Clase Xii Profecia Ii_2015 Online

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COLEGIO BAUTISTA DE TEOLOGIA DE EL SALVADOR - ONLINE CLASE XIIPROFECIA II 1 CIELO NUEVO Y TIERRA NUEVA (Ap. 21:1-8) Así como Dios creó los actuales cielo y tierra para que fueran escenario de su despliegue teocrático, así creará Dios los cielos y tierra nuevos para que sean escenario del reino eterno teocrático de Dios. Después del juicio del gran trono blanco y de la destrucción del primer cielo y la primera tierra, Juan escribe en Apocalipsis 21:1: “Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más”. El cielo nuevo no se describe, y todo lo que se dice acerca de la nueva tierra es: “el mar no existía ya más” (Ap. 21:1). De las ruinas de los cielos y la tierra viejas, Dios creará un nuevo mundo eterno libre del mal, libre del engaño, libre de todas las cosas perjudiciales y debilitantes que han estropeado la tierra desde el pecado de Adán. La tierra tal como la conocemos no permanecerá para siempre, pero luego del gran juicio de Dios, Él creará una nueva tierra (Rom. 8:1821; 2 Pe. 3:713). También Dios le había prometido a Isaías que crearía una tierra nueva y eterna (Is. 65:17; 66:22). El cielo y la tierra serán unidos. Dios y los seres humanos vivirán juntos, según Ap. 21:3. La Jerusalén celestial será entonces una morada común de Dios y los hombres. El extraño silencio de las Escrituras sobre la apariencia de la tierra nueva y del cielo nuevo no se explica en ninguna parte. En cambio nuestra atención es dirigida hacia la ciudad santa, la nueva Jerusalén. LA NUEVA JERUSALÉN (Ap. 21:9 al 22:5) El capítulo 21 de Apocalipsis es una descripción imponente de la nueva ciudad de Dios. La visión es simbólica y nos muestra que nuestro nuevo hogar con Dios está más allá de toda descripción. Las medidas de la ciudad simbolizan un lugar que albergará a todo el pueblo de Dios. Expresadas en codos, estas medidas son múltiplos de doce. Doce es el número para el pueblo de Dios: hubo doce tribus en Israel y doce apóstoles que dieron

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COLEGIO BAUTISTA DE TEOLOGIA DE EL SALVADOR - ONLINE CLASE XII– PROFECIA II

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CIELO NUEVO Y TIERRA NUEVA (Ap. 21:1-8)

Así como Dios creó los actuales cielo y tierra para que fueran escenario de su despliegue

teocrático, así creará Dios los cielos y tierra nuevos para que sean escenario del reino

eterno teocrático de Dios.

Después del juicio del gran trono blanco y de la destrucción del primer cielo y la primera

tierra, Juan escribe en Apocalipsis 21:1: “Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque

el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más”. El cielo nuevo

no se describe, y todo lo que se dice acerca de la nueva tierra es: “el mar no existía ya

más” (Ap. 21:1).

De las ruinas de los cielos y la tierra viejas, Dios creará un nuevo mundo eterno libre del

mal, libre del engaño, libre de todas las cosas perjudiciales y debilitantes que han

estropeado la tierra desde el pecado de Adán.

La tierra tal como la conocemos no permanecerá para siempre, pero luego del gran juicio

de Dios, Él creará una nueva tierra (Rom. 8:18–21; 2 Pe. 3:7–13). También Dios le había

prometido a Isaías que crearía una tierra nueva y eterna (Is. 65:17; 66:22). El cielo y la

tierra serán unidos. Dios y los seres humanos vivirán juntos, según Ap. 21:3. La Jerusalén

celestial será entonces una morada común de Dios y los hombres.

El extraño silencio de las Escrituras sobre la apariencia de la tierra nueva y del cielo

nuevo no se explica en ninguna parte. En cambio nuestra atención es dirigida hacia la

ciudad santa, la nueva Jerusalén.

LA NUEVA JERUSALÉN (Ap. 21:9 al 22:5)

El capítulo 21 de Apocalipsis es una descripción imponente de la nueva ciudad de Dios.

La visión es simbólica y nos muestra que nuestro nuevo hogar con Dios está más allá

de toda descripción. Las medidas de la ciudad simbolizan un lugar que albergará a todo

el pueblo de Dios. Expresadas en codos, estas medidas son múltiplos de doce. Doce es

el número para el pueblo de Dios: hubo doce tribus en Israel y doce apóstoles que dieron

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comienzo a la Iglesia. El muro tiene un espesor de 144 (12 x 12) codos (64 m), hay 12

capas en el muro, y doce puertas en la ciudad; y la altura, longitud y anchura son todas

las mismas: 12,000 estadios (2,200 km).

La nueva Jerusalén es un cubo perfecto, la misma forma del Lugar Santísimo en el

templo (1 Re. 6:20). Estas medidas revelan que este nuevo hogar será perfecto para

nosotros.

La descripción del muro hecho de joyas muestra que la nueva Jerusalén será un lugar

de pureza y durabilidad, y perdurará por siempre.

En Apocalipsis se ve a la nueva Jerusalén descendiendo del cielo y ciertamente con el

destino de posarse sobre la nueva tierra.

Juan, además, describe la ciudad como “una esposa ataviada para su marido”. Sin

embargo, como lo muestran revelaciones posteriores, la nueva Jerusalén incluye

santos de todas las dispensaciones, y es, por lo tanto, preferible considerar ésta como

una frase descriptiva y no como una referencia típica.

