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Reflexos n°005 1
Circulación de los saberes metalingüísticos en las misiones
jesuíticas del Paraguay: El tratamiento de los marcadores
epistémicos y evidenciales en dos gramáticas misioneras
(s. XVII-XVIII)
Élodie Blestel
Maîtresse de conférences, Université Sorbonne Nouvelle, EA 7345 CLESTHIA
Resumen
El Tesoro de la lengua guaraní y el Arte de la lengua guaraní, publicados en Madrid en
1639 y 1640 por el padre jesuita Antonio Ruiz de Montoya, constituyen uno de los
primeros intentos de gramatización y objetivación de la lengua guaraní en pos de
proporcionar a los misioneros las herramientas lingüísticas necesarias para la
comunicación en las diversas situaciones a las cuales debían enfrentarse (conversaciones
cotidianas, instrucción religiosa, administración de los sacramentos). Aunque los
marcadores epistémicos y evidenciales no tienen cabida en las primeras categorizaciones
gramaticales heredadas de la tradición epistemológica grecolatina utilizada por Montoya,
mostraremos que la necesaria consideración de la oralidad –utilizada como fuente de
elaboración del corpus pero también como finalidad (se enseñaba la lengua para hablar
bien)– conduce a Restivo, en su Arte de la lengua guaraní anotado (1724), a enriquecer
la gramática de Montoya con un inventario de formas epistémicas y evidenciales –y las
situaciones enunciativas correspondientes– tan exhaustivo como innovador desde un
punto de vista epistemológico.
Tras cuestionar, cruzando dos enfoques –onomasiológico y semasiológico–, la validez de
estos campos semánticos (evidencialidad y epistemicidad) para las formas que
pretendemos estudiar, mostraremos cómo evoluciona el tratamiento del que son objeto en
las obras de los padres Montoya y Restivo, apoyándonos en las ediciones siguientes:
● Tesoro de la lengua guaraní. Compuesto por el Padre Antonio Ruiz, de la
Compañía de Iesvs, Madrid, 1639.
● Arte, y Bocabvlario de la lengua gvarani. Compuesto por el Padre Antonio Ruiz,
de la Compañía de Iesvs, Madrid, 1640.
● Arte de la lengua guaraní por el P. Antonio Ruiz de Montoya de la Compañía de
Jesús con los escolios, anotaciones y apéndices del P. Paulo Restivo de la misma
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Compañía (Sacados de los papeles del P. Simon Bandini y de otros), Santa María
La Mayor, 1724.
Palabras clave
Epistemicidad, evidencialidad, gramática misionera, guaraní, epistemología
Tabla de contenido
Introducción
1. Marcadores epistémicos y evidenciales del guaraní misionero: enfoques cruzados
1.1.Epistemicidad y evidencialidad: enfoque onomasiológico
1.1.1. Modalidad epistémica
1.1.2. Modalidad evidencial
1.1.3. Modalidad mediativa
1.1.4. Enfoque onomasiológico: balance
1.2.Marcadores epistémicos y evidenciales en guaraní
1.2.1. Epistemicidad y evidencialidad en lenguas tupí-guaraní
1.2.2. Epistémicos y evidenciales en el guaraní misionero
1.2.2.1. Método y resultados
1.2.2.2.Primeros análisis
1.2.3. Balance
2. Marcadores epistémicos y evidenciales del guaraní: enfoques misioneros
2.1.Primeros intentos de objetivación: la obra del Padre Antonio Ruiz de Montoya
2.1.1. Montoya, obra y proyecto
2.1.2. Los límites de la Gramática Latina Extendida (GLE)
2.2.Un interés creciente por la dimensión oral del guaraní: el aporte del padre Restivo
2.2.1. Paulo de Restivo
2.2.2. Revisión de Montoya
Conclusiones
Reflexos n°005 3
Texto completo
Introducción
El Tesoro de la lengua guaraní y el Arte de la lengua guaraní, publicados en
Madrid en 1639 y 1640 por el padre jesuita Antonio Ruiz de Montoya constituyen uno de
los primeros intentos de gramatización1 y objetivación de la lengua guaraní en pos de
proporcionar a los misioneros las herramientas lingüísticas necesarias para la
comunicación en las diversas situaciones a las cuales éstos recién se enfrentaban
(conversaciones cotidianas, instrucción religiosa, administración de los sacramentos).
Esto suponía no solamente armar una metodología que permitiera describir la lengua
adaptando las categorías metalingüísticas de las que se disponía para la gramatización de
los vernaculares europeos, sino también plasmarla en un conjunto de obras –en este caso,
una gramática y un diccionario– con el fin de proveer los instrumentos didácticos
necesarios para llevar a cabo la evangelización de los indígenas reducidos en las
Misiones. Sabemos que la gramatización de los vernaculares europeos fue contemporánea
de la exploración del planeta (África, América, Asia) y de la colonización progresiva, por
parte de las potencias europeas, de territorios inmensos. Sin embargo, en contraste con la
gramatización de los vernaculares europeos, dos aspectos dificultaban la empresa de los
misioneros: el carácter exclusivamente oral de la lengua guaraní y su gran variación
dialectal. Al no ser el guaraní su lengua materna, los primeros gramáticos jesuitas no
disponían de ningún conocimiento epilingüístico que les permitiera comprender con
acierto el funcionamiento de la lengua. Por consiguiente, tenían que acudir a la ayuda de
traductores –cuyos idiolectos fueron erigidos en norma: es el caso del idiolecto del
indígena Nicolás Yapuguay, por ejemplo, sobre el que volveremos más adelante– para
proceder a la fragmentación de las distintas unidades lingüísticas de la cadena hablada.
