Como conocer la voluntad de Dios

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Cómo Conocer La Voluntad de Dios Steve Clark Cómo Conocer La Voluntad de Dios Steve Clark 1 1 INDICE I Cómo Conocer la Voluntad de Dios II Varias clases de Guía III Maneras en que Recibimos la Guía del Señor IV El Crecimiento en Recibir la Guía del Señor V La Presencia de Dios ¿Cómo puedo saber la Voluntad de Dios para mi Vida? La necesidad que los Cristianos tenemos de conocer la voluntad de Dios nunca se acaba. Nuestras vidas deben reflejar la voluntad de Dios en cada detalle, desde decisiones pequeñas de la vida diaria hasta preguntas grandes que incluyen decisiones en cuanto a carrera, estado de vida, la crianza de los hijos y el hacer nuevos compromisos. Los cristianos necesitamos saber la voluntad de Dios para poder vivir en vida de fe, como pueblo sometido a Dios. Este libro da consejo práctico alcanzable y detallista sobre como recibir guía de Dios. Steve Clark describe las maneras en que Dios nos guía y nos delinea los pasos que podemos dar para ser mas capaces en discernir la voluntad de Dios y en recibir su dirección.

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INDICE

I Cómo Conocer la Voluntad de Dios

II Varias clases de Guía

III Maneras en que Recibimos la Guía del Señor

IV El Crecimiento en Recibir la Guía del Señor

V La Presencia de Dios

¿Cómo puedo saber la Voluntad de Dios para mi Vida?

La necesidad que los Cristianos tenemos de conocer la

voluntad de Dios nunca se acaba. Nuestras vidas

deben reflejar la voluntad de Dios en cada detalle,

desde decisiones pequeñas de la vida diaria hasta

preguntas grandes que incluyen decisiones en cuanto

a carrera, estado de vida, la crianza de los hijos y el

hacer nuevos compromisos. Los cristianos

necesitamos saber la voluntad de Dios para poder

vivir en vida de fe, como pueblo sometido a Dios.

Este libro da consejo práctico alcanzable y detallista

sobre como recibir guía de Dios. Steve Clark describe

las maneras en que Dios nos guía y nos delinea los

pasos que podemos dar para ser mas capaces en

discernir la voluntad de Dios y en recibir su dirección.

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Introducción a la Serie

Cómo vivir como Cristiano

Hablando en términos humanos, no es fácil decidir

seguir a Jesucristo y vivir nuestras vidas como

cristianos. Jesús nos pide que le entreguemos

nuestras vidas, que abandonemos las aspiraciones

que tenemos para ella y que sometamos nuestra

voluntad a Dios. Ningún hombre o mujer ha podido

hacer esto fácilmente; si pudiéramos hacerlo con

facilidad, no necesitaríamos a un salvador.

Una vez que aceptamos la invitación y decidimos

seguir a Jesús, nos topamos con una serie de

obstáculos y problemas. Nos damos cuenta de que

muy seguido somos ignorantes en cuanto a lo que

Dios quiere de nosotros como sus hijos e hijas. Por ej.

¿qué significa, prácticamente, obedecer el primer

mandamiento de amar a Dios con todo nuestro

corazón, mente y fuerza? ¿Cómo podemos conocer la

voluntad de Dios? ¿Cómo podemos amar a la gente

que no nos cae bien? ¿Cómo afecta el ser cristiano en

la manera en que manejamos nuestro tiempo y

dinero? ¿qué significa poner la otra mejía? No es fácil

entender exactamente lo que Dios quiere en estas

áreas y en muchas otras.

Aún cuando sí sabemos lo que Dios quiere, puede ser

difícil aplicar sus enseñanzas en nuestra vida diaria.

Las preguntas abundan: ¿cómo podemos encontrar

tiempo para orar diariamente? ¿cómo podemos

arreglar una relación con alguien a quien le hemos

hecho mal, o quien nos ha hecho mal? ¿cómo

podemos manejar reacciones emocionales que se

salen de nuestro control? Estos son ejemplos de

preguntas titubeantes en cuanto a la aplicación de la

enseñanza cristiana en nuestra vida diaria.

Aún más, pronto descubrimos que los cristianos

tienen enemigos. El diablo afuera y la carne adentro.

Satanás nos tienta para que pequemos, nuestras

urgencias interiores reciben la tentación y

encontramos a nuestra voluntad tratando de resistir

el mal.

Por último, tenemos que vencer al mundo. Estamos

tratando de vivir en un medio ambiente que es hostil

hacia lo que los cristianos creemos y queremos vivir, y

es amigable hacia aquellos que creen y hacen lo

contrario a los valores del Reino de Dios.

Hay una doble respuesta para estas preguntas: para

vivir la vida cristiana con éxito, necesitamos tanto la

gracia como la sabiduría; Dios da estas dos cosas

gratis a todos aquellos que lo buscan.

Como Cristiano, vivimos por gracia. La Vida misma de

Dios trabaja en nosotros conforme vamos tratando de

comprender la enseñanza de Dios, aplicándola a

nuestra vida y venciendo las fuerzas que tratan de

sacarnos del camino que hemos escogido. Nunca

estamos carentes de gracia. Esta siempre está ahí. El

Señor está siempre con nosotros y el abastecimiento

de gracia nunca acaba.

Sin embargo, la gracia trabaja con la sabiduría. Los

cristianos necesitan aprender mucho sobre cómo vivir

de acuerdo a la voluntad de Dios. Debemos estudiar la

Palabra de Dios en las Sagradas Escrituras, escuchar

enseñanzas cristianas, reflexionar en nuestra

experiencia y en la experiencia de otros.

Para poder crecer en la vida cristiana, necesitamos

saber acerca de la fe, del amor a Dios, del amor al

prójimo y de nuestra identidad como hijos e hijas de

Dios, solo por nombrar algunos temas. Para poder

alcanzar la madurez espiritual los cristianos

necesitamos saber cómo nos equipa Dios para vencer

los obstáculos con los que nos topamos

inevitablemente, nuestro propio actuar mal, el poder

del mundo, la carne, el diablo.

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I. Cómo Conocer la Voluntad de Dios

En el capítulo 14 del Evangelio de San Juan, nos

encontramos a Jesús hablándole a sus discípulos

sobre el hecho de que El se marcharía (era la víspera

de la crucifixión). Se iba el que era para ellos el

amigo, el guía, el maestro, el consejero, el ayudador,

el protector y el intercesor. Sabía que estos les

tubaría, y por eso dijo: “Y yo le pediré al Padre que les

mande otro defensor, el Espíritu de Verdad, para que

esté siempre con Ustedes. Los que son del mundo no

lo pueden recibir, porque no lo ven ni lo conocen;

pero ustedes lo conocen, porque El está con ustedes…

El Espíritu Santo, el Defensor que el Padre va a enviar

en mi nombre, les enseñará todas las cosas y les

recordará lo que les he dicho. Al irme les dejo la paz.

Les doy mi paz, pero no se las doy como la dan los que

son del mundo. No se angustien ni tengan miedo”. (Jn

14.16-17 26-27).

La palabra que aquí se traduce como “Defensor” y que

otras versiones traducen como “Paráclito” puede

entenderse de varias formas: abogado, consejero,

guía, intercesor, protector, apoyo. Un paráclito era la

persona que estaba junto al acusado en una sala de

juicios. Estaba de parte del acusado y le daba toda la

ayuda y consejo que el acusado necesitaba. Lo que

Jesús quiso decir fue que, así como El había sido para

sus discípulos un paráclito y un abogado, el Espíritu

Santo sería el nuevo paráclito.

Tengo la convicción de que Dios quiere que cada uno

de nosotros sepa, en cada momento lo que El quiere

para nosotros. El quiere que seamos su pueblo, que

andemos sin dudas y sin confusiones. No quiero dar

la impresión de creer que podemos esperar que el

Señor nos diga todo lo que queremos saber; pero El sí

nos dirá lo que necesitamos saber para poder seguir

su voluntad. Tampoco quiero dar la impresión de que

yo siempre sé lo que Dios quiere para mí en cada

momento, no es así; pero actualmente estoy mucho

mas seguro de lo que Dios quiere de mí, que lo que

estaba antes, y estoy convencido de que Dios quiere

que todos crezcamos en la certidumbre de su

voluntad. No quiere que andemos con dudas o

confundidos. La duda y la confusión son indicaciones

de que necesitamos crecer, no son cosas que Dios

quiere como parte de nuestra vida.

La vida en el Espíritu es una vida que es formada por

el Espíritu Santo. Nuestra vida sólo puede ser formada

por el Espíritu cuando El nos guía y nosotros lo

seguimos. No podemos vivir en el Espíritu, a menos

que El nos muestre lo que debemos hacer, pero

podemos contar con que El quiere formar nuestra

vida y guiarnos, porque fue enviado por el Padre para

ser nuestro defensor. Cuanto más recibamos la guía

que El quiere darnos y permitamos que nuestra vida

sea formada por lo que El nos muestra, tanto más

estaremos viviendo en el Espíritu.

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II. Varias Clases de Guía

Cuando yo era niño, había muchas cosas en las que no

me interesaba. Por ejemplo, nunca me interesé por

aprender cómo comprar cosas, casi todo lo que yo

necesitaba me lo daban mis padres y en las pocas

ocasiones en que yo tenía algún dinero y quería

comprar algo, solía ir a la tienda y comprar la primera

cosa que me gustaba. Creo que nunca se me ocurrió

que pudiera hacer una mejor compra en otro lugar y

casi nunca pensé, que mi dinero pudiera usarse mejor

comprando otra cosa, por ejemplo, algo útil.

Cuando crecí y empecé a responsabilizarme por mi

propia vida, empecé a darme cuenta de que había

mucho que aprender acerca de cómo comprar cosas.

Cuando mis padres dejaron de encargarse de todo,

comencé a sufrir y me dí cuenta que era necesario

aprender cómo hacer ciertas cosas, como el comprar.

A medida que iba madurando, más quería aprender

cómo manejarme en el mundo.

Una señal de que uno está creciendo espiritualmente

es el querer aprender cómo vivir en el Espíritu. La

mayoría de las personas que se llaman cristianos no se

preocupan en si saben o no saben lo que Dios quiere

de ellos. Dan por entendido que sí lo saben. Creen

que si no están desobedeciendo ninguno de los

mandamientos, sin duda deben estar haciendo

exactamente lo que Dios quiere. Son como niños que

dan por entendido que está bien hacer cualquier cosa

que tengan ganas de hacer, con tal de que sus padres

no lo hayan prohibido explícitamente, o por lo menos

con tal de que puedan inventar una buena forma de

esquivar los mandatos de sus padres.

Pero cuando un hombre nace a la vida del Espíritu y

comienza a crecer en ella, necesita saber algo más

que simplemente mandamientos. Los mandamientos

sólo le dicen cómo no debe de llevar su vida. No le

dicen cómo sí vivirla, excepto de un modo general.

Necesitamos más que los mandamientos;

necesitamos también que Dios guíe nuestras vidas.

Una de las ideas más comunes que la gente tiene

sobre cómo nos guía Dios es la dirección específica.

Después de leer la Cruz y el Puñal, un libro en el cual

hay todo tipo de narraciones, inspiraciones y de

direcciones específicas del Espíritu Santo, anduve un

tiempo esperando “Guía” del Espíritu Santo en esa

misma forma. Yo tenía la esperanza de que Dios me

dijera algo así: “Esta tarde a las 3:18, ve a la esquina

de tal calle con tal avenida, y estando allí verás un

hombre de corbata amarilla dile que llegue a la

reunión de la comunidad el jueves”. Pues, una que

otra vez si experimenté direcciones de esas, pero

resultó ser algo bastante común, y comencé a

aprender de nuevo la realidad de que hay diversas

clases de guía.

Probablemente la clase de guía más importante y la

más común, es simplemente el ir creciendo en el

entendimiento espiritual. Cuando más vayan siendo

formadas nuestras mentes por el Espíritu Santo, e

instruidas por El, tanto más sabremos qué hacer

cuando no escuchamos ningún tipo de mensajes

especiales. La dirección para gran parte de nuestra

vida se volverá más clara si simplemente vamos

dejando que el Espíritu Santo nos dé la mente de

Cristo. Como lo dice San Pablo en 1 Cor 2:16

“Nosotros tenemos la mente de Cristo”.

Si yo saliera de mi casa y viera un automóvil nuevo

con las llaves puestas en la marcha, no necesitaría una

profecía ni una señal especial de Dios para saber que

no debo tomar ese carro. Tengo suficiente

entendimiento espiritual como para saber que el

robar va contra la ley de Dios y que no es correcto

tomar el carro de otra persona sin su permiso, aunque

uno tenga la intención de devolverlo. Puesto que en

el pasado yo he permitido que Dios formara mi mente

hasta ese punto, ya sé qué hacer en ese caso.

El Señor quiere enseñarnos cómo vivir como cristianos

y cuanto más se lo permitamos, más claro resultará lo

que debemos hacer cada día. Puedo recordar una de

las primeras veces en que podía contar con el Señor y

con su guía en la vida cristiana. Sucedió cuando fui

bautizado en el Espíritu, el Señor me dio un fuerte

sentir de su presencia y un fuerte deseo de servirle.

Parecía como si yo no tuviera que hacer nada para

mantener mi experiencia de ser uno con el Señor; y

por un tiempo aparentemente no había nada que

tuviera que hacer para mantenerla. Pero luego

empecé a sentirme seco, sin contacto con Dios, y eso

me puso inquieto. Me hallé confundido y molesto,

preguntándome qué le había pasado a mi relación con

Dios.

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Finalmente, un día decidí ir a la Iglesia y quedarme allí

hasta que el Señor me mostrara lo que andaba mal.

Debo haber permanecido allí como un ahora (lo cual

era entonces para mí un rato muy largo) y finalmente,

me rendí después de ver que el Señor no me

mostraba lo que andaba mal. Pero me dí cuenta de

que me sentí más cerca de Dios durante el resto del

día, de modo que al día siguiente hice lo mismo. De

nuevo, no hubo ni una palabra sobre lo que andaba

mal, pero me dí cuenta de que me estaba sintiendo

más cerca de El. Comencé a tener la idea d que, tal

vez, lo que necesitaba para mantenerme en contacto

con Dios, era orar regularmente.

