Ciudadanía cultural (Reguillo)

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5/17/2018 Ciudadanacultural(Reguillo)-slidepdf.com http://slidepdf.com/reader/full/ciudadania-cultural-reguillo 1/12 Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente  2003-10  Ciudadanía cultural. Una categoría para pensar en los jóvenes  Reguillo-Cruz, Rossana  Reguillo, R. (2003) "Ciudadanía cultural. Una categoría para pensar en los jóvenes". En Renglones revista del ITESO, núm.55: En busca de la ciudadanía. Tlaquepaque, Jalisco: ITESO.  Enlace directo al documento: http://hdl.handle.net/11117/329  Este documento obtenido del Repositorio Institucional del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente se pone a disposición general bajo los términos y condiciones de la siguiente licencia: http://quijote.biblio.iteso.mx/licencias/CC-BY-NC-ND-2.5-MX.pdf  (El documento empieza en la siguiente página) Repositorio Institucional del ITESO rei.iteso.mx Oficina de Publicaciones ODP - Revista Renglones

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Ciudadanía cultural (Reguillo)

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  • Instituto Tecnolgico y de Estudios Superiores de Occidente

    2003-10

    Ciudadana cultural. Una categora parapensar en los jvenes

    Reguillo-Cruz, Rossana

    Reguillo, R. (2003) "Ciudadana cultural. Una categora para pensar en los jvenes". En Renglones,revista del ITESO, nm.55: En busca de la ciudadana. Tlaquepaque, Jalisco: ITESO.

    Enlace directo al documento: http://hdl.handle.net/11117/329

    Este documento obtenido del Repositorio Institucional del Instituto Tecnolgico y de Estudios Superiores deOccidente se pone a disposicin general bajo los trminos y condiciones de la siguiente licencia:http://quijote.biblio.iteso.mx/licencias/CC-BY-NC-ND-2.5-MX.pdf

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    Oficina de Publicaciones ODP - Revista Renglones

  • Octubre-Diciembre de 2003 RENGLONES 55 27

    A RENGLN SEGUIDO

    CIUDADANACULTURAL

    ROSSANA REGUILLO*

    En los ltimos diez aos el protagonismo de los jvenes en Amrica Latina creci, lamentablemente, bajo el amparo de la leyenda negra que los convirti en los principales operadores de las violencias que han sacudido a las sociedades.

    A la par de este proceso estigmatizador, y generalizable a todos los pases de la regin, se agudiz la crisis estructural que haba asomado su rostro en la dcada de los ochenta, que fractur las macroeconomas de los pases y pulveriz la microeconoma de las personas (muchos jvenes han venido pagando los cos-tos de una poltica econmica que los excluye de las posibi-lidades de incorporarse productivamente a la sociedad); se profundiz el descrdito de la poltica formal, los partidos

    polticos de todos los signos dejaron de aparecer como opciones confiables para trasformar la realidad, y la poltica devino mala palabra, cargada de presagios y de corrupcin.

    Avanzaron, es cierto, los procesos de democratizacin; los ciudadanos han sido capaces de generar condiciones para una mayor participacin. La globalizacin, junto con su carga de desniveles y desigualdades, trajo tambin vientos de libertad, volvi trasparentes las fronteras nacionales y, aunque fuese

    * Especialista en estudios multidisciplinarios en los campos de la cultura y la identidad. Profesora-investigadora en el Departamento de Estudios Socioculturales del iteso y miembro de la Academia Mexicana de las Ciencias. Autora de Estrategias del desencanto. La emergencia de culturas juveniles (Norma, Buenos Aires, 2000), entre otros.

    Una categorapara pensar en los jvenes

  • 28 RENGLONES 55. Octubre-Diciembre de 2003

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    por razones de mercado o de imagen, cal hondo el discurso de los derechos humanos. La idea del globo, de la tierra como destino nico y compartido, se fortaleci a travs de las indus-trias culturales y la tecnologa vino a trastocar las nociones consagradas de tiempo y espacio.

    Esta es la densa atmsfera en que los jvenes, como sujetos histricos, estn situados. Sus formas de organizacin han cam-biado aceleradamente: de los cuadros del partido, de las clulas guerrilleras, de las organizaciones estudiantiles, de los bloques sindicalistas, han transitado hacia formas fluidas, itinerantes, intermitentes, que los vuelven ms temibles pero al mismo tiempo ms vulnerables. Su participacin tambin ha sufrido importantes cambios. Los objetos de su solidaridad y desvelos se diversifican hacia los territorios de la paz, la cultura, la sexua-lidad, la marginacin de la palabra, y participan con msica, con pequeas colectas, con actos individuales de generosidad o con la estridencia de manifestaciones masivas y a gran escala en Seattle, Davos o Cancn, para despus volver a la vida cotidiana sin inters en fundar un partido. Votan en gran nmero, pero sin demasiado convencimiento; participan poco de los debates en el espacio pblico, pero es cierto que los invitan poco.

    No son homogneos ni representan una categora cerrada y definible a partir de unos cuantos rasgos. Son heterogneos, complejos y portadores de proyectos diferenciales.

    Intentar colocar el tema de la ciudadana juvenil en el contexto del mundo contemporneo es difcil. Este documento presenta, en primer trmino, una breve discusin para replantear el tema de la ciudadana, y despus se discuten siete grandes reas vincu-ladas a la necesidad de superar la insuficiencia de su definicin formal; finalmente, se analiza el concepto de ciudadana cultural, como una categora sntesis o bisagra para articular la densidad de la problemtica ciudadana en relacin con los jvenes.

    DE QU CIUDADANA ESTAMOS HABLANDO

    Una de las tensiones constitutivas de lo social es la necesidad de un estado rector fuerte para regular y arbitrar en el conflicto

    social y, al mismo tiempo, la posibilidad de generar instrumen-tos y procesos organizativos que acoten su poder.

