Carta a La Maestra Por Fernando Savater

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82 Docencia Nº 12 CARTA A LA MAESTRA Permíteme, querida amiga, que inicie este libro dirigiéndo- me a ti para rendirte tributo de admiración y para encomendar- te el destino de estas páginas. Te llamo “amiga” y bien puedes ser desde luego “amigo”, pues a to- dos y cada uno de los maestros CARTA A LA MAESTRA Por Fernando Savater El filósofo español Fernando Savater (San Sebastián, España, 1947) escribe esta carta, como él mismo señala, “a guisa de prólogo”, en su libro “El Valor de Educar” 1 . Dedicado a su madre, “su primera maestra”, el libro reflexiona acerca de ¿cuál es el valor que otorga la sociedad contemporánea a la educación?, fundamentando la importancia de la educación y, con ella, de maestras y maestros, en la construcción de una sociedad democrática. me refiero: pero optar por el fe- menino en esta ocasión es algo más que hacer un guiño a lo polí- ticamente correcto. Primero, por- que en este país la enseñanza ele- mental suele estar mayoritaria- mente a cargo del sexo femenino (al menos tal es mi impresión: humillo la cerviz si las estadísti- cas me desmienten); segundo, por una razón íntima que queda aclarada suficientemente con la dedicatoria de la obra y que qui- zá subyace, como ofrenda de amor, al propósito mismo de es- cribirla. Docencia agradece al profesor Santiago Quer, subdirector del CPEIP, su sugerencia de publicar este texto. Fotografía de Fernando Savater: R. Babilonia. Tomada del libro “Predicciones”, Taurus, Madrid, 2000. Pág. 262. 1 Edición del Instituto de Estudios Educativos y Sindicales de América. Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE). Confederación de Educadores de América (CEA), México, 1997.

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Carta a la maestra

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    Diciembre 2000Docencia N 12

    CARTAA LA MAESTRA

    Permteme, querida amiga,que inicie este libro dirigindo-me a ti para rendirte tributo deadmiracin y para encomendar-te el destino de estas pginas. Tellamo amiga y bien puedes serdesde luego amigo, pues a to-dos y cada uno de los maestros

    CARTAA LA MAESTRA

    Por Fernando Savater

    El filsofo espaol FernandoSavater (San Sebastin, Espaa,1947) escribe esta carta, comol mismo seala, a guisa deprlogo, en su libro El Valor deEducar1. Dedicado a su madre,su primera maestra, el libroreflexiona acerca de cul es elvalor que otorga la sociedadcontempornea a la educacin?,fundamentando la importanciade la educacin y, con ella, demaestras y maestros, en laconstruccin de una sociedaddemocrtica.

    me refiero: pero optar por el fe-menino en esta ocasin es algoms que hacer un guio a lo pol-ticamente correcto. Primero, por-que en este pas la enseanza ele-mental suele estar mayoritaria-mente a cargo del sexo femenino(al menos tal es mi impresin:

    humillo la cerviz si las estadsti-cas me desmienten); segundo,por una razn ntima que quedaaclarada suficientemente con ladedicatoria de la obra y que qui-z subyace, como ofrenda deamor, al propsito mismo de es-cribirla.

    Docencia agradece al profesor Santiago Quer, subdirector del CPEIP, su sugerencia de publicar este texto.Fotografa de Fernando Savater: R. Babilonia. Tomada del libro Predicciones, Taurus, Madrid, 2000. Pg. 262.

    1 Edicin del Instituto de Estudios Educativos y Sindicales de Amrica. Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educacin (SNTE).Confederacin de Educadores de Amrica (CEA), Mxico, 1997.

    En lo tocante a la admiracin,tampoco hay pretensin de hala-go oportunista. Vaya por delanteque tengo a maestras y maestrospor el gremio ms necesario, msesforzado y generoso, ms civili-zador de cuantos trabajamos paracubrir las demandas de un estadodemocrtico.

    Entre los baremos bsicos quepueden sealarse para calibrar eldesarrollo humanista de una so-ciedad, el primero es a mi juicioel trato y la consideracin quebrinda a sus maestros (el segun-do puede ser un sistema peniten-ciario, por tanto tiene que vercomo reverso oscuro con el fun-cionamiento del anterior). En laEspaa del pasado reciente, porejemplo, los republicanos progre-sistas convirtieron a los maestrosen protagonistas de la regenera-cin social que intentaban llevara cabo, por lo que, consecuente-mente, la represin franquista seceb especialmente con ellos,diezmndolos, para luego im-poner la aberrante mitologapseudo-educativa que ha refleja-do con tanta gracia Andrs So-pea en su libro El florido pensil.

    Actualmente coexiste en estepas y creo que el fenmeno noes una exclusiva hispnica elhbito de sealar la escuela comocorrectora necesaria de todos losvicios e insuficiencias culturalescon la condescendiente minus-valoracin del papel social de

    maestras y maestros. Que se ha-bla de la violencia juvenil, de ladrogadiccin, de la decadencia dela lectura, del retorno de actitu-des racistas, etc.? Inmediatamen-te salta el diagnstico que sitadesde luego no sin fundamen-to en la escuela el campo debatalla oportuno para prevenirmales que ms tarde es ya difici-lsimo erradicar. Cualquiera dirapor lo tanto que los encargadosde esa primera enseanza de tanradical importancia son los pro-fesionales a cuya preparacin sededica ms celo institucional, losmejor remunerados y aquellosque merecen la mxima audien-cia en los medios de comunica-cin. Como bien sabemos, no esas. La opinin popular (parad-jicamente sostenida por las mis-mas personas convencidas de quesin una buena escuela no puedehaber ms que una malsima so-ciedad) da por supuesto que amaestro no se dedica sino quienes incapaz de mayores designios,gente inepta para realizar unacarrera universitaria completa ycuya posicin socio-econmicaha de ser as son las cosas, qule vamos hacer! necesariamen-te nfima. Incluso existe en Espa-a ese dicharacho aterrador depasar ms hambre que un maes-tro de escuela... En los talking-shows televisivos o en las tertu-lias radiofnicas rara vez se invi-ta a un maestro: para qu,pobrecillos! Y cuando se debatenpresupuestos ministeriales, aun-que de vez en cuando se hablaretricamente de dignificar elmagisterio (un poco con ciertotonillo entre paternal y caritati-vo), las mayores inversiones se dapor hecho que deben ser para laenseanza superior. Claro, la en-seanza superior debe contar conms recursos que la ensean-za...inferior?