Esta peculiar atención a la dimensión oral de la lengua, combinada con el propósito
básicamente comunicacional del aprendizaje del guaraní, hicieron que se prestara una
atención muy puntillosa y circunstanciada a distintas estrategias conversacionales. Entre
estas, podemos destacar el uso de los marcadores evidenciales y epistémicos ya que,
incluso si el conocimiento lingüístico de la época aún no permitía que éstos fueran
1 « Par grammatisation, on doit entendre, au sens propre, le processus qui conduit à décrire et à outiller une
langue sur la base de deux technologies, qui sont encore aujourd’hui les piliers de notre savoir
métalinguistique : la grammaire et le dictionnaire. » (Auroux 1994 : 109).
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etiquetados como tales en los paradigmas de la “gramática latina extendida” (Auroux
1994) que usaron los padres Montoya y Restivo, la observación minuciosa del modo en
que los han tratado evidencia un inventario de formas –con las situaciones enunciativas
correspondientes– tan exhaustivo como innovador desde un punto de vista
epistemológico.
Para mostrarlo, nos centraremos en tres obras misioneras, Tesoro de la lengua
guaraní (1639), Arte, y Bocabvlario de la lengua gvarani (1640) del padre Montoya, y la
versión anotada de esta última misma por el padre Paulo Restivo, Arte de la lengua
guarani por el P. Antonio Ruiz de Montoya de la Compañía de Jesús con los escolios,
anotaciones y apéndices del P. Paulo Restivo de la misma Compañía (Sacados de los
papeles del P. Simon Bandini y de otros) (1724). Tras exponer primero el conjunto de
formas epistémicas y evidenciales que pretendemos estudiar y los motivos por los cuales
las hemos seleccionado, veremos cómo su tratamiento ha evolucionado entre la obra de
Montoya y la de Restivo, publicada casi un siglo más tarde. Formulamos la hipótesis de
que la necesaria toma en consideración de la oralidad –a la vez como fuente del corpus
utilizado y como propósito de la gramatización de la lengua guaraní– explica que
podamos encontrar un interés creciente por parte de estos dos gramáticos por la dimensión
interlocutiva, performativa e incluso metalingüística de algunos morfemas, lo cual supera
ampliamente lo que podría ser una visión restringida a la tradición epistemológica
grecolatina2.
1. Marcadores epistémicos y evidenciales del guaraní misionero: enfoques
cruzados
Las categorías semánticas de la epistemicidad y de la evidencialidad forman parte
del dominio más general de la modalidad, un concepto lógico kantiano que, en su sentido
amplio, remite a la expresión de la manera en que el hablante presenta un contenido
proposicional. En una acepción más restringida, la modalidad puede designar elementos
lingüísticos concretos: verbos, modos, adverbios de modalidad (también calificados de
“adverbios de frase”) o, en el caso de lenguas aglutinantes como el guaraní, morfemas
2 Este trabajo se desarrolla en el marco del proyecto colectivo e interdisciplinario LANGAS “Lenguas
Generales de América del Sur” (Centro de investigación CREDA, UMR 7227), financiado por la Agencia
Nacional de Investigación francesa (2011-2016) y dirigido por la Dra. Capucine Boidin (IHEAL/Université
Sorbonne Nouvelle).
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específicos que informan sobre la actitud o el punto de vista del hablante sobre el
contenido frástico. Las lenguas tupí-guaraní presentan un gran número de morfemas
modales (ver Kamaiwra, Cabral, Solano y Naves 2009), los cuales abarcan categorías
semánticas tan dispares como la necesidad, la posibilidad, la exhortación, el grado de
compromiso del hablante con la verdad o la fuente de información. En esta primera parte,
trataremos de circunscribir nuestro objeto de estudio mediante dos enfoques cruzados: un
primer enfoque, onomasológico, nos permitirá echar luz sobre lo que entendemos por
modalidades epistémica y evidencial. El segundo, semasiológico, nos llevará a efectuar
algunas observaciones sobre la semiología de estos morfemas, ya que los significantes
pueden dar cuenta de relaciones entre los significados que no necesariamente reflejan las
categorías semánticas que solemos utilizar.
1.1. Epistemicidad y evidencialidad: enfoque onomasiológico
1.1.1. Modalidad epistémica
La modalidad epistémica tiene varias acepciones: la más general remite a la manera
en que el hablante califica el conocimiento de la situación que transmite en términos de
fiabilidad (verdadero/falso, etc.)3. Esta información adicional sobre el conocimiento del
contenido transmitido existe en todas las lenguas. Sin embargo, no siempre se encuentra
gramaticalizada en los distintos sistemas lingüísticos, pues un mismo morfema puede
contener información relativa al tiempo o al aspecto, lo que complica el análisis de los
datos. Así, un idioma puede presentar de forma gramaticalizada –es decir con un morfema
específico– el hecho de que una información sobre un evento distante en el tiempo o en
el espacio no tiene el mismo grado de fiabilidad que un evento próximo; o bien que una
información obtenida por dizque no merece el mismo grado de confianza que una
información adquirida por experiencia, etc. (ver Landaburu 2005).