    La ciudadana es una categora clave que se levanta, preci-samente, como una mediacin que, por un lado, define a los sujetos frente al estado-nacin y, por otro, los protege frente a los poderes de ste. Se trata pues de un complicado y delicado mecanismo (histrico y situado) de derechos y obligaciones que sirve, en primer trmino, para pautar las reglas del juego social, cuyo sentido ltimo es mantener el equilibrio entre la libertad y la seguridad.

    Definicin y proteccin constituyen el ncleo de la idea de ciudadana. Definir alude al establecimiento de un siste-ma de clasificacin que atribuye cualidades y caractersticas de algo o de alguien, que son indicadas de manera clara desde un referente preciso. Ser ciudadano es, entonces, pertenecer a una clase de cualidades y caractersticas que han sido esta-blecidas, regularmente, desde el propio estado; pertenencia que se traducir en una relacin de intercambio cuyo vector principal reposa en la idea de proteccin.

    En trminos laxos, tres modelos de ciudadana han regido en la historia contempornea: la ciudadana civil, bajo la que quedan englobados o definidos todos los habitantes dentro del territorio del estado-nacin; la ciudadana poltica, que establece otras definiciones al elevar a la condicin ciudadana a los individuos que pueden participar plenamente en la esfera de las decisiones polticas o pblicas y que de acuerdo a regulaciones especfica se restringe slo a aquellos que renen caractersticas como la edad o un expediente limpio,1 y la ciudadana social, que aparece en la fase del estado de bienestar y que, vinculada a la dimensin civil, otorga a todos los miembros del estado nacional un conjunto de beneficios sociales como el acceso a la educacin, a la salud, a la vivienda, etctera.2

    Sin embargo, aunque estas definiciones han operado de manera ms o menos incluyente, por la va de los hechos han generado terribles y dolorosas exclusiones, desigualdades e injusticias que anteceden a la formalizacin poltica, pero que se agudizan en esos territorios.

    1. Es importante recordar que hasta bien entrado el siglo xx fueron marginados de la ciudadana poltica las mujeres, los indgenas, los iletrados y, en algunos pases, los ministros de culto.2. Para un tratamiento ms profundo de estos elementos vase Marshall, Thomas Humphrey. Class, citizenship and social development, Anchor Books, Nueva York, 1965; y, para un anlisis emprico, Reguillo, Rossana. La construccin simblica de la ciudad. Sociedad, desastre, comunicacin, Universidad Iberoamericana/iteso, Guadalajara, 1996.

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  • Octubre-Diciembre de 2003 RENGLONES 55 29

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    Porque si la dimensin civil asume como definicin de ciu-dadana a todos los miembros de un territorio nacional, las evidencias empricas sealan la extrema vulnerabilidad de ciertos grupos sociales frente al estado nacional: los indgenas, los grupos homosexuales, las minoras religiosas, los jvenes y las mujeres, entre otros actores. As, el derecho ciudadano por la va territorial es un criterio siempre en fuga que se vincula a la marginacin y a la exclusin de grupos que no se conside-ran desde ciertas lgicas dominantes merecedores de la definicin ciudadana, situacin que hoy se agudiza y comple-jiza en virtud de la ola acelerada de migraciones planetarias.

    La situacin no es mejor en el plano de la llamada ciuda-dana poltica. Si esta dimensin se define por el derecho a la participacin en los asuntos de inters colectivo (lo electoral es su piedra angular), resulta ampliamente documentable que en ella se agravan los procesos excluyentes de la dimensin civil, al dejar fuera a los sectores vulnerables cuya capacidad de accin se ve reducida o restringida a la organizacin partidista y corporativa, que no logra admitir la esfera de las diferen-cias culturales como un elemento sustantivo para la decisin y participacin poltica. La cuestin de gnero, de etnias, las identidades juveniles, las adscripciones religiosas y otro con-junto de complejas pertenencias culturales son, por un lado, invisibilizadas en la fase poltica de la ciudadana y, por otro, homogeneizadas o pasteurizadas por las maquinarias parti-distas. En este nivel, ms all de la emisin individual del voto, ser ciudadano equivale a fundirse (y desaparecer) en un sistema sectorial poco propicio para la inclusin de la diferencia.

    La ciudadana social es, sin duda, la ms golpeada de todas estas dimensiones. Las polticas econmicas neoliberales, auna-das al fortalecimiento de la lgica del mercado y al repliegue del estado de bienestar, han terminado por reducir al lmite de lo tolerable las polticas pblicas destinadas a brindar el acceso a ciertas garantas sociales, fundamentales para sobrevivir a las condiciones que impone el libre comercio y el debilitamiento del estado. La pobreza, las precarias condiciones de salud, la falta de escolaridad, el desempleo, la violencia y la inseguridad pueden ser ledos como sntomas graves del repliegue del estado-nacin que abandona a su suerte a los ms vulnerables, que son los no-ciudadanos, los cuerpos prescindibles, la molestia

    permanente de cara al triunfo de un proyecto que slo considera ciudadanos a los que pueden hacer frente al consumo y acatan dcilmente los mandatos de los nuevos poderes.

    En el plano de la reflexin poltica acadmica, hoy se aade a las dimensiones aqu discutidas lo que desde el anlisis cultural de origen chicano3 se ha denominado ciudadanas culturales, cuya virtud (y fortaleza) es que coloca en el debate aspectos no considerados en las otras dimensiones: la cultura como plata-forma para la ciudadana o, en otras palabras, la consideracin de las pertenencias y adscripciones de carcter cultural como componentes indisociables en la definicin de la ciudadana.

