Cartas de Amor Ensayo Ensayo

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Cartas de amor 2008-02-16 • IMPRESO LABERINTO Una carta es perdurable. Aunque el amor se extinga, las palabras permanecen, y muestra de ello son las epístolas exultantes, apasionadas o melancólicas de tantos grandes autores. Es esta tradición la que recordamos y a la que rendimos homenaje con la siguiente muestra. Querida B, Le escribo estas palabras desde la soledad relativa de quien ha tiempo vive con su fantasma. Quiero decir el suyo, pues al mío le ha dado por esconderse. Acaso porque aquí no sabe estar, una vez que ya estuvo al lado suyo y hace tiempo sólo me ve sentado frente a su retrato con la vista perdida en su interior profundo, como quien se ha extraviado en un mapa infinito. Pero no me propongo hablarle de fantasmas, pues si he de ser preciso el suyo es menos espectro que presencia, y es ante ella que ahora destruyo las almenas y los diques que hasta hoy me protegieron, aún no sé bien de qué. Estoy seguramente cerca de donde usted respira, y me pregunto ya si por casualidad se halla pensando en mí. Le extrañará este tono tan solemne, que nunca hemos usado para comunicarnos, pero espero comprenda que por ahora me permita el lujo de negarme a tutearla y tome esta distancia que a su manera nos acerca más. Es posible que piense que estoy siendo arrogante. Puede que no sea nadie para asumir que usted me piensa y se me acerca, especialmente después de haberme dicho en el teléfono que era el fin de la historia entre nosotros. Otro, tal vez, ya se habría devuelto por donde vino, pero he aquí que yo no le he creído, y le juro que usted tampoco se creyó. El amor es incrédulo siempre que le conviene. Conozco la opinión de la gran mayoría en torno a los amores a distancia. Sé también que son blanco favorito de la sorna tenaz de los solitarios. Mejor para los cuatro, aseguran los cínicos. Pero yo sé que nada saben de esto, ni entenderían que haya cruzado el continente para seguir a quien muy claro

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Cartas de amor2008-02-16 IMPRESO LABERINTOUna carta es perdurable. Aunque el amor se extinga, las palabras permanecen, y muestra de ello son las epstolas exultantes, apasionadas o melanclicas de tantos grandes autores. Es esta tradicin la que recordamos y a la que rendimos homenaje con la siguiente muestra.

Querida B,Le escribo estas palabras desde la soledad relativa de quien ha tiempo vive con su fantasma. Quiero decir el suyo, pues al mo le ha dado por esconderse. Acaso porque aqu no sabe estar, una vez que ya estuvo al lado suyo y hace tiempo slo me ve sentado frente a su retrato con la vista perdida en su interior profundo, como quien se ha extraviado en un mapa infinito. Pero no me propongo hablarle de fantasmas, pues si he de ser preciso el suyo es menos espectro que presencia, y es ante ella que ahora destruyo las almenas y los diques que hasta hoy me protegieron, an no s bien de qu.Estoy seguramente cerca de donde usted respira, y me pregunto ya si por casualidad se halla pensando en m. Le extraar este tono tan solemne, que nunca hemos usado para comunicarnos, pero espero comprenda que por ahora me permita el lujo de negarme a tutearla y tome esta distancia que a su manera nos acerca ms. Es posible que piense que estoy siendo arrogante. Puede que no sea nadie para asumir que usted me piensa y se me acerca, especialmente despus de haberme dicho en el telfono que era el fin de la historia entre nosotros. Otro, tal vez, ya se habra devuelto por donde vino, pero he aqu que yo no le he credo, y le juro que usted tampoco se crey. El amor es incrdulo siempre que le conviene.Conozco la opinin de la gran mayora en torno a los amores a distancia. S tambin que son blanco favorito de la sorna tenaz de los solitarios. Mejor para los cuatro, aseguran los cnicos. Pero yo s que nada saben de esto, ni entenderan que haya cruzado el continente para seguir a quien muy claro ha dicho que no desea verme ni en tarjeta postal. Cmo podra pensar que usted, querida B, respalda la opinin de aquellos envidiosos? Esperan que les crea que la conocen ellos mejor que yo? Pues nadie ms que usted y yo sabemos que aqu nunca han cabido ni cabrn ms