Cicerón y la retórica

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    Anuario Filosfico, 2001 (34), 347-367 347

    CICERN Y LA RETRICA

    LA MORAL DE ABOGADO DE CICERN Y SU EVALUACIN

    EN LOS SIGLOS XIX Y XX

    MANFRED FUHRMANN

    This article studies Cicero and the rhetoric, and the controversygenerated around his figure, in particular in XIX century. Threesteps are followed: first, it is tried to make clear how the figure ofCicero orator appeared in cases specially controverted; secondlythe modern critic of Cicero is discussed; and, finally, an assess-ment of the oratorian practice of Cicero is offered from the per-spective of present science.

    I

    Se ha llamado a Virgilio padre de Occidente: es el ttulo deun libro conocido1. No es nuestra intencin rebajar la fama de Vir-gilio. De qu otra persona puede afirmarse que sus obras podranreconstruirse a partir de las citas si se perdieran todos los testimo-nios directos? Sin embargo, Cicern podra reivindicar, acaso conmayor derecho que otros, el nombre honorfico de padre de Occi-dente. Lutero ha contribuido a acuar a travs de su traduccin dela Biblia slo el alemn y Dante con su Divina Commedia slo elitaliano. Pero Cicern, gracias a sus discursos y sus escritos filos-ficos, ha sido el maestro de las lenguas de toda Europa; su nombrefue programtico durante siglos para todo el mundo latinohablante.

    Cicern el estilista, el orador, el poltico, el filsofo: en oposi-cin a la fama de Virgilio su nombre no permaneci libre de man-chas; es ms, finalmente hubo esfuerzos por convertirle en un pro-

    1 Th. Haecker, Vergil, Vater des Abendlandes, Leipzig, 1931, Mnchen, 71952.

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    totipo de propiedades negativas. La crtica parti de sus cartas:manifestaron debilidades humanas. Se considera que es posiblecomprobar en el curso de la historia y en la cada de la repblicaromana que el poltico Cicern haba fracasado estrepitosamente; yal orador Cicern se le achacaba que haba dicho unas veces esto yotras lo otro, que haba cambiado sin escrpulos el punto de vista.Hasta se le intent censurar como filsofo apenas habra dichocosas propias; siempre se habra limitado a dar una forma latinaamena a las doctrinas de los griegos, no sin haber incurrido endiversas faltas.

    Mientras tanto la imagen negativa de Cicern, que triunfaba enel siglo XIX, ha vuelto a evaporarse. El poltico Cicern aparecehoy en da en una luz completamente distinta porque se han vueltosumamente cuestionables los instrumentos empleados por sus ad-versarios ms exitosos, sobre todo los de Csar, a saber, el poder,las tropas, la violencia y la guerra. Y el orador Cicern es juzgadode modo diferente, porque se ha aprendido a considerar su herra-mienta, la retrica, no slo como un medio peligroso de seduccin,sino tambin como la premisa irrenunciable para el entendimientono violento. Y finalmente se suelen estimar ms los logros delfilsofo Cicern: se agot el afn de rastrear en sus escritos con-servados las fuentes helensticas no conservadas; ha fracasado porla incertidumbre de sus resultados.

    Confundido por el favor y el odio de los partidos / oscila suimagen en la historia: estas palabras de Schiller2, aplicadas a Wa-llenstein, el general de la Guerra de los treinta aos, son aplicablestambin en el caso de Cicern. Ahora ya no es necesario acercarhumanamente a Cicern los corazones de los espectadores (lo queera la intencin de Schiller respecto de Wallenstein). Sin embargo,las relaciones y condiciones que han hecho posible la gran para-doja de los efectos ambivalentes de Cicern merecen todava algn

    inters: son complejos y en parte evidentes, en parte enigmticos yocultos. Por un lado, se pueden atribuir a la persona de Cicern y a

    2 En el prlogo de El campamento de Wallenstein, v. 102s.

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    las circunstancias romanas de su tiempo y, por otro, han sido ali-mentados por las controversias que se remontan a la Grecia clsica.

    Se trata de Cicern el orador, de Cicern y la retrica, por tanto,slo de una parte de la crtica de Cicern; ahora bien, es tambin laparte ms difcil y ms delicada, que requiere un esfuerzo particu-lar de enjuiciamiento por parte del observador concienzudo. Cice-rn, dotado como pocos pero desgraciadamente no provisto de unrbol genealgico que le hubiera depositado ya en la cuna la posi-

    bilidad de una actuacin poltica en la repblica de la nobleza ro-mana, se vio obligado a compensar la mancha de su procedenciacon su talento de orador. Con ello se apoder de un instrumentalque, como l mismo saba perfectamente, poda usarse para bien ypara mal, en el que incluso no siempre constaba ntidamente pordonde transcurran los lmites entre el uso bueno y malo. El queactuaba como orador ya suscitaba eo ipso sospechas entre suscontemporneos y particularmente cuando saba aplicar sus mediosde modo ms virtuoso y exitoso que todos los dems. Y ya loscontemporneos no necesitaban recurrir a la creacin propia cuan-do queran criticarlo: en los auditorios de los filsofos griegos to-dava se oan los ecos de los debates con los que en su da Platn yAristteles haban dilucidado los pros y los contras de la retrica.