Por ese tiempo había comenzado a leer un libro sobre

la vida espiritual y el libro decía la misma cosa, a fin de

mantenerse unido a Dios, hay que orar regularmente

como lo hizo Jesús. Una vez interrumpí mi oración

regular por un tiempo y me dí cuenta de que empecé

a sentirme con menos contacto con Dios. Llegué a la

conclusión de que necesitaba orar todos los días y lo

he hecho así desde entonces.

El Señor me enseño sobre la necesidad de la oración,

respondiendo a mi pregunta de una manera que yo no

esperaba, y desde entonces no he necesitado ningún

mensaje especial en ese campo. Simplemente he

sabido desde entonces que la oración es algo que

necesito todos los días. Puesto que Dios me ha dado

cierta sabiduría espiritual en ese campo, yo sé con

más claridad cómo llevar mi vida.

Sin embargo, sí necesitamos otras clases de guía,

además del entendimiento espiritual. El

entendimiento espiritual nos lleva muy lejos, nos dice

qué debe formar parte de nuestras vidas y qué no,

qué debemos hacer en ciertas situaciones y qué no

debemos hacer. Pero cada uno de nosotros es un

individuo único y el entendimiento espiritual no nos

puede decir cabalmente, lo que debemos hacer en

nuestra vida. El entendimiento espiritual casi nunca

nos responde preguntas en cuanto a si debo hacerme

médico o no, si debo irme a vivir a otra ciudad o no, si

debo involucrarme en determinado proyecto o no.

Para esas preguntas, necesitamos no sólo tener

entendimiento espiritual, sino también tener un

conocimiento de aquello a lo que estamos llamados

individualmente.

Hace poco yo necesitaba saber, de una manera más

detallada, a qué me estaba llamando Dios. Estaba

empezando a ver algunas necesidades para la obra del

Señor que yo creía poder llenar; pero el hacerlo habría

implicado viajar y tal vez el participar mucho menos

en la vida de nuestra comunidad de lo que había

hecho hasta entonces. Habría tenido que renunciar a

algunas de mis responsabilidades que el Señor me

había dado dentro de su obra.

Oré por el asunto durante mucho tiempo, pero no

parecía recibir muchas indicaciones de lo que el Señor

quería. Finalmente, le dije que pronto tendría yo que

tomar alguna decisión y que haría lo mejor que

pudiera si El no me aclaraba en cuál situación me

estaba llamando a trabajar. En ese caso yo iba a

suponer que a El le daba lo mismo, o que El me

guardaría de cometer un error al tomar la decisión.

Al acercarse el momento de tomar mi decisión,

comencé a darme cuenta de ciertas cosas que había

que hacer en nuestra comunidad, concretamente

cierto tipo de trabajo pastoral. Vi que esas cosas

serían importantes para que nuestra Comunidad

creciera como Dios nos estaba diciendo por medio de

profecía, que El quería que creciera. También vi que

no parecía haber ninguna otra persona que pudiera

realizar ese trabajo por el momento.

Entonces llegó a nuestra comunidad un visitante de

otra comunidad, un hombre con mucha experiencia

pastoral. Al hablarnos él sobre lo que nuestra

comunidad necesitaba, el Señor empezó a mostrarme

lo que había que hacer en nuestra comunidad; a veces

por medio de lo que el visitante recomendaba, pero

más frecuentemente por medio de profundas

comprensiones de la situación, comprensiones de un

tipo que yo nunca antes había tenido. Yo puede ver lo

que había que hacer y lo que yo podía hacer para

cambiar las cosas en la forma que Dios quería. El tener

esas compresiones, con una claridad que sólo viene

de una percepción dada por el Espíritu Santo, hizo que

yo empezara a sentir más frecuentemente que el

Señor quería que yo me quedara para hacer esas

cosas.

Entonces ocurrieron dos sucesos que confirmaron la

dirección que yo quería tomar. Una fue una señal

clara, una clase de mensaje profético que indicaba lo

que yo debía hacer. La otra confirmación vino por

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medio de un amigo. Si este amigo hubiera sentido

que la dirección que yo estaba percibiendo de lo que

el Señor quería que hiciera, no era lo que debía hacer,

habría sido muy difícil, si no imposible, que yo pudiera

hacerlo. Y yo estaba seguro de que él no estaría a

favor. Pero poco después de que yo decidí que esto

era lo que el Señor me estaba llamando a hacer, este

amigo me dijo que había sentido que el Señor le

estaba mostrando que yo estaba llamado a hacer eso.

Al final de ese periodo, yo ya sentía una certeza de lo

que Dios me estaba llamando a hacer. Desde entonces

ya sé a qué debe dirigirse la mayor parte de mis

energías. Cuando me levanto cada mañana, no tengo

que preguntarme cómo debería ser la mayor parte de

mi vida, porque ya sé que si voy a hacer lo que Dios

quiere que haga, hay ciertas cosas que tendrán que

formar parte de mi día. No tengo que buscar guía del

Señor acerca de si quedarme en la ciudad o irme a

viajar, porque si he de realizar lo que el Señor me ha

llamado a hacer, tengo que vivir en la ciudad.

El Señor no quiere decirnos a todos ahora mismo

cuáles son sus planes a largo plazo para nosotros.

Muchos de nosotros quisiéramos saber si el Señor

quiere que nos hagamos médicos y nos casemos, o

cambiemos de trabajo, o nos traslademos a otro

lugar, pero el Señor no tiene prisa por hacérnoslo

saber. Sólo quiere que vayamos paso a paso. Pero

aún así, sigue siendo cierto que necesitamos cierta

dirección de Dios acerca del llamado que nos hace.

Puede ser que todo lo que necesitamos saber sea que

donde estamos ahora, es donde Dios quiere que

estemos, y debemos esperar hasta recibir nuevas

direcciones. El esperar es también un llamado de

Dios.

Sin embargo, viene un momento en que de hecho

necesitamos saber ciertas cosas a un plazo más largo.

Por ejemplo, si Dios quiere que muchas personas se

casen –y de hecho lo quiere- entonces, cuando esas

personas descubren este llamado, están en un

compromiso a largo plazo. La guía del Señor en

ocasiones va más allá de informes de momento acerca

de cuál es el siguiente paso. Pues, de vez en cuando

todos necesitamos guía acerca de decisiones a largo

plazo y el Señor nos proporciona esa clase de guía.

Si bien el entendimiento espiritual y el conocer el

llamado que Dios nos ha hecho, ya sea para ese

momento o para el futuro, es algo que nos dice

mucho sobre lo que debemos hacer, aún así

necesitamos dirección específica de Dios. A menudo

es importante que El nos haga saber qué hacer en una

situación particular. A veces tiene que hacérnoslo

saber, porque nos hace falta información que nos

permita comprender qué es lo correcto. A veces no

podremos entender el sentido de lo que el Señor está

procurando que hagamos; aunque tengamos más

información, porque no podemos ver sus planes

futuros. Cualquiera que sea la razón, el Señor a

menudo quiere darnos dirección específica.

Poco tiempo después de empezar a participar en la

renovación carismática, el Señor me dio una lección

sobre las direcciones específicas procedentes de El y

las “inspiraciones del Espíritu”. La lección no sólo

mostraba que en efecto el Espíritu nos guía, sino que

era un ejemplo notable de la forma en que Dios nos

enseña. En esa época yo todavía tenía poca claridad

sobre el puesto que ocupan las inspiraciones del

Espíritu en la vida cristiana. Yo había oído muchos

relatos de cómo el Espíritu había conducido a ciertas

personas a realizar cosas y cuales eran los resultados,

pero todavía no estaba seguro de lo que podía

esperar. Un día, de camino a visitar a un estudiante en

el alojamiento estudiantil, me vino a la cabeza este

pensamiento: “Si este asunto de las inspiraciones del

Espíritu es auténtico, debemos ver que produzca

resultados, resultados que vayan más allá de lo que

ocurriría naturalmente”. Pero entonces me vino otro

pensamiento: “Por otro lado, Dios deería poder

guiarnos a hacer algo en lo que no vamos a ver los

resultados en absoluto. Tal vez El simplemente quiere

que tengamos una pequeña parte de lo que El está

realizando y no podamos ver los resultados de lo que

ha hecho”.

Mientras iba pensando esas cosas, empecé a tener un

sentir que el Espíritu me estaba guiando a ir al Centro

Estudiantil para hablarle a alguien allí, acerca de

Cristo. Decidí que iba a obedecer esa inspiración para

ver qué ocurriría, de modo que dirigí mis pasos hacia

el Centro. De camino me pasó adelante un estudiante

y sentí que tal vez esta era la persona a quien debía

hablarle, pero como El no estaba en el Centro oré y

dije al Señor que, si ese estudiante entraba en el

Centro trataría de hablarle. Cuando terminé mi

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oración, El viró a la derecha y entró al Centro, y eso

me dejó sin excusas.

No sabía exactamente qué hacer ahora, aunque el

tratar de seguir al Espíritu anteriormente me había

puesto en varias situaciones extrañas; no me había

hecho la costumbre de acercarme a desconocidos y

empezar a hablarles de Cristo. Así es que oré de

nuevo, para saber qué hacer y sentí que el Señor me

sugería que le ofreciera comprarle una taza de café.

Lo hice y eso resultó ser algo muy importante, porque

ese estudiante se había quedado levantado toda la

noche, estudiando para un examen, y ahora le estaba

costando mantenerse despierto. Había ido al Centro

para tomarse una taza de café, pero como no llevaba

dinero en efectivo, no sabía como le iba a hacer para

conseguirla. Según me dijo posteriormente, el hecho

de que yo le ofreciera una taza de café fue para El un

signo de la providencia de Dios.

El estaba muy dispuesto a conversar conmigo y casi

inmediatamente caímos en el tema del cristianismo. El

estaba en su primer año de universidad y había sido

criado como católico. La universidad le estaba

resultando demasiado pesada, había dejado de ir a la

iglesia, y se estaba confundiendo y perdiendo cada

vez más. Sabía que necesitaba ayuda y por lo tanto

estaba sediento y agradecido por todo lo que yo le

estaba diciendo.

Le dije sencillamente lo que era el cristianismo, cómo

comprometerse con Jesucristo, y vivir como cristiano.

Aceptó de muy buena gana lo que le dije. Después,

me mencionó que no iba a ir a cenar porque conocía

dos personas que necesitaban escuchar lo que El

acababa de oir, e iría a decírselos. Lo hizo, y

posteriormente averigue que había pasado gran parte

de la semana hablando del asunto con diferentes

personas. Cuando regresé a casa, sentí que el seguir

las inspiraciones del Espíritu podía producir buenos

resultados, resultados mejores que lo que ocurriría de

un modo meramente natural.

Esa noche volvió a ocurrirme lo mismo. Sentí que el

Señor quería que fuera al Centro Estudiantil a hablar

con alguien, excepto que esta vez yo sabía

exactamente donde estaría la persona. Cuando

llegué, encontré a alguien allí sentado, y entonces

empecé a hablarle sobre el cristianismo (ya me estaba

habituando a hacerlo).

Este otro era un estudiante de postgrado que había

sido criado sin ninguna creencia religiosa. Tuvimos

una buena conversación sobre el cristianismo y

después me dijo que era la primera vez que oía del

asunto, en una forma que tuviera sentido para él.

Pero que no le interesaba hacerse cristiano, ni hacer

nada que lo fuera a acercar a Cristo.

Cuando me fui, empecé a reflexionar. Había allí algo

que había parecido una inspiración del Espíritu y que

sin embargo, no pareció producir resultados

especiales. Y en seguida me acordé de la segunda cosa

que se me había ocurrido aquella tarde, que Dios en

ocasiones nos inspiraba a hacer algo en que no

veremos ningún resultado. Entonces pensé que

habría sido un gran milagro que ese estudiante de

postgrado se hubiera convertido a Cristo como

resultado de una sola conversación, puesto que

estaba tan lejos cuando comenzamos a hablar. Pero si

alguna vez ese hombre se va a acercar a Cristo, el

cambio tiene que comenzar en alguna parte: aunque

los resultados de lo que yo hice no se pongan de

manifiesto por muchos años. Tal vez el Señor quería

que yo simplemente pusiera un ladrillo en algo que El

está construyendo y quizá yo nunca llegue a ver cómo

será el resultado.

Cuando me acordé de los dos pensamientos con que

había comenzado el día, me convencí que Dios había

usado ese día para enseñarme algo. Me enseñó

primero que nada, que El sí da guía específica, y si

estamos dispuestos a seguir las inspiraciones que El

nos da, con frecuencia veremos resultado. También

me mostró que a menudo necesitamos ese tipo de

dirección. Yo nunca había podido conocer las

necesidades de aquellos estudiantes y si el Señor

quería que yo les hablara, era necesario que me diera

ese tipo de dirección. Finalmente, me enseñó que en

efecto El nos está conduciendo. A veces le resultará a

El mucho más fácil el explicarnos adonde ir, que el

llevarnos allá El mismo.

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III. Maneras en que recibimos la Guía del

Señor

Nuestras ideas sobre cómo nos llega la guía del Señor

pueden fácilmente ser un obstáculo, para que

recibamos gran parte de la guía que el Señor tiene

para nosotros. Si pensamos que la única forma en que

el Espíritu Santo nos guía es por medio de profecías o

visiones o algún medio espectacular, pasaremos por

alto gran parte de la guía que nos da. Si pensamos

que nunca nos guía por medio de profecías o visiones

o nada fuera de lo ordinario, también pasaremos por

alto gran parte de su guía. Dios quiere enseñarnos

acerca de todas las formas en que nos puede llegar su

guía.

Una de las formas más sencillas en que el Señor nos

da su guía es por medio de la enseñanza. Desde que

comenzamos nuestra vida cristiana, o al menos desde

que llegamos a tener conciencia como cristianos, el

Señor ha estado tratando de enseñarnos acerca de sí

mismo, acerca de las realidades espirituales, acerca de

cómo conducir nuestra vida. Conforme va tratando de

formarnos, conforme va tratando de llevarnos de ser

“niños en cuanto a las cosas de Cristo a la madurez en

la fe” (1cor 3:1.2.6); nos va instruyendo

constantemente.

