Cartagena plañidera: De lo raizal a los orígenes de...

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1 Cartagena plañidera: De lo raizal a los orígenes de Gabo 1 "Hasta hace muy poco decir identidad era hablar de raíces, de raigambre, territorio, y de tiempo largo, de memoria simbólicamente densa. De eso y solamente de eso estaba hecha la identidad. Pero decir identidad hoy implica también si no queremos condenarla al limbo de una tradición desconectada de las mutaciones perceptivas y expresivas del presentehablar de redes, y de flujos, de migraciones y movilidades, de instantaneidad y desanclaje." Jesús Martín Barbero 2 He leído con sumo interés y cuidado el ensayo ¿Cómo reforzar la identidad Caribe de Cartagena? escrito por Jorge García Usta en 2002, publicado en 2004 en la revista Noventaynueve y reeditado como libro en 2010. Es un texto que tiene el mérito de llamar la atención sobre la importancia de mantener vivos los valores culturales y raizales de Cartagena. Sin embargo, escrito tan solo pocos años después de la última edición del extinto Festival de Música del Caribe, podría no tener la suficiente perspectiva histórica para afirmar que Cartagena estaba abandonando su esencia caribe. En este texto de 84 páginas se plantean algunos hechos históricos que, según el autor, han afectado la identidad cultural de Cartagena como 1 Reseña crítica de ¿Cómo reforzar la identidad Caribe de Cartagena? Jorge García Usta. Cartagena: Instituto de Patrimonio y Cultura de Cartagena, 2010. 2 Jesús Martín Barbero, “La globalización en clave cultural: una mirada latinoamericana”, 2002 Efectos. Globalismo y pluralismo. Coloquio internacional. Montreal 22-27 de abril, 2002, p.8.

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Cartagena plañidera: De lo raizal a los orígenes de Gabo1

"Hasta hace muy poco decir identidad era hablar de raíces, de raigambre, territorio, y de tiempo largo, de memoria simbólicamente densa. De eso y solamente de eso estaba hecha la identidad. Pero decir identidad hoy implica también –si no queremos condenarla al limbo de una tradición desconectada de las mutaciones perceptivas y expresivas del presente– hablar de redes, y de flujos, de migraciones y movilidades, de instantaneidad y desanclaje."

Jesús Martín Barbero

2

He leído con sumo interés y cuidado el ensayo ¿Cómo reforzar la

identidad Caribe de Cartagena? escrito por Jorge García Usta en 2002,

publicado en 2004 en la revista Noventaynueve y reeditado como libro en

2010. Es un texto que tiene el mérito de llamar la atención sobre la

importancia de mantener vivos los valores culturales y raizales de

Cartagena. Sin embargo, escrito tan solo pocos años después de la última

edición del extinto Festival de Música del Caribe, podría no tener la

suficiente perspectiva histórica para afirmar que Cartagena estaba

abandonando su esencia caribe.

En este texto de 84 páginas se plantean algunos hechos históricos

que, según el autor, han afectado la identidad cultural de Cartagena como

1 Reseña crítica de ¿Cómo reforzar la identidad Caribe de Cartagena? Jorge García

Usta. Cartagena: Instituto de Patrimonio y Cultura de Cartagena, 2010. 2 Jesús Martín Barbero, “La globalización en clave cultural: una mirada latinoamericana”,

2002 Efectos. Globalismo y pluralismo. Coloquio internacional. Montreal 22-27 de abril, 2002, p.8.

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ciudad del Caribe. Asimismo, se propone una larga lista de actividades

conducentes a rescatar y reforzar dicha identidad. De igual forma, se

mencionan las raíces africanas, españolas y árabes de la identidad caribe

de la ciudad y la necesidad de fortalecer la identidad “caribe” de Cartagena.

Termina el libro con una extensa lista de actividades o “estrategias” para

reforzar esa identidad.

