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90 JOSÉ M. CASTILLO EUCARISTÍA Y PRIMERA COMUNIÓN. ENTRE CATEQUESIS Y TEOLOGÍA Ante el fenómeno de que, en muchos casos, la primera comunión suele ser también la última, es oportuna la pregunta por las causas que originan este fracaso catequético en la preparación de las prime- ras comuniones. El problema principal que se debe afrontar es el re- planteamiento en serio de la catequesis que se da a los niños para la primera comunión. El autor analiza la trayectoria que la celebración de la eucaristía ha tenido a lo largo de los siglos e insiste en que, sobre todo, la participación en la eucaristía es fuerza de vida para vivir, no sólo con más coherencia y armonía sino también con mayor felicidad. Eucaristía y primera comunión. Entre catequesis y teología, Catequé- tica 46 (2005) 130-142 La primera comunión Hay cuatro hechos que nos deben hacer pensar: 1) Los niños se inician a comprender y vivir la eucaristía con motivo de la prime- ra comunión. Esta catequesis es la formación eucarística que, para muchos católicos, queda para el resto de su vida. 2) En esta cele- bración, la mayor parte de los ni- ños y sus familias están más pen- dientes de lo accidental y secun- dario (trajes, amigos, regalos...) que de lo esencial (el sacramento y su significado), con lo cual se pierde una ocasión privilegiada para que los cristianos integren en su experiencia personal lo que es y representa la eucaristía. 3) Como lo secundario (trajes, banquetes, etc.) no se suele repetir, lo esen- cial, el sacramento, tampoco se repite, o es cosa de poco tiempo, en una notable cantidad de casos. Así, la catequesis para recibir la primera comunión, de hecho, aca- ba siendo a menudo una cateque- sis del abandono de las prácticas religiosas. 4) En los ambientes eclesiásticos no se suele tomar conciencia de la gravedad de este asunto, porque suelen ser reacios a reconocer en público sus propios fallos. Por esto suelen buscarse “otros” responsables del fracaso catequético, atribuyéndolo a la descristianización de la sociedad, la pérdida de la fe, la mala educa- ción que reciben los niños, etc. Lo cual es verdad. Pero lo que pasa es que esa verdad, que en gran medida no podemos resolver, oculta otra lamentable verdad. Nos referimos a plantear en serio la catequesis de preparación que se suele dar en la iglesia. No se

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JOSÉ M. CASTILLO

EUCARISTÍA Y PRIMERA COMUNIÓN.ENTRE CATEQUESIS Y TEOLOGÍA

Ante el fenómeno de que, en muchos casos, la primera comuniónsuele ser también la última, es oportuna la pregunta por las causasque originan este fracaso catequético en la preparación de las prime-ras comuniones. El problema principal que se debe afrontar es el re-planteamiento en serio de la catequesis que se da a los niños para laprimera comunión. El autor analiza la trayectoria que la celebraciónde la eucaristía ha tenido a lo largo de los siglos e insiste en que, sobretodo, la participación en la eucaristía es fuerza de vida para vivir, nosólo con más coherencia y armonía sino también con mayor felicidad.

Eucaristía y primera comunión. Entre catequesis y teología, Catequé-tica 46 (2005) 130-142

La primera comunión

Hay cuatro hechos que nosdeben hacer pensar: 1) Los niñosse inician a comprender y vivir laeucaristía con motivo de la prime-ra comunión. Esta catequesis es laformación eucarística que, paramuchos católicos, queda para elresto de su vida. 2) En esta cele-bración, la mayor parte de los ni-ños y sus familias están más pen-dientes de lo accidental y secun-dario (trajes, amigos, regalos...)que de lo esencial (el sacramentoy su significado), con lo cual sepierde una ocasión privilegiadapara que los cristianos integren ensu experiencia personal lo que esy representa la eucaristía. 3) Comolo secundario (trajes, banquetes,etc.) no se suele repetir, lo esen-cial, el sacramento, tampoco se