    El terreno est jalonado, ahora se trata de explorarlo ms deta-lladamente. Cicern el orador que no titubeaba en la eleccin delos medios, se pone en tela de juicio: hasta qu punto la polmicaque se diriga contra l estaba justificada o no? El estudio se reali-zar en tres pasos. En el primer apartado se intenta hacer patente,sobre la base de ejemplos idneos, cmo procedi el orador Cice-rn, ms exactamente: de qu trucos se sirvi cuando la causa quedefendi no era favorable, de modo que era recomendable para ldesviarse de la verdad? En el segundo apartado se discute la crticamoderna de Cicern que culmina en el siglo XIX; all se muestra

    que la crtica era un caso de aplicacin de los reproches con los quedesde Platn se atacaba la retrica en general, la retrica comotcnica formal de persuasin. Finalmente, se sacar una conclu-sin: qu es lo que han aducido los defensores de la retrica, y

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    particularmente Cicern mismo para su justificacin y cmo se vela prctica oratoria de Cicern segn el juicio de la ciencia actual?

    II

    El discurso pblico es una forma de actuar. Pretende persuadir,

    es decir, mover a su pblico a un determinado comportamiento.Est vinculado a una situacin concreta que admite varias posibili-dades de comportarse: un problema poltico puede solucionarse deuna forma o de otra, un caso jurdico puede conducir a la condenao la desestimacin de la acusacin. A cada discurso son posiblesrplicas y por consiguiente el auditorio hace suyo ora este punto devista, ora aquel dependiendo de cual aparece como el ms plausi-ble. Sin embargo, para el orador no slo importa de qu argumen-tos dispone (este mbito se sustrae en gran medida a su influencia),sino sobre todo el hecho de que presente los argumentos disponi-bles del modo ms favorable posible para su punto de vista, deforma que haga valer enrgicamente los lados fuertes de su postura

    y esconda lo ms astutamente posible las debilidades. Los mediosde los que se sirve pueden resumirse bajo el concepto de tctica:cada orador en la persecucin de su objetivo procede segn un planbien pensado cuya realizacin le aconseja la seleccin de determi-nados ardides.

    El tctico Cicern destaca para la posterioridad de forma mspatente en sus discursos de defensa. Los pleitos tratan de asuntospasados, de hechos y su valoracin jurdica; aqu existe un marcofijo que, dada la situacin favorable de las fuentes, permite unadescripcin bastante precisa de las manipulaciones que Cicern haintroducido en su material. Dos tipos de medidas destacan perma-

    nentemente: por un lado, Cicern intent influir sobre sus oyentesa travs de la estructura, la composicin del discurso y, por otro,aspir a conseguir los objetivos deseados a travs del tipo de pre-sentacin, a travs del modo de formulacin y argumentacin de-talladas. El pblico fue conducido, por tanto, a travs de la dispo-

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    sitio y la elocutio, a travs de la macroestructura y la microestruc-tura, y eso de tal modo que la conduccin se realiz, por as decir,a sus espaldas, de modo que no se daba cuenta en qu medida fueguiado. Como ejemplos de estos dos tipos del proceder tcticoqueremos citar los discursos Pro Cluentio Habito y Pro Milone,porque en uno como en el otro se asegura, a travs de testimoniosaadidos desde fuera, que Cicern ha intentado encubrir notablesdebilidades de su posicin mediante estos procedimientos.

    En el proceso por asesinato contra Cluentio Habitus (del ao 66a. C.) Cicern se haba hecho cargo, como lo hizo generalmente, dela parte de la defensa. Su informe de la defensa desacostumbrada-mente extenso permite descubrir que ya la disposicin del acusadorhaba seguido consideraciones de tctica procesual y es que no slohaba tratado el cargo de asesinato, el objeto propio del proceso,sino tambin un asunto de soborno ocho aos anterior que, segnpareca, Cluentio haba maquinado: el crimen anterior sirvi comoprueba de plausibilidad del posterior. Cicern se acogi a esta bi-particin no sin superarla a la vez: despus de que el acusador ha-ba hecho preceder a su exposicin acerca del cargo de asesinatoun trozo de prehistoria supuesta o real Cicern potenci esteprocedimiento y present al principio de su discurso la prehistoriade la prehistoria, para explicar a su vez que no Cluentio, sino suadversario en el proceso de entonces el mismo que decan quehaba asesinado Cluentio, su padrastro de nombre Oppianico erael urdidor del escndalo de soborno. El informe de la defensa deCicern tiene as una estructura tripartita: en primer lugar, se ocupade los presupuestos del soborno de jueces, luego de este sobornomismo y finalmente del cargo al que apuntaba todo, es decir, delasesinato3.

    El recurso al pasado utilizado por Cicern e inspirado por laparte contraria no puede haber malogrado su efecto. Lo que debie-

    3 Los presupuestos del soborno de jueces: 10-62 (los antecedentes de Oppiani-cus: 10-48; los procesos que precedan al proceso contra Oppianicus: 46-62); elsoborno de la corte de justicia y sus consecuencias: 63-160; el cargo de asesinatocontra Cluentius: 160-194.

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    ron escuchar los jueces les result completamente nuevo, tuvieronque tener la sensacin de que se les hunda el suelo bajo los pies.El objeto de esta partida es principalmente la vista ante acta delsupuesto asesinado por Cluentio del adversario del pleito de enton-ces, el padrastro Oppianico. La descripcin de Cicern, que seasemeja al relato de una historia espeluznante, apenas tiene paran-gn en la literatura romana. Como trasfondo sirve una insignifi-cante ciudad de provincias en la Apulia septentrional en la quehacen de las suyas unas pocas familias vinculadas entre s pormltiples lazos de parentesco y para las que no hay nada ms im-portante que las posesiones materiales. Se perpetran asesinatos,abortos y falsificaciones de testamentos, crmenes que apuntansobre todo a la obtencin de herencias. El brutal relato que no slodocumenta una codicia desmesurada, sino tambin un desenfrenosexual y que contendra al lado de afirmaciones verdaderas algunaque otra mentirosa o indocumentable, habra contribuido de modono poco considerable a la absolucin con la que termin el proce-so: los jurados deban llegar a la conclusin de que Oppianico pro-ceda de un ambiente perverso y que l mismo haba destacado porsu perversin.