    Todo esto es un autntico dis-parate. Quienes asumen que losmaestros son algo as como fra-casados deberan concluir en-tonces que la sociedad democr-tica en que vivimos es tambin

    un fracaso. Porque todos los de-ms que intentamos formar a losciudadanos e ilustrarlos, cuandoapelamos al desarrollo de la in-vestigacin cientfica, la creacinartstica o el debate racional delas cuestiones pblicas depen-demos necesariamen-te del trabajo previode los maestros.Qu somos los ca-tedrticos de uni-versidad, los perio-distas, los artistasy escritores, in-cluso los pol-ticos conscien-tes, ms quemaestros de se-gunda quenada o muypoco pode-mos si nohan realizado biensu tarea los primeros maes-tros, que deben prepararnos laclientela? Y ante todo tienen queprepararnos para que disfruten dela conquista cultural por excelen-cia, el sistema mismo de convi-vencia democrtica, que debe seralgo ms que un conjunto de es-trategias electorales...

    En el campo educativo staes una de las convicciones quesustentan este libro poco sehabr avanzado mientras la en-seanza bsica no sea prioritariaen inversin de recursos, en aten-cin institucional y tambincomo centro del inters pblico.Hay que evitar el actual crculovicioso, que lle-va de la baja va-loracin de latarea de losmaestros a suasctica remu-neracin, desta a su escasoprestigio socialy por tanto aque los docen-tes ms capaci-tados huyan aniveles de ense-anza superior,lo que refuerza

    tengo a maestrasy maestros por el

    gremio msnecesario, ms

    esforzado ygeneroso, ms

    civilizador de cuantostrabajamos para

    cubrir las demandasde un estadodemocrtico.

    Quienes asumenque los maestrosson algo as comofracasadosdeberan concluirentonces que lasociedad democrticaen que vivimos estambin un fracaso.

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    Diciembre 2000Docencia N 12

    CARTAA LA MAESTRA

    Permteme, querida amiga,que inicie este libro dirigindo-me a ti para rendirte tributo deadmiracin y para encomendar-te el destino de estas pginas. Tellamo amiga y bien puedes serdesde luego amigo, pues a to-dos y cada uno de los maestros

    CARTAA LA MAESTRA

    Por Fernando Savater

    El filsofo espaol FernandoSavater (San Sebastin, Espaa,1947) escribe esta carta, comol mismo seala, a guisa deprlogo, en su libro El Valor deEducar1. Dedicado a su madre,su primera maestra, el libroreflexiona acerca de cul es elvalor que otorga la sociedadcontempornea a la educacin?,fundamentando la importanciade la educacin y, con ella, demaestras y maestros, en laconstruccin de una sociedaddemocrtica.

    me refiero: pero optar por el fe-menino en esta ocasin es algoms que hacer un guio a lo pol-ticamente correcto. Primero, por-que en este pas la enseanza ele-mental suele estar mayoritaria-mente a cargo del sexo femenino(al menos tal es mi impresin:

    humillo la cerviz si las estadsti-cas me desmienten); segundo,por una razn ntima que quedaaclarada suficientemente con ladedicatoria de la obra y que qui-z subyace, como ofrenda deamor, al propsito mismo de es-cribirla.

    Docencia agradece al profesor Santiago Quer, subdirector del CPEIP, su sugerencia de publicar este texto.Fotografa de Fernando Savater: R. Babilonia. Tomada del libro Predicciones, Taurus, Madrid, 2000. Pg. 262.

    1 Edicin del Instituto de Estudios Educativos y Sindicales de Amrica. Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educacin (SNTE).Confederacin de Educadores de Amrica (CEA), Mxico, 1997.

    En lo tocante a la admiracin,tampoco hay pretensin de hala-go oportunista. Vaya por delanteque tengo a maestras y maestrospor el gremio ms necesario, msesforzado y generoso, ms civili-zador de cuantos trabajamos paracubrir las demandas de un estadodemocrtico.

    Entre los baremos bsicos quepueden sealarse para calibrar eldesarrollo humanista de una so-ciedad, el primero es a mi juicioel trato y la consideracin quebrinda a sus maestros (el segun-do puede ser un sistema peniten-ciario, por tanto tiene que vercomo reverso oscuro con el fun-cionamiento del anterior). En laEspaa del pasado reciente, porejemplo, los republicanos progre-sistas convirtieron a los maestrosen protagonistas de la regenera-cin social que intentaban llevara cabo, por lo que, consecuente-mente, la represin franquista seceb especialmente con ellos,diezmndolos, para luego im-poner la aberrante mitologapseudo-educativa que ha refleja-do con tanta gracia Andrs So-pea en su libro El florido pensil.

    Actualmente coexiste en estepas y creo que el fenmeno noes una exclusiva hispnica elhbito de sealar la escuela comocorrectora necesaria de todos losvicios e insuficiencias culturalescon la condescendiente minus-valoracin del papel social de

    maestras y maestros. Que se ha-bla de la violencia juvenil, de ladrogadiccin, de la decadencia dela lectura, del retorno de actitu-des racistas, etc.? Inmediatamen-te salta el diagnstico que sitadesde luego no sin fundamen-to en la escuela el campo debatalla oportuno para prevenirmales que ms tarde es ya difici-lsimo erradicar. Cualquiera dirapor lo tanto que los encargadosde esa primera enseanza de tanradical importancia son los pro-fesionales a cuya preparacin sededica ms celo institucional, losmejor remunerados y aquellosque merecen la mxima audien-cia en los medios de comunica-cin. Como bien sabemos, no esas. La opinin popular (parad-jicamente sostenida por las mis-mas personas convencidas de quesin una buena escuela no puedehaber ms que una malsima so-ciedad) da por supuesto que amaestro no se dedica sino quienes incapaz de mayores designios,gente inepta para realizar unacarrera universitaria completa ycuya posicin socio-econmicaha de ser as son las cosas, qule vamos hacer! necesariamen-te nfima. Incluso existe en Espa-a ese dicharacho aterrador depasar ms hambre que un maes-tro de escuela... En los talking-shows televisivos o en las tertu-lias radiofnicas rara vez se invi-ta a un maestro: para qu,pobrecillos! Y cuando se debatenpresupuestos ministeriales, aun-que de vez en cuando se hablaretricamente de dignificar elmagisterio (un poco con ciertotonillo entre paternal y caritati-vo), las mayores inversiones se dapor hecho que deben ser para laenseanza superior. Claro, la en-seanza superior debe contar conms recursos que la ensean-za...inferior?