1.1.2. Modalidad evidencial
La categoría semántica de la evidencialidad –propuesta en primer lugar por
Jakobson (1957)– mantiene vínculos estrechos con la modalidad epistémica, ya que
remite a la existencia y/o a la naturaleza de la prueba, o del tipo de testimonio que acredita
3 Es el motivo por el cual algunos autores no la califican de “epistémica” sino de “epistemológica” (ver
Chafe y Nichols 1986, Landaburu 2005).
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una aserción dada. Una vez más, esta categoría semántica puede ser expresada sin que
esté gramaticalizada mediante marcadores evidenciales obligatorios y exclusivos de esta
función. Así, solamente una cuarta parte de las lenguas del mundo poseerían marcadores
evidenciales (Aikhenvald 2004) y éstos no siempre serían independientes de otros
marcadores de tiempo, modo y aspecto. Aikhenvald establece una tipología de la
evidencialidad en la cual distingue dos grandes tipos: el primer tipo abarca los sistemas
de indirectividad en los cuales el hablante indica si la prueba existe, sin especificar su
naturaleza; el segundo sistema o tipo, propiamente evidencial, especifica la naturaleza de
la prueba (por ejemplo, visual, reportada o inferida).
1.1.3 Modalidad mediativa
La noción de modo mediativo (Guentchéva 1996 y Guentchéva & Landaburu 2007)
también mantiene relaciones estrechas con las modalidades epistémica y evidencial, pues
surgió para describir la propensión discursiva de los hablantes a citar una fuente de saber
para matizar el modo en que se hacen responsables de la información (Laurendeau 1989
habla de asunción –“prise en charge”–, de la información). En términos de Guentchéva,
el “mediativo” remite a
la catégorie grammaticale dont l’essence même est d’indiquer que l’énonciateur fait
référence à des situations (statiques ou dynamiques) dont il n’assume pas la responsabilité
pour en avoir eu connaissance par voie indirecte, d’où la possibilité pour lui de manifester
divers degrés de distance par rapport au contenu de son propre message, et, pour le co-
énonciateur, la possibilité de remettre en question, voire de réfuter le contenu du message
reçu (1996: 11).
El modo mediativo permite así relatar una información sin posicionarse en cuanto
a su veracidad. El modo no mediativo, en cambio, indica que el hablante se implica en la
aserción4.
4 Encontramos también los términos de “modo oblicuo”, “no testimonial” (donde “testimonial” equivaldría
a “no mediativo”) o “(no) asumido”. Claude Hagège propone el término “médiafórico” (“médiaphorique”)
para caracterizar los morfemas gramaticales que permiten al hablante imputar a otro lo que está aseverando
(ver Hagège 1995).
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1.1.4 Enfoque onomasiológico: balance
Podemos constatar así cuán complejo puede resultar hacer una tipología de estas
nociones semánticas: no todas aparecen de forma gramaticalizada en todas las lenguas, y
un mismo morfema puede tener consecuencias pragmáticas distintas según el contexto en
el cual es empleado: así, por ejemplo, el citar una información obtenida por fuente
auditiva puede conducir a interpretarla como menos fiable que si lo fuera por la vista. Sin
embargo, el morfema involucrado seguirá siendo evidencial en un sistema lingüístico
dado y solo se analizará contextualmente como epistémico, lo que explica que algunos
autores prefieran usar el concepto de “enunciación mediatizada” (Guentchéva 1996,
Guentchéva y Landaburu 2007). De ahí la necesidad de observar detenidamente el
funcionamiento de los morfemas en las lenguas que pretendemos estudiar. A eso nos
dedicaremos en lo que sigue: después de un breve repaso de los aportes de los autores que
se han dedicado a estas cuestiones en las lenguas de la familia tupí-guaraní, trataremos de
presentar el sistema en guaraní misionero, a partir de las formas reportadas por los
gramáticos. Esto nos permitirá hacer un balance de los aportes de cada uno de los
gramáticos estudiados, Montoya y Restivo, en la segunda parte de nuestro trabajo.
1.2. Marcadores epistémicos y evidenciales en guaraní
1.2.1. Epistemicidad y evidencialidad en lenguas tupí-guaraní
Los estudios que se han dedicado al examen de los epistémicos y evidenciales en
lenguas del grupo tupí-guaraní testimonian cuán difícil resulta seleccionar los morfemas
relativos a estas dos categorías semánticas. Las diferencias de resultados entre los estudios
se explican no solamente por la(s) lengua(s) y época(s) estudiada(s) –no todas las lenguas
tienen un sistema gramaticalizado, de ahí la distinción entre “morfemas” obligatorios y
“partículas” libres que propone Dietrich (2010) siguiendo a Dooley (1982)– sino también
por el modo en que los autores entienden y separan estos conceptos semánticos.
