CAPITULO VI EL PARTIDO COLORADO: EL MITO DE LA MEDIANIA O EL HECHIZO DE...
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TRANSICIONESTRANSICIONESTRANSICIONESTRANSICIONES
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1) El eterno retorno de lo idéntico1) El eterno retorno de lo idéntico1) El eterno retorno de lo idéntico1) El eterno retorno de lo idéntico
1.1) La transición democrática1.1) La transición democrática1.1) La transición democrática1.1) La transición democrática
La evidencia de los últimos tres lustros parece ir en la
siguiente dirección: en el Uruguay, el Partido Colorado es
aquel que mejor de adapta a las transiciones, tanto para
liderarlas como para captar las preferencias del electorado.
Sin embargo, esta evidencia es engañosa si no se complementa
con otras razones, ya que una cosa son las necesidades de una
sociedad -y su satisfacción- y otra bien distinta sus
mecanismos de creación, de promoción y de conversión. El tipo
ideal de "oposición moderada", "el partido de la negociación",
de "garantía de estabilidad democrática", de "seriedad y
moderación", de "cambio en paz", etc., demostró ser, más allá
de las representaciones naturales, una habilidosa estrategia
para modelar discursivamente un escenario que tendía con
rapidez hacia las modificaciones
-restauraciones- políticas. Junto con la capacidad para
redefinir las reglas y los límites de un imaginario político
dañado, paralelamente el Partido Colorado supo generar un
adecuado movimiento de la estructura interna que se basó en una
cierta disciplina partidaria y en una apertura política hacia
las fracciones minoritarias. El partido se define desde una
medianía casi impoluta, al mismo tiempo que se multiplican sus
líneas y sus columnas de recolección sectorializada.
¿Fuerza o debilidad del partido "catch-all"?. Si desde un
punto de vista político, en 1984 la transición fue un hecho
natural, objetivable e irrecusable, ¿acontece lo mismo desde
hace unos años con la transición modernizadora?, ¿posee análoga
transparencia en las prioridades de la opinión pública?, ¿el
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ajustado triunfo de Julio María Sanguinetti en 1994 es fruto
nuevamente de esa correspondencia simbólica -empatía
transicional- o bien obedece a otro esfuerzo -tal vez extremo-
de una matriz organizativa que lo "atrapa todo"?.
Pero para avanzar hay que retroceder levemente, puesto que
se trata del destino del Partido Colorado, el cual fue un actor
decisivo en la construcción de un modelo de desarrollo
económico y social que funcionó con éxito variable durante toda
la primera mitad del siglo XX. La democracia de aquellas
décadas se apoyó en una modernización temprana de la estructura
económica y en una eficaz institucionalización del orden
político, complementándose todo ello, además, por la no
gravitación de clivajes étnicos, por la existencia de
indicadores sociales positivos y por la acción de un Estado
Benefactor y de una clase dirigente con una relevante autonomía
de los sectores corporativos(1).
Como ya se sabe con minucia, el país modelo entró en una
profunda crisis económica, social y política que desembocó en
el quiebre institucional de 1973, el cual significó, a su vez,
la sustitución de los partidos políticos -por primera vez en
casi un siglo- como actores centrales de la política
uruguaya(2). Por el contrario, durante el gobierno militar
tampoco se logró la legitimidad necesaria como para imponer un
nuevo orden social. El histórico rechazo de la ciudadanía
uruguaya en el plebiscito de 1980, recolocó a los partidos
políticos en la escena pública y habilitó un lento proceso de
democratización. No obstante, el régimen militar hizo valer sus
condiciones a través del estatuto de los partidos políticos y
del llamado a elecciones internas, las cuales se celebraron con
dirigentes y partidos proscriptos. La rápida reorganizaciónreorganizaciónreorganizaciónreorganización del
1 González, Luis Eduardo, "Los partidos políticos y laredemocratización en Uruguay", Cuadernos del Claeh, Nº 37,Montevideo, 1987, págs. 27-28.
2 Caetano, Gerardo, Pérez, Romeo, y Rilla, José Pedro,"Cambios recientes en el sistema político uruguayo concebidocomo una partidocracia" en "Los Partidos de Cara al 90'", ob.cit., pág. 33.
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Partido Colorado, de cara a esas elecciones de 1982, no fue
suficiente
como para evitar el triunfo del Partido Nacional(3). De todas
maneras, se renovaron los liderazgos, el batllismo recuperó la
mayoría dentro del partido y contorneó una prédica opositora al
régimen dictatorial; mientras tanto, para la Unión Colorada y
Batllista, el ala más conservadora del coloradismo, basada en
prácticas tradicionales y clientelísticas y fuertemente ligada
al régimen de facto por intermedio de su líder Jorge Pacheco
Areco, los tiempos de apertura política lesionaron gravemente
sus caudales electorales históricos.
Así, el Partido Colorado atravesó una etapa productiva e
interesante desde el punto de vista interno, sólo imaginable -
por sus niveles de participación y de formalización- con un
partido fuera de las responsabilidades del Estado, es decir, en
un contexto totalmente "anormal": se eligieron autoridades, se
citó a la Convención Nacional, en 1983 se reformó la Carta
Orgánica, entre muchas otras cuestiones.
Finalmente, en las elecciones nacionales de 1984, el
remozado Partido Colorado obtuvo su victoria sobre el Partido
Nacional con una ventaja del 5,69% de los votantes, o sea, con
un poco menos del margen que este último lograra apenas dos
años atrás. Para muchos, la clave del éxito estuvo en que la
mayoritaria fracción batllista se condujo con moderación y con
pericia negociadora, privilegiándose como una opción opositora,
democrática, pero fundamentalmente "sensata y prudente", que
mucho rememoró, para algunos otros, a la "mesocracia"
batllista(4).
3 Por cierto, se trató de un triunfo particular, puesto quela mencionada elección tuvo como objeto primordial definir alos interlocutores legítimos en las negociaciones con losmilitares para la transición democrática.
4 La "mesocracia batllista" fue definida por la existenciade una elite político-partidaria que, desde el Estado, ejercióun papel redistributivo y arbitrando, otorgando al mismo tiempoconcesiones a los diversos sectores sociales. En confluenciacon la misma, se constituyó una sociedad con predominio desectores medios y con una ideología de clase media, en la queel compromiso y el consenso poseían un poder de convocatoria
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1.2) Renovación y absorción1.2) Renovación y absorción1.2) Renovación y absorción1.2) Renovación y absorción
El diagnóstico es tan anodino como lo fue la realidad: una
vez asumido el gobierno, la administración de Julio María
Sanguinetti se manejó pragmáticamentepragmáticamentepragmáticamentepragmáticamente en la solución de las
principales reivindicaciones que estuvieron presentes en la
transición democrática. El estilo "equilibrado" -la
administración de la crisis- se extendió durante los primeros
años de gestión, procurando "contentar" a la mayor parte de los
sectores de la sociedad civil. De esta forma, en primera
instancia, la toma de decisiones en materia de política
económica se inspiró en modelos desarrollistas, enfatizando una
mayor que la polarización y el conflicto social; ver Real deAzúa, Carlos, "Uruguay, ¿una sociedad amortiguadora?", Ciesu,Montevideo, 1984, pág. 53.
En un sentido relativamente semajante, Juan Rial haseñalado: "el persistente predominio en la sociedad uruguaya devalores propios de las capas medias, oscilando entre la utopíay el conservadurismo, en aras siempre de un 'paraiso' deseguridad perdida, donde los deseos de cambio lleganprecisamente hasta los límites del sistema socio-productivo sinsobrepasarlos, conforman la base profunda de la culturapolítica de la ciudadanía e informa a toda la 'clase política'.La posición intermedia, no protagónica, finalmente, de lascapas medias permea en todo el tejido social"; Rial, Juan, "Lareorganización de los partidos políticos en el Uruguay tras elrégimen autoritario", Ciesu, Montevideo, 1985, pág. 23. ¿Hastaqué punto esta extendida percepción es una hipótesiscomprensiva o una simple valoración?. Dicho en términos hartoprovisionales, creemos que por tratarse de un lugar común sobrela sociedad uruguaya ilustra todo lo que tiene de falso, puestoque detrás de su formulación anida una pretensión crítica quese remonta a otros universos de valoración. En general, suelenser apreciaciones que se saltean los criterios deheterogeneidad simbólica y que se sustentan en evidenciassesgadas: por ejemplo, el triunfo colorado en 1984 pudosignificar tanto una reacción natural y mesocrática por partedel electorado, como un punto de encuentro contingente entreuna iniciativa discursiva deliberadamente planeada y unanecesidad sectorial de creercreercreercreer, de recomponer y simplificar unaidentidad colectiva y un sistema político herido, sobre la basesiempre de una opaca complejidad situacional o vital.
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orientación estatal y llevando a cabo medidas de redistribución
de riquezas. Si efectivamente las sorpresas socio-económicas
fueron escasísimas, sin embargo la agenda político-
institucional monopolizó casi todas las tensiones explosivas.
Con honrosas excepciones, claro está, como la de lo orgánico-orgánico-orgánico-orgánico-
partidariopartidariopartidariopartidario, puesto que también aquí las inercias vienen de
lejos: "sin embargo, aunque parezca extraño, dándole amplia
participación a los partidos y haciendo del propio Estado un
feudo de ellos, nunca se ha realizado una tentativa seria por
darles un estatuto, imponerles una organización, una
continuidad del origen y empleo de sus fondos. Los ensayos más
tímidos de tales prácticas se calificaron abruptamente de
antidemocráticos y liberticidas, siendo descartados por los
mismos que impondrían de buena gana a los sindicatos similares
exigencias"(5).
A remolque básicamente de la dinámica política, hubo en el
Partido Colorado de estos tiempos ciertas zonas de originalidad
organizativa, ya mediante la revitalización de la Convención,
ya mediante la creación de la figura del Secretario General,
como agente privilegiado de la reorganización de todo el
partido. Pero fueron impulsos que duraron lo que un lirio:
luego del primer gobierno en democracia, el Partido Colorado
mantuvo su clásico panorama de disgregación y de
fraccionamiento internas, sin entramados orgánicos para el
procesamiento de los grandes temas públicos. En consonancia con
una política cada vez más privatizada, los ámbitos de
decisiones fueron los silenciosos gabinetes de unos pocos,
mientras que los medios de comunicación reflejaron la gramática
de los hechos consumados.
Desde la perspectiva colorada, hay que sumar otro dato: la
transformación de la performance partidaria tuvo mucho que ver
con la emergencia de una fracción batllista renovadora -la
creación de las agrupaciones Libertad y CambioLibertad y CambioLibertad y CambioLibertad y Cambio y la CorrienteCorrienteCorrienteCorriente
5 Real de Azúa, Carlos, "El impulso y su freno. Tresdécadas de batllismo", Ediciones de la Banda Oriental,Montevideo, 1964, pág. 84.
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Batllista IndependienteBatllista IndependienteBatllista IndependienteBatllista Independiente-, cuyo elenco y propuesta política
fueron implícitamente absorbidos por las estructuras de poder,
hasta prácticamente desaparecer, como fracción autónoma, del
repertorio electoral. En su momento, esa renovación tuvo sus
resultados simbólicos generales: "por un lado, la renovación
ideológica de los sectores batllistas es parte determinante de
la revitalización de los partidos tradicionales en esta etapa
actual de la vida del país, en particular, de la vigencia del
Partido Colorado...Por otro lado, el programa ideológico y de
gobierno sistematizado por los distintos sectores batllistas
entre 1981 y 1984, y por el Partido Colorado en su conjunto,
así como su propuesta electoral de 'cambio en paz', se
convierte -luego de las elecciones de 1984- en proyecto de
Estado, en unidad de propuesta desde el poder político-estatal
irradiada desde su instituto más dinámico: el Gobierno. Es el
proyecto de 'modernización del país'"(6).
El tercer batllismotercer batllismotercer batllismotercer batllismo -al igual que el radicalismo de
Alfonsín, lo mejor de su impulso estuvo promediando el
gobierno, aunque sin la fuerza de impregnación y de novedad del
caso argentino- supuso una "recuperación del liberalismo" y una
reapropiación "de la historia"(7) y operó, en efecto, en dos
direcciones: en primer lugar, "el liberalismo ético de la vieja
propuesta liberal democrática deja paso al pragmatismo liberalpragmatismo liberalpragmatismo liberalpragmatismo liberal
de hoy, y lo hace a través de sucesivas reducciones de su
concepción anterior: de la fundamentación ética del Estado de
'todos' a la valoración utilitaria del Estado 'instrumento'; de
los contenidos sociales y culturales de las políticas públicas
a la instrumentación de la política como técnica para lograr la
eficiencia; de la política como camino de educación ciudadana y
tejido de relaciones sociales solidarias a la política como
compleja ingeniería electoral y método de medición estadística
de logros modernizantes; de la estructuración de un sistema
6 Rico, Alvaro, "Los usos de la historia y la racionalidadliberal en el Tercer Batllismo", en "Los partidos de cara al90", ob. cit., pág. 135.
7 Ob. cit., págs. 137-138.
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político abierto e interrelacionado con el sistema de
organizaciones sociales y populares a un sistema político
rígidamente estructurado sobre reglas previamente aceptadas; de
la democracia como participación activa a la democracia como
'procedimiento', como acto electoral; del hombre solidario al
hombre 'sin cualidades'"(8); y en segundo lugar, "...la
interpretación de la historia del Tercer Batllismo es, al mismo
tiempo, la memoria del podermemoria del podermemoria del podermemoria del poder...El para quépara quépara quépara qué determina quéquéquéqué partes
del pasado reconstruye"(9).
Pero no hubo una nítida sobredeterminación de la escena,
puesto que la polivalente iniciativa fue resistida o bien
reabsorbida en otras claves. Y en este contexto se procesó la
elección nacional de 1989, para la cual el Partido Colorado -en
particular el batllismo- debió superar un enfrentamiento
interno entre dos formas de concebir al partido y al Estado.
Por un lado, la prédica oficialista de Enrique Tarigo, apoyada
por los nuevos grupos batllistas emergentes en 1982, representó
al partido de gobierno, con sus afiliados, sus convenciones
internas y su secretaría general, y también al partido de un
Estado regulador y arbitral, tanto en la esfera económica como
en la social. Inexorablemente, esta imagen fue asociada a los
cincos años de la administración de Sanguinetti.
Por el otro lado, Jorge Batlle alentó una explícita
autoconciencia acerca de su renovación discursiva, al tiempo
que se amparó en la vieja estructura de base del partido, con
sus movilizaciones callejeras, sus clubes políticos, sus
liderazgos locales, sus clientelas, etc., razones de sobra como
para lograr un cómodo triunfo interno.
No obstante, su afán rupturista hizo blanco sobre el
Estado dirigista y benefactor, y sobre la propia tradición
histórica del batllismo. A las elecciones nacionales de 1989,
este último arribó desgastado y dividido, todo lo cual se
tradujo en resultados: de ser una mayoría aplastante dentro de
8 Ob. cit., pág. 149.
9 Ob. cit., pág. 150.
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filas, volvió a controlar la mitad de las simpatías coloradas.
Más grave aún: el peso relativo del batllismo en el electorado
nacional sufrió las consecuencias del voto castigo, captando
apenas la mitad de los votos cosechados en 1984. Por el
contrario, gracias a una renovación parcial de liderazgos y a
un decidido apoyo al plebiscito en favor del reajuste
cuatrimestral de las pasividades (medida que benefició al
sector pasivo, del cual el partido recoge la mayor proporción
de votantes), el pachequismo tuvo un relevante repunte en
términos político-electorales.
Así, la recesión económica, la pobre gestión gubernamental
-que acarreó costos políticos por todos lados-, las luchas de
poder y las divisiones internas, el "techo electoral" del
liderazgo de Jorge Batlle, el desgaste y la pérdida de
credibilidad pública que conllevó la defensa de la Ley de
Caducidad de la Pretensión Punitiva del Estado, estuvieron en
la base de la derrota electoral -la más catastrófica de toda su
historia- del Partido Colorado.
1.3) El silencio y la política1.3) El silencio y la política1.3) El silencio y la política1.3) El silencio y la política
Es muy probable que en el Uruguay de los últimos años, el
sistema político enfrente una doble expectativa: depositario
del cambio por aquí, mientras que por allá se lo evalúa, al fin
y al cabo, como una de las tantas vías para el mismo, ya que
según la entonación del lugar común "la política no resuelve
todos los males". En medio de esta dialéctica, los partidos
políticos tradicionales no se alejan demasiado de lo que sigue:
"en cada una de las fracciones su composición varió, tendiendo
en la mayoría de los casos a una fuerte personalización. Las
subunidades partidarias, las fracciones no tienen gran
homogeneidad, porque, precisamente cada una de ellas constituye
en la realidad un 'pequeño partido' y el conjunto definido como
Colorado o Nacionalista resulta de la federación de esas
fracciones que comparten el sistema simbólico de
identificación. Sin embargo, tienden a tener mayor homogeneidad
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las sub-fracciones o sea las listas o agrupaciones de listas o
clubes que integran cada uno de ellos...Este fraccionamiento
sigue permitiendo a los partidos tradicionales continuar con su
condición de partidos 'atrapatodo' y de este modo, afinan la
restauración no sólo del sistema partidario sino de las viejas
formas de hacer política"(10).
Las modalidades de organización partidaria se mantienen,
mientras que las formas de legitimidad política cambian con
total impunidad. Entre la crisis del clientelismo retributivo y
el eclipse simbólico de las divisas, la política se instala en
pleno corazón de los procesos de racionalización: "pienso...que
lo decisivo y lo que no previó el optimismo batllista y el de
otros movimientos similares (por lo menos en países tan
'occidentalizados' y 'urbanizados' como el nuestro) fue la
irrupción de las modalidades de la 'sociedad de masas' y sus
expresiones políticas. De la 'sociedad de masas' en su
vertiente capitalista, que es la más típica, provienen las
onerosas pautas de simple ficción, infantilismo, pasividad,
automatismo, superfluidad, contagio mental, anomia, vacío
espiritual y fin de todas las 'fidelidades' ideológicas y
tradicionales. En ese proceso, como colectividad, estamos, y
todo el volumen de la 'masa media' prefabricada, todo el
estruendoso fracaso de nuestra educación en sus varios niveles
lo alimenta"(11).
