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CJWTR~ DE W E T I G UNlVERSlDAD DE COSTA FUCA

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REVISTA DE

HISTORIA

ESCUELA DE HISTORIA UNIVERSWAD NACIONAL

CENTRO DE INVESTIGACIONES HISTORICAS DE AMERICA CENTRAL

UNIVERSIDAD DE COSTA RICA

COSTA RICA, CENTROAMERICA

No. 43

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Revista 905 R454r Revista d e historia / Escuela de Historia. Universidad Nacional,

Centro d e Invesrigaciones Historicas, Universidad d e Costa Rica - - Vol. 1, no. 1 (1975h . Heredia. C.R. :

EUNA, : Editorial d e la Universidad de Costa Rica, 1975- V.

ISSN 1012-9790 Sernestml

1. Historia - Publicxciones peribdicas. I. Titulo.

CCC/BUCTR-105

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EL PAPEL DEL MAR Y DE LAS COSTAS EN EL PANAMA PRE-HISPANIC0 Y DEL PERIOD0 DEL CONTACTO:

REDES LOCALES Y RELACIONES EXTERNAS

Richard G. Cooke Luis Alberto Sbnchez*

La privilegiada situaci6n geogrifica de Panama ha ser- vido para otorgarle 10s epitetos turisticos de "puente del mundo" y "crisol de razas", perogrulladas, por cierto, que no obstante reflejan el hecho de que esta angosta franja de tie- rra representa la via mas corta que conecta a dos masas con- tinentales y dos grandes oceanos. Desde el cierre definitivo de una conexi6n maritima a t rav6 del istmo aproximada- mente 3,5 millones de afios atras,' Panama ha desempeiiado

Instituto Smithsonian de Investigaciones Tropicales. Apdo. 2072, Balboa, Panam5. Correo electr6nico: [email protected], [email protected], lash33@ hotrnail.com

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su 16gica funci6n de embudo para poblaciones de animales terrestres, dulceacuicolas y costeros, que emigraban de Nor- te a Suramerica y viceversa. Pese a la escasez d e datos de campo corroborativos, 10s litorales istmefios (cuya configu- raci6n con respecto a tierla firme se ha ajustado peri6dica- mente a 10s ciclos glaciales) deberian de haber jugado un papel importante en la diseminaci6n continental de Homo Sapiens y sus especies comensales. De acuerdo a lo encon- trado en un sitio arqueol6gico en el Pacifico chileno2 y en otros en las costas del Pen43 10s primeros cazadores y reco- lectores que entraron al continente durante la dltima glacia- ci6n aprovechaban recursos litorales a1 igual que terrestres.

Aunque parece 16gico pensar que, a partir de este pri- mer tr5nsito humano, la abrupta cordillera central que corre longitudinal a1 istmo debi6 permitir mayor flujo de gente y bienes a lo largo de cada una de las costas, que de costa a costa, cabe destacar que la serrania no fue obst5culo natural para emparentar culturalmente a grupos de indigenas que se asentaron en las vertientes o p ~ e s t a s . ~ La proximidad de ockanos con recursos costeros diversos y complernentarios fue bien atendida desde tiempos remotos por 10s habitantes aut6ctonos que participaban en un intercambio transistmico cuya existencia puede probarse por medio de datos arqueo- 16gicos y etnohist6ricos.

Nuestro principal inter& no s61o est5 encaminado en observar como la particular geografia costera del istmo pana- meiio influy6 hist6ricamente en las relaciones maritimas in- ternas o externas, sino, tambien, en analizar como las pobla- ciones precolombinas utilizaron 10s recursos marinos y cos- teros para su sustento. El requerimiento de dichos productos y su aporte a la economia precolombina se puede establecer gracias a diversos tipos de evidencia material, especialmente aquella de caracter artefactual, arqueofaunistica y paleobot5- nica. Estos datos, tal y como lo reseiiaremos mas adelante, indican que, a partir de por lo menos el 5000 antes de Cristo (a.C.) 4 p o c a por la que ya se practicaba la agricultura-j las poblaciones humanas de la vertiente del Pacifico, cerca o le- jos de In costa, aprovechaban intensivamente el litoral mari- no, cuya productividad coadyuv6 a que ellas lograran una relativa autosilficiencia econ6mica y estabilidad territorial.

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Por diversos factores, tales como el de la preservacidn selectiva de determinados materiales en 10s sitios precolom- binos y la dificultad de establecer su origen especifico, para el desarrollo de la investigaci6n arqueol6gica se torna com- plicado el documentar la distancia y naturaleza de 10s con- tactos sociales. No obstante, hay nuevos indicios de la posi- bilidad de que la orfebreria, que tanta repercusidn traeria en 10s sistemas ideoldgicos y politicos istmeiios, se introdujera a travCs de una ruta directa por el Pacifico desde el Ecuador y Colombia. Otros bienes suntuarios de larga trayectoria en el continente americano, el de las conchas marinas, tambiCn habrian encajado, por su abundancia en la costa del Pacifi- co panameiia, en 10s sistemas de intercambio aunque, a1 pa- recer, dentro de un 4mbito relativamente local.

El ocCano Atl4ntico era una via abierta a1 meque ex- traistmico en el periodo de contacto, aunque no se puede establecer con precisi6n desde cu4ndo 10s grupos mesoa- mericanos y panameiios mantenian esta interacci6n. En la vertiente del Pacifico las extensas sabanas, rios y estuarios habrian permitido, no solamente la movilizacibn abierta por tierra, sino, tambiCn, por su geografia costera llena de ense- nadas y puertos naturales, un acceso 4gil hasta la costa e is- las a travCs de canoas, un medio de transporte que, segiin inforrnaci6n documental del temprano siglo XVI, se usaba para fines, tanto comerciales, como bClicos.

La ruta del Atlantic0

Durante su dltimo viaje realizado entre 1502 y 1503, Cristbbal Col6n recorri6 la costa del Caribe de Centro AmC- rica desde Cabo Gracias a Dios en Honduras hasta el Golfo de San Blas en ~ a n a m 4 . ~ Por il6gica que parezca su deci- si6n de fundar un asentamiento en la peligrosa-desemboca- dura del rio BelCn, lo que verdaderamente atrajo a1 alrniran- te a esta zona ventosa, lluviosa y desprovista de puertos na- turales, fue el descubrimiento de que, desde "Guaiga" hasta "Cubiga" -esto es, desde la Peninsula de Valiente hasta el rio CoclC del Norte- habia mucha actividad comercial. Su menci6n de "cinco grandes puertos" en la costa de Veragua,

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si bien exagerada, se ampara en el hecho de que logr6 tro- car durante su recorrido inicial de oeste a este, 46 "platos" de oro7 -en realidad, Iirninas martilladas y repujadas con diseiios geometricos y zoomorfos-, propiedad de indigenas pudientes que se ataviaban con ellas cuando salian a gue- rrear.8 Aunque 10s aluviones de 10s rios que descienden de la cordillera en el Caribe central d e Panama contienen abundante oro y cobre mezclados con buenas cantidades de plata,9 no se puede demostrar que estas "patenas" -co- mo las llam6 Col6n- eran elaboradas en el asentamiento principal del "gran Quibian" ubicado en un cerro a cierta distancia de la costa.1° Dudarnos, sin embargo, que 10s talle- res que produjeron dichos artefactos hubiesen quedado muy lejos de 10s puntos de canje situados en desernbocadu- ras costeras jseguramente lugares mas rnodestos que 10s "cinco grandes puertos" del almirante!-.

Dos comentarios en cr6nicas del temprano siglo XVI sugieren que el comercio costero de Veragua atraia a gentes fodneas desde antes del contacto espariol. Diego MCndez, compariero del almirante, se encontr6 en la boca del rio Ve- ragua con dos personas en un caylco que 61 llama "estran- geras", seguramente por hablar un idiorna que 10s indigenas locales no comprendian.ll Hacia el este, cerca del lugar donde se fund6 Nombre de Dios, vivian 10s "chuchures" que de acuerdo a Pascual de Andagoya eran originarios de Honduras y hablaban un idiorna distinto del local.12 El mis- mo cronista sefialaba que estos no soportaron 10s drasticos cambios ocasionados por la colonizaci6n espariola por lo que pronto desaparecieron. Por su parte, Torquemada hizo menci6n de otro grupo que habia viajado desde Nicaragua hasta Nombre de Dios.13

Mayores detailes sobre las actividades de comercian- tes centroamericanos se encuentran en documentos del pos- contacto -muy conocidos, por cierto- 10s cuales se refieren a un grupo etnico conocido corno 10s "siguas", vocablo que significaba "extranjero" en 10s idiomas chlbchenses de la re- gi6n.14 En vista de que Col6n no 10s rnenciona, se Cree que se asentaron en la costa del Caribe despues del contacto. Hablantes de un iclioma uto-azteca vivian por 1540 en una regidn conocida corno "Coaza" entre 10s rios Sixaola y