    Esta cuarta esfera o nivel, que aparece como un tema de discusin en la era de la sociedad global, tiene, de un lado, la ventaja de volver visibles los olvidos y exclusiones de las etapas civiles y polticas en la configuracin de lo ciudadano y, de otro, su irrupcin en el debate ha permitido proyectar hacia el futuro los desafos a los que habr de enfrentarse la reconfiguracin de la ciudadana en el contexto de las migraciones masivas y de las disporas que se diseminan hoy a lo ancho del planeta.

    El tema resulta demasiado complejo, tanto por la multidi-mensionalidad de los factores involucrados como por la ines-tabilidad en la escena poltico social, y la velocidad con la se est definiendo y redefiniendo lo que habr de ser el proyecto o modelo societal del futuro.

    Hay suficiente evidencia para documentar el repliegue de las responsabilidades sociales del estado nacional, lo que con-tribuye a ensanchar la indefensin y vulnerabilidad de nume-rosos sectores de la sociedad a los que no basta el cobijo de un territorio nacional ni alcanza el beneficio de una poltica social compensatoria. Quines son los ciudadanos hoy? Cmo pen-sar la relacin entre jvenes y ciudadana en este contexto?

    CONTRADICCIONES Y DILEMAS

    Ciudadana restringidaEl tema de la ciudadana juvenil se estrella continuamente contra el muro de los formalismos de la dimensin poltica, que en trminos generales se reduce a la democracia electoral.

    En el plano de las estructuras formales, la divisin arbitraria y socialmente construida entre los menores y los mayores de edad

    3. Vase Rosaldo, Renato. Culture and truth: the remaking of social analysis, Beacon Press, Boston, 1989.

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  • 30 RENGLONES 55. Octubre-Diciembre de 2003

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    establece que los primeros carecen no slo del derecho poltico para participar en las decisiones sobre la esfera pblica sino que, adems, carecen de las capacidades necesarias para involucrarse como sujetos de derechos polticos en una sociedad.

    Este argumento, como un dato natural, no fue problemati-zado en Amrica Latina hasta que la violencia y la delincuencia operada por jvenes menores emergi como un problema visible (o visibilizado). En el trascurso de los ltimos diez aos (por colocar un referente temporal)4 cobr fuerza un debate en torno a la inimputabilidad penal de los menores de edad, el cual ha tomado rumbos preocupantes5 y se ha fortalecido a par-tir de la ola de violencias juveniles en Estados Unidos (la matanza de Littleton en Denver es uno de los mejores anali-zadores), cuya magnificacin meditica expandi sus esporas de miedo en las sociedades latinoamericanas.

    El asunto no es menor porque ha puesto de manifiesto las graves dicotomas con las que se piensa la inclusin ciudadana de los jvenes: de un lado, prevalece la idea de que los jvenes menores de edad carecen de las competencias necesarias para ser sujetos de derechos polticos; de otro, se afirma y gana terreno poltico en las agendas locales la premisa de que deben ser sujetos imputables desde la lgica del estado. En otras palabras, son ineptos para ejercer la ciudadana poltica pero son aptos para convertirse en sujetos de castigo. Varios dilemas se desprenden de esta situacin:

    En los hechos, la ciudadana sigue siendo considerada una concesin generalmente sujeta a una lgica poltico electoral. Los ciudadanos son pensados como clientelas electorales, y aquellos que quedan por fuera de este mercado constituyen una pieza incmoda para la organizacin social. Los menores de edad que carecen de la legitimidad ciudadana que otorga la capacidad de voto no resultan atractivos para esta lgica electorera, lo que se traduce en que la franja de los jvenes menores de 18 aos son sujetos de polticas pblicas pero no sujetos de la poltica o, dicho en otros trminos, sujetos de

    discursos, programas y proyectos que no logran (no quieren) colocar al joven como interlocutor calificado.

    A lo anterior se suma el hecho de que, para el caso de los jvenes menores, en nuestras sociedades prevalece la idea de una ciudadana tutelada por el estado; el efecto de esto es que los mbitos de la tutela se restringen a aquellas reas que los gobiernos consideran como espacios para el tutelaje: de manera prioritaria, el acceso a la educacin, a la salud, al deporte, y de manera poco clara, el acceso a la cultura y la representacin ante las instancias punitivas. Se deciden unilateralmente no slo los espacios sino las formas en que los derechos ciudadanos de estos jvenes deben ser tutelados, lo que deja por fuera una cantidad de territorios en los que ellos van construyendo sus procesos de incorporacin a la sociedad.

    La indefensin de estos jvenes menores de edad frente a la esfera pblica encuentra su fundamento en el proceso divergente entre el discurso poltico y la dimensin jurdica, que casi nunca hablan del mismo sujeto.

    Estos tres dilemas configuran una encrucijada que desafa de manera compleja a los responsables de las polticas de juven-tud, a los gobiernos locales, a los estados-nacin y a los orga-nismos con capacidad para influir en las agendas nacionales. De un lado, el actor juvenil no es homogneo. Ms all de las complejidades culturales, un asunto clave lo constituye el pleno acceso a la ciudadana poltica, es decir, la mayora de edad. Para destrabar este obstculo y recolocar el tema a partir de los derechos ciudadanos, es necesario:

    Reconocer la capacidad de agencia6 de los jvenes, con independencia del estatuto legal de su ciudadana.

    La revisin de la concepcin de tutelaje, especialmente a la luz de las trasformaciones planetarias y de la crisis estructural por la que atraviesan las sociedades.

    El desmonte de los mecanismos de construccin de lo juve-nil como una categora vinculada principalmente a la edad.