Asimismo, algunos se centran en los morfemas exclusivamente epistémicos y/o
evidenciales (Cabral 2000 y 2007, Magalhaes 2007, Carvalho 2013 por citar algunos
ejemplos) mientras que otros estudian más bien todo lo relativo a las estrategias
discursivas que remiten a estos conceptos, incluyendo elementos no específicamente
evidenciales o epistémicos en el sistema lingüístico (Cerno 2016). Los primeros autores
que han recurrido a la noción de evidencialidad para lenguas tupí-guaraní fueron Kracke
(1988) y Jensen (1998), seguidos por Aikhenvald, quien propuso un sistema evidencial
bipartito entre una marca de “reportado” y “todo lo demás” (2004: 31). Otra perspectiva
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adoptada ha sido la de la enunciación mediatizada; en esta línea hay que destacar los
aportes de Cabral (2000 y 2007). En estos últimos trabajos, la autora se dedica
específicamente a este tipo de marcadores en más de veinte lenguas de la familia tupí-
guaraní desde un enfoque tipológico. Señala que las lenguas de esta familia presentan
partículas que distinguen informaciones (a) basadas en la experiencia personal del
locutor, (b) obtenidas a través de una tercera persona, (c) obtenidas a través de dizque,
(d) adquiridas en sueño, (e) provenientes de un mito y (f) resultantes de una inferencia
(Cabral 2000: 5)5. Esto le permite reconstruir el sistema siguiente en el proto-tupí-
guaraní: *rakó ~ kó ‘constatado por el hablante’, *raꞌé ‘no constatado por el hablante
(mediativo)’, *je ‘dizque (mediativo)’ y *nipo ~ *ipó ~ *pó ‘inferencial (mediativo)’. A
este sistema añade la forma *raꞌú (dubitativo), la cual remite a la expresión de la
evidencialidad onírica según Kracke (2009). Cabral coincide con Aikhenvald en la idea
de un sistema bipartito, que divide entre “atestiguado” y “mediativo”, pero distingue para
este segundo grupo cuatro subcategorías (experiencia asociada a otro/dizque/mito/sueño),
a lo cual añade una subcategoría de lo probable o de la duda que califica de “modalidad
alética” (2007: 288-289). Este análisis concuerda en parte con la propuesta de Seki
(2007), quien propone también subdividir las marcas mediativas según el modo de acceso
a la información para la lengua kamayura (tabla 1):
Fuente de la información Tercera persona:
Locutor : atestiguado >
rak
reportado > je
Tipo de evidencia Directa previa > heme
visual > ehe
auditiva > po
Indirecta inferencia externa
> inip
inferencia interna >
aꞌa
Tabla 1: Marcas mediativas en kamayura según Seki (2007: 264)
5 En Cabral (2007), la autora ofrece la misma clasificación pero añade para (b) “obtenues d’un tiers et
fondées sur son expérience personnelle” y para (f) sustituye “senties comme possibles” a la expresión
“inférence” (2007: 268).
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Sin embargo, esta oposición no siempre es retomada por los autores con la misma
terminología. Así, encontramos también la idea de una oposición entre lo atestiguado y
lo mediativo también en Magalhaes (2007), pero esta autora apunta tres “formas
evidenciales” para la lengua guajá: araká ‘atestiguado por el locutor/pasado reciente’,
arakaꞌi ‘atestiguado por el locutor/pasado lejano’ y jé ‘atestiguado por un tercero’; a estas
formas agrega dos partículas “epistémicas”: raꞌa ‘dubitativa’ et ajpó ‘de posibilidad’
(2007: 82-84). Para la lengua Emerillon-Teko, Rose recurre al término “testimonial” para
calificar la partícula correspondiente al atestiguado -rako (Rose 2011: 306). En cuanto a
Carvalho (2013), este autor califica este conjunto de formas de “epistémicas”, incluso si
describe, para la lengua mbya, un sistema muy similar al que hemos referido
anteriormente: raꞌe ‘atestiguado por otro, con ocurrencia reciente’, rakaꞌe ‘atestiguado
por otro, hace mucho tiempo’, dje ‘conocimiento compartido por la colectividad’, aipo
‘evidencia sonora’, kuri ‘atestiguado por el hablante recientemente’ y karamboae
‘atestiguado por el hablante hace mucho tiempo’ (2013: 107-115).
Otros autores retienen un sistema de significantes algo diferente bajo la
supercategoría “evidencialidad”, como es el caso de Dietrich (2010), quien estudia las
categorías de tiempo, aspecto y evidencialidad en guaraní paraguayo y en chiriguano. Sin
embargo, si bien este autor retoma la idea según la cual la forma raꞌe, en guaraní
paraguayo, “permite expresar que el hablante no atestigua lo dicho” (2010: 78), opone la
forma ndaje ‘no atestiguado’ al sufijo átono -ma que analiza como “la evidencia de
resultado atestiguado” (2010: 78). Dietrich prosigue con el análisis de la forma voi como
marca de “evidencialidad asertiva” (2010: 79) y señala un segundo tipo de evidencialidad
mediante la marca de realización continua de la acción -i que, según él, no se limita a esta
función ya que esta indica que “el hablante insiste en la existencia del hecho garantizada
por él mismo” (Dietrich 2010: 79).
Finalmente, Cerno (2011) propone otro sistema para el guaraní correntino, el cual
no se funda solamente en la fuente enunciativa sino en los indicios o pruebas de los cuales
dispone el hablante en el contexto inmediato (tabla 2):
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Evidencia Directa no disponible hue-he
disponi
ble
presente haꞌe -
ꞌe
de resultados ma
Indirecta ndaje - ndae
Tabla 2: Partículas evidenciales en guaraní correntino según Cerno (2011: 206)
Sin ser exhaustiva, esta breve revisión de la bibliografía sobre epistémicos y
evidenciales en lenguas tupí-guaraní permite comprobar que las conclusiones extraídas
de los análisis no solo dependen de las variantes dialectales estudiadas sino que están
también subordinadas a las categorías semánticas elegidas y a la forma en que éstas son
entendidas por los estudiosos.