El trabajo esboza tesis equivocadas como la de la página 23 donde

pretende plantear como una contradicción lo dicho por Eduardo Lemaitre y

Germán Espinosa, cuando éstas, si se leen bien, señalan lo mismo, a pesar

de que se refieren a diferentes épocas. Es decir que Cartagena

originariamente fue hispánica y que gracias a la contribución de otras

culturas que se acrisolaron en nuestra tierra americana se podría calificar

de caribe. Lemaitre dice:

“Como primera medida, es totalmente falso que Cartagena sea una ciudad caribe o „caribeña‟... la vieja Cartagena... es una ciudad hispánica... Otra cosa es la cultura caribe de nuestra época y en tal sentido ya puede decirse que hay una música caribe, una arquitectura caribe y una literatura caribe o „caribeña‟, pero la vieja Cartagena no tiene, ni tener podía, nada que ver con esto. (Lemaitre, 1999, p. 5) ”

3.

Es claro que este comentario se refiere a una Cartagena vieja,

antigua y esclavista. A esta cita García Usta contrapone la del maestro

Germán Espinosa y sostiene, sin razón, que éste contradice lo anterior

cuando escribe:

“Estas elaboraciones de soñador no necesariamente disputaban con la Cartagena que efervescía [sic] más allá del portón de mi casa. Cierto es que por aquellos años del decenio de 1940, mi

3 Eduardo Lemaitre, “La ciudad barrilete”. El Universal, Dominical. Cartagena, noviembre

21 de 1999, número 715, p. 5, citado por García Usta, 2010, p. 22..

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ciudad natal tenía algo de despojo, de resto derrelicto. Mas, en medio de ese marco ruinoso o nostálgico, pululaba la alegría afrocaribe, florecía un sentido dionisíaco de la ciudad y ni siquiera los parpadeantes interiores de las iglesias, colmados de beatas y rezanderos, lograban competir con el desafuero entronizado por la descendencia africana, que casi triplicaba a la población europea y mestiza. Costumbres, gestos, músicas se habían hibridado; y la tradición criolla, de raíz limpiamente andaluza, se veía enriquecida por otra que venía de los pantanos, de las llanuras, de las montañas de África…” (Espinosa, sf, sin página)

4.

Espinosa se está refiriendo, por supuesto, a una época mucho más

reciente: su adolescencia, primera mitad del S. XX, y testimonia ese

espíritu desaforado de la población mayoritaria (tanto en la Cartagena

colonial, como en la referida por él).

Más adelante, García Usta plantea un argumento simplista de querer

liberarse de la opresión ancestral de la cultura andina, cuando, por ejemplo,

acusa al establecimiento de imponer currículos escolares desde el centro

andino del poder. Esto parece no ser cierto, porque el hecho que los planes

de estudio hayan sido definidos desde el ministerio correspondiente no

significa que no puedan ser considerados como un mínimo, ya que cada

institución lo enriquecerá como a bien le parezca, cuando diseña su propio

Proyecto Educativo Institucional. De modo que si una ciudad y/o región

consideran que es necesario realzar ciertos valores, pueden hacerlo

inclusive dentro del marco de este mismo plan de estudios.

Y continúa con esa posición a ultranza de estarse defendiendo de los

que vienen de fuera. No debemos perder de vista que, para bien o para

mal, hoy vivimos en un mundo globalizado. Parafraseando a Barbero, hoy

tenemos que aceptar la interacción con gente de muchas procedencias y

4 Germán Espinosa, La ciudad reinventada, s.f., citado por García Usta, 2010, p.22.

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orígenes étnicos. Que esta interacción además, nos va a permitir

transformarnos y transformar a los otros. Cartagena no debe continuar

mirándose el ombligo creyendo que es el centro de la atención mundial y

que se lo merece todo porque sí. Hay evidencia histórica que en el S. XIX

la élite andina subestimó a las regiones periféricas hasta la ofensa, pero

ello no es una razón válida para legitimar el argumento simplista de

responsabilizar a otros por la situación actual. Es decir, que lo sucedido

hace 200 años influye hasta la fecha y que lo que somos o no somos hoy

es responsabilidad del centralismo y de las élites andinas.