    El impulso del debate serio que involucre a diferentes instan-

    4. Aunque este asunto puede rastrearse hasta los inicios de los ochenta en Amrica Latina, cuando jvenes sicarios al servicio del narcotrfico asesinaron en Colombia al ministro Galn; cuando en Mxico explotaron las agrupaciones conocidas como bandas juveniles o cuando Guatemala y El Salvador asistan al nacimiento de las

    maras. La violencia protagonizada por los jvenes coloc un tema indito para la agenda poltico-social, pero es hasta los noventa que la disputa en torno a la edad penal adquiri plena visibilidad. 5. Me refiero especialmente al aumento de las voces autoritarias de la sociedad que piden disminucin de la edad penal para los jvenes y castigos mayores. 6. Concepto fundamental que aparece vinculado al estudio de los nuevos movimientos sociales y cuyo ncleo conceptual estriba en visualizar al actor social desde su capacidad y competencias para movilizar recursos materiales y simblicos para trasformar la realidad.

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  • Octubre-Diciembre de 2003 RENGLONES 55 31

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    cias sociales para repensar los ejes en que reposa la construccin de lo ciudadano en su vinculacin con los jvenes.

    Los otros jvenes o la fuerza electoralVinculado al tema anterior, es importante asumir que los jvenes reconocidos oficialmente como ciudadanos se han convertido en una fuerza electoral definitoria de los procesos sociopolticos de Amrica Latina. Configuran un mercado muy atractivo para las ofertas partidistas pero, al mismo tiempo, estn cada vez ms alejados de los mbitos formales de la pol-tica porque no logra interpelarlos. El asunto es complejo por-que el destino de las sociedades latinoamericanas reposa hoy, principalmente, en un electorado joven, y porque se puede constatar la ausencia de proyectos y el desdibujamiento de las opciones de futuro por la va de la democracia electoral, cuyo efecto es el de un desencanto generalizado. Esto abre una enorme brecha entre las instituciones y los actores sociales, la cual se convierte en territorio propicio para:

    El desentendimiento de los asuntos de inters colectivo, que pasa por el ejercicio de decisin poltica vinculada al voto.

    El aumento de las opciones pragmticas en detrimen-to del voto razonado, que se agudiza por la labor de los medios de comunicacin y el triunfo ms o menos generalizado de la mercadotecnia poltica.

    Y, quiz lo ms preocupante, la emergencia en el espacio pblico de fuerzas que tienden a llenar el vaco dejado por la pol-tica: el narcotrfico, el crimen organizado, las religiones a la carta, entre otras, que trastocan la concepcin del espacio pblico.

    El desentendimiento, el pragmatismo y la aparicin de nuevos referentes provocan un repliegue hacia el individualismo, con el consecuente vaciamiento de la dimensin poltica. En este sentido, repolitizar la poltica es todava una opcin para ganar una ciudadana juvenil capaz de utilizar su fuerza (electoral) y su vitalidad en la urgente reconstruccin del espacio pblico.

    Los jvenes y las polticas compensatoriasSer ciudadano, ms all de sus definiciones formales, consiste en el acceso a un conjunto de garantas sociales cuyo sentido es ofrecer una plataforma mnima de seguridad que busca equilibrar los desniveles sociales. Hoy da, es una realidad

    que los estados nacionales estn lejos de implementar polticas sociales niveladoras, y que el denso concepto de poltica social de estado ha sido remplazado por el de polticas compensato-rias, que no reposan en la lgica de las garantas ciudadanas sino en la atencin a necesidades y problemas puntuales que pueden convertirse en frentes de alta conflictividad social; en otras palabras, se atienden los problemas y sectores de la poblacin que pueden representar un problema de gobernabi-lidad y se pospone la atencin o se abandona a aquellos sectores con menor capacidad de organizacin y de reclamo pblico.

    Al carecer de instancias organizativas en el plano poltico, los jvenes no logran generar una estrategia de accin colectiva que los site como interlocutores para el estado y los gobiernos en sus diferentes esferas. Cuando logran colocar temas impor-tantes para la agenda poltica lo hacen, en trminos generales, como estudiantes y, con menor frecuencia, como trabajadores o campesinos. Esta situacin es en particular relevante para la ciudadana juvenil desde su dimensin social. Los estudiantes representan a un sector de los jvenes, pero esta categora no agota la complejidad de sus garantas, demandas y necesida-des. Como estudiantes o como trabajadores organizados han conquistado (o mantenido) algunas garantas elementales (la educacin pblica, prestaciones laborales, por citar algunos) pero de cara a la importante franja de jvenes que permanecen por fuera del sistema educativo y laboral7 o los que no estn interesados por diferentes razones en pasar a la fase orga-nizativa, resulta a todas luces insuficiente pensar las polticas sociales desde la educacin o el empleo.

    Tanto desde la investigacin emprica como desde la observacin medianamente calificada, es claro que los jvenes no estn demasiado interesados en generar procesos de autorrepresentacin que devengan organizaciones ciudadanas juveniles. Esto implica un importante dilema y constituye, de manera simultnea, una enorme responsabilidad para las instancias gubernamentales y no gubernamentales de gestin de derechos sociales de los jvenes.

    El dilema puede ser formulado en trminos de pregunta si se acepta que los partidos polticos y otras instituciones tradicio-nales no constituyen una opcin para asumir la representacin de la ciudadana juvenil: es deseable propiciar procesos autor-

    7. Datos de la Comisin Econmica para Amrica Latina y el Caribe (cepal) calculan que estos jvenes son alrededor de dos millones en Amrica Latina.

    A PESAR DE LA DEFINICIN RESTRINGIDA DE CIUDADANA, LOS JVENES SE SIENTEN CIUDADANOS

    AL HACER, AL EXPRESARSE, AL DECIDIR

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  • 32 RENGLONES 55. Octubre-Diciembre de 2003

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    ganizativos de carcter poltico entre los jvenes condenados casi siempre al fracaso para superar la vulnerabilidad en que los coloca la ausencia de una voz colectiva y organizada? o, es mejor abandonar las pretensiones de que los jvenes tomen una forma poltica en la que no parecen estar interesados, ms que coyunturalmente, y asumir entonces su representacin desde las instituciones de gestin?