En definitiva, la pregunta no es nueva: si los problemas
de la política son también los problemas de una identidad
tradicional, ¿cómo hacen todavía los partidos históricos para
perpetuarse sin convulsiones desestructuradoras?. Luego de la
ruptura social del consenso -que ambientó, incluso, el
reagrupamiento de otras fuerzas políticas-, deteriorados y
desprestigiados los mecanismos clientelísticos y gravemente
10 Rial, Juan, ob. cit., pág. 32.
11 Real de Azúa, Carlos, "El impulso...", ob. cit., pág.90. Esta cita del notable pensador uruguayo -de hace más detreinta años- es deliberada: busca enfriar los ánimos deaquellos que piensan que el fenómeno descripto es recientísimo,y sólo explicable mediante remisiones transatlánticas.
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enferma la capacidad mediadora de los partidos tradicionales,
éstos aprendieron con cierta lentitud que el imperativo
material podía ser sustituido tanto por el imperativoimperativoimperativoimperativo
racionalizadorracionalizadorracionalizadorracionalizador como por el imperativo ideológico-afectivoimperativo ideológico-afectivoimperativo ideológico-afectivoimperativo ideológico-afectivo.
En el primer caso, si bien, desde un punto de vista
electoral, blancos y colorados han perdido apoyos en el mediano
plazo, han podido implementar estrategias de nivelación
mediante la explotación discursiva de los "logros" inerciales -
gestiones de gobierno- de la modernización. Siendo
virtualmente imposible sustentar un estilo de anticipaciónanticipaciónanticipaciónanticipación -
pues la política lo excluye-, hoy existe un nuevo
fundamentalismo racionalizador sustentado en la acción de
gobierno orientada de acuerdo a los criterios de
eficiencia económica -en función de los cálculos de costo-
beneficio- sobre el cual los partidos tradicionales tiran sus
anclas.
El segundo imperativo tal vez resulte más intuitivo, ya
que, por ejemplo, en los últimos años el Partido Colorado ha
navegado en esa dirección: desde el calculadísimo silencio de
Julio María Sanguinetti hasta el estruendoso rupturismo de
Jorge Batlle, desde los giros socialdemócratas y transformistas
hasta los realineamientos más insospechados, los extraños
movimientos de la estructura colorada dejaron entrever, por
ejemplo, que los reacomodos organizativos para las elecciones
de 1994 tuvieron mucho de extremo. Se eligió el camino más
riesgoso -por otra parte, el único: porque la competencia
discursiva, ya transformista o ya racionalizadora, iba a ser
feroz, y porque al mismo tiempo la organización tradicional no
se beneficiaría tanto como antes con la inversión
clientelística.
Sea lo que fuere, la transfiguración del Partido Colorado
-aunque haya sido por un segundo- arrojó, por fin, la victoria
en 1994. Muchos alegarán que fue demasiado esfuerzo para
victoria tan estrecha. Quizás por ello el desaliento sea más
rápido, y la crisis de la política anuncie que, a la luz de las
evidencias, se avecina el tiempo del eterno retorno de lo
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idéntico(12).
2) Los liderazgos2) Los liderazgos2) Los liderazgos2) Los liderazgos
2.1) Julio María Sanguinetti: los dilemas de la teoría2.1) Julio María Sanguinetti: los dilemas de la teoría2.1) Julio María Sanguinetti: los dilemas de la teoría2.1) Julio María Sanguinetti: los dilemas de la teoría
democráticademocráticademocráticademocrática
La picaresca de las transicionesLa picaresca de las transicionesLa picaresca de las transicionesLa picaresca de las transiciones
Tal vez, para la figura de Julio María Sanguinetti, no
quepa la sentencia de que todo lo logró por sus propios medios
-puesto que en política cualquier voluntarismo individualista
está fuertemente acotado-, aunque sí es muy posible afirmar que
todo lo logró gracias a la tenacidad y constancia de aquellos
que no pueden asirse de dinastías políticas ni de pasados
influyentes. El recorrido se asemeja más a la ética protestante
que al aristocratismo heredado. Formado como político de raza
en el mejor momento de lo que se ha llamado difusamente
"neobatllismo", abogado, diputado, ministro por dos veces, co-
redactor de la constitución de 1966, Julio María Sanguinetti
supo desde temprano que para sobrevivir, por encima de
cualquier otra posibilidad, hay que tener confianza en sí
mismo. Posteriormente, el quiebre dictatorial y las intrincadas
negociaciones con los militares ambientaron la transición
democrática y, paralelamente, la objetivación de Sanguinetti
como líder de la mayoría del Partido Colorado.
Pero ningún tránsito es sencillo ni fluido si no se agotan
las estrategias mágicas de lo discursivo: "las transiciones
12 Esta metáfora filosófica se justifica por elescepticismo de amplios sectores de la opinión pública conrelación a la viabilidad de la propuesta reformista de lamayoría colorada, cuestión ésta, sin embargo, que trasciendelos contornos partidarios y que se ubica en pleno ámbito desospecha hacia la políticasospecha hacia la políticasospecha hacia la políticasospecha hacia la política.
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dependen de la administración de dos sentimientos: el temor y
la impaciencia. El temor de quienes se alejan, la impaciencia
de quienes están llegando"(13). Como todo político, reivindica
una dosis de pragmatismo -sentido de la oportunidad- y postula
-para entibiar las reacciones críticas- que la realidad es
siempre más exigente que la doctrina. De la jefatura de una
fracción partidaria se llega al liderazgo nacional mediante la
reafirmación de la centralidad de lo político y de los partidos
-y sumado a ello el tradicional papel regulador del Estado-
como modeladores incluso de los sentimientos sociales.
Hay aquí un atisbo, una tímida advertencia de la éticaéticaéticaética
picarescapicarescapicarescapicaresca en la argumentación de Sanguinetti: cuando el relato
aparentemente objetivo utiliza y encubre la vena íntimo-
subjetiva. Para un político es un intento relativamente
corriente; sólo que las referencias y descripciones de lo
histórico-social de un país a través de lo trágico-narrativo,
Sanguinetti las lleva a un plano de inteligencia y maestría. En
última instancia, el gran elemento de continuidad y tensión de
todo su quehacer político se refleja en lo que sigue: "siempre
resulta difícil asumir la 'circunstancia' orteguiana. El
político se ha soñado a sí mismo como el gran constructor de un
mundo de ideales generosos y ahora tiene que transar con una
realidad llena de miserias"(14).
Sin embargo, Sanguinetti no sólo es político a partir de
su realismo, de su pragmatismo y de su experiencia directriz.
Del mismo modo, su biografía -sus pasiones- se define en el
marco de una polaridad: por un lado, fustiga a la
administración nacionalista de "pituca" y adhiere a un cuadro
de fútbol y a toda su simbología "populista" con la misma
naturalidad con la cual se inclina, por el otro, hacia ciertas
formas prestigiosas de socialización del gusto artístico y
13 Sanguinetti, Julio María, "El temor y la impaciencia.Ensayo sobre la transición democrática en América Latina",Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 1991, pág. 15.
14 Ob. cit., pág. 17.
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teórico(15). Sobre el cuerpo de esa polaridad se eleva la imagen
de la pluralidad y de la variedad de ámbitos y registros del
líder. A su vez, y esto es lo verdaderamente importante e
intransferible en Sanguinetti, dentro de ese rango ha
prosperado la opinión acerca de un liderazgo del "centro",
heredero racional, para estos tiempos barrocos, de la
mesocracia batllista.
Pero en los días que corren, tal posición no se justifica
sin una implícita ironía, sin una amable remisión de tono
picaresco: "el destino dramático de un gobierno democrático es
que lo que se evita no se ve. Sólo se juzga aquello que ocurre.
Pero lo que se logró eludir, y va de esta forma construyendo la
paz, suele no advertirse porque no ha entrado en la experiencia
de la gente. Contornear el conflicto, apaciguar ánimos, ir
pacientemente logrando que todos los actores vayan desempeñando
un papel y ocupando su espacio, construir un clima económico de
confianza y tranquilidad, alcanzar un estado tácito de opinión
en el que se desvanece el fantasma del golpe de Estado,
constituyen objetivos que, cuando se conquistan, miden el éxito
de una transición"(16).
En efecto, en la picaresca la culpa está en el origen
secreto de la acción, que busca soportar la escisión entre la
conciencia y el mundo, entre los ideales últimos y la política
cotidiana(17). Todo un ámbito de no realización, picarescamente
manipulado, cae dentro de lo autorreinvindicable. Los ideales
políticos deben cotejarse con la posibilidad de influir en la
propia sociedad, al tiempo que esa "negociación permanente"
entre ideal y realidad se transforma en un valor específico de
su accionar político.
15 Proyectado a su última campaña electoral, hubo unaasociación intencional entre tradiciones sociales dispares. Sucampaña publicitaria mezcló el gusto del mate y del café, enfin, de lo popular y de lo clásico.
16 Sanguinetti, Julio María, ob. cit., pág. 13.
17 González, Horacio, "La ética picaresca", Altamira-NordamComunidad, Montevideo/Buenos Aires, 1992.
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La picaresca, o el efecto deliberadamente buscado, estriba
en la propia asunción de ese camino del medio: "no se
manifiesta grandeza por estar en un extremo, sino más bien
tocando a la vez los dos y reencajando todo entre ellos"(18). Y
como era de esperar, esta autoubicación, esta idea de tendencia
central, se vuelve absoluta: "los economistas suelen despreciar
en sus análisis, o relegar, el factor político o social. Los
políticos, por su parte, son reacios a atarse a los rigores de
una administración cuidadosa, con limitaciones en los gastos y
sin concesiones a la popularidad. Hay que lograr ese
equilibrio..."(19).
Tal vez en el manejo y en la resolución del tema militar,
durante su primer mandato presidencial, se condense
arquetípicamente toda la figura política de Sanguinetti: su
talento, su perfil, sus atajos, sus argumentaciones,
potenciaron la picaresca hasta un extremo sofístico,
exasperante, en donde el indisimulado vuelco unilateral se
mezcló con la ética de la responsabilidad y con la
justificación abstracta de la acción política. Los terribles
condicionamientos de aquel entonces se transformaron en lo
opuesto, es decir, en la iniciativa autónoma del líder que
logra anticiparse a los acontecimientos: "pocas veces me sentí,
en los años de gobierno, tan tranquilo con mi conciencia.
Estaba dispuesto a tomar personalmente la responsabilidad y así
lo expresé. Sabía que si salía adelante le ahorraría al país
nuevas y muchas desgracias"(20). El conductor adelanta y
previene, pero al mismo tiempo encauza a los hechos por medio
de una tradición, de una continuidad y de una legalidad: "la
rutina democrática -santa rutina- volvía a su propia
18 Cita de Pascal en Sanguinetti, Julio María, "El año501", Sudamericana y Asociación Latinoamericana para losDerechos Humanos, Montevideo, 1992, pág. 39.
19 Sanguinetti, Julio María, "El temor...", ob. cit., pág.49.
20 Ob. cit., pág. 62.
¡Error!No se encuentra el origen¡Error!No se encuentra el origen¡Error!No se encuentra el origen¡Error!No se encuentra el origen
inercia"(21).
Se dibuja así, mediante sus propias palabras, la gran
tensión en la cual asienta la figura política de Julio María
Sanguinetti: a) en primer lugar, la relación entre ética y
política: "esta relación entre la ética y la política
constituye uno de los fenómenos de nuestro tiempo y no son
problemas pequeños en épocas de transición. Por un lado, el
desarrollo de la psicología y el auge de la economía ha
desvalorizado la meditación ética, que ya ni los religiosos
practican demasiado. Por otro, la 'desideologización' del mundo
revaloriza una visión ética de la política, a la que el
ciudadano se introduce con muy poco bagaje y en la que caen y
recaen los propios políticos confundiendo términos. Se habla en
términos absolutos, y no se distingue bien entre la búsqueda
orientada por los grandes principios éticos y las diversas
morales profesionales, que imponen ciertas conductas a los
individuos"(22). b) En segundo lugar, aparecen los mortificantes
imperativos de la realidad social: "imposible, entonces, eludir
la realidad social. No buscar una solución legal terminaba por
convertirse en un escapismo, y se supone que el legislador o
administrador público están para prevenir cuando el riesgo está
a la vista"(23).
La razón argumental es la del medio, vale decir, la razón
de estado o el interés general. En ocasiones, dicha razón
argumental se diluye o cae en el posibilismo, en cuyo caso se
lo asume como un realismo extremo: "nuestra experiencia ha sido
la de la historia: a grandes males, grandes remedios; a grandes
odios, grandes perdones; a profundos dolores, la mayor
generosidad posible. Podrá a veces no bastar. Pero donde no
pudo el perdón tampoco hubiera podido la justicia a todo
trance, porque son casos en los que el conflicto no estaba
terminado y no cabía entonces otra cosa que negociar un
21 Ob. cit., pág. 68.
22 Ob. cit., pág. 71.
23 Ob. cit., pág. 74.
¡Error!No se encuentra el origen¡Error!No se encuentra el origen¡Error!No se encuentra el origen¡Error!No se encuentra el origen
armisticio o dilucidar el conflicto"(24). No obstante, la acción
discursiva no puede soslayar jamás la acción política, que en
este caso supone un vuelco previo, la decisión inapelable de
favorecer a una de las partes, ya por razones de poder, ya por
afinidad filosófica, ya por un verdadero vínculo de convicción.
Nuevamente, como corresponde a un gobernante, el único
lugar habitable es el de la neutralidad, para desde allí
articular un objetivo común: "si no hay real espíritu de
reconciliación y auténtica voluntad de perdón, así como
voluntad de sacrificio, resulta muy difícil alcanzar la paz.
Todos hemos de estar dispuestos a renunciar a algo de nuestro
punto de vista, y nadie tiene derecho a pretender sacarse las
ganas"(25). Tal la paradoja de Sanguinetti: liderazgo de partido
y de divisa que se coloca como la encarnación no problemática
del interés general, que reclama gobernabilidad y transacción
cuando en su anterior administración hubo una fusión funcional
-intransigencia socio-económica- con el elenco que formula y
esgrime una racionalidad instrumental propia de la matriz
económica(26). La misma paradoja, a un nivel político más
reciente, podría recrearse mediante el análisis de la lógica
para conformar el gabinete ministerial de su segundo gobierno.
Finalmente, subsiste un consenso: no es posible dudar de
la habilidad retórica de Sanguinetti, de su capacidad
razonadora, en la cual establece recreaciones históricas e
imagina condiciones por donde se desenvuelve su acción para
articular mayorías de gobierno. La maestría estriba en la
descripción de los escenarios, para sacar provecho de ellos y
para manejar admirablemente tipos ideales que rozan siempre la
fibra psicosocial. A su vez, todo ello tiene un emparentamiento
con lo profético, tanto en un sentido apocalíptico como
24 Ob. cit., pág. 78.
25 Ob. cit., pág. 79.
26 Para una ampliación de esta apreciación ver Amarillo,María del Huerto, y Rehren, Alfredo, "Sanguinetti: liderazgopresidencial hacia la 'rutina democrática'", Cuadernos delClaeh, Nº68, Montevideo, 1993, págs. 135-154.
¡Error!No se encuentra el origen¡Error!No se encuentra el origen¡Error!No se encuentra el origen¡Error!No se encuentra el origen
redentor.
Para la política de hoy, el mérito no es menor ni trivial:
Sanguinetti es un político que otorga sentidosentidosentidosentido a la acción.
Mencionemos, al pasar, tres operaciones paradigmáticas:
1) Sanguinetti puede compararse, como hombre político, con José
Batlle y Ordóñez, como hacedor y gobernante puede trazar la
siguiente analogía potencial: para cada uno de ellos, su
primera presidencia fue de consolidación institucional (más
allá de las diferencias de contexto histórico); mientras tanto,
en base a este fortísimo paralelo simbólico, la segunda
presidencia de Sanguinetti "promete" ser como la segunda de
Batlle y Ordóñez, es decir, reformista, transformadora,
inédita(27).
2) Muy próximo a este paralelo, figura también la sugestión del
término transicióntransicióntransicióntransición: si entre 1985 y 1990 hubo que abocarse a
una transición de tipo político -a una "normalización"
institucional- para 1995-2000 se "promete" una segunda
transición, de raíz socioeconómica, que va desde la economía
nacional hasta la economía regional. En cualquier caso, la
promesa anida en un supuesto de continuidad, en una
necesariedad avalada por la lógica o por la historia más
brillante de nuestro país. La magia política -a su modo también
ficción- nada es sin los engranajes inconscientes de la
tradición o de la racionalidad.
3) Finalmente, aquí no se promete sino que se legitima un
comportamiento político. En 1986 y 1987, cuando la cuestión
militar adquirió sus tonos más dramáticos, Sanguinetti -en el
colmo de la sofística- reflexionó: "en toda transición están
dados elementos de tensión provenientes del pasado. Los grupos
titulares del conflicto están presentes en la vida social y el
propio núcleo de ese conflicto suele estar presente también;
faltará entonces solamente el elemento circunstancial que lo
vuelva a desencadenar. He allí el desafío del hombre de
Estado"(28). La frase posee una articulación formidable, puesto
27 Entrevista a Julio María sanguinetti, Setiembre de 1993.
28 Sanguinetti, Julio María, "El temor...", ob. cit., pág.
¡Error!No se encuentra el origen¡Error!No se encuentra el origen¡Error!No se encuentra el origen¡Error!No se encuentra el origen
que es capaz de dominar todos los planos temporales. El
gobernante puede interpretar con exactitud el pasado, calibrar
los parámetros de la interacción en un nuevo contexto y dejar
el futuro condicionado únicamente a su acción. Anacronismo,
simplificación, linealidad, proyección y cierta dosis de
soberbia son los ingredientes de este magnífico fragmento de
autojustificación política.