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Changuinola. Es probable que su presencia aluda a un pa- tr6n comercial mAs antiguo vinculado a1 comercio del oro y del cacao, dos productos primordiales en las redes comer- ciales mesoamericanas. Uno de 10s rnuchos documentos que hablan de 10s "siguas" asevera que estos fueron envia- dos por "Montezurna" para cobrar tributo en forma de pie- zas finas de oro. Otro, con fecha de 1595, constata que 6000 "siguas" aOn mantenian contactos comerciales con pueblos mexicanos. Hacia 1620, se decia que 10s "siguas" todavia es- taban "sujetos a Montezuma" y residian en un lugar adonde 10s "rnexicanos iban a buscar oro para sus idolos y ofren- das". En fechas posteriores, 10s "siguas" se trasladaron a la actual Isla Col6n, en donde, unidos por casarniento con chAnguenas, doraces y terrabas, continuaron canjeando ha- chas y machetes de hierro por cuentas de conchas mari- nas.15 Hasta donde lo sabemos, la dltima referencia docu- mental pertinente a este grupo se rernonta a 1763 cuando un padre espaiiol relata que comerciaban el cacao, produc- to que, en adici6n a pieles de rnanati, zarzaparrilla y Carey, atraeria en adelante a embarcaciones de misquitos hacia el Caribe panameiio. l6

En resumidas cuentas, 10s datos documentales rese- iiados constatan que algunos productos en el Caribe pana- rneiio eran lo suficientemente abundantes y accesibles, co- mo para atraer a grupos de mesomericanos deseosos de es- tablecerse fisicamente en esta zona. Sin embargo, aunque el oro era uno de 10s m6viles primarios de estas actividades comerciales, es muy dificil precisar cuAles artefactos preco- lornbinos de origen panameiio habrian llegado hasta locali- dades mesoarnericanas. No cabe la menor duda de que al- gunas piezas de metal halladas en 10s sedimentos en el fondo del cenote sagrado de Chichen-Itzi17 se confecciona- ron en lo que Bray llama la provincia rnetalOrgica colorn- biana-istmeiia; per0 no se les puede atribuir a lugares espe- cfficos de produccidn dentro de esta Area: bien pudieron haberse originado en el Caribe o en el Pacifico, en Costa Rica o en Panarn6.'*

iQu6 productos hubieran ofrecido en canje 10s mesoa- rnericanos a 10s panarneiios? La documentaci6n arqueol6gica a1 respecto es rnuy parca: 10s rinicos artefactos hallados en

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sitios precolombinos istmefios que apuntan hacia un origen mesoamericano son un cuchillo bifacial de calcedonia pare- cido a ejemplares usados en rituales de sacrificio humano (hallado en el rio BelCn),19 un jade supuestamente de estilo olmeca (del Pacifico de Veraguas) y una vasija 'Plumbate' (hallada en la misma z ~ n a ) . ~ O Aceptando que 10s mercade- res mesoamericanos habrian traido articulos hechos de ma- teriales de dificil sobrevivencia en sitios arqueoldgicos (tales como mantas de algoddn), no hay razdn por que asumir que el trueque entre ellos y 10s "veragiienses" se desenvol- viera en un ambiente de reciprocidad simetrica debido a las conocidas diferencias estructurales entre las sociedades me- soamericanas e istmefias. En las crdnicas espafiolas del tem- prano siglo XV7 hay abundantes descripciones del intercam- bio de productos en el istmo. Sin embargo, ellas dan la im- presidn de que el trueque concernia principalmente a co- munidades localizadas en la misma zona de interaccidn so- ciopolitica, pero en distintos habitats, por ejemplo, entre co- munidades costeras y monteses; entre el Caribe y el Pacifico y entre zonas sabaneras y boscosas. Ferniindez de Oviedo nos dice lo siguiente con respecto a 10s "cueva" del Darien:

"Quando 10s indios no tienen guern, todo su e x c e r ~ i ~ i o es tractar 6 trocar quanto tienen unos con otros ... llevan sus cargas 5 cuestas d e sus esclavos: unos llevan sal, otros mahiz, otros mantas, otras hamacas, otros algodon hilado o por hilar, otros pescados salados; otros llevan oro"."

Estii claro, ademiis, que algunos productos cambiaban de duefio en las interacciones politicas y belicas: uno de 10s motivos de 10s ataques repentinos a comunidades enemigas -frecuentemente realizados con canoas- fue la adquisicidn y posterior exhibicidn corporal de las pertenencias de lide- res r i v a l e ~ . ~ ~

Datos arqueologicos confirman el intercambio de pro- cluctos de costa a costa en tiempos precolombinos: por ejemplo, huesos de manati procedentes del Caribe se han encontrado en la Bahia de Parita en sitios cuya edad com- prende entre el Preceriimico Tardio (4000 a.C.1 y el Cedmi- co Tardio (1100-1520 d.C.).23 En el sitio arqueoldgico Cerro Juan Diaz, en el Pacifico central, a1 menos dos taxones de

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conchas marinas empleados en la confecci6n de adornos personales, fueron llevados hasta alli desde la costa del Cari- be.24 Se sabe ademas, que para la conquista, algunos lfderes politicos que vivian en asentamientos localizados tierra aden- tro tenian "puertos" en la costa, tales como "Pocorosa" y "Co- mogre" en el Darikn y "Trota" en el Pacifico de Verag~as.*~

Orfebreria: procedencia, antigiiedad y producci6n

De todos 10s productos intercambiados por 10s indi- genas istmerios y, de alli, relevantes a1 tema de 10s contactos costeros y maritimos, el que mas discusi6n ha generado es el oro porque la metalurgia Americana se origin6, sin duda al- guna, en el area andina mucho tiempo antes de que apare- ciera en la America Cuando y c6mo esta tecnolo- gia entr6 a1 istmo siguen siendo preguntas claves para 10s estudiosos de la historia precolombina. Las respuestas son -y seguiran siendo- dificiles de dar. La atracci6n de este medio para 10s mercados del arte lo ha convertido en un articulo de valor comercial, por lo que la gran mayoria de 10s objetos de oro precolombinos, como bien se sabe, han salido de ex- cavaciones ilicitas, las cuales destruyeron, o no registraron, su context0 hist6rico y social. Ademas, las relaciones entre, por un lado, materias primas, tecnologia e iconografia y, por el otro, la obtenci6n del mineral y la producci6n de artefac- tos de metal, son en extremo complejas lo cual se debe tan- to a que las proporciones de 10s diferentes componentes mi- nerales (oro, plata, cobre y platino) varian muchisimo en el espacio, como a1 hecho de que 10s orfebres prehispanicos hacian aleaciones con diferentes cantidades de cada metal de acuerdo a criterios, no s610 tecnol6gicos, sino tambikn, esteticos. Por consiguiente, un analisis tecnol6gico de una pieza precolombina, por mineral6gicamente preciso que sea, no establece forzosamente su procedencia. Otro aspect0 problemhtico referente a 10s adornos personales, ya Sean de oro u otros materiales, es su propensi6n a ser intercambia- dos constantemente y guardados por largos periodos. De tal modo, es bastante frecuente descubrir que artefactos de esta indole hayan sido modificaclos y remendados2'

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En la actualidad, 10s especialistas concuerdan en que las piezas de oro mas antiguas del istrno centroarnericano forrnan una unidad tecno-estilistico particular a la cual W. Bray le ha dado el nombre "Grupo Inicial", caracterizado por pequefias figuras zoornorfas hechas en rnoldes y lami- nas martilladas con espirales d ivergente~.~~ Fechamientos re- cientes obtenidos con carb6n vegetal incluido en fragmen- tos de moldes preservados en piezas colombianas sugieren que esta tradici6n se remonta a principios del primer mile- nio o, tal vez, finales del segundo milenio a.C.29 En el istmo centroamericano, su contextualizaci6n arqueol6gica es po- bre: las fechas radiocarb6nicas mas tempranas proceden de Cerro Juan Diaz donde una sepultura en forma de pozo que contuvo una argolla con alto contenido de cobre y fragmen- tos de una supuesta figurilla de ave30 proporcion6 una data- ci6n de carb6n vegetal de 1730 + 80 a.P. (220 d.C.) y otra de dentina humana de 1780 + 40 a.P. (170 d.C.), lo que su- giere que orfebreria del 'Grupo Inicial' apareci6 en el istrno doscientos o trescientos afios antes de la fecha sugerida en nuestro liltimo resurnen.3'

Recientemente, cuatro piezas encontradas en dicha sepultura (el rasgo 16) fueron sometidas a un estudio mine- ral6gico y tecnol6gico en el Instituto Tecnol6gico de Massa- chusetts (MIT) a cargo de Ilean Isaza y bajo la supervisi6n de Heather Le~thrnan.3~ Adernas de descubrir que, por esta Cpoca, 10s orfebres de la regi6n sabian unir dos aleaciones de tumbagas ricas en cobre (tarea tecnicamente compleja), Isaza encontr6 particulas de osmio -un elemento platinoide rnuy pesad* en un fragment0 triangular que parece haber pertenecido a la cola de un figura de ave con las alas des- plegadas.33 Hasta donde lo sabemos, la Onica area de Am6 rica donde se ha documentado el uso del platino es la costa sur de Colombia y norte de Ecuador (la regi6n metaldrgica de La Tolita y Esmeraldas) donde este metal se agregaba pa- ra fines estetic0s.3~

En el arnbito de 10s debates sobre las rutas a traves de las cuales se introdujo la metalurgia desde Sur a Centroa- mCrica, el descubrirniento de Isaza se reviste de mucho inte- rCs. La costa de Ecuador ya ha sido propuesta como punto de origen de la metalurgia ~ a n a m e i i a . ~ ~ Bray opin6 que las