    En Amrica Latina se dan ambas posiciones sin que hasta el momento parezca resolverse el problema de fondo: la necesidad de expandir el concepto de ciudadana social juvenil a mbi-tos que trasciendan sin abandonarlas las dimensiones educativas, laborales o de salud. La cuestin clave aqu es que los jvenes configuran ya una categora social por derecho propio, que desafa los modos tradicionales e histricamente construidos a travs de los cuales ha sido pensado el problema de la representacin en el espacio pblico, la organizacin social y la participacin que acompaan a la definicin de lo ciuda-dano. Este desafo marca dos cuestiones fundamentales:

    La necesidad de abrir debates (dilogos en un sentido habermasiano de bsqueda de entendimiento mutuo) en que los jvenes puedan, sin la presin de un aparato organizativo o corporativo y desde la multiplicidad de roles que definen su incorporacin como sujetos sociales (el gnero, la etnia, la ocupacin, la religin, la sexualidad), hacer visibles aquellas reas en las que requieren del impulso de una poltica social y no compensatoria, que les permita acceder a la sociedad en mejores condiciones para enfrentar la vida.

    Multiplicar y diversificar las estrategias que permitan a los organismos de gestin tocar la diversidad de los universos juveniles para recoger, de una manera respetuosa, la capacidad de los propios jvenes de personificar sus demandas para asu-mir la representacin delegada que de cualquier manera (en el contexto de crisis por el que atravesamos) estn llamados a ejercer. La diferencia estriba quizs en la posibilidad de romper las presunciones normativas que definen a priori y desde arriba qu es lo que necesitan.

    En sntesis, y a partir del anlisis de la condicin con-tempornea, no caben los optimismos desmedidos (y tal vez anacrnicos) que hagan posible pensar en una organizacin

    juvenil bajo los parmetros de la lgica republicana. Pero resulta urgente colocar como tema crucial en la agenda de los estados nacionales la necesidad de una reforma de fondo con relacin a la poltica social de cara a los jvenes.

    Derechos humanos: un frente claveEs indudable que ciudadana poltica y social no pueden pen-sarse al margen de los derechos humanos, tema-territorio que ha sido capaz de convocar el inters de muchos jvenes. Sin temor a exagerar, se puede afirmar que los derechos humanos constituyen uno de los pocos referentes pblicos que interpelan a los jvenes de manera directa. La explicacin es al mismo tiempo dolorosa y sencilla: los jvenes han sido convertidos en peligrosos enemigos de la sociedad. Juventud y peligrosidad, o juventud y delincuencia se han convertido en sinnimos, en palabras intercambiables cuyo efecto es el de naturalizar la violencia institucionalizada que se ejerce contra los jvenes.

    La poltica de seguridad que ha ido ganando terreno en el continente (Estados Unidos no es la excepcin) ha hecho de los jvenes (mayoritaria aunque no exclusivamente pobres) no slo el blanco de medidas represivas sino, ms preocupante, vc-timas constantes del abuso policiaco que queda las ms de las veces impune. De Argentina a Mxico la violencia contra ellos no puede ser leda como hechos aislados; puede ser iden-tificada una constante: el crecimiento de un discurso culpabi-lizador que los convierte en chivos expiatorios8 de una poltica de seguridad que se ve desbordada por los nuevos agentes de la violencia social (el narcotrfico, la delincuencia organizada y el incremento de la delincuencia comn). No es ste el lugar para desarrollar el tema en profundidad,9 pero es posible hablar de un mapa que representa uno de los temas ms graves y urgentes de la problemtica juvenil con relacin a la ciudadana.

    De nueva cuenta es la indefinicin en torno a la ciudadana poltica la que agrava la situacin de indefensin en que se encuentran muchos jvenes, pero sera simplista atribuir lo que sucede slo a esta cuestin. La multidimensionalidad y complejidad que configuran el ejercicio sistemtico de violen-cia contra los jvenes puede, sin embargo, ser abordada desde los derechos humanos.

    8. O como dira Carlos Monsivis, en chavos expiatorios.9. Este fenmeno est siendo estudiado y documentado por investigadores y organismos no gubernamentales en buena parte de Amrica Latina.

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  • Octubre-Diciembre de 2003 RENGLONES 55 33

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    No han resultado suficientes los nfasis puestos en la educacin para la ciudadana ni los esfuerzos en formar a los nios y jvenes para los derechos humanos. Tampoco parecen rendir frutos satisfactorios la capacitacin de las fuerzas poli-ciacas ni la instalacin de oficinas, comisiones, ministerios de defensora de los derechos humanos en Latinoamrica. Para entender esta dificultad hay tres aspectos claves:

    La legitimacin de un pensamiento dominante que hoy se fortalece a travs de los medios de comunicacin y que construye la imagen de los jvenes de dos formas bsicas: como incompetentes y como peligrosos; que consolida un imaginario que tiende a justificar la represin que se ejerce contra ellos.

    La precariedad del estado de derecho en nuestras socie-dades que provoca miedo frente a los abusos de poder y des-confianza frente a las instituciones. No se trata tanto de un problema de falta de informacin sobre los derechos sino de un problema poltico cultural que asla a los jvenes y los deja inermes frente a la desinstitucionalidad.10

    En consecuencia con los dos factores anteriores, la aceptacin y complicidad de los propios jvenes con esta situacin. Muchos han terminado por incorporar el discurso que los construye como enemigos sociales y aceptar como una cuota necesaria la dosis de violencia de la que son vctimas, sin que se consideren a s mismos sujetos de derecho.