En última instancia, la gracia de la ética picaresca está
en proteger y ocultar discursivamente a la acción. Julio María
Sanguinetti canaliza esa picaresca mediante un reiterado
procedimiento en su discurso: postula los parámetros, define a
sus contendientes en términos polares, para radicarse
inmediatamente en el "medio". La razón se vuelve medianía, al
tiempo que ésta última se parangona con lo justo y con lo
inexpugnable, con todo aquello inmune a la "comodidad"
destructiva de la crítica. El plexo racional-idealista (mera
estrategia discursiva) destila un centralismo que, a su vez, se
alía con el pragmatismo. La ecuación parece infalible y
confeccionada a la medida de un político electoralmente
"triunfalista". En efecto, probablemente sea cierta esa imagen
de un Sanguinetti no habituado a perder, aunque sea
incontrastable su desgaste, su mengua de credibilidad en el
tiempo: sin ánimo de contradicciones, las elecciones de 1994,
más que un triunfo colorado con el 32% de los votos,
significaron un reacceso a la presidencia con los dos tercios
del país en la oposición. ¿Quién se atreve a sostener que Julio
María Sanguinetti es el canto del cisne de una forma
tradicional de hacer política y de una matriz cognoscitiva
eminentemente incómoda en los días que corren?.
Los caminos de las élitesLos caminos de las élitesLos caminos de las élitesLos caminos de las élites
Existe un tipo de evidencia que embarga la figura de
Sanguinetti (aunque resulte difícil de evaluar) y que se
53.
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vincula con su capacidad para estructurar mayorías dentro del
Partido Colorado. Así ocurrió en 1984 y en 1994, quedando sin
embargo el hueco de 1989, sindicado por los analistas como un
duro revés para el sanguinettismo(29). Este último argumento
resulta, por lo menos, polémico, ya que la presencia política
de Sanguinetti estuvo fuertemente mediada y cristalizó en un
momento de retiro y de repliegue necesarios. En este sentido,
hay que medir al político en su iniciativa, en su resolución y
en su voluntad de comando y de liderazgo. Y allí sus cualidades
-sus logros- son inocultables: nucleando y ordenando
internamente al partido, reagrupando y cosechando mayorías
aplastantes.
En las elecciones nacionales de 1994, dicha habilidad
política llegó a su punto de máxima tensión para consolidar una
alianza electoral heterogénea y casi sin igual para la historia
reciente del Partido Colorado: desde la derecha desprendida del
pachequismo hasta la izquierda minoritaria del partido, desde
los sectores más conservadores hasta la sorprendente anexión
del Partido por el Gobierno del Pueblo. Cuando los abandonos y
los realineamientos continuaban hacia la izquierda, haciendo
mella sobre las estructuras tradicionales, se gestó una
maniobra de retorno -la del hijo pródigo- que aspiró a crear un
espacio de renovación-poder dentro de uno de los partidos
tradicionales.
El batllismo buscaba así -como en el año 1984- presentarse como
una alternativa mayoritaria convocante -el "Uruguay entre
todos"-, no escapa sin embargo, una diferencia sustancial, en
la salida democrática el batllismo se colocaba en el 'centro'
del espectro de opciones políticas aglutinando tras el lema
partidario desde los sectores más conservadores al batllismo
29 En abril de 1989, el voto verde contra la ley decaducidad obtiene una mayoría clara en Montevideo; en mayo delmismo año, en elecciones internas, Jorge Batlle derrota aEnrique Tarigo, logrando así la jefatura momentánea dentro delbatllismo; finalmente, en las elecciones nacionales de ese año,el voto castigo contra el gobierno -entre otras razones-determinó el acceso del Frente Amplio a la intendenciacapitalina y del Partido Nacional al gobierno del país.
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más renovador, en 1994, la renovación en su 'ala izquierda'
proviene de agrupaciones externas al partido.
La jugada electoral (30), como era de esperar, tuvo efectos
conmocionantes: para el Partido por el Gobierno del Pueblo
significó, además de una ruptura interna, todo un esfuerzo de
justificación y de coherencia, toda una operación de
legitimación que se circunscribió a remitir al futuro la
positividad de la alianza. A su vez, para los grupos colorados
conservadores hubo un doble problema: por un lado, el
afianzamiento del liderazgo de Sanguinetti y, por el otro, la
resistencia a admitir dentro de filas a un ex-aliado de la
izquierda uruguaya. Para el propio Sanguinetti, por último, no
se vislumbraron pérdidas inmediatas: bastaba con administrar
las tensiones políticas resultantes, competir electoralmente
con la izquierda y poner en funcionamiento su matriz discursiva
de amplios parámetros y así nuevamente cohonestar una acción
compleja. Obviamente, la alianza se situaba en el terreno más
apto.
Barrer hacia aquí y hacia allá, segmentar la oferta
política, buscar la consistencia sectorializada de un proyecto
global no sin pocas contradicciones. ¿Signo de fortaleza, de
maestría o de extrema debilidad que apela al último recurso?.
Quizás ambas cosas, y quizás tal sinsentido traslada una
indefinición negociadora al ámbito de gobierno. La amplitud
discursiva y el libre vuelo de la interpretación, contrastan
fuertemente con la transacción infinita, con la atención al
reclamo sectorial, con la eventual parálisis gubernamental y,
sobre todo, con la dependencia política. Aquí radica uno de los
tantos rasgos de nuestra política y de nuestro sistema
político.
Sin embargo, no todo es indefinición. Por ejemplo, del
primer mandato presidencial de Sanguinetti se ha señalado:
30 Recordemos que la alianza entre el Foro Batllista y elPartido por el Gobierno del Pueblo se estableció en términos deuna coalición electoral entre los agrupaciones políticas, y queno supuso una integración plena ni orgánica del PGP a lasestructuras políticas del partido colorado.
¡Error!No se encuentra el origen¡Error!No se encuentra el origen¡Error!No se encuentra el origen¡Error!No se encuentra el origen
dificultad para construir un gobierno de coalición en
instancias transicionales, imposibilidad de formar gabinetes
representativos de la mayoría política, relativo éxito
negociador en lo político-institucional, mientras que en el
plano socio-económico hubo intransigencia y repliegue sobre el
equipo económico, acción directa sobre la interna del partido
para controlar y obtener la disciplina necesaria, etc.(31). O
dicho en términos más abstractos: "incapacidad de Sanguinetti
para concretar una síntesis entre lo técnico y lo político"(32).
Ante todo ello, esta segunda presidencia de Sanguinetti tendrá
que demostrar no sólo su habilidad política para ganar
elecciones -como se ha dicho de Alfonsín en su momento- sino
también probar una idoneidad gobernante: en cierto modo, habrá
que mitigar toda indefinición y realizar una apuesta extrema en
el plano político-constitucional que le permita la perpetuación
a los lemas históricos. Aquí nace otra de las inclinaciones
seguras de Sanguinetti: "en tal sentido, contesté que con los
blancos discutíamos sobre política y no sobre filosofía, porque
tenemos la misma; sin embargo, con el Frente Amplio, nuestro
debate es filosófico mucho menos que político, según mi
opinión. Es decir que en este último caso tenemos una discusión
filosófica importante, profunda y sustantiva, mientras que con
los demás partidos generalmente tenemos diferencias, por
ejemplo, de política social y económica"(33). Por el contrario,
ante la evolución de la política económica de la administración
Lacalle, puede apelar como contrapartida al "realismo", al
"pragmatismo" y a la "experiencia necesaria para manejar las
cosas" de los colorados, y al mismo tiempo hablar de un Estado
vinculado a la producción del país.
Es digno notar como el discurso político entraña el juego
ideológico por la competencia sobre el respaldo ciudadano. La
31 Amarillo, María del Huerto, y Rehren, Alfredo, ob. cit.
32 Ob. cit.
33 Diario El PaísEl PaísEl PaísEl País, Montevideo, 4 de setiembre de 1994, pág.4.
¡Error!No se encuentra el origen¡Error!No se encuentra el origen¡Error!No se encuentra el origen¡Error!No se encuentra el origen
comunidad de creencias y visiones del mundo liberal o
socialdemócratas (ideologías) sirven para fijar los límites
entre los aliados y los adversarios, los contrarios, son
descalificados de la acción y la negociación no por la
posibilidad efectiva de llegar a un acuerdo, sino -y esto es lo
principal- porque encarnan valores y creencias diferentes a las
propias (verdadero sentido de la crítica ideológica). Parte
de este juego ideológico es el que explica los límites y la
estrategia particular de cada lider y de su agrupación en la
acción política.
Igualmente, en junio de 1994, en el marco de una retórica
renovadora y transformista, se ubica el acuerdo político entre
el Foro Batllista y el Partido por el Gobierno del Pueblo:
"tenemos la certeza, que me comprometo ante usted y me
comprometo ante el país, a poner todo mi empeño y a poner todo
mi esfuerzo para que llevemos adelante ese programa de
gobierno"(34). Al fin y al cabo, ¿dónde está la verdad, en la
afinidad conservadora o en el impulso reformista?, ¿acaso la
resolución y la definitiva inclinación las darían los comicios
del 94?, ¿la acción de Sanguinetti respetará aquel énfasis
principista o se atendrá a los resultados electorales para
graduar privilegios y castigos en su heterogénea interna?.
De la estrategia electoral a la filigrana de gobierno, de
la unción transformista a las arenas conservadoras, sin
solución de continuidad, en donde el camino del medio deviene
en principio de inmovilidad. Lo razonable, lo óptimo y lo
equilibrado casi nunca se acoplan con la lógica política del
cambio social. ¿Existe la perspectiva del cambio sin subvertir
los límites del sistema?, ¿puede desaprovecharse el liderazgo
de Sanguinetti con su enorme reserva argumental para gestar
alianzas?, o en otras palabras, ¿logrará efectivamente
Sanguinetti convertirse en un líder nacional, impregnará toda
una época?.
Lo único cierto es que se trata de una chance postrera,
tanto para el político como para la metafísica de su estilo, de
34 Diario La RepúblicaLa RepúblicaLa RepúblicaLa República, 9 de junio de 1994, pág. 8.
¡Error!No se encuentra el origen¡Error!No se encuentra el origen¡Error!No se encuentra el origen¡Error!No se encuentra el origen
conducir al país hacia otro recodo del futuro que, como siempre
ocurre, será de incertidumbre. En definitiva, es la posibilidad
de la política frente a la despolitización, frente a la
mutación del ciudadano en consumidor. Por el camino de las
élites, el gran decididor que se autoubica como uno más entre
connotados políticos internacionales, tendrá que trabajar y
luchar por la vida del propio pluralismo. Si como ya se dijo,
los méritos de Sanguinetti se concentraron en un contexto de
tránsito político -pautado por el continuo democracia-
autoritarismo- su desafío actual estriba en el mantenimiento de
la relevancia de la acción política en un ambiente de
racionalización modernizadora predominantemente económica.
La utopía conservadora o el liderazgo de la modernidadLa utopía conservadora o el liderazgo de la modernidadLa utopía conservadora o el liderazgo de la modernidadLa utopía conservadora o el liderazgo de la modernidad
Su estrategia discursiva y sus definiciones de estadista
se alejan siempre de las soluciones extremas. Tómese cualquier
ejemplo, arránquese por donde se quiera. No hay principio ni
final, la operación se explaya sobre todo terreno. Observemos
como muestra: "la experiencia histórica ha puesto fin a las
utopías. Razón de más para no caer en otras. Derrumbada la
religión del estado no ha de ser sustituida por la Religión del
Mercado"(35). Ni esto de acá, ni aquello de más allá, sino lo
justo que es, por su puesto, lo que el líder enuncia. Los polos
quedan definidos a partir de una negatividad desastrosa y sin
levante. Los componentes arquetípicos de las frases representanrepresentanrepresentanrepresentan
lo que no puede aspirar a la representaciónrepresentaciónrepresentaciónrepresentación, al tiempo que
entre ellos -en el centro mismo- algo se insinúa: "irrumpe la
sociedad de consumo, diversificando la producción pero
inaugurando la neurosis de 'tener'. Las ideologías ceden; sus
esquemas aparecen envejecidos. El pueblo está fatigado de
eslóganes y guerrillas mesiánicas. Las revoluciones están
esclerosadas. Los 'nuevos órdenes' militares también. Empieza
35 Sanguinetti, Julio María, "El año 501", ob. cit., pág.107.
¡Error!No se encuentra el origen¡Error!No se encuentra el origen¡Error!No se encuentra el origen¡Error!No se encuentra el origen
nuevamente a abrirse paso, trabajosamente, la idea de que el
individuo humano, singular y concreto, es el corazón de la
democracia y que ya no se le puede dar la droga milagrosa de la
felicidad en sistemas prefabricados"(36).
El discurso de Sanguinetti parte de dos premisas: en
primer lugar, todas las contraposiciones son absurdas y todos
los dilemas son falsos; en segundo lugar, para insertarse en el
punto óptimo de la razónrazónrazónrazón, se confrontan siempre dos realidades,
se agrupan dos posturas opuestas. La verdad nace de la
irracionalidad de los bandos, mientras que el yo políticoyo políticoyo políticoyo político (la
institucionalidad simbólica del orden social), para existir,
necesita de la muerte y de la resurrección de las antinomias.
Nuevamente, un ejemplo: "la visión antigua muestra muchas veces
el enfrentamiento entre el agro y la industria, el campo con la
ciudad. Hoy, aparece una nueva versión de estos
enfrentamientos, de los servicios con la producción. Pienso que
así como se pagó un pesado tributo a aquella falsa oposición
anterior, hoy también se pagaría en la medida en que nos
deslizáramos hacia esta nueva falsa oposición"(37).
Sin embargo, reformulando levemente viejas tesis de la
teoría de la modernización, Sanguinetti nos coloca -nada más ni
nada menos- en una contradicción: "esa dicotomía entre un mundo
de valores de una sociedad que está más allá del proyecto
modernista y de una estructura económico-social que aún no ha
acabado su proyecto de modernidad, son, a mi juicio, la clave
sociológica interpretativa de los problemas mediante los que
debe mirarse el desarrollo de una sociedad como la nuestra"(38).
La democracia no escapa tampoco a este retroceso
dialéctico: "el gran tema es que la democracia se debate,
justamente, entre los conflictos que son: por un lado, la
necesidad de asegurar las libertades y, por otro, la necesidad
de ser eficaz. Este segundo punto hace que un Estado ya no más
36 Sanguinetti, Julio María, "El temor...", pág. 10.
37 Diario El PaísEl PaísEl PaísEl País, ob. cit.
38 Ob. cit.
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omnipresente, salvador, benefactor o dispensador de todos los
bienes, tenga que ser mucho más eficaz en sus propias tareas y
mucho más veloz -así lo impone el mundo actual- en sus
decisiones"(39). Al enunciar que la democracia, la libertad o la
vida de un país se debaten en un ámbito dual se descarta
explícitamente cualquier elección unilateral y se asume un
extraño camino del medio, propio del líder. Esta forma de
razonar sindica a la "acción" y al "pensamiento" como las
medidas de todas las cosas y se conecta vitalmente con
abstracciones indemostrables, las cuales por otra parte han
salido indemnes de los acosos mundiales, han "triunfado", ya
por méritos propios, ya porque todo lo demás ha fracasado
irremediablemente.
A su vez, los valores clásicos del liberalismo se muestran
incuestionados; cuando el diagnóstico detecta malformaciones,
la etiología se desliza de la política hacia la sociedad: "en
general, la democracia aparece corroida por fenómenos de
corrupción imputables a ésta cuando, en realidad, constituyen
manifestaciones de la sociedad. Hasta tal punto esto es así,
que cuando una sociedad surge con brotes de corrupción
política, es porque toda ella los tiene y no porque el sistema
político como un 'clavel del aire' los genere"(40).
La política y el político, en última instancia, corporizan
a la razón y al punto de madurez a partir del cual se
contorneancontorneancontorneancontornean todos los excesos y todos los peligros: ante los
"enemigos de la democracia" hay que "prevenir" a la sociedad.
En su momento, la presidencia de Sanguinetti significó un baño
de agua fría, una ducha apolínea frente a aquella ansiedad
movimientista, pulsional y desbordante, que manaba a diestra y
siniestra: "el 'destape', como se lo llamó en España, contiene
entonces ingredientes que no son los normales. Un perro no está
en su quicio cuando se le suelta de su cadena; corre y ladra
como habitualmente no lo hacía. Una sociedad reprimida también
39 Ob. cit.
40 Ob. cit.
¡Error!No se encuentra el origen¡Error!No se encuentra el origen¡Error!No se encuentra el origen¡Error!No se encuentra el origen
cae en las tonalidades excesivas. No canta la libertad
reconquistada, la grita; no sólo valoriza los derechos
readquiridos, sino que quiere ejercerlos todos a un tiempo,
estrenarlos atropelladamente, ponerlos en marcha con novelería.
Nace así un mal característico de esos tiempos: el
'yaísmo'"(41).
Así, el pasado es nostalgia y el presente "yaísmo":
proscriptas "psicológicamente" las dimensiones del tiempo, sólo
se admiten un pragmatismo sensato y "autojustificado" y un
futuro administrable. La acción es pura ortopedia, aunque
insustituible para el éxito: "es imposible frenar el
movimiento, dada su legitimidad básica. Se trata de encauzarlo
para que la corriente no desborde los diques y lleve al
retroceso"(42).
Hasta ahora nos hemos posicionado en la transición
democrática; pero además, más cercano en el tiempo, el mismo
procedimiento sirve para situarse en el debate político, que a
su modo no rechaza al estado ni al mercado: "el mito
voluntarista, asentado en la fe en el Estado planificador, se
ha derrumbado no sólo en los asfixiantes esfuerzos marxistas,
sino aún en sus versiones democráticas. Hoy sufrimos del
contra-mito creado por un neoanarquismo conservador que
prácticamente aspira a la evaporación del Estado, cuando el
mundo nos muestra que aún las economías más abiertas no
renuncian a ciertos márgenes de protección y al cuidadoso
manejo de algunas variables, como la monetaria"(43). Este juego
pauta una nueva transición -socioeconómica- pero siempre con
las mismas aprehensiones. Otra vez la vida adultavida adultavida adultavida adulta, la madurezmadurezmadurezmadurez,
la racionalidad del punto medioracionalidad del punto medioracionalidad del punto medioracionalidad del punto medio: "más allá de estos problemas y
limitaciones, es preciso reactivar la cultura
democrática...Hagámoslo con racionalidad, comprendiendo sus
41 Sanguinetti, Julio María, "El Temor...", ob. cit., pág.36.
42 Ob. cit.
43 Ob. cit., pág. 49.
¡Error!No se encuentra el origen¡Error!No se encuentra el origen¡Error!No se encuentra el origen¡Error!No se encuentra el origen
reglas, entendiendo las responsabilidades que nos impone sin
paralizarnos por el temor de ahogarnos en la impaciencia. Tan
maligno es el arrebato sindical como el conservadurismo
empresarial, la demagogia política como el nihilismo
periodístico, el utopismo económico como el inmovilismo
social"(44).