    La partida con la prehistoria de la prehistoria contiene todavaun segundo recurso disposicional: conecta entre s tres procesoscuya relacin no consta de ninguna manera. En el proceso corrom-pido por el soborno de los jueces, Cluentio haba demandado a supadrastro por un intento de asesinato cometido contra l y el pa-drastro haba sido condenado. Pero antes se haban celebrado dosprocesos ms contra cmplices en el atentado y en esta ocasinhaba ganado Cluentio, sin que hubiera mediado corrupcin. Cice-rn concluye que el tribunal que conden al padrastro slo en eltercer procedimiento no poda decidir de otra forma porque estabaatado por sus propios prejuicios. De este modo, Cicern haba

    creado premisas favorables para el objetivo tctico de la fase si-guiente dedicada al asunto del soborno; all tiene que demostrar laplausibilidad de la paradoja, a saber, que no haba sido el victorio-so acusador Cluentio, sino el perdedor, el padrastro Oppianicoquien haba intentado influir en el juicio mediante dinero.

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    Una evocacin espantosa del ambiente y la vinculacin sugesti-va de tres procesos cuya relacin interna resultaba dudosa: Cicerndebi considerar oportuno acogerse a medios tan fuertes porquetampoco l mismo haba sido completamente ajeno a los aconteci-mientos del ao 74 a.C. En aquel entonces haba defendido a unode los tres acusados del atentado contra Cluentio, al liberado Es-camandro y, por si fuera poco, en los aos siguientes haba hechosuya pblicamente la concepcin generalmente aceptada de queCluentio no haba logrado la condena de Oppianico sin dinero4.Cicern deba, por tanto, intentar justificarse a causa del cambio deopinin que realiz al hacerse cargo de la defensa de Cluentio, y lohizo con palabras sobre las que volveremos en el tercer apartado,con ocasin de la discusin de su tica de abogado5:

    Sed errat vehementer, si quis in orationibus nostris quas in iu-diciis habuimus actoritates nostras consignatas se habere arbi-tratur. Omnes enim illae causarum ac temporum sunt, non ho-minum ipsorum aut patronorum.

    Yerra enormemente el que opina que en nuestros discursos talcomo los hemos pronunciado ante el tribunal, se le ofrecen

    nuestras convicciones documentadas. Todos estos discursosestn condicionados por los intereses de partido y las circuns-tancias, no por los hombres mismos y sus abogados.

    La defensa para Cluentio se ha seleccionado, como antes de-camos, a modo de ejemplo, porque en ella se asegurara, a travsde un testimonio desde fuera, que Cicern se serva de medidas detctica procesual para disimular una debilidad. El testimonio pro-cede de Cicern mismo: ste se habra vanagloriado, relata Quiti-liano6, se tenebras offucisse iudicibus in causa Cluentii, de haberdespistado a los jueces en el asunto de Cluentio, de haberlos em-baucado. Esto no se refiere evidentemente al cargo de asesinato, el

    tema formal de la acusacin, sino al escndalo de corrupcin que

    4 Cicern,In Verrem, 1, 39; Pro Caecina, 28; Pro Cluentio, 104 y 138s.5 Cicern, Pro Cluentio, 139; y 18.6 Quintiliano,Institutio oratoria, 2, 17, 21.

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    haba sido aducido por la parte contraria como argumento auxiliar.Haban vencido las artes de disposicin y conexin de Cicern ylos jueces haban cado, adems, en una trampa lgica: si constara,haba afirmado, que en el proceso del ao 74 a.C. haba dinero depor medio, entonces o bien Cluentio o bien Oppianico habranpagado, de modo que se podra exonerar a Cluentio, si se pudieraprobar que Oppianico haba pagado. Esta alternativa era falsa y locorrecto ya haba sido expresado por Cicern mismo algunos aosantes en otro proceso7: ambas partes, tanto el acusador como elacusado haban intentado sobornar el tribunal y en ello, y comodemostr el resultado, el acusador haba tenido ms suerte.

    El caso de Tito Anio Miln del ao 52 a.C., sucedi en unapoca de extrema perturbacin del estado romano, poco antes deestallar la guerra civil entre Csar y Pompeyo. Miln, pendencieroy jefe de cuadrilla del lado de Pompeyo fue acusado de haber ma-tado a golpes al enemigo mortal de Cicern, el tristemente famosopendenciero Clodio, en un encuentro en la Va Apia a unos veintekilmetros al sur de Roma. Cicern, como abogado, objet, sinembargo, que Miln haba actuado en defensa propia, y suministruna descripcin notablemente detallada de los sucesos que debanconsolidar esta concepcin.

    Clodio, que en aquel entonces aspiraba al cargo de pretor, ha-bra tenido que eliminar a Miln, el candidato a consulado, declaraCicern, para poder llevar a cabo su poltica destructiva8 y as, alenterarse de un inminente viaje de Miln, le prepar a tiempo unaemboscada en un solar de su propiedad. Cuando Miln se acercen un carro de viaje acompaado por su mujer y un squito statimcomplures cum telis in hunc faciunt de loco superiore impetumadversi; raedarium occidunt (en ese momento les atacan frontal-mente varias personas con venablos desde un lugar ms elevado, ymatan al cochero). Miln salt del carro, prosigue Cicern, se

    defendi y se origin una ria. Cuando algunos de los hombres deMiln oyeron que su dueo haba muerto, entonces hicieron, con-

    7 Cicern,In Verrem, 1, 39.8 Cicern, Pro Milone, 24-26.

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    cluye Cicern su relato, lo que es debido entre esclavos leales:mataron a Clodio9.