    Sin lugar a dudas, los derechos humanos no se agotan en la violencia institucionalizada que ejercen los cuerpos y las fuer-zas disciplinarias de las sociedades. A ello se suma el problema del ejercicio de su sexualidad y la increble desinformacin que enfrentan en este territorio. El ejercicio responsable y pleno de la sexualidad est directamente vinculado a la ciudadana; ah se juega el derecho al propio cuerpo, y es responsabilidad de la sociedad proveer las condiciones y mecanismos para que sus jvenes puedan construir y apropiarse de una nocin afirmativa de su cuerpo en relacin al de los dems. El empo-deramiento ciudadano pasa centralmente por la posibilidad de pronunciarse con certeza con respecto a la propia identidad, al propio cuerpo y ser respetado en esas certezas.

    Tampoco es posible darle densidad a la concepcin de los derechos humanos al margen de las desigualdades que

    introduce el gnero, que aparece como una marca constante que agrava, para ellas, la situacin de indefensin en que se encuentran, ya que deben luchar contra dos (o ms) formas de exclusin y marginacin: su condicin de mujeres y jvenes.

    Por ltimo, en trminos de una discusin que pueda devenir polticas pblicas de atencin a la juventud, un aspecto funda-mental lo constituye la vigilancia a las representaciones que circulan en los medios de comunicacin y la promocin del derecho a la representacin digna y respetuosa. En este sentido, es importante repensar la proteccin a los derechos humanos desde el propio estado; resulta urgente la creacin de oficinas de asuntos de la juventud al interior de las comisiones de derechos humanos, las cuales deben contar con especialistas al cuidado de los intereses de los jvenes. Ser muy difcil instalar este debate en la sociedad (cambiar la mirada sobre los jvenes) si no se logra documentar y visibilizar la violencia institucionali-zada contra ellos, desde instancias supranacionales que puedan ejercer contrapesos a las polticas nacionales y locales.

    Nuevos frentes de desigualdadDe cara a las trasformaciones que ha trado la globalizacin, cuyos efectos locales no se hacen sentir solamente en los terri-torios econmicos, un asunto ineludible es el que representa el acceso a la cultura mundo por la va de las nuevas tecnologas de comunicacin, las industrias culturales y los medios masivos.

    La posibilidad de dotar a la ciudadana de un sentido amplio y no restringido pasa por asumir que esta no podr hacerse realidad sin equilibrar los impresionantes desniveles que sepa-ran al mundo desarrollado de las zonas perifricas o alejadas de los centros metropolitanos de produccin de saberes y concen-tradores de la tecnologa. Esto significa que, en la medida en que millones de jvenes latinoamericanos carezcan de posibi-lidades reales para acceder a estos dispositivos, la proclamacin de una ciudadana plena no dejar de ser retrica.

    Reconocer que la globalizacin est produciendo nuevos frentes de desigualdad, que se suman y reconfiguran a los anteriores, es una condicin necesaria para avanzar en la constitucin de una ciudadana globalizada, especialmente importante para los jvenes.

    10. El manual de derechos humanos es poco til en las periferias, en los barrios, en el centro, en la calle, cuando los jvenes se topan con la prepotencia de los agentes del orden.

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  • 34 RENGLONES 55. Octubre-Diciembre de 2003

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    La separacin de los jvenes ciudadanos conectados al mundo por la va de las nuevas tecnologas de aquellos que permanecen al margen de esta posibilidad constituir, a ms corto que largo plazo, el punto de quiebre entre los incluidos y los excluidos del nuevo mundo global.

    La situacin es por dems compleja puesto que Amrica Latina debe atender de manera simultnea las carencias tradi-cionales en el rea educativa, ampliar la cobertura de sus sis-temas para reducir el nmero de jvenes que no logran acceder a la educacin y resolver, tanto en el plano de la infraestructura como de los programas y proyectos, los desniveles que se agra-van al interior de los espacios nacionales por la inaccesibilidad a las nuevas tecnologas de numerosos sectores de la poblacin. Si hay una dimensin que otorga especificidad al momento presente, esa es, precisamente, la de los instrumentos y lengua-jes tecnolgicos, la base para bien y para mal del proyecto que emerge en el siglo xxi.

    De manera creciente las ciudadanas juveniles estarn conec-tadas a estas dimensiones. Se trata aqu de garantizar el dere-cho de acceso al mundo como condicin para el desarrollo de una vida plena y digna, y como plataforma para la proyeccin de una sociedad donde la interculturalidad sea ms que una posibilidad retrica.

    La migracin, marca de pocaEl mayor dilema que enfrenta el concepto y la prctica de la ciudadana quizs est vinculado al incremento de los flujos de personas que se desplazan por todo el orbe en busca de condi-ciones de viabilidad. El reto para el pensamiento y para la poltica se vincula al hecho de que la ciudadana ha sido una categora construida hacia el interior de los espacios nacionales.

    La migracin, como opcin o destino inevitable, representa para los jvenes latinoamericanos una alternativa de vida que se ha venido incrementando en los ltimos diez aos. Los estudio-

    sos del fenmeno migratorio coinciden en sealar, por un lado, el cambio en los perfiles del migrante y, por otro, en apuntar con preocupacin el incremento en el nmero de migrantes jvenes de Latinoamrica hacia los pases del llamado primer mundo, principalmente Estados Unidos.11

    Ninguna poltica nacional de atencin a la juventud puede obviar esta situacin. El tema apunta a la necesidad de atender (y entender) las causas de la emigracin: pobreza, violencia, falta de futuro (objetiva y subjetivamente percibido), y tambin abre la pregunta en torno a la responsabilidad de los estados nacionales con respecto a sus poblaciones migrantes y su capa-cidad o incapacidad de maniobra para negociar con los pases (el pas?) receptores.

    La gran paradoja es que la ciudadana permanece atrapada en la lgica de lo nacional mientras que el discurso econmico y poltico alaba las virtudes del nuevo orden global. As, la migracin significa renunciar a las garantas -por ms precarias que sean- derivadas de una ciudadana anclada en el territorio de pertenencia y asumir los riesgos de construir un expediente adecuado para adquirir ciudadana en la comunidad de des-tino. Apelando de manera laxa a la teora antropolgica del ritual, pudiera decirse que, bajo estos parmetros, la ciudadana deviene condicin subliminal (que no est en un lugar ni en un tiempo) para numerosos jvenes que se ven obligados a hacer del trnsito una condicin estable de vida: se deja de ser ciudadano con respecto a la comunidad de origen y no se logra(r) ser ciudadano en la comunidad destino.