Pero la expresión culminante de Sanguinetti es la que
sigue: "el desafío es conciliar las posibilidades con las
expectativas, y ello carga el debate político de elementos
ideológicos que inhiben un manejo racional"(45). a) El sistema
político establece la economía de los impulsos de la sociedad,
reduce y concentra las metas "deseables" y posibles. b) La
verdad se transforma en un "manejo racional", se vuelve
procedimiento técnico, un instrumento que posee valor propio.
La razón como medio, cuando en el discurso jamás se enuncia su
realización plena. c) La opinión pública está infectada de
"ideología" como sinónimo de "error", de "desenfoque", de
"voluntarismo", de "atraso", de "malignidad", etc. Sin embargo,
la pretenciosa mirada política aspira a la interpretación del
mundo, del país, de su pasado y de su futuro, y lo hace a
través de claves ideológicas. La tibia labor de
desenmascaramiento que alienta el discurso de Sanguinetti
conlleva, paradójicamente, una impregnación saturante de lo
ideológico. Son las inconsistencias del liberalismo: apelar a
la crítica de las ideologías para consagrar la preeminencia de
su cuerpo ideológico clásico.
Mediante todo lo reseñado, se percibe otra faceta del
liderazgo de Sanguinetti: el perfil "teórico" e "intelectual"
que hay en él. Complementariamente, y bajo sus presupuestos, el
político provoca con el "combate de ideas": "el punto de
equilibrio está en el desarrollo de los valores éticos que le
permitan a la gente actuar con moderación. Naturalmente, esto
hace a todos los impulsos, instintos y gustos. De modo que
44 Ob. cit., págs. 99-100.
45 Ob. cit., pág. 41.
¡Error!No se encuentra el origen¡Error!No se encuentra el origen¡Error!No se encuentra el origen¡Error!No se encuentra el origen
siempre está el freno de la búsqueda del equilibrio
permanente"(46).
La reflexión comprensiva y sintética, que evalúa a la
postmodernidadpostmodernidadpostmodernidadpostmodernidad, a la teoría críticateoría críticateoría críticateoría crítica y al pensamientopensamientopensamientopensamiento
conservadorconservadorconservadorconservador, se dirige hacia el reencuentro con ese portentoso
liberalismo triunfante: "el Bicentenario de la Revolución
Francesa se ha celebrado con un triunfo clamoroso de sus
ideales liberales frente a la utopía marxista que los combatió
durante el último siglo. La caída de la Bastilla, episodio
simbólico de la Revolución, tiene su par, simétrico y augural,
en la caída del muro de Berlín, epílogo wagneriano para los
regímenes comunistas de Europa del Este"(47). En rigor, no hay
punto medio, sino inclinación, preferencia, intencionalidad:
"llegamos así a la peligrosa situación en que el triunfo de la
filosofía liberal hace renacer la vieja mitología de sus
enemigos. A título de individualismo caemos en un romanticismo
telúrico. A título de respeto a la autonomía sentimental del
sujeto caemos en el desafuero de los instintos y la
irracionalidad fundamentalista"(48).
Le medianía es simple ficción desde el momento en que los
"enemigos" están al acecho. Y entre los enemigos
irreconciliables figura el marxismo: "es lástima que cuando la
historiografía alcanzaba ya su madurez, estos 500 años tuvieran
que coincidir con una crisis de los dogmatismos y la caída
final del marxismo, que los envolvió con los viejos debates
ideologizados. Baldíos de sus viejas certezas, huérfanos de los
andadores dogmáticos que regimentaban su pensar, muchos
intelectuales y algunos políticos que no pudieron absorber ese
cambio de la historia, encontraron aquí un inesperado ámbito
para suplantar sus nostalgias e ideas envejecidas. Es una
46 Diario El PaísEl PaísEl PaísEl País, ob. cit., pág. 5.
47 Sanguinetti, Julio María, "El temor...", ob. cit., pág.9.
48 Sanguinetti, Julio María, "El año 501", ob. cit., pág.88.
¡Error!No se encuentra el origen¡Error!No se encuentra el origen¡Error!No se encuentra el origen¡Error!No se encuentra el origen
lástima, pero pasará, como todo lo errado"(49).
Sin demasiado esfuerzo, del plano general-mundial
cosmopolita se pasa a lo local-electoral. La equivalencia y la
analogía son evidentes: "Tabaré Vázquez ha manifestado que
interpreta la realidad desde la óptica marxista, lo cual
también considero que es muy peligroso. Todos sabemos que el
marxismo es una concepción cuya interpretación de la realidad
es, justamente, lo que se ha mostrado profundamente
equivocado"(50).
El rasgo teórico de Sanguinetti, deliberadamente
ideológico, consiste en distribuir y ordenar subjetivamente la
complejidad del mundo a través de valoraciones encerradas en
gruesas equivalencias. Del mismo modo, el marxismo es
"ideología" en tanto el liberalismo es "filosofía". El cúmulo
de equivalencias, sus adjetivaciones propiamente ilustradas
(voltairianas), invalidan cualquier punto medio, son parte
irreductible del combate. A tal punto que los reparos hacia lo
que se denomina neoliberalismo son de notable tibieza: "un
neoliberalismo estrecho no puede ser el resultado único y
necesario del derrumbe marxista. Esa doctrina económica ha
hecho aportes que se reconocen científicamente pero que no
pueden elevarse a una suerte de credo religioso"(51). Todo
parece quedar diluido en el siguiente planteo: "producidos los
sucesos de 1989, Occidente ha celebrado el triunfo del
liberalismo. Y ello es lógico, porque así ha sido. La lectura
más común ha sido la de un triunfo del capitalismo, con una
exaltación sin tasas ni matices de la economía de mercado y la
competencia comercial. El inconveniente de este razonamiento es
que es limitado pues no sólo triunfó una economía más eficiente
49 Ob. cit., pág. 46.
50 Diario El PaísEl PaísEl PaísEl País, ob. cit. Del mismo modo: "expresar queva a aumentar los salarios y que va a otorgar más beneficiosdisminuyendo los impuestos es la clásica actitud del populismodistribuicionista que tanto daño le ha ocasionado a AméricaLatina".
51 Sanguinetti, Julio María, "El año 501", ob. cit., pág.68.
¡Error!No se encuentra el origen¡Error!No se encuentra el origen¡Error!No se encuentra el origen¡Error!No se encuentra el origen
sino también un régimen de libertad de conciencia y democracia
política"(52).
a) Ciudadano o consumidora) Ciudadano o consumidora) Ciudadano o consumidora) Ciudadano o consumidor
La victoria de la filosofía liberal supone, según la
óptica de Sanguinetti, el pleno despliegue de las
potencialidades de la ciudadanía a través del ejercicio de la
democracia, de la tolerancia y del pluralismo. Pero también
acarrea la consolidación de los viejos principios de libertad
de comercio y de propiedad privada que estructuran al hombre
económico. Como es fácil de advertir, aquí no hay
contraposición sino una fuerte pretensión de complementación.
El ideal de ciudadano racional -política y económicamente- sólo
necesita graduar sus registros espirituales para no ser
arrastrado por los excesos materialistas: "el deseo de mayor
confort del hombre contemporáneo es el triunfo precisamente de
las aspiraciones de progreso que animó a las generaciones
anteriores y para nada supone el embrutecimiento hedonista de
vivir sólo para las cosas, despegado de todo valor
espiritual"(53).
Sabiendo que la razón inspiradora del proyecto modernista
resplandece lozana, la autonomía del sujeto se procesa por
medio de la formación educativa. La misma debe observar los
rasgos más destacados del mundo moderno: "actualmente, todos
sabemos que cuando un chico sale, no de primaria, sino de
secundaria, no sabe lo que quiere decir productividad. Debemos
preguntarnos si esto cabe en lo que es la cultura de una
persona del mundo actual"(54).
Cuando el concepto de representación política está
severamente interpelado, cuando la irracionalidad es la medida
de la convivencia social y cuando el individualismo autónomo y
52 Ob. cit., pág. 94.
53 Ob. cit., pág. 90.
54 Diario El PaísEl PaísEl PaísEl País, ob. cit.
¡Error!No se encuentra el origen¡Error!No se encuentra el origen¡Error!No se encuentra el origen¡Error!No se encuentra el origen
autorregulable es una metáfora de irónicas resonancias, un
político uruguayo abreva en el manantial ilustrado, tal vez más
por lo que se pueda obtener explotando sus residuos, que por
una compleja convicción hermenéutica.
b) El país en la regiónb) El país en la regiónb) El país en la regiónb) El país en la región
Al proyectar los supuestos individuales sobre las formas
de actuar de un país, se obtienen anacronismos interpretativos
de insospechadas consecuencias. La crisis social, desatada en
el pasado, fue fruto de la inadaptacióninadaptacióninadaptacióninadaptación -consciente o
inconscientemente- a los parámetros siempre obvios de
normalidad: "da la impresión de que sobre el fin de los años
50, terminada la posguerra, estos países no supieron adaptarse
económicamente a las circunstancias de un mundo más
competitivo, vivieron un clima de reclamo social muy agudo, las
clases medias se refugiaron en utopías voluntaristas sin asumir
las exigencias del cambio, las minorías radicalizadas cayeron
en el mesianismo violento y los partidos políticos se
fragmentaron, resultando impotentes para asegurar la
gobernabilidad del sistema"(55). Por detrás de aquel país
agrietado está el país de clase media, que debe recomponer sus
canales de movilidad y priorizar la integración social: "desde
siempre -y ha de seguirlo siendo- ha sido un país evolucionista
y, precisamente, de lo que se trata es que desarrollemos ese
concepto con una actitud permanente. La reforma no es, en
definitiva, un proceso que comienza y se agota en un momento,
sino que permanece"(56).
Descubrir esencias e invariantes psicológicas -el Uruguay
"moderado" y "sensato"- y potenciar los perímetros de la
identidad: "de ahí, entonces, que nuestro país -más que nunca-
debe fortalecer todos sus vínculos de identidad nacional y
55 Sanguinetti, Julio María "El temor...", ob. cit., pág.94.
56 Diario El PaísEl PaísEl PaísEl País, ob. cit.
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hacer de la visión cultural de su propia historia, de sus
valores, de su sistema, de sus hábitos de conducta, de su
estilo de vida y de relacionarse, de su actitud tolerante en la
sociedad, un elemento no sólo académico, sino un proyecto
político que nos permita entrar a esa integración sin
desvirtuar nuestro país, sino reafirmándolo"(57). Operación
discursiva permanente de un sistema político que, sin embargo,
oscila entre la caprichosa reafirmación ontológica del pasado y
la débil implantación ante un futuro incierto. En última
instancia, aunque no se lo reconozca explícitamente, no es
menester debatir en las profundidades puesto que ese país
modelo -chiquito, dócil, seductor- podrá ser si se adapta a las
exigencias del mercado internacional. Crecer hacia afuera,
exportar con eficiencia, desarrollando los servicios: para
vivir hay que venderse.
c) La modernidad como utopía conservadorac) La modernidad como utopía conservadorac) La modernidad como utopía conservadorac) La modernidad como utopía conservadora
La conclusión resulta, por lo menos, contundente: la
modernidad ha triunfado políticamente, más allá de sus ajustes
y sus alquimias. Su única descendencia legítima -la filosofía
liberal- se esparce en tres dimensiones complejas: "una
política, que desde el pensamiento de Montesquieu hasta el de
Popper nos ubica delante de una organización democrática que
aún imperfecta le ofrece al individuo libertad de elegir y la
garantía a sus derechos; una económica que, asentada en el
derecho de propiedad y la iniciativa privada, ha encontrado en
el mercado su expresión más eficiente; una moral, que desde
John Locke hasta Raymond Aron reposa en un sistema de valores
fundado en los derechos del hombre, anteriores y preexistentes
al Estado"(58).
Esta visión orgánica de la sociedad, esta "lectura
57 Ob. cit.
58 Sanguinetti, Julio María, "El año 501", ob. cit., pág.95.
¡Error!No se encuentra el origen¡Error!No se encuentra el origen¡Error!No se encuentra el origen¡Error!No se encuentra el origen
humanista del triunfo liberal", son escudos protectores que
rodean al "templo democrático", aislándolo de "una atrayente
filosofía crítica que puede conducirnos a un retorno a los
oscurantismos que ya creíamos definitivamente superados más que
a una superación de los errores pasados"(59). Desde una
centralidad político-interpretativa, un diagnóstico absolutista
se compadece de las víctimas; mencionemos por ejemplo a la
juventud, cuyo escepticismo "ante el compromiso político es la
consecuencia natural de años en que ese compromiso los ató a
disciplinas partidarias rígidas, a Estados totalitarios, a
sueños revolucionarios que resultaron trágicas mascaradas"(60).
En definitiva, Julio María Sanguinetti queda a merced de
las contradicciones discursivas de la modernidad: la supuesta
victoria de la filosofía liberal sobre las utopías se basa, a
su modo, en la expansión omnímoda de una matriz propiamente
ideológica. Como dirigente e intelectual, Sanguinetti no
detecta las fuentes de su pensar condicionado. En este sentido,
siguiendo la clásica conceptualización de Karl Mannheim, está
más próximo a lo ideológico que a lo utópico(61). Más aún: su
59 Ob. cit., pág. 86.
60 Ob. cit., pág. 90. Otra de las víctimas a preservar sonlos propios partidos políticos, los cuales "son mirados condesdén a derecha e izquierda. Desde allá, las nostalgiasautoritarias ven en los partidos un fraccionalismo anti-patriótico, un liberalismo romántico que no sabe manejar laagresión que representa la inmigración del mundo bárbaro,portadora de valores perturbadores de las bases de la sociedad.En la izquierda, la caída marxista deja extraviados y huérfanosa intelectuales que comienzan a buscar en la oscuridad,perdidas sus antiguas creencias, para fácilmente caer en unindividualismo narcisista. Del intelectual comprometido de losaños 60, llamado a hacer bandera de combate hasta de su poesía,pasamos al escéptico independiente que juzga desde afuera yestimula la masa de los electorados fluctuantes"; ob. cit.,pág. 81. Cabe consignar que, muerto el marxismo, losprincipales peligros que habrá que enfrentar munidos de valoresdemocráticos, consisten en los fundamentalismos, en elterrorismo y en el fenómeno de la droga.
61 En su libro Ideología y utopíaIdeología y utopíaIdeología y utopíaIdeología y utopía, Mannheim define a lasideologías como "las ideas que trascienden la situación, quenunca consiguen realizar de factode factode factode facto los contenidos queproyectaban. Aunque con frecuencia llegan a ser motivos
¡Error!No se encuentra el origen¡Error!No se encuentra el origen¡Error!No se encuentra el origen¡Error!No se encuentra el origen
conceptualización insiste en el pasaje real del "milenario
optimismo de las revoluciones"(62) a la "actitud conservadora de
la resignación y a la actitud realista en la política"(63), en
donde las acumulaciones históricas son vistas como obras de las
"ideas", lo cual "constituye un falseamiento inconsciente que
se produce durante la etapa liberal-humanitaria de la
mentalidad utópica"(64). Al interior de su idealismo, conviven
lo utópico con lo ideológico, lo liberal con lo conservador, lo
racional con lo incierto. Ocurre además que en tiempos de
oposición electoral, la defensa de la racionalidad moderna
entraña un énfasis predominantemente utópico, lo cual comporta
ventajas y desventajas; ventajas porque "la falta de ralación
con el tiempo y el espacio de lo que sólo es correcto y válido
de un modo racional es...más apropiado para desembocar en un
reino que está más allá de la experiencia que esos sueños
utópicos que están lastrados con el contenido corpóreo del
mundo tal cual es"(65); mientras que los inconvenientes se
vinculan a que "nada está más alejado de los acontecimientos
bienintencionados en la conducta subjetiva del individuo, susentido en casi siempre falseado cuando son realmente llevadasa la práctica", Mannheim, Karl, "Ideología y utopía.Introducción a la sociología del conocimiento", Aguilar,Madrid, 1973, págs. 197-198.
Del mismo modo, las utopías "trascienden también lasituación social, puesto que orientan asímismo la conductahacia elementos que esa situación, en el grado en que esto serealiza en el tiempo, no contiene. Pero no son ideologías entanto y en la medida en que consiguen, por medio de una actitudde oposición, transformar la realidad histórica existente enotra más en consonancia con sus propias concepciones", ob.cit., pág. 199.
62 Mannheim, Karl, ob. cit., pág. 217.
63 Ob. cit., pág. 217.
64 Ob. cit., pág. 217. Esta intuición de Mannheim serefleja en el siguiente pasaje de Sanguinetti: por ejemplo, lacrisis de Cuba es responsabilidad de los "principios" con loscuales dicha sociedad se ha organizado; ver Diario El País El País El País El País, ob.cit.
65 Mannheim, Karl, ob. cit., pág. 222.
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reales que el estricto sistema racional"(66).
Pero hoy en día la ideología liberal es una utopía
conservadora en la medida que pierde el sentido de su origen al
abandonar el conflicto con el orden existente. Teoría y praxis
se oponen y se neutralizan. El liderazgo de Sanguinetti respira
la legalidad implacable de esta tensión. Con un añadido: la
suerte de su liderazgo es también la suerte de los núcleos
básicos de la teoría clásica de la democracia. El drama de este
político tradicional es auténticamente universal: ¿qué será de
la ética, del bien común y de la voluntad general en medio de
una democracia socavada por los procesos sociales de
racionalización, diluida por una política en términos de
gobernabilidad y acosada tanto por una economía competente y
compleja como por una cultura secularizada?.
