Capitulo 33

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CAPITULO 33

ANTIHIPERTENSORES y LA FARMACOTERAPIA DE HIPERTENSION

John A. Gates

La presión arterial es el producto del gasto cardiaco y la resistencia vascular periférica. Los fármacos disminuyen la presión mediante efectos sobre la resistencia periférica o el gasto cardiaco, o ambos. Este último puede reducirse por medio de medicamentos que inhiben la contractilidad miocárdica o disminuyen la presión de llenado ventricular. Muchos de los antihipertensores que afectan a los receptores adrenérgicos, los ganglios del sistema ner­vioso autónomo, el sistema de renina-angiotensina, los canales del Ca2+, así como el equili­brio del Na+ y del agua, también se comentan en los capítulos 9, 10,29,31,32 y 34. Aquí se presentan las propiedades farmacológicas de antihipertensores que no se comentan en otros capítulos. Además, se revisan las propiedades de todos los principales compuestos que son en particular pertinentes para su uso en hipertensión, y se proporcionan las generalidades del tratamiento de dicha enfermedad.

La hipertensión es la enfermedad cardiovascular más fre­cuente. Hasta 50 millones de estadounidenses tienen pre­sión sistólica, o diastólica, o ambas, de más de 140/90.

La presión arterial alta genera cambios patológicos en la vasculatura e hipertrofia del ventrÍCulo izquierdo. Como consecuencia, la hipertensión constituye la principal cau­sa de apoplejía, conduce a enfermedad coronaria con in-, farto de miocardio y muerte repentina de origen cardiaco, y es un contribuyente importante de insuficiencias cardia­ca y renal, así como de aneurisma disecante de la aorta.

Hipertensión se define de manera convencional como presión arterial � 140/90; esto sirve para caracterizar un grupo de pacientes que tienen riesgo de enfermedad car­diovascular relacionada con hipertensión, que es suficien­temente alto como para ameritar atención médica. Sin embargo, desde el punto de vista de la promoción de la salud, cabe hacer notar que el riesgo de enfermedad car­diovascular tanto letal como no letal en adultos es más bajo ante presiones sistólicas menores de 120 mm Hg y diastó­licas de menos de 80 mm Hg; esos riesgos aumentan de manera progresiva con cifras más altas de presión arterial tanto sistólica como diastólica. Si bien en muchos de los estudios clínicos se clasifica la gravedad de la hiperten­sión por la presión diastólica, los aumentos progresivos de la presión sistólica son similarmente predictivos de fenó­menos cardiovasculares adversos; a cualquier presión dias­tólica, los riesgos son mayores con presión. sistólica más alta. En realidad en ancianos, la presión sistólica predice mejor el resultado final que la diastólica.

En hipertensión muy grave (presión sistólica � 210, o diastólica � 120, o ambas), un subgrupo de pacientes pre-

senta arteriolopatía caracterizada por daño endotelial y notoria proliferación de células en la íntima, lo cual con­duce a engrosamiento mínimo, y finalmente a oclusión arteriolar. Esta es la base anatomopatológica del síndrome de hipertensión maligna, que se relaciona con enfermedad oclusiva microvascular rápidamente progresiva en riño­nes (con insuficiencia renal), cerebro (encefalopatía hi­pertensiva), retina (hemorragias, exudados y edema del disco), y otros órganos. La alteración endotelial grave qui­zá genere anemia hemolítica microangiopática. La hiper­tensión maligna no tratada es rápidamente letal y requiere tratamiento intrahospitalario urgente.

La presencia de algunos cambios de órgano blanco con­fiere a un paciente un peor pronóstico que el que se asigna a un enfermo con la misma presión arterial pero que no muestra esos datos. De este modo, hemorragias retinianas, exudados y edema del disco óptico indican pronóstico a corto plazo mucho peor para una presión arterial dada. La hipertrofia del ventrÍCulo izquierdo, definida por el elec­trocardiograma, o con mayor precisión mediante ecocar­diografia, se relaciona con resultado final a largo plazo sustancialmente peor que incluye riesgo más alto de muerte repentina de origen cardiaco. La posibilidad de enferme­dad cardiovascular, minusvalidez y muerte en hipertensos, también aumenta mucho por tabaquismo de cigarrillos concomitante y por lipoproteínas de baja densidad aumen­tadas; la coexistencia de hipertensión con esos factores de riesgo incrementa la morbilidad y mortalidad de origen cardiovascular a un grado que es supraaditivo.

Pruebas firmes provenientes de múltiples estudios con­trolados indican que la farmacoterapia de sujetos con

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8.�6 Secciol1 l' F,ir/ll(/('II.\ (/lIe afectall la, {1I1lciolles renal l' curdiovusclllar

presiones diastólicas de 95 mm Hg o más reducirá la mor­bilidad, minusvalidez y mortalidad por enfermedad cardio­vascular. El tratamiento antihipertensor eficaz casi siempre previene por completo apoplej ías hemorrágicas, insu­ficiencia cardiaca e insuficiencia renal debida a hiperten­sión. Hay notoria reducción de las apoplej ías totales.

El método habitual para tratar pacientes con presión dias­tólica de 90 a 94 mm Hg es proporcionar tratamiento no farmacológico como estrategia inicial. Dado que las pre­siones arteriales dentro de este límite predicen un claro incremento del riesgo cardiovascular, las recomendacio­nes terapéuticas no farmacológicas deben acompañarse de observación cuidadosa; además de la utilidad de las visi­tas regulares para conservar la vigilancia de la presión ar­terial, también proporcionan una ocasión para ayudar y apoyar a los pacientes en sus esfuerzos por lograr los cam­bios del estilo de vida que se requieren para la reducción no farmacológica eficaz de la presión arterial.

Los antihipertensores pueden clasificarse según sus si­tios o mecanismos de acción (cuadro 33-1). Puesto que la presión arterial es el producto del gasto cardiaco y resis­tencia vascular periférica, puede disminuirse mediante los efectos de fármacos sobre la resistencia periférica, o el gasto cardiaco, o ambos. Los medicamentos disminuyen el gasto cardiaco al inhibir la contractilidad miocárdica o reducir la presión de llenado ventricular. El decremento de esta última se logra mediante efectos sobre el tono ve­noso o sobre el volumen sanguíneo por medio de efectos renales. Los fármacos reducen la resistencia periférica al actuar sobre el músculo liso para generar relajación de los vasos de resistencia, o al interferir con la actividad de los sistemas que producen constricción de los vasos de resistencia (p. ej. , el sistema nervioso simpático).

En el cuadro 33-2 se presentan las consecuencias hemo­dinámicas del tratamiento a largo plazo con antihiperten­sores. También se proporciona un marco para los efectos complementarios potenciales de la terapéutica concurrente con dos o más compuestos. El uso simultáneo de medica­mentos con mecanismos de acción y efectos hemodinámi­cos similares, a menudo produce poco beneficio adicional. Con todo, la administración concurrente de fármacos de clases distintas constituye una estrategia de uso frecuente para lograr control eficaz de la presión arterial en tanto se minimizan los efectos adversos relacionados con la dosis.

OIURETICOS

Una de las ..:strategias más tempranas en el tratamiento de hipertensión fue alterar el equilibrio del Na+ mediante res­tricción de sal en la dieta. La alteración farmacológica del equilibrio del Na+ se hizo práctica durante el decenio de 1950 con la síntesis de los diuréticos tiazídicos activos por vía oral (cap. 29). Estos compuestos y los diuréticos rela­cionados poseen efectos antihipertensivos cuando se su-

Cuadro 33-1. Clasificación de los antihipertensores según su sitio primario o mecanismo de acción

Diuréticos (cap. 29) 1. Tiazidas y fármacos relacionados (hidroc1orotiazida, c1ortalidona

y otros) 2. Diuréticos de asa (furosemida, bumetanida, ácido etacrínico) 3. Diuréticos ahorradores del K+ (amilorida, triamtereno, espirono­

lactona)

Simpaticolíticos (caps. 9, ID, 34) 1. Fármacos de acción central (metildopa, c1onidina, guanabenz,

guanfacina) 2. Bloqueadores ganglionares (trimetafán) 3. Bloqueadores de neuronas adrenérgicas (guanetidina, guanadrel,

reserpina) 4. Antagonistas f:l-adrenérgicos (propranolol, metoprolol y otros) 5. Antagonistas a-adrenérgicos (prazosín, terazosín, doxazosín,

fenoxibenzamina, fentolamina) 6. Antagonistas adrenérgicos mixtos (labetalol)

Vasodilatadores (cap. 34) 1. Arteriales (hidralazina, minoxidil, diazóxido) 2. Arteriales y venosos (nitroprusiato)

I

Bloqueadores de los canales del Ca2+ (caps. 32, 34, 35) (verapamil, diltiazem, nifedipina, nimodipina, felodipina, nicardipina, isradipina, amlodipina)

Inhibidores de la enzima convertidora de angiotensina (caps. 31 y 32) (captopril, enalapril, lisinopril, quinapril, remipril, benazepril, fosinopril)

Antagonistas de los receptores de angiotensina II (caps. 31 y 34) (losartán)

ministran solos y aumentan la eficacia de casi todos los otros antihipertensores.

Hay dudas con respecto al mecanismo exacto de la reducción de la presión arterial mediante diuréticos. Al principio, los medica­mentos disminuyen el volumen extracelular y el gasto cardiaco. Comoquiera que sea, durante tratamiento a largo plazo, el efecto hipotensor se conserva debido a reducción de la resistencia vas­cular; el gasto cardiaco vuelve a las cifras previas al tratamiento y el volumen extracelular permanece un poco reducido. Debido al decremento persistente de la resistencia vascular, algunos in­vestigadores han postulado que los diuréticos tienen efecto di­recto sobre el músculo liso vascular, que es independiente de su efecto salurético. De cualquier modo, datos sustanciales indican que este no es el caso. Así, los pacientes sin riñones y los anima­les con nefrectomía no muestran reducción de la presión arterial cuando reciben diuréticos (Bennett y col., 1977); una ingestión alta de sal, o la -administración de solución salina (pero no dex­trán) para contrarrestar el balance negativo neto de Na+ produci­do por los diuréticos, revierte el efecto antihipe�ensor; durante la terapéutica eficaz, el volumen plasmático permanece alrede­dor de 5% por debajo de las cifras previas al tratamiento, y la actividad de renina plasmática permanece alta, lo cual confirma una reducción persistente del Na+ corporal (Shah y col., 1978); los diuréticos no relajan el músculo liso vascular in vitro, y los efectos hemodinámicos de estos compuestos para disminuir la

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Capítulo 33 Antihipertensores y la jarmacoterapia de Illpcrlt'l1sión 837

Cuadro 33-2.Efectos hemodinámicos de la administración a largo plazo de antihipertensores*

Frecuencia Gasto Resistencia Volumen Actividad de Flujo cardiaca cardiaco periférica total plasmático renina plasmática sanguíneo trenal

Diuréticos .. .. � ¡ t ¡ Simpaticolíticos

De acción central ¡ ¡ � 1 ¡ -Bloqueadores de neuronas adrenérgicas ¡ � � t 1 ¡ Antagonistas a-adrenérgicos 1 1 � 1 - -Antagonistas ¡'1-adrenérgicos

Sin ASIt � � ¡ 1 � ¡ ASI .. .. + 1 ¡ ¡

Vasodilatadores arteriolares t t � t t 1 Bloqueadores de los canales del Ca2+ + o t 1 � - 1 1 lnhibidores de la ECA - - � - t 1

• Los cambios están indicados como sigue: t, aumentado; +, disminuido; 1, aumentado o sin cambio; ¡, disminuido o sin cambio; ., sin cambio. tASI, actividad simpaticomimética intrínseca; ECA, enzima convertidora de angiotensina. Nota: La disponibilidad sólo reciente de los antagonistas de los receptores de angiotensina 11 para uso terapéutico y la falta de suficiente experiencia a largo

plazo con este grupo de medicamentos impide su inclusión aquí.

resistencia vascular se reproducen mediante restricción de sal (Freis, 1983).

Los mecanismos potenciales de la reducción de la resistencia vascular por medio de disminución persistente aunque pequeña del Na+ corporal incluyen decremento del volumen de líquido intersticial; decremento de la concentración del Na+ en el músculo liso, que reduce de manera secundaria las cifras intracelulares de Caz+, de modo que las células son más resistentes a los estí­mulos contráctiles, y un cambio de la afinidad y respuesta de los receptores de superficie celular a hormonas vasoconstrictoras (Insel y Motulsky, 1984).

Benzotiadiazinas y compuestos relacionados

Las benzotiadiazinas ("tiazidas") y los diuréticos relacio­nados constituyen la clase de antihipertensores que se uti­lizan con mayor frecuencia en Estados Unidos. Después del descpbrimiento de la clorotiazida, la primera benzo­tiadiazina, se sintetizaron diversos diuréticos orales que poseen una estructura aril-sulfonamida y bloquean el simportador de Na+-Cl-. Algunos de éstos no son benzo­tiadiazinas, pero dado que muestran características estruc­turales y funciones moleculares similares a los compues­tos benzotiadiazínicos originales, se hall: designado COrtlO miembros de la "clase tiazida" de diuréticos. La clortali­dona, una de las no benzotiadiazinas en la clase tiazida de diuréticos, se utiliza ampliamente para tratar hipertensión. Dado que la clase de medicamentos tiazídicos presenta los mismos efectos farmacológicos, en general son intercam­biables con ajuste apropiado de la dosificación (cap. 29).

Régimen para administración de los diuréticos tiazídicos en hipertensión. Cuando se utiliza un fármaco de este tipo como el único antihipertensor (monoterapia), debe proporcionarse a dosis bajas. Además, cada vez hay más

pruebas de que en el tratamiento a largo plazo de hiperten­sión, tales diuréticos han de administrarse junto con un medicamento ahorrador del K +.

En muchos pacientes se alcanzan efectos antihiperten­sivos con apenas 12.5 mg de clortalidona (HVGROTON) o hidroclorotiazida (HYDRODIURIL) a diario. Esta no debe ser la dosis inicial en la mayoría de los ancianos que no re­quieren disminución urgente de la presión. Además, cuan­do se usan como monoterapia, la dosis máxima de diuréti­cos tiazídicos regularmente no debe exceder 25 mg de hidroclorotiazida o clortalidona (o el equivalente). Aun cuando es posible lograr mayor diuresis con dosis más alta de esos diuréticos, abundantes pruebas indican que no se requieren dosis más grandes que las mencionadas para monoterapia contra hipertensión y quizá no son tan seguras.

Un estudio grande en el que se compararon 25 y 50 mg de hidroclorotiazida a diario en una población de ancianos, no mos­tró mayor decremento de la presión arterial con la dosis más grande (MRC Working Party, 1987). En estudios con asignación al azar, controlados, de tratamiento antihipertensor en ancianos (SHEP Cooperative Research Group, 1991; DahlOf y col., 1991; MRC Working Party, 1992) que muestran los mejores resulta­dos en cuanto a morbilidad y mortalidad de origen cardiovascu­lar, la dosis máxima administrada -de hidroclorotiazida o c10rta­lidona fue de 25 mg; cuando se requirió mayor reducción de la presión arterial que la alcanzada con esta dosis, se inició trata­miento con un segundo medicamento. En lo que se refiere a se­guridad, en un estudio de pacientes y testigos (Siscovick y col., 1994) se encontró incremento (dependiente de la dosis) de las muertes repentinas con dosis de hidroclorotiazida de más de 25 mg/día. Este dato apoya la hipótesis engendrada por un análisis retrospectivo del Multiple Risk Factor Intervention Trial (Mul­tiple Risk Factor Intervention Trial Research Group, 1982), el cual sugiere que la mortalidad cardiovascular aumentada se re­laciona con dosis más altas de diuréticos. Además, los efectos metabólicos (específicos para fármacos) de los diuréticos tiazí-

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838 Sección Ji Fármacos que afectan las funciones renal y cardiovascular

dicos, así como los efectos adversos percibidos por los pacien­tes son hasta cierto grado dependientes de la dosis, lo que pro­porciona más razones para no dar más de la dosis de 25 mg de hidroclorotiazida/clortalidona necesaria para alcanzar reducción casi máxima de la presión arterial. En conjunto, los estudios clí­nicos efectuados hasta la fecha indican que si no se logra dismi­nución adecuada de la presión arterial con la dosis de 25 mg/día de hidroclorotiai:ida o c1ortalidona, es necesario agregar un se­gundo fármaco, más que aumentar la dosis de diurético.

Cuando se utilizan en el tratamiento contra la hiperten­sión los diuréticos tiazídicos, por 10 general deben propor­cionarse junto con un fármaco ahorrador del K+. La ate­nuación del efecto calurético de los diuréticos tiazídicos puede lograrse raediante compuestos que bloquean los ca­nales del Na+ en la parte final del túbulo distal, y el con­ducto colector (amilorida y triamtereno) por medio de in­hibición del efecto de la aldosterona (espironolactona) o mediante bloqueo de la liberación de aldosterona inducida por angiotensina (inhibidores de la enzima convertidora de angiotensina o antagonistas de los receptores de angio­tensina). Los complementos de K+ en las dosis habituales no son tan eficaces como esos medicamentos ahorradores del K+. En la actualidad, los datos que provienen de estu­dios clínicos apoyan con mayor firmeza el uso de amilorida en combinación con un diurético tiazídico. En los dos es­tudios clínicos grandes que muestran los mejores resulta­dos en cuanto a morbilidad y mortalidad cardiovasculares (DahlOf y col., 1991; MRC Working Party, 1992), la ami­lorida fue el fármaco que se empleó junto cún la hidroclo­rotiazida, en una proporción de 1 mg de la primera/lO mg de la segunda.

La preservación del K + puede lograrse con inhibidores de la enzima convertidora de angiotensina si se requiere un segundo compuesto para alcanzar mayor disminución de la presión arterial, más allá de la que se obtiene con el diurético solo. Debido a que los efectos diuréticos e hipo­tensivos de tales fármacos aumentan mucho cuando se administran en combinación, es necesario tener cuidado de iniciar el tratamiento combinado con dosis bajas de cada uno de esos fármacos. Los inhibidores de la enzima con­vertidora de angiotensina casi nunca han de proporcionarse con otros compuestos ahorradores del K+, o con comple­mentos del K +; la combinación de los fármacos ahorra­dores de potasio entre sí o con complementos del K + pue­de causar hi}Jerpotasemia grave en algunos enfermos.

En contraste con la limitación de la dosis de diuréticos tiazídicos. �ados como monoterapia, el tratamiento de la hipertensión grave que no muestra respuesta a tres fárma­cos o más quizá requiera dosis más grandes de diuréticos tiazídicos. En realidad, los hipertensos tal vez presenten resistencia a medicamentos que bloquean al sistema ner­vioso simpático, o a vasodilatadores porque tales compues­tos generan un estado en que la presión arterial depende mucho del volumen. Por ende, cuando la terapéutica con

combinaciones y dosis apropiadas de tres o más compues­tos no proporciona control adecuado de la presión arterial, es necesario considerar el uso de diuréticos tiazídicos, a dosis equivalentes de 50 a 100 mg de hidroclorotiazida al día. La restricción del Na+ en la dieta es un coadyuvante útil en la terapéutica de estos individuos resistentes y mi­nimizará la dosis de diurético que se requiere. Esto puede lograrse mediante una restricción moderada de la inges­tión del Na+ a 2 g/día. En la mayoría de los pacientes, no es factible una restricción más estricta del Na+. Puesto que el grado de pérdida de K + se relaciona con el volumen de Na+ liberado hacia los túbulos distales, esa restricción del Na+ puede minimizar la aparición de hipopotasemia y al­calosis. La eficacia de los fármacos tiazídicos como diuré­ticos o antihipertensores disminuye de modo progresivo cuando la tasa de filtración glomerular se ubica por debajo de 30 ml/min. Una excepción es la metolazona, que retie­ne su eficacia en sujetos con este grado de insuficiencia renal.