Sin embargo, el Señor no puede enseñarnos si

rehusamos a aprender. Tenemos que cooperar con El

y tenemos que cooperar usando nuestra mente. Pablo

nos exhorta en Romanos 12:2 “no vivan ya según los

criterios del tiempo presente, al contrario, cambien su

manera de pensar para que así cambie su manera de

vivir”. Y en Efesios 4:23 nos dice: “ustedes deben

renovarse en su mente y en su espíritu”. El uso

correcto de nuestra mente es esencial para recibir la

guía del Señor.

Como cristianos, tenemos que enfrentar la tentación

de no usar nuestra mente como se debe. Una de las

tentaciones podría llamarse la tentación de la mente

descuidada. Si cedemos a esta tentación,

simplemente decidimos dejar de lado nuestra mente y

no usarla más de lo necesario. Para algunos de

nosotros esa tentación podría venir a causa de la

pereza. Podríamos caer en el hábito de no tomarnos

la molestia de usar nuestra mente, e incluso

podríamos usar el hecho de que el Señor nos guía o

cuida de nosotros, como excusa para evitar el

esfuerzo de pensar. Para nosotros, esa tentación

podría venir mediante una falsa visión espiritual de

cómo funcionan las cosas. Los cristianos pueden

fácilmente hacerse a la idea de que usar su mente no

es algo espiritual. Es demasiado “natural”. Con

frecuencia aparece la tentación de sentir que siempre

deberíamos confiar en algo “más espiritual”, como

una palabra directa del Señor. Esa postura nos puede

parecer más plausible, cuando vemos a nuestro

alrededor tanta gente que abandona al Señor, o

abandona la enseñanza cristiana por la forma en que

usan su mente.

La tentación opuesta podría llamarse la tentación de

la mente independiente. Si cedemos a esa tentación

decidimos usar nuestra mente, pero lo hacemos por

cuenta nuestra sin aprovechar cómo someter al Señor

el uso de nuestra mente. La razón más común por la

que les viene esta tentación a los cristianos parece ser

simplemente el no comprender que el Espíritu Santo

puede actuar en nuestra mente y el no saber que, si le

estregamos nuestra mente, no podemos pensar “en el

Espíritu”. Como consecuencia de ello, muchos

cristianos no usan su mente de un modo muy

diferente a como la usan los que no son cristianos.

Razonan las cosas, inclusive las cosas espirituales, por

su propia cuenta y sin contar con el Señor.

Es definitivo que necesitamos usar nuestra mente.

Incluso si el Señor nos dice una palabra directa y clara,

tenemos que usar la mente para entender lo que nos

está diciendo y qué debemos hacer al respecto. En

Hechos 16, hay un pasaje interesante que deja claro lo

esencial que es el uso de la mente, aún cuando el

Señor nos está diciendo algo de un modo directo:

“Como el Espíritu Santo no les permitió anunciar el

mensaje en la provincia de Asia, atravesaron la región

de Firgia y Galacia, y llegaron a la frontera de Misia,

bajaron al puerto de Troas. Allí Pablo tuvo de noche

una visión, vió a un hombre de la región de

Macedonia que puesto de pie le rogaba: “pasa a

Macedonia y ayúdanos”. En cuanto Pablo tuvo esta

visión, prepararon el viaje a Macedonia, seguros de

que Dios nos estaba llamando para anunciar allá las

buenas noticias”. (Hchs. 16:6-10).

Pablo había estado tratando de averiguar a dónde

debía ir a proclamar la buena noticia. Finalmente,

recibe una visión en que se le dice lo que debe hacer.

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El resultado es, como lo pone Lucas que: “preparemos

el viaje… seguros de que Dios nos estaba llamando a

anunciar allí las buenas noticias”. En otras palabras la

mente de Pablo tuvo que tomar la visión y decidir

(probablemente después de comentarlo con sus

compañeros) sobre la base de la visión, que Dios los

estaba llamando a proclamar la buena noticia en

Macedonia.

Necesitamos usar nuestra mente (de eso no hay

duda), pero nuestro uso de la mente tiene que ser

espiritual. El Espíritu Santo tiene que dar forma a

nuestro pensamiento mismo. El uso del don de

lenguas nos puede dar una analogía muy útil para

entender como permitir que nuestro pensar se haga

más espiritual. Cuando las personas hablan lenguas,

son ellas quienes realizan el acto de hablar, mientras

el Espíritu Santo da forma a lo que dicen. En Hechos

2:4 dice: “Comenzaron a hablar en otras lenguas,

según el Espíritu hacía que hablaran”. Fueron los

apóstoles los que realizaron el acto de hablar,

pusieron su aliento, usaron sus cuerdas vocales,

abrieron sus bocas, y hablaron. Pero se cedieron al

Espíritu Santo en el acto mismo de hablar, de tal

modo que el Espíritu dio forma a lo que hablaron,

produciendo una nueva lengua. Cuando el Espíritu

Santo hace algo en nosotros (cuando nos permite

hablar en lenguas o pensar en el Espíritu), no nos

volvemos pasivos: somos activos pero entregados al

Espíritu.

Hay muchas cosas que debemos hacer para aprender

a cedernos al Espíritu en el campo del pensamiento.

Debemos confrontar regularmente nuestro modo de

pensar con lo que enseñan las Escrituras. Debemos

buscar asiduamente revelación directa de Dios.

Debemos aprender a permitir que la Palabra de Dios

predomine sobre nuestras conclusiones naturales o

seculares. Con frecuencia debemos pensar en una

forma guiada por la oración (no todo el pensar hay

que hacerlo en oración para que sea en el Espíritu,

pero el hacerlo en oración, a veces, es algo que le

permite a Dios actuar más poderosamente por medio

de nuestro pensamiento). Regularmente, debemos

dejar que el Espíritu nos guíe en cuanto a qué

pensamos y en cuanto a cómo pensamos al respecto

(no toda la dirección del Espíritu es consciente, pero a

veces debe serlo. Sin embargo en muchas ocasiones,

nos resultará más fácil estar más entregados al

Espíritu, de modo que podremos pensar más

espiritualmente, cuando no estemos experimentando

una guía consciente). Debemos aprender a disciplinar

nuestros pensamientos y nuestro proceso de pensar,

para que estén más a la disposición del Señor y

procedan menos automáticamente. A medida que

empezamos a ofrecerle al Señor nuestra mente. El

empezará a moldear nuestro pensar y con frecuencia

nos impartirá directamente sabiduría y conocimiento.

En la medida en que nuestra mente se vuelva más y

más renovada y espiritual, el Señor podrá enseñarnos

con mayor libertad. Y hay muchas formas en que El

quiere darnos instrucción. La forma más evidente es

por medio de su Palabra. Al decir “Palabra de Dios”

no me refiero solamente a las Sagradas Escrituras. Las

Sagradas Escrituras son la Palabra de Dios, pero

también lo son ciertos escritos cristianos, charlas y

profecías, si se han hecho en el Espíritu1. El Espíritu

inspira a muchas personas para que pronuncien la

Palabra de Dios y lo han hecho así, a lo largo de los

siglos. Pero, aunque la Palabra de Dios incluye algo

más que las Sagradas Escrituras, las Sagradas

Escrituras tienen un lugar especial, pues sabemos con

seguridad que están completamente inspiradas, son la

norma frente a la cual hay que poner a prueba todo lo

demás2.

Cuando tomé la decisión de ser cristiano, recuerdo

que me preguntaba; “¿qué es lo que hacen los

cristianos?”. Yo sabía ue si Cristo era tan importante

como yo creía que era, entonces el conocerlo y

seguirlo tendría que cambiar por completo la vida de

uno, en otras palabras, yo sabía que mi vida iba a

tener que ser muy diferente, pero no sabía cómo

1 Estos Escritos Cristianos, son los Escritos de los Santos Padres. Hay que

observar que Dios nos habla también por medio de las enseñanzas de la

Iglesia. Cuando nos habla por hombres guiados por El, podemos aceptar

que su palabra viene de Dios.

2 Las Sagradas Escrituras, junto con la Tradición Divino Apostólica,

transmitidas en la Iglesia, e interpretadas auténticamente por el

Magisterio Eclesiástico, son la norma máxima para los católicos.

Page 10: Como conocer la voluntad de Dios

Cómo Conocer La Voluntad de Dios Steve Clark Cómo Conocer La Voluntad de Dios Steve Clark

10 10

hacerla diferente. No tenía ni la menor idea de cómo

vivir un día como cristiano.

También supe, desde el momento en que me volví a

Cristo, que otras personas se llamaban a sí misma

cristianas, pero no eran siempre una guía muy

confiable. Sabía sobre ellas lo suficiente como para

saber que muchas no estaban sirviendo al Señor. Para

mí fue un gran alivio cuando conseguí las Sagradas

Escrituras y el Catecismo. Y empecé a leer acerca de

la vida cristiana. En parte leía por interés, quería

saber todo lo que pudiera sobre el cristianismo. Pero

también leía para cambiar mi vida. Estaba

firmemente decidido a ir haciendo cada cosa que

comprendía.

Conforme fui leyendo y aprendiendo sobre lo que

formaba parte de la vida cristiana y lo que iba

implícito en el llamado del cristiano, mi propia vida de

cristiano empezó a tomar forma. Yo no sabía cómo

seguir la guía directa del Espíritu y muchas cosas que

yo creía entender tuve que “desaprenderlas”, pero mi

comprensión de cómo llevar mi vida se fue haciendo

cada vez más clara. Lo que aprendí entonces y lo que

aprendo ahora mediante el estudio de las Sagradas

Escrituras, siempre me ha dicho más acerca de lo que

Dios quiere de mí que ninguna otra fuente.

Sin embargo, una vez que comenzamos a vivir la vida

del Espíritu, el aprender de la Palabra de Dios se

vuelve algo muy diferente. Pronto empezamos a

experimentar como el Espíritu Santo nos enseña

directamente. Recuerdo mi experiencia de leer los

Hechos de los Apóstoles después de que entré a la

Renovación Carismática. Yo había leído ya los Hechos

varias veces, pero esta vez pude ver lo que la gente

quiere decir cuando llaman a ese libro el Evangelio del

Espíritu Santo. Era casi como si el Espíritu Santo fuera

subrayando ciertas porciones del libro y me fuera

diciendo: “quiero que entiendas que el que edifica a la

Iglesia soy Yo”.

No obstante, alguna de las maneras más importantes

en que recibimos instrucción de parte de la Palabra de

Dios es por medio de otras personas que nos enseñan.

Hace como uno o dos meses llegó a nuestra

comunidad un visitante que nos habló acerca de cómo

pueden los cristianos vivir juntos. El Espíritu lo guió

para que viniera y él sabía aún antes de venir, qué era

lo que iba a decir. Al mismo tiempo, Dios nos estaba

dirigiendo como comunidad a estar preparados para

lo que El iba a decir, porque empezó a dar a diversos

miembros de la comunidad ideas que apuntaban

hacia el mensaje de la reunión. Cuando nuestro

visitante llegó y habló, el Espíritu había preparado a

todos mediante profecías, mediante el compartir

textos bíblicos, experiencias y perspectivas. Cuando el

visitante habló toda la Comunidad lo escuchó,

sabiendo que Dios nos estaba hablando. La

comunidad entera comprendió lo que se estaba

diciendo y que el Señor quería que lo tomáramos en

cuenta; fue una Palabra de Dios para nosotros como

comunidad en ese momento. Esa reunión dio inicio a

un crecimiento muy significativo en nuestro

aprendizaje de cómo vivir juntos.

A veces el Espíritu nos enseña por medio de nuestras

experiencias, así como por medio de las Sagradas

Escrituras. Con frecuencia parece como si nuestras

experiencias hubieran sido especialmente dispuestas

por el Señor de tal modo, que aprendiéramos algo.

Un buen ejemplo de cómo Dios nos enseña por medio

de nuestras experiencias es lo que ocurrió cuando fui

guiado al Centro Estudiantil para hablar con aquellos

dos estudiantes. Sin embargo, hay veces que parece

que las experiencias parecen estar especialmente

arregladas para nuestra disposición. Estas pueden ser

un medio para que el Señor nos enseñe algo, si se lo

permitimos. Antes de que nos llegara el mensaje

sobre cómo vivir juntos por medio del hombre que

nos habló la Palabra de Dios, nuestra comunidad

había tenido varias experiencias desafortunadas de

grupos cristianos que trataron de vivir juntos. Como

resultado de esas vivencias, ya varios de nosotros nos

habíamos reunido para orar y hablar acerca de

nuestras experiencias, para tratar de ver lo que el

Señor estaba tratando de enseñarnos por medio de

ellas, unas cuantas semanas antes de la reunión en

que el Señor le enseñó a nuestra comunidad que se

necesitaba algo. En nuestra conversación

comenzamos a aprender cosas que nos prepararon

para aceptar la instrucción que recibimos

posteriormente. Cuando más vivamos en el Espíritu,

más hará el Señor que nuestras experiencias sean una

oportunidad para aprender.

Así pues, parte de nuestro crecimiento en la vida del

Espíritu es el crecimiento en nuestra capacidad para

aprender de la Palabra de Dios y de las experiencias

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Cómo Conocer La Voluntad de Dios Steve Clark Cómo Conocer La Voluntad de Dios Steve Clark

11 11

por las que hemos pasado. El Señor quiere que

aprendamos a meditar en las palabras que nos ha

dirigido y en las cosas que nos ha permitido

experimentar. Debemos ser como María, que

“guardaba todo en su corazón, y lo tenía muy

presente” (Lc. 2:19).

Debemos hacer nuestras las palabras del Salmista:

“Yo te busco de todo corazón, no dejes que me aparte

de tus mandamientos…. Meditaré en tus preceptos….

Y no…Me olvidaré de tu palabra”. (Sal.119:10, 15, 16).

El Señor quiere que meditemos y estudiemos, que

aprendamos, que renovemos nuestra mente, y que

recibamos de El nueva vida por medio de nuestra

mente.

Hay muchas cosas que el Señor puede enseñarnos,

pero hay otras que tiene que decírnoslas

abiertamente. Para que podamos hacer lo que El

quiere, es necesario que El nos dé instrucciones. No

importa cuán a fondo hayamos aprendido acerca de la

vida cristiana, necesitamos oir a Dios hablamos

directamente. De hecho, lo necesitamos con

frecuencia.

A veces, la forma en que el Señor nos habla puede ser

muy directa. Hace como dos años el Señor comenzó a

hablar en profecía a nuestra comunidad, diciéndonos

que iba a traer a mucha gente y que iba a edificar la

comunidad. Nos dijo que nos alistáramos. Tomamos

las profecías en serio y nos pusimos a trabajar para

prepararnos para un crecimiento rápido.