1.2.2. Epistémicos y evidenciales en el guaraní misionero
Fundándonos en estas observaciones, nos hemos propuesto indagar en las
gramáticas misioneras con el fin de comprobar cuáles podían ser los morfemas vinculados
con estas modalidades y ver de qué manera habían sido tratados por los gramáticos
jesuitas6. Para eso, no solamente hemos buscado las formas atestiguadas por los
estudiosos como evidenciales y epistémicas en lenguas del tronco tupí-guaraní actual sino
que hemos tratado de observar todas las formas que, según las traducciones y glosas
proporcionadas por los gramáticos, podían tener algún vínculo con estas categorías
semánticas. Este vaivén entre las traducciones, glosas y aportes de la lingüística
contemporánea nos ha parecido imprescindible dado que (i) los estudios tipológicos sobre
lo que puede haber sido el sistema en proto-tupí-guaraní constituyen solamente una
hipótesis (Cabral 2000 y 2007), (ii) es posible que algunas formas del guaraní misionero
hayan desaparecido completamente de las variantes actuales y (iii) era nuestra voluntad
comprobar si era posible deducir del conjunto de estas formas algún esbozo de
sistematicidad, por lo menos desde un punto de vista semiológico.
6 El proyecto LANGAS consistió, entre otros aspectos, en tratar de entender los procesos de elaboración
de herramientas lingüísticas y textuales susceptibles de expresar nuevas experiencias del tiempo y de la
sociedad en las lenguas amerindias, centrando específicamente nuestra atención en la expresión de nuevos
regímenes de historicidad y de verdad moldeados por nuevos usos de morfología temporal, aspectual y
evidencial en esas lenguas, en particular en las prácticas indígenas de escritura desarrolladas en los géneros
discursivos creados por la evangelización.
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1.2.2.1. MÉTODO Y RESULTADOS
Al consultar las obras de los dos misioneros jesuitas, podemos constatar la presencia
de nueve formas en guaraní misionero que parecen estar vinculadas –por lo menos desde
un punto de vista etimológico– con formas analizadas como “evidenciales” o
“epistémicas” en otras variantes del tronco lingüístico tupí-guaraní: -haꞌe, -rako, -raꞌe,
raꞌu, -je/ndaje, -ma, -po/-nipo. A estas nueve formas, hemos decidido agregar para
nuestro estudio todas aquellas que, según las glosas y/o traducciones de los gramáticos,
podían tener alguna relación con los campos de lo epistémico y lo evidencial. Para eso,
hemos seleccionado todas las entradas cuyas glosas y/o traducciones contenían elementos
del campo léxico de la duda (“acaso”, “quizás”, “probable”, “posible”, “duda”, “dudoso”,
“por ventura”), de la aseveración (“ciertamente”, “cierto”, “verdaderamente”, “verdad”),
de la falsificación (“falsamente”, “falso”) y también las formas cuyas glosas podrían estar
relacionadas con el acceso a la fuente de información (“cuando el indio/los indios ve(n)”,
“cuando se ve”, “cuando el indio/los indios oye(n)” “indicios”, “señal(es)”, etc). La
aplicación de este método arroja luz sobre una gran cantidad de expresiones relativas a
esas nociones en guaraní misionero, pues son más de noventa las formas relacionadas con
esos dos campos semánticos en las dos obras estudiadas.
Sin embargo, dentro del conjunto, no todas las formas tienen el mismo estatuto:
- muchas de ellas se explican por la mera aglutinación de varios morfemas
entre sí: así, aje ‘verdad?’ permite formar las entradas ajepako, ajeraꞌúje,
ajete, ajetevyvi, ajeteraꞌu, etc.;
- otras son, según los gramáticos, simplemente variantes dialectales (por
ejemplo, aru’ã ‘probable’, equivalente de vykatu o vyvi);
- no todas tienen carácter obligatorio ni tampoco el mismo funcionamiento
sintáctico.
1.2.2.2. PRIMEROS ANÁLISIS
A partir de esta compilación, hemos observado si los morfemas presentaban alguna
sistematicidad en su semiología con el fin de comprobar si su pertenencia a campos
semánticos afines se manifestaba por la presencia de cognemas, es decir de fonemas que,
por su posición recurrente y/o alternancia con otros fonemas en signos de un mismo
Reflexos n°005 12
campo semántico, pueden ser considerados como operadores cognitivos que están en el
origen de la emergencia de la significación7.
Lo que hemos podido notar es que si existe alguna sistematicidad semiológica en
estos morfemas, esta no se manifiesta solamente en los morfemas de epistemicidad o de
evidencialidad, sino que muchas formas parecen estructurarse en torno a una acepción
más amplia de la modalidad, vista como la forma en la que el hablante se posiciona en
cuanto a la apropiación de lo enunciado. Efectivamente, parece que en guaraní
misionero, la presencia de los submorfemas (o cognemas) -R-, -N- y -P- explica en gran
medida los significados de los morfemas recopilados por los gramáticos en los campos
de las modalidades epistémica, evidencial, interrogativa e intersubjetiva. Lo formulamos
con las hipótesis siguientes:
- la presencia del cognema -R- en ataque de palabra (posición de mayor
semántica) da la instrucción de concebir el signo que informa como una
relación, de allí el carácter reflexivo y metalingüístico del hablante sobre lo
que dice. La asociación de este cognema con elementos deícticos es la que
marca la diferencia entre los signos en el campo evidencial. Así, rako, raꞌe,
raꞌu, reꞌa, rera tienen todos en común en su significado el que el hablante
relacione lo dicho, (i) con su esfera inmediata (de allí la asociación con el
deíctico ko ‘esto’ en la forma rako), (ii) con su esfera mediata (en el caso
del mediativo raꞌe, parece que se puede explicar por la asociación de ra- y
el deíctico egui ‘ello’, el cual habría sufrido una aféresis de la segunda
sílaba), iii) con algo ficticio o simulado (raꞌu = -R- + aꞌu), o iv) a algo que
se acaba de decir (rera, reꞌa). Es también lo que podría explicar el
significado de rano ‘otra vez, también’ como morfema de relación de dos
enunciados consecutivos (asociado con el morfema no ‘también’).
