Claudio Matte

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Claudio Matte: educador y filántropo Aludir a este apóstol de la docencia estimula con motivo del inicio del año escolar. Es importante rescatar del olvido a figuras de su envergadura ética y académica. Su dilatada existencia (1858-1956), le permitió una labor sostenida y creadora en el ámbito que constituía su pasión. Fue rector de la Universidad de Chile y se desempeñó como canciller. Sin embargo, el leit motiv de su existencia fue la educación básica. Creció en un país donde de cada 100 chilenos 60 eran analfabetos. Se empeñó en la Ley de Instrucción Primaria Obligatoria y fundó, con su peculio, las denominadas Escuelas Matte. No sólo eso, enseñó -igual que Prat- en una escuela nocturna y el aula la concibió siempre como laboratorio del fenómeno pedagógico. Su sostenida devoción lo empujó a presidir la Sociedad de Instrucción Primaria. Al finalizar el XIX peregrinó a Europa. Meta: estudiar planteles y didácticas. En Suecia, lo sedujeron la gimnástica y las manualidades. Fue el mentor -hoy ignorado- del Instituto de Educación Física. En Alemania, estudió de forma prolija la lectoescritura. De allí brotó el Silabario Matte. Sustituyó el arcaico “deletreo” por el “método fonético- analítico-sintético”. Son millones los que aprendimos a leer y escribir con este instrumento civilizador. Fue pionero en la Fiesta del Árbol y en la introducción de las efemérides escolares. En los planteles que fundó -hoy en pleno funcionamiento- se inauguraron el servicio médico-dental, la alimentación complementaria y la práctica del deporte. Juzgó clave para la labor un equipo profesoral imbuido de mística y disciplina. En el 50º aniversario de su deceso, se le evoca como ejemplar ciudadano y maestro.

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Claudio Matte: educador y filántropo

Aludir a este apóstol de la docencia estimula con motivo del inicio del año escolar. Es importante rescatar del olvido a figuras de su envergadura ética y académica. Su dilatada existencia (1858-1956), le permitió una labor sostenida y creadora en el ámbito que constituía su pasión. Fue rector de la Universidad de Chile y se desempeñó como canciller. Sin embargo, el leit motiv de su existencia fue la educación básica. Creció en un país donde de cada 100 chilenos 60 eran analfabetos. Se empeñó en la Ley de Instrucción Primaria Obligatoria y fundó, con su peculio, las

denominadas Escuelas Matte. No sólo eso, enseñó -igual que Prat- en una escuela nocturna y el aula la concibió siempre como laboratorio del fenómeno pedagógico. Su sostenida devoción lo empujó a presidir la Sociedad de Instrucción Primaria.

Al finalizar el XIX peregrinó a Europa. Meta: estudiar planteles y didácticas. En Suecia, lo sedujeron la gimnástica y las manualidades. Fue el mentor -hoy ignorado- del Instituto de Educación Física. En Alemania, estudió de forma prolija la lectoescritura. De allí brotó el Silabario Matte. Sustituyó el arcaico “deletreo” por el “método fonético-analítico-sintético”. Son millones los que aprendimos a leer y escribir con este instrumento civilizador. Fue pionero en la Fiesta del Árbol y en la introducción de las efemérides escolares. En los planteles que fundó -hoy en pleno funcionamiento- se inauguraron el servicio médico-dental, la alimentación complementaria y la práctica del deporte. Juzgó clave para la labor un equipo profesoral imbuido de mística y disciplina. En el 50º aniversario de su deceso, se le evoca como ejemplar ciudadano y maestro.