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Según esta descripción los habitantes de la ciudad son santos de todas las

dispensaciones. No solamente Israel y los gentiles se mencionan, sino también los doce

apóstoles que representan la iglesia. Esto está en conformidad con la descripción de

Hebreos 12:22-24, que enumera a los habitantes de la nueva Jerusalén y a Jesús como

el mediador del nuevo pacto.

En 2 Pe. 3:13 se hace otra predicción de nuevos cielos y nueva tierra, caracterizados

como lugares donde morará la justicia. En consecuencia, se puede concluir que a través

de las Escrituras se consideran el cielo nuevo y la tierra nueva como la meta final de la

historia y como el lugar final de reposo de los santos.

Habiendo introducido el nuevo cielo y la tierra nueva y la nueva Jerusalén, Juan procede

a describir sus características principales en Ap. 21:3-8.

Según Apocalipsis 21-22, la ciudad también es notable por lo que no hay allí. En

nuestro hogar celestial no habrá:

Mar (21:1) Sol (21:23)

Llanto (21:4) Luna (21:23)

Muerte (21:4) Inmundicia (21:27)

Dolor (21:4) Mentira (21:27)

Clamor (21:4) Maldición (22:3)

Templo (21:22) Noche (22:5)

En su visión, Juan en Apocalipsis vio la ciudad santa que descendía del cielo, cuya

descripción es la siguiente:

Tan hermosa como una esposa ataviada para su marido (21:2)

El lugar donde mora Dios con los hombres (21:3)

Es de un tamaño inmenso (21:16)

Tiene un fundamento de piedras preciosas (21:19-20)

Con un muro de jaspe de 216 pies (72 mts.) de altura (21:17-18)

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Con doce puertas de perlas siempre abiertas (21:21,25)

Con edificios y calles de oro (21:18,21)

Iluminada con la gloria de Dios (21:11,23)

Con un río de cristal (22:1)

Es el centro de adoración, Dios mismo es el templo (21:22)

Sus habitantes son la iglesia, Israel y los gentiles salvos (21:24-27)

Provisión abundante y directa (22:1-5)

Es un lugar maravilloso, no habrá noche porque nuestro hogar celestial estará iluminado

con la gloria de Dios, y el Cordero será su luz (21:23; 22:5). No habrá templo porque

Cristo mismo será el templo (21:22). Allí reinaremos por siempre (22:5). Veremos el

rostro de Dios y llevaremos su nombre en nuestras frentes (22:4).

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Tendremos acceso al árbol de la vida eternamente (22:2, 14).

Continuando la descripción de la nueva Jerusalén, Juan habla de un “río limpio de agua

de vida, resplandeciente como cristal, que salía del trono de Dios y del Cordero” (Ap.

22:1). El árbol de la vida, que da doce tipos de frutos, está en medio de la calle de la

ciudad y cada lado del río proveyendo sanidad para las naciones (Ap. 22:2).

Se pregunta por qué es necesaria la sanidad de las naciones si ésta es una descripción

del estado eterno. La dificultad se resuelve si se acepta la traducción “para la salud de

las naciones”. Puede ser que el fruto del árbol de la vida y el agua de la vida sean la

explicación de la existencia sin fin que los cuerpos de los santos tendrán en la eternidad.

Continuando la descripción de la ciudad, Juan dice: “Y no habrá más maldición; y el trono

de Dios y del Cordero estará en ella, y sus siervos le servirán”. El estado bendito de ellos

consistirá en que podrán ver a Dios cara a cara y llevarán su nombre en sus frentes.

Juan repite el hecho de que la nueva ciudad será resplandeciente y no necesitará luz

artificial, y concluye con la palabra de Dios: “¡He aquí, vengo pronto! Bienaventurado el

que guarda las palabras de la profecía de este libro”.

Considerado el hecho de que los nuevos cielos y la nueva tierra serán la morada eterna

de los santos, es notable que haya pocas descripciones de ellos en la Escritura.

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Es cierto que la Biblia tiene el propósito principal de darnos luz para nuestro actual

sendero diario. Al mismo tiempo se nos da un vistazo suficiente de la gloria venidera, a

fin de animarnos a avanzar en nuestra vida de fe. Sin lugar a dudas, hay mucho más

que se nos puede revelar que el breve vistazo que se nos ha concedido en los capítulos

finales del libro de Apocalipsis.

CONCLUSIÓN (Ap. 22:6-21)

La Biblia finaliza con la promesa de Jesucristo de que viene pronto. Esa es la esperanza

segura y la gozosa expectativa de los creyentes.

La Biblia empieza con la historia majestuosa de su creación del universo y concluye con

su creación de un cielo y tierra nuevos. Esta es una esperanza maravillosa y es aliento

para el creyente.

La Biblia registra los inicios del mundo y su fin. La historia de la humanidad, desde su

comienzo hasta su fin, desde su caída en el pecado hasta la redención de Cristo y la

victoria final de Dios sobre el maligno, todo eso se halla en las páginas de la Biblia.

"Bienaventurados los que lavan sus ropas, para tener derecho al árbol de la vida,

y para entrar por las puertas en la gran ciudad".

Cuando pensamos en las maravillas del hogar que nos espera, donde el Señor mismo

morará con nosotros, no pódenos más que decir junto a Juan: " Si, ven Señor Jesús".

GRACIAS, DIOS, POR HABER PERMITIDO ESTUDIAR LOS EVENTOS PROFÉTICOS…

AYÚDANOS A TRANSMITIR ESTE CONOCIMIENTO A NUESTRAS CONGREGACIONES…