2.2) Jorge Batlle: dialéctica entre derrota y verdad2.2) Jorge Batlle: dialéctica entre derrota y verdad2.2) Jorge Batlle: dialéctica entre derrota y verdad2.2) Jorge Batlle: dialéctica entre derrota y verdad
Su carisma ha condicionado el último tramo histórico del
Partido Colorado; su prédica ha generado adhesiones y
oposiciones múltiples y su estilo discursivo trasciende con
mucho el tronco partidario. La biográfia política de Jorge
Batlle denuncia, empero, una imposibilidad: diputado durante
los ocho años de gobierno nacionalista, finalmente senador
entre 1984 y 1989, dentro de la saga de los Batlle, ni Lorenzo
Batlle, ni José Batlle ni Luis Batlle Berres comportaron cuatro
fallidos intentos presidenciales. A su vez, en las elecciones
internas de 1965 y 1989, Jorge Batlle obtuvo trabajosos
triunfos partidarios que, sin embargo, señalaron la cota para
la proyección de su figura. En definitiva, la resignación queda
solapada por un dudoso escepticismo: de aquí en más se trata de
colaborar desde el llano sin "pensar para nada en las
66 Ob. cit., pág. 222.
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elecciones". La legitimidad electoral actual y la tradición son
dos fuerzas opuestas, tensiones de la vida política que el
dirigente debe afrontar: "lo he visto siempre a mi padre pensar
en el país, y no en él como persona. Me crié en eso"(67)..."me
ha tocado llevar adelante cosas importantes en la vida del
Partido sin ser candidato a nada, y lo he hecho con el mismo
gusto que hago esto"(68).
La acción propiamente política -digamos, no meramente los
logros electorales- resultó igualmente abundante, aunque los
resultados no siempre hayan sido los esperados. Mencionemos tan
sólo dos ejemplos: Jorge Batlle contribuyó decisivamente en la
redacción de la Constitución de 1966, severamente cuestionada
desde sus orígenes y bajo cuya irradiación prosperó y actuó el
pachequismo; el otro ejemplo es mucho más reciente: una extraña
ofensiva política en 1992 -equidistante de los tiempos
propiamente electorales- llevó a Batlle a decir que "en el
Uruguay ya no existen partidos y el sistema institucional está
agotado...Lo que hay son sectores que se juntan para votar
debajo del lema común llamado doble voto simultáneo"(69). Sin
ley de partidos y sin mandato obligatorio, entre muchas otras
ausencias, la sentencia es: "el sistema institucional uruguayo
se agotó y debe ser renovado del principio al fin". Las
negociaciones sobre la reforma constitucional derivaron en una
enmienda plebiscitada en agosto de 1994, rechazada por un
abrumador porcentaje de la ciudadanía. La lista 15 fue de los
sectores políticos que más enfáticamente apoyó la reforma al
punto que, de no aprobarse, Batlle no reincidiría como
candidato presidencial.
Hay aquí una remisión implícita a la culminación de todo
un tipo de pensamiento dentro del batllismo que conlleva una no
confesada ruptura con su tradición política y con su apellido
67 Barros-Lémez, Alvaro, "Batllistas. Entrevistas a JorgeBatlle y Enrique Tarigo", Monte Sexto, Montevideo, 1989, pág.14.
68 Ob. cit., pág. 13.
69 Diario La RepúblicaLa RepúblicaLa RepúblicaLa República, Montevideo, Abril de 1992, pág. 9.
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(70). Cuestionada una y otra vez la productividad electoral de
su acción política, el liderazgo de Jorge Batlle queda atrapado
en la siguiente contradicción: su vinculación con múltiples
centros de gravitación políticos y económicos y su consecuente
estilo particularista -allanado además por su nacimiento en el
poder- se conjuga con una calculada crítica al funcionamiento
institucional del Uruguay. Los reparos contra una visión
sectorializada del país, necesariamente disgregadora, se
paralizan de inmediato por su propia y excluyente inserción.
Pero hay más: la infraestructura se complementa con la
"metafísica" del liderazgo; el plano de la acción pierde toda
relevancia frente a una concepción del mundo, frente a una
revelación dramática.
El psicólogo de lo colectivoEl psicólogo de lo colectivoEl psicólogo de lo colectivoEl psicólogo de lo colectivo
La verdad del discurso reposa siempre en claves
psicológicas. En cualquier tiempo, la objetivación de
"necesidades" es el sostén de todas argumentación político-
económica. En el caso de Batlle, no gravita tanto la lucha
ideológicaideológicaideológicaideológica contra sus adversarios, sino su autodefinición como
70 En 1971, Carlos Real de Azúa trazó una semblanzaexigente y magistral: "Después de la muerte de su padre, JorgeBatlle probó sus condiciones políticas emergiendo triunfante alliderato de su fracción contra ambiciones y habilidades deharto mayor fogueo. Tras esto, sin embargo, su imagen se dañórápida y considerablemente. Es el primer Batlle que abjura enforma literal de los modos populistas de su partido y seinscribe plena y totalmente en el mundo de los ricos, al queestá intrincado por muchos y sustantivos lazos económicos.Tiene simpatía e ideas pero la primera se modula sobre ciertainmadurez adolescente y las segundas se impostan de modo muyclaro en una irreprimible pedantería tecnocrática. Sobre ello,la implicación que el más extendido juicio público le haatribuido en ciertos episodios, especialmente el de la famosa'infidencia' de la devaluación de 1968, parece haberle irrogadopesadas consecuencias políticas, aún en un país generalmentetolerante con ciertos comportamientos". Real de Azúa, Carlos,"Partidos, política y poder en el Uruguay. 1971. Coyuntura ypronóstico", Universidad de la República, Facultad deHumanidades y Ciencias, Montevideo, 1988, págs. 163-164.
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intérprete de un Estado y de una Sociedad en crisis.intérprete de un Estado y de una Sociedad en crisis.intérprete de un Estado y de una Sociedad en crisis.intérprete de un Estado y de una Sociedad en crisis.
Nostalgia, temor, sufrimiento, temperamento y hasta
suicidio del Uruguay: "y el Uruguay, ¿qué?. El Uruguay
recordando Amsterdam y Colombes, el Uruguay, viajando siempre
hacia la nostalgia, para quedarse allí por temor al salto
cualitativo, o por temor al cambio radical, o al qué dirán, o
por temor al temor. No; no; ese no es el Uruguay. Si ese fuera
el Uruguay, entonces sí está condenado a sufrir. Porque, si ese
fuera el temperamento de la mayoría de los uruguayos, sería un
país que habría resuelto -por una circunstancia no definida-
realmente eliminarse a sí mismo"(71). El diagnóstico
psicológico, pues, es un instrumento de la negatividad, fija
los límites de lo absurdo y de lo flojo, parangona la reacción
humano-individual con la abstracción nominal de un país. Por
último, hay una politización de lo psicológico al hablar de
temperamentos mayoritario y minoritario sujetos a una
"resolución".
Sin embargo, el discurso de Jorge Batlle establece tres
instancias aún más elementales, todas ellas funcionales a sus
pretensiones de verdad. La primera está cargada de analogíasanalogíasanalogíasanalogías
naturalistasnaturalistasnaturalistasnaturalistas e instintivistasinstintivistasinstintivistasinstintivistas: "las sociedades son como las
aguas, tienen un instinto poderoso de sobrevivencia y por
tanto, cuando encuentran un obstáculo, se acumulan un tiempo
frente al obstáculo y luego lo sobrepasan, lo sobrenadan, lo
llevan por delante o buscan un camino lateral, para encontrar
su mejor destino en libertad. Pero, ¿por qué no remover el
obstáculo?. ¿Por qué no hacerlo?. Ese es el caso de este
país"(72).
En segundo lugar, el proyecto económico se subsume en el
ámbito de lo legaliformelegaliformelegaliformelegaliforme, es decir, en el ámbito de las
regularidades irrevocables, denunciando una fe positivista en
el logro del progreso económico y del bienestar social: "creo
que la sociedad uruguaya toda, en materia económica, también
71 Barros-Lémez, Alvaro, ob. cit., pág. 101.
72 Ob. cit.
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está tomando conciencia de que hay leyes, como las de la
física, como las de los gases, que determinan el funcionamiento
básico de una economía. Eso le va a hacer mucho bien al país,
porque va a ir a pesar de nuevo sobre la esencia del individuo,
sobre su pensamiento y su ser íntimo"(73).
Finalmente, arribamos al terreno de la culpaculpaculpaculpa. Las largas
décadas de crisis en el Uruguay son responsabilidad exclusiva e
intransferible de "nosotros mismos". La indagación hermenéutica
apenas si puede trascender en este caso esa "socialización de
responsabilidades", intensificando el sentimiento de culpa al
comprobar que fuimos herederos de un modelo batllista agotado,
el cual dilapidó la fortuna en la larga noche de las disputas:
"la capacidad de cada uno de ustedes quedó presa, quedó
encerrada en sociedades en las que cada uno cavó profundamente
el pozo de su trinchera para abroquelarse allí, e intentar
desde ese lugar defenderse, no salir y no cambiar, porque ahí
por lo menos sobrevivía: pero tenía miedo de hacer lo que se
había hecho antes, desembarcar aquí como lo hicieron los que
vinieron de Europa y hacer, desnudos y sin nada, sólo con la fe
y la esperanza, la transformación de este continente en un
lugar de gloria, de felicidad, de armonía y de riqueza.
Perdimos lo que éramos"(74).
Lo natural o lo básico, lo inexorable y la culpabilidad
son los lados de ese triángulo de hierro que le permiten
solventar toda una estrategia discursiva ambicionadamente
inédita y renovadora. Para esta peculiar "filosofía de la
historia" -y su individuación de lo social- calibrar los
estados de ánimo de una sociedad es tarea predilecta: "está
todo leve. Todavía la gente no siente ninguna presentación
fuerte. La idea de todo el mundo es que no hay que mojar a
nadie...sobrevive una conciencia colectiva silenciosa, no
confesada, no dicha, que el Uruguay, hábil declarante, siente
73 Ob. cit., pág. 57.
74 Diario La MañanaLa MañanaLa MañanaLa Mañana, 1989, Montevideo, págs. 2-3.
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de callado: que este sistema ya no da más"(75).
El líder dice lo que siente, es la encarnación absoluta de
la autenticidad frente a un pasado decadente, encerrado,
tembloroso y débil. La convocatoria insiste en la necesidad
urgente de "liberarnos de todos nuestros temores". La verdad
política nace de la sugestión -la transmisión de "confianza"
para afrontar un futuro incierto- y del control de las
entretelas íntimas de la opinión pública. Sobre este suelo
germina el liderazgo de la verdad, que rechaza las maniobras y
los silencios para captar votos, pero que hace de la propia
verdad un uso mercantil para conquistar adherentes. La crítica
se limita a la representación del drama, a la enunciación de
ese Uruguay solitario y perdido, al tiempo que su acción se
diluye en los "condicionantes" de la negociación política, en
la necesidad de mantener una continuidad y una consistencia en
la dirigencia partidaria y en el abastecimiento de influencia
sobre las decisiones de gobierno.
Los horizontes del mundoLos horizontes del mundoLos horizontes del mundoLos horizontes del mundo
¿Hacia dónde va el mundo hoy en día?, ¿hacia aquí o hacia
allá?, si todo el mundo va para allá, y el Uruguay para aquí,
¿qué podemos esperar?. Tal la envergadura retórica de todo el
razonamiento. De este último nacen múltiples dicotomías y
variadas contraposiciones que vertebran la propuesta política
de Jorge Batlle.
Frente a un mundo abierto y libre -sin coacciones ni
violencias-, aparece el Uruguay, ghetto ideológico, sociedad
atrasada: "...se ha hecho toda una teoría demoníaca, llena de
fantasmas y eso nos hace un daño tan terrible que nos tiene en
esta situación de postración, de atraso, de endeudamiento"(76).
Frente a la creencia vana y tozuda, ante el capricho de la
75 Semanario BúsquedaBúsquedaBúsquedaBúsqueda, 26 de agosto de 1994, Montevideo.
76 Barros-Lémez, Alvaro, ob. cit., pág. 28.
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subjetividad argumental, se alza ese extraño ente llamado
realidadrealidadrealidadrealidad: "es el país de la ficción. ¿Por qué?. Porque todavía
no nos hemos animado a liberarnos de nuestras cargas de
ideologización y no miramos los problemas tal como son.
Pretendemos que la realidad cambie según nuestra manera de
pensar preestablecida y la realidad no cambia...La economía y
la sociedad se han puesto pesadas, se han puesto tercas. La
transformación del país, será o será"(77). En definitiva, se
trata de una concepción cosmopolita de un mundo globalizado que
se nos impone inevitablementeinevitablementeinevitablementeinevitablemente.
Cultura del subsidio versus esfuerzo de la inteligencia y
del trabajo, poder de opinión versus poder electoral, país
sectorializado versus "país todo junto", etc, etc: a la
formulación negativa, presuntamente habitual y general, se le
opone el valor de la moralidad del líder -a lo sumo del sector-
o la necesidad de la razón histórica actual. La angustia del
cambio asume los ropajes de un histrionismo capaz de
representar lo dramático. Las alternativas quedan desterradas
puesto que los nudos problemáticos son valorativos y
autoevidentes.
Sin embargo, para obtener algún tipo de rédito es menester
contraponer no sólo Uruguay-Mundo AbiertoUruguay-Mundo AbiertoUruguay-Mundo AbiertoUruguay-Mundo Abierto, sino además al
Uruguay consigo mismo: "este pequeño gran país", este país
mesocrático en donde hay lugar para todos, y en el cual se
pueden realizar transformaciones sin dolor, esta sociedad que
alcanzara niveles de bienestar y de paz inigualables en América
Latina, corre presuroso -de insistir por los caminos actuales-
hacia el suicidio. El estribillo de la sentencia de muerte
reza: "perdimos lo que éramos".
¿Discurso que recaptura la tradición, que tiende puentes
con el pasado feliz, o bien discurso de ruptura, abismal,
fundacional?. Quiso ser ambas cosas, alquimia explosiva para
seducir a un electorado conservador pero necesitado de cambios:
"nada está condicionado a nuestra conducta ni a nuestra
capacidad, ni a nuestro esfuerzo, osadía, audacia, riesgo, ni
77 Ob. cit., págs. 31-32.
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al cumplimiento de todo eso dentro de un esquema de valores que
son los más antiguos y elementales: conducirse correctamente,
trabajar empeñosamente, buscar con ahínco el mejoramiento de la
propia condición, el perfeccionamiento propio; trabajar para
aprender más, estudiar más y que estudiar cuesta trabajo y hay
que dedicarle horas, privarse de otras cosas"(78). Pero el
discurso de Jorge Batlle no fue ni lo uno ni lo otro, puesto
que rompe a medias con la tradición y tampoco puede
transformarse en un proceso fundacional dentro del Partido
Colorado.
De este modo, continuar con sus intenciones hasta los
extremos significaba destruir el pivote central del batllismo:
la acción del Estado en la sociedad. El enemigo proteico, la
referencia demoníaca -lugar común del neoliberalismo- es el
Estado: "el Estado nos fue anestesiando, nos fue intoxicando,
pasamos a tener una dependencia espiritual, creciendo sin
brazos y sin piernas, con la esperanza de que ese papá o
semidios del Estado nos diera todo, desde el nacimiento hasta
la muerte"(79). La descripción patética de las formas del
Leviatán traduce la angustia del discurso en conflictividad
específica: "...hecho que demuestra cómo las políticas de
encierro, cerradas, de pretender que el Estado lo haga todo, la
política de segmentar una sociedad y repartirla entre sectores
o corporaciones puede concluir con la vida de una nación"(80).
Enredar la acción del Estado con el animismo mítico, de
voluntad insondable y nefasta, es el último paso que le permite
a la dicotomía popperiana (sociedad abierta-sociedad cerrada)
desplegar toda su sugestión: "el Estado comienza a vivir por sí
mismo, adquiere una especie de personificación mítica o
mitológica, es casi un Dios que nadie ve pero que está allí, al
cual debemos pleitesía y del cual esperamos recibir todos los
78 Ob. cit., pág. 57.
79 Diario La RepúblicaLa RepúblicaLa RepúblicaLa República, noviembre de 1990, Montevideo, pág.10.
80 Diario La MañanaLa MañanaLa MañanaLa Mañana, ob. cit., pág. 3.
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bienes, y del cual, a la vez, se originan todos los males"(81).
A los efectos de zafar de paradojas autodestructivas, la
praxis discursiva de los políticos pragmáticos y modernizadores
busca cobijo en elementales enunciados metafísicos, en
calculadísimas abstracciones, cuya naturaleza simbólica
estructura espacios -adentro-afuera, mundo-país, sector-
totalidad- y establece plazos decisivos y perentorios para la
decisión: infierno o paraíso.
Todo pasa a depender, pues, del manejo de la variable
temporal: el hoyhoyhoyhoy coactivo de la modernidad invalida el pasado
asistencialista e industrializador del Uruguay, sin llegar a
confesar el parricidio puesto que, como Luis Batlle Berres,
"hay que ser contemporáneos del tiempo que se vive". La
terapéutica política se divorcia de toda continuidad práctica y
específica, reclamando una identidad con presuntas ontologías
del tiempo. Ya que el horizonte es el mundo, "hay que
incorporarse al tiempo": "es una tarea impostergable en el
Uruguay, la tarea de la transformación, de la puesta al día, de
ponerlo al Uruguay en el camino donde se dirigen las grandes
movilizaciones y culturas, en un mundo...que contempla el fin
del siglo con las grandes y poderosas naciones en una
distensión efectiva y real, con los conflictos periféricos con
una evidente tendencia a solución definitiva y con dificultades
para que se creen nuevos conflictos en esas áreas"(82).
Asimilación al mundo, resolución funcional de los conflictos,
voluntarismo sanitario, ventilación modernizadora y
fundamentalmente -como en el jugador que todo lo apuesta- sólo
cabe una "única posibilidad": "es evidente que para que
nosotros podamos ponernos al compás de lo que en el mundo se
está haciendo, y tener un país que funcione, tenemos que abrir
las puertas, que salir de estos 'ghettos' y terminar con estos
sunchos y convencer a la gente de que éste es el único camino
81 Barros-Lémez, Alvaro, ob. cit., pág. 57.
82 Ob. cit., pág. 100.
¡Error!No se encuentra el origen¡Error!No se encuentra el origen¡Error!No se encuentra el origen¡Error!No se encuentra el origen
posible"(83).