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ensenadas y bahias del noroeste de Colon~bia, como Rahia Solano (donde Linnk encontr6 piezas cle oro en excavacio- n e ~ ) , 3 ~ pudieron haber sido entrepots para la distribuci6n de artefactos de metal hacia Panam5, procedentes ya sea del valle del Atrato y sus afluentes, o bien de la costa Pacifi- ca de S~ramerica.3~ En nuestra opinibn, hasta tanto no se esclarezcan ciertas anomalias inherentes a 10s fechamientos obtenidos de 10s moldes de barro de las piezas colombianas arriba mencionadas, seria imprudente descartar la hip6tesis de que la metalurgia entrt, a Centroamerica, no a travks del Darien, sino directamente por el ocCano Pacifico desde La Tolita y Esmeraldas, hasta la Peninsula de Azuero. A1 res- pecto, Hosler ya habia indicado que la metalurgia desarro- llada en el occidente de Mexico a partir de aprosimadamen- te el 600 d.C. tuvo antecedentes andin0s.3~

La costa del Pacifico a trav6s del tiempo: contactos marinos a larga y corta distancia

Ventilar la relaci6n entre rutas maritimas y metalurgia nos conduce necesariarnente a considerar, en terrninos rnis generales y cronol6gicarnente m5s profundos, el papel que ha desempeiiado la costa del Pacifico en el desarrollo de las cornunidades precolombinas del istmo. Esta discusi6n la en- focaremos conforme a hip6tesis y modelos que han tenido las mayores repercusiones en la arqueologia regional.

lnmigraciones pleistoc6nicas

Durante la Oltima dCcada se han agudizado 10s deba- tes en torno a la antigiiedad, naturaleza y direcci6n de las primeras inmigraciones humanas a America y, tarnbiCn, a la procedencia Ctnico-cultural de 10s inrnigrantes. De particu- lar relevancia para el terna de las sociedades man'tirnas del Pacifico, es la creciente fuerza de la hip6tesis que aboga por inmigraciones costeras anteriores a1 florecimiento de la cultura de cazadores y recolectores conocida en Norteame- rica como "Clovis" (9.200-8.800 a.C.).39 El principal sosten

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dicha hip6tesis es el sitio chileno de Monte Verde donde hacia 12.000 y 10.000 a.C. vivia un grupo humano que apro- vechaba recursos costeros, algunos de ellos obtenidos a cierta distancia de este asentamiento situado en medio de b o s q ~ e s . ~ ~

Por fascinante y factible que sea la dispersi6n costera de poblaciones humanas del periodo glacial tardio, tanto "Clovis" como "pre-Clovis", su comprobaci6n por medio de datos arqueol6gicos se ve complicado doquier por el hecho de que la transgresi6n marina del Holoceno ha cubierto se- dimentos que seguramente resguardan evidencia significan- te. El hallazgo de la hoja de una punta de proyectil con ras- gos tecnol6gicos "Clovis", en sedimentos marinos cerca de la entrada del Canal de panamS4l y de restos f6siles de me- gafauna del Pleistoceno tardio en aguas adyacentes al Archi- pielago de las ~ e r l a s , ~ ~ es un aliciente para que se realicen investigaciones submarinas como las que, en Florida, han proveido abundante evidencia de cazadores y recolectores de la epoca "Clovis" en la plataforma continental sumergi- da.43 Segiln investigaciones paleoecol6gicas, las zonas que habrian estado expuestas en el periodo glacial tardio en lo que hoy dia son la Bahia de Panama y Golfo de Chiriqui, habrian tenido una vegetaci6n consistente en sabanas, her- bazales, matorrales espinosos y bosques secos -hiibitats apropiados para la caceria de megaherbivoros e ~ t i n t o s - . ~ ~ Ademiis, datos recientes procedentes de la costa sur del Pe- 14 indican que no hay raz6n alguna por quC descartar la idea de que cazadores paleoindios de la Cpoca de "Clovis" aprovecharan recursos marinos, a1 igual que t e r r e~ t re s .~~

Adaptaciones "costeras" e "interioranas"

El Holoceno a partir del 7.000 a.C. brinda una mayor cantidad y calidad de datos sobre las relaciones entre 10s in- digenas precolombinos y el mar a lo largo del litoral del Pa- c i f ic~ tropical oriental porque la desaceleraci6n en el avan- ce de 10s ocCanos estuvo acompafiada de la formaci6n de estuarios y deltas donde 10s recursos marinos son abundan- tes y a1 alcance de sociedades tecnol6gicamente sencillas.

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En la dCcada del cincuenta, el descubrirniento de concheros costeros tempranos en Panami -como el precer5mico Cerro Mangote y el cerirnico Monagrillo (ocupados entre el 5.000 y 1.000 a.C.l- conllev6 la hlp6tesis de que 10s grupos hu- manos que vivian en estos sitios ubicados en la limea de la costa de la Bahia de Parita, tenian un modus vivendi litoral basado en la recolecci6n de plantas silvestres, moluscos y crusticeos, la pesca y la cacerfa de mamiferos que se en- cuentran en manglares y hibitats ~ o l i n d a n t e s . ~ ~

Estos hallazgos estimularon a 10s arque6logos a bus- car sitios costeros por todo el litoral del Pacifico americano con el patrocinio de la Fundaci6n Nacional de Ciencias de Estados Unidos de N~rteamkrica.~' Aunque pocos estuvie- ron dispuestos a darle credit0 a la hip6tesis de 10s arque6lo- gos Meggers, Evans y Estrada, que sostenia que viajeros de la cultura "Jomon" de Jap6n, llevados por corrientes mariti- mas habian llevado la tecnologia de la cerfimica a la costa del Ecuador,48 el hecho de que la mayoria de 10s sitios tem- pranos estudiados por ese entonces estuvieran muy cerca del mar condujo a que Willey 10s reuniese posteriormente en una "Tradici6n Litoral del Noroccidente de ~urarnCrica".~~

Implicita en este paradigma de pueblos costeros anti- guos y bastante uniformes culturalmente hablando fue la idea de que ellos no eran agricultores sedentarios. Willey tu- vo el cuidado de no atribuir las similitudes de subsistencia y cultura material de su "tradici6n litoral" a contactos mariti- mos per se y, por la kpoca en la que se edit6 su libro An In- troduction to South American Archaeology, pensaba que las culturas ceramicas de esta tradjcibn, como Validiva y Mona- grillo, eran "minima o incipientemente hort icul t~ras".~~ Otros arque6logos atribuian un papel mis importante a 10s contac- tos maritimos, a veces de manera muy radical o basados en observaciones someras y clasificaciones tipol6gicas de colec- ciones cerfimicas realmente reducidas. Tal fue el caso del llamado complejo "Sarigua" -intuitivamente fechado por el 1.000 a.C.-51 el cual, por encontrarse en algunos cuantos concheros en la costa de la Bahia de Parita, fue interpretado por algunos especialistas como evidencia de estaciones cos- teras ocupadas intermitentemente por viajeros cuyos cayu- cos surcaban las aguas del pacific^.^^ Segljn investigaciones

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miis recientes, el conchero de Sarigua hallado por Willey y McGimsey no era una entidad ocupacional independiente, sino un basurero ubicado dentro de una aldea bastante ex- tensa (tal vez > 50 his.) -el sitio que hoy en dia se conoce como La M~la-Sarigua-.~3 Se ha demostrado, adem&, que muchos de 10s modos de la ceriimica "Sarigua" -incisiones, estampados y model ado^-^* se remontan a mediados y fina- les del primer milenio a. C., siendo coetiineos con tipos po- licromados y producidos por grupos de agricultores cuyos asentamientos estaban distribuidos desde la costa del Pacifi- co del Panama central hasta las estribaciones del ~ t l i i n t i c o . ~ ~

Cuando en la dkcada del setenta, Karen Stothert en- contr6 una floreciente cultura preceriimica en la Peninsula de Santa Elena, Ecuador, cuyo patr6n de enterramiento (en- voltorios de huesos enterrados de mod0 secundario) e in- dustria litica eran parecidos a 10s que se habian descubierto en el tambien preceriimico Cerro Mangote, parecia 16gica su propuesta de que las dos areas mantenian estrechos contac- tos entre si en una gran "area de interacci6n preceriimica".56 Stothert estaba convencida de que las gentes de la cultura "Las Vegas" no eran dnicamente cazadores y pescadores porque 10s sitios donde vivian entre 8.000 y 6.600 aiios a.C. constaban de caserios pr6ximos a quebradas y pequeiios rios donde de acuerdo a evidencia paleobotanica se sem- braban algunas especies de plantas domesticadas en suelos que retenian bien la humedad en esta zona semihrida. Des- de entonces se ha hecho cada vez miis evidente que la ma- yoria de las poblaciones que vivian entre aproximadamente el 8.000 y 1.000 a.C. desde el Panama occidental hasta la costa del Ecuador aprovechaban el mismo conjunto de plan- tas (de acuerdo a condiciones ecol6gicas locales, desde lue- go), las cuales eran preparadas con artefactos parecidos, en- tre ellas un canto rodado desgastado por el uso en las orillas ("edge-ground cobble", en ingle~).~' Algunas de estas plan- tas habrian de convertirse en baluartes de la arqueologia neotropical de tierras bajas cuando 10s europeos irrumpieron en el escenario, entre ellas: el maiz (Zea mays), 10s zapallos (Cucurbita spp,), la yuca (Manihot esculenta), la batata o el camote (Ipomoea batatas), la tula (lagenaria siceraria) y 10s fiames americanos (Dioscorea, inter alios tn@'da).58