7 Nuestro enfoque se inscribe en una teoría enactiva del lenguaje, en la cual se considera que la
experiencia sensomotriz, física y sensible del habla modela la significación. Para que un fonema
se pueda interpretar como cognema, es necesario que se inscriba en una red de correspondencias
sémicas y morfémicas. Bottineau enumera las circunstancias (no cumulativas) en las cuales es
legítimo considerar que la relación fonema ~ invariante cognitivo se activa: “1) il se manifeste
dans une alternance récurrente (…). 2) L’opérateur-mot dans lequel il se manifeste est lui-même
globalement formé d’une agglutination de marqueurs extraits de telles alternances (…). 3) Le
submorphème, combiné à une racine ou à d’autres submorphèmes dans une position constante
comme l’initiale ou la finale, classe tous les opérateurs concernés dans une catégorie donnée [...]”
(Bottineau, 2004 : 29).
Reflexos n°005 13
- la presencia del cognema -N- en ataque de palabra indica que el hablante
vincula lo dicho a su interioridad, ya sea porque lo atestigua (ne, ni, niko,
nãnga, nanga, niã), ya para expresar el que dude de ello (de allí la
asociación de ni con po en nipo).
- la presencia del cognema -P- indica que con el signo se delega la
apropiación del hablante: ya sea porque hace una pregunta directa
(interrogativos pa, pako, piko, pã, pãnga, etc.), ya porque no hay indicios
visuales que permitan atestiguar lo dicho (po).
1.2.3. Balance
Si nos atenemos al campo de la modalidad en sentido amplio, podemos plantear la
hipótesis de que la lengua guaraní de la época misionera presentaba un sistema modal que
semiológicamente giraba en torno a los operadores cognemáticos siguientes:
→ R = operador de posicionamiento metadiscursivo de quien reflexiona sobre lo que
dice;
→ N = operador de posicionamiento del hablante (apropiación);
→ P = operador de delegación al alocutario (mandar hacer, preguntar, pedir
confirmación > dudar).
Estas son las hipótesis que podemos formular al comparar las categorías semánticas
disponibles, y aquello que da a ver la estructuración semiológica del idioma. Ahora bien,
lo interesante es que este vaivén entre enfoque onomasiológico y enfoque semasiológico,
es decir entre categorías ya pensadas de las que disponemos en el siglo XXI y basadas en
la observación del funcionamiento de otros idiomas y el idioma particular que uno
pretende estudiar, es análogo a lo que hicieron los misioneros Montoya y Restivo en los
siglos XVII y XVIII, respectivamente.
2. Marcadores epistémicos y evidenciales del guaraní: enfoques misioneros
En el Tesoro de la lengua guaraní y el Arte de la lengua guaraní, publicados en
1639 y 1640, respectivamente, el padre jesuita Antonio Ruiz de Montoya trataba de hacer
algo muy similar: estas obras constituyen precisamente uno de los primeros intentos de
gramatización y objetivación de la lengua guaraní para proporcionar a los misioneros las
herramientas lingüísticas necesarias para la comunicación. Como lo expusimos
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anteriormente, sabemos que este proceso de gramatización fue contemporáneo del de los
vernaculares europeos. Pero la gramatización de las lenguas nativas americanas y del
guaraní en particular suponían superar dificultades adicionales: la lengua guaraní era
exclusivamente oral, presentaba un alto grado de fragmentación dialectal y los misioneros
no podían contar con ningún conocimiento epilingüístico en el que pudieran apoyarse
(conocimiento intuitivo). Es por esta razón por la que recurrieron a la ayuda de
« traductores » –cuyos idiolectos fueron elevados al rango de norma–, quienes los
ayudaron a dividir el lenguaje hablado en diferentes unidades lingüísticas; unidades que
tendrían que calificar y ordenar en gramáticas y diccionarios.
De este modo, la dimensión oral de la lengua, combinada con el propósito
básicamente comunicacional del aprendizaje del guaraní, hicieron que se prestara una
atención muy puntillosa y circunstanciada a distintas estrategias conversacionales. Entre
estas, podemos destacar el uso de los marcadores evidenciales y epistémicos ya que,
incluso si el conocimiento lingüístico de la época aún no permitía que estos fueran
etiquetados como tales en los paradigmas de la “gramática latina extendida” (Auroux
1994) en que se fundaron los padres Montoya y Restivo, la necesaria consideración de la
oralidad explica por qué podemos observar este creciente interés por parte de estos
gramáticos, por la dimensión interlocutiva, performativa e incluso metadiscursiva de
estos morfemas modales, que los llevaron mucho más allá de lo que podría ser una visión
restringida de la tradición epistemológica grecolatina.