Y si se cree que lo más importante es resaltar la cultura caribe, no se

puede olvidar que Cartagena nunca ha dejado de ser caribe desde cuando

se dio la fusión de culturas. Es el argumento de Germán Espinosa en la cita

mencionada arriba, donde registra las costumbres caribeñas de los años 40

y 50. Su esencia caribe siempre ha estado presente desde antes de aquella

época. Basta, por ejemplo, leer los escritos de Daniel Lemaitre de

mediados del siglo pasado que relatan los usos y costumbres desde

principios de siglo.5 En la comida, en la música, en sus tradiciones, en el

baile, en la idiosincrasia, en el modo de ser, en fin… La cultura es algo que

se da de manera espontánea; no se debe forzar, ni imponer. Sí, hay que

educar para mantenerla viva y actuar generando espacios de cultura

ciudadana que propicien oportunidades reales para su conocimiento y

difusión. Debemos mantener y, si es necesario, rescatar los valores por los

valores mismos, pero la evidencia sobre las causas de la realidad local ha

5 Daniel Lemaitre, La ñapa. Cartagena: Editorial Casanalpe, c. 1955; Daniel Lemaitre,

Corralito de Piedra. Cartagena: Editora Bolívar, 1949; Daniel Lemaitre, ca 1955. Colección Cables Pepa Simanca.Cartagena: Daniel Lemaitre & Cía. Sección de Propaganda, ca. 1955.

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minado la validez de estar siempre a la defensiva contra los ataques ciertos

o imaginados de grupos de otras culturas, andina u otras. Debemos

mantener y valorar lo propio porque tiene un valor intrínseco

indistintamente de si somos o no “atacados”, como sostienen García Usta y

otros.

Sin embargo, hay que anotar que aunque hay muchos puntos

comunes, nos distanciamos del Caribe insular porque allí surgió la

economía de la plantación lo que no ocurrió en el Caribe continental, que

fue sobre todo una economía de la hacienda, ambas esclavistas.

Es difícil comprender la necesidad de destacar la tesis de Bell (1999)6

acerca del impacto negativo que tuvo sobre nuestra identidad un cambio

del nombre de nuestra región a finales del siglo XIX. Dice Bell:

“Hasta 1850, por lo menos la cartografía de nuestro territorio situaba a la Costa Norte Colombiana en el litoral de un gran mar interior […] [el] mar Caribe […] todavía a mediados del siglo pasado [siglo XIX] no teníamos ninguna duda. Sin embargo, en algún momento de fines del pasado siglo en la cartografía aparece un cambio significativo [y] ya no éramos parte del mar de los Caribes sino que a las aguas de tierra firme se les empezó a identificar como Océano Atlántico... dejamos de ser caribes para asumir una pertenencia al mundo Atlántico […] que nos desposeía de nuestra verdadera e histórica dimensión espacial, clave para entendernos a nosotros mismos y nuestra peculiar situación en el mundo en relación con otros seres humanos y otras culturas”. (Citado por García Usta, 2010. p. 20).

Es decir, que habernos llamado Costa Atlántica en lugar de Costa

Caribe fue un “cambio significativo” que tuvo una terrible incidencia en

nuestro destino como región. En verdad, si ese hecho afecta tanto la

6

Gustavo Bell Lemus, 1999. Colombia, país Caribe, Memorias del IV Seminario Internacional de Estudios del Caribe, Barranquilla: Fondo de Publicaciones de la Universidad del Atlántico. Citado por García Usta, 2010, p.20.

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identidad cultural de un pueblo, la solidez de esa identidad debe ser poca.