    Este relato del estado de los hechos, una obra maestra estilsti-ca, es coherente en s y plausible como tal; adems Cicern no haahorrado esfuerzos para explicar exhaustivamente las circunstan-cias de los hechos en su argumentacin10. Pero all se pronuncianlas palabras: Res loquitur ipsa, iudices, quae semper valet pluri-mum (Los hechos hablan por s mismos, oh jueces y eso es lo

    que ms cuenta).Sin embargo, Cicern se presenta aqu convencido de su des-

    cripcin, aunque que no coincidiera con la realidad. Asconio Peda-nio, el comentarista de Cicern del imperio temprano, ha recons-truido, con la ayuda de fuentes de confianza, el transcurso autnti-co con la precisin deseable. Segn l, en modo alguno Clodiohaba preparado una emboscada. Los dos adversarios tropezaronpor casualidad en las cercanas de la pequea ciudad de Vobillae.Al carro de viaje de Miln le seguan numerosos esclavos, entreellos hubo tambin gladiadores. Dos de ellos empezaron a reircon la gente de Clodio. Clodio fue herido en el hombro cuando se

    dio la vuelta para averiguar la causa del ruido. Se lo llevaron a unafonda cercana, a continuacin Miln mand asaltar la fonda y Clo-dio, arrastrado fuera de su escondite fue matado por numerosasheridas11.

    A menudo Cicern ha ajustado los hechos en sus discursos, pormor de sus objetivos argumentativos, y ha intentado sugerir, me-diante la minuciosa atencin a la coherencia interna, que lo cohe-rente tambin coincida con la realidad externa al texto. Ahorabien, nunca se haba alejado tanto de las circunstancias fcticascomo lo hizo en el informe de la defensa de Miln. El discurso

    9 Cicern, Pro Milone, 27-29.10 Cicern, Pro Milone, 53s.11 Asconius Pedianus, Orationum Ciceronis quinque enarratio, A. C. Clark(ed.), Oxford, 1907, 30 ss. Tambin en M. Tullius Cicero, Rede fr T. AnniusMilo, traducido y editado por M. Biebel, Reclam, Stuttgart, 1972, 4 ss.

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    surgi de una situacin poltica extrema y constitua un intento casidesesperado de salvar al amigo poltico.

    Al parecer, Cicern era consciente de que exiga a los juecestomar en serio mentiras patentes y, as, intent recubrir la debilidadde su argumento de defensa propia con una interpretacin polticadel caso. Ya la introduccin aporta la tesis12 decisiva para todo elinforme de defensa: la actuacin de Miln debera considerarse, enel fondo, como salvacin del estado en un grave aprieto; sin em-

    bargo, hubo defensa propia, con lo cual este argumento sobra. Noobstante, en una parte final (extra causam, como se designa, yen-do ms all del aspecto jurdico del asunto), Cicern vuelve a lacarga con detenimiento13: Miln, como un tiranicida entre los grie-gos, sera digno de los mximos honores si hubiera matado a Clo-dio no en defensa propia sino premeditadamente. La argumenta-cin extra causam era, por tanto, el propio baluarte de la defensaciceroniana; sugiri a los jueces acoger la tesis de la defensa propiacomo pretexto para que pudiesen convertir la mxima del provechopoltico en criterio de su sentencia con la conciencia todava mstranquila. No obstante, los jueces no quisieron entrar en este juegoatrevido: declararon culpable a Miln por gran mayora. A estocontribuy en no poca medida el hecho de que el mismo Cicernno estaba seguro de la cosa; pronunci su informe balbuciendo eincoherentemente y los gritos de los seguidores de Clodio all pre-sentes le quitaron definitivamente la compostura.

    III

    Por lo general, la Ilustracin tuvo en gran consideracin a Cice-rn14. Como testigo principal, puede considerarse a Voltaire, quien

    12 Cicern, Pro Milone, 5 s.13 Cicern, Pro Milone, 72-91.14 Vase a este respecto L. Canfora, Cicerone tra Drumann e Mommsen,Ciceroniana, 1988 (6), 99-108.

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    contaba dos obras ciceronianas, las Tusculanae disputationes yDenatura deorum, entre las creaciones ms hermosas de la sabidurahumana. El mismo Voltaire ha ensalzado tambin a Cicern en undrama: Rome sauve, a saber, ante el golpe de estado maquinadopor Catilina. El escritoDe natura deorum se consider no por ca-sualidad tan valioso: sirvi de base a la doctrina ilustrada del des-mo propagada, entonces, por los enciclopedistas. Tambin acariciconcepciones destas Conyers Middleton, el autor de una biografade Cicern de mucho xito: su History of the Life of Marcus Tu-llius Cicero, publicada por primera vez en 1741, se reimprimivarias veces y fue traducida a varios idiomas. La obra en tres to-mos presentaba su objeto en forma analstica, es decir, ordenadopor aos; la presentacin demuestra mucha benevolencia con Cice-rn y el captulo final, una apreciacin global, no deja de presen-tarle bajo una luz favorabilsima15. De modo distinto al de suscoetneos, como ocurri con frecuencia, lo juzgaba el traviesoRousseau. mile, el protagonista de la novela de educacin delmismo nombre, debe ser educado en el buen gusto (bon got). Losescritos de los antiguos pueden ayudarle antes que los de los mo-dernos, sin embargo, mientras dice de la viril elocuencia de De-

    mstenes Este s es un orador, constata durante la lectura deCicern: Este es un abogado16.