La mayoría de los enfermos mostrará respuesta a los diuréticos tiazídicos, con reducción de la presión arterial en el transcurso de dos a cuatro semanas, aunque una mi­noría no alcanzará reducción máxima de la presión arte­rial hasta por 12 semanas con una dosis dada. Por ende, las dosis no han de aumentarse antes de cada dos a cuatro semanas. Si bien la presión arterial de individuos que po­seen actividad suprimida de renina plasmática es casi uni­formemente sensible a diuréticos tiazídicos, la mayoría de los demás pacientes también muestra respuesta. Es impo­sible predecir la reacción antihipertensiva con base en la duración de la hipertensión o la gravedad de la misma en un paciente dado, aunque es poco probable que los diuré­ticos resulten eficaces como mono terapia en persQnas con hipertensión grave. Dado que el efecto de los diuréticos tiazídicos es aditivo al de otros antihipertensores, los regí­menes combinados que incluyen estos diuréticos son de uso frecuente y racional. Los diuréticos también plantean la ventaja de minimizar la retención de sal y agua causada a menudo por vasodilatadores y algunos simpaticoliticos.

Efectos adversos y precauciones. Los efectos adversos de los diuréticos se comentan en el capítulo 29. Algunos de éstos son efectos que determinan si los pacientes pue­den tolerar el tratamiento con dichos fármacos y apegarse al mismo. La impotencia sexual es la consecuencia adver­sa problemática más frecuente de los diuréticos tiazídicos, y los médicos deben hacer preguntas específicas con res­pecto a la aparición de este problema así como del trata­miento con tales medicamentos. La gota quizá sea una consecuencia de la hiperuricemia inducida PQr esos diuré­ticos. La aparición de cualesquiera de dichos efectos ad­versos es una razón para considerar métodos terapéuticos alternativos. Los calambres musculares también se rela­cionan con suministro de diuréticos de una manera depen­diente de la dosis.

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Otros efectos de los diuréticos tiazídicos constituyen ob­servaciones de laboratorio que despiertan preocupación principalmente porque son marcadores sustitutivos putati­vos de consecuencias adversas causadas por el fánnaco sobre la morbilidad y mortalidad.

Se ha encontrado que los marcadores sustitutivos son facto­res que predicen, en estudios epidemiológicos, los resultados de la enfermedad y, por ende, se utilizan en investigaciones de far­macoterapia como un sustituto del efecto real de un medicamen­to sobre el resultado de la enfermedad. De este modo, la reduc­ción de la presión sistólica es un ejemplo de un marcador sustitutivo para reducir la apoplejía mediante tratamiento antihi­pertensor, que se ha validado extensamente (SHEP Cooperative Research Group, 1991). En contraste, lal'! pruebas epidemioló­gicas que enlazan las despolarizaciones ectópicas ventriculares frecuentes con muerte repentina de origen cardiaco han sugeri­do que esas arritmias ventriculares pueden ser marcadores susti­tutivos de un efecto beneficioso de antiarrítmicos sobre la muer­te repentina de origen cardiaco. Empero, la reducción de las despolarizaciones ectópicas ventriculares y de la taquicardia ventricular no sostenida mediante los antiarritmicos encainida y flecainida se relacionó con incremento de la muerte repentina de origen cardiaco, lo cual demuestra la falibilidad de usar marca­dores sustitutivos para predecir el resultado de una intervención farmacológica específica (CAST Investigators, 1989). En con­secuencia, el efecto de los medicamentos sobre marcadores sus­,_vos no puede considerarse como una prueba convincente; más bien, dichos marcadores fundamentan hipótesis que requie­ren pruebas con estudios clínicos controlados. Con todo, hasta que se lleven a cabo esas investigaciones, el efecto de los fárma­cos sobre marcadores sustitutivos que predicen resultados ad­versos causan preocupación e influyen sobre las decisiones res­pecto de la dosis.

Los efectos de los diuréticos sobre varios marcadores sustitutivos de resultados adversos ameritan consideración. La disminución del K+ producida por los diuréticos tiazídi­cos depende de la dosis en una amplia gama de estas últimas, y es variable entre los individuos, de modo que un subgru­po de pacientes puede presentar disminución sustancial del K+ al recibir diuréticos. Aun así, la administración a largo plazo de dosis pequeñas genera cierta disminución del K+.

Hay dos tipos de arritmia ventricular que se cree au­mentan en el decremento del K+. Uno de éstos es la taqui­cardia ventricular polimorfa (torsades de pointes), que es inducida por diversos medicamentos, entre ellos la quini­dina. Esta taquicardia ventricular polimorfa inducida por fánnacos constituye una arritmia iniciada por repolariza­ción ventricular anonnal y aumenta de modo notorio por compuestos que producen disminución del K+, lo cual des­encadena repolarización anonnal (cap. 35). En consecuen­cia, no deben administrarse diuréticos tiazídicos con fár­macos que pueden causar taquicardia ventricular polimorfa.

La preocupación de mayor importancia en cuanto a la disminución de K + es su influencia sobre la fibrilación ven­tricular isquémica, la principal causa de muerte repentina

de origen cardiaco, y un contribuidor importante a la mor­talidad de origen cardiovascular en hipertensos tratados. Estudios en animales de experimentación han mostrado que la disminución del K + reduce el umbral de fibrilación ventricular inducida por factores eléctricos en el miocar­dio isquémico y aumenta también la fibrilación ventricu­lar isquémica espontánea (Curtis y Hearse, 1989; Yano y col., 1989). En un estudio de hipertensos y testigos, se en­contró correlación positiva entre la dosis de diurético y muerte repentina de origen cardiaco, y correlación inver­sa entre el uso coadyuvante de fánnacos ahorradores del K+ y dicho tipo de muerte (Siscovick y col., 1994). Un estudio clínico controlado ha mostrado aparición mucho mayor de muerte cardiaca repentina en sujetos tratados con 50 mg de hidroclorotiazida al día, en comparación con el antagonista ,B-adrenérgico metoprolol (MRC Working Party, 1992). Se encuentran en proceso estudios clínicos controlados en los que se comparan los efectos de los diu­réticos con otros antihipertensores sobre la mortalidad de origen cardiovascular, y deben aclarar más esta cuestión. Entretanto, los datos disponibles acerca de muerte repen­tina de origen cardiaco apoyan la limitación de la dosis de diuréticos como monoterapia a 25 mg de hidroclorotiazida al día (o el equivalente) y la utilización coadyuvante de un fánnaco ahorrador del K +.

Los diuréticos tiazídicos aumentan las concentraciones de \i\lo\lroteína de bala densidad (LDL) e incrementan la proporción entre LDL y lipoproteína de alta densidad. En estudios epidemiológicos y en investigaciones respecto de fánnacos que disminuyen los lípidos, se ha encontrado enlace entre LDL aumentada e incremento de la cardiopa­tía coronaria, lo cual justifica la consideración de que la LDL es un marcador sustitutivo de morbilidad y mortali­dad por cardiopatía coronaria. En la actualidad, se desco­noce si el incremento de la proporción entre LDL y lipo­proteína de alta densidad, originado por diuréticos, en realidad es predictivp de aumento de la cardiopatia coro­naria en pacientes que reciben dichos fánnacos, y hasta que se completen estudios de morbilidad y mortalidad ade­cuados en los que se comparen los antihipertensores, el efecto de los diuréticos tiazídicos sobre los lipidos plas­máticos puede ser un motivo de preocupación, pero no para hacer recomendaciones definitivas en cuanto a la elección de esos fánnacos respecto de otros antihipertensores.

En estudios epidemiológicos, la hipertrofia del ventrí­culo izquierdo constituye un potente factor predictivo do un incremento de muerte de origen cardiaco en hipertensos. Los diuréticos tiazídicos son menos eficaces para reducir la hipertrofia del ventrículo izquierdo, que otros antihiper­tensores como los inhibidores de la enzima convertidora de angiotensina (DahlOf y coL, 1992).

Los diuréticos tiazídicos incrementan la hemoglobina glucosilada en diabéticos (Gall y col., 1992). Este dato, junto con pruebas de que los inhibidores de la enzima con­vertidora de angiotensina retrasan el deterioro de la fun-

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840 Sección V Fármacos que afectan las funciones renal y cardiovascular

ción renal en esos pacientes, sugiere que los diuréticos tiazídicos no son los medicamentos más adecuados en la monoterapia de hipertensos diabéticos.

Todos los diuréticos parecidos a tiazida cruzan la pla­centa, pero no se ha encontrado que tengan efectos adver­sos directos sobre el feto. Comoquiera que sea si la admi­nistración de úna tiazida se inicia durante el embarazo, hay riesgo de disminución transitoria de volumen que puede suscitar hipoperfusión placentaria. Dado que las tiazidas aparecen en la leche materna, éstas han de evitarse en madres que amamantan.

Elección de un diurético tiazidico como fármaco inicial en el tratamiento de hipertensión. Pocos temas acerca de la hipertensión son más controvertidos que el hecho de si los enfermos deben recibir un diurético como el medi­camento inicial o el único para tratar hipertensión (Joint National Committee, 1993; Tobian y col., 1994). La res­puesta definitiva a esta pregunta espera que se complete un estudio cHnico grande (el estudio ALLHAT) efectuado por los National Institutes of Health, en el que se compara un diurético tiazídico con otros antihipertensores como los compuestos terapéuticos iniciales o únicos. Por lo pron­to, las decisiones se tomarán con base en las interpretacio­nes de los datos disponibles. Hay varios tipos generales de datos, a partir de los cuales se han inferido interpretacio­nes, pero ninguno proporciona pruebas convincentes.

Un grupo de datos comprende los efectos metabólicos comen­tados de los diuréticos tiazidicos: incremento de LDL, disminu­ción del K+, alteración del control de la diabetes, y menorreduc­ción de la hipertrofia del ventrículo izquierdo que la que se alcanza con otros medicamentos. El estudio de pacientes y testi­gos que demuestra un enlace (dependiente de la dosis) entre esos diuréticos y muerte repentina de origen cardiaco fortalece la in­ferencia de que la disminución del K+ no es benigna (Siscovick y col., 1994).

Otro tipo de datos son los obtenidos a partir de estudios clíni­cos que han establecido el beneficio del tratamiento antihiper­tensor. En estudios clínicos controlados efectuados antes de 1991 en pacientes predominantemente de edades medias, se encontró que el efecto beneficioso del tratamiento antihipertensor sobre la cardiopatía coronaria y la muerte de origen cardiaco es menor que el efecto sobre la apoplejía. Estudios observacionales pros­pectivos a largo plazo predicen que un decremento de 5 a 6 mm Hg de la presión diastólica debe reducir de 35 a 40% de la apo­plejía; en realidad, un análisis de 14 estudios con asignación al azar acerca de farmacoterapia (Collins y col., 1990) revela que la prevalencia de apoplejía letal más la no letal disminuye a 42% (P <0.0002) como consecuencia de ese cambio de la presión diastólica. En tanto los estudios observacionales predicen reduc­ción de 20 a 25% de la cardiopatía coronaria letal más la no letal con una diferencia de 5 a 6 mm Hg de la presión diastólica, el decremento de la presión a este grado con tratamiento antihiper­tensor sólo redujo la cardiopatía coronaria total a 14% (P <0.01). La apoplejía letal disminuyó a 45% (P <0.0001), en tanto la car­diopatía coronaria letal sólo se redujo a 11% (no significativo)

durante terapéutica antihipertensora. El fracaso de este último tratamiento para proporcionar la reducción esperada de la car­diopatía coronaria, y en particular la mortalidad por esta última enfermedad, ha dado pie a considerables especulaciones, inclu­so la posibilidad de que los diuréticos que fueron los fármacos que se utilizaron de manera primaria en dichos estudios pueden imponer efectos adversos sobre la cardiopatía coronaria, inclui­da muerte repentina de origen cardiaco. Esos resultados desalen­tadores en cuanto a cardiopatía coronaria se obtuvieron en in­vestigaciones en pacientes casi todos de edades medias, en los que se empleó de modo predominante hidroclorotiazida o clorta­lidona a dosis de hasta 50 mg sin un medicamento ahorrador de potasio.

Después de este metaanálisis de los 14 estudios controlados, dos estudios en ancianos, en quienes se utilizó una dosis baja de hidroclorotiazida (25 mg/día) junto con el compuesto ahorrador de potasio amilorida, mostraron tendencias más favorables en la reducción de la mortalidad de origen coronario, misma que dis­minuyó a 50% (DahlOf y col., 1991) Y 40% (MRC Working Party, 1992). En este último estudio, la reducción de la apoplejía y de los fenómenos coronarios fue importante bajo tratamiento con diuréticos, en tanto no se observaron reducciones significativas de esos puntos terminales en un grupo de comparación asignado al azar al bloqueador ,B-adrenérgico atenolol.

El método que sigue para seleccionar un diurético como el fármaco inicial se deriva de los datos anteriores. En an­cianos (65 años de edad o más), la selección de un diuréti­co tiazídico como fármaco inicial es racional si se admi­nistra a dosis de 12.5 a 25 mg de hidroclorotiazida (o equivalente) al dia, y juhto con un medicamento ahorrador de potasio. Esto se basa en la eficacia alta en estudios clí­nicos con ese tipo de regímenes, el espectro relativamente pequeño de efectos colaterales y el hecho de que los an­cianos tienen más probabilidades de presentar un estado de renina disminuido, que predice respuesta adecuada al tratamiento con diuréticos.

En pacientes menores de 65 años de edad, parece estar fundamentada una mayor individualización de la elección del antihipertensor inicial. Los estudios clínicos más tem­pranos (efectuados en este grupo de edad, con dosis altas del fármaco tiazídico administrado sin compuestos aho­rradores de K+), no proporcionan confianza con respecto a los diuréticos tiazídicos, ni los rechazan. La individualiza­ción de la elección del fármaco inicial puede considerar varios factores. En diabéticos, los inhibidores de la enzi­ma convertidora de angiotensina (ECA) atenúan la decli" nación de la función renal, lo cual hace que estos fárma­cos sean preferibles a los diuréticos, que pueden alterar la tolerancia a la glucosa en diabetes. Otros compuestos, en particular los inhibidores de la ECA, son más eficaces que los diuréticos para reducir la masa �l ventriculo izquierdo en sujetos con hipertrofia de este último. La raza caucásica, la edad de menos de 65 años, y un estado basal de renina alto o normal predicen una respuesta anti­hipertensiva a un inhibidor de la enzima convertidora de la angiotensina o un antagonista de los receptores

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Capítulo 33 Antihipertensores y la farmacoterapia de hipertensión 841

p-adrenérgicos, superior a la que se obtiene con un diuré­tico.

Otros diuréticos antihipertensores

Los diuréticos tiazídicos son antihipertensores más eficaces que los de asa, como la furosemida y la bumetanida, en pacientes que tienen función renal normal (Ram y col., 1981). Lo más pro­bable es que este efecto diferencial se relacione con la duración breve del efecto de los diuréticos de asa, de modo que una dosis diaria única no causa pérdida netá importante del Na+ durante un periodo de 24 h. La eficacia notoria de estos últimos diuréti­cos en la producción de natriuresis rápida y profunda constituye un detrimento potencial en el tratamiento de la hipertensión. Cuando se proporciona un diurético de asa dos veces al día, la diuresis aguda puede ser excesiva y originar más efectos adver­sos que los generados por un diurético tiazídico de acción más lenta y más leve. Los diuréticos de asa producen hipercalciuria, más que la hipocalciuria relacionada con las tiazidas. No obs­tante, las otras consecuencias metabólicas de las tiazidas y los diuréticos de asa son iguales, entre ellas hipopotasemia, hiperu­ricemia, intolerancia a la glucosa y efectos en potencia adversos sobre las concentraciones plasmáticas de lípidos. Los diuréticos de asa pueden ser en particular útiles en personas con hiperazo­emia y en aquéllas con edema grave relacionado con un vasodi­¡atador como el minoxidil.

Si bien la espironolactona, a dosis de hasta 100 mg/día, es equivalente a la hidroclorotiazida en cuanto a su efecto hipo tensor (Jeunemaitre y col., 1988), las dosis mayores producen inciden­cia inaceptable de efectos adversos (Schrijver y Weinberger, 1979). La espironolactona puede ser en particular útil en indivi­duos con hiperuricemia, hipopotasemia o intolerancia a la glu­OO'1.a importante en clínica y es el fármaco más adecuado para tratar aldosteronismo primario. En contraste con los diuréticos tiazidicos, la espironolactona no afecta las concentraciones plas­máticas del Ca2+ o de la glucosa. No se han estudiado de manera extensa los efectos de la espironolactona sobre los lípidos plas­máticos, pero los datos indican que los cambios en los triglicéri­dos, el LDL-colesterol y el colesterol total son menores que los que se observan con las tiazidas. Sin embargo, la espironoJ¡lcto­na puede disminuir la concentración de HDL-colesterol (Falch y Schreiner, 1983). Los otros diuréticos ahorradores de K+, triam­tereno y amilorida se utilizan de manera primaria para reducir la caluresis y potenciar el efecto hipotensor de una tiazida (De Carvalho y col., 1980; Multicenter Diuretic Cooperative Study Group, 1981). Esos fármacos deben usarse con precaución, con mediciones frecuentes de las concentraciones plasmáticas del K+ en sujetos predispuestos a hiperpotasemia. Los pacientes que toman espironolactona, amilorida o triamtereno deben recibir inform ación con respecto a la posibilidad de que el uso concu­rrente de "sustitutos de sal" que contienen K+ tal vez produzca hiperpotasemia. La insuficiencia renal es una contraindicación relativa para el uso de diuréticos ahorradores del K+.

Interacciones farmacológicas relacionadas con diuréticos

Puesto que los efectos antihipertensivos de los diuréticos suelen ser aditivos a los de otros antihipertensores, por lo general se emplea un diurético en combinación con otros fármacos. Como

se mencionó, el suministro concurrente de diuréticos con quini­dina y otros fármacos que generan taquicardia ventricular poli­morfa aumenta mucho el riesgo de esta arritmia inducida por fármacos. Los efectos de los diuréticos parecidos a tiazida, y de asa, que disminuyen el K + Y el Mg2+ también pueden potenciar arritmias que surgen a consecuencia de toxicidad por digitálicos. Los glucocorticoides amplifican la hipopotasemia producida por los diuréticos. Todos los diuréticos disminuyen la depuración de Li+, lo cual da como resultado incremento de las concentracio­nes plasmáticas de Li+ y toxicidad potencial (Amdisen, 1982).

Los antiinflamatorios no esteroides que inhiben la síntesis de prostaglandinas reducen los efectos antihipertensivos de los diu­réticos. Se desconoce si esta interacción se debe a retención del Na+ como resultado de bloqueo del efecto natriurético del diuré­tico por el antiinflamatorio, o si el efecto se relaciona con inhi­bición de la síntesis vascular de prostaglandinas (Webster, 1985). Los antiinflamatorios no esteroides, los antagonistas de los re­ceptores p-adrenérgicos y los inhibidores de la ECA reducen las concentraciones plasmáticas de aldosterona y pueden potenciar los efectos hiperpotasémicos de un diurético ahorrador del K+.

SIMPATICOLITICOS

Desde la demostración en 1 940 de que la extirpación bila­teral de la cadena simpática torácica disminuía la presión arterial, la búsqueda de simpaticolíticos químicos eficaces ha sido intensiva. Muchos compuestos se toleraron mal porque producían hipotensión ortostática sintomática, dis­función sexual, diarrea y retención de líquidos, con reduc­ción subsecuente del defecto antihipertensivo. Empero, los fármacos más nuevos, y las combinaciones racionales de esos compuestos con diuréticos y vasodilatadores han su­perado muchas de tales dificultades. En el cuadro 33- 1 se muestran los subgrupos de simpaticolíticos.

Metildopa

La metildopa (ALDoMET) es un antihipertensor de acción central. Es un profármaco que ejerce su efecto antihiper­tensivo por medio de un metabolito activo.

La metildopa (a-metil-3,4-dihidroxi-L-fenilalanina) se sintetizó como un análogo de la 3,4-dihidroxifenilalanina (DOPA) diseñada para inhibir de manera competitiva la aminoácido L-aromático descarboxilasa, enzima en la vía biosintética de las catecolaminas (cap. 6). La estructura de la metildopa se muestra abajo.