2.1 Primeros intentos de objetivación: la obra del Padre Antonio Ruiz de Montoya
2.1.1. Montoya, obra y proyecto
Antonio Ruiz de Montoya, nacido en Lima en 1585, se educó en Tucumán,
Argentina, antes de vivir en la provincia de Guairá a partir de 1612 (Melià 2012). Allí
aprendió guaraní y recurrió a informantes para recopilar sus notas sobre el uso del idioma,
notas que utilizaría después para la elaboración de sus diccionarios y su gramática
(Dietrich 1994-1995: 288), que imprimió a mediados del siglo XVII durante un viaje a
Madrid. Las influencias recibidas por Montoya son probablemente diversas: sabemos que
la gramática de Anchieta (1595) estaba disponible en Paraguay (San Martin la usó desde
1610), pero puede que haya usado las notas gramaticales del padre franciscano Luis de
Bolaños. También conoció al padre Diego González Holguín, cuya gramática quechua
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circulaba. Además, se entrenó con jesuitas de diferentes orígenes (misioneros italianos y
peruanos) y ciertamente conoció el modelo del jesuita portugués Manuel Álvares (1526-
1583), cuyo método de latín se recomendó en el plan de estudios de los colegios jesuitas.
2.1.2. Los límites de la Gramática Latina
Extendida (GLE)
Montoya parece dividido entre el idioma que escucha a través de sus informantes y
el deseo de traducirlo en las categorías gramaticales de lo que Auroux llama la “Gramática
latina extendida”: compara, invalida o confirma constantemente la adecuación de los
morfemas a aquello que conoce de las lenguas románicas, latinas o griegas y siempre
acaba proponiendo una traducción en español, necesariamente insatisfactoria.
Este es generalmente el caso de los morfemas modales que hemos identificado para
nuestro estudio: estas formas aparecen alternativamente entre las “conjugaciones” (de
pretérito para rako y raꞌe, por ejemplo), los “interrogativos”, los demostrativos y/o
adverbios que se traducen casi siempre por “cierto” o “ciertamente”. Hay algunas
contradicciones entre su gramática y su diccionario: aunque clasifica estos morfemas
modales entre las conjugaciones en su gramática, se deduce en el diccionario donde estos
términos aparecen como adverbios que indican que “hemos visto el hecho pasado” o,
precisamente, que “hemos obtenido la información de otra fuente”.
Montoya no percibe diferencia alguna entre los morfemas metadiscursivos que
empiezan con el cognema R y los que indican que los hablantes se comprometen con la
información, ya que lo subsume todo bajo la traducción “ciertamente”. Así es como
traduce el morfema -ra por “ya, otra vez”, igual que reꞌa, que glosa por “lo mismo que -
ra”, mientras que veremos cómo su sucesor percibe la dimensión interlocutiva de este
morfema. El diccionario le permite definir a Montoya estos morfemas uno a uno, pero
también podemos percibir la incomodidad que surge de la falta de correspondencia entre
las formas del lenguaje y las categorías de análisis a su disposición (fragmentos 1 y 2):
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Fragmento 1: Rako/nako = “adverbio afirmativo” (Montoya, Arte, y Bocabvlario de la lengua
gvarani, 1640).
Fragmento 2: Raꞌe = “afirma lo que le han dicho que pasó” (ibid.)
Al fin y al cabo, es en su diccionario (Tesoro de la lengua guaraní, 1640) donde
presenta sus mejores hallazgos (por ejemplo indica que vy remite a “indicio”, po a un
“demostrativo de lo que se oye”, etc.). Pero más interesante aún es ver cómo el
tratamiento de estos morfemas evoluciona en esta misma gramática anotada por el padre
Restivo, y editada casi un siglo más tarde.
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2.2 Un interés creciente por la dimensión oral del guaraní: el aporte del padre Restivo
2.2.1. Paulo de Restivo
Paulo Restivo nació en Mazzarino, Italia, en 1658. Llegó a Buenos Aires en 1691
y se estableció en 1694 en la reducción de Candelaria. Restivo presenta su gramática
como una actualización del trabajo de Montoya: se compromete a anotarlo para explicar
las transformaciones experimentadas por el idioma guaraní (dado que él no se encuentra
en la misma región), en un momento en que las misiones están bien estructuradas.
Los escritos de este misionero se caracterizan, en particular, por la aparición
explícita de la presencia de informantes, indios y literatos (“personas inteligentes en la
lengua Guaraní”, “lo más selecto”), de cuyo idiolecto Restivo se vale como fuente pero
también como norma de referencia, mencionando hasta sus nombres8: “Los autores, que
se citan, son: Ruíz, Bandini, Mendoza, Pompeyo, Insaurralde, Martínez y Nicolás
Yapuguay, todos son de primera clase”. De esta manera, asistimos a un verdadero giro en
las estrategias de gramatización del idioma, pues Restivo elige centrarse en el uso oral de
los hablantes nativos, lo cual tiene como consecuencia, según afirma Brignon, que
[l]es ouvrages de la décennie 1720 se présentent alors tout à la fois comme une célébration
du labeur des linguistes jésuites du XVIIe siècle (au premier rang desquels figure
Montoya) et comme la réactualisation de cet héritage à partir d’un contexte socio-
linguistique différent, marqué par un fort brassage inter-ethnique au sein des réductions.