repite, o es cosa de poco tiempo,en una notable cantidad de casos.Así, la catequesis para recibir laprimera comunión, de hecho, aca-ba siendo a menudo una cateque-sis del abandono de las prácticasreligiosas. 4) En los ambienteseclesiásticos no se suele tomarconciencia de la gravedad de esteasunto, porque suelen ser reaciosa reconocer en público sus propiosfallos. Por esto suelen buscarse“otros” responsables del fracasocatequético, atribuyéndolo a ladescristianización de la sociedad,la pérdida de la fe, la mala educa-ción que reciben los niños, etc. Locual es verdad. Pero lo que pasaes que esa verdad, que en granmedida no podemos resolver,oculta otra lamentable verdad.Nos referimos a plantear en seriola catequesis de preparación quese suele dar en la iglesia. No se

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trata de cuestiones pedagógicas,sino de un problema teológicomuy serio.

Los contenidos de lacatequesis

Podemos preguntarnos por quéhay tantos jóvenes que, despuésde su primera comunión o pocodespués, dejan de comulgar. Porsupuesto, el ambiente familiar ysocial influye de una manera de-cisiva. Pero no podemos quedar-nos tranquilos con esta fácil res-puesta. Por esto podemos pregun-tarnos también: ¿qué le puede que-dar a un niño en su cabeza y en suespíritu después de asistir a unacatequesis basada en los Catecis-mos de la comunidad cristiana?

Para poder dar una respuesta aesta pregunta hemos leído conatención lo que se dice sobre laEucaristía en el Segundo Catecis-mo de la comunidad cristiana:Jesús es el Señor, así como la In-troducción pastoral y pedagógi-ca que ha preparado la ComisiónEpiscopal de Enseñanza y Cate-quesis, la Guía pedagógica edita-da por el Secretariado Nacional deCatequesis y lo que dice sobre laEucaristía el Catecismo de la Igle-sia Católica.

La catequesis parte de lo queun niño puede ver y oír cuando suspadres le llevan a misa el domin-go. Esto es bueno porque parte dela realidad inmediata que el niñopuede aprehender, pero tiene el in-conveniente de que esta cateque-

sis queda orientada más para queel niño entienda la misa que paraque viva la eucaristía. Con ello sepretende justificar y perpetuar loque la iglesia hace hoy, dando porsupuesto que coincide con lo quehizo y pretendió Jesús al instituirla eucaristía. Esta idea se reafir-ma en el Catecismo de la IglesiaCatólica cuando allí se dice, ba-sándose en el testimonio de SanJustino, que las grandes líneas dedesarrollo de la celebración euca-rística han permanecido invaria-bles hasta nuestros días. Esta afir-mación es muy difícil de sostener,porque entre la cena doméstica yfraterna que describe Justino, y lamisa, en cuanto acto “religioso”y “sagrado”, tal como se celebraactualmente, existe un cúmulo dediferencias tan importantes que nopermiten identificarlos sin más.Por eso tampoco es aceptable laafirmación de que “la liturgia sedesarrolla conforme a una estruc-tura fundamental que se ha con-servado a través de los siglos has-ta nosotros” (nº 1346).

Cuando el Catecismo afirmaque “los cristianos celebramos laEucaristía desde los orígenes, y deforma que, en substancia, no hacambiado a través de la gran di-versidad de épocas y liturgias”,produce la impresión de que sequiere, a toda costa, inculcar laidea de que la misa coincide conla cena de despedida que fue elpunto de partida del sufrimientomortal de Jesús. Pero no hay queesforzarse mucho para compren-der que aquella cena y nuestrasmisas se diferencian en tantas co-

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sas que parece atrevido estableceruna identidad sin diferencias en-tre ambas celebraciones.

