Caso Elisabeth

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5. Señorita Elisabeth von R. Joven dama, de 27 años, que desde hacía más de dos años padecía de dolores en las piernas y caminaba mal. Sobrellevaba con espíritu alegre su padecer, que le enervaba todo trato y todo goce; lo sobrellevaba con la «belle indifference» de los histéricos. Era una fatiga dolorosa. La dolencia era de intensidad variable. La señorita Von R., dado que atribuía empero bastante valor a los dolores, su atención estaba demorada en pensamientos y sensaciones que se entramaban con los dolores. Cuando en la señorita Von R. se pellizcaba u oprimía la piel y la musculatura hiperálgicas de la pierna, su rostro cobraba una peculiar expresión, más de placer que de dolor. El gesto de placer concordaba con el contenido de los pensamientos. Plantea un método: la remoción del material patógeno estrato por estrato, notar dónde un nexo permanecía enigmático, dónde parecía faltar un eslabón en la cadena de las causaciones, e iba penetrando en estratos cada vez más profundos del recuerdo. La premisa de todo el trabajo era, desde luego, la expectativa de que se demostraría un determinismo. La menor de tres hijas mujeres, había pasado su juventud, con tierno apego a sus padres. La salud de la madre se quebrantó muchas veces a raíz de una dolencia ocular y también por estados nerviosos. La paciente se apegó de manera particularmente estrecha a su padre, hombre alegre y dotado de la sabiduría de vivir, quien solía decir que esa hija le sustituía a un hijo varón y a un amigo con quien podía intercambiar ideas. La llamaba en broma «impertinente» y «respondona», la ponía en guardia frente a su inclinación a los juicios demasiado tajantes, a decir la verdad a los demás sin consideración alguna; y solía pensar que le resultaría difícil encontrar marido. Se podía suponer que la enferma había establecido una asociación entre sus impresiones anímicas dolidas y los dolores corporales que por azar registrara de manera simultánea a aquellas, y que ahora en su vida mnémica empleaba la sensación corporal como símbolo de la anímica. Se quedaba sin aclarar el motivo de tal sustitución. En relación a esto Freud plantea que la enferma no cesaba de repetir al médico: «Estoy cada vez peor, tengo los mismos dolores que antes»; yo podía acordarme del juicio que el viejo señor Von R. había pronunciado sobre su hija preferida: «A menudo es "impertinente" y "díscola"»; no obstante, debía admitir que ella tenía razón. En una sesión confesó haber pensado en cierto atardecer en que un joven la acompañó a casa después de una reunión social, los 1

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5. Seorita Elisabeth von R.

Joven dama, de 27 aos, que desde haca ms de dos aos padeca de dolores en las piernas y caminaba mal. Sobrellevaba con espritu alegre su padecer, que le enervaba todo trato y todo goce; lo sobrellevaba con la belle indifference de los histricos. Era una fatiga dolorosa. La dolencia era de intensidad variable. La seorita Von R., dado que atribua empero bastante valor a los dolores, su atencin estaba demorada en pensamientos y sensaciones que se entramaban con los dolores.

Cuando en la seorita Von R. se pellizcaba u oprima la piel y la musculatura hiperlgicas de la pierna, su rostro cobraba una peculiar expresin, ms de placer que de dolor. El gesto de placer concordaba con el contenido de los pensamientos.

Plantea un mtodo: la remocin del material patgeno estrato por estrato, notar dnde un nexo permaneca enigmtico, dnde pareca faltar un eslabn en la cadena de las causaciones, e iba penetrando en estratos cada vez ms profundos del recuerdo. La premisa de todo el trabajo era, desde luego, la expectativa de que se demostrara un determinismo.La menor de tres hijas mujeres, haba pasado su juventud, con tierno apego a sus padres. La salud de la madre se quebrant muchas veces a raz de una dolencia ocular y tambin por estados nerviosos. La paciente se apeg de manera particularmente estrecha a su padre, hombre alegre y dotado de la sabidura de vivir, quien sola decir que esa hija le sustitua a un hijo varn y a un amigo con quien poda intercambiar ideas. La llamaba en broma impertinente y respondona, la pona en guardia frente a su inclinacin a los juicios demasiado tajantes, a decir la verdad a los dems sin consideracin alguna; y sola pensar que le resultara difcil encontrar marido. Se poda suponer que la enferma haba establecido una asociacin entre sus impresiones anmicas dolidas y los dolores corporales que por azar registrara de manera simultnea a aquellas, y que ahora en su vida mnmica empleaba la sensacin corporal como smbolo de la anmica. Se quedaba sin aclarar el motivo de tal sustitucin.