de dos.Quiero decir que estoy seguro de sus sentimientos? No, B querida, tratndose de usted jams me atrevera a confundir seguridad con fe, y slo de esta ltima poseo toneladas. De ah mi escepticismo ante su desdn. Mas no por eso piense que escribo sin zozobra. Ahora mismo me escuece el alma saber que usted camina por las mismas calles y aun as no encontrarla ms que en mis pensamientos, mas peor sera estar en mi ciudad, una vez ms cediendo a la tentacin de fundirme en aquel retrato donde usted solamente parece estar.Aquello que deseas siempre te esperar si eres bastante osado para reconocerlo. Recuerda usted la tarde que se lo recit tal cual, en el telfono? Me lo haba robado de una novela de Susan Swann Lo que me dijo Casanova, a propsito de aquel viaje simultneo que nos puso en idnticas coordenadas, lejos de nuestras respectivas guaridas y a la vuelta de una complicidad espiritual que desde entoncesha crecido con propensin amaznica. No sabra decirle si fui entonces valiente o solamente compart con usted la intensa ligereza de sabernos unidos y al comienzo de todo. Lo que unos cobardones llaman demasiada inconciencia, y otros, los malamados, demasiada inocencia. Desde entonces, querida, ni usted ni yo podemos reclamar membresa en aquellos tristes clubes. Se reiran ellos de nosotros casi como nosotros nos carcajeamos de ellos.Cuando nace un nosotros como el nuestro, surge tambin un ellos que comprende al inmenso resto de los mortales. Y ahora, aqu, ya tan cerca de usted que su ausencia me quema, camino entre las calles repletas de ellos con el alma ulcerada por su ausencia y los huesos cansados, si bien jams rendidos, de perseguir la sombra de nosotros: ese yo duplicado y en teora inseparable cuya mera escisin ocasiona punzadas en lo hondo de m. Quin, al fin, es usted, sino esa primersima persona del singular a quien ya no me atrevo a llamar ella?Interrump esta carta procurando encontrarla, y lo consegu al fin. Desde entonces camino por estas calles que fueron extraas felizmente corrodo por sentimientos que me remiten a la cancin aquella de Zeca Baleiro: Ando tan a flor de piel que cualquier beso de telenovela me hace llorar. Desde que la encontr, y todava mejor desde que pude verme en su mirada, el mundo entero se torn una sucesin de pequeos relmpagos en torno al sol inmenso que a un tiempo me deslumbra y acaricia. S que usted es escptica, ya me lo ha dicho, pero le he de decir que sus ojos opinan diferente, puesto que escapa de ellos una luz de astro en llamas que se encuentra de lleno con lo que no s bien si llamar mi alma, mi corazn o mis entraas, pero ahora mismo y en todo momento puedo sentir esa fuerza centrpeta que me arrastra dichoso hasta sus pies y me deja besarlos con devocin de beato iluminado.Perdone que me exceda, pero prefiero eso a quedarme corto. Dejemos, B querida, que quien nos ve en la calle se ra de nosotros porque de pronto nos importa muy poco que nos miren mirndonos alelados, y que hasta haya uno que otro miserable que opine que este paso nuestro por las calles abrazados, despacio, conmigo besuqueando su melena y usted sencillamente permitindolo es un exceso kitsch, o cosa as. Finalmente, alguien dentro de m y apostara mi vida a que asimismo dentro de usted disfruta que as sea y pide ms.No voy a perder tiempo en tal modo precioso en pormenores sobre lo que nos pasa, pues creo que la magia consiste justamente en saber esas cosas sin tener que decrnoslas, menos an explicrnoslas. Cuando empec a escribirle estas palabras, lo hice presa de una indeseable languidez, acompaada por el miedo feroz a ya nunca encontrarla. Supongo que se habra sido el guin preferido por tantos malamados que encuentran paz de espritu en la desdicha ajena. Pero he aqu que le escribo con la sonrisa impresa de quien no se ha quitado de la cabeza la imagen del reencuentro. Usted y yo sentados en las rocas, a un lado de la playa, con las olas rompiendo a nuestros pies. Ms nuestros ojos y nuestras sonrisas y nuestras manos y nuestra fe callada en todo lo que es nuestro. Djeme que le escriba ese pronombre mgico, por el puro placer de releerlo: nosotros.Nunca cre que sera sta una carta feliz, ni que a ratos la escribira con la cara mojada de una alegra rara que yo