Despejada la incógnita del paralelo temporal -tradición y
futuro- el aliento creador del político denuncia, con sincero
desparpajo, todos sus propósitos: "...porque acá alcanza con
copiar; no hay que inventar nada"(84). Dicho en términos más
concretos: "nosotros nos tenemos que parecer a Holanda,
Bélgica, Suiza, Dinamarca...El Uruguay tiene que ser como
Holanda; políticamente como Suiza, pero en lo demás como
Holanda; es el modelo ideal para el Uruguay. Es un gran puerto,
son unos comerciantes de novela, venden servicios, hacen poca
cosa y lo que hacen lo hacen fantásticamente bien, desde la
agricultura hasta la industria; centros de producción muy
importantes, de tecnología y de ciencia. Además son tipo con
una imaginación loca; 'la imaginación al poder'"(85).
La verdad cosmopolita se tramita en la emulación de
modelos externos; los requisitos del crecimiento económico y
las condiciones de los intereses materiales se imponen sobre la
naturaleza de la iniciativa política; las ideas y los proyectos
se subordinan a una matriz taylorista, en donde la uniformidad
es el criterio valorativo de una nueva racionalidad
instrumental. El diagnóstico generalizante se torna
apocalíptico, y se extravia, las más de las veces, en registros
unilaterales que no reparan en las especificidades históricas y
en las coyunturas concretas ante las cuales debe enfrentarse el
político.
"A ganar con la verdad""A ganar con la verdad""A ganar con la verdad""A ganar con la verdad"
Luego del plebiscito de agosto de 1994, Jorge Batlle
anunció con tonos dramáticos su decisión irrevocable de no ser
candidato a la presidencia de la República. Con la campaña
83 Ob. cit., pág. 32.
84 Ob. cit., pág. 98.
85 Ob. cit., pág. 34.
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electoral en marcha, tal actitud poco habría de durar: aquel
que consideró que ganar votos no era lo más importante frente a
la necesidad de devolverle a la gente confianza en el sistema
político -el poder de la credibilidad- debió ceder a las
presiones sectoriales, a los mensajes de la opinión pública y a
los susurros de algunos hombres claves, hasta desembocar en la
aceptación plena del desafío electoral.
A dos meses y medio de las últimas elecciones nacionales,
en el lanzamiento de su campaña, Jorge Batlle realiza un
replanteo estratégico y asume la necesidad de aproximarse a los
objetivos con "pasos lentos". Hacia el final de su carrera, el
líder colorado reconoce su condición minoritaria y acepta la
lógica del sistema político. El punto de partida, sin embargo,
no varía: "en buen romance, para mí el tema fundamental sigue
siendo el mismo que antes: la dimensión del Estado, lo
exorbitante del gasto público, la incapacidad de la sociedad
uruguaya en estas condiciones de ahorrar, de invertir(...) y la
necesidad de tener una política de baja del costo uruguayo"(86).
Pero los años y las resistencias hacen mella en la
voluntad del veterano político, quien con escepticismo -aunque
con lucidez- sostiene: "el país no está dispuesto a cambios
importantes...hemos tenido una frustración y un desgaste muy
importante en el último plebiscito. Advertimos, con toda
claridad, que no existe en el Uruguay una vocación de
transformación del Estado en la profundidad en que esa vocación
se dio en Argentina"(87). Propio de la naturaleza discursiva de
los incomprendidos, la autenticidad no se corresponde jamás con
el éxito: "notoriamente he advertido que hablar de la realidad
no sólo no da votos sino que, además, no se consiguen los
resultados"(88).
Mientras tanto, la conclusión política es, por lo menos,
86 Semanario BúsquedaBúsquedaBúsquedaBúsqueda, 16 de setiembre de 1994, Montevideo,pág. 7.
87 Ob. cit.
88 Ob. cit.
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desconcertante: "no hay a mi juicio otra cosa hoy que aceptar
realidades inmediatas y buscar caminos posibles. O sea que no
nos pusimos más a calcular. ¡Después de lo que nos pasó en el
89 dijimos 'no calculamos más'!. Es un camino que está
cerrado...Prefiero perder votos a callarme y perder el
país"(89). ¿Quiere decir que el radicalismo y el principismo de
1989 fueron efectos del cálculo elector?, ¿acaso las elecciones
de 1994 fueron la muerte para la política y la gracia para las
ideas desinteresadas, o bien fueron la reiteración del mismo
cálculo, oculto por los resultados del pasado y por las
expectativas del presente?.
El fetichismo de la verdad opera con la misma lógica en
dos contextos diferentes: en 1989, ante la posibilidad cierta
del triunfo, se especuló con la agresividad "renovadora" como
rasgo propio para el despegue de los competidores; para 1994,
en realidad, postular que "no se calcula más" significa que "no
se calcula como en el 89", puesto que la victoria electoral no
es posible: los relegados, los incomprendidos, los sinceros,
predican en el desierto ante la contumaz indiferencia del
mundo. El resorte fundamentalista busca de la compasión como
para mejorar las posiciones electorales.
Desde una "puridad colorada", la agenda temática de las
elecciones de 1994 registró con insistencia una dura crítica al
liderazgo de Sanguinetti y a la alianza entre el Foro Batllista
y el Partido por el Gobierno del Pueblo: "impulsado por
irreconciliables diferencias ideológicas y personales, el jefe
de la lista 15 identificó esta semana al líder del Foro
Batllista como enemigo electoral y anunció a los cuatro vientos
que no lo apoyará si éste vuelve al gobierno en 1995"(90). La
misma fuente consigna la siguiente profecía: "en la entrevista
radial, el ex-senador vaticinó que Sanguinetti no ganará la
elección(91).
89 Ob. cit.
90 Semanario BúsquedaBúsquedaBúsquedaBúsqueda, 21 de abril de 1994, Montevideo,pág. 3.
91 Ob. cit.
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El líder aparece y desaparece, condiciona a su entorno,
restituye los lazos de la identidad partidaria herida, define
límites y obtiene -en cualquier hipótesis- protagonismo y
centralidad. En noviembre de 1990, ante los esbozos de la
política económica nacionalista, adelantó: "vamos camino al
infierno". En 1994, declara sentirse más próximo al herrerismo
que al sanguinetismo. En un país agobiado por los
sectorialismos, por los particularismos y por los encierros,
Jorge Batlle garantizaba una fórmula presidencial "100%
colorada" y concentraba el peso de la crítica a la alianza
electoral entre el Foro Batllista y el P.G.P sobre la base de
una racionalidad propiamente partidaria, a partir de lo cual se
interrogaba acerca del futuro del Partido Colorado: en esa puja
por el poder, ¿prevalecerán los colorados de pura cepa, "los
que no se fueron", o bien habrá que ceder ante las imposiciones
de los advenedizos cultores del "arreglo"?. El perímetro
emocional de la divisa divide rígidamente los territorios de la
fidelidadfidelidadfidelidadfidelidad y de la traicióntraicióntraicióntraición.
La suerte está echada: el discurso antisectorialista,
metapolítico y pragmático se disuelve para siempre en el
nominalismo de la fracción de un partido, el cual, a su vez, es
fracción de un sistema político complejo. La verdad es sólo
apariencia y muere con el liderazgo, así como el alma muere con
el cuerpo. Los contenidos se evaporan y las necesidades quedan
al descubierto, al tiempo que la peripecia política reconoce el
lugar del cual nunca salió: de la más pura sectorialidad
contingente. La dinastía política de los Batlle se ha
caracterizado por la profunda realidad de sus concreciones; en
la hora de su final -paradoja de paradojas- se entona la
despedida con la ilusión de las verdades.
En última instancia, Jorge Batlle es un ejemplo, más allá
de lo que se piense, de las dificultades para encarnar ideas,
proposiciones y conceptos políticos en un sentido platónico-
idealista, todo lo cual nos advierte acerca de los cambios en
la política y acerca de los rechazos de ciertas formas de
legitimidad discursiva. El liderazgo de Batlle es una delicada
construcción que se basa en la absurda distinción -proveniente
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de la propia opinión pública- entre el hombre de acción y el
hombre de pensamiento, entre lo real y lo ideal, sin más. En el
país de las medianías no es infrecuente escuchar lo que sigue:
"Batlle es un genio, pero lamentablemente no es un
político"(92).
Aunque la praxis -la fecundidad del hecho político- no
puede ser ocultada del todo. Tal vez durante la última campaña
electoral, Batlle haya reparado que arremeter una y otra vez
contra Sanguinetti y Batalla, apelando a lo puramente colorado,
era una estrategia escasamente redituable en lo inmediato. Pero
ya no hubo retorno: el Batlle de la verdad, de la
intransigencia, del "antiarreglo", el Batlle crítico del
sistema político -que pretende explotar dentro de un partido la
crisis de los partidos- terminó convalidándolo todo,
transformándose en un engranaje más de un sectorsectorsectorsector, de un partido
y de un sistema político. El hechizo está quebrado y la muerte
es un hecho. Pese a ello, Batlle pudo consumar su pequeña
hazaña: alterar radicalmente su imagen, revertir la dudosa
reputación cosechada a fines de los 60. Perpetuo juego de
máscaras en donde la verdad no puede serno puede serno puede serno puede ser,
aunque gracias a esa verdad el individuo se somete ante el
tribunal del tiempo sabiendo que la tranquilidad de conciencia
depende del olvido.
92 Cuando la candidatura de Batlle estuvo en duda, luegodel plebiscito de agosto de 1994, una radio capitalina consultóa sus oyentes sobre la conveniencia o inconveniencia de lasposibles conductas del político colorado. Las respuestas fueroncasi monolíticas, mayoritariamente posicionadas a partir de unreferente político "opuesto", el blancoblancoblancoblanco: "es inteligente","ejecutivo", "imaginativo", "brillante", "modernizador", "quedesea el cambio", "sus opiniones, sus argumentos, susconvicciones valen más que sus votos", "es el más inteligente yhonesto del sistema político", "lo perdió todo por decir laverdad", "es líder en una época en que no hay líderes". Paralos oyentes colorados, por su parte, Batlle "no es un loco" ysu importancia como "inteligencia" es incalculable para elpartido. Sin embargo, dos de las opiniones, en toda sugrotesca crudeza, dejaron entrever -efecto boomerang y temor alos excesos- la vulnerabilidad del liderazgo: "es demasiadointeligente, es un peligro ese hombre", "Batlle está quemado yel país quiere renovación".
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2.3) La derecha tradicional colorada en la doble vía2.3) La derecha tradicional colorada en la doble vía2.3) La derecha tradicional colorada en la doble vía2.3) La derecha tradicional colorada en la doble vía
Jorge Pacheco: las soledades del ordenJorge Pacheco: las soledades del ordenJorge Pacheco: las soledades del ordenJorge Pacheco: las soledades del orden
De tradición familiar colorada, la silenciosa carrera
política de Jorge Pacheco Areco transcurrió entre los cargos
públicos, la docencia y el ejercicio del periodismo. Fue electo
diputado en 1962 y en 1966, casi por descarte, integró la
fórmula presidencial con el Gral(R) Oscar Gestido, fórmula
finalmente ganadora. Sin embargo, el fallecimiento del
presidente de la República, en diciembre de 1967, precipitó a
Pacheco -así, de golpe- a la primera magistratura. Fue de la
noche a la mañana, de la invisibilidad a la visibilidad, en
fin, de la crisis a la ruptura.
Esta rápida conformación de un liderazgo desde el poder del
Estado mostró, al mismo tiempo, todos los puntos oscuros de la
política y de la sociedad en el Uruguay: la debilidad de las
organizaciones partidarias, el desgaste y el agotamiento del
modelo batllista y del Estado de Bienestar, el giro
inequívocamente presidencialista de la reforma constitucional
de 1966, la permisivisidad y la crisis del sistema político,
las rupturas discursivas e ideológicas "desde adentro" de la
política uruguaya, etc. A partir de la perspectiva de larga
duración del sistema político en el Uruguay, fue realmente
insólita esta ecuación, en la cual un dirigente político, por
el hecho de ocupar la Jefatura del Estado, generó una imagen
pública relevante -pese a la escasa visibilidad previa-, peleó
por la construcción de un espacio político dentro del Partido
Colorado y, del mismo modo, le entabló un pleito simbólico-
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ideológico a su propia tradición política.
En definitiva, ¿cuáles fueron las estrategias de esta
nueva modalidad discursiva?: en primer lugar, predominó el
ataque ideológico a sus adversarios, se apeló a la
institucionalidad de un orden social y político herido, se
concretaron drásticas medidas de gobierno (políticas de
estabilización económica, medidas prontas de seguridad, etc.),
trazándose como objetivo manifiesto la "recuperación económica"
y la "restauración de la autoridad pública". Detrás de la
figura de Pacheco, el límitelímitelímitelímite entre la "dictadura virtual"
(comisarial) y la retórica reivindicación de la DemocraciaDemocraciaDemocraciaDemocracia y el
Estado de DerechoEstado de DerechoEstado de DerechoEstado de Derecho, resultó una intangible ficción.
La emergencia del denominado "populismo autoritario"(93) en
la escena política del país -aunque tan común en la política
latinoamericana- marcó un punto de inflexión en el panorama
político, entre otras razones, por el uso excesivo de la
autoridad estatal, por los antagonismos ideológicos con sus
adversarios, y por la apelación a la Nación como forma
justificadora de sus acciones de gobierno: así, fueron rotas
brúscamente las diversas formas de cohabitación y las lógicas
de inclusión política ensayadas por el sistema político
democrático a lo largo del siglo.
Ante un orden político "amenazado", sólo es válida la
acción heroico-salvadora: "ha transcurrido un año desde que
asumí la Presidencia de la República, y con una clara
conciencia de las circunstancias me propuse, desde la primera
hora, actuar con determinación y firmeza para reclamar a todos
los ciudadanos, su integración en la empresa de salvar el
patrimonio nacional y nuestra democracia amenazados"(94).
Pero obviamente, se trata de una acción individual: "mía
es la conducción del estado, mías son las decisiones que he
estado tomando, muchas veces sólo, para defenderlos de la
violencia, la inflación, el descrédito internacional en que
93 Panizza, Francisco, "Uruguay: batllismo y después...",ob. cit.
94 Citado en ob. cit., págs. 132-133.
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estaba el país y la delincuencia económica..."(95). Antes fue el
silencio del nominalismo; ahora es la soledad mesiánica: "hoy
me presento ante ustedes para decirles que, más que nunca, me
considero responsable no sólo de la conducción de la Nación
hacia la paz y hacia el bienestar, sino que, sin ningún
intermediario, me propongo con renovado ardor llevar adelante
las soluciones que imponen las nuevas circunstancias que tengo
que afrontar..."(96).
El liderazgo de Jorge Pacheco se legitimó, así, mediante
una identidad política polarizante, en donde las
interpelaciones populares se proponen como un vínculo
igualitario con el hombre de pueblo. Lo popular es un todo
inclusivo, es el interés general nacional encarnado en el líder
intérprete. Como derivado natural de todo esto, hubo una
expresa descalificación de los mecanismos tradicionales de la
política uruguaya, así como de otros actores sociales y
económicos organizados, los cuales "subvierten" el orden
social. La autodefinición fue la siguiente: "yo no soy un
político en el sentido que se entiende habitualmente. Soy un
hombre que lucha denodadamente contra todo lo que no sea el
interés nacional...","...habré cometido errores en mi gobierno,
porque al fin y al cabo, como cualquiera de ustedes, no soy
otra cosa que un hombre común, comprometido sí por el gran amor
que siento por mi pueblo y por mi país"(97).
El estado de crisis nacional se presentó como un argumento
para sustentar una acción política radical que transformara el
orden social; no se trató meramente de una restauración, sino
de una ruptura en la cual las estrategias de gobierno
transitaron por la desarticulación de toda forma de acción
colectiva no estatal: "para el titular del ejecutivo, los focos
de agitación que muchas veces se han iniciado en 'sectores
privilegiados de la población', eran una demostración de la
95 Ob. cit.
96 Ob. cit.
97 Ob. cit., pág. 145.
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cuestión de base: la inflación, por sus efectos de
desintegración de la solidaridad social, había provocado la
alienación de grupos que habían terminado por
desnacionalizarse, poniéndose al servicio de una conspiración
internacional. Querían hacer justicia por propia mano y desivar
en su provecho una soberanía que 'existe radicalmente en la
Nación'"(98).
El discurso "pachequista" incluye un componente
autoritario. La reiterada alusión a una situación de "guerra" y
el "uso de la fuerza" como un medio de acción política legítima
ante un conflicto generalizado en todos los ámbitos de la
sociedad, avalan este aserto. Si la inflación carcome lo
económico, si la sedición se traga a lo político, y si todos
los actores colectivos son asimilados a los gremios, entonces
sólo la autoridad estatal (del gran Leviatán) puede iniciar la
obra refundacional del orden social. En este mismo sentido,
Francisco Panizza sostiene: "el discurso de Pacheco no es
solamente un discurso de desarticulación de las relaciones de
representación política existentes. Es al mismo tiempo una
estrategia de reestructuración de las relaciones
institucionales de poder en el Uruguay. Dicha estrategia
consistía en la atribución a un sector del sistema -el
Ejecutivo- de una posición dominante sobre el conjunto del
sistema político y así lograr constituir en su propia figura
personal ('no política') y en la Presidencia de la República
(también no política en cuanto su posición institucional) la
unidad imaginaria de la sociedad uruguaya. El aspecto
personalista y el institucional se dan pues combinados en el
discurso de Pacheco, configurando las características
autoritarias del Estado uruguayo en este período... Frente a la
fragmentación social, Pacheco presenta al Estado como el único
capaz de reestablecer la unidad de la sociedad uruguaya: 'Es
pues el Estado el instrumento, el único instrumento para
98 Varela, Gonzalo, "De la República Liberal al EstadoMilitar", Ediciones del Nuevo Mundo, Montevideo, 1988, pág.121.
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mantener la unidad nacional y para garantizar la felicidad de
todos sus componentes'(Discurso de Pacheco, 29/12/1970)"(99).
Toda esta concepción política de Pacheco se vincula con
una "visión totalizadora del poder"(100), en donde el Estado
aparece como la garantía máxima del orden social. Desde esta
cosmovisión, "la pérdida de la libertad nunca puede provenir de
un exceso del poder sino de un desborde de la sociedad. La
amenaza del totalitarismo siempre radica en las conductas de la
sociedad y, dentro de ella, en sectores y grupos identificados
por el discurso conservador: clase obrera, sindicatos, minorías
dirigentes, ideologías foráneas, subversión"(101).