    Con ello Rousseau ha proporcionado al s. XIX la palabra clavepara la imagen de Cicern en el neohumanismo: es la palabraabogado (en el sentido de asistencia judicial), a menudo utilizadapeyorativamente en alemn; se convirti, por as decir, en puertade entrada de una crtica radical dirigida contra la totalidad de lavida y la obra de Cicern. En la obra de vejez de Christoph MartinWieland, en la traduccin de todas las cartas de Cicern en sietetomos (Zurich, 1808-1821) esta crtica se restringa todava al ora-dor y destac all sobre todo indirectamente como polmica contra

    15 C. Middleton,History of the Life of Marcus Tullius Cicero, Londres, 1810, t.3, 333 ss.16 Hacia el final del Libro 4; 412, en las Ouvres, t. 3, Paris, 1839.

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    Middleton: Middleton, escribi Wieland17, habra tomado en seriotodos los ardides retricos con los cuales Cicern intent deslum-brar y embaucar a su pblico; a Cicern le resultara indiferente laverdad y slo le importaba el objetivo de persuadir, no le habraimportado si lo que explicaba a su pblico era verdadero o falso,

    justo o injusto. Tambin se expresaron crticas al orador Cicern enlaAllgemeine Encyclopdie der Wissenschaften und Knste, edita-da por Ersch y Gruber. All se dice que la elocuencia en la Romarepublicana tarda habra sido arte de abogaca contratada a la quese habra dedicado tambin Cicern, de modo que se habra con-vertido en sofista, en adulador18.

    Poco antes de mediados del siglo se public la imagen ms os-cura de Cicern que jams se haya proyectado: es precisamente enlos tomos 5 y 6 de la Geschichte Roms in seinem bergange vonder republikanischen zur monarchischen Verfasssung [Historia de

    Roma en su transicin de la constitucin republicana a la monr-quica] de Wilhelm Drumann19. All, a una evocacin de la vida deCicern, estructurada tambin de forma analstica, sigue un retratoexhaustivo que ocupa unas 250 pginas y que casi slo nombrapropiedades negativas. Cada afirmacin est apoyada en referen-cias a los escritos de Cicern y otras fuentes y uno no puede msque admirar la asiduidad que ha manifestado Drumann para darlela apariencia de veracidad histrica a su panfleto a travs de milesde citas.

    Drumann presenta constantemente la personalidad de Cicerncomo totalmente mendaz, pura apariencia y voluble, como encar-nacin de aquello que algunos aos ms tarde Mommsen llamaraAdvokatentum. El egocentrismo y el ansia de gloria habran sidolos mviles de la actuacin de Cicern, opina Drumann; Cicern sehabra dejado llevar ora por sentimientos de odio y venganza ora

    17 T. 2, Zrich, 1808, 32 s.18 Allgemeine Encyclopdie der Wissenschaften und Knste, t. 17, Leipzig,1828, 213 y 216.19 La obra en 6 tomos se public primero en Knigsberg, 1834-1844. Una reedi-cin fue publicada por P. Groebe, Leipzig, 1929.

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    por el temor y la cobarda. Sus escasas dotes espirituales, carentesde fuerza creativa, apenas eran suficientes para gorronear entre losgriegos, y se meti en poltica sin disponer de las necesarias poten-cias morales. En el orador Cicern, finalmente, se critica que, atravs de su arte de tergiversar la verdad, habra acelerado la dege-neracin de la repblica romana.

    Cmo se pudo llegar a este producto ms estrafalario de laerudicin alemana (as Eduard Meyer20)? Se ha conjeturado que

    en Drumann, monrquico y hastiado por la Revolucin Francesa ysus consecuencias, su talante monrquico habra teido su juicio.Adems en el caso de Cicern parece haber habido otro motivo. Lapertinaz insistencia en la contradiccin entre apariencia y ser, entrementira y verdad que atraviesa la caracterizacin de Drumannpermite deducir un rigorismo tico que puede deberse o bien alprotestantismo de entonces o bien a los postulados de la filosofaidealista.

    El tristemente clebre retrato de Cicern realizado porMommsen forma parte del patrimonio histrico-cultural que cierrael tercer tomo de laHistoria de Roma21. La literatura oratoria, se

    apunta all, habra experimentado un declive en la poca republica-na tarda, particularmente se habra empezado en aquel entonces apublicar tambin discursos procesuales sin importancia poltica,meros informes de defensa de los abogados esta deformidad,esta muestra de monstruosidad y enfermedad se debera antetodo a Cicern. A continuacin sigue inmediatamente el tantasveces citado juicio de condena del Cicern poltico:

    Como estadista sin entendimiento, opinin e intencin ha figu-rado sucesivamente como demcrata, como aristcrata y comoinstrumento de los monarcas y nunca ha sido ms que unegosta miope.

    20 Citado por Groebe en la novena reedicin, t. 6, pl. VII.21 Th. Mommsen, Theodor, Rmische Geschichte, t. III, 570 ss., en la edicinBerlin, 121920. Respecto de lo que sigue vase Die Tradition der Rhetorik-Verachtung und das deutsche Bild vom Advokaten Cicero, Ciceroniana, comonota 3, 19-30.

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    Cicern como literato es un chapucero una especie de perio-dista en el peor sentido de la palabra aade Mommsen an, y eracomo orador nada ms que un abogado y ni siquiera un buen abo-gado.