mismo me envidio. Mas por favor no crea que ya canto victoria, si lo que ms me alegra no es alzar mi bandera sino volver de lleno a la batalla y pelear por usted encarnizadamente. Amar es combatir, es abrir puertas, dejar de ser fantasma con un nmero a perpetua cadena condenado por un amo sin rostro, reza el viejo poema, y ms tarde sentencia: El mundo nace cuando dos se besan. Por eso ahora que voy hipnotizado por un mundo en tal modo recin nacido, no puedo menos que dejar estas palabras y correr hacia usted en busca de otro beso, y otro, y otro.Como ya se lo he dicho, tengo claro que yo en pos de usted cruzara no solamente continentes y ocanos, sino la lnea misma de la vida, que cuando estamos juntos brilla como esa carretera amarilla que avanza por el mar en direccin al sol mientras un par de locos se abrazan en las rocas y en silencio se dicen todas las palabras, todas, todas. (Y al hacerlo exorcizan a todos los fantasmas.) Le envo, pues, un beso del tamao del amor que me lleva hacia usted con la fuerza de una resaca csmica, y espero que al llegar sus ojos hasta aqu ya est yo con usted, B querida, propinndole otro beso en la frente y acariciando esa entraable melena sin la cual, como bien lo sugiere el poema, no hay esclavo capaz de engendrar alas.No lo olvide: la amo.Suyo, de aqu a la muerte,X.[Xavier Velasco]

Carta para no invitarte a tomar decisionesQuerido mo:Ha llegado el momento. Lo s, es difcil. Te pido que recurras a toda tu presencia de nimo. No flaquees. Ser cosa de un momento.Durante meses he tratado de disimular, de evitar este enfrentamiento. He dejado que el tiempo transcurra sin definiciones, t y yo entregados al goce de estar juntos, sin necesitar nada, sorprendindonos cada vez, abriendo cada encuentro como un paquete envuelto en moos y papeles relucientes, acostumbrados cada vez a sacar ms alegra, otro beso, un paseo bajo los rboles.Pero no puedo evadirlo ms: te quiero. Quiz preferiras enfrentarte a una rata, a un agente de trnsito, a un cobrador. Pero yo te quiero. No entiendo la resonancia amenazadora de mis palabras. Te las digo como otra caricia, como si besara tu corazn o lo tomara en mis manos para atesorarlo como a un gatito tembloroso, ahora que el mo se despliega hasta la majestad de una gaviota, tan arriba, tan esbelta y enorme en su apertura, dispuesta a abrigarnos, t y yo muy chicos, deseando carios, agotados despus de mojarnos en la lluvia y rernos tanto. Deseando volar: t y yo siempre quisimos destrozar los lmites. Alguna vez crecimos?Quiz tampoco debera decirte estas cosas. Debera conformarme con tu cara dormida sobre mi almohada, con tu sonrisa de hace un momento, cuando hablbamos de las jacarandas. Pero yo te quiero. Abro sin ninguna precaucin las puertas canceladas porque nada en ti me asusta. Te reconozco. Te he querido desde que pusieron a secar mi alma recin hecha y era un pjaro a punto de cantar.No me contestes. Puedes fingir que no me oste. Slo quera hacerte una caricia nueva. Puedes seguir siendo solamente hermoso. Deja tus cosas junto a la puerta, abrzame como siempre. Hblame de tus peripecias cuando sorteabas el trfico para llegar. Sigamos como si esto no hubiera pasado. Deja que guarde tu silencio como respuesta, ese parpadeo que permite que todo siga como antes. O vas a decirme algo? De verdad quieres entrar a esa conversacin?Adriana Gonzlez Mateos

AnaBudapest. 25 de enero de 2000No fue la primera vez que te negaste a hacer el amor, Ana. Dulcemente tomaste mi mano entre las tuyas y ladeaste con ternura la cabeza para quedar lejos de mis labios. Cmo puede distinguirse aquello que est naciendo hoy de lo que procede de otro tiempo? Cre haberlo asimilado bien. Mi mano dentro de las tuyas, y t girndote y dndome la espalda sin ofensa, un buen modo de tornarme inofensivo sin abandonarme en un extremo de la cama, encucharados t y yo con suavidad y tibieza, mi brazo alrededor de tu pecho, tus senos calculadamente lejos de mis dedos. Intent dormir. Lo intento todava en esa noche como cualquier otra del pasado, como cualquier otra que habra de sobrevenirnos en el futuro. As debi suceder. Los desencuentros suaves, sin repercusiones, que van punteando aqu y all el carnaval que extienden dos cuerpos frente a s. Hay