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Debe quedar claro que el hecho de alirnentarse de plantas cultivadas, no convertiria a 10s pueblos indigenas en agricultores de espaldas a1 mar. Aun asi, en lo que respecta a1 PanarnP central, las especies de peces y crustaceos que predorninan en las rnuestras arqueofaunisticas que repre- sentan el periodo 5.000-1.000 a. C., por ser tipicas de aguas sorneras litorales, son ficiles de atrapar con sencillas trarn- pas de barrera (o "atajos") erigidas en habitats estuarinos cuyo acceso ni siquiera requiere ernbarcaciones.59 Para aquel entonces, fabricar cayucos apropiados para efectuar viajes largos por mar sin ernplear hachas pulidas de basalto, habria resultado en una tarea dernasiado l a b o r i ~ s a . ~ ~ La orientaci6n litoral de la pesca en el Pacifico dc: Panam5 se mantendria hasta el contact0 espaiiol cuando 10s cronistas relatan que el pescado seco y salado se trocaba entre caci- cazgos y dentro de ellos. Tal y corno rnencionarnos atras, 10s caciques "Comogre" y "Pocorosa", cuyos asientos princi- pales se encontraban tierra adentro, tenian pueblos en la costa gracias a 10s cuales se rnantenian de pescado. Perso- nas llarnadas "chorigra" -palabra indigena que significaba 'sdbditol- acudian a1 "Real" (o rnercado central) del pueblo de Nat5, para rescatar pescado y cangrejos, por rnaizbl

En la actualidad, algunos individuos que viven en pueblos litorales de la Bahia de Parita, corno Aguadulce y Boca de Parita, se ocupan de salar y secar pescado a1 sol para luego revenderlo en localidades a1 interior de la Penin- sula de Azuero, Veraguas y ~ o c l 6 . ~ ~ Hallazgos de restos de rnoluscos y peces estuarinos en sitios arqueol6gicos coetP- neos con Cerro Mangote y Monagrillo, localizados de 25 a 60 kil6rneuos de la linea de la costa, sugieren que este pa- tr6n cornercial es antiguo. Se ha propuesto que 10s rnorado- res del conchero de Monagrillo habrian tapado la salida a1 mar de la pequeiia ensenada adyacente a1 sitio, ya cornple- tarnente sedirnentada, a fin de atajar algunas especies lagu- neras reportadas en las arqueofaunas de este asentarniento y de asentarnientos coetPneos en las estribaciones.@

A resurnidas cuentas, la economia del Panam5 central durante el PrecerPrnico Tardio y CerPrnico Ternprano (desde el 5.000 hasta el 1.000 a.C.), no era "costera" o "rnaritirna", si- no rnixta. Si bien es precisa la etiqueta "costeros" para sitios

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corno Cerro Mangote, la Cueva de 10s Vampiros y el con- chero de Monagrillo -en un sentido estrictamente geol6gi- co- la poblaci6n de la cual formaron parte vivia en asenta- mientos dispersos por las estribaciones del Pacifico y Atl5n- tic0 del Panama central donde practicaron una agricultura de tala y quema, que conllevaba la constante ocupaci6n de tierras n u e v a ~ . ~ ~ Una de las ventajas de un istrno angosto con estuarios productivos es la facilidad con la que sus re- cursos pueden ser preservados y transportados a zonas don- de hay escasez de animales de caza y donde la fauna dul- ceacuicola es pobre en especies y b i ~ r n a s a . ~ ~

A rnedida que mejora nuestro conocirniento de desa- rrollo hist6rico de las economias locales y regionales y sus tecnologias, nos parece cada vez m4s verosimil que, antes del primer milenio a.C., las poblaciones precolornbinas de la Baja America Central y regiones adyacentes de Surarneri- ca hubiesen sido, en gran medida, autosuficientes y sus re- laciones comerciales rnayormente locales y concentradas en el intercambio de articulos de uso cotidiano. Sabernos que recibieron algunos productos que se originaron en areas distantes varios dias de carnino (tales corno las conchas ma- rinas y huesos de manati), per0 el actual acervo de datos de campo arqueol6gicos hace ternerario presurnir que su dis- persi6n haya sido primordialrnente rnaritima. Hasta donde lo sabemos, la interacci6n de estas gentes precerirnicas y al- fareras ternpranas con el mar se cefiia a1 aprovecharniento de habitats contiguos a la costa donde tecnologias sencillas de pesca y recolecci6n resultaban eficientes.

La inserci6n de 10s adornos personales en la economia: el caso del Panamb central

En el tr6pico americano a1 sur de la zona maya, el surgirniento de sociedades complejas -con asentarnientos perrnanentes, estructuras rituales y estratos sociales basa- dos en jerarquias- se da en diferentes rnornentos de acuer- do a la regi6n. Una de las areas m2s precoces parece ha- ber sido la costa del Ecuador donde por el cuarto milenio a.C. se desarroll6 la cultura ~ a l d i v i a . ~ ~ Una mayor cantidad

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de exploraciones arqueol6gicas en el pie de monte colom- biano ofrecerian, quizas, evidencia de un desarrollo cultu- ral parecido.

Para la Baja America Central, dicho cambio socioeco- n6mico se detecta en tiempos mas recientes, en el caso de Costa Rica y Panama, durante el primer milenio a.C. Los da- tos presentados atras constataron que la regi6n cultural, la cual por estas fechas ya se puede identificar como "Gran C O C ~ C " , ~ ~ estuvo poblada por pequefios asentamientos dis- persos en la costa y estribaciones del Pacifico, en la cordi- llera central y en la vertiente del Caribe, cuyo patr6n de vi- da se basaba en la agricultura, tanto de huertas, como de ta- la y quema, la caceria y recolecci6n y la pesca y en el inter- carnbio local de 10s productos de cada actividad. De acuer- do a 10s resultados de las investigaciones paleoecol6gicas en lagos y tienagas, la dispersi6n de esta poblaci6n estuvo acompaiiada de perturbaciones severas de la cubierta vege- tal y se supone, de la decreciente fertilidad de 10s suelos en las areas de mas longeva ocupaci6n humans.@

Hacia finales del primer milenio a.C. aparecen nove- dosos artefactos, tales como las hachas pulidas de basalto, las navajas prismaticas de piedras siliceas, las manos y 10s metates cuidadosamente confec~ionados.~9 Dichas innova- ciones tecnol6gicas coincidieron con el desarrollo de algu- nos asentamientos cuyo tamaiio, profundidad de dep6sitos culturales y densidad de artefactos hacen pensar que eran aldeas con varias hectareas de extensi6n y poblaciones de varios centenares o millares de personas.70 De ahora en adelante, la mayor pane de la poblaci6n precolombina del istmo vivi6 en 10s valles intermontanos con f6rtiles suelos volc5nicos o en 10s cursos bajos de 10s rios principales en proximidad a estuarios productivos. Hasta tanto 10s datos arqueol6gicos no demuestren lo contrario, proponemos que estos cambios no estuvieron relacionados con la afluencia de gentes nuevas, sino con la intensificaci6n y especializa- ci6n de la producci6n de alimentos, como resultado de la interrelaci6n entre una creciente poblaci6n regional, la con- centraci6n de la misma en ciertas areas que permiten el uso plurianual de 10s suelos y una mayor productividad de cier- tas plantas, como el malz.

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Mencionamos atras, que la metalurgia ya se habia in- troducido a la Peninsula de Azuero por el segundo siglo despues de Cristo, o por tierra desde el DariCn colombiano, o por mar desde la costa del Pacifico de Colombia y Ecua- dor. Se supone que las piezas miis antiguas halladas en el istmo centroamericano -1as que estan reunidas en el "Grupo Inicial" de Bray- fueron, o traidas fisicamente desde estas zonas, o fabricadas en territorio istmeiio, tal vez por artesa- nos forasteros. En siglos subsiguientes hasta la conquista es- paiiola, se encuentran en sitios centroan~ericanos algunos objetos de metal que, desde un punto de vista estilistico, son dificiles de distinguir de piezas halladas en Colombia. Sin embargo, las laminas a las que hicimos referencia cuan- do habliibamos de Col6n y de "Veragua", ademiis de mu- chas figurillas hechas en moldes, llevan diseiios que repre- sentan 10s mismos temas, o "textos", que la ceriimica regio- nal de las mismas epocas.'l Es cada vez miis dificil aceptar la hip6tesis propuesta por Carl Sauer y Mary Helms en las dCcadas del sesenta y setenta, la cual sostenia que 10s arte- sanos panameiios s610 sabian producir sencillas piezas mar- tilladas y adquirian en Colombia figuras fundidas en moldes las cuales, supuestamente, eran mAs "sofisticadas" y de con- tenido "esotCrico". Cuando un lector modern0 enfrenta des- cricpiciones espaiiolas de la fabricaci6n de piezas de oro fundidas en dos pueblos de la vertiente del Pacifico de Pa- namA -10s aposentos de 10s caciques "Cori" y "Comogren- le quedan dos opciones: jcreerlas o rechazarlas! Nosotros opta- mos por creerlas apoyiindonos en el hecho de que, en el Museo de Antropologia de Panama, hay moldes malogrados usados para la fabricaci6n de piezas de oro fundidas y que, en la vertiente del Caribe de Costa Rica, 10s indigenas tala- manqueiios aun hacian en el siglo XVII lo que 10s padres espaiioles llamaban "animalillos" con el mCtodo de la cera ~ e r d i d a . ' ~

