Carta 9. Habíamos partido aquella mañana y a mediodía estábamos allí. De pie mirando a la cima...

20

Transcript of Carta 9. Habíamos partido aquella mañana y a mediodía estábamos allí. De pie mirando a la cima...

Page 1: Carta 9. Habíamos partido aquella mañana y a mediodía estábamos allí. De pie mirando a la cima llenos de júbilo, respiramos el aire de nuestra liberación.
Page 2: Carta 9. Habíamos partido aquella mañana y a mediodía estábamos allí. De pie mirando a la cima llenos de júbilo, respiramos el aire de nuestra liberación.

Carta 9.

Habíamos partido aquella mañana y a mediodía estábamos allí. De pie

mirando a la cima llenos de júbilo, respiramos el aire de nuestra liberación. Era

principios de un verano espléndido y mirándote a los ojos te dije: “Creo en ti,

amada mía”. Y tú me sonreíste. Recuerdo cómo nos tumbamos en la tierra, cómo

apoyaste tu cabeza en mi pecho, cómo te estreché contra mis labios y cómo nos

amamos saboreando nuestro dulce pan.

Page 3: Carta 9. Habíamos partido aquella mañana y a mediodía estábamos allí. De pie mirando a la cima llenos de júbilo, respiramos el aire de nuestra liberación.

Al instante me vi rodeado por la paz y el conocimiento que rebasa toda acción.

Y al instante supe que el espíritu de Dios estaba

allí. Que ya eras mi esposa, mi amiga, mi hermana y mi amante. Que tu amor era el

soporte de mi vida y de mi creación.

¿Te acuerdas? Junto a nosotros,

suspendidas en el aire, nos miraban extasiadas las blancas mariposas de los

majuelos en flor.

Page 4: Carta 9. Habíamos partido aquella mañana y a mediodía estábamos allí. De pie mirando a la cima llenos de júbilo, respiramos el aire de nuestra liberación.

Carta 10.

Los días transcurrían felices con la misma felicidad que las cimas infinitas arrullan la

paz del amante solitario.

Nuestra calma, dichosa en su plenitud, nos había dado un mundo creado por

nosotros mismos. Y con nosotros empezaba otro nuevo, tan sutil y ligero como nuestra

propia imaginación.

Y también con nosotros todos los seres volaban unidos impulsados por el mismo

aliento divino del amor.

Page 5: Carta 9. Habíamos partido aquella mañana y a mediodía estábamos allí. De pie mirando a la cima llenos de júbilo, respiramos el aire de nuestra liberación.

Nuestras palabras, pausadas, fluían como el discurrir sosegado de las aguas transparentes

de nuestra comprensión.

Y luego, al atardecer, cuando el sol del ocaso nos miraba rojo de deseos. ¡qué paz en

nuestros juegos de amor!

Los suspiros acariciantes, las súplicas, las búsquedas embriagadoras, las sonrisas, los

silencios fueron nuestra sencilla canción

Page 6: Carta 9. Habíamos partido aquella mañana y a mediodía estábamos allí. De pie mirando a la cima llenos de júbilo, respiramos el aire de nuestra liberación.

Y al instante cuando muerto de placer tu aliento me penetraba hasta el alma, el

tiempo se paraba y mi espíritu se fundía en tu sentir. ¡Qué lejos quedaba aquel mundo

viejo del que habíamos salido!

Page 7: Carta 9. Habíamos partido aquella mañana y a mediodía estábamos allí. De pie mirando a la cima llenos de júbilo, respiramos el aire de nuestra liberación.

Carta 11.

Eran día felices. Todavía te veo acercarte a mi con tu aire confiado y sonriente.

Todavía puedo ver la luz de tu sonrisa y

sentir el encanto de tu voz.

¡Cuantas veces estuviste junto a mí! ¡Y cuantas veces me ensalzaste en tu noble

corazón!

Page 8: Carta 9. Habíamos partido aquella mañana y a mediodía estábamos allí. De pie mirando a la cima llenos de júbilo, respiramos el aire de nuestra liberación.

Tu fuerza y tu calor hacían que de nuevo palpitase mi inerte laxitud. Y acaso en tu

presencia, ¿no se repetían en mí los acordes de tu armonía?

Algunos me juzgaron ausente y embriagado en tu compañía, y me acusaron

de andar errabundo en busca de una incierta plenitud.

Pero yo les sonreía y luego besaba tus pies.

Page 9: Carta 9. Habíamos partido aquella mañana y a mediodía estábamos allí. De pie mirando a la cima llenos de júbilo, respiramos el aire de nuestra liberación.

Carta 12.

A veces cuando yacíamos tendidos entre flores y el sol acariciaba nuestros pechos

desnudos, miraba al azul infinito y mi alma abrazada a la tuya, decía: “¿Me amas?”.

Y entonces, sin palabras, sentía segura y feliz tu respuesta

en mi corazón. Allí, sobre nosotros

la tierna luz de la primavera orlaba tus cabellos con una guirnalda de color.