El Segundo Catecismo desta-ca dos ideas que son clave en lateología eucarística: la presenciareal de Cristo en este sacramentoy la eucaristía como sacrificio deJesús en la cruz. En la Introduc-ción pastoral y pedagógica se ex-plica la presencia de Cristo adu-ciendo la doctrina del concilio deTrento sobre la conversión del pany del vino en el cuerpo y la San-gre de Nuestro Señor Jesucristo.Sobre el sacrificio, se apela a lamuerte de Cristo en la cruz, sinmás declaraciones. Es decir, seindica de manera muy resumida lateología tridentina sobre la euca-ristía, desconociendo casi porcompleto lo mucho y bueno quela teología moderna ha elaboradosobre los sacramentos en generaly la eucaristía en particular. En elCatecismo de la Iglesia Católica,el término sacrificio se repite has-ta 38 veces. Y en cuanto a la pre-sencia de Cristo en la eucaristía selimita a repetir la explicación tri-dentina sobre la “transubstancia-ción”, sin referencia alguna a la“transignificación” y la “transfina-lización”, que fueron recogidas yaceptadas por Pablo VI en la encí-clica Mysterium fidei, como térmi-nos y conceptos que enriquecen ladoctrina elaborada por la gran es-colástica y que definió el conciliode Trento. De esta manera, la ideaque los niños pueden retener so-bre el significado de la eucaristíaqueda mutilada y, por tanto, resultamás difícil de asumir.

Es de destacar el silencio delCatecismo sobre lo que es el sím-bolo, su importancia determinan-te en la vida de los hombres y suaplicación a la teología sacramen-tal y, más concretamente, a la teo-logía eucarística. El símbolo fuela categoría clave de la teologíade los Padres y de todo el primermilenio de la vida de la iglesia,cuando se trataba de explicar loque es y lo que representa la eu-caristía para los cristianos. Sola-mente en la Guía Pedagógica semencionan de pasada los símbo-los como algo equivalente al “len-guaje de los gestos”. De esta ma-nera, tanto el catequista como losniños van a tener difícil podercomprender por qué y para quéhay sacramentos en la Iglesia, yconcretamente el de la eucaristía.

Por lo demás, el Segundo Ca-tecismo de la comunidad cristia-na les dice a los niños cosas queno es fácil saber si les resultaráncomprensibles. Así, al presentar loque es la eucaristía pone cinco ver-bos: “escuchamos la palabra...,bendecimos y damos gracias aDios... nos ofrecemos al Padre...recibimos a Jesús como alimentode la vida que dura siempre”. De-bemos preguntarnos si todo eso eslo más importante para que el niñoasimile el tema de la eucaristía, osi no hay cosas más fundamenta-les que habría que inculcarle antetodo en su conciencia. No se tratade una cuestión meramente peda-gógica. La cuestión está en sabersi de esta manera se expresa elsentido fundamental y básico dela eucaristía o, más bien, si hay

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algo previo a todo eso que seríanecesario inculcar.

Del resto de materiales cate-quéticos consultados, lo más acer-tado son los dos libros tituladosFiesta con Jesús. Iniciación cris-tiana de los niños y especialmen-te la Guía de catequistas.

Cuando la teoría es deficiente

«En asuntos de verdadera im-portancia, lo más práctico es te-ner una buena teoría» (J. A. Jung-man). La experiencia así lo con-firma. Con eso no queremos decirque el Catecismo contenga false-dades. Lo que ocurre es que, aveces, hay silencios que son máselocuentes que todo un discurso.Y esto es lo que suele ocurrir, porlo general, en la catequesis euca-rística que se imparte a los niños.