Cabe preguntarse: ¿cuál es la base del "carisma"?. Por lo
pronto, tiene que haber reconocimiento de los seguidores y
advertencia en el líder de cualidades "extraordinarias" y fuera
de lo común. ¿Qué hay en Pacheco de todo esto, como para
fundamentar un tipo de liderazgo carismático?. En rigor, en su
base sólo anida el azar, la compulsión del cargo ejecutivo y la
gravitación de las "circunstancias". A partir de allí, su
liderazgo sirvió para aglutinar diversos sectores del Partido
Colorado, generalmente situados en la margen derecha o
conservadora.
Pero el camino comenzó a desandarse: de la Presidencia de
la República se pasó a la creación de una fracción partidaria.
En 1972, Pacheco asume un destino diplomático y se interna de
nuevo en el silencio. Más allá de las complicidades con el
régimen militar, todo lo que vino después -incluida la
restauración democrática- ya no le perteneció.
99 Panizza, Francisco, ob. cit., pág. 148.
100 Utilizamos el término en el mismo sentido de matrizpolítico-centrista; ver Dos Santos, Mario, y García Delgado,Daniel, en "Democracia en cuestión y redefinición de lapolítica", Claeh, Montevideo, 1986, pág. 25.
101 Rico, Alvaro, "El liberalismo conservador", Facultad deHumanidades y Ciencias-Ediciones de la Banda Oriental,Montevideo, 1989, pág. 65.
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a) Las dispersiones de la democraciaa) Las dispersiones de la democraciaa) Las dispersiones de la democraciaa) Las dispersiones de la democracia
La reinstalación de la democracia en el Uruguay significó
la lenta pero irreversible erosión de la legitimidad política
de Pacheco. Al descrédito cosechado por el apoyo a la reforma
constitucional promovida por el gobierno militar en 1980, y al
inmediato revés electoral en las elecciones internas de 1982
(en donde hudo de competir con un ascendente y reagrupado
batllismo), hay que sumarle, durante todo este periodo, su
total ausencia en las negociaciones políticas y en la opinión
pública nacional.
Definitivamente acabado el liderazgo político-personal de
Pacheco, quedaba, sin embargo, la herencia "pachequista": ¿cómo
se reagruparía la fracción y cuándo se tramitaría la renovación
de los dirigentes?, ¿las rupturas pachequistas del pasado se
traducirían en una persistente y orgánica corriente
partidaria?, ¿o bien fueron un fruto contingente de
realineamientos de agrupaciones coloradas en un contexto de
crisis social?.
En rigor, para devenir en una auténtica corriente política
tendría que operar lo que Max Weber denominó "rutinización del
carisma"(102), esto es, la transformación del liderazgo
carismático del jefe en una "organización" estable.
Repasemos, pues, algunos de los mecanismos para el
recambio del liderazgo:
a) aparece, en primer lugar, la existencia de un consenso
racional-legal para la utilización de criterios con relación al
nombramiento de los sucesores. El más común en los sistemas
democráticos es la elección, incluso dentro de los partidos o
de las agrupaciones (Convenciones, Congresos, Elecciones
internas, etc.);
b) en segundo término figura la tradicionalización del
recambio, sobre todo vinculado con las condiciones que se deben
cumplir para ser portador de un carisma tradicional;
102 Weber, Max, "Economía y Sociedad", ob. cit., págs. 197-204.
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c) ligado a lo anterior, también es corriente el
nombramiento directo del sucesor por el propio líder
carismático, o bien la designación por la afinidad de sangre y
por el linaje familiar, es decir, el denominado carismacarismacarismacarisma
hereditariohereditariohereditariohereditario;
d) del mismo modo, el carisma puede provenir
prioritariamente del desempeño del cargo;
e) cuando no sucede ninguna de las posibilidades
mencionadas, en realidad aparece otro liderazgo carismático
"puro", con todos los atributos personales como para asumir la
sucesión.
En última instancia, puesto que el carisma no puede ser
inculcado a priori -a lo sumo podrá ser "despertado" o
"probado"- se vuelve particularmente difícil, en el sistema
democrático, la trasmisión tanto por la mera designación del
líder carismático, por el factor hereditario, como por la
situación objetiva en el desempeño del cargo. De alguna manera,
la instancia del acto electoral es el mecanismo más potente
para legitimar y corroborar los niveles carismáticos de los
líderes políticos.
Los dilemas de la sucesión y del recambio de dirigentes
son, en verdad, universales. La razón para detenernos en el
pachequismo estriba en la evaluación de hasta qué punto el
liderazgo de Pacheco conformó realmente un espacio político
determinado -con un proyecto propio y específico- dentro del
Partido Colorado. Parecería que todas estas preocupaciones
estuvieron en el orden del día en la última campaña electoral.
Por ejemplo, cuando se discutió la candidatura presidencial en
la Coordinadora de Dirigentes Pachequistas, Pacheco Klein
sostuvo que "somos conscientes que el paquechismo necesita una
línea de renovación....A veces de la Coordinadora se recibe el
clamor para que Pacheco se mueva, que abandone el gobierno, que
se vayan los ministros del gabinete. El tema pasa porque hay un
poco de ansiedad...Si Pacheco no sale tenemos que salir
nosotros y tenemos que salir, no detrás de la gente, con temor
que la gente se vaya, sino a convencerla que estamos en el buen
¡Error!No se encuentra el origen¡Error!No se encuentra el origen¡Error!No se encuentra el origen¡Error!No se encuentra el origen
camino"(103).
Así, la hipótesis es: el pachequismo no ha llegado a
conformarse como una corriente partidaria; antes bien, apuntó a
ser una coalición político-electoral de agrupaciones que, en un
contexto de crisis nacional, estaban preocupadas por conservar
determinadas garantías del orden institucional. La evidencia
parece indicar que, en el largo plazo, los efectos míticos del
liderazgo común tendían a la neutralización, mientras que la
formulación de un proyecto alternativo de sociedad apenas si
podía colmar los más elementales -y siempre demandados-
reflejos autoritarios.
b) La azarosa sucesión del jefeb) La azarosa sucesión del jefeb) La azarosa sucesión del jefeb) La azarosa sucesión del jefe
Sin embargo, esta fracción partidaria ha cumplido su papel
dentro de la dinámica del sistema político en estas etapas de
transición y de postransición: fortalecer la capacidad
gubernativa y el ejercicio de autoridad desde la institución
del Estado, permitiendo así la continuidad del orden social.
Casi como un milagro, la voz de Pacheco se oyó: "aspiramos a
que el gobierno, gobierne, a que el Estado ejerza su
autoridad"(104). A su vez, con la intención de una mayor
explicitación, ha señalado su hijo: "él(Pacheco) hace un apoyo
a la gobernabilidad, a la institucionalidad para que no corra
peligro...creemos que ese apoyo hay que dárselo al gobierno
para que gobierne porque el público puso este gobierno por una
mayoría abrumadora de votos."
Jerarquizando el renglón gubernativo-estatal, el orden
resultante es por demás singular: "como él dice: primero está
el país, después el Partido y recién en lo último está él
personalmente". El interés del Estado está por encima del
partido, lo cual le permite al político tomar distancia de la
realidad partidaria sin perder oportunidad, implícitamente, de
103 Diario La RepúblicaLa RepúblicaLa RepúblicaLa República, Montevideo, 2 de mayo de 1993.
104 Diario El PaísEl PaísEl PaísEl País, Montevideo, 9 de octubre de 1994.
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descalificarla (en sus términos, figuran "la politiquería" y la
"demagogia"). La lógica de gobierno queda disociada de la
actividad partidaria, tal como es frecuente en muchos de los
países latinoamericanos, así como en aquellos otros con
regímenes dictatoriales o populistas.
El pachequismo se revela como el ala conservadora del
partido, donde se prioriza la presencia del Estado-nación, la
estabilidad económica y la defensa de la institución familiar.
La matriz conservadora de la concepción política, se expresa en
la reiterada apelación a un orden social estable, en el cual
las "instituciones sociales existentes" se consideran como la
encarnación de los valores y de los significados más altos y
positivos. El énfasis se desplaza de lo "normativo", del "deber
ser" como objetivo de la acción política, a la reificación de
la institucionalidad existente, a lo tradicional: "el modo de
experimentar el tiempo del conservadurismo halló la mejor
corroboración de su sentido de determinación histórica en el
descubrimiento del tiempo como creador de valores"(105).
Con su vocación expresa por lo "antiteórico" y lo "anti-
idealista", con su previsible estrategia de garantizar el orden
social y apoyar a todos los gobiernos de turno, algunos
dirigentes pachequistas sustentan una peculiar "autopercepción"
organizativa: "Pacheco está muy bien y va a ser candidato. Le
pese a quien le pese, dentro y fuera de filas, o, dentro y
fuera del Partido. Yo le pregunto a esa gente que reclama
organización cuál es la organización del Foro Batllista, del
Batllismo Radical. Acá hay liderazgos puros (el subrayado es
nuestro). Además reclaman con insistencia una organización
¿para qué?...El pachequismo es como si fuera una pileta de
natación donde los nadadores van en el mismo sentido pero cada
uno por su andanivel"(106). Esto quiere decir que el Partido
Colorado n"(
¿para qué?...El pachequismo es como si fuera una pileta de
natación donde los nadadores van en el mismo sentido pero cada
uno por su andanivel"(
106). Esto quiere decir que el Partido
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¿para qué?...El pachequismo es como si fuera una pileta de
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asumidas en el período dictatorial. Como ya se sabe, en un
tiempo de transición los sectores más conservadores -
fuertemente asociados al régimen militar- tuvieron poco margen
de maniobra y escaso respaldo electoral.
Luego de la posición minoritaria dentro del partido ante
el éxito electoral y la renovación del ala batllista, la
derecha colorada se integraró de inmediato al gobierno de
Sanguinetti. Al finalizar dicho mandato, las alternativas
quedaron planteadas: en primer lugar, una vía "natural"
transitó por una autodefinición en oposición relativa a un
desgatado y dividido batllismo; pero en segundo lugar, hubo un
énfasis especial por una reorganización interna que conduciría
a la disputa por el poder y por el liderazgo dentro de la UniónUniónUniónUnión
Colorada y BatllistaColorada y BatllistaColorada y BatllistaColorada y Batllista.
En este contexto surge, se desarrolla y compite la llamada
Cruzada 94Cruzada 94Cruzada 94Cruzada 94. En el origen de la agrupación se cruzan no sólo -ni
prioritariamente- un debate de ideas, sino fundamentalmente una
lucha de fuerzas opuestas, un ascenso interno en tanto
organización activa aglutinadora de "militantes", una ruptura
con la conducción del líder y la aparición de un liderazgo
alternativo: "nosotros creíamos en Pacheco, lo adorábamos, la
decepción fue enorme, tan grande como la caída del Muro de
Berlín para los comunistas, y en muy poco tiempo. Fíjense que
de rebote nosotros tenemos que asumir el peso de la campaña
electoral de 1989, porque faltando treinta y pocos días hay una
crisis interna
en detrimento de la corriente mía, nosotros estábamos muy
cómodos con Pirán a vicepresidente, Pacheco es un hombre de
discursos muy cortos, por lo que el grueso del discurso lo
tenía que hacer yo" (el subrayado es nuestro)(108).
En última instancia, la productividad de lo ideológico no
pareció gravitar en la escisión. Por el contrario, la CruzadaCruzadaCruzadaCruzada
94'94'94'94' se apoyó en las mismas ideas "fundacionales de Pacheco".
Del mismo modo, tampoco se perdió la valoración positiva de la
108 Declaraciones de P.Millor en entrevista realizada eldía 15 de setiembre de 1993.
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disciplina interna que poseía la Unión Colorada y BatllistaUnión Colorada y BatllistaUnión Colorada y BatllistaUnión Colorada y Batllista a
la hora de definir las políticas de gobierno: "si yo analizara
el comportamiento de Pachecho desde Asunción, el comportamiento
que nos hizo tener a los legisladores, tenía una coherencia
tremenda. Nosotros discrepamos con Sanguinetti en temas
irrenunciables: el tema del orden, la seguridad, la amnistía a
los tupamaros; en lo económico, se respaldó a Sanguinetti
porque creció el salario real, creció la riqueza y se construyó
muchísima vivienda"(109). En rigor, el tema central estuvo en la el tema central estuvo en la el tema central estuvo en la el tema central estuvo en la
renovación del Líder y en la competencia por la direcciónrenovación del Líder y en la competencia por la direcciónrenovación del Líder y en la competencia por la direcciónrenovación del Líder y en la competencia por la dirección
política del movimientopolítica del movimientopolítica del movimientopolítica del movimiento.
Sea lo que fuere, la elección de 1989 marcó un punto de
inflexión: dicho resultado, le permitió a Pablo Millor no sólo
acceder a la cámara de senadores, sino además sentar las bases
para una nueva agrupación con verdadera vocación como para
nuclear voluntades coloradas y con serias posibilidades de
hegemonizar a los sectores conservadores tras un nuevo
liderazgo.
Por llamarla de algún modo, la excusa que desencadenó la
ruptura en el pachequismo fue la gestación de la CoincidenciaCoincidenciaCoincidenciaCoincidencia
NacionalNacionalNacionalNacional en enero 1990: "...en ese momento no podía discutir la
verdad o bondad de las medidas económicas que se tomaron porque
no soy economista, pero yo había asumido un compromiso
político, sin discutir el acierto o desacierto técnico, que
sólo podían verse a lo largo del tiempo, a partir del cual las
medidas económicas que proponían los titulares de la
Coincidecia Nacional eran lo contrario del tipo de discurso
nacional y popular que habíamos hecho para la campaña
electoral"(110).
Sin embargo, deseamos ofrecer tres consideraciones como
para evaluar el alcance de esta fractura interna: en primer
término, la negativa de Jorge Pacheco con relación a la
renovación de los cuadros dirigentes y a la reorganización del
109 Ob. cit.
110 Ob. cit.
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un elemento recurrente en los discursos populistas(113).
Como tercer rasgo, se dibuja una ideología conservadora-
popular de matriz estatal, con un énfasis marcado en el
mejoramiento de la capacidad del Estado para ejecutar sus
decisiones dentro del territorio nacional, en tanto garante
último de la seguridad pública. En concordancia, la
reivindicación de "los principios de Batlle y Ordoñez" -como
base de la "única ideología creíble"- impulsan a Millor a creer
"en una sociedad capitalista pero con humanismo", es decir, en
una sociedad en donde se revaloriza el papel del Estado como
"hacedor y garante" del orden social.
A su vez, y en cuarto lugar, el elemento organizativo
también deja su huella a través de las formas novedosas de
participación interna en el partido. Aquí no hay Convenciones,
Agrupaciones o Coordinadoras, sino Congresos Congresos Congresos Congresos con presencias
importantes en un Partido Colorado aquejado por los bajos
niveles de participación política.
Esta organización activa -en el momento de su fundación-
contrasta, por ejemplo, con la situación actual de los órganos
partidarios colorados, en especial la Convención. Puesto que
este fenómeno no es privativo del Partido Colorado, y en un
contexto de depresión en materia de convocatoria política, la
presencia de una fracción con ciertos niveles de organización -
en un partido en donde las agrupaciones muestran un alto grado
de autonomía- aparece como un elemento de poder interno -
"capital político"- para nada desatendible a la hora de las
negociaciones.
Como quinto y último aspecto, adquiere relevancia la
autoubicación política como movimiento de derecha que se gesta
en franca oposición a la izquierda marxista. En este sentido,
el diputado García Pintos sostiene: "nosotros nos definimos de
113 Laclau, Ernesto, "Política e ideología en la teoríamarxista", S.XXI, México, pág. 229. En el caso del millorismo,no dejar de ser interesante la verificación de una apelaciónpopular como vía para incrustarse en el mundo corporativo. Losmilitares, los policías, la Federación y la Asociación Rural,los chacareros o las minorías, como la armenia y la judía,configuran esa topografía de representación.
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derecha por la oposición hacia la izquierda, la oposición
vincula geográficamente -por decirlo de algún modo- desde el
punto de vista filosófico, ideológico y político, a las
corrientes de izquierda que se constituyeron alrededor de la
Organización Latinoamericana de Solidaridad con Cuba (OLAS),
que promocionaba la revolución cubana a todo el
continente"(114). A su vez, la inclinación hacia la derecha se
vincula con ese anclaje popular-tradicional: "no la derecha de
la revolución francesa, o bajo la óptica intelectual, sino la
derecha nuestra, la derecha criolla, que acá en este país tiene
un altísimo contenido anticomunista, y en este sentido, el
batllismo fue un freno al comunismo"(115), agregando que en
"este país la derecha popular, como le llamamos nosotros, tiene
un altísimo componente de gente humilde, de la clase
trabajadora, que ya algún día tendrá un rebrote especial"(116).
Más allá de los cambios acaecidos con la caída del Muro de
Berlín, y las concomitantes transformaciones ideológico-
políticas al interior del Frente Amplio, el referente concreto
de la oposición uruguaya es la coalición de izquierda: muy
lejos del último escenario electoral, Pablo Millor advertía
sobre los peligros de un eventual triunfo del Frente Amplio,
puesto que los dirigentes frenteamplistas "siguen siendo los
mismos que se alzaron en armas (durante los años 60') porque
los resultados electorales no les favorecían"(117).
Pero los tiempos ablandan, en última instancia, toda
lógica de confrontación, aunque más no sea en el discurso de
los líderes más preponderantes. Esto significa que, luego de la
alteración de los ejes discursivos, la Cruzada 94'Cruzada 94'Cruzada 94'Cruzada 94' también
procesa, a su modo, este giro, revalorizando el papel regulador
114 Declaraciones realizadas en entrevista personal el día16 de octubre de 1993.
115 Ob. cit.
116 Ob. cit.
117 Semanario BúsquedaBúsquedaBúsquedaBúsqueda, Montevideo, 23 de mayo de 1991,pág. 5.
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del Estado. El retorno a las raíces batllistas está dado por la
presencia del Estado como agente redistribudor de riqueza y
bienestar social. Al llevar el argumento hasta sus últimas
consecuencias, el Estado batllista queda identificado con el
Estado Social y separado nítidamente del Estado Socialista y
del Estado Liberal a ultranzas.