    Todo esto es un autntico dis-parate. Quienes asumen que losmaestros son algo as como fra-casados deberan concluir en-tonces que la sociedad democr-tica en que vivimos es tambin

    un fracaso. Porque todos los de-ms que intentamos formar a losciudadanos e ilustrarlos, cuandoapelamos al desarrollo de la in-vestigacin cientfica, la creacinartstica o el debate racional delas cuestiones pblicas depen-demos necesariamen-te del trabajo previode los maestros.Qu somos los ca-tedrticos de uni-versidad, los perio-distas, los artistasy escritores, in-cluso los pol-ticos conscien-tes, ms quemaestros de se-gunda quenada o muypoco pode-mos si nohan realizado biensu tarea los primeros maes-tros, que deben prepararnos laclientela? Y ante todo tienen queprepararnos para que disfruten dela conquista cultural por excelen-cia, el sistema mismo de convi-vencia democrtica, que debe seralgo ms que un conjunto de es-trategias electorales...

    En el campo educativo staes una de las convicciones quesustentan este libro poco sehabr avanzado mientras la en-seanza bsica no sea prioritariaen inversin de recursos, en aten-cin institucional y tambincomo centro del inters pblico.Hay que evitar el actual crculovicioso, que lle-va de la baja va-loracin de latarea de losmaestros a suasctica remu-neracin, desta a su escasoprestigio socialy por tanto aque los docen-tes ms capaci-tados huyan aniveles de ense-anza superior,lo que refuerza

    tengo a maestrasy maestros por el

    gremio msnecesario, ms

    esforzado ygeneroso, ms

    civilizador de cuantostrabajamos para

    cubrir las demandasde un estadodemocrtico.

    Quienes asumenque los maestrosson algo as comofracasadosdeberan concluirentonces que lasociedad democrticaen que vivimos estambin un fracaso.

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    CARTA A LA MAESTRADocencia N 12PROFESIN DOCENTE

    los prejuicios que desvalorizan elmagisterio, etc. Es un tema dema-siado serio para que lo abando-nemos exclusivamente en manosde los polticos, que no se ocupa-rn de l si no lo suponen de in-ters urgente para su provechoelectoral: tambin aqu la socie-dad civil debe reclamar la inicia-tiva y convertir la escuela entema de moda cuando llegue lahora de pergear programas co-lectivos de futuro. Es preciso con-vencer a los polticos de que sinuna buena oferta escolar nunca

    lograrn el apoyo delos votantes. En casocontrario, nadie po-dr quejarse y noqueda ms que re-signarse a lo peoro despotricar en elvaco.

    Por supues-to, tambin po-demos confiaren que las in-dividualida-des bien do-tadas se lasarreglarn

    para superar susdeficiencias educativas,

    como siempre ha ocurrido. Estmuy extendido cierto fatalismoque asume como un mal necesa-rio que la enseanza escolar salvo en sus aspectos msservilmente instrumentales fra-casa siempre. En tal naufragio ge-neralizado, cada cual sale a flotecomo puede. Un poltico amigomo al que confi mi obsesin porla importancia de la formacin enlos primeros aos se mostr es-cptico: a ti de pequeo te die-ron una educacin religiosa yahora ya ves: ateo perdido; nocreo que las intenciones de loseducadores cuenten finalmentemucho y hasta pueden resultarcontraproducentes. Este pesimis-mo educativo (complementadopor la fe optimista en que quie-nes lo merezcan se salvarn de unmodo u otro) trae en su apoyoaliados de lujo: no fue el propioFreud quien asegur en cierta oca-

    sin que hay tres tareas imposi-bles: educar, gobernar ypsicoanalizar? Sin embargo, estaconviccin no impidi a Freudpreferir al imposible gobierno in-gls al de la Alemania nazi ni lehizo renunciar a su tarea comopsicoanalista e instructor de psi-coanalistas.

    Al igual que todo empeohumano y la educacin es sinduda el ms humano y humani-zador de todos, segn luego ve-remos, la tarea de educar tieneobvios lmites y nunca cumplesino parte de sus mejores opeores! propsitos. Pero no creoque ello la convierta en una ruti-na superflua ni haga irrelevantesu orientacin ni el debate sobrelos mejores mtodos con que lle-varla a cabo. Sin duda el esfuerzopor educar a nuestros hijos me-jor de lo que nosotros fuimos edu-cados encierra un punto parad-jico, pues da por supuesto quenosotros los deficientementeeducados seremos capaces deeducar bien. Si el condiciona-miento educativo es tan impor-tante, nosotros los maleducados(por ejemplo los que crecimos yestudiamos las primeras letrasbajo una dictadura) estamos ya

    condenados de por vida a perpe-tuar las tergiversaciones en lasque nos hemos formado; y si he-mos logrado escapar al destinoideolgico que nuestros maestrospretendieron imponernos, ellopuede indicar que despus detodo la educacin no es asuntotan importante como suelen su-poner los conductistas pedaggi-cos. Katharine Tait, en su delicio-so libro My Father Bertrand Russell,seala que su ilustre progenitorestaba paradjicamente conven-cido por igual de la importanciade una buena educacin para sushijos y de que l personalmenteno haba sido irrevocablementesellado por el rgido puritanismode su formacin infantil: Puedeque l pudiera pensar que el ade-cuado condicionamiento de losnios producira el tipo de per-sonas debido, pero ciertamenteno se consideraba a s mismocomo el inevitable resultado desu propio condicionamiento.Pues bien, creo necesario asumirresignadamente esta eventualcontradiccin para seguir adelan-te con este libro. En cualquiereducacin, por mala que sea, haylos suficientes aspectos positivoscomo para despertar en quien laha recibido el deseo de hacerlomejor con aquellos de los que lue-go ser responsable. La educacinno es una fatalidad irreversible ycualquiera puede reponerse de lomalo que haba en la suya, peroello no implica que se vuelva in-diferente ante la de sus hijos, sinoms bien todo lo contrario. Qui-z de una buena educacin nosiempre deriven buenos resulta-dos, lo mismo que un amor co-rrespondido no siempre implicauna vida feliz: pero nadie me con-vencer de que por tanto la unay el otro no son preferibles a ladoma oscurantista o a la frustra-cin del cario...