El efecto antihipertensivo de la metildopa se descubrió en el transcurso de estudios en cuanto a sus efectos sobre la biosíntesis de aminas aromáticas en hipertensos (Oates y col., 1 960). Si bien la metildopa en realidad inhibió la aminoácido L-aromático descarboxilasa en seres humanos, se encontró que el efecto antihipertensivo no depende del bloqueo de esta enzima, que no es limitador de la tasa de síntesis de catecolaminas; otros inhibidores más potentes de la aminoácido L-aromático descarboxilasa no reduje-

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842 Se(cirjn J' Fúrmacos que a{ectan las filllciones renal y cardio\'ascular

METILDOPA

ron la presión arterial. Otros estudios mostraron que la metildopa, pero no otros inhibidores de la descarboxilasa, disminuía las reservas neuronales de noradrenalina. Al in­vestigar el mecanismo del decremento de esta última, se encontró que la metildopa es metabolizada por la aminoáci­do L-aromático descarboxilasa en neuronas adrenérgicas hacia a-metildopamina, que después se convierte en una a-metilnoradrenalina (fig. 33- 1 ). La a-metilnoradrenalina se almacena en las vesículas neurosecretorias de neuronas adrenérgicas, y sustituye a la noradrenalina en sí. De este modo, cuando la neurona adrenérgica descarga su neuro­transmisor, se libera a-metilnoradrenalina en lugar de noradrenalina.

Dado que la a-metilnoradrenalina es igual de potente que la noradrenalina como vasoconstrictor, la sustitución de esta última por aquélla en las vesículas neurosecretorias adrenérgicas periféricas no altera la respuesta vasocons­trictora a la neurotransmisión adrenérgica. Más bien, la a­metilnoradrenalina actúa en el cerebro para inhibir los es­tímulos eferentes neuronales adrenérgicos desde el tallo encefálico, y este efecto central constituye la prinCipal causa de su efecto antihipertensivo. Es probable que la metilnoradrenalina actúe como un a2 agonista en el tallo encefálico para atenuar la salida de señales adrenérgicas vasoconstrictoras hacia el sistema nervioso simpático pe­riférico.

Muchas pruebas apoyan la conclusión de que la metildopa actúa en el cerebro por medio de un metabolito activo para dis­minuir la presión arterial (Bobik y col., 1988; Granata y col., 1986; Reid, 1986). En animales de experimentación, el efecto hipotensivo de la metildopa queda bloqueado por los inhibido-

H�O H NH2 I I

HO a 9-� -COOH H CH3

HO� H H HO-O--{-� -NH2

H CH3

H�O H H I I

HO a 9-�-NH2 OH CH3

a-METILDOPA

I aminoácido l-aromático t descarboxilasa

a-METILDOPAMINA + Dopamina¡3-oxidasa

a-METILNORADRENALlNA

Fig. 33-1. Metabolismo de la metildopa en neuronas adrenérgicas. La a-metilnoradrenalina reemplaza a la noradrenalina en las vesícu­las neurosecretoras.

res de la DOPA descarboxilasa que tienen acceso al cerebro, pero no por inhibidores que quedan excluidos del sistema ner· vioso central (SNC). El efecto hipotensivo también es suprimi· do por inhibidores de la dopamina ¡3-hidroxilasa, y por antago· nistas de los receptores a-adrenérgicos de acción central. Las dosis pequeñas de metildopa que no disminuyen la presión arte· rial cuando se inyectan por vía sistémica desencadenan un efec­to hipotensivo cuando se inyectan en la arteria vertebral. La microinyección selectiva de a-noradrenalina en el área C-l de la parte ventrolateral rostral del bulbo raquídeo de rata desenca· dena una respuesta hipotensiva que se evita mediante bloqueo de los receptores a-adrenérgicos. Se cree que la metilnorad rena­lina inhibe las neuronas en esta área que se encargan de conser· var la descarga en reposo de nervios simpáticos periféricos, y de la transmisión del tono iniciado por barorreflejo. La inhibición a-adrenérgica excesiva de los estímulos eferentes simpáticos puede ser una consecuencia, de la acumulación de metilnora­drenalina en volúmenes mayores a los de la noradrenalina que desplaza; esto quizá dependa de que la metilnoradrenalina no constituye un sustrato para la monoaminooxidasa, la enzima de la cual depende principalmente la eliminación de noradrenalina en el cerebro.

Además de la i'

nhibición de las eferencias simpáticas (media­da por receptores a-adrenérgicos) por la metilnoradrenalina en el área Col de la parte ventrolateral rostral del bulbo raquídeo, tam­bién puede ejercer efectos inhibitorios en otros sitios como el núcleo del fascículo solitario, Asimismo, debe considerarse la posibilidad de que otros metabolitos de la metildopa quizá parti­cipen en sus efectos cardiovasculares; por ejemplo, la metildopa agota al transmisor en las neuronas .que contienen adrenalina en el tallo encefálico, pero en esas neuronas no hay reemplazo del neurotransmisor normal pora-metiladrenalina (Tung y col., 1988).

Efectos farmacológicos. La metildopa reduce la resis­tencia vascular sin causar gran cambio del gasto o de la frecuencia cardiacos en pacientes más jóvenes con hiper­tensión esencial no complicada. Con todo, en sujetos de mayor edad, el gasto cardiaco puede hallarse disminuido como resultado de un decremento de la frecuencia cardia­ca y del volumen sistólico; esto depende de relajación de venas y reducción de la precarga. La disminución de la presión arterial es máxima seis a ocho horas después de una dosis por vía oral o intravenosa. Aun cuando el decre­mento de la presión arterial en posición supina es menor que el que se observa en posición erecta, la hipotensión ortostática sintomática es menos frecuente con la metildo­pa que con fármacos que actúan exclusivamente sobre las neuronas adrenérgicas periféricas o los ganglios del siste­ma nervioso autónomo; esto se debe a que la metildopa atenúa, pero no bloquea por completo, la vasoconstricción mediada por barorreceptores. Por ello, se tolera bien du­rante anestesia quirúrgica. Cualquier hipotell6ión grave es reversible con expansión de volumen. Durante tratamien­to con metildopa, el flujo sanguíneo renal se conserva y la función renal no cambia.

Las concentraciones plasmáticas de noradrenalina dis­minuyen en relación con el decremento de la presión arte-

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Capítulo 33 -!lItihlf!('I"tensores l' la /únllilcoterapill de hll'('I"IL'II';iril/ 843

rial, y esto refleja la disminución del tono simpático. La metildopa también reduce la secreción de renina, pero este no es un efecto importante del medicamento y no se re­quiere para 'sus efectos hipotensores. Con la administra­ción prolongada de metildopa a menudo se retienen sal y agua de manera gradual, lo cual tiende a disminuir el efec­to antihipertensivo. Esto se ha denominado "seudotoleran­cia" y es posible superarla, utilizando de modo concurren­te un diurético. Despierta interés que el tratamiento con metildopa revierte la hipertrofia del ventrículo izquierdo en el transcurso de 12 semanas, sin relación manifiesta con el grado de cambio de presión arterial (Fouad y col., 1982).

Absorción, metabolismo y eliminación. Dado que la metildopa es un profármaco que se metaboliza en el cere­bro hacia la forma activa, su concentración plasmática tie­ne menos importancia para sus efectos como sucede con muchos otros compuestos. Cuando se administra por vía oral, la metildopa se absorbe mediante un transportador aminoácido activo. Las concentraciones plasmáticas máxi­mas ocurren luego de dos a tres horas. El fármaco se dis­tribuye a un volumen al parecer relativamente pequeño (0.4 L/kg) Y se elimina con una vida media de unas dos horas. El transporte de metildopa hacia el sistema nervio­so central al parecer también constituye un proceso activo (Bobik y col., 1 986). La metildopa se excreta en la orina principalmente como el conjugado sulfato (50 a 70%) y como el medicamento original (25%). La fracción restan­te se excreta como otros metabolitos, entre ellos metildo­pamina, metilnoradrenalina y productos O-metilados de esas catecolaminas (Campbell y col., 1 985). La vida me­dia de la metildopa se prolonga a cuatro a seis horas en pacientes con insufióencia renal.

A pesar de su absorción rápida y vida media breve, el efecto máximo de la metildopa se retrasa seis a ocho ho­ras, incluso después de administración por vía intraveno­sa, y la duración de acción de una dosis única por lo gene­ral es de casi 24 h; esto permite proporcionar dosificación una o dos veces al día (Wright y col., 1982). Lo más pro­bable es que la discrepancia entre los efectos de la metil­dopa y las concentraciones medidas del fármaco en el plas­ma se relacionen con el tiempo necesario para que ocurran el transporte hacia el sistema nervioso central, la conver­sión en los metabolitos activos y la eliminación de tales metabolitos del cerebro. Los individuos con insuficiencia renal son más sensibles al efecto antihipertensivo de la metildopa, pero se desconoce si esto se debe a alteración de la excreción del fármaco o a incremento del transporte hacia el sistema nervioso central.

Efectos adversos y precauciones. Además de disminuir la presión arterial, los metabolitos activos de la metildopa actúan sobre receptores a2-adrenérgicos en el tallo cere­bral para inhibir los centros que se encargan de la vigilia y

de la agudeza mental. Así, la metildopa produce sedación, en gran parte transitoria. En algunos enfermos, la disminu­ción de la energía psíquica puede ser un efecto persistente y en ocasiones sobreviene depresión. Los centros medulares que controlan la salivación también quedan inhibidos por los receptores a-adrenérgicos, y la metildopa puede pro­ducir sequedad de boca. Otros efectos colaterales que se relacionan con los efectos farmacológicos en el sistema nervioso central comprenden reducción de la libido, sig­nos parkinsonianos e hiperprolactinemia que puede tornar­se suficientemente pronunciada como para causar gineco­mastia y galactorrea. En sujetos que presentan disfunción del nodo sinoauricular, la metildopa quizá precipite bradi­cardia grave y paro sinusal, incluso el que ocurre con hi­persensibilidad del seno carotídeo.

La metildopa también genera algunas consecuencias adversas que no se relacionan con su efecto farmacológi­co. La hepatotoxicidad, a veces relacionada con fiebre, es un efecto tóxico infrecuente pero en potencia grave de la metildopa. El diagnóstico expedito de la hepatotoxicidad necesita un umbral bajo para considerar al fármaco como la causa de síntomas parecidos a hepatitis (p. ej., náusea, anorexia) y para efectuar pruebas de hepatotoxicidad (p. ej. , con determinación de la y-glutamil transpeptidasa o la alanino aminotransferasa) a las tres semanas aproximada­mente, y de nuevo unos tres meses después del inicio del tratamiento con este fármaco. Se desconoce la incidencia de la hepatitis inducida por metildopa, pero alrededor de 5% de los pacientes presentará incrementos transitorios de la actividad plasmática de alanino aminotransferasa. La disfunción hepática por lo general es reversible al suspen­der de manera expedita el medicamento, pero recurrirá si se administra metildopa otra vez y se han informado algu­nos casos de necrosis hepática letal. Es posible que la he­patitts sólo ocurra después de tratamiento a largo plazo con metildopa, pero regularmente aparece antes de tres meses luego del inicio del fármaco. Es recomendable evitar la administración de metildopa en pacientes con hepatopatía.

La metildopa puede causar anemia hemolítica. Al me­nos 20% de quienes reciben dicho compuesto durante un año presenta prueba de Coombs (prueba antiglobulina) con resultados positivos, que se deben a anticuerpos dirigidos contra el locus Rh en eritrocitos del enfermo. Sin embar­go, la aparición de una prueba de Coombs con resultados positivos en sí no constituye una indicación para suspen­der la metildopa; 1 a 5% de tales pacientes presentará anemia hemolítica que requiere suspender rápidamente el suministro del fármaco. La prueba de Coombs puede per­manecer positiva hasta por un año después de que se retira la metildopa, pero la anemia hemolítica por lo general in­voluciona en semanas. El tratamiento con glucocorticoi­des puede atenuar la hemólisis grave. Los efectos adver­sos que son aún más infrecuentes incluyen leucopenia, trombocitopenia, aplasia eritrocítica, síndrome parecido a lupus eritematoso, erupciones cutáneas liquenoides y gra-

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844 S<!ccián l' Fúrmacos que afectan las fimciolles rella/ y cardio\'{/scu/ar

nulomatosas, miocarditis, fibrosis retroperitoneal, pancrea­titis, diarrea y malabsorción.

Aplicaciones terapéuticas. La metildopa es un antihi­pertensor cuando se proporciona con un diurético. Regu­larmente se tolera bien en sujetos con cardiopatía isqué­mica y en aquéllos con disfunción sistólica, en quienes reduce la masa del ventrículo izquierdo. Empero, los efec­tos adversos frecuentes y el potencial de anormalidades inmunitarias y toxicidad de órgano son tales que no se uti­liza como fármaco inicial en monoterapia, sino que se re­serva para pacientes en quienes haya utilidad especial.

La dosis iniciai habitual de metildopa es de 250 mg dos veces al día, y hay poco efecto adicional con más de 2 g/día. La admi­nistración de una dosis única diaria de metildopa al acostarse mi­nimiza los efectos sedantes, pero en algunos enfermos quizá se requiera proporcionar la dosis dos veces al día. También se dis­pone de una preparación parenteral del etil éster de metildopa, clorhidrato de metildopato (ALDOMET ESTER HYDROCLORIDE). Por

_lo general se aplica por vía intravenosa continua e intermitente, 250 a 1 000 mg cada seis horas. La tasa de desesterificación del metildopato es variable entre los pacientes, y las dosis por vía intravenosa liberan menos metildopa hacia la circulación que la misma dosis por vía oral

Clonidina, guanabenz y guanfacina

En el capítulo 1 0, se analizan los aspectos farmacológicos detallados de los agonistas a2-adrenérgicos c/onidina (CA­TAPRES), guanabenz (WYTENSIN) y guanfacina (TENEX). Estos fármacos estimulan a los receptores a2-adrenérgicos en el tallo encefálico, lo cual da como resultado disminu­ción de las eferencias simpáticas desde el sistema nervio­so central (Sattler y van Zwieten, 1 967; Langer y col., 1980). El decremento de las concentraciones plasmáticas de noradrenalina se correlaciona de manera directa con el efecto hipotensivo (Goldstein y col. , 1 985; Sorkin y Heel, 1986). Los pacientes que han tenido una transección de la médula espinal por arriba del nivel de las vías eferentes simpáticas, no muestran respuesta hipotensiva a la cloni­dina (Reid y col, 1 977). A dosis más altas que las que se requieren para estimular a los receptores a2-adrenérgicos centrales, esos fármacos activUl a los receptores a2 en las células de músculo liso vascular. Este efecto explica la vasoconstricción inicial que se observa cuando se toman dosis excesivas de tales compuestos, y se ha postulado que es la causa de la pérdida del efecto terapéutico observada con dosis altas de esos fármacos (Frisk-Holmberg y col., 1984; Frisk-Holmberg y Wibell, 1 986).

Efectos farmacológicos. Los agonistas a2-adrenérgicos disminuyen la presión arterial mediante un efecto tanto sobre el gasto cardiaco como sobre la resistencia periféri­ca. En posición supina, cuando el tono simpático para la

vasculatura es bajo, el principal efecto es reducir tanto la frecuencia cardiaca como el volumen sistólico; con todo, en la posición erecta, cuando las eferencias simpáticas hacia la vasculatura normalmente se hallan aumentadas, esos fármacos disminuyen la resistencia vascular. Siempre ocu­rre cierto grado de hipotensión ortostática debido a reduc­ción de la circulación venosa (a consecuencia de venodi­latación sistémica), .pero la hipotensión postural sintomática es infrecuente en ausencia de disminución de volumen. Hay decremento de los reflejos simpáticos, pero no se en­cuentran inhibidos por completo y las respuestas simpáti­cas que se relacionan con el uso de vasodilatadores arte­riolares como hidralazina y minoxidil están disminuidas. Aun así, los agonistas az-adrenérgicos no interfieren en la respuesta hemodinámica al ejercicio, y la hipotensión in­ducida por este último es infrecuente . El decremento del tono simpático cardiaco disminuye la contractilidad mio­cárdica y la frecuencia cardiaca. El flujo sanguíneo renal y la tasa de filtración glomerular se hallan conservados. La secreción de renina a menudo está disminuida, aunque mostrará respuesta a la reducción de volumen o a la con­servación de una postura erecta; no hay correlación entre la respuesta hipotensiva y e l efecto sobre la actividad de

. renina plasmática. Es posible que ocurra retención de sal y agua con los agonistas a2-adrenérgicos, Y tal vez sea necesario utilizar un diurético de manera concurrente . Los agonistasa2-adrenérgicos de acción central no tienen efecto sobre los lípidos plasmáticos, o bien producen reducción leve del colesterol total, el LDL-colesterol, y de los trigli­céridos (Lardinois y Neuman, 1 988).

Cuando se introdujo por vez primera el guanabenz, hubo con­siderable interés por las observaciones de que podría ser natriu­rético en animales de experimentación. De cualquier modo, las investigaciones en seres humanos han dado resultados variables. Con el tratamiento a largo plazo, regularmente hay pérdida pe­queña de peso, pero no cambios del equilibrio de sal y agua im­portantes en clínica, lo cual sugiere que la "seudotolerancia" (re­tención del Na+) que se observa con la metildopa y la guanetidina, quizá no ocurra con el guanabenz. No obstante, los efectos anti­hipertensivos de los diuréticos y el guanabenz son aditivos. Cuan­do se administra guanabenz después de una carga de sal, tiene efecto natriurético, y hacia los siete días se alcanza una nueva estabilización del equilibrio del Na+. Se cree que este efecto a corto plazo se relaciona con decremento de la estimulación sim­pática renal, con reducción subsecuente de la resorción del Na+ en la parte proximal de la nefrona (Gehr y col., 1 986). También se ha demostrado que el guanabenz causa diuresis de agua en algunas situaciones, lo cual tal vez se deba a inhibición de la liberación y de los efectos renales de la vasopresina (Strandhoy, 1 985). La estimulación de receptores a2-adrenérgicos renales mediante el guanabenz inhibe la acumulación (intlucida por va­sopresina) de cAMP (Gellai y Edwards, 1 988).

Efectos adversos y precauciones. Si bien los agonistas a2-adrenérgicos casi nunca originan reacciones adversas que pongan en peligro la vida, muchos pacientes presen-

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Capítulo 33 Antihipertensores y la jarmacoterapia de hipertensión 845

tan efectos colaterales molestos y a veces intolerables. En al menos 50% de los enfermos, sobrevienen sedación y xerostomía al inicio del tratamiento con clonidina y guana­benz, así como en 25% de quienes reciben guanfacina (Wilson y col., 1 986). Si bien estos síntomas disminuyen después de varias semanas de tratamiento, al menos 1 0% de los enfermos suspende el fármaco debido a la persis­tencia de tales efectos, o por impotencia, náusea o desva­necimiento. La xerostomía quizá se acompañe de seque­dad de la mucosa nasal, ojos secos, así como de inflamai:ión de la glándula parótida y dolor de la misma. La clonidina genera incidencia más baja de boca seca y sedación cuan­do se administra por vía transdérmica, quizá porque se evitan concentraciones máximas altas. Los efectos menos frecuentes en el sistema nervioso central incluyen altera­ciones del sueño, con sueños o pesadillas vívidos, inquie­tud y depresión. Los efectos cardiacos relacionados con el efecto simpaticolítico de estos medicamentos incluyen bra­dicardia sintomática y paro sinusal en pacientes con dis­función del nodo sinoauricular, y bloqueo auriculoventri­cular (AV) en sujetos con enfermedad del nodo AV o en quienes toman otros fármacos que deprimen a este último. En 1 5 a 20% de los individuos que reciben c10nidina por vía transdérmica, puede aparecer detmatitis por contacto.

La suspensión súbíta de un agonistaa2-adrenérgico pue­de causar un síndrome de supresión que consta de cefa­lalgia, aprensión, temblores, dolor abdominal, sudación y taquicardia. La presión arterial quizás aumente hasta ci­fras por arriba de fas previas al tratamiento, pero es posi­ble que el síndrome ocurra en ausencia de incremento ex­cesi vo de la presión. Los síntomas típicamente ocurren 1 8 a 36 h después de que se suspende el fármaco y se rela­cionan con aumento de la descarga simpática, según que­da de manifiesto por concentraciones plasmáticas y urina­rias altas de catecolaminas.. Se desconoce la incidencia exacta del síndrome de supresión, pero se relaciona con la dosis; es infrecuente en quienes toman 0.3 mg o menos al día de c1onidma, y más habitual y grave cuando se suspen­den dosis mayores. Se ha informado con todos los fánna­cos de esta clase, pero puede ser más leve con guanfacína, quizá debido a su vida media más prolongada. También se ha observado hipertensión de rebote luego de suspender la administración de c10nidina por vía transdérmica (Metz y

col., 1 987). Los enfermos que pennanecen recibiendo un antagonista p-adrenérgico después de que se suspende un agonista aradrenérgico tal vez tengan hipertensión más grave durante el síndrome de supresión.