Afortunadamente lo hicimos así, porque en un plazo

de siete meses nuestra comunidad se duplicó en

número, y si la comunidad no hubiera estado

preparada para eso, esa porción de crecimiento

habría causado desorden en la vida de la comunidad.

La profecía es una forma en que el Señor nos puede

decir cosas, pero es sólo una forma y no es la más

común. Más común es lo que podría llamarse

“inspiraciones” o “unciones” del Espíritu. El cristiano

que ha sido bautizado en el Espíritu experimenta con

regularidad un sentir de lo que el Señor quiere que

haga. El sentir al que me refiero es algo más que

simplemente una emoción o un sentimiento. Incluye

un conocimiento intuitivo que viene de una sintonía

con el Espíritu de Dios; puesto que, el Espíritu de Dios

habita en nosotros podemos percibir a menudo como

nos va conduciendo.

Yo tuve una experiencia de ser conducido de ese

modo por el Espíritu, la cual muestra lo simple y a la

vez lo importante que puede ser este tipo de

inspiración. Un lunes, después de una Eucaristía iba

caminando por la calle e iba un poco apresurado

porque temía llegar tarde a la cena. Sin pensar mucho

en el asunto, rebasé a otra persona que había estado

en la Eucaristía, y a quien yo había visto

frecuentemente en la Iglesia, pero a quien no conocía

personalmente. Cuando lo rebasé, percibí que el

Señor quería que yo hablara con él. Trate de no hacer

caso de lo que estaba percibiendo, porque pensé que

si lo hacía llegaría tarde, pero el sentir permaneció.

Tenía bastante seguridad de que era el Señor, así que

obedecí.

Me devolví, me presenté, y comenzamos a hablar.

Cuando conocí a este individuo, descubrí que nuestros

antecedentes eran muy parecidos. Cuando le

mencioné mi conexión con nuestra comunidad,

descubrí que pocos días antes otra persona le había

hablado acerca de la comunidad por primera vez. La

conversación no fue muy especial, pero le permitió

conocer a alguien con un trasfondo parecido al suyo y

que pertenecía a nuestra comunidad, y me permitió a

mí invitarlo a una reunión, de un modo muy particular

después de un mes. Siendo dócil a la inspiración del

Señor, pude hacer algo que El quería… y ni siquiera

llegué tarde.

No siempre experimento inspiraciones del Espíritu

Santo, pero si con cierta regularidad. A veces son

tenues, otras veces son definidas y claras. No puedo

basar la mayor parte de mi vida en ellas. De hecho, a

veces cometo errores al interpretarlas. Si bien mucha

gente las percibe más frecuentemente y claras que yo,

mi experiencia parece ser normal en el sentido de que

nunca he conocido a nadie que pueda depender de

inspiraciones del Espíritu para todo lo que hace, ni

siquiera en la mayoría de las cosas en que se necesita

ayuda del Señor. Pero aún así, las inspiraciones me

ayudan a mí y a muchos otros a saber lo que el Señor

quiere.

También puede pasar otra cosa que es parecida a las

inspiraciones del Espíritu, podemos oír al Señor

hablarnos. Cuando digo que podemos oírlo hablar, no

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Cómo Conocer La Voluntad de Dios Steve Clark Cómo Conocer La Voluntad de Dios Steve Clark

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quiero decir necesariamente que podamos percibir

una voz audible. Si bien algunas personas me han

dicho que han oído al Señor hablarles en voz audible,

parece que no es algo muy común. Más

habitualmente el Señor nos habla mediante una

palabra interior que podemos “oir” en alguna parte de

nuestro espíritu. Es diferente de una inspiración del

Espíritu, porque es algo más que un sentir de lo que el

Señor quiere. Es un mensaje en palabras.

Por un tiempo me resistí a la idea de que el Señor

pudiera hablarnos directamente. Por experiencia

estaba convencido de que el Señor nos dirige y sabia

que a veces El hablaba con individuos especiales;

pero, yo no creía que El le hablara a la mayoría de la

gente y definitivamente no creía que me hablara a mí.

Luego, alguien mediante profecía me indicó que

escuchara la voz del Señor. Tuve que admitir que no

había estado poniendo mucha atención a esas

profecías, de modo que decidí que cuando menos

debía hacer el intento. Lo hice y comencé a

“escuchar”. Al escuchar, pude entresacar algo que

parecía ser la voz del Señor. Al ponerle más atención,

aumentó mi confianza de que era en efecto la voz del

Señor, y desde entonces esa convicción se me ha

confirmado día con día.

Cuando oigo al Señor hablarme, casi nunca es una

gran revelación o algo muy nuevo. La mayoría de las

veces es una forma en que El me asegura su amor o

me amonesta a ser más atento a El o a estar menos

ansioso. Todas estas son formas de guía que voy

encontrando más y más importantes. Me mantienen

más centrado en lo correcto en la vida cotidiana. Mas

a menudo de lo que pensamos, necesitamos que el

Señor nos diga cosas sencillas, instrucciones definidas

sobre qué pasos dar.

Existe un peligro en el campo de las “inspiraciones del

Espíritu” y el “oir al Señor”. Podemos recibir

inspiraciones y mensajes de otras fuentes además de

Dios. A veces son nuestros propios deseos los que nos

dan “inspiraciones”. Es cierto, que a menudo

nuestros deseos son indicación de lo que Dios quiere.

El efectivamente nos da “deseos santos” y a menudo

quiere que simplemente sigamos nuestros deseos

naturales; pero también es cierto que con frecuencia

nuestros deseos son una indicación de lo que Dios

quiere. Tenemos que poder aprender la diferencia

entre un sentir de lo que debemos hacer que viene de

nuestros propios deseos y un sentir que viene del

Espíritu de Dios. El hecho mismo de que una

“inspiración” venga de nuestros propios deseos no

quiere decir que no debamos seguirla, pero sí quiere

decir que debemos considerar el asunto más a fondo

y no asumir que estamos siguiendo al Señor.

Hace como dos años ocurrió algo que fue cómico

(porque resultó inofensivo) y que sin embargo me

enseñó muy claramente como la gente puede

confundir sus propios deseos con inspiraciones del

Espíritu. En el lapso de una semana hablé

personalmente o escuché acerca de tres diferentes

muchachas que estaban convencidas de que el Señor

quería que se casaran con el mismo hombre. Algunas

habían “oído al Señor hablarles”. Algunas habían

sentido “inspiraciones del Espíritu”. Y a todas se les

había confirmado mediante pasajes bíblicos y otras

señales. Ahora bien, a menos que queramos decir que

el Señor está reconsiderando la posibilidad de

poligamia, resulta claro que por lo menos dos de las

tres muchachas estaban siendo guiadas por alguna

otra cosa que no era el Señor y yo estaba bien seguro

de que en efecto las tres estaban siendo guiadas por

otra cosa que no era el Señor. Pero, fuera cual fuera

el diagnóstico final, para mí fue una excelente lección

de que las personas pueden ser guiadas por sus

propios deseos, cuando creen que las está guiando el

Espíritu.

Sin embargo, no siempre son nuestros deseos los que

nos conducen a pensar que estamos siendo guiados

por el Señor cuando no es así. A menudo la fuente de

las inspiraciones que percibimos o de los mensajes

que oímos es una conciencia demasiado estricta.

Recientemente, estaba yo hablando con uno de los

hombres más jóvenes de nuestra comunidad acerca

de la clase de guía que estaba recibiendo. Parecía

estar percibiendo una buena medida de dirección del

Señor. Pero cada vez que me decía cuál era esa guía,

siempre resultaba que Dios quería que hiciera algo

difícil, a orar más tiempo, dormir menos, ayunar más,

esforzarse más en esto o en aquello. Mientras me iba

diciendo esas cosas, fui recibiendo una percepción

que claramente venía del Señor, en el sentido de que

la guía que estaba recibiendo este hombre no venía

en absoluto del Señor. Venía de una conciencia

demasiado estricta que él había heredado y con la que

nunca se había enfrentado. Estaba actuando como

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Cómo Conocer La Voluntad de Dios Steve Clark Cómo Conocer La Voluntad de Dios Steve Clark

13 13

siervo de conciencia tirana y no como siervo del

Señor. Además, el problema que él tenía es un

problema común entre los cristianos.

En resumen, cuando tratamos de seguir las

inspiraciones del Espíritu o de escuchar la voz del

Señor, también tenemos que estar conscientes de que

las inspiraciones que percibimos y las voces que oímos

pueden venir de diversas fuentes además del Señor,

de nuestros propios deseos, de nuestra conciencia e

incluso de espíritus malos. Tenemos que aprender a

cernir los diferentes pensamientos que parecen venir

a nuestra mente desde el exterior.

Aún así, es posible oir al Señor y seguir su dirección,

Jesús dijo: “cuando ya han salido todas las ovejas, el

pastor camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen

porque reconocen su voz… Yo soy el buen pastor… Yo

conozco a mis ovejas y ellas me conocen a mi” (Jn.

10:4,14). Podemos llegar a conocer al Señor y

podemos conocer su voz. Pero, no hay un método

con garantía total para decirle a alguien cuando es

que está oyendo otra voz que no es la del Señor. Todo

lo que podemos decir es que conforme vamos

conociendo al Señor de un modo más cabal, podemos

discernir su voz más certeramente. Por lo tanto,

tenemos que aprender a ir conociendo al Señor de un

modo más cabal.

Para llegar a conocer con certidumbre la voz del Señor

necesitamos la ayuda de otros. Especialmente

necesitamos esa ayuda si estamos comenzando

nuestra vida cristiana, o si estamos empezando a

tratar de seguir las inspiraciones del Espíritu; o si

venimos de una familia dividida o llena de problemas,

o si estamos en un matrimonio que no funciona

correctamente, o si estamos solos o bajo presión, o si

estamos sufriendo infelicidad o cualquier tipo de

presión emocional. Todas esas situaciones nos hacen

espiritualmente vulnerables y nos dificulta el adquirir

discernimiento. Sin embargo, puesto que el Señor es

nuestro Pastor, quiere también hacerse cargo de este

problema específico y la forma en que normalmente

nos ayuda cuando estamos en esta situación es por

medio de otros cristianos. Hablaremos de eso, un

poco más adelante.

Existe otra forma en que Dios “nos dice” cosas

además de la profecía, de las inspiraciones del Espíritu

y del hablarnos mediante indicaciones. Cuando

Samuel le dio a Saúl una palabra en el sentido de que

el Señor lo había designado Rey de Israel, le dijo: “Esta

será la prueba de que el Señor te ha declarado

gobernante de su pueblo: ahora que te separas de mí,

encontrarás dos hombres cerca de la tumba de

Raquel, en Selsa, en territorio de Benjamín. Ellos te

dirán que…” (1 Sam 10:1,2). La señal que Samuel

indicó, efectivamente ocurrió, y así Saúl supo que lo

que Samuel le había dicho era verdad.

A veces podemos pedir señales por nuestra propia

iniciativa. Jonatán, en la guerra con los filisteos, llevó

consigo a su escudero, y decidió intentar por su propia

cuenta el poner en fuga al ejército filisteo. Le dijo a su

escudero:

“Quizá el Señor haga algo por nosotros, ya que para El

no es difícil darnos la victoria con mucha gente o con

poca”. Le dijo a su escudero esas instrucciones:

“Vamos a pisar al otro lado, a donde están esos

hombres, y dejaremos que nos vean”. Si nos dicen:

“Esperen hasta que bajemos donde están ustedes”,

nos quedaremos donde estamos y no subiremos

adonde ellos. Pero si nos dicen “Suban acá,

subiremos, porque eso será una señal de que el Señor

nos dará la victoria”. Los filisteos dijeron: “Suban acá”

y así, Jonatán y su escudero juntos pusieron en fuga a

todo el ejército.

Una forma común en que el Señor puede dar señales

es cuando “oramos por un pasaje” . Cuando alguien

“ora por un pasaje”, le pide al Señor que le dé alguna

indicación de su voluntad por medio del pasaje bíblico

que le salga al abrir las Sagradas Escrituras. Entre los

cristianos del pasado, el “orar por un pasaje” se

llamaba “suertes bíblicas” (en latín, Sortes Biblicae).

San Francisco de Asís usó ese Método cuando llegaron

a él sus primero discípulos y juntos buscaron al Señor

para ver qué forma de vida debían llevar. Santo

Domingo de Guzmán y otros de los primeros

dominicos también lo usaron a veces, al igual que

muchos otros grandes hombres de Dios.

Hace como tres meses, me pareció estar oyendo al

Señor darme una palabra para alguien en nuestra

comunidad. La escribí y luego me sentí incómodo al

pensar si debía dársela o no. Entonces le pedí al

Señor que me aclarara, mediante un pasaje, qué debía

hacer. Le dije que si El quería que yo enviara lo que

había escrito, debía darme un pasaje acerca de

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Cómo Conocer La Voluntad de Dios Steve Clark Cómo Conocer La Voluntad de Dios Steve Clark

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alguien que recibía un mensaje del Señor, y se lo

transmitía a otra persona. Tres veces abrí las

Sagradas Escrituras y salieron pasajes que contenían

algo relacionado con el recibir un mensaje del Señor, y

transmitírselo a otra persona. Entonces, llegué a la

conclusión de que debía enviarle el mensaje a la

persona y el fruto que dio me confirmó que los

pasajes habían sido señales del Señor.

A veces debemos pedir señales, otras no. Cuando los

fariseos y saduceos le pidieron a Jesús que les diera

una señal (Mt. 15:1,4), Jesús se enojó con ellos porque

sólo se la estaban pidiendo para ponerlo a prueba. En

cambio, cuando Isaías le dijo al rey Acaz que le pidiera

a Dios una señal y el Rey rehusó diciendo: “No, yo no

voy a poner a prueba al Señor” (Is. 7:2), Dios se enojó

con él porque su renuncia a aceptar era signo de falta

de fe y obediencia. Tenemos que dejar que Dios nos

enseñe cuándo es correcto pedirle una señal y cuándo

no.