    Es cierto, sin embargo, que laeducacin parece haber estadoperpetuamente en crisis en nues-tro siglo, al menos si hemos dehacer caso a las insistentes vocesde alarma que desde hace mucho

    Quiz de una bue-na educacin nosiempre derivenbuenos resultados,lo mismo que unamor correspondidono siempre implicauna vida feliz: peronadie me convence-r de que por tantola una y el otro noson preferibles a ladoma oscurantista oa la frustracin delcario...

    nos previenen al respecto. Cuan-do ahora confiese, amiga ma,que este libro responde a mi pre-ocupacin por la crisis actual dela educacin es probable quemuchos se encojan de hombres:ese triste cuento ya lo hemos odotantas veces... An as, creo quees posible sealar peculiaridadesinquietantes en el estadio crticoque hoy atravesamos. Por decirlocon palabras de Juan CarlosTedesco, cuyo libro El nuevo pac-to educativo ha sido una de mismejores ayudas a lo largo de es-tas pginas, la crisis de la educa-cin ya no es lo que era: No pro-viene de la deficiente forma enque la educacin cumple con losobjetivos sociales que tiene asig-nados, sino que, ms grave an,no sabemos qu finalidades debecumplir y hacia dnde efectiva-mente orientar sus acciones. Enefecto, el problema educativo yano puede reducirse sencillamenteal fracaso de un puado de alum-nos, por numeroso que sea, nitampoco a que la escuela no cum-pla como es debido las ntidas mi-siones que la comunidad le en-comienda, sino que adopta unperfil previo y ms ominoso: eldesdibujamiento o la contradic-cin de esas mismas demandas.

    Debe la educacin prepararaptos competidores en el merca-do laboral o formar hombrescompletos? Ha de potenciar laautonoma de cada individuo, amenudo crtica y disidente, o lacohesin social? Debe desarro-llar la originalidad innovadora omantener la identidad tradicionaldel grupo? Atender a la efica-cia prctica o apostar por el ries-go creador? Reproducir el ordenexistente o instruir a los rebel-des que pueden derrocarlo?Mantendr una escrupulosaneutralidad ante la pluralidad deopciones ideolgicas, religiosas,sexuales u otras diferentes formasde vida (drogas, televisin, po-limorfismo esttico...) o se decan-tar por razonar lo preferible yproponer modelos de excelencia?Pueden simultanearse todos es-

    tos objetivos o algunos de ellosresultan incompatibles? En esteltimo caso, cmo y quin debedecidir por cules optar? Y otraspreguntas se abren, por debajoincluso de las anteriores hasta so-cavar sus cimientos: hay obliga-cin de educar a todo el mundode igual modo o debe haber dife-rentes tipos de educacin, segnla clientela a la que se dirijan?, esla obligacin de educar un asun-to pblico o ms bien cuestinprivada de cada cual?, acaso exis-te obligacin o tan siquiera posi-bilidad de educar a cualquiera, locual presupone que la capacidadde aprender es universal? Pero va-mos a ver: por qu ha de ser obli-gatorio educar?. Etc., etc.

    Cuando el nmero de pregun-tas y su radicalidad arrollan pa-tentamente la fragilidad recelosade las respuestas disponibles, qui-z sea hora de acudir a la filoso-fa. No tanto por afn dogmticode poner pronto remedio al des-concierto sino para utilizar este afavor del pensamiento: hacernosintelectualmente dignos de nues-tras perplejidades es la nica vapara empezar a superarlas. Pero esque adems el proyecto mismo dela filosofa no puede desligarse dela cuestin pedaggica. De vez encuando, mis respetados maestrosy colegas vuelven a plantearse lacuestin de cul sea el gran temade la filosofa actual: confieso quesus respuestas me dejan siemprenotablemente insatisfecho. Que siel retorno de la religin, que si lacrisis de los valores, que si lospeligros de la tcnica, que si elenfrentamiento entre individua-lismo y comunitarismo... cuestio-nes todas ellas muy adecuadaspara ejercer el talento o para disi-mular altisonantemente la caren-cia de l. Sin embargo el tema dela educacin, que engloba todoslos anteriores y muchos otros(obligando adems a que aterri-cen en el quehacer social), casinunca lo oigo mencionar comoasunto principal. Por lo visto esalgo demasiado funcional y mo-desto para suscitar la atencin

    prioritaria de los grandes es-peculadores de hoy... aunque nolo fuese para muchos tampocomalos de los de ayer, comoMontaigne, Locke, Rousseau,Kant o Bertrand Russell. Inclusohubo uno, John Dewey, que lle-g a definir la filosofa como teo-ra general de la educacin, in-curriendo quiz en una exagera-cin pero no en un absurdo. Encualquier caso, mi opinin estms cerca de esa hiprbole que deotras declamaciones aparente-mente sublimes que convierten alos filsofos en sacristanes o enauxiliares de laboratorio.

    Te contar breve-mente la gnesis deeste libro. Cuandohace un par de aostuve ocasin decomponer mi Dic-cionario filosficopersonal casihasta el capri-cho pensincluir en l lavoz educa-cin comouna de lasprincipales.Sucesivos es-bozos desechados meconvencieron de que an me fal-taban muchas lecturas para abor-dar el tema con mnima compe-tencia, amn de necesitar msespacio para desarrollarlo que elrazonable en un diccionariocomo el que estaba escribiendo.Abandon pues con remordi-miento el proyecto de este art-culo: encontrars vestigios de di-cho esfuerzo inicial en el primercaptulo del presente libro. La ver-dadera ocasin de ponerme enserio al trabajo me la brind unasindicalista de la enseanza mexi-cana, Elba Esther Gordillo, soli-citndome un ensayo sobre losvalores de la educacin para usode sus afiliados. Creo que estaobra satisfar su demanda, perotambin espero que la rebase enbastantes aspectos. Aunque heprocurado leer cuanto me pare-ci de inters sobre filosofa de la

    RosaResaltado

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    CARTA A LA MAESTRADocencia N 12PROFESIN DOCENTE

    los prejuicios que desvalorizan elmagisterio, etc. Es un tema dema-siado serio para que lo abando-nemos exclusivamente en manosde los polticos, que no se ocupa-rn de l si no lo suponen de in-ters urgente para su provechoelectoral: tambin aqu la socie-dad civil debe reclamar la inicia-tiva y convertir la escuela entema de moda cuando llegue lahora de pergear programas co-lectivos de futuro. Es preciso con-vencer a los polticos de que sinuna buena oferta escolar nunca

    lograrn el apoyo delos votantes. En casocontrario, nadie po-dr quejarse y noqueda ms que re-signarse a lo peoro despotricar en elvaco.