A juzgar por datos arqueol6gicos del Panama central, la introducci6n de la metalurgia coincidi6 con una creciente preocupaci6n dentro de las sociedades regionales por 10s adornos personales y por la relaci6n simb6lica de ellos con el estatus y el poder. Mientras 10s 90 muertos hallados en Cerro Mangote estuvieron acompaiiados de tan s610 un

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adorno (un pendiente de c0ncha),~3 a partir d e la Cpoca cristiana, aumentan 10s casos de muertos enterrados, no s6- lo con articulos de uso diario corno vasijas y herrarnientas de piedra, sino, tambiCn, con collares, pendientes, pulseras, narigueras, aretes y pecheras hechos de conchas marinas, huesos, dientes humanos y de anirnales, metal y piedras pu- lidas corno 5gata y sericita.

En "Gran CoclC", el emplazamiento rnortuorio que se diferencia de 10s dern5s es Sitio Conte, una autCntica necr6- polis que data del 750 a1 950 d.C.74 La distribuci6n de 10s adornos personales en la rnuestra de 100 sepulturas estudia- das en este sitio en 10s afios treintas y cuarentas por S. Loth- rop y A. Mason, alude a la existencia de algunas personas rnuy ricas, las cuales eran, sin excepcibn, hombres adultos. No cabe la rnenor duda que eran 10s lideres politicos de la unidad socio-politica a la que Sitio Conte pertenecia, aun- que la arqueologia no puede inforrnarnos si su Cxito y ri- queza dependia de la herencia, de la habilidad personal, o de una combinaci6n de ambas. Un conocido docurnento es- pafiol escrito en 1519 constata que una persona identificada corno un cacique especialrnente influyente -"Paritan o "An- tatar5"- fue ataviado para sus exequias con rnuchas piezas de oro, incluidas l5rninas corno las descritas por Co161-1.~~ Ya se rnencion6 corno para fines de la dCcada de 1520 otro ca- cique de la rnisrna zona cultural, "Pocoa", sali6 a pelear con las tropas de Castilla engalanado desde la cabeza hasta 10s tobillos con piezas de o ~ o . ~ ~ Estarnos hablando, por lo tan- to, de una sociedad cornpetitiva en la que la adquisici6n de grandes cantidades de adornos personales era un elernento importante del cornportamiento social.'' Exactarnente d6nde se conseguian estos adornos y 10s rnateriales usados en su confecci6n, son interrogantes que han acaparado la aten- ci6n de rnuchos especialistas deseosos de procurar explicar c6rno surgieron las llamadas sociedades de rango en la America tropical.

Es interesante, que una de las principales categorias de adornos personales la cual est5 ausente de Sitio Conte, consta de pequefios objetos hechos de conchas marinas, las cuales dernostraron ser abundantes, no obstante, en tres sitios cuyos enterramientos son rn5s antiguos de aquel o

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coetineos: La Cafiaza y El Indio (en el sur de la Peninsula de Azuero), Playa Venado (cerca de la entrada del Canal de Panam51 y Cerro Juan D i a ~ . ' ~ En este Oltirno sitio, la mayor cantidad de alhajas fue hecha de conchas de 10s generos Spondylus y Pinctada aunque, tarnbien, se aprovecharon al- gunos gaster6podos que habitan aguas submareales libres de sedimentos, como Oliva, Terebra, Conus, Persicola y P r ~ n u s . ' ~ P. Briggs sugiri6 que en 10s sitios azuerenses 10s artefactos de concha eran usados mayormente por ninos y adolescentes lo que podria explicar su ausencia en Sitio C ~ n t e . ~ ~ Cabe seiialar, sin embargo, que bastantes cuentas de rnadreperla (Pinctada) se hallaron en Cerro Juan Diaz en una sepultura cilindrica que alberg6 a dos personas adultas enterradas entre el 500 y 700 d.C.*'

Aunque en la actualidad Cerro Juan Diaz se encuentra en el borde de un estuario franjeado por manglares, para la Cpoca en la cual 10s objetos de conchas marinas experirnen- taron su auge en este sitio (20C-750 d.C.), el delta del rio La Villa habria sido mis pequeiio y las zonas de aguas turbias menos extensas. Hay buenas razones para creer que algu- nos artefactos de Spondylus y Pinctada eran confeccionados en aquel rnisrno sitio ya que se ha encontrado un buen nd- mero de fragrnentos de conchas de estos gkneros, que de- muestran haber sido cortados intencionalmente. TambiCn se hallaron perforadores de piedra rnuy parecidos a 10s que se usaron en Ecuador para trabajar el S p o n d y l u ~ , ~ ~ ademis de grandes concentraciones de desechos de conchas que alu- den a la existencia de talleres. En vista de que Spondylus requiere agua clara y substratos duros seria 16gico presumir que la materia prima era importada a Cerro Juan Diaz desde hibitats apropiados localizados a cierta distancia de este asentamiento: en un trabajo anterior, propusimos que Isla Iguana, distante 55 kms, habria sido el lugar m5s cercan0.~3 Esta idea la hernos tenido que modificar porque se ha com- probado la existencia de poblaciones actuales de Spondylus en un farall6n (islote de piedra) que dista tan s61o 10 km de la desembocadura del rio La Villa y menos de un kil6metro de la costa. Si bien la naturaleza y abundancia de 10s ador- nos hallados en las sepulturas prehspinicas en la Peninsula de Azuero hacen pensar que la poblaci6n de conchas que

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proporcionaba la materia prima, debi6 haber sido muy sana -y con un buen ntimero de individuos adultos- creemos, no obstante, que hace m5s de 1500 aiios, el faralldn habria te- nido una circunferencia m5s grande y aguas circundantes con menos sedimentos suspendidos, lo que habria privile- giado poblaciones aprovechables de Spondylus y Pinctada. Creemos ahora que resultaria osado presumir que 10s mora- dores de Cerro Juan Diaz tuvieran que realizar necesaria- mente viajes largos por mar en busca de conchas marinas para hacer adornos personales.

No obstante e!lo, otras lfneas de evidencia indican que para el 500 d.C., lac redes comerciales en la costa central del Pacifico, si se ampliaron. Para esta fecha, se proliferaron asen- tamientos que usaban y probablemente confeccionaban ced- mica tricroma del rnismo estilo -"Cubits"- la cual se encuen- tra en Cerro Juan Diaz en algunos rasgos mortuorios que tam- bien contenian artefactos de concha.@ De estos sitios, el m5s grande y, se presVJme, el mas influyente, era Playa Venado donde se excavaron en 10s aiios cincuenta casi cuatrocientas ~epu l tu ras .~~ A juzgar por colecciones de artefactos excavados por aficionados y albergados en museos norteamericanos, ha- bia en Playa Venado gente bastante rica, dueiios de collares confeccionados con centenares de gasterdpodos, principal- mente Oliva, en tanto que algunos objetos tallados de Spondylus y Pintada exhiben una impresionante exquisitez.

Otros sitios con cer5mica del estilo "Cubit5" se en- cuentran a m5s distancia, en el Archipelago de las Perlas la cual, en algunos casos, estzi asociada a grandes c ~ n c h e r o s . ~ Estos asentamientos heron investigados en 10s aiios veinte por el sueco Sigvald LinnC quien h z o la interesante observa- ci6n de que la ausencia de ostiones perliferos (Pinctada ma- zatlanica) en algunos concheros constituia evidencia negativa de que estos materiales, o eran regresados a1 mar por razo- nes rituales, o eran exporta ado^".^^ Seguimos creyendo, pues, que la adquisici6n y el intercambio de conchas marinas pro- pias de arrecifes coralinos y aguas no estuarinas pudieron es- tar vinculados de manera causativa a la expansidn de la tra- dici6n semi6tica del "Gran Cocle" y de su cedmica tri y poli- cromada hasta la zona central de la Bahia de Panama y el Archipelago de las Perlas a partir del 500 d.C.lss