Hay un peligro especial en eso de pedir señales. Hay

gente que lo hace demasiado. Usan el método como

una salida fácil. En vez de volverse hacia Dios para

que les enseñe o les hable directamente, confían en

señales, y las señales se vuelven sustituto del mismo

Dios. O hay gente que puede usar las señales como

una forma de esquivar el tomar decisiones. Quieren

evitar todo riesgo y entonces buscan las señales, y

usan las señales como muleta. Una vez conocí a una

persona que era una viva ilustración de eso. Cuando

descubrió que a veces Dios daba direcciones mediante

pasajes bíblicos, ni siquiera salía de su casa sin buscar

algún pasaje que le indicara qué debía hacer.

Afortunadamente, esa persona sólo estaba pasando

por una etapa temporal.

También hay un peligro en usar demasiado las

circunstancias como señal de lo que Dios quiere que

hagamos. Alguien me dijo que “si apareciera un

trabajo” eso sería indicación de que Dios quería que él

trabajara. Si no, simplemente iba a “vivir confiando en

Dios”. Lamentablemente en ese caso, el “confiar en

Dios” significaba vivir a costa de otras personas.

Habría hecho mejor en usar como señal, de lo que

debía hacer, las palabras de Pablo en 2 Ts. 3.11-12:

“Pero hemos sabido que algunos de ustedes viven sin

trabajar, muy ocupados en no hacer nada. A tales

personas les mandamos y encargamos, por la

autoridad del Señor Jesucristo, que trabajen

tranquilamente para ganarse la vida”.

Sin duda, hay momentos en que las circunstancias son

una indicación de lo que Dios quiere que hagamos.

Cuando Pablo estaba en Efeso, le escribió así a los

Corintios (1Co. 16:8-9) “Me quedaré en Efeso hasta el

día de Pentecostés, porque tengo una gran

oportunidad de trabajar en la obra del Señor y de

obtener buenos resultados, a pesar de que muchos

están en contra mía”. Pero las circunstancias no

siempre son una buena indicación de lo que Dios

quiere. No es cierto que Dios arregla siempre las coas

de tal modo, que siempre podamos saber que

cualquier cosa que ocurra era lo que El quería que

ocurriera o era una indicación de dirección para

nosotros. En 1 Tes. 2:18, Pabrlo dijo: “Intentamos ir a

verlos a ustedes por lo menos yo, Pablo, quise hacerlo

varias veces pero Satanás nos lo impidió”. El gran

Apóstol Pablo no pudo cambiar ciertas circunstancias

y percibió en esos obstáculos la mano de Satanás, no

la mano de Dios.

A veces el Señor quiere que vayamos contra las

circunstancias. El hombre que estaba esperando que

le apareciera un trabajo como indicación de la

voluntad de Dios, habría hecho mejor en realizar un

esfuerzo activo por vencer los obstáculos que las

circunstancias le presentaban; debió haber ido a

buscar un trabajo. Muchas veces, lo que Dios quiere

que hagamos es que lidiemos con nuestras

circunstancias con decisión y fe y no que dejemos que

ellas determinen nuestro futuro. Aquí también, lo que

necesitamos es el discernimiento para saber cuando

las circunstancias son una señal del Señor, de lo que El

quiere que hagamos, o un obstáculo contra el que

tenemos que luchar.

La mayor parte de lo que he dicho hasta aquí sobre la

forma en que nos llega la guía del Señor; se ha

referido al cristiano como individuo que busca

directamente al Señor. El poder hacer eso es privilegio

nuestro como hijos e hijas de Dios y debemos tener la

experiencia de que Dios nos enseñará, y hablará

directamente, para dar guía a nuestra propia vida.

Dios es nuestro Padre y nosotros lo conocemos. Dios

quiere que tengamos una relación personal directa

con El.

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Cómo Conocer La Voluntad de Dios Steve Clark Cómo Conocer La Voluntad de Dios Steve Clark

15 15

Pero el hecho de que Dios nos quiere conducir

directamente, no significa que quiera hacer de

nosotros cristianos completamente autosuficientes.

Nos ha llamado a ser un pueblo, a ser miembros del

mismo cuerpo de Cristo. Los diversos miembros de un

cuerpo dependen unos de otros. Y el Señor ha hecho

que dependamos unos de otros en nuestra vida como

cristianos. No sólo nos da ida directamente, sino que

nos da vida mediante otros miembros del cuerpo. No

sólo nos conduce directamente, sino que también nos

conduce mediante otros cirstianos.

Si andamos solos no estamos seguros. Por nosotros

mismos no podemos conseguir todo lo que

necesitamos. El Señor quiere que recibamos sus dones

de manos de otros porque quiere que seamos

humildes. Como dice en 1 Pedro 5.5 “Todos deben

someterse unos a otros con humildad, porque Dios se

opone a los orgullosos, pero ayuda con su bondad a

los humildes”. No estamos llamados a desarrollar una

forma de individualismo espiritual.

El saber que el Espíritu nos habla directamente puede

llevarnos a una forma de orgullo muy peligrosa. Cada

uno de nosotros necesita saber que puede estar

errando y que el Señor puede estar utilizando a otra

persona para hablarle. Cuando estamos tan seguros

de que el Señor nos está conduciendo y hablando, que

no podemos enfrentar nuestras propias dudas

internas, sino que las negamos; entonces, estamos en

peligro de ser engañados por Satanás. Como lo dice el

Apóstol Santiago 3,17 “La sabiduría que viene de lo

alto es, en primer lugar, pura, además pacífica,

complaciente, dócil, llena de compasión y buenos

frutos, imparcial, sin hipocresía”. El saber que Dios

nos ha hablado debe hacernos humildes y abiertos,

sin temor a ser corregidos, dispuestos a andar en la

luz.

El recibir consejo es esencial si queremos seguir el

camino de Dios. Como dice en los Proverbios “El necio

cree que todo lo que hace está bien, pero el sabio

atiende los consejos” (Pr.12:15) La forma más normal

de este tipo de consejo viene por el contacto regular

con cristianos con quienes compartimos nuestra vida.

El Señor les da a nuestros hermanos y hermanas

discernimiento acerca de nosotros y con frecuencia

les habla de nosotros. A menudo, cuando yo he

estado tratando de tomar una decisión, un amigo me

cuenta como ha sentido que Dios ha estado tratando

de conducirme a hacer precisamente eso. O a veces,

cuando le cuento a las personas acerca de una

decisión que he tomado, alguien viene luego conmigo,

me dice lo que no le parece bien, y cuando yo

reconsidero me doy cuenta de que pasé por alto algo

o que estaba a punto de tomar el camino equivocado.

“El triunfo depende de los muchos consejeros”

(Pr.11.14). Dios nos ha dado a otros cristianos para

nuestra seguridad y protección. Al principio de la vida

de nuestra comunidad, antes de que aprendiéramos

lo importante que era que los cristianos mantuvieran

contacto unos con otros, cuatro personas que

acababan de ser bautizadas en el Espíritu empezaron

a reunirse diariamente. Al principio resultó bueno

que se reunieran pues se fortalecían mutuamente,

pero empezaron a perder su contacto regular con los

otros miembros de la comunidad. Al crecer ellos en

fervor, empezaron a ausentarse de algunas comidas y

a quedarse levantados orando hasta muy tarde, y

desarrollaron un pauta de vida inestable. Finalmente,

una noche, empezaron a recibir mensajes “del Señor”

sobre cosas que debían hacer. Algunos de esos

mensajes llevaban añadidas grandes promesas (como

por ejemplo, que centenares de personas serían

curadas). En un intento por obedecer lo que habían

recibido, dos de ellos terminaron en la cárcel, sin que

ninguna de las promesas se hubiera cumplido. El

resultado fue desafortunado desde muchos puntos de

vista, entre ellos, una mala reputación para nuestra

comunidad y una pérdida de confianza en el Señor por

parte de ellos cuatro.

Cuando me contaron el asunto, yo supe de inmediato

que los mensajes que habían recibido no eran del

Señor. Lo supe por un signo revelador; incluída en los

mensajes venía la exigencia de no decirle a nadie

acerca de lo que iban a hacer. Lo que iban a hacer

tenía que mantenerse en la obscuridad, lejos de la

vida de la obra de Dios. Se habían metido en una

situación en que estaban cortados del resto del

cuerpo de Cristo y por lo tanto, estaban expuestos al

engaño de Satanás.

Algunos de los consejos más efectivos pueden venir

de aquellos que son “mayores y más sabios en el

Señor”. Dios provee a personas con sabiduría para la

comunidad cristiana. Los cristianos jóvenes (jóvenes

en edad o jóvenes en la vida cristiana), a veces se

juntan y se dan consejos unos a otros o buscan la guía

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Cómo Conocer La Voluntad de Dios Steve Clark Cómo Conocer La Voluntad de Dios Steve Clark

16 16

del Señor. El juntarse es una ayuda, pero es muy poca

la seguridad que se encuentra en una abundancia de

consejeros jóvenes e inexpertos en comparación con

la que hay en una abundancia de consejeros sabios y

experimentados. “Fíjese en quién tiene inteligencia;

madruga a buscarlo y acude a su casa con frecuencia”

(Si. 6:36). Vale la pena buscar a los que

verdaderamente tienen la sabiduría del Señor.

Debemos buscar a hombres que no sólo son “mayores

y más sabios”, sino que también están viviendo la vida

cristiana de una forma madura y dedicada. “No pidas

consejo a un malvado sobre la generosidad, ni a un

cruel, sobre la bondad” (Si.37:11). Todos tenemos la

tendencia de escuchar a aquellos que nos dan el

consejo que nos gusta. Con frecuencia buscamos a

personas que tienen el mismo problema que

nosotros. Si somos rebeldes o desconfiados de la

autoridad, buscamos consejeros que sean rebeldes o

que desconfíen de la autoridad. Siempre es buena

seña cuando podemos escuchar el consejo y las

opiniones de personas que nos dan consejo y las

opiniones de personas que nos dan consejos que no

nos gustan. Sin embargo, la protección más segura es

preguntarnos si nuestros consejeros son personas que

tienen el carácter de Jesús, que manifiestan el fruto

del Espíritu. Si son irritables, resentidos, peleoneros,

hostiles a la autoridad, celosos o desordenados (Stg.

3:14-15; Gal. 5:20), entonces no son buenos

consejeros. Si son apacibles, gentiles, razonables,

llenos de misericordia y de buen fruto, sin hipocresía

ni doblez (Stg. 3:17), hay mucho más probabilidades

de que sean consejeros confiables. “Si entre ustedes

hay alguno sabio y entendido, que lo demuestre con

su buena conducta, con la humildad que su sabiduría

le da” (Stg. 3:13).

Ninguno de los medios para recibir guía carece de

problemas y el buscar consejo no es una excepción.

Por ejemplo, está el problema de consultar

demasiado. Hace un tiempo conocí a un cristiano

joven que todo el tiempo venía a pedirme consejo. Al

principio yo estaba impresionado con su anhelo de

aprender, pero pronto empecé a sentirme incómodo.

Detecté cierta ansiedad en su afán de pedir consejo y

pude ver que le costaba trabajo tomar decisiones,

aunque fueran pequeñas. Se me hizo claro que sus

deseos de pedir consejos procedían de una

inseguridad y de un temor de tomar decisiones, y no

de un deseo de buscar sabiduría. El necesitaba

aprender a pararse sobre sus propios pies y a usar el

consejo como medio de corrección y no para sustituir

la toma de decisiones. Hay otro problema que

aparece con frecuencia, el coleccionar consejos. A

veces la gente va de una persona a otra, buscando

gran variedad de opiniones sobre un asunto

específico. Al final del recorrido, o bien tienen tantos

consejos que fácilmente pueden justificar el hacer lo

que desde el principio querían, o tienen tantas

opiniones que están confundidas y todavía más

inciertas que antes acerca de lo que deben hacer.

El Señor quiere enseñarnos como recibir consejo.

Quiere sanarnos de todas las inseguridades que nos

ponen ansiosos frente a las decisiones o que nos

ponen vacilantes al tomarlas. Quiere liberarnos para

que tomemos nuestras propias decisiones cuando

debemos hacerlo, o para que aceptemos una decisión

procedente de otra persona cuando eso es lo debido.

Quiere enseñarnos sabiduría para que sepamos a

quién consultar cuando consultar y cómo consultar.

También quiere colocarnos en una comunidad,

porque la comunidad es una protección para nosotros

en todo el campo de la guía del Señor.

Si queremos conocer la voluntad de Dios para

nosotros, es una gran ayuda el recibir consejo de otros

cristianos; pero, es una ayuda aún mayor el estar en

una comunidad. Una comunidad cristiana es más que

un agregado de individuos; es un cuerpo, el cuerpo de

Cristo. Por lo tanto, la comunidad cristiana debe

tener una mente común, la de Cristo, y debe ser

dirigida por el Espíritu como un solo cuerpo.

Conforme una comunidad crece para ser cada vez más

una comunidad, crece también en el aspecto de llegar

a tener una mente común y de ser dirigida

conjuntamente por el Espíritu. Para nosotros, que

hemos llevado un vida individualista en medio de

nuestra ansiedad tecnológica, es una nueva

experiencia el ser parte de un pueblo y el ver a Dios

enseñar y habar a un pueblo como pueblo.

Actualmente, pocos cristianos pueden participar en

una comunidad así. Pero los que forman parte de una

comunidad de esta índole, experimentan algo de lo

que Dios quiere como parte de su plan para todos.

Creo que Dios quiere que todo su pueblo participe de

una vida comunitaria y sólo cuando eso ocurra,

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Cómo Conocer La Voluntad de Dios Steve Clark Cómo Conocer La Voluntad de Dios Steve Clark

17 17

podremos todos experimentar la guía que el Señor

tiene para nosotros con seguridad.

La guía del Señor en una comunidad viene de diversas

maneras. Una forma en que el Señor da guía a su

pueblo, es por medio del carisma profético. En

efecto, el Señor quiere establecer “profetas” dentro

de la comunidad cristiana (Ef. 4:11; 1 Co. 12:28) Los

profetas dan profecías, es decir, pronuncian mensajes

de parte del Señor en la forma en que lo hacían los

profetas del Antiguo Testamento (Hch. 13:22), pero

también desempeñan la función más amplia. Tienen

interés especial por asegurarse de que la comunidad

entera y los diversos segmentos de la comunidad

(incluyendo a los individuos), escuchen la palabra del

Señor. Con frecuencia exhortan a la gente (les

predican) de una manera que conduce a la comunidad

conforme al camino por donde el Señor está

dirigiendo (Hch. 15:32). Son hombres y mujeres que

tienen una capacidad especial para escuchar la

Palabra del Señor y pronunciarla.