    Por supues-to, tambin po-demos confiaren que las in-dividualida-des bien do-tadas se lasarreglarn

    para superar susdeficiencias educativas,

    como siempre ha ocurrido. Estmuy extendido cierto fatalismoque asume como un mal necesa-rio que la enseanza escolar salvo en sus aspectos msservilmente instrumentales fra-casa siempre. En tal naufragio ge-neralizado, cada cual sale a flotecomo puede. Un poltico amigomo al que confi mi obsesin porla importancia de la formacin enlos primeros aos se mostr es-cptico: a ti de pequeo te die-ron una educacin religiosa yahora ya ves: ateo perdido; nocreo que las intenciones de loseducadores cuenten finalmentemucho y hasta pueden resultarcontraproducentes. Este pesimis-mo educativo (complementadopor la fe optimista en que quie-nes lo merezcan se salvarn de unmodo u otro) trae en su apoyoaliados de lujo: no fue el propioFreud quien asegur en cierta oca-

    sin que hay tres tareas imposi-bles: educar, gobernar ypsicoanalizar? Sin embargo, estaconviccin no impidi a Freudpreferir al imposible gobierno in-gls al de la Alemania nazi ni lehizo renunciar a su tarea comopsicoanalista e instructor de psi-coanalistas.

    Al igual que todo empeohumano y la educacin es sinduda el ms humano y humani-zador de todos, segn luego ve-remos, la tarea de educar tieneobvios lmites y nunca cumplesino parte de sus mejores opeores! propsitos. Pero no creoque ello la convierta en una ruti-na superflua ni haga irrelevantesu orientacin ni el debate sobrelos mejores mtodos con que lle-varla a cabo. Sin duda el esfuerzopor educar a nuestros hijos me-jor de lo que nosotros fuimos edu-cados encierra un punto parad-jico, pues da por supuesto quenosotros los deficientementeeducados seremos capaces deeducar bien. Si el condiciona-miento educativo es tan impor-tante, nosotros los maleducados(por ejemplo los que crecimos yestudiamos las primeras letrasbajo una dictadura) estamos ya

    condenados de por vida a perpe-tuar las tergiversaciones en lasque nos hemos formado; y si he-mos logrado escapar al destinoideolgico que nuestros maestrospretendieron imponernos, ellopuede indicar que despus detodo la educacin no es asuntotan importante como suelen su-poner los conductistas pedaggi-cos. Katharine Tait, en su delicio-so libro My Father Bertrand Russell,seala que su ilustre progenitorestaba paradjicamente conven-cido por igual de la importanciade una buena educacin para sushijos y de que l personalmenteno haba sido irrevocablementesellado por el rgido puritanismode su formacin infantil: Puedeque l pudiera pensar que el ade-cuado condicionamiento de losnios producira el tipo de per-sonas debido, pero ciertamenteno se consideraba a s mismocomo el inevitable resultado desu propio condicionamiento.Pues bien, creo necesario asumirresignadamente esta eventualcontradiccin para seguir adelan-te con este libro. En cualquiereducacin, por mala que sea, haylos suficientes aspectos positivoscomo para despertar en quien laha recibido el deseo de hacerlomejor con aquellos de los que lue-go ser responsable. La educacinno es una fatalidad irreversible ycualquiera puede reponerse de lomalo que haba en la suya, peroello no implica que se vuelva in-diferente ante la de sus hijos, sinoms bien todo lo contrario. Qui-z de una buena educacin nosiempre deriven buenos resulta-dos, lo mismo que un amor co-rrespondido no siempre implicauna vida feliz: pero nadie me con-vencer de que por tanto la unay el otro no son preferibles a ladoma oscurantista o a la frustra-cin del cario...

    Es cierto, sin embargo, que laeducacin parece haber estadoperpetuamente en crisis en nues-tro siglo, al menos si hemos dehacer caso a las insistentes vocesde alarma que desde hace mucho

    Quiz de una bue-na educacin nosiempre derivenbuenos resultados,lo mismo que unamor correspondidono siempre implicauna vida feliz: peronadie me convence-r de que por tantola una y el otro noson preferibles a ladoma oscurantista oa la frustracin delcario...

    nos previenen al respecto. Cuan-do ahora confiese, amiga ma,que este libro responde a mi pre-ocupacin por la crisis actual dela educacin es probable quemuchos se encojan de hombres:ese triste cuento ya lo hemos odotantas veces... An as, creo quees posible sealar peculiaridadesinquietantes en el estadio crticoque hoy atravesamos. Por decirlocon palabras de Juan CarlosTedesco, cuyo libro El nuevo pac-to educativo ha sido una de mismejores ayudas a lo largo de es-tas pginas, la crisis de la educa-cin ya no es lo que era: No pro-viene de la deficiente forma enque la educacin cumple con losobjetivos sociales que tiene asig-nados, sino que, ms grave an,no sabemos qu finalidades debecumplir y hacia dnde efectiva-mente orientar sus acciones. Enefecto, el problema educativo yano puede reducirse sencillamenteal fracaso de un puado de alum-nos, por numeroso que sea, nitampoco a que la escuela no cum-pla como es debido las ntidas mi-siones que la comunidad le en-comienda, sino que adopta unperfil previo y ms ominoso: eldesdibujamiento o la contradic-cin de esas mismas demandas.