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Evidencia de que el aprovechamiento y canje de las conchas marinas movilizaba el comercio maritimo y terrestre en el istmo recibe el apoyo de algunos documentos espafioles del siglo XVI. Cuando Ndiiez de Balboa alcanz6 la costa del Pacifico de la actual provincia del DariCn, en setiembre de 1513, se percat6 de la existencia de un comercio de trueque entre comunidades situadas en ambas costas del istmo y entre tierra firme y el ArchipiClago de las Perlas. El hecho de que "Dites", el cacique de la isla miis grande de las cuarenta en el archipielago, canjeara con Gaspar de Morales una canasta de perlas por espejos, hachas y cascabeles de gavilzin y que, pos- teriormente, se le irnpusiera un tributo anual de 100 perlas,@ hace pensar en lo intensivo que debi6 ser el aprovecharniento precolombino del osti6n perlifero, seguramente controlado a1 momento del contact0 por el mismo "Dites". En Cerro Juan Diaz y otros sitios azuerenses, las perlas se usaban ensartadas (segtin Rodrigo de Colmenares, 10s indigenas las daiiaban "horadzindolas").~ De la madreperla de la misma especie de concha se producian cuentas, pendientes y objetos graba- do^.^' El cacique "Tumaco" quien llev6 a Balboa a la isla de "Dites" en una canoa tenia canaletes adornados con madre- perla.Y2 En una de sus cartas, Balboa hace alusi6n a1 intercam- bio de perlas por oro en el pueblo principal de "Comogre" si- tuado en el rio Chucunaque. Otoque en la costa central del Pacifico es identificado, tambiCn, como isla perlera. Algunas especies de conchas marinas -se presume, gaster6podos alar- gados como Terebra- eran apreciadas en la costa de San Blas para hacer "cubrepenes", costumbre observada, tanto por Fer- nzindez de Oviedo, como Pascual de A n d a g ~ y a . ~ ~ Oviedo tambiCn nos habla de las conchas de las que "hagen 10s indios quentas para sus sartales C pufietes, quellos llaman chaquira, muy gentil C colorado, que parescen corales", descripci6n que parece referirse a Spondylus o, tal vez, ha ma.'^

i....de ida y vuelta a Acapulco en balsas ecuatorianas?

Aunque alabar las riquezas de pueblos lejanos fue, frecuentemente, un simple truco indigena para quitarse de

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encima a 10s esparioles, las palabras que el cronista Petro Martire pone en hoca de 10s caciques "cueva" de la costa del Darien, "Panquiaco" y "Tumaco", por poeticas que sean, hacen pensar que ellos si estaban conscientes de la existen- cia en el sur de sociedades distintas a las propias. Hayan visto estos darienitas con sus propios ojos las bestias de car- ga y barcos de vela que supuestamente dibujaron para las tropas de Balboa, no lo constatamos, pero el hecho de que Pascual de Andagoya se topara en la costa pacifica colom- biana con dos "comerciante~"9~ sugiere que navegantes pro- venientes del sur se ncercaban a costas panameiias. La balsa de troncos que Ba:tolom& Ruiz abordara, en 1525, en la costa de Ecuador (Esmeraldas) llevaba grandes cantidades de conchas Spondy!us e iba a Salango a buscar m b . Dos de 10s navegantes les dijeron a 10s espaiioles que eran de T6m- bez, en el Pen3 actua1.Y6

A1 parecer, 10s mercaderes de la regi6n ecuatoriana conocida como Sslangone ejercian un monopolio sobre la exportaci6n de conchas Spondylus a 10s centros andinos en visperas de la conquista, kpoca por la cual articulos de estos ostiones espinosos eran de gran valor econ6mico y religio- so. Tanto Spondylus como Strombus eran importantes en 10s grandes centros tempranos de 10s Andes, como Cerro Narrio y Chavin y el hecho de que en Real Alto, durante el period0 Valdivia 111 (ca. 2700 a.C.), hubiera Areas de desvas- te de conchas Spondylus -y muy pocos articulos termina- dos- sugiere que esta aldea particip6 en el sistema comer- cia1 que abastecia a1 Penj de materias primas. Aiin asi, 10s pueblos ecuatorianos no prestaron mucha atenci6n a estas conchas marinas para hacer adornos personales de uso pro- pio sin0 hasta postrirnerias del segundo milenio a.C.9'

El uso intensivo de Spondylus y Pinctada ocurri6 un milenio mas tarde en Mesoamerica que en 10s Andes. Estas conchas se insertaron en 10s sistemas de trueque en Mexico durante el auge de sociedades influenciadas por el mundo simb6lico olmeca," en tanto que el hallazgo Spondylus en contextos rituales del Templo Mayor de TenochtitlAn, es una prueba de su importancia en Cpocas po~ter iores .~~

Jorge Marcos especula que 10s indigenas de Panama comerciaban con mercaderes ecuatorianos citando como

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evidencia de la capacidad navegadora panamefia, las ca- noas que de acuerdo a !os cronistas Zzvaban hasta 50 o 60 personas. El uso de Spondylus y Pinctada para hacer grandes cantidades de adolnos personales es mucho m4s reciente en el Pacifico panamefio, que en Mesoamerica y el iirea Andina por lo que atribuir el inicio de esta cos- tumbre a contactos con gentes foriineas es igual de razo- nable, que suponer que la orfebreria provino del sur. Sin embargo, el hecho de que 10s adornos de concha del Pa- c i f i c~ panamefio comparten muchos iconos con la cer4mi- ca y orfebreria del "Gran CoclC" sugiere que eran confec- cionados por artesanos locales. Dijimos atriis que en el ca- so de Cerro Juan Diaz, es posible que la adquisicion de Spondylus no requeria, forzosamente, de viajes largos por mar. Por lo tanto, nos parece que en Oltima instancia, lo que determinaba el valor de dichos objetos en aquellas sociedades no era su procedencia sino el contenido sim- b6lico de la materia prima dondequiera que se hubiese conseguido.

A1 arqueologo le compete procurar identificar la procedencia de 10s materiales y objetos que encuentra en las comunidades antiguas que investlga. A veces re- sulta menos complicado atribuir su origen a lugares dis- tantes, que llevar a cab0 estudios serios -de zoogeogra- fia o de aniilisis de materiales, por ejemplo- 10s cuales si logran determinar empiricamente la relacion geogrifica entre lugares de adquisicibn, producci6n y uso. A mane- ra de ejemplo, la mayor proporci6n de dientes de felino hallados en las sepulturas de Cerro Juan Diaz correspon- den a1 puma, especie que en la actualidad ya no existe en esta zona. Sin embargo, su presencia arqueol6gica no deberia de interpretarse necesariamente como un indicio del intercambio con gentes distantes, si se toma en cuen- ta la probabilidad de que antes del period0 del contacto, este felino hubiera sido abundante en las sabanas arbo- ladas cercanas a causa de las altisimas poblaciones de venados de cola blanca que eran cazadas por 10s indige- nas locales.100

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La tecnologia de navegacidn y pesca

Se sabe que 10s indigenas istmefios disponian de bue- nas canoas, no s610 para llevar a cab0 el comercio costero e isleiio, sino, tambiCn, como transporte cotidiano y para sus actividades bClicas. No hay duda de que muchos de las ha- chas de basalto y andesita que se encuentran en sitios pana- mefios posteriores a1 1.000 a.C. eran confeccionadas espe- cialmente para el laborioso talle de 10s cayucos, un medio de transporte que resulta muy practico en un istmo tan an- gosto repleto de caletas, rios y pantanos adem& de favore- cer el acceso a1 mar a travQ de 10s estuarios.lo1 Los milita- res espaiioles se acogieron con entusiasmo a este metodo de transporte. Las canoas se confeccionaban, segdn un do- cumento de 1515, a partir "de un palo solo".102 A pesar de que en las zonas estacionalmente aridas del Pacifico central, la vegetaci6n es descrita por 10s cronistas que presenciaron la conquista como muy abierta -a veces hasta desprovista de arbustos-1°3 habia suficientes 5rboles grandes en 10s bos- ques de galeria a lo largo de 10s rios o en Qreas montafiosas para la confecci6n de cayucos de buen porte.'04 En las pri- meras dCcadas de la colonia, 10s espaiioles tenian pequefios astilleros en varios rios de Azuero (Santa Maria, Parita, La Villa, MensabC), cerca de Panam% (Caimito, PerequetC) y, lo que es realmente interesante, en el archipielago de las Per- las.lo5 En la costa del Caribe, la canoa parece haber sido el medio de transporte usual. En la regi6n de Urab5, la palabra indigena para este artefact0 a principios del siglo XVI era ulu, la misma de la lengua kuna moderna.lo6 Muchas refe- rencias del period0 de contact0 indican que las canoas transportaban guerreros para efectuar ataques repentinos contra comunidades enemigas. Seglin Gaspar de Espinosa, el cacique de la isla de CCbaco, en el Golfo de Montijo, lle- v6 dieciocho canoas cuando atac6 el asentamiento de un enemigo en tierra firme. lo7

Por otro lado, descripciones espaiiolas del temprano siglo XVI hacen pensar que la pesca en el Pacifico no dife- ria de la practicada por comunidades m5s antiguas en la Ba- hia de Parita y Chiriqui cuyas arqueofaunas han sido estu- diadas: enfocaba rios, bocanas y aguas someras, donde se