¿En que falla la teoría eucarís-tica de los Catecismos? En quepresentan las cosas de manera quese viene a decir que la eucaristíaes la misa a la que los cristianosasistimos cada domingo. En elcapítulo 18 de Jesús es el Señor,se dice: “El domingo, que es el díade la semana en que Jesús resuci-tó, los cristianos mayores, los jó-venes y los niños, nos reunimoscon el sacerdote para hacer lo queJesús hizo en la última cena antesde morir”. En esta catequesis sedice una gran verdad, a saber: queen la misa del domingo se celebrala eucaristía. Pero, al mismo tiem-po se dice una gran mentira, asaber: que lo que se ve en la misa

de cualquier parroquia, es lo quehizo Jesús en la última cena. Por-que ni Jesús era un sacerdote, nila cena fue una ceremonia religio-sa en un templo. Ni aquello se ce-lebró sobre un altar. Ni Jesús sepuso unas vestimentas sagradaspara decir misa. Ni los apóstolestuvieron que confesarse antes deacercarse a comulgar. Ni casi nadade lo que pasó aquella noche es loque pasa en la misa de cualquierpueblo o de cualquier parroquia.

Ahora bien, desde el momen-to en que se mezcla la verdad conla mentira, el resultado es la con-fusión. Por supuesto, con un ma-nual de teología en las manos, lossacerdotes encontramos sólidasteorías teológicas para rebatir esapresunta “gran mentira” a la quenos referíamos. Pero el problemaestá en saber si mediante doctri-nas, por más sólidas que sean, unniño puede integrar en su vida unarealidad que, tal como le entra porlos sentidos, no coincide con loque realmente se le quiere trans-mitir. Por desgracia, la experien-cia histórica nos demuestra que lascatequesis más ortodoxas no sonintegradas en la vida de los jóve-nes. Por esto, pasada la primeracomunión, la gran mayoría de losjóvenes dejan de comulgar.

¿Qué está fallando en todoesto?

En un asunto tan complejocomo éste no se deben simplifi-car los planteamientos ni las so-

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luciones. De todas maneras, anteel hecho de que, incluso para losmayores, las misas resultan abu-rridas y hasta ininteligibles,¿cómo podemos pedir a los niñosy jóvenes que entiendan y vivanlo que nosotros no estamos capa-citados para entender y vivir co-rrectamente? Sin duda alguna, lomás conveniente será preguntar-nos si nuestra teoría sobre la eu-caristía se corresponde con la rea-lidad que pretendió Jesús, y talcomo esa realidad nos fue trans-mitida por las primeras comuni-dades cristianas.

La primera comunión de losapóstoles y nuestrasprimeras comuniones

Por lo general, las primerascomuniones se suelen celebrar demanera que el niño asocia la ideade la eucaristía con algo que sólopuede celebrarse una vez en lavida. Como es lógico, no todos losdías podemos vestirnos con un tra-je que vale un dineral, celebrar unbanquete, organizar una fiesta, etc.Es decir, la primera experiencia dela eucaristía se asocia, en la vidade los niños, a algo que es, no sóloextraordinario, sino que tambiénsitúa al sujeto en el centro, fomen-tando su vanidad. Es un mal co-mienzo, porque centra la atenciónde los primeros comulgantes encosas intrascendentes, y lo que esmás grave, fomenta el deseo deprotagonismo, el afán de tener yotros sentimientos que no son pre-cisamente ejemplares.

Semejante forma de celebrar laeucaristía evoca una serie de ex-periencias que nada tienen quever con la experiencia original dela eucaristía que vivieron los dis-cípulos de Jesús y tal como ellosla transmitieron a las primerasgeneraciones de cristianos, paraque la iglesia realizara el mismogesto a lo largo de los tiempos y,de esa forma, los creyentes tuvié-ramos siempre presente el recuer-do de Jesús. A esto se refiere elmandato de Jesús al decir a susapóstoles: “Haced esto en memo-ria mía”. Ahora bien, ¿en qué con-sistió aquel gesto que la iglesiadebe repetir constantemente paramantener el recuerdo de Jesús?