El tratamiento de este último síndrome depende de la urgencia de la reducción de la presión arteriaL En ausen­cia de encefalopatía hipertensiva, es posible tratar a los pacientes con la dosis habitual de antihipertensor, que debe reducir la presión antes de dos horas. Cuando se requiere un efecto más rápido, es apropiado el nitroprusiato de so­dio, o una combinación de un bloqueador a y p-adrenérgi­co. En esta situación no deben usarse solos los bloqueado-

res p-adrenérgicos puesto que acentuarán la hipertensión al petmitir que haya vasoconstricción a-adrenérgica sin oposición, causada por las concentraciones circulantes al­tas de adrenalina.

Dado que se ha descrito hipertensión perioperatoria cuando la clonidina se suspende la noche previa a la operación, los pa­cientes quirúrgicos que se encuentran bajo tratamiento con un agonista a2-adrenérgico deben cambiarse a otro fármaco antes de la operación electiva, o recibir la dosis matutina, o la c10nidina transdérmica, o ambas, antes del procedimiento. Todos los indi­viduos en quienes se administra uno de esos fármacos han de recibir información acerca del peligro potencial de suspender el medicamento de manera repentina, y cuando se sospecha falta de apego a la prescripción, no deben proporcionarse agonistas a2-adrenérgicos contra hipertensión.

Las interacciones farmacológicas adversas con los agonistas a2-adrenérgicos son infrecuentes. Los diuréticos potencian de manera predecible el efecto hipotensivo de estos fármacos. Los antidepresores tricíc1icos inhiben el efecto antihipertensivo de la c1onidina, pero se desconoce el mecanismo de esta interac-

• •

clon. La dosificación excesiva de un agonista a2-adrenérgico causa

depresión del sensorio, hipertensión transitoria seguida por hi­potensión, bradicardia y depresión respiratoria. La respiración deprimida (con miosis) semeja los efectos de un opioide. El tra­tamiento consiste en apoyo ventilatorio, atropina o un simpati­comimético para bradicardia, y apoyo circulatorio con expan­sión del volumen sanguíneo, y dopamina o dobutamina si se

requiere.

Aplicaciones terapéuticas. Los agonistas aradrenérgi­cos por lo general se suministran con diuréticos para tratar hipertensión, pero pueden ser eficaces cuando se propor­cionan solos; todos los fármacos de esta clase son igual de eficaces (Holmes y col., 1983). Los efectos en el sistema nervioso central son tales que esta clase de medicamentos no constituyen una opción principal para la monoterapia contra hipertensión, ni es la primera elección en el uso conjunto con un diurético. Estos compuestos también son eficaces para disminuir el incremento reflejo de la actividad simpática producido por los vasodilatadores y pueden usar­se en lugar de un antagonista p-adrenérgico para este pro­pósito. Dado que el síndrome de supresión de c10nidina predomina en quienes toman dosis más altas del fánnaco, la c10nidina a dosis mayores de 0.3 mg/día no es un trata­miento óptimo en individuos con hipertensión grave.

También se ha empleado clonidina en hipertensos en el diagnóstico de feocromocitoma. La falta de supresión de la concentración plasmática de noradrenalina a menos de 500 pgiml tres horas después de una dosis oral de 0.3 mg de c1onidina, sugiere la presencia de una neoplasia de ese tipo. Cuando los . resultados basados en las concentracio­nes plasmáticas de noradrenalina son dudosos, quizá sea útil una modificación de dicha prueba, en la cual se mide la eliminación urinaria de noradrenalina y adrenalina du­rante toda la noche, después de administrar una dosis de

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846 SeccifÍn ¡ ' Fármacos que afectan las /unciones rellal \ ' umlio msclIlar

0.3 mg de clonidina al acostarse (MacDougall y col., 1988). En los capítulos 1 0, 14 Y 24 se analizan otros usos de los agonistas aradrenérgicos.

Bloqueadores ganglionares

Se comentan en el capítulo 9. Son antihipertensores eficaces, pero en la actualidad su aplicación se limita al tratamiento a corto pla­zo de hipertensión relacionada con aneurisma disecante de la aorta, y a la producción de hipotensión controlada durante intervención quirúrgica. El fármaco más útil en la disección aórtica es el tri­metafán porque reduce la presión arterial como la pendiente as­cendente de la curva de presión arterial en la aorta; este último efecto posee importancia para hacer lenta la propagación de la disección. El camsilato de trimetafán (ARFONAD) se aplica por vía intravenosa lenta, 0.3 a 5 mg/min. La hipotensión aumenta al co­locar al paciente en posición de Trendelenburg; esto incrementa el estancamiento venoso y da como resultado reducción de la precarga cardiaca. El efecto hipotensor empieza antes de cinco minutos y desaparece en el transcurso de 15 min luego de sus­pender la administración. La taquifilaxia al efecto antihipertensivo aparece después de 24 a 48 h; esto se debe en parte a expansión del volumen plasmático, y con frecuencia es posible restituir la sensibilidad con diuresis. El trimetafán genera diversos efectos secundarios no deseados, relacionados con bloqueo ganglionar, incluso íleo paralítico, disfunción de la vejiga urinaria, boca seca y visión borrosa. El trimetafán puede producir paro respiratorio cuando se proporcionan más de 5 mglmin, y esas dosis deben evitarse.

Gua nctidina

La guanetidina (ISMELIN) es el prototipo de fármacos que inhi­ben de manera específica la función de las neuronas adrenérgi­cas posganglionares periféricas. La guanetidina y compuestos relacionados contienen una mitad fuertemente básica como el grupo guanidina. La estructura de la guanetidina es como sigue:

�H

O

-CH -CH -NH-C 2 2 "-NH2

GUANETIDINA

Sitio y mecanismo de acción. La guanetidina se dirige única­mente a neuronas adrenérgicas periféricas, donde inhibe la fun­ción simpática. El fármaco alcanza su sitio de acción mediante transporte activo hacia la neurona a través del mismo transpor­tador que se encarga de la recaptación de noradrenalina (cap. 6). En la neurona, la guanetidina está concentrada dentro de las ve­sículas neurosecretorias, donde reemplaza a la noradrenalina. Durante la administración a largo plazo, la guanetidina actúa como "neurotransmisor sustitutivo", por cuanto se encuentra en vesículas de almacenamiento, agota al transmisor normal y pue­de liberarse mediante estímulos que normalmente liberan nora­drenalina. Este reemplazo de la noradrenalina por un transmisor inactivo quizás es el principal mecanismo de su efecto bloquea-

dor de neuronas cuando se proporciona a dosis de sostén ham;

tuales. Cuando la guanetidina se administra a dosis agudas gr& des, también parece bloquear el acoplamiento entre excitación! secreción de modo análogo al mecanismo del bloqueo por � bretilio, otro bloqueador de neuronas adrenérgicas (Shand y col. 1 973).

Por vía intramuscular, la guanetidina inicialmente libera no.: radrenalina en un volumen que basta para aumentar la presiÓD arterial. Esto no ocurre al proporcionarla por vía oral, dado q� bajo estas circunstancias la noradrenalina sólo se libera con len!

titud a partir de las vesículas, y la monoaminooxidasa la desi� tegra dentro de la neurona. Sin embargo, debido al potencial de liberación de noradrenalina, la guanetidina está contraindicada en pacientes con feocromocitoma.

Durante el bloqueo de neuronas adrenérgicas con guanetidina, las células efectoras se tornan supersensibles a la noradrenalina. La supersensibilidad es similar a la que se produce median� desnervación simpática posganglionar.

I Efectos farmacológicos. En esencia todos los efectos terapéu· ticos y adversos de la guanetidina dependen del bloqueo simpá� tico (Woosley y Nies, 1 976). Una combinación de venodilatación, que reduce la precarga cardiaca, e inhibición de los nervios sim· páticos cardiacos, da como resultado disminución del gasto car­diaco. Las arteriolas no muestran respuesta al decremento de este último puesto que la guanetidina bloquea la vasoconstric­ción mediada por actividad simpática. De este modo cuando la actividad simpática es normalmente baja, la presión arterial se reduce moderadamente en la posición supina, pero la presión puede disminuir de modo notorio durante situaciones en las cua­les hay incremento de la activación simpática, como la adop­ción de postura erecta, ejercicio y decremento del volumen plas· mático. Durante tratamiento con guanetidina hay disminución moderada del flujo sanguíneo renal y de la tasa de filtración glomerular, pero esto no tiene consecuencias clínicas; no hay reducción de la secreción de renina. El volumen plasmático a menudo se expande, lo cual puede disminuir la eficacia antihi· pertensiva de la guanetidina, y e.xige administración de un diu­rético para restituir el efecto antihipertensivo. La guanetidina no entra en el sistema nervioso central, y el fármaco no afecta la función cerebral.

Absorción, metabolismo y eliminación. La biodisponibilidad de guanetidina es baja y variable, y sólo 3 a 50% de una dosis oral alcanza la circulación sistémica. El medicamento se trans­porta con rapidez a su sitio de acción intraneuronal, a partir del cual se elimina con una vida media de cinco días. Alrededor de 50% del compuesto se metaboliza, y el resto se excreta sin cam· bios en la orina. Debido a su vida media prolongada, la guaneti· dina puede administrarse una vez al día, y las dosis repetidas a diario se acumularán al menos dos semanas.

Efectos adversos. La guanetidina genera efectos indeseables que se relacionan por completo con bloqueo simpático. La hipoten­sión sintomática durante la posición de pie, el ejefcicio, la inges­tión de alcohol, o el clima frio depende de falta de compensación simpática para esos tipos de estrés. Una sensación general de debilidad se relaciona parcialmente con hipotensión postura\. Casi nunca la guanetidina precipita insuficiencia cardiaca congestiva en pacientes con reserva cardiaca limitada, como resultado de

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C"pitlllo 33 Anlihipcrlcnso/'('s r la jÚ/'11Io c()[(!rapia de hipc/'lcl/Si<Ín 847

decremento del tono adrenérgico cardiaco y retención de líqui­dos inducida por el fármaco. La disfunción sexual por lo general se presenta como eyaculación tardía o retrógrada. También pue­de ocurrir diavea y ser de gravedad suficiente como para limitar la dosis. Si bien la diarrea suele atribuirse a bloqueo simpático con predominio parasimpático, la extensión del problema no se correlaciona bien con el grado de bloqueo simpático, y otros fár­macos que originan dicho bloqueo pueden causar menos diarrea.

Dado que la guanetidina se transporta de manera activa hacia su sitio de acción, los compuestos que bloquean la captación normal de noradrenalina o que desplazan a esta última desde sus sitios de almacenamiento inhibirán el efecto de la guanetidina. Estos fármacos incluyen antidepresores tri cíclicos, cocaína, clor­promazina, efedrina, fenilpropanolamina y anfetamina (Mitchell y col., 1970).

Aplicaciones terapéuticas. A principios del decenio de 1 970, la guanetidina era un importante antihipertensor para pacientes con hipertensión grave; también se usaba en sujetos que no tole­raban los efectos de la metildopa y la reserpina en el sistema nervioso central. En la actualidad, se dispone de muchos medi­camentos que son igual de eficaces que la guanetidina y que se toleran mucho mejor, y dicho fármaco sólo constituye una con­sideración en los infrecuentes casos que no toleran compuestos alternativos, o cuya presión arterial no se controla con los mis­mos. La dosis habitual de guanetidina es de l O a 50 mg una vez al día; la dosis inicial debe ser de 1 0 mg/día. La guanetidina por lo general se proporciona con un diurético, y la dosificación no debe ajustarse antes de cada dos semanas. Pueden requerirse dosis de hasta 400 mg/día. Se ha descrito un régimen de satura­ción para control más rápido de la presión arterial en pacientes hospitalizados (Shand y col., 1 975).

Guanadrel

El guanadrel (HYCOREL) es otro bloqueador de neuronas adre­nérgicas que contiene guanidina; su estructura se muestra al fi­nal del párrafo. El guanadrel y la guanetidina actúan de la mis­ma manera. La principal diferencia entre ambos compuestos yace en sus propiedades farmacocinéticas (Finnerty y Brogden, 1985). La biodisponibilidad del guanadrel es alta (85%), y la vida me­dia de eliminación es de 10 h. De este modo, el guanadrel debe administrarse dos veces al día para producir efecto sostenido y se acumula con rapidez hasta alcanzar estabilidad. Como resul­tado de la vida media y duración de acción breves, se ha afirma­do que la dosis de guanadrel puede ajustarse para evitar algunos de los efectos colaterales de la guanetidina. En realidad, casi todos los estudios indican que la eficacia y los efectos adversos del guanadrel y la guanetidina son similares, con la excepción de incidencia más baja de diarrea con el primero. El guanadrel posee las mismas interacciones farmacológicas que la guaneti­dina. El medicamento se proporciona dos o más veces al día. La dosis inicial habitual es de 1 0 mg, y las dosis de sostén varían de 20 a 75 mg/día.

�NH aOJCH2-NH-C"

NH2 O

GUANADREL

Reserpina

La reserpina es un alcaloide que se extrae de la raíz de Rauwolfia serpentina (Benth), arbusto trepador natural de la India. En escri­tos antiguos Hindu Ayurvedic, se encuentran descripciones del uso medicinal de la raíz de esta planta. El uso "moderno" de la raíz entera en el tratamiento de hipertensión y psicosis se descri­bió en la lit\!ratura hindú en 1 93 1 (Sen y Bose, 1 93 1). Empero, los alcaloides de Rauwolfia no se usaron en medicina occidental sino hasta mediados del decenio de 1 950. La reserpina fue el pri­mer medicamento que se encontró que interfiere en la función del sistema nervioso simpático en seres humanos, y su utiliza­ción empezó en la era moderna de la farmacoterapia eficaz de la hipertensión. La estructura de la reserpina es como sigue:

O-C O 11

�OCH3

OCH3 o OCH3 CH3

RESERPINA

Sitio y mecanismo de acción. La reserpina se une de manera estrecha a vesículas de almacenamiento y neuronas adrenérgicas centrales y periféricas, y permanece en esos sitios durante perio­dos prolongados (Giachetti y Shore, 1978). Las vesículas de al­macenamiento se toman disfuncionales como resultado de su in­teracción con reserpina, y las terminaciones nerviosas pierden su habilidad para concentrar y almacenar noradrenalina y dopami­na. Las catecolaminas escapan hacia el citoplasma, donde que­dan destruidas por la monoaminooxidasa intraneuronal, y se des­carga poco o ningún transmisor activo a partir de las terminales nerviosas cuando están despolarizadas. Ocurre un proceso simi­lar en sitios de almacenamiento para la 5-hidroxitriptamina. El agotamiento (inducido por reserpina) de aminas biógenas se co­rrelaciona con datos de disfunción simpática y efectos antihiper­tensivos. La recuperación de la función simpática exige síntesis de nuevas vesículas de almacenamiento, que toma días a sema­nas después de que se suspende el fármaco. Dado que la reserpi­na agota las aminas en el sistema nervioso central, así como en las neuronas adrenérgicas periféricas, es probable que sus efec­tos antihipertensivos se relacionen con un efecto central y uno periférico; es indudable que muchas de las consecuencias adver­sas de la reserpina se relacionan con su acción en el sistema ner­vioso central.

Efectos farmacológicos. Tanto el gasto cardiaco como la re­sistencia vascular periférica están reducidos durante el tratamien­to a largo plazo con reserpina. Puede sobrevenir hipotensión or­tostática, pero casi nunca provoca síntomas. Hay decremento de la frecuencia cardiaca y de la secreción de renina. Se observa retención de sal y agua, lo cual suele producir "seudotolerancia".

Absorción, metabolismo y eliminación. Se dispone de pocos datos acerca de las propiedades farmacocinéticas de la reserpina debido a la falta de una evaluación que haga posible detectar

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848 Sección V Fármacos que afectan las [unciones renal y cardiovascular

concentraciones bajas del fármaco o sus metabolitos. La reser­pina unida a vesículas de almacenamiento aisladas no se puede eliminar mediante diálisis, lo cual indica que la unión no está en equilibrio con el medio circunvecino. Debido a la naturaleza irre­versible de la unión a reserpina, es poco probable que el volu­men del fármaco en el plasma tenga relación constante con la concentración del medicamento en el sitio de acción. La reserpi­na se metaboliza por completo, y el fármaco original no se ex­creta sin cambios.

Toxicidad y precauciones. Casi todos los efectos de la reser­pina se deben a su acción sobre el sistema nervioso central. Las consecuencias adversas más frecuentes incluyen sedación e in­habilidad para concentrarse o desempeñar tareas complejas. Es más grave la depresión psicótica ocasional que puede conducir a suicidio. La depresión por lo general aparece de manera insi­diosa en el transcurso de muchas semanas o meses, y a causa del inicio tardío y gradual de los síntomas es posible quC( no se atri­buya al fármaco. La reserpina ha de suspenderse ante el primer signo de depresión y nunca se administre cuando hay antece­dente de este trastorno, misma que parece ser infrecuente con dosis de 0.25 mg/día o menos, pero llega a suceder. Otros efec­tos adversos incluyen congestión nasal y exacerbación de enfer­medad ulcerosa péptica, que es poco habitual con dosis peque­ñas por vía oral. La literatura contiene estudios epidemiológicos que parecieron enlazar a la reserpina con cáncer mamario. Es casi seguro que esos datos dependieron del sesgo en la selec­ción de enfermos, y datos recientes no apoyan la afirmación de que la reserpina constituya un factor de riesgo en la aparición de dicho tipo de cáncer (Feinstein, 1 988).

Aplicaciones terapéuticas. La reserpina fue el simpaticolítico que se utilizó en el Veterans Administration Cooperative Study que sirve como punto de referencia y que demostró los efectos beneficiosos del tratamiento de la hipertensión (Veterans Admi­nistration Cooperative Study Group onAntihypertensiveAgents, 1967, 1 970), pero con la disponibilidad de fármacos más nue­vos que son eficaces y se toleran bien, el uso de reserpina ha disminuido debido a sus efectos adversos en el sistema nervioso central. Sin embargo, en estudios comparativos, la reserpina a dosis bajas, junto con un diurético, se toleró tan bien como las combinaciones de un diurético con propranolol o metildopa. La principal ventaja de la reserpina es que es mucho menos costosa que otros antihipertensores. La reserpina se utiliza una vez al día con un diurético, y se requieren varias semanas para alcan­zar un efecto máximo. La dosis diaria debe limitarse a 0.25 mg o menos, y dosis de apenas 0.05 mgldía pueden resultar eficaces cuando también se administra un diurético.

Metirosina

La metirosina (DEMsER) es una (-)-a-metil-L-tirosina. La estruc­tura se muestra al final del párrafo. Es un inhibidor de la tirosina hidroxilasa, que cataliza la conversión de tirosina en DOPA; éste es el paso limitador en la tasa de la biosíntesis de catecolaminas (cap. 6). A dosis de l a 4 g/día, la metirosina disminuye la bio­síntesis de catecolaminas de 35 a 80%, en pacientes con feocro­mocitoma. El decremento máximo de fa síntesis sólo ocurre des­pués de varios días, y el efecto puede valorarse con mediciones de las catecolaminas y sus metabolitos en orina.

� CH, H�CH,-{-COOH

NH,

METIROSINA

La metirosina se emplea como coadyuvante para la fenoxi· benzamina y otros bloqueadoresa-adrenérgicos en el tratamiento del feocromocitoma maligno y en la preparación preoperatoria para extirpación de feocromocitoma (Brogden y col., 1981). La metirosina conlleva riesgo de cristaluria, que puede minimizar· se al conservar un volumen diario de orina de más de 2 L. Otro. efectos adversos incluyen hipotensión ortostática, sedación, sigo nos extrapiramidales, diarrea, ansiedad y alteraciones psíquicas. Las dosis deben titularse con sumo cuidado para alcanzar inhi. bición importante de la biosíntesis de catecolaminas y, aun asf, minimizar los efectos adversos sustantivos.

Antagonistas de los receptores ,B-adrenérgicos

Cuando se investigaron por primera vez en pacientes, no se esperaba que los bloqueadores de los receptores ,B-adrenérgicos tuvieran efectos antihipertensivos. Empe. ro, se encontró que el pronetalol, un fármaco que nunca se comercializó, reduce la presión arterial en hipertensos con angina de pecho. Este efecto antihipertensivo después se demostró para el propranolol y todos los antagonistas de los receptores ,B-adrenérgicos. Las propiedades farmaco­lógicáS de estos medicamentos se analizan en el capítulo 10; aquí se describirán las características pertinentes a su uso en hipertensión.