En relacin a esto Freud plantea que la enferma no cesaba de repetir al mdico:

Estoy cada vez peor, tengo los mismos dolores que antes; yo poda acordarme del juicio que el viejo seor Von R. haba pronunciado sobre su hija preferida: A menudo es "impertinente" y "dscola"; no obstante, deba admitir que ella tena razn.

En una sesin confes haber pensado en cierto atardecer en que un joven la acompa a casa despus de una reunin social, los coloquios que hubo entre ella y l, y las sensaciones con que luego regres a casa a cuidar a su padre. Entr en la casa, se encontr con que el estado de su padre haba empeorado y se hizo los ms acerbos reproches por consagrar tanto tiempo a su gusto personal. Como resultado del conflicto, la representacin ertica fue reprimida {esforzada al desalojo} de la asociacin, y el afecto a ella adherido fue aplicado para elevar o reanimar un dolor corporal presente de manera simultnea (o poco anterior).

Era, pues, el mecanismo de una conversin con el fin de la Defensa.

Convoqu una serie de escenas entre las cuales el saltar de la cama con los pies desnudos en la habitacin fra a un llamado del padre se destacaba por su frecuente repeticin. Yo me inclinaba a atribuir a este factor una cierta significatividad porque junto a la queja por el dolor en las piernas estaba la queja por una martirizadora sensacin de fro.

Supone que, como el primer dolor aparece cuando el padre estaba enfermo, este sera el arquetipo de la posterior imitacin histrica, la base orgnica (afeccin reumtica leve) del sntoma histrico.

Designa a esta histrica como monosintomtica y dice: hall que la pierna derecha se dola en el curso de nuestras hipnosis cuando se trataba de recuerdos del cuidado de su padre enfermo, del trato con aquel compaero de juventud y otras cosas que caan dentro del primer perodo del tiempo patgeno, mientras que el dolor se anunciaba en la otra pierna, la izquierda, tan pronto le despertaba un recuerdo sobre la hermana difunta, los dos cuados, en suma, una impresin de la segunda mitad de su historia de padecimiento. Como si cada nueva ocasin psquica de sensaciones dolidas se hubiera enlazado con un diverso lugar del rea dolorosa de las piernas.Se pregunta:De dnde provienen los dolores al andar, estar de pie, yacer? estaba de pie junto a una puerta cuando trajeron a casa al padre tras sufrir un ataque al corazn, y en su terror ella qued de pie como plantificada y frente al lecho de su hna muerta.

Se habra vuelto doloroso el caminar. Resalt la caminata que hizo en aquel lugar de restablecimiento junto con un grupo nutrido de personas y que presuntamente haba sido demasiado extensa. Durante la misma, la segunda hna no se senta bien, pero se quedo al cuidado de su marido. Esta escena tiene que ver con la emergencia de los dolores, porque ella recordaba haber regresado del paseo muy adolorida.

Con respecto al dolor al estar sentada, lo relaciona con una caminata a una colina, donde sus pensamientos de soledad, y el deseo de ser tan feliz como su hna salieron a la luz. Luego de esa caminata regreso con fuertes dolores.

En relacin al dolor al yacer, se relaciona con los dolores que aparecieron mientras yaca en el vagn del ferrocarril, en su regreso a casa cuando se entero de que su hna querida haba tenido problemas en el parto.

Si la enferma puso fin al relato de toda una serie de episodios con la queja de que ah se haba sentido dolida de su soledad , y en sus infortunados intentos de establecer una vida familiar nueva, no cesaba de repetir que lo doliente ah era el sentimiento de su desvalimiento, la sensacin de no avanzar un paso, yo no poda menos que atribuir a sus reflexiones un influjo sobre la plasmacin de la abasia; me vi llevado a suponer que ella directamente buscaba una expresin simblica para sus pensamientos de tinte dolido, y lo haba hallado en el refuerzo de su padecer. La abasia no era equiparable slo a una parlisis funcional asociativa psquica, sino tambin a una parlisis funcional simblica.