Así, la entidad estatal se define como un intrumento
prioritario para la mediación entre los intereses de los
sectores sociales populares, estableciéndose la necesidad de un
régimen político democrático y de una integración económica
regional. La delimitación es más o menos, la siguiente: "como
político soy batllista porque conozco los resultados, pero
honestamente pienso que lo que Batlle pensó, a partir de 1886,
tiene mucho más vigencia hoy que cuando lo pensó y que cuando
lo puso a la práctica. Ahora sí que es necesario el estado del
medio, que en otra época se lo llamó dirigista. Ahora la
palabra dirigismo está estigmatizada, entonces nosotros la
hemos cambiado por el Estado orientadororientadororientadororientador, posibilitadorposibilitadorposibilitadorposibilitador y, en un
término que nosotros hemos patentizado, por el Estado baqueanobaqueanobaqueanobaqueano.
El baqueano es una persona que conoce el sendero por el cual se
llega a determinada meta; el baqueano nunca se pone sobre sus
hombros al que quiere guiar (ese es el Estado marxista), el
baqueano le dice que el camino tiene sus dificultades -pero se
llega por tal lado-, al tiempo que el Estado neoliberal a
ultranzas se cruza de brazos. Nuestro estado tiene el
imperativo ético de decirle a la gente por dónde caminar,
orientándola, a los efectos de ordenar la economía"(118).
La constante preocupación por reforzar la efectividad y la
eficacia de la acción estatal -como garantía de la soberanía
territorial y de la seguridad pública- le permite a Millor
atenazar la necesidad de una racionalidad económica con los
requisitos del mantenimiento del orden social: "si realmente
queremos hablar de un país en serio, los tres millones de
habitantes somos clientes potenciales, si queremos traer
118 Entrevista personal realizada al senador Pablo Millorel 15 de setiembre de 1993.
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cualquier diagnóstico sobre el perfil simbólico de esta
fracción perderá necesariamente contundencia. Una buena parte
de la derecha colorada ha dirigido sus pasos hacia los agujeros
de la "medianía", elemento que explica -uno entre tantos- la
entente con Julio María Sanguinetti.
Por más que subsista una crítica incierta hacia la
política como modalidad de acción -tanto para diferenciarse de
sus contrincantes como para generar alguna duda acerca de su
viabilidad-, el corrimiento hacia el centrocentrocentrocentro nos asegura que el
relativo éxito de esta derecha está en su desdibujamiento y en
su transfiguración, sin perder por eso potencia emisora -a
nivel subconsciente- para sus cualidades autoritarias, las
cuales
-despojadas de algunos prejuicios y formatos retóricos- seducen
particularmente en un contexto de anomia modernizadora.
Sin embargo, puesto que el centro es siempre apariencia,
el millorismo es la ejemplificación cabal de la medianía como
ficción. Lo insólito de todo esto es que, gracias a esa
ficción, se puede seguir viviendo, mientras que aquella otra
derecha, la de liderazgos míticos y de reacciones
disciplinadoras en un contexto político de cohabitación y
negociación quedará relegada en la memoria trágica nacional.
3) La modernización en el Uruguay y las resistencias de la3) La modernización en el Uruguay y las resistencias de la3) La modernización en el Uruguay y las resistencias de la3) La modernización en el Uruguay y las resistencias de la
políticapolíticapolíticapolítica
Hace algunas décadas, la politología sostenía que los
procesos de modernización socio-económica implicarían una
ampliación democratizadora de la esfera política. A la luz de
las experiencias -aunque en este punto no hay consenso- muchos
pueden estar tentados a postular exactamente lo contrario: el
vasto campo de la modernización -gracias a la expansión
funcional de la división del trabajo- restringe y coloniza la
capacidad simbólico-legitimadora de la política. Sin embargo,
cualquiera de las dos hipótesis, en su cruda formulación, son
de difícil aplicación al caso uruguayo.
En rigor, aquí acontece algo más curioso: en consonancia
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con lo manifestado por algún analista político, el susbsistema
de partidos en el Uruguay se halla solo en medio de la escena
política, sometido a las presiones sectoriales y a la
fiscalización de un electorado que, a su tiempo, se ha dividido
en tres partes iguales. De esta forma, pues, ¿está en crisis la
política en el Uruguay?, ¿sus partidos políticos son,
efectivamente, partidos?, ¿existen desempeños políticos que
evidencien desequilibrios críticos, al estilo del radicalismo
argentino?.
La coincidencia es sintomática: transcurridas las
elecciones de 1994, todas las fuerzas políticas apelaron a un
proceso de reconstitución y de "ajuste" interno. El Partido
Nacional, tras abandonar el poder, privilegia a sus órganos
superiores, tramitando sus diferencias con una incesante
presencia de sus líderes en la opinión pública; de suyo, la
coalición de izquierda realizó elecciones internas de bases
para la integración de su órgano de conducción política, en
donde obtuvo un mapa de representación no demasiado parecido al
que arrojó la elección nacional; por último, el Partido
Colorado administra con otra pereza -fruto del acuerdo de los
líderes de las fracciones- la composición del Comité Ejecutivo
Nacional, cuya representatividad -curiosidades de la política-
se estructura de arriba hacia abajo.
En última instancia, los partidos políticos continúan en
el centro, y hacia éste confluyen todos los matices, en un
efecto de convivencia con desdibujamiento. Las coaliciones de
gobierno otorgan una mayor base para la acción política, pero
quitan sustento transformador. Los acuerdos con el otro tercio
opositor son, en verdad, puntuales, pero se logran en aras de
una futura estrategia de asunción del poder. La escena política
se adensa, ya que todos se saben virtuales ganadores. El
Partido Colorado, el partido del Estado, comanda su postrera
experiencia de gobierno en el siglo XX. Para él mismo, también
rigen las claves de la indiferenciación, cuando desde ya los
movimientos subterráneos de las fracciones negocian la
codiciada sucesión.
Pero el bloqueo está instalado, y detrás de él persisten
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formas tradicionales de organización que, si no se reconvierten
a tiempo, pueden llegar a ser el detonante de la creciente
inadecuación de los partidos políticos a estas cada vez más
complejas sociedades.
3.1) La estructura organizativa del Partido Colorado3.1) La estructura organizativa del Partido Colorado3.1) La estructura organizativa del Partido Colorado3.1) La estructura organizativa del Partido Colorado
A semejanza de la Unión Cívica Radical, la organización
histórica del Partido Colorado ha combinado elementos de
distintos tipos de partido. De todas maneras, su trabazón casi
permanente con el poder estatal ha desarrollado, tempranamente,
un elenco fuertemente profesionalizado, con énfasis en la
empresa electoral.empresa electoral.empresa electoral.empresa electoral. El aceitado funcionamiento durante décadas
enteras, de todo un aparato clientelístico -que respetó la
fraccionalización extrema del partido- se transforma hoy en día
en la asunción de los requisitos ideológicos del partido
profesional-electoral.
Sin el apoyo de una masa de afiliados, con la posibilidad
de modelarse en el poder, los pilares del partido fueron el
voto y los clubes políticos. En la actualidad, se mantienen los
altos niveles de profesionalización y agonizan las instancias
partidarias de intermediación social, de modo tal que las redes
de relación con los grupos sociales son inorgánicas.
1) Origen y tipo de partido1) Origen y tipo de partido1) Origen y tipo de partido1) Origen y tipo de partido. Nacido antes de la
formalización estatal y de los procesos de modernización -
aunque queda y se desarrolla, sin embargo, indisolublemente
ligado a ellos-, el Partido Colorado tuvo un origen
eminentemente societal. Puesto que las rivalidades caudillistas
tenían que dirimirse de alguna forma, los comienzos del partido
estuvieron pautados por la divisa, por las facciones y por la
construcción de un complejo aparato político-militar de base
carismática. La identidad colorada se procesó con rapidez,
mediante una acción política que fue, también, una acción
violenta, asociada a la confrontación y a la puja permanente
entre los bandos.
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partidaria, sino por contactos contingentes con dirigentes de
mayor rango o apoyos ciudadanos locales o regionales.
A su vez, es la cúspide del poder partidario la que
muestra mayor cerramiento y rigidez. Problema estructural de
mediana duración, en donde también opera la dialéctica entre el
individuo y la organización, entre el talento político-personal
y los bloqueos a los emergentes renovadores. Liderazgos de
larga data, figuras desgastadas y rutinización discursiva: tal
vez más que en una dimensión teleológica, el Partido Colorado
debe afrontar sus posibilidades de competencia política según
las exigencias de lo carismático-ideológicocarismático-ideológicocarismático-ideológicocarismático-ideológico, puesto que hay un
umbral de supervivencia para los dirigentes históricos.
7) Fuentes de legitimidad7) Fuentes de legitimidad7) Fuentes de legitimidad7) Fuentes de legitimidad. A diferencia del caso
argentino, las nutrientes de legitimidad de los partidos
políticos son indispensables para el sostén de todo el
subsistema partidario. Aunque los cambios más recientes merecen
reseñarse: junto con la crisis de los mecanismos
clientelísticos-retributivos tradicionales -crisis, a su modo,
del Estado redistribucionista-, y junto con la desaparición de
aquella célula básica permanente -el club político- los
partidos se ven arrastrados hacia las inmediaciones de los
partidos profesional-electorales.
Del mismo modo, cuando los ingredientes simbólicos
particularistas son víctimas, un día sí y otro también, de la
globalización comunicativa, la apelación se vuelve
eminentemente racional y públicaracional y públicaracional y públicaracional y pública. En realidad, la unidad
irreductible es la razón modernizadora: todo lo demás aparece
como aditamento, como complemento medianamente útil para captar
la adhesión de un electorado todavía preso en las fibras
emotivas de la política. La vigencia esclerosada del liderazgo
carismático y la relativa capacidad para canalizar demandas y
agregar intereses sociales hacia el Estado, son herramientas
subordinadas frente a la interpelación utilitaria de una ética
pragmática que estatuye los parámetros posibles y deseables -
sin desviaciones- de la acción política.
En última instancia, la política muere como acto creador y
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como inflexión modeladora, mientras que resurge
instrumentalmente como camino inexorable de una administración
esotérica, cuyos resortes de decisión se evaden de cualquier
intento de contralor y de justificación. Si la dimensión
afectiva ya no convoca, la razón, por el contrario, paraliza y
separa. El poder es, pues, imagen pura.
8) Formas de participación8) Formas de participación8) Formas de participación8) Formas de participación. Para el Partido Colorado, la
única evidencia -o sospecha- que se dispone es la existencia de
incentivos selectivos de tipo material para el núcleo cercano a
cada grupo de dirigentes. Esto le garantiza -a los dirigentes
del partido- el normal desarrollo de la vida cotidiana de una
colectividad con intereses y lealtades comunes. No obstante,
fuera de las urgencias pragmáticas de contar con el concurso de
elementos técnicos, la estructura del partido -por razones
internas y externas- no está habilitada para articular, de
forma constante, cualquier manifestación de participación,
sectorializada o no. De todas maneras, sea como insumo, o sea
como producto, no parece ser éste un renglón decisivo -ni
siquiera como foco de diagnósticos críticos- desde el punto de
vista de la identidad colorada.
Sin embargo, un partido que no se abre a las necesidades
de la sociedad, a la larga pierde toda posibilidad de recambio,
incluso en aquel rubro exclusivo: la fidelidad de sus votantes.
9) Vínculos con organizaciones sociales y económicas9) Vínculos con organizaciones sociales y económicas9) Vínculos con organizaciones sociales y económicas9) Vínculos con organizaciones sociales y económicas. Al
igual que en el radicalismo, los vínculos orgánicos son
inexistentes, al tiempo que a nivel personal -nos excusamos de
no presentar resultados más sistemáticos- son múltiples y
profundos, fundamentalmente con los grupos del poder económico.
Pero a diferencia del caso argentino, el Partido Colorado se
recorta más acabadamente como partido profesional-electoral profesional-electoral profesional-electoral profesional-electoral, lo
cual le permite -sin descartar tensiones y conflictos
estructurales- modelar y administrar su mapa de relaciones
sectoriales. Esta maquinaria prácticamente no tiene contorno ni
entidad real, pero fue construida durante décadas de gobierno.
El lazo es oculto, en ocasiones hay superposición de roles,
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pero lo que se tramita siempre es la confiabilidad, lo que
determina que el sistema en su conjunto posea otra estabilidad.
La labor es propia de las élites partidarias y de los
dirigentes con poder, los cuales -fuera del partido y de sus
controles- ajustan, práctica e ideológicamente, su relación con
el interés particular.
10) Fuentes de financiamiento10) Fuentes de financiamiento10) Fuentes de financiamiento10) Fuentes de financiamiento. Todas las interrogaciones
planteadas para la realidad argentina, son perfectamente
validables ahora para el caso uruguayo. Probablemente, las
diferencias estriben en que, proporcionalmente, el
financiamiento público directo para la campaña electoral de los
partidos políticos en el Uruguay es algo más, con relación a su
presupuesto, que el apoyo estatal argentino, añadiendo -también
proporcionalmente- que los partidos uruguayos tienen menores
costos de campaña.
En segundo lugar, la ventaja antes mencionada disminuye
rápidamente si pensamos que el Estado argentino -a diferencia
del uruguayo- brinda fondos permanentes -en dinero y
transporte- para la actividad partidaria de acuerdo a la
cotización de afiliados.
Sea lo que fuere, según una disposición legal
relativamente reciente, el Estado uruguayo entrega a los
partidos políticos, por cada voto obtenido, media Unidad
Reajustable (en la actualidad, unos 7 dólares)(121). La mecánica
es la siguiente: el Banco de la República Oriental del Uruguay
otorga el 50% por adelantado a cada partido político, en
función del caudal de votos cosechados en la elección nacional
anterior. Para 1994, se estima que el Estado adelantó, como
121 El origen de esta práctica es más o menos así: "desdela tercera década se hicieron tentativas para subvencionar através del presupuesto público la propaganda electoral de lospartidos; recién durante la dictadura de Terra esta ayuda pudohacerse efectiva por pequeñas sumas y hoy al acorde de lainflación y el desprejuicio se paga cincuenta veces más porcada sufragio que aporten en las elecciones las agrupacionespolíticas"; Real de Azúa, Carlos, "El impulso y su freno...",ob. cit., págs. 84-85.
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campañas electorales no sigue ningún tipo de racionalidad
económica o política. De hecho, si se analiza atentamente la
evolución del gasto en los últimos 23 años (ver cuadro Nº1), se
pueden inferir dos hipótesis:
1. Es relativamente correcto sostener que los costos se
incrementan de acuerdo a los niveles de competencia político-
electoral: así, mientras que en las elecciones de 1984
disminuyó drásticamente el monto global asignado a los partidos
-en comparación con las elecciones de 1971-, en 1989 la cifra
se eleva sustancialmente, superando los montos previos a la
etapa dictatorial, tanto en comparación con el desempeño de la
economía (PBI), como en la relación con el presupuesto público
(gastos del gobierno central).
2. Pese a lo anterior, todo ello no supone una relación
lineal (a mayor actividad político-electoral, mayores costos
para el Estado). Para las últimas elecciones nacionales -en un
tiempo de consolidación política-, los montos globales
destinados a la financiación de los partidos fueron similares,
en dólares, a los que se designaron para las elecciones de
1989. Sin embargo, la carga para el Estado y para la economía
fue bastante menor, disminuyendo, incluso, en un 100% si se
compara el gasto anual del gobierno central.
Ahora, más allá de la evolución del financiamiento
público, las preguntas no pueden tardar: ¿cómo se reparte ese
dinero?, ¿cuáles son las autoridades partidarias centrales que
lo distribuyen?, ¿qué ocurre con aquella fracción que votó
bien, que recaudó mejor, pero que en la actualidad tiene muy
bajas expectativas?, ¿habrá fracciones subrecompensadas?,
¿resulta más justo adelantar recursos en función de lo que se
obtuvo, o bien según lo que se presume -mediante criterios de
proyección- que obtendrán?.
El resultado para los dirigentes es conocido al día
siguiente de las elecciones y hasta el mes de febrero que es
cuando cobran la totalidad del dinero, para muchos,
especialmente los que recién comienzan su carrerar política,
puede significar un éxito y la posibilidad de continuarla o una
rápida ruptura, para los más maduros, es siempre una situación
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azaroza, el sistema de listas cerradas significa que más allá
de las diferencias individuales, el que lidera la lista va a
definir gran parte del resultado de la agrupación, por otra
parte, los crecientes gastos que implican una campaña hacen
asustar a más de uno sobre la virtualidad de los resultados.
Sólo aquellos que se garantizan con el apoyo de uno o varios
mecenas, que poseen una variedad de vínculos con instituciones
poderosas o hayan cultivado una importante fortuna personal
podrán evitar la sensación de riesgo económico que ello
significa.
Esto nos lleva a otro punto crucial: ¿el financiamiento
que se les brinda a los partidos políticos para sus campañas
electorales, cubre efectivamente todos los gastos necesarios
como para sustentar una carrera hacia la presidencia?. En
1994, los costos por concepto de publicidad televisiva
oscilaron, para todos los candidatos presidenciales, entre
16.554.000 dólares -como hipótesis más baja- y 24.831.000
dólares (como hipótesis mediana)(123). En este sentido, el
Partido Colorado fue el que invirtió más en la campaña
televisiva (entre 6 y 9 millones de dólares). Más
concretamente, la candidatura de Julio María Sanguinetti
insumió entre 4 y 6 millones de dólares.
Si a todas estas cifras le sumáramos los costos de
implementación, de marketing, de asesoramiento técnico, de
organización, etc., los cuatro millones y medio de dólares que
otorga el Estado (luego de conocido el resultado electoral),
han de ofrecer sobrados motivos para la duda: ¿de dónde
proviene el resto del financiamiento y quiénes lo aportan?,
¿hay que suponer que los secretos contribuyentes apuestan a
todas las fuerzas políticas por igual, y después aguardan los
resultados?, ¿o efectivamente hay preferencias?.
Mediante el vínculo clientelístico de "alto nivel", los
partidos políticos canjean prometedoras decisiones estatales
por fondos frescos para solventar campañas de manipulación
publicitaria. El clientelismo de la acción retributiva -un
123 Revista PostdataPostdataPostdataPostdata, Montevideo, 24 de noviembre de 1994.
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favor por un voto- deja paso al particularismo abstracto e
incorpóreo de la imagen.