    Los datos corroboran que en los procesos de migracin tien-den a reproducirse las condiciones de marginacin y exclusin de la comunidad de origen a la comunidad destino. Los jvenes cargan consigo las carencias de un conjunto de competencias (formales y simblicas) que dificultan la afirmacin de su ciu-dadana, las cuales sern muy difciles remontar en los pases a los que emigran.12

    11. En el censo de 1990 levantado en Estados Unidos (vase Current Population Survey, 1997) haba un estimado de 566,297 jvenes de 15 a 19 aos que provenan de algn pas de Amrica Latina, mientras que los jvenes de 20 a 24 aos sumaban 944,891 jvenes latinoamericanos y caribeos. La misma medicin efectuada a partir del censo de 1980 seala que la poblacin de 15 a 19 aos sumaba apenas 257,050, y la del rango de edad que va de los 20 a los 24 aos sumaba 484,063 jvenes. A estos datos hay que sumar la inmigracin no documentada.12. A partir de los datos de la Encuesta de Poblacin de 1997 en Estados Unidos, la cepal indica que de la poblacin total de inmigrantes de origen latinoamericano y caribeo, 27% viva en condiciones de pobreza; entre los mexicanos el ndice era superior (34%), seguidos por los centroamericanos y caribeos. Entre los sudame-ricanos se adverta una menor incidencia (15%) y presentaban una situacin similar a la de los inmigrantes procedentes de otras regiones del mundo (Europa y Asia, principalmente). Lo relevante aqu es que los ndices resultaron sistemticamente mayores para los jvenes, aunque seguan las tendencias sealadas respecto del origen de los inmigrantes.

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  • Octubre-Diciembre de 2003 RENGLONES 55 35

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    El tema desborda la discusin intranacional, por lo que resulta importante colocarlo en el mbito de los organismos internacionales. Los cambios en el mundo a partir de los acon-tecimientos del 11 de septiembre de 2001 han agudizado el problema para las comunidades migrantes, que deben afrontar, adems de las dificultades estructurales, el clima de hostilidad y sospecha en que los coloca su condicin de no-ciudadanos o de extranjeros peligrosos.

    Los cambios planetarios: la globalizacin econmica, la aceleracin de los intercambios culturales entre socieda-des diversas, el surgimiento de nuevos riesgos, entre otros fenmenos, exigen un pensamiento renovado en torno a los sujetos sociales y el conjunto de mediaciones que definen su pertenencia al mundo.

    La performatividad o la puestaen escena de la ciudadanaLa investigacin acumulada en los ltimos 20 aos en torno a los jvenes seala, tanto desde sus enfoques cuantitativos como cualitativos, el extraamiento creciente de stos frente a las expresiones polticas formales, y apunta la emergencia de nuevas formas de insercin en el espacio pblico. Lo anterior quiere decir que las categoras de organizacin y participacin tambin deben ser revisadas a la luz de los cambios en las expre-siones juveniles; si por un lado resulta fundamental mantener la mirada analtica y crtica sobre los procesos estructurales, es igualmente importante estudiar los territorios de la vida cotidiana, donde los sujetos jvenes despliegan un conjunto de estrategias para resistir o negociar con el orden estructural. Se trata pues de mantener en tensin analtica la estructura y el sujeto, las formas de control y de participacin, el sistema y la vida cotidiana.

    Superar los determinismos que desde la cultura poltica dominante definen de una manera normativa la dimensin participativa (por la va electoral, la organizacin tradicional o el involucramiento en procesos claramente polticos) es no slo urgente sino una tarea que permitir aprender de los propios jvenes para abrir la concepcin restringida de la ciudadana en su fase activa; es decir, cuando sta deja de ser un principio sociopoltico y se convierte en accin, en puesta en escena.

    La msica, las expresiones culturales, las formas de tra-bajo autogestivo, los frentes de solidaridad que convocan su atencin, el uso del cuerpo, la toma del espacio pblico a travs

    de manifestaciones artsticas son modos de contestar al orden vigente y formas de insertarse socialmente.

    La culturalizacin de la poltica (mirar y hacer poltica desde la cultura) es hoy, ms que un debate en las ciencias sociales, un principio que est reconfigurando poco a poco la poltica, erosio-nando sus certezas, su institucionalidad, su lenguaje. El socilogo Ulrich Beck lo dijo de manera inmejorable: los jvenes practican una denegacin de la poltica altamente poltica.

    La idea fuerza en juego aqu es que, con independencia o a pesar de la definicin restringida de ciudadana, los jvenes se sienten ciudadanos al hacer cosas; al decidir cules son las causas en las que quieren involucrarse; al expresarse con libertad a travs de distintos lenguajes; al juntarse con otros en una lgica de redes y de flujos cambiantes ms que a tra-vs de organizaciones; cuando experimentan su cuerpo como territorio autnomo. Y justamente estos son los aspectos ms perseguidos y reprimidos por el orden social, al considerarlos como prcticas prepolticas y materia para la moralizacin.

    Hay aqu un importante capital poltico a ser explorado y apoyado, porque el estmulo de esta puesta en escena de la ciudadana puede traer una amnista que acte como un muro de contencin frente a la amenaza de ruptura del tejido social y, sobre todo, puede significar una tregua que posibilite avan-zar en las fases nominativas de la ciudadana como principio poltico de definicin.

    Leer en trminos polticos las expresiones culturales de los jvenes arroja informacin sustantiva sobre el modo en que entienden el espacio pblico.