Sitio y mecanismo de acción. El antagonismo de los re· ceptores ,B-adrenérgicos afecta la regulación de la circula· ción por medio de diversos mecanismos, entre ellos reduc· ción de la contractilidad miocárdica y del gasto cardiaco. Una consecuencia importante del bloqueo de los recepto· res ,B-adrenérgicos es el decremento de la secreción de re­nina, con disminución resultante de angiotensina 11. Mu­chas pruebas apoyan el concepto de que la reducción de la angiotensina 11, con sus múltiples consecuencias sobre el control circulatorio y sobre la aldosterona, contribuye de manera importante al efecto antihipertensivo de esta clase de fármacos que actúa junto con los efectos cardiacos. Está claro que los bloqueadores ,B-adrenérgicos generan efectos que no parecen depender de la renina, en particular cuando se administran a dosis más altas. Se han postulado varios mecanismos para explicar una disminución (no dependiente de renina) de la presión arterial, incluso alteración del con­trol del sistema nervioso simpático a nivel del sistema nervioso central, un cambio de la sensibilidad de los baro­receptores, una alteración de la función de neuronas adre­nérgicas periféricas e incremento de la biosíntesis de pros­taciclina. Dado que todos los antagonistas ,B-adrenérgicos son antihipertensores eficaces, y que el (+ )-propranolol,

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que tiene poca actividad bloqueadora de los receptores 13-adrenérgicos, no influye sobre la presión arterial, el efecto terapéutico antihipertensivo de tales compuestos se rela­ciona sin duóa con bloqueo de los receptores f3-adre­nérgicos.

Efectos farmacológicos. Los bloqueadores f3-adrenérgi­cos varían en cuanto a su liposolubilidad, selectividad por el receptor f3 l -adrenérgico, presencia de actividad simpa­ticomimética agonista parcial o intrínseca, y propiedades estabilizadoras de membrana. Independientemente de esas diferencias, todos los antagonistasf3-adrenérgicos son igual de eficaces como antihipertensores. Los fármacos sin acti­vidad simpaticomimética intrínseca producen reducción inicial del gasto cardiaco y aumento (inducido por reflejo) de la resistencia períférica, sin cambio neto de la presión arteria1. En pacientes que responden con disminución de esta última, la resistencia periférica vuelve a las cifras pre­vias al tratamiento en algunas horas o días. Es esta norma­lización tardía de la resistencia vascular ante disminución persistente del gasto cardiaco 10 que explica la reducción de la presión arterial (van den Meiracker y co1. , 1988). Los fármacos con actividad simpaticomimética intrínseca ori­ginan menos consecuencias sobre la frecuencia y el gasto cardiacos en reposo, y el decremento de la presión arterial se correlaciona con disminución de la resistencia vascular por debajo de las cifras previas al tratamiento, quizá debi­do a estimulación de receptores P2-adrenérgicos que me­dian la vasodilatación.

Casi todos los antagonistas p-adrenérgicos reducen el flujo sanguíneo renal a corto plazo, pero los informes de deterioro de la función renal vinculados con la adminis­tración a largo plazo de esos fármacos son infrecuentes. Aun así, es posible que persistan reducciones pequeñas del flujo plasmático renal y de la filtración glomerular, en particular con los medicamentos no selectivos que bloquean los receptores tanto PI como P2-adrenérgicos.

Efectos adversos y precauciones. Los efectos adversos de los bloqueadores f3-adrenérgicos se comentan en el ca­pítulo 10. Esos fármacos deben evitarse cuando hay enfer­medad reactiva de las vías respiratorias (asma), o disfun­ción del nodo sinoauricular o auriculoventricular. Los antagonistas de los receptores f3-adrenérgicos no deben ser los fármacos iniciales empleados en hipertensos con insú­ficiencia cardiaca, debido a la combinación nociva de un decremento de la contractilidad miocárdica junto con au­mento de la resistencia vascular periférica. Después de que la insuficiencia cardiaca se ha abordado desde los puntos de vista diagnóstico y terapéutico, incluso reducción de la resistencia vascular periférica con otro fármaco, los blo­queadores P pueden considerarse como componentes ra­cionales del tratamiento antihipertensivo a largo plazo. Los pacientes con diabetes insulinodependiente también reac­cionan mejor con otros fármacos.

Capillita 33 Antihipcrtensares y ta farmacotc:rapia de hipertensión 849

Los antagonistas de los receptores p-adrenérgicos sin actividad simpaticomimética intrínseca aumentan las ci­fras de triglicéridos en plasma y disminuyen los de HQL­colesterol, sin cambiar las concentraciones totales de este último. Los bloqueadores f3-adrenérgicos con actividad simpaticomimética intrínseca tienen poco efecto o ningu­no sobre los lípidos sanguíneos o aumentan el HDL-coles­terol. Se desconocen las consecuencias a largo plazo de tales efectos.

La suspensión repentina de algunos bloqueadores P­adrenérgicos puede producir un síndrome de supresión que recuerda la hiperactividad simpática; esto quizás exacerbe los síntomas de arteriopatía coronaria. Cuando se suspenden los antagonistas de los receptores f3-adrenérgicos en hiper­tensos, se ha notado hipertensión de rebote hasta cifras más altas que las previas al tratamiento (Houston y Hodge, 1988). De este modo, los bloqueadores f3-adrenérgicos no deben suspenderse de manera súbita, salvo bajo observa­ción constante; es necesario disminuir la dosis de modo progresivo durante l O a 14 días antes de la suspensión.

Los antiinflamatorios no esteroides como la indometa­cina pueden reducir el efecto antihipertensivo del propra­nolol, y quizá de otros antagonistas de los receptores f3-adrenérgicos. Este efecto tal vez se relacione con inhibición de la síntesis vascular de prostaciclina, así como con re­tención del Na+ (Beckmann y col., 1988).

La adrenalina genera hipertensión y bradicardia graves en presencia de un antagonista no selectivo de los recepto­res p-adrenérgicos. Esto se debe a la estimulación sin opo­sición de los ryceptoresa-adrenérgicos cuando se bloquean los receptores /32 vasculares, y la bradicardia es el resulta­do de estimulación vagal refleja. Esas respuestas hiper­tensivas "paradój icas" a los antagonistas de los receptores f3-adrenérgicos se han observado en sujetos con hipoglu­cemia o feocromocitoma, o durante supresión de clonidina o administración de adrenalina como fármaco terapéutico.

Aplicaciones terapéuticas. Los antagonistas de los re­ceptores p-adrenérgicos proporcionan tratamiento eficaz contra muchas enfermedades cardiovasculares y de otros tipos, y son útiles contra la hipertensión de cualquier gra­do. A pesar de notorias diferencias de sus propiedades far­macocinéticas, la duración del efecto antihipertensivo de todos los bloqueadores P basta para permitir administra­ción dos veces al día. Las poblaciones que tienen menor respuesta antihipertensiva a los bloqueadores P incluyen los ancianos y los afroestadounidenses, pero algunos indi­viduos en esos grupos tal vez generen respuesta excelente. Se ha demostrado que los fumadores poseen menor res­puesta antihipertensiva al propranolol que los no fumado­res, pero esto puede no ser el caso con un antagonista se­lectivo de los receptores PI como el metoprolol (lPPPSH Collaborative Group, 1985; Medical Research Council Working Party, 1985; Wikstrand y col . , 1988). Los antago­nistas de los receptores f3-adrenérgicos casi nunca causan

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850 Sección V Fármacos que afectan las filllciones renal y cardiovascular

retención de sal y agua, y no se requiere proporcionar un diurético para evitar edema o tolerancia. Comoquiera que sea, los diuréticos tienen efectos antihipertensivos aditivos cuando se combinan con bloqueadores f3. La combinación de un antagonista de los receptores f3-adrenérgicos, con un diurético y un vasodilatador es eficaz en pacientes que re­quieren un tercer fármaco. Cuando el minoxidil es el vaso­dilatador, esta combinación permite controlar la presión arterial en la mayoría de los enfermos, incluso si muestran resistencia a otros regímenes.

Antagonistas de los receptores a-adrenérgicos

La creación de fármacos que bloquean de manera selecti­va los receptores a ,-adrenérgicos sin afectar a los a2-adrenérgicos ha agregado otro grupo de antihipertensores eficaces. Las propiedades farmacológicas de tales com­puestos se analizan en detalle en el capítulo 10 . Elprazosín (MINIPRESS), terazosina (HYTRIN), y doxazosina (CARDURA) son los fármacos que están disponibles para tratar la hi­pertensión. Además, una parte importante de los efectos antihipertensivos de fármacos que se encuentran en investi­gación, como el ketanserina, el indoramina y el urapidil, puede depender del bloqueo de receptores a , -adrenérgicos (Cubeddu, 1988).

Efectos farmacológicos. Al principio, los antagonistas a , -adrenérgicos aminoran la resistencia arteriolar y la capacitancia venosa; esto causa incremento reflejo (me­diado por actividad simpática) de la frecuencia cardiaca y de la actividad de renina plasmática. Durante tratamiento a largo plazo, la vasodilatación persiste pero el gasto y la frecuencia cardiacos así como la actividad de renina plas­mática vuelven a lo normal. El flujo sanguíneo renal no cambia durante el tratamiento con antagonistas de los re­ceptores a , -adrenérgicos. El bloqueo a , -adrenérgico ge­nera hipotensión postural de magnitud variable, dependien­do del volumen plasmático. Durante la administración continua en muchos pacientes sobreviene retención de sal y agua, y esto atenúa la hipotensión postural. Los antagonis­tas de los receptores a , -adrenérgicos reducen las concentra­ciones plasmáticas de triglicéridos, así como el colesterol total y el LDL-colesterol, y aumentan el HDL-colesterol. Esos efectos en potencia favorables en los lípidos persts­ten cuando se proporciona al mismo tiempo un diurético tiazídico. Se desconocen las consecuencias a largo plazo de esos cambios inducidos por fármacos.

Efectos adversos. La principal precaución con respecto al uso de antagonistas de los receptores a , -adrenérgicos contra la hipertensión es el denominado fenómeno de pri­mera dosis: hipotensión ortostática sintomática que ocurre en el transcurso de 90 min luego de la dosis inicial del fármaco, o cuando la dosificación se incrementa con rapi-

dez. Este efecto puede observarse hasta en 50% de los enfermos, y es en particular probable en personas que ya, están recibiendo un diurético o un antagonista de los re­ceptores f3-adrenérgicos. Después de las primeras dosis, aparece tolerancia a esta respuesta hipotensiva notoria.

.

Aplicaciones terapéuticas. Los antagonistas de los re­ceptoresa,-adrenérgicos pueden utilizarse en el tratamiento de la hipertensión de cualquier grado, pero esos compues­tos casi nunca son eficaces por sí solos, salvo en sujetos con hipertensión de leve a moderada. Los diuréticos y an­tagonistas de los receptores f3-adrenérgicos aumentan la eficacia de los bloqueadores a , . El prazosín no es el fár­maco más adecuado en personas con feocromocitoma por­que aún puede sobrevenir una respuesta vasoconstrictora a la adrenalina por activación de receptoresaradrenérgicos vasculares no bloqueados.

Antagonistas de los receptores a y ,B-adrenérgicos

combinados

El labetalo/ (NORMODINE, TRANDATE) (cap. 1 0) es una mezcla equimolar de cuatro estereoisómeros. Un isómero es un antago­nista de los receptores a ,-adrenérgicos (como el prazosín), otro es un antagonista no selectivo de los receptores ,B-adrenérgicos, con actividad agonista parcial (como el pindolol), y los otros dos isómeros son inactivos. El isómero que es el antagonista de los receptores ,B-adrenérgicos se está investigando como un fár­maco separado (di/eva/al) (Lund-Johansen, 1988). EI labetalol disminuye la presión arterial al reducir la resistencia vascular como consecuencia de bloqueo de los receptores a, -adrenérgicos y estimulación de los ,Bz-adrenérgicos. No hay decremento del gasto cardiaco en reposo. Debido a su capacidad para bloquear a los receptores a, -adrenérgicos, el labetalol por vía intravenosa reduce la presión con suficiente rapidez como para que sea útil en urgencias hipertensivas. Administrado a largo plazo, el labe­talol tiene la eficacia y los efectos colaterales que se esperarían con cualquier combinación de antagonistas de los receptores p y a,-adrenérgicos; también plantea las desventajas inherentes en productos combinados a dosis fijas.

VASODILATADORES

Hidralazina

La hidralazina (APRESOLINE) fue uno de los primeros antihi­pertensores activos por vía oral que se comercializó en Estados Unidos; sin embargo, inicialmente se empleó con poca frecuencia debido a taquicardia y taquifilaxia. Con una mejor comprensión de las respuestas cardiovascula­res compensadoras que acompañan al uso de los vasodila­tadores arteriolares, la hidralazina se combinó con simpa­ticolíticos y diuréticos, y se obtuvieron mejores resultados terapéuticos. Se han sintetizado muchas ftalazinas con la esperanza de producir fármacos vasoactivos, pero única-

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Capítulo 33 Antihipertensores y la farmacoterapia de hipertensión 851

mente las que tienen mitades hidrazina en la posición 1 0 4 del anillo generan actividad vasodilatadora (Reece, 1 98 1). Ninguno de los análogos plantea ventaja alguna sobre la hidralazina. Esta última ( l -hidrazinoftalazina) tiene la fór­mula estructural que sigue:

HIDRALAZINA

Sitio y mecanismo de acción. La hidralazina causa re­lajación directa del músculo liso arteria lar. Se desconoce el mecanismo molecular de este efecto. No es un dilatador de vasos de capacitancia (p. ej. , coronarias epicárdicas) y no relaja el músculo liso venoso. La vasodilatación indu­cida por hidralazina se relaciona con estimulación potente del sistema nervioso simpático, 10 cual da como resultado incremento de la frecuencia cardiaca y de la contractili­dad, aumento de la actividad de renina plasmática, y re­tención de líquido; todos esos fenómenos contrarrestan el efecto antihipertensivo de la hidralazina. Si bien la mayor parte de la actividad simpática se debe a un reflejo media­do por barorreceptores, la hidralazina estimula la libera­ción de noradrenalina a partir de terminales nerviosas sim­páticas y aumenta de manera directa la contractilidad miocárdica (Azuma y col., 1987).

Efectos farmacológicos. Casi todos los efectos de la hi­dralazina se confinan al sistema cardiovascular. El decre­mento de la presión arterial después de proporcionar hidralazina se vincula con disminución selectiva de la re­sistencia vascular en las circulaciones coronaria, cerebral y renal, con efecto más pequeño en piel y músculos. Debi­do a dilatación preferencial de las arteriolas sobre las ve­nas, se observa con cierta frecuencia el problema de hipo­tensión postural; la hidralazina disminuye la presión arterial por igual en las posiciones supina y erecta. Si bien la hi­dralazina aminora la resistencia vascular pulmonar, el mayor incremento del gasto cardiaco puede causar hiper­tensión pulmonar leve. Es dificil predecir qué pacientes presentarán este tipo de respuesta, pero es posible atenuar el incremento del gasto cardiaco mediante la administra­ción de bloqueadores de los receptores f3-adrenérgicos.

Absorción, metabolismo y eliminación. La hidralazi­na se absorbe bien por el tubo digestivo, pero la biodispo­nibilidad sistémica es baja ( 1 6% en los acetiladores rápi­dos y 35% en los lentos). Dado que el compuesto acetilado es inactivo, la dosis que se requiere para producir un efec­to sistémico es mayor en acetiladores rápidos. La N­acetilación de la hidralazina ocurre en intestino, o en híga­do, o en ambos. La tasa de acetilación está determinada por factores genéticos; alrededor de 50% de los estado-

unidenses son acetiladores rápidos, y 50%, lentos. La vida media de la hidralazina es de una hora, y la depuración sistémica del fármaco es de alrededor de 50 mllkg/min. Dado que la depuración sistémica excede el flujo sanguí­neo hepático, debe ocurrir metabolismo extrahepático. En realidad, la hidralazina se combina con rapidez con a­cetoácidos circulantes para formar hidrazonas, y el princi­pal metabolito que se recupera del plasma es la hidralazi­na ácido pirúvico hidrazona. Este metabolito tiene vida media más prolongada que la hidralazina, pero no parece ser muy activo (Reece y col., 1985). Si bien la tasa de acetilación es un determinante de importancia de la bio­disponibilidad de la hidralazina, no participa en la elimi­nación sistémica del fármaco, quizá porque la depuración hepática es tan alta que la eliminación sistémica está prin­cipalmente en función del flujo sanguíneo hepático.

La concentración plasmática máxima de hidralazina, y el efecto hipotensivo máximo de esta última ocurren en el transcurso de 30 a 1 20 min luego de la ingestión. Aun cuan­do la vida media en el plasma es de alrededor de una hora, el efecto hipotensivo de la hidralazina puede durar hasta 12 h. No hay una explicación clara para esta discrepancia.

Toxicidad y precauciones. Después del uso de hidrala­zina ocurren dos tipos de efectos adversos. El primero, que son extensiones de los efectos farmacológicos del medica­mento, incluye cefalalgia, náusea, rubor, hipotensión, pal­pitaciones, taquicardia, desvanecimiento y angina de pe­cho. Aparece isquemia miocárdica debido al incremento de la demanda de oxígeno impuesto por la estimulación (inducida por barorreflejo) del sistema nervioso simpático, y porque la hidralazina no dilata las coronarias epicárdi­cas; así, la dilatación arteriolar que genera puede causar "robo" de flujo sanguíneo, que disminuye el riesgo en la región isquémica. Después de administración por vía paren­teral en pacientes con arteriopatía coronaria, la isquemia mioéárdica puede ser suficientemente grave y prolongada como para generar infarto manifiesto. Por ello, suministrar hidralazina por vía parenteral está contraindicado en hiper­tensos con arteriopatía coronaria, y no es recomendable en la mayoría de los hipertensos de más de 40 años de edad. Además, si el compuesto se utiliza solo, quizás ocurra re­tención de sal, con aparición de insuficiencia cardiaca con­gestiva de gasto alto. Estos síntomas fueron frecuentes du­rante el uso clínico temprano de hidralazina; dado que apareció taquifilaxia, la dosis diaria del fármaco se aumen­tó con frecuencia a 400 a 1 000 mg. Cuando se combina con un bloqueador de los receptores f3-adrenérgicos y un diurético, la hidralazina se tolera mejor, aunque aún se des­criben efectos adversos como cefalalgia, lo cual tal vez re­quiera suspender el fármaco.

El segundo efecto de tipo adverso depende de reaccio­nes inmunitarias, de las cuales el síndrome de lupus indu­cido por fármacos es el más frecuente. La administración de hidralazina también puede dar como resultado un pa-

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852 Sección V Fármacos que afectan las funciones renal y cardiovascular

decimiento que semeja enfermedad del suero, anemia he� molítica, vasculitis y glomerulonefritis rápidamente pro­gresiva. Se desconoce el mecanismo de estas reacciones

. autoinmunitarias, pero se ha demostrado que la hidralazi­na inhibe la metilación del DNA e induce autorreactividad en células T (Comacchia y col., 1988).

El síndrome de lupus inducido por fármacos por lo general ocurre después de al menos seis meses de tratamiento continuo con hidralazina, y su incidencia se relaciona con dosis, género, fenotipo del acetilador y raza (Perry, 1 973). En un estudio, des­pués de tres años de tratamiento con hidralazina, sobrevino lu­pus inducido por fármacos en 10 .4% de quienes recibieron 200 mg/día, 5 .4% de los que recibieron 1 00 mg/día, y ninguno de quienes recibieron 50 mg/día (Cameron y Ramsay, 1984). La incidencia es cuatro veces más alta en mujeres que en varones, y el síndrome se observa con mayor frecuencia en caucásicos que en afroestadounidenses. La tasa de conversión a una prueba de anticuerpos antinucleares con resultados positivos es más rápi­da en acetiladores lentos que en los rápidos, lo cual sugiere que la causa es el fármaco natural o un metabolito no acetilado. Empero, dado que la mayoría de los pacientes con pruebas de anticuerpos antinucleares con resultados positivos no presenta el síndrome de lupus inducido por fármacos, es innecesario sus­pender la hidralazina, a menos que aparezcan datos clínicos del síndrome. Estos hallazgos son similares a los de otros síndro­mes de lupus inducido por fármacos, y constan principalmente de artralgia, artritis y fiebre. Es posible que haya pleuritis y peri­carditis, y el derrame pericárdico en ocasiones origina tapona­miento cardiaco. Suspender el medicamento es todo lo que se requiere en la mayoría de los enfermos con el síndrome de lupus inducido por hidralazina, pero los síntomas pueden persistir en algunos individuos y quizá se requiera administración de gluco­corticoides.