    Debe la educacin prepararaptos competidores en el merca-do laboral o formar hombrescompletos? Ha de potenciar laautonoma de cada individuo, amenudo crtica y disidente, o lacohesin social? Debe desarro-llar la originalidad innovadora omantener la identidad tradicionaldel grupo? Atender a la efica-cia prctica o apostar por el ries-go creador? Reproducir el ordenexistente o instruir a los rebel-des que pueden derrocarlo?Mantendr una escrupulosaneutralidad ante la pluralidad deopciones ideolgicas, religiosas,sexuales u otras diferentes formasde vida (drogas, televisin, po-limorfismo esttico...) o se decan-tar por razonar lo preferible yproponer modelos de excelencia?Pueden simultanearse todos es-

    tos objetivos o algunos de ellosresultan incompatibles? En esteltimo caso, cmo y quin debedecidir por cules optar? Y otraspreguntas se abren, por debajoincluso de las anteriores hasta so-cavar sus cimientos: hay obliga-cin de educar a todo el mundode igual modo o debe haber dife-rentes tipos de educacin, segnla clientela a la que se dirijan?, esla obligacin de educar un asun-to pblico o ms bien cuestinprivada de cada cual?, acaso exis-te obligacin o tan siquiera posi-bilidad de educar a cualquiera, locual presupone que la capacidadde aprender es universal? Pero va-mos a ver: por qu ha de ser obli-gatorio educar?. Etc., etc.

    Cuando el nmero de pregun-tas y su radicalidad arrollan pa-tentamente la fragilidad recelosade las respuestas disponibles, qui-z sea hora de acudir a la filoso-fa. No tanto por afn dogmticode poner pronto remedio al des-concierto sino para utilizar este afavor del pensamiento: hacernosintelectualmente dignos de nues-tras perplejidades es la nica vapara empezar a superarlas. Pero esque adems el proyecto mismo dela filosofa no puede desligarse dela cuestin pedaggica. De vez encuando, mis respetados maestrosy colegas vuelven a plantearse lacuestin de cul sea el gran temade la filosofa actual: confieso quesus respuestas me dejan siemprenotablemente insatisfecho. Que siel retorno de la religin, que si lacrisis de los valores, que si lospeligros de la tcnica, que si elenfrentamiento entre individua-lismo y comunitarismo... cuestio-nes todas ellas muy adecuadaspara ejercer el talento o para disi-mular altisonantemente la caren-cia de l. Sin embargo el tema dela educacin, que engloba todoslos anteriores y muchos otros(obligando adems a que aterri-cen en el quehacer social), casinunca lo oigo mencionar comoasunto principal. Por lo visto esalgo demasiado funcional y mo-desto para suscitar la atencin

    prioritaria de los grandes es-peculadores de hoy... aunque nolo fuese para muchos tampocomalos de los de ayer, comoMontaigne, Locke, Rousseau,Kant o Bertrand Russell. Inclusohubo uno, John Dewey, que lle-g a definir la filosofa como teo-ra general de la educacin, in-curriendo quiz en una exagera-cin pero no en un absurdo. Encualquier caso, mi opinin estms cerca de esa hiprbole que deotras declamaciones aparente-mente sublimes que convierten alos filsofos en sacristanes o enauxiliares de laboratorio.

    Te contar breve-mente la gnesis deeste libro. Cuandohace un par de aostuve ocasin decomponer mi Dic-cionario filosficopersonal casihasta el capri-cho pensincluir en l lavoz educa-cin comouna de lasprincipales.Sucesivos es-bozos desechados meconvencieron de que an me fal-taban muchas lecturas para abor-dar el tema con mnima compe-tencia, amn de necesitar msespacio para desarrollarlo que elrazonable en un diccionariocomo el que estaba escribiendo.Abandon pues con remordi-miento el proyecto de este art-culo: encontrars vestigios de di-cho esfuerzo inicial en el primercaptulo del presente libro. La ver-dadera ocasin de ponerme enserio al trabajo me la brind unasindicalista de la enseanza mexi-cana, Elba Esther Gordillo, soli-citndome un ensayo sobre losvalores de la educacin para usode sus afiliados. Creo que estaobra satisfar su demanda, perotambin espero que la rebase enbastantes aspectos. Aunque heprocurado leer cuanto me pare-ci de inters sobre filosofa de la

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  • Diciembre 2000

    8786

    CARTA A LA MAESTRADocencia N 12PROFESIN DOCENTE

    educacin y algunos buenos ami-gos me han hecho indicacionesbibliogrficas pertinentes, slo enparte se ha remediado mi igno-rancia bsica sobre el tema: qui-z la compense un poco mi apa-sionamiento de nefito por l.Hay que reconocerme en cambiola paciencia con la que he so-portado en demasiadas ocasionesla jerga de cierta pedagoga mo-derna, cuyos pedantes barbaris-mos, tipo microsecuenciacincurricular, dinamizacin prag-

    mtica, segmentode ocio (el recreo!),contenidos proce-dimentales y actitu-dinales, etc., sonun autntico cili-cio para quien deveras quiere en-terarse de algo.Tambin la fi-losofa tiene sujerga, desdeluego, peropor lo menosest vigentedesde hace

    bastantes siglos. Encambio, los pedagogos de los

    que hablo son advenedizos de lavanilocuencia y se les nota incon-fundiblemente...

    Por supuesto, he afrontado laeducacin del modo ms generaly yo dira que ms esencial que meha sido posible (siempre con es-pecial hincapi en sus estadiosbsico y primario): no me dedicoa comparar planes de estudio olegislaciones sobre enseanzapero quisiera haber sido junta-mente intemporal e histrica-mente vlido, como suele preten-der casi siempre con excesivaambicin, ay! la filosofa. Aun-que parto del modelo educativode la tradicin occidental y elmundo desarrollado, la nica queconozco de modo suficiente, megustara haber brindado algunareflexin oportuna a quienes sepreocupan por la enseanza encontextos socioculturales diferen-tes. Como colofn del libro inclu-yo una antologa de opiniones de

    insignes pensadores sobre educa-cin: he seleccionado solamentelas que me parecen fundamental-mente acertadas pero tentado es-tuve de componer un florilegioan mayor de disparates a partirde los mismos autores o de otrosno menos importantes. Hubierasido mezquino y peligroso: mez-quino, porque cualquiera puedeequivocarse pero slo unos cuan-tos han sabido ir configurandonuestras frgiles verdades; peli-groso, porque quiz lo que yotomo hoy por yerro de un espri-tu superior es slo algo que noentiendo o que an no entiendo.