[…] Restivo aurait fait le choix d’un nouveau processus de normalisation, pensé cette fois
à partir d’une appréhension pragmatique et plurielle du langage effectivement parlé dans
les missions. (2017: 28, el subrayado es nuestro),
Esto se manifiesta en su revisión de la obra de Montoya, que él retoma a la luz de
esta atención a la dimensión oral y fluctuante del lenguaje, lo cual, como vamos a ver, va
a tener consecuencias sustanciales en relación con la evolución de los saberes
epistemológicos sobre la lengua guaraní.
2.2.2. Revisión de Montoya
La gramática anotada de Restivo se divide en tres partes: el Arte, en la que retoma
la presentación de Montoya, el apéndice y el suplemento. Pero bajo el pretexto de anotar
y actualizar el trabajo de Montoya, Restivo propone avances considerables en el discurso
metalingüístico sobre el idioma guaraní:
8 Sobre el estatus de estos informantes, ver Brignon (2017) y Rodríguez Alcalá (2007).
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• En cuanto a la morfología, relaciona los morfemas modales que hemos descrito
con los deícticos y los morfemas interrogativos al tiempo que percibe el carácter
metadiscursivo de algunas de estas formas;
• En cuanto a la sintaxis, al proporcionar muchos detalles sobre el posicionamiento
de los morfemas y su carácter obligatorio;
• En el nivel pragmático, al dar también muchos detalles sobre el contexto
enunciativo y el carácter intersubjetivo de estos morfemas;
• Y por último, desde un punto de vista epistemológico, ya que especifica lo que
uno debe entender por las categorías empleadas.
Así, Restivo califica los adverbios de Montoya de “partículas demostrativas”,
“porque son compuestas de la partícula na l. ni y de los pronombres demostrativos a, ko,
uku l. ukui, ugui, l. egui, pues regularmente afirman como demostrando y señalando la
cosa o persona de la cual se habla o de la cual ambos han hablado y tienen noticia de
ella”. También especifica que el morfema no mediativo -rako no debe atribuirse a la
expresión de temporalidad y logra percibir que -ra, que Montoya traducía por “ya, otra
vez”, tiene carácter metadiscursivo: “Ra es partícula afirmativa de quien reflecte sobre lo
que dice”. Algo muy novedoso e interesante es que Restivo coteja los morfemas de
apropiación de la información –incluso si no lo dice así– con los que implican delegar
esta apropiación, al proporcionar numerosos ejemplos de alternancias en distintas
situaciones interlocutivas: “Con las dichas partículas de pregunta tienen correspondencia
las partículas afirmativas, de las cuales se hablará en el párrafo siguiente, ut: haꞌe piko,
‘¿es eso?’ y responde haꞌe niko, ‘eso es’, mudando la /p/ en /n/”.
Por otra parte, enriquece considerablemente la gramática con ejemplos, al tiempo
que especifica las categorías utilizadas, aunque no siempre resulten satisfactorias, hecho
del que parece ser consciente: “Dícense »afirmativas«, no porque se usan solamente en
las oraciones afirmativas, pues se hallan también en las negativas, sino porque aseveran
dando fuerza a lo que se afirma o se niega, de suerte que si se dejan, queda la oración
insulsa y sin viveza.” Restivo se basa en el trabajo previo de los misioneros pero también
en una cuidadosa consideración de la oralidad: estas formas evidenciales y epistémicas
eran (y siguen siendo) tanto más difíciles de describir por cuanto no corresponden a nada
conocido, por lo menos en la tradición gramatical grecolatina. Pero el tener en cuenta la
oralidad, tanto como fuente del cuerpo de trabajo, en contacto cercano con los
informantes, como también como un proyecto didáctico, hace que Restivo intente
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restaurar la importancia de estas formas para que la comunicación no aparezca “insulsa y
sin viveza”, según sus propias palabras.
Resulta evidente que el propósito de Restivo no era promover el conocimiento de
la lingüística por el arte, sino para hablar bien y evangelizar bien. Sin embargo, incluso
hoy en día, esta dimensión intersubjetiva del lenguaje, fundamental para la descripción
de los hechos lingüísticos, incluso en los sistemas lingüísticos aún no se ha tenido
suficientemente en cuenta. Hay que admitir que, para la época, el progreso ha sido real:
al menos en el nivel metalingüístico.
Conclusiones
El cotejo del tratamiento de los morfemas epistémicos y evidenciales –que hemos
tratado de circunscribir onomasiológica y semasiológicamente en la primera parte de este
trabajo– en tres obras misioneras (1639, 1640 y 1724) muestra cómo, a pesar de que los
gramáticos partieran de una tradición epistemológica grecolatina bien establecida, surge
paulatinamente la necesidad de cuestionar y revisar las categorías de estudio para
enfrentar un corpus oral que servía a la vez como fuente de información y como objetivo
de comunicación. Como hemos podido ver, el hecho de que los campos de la
evidencialidad y de la epistemicidad no estén gramaticalizados de forma tan sistemática
en las lenguas románicas, hace que los conocimientos metalingüísticos progresen de
forma sustancial en la obra de Restivo, en particular en los campos de la pragmática y de
la epistemología, desembocando en una mirada novedosa sobre las lenguas, y en
particular sobre el guaraní. Con esto, asistimos a un cambio en la actitud de los jesuitas
hacia la diversidad linguística de la comunidad, hecho que, para retomar las palabras de
Cerno y Obermeier, es también un “hecho que conduce a una nueva valoración del
discurso indígena” (2013: 35).
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