La hidralazina también puede generar una polineuropatía que muestra respuesta a la piridoxina. El mecanismo parece relacio­narse con la habilidad de la hidralazina para combinarse con piridoxina y formar una hidrazona. Este efecto adverso es muy infrecuente con dosis hasta de 200 mg/día.

Aplicaciones terapéuticas. La hidralazina casi nunca se utiliza como monoterapia en el tratamiento a largo plazo de hipertensión debido a la aparición de taquifilaxia con­secutiva a incremento del gasto cardiaco y retención de líquidos. Además, el compuesto ha de emplearse con gran precaución en ancianos e hipertensos con arteriopatía co­ronaria debido a la posibilidad de precipitación de isque­mia miocárdica. La dosis habitual de hidralazina por vía oral es de 25 a 1 00 mg dos veces al día. La administración dos veces al día es igual de eficaz que cuatro veces al día para controlar la presión arterial, independientemente del fenotipo de acetilador. La hidralazina se aplica por vía in­tramuscular, 20 a 40 lXlg, cuando hay necesidad urgente de disminuir la presión arterial. La dosis máxima recomen­dada de este compuesto es de 200 mg/día para minimizar el síndrome de lupus inducido por fármacos. Los acetila­dores lentos muestran mejor respuesta a esta dosificación

que los rápidos a causa de la mayor biodisponibilidad del medicamento.

La hidralazina se ha I1tilizado ampliamente para tratar la hipertensión que -ocurre durante el embarazo. Con todo, cabe emplearla con precaución en etapas tempranas de este último puesto que puede combinarse con DNA y causar una prueba de Ames con resultados positivos (Williams y col., 1980). La hidralazina por vía parenteral se ha usado para tratar urgencias hipertensivas durante la gestación, pero no se recomienda en la terapéutica de urgencias hipertensivas en pacientes que se encuentran en el límite de edad para arteriopatía coronaria. El fármaco está con­traindicado para producir a corto plazo hipotensión en per­sonas con aneurisma disecante de la aorta, o en aquéllas con cardiopatía sintomática de origen isquémico.

Minoxidil

El descubrimiento en 1965 del efecto hipotensivo del mi­noxidil (LONITEN) fue un avance importante en el trata­miento de la hipertensión, puesto que ha resultado eficaz en sujetos con las formas de hipertensión más graves y resistentes a fármacos. La estructura química del minoxi­di! es como sigue:

MINOXIDIL

Sitio y mecanismo de acción. El minoxidil no es activo in vitro sino que debe metabolizarse mediante la sulfo­transferasa hepática hacia la molécula activa, minoxidil N-O sulfato (McCall y col., 1983); la formación de este metabolito activo constituye una vía menor en la elimina­ción metabólica del minoxidil. El sulfato de minoxidil re­laja el músculo liso vascular en sistemas aislados, en los cuales el fármaco original es inactivo. El sulfato de mi­noxidil activa los canales del potasio regulados por ATP. Al abrir dichos canales en el músculo liso y, así, permitir el flujo de salida de ese elemento, ocurre hiperpolariza­ción del músculo liso y relajación del mismo (Leblanc y col., 1989).

Efectos farmacológicos. El minoxidil produce vasodi­latación arteriolar en esencia sin efecto sobre los vasos de capacitancia; el fármaco semeja a la hicfralazina y el diazóxido a este respecto. El minoxidil incrementa el flujo sanguíneo hacia piel, músculo esquelético, tubo digestivo y corazón, más que hacia el sistema nervioso central. La elevación desproporcionada del flujo sanguíneo hacia co­razón puede tener una base metabólica, por cuanto la ad-

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ministración de minoxidil se relaciona con incremento re­flejo de la contractilidad miocárdica y aumento del gasto cardiaco. Este último quizá muestre incremento notorio de hasta trei). a cuatro veces. El principal determinante del aumento del gasto cardiaco es el efecto del minoxidil so­bre la resistencia vascular periférica para incrementar la circulación venosa hacia corazón; por inferencia a partir de estudios con otros fármacos, la circulación venosa au­mentada probablemente depende de incremento del flujo en los lechos vasculares regionales, con una constante de tiempo rápida para la circulación venosa hacia corazón (Ogilvie, 1985). El aumento (mediado por actividad adre­nérgica) de la contractilidad cardiaca contribuye al gasto cardiaco incrementado, pero no es el factor causal predo­minante.

Los efectos del minoxidil sobre los riñones son comple­jos; es un vasodilatador renal, pero la hipotensión sistémi­ca producida por el fártnaco en ocasiones disminuye el flujo sanguíneo renal. Aun así, en la mayoría de los hiper­tensos que toman minoxidil, hay mejoría de la función re­nal, en especial si la disfunción de los riñones depende de hipertensión (Mitchell y col., 1980). El minoxidil es un estimulador muy potente de la secreción de renina, efecto mediado por una combinación de estimulación simpática renal y activación de los mecanismos renales intrínsecos en la regulación de la liberación de renina.

Absorción, metabolismo y eliminación. El minoxidil se absorbe bien a partir del tubo digestivo. Aunque las con­centraciones sanguíneas máximas de minoxidil ocurren una hora después de suministrarlo por vía oral, el efecto hipo­tensor máximo aparece más tarde quizá debido a retraso de la formación del metabolito activo. Sólo 20% del medica­mento absorbido se excreta sin cambios en orina, y la prin­cipal vía de eliminación es mediante metabolismo hepáti­co. El principal metabolito del minoxidil es el conjugado glucurónido en la posición N-óxido en el anillo pirimidina. Este metabolito es menos activo que el minoxidil, pero per­siste más tiempo en el organismo. La magnitud de la biotransformación del minoxidil hacia su metabolito acti­vo, minoxidil N-O sulfato, no se ha evaluado en seres hu­manos. El minoxidil tiene vida media plasmática de tres a cuatro horas, pero su duración de acción es de 24 h o a veces aún más prolongada. Se ha propuesto que esta dis­crepancia depende de la persistencia del minoxidil en el músculo liso vascular. De cualquier modo, sin conocimiento de las propiedades farmacocinéticas del metabolito activo, es imposible explicar la duración de acción prolongada.

Efectos adversos y precauciones. , Los efectos adversos del minoxidil son predecibles y pueden dividirse en tres categorías principales: retención de líquidos y sal, efectos cardiovasculares e hipertricosis.

La retención de sal y agua depende del incremento de la resorción en los túbulos renales proximales, que a su vez

Capítulo 33 Antihipertensores y la farmacoterapia de hipertensión 853

es consecutiva a presión de perfusión renal reducida y a estimulación refleja de los receptores a-adrenérgicos de los túbulos renales. Es posible observar efectos antinatriu­réticos similares con los otros dilatadores arteriolares (p. ej. , diazóxido e hidralazina). Si bien la administración de minoxidil incrementa la secreción de renina y aldosterona, ese no constituye un mecanismo importante de retención de sal y agua en este caso. La retención de líquido por lo general se controla mediante suministro de un diurético. No obstante, las tiazidas quizá no sean suficientemente eficaces, y tal vez se requiera un diurético de asa. Esto es en especial cierto en cualquier grado de disfunción renal.

Las consecuencias cardiacas de la activación (mediada por barorreceptor) del sistema nervioso simpático durante tratamiento con minoxidil son similares a aquellas que se observan con la hidralazina; hay incremento de la frecuen­cia cardiaca, la contractilidad miocárdica y del consumo miocárdico de oxígeno. De este modo, es posible que el minoxidil induzca isquemia miocárdica en sujetos con arteriopatía coronaria. Las respuestas simpáticas cardia­cas se atenúan mediante administración simultánea de un bloqueador ¡3-adrenérgico. El incremento (inducido por actividad adrenérgica) de la secreción de renina también puede aminorarse mediante un antagonista de los recepto­res ¡3-adrenérgicos o un inhibidor de la enzima converti­dora de angiotensina, con incremento del control de la pre­sión arterial.

El aumento del gasto cardiaco desencadenado por el minoxidil genera consecuencias en particular adversas en hipertensos con hipertrofia y disfunción diastólica del ven­trículo izquierdo. Esos ventrículos con adaptabilidad baja muestran respuesta subóptima al incremento de las cargas de volumen, con aumento resultante de la presión de llena­do del ventrículo izquierdo. Esto quizás es un contribuidor de importancia al aumento de presión de la arteria pulmo­nar que se observa en la terapéutica con minoxidil (e hi­dralazina) en hipertensos, y se complica por la retención de sal y agua causada por el minoxidil. En esos enfermos, el tratamiento con este último puede dar como resultado insuficiencia cardiaca; la terapéutica eficaz con diuréticos reduce el potencial de esa complicación pero no la evita. El derrame pericárdico es una complicación infrecuente pero grave del minoxidil. Aun cuando se describe con ma­yor frecuencia en sujetos con insuficiencia renal y cardia­ca, dicho tipo de derrame puede sobrevenir en personas con función cardiovascular y renal normales. El derrame pericárdico leve y asintomático no es una indicación para suspender el minoxidil, sin embargo es necesario vigilar de manera constante la situación para evitar el progreso hacia taponamiento. El derrame por lo general desaparece cuando se suspende el fármaco, no obstante recurrirá si se reanuda el tratamiento con minoxidil (Reichgott, 1981).

Después de iniciar la terapéutica con minoxidil, suelen observarse ondas T aplanadas e invertidas en el electro­cardiograma. Estas no son de origen isquémico y apare-

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854 Sección V Fármacos que afectan las funciones renal y cardiovascular

cen durante la administración de otros fánnacos que acti­van los canales de potasio. Esos medicamentos aceleran la repolarización miocárdica, acortan el periodo refractario y uno de ellos, el pinacidil, disminuye el umbral de fibrila­ción ventricular y aumenta la fibrilación ventricular es­pontánea en la isquemia miocárdica (Chi y col., 1990). No se ha investigado el efecto del minoxidil sobre el periodo refractario y la fibrilación ventricular isquémica; se des­conoce si esos datos aumentan el riesgo de fibrilación ven­tricular en isquemia miocárdica en seres humanos.

Todos los enfennos que reciben minoxidil durante un periodo prolongado presentan hipertricosis, y es probable­mente una consecuencia de la activación de los canales de potasio. El crecimiento de pelo ocurre en cara, espalda, brazos y piernas, y es en particular molesto en mujeres. Para tratar este problema puede usarse rasurado frecuente o depilatorios. El minoxidil tópico (ROGAINE) se comer­cializa en la actualidad para tratar la calvicie con patrón masculino. El uso local de minoxidil puede causar efectos cardiovasculares sensibles de medición en algunos indivi­duos (Leenen y col., 1988).

Otros efectos colaterales del fánnaco son infrecuentes e incluyen exantemas, síndrome de Stevens-Johnson, in­tolerancia a la glucosa, ampollas serosanguinolentas, for­mación de anticuerpos antinucleares y trombocitopenia.

Aplicaciones terapéuticas. Es mejor reservar el minoxi­dil para tratar hipertensión grave que muestre poca res­puesta a otros antihipertensores (Campese, 198 1). Se ha utilizado con resultados satisfactorios en la terapéutica de hipertensión tanto en adultos como en niños. El minoxidil nunca ha de emplearse solo; ha de administrarse de mane­ra concurrente a un diurético para evitar retención de lí­quidos y con un simpaticolítico (por lo general un antago­nista de los receptores p-adrenérgicos) para controlar efectos cardiovasculares reflejos. El fánnaco regulannen­te se administra una o dos veces al día, pero algunos enfer� mos tal vez requieran dosificación más frecuente para con­seguir el control adecuado de la presión arterial. La dosis inicial del minoxidil puede ser de apenas 1.25 mg, canti­dad que es factible incrementar de manera gradual hasta 40 mg en una o dos dosis diarias.

Nitroprusiato de sodio

Aunque el nitroprusiato de sodio se ha conocido desde 1 850, y en 1 929 se describió su efecto hipotensivo en se­res humanos, no fue sino hasta mediados del decenio de 1950 que se demostró su seguridad y utilidad en el control a corto plazo de hipertensión grave; varios investigadores demostraron después que también es eficaz para mejorar la función cardiaca en pacientes con insuficiencia del ven­trículo izquierdo (cap. 34). La fónnula estructural del ni­troprusiato de sodio es como sigue:

I .-[ CN CN] --

2Na+ NC-;i(-CN ON CN

NITRO PRUSIATO DE SODIO

Sitio y mecanismo de acción. El nitroprusiato es un nitrovasodilatador. Se metaboliza en las células de múscu­lo liso hacia su metabolito activo, óxido nítrico. Este últi­mo activa la guanilato ciclasa, lo cual genera formación de cGMP y vasodilatación (Murad, 1986). La activación metabólica del nitroprusiato es catalizada por un sistema generador de óxido nítrico diferente al que opera para la nitroglicerina, lo cual tal vez explica la potencia diferente de esos compuestos en sitios vasculares distintos, y el he­cho de que aparece tolerancia a la nitroglicerina pero no al nitroprusiato (Kowaluk y col. , 1992).

Efectos farmacológicos. El nitroprusiato dilata tanto las arteriolas como las vénulas, y la respuesta hemodinámica a su administración depende de una combinación de es­tancamiento venoso e impedancia arterial reducida. Debi­do a su efecto sobre las vénulas, el efecto hipotensor del nitroprusiato de sodio es mayor cuando el paciente se en­cuentra en posición erecta. En sujetos con función normal del ventrículo izquierdo, el estancamiento venoso afecta más el gasto cardiaco que la reducción de la poscarga; de este modo, el gasto cardiaco tiende a disminuir. Por el con­trario, en sujetos con deterioro grave de la función del ven­trículo izquierdo y distensión ventricular diastólica, el efec­to predominante es el decremento de la impedancia arterial, lo cual conduce a un aumento del gasto cardiaco (cap. 34).

El nitroprusiato de sodio es un vasodilatador no selecti­vo, y el fánnaco afecta poco la distribución regional del flujo sanguíneo. En general, se conservan el flujo sanguí­neo renal y la filtración glomerular y aumenta la actividad de renina plasmática. Al contrario del minoxidil, la hidra­lazina, el diazóxido y otros vasodilatadores arteriolares, la administración de nitroprusiato de sodio por lo general sólo causa incremento moderado de la frecuencia cardiaca y reducción general de la demanda miocárdica de oxígeno.

Absorción, metabolismo y eliminación. El nitroprusiato de sodio es una molécula inestable que se descompone en condiciones fuertemente alcalinas y cuando queda expuesto a la luz; para que sea eficaz, debe aplicarse por vía intra­venosa lenta continua. El inicio de acción ocurre en el trans­curso de 30 s; el efecto hipotensivo máximo aparece antes de dos minutos y, cuando se suspende la administración, el efecto desaparece antes de tres minutos.

El metabolismo del nitroprusiato en el músculo liso se inicia por su reducción, que va seguida por liberación de cianuro y después de óxido nítrico (Bates y col., 1 991 ; Ivankovich y col., 1978). El cianuro se metaboliza más

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mediante la rodanasa hepática hacia tiocianato, que se eli­mina casi por completo en orina. La vida media de elimi­"nación del tiocianato es de tres días en pacientes con fun­>ción renal nQrmal y puede ser mucho más prolongada en :sujetos con insuficiencia renal.

Toxicidad y precauciones. Los efectos adversos a corto plazo del nitroprusiato se deben a vasodilatación excesi­va, con hipotensión y las consecuencias de la misma. En 'la mayoría de los enfermos, la vigilancia constante de la 'presión arterial y el uso de una bomba de administración "ron tasa variable continua evitarán una respuesta hemodi­námica excesiva. Con menor frecuencia, la toxicidad de­:pende de la conversión del nitroprusiato en cianuro y tiocianato. Tal vez ocurra acumulación tóxica de cianuro que genera acidosis láctica grave si se proporcionan más de 5 .ug/kg/min de nitroprusiato de sodio. El factor limi­!ante del metabolismo del cianuro parece ser la disponibi­lidad de sustratos que contienen azufre en el organismo (principalmente tiosulfato). El suministrar de manera con­comitante tiosulfato de sodio evita la acumulación de cia­nuro en quienes están recibiendo dosis de nitroprusiato de 'sodio más altas que las habituales; no cambia la eficacia del medicamento (Schulz, 1 984). El riesgo de toxicidad por tiocianato aumenta cuando el nitroprusiato de sodio se 'administra durante más de 24 a 48 h, en particular si hay alteraciones de la función renal. Los signos y síntomas de la toxicidad por tiocianato incluyen anorexia, náusea, fati­ga, desorientación y psicosis tóxica. Es necesario vigilar la concentración plasmática de tiocianato durante admi­nistración prolongada de nitroprusiato, y no se permitirá que exceda 0. 1 mg/ml. Casi nunca las concentraciones excesivas de tiocianato causan hipotiroidismo por inhibi­ción de la captación de yodo por la tiroides. En presencia de insuficiencia renal, el tiocianato se elimina con facili­dad por medio de hemodiálisis.

El nitroprusiato favorece la hipoxemia arterial en suje­tos con enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) porque el fármaco interfiere en la vasoconstricción pul­monar de origen hipóxico, y por ende favorece la despro­porción entre ventilación y perfusión. Es posible que so­brevenga hipertensión de rebote después del cese repentino de administraciones de nitroprusiato a corto plazo (Packer y col., 1 979); esto tal vez dependa de concentraciones per­sistentemente altas de renina en plasma.

Aplicaciones terapéuticas. El nitroprusiato de sodio se emplea de manera primaria para tratar urgencias hiperten­sivas, pero es posible recurrir a este medicamento en mu­chas situaciones en las cuales se desea reducción cardiaca de la precarga, o la poscarga, b de ambas; de este modo, se ha usado para disminuir la presión arterial durante disec­ción aórtica aguda, aumentar el gasto cardiaco en insufi­ciencia cardiaca congestiva (cap. 34), y disminuir la de­manda miocárdica de oxígeno luego de infarto agudo.

Capítulo 33 Antihipertensores y la farmacoterapia de hipertensión 855

Además, el nitroprusiato es' el fármaco que se utiliza con mayor frecuencia para inducir hipotensión controlada du­rante anestesia con el fin de reducir la hemorragia tians­operatoria. En el tratamiento de disección aórtica aguda, tiene importancia administrar un antagonista de los recep­tores ,B-adrenérgicos con nitroprusiato, puesto que el de­cremento de la presión arterial con este último solo incre­menta la tasa de aumento de la presión en la aorta como resultado de mayor contractilidad miocárdica, lo cual ele­va la propagación de la disección.

El nitroprusiato de sodio está disponible en frascos ámpula que contienen 50 mg. El contenido del frasco debe disolverse en 2 a 3 mi de dextrosa al 5% en agua. La adición de esta solución a 250 a l 000 mi de dextrosa al 5% en agua produce una concen­tración de 50 a 200 ,ug/ml. Dado que el compuesto se descom­pone si se expone a la luz, sólo han de utilizarse soluciones fres­cas y es necesario cubrir el frasco con una envoltura opaca. El medicamento se administra por vía intravenosa continua con­trolada, y se requiere vigilancia constante. La mayoría de los hipertensos reacciona al suministro de 0.25 a 1 .5 ,uglkg/min. Se necesitan tasas de administración más altas para producir hipoten­sión controlada en sujetos normotensos bajo anestesia quirúr­gica. El suministro prolongado de más de 5 ,uglkg/min de nitro­prusiato puede causar intoxicación por cianuro, o por tiocianato, o por ambos. Los pacientes que están recibiendo otros antihiper­tensores por lo general requieren menos nitroprusiato para dis­minuir la presión arterial. Cuando 1 0 ,uglkg/min no reducen de manera adecuada la presión arterial en el transcurso de 1 0 min, es necesario disminuir la tasa de administración para minimizar la toxicidad potencial.