    Dos ltimas observaciones, laprimera sobre el talante con queest concebido este libro y la se-gunda sobre su ttulo. El talanteo tono del libro, para empezar:supongo que ser tachado, pro-bablemente con cierto implcitoreproche, de optimista. Respectoa casi todos mis libros se dice lomismo, de modo que no imagi-nar que ste precisamenteste! vaya a constituir una ex-cepcin. En un captulo de otraobra ma (Etica como amor propio)he explicado la actitud de pesi-mismo ilustrado que consideroms cuerda y a la que los despis-tados suelen llamar optimis-mo. Pero bueno, qu ms da. Enefecto, no soy amigo de conver-tir la reflexin en lamento. Miactitud, nada original desde losestoicos, es contraria a la queja:si lo que nos ofende o preocupaes remediable debemos ponermanos a la obra y si no nos re-sulta ocioso deplorarlo, porqueeste mundo carece de libro de re-clamaciones. Por otra parte, estoyconvencido de que tanto ennuestra poca como en cualquierotra sobran argumentos paraconsiderarnos igualmente lejosdel paraso e igualmente cerca delinfierno. Ya s que es intelectual-mente prestigioso denunciar lapresencia siempre abrumadorade los males de este mundo peroyo prefiero elucidar los bienes di-fciles como si pronto fueran aser menos escasos: es una forma

    de empezar a merecerlos y quiza conseguirlos...

    En el caso de un libro sobre latarea de educar, empero, el opti-mismo me parece de rigor: es de-cir, creo que es la nica actitudrigurosa. Veamos: t misma, ami-ga, maestra, y yo que tambin soyprofesor y cualquier otro docen-te podemos ser ideolgica o me-tafsicamente profundamente pe-simistas. Podemos estar conven-cidos de la omnipotente maldad

    o de la triste estupidez del siste-ma, de la diablica microfsica delpoder, de la esterilidad a medio olargo plazo de todo esfuerzo hu-mano y de que nuestras vidasson los ros que van a dar a la mar,que es el morir. En fin: lo quesea, siempre que sea descorazona-dor. Como individuos y como ciu-dadanos tenemos perfecto dere-cho a verlo todo del color carac-terstico de la mayor parte de lashormigas y de gran nmero de te-lfonos antiguos, es decir, muynegro. Pero en cuanto educado-

    Hay que reconocermeen cambio la pacienciacon la que he soporta-do en demasiadas oca-siones la jerga de ciertapedagoga moderna,cuyos pedantes barba-rismos, tipo microse-cuenciacin curricular,dinamizacin prag-mtica, segmento deocio (el recreo!), con-tenidos procedimen-tales y actitudinales,etc., son un autnticocilicio para quien de ve-ras quiere enterarse dealgo.

    res no nos queda ms remedioque ser optimistas, ay! Y es quela enseanza presupone el opti-mismo tal como la natacin exi-ge un medio lquido para ejerci-tarse. Quien no quiera mojarse,debe abandonar la natacin;quien sienta repugnancia ante eloptimismo, que deje la ensean-za y que no pretenda pensar enqu consiste la educacin. Porqueeducar es creer en la perfectibili-dad humana, en la capacidad in-nata de aprender y en el deseo desaber que la anima, en que haycosas (smbolos, tcnicas, valores,memorias, hechos..) que puedenser sabidos y que merecen serlo,en que los hombres podemosmejorarnos unos a otros por me-dio del conocimiento. De todasestas creencias optimistas puedeuno muy bien descreer en priva-do, pero en cuanto intenta edu-car o entender en qu consiste laeducacin no queda ms remedioque aceptarlas. Con verdadero pe-simismo puede escribirse contra la

    educacin, pero el optimismo esimprescindible para estudiarla...y para ejercerla. Los pesimistaspueden ser buenos domadorespero no buenos maestros.

    Y aqu est la explicacin tam-bin del ttulo de mi libro. Habla-r del valor de educar en el doblesentido de la palabra valor:

    Pero en cuantoeducadores no nosqueda ms reme-dio que ser optimis-tas, ay! Y es que laenseanza presu-pone el optimismotal como la nata-cin exige un me-dio lquido paraejercitarse.

    quiero decir que la educacin esvaliosa y vlida, pero tambinque es un acto de coraje, un pasoal frente de la valenta humana.Cobardes o recelosos, abstenerse.Lo malo es que todos tenemosmiedos y recelos, sentimos des-nimo e impotencia y por eso laprofesin de maestro en el msamplio sentido del noble trmi-no, en el ms humilde tambines la tarea ms sujeta a quiebrespsicolgicos, a depresiones, a des-alentada fatiga acompaada porla sensacin de sufrir abandonoen una sociedad exigente perodesorientada. De ah nuevamen-te mi admiracin por vosotras yvosotros, amiga ma. Y mi preocu-pacin por lo que os nos de-bilita y desconcierta. Las pginasque siguen no pretenden ms queacompaar a quienes se lanzanvalientemente a este mar perple-jo de la enseanza y tambin sus-citar en el resto de la ciudadanael necesario debate que a todospueda ayudarnos.

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    educacin y algunos buenos ami-gos me han hecho indicacionesbibliogrficas pertinentes, slo enparte se ha remediado mi igno-rancia bsica sobre el tema: qui-z la compense un poco mi apa-sionamiento de nefito por l.Hay que reconocerme en cambiola paciencia con la que he so-portado en demasiadas ocasionesla jerga de cierta pedagoga mo-derna, cuyos pedantes barbaris-mos, tipo microsecuenciacincurricular, dinamizacin prag-

    mtica, segmentode ocio (el recreo!),contenidos proce-dimentales y actitu-dinales, etc., sonun autntico cili-cio para quien deveras quiere en-terarse de algo.Tambin la fi-losofa tiene sujerga, desdeluego, peropor lo menosest vigentedesde hace

    bastantes siglos. Encambio, los pedagogos de los

    que hablo son advenedizos de lavanilocuencia y se les nota incon-fundiblemente...