Otra forma en que el Señor guía a su pueblo es por

medio del carisma de enseñanza. El Señor da dones

de enseñanza a personas particulares dentro de la

comunidad (Ef. 4:11; 1 Co. 12:28). Los maestros

trabajan para proporcionar la instrucción básica para

todos los miembros de la comunidad (Gal. 5:6), pero

también pueden hacer avanzar a la comunidad entera

en su seguimiento al Señor. Las cartas de Pablo las

cartas de un maestro cuyo mensaje a comunidades

particulares les proporcionó dirección en momentos

importantes de su crecimiento. La instrucción básica

que los maestros dan, provee gran parte de la guía

diaria para los miembros de una comunidad; pero con

frecuencia, tienen un mensaje particular para la

comunidad entera o para una parte de la comunidad,

o para individuos dentro de ella. A veces dan una

“enseñanza” o instrucción” en una asamblea de la

comunidad entera o a una parte de ella (1 Cor. 14:26).

A veces tienen una palabra especial para un grupo o

para un individuo. A menudo experimentan una

“palabra de sabiduría” o una “palabra de

conocimiento” (1 Co. 12:8) para un individuo o para

una situación. Lo que los maestros dicen tiene más

carácter de instrucción que de mensaje directo en

comparación con lo que dicen las profetas, pero la

comprensión que ellos proporcionan les permite a las

personas ver cómo el Señor les va conduciendo.

Profetas y maestros deben florecer en el contexto de

una comunidad (Hch. 13:2) donde sus dones pueden

ser discernidos y puestos a prueba. Después de que

han madurado en sus dones, algunos de ellos pueden

viajar a edificar a otras comunidades. Cuando nos

encontramos con “profetas” y “maestros” que no han

crecido en el seno de la comunidad, sino que por su

propia cuenta han decidido que tienen un don o

mensaje del Señor, debemos tener cuidado. Incluso si

tienen un verdadero don, con frecuencia no han

podido purificarlo de manera que pueda ser usado de

modo espiritual. Aún más, existen también falsos

profetas y falsos maestros. No es extraño encontrar

personas que adquieren gran influencia sobre la vida

de otros afirmando tener un don de profecía, pero

que o tienen desequilibrios emocionales, o han sido

víctimas de un engaño espiritual. Pero cuando los

profetas y maestros ejercen sus dones como parte de

una auténtica comunidad en una verdadera sujeción a

otros miembros del cuerpo, su servicio puede ser

poderoso para proporcionar guía al pueblo del Señor.

Y cuando son enviados desde un cuerpo, como

personas con madurez espiritual, pueden servir a

otras comunidades y grupos de un modo eficaz para

llevar a más y más cristianos a un conocimiento

seguro del Señor y de su voluntad.

Finalmente, dentro del pueblo cristiano, Dios ha

establecido ciertas posiciones de autoridad. Nos ha

colocado a todos “bajo” otros cuya palabra debe

dirigir nuestra vida. Existen posiciones de autoridad

en la familia, en las residencias, en las comunidades

religiosas, en comunidades cristianas especiales y en

la Iglesia. Como parte de nuestra vida cristiana el

Señor quiere que aceptemos la autoridad allí donde El

la ha establecido. Al final de la primera carta de San

Pablo a los Tesalonicenses, les dice: “Os pedimos

hermanos que tengáis consideración a los que

trabajan entre vosotros, os presiden en el Señor y os

amonestan. Tenedles en la mayor estima con amor

por su labor” (1 Tes.5:12-13) y la carta a los Hebreos

dice: “Obedeced a vuestros dirigentes y someteos a

ellos, pues velan sobre vuestras almas como quienes

han de dar cuenta de ellas” (Heb. 13:17). Si Dios

establece sobre nosotros a personas en esa calidad, lo

que ellos nos dicen es parte de la guía de Dios para

nosotros, y es necesario que entendamos cómo es

que tal autoridad ha de ejercerse y recibirse en el

Señor.

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Cómo Conocer La Voluntad de Dios Steve Clark Cómo Conocer La Voluntad de Dios Steve Clark

18 18

En una época en la que la autoridad ha sido tan mal

usada, es comprensible que sintamos cierto disgusto

por ello. La mayoría de nosotros hemos sido

formados para buscar la independencia, para buscar

un lugar en que podamos tomar nuestras propias

decisiones tan libremente como sea posible. Aún

más, entre muchos cristianos de hoy día ha habido

una reacción desfavorable contra la forma en que el

clero ha ejercido su autoridad en el pasado y como

resultado de ello, existe un deseo por quedar libres de

toda autoridad cristiana. Pero aún así, el llamado del

Señor al cristiano encuentra su mayor plenitud

cuando ese cristiano es un miembro del cuerpo de

Cristo, no cuando es una agente independiente. Y los

miembros de un cuerpo no toman todos sus propias

decisiones, sino que son interdependientes con otros

miembros del cuerpo, están subordinados a unos y

colocados sobre otros. Esa interdependencia y

subordinación implica necesariamente el ejercicio de

la autoridad. Por lo tanto, la autoridad es un principio

básico para la vida del cuerpo de Cristo y es la forma

que el Señor ha escogido para guiarnos. Muchos

cristianos no conocen la voluntad del Señor para gran

parte de su vida, porque El se las revela sólo cuando

se colocan en subordinación, en la forma correcta, y

cuando se abren a recibir dirección de parte de

aquellos que han sido establecidos en autoridad sobre

ellos.

Hace unos años, mi actitud con la autoridad era de

esquivarla. Yo estaba dispuesto a aceptar la autoridad

que el Señor ha colocado en la Iglesia y aceptar otras

formas de autoridad, pero no estaba deseoso de tener

mucho que ver con nadie que estuviera ejerciendo

autoridad. Aún más, no estaba en absoluto dispuesto,

a que ningún tipo de autoridad funcionara en el

contexto de mi vida diaria, casi nunca aceptaba el

liderazgo autoritario. Rara vez me rebelaba contra él,

simplemente me colocaba fuera de su alcance. Al

mismo tiempo, si yo me encontraba en una posición

de liderazgo, casi nunca ejercía ese liderazgo en una

forma muy directa o autoritaria. Mi teoría era que yo

tenía que salvaguardar la libertad de los demás y

proteger su madurez. Por lo tanto, cualquier acto de

influir directa y abiertamente sobre sus vidas me

parecía sospechoso.

Hace algunos años el Señor realizó algunos cambios

importantes en nuestra comunidad. Comenzó a

decirnos que quería que fuéramos un cuerpo y nos

mostró que no podríamos ser un cuerpo a menos que

estuviéramos dispuestos a aceptar verdadera

autoridad pastoral y subordinación. Cuando lo

hicimos, surgió en nuestra vida una paz nueva, y nos

fuimos volviendo más y más capaces de funcionar

como un solo cuerpo en unidad. Durante ese proceso,

tuve una experiencia que me hizo ver más claro cómo

actuaba el Señor. Uno de esos hombres de nuestra

comunidad estaba teniendo mucha dificultad en

tratar de descubrir cómo podría servirle al Señor.

Parecía que el Señor no le daba ninguna guía acerca

de lo que debía hacer. Fiel a mis principios, tuve

cuidado de no influir indebidamente en su decisión.

Estuve dispuesto a darle algunos consejos y ayudarle a

conversar el asunto, pero no estaba dispuesto a

manifestarme fuertemente a favor de una

determinada dirección y mucho menos a decirle

efectivamente lo que debería hacer. Y aún así, yo

sentía una gran seguridad de que yo sabía lo que el

Señor quería que él hiciera. Un día, por fin, le dije que

yo pensaba que él debía tomar un determinado curso

de acción, lo hice probablemente más por frustración

que por convicción, hizo lo que le dije y le salió muy

bien.

Cuando reflexioné sobre la situación, pude ver

claramente varias cosas. Pude ver que yo sabía lo que

el Señor quería para él (aquello de lo que yo me sentía

seguro se confirmó posteriormente). Y para mí era

claro que él no sabía lo que el Señor quería de él.

Aún más, la razón por la que yo sabía lo que el Señor

quería de él tenía algo que ver con mi posición en la

comunidad. Puesto que yo estaba sobre él y sobre

otros y debido a que el Señor me había estado

hablando acerca de la comunidad entera, era mucho

más fácil para mí que para él ver lo que el Señor

quería de su vida.

Tenemos que enfrentar nuestros temores en este

campo. Uno de esos temores procede del equiparar la

autoridad misma con el ser autoritario y del equiparar

la subordinación con el recibir órdenes y doblegarse.

En nuestra comunidad, la autoridad rara vez incluye el

dar órdenes y los que están constituidos en autoridad

sobre un campo de la comunidad, o sobre un grupo

de personas, casi nunca toman decisiones sobre esos

campos sin conversar las cosas y llegar a cierto

concenso. Además, hay cabida para estar en

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Cómo Conocer La Voluntad de Dios Steve Clark Cómo Conocer La Voluntad de Dios Steve Clark

19 19

desacuerdo con aquellos que están sobre nosotros.

Pero con todo eso, existe la confianza de que tenemos

que buscar a los que están sobre nosotros para

pedirles dirección y debemos cooperar con ellos,

desando subordinarnos porque es allí donde el Señor

nos ha colocado en ese momento y lugar. Cuando la

autoridad se desempeña con amor cristiano, puede

ser una gran protección para nosotros, y un medio

eficaz que el Señor puede usar para guiarnos.

Cuando los carismas de profecía y enseñanza están

funcionando bien, cuando el pastoreo y la autoridad

cristiana están funcionando eficazmente, y cuando

cada miembro del cuerpo está participando

activamente en buscar al Señor y edificar la vida de la

comunidad, entonces el Señor puede darle a su

pueblo una guía certera. La guía viene con mayor

seguridad y poder cuando toda la comunidad cristiana

está actuando conjuntamente como cuerpo y la está

recibiendo. Cuando nosotros, como comunidad,

comenzamos a considerar la posibilidad de dividirnos

en subcomunidades, el Señor nos mostró de diversas

maneras que ése era el paso adecuado. La guía nos

llegó primero por medio de diferentes cosas que

comenzaron a decir algunos miembros de la

comunidad, diversas personas en circunstancias

variadas que apuntaban en la dirección de alguna

clase de subdivisión. Luego, empezó a llegarnos por

medio de personas a quienes Dios había dado

sabiduría y un don de enseñanza, personas que

comenzaron a ver cosas acerca de la vida de la

comunidad y a compartir con nosotros lo que veían.

Finalmente, llegó mediante una decisión de los

“ancianos” de la comunidad guiados por profecía y

más tarde fue aceptada por el consenso de la

comunidad en una conferencia de la comunidad. A

partir de entonces, ha quedado confirmada por el

fruto que ha producido; Dios la ha bendecido.

El Señor nos ha hablado a nosotros como pueblo, con

frecuencia y de diversas maneras. A veces nos habla

acerca de cómo debería ser nuestra vida conjunta,

como lo hizo cuando nos mostró que debíamos tener

subcomunidades. En otras ocasiones nos ha hablado

acerca de nuestra misión. Hace como dos años nos

animó a asalir más y a predicar su Palabra,

diciéndonos que veríamos la cosecha. Esa dirección

produjo un cambio entre nosotros y la cosecha llegó.

En otras ocasiones, lo que el Señor hace es

enseñarnos como pueblo acerca de algo que

necesitamos conocer. Por ejemplo, nos ha enseñando

acerca de cómo vivir juntos, acerca de cómo

hablarnos unos a otros en forma que edifique en vez

de destruir, y acerca de tener fe en nuestra vida

cotidiana. La guía del Señor ha venido de diversas

maneras y nos ha ayudado mucho a formar nuestra

vida conjunta, y la vida de cada uno de nosotros.

Muchas veces tratamos de hacer las cosas por nuestra

cuenta, cuando debiéramos hacerlas acompañados.

El Señor no quiere que seamos gente débil y

dependiente; pero si quiere que podamos trabajar

con otros en equipo, en comunidad. Cuando Pablo

dice que: “nosotros aunque somos muchos, formamos

un solo cuerpo en Cristo y estamos unidos unos a

otros como partes de un mismo cuerpo” (Rm12:5),

nos está diciendo que los cristianos deben estar

unidos entre sí y ser capaces de funcionar unidos unos

con otros. Eso quiere decir que tenemos que entrar

en una relación de interdependencia. Tenemos que

depender unos de otros para diversas cosas, así como

los ingenieros, los electricistas y los carpinteros tienen

que depender unos de otros para construir una casa.

Como miembros de un cuerpo, los cristianos se

vuelven más fuertes y más capaces que cuando están

solos. Esta verdad se aplica al campo de la guía, así

como a otros campos de la vida cristiana. El Señor no

espera que cada cristiano individual se averigüe por su

cuenta toda la verdad acerca de la vida cristiana;

espera que lo aprenda de otros miembros del cuerpo.

El Señor tampoco espera que cada cristiano

individualmente averigüe por su propia cuenta cómo

es que el Señor lo está conduciendo personalmente.

Espera que lo descubra en el seno de un cuerpo,

unido con otros hermanos y hermanas, bajo pastores

que El ha puesto con autoridad sobre él. No tenemos

que confiar exclusivamente en nuestra propia

capacidad de recibir dirección del Señor, o en nuestra

propia capacidad de saber siquiera que necesitamos

dirección. Podemos confiar en otros miembros del

cuerpo para saber lo que necesitamos saber. Muchas

veces no nos gustará cuándo alguien nos dice la

Palabra del Señor. A menudo, esa será una palabra de

corrección o de guía que se nos hará poco agradable.

Pero es una protección para nosotros el saber que el

Señor nos puede guiar y lo hará, incluso cuando no

podamos oírlo o recibir su guía.