Freud sospecha del deseo de la paciente de poseer un hombre que se pareciese al cuado. En relacin a esto, ella confes que estando de pie ante el lecho de la hna muerta, en ese mismo momento un pensamiento otro pas como un estremecimiento por el cerebro de Elisabeth, Ahora l est de nuevo libre, y yo puedo convertirme en su esposa.

Se desprende la idea de la defensa frente a una representacin inconciliable; de la gnesis de sntomas histricos por conversin de una excitacin psquica a lo corporal; de la formacin de un grupo psquico separado por el acto de voluntad que lleva a la defensa. Haba regalado a su cuado una inclinacin tierna, contra cuya admisin se revolva dentro de su conciencia todo su ser moral. Haba conseguido ahorrarse la dolorosa certidumbre de que amaba al marido de su hermana crendose a cambio unos dolores corporales, y en los momentos en que esa certidumbre pretenda imponrsele haban sido generados aquellos dolores por una lograda conversin a lo somtico. Se haba consumado la segregacin de su saber de los grupos de representaciones referidas a ese amor. Se volvi claro para Elisabeth que el sentimiento de ternura hacia su cuado era de larga data, quiz dormitaba en ella desde que se conocieron y durante mucho tiempo se haba escondido tras la mscara de una mera afeccin hacia un pariente, bien comprensible en ella dado su alto sentido de familia.

Epicrisis

Hubo un momento en que el crculo de representaciones de sus deberes hacia el padre enfermo entr en conflicto con el contenido que en aquella poca tena su ansiar ertico. En medio de vivos autorreproches, se decidi en favor de lo primero y as se cre el dolor histrico.

Segn la concepcin que parece convenir a la teora de la histeria como conversin, cabra exponer el proceso del siguiente modo: ella reprimi {desaloj} la representacin ertica de su conciencia y trasmud su magnitud de afecto a una sensacin de dolor somtico. Un conflicto totalmente similar aunque de superior significatividad moral y mejor atestiguado por el anlisis se repiti unos aos despus. De nuevo era un crculo de representaciones erticas el que entraba en conflicto con todas sus representaciones morales, pues la inclinacin recaa sobre su cuado. Acaso la inclinacin de la enferma hacia su cuado germinaba desde mucho antes; su desarrollo fue favorecido por el agotamiento fsico tras el nuevo cuidado de enfermo, el agotamiento moral tras varios aos de desengaos; su tiesura interior empez a aflojarse por entonces, y ella se confes que necesitaba el amor de un hombre. esa inclinacin ertica alcanz su plasmacin plena juntamente con los dolores, y para la misma poca el anlisis atestigua un particular estado psquico de la enferma, estado cuya conjuncin con aquella inclinacin y los dolores parece posibilitar una inteligencia del proceso en el sentido de la teora de la conversin.

El amor por su cuado estaba presente en su conciencia al modo de un cuerpo extrao, sin que hubiera entrado en vinculaciones con el resto de su representar. Haba preexistido ese singular estado de saber y al mismo tiempo no saber con respecto a esa inclinacin, el estado del grupo psquico divorciado. No le haba sido claramente conciente; no se mienta una cualidad inferior ni un grado ms bajo de conciencia, sino un divorcio del libre comercio de pensamiento asociativo con los restantes contenidos de representacin.

Se consideran dos hechos:

1) que los dolores histricos se generaron al mismo tiempo que se form aquel grupo psquico separado, y 2) que la enferma opona una gran resistencia al intento de establecer la asociacin entre el grupo psquico separado y sus restantes contenidos de conciencia, y cuando esa reunin a pesar de todo se consum, sinti un gran dolor psquico.