Lo primero que debemos te-ner en cuenta es que la iglesia pri-mitiva asoció la celebración de laeucaristía con una comida, comocuentan los cuatro relatos de lainstitución. Además sabemos quefue una cena de despedida y, comoconsta en los tres evangelios, setrató de una despedida definitiva(Mc 14, 25) y que la eucaristía secelebró por primera vez en el am-biente de una despedida trágica.Pablo comienza el relato dicien-do que aquello sucedió “la nocheen que era entregado”. Y Lucashabla de la “mano del que me en-trega”. El momento y la situaciónfueron de un realismo trágico.¿Por qué?

Los evangelios sitúan el rela-to de la institución de la eucaris-tía entre el anuncio de la traiciónde Judas (Mc 14, 18-21; Mt 26,20-25) y el anuncio de la traición

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de Pedro (Mc 14, 27-31; Mt 26,31-33), cuando el mismo Jesúsafirma: «todos vais a fallar» (Mc14, 27; Mt 26, 31). Fue el momen-to de la soledad suprema, delabandono. En ese momento Jesússe hace comida y bebida compar-tida que pasa de boca en boca. Esdecir, en una situación así, Jesússe funde con aquellos a quienesama hasta el extremo. Esta reali-dad es constitutiva de la experien-cia eucarística. Esto es así hastatal punto que, como dice san Pa-blo, si en una comunidad cristia-na no se vive esta experiencia,sino que lo que se vive es la divi-sión y el enfrentamiento, en talescondiciones ya no se come la cenadel Señor (1 Cor 11, 20). Es decir,que eso ya no es la eucaristía, pormás que en ella se asegure la «va-lidez dogmática» y la «licitudmoral y litúrgica».

El cuerpo del resucitado

En el capítulo 20 del segundocatecismo de la comunidad Jesúses el Señor, se dice: «En la comu-nión nos encontramos con Jesúsresucitado». Seguramente en estepunto capital se ha insistido poco.En los catecismos se insiste másen la eucaristía como sacrificioque en la eucaristía como encuen-tro con el cuerpo del Resucitado.Lo que plantea un problema prác-tico importante. La eucaristía tie-ne una dimensión sacrificial, perolo que es incuestionable es que enla eucaristía recibimos el cuerpodel Resucitado. Esto no se desta-

ca debidamente en la catequesis,y es aquí donde surge el proble-ma. Porque el «sacrificio» nos re-mite al Jesús histórico», mientrasque el resucitado nos habla delCristo de la fe.

La gente en general, y los ni-ños en concreto, no entienden quésignifica la distinción entre el Je-sús histórico y el Cristo de la fe.Pero, sí es importante que com-prendan que cuando comulgamos,no recibimos el cuerpo históricode Jesús, el cuerpo que nació deMaría y murió en la cruz, porqueeste cuerpo ya no existe. Lo querecibimos en la eucaristía es elcuerpo resucitado, y en este pun-to han insistido mucho la tradicióny los Padres de la iglesia. Esto escapital para hacernos una idea decómo debe explicarse la presen-cia de Cristo en la eucaristía. Re-sulta evidente que, si lo que reci-bimos en la comunión es el cuer-po del Resucitado, la eucaristía nose pudo celebrar antes de la resu-rrección. Y esto significa, comoestá bien demostrado, que los re-latos de la institución son relatoslitúrgicos que utilizaban las prime-ras comunidades cristianas cuan-do celebraban la eucaristía, sa-biendo que ésta tenía su origen enel mismo Jesús. Y donde mejorencajaba ese origen era en la cenade despedida.

Por tanto, la eucaristía empe-zó a celebrarse en las comunida-des cristianas a partir de la resu-rrección, como en la comida deJesús con los discípulos de Emaús(Lc 24, 30-32), cuando, «al partir

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de Pedro, Jn 13, 36-38), pone elmandamiento del amor (Jn 13, 34-35). Así parece dejar muy claroque el significado fundamental dela eucaristía y su finalidad es man-tener unidos a los que comulgan.De manera que, a quienes haceneso se les reconocerá como discí-pulos de Jesús porque se quiereny son capaces de superar las dis-tancias, soledades y divisiones po-sibles, sean del orden que sean. Yeste es el milagro más grande quese produce en la eucaristía.