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Cómo Conocer La Voluntad de Dios Steve Clark Cómo Conocer La Voluntad de Dios Steve Clark

20 20

Cuando hablo acerca de la guía que viene de una

comunidad cristiana, me refiero ante todo a un

cuerpo local de cristianos que tienen un compromiso

mutuo, y que realmente funcionan juntos como una

unidad. En una comunidad así, podemos recibir guía

personal de parte del Señor por medio de otros

miembros de la comunidad –especialmente los

dirigentes de la comunidad- y podemos tener mucho

más certeza de andar en la voluntad del Señor, de la

que podemos tener cuando lo hacemos por nuestra

propia cuenta. Claro que no todos nosotros tenemos

la oportunidad de pertenecer a una comunidad así;

pero lo que digo no se limita sólo a ese tipo de

comunidad. Se aplica también, aunque en menor

grado, a la Iglesia o a cualquier grupo de cristiano al

que pertenezcamos. Cuando más seamos realmente

un cuerpo, el Señor podrá utilizar más fácilmente a

otros para proporcionarnos guía; pero puede

proveernos, por medio de otros cristianos esa guía. Y

lo hará especialmente a través de nuestros pastores,

incluso en aquellas situaciones en que no hay un alto

grado de vida comunitaria.

IV El Crecimiento en recibir Guía del Señor

Al considerar las diversas formas en que nos llega la

guía del Señor, salta a la vista una realidad que para

muchos de nosotros puede resultar dolorosa, ninguna

de las formas en que nos llega la guía trae consigo una

etiqueta de garantía. La profecía hay que sopesarla y

ponerla a prueba. Nuestra “voz interior” necesita ser

discernida. El buscar señales puede estar fuera de

lugar y ser una tentación. Las circunstancias pueden

ser una indicación de Dios, o pueden ser un obstáculo

que hay que superar. El consejo puede ser una

protección o puede ser un error. Incluso toda una

comunidad cristiana puede estar equivocada. Y

nosotros podemos equivocarnos en nuestras

interpretaciones de las Escrituras o mal entender lo

que Dios está tratando de enseñarnos por medio de

ellas.

Podría parecer que no hay terreno seguro y en cierto

modo es verdad, pero en otro sentido no es verdad en

absoluto. No hay terreno seguro en el sentido de que

ninguna de las formas en que nos llega la guía del

Señor es automática. No hay ninguna “maquina de

guía” en la que podamos depositar una moneda y

recibir la respuesta. No hay ningún oráculo a toda

prueba o unas suertes sagradas por las que podamos

siempre obtener la respuesta correcta. En resumen,

no hay nada en lo que podamos confiar con toda

certeza, excepto en Dios mismo.

Cuando entendemos que en el que tenemos que

confiar es en Dios, entonces la forma para crecer en

recibir su guía se nos empieza a esclarecer. La guía no

es cuestión de obtener respuestas correctas para que

nuestra vida salga correcta. Más bien, es cuestión de

crecer en una relación de amor con nuestro Señor.

Cuando más lleguemos a conocerlo a El, tanto más

iremos comprendiendo lo que quiere de nosotros.

En este sentido nuestra relación con el Señor es muy

parecida a nuestra relación con los seres humanos.

Cuando empezamos a querer a alguien, con

frecuencia queremos agradarle. Queremos saber lo

que quiere, pero no siempre es tan fácil saber lo que

otra persona quiere. Hay toda una variedad de

indicaciones, pero ninguna de esas indicaciones es

completamente segura. Ni siquiera podemos

confiarnos en que la persona nos lo diga, a veces no

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Cómo Conocer La Voluntad de Dios Steve Clark Cómo Conocer La Voluntad de Dios Steve Clark

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querrá decírnoslo, otras veces, aunque nos lo diga no

le entenderemos. Si la persona tiene que decirnos

que le demos un regalo de cumpleaños, toda la cosa

se echa a perder. Si lo que la persona quiere de

nosotros es que le mostremos cariño o hagamos algo

por generosidad, el decírnoslo resultaría frustrante. A

veces, para mostrar amor, tenemos que ingeniarnos

lo que hay que hacer sin que se nos diga.

Y aún así, cuando vamos conociendo a esa persona, se

nos va haciendo más y más claro lo que quiere de

nosotros. Legamos a conocer a esa persona con sus

modos y vamos desarrollando un instinto por lo que

quiere. No siempre podemos explicar a ciencia cierta

cómo es que sabemos lo que quiere; y sin embargo, lo

sabemos. Llegamos a comprender nuestra relación

con esa persona. Y como resultado de ello, llegamos a

comprender lo que quiere de nosotros.

Dios les da a los cristianos muchas indicaciones de lo

que El quiere, pero no hay ninguna fórmula

automática de guía, porque Dios quiere hijos y no

esclavos. Quiere que hagamos lo que El quiere

porque lo conocemos y lo amamos. Conforme vamos

creciendo en nuestra relación con Dios, empezamos a

comprender cada vez más claramente las indicaciones

de lo que El quiere. Conforme vamos conociendo a

Dios y vamos sabiendo la clase de relación que

tenemos con El, casi desarrollamos un instinto por lo

que El quiere. Esto no significa que podamos estar

tan seguros como para que no haya necesidad de

buscar seriamente su voluntad; pero aún así,

podemos crecer hacia una mayor seguridad en

nuestra relación con El.

Si es que hay alguna clave para ir creciendo en recibir

la guía del Señor, es ésta: cuanto más lleguemos a

conocer a Dios (a “conocerlo” por experiencia, la

experiencia que nos es dada por el Espíritu Santo que

mora en nosotros), tanto más llegaremos a saber lo

que El quiere. Podemos usar todas las formas que

Dios nos ofrece para averiguar lo que El quiere. De

hecho, debemos usarlas todas; pero una vez que

empezamos a confiar en ellas como “procedimiento

automático” y dejamos de volvernos hacia Dios,

entonces perdemos contacto con lo que El quiere. Si

queremos crecer en recibir guía del Señor, tenemos

que crecer en el conocimiento de Dios.

Al ir creciendo en nuestra relación con Dios, debemos

ir creciendo en la confianza que le tenemos. Una de

las cosas que nos saca del camino más rápidamente

en buscar la guía de Dios es la falta de confianza en su

amor y en el cuidado que nos tiene. En efecto, hay

una manera de excederse en buscar esta guía que

procede de nuestra falta de confianza en Dios.

Podemos pedir demasiada guía. Podemos buscar

demasiadas señales, escuchar demasiadas profecías,

orar por demasiados pasajes bíblicos. Podemos

consultar a personas interminablemente y consultar a

Dios excesivamente. Podemos ser demasiado

insistentes en recibir una decisión de la autoridad de

cierto líder, o inclusive del Señor mismo. Hay

personas que andas preocupadas de una manera

malsana por averiguar lo que Dios quiere. Es cierto

que el deseo de saber lo que Dios quiere puede ser un

signo del amor a Dios, pero también puede ser un

signo de temor y de inseguridad con Dios. Podemos

ansiar saber lo que Dios quiere no porque lo amemos,

sino porque tenemos miedo de que El vaya a

reaccionar muy fuertemente si por casualidad nos

equivocamos al querer hacer su voluntad.

Ese mismo temor se puede poner de manifiesto de

otra manera. A veces hay personas que están

excesivamente seguras de que conocen la voluntad de

Dios, porque tienen demasiado miedo de admitir que

no la conocen. Tienen miedo de que Dios les rechace

si no aciertan en su voluntad, creen que El las dejará

atrás o las pasará por alto. Como ese temor es tan

grande no pueden admitir (ante sí, ni ante otros) la

inseguridad que tienen. No pueden escuchar a nadie

ni plantearse la pregunta de si tienen razón o no. Su

seguridad tiene algo de dureza. Y eso procede del

temor en su relación con Dios.

Hay todavía otra forma en que el temor puede

meterse en nuestros intentos de querer ser guiados

por Dios. Algunas personas, o todas las personas en

distintos momentos, empiezan a tener sentimientos

de culpabilidad acerca de si están haciendo lo que

Dios quiere o no. ¿Mal interpretaron una

“inspieración”? ¿No acertaron con el significado de

un pasaje? ¿Habría querido Dios que en realidad

hicieran tal cosa de otra manera y sus deseos se

interpusieron al tratar de oírle? Algunas personas

pueden ponerse ansiosas y deprimidas pensando si

habrán errado con la dirección de Dios a tal punto

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Cómo Conocer La Voluntad de Dios Steve Clark Cómo Conocer La Voluntad de Dios Steve Clark

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que, constantemente se sientan acosadas por el

asunto.

La única cura para estos problemas es la seguridad

confiada que procede del conocimiento personal de

Dios. El nos ama y nosotros podemos confiar en El.

Como cristianos podemos hacer las cosas sin temor de

estar equivocados. Si no estamos seguros acerca de

lo que debemos hacer, podemos escoger el mejor

rumbo que podamos. Si Dios quiere que hagamos

otra cosa, El tiene suficiente poder como para

encontrar la manera de comunicárnoslo. Si

cometemos un error, podemos decirle que lo

lamentamos, Dios no anda buscando la ocasión de

caernos encima. El sabe que no somos perfectos.

Después de todo, así nos hizo. En el campo de la guía

del Señor podemos avanzar con una seguridad

confiada, la seguridad que procede del saber que Dios

es un Padre amoroso.

Podemos confiar en Dios. En efecto, podemos confiar

en El hasta el punto de creer que El arreglará las cosas

por nosotros, incluso cuando nos parezca que no

sabemos lo que El quiere, Rut simplemente “tuvo la

suerte de que aquel campo fuera de Bozz” (Rt.2:3).

Simplemente ocurrió así, no por accidente, sino más

bien porque Dios quería que Bozz fuera el marido de

Rut, aunque ella no lo supiera. Inclusive nos guía

cuando no estamos conscientes del asunto, Dios nos

guía cuando estamos en la relación correcta con El.

Pero podemos confiar en Dios todavía más que eso.

Podemos confiar en El cuando cometemos errores.

“Sabemos que Dios dispone todas las cosas para el

bien de quienes le aman” (Rm 8:28), “todas las cosas”,

incluso nuestros errores, incluso cuando dejamos que

nuestros deseos se interpongan o cuando somos

descuidados. Si conservamos nuestro amor por Dios,

podemos confiar en El. No tenemos que hacer todas

las cosas en una forma químicamente pura para

merecer la ayuda o la protección de Dios.

Conforme vamos creciendo en nuestra relación con

Dios, debemos crecer también en el deseo de

agradarle, y esto va facilitándonos el saber lo que El

quiere. Nuestro deseo de agradarle nos facilita el

saber lo que El quiere; primero que todo, porque

significa que nos vamos a acercar a El más y vamos a

tratar de averiguar lo que desea. Es una verdad muy

sencilla en todas nuestras relaciones; cuando más

amemos a una persona y queramos agradarle, más

nos parece que sabemos lo que quiere. Nuestro amor

nos hace ponerle más atención.

Hay otra razón por la cual nuestro deseo de agradar a

Dios nos permite ver más claramente lo que Dios

quiere. En una situación en que no queremos hacer

algo, nos resulta difícil ver que Dios quiere que lo

hagamos, porque nuestro deseo nos nubla la vista.

Por alguna razón, como seres humanos, estamos

estructurados de tal manera que con dificultad

podemos ver lo que no queremos hacer. Por otro

lado, con cuanta más pureza podamos desear lo que

El quiere para nosotros, tanto más probable será que

podamos escuchar su voz correctamente. Pero no

siempre queremos lo que Dios quiere. De hecho, el no

querer lo que Dios quiere es uno de los problemas

más comunes y corrientes que tenemos en la vida

cristiana, si queremos crecer en nuestro conocimiento

de lo que Dios quiere de nosotros, es algo que

tenemos que aprender a manejar.

La mayoría de nosotros tenemos la tendencia de

empezar a sentirnos culpables cuando nos damos

cuenta de que no siempre queremos lo que Dios

quiere para nosotros. Sentimos que de alguna

manera estamos cometiendo un pecado o que Dios se

va a enojar con nosotros; pero no hay nada malo en

no querer lo que Dios quiere para nosotros. El nos

hizo como somos y El sabe que somos una clase de

criatura cuyos deseos van en gran variedad de

direcciones. .. no siempre las mejores. Nuestros

deseos erráticos no son un problema en sí mismos. El

que amemos a Dios no es cuestión de si nuestros

deseos están alineados con lo que El quiere para

nosotros, aunque al ir creciendo en la vida cristiana

nuestros deseos se irán alineando con lo que Dios

quiere para nosotros. El que amemos a Dios es más

una cuestión, de qué hacemos cuando decubrimos

que nuestros deseos no están en línea con lo que El

quiere. Cuando un amigo nuestro hace algo que no

quiere hacer, simplemente porque es algo que

nosotros queremos hacer, es una señal de mayor

amor por nosotros que si también él lo quisiera.

A veces, cuando descubrimos que no queremos hacer

lo que Dios quiere que hagamos, se nos quitan las

ganas de acercarnos a Dios porque sentimos que hay

una barrera en el camino. Entonces, dejamos de orar

y dejamos de buscar al Señor. Pero esa es

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Cómo Conocer La Voluntad de Dios Steve Clark Cómo Conocer La Voluntad de Dios Steve Clark

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exactamente la actitud más incorrecta. Cuando no

queremos hacer lo que Dios quiere que hagamos es

un error el mantenernos lejos de El hasta que

sintamos que estamos listos para hacer lo que El

quiere, porque ésa es una de las ocasiones en que lo

necesitamos más. Más bien, debemos ir hacia Dios y

decirle: “Señor, tenemos un problema. Nuestro

problema es que yo no quiero hacer lo que creo que

tú quieres que haga”. En otras palabras, tenemos que

poner en sus manos el problema de nuestros deseos y

permitirle que cambie nuestros deseos o nos ayude a

evitarlos. También esto es algo que interesa a su

amor. El está dispuesto a ayudarnos a lidiar con los

problemas que tenemos con nuestros deseos.

El Señor está dispuesto a trabajar con nosotros,

porque nos ama y nosotros somos sus hijos e hijas. El

es paciente con nosotros, así como nosotros somos

pacientes con los niños que necesitan crecer. A veces

esa paciencia se expresa en corrección y disciplina,

pero el Señor nunca pierde su amor por nosotros, ni

se da por vencido. Lo que es más, cuanto más

constantes seamos en vivir con El, entonces, tanto

más podremos conocer con certidumbre la dirección

de Dios.

La clave para conocer la guía de Dios es nuestra unión

con El. Sin embargo, hay algunos pasos que podemos

dar que nos ayudarán a crecer en recibir la guía de

Dios. Si hacemos con regularidad cada una de estas

cosas, iremos creciendo en el conocimiento de la

voluntad de Dios para nosotros y podremos amoldar

nuestras vidas cada vez más en conformidad con el

plan de Dios para ellas.