    El ataque general a la personalidad de Cicern se encuentraprecisamente all donde se trata una apariencia retrica, el discursoprocesal, el informe ante el tribunal. Tambin la misma presenta-cin deja entrever qu fuente ha nutrido las invectivas violentas. Al

    parecer, ha sido la abogaca, la actividad administrativa: Mommsenconsideraba esta profesin como la encarnacin de la corrupcin yla volubilidad. De este modo la palabra insultante abogado reco-rre como un hilo rojo la caracterizacin: Mommsen ha consideradoen Cicern la encarnacin del abogado, de un hombre cuyos servi-cios cualquier parte puede requerir para s, que poda hablar o es-cribir sobre cualquier tema, que no tena punto de vista y no seconsideraba nunca obligado a la verdad o una conviccin slida.

    Cicern el abogado: bastantes argumentos hablan a favor delhecho de que todo el desprecio con el que se le ha castigado pormor de esta propiedad era la consecuencia de una imagen existente

    desde hace mucho tiempo: la imagen del arte de apariencias ymentiras del orador, de la retrica. La transformacin fundamentaldel gusto de finales del s. XVIII se manifiesta en Alemania antetodo a travs del movimiento del Sturm und Drang y acabigualmente con la potica y la retrica preceptiva cosas de estandole se consideraron ya como monstruosidad y artificio, comochucheras y fro formalismo. Pero ms importante an que elveredicto esttico eran los reparos ticos, sobre todo los difundidospor la filosofa idealista a la que la retrica le pareci como un artede la calumnia y del embuste.

    As Kant escribe en su Crtica del juicio22 que la poesa sloquiere ser un juego divertido con la imaginacin; por tanto, notendra nunca la intencin de engaar, de modo que en ella siempre

    22 53: Vergleichung des sthetischen Wertes der schnen Knste untereinan-der, en la edicin de la obra de la editorial Suhrkamp, ed. por W. Weischedel, t.10, Frankfurt/M., 1968, 266s.

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    transcurrira todo de forma sincera y autntica. La retrica, encambio, el arte de la persuasin estara corrompida desde el princi-pio por su finalidad; hara uso de la bella apariencia, que la poesaslo utiliza ldicamente, para influir en los oyentes; su afn sera,por tanto, el engao y la astucia. No merecera ningn respetopuesto que quitara libertad al juicio al dirigirlo y subordinarlo a lasintenciones egostas.

    La poesa como apariencia sin finalidad merece, por tanto, la

    preferencia ante la retrica vinculada a finalidades. Lo que semantiene a distancia de la realidad vital como la poesa (a estoconduce al parecer la anttesis de Kant) conserva su inocencia, sinembargo, lo que se compromete con ella como la retrica la pierdeeo ipso. Parece que tambin Goethe hizo suya esta concepcincompletamente apoltica, francamente escapista, cuando en Maxi-men und Reflexionen llega al siguiente deslinde de la elocuenciafrente a la poesa:

    La elocuencia depende de todas las ventajas de la poesa, detodos sus derechos: se apodera de los mismos, abusa de ellospara alcanzar ciertas ventajas externas, morales o inmorales en

    la vida pblica23

    .Se podra seguir as y citar, por ejemplo, a Hegel. Por ahora,

    baste la constatacin de que tambin la filologa clsica en el s.XIX, la instancia pedaggica por antonomasia, se haba sumado alveredicto de la filosofa idealista. La precariedad moral de la ret-rica era natural se haba ledo a Platn, de modo que se acentua-ron an ms sus supuestas deficiencias estticas, un gravamenesencialmente moderno. En la Griechische Literatur des Alter-tums24 de Wilamowitz, por ejemplo, pululan las caracterizacionesdespreciativas de los medios y efectos retricos, las expresionescomo retintn, chucheras o artefacto aplicadas a ella.

    23 En la edicin homenaje de Werke, Briefe und Gesprche, ed. por E. Beutler, t.9, Zrich-Stuttgart, 1962, 565.24 En: Die griechische und lateinische Literatur und Sprache,(Die Kultur derGegenwart, ed. por P. Hinneberg, 1,8), Leipzig-Berlin, 31912, 108 ss.

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    Se haba ledo a Platn; quiero decir, sobre todo, los dilogosGorgias y Fedro cuya polmica rigorista acompaa como unasombra a la historia de la retrica. El orador, se dice all, que hizosuyas las mximas de la retrica slo buscara ganar a la masa sinpreguntar lo que es bueno y justo; abusara de su capacidad orato-ria. Por tanto, la retrica no podra considerarse arte o ciencia; seraslo una cierta rutina para alcanzar objetivos discrecionales. Comose ve, la crtica del idealismo moderno ha hecho suya fielmente laposicin de Platn. Sin embargo, se diferencia de su modelo anti-guo por el hecho de que consider la poesa como ntegra e inata-cable, mientras que Platn la conden como mentirosa tambin acausa de sus asuntos mticos.

    IV

    Lo que se ha dicho en defensa de la retrica, a lo que ha contri-buido particularmente Cicern, no se entiende completamente sinuna mirada hacia la prehistoria griega. Se puede dividir la evolu-

    cin de la que tratamos aqu en varias fases que constituyen casi uncaso modlico de la trada hegeliana. La tesis fue suministrada porlos sofistas, los inventores de la retrica; la anttesis por Platn, sucrtico acrrimo. La sntesis, finalmente, el intento de reconocer laretrica y a la vez sentar sus lmites fue obra de Aristteles. Y Ci-cern ha conectado dos siglos y medio ms tarde con la posicinque ha surgido de este modo.