    Por supuesto, he afrontado laeducacin del modo ms generaly yo dira que ms esencial que meha sido posible (siempre con es-pecial hincapi en sus estadiosbsico y primario): no me dedicoa comparar planes de estudio olegislaciones sobre enseanzapero quisiera haber sido junta-mente intemporal e histrica-mente vlido, como suele preten-der casi siempre con excesivaambicin, ay! la filosofa. Aun-que parto del modelo educativode la tradicin occidental y elmundo desarrollado, la nica queconozco de modo suficiente, megustara haber brindado algunareflexin oportuna a quienes sepreocupan por la enseanza encontextos socioculturales diferen-tes. Como colofn del libro inclu-yo una antologa de opiniones de

    insignes pensadores sobre educa-cin: he seleccionado solamentelas que me parecen fundamental-mente acertadas pero tentado es-tuve de componer un florilegioan mayor de disparates a partirde los mismos autores o de otrosno menos importantes. Hubierasido mezquino y peligroso: mez-quino, porque cualquiera puedeequivocarse pero slo unos cuan-tos han sabido ir configurandonuestras frgiles verdades; peli-groso, porque quiz lo que yotomo hoy por yerro de un espri-tu superior es slo algo que noentiendo o que an no entiendo.

    Dos ltimas observaciones, laprimera sobre el talante con queest concebido este libro y la se-gunda sobre su ttulo. El talanteo tono del libro, para empezar:supongo que ser tachado, pro-bablemente con cierto implcitoreproche, de optimista. Respectoa casi todos mis libros se dice lomismo, de modo que no imagi-nar que ste precisamenteste! vaya a constituir una ex-cepcin. En un captulo de otraobra ma (Etica como amor propio)he explicado la actitud de pesi-mismo ilustrado que consideroms cuerda y a la que los despis-tados suelen llamar optimis-mo. Pero bueno, qu ms da. Enefecto, no soy amigo de conver-tir la reflexin en lamento. Miactitud, nada original desde losestoicos, es contraria a la queja:si lo que nos ofende o preocupaes remediable debemos ponermanos a la obra y si no nos re-sulta ocioso deplorarlo, porqueeste mundo carece de libro de re-clamaciones. Por otra parte, estoyconvencido de que tanto ennuestra poca como en cualquierotra sobran argumentos paraconsiderarnos igualmente lejosdel paraso e igualmente cerca delinfierno. Ya s que es intelectual-mente prestigioso denunciar lapresencia siempre abrumadorade los males de este mundo peroyo prefiero elucidar los bienes di-fciles como si pronto fueran aser menos escasos: es una forma

    de empezar a merecerlos y quiza conseguirlos...

    En el caso de un libro sobre latarea de educar, empero, el opti-mismo me parece de rigor: es de-cir, creo que es la nica actitudrigurosa. Veamos: t misma, ami-ga, maestra, y yo que tambin soyprofesor y cualquier otro docen-te podemos ser ideolgica o me-tafsicamente profundamente pe-simistas. Podemos estar conven-cidos de la omnipotente maldad

    o de la triste estupidez del siste-ma, de la diablica microfsica delpoder, de la esterilidad a medio olargo plazo de todo esfuerzo hu-mano y de que nuestras vidasson los ros que van a dar a la mar,que es el morir. En fin: lo quesea, siempre que sea descorazona-dor. Como individuos y como ciu-dadanos tenemos perfecto dere-cho a verlo todo del color carac-terstico de la mayor parte de lashormigas y de gran nmero de te-lfonos antiguos, es decir, muynegro. Pero en cuanto educado-

    Hay que reconocermeen cambio la pacienciacon la que he soporta-do en demasiadas oca-siones la jerga de ciertapedagoga moderna,cuyos pedantes barba-rismos, tipo microse-cuenciacin curricular,dinamizacin prag-mtica, segmento deocio (el recreo!), con-tenidos procedimen-tales y actitudinales,etc., son un autnticocilicio para quien de ve-ras quiere enterarse dealgo.

    res no nos queda ms remedioque ser optimistas, ay! Y es quela enseanza presupone el opti-mismo tal como la natacin exi-ge un medio lquido para ejerci-tarse. Quien no quiera mojarse,debe abandonar la natacin;quien sienta repugnancia ante eloptimismo, que deje la ensean-za y que no pretenda pensar enqu consiste la educacin. Porqueeducar es creer en la perfectibili-dad humana, en la capacidad in-nata de aprender y en el deseo desaber que la anima, en que haycosas (smbolos, tcnicas, valores,memorias, hechos..) que puedenser sabidos y que merecen serlo,en que los hombres podemosmejorarnos unos a otros por me-dio del conocimiento. De todasestas creencias optimistas puedeuno muy bien descreer en priva-do, pero en cuanto intenta edu-car o entender en qu consiste laeducacin no queda ms remedioque aceptarlas. Con verdadero pe-simismo puede escribirse contra la

    educacin, pero el optimismo esimprescindible para estudiarla...y para ejercerla. Los pesimistaspueden ser buenos domadorespero no buenos maestros.

    Y aqu est la explicacin tam-bin del ttulo de mi libro. Habla-r del valor de educar en el doblesentido de la palabra valor:

    Pero en cuantoeducadores no nosqueda ms reme-dio que ser optimis-tas, ay! Y es que laenseanza presu-pone el optimismotal como la nata-cin exige un me-dio lquido paraejercitarse.

    quiero decir que la educacin esvaliosa y vlida, pero tambinque es un acto de coraje, un pasoal frente de la valenta humana.Cobardes o recelosos, abstenerse.Lo malo es que todos tenemosmiedos y recelos, sentimos des-nimo e impotencia y por eso laprofesin de maestro en el msamplio sentido del noble trmi-no, en el ms humilde tambines la tarea ms sujeta a quiebrespsicolgicos, a depresiones, a des-alentada fatiga acompaada porla sensacin de sufrir abandonoen una sociedad exigente perodesorientada. De ah nuevamen-te mi admiracin por vosotras yvosotros, amiga ma. Y mi preocu-pacin por lo que os nos de-bilita y desconcierta. Las pginasque siguen no pretenden ms queacompaar a quienes se lanzanvalientemente a este mar perple-jo de la enseanza y tambin sus-citar en el resto de la ciudadanael necesario debate que a todospueda ayudarnos.

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