La Eucaristía se separa de laCena

Las comunidades primitivascelebraban la eucaristía duranteuna cena, que les recordaba la«cena de despedida». Esta cos-tumbre se mantuvo por lo menoshasta el siglo III. Pero, al aumen-tar el número de fieles de las co-munidades, se hacía cada vez másdifícil que la eucaristía se celebra-se durante una cena, que suponeun reducido número de participan-tes. Por otra parte, en el siglo IVse intensifican dos experienciasentre los cristianos: la concienciade los propios pecados y la reve-rencia ante los sagrados misterios.De ahí que, ya entonces, eran po-cos los cristianos que se atrevíana acercarse comulgar. En contras-te con esto, las ceremonias se ha-cían cada vez más solemnes, conornamentos, derroche de luces,incienso... Lógicamente, todo estoya no se parecía a una cena deamistad y menos de despedida

el pan» Jesús resucitado, «se lesabrieron los ojos» y lo reconocie-ron.

El significado fundamental

Hablamos de «significado fun-damental» de la eucaristía en elsentido de saber por qué existe laeucaristía en la iglesia y para quénos la dejó Jesús. Esto debe que-dar sólidamente asumido por losniños desde el primer día en quereciben la comunión.

La eucaristía está asociadaesencialmente a una comida com-partida, en la que los comensalesparten el mismo pan y beben dela misma copa. Para entender loque esto representa, hay que en-tender lo que esto simboliza. Laeucaristía no es un mero signo.Además de un signo es un símbo-lo. Simboliza algo tan fundamen-tal para los seres humanos comola comida. El pan simboliza el ali-mento que da vida. El vino es elsímbolo del alimento que alegrala vida. Son el símbolo de la viday la alegría compartidas. Estesimbolismo es común en todas lasculturas, y es una experiencia hu-mana a partir de la cual tenemosque entender e integrar en nues-tras vidas por qué existe la euca-ristía y para que nos dejó Jesúseste símbolo tan vital y gozoso desu presencia entre nosotros.

El evangelio de Juan, en vezdel relato de la institución (entreel anuncio de la traición de Judas,Jn 13, 18-32, y el de la negación

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dramática, como de hecho ocurrióen la despedida de Jesús de lossuyos. Así, el acto humano, quehabía sido hasta entonces la euca-ristía, se convirtió en un ceremo-nial religioso, que ya no inspira-ba cercanía y ayuda mutua, sinorespeto, reverencia y, a menudo,miedo. La consecuencia fue la se-paración de la cena fraterna y laeucaristía. No sabemos con exac-titud cuándo se produjo esta se-paración, pero parece que, al me-nos durante siglos, en determina-das ocasiones, los cristianos cena-ban juntos antes de la misa que secelebraba por la tarde. Lo más fre-cuente era celebrar la eucaristía enla mañana del domingo y por lanoche cenar juntos. En todo caso,la experiencia humana original,que consistía en que era una mis-ma cosa comer juntos y unirse aJesús, dio paso a la experienciareligiosa, que progresivamentefue alcanzando más solemnidad,infundiendo más respeto y así sefue separando de la vida diaria dela gente. Cuando en el siglo VIIIel pueblo no entendía ya el latín yla misa la decía el sacerdote deespaldas a los fieles, el acto dejóde ser un acto comunitario, paraconvertirse en un ceremonial deadoración sagrada. Todo muy so-lemne, pero muy poco humano.