    La retrica es hija de la libertad. Surgi del hecho de que losrganos de varios centenares de representantes de laspolis griegas,o bien aristocrticas, o bien democrticas, slo pudieron tomardecisiones con ayuda de oradores que explayaran los pros y contras

    del asunto ante la asamblea. Pero la gente que intent ensear m-todos a los oradores y que ide por este motivo esta doctrina ret-

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    rica, los llamados sofistas, eran escpticos y relativistas25. No lesgustaba contar con certidumbres irrefutables, solan contentarsecon probabilidades ms o menos plausibles. Gorgias, su tericoms importante, elev esta prctica a principio. Puesto que creyque la verdad no es accesible al hombre, pudo declarar con la con-ciencia tranquila que la retrica era una disciplina formal que sloapuntaba al efecto, al xito. Por eso consideraba vlido cualquiermedio para deslumbrar y engaar, con tal de que fuera capaz deconducir al objetivo, a la persuasin.

    Contra el arte de vivir y sobrevivir en este mar abierto de opi-niones inseguras enseado por Gorgias y otros se opusieron S-crates y Platn. Ciertamente ambos, tanto el maestro como su dis-cpulo, estaban convencidos, lo mismo que los sofistas, de que yahaban periclitado irrecuperablemente las tradiciones transmitidasinconscientemente desde los tiempos presofsticos. Pero de estehecho no sacaron precisamente la conclusin de que uno podalimitarse a un relativismo epistemolgico. Creyeron, antes bien,que la razn deba sustituir en el nivel ms elevado a la tradicindemostrada como cuestionable por los sofistas: a travs de un sis-tema de valores nuevo, irrefutable y universal. Platn crey estaren posesin de este sistema de valores y por esta razn rechazcualquier retrica, puesto que, por no apoyarse en normas inviola-bles, sera incapaz de conducir a decisiones polticas justas.

    Por un lado, el relativismo precipitado, por otro, la igualmenteprecipitada conviccin de que en todas partes deberan regir crite-rios invariables e irrefutables: Aristteles ha mediado entre estasdos posiciones diametralmente opuestas de los sofistas y de Platnadmitindolas ambas bajo las premisas que les correspondan26. Noen todas partes, ense, hay slo opiniones, como supondran lossofistas y no sera posible reconocer la pura verdad en todas partes,como crea Platn. El hombre se hallara ante dos mbitos en los

    25 Acerca de este aspecto y lo que sigue, vase p. ej. del autor, Die antike Rheto-rik, Zrich, 41995, 15 ss.26 Vase a este respecto G. Fey, Das ethische Dilemma der Rhetorik in derAntike und der Neuzeit, Rhetor-Verlag, Stuttgart, 1990, 58 ss.

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    que tena que confirmarse su capacidad de conocimiento de dosmaneras distintas: el mbito del saber y el del opinar. En el mbitodel saber sera capaz de captar la pura verdad y comunicarla sinprecisar de las artes retricas, p. ej. de las matemticas. En el m-bito del opinar, sin embargo, la verdad se mostrara slo en suscontornos ms o menos patentes, de modo que existiran slo for-mas limitadas de certidumbre epistemolgica, un grado ms o me-nos elevado de probabilidad, por ejemplo, en cuestiones de convi-vencia humana, en la tica y la poltica.

    Con ello se ha deslindado el terreno en el que acta la retricasegn Aristteles, no porque se lo hubiera adjudicado sino porquees indispensable all. En los debates polticos se tratan, en la mayo-ra de los casos, asuntos futuros, de modo que las afirmaciones alrespecto necesariamente slo contienen opiniones. La elocuencia

    judicial que, en cambio, se expresa sobre lo pasado y trata de re-construir lo que ha sucedido en el pasado, se encuentra en una si-tuacin semejante, puesto que las fuentes que estn a disposicinpueden ser lagunosas y contradictorias. Aristteles ha descubiertoque en todas partes slo se puede postular el grado de exactitudque permite la naturaleza de la cosa y slo all donde este grado esrelativamente bajo la retrica tendra su campo de aplicacin leg-timo27:

    Nuestros debates slo tienen como objeto cosas que puedencomportarse segn la apariencia de dos maneras. Pues lo que nopuede ser, devenir o comportarse de otra forma nadie lo con-vierte en objeto de debate (en tanto en cuanto evala correcta-mente la situacin) dado que no llevara a ninguna parte.

    Para Aristteles la retrica es una disciplina formal como ladialctica o la lgica, puesto que no tiene un mbito de aplicacinntidamente determinado. Pero no se le puede reprochar esto y la

    indiferencia moral consiguiente. Forma parte de la filosofa prcti-ca y con ello se vincula a la poltica y la tica. Apunta al mximode probabilidad y plausibilidad alcanzado en cada situacin. La

    27 Aristteles,Rhetorica, 1, 2 1357 a 4 ss.

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    verdad de cada caso, opina Aristteles quiz un tanto demasiadooptimista en este punto, es siempre ms fuerte que su contrario ypor ello tarde o temprano se impondr siempre.

    Cicern al que nos dedicamos ahora, enlaza, como ya dijimos,con Aristteles. Ya en la introduccin de su escrito juvenil Deinventione se adhiere a la opinin moderada aristotlica28: la retri-ca no sera en s ni buena ni mala; necesitara, por tanto, comotcnica formal de este regulativo exterior a ella misma. En un esta-

    do libre sera, por un lado, indispensable y, por otro, peligrosa; poreste motivo el orador responsable pondra sin claudicar su saberformal al servicio de la razn, de la sabidura y de la moral. SegnAristteles la retrica era la dynamis peri ekaston tou deorhsai toendexomenon pidanon la capacidad de reconocer en cada objetolo que era capaz de suscitar la credibilidad; Cicern, en cambio,defini la inventio, el encuentro de la materia oratoria, como ex-cogitatio rerum verarum aut veri similium, quae causam probabi-lem reddant como el acarreo de puntos de vista verdaderos overosmiles que hagan plausible el caso29.

