esmeralda fría”, en efecto,

parece remitir al tallo verde antes de florecer. Lo notable aquí es que se describa al girasol

diciendo “águila hojosa de verde nido”; no es en vano que sea precisamente el águila si

tenemos presente toda la tradición emblemática descrita.

En el segundo cuarteto vemos aparecer una vez más la palabra ambición, tal como en el

primer soneto. Ello nos confirma, pues, que estamos en un mismo universo simbólico.

Nótense, también, los elementos marítimos que aquí también se usan: coral, mar, navegar,

desembarcar. Desde aquí ya se subraya el inminente fracaso de la ambición del girasol. El

cielo se convierte en el océano, “mar del sol”, la infinidad de luz, y en navegar ahí reside

tanto el logro como el peligro.

Y así, vemos en el primer terceto que lo que busca el girasol es la misma causa de su

muerte. Su alegría es su muerte. Y vemos después aparecer dos palabras que también

aparecen en el soneto sobre la garza: parasismo y aliento. Más aún, tenemos una definición

implícita de las dos, que nos dice la semejanza y la diferencia entre tales conceptos. Ambos

matan, pero el parasismo es triste y el aliento –esto es, el ímpetu– es alegre.

Las innovaciones que realiza Sandoval Zapata son también visibles en el soneto al

girasol. Y es que en tal poema lo que ocurre es una especie de fusión de tradiciones:

estamos ante el tópico de la muerte en relación con las flores –que suele contrastar la

belleza actual y la muerte inevitable, y cuyo ejemplo por excelencia suele ser la rosa–, y al

mismo tiempo, estamos ante el conjunto de alegorizaciones creadas a partir de la tradición

emblemática en torno al girasol –y también, en un nivel más general, en torno al águila y la

garza.

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En suma, después del análisis aquí realizado, ya no puede haber duda alguna de los

entrecruces semánticos entre los dos sonetos. Sin duda, hay un entramado simbólico muy

claro entre águila, garza y girasol; todo ello, por supuesto, en relación con el astro solar,

con lo sublime y lo que aspira a serlo.

Curiosamente, en los dos sonetos se percibe nítidamente la referencia a un contexto

marítimo para describir el espacio en el que el pájaro o la flor entablan su relación con el

sol. En cierto modo, pareciera que el uso de elementos marítimos le permite al poeta

describir la acción misma de la garza o el girasol en el sentido de buscar “un más allá”: el

pájaro pertenece al aire; la flor, a la tierra; pero ambos se asemejan en cuanto a que

pretenden algo que les excede. Es en este sentido en el que el mar es particularmente útil

para resaltar tal pretensión31

. Por otro lado, la presencia continua de lo marítimo sirve

también para enfatizar la inmensidad a la que se han lanzado el pájaro y la flor; de ahí que

veamos aparecer la palabra abismo en el primer soneto.

El rasgo más notorio de los dos sonetos es, pues, el hecho de que en ellos se percibe de

uno u otro modo el carácter finalmente fatídico de la garza y del girasol. Pareciera que

Sandoval quisiera subrayar su innegable condición terrena. Es casi como si la garza hubiera

querido transgredir tal condición buscando la “emulación”, en cierto modo la identidad.

Pero con el girasol nos percatamos de que esa búsqueda es como estar mirando fijamente a

la propia muerte. ¿Qué queda, entonces? ¿Toda ambición es destrucción? Sí, parece

contestarnos Sandoval, pero hay dos caminos hacia este mismo destino: uno es triste y el

otro alegre. Uno es el del parasismo; el otro, el del aliento. Estamos, sin duda, ante una

variatio particularmente estimulante del gran tópico barroco del desengaño.

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31 Es justo esta misma función la que se percibe, por ejemplo, cuando se habla de los “pasos” del girasol, que

son precisamente los que hacen que perezca. La flor quiso excederse en tanto que flor y quiso caminar hacia

la luz.

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