Diazóxido

El diazóxido (HYPERSTAT IV) se sintetizó inicialmente como un antihipertensor por vía oral, pero estudios clínicos tempranos revelaron toxicidad inaceptable. Al menos 50% de los pacientes mostró hiperglucemia, y 20%, hipertricosis. El fármaco se co­mercializó entonces para uso por vía parenteral en urgencias hipertensivas, pero el nitroprusiato sódico pronto reemplazó al diazóxido como el fármaco más adecuado para esta indicación. El diazóxido conserva un sitio en el tratamiento de urgencias hipertensivas cuando no se dispone de bombas exactas para ad­ministración por vía intravenosa lenta y si no es factible la vigi­lancia constante de la presión arterial. El fármaco es un derivado de la benzotiadiazina, al igual que los diuréticos tiazídicos, pero no causa diuresis, al parecer porque carece de un grupo sulfona­mido. Su fórmula estructural es como sigue:

DIAZOXIDO

Mecanismo de acción y efectos farmacológicos. El diazóxido hiperpolariza a las células de músculo liso arteriales al activar canales del K+ sensibles aATP; esto genera relajación del músculo

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856 Sección V Fármacos que afectan las fimciones renal y cardiovascular

liso vascular (Standen y col., 1 989). 1;1 efecto del medicamento in vivo es exclusivamente arteriolar, con efecto insignificante sobre los vasos de capacitancia. Hay activación refleja del siste­ma nervioso simpático, y retención de sal y agua. El gasto car­diaco puede duplicarse por estimulación de la frecuencia cardia­ca y contractilidad miocárdica. Se creyó que la retención ávida de sal y agua dependía de un efecto directo del diazóxido sobre la función de los túbulos renales. No obstante, estudios en ani­males nunca han fundamentado esas afinnaciones y, en reali­dad, el suministrar de manera directa diazóxido en la arteria re­nal causa vasodilatación renal y diuresis (Brouhard y col., 1 98 1 ). Es más probable que la retención de sal y agua dependa de esti­mulación de los nervios simpáticos renales y de cambios de la hemodinámica intrarrenal, al igual que con otros vasodilatado­res arteriolares. El diazóxido incrementa el flujo sanguíneo coronario, y los flujos sanguíneos cerebral y renal se conservan por autorregulación. El aumento de la secreción de renina y la combinación de incremento del gasto cardiaco, retención de sal y agua, y concentraciones altas de angiotensina JI contrarrestan los efectos antihipertensivos del diazóxido.

Absorción, metabolismo y eliminación. Aunque se absorbe bien por vía oral, el diazóxido únicamente se aplica por vía in­travenosa para tratar hipertensión grave. Alrededor de 20 a 50% del fánnaco se elimina como tal por riñones, y el resto se meta­bol iza en hígado hacia los derivados 3-hidroximetil y 3-carboxi (Pruitt y col., 1 974). Si bien la vida media plasmática del diazó­xido es de 20 a 60 h, la duración de la respuesta hipotensiva al medicamento es variable y puede ser de apenas cuatro horas o hasta de 20 h; la aparición de un incremento notorio de la secre­ción de renina puede antagonizar el efecto hipotensivo tempra­no del diazóxido.

Como se indicó, la principal indicación del diazóxido es la terapéutica de urgencias hipertensivas. La inyección de una do­sis por vía intravenosa rápida disminuye la presión arterial en el transcurso de 30 s, y se alcanza efecto máximo en tres a cinco minutos. Si bien las recomendaciones iniciales fueron adminis­trar 300 mg de diazóxido por vía intravenosa rápida, esta prácti­ca ha dado por resultado hipotensión excesiva con daño cerebral y cardiovascular resultante. La hipotensión se abate al suminis­trar una "dosis mínima" por vía intravenosa rápida de 50 a 1 00 mg, a intervalos de 5 a 1 0 min, hasta que se alcanza la presión arterial deseada (Wilson y Vidt, 1 978). El diazóxido también puede proporcionarse por vía intravenosa lenta, 1 5 a 30 mg/min (Garrett y Kaplan, 1982). La administración previa de un anta­gonista de los receptores ¡J-adrenérgicos aumenta el efecto hipotensivo del compuesto. El diazóxido no ha de usarse para tratar hipertensión relacionada con coartación aórtica, cortocir­cuitos arteriovenosos, o disección de la aorta. De modo similar, los riesgos superan a los beneficios de su empleo en edema pul­monar agudo y cardiopatía de origen isquémico.

Efectos adversos y precauciones. Los dos efectos adversos más frecuentes causados por el diazóxido comprenden retención de sal y agua, e hiperglucemia. La retención de líquidos se evita mediante restricción de sal y agua. No se recomienda la admi­nistración sistemática de diuréticos con diazóxido porque los pacientes con hipertensión maligna a menudo tienen disminu­ción de volumen. La hiperglucemia depende de la capacidad del diazóxido para inhibir la secreción de insulina a partir de las

células fJ pancreáticas. Este efecto también parece originarse por estimulación de los canales del K+ sensibles a ATP (Zünkler y col., 1 988). El fánnaco no altera la respuesta al suministro de insulina. De este modo, la hiperglucemia es principalmente un problema en personas con diabetes dependiente de insulina que están recibiendo hipoglucemiantes orales. Se ha descrito hiper· glucemia grave con coma hiperosmolar, no cetótico. Otros efec· tos adversos incluyen taquicardia, isquemia miocárdica por in· cremento de la demanda miocárdica de oxígeno e isquemia cerebral causada por hipotensión excesiva. El diazóxido relaja el músculo liso uterino y puede suspender el trabajo de parto cuando se emplea para tratar crisis hipertensivas propias de eclampsia. Los efectos secundarios infrecuentes comprenden al· teraciones gastrointestinales, rubor, dolor e inflamación locales después de extravasación, alteraciones del gusto y el olfato, sao livación excesiva y disnea. Proporcionar diazóxido a largo pla· zo quizá genere hipertricosis, al igual que el minoxidil.

BLOQUEADORES DE LOS CANALES DEL CA2+

Estos constituyen un importante grupo de fármacos en la terapéutica de hipertensión. Las propiedades farmacoló­gicas generales de esos medicamentos se presentan en el capítulo 32; su utilización contra la insuficiencia cardiaca se analiza en el capítulo 34, y contra arritmias cardiacas, en el 35. La lógica que fundamenta su uso en hipertensión proviene de la comprensión de que la hipertensión fija es el resultado del incremento de la resistencia vascular peri­férica. Puesto que la contracción del músculo liso vascu­lar depende de la concentración intracelular libre de Ca2+, la inhibición del movimiento transmembrana del Ca2+ debe disminuir la cantidad total de este último que alcanza si­tios intracelulares. En realidad, todos los bloqueadores de los canales del Ca2+ disminuyen la presión arterial al rela­jar el músculo liso arteriolar y aminorar la resistencia vas­cular periférica (Lehmann y col., 1983). Como consecuen­cia de un decremento de esta última, los bloqueadores de los canales del Ca2+ desencadenan una descarga simpática mediada por barorreceptores. En el caso de las dihidropi­ridinas, sobreviene taquicardia de leve a moderada por estimulación adrenérgica del nodo sinoauricular, en tanto la taquicardia es de mínima a nula con verapamil y diltia­zem debido al efecto cronotrópico negativo directo de esos dos medicamentos. La estimulación adrenérgica aumenta­da del corazón sirve para contrarrestar el efecto inotrópi­co negativo de los bloqueadores de los canales del Ca2+ como verapamil, diltiazem y nifedipina; al tomar decisio­nes con respecto a la posible administración simultánea de antagonistas de los receptores p-adrenérgico), sobre todo en sujetos que pueden estar propensos a insuficiencia car­diaca hipertensiva, debe considerarse la importancia de este apoyo compensador de la contractilidad miocárdica. La respuesta refleja adrenérgica a los bloqueadores de los canales del Ca2+ también actúa para atenuar el efecto

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Capítulo 33 Antihipertensores y la farmacoterapia de hipertensión 857

hipotensivo de esos compuestos; de este modo, cuando la vasoconstricción refleja está disminuida, como en ancia­ños o durante tratamiento con antagonistas de los recepto­res a-adren�rgicos, el efecto hipotensivo de los bloquea­dores de los canales del Ca2+ aumenta a veces de manera excesiva.

Al considerar los efectos cardiovasculares de los blo­queadores de los canales del Ca2+, es esencial evaluar tanto los efectos hemodinámicos en el corazón normal, como la interacción de tales fármacos con cardiopatía dado que tanto la insuficiencia cardiaca como la arteriopatía coronaria son consecuencias importantes de la hipertensión, y porque la hipertrofia del ventrículo izquierdo es un precursor de muer­te repentina de origen cardiaco en hipertensos. Como con­secuencia de la vasodilatación periférica, los bloqueadores de los canales del Ca2+ aumentan la circulación venosa, lo cual incrementa el gasto cardiaco salvo en el caso de los que ejercen efectos inotrópicos negativos sustanciaks (p. ej., verapamil y diltiazem). La circulación venosa aumen­tada no es tan grande como con el minoxidil o la hidralazi­na, pero constituye una consideración en el tratamiento de sujetos con disfunción diastólica debida a cardiomiopatía hipertensiva que tienen riesgo de insuficiencia del ventrí­culo izquierdo. Los bloqueadores de los canales del Ca2+ no mejoran la función diastólica del ventrículo. Aun cuan­do estudios sin penetración corporal más tempranos ha­bían mostrado que dichos bloqueadores acortan las tasas de llenado máximo del ventrículo izquierdo en hipertensos, la evaluación hemodinámica de la función ventricular ha fundamentado que el verapamil incrementa la presión del ventrículo izquierdo al final de la diástole, una consecuen­cia hemodinámica indeseable que ocurre junto con, y pro­bablemente como contribuidor a, la aceleración de la tasa de llenado máxima (Nishimura y col., 1993).

Además de esos datos de que los bloqueadores de los canales del Ca2+ no mejoran la hemodinámica en la dis­función diastólica, y tienen el potencial de empeorarla, han de considerarse los efectos a largo plazo de los bloquea­dores de los canales del Ca2+ sobre la hipertrofia del ven­trículo izquierdo, un importante contribuidor a la disfun­ción diastólica. En un análisis de todos los estudios en los que se valoran los efectos de los antihipertensores sobre la masa del ventrículo izquierdo, se concluye que si bien los bloqueadores de los canales del Ca2+ reducen la masa del ventrículo izquierdo, y lo hacen con mayor eficacia que los diuréticos, son menos eficaces que los inhibido res de la enzima convertidora de angiotensina y que la metildopa (DalhOf y col., 1 993). Con base en la suma de estas prue­bas, los bloqueadores de los canales del Ca2+ quizá no cons­tituyen la primera elección como el medicamento inicial para tratar pacientes cuya hipertensión se acompaña de hipertrofia del ventrículo izquierdo, ni como el fármaco predominante en una combinación para su terapéutica.

Todos los bloqueadores de los canales del Ca2+ son igual de eficaces cuando se utilizan solos para tratar hiperten-

sión de leve a moderada; asimismo en estudios comparati­vos, dichos bloqueadores son igualmente eficaces para dis­minuir la presión arterial que los antagonistas de los re­ceptores fi-adrenérgicos o los diuréticos (Doyle, 1983; Inouye y col., 1984).

La presencia de cardiopatía de origen isquémico junto con hipertensión suscita una serie especial de preocupa­ciones en cuanto a algunos de los bloqueadores de los ca­nales del Ca2+. Los estudios en los que se evalúa la admi­nistración de nifedipina en la cápsula de formulación estándar (liberación inmediata) en pacientes con cardio­patía isquémica se han valorado mediante metaanálisis. Se encontró que los sujetos tratados con nifedipina tienen mortalidad más alta que los individuos que reciben place­bo, y este riesgo aumentado se relacionó con la dosis; quie­nes reciben nifedipina, 80 mg/día, tienen probabilidad 2.5 veces mayor de muerte que los del grupo con placebo. Este concepto se extiende a todas las dihidropiridinas con vi­das medias breves que se administran en una formulación de liberación inmediata; esos compuestos causan varia­ciones más pronunciadas de la presión arterial, con brotes concomitantes de descarga adrenérgica. En ausencia de datos, es más dificil extrapolar un riesgo aumentado al diltiazem y verapamil, o al uso de dihidropiridinas de libe­ración sostenida, o al de dihidropiridinas con vidas medias prolongadas que no desencadenan esas variaciones de la presión arterial. Debido a estos datos, la mayor carga de efectos adversos y la probabilidad de falta de apego a la prescripción de las formulaciones de liberación inmediata de nifedipina y otras dihidropiridinas que tienen vidas medias breves, no se recomienda su uso para tratar a hipertensos con cardiopatía de origen isquémico, y las do­sis altas quizá deban evitarse en la terapéutica de la hiper­tensión en general.

El espectro de reacciones adversas a los bloqueadores de los canales del Ca2+ varía entre los fármacos de esta clase, pero sólo una pequeña fracción de pacientes sus­pende dichos medicamentos a consecuencia de efectos colaterales percibidos. Las dihidropiridinas causan la in­cidencia más alta de efectos adversos vasculares. Alrede­dor de 10% de quienes reciben la formulación estándar de nifedipina (cápsulas de liberación inmediata) presenta cefalalgia, rubor, desvanecimiento y edema periférico. El desvanecimiento y el rubor son mucho menos problemáti­cos con las formulaciones de liberación sostenida y con las dihidropiridinas que tienen vida media prolongada y concentraciones plasmáticas relativamente constantes del fármaco. El edema casi nunca depende de retención de líquido; es más probable que se origine por incremento de la presión hidrostática en las extremidades inferiores de­bido a dilatación precapilar y constricción poscapilar re­fleja. Los bloqueadores de los canales del Ca2+ inhiben la contracción del esfinter esofágico inferior. Por consecuen­cia, todos los fármacos de ese tipo pueden generar reflujo gastroesofágico. El estreñimiento es un efecto adverso fre-

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858 Sección V Fármacos que afectan las funciones renal y cardíovascular

cuente del verapamil, pero ocurre menos a menudo con otros bloqueadores de los canales del Ca2+. La inhibición de la función del nodo sinoauricular (nodo SA) por el diltiazem y el verapamil puede provocar bradicardia e in­cluso paro del nodo SA, sobre todo en sujetos con dis­función del nodo SA; este efecto se exagera por el uso concurrente de antagonistas de los receptores f3-adre­nérgicos.

La administración de nifedipina por vía oral es un mé­todo para reducir de manera urgente la presión arterial. Para absorción rápida, es necesario puncionar la cápsula con un objeto agudo, o morderla para permitir la salida rápida del fármaco. La concentración plasmática máxima no se alcanza más rápido con el suministro por vía sublin­gual que por vía oral. La nifedipina constituye una elec­ción subóptima en el tratamiento del edema pulmonar hipertensivo; el nitroprusiato genera mayor reducción de la presión del ventrÍCulo izquierdo al final de la diástole que dosis equihipotensivas de nifedipina (Aroney y col., 1991), y la magnitud del efecto farmacológico del nitro­prusiato se regula con mayor eficacia. Cuando se emplea nifedipina para obtener disminución urgente de la presión arterial, la dosis inicial habitual de 10 mg causará efecto hipotensor en unos 1 0 min, con efecto máximo en 30 a 40 minutos.

Los bloqueadores de los canales del Ca2+ son fármacos versátiles con eficacia probada en todos los tipos de pa­cientes (Kiowski y col., 1986). Parecen ser en especial efi­caces en hipertensión con cifras bajas de renina. En com­paración con otras clases de antihipertensores, por medio de monoterapia con bloqueadores de los canales del Ca2+ se alcanza con mayor frecuencia control de la presión ar­terial en ancianos y afroestadounidenses, grupos de po­blación en los cuales el estado de renina baja prevalece más. La eficacia de dichos bloqueadores aumenta por me­dio de la utilización simultánea de un inhibidor de la enzi­ma convertidora de angiotensina, metildopa, o antagonis­tas de los receptores f3-adrenérgicos. Cuando estos últimos se proporcionan de modo concurrente, el bloqueador de los canales de calcio preferido sería uno del grupo que es relativamente vasoselectivo (p. ej., amlodipina, isradipina, nicardipina). Los diuréticos también pueden aumentar la eficacia de los bloqueadores de los canales del Ca2+, pero los datos no han sido constantes.

Cuando se usan bloqueadores de los canales del Ca2+ para tratar hipertensión, pueden encontrarse interacciones importantes entre un fármaco y otro. El verapamil aumen­ta las concentraciones plasmáticas de digoxina (Pedersen y col., 1981). Cuando se utilizan con quinidina, los blo­queadores de los canales del Ca2+ causan hipotensión ex­cesiva, particularmente en sujetos con estenosis subaórti­ca hipertrófica idiopática.

No se emplearán bloqueadores de los canales del Ca2+ en pacientes con anormalidades de los nodos sinoauricular o auriculoventricular, o en sujetos con insuficiencia car-

diaca congestiva manifiesta. Sin embargo, esos medica· mentas por lo general son seguros en hipertensos con asma:; hiperlipemia, diabetes y disfunción renal. En contraste COD;: los antagonistas de los receptores f3-adrenérgicos, los bl�, queadores de los canales del Ca2+ no alteran la toleranc.i al ejercicio, ni las concentraciones plasmáticas de lípidos,c ácido úrico o electrólitos.

INHIBIDORES DE LA ENZIMA CONVERTIDORA DE ANGIOTENSINA

La angiotensina 11 es un importante regulador de la fun· ción cardiovascular (cap. 3 1). La habilidad para reducir las cifras de angiotensina 11 con inhibidores de la enzirnJ convertidora de angiotensina (ECA) eficaces por vía oral constituye un avance importante en la terapéútica de la hipertensión. El captopril fue el primer fármaco de ese tipo que se investigó para tratar hipertensión. Desde en­tonces, también quedaron disponibles el enalapril, lisino­pril, quinapril, ramipril, benazepril, moexipril y fosinopril. Se ha probado que esos fármacos son muy útiles en la te­rapéutica de la hipertensión debido a su eficacia y su es­pectro muy favorable de efectos secundarios, lo cual au· menta el apego a la prescripción.

Los inhibidores de la ECA parecen conferir una ventaja especial en el tratamiento de diabéticos, al tornar lenta la aparición de glomerulopatía diabética. También se ha de­mostrado que son eficaces para disminuir la progresión de otras formas de nefropatía crónica, como glomeruloscle­rosis, y muchos de esos pacientes también tienen hiper­tensión. Un inhibidor de la ECA quizás es el medicamento inicial preferido en la terapéutica de hipertensos con hi­pertrofia del ventrículo izquierdo. Los pacientes con hi­pertensión y cardiopatía de origen isquémico que presen­tan anormalidades de la función sistólica del ventrículo izquierdo son idóneos para la terapéutica con inhibidores de la ECA; esto incluye el tratamiento durante el periodo inmediato después de infarto, que se ha demostrado gene­ra mejoría de la función ventricular, así como reducción de la morbilidad y mortalidad (cap. 34).

Las consecuencias endocrinas de la inhibición de la bio­síntesis de angiotensina 11 tienen importancia en diversos aspectos del tratamiento de la hipertensión. Dado que los inhibidores de la ECA aminoran la respuesta normal de la aldosterona a la pérdida del Na+, disminuye la función normal de esta última para oponerse a la natriuresis indu­cida por diuréticos. Así, los inhibidon!s de la ECA aumen­tan la eficacia de los diuréticos. Esto significa que incluso dosis muy pequeñas de estos últimos mejoran de manera sustancial la eficacia antihipertensiva de l<1s inhibidores de la ECA; en el otro extremo, el uso de diuréticos a dosis altas, junto con dichos inhibidores favorece la reducción excesiva de la presión arterial y pérdida del Na+ en algu­nos enfermos.

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Capítulo 33 Antihipertensores y la farmacoterapia de hipertensión 859

La atenuación de la producción de aldosterona por los inhibidores de la ECA también influye sobre la horneo sta­sia del K+. Sólo hay un incremento muy pequeño y sin importancia }::línica del K+ plasmático cuando se utilizan inhibidores de la ECA solos en pacientes con función re­nal normal. Sin embargo, en algunos individuos con insu­ficiencia renal, tal vez ocurra retención sustancial del K +. Además, cuando se utilizan inhibidores de la ECA con otros fánnacos que generan retención del K+, ha de considerar­se la posibilidad de que aparezca hiperpotasemia; éstos incluyen diuréticos ahorradores del K + (amilorida, triam­tereno, espironolactona), antiinflamatorios no esteroides, complementos del K+ y antagonistas de los receptores (3-adrenérgicos.