Afortunadamente esto no parece haber tenido, en realidad, gran impacto.

Lo dice contradictoriamente el mismo autor: “la vida real de la ciudad siguió

vinculada al Gran Caribe, a través de uno de sus elementos centrales, la

cultura.” (García Usta, 2010. p. 21).

Es interesante observar que el autor en 1995 (y en la reimpresión de

2007 por Editorial Planeta7) registra costa o litoral Atlántico once veces y ni

una vez menciona costa o litoral Caribe, (García Usta, 2007). Inclusive,

Clemente Manuel Zabala (citado por García Usta) dice Costa Atlántica en

lugar de Caribe varias veces. Parece que entre 1948 y 1995 no era grave

decir Costa Atlántica. Hoy, sin embargo, muchos se rasgan las vestiduras

por ello.

Se debe superar esa actitud plañidera: llorar y creer que nos lo

merecemos todo simplemente porque pertenecemos a las regiones de la

periferia. Debemos aspirar a ganarnos por nuestro propio mérito todas esas

prebendas que decimos merecer. El mejor ejemplo, entre otros muchos, es

el del ya inmortal Gabo, costeño y caribe de pura cepa, que contra todas

las adversidades salió adelante, descolló con su literatura universal y ocupa

una posición cimera en las letras. Todo esto no se dio simplemente por ser

caribe, sino por su esfuerzo y su trabajo tesoneros y disciplinados. García

Márquez es un excelente ejemplo para muchos, pero lo es especialmente

para nosotros los colombianos y particularmente para los costeños y

cartageneros, a quienes está dirigido el ensayo de García Usta.

7 García Usta, Jorge, 2007. García Márquez en Cartagena. Sus inicios literarios. Bogotá:

Editorial Planeta. Reimpresión de Cómo aprendió a escribir García Márquez. Medellín: Editorial Lealon. 1995.

7

Lo anterior no podemos desconocerlo y no debemos adoptar la

posición de exigir o pretender que, por ejemplo, en festivales

internacionales que han elegido a Cartagena como su sede, se deba tener

determinada participación de la ciudad o de la región Caribe. En estos

festivales han participado quienes lo han merecido por su talento o por su

trabajo. El reciente Hay Festival de 2011 se inauguró con nadie menos que

Rubén Blades, hombre caribe, de talante cartagenero, y han participado en

diferentes actividades y ediciones, Juan Gossaín, Roberto Burgos Cantor,

Ernesto McCausland, Wilder Guerra, la Orquesta Buena Vista Social Club,

Mario Jursich, Efraim Medina, Adelaida Sourdís, Oscar Collazos (quien ya

hace parte de nuestra cultura caribe) y La Carreta Literaria, que se ha

ganado un puesto en el Hay Festival y en particular en 2012, donde ya

tiene un espacio propio, entre otros. Se me escapan con seguridad otros

nombres, pero deberíamos proponer los que realmente ameriten estar allí y

no los vemos, y no proponerlos por caribes, sino por sus propias

ejecutorias. Que se sometan al escrutinio para valorar sus méritos y sin

condescendencias, ni pactos de mediocridad; que queden elegidos como

muestra de las producciones intelectuales, musicales, literarias y artísticas

en general, de nuestra región y en particular de la ciudad de Cartagena. No

se debe seguir reclamando derechos inmerecidos. Nuestra responsabilidad

es producir hechos y productos de altísima calidad. Como bien lo dice

García Usta, hay ejemplos en la ciudad, en particular de las universidades,

donde hay trabajos notables. Ejemplos de ello son el Instituto Internacional

de Estudios del Caribe, de la Universidad de Cartagena, con su Congreso

anual; la Universidad Tecnológica de Bolívar, que realiza cada año el

diplomado “Cartagena de Indias, conocimiento vital del Caribe”, que ha

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dedicado dos versiones a García Márquez y del cual se han derivado