Ofrecerle nuestra vida al Señor

Cada uno de nosotros debe convertir en práctica

regular el ofrecerle su vida al Señor. Si amamos al

Señor, queremos que El tenga nuestra vida en sus

manos. Si queremos que El tenga nuestra vida en sus

manos, será útil decírselo con regularidad. Hay

mucha gente que se lo dice todas las mañanas.

Muchos lo hacen cada vez que oran, o cada vez que

participan en una Eucaristía, o algún otro servicio de

adoración. El ofrecerle al Señor nuestra vida es una

forma de expresarle nuestro amor y renovar nuestro

compromiso con El.

El ofrecerle al Señor nuestra vida tiene que ser algo

más que meras palabras. Cada vez que decimos esas

palabras tiene que haber una entrega de nuestro

corazón a El. Nuestro ofrecimiento no causa gran

diferencia a menos que, efectivamente, le rindamos

nuestra vida cada vez que le hagamos ese

ofrecimiento; pero ese hecho, no debe hacer que

subestimemos el acto de decirle al Señor que le

estamos ofreciendo nuestra vida. Somos seres

humanos, cuando expresamos nuestro amor el amor

crece; cuando no lo expresamos empieza a

desvanecerse. Cuanto más expresemos nuestro

deseo de ofrecerle al Señor nuestra vida, más seguirá

asentándose en nosotros ese deseo y más podremos

orientar nuestra vida en esa dirección.

Puede ser que la falta de entrega al Señor sea la clave

en las dificultades que encontramos al tratar de

recibir la ayuda del Señor. Hace poco conversé con

una mujer que sentía que le costaba mucho saber lo

que el Señor quería que hiciera en determinada

relación personal. Al conversar con ella, dos cosas se

me hicieron claras, que ella tenía muchas ganas de

llevar adelante esa relación y que esa relación no sería

buena para la otra persona. Mi sentir fue que si ella

lograba entregarse al Señor en ese campo de su vida,

también, pronto podría ver la voluntad de Dios para

ella.

El Señor siempre está tratando de conducirnos a que

nos consagremos a El, entonces, El puede guiarnos. Si

no estamos dispuestos a cooperar con Dios, El no

puede hacer gran cosa con nosotros; así como un

médico no puede hacer mucho si no queremos hacer

lo que nos prescribe. Aún más, es solo cuando

estamos tratando de seguir el camino del Señor que El

se haya en una posición favorable para ayudarnos con

nuestros deseos erráticos, con nuestros temores, con

todos los problemas personales que nos impiden

encontrar su voluntad.

Es valioso que con regularidad expresemos una

entrega de nuestra vida entera al Señor. También es

valioso que revisemos periódicamente las cosas de

nuestra vida y se las ofrezcamos una por una al Señor.

Al hacer eso, nos toparemos con muchas cosas que

nos sería difícil entregar si el Señor quisiera que lo

hiciéramos. De hecho, nos encontramos con que hay

muchas cosas a las que nos estamos aferrando y que

con dificultad podemos entregarle al Señor, pero, si

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Cómo Conocer La Voluntad de Dios Steve Clark Cómo Conocer La Voluntad de Dios Steve Clark

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empezamos a ofrecerle al Señor esas cosas

específicamente, se nos va haciendo más fácil el llegar

–de veras- a entregárselas de corazón. Al hacerlo, nos

iremos liberando más de nuestros temores y

ansiedades y seremos más capaces de vivir

amorosamente y de conocer la voluntad del Señor

para nosotros.

Tener Fe en que el Señor nos conducirá

En el libro del Profeta Isaías, el Señor le habla a su

pueblo así:

“Así dice el Señor, tu Libertador, el Dios Santo

de Israel; Yo soy el Señor tu Dios, Yo te enseño

lo que es para tu bien.

Yo te guío por el camino que debes seguir”

(Is. 48:17).

Cuando llegamos a conocer al Señor, llegamos a

darnos cuenta de que El quiere ser nuestro pastor,

quiere conducirnos.

Jesús vino como nuestro abogado y consejero y envió

al Espíritu Santo para que llevara adelante su misión.

El Señor quiere que conozcamos su dirección para

nuestra vida. Podemos estar seguros de eso. Cuando

más pongamos nuestra fe en el Señor y tengamos la

expectativa de que El nos conducirá, tanto más

podremos ver claramente el camino.

La fe en la guía de Dios es algo en lo que podemos ir

creciendo, así como podemos crecer en la fe en otros

campos de nuestra vida. En la medida en que

crezcamos en nuestro conocimiento del Señor, vamos

creciendo en nuestra fe en que El nos guiará.

Debemos dejar de lado nuestras ansiedades,

sencillamente, debemos tener la expectativa de que el

Señor nos irá clarificando cómo debe ir

transformándose nuestra vida. Al principio podemos

sentirnos inciertos y con frecuencia podemos estar

confusos. Nunca llegaremos al punto en que

podamos conocer todo lo que queremos saber, pero

si podemos llegar al punto en nuestra relación con el

Señor en que sepamos que podemos confiar en que el

nos guía.

Orar pidiendo Guía

Una de las mejores maneras de crecer en recibir la

guía del Señor es pedírsela. En la carta del apóstol

Santiago dice lo siguiente: “Si a alguno de ustedes le

falta sabiduría, pídasela a Dios y El se la dará; pues

Dios da a todos sin limitación y sin hacer reproche

alguno” (Stg. 1:5). Debemos orar pidiendo la guía que

necesitamos. Sin embargo, no debemos orar pidiendo

guía sólo cuando necesitamos saber una respuesta

específica. Debemos estar deseosos de recibir

constantemente guía del Señor y debemos pedirle con

regularidad que nos dirija y nos enseñe.

Con frecuencia los cristianos han apartado momentos

especiales para buscar guía de Dios y esos momentos

suelen ser de gran ayuda para ellos. Hay quienes

apartan períodos de tiempo por ejemplo la cuaresma,

para orar pidiendo guía de un modo especial. Otros

apartan un día o algo así para orar y ayunar, como lo

hacían los primeros cristianos (Hchs 13:1). Cualquiera

de esas dos formas nos llevará a una situación en que

podremos recibir dirección del Señor más fácilmente.

Esos momentos, de buscar especialmente al Señor,

pueden ser útiles para recibir guía del Señor acerca de

preguntas específicas que tengamos: pero a menudo

son aún más útiles, cuando simplemente nos

presentamos ante el Señor para que nos hable en la

forma en que El quiera.

No obstante, cuando apartamos momentos

especiales, no debemos esperar que siempre suceda

algo durante esas oportunidades. A menudo, la

dirección del Señor no llega sino hasta después y

resulta que el tiempo de oración especial fue una

preparación para escuchar más tarde al Señor con

mayor facilidad.

A lo largo de toda la Sagrada Escritura encontramos la

exhortación de “buscar al Señor”.

Dice el Salmo 105:3-4.

“¡Siéntase alegre el corazón de los que buscan al

Señor!

Recurran al Señor y a su poder; recurran al Señor en

todo tiempo”.

La palabra que así se traduce “recurran” en tiempos

del Antiguo Testamento se usaba para referirse a

alguien que buscaba una audiencia con el rey, que

procuraba entrar en la presencia regia. Recurrir al

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Cómo Conocer La Voluntad de Dios Steve Clark Cómo Conocer La Voluntad de Dios Steve Clark

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Señor, o buscarlo, significaba consultar a Dios, ir a su

templo, dirigir la mirada a El pidiendo ayuda y guía,

estar en su presencia. A medida que una persona

aprende a buscar al Señor más y más para que guíe su

vida, va llegando a un conocimiento más certero de la

voluntad del Señor para él.

Estudiar y Meditar

Es más lo que todos hemos oído de parte del Señor,

que lo que hasta ahora hemos logrado asimilar o

comprender de El. El Señor nos habla mucho. Nos

habla en las Sagradas Escrituras, por medio de amigos,

por medio de nuestras experiencias y directamente a

nuestro corazón3. Si recibiéramos, entendiéramos y

usáramos todo lo que nos dice, sabríamos de un

modo claro y seguro cómo debe ser nuestra vida.

Debemos estudiar y meditar las cosas que el Señor

nos dice o nos muestra para que produzcan un

cambio de nuestra vida. En el libro del Eclesiástico

dice lo siguiente:

“Piensa en respetar al Altísimo y medita siempre en

sus mandatos: El te dará inteligencia y la sabiduría que

deseas” (Eclo. 6:37).

Leer y estudiar la revelación de Dios en las Sagradas

Escrituras y en los escritos de hombres espirituales,

debe ser una parte constante de nuestra vida

cristiana. Debemos crecer en el hábito de meditar en

lo que hemos estudiado u oído del Señor en otras

formas. Al hacerlo, nuestro conocimiento de la

voluntad de Dios crecerá en profundidad.

No debemos dejar de lado el valor de meditar sobre

nuestras experiencias. A menudo el Señor nos enseña

por medio de lo que nos sucede y si estamos atentos a

aprender, podemos sacar muchas lecciones

espirituales de los acontecimientos del día o de la

semana. Más aún, con frecuencia el Señor nos da

señales de su voluntad en nuestra vida diaria. A veces

3 Nos habla también por medio de las enseñanzas de la

Iglesia y por los acontecimientos.

las circunstancias nos están mostrando su sendero, o

inclusive están apareciendo señales que necesitamos

comprender.

Cuanto más meditemos en nuestra experiencia con

espíritu de oración, tanto más lograremos extraer de

ella un conocimiento de la guía de Dios.

Coversar las Cosas con otros

Somos seres humanos, aunque oigamos al Señor

hablarnos directamente de modo personal, nos cuesta

llegar a la claridad y seguridad que necesitamos sin

haber conversado las cosas a fondo con otros. El

Señor se propone que recibamos guía de su parte

como miembros de un cuerpo, no como individuos

aislados.

Si conversamos las cosas con otros, tendremos un

sentido de dirección más seguro. Tenemos la

tentación de vivir demasiado dentro de nosotros

mismos y de buscar nuestra dirección por cuenta

propia. Satanás vive en la obscuridad y actúa en

secreto. El Señor es luz. Dice en el evangelio de San

Juan: “Todos los que hacen lo malo odian la luz y no

se acercan a ella para que no se descubra lo que están

haciendo. Pero los que viven de acuerdo con la

verdad, se acercan a la luz para que se vea todo lo que

hacen es de acuerdo con la voluntad de Dios”

(Jn.3:20-21). Cuanto más vivamos abiertamente en la

luz de modo que otros cristianos puedan vernos, más

seguro andaremos.

El conversar a fondo las cosas con otros puede y debe

significar el conversar esas cosas con personas que

son mayores y más sabias en el Señor, o con aquellos

que tienen autoridad sobre nosotros en el Señor.

Cada uno de nosotros debe recibir dirección pastoral

o espiritual con cierta regularidad; pero, también

debe significar que comentemos nuestra vida y

nuestros planes con otros cristianos de modo regular.

Debemos aprender a compartir nuestra vida de modo

personal y a comentar lo que nos está ocurriendo de

modo personal también. Al hacerlo veremos cómo el

Señor empieza a darnos guía en nuestra conversación

diaria con otros cristianos.

Tener siempre la mirada puesta en Dios

Los “pasos” que hemos mencionado anteriormente

para crecer en recibir la guía del Señor, no son pasos

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Cómo Conocer La Voluntad de Dios Steve Clark Cómo Conocer La Voluntad de Dios Steve Clark

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que debemos hacer sólo cuando tenemos un

problema específico o necesitamos una respuesta

específica del Señor. Más bien, son cosas que

debemos hacer constantemente, a lo largo de toda

nuestra vida cristiana.

Un cristiano puede centrarse demasiado en obtener

respuestas específicas del Señor. A veces, sí

necesitamos respuestas, pero la mayor parte de

nuestra necesidad de guía se resuelve mediante un

crecimiento en el conocimiento de la voluntad de Dios

para nosotros personalmente y para todos los

hombres. El Señor no quiere que nuestro esfuerzo por

escuchar respuestas a preguntas específicas sea tan

intenso, que no podamos oir lo que El quiere decirnos.

Simplemente debemos confiar en que El nos dará una

respuesta específica si la necesitaríamos y en vez de

tensionarnos debemos buscar a Dios por lo que El

mismo vale y por un deseo de hacer cualquier cosa

que El quiera que hagamos.

V La Presencia de Dios

En la época del Antiguo Testamento, la presencia de

Dios se manifestaba frecuentemente mediante una

nube. La nube de la presencia de Dios condujo a los

hijos de Israel a través del desierto. Cuanto más

lleguemos a conocer al Señor y a vivir en su presencia,

más podrá El guiarnos a nosotros como guió a los

Israelitas por el desierto. La guía de Dios para

nosotros puede convertirse cada vez más en un

instinto certero por la presencia de Dios, que nos

permitirá darnos cuenta de cuando estamos, o no

estamos, donde El quiere que estemos.

“El día en que instalaron el santuario, es decir, la

tienda del pacto, la nube lo cubrió. Y desde el

atardecer aparecía sobre el santuario una especie de

fuego que duraba hasta el amanecer. Así sucedía

siempre, de día, la nube cubría la tienda y de noche se

veía una especie de fuego. Cuando la nube se

levantaba de encima de la tienda, los israelitas se

ponían en camino, y en el lugar donde la nube se

detenía, allí acampaban. Cuando el Señor lo

ordenaba, los israelitas se ponían en camino o

acampaban, y allí se quedaban todo el tiempo que la

nube permanecía sobre el santuario.

Si la nube se quedaba sobre el santuario bastante

tiempo, los israelitas detenían su marcha para

ocuparse del servicio del Señor. Si la nube se quedaba

sobre el santuario sólo unos cuantos días, a una orden

del Señor se ponían en camino, y a otra orden suya se

detenían. A veces la nube se quedaba sólo por la

noche y por la mañana se levantaba; entonces ellos se

ponían en camino. Y si la nube se detenía sobre el

santuario un par de días, un mes o un año, los

israelitas acampaban y no seguían adelante. Pero

cuando la nube se levantaba, ellos seguían su viaje. A

una orden suya se ponían en camino. Mientras tanto

se ocupaban del servicio del Señor, como El lo había

ordenado por medio de Moisés” (Nm. 10:15-23).