    Fortalecer los espacios de expresin juvenil es dotar a la ciudadana de las herramientas fundamentales para su constitucin y empoderamiento.

    Atender la lgica de la vida cotidiana permite entender por dnde pasan, desde la perspectiva de los propios jvenes, sus crticas y demandas al sistema.

    Colocar sus componentes performativos como una esfera de la ciudadana es trascender su concepcin pasiva como algo que se recibe y su concepcin pragmtica como algo que se intercambia por fidelidades electorales.

    CIUDADANA CULTURAL, CATEGORA SNTESIS

    A travs de siete dilemas o contradicciones que no agotan las posibilidades de analizar la relacin entre jvenes y ciuda-

    LA CIUDADANA POLICNTRICA NO ES SLO UNA POSIBILIDAD SINO LA NECESIDAD DE MIRAR A LOS SUJETOS EN LA RELACIN ENTRE SUS PERTENENCIAS Y EL PROYECTO SOCIOPOLTICO

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  • 36 RENGLONES 55. Octubre-Diciembre de 2003

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    dana, pero que intentan recoger las reas ms significativas para replantear el tema, se ha tratado de mostrar la insuficien-cia de las tres dimensiones claves de la ciudadana moderna: la civil, la poltica y la social, para enfrentar las trasforma-ciones planetarias y la situacin por la que atraviesan los jvenes.

    De un concepto restringido a la formalidad de su definicin, es necesario pasar a una concepcin abierta capaz de recoger la multidimensionalidad y complejidad de los procesos de pertenencia en las sociedades contemporneas, en especial las latinoamericanas. La ciudadana policntrica no es slo una posibilidad sino la necesidad de mirar a los sujetos en la relacin entre sus pertenencias y el proyecto sociopoltico. La ciudadana policntrica, al tiempo que rompe con las concep-ciones formales y esencialistas, privilegia el modo en que los sujetos ponen a funcionar sus anclajes profundos en relacin con un proyecto, es decir, abre la posibilidad de pensar la relacin entre agencia (capacidad de movilizar recursos mate-riales y simblicos en orden a trasformar la realidad) y ciuda-dana.

    El problema de fondo estriba en la enorme dificultad social y poltica de pensar a los jvenes como agentes y mantenerlos como receptores pasivos de un conjunto de derechos y obliga-ciones definidos a priori y desde arriba. Este problema tiene una de sus causas principales en los esfuerzos nominativos y clasificatorios que consumen buena parte de los debates y de las energas del pensamiento, en detrimento del reconoci-miento a las fases activas o performativas de la ciudadana en la contemporaneidad.

    La ciudadana juvenil debera ser el resultado del equilibrio entre el nombre (que otorga un estatuto) y la accin (como el lugar de verificacin emprica de ese estatuto). Sin embargo, el dilogo entre definicin y realidad posible es una cuenta pendiente que no logra confluir.

    La definicin insiste en producir un discurso en el que se ofrecen garantas a los jvenes para que gocen de derechos y beneficios, pero la realidad corre en otras direcciones al difi-cultar su acceso pleno al espacio pblico, dificultad que se articula no slo a su edad sino a la pobreza, a sus pertenencias tnicas y a su apariencia.

    Programas y proyectos de atencin a la juventud en Amrica Latina se esfuerzan por hacer confluir estas dos vertientes, pero vemos, sin embargo, que una poltica excluyente avanza, sin

    ningn pudor ni silencio, para expulsar de la calle y de la pala-bra pblica a los no-ciudadanos, los jvenes, los pobres y los indgenas. Lo pblico, espacio de realizacin de la ciudadana, pierde as su condicin de espacio de encuentro y conversacin entre los diferentes que constituyen una sociedad. Este esun contexto sin el cual la discusin en torno a la ciudadana es un debate hueco y carente de referentes.

    La ciudadana cultural, aquella que se define desde la articulacin del derecho a la organizacin, a la expresin, a la participacin en el mundo a partir de las pertenencias y anclajes culturales (el gnero, la etnia, la religin, las opciones sexuales, las mltiples adscripciones identitarias, entre otras) puede resultar una categora til para dotar a la ciudadana juve-nil de un marco poltico que permita revertir los formalismos polticos y los esencialismos que atribuyen a la condicin juve-nil un mal que se cura con los aos; es decir, una definicin que se construye casi exclusivamente a partir de los rangos de edad. La ciudadana cultural puede incorporar:

    La dimensin civil en la necesidad de revisar su estatuto nacional.

    La dimensin poltica en la necesidad de rearticularla a sus constitutivos culturales y sociales, y su relacin con las polticas de seguridad.

    La dimensin social en la necesidad de revisar las polticas pblicas de cara a las trasformaciones del mundo y las necesi-dades de los propios actores sociales.

    Puede asimismo, dar juego para recolocar el problema de gnero, el del acceso a la cultura-mundo y, de manera especial, lo que constituye la produccin de visibilidad en torno a los jvenes a travs de los discursos mediticos y del discurso social dominante.

    Ni organizacin tradicional ni participacin electoral o formal son hoy categoras tiles para pensar la ciudadana juvenil.

    Los datos, es cierto, son alarmantes; las estadsticas estn ah para documentar la crisis, la situacin compleja. Pero no es la medicin constante del horror y la desesperanza lo que ayu-dar a trasformar la realidad y construir las opciones de futuro que los jvenes demandan. La tarea es poltica y demanda incrementar la capacidad de escucha y luchar contra las repre-sentaciones construidas, contra ese imaginario que fija a los jvenes contra una pared que los inmoviliza y les impide salir de su condicin de vctimas o victimarios.

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  • Octubre-Diciembre de 2003 RENGLONES 55 37

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    MSICO, POETA Y FOTGRAFO. PLATA/GELATINA, BLANCO Y NEGRO, 1992, Yolanda Andrade.