    En su prctica forense, en los discursos judiciales Cicern se

    orient fuertemente en las mximas de la sofstica griega. Cuandohizo de acusador (lo que formaba excepcin: en el proceso contrael alcalde corrupto siciliano Verres), entonces utiliz los coloresms sombros, cuando, en cambio, ejerci su funcin habitual dedefensor, hizo lo posible para presentar a su cliente como inocente.Ha reconocido expresamente, en el pasaje ya citado de su informepara Cluentio, esta vinculacin intencional con el punto de vista:los discursos procesales, declar all, se orientan a los intereses delas partes y las circunstancias de cada caso30. Pues si los casospudiesen hablar por s mismos, aade Cicern, nadie necesitara aun abogado; porque la funcin de ste es presentar las cosas siem-pre de modo favorable para su cliente.

    28 Cicern,De inventione, 1, 1 ss.29 Aristteles,Rhetorica, 1, 2 1355 b 25 s.; Cicern,De inventione, 1, 9.30 Vase ms arriba pgina 353.

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    El segundo libro del escrito De officiis trata principalmente delos medios a travs de los cuales el poltico puede alcanzar fama yprestigio, entre otras cosas de la elocuencia. Bajo ningn concepto,se dice en este orden de ideas31, uno debera involucrar a un ino-cente en un proceso capital; por otro lado, estara permitido defen-der tambin alguna vez a un culpable, a no ser que se tratara de unmalvado redomado. Iudicis est semper in causis verum sequi,contina Cicern, patroni non numquam veri simile, etiam si minussit verum, defendere (Es cosa del juez admitir en los procesosslo la verdad, es cosa del abogado defender de vez en cuandotambin lo verosmil, incluso si no corresponde totalmente a laverdad). Cicern aade todava que no osara pronunciar un prin-cipio tan laxo si no opinara de la misma manera su garante paraeste escrito Sobre las obligaciones, el estoico severo Panecio. Iu-dicis est, patroni (est): a los ojos de Cicern la justicia era, enanaloga con el teatro, un sistema de papeles, depersonae; los abo-gados, los jueces, los testigos y las partes mismas desempeabanpapeles o funciones distintos32. Por este motivo, Cicern se consi-der en el derecho de conceder parcialidad a las partes y sus defen-sores, con la condicin de que los jueces no cediesen ni lo ms

    mnimo en lo que consideraban verdadero.La mxima de que el abogado pudiera a veces defender lo vero-

    smil, incluso si no correspondiese totalmente a la verdad, estamxima no justifica las tergiversaciones y engaos que Cicern sepermiti en los informes sobre Cluentio y Miln y en unos cuantosdiscursos ms. Para su disponibilidad de estratagemas, al parecer,slo hubo un lmite: la plausibilidad; cuando, como en el discurso afavor de Miln, rebasaba este lmite ya no era una ayuda para sucliente.

    La filologa actual hace tiempo que revis el desprecio por laretrica del siglo XIX. Suele conceder validez a la posicin fun-

    31 Cicern,De officiis, 2, 51.32 Vase a este respecto del autor, Persona Ein rmischer Rollenbegriff, enBrechungen Wirkungsgeschichtliche Studien sur antik-europischen Bildungs-tradition, Klett-Cotta, Stuttgart, 1982, 26 ss.

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    damental de Aristteles, el principio de la verosimilitud. Y ningnotro orador se ha aprovechado tanto de la rehabilitacin de la ret-rica como Cicern. Se aprendi a considerar sus informes judicia-les y sus discursos polticos como lo que son, como comunicacio-nes partidistas al servicio de la persuasin y dej de escandalizarsemoralmente. Una serie de monografas intent sacar a la luz elrefinamiento con el que Cicern a veces tenebras offudit, des-lumbr a su pblico33.

    La jurisprudencia actual al parecer tambin est dispuesta aaprobar en lo esencial la tica de abogado ciceroniana. El historia-dor del derecho, Franz Wieacker, observa al respecto en su tratadoCicero als Advokat34: Nuestro derecho procesal reconoce expre-samente la dialctica de la bsqueda de la verdad a travs del juegode afirmaciones y contraafirmaciones unilaterales. Ms an: esobligacin de gremio tambin del abogado actual, hacer valer uni-lateralmente los puntos de vista que hablan a favor de su parte, sloque esta obligacin est ms fuertemente limitada que en el mundoantiguo por la obligacin a la verdad y la prohibicin del encubri-miento punible.

    Manfred FuhrmannAuf dem Stein, 4088662 berlingen Alemania

    33 As C. Neumeister, Grundstze der forensischen Rhetorik, gezeigt an Ge-richtsreden Ciceros, Mnchen, 1964; W. Stroh, Taxis und Tzktik Die advokatis-che Dispositionskunst in Ciceros Gerichtsreden, Stuttgart, 1975; D. Berger, Cice-ro als Erzhler Forensische und literarische Strategien in den Gerichtsreden,Frankfurt/M., 1978; C. J. Classen, Recht. Rhetorik, Politik Untersuchungen zuCiceros rhetorischer Strategie, Darmstadt, 1985.34 F. Wieacker, Cicero als Advocat, Berlin, 1965, 24.