Al usar inhibidores de la ECA en hipertensos, se requiere precaución en varios aspectos. El angioedema constituye un efecto adverso infrecuente pero grave y en potencia letal de todos los inhibidores de la ECA. De este modo, los enfermos en quienes se inicia tratamiento con esos medi­camentos, deben recibir advertencias específicas con res­pecto a que suspendan el uso ante cualesquier signos de angioedema. Los inhibidores de la ECA no han de usarse durante el embarazo, hecho que debe comunicarse a pa­cientes en edad de procreación.

En la mayoría de los enfermos, no hay cambio aprecia­ble de la tasa de filtración glomerular después de propor­cionar un inhibidor de la ECA. Empero, en la hipertensión reno vascular dicha tasa se conserva como resultado del incremento de la resistencia en las arteriolas posglomeru­lares originado por angiotensina 11. Por ende, en sujetos con estenosis bilateral de arteria renal, o estenosis en un riñón único, la administración de un inhibidor de la ECA reducirá la fracción de filtración y causará decremento sustancial de la tasa de filtración glomerular.

Los inhibidores de la ECA disminuyen la presión arte­rial hasta cierto grado en la mayoría de los hipertensos. Después de la dosis inicial, quizá se presente considerable decremento de la presión arterial en algunos individuos; esta respuesta a la dosis inicial está en función de la acti­vidad de la renina plasmática previa al tratamiento. El poten­cial de una disminución inicial grande de la presión arterial es la razón para usar dosis bajas al comenzar la terapéutica. Al continuar con esta última, regularmente hay disminu­ción progresiva de la presión arterial, que en la mayoría de los enfermos no alcanza un máximo por casi una semana. La cifra de presión arterial que se observa durante el tra­tamiento a largo plazo no muestra correlación fuerte con la cifra de actividad de renina plasmática previa al trata­miento. Los pacientes éaucásicos jóvenes y de edades me­dias tienen probabilidad más alta de mostrar respuesta a los . inhibidores de lá ECA. Los ancianos afroestadounidenses como grupo muestran más resistencia al efecto hipotensivo de esos compuestos, pero el uso concurrente de un diuré­tico a dosis bajas supera esta resistencia relativa. Tales fármacos se comentan en detalle en el capítulo 3 1 .

ANTAGONISTAS DE LOS RECEPTORES DE ANGIOTENSINA 11

La importancia de la angiotensina 11 en la regulación de la función cardiovascular ha conducido a la síntesis de anta­gonistas no péptidos de receptores de la angiotensina 11 para uso clínico. Al evitar los efectos de esta última, esos medicamentos relajan el músculo liso y así favorecen la vasodilatación, incrementan la excreción renal de sal y agua, reducen el volumen plasmático y disminuyen la hi­pertrofia celular. En teoría, los antagonistas de los recep­tores de angiotensina 11 también superan algunas de las desventajas de los inhibidores de la ECA, que no sólo evi­tan la conversión de angiotensina 1 en angiotensina 11, sino también la desintegración (mediada por enzima converti­dora de angiotensina) de la bradicinina y la sustancia P. Dos de los efectos adversos de los inhibidores de la ECA, angioedema y tos, no se han relacionado con antagonistas de los receptores de la angiotensina 11.

El subtipo de receptor AT, de la angiotensina 11 está lo­calizado de manera predominante en el tejido vascular y miocárdico, así como en cerebro, riñones y células glome­rulosas suprarrenales, que secretan aldosterona (cap. 3 1 ). El subtipo AT 2 de receptor de angiotensina 11 se encuentra en la médula suprarrenal y posiblemente en el sistema ner­vioso central, pero en la actualidad no se cree que partici­pen en la hemos tasia cardiovascular. En consecuencia, es probable que la selectividad para subtipo AT, del único antagonista no péptido de los receptores de angiotensina 11 disponible para uso clínico no constituya una desventa­ja terapéutica, aunque una serie de otros compuestos ya se encuentran en estudio clínico, algunos de los cuales blo­quean los subtipos tanto AT, como AT 2 de receptores, al menos in vitro. En el capítulo 3 1 se describe la historia del descubrimiento de esos antagonistas de receptores no peptídicos, su refinamiento estructural, y el espectro far­macocinético del losartán, aprobado por la Food and Drug Administration (FDA) en 1 995 para uso clínico. Aquí la exposición se enfocará al uso de este último fármaco en el tratamiento de hipertensión.

Efectos adversos y precauciones. Los efectos adversos del losartán han de considerarse en el contexto de los que se sabe se relacionan con los inhibidores de la ECA. Estos últimos causan problemas de dos tipos principales, los re­lacionados con disminución de las cifras de angiotensina I1, y los que se deben a efectos moleculares independien­tes de la supresión de la función de esta última.

También debe esperarse que con el losartán ocurran los efectos adversos de los inhibidores de la ECA que depen­den de inhibición de las funciones relacionadas con la an­giotensina II (véase antes). Estos incluyen hipotensión, hiperpotasemia y función renal disminuida, incluso la re­lacionada con estenosis bilateral de la arteria renal, y este­nosis de la arteria de un riñón solitario. Es más probable

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860 Sección V Fármacos que afectan las funciones renal y cardiovascular

que sobrevenga hipotensión en quienes la presión arterial depende mucho de la angiotensina 11, incluso en aquellos con disminución de volumen (p. ej. , con diuréticos), hi­pertensión renovascular, insuficiencia cardiaca y cirrosis; en tales enfermos es esencial iniciar el tratamiento con dosis bajas, y prestar atención al volumen sanguíneo. La hiper­potasemia sólo se presenta con otros factores que alteran la homeostasia del K + como insuficiencia renal, ingestión excesiva del K+ y uso de fármacos que favorecen la reten­ción de este último.

En contraste con los inhibidores de la ECA, aún se des­conocen los efectos adversos del losartán que son inde­pendientes de la disminución de los efectos de la angio­tensina 11. Así, no se ha observado tos, angioedema ni efectos adversos específicos para captopril.

No debe administrarse losartán durante el segundo o tercer trimestre del embarazo, y se suspenderá tan pronto como se detecte este último. Si bien todavía se desconoce si el fármaco es secretado en la leche materna humana, se han detectado volúmenes importantes en la leche de ani­males; en consecuencia, el losartán no ha de proporcio­narse en mujeres que amamantan.

Dado que la experiencia clínica con el losartán es limi­tada a la fecha, todavía no se dispone de información con respecto a la seguridad de este medicamento a largo plazo.

Aplicaciones terapéuticas. El losartán (véase la estruc­tura en la fig. 3 1 -7) está disponible para aplicarlo por vía oral como monoterapia (COZAAR), o en un régimen a do­sis fija que contenga 50 mg de losartán y 1 2 .5 mg de hidroclorotiazida (HYZAAR) para su utilización cuando se ha establecido la necesidad de esa combinación a dosis fija.

La dosis recomendada inicial de losartán es de 50 mg/ día; emplear dos dosis divididas (de 25 mg cada una) me­jora la uniformidad de la respuesta. La ingestión de ali­mentos no afecta mucho a la biodisponibilidad. Se prefie­re una dosificación inicial más pequeña, de 25 mgldía, en pacientes que han recibido diuréticos y que por ende mues­tran disminución del volumen intravascular, en otros en­fermos cuya presión arterial depende mucho de la angio­tensina I1, y en individuos con deterioro hepático. No se requiere ajuste de la dosificación en ancianos o en sujetos con deterioro renal, incluso en quienes se hallan en hemo­diálisis.

Dados los diferentes mecanismos por los cuales actúan, no es seguro que los efectos de los inhibidores de la ECA y los antagonistas del subtipo de receptores AT 1 de la angio­tensina 11 serán equivalentes en la hipertensión. Datos tem­pranos sugieren que la reducción máxima de la presión ar­terial que se logra con el losartán no es tan grande como aquella que se obtiene con un inhibidor de la ECA; se re­querirán más datos en los que se comparen las curvas de dosis-respuesta de esas dos clases de medicamentos para verificar con certeza si hay un efecto menos máximo o

no con los antagonistas de los receptores de la angioten­sina 11.

El efecto completo del losartán sobre la presión arterial no se observa de manera característica sino hasta tres a seis semanas después del inicio del tratamiento. Cuando el losartán como monoterapia no controla la presión arterial, se agrega hidroclorotiazida u otro diurético a dosis bajas. Utilizar la formulación combinada de losartán e hidroc1o­rotiazida simplifica la administración de los fármacos en los pacientes y favorece el apego a la prescripción. En dos estudios con asignación al azar, doble ciego, separados, de 3 1 2 (Simpson y coL, 1 994) Y 303 pacientes (Soffer y coL, 1 994) con hipertensión leve a grave, la adición de hidroclorotiazida al losartán produjo reducciones impor­tantes de la presión arterial en sujetos que mostraron res­puesta insuficiente a la hidroclorotiazida sola.

TRATAMIENTO NO FARMACOLOGICO DE LA HIPERTENSION

Los métodos no farmacológicos para reducir la presión arterial por lo general son recomendables como procedi­miento inicial para tratar pacientes que tienen presiones diastólicas de 90 a 95 mm Hg. Además, esos métodos au­mentarán la eficacia de la farmacoterapia en personas con presión arterial más alta. Asimismo, en individuos con pre­siones diastólicas de 85 a 90 mm Hg, los datos epidemio­lógicos acerca de los riesgos cardiovasculares apoyan la institución de tratamiento no farmacológico. Para conser­var el apego a la prescripción de un régimen terapéutico, la intervención no debe disminuir la calidad de vida. To­dos los fármacos tienen efectos adversos. Si las alteracio­nes menores de la actividad o la dieta normales pueden reducir la presión arterial hasta una cifra satisfactoria, es posible evitar las complicaciones de la farmacoterapia Además, los métodos no farmacológicos para disminuir la presión arterial permiten al enfermo participar de manera activa en la terapéutica. La reducción de peso, restricción de sal y moderación en el consumo de alcohol generan decremento de la presión arterial y mejoran la eficacia de la farmacoterapia. Además, el ejercicio isotónico regular también disminuye la presión arterial en hipertensos.

El tabaquismo en sí no causa hipertensión. Con todo, los fumadores tienen incidencia más alta de hipertensión maligna (lsles y col., 1 979), y el tabaquismo constituye lDI factor de riesgo importante de arteriopatía coronaria. Los hipertensos tienen un incentivo excepcionalmente grande para dejar de fumar. El consumo de cafeína puede aumen­tar la presión arterial y las concentraciones plasmáticas de noradrenalina, pero el consumo a largo pfazo de cafeíní causa tolerancia a esos efectos y no se ha relacionado con aparición de hipertensión. Algunos investigadores han in­formado que el incremento de la ingestión de Ca2+ dismi­nuye la presión arterial. No se entiende el mecanismo de

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este dato, pero al parecer participa la supresión de la secreción de la honnona paratiroidea. Aun así, los com­plementos dt; Ca2+ no disminuyen la presión arterial cuan­do se estudian poblaciones de hipertensos. Si bien es posi­ble que haya algunos hipertensos que presentan respuesta hipotensiva al Ca2+, no hay una manera fácil para iden­tificarlos. En la actualidad es imposible recomendar los complementos de Ca2+ para este propósito (Kaplan, 1988).

Reducción del peso corporal. La obesidad y la hipertensión se encuentran estrechamente relacionadas, y el grado de obesi­dad guarda correlación positiva con la incidencia de hiperten­sión. Los hipertensos obesos pueden disminuir la presión arterial al perder peso, independientemente de un cambio del consumo de sal (Maxwell y col., 1984). No está claro el mecanismo por el cual la obesidad genera hipertensión, pero el incremento de la secreción de insulina en la obesidad quizá provoque aumento (mediado por insulina) de la resorción del Na+ en los túbulos re­nales, y expansión del volumen extracelular. La obesidad tam­bién se relaciona con incremento de la actividad del sistema ner­vioso simpático; esto se revierte mediante pérdida de peso. Para muchos es dificil conservar dicha pérdida. Una combinación de ejercicio fisico aeróbico y asesoría en cuanto a la dieta tal vez aumente el apego a las indicaciones.

Restricción de sodio. Las dietas con alto contenido de sal se relacionan con prevalencia alt� de hipertensión (MacGregor, 1985). La restricción intensa de sal disminuye la presión arterial en la mayoría de los hipertensos hospitalizados; este método de tratamiento se recomendaba antes del advenimiento de antihi­pertensores eficaces (Kempner, 1 948). De cualquier modo, la restricción intensa de sal no es práctica desde el punto de vista del apego a las indicaciones. En varios .estudios, se ha demostra­do que la restricción moderada de la ingestión de sal hasta alre­dedor de 5 g/día (2 g del Na+) disminuye, en promedio, hasta 1 2 mm Hg l a presión sistólica, y 6 mm H g l a diastólica. La respues­ta guarda relación directa con la cifra inicial de presión arterial. Además, los sujetos de más de 40 años de edad muestran mayor capacidad de respuesta al efecto hipotensivo de la restricción moderada de sal (Grobbee y Hofrnan, 1 986). Aun cuando no todos los hipertensos muestran respuesta a la restricción de sal, esta intervención es benigna y puede recomendarse con facili­dad como un método inicial en todo paciente con hipertensión leve. Otro beneficio de la restricción de sal es la mejoría de la capacidad de respuesta a algunos antihipertensores.

Restricción de alcohol. El consumo de alcohol puede aumen­tar la presión arterial, pero no está claro cuánto alcohol se re­quiere para obtener este efecto (MacMahon y col., 1 984). El consumo inveterado de alcohol incrementa el ríesgo de enfer­medades cerebrovasculares, pero no de cardiopatía coronaria (Kagan y col., 1 9S5). En realidad, se ha encontrado que los vo­lúmenes pequeños de etanol protegen contra la aparición de arteriopatía coronaria. Se desconoce el mecanismo por el cual el alcohol aumenta la presión arterial, pero quizá comprenda in­cremento del transporte de Ca2+ hacia las células de músculo liso vascular. La ingestión excesiva de alcohol también puede generar falta de apego a los regímenes antihipertensores prescri-

Capítulo 33 Antihipertensores y lajármacoterapia de hipertensión 861

tos. Se recomendará a todos los hipertensos que reduzcan el con­sumo de etanol a no más de 30 mI/día.

Ejercicio físico. La actividad fisica aumentada disminuye las tasas de enfermedad cardiovascular en varones (Paffenbarger y col., 1 986). Se desconoce si este efecto beneficioso depende de una respuesta antihipertensiva ál ejercicio. La falta de actividad fisica se relaciona con incidencia más alta de hipertensión (Blair y col. , 1 984). Aun cuando no siempre se observan cambios cons­tantes de la presión arterial, estudios controlados de manera me­ticulosa han mostrado que el ejercicio isotónico regular dismi­nuye la presión tanto sistólica como diastólica alrededor de 10 mm Hg (Nelson y col., 1 986). No está claro el mecanismo por el cual el ejercicio puede disminuir la presión arterial, pero se han documentado varios cambios hemodinámicos y humorales. El ejercicio isotónico regular disminuye el volumen sanguíneo y las catecolaminas plasmáticas, y aumenta las concentraciones plasmáticas de factor natriurético auricular. El efecto beneficio­so del ejercicio ocurre en sujetos que no muestran cambio del peso corporal o de ingestión de sal durante el periodo de entre­namiento.

Tratamiento con relajación y biorretroalimentaciÓn. El he­cho de que los estímulos que generan estrés a largo plazo causen hipertensión sostenida en animales ha dado cabida a la posi­bilidad de que el tratamiento con relajación disminuirá la pre­sión arterial en algunos hipertensos. Algunos estudios han mos­trado resultados positivos, pero, en general, el tratamiento con relajación tiene efectos inconstantes y moderados sobre la pre­sión arterial (Jacob y col., 1 986). Además, ha sido dificil de­mostrar la eficacia a largo plazo de ese tipo de tratamiento, qui­zás en parte porque los enfermos deben hallarse sumamente motivados para responder al tratamiento con relajación y biorre­troalimentación. Unicamente se estimulará, para que hagan un intento de este tipo, a los pocos pacientes con hipertensión leve que desean usar este método, y tales individuos deben ser objeto de vigilancia constante y han de recibir farmacoterapia si es ne­cesario.

Tratamiento con potasio. Hay correlación positiva entre el Na+ corporal total y la presión arterial, y negativa entre el K+ corporal total y la presión arterial en hipertensos (Lever y col., 1 98 1 ). Además la ingestión en la dieta, las concentraciones plas­máticas y la eliminación urinaria del K + se encuentran reducidas en diversas poblaciones de hipertensos. El incremento de la in­gestión del K+ disminuye la presión arterial al aumentar la ex­creción del Na+, lo cual suprime la secreción de renina, causa dilatación arteriolar (tal vez al estimular la actividad de la Na+­K+-ATPasa y disminuir las concentraciones intracelulares de Ca2+), y altera la capacidad de respuesta a vasoconstrictores en­dógenos. En ratas hipertensas, los complementos del K+ dismi­nuyen la presión arterial y reducen la incidencia de apoplejía, independiente de la presión arterial (Tobian, 1986). En sujetos con hipertensión leve, los complementos del K+ por vía oral, de 48 mmol al día reducen la presión tanto sistólica como diastóli­ca (Siana y col., 1 987). Los complementos del K + también pue­den proteger contra ectopia ventricular y apoplejía (Khaw y Barrett-Connor, 1987). Con base en todos esos datos, parece prudente utilizar una dieta con alto contenido del K+ junto con restricción moderada del Na+ en el tratamiento no farmacológi-

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862 Sección V Fármacos que afectan las funciones renal y cardiovascular

co de hipertensión. Sin embargo, no se recomendará una dieta con alto contenido del K + en pacientes que reciben inhibidores de la ECA.

PERSPECTIVAS

El avance más anticipado del tratamiento antihipertensivo es el conocimiento nuevo que se espera a partir de estudios clínicos en los que se compara la eficacia de los fármacos sobre puntos terminales importantes de morbilidad y mor­talidad. El National Heart, Lung, and Blood Institute ha emprendido un estudio clínico en el que se abordan dichos puntos terminales : elAntihypertensive and Lipid Lowering Treatment to Prevent Heart Attack Trial (ALLHAT), y está comparando los resultados de la terapéutica con un diuré­tico tiazídico (clortalidona), un inhibidor de la ECA (lisino­pril), un bloqueador de los canales del Ca2+ (amlodipina), y un antagonista de los receptoresa)-adrenérgicos (doxazo­sina). En dicho estudio, se están evaluando los efectos de esos fármacos en pacientes de más de 55 años de edad que tienen riesgo alto de fenómenos oclusivos vasculares. De

modo concurrente, en la misma población se valora el be­neficio de un fármaco que disminuye el colesterol, el pravastatín. En Escandinavia, en el Captopril Prevention Project (CAPPP), se está comparando el inhibidor de la ECA, captopril, con tratamiento' antihipertensivo conven­cional, con diuréticos o antagonistas de los receptores p­adrenérgicos, con mortalidad cardiovascular como punto terminal. Un segundo estudio escandinavo, el Nordic Diltia­zem Study (NORDIL) tiene como punto terminal primario la mortalidad cardiovascular; en dicho estudio, se compa­ra el diltiazem con diuréticos o antagonistas de los recep­tores ,B-adrenérgicos. En el segundo Swedish Trial on Old Patients with Hypertension (STOP-Hypertension-2), se evalúa la eficacia relativa de un bloqueador de los canales del Ca2+ en ancianos. Al valorar los resultados de esos es­tudios, debe considerarse la posibilidad de que el fármaco o la clase de medicamentos preferidos en ancianos quizá no tenga el mismo beneficio relativo en individuos más jó­venes. Estos estudios, si dan buen resultado, tendrán pro­funda influencia sobre el método para tratar la hiperten­sión.

Véase una descripción más completa acerca de hipertensión en el capítulo 209 de Harrison: Principios de Medicina Interna, 1 3a ed. , McGraw-Hill-Interamericana de España, 1 994.

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El autor desea agradecer al Dr. John G. Gerber y al Dr. Alan S. Nies, autores de este capítulo en la octava edición de Goodman and Gilman s The Pharmacological Basis 01 Therapeutics, parte de cuyo texto se ha conservado en esta edición.

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