productos interesantes que han tenido buen recibo en cuanto a la calidad

de su diseño y contenido. También se deben resaltar los casos del

Laboratorio Iberoamericano de Desarrollo y Cultura de la UTB, apoyado por

la Universidad de Gerona (España) y el Colegio del Cuerpo. Otros, por

fuera de las universidades, son el Festival Internacional de Cine de

Cartagena, que a pesar de cumplir 52 años de actividad y de que su última

edición fue excelente, la cultura cinematográfica de la ciudad no es la más

notable en el país y los grupos de danza Atabaques y Ekobios. Algunos de

estos son ejemplos más o menos incipientes, otros llevan más tiempo de

trabajo, pero el punto es que se trata de proyectos culturales de reconocida

calidad.

Olvidemos la idea de los “festivales” alternos, que son una reacción

infantil a eventos que no fuimos capaces de imaginar. Debemos tener

iniciativas propias y no hacer propuestas sustitutas sólo cuando a otros se

les ha ocurrido desarrollar eventos de carácter global y que van mucho más

allá de los temas raizales, como quieren llamarlos ahora. Algunos se

quejan del Festival Internacional de Música porque no es raizal, pero se

deja morir, por la razón que fuere, el Festival de Música del Caribe, que fue

una iniciativa local, así como se derrumbó la Plaza de la Serrezuela,

casualmente donde este festival realizó algunas de sus versiones y a pocos

les ha importado. ¿Qué beneficios obtendríamos si sólo promovemos

actividades endogámicas que no aportan nada nuevo?

Si se menciona el tema del Centro Histórico, ocurre algo similar. En la

ciudad algunos se rasgan las vestiduras porque la han comprado

“cachacos” y “extranjeros”. Se quejan porque la gente de fuera ha adquirido

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“nuestras” casonas en ruinas. ¿Cuántas décadas “de despojo, de resto

derrelicto” pasaron antes de que a algunas personas visionarias se les

ocurriera hacer lo que se ha hecho en muchas capitales del mundo?

Rescatar ruinas para casas de recreo, restaurantes, museos, hoteles,

grandes centros culturales, etc. A muy pocos inversionistas locales se les

ocurrió semejante “exabrupto”, al decir de algunos locales. Les producía – y

produce a la gran mayoría – cierta repugnancia la idea de irse a vivir en

casas viejas. Hoy esas casonas son la envidia y admiración de muchos

locales, pero siguen quejándose de que les “robaron” la ciudad. En

realidad, lo que ello indica es las limitaciones económicas o la preferencia

por otras actividades lucrativas de los cartageneros raizales. En cierta

forma, deberíamos mirar con otros ojos a aquellos que con su visión

comercial y músculo financiero evitaron que todo el Centro se viniera abajo.

Si se apoderaron de la ciudad fue porque lo permitimos por nuestra desidia,

desinterés o incapacidad económica, para asumir el papel de restauradores

de las ruinas de la ciudad.

Por otro lado, el ensayo de García Usta no resistiría la prueba más

elemental de un trabajo de grado de un programa universitario de pregrado.

Está plagado de carencias y errores en sus citas bibliográficas: se

mencionan como citados, autores que nunca antes se nombraron y que ni

siquiera aparecen en la bibliografía. Es un buen ejemplo de lo que es la

falta de rigor bibliográfico. Una explicación para que apareciera con esas

fallas en 2010, pudo ser la premura del editor de dicho “libro” para que

estuviera impreso para las celebraciones del Bicentenario de la

independencia de Cartagena.