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trabajaba con redes, trampas y, ocasionalmente, anzuelos. Estos recursos litorales eran lo suficientemente abundantes y previsibles como para hacer imprhcticos 10s viajes pesque- ros a larga distancia como 10s que efectuaban 10s pescado- res precolombinos del Peni y del Ecuador.1o8 Hablando de 10s cueva del DariCn y San Blas, Oviedo comenta que "don- de quiera que hay mar 6 rio hay pescados & pescadores; y estos indios de Cueva son muy dados 5 este exergiqio de las pesquerias". Segdn este cronista, el pescado era el "pringi- pal mantenimiento", porque representaba "menos trabaxo que las salvaginas de puercos & venados, que tambien ma- tan C comen. fi assi en la pesqueria como en la monteria, se aprovechan mucho de las redes, que hagen de henequen C cabuya C assimesmo de algod6n hay boscages C matas grandes como iirboles dello". l~ Gaspar de Espinosa obser- v6 el uso de redes en el territorio del cacique Taboren (en- tre La Chorrera y Chame) diciendo que alli "no hallamos in- dio ninguno m5s de mucha abundancia de pescados y tanto que en dos horas sin mentir se pescaron dos mil arrobas de pescado de manera que a lo que nos parecia habia mas que agua".l1° Una forma peculiar de pescar fue observada por Oviedo en la isla de Taboga, tambiCn en el Pacifico: en cier- tos meses del afio nos dice que "se acercaban agujas pala- dares a la playa en ciertos meses C tras ellas, muchos tiburo- nes C marraxos ... para se 10s comer. E vienen las agujas hu- yendo 5 la playa hasta tierra ... C p6nense en banda 10s in- dios con sendos palos en las manos C matan a palos mu- chas d e l l a ~ " . ~ ~ ' Fernando Col6n por su parte, nos ha dejado una descripci6n amena de como 10s indigenas de la costa de Veragua pescaban en formas ingeniosas con canoas por 10s l5os.ll2

Aunque no hay informaci6n sobre la pesca en las is- las y zonas coralinas del Pacifico, dudamos que 10s pesca- dores locales hubiesen desarrollado una tecnologia mariti- ma adecuada para aprovechar 10s cardOmenes de especies epipel5gicas que en la actualidad son aprovechadas por embarcaciones motorizadas. No hay menci6n de botes de vela en cr6nicas del period0 del contact0 y se presume que 10s indigenas kunas adoptaron tal medio de 10s nave- gantes europeos.

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El tema de 10s contactos sociales externos en el ambit0 precolombino de las sociedades de la Baja America Central si- gue siendo objeto de polemica y especulaci6n. Resultaria equivoco asumir q u l las sociedades istmicas constituian es- tructuras aisladas a1 margen de cambios o eventos continenta- les. La introduccidn de ciertos cultivos como el maiz y la agri- cultura de roza basada en C1 tuvieron de hecho, consecuencias sociales importantisimas en el desarrollo local, posiblemente hasta desplazamientos de poblaciones desde tierras extraist- meiias.113 Ya hemos demostrado por medio de fuentes docu- mentales que el istrno panamefio no fue la excepcidn de con- tactos de larga distancia e inclusive de migraciones venidas de tierras mesoamericanas por el Atlantico. Se ha establecido la existencia de lazos lingiiisticos entre 10s idiomas costamcenses bribri y cabecar con otros de la Sierra Nevada de Santa Marta en Colombia, lo que robustece la hp6tesis acerca de 10s con- tactos en tiempos precolombinos entre estas dos regi~nes."~

Algunos autores han hecho Cnfasis, tambiCn, en una posible relaci6n entre la difusidn de la orfebreria a travCs del istmo en la primera mitad del.presente milenio y la cre- ciente influencia o expansi6n fisica de pueblos de habla chocoana hacia el este en Panam5.115

Insistimos, sin embargo, en lo dificultoso que es probar por medio de datos arqueol6gicos el cariicter y la magnitud de las relaciones sociales entre las comunidades indigenas. El problema deriva en factores tales como la pobre contextuali- zaci6n arqueol6gica de determinados artefactos especiales, como por ejemplo el oro, el cual ha inspirado tantas especu- laciones sobre sistemas comerciales internacionales en la Baja America Central y norte colombiano. Otra limitante que ya hemos seiialado es la dificultad en establecer el origen espe- cifico de muchos materiales supuestamente "ex6ticos" por desconocimiento acerca de su disponibilidad durante el pe- riodo precolombino cuando la distribuci6n de habitats a lo largo del istmo habria sido bastante distinta a la actual.

Pese a lo anterior, el actual bagaje de datos sustancia- les sobre el desarrollo socioecon6mico local nos indica una tendencia hacia la estabilidad territorial la cual inici6 por lo

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menos desde la lejana 6poca del Precerimico. Gracias a una economia rrixta propiciada por abundantes y accesibles re- cursos litorales, las aldeas agricolas habrian alcanzado un buen nivel de autosuficiencia. Por su parte, la cultura mate- rial, desde el punto de vista tecnol6gico y cognoscitivo, acu- sa un conservadurismo que pricticamente se prolong6 hasta el contact0 europeo lo cual alude a un desarrollo primodial- mente end6geno. La permanencia hist6rica de estos grupos esti demostrada, ademis, por datos linguisticos y geneticos que han establecido que las actuales etnias panameiias que hablan idiomas chibchenses y chocoanos son poblaciones de antiquisimo arraigo cuya disgregacidn cultural y demogd- fica tuvo lugar, a1 parecer, en el circunscrito territorio del sur de la America Central y norte de ~ u d a m ~ r i c a . " ~

La geografia cultural precolombina de Panama, pe- se a la configuraci6n mis o menos rigida de tradiciones culturales diferenciadas histdricamente a1 menos en 10s liltimos 2000 aiios, muestra que el litoral del Pacifico ha- bria sido via para la ampliacidn de la relaciones sociales dada la particular homogeneidad cultural que exhiben si- tios ditribuidos en el Pacifico central y oriental. Los con- tactos hist6ricos entre estas comunidades estin claros y sus consecuencias sociales parecen ser mas profundas a las de un simple intercambio. Ya hablamos de que posi- blemente el aprovechamiento de determinadas conchas marinas, el cual se prolong6 hasta la epoca d e la con- quista, habria sido el acicate de esta situaci6n. Dada la distr ibuci6n d e h ib i ta ts d e conchas d e Pinctada y Spondylus en puntos especificos del litoral no seria exa- gerado suponer que esta relaciones sociales involucraran la mayor parte d e la costa del Pacifico, incluyendo 10s golfos de Chiriqui y de San Miguel. Dudamos, sin embar- go, por las razones anteriormente mencionadas que el li- toral Pacifico de Panam5 haya sido sido un escal6n o apkndice del comercio trans-Pacifico que, segdn algunos especialistas, mantuvieran por mucho tiempo mercaderes ecuatorianos con pueblos mexicanos.

El hecho de que se hubiese establecido alguna clase I

de relaciones extracomunales en ciertos periodos, no indica necesariamente que la apertura comercial o de otra indole

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con pueblos cercanos, per0 culturalmente distintos, haya marcado la t6nica. Regiones culturales especificas, como la del "Gran Cocle" en el Panama central, se han caracterizado por exhibir cierto hermetismo el cual est5 reflejado por la poca frecuencia, adn en 10s sitios arqueol6gicos mas com- plejos y mejor estudiados de la regibn, de artefactos inusita- dos en cuanto a su material, tecnologia o contenido tem5ti- ~0."' Ello contrasta con lo que se puede observar en otras %reas del istmo cetroamericano, como en el caso de Costa Rica por ejemplo, en donde articulos tales como vasijas poli- cromadas eran exportados desde la Gran Nicoya en el occi- dente del pais hasta la meseta central y Pacifico Sur del pais.

Por su parte, 10s datos arqueofaunisticos de muchos sitios estudiados de la vertiente del Pacifico indican que 10s indigenas no solian incursionar mar adentro en busca de es- pecies epipel5gicas. A1 parecer, 10s recursos estuarinos y lito- rales eran lo suficientemente abundantes y accesibles. En sustento de ello, otros articulos de cadcter suntuario de tras- cendental importancia en 10s sistemas politicos e ideoldgicos de 10s indigenas panameiios -1as conchas marinas y el oro- eran tambien bienes disponibles dentro de su mismo gmbito geografico y lo siguen siendo a6n- en nuestros dias. Por con- siguiente, resultaria osado suponer, que 10s indigenas pana- meiios en tiempos precolombinos hubiesen utilizado una tecnologia de transporte y pesca superior a la canoa.

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4. Ver, p. e. Linares y Ranere 1980.

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Colbn. En: Jane 1988. pp. 79-111.

Keen. 1959

Fernindez de Oviedo (1853:118) dice lo siguiente: "es costumbre en aquellas partes que 10s caciques 6 hombres principales traygan en la batalla alguna joya de oro en 10s pechos 6 en la cabeza 6 en 10s bra~os, para ser serialado 6 conos~idos entre 10s suyos 6 a6n entre sus enemigos", cf Lothrop 1937. pp. 115-129.

Cooke. 2000.

Diego M6ndez. En: Jane 1988:117; Porras I984 C'... su poblacion era la mejor que avia en la costa e de mejores casas de muy buena ma- dera, todas cubiertas de fojas de palmas.. .").

Diego M6ndez. En: Jane 1988. pp. 117.

Andagoya. En: Jopling 1994. pp. 32.

Torquemada. 1969, I: 333

Constenla. 1991

Discusiones sobre 10s siguas, su origen y sus relaciones sociales, se encuentran en, inter alios, Fernsndez Guardia 1969, Lothrop 1942, Torres de Araliz 1978 y Torres de Araliz y Arosemena 1975. Los do- cumentos originales se pueden consultar en Le6n Fernindez 1886.

Castillero Calvo. 1995. pp. 313.