Nuestra concepcin de la histeria conjuga ambos factores con el hecho de la escisin de conciencia, afirmando: el punto 2 contiene la referencia al motivo de la escisin de conciencia, y el punto 1 a su mecanismo. El motivo era el de la defensa, la revuelta del yo todo a conciliarse con ese grupo de representacin; el mecanismo era el de la conversin, vale decir, en lugar de los dolores anmicos que ella se haba ahorrado emergieron los corporales; as se introdujo una transmudacin de la que result, como ganancia, que la enferma se haba sustrado de un estado psquico insoportable, es cierto que al costo de una anomala psquica la escisin de conciencia consentida y de un padecer corporal los dolores, sobre los cuales se edific una astasia-abasia.Qu se muda aqu en dolor corporal? La cauta respuesta rezar: algo desde lo cual habra podido y debido devenir dolor anmico. Puede atribuir al complejo de representacin de esta inclinacin que ha permanecido inconciente un cierto monto de afecto, y designar a esta ltima cantidad como la convertida. Una consecuencia seria que el amor inconciente perdiera tanto en intensidad, en virtud de esa conversin, que resultara deprimido a la condicin de una representacin dbil; y entonces sera este debilitamiento, y slo l, el que posibilitara su existencia como grupo psquico divorciado. Sin embargo, el presente caso es probable que slo corresponda a una conversin incompleta.

Pues bien, opino que en el supuesto de una histeria de defensa ya est contenida la exigencia de que haya ocurrido al menos uno de tales momentos.

Antes de l la conciencia no sabe cundo se instalar una representacin inconciliable; esta, que luego ser excluida junto con su squito para la formacin de un grupo psquico separado, tiene que ser inicialmente admitida en el comercio de pensamiento, pues de lo contrario no se habra producido el conflicto que llev a su exclusin.

Justamente a esos momentos, pues, cabe designar traumticos ; en ellos ha sobrevenido la conversin cuyos resultados son la escisin de conciencia y el sntoma histrico.En la seorita Von R. todo indica una multiplicidad de tales momentos (las escenas de la caminata, la meditacin matinal, el bao, ante el lecho de la hermana); y hasta quiz nuevos momentos de esa ndole ocurrieron en el curso del tratamiento. En efecto, la multiplicidad de esos momentos traumticos es posibilitada por el hecho de que una vivencia semejante a la que introdujo por primera vez la representacin inconciliable aporta excitacin nueva al grupo psquico divorciado, y as cancela provisionalmente el xito de la conversin. El yo se ve precisado a ocuparse de esta representacin reforzada que surge como sbito relmpago y a restablecer el estado anterior mediante una nueva conversin. La seorita Elisabeth, que mantena continuo trato con su cuado, por fuerza estaba expuesta de particular modo a la emergencia de nuevos traumas.

Sobre la base del anlisis supuse que en la enferma sobrevino una primera conversin mientras cuidaba

a su padre, y ello en el momento en que sus deberes como cuidadora entraron en querella con su ansiar ertico; y que ese proceso fue el arquetipo del otro, posterior, que llev al estallido de la enfermedad en aquel lugar de restablecimiento alpino. Sin embargo, de las comunicaciones de la enferma se desprende que en la poca de su cuidado del padre y en el lapso que sigui, que yo he designado como

primer perodo, no sufri dolores ni debilidad al caminar.

Los dolores el producto de la conversin no se generaron mientras la enferma vivenciaba las impresiones del primer perodo, sino con efecto retardado, vale decir, en el segundo perodo, cuando la enferma reprodujo esas impresiones en sus pensamientos. La conversin no habra seguido a las impresiones frescas, sino al recuerdo de ellas.

Las circunstancias que rodearon el caso indican que ese dolor somtico no fue creado por la neurosis, sino slo aprovechado por ella, aumentado y conservado. Siempre haba preexistido al comienzo un dolor real y efectivo, de base orgnica. Opino que tambin tuvo base orgnica el primer ataque de dolores que la seorita Elisabeth von R. sufri mientras cuidaba todava a su padre. Este dolor originariamente reumtico " pas a ser en la enferma el smbolo mnmico de sus excitaciones psquicas dolientes, y ello, hasta donde yo puedo verlo, por ms de una razn. Primero y principal, porque estuvo presente en la conciencia de manera aproximadamente simultnea con aquellas excitaciones; segundo, porque se enlazaba o poda enlazarse de mltiples modos con el contenido de representacin de aquella poca.

Entonces, se obtuvo el siguiente esclarecimiento: esa neuralgia haba pasado a ser, por el habitual camino de la conversin, el signo distintivo de una determinada excitacin psquica; pero en lo sucesivo pudo ser despertada por eco asociativo desde la vida de los pensamientos, por conversin simbolizadora. En verdad, es el mismo comportamiento que hallamos en la seorita Elisabeth von R.

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