Así las cosas, la eucaristía yaapenas podía evocar el recuerdode aquel Jesús que vivió de talmanera y terminó como sabemos.En todo caso, cuando hablamos dela eucaristía nunca debemos olvi-dar esto: es en la comida y la be-bida ofrecidas igualmente a todos

donde se encuentra la presenciade Dios en Jesús. La comida y labebida son las bases materiales dela vida, de modo que la cena delSeñor es crítica política y desafíoeconómico, además de rito sagra-do y culto litúrgico. Porque loscristianos afirmamos que Dios yJesús están especialmente presen-tes cuando la comida y la bebidason compartidas igualmente portodos. Cuando lo religioso se se-para de lo humano, la religión dejade ser cristiana. Porque en Jesúslo divino y lo humano se fundie-ron en una sola y misma realidad.Es más, cuando lo divino y lo re-ligioso se separan de lo humano ylo profano, la religión tiene el pe-ligro de terminar endureciendo elcorazón y, a veces, degenerar enfanatismo y hasta violencia.

¿Qué es comulgar?

No es recibir una “cosa” sagra-da y santa. En este sentido, el ca-tecismo Jesús es el Señor indicaacertadamente que los niños en-tenderán bien la analogía con lacomida ordinaria en sus efectos desustentar la vida y dar fuerza yvigor. Pero no acaban de compren-der eso de “comer el Cuerpo deCristo”, por su tendencia a cosifi-carlo todo. Hay que evitar que re-duzcan su comunión a “tomar elpan que nos dan”. La expresiónacuñada de “recibir a Jesús” ob-via algunas dificultades y facilitala comprensión, con tal de que seentienda correctamente: no se tra-ta de que los niños se queden con

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la idea de que se comen el cuerpohistórico de Jesús, cosa sencilla-mente imposible e impensable.Comulgar es hacer que la perso-na y vida de Jesús se hacen, real-mente presentes en mi vida, en lavida de los cristianos.

Ahora bien, si eso es realmen-te así, la comunión con Jesús elSeñor se tiene que traducir y ex-presar en una forma de vivir. Co-mulga de verdad el que de verdadempieza, a partir del acto religio-so de la comunión, a vivir, en loposible, como vivió Jesús. En lacomunión recibimos no un obje-to, sino a una persona viviente, elSeñor resucitado. Es decir, la per-sona de Jesús se une y se fundecon mi persona. Y eso solamentese puede realizar mediante launión de las experiencias que soncentrales en la vida humana: elamor, la fidelidad, la identificaciónde sentimientos, la esperanza queda sentido a la vida. Todo eso eslo que expresamos en la comunióny lo que en ella recibimos.

Conclusión

Siempre ha habido una ciertatendencia a insistir en lo ritual yen lo moralizante cuando nos pre-paramos para participar en la eu-caristía. Por esto, quizá el mayorpeligro que hoy tenemos cuandose trata de preparar para las pri-meras comuniones, no es ya sólo

evitar en lo posible lo meramentefestivo y convencional. Segura-mente lo que más puede desvir-tuar la primera experiencia de laeucaristía es insistir en una seriede cosas que sólo consiguen quelos niños se queden con la impre-sión de que eso de comulgar esuna cosa muy complicada o quizáque no sirve para nada en la vida.Si esto se produce, es la mejor pre-paración para que la primera co-munión sea la última en la vidade muchos individuos.

La participación en la eucaris-tía es fuerza de vida para vivir, nosólo con más coherencia y armo-nía, sino además con mayor feli-cidad. Sólo a partir de este plan-teamiento, la eucaristía podrá serintegrada en la vida de las perso-nas con probabilidades de perdu-rabilidad y fruto en la vida de unapersona.

El lenguaje tradicional religio-so sobre la eucaristía pierde vali-dez de día en día. Sólo un lengua-je que pueda conectar con la men-talidad propia de nuestra culturatendrá garantías de futuro. La cul-tura actual es más laica, más se-cular, pero conecta más y mejorcon el dolor y el sufrimiento de lasvíctimas de este mundo. Si acer-tamos a conectar la experiencia dela eucaristía con esas experienciasen nuestra sociedad, la comunióneucarística tendrá un sitio impor-tante en la vida de los niños y delos cristianos en general.

Condensó: JOAQUIM PONS ZANOTTI