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Por el contrario, su texto de 1995 y reimpreso en 2007 es muy bueno,

aunque el nombre en realidad no corresponde a lo que presenta. Es un

rescate minucioso de las calidades de Clemente Manuel Zabala, quien

indudablemente influyó sobre García Márquez en sus inicios. Hay que

anotar que sin duda es mucho mejor que el folleto/libro de 2010, y aunque

tiene algunas falencias como dejar inconcluso algún argumento (afirmar sin

demostrarlo, que Zabala influyó más que el Grupo de Barranquilla) o alguna

inconsistencia interna de fechas relacionadas con las columnas del célebre

escritor, tiene el mérito indiscutible de haber descubierto sus orígenes más

allá de lo que hizo Jacques Gilard en 19838. En este libro no sólo se

rescata la influencia de Zabala, sino la de otros como Gustavo Ibarra,

Héctor Rojas Herazo, entre otros, y claramente la de Luis Carlos López, el

Tuerto. Esta influencia apareció con algún rezago cuando Gabo trabajaba

en Barranquilla.

Es una lástima, además, que en la edición de 2007 se hubiera

soslayado las fotografías y los facsímiles de algunas columnas de García

Márquez, de Zabala y de Rojas Herazo. De igual manera algunas

reproducciones de primera página de El Universal y en particular de la

sección Hospital amoroso al parecer escrita por García Márquez y del

Comprimido, “el periódico más pequeño del mundo” y dirigido por él, única

vez que García Márquez dirige un periódico en su carrera de escritor.

8 Gilard, Jacques, 1983. Textos costeños Vols. I y II. Bogotá: Editorial La Oveja Negra.

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Tomado de García Usta, J. Cómo aprendió a escribir García Márquez. Medellín: Editorial Lealon. (entre

páginas 208 y 209)

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Tomado de García Usta, J. Cómo aprendió a escribir García Márquez. Medellín: Editorial Lealon. (entre

páginas 176 y 177)

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Tomado de García Usta, J. Cómo aprendió a escribir García Márquez. Medellín: Editorial Lealon. (entre

páginas 176 y 177)

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Asimismo, como se dijo arriba, en el texto que se reseña aquí,

también se encuentran algunas contradicciones. Sorprende, por lo tanto,

que esta publicación haya sido reeditada del texto original de 2002 o 2004

sin ninguna clase de corrección de estilo y que nadie se haya tomado el

trabajo de hacer las correcciones debidas. Además, el ensayo carece de

conclusiones sobre lo que plantea y se limita tan sólo a finalizar con una

relación de propuestas que van desde el fortalecimiento de actividades,

entidades y festivales ya existentes hasta la creación de nuevas instancias

para fortalecer lo caribe. Tal vez, como consecuencia, existe hoy una

proliferación incontrolada de espectáculos “musicales” y demostraciones de

“danzas” que en su mayoría carecen de imaginación, son repetitivos y

fundamentalmente, espectáculos estruendosos sin ningún rigor, en las

calles de la ciudad que agobian con un ruido que exacerba a locales y

visitantes. Palenqueras convertidas en maniquíes para mostrarse en la foto

con los turistas, disfrazadas no se sabe de qué o quizás de ellas mismas,

para ponerle lo que algunos llaman el “color local”, a las fotos de los

turistas.

Para terminar, hago una invitación a que nuestra inteligencia

(inteligentzia) deje de asumir ese triste y patético papel de plañidera y se

dedique a producir hechos concretos de calidad, como la creación de

empresas, y centros educativos de talla mundial, literatura, música, danza,

teatro, entre otras cosas. Hagamos un acto de contrición y un debate

autocrítico con la necesaria humildad que nos permita ir más allá del llanto

o de la queja. Mientras no tomemos conciencia de nuestros problemas y los

asumamos como propios, nunca seremos capaces de resolverlos.

Adoptemos como cartageneros una posición adulta que nos permita tomar

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la responsabilidad del futuro en nuestras manos. Basta de echarle la culpa

de todo al pasado. Trabajemos duro en el presente para forjar un mejor

futuro. Como dice el periodista argentino Andrés Oppenheimer al titular su

último libro: ¡Basta de historias!

Ignacio Vélez Pareja Profesor

Universidad Tecnológica de Bolívar