Lothrop. 1952

Bray. 1997.

Cooke. 2000,

Lothrop. 1950: figuras 142 y 143.

Fedndez de Oviedo. 1853. pp. 140.

A manera de ejemplo, Espinosa cuenta que el cacique panameiio "Caubaco" se quej6 de que otros caciques le habian quitado piezas de oro, en tanto que despu6 de la muerte de "Antatari", "Querna" pretendia robar el oro de su rival politico "Queco". En: Jopling, 1994, pp. 56, 72).

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Cooke y Ranere. 1989 1992; Ladd 1964

Cooke. 2000; Sinchez y Cooke. 2000.

Fernindez de Oviedo. 1853. pp. 9, 37, 58; ver, tambien, Helms, 1979. pp. 41.

Shimada. 1994.

Tal es el caso de un pendiente de concha hallado en Cerro Juan Diaz, PanamP. (Cooke y SPnchez 1998:figura 6d; Cooke et al. 2000, figura 8.7 u).

Bray. 1992; Bray y Cooke. 1985.

Plazas. En: Quilter, editor, 2001

Cooke y Sinchez. 1998: figura 5.

Cooke et al. 2000.

Isaza. 2000

Cooke y SPnchez. 1998: figura 8 d; Cooke et al. 2000: figura 8.8f.

Scott y Bray. 1994

Helms. 1979. pp. 165; Ichon. 1980, pp. 197, 321

Linn6. 1929: figura 51 f.

Bray. 19%.

Hosler. 1998.

Cooke. 1998, Dillehay. 2000

Dillehay. 1997, 2000

Bird y Cooke. 1977, 1978.

En el laboratorio de arqueologia del Instituto de Investigaciones 'Smithsonian' se encuentra un molar de gonfoterio inmaduro, el cual se ha116 en una red d e arrastre, se@n el capitin del barco pesquero, a una profundidad de "50 brazas".

Dunbar et a]., 1991. El descubrimiento entre un grupo de artefac- tos de piedra hallados en Lago Alajuela por Junius Bird d e lo que

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parece ser la pane media de una punta de proyectil 'joboide' pare- cida a las que se reportaron en Monte Verde y sitios venezolanos (Taima-Taima, ParaguanP y Estado Lara) (Ranere y Cooke 2000) su- giere que si habia poblaciones humanas en el istmo centroamerica- no antes del 9 000 a.C. aunque, cabe destacar, que Lago Aajuela se encuentra en el centro del istmo y no en la costa.

Piperno y Pearsall, 1998: figura 4.2. Investigaciones dirigidas por el arque6logo canadiense George Pearson, actualmente en curso, han descubieno anefactos "Clovis" muy cerca de un yacimiento lacustre d e restos de algunas especies d e megamamiferos que eran cazadas por humanos pleistocCnicos en Suram6rica. Estos sitios estPn locali- zados cerca de Ocd en el lado este d e la Penhu la d Azuero, 30 km al oeste de La Mula-Sarigua donde ya se document6 un taller- campamento culturalmente afiliado con "Clovis", (Cooke, 1998; Ra- nere y Cooke, 1995, 19%).

Sandweiss et al., 1998.

Cooke. 1995; McGimsey, 1956; McGimsey et al., 198617; Wiley y McGimsey, 1954; Ranere y Hansell, 1978.

Este proyecto se llam6: "Interrelationships of New World Cultures".

Meggers, Evans y Estrada. 1965.

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Hansell 1988; Cooke 1995; Griggs 2000.

Willey y McGimsey. 1954.

Cooke. 1995; Griggs. 2000

Stothen. 1985; Piperno y Pearsall. 1998. pp. 198.

Cooke. 1332; Ranere 1975, 1980, 1992; Ranere y Cooke. 1995,1996.

Piperno y Pearsall 1998:plate 4.3, Ranere 1992

Cooke. 1992; Cooke y Ranere 1999.

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Carvajal 1999; Cooke 1992; Cooke y Ranere 1994, 1999; Cooke y Tapia 1994; Jimenez 1999; Jimenez y Cooke en prensa.

Espinosa. En: Jopling 1994, pp. 49.

Zohar y Cooke. 1997,

Cooke. 1995; Willey y McGimsey 1954.

Griggs. 2000.

Pocas especies dulceacuicolas panameiias alcanzan pesos mayores a 10s 300 g , p. ej., Hypostomus panamensis, Rhamdia spp., Hoplias spp., Sternopygus dariensis y -6nicamente en la veniente del cari- be- Joturns [la "bocachica"1). Dos generos ele6tridos de origen ma- rino, abundantes en 10s cursos bajos de 10s rios -Eleotris y Dormi- tator- exceden 1 kg. Mayores tamaiios son alcanzados por varias especies de r6balos (Centropomus) y dos roncadores (Pomadasys bayanus [Pacificol y P. crocro [Atlanticol), 10s cuales remontan rios periddicamente (Cooke y Tapia 1994).

Marcos. 1988.

Sinchez. 2000.

Cooke. 1992; Cooke y Ranere. 1992; Piperno y Pearsall. 1998. pp. 209-227.

Cooke. 1984; Hansell 1988; Linares y Ranere 1980.

Cooke y Ranere 1992; Hansell 1988; Sinchez. 2000. En el Panami occidental y ireas adyacentes de vosta Rica ("Gnn Chiriqui") se evidencia un patrdn parecido por las mismas fechas. (Ver Corrales, 2000; Linares et al., 1975; Linares y Ranere 1980).

Bray 1992; Cooke y Bray 1985; Cooke 2000; Sinchez y Cooke 1998.

Cooke. 2000

McGimsey et al., 1986/87.

Briggs 1989; Cooke et al. 2000; Hearne y Sharer 1992; Lothrop 1937, 1942a.

Esta descripci6n (Jopling 1994:) ha sido citada frecuentemente: e.g., Cooke, 2000; Lothrop, 1937; Helms, 1979.

Jopling, 1994: Lothrop, 1950

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Linares. 1977.

Se han encontrado bellos objetos de Spondylus en Panami Viejo cuyo fechamiento esti incierto.

Cooke. 1998; Cooke y Sinchez 1998.

Briggs. 1989, 1992.

Cooke y Sanchez. 1998; Cooke et al. 2000.

Masucci. 1995.

Cooke. 1998.

SAnchez y Cooke. 2000.

Bull 1958; Lothrop 1954, 1956; Lothrop et al. 1957; Sander et al. 1958.

Linnk. 1929; Sanchez y Cooke 2000.

Cooke. 1998; Cooke y Sinchez. 1998; Cooke et al., 2000.

Martyr. 1912.

de Colmenares. En: Jopling 1994. pp. 41.

Cooke y Sanchez. 1998.

Martyr. 1912.

Fernindez de Oviedo. 1853, p. 126 (''10s indios de Cueva ... andan desnudos, y en su miembro viril un caracol de pescado 6 un cafiu- to de madera, 6 10s testigos de fuera"); Andagoya, en Jopling, 1994, p. 29 ("... 10s hombres traian sus naturas metidas en unos caracoles de la mar de muchos colores muy bien hechos, y con unos cordo- nes asidos del caracol que se ataban por 10s lomos: con estos po- dian correr y andar muy sueltos, sin que por ninguna via se les pa- reciese cosa alguna d e su natura, salvo 10s genetivos, que estos no cabian en el caracol: estos caracoles eran rescates entre ellos para la tierra adentro, porque si no era en esta costa en ninguna otra provincia 10s habia.. .").

Fernindez d e Oviedo. 1853, pp. 7.

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95. Anderson. 1912. pp. 176.

96. Caillavet. 1338.

97. Marcos. 1986. pp.169 y 173

98. Pires Ferreira. 1975 y 1976.

99. Matos Montezuma. 1988.

100. Cooke. 1992.

101. Cooke. 1998. pp. 82.

102. de Colmenares. En: Jopling, 1994. pp. 41, Martyr, 1912. pp. 288.

103. Espinosa. En: Jopling 1994. pp. 67 refiriendose al camino que con- ducia del rio Santa Maria ("Escoria") a la sierra veragiiense oriental ("Esqueba").

104. Espinosa, en su cr6nica de 1516. En: Jopling 1334. pp. 55 describe el paisaje del litoral del Pacifico desde el sur de Azuero ("Guarare) hasta el rio Chucunaque ("Comogre", en estos tCrminos: "tierra tan llana como la palma muy sana y toda sabana y sin montes m k de las arboledas que hay en 10s rios" . En el mismo documento Espi- nosa relata que en "GuararC" "habian hallado muy buenos arboles para hacer canoas.. .". En: Jopling'l994, pp. 52.

105. Jopling. 1994. pp. 80, 322, 323.

106. Jopling. 1994.

107. Jopling. 1994. pp. 56

108. Cooke. 1332b.

109. Oviedo. 1853. pp. 136.

110. En: Jopling 1994. pp. 57.

111. Oviedo. 1849,

112. Keen. 1959.

113. Cooke y Ranere. 1992; Linares. 1977a, 1979.

114. Constenla. 1991; Fonseca. 1992.

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115. Romoli. 1987 y Bray. 1984.

116. Cooke y Ranere 1992b, Constenla. 1985 y Barrantes et a]., 1990. d 4 117. Cooke. 1976, Cooke y Sanchez. 1939. 5

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