Page 10: Carta 9. Habíamos partido aquella mañana y a mediodía estábamos allí. De pie mirando a la cima llenos de júbilo, respiramos el aire de nuestra liberación.

Carta 13.

Habías dicho: “El amor nos ha llamado

y debemos seguir al amor. No importa que su seguimiento sea duro y pedregoso. ¿Qué fue de aquellos que rehuyeron el amor? ¡Esos fueron desheredados! Vivieron en un mundo

de risas falaces y de llantos sin lágrimas ni dolor.

Page 11: Carta 9. Habíamos partido aquella mañana y a mediodía estábamos allí. De pie mirando a la cima llenos de júbilo, respiramos el aire de nuestra liberación.

Porque el verdadero amor, decías, nos engrandece y nos mortifica. Como la flor en su plenitud se marchita hasta apretarse

en fruto esplendoroso, así el amor se inmola hasta hacerse ofrenda en el altar del Señor. Y al

amarnos, Dios está en nuestro corazón”.

Page 12: Carta 9. Habíamos partido aquella mañana y a mediodía estábamos allí. De pie mirando a la cima llenos de júbilo, respiramos el aire de nuestra liberación.

Carta 14.

En aquellos días mi espíritu en su silencio conocía el secreto de mis días y mis noches. Ciego y mudo volví la espalda a lo que hasta entonces

embargaba mi corazón. Ni la radiante luz del sol, ni la plácida claridad de la luna, ni las primaveras, ni los veranos estaban en mí.

Page 13: Carta 9. Habíamos partido aquella mañana y a mediodía estábamos allí. De pie mirando a la cima llenos de júbilo, respiramos el aire de nuestra liberación.

Ignoré cuanto me rodeaba y sólo percibí a una. La floración de abril,

el ardor del estío, la brisa del otoño, la tristeza del invierno, la trascendencia del

cielo y de la tierra estaban para mí en ti. ¡Era

tanto mi amor!

Page 14: Carta 9. Habíamos partido aquella mañana y a mediodía estábamos allí. De pie mirando a la cima llenos de júbilo, respiramos el aire de nuestra liberación.

Carta 15.

Había muerto el día y la sombra anegó toda la tierra. Te habías marchado, pero tus palabras aún resonaban en mi habitación:

“¿Te asombra que tanto te quiera?

¿Acaso nos está vedado disfrutar de la alegría divina?

¿Hay algo más fuerte que nuestro amor? No ocultes tus sentimientos y libérate; yo haré que surja tu ser más profundo”.

Page 15: Carta 9. Habíamos partido aquella mañana y a mediodía estábamos allí. De pie mirando a la cima llenos de júbilo, respiramos el aire de nuestra liberación.

Y todo aquello era para mí como un sueño. A mí que tanto se me había

negado, ¿tanto podía dárseme ahora?

¿Podía creer en aquel milagro de amor?

Page 16: Carta 9. Habíamos partido aquella mañana y a mediodía estábamos allí. De pie mirando a la cima llenos de júbilo, respiramos el aire de nuestra liberación.

Carta 16.

Un día, ¿recuerdas?, subimos a grandes alturas y cruzamos anchos espacios. Era

un verano fastuoso.

¡Y allí también con nosotros estaba el espíritu de Dios!

Estaba entre las nubes lejanas, en la extrema majestad de aquellas cumbres, en la fragancia montañesa de los arbustos en

flor.

Page 17: Carta 9. Habíamos partido aquella mañana y a mediodía estábamos allí. De pie mirando a la cima llenos de júbilo, respiramos el aire de nuestra liberación.

Estaba en la saltacercas lasciva y en el noble macaón.

Estaba en la sinuosa veredita, en tus pies cansados y en mi alma enamorada.

Estaba en tus reflejos y en mi temor.

Estaba en el aire turbulento agitando tus cabellos y en su mensaje de amor.

Page 18: Carta 9. Habíamos partido aquella mañana y a mediodía estábamos allí. De pie mirando a la cima llenos de júbilo, respiramos el aire de nuestra liberación.

¡Oh amada!. Si algún necio te dijera que el recuerdo muere en la distancia, dile

que aquellas flores que a nuestro paso exhalaron sus perfumes tal vez se

marchitaron, pero quedaron sus semillas que por siempre renacerán en los valles

pirenaicos.

Y dile que en ellos queda tu presencia y la mía,

unidas y vagando en el tiempo

como un suspiro de amor.

Page 19: Carta 9. Habíamos partido aquella mañana y a mediodía estábamos allí. De pie mirando a la cima llenos de júbilo, respiramos el aire de nuestra liberación.

Cartas a ella 2.

Texto: Pedro Martínez Borrego. Imagen: Internet.

Tema musical: Honey - Bobby Goldsboro.

Page 20: Carta 9. Habíamos partido aquella mañana y a mediodía estábamos allí. De pie mirando a la cima llenos de júbilo, respiramos el aire de nuestra liberación.