momentos, hija, sin embargo, en que todo semeja cargarse. Ya lo entenders, mi nia. Ya nos entenders a Ana y a m. Es como si las palabras ms triviales, los gestos ms ordinarios, se enturbiaran y comenzaran a significar algo distinto a lo que habas acostumbrado a ver en ellos. Entonces no resulta fcil dejarlos seguir de largo. Ahora parece sencillo, incluso a m me lo parece, al de hoy, pero no a quien aquella noche iba sintindola, a ella, a mi Ana, aflojarse dentro del incmodo doblez de mi brazo, perder la forma que da la voluntad a los cuerpos, descomprimirse y ablandarse. Si yo hubiera conseguido liquidarme igual en un sueo compartido, una forma tambin de amarnos, perder juntos la conciencia en una entrega quiz ms completa, quiz ms tierna, quiz ms bondadosa a ojos de un tercero que hubiera podido espiar nuestro desvanecimiento. Pero no pude, Ana, no fui capaz de dormir, comenz a retornar cada parte de mi cuerpo, fueron rearmndose y encerrndome en su interior hasta que me solidifiqu junto a tu abandono. Entonces me qued atento a todos los indicios que venan de ti. El ensanchamiento de tu respiracin, tu manera de recoger los pies si tocaban los mos, la lenta pero inatajable distancia que ibas poniendo con suavidad entre nosotros, salindote de mi brazo y del alcance de mi aliento, girndote otra vez pero ahora sin m, llevndote tu espalda, el roce de mi verga con tu culo. Despus, un slo movimiento en el instante justo, solidific el resentimiento que se me iba enroscando alrededor del cuello, un collar duro y pedregoso que no vea ningn contrasentido en que t estuvieras dormida y sin embargo me siguieras rechazando, como si no te bastara haberlo hecho una vez, subrayndolo con ese arrastre hacia la parte del futn donde yo no estaba, buscando la almohada para ponerla debajo de la cabeza pero sesgndola de modo que tambin se acomodara bajo tu torso, sustituyndome. Fue cuando de un solo manotazo te sacaste la sbana de encima y la ahorcadura se distendi de mi cuello. Tal era la razn de que te hubieras alejado de m. El hecho de que tuvieras calor porque lo tenas, habamos hablado antes de ello debi ayudarme a imitarte, hacer mo el otro extremo del futn; volverme boca abajo, dejarme de imbecilidades y, fingiendo el sueo, realmente acabarlo por conseguir. Cuntas ocasiones he repasado esta noche ya? La traigo a la memoria pero le he metido mano demasiadas veces, le he metido recuerdo demasiadas veces, algo as como una pgina de escrituras encimadas, tachoneos, digresiones afortunadas, unas, otras meras boberas; un episodio excesivamente comentado por m mismo de modo que no s si recuerdo lo que sucedi o lo que recuerdo son las sucesivas rememoraciones, un mosaico de interpretaciones empalmadas, un vitral desde donde ahora quiero mirar sin que se alteren o coloreen las imgenes de tu rechazo, de tu inapetencia, Ana.Ricardo Chvez Castaeda

Adorado:Sbado 2 de febrero 2008Busco desde hace tiempo una pareja literaria definitiva, cada vez termino por encontrar una pareja que no me satisface. En ti, cario, veo a la buena pareja literaria: esa que est en la mente, en el alma y en la letra. La primera vez que encontr una pareja literaria fue precisamente contigo, pero t, que no queras escribir sino hacer el amor, echaste mi primer intento a perder. Me frustraste, me convertiste en una persona infeliz: me hiciste el agujero ms grande de mi vida, que por cierto es vaca porque ya nunca escribes conmigo. Desde entonces no tengo vida amorosa y tengo escassimos contactos con el mundo exterior o con otras personas. Llevo un eco infernal con la msica de la Arcadia, cantando a una distancia imposible y cercana a mi ventana. En esa Arcadia vives t y una pobre diabla es tu vecina. Soy tu espa intil del jardn contiguo.Como para suplirte neciamente le escribo a un joven de barba partida y amplia sonrisa, un efebo al que le ha dado por considerarme su buena amiga. Cuando le escribo siempre hay algo que le habla de ti, es mi confidente. Se exhibe en fotografas como un hombre que una mujer comn puede desear. Tiene la gracia de un fauno, baila, sonre, bebe segn cuenta grandes cantidades de cerveza y se va a la cama con pelos rubios que lo acosan descabelladamente. Su belleza no tiene para m nada apasionante: todo su desnudo y fiel corazn le pertenece a un hombre. Mi corazn, infinitamente menos sabio y hermoso que el tuyo, te pertenece a ti, a quien invoco repetitivamente con mi palabra. T eres mi misterio, la tina tibia que me baa despus de mi muerte: T.Te hablar de mi estado actual. Me dedico a dormir una buena parte del da. Los momentos en que estoy despierta imagino en la decoracin de las ventanas y en el techo de mi recmara una carta tuya, o una gorda coleccin de cartas tuyas. Nunca he sentido placer ms profundo que el de leer tus cartas por las maanas y conocer la hora nocturna en que las escribas... Por qu ya no me escribes cartas slo para decirme que soy perfecta? Cundo dej de ser la perfeccin? Tambin envo mails y me divierto, me ro, me amargo. Cuando me pongo pesimista pienso que desaparecer de una vez por todas toda la belleza y que el caos llevar a los jvenes a entrar en nuestras casas y a asesinarnos... tambin me puedo poner optimista y pensar que algn da un joven amante llegar a la puerta de mi casa y no a mi bandeja. Y estoy siempre como esperndolo, como esperndote. Me miro al espejo con una frecuencia exasperante: me retoco el maquillaje, doy vueltas, subo y bajo escaleras. De pronto salgo al jardn, camino tongonendome en un espacio de apenas trescientos metros cuadrados. Soy una loca en constante coquetera solitaria.Me gustara que me contaras qu ha pasado contigo, cmo sigues... piensas en m?Te amo definitivamente. Aunque tenga un nmero infinito y en ascenso de amantes. Me he propuesto decrtelo de la manera ms contundente. Al fin escribo la novela rosa que siempre quise escribir y es para ti.Para despedirme te juro que esas noches que te tuve conmigo han sido inolvidables: tu espada acercndose y alejndose en una serie de impecables estocadas, hiriendo el papel, extirpando blancuras. Tus dedos husmeando las teclas con un nerviosismo de locos no se han despegado un instante de m. Eres el amante ms hermoso, el ms amargo, esto ltimo porque hace tanto que no escribes conmigo.Por favor te pido que consideres volver.Rowena BaliP.D. Te lo juro otra vez, te lo escribo, te lo firmo, de veras.

Amada Eunice:Te extraar la eleccin de vocativo con que doy comienzo a esta carta, explicable ya slo por su intrnseca publicidad. En efecto, los editores de Laberinto me han pedido les entregue una epstola amorosa para insertarla en la edicin del suplemento que tienes en las manos che gelide manini, pienso arrobado, Puccini que me sueo e, incapaz de resistirme a la tentacin exhibicionista, comienzo por identificar a mi objeto amoroso para beneficio, sobre todo, de la pltora de lectores de segunda (y no tan glida ni tan pequea ni tan dulcsima) mano. Disculpars, pues, que te trate de amada, con todo lo afectado que ello suena. Imposible, sin embargo, hacer de otro modo. Cmo dirigir esta carta a la querida Eunice cuando querida ha devenido mera formulacin formal? Prefiero pecar de cursi que equipararme a esa Charlotte Haze que, encaprichada de Humbert Humbert perverso padrastro futuro de la Lolita nabokoviana, imagina ertico un cher Monsieur ms propio de la correspondencia comercial. Amada, entonces, sers, ya slo porque lo eres, porque lo siento (aun si siento mucho mucho pudor, por cierto tener que ponerlo as).Disculpars tambin que te llame aqu Eunice, cosa que no hago sino de manera muy infrecuente (y ms bien hiertica) en nuestra vida comn. Por qu consignar aqu tu verdadero nombre cuando tengo por costumbre designarte con mil alias tiernos cada que, provocado a la imaginacin por tu amor, me dirijo a ti? Por claridad, primero: los terceros que nos espan querrn saber quin eres. Por orgullo, despus: grito a los cuatro vientos que amo a Eunice Corts Gutirrez, psicoanalista por vocacin y escritora de feliz ocasin, superherona del amor con domicilio en mi casa (la tuya), en mi cama (la nuestra), en mi vida (que he puesto en tus manos). Por pudor (otra vez), finalmente; y es que basta recordar la expresin azorada de esos editores a los que propusiramos un da publicar una coleccin de libros infantiles basados en nuestros lter egos zoomrficos (cito slo a ttulo de ejemplo una de las parejas de nuestra proyectiva invencin: un perro llamado Ralston Purina y su esposa, felina Gatina de Purina, que cultivan el amor interespecfico pero no por ello menos constructivo y seductor) para saber que la intimidad cotidiana de una pareja amantsima y celebratoria de su amor es cosa que no slo no interesa al prjimo sino que tiende a ser confundida con el deschavetamiento puro, mucho menos glamoroso (y, por cierto, mucho menos clamoroso) que lamour fou.Explicado ya el ncipit, paso a la materia de esta carta: te amo. Te amo: as de sencillo y as de maravilloso, ya slo porque tambin me amas t. (Me releo y recuerdo esa estrofa de Csar Portillo de la Luz que reza mejor: que ora Es pasin, delirio de estar contigo/ y yo soy dichoso, mi bien,/ porque me quieres tambin y me s irremediablemente oo pero tambin enamorado y bien correspondido, lo que constituye un bien superior.) Y ya. Nada hay que aadir puesto que con nuestra felicidad compartida todo est dicho. Denis de Rougemont tena razn: el amor feliz no tiene historia (y es que, como el nuestro, resulta inefable).Nicols Alvarado

Ada:Anoche la cama estaba ms helada que nunca. Me tap lo mejor que pude y apenas saqu las manos para sostener con una un libro y con la otra un cigarro. El cenicero, junto, como sabes. Te marqu antes varias veces el telfono y no respondiste. Tu celular es un desastre, te lo he dicho muchas veces, slo para que digas que yo te lo regal, y que s, es una chingamusa. Te gusta repetir palabras como sa; dices que te recuerdan tu infancia, que tu pap las deca. Chingamusa: y qu diablos es eso? Me dijiste que cualquier cosa, una como chingadera pero dicha con elegancia. Y te reste, como slo sabes rerte t. Con los ojos bien abiertos como para ver el mundo entero, para ver cmo ro yo, ms bien tmidamente, escasamente, segn dices. Un poco despus, al cabo de unas cuantas pginas de la novela, son mi celular. Lo haba dejado en el bur. Antes de contestar encend otro camel. Bueno, dije. Era el arquitecto Lazo: haba estallado la bomba en el despacho. Haban descubierto al fin al culpable del fraude que se triangul en la delegacin. Que me despertara, hoy mismo, domingo, temprano: tendra que venir al despacho para armar una estrategia. Pens entonces que no era para tanto. Evitar que el fraude de uno de los nuestros se hiciera pblico no era tan difcil, pero al fin aqu estoy, solo, dejando que pase el tiempo, esperando que llegue Lazo, esperando que llegue el sospechoso. Y pensando en ti. Dorm en episodios. Muy bien mientras lo hice pero despert varias veces. Raro, no? Despert con ganas de hacer cosas, salir a algn sitio. Sobre todo con ganas de verte. En el despacho no podr hacer nada, ni ver el fut, pens hace un rato. Me traje la novela. Ya le unas pginas ahora, pensando en terminarla pronto para poder al fin prestrtela. No te lo he dicho, y tal vez te lo diga antes de que leas estas lneas, pero la mujer asesinada de la historia de Martin Amis me recuerda mucho a ti. Es una mujer que deslumbra a todos, llena de vitalidad, hermosa, inteligente, independiente. Su padre es un polica [No s por qu abro este corchete para ponerte que acabas de llamarme. Te pongo no lo que dijimos sino lo que no te dije: tu voz me revel que sonreas, que al mirarlos tus ojos limpiaban los campos que tenas delante dejando slo girasoles y amapolas esperndote. Ya en la noche, al verte, compartirs conmigo esas fragancias.] Un polica que en nada se parece a tu padre. Un polica que dej libre a su hija, que la hizo increblemente duea de su cuerpo, sus energas, su movimiento. La inteligencia es cosa puramente de ella. Una inteligencia superior. Tu padre en cambio es un misterio. Se pasa la vida en el Partido, luchando segn dice por la Causa y a las rdenes detesta la palabra y por eso la repito del lder a quien llama por su nombre. Como si fueran tan cercanos. T te res de tu padre. Te res del arquitecto un poco mi padre, has calculado. Cuando te diga que te pareces a la mujer muerta de la novela me dirs que s, y luego de un momento: Ests seguro de que la asesinaron? Por qu? Una venganza? Habr muerto por culpa de su padre? Te quedars pensando, acariciando una de mis manos: Ya acaba y prstame esa chingamusa. Ya me intrigaste. Ahora mismo acabar de leer la novela; Dios, que no llegue